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James Stuart Russell: La Parusia: La Segunda Venida de Nuestro Senor (1878) preteristarchive.com/1878_russell_parusia y cuando el lector compara cada característica separada de la escena presentada en la epístola con su contraparte en el Apocalipsis, le será fácil juzgar si la correspondencia puede o no puede ser sincera, y cuál es el cuadro original LA PARUSÍA: La Segunda Venida de Nuestro Señor By James Stuart Russell Traducción de Román Quirós M. 1878 Una mirada cuidadosa a la doctrina neotestamentaria de la Segunda Venida de Nuestro SeñorTraducción de Román Quirós M. Escrito en 1878 “Esta es actualmente la introducción y la defensa impresa más popular del punto de vista preterista de la profecía bíblica. La mayoría de los teólogos de Europa de hace un siglo adoptaron la posición preterista, así que no es sorprendente oír a algunos de los bien conocidos contemporáneos de Russell decir cosas amables sobre este libro: F. W. Farrar dijo que el libro estaba “lleno de sugestividad”. Milton Terry, que escribió Hermenéutica Bíblica, citó extensamente el libro de Russell y respaldó plenamente el enfoque preterista. Charles H. Spurgeon, que no sostenía la posición preterista, afirmó, sin embargo, que el libro “arroja tanta luz nueva sobre porciones oscuras de las Escrituras, y está acompañado de tantas investigaciones críticas y tanto razonamiento detallado, que no puede hacer daño a nadie y puede beneficiar a todos”. (Para el texto completo de esta revisión, léase el comentario de C. H. Spurgeon sobre “The Parousia “). Bien conocidos escritores y teólogos conservadores de nuestros días dicen cosas similares de Russell y del punto de vista preterista. Escuchemos las siguientes afirmaciones de Gary De Mar, del Dr. R. C. Sproul, del Dr. Kenneth Gentry, y de Walt Hibbard. (Edward E. Stevens). “¿Cuántas veces ha luchado usted con la interpretación de ciertos textos bíblicos relacionados con el tiempo del regreso de Jesús porque no encajaban en un sistema preconcebido de escatología? La Parusía de Russell toma la Biblia en serio cuando nos habla de la cercanía del regreso de Cristo. Los que afirman que interpretan la Biblia literalmente, 1/401

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James Stuart Russell: La Parusia: La Segunda Venida deNuestro Senor (1878)

preteristarchive.com/1878_russell_parusia

y cuando el lector compara cada característica separada de la escena presentada en la epístola consu contraparte en el Apocalipsis, le será fácil juzgar si la correspondencia puede o no puede sersincera, y cuál es el cuadro original

LA PARUSÍA: La Segunda Venida de Nuestro Señor

By James Stuart RussellTraducción de Román Quirós M.

1878

Una mirada cuidadosa a la doctrina neotestamentaria de la Segunda Venida de NuestroSeñorTraducción de Román Quirós M.

Escrito en 1878 “Esta es actualmente la introducción y la defensa impresa más popular del punto de vistapreterista de la profecía bíblica. La mayoría de los teólogos de Europa de hace un sigloadoptaron la posición preterista, así que no es sorprendente oír a algunos de los bienconocidos contemporáneos de Russell decir cosas amables sobre este libro: F. W. Farrardijo que el libro estaba “lleno de sugestividad”. Milton Terry, que escribió HermenéuticaBíblica, citó extensamente el libro de Russell y respaldó plenamente el enfoque preterista.Charles H. Spurgeon, que no sostenía la posición preterista, afirmó, sin embargo, que ellibro “arroja tanta luz nueva sobre porciones oscuras de las Escrituras, y está acompañadode tantas investigaciones críticas y tanto razonamiento detallado, que no puede hacer dañoa nadie y puede beneficiar a todos”. (Para el texto completo de esta revisión, léase elcomentario de C. H. Spurgeon sobre “The Parousia“).

Bien conocidos escritores y teólogos conservadores de nuestros días dicen cosas similaresde Russell y del punto de vista preterista. Escuchemos las siguientes afirmaciones de GaryDe Mar, del Dr. R. C. Sproul, del Dr. Kenneth Gentry, y de Walt Hibbard. (Edward E. Stevens).

“¿Cuántas veces ha luchado usted con la interpretación de ciertos textos bíblicosrelacionados con el tiempo del regreso de Jesús porque no encajaban en un sistemapreconcebido de escatología? La Parusía de Russell toma la Biblia en serio cuando nos hablade la cercanía del regreso de Cristo. Los que afirman que interpretan la Biblia literalmente,

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tropiezan con el significado obvio de estos textos de tiempo haciendo que la Escritura digalo opuesto de lo que ella declara inequívocamente. Leer a Russell es un soplo de aire frescoen una habitación llena de humo y hermenéutica de espejo”. (Gary De Mar, autor de LastDays Madness).

“Creo que la obra de Russell es uno de los importantes tratados sobre escatología bíblicadisponibles para la iglesia en la actualidad. Los puntos de controversia discutidos en estaobra con respecto a las referencias del marco de tiempo de la Parusía en el NuevoTestamento son de importancia vital, no sólo para al escatología, sino también para elfuturo debate sobre la credibilidad de las Sagradas Escrituras”. (Dr. R. C. Sproul, presidentde los Ministerios Ligonier).

“Aunque no concuerdo con todas las conclusiones de J. Stuart Russell en The Parousia,recomiendo en alto grado, a estudiantes de la Biblia serios y maduros, esta bien organizadadefensa del preterismo, una obra que está cuidadosamente argumentada eimpositivamente escrita. Es uno de los libros más persuasivos y estimulantes que yo hayaleído sobre el tema de la escatología, un libro que ha tenido gran impacto sobre mi propiamanera de pensar. El estudio bíblico-teológico que hace Russell de la escatología del NuevoTestamento establece un modelo de excelencia”. (Dr. Kenneth Gentry, Jr., autor de BeforeJerusalem Fell).

“En vista de las maravillosas y penetrantes observaciones del Dr. Russell, ningún estudianteserio de la escatología bíblica debería intentar construir un esquema sistemático de sucesosapocalípticos sin consultar primero esta obra del siglo diecinueve, La Parusía”. Walt Hibbard,presidente de Great Christian Books).

CONTENIDO

Prefacio

Las últimas palabras de la profecía en el Antiguo TestamentoEl Libro de MalaquíasEl intervalo entre Malaquías y Juan el Bautista

PARTE ILA PARUSÍA EN LOS EVANGELIOS

La Parusía Predicha Por Juan el Bautista

La Enseñanza de Nuestro Señor Sobre la Parusía, En los EvangeliosPredicción de la ira venidera sobre aquella generaciónAlusiones adicionales a la ira venideraDestino inminente de la nación judía (Parábola de la higuera estéril)El fin del mundo, o la terminación de la dispensación judía (Parábolas de la

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cizaña y la red)La venida del Hijo del Hombre (la Parusía) durante la vida de los apóstolesLa Parusía ha de tener lugar durante la vida de algunos discípulosLa venida del Hijo del Hombre segura y pronta (Parábola de la viudainoportuna)La recompensa de los discípulos en la edad venidera, es decir, en la Parusía

Indicaciones proféticas de la próxima consumación del reino de Dios:1 Parábola de las minas2. Lamento de Jesús sobre Jerusalén3. Parábola de los labradores malvados4. Parábola de las bodas del Hijo del Rey5. Ayes contra los escribas y fariseos6. La profecía del Monte de los Olivos

Examen de la profecía del Monte de los Olivos:I. Preguntas de los discípulosII. Respuesta de Nuestro Señor a los discípulos

(a) Sucesos que más remotamente habrían de preceder a la consumación (b) Indicaciones adicionales del próximo destino de Jerusalén (c) Los discípulos advertidos contra los falsos profetas (d) Llegada del ‘fin’, o la catástrofe de Jerusalén (e) La Parusía ha de tener lugar antes de que pase la generación actual (f) Certeza de la consumación, pero incertidumbre de su fecha exacta (g) Lo repentino de la Parusía, y llamado a estar vigilantes (h) Los discípulos advertidos de lo repentino de la Parusía (Parábola del señor de la casa)

II.Respuesta de Nuestro Señor a los discípulos (continuación):(i) La Parusía, un tiempo de juicio tanto para los amigos como los enemigos de Cristo(Parábola de las vírgenes prudentes y las vírgenes insensatas)(k) La Parusía, un tiempo de juicio (Parábola de los talentos)(l) La Parusía, un tiempo de juicio (Las ovejas y los cabritos)

Declaración de Nuestro Señor Ante el Sumo SacerdotePredicción de los ayes que vienen sobre JerusalénOración del ladrón penitenteLa comisión apostólica

La Parusía en el Evangelio de JuanLa Parusía y la resurrección de los muertosLa resurrección, el juicio, y el último día

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El juicio de este mundo, y del príncipe de este mundoEl regreso de Cristo (la Parusía) será prontoJuan ha de vivir hasta la ParusíaResumen de la enseñanza de los evangelios con respecto a la Parusía

Apéndice a la Parte INota A.- Sobre la teoría de interpretación del doble sentidoNota B.- Sobre el elemento profético en los evangelios

PARTE IILA PARUSÍA EN LOS HECHOS Y EN LAS EPÍSTOLAS

En los Hechos de los Apóstoles‘Irse’ y ‘regresar’Vienen los últimos díasLa próxima destrucción de aquella generaciónLa Parusía y la restitución de todas las cosasCristo habrá de juzgar pronto al mundo

En las Epístolas ApostólicasIntroducción En la Primera Epístola a los TesalonicensesEsperanza de la pronta venida de CristoLa ira venidera sobre el pueblo judíoSignificado de la Parusía para los discípulos de CristoCristo ha de venir con todos sus santosLos sucesos que acompañan a la ParusíaExhortación a la vigilancia en la espera de la ParusíaOración para que los tesalonicenses sobrevivan hasta la venida de Cristo

En la Segunda Epístola a los TesalonicensesLa Parusía, un tiempo de juicio contra los enemigos de Cristo, y de la liberación de su puebloSucesos que deben preceder a la Parusía

1. La apostasía 2. El hombre de pecado

En las Epístolas a los Corintios La Primera Epístola a los CorintiosActitud de los cristianos de Corinto en relación con la ParusíaCarácter judicial del ‘día del Señor’ (I Cor. 3:13)Carácter judicial del ‘día del Señor (I Cor. 4:5)Cercanía de la consumación que se aproxima

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El fin del mundo ya ha llegadoSucesos que acompañan a la ParusíaLos santos (vivos) transformados en la ParusíaLa Parusía y la ‘final trompeta’‘Maranatha’, la contraseña apostólicaLa Segunda Epístola a los CorintiosAnticipaciones del ‘fin’ y del ‘día del Señor’Los muertos en Cristo han de ser presentados junto con los vivos en la ParusíaEsperanza de la futura bienaventuranza en la Parusía

En la Epístola a los Gálatas‘La edad presente’Las dos Jerusalenes – la antigua y la nueva

En la Epístola a los RomanosEl día de la iraLa escatología de PabloCercanía de la próxima salvaciónEsperanza de una pronta liberación

En la Epístola a los ColosensesLa manifestación de Cristo se aproximaLa ira venidera

En la Epístola a los EfesiosLa dispensación de la plenitud de los tiemposEl día de redenciónLa edad presente y la venideraLa (s) edad (es) venidera (s)

En la Epístola a los Filipenses El día de CristoEsperanza de la ParusíaCercanía de la Parusía

En las Epístolas a TimoteoEn la Primera Epístola:Apostasía de los postreros díasTabla escatológica, o sinopsis, de los pasajes relacionados con los postreros tiemposFrases equivalentes que se refieren al mismo períodoTabla de pasajes relacionados con la apostasía de los postreros tiemposConclusión con respecto a la apostasíaTimoteo y la Parusía

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La apostasía ya se está manifestandoEn la Segunda Epístola:Esperanza de ‘aquel día’, es decir, la ParusíaLa apostasía de los ‘postreros días’ es inminenteEspera del fin que se aproxima

En la Epístola a TitoAnticipación de la Parusía

En la Epístola a los HebreosLos últimos días ya han llegadoLas edades, o períodos mundialesEl mundo venidero, o el nuevo ordenEl fin del tiempoLa promesa del reposo de DiosEl fin de los tiemposEsperanza de la ParusíaLa Parusía se aproximaLa Parusía es inminenteLa Parusía y los santos del Nuevo TestamentoLa gran consumación se acercaCercanía y fin de la consumaciónExpectativa de la Parusía

En la Epístola de SantiagoVienen los últimos díasCercanía de la Parusía

En las Epístolas de PedroEn la Primera Epístola:La salvación a punto de ser revelada en los postreros tiemposLa revelación cercana de JesucristoRelación entre la redención de Cristo y el mundo antediluvianoCercanía del juicio y el fin de todas las cosasLas buenas nuevas anunciadas a los muertosEl fuego de prueba y la gloria venideraHa llegado el tiempo del juicioLa gloria a punto de ser reveladaEn la Segunda Epístola:Burladores en ‘los postreros días’La escatología de PedroCerteza de la consumación que se aproximaLo repentino de la Parusía

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Actitud de los cristianos primitivos en relación con la ParusíaLos nuevos cielos y la nueva tierraLa cercanía de la Parusía, un motivo para ser diligentesLos creyentes no deben desanimarse por la aparente demora de la ParusíaAlusión de Pedro a las enseñanzas de Pablo concernientes a la Parusía

En las Epístolas de JuanEl mundo pasa: viene la última horaViene el anticristo, prueba de que es la última horaEl anticristo no es una persona, sino un principioMarcas del anticristoEsperanza de la Parusía

En la Epístola de Judas

APÉNDICE A LA PARTE IINota A.- El reino de los cielos, o el reino de DiosNota B.- Acerca de la ‘Babilonia’ de 1 Pedro 5:13Nota C.- Acerca del simbolismo de la profecía, con referencia especial a laspredicciones de la ParusíaNota D.- El Dr. Owen acerca de ‘los nuevos cielos y la nueva tierra’ (2 Pedro 3:7)Nota E.- El Rev. F. D. Maurice acerca de ‘el último tiempo’ (1 Juan 2:18)

PARTE IIILa Parusía en el Apocalipsis

Interpretación del Apocalipsis Limitación de tiempo en el Apocalipsis Fecha del Apocalipsis El verdadero significado del Apocalipsis Estructura y plan del Apocalipsis El número siete en el Apocalipsis El tema del Apocalipsis El prólogo

La Primera VisiónLos mensajes a las siete iglesias

La Segunda VisiónLos Siete SellosIntroducción a la visiónApertura del primer selloApertura del segundo sello

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Apertura del tercer selloApertura del cuarto selloApertura del quinto selloApertura del sexto selloSellamiento de los siervos de Dios

La Tercera VisiónLas Siete TrompetasApertura del séptimo selloLas cuatro primeras trompetasLa quinta trompetaLa sexta trompetaEpisodio del ángel y el libritoMedición del temploEpisodio de los dos testigosLa séptima trompeta

La Cuarta VisiónLas Siete Figuras MísticasLa mujer vestida de solEl gran dragón escarlataEl hijo varónLa primera bestiaEl número de la bestiaLa segunda bestiaEl Cordero en el Monte SiónEl Hijo del Hombre en las Nubes

La Quinta VisiónLas Siete Copas

La Sexta VisiónLa gran rameraEl misterio de la bestia escarlataLos siete reyesLos diez cuernos de la bestiaNota sobre Apocalipsis 17La caída de BabiloniaEl juicio de la bestia y sus poderes confederadosEl juicio del dragónEl reino de los santos y mártiresSatanás soltado después de mil añosLa catástrofe de la sexta visión

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La Séptima VisiónLa santa ciudad, o la esposaPrólogo a la visiónDescripción de la santa ciudadEpílogo

Resumen y Conclusión

Apéndice a la Parte IIINota A.- Reuss, acerca de el número de la bestia.Nota B.- “Vida y Escritos de Pablo”, por el Dr. J. M. MacDonald; el obispo Warburton, acercade “La Profecía de Nuestro Señor Sobre el Monte de los Olivos”, y acerca de “El Reino de losCielos’.

PREFACIONingún lector atento del Nuevo Testamento puede dejar de impresionarse con laprominencia que los evangelistas y los apóstoles le dan a la PARUSÍA, o ‘venida del Señor’.Ese suceso es el gran tema de la profecía del Nuevo Testamento. Apenas si hay un sololibro, desde el evangelio de Mateo hasta el Apocalipsis de Juan, en el que la Parusía no sepresente como la gloriosa promesa de Dios y la bendita esperanza de la iglesia. Fuepredicha por Nuestro Señor con frecuencia y solemnidad; fue mantenida sin cesar por losapóstoles ante los ojos de los primeros cristianos; y fue creída firmemente y esperadaansiosamente por las iglesias de la era primitiva.

No puede negarse que hay una notable diferencia entre la actitud de los primeros cristianosy la de los cristianos actuales en relación con la Parusía. Esa gloriosa esperanza, a la cual sevolvieron ansiosamente todos los ojos y todos los corazones en la era apostólica, casi hadesaparecido de la vista de los modernos creyentes. Cualesquiera sean las opinionesteóricas expresadas en símbolos y credos, debe admitirse con franqueza que la ‘segundavenida de Cristo’ casi ha dejado de ser una creencia viva y práctica.

Se pueden invocar varias causas para explicar este estado de cosas. Los apresuradosvaticinios de los que con demasiada confianza se han dedicado a interpretar la profecía, y elconsiguiente discrédito por el fracaso de sus predicciones, sin duda han disuadido ahombres reverentes y sensatos de adentrarse en la investigación de ‘profecías nocumplidas’. Por otra parte, hay razones para pensar que la crítica racionalista haengendrado dudas sobre si hubo alguna vez el propósito de que las predicciones del NuevoTestamento tuvieran cumplimiento literal o histórico.

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Entre el racionalismo, por una parte, y el irracionalismo, por la otra, ha venido a haber unestado, ampliamente prevaleciente, de incertidumbre y confusión de pensamiento enrelación con las profecías del Nuevo Testamento, lo cual explica hasta cierto punto, aunquequizás no justifica, el hecho de que se envíe el tema entero a la región de los problemasoscuros e insolubles, sin esperanza.

Sin embargo, ésta es sólo una explicación parcial. Merece consideración, ya sea que haya ono una diferencia fundamental entre la relación de la iglesia de la era apostólica con laParusía predicha y la relación con ese suceso sostenida en épocas subsiguientes. Sin duda,los primeros cristianos creían que estaban al borde de una gran catástrofe, y sabemoscuánta intensidad y cuánto entusiasmo inspiraba la esperanza de la casi inmediata venidadel Señor; pero, si no puede demostrarse que los cristianos actuales tienen una actitudsimilar, habría una falta de verdad y realismo al simular la ansiosa anticipación y esperanzade la iglesia primitiva. Un mismo suceso no puede ser inminente en dos períodos diferentesseparados por casi dos mil años. Por lo tanto, debe haber alguna grave equivocación porparte de los que sostienen que la iglesia cristiana actual tiene precisamente la mismarelación con, y debería tener la misma actitud hacia, la ‘venida del Señor’ que la iglesia en losdías de Pablo.

En un espíritu franco y reverente, esta obra es un intento de aclarar este malentendido, yestablecer el verdadero significado de la Palabra de Dios sobre un tema que ocupa un lugartan conspicuo en las enseñanzas de Nuestro Señor y de sus apóstoles. Es el fruto demuchos años de paciente investigación, y el autor no ha escatimado esfuerzos para poner aprueba al máximo la validez de sus conclusiones. Ha sido su única meta establecer lo quedice la Escritura, y su único deseo, ser gobernado por una leal sumisión a la autoridad deella. El ideal de interpretación bíblica que ha mantenido ante sí es el que fue tan bienexpresado por un teólogo alemán: ‘Explicatio plana non tortuosa, facilis non violenta,eademque et exegeticce et Chistance conscientium pariter arridens’. (1)

Aunque la naturaleza de la investigación hace necesario referirse con alguna frecuencia aloriginal del Nuevo Testamento y a las leyes de construcción gramatical e investigación, hasido el propósito del autor presentar esta obra de la manera más popular posible, de modoque cualquier persona de educación e inteligencia normales pueda leerla con facilidad einterés. La Biblia es un libro para todo hombre, y el autor no ha escrito esta obra paraeruditos y críticos solamente, sino para los muchos que están profundamente interesadosen la interpretación bíblica, y que piensan, con Locke, que ‘una búsqueda imparcial delverdadero significado de las Sagradas Escrituras es la mejor manera que tenemos deemplear el tiempo’. (2) Para el autor será suficiente recompensa de sus trabajos si logradilucidar en alguna medida las enseñanzas de la revelación divina que han sido oscurecidaspor prejuicios tradicionales, o malinterpretadas por una exégesis errónea.

1878.

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Notas:

1. Tratado de Donier, De Oratione Christi Eschatologica, p. 1.

2. Locke, Notes on Ephesians 1:10.

EL LIBRO DE MALAQUÍASEl canon de las Escrituras del Antiguo Testamento se cierra de manera muy diferente de loque podría esperarse después del espléndido futuro revelado a la nación del pacto en lasvisiones de Isaías. Ninguno de los profetas es portador de una carga más pesada que elúltimo del AT. Malaquías es el profeta de la destrucción. Parecía que la nación, por medio desu incorregible obstinación y desobediencia, había renunciado al favor divino y demostradoser, no sólo indigna, sino incapaz, de las glorias prometidas. La partida del espíritu proféticoestaba llena de malos presagios, y parecía indicar que el Señor estaba a punto deabandonar el país. En consecuencia, la luz de la profecía del Antiguo Testamento se apagaen medio de nubes y densa oscuridad. El Libro de Malaquías es una larga y terribleacusación contra la nación. El Señor mismo es el acusador, y con la evidencia más clara,sustenta cada uno de los cargos contra el pueblo culpable. La larga acusación incluyesacrilegio, hipocresía, desprecio contra Dios, infidelidad conyugal, perjurio, apostasía,blasfemia; mientras, por otro lado, el pueblo tiene el descaro de repudiar la acusación, ydeclararse ‘no culpable’ de cada uno de los cargos. El pueblo parece haber alcanzado esaetapa de insensibilidad moral en que los hombres llaman a lo malo bueno, y a lo buenomalo, y están madurando rápidamente para ser juzgados.

Como resultado, el juicio venidero es ‘la carga de la palabra del Señor a Israel por medio deMalaquías’.

Cap. 3:5.- “Y vendré a vosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechicerosy adúlteros, contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario aljornalero, a la viuda y al huérfano, y a los que hacen injusticia al extranjero, noteniendo temor de mí, dice Jehová de los ejércitos”.

Cap. 4:1.- “Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbiosy todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, hadicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama”.

Que esta no es una amenaza vaga y sin significado es evidente a juzgar por los términosclaros y definidos con que es anunciada. Todo apunta a una inminente crisis en la historiade la nación, cuando Dios administre juicio sobre su pueblo rebelde. “Viene el día ardientecomo un horno”, “el día grande y terrible de Jehová”. Que este “día” se refiere a ciertoperíodo y a un suceso específico no admite duda. Ya había sido predicho, y precisamentecon las mismas palabras, por el profeta Joel (2:31): “El día grande y espantoso de Jehová”. Yencontraremos una clara referencia a él en el discurso del apóstol Pedro el día de

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Pentecostés (Hechos 2:20). Pero el período queda definido más precisamente por la notabledeclaración de Malaquías en 4:5: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga eldía de Jehová, grande y terrible”. La declaración explícita de nuestro Señor de que el Elíaspredicho no es otro que su precursor, Juan el Bautista (Mat. 11:14), nos permite establecerel momento y el suceso a los que se hace referencia como “el día de Jehová. grande yterrible”. El suceso no debe ser buscado a gran distancia del período de Juan el Bautista. Esdecir, la alusión al juicio de la nación judía, cuando su ciudad y su templo fueron destruidos,y la estructura entera del estado mosaico fue disuelta.

Merece notarse que tanto Isaías como Malaquías predicen la aparición de Juan el Bautistacomo el precursor de nuestro Señor, pero en términos muy diferentes. Isaías le representacomo el heraldo del Salvador venidero: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino aJehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios”. (Isa. 40:3). Malaquías representa aJuan como el precursor del Juez venidero: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cualpreparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quienvosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dichoJehová de los ejércitos”. (Mal. 3:1).

Que esta es una venida de juicio se pone de manifiesto por las palabras que sigueninmediatamente después, y que describen la alarma y la consternación causadas por suaparición: “Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en piecuando él se manifieste?” (Mal. 3:2).

No puede decirse que este lenguaje es apropiado para la primera venida de Cristo; pero esaltamente apropiado para su segunda venida. Hay una clara alusión a este pasaje en Apoc.6:17, donde “los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes,” etc. sonrepresentados como ocultándose “del rostro de aquél que está sentado sobre el trono, y dela ira del Cordero, diciendo: El gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?”Nada puede estar más claro que “el día de su venida” en Mal. 3:2 es el mismo que “el día deJehová, grande y terrible” de 4:5, y que ambos responden al “gran día de su ira” en Apoc.6:17. Por lo tanto, concluimos que el profeta Malaquías habla, no del primer advenimientode nuestro Señor, sino del segundo.

Esto queda probado además por el hecho significativo de que, en 3:1, el Señor esrepresentado como viniendo “súbitamente a su templo“. Entender esto como que se refierea la presentación del Salvador niño en el templo por sus padres, a los suyos en los atrios deltemplo, o a los suyos de entre los compradores y vendedores del sagrado edificio esciertamente una explicación de lo más inadecuada. Ésas no son ocasiones de terror yconsternación, como está implícito en el segundo versículo: “¿Quién podrá estar en pìecuando él se manifieste?” Sin embargo, la expresión sugiere vívidamente la visitación final yjudicial sobre la casa de su Padre, cuando habría de quedar “desierta”, según su predicción.El templo era el centro de la vida de la nación, el símbolo visible del pacto entre Dios y supueblo; era el lugar en que “el juicio debía comenzar”, y que habría de ser alcanzado por

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“destrucción repentina”. Entonces, tomando en cuenta todos estos detalles, la “súbita venidadel Señor a su templo”, la consternación que acompaña “el día de su venida”, su venidacomo “fuego purificador”, su venida “para juicio”, “viene el día ardiente como un horno”,“todos los que hacen maldad serán estopa”, “no les dejará ni raíz ni rama”, y la aparición deJuan el Bautista, el segundo Elías, antes de la llegada del “día grande y terrible de Jehová”, esimposible resistirse a la conclusión de que aquí el profeta predice la gran catástrofenacional en la cual el templo, la ciudad, y la nación perecieron juntas; y que esto esdesignado como “el día de su venida”.

Sin embargo, aunque parezca extraño, el hecho indudable es que Malaquías no alude a laprimera venida de nuestro Señor. Esto lo reconoce claramente Hengstenberg, que observa:“Malaquías omite del todo la primera venida de Cristo en humillación, y dejacompletamente en blanco el intervalo entre su precursor y el juicio de Jerusalén”. (1) Estodebe explicarse por el hecho de que el principal objeto de la profecía es predecir ladetrucción nacional y no la liberación nacional.

Al mismo tiempo, mientras el juicio y la ira son los elementos predominantes de la profecía,los rasgos de un carácter diferente no están completamente ausentes. El día de la ira estambién un día de redención. Hay un remanente fiel, aun en la nación apóstata: hay oro yplata que deben ser refinados y joyas que deben ser reunidas, así como escoria que debeser rechazada y rastrojo que debe ser quemado. Hay hijos a quienes perdonar la vida, asícomo enemigos que ser destruidos; y el día que trajo consternación y oscuridad para losimpíos, verá “el Sol de justicia nacer trayendo salvación en sus alas” para los fieles. HastaMalaquías sugiere que la puerta de la misericordia todavía no está cerrada. Si la naciónregresa a Dios, Él regresará a ellos. Si quieren restituir lo que sacrílegamente han retenidodel servicio del templo, Él los compensará con bendiciones mayores de las que ellos podríanrecibir. Todavía pueden ser una “tierra deliciosa”, la envidia de todas las naciones. En la horaundécima, si la misión del segundo Elías tiene éxito en ganar los corazones del pueblo, lacatástrofe inminente puede ser alejada, después de todo (3:3, 16-18; 4:2, 3, 5).

Sin embargo, existe la conclusión inevitable de que las amonestaciones y las amenazas noservirán de nada. Las últimas palabras suenan como el tañido de campanas anunciandodestrucción. (Mal. 4:6): “No sea que yo venga y hiera la tierra con maldición“.

El pleno significado de esta ominosa declaración no es evidente en seguida. Para la mentehebrea, esta declaración indicaba la más terrible suerte que podría sobrevenirle a unaciudad o a un pueblo. La ‘maldición’ era el anatema, o cherem, que denotaba que la personao cosa sobre la que recaía la maldición era entregada a una completa destrucción. Tenemosun ejemplo del cherem, o ban, en la maldición pronunciada sobre Jericó (Josué 6:17; y unadeclaración más detallada de la ruina que ello significaba, en el libro de Deuteronomio(13:12-18). La ciudad habría de ser herida a filo de espada, toda cosa viviente en ella debíaser ejecutada, el botín no debía ser tocado, todo era maldito e inmundo, la ciudad debía ser

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consumida por el fuego, y el lugar entregado a desolación perpetua. Hengstenberg observa:“Todas las cosas imaginables están incluídas en esta sola palabra”; (2) y cita el comentario deVitringa sobre este pasaje: “No cabe duda de que Dios quería decir que entregaría a unasegura destrucción tanto a los obstinados transgresores de la ley como a su ciudad, y quedebían sufrir el extremo castigo de su justicia, como dirigentes consagrados a Dios, sinninguna esperanza de obtener favor o perdón”.

Tal es la terrible maldición que dejó suspendida sobre la tierra de Israel el espíritu proféticoen el momento de partir y guardar un silencio que duraría siglos. Es importante observarque todo esto hace referencia clara y específica a la tierra de Israel. El mensaje del profetaes a Israel; los pecados que son reprobados son los de Israel; la venida del Señor es a sutemplo en Israel; la tierra amenazada con maldición es la tierra de Israel. (3) Todo estoapunta manifiestamente a una específica catástrofe local y nacional, de la cual la tierra deIsrael habría de ser el escenario, y sus culpables habitantes las víctimas. La historia registrael cumplimiento de la profecía, en exacta correspondencia con el tiempo, el lugar, y lascircunstancias, en la ruina que devastó a la nación judía durante el período de ladestrucción de Jerusalén.

