edison ortíz

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En el PS –con la excepción del diputado Juan Luis Castro y de Camilo Escalona– se guardó durante todo el desarrollo del escándalo que involucró al hijo de la Presidenta un silencio, si no cómplice, por lo menos sospechoso, en especial porque los hechos iban en abierta contradicción con el discurso meritocrático que ha enarbolado este Gobierno. La red oficial de correos del PS –donde varios estamos prohibidos– no emitió ningún comunicado en que alguna autoridad o parlamentario abordase el tema. Es más, un hombre tan acostumbrado a hablar hasta por los codos durante los veranos, como lo es Osvaldo Andrade –el político anti-Penta–, guarda un silencio sepulcral y desaparece hasta el día siguiente de la renuncia de Dávalos. En tanto, a Isabel Allende, la otra aspirante a presidir la colectividad, tampoco se le escuchó palabra hasta terminados los hechos. La Red Dos de información no oficial del PS, que administra un equipo horizontal de reconocidos militantes y donde se da un debate más abierto, también sufrió las secuelas del caso Dávalos y la prueba más evidente de ello es que durante esos días estuvieron dedicados a recordar la figura del fallecido Clodomiro Almeyda –quien estuvo de cumpleaños el pasado 11 de febrero–, a fin de evitar, supongo, tener que referirse a este momento gris y amargo por el que atraviesa la colectividad (recién el domingo divulgó una tardía declaración la lista de Jaime Fuentealba y Gonzalo Martner, solicitando que Dávalos sea pasado al Tribunal Supremo, al tiempo que se le suspendan los derechos como militante al formalizado diputado Christian Urízar). Y es que es comprensible, me imagino, el impacto devastador que debe haber tenido sobre los militantes históricos el caso del hijo de la Presidenta Bachelet, quien, también, reconoce militancia en ese histórico partido. Guardan silencio, además, sus intelectuales orgánicos capturados, además, en cargos en la administración pública y en los privilegios que el poder otorga a sus acólitos. Y es que lo sucedido con Dávalos es la gota que rebosó el vaso en un PS que, hace mucho tiempo, se compró la ideología neoliberal por completo (y con ello sus lógicas), proceso que se inició luego del Golpe y cuya primera evidencia fue la burocratización de la fracción que dirigía Almeyda que, contra su propia historia, en 1979 apoyó (al igual que el Mapu que dirigía Enrique Correa), la invasión rusa a Afganistán, sentando un precedente perverso para el futuro de los socialistas chilenos.

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En el PS con la excepcin del diputado Juan Luis Castro y de Camilo Escalona se guard durante todo el desarrollo del escndalo que involucr al hijo de la Presidenta un silencio, si no cmplice, por lo menos sospechoso, en especial porque los hechos iban en abierta contradiccin con el discurso meritocrtico que ha enarbolado este Gobierno.

La red oficial de correos del PS donde varios estamos prohibidos no emiti ningn comunicado en que alguna autoridad o parlamentario abordase el tema. Es ms, un hombre tan acostumbrado a hablar hasta por los codos durante los veranos, como lo es Osvaldo Andrade el poltico anti-Penta, guarda un silencio sepulcral y desaparece hasta el da siguiente de la renuncia de Dvalos. En tanto, a Isabel Allende, la otra aspirante a presidir la colectividad, tampoco se le escuch palabra hasta terminados los hechos.

La Red Dos de informacin no oficial del PS, que administra un equipo horizontal de reconocidos militantes y donde se da un debate ms abierto, tambin sufri las secuelas del caso Dvalos y la prueba ms evidente de ello es que durante esos das estuvieron dedicados a recordar la figura del fallecido Clodomiro Almeyda quien estuvo de cumpleaos el pasado 11 de febrero, a fin de evitar, supongo, tener que referirse a este momento gris y amargo por el que atraviesa la colectividad (recin el domingo divulg una tarda declaracin la lista de Jaime Fuentealba y Gonzalo Martner, solicitando que Dvalos sea pasado al Tribunal Supremo, al tiempo que se le suspendan los derechos como militante al formalizado diputado Christian Urzar).

