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1 “Corazón Desharrapado” de Sam BAires

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Maca es una diseñadora gráfica casada que tiene una aventura; Esther es una empleada casada que es maltratada por su pareja, poniendo en riesgo su vida y la de su niño por nacer.

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Page 1: CORAZON DESHARRAPADO

1 “Corazón Desharrapado” de Sam BAires

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C4 Dieciocho meses atrás»»»» [E]

Difícil engañar a doña Encarna. Enseguida notó el maquillaje y sumó uno más uno. Dejó que su hija y su amiga desplegaran su mentira del adelanto del parto y antes de ir a ver al “churro Joan Manuel” se los dijo.

– No nací ayer, por si no os habéis enterado. ¿Te golpeó e hizo adelantar el parto? – de brazos cruzados y en pose de sargento – Aunque te maquilles, alcanzo a percibir el morado.

Esther muda y blanca de semblante, a pesar del maquillaje. Isa, con los ojos abiertos como dos lunas llenas.

– Vale, es lo que pensaba. Siempre me pareció un cabrón ese Sebastián. – al no responderle ninguna de las dos – ¿Lo has denunciado? ¿Has pedido la orden de alejamiento?– Sí mamá. – respondía Esther tímidamente mirándola a los ojos.– Bien. Te mudas a mi casa. Y ese tío no se acerca a ti o al niño o a Isabel como que me llamo Encarna. Vamos Isa. – se dirigía hacia la puerta de la habitación dando por terminada la charla.– Sí, sí. Esther, yo de grande quiero ser como ella. – decía por lo bajo a Esther y salía detrás de doña Encarna.

La abogada del servicio jurídico de atención a las víctimas de violencia de género fue al hospital avisada por la policía. La joven letrada la asesoró sobre qué hacer de ahí en más; presentaría la denuncia correspondiente en el juzgado, al que luego tendría que concurrir Esther cuando tuviera el alta médica.

Al tercer día de estadía en el hospital, tres de los primos de Esther acompañaron a Isabel a la casa del tal Sebastián y mudaron las cosas de ésta, acompañados por un notario que dejó constancia de lo que se llevaban y de lo que quedaba en la casa, sugerencia de la abogada para cubrir posibles denuncias de hurto del maltratador.

“El cabrón” – al decir de doña Encarna – no se apareció por el hospital, alertado por su familia de que lo buscaba la policía y de la orden que habían dejado en el domicilio de sus padres. Tenía que pasar a declarar ante el juzgado que intervenía, cosa que probablemente haría cuando el abogado pijo que habría contratado su familia le dijera que lo hiciera.

Esther inscribiría al pequeño Joan Manuel como García, hijo suyo sin declarar quién era el padre. “Que se presente él exigiendo sus derechos, así va a tener que dar la cara y poner el dinero de la manutención” decía enérgica doña Encarna el día que finalmente dejaban el Hospital 12 de Octubre, una semana después del nacimiento del pequeño.

Esther se sentía protegida y cuidada por su madre y por toda su familia; primos y tíos se habían turnado para quedarse noche y día en la puerta de su habitación en el hospital, por si aparecía “el cabrón”; tías y primas se habían aparecido con regalos para el “churri” además de dinero – más dinero del que necesitaba – que iban depositando en una cuenta que habían abierto a nombre de Esther. Con las hormonas alteradas por el parto reciente y ahora amamantando a su bebé, se angustiaba y lloraba más de la cuenta y ahí la tenía a Isa para llenarla de cariño y abrazos y contenerla.

Pero sabía que tendría que enfrentarse, tarde o temprano, con “el cabrón” y especialmente con su adinerada familia. Un primer aviso de lo que vendría lo tuvo cuando Isabel fue despedida de su

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empleo en la empresa de los Alerce; no le había dicho nada a Esther, pero su semblante cuando leía un sms la había denunciado. Esther sabía que algo pasaba y en un descuido de su amiga, cogió su móvil y lo revisó.

– ¿Cuándo me lo ibas a decir? – la recibió con cara de culo, mostrándole el móvil, cuando la otra regresaba de la cafetería del hospital, adonde había ido a charlar con el médico ése, Héctor.– ¡La pucha! ¡Yo buscándolo por todos lados y me lo había dejado acá! – intentaba pensar rápido en alguna excusa.– Como tú dices, no es la hora de los boleros. ¡Te han despedido! ¡Por mí!– ¡Vos, tranqui eh! – se acercaba y trataba de abrazarla, la otra con gruesos lagrimones cayendo por su rostro – A ver si se te corta la leche y el Juanma se nos muere cagado de hambre.– No seas tonta. – Isa siempre lograba arrancarle una sonrisa con sus ocurrencias – Isa, ¿qué vas a hacer? – aceptaba su abrazo y escondía su rostro en el hombro de su amiga.– Buscar otro laburo, mientras tanto cobraré el paro y te ayudaré con el Juanma y me mearé hasta el hartazgo de tener al Nano entre mis brazos. – la abrazaba y la apretaba fuerte.– Es un tipo jodido don Manuel Alerce. – lloriqueaba.– Siempre lo supimos Esther, si el hijo salió así por algo es. Los Alerce son bastante mierda, como patrones, como suegros y como personas.

El segundo aviso lo descubriría pronto, al inicio del mes siguiente, cuando en su cuenta bancaria no depositaron su salario y fue necesario que la abogada que llevaba el caso de su agresión hiciera una presentación en el juzgado. Recién ahí apareció el dinero, casi a mitad de mes.

– Esther, lo más probable es que esta gente siga haciendo esto cada vez que tengan que pagarte; el mes que viene tendremos que hacer una nueva presentación. Y no descartaría que te despidan apenas acabe tu baja por maternidad. – la alertaba Carmen, la letrada.

El primer mes de Juan Manuel García fue pasando entre cambio de pañales, aprendiendo a amamantarlo, aprendiendo a escuchar sus lloros y a tratar de identificar qué significaba cada uno, disfrutando de un niño tranquilo y como decía Isabel, “un churro más guapo que el Darín”. Con el auxilio de Isa – en el paro, sin ganas de buscar trabajo por un tiempo y mudada a la casa de Encarna también para ahorrarse el alquiler – y su madre, se le iba haciendo fácil eso de ser “mamá primeriza”. Y cuando le venían esas ganas enormes de llorar, la angustia por su fracaso sentimental, ahí las tenía a esas dos para auparla.

Fue para el tercer mes de vida de JuanMa que llegó la munición gruesa de la familia Alerce.

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