EL INTERVALO ENTRE MALAQUÍASY JUAN EL BAUTISTA

Los cuatro siglos que transcurren entre la conclusión del Antiguo Testamento y el principiodel Nuevo están en blanco en la historia de las Escrituras. Sin embargo, sabemos, por loslibros de los Macabeos y los escritos de Josefo, que fue un período agitado en los analesjudíos. Judea fue, por turnos, vasalla de las grandes monarquías que la circundaban – Persia,Grecia, Egipto, Siria, y Roma – con un intervalo de independencia bajo los príncipesmacabeos. Pero, aunque durante este período la nación pasó por grandes sufrimientos, yprodujo algunos ilustres ejemplos de patriotismo y de piedad, en vano buscamos algúnoráculo divino, o algún mensajero inspirado, que declarase la palabra de Dios. Israel podíadecir en verdad: “No vemos ya nuestras señales; no hay más profeta, ni entre nosotros hayquien sepa hasta cuándo”. (Sal. 74:9). Y sin embargo, esos cuatro siglos no dejaron deejercer una poderosa influencia en el carácter de la nación. Durante este período, seestablecieron sinagogas por todo el territorio, y el conocimiento de las Escrituras seextendió ampliamente. Surgieron las grandes escuelas religiosas de los fariseos y de lossaduceos, cuyos dos grupos profesaban ser expositores y defensores de la ley de Moisés. Engran número, los judíos se asentaron en las grandes ciudades de Egipto, Asia Menor, Grecia,e Italia, llevando consigo y a todas partes el culto de la sinagoga y la Septuaginta, latraducción griega del Antiguo Testamento. Sobre todo, la nación acariciaba en lo másrecóndito de su corazón la esperanza de un libertador venidero, un heredero de la casa realde David, que debía ser el rey teocrático, el liberador de Israel de la dominación gentil, cuyoreino fuera tan feliz y glorioso que mereciera llamarse “el reino de los cielos”. Pero, en sumayor parte, el concepto popular del rey venidero era terrenal y carnal. En cuatrocientos

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años, no había habido ningún mejoramiento en la condición moral del pueblo y, entre elformalismo de los fariseos y el escepticismo de los saduceos, la verdadera religión se habíahundido hasta llegar a su punto más bajo. Sin embargo, todavía había un fiel remanenteque tenía conceptos más verdaderos del reino de los cielos, y “que esperaba la redención enIsrael”. Al acercarse el tiempo, hubo indicios del regreso del espíritu profético, y presagiosde que el prometido liberador estaba cerca. A Simeón se le aseguró que, antes de morir,vería al “ungido de Jehová”; parece que una indicación parecida se le había hecho a laanciana profetisa Ana. Es razonable suponer que tales revelaciones deben haberdespertado gran expectación en los corazones de muchos, y les prepararon para el pregónque poco después se oyó en el desierto de Judea: “Arrepentíos, porque el reino de los cielosse ha acercado”. Nuevamente se había levantado profeta en Israel, y “el Señor habíavisitado a su pueblo”.

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Notas:

1. Véase, de Hengstenberg, Nature of Prophecy. Christology. Vol. 4, p. 8.

2. Hengstenberg, Christology, vol. 4, p. 227.

3. El significado de este pasaje (Mal. 4:6) está oscurecido por la desafortunada traducción deearth en lugar de land. La expresión hebrea ch, a, como el griego gh/, se emplea con muchafrecuencia en sentido restringido. La alusión en el texto es claramente a la tierra de Israel.Véase Hengstenberg, Christology, vol. 4. p. 224.

PARTE I

LA PARUSÍA EN LOS EVANGELIOS

LA PARUSÍA PREDICHA POR JUAN EL BAUTISTA

No hay nada más claramente afirmado en el Nuevo Testamento que la identidad de Juan elBautista con el heraldo en el desierto por medio de Isaías y el Elías de Malaquías. Cuán bienconcuerda la descripción de Juan con la de Elías es evidente al primer vistazo. Cada uno eraaustero y asceta en su estilo de vida; cada uno era un celoso reformador de la religión; cadauno era un severo censurador del pecado. Los tiempos en que vivieron eran singularmentesemejantes. En ambos períodos, la nación judía era degenerada y corrupta. Elías tuvo suAcab, Juan su Herodes. No es objeción a esta identificación de Juan como el Elías predicho elhecho de que el Bautista mismo rechazó el nombre cuando los sacerdotes y levitas deJerusalén exigieron: “¿Eres tú Elías?” (Juan 1:21). Los judíos esperaban la reaparición del Elíasliteral, y la respuesta de Juan estaba dirigida a esa opinión errónea. Pero su verdaderoderecho a la designación es afirmado expresamente en el anuncio hecho por el ángel a su

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padre Zacarías: “E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías (Lucas 1:17); así comoen las declaraciones de nuestro Señor: “Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había devenir”. (Mat. 11:14). “Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron … Entonces losdiscípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista”. (Mat. 17:10-13). Juanera el segundo Elías, y cumplió exhaustivamente las predicciones de Isaías y Malaquíasconcernientes a él. Por lo tanto, soñar con un “Elías del futuro” equivale a poner en duda laafirmación expresa de la palabra de Dios, y no descansa en ninguna justificación bíblica enabsoluto.

Ya hemos aludido al doble aspecto de la misión de Juan presentada por los profetas Isaías yMalaquías. La misma diversidad se ve en las descripciones del Nuevo Testamento tocantesal segundo Elías. El aspecto benigno de su misión presentada por Isaías se reconocetambién en las palabras del ángel por medio del cual había sido predicho su nacimiento,como ya se ha citado, y en el pronunciamiento inspirado de su padre Zacarías: “Y tú, niño,profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, parapreparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de suspecados” (Lucas 1:76, 77). Encontramos el mismo aspecto de gracia en los versículosiniciales de evangelio de Juan: “Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz,a fin de que todos creyesen por él” (Juan 1:7).

Pero el otro aspecto de su misión no es reconocido con menos claridad en los evangelios. Esrepresentado, no sólo como el heraldo del Salvador venidero, sino como el del Juezvenidero. En realidad, sus propias afirmaciones registradas hablan mucho más de ira quede salvación, y están concebidas más en el espíritu del Elías de Malaquías que en el delheraldo del desierto en Isaías. Amonesta a los fariseos y a los saduceos, y a las multitudesque venían a su bautismo, a que “huyeran de la ira venidera”. Les dice que “el hacha estápuesta a la raíz de los árboles”. Anuncia la venida de Uno más poderoso que él, “cuyoaventador está en su mano, y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuegoque nunca se apagará” (Mat. 3:12).

Es imposible no impresionarse con la correspondencia entre el lenguaje del Bautista y el deMalaquías. Como observa Hengstenberg: “A través de todo el texto, es la profecía deMalaquías la que Juan comenta”. (1) En ambos, la venida del Señor se describe como un díade ira; ambos hablan de su venida con fuego que refina y prueba, con fuego que quema yconsume. Ambos hablan de un tiempo de discriminación y separación entre los justos y losimpíos, el oro y la escoria, el trigo y la paja; y ambos hablan de la completa destrucción de lapaja, o rastrojo. con fuego que no se apaga. Estas no son semejanzas fortuitas: las dospredicciones son la contraparte la una de la otra, y sólo pueden referirse al mismo suceso,el mismo “día del Señor”, el mismo juicio venidero.

Pero lo que merece observarse más especialmente es la evidente cercanía de la crisis queJuan predice. “La ira venidera” es una interpretación muy inadecuada del lenguaje delprofeta. (2) Debería ser “la ira que viene”; esto es, no meramente futura, sino inminente. “La

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ira venidera” puede ser indefinidamente distante, pero “la ira que viene” es inminente.Como observa justamente Alford: “Juan está hablando ahora en el verdadero carácter de unprofeta que predice la ira que pronto ha de ser derramada sobre la nación judía” . (3) Asísucede con las otras representaciones en el discurso del Bautista; todo indica la rápidaaproximación de la destrucción. “Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles”. Elaventador estaba realmente en las manos del labrador; el proceso de cribado estaba apunto de comenzar. Estas advertencias de Juan el Bautista no son las vagas e indefinidasexhortaciones al arrepentimiento, dirigidas a los hombres en todo tiempo, que algunasveces se supone que son; son palabras urgentes, ardientes, que tienen relevancia específicay presente para la generación que entonces existía, los hombres que vivían, y a los cualesles traía el mensaje de Dios. La nación judía estaba ahora en su última prueba; el segundoElías había venido como precursor del “día grande y terrible de Jehová”: si rechazaban susadvertencias, la destrucción profetizada por Malaquías seguiría con toda certeza y rapidez.“Vendré y heriré la tierra con maldición”. Nada puede ser más obvio que la catástrofe a laque Juan alude es específica, nacional, local, e inminente, y la historia nos dice que, dentro delperíodo de la generación que escuchaba su clamor de amonestación, “vino sobre ellos la iraal máximo”.

Notas:

1. Christol., vol. 4, p. 232.

2. thj mellousj orghj

3. Testamento griego in loc.

LA ENSEÑANZA DE NUESTRO SEÑOR SOBRELA PARUSÍA EN LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS

A consecuencia de haber sido encarcelado por Herodes Antipas, el fin del ministerio de Juanel Bautista marca una nueva orientación en el ministerio de nuestro Señor. En verdad, antesde ese tiempo, había enseñado al pueblo, efectuado milagros, ganado adherentes, yobtenido amplia popularidad; pero, después de ese suceso, que puede considerarse comouna indicación del fracaso de la misión de Juan, nuestro Señor se retiró a Galilea, y allí entróen una nueva fase de su ministerio público. Se nos dice que “desde entonces comenzó Jesúsa predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mat. 4:17).Éstos son los términos precisos con los que se describe la predicación de Juan el Bautista(Mat. 3:2). Tanto nuestro Señor como su precursor llamaron “a la nación al arrepentimiento”,y anunciaron el acercamiento del “reino de los cielos”. Se deduce que, con la frase “el reinode los cielos se ha acercado”, Juan no podría significar meramente que el Mesías estaba apunto de aparecer, porque, cuando Cristo en efecto apareció, hizo el mismo anuncio. “Elreino de los cielos se ha acercado“. De manera semejante, cuando los doce discípulos fueron

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enviados en su primera misión evangelística, se les ordenó predicar, no que el reino de loscielos había venido, sino que se había acercado (Mat. 10:7). Además, que el reino no vino enel tiempo de nuestro Señor, ni en el día de Pentecostés, es evidente por el hecho de que, ensu discurso profético en el Monte de los Olivos, nuestro Señor dio a sus discípulos ciertasseñales por medio de las cuales podían saber que el reino de los cielos estaba cerca (Lucas21:31).

Por lo tanto, arribamos a ciertas conclusiones claramente deducibles de las enseñanzas denuestro Señor:

1. Que Él proclamó que una gran crisis, o consumación, llamada “el reino de los cielos”, sehabía acercado.2. Que esta consumación, aunque cercana, no habría de tener lugar durante el curso de suvida, ni durante algunos años después de su muerte.3. Que sus discípulos, o por lo menos algunos de ellos, podían esperar presenciar la llegadade esta consumación.

Pero el tema entero de “el reino de los cielos” debe ser reservado para una discusión máscompleta en un tiempo futuro.

PREDICCIÓN DE LA IRA VENIDERA SOBREAQUELLA GENERACIÓN

Hay otro punto de semejanza entre la predicación de nuestro Señor y la de Juan el Bautista.Ambos dieron las más claras indicaciones de la estrecha cercanía de un tiempo de untiempo de juicio que debía abatirse sobre la generación existente, a causa de su rechazo delas amonestaciones e invitaciones de la misericordia divina. Así como el Bautista habló de la“ira venidera”, así también nuestro Señor, con igual claridad, advirtió al pueblo del “juiciovenidero”. Jesús reconvino a “las ciudades en las cuales había hecho muchos de susmilagros, porque no se habían arrepentido”, y predijo que les sobrevendría un infortuniomayor que el que había caído sobre Tiro y Sidón, Sodoma y Gomorra (Mat. 11:20-24). Quetodo esto apunta a una catástrofe que no era remota, sino cercana, y que realmente seabatiría sobre aquella generación actual, es evidente por las expresas afirmaciones de Jesús.

Mat. 12:38-46 (compárese con Lucas 11:16, 24-36): “Entonces respondieron algunos de losescribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de tí señal. Él respondió y lesdijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señaldel profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tresnoches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Loshombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porqueellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar. Lareina del sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vinode los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en

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este lugar. Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscandoreposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halladesocupada, barrida, y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peoresque él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que elprimero. Así también acontecerá a esta mala generación”.

Este pasaje es de gran importancia para establecer el verdadero significado de la frase “estageneración” [genea]. En este lugar, sólo puede referirse al pueblo de Israel que entoncesvivía – la generación entonces actual. Ningún comentarista ha propuesto jamás llamar“genea” aquí a la raza judía de todos los tiempos. Nuestro Señor acostumbraba referirse asus contemporáneos como a esta generación:

“Mas, ¿a qué compararé esta generación?” – esto es, a los hombres de ese tiempo que noescuchaban ni a su precursor ni a Él mismo (Mat. 11:16; Luc. 7:31). Hasta comentaristascomo Stier, que sostiene la interpretación de “genea” como raza o linaje en otros pasajes,admite que la referencia en estas palabras es “a la generación que estaba viva en eseentonces y en esa época, que era de lo más importante”. (1) Así que, en el pasaje quetenemos delante, no puede haber controversia con respecto a la aplicación de las palabrasexclusivamente a la generación que existía entonces, los contemporáneos de Cristo.Nuestro Señor da aquí testimonio de la exacerbada y enorme maldad de ese período. Jesússe acaba de dirigir a aquella generación con las mismas palabras del Bautista: “¡Generaciónde víboras!”. Se declara que su culpa supera a la de los paganos; se la compara con unendemoniado, de quien el espíritu inmundo se ha apartado por un tiempo, pero haregresado con mayor fuerza que antes, acompañado por otros siete espíritus peores que él,de manera que “el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero”. En eltestimonio de Josefo tenemos una impresionante confirmación de la descripción que hacenuestro Señor de la condición moral de aquella generación. “Como sería imposible relataren detalle sus enormidades, diré brevemente que ninguna otra ciudad sufrió jamáscalamidades similares, y que ninguna generación existió jamás que fuese más prolífica en elcrimen. Confesaban que eran esclavos – y lo eran – la escoria misma de la sociedad, losengendros espurios y contaminados de la nación”. (2) “Y aquí no puedo contenerme, y deboexpresar lo que mis sentimientos me indican. Soy de la opinión de que, si los Romanoshubiesen diferido el castigo de estos miserables, o la tierra se hubiese abierto y se hubiesetragado la ciudad, o ésta habría sido barrida por un diluvio, o compartido el destino deSodoma. Porque produjo una raza mucho más impía que la de los que fueron así visitados.Porque, por medio de la locura desesperada de estos hombres, la nación entera se vioenvuelta en la ruina de ellos”. (3) “De alguna manera, aquel período se había vuelto tanprolífico en iniquidad de todo tipo entre los judíos, que ninguna obra mala quedó sin serperpetrada; … tan universal era el contagio, tanto en público como en privado, y tal laemulación para superarse los unos a los otros en actos de impiedad hacia Dios e injusticiahacia sus prójimos”. (4)

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Tal era la terrible condición hacia la que la nación se apresuraba cuando nuestro Señorpronunció estas palabras proféticas. El clímax todavía no había llegado, pero ya estabaplenamente a la vista. El espíritu inmundo no había regresado a su casa todavía, peroestaba en camino. Como observa Stier: “En el período entre la ascensión de Cristo y ladestrucción de Jerusalén, especialmente hacia el fin de ella, podríamos decir que estanación aparece como poseída por siete mil demonios”. (5) ¿No es éste un cumplimientoadecuado y completo de la predicción del Salvador? ¿Tenemos la más ligera justificaciónpara, o la más ligera necesidad de, decir que significa alguna otra cosa, o algo más queesto? ¿Qué razón hay para suponer un cumplimiento adicional y futuro de sus palabras?¿No es un virtual descrédito de la profecía buscar algo más que el sentido obvio que apuntatan claramente a una catástrofe inminente que estaba a punto de acontecerle a aquellageneración? Seguramente mostramos la mayor reverencia a la palabra de Dios cuandoaceptamos implícitamente sus obvias enseñanzas, y rehusamos las especulacionesinjustificadas y meramente humanas que los críticos y los teólogos han extraído de supropia fantasía. Concluimos, entonces, que, en el escandaloso libertinaje de la época, y lasseñaladas calamidades que, antes de que terminara, destruirían al pueblo judío, tenemos eltestimonio histórico del exhaustivo cumplimiento de esta profecía.

ALUSIONES ADICIONALESA LA IRA VENIDERA

Lucas 13:1-9: “En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de losgalileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús,les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadoresque todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé, y los mató, ¿pensáis que eranmás culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no osarrepentís, todos pereceréis igualmente”.

Cuán vívidamente percibió nuestro Señor las inminentes calamidades de la nación, y cuánclaras y distintas fueron sus advertencias, puede inferirse de este pasaje. La matanza dealgunos galileos que habían subido a Jerusalén a la fiesta de la Pascua, ya fuera por orden ocon la confabulación del gobernador romano, y la súbita destrucción de dieciocho personasmediante la caída de la torre cerca del estanque de Siloé, eran incidentes que formaban lostemas de conversación del pueblo en ese tiempo. Nuestro Señor declara que las víctimas deestas calamidades no eran excepcionalmente impías, sino que una suerte semejantealcanzaría a las mismas personas que ahora hablaban de ellas, a menos que searrepintieran. El punto de su obervación, que a menudo se pasa por alto, reside en lasimilitud de la amenaza de la destrucción. No es “todos vosotros pereceréis también”, sino“todos vosotros pereceréis del mismo modo“. Que nuestro Señor tenía a la vista la ruina finalque estaba a punto de alcanzar a Jerusalén y a la nación difícilmente puede dudarse. Laanalogía entre los casos es real e impresionante. Fue en la fiesta de la Pascua cuando la

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población de Judea se había agolpado en Jerusalén, y allí fue encerrada por las legiones deTito. Josefo nos cuenta cómo, en la agonía final del sitio, la sangre de los sacerdotes queoficiaban fue derramada al pie del altar de los sacrificios. Los soldados romanos fueron losejecutores del juicio divino; y al caer al suelo el templo y la torre, sepultaron en sus ruinasmuchas víctimas de la impenitencia y la incredulidad. Es satisfactorio descubrir que tantoAlford como Stier reconocen la alusión histórica en este pasaje. El primero observa: lafuerza se pierde en la versión inglesa “likewise“, [parecida], que debería traducirse “in likemanner” [de la misma manera], como de hecho pereció el pueblo judío por la espada de losromanos”. (6)

EL DESTINO INMINENTE DE LA NACIÓN JUDÍA

Parábola de la Higuera Estéril

Lucas 13:6-9: “Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en suviña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años quevengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también latierra? Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cavealrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después”.

El mismo significado profético se pone de manifiesto en esta parábola, que es casi lacontraparte de la que aparece en Isaías 5, tanto en forma como en significado. La verdaderainterpretación es tan obvia que apenas es necesaria alguna explicación. Su aplicación alpueblo judío es de lo más clara y directa, más especialmente cuando se la considera enrelación con las advertencias que anteceden. Israel es la higuera inútil, cultivada por muchotiempo, pero sin producir fruto para su dueño. Ahora se encuentra en su última prueba: elhacha, como había declarado Juan el Bautista, estaba puesta a la raíz del árbol; pero elgolpe fatal fue aplazado por la intercesión de la misericordia. Aún en ese momento, elSalvador estaba ocupado en su obra de gracia de alimentarla y cultivarla; un poco más, ysaldría el decreto: “Córtala. ¿Para qué inutiliza también la tierra?”

No hay duda de que, en ésta como en otras parábolas, hay principios generales aplicables atodas las naciones y todos los tiempos; pero no debemos perder de vista su referenciaoriginal y primaria al pueblo judío. Stier y Alford parecen perderse en la búsqueda designificados recónditos y místicos en los detalles menores de las imágenes; pero Neanderda una luminosa explicación de su verdadera importancia: “Como la higuera inútil, que noreconoció el propósito de su existencia, fue destruida, así también la nación teocrática, porla misma razón, después de habérsele tenido mucha paciencia, habría de ser alcanzada porlos juicios de Dios, y cortada de su reino”. (7)

EL FIN DEL SIGLO, O EL TÉRMINODE LA DISPENSACIÓN JUDÍA

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Parábolas de la cizaña y la red

Mat. 13:36-50: Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él susdiscípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Respondiendo él, lesdijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buenasemilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembróes el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que comose arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijodel Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a losque hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; alí será el lloro y el crujir dedientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tieneoídos para oír, oiga. … Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echadaen el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados,recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. Así será al final del siglo; saldrán losángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allíserá el lloro y el crujir de dientes”.

En los pasajes aquí citados, encontramos un ejemplo de una de esas interpretaciones quehan hecho mucho para confundir y desorientar a los lectores ordinarios de nuestra versióninglesa. Es probable que, con la frase “el fin del mundo”, noventa y nueve de cada cienlectores entienden el fin de la historia humana y la destrucción de la tierra material. No seimaginarían que “el mundo” del versículo 38 y el “mundo” de los versículos 39, 40 [en laversión inglesa KJV] son palabras totalmente diferentes, con significados totalmentediferentes. Pero así es. En el versículo 38, koinos es traducido correctamente como mundo, yse refiere al mundo de los hombres, pero aeon en los versículos 39, 40 se refiere a unperíodo de tiempo, y debería ser traducida como era o época. Lange la traduce como eón. Esde la mayor importancia entender correctamente los dos significados de esta palabra, y dela frase “el fin del eón”, o de la “era”. Aion es, como hemos dicho, un período de tiempo, oépoca. Es exactamente equivalente a la palabra latina aevum, que es meramente aion conropaje latino; y la frase (griego – venida), traducida a nuestra versión inglesa, “el fin delmundo”, debería ser “el fin de esta época”. Tittman observa: (griego – venida), como ocurreen el Nuevo Testamento, no denota el fin, sino más bien la consumación del eón, que ha deser seguida por una nueva era. Así ocurre en Mateo 13:39, 40, 49; 24:3; es de temer queeste último pasaje se malentienda al aplicarlo a la destrucción del mundo”. (8) Era creenciade los judíos que el Mesías entronizaría un nuevo eón, o una nueva era: y a este nuevo eón,o a esta era, la llamban “el reino de los cielos”. Por lo tanto, el eón existente era ladispensación judía, que ahora se acercaba a su fin; y el Señor muestra en estas parábolasde manera impresionante cómo terminaría. Es en verdad sorprendente que los expositoreshayan dejado de reconocer en estas solemnes predicciones la reproducción y la reiteraciónde las palabras de Malaquías y de Juan el Bautista. Aquí encontramos la misma separaciónfinal entre los justos y los impíos; la misma purificación de la tierra; el mismo recoger el trigo

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en el granero; el mismo quemar de la paja [la cizaña, el rastrojo] en el fuego. ¿Puede haberalguna duda de que es al mismo acto de juicio, al mismo período de tiempo, al mismosuceso histórico, al que se refieren Malaquías, Juan y nuestro Señor?

Pero hemos visto que Juan el Bautista predijo un juicio que entonces era inminente – unacatástrofe tan cercana que ya el hacha estaba puesta a la raíz de los árboles – de acuerdocon la profecía de Maalaquías, de que “el día grande y terrible de Jehová” habría de seguir ala venida del segundo Elías. Llegamos, por lo tanto, a la conclusión de que estadiscriminación entre justos e impíos, este recoger el trigo en el granero, y quemar la cizañaen el horno de fuego, se refieren a la misma catástrofe, es decir, a la ira que vino sobreaquella misma generación, cuando Jerusalén se convirtió, literalmente, en un “horno defuego”, y la era del judaísmo terminó en “el día grande y terrible de Jehová”.

Esta conclusión está apoyada por el hecho de que hay una estrecha relación entre esta granépoca judicial y la venida del “reino de los cielos”. Nuestro Señor representa la separaciónentre los justos y los impíos como la característica de la gran consumación que se llama “elreino de Dios”. Pero se había declarado que el reino estaba a las puertas. Se sigue, por lotanto, que las parábolas que tenemos delante de nosotros se refieren, no a un remotosuceso todavía en el futuro, sino a uno que, en el tiempo de nuestro Salvador, estaba cerca.

Un argumento adicional a favor de este punto de vista se deriva de la consideración de quenuestro Señor, en su explicación de la parábola de la cizaña, habla de sí mismo como elsembrador de la buena semilla: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre“. Es asu propio ministerio personal y sus resultados a lo que Él se refiere, y por lo tanto, nosotrosdebemos considerar la parábola como que tiene una relación especial con suscontemporáneos. Esto está en perfecta armonía con su solemne advertencia de Lucas 13:26[-28], donde Él describe la condenación de los que tuvieron el privilegio de disfrutar de supresencia personal y de su ministerio, los que pretendían el discipulado, que eran cizaña y notrigo. “Entonces comenzaréis a decir: Delante de tí hemos comido y bebido, y en nuestrasplazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todosvosotros, hacedores de maldad. Allí será el lloro y el crujir de dientes, cuando veáis aAbraham, a Isaac, a Jacob, y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéisexcluidos”. Por aplicable que sea este lenguaje a los hombres en general bajo el evangelio,es claro que tenía una aplicación directa y específica a los contemporáneos de nuestroSeñor – la generación que presenció sus milagros y oyó sus parábolas; y que tiene unarelación con ellos como no la puede tener con nadie más.

Al final de la parábola de la cizaña, encontramos una impresionante nota bene, que llama laatención de manera especial a la instrucción contenida en ella: “El que tiene oídos para oír,oiga”. Podemos tomar ocasión de esto para hacer una observación acerca de la vastaimportancia de tener un verdadero concepto del período en el que nuestro Señor y losapóstoles enseñaron. Esto es indispensable para entender correctamente la doctrina delNuevo Testamento con respecto al “reino de Dios”, el “fin de la era”, y la “era venidera” o

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mundo por venir. Ese período estaba cerca del fin de la dispensación judía. La economíamosaica – como se le llama – el sistema de leyes e instituciones dadas a la nación por Diosmismo, y que había existido por más de cuarenta generaciones,- estaba a punto de serreemplazada y desaparecer. La última generación que habría de poseer la tierra, – la últimay también la peor, la hija y heredera de sus predecesoras – ya estaba en escena. El largoperíodo durante el cual Jehová había agotado todos los métodos que la divina sabiduría y eldivino amor podían idear para cultivar y reformar a Israel estaba a punto de terminar.Habría de terminar desastrosamente. La ira, por largo tiempo contenida y reprimida, habríade estallar y destruir aaquella generación. Su “útimo día” habría de ser un “dies irae”, “el díagrande y terrible de Jehová”. Este es “el fin del siglo” al que a menudo se refería nuestroSeñor, y que sus apóstoles constantemente predecían. Ya estaban dentro de la penumbrade aquella tremenda crisis, que cada día se acercaba más y más, y que por fin habría dellegar repentinamente “como ladrón en la noche”. Esta es la verdadera explicación deaquellas constantes exhortaciones a vigilar, ser pacientes, y esperar, que abundan en lasepístolas apostólicas. Vivían esperando una consumación que habría de llegar en su propiotiempo, y que podrían presenciar con sus propios ojos. Este hecho es evidente en losescritos del Nuevo Testamento; es la clave para interpretar gran parte de lo que, de otromodo, sería oscuro e ininteligible, y veremos durante esta investigación cuánconsistentemente es sostenido este punto de vista durante todas las Escrituras del NuevoTestamento.

LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE (LA PARUSÍA)DURANTE LA VIDA DE LOS APÓSTOLES

Mateo 10:23: “Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo,que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo delHombre”.

En este pasaje encontramos la primera mención clara de aquel gran suceso al cual veremosque aluden con tanta frecuencia de aquí en adelante nuestro Señor y sus apóstoles, esdecir, su segunda venida, o Parusía. En realidad, se puede preguntar, como lo veremos, sieste pasaje pertenece correctamente a esta porción de la historia del evangelio. (9) Pero,dejando de lado la pregunta por el momento, preguntémosnos qué es realmente la venidade la que se habla aquí. ¿Puede ser, como sugiere Lange, que Jesús habría de seguir tanrápidamente a sus mensajeros en su circuito evangelístico como para alcanzarles antes deque se terminara? ¿Se refiere, como piensan Stier y Alford, a dos diferentes venidas,separadas entre sí por millares de años: la una comparativamente cercana, la otraindefinidamente remota? ¿O debemos aceptar, con Michaelis y Mayor, el significado claro yobvio que indican las palabras mismas? La interpretación de Lange es ciertamenteinaceptable. ¿Quién puede dudar de lo que significa aquí “la venida del Hijo”, lo que significaen todo otro lugar, y que esta es la fórmula mediante la cual se expresa la Parusía, lasegunda venida de Cristo? Esta frase tiene un significado definido y constante, tanto como

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su crucifixión, o su resurrección, y no admite ninguna otra interpretación en este lugar.Pero, ¿no puede tener una doble referencia: primera, al juicio inminente de Jerusalén, ysegunda, a la destrucción final del mundo, siendo la primera considerada como simbólicade la segunda? Alford sostiene el doble significado, y es severo con los que vacilan enaceptarlo. Nos dice lo que él cree que Cristo quiso decir; pero, por otra parte, tenemos queconsiderar lo que Él dijo. ¿Están seguros los defensores del doble sentido de que Él quisodecir más de lo que dijo? Miremos sus palabras. ¿Puede algo ser más específico y másdefinido en cuanto a personas, el lugar, el tiempo, y las circunstancias que esta predicciónde nuestro Señor? Es a los doce que él habla; son las ciudades de Israel las que han deevangelizar; el tema es su pronta venida; y el tiempo está tan cerca que antes de que la obrade ellos esté terminada Su venida tendrá lugar. Pero si se nos ha de decir que éste no es elsignificado, ni siquiera la mitad de él, y que esto incluye otra venida, a otros evangelistas, aotras épocas, y otras tierras – una venida que, después de dieciiocho siglos, todavía esfutura, y quizás remota – entonces surge la pregunta: ¿Qué no puede significar la Escritura?El sentido gramatical de las palabras ya no es suficiente para la interpretación; la Escrituraes un acertijo que debe advininarse, un oráculo que pronuncia respuestas ambiguas; ynadie puede estar seguro, sin una revelación especial, de que entiende lo que lee. Por lotanto, estamos a dispuestos a concordar con Meyer en que esta doble referencia “no es sinouna evasión forzada y antinatural”, y que las palabras significan simplemente lo que dicen,que antes de que los apóstoles completaran la obra de su vida de evangelizar el país deIsrael, la venida del Señor tendría lugar.

Este es el punto de vista del pasaje que asume el Dr. E. Robinson. (10). “La venida a la que sealude es la destrucción de Jerusalén y la dispersión de la nación judía; y el significado es, quelos apóstoles apenas tendrían tiempo, antes de que sobreviniera la catástrofe, de ir por elpaís advirtiendo al pueblo que se salvara de la destrucción de una generación desgraciada;de modo que no podían darse el lujo de demorarse en ninguna localidad después de quesus habitantes hubiesen escuchado y rechazado el mensaje”.

LA PARUSÍA HA DE TENER LUGAR DURANTELA VIDA DE ALGUNOS DISCÍPULOS

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Mat. 16:27, 28

“Porque el Hijo delHombre vendrá en lagloria de su Padre consus ángeles, y entoncespagará a cada unoconforme a sus obras”.

“De cierto os digo quehay algunos de los queestán aquí, que nogustarán la muerte,hasta que hayan visto alHijo del Hombreviniendo en su reino”.

Mar. 8:38; 9:1

“Porque el que se avergonzare demí y de mis palabras en estageneración adúltera y pecadora, elHijo del Hombre se avergonzarátambién de él, cuando venga en lagloria de su Padre con los santosángeles”.

“También les dijo: De cierto os digoque hay algunos de los que estánaquí, que no gustarán la muertehasta que hayan visto el reino deDios venido con poder”.

Luc. 9:26, 27

“Porque el que seavergonzare de mí y de mispalabras, de éste seavergonzará el Hijo delHombre cuando venga en sugloria, y en la del Padre, y delos santos ángeles”.

“Pero os digo en verdad, quehay algunos de los que estánaquí, que no gustarán lamuerte hasta que vean elreino de Dios”.