Y es que es comprensible, me imagino, el impacto devastador que debe haber tenido sobre los militantes histricos el caso del hijo de la Presidenta Bachelet,quien, tambin, reconoce militancia en ese histrico partido. Guardan silencio, adems, sus intelectuales orgnicos capturados, adems, en cargos en la administracin pblica y en los privilegios que el poder otorga a sus aclitos. Y es que lo sucedido con Dvalos es la gota que rebos el vaso en un PS que, hace mucho tiempo, se compr la ideologa neoliberal por completo (y con ello sus lgicas), proceso que se inici luego del Golpe y cuya primera evidencia fue la burocratizacin de la fraccin que diriga Almeyda que, contra su propia historia, en 1979 apoy (al igual que el Mapu que diriga Enrique Correa), la invasin rusa a Afganistn, sentando un precedente perverso para el futuro de los socialistas chilenos.

Vino enseguida la cada del Muro y luego la de los socialismos reales. Entonces, del partido burocratizado al partido entregado al capitalismo hubo solo un paso. Don Cloro por aquella poca habl de la fase termidoriana, refirindose con ello al reflujo por el que pasaba el movimiento popular. Segn relatan los socialistas, su hermano, de paso por Pars a inicios de la transicin fue un poco ms explcito: Hay que aceptar que el capitalismo le gan al socialismo. Bueno, enseguida vinieron los Escalona, Solari, Nez y compaa para hacer el puente entre una sociedad y otra, y a su alero crecieron los Dvalos y los Martn Rivas.

Y es que en los difciles momentos por los que atraviesa el PS hoy, la referencia tanto a Allende como a Almeyda, ambas figuras histricas, y sus decisiones en momentos dramticos de su vida dan cuenta, tambin, y ayudan a comprender lo que sucedi con el partido que, despus de intentar hacer una revolucin de proporciones, concluy sus das capturado por la lgica del capitalismo y delaggiornamento. En ese sentido no pueden resultar ms ejemplificadoras y distantes de los actuales usos y costumbres de sus dirigentes, las actitudes y prcticas del Gobierno de Allende y de quienes lo acompaaron durante el breve gobierno de la Unidad Popular (UP) y que ya forman parte de la mitologa socialista chilena.

PODREMOS METER LAS PATAS, PERO NUNCA LAS MANOSCuentan varios ex funcionarios de la UP que asumieron cargos de alguna relevancia en aquella administracin que era curioso que, al llegar a tomar posesin de un nuevo trabajo, se encontrasen siempre, en el pupitre de su escritorio, con un mensaje que rezaba: Podremos meter las patas, pero nunca las manos. Ejemplos sobre la veracidad de aquella consigna sobran. Hernn Coloma, un dirigente de la poca a quien le correspondi asumir un puesto en la empresa textil Corfo, relata lo siguiente: Un sobrino de Allende por parte materna Gossens, que dej el cargo que ocupaba en la Corporacin textil Corfo, quiso preservar su derecho a estacionamiento en la textil y nosotros nos opusimos. Entonces me llam el propio Allende para preguntarmepor qu lo hace?Porque quiero protegerlo, Presidente, no corresponde que un pariente suyo quiera mantener un estacionamiento reservado cuando ya no trabaja aqu. Allende me dijo entonces Ud., es un joven prepotente, pero est bien lo que hizo. En seguida me invit a su casa para ensearme de poltica.

Otro militante de ese tiempo alguna vez me relat el siguiente episodio: un funcionario que, abusando de su cargo, hizo uso de las sillas de su servicio para un matrimonio familiar, fue despedido inmediatamente por Allende cuando ste se enter del mal uso de bienes pblicos. Es por eso que Altamirano siempre relata con orgullo que todos los juicios que levantaron los militares contra directivos de la UP por corrupcin (y que no fueron pocos) jams llegaron a ninguna parte. Y ello explica el que, cuando ese Gobierno haca agua, la gente sala masivamente a la calle para defenderlo: Este ser un gobierno de mierda, pero es mi gobierno. De all tambin provino esa idea masivamente difundida, de que los socialistas no roban, nos defienden.

