día nacional de las iglesias evangélicas

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Dirección de Prensa PALABRAS DE S.E. EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, SEBASTIÁN PIÑERA, EN DÍA NACIONAL DE LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS Santiago, 30 de Octubre de 2013 Muy buenos días: Señores obispos don Eduardo Durán, don Edito Espinoza, señores obispos, señores pastores, señor Capellán en esta Moneda, en representación del pueblo evangélico. Quiero decirle a usted que conocí, aprecié y admiré y quise mucho a su padre, y veo que quién lo hereda, no lo hurta. Amigas y amigos miembros del pueblo evangélico. Hoy día, no solamente el pueblo evangélico, pienso que todos los chilenos nos preparamos para conmemorar el Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes. Y en este día en que estamos en la víspera quisiera, en primer lugar, y ante la atenta mirada del Señor que, sin duda, nos mira, nos quiere y nos cuida, dar una muy calurosa y cariñosa bienvenida al mundo evangélico a este Patio de Los Cañones, en este Palacio de La Moneda, que es la casa de todos los chilenos. Pero, sin duda, queremos en el día de hoy dar esa cordial, cariñosa y esperanzadora bienvenida a la Casa de La Moneda, al pueblo evangélico. Quiero también agradecer desde el fondo del corazón a esos más de 2,5 millones de mujeres, hombres, niños, jóvenes, adultos mayores,

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Palabras de S.E El Presidente de la república Sebastián Piñera en el día nacional de las Iglesias Evangélicas

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PALABRAS DE S.E. EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA,

SEBASTIÁN PIÑERA, EN DÍA NACIONAL DE LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS

Santiago, 30 de Octubre de 2013

Muy buenos días: Señores obispos don Eduardo Durán, don Edito Espinoza, señores obispos, señores pastores, señor Capellán en esta Moneda, en representación del pueblo evangélico. Quiero decirle a usted que conocí, aprecié y admiré y quise mucho a su padre, y veo que quién lo hereda, no lo hurta. Amigas y amigos miembros del pueblo evangélico. Hoy día, no solamente el pueblo evangélico, pienso que todos los chilenos nos preparamos para conmemorar el Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes. Y en este día en que estamos en la víspera quisiera, en primer lugar, y ante la atenta mirada del Señor que, sin duda, nos mira, nos quiere y nos cuida, dar una muy calurosa y cariñosa bienvenida al mundo evangélico a este Patio de Los Cañones, en este Palacio de La Moneda, que es la casa de todos los chilenos. Pero, sin duda, queremos en el día de hoy dar esa cordial, cariñosa y esperanzadora bienvenida a la Casa de La Moneda, al pueblo evangélico. Quiero también agradecer desde el fondo del corazón a esos más de 2,5 millones de mujeres, hombres, niños, jóvenes, adultos mayores,

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que son los que dan vida, bajo la inspiración y el liderazgo de Cristo, al mundo evangélico en nuestro país. Quiero agradecer el regalo que me han dado con esas reflexiones que hizo Lutero el año 1517, un día 31 de Octubre, cuando dio inicio a una gran reforma en la Iglesia, que permitió el surgimiento del mundo evangélico. Y en primer lugar, quiero agradecer a los evangélicos de nuestro país, y por muchas y buenas razones. En primer lugar, y tal vez la más importante de todas, por la forma valiente, entusiasta, alegre, sacrificada y abnegada con que en forma permanente predican la palabra de Dios y las palabras del Evangelio entre nuestros compatriotas y en nuestro país. Yo he recorrido intensa y profundamente nuestro país, he llegado a todos sus rincones, y en casi todas partes me he encontrado con ese espíritu misionero de darse cuenta que la fe, que es un don de Dios, no es solamente para que nosotros podamos vivirla, sino que para que intentemos compartirla con todos aquellos que aún no han tenido la gracia de escuchar la palabra de Dios. Y por eso, ese espíritu misionero, esa vocación por predicar la palabra de Dios es algo que, sin duda, le hace bien a nuestro país, porque el Evangelio hace bien, somos seres humanos, tenemos cuerpo y necesidades materiales, pero también tenemos alma y necesidades espirituales. Y muchas veces, uno de los grandes enemigos del hombre es precisamente olvidar esta dualidad y caer en un materialismo que en último término reduce, empobrece lo que es la dimensión trascendente del ser humano. Pero también, como Presidente de Chile quiero agradecerles muy sincera y profundamente por esa labor también sacrificada, entusiasta y alegre que muchas veces con la fe de Dios mueve