Esta notable declaración es de la mayor importancia en esta discusión, y puedeconsiderarse como la clave para interpretar correctamente la doctrina de la Parusía en elNuevo Testamento. Aunque no puede decirse que haya ninguna dificultad especial con elidioma, ha causado gran perplejidad entre los comentaristas, que están muy divididos ensus explicaciones. Ciertamente es innecesario preguntar qué es la venida del Hijo del Hombreque se predice aquí. Suponer que se refiere meramente a la gloriosa manifestación de Jesúsen el monte de la transfiguración, aunque ésta es una hipótesis apoyada por grandesnombres, es tan palpablemente inadecuado como interpretación que apenas si requiereser refutado. La misma observación se aplica a los comentarios del Dr. Lange, quien suponeque esta venida se cumplió parcialmente con la resurrección de Cristo. Esta exégesis deLange es una ilustración tan curiosa de los expedientes a los que se ven obligados a recurrirlos defensores de una teoría de interpretación de doble sentido, que merece citarse. “Ennuestra opinión”, dice, “es necesario distinguir entre el advenimiento de Cristo en la gloriade su reino dentro del círculo de sus discípulos, y ese mismo suceso aplicado al mundo engeneral y para juicio. Esto último es lo que generalmente se entiende por el segundoadvenimiento: el primero tuvo lugar cuando el Salvador resucitó de los muertos y seapareció en medio de sus discípulos. De aquí que el significado de las palabras de Jesús sea:se acerca el momento en que vuestros corazones descansarán en la manifestación de migloria; ni será la suerte de todos los que están aquí morir durante el intervalo. El Señorpodría haber dicho que sólo dos de los de ese círculo morirían hasta entonces, es decir, Élmismo y Judas. Pero, en su sabiduría, escogió la expresión: “Algunos de los que están aquíno gustarán de la muerte”, para darles exactamente la medida de esperanza y ansiosaexpectación que necesitaban”. (12)

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Baste decir que tal interpretación de las palabras de nuestro Salvador jamás podría haberpasado por la mente de los que las escucharon. Es tan inverosímil, intrincada, y artificial,que queda desacreditada por su misma ingenuidad. Pero la interpretación tampocosatisface las exigencias del idioma. ¿Cómo podría la resurrección de Cristo ser llamada suvenida en la gloria de su Padre, con los santos ángeles, en Su reino, y para juicio? ¿O cómopodemos suponer que Cristo, hablando de un suceso que habría de tener lugar más omenos en veinte meses, diría: “De cierto os digo: Algunos de los que están aquí no gustaránla muerte hasta que vean el reino de Dios?” La forma misma de la expresión muestra que elsuceso del que se habla no podría ser dentro del espacio de unos pocos meses, ni siquieradentro de algunos años: es un modo de hablar, que indica que no todos los presentesvivirían para presenciar el suceso del que se habla; que no muchos lo harían; pero quealgunos sí. Es exactamente el modo de hablar que encajaría en un intervalo de treinta ocuarenta años, cuando la mayoría de las personas entonces presentes habrían fallecido,pero algunos sobrevivirían y presenciarían el suceso de referencia.

Más razonablemente, Alford y Stier entienden el pasaje como que se refiere a “ladestrucción de Jerusalén y a la plena manifestación del reino de Cristo mediante laaniquilación del estado judío”, aunque ambos desconciertan y confunden su interpretacióncon la hipótesis de una oculta y ulterior alusión a otra “venida final”, de la cual la destrucciónde Jerusalén habría de ser “tipo y señal”. De esto, sin embargo, no se da ningún atisbo ni porCristo mismo ni por los evangelistas. La verdad es que no puede negarse que nuestro Señora veces usaba lenguaje ambiguo. A los judíos les dijo: “Destruid este templo, y en tres días lolevantaré” (Juan 2:19), pero el evangelista tiene cuidado de añadir: “Pero él hablaba deltemplo de su cuerpo”. Así que cuando Jesús habló de “ríos de agua viva que correrán delinterior del creyente”, Juan añade una nota explicativa: “Esto dijo del espíritu”, etc. (Juan7:36). Nuevamente, cuando el Señor alude a la manera de su propia muerte, diciendo: “Y yo,si fuere levantado de la tierra”, el evangelista añade: “Y decía esto, dando a entender de quémuerte iba a morir” (Juan 12:33). Por lo tanto, es razonable suponer que, si los evangelistashubiesen conocido un significado más profundo y oculto de las predicciones de Cristo,habrían dado alguna indicación de ello; pero no dicen nada que nos lleve a inferir que susignificado aparente no es su sentido pleno y verdadero. No hay, en verdad, ningunaambigüedad en cuanto a la venida a la que se alude en el pasaje bajo consideración en estemomento. No es una de varias posibles venidas, sino el único, el único y supremoacontecimiento, tan frecuentemente predicho por nuestro Señor, tan constantementeesperado por sus discípulos. Es su venida en gloria; su venida en juicio; su venida en sureino; la venida del reino de Dios. No es un proceso, sino un acto. No es lo mismo que “ladestrucción de Jerusalén” – ese es otro suceso relacionado y contemporáneo; pero los dosno deben ser confundidos el uno con el otro. El Nuevo Testamento conoce de sólo unaParusía, una venida en gloria del Señor Jesucristo. Es un completo abuso del idioma hablarde varios sentidos en los cuales puede ocurrir la venida de Cristo — como en su propiaresurrección; en el día de Pentecostés; en la destrucción de Jerusalén; en la muerte de uncreyente; y en varias épocas providenciales. Esta no es la costumbre en el Nuevo

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Testamento, ni es lenguaje exacto bajo ningún punto de vista. Por sí solo, este pasajecontiene tantas importantes verdades con respecto a la Parusía, que puede decirse quecubre todo el tema; y, correctamente usado, se descubrirá que es la clave para la verdaderainterpretación de la doctrina del Nuevo Testamento sobre este tema.

Concluimos entonces:

1. Que la venida de la que se habla aquí es la Parusía, la segunda venida del SeñorJesucristo.

2. Que el modo de su venida habría de ser glorioso – “en su gloria”, “en la gloria de suPaddre”, “con los santos ángeles”.

3. Que el propósito de su venida era juzgar aquella “generación perversa y adúltera”(Marcos 8:38) y “dar a cada uno según sus obras”.

4. Que su venida sería la consumación del “reino de Dios”; el final de la época; “la venida delreino de Dios con poder”.

5. Que nuestro Salvador había declarado expresamente que esta venida estaba cerca. Langeobserva correctamente que las palabras están “colocadas enfáticamente al principio de laoración; no es un simple futuro, sino que significan: El acontecimiento es inminente que Élvendrá; está a punto de venir”. (14)

6. Que algunos de los que oyeron a nuestro Salvador hacer esta predicción habrían de vivirpara presenciar el acontecimiento del cual hablaba, es decir, su venida en gloria.

Por lo tanto, se deduce que Él mismo declaró que la Parusía, o la gloriosa venida de Cristo,ocurriría dentro de los límites de la generación que entonces existía, una conclusión queencontraremos abundantemente justificada en la secuela.

LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE,SEGURA Y PRONTA

Parábola de la Viuda Importuna

Lucas 18:1-8: “También les refirió una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y nodesmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba ahombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazmejusticia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentrode sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viudame es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y

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dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos,que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les harájusticia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”

El carácter intensamente práctico y de actualidad, si podemos llamarlo así, de los discursosde nuestro Señor, es una característica de sus enseñanzas que, aunque pasada por alto amenudo, requiere que no se le pierda de vista. Él hablaba a su propio pueblo, en su propiotiempo. Era el mensajero de Dios para Israel; y, aunque es muy cierto que sus palabras sonpara todos los hombres en todo tiempo, se aplicaban principal y directamente a su propiageneración. Por no prestar atención a este hecho, a muchos expositores se les ha escapadopor completo la intención de la parábola delante de nosotros. En sus manos, se convierte enuna predicción vaga e indefinida de una vindicación de los justos, en algún período más omenos remoto, pero sin ninguna aplicación especial al pueblo y al tiempo de nuestro Señormismo. Seguramente, lo que sea esta parábola para nosotros o para las edades futuras,tenía una aplicación estrecha y directa para los discípulos a los cuales se les dirigióoriginalmente. El Señor estaba a punto de dejar a sus discípulos “como ovejas en medio delobos”; habrían de ser perseguidos y afligidos, y odiados por todos los hombres, por amor asu Maestro; y podría muy bien ocurrir que el valor les faltara, y que sus corazonesdesmayaran. En esta parábola, el Salvador les anima a “orar siempre, y no desmayar”,mediante el ejemplo de lo que puede hacer la oración perseverante, aún con los hombres.Si la importunidad de una pobre viuda podía constreñir a un juez sin principios para que lehiciera justicia, cuánto más no sería conmovido Dios, el Juez justo, por las oraciones de suspropios hijos para que se les repararan sus agravios. Sin alegorizar todos los detalles de laparábola, como hacen algunos expositores, es suficiente subrayar su gran moraleja. Es ésta.Los perseguidos hijos de Dios serían vengados con seguridad y prontitud. Dios les vindicaría,y pronto. Pero, ¿cuándo? El punto en el tiempo no ha sido dejado indefinido. Es “cuandovenga el Hijo del hombre”. La Parusía habría de ser la hora de reparación y liberación delsufriente pueblo de Dios.

La reflexión de nuestro Señor al final del versículo ocho merece particular atención. “Perocuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” En este punto, debemos regresara los hechos ya mencionados con respecto al ministerio de Juan el Bautista. Hemos vistocuán oscuro y ominoso era el punto de vista del profeta que predicaba arrepentimiento aIsrael. Era el precursor del “día grande y terrible de Jehová”; era el segundo Elías enviadopara proclamar la venida de aquél que “heriría la tierra con maldición”. La reflexión denuestro Señor indica que él preveía que el arrepentimiento, lo único que podría evitar eldesastre de la nación, no sería buscado. No habría fe en Dios, ni en sus promesas, ni en susamenazas. Por lo tanto, el día del Señor sería el “día de retribución” (Lucas 21:22).

Doddridge ha captado bien el alcance de esta parábola, y parafrasea el versículo de aperturacomo sigue: “Así disertaba nuestro Señor con sus discípulos acerca de la inminentedestrucción de Jerusalén por los romanos; y para animarles en vista de las calamidades que

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entretanto podrían esperar de sus incrédulos compatriotas o de otros, les dijo una parábolapara inculcarles esta gran verdad, que, por angustiosas que fuesen las circunstancias,debían orar siempre con fe y perseverancia, y no desmayar bajo las pruebas”. (15)

La siguiente es su paráfrasis del versículo 8: “Sí, os digo que Él ciertamente les vindicará; ycuando lo haga, lo hará rápidamente; y esta generación de hombres lo verá y lo sentirá conterror. Sin embargo, cuando el Hijo del hombre, habiendo entrado en posesión de su reinoglorioso, venga para aparecer con este importante propósito, ¿encontrará fe en la tierra?”(16)

LA RECOMPENSA DE LOS DISCÍPULOSEN LA ERA VENIDERA, ES DECIR,LA PARUSÍA

Mat. 19:27-30

“Entonces respondiendo Pedro, ledijo: He aquí, nosotros lo hemosdejado todo, y te hemos seguido;¿qué, pues, tendremos?

Y Jesús les dijo: De cierto os digo queen la regeneración, cuando el Hijo delHombre se siente en el trono de sugloria, vosotros que me habéisseguido también os sentaréis sobredoce tronos, para juzgar a las docetribus de Israel. Y cualquiera que hayadejado casas, o hermanos, ohermanas, o padre, o madre, o mujer,o hijos, o tierras, por mi nombre,recibirá cien veces más, y heredará lavida eterna”.

Mar. 10:28-31

“Entonces Pedro comenzó adecirle: He aquí, nosotros lohemos dejado todo, y te hemosseguido.

Respondió Jesús y dijo: De ciertoos digo que no hay ninguno quehaya dejado casa, o hermanos, ohermanas, o padre, o madre, omujer, o hijos, o tierras, porcausa de mí y del evangelio, queno reciba cien veces más ahoraen este tiempo; casas,hermanos, hermanas, madres,hijos, y tierras, conpersecuciones; y en el siglovenidero la vida eterna”.

Luc. 18:28-30

“Entonces Pedrodijo: “He aquí,nosotros hemosdejado nuestrasposesiones y tehemos seguido.

Y él les dijo: Decierto os digo, queno hay nadie quehaya dejado casa, opadres, ohermanos, o mujer,o hijos, por el reinode Dios, que nohaya de recibirmucho más en estetiempo, y en el siglovenidero la vidaeterna”.

¿A qué período hemos de asignar el acontecimiento o estado que nuestro Señor llama aquí“la regeneración”? Evidentemente, es contemporáneo con “el Hijo del Hombre sentado en eltrono de gloria”; ni puede haber ninguna duda de que las dos frases, tanto “El Hijo delhombre viniendo en su reino”, como “El Hijo del hombre sentado en el trono de su gloria” serefieren a la misma cosa y al mismo tiempo. Es decir, es a la Parusía a la que apuntanambos sucesos.

Tenemos otra nota de tiempo, y otro punto de coincidencia entre la “regeneración” y la30/401

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Parusía, en la referencia que nuestro Señor hace a “la edad venidera o el siglo venidero”como el período en que sus fieles discípulos habrían de recibir su recompensa (Mar. 10:30;Luc. 18:30). Pero, como ya hemos visto, “el siglo venidero” habría de suceder a la épocaactual, es decir, el período de la dispensación judía, cuyo fin nuestro Señor había declaradoque estaba a las puertas. Concluimos, por lo tanto, que la “regeneración”, “el siglo venidero”,y “la Parusía” son virtualmente sinónimos, o, en todo caso, contemporáneos. Se afirmaclaramente que la venida del Hijo del hombre en su reino, o en su gloria, sería una venidapara juzgar – “para pagar a cada uno según suss obras” (Mateo 16:27); y el sentarse en eltrono de su gloria, en la regeneración, es evidentemente sentarse para juzgar. En este juicio,los apóstoles habrían de tener el honor de ser asesores con el Señor, según su declaración(Lucas 22:29-30). “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para quecomáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus deIsrael”. Pero nuestro Señor afirma expresamente que esta gloriosa venida para juzgarocurriría dentro de los límites de la generación que vivía en ese entonces: “Hay algunos delos que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombreviniendo en su reino” (Mat. 16:28). No era, por lo tanto, ninguna esperanza largo tiempodiferida o distante la que Jesús ofrecía a sus discípulos. No era una expectativa que todavíase ve en la distancia en la borrosa perspectiva de un futuro indefinido. Pedro y los otrosdiscípulos eran plenamente conscientes de que “el reino de los cielos” estaba cerca. Lohabían aprendido de su primer maestro en el desierto; acerca de ello habían sidotranquilizados por su Señor y Maestro; habían ido por Galilea proclamando la verdad a suscompatriotas. Por lo tanto, cuando el Señor pometió que en la era venidera sus discípulosse sentarían en tronos, ¿es concebible que quisiera que edades tras edades, siglos trassiglos, y hasta milenios tras milenios debían transcurrir lentamente antes de que ellospudieran cosechar los prometidos honores? ¿Están la herencia de la “vida eterna” y el“sentarse en doce tronos” todavía entre “las cosas esperadas pero no vistas” por losdiscípulos? Ciertamente una hipótesis tal se refuta a sí misma. La promesa les habríasonado a burla a los discípulos si se les hubiese dicho que el cumplimiento iba a tardartanto. Por otra parte, si concebimos la “regeneración” como contemporánea con la Parusía,y la Parusía con la terminación de la era judía y la destrucción de la ciudad y del templo deJerusalén, tenemos un punto definido en el tiempo, no muy distante, sino casi al alcance dela vista de los hombres que vivían, cuando ocurrirían el predicho juicio de los enemigos deCristo y la gloriosa recompensa de sus amigos.

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Notas:

1. Reden Jesu, in loc.

2. Jewish War, bk v.c.x sec.5. Traducción de Traill.

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3. Ibid. G. Xiii. sec. 6.

4. Ibid. bk.vii. c. viii. sec. I.

5. sec. Reden Jesu; Mat. 12:43-45.

6. Testamento Griego. in loc.

7. Life of Christ, sec. 245.

8. Synonyms of the New Test. vol. i. a. 70; Bib. Cab. N. iii.

9. Hay una verdadera dificultad en este pasaje, que no debería ser pasada por alto. Pareceinexplicable que nuestro Señor, en una ocasión como ésta, cuando envió a los doce en unamisión corta, aparentemente dentro de un distrito limitado, del cual habrían de regresar encorto tiempo, les hablase de su venida como alcanzándoles antes de que concluyeran sutarea. Parece apenas apropiado para ese período en particular, y que corresponde más a unencargo subsiguiente, es decir, el que está registrado en el discurso del Monte de los Olivos(Mat. 26; Marcos 13; Lucas 21). En realidad, una comparación de estos pasajes hará muchopara satisfacer a cualquier mente sincera de que el párrafo entero (Mat. 10:16-23) ha sidotraspuesto de su conexión original e insertado en la primera misión que nuestro Señorencomendó a sus discípulos. Encontramos las mismas palabras relativas a la persecución delos apóstoles, que serían entregados a los concilios, azotados en las sinagogas, llevadosante gobernadores y reyes, etc., que están registrados en el capítulo décimo de Mateo,asignado por Marcos y Lucas a un período subsiguiente, es decir, el discurso del Monte delos Olivos. No hay ninguna evidencia de que los discípulos sufrieran semejante tratamientodurante su primera gira evangelística. Hay, por lo tanto, una evidencia tan fuerte como lopermite el caso, de que el vers. 23 y su contexto pertenecen al discurso del Monte de losOlivos. Esto eliminaría la dificultad que el pasaje presenta en la relación que aquíencontramos, y daría coherencia y consistencia al lenguaje que, tal como está, no es fácildescubrir. Es un hecho aceptado que ni siquiera los evangelios sinópticos relatan todos losacontecimientos en el mismo orden preciso; por lo tanto, tiene que haber mayor exactitudcronológica en uno que en otro. Stier dice: “Mateo es descuidado en la cronología de losdetalles” (Reden Jesu, vol. iii, p. US). Neander, hablando de esta misma comisión, dice: “Esevidente que Mateo conecta muchas cosas con las instrucciones dadas a los apóstoles envista de su primer viaje, que cronológicamente corresponde a más tarde”. (Life of Christ, _174, nota b); y nuevamente, hablando de la comisión encomendada a los setenta, comoaparece registrada en Lucas, dice: “Según Lucas, toda la característica coherencia de todo loque habló Cristo, con las circunstancias (tan superiores a la disposición de Mateo)”, etc. (Lifeof Christ, _204, nota 1). El Dr. Blaike observa: “Se entiende generalmente que Mateo dispusosu narración más por temas y lugares que cronológicamente” (Bible History, p. 372).

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Por lo tanto, parece haber abundante justificación para asignar la importante prediccióncontenida en Mat. 10:23 al discurso pronunciado en el Monte de los Olivos.

10. Véase la nota en Harmony of the Four Gospels.

11. The Training of the Twelve, p. 117.

12. Lange, Comm. on St. Mat. in loc.

13. Alford, Greek Test. in loc.

14. Véase Lange in loc.

15. Family Expos. on Luke 18:1-8

16. Doddridge tiene la siguiente nota sobre “¿Hallará fe en la tierra?” “Es evidente que lapalabra a menudo significa, no la tierra en general, sino algún territorio en particular o país,como en Hechos 7:3, 4, 11, y en otros innumerables lugares. Y el contexto aquí lo limita alsignificado menos extenso. Es evidente que los creyentes hebreos estaban en mayorpeligro de cansarse de las persecuciones y las angustias. Comp. con Heb. 3:12-14; 10:23-39;12:1-4; Sant. i:1-4; 2:6″.

La interpretación proporcionada por el prudente Campbell añade confirmación, si es que senecesita, a este punto de vista sobre el pasaje. “Hay una estrecha relación en todo lo quenuestro Señor dice sobre cualquier tema de conversación, que rara vez escapa a un lectoratento. Si aquí, como es muy probable, se refiere a la destrucción inminente sobre la naciónjudía como juicio del cielo por su rebelión contra Dios al rechazar y asesinar al Mesías, y alperseguir a sus seguidores, (el griego) debe entenderse que significa “esta creencia”, o lacreencia en una verdad particular que Él había estado inculcando, a saber, que Dios a sudebido tiempo vengaría a sus elegidos, y castigaría señaladamente a sus opresores; y (elgriego) debe significar “el territorio”, a saber, Judea. Las palabras pueden traducirse de unmodo o del otro — la tierra como planeta o el territorio; pero es evidente que éste últimoles da un significado más definido, y les une más estrechamente con las que ls preceden.(Campbell sobre los Evangelios, vol. ii, p. 384). La enseñanza de esta instructiva parábola noestá agotada en manera alguna; y encontraremos que arroja luz inesperada sobre unpasaje muy oscuro, en una futura etapa de esta investigación. Mientras tanto, podemosreferirnos a 2 Tesa. 1:4-10, que proporciona un notable comentario sobre la parábolaentera, y muestra la conexión entre la Parusía y la venganza de los elegidos.

INDICACIONES PROFÉTICAS DE LA CERCANACONSUMACIÓN DEL REINO DE DIOS

I. Parábola de las Minas

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Lucas 19:11-27: “Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuantoestaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaríainmediatamente. Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino yvolver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y le dijo: Negociad entre tantoque vengo. Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada,diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. Aconteció que, vuelto él, después derecibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero,para saber lo que había negociado cada uno. Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina haganado diez minas. El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel,tendrás autoridad sobre diez ciudades. Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producidocinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades. Vino otro, diciendo:Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; porque tuve miedo detí, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que nosembraste. Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo erahombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; ¿por qué, pues, nopusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses? Ydijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. Ellosle dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; masal que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y también a aquellos mis enemigos que noquerían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí”.

No puede dejar de impresionar a todo lector atento de la historia del evangelio cuántas delas enseñanzas de nuestro Señor, al acercarse el fin de su ministerio, trataban del tema deljuicio venidero. Cuando pronunció esta parábola, estaba en camino a Jerusalén paracelebrar la última Pascua antes de padecer; y es notable cuántos de sus discursos desdeeste tiempo parecen estar casi completamente absortos, no en su propia muerte que seaproximaba, sino en la inminente catástrofe de la nación. No sólo esta parábola de lasminas, sino su lamento por Jerusalén (Luc. 19:41); su maldición sobre la higuera (Mat. 21;Mar. 11); la parábola de los agricultores malvados (Mat. 21; Mar. 12; Luc. 20); la parábola delas bodas del hijo del rey (Mat. 22); los ayes pronunciados sobre aquella generación (Mat.23:29-36); el segundo lamento por Jerusalén (Mat. 23:37-38); y el discurso profético en elMonte de los Olivos, con las parábolas y las ilustraciones parabólicas añadidas comoapéndices por Mateo, todo esto se ocupa de este tema absorbente.

La consideración de estas indicaciones proféticas mostrará que la catástrofe anticipada pornuestro Señor no era un suceso remoto, distante cientos y miles de años en el futuro, sinoun acontecimiento cuya sombra ya caía sobre aquella época y sobre aquella nación; y quelas Escrituras no nos autorizan en absoluto para suponer que ninguna otra cosa, ni nadamás que esto, está incluido en las palabras de nuestro Salvador.

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La parábola de las minas fue pronunciada por nuestro Señor para corregir una erróneaexpectativa de parte de sus discípulos, de que “el reino de Dios” estaba a punto de comenzaren seguida. No es de sorprenderse que hayan caído en este error. Juan le Bautista habíaanunciado: “El reino de Dios se ha acercado”. Jesús mismo había proclamado el mismohecho; y les había comisionado para que lo publicaran por las ciudades y aldeas de Galilea.Como patriotas israelitas, se retorcían bajo el yugo de Roma, y anhelaban las antiguaslibertades de la nación. Como piadosos hijos de Abraham, deseaban ver a todas lasnaciones bendecidas en él. Y había otros sentimientos menos nobles que tenían cabida ensus mentes. ¿No era su propio Maestro el Hijo de David, el rey que vendría? ¿Qué nopodrían esperar ellos, que eran sus seguidores y sus amigos? Esto les hacía competir entreellos por el lugar de honor en el reino. Esto hizo que los hijos de Zebedeo ansiaran obtenerla promesa de las posiciones más honorables, a la derecha y a la izquierda de Jesús, cuandoél asumiera la soberanía. Y ahora se acercaban a Jerusalén. El gran festival nacional de laPascua se acercaba; todo Israel acudía a la Santa Ciudad; y no había ninguna persona allíque no ansiara ver a Jesús de Nazaret. ¿Qué más probable que el entusiasmo popularpondría a su Maestro en el trono de su padre David? Lo que deseaban, eso creían; y“pensaban que el reino de Dios aparecería inmediatamente”.

Pero el Señor refrenó sus entusiastas esperanzas y les indicó, en una parábola, que ciertointervalo debía transcurrir antes de que se cumplieran sus expectativas. Tomando comobase de la parábola un incidente bien conocido de la historia judía reciente, es decir, el viajede Arquelao a Roma para procurar del emperador la sucesión a los dominios de su padre,Herodes el Grande, Jesús lo empleó como ilustración apropiada de su propia partida de latierra, y su subsiguiente retorno en gloria. Mientras tanto, durante el tiempo de su ausencia,dio a sus siervos una tarea que cumplir. “Negociad entre tanto que vengo”. Debían serdiligentes y fieles, hasta que su Señor regresase, cuando los siervos leales serían aplaudidosy recompensados, y sus enemigos destruidos completamente.

Nada puede ser mejor que la explicación de Neander de esta parábola, aunque, en realidad,puede decirse que se explica por sí sola. Sin embargo, puede ser bueno insertar susobservaciones. “En esta parábola, en vista de las circunstancias en las cuales fuepronunciada, y de la catástrofe que se aproximaba, se dan indicaciones especiales de lapartida de Cristo de la tierra, su ascensión, su regreso para juzgar a la rebelde naciónteocrática, y para consumar su dominio. Describe a un gran hombre que viaja a la cortedistante del poderoso emperador para recibir de él autoridad sobre sus conciudadanos, yregresar con poder real. Así, Cristo no fue reconocido inmediatamente en su posición real,sino que primero debía abandonar la tierra, dejar a sus agentes para que adelantaran sureino, ascender al cielo, ser nombrado rey teocrático, y regresar nuevamente para ejercer elpoder que se le disputaba”. (2)

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Tal es la enseñanza de la parábola de las minas. Pero, aunque el reino de Dios no habría deaparecer en el momento preciso en que sus discípulos lo esperaban, no se sigue de ello quefue pospuesto desde entonces, y que la esperada consumación no tendría lugar por cientoso miles de años. Esto falsificaría las más expresas declaraciones de Cristo y de su precursor.¿Cómo podrían haber dicho que el reino se había acercado si no habría de aparecerdurante milenios?

¿Cómo podría decirse de un acontecimiento que estaba cerca, si en realidad estaba másdistante que el período entero de la economía judía desde Moisés hasta Cristo? El reinotodavía podría estar cerca, aunque no tan cerca como los discípulos suponían. Eraconveniente que su Señor “se fuese”, pero sólo “por un poco de tiempo”, cuando viniera aellos nuevamente, y viniera “en su reino”. Esta era la esperanza con la cual vivían, la fe quehabían predicado; y no podemos creer que ni su fe ni su esperanza fuesen un engaño.

II. Lamento de Jesús Sobre Jerusalén

Lucas 19:41-44: “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, sitambién tú conocieses, a lo menos en este día, lo que es para tu paz! Mas ahora estáencubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre tí, cuando tus enemigos te rodearán convallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijosdentro de tí, y no dejarán en tí piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tuvisitación”.

Aquí pisamos terreno que no es debatible. Esta profecía es clara y perspicaz como lahistoria. Ningún defensor de la teoría de interpretación del doble sentido ha propuestodescubrir aquí nada que no sea Jerusalén y la desolación que se aproximaba.

No es la conflagración de la tierra, ni la disolución de la creación: es el sitio y la demoliciónde la Ciudad Santa, y la matanza de sus ciudadanos, todo lo cual se cumpliría históricamenteantes de cuarenta años, y nada más. Pero, ¿por qué? ¿Por qué no es posible el doble sentidoaquí, como en la predicción hecha en el Monte de los Olivos? La respuesta será, sin duda:Porque aquí todo es homogéneo y consecutivo; el Salvador está mirando a Jerusalén, yhablando a Jerusalén, y prediciendo un acontecimiento que habría de ocurrir prontamente.Pero esto es también lo que sucede con la profecía de Mateo 24, donde los expositoresencuentran, a veces a Jerusalén, y a veces al mundo; a veces la terminación del gobiernojudío, y a veces la conclusión de la historia humana; a veces el año 70 d. C., y a veces unperíodo de tiempo todavía desconocido. Todavía veremos que la profecía del Monte de losOlivos es no menos consecutiva, no menos homogénea, no menos una e indivisible, queesta predicción clara y sencilla de la inminente destrucción de Jerusalén. Si la teoría deldoble sentido sirviera para algo, se encontraría que es igualmente aplicable a la predicciónque tenemos delante. Aquí, sin embargo, sus propios defensores la descartan; porque elsentido común rehusa ver en este conmovedor lamento otra cosa que no sea Jerusalén, ysolamente Jerusalén.

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III. Parábola de los Labradores Malvados

Mat. 21:33-46

“Oíd otra parábola. Hubo un hombre, padre de familia,el cual plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ellaun lagar, edificó una torre, y la arrendó a unoslabradores, y se fue lejos. Y cuando se acercó el tiempode los frutos, envió sus siervos a los labradores, paraque recibiesen sus frutos. Mas los labradores, tomandoa los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otroapedrearon. Envió de nuevo a otros siervos, más que losprimeros; e hicieron con ellos de la misma manera.

Finalmente les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto ami hijo. Mas los labradores, cuando vieron al hijo,dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, yapoderémonos de su heredad. Y tomándole, le echaronfuera de la viña, y le mataron.

Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará aaquellos labradores?

Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, yarrendará su viña a otros labradores, que le paguen elfruto a su tiempo. Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en lasEscrituras: La piedra que desecharon los edificadores, havenido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, yes cosa maravillosa a nuestros ojos? Por tanto os digo,que el reino de Dios será quitado de voostros, y serádado a gente que produzca los frutos de él. Y el quecayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobrequien ella cayere, le desmenuzará. Y oyendo susparábolas los principales sacerdotes y os fariseos,entendieron que hablaba de ellos. Pero al buscar cómoecharle mano, temían al pueblo, porque éste le tenía porprofeta”.

Mar. 12:1-12

“Un hombreplantó unaviña, la cercóde vallado,cavó un lagar,edificó unatorre, y laarrendó a unoslabradores, yse fue lejos.

Y a su tiempoenvió un siervoa loslabradores,para querecibiese deéstos el frutode la viña. Masellos,tomándole, legolpearon, y leenviaron conlas manosvacías.

Volvió aenviarles otrosiervo; peroapedréandole,le hirieron enla cabeza, ytambién leenviaronafrentado. Yvolvió a enviarotro, y a éstemataron; y aotros muchos,golpeando aunos ymatando aotros.

Luc. 20:9-19

“Un hombreplantó una viña,la arrendó alabradores, y seausentó pormucho tiempo.

Y a su tiempoenvió un siervo alos labradores,para que lediesen del frutode la viña; perolos labradores legolpearon, y leenviaron con lasmanos vacías.

Volvió a enviarotro siervo; masellos a éstetambién,golpeado yafrentado, leenviaron con lasmanos vacías.

Volvió a enviar untercer siervo; masellos también aéste echaronfuera, herido.

Entonces el señorde la viña dijo:¿Qué haré?Enviaré a mi hijoamado; quizáscuando le vean aél, le tendránrespeto. Mas loslabradores, alverle, discutíanentre sí, diciendo:

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Por último,teniendo aúnun hijo suyo,amado, leenvió tambiéna ellos,diciendo:Tendránrespeto a mihijo. Masaquelloslabradoresdijeron entresí: Este es elheredero;venid,matémosle, yla heredadserá nuestra.

Y tomándole, lemataron, y leecharon fuerade la viña.¿Qué, pues,hará el señorde la viña?

Vendrá, ydestruirá a loslabradores, ydará su viña aotros.

