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Domingo III del Tiempo Ordinario Nº 248 - DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo A - 22 de enero de 2017 Se estableció en Cafarnaúm. Así se cumplió lo que había dicho Isaías Is 8,23b-9,3 · Sal 26 · 1Cor 1,10-13.17 · Mt 4,12-23 1. La fe comienza a brillar. Nada es precipitado, la luz aparece poco a poco. En el evangelio, Jesús, tras enterarse de que habían arrestado al Bautista, al lado del cual estuvo y actuó (según Juan) en los primeros momentos de su vida pública, se retira primero a Nazaret (Lc 4 y el episodio de Caná) y desde allí baja a Cafarnaún, pues su predicación había enfurecido a la gente de Nazaret. Galilea era considerada por Judea -muy celosa de la ley y de la que se esperaba que vendría la salvación- como una región espiritualmente oscura y medio pagana. Pero es precisamente en esta «región de los gentiles» (primera lectura) -«¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1,46), y no en la ciudad santa, donde «brilla una luz grande» que acrece la alegría y aumenta el gozo. (También los lugares donde actúan los santos o se aparece la Madre de Dios son a menudo rincones ocultos, pueblos o regiones apartados e insignificantes). El que Jesús sea oriundo de esta región medio judía y medio pagana, y comience su actividad en ella, es como una profecía. Pero en el fondo tanto los judíos como los paganos han habitado hasta ahora «en tierra y sombras de muerte». Sólo Uno puede designarse como «la luz del mundo» y «la luz de la vida» Un 8,12). El «¡levántate, brilla!» que se grita a Jerusalén (Is 60,1) es escatológico, esta dirigido al Mesías, pues los que entonces volvían a casa clamaban: «Esperamos la luz, y vienen tinieblas, claridad, y caminamos a oscuras» (Is S9,9). 2. Pero Jesús, la luz que brilla, no quiere actuar solo; todo hombre, incluso el Hombre-Dios, es hombre con otros hombres. Por eso Jesús busca enseguida colaboradores: unos sencillos pescadores a los que promete desde el principio que hará de ellos pescadores de hombres. Ellos le siguen inmediatamente. De momento todavía no los vemos actuar; primero tienen que aprender a contemplar y a comprender lo que hace y dice su maestro; sólo después podrán anunciar el mensaje del reino de Dios (del «reino de los cielos») y (por medio de él) curar a los hombres de sus enfermedades. Ahora son contemplativos, para poder ser enviados muy pronto a realizar activamente los fines que Jesús se ha propuesto (cfr. Mc 3,14-15). 3. Las misiones que los discípulos reciben en seguida son tanto las mismas para todos como las adecuadas para cada uno de ellos. En la comunidad en la que Jesús elige a sus discípulos no hay ni colectivismo ni individualismo. Pablo inculca la "unidad en un mismo pensar y sentir" dentro de la Iglesia (en la segunda lectura), aunque en otros pasajes (Rm 12; 1 Co 12) pone de relieve la particularidad de la tarea de cada cristiano. En la Iglesia quedan totalmente excluidas «las divisiones y las discordias», los «partidos» que se designan según determinados jefes y se oponen mutuamente: «¿Está dividido Cristo?». Los relatos vocacionales muestran que los llamados dejan todo por amor del único Cristo (también sus opiniones particulares anteriores) y, con la mirada puesta en él, única cabeza, tienen todos un mismo espíritu. Seguir a Cristo significará en definitiva y necesariamente seguir el camino que lleva a la cruz; si en este camino reinan las divisiones y las discordias, «la cruz de Cristo pierde su eficacia» (1 Co 1,17). (H. U. von Balthasar)

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Page 1: Is 8,23b-9,3 · Sal 26 · 1Cor 1,10-13.17 · Mt 4,12-23 · Is 8,23b-9,3 · Sal 26 · 1Cor 1,10-13.17 · Mt 4,12-23 1. ... curar a los hombres de sus enfermedades. ... la gran piedad

Domingo III del Tiempo Ordinario

Nº 248 - DOMINGO III  DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo A - 22 de enero de 2017 Se estableció en Cafarnaúm. Así se cumplió lo que había dicho Isaías

