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El toque de alquimia: un método casi infalible dedicado a Felipe II por Richard Stanyhurst

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Page 1: El toque de alquimia: un método casi infalible dedicado a ... · Eslava Galán, en Cinco tratados españoles de alquimia, ed. Tecnos, Madrid, 1987. No estamos de acuerdo con diversos

El toque de alquimia:un método casi infalible dedicado

a Felipe II por Richard Stanyhurst

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Con tan sugestivo y metafórico título encabezaba en 1593 suautor, el irlandés Richard Stanyhurst, un brevísimo pero sustancialtratado ' que había de ser para los alquimistas como la piedra de to-que para el oro; esto es, tan útil y decisivo a la hora de distinguir losverdaderos de los falsos practicantes como lo era el jaspe, con cuyoroce quedaba probada la autenticidad del metal más preciado.

Pero si separar el oro de ley del resto no siempre constituía tareafácil, mayor era aún la confusión reinante acerca de la alquimia y susadeptos. Esta disciplina que había comenzado a practicarse en elantiguo Egipto vinculada a la divinidad y que, como ciencia sagrada,se había seguido cultivando después en Bizancio, en el mundo árabey, a partir del siglo XIII, en el Occidente cristiano, llegó hasta elsiglo XVI vestida de muy diversos ropajes. Por un lado atrajo a cier-tos sectores de los círculos humanistas, especialmente a quienescombatieron la preponderante filosofía aristotélica volviendo susojos a Platón (Marsilio Ficino y Pico della Mirandola, entre otros,redactaron tratados alquímicos); también se ganó la atención de al-gunos médicos, lo que supuso el rechazo, revolucionario para laépoca, de la teoría humoral galénica (tanto Paracelso como, después,Van Helmont consideraron imprescindibles los conocimientos de laalquimia para la diagnosis). Ambas facciones representaban lasvertientes espiritual y científica que nunca habían dejado de ir uni-das en los experimentos alquímicos.

1. Biblioteca Nacional de Madrid (BN), Ms. 2058, 95. Tomo V, fols. 248r. a257v.

Una transcripción del tratado en castellano moderno fue publicada por JuanEslava Galán, en Cinco tratados españoles de alquimia, ed. Tecnos, Madrid, 1987.No estamos de acuerdo con diversos aspectos de la misma y por ello remitimos allector a nuestra propia transcripción, que sigue como apéndice a esta comunicación.

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Pero, por otro lado, la imprenta contribuyó no sólo a la propa-gación, sino también a la vulgarización de esta ciencia, lo que incitóa un número cada vez mayor de codiciosos charlatanes a ingresar ensus filas sin otro objetivo que estafar a quienes, dada su prestigiosatradición, buscaban en ella la solución a problemas de toda índole.Víctimas elegidas especialmente fueron los poderosos: príncipes yreyes que, con la esperanza de acrecentar sus arcas, pusieron enmanos de los pretendidos alquimistas grandes sumas de dinero con elque experimentar diversos métodos que acababan en desengaño y, enocasiones, en castigo de los estafadores.

Felipe II, atraído personalmente por la alquimia, como demues-tran la insistente lectura de las obras de Ramón Lull y su afición acoleccionar cuadros del Bosco, hizo llevar a su corte a varios al-quimis-tas, entre los que podemos contar al autor del presente tra-tado, fechado en San Lorenzo de El Escorial el 25 de septiembre de1593, es decir, pocos años antes de la muerte del rey. Comprende-remos mejor el tono de la obra, que ante todo pretende alejar a losengañadores, conociendo los contactos que antes de esta fecha habíateñido el Rey con otros alquimistas. Sabemos a ciencia cierta de losexperimentos, en 1557, a cargo del veneciano Tiberio de la Ro-ca,que trabajó en Malinas (Flandes); de los del alemán Pedro Sternberg,que continuó en 1559 en el mismo laboratorio; de la adquisición, en1567, de una casa en la que fueron instalados unos hornos secretospor orden real; de la estancia en España, en los años 1576 y 1577,del boloñés Leonardo Fioravanti quien, en su libro Della Fisica,dedicado al monarca, dejó constancia de que por esas fechastrabajaban en la corte gran número de iniciados; y, por fin, de laconstrucción en El Escorial de una extravagante máquina de destilarrealizada por Diego de Santiago en el año 1590 2. El término«destilación» podía entonces funcionar como sinónimo de «alqui-mia» en más de un caso, ya que tenía un sentido más amplio que elactual, pudiendo entenderse como la obtención de productos porprocedimientos químicos 3 . No es casual, por tanto, que en la últimadécada del siglo se publicasen en España dos de los más importantes

2. Ruiz, J., Prólogo a La alquimia en España, de José Ramón Luanco, Ed.«Tres, catorce, diecisiete», Madrid, 1980.

3. LÓPEZ PIÑERO, J. M., Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglosXVI y XVII, Ed. Labor, Barcelona, 1977.

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libros de destilación en toda Europa: el Tratado de las aguasdestiladas, del doctor Francisco Vallés (1592), y el Arte separatoria,del citado Diego de Santiago (1598)4.

Es éste el contexto en el que hay que situar la estancia de Ri-chard Stanyhurst en El Escorial, entre los arios 1592 y 1595, asícomo el breve tratado que nos ocupa, bajo cuyas líneas podemosentrever el cúmulo de fracasos que antecedieron a su redacción. Setrata de un manuscrito (lo cual era característica frecuente en losescritos alquímicos, dado su carácter clandestino, aunque en estecaso contaba con la aquiescencia real reflejada en siete firmas conlas palabras «Yo el Rey», cerrando el documento) de diez folios deextensión (recto y verso) que el autor divide en seis capítulos, noobstante lo cual consta de dos partes claramente distinguibles: la quededica a la alquimia («philosophia», «secreta sciencia», «arte»,«magisterio y obra», en palabras del autor), más bien teórica, y lacentrada en el método supuestamente práctico para distinguir al ver-dadero alquimista («philosopho») del falso («sophistico burlador»).

Tal y como ocurría en los escritos referidos a otras ramas delsaber en el siglo XVI, como la magia o la astrología, objetivo pre-eminente era distinguir lo lícito de lo ilícito. De ahí que se hablara dedos tipos de magia —natural y negra o diabólica—, de dos tipos deastrología —verdadera y falsa—, y también, claro está, de dos tipos dealquimia. El problema no concluía con el hecho de que la falsaalquimia fuera un invento destinado al engaño y la trampa; se tratabatambién de discernir si estaba además amparada por el diablo y sevalía de supersticiones, término que en la época era sinónimo deaquello que debía ser condenado.

La obra comienza como una apología de la verdadera alquimia,«noble arte», cuya bondad pone de relieve el autor apoyándose endiversas autoridades, según el método típicamente escolástico. Estasvan a ser: de un lado, dos mecenas que, como Felipe II, apoyarondicha ciencia y de cuya fama deduce el autor la ayuda que la mismales prestó. Se trata de Roberto, Rey de Nápoles, y de Felipe III el

4. CABALLERO VILLALDEA, S., «Juan de Castro Medinilla y Pabón. (Ilustreboticario cordobés del siglo XVII)», en Notas para la historia de la farmacia his-pana (Madrid), 3 (1948).

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Bueno, Duque de Borgoña. Ambos aparecen rodeados de leyenda, elprimero como discípulo directo de Ramón Lull, de quien hablaremosmás adelante, y el segundo por háber sido el creador de la famosaorden del Toisón de Oro, en 1429. El origen de la fundación de lareal orden estuvo siempre rodeado de fábulas, aunque parece ser queel duque la había instituido el día de su tercer matrimonio, tras dosanteriores infecundos, simplemente para perpetuar la memoria delnuevo vínculo. Pero Stanyhurst interpreta el hecho comoconsecuencia de los conocimientos alquímicos de su creador y noduda en trazar un paralelismo con el mito de Jasón y su búsqueda delvellocino de oro ya que, según él, hay autores que aseguran quedicho vellocino o toisón fue hallado gracias a un libro de alquimiaque Medea entregó al héroe.

De otro lado, Stanyhurst se apoya en dos científicos cuyas pala-bras en apoyo del «arte» no admiten duda alguna. El primero de elloses el médico sienés Pietro Andrea Mattioli quien, afirma, pertenece ala misma escuela que Galeno, Hipócrates y Avicena. Mattioliaparece presentado como «testigo», cual si de un juicio se tratara, endefensa de la alquimia, hablando como sigue: «Puedo con verdadtestificar que ningun medico se puede ni deve estimar por absolutoni perfecto, y aun digo mas, que no ha de regevir por medianomedico, el que no fuere pratico en la muy noble sciencia de ladestilacion [...].»5

El segundo es nada menos que Theofrasto Paracelso 6 , a quiencita para «probar» que «un metal se puede convertir en otro» ha-

5. BN, Ms. 2058, 95. Tomo V, fol. 250 v.Dichas palabras pertenecen a una obra de Mattioli titulada Epistolarum me-

dicinalium libri, Praga 1561. No es de extrañar la referencia a este médico y na-turalista italiano teniendo en cuenta su relación con El Escorial: el conjunto destila-torio más sofisticado de la Botica del Real Monasterio era llamado Torre Filosofal oTorre de Matiolo. Además fue él quien introdujo el castaño de indias en Europa,especie que adorna muchas de las calles de esta localidad de la sierra madrileña.