¿Ni aun estaescriturahabéis leído: Lapiedra quedesecharon losedificadores havenido a sercabeza delángulo; elSeñor hahecho esto, yes cosamaravillosa anuestros ojos?

Este es elheredero; venid,matémosle, paraque la heredadsea nuestra.

Y le echaron fuerade la viña, y lemataron. ¿Qué,pues, les hará elseñor de la viña?

Vendrá ydestruirá a estoslabradores, y darásu viña a otros.Cuando ellosoyeron esto,dijeron: ¡Dios noslibre!

Pero él,mirándolos, dijo:¿Qué, pues, es loque está escrito:La piedra quedesecharon losedificadores havenido a sercabeza delángulo?

Todo el quecayese sobreaquella pieda,seráquebrantado;mas sobre quienella cayere, ledesmenuzará.

Procuraban losprincipalessacerdotes y losescribas echarlemano en aquellahora, porquecomprendieron

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Y procurabanprenderle,porqueentendían quedecía contraellos aquellaparábola; perotemían a lamultitud, ydejándole, sefueron”.

que contra elloshabía dicho estaparábola”.

Esta parábola, registrada en términos casi idénticos por los sinopticistas, apenas necesitaintérpretación. Su referencia local, personal, y nacional es demasiado manifiesta para serpuesta en duda. La viña es la tierra de Israel; el señor de la viña es el Padre; sus mensajerosson sus siervos los profetas; su único y amado hijo es el Señor Jesús mismo; los labradoresson los judíos rebeldes y perversos; el castigo es la catástrofe venidera en la Parusía,cuando, como bien lo expresa Neander, “la relación teocrática se rompe, y el reino estraspasado a otras naciones que produzcan los frutos correspondientes”. (2)

La aplicación de esta parábola al pueblo del tiempo de nuestro Salvador es tan directa yexplícita, que podría suponerse que ningún crítico tendría que buscarle un significadooculto o una referencia ulterior. Los principales sacerdotes y los fariseos pensaban que “lahabía pronunciado contra ellos“; e hicieron un gesto de dolor bajo el látigo. Tal como está, esperfectamente clara e inteligible; pero la exégesis de un teólogo puede volverla realmenteturbia y oscura. Por ejemplo, Lange comenta así el versículo 41.

La Parusía de Cristo es consumada en su última venida, pero no es una con ella. En principio,comienza con la resurrección (Juan 16:16); continúa como un poder a través del período delNuevo Testamento (Juan 14:3-19); y es consumada en el más estricto sentido en eladvenimiento final (I Cor. 15:23; Mat. 25:31; 2 Tesa. 2, etc.). (3)

Aquí tenemos, no una venida, ni la venida de Cristo, pero nada menos que tres venidas,separadas y distintas, o una venida de tres clases diferentes – una venida continua que haestado ocurriendo ya por casi dos mil años, y puede continuar por dos mil años más, quesepamos. Pero de todo esto no se da ni un indicio en el texto, ni en ninguna otra parte. Esmeramente adorno humano, sin una sola partícula de autoridad bíblica, inventado en virtudde una teoría de interpretación de doble o triple sentido.

Mucho más sobria es la explicación de Alford: “Podemos observar que nuestro Señor haceque ‘cuando el Señor venga’ [o[tan e[lth o/ kuriov] coincida con la destrucción de Jerusalén,que es, incontestablemente, la destrucción de los labradores malvados. Por lo tanto, este

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pasaje forma una clave importante de las pofecías de nuestro Señor, y una justificacióndecisiva para los que, como yo, sostienen que la venida del Señor, en muchos lugares, ha deidentificarse principalmente con esa destrucción”. (4)

Es lamentable que esta nota, por lo demás acertada y sensata, esté estropeada por lasfrases “en muchos lugares” y “principalmente”, pero es, sin embargo, una admisiónimportante. Sin duda, aquí encontramos efectivamente “una clave importante de lasprofecías de nuestro Señor”, pero la clave maestra es la que ya hemos encontrado en Mat.16:27, 28, que sirve para abrir, no sólo éste, sino muchos otros dichos oscuros en losoráculos proféticos.

IV. Parábola de las bodas del hijo del rey

Mat. 22:1-14. “Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: El reino de loscielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a sus siervos a llamara los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir. Volvió a enviar a otros siervos,diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animalesengordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas. Mas ellos, sin hacercaso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; y otros, tomando a los siervos, losafrentaron y los mataron. Al oirlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó aaquellos homicidas, y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdadestán preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. Id, pues, a las salidas delos caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. Y saliendo los siervos por los caminos,juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas deconvidados. Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estabavestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas élenmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en lastinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, ypocos escogidos”.

Esta parábola guarda un gran parecido con la de la Gran Cena de Lucas 14. Es posible quelas dos parábolas sean sólo versiones diferentes del mismo original. La cuestión, sinembargo, no afecta la discusión actual, y no puede probarse que estas parábolas no fueronpronunciadas en ocasiones diferentes. La moraleja de ambas es la misma; pero lanaturaleza de la parábola registrada por Mateo es más claramente escatológica que la deLucas. Apunta claramente a la cercana consumación del “reino de los cielos”. La venganzaque el rey tomó de los asesinos de su hijo y contra su ciudad fija la aplicación a Jerusalén y alos judíos. Los ejércitos romanos no eran sino los ejecutores de la justicia divina; y Jerusalénpereció por su culpa y su rebelión contra su Rey.

En sus notas sobre esta parábola, y aunque reconoce una referencia parcial y primaria aIsrael y a Jerusalén, Alford también encuentra que se extiende mucho más allá de su alcanceaparente, y se divide en dos actos, el primero de los cuales es pasado, y termina en el

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versículo 10; mientras que un nuevo acto se abre con el versículo 11, que todavía está en elfuturo. Esto implica que el juicio de Israel y de Jerusalén no proporciona un cumplimientopleno y exhaustivo de las palabras de nuestro Señor. Por una parte, tenemos lasenseñanzas de Cristo mismo – sencillas, claras, y nada ambiguas; por la otra, la especulaciónconjetural del crítico, sin una chispa de evidencia ni autoridad de la palabra de Dios. Algunosse mofarán diciendo que exponer la parábola de acuerdo con su sencillo significadohistórico es poco profundo, superficial, y poco espiritual, y tratan de encontrar en ellasignificados ulteriores y ocultos, enigmas oscuros y profundos, profundidades místicas, quenadie sino los teólogos pueden explorar – ¡esto es perspicacia crítica, aguda penetración,gran espiritualidad! En nuestra opinión, todo este atribuir hipótesis humanas y doblessentidos a las predicciones de nuestro Señor es completamente incompatible con la críticasobria, o con la verdadera reverencia por la palabra de Dios; esto no es crítica, sinomisticismo, y oscurece la verdad, en vez de aclararla. Entonces, a riesgo de ser consideradossuperficiales y poco profundos, nos aferraremos a las sencillas enseñanzas de las palabrasde la Biblia, haciendo oídos sordos a todas las especulaciones fantásticas y conjeturales deorigen meramente humano, no importa cuán instruída o digna sea la dirección de dondevengan.

V. Ayes Pronunciados Sobre los Escribas y los Fariseos

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Mateo 23:29-36

“Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis lossepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de losjustos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestrospadres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de losprofetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de quesois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotrostambién llenad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes,generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación delinfierno? Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios yescribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otrosazotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad enciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que seha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justohasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matásteisentre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrásobre esta generación”.

Lucas 11:47-51

“¡Ay de vosotros, queedificáis los sepulcros delos profetas a quienesmataron vuestros padres!

De modo que soistestigos y consentidoresde los hechos de vuestrospadres; porque a laverdad ellos los mataron,y vosotros edificáis sussepulcros.

Por eso la sabiduría deDios también dijo: Lesenviaré profetas yapóstoles; y de ellos, aunos matarán y a otrosperseguirán, para que sedemande de estageneración la sangre detodos los profetas que seha derramado desde lafundación del mundo,desde la sangre de Abelhasta la sangre deZacarías, que murió entreel el altar y el templo; sí,os digo que serádemandada de estageneración”.

Se verá que Lucas da este pasaje como pronunciado en una relación diferente, y en unaocasión diferente, de las de Mateo. Si nuestro Señor pronunció las mismas palabras en dosocasiones diferentes, o si las palabras fueron transpuestas por Lucas de su relación original,no es una cuestión fácil de establecer. La primera hipótesis no parece probable, y no serecomienda ella misma a la mente crítica. Los apotegmas y dichos cortos parabólicos, como“muchos son los llamados pero pocos los escogidos”, “los últimos serán los primeros, y losprimeros, últimos”, pueden haberse repetido en varias ocasiones; pero difícilmente puedeimaginarse que discursos relacionados y detallados, como el Sermón del Monte, el discursoprofético sobre el Monte de los Olivos, y esta acusación contra los escribas y fariseos, hayansido repetidos palabra por palabra en diferentes ocasiones. Como ya hemos visto, es un

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error buscar un estricto orden cronológico en las narraciones de los evangelistas; se admitede modo general que ellos algunas veces ponían juntos hechos que tenían una relaciónnatural, de manera bastante independiente del orden cronológico en que ocurrieron.

Stier dice de la cronología de Lucas en general: “Dos cosas están suficientemente claras:Primera, que él menciona ocurrencias individuales sin tener en cuenta estrictamente lacronología, aún repitiendo e intercalando algunas cosas registradas en otros lugares”, etc.

Neander hace la siguiente observación sobre el pasaje que tenemos delante: “Del mismomodo que este último discurso narrado por Mateo contiene varios pasajes narrados porLucas en la conversación de la mesa (cap. 11), Lucas inserta allí este anuncio profético, cuyacorrecta posición se encuentra en Mateo”. (5) Sin embargo, no podemos concordar con laopinión de Neander, de que “este discurso, como aparece en Mat. 23, contiene muchospasajes pronunciados en otras ocasiones” (6). Nos parece imposible leer el capítuloveintitrés de Mateo sin percibir que es un discurso continuo y relacionado, pronunciado enuna ocasión, derivándose sus diferentes partes de, y siguiéndose, las unas a las otrasnaturalmente. Su misma estructura, que consiste de siete ayes (7), pronunciados contra loshipócritas que pretendían ser santos y eran los guías ciegos del pueblo – y la solemneocasión en la que fue pronunciado, siendo el discurso público filial [sic] de nuestro Señor –obligan irresistiblemente la conclusión de que es un todo completo, y que Mateo nos da laforma original del discurso.

Pero dilucidar esta cuestión no es esencial para esta investigación. Mucho más importantees observar cómo nuestro Señor cierra su ministerio público en términos casi idénticos aaquellos con los cuales su precursor se dirigía a la misma clase de gentes: “¡Serpientes,generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?” Esta no esninguna coincidencia fortuita. Evidentemente, es la deliberada adopción de las palabras delBautista, cuando habló de la “ira venidera”. Israel había rechazado asimismo el severollamado al arrepentimiento que le había hecho el segundo Elías, y las tiernasamonestaciones del Cordero de Dios. La medida de su culpa estaba casi llena, y el “día de laira” llegaba rápidamente.

Pero el punto que merece atención especial es la particular aplicación de este discurso a lamisma época del Salvador. “De cierto os digo: Todo esto acontecerá a esta generación”. “Estoserá requerido de esta generación“. Ciertamente no hay aquí la pretensión de una referenciaprimaria y una secundaria. Ningún expositor negará que estas palabras tienen una única yexclusiva explicación a la generación del pueblo judío que entonces vivía sobre la tierra.Hasta Dorner, que arguye de lo más enérgicamente a favor de una gran variedad designificados de la palabra genea [generación], admite con franqueza que aquí sólo puedereferirse a los contemporáneos de nuestro Señor: “Hoc ipsum hominum aevum”. (8) Esta esuna admisión de la mayor importancia. Nos permite fijar el verdadero significado de lafrase: “Esta generación”, que juega un papel tan importante en varias de las predicciones denuestro Señor, y notablemente en la gran profecía pronunciada en el Monte de los Olivos.

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En el pasaje que tenemos delante, las palabras son incapaces de ninguna otra aplicaciónque no sea la generación existente de la nación judía, que es representada por nuestro Señorcomo heredera de todas las generaciones precedentes, que había heredado la depravacióny la rebeldía del carácter nacional, y estaba destinada a perecer en el diluvio de ira que sehabía estado acumulando a través de los siglos, y por fin estaba a punto de arrollar a latierra culpable.

VI. El Segundo Lamento de Jesús Sobre Jerusalén

Mateo 23:37-39

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a losprofetas, y apedreas a los que te sonenviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tushijo, como la gallina junta sus polluelosdebajo de las alas, y no quisiste! He aquívuestra casa os es dejada desierta. Porque osdigo que desde ahora no me veréis, hasta quedigáis: Bendito el que viene en el nombre delSeñor”.

Luc. 13:34, 35

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a losprofetas, y apedreas a los que te son enviados!¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, comola gallina a sus polluelos debajo de sus alas, yno quisiste! He aquí, vuestra casa os es dejadadesierta; y os digo que no me veréis, hastaque llegue el tiempo en que digáis: Bendito elque viene en el nombre del Señor”.

Aquí tenemos nuevamente otro ejemplo de esas discrepancias en la historia del evangelioque causan perplejidad a los armonistas. Lucas registra este conmovedor apóstrofe denuestro Señor en una relación bastante diferente de la de Mateo. Sin embargo, apenaspodemos suponer que estas ipsissima verba fueron pronunciadas en más de una ocasión, asaber, las especificadas por Mateo. Dice Dorner: “Que estas palabras: ‘He aquí, vuestra casaos dejada desierta’, fueron pronunciadas por Cristo, no donde las coloca Lucas, sino dondelas pone Mateo, lo muestran las palabras mismas; porque fueron pronunciadas cuandonuestro Señor partía del templo para no regresar más a él hasta que viniera en juicio”. (9)Lange dice que el pasaje es colocado antes por Lucas “por razones pragmáticas”. En todocaso, podemos correctamente considerar las palabras como pronunciadas en la ocasiónindicada por Mateo.

Como tal, su colocación es de lo más sugerente. Esta patética amonestación mitiga laseveridad de las anteriores acusaciones, y cierra el ministerio de nuestro Señor con unestallido de humana ternura y divina compasión. Como bien dice el Dr. Lange: “El Señorllora y se lamenta sobre su propia Jerusalén en ruinas … Su peregrinaje entero en la tierrafue agitado por su angustia sobre Jerusalén, como la gallina que ve al águila amenazante enel cielo, y ansiosamente trata de juntar a sus polluelos bajo sus alas. Con una tal angustiaveía Jesús a las legiones romanas aproximarse para juicio sobre los hijos de Jerusalén, ytrataba de salvarles con las más fuertes solicitaciones de amor, pero en vano. ¡Eran comohijos muertos a la voz del amor maternal!” (10)

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¿Es necesario decir que aquí está Jerusalén, y sólo Jerusalén? No hay ninguna ambigüedad,ninguna referencia doble; ningún cumplimiento próximo y final se conciba aquí. Unpensamiento, un sentimiento, un propósito llenaba el corazón de Jesús – ¡Jerusalén, laciudad de Dios, la amada, la culpable, la condenada! Su suerte estaba ahora poco menosque sellada, y el corazón de nuestro Salvador se le oprimía de angustia al darle el últimoadiós.

Pero, ¿cómo debemos entender las palabras finales: “No me veréis más, hasta que digáis:Bendito el que viene en el nombre del Señor”? Esta frase: “Bendito el que viene en elnombre del Señor” es la fórmula reconocida que empleaban los judíos al hablar de la venidadel Mesías – el saludo mesiánico: equivalente a “Salve, ungido de Dios”. Se suponegeneralmente que fue adoptado de Sal. 118:26. Por lo tanto, vendría un momento en queesta salutación sería apropiada. El Señor que salía del templo retornaría a su templo unavez más. Más que esto, aquella misma generación presenciaría aquel regreso. Esto se da aentender claramente en la forma del lenguaje del Salvador: “No me veréis más hasta quedigáis”, etc. – palabras que estarían desprovistas de la mitad de su significado si las personasa las que se refiere la primera parte de la oración no fuesen las mismas que aquéllas a lasque se refiere la segunda parte. Nada puede ser más claro y explícito que la referencia deprincipio a fin al pueblo de Jerusalén, los contemporáneos de Cristo. Ellos y Él habrían deencontrarse otra vez; y el Mesías, el Señor a quien profesaban buscar tan ansiosamente,vendría súbitamente a su templo, según el dicho de Malaquías el profeta. Ellos esperabanaquella venida como un acontecimiento para ser recibido con gozo; pero habría de ser demuy distinta manera. “¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estaren pie cuando él se manifieste?” Ese día habría de traer la desolación de la casa de Dios, ladestrucción de su existencia nacional, el estallido de la ira contenida de Dios sobre Israel.Este era el regreso, el reunirse nuevamente, al cual el Salvador alude aquí. ¿Y no es ésta lamismísima cosa que Él había declarado una y otra vez? ¿No había Él dicho hacía bien pocoque “sobre esta generación” vendrían los siete ayes que Él acababa de pronunciar? (Ver. 36).¿No había afirmado solemnemente que algunos que entonces vivían verían al Hijo delhombre viniendo en gloria, con sus ángeles, “para dar a cada uno según sus obras” — estoes, que vendría a juzgar? ¿Es posible adoptar la extraña hipótesis de algunos comentaristasde nota, de que con estas palabras nuestro Salvador quiere decir que nunca volvería a servisto por aquéllos a los cuales hablaba, hasta que un Israel convertido y cristiano, en algunaépoca muy distante en el tiempo, estuviese preparado para recibirle como Rey de Israel?Esto sería realmente tomarse injustificadas libertades con las palabras de la Escritura.Nuestro Señor no dice: “No me veréis hasta que ellos digan, o, hasta que otra generacióndiga; sino, “hasta que [vosotros] digáis”, etc. No se sigue de ninguna manera que, porque lasalutación mesiánica se cita aquí, el pueblo que se supone que la usa estaba preparadopara entrar en su verdadero significado. Aquellas mismas palabras habían sido exclamadaspor multitudes en las calles de Jerusalén sólo uno o dos días antes, pero fueron cambiadaspor “¡Crucifícale, crucifícale!” en muy breve espacio de tiempo. Aquellas palabrassimplemente denotan el hecho de su venida. Los infelices a quienes nuestro Salvador

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hablaba no podían adoptar el saludo mesiánico en su sentido verdadero y más alto; ellosjamás dirían: “Bendito el que”, etc., pero presenciarían su venida – la venida con la cualaquella fórmula estaba asociada indisolublemente, es decir, la Parusía.

Sostenemos, entonces, que, no sólo estamos justificados, sino obligados, a llegar a laconclusión de que aquí nuestro Señor se refiere a su venida para destruir a Jerusalén ycerrar la era judía, según sus expresas declaraciones, dentro del período de la generaciónque entonces existía. La historia verifica la profecía. Menos de cuarenta años después deltiempo en que fueron pronunciadas estas palabras, Judea y su pueblo fueron abrumadospor el diluvio de ira predicho por el Señor. Su tierra fue asolada; su casa fue dejada desierta;Jerusalén, y sus hijos con ella, fueron sumergidos en una ruina común.

VII. La Profecía Del Monte de los Olivos

LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE [LA PARUSÍA]ANTES DE QUE PASARA AQUELLA GENERACIÓN

MAT. 24; MAR. 13; LUC. 21

Ahora entramos a considerar el que es, con mucho, el pronunciamiento más completo ymás explícito de nuestro Señor tocante a su venida, y los solemnes acontecimientosrelacionados con ella. El discurso o la conversación en el Monte de los Olivos es la granprofecía del Nuevo Testamento, y no sería incorrecto llamarla el Apocalipsis de losevangelios. De la interpretación de este discurso profético dependerá que comprendamoscorrectamente las predicciones contenidas en los escritos apostólicos; porque casi se puededecir que no hay nada en las epístolas que no esté en los evangelios. Esta profecía denuestro Salvador es el gran depósito del cual se derivan principalmente las declaracionesproféticas de los apóstoles.

La opinión comúnmente aceptada de la estructura de este discurso, que casi se da porsentada, tanto por expositores como por los lectores en general, es que nuestro Señor, alresponder a la pregunta de sus discípulos con respecto a la destrucción del templo, mezclacon ese acontecimiento la destrucción del mundo, el juicio universal, y la consumación finalde todas las cosas. Imperceptiblemente, se supone, la profecía se desliza de la ciudad y eltemplo de Jerusalén, y su destino inminente en el futuro inmediato, a otra catástrofe,infinitamente más tremenda, en el futuro lejano e indefinido. Sin embargo, tanentremezcladas están las alusiones – ya a Jerusalén, ya al mundo en ggeneral; ya a Israel, yaa la raza humana; ya a los acontecimientos cercanos, ya a acontecimientos indefinidamenteremotos – que distinguir y asignar las varias referencias y los varios temas esextremadamente difícil, si no imposible.

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Quizás la manera más justa de mostrar los puntos de vista de los que arguyen a favor de undoble significado en este discurso profético sea presentar el esquema o plan de la profecíapropuesto por el Dr. Lange, y adoptado por muchos notables expositores.

“En armonía con el estilo apocalíptico, Jesús presentó los juicios de su venida en una seriede ciclos, cada uno de los cuales muestra el futuro entero, pero de tal manera, que con cadanuevo ciclo el escenario parece aproximarse a y parecerse aún más de cerca a la catástrofefinal. Así, el primer ciclo delinea el curso entero del mundo hasta el fin, en sus característicasgenerales (vers. 4-14). El segundo da las señales de la destrucción de Jerusalén que seacerca, y pinta esta misma destrucción como señal y principio del juicio del mundo, quedesde ese día en adelante continúa en silenciosos y reprimidos días de juicio hasta el fin(ver. 15-28). El tercero describe el súbito fin del mundo, y el juicio que sigue (ver. 29-44).Luego sigue una serie de parábolas y símiles, en las cuales el Señor pinta el juicio mismo,que se desarrolla en una sucesión orgánica de varios actos. En el último acto, Cristo revelasu majestad judicial universal. El Cap. 24:45-51 presenta el juicio sobre los siervos de Cristo,o el clero. Cap. 25:1-13 (las vírgenes prudentes y las vírgenes fatuas) presenta el juicio sobrela iglesia, o el pueblo. Luego sigue el juicio sobre los miembros individuales de la iglesia (ver.14-30). Finalmente, los vers. 31-46 introducen el juicio universal del mundo”. (11)

No muy diferente es el esquema propuesto por Stier, que encuentra tres venidas diferentesde Cristo, “que en perspectiva se cubren entre sí”:

“1. La venida del Señor para juzgar al judaísmo. 2. Su venida para juzgar a la degeneradacristiandad anti-cristiana. 3. Su venida para juzgar a todas las naciones paganas – el juiciofinal del mundo, todas las cuales juntas son la segunda venida de Cristo, y con respecto a susimilitud y diversidad son registradas exactamente por Mateo como saliendo de la boca deCristo”. (12)

Tal es el elaborado y complicado esquema adoptado por algunos expositores; pero haycontra él obvias y graves objeciones que, mientras más son consideradas, más formidablesparecen, si no fatales.

1. Puede hacerse una objeción, in limine, a los principios envueltos en este método deinterpretar la Escritura. ¿Debemos buscar significados dobles, triples, y múltiples, profecíasdentro de profecías, y misterios envueltos en misterios, donde podríamos razonablementehaber esperado una respuesta sencilla a una pregunta sencilla? ¿Puede alguien estarseguro de entender las Escrituras si éstas son enigmáticas u obscuras? ¿Es ésta la maneraen que el Salvador enseñaba a sus discípulos, dejando que tanteasen el camino a través deintrincados laberintos, que irrestiblemente sugieren la astronomía ptolemaica – “Ciclo yepiciclo, orbe en orbe”? Ciertamente, una revelación tan ambigua y obscura puededifícilmente llamarse revelación, y más parece un oráculo de Delfos, o una sibila de Cuma,que la enseñanza de Aquél a quien el pueblo escuchaba gustosamente. (13)

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2. Apenas se pretenderá que, si la exposición de Lange y la de Stier es correcta, losdiscípulos que escuchaban los dichos de Jesús en el Monte de los Olivos pudieron habercomprendido o seguido la dirección de su discurso. En todo momento, eran lentos paraentender las palabras de su Maestro; pero sería darles crédito a su asombroso poder depenetración suponer que eran capaces de sortear su camino a través de tal laberinto devenidas, que se extendían a través de “una serie de ciclos, cada uno de los cuales presentael futuro entero, pero de tal manera que, con cada nuevo ciclo, la escena pareceaproximarse y parecerse más de cerca a la catástrofe final”.

Para el lector corriente, no es fácil seguir al crítico ingenioso a través de su tortuosoesquema; pero es claro que los discípulos deben haberse sentido irremediablementedesconcertados en medio de una avalancha de crisis y catástrofes desde la caída deJerusalén hasta el fin del mundo. Quizás debe decírsenos, sin embargo, que no esimportante si los discípulos entendieron o no la respuesta de nuestro Señor: no era a ellos alos que Él hablaba; era a las edades futuras, a las generaciones que todavía no habíannacido, que sin embargo estaban destinadas a encontrar la interpretación de la profecía tanembarazosa para ellos como lo era para los portadores originales. Ninguna palabra pararepudiar tal sugerencia es demasiado fuerte. Los discípulos fueron a su Maestro con unapregunta sencilla y honesta, y es increíble que Él se burlase de ellos dándoles por respuestaun acertijo ininteligible. Debe suponerse que el Salvador quería que sus discípulosentendieran sus palabras, y debe suponerse que las entendieron.

3. La interpretación que estamos considerando parece estar fundamentada en una erróneainterpretación de la pregunta que los discípulos hicieron a nuestro Señor, así como de larespuesta a la pregunta.

Se supone por lo general que los discípulos vinieron a nuestro Señor con tres preguntasdiferentes, relativas a diferentes acontecimientos separados entre sí por un largo intervalode tiempo; que la primera pregunta: “¿Cuándo serán estas cosas?”, se refería a la próximadestrucción del templo; que la segunda y la tercera preguntas, “¿Qué señal habrá de tuvenida, y del fin del mundo?”, se refería a sucesos muy posteriores a la destrucción deJerusalén y que, de hecho, todavía no han tenido lugar. Se supone que la respuesta denuestro Señor se conforma a esta triple pregunta, y que esto da forma a su discurso entero.Ahora, considérese cuán completamente improbable es que los discípulos tuvieran en susmentes algún esquema del futuro, como si fuera un mapa. Sabemos que ellos acababan deser sacudidos y quedar estupefactos por la predicción de su Maestro tocante a la totaldestrucción de la gloriosa casa de Dios que tan recientemente habían estado contemplandocon admiración. Todavía no habían tenido tiempo de recuperarse de su sorpresa, cuandofueron a Jesús con la pregunta: “¿Cuándo serán estas cosas?”, etc. ¿No es razonable suponerque sólo un pensamiento les poseía en ese momento – la portentosa calamidad queesperaba a la magnífica estructura, gloria y belleza de Israel? ¿Era ése un momento en quesus mentes estarían ocupadas con un futuro distante? ¿No debía su alma entera estar

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concentrada en el destino del templo? ¿Y no debían estar ansiosos de saber qué señales sedarían de la proximidad de la catástrofe? Es imposible decir si relacionaron en suimaginación la destrucción del templo con la disolución de la creación y el fin de la historiahumana; pero podemos, sin peligro, llegar a la conclusión de que en sus mentespredominaba el anuncio que el Señor acababa de hacer: “De cierto os digo, que no quedarápiedra sobre piedra que no sea derribada”. Por el lenguaje del Salvador, deben habercolegido que la catástrofe era inminente; y su ansiedad era por saber el momento y lasseñales de su llegada. Marcos y Lucas hacen que la pregunta de los discípulos se refiera a unsuceso y unaocasión – “¿Cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estascosas hayan de cumplirse?” Por lo tanto, no es sólo presumible, sino indudable, que laspreguntas de los discípulos se refieren sólo a diferentes aspectos del mismo y granacontecimiento. Esto armoniza las afirmaciones de Mateo con las de los otros evangelistas, yclaramente lo requieren las circunstancias del caso.

4. La interpretación que estamos discutiendo descansa también en una concepción erróneay engañosa de la frase “fin del mundo” (época) [ton/ai=w/noj]. No es sorprendente quesimples lectores de habla inglesa del Nuevo Testamento supongan que esta frase significaen realidad la destrucción del mundo material; pero tal error no debería recibir el apoyo dehombres de saber. Ya hemos tenido ocasión de subrayar que el verdadero significado de(aion) no es mundo, sino época; que, como su equivalente en latín, aevum, se refiere a unperíodo de tiempo: así, “el fin de la época” [ton/ai=w/noj] significa la proximidad del fin dela época o era o dispensación judía, como nuestro Señor lo indicaba con frecuencia. Todoslos pasajes que hablan del “fin” [to.te,loj] “el fin del tiempo”, o “el fin de los tiempos”, serefieren a la misma consumación, y siempre como que está a las puertas. En I Cor. 10:11,Pablo dice: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas paraamonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”, dando aentender que se consideraba a sí mismo y a sus lectores como viviendo cerca de laconclusión de un aeon, o era.

Así, en la epístola a los Hebreos, encontramos la notable expresión: “Pero ahora, en laconsumación de los siglos (erróneamente traducida: El fin del mundo), se presentó una vezpara siempre por el sacrificio de sí mismo” (Heb. 9:26), mostrando claramente que elescritor consideraba la encarnación de Cristo como teniendo lugar cerca del fin del eon, operíodo dispensacional. Suponer que quería decir cerca del fin del mundo, o cerca de ladestrucción del planeta material, sería hacerle escribir falsa historia y mala gramática. Dehecho, no sería verdad, porque el mundo ha durado más desde la encarnación que laduración de toda la economía mosaica, desde el éxodo hasta la destrucción del templo. Porlo tanto, es inútil decir que el “fin del siglo” puede significar un período prolongado, que seextiende desde la encarnación hasta nuestro propio tiempo, y aún más allá. Eso sería uneón, no el fin de todos los hombres. El eón del que hablaba nuestro señor estaba a puntode terminar en una gran catástrofe; y una catástrofe no es un proceso prolongado, sino un

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acto definitivo y culminante. Nos vemos obligados, por lo tanto, a llegar a la conclusión deque “el fin del siglo”, o [ton/ ai=w/noj] se refiere solamente a la cercana terminación de laera o dispensación judía.

5. Ciertamente puede objetarse que, aún admitiendo que los apóstoles hayan estadoocupados exclusivamente con la suerte del templo y los acontecimientos de su propiotiempo, no hay razón para que el Señor no excediera los límites de la visión de ellos y noextendiera una mirada profética hacia los siglos de un futuro distante. No hay duda de quepodía hacerlo; pero, en ese caso, deberíamos esperar algún atisbo o sugerencia de esehecho; alguna línea bien definida entre el futuro inmediato y el indefinidamente remoto. Siel Salvador pasa de Jerusalén y su día de condenación, al mundo y su día del juicio, sería sólorazonable buscar alguna frase como “Después de muchos días”, o “Sucederá después deestas cosas”, que marcara la transición. Pero en vano buscamos alguna indicación de estetipo. Son por entero insatisfactorios los intentos de los expositores de trazar líneas detransición en esta profecía, mostrando dónde deja de hablar de Jerusalén e Israel y pasa ahablar de acontecimientos remotos y generaciones que todavía no habían nacido. Nadapuede ser más arbitrario que las divisiones que se intentan establecer; no soportan ni elexamen de un momento, y son incompatibles con las expresas afirmaciones de la profecíamisma. ¿Puede creerse que algunos expositores encuentran un punto de transición enMateo 24:29, donde las propias palabras de nuestro Señor hacen totalmente inadmisible laidea misma por medio de su propia observación sobre el tiempo, pues dice“inmediatamente”? Si, en presencia de tal autoridad, puede hacerse una sugerencia tanprecipitada, ¿qué no puede esperarse en casos señalados con menos fuerza? Pero, laverdad es que todos los intentos de establecer divisiones y transiciones imaginarias en laprofecía fracasan de modo notable. Que cualquier lector imparcial y honesto juzgue elesquema del Dr. Lange, que puede ser considerado representante de la escuela de losexpositores del doble sentido, en su distribución de este discurso de nuestro Señor, y diga sies posible discernir algún vestigio de una división natural donde él traza líneas detransición. Su primera sección, desde el ver. 4 al ver. 14, la titula

“Señales, y la manifestación del fin del mundo en general”.