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montañas, de estar cerca de los que sufren, de los vulnerables, de los pobres, de los que se sienten solos, de los que están privados de la libertad, de los que han caído en la pobreza, de los que han sido atrapados por las garras de la droga, porque en todos los rincones de Chile, siempre me encuentro con los pastores, con las dorcas o simplemente con los miembros del mundo evangélico, compartiendo el dolor, pero al mismo tiempo compartiendo la alegría. A mí me impresionó mucho cuando hace un tiempo visité la Penitenciaria y pude ver los pabellones normales, y después pude visitar el pabellón de aquellos privados de libertad que profesan la fe evangélica. Y ahí uno se da cuenta en forma pero elocuente el tremendo aporte que hacen no solamente al mundo espiritual, sino que también a mejorar la calidad de vida en este mundo terrenal, con esa vocación, con esa alegría, con ese compromiso que sin duda ha demostrado ser tremendamente poderoso y tremendamente fecundo en cambiar y para mejor la vida de los chilenos. Ese acompañamiento y dirección espiritual que realizan las Iglesias Evangélicas cumple ese doble rol, el rol espiritual, pero también un rol de regeneración, de renacimiento social que ha hecho tanto bien, a tantas chilenas y chilenos, en tantos lugares y durante mucho tiempo. Los chilenos vemos todos los días a sus pastores, a sus dorcas, a sus fieles, reconfortando a los enfermos en los hospitales, rehabilitando a los presos en nuestras cárceles, dando un nuevo sentido a la vida de los niños y jóvenes de nuestros barrios marginales que han caído en las garras de la droga, y también llevando una mejor calidad de vida a través de múltiples programas sociales y comunitarios, la inmensa mayoría de los cuales son financiados con los aportes generosos del propio pueblo evangélico. Pero no es solamente el aporte espiritual y el aporte social que hace el pueblo evangélico a nuestro país. Yo también quiero agradecer el

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inmenso trabajo que ustedes hacen en defender valores y principios que son fundamentales para que una sociedad pueda desarrollarse en forma sana y en forma sustentable. Y quiero decir que la defensa que ustedes hacen, porque a veces en este mundo material algunos quieren hacernos creer que defender valores fundamentales sería ser retrógrado, reaccionario y no progresista. Yo quisiera decir que es justo al revés, yo siento que no hay mayor progresismo, en el sentido amplio y noble de la palabra, que defender la vida desde la concepción hasta su muerte natural, y muy especialmente la vida de aquellos que están más vulnerables, como por ejemplo, la vida de ese ser inocente e indefenso que es el niño que está por nacer y que hoy día, sin duda, está recibiendo fuertes ataques en el mundo entero, que necesitan y requieren más que nunca una defensa fuerte, clara, valiente, sin dudas, sin ambigüedades. Y por eso yo quiero decir que este Presidente y este Gobierno siempre van a defender la vida desde el momento de la concepción, hasta su muerte natural. Y también la defensa que ustedes hacen de la familia, núcleo esencial de la sociedad, esa institución a la cual le debemos tanto y le pedimos tanto. La familia es la que se preocupa de traer a nuestras familias un mayor sentido de acogimiento, de solidaridad, de amor, de cariño. Le pedimos que eduque y forme a nuestros niños y jóvenes, que cuide a los que se descarrían, que también se haga cargo de los enfermos y de los que están en la tercera edad. Y, por tanto, la familia necesita hoy más que nunca ser fortalecida, porque hay muchos que creen que debilitando a la familia, van a lograr construir una sociedad mejor. Y es justo al revés, si