6. Cuyo verdadero nombre es Teofrasto Bombast von Hohenheim, siendo Pa-racelso el nombre con el que él mismo se hizo llamar, comparándose con el célebreCelso. Este médico y alquimista suizo, nacido hacia 1493 y muerto en 1541, obtuvouna cátedra en la facultad de medicina de Basilea, donde combatió en sus cursos a lamedicina clásica, que era la oficial. La quema pública de las obras de Galeno,Avicena, al-Razi, etc, en el día de San Juan del año 1525 le valió la pérdida de sucátedra. Al año siguiente abandonó Basilea, para reanudar su vida de médico nó-

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ciendo alusión a un relato sobre la conversión en cobre de ciertasláminas de hierro en un pueblo alemán 7 . El hecho de citar a un per-sonaje tan controvertido como Paracelso nos hace reflexionar acercadel carácter ecléctico del autor quien, a pesar de su declaradaconfesión de servir a los fines del catolicismo felipista más acen-drado, no vacila en acudir a autoridades tan opuestas como Galeno yel médico suizo. No olvidemos que la fecha de nuestro tratado seinscribe en pleno periodo de lo que fueran los arios de intensa re-cepción de la corriente paracelsista en España, esto es, de 1570 a1620, aproximadamante. Arios que coincidieron con el endureci-miento general de la censura inquisitorial, de modo que Paracelso seconvirtió en un autor sospechoso «per se», transformándose asimis-mo en perseguible cualquier obra que lo citara elogiosamente o quesustentara aspectos de su doctrina. Y ello porque ciertas concep-ciones paracelsistas chocaban con las doctrinas ortodoxas, tanto enfilosofía (por su enfrentamiento al escolasticismo aristotélico de lasUniversidades), como en medicina (por su rechazo de la teoría hu-moral galénica y la concepción de la enfermedad como un dese-quilibrio general del organismo) 8 . De todos modos, tampoco convie-ne olvidar que uno de los más famosos integrantes del grupo co-nocido como «los destiladores de su Majestad», Diego de Santiago,

mada. Sus éxitos en la práctica médica y su elocuencia le proporcionaron gran fama,oscurecida por sus teoría mágicas y por los celos de médicos y farmaceúticos de suépoca, a los que combatía.

7. «Y que un metal se puede convertir en otro, Paracelso lo prueva manifies-tamente porque dize de cierta agua mineral de caparosa que ay en Alemania que losmoradores cerca della estan acostumbrados a echar dentro de dicha agua planchasdelgadas de hierro y, dexandolas alli algunos meses, las hallan despues convertidasen cobre. Esto quenta como cosa muy notoria y savida en Alemania». BN, Ms. 2058,95. Tomo V, fol. 252 r.

Este fenómeno, fácilmente reproducible en un laboratorio, se puede describir deuna forma simple en nuestro lenguaje químico actual: Si a una disolución azulada deuna sal de cobre (= sulfato de cobre, II) añadimos unas láminas de hierro, al cabo deun tiempo nos encontramos en el fondo del vaso con un precipitado de cobre decaracterístico color rojizo y brillo metálico; al mismo tiempo, el hierro se vadisolviendo. Se trata de una conocida reacción redox, predecible a partir de unatabla de potenciales para estas especies. El químico metalúrgico la encontraría, sinembargo, como una técnica rutinaria de recuperación del cobre. ESCANCIANO, M., yFERNÁNDEZ, A., «De lunariis herbis et rebus nocte lucentibus», en Anuario del RealColegio de Alfonso XII (San Lorenzo de El Escorial), 7 (1988-89) 423.

8. PARDO TOMÁS, J., Ciencia y censura. La Inquisición española y los libroscientíficos en los siglos XVI y XVII, CSIC, Madrid 1991.

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en su obra Arte separatoria 9 habría de demostrar la más profundaasimilación del paracelsismo en nuestro país.

Otro personaje muy discutido al que también se refiere Stan-yhurst en busca de apoyo es el anteriormente citado Ramón Lull, queaparece no sólo como «muy famoso Philosopho», sino además comomodelo a imitar por parte del autor. Así como Lull enseñó a Robertode Nápoles, así quisiera él servir a Felipe II: «Y en la misma manerapodria muy de coragon dessear que Vuestra Magestad tuviesse (si yano tan profundo Philosopho como Raymundo, pues en esta nuestraera no se puede hallar) a lo menos, un sabio y curioso escudriñador,el qual apartasse algunas provechosas perlas de las sabias obrasdeste tan famoso autor, y que emplease su talento en servicio deVuestra Magestad [...]» l °. El mallorquín Lull (de cuyas obras veintefueron condenadas como heréticas mediante bula en 1376 merced alos esfuerzos del inquisidor general de la Corona de Aragón, NicolauEimeric) suscitaba constantes polémicas en la España de los siglosXVI y XVII. Todavía en 1559 apareció, esta vez con toda su obra,condenado en el Indice de Pío IV; no obstante, los lulistas consi-guieron que no fuera impreso. Uno de los más devotos admiradoresdel filósofo fue precisamente el Rey Felipe II quien, al parecer, pasa-ba muchas noches leyéndolo y que, por sugerencia del teólogo JuanArce de Herrera, solicitó en varias ocasiones la canonización deLull, aunque todo resultó inútil, incluso para sus dos inmediatos su-cesores, debido principalmente a la oposición de los dominicos. Noes de extrañar, pues, el tono del autor al referirse al beato, al margende su posible simpatía personal.

Stanyhurst acaba la parte teórica citando a Alcuino de York,filósofo y teólogo de la corte de Carlomagno que fundara la célebreEscuela o Academia Palatina a la que asistía el propio emperador.Según nuestro autor, Alcuino había sido el inventor del «aurum al-quimicum», medicina para sanar los metales cuyo nombre deberíaser «aurum alcuinicum», en honor a su creador. Y, en relación con dichamedicina, hará mención de un tratado que él mismo compusiera en latín

9. SANTIAGO, D. de, Arte separatoria y modo de apartar todos los licores quese sacan por via de destilacion (1598), de próxima publicación en Alicante, por laFundación Gil Albert.

10. BN, Ms. 2058, 95. Tomo V, fol. 249 r. y v.

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(y del que no poseemos más noticia que ésta) titulado Apologia del artechimica, integrándose así en la lista de autoridades.

En esta primera parte del tratado las referencias de Stanyhurst asu propia biografía son abundantes; veladamente, y antes de dar lasclaves que definirán al buen alquimista, él se presenta como ejemplode tal. Dos episodios resultan especialmente significativos a la horade juzgar su propia trayectoria como modélica. Son aquéllos que lesirven para relatarnos cómo pasó de la desconfianza más absolutahacia el arte a la extrema devoción por éste; lo cual no hace sinorecordarnos, una vez más, la figura de Ramón Lull, de quienMenéndez Pelayo señaló que era «al principio incrédulo en cuanto alpoder de la Alquimia, pero se rindió luego a los argumentos yexperiencias del sacratísimo maestro Arnaldo de Vilanova»". Enrealidad, la resistencia a creer en la eficacia de los experimentos deesta ciencia antes de caer definitivamente en sus brazos una vezcomprobada su bondad, formaba parte de la leyenda de todo al-quimista. Stanyhurst, testigo presencial de la conver-sión de cobre enplata, primero, y de mercurio en oro, después, según cuenta, y apesar del carácter fraudulento de la primera experiencia (de lo quevino a saber posteriormente), relata su transformación interna entérminos elocuentes: «[...] con esta tan manifiesta experiencia quedeconvencido haviendo hasta entonces sido de opinion que era im-posible lo que el arte prometia, y cierto que esta evidente prueva fueel primer motivo por el qual me movi a poner y aplicar mi enten-dimiento y de emplear parte del tiempo en el estudio y practica destasecreta sciencia» 12.

