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G. Afmond, R. Dahl, A. Downs, M. Duverger, D. Easton, S. Lipset, G. Mosca, M. Olson, W. Riker, S. Rokkan y S. Verba Diez textos -j básicos ^ de <ien<ia ' política

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  • G. Afmond, R. Dahl, A. Downs,M. Duverger, D. Easton,S. Lipset, G. Mosca, M. Olson,W. Riker, S. Rokkan y S. Verba

    Diez textos -j bsicos ^ de

  • DIEZ TEXTOS BSICOS DE CIENCIA POLTICA

    Textos de

    G a b r i e l A . A l m o n d

    R o b e r t A . D a h l

    A n t h o n y D o w n s

    M a u r i c e D u v e r g e r

    D a v id E a s t o n

    S e y m o u r M a r t in L ip s e t

    G a e t a n o M o s c a

    M a n c u r O l s o n

    W il l ia m H . R ik e r

    S t e in R o k k a n

    y S i d n e y V e r b a

    E dicin a cargo de

    A l b e r t B a t l l e

    Ariel

  • D iseo cubierta: V icente M orales

    1. edicin: nov iem bre 19922 . edicin: nov iem bre 2001

    de la recop ilacin . 1992 y 2001: A lbert B atlle

    D erechos exclusivos de edicin en espaol reservados para todo el m undo:

    1992 y 2001: E ditorial A riel, S. A.Provenga, 260 - 08008 B arcelona

    ISB N : 84-344-1685-9

    D epsito legal: B. 46.835 - 2001

    Im preso en E spaa

    N inguna parle de esta p u b licacin , inc lu ido el d ise o de la cub ierta , puede se r reproducida, a lm acenada o tran sm itida en m anera alguna ni po r n ingn m edio , ya sea e lc trico , q u m ico , m ecnico , p tico , de g rabac in

    o de fo tocop ia , sin p erm iso p rev io del ed itor.

  • SUMARIO

    Introduccin

    1. La clase poltica, p o r G aetan o M osca

    2. Influencia de los sistemas electorales en la vida poltica, p o r M au rice D uverger

    3. La poliarqua, p o r R o bert A. D ahl

    4. Teora econmica de la accin poltica en una democracia, po r A ntho ny D ow ns

    5. Algunos requisitos sociales de la democracia: desarrollo econmico y legitimidad poltica, p o r Sey m o ur M artin L ipset

    6. Teora de juegos y de las coaliciones polticas, p o r W illiam H. R iker

    7. La cultura poltica, p o r G abriel A . A lm ond y S idn ey V erba

    8. La lgica de la accin colectiva, p o r M an cu r O l s o n -----

    9. Categoras para el anlisis sistmico de la poltica, p o r D av id E aston

    10. Estructuras de divisin, sistemas de partidos y alineamientos electorales, po r S eym our M a rtin L ipset y Stein R okkan

  • INTRODUCCION

    En el presente volumen se renen diez textos que pueden ser considerados fundamentales para comprender el origen de los diversos enfoques que han caracterizado la Ciencia Poltica durante el siglo xx.

    La utilidad y objetivo de un libro de estas caractersticas debe residir precisamente en ofrecer al lector una visin tan global como sea posible del origen de las diferentes perspectivas que han permitido el avance de la disciplina. Para la presente antologa de textos fundamentales de la Ciencia Poltica contempornea se han seleccionado aquellos captulos de libros o artculos que han sido considerados seminales de los diferentes enfoques que informan el panorama actual, de tal manera que pueda ser un volumen de consulta obligada para todo estudiante, politlogo y persona interesada en el tema.

    Este libro incluye textos que no haban sido publicados en castellano con anterioridad y que han sido traducidos especialmente para esta edicin (concretamente los textos de M. Duverger, S. Lipset, W. H. Riker y S. Lipset & S. Rokkan), as como textos que ya haban sido publicados en castellano, pero que, debido a la coherencia interna que siempre debe comportar un ttulo como el propuesto, preferimos reagrupar en una edicin que los comprenda a todos. Para facilitar una posible interpretacin evolutiva de los temas y mtodos propios de la Ciencia Poltica, los textos han sido ordenados siguiendo un estricto orden cronolgico.

    Un breve repaso histrico: del arte de la poltica a la ciencia de la poltica

    La Ciencia Poltica como disciplina acadmica tiene un origen muy reciente a pesar de sus profundas races histricas. Seguramente la poltica ha sido el ltimo campo susceptible de un conocimiento humano sistemtico que ha abandonado la madre filosofa.

    Ciertamente, desde la antigedad clsica hasta finales del siglo XIX el estudio de la realidad poltica no constituy objeto de una disciplina autnoma en sentido estricto. Al contrario, este mbito del conocimiento formaba parte del conjunto de elementos con los que se estructuraban unos sistemas filosficos que pretendan proporcionar una ex

  • 10 INTRODUCCIN

    plicacin de carcter global a la totalidad de interrogantes que se formulaban acerca del universo.

    Desde las primeras referencias conocidas al arte de la poltica, el estudio y comprensin de los elementos que caracterizaban y conformaban la vida poltica se inclua en el estudio de la filosofa moral: el objeto de estudio propio de la disciplina de la Ciencia Poltica nicamente poda ser definido a travs de la elaboracin e interpretacin de una serie de conceptos fundamentales vagamente relacionados entre s debido a su conexin con ciertas instituciones y prcticas polticas, ya fueran reales o tericas.

    En resumen, hasta finales del siglo XIX, los anlisis (ya fueran realizados siguiendo parmetros jurdicos o morales) de esta serie de conceptos constituan la base metodolgica sobre la que se cimentaba la Ciencia Poltica: el derecho, la justicia, la soberana, el estado, no parecan haber perdido nada de su pretendida funcionalidad interpretativa y/o legitimadora. Dicho en otras palabras, la Poltica como objeto particular de estudio estaba totalmente integrada en el estudio general de la sociedad: todas aquellas especulaciones que tuvieran como objeto de sus proposiciones la relacin que pudiera establecerse entre dos o ms individuos, era susceptible de ser considerada como un discurso eminentemente poltico; la realidad poltica todava constitua el elemento bsico para unos anlisis de carcter esencialmente filosfico. Vemoslo ms detalladamente.

    Los politlogos desarrollaban sus argumentos siguiendo dos caminos diferentes pero complementarios a la vez. Por una parte, los politlogos de la poca iban en busca de sus antecesores. Con un sentido hermenutico claramente normativo, analizaban los textos clsicos de la filosofa moral y de la filosofa poltica a partir de Platn. Es decir, por una parte la Ciencia Poltica se limitaba a interpretar la historia del pensamiento poltico de los grandes filsofos occidentales, se reduca al anlisis de sus ideas, a la persistencia, difusin y expresin de las mismas como fenmenos histricos; la Ciencia Poltica se limitaba a descubrir el desarrollo evolutivo que experimentaba el significado de conceptos polticos fundamentales como democracia, estado o igualdad.

    No es hasta 1903, ao en que se crea la Asociacin Americana de Ciencia Poltica, cuando se constituye como una disciplina acadmica diferenciada. Con la institucin de este colectivo se pretenda avanzar en el estudio cientfico de la Poltica o, lo que es lo mismo, avanzar en la interpretacin sistemtica de los textos clsicos de la historia del pensamiento poltico occidental.

    Pero, por otra parte, y junto a esta actividad elemental, el paradigma politolgico predominante procuraba el anlisis cientfico de los elementos constitutivos del estado.

    En este sentido, la categora estado poda ser examinada bajo dos perspectivas completamente diferenciadas. Un primer punto de vista era el que podemos identificar como subjetivo-ideolgico: con este enfoque se argumentaban normativamente los cambios o reformas que se consideraban necesarios para la consecucin finalista de una mejor poltica o gobiemo. Naturalmente los razonamientos seguan haciendo uso de los conceptos tericos derivados de la tradicin clsica.

    La segunda perspectiva podra designarse con el ttulo de perspectiva objetivo- institucional y estaba fuertemente influenciada por la disciplina del derecho. En este en

  • foque particular, el contexto intelectual que determinaba el anlisis del estado como uno de los objetos propios de la ya denominada Ciencia Poltica, estaba delimitado por la influencia ejercida por Comte, Spencer y Hegel: se consideraba el anlisis del estado bajo unos parmetros esencialmente evolucionistas, histricos y comparados. Las instituciones estatales se analizaban siguiendo los dictados de la escuela legalista de la Staatslehre (que precisamente significa Ciencia Poltica): el estado no era ms que un conjunto de estructuras e instituciones polticas que se podan explicar empricamente a travs del estudio y anlisis del derecho pblico.

    As pues, la primitiva Ciencia Poltica interpretaba el sentido de los textos clsicos del pensamiento poltico occidental, argumentaba normativamente cules eran los elementos necesarios para el mejor de los gobiemos y, finalmente, adoptaba el legalis- mo jurdico-formal; es decir, la primera Ciencia Poltica se preguntaba moral o jurdicamente por la naturaleza, origen y evolucin del estado, de la soberana, de la justicia y del derecho, intentaba responder a estas cuestiones con ejercicios hermenuticos y, paralelamente, motivaba minuciosas descripciones comparadas de los mecanismos legales y procesos polticos que determinaban las diferentes formas de gobiemo.

    De alguna manera, la historia de la Ciencia Poltica era equivalente a la historia y justificacin de las instituciones democrticas y su desarrollo desde la Grecia clsica hasta la modemidad.

    Se puede afirmar que esta concepcin sobre los temas, fines e instmmentos propios de la Ciencia Poltica perdurara hasta mediados del siglo XX: se mantuvo una continuidad terica y metodolgica en la disciplina y se sigui analizando la historia del pensamiento poltico y su posible relacin con las instituciones y prcticas polticas existentes en diferentes contextos sociales e histricos.

    En los aos veinte, en un contexto intelectual dominado por personalidades como Einstein, Freud o Wittgenstein, se produjeron las primeras demandas que pretendan asociar de manera efectiva las palabras Poltica y Ciencia. Algunos politlogos pretendan que la disciplina rechazara la supremaca de unos principios jurdicos y unos argumentos morales que no podan contrastarse de manera emprica debido a su carcter esencialmente metafsico y a su evidente carga valorativa.

    De alguna manera, lo cientfico ya no resida en la racionalidad que pudiera atribuirse a los valores propios el objeto de e s tu d i 'f^ o que resida en el mtodo utilizado para su anlisis. Siguiendo^teargum ento, se prenda trasladar al mbito de la poltica la metodologa propia de disciplinas como la historia, la estadstica, la antropologa, la geografa, la psicologa y la economa. Este nuevo mtodo constituira la base fundamental para observar, descubrir y explicar los fenmenos y procesos polticos existentes. Es decir, con esta simple importacin metodolgica se pretenda el desarrollo de nuevas vas para seleccionar y comprender todas aquellas realidades que, de manera autnoma, pudieran considerarse estrictamente polticas.