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debilitamos la familia, vamos a estar inevitablemente debilitando a la sociedad. Y por eso, también quiero agradecer muy sincera y profundamente el enorme compromiso y la férrea defensa que ustedes hacen de la familia y también, aunque sé que es un tema controversial, de la naturaleza y la esencia propia de lo que es la institución del matrimonio. Y por supuesto, también la lucha que ustedes dan por defender otros principios, como la solidaridad, la justicia, la igualdad de oportunidades, la fraternidad, que son valores tan esenciales para que una sociedad pueda crecer y desarrollarse en forma sana. Y también quiero compartir con ustedes un compromiso. Yo sé que la libertad y la igualdad son valores universales, pero tal vez en ningún otro campo de la vida humana es tan importante la libertad y la igualdad, como en el campo de la vida y la fe religiosa de los seres humanos. Y, por tanto, si en algún terreno tenemos que velar porque exista plena y total libertad de cultos e igualdad religiosa, es precisamente en el ámbito espiritual de la relación que el hombre y la mujer en forma libre establece con Dios, nuestro Creador. Y yo sé bien, porque conozco nuestra historia, que durante mucho tiempo no hubo libertad de cultos, ni tampoco igualdad religiosa en nuestro país. Y aquí hay que aplicar ese sabio principio de no hacer a los demás lo que no nos gustaría que hicieran con nosotros. Yo estoy muy consciente de tiempos oscuros en nuestro país en materia de libertad religiosa y de igualdad de culto. Tiempos en que muchos pertenecientes a la fe evangélica ni siquiera podían enterrar a sus muertos con dignidad, que tenían que celebrar el matrimonio de

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acuerdo a otra fe que no era la propia y que muchas veces no tenían la posibilidad de poder ejercer, predicar su fe con toda la libertad y con toda la igualdad que es absolutamente necesaria en este campo, que es un campo tan íntimo, tan personal, que es el mundo de la fe y de la relación con nuestro Dios. Entonces, eran muy pocos los evangélicos, pero eso no es excusa. Hoy día, en que los que profesan la fe evangélica ya superan los 2 y medio millones de chilenos, y se han constituido en el segundo credo más importante en nuestro país, sin duda que hemos podido dar grandes avances y hemos dado pasos más firmes, más veloces y más seguros hacia garantizar en nuestro país una plena libertad religiosa y una plena igualdad de cultos. Porque pese a la creciente importancia en la vida nacional, la lucha por la igualdad y el reconocimiento del pueblo evangélico no fue una lucha fácil, no fue una lucha sin esfuerzos, sin sacrificios y sin heroísmo, especialmente del propio pueblo evangélico, y requirió mucha convicción, voluntad y tenacidad durante más de 100 años, en que sufrieron muchas veces persecución, discriminación e incomprensión de una parte importante de la sociedad chilena. Desde ese punto de vista, yo estoy absolutamente convencido que hoy día vivimos tiempos en que los valores de la igualdad y de la libertad religiosa son valores que son compartidos por la inmensa mayoría de los chilenos, y que no son solamente son compartidos, sino que estamos absolutamente comprometidos como Gobierno a preservarlos, a fortalecerlos y a proyectarlos hacia el futuro. Porque frente a ésta y otras discriminaciones arbitrarias, siempre he visto a sus obispos, a sus pastores y a sus fieles recurrir siempre con fuerza y con voluntad a un diálogo respetuoso y nunca abandonar los caminos que permiten a las sociedades avanzar.