El problema de la credulidad viene a ser, a mi juicio, uno de losejes fundamentales del discurso. A este respecto, el autor procuraadoptar siempre una postura moderada, tanto en lo que se refiere a supersona como en los consejos finales, de carácter general. Así, cuan-do explica sus propias concepciones acerca de la conversión de unosmetales en otros (es decir, de los cinco metales imperfectos —cobre,hierro,..estaño, plomo y mercurio—, en nobles —oro y plata—), admitecreer en la purificación, pero no en la transmutación. De acuerdo con

11. MENÉNDEZ PELAYO, M., Historia de los heterodoxos españoles, CSIC,Madrid, 1947, t. II.

12. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 252 r.

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la clásica división aristotélica entre sustancia y accidente, Stanyhurstpiensa «que la substancia del metal no se muda ni trueca sino que lascalidades se mudan y alteran, como un cuerpo enfermo tiene la mismasubstancia que un cuerpo sano y cuando se le quita la enfermedad, no ayalteracion de sustancia sino de calidad y otros accidentes»13.

La comparación de los cinco metales considerados corruptos conlos cuerpos enfermos constituía una de los más extendidos lugarescomunes entre los alquimistas; conseguir oro o plata a partir de unmetal vil suponía una contribución al perfeccionamiento de laNaturaleza mediante la catarsis de algunas de sus impurezas. Sinembargo, nuestro autor sabía de la polémica que enfrentaba a lospartidarios de la transmutación con los que no aceptaban sino cierta«accidental alteracion», «mas esta contienda» —dirá— «quiero dejarpara las escuelas. En esto acuerdan generalmente todos los philoso-phos chimicos, que los cinco metales imperfectos se pueden con-vertir en plata o oro difieran quanto quisieren el uno del otro [..1>>14.

El término «conversión» no comprometía y la actitud moderada deStanyhurst resultaba la más recomendable en una época en que, porextraño que ahora nos parezca, polémicas semejantes tenían unatrascendencia enorme en la vida cotidiana. No hay más que pensaren otros dos términos cuyo significado es casi idéntico al detransmutación: metamorfosis y transustanciación.

Las más enconadas discusiones acerca de la posibilidad o no de lametamorfosis referida a los cuerpos humanos se dieron entre losdemonólogos a la hora de definir los poderes del demonio y, por tanto,de las brujas, cuya fuerza se hallaría directamente ligada a aquél. Unosaceptaban que estas mujeres pudieran convertirse realmente en animalesy otros, la mayoría, juzgaban que no, y lo justificaban afirmando que eldemonio podía solamente actuar «activa passivis», es decir, que noposeía una potencia infinita, como la divina, sino limitada, y en ella noentraba la facultad de crear ni de alterar sustancia

Por lo que atañe a la transustanciación, en Teología se usaba eltérmino para referirse al cambio, en la Eucaristía, de la sustancia delpan y el vino en la del cuerpo y la sangre de Cristo. La primera

13. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 251 r.14. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 251 v.15. NAVARRO, G., Tribunal de supersticion ladina, Huesca 1632.

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definición apareció en el siglo XI, coincidiendo con las teorías quedefendían la impanación y consustanciación. Para ambas, la presenciadel cuerpo y sangre de Cristo en la Eucaristía no implicaba que sedestruyera la sustancia del pan y el vino. Al aceptar los protestantesdichas ideas, especialmente los seguidores de Zwinglio —que insistían enla presencia espiritual y simbólica de Cristo frente a la interpretaciónliteral católica de las palabras «Hoc est corpum meum»— quedó definidala transustanciación como dogma en el concilio de Trento 16•

De modo que, a fines del siglo XVI, el asunto de las diversastransformaciones de la materia no era tan baladí, teniendo en cuentalas estrechas relaciones entre ciencia y teología, así como la ten-dencia de esta última a imponer una interpretación literal de los fe-nómenos. Tanto en lo que respecta a la mentalidad popular, presenteen muchas de las acusaciones de brujería referentes a vuelos ymetamorfosis, como en lo referente a las profundas raíces simbólicasde los escritos alquímicos, los cambios de sustancia fueron casisiempre malentendidos y condenados, mientras que en el ámbitoteológico idéntico fenómeno fue elevado a dogma.

La incredulidad de que nos hablaba Richard Stanyhurst cuandotodavía no se había dedicado a la «obra», así como su postura mo-derada con respecto al fenómeno de la transmutación, encuentran unparalelo en la actitud que Felipe II demostrara a lo largo de sureinado hacia el tema de la alquimia. A caballo entre la confianza yla desconfianza, en 1567 respondía así al entusiasmo con que su se-cretario se refería a los experimentos de los alquimistas de la corte:«En verdad que aunque yo soy incrédulo destas cosas, que desta nolo estoy tanto, aunque no es malo serlo, porque si no saliese, no sesintiese tanto; pero de lo que hasta agora se ha visto y a vos os pa-rece, así de la obra como de las personas, no estoy tan incrédulocomo lo estuviera si esto no fuera así; pero ya presto veremos el fin,con que todos nos acabaremos de asegurar, y muy bueno es acor-tarlo, como decís»17.

16. El dogma se definió concretamente en la decimotercera sesión, especial-mente solemne, en la que se redactó el decreto «De sanctissima eucharistia» y quetuvo lugar el 11 de septiembre de 1551.

17. Francisco Rodríguez Marín, como poseedor de algunas cartas breves ori-ginales del secretario Pedro de Hoyo, respondidas al margen por el mismo Rey,

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Los experimentos buscaban producir oro a partir de cobre, plomoy estaño. El rey acabó desengañado de poder alcanzar riqueza algunamediante la transmutación de metales pero, sin embargo, conservó laesperanza de que la alquimia pudiera servir para la conservación dela salud. En la primera parte del tratado, en la que Stanyhurstdescribe la alquimia y sus virtudes, la curación de enfermedadeshumanas ocupa un puesto de honor. Los peores males «que por la viaordinaria son incurables, o casi imposible su cura» (gota, cólicos,cuartanas, lepra o enfermedades venéreas, por citar sólo algunos delos que el autor considera más graves), podían remediarse mediante«extractiones y distilaciones de yerbas, de gomas, de piedraspreciossas y de minerales como vitriol y agufre, antomonio ysemejantes y aun en la extraccion de metales como oro, plata y delos demas ginco metales.»18

Stanyhurst ofrecía al rey un tipo de alquimia capaz, por un lado,de curar las enfermedades humanas, y por otro, de curar las enfer-medades metálicas, pero cuyo logro más alto consistía, tal y comoexpresa en el título del capítulo cuarto, «en hazer una medicina quecure las enfermedades de los cuerpos humanos y de los metales». Heahí el verdadero fin del arte: la transformación de la persona humanaa través de la transformación de la materia, y viceversa, pues para elauténtico alquimista una y otra son indisolubles. Si en nuestra actualmentalidad científica una cosa es el fenómeno natural estudiado yotra la persona que desde fuera lo observa, para un hombre del sigloXVI la percepción era completamente diferente. Hay que tener encuenta la idea, presente en cualquier manifestación cultural de laépoca, de la homologación del hombre y el universo. El mundo eraconcebido absolutamente homocéntrico, cada criatura humana era unmicrocosmos que resumía el orden universal. Hombre y universoeran uno reflejo del otro, enfrentados entre sí como espejos. Así, laalquimia, procurando la perfección de los metales, procuraba a la vezla perfección del hombre, en «el más asombroso diálogo que hayaexistido nunca entre el hombre y la materia», según expresión de J.

transcribía algunas de las palabras del Monarca referidas a la alquimia, en una con-ferencia leída en la Real Academia de Jurisprudencia: Felipe 11 y la alquimia, Ma-drid 1927.

18. B.N., Ms. 2058,95, t. V, f. 250 r.

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van Lennep 19 . El alquimista pro-yectaba en los elementos con quetrabajaba en el laboratorio su propio espíritu tratando de encontrar laforma de mejorar ambos (lo que expresa la necesidad de materializarlo espiritual, común al hombre de todas las épocas). Buscaba algotangible: la Piedra Filosofal (con la que cualquier metal se mudaríaen oro) y el Elixir de la Vida o Panacea Universal (con el que selogra-ría la salud humana en grado absoluto, simbolizada en lainmortalidad, es decir, en la trascendencia más allá de las limita-ciones corporales).