¡Cómo! ¿Es concebible que nuestro Señor, a punto de responder a los corazones ansiosos ypalpitantes, llenos de ansiedad por las calamidades que Él decía eran inminentes,comenzara hablando del “fin del mundo en general”? Ellos pensaban en el templo y elfuturo inmediato. ¿Hablaría Jesús del mundo y del tiempo indefinidamente remoto? Pero,¿hay algo en esta primera sección que no sea aplicable a los discípulos mismos y a sutiempo? ¿Hay algo que no ocurrió realmente en su propio tiempo? “Sí,” se dirá, “el evangeliodel reino no se ha predicado todavía a todo el mundo por testimonio a todas las naciones”.Pero tenemos este mismo hecho atestiguado por Pablo (Col. 1:5, 6): “La palabra verdaderadel evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo”, etc.; y nuevamente(Col. 1:23): “El evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está

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debajo del cielo”. Existía, pues, en el tiempo de los apóstoles, tal difusión mundial delevangelio como para satisfacer las predicciones del Salvador: “Y será predicado esteevangelio del reino en todo el mundo” (oikemene).

Pero la objeción decisiva a este esquema es que es evidente que el pasaje entero estádirigido a losdiscípulos, y habla de lo que ellos verían, de lo que ellos harían, de lo que ellossufrirían; todo esto cae dentro de su propia observación y experiencia, y no se puede hablarde ellos como si se tratara de un auditorio invisible en una época muy distante en el futurolejano, que aún hoy no ha tenido lugar en la tierra.

La siguiente división de Lange, que comprende desde el ver. 15 hasta el ver. 22, se titula

“señales del fin del mundo en particular: (a) La Destrucción de Jerusalén”.

Sin detenernos a investigar la relación de estas ideas, es satisfactorio ver que por fin seintroduce a Jerusalén. Pero, ¡cuán antinatural es la transición de “el fin del mundo” a lainvasión de Judea y al sitio de Jerusalén! ¿Podrían los discípulos haber dado tan súbito einmenso salto? ¿Podría haber sido inteligible para ellos, o es inteligible en la actualidad?Pero, obsérvese el punto de transición, como lo fija Lange en el vers. 15: “Por tanto, cuandoveáis la abominación desoladora”, etc. Esto ciertamente no es transición, sino continuidad:todo lo que precede conduce a este punto; las guerras, las hambrunas, las pestilencias, laspersecuciones, y los martirios; todo esto preparaba y era la introducción para el “fin”; estoes, para la catástrofe final que habría de sobrevenir a la ciudad, al templo, y a la nación deIsrael.

Luego sigue un párrafo desde el ver. 23 hasta el ver. 28, que Lange llama

“(b) Intervalo de juicio parcial y suprimido”.

Este título es en sí mismo un ejemplo de exposición fantástica y arbitraria. En las palabrasmismas algo incongruente y contradictorio. Un día de juicio implica publicidad ymanifestación, no silencio y supresión. Pero, ¿cuál puede ser el significado de “días de juiciosilencioso y suprimido”, que continúa desde la destrucción de Jerusalén hasta el fin delmundo? Si se quiere decir que hay un sentido en que Dios está siempre juzgando al mundo,esto es un truísmo que podría afirmarse de cualquier período, antes o después de ladestrucción de Jerusalén. Pero la parte más objetable de esta exposición es el violentotratamiento de la palabra “entonces” (p. 62) [to,te] (ver. 23). Dice Lange: “Entonces (es decir,en el tiempo que transcurre entre la destrucción de Jerusalén y el fin del mundo)”. ¡Este esciertamente un prodigioso entonces! Ya no es un punto en el tiempo, sino un eón – unperíodo vasto e indefinido; y se supone que durante todo ese tiempo las afirmaciones delpárrafo, ver. 23 al 28, están en proceso de cumplimiento. Pero, cuando regresamos a laprofecía misma, no encontramos ningún cambio de tema, ninguna interrupción en lacontinuidad del discurso, ningún indicio de transición de una época a la otra. La nota de

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tiempo, “entonces”, [to,te], es decisiva contra cualquier hiato o transición. Nuestro Salvadorestá poniendo a los discípulos en guardia contra los engañadores e impostores queinfestaban la comunidad judía en los últimos días, y les dice: “Entonces”, (es decir, en esetiempo, en la agonía de la guerra judía) “si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, omirad, allí está, no lo creáis”, etc. Es Jerusalén, siempre Jerusalén, y sólo Jerusalén, de lo quenuestro Señor habla aquí. Por fin llegamos a

“El Verdadero Fin del Mundo” (ver. 24-31).

Habiendo hecho la transición del “fin del mundo hacia atrás hasta la destrucción deJerusalén, el proceso ahora se invierte, y hay otra transición, de la destrucción de Jerusalénal “verdadero fin del mundo”. Este fin verdadero ha sido puesto después de la aparición deaquellos falsos Cristos y falsos profetas contra los cuales eran amonestados los discípulos.Esta alusión a “falsos Cristos” debería haberle ahorrado al crítico el error en que ha caído, yhaberle indicado el período al cual se refiere la predicción. Pero, ¿dónde hay aquí algunaseñal de división o transición? No hay rastro ni señal de ninguna. Por el contrario, ellenguaje expreso de nuestro Señor excluye en absoluto cualquier intervalo de tiempo, puesdice: “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días”, etc. Esta nota en cuantoal tiempo es decisiva, y prohibe perentoriamente suponer cualquier interrupción o hiato enla continuidad de su discurso.

Pero hemos ido bastante lejos en la demostración del tratamiento arbitrario y nada críticoque ha recibido esta profecía, y sido seducidos para efectuar una exégesis prematura dealguna porción de su contenido. Lo que argumentamos es a favor de la unidad y lacontinuidad del discurso entero. Desde el principio del capítulo veinticuatro de Mateo hasta elfinal del veinticinco, es uno e indivisible. El tema es la próxima consumación de la época, conlos acontecimientos acompañantes y concomitantes, los ayes que habrían de alcanzar a la“generación perversa”, que comprendían la invasión por los ejércitos romanos, el sitio y lacaptura de Jerusalén, la destrucción total del templo, las terribles calamidades del pueblo.Junto con esto encontramos la verdadera Parusía, o venida del Hijo del hombre, elderramamiento judicial de la ira divina sobre los impenitentes, y la liberación y larecompensa de los fieles. De principio a fin, estos dos capítulos forman un discursocontinuo, consecutivo, y homogéneo. Así debe haber sido considerado por los discípulos, alos cuales fue dirigido; y así, en ausencia de cualquier atisbo o indicación en contrario en elregistro, nos sentimos vinculados a él.

6. En conclusión, no podemos evitar referirnos a otra consideración, que, estamospersuadidos, ha tenido mucho que ver con la errónea interpretación de esta profecía; esdecir, la inadecuada apreciación de la importancia y la grandeza del acontecimiento queforma su tema, la consumación de la era o del eón, y la abrogación de la dispensación judía.

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Ese fue un suceso que formó una época en el gobierno divino del mundo. La economíamosaica, que había sido entronizada con tanta pompa y grandeza en medio de los truenos ylos relámpagos de Sinaí, y había existido por casi dieciséis siglos, que había sido el medio decomunicación divinamente instituído entre Dios y el hombre, y cuyo propósito había sidoestablecer un reino de Dios en la tierra, había demostrado ser un comparativo fracaso pormedio de la incapacidad moral del pueblo de Israel, estaba condenada a llegar a su fin enmedio de la más terrífica demostración de la justicia y la ira de Dios. El templo de Jerusalén,por siglos gloria y corona del Monte de Sión – el santuario sagrado, en cuyo lugar sannto secomplacía en habitar Jehová – la casa santa y hermosa, que era el paladio de la seguridad dela nación, y más cara que la vida para cada hijo de Abraham – estaba a punto de serprofanado y destrruído, de modo que no quedaría piedra sobre piedra. El pueblo escogido,los hijos del Amigo de Dios, la nación favorecida, con la cual el Dios de toda la tierra se dignóentrar en pacto y ser llamado su Rey, habría de ser abrumado por las más terriblescalamidades que jamás cayeron sobre nación alguna; habría de ser expatriado, privado desu nacionalidad, excluído de su antigua y peculiar relación con Dios, y ser expulsados paraque anduviesen como peregrinos sobre la faz de la tierra, refrán y burla entre todas lasnaciones. Pero junto con todo esto habría cambios para bien. Primero, y principalmente, elfin de la época sería la inauguración del reino de Dios. Habría honor y gloria para los fieles yverdaderos siervos de Dios, que luego entrarían en plena posesión de la herencia celestial.(Esto se desarrollará más plenamente en la secuela de nuestra investigación). Pero habríatambién un glorioso cambio en este mundo. Lo antiguo dio lugar a lo nuevo; la Ley fuereemplazada por el Evangelio; Cristo tomó el lugar de Moisés. El sistema estrecho yexclusivo, que abarcaba sólo a un pueblo, fue sucedido por un pacto nuevo y mejor, queabarcaba la familia entera del hombre, y no conocía diferencia entre judíos y gentiles,circuncisos e incircuncisos. La dispensación de los símbolos y las ceremonias, adaptados a laniñez de la humanidad, fue incorporada en un orden de cosas en que la religión se convirtióen un servicio espiritual, cada lugar en un templo, cada adorador en un sacerdote, y Dios enPadre universal. Esta era una revolución mucho mayor que cualquiera que jamás hubieseocurrido en la historia de la humanidad. Hizo un mundo nuevo; era el “mundo por venir”, el[o.ikonge,nh me, llonoa] de Hebreos 2:5; y es imposible sobreestimar la magnitud eimportancia del cambio. Es esto lo que da tal significado al arrasamiento del templo y ladestrucción de Jerusalén: éstas son las señales externas y visibles de la abrogación delorden antiguo y la introducción del nuevo. La historia del sitio y la captura de la SantaCiudad no es simplemente un emocionante episodio histórico, como el sitio de Troya o lacaída de Cartago; no es meramente la escena final en los anales de una antigua nación;tiene un significado sobrenatural y divino; tiene relación con Dios y la raza humana, y marcauna de las más memorables épocas en el tiempo. Esta es la razón de que el acontecimientose describa en la Biblia en términos que a algunos les parecen exagerados, o requieranalguna catástrofe mayor los justifique. Pero, si fue adecuado que la introducción de estaeconomía fuera señalada por portentos y maravillas, terremotos, relámpagos, truenos, ybocinas, no menos adecuado fue que terminara en medio de fenómenos similares, terribles

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espectáculos y grandes señales en el cielo. Si los expositores hubiesen captado mejor elverdadero significado y la grandeza del acontecimiento, no habrían encontradoextravagante o exagerado el lenguaje con el cual nuestro Señor lo describe. (14)

Ahora estamos preparados para entrar en un examen más particular del contenido de estediscurso profético, lo cual trataremos de hacer tan concisamente como sea posible.

Notas:

1. Life of Christ, sec. 239.

2. Life of Christ, sec. 256.

3. Lange acerca de Mat., p. 388.

4. Alford, Testamento griego. in loc.

5. Life of Christ, sec. 253, note n.

6. Life of Christ, sec. 253, note m.

7. Tischendorf rechaza el ver. 14, que está omitida por el Codice Sinaítico y Vaticano.

8. Véase Dorner´s tractae, De Oratione Christi Eschatologica, p. 41.

9. Dorner, Orat. Christ. Esch. p. 43.

10. Com. sobre Mat. p. 416.

11. Lange, Com. sobre Mat. p. 418

12. Stier. Red. Jes. vol. iii. 251.

13. Véase Nota A, Part I., sobre la Teoría de Interpretación de Doble Sentido.

14. La terminación del eón judío en el siglo primero, y de la era romana en el quinto y elsexto, fueron narcadas por la misma ocurrencia de calamidades, guerras, tumultos,pestilencias, terremotos, etc., todas marcando el tiempo de una de las peculiarestemporadas de visitación de Dios. Para la misma creencia en relación con la convulsiónfísica y moral, véase de Niebuhr, Leben´s Nachrichten, ii. p. 672, Dr. Arnold: Véase “Life byStanley”, vol. i, p. 311.

I. PREGUNTAS DE LOS DISCÍPULOS

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Mateo 24:1-3

“Cuando Jesús salió del templo yse iba, se acercaron susdiscípulos para mostrarle losedificios del templo.Respondiendo él, les dijo:

¿Veis todo esto? De cierto osdigo, que no quedará aquípiedra sobre piedra, que no seaderribada.

Y estando él sentado en elMonte de los Olivos, losdiscípulos se le acercaronaparte, diciendo: Dinos, ¿cuándoserán estas cosas, y qué señalhabrá de tu venida y del fin delsiglo [época]?”

Marcos 13:1-4

“Saliendo Jesús del templo, le dijouno de sus discípulos: Maestro, miraqué piedras, y qué edificios.

Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Vesestos grandes edificios? No quedarápiedra sobre piedra, que no seaderribada.

Y se sentó en el monte de los Olivos,frente al templo. Y Pedro, Jacobo,Juan y Andrés le preguntaron aparte:Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Yqué señal habrá cuando todas estascosas hayan de cumplirse?”

Lucas 21:5-7

“Y a unos quehablaban de que eltemplo estabaadornado dehermosas piedras yofrendas votivas,dijo:

En cuanto a estascosas que veis, díasvendrán en que noquedará piedrasobre piedra, queno sea destruida.

Y le preguntaron,diciendo: Maestro,¿cuándo será esto?¿y qué señal habrácuando estas cosasestén parasuceder?”

Podemos concebir la sorpresa y la consternación que sintieron los discípulos cuando Jesúsles anunció la completa destrucción que se avecinaba sobre el templo de Dios, cuya bellezay cuyo esplendor había excitado su admiración. No es sorprendente que cuatro de ellos,que parecen haber sido admitidos a una más íntima familiaridad que el resto, buscaseninformación más completa sobre un tema tan intensamente interesante. El único punto querequiere aclaración aquí se refiere a la extensión de su interrogatorio. Marcos y Lucas lorepresentan como haciendo referencia al tiempo de la catástrofe predicha y a la señal de lainminencia de su cumplimiento. Mateo varía la forma de la pregunta, pero es evidente quetiene el mismo sentido: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿y qué señal habrá de tu venida,y del fin del mundo [época]?” Aquí nuevamente es el tiempo y la señal lo que forma el temade la pregunta. No hay razón en absoluto para suponer que en sus mentes consideraban ladestrucción del templo, la venida del Señor, y el fin de la época, como tres acontecimientosdistintos o ampliamente separados entre sí; sino que, por el contrario, es completamentenatural suponer que los consideraban a todos ellos como coincidentes y contemporáneos.Qué idea precisa tenían con respecto al fin de la época y a los acontecimientos conectadoscon él, no lo sabemos; pero sí sabemos que estaban acostumbrados a oir hablar a suMaestro de que vendría nuevamente con su reino, en su gloria, y durante la vida de algunosde ellos. También le habían oído hablar del “fin del siglo”; y es evidente que relacionaban su“venida” con el fin de la época. Por lo tanto, los tres puntos abarcados por su pregunta,

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como los presenta Mateo, eran considerados por ellos como contemporáneos; por eso, noencontramos ninguna diferencia práctica en los términos de la pregunta de los discípuloscomo está registrada por los autores de los evangelios sinópticos.

II. RESPUESTA DE NUESTRO SEÑORA LOS DISCÍPULOS

(a) Sucesos que más remotamente debían preceder la consumación

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Mateo 24:4-14

“Respondiendo Jesús, lesdijo: Mirad que nadie osengañe. Porque vendránmuchos en mi nombre,diciendo: Yo soy el Cristo; ya muchos engañarán. Yoiréis de guerras y rumoresde guerras; mirad que no osturbéis, porque es necesarioque todo esto acontezca;pero aún no es el fin.Porque se levantará nacióncontra nación, y reinocontra reino; y habrápestes, y hambres, yterremotos en diferenteslugares. Y todo esto seráprincipio de dolores.Entonces os entregarán atribulación, y os matarán, yseréis aborrecidos de todaslas gentes por causa de minombre. Muchostropezarán entonces, y seentregarán unos a otros, yunos a otros seaborrecerán. Y muchosfalsos profetas selevantarán, y engañarán amuchos; y por habersemultiplicado la maldad, elamor de muchos seenfriará. Mas el quepersevere hasta el fin, ésteserá salvo. Y será predicadoeste evangelio del reino entodo el mundo, portestimonio a todas lasnaciones; y entonces vendráel fin”.

Marcos 13:5-13

“Jesús, respondiéndoles, comenzóa decir: Mirad que nadie osengañe; porque vendrán muchosen mi nombre, diciendo: Yo soy elCristo; y engañarán a muchos. Mascuando oigáis de guerras y derumores de guerras, no os turbéis,porque es necesario que sucedaasí; pero aún no es el fin. Porquese levantará nación contra nación,y reino contra reino; y habráterremotos en muchos lugares, yhabrá hambres y alborotos;principios de dolores son estos.Pero mirad por vosotros mismos;porque os entregarán a losconcilios, y en las sinagogas osazotarán; y delante degobernadores y de reyes osllevarán por causa de mí, paratestimonio a ellos. Y es necesarioque el evangelio sea predicadoantes a todas las naciones. Perocuando os trajeren paraentregaros, no os preocupéis porlo que habéis de decir, ni lopenséis, sino lo que os fuere dadoen aquella hora, eso hablad;porque no sois vosotros los quehabláis, sino el Espíritu Santo. Y elhermano entregará a la muerte alhermano, y el padre al hijo; y selevantarán los hijos contra lospadres, y los matarán. Y seréisaborrecidos de todos por causa demi nombre; mas el que perseverehasta el fin, éste será salvo”.

Lucas 11:8-19

“El entonces dijo: Miradque no seáis engañados;porque vendrán muchosen mi nombre, diciendo:Yo soy el Cristo, y: Eltiempo está cerca. Mas novayáis en pos de ellos. Ycuando oigáis de guerrasy de sediciones, no osalarméis; porque esnecesario que estas cosasacontezcan primero; peroel fin no seráinmediatamente.

Entonces les dijo: Selevantará nación contranación, y reino contrareino; y habrá grandesterremotos, y endiferentes lugareshambres y pestilencias; yhabrá terror y grandesseñales del cielo. Peroantes de todas estascosas os echarán mano, yos perseguirán, y osentregarán a lassinagogas y a las cárceles,y seréis llevados antereyes y antegobernadores por causade mi nombre. Y esto osserá ocasión para dartestimonio. Proponed envuestros corazones nopensar antes cómo habéisde responder en vuestradefensa; porque yo osdaré palabra y sabiduría,la cual no podrán resistirni contradecir todos losque se opongan. Masseréis entregados aun porvuestros padres, yhermanos, y parientes, y

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amigos; y matarán aalgunos de vosotros; yseréis aborrecidos detodos por causa de minombre. Pero ni uncabello de vuestra cabezaperecerá. Con vuestrapaciencia ganaréisvuestras almas”.

Es imposible leer esta sección sin percibir su clara referencia al período entre la crucifixiónde nuestro Señor y la destrucción de Jerusalén. Cada una de las palabras fue dirigida a losdiscípulos, y solamente a ellos. Imaginar que el “vosotros” de este discurso se aplica, no a losdiscípulos a quienes Jesús hablaba, sino a algunas personas desconocidas y todavíainexistentes en una lejana época en el futuro es una suposición tan absurda que no mereceque se le preste atención seria.

De que las palabras de nuestro Señor tuvieron plena verificación durante el intervalo entresu crucifixión y el fin de aquella época, tenemos el más amplio testimonio. Falsos Cristos yfalsos profetas comenzaron a aparecer al comienzo mismo de la era cristiana, y continuaroninfestando el país hasta el final mismo de la historia judía. En la procuraduría de Pilatos (36d. C.), apareció uno de ellos en Samaria, y engañó a grandes multitudes. Hubo otro en laprocuraduría de Cuspio Fado (45 d. C.). Josefo nos dice que, durante el gobierno de Félix (53-60), “el país estaba lleno de ladrones, magos, falsos profetas, falsos mesías, e impostores”,que engañaban al pueblo con promesas de grandes acontecimientos. (1) La mismaautoridad nos informa que en aquellos días abundaban las conmociones civiles yenemistades internacionales, especialmente entre los judíos y sus vecinos. En Alejandría,Seleucia, Siria, y Babilonia, hubo violentos tumultos entre judíos y griegos, y entre judíos ysirios, que habitaban en las mismas ciudades. “Cada ciudad estaba dividida”, dice Josefo, “endos bandos”. En el reinado de Calígula, había gran aprensión en Judea por la posibilidad deuna guerra con los romanos, a consecuencia de la propuesta del tirano de poner unaestatua suya en el templo. Durante el reinado del emperador Claudio (41-54 d. C.), hubocuatro temporadas de gran escasez. En el cuarto año de su reinado, la hambruna en Judeafue tan severa, que el precio de los alimentos era enorme, y pereció gran número dehabitantes. Ocurrieron terremotos durante los reinados de Calígula y de Claudio. (2)

El Señor dio a entender a sus discípulos que tales calamidades precederían el “fin”. Pero noeran sus antecedentes inmediatos. Eran el “principio del fin”; pero “todavía no es el fin”.

En este punto (ver. 9-13), nuestro Señor pasa de lo general a lo particular; de lo público a lopersonal; de las fortunas de naciones y reinos a las fortunas de los discípulos mismos.Mientras estos sucesos ocurrían, los apóstoles habrían de ser objetos de sospecha por parte

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de los poderes gobernantes. Habrían de ser llevados delante de los concilios, gobernantes, yreyes; habrían de ser encarcelados, azotados en las sinagogas, y odiados por todos loshombres por amor a Jesús.

Cuán exactamente se verificó todo esto en la experiencia personal de los discípulos,podemos leerlo en los Hechos de los Apóstoles y en las epístolas de Pablo. Pero la divinapromesa de protección en la hora de peligro se cumplió de modo notable. Con la solaexcepción de “Santiago, el hermano de Juan”, ningún apóstol parece haber sido víctima demalévola persecución por parte de sus enemigos hasta el fin de la historia apostólica, comose registra en Hechos (63 d. C.).

Otra señal habría de preceder y entronizar la consumación. “Será predicado este evangeliodel reino en todo el mundo [oi.koume,ne] por testimonio a todas las naciones, y entoncesvendrá el fin”. Ya hemos notado el cumplimiento de esta predicción en la era apostólica.Tenemos la autoridad de Pablo para la difusión universal del evangelio en sus días, queverificaría el dicho de nuestro Señor. (Véase Col. 1:6, 23). De no ser por este testimonioexplícito del apóstol, sería imposible persuadir a algunos expositores de que las palabras denuestro Señor se habían cumplido en algún sentido antes de la destrucción de Jerusalén; talidea habría sido considerada mera extravagancia y capricho. Ahora, sin embargo, laobjeción no puede alegarse razonablemente.

Aquí puede ser adecuado recordar la observación de tiempo, dada a los discípulos en unaocasión anterior como indicación de la venida de nuestro Señor: “De cierto os digo, que noacabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre”(Mat. 10:23). Comparando esta declaración con la predicción que tenemos delante (Mat.24:14), podemos ver la perfecta consistencia de las dos afirmaciones, y también el “terminusad quem” en ambas. En un caso, es la evangelización del territorio de Israel; en el otro, laevangelización de Imperio Romano al cual se hace referencia como el precursor de laParusía. Ambas afirmaciones son verdaderas. Ocuparía el espacio de una generación llevarlas buenas nuevas a cada ciudad en Israel. Los apóstoles no tenían mucho tiempo para sumisión en su propio país, pues tenían en sus manos una misión tan vasta en territorioextranjero. Obviamente, tenemos que tomar en sentido popular el lenguaje empleado porPablo, así como por nuestro Señor, y no sería justo llevarlo al extremo de la letra. La ampliadifusión del evangelio tanto en Israel como a través del Imperio Romano es suficiente parajustificar la predicción de nuestro Señor.

Hasta ahora, tenemos un discurso continuo, relacionado con un solo acontecimiento, yreferido y dirigido a personas particulares. Encontramos cuatro señales, o series de señales,que habrían de anunciar la aproximación de la gran catástrofe.

1. La aparición de falsos Cristos y falsos profetas.

2. Grandes disturbios sociales, y calamidades y convulsiones naturales.

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3. Persecución de los discípulos y apostasía de los creyentes profesos.

4. Difusión general del evangelio a través del imperio romano.

Esta última señal anunciaba especialmente la cercana proximidad del “fin”.

(b) Más indicaciones de la cercana condenación de Jerusalén

Mateo 24:15-22

“Por tanto, cuando veáis en ellugar santo la abominacióndesoladora de que habló elprofeta Daniel (el que lee,entienda), entonces los queestén en Judea, huyan a losmontes. El que esté en laazotea, no descienda paratomar algo de su casa; y elque esté en el campo, novuelva atrás para tomar sucapa. Mas ¡ay de las queestén encintas, y de las quecríen en aquellos días! Orad,pues, porque vuestra huidano sea en invierno ni en díade reposo; porque habráentonces gran tribulación,cual no la ha habido dese elprincipio del mundo hastaahora, ni la habrá. Y siaquellos días no fuesenacortados, nadie sería salvo;mas por causa de losescogidos, aquellos díasserán acortados”.

Marcos 13:14-20

“Pero cuando veáis laabominación desoladora deque habló el profeta Daniel,puesta donde no debe estar (elque lee, entienda), entonces losque estén en Judea huyan a losmontes. El que esté en laazotea, no descienda a la casa,ni entre para tomar algo de sucasa; y el que esté en el campo,no vuelva atrás a tomar sucapa. Mas ¡ay de las que esténencintas, y de las que críen enaquellos días! Orad, pues, quevuestra huida no sea eninvierno; porque aquellos seránde tribulación cual nunca hahabido desde el principio de lacreación que Dios creó, hastaeste tiempo, ni la habrá. Y si elSeñor no hubiese acortadoaquellos días, nadie sería salvo;mas por causa de los escogidosque él escogió, acortó aquellosdías”.

Lucas 21:20-24

“Pero cuando viereis aJerusalén rodeada deejércitos, sabed entoncesque su destrucción hallegado. Entonces los queestén en Judea, huyan a losmontes; y los que en mediode ella, váyanse; y los queestén en los campos, noentren en ella. Porque estosson días de retribución,para que se cumplan todaslas cosas que estánescritas. Mas ¡ay de las queestén encintas, y de las quecríen en aquellos días!porque habrá grancalamidad en la tierra, e irasobre este pueblo. Y caerána filo de espada, y seránllevados cautivos a todaslas naciones; y Jerusalénserá hollada por losgentiles, hasta que lostiempos de los gentiles secumplan”.

No se necesita ningún argumento para probar la referencia estricta y exclusiva de estasección a Jerusalén y a Judea. Aquí no podemos detectar ningún rastro de doble sentido, decumplimiento primario y ulterior, de sentidos subyacentes y típicos. Todo es nacional, local,y cercano; “la tierra” es la tierra de Judea; “este pueblo” es el pueblo de Israel, y “la vida delos discípulos” — “cuando veáis“.

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La mayoría de los expositores encuentran una alusión a los estandartes de las legionesromanas en la expresión “la abominación desoladora”, y la explicación es altamenteprobable. Las águilas eran para los soldados objetos de culto religioso; y el pasaje paraleloen Lucas es evidencia casi concluyente de que éste es el verdadero significado. Sabemos porJosefo que el intento de un general romano (Vitelio) en el reinado de Tiberio, de hacermarchar sus tropas a través de Judea, fue resistido por las autoridades judías basándose enque las imágenes idólatras de sus emblemas serían una profanación de la ley (3). ¡Cuántomayor fue la profanación cuando esos emblemas idólatras fueron exhibidos a plena luz enel templo y la Santa Ciudad! Esta sería la última señal que anunciaba que la hora de ladestrucción de Jerusalén había llegado. Su aparición había de ser la señal para que todoslos que estaban en Judea escaparan más allá de las montañas [e.pi.ta.o.rh], pues luego seiniciaría un período de sufrimiento y horror sin paralelo en los anales de la historia.

Que la “gran tribulación” [qliyij mega,lh] (Mat. 24:21) hace referencia expresa a las terriblescalamidades que acompañaron al sitio de Jerusalén, que fueron especialmente severas parael sexo femenino, es demasiado evidente para ser puesto en duda. Que aquellascalamidades fueron literalmente sin paralelo, lo pueden creer fácilmente todos los que hanleído la horrorosa narración en las páginas de Josefo. Es notable que el historiadorcomienza su relato de la guerra judía con la afirmación de “que, en su opinión, la suma delsufrimiento humano desde el principio del mundo sería ligero en comparación con el de losjudíos”. (4)

La siguiente descripción gráfica presenta la trágica historia de la desdichada madre cuyahorrible comida puede haber estado en el pensamiento de nuestro Salvador cuandopronunció las palabras registradas en Mateo 24:19:

“Incalculable fue la multitud de los que perecieron de hambre en la ciudad, e indescriptiblesfueron los sufrimientos que experimentaron. En cada caso, si aparecía en alguna partesiquiera una sombra de alimento, se producía un conflicto; los que estaban unidos por losmás tiernos lazos luchaban entre sí ferozmente, arrebatándose el uno al otro los miserablessostenes de la vida. Ni siquiera a los moribundos se les permitía satisfacer su necesidad; no,aún aquéllos que estaban en el momento de expirar eran esculcados por los bandoleros,por si acaso alguno fingía estar muerto y ocultaba algún alimento entre los pliegues de susropas. Boquiabiertos de hambre, como perros enloquecidos, iban tambaleándose de unlado para otro, rondando, golpeando las puertas como borrachos, y desconcertadospenetrando en la misma casa dos o tres veces en una hora. La urgencia de la naturaleza lesllevaba a morder cualquier cosa, y lo que sería rechazado por los más sucios de la creaciónbruta de buena gana lo recogían para comerlo. Al final, no pudieron refrenarse de comer nisiquiera los cinturones y los zapatos, y arrancaban y masticaban el cuero mismo de susescudos. A algunos les servían de alimento las briznas de paja vieja; porque las fibras eranrecogidas y las cantidades más pequeñas eran vendidas por cuatro piezas de Ática.

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Pero, por qué hablar del hambre como despreciable restricción en el uso de lo inanimado,cuando estoy a punto de relatar un caso de ella para el cual, en la historia de los griegos ylos bárbaros, no se encuentra paralelo, y que es tan horrible de relatar e increíble de oír?Ciertamente, con gusto habría omitido mencionar lo sucedido, no fuera a ser que lasgeneraciones futuras pensaran que yo me ocupaba de lo maravilloso, si no tuvieseinnumerables testigos entre mis contemporáneos. Además, haría a mi pueblo un flaco favorsi suprimiera la narración de las calamidades que en realidad sufrió”. (5)

Que nuestro Señor tenía en mente los horrores que habrían de descender sobre los judíosdurante el sitio, y no ningún acontecimiento subsiguiente al final del tiempo, esperfectamente claro por las palabras finales del versículo 21: “Ni la habrá”.