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Y desde ese punto de vista, demostrando muchas veces actitudes pacientes, perseverantes, constituyeron un verdadero ejemplo de pluralismo y de tolerancia en nuestro país que, por lo demás, se inspira en los valores esenciales de nuestros evangélicos. Y si bien la Constitución del año 1925 estableció que el Estado chileno dejó de ser confesional, como lo era hasta entonces, y leímos esa frase que decía que la única religión que se podía practicar en nuestro país durante mucho tiempo, era una religión que determinaba el Estado, y ahí está claramente un grueso y un grave atropello a la libertad de conciencia, a la libertad de espíritu. Y, por tanto, la Constitución del 25 terminó con ese Estado confesional y estableció un Estado laico, que es la única, o tal vez la mejor forma de garantizar esa libertad religiosa y esa igualdad de culto. Pero ello no significó que muchas de las discriminaciones arbitrarias que existían permanecieran aún después de esa Constitución del año 25. Y por eso, no fue sino que hasta el año 1999, cuando estaba terminando el siglo XX, cuando pudimos en nuestro país dictar la Ley de Cultos e Igualdad Religiosa, que vino a hacer justicia y a poner las cosas en su orden natural en nuestro país, y fue a partir del año 2005 cuando se estableció el 31 de Octubre como el Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes, que siento yo que la sociedad chilena, en cierta forma, terminó de pagar una deuda que tenía con el mundo y con el pueblo evangélico. Pero eso no significa que la tarea haya terminado. Pese a los enormes e innegables avances, cuando asumimos el Gobierno todavía había muchos aspectos de la Ley de Culto que simplemente no se estaban aplicando. Por eso recuerdo muy bien cuando como candidato, en forma solemne, asumí o adquirí con ustedes 30 compromisos con el mundo

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cristiano evangélico. Y hoy, cuando nos quedan cerca de 5 meses para terminar esta labor que por decisión libre y democrática del pueblo nos fue encargada, les puedo asegurar que hemos hecho todos los esfuerzos para cumplir todos y cada uno de esos 30 compromisos. Y en los próximos días, el ministro Larroulet va a presentar un documento en que el Gobierno rinde cuenta de esos compromisos. Porque hay tiempos para adquirir compromisos, pero también hay tiempo para rendir cuenta del cumplimientos de esos compromisos. Y quiero hacer, en esta oportunidad, en forma muy breve, un balance de lo que ha sido el cumplimiento de esos compromisos. En primer lugar, para garantizar plenamente la existencia jurídica y material de la igualdad religiosa en nuestro país, hemos dado a todos los credos religiosos, incluyendo los católicos, los evangélicos, los protestantes, musulmanes, judíos, mormones y otros, un trato equivalente y respetuoso en su relación con el Estado de Chile, velando siempre por el debido resguardo de ese derecho inalienable de cada chileno y chilena a expresar con total libertad la fe que decide abrazar. Yo personalmente en múltiples ocasiones le he pedido a los ministros, a los intendentes, a los gobernadores, a los comandantes en jefe de nuestras fuerzas armadas y de orden, que se mantengan en permanente contacto con los obispos y pastores del mundo evangélico, que escuchen con atención sus aportes y sus sugerencias respecto de cada política pública que hemos implementado, y que les den la debida y merecida consideración en todas y cada una de nuestras ceremonias oficiales. Por medio del Ministerio Secretaría General de la Presidencia, hemos realizado múltiples encuentros nacionales, regionales, con el mundo evangélico, a lo largo y ancho de nuestro país, y gracias a este

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trabajo, hemos podido apoyar múltiples iniciativas que han surgido del mundo evangélico, en el campo de la educación, en el campo de la vivienda, en el terreno de la salud, de la justicia, de la defensa, de la cultura, y en muchos casos de nuestros bienes nacionales, como por ejemplo, cuando nuestro Ministerio acaba de entregar en comodato al mundo evangélico, una propiedad para que ahí se desarrolle la Fundación Juventud con una Misión, para construir esa primera Casa Cultural del mundo evangélico en nuestro país, donde ustedes podrán desarrollar no solamente su fe, sino que también sus talentos en el mundo de la cultura y de las artes, de forma tal de también contribuir a alimentar el alma con esas expresiones de la espiritual del ser humano. También reestructuramos el funcionamiento de la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos, que había nacido el año 2007, pero que era sólo un ente asesor de la Presidencia. Y por eso, al asumir el Gobierno, decidimos transformarla en un verdadero brazo ejecutor de las políticas en favor de nuestros hermanos evangélicos y protestantes, para lo cual abrimos nuevas oficinas en todas las regiones de nuestro país, para mantener esa cercanía, ese contacto y esa comunión directa con las distintas iglesias y credos. Hemos creado los manuales necesarios para facilitar la obtención de personalidad jurídica, la construcción de templos, el acceso a fondos públicos concursables, de los cuales antes el mundo evangélico estaba prácticamente marginado, todos los cuales hoy día se pueden descargar, y están disponibles en la página Web de la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos. Y hemos corregido muchas, no todas, muchas discriminaciones arbitrarias que afectaban al mundo evangélico y que muchas veces provenían de las propias instituciones del Estado. Por ejemplo, facilitamos la realización de clases de religión evangélica en colegios no confesionales, para aquellos alumnos que así lo decidan libremente.