Esta era la alquimia que, en su vejez, podía interesar a un rey yadesengañado de tantas promesas incumplidas que, desde siempre,sólo había depositado su total confianza en Dios, tal y como expre-san todos sus escritos referidos al arte. Según Stanyhurst «este se-ñorío es un don especial de Dios» 20. Para quienes, como Felipe II yel sabio irlandés, admiraban las obras de filósofos como Lull, la al-quimia estaba absolutamente ligada a la espiritualidad cristiana; dehecho esta ciencia, con orígenes vinculados al desarrollo de lasprimeras civilizaciones históricas, fue incorporando su simbología ala teología cristiana, al extenderse en el mundo occidental. Así, porejemplo, cuando se hablaba de los cuatro grados por los que ha depasar la materia hasta llegar a su estado más perfecto, esto es, losrepresentados por los colores negro, blanco, amarillo y rojo, cadauno de ellos correspondía para el alquimista cristiano a una etapa enla unión mística con Dios y, por consiguiente, en la salvaciónindividual. Si el color negro suponía una reducción de las sustanciasa la materia prima, al caos, al origen (el sentido actual profano indicaque para hacer bien una cosa hay que volver al origen), a una muerteiniciática, en términos cristianos se refería a la pasión y muerte deCristo, así como a la muerte del creyente. El segundo grado,blanqueo de la materia que en la fase anterior había perdido suforma, encontraba su correspondencia en la purificación del creyenteque, como Cristo, resucitaba de este modo a una nueva vida. Lossiguientes grados, cuyos colores representativos son cada vez másluminosos, simbolizarían la revelación espiritual, el estado beatífico,

19. VAN LENNEP, J., Arte y alquimia. Estudio de la iconografía hermética y desus influencias, Editora Nacional, Madrid 1978.

20. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 254 r.

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la felicidad, que para el cristiano sólo podía entenderse como unión conCristo, identificado más de una vez con la Piedra Filosofal o el «Elixirvitae», o la Panacea, o la Quintaesencia, o con cualquiera de los nu-merosos términos usados para designar el fin que se pretendía alcanzar(Luz, Este, Mañana, Fuente viviente, Arbol frutal, «Filius macrocosmi»,Animal, Aries, Hombre, Hermano, Padre, Hijo, Rey, Hermafrodita..., lalista sería casi interminable) 21 . Según C. G. Jung «ningún alquimistasupo jamás con claridad acerca de qué cosas últimas trataba en verdad sufilosofía. La mejor prueba de ello es que cada cabeza en cierto modooriginal acuñaba una nueva terminología, de modo que nadie entendíadel todo al otro [...]» 22 . El autor, cuyas experiencias personales aparecenrelatadas a modo de ejemplo, decía haber conseguido la fabricación de«dos suertes de oro potable»23 , licor amarillo, hecho por cocimiento devegetales, al cual se refirieron también otros médicos de la mismaépoca como Juan Cornejo o Luis Mercado.

Stanyhurst dedicaba su capítulo sobre la medicina válida tantopara los cuerpos humanos como para los de los metales a describir«las quatro suertes de fuegos que husan los Philosophos en susobras». Dividía éstos en elemental («que consiste de leña, carbón yde semejante materia combustible»), natural («por el qual cualquiercosa natural se conserva en su ser»), contra natura («el qual es vio-lento porque destruye toda Naturaleza») y compuesto («que consisteen una mixtura hecha del fuego natural y contra natura») 24 . Dichaclasificación recuerda bastante a la que Diego de Santiago proponíapor las mismas fechas en su Arte separatoria, según la cual podíahablarse de cuatro grados de calor: el baño doble o de María, elconseguido sobre cenizas o vapor, el fuego directo leve y el fuegodesnudo. Stanyhurst no se extendía en mayores explicaciones, úni-camente añadía que «la medicina hecha con el fuego contra natura oel fuego compuesto [...] aunque es medicina para los metales, espongoña para el cuerpo humano [...]» 25 . Podríamos reducir todo lodicho sobre el calor del fuego, tan decisivo en las operaciones al-

21. ELIADE, M., Herreros y alquimistas, Alianza Ed., Madrid 1990; BURC-

KHARDT, T., Alquimia. Significado e imagen del mundo, Plaza y Janés, Barcelona1971 y JUNG, C.G., Paracélsica, Ed. Sur, Buenos Aires 1966.

22. JUNG, C.G., op. cit., p. 135.23. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 251 v.24. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 253.25. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 253.

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químicas, a la consideración de dos diferentes formas de entender elarte: bien como una técnica para transformar la materia en el menortiempo posible (para lo cual el fuego directo juega un papel acele-rador de los diferentes pasos), bien como un medio para la transfor-mación del hombre, uno de cuyos símbolos es, precisamente, el fue-go lento. No hay que quemar etapas, sino, como la Naturaleza, actuarprogresivamente. El buen alquimista necesita tiempo. En muchostratados era comparado con el pájaro que incuba, o con un jardineroque planta y ve cómo crece un árbol. La paciencia y la constanciahan de ser sus principales virtudes26.

Stanyhurst va a destinar la segunda parte de su tratado a hablarde las virtudes del verdadero alquimista, ésas que lo distinguirán sinapenas dudas del «sophistico burlador». Pero antes de centrarse enlos consejos concretos para que un rey u «otro qualquier potentado»no resulte engañado contratando los servicios de un charlatán, dedi-cará unas líneas a la actitud que el mecenas debe adoptar. El textoque trata del problema de la credulidad, constituye una hermosa apo-logía de la moderación, a la que ya hiciéramos referencia anterior-mente al hablar del autor, y dice así: «[...] la parte a quien lo tal seofreze ha de cuidar dos extremos: el uno que no sea demasiado cre-dulo y el otro que no sea demasiado incredulo. Los que son en extre-mo credulos echan mano de qualquier remendon que sabe charlar delarte, no ponderando los fundamentos sobre que obra, y assi pierdentiempo y dinero y, a la fin, se hallan burlados. Otros, al contrario, son tanincredulos que se aseguran que es imposible hacer ni cumplir tales cosascomo el arte promete, y como puede ser que por esta via se libren de losengaños de los falsos burladores, tambien alguna vez puedenmenospreciar las verdaderas experiencias de los philosophos sinceros ybien intencionados, cuya offerta si uvieran aceptado pudiera ser quehallaran el provecho que se les prometia. Por tanto, assi como esresolucion atrevida echar mano de cualquier juguete que se ofrece, no esassi mismo cordura menospreciar todas las cosas que de primera faz nopodemos alcangar ni concevir. Porque si Colon ni fuera creydo o puestaen effecto su offerta de algun Principe, sino menospreciado de todos,claro esta que hasta agora las Indias estuvieran por descubrir»27.

26. BERTHELOT, M., La chimie au Moyen Age, Paris, 1893.27. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 253 v.

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Teniendo como guía tal filosofía, el autor continuaba dando algunas«señales» con que diferenciar a los verdaderos alquimistas de los fal-seadores. La primera de todas era considerar la vida del pretendiente«porque si es dado a vicios poca esperanga se puede tener del buensuceso de sus obras». Siguiendo el tono de prudencia general con que seexpresa Stanyhurst, en esta ocasión dirá «pongo esta serial no comoinfalible o necessaria sino como una conjectura provable», ya que, segúnél, y en una interpretación materialista que contradecía mucho de lodicho hasta ahí, «muchas vezes perversos y malos son muy mas ricosque los buenos y virtuosos» 28 . A renglón seguido volvía a insistir en loprimero (el filósofo cristiano prospera más en la obra alquímica), en loque parece una postura nuevamente poco comprometida y capaz de con-tentar a lectores de tendencias diferentes. Sea como sea, la identifi-cación de hombre virtuoso con cristiano y, a su vez, de ambas cosas conhombre sabio y versado en una ciencia concreta aparece como un lugarcomún en las descripciones de ocupaciones de la época. Fe, bondad ycompetencia en el oficio del que se tratase venían a ser la misma cosa.Incluso para una comadrona, cuya dedicación en principio tenía muchomenos que ver con la práctica de una filosofía, Damián Carbón exigía en1541 las siguientes condiciones: «La primera (...] ha de ser que la coma-dre sea muy esperta en su arte. La segunda, que sea ingeniosa. La terce-ra, que sea moderada (es assaber) que tenga buenas costumbres». Másadelante especificaba cada una de ellas: una comadrona debía tenerbuena cara (como espejo del alma), ser alegre, honrada, casta, secreta(«que es la parte mas essencial. Quantas cosas les vienen en manos queno se han de comunicar por la verguenga y daño que se siguiria») y, porsupuesto, a más de otras características determinadas por su oficio, tenertemor de Dios y ser buena cristiana («porque todas las cosas le venganen bien»). Para terminar, un consejo que no podía faltar (RichardStanyhurst también acabará así su tratado): «Dexe cosas de sortilegios nisupersticiones y agueros ni cosas semejantes porque lo aborrece laIglesia santa»29.

La segunda señal de reconocimiento dada por nuestro autorconsistía en juzgar si el pretendido alquimista entendía bien su filo-

28. B.N., Ms. 2058, 95, t.o V, f. 254r.29. CARBÓN, D., Libro del arte de las comadres o madrinas y del regimiento

de las preñadas y paridas y de los niños, Mallorca 1541, cap. III.