    Debemos sealar que esta primera demanda de cientificidad no obtuvo demasiada resonancia entre los politlogos de la poca, y podemos decir que, por el momento, este nuevo planteamiento no se consolid como la metodologa dominante en la Ciencia Poltica: la disciplina sigui orientada bsicamente a la bsqueda incesante de parmetros

    INTRODUCCIN | j

  • normativos de los que se pudiesen derivar argumentos slidos a favor de la democracia, de las instituciones que caracterizaban los procesos democrticos, y a favor del liberalismo frente al fascismo y al comunismo crecientes en Europa. La Ciencia Poltica como disciplina autnoma an estaba moldeada por una conjuncin de elementos normativos, finalistas e ideolgicos; era una simple taxonoma interpretativa de las diferentes literaturas polticas existentes. La Ciencia Poltica todava poda ser considerada como el estudio del arte de la poltica.

    Las demandas sobre la autntica cientificidad de la Ciencia Poltica no seran familiares hasta los aos cuarenta. Se produjo entonces el esperado debate entre la perspectiva filosfica, legalista y teleolgica por una parte, y la perspectiva lgica, emprica y explicativa por otra.

    Los partidarios de esta ltima concepcin argumentaban la necesidad de adoptar la aplicacin de los conceptos y de los mtodos propios de la psicologa y de la sociologa, posibilitando as el desarrollo de unas tcnicas cuantitativas propias que aproximasen el estudio de la poltica a un determinado patrn de cientificidad. Estos politlogos criticaban la visin finalista, normativa e idealista que haba identificado los anlisis polticos elaborados hasta la fecha: aspiraban a dejar a los filsofos el estudio de la filosofa poltica, la interpretacin de la historia de las ideas polticas y la comprensin de la moral poltica.

    En definitiva, el debate metodolgico redefina los temas y mtodos propios de la Ciencia Poltica; pareca una necesidad urgente hacer de la poltica un campo abonado para un anlisis propiamente cientfico: se precisaban proposiciones cientficas generales relativas a la naturaleza de la poltica, un tipo de proposiciones aplicables a diferentes contextos polticos, ya fueran contemporneos o histricos.

    Finalmente, durante los aos cincuenta, la Ciencia Poltica se model siguiendo los parmetros metodolgicos de otras ciencias sociales (y naturales) que se consideraban ms avanzadas: se produjo la revolucin conductista.

    Al debate metaterico acerca de lo que constitua el mtodo y objeto propio de la Ciencia Poltica (un debate en el que se reflej la influencia del positivismo) sigui un cambio radical del paradigma dominante y se produjo una fractura en la disciplina: el nuevo enfoque investigaba el comportamiento real de los diferentes actores polticos con instrumentos tomados directamente de la psicologa (como las entrevistas o los sondeos de opinin) y, mediante el uso de nuevas tcnicas estadsticas e informticas, se posibilitaba su estudio cuantitativo.

    Los conductistas, tomando en consideracin las motivaciones, valores y cogniciones que determinaban el comportamiento poltico del individuo, pretendan el descubrimiento de regularidades explicativas a travs de las nuevas tcnicas de observacin y medicin, a travs de la realizacin, por vez primera, de anlisis empricos referentes a las actitudes polticas reales de los individuos. A partir del establecimiento de estas regularidades, se podran elaborar leyes o proposiciones generales explicativas susceptibles de verificacin.

    Con la revolucin conductista se instauraba una Ciencia Poltica muy influenciada por la Sociologa. Se instauraba una nueva Ciencia Poltica en la que los valores or-

    1 2 INTRODUCCIN

  • mativos y los conceptos no empricos ya no suponan un elemento fundamental de la misma; se impona un nuevo enfoque o paradigma que necesariamente implicaba una aproximacin a la metodologa que haba posibilitado y caracterizado el histrico avance de las ciencias naturales; es decir, la nueva perspectiva representaba un drstico alejamiento de cualquier aproximacin exclusivamente humanista, ideolgica o finalista de la realidad poltica. Se produjo as una distincin y abandono del enfoque institucional-legalista que haba determinado el desarrollo de buena parte de las interpretaciones y anlisis polticos realizados hasta aquel momento: a partir de la revolucin conductista y hasta los aos ochenta, las instituciones polticas apenas seran consideradas como un objeto de estudio al que la Ciencia Poltica debiera prestar atencin.

    Este cambio de paradigma supuso la transformacin de la Ciencia Poltica en una disciplina que responda a unos criterios tericos orientados empricamente: se crea que el mantenimiento exclusivo de los anlisis propios de la filosofa poltica clsica implicaba necesariamente el subdesarrollo de unos anlisis de la realidad poltica que presentaran las deseadas marcas de cientificidad y que, por lo tanto, pudieran recibir el atributo de explicativos.

    De la misma manera que histricamente se haba pasado de la metafsica a la fsica, con la revolucin conductista los politlogos pretendan el paso del deber ser al ser, del arte de la poltica a la ciencia de la poltica: se pretenda un renovado po- sicionamiento metodolgico anterior a cualquier interpretacin que se realizara de la realidad poltica. En este contexto intelectual se produjo el cambio de perspectiva metodolgica que supuso el paso de un paradigma eminentemente normativo e ideolgico a otro de carcter sociolgico, emprico y nomolgico. Autores como Robert A. Dahl, Seymour M. Lipset y Gabriel Almond, incluidos en este volumen, son exponentes de esta orientacin.

    Durante los aos sesenta y setenta, el debate metodolgico en Ciencia Poltica continu: los representantes de la filosofa poltica clsica se oponan al valor dado a la Ciencia Poltica en los Estados Unidos: segn ellos, la revolucin conductista, si bien haba desmontado la clsica asociacin entre el estado y la poltica, descubriendo de esta manera la relevancia en trminos polticos de las diferentes estructuras sociales y de las motivaciones individuales, transmita una cierta ambigedad terica en los conceptos utilizados; el conductismo no haba hecho frente a una serie de cuestiones normativas que podan constituir el contexto ms pertinente para cualquier reflexin acerca de la evolucin de la poltica contempornea. Dicho en otras palabras, el conductismo no asuma una clara preocupacin terica o explicativa y, debido a una perspectiva excesivamente determinista, los conductistas no lograban dar cuenta de fenmenos contemporneos como el feminismo o las luchas por la igualdad de derechos.

    Pese a las crticas metodolgicas elaboradas desde la ptica de la filosofa poltica, durante estos aos aument el optimismo acerca de las posibilidades reales para una ciencia de la poltica. Sin duda, la revolucin conductista, con su nfasis en los anlisis empricos y con la ruptura del cors que significaba la existencia de un paradigma dominante basado en proposiciones eminentemente filosficas, ticas o exclusivamente legalistas, haba abierto las puertas a nuevos intentos para una Ciencia de la Poltica.

    INTRODUCCIN J 3

  • As, durante los aos sesenta y setenta se elaboraron nuevos modelos explicativos, nuevas aproximaciones y estrategias que perseguan una comprensin y una explicacin cientfica de la poltica. A partir de la revolucin metodolgica que signific la irrupcin y triunfo del enfoque conductista, se posibilit el desarrollo de nuevos marcos conceptuales abstractos y de nuevos modelos explicativos. Veamos una de las perspectivas ms relevantes y productivas con un poco ms de detalle.

    Si podemos afirmar que durante el primer tercio del siglo X X la evolucin de la Ciencia Poltica estuvo determinada por una perspectiva exclusivamente jurdica o moral, mientras que durante el segundo tercio de siglo la disciplina estuvo estrechamente emparentada con la Sociologa, igualmente podemos afirmar sin temor a equivocamos que la Economa ha significado la principal aportacin a la evolucin de la Ciencia Poltica a partir de los aos setenta hasta la actualidad.

    As, la Economa ha inspirado o inducido algunos de los principios fundamentales en los que se basa el nuevo enfoque metodolgico que ha permitido los ms recientes desarrollos a la Ciencia Poltica contempornea.

    Si la revolucin conductista fue importante para superar el paradigma legalista de la Staatslehre y abrir nuevos campos a la Ciencia Poltica, la irmpcin de la teora de la eleccin racional en la Ciencia Poltica supuso la superacin del anterior paradigma sociolgico, un enfoque que estaba nicamente preocupado por el anlisis emprico de los comportamientos polticos de los individuos y de los gmpos; la aplicacin de algunos de los principios metodolgicos propios de la Economa a los anlisis de la realidad poltica permiti el desarrollo de un enfoque altemativo que ha derivado un nuevo posiciona- miento metodolgico frente a la escuela conductista, y que tambin ha abierto un nuevo punto de vista sobre los temas y cuestiones relevantes para la Ciencia Poltica.

    De la teora de la eleccin racional surge un conjunto de proposiciones explicativas (y contrastables empricamente) mediante el desarrollo de un discurso axiomtico y deductivo que puede llegar a recibir un tratamiento formal o matemtico bastante sofisticado.

    Con la aceptacin de unos pocos axiomas o principios metodolgicos muy restrictivos (al mismo tiempo que intuitivamente aceptables), y la aplicacin de unos criterios de carcter econmico al anlisis de las ms diversas situaciones polticas reales o hipotticas, ha sido posible la elaboracin de nuevos modelos explicativos en Ciencia Poltica. Estos principios metodolgicos se reducen bsicamente al individualismo metodolgico y al supuesto de racionalidad individual.

    En primer lugar, el individualismo metodolgico pretende explicar, a partir de las acciones individuales, los fenmenos de carcter colectivo: a diferencia del enfoque sociolgico predominante, destaca la importancia de las acciones o elecciones individuales huyendo de cualquier determinismo de tipo estmctural. En general, se supone que estas acciones individuales responden al clsico criterio econmico de la maximizacin de la utilidad: los individuos disponen de un conjunto finito de altemativas entre las que elegir y, de manera coherente con sus fines, escogen aquella que esperan que les proporcione el mayor grado de satisfaccin o utilidad (un concepto que puede ser definido de muchas maneras, pero que siempre responder a una valoracin subjetiva).

    1 4 INTRODUCCIN

  • INTRODUCCIN 15

    En este sentido, los individuos son racionales. Se supone que cada uno tiene la capacidad de ordenar de manera completa y transitiva (siempre en funcin del grado de informacin disponible) las altemativas entre las que realizar su eleccin. Autores como Anthony Downs, William H. Riker y Mancur Olson, incluidos en el presente volumen, escribieron obras seminales en este enfoque.

    Cabe destacar que la racionalidad individual no implica de manera alguna la existencia de una racionalidad colectiva: precisamente, gran parte de las paradojas analizadas por este nuevo enfoque residen en la incoherencia existente entre las preferencias individuales y los resultados colectivos.