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Estamos avanzando para acreditar como Institutos Profesionales a sus seminarios teológicos, y hemos creado diversas capellanías evangélicas o protestantes, en las instalaciones de nuestras fuerzas armadas y de orden, como por ejemplo, el Hospital Militar, la Escuela Militar, el Regimiento Nº 1 Buin, la Isla Dawson, para la Armada, el Buque Escuela Esmeralda, y hemos contratado 10 nuevos capellanes evangélicos para servir en nuestra Gendarmería y dos para hacerlo en la Fuerza Aérea y la Armada de nuestro país. Y seguimos avanzando, porque reconocemos que aquí había un tiempo por recuperar y había un camino por recorrer, para terminar con discriminaciones que siempre son odiosas para quien las sufre, y que a veces pasan indiferentes para aquellos que no las sufren. Quisiera terminar estas palabras pidiéndoles lo mismo que alguna vez les pedí como candidato a la Presidencia, hace cuatro años, que oren por Chile y que oren por las autoridades chilenas, por las que hoy día ejercemos mandatos populares y por aquellos que tendrán que ejercerlas a partir de las próximas elecciones, porque todos sabemos que en vano se afana el albañil al construir su casa, si Dios no cuida esa vivienda; en vano se afana el vigilante de la ciudad, si Dios no cuida la ciudad; y en vano se afanan y trabajan las autoridades, si no reciben esa inspiración, esa orientación que viene de Dios y que siempre es bienvenida para poder conducir con sabiduría y con ecuanimidad los caminos que nuestro país debe recorrer. Por eso hoy día en que los chilenos nos aprontamos a elegir nuevas autoridades, también es muy importante que esa misma inspiración, esa misma orientación, que muchas veces se fortalece con la oración, pueda iluminar e inspirar a quienes van a tener la responsabilidad de conducir los destinos de nuestro país para que siempre lo hagan firmes y adelante, en beneficio de todos y cada uno de los chilenos.

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Pero tal como señalé hace un rato, no sólo de pan vive el hombre. No sacamos nada con superar las pobrezas materiales y alcanzar sólo el desarrollo material, si al mismo tiempo empobrecemos nuestro espíritu. Conozco muchos países que han intentado escapar de las garras de la pobreza, pero de tanto llenar los bolsillos, han terminado vaciando el alma. Y reemplazan o sustituyen las carencias de la pobreza, por las enfermedades de la riqueza, como el materialismo excesivo, el suicidio, la pérdida del respeto por la vida, el aborto, el abandono de los niños, el alcoholismo, la drogadicción, o simplemente la pérdida del sentido de la vida. No es eso lo que queremos para nuestro país. Por eso, cuando hablamos de alcanzar el desarrollo, estamos pensando no solamente en desarrollo material, estamos pensando en un desarrollo integral. Si queremos una sociedad de hombres y mujeres libres, en que se respete sagradamente el valor de la vida y la dignidad y los derechos de todos y cada uno de nuestros compatriotas, tenemos que liberarnos de un país dominado por el egoísmo, la ley del más fuerte, la violencia, la codicia o la intolerancia. Y así, y sólo así podremos construir sobre roca y no sobre arena, la sociedad del futuro. Y por eso hoy más que nunca debemos seguir defendiendo y fortaleciendo nuestros valores, y hacerlo con fuerza, con coraje y con decisión, porque muchas veces es más que el ataque, ha sido la debilidad de la defensa lo que ha terminado por derrumbar o debilitar valores esenciales de una sociedad. Y necesitamos que esos valores sean como la tierra fértil, que permite a la semilla dar fruto abundante. O como el faro que está ahí para guiarnos cuando la oscuridad de la noche, del pesimismo o la división pretendan inundarnos el alma.