DEL AVANZAR SIN TRANSAR AL FORRARSE SIN PARARSi bien esta vez fue Sebastin Dvalos el afectado, nadie asegura, tampoco, que ser el ltimo de una larga cadena de actores pblicos involucrados en hechos irregulares que han marcado a la poltica nacional en los ltimos cuarenta y un aos. En efecto, despus del gobierno de Allende, nuestra historia poltica reciente ha sido acompaada permanentemente por un flagelo que, desde entonces, se ha confundido con la actividad pblica: la corrupcin, cuya principal evidencia han sido los enriquecimientos ilcitos a costa del erario fiscal y del asalto a mano armada a las empresas pblicas la familia Pinochet, los dueos de los bancos, los Piera, Yuraszeck, los Dlano, los Ponce Lerou, uf, es que son tantos! de privatizaciones que se hicieron hasta 24 horas antes de asumir Aylwin y que la conducta errtica de ste, sea por realismo poltico o por miedo, al no cuestionarlas, sent el primer precedente para que en democracia se siguiera profundizando el mal.

Comenzamos por no investigar lospinocheques, continuamos por el desvo de recursos recaudados al alero de la solidaridad nacional como resultado de las tragedias climticas de 1992, que fueron a parar a oficinas de parlamentarios del oficialismo; luego vinieron losdesmalezamientosen Concn, las ventas a futuro en Codelco, la peticin de Frei al CDE para que por razones de Estado no investigara ms lospinocheques, el caballo regalado por la inmobiliaria Prez-Yoma al ministro de Vivienda; los MOP-Gate, las coimas en las plantas de revisin tcnica, las escuelas de conductores y los parlamentarios presos, los jarrones perdidos en la Corfo, los prstamos millonarios de Estvez a los Luksic para que controlaran el Banco Chile a la vez que asfixiaba a los pequeos ahorristas con comisiones ilegales en Banco Estado, el Transantiago, los subsecretarios y ministros que al culminar su mandato se iban a trabajar para aquellos a quienes deban fiscalizar o regular, el perdonazo a Johnsons, la fallida licitacin del litio, hasta llegar a los casos Cascada, Penta y el ms reciente: el Nueragate.

Esa cultura que se robusteci en dictadura al alero de la falta de reglas claras y de la arbitrariedad como norma mxima, contra toda suposicin sigui fortalecindose en democracia y, habindose producido varias oportunidades para detenerla lospinocheques, el MOP-Gate, el caso Coimas, etc. y aplicar sanciones ejemplificadoras a sus protagonistas, se opt por lo contrario: Escalona meti las manos al fuego por ellos y Lagos-Insulza los defendieron ante la justicia por razones de Estado. Y all no hubo vuelta atrs: la sensacin de impunidad produjo dos consecuencias: los chilenos tomamos nota de que en democracia tambin haba privilegiados que se podan saltar las reglas. El efecto de esa evidencia fue letal para la democracia: millones de chilenos, aun ms al alero del voto voluntario, dejaron de acudir a las urnas y, por otra parte, signific el ingreso masivo de una generacin de jvenes que queran el camino fcil a la riqueza. Por ah se colaron en masa los Dvalos-Compagnon.

TODOS QUERAN SER DVALOSDesde la constatacin de los hermanos Almeyda sobre el fin de una poca sea en su versin termidoriana o de aceptacin del triunfo del capitalismo a secas los socialistas perdieron su rumbo y aceptaron un modelo cuyo xito est lejos de comprobarse y que sigue generando seras inequidades, produce guerras desastrosas, crisis peridicas y amenaza hoy con destruir el planeta.

La generacin socialista de la transicin, en particular aquellos sobre cuyas cabezas rebotaron algunas esquirlas y piedras desprendidas del Muro de Berln, en vez de comprender que esa crisis poda significar la oportunidad para acometer, en la medida que se recuperaba la correlacin de fuerzas, el cambio del modelo heredado de la dictadura, renunciaron a su rol histrico en justicia tambin lo hizo la DC, se acomodaron al capitalismo en su versin ms neoliberal y terminaron con ello reforzando y perpetuando el sistema clientelar-oligrquico de la poltica chilena, en vez de ofrecer un alternativa de transformacin social.