(c) Los discípulos advertidos contra los falsos profetas

Mateo 24:23-28

“Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad,allí está, no lo creáis. Porque se se levantarán falsos Cristos, yfalsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de talmanera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Yaos lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: Mirad, está en eldesierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis.Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestrahasta el occidente, así será también la venida del Hijo delHombre. Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto,allí se juntarán las águilas”.

Marcos 13:21-23

“Entonces si alguno osdijere: Mirad, aquí está elCristo; o, mirad, allí está, nole creáis. Porque selevantarán falsos Cristos yfalsos profetas, y haránseñales y prodigios, paraengañar, si fuese posible,aun a los escogidos. Masvosotros mirad; os lo hedicho todo antes”.

Todavía no hemos encontrado ninguna interrupción en la continuidad del discurso; ni lamás ligera indicación de que ha tenido lugar una transición hacia algún otro tema o algúnotro período. La narración es perfectamente homogénea y consecutiva, y fluye haciaadelante sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda.

Lo mismo es cierto con respecto a la sección que ahora nos ocupa. La mera primerapalabra indica continuidad. “Entonces” [to,te], y cada una de las palabras subsiguientes estáclaramente dirigida a los discípulos mismos, para su advertencia e instrucción personales.Es claro que nuestro Señor les da indicios de lo que ocurriría en breve, o por lo menos loque podían esperar ver con sus propios ojos si estaban vivos. Es una vívida representaciónde lo que en realidad ocurrió en los últimos días de la comunidad judía. Los desdichadosjudíos, y especialmente el pueblo de Jerusalén, eran alentados con falsas esperanzas porimpostores especiosos que infestaban el país y trajeron ruina sobre sus miserables primos.

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Tal era el engaño producido por las jactanciosas pretensiones de estos impostores que,como nos enteramos por Josefo, cuando el templo estaba de veras en llamas, una vastamultitud del pueblo engañado cayó víctima de su credulidad. El historiador judío afirma:

“De tan grande multitud, ni uno solo escapó. Su destrucción fue causada por un falsoprofeta, que en aquel día proclamó a los que permanecían en la ciudad, que ‘Dios les habíamandado que subieran al templo, donde recibirían las señales de su liberación’. En esetiempo había muchos profetas sobornados por los tiranos para que engañaran al pueblo,diciéndoles que esperaran ayuda de Dios, para que hubiese menos deserciones, y para quelos que no tenían ni temor ni control fueran alentados con esperanzas. Bajo la presión de lacalamidad, el hombre en seguida cede a la persuasión, pero cuando el engañador lepresenta la liberación de males apremiantes, entonces el sufriente es completamenteinfluido por la esperanza. Fue así como los impostores y pretendidos mensajeros del cieloengañaron a los desdichados en aquel tiempo”. (6)

Nuestro Señor advierte a sus discípulos que su venida a aquella escena de juicio seríaconspicua y repentina como el relámpago, que se revela y parece estar en todas partes almismo tiempo. “Porque”, añade, “dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí sejuntarán las águilas”. Esto es, dondequiera que se encontraran los culpables y devotos hijosde Israel, allí les abrumarían los destructores ministros de la ira, las legiones romanas.

(d) La llegada del “fin”, o la catástrofe de Jerusalén

Mateo 24:29-31

“E inmediatamente después dela tribulación de aquellos días, elsol se oscurecerá, y la luna nodará su resplandor, y lasestrellas caerán del cielo, y laspotencias de los cielos seránconmovidas. Enonces aparecerála señal del Hijo del Hombre enel cielo; y entonces lamentarántodas las tribus de la tierra, yverán al Hijo del Hombreviniendo sobre las nubes delcielo, con poder y gran gloria. Yenviará sus ángeles con gran vozde trompeta, y juntarán a susescogidos, de los cuatro vientos,desde un extremo del cielohasta el otro”.

Marcos 13:24-27

“Pero en aquellos días,después de aquellatribulación, el sol seoscurecerá, y la luna nodará su resplandor, y lasestrellas caerán del cielo,y las potencias que estánen los cielos seránconmovidas. Entoncesverán al Hijo del Hombre,que vendrá en las nubescon gran poder y gloria. Yentonces enviará susángeles, y juntará a susescogidos de los cuatrovientos, desde elextremo de la tierrahasta el extremo delcielo”.

Lucas 21:25-28

“Entonces habrá señales en elsol, en la luna, y en lasestrellas, y en la tierra angustiade las gentes, confundidas acausa del bramido del mar y delas olas, desfalleciendo loshombres por el temor y laexpectación de las cosas quesobrevendrán en la tierra;porque las potencias de loscielos serán conmovidas.Entonces verán al Hijo delHombre, que vendrá en unanube con poder y gran gloria.Cuando estas cosas comiencena suceder, erguíos y levantadvuestra cabeza, porque vuestraredención está cerca”.

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Aquí también la fraseología prohibe absolutamente la idea de cualquier transición del temade que se habla a otro. No hay nada que indique que la escena ha cambiado, o que unnuevo tema ha sido introducido. La sección que tenemos delante se conecta con todaclaridad con la “gran tribulación” de que se habla en el versículo 21 de Mateo 24, y esinadmisible suponer cualquier intervalo de tiempo en vista de la presencia del adverbio“inmediatamente” (e.uqe,uj de). Pero la escena de la gran tribulación es innegablementeJerusalén y Judea (ver. 15, 16), de manera que no hay lugar para ninguna interrupción en eltema del discurso. Nuevamente, en el versículo 30, leemos que “lamentarán todas las tribusde la tierra [pa/sai ai, fulai. th/j gh/j], refiriéndose evidentemente a la población del territoriode Judea; y nada puede ser más forzado ni antinatural que hacer que la expresión incluya,como hace Lange, a “todas las razas y todos los pueblos” del globo terráqueo. El sentidorestringido de la palabra (gh) [=tierra] en el Nuevo Testamento es común; y cuando estáconectada, como lo está aquí, con la palabra “tribus” [fulaii], su limitación a la tierra de Israeles obvia. Esta es la posición adoptada por el Dr. Campbell y Moses Stuart, y en realidad seexplica por sí sola. Encontramos una expresión similar en Zac. 12:12 – “Todas las familias[tribus] de la tierra”, donde su sentido restringido es obvio e indiscutible. Los dos pasajesson, de hecho, exactamente paralelos, y nada podría ser más confuso que entender la frasecomo si incluyera a “todas las razas de la tierra”. La estructura del discurso, pues, resisteinflexiblemente la suposición de un cambio de tema. Tiempo, lugar, circunstancias, todocontinúa lo mismo. Por lo tanto, es con no fingido asombro que encontramos a Dean Alfordcomentando de la siguiente manera: “Toda la dificultad que se ha supuesto que estapalabra [inmediatamente – e.uqe,wj] involucra ha surgido de confundir el cumplimiento dela profecía con su cumplimiento último. La importante inserción en los ver. 23, 24 de Lucas21 nos muestra que la ‘tribulación’ [qliyij] incluye a o.rgh. e,n tw/law tou,tw (ira sobre estepueblo), qur todavía está siendo infligida, y el hollamiento de Jerusalén por los gentiles,continúa todavía; e inmediatamente después de aquella tribulación, que sucederá cuando sellene la copa de iniquidad de los gentiles, y cuando este evangelio haya sido predicado portestimonio, y rechazado por los gentiles, sucederá la venida del Señor mismo … (La expresiónen Marcos indica igualmente un intervalo considerable – en aquellos días después deaquella tribulación). Siéndo conocidos de Él el hecho de su venida y sus circunstanciasacompañantes, pero desconocido el tiempo exacto, habla sin tener en cuenta el intervalo,que sería empleado en espera de Él hasta que todas las cosas sean puestas bajo sus pies”,etc. (7)

Puede decirse que en este comentario hay casi tantos errores como palabras. En realidad,no es la explicación de una profecía cuanto una profecía hecha por el propio comentarista.Primero, está la hipótesis sin fundamento de su doble sentido, su cumplimiento parcial y sucumplimiento final, para lo cual no hay fundamento en el texto, sino que es una merasuposición arbitraria y gratuita. Luego, tenemos su “tribulación”, no “acortada“, como declarael Señor, sino prolongada, de modo que todavía continúa en la actualidad. Cuando se haceque la palabra “inmediatamente” se refiera a un período que todavía no ha llegado, demodo que entre el ver. 28 y el ver. 29, donde el ojo por sí solo no puede percibir ningún

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rastro de línea de transición, el crítico intercala un inmenso período de más de dieciochosiglos, con la posibilidad de duración infinita, además. Más todavía. Tenemos unacontradicción implícita de la afirmación de Pablo de que el evangelio fue predicado “en todoel mundo” (Col. 1:5, 23), y la suposición de que el evangelio ha de ser rechazado por losgentiles. Luego el comentarista descubre que Marcos sugiere un “considerable intervalo”,mientras que Marcos dice expresamente “en aquellos días, después de aquella tribulación”[en ekeinaij taij hmeraij meta thn qliyin ekeinhn], imposibilitando en absoluto cualquierintervalo, y por último tenemos lo que parece una excusa por la veracidad de la predicción,con el argumento de que nuestro Señor, no sabiendo el momento en que tendría lugar suvenida, “habla sin tener en cuenta el intervalo”, etc.

Es obvio que, si esta es la manera en que la Escritura ha de ser interpretada, las leyesordinarias de exégesis deben ser echadas a un lado por inútiles. El mejor intérprete es eladivinador más osado. ¿Hay algún libro antiguo que un gramático pueda tratar así? ¿Nosería declarado intolerable y anticrítico si se tomara tales libertades con Homero o conPlatón? ¿No sería burla proponer tales acertijos a los discípulos como respuesta a supregunta: “¿Cuándo serán estas cosas?”?

¿Cómo podían ellos saber de cumplimientos parciales y finales, y dobles sentidos? ¿Quéefecto se produciría en sus mentes, excepto amarga perplejidad y desconcierto? Nopodemos evitar protestar contra tal tratamiento de las palabras de la Escritura, por ser, nosólo nada erudito y nada crítico, sino presuntuoso e irreverente al más alto grado.

Pero, se nos contesta, el carácter del lenguaje de nuestro Señor en este pasaje requiere estaaplicación a una grande y terrible catástrofe que está todavía en el futuro, y puedeentenderse correctamente nada menos que de la disolución total de la estructura deluniverso y del fin todas las cosas. ¿Cómo puede alguien pretender, se dice, que el sol se haoscurecido, que la luna ha dejado de dar su resplandor, que las estrellas han caído del cielo,que el Hijo del hombre ha sido visto en las nubes del cielo con poder y gran gloria?¿Ocurrieron estos fenómenos en la destrucción de Jerusalén, o pueden aplicarse a cualquiercosa menos la consumación de todas las cosas?

Argumentar de esta manera es perder de vista la naturaleza misma y el espíritu de laprofecía. El símbolo y la metáfora pertenecen a la gramática de la profecía, como lo debesaber todo lector de los profetas del Antiguo Testamento. ¿No es razonable que ladestrucción de Jerusalén fuera presentada en lenguaje tan vivo y retórico como ladestrucción de Babilonia, o Bosra, o Tiro? ¿Cómo entonces describe el profeta Isaías la caídade Babilonia?

“He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierraen soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros nodarán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor…. Porque haré

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estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de losejércitos, y en el día del ardor de su ira” (Isa. 13:9, 10, 13).

Se verá en seguida que las imágenes empleadas en este pasaje son casi idénticas a las denuestro Señor. Por lo tanto, si estos símbolos eran correctos para representar la caída deBabilonia, ¿por qué serían incorrectos para describir una catástrofe aun mayor, ladestrucción de Jerusalén?

Consideremos otro ejemplo. El profeta Isaías anuncia la desolación de Bosra, la capital deEdom, con el siguiente lenguaje:

“Y los montes se disolverán por la sangre de ellos … Y todo el ejército de los cielos se disolverá, yse enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, ycomo se cae la de la higuera. Porque en los cielos se embriagará mi espada; he aquí quedescenderá sobre Edom en juicio, y sobre el pueblo de mi anatema”, etc. (Isa. 34:4,5).

Aquí tenemos nuevamente las mismas imágenes usadas por nuestro Señor en su discursoprofético. Y si la suerte de Bosra pudo ser descrita correctamente en un lenguaje tanelevado, ¿por qué debe considerarse extravagante emplear términos similares al describirla suerte de Jerusalén?

Nuevamente, el profeta Miqueas habla de una “venida del Señor” para juzgar y castigar aSamaria y a Jerusalén – una venida para juicio que incuestionabblemente había tenido lugarmucho antes del tiempo de nuestro Salvador – ¡y con qué magnífico lenguaje representaesta escena!

“Porque he aquí, Jehová sale de su lugar, y descenderá y hollará las alturas de la tierra. Y sederretirán los montes debajo de él, y los valles se hendirán como la cera delante del fuego, comolas aguas que corren por un precipicio” (Miq. 1: 3,4).

Sería fácil multiplicar ejemplos de esta cualidad característica del lenguaje profético. Lanaturaleza de la profecía es la de la poesía, y representa los acontecimientos, no en el estiloprosaico del historiador, sino en las vívidas imágenes del poeta. Añádase a esto que la Bibliano habla con la corrección fría y lógica de los pueblos occidentales, sino con el fervortropical del oriente espléndido. Pero sería incorrecto llamar a tal lenguaje extravagante osobrecargado. La grandiosidad moral de los acontecimientos que tales símbolosrepresentan puede ser más correctamente descrita como convulsión y cataclismo en elmundo natural. Ni es necesario construir una gramática de simbologías y una analogía paracada jeroglífico sagrado, por medio de las cuales traducir cada metáfora particular a suequivalente correcto, porque esto sería convertir la profecía en alegoría. Las siguientesobservaciones sobre el lenguaje figurado de la Escritura son sensatas. “Lo que es grandiosoen la naturaleza se usa para expresar lo que es digno e importante entre los hombres –

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cuerpos celestes, montañas, árboles majestuosos, reinos, o los que están en posición deautoridad … Los cambios políticos son representados por terremotos, eclipses,tempestades, el convertirse las aguas y los mares en sangre”. (8)

La conclusión, entonces, a la que somos llevados irresistiblemente, es que las imágenesempleadas por nuestro Señor en su discurso profético no son inapropiadas para describirla disolución del estado y el gobierno judíos, que tuvo lugar en la destrucción de Jerusalén.Son apropiadas porque concuerdan con el estilo reconocido de los antiguos profetas, ytambién porque la grandiosidad moral del acontecimiento es tal que justifica el uso de tallenguaje en este caso particular.

Pero podemos ir más allá, y afirmar que la imágenes son, no sólo apropiadas al aplicárselasa la destrucción de Jerusalén, sino que esta es su aplicación verdadera y exclusiva. Noencontramos ningún vestigio ni indicación de que nuestro Señor tuviese en mente ningúnsignificado ulterior u oculto. Pero sí encontramos que difícilmente hay algún rasgo de estasublime y tremenda descripción que Él mismo ya no hubiese anticipado, y fijado en suaplicación a un suceso particular y a un tiempo en particular. Compare el lectorcuidadosamente la descripción que se da en el pasaje que nos ocupa, del “Hijo del hombreviniendo en las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mat. 24:30) (9) con la declaración denuestro Señor (Mat. 16:27) – “Porque el Hijo del Hombre vendr&aacutee; en la gloria de suPadre con sus ángeles” – un acontecimiento que Él afirma expresamente sería presenciadopor algunos de los discípulos que entonces vivían. Nuevamente, el enviar a sus ángeles areunir a los escogidos corresponde exactamente a la representación de lo que tendría lugaren la “siega” al final del eón, como se describe en las parábolas de la cizaña y la red (Mat.12:41-50). “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los quesirven de tropiezo, y a todos los que hacen iniquidad”. “Así será al fin del siglo [eón]: saldránlos ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego”.Aquí la profecía y la parábola representan la misma escena, el mismo período: amboshablan del fin de la era o época, no del fin del mundo o del universo material; y amboshablan de la gran época judicial diciendo que se ha acercado. Con cuánta claridad Lucas, ensu registro de la profecía del Monte de los Olivos, representa la gran catástrofe comoocurriendo durante la vida de los discípulos: “Cuando estas cosas comiencen a suceder,erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:28). ¿Nofueron dichas estas palabras a los discípulos, que escuchaban el discurso? ¿No se lesaplicaban a ellos? ¿Hay en alguna parte una sospecha siquiera de que se referían a otroauditorio, a miles de años de distancia, y no al ansioso grupo que bebía las palabras deJesús? Ciertamente, tal hipótesis lleva colgada al frente su propia refutación.

Pero, como para impedir toda posibilidad de equivocación o error, en el siguiente párrafonuestro Señor traza alrededor de su profecía una línea tan clara y tan palpable,encerrándola por completo dentro de un límite tan definido y claro, que debería serdecisivo para zanjar toda la cuestión.

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(e) La Parusía ha de tener lugar antes de que pase la actual generación

Mateo 24:32-41

“De la higuera aprended laparábola: Cuando ya surama está tierna, y brotanlas hojas, sabéis que elverano está cerca. Asítambién vosotros, cuandoveáis todas estas cosas,conoced que está cerca, alas puertas.

De cierto os digo que nopasará esta generación sinque todo esto acontezca”.

Marcos 13:28-30

“De la higuera aprended laparábola. Cuando ya surama está tierna, y brotanlas hojas, sabéis que elverano está cerca. Asítambién vosotros, cuandoveáis que suceden estascosas, conoced que estácerca, a las puertas.

De cierto os digo, que nopasará esta generaciónhasta que todo estoacontezca”.

Lucas 11:29-32

“También les dijo una parábola:Mirad la higuera y todos losárboles. Cuando ya brotan,viéndolo, sabéis por vosotrosmismos que el verano está yacerca. Así también vosotros,cuando veáis que suceden estascosas, sabed que está cerca elreino de Dios.

De cierto os digo, que no pasaráesta generación hasta que todoesto acontezca”.

Si este lenguaje, pronunciado en una ocasión tan solemne, y que es de una importancia tanprecisa y expresa, no afirma la estrecha cercanía del gran acontecimiento que ocupa eldiscurso entero de nuestro Señor, entonces las palabras no tienen ningún significado.Primero, la parábola de la higuera indica que, así como las ramas tiernas en los árbolesanuncian la cercanía del verano, así también las señales que él acababa de especificaranunciarían que la consumación predicha estaba cerca. Ellos, los discípulos a quienes Jesúsestaba hablando, habrían de ver aquellas señales, y cuando las vieran, reconocerían que elfin estaba cerca, a las puertas. Luego, nuestro Señor hace un resumen, con una afirmacióncalculada para eliminar todo vestigio de duda o incertidumbre:

“DE CIERTO OS DIGO, QUE NO PASARÁ ESTA GENERACIÓN SIN

QUE TODO ESTO ACONTEZCA”

Uno supondría razonablemente que, después de una nota de tiempo tan clara y expresa,no habría lugar para la controversia. Nuestro Señor mismo ha dirimido la cuestión. Noventay nueve personas de cada cien sin duda entenderían sus palabras en el sentido de que lacatástrofe predicha ocurriría durante la vida de la generación existente. No que todosvivirían probablemente para presenciarlo, sino que la mayoría o muchos de ellos estaríanvivos cuando aquello ocurriese. No puede haber duda de que ésta sería la interpretaciónque los discípulos le darían a sus palabras. A menos, por lo tanto, que nuestro Señor sepropusiera deconcertar a sus discípulos, les dio a entender claramente que su venida, eljuicio de la nación judía, y el fin de aquella época, ocurrirían antes de que aquella

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generación hubiese pasado por completo, o sea, dentro de los límites de su propiaexistencia. Como ya hemos visto, esta no era una idea nueva, sino una idea que él mismohabía expresado antes.

Sin embargo, lejos de aceptar esta decisión de nuestro Salvador como final, loscomentaristas han resistido violentamente lo que parece ser el significado natural y sensatode sus palabras. Han insistido en que, porque los sucesos predichos no ocurrieron así enaquella generación, la palabra generación (genea) no puede significar lo que generalmentese entiende que significa, la gente de aquella era o aquel período particular, loscontemporáneos de nuestro Señor. Afirmar que estas cosas no ocurrieron es dar larespuesta por sentada, y algo más.

Pero entendemos que a los gramáticos les toca no ser aprensivos de posiblesconsecuencias, sino establecer el verdadero significado de las palabras. Sin peligro,podemos dejar que las predicciones de nuestro Señor se cuiden por sí solas; a nosotros nostoca tratar de entenderlas.

Muchos argumentan que en este lugar la palabra genea debe traducirse como “raza, o“nación“, y que las palabras de nuestro Señor sólo significan que la raza o nación judía nopasaría, o no perecería, sino hasta que ocurrieran las predicciones que Jesús habíapronunciado. Este es el significado que Lange, Stier, Alford, y muchos otros expositores, leatribuyen a la palabra, y que es sostenido con conspicua capacidad y copiosa erudición porDorner en su tratado “Do Oratione Christi Eschatologica”. No hay duda de que es verdadque la palabra genea, como muchas otras, tiene diferentes matices de significado, y que, aveces, en la Septuaginta y los autores clásicos, puede referirse a una nación o a una raza.Pero creemos que es demostrable, sin sombra de duda, que la expresión “esta generación“,tan a menudo empleada por nuestro Señor, siempre se refiere única y exclusivamente a suscontemporáneos, el pueblo judío de su propia época. Puede dejarse sin peligro al honestojuicio de cada lector, sea erudito en griego o no, decidir si esto es o no así. Pero, como elpunto es de gran importancia, puede ser deseable aducir las pruebas de este aserto.

1. En el discurso final de nuestro Señor al pueblo, pronunciado el mismo día que su discursodel Monte de los Olivos, declaró: “Todo esto vendrá sobre esta generación” (Mat. 23:36).Ningún comentarista ha propuesto jamás entender esto como que se refiere a otra que nosea la generación existente.

2. “¿A qué compararé esta generación?” (Mat. 11:6). Aquí admiten Lange y Stier que lapalabra se refiere a “la última generación de Israel entonces existente” (Lange, in loc, Stier, vol.ii, 98).

3. “La generación mala y adúltera demanda señal”. “Los hombres de Nínive se levantarán enel juicio con esta generación“. “La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación“.“Así también acontecerá a esta mala generación” (Mat. 12:39, 41, 42, 45).

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En estos cuatro pasajes, Dorner trata de establecer que nuestro Señor no está hablando desus contemporáneos, los hombres de su propia época. “Porque” – dice – “los gentiles (loshabitantes de Nínive y la reina del Sur) se oponen a los judíos; por lo tanto, “esta generación”[h, genea.a[uth] “debe significar la nación o raza de los judíos” (Dorner, Orat. Christ. Esch., p.81). Su argumento, sin embargo, no es convincente. Ciertamente la generación quedemandaba señal era la que entonces existía; ¿y puede suponerse que era contra cualquierotra generación, diferente de la que resistía predicaciones como la de Juan el Butista y deCristo, que los gentiles habrían de levantarse en juicio? Hay una sola interpretación posiblede las palabras de nuestro Señor, y es la de que sus palabras se refieren a su propiosperversos e incrédulos contemporáneos.

4. “Para que se demande de esta generación la sangre de todos los profetas” (Lucas 11:50,51).

Aquí Dorner mismo admite que es de la generación existente (hoc ipsum hominum ovum) dela que se dicen estas palabras (p. 41).

5. “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera ypecadora” (Marcos 8:38).

6. “Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación”(Lucas 17:25). Sólo es necesario citar estos pasajes para establecer que Jesús sólo se refierea la generación particular que rechazó al Mesías.

Estos son todos los ejemplos en los que ocurre la expresión “esta generación” en los dichosde nuestro Señor, y estos ejemplos establecen, más allá de todo cuestionamientorazonable, la referencia de las palabras en la importante dclaración que ahoraconsideramos. Pero, supongamos que adoptáramos la traducción propuesta, yaceptáramos que genea significa raza, ¿qué propósito o significado tendría entonces lapredicción? ¿Puede alguien creer que la afirmación que nuestro Señor hizo tansolemnemente: “De cierto os digo”, etc. no equivale más que a esto: “La raza hebrea no sehabrá extinguido sino hasta que todas estas cosas se hayan cumplido”? Imaginemos a unprofeta en nuestro propio tiempo prediciendo una gran catástrofe en la cual Londres seríadestruido, la catedral de San Pablo y las Cámaras del Parlamento serían arrasadas, y seperpetraría una terrible matanza de los habitantes; y que cuando se le preguntase:“¿Cuándo sucederán estas cosas?” contestase: “¡La raza anglosajona no se extinguirá sinohasta que todas estas cosas se hayan cumplido!” ¿Sería ésta una respuesta satisfactoria?¿No sería una respuesta como ésta considerada como despectiva para el profeta, y comouna afrenta para sus oyentes? ¿No tendrían ellos razón para decir: “¡No hay peligro enprofetizar cuando el suceso es colocado a una interminable distancia!”? Pero la merasuposición de tal sentido en la predicción de nuestro Señor demuestra que es un reductio adabsurdum. ¿Era para esto que los discípulos debían esperar y velar? ¿Era ésta la lección que

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enseñaba la parábola de la higuera? ¿No era sino hasta que la raza judía estuviese a puntode extinguirse que ellos debían “erguirse, y levantar sus cabezas”? Una hipótesis tal es supropia refutación.

Nos sostenemos, por lo tanto, en la única interpretación sostenible y posible, la queentendemos que nuestro Señor tenía en mente, en la que, en otras tantas palabras, Él diceque los acontecimientos especificados en su predicción ocurrirían con toda certeza antes de quepasara por completo la generación actual. Esta es la única interpretación que las palabrassoportan; todas las demás involucran forzar el lenguaje y hacer violencia a la interpretación.Además, la interpretación está en armonía con la uniforme enseñanza de nuestro Salvador.Mucho tiempo antes, había asegurado a sus discípulos que algunos de ellos vivirían parapresenciar su retorno en gloria (Mat. 16:27, 28).

Les había dicho que, antes de que hubiesen completado su misión apostólica a las ciudadesde Israel, el Hijo del hombre vendría (Mat. 10:23). Había declarado que toda la sangrederramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, seríarequerida de aquella generación (Mat. 23:35, 36). Era, por lo tanto, de aquella generación de lacual hablaba. Jamás debe olvidarse que había algo especial en aquella generación. Era laúltima y la peor de todas las generaciones de Israel, que había heredado la culpa de todassus predecesoras, y estaba a punto de ser visitada con juicios señalados y sin paralelo. Si lacatástrofe predicha ocurrió o no, es otra cuestión, que será considerada en su propio lugar.(10)

Otras interpretaciones que se han sugerido, como la de la “raza humana”, “la generación delos justos”, y “la generación de los impíos”, no requieren discusión.

Puede que se necesite decir una palabra o dos con respecto al tiempo que cubre unageneración. Por supuesto, no es una medida de tiempo exacta, como una década o un siglo,sino que posee cierta cualidad de indefinición o elasticidad, pero dentro de ciertos límites,digamos de treinta o cuarenta años. En el libro de Números, encontramos que lageneración que provocó que el Señor le excluyera de la tierra de Canaán, y que fuecondenada a caer en el desierto, habría de morir en el espacio de cuarenta años. En elSalmo 95 leemos: “Cuarenta años estuve disgustado con la nación”. En la tabla genealógicaque da Mateo, tenemos información para estimar la duración de una generación. Allíencontramos que “desde la deportación a Babilonia hasta Cristo”, hubo catorcegeneraciones. (Mat. 1:17). Ahora, se dice que la fecha de la cautividad, en el reino deSedequías, fue cerca del año 586 a. C., lo cual, dividido entre catorce, da cuarentiún años yfracción como duración promedio de cada generación. La guerra judía bajo el emperadorNerón estalló en el año 66 d. C., y suponiendo que nuestro Señor haya tenido como treinta ytres años de edad cuando fue crucificado, esto nos daría un espacio de como treinta y tresaños en que las señales que anunciaban la aproximación del “fin” comenzaron “a suceder”.La destrucción del templo y la ciudad de Jerusalén tuvo lugar en septiembre del año 70 d. C.,esto es, como treinta y siete años después de la profecía del Monte de los Olivos, un espacio

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de tiempo que satisface ampliamente los requisitos del caso. No es ni tan corto que seainapropiado decir: “No pasará esta generación”, etc., ni tan largo que exceda la duración dela vida de muchos que podrían haber visto y oído al Salvador, o la vida de los mismosdiscípulos.

“Aquella generación” ciertamente habría estado pasando, pero no habría pasado porcompleto.

(f) Certeza de la consumación, pero incertidumbre de su fecha precisa

Mateo 24:35, 36

“El cielo y la tierra pasarán, peromis palabras no pasarán. Pero deldía y la hora nadie sabe, ni aun losángeles de los cielos, sino sólo miPadre”.

Marcos 13:31, 32

“El cielo y la tierra pasarán, pero mispalabras no pasarán. Pero de aquel día yde la hora nadie sabe, ni aun los ángelesque están en el cielo, ni el Hijo, sino elPadre”.

Lucas 21:33

“El cielo y latierrapasarán,.pero mispalabras nopasarán”.

Aunque nuestro Señor ha definido los límites de tiempo dentro de los cuales tendría lugarla consumación predicha, queda un cierto grado de indefinición con respecto al momentode su llegada. Él no especifica la fecha exacta, ni “la hora, ni el día”, ni siquiera el mes delaño. Esto no significa que la cuestión entera del tiempo haya quedado sin especificar: serefiere meramente a la fecha precisa. La consumación habría de caer dentro del término dela generación existente, pero la hora precisa en que el campanazo de condenación sonaríano fue revelada a hombre, ni a ángel, ni (lo que es aún más extraño) al mismo Hijo delhombre. Era el secreto que el Padre “puso en su sola potestad”. Sin duda, había suficientesrazones para esta reserva. Haber especificado “el día y la hora” – haber dicho: “En el añotreinta y siete, en el mes sexto, al octavo día del mes, la ciudad será tomada y el templodestruido a fuego” – no sólo habría sido inconsistente con la manera de la profecía, sino quehabría quitado una de las más fuertes motivaciones para la vigilancia constante y la oración– la incertidumbre del momento preciso.

(g) Lo repentino de la Parusía, y el llamado a estar vigilantes

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Mateo 24:37-42

“Mas como en los días de Noé, asíserá la venida del Hijo delHombre. Porque como en losdías antes del diluvio estabancomiendo y bebiendo, casándosey dándose en casamiento, hastael día en que Noé entró en elarca, y no entendieron hasta quevino el diluvio y se los llevó atodos, así será también la venidadel Hijo del Hombre. Entoncesestarán dos en el campo; el unoserá tomado, y el otro serádejado. Dos mujeres estaránmoliendo en un molino; la unaserá tomada, y la otra dejada.Velad, pues, porque no sabéis aqué hora ha de venir vuestroSeñor”.

Lucas 17:26-37

“Como fue en los días de Noé, así también será en los díasdel Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y sedaban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en elarca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismocomo sucedió en los días de Lot; comían, bedbían,compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día enque Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, ylos destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo delHombre se manifieste. En aquel día, el que esté en laazotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y elque en el campo, asimismo no vuelva atrás. Acordaos de lamujer de Lot. Todo el que procure salvar su vida, laperderá; y todo el que la pierda, la salvará. Os digo que enaquella noche estarán dos en una cama; el uno serátomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estaránmoliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada. Dosestarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado.Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? Él les dijo:Donde estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarántambién las águilas”.

Mateo24:42

“Velad,pues,porquenosabéisa quéhoraha devenirvuestroSeñor”.