    Estos supuestos metodolgicos importados de la Economa son los principales componentes de la teora poltica de la eleccin racional. Este nuevo enfoque supone, como hemos dicho, un nuevo posicionamiento metodolgico respecto a la escuela conductista. Pero, por otra parte, tambin supone una nueva perspectiva sobre los temas y preguntas que son considerados relevantes para la Ciencia Poltica. Bajo los parmetros de la teora de la eleccin racional, se han elaborado nuevos modelos explicativos que se refieren al objeto que fuera clsico de la disciplina de la Ciencia Poltica: las instituciones polticas. El nfasis en el estudio de los comportamientos est siendo actualmente sustituido por un retomo al anlisis de las instituciones polticas que de ninguna manera supone una vuelta al enfoque jurdico de antao, sino que precisamente responde al enfoque econmico derivado de la teora de la eleccin racional: un nuevo institu- cionalismo.

    A travs de esta nueva perspectiva se pretende explicar la existencia de diversos equilibrios polticos, aun cuando stos no puedan derivarse estrictamente de las preferencias o los gustos individuales. Sern las instituciones polticas (ya sean gobiemos, sistemas electorales, partidos polticos o procesos parlamentarios) las que reducirn el nmero de altemativas polticas relevantes y se constituirn, de este modo, como los factores determinantes para la existencia real de estos equilibrios polticos.

    En la actualidad podramos decir que la disciplina de la Ciencia Poltica no presenta una identidad absolutamente determinada por uno de estos enfoques altemativos: existe un pluralismo de temas y de intereses que se analizan siguiendo diferentes aproximaciones o enfoques.

    Sin embargo, parece que el enfoque econmico, posiblemente debido a su potencialidad para ser aplicado de manera terica y empricamente significativa a una multitud de temas e intereses (accin colectiva, instituciones, formacin de coaliciones, elecciones, votaciones, etc.), ha superado los anlisis exclusivamente referidos a los comportamientos polticos individuales o de gmpo propios del paradigma conductista. La existencia simultnea de los dos enfoques (uno de marcado carcter sociolgico y otro de carcter econmico) supone un pluralismo metodolgico que permite el avance progresivo y complementario de los anlisis de la Ciencia Poltica contempornea aunque, ciertamente, este avance discurra a velocidades distintas debido al auge actual del enfoque de la teora de la eleccin racional.

  • El volumen

    El primer artculo del presente volumen procede del libro de Gaetano Mosca titulado Elementi di Scienza Politica (Bocca, Roma-Florencia-Turn-Miln, 1896, trad, cast, de partes de la obra en La Clase Poltica, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1984). Este libro supuso una superacin del paradigma legal-formal que haba informado la Ciencia Poltica hasta finales del siglo xix. En este sentido, la concepcin metodolgica de Mosca es clara; el autor explcita en su obra la intencin de sustituir las abstracciones metafsicas por verdades cientficas, como la doctrina de la clase poltica. En la parte del libro que reproducimos (concretamente el cap. II) Mosca elabora una proposicin susceptible de contrastacin emprica; el poder poltico est siempre, y bajo cualquier forma de gobiemo, en manos de una minora organizada o clase dirigente que justifica sus actos moral o jurdicamente a travs de una frmula poltica. Segn Mosca, esta minora organizada puede considerarse como una expresin de la totalidad del sistema poltico, de manera que su anlisis cientfico supondr el conocimiento cientfico del funcionamiento real de ste.

    Esta temtica, que en cierto modo ha pasado a formar parte del patrimonio comn de la Ciencia Poltica, tuvo desarrollos tericos contemporneos a Mosca en las obras de R. Michels {Zur Sociologie des Parteiswesens in der Modernen Demokratie, 1911, trad, cast.; Los Partidos Polticos, Amorrortu, Buenos Aires, 1969) y V. Pareto {Tratatto di Sociologia Generale, Barbera, Florencia, 1916, trad, cast.; Forma y Equilibrios Sociales. Extracto del Tratado de Sociologa General, Alianza, Madrid, 1980).

    El concepto de clase poltica ha permitido la aplicacin de mtodos empricos y comparativos para su contrastacin. En este sentido, pueden consultarse las siguientes obras;

    C. W. Mills, The Power Elite, Oxford University Press, New York, 1956.J. Putnam, The Comparative Study o f Political Elites, Prentice Hall, New Jersey,

    1 5 INTRODUCCIN

    1976.P. Birbaum, Les Sommetes de ltat, Seuil, Pars, 1977.

    El segundo artculo seleccionado para este libro fue escrito por Maurice Duverger y apareci publicado por primera vez en los Cahiers des Sciences Politiques en el ao 1950 bajo el ttulo Linfluence des systemes electoraux sur le vie politique. Como su propio ttulo indica, el texto valora las consecuencias que tienen diferentes sistemas electorales (concretamente el sistema mayoritario, el sistema mayoritario a dos vueltas y el sistema proporcional) para aspectos puntuales de la vida poltica como el nmero de partidos existentes, el tipo de organizacin de los mismos o la representatividad de los elegidos. Las relaciones que M. Duverger establece entre los distintos sistemas electorales y sus consecuencias polticas han sido tradicionalmente consideradas como leyes aunque el autor prefiera utilizar el trmino tendencias para referirse a las mismas.

    Estas leyes de Duverger han sido objeto de revisin y de contrastacin emprica por parte de diferentes autores, entre los que destacaramos a W. H. Riker (The Two Party System and Duvergers Law, American Political Science Review, vol. 76, 1982) y

  • a G. Sartori (Le Leggi sulla Influenza dei Sistemi Elletoralli, Rivista Italiana di Scienza Poltica, vol. 14, 1984).

    Para un desarrollo general de esta temtica pueden consultarse las obras siguientes:D. W. Rae, The Political Consequences o f Electoral Laws, Yale University Press,

    New Haven, 1967.A. Lijphart & B. Grofman (eds.). Choosing an Electoral System, Praeger, New

    York, 1984.R. Taagepera & M. Shugart, Seats and Votes: The Effects and Determinants o f

    Electoral Systems, Yale University Press, New Haven, 1989.

    El tercer texto del presente volumen corresponde al tercer captulo de la obra de Robert A. Dahl titulada A Preface to Democratic Theory (University of Chicago Press, 1956). En este captulo, R. A. Dahl elabora un modelo terico con el que pretende ofrecer una interpretacin de las caractersticas definitorias de la democracia. Este modelo est basado en una serie de condiciones estrictamente polticas que deben poder identificarse empricamente durante el perodo previo a la votacin, durante el perodo de la votacin, durante el perodo posterior a la votacin, y tambin durante el perodo interelectoral. Es un modelo terico que posibilita, mediante la adopcin de una serie de escalas adecuadas, la medicin del grado de poliarqua presente en una sociedad determinada. A partir de este modelo, R. A. Dahl formula las condiciones necesarias para que una determinada realidad poltica pueda ser considerada como democrtica, y establece una funcin que relaciona el nivel de poliarqua con el grado de aceptacin social de estas condiciones.

    Otras obras del autor son:R. A. Dahl, Polyarchy: Participation and Opposition, Yale University Press, New

    Haven, 1971 (trad, cast.: La Poliarqua: Participacin y Oposicin, Tecnos, Madrid 1989).

    R. A. Dahl, Who Governs? Democracy and Power in an American City, Yale University Press, New Haven, 1963.

    R. A. Dahl, Democracy and its Critics, Yale University Press, New Haven, 1989 (trad. cast.: La democracia y sus crticos, Paids, Buenos Aires, 1990).

    El artculo de Anthony Downs, An Economic Theory of Political Action in Democracy, publicado originalmente en Journal o f Political Economy, abril 1957 (trad. cast, en la Revista de Economa Espaola, 1978 reproducida en A. Casahuga [ed.]. Teora de la Democracia: una Aproximacin Econmica, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1980) es un resumen de su libro An Economic Theory o f Democracy, Harper & Row, New York, 1957 (trad. cast.: Teora Econmica de la Democracia, Aguilar, Madrid, 1973).

    A. Downs es el introductor de un nuevo tipo de modelos explicativos en Ciencia Poltica que derivan directamente de un enfoque econmico: los modelos espaciales. En este tipo de modelos, se supone que cada ciudadano realiza una eleccin racional del partido al que votar: estableciendo una clara analoga con los mecanismos que operan en el

    INTRODUCCIN

  • mercado (los partidos polticos ofrecen diferentes productos o programas , y los electores se comportan como consumidores), A. Downs sugiere que cada ciudadano votar en funcin de la distancia que haya entre sus preferencias polticas y las polticas o programas de los partidos que concurren a las elecciones (partidos que en su anlisis estarn dispuestos en un eje unidimensional). El modelo espacial iniciado por A. Downs ha sido posteriormente desarrollado con la elaboracin de modelos que consideran la existencia de espacios multidimensionales.

    En el artculo, A. Downs expone una de las paradojas ms relevantes de la democracia: si supusiramos que los votantes se comportan como si realizaran un simple clculo de los costes y beneficios derivados del acto de votar (como hace un consumidor a la hora de escoger un determinado producto), cabra esperar que la inmensa mayora de los ciudadanos racionales se abstuviera, dada su escassima capacidad para influir en el resultado final de las elecciones. Esta paradoja derivada de un uso puramente instrumental del voto, ha sido contestada mediante los conceptos de la persuasin, del voto como consumo (entendiendo que el simple acto de votar ya aporta beneficios subjetivos al votante) o del voto inducido por las instituciones.

    Para una exposicin terica y aplicada de estos anlisis, pueden consultarse las siguientes obras:

    0 . Davis, M. J. Hinich & P. C. Ordeshook, An Expository Development of a Mathematical Model of the Electoral Process, American Political Science Review, vol. 64, 1970 (trad. cast, en J. M. Colomer [ed.]. Lecturas de Teora Poltica Positiva, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1991).

    D. B. Robertson, A Theory o f Party Competition, Wiley, Londres, 1976.1. Budge & D. Farlie, Voting and Party Competition: a Theoretical Critique and

    Synthesis Applied to Surveys from Ten Democracies, Miley, 1977.J. Enelow & M. Hinich, The Spatial Theory o f Voting: an Introduction, Cam

    bridge University Press, 1984.

    El quinto artculo del volumen, Some social Requisits of Democracy: Economic Development and Political Legitimacy, apareci publicado en la American Political Science Review en el ao 1959. En este artculo, Seymour M. Lipset describe y evala un conjunto de condiciones que, en su perspectiva sociolgica, deberan darse necesariamente para el advenimiento de una democracia y su posterior estabilizacin. Este conjunto de condiciones se circunscribe, esencialmente, al nivel de desarrollo econmico y al grado de legitimidad del sistema poltico. S. M. Lipset elabora una tipologa de las democracias existentes segn su grado de estabilidad y relaciona esta clasificacin con diferentes ndices empricos de desarrollo econmico y de legitimidad poltica (variables como nivel de industrializacin o nivel de alfabetizacin), con la nica finalidad de establecer entre ellas una relacin explicativa.