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sofía ya que, según Stanyhurst, «estas medicinas [...] son los masprofundos misterios que ay en toda la Philosophia natural» 30 . Dichaafirmación le servía para justificar el estilo oscuro, el secreto, ca-racterístico de los alquimistas de todas las épocas que, como ya vi-mos, estaba íntimamente relacionado con el uso de un lenguajecuajado de símbolos, algunos de los cuales podían ser difíciles decaptar incluso para los adeptos. El autor se apoya esta vez en lassentencias de George Ripley, religioso y alquimista inglés muerto en1490 que, al ganarse la confianza del papa Inocencio VIII, recibióuna importante suma de dinero para los Caballeros de Maltaprovocando la envidia de muchos, convencidos de que Ripley habíadescubierto el secreto de la transmutación de los metales en oro.Varias de sus obras llegaron a ser muy populares, entre otras, el Re-sumen de alquimia, publicado en 1471. Jorge Ripleo, tal y como lollama Stanyhurst con nombre castellanizado, «respondiendo a losignorantes lectores que culpavan los philosophos porque escrivian tanobscuramente dize estas palabras: los ignorantes culpan a los philo-sophos mas ellos deven ser culpados, que no siendo letrados tratan dephilosophia»31 . Evidentemente la alquimia era un arte para iniciados yasí como el mercader flamenco que mostró a Stanyhurst cómo convertirmercurio en oro mediante «cierto polvo roxo» nunca confesara elnombre, nación ni vivienda del amigo que se lo enseñó, «ni lo dixera portodo el bien del mundo, siendo conocido esta juramentado a tenerlosecreto»32, así los autores de tratados alquímicos estaban exentos deexpresarse con la claridad exigida a otras disciplinas.

La tercera señal era que el practicante no pidiera grandes sumasde dinero ya que, en palabras del autor, «el magisterio consiste enmucho saver y poco dinero y no en mucho dinero y poco saber»33.Que el pretendiente fuera pobre constituía signo inequívoco de sufalsedad («si el tal es pobre [...] sin duda no puede ser sino engaña-dor porque, si tiene el magisterio cumplido como dize, su yntincion,ha de ser hner a otros ricos y no enrriquecer el con otros [...]»34.

30. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 254 r.31. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 254 r. y v.32. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 252 v.33. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 254 v.34. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 256v.

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Como en otros pasajes del tratado, volvemos a encontrarnos con unode los tópicos más famosos en los relatos referidos a alquimistas. Elejemplo XX de El Conde Lucanor titulado «De lo que contesgio a unrey con un omne quel dixo quel faria alquimia», donde el rey resultaestafado por un astuto charlatán, acababa con una moraleja igual a laregla de Stanyhurst: «Non aventuredes mucho la tu riqueza, porconsejo del que a grand pobreza»35.

Por último, la cuarta señal consistía en observar si el «philo-sopho» obraba con sustancias comunes o si pedía «materiales quecon gran dificultad y en pocos lugares del mundo se pueden ha-llar» 36 . Esto último era prueba evidente de ignorancia o engaño. Loselementos necesarios para los experimentos (a excepción de los usa-dos para la medicina que cura sólo a los humanos) se hallaban entodas partes, según afirmación del autor quien, en esta ocasión,vuelve a citar como ejemplo a Lull, que llamaba a la materia con queobraba «vino» y «aguardiente». Según afirmaba Diego de Santiagoen el capítulo dedicado a la separación de los espíritus del vino,incluido en su célebre Arte separatoria: «con la quinta esencia delvino no hay necesidad de otra medicina para todas las enfer-medades» 37 . En cuanto al aguardiente o alcohol, era llamado común-mente por los antiguos alquimistas «agua vitae», aunque recibió tam-bién muchos otros nombres («agua de Raimundo Lulio», «PanaceaUniversal», etc.). En cualquier caso, el zumo procedente de las viñas,que se hallaba al alcance de cualquiera, constituía uno de los prin-cipales ingredientes de la obra alquímica. Martín de Castañega yahabía expresado esta misma idea en su Tratado de las supersticionesy hechicerías cuando, al referirse a los materiales de que usan lossupersticiosos aseguraba: «[...] que así como Cristo ordenó losSacramentos católicos en cosas comunes que ligeramente en la viday conversación humana se hallan, como es el agua, el pan, el vino yel aceite, [...] así, por el contrario, los execramentos diabólicos sonen cosas que en la vida y conversación humana no se hallan, como

35. Don Juan Manuel, Libro de los eruciemplos del Conde Lucanor e de Pa-tronio, Ed. Cátedra, Madrid 1986.

36. B.N., Ms. 2058, 95, t. V, f. 255 r.37. SANTIAGO, D. de, o. c.., I libro, cap. 7 («De la separacion de los espiritus

del vino de una vez»).

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son ungüentos y polvos hechos de cosas exquisitas de animales yaves, que con mucha dificultad se hallan [...]»38.

Stanyhurst terminaba su tratado haciendo mención de las tram-pas más frecuentes practicadas por los falsarios, trucos que se con-vertirían en tópicos de las obras que más tarde aparecieron contra laalquimia, como el Hippocrates chemicus de Otto Tackenius, que fuepublicado en 166639 . Para evitar engaños tales como tapar con cera, amanera de doble fondo de un crisol, una parte de oro dispuesta bajoaquélla para que después, al derretirse, pareciera que el mercurio,primero derramado y luego evaporado, se había convertido en oro, yotros semejantes, el autor recomendaba que todo mecenas contasecon un laboratorio propio bien provisto de los materiales necesarios.Los últimos consejos iban dirigidos a prevenirse contra los aliadosdel demonio, burladores que se valían de «supersticiones y palabrasmágicas», para lo cual, no obstante, sugería un fácil remedio: «estosengaños diabolicos se pueden descubrir con agua bendita, con hagerla señal de la cruz y con otras semejantes cerimonias sanctas de queusa la Iglesia Catholica contra tales elementos y supersticiones»40.Para este católico exiliado de la Inglaterra isabelina, una vez hechatal declaración de principios, sólo quedaba por añadir, y así es comoconcluye su opúsculo, la petición de justicia para los traidores.

EL TOQUE DE ALQUIMIA (1593), de Richard Stanyhurst

(Biblioteca Nacional de Madrid. Ms. 2058, 95. Tomo V, fols. 248 r.a 257 v.)

Sobre la transcripción del manuscrito

Se ha respetado el manuscrito original con excepción de:

— La i larga, que se transcribe siempre como i.

38. CASTAÑEGA, M. de, Tratado muy sotil y bien fundado de las supersticionesy hechicerias y vanos conjuros y abusiones y otras cosas al caso tocantes y de lapossibilidad y remedio dellas, Logroño 1529.

39. GARCÍA FONT, J., Historia de la alquimia en España, Ed. Nacional, Madrid1976, p. 203.

40. B.N., Ms. 2058, 95, t V, f. 256 v.

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— Los signos de puntuación, que se han actualizado, aunquerespetando los paréntesis y la división de párrafos originales.

— Las letras mayúsculas, que se emplean según el uso moderno.

— Los corchetes añadidos, bien para desarrollar abreviaturas,bien para señalar las palabras de dudosa lectura.

— La letra cursiva, que se ha usado para las anotaciones de latranscriptora así como para las citas de obras o palabras ex-tranjeras.

Texto

/fol. 248 r./

Un breve tratado intitulado: El Toque de Alquimia, en el qual sedeclaran los verdaderos y falsos efectos del arte, y como se conosceranlas falsas practicas de los engañadores y haraneros vagamundos.

Compuesto por Richardo Estanihurst.

Dedicado a la Catholica Magestad.

Lo contenido en este tratado.

Cap[itul]o 1.

La prefacion a su Mag[esta]d Catholica.

Cap[itul]o 2.

Del nombre de alchimia y de su primer efecto, haciendo medi-cinas que solam[ent]e curan las enfermedades humanas.

Cap[itul]o 3.

Del segundo efecto que consiste en una medicina que cura so-lam[ent]e las enfermedades de los metales, y de la posibilidad suya.

Cap[itul]o 4.

Del tercer efecto que consiste en una medicina que cura las en-fermedades humanas y las metalicas.

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Cap [itul] o 5.

Como se conoscera el philosopho verdadero del sophistico en-gañador si no promete q[ue] esperangas y su trabajo para hager lassobredichas medicinas.

/fol. 248 v./

Cap[ itul] o 6.

Como se conoscera si el que promete las sobredichas medicinasy echas y acabadas es singero philosopho o falso burlador.

La prefacion a su Mag[esta]d.

Capitulo Primero.

Catholica Magestad.

Haviendo cumplido con el mandato de V[uestra] Mag[esta]d enhager ciertas curiosidades que se contienen en aquella parte dephilosophia natural que se dize chimica, me parecio expediente hazermas ampla demostracion del zelo y afigion que devo a la persona real deV[uestra] Mag[esta]d presentando aqueste breve tratado, en el qual setocan los verdaderos efectos deste árte y se ponen algunas observacionescon las quales (como el oro se prueva con el toque de la piedra) assi sediferencien los buenos y sabios philosophos de los falsos sophistosengañadores, de los quales ay gran numero en esta nuestra era.