Marcos 13:33,35-37

“Mirad, velad, y orad; porque nosabéis cuándo será el tiempo.Velad, pues, porque no sabéiscuándo vendrá el señor de lacasa; si al anochecer, o a lamedianoche, o al canto del gallo,o a la mañana; para que cuandovenga de repente, no os halledurmiendo. Y lo que digo avosotros, a todos lo digo: Velad”.

Lucas 21:34-36

“Mirad también por vosotros mismos, quevuestros corazones no se carguen de glotoneríay embriaguez y de los afanes de esta vida, yvenga de repente sobre vosotros aquel día.Porque como un lazo vendrá sobre todos losque habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad,pues, en todo tiempo orando que seáis tenidospor dignos de escapar de todas estas cosas quevendrán, y de estar en pie delante del Hijo delHombre”.

Todas las representaciones dadas por nuestro Señor de la catástrofe venidera y susacontecimientos concomitantes implican que tomarían a los hombres por sorpresa. Asícomo el diluvio vino de repente sobre los antediluvianos, y la tormenta de fuego y azufrecayó sobre las ciudades de la llanura, así también la catástrofe final alcanzaría a Jerusalén ya Judea a una hora inesperada, cuando los negocios y los placeres de la vida ocupasen las

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manos y los corazones de los hombres. En Lucas 17, tenemos tenemos el registro máscompleto del discurso de nuestro Señor sobre este punto. Si el pasaje de Lucas fuetraspuesto por él desde su conexión original, o si nuestro Señor pronunció las mismaspalabras en ocasiones separadas, no es asunto que nos concierna particularmente aquí.Neander es de opinión que “Lucas proporciona la conexión natural de estas palabras”, y queen Mateo “están puestas con muchos otros pasajes similares que se refieren a la últimacrisis”. (11)Dudamos de esto; pero, soslayando esta cuestión, una cosa es indudable, asaber, que tanto Mateo como Lucas describen la misma cosa, el mismo período, la mismacatástrofe. Es sorprendente encontrar a Alford afirmando, en relación con el pasaje deLucas: “No hay una sola palabra en todo esto acerca de la destrucción de Jerusalén”. Seríamás correcto decir: “Cada una de las palabras en este pasaje habla de la destrucción deJerusalén”. Obsérvese la nota de tiempo tan claramente marcada por nuestro Señor: “Peroprimero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación” (Lucas17:25). ¿Cuál otra catástrofe pertenece al período de esa generación, que podríacorrectamente compararse con la destrucción del mundo antediluviano por medio de undiluvio de aguas, y con la destrucción de Sodoma y Gomorra por medio de un diluvio defuego?

De la certeza y lo repentino de la cercana consumación, nuestro Señor extrae la lección queimpresiona en sus discípulos – la necesidad de estar vigilantes. Aqu&iiacute; pronuncia porprimera vez la amonestación que desde aquel tiempo nunca dejó de ser la consigna de susdiscípulos a través de la era apostólica: “¡Velad y orad!” Descubriremos cuán constante yurgentemente dirigían los apóstoles este llamado a los fieles en sus días, y cómo se repiteconstantemente, hasta el último momento en que captamos el sonido de una vozapostólica. Esta vigilancia era esencial para la seguridad de los seguidores de Jesús, porque,tan súbita sería la catástrofe, que alcanzaría a los no preparados y a los descuidados, comoaves que son atrapadas en una red. “Porque como lazo vendrá sobre todos los que moranen la faz de toda la tierra (pashj thj ghj) – palabras que sugieren claramente la naturalezalocal del acontecimiento.

En la historia de Josefo, tenemos un notable comentario sobre este pasaje. Dando cuentadel prodigioso número de los masacrados durante el sitio de Jerusalén – un millón cien mil –dice: “De éstos, la mayor parte eran de sangre judía, aunque no nativos del lugar.Habiéndose congregado desde todas partes del país para la fiesta de los panes sin levadura,fueron súbitamente rodeados por la guerra. En esta ocasión, la nación entera había sidoencerrada, como en una prisión, por el destino; y la guerra encerró a la ciudad cuando éstaestaba atestada de gente”. (12) Es imposible concebir una verificación más exacta de lapredicción de nuestro Señor (Lucas 21:35).

En todo esto, observamos la continuación de aquel discurso personal directo quedemuestra que nuestro Señor hablaba a sus discípulos de aquello que a ellospersonalmente les concernía. No hay el más leve asomo de que hubiese un significado

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“subterráneo” en sus palabras, y de que cuando dijo “Jerusalén” y “esta generación” y“vosotros”, quisiera decir “el mundo” y “épocas distantes” y “discípulos que todavía no hannacido”.

En este punto, Marcos y Lucas cierran su registro de la profecía del Monte de los Olivos, y nopuede negarse que la terminación es natural y apropiada. Si embargo, en el evangelio deMateo tenemos una serie de parábolas añadidas al discurso de nuestro Señor, como lasque Él solía emplear para enseñar a la gente. Nos llama la atención como un poco singularel hecho de que nuestro Señor hablase a sus discípulos en parábolas, especialmente en estaocasión; y no es poco lo que hay que decir en favor de la opinión de Neander, que “erapeculiar que el editor de nuestro Mateo en griego dispusiese juntos los dichos similares deJesús, aunque hubiesen sido pronunciados en diferentes ocasiones y en diferentescircunstancias. Por lo tanto, no es necesario que nos asombremos si encontramosimposible trazar líneas de distinción en este discurso con entera exactitud; ni es necesarioque tal resultado nos lleve a interpretaciones forzadas, inconsistentes con la verdad, y con elamor de la verdad. Es mucho más fácil hacer tales distinciones en el relato de Lucas (cap.21), aunque esto no carece de dificultades. Al comparar Mateo con Lucas, sin embargo,podemos trazar el origen de la mayoría de estas dificultades al hecho de haber mezcladojuntas diferentes porciones, cuando los discursos de Cristo fueron dispuestos encolecciones”. (13)

Pero, sin discutir esta cuestión, es muy evidente que las parábolas registradas por Mateo enrelación con este discurso, aunque no hubiesen sido pronunciadas en esta ocasiónparticular, están estrictamente relacionadas con el tema; mientras que, si este es suverdadero lugar en la narración, su relación con el asunto que nos ocupa es aún másestrecho e íntimo.

Ahora procedemos a considerar las parábolas y los dichos parabólicos de nuestro Señor,registrados en relación con esta profecía, principalmente por Mateo.

(h) Los discípulos advertidos de lo súbito de la ParusíaParábola del mayordomo fiel

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Mateo 24:43-51

“Pero sabed esto, que si elpadre de familia supiese aqué hora el ladrón habríade venir, velaría, y nodejaría minar su casa. Portanto, también vosotrosestad preparados; poqueel Hijo del Hombre vendráa la hora que no pensáis.¿Quién es, pues, el siervofiel y prudente, al cualpuso su señor sobre sucasa para que les dé elalimento a tiempo?Bienaventurado aquelsiervo al cual, cuando suseñor venga, le hallehaciendo así. De cierto osdigo que sobre todos susbienes le pondrá.

Pero si aquel siervo malodijere en su corazón: Miseñor tarda en venir; ycomenzare a golpear a susconsiervos, y aun a comery a beber con losborrachos, vendrá el señorde aquel siervo en día queéste no espera, y a la horaen que no sabe, y locastigará duramente, ypondrá su parte con loshipócritas; allí será el lloroy el crujir de dientes”.

Marcos13:34-37

“Es como elhombre que,yéndoselejos, dejó sucasa, y dioautoridad asus siervos,y a cada unosu obra, y alporteromandó quevelase.

Velad, pues,porque nosabéiscuándovendrá elseñor de lacasa; si alanochecer, oa lamedianoche,o al cantodel gallo, o ala mañana;para quecuandovenga derepente, noos halledurmiendo.Y lo que avosotrosdigo, a todosl digo:Velad”.

Lucas 12:39-46

“Pero sabed esto, que s supiese el padre defamilia a qué hora el ladrón había de venir, velaríaciertamente, y no dejaría velar su casa. Vosotros,pues, también estad preparados, porque a la horaque no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices estaparábola a nosotros, o también a todos? Y dijo elSeñor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente alcual su señor pondrá sobre su casa, para que atiempo les de su ración? Bienaventurado aquelsiervo al cual, cuando su señor venga, le hallehaciendo así. En verdad os digo que le pondrásobre todos sus bienes. Mas si aquel siervo dijereen su corazón: Mi señor tarda en venir; ycomenzare a golpear a los criados y a las criadas,y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señorde aquel siervo en día que éste no espera, y a lahora que no sabe, y le castigará duramente, y lepondrá con los infieles”.

Se verá que este dicho parabólico de nuestro Señor está registrado en una relaciónbastante diferente por Mateo y por Lucas. La semejanza verbal, sin embargo, es demasiadoexacta para hacer probable que fuese pronunciado en dos ocasiones diferentes. La másligera atención satisfará al lector de que el informe de Lucas es el más completo y

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circunstancial, y que él le asigna su verdadera posición cronológica. Esto se ve por el hechode que la pregunta de Pedro, registrada sólo por Lucas, dio lugar a las observacionesconcluyentes de nuestro Señor, las cuales, como las presenta Mateo sin este eslabón,parecen algo incoherentes y abruptas. Además, apenas podemos suponer que Pedro,conversando en privado con sólo otros tres discípulos en compañía del Señor, preguntase:“¿Dices esta palabra a nosotros, o también a todos?” – una pregunta que era de lo másnatural cuando, como nos lo dice Lucas, Jesús hablaba a sus discípulos en presencia de unagran multitud. (Lucas 12:1). Es digno de notarse también que en Marcos 13:34-37, dondepodemos detectar trazas de esta parábola, la pregunta de Pedro es contestada claramente:“Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: Velad”, una afirmación que estaría fuera de lugarcuando nuestro Señor hablaba a cuatro personas, pero bastante apropiada cuando hablabaa una multitud.

No hay ninguna impropiedad, por lo tanto, en suponer que Mateo, percibiendo las palabrasde Jesús, pronunciadas en otra ocasión, y que ilustran admirablemente la necesidad develar en vista de la venida del Señor, las insertase en este discurso escatológico. Stiersugiere que Marcos da un breve resumen de Mateo 24:43, con las dos parábolas del siervo,Mat. 24:45-51 y 24:14, y aún con un ligero eco de la parábola de las vírgenes. (14) Notenemos más razón para esperar una disposición estrictamente cronológica en losevangelistas que informes estrictamente al pie de la letra: ni lo uno ni lo otro entraba en susplanes.

Pero lo que es principalmente importante para nosotros es la relación de esta parábola, siasí se le puede llamar, entre el mayordomo de la casa que vigila contra el ladrón demedianoche, y el discurso precedente de nuestro Señor. Nada puede ser más evidente queesta relación está entrelazada en la trama misma de ese discurso. No se introduce ningúnnuevo tema en el versículo cuarenta y tres del capítulo veinticuatro de Mateo: ningunatransición a otra catástrofe, ni otra venida, diferentes de las que Él había estado hablandodesde el principio. No hay ningún hiato, ninguna interrupción, en la continuidad deldiscurso; ninguna indicación de pasar del gran acontecimiento que absorbía lospensamientos de los discípulos a otro en el muy distante futuro. Parece increíble quecualquier juicio crítico eligiera a Mateo 24:43 como el comienzo de un nuevo tema dediscurso. Y sin embargo, esto es lo que hace el Dr. Ed. Robinson, que dice: “Aquí nuestroSeñor hace una transición, y procede a hablar de su venida final en el día del juicio. Esto seve por el hecho de que la materia de estas secciones es añadida por Mateo después de queMarcos y Lucas han concluído sus informes paralelos relativos a la catástrofe judía; y aquíMateo comienza, con el vers. 43, el discurso que Lucas ha presentado en otra ocasión, Lucas12:39, etc.” (15) Pero no hay la más leve sombra de ninguna transición. El instrumento másfino no consigue trazar ninguna línea divisoria entre las partes del discurso, y asignar unaporción al juicio de la nación judía y otra al juicio de la raza humana. No hay transición, sinocontinuación, en el ver. 43. Nada pueder ser más consecutivo y concatenado. “Velad, pues”,les dice nuestro Señor a los discípulos en el ver. 42, “porque no sabéis a qué hora ha de

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venir vuestro Señor”. “Por tanto, también vosotros estad preparados”, les dice en el ver. 44,“porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis”. La sugerencia de que unnuevo tema, que se refiere a un suceso totalmente diferente, en una época muy distante enel tiempo, se introduce aquí, es completamente arbitraria y sin fundamento.

Notas:

1. Jos. Antiq. bk. xx.x.xiii, § 5, 6.

2. Conybeare and Howson, Life and Epist. of St. Paul, c. iv.

3. Jos. Antiq. bk. xviii. c. v, § 3.

4. Traill´s Jos. Jewish War, pref. ~ 4.

5. Traill’s Jos. Jewish War, bk. vi. c.v. § 3.

6. Traill´s Jos. Jewish War, bk. vi. c.v. § 2.

7. Véase Alford Gr. Test, Matt. xxiv.29.

8. Angus’ Bible Handbook, p. 20, p. 20, § i.

9. Los fenómenos descritos por nuestro Señor como que acompañan la Parusía (ver. 29) nopueden explicarse con los portentos y prodigios que, según Josefo, precedieron la toma deJerusalén (Jewish War, bk. vi.c.v. § 3). Que por lo menos algunos de esos portentosaparecieron realmente allí no parece haber razón para dudarlo, y sirven para verificar lapredicción de Lucas 21:11: “Habrá terror y grandes señales en el cielo”.

10. La nota en la obra de Robinson “Armonía de los Cuatro Evangelios”, parte vii, § 128, esexcelente. “Esta generación”, etc. Estas palabras (genea) no pueden entenderse (comoalgunos han explicado) como que se refieren a la nación judía o a la raza humana. Elsignificado es que no todos los hombres de aquella época morirían (Véase Mat. 16:28, en elpárr. 74) antes de que la profecía se cumpliera, lo cual comenzó a ocurrir treinta y siete añosdespués de que se pronunció, en la destrucción de Jerusalén”, etc.

11. Life of Christ. c. xii, § 214, nota.

12. Traill´s Josephus, Jewish War, b. -vi. ch. ix, §§ 3, 4.

13. Life of Christ, § 254, Nota.

14. Reden Jesu, vol. iii, p. 304.

15. Harmony of the Four Gospels, § 129.

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(i) La Parusía, un tiempo de juicio tanto para los amigoscomo para los enemigos de Cristo

Parábola de las vírgenes prudentes y las vírgenes insensatas

Mateo 25:1-13. Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando suslámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Lasinsensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaronaceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todasy se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatasdijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Maslas prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte también a nosotros y a vosotras,id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban acomprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerróla puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Másél, respondiendo, dijo: De cierto os digo que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis eldía ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”.

Casi todos los expositores suponen que ahora Jerusalén e Israel desaparecen enteramentede la escena, y que nuestro Señor se refiere exclusivamente a la consumación final de todaslas cosas y al juicio de la raza humana. Esta supuesta transición se le facilita al lector dehabla inglesa por medio de un nuevo capítulo que comienza en este punto.

Pero, ¿ha abandonado realmente nuestro Señor el tema con el cual Él y sus discípulos hanestado ocupados hasta ahora? ¿Ha pasado del tiempo cercano e inminente a una lejana ydistante, separada de su propio tiempo por cientos y miles de años? Si fuese así,seguramente podríamos esperar alguna indicación muy clara del cambio de tema. Pero nohay absolutamente ninguna. Por el contrario, la suposición de que un nuevo tema esintroducido por esta parábola queda completamente impedida por los términos expresoscon los cuales la parábola comienza y termina. Comienza con una nota de tiempo muyexplícita: “Tote”, entonces, en aquel tiempo. No hay absolutamente ningún hiato entre el finaldel capítulo 24 y el comienzo del capítulo 25. El eslabón “entonces” lleva adelante el discurso,y entreteje en él una estrecha conexión con relación al tema, el tiempo, y las personas a lascuales se dirigió. Esto queda confirmado, además, por el hecho de que la moraleja de laparábola de las diez vírgenes es precisamente la misma que la del señor de la casa en elcapítulo anterior, es decir, la necesidad de vigilar. Las palabras finales: “Velad, pues, porqueno sabéis ni el día ni la hora”, tan evidentemente dirigidas a los discípulos, son las mismasque nuestro Señor ya ha pronunciado en el capítulo 24:42; de modo que en ambos pasajesdebe ser al mismo suceso.

No entra en nuestros propósitos hacer una exposición detallada de esta parábola. Hayteólogos que encuentran un misterio en cada palabra; en el número diez, en la virginidad,

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en las lámparas, en el aceite, etc. (Véase Lange in loc.) Como observa Calvinosarcásticamente: “Multum se torquent quidam, in lucernis, in vasis, in oleo”. Baste notaraquí la gran lección de la parábola. Es la necesidad de estar preparados constantemente yestar vigilantes, esperando el súbito y pronto regreso del Hijo del hombre. El no estarvigilantes y no estar preparados conllevaría al castigo que recayó sobre las vírgenesinsensatas, es decir, la exclusión de la cena de bodas del Cordero.

Encontramos, pues, en esta parábola una conexión orgánica con todo el discurso anteriorde nuestro Señor. Todavía es el gran tema del cual está hablando – la consumación quehabría de tener lugar dentro de los límites de la generación que existía – y en relación con lacual los discípulos expresaban una ansiedad tan natural.

(k) La Parusía, un tiempo de juicio

Parábola de los talentos

Mateo 25:14-30: Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó asus sievos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cadauno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue ynegoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganótambién otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinerode su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentascon ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo:Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Ysu señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entraen el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dostalentos me entregaste; aquí tienes, he ganado dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien,buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel; sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tuseñor. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que ereshombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuvemiedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo suseñor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojodonde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo,hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al quetiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun loque tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro yel crujir de dientes”.

En esta parábola encontramos una evidente continuación del mismo tema, aunquepresentado en un aspecto algo diferente. La moraleja de la parábola precedente eravigilancia; la de la ésta es diligencia. Difícilmente puede decirse que en esta parábola se haintroducido un nuevo elemento, porque la representación de la venida de Cristo como untiempo de juicio corre a través de todo el discurso profético de nuestro Señor. Es este hecholo que da propósito y urgencia al llamado, a menudo reiterado, a ser vigilantes. No sólo

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habría de ser un tiempo de juicio para Jerusalén e Israel, sino hasta para los discípulosmismos de Cristo. También ellos tenían que “estar de pie delante del Hijo del hombre”.Había peligro de que “aquel día” viniera sobre ellos sin que estuvieran preparados y estandodescuidados. Esta asociación de juicio con la Parusía aparece en la parábola del señor de lacasa, y todavía más en la de los siervos buenos y malos. Queda expresada aún másvívidamente en la parábola de las vírgenes prudentes y las vírgenes insensatas, y tienetodavía mayor prominencia en la parábola de los talentos; pero alcanza el clímax en laparábola final, si puede decirse, de las ovejas y los carneros.

No es necesario entrar en los detalles de la parábola de los talentos. Sus principalescaracterísticas son sencillas y obvias. Contiene una solemne amonestación para que lossiervos de Cristo sean fieles y diligentes en ausencia de su Señor. La parábola apunta a undía en que Él regresaría y haría cuentas con ellos. Establece la abundante recompensa delos buenos y los fieles, y el castigo del siervo infiel.

Sin embargo, el punto que nos concierne principalmente en esta investigación es la relaciónde esta parábola con el discurso precedente. ¿Qué puede ser más claro que la íntimaconexión entre la una y la otra? La partícula conectiva “porque” en el versículo 14 marcaclaramente la continuación del discurso. El tema es el mismo, el tiempo es el mismo, lacatástrofe es la misma. Hasta este punto, pues, no encontramos ninguna interrupción,ningún cambio, ninguna introducción a un tema diferente; todo es continuo, homogéneo,uno. Ni por un momento se ha desviado el discurso del gran tema que todo lo absorbe, lacercana condenación de la ciudad culpable, con los solemnes acontecimientos que laacompañan, todo lo cual debe tener lugar dentro del período de aquella generación, y todolo cual presenciarían los discípulos, o algunos de ellos.

(l) La Parusía, un tiempo de juicio

Parábola de las ovejas y los cabritos

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Mateo 25:31-46 – “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángelescon él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas lasnaciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Ypondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reinopreparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis decomer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y mecubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos leresponderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y tedimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿Ocuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: Decierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lohicisteis.

“Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eternopreparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuvesed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no mecubristeis; enfermo, y en cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderándiciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en lacárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuantono lo hicisteis a uno de estos má pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigoeterno, y los justos a la vida eterna”.

Hasta este punto, hemos encontrado que el discurso de Jesús sobre el Monte de los Olivoses una profecía conectada y continua, que se refiere únicamente a la gran catástrofe que secernía sobre la nación judía, y que habría de tener lugar, según la predicción de nuestroSeñor, antes de que pasara la generación que existía. Ahora, sin embargo, encontramos unpasaje que, en opinión de casi todos los comentaristas, no puede entenderse como que serefiere a Jerusalén o Israel, sino a toda la raza humana y a la consumación de todas lascosas. Si el consenso de los expositores puede establecer una interpretación, sin duda estepasaje debe ser considerado como que se aparta por completo del tema de las preguntasde los discípulos, y describe la última escena de todas en la historia del mundo.

Puede admitirse libremente que esta parábola, o descripción parabólica, tiene muchospuntos de diferencia con la porción precedente del discurso de nuestro Señor. Parece estarseparada y ser distinta del resto, sin los enlaces que hemos encontrado en otras secciones.Aún más, parece tener un alcance mayor que Jerusalén e Israel; parece el juicio, no de unanación, sino de todas las naciones; no de una ciudad o un país, sino del mundo; no unacrisis pasajera, sino la consumación final.

Es, pues, con un profundo sentido de la dificultad de la tarea que nos atrevemos a impugnarla interpretación de tantos hombres sabios y buenos, y argumentar que el pasaje, no sólo esparte integral de la profecía, sino que pertenece por entero al tema del discurso de nuestro

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Señor, el juicio de Israel y el fin de la era [judía].

1. Esta parábola, aunque en nuestra versión inglesa está separada y desconectada delcontexto, está en realidad conectada con ,i un enlace muy suficiente con lo que apareceantes. Este es un vocablo padre en griego, donde encontramos la partícula (griego), cuyafuerza reside en indicar transición y conexión — transición hacia una nueva ilustración, yconexión con el contexto anterior. Alford, en su Nuevo Testamento revisado, conserva lapartícula de continuidad: “Pero el Hijo del hombre habrá venido en su gloria”, etc. Con igualpropiedad, podría haber sido traducida — “Y cuando”, etc.

2. Esta “venida del Hijo del hombre” ya ha sido predicha por nuestro Señor (Mat. 24:30 ypasajes paralelos), y el tiempo expresamente definido, siendo incluido en la abarcantedeclaración: “De cierto os digo: No pasará esta generación, sin que todo esto acontezca”(Mat. 24:34).

3. Merece observarse en particular que la descripción de la venida del Hijo del hombre ensu gloria, que se hace en esta parábola, se ajusta en todos los puntos a la de Mat. 16:27,28,de la cual se afirma expresamente que sería presenciada por algunos que estabanpresentes en el momento en que la predicción se hizo.

Puede ser bueno comparar las dos descripciones.

Mat.16:27,28

“Porque el Hijo del Hombre vendrá en lagloria de su Padre con sus ángeles, yentonces pagará a cada uno según susobras.

“De cierto os digo que hay algunos de losque están aquí, que no gustarán lamuerte, hasta que hayan visto al Hijo delHombre viniendo en su reino”.

Mat. 25:31-33

“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, ytodos los santos ángeles con él, entonces sesentará en su trono de gloria, y serán reunidasdelante de él todas las naciones”, etc.

Aquí el lector notará que:

a) En ambos pasajes, el tema al que se refieren es el mismo, es decir, la venida del Hijo delhombre – la Parusía.

b) En ambos pasajes, Él es descrito como viniendo en gloria.

c) En ambos, es acompañado por los santos ángeles.

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d) En ambos, viene como Rey. “Viniendo en su reino”. “Se sentará en su trono. Entonces elRey“, etc.

e) En ambos, viene para juicio.

f) En ambos, el juicio es representado como universal en cierto sentido. “Dará a cada uno”“Delante serán reunidas todas las naciones“.

g) En Mateo 16:28, se afirma expresamente que esta venida en gloria, etc., habría de tenerlugardurante la vida de algunos de los que estaban allí presentes. Esto fija la ocurrencia dela Parusía dentro de los límites de una vida humana, estando así en perfecto acuerdo con elperíodo definido por nuestro Señor en su discurso profético. “No pasará esta generación”,etc.

Nos sentimos plenamente autorizados, pues, para considerar la venida del Hijo del hombred e Mat. 25 como idéntica a aquella a la que se hace referencia en Mat. 16, que algunosdiscípulos habrían de vivir para presenciar.

Así, pues, a pesar de las palabras “todas las naciones” de Mat. 25:32, llegamos a laconclusión de que de lo que se habla aquí no es “la consumación final de todas las cosas”,sino del juicio de Israel al final de la era judía, o del eón judío.

4. Pero todavía se objetará que queda una formidable dificultad en la expresión “todas lasnaciones”. Sin embargo, la dificultad es más aparente que real; porque

1) No es nada raro encontrar en las Escrituras proposiciones universales que debenentenderse en un sentido limitado o restringido.

Hay un ejemplo de esto en este mismo discurso de nuestro Señor. En Mat. 24:22, hablandode la “gran tribulación”, Él dice: “Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo”.Ahora, es evidente que esta “gran tribulación” estaba limitada a Jerusalén, o, en todo caso, aJudea, y sin embargo, tenemos una expresión usada en relación con los habitantes de unaciudad o país, que es lo bastante amplia para incluir a la raza humana entera, en el sentidoen que Lange y Alford en realidad la entienden.

2) Hay gran probabilidad en la opinión de que la frase “todas las naciones” equivale a “todaslas tribus de la tierra” (Mat. 24:30). No hay ninguna impropiedad en designar a las tribuscomo naciones. La promesa de Dios a Abraham era que sería padre de muchas naciones(Gén. 17:5; Rom. 4:17, 18).

En el tiempo de nuestro Señor, era usual hablar de los habitantes de Palestina como quecomprendían varias naciones. Josefo habla de “la nación de los samaritanos”, “la nación delos bataneos”, “la nación de los galileos” – usando la misma palabra (e;tnoj) queencontramos en el pasaje que estamos considerando. Judea era una nación distinta, a

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menudo con su propio rey; lo mismo ocurría con Samaria, Idumea, Galilea, Perea, Batanea,Traconitis, Iturea, Abilene — todas las cuales, en diferentes épocas, tuvieron príncipes con eltítulo de Etnarca, un nombre que significa gobernante de una nación. No es, pues, violentarel lenguaje entender (pa,nta ta.e;nh) en el sentido de que se refiere a “todas las naciones” dePalestina, o “todas las tribus de la tierra”.

Esta posición recibe fuerte confirmación del hecho de que la misma frase en la comisiónapostólica (Mat. 28:19): “Id y haced discípulos a todas las naciones” no parece haber sidoentendida por los discípulos en el sentido de que se refería a la población entera del globo,o a alguna nación más allá de Palestina. Se supone comúnmente que los apóstoles sabíanque habían recibido la tarea de evangelizar al mundo. Si efectivamente lo sabían, eranculpables de haber descuidado el ocuparse de ello. Pero puede suponerse que las palabrasde nuestro Señor no transmitieron ninguna idea como ésta a sus mentes. El eruditoprofesor Burton observa: “No fue sino hasta 14 años después de la ascensión de nuestroSeñor cuando Pablo viajó por primera vez, y predicó el evangelio a los gentiles. Y no hayninguna evidencia de que, durante ese período, los otros apóstoles traspasaron los límitesde Judea”. (1)

El hecho parece ser que el lenguaje de la comisión apostólica no llevó a las mentes de losapóstoles ninguna idea ecuménica de esta clase. Nada les dejó más atónitos que eldescubrimiento de que “también a los gentiles había dado Dios arrepentimiento para vida”(Hechos 11:18). Cuando Pedro fue acusado de “reunirse con incircuncisos y comer conellos”, no parece que él defendiese su conducta apelando a los términos de la comisiónapostólica. Si la frase “todas las naciones” hubiese sido entendida por los discípulos en susentido literal y más abarcante, es difícil imaginar cómo habrían dejado de reconocer unavez el carácter universal del evangelio y su comisión de predicarlo a judíos y gentiles porigual. Se necesitó una clara revelación del cielo para vencer los prejuicios judíos de losapóstoles, y darles a conocer el misterio de “que los gentiles son coherederos y miembrosdel mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio”(Efesios 3:6).

En vista de estas consideraciones, tenemos por razonable y y justificable dar a la frase“todas las naciones” un significado restringido, y limitarla a las naciones de Palestina. En estesentido, la frase armoniza bien con las palabras de nuestro Señor: “No acabaréis de recorrertodas las ciudades de Israel, antes de que venga el Hijo del Hombre” (Mat. 10:23).

5. Una vez más, a la peculiar prueba de carácter aplicada por el juez en esta descripciónparabólica se opone fuertemente la idea de que esta escena representa el juicio final de laraza humana entera. Se observará que el destino de los justos y los impíos se hace giraralrededor del tratamiento que respectivamente ofrecieron a los sufrientes discípulos deCristo. Todas las cualidades morales, toda conducta virtuosa, toda fe verdadera, quedanaparentemente fuera de las cuentas, y sólo se toman en cuenta los actos de caridad ybeneficencia hacia los angustiados discípulos. No es de sorprenderse que esta circunstancia

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haya causado gran perplejidad tanto a teólogos como a lectores en general. ¿Es ésta ladoctrina de Pablo? ¿Es ésta la base para la justificación delante de Dios que se establece enel Nuevo Testamento? ¿Debemos llegar a la conclusión de que el destino eterno de la razahumana, desde Adán hasta el último hombre, dependerá finalmente de su caridad y susimpatía hacia los perseguidos y sufrientes discípulos de Cristo?

La dificultad es seria, en la suposición de aquí tenemos una descripción del “juicio generalen el día final”, y no debería ser pasada por alto, como comúnmente lo es. ¿Cómo podríanlas naciones que existieron antes del tiempo de Cristo ser enjuiciadas por este modelo?¿Cómo podrían las naciones que nunca oyeron hablar de Cristo, o las que florecieron en lasépocas en que el cristianismo era próspero y poderoso, ser enjuiciadas por este modelo? Esmanifiestamente inapropiado e inaplicable. Pero la dificultad se resuelve fácil ycompletamente si consideramos esta transacción judicial como el juicio de Israel al final dela era judía. Es el rechazado Rey de Israel el que es el juez: es la generación hostil eincrédula, la última y la peor de la nación, a la que se hace comparecer ante Su tribunal. Eltratamiento que le dieron a los discípulos, especialmente a los apóstoles, podría, apropiaday justamente, ser el criterio de carácter para “discernir entre los justos y los impíos”. Unaprueba como ésta sería muy apropiada en una época en que el cristianismo fue una feperseguida, y es evidente que esto se supone por los términos mismos de las palabras delRey: “Tuve hambre y sed, fui extranjero, estuve desnudo, enfermo, y en prisión”. Laspersonas designadas como “estos mis hermanos“, y que son tomados como representantesde Cristo mismo, son evidentemente los apóstoles de nuestro Señor, en los cuales tuvohambre y sed, estuvo desnudo, enfermo y en prisión. Todo esto está en perfecta armoníacon las palabras de Cristo a sus discípulos, cuando les envió a predicar: “El que a vosotrosrecibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a unprofeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo porcuanto es justo, recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de estospequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo queno perderá su recompensa” (Mat. 10:40-42).