    Aplicaciones empricas que siguen los argumentos bsicos de este enfoque sociolgico pueden encontrarse en las obras siguientes:

    S. M. Lipset, Political Man: the Social Bases o f Politics, Heinemann, Lon-

    2 g INTRODUCCIN

  • don, 1959 (trad, cast.: El Hombre Poltico: las Bases Sociales de la Poltica, Tecnos Madrid, 1987).

    J. Linz & A. Stepan (eds.), The Breakdown o f Democratic Regimes, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1978 (trad. cast, parcial en J. Linz, La Quiebra de las Democracias, Alianza, Madrid, 1987).

    L. Diamond, J. Linz & M. Lipset (eds.), Democracy in Developing Countries (4 vols.), Lynne Reiner Pubhshers, Colorado, 1988 y ss.

    Bajo la perspectiva del enfoque de la eleccin racional, la teora de las coaliciones ha experimentado un crecimiento notable en las dos ltimas dcadas. Los captulos I y II del libro de William H. Riker, The Theory o f Political Coalitions (Yale University Press, New Haven, 1962), que ahora ofrecemos traducidos al castellano por vez primera en el captulo sexto de este volumen, constituye uno de los textos seminales de este campo de la Ciencia Poltica.

    La teora de las coaliciones se ocupa bsicamente del proceso de adopcin de decisiones por parte de un determinado grupo de individuos en una situacin en la que es necesaria la unin de algunos de ellos para llegar a una decisin vinculante. W. Riker analiza el principio del tamao de la coalicin (principio que deriva directamente de la teora de juegos) para afirmar que nicamente se formarn Coaliciones Vencedoras Mnimas, es decir, se formarn aquellas coaliciones que dejaran de ser vencedoras si alguno de sus miembros (o partidos polticos) la abandonara.

    Posteriormente a este texto, y paralelamente a la bsqueda de hiptesis contras- tables empricamente en contextos parlamentarios y multipartidarios, otros autores han elaborado un conjunto de criterios altemativos al del tamao de las coaliciones, basados en consideraciones referidas a la distancia ideolgica entre los partidos polticos o a la distribucin de las recompensas al formar una coalicin vencedora.

    Entre la abundante literatura sobre la materia, cabe destacar las obras siguientes:M. Leiserson, Factions and Coalitions in One-Party Japan: an Interpretation Ba

    sed on the Theory of Games, American Political Science Review, vol. 62, 1968.R. Axelrod, Conflict o f Interest, Markham, Chicago, 1970.M. Taylor, On the Theory of Government Coalition Formation, British Journal

    o f Political Science, vol. 1, 1973 (trad. cast, en J. M. Colomer [ed.]. Lecturas de Teora Poltica Positiva, op. cit.).

    M. Laver & N. Schofield, Multiparty Government: the Politics o f Coalition in Europe, Oxford University Press, 1991.

    La obra de Gabriel Almond y Sidney Verba, The Civic Culture, Princeton University Press, 1963 (trad, cast.: La Cultura Cvica, Euroamrica, Madrid, 1970), de la cual ofrecemos su primer captulo, refleja los criterios tericos y metodolgicos que informaron la revolucin conductista en Ciencia Poltica. El concepto de cultura poltica puede definirse como el conjunto de valores que determina la accin poltica de una nacin o gmpo, es decir, el patrn de orientaciones y valoraciones de una sociedad con respecto a los objetos polticos (partidos, constitucin, tribunales de justicia, etc.).

    INTRODUCCIN

  • 20 INTRODUCCION

    A travs de los datos empricos recopilados en cinco pases (Estados Unidos, Gran Bretaa, Francia, Mxico y Alemania), G. Almond y S. Verba siguen una lnea ar- gumental que discurre inductivamente desde las caractersticas agregadas de los individuos hasta los rasgos definitorios del grupo al que pertenecen. De esta manera, pretenden hallar una respuesta a la pregunta sobre el grado de estabilidad democrtica de estos cinco pases en funcin del tipo de cultura poltica de su& ciudadanos, eteborando-tma-ee- ra de las bases culturales de una democracia estable.

    Para ver la discusin terica y las aplicaciones de este enfoque sociolgico puede/Consultarse:

    / L. Pye fe S. Verba, Political Culture and Political Development, Princeton University Press, 1965.

    G. A. Almond & S. Verba, The Civic Culture Revisited: an Analytical Study, Little Brown, Boston, 1980.

    S. L. Long (ed.). The Handbook o f Political Behaviour, Plenum Press, New York,1981.

    La obra de Mancur Olson, The Logic o f Collective Action, Harvard University Press, 1965, a la que est referido el captulo octavo de este volumen, es una de las de mayor influencia en el enfoque econmico de la poltica. Analiza la capacidad de un grupo de individuos para promover la consecucin de bienes pblicos que sean de inters comn a todos sus miembros. El principal inters de M. Olson reside en el tamao del grupo: de manera contraria a lo que comimiente pudiera pensarse, cuanto mayor sea el grupo, menos incentivos tendrn los individuos que lo componen para asumir los costes en tiempo, esfuerzo y dinero de participar en una accin que les permitira la obtencin del bien pblico deseado. Dicho en otras palabras, cuanto mayor sea el grupo, cabr esperar una mayor pasividad o comportamientos propios de gorrones entre sus miembros (free riders) que los que se produciran en grupos reducidos. La solucin de esta paradoja reside en los incentivos selectivos (ya sean de carcter negativo o positivo), unos incentivos que favorecen la accin colectiva y que no dependen de los bienes pblicos hacia los que se orienta la misma. El mismo autor ha publicado The Rise and Decline o f Nations, Yale University Press, New Haven, 1982 (trad, cast.: Auge y declive de las naciones, Ariel, Barcelona, 1986, de donde procede el captulo reproducido aquQ. Esta temtica de la accin colectiva, que puede hacerse extensiva a la mayor parte de las actividades polticas y que tambin ha sido analizada siguiendo los parmetros metodolgicos de la teora de juegos, ha sido posteriormente desarrollada en:

    J. Chamberiin, Provision of Collective Goods as a Function of a Group Size, American Political Science Review, vol. 68, 1974 (trad, cast.: Lecturas de Teora Poltica Positiva, op. cit.).

    T. C. Schelling, Micromotives and Macrobehavior, W. W. Norton, New York- London, 1978 (trad. cast, en Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1991).

    Hardin, Collective Action, The Johns Hopkins University Press, 1982.- M. Taylor, The Possibility o f Cooperation, Cambridge University Press, 1987.

  • INTRODUCCIN

    El noveno artculo del volumen procede del libro de David Easton, A Framework fo r Political Analysis, University of Chicago Press, 1965) (trad, cast.; Esquema para el Anahsis Politico, Amorrortu, Buenos Aires, 1969). Este artculo es un desarrollo del capitulo II de la obra del mismo autor titulada Systems Analysis o f Political Life. La publicacin de este libro supuso la aparicin de un nuevo mtodo para entender la forma de operar de los sistemas poltkos considerados en su totalidad. D. Easton se preguntaba esencialmente por la estabilidad de los sistemas polticos y, para responder a esta cuestin, los aisl analticamente de otros elementos de la sociedad; el enfoque de la teora sistemica entiende los sistemas polticos como una globalidad dinmica que recibe una sene de demandas o impulsos (inputs) que se transforman, a travs de los distintos procesos polticos, en un conjunto de acciones polticas (outputs), los cuales, a su vez, retroalimentan el sistema poltico creando nuevas necesidades. Esta teora general permite los anlisis comparados entre distintos sistemas polticos. Otras obras del autor;1965 ^ Analysis o f Political Life, The University of Chicago Press,

    D. Easton, The Analysis o f Political Structure, Routledge, 1990.

    El texto con el que concluye este volumen corresponde a la obra de Seymour Lipset y Stein Rokkan, Party Systems and Voter Alignements, Free Press, New York 1967 En l se aborda la cuestin de cmo la tradicional divisin de las sociedades occidentales en dimensiones como la religin, la clase social o la lengua, se ha traducido en una determinada forma de articulacin de los sistemas de partidos polticos, unos partidos que precisamente elaboran sus programas en funcin de stas u otras divisiones relevantes de la sociedad. S. Lipset y S. Rokkan identifican los problemas a los que deben enfrentarse las sociedades para la creacin de las condiciones que permitan la competencia partidista o, lo que es lo mismo, para asumir bajo la forma de competicin partidista aquellas divisiones sociales.

    Para una relacin del desarrollo posterior de esta temtica, vase;J. Palombara & M. Weiner (eds.), Political Parties and Political Development

    Princeton University Press, 1966.D. Rae & M. Taylor, The Analysis o f Political Cleavages, Yale Universitv Press

    New Haven, 1970.R. Inglehart, The Changing Structure of Political Cleavages in Western So

    ciety, en R. J. Dalton, S. C. Flannagan & R A. Beck (eds.). Electoral Change in Advanced Industrial Democracies, Princeton University Press, 1984.

    A l b e r t B a t l l eBarcelona, 1992

  • 1. LA CLASE POLTICA*

    por G a e t a n o M o sc a

    1. Predominio de una clase dirigente en todas las sociedades. 2. Importancia poltica de este hecho. 3. Predominio de las minoras organizadas sobre las mayoras. 4. Fuerzas polticas. El valor militar. 5. La riqueza. 6. Las creencias religiosas y la cultura cientfica. 7. Influencia de la herencia en la clase poltica. 8. Perodos de estabilidad y de renovacin de la clase poltica.

    1. Entre las tendencias y los hechos constantes que se encuentran en todos los organismos polticos, aparece uno cuya evidencia se impone fcilmente a cualquier observador: en todas las sociedades, desde las medianamente desarrolladas, que apenas han llegado a los prembulos de la civilizacin, hasta las ms cultas y fuertes, existen dos clases de personas: la de-ios-gctbemantes y la de los gobernados. La primera, que siempre es la menos numerosa, desempea todas las funciones polticas, monopoliza el poder y disfruta de las ventajas que van unidas a l. La segunda, ms numerosa, es dirigida y regulada por la primera de una manera ms o menos legal, o bien de un modo ms o menos arbitrario y violento, y recibe de ella, al menos aparentemente, los medios materiales de subsistencia y los indispensables para la vitalidad del organismo poltico.

    reconocemos la existencia de esta clase dirigente o clase poltica, como la hemos definido otras veces.' Sabemos, en efecto, que en nuestro pas y en las naciones vecinas hay una minora de personas influyentes que dirigen la cosa pblica. De buen o mal grado la mayora le entrega la direccin; de hecho, no podemos imaginar en la realidad un mundo organizado de otra manera, en el que todos estuviesen sometidos a uno solo, aunque en pie de igualdad y sin ninguna jerarqua entre ellos, o que tds dirigiesen por igual los asuntos polticos. Si en teora razonamos de otra manera, se debe en parte al efecto de hbitos inveterados de nuestro pensamiento, y en parte a la excesiva importancia que les damos a los hechos polticos, cuya apariencia se sita muy por encima de la realidad.