Is 8,23b-9,3 · Sal 26 · 1Cor 1,10-13.17 · Mt 4,12-23

1. La fe comienza a brillar.

Nada es precipitado, la luz aparece poco a poco. En el evangelio, Jesús, tras enterarse de que habían arrestado al Bautista, al lado del cual estuvo y actuó (según Juan) en los primeros momentos de su vida pública, se retira primero a Nazaret (Lc 4 y el episodio de Caná) y desde allí baja a Cafarnaún, pues su predicación había enfurecido a la gente de Nazaret. Galilea era considerada por Judea -muy celosa de la ley y de la que se esperaba que vendría la salvación- como una región espiritualmente oscura y medio pagana. Pero es precisamente en esta «región de los gentiles» (primera lectura) -«¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1,46), y no en la ciudad santa, donde «brilla una luz grande» que acrece la alegría y aumenta el gozo. (También los lugares donde actúan los santos o se aparece la Madre de Dios son a menudo rincones ocultos, pueblos o regiones apartados e insignificantes). El que Jesús sea oriundo de esta región medio judía y medio pagana, y comience su actividad en ella, es como una profecía. Pero en el fondo tanto los judíos como los paganos han habitado hasta ahora «en tierra y sombras de muerte». Sólo Uno puede designarse como «la luz del mundo» y «la luz de la vida» Un 8,12). El «¡levántate, brilla!» que se grita a Jerusalén (Is 60,1) es escatológico, esta dirigido al Mesías, pues los que entonces volvían a casa clamaban: «Esperamos la luz, y vienen tinieblas, claridad, y caminamos a oscuras» (Is S9,9).

2. Pero Jesús, la luz que brilla, no quiere actuar solo; todo hombre, incluso el

Hombre-Dios, es hombre con otros hombres. Por eso Jesús busca enseguida colaboradores: unos sencillos pescadores a los que promete desde el principio que hará de ellos pescadores de hombres. Ellos le siguen inmediatamente. De momento todavía no los vemos actuar; primero tienen que aprender a contemplar y a comprender lo que hace y dice su maestro; sólo después podrán anunciar el mensaje del reino de Dios (del «reino de los cielos») y (por medio de él) curar a los hombres de sus enfermedades. Ahora son contemplativos, para poder ser enviados muy pronto a realizar activamente los fines que Jesús se ha propuesto (cfr. Mc 3,14-15).

3. Las misiones que los discípulos reciben en seguida son tanto las mismas para todos como las adecuadas para cada uno de ellos. En la comunidad en la que Jesús elige a sus discípulos no hay ni colectivismo ni individualismo. Pablo inculca la "unidad en un mismo pensar y sentir" dentro de la Iglesia (en la segunda lectura), aunque en otros pasajes (Rm 12; 1 Co 12) pone de relieve la particularidad de la tarea de cada cristiano. En la Iglesia quedan totalmente excluidas «las divisiones y las discordias», los «partidos» que se designan según determinados jefes y se oponen mutuamente: «¿Está dividido Cristo?». Los relatos vocacionales muestran que los llamados dejan todo por amor del único Cristo (también sus opiniones particulares anteriores) y, con la mirada puesta en él, única cabeza, tienen todos un mismo espíritu. Seguir a Cristo significará en definitiva y necesariamente seguir el camino que lleva a la cruz; si en este camino reinan las divisiones y las discordias, «la cruz de Cristo pierde su eficacia» (1 Co 1,17).

(H. U. von Balthasar)

Page 2: Is 8,23b-9,3 · Sal 26 · 1Cor 1,10-13.17 · Mt 4,12-23 · Is 8,23b-9,3 · Sal 26 · 1Cor 1,10-13.17 · Mt 4,12-23 1. ... curar a los hombres de sus enfermedades. ... la gran piedad

Mientras se nos leía el santo evangelio, carísimos hermanos, hemos escuchado: Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos El Reino de los cielos es Cristo, de quien nos consta ser conocedor de buenos y malos y árbitro de todas las cosas. Por tanto, anticipémonos a Dios en la confesión de nuestro pecado y castiguemos antes del juicio todos los

errores del alma. Corre un grave riesgo quien no cuida enmendar por todos los medios el pecado. Sobre todo debemos hacer penitencia, sabiendo como sabemos que habremos de dar cuenta de las causas de nuestra negligencia. Reconoced, amadísimos, la gran piedad de nuestro Dios para con nosotros al querer que reparemos mediante la satisfacción y antes del juicio, la culpa del pecado cometido; pues si el justo juez no cesa de prevenirnos con sus avisos, es para no tener un día que echar mano de la severidad. No sin motivo, amadísimos, nos exige Dios arroyos de lágrimas, a fin de compensar con la penitencia lo que perdimos por la negligencia. Pues sabe bien nuestro Dios que no siempre el hombre es constante en sus propósitos: frecuentemente peca en el actuar y vacila en el hablar. Por eso le enseñó el camino de la penitencia, a fin de que pueda reconstruir lo destruido y reparar lo arruinado. Así pues, el hombre, seguro del perdón, debe siempre llorar la culpa. Y aun cuando la condición humana esté trabajada por muchas dificultades, que nadie caiga en la desesperación, porque Dios es paciente y gustosamente dispensa a todos los enfermos los tesoros de su misericordia. Pero es posible que alguien del pueblo se diga: ¿Y por qué he de temer si no he hecho nada malo? Escucha lo que sobre este particular dice el apóstol Juan: Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Que nadie os engañe, amadísimos: el peor de los pecados es no entender los pecados. Porque todo el que reconoce sus delitos puede reconciliarse con Dios mediante la penitencia: y no hay pecador más digno de lástima, que el que cree no tener nada de qué lamentarse. Por lo cual, amadísimos, os exhorto a que, según está escrito, os inclinéis bajo la poderosísima mano de Dios, y puesto que nadie está libre de pecado, nadie se crea exento de la obligación de satisfacer. Pues peca ya por presunción de inocencia el que se tiene por inocente. Puede uno ser menos culpable, pero inocente, nadie: existe ciertamente diferencia entre pecador y pecador, pero nadie está inmune de culpa. Por eso, amadísimos, los que sean reos de culpas más graves, pidan perdón con mayor confianza; y quienes se mantienen limpios de faltas graves, recen para no mancharse, por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