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Y ésta es una lucha permanente que hemos de dar en nuestros hogares, en nuestras escuelas, en nuestros hospitales, en nuestras cárceles, en nuestras organizaciones sociales y, por supuesto, también en esta Moneda, que es la casa de todos los chilenos, y en el Congreso Nacional, donde se aprueban las leyes. Por eso nos hemos opuesto con tanta fuerza a ciertas iniciativas que estamos seguros sólo causarían daño en nuestro país, como por ejemplo, el aborto o la eutanasia, que es un atentado a la dignidad humana, porque en el Chile que queremos la vida humana debe respetarse siempre y en todo lugar, al igual como la dignidad y los derechos humanos de todos y cada uno de los compatriotas, que deben ser defendidos por fuerza y con coraje en todo tiempo, en todo lugar y en toda circunstancia. Pro eso en nuestro Gobierno nos hemos preocupado de fortalecer la familia y fortalecer también la maternidad. Ustedes saben que la tasa de natalidad en nuestro país ha venido cayendo en forma sistemática durante los últimos 20 años. Si hubiéramos mantenido los índices de natalidad que teníamos en la década de los 90, hoy día tendríamos 2 millones de niños adicionales, alegrando nuestras vidas, jugando en nuestros parques y contribuyendo al futuro de nuestro país. Y por eso es tan importante, para poder recuperar algo tan esencial como la capacidad de una sociedad de crecer con nuevos niños, con nuevos hijos, tenemos que fortalecer la familia y también hacer más compatible la maternidad con el mundo moderno en que nos toca vivir. Por eso es que hemos estado tan comprometidos con extender los beneficios y la cobertura del posnatal. Por eso estamos tan comprometidos con extender los beneficios de la sala cuna a todas las mujeres trabajadoras chilenas. Por eso estamos tan comprometidos con facilitar el rol fundamental que cumplen las

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familias en una sociedad que quiera crecer en forma sana y en forma sustentable. Finalmente, también sentimos que era obligación de nuestro Gobierno promover la Ley Antidiscriminación, para crear en nuestro país una sociedad más pluralista y más tolerante, que no solamente acepte la diversidad, si no que incluso aprecie la diversidad. Quisiera terminar estas palabras, después de haber escuchado las propuestas de tantos candidatos, haciendo una reflexión. Yo creo que tenemos un país maravilloso y tenemos que agradecer a Dios el país que nos ha regalado. En medio de un mundo que vive en una crisis, angustia, recesión, desesperanza, incertidumbre, tenemos que saber reconocer lo que juntos hemos logrado construir en nuestro país. Un país que está creciendo con fuerza, que está creando empleos como nunca antes lo había hecho, que está mejorando los salarios, que está reduciendo la pobreza y las desigualdades, que está haciendo grandes reformas en campos fundamentales, como la educación y la salud, sin duda que es un país del cual podemos todos sentirnos muy agradecidos y muy orgullosos. Y eso, por supuesto, no significa desconocer que todavía hay muchos problemas por enfrentar y muchos desafíos por asumir. Y sabemos que hay muchos chilenos que necesitan y merecen una vida mejor. Pero no hay que confundirse y pensar que todo lo que los chilenos hemos hecho está mal, que este país no sirve para nada, que hay que tirarlo por la borda, que prácticamente hay que hacerlo de nuevo. Yo creo que esa es una visión equivocada, que a veces tiende a predominar, cuando nos acercamos a tiempos electorales.

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Yo quiero decir, como Presidente de Chile, que sin duda hemos cometido errores, y los hemos reconocido, pero les puedo asegurar que siempre hemos tomado las decisiones pensando única y exclusivamente en el mejor interés de Chile, que no hemos dejado de trabajar un solo día, desde que asumimos la maravillosa responsabilidad y compromiso de dirigir los destinos de nuestro país, y que siempre hemos estado agradecidos de Dios, por la ayuda, la inspiración que nos ha prestado en esta gran y noble tarea. Por eso quiero terminar estas palabras pidiéndolo a Dios que bendiga a los chilenos y que bendiga a nuestra patria. Muchas gracias.

* * * * * Santiago, 30 de Octubre de 2013. Mls/mm.