Se compraron el discurso oligrquico en cualquiera de sus versiones la poltica como fronda, el discurso del orden portaliano y el peso de la noche, as como el sueo americano de la riqueza fcil y rpida, reemplazaron al partido de militantes de los 80 por la red clientelar de adherentes, sea en su versin familiar, de amantes, operadores y/o aduladores que funciona y se solidifica cada vez ms y cuya punta del iceberg es lo sucedido al ex director Sociocultural de la Presidencia, que no hace otra cosa que reflejar de buena manera nuestra democracia cooptada y que se extiende incluso hasta el PS chileno: all est, lleno tambin de pequeas oligarquas familiares, sea en el Parlamento o en los cargos de Gobierno, de jvenes engominados de cuello y corbata que llegan a las reuniones con maletn, esperando su oportunidad para un prximo ascenso en el aparato estatal, de intelectuales que estn cmodos con sus pegas en agencias pblicas, a quienes les da modorra hacer un ejercicio crtico, espritu que marc y fue el sello de toda una generacin de polticos-intelectuales que produjo el PS a lo largo de su ya octogenaria vida, dando vida a los mejores debates que animaron la esfera pblica chilena por ms de medio siglo.

Y seamos sinceros y ms all de que varios con los mismos pecados hoy se atrevan a tirar las primeras piedras sobre el hijo primognito de la mandataria, las que pueden terminar rebotndoles como bmeran, lo cierto es que, hasta el viernes 6 de febrero, Sebastin Dvalos era para muchos de los mismos uno de los buenos smiles a seguir (as como el de l era Ricardo Lagos Weber), para alcanzar el xito y que, junto a Rodrigo Peailillo y su equipo, as como el senador Felipe Harboe, resultaban ser los mejores exponentes de la Nueva Burguesa fiscal. En el PS, y me imagino tambin que en gran parte de la Nueva Mayora, todos queran ser Dvalos y estaban ah agazapados, prestos y atentos esperando la oportunidad que la vida s le haba concedido a Sebastin.

Porque cuando la izquierda ha renunciado a su rol transformador y crtico ocurre lo que ocurri con el PS chileno y su consecuencia ms reciente: el Nueragate. Porque cuando se termina por adoptar como modelo el orden oligrquico y no se cuenta con recursos de origen, entonces hay que hacer carrera en la poltica para proverselos y desde ah saltar al mundo empresarial en busca del reconocimiento de quienes se considera que son las elites por naturaleza del pas. Porque no es solo Dvalos ni la inmensa mayora del PS, lo es tambin el grueso de la coalicin oficialista cuyos parlamentariosapernana sus mujeres, parientes y amigos sin descaro en el Gobierno, o les proveen de una carrera en el Parlamento, o contratan como asesores a directivos de empresas que el Estado debe regular y declaran que no es irregular, ni menos trfico de influencia, y entonces se pronuncian y aparecen como legtimas sentencias como la que se atribuye a la nuera de la Presidenta: No es tanta plata tampoco, o se hace vista gorda, como ocurre en el PS, con uno de sus diputados que ya fue formalizado Cristin Urzar y sobre el cual la dirigencia de su organizacin no dice nada. Ni lo suspende mientras dure la investigacin ni, como antes, mete las manos al fuego por l. Y es que abunda la cultura de que maana me podra tocar a m.

EL MODELO MARTN RIVASAlguna vez me contaba un ex presidente del PS que, al ingresar a un conocido hotel capitalino donde se desarrollara un evento partidario, el conserje se le acerca y le dice qu bueno que ustedes estn aqu tomando decisiones, ya que alguien tiene que defendernos. Y ese es el efecto ms letal que tendr el caso Dvalos-Compagnon en el inconsciente colectivo popular: Constatar que los nuestros tambin cometen irregularidades. El verificar que no eran precisamente los Salvador Allende, ni los Ampuero, ni los Aniceto Rodrguez, ni los Almeyda, ni los Miguel Enrquez, ni los Carlos Lorca, en quienes, ahora errneamente, se haba depositado la confianza ciudadana, sino en los Martn Rivas: elmedio peloque busca ascenso social con el nico propsito de ingresar al selecto club de familias que antes lo han menospreciado, y cuyo propsito en la vida no es cambiar el entorno sino exclusivamente su condicin social: no para iniciar un proceso de transformaciones sociales, sino para confundirse con aquella capa dirigente que le posibilite ser alguien en la vida. Y seamos honestos, eso es lo que ha pasado en general con la poltica chilena durante estas ltimas cuatro dcadas, con el mundo de izquierda y en especial con el PS, siendo una de sus mayores evidencias lo que acaba de ocurrirle al joven Dvalos: en su esfuerzo por hacerse un lugar en el mundo, y para mala suerte de l, en una poca de impugnacin de las elites, lo han pillado con las manos en la masa, porque,claro, no todos los que hacen lo mismo son hijos de la Presidenta.