SAN CESÁREO DE ARLÉS, Comentario al Salmo 114, 1.4

Domingo III del Tiempo Ordinario (A)

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MONICIÓN DE ENTRADA

Celebramos hoy el tercer domingo del Tiempo Ordinario. Jesús es proclamado en la liturgia de hoy como la “Luz del mundo”. Convertirse al Señor se describe por tanto como un pasar “de las tinieblas a la luz”. Testimoniarlo con la vida y anunciar su Evangelio es como llevar la luz, difundirla a todos. Jesús, el Mesías esperado, entrega a los hombres la alegre noticia de que el Reino está cerca. El Reino se manifiesta en sus palabras y en sus obras, y así se da inicio al nuevo pueblo de Dios, llamando a seguirle a sus primeros discípulos. Todos aquellos que, invitados por Jesús, lo siguen, creen y abandonan todo, entran a formar parte del Reino. En esta liturgia acogemos la presencia del Reino de Dios en medio de nosotros, para que podamos también nosotros anunciarlo con el testimonio de la fe y la caridad.

ACTO PENITENCIAL (Fórmula 3ª)

— Tú, que nos llamas a la conversión para que tu luz brille en las tinieblas de nuestra tierra: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.

— Tú, Hijo Unigénito del Padre, que nos llamas a seguirte para ser testigos de la salvación: Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.

— Tú, que anuncias el Reino de Dios y curas las dolencias y enfermedades del pueblo: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad.

MONICIÓN A LAS LECTURAS

La necesidad de la luz es fundamental para los seres vivos, y el símbolo de la luz es imagen de la vida. Así la luz se convierte en símbolo de la fe. Jesús nos invita a seguirle con vistas a la misión de difundir esa misma luz. Esta llamada, sin embargo, exige una conversión, un pasar “de las tinieblas a la luz”, a través de la experiencia de una auténtica comunión fraterna. Escuchemos con atención la Palabra de Dios.

ORACIÓN DE LOS FIELES

Hermanos: Jesús es la Luz del mundo y fuente de alegría y paz. Al Padre, por medio de su Hijo, nuestro Señor y Salvador, dirigimos nuestra plegaria, diciendo: Por Cristo, Luz de las naciones, escúchanos, Señor.

Domingo III del Tiempo Ordinario (A)

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Domingo III del Tiempo Ordinario (A)

Lector:

• Por la Iglesia Santa de Dios. El Señor Jesús le ha confiado la área de ser, con su ejemplo, portadora de luz y de gozo. Para que los no creyentes, viendo el testimonio de los cristianos en el mundo, encuentren en ellos motivos de inspiración, estímulo para la esperanza y orientación para la vida. Oremos.

• Por los misioneros, testigos del evangelio. Con sus presencia sobre las fronteras de la fe están llamados a ser los pastores sabios que llaman a la conversión y al fe. Para que a imagen de los apóstoles sepan presentar el proyecto de Dios sobre el mundo con convicción. Oremos.

• Por quienes buscan la felicidad pero están lejanos del Señor. Para que no permanezcan en tinieblas o en sombra de muerte, sino que puedan llegar a la luz y encontrase con el Señor, que es también para ellos camino, verdad y vida. Oremos.

• Por nuestra comunidad parroquial, llamada a acoger el Evangelio y a vivirlo en la comunión fraterna. Para que sepa compartir con todos los frutos del Espíritu: la fe, el gozo y la paz. Oremos.

Sacerdote:

Envía, oh Padre, tu Espíritu de verdad, para que el alegre anuncio que tu Hijo ha traído al mundo transforme nuestros corazones y renueve nuestras existencias. Por Jesucristo, nuestro Señor.

MONICIÓN AL PADRENUESTRO

Pidiendo al Padre que infunda en nosotros el deseo de colaborar en su voluntad de salvación para todo el mundo, oremos juntos como Cristo, Luz del mundo, nos ha enseñado: Padre nuestro…

ORIENTACIONES PARA LA CELEBRACIÓN

• Ornamentos de color verde. • Se dice “Gloria”. Se dice “Credo”. • Se utiliza uno de los prefacios dominicales. Proponemos el Prefacio Dominical, I. • En la Plegaria Eucarística se puede decir el embolismo propio del domingo. • No se permiten las misas de difuntos, excepto la misa exequial. • Hoy es la jornada (y la colecta) de la infancia misionera, bajo el lema «sígueme». Más

información y materiales en www.infanciamisionera.es.

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