el juego de pelota

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El juego de pelota Las más de 1500 canchas de juego de pelota halladas hasta hoy demuestran que, además de ser una práctica deportiva milenaria, tuvo un papel ritual, político y posiblemente económico que lo sitúa en la esfera del poder y de la historia de Mesoamérica. Andrés Rafael Ramírez Nava 4°C

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Investigación del juego de pelota

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El juego de pelota

Las más de 1500 canchas de juego de pelota halladas hasta hoy demuestran que, además de ser una práctica deportiva milenaria, tuvo un papel ritual, político y posiblemente económico que lo sitúa en la esfera del poder y de la historia de Mesoamérica.

Andrés Rafael Ramírez Nava 4°C

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Tabla de contenidoEl juego de pelota......................................................................................2

Origen y desarrollo....................................................................................2

Diversidad del juego.................................................................................4

Las canchas..................................................................................................6

Únidad simbólica........................................................................................7

Bibliografía...................................................................................................9

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El juego de pelota El juego de la pelota se llamaba taxtli o tlachtli que eran dos paredes, que habían entre la una y la otra veinte o treinta pies, y serían de largo hasta cuarenta o cincuenta pies; estaban muy encaladas las paredes y el suelo, y tendrían de alto como estado y medio, y en medio del juego estaba una raya que hacía el propósito del juego; y en el medio de las paredes, en a mitad del trecho del juego, estaban dos piedras como muelas de molino agujeradas por medio, frontera la una de la otra y tenían sendos agujeros tan anchos que podía caber la pelota por cada uno de ellos. Y el que metía la pelota por allí ganaba el juego; no jugaban con las manos sino con las nalgas herían a la pelota; traían para jugar unos guantes en las manos, y una cinta de cuero en las nalgas para herir la pelota.

Fray Bernardino de SahagúnHistoria general de las cosas de Nueva España

Origen y desarrollo. En 1995, el sitio de Paso de la Amada, Chiapas, tres arqueólogos norteamericanos, Hill, Michael Blake y John Clark, excavaron una cancha de juego de pelota muy sencilla: 80m de largo, entre dos plataformas laterales de solo 35cm de alto. Si este descubrimiento pareciera simple, no lo es, ya que permite proponer un origen mucho más antiguo de lo que se suponía para este rasgo cultural. Efectivamente, es posible que esta cancha haya sido construida entre 1400 y 1250 aC, o sea, casi cinco siglos antes que las canchas que se conocían en el Ujuxté y Abaj Takalik, Guatemala. Se puede entonces considerar que el ulama, el juego de pelota más representativo de Mesoamérica, es producto de una tradición cultural de más de tres milenios, tomando en cuenta su pervivencia actual.

La identificación de esta cancha es representativa del aumento permanente de datos, cuantitativos y cualitativos, relativos al juego de pelota en Mesoamérica. Las más de 1500 canchas identificadas a la fecha están muy arriba de las 691

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registradas en 1981. Éstas se encontraban en 568 sitios, mientras que los 1500 juegos de pelota registrados actualmente se reparten en más de 1250, desde los más famosos, como Cantona, Puebla; Xochicalco, Morelos; o Chichén Itzá, Yucatán; hasta sitios menores, como Petulton, Chiapas; Ixtapaluca Vieja, estado de México; o Gualterio Abajo, Durango.

En comparación, las instalaciones deportivas griegas o romanas del Viejo Mundo tienen un número mucho menor, a pesar de la importancia que se les concede en numerosos estudios. Para dar sólo una idea de la magnitud del incremento basta mencionar algunos ejemplos. En 1981, para todo el occidente y el noroeste de la República se habían registrado apenas 26 juegos, mientras que el total supera ahora los 166. Para 1981, en Veracruz y la Costa del Golfo se conocían 31 canchas; ahora se sabe de la existencia de, por lo menos, 126, y quedan aún muchas por explorar. En las Tierras Bajas mayas el número pasó de 98 a más de 200. El total de 1 500 canchas seguramente irá en aumento; la relativa inexistencia de canchas en Quintana Roo o en Guerrero no refleja sino una falta de investigaciones.