    El primero de esos hechos consiste en la fcil comprobacin de que en todo organismo poltico hay siempre alguien que est en la cumbre de la jerarqua de la clase po-

    * Ed. original: G. Mosca, Elementi di Scienza Politica, cap. 2, La terza, Roma, 1896.1. Mosca, Gaetano, Teorica dei governi e governo parlamentare, Loescher, Turin, 1884, cap. I.

  • 24 DIEZ TEXTOS BSICOS DE CIENCIA POLTICA

    litica y que dirige el llamado timn del Estado. Esta persona no siempre es la que legalmente tendra que disponer del poder supremo: muchas veces ocurre que, junto al rey o al emperador hereditario, hay un primer ministro o un mayordomo de palacio que tiene un poder efectivo superior al del propio soberano; o que, en lugar del presidente elegido, gobierna el poltico influyente que lo ha hecho elegir. Algunas veces, por circunstancias especiales, en lugar de una sola persona, son dos o tres las que toman a su cargo la direccin suprema.

    El segundo hecho es igualmente fcil de percibir, porque cualquiera que sea el tipo de organizacin social, se puede comprobar que la presin proveniente del descontento de la masa de gobernados y las pasiones que la agitan, pueden ejercer cierta influencia sobre la direccin de la clase poltica.

    Pero el hombre que es jefe de Estado no podra gobemar sin el apoyo de una clase dirigente que hiciera cumplir y respetar sus rdenes; y si bien puede hacer sentir el peso de su poder sobre uno o varios individuos particulares que pertenecen a esta clase, no puede oponerse a ella en su totalidad o destruirla. Y ello porque, si tal cosa fuese posible, se constituira rpidamente otra clase, sin que su accin quedara anulada por completo. Por otra parte, aun admitiendo que el descontento de las masas llegara a derrocar a la clase dirigente, en el seno de la masa aparecera necesariamente como ms adelante demostraremos otra minora organizada que pasara a desempear la funcin de dicha clase. De otro modo se destruira toda organizacin y toda estmctura social.

    2. Lo que constituye la verdadera superioridad de la clase poltica, como base para la investigacin cientfica, es la preponderancia que tiene su diversa constitucin en la determinacin del tipo poltico, y tambin del grado de civilizacin de los diferentes pueblos. En efecto, atenindonos a la manera de clasificar las formas de gobiemo que est todava en boga, Turqua y Rusia eran monarquas absolutas hasta hace pocas dcadas; Inglaterra e Italia, monarquas constitucionales; mientras que Francia y los Estados Unidos se incluyen en la categora de repiiblicas. Esta clasificacin se basa en que, en los dos primeros pases, la jefatura del estado era hereditaria y nominalmente omnipotente; en los segundos, aun siendo hereditaria, tena facultades y atribuciones limitadas; y en los ltimos era electiva. Pero esta clasificacin resulta evidentemente superficial.

    En efecto, se ve claramente que los regmenes polticos de Rusia y Turqua tenan muy poco en comn, dada la gran diferencia entre el grado de civilizacin de estos pases y el ordenamiento de sus clases polticas. Siguiendo el mismo criterio, vemos que el rgimen monrquico de Blgica es ms parecido al de la Francia republicana que al de Inglaterra, tambin monrquica; y que existen diferencias importantsimas entre el ordenamiento poltico de los Estados Unidos y el de Francia, a pesar de que ambos pases son repblicas.

    Como hemos sealado antes, son antiguos hbitos del pensar los que se opusieron y se oponen en este punto al progreso cientfico. La clasificacin que sealamos, que divide a los gobiemos en monarquas absolutas, moderadas y repblicas, es obra de Montesquieu, y sustituy a la clsica, propuesta por Aristteles, que los divida en monarqua.

  • LA CLASE POLTICA 25

    aristocracia y democracia.^ Desde Polibio a Montesquieu, muchos autores perfeccionaron la clasificacin aristotlica, desarrollndola en la teora de los gobiemos mixtos. Despus, la corriente democrtica modema, que comenz con Rousseau, se fund en el concepto de que la mayora de los ciudadanos de un Estado poda, o ms bien deba, participar en la vida poltica; y la doctrina de la soberana popular se impone todava en muchsimas mentes, pese a que la ciencia modema hace cada vez ms evidente la coexistencia de los principios democrtico, monrquico y aristocrtico en todo organismo poltico. No la refutaremos directamente aqu, porque es muy difcil destruir en pocas pginas todo un sistema de ideas arraigado en una mente humana; ya que, como bien escribi Las Casas en su vida de Cristbal Coln, desacostumbrarse es en muchos casos ms difcil que acostumbrarse.

    3. En este punto creemos til responder a una objecin que parecera muy fcil hacer a nuestro enfoque. Si es claramente admisible que un solo individuo no puede comandar a una masa sin que exista una minora que lo sostenga, es ms difcil postular, en cambio, como un hecho constante y natural, que las minoras mandan a las mayoras y no stas a aqullas. Pero ste es uno de los casos, como tantos que se dan en las dems ciencias, en que la apariencia de las cosas se opone a su verdadera realidad. Es forzoso el predominio de una minora organizada, que obedece a un nico impulso, sobre la mayora desorganizada. La fuerza de cualquier minora es irresistible frente a cada individuo de la mayora, que se encuentra solo ante la totalidad de la minora organizada. Al mismo tiempo se puede decir que sta se halla organizada precisamente porque es minora. Cien que acten siempre concertadamente y con inteligencia, triunfarn sobre mil tomados uno a uno y que no estn de acuerdo; y al mismo tiempo, si son cien y no mil, les ser mucho ms fcil a los prirtieros entenderse y actuar concertadamente.

    Es fcil deducir de este hecho que, cuanto ms vasta es una comunidad poltica, tanto menor puede ser la proporcin de la minora gobemante con respecto a la mayora gobernada, y tanto ms difcil le resultar a sta organizarse para actuar contra aqulla.

    Pero, adems de la enorme ventaja que da la organizacin, las minoras gobemantes estn constituidas por lo comn de tal manera que los individuos que las componen se distinguen de la masa de los gobemados por algunas cualidades que les otorgan cierta superioridad material e intelectual, y hasta moral; o bien son los herederos de quienes tenan estas cualidades. En otras palabras, deben poseer algn requisito, verdadero o aparente, que sea muy apreciado y se valore mucho en la sociedad en que viven.

    4. En las sociedades primitivas, que estn todava en el primer estadio de su constitucin, el valor militar es la cualidad que permite ms fcilmente el acceso a la clase poltica o dirigente. La guerra, que en la sociedad de civilizacin avanzada puede considerarse como un estado excepcional, puede ser en cambio casi normal en las sociedades

    2. Se sabe que lo que Aristteles llam democracia no era sino una aristocracia ms extendida, y el mismo Aristteles habra podido observar que en todos los estados griegos, por aristocrticos o democrticos que fuesen, haba siempre una o poqusimas personas que tenan influencia preponderante.

    3. Entre los autores que admiten esta coexistencia basta citar a Spencer.

  • 26 DIEZ TEXTOS BASICOS DE CIENCIA POLITICA

    que estn al comienzo de su desarrollo; y entonces los individuos que despliegan mejores aptitudes guerreras logran fcilmente la supremaca sobre los otros: los ms valientes sern los jefes. El hecho es constante, pero las modalidades que puede asumir difieren segn los casos.

    Generalmente, se suele atribuir el dominio de una clase guerrera sobre una multitud pacfica a la supremaca de las razas, a la conquista de un pueblo relativamente dbil por otro belicoso. En efecto, algunas veces ocurre precisamente as; y hemos tenido ejemplos de ello en la India despus de las invasiones de los arios, en el Imperio romano despus de las de los pueblos germnicos, y en Mxico despus de la conquista espaola. Pero, ms a menudo todava, vemos, en ciertas condiciones sociales, aparecer una clase guerrera y dominadora tambin donde no se encuentran indicios de conquista extranjera. Cuando una horda vive exclusivamente de la caza, todos sus individuos pueden convertirse fcilmente en guerreros, y pronto aparecern los jefes que tendrn, naturalmente, el predominio sobre la tribu; pero no se formar una clase belicosa, que al mismo tiempo explote y tutele a otra dedicada al trabajo pacfico. Sin embargo, a medida que el estadio venatorio queda atrs, y se ingresa en el agrcola y pastoril, puede nacer, junto con el enorme aumento de la poblacin y con la mayor estabilidad de los medios de influencia social, la divisin ms o menos ntida en dos clases: una, consagrada exclusivamente al trabajo agrcola; otra, a la guerra. Si esto acontece, es inevitable que esta ltima adquiera poco a poco tal preponderancia sobre la primera, que la podra oprimir impunemente.

    Polonia ofrece un ejemplo caracterstico de esta transformacin gradual de la clase guerrera en clase absolutamente dominante. En sus orgenes, los polacos tenan un ordenamiento en comunas rurales que sobresala entre todos los pueblos eslavos; y en ellas no haba ninguna distincin entre guerreros y agricultores, o sea nobles y campesinos. Pero, despus que se establecieron en las grandes llanuras que recorren el Vstula y el Niemen, comenzaron a desarrollar la agricultura y, al mismo tiempo, persisti la necesidad de guerrear contra vecinos belicosos; esto llev a los jefes de las tribus, o woiewodi, a rodearse de cierto nmero de individuos seleccionados que se especializaron en el uso de las armas. stos se distribuan en las diversas comunidades rurales y quedaban exentos de los trabajos agrcolas, aunque reciban su porcin de los productos de la tierra, a la que tenan derecho como los dems integrantes de la comunidad. En los primeros tiempos su posicin no era muy ambicionada, y se vieron ejemplos de campesinos que rechazaban la exencin de las tareas agrcolas con tal de no combatir. No obstante, como este orden de cosas se fue haciendo estable, y como una clase se habitu al empleo de las armas y a las reglas militares mientras la otra se dedic nicamente al uso del arado y de la azada, los guerreros se convirtieron gradualmente en nobles y patrones y los ciudadanos, de compaeros y hermanos que eran, se transformaron en villanos y siervos. Poco a poco, los belicosos seores de la guerra multiplicaron sus exigencias, al punto de que la parte que tomaban como miembros de la comunidad creci hasta abarcar todo lo producido por ella, menos lo absolutamente necesario para la subsistencia de los agricultores. Cuando stos intentaron huir, fueron obligados por la fuerza a permanecer ligados a la tierra. De

  • LA CLASE POLITICA 27

    esta manera, su condicin adquiri las caractersticas de una verdadera servidumbre de la gleba.