Esta noble arte en tiempo antiguo fue tan estimado que se am-parava del escudo y protection de reyes y principes poderosos y,entre otros, hallo dos de los antegesores de V[uestra] Mag[estaidmuy aficionados a esta secreta sciengia: Philipe, Duque de Borgoñay Roberto, Rey de Napoles.

El Duque, haviendo alcangado la perfecgion della, fue tan rico y detanto dinero y joyas que, con su prudengia, valor y riquega, en su tiempofue tenido estimado por el terror de todos los reyes de la Europa y aunmantuvo tal tela contra el Rey de Francia, no embargante q[ue] entonges

/fol. 249 r./

era el mas poderoso Rey de toda la [Crist]iandad, que le forgo a quele acompañase al cerco que puso a la ciudad de Lieja, y en el asalto,

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entrando el Rey a bueltas de los demas soldados ordinarios, gritavaen compañia dellos: Viva el Duque de Borgoña, como se quenta enlas historias de Flandes de los valerosos hechos deste famoso Duque.

Y ay algunos 'que son de opinion, y no sin alguna provabilidad,que instituyo la Orden del Tuson, por el bien afortunado succeso quetuvo en alcangar la perfeccion deste arte. Y ay autores graves, deopinion que la fabula poetica del vellocino dorado no fue otra cosasino que esta secreta sciencia estava escripta muy a la clara, y sinalguna figura oscura, en un libro que estava enquadernado con uncuero de carnero y que Jason, curioso del arte, trato amores conMedea, la qual hurto el libro a su padre y lo dio a su enamorado, conque Jason alcango gran riquega.

Empero lo que, mas que otra cosa, verifica la historia es que elmismo Duque escrivio un sabio y sustancial tratado del arte, en elqual confiesa haver obtenido el señorio della; no esta impreso dicholibro, mas hallase en Paris, mano escrito, en la Libreria de los Reyes,del qual he visto una copia, entre otros notables libros que tieneErnesto, Principe Elector de Colonia, desta curiosa sciengia.

Roberto, Rey de Napoles, fue enseñado en esta misma sgienciadel muy famoso philosopho Raymundo Lullo, natural de Mallorca,como paresce por diversos tratados que Raymundo dedico al mismoRey.

Y en la misma manera podria muy de coragon dessear q[ue]V[uestra] Mag[esta]d tuviesse (si ya no tan profundo philosophocomo Raymundo, pues en esta n[uest]ra era no se puede hallar) a lomenos un sabio

/fol. 249 v./

y curioso escudriñador, el qual apartasse algunas provechosas perlasde las sabias obras deste tan famoso autor, y q[ue] emplease sutalento en servicio de V[uestra] M[agesta]d, cuyo real zelo por todoel mundo se sabe no es otro que, con todo su poder y riquega, man-tener la [Crist]iandad, oprimir la infidelidad, defender la religioncatholica, destruir los muy abominables lutheranos y calvenistas,pelear por Dios y contra el Diablo. Y para que V[uestra] Mag[esta]d

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pueda mejor entender los effectos verdaderos desta estimada arte yver las falsas practicas de los engañadores q[ue] andan de tierra entierra procurando, si pueden, con sus grandes promessas, engañar losprincipes poderosos, hallo q[ue] era parte de la obligacion que devoa V[uestra] Mag[esta]d tratar de lo uno y de lo otro en este librito,huyendo toda prolixidad a causa de los graves y continuos negociosde V[uestra] Mag[esta]d, usando de tal brevedad que antes de luz,que cause oscuridad al lector. En Sant Lorengo el Real, a 25 deseptiembre de 1593.

Capitulo Segundo.

Del nombre del alchimia y del primer efecto q[ue] haze encomponer medicinas que solamente curan enfermedades humanas.

Entre diversas opiniones de diversos autores, hallo ser mas ve-risimil que esta palabra griega, chimia, se deribe del berbo griegocheo, q[ue] significa fundir, por quanto los chimistas son forgadosmuchas vezes trabajar en fundir los metales y minerales, para sumejor preparacion. Y de aqui paresge que esta arte chimica tomo elnom[br]e, a la qual palabra los arabes añadieron su articulo al, y asi,de chimia hizieron alchimia, significando ambas palabras una mismacosa. El efecto cumplido que esta promete y puede cumplir consisteen tres puntos: el primero, en hazer

/fol. 250 r./

medicinas solo para la salud humana; el segundo, en medicinas quesirven solo para quitar y limpiar las enfermedades de los metales.

El tergero y ultimo, en componer una medicina que sirva assipara curar las enfermedades humanas como las metalicas, y aquestees el mas principal de los tres.

Los que siguen la primera parte ponen todo su cuydado y trabajoen distilaciones [Entre líneas: y extractiones] de yerbas, de gomas,de piedras preciossas y de minerales como vitriol, agufre, antomonioy semejantes, y aun en la extracion de metales como oro, plata y delos demas ginco metales.

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Los efectos notables questas distilaciones y extractiones hazenen sanar las enfermedades del cuerpo humano y en conservarlos ensalud, no solamente se trata en los libros de los philosophos, mas eneste nuestro tiempo es notablemente notorio en las partes de Europadonde de ordinario se usan, como en Italia, Frangia y, especialmente,en Alemania. Y la experiencia muestra que con estas medicinassanan muchas enfermedades que por la via ordinaria son incurables,o casi imposible su cura, como la gota, la piedra, colica passion,consumpcion, quartanas, la ydropesia, la lepra y el mal franges, yotras muchas largas y continuas enfermedades. Y para provaraquesta mi asercion no quiero usar al presente de otro testimonio[Entre líneas: que el] de Andres Mathiolo, como testigo (valen-dome del termino de los abogados) omni exception e maior. Esteautor ha sido uno de los mas famosos medicos que ha avido ennuestros tiempos, digo en la misma escuela

/fol. 250 v./

de Galeno, Hipocrates y Avicena, y siendo medico desta profesionno se puede pensar que aya escrito las palabras que alego conpassion. Assi mismo ha echo una declaracion sobre Dioscorides conmuy esquisitos comentarios que los sabios estiman en mucho. Suspalabras son estas, en cierta epistola que escrivio a Andres deBl[aff]en, medico de Ferdinando, Archiduque de Austria.

[Al margen: Math[iolo] Lib[ri] Epistol[arum] Medicinalium.pag[ina] sig[nata] in edit[io] Lugdunum, anno 1564. In nobilissimadistilandi sciencial Puedo con verdad testificar que ningun medicose puede ni deve estimar por absoluto ni perfecto y, aun digo mas,que no ha de regevir por mediano medico el que no fuere pratico enla muy noble sgiengia de la destilagion. Y aunque los efectos de ladestilacion se pueden ver en otras enfermedades, principalmente sonclaros en las que llaman morbichionici, en las quales toda la sangredel cuerpo humano se corrompe por todas las venas, como siestuviesen atapadas con rayces y simientes, de donde proceden otrasmuchas enfermedades, mas no se puede disminuir ni curar sino conremedios sacados de los metales. Estas son las palabras a la letra deMathiolo, las quales desseo que considerasen con diligencia losmedicos que no solamente ygnoran la destilacion que este famoso

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medico tanto encaresce, mas son contrarios y repugnan a laextraction de los metales que tanto alava el dicho Mathiolo.

Y por quanto he discurrido largo deste primer efecto en otroslibros mios que he presentado a V[uestra] Mag[esta]d

/fol. 251 r./

no sera necess[ari]o en este breve tratado alargarme en tratar destasmedicinas.

Capitulo Tercero

Del segundo effecto, que consiste en una medicina que cura sola-mente las enfermedades de los metales, y de la possivilidad desteefecto.

El segundo efecto consiste, como he dicho, en hager una medi-cina que cure solamente las enfermedades de los metales. Porquealgunos savios autores son de opinion que los ginco metales imper-fectos (que son azogue, cobre, estaño, plomo, hierro) estan inficio-nados en sus minas con algunas calidades corruptas y que el unmetal difiere del otro no de otra manera que un cuerpo sano de unenfermo, y assi como aplicando una medigina a un cuerpo leproso sepurifica y sana, evacuando el mal y suziedad que tenia, asi mismo,guando una medicina apta y propia se hecha sobre un metal impuro,las calidades corruptas con que esta inficionado se le quitan, desuerte que el tal metal lo atraen a la pureza de plata o de oro,conforme a la propiedad y operagion de la medicina, de manera quepor esta opinion, que no es del todo inprovable tornar qualquier delos metales imperfectos en plata o oro; no es por via de transmuta-cion mas antes por via de purificacion, que es decir que la subs-ta[n]cia del metal no se muda ni trueca, sino que las calidades semudan y alteran, como un cuerpo enfermo tiene la misma substanciaque un cuerpo sano, y guando se le quita la enfermedad, no ayalteracion de substangia, sino de calidad y otros acgidentes.