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Diversidad del juegoOfrecemos esas cifras para subrayar la importancia del fenómeno del juego de pelota en el contexto mesoamericano. Éste, al igual que otros rasgos primordiales como el maíz y el calendario, se encuentra por toda el área mesoamericana, y es igual que aquéllos un elemento común para todas las culturas y para todas las épocas. Además, se puede considerar que el juego rebasa su papel de rito o de deporte. El juego y su simbolismo no siempre necesitan el marco arquitectónico de la cancha para existir. En numerosas inscripciones mayas se ha identificado el verbo “jugar a la pelota”, y varios sitios, como Ichmul o El Resbalón, Quintana Roo, cuentan con representaciones de jugadores, aunque no tienen canchas formales. En la escalera jeroglífica 2 del Edificio 33 de Yaxchilán, Chiapas, se representaron ceremonias y ritos políticos relativos al juego, aunque disociados de éste y de las canchas. Es decir que, además de ser una práctica deportiva, el juego de pelota tenía un papel ritual, político y tal vez económico, lo que lo convierte en un elemento importante relacionado con el poder y con la historia misma de Mesoamérica.

Obviamente, al tener una trayectoria tan larga y al abarcar un territorio tan amplio, existe cierta diversidad que sugiere que el juego no siempre tuvo la misma importancia y significado.

Esta variedad se refleja claramente tanto en la morfología de las canchas como en la iconografía asociada, aunque existía una unidad intrínseca que da al juego un significado esencial entre las culturas mesoamericanas.

Esta unidad se manifiesta, primero en las técnicas del juego. El estudio comparativo de la iconografía asociada al juego (esculturas, figurillas, maquetas), así como los datos

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proporcionados por las fuentes de la Conquista (códices y crónicas) y por los etnólogos que presenciaron el juego en Nayarit y Sinaloa, permiten distinguir las múltiples semejanzas entre los jugadores actuales y los prehispánicos. Esas semejanzas no solo incluyen el tavio, sino también la manera de golpear la pelota o las actitudes de los participantes. Se puede entonces, con prudencia, esbozar las reglas básicas del juego sin extendernos demasiado en el tema.

Dos equipos de uno a siete jugadores se enfrentan en una cancha larga, divida en dos, lanzándose directamente o haciendo pases, una pelota de hule no vulcanizado de unos tres kilos.

Ésta no debe ser tocada con la mano, el pie o la cabeza; solamente puede ser golpeada con el antebrazo, el hombro, la espalda o los glúteos, lo que tal vez corresponda a variantes locales y/o cronológicas. Para alcanzar la pelota, los jugadores tenían que tirarse al suelo, protegiendose con guantes y rodilleras.

Según los testigos, el juego era rápido y peligroso, pues la pelota rebotaba con mucha fuerza y velocidad. Se cometía una falta cuando un jugador tocaba la pelota con una de las partes no permitidas del cuerpo o cuando no lograba recogerla. Si bien se conoce la manera compleja de contar los puntos, en la actualidad este aspecto queda poco claro.

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Las canchasLas características comunes a la práctica del juego se reflejan en la morfología de las canchas. El que ahora no se construyan limita el valor de la comparación etnográfica, si bien todos los juegos de pelota prehispánicos obedecían a un modelo básico homogéneo. Un juego de pelota está constituido por dos edificios paralelos, relativamente estrechos, separados por un espacio plano, largo y estrecho, que formaban la cancha.