    Una evolucin anloga ocurri en Rusia. All, los guerreros que constituan la drou- jina, o sea el squito de los antiguos kniaz o prncipes descendientes del Rrik, tambin obtuvieron, para vivir, una parte del producto de los mir, o comunas rurales de los campesinos. Poco a poco esta parte creci, y como la tierra abundaba y faltaban brazos y los campesinos pretendan emigrar, el zar Boris Godunov, a fines del siglo xvi, otorg a los nobles el derecho a retener por la fuerza a los campesinos en sus tierras, dando origen a la servidumbre de la gleba. Pero en Rusia la fuerza armada nunca estuvo constituida exclusivamente por los nobles: los mujiks marchaban a la guerra como agregados a los miembros de la droujina, y despus Ivn IV el Terrible constituy con los strelitzi un cuerpo de tropas casi permanente, que dur hasta que Pedro el Grande lo sustituy por regimientos organizados segn el tipo europeo-occidental, cuyo cuerpo de oficiales se formaba con los antiguos miembros de la droujina y militares extranjeros, y los mujiks constituan los contingentes de soldados.

    En general, pues, en todos los pueblos que han entrado recientemente en el estadio agrcola y relativamente civilizado, encontramos el hecho constante de que la clase militar por excelencia corresponde a la clase poltica y dominante. En muchas partes, el uso de las armas quedaba reservado exclusivamente a esta clase, como ocurri en la India y en Polonia; pero tambin fue habitual que los miembros de la clase gobernada fueran eventualmente enrolados, aunque siempre como agregados y en los cuerpos menos estimados. As, en Grecia, en la poca de las guerras mdicas, los ciudadanos pertenecientes a las clases acomodadas e influyentes constituan los cuerpos seleccionados de los caballeros y los hoplitas, mientras que los pobres combatan como lanceros u honderos, y los esclavos, o sea la masa de trabajadores, quedaba casi completamente excluida del manejo de las armas. Un ordenamiento anlogo encontramos en la Roma republicana hasta la primera guerra pnica y aun hasta Cayo Mario, as como entre los galos de la poca de Julio Csar, en la Europa latina y germnica del Medievo, en la Rusia antes citada y en muchos otros pueblos.

    5. Como en Rusia y en Polonia, como en la India y en la Europa medieval, las clases guerreras y dominantes acapararon la propiedad casi exclusiva de las tierras, que en los pases no muy civilizados son la fuente principal de produccin de riqueza. Pero,

    4. El rey Casimiro el Grande (1333) trat en vano de frenar la prepotencia de los guerreros, y cuando los campesinos reclamaban contra los nobles, se limitaba a preguntarles si no tenan palos y piedras. Ms tarde, en 1537, la nobleza impuso que los burgueses de la ciudad fuesen obligados a vender sus tierras, de m anera que la propiedad no pudiese pertenecer ms que a los nobles; y al mismo tiempo haca presin sobre el rey para que iniciase en Roma las gestiones necesarias para lograr que en Polonia slo los nobles fuesen admitidos en las rdenes sagradas, con lo que se quera excluir totalmente a los burgueses y campesinos de los cargos honorficos y de toda importancia social. Vase Mickiewicz, Slaves, cap. IV, pp. 376-380; Histoire populaire de Pologne, Hetzel, Paris, 1875, caps. I y II.

    5. Leroy-Beaulieu, Anatole, L'Em pire des tzars et les Russes. Hachette, Paris, 1881-1882, I, pp. 338 y ss.6. Csar hace notar reiteradamente que los caballeros reclutados entre la nobleza constituan el nervio de los ejr

    citos galos. Los eduos, por ejemplo, no pudieron resistir ms a Ariovisto cuando la mayor parte de sus caballeros muri combatiendo.

  • 2 8 DIEZ TEXTOS BASICOS DE CIENCIA POLITICA

    a medida que la civilizacin progresa, el rendimiento de estas tierras aumenta, y entonces, si otras circunstancias concuerdan, puede producirse una transformacin social muy importante: la cualidad ms caracterstica de la clase dominante pasa a ser la riqueza antes que el valor militar; los gobemantes son los ricos, ms que los fuertes.

    La principal condicin necesaria para que se opere esa transformacin es la siguiente: es preciso que la organizacin social se perfeccione de manera que el respaldo de la fuerza pblica resulte ms eficaz que el de la fuerza privada. En otras palabras, se necesita que la propiedad privada sea tutelada suficientemente por la fuerza prctica y real de las leyes para que no sea necesaria la tutela del propietario. Esto se obtiene mediante una serie de cambios graduales en el ordenamiento social que transforman el tipo de organizacin poltica, que llamaremos Estado feudal, en otro tipo, esencialmente diferente, que denominaremos Estado burocrtico. Ya podemos afirmar que la evolucin a la que nos hemos referido suele verse muy facilitada por el progreso de las costumbres pacficas y de ciertas prcticas morales que la sociedad adquiere con el progreso de la civilizacin.

    Una vez consumada dicha transformacin ocurrir que, as como el poder poltico produjo la riqueza, ahora la riqueza producir el poder. En una sociedad ya bastante madura, cuyas fuerzas individuales estn limitadas por la fuerza colectiva, si por un lado los poderosos son por lo general los ricos, por otro basta ser rico para convertirse en poderoso. En realidad es inevitable que, cuando est prohibida la lucha a mano armada, y slo se permite la que se hace a fuerza de billetes, los mejores puestos sean conquistados por los que estn ms provistos de dinero.

    Es verdad que existen Estados con una civilizacin avanzadsima, organizados en base a slidos principios morales, que parecen excluir esta preponderancia de la riqueza. Pero ste es uno de los tantos casos en que los principios tericos no tienen ms que una aplicacin limitada en la realidad de las cosas. En los Estados Unidos, por ejemplo, todos los poderes emanan directa o indirectamente de las elecciones populares, y el sufragio es universal en todos los Estados; y hay ms: la democracia no se ve slo en las instituciones, sino tambin en las costumbres, y los ricos sienten cierta aversin a dedicarse a la vida pblica, as como hay cierta resistencia por parte de los pobres a elegir a los ricos para los cargos electivos.* Esto no impide que un rico sea siempre mucho ms influyente que un pobre, porque puede pagar a los politicastros venales que disponen de las administraciones pblicas; y tampoco impide que las elecciones se hagan a fuerza de dlares; que parlamentos locales enteros y numerosas fracciones del Congreso sean sensibles a la influencia de las poderosas compaas ferroviarias y de los grandes seores de las finanzas. Hay quien asegura que, en varios de los Estados de la Unin, el que tenga

    7. Con el aumento de la poblacin suele crecer, al menos en ciertas pocas, la renta ricardiana, especialmente porque se crean ios grandes centros de consumo que fueron siempre las metrpolis y las grandes ciudades antiguas y modernas. Sin duda una poblacin establecida y la creacin de grandes ciudades son condiciones casi necesarias para una civilizacin avanzada.

    8. Vase Jannet, Claudio, Le istituzioni politiche negli Stati Uniti d America, Biblioteca Politica, UTET, Turin, segunda parte, caps. X ss. El autor cita a muchsimos autores y diarios norteamericanos que hacen irrecusable su afirmacin.

  • LA CLASE POLTICA 29

    mucho dinero para gastar puede hasta darse el lujo de matar a un hombre con la casi se-Q

    guridad de quedar impune.Tambin hasta hace unos aos, el gobiemo de China, si bien no haba aceptado el

    principio de la eleccin popular, se fundaba sobre una base esencialmente igualitaria: los grados acadmicos permitan el acceso a los cargos pblicos y estos grados se obtenan mediante examen, sin que aparentemente se atendiera al nacimiento o a la riq u e z a .P ero quiz porque la clase pudiente china era menos numerosa, menos rica y menos todopoderosa que en los Estados Unidos, lo cierto es que haba logrado atenuar notablemente la aplicacin estricta del sistema de exmenes para obtener los cargos ms altos en la jerarqua poltico-administrativa. No slo se compraba a menudo la indulgencia de los examinadores, sino que el mismo gobiemo venda los diversos grados acadmicos y permita que llegasen a los cargos personas ignorantes, que, a veces, haban ascendido desde los ltimos estratos sociales.

    Antes de dejar este tema, debemos recordar que, en todos los pases del mundo, los ricos siempre adquiran ms fcilmente que los pobres otros medios de influencia social, como seran la notoriedad, la gran cultura, los conocimientos especializados, los grados elevados en la jerarqua eclesistica, administrativa y militar. Los primeros en llegar deban recorrer siempre una va notablemente ms breve que los segundos, sin contar con que el derecho de admisin, del que estaban exentos los ricos, era a menudo el ms spero y difcil.

    6. En las sociedades en que las creencias religiosas tienen mucha fuerza y los ministros del culto forman una clase especial, se constituye casi siempre una aristocracia sacerdotal que obtiene una parte ms o menos grande de la riqueza y del poder poltico. Hay ejemplos muy notables en ciertas pocas del antiguo Egipto, en la India brahmnica y en la Europa medieval. A menudo los sacerdotes, adems de cumplir con los oficios religiosos, posean tambin conocimientos jurdicos y cientficos y representaban la clase intelectualmente ms elevada. Con frecuencia se manifest, consciente o inconscientemente, en las jerarquas sacerdotales la tendencia a monopolizar los conocimientos alcanzados y a obstaculizar la difusin de los mtodos y procedimientos que hacan posible y fcil aprenderlos. En verdad se puede sospechar que se haya debido a esta tendencia, al menos en parte, la lentsima difusin que tuvo en el antiguo Egipto el alfabeto demtico, mucho ms simple y fcil que la escritura jeroglfica. En la Galia los dmidas, si bien tenan conocimiento del alfabeto griego, no permitan que la abundante cosecha

    9. Jannet, op. cit., y captulos citados (La corrupcin privada, Omnipotencia del dinero, La plutocracia, etctera). Los iiechos citados, aparte de que estn respaldados por el autor con numerossimos documentos, han sido confirmados por escritores norteamericanos de temas polticos, por ejemplo Seamen o George, a pesar de que tienen principios diferentes. Por lo dems, los que conocen la literatura norteamericana saben que novelistas, comedigrafos y periodistas admiten esos hechos como cosa sabida. El socialista George demostr hasta la evidencia (vase su obra ya citada) que el sufragio universal no basta para impedir la plutocracia cuando existen grandes desigualdades de fortuna. Es suya la afirmacin de que en los estados del Oeste, un rico se puede permitir el capricho de matar impunemente a un pobre. El m ismo autor, en Protection and Free Trade, Londres, 1886, seala continuamente la influencia de los grandes industriales en las decisiones del Congreso.

    10. Segn algunos autores, slo los barberos y ciertas categoras de barqueros habran quedado excluidos, junto con sus hijos, del derecho a aspirar a los grados del mandarinato (Rousset, A travers la Chine, Hachette, Pars, 1878).