/fol. 251 v./

Otros famosos autores tienen contraria opinion y afirman que losmetales son de diferente especie el uno del otro y que no es ac-

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cidental alteracion, sino una verdadera y essencial transmutacion,tornar un metal en otro; mas esta contienda quiero dejar para las es-cuelas. En esto acuerdan generalmente todos los philosophos chi-Micos: que los cinco metales imperfectos se pueden convertir enplata o oro difieran quanto quisieren el uno del otro, como vemoscada dia por expiriengia que, no embargante que el fuego y el aguason tan contrarios elementos, con todo, se pueden, por sus grados,Convertir el uno en el otro. Porque la llama se convierte en humo, elhumo en ayre, y este ayre, resolviendolo, se torna en agua. Y asimismo enseña la experiencia que las rayces [Entre líneas: y cenigas]con grande decoction de fuego se tornan en vidrio, y aun los mismosmetales se pueden vetrificar, como vemos cada dia, que con plomoconvertido en vidrio los olleros vedrian todo genero de vassos, y yomismo muchas vezes he tornado plata en vidrio y, en menos tiempoqüe un quarto de hora, este mismo metal se puede redugir a unagierta substancia como gera negra, assi en blandura como en sufácilidad de fundir, y despues ni este vidrio ni la substancia quepái.e'sge gera se puede jamas tornar a reduzir a metal enteramente porñingun arte. La experiengia assi mismo verifica que siendo el oro uncuerpo tan fixo y solido bastante a sufrir toda prueva de fuego, estonon obstante, se puede redugir a un liquor potable, el qual jamas sepuede tornar a redugir en oro, como se puede ver en dos suertes deord- potable que he presentado a V[uestra] Mag[esta]d y, por suMen, enseñado a Fr[ay] Fran[cis]co de Bonilla.

/fol. 252 r./

Y que un metal se puede convertir en otro, Paracelso lo pruevamanifiestamente, porque dize de cierta agua mineral de caparosa queay en Alemania, que los moradores cerca della estan acostumbradosa: échar dentro de dicha agua planchas delgadas de hierro, ydéxandolas alli algunos messes, las hallan despues convertidas encobre. Esto quenta como cosa muy notoria y savida en Alemania.

Y que cobre se pueda convertir en plata, yo he visto la expe-riengia catorze vezes [antes] en la ciudad de Londres el año de 1578,y,con brevedad y verdad contare la historia como passo. Un criadornio llamado Daniel tenia amistad con un mancebo ingles, cuyo so-

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brenombre era Gamet. Este dixo a Daniel en secreto que si podiávender seguramente lo que el le daria, que le haria rico. Daniehcléaseguro que si podia, y que lo haria, y assi, ambos fundian cobre denoche y, tomandolo en plata, el Daniel la vendia entre los plateros deLondres. Esto duro ginco o seis dias y el Daniel, con consentimientodel otro, me conto lo que passava y a la fin, prometiendome el dictograndes planchas de plata, lo recevi en mi servicio. En mi presenciaconvirtio, con cierto polvo blanco, catorze differentes vezes, cobréen plata finissima. Con esta tan manifiesta experiencia quede cdriLvencido, haviendo hasta entonces sido de opinion que era imposibl¿lo que el arte prometia, y gierto que esta evidente prueva fue elmer motivo por el qual me movi a poner y aplicar mi entendimietit'o,y de emplear parte del tiempo en el estudio y practica desta secraasgiengia.

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Verdad es que este dicho Garnet no quena convertir de una-yezque hasta una onga o media de cobre en plata. A la fin, con exami-nacion estrecha, halle que era un perdido y un engañador, porque nosavia hager la medicina, sino que havia hurtado una cantidad della , aun clerigo viejo, catholico, que havitava en la parte del norte' deInglaterra, que poco despues, segun me informaron, murio.

En el año 1590, en ocho de octubre, un mercader flamenco'lla7mado Fr[ancisc]o Vanguel, que de presente reside en Leon''Ci¿Francia, vino a Lieja con proposito de conoscerme y tratarnie',-fé'lqual me dio un grano de peso de un cierto polvo roxo que, echaneloiésobre una onga de azogue que estuviesse en fuego grande de 'car-bones encendidos, en espacio de dos oras se convirtio todo en oropurissimo, y tan fino y bueno como podia ser. Este mercader flamencoavia avido este polvo de un su amigo, que era el autor, cuyo norni4r,‘,nacion ni vivienda no quiso degir, ni lo dixera por todo el bienCie'imundo, siendo conocido esta juramentado a tenerlo secreto.

Capitulo Quarto

Del tercer effecto, que consiste en hazer una medicina que curelas enfermedades de los cuerpos humanos y de los metales, y, una

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breve declaragion de las quatro suertes de fuegos que husan los phi-losophos en sus obras.

El tercer efecto consiste en hager una medicina que cure las en-fermedades humanas y metalicas, el qual efecto assi

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como es el mejor en provecho, es lo tambien el mayor en dignidad.La razon destos differentes efectos procede de la diversidad de losfuegos con que los philosophos hazen sus medicinas, los qualesquatro fuegos dividen en quatro suertes: la primera, elemental, queconsiste de leña, carbon y de semejante materia combustible; la se-gunda llaman fuego natural, por el qual cualquier cosa natural seconserva en su ser; el tercero se dize fuego contra natura, el qual esviolento porque destruye toda naturaleza; el quarto es el fuegocompuesto, que consiste en una mixtura hecha del fuego natural ycontra natura. La medicina hecha con el fuego contra natura, o elfuego compuesto, es el que he dicho en el cap[itul]o precedente, laqual, aunque es medicina para los metales, es pongoña para el cuerpohumano, por ragon del fuego contra natura con que esta mezclada, yassi el oro [Al margen: que con esta medicina se aze, se dizevulgarmente](aunque corruptam[en]te) aurum akhimicum [Al mar-gen: aviendose antes de llamar aurum alcuinicum], tomando laapellacion de un philosopho antiguo llamado Alcuinus, que fue el primerinventor deste genero de medicina. Y porque ya he discurrido destamedicina y materia largamente en un tratado que compuse en latinintitulado Apologia del Arte Chimica, en este no me alargare mas.

Capitulo Quinto

Como se conoscera el verdadero philosopho y se diferenciara delsophistico burlador si no promete que esperangas y su trabajo parahazer y acabar las sobredichas mediginas.

Por quanto hasta agora he tratado de la philosophia y de su

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estima y valor, siguese ahora que yo de algunas señales para porellas poder diferenciar el buen philosopho del malo.

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Es a saber, que el que ofreze su servicio tocante a estos magis-terios a un rey, o a otro qualquier potentado; o ofresce solam[en]tesu trabajo, con esperanga de que cumplira y acabara la obra; o ofres-ge la obra cumplida y acabada, si presenta solas esperangas y su tra-bajo, la parte a quien lo tal se offreze ha de cuidar dos extremos: eluno, que no sea demasiado credulo y el otro, que no sea demasiadoincredulo. Los q[ue] son en extremo credulos echan mano de qual-quier remendon q[ue] sabe charlar del arte, no ponderando los fun-damentos sobre q[ue] obra, y assi, pierden tiempo y dinero, y a la finse hallan burlados.

Otros, al contrario, son tan incredulos q[ue] se aseguran que esimposible hacer ni cumplir tales cossas como el arte promete. Ycomo puede ser que por esta via se libren de los engaños de los fal-sos burladores, tambien alguna vez pueden menospregiar las verda-deras experiencias de los philosophos sinceros y bien yntencionados,cuya offerta si se uviera acceptado pudiera ser que hallaran elprovecho que se les prometia.

Por tanto, assi como es resolucion atrevida echar mano de qual-quier juguete que se ofrege, no es assimismo cordura menospregiartodas las cosas que de primera faz no podemos alcangar ni concevir.Porque si Colon no fuera creydo, o puesta en effecto su offerta dealgun principe, sino menospreciado de todos, claro esta que hastaagora las Indias estuvieran por descubrir.