Cada estructura lateral está compuesta por un talud de inclinación variada, que culmina en su parte superior en una cornisa que puede alcanzar unos metros de alto, como en Uxmal, Yucatán. En su parte inferior, el talud cae directamente sobre el piso de la cancha, o desemboca en una banqueta baja con reborde vertical o fuertemente inclinado. En muchos casos, los extremos de la cancha están abiertos, aunque existen ejemplos donde uno o los dos extremos forman una plaza cerrada por muros bajos u otros edificios. Muchas de las canchas tienen en sus extremos zonas terminales cerradas, que dan al juego su forma conocida de Io de doble T, tal como se representa en los códices.

Esta homogeneidad depende de las proporciones. Aunque las canchas pueden variar considerablemente en tamaño, se puede notar cierta proporción entre largo y ancho. Esto sugiere que la edificación de una cancha obedecía a reglas

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arquitectónicas y funcionales bien establecidas. Esta regularidad se pudo comprobar en 100 casos aprox. Bien documentados en la zona maya.

Tomando en cuenta tanto la unidad básica como la variabilidad de los elementos constituitivos de los juegos de pelota, resulta posible esbozar un esquema evolutivo. Los criterios utilizados para identificar distintos tipos de canchas se basan en las combinaciones de planos, perfiles y corte longitudinales. Así se pudieron identificar en 1981 doce tipos distintos con alguna variedad.

Únidad simbólicaEste esbozo de la evolución de las canchas y del juego refleja bien su unidad intrínseca y su importancia para la arqueología de Mesoamérica. Sin embargo, una unidad morfológica o funcional no implica de ninguna manera una homogeneidad simbólica, por lo que puede suponerse que, dentro del marco de su larga evolución, el juego tuvo diferentes connotaciones para las civilizaciones que lo practicaron. Pueden señalarse múltiples hipótesis en relación con el simbolismo del juego: rito de fertilidad, ceremonial guerrero, significado astral o papel económico son so los interpretaciones documentadas. Cada una corresponde a un aspecto del juego o a elementos iconográficos. Algunos indicios permiten sugerir que, a pesar de diferencias culturales y/o cronológicas, a lo largo de su trayectoria el juego mantuvo una unidad simbólica.

La misma evolución del juego con un primer apogeo durante el Preclásico, un ocaso en los tiempos de Teotihuacan y un segundo apogeo después de la caída de esta ciudad sugiere ya la permanencia de este rasgo cultural y de su significado. Además, esta unidad simbólica se confirma con la reedificación, en el Clásico Tardío de canchas en los mismos sitios, y hasta con la misma ubicación que en el Preclásico,

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como en Pachbitún, Belice. Si bien para la construcción de una cancha se necesitaba un amplio espacio plano y abierto de unos 1 000 m2, por lo general éste siempre estaba disponible. El que se escogiera el mismo lugar demuestra una voluntad de mantener un nexo con el pasado, de encontrar nuevamente un rito olvidado. Este simbolismo del juego y de las canchas tal vez puede interpretarse en términos arquitectónicos. La misma morfología de las canchas hace de ellas, en contraposición con las pirámides, una abertura en la tierra que es como la entrada al inframundo. Además, la ubicación de muchas de las canchas confirma esta hipótesis, pues se encuentran en las partes más bajas de los sitios, como en Uxmal, Yucatán, o Nakum, Guatemala. En algunas ocasiones, la cancha se encuentra bajo el nivel de otros edificios, como en Toniná, Chiapas.

La cancha sería entonces el lugar en donde el rey se enfrenta a las fuerzas del inframundo para, al finalizar la temporada seca, asegurar la vida con el renacimiento de la vegetación. Rito de fertilidad, el juego sería entonces una responsabilidad política del rey, dentro del marco del ciclo del tiempo.

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BibliografíaArqueología mexicana, VOLUMEN VIII. 44. EL JUEGO DE PELOTA (JULIO-AGOSTO, 2000)

http://www.arqueomex.com/S1N5No44JuegoPelota.html

http://www.arqueomex.com/S2N3nJGOdePelota86.html

http://themesoamericanballgame.wikispaces.com/

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