    11. De Mas, Sinibaldo, Chine et puissances chrtiennes, pp. 332-334; HUC, L Empire chinis.

  • 30 DIEZ TEXTOS BSICOS DE CIENCIA POLTICA

    de SU literatura sagrada fuese escrita, y obligaban a sus alumnos a fijarla fatigosamente en la memoria. A la misma finalidad debe atribuirse el uso tenaz y frecuente de las lenguas muertas, que encontramos en la antigua Caldea, en la India y en la Europa medieval. Algunas veces, por ltimo, como precisamente ocurri en la India, se prohibi formalmente conocer los libros sagrados a las clases inferiores.

    Slo en una fase muy avanzada de la civilizacin, las nociones especializadas y la verdadera cultura cientfica, despojada de todo carcter sagrado y religioso, se convirtieron en una fuerza poltica importante; y fue entonces cuando permitieron el acceso a la clase gobemante a quienes posean esos conocimientos. Pero aun en este caso hay que tener presente que lo que tena un valor poltico no era tanto la ciencia en s misma como sus aplicaciones prcticas que podan beneficiar al pueblo o al Estado. A veces no se requiere ms que la posesin de los procedimientos mecnicos indispensables para obtener una cultura superior, tal vez porque es ms fcil comprobar y medir la pericia que el candidato ha podido adquirir en ellos. As, en ciertas pocas del antiguo Egipto la profesin de escriba conduca a los cargos pblicos y al poder, tal vez tambin porque aprender la escritura jeroglfica requera largos y pacientes estudios; del mismo modo, en la China modema, el conocimiento de los numerosos caracteres de la escritura china ha formado la base de la cultura de los mandarines.'^ En la Europa de hoy y en Amrica, la clase que aplica los hallazgos de la ciencia modema a la guerra, a la administracin pblica, a las obras y a la sanidad pblicas, ocupa una posicin social y polticamente destacable; y en los mismos pases al igual que en la Roma antigua es absolutamente privilegiada la condicin del jurista, del que conoce la complicada legislacin comn a todos los pueblos de antigua civilizacin, especialmente si a sus nociones jurdicas agrega la elocuencia que ms seduce a sus contemporneos.

    No faltan ejemplos en los que vemos cmo, en la fraccin ms elevada de la clase poltica, la larga prctica en la direccin de la organizacin militar y civil de la comunidad, hace nacer y desarrollarse el verdadero arte de gobiemo, ms que el craso empirismo y lo que pudiera provenir de la sola experiencia individual. Es entonces cuando se constituye una aristocracia de funcionarios, como el Senado romano o el veneciano, y hasta cierto punto la misma aristocracia inglesa, que tanto admiraba Stuart Mili y que ha dado alguno de los gobiemos que ms se han distinguido por la madurez de sus designios y la constancia y sagacidad en ejecutarlos. Este arte no es ciertamente la ciencia poltica, pero ha precedido sin duda a la aplicacin de algunos de sus postulados. Sin embargo, as como este arte se afirm de alguna manera en cierta clase de gente que tena desde haca tiempo las funciones polticas, su conocimiento no sirvi a quienes estaban excluidos de esas funciones por su condicin social.'^

    7. En ciertos pases encontramos castas hereditarias: la clase gobemante se halla absolutamente restringida a un nmero determinado de familias, y el nacimiento es el

    12. Al menos era as hasta hace algunos decenios, cuando los exmenes de los mandarines versaban nicamente sobre las disciplinas literarias e histricas, tal como estas disciplinas eran entendidas por los chinos.

    13. Parece, por lo dems, que el arte de gobiemo, salvo casos excepcionales, es una cualidad muy difcil de comprobar en los individuos que todava no han rendido la pm eba prctica de poseerlo.

  • nico criterio que decide el ingreso a dicha clase o la exclusin de la misma. Los ejemplos de estas aristocracias hereditarias son muchos, y casi no hay pas con civilizacin antigua donde la clase dirigente no haya sido por algn tiempo ms o menos hereditaria de hecho. En efecto, encontramos una nobleza hereditaria en ciertos perodos de la historia china y en el antiguo Egipto, en la India, en la Grecia anterior a las guerras con los persas, en la Roma antigua, entre los eslavos, entre los latinos y germanos de la Edad Media, en Mxico en tiempos del descubrimiento de Amrica y en Japn hasta hace pocas dcadas.

    Sobre este punto queremos formular dos observaciones. La primera es que todas las clases polticas tienden a volverse hereditarias, si no de derecho, al menos de h e c h o .T o das las fuerzas polticas poseen esa cualidad que en fsica se llama inercia; es decir, la tendencia a permanecer en el punto y en el estado en que se encuentran. El valor militar y la riqueza se conservan fcilmente en ciertas familias por tradicin moral y por efecto de la herencia. Y la prctica de los grandes cargos, el hbito y casi todas las aptitudes para tratar los negocios de importancia, se adquieren mucho ms fcilmente cuando se ha tenido con ellos cierta familiaridad desde pequeo. Aun cuando los grados acadmicos, la cultura cientfica y las aptitudes especiales, probadas por medio de exmenes y concursos, permiten alcanzar los cargos pblicos, no desaparecen las ventajas especiales que favorecen a algunos, y que los franceses definen como las ventajas de las posiciones adquiridas. En realidad, por ms que los exmenes y concursos estn tericamente abiertos a todos, la mayora siempre carece de los medios necesarios para cubrir los gastos de una larga preparacin, y otros no tienen las relaciones y parentelas mediante las cuales un individuo se sita rpidamente en el buen camino, que le evita las vacilaciones y errores inevitables cuando se ingresa a un ambiente desconocido, donde no se tienen guas ni apoyos.

    La segunda observacin es la siguiente: cuando vemos una casta hereditaria que monopoliza el poder poltico en un pas, se puede estar seguro de que tal estado de derecho ha sido precedido por un estado de hecho. Antes de afirmar su derecho exclusivo y hereditario al poder, las familias y las castas poderosas debieron tener el bastn de mando muy seguro en sus manos, debieron monopolizar absolutamente todas las fuerzas polticas de la poca y del pueblo en el que se afirmaron. De otro modo, una pretensin de este gnero habra suscitado protestas y luchas muy enconadas.

    Sealemos tambin que, con frecuencia, las aristocracias se han vanagloriado de su origen sobrenatural o al menos diferente y superior al de la clase gobernada. Un hecho social importantsimo explica esta aspiracin: toda clase gobemante tiende a justificar su

    14. Vase Mosca, Gaetano, II principio aristocrtico ed il democrtico nel passato e nellavvenire. Extrado de la Riforma Sociale, Roux y Viarengo, Turn, 1903, fases. 3 a 10, vol. XIII, segunda serie.

    15. A primera vista, el principio democrtico de la eleccin por sufragio muy amplio parece estar en contradiccin con esta tendencia a la estabilidad de la clase poltica que hemos sealado. Pero es preciso observar que casi siempre son elegidos los que poseen las fuerzas polticas que hemos enumerado y que con gran frecuencia son hereditarias. As, en los parlamentos ingls y francs, vemos con frecuencia a hijos, hermanos, sobrinos y yernos de diputados y ex diputados. Pero junto a la fuerza de la inercia actan siempre, con mayor o menor energa, otras fuerzas que tienden a renovar los ordenamientos sociales. Hay pocas en las cuales prevalece la fuerza de la inercia y otras en las que predominan las fuerzas renovadoras de la sociedad.

    LA CLASE POLTICA ^ 1

  • poder de hecho, apoyndose en un principio moral de orden general. Recientemente, la misma pretensin recibi el apoyo de un grupo de cientficos: algunos autores, desarrollando y ampliando las teoras de Darwin, creen que las clases superiores representan un grado ms elevado de la evolucin social y que, por lo tanto, ellas son mejores que las inferiores por constitucin orgnica. De Gobineau, Gumplowicz y otros van ms lejos, y sostienen resueltamente el concepto de que, en los pases con civilizacines modernas, la divisin de los pueblos en clases profesionales se funda en la heterogeneidad tnica.

    No obstante, en la historia son muy conocidas las cualidades y tambin los defectos especiales, unas y otros muy acentuados, que han mostrado las aristocracias que permanecieron hermticamente cerradas, o que hicieron muy difcil el acceso a su clase. Hasta hace ms de medio siglo, las noblezas inglesa y alemana nos proporcionaron muy claramente la idea del tipo de fenmeno que sealamos. Slo que, frente a este hecho y a las teoras que tienden a exagerar su alcance, se puede oponer siempre la misma objecin: que los individuos pertenecientes a estas aristocracias deban sus cualidades especiales, no tanto a la sangre que corra por sus venas, como a la esmerada educacin que haban recibido y que haba desarrollado en ellos ciertas tendencias intelectuales y morales con preferencia a otras.

    Se dice que esto puede ser suficiente para explicar las aptitudes puramente intelectuales, pero no las diferencias de carcter moral, como seran la fuerza de voluntad, el coraje, el orgullo, la energa. La verdad es que la posicin social, las tradiciones de familia y los hbitos de la clase en que vivimos contribuyen ms de lo que pudiera creerse al mayor o menor desarrollo de las cualidades sealadas. En efecto, si observamos atentamente a los individuos que cambian de posicin social, ya sea para mejorar o para empeorar, y que entran como consecuencia de ello en un ambiente diferente al que estaban acostumbrados, podemos comprobar fcilmente que sus actitudes intelectuales se modifican mucho menos sensiblemente que las morales. Haciendo abstraccin de la mayor amplitud de miras que el estudio y los conocimientos dan a cualquiera que no est absolutamente privado de dotes, todo individuo, aunque no pase de simple secretario o llegue a ministro, slo alcance el grado de sargento o ascienda hasta general, sea millonario o mendigo, se mantendr en el mismo nivel intelectual que la naturaleza le ha dado. Por el contrario, con el cambio de posicin social y de riqueza, podemos apreciar cmo el orgulloso se vuelve humilde, y cmo el servilismo se trueca en arrogancia; cmo un carcter franco y noble, obligado por la necesidad, tiende a mentir o cuando menos a disimular; y cmo, quien se ha visto obligado a disimular y a mentir durante mucho tiempo, adoptar tal vez una aparente franqueza e inflexibilidad de carcter. Es tambin verdad

    16. Vase Gumplowicz, Der Rassenkampf, cit. Este concepto se extrae del espritu mismo de su obra, pero aparece afirmado ms claramente en el libro II, cap. XXXIII.

    17. A menudo los hijos de personas de mentalidad muy elevada poseen un intelecto mediocre; pero si el genio no es casi nunca hereditario, se puede comprobar un grado ms elevado del promedio intelectual en los descendientes de las clases ms cultas. En conclusin, las aristocracias hereditarias no se fundan casi nunca en la superioridad intelectual, sino en la del carcter y la riqueza.

    En cuanto al carcter, es difcil afirmar si influye ms en su formacin la herencia o la educacin. En otras palabras, si su predominio se debe a la sangre o al ambiente intelectual y moral en el cual se ha formado.