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Para hallar senda por medio destos extremos de credulidad e in-credulidad la primera cosa que se deve considerar es la vida delphilosopho, porque si es dado a vicios poca esperangas se puede tenerdel buen suceso de sus obras. Pongo esta señal no como infalible onecessaria, sino como una conjectura provable, porque malos y viciososhombres pueden bien venir a alcangar la posesion desta joyaphílosophica, como se ve que muchas vezes perversos y malos son muymas ricos que los buenos y virtuosos, y no es consequencia que cadapersona buena y virtuosa aya de tener prospero sugesso en este ma-gisterio y obra, sease quanto quisiere santa su intíncion. Mas por quanto

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este señorio es un don especial de Dios, es mas aparente que guando unphilosopho [crist]iano se da al servicio de Dios, que prosperar mejor enla,obra q[ue] tomare entre manos, que no el que se da a vigios. Y poresto Jorge Ripleo, philosopho ingles y sancto monje, dixo muy bien: situ philosopho vive virtuosamente, fiate mejor de su filosophia.

'-' 1— La segunda es que consideremos si el philosopho entiende lapiiilosophia, y cierto q[ue] si no la sabe y entiende muy bien, que esdinero perdido lo que con el se gastare, considerando que estasMediginas, digo las del segundo y tercero genero, son los mas pro-fundos misterios que ay en toda la philosophia natural y, por tanto,como podra ser que un ignorante, con solo discurso natural y supropia industria, venga a alcangar tanta perfection. Y assi considerobien este punto el mismo Ripleo, respondiendo a los ignorantes lec-tores que culpavan los philosophos porque escrivian tan obscura-mente, dize estas 'palabras: Los

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ignorantes culpan a los philosophos, mas ellos deven ser culpadosque, no siendo letrados, tratan de philosophia.

La tercera es que si el philosopho pide, para obrar la dichasMedicinas del segundo y tergero genero, materiales q[ue] valganMucho dinero, se puede asegurar o que su intencion es de engañar, osu sgiencia es muy poca. Y en esta observagion la mayor parte de loshombres se engañan porque, sin duda alguna, con muy poca costa sepueden hazer el segundo y tercer effecto desta parte de naturalphilosophia, y la primera parte, que consiste en hazer medicinas parasola la salud humana, assi como es mas trabajosa a causa de tantasmedicinas particulares, tambien es muy mas costosa que las otrasdos partes. Por tanto, la comun opinion de las mas personas es muyerronea, suponiendo que no se pueden acavar ni obrar estas cossassino con millones de ducados. Y por esta falsa opinion, muchosconsumen sus haciendas y vienes, donde en verdad el magisterioconsiste en mucho saver y poco dinero, y no en mucho dinero y pocosaber. Y assi, los philosophos avisan a sus dicipulos, en diversoslugares de sus libros, que en sus obras escusen los grandes gastos ycostas como cossa no necessaria.

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La quarta es que se obserbe y tenga quenta si el philosopho, en laoperacion de la segunda y tercera medicina (que destas dos tratoprincipalmente en este lugar), obra con yerbas

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o con vino vulgar o agua ardiente o tales vegetales, o si pide mate-riales que con gran dificultad y en pocos lugares del mundo se pue-den hallar. Si esto haze es señal evidente o que es ignorante, o pré-tende engañar, porque ciertam[en]te puedo affirrnar y asegurar :aNquestral Mag[esta]d que el subjeto verdadero sobre que todo buenphilosopho ha fundado su obra se halla en toda parte y no es demucho valor. Y aunque Raymundo Lullo y otros llaman a la materiacon que obran vino y agua ardiente (con todo no se entiende) el vinoni agua ardiente comun, sino otra agua especial mas cercana -yconnatural a los metales, que llaman ellos n[uest]ro vino roxo y vinoblanco, produzido de una viña, siendo blanco o roxo conforme 'altartaro blanco o roxo que contiene. Y quien quiera que trabajare énesta pratica sin conoscer perfectamente y manejar este vino y tartaro,jamas podra alcangar el desseado efecto; gaste quanto dinero ytiempo quissiere.

Capitulo Sexto

Como se conoscera si el que promete de si mismo que tiene lassobredichas medicinas hechas y acabadas es philosopho verdadero ysingero o algun burlador.

Las quatro sobredichas observaciones paresceran suficientespara descubrir si el philosopho que offresce su servicio y da espe-rangas se deve acceptar y estimar, mas, si se ofresce alguna cosa realy acabada, las observaciones siguientes con mucho cuydado sedeven guardar.

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La primera, se deve examinar y procurar de saber si sabe . elmismo hazer la tal medicina realm[en]te, porque ay algunos burla-

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dores que dan a entender q[ue] tienen la medicina hecha y, guandose viene a averiguar la verdad, se descubre o no la tener y, si la tie-nen, no ser suya. Para apurar esto, el mejor modo que se puede tomares pedirle alguna parte de la medicina y hazer la prueva en suausencia, o que no toque cosa (si estuviere presente) de las quepertenesgen al hazer la prueva. Lo que se niega o se escusa por al-guna manera sé puede presumir de falsedad en su proceder y que notiene la medicina, porque algunos destos burladores tienen crisoles,o otros basos de fundir, con dos suelos, el primero, muy delgado, conun agujero muy pequeño por el qual echan limaduras de oro con quehinchen lo hueco que ay entre el un suelo y el otro, y atapanlo congera, de suerte que guando vienen a hazer la proiection, consientenque qualquiera otra persona eche en su vaso la cantidad de azogueque digen ser necessaria y, poniendo el vasso en el fuego, menean elazogue y su medigina falsa con alguna vara de hierro, o algun talinstrumento, de modo que tenga fuerga para quebrar el primer suelodel vaso, y el azogue, con la calor del fuego, se evapora y consumeen humo, y las limaduras de oro que estan en el fondo y segundosuelo se funden de tal manera que los sircunstantes por mucho quemiren son engañados, pensando que alguna parte del azogue seconvirtio en oro y que la medicina falsa es verdadera.

Otros ay que tienen dagas o varas de hierro

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huecas al cabo, donde meten polvos de oro y tapan el agujero congera, y assi, meneando el azogue que tienen al fuego en el crisol condicha daga o vara, derriten la gera y caen los polvos de oro en elcrisol y, con la calor del fuego, se funden, que es otro genero deengaño. Otros toman carbones y, haciendoles agujeros, echan dentropolvos de oro atapandolos con gera y, guando el crisol esta al fuegocon el azogue, ponen enzima de los dichos carbones, derritese lagera, los polvos caen y se funden, y el azogue desvanesge en humo.Con este engaño un bragadin, avra tres años, burlo unos ciudadanosvenegianos y despues, pensando engañar al Duque de Baviera de lamisma manera, descubrio el Duque su trampa y le mando por ellocortar la cabeza, que se executo.

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Para evitar estos engaños, el que quisiere hazer perfecta pruevaha de tener vasos, carbon y todos otros ynstrumentos y materialesrequisitos suyos propios, y el que ofresge la medicina no se allegue aninguna destas cosas y, si no quiere passar por esto, es cossa seguraque ay maldad y engaño en su intincion y proceder. En aquestaobservacion se encierran otras, que muchas vezes no quieren con-sentir los tales que los que estan presentes vean ni toquen su medi-cina, sino que todo lo quieren hager con sus propias manos, y estostales burladores usan algunas vezes supersticiones y palabras magi-cas y con esto, no se siguiendo la fuerga de naturaleza sino el ayuda

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del Diablo, burlan a los que estan presentes con fantasias magicas, yassi, las mas vezes, estos magicos no quieren que esten presentes,guando hazen alguna prueva, personas devotas, y generalm[en]te sonpobrissimos. Y estos engaños diabolicos se pueden descubrir conagua bendita, con hager la señal de la cruz y con otras semejantescerimonias sanctas de q[ue] usa la Iglesia Catholica contra talesencantos y supersticiones. La segunda prueva es que, si por expi-riencia se halla que la medicina es verdadera y perfecta, ha se desaber si la persona que la tiene y offresge es autor della o no, o si laha avido de alguna otra persona, como he declarado en el capitulotergero de lo que me sucedio en Londres. Si quiere dezir que es suya,echarase de ver la mentira o la verdad muy presto. Si el tal es pobrey pide alguna suma de dinero para hazer mas medicina, sin duda nopuede ser sino engañador, porque si tiene el magisterio cumplidocomo dize, su yntincion ha de ser hager a otros ricos y no enrriquecerel con otros. Aquesta regla puede servir para descubrir otros muchosembustes desta suerte, de que no hago mencion en este tratado.

Ultimamente, como ya tengo declarado, la vida y progeder delphilosopho se deve muy bien considerar porque, si es dado a vigios,es muy mala señal como, por el contrario, si su yntincion

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es santa y buena, las obras daran testimonio de su gingero y justoprogeder, y conforme, deve ser estimado y honrrado de reyes y

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principes como, de otra manera, si es algun embustero deve ser muybien castigado.

Finis.

[Tres firmas: Yo el Rey]

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[Cuatro firmas: Yo el Rey]

María TAUSIET CARLESMadrid