    3 2 d ie z t e x t o s b s ic o s d e c ie n c ia POLTICA

  • LA CLASE POLITICA 33

    que quien desciende adquiere con frecuencia fuerza de resignacin, de sacrificio y de iniciativa; as como tambin quien asciende suele darle mayor importancia al sentimiento de justicia y de equidad. En suma, ya sea que cambie para bien o para mal, ha de estar excepcionalmente templado el individuo que conserva inalterado su carcter al mudar de posicin social.

    El coraje guerrero, la energa en el ataque y el estoicismo en la resistencia son cualidades que por mucho tiempo se han credo monopolio de las clases superiores. Ciertamente, con respecto a estas cualidades la diferencia innata entre un individuo y otro puede ser grande; pero para que se presente en mayor o menor medida en una categora numerosa de hombres influyen, sobre todo, las tradiciones y las costumbres del ambiente. Vemos generalmente que quienes se familiarizan con el peligro, y mejor todava con un peligro determinado, hablan de l con indiferencia y permanecen tranquilos e imperturbables en su presencia. Por ejemplo, los montaeses, aunque muchos pueden ser tmidos por naturaleza, afrontan impvidos los abismos; y los marinos, los peligros del mar; y de igual modo las poblaciones y clases habituadas a la guerra mantienen en alto grado las virtudes militares.

    Y esto es tan verdad que tambin poblaciones y clases sociales, corrientemente ajenas al uso de las armas, adquieren rpidamente dichas virtudes cuando sus individuos se incorporan a ciertos ncleos donde el valor y el arrojo son tradicionales; y ello porque son valga la metfora fundidos en crisoles humanos fuertemente embebidos en aquellos sentimientos que se les quiere transmitir. Mahomet II reclutaba sus terribles jenzaros entre nios robados principalmente a los apocados griegos de Bizancio. El tan despreciado fellah egipcio, desacostumbrado desde haca siglos a las armas y habituado a recibir humilde y sumisamente los azotes de todos los opresores, cuando se uni a los turcos y albaneses de Mohamed-Al se convirti en buen soldado. La nobleza francesa goz siempre de gran fama por su brillante valor, pero hasta fines del siglo xviii esta cualidad no se le atribua de igual modo a la burguesa del mismo pas. Sin embargo, las guerras de la Repblica y del Imperio demostraron ampliamente que la naturaleza haba sido igualmente prdiga en otorgarles valor a todos los habitantes de Francia, y que la plebe y la burguesa podan aportar no slo buenos soldados, sino tambin excelentes oficiales, lo que se crea privilegio exclusivo de los nobles.

    8. En fin, si seguimos a quienes sostienen la fuerza exclusiva del principio hereditario en la clase poltica, llegaremos a una conclusin: la historia poltica de la humanidad debera ser mucho ms sencilla de lo que ha sido. Si verdaderamente la clase poltica perteneciese a una raza diferente, o si sus cualidades dominantes se transmitiesen

    18. Escribi M irabeau que, para cualquier hombre, un ascenso importante en la escala social produce una crisis que cura los males que ya tiene y genera otros nuevos que antes no tena. Correspondance entre le comte M irabeau et le comte de La Marck, Librairie Le Normant, Paris, 1851, II, p. 228.

    19. Tendra que probarse con numerosos ejemplos la afirmacin de Gumplowicz de que la diferenciacin de las clases sociales depende, sobre todo, de las variedades tnicas; de lo contrario, se le pueden oponer fcilmente muchos hechos, entre ellos el muy evidente de que con gran frecuencia distintas ramas de una misma familia pertenecen a clases sociales muy diferentes.

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    principalmente por medio de la herencia orgnica, no se comprendera por qu, una vez constituida esta clase, tendra que declinar y perder el poder. Se admite comnmente que las cualidades propias de una raza son muy tenaces y, si nos atenemos a la teora de la evolucin, las aptitudes adquiridas por los padres son innatas en los hijos y, con la sucesin de las generaciones, se afinan cada vez ms. De este modo, los descendientes de los dominadores deberan ser cada vez ms aptos para la dominacin, y las otras clases deberan ver cada vez ms lejana la posibilidad de medirse con ellos y sustituirlos. Sin embargo, la ms vulgar experiencia basta para aseguramos que las cosas no ocurren precisamente as.^ *

    Lo que vemos es que, no bien cambian las fuerzas polticas, se hace sentir la necesidad de que otras actitudes diferentes de las antiguas se afirmen en la direccin del Estado; y si las antiguas no conservan su importancia, o se producen cambios en su distribucin, cambia tambin la composicin de la clase poltica. Si en una sociedad aparece una nueva fuente de riqueza, si aumenta la importancia prctica del saber, si la antigua religin declina o nace una nueva, si se difunde una nueva corriente de ideas, al mismo tiempo tienen lugar importantes cambios en la clase dirigente. Se puede decir que toda la historia de la humanidad civilizada se resume en la lucha entre la tendencia que tienen los elementos dominantes a monopolizar en forma estable las fuerzas polticas y a transmitirlas a sus hijos por medio de la herencia, y la tendencia no menos fuerte hacia el relevo y cambio de estas fuerzas y la afirmacin de otras nuevas, lo que produce un continuo trabajo de endsmosis y exsmosis entre la clase alta y algunas fracciones de las bajas. Las clases polticas declinan inexorablemente cuando ya no pueden ejercer las cualidades que las llevaron al poder, o cuando no pueden prestar ms el servicio social que prestaban, o cuando esas cualidades y servicios pierden importancia en el ambiente social en que viven. La aristocracia romana declina cuando ya no suministra en exclusividad los altos oficiales del ejrcito, los administradores de la repblica y los gobemado- res de las provincias. Del mismo modo, la aristocracia veneciana decae cuando sus patricios dejan de mandar las galeras y ya no pasan gran parte de su vida navegando, comerciando y combatiendo.

    En la naturaleza inorgnica encontramos el ejemplo del aire, cuya tendencia a la inmovilidad, producida por la fuerza de la inercia, es combatida continuamente por la tendencia al cambio, consecuencia de las desigualdades en la distribucin del calor. Las dos tendencias, prevaleciendo recprocamente en diversas partes de nuestro planeta, producen a veces la calma, a veces el viento y la tempestad. Sin pretender buscar ninguna analoga sustancial entre este ejemplo y los fenmenos sociales, y citndolo nicamente porque resulta cmodo como paralelo puramente formal, observamos que en las sociedades humanas predomina a veces la tendencia a la clausura, la inmovilidad, la cristalizacin de la clase poltica, y otras veces la que tiene por consecuencia su renovacin ms o menos rpida.

    20, En verdad, segn De Gobineau y otros autores, la clase dominante perdera sus aptitudes para el mando a causa de los cruzamientos y mezclas que se produciran entre sus miembros y los de las clases dominadas. Pero en este caso, la decadencia de la clase dominante debera ser ms lenta y menos acentuada; y all donde el sistema de castas cerradas impide la mezcla entre las distintas razas, sucede ms bien lo contrario, como ha ocurrido en la India.

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    Las sociedades de Oriente, que consideramos inmviles, no lo han sido siempre en realidad, porque de otro modo, como ya sealamos, no habran podido hacer los progresos de los que han quedado abundantes testimonios. Es mucho ms exacto decir que las conocimos cuando estaban en un perodo de cristalizacin de sus fuerzas y clases polticas. Lo mismo ocurre en las sociedades que comnmente llamamos envejecidas, en las que sus creencias religiosas, su cultura cientfica y sus modos de producir y distribuir la riqueza no han sufrido en largos siglos ningn cambio radical, y que no han sido perturbadas en su marcha por los influjos materiales o intelectuales de los elementos extranjeros. En estas sociedades, al ser siempre las mismas las fuerzas polticas, la clase que posee el poder lo mantiene de un modo indiscutido, por lo que el poder se perpeta en ciertas familias, y la inclinacin hacia la inmovilidad se generaliza igualmente en todos los estratos sociales.

    As, en la India vemos estabilizarse ms rigurosamente el rgimen de castas despus de ser sofocado el budismo. Tambin vemos que en el antiguo Egipto los griegos encontraron castas hereditarias, pero sabemos que en los perodos de esplendor y renovacin de la civilizacin egipcia no exista la herencia de los oficios ni de las condiciones sociales. El ejemplo ms notable y tal vez el ms importante de una sociedad que tiende a cristalizarse, lo tenemos en la historia romana, en el perodo del Bajo Imperio, en el que, despus de algunos siglos de inmovilidad social casi completa, se vuelve cada vez ms ntida la diferencia entre dos clases: una, de grandes propietarios y funcionarios importantes; otra, de siervos, colonos y plebe; y, cosa an ms notable, la herencia de los oficios y de las condiciones sociales, establecida ms por la costumbre que por la ley, se fue generalizando rpidamente. '

    Por el contrario, puede suceder y ocurre a veces en la historia de las naciones que el comercio con extranjeros, la necesidad de emigrar, los descubrimientos y las guerras, creen nuevas pobrezas y riquezas, difundan conocimientos hasta entonces ignorados y promuevan el influjo de nuevas corrientes morales, intelectuales y religiosas. Entonces, puede suceder que, por lenta elaboracin interna o por efecto de estos influjos, o por ambas causas, surja una ciencia nueva, o se vuelvan a valorizar los resultados de la antigua, que haba sido olvidada, y que las nuevas ideas y creencias remuevan los hbitos intelectuales sobre los que se fundaba la obediencia de las masas. La clase poltica puede tambin ser vencida y destruida, en todo o en parte, por invasiones extranjeras, y cuando se producen las circunstancias mencionadas, puede tambin ser derribada de su sitial por los nuevos estratos sociales expresados en nuevas fuerzas polticas. Es natural que sobrevenga un perodo de renovacin, o, si se prefiere definirlo as, de revolucin, durante el cual las energas individuales tienen importante participacin y algunos de entre los individuos ms apasionados, ms activos, ms audaces e intrpidos, pueden abrirse camino desde los grados inferiores de la escala social hasta los ms elevados.

    Este movimiento, una vez iniciado, no se puede interrumpir de golpe. El ejemplo de contemporneos a quienes se ve salir de la nada y llegar a posiciones eminentes, esti-

    21, Mommsen y Marquardt, M anuel des antiquits romaines, trad. Humbert, Thorin, Pars, 1887; Fustel de Cou- langes. Nouvelles recherches sur quelques problmes d histoire. Hachette, Paris, 1891.

  • 36 DIEZ TEXTOS BASICOS DE CIENCIA POLITICA

    mula nuevas ambiciones, nuevas codicias, nuevas energas, y la renovacin molecular de la clase poltica se mantiene activa hasta que un largo perodo de estabilidad social la calma nuevamente. Entonces, cada vez que una sociedad pasa del estado febril al de calma, as como las tendencias psicolgicas del hombre son siempre las mismas, los que forman parte de la clase poltica van adquiriendo el espritu de cuerpo y de exclusivismo, y aprenden el arte de monopolizar en su beneficio las calidades y las