Llegamos, pues, a la conclusión, la única que en todos los respectos se ajusta al tenor deldiscurso entero, de que aquí tenemos, no el juicio final de la raza humana entera, sino el dela nación culpable o las naciones culpables de Palestina, que rechazaron a su Rey ymenospreciaron y mataron a sus mensajeros (Mat. 22:1-14), y cuyo día de condena estabaahora a las puertas.

Siendo esto así, se ve que la profecía entera del Monte de los Olivos es un todo homogéneoy conectado: “simplex duntaxat et unum”. Ya no es una mezcla confusa e ininteligible, quefrustra toda interpretación, que parece hablar con dos voces, y que señala en diferentesdirecciones al mismo tiempo. Es una representación clara, consecutiva, e históricamentecorrecta del juicio de la nación teocrática al final de la era judía o del período judío. La teoríade interpretación que considera este discurso como típico del juicio final de la raza humana,

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y de una catástrofe mundial que acompaña este suceso, en realidad no encuentra ningúnapoyo en la predicción misma, al tiempo que conlleva inextricable perplejidad y confusión.Si, por una parte, pudiera demostrarse que la profecía, como un todo, es aplicableigualmente en cada una de sus partes a dos acontecimientos diferentes y ampliamenteseparados; o, por la otra, que en cierto punto se separa de un tema, y trata del otro,entonces el doble sentido, o la referencia doble, se sostendría sobre alguna base inteligible.Pero no encontramos ninguna línea divisoria en la profecía entre lo cercano y lo remoto, ytodos los intentos de trazar dicha línea son insatisfactorios y arbitrarios hasta el extremo.Aún más insostenible es la hipótesis de un doble significado que corre a través del todo;una hipótesis que supone una “facultad verificadora” en el expositor o en el lector, y da unpoder de discreción tan grande al crítico ingenioso que parece completamente incompatiblecon la reverencia debida a la Palabra de Dios.

La perplejidad que la teoría del doble sentido involucra es puesta bajo una fuerte luz por laconfesión de Dean Alford, quien, al final de sus comentarios sobre esta profecía, expresahonestamente su insatisfacción con los puntos de vista que había propuesto. “Creo que escorrecto”, dice, “expresar en esta tercera edición que, habiendo entrado en un estudio másprofundo de las porciones proféticas del Nuevo Testamento, no siento en modo alguno laplena confianza que una vez tuve en la exégesis, quoad interpretación profética, que aquí seda de las tres porciones de este capítulo 25. Pero no tengo ningún otro sistema con el cualreemplazarla, y algunos de los puntos tratados aquí me parecen tan de peso como siempre.Me pregunto mucho si el estudio exhaustivo de la profecía de la Escritura me volverá más ymás desconfiado de toda sistematización humana, y menos dispuesto a correr el riesgo dehacer un fuerte aserto sobre cualquier porción del tema”. (Julio de 1855). En la cuartaedición, Alford añade: “Aprobado, Octubre de 1858)”. Esta es una sinceridad altamentehonorable para el crítico, pero sugiere esta reflexión: Si, con toda la luz y la experiencia dedieciocho siglos, la profecía del Monte de los Olivos todavía continúa siendo un enigma sinresolver, ¿cómo podría haber sido inteligible para los discípulos, que la escucharonansiosamente de los labios del Maestro? ¿Podemos suponer que, en ese momento, él leshablaría en acertijos ininteligibles? ¿Que cuando le pidieran pan les daría una piedra?Imposible. No hay razón para creer que los discípulos eran incapaces de comprender laspalabras de Jesús, y, si estas palabras han sido malinterpretadas en tiempos posteriores, esporque un método de interpretación falso y antinatural ha oscurecido y desfigurado lo queen sí mismo es bastante luminoso y simple. Es cosa de sorprenderse que los expositoreshayan demostrado tal indiferencia hacia las expresas limitaciones de tiempo establecidaspor nuestro Señor; que se les haya dado significados forzados y antinaturales a palabrascomo ai,w n genea.ente,j, etc.; que se hayan trazado líneas divisorias en el discurso dondeno existe ninguna – y en general, que se haya sometido a la profecía a un tratamiento queno sería tolerado en la crítica de ningún clásico griego o latino. Permítase solamente que ellenguaje de la Escritura sea tratado con justicia común, e interpretado por los principios dela gramática y el sentido común, y quedará eliminada gran parte de la oscuridad y de losmalentendidos, y saldrá a la luz la forma y la substancia mismas de la verdad. (2).

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Antes de pasar adelante de esta profecía profundamente interesante, puede ser apropiadoreferirnos al cumplimiento maravillosamente minucioso que recibió, según un testigoirreprochable, el historiador judío Josefo. Es un hecho de singular interés e importancia quese conservara para la posteridad un registro completo y auténtico de los tiempos y lastransacciones a las que se hace referencia en la profecía de nuestro Señor; y que esteregistro fuera de la pluma de un estadista, soldado, sacerdote, y hombre de letras judío, queno sólo tiene acceso a las mejores fuentes de información, sino que él mismo es testigopresencial de muchos de los acontecimientos que relata. Da peso adicional a estetestimonio el hecho de que no procede de un cristiano, que podría haber sido sospechosode partidismo, sino de un judío, que era indiferente, si no hostil, a la causa de Jesús.

Tan llamativa es la coincidencia entre la profecía y la historia, que la antigua objeción dePorfirio contra el libro de Daniel, de que debe haber sido escrito después delacontecimiento, podría refutarse plausiblemente, si hubiese el más ligero pretexto para talinsinuación.

Aunque el pueblo judío siempre se sintió intranquilo y molesto bajo el yugo de Roma, nohabía síntomas urgentes de desafecto en el tiempo en que nuestro Señor hizo esta profecíade la cercana destrucción del templo, la ciudad, y la nación. Las clases más altas abundabanen manifestaciones de lealtad al gobierno imperial. “¡No tenemos más rey que César!”,exclamaron. Era política de Roma conceder a las provincias subyugadas el libre ejercicio desu propia religión. No había, pues, ninguna razón aparente para que el nuevo y espléndidotemplo de Jerusalén no permaneciera en pie por siglos, y para que Judea no disfrutara demayor tranquilidad y prosperidad bajo la égida de César que la que había conocido bajo lospríncipes nativos. Pero, antes de que hubiese pasado por completo la generación querechazó y crucificó al Hijo de David, la nacionalidad judía fue extinguida: Jerusalén seconvirtió en desolación; “la casa santa y hermosa”sobre el monte de Sión fue arrasada hastael suelo; y el pueblo infeliz, que no conoció el tiempo de su visitación, fue abrumado porcalamidades sin paralelo en los anales del mundo.

Todo esto es innegable; pero sería demasiado esperar que esto fuese considerado comocumplimiento adecuado de las palabras de nuestro Salvador por muchos a los cuales elprejuicio o las interpretaciones tradicionales les han enseñado a ver más en la profecía de loque jamás incluyó la inspiración. El lenguaje, se dice, es demasiado magnífico, lastransacciones demasiado estupendas para ser satisfechas por un suceso tan inadecuadocomo el juicio de Israel y la destrucción de Jerusalén. Ya hemos tratado se señalar elverdadero significado y la verdadera grandeza de ese acontecimiento. Pero la únicarespuesta suficiente a todas esas objeciones es la expresa declaración de nuestro Señor,que cubre el ámbito entero de este discurso profético. “De cierto os digo, que no pasaráesta generación sin que todo esto acontezca”. Sin duda, hay algunas porciones de estapredicción que pueden ser verificadas por el testimonio humano. ¿Espera alguien queTácito, Suetonio, o Josefo, o cualquier otro historiador, relate que “el Hijo del hombre fue

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visto viniendo en las nubes del cielo con poder y gran gloria; que Él convocó a las naciones aeste tribunal, y recompensó a cada uno según sus obras”? Hay una región en la cual nopueden entrar los testigos y los reporteros; carne y sangre no pueden contemplar losmisterios de lo espiritual o lo inmaterial. Pero hay también una gran porción de la profecíaque puede ser verificada, y que puede ser ampliamente verificada. Hasta un atacante delcristianismo, que impugna el conocimiento sobrenatural de Cristo, se ve obligado a admitirque “la porción relativa a la destrucción de la ciudad es singularmente definida, ycorresponde muy de cerca al acontecimiento verdadero”. (4) El puntual cumplimiento de laparte de la profecía que entra en el campo de la observación humana garantiza la verdaddel resto, que no cae dentro de esa esfera. En la secuela de esta discusión, descubriremosque los sucesos que ahora parecen increíbles a muchos eran la confiada expectación y laesperanza de la era apostólica, y que los primeros cristianos estaban plenamentepersuadidos de su realidad y su cercanía. Quedamos, pues, en este dilema: O las palabrasde Jesús han fallado, y las esperanzas de sus discípulos han sido falsificadas, o de locontrario esas palabras y esas esperanzas se han cumplido, y la profecía se ha cumplidoplenamente en todas sus partes. Una cosa es cierta. La veracidad de nuestro Señor quedacomprometida con la afirmación de que la totalidad y cada una de las partes de losacontecimientos contenidos en esta profecía habrían de tener lugar antes del fin de lageneración existente. Si algún lenguaje puede reclamar para sí el ser preciso y definido, esel que nuestro Señor emplea para marcar los límites del tiempo dentro del cual secumplirían sus palabras. Nuestro Señor guarda silencio sobre cualesquiera otrascatástrofes, de otras naciones, en otras épocas, que puedan haber en el futuro. Él habla desu propia nación culpable, y de su venida judicial al final de la era, como habían predicho amenudo y claramente Malaquías, Juan el Bautista, y Jesús mismo. (5) De esto sus palabrashan de ser tenidas por responsables; más allá de esto es mera especulación humana, lashipótesis de los teólogos, sin ninguna base segura en la Escritura.

Hemos, pues, tratado de rescatar esta gran profecía del método impreciso y nada crítico deinterpretación por medio del cual ha sido tan oscurecida y embrollada; así que dejemos quenos transmita a nosotros el mismo significado distinto y claro que transmitió a losdiscípulos. Reverencia hacia la Palabra de Dios, y la debida consideración por los principiosde interpretación, nos prohiben imponer construcciones no naturales y dobles sentidos,que en efecto “añadirían a las palabras de esta profecía”. No nos atrevemos a jugarirresponsablemente con las expresas y precisas afirmaciones de Cristo. No encontramossino una Parusía; un fin de la era; una catástrofe inminente; un terminus ad quem – “estageneración”. Protesstamos contra la exégesis que manipula la Palabra de Dios tanlibremente que se recomienda a sí misma a los ojos de muchos. “El Señor”, se dice, “siempreestá viniendo a los que esperan su aparición. Vemos su venida a gran escala en cada crisisde la gran historia humana. En revoluciones, en reformas, y en las crisis de nuestra historiaindividual. Para cada uno de nosotros, hay un advenimiento del Señor, tan a menudo comose nos presentan nuevos y mayores aspectos de la verdad, o somos llamados a entrar endeberes nuevos y quizás más laboriosos y emocionantes”. (6) De esta manera, podría ser

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más difícil decir lo que no es una “venida del Señor”. Pero, al convertirla en cualquier cosa yen todas las cosas, la convertimos en nada. Está vacía de toda precisión y realidad. No hayrazón para que la encarnación, la crucifixión, y la resurrección no puedan, de manerasimilar, llegar a ser transacciones comunes y diarias, así como la Parusía. Una cosa es decirque los principios del gobierno divino son eternos e inmutables, y que, por lo tanto, lo queDios hace a un pueblo, o a una época, hará en circunstancias similares a otras naciones y aotras épocas; otra cosa es decir que esta profecía tiene dos significados: uno para Jerusaléne Israel, y otro para el mundo y la consumación final de todas las cosas. Sostenemos, conNeander, que “las palabras de Cristo, como sus obras, contienen en sí mismas el germen deun desarrollo infinito, reservado para que lo revelen las edades futuras”. (7) Pero esto noimplica que la profecía es cualquier cosa que pueda concebir una fantasía ingeniosa, o quetenga sentidos ocultos o ulteriores que subyacen el significado aparente y natural dellenguaje. El deber del intérprete y estudiante de la Escritura es, no intentar lo que laEscritura pueda hacérsele decir, sino someter su comprensión de “los verdaderos dichos deDios”, que son por lo general tan sencillos como profundos. (8)

Notas:

1. Bampton Lecture, del Profesor Burton, p. 20.

2. El siguiente extracto ha sido tomado de un excelente artículo en el primer tomo de laBiblioteca Sacra (1843), por el Dr. E. Robinson, titulado “La Venida de Cristo”. Hasta el ver. 42del cap. 24 de Mateo, el Dr. Robinson sostiene la exclusiva referencia de la predicción aJerusalén, y por esta razón menciona las interpretaciones que se refieren a ella como el “findel mundo:”

“Ahora surge la pregunta de si, bajo estas limitaciones de tiempo, es posible una referenciadel lenguaje de nuestro Señor al día del juicio y al fin del mundo en nuestro sentido de estostérminos. Los que sostienen este punto de vista intentan de varias maneras deshacerse delas dificultades que surgen de estas limitaciones. Algunos asignan a (e.nqe,nj) el significadode súbitamente, como lo emplea la Sepuaginta en Job ver. 3 para el hebreo. Pero, aún eneste pasaje, el propósito del escritor es simplemente marcar una secuencia inmediata –indicar que otro suceso más consecuente ocurre en seguida. Ni se ganaría nada aunque sepudiera disponer de la palabra (nqe,wj), con tal de que permaneciera la subsiguientelimitación a “esta generación”. Y en esto también otros han tratado de referir genea a la razade los judíos, o a los discípulos de Cristo, no sólo sin el más ligero fundamento, sinocontrariamente a todo uso y a toda analogía. Todos estos intentos de aplicar la fuerza alsignificado del lenguaje son en vano, y ahora han sido abandonados por la mayoría de loscomentaristas de nota”.

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Después de una exposición tan luminosa, es decepcionante descubrir que el Dr. Robinsondeja de llevar consistentemente hasta el fin los principios con los cuales comenzó.Desconcertado por la conclusión anticipada de que “el juicio final” y “el fin del mundo” seencuentran en alguna parte de la profecía, e incapaz de ver dónde termina el tema deJerusalén y dónde comienza el otro y mayor tema de la catástrofe mundial, adopta elsiguiente método. Comenzando con la suposición de que la parábola de las ovejas y loscabritos tiene que describir el último evento, tantea su camino hacia atrás hasta la parábolaanterior, la de los talentos, en la cual encuentra el mismo tema, la doctrina de la retribuciónfinal. Yendo aún más atrás, a la parábola de las diez vírgenes, descubre que el objeto de esaparábola es inculcar la misma verdad importante. Llega a la conclusión de que el capítuloveinticinco de Mateo debe, por lo tanto, referirse por entero a las transacciones del últimogran día.

“Pero”, continúa, “la última parte del cap. 24, es decir, desde el ver. 43 hasta el 51, estáíntimamente conectada con la parábola inicial del ca. 25”, que parece proporcionarsuficiente base para considerar que este pasaje también se refiere al juicio futuro. En el ver.43 de Mat. 24, por lo tanto, el Dr. Robinson cree que nuestro Señor abandona por completoel tema de Jerusalén y entra en un tema nuevo, el juicio del mundo.

En seguida es evidente que la totalidad de su razonamiento queda viciado por la falsapremisa con la cual comienza, o sea, la suposición de que la parábola de las ovejas y loscabritos se refiere al juicio de la raza humana. Ya hemos demostrado que no hay ningúnnuevo comienzo en Mat. 24:48.

4. Contemporary Review, Nov. 1876. Véase la Nota B, Parte I.

5. Refiriéndose a la destrucción de Jerusalén, dice Jonathan Edwards: “Así, pues, hubo unfinal definitivo del mundo del Antiguo Testamento: Todo quedó concluído con una especiede día del juicio, en el cual el pueblo de Dios fue salvo, y sus enemigos destruidos demanera terrible”. Historia de la Redención, vol. i, p. 445.

6. Evang. Meg. Feb. 1877, p. 69.

7. Life of Christ, 165.

8. Véase Nota A, Parte I.

DECLARACIÓN DE NUESTRO SEÑORANTE EL SUMO SACERDOTE

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Mat. 26:64

“Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y ademásos digo, que desde ahora veréis al Hijodel Hombre sentado a la diestra delpoder de Dios, y viniendo en las nubesdel cielo”.

Mar. 14:62

“Y Jesús le dijo: Yo soy; yveréis al Hijo del Hombresentado a la diestra del poderde Dios, y viniendo en lasnubes del cielo”.

Luc. 22:69

“Pero desde ahorael Hijo del Hombrese sentará a ladiestra del poderde Dios”.

La respuesta de nuestro Salvador a la solemne orden del sumo sacerdote para quedeclarase bajo juramento es la repetición, casi palabra por palabra, de lo que Jesús habíadeclarado a los discípulos en el Monte de los Olivos: “Verán al Hijo del Hombre viniendoviniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria” (Mat. 24:30). Son, evidentemente,el mismo suceso y el mismo período a los que se hace referencia. El lenguaje implica que laspersonas a las que Jesús se dirige, o algunas de ellas, presenciarían el acontecimientopredicho. La expresión: “Veréis” no sería apropiada si se refiriera a algo que ninguno de losoyentes viviría para presenciarlo, y que no tendría lugar por miles de años. Nuestro Señor,pues, les dijo a sus jueces que ellos, o algunos de ellos, vivirían para verle venir en juicio, oviniendo en su reino. Esta declaración está en armonía con lo que nuestro Salvador dijo asus discípulos: “El Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles … Decierto os digo, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta quehayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino” (Mat. 16:27,28). Algunos de susdiscípulos, y algunos de sus jueces, vivirían lo suficiente para presenciar aquella granconsumación, menos de cuarenta años después, cuando el Hijo del Hombre vendría en sureino a ejecutar los juicios de Dios sobre la nación culpable. Esto es precisamente lo queafirma la profecía del Monte de los Olivos: “No pasará esta generación”, etc. Nuevamenteaquí no tenemos ni oscuridad ni ambigüedad. Pero, ¿puede decirse otro tanto de lainterpretación que hace que las palabras de nuestro Señor se refieran a un tiempo todavíafuturo, y un suceso que todavía no ha tenido lugar? ¿Puede decirse otro tanto de lainterpretación que encuentra en esta escena, que el Sanedrín judío habría de presenciar, noun suceso dintinto y particular, sino un proceso prolongado y continuo, que comenzó en laresurrección de Cristo, que continúa todavía, y que continuará hasta el fin del mundo?

Esta extraña interpretación, que es la de Lange y de Alford, se basa en parte en lasuposición de que la predicción de nuestro Señor no se ha cumplido todavía, y en parte enla palabra “de aquí en adelante”, que se cree indica un proceso continuo. (1) Pero, ¿es esaexplicación creíble, o siquiera concebible? ¿Es verdad que el sumo sacerdote y el Sanedríncomenzaron, desde ese momento, a ver el Hijo del hombre venir en las nubes del cielo?, etc.¿Cómo podría tal aparición ser un proceso continuo? Claramente, las palabras sólo puedenreferirse a un acontecimiento definido y específico; y no podemos sentirnos inseguros al

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establecer de qué acontecimiento se trata. No puede ser otro que la Parusía, tan a menudopredicha antes. Ése no fue un proceso prolongado, sino un acto sumario – súbito, rápido,conspicuo, como el relámpago. El sentido queda bien expresado por los editores del CriticalEnglish Testament: “El sentido no puede ser que él vendría y así le verían inmediatamentedespués del momento de su respuesta; sino más bien, que él ahora partiría de ellos, y quela siguiente vez que le vieren, después de su rechazo por ellos, sería en su venida en gloria,como lo predijo el profeta Daniel”. (2)

En esta declaración de nuestro Señor encontramos, entonces, una confirmación adicionalde sus anteriores afirmaciones de que su venida por segunda vez tendría lugar durante lageneración existente. Algunos de sus jueces, así como algunos de sus discípulos, habrían depresenciarla; ¡y esa afirmación no tendría ningún significado si no implicara que elloshabrían de presenciarla con sus propios ojos!

Predicción de los ayes que vendrían sobre Jerusalén

Lucas 23:27-31. “Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacíanlamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis pormí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días enque dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos queno criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a loscollados: Cubridnos. Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no sehará?”

Aquí tenemos una afirmación tan clara, tan definida en cada punto que puede fijar sureferencia – tiempo, lugar, personas, circunstancias – que no queda lugar para laincertidumbre. Apunta a un tiempo que no estaba muy distante, sino a las puertas –“vendrán días” – un tiempo que las personas a las cuales se hablaba y sus niños vivirían parapresenciar; un tiempo de gran tribulación, que caería con particular severidad sobre lasmujeres y los niños; un tiempo cuando, en la agonía de su terror, las multitudesdesesperadas clamarían a los montes y a los collados para que cayeran sobre ellos y lescubrieran.

Se encontrará que aquellos memorables detalles serán sumamente valiosos en laelucidación de la profecía bíblica en la etapa subsiguiente de de esta investigación. Mientrastanto, es claro que esta patética descripción puede referirse solamente a la catástrofe deJerusalén en los últimos días de su historia. Sólo tenemos que ir a las páginas de Josefo paraencontrar los hechos que ilustran y confirman el lenguaje de nuestro Salvador. Los horroresde aquella trágica historia culminan en el episodio de María de Perea, cuyo banquetetiesteano horrorizó hasta a los despiadados bandidos que merodeaban como loboshambrientos por la ciudad. Es a la luz de incidentes como éste que vemos el plenosignificado de las palabras: “Bienaventuradas las estériles, y [bienaventurados] los vientresque no concibieron”.

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Es con un movimiento de algo como impaciencia que escuchamos a Stier, seducido por elignis fatuus de un doble significado, insistir en un oculto significado de las palabras denuestro Salvador: “Habló expresa y principalmente del juicio de Jerusalén e Israel, perocontemplaba y se refería a lo que se había anunciado en este tipo histórico, el juicio detodos los impenitentes, y de todos los incrédulos en común, hasta el fin”. (3) Así dicetambién Alford, siguiendo a Stier. Sin embargo, está sólo en la imaginación del expositor elque esta referencia ulterior existe: no hay sugerencia de él en el texto; y es con cierto gradode asombro que encontramos a un crítico erudito que va tan lejos en el olvido de suverdadera vocación que declara que “el cumplimiento histórico, real, y específico” es “lo demenos: el significado de la palabra llega mucho más allá”. Si alguna vez hubo un caso en elcual no se debe pensar en significados dobles y cumplimientos típicos, seguramente esaquí”. En esa hora de angustia, no podía haber sino un solo pensamiento presente en elcorazón de Jesús. Veía la tormenta de ira que cobraba fuerza, y en la que la ciudad dedicadapronto habría de quedar envuelta, y que estallaría con tal violencia sobre la tierna ydelicada, los niños y las madres de Jerusalén, y reciprocaba la lástima de aquellos corazonescompasivos, más conmovido en ese momento por los sufrimientos anticipados de ellos quepor los suyos. ¿Qué necesidad hay de ir más allá de aquella trágica catástrofe, y buscar otra,concerniente a la cual el contexto guarda completo silencio?

La Oración del Ladrón Penitente

Lucas 23:42. “Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”.

El único punto que nos concierne en este memorable incidente es la referencia que elmalhechor hizo a la venida de nuestro Señor en su reino”. Cualquiera sea el modo en quehabía adquirido este conocimiento, reconoció en el rechazado Profeta que estaba a su ladoal Rey de Israel, el Hijo de Dios. Creía que, a pesar de que Israel lo había rechazado ycrucificado, un día vendría otra vez “en su reino”. ¡Maravillosa fe en un hombre como éste yen un momento como éste! Si el ladrón en la cruz hubiese escuchado el testimonio de Jesúsdelante del sumo sacerdote, o si hubiese sabido lo que Jesús había dicho a sus discípulos,de que “algunos de ellos no verían muerte hasta que hubiesen visto al Hijo del hombreviniendo en su reino”, podríamos explicarnos mejor su fe y su oración. De todos modos, nopodría haber habido más inteligencia y precisión en el lenguaje de un discípulo que en laspalabras de este “tizón arrebatado del incendio”. No tenemos modo de saber qué idea teníael malhechor con respecto al tiempo de esa venida – si la había concebido como cercana ocomo distante; pero es presumible que la consideraba cercana. Un moribundo difícilmenteoraría para que fuese recordado en alguna época distante, después de que hubiesenpasado siglos y milenios. En esa crisis, sólo lo inminente o lo inmediato podría estar en suspensamientos. Una cosa parece segura: la más inverosímil de todas las interpretaciones esla que representaría su oración como todavía sin contestar, y la “venida” de la cual hablabacomo todavá entre los sucesos de un futuro desconocido.

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La Comisión Apostólica

Mat. 28:19,20

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas lasnaciones, bautizándolos en el nombre delPadre, del Hijo, y del Espíritu Santo;enseñándoles que guarden todas las cosasque os he mandado; y he aquí yo estoy convosotros todos los días, hasta el fin delmundo. Amén”.

Mar. 16:15,20

“Y les dijo: Id por todoel mundo y predicadel evangelio a todacriatura”.

“Y ellos, saliendo,predicaron en todaspartes, ayudándolesel Señor yconfirmando lapalabra con lasseñales que laseguían. Amén”.

Luc. 24:47

“Y que se predicaseen su nombre elarrepentimiento y elperdón de pecadosen todas lasnaciones,comenzando desdeJerusalén”.

Es usual considerar esta comisión como si estuviera dirigida a toda la Iglesia Cristiana entodos los tiempos. No hay duda de que es permisible inferir de estas palabras la obligaciónperpetua, que descansa sobre todos los cristianos en todos los tiempos, de propagar elevangelio a todas las naciones; pero es importante considerar las palabras en su referenciacorrecta y original. Es la comisión de Cristo a mensajeros escogidos, designándoles para suobra evangelística, y asegurándoles su constante presencia y protección. Tiene una especialaplicación para los apóstoles que no puede tener para nadie más. Ya hemos advertido elhecho de que los discípulos, a los que se les dio esta misión, no parecen haberla entendidoen el sentido de que debían extender su obra evangelística más allá de los linderos dePalestina, o predicar el evangelio a judíos y a gentiles indiscriminadamente. Es seguro queno llevaron a cabo esta comisión inmediatamente, ni lo hicieron por años, en su sentidomás amplio; ni parece probable que jamás lo hubiesen hecho así sin una revelaciónexpresa. Como la mostrado el Dr. Burton, no menos de quince años pasaron entre laconversión de Pablo y su primer viaje apostólico para predicarles a los gentiles. “Tampocohay ninguna evidencia de que, durante ese período, los otros apóstoles rebasaran losconfines de Judea”. (4) Hay, pues, mucha probabilidad en la opinión de que el lenguaje de lacomisión apostólica no transmitió a sus mentes la misma idea que a nosotros, y que, comoya hemos visto, la frase “todas las naciones” [pa,nta ta e[qnj] equivale realmente a todas lastribus de la tierra” [pa/sai a,i,qnlai.gh/j].

Pero lo que especialmente merece notarse es la notable limitación de tiempo, el “ terminusad quem” especificado aquí por el Salvador. “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días,hasta el fin del mundo” [suntelei,aj ton/ai.w/nj]. Nada puede ser más confuso para el lectorde habla inglesa que la traducción “fin del mundo”, que inevitablemente sugiere el fin de lahistoria humana, el fin del tiempo, y la destrucción de la tierra, un significado que las

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palabras no soportan. Lange, aunque está lejos de aprehender el verdadero significado de lafrase, da el sentido correcto: “la consumación de la era secular, o el período de tiempo quetermina con la Parusía”. ¿Qué puede ser más evidente que el hecho de que la promesa deCristo de estar con sus discípulos hasta el fin del tiempo implica que ellos habrían de vivirhasta el fin de esa época? Aquella gran consumación no estaba lejos; el Señor habíahablado de ella a menudo, y siempre como un suceso que se aproximaba, un suceso quealgunos de ellos vivirían para ver. Era la conclusión de la dispensación mosaica; el fin delgran período de prueba de la nación teocrática; cuando la estructura entera del sistemajudío habría de ser barrida, y “el reino de Dios vendría con poder”. Este gran suceso, habíadeclarado nuestro Señor, habría de ocurrir dentro de los límites de la generación queentonces existía. El “fin del tiempo” coincidió con la Parusía, y la señal externa y visible por lacual se distingue es la destrucción de Jerusalén. Este es el terminus por el cual el campo estádelimitado en el Nuevo Testamento. Para Israel era “el fin”, “el fin de todas las cosas”, “elpasar del cielo y la tierra”, la abrogación del antiguo orden, la inauguración del nuevo. Deesta época providencial, la historia nos dice mucho, pero la profecía nos dice más. Lahistoria nos muestra las señales predichas que se cumplían; los síntomas premonitorios dela catástrofe que se aproximaba – los falsos Cristos, las guerras y los rumores de guerras; lasinsurrecciones y los disturbios; los terremotos, las hambres y pestilencias; las persecucionesy tribulaciones; las legiones invasoras de Roma; la ciudad sitiada y capturada; el templo enllamas; las multitudes masacradas; las nación extinguida. Pero la historia no puede levantarel velo que cuelga sobre el mundo espiritual; nos conduce hasta el borde mismo, y nosinvita a adivinar el resto. Pero nosotros tenemos una palabra profética más segura que, envez de conjeturas, nos da seguridad. Revela al “Hijo del hombre viniendo en su gloria”; al Reysentado en el trono; el juicio iniciado, y los libros abiertos. Revela las ovejas y los cabritosseparados los unos de las otras; los justos entrando en la vida eterna; los impíos enviados alcastigo eterno. Si no tenemos verificación histórica de lo invisible y lo espiritual, como latenemos de los elementos visibles y materiales de esta consumación, es porque ellos noestán en la naturaleza de las cosas que se pueden conocer igualmente por medio de lossentidos. Pero los aceptamos por la fe en su palabra, que declaró: “De cierto os digo, todasestas cosas vendrán sobre esta generación”; y nuevamente: “De cierto os digo, que nopasará esta generación sin que se cumplan todas estas cosas”. “El cielo y la tierra pasarán,pero mis palabras no pasarán”. El cumplimiento literal de todo lo que cae dentro de laesfera de la observación humana es garante de la credibilidad del resto, que pertenece alámbito de lo invisible y lo espiritual.

Notas:

1. (a/rti) en el griego posterior vino a significar “pronto”, “en la actualidad”. Véase a Liddell yScott, y por eso, nuestros traductores, escriben correctamente “desde ahora”, que deja eltiempo real del suceso en el futuro, pero no necesariamente inmediato. Critical English Test,vol. iii, p. 860, nota.

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2. Critical English Test, vol. iii, p. 860.

3. Reden Jesu, vol. vii. p. 426.

LA PARUSÍA EN EL EVANGELIO DE JUAN

En los evangelios sinópticos, hemos podido, por lo general, comparar unas con las otras lasalusiones a la Parusía registradas por los evangelistas; y a menudo hemos encontradoventajoso hacerlo. No es fácil, sin embargo, entrelazar el cuarto evangelio con lossinópticos, y a menudo es un poco notable que ni una sola alusión a la Parusía en losúltimos se encuentre en el primero. Es, pues, preferible, por todas las razones, considerar elevangelio de Juan por sí mismo, y encontraremos que las referencias al tema de nuestrainvestigación, aunque no muchas en número, son muy importantes y están llenas deinterés.

La Parusía y la Resurrección de los Muertos

Juan 5:25-29 – “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertosoirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren, vivirán. Porque como el Padre tiene vida ensí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridadde hace juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.

“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcrosoirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los quehicieron lo malo, a resurrección de condenación”.

En las referencias a la cercana consumación que hemos encontrado en los evangeliossinópticos, es imposible no impresionarse con la constante asociación de la Parusía con ungran acto de juicio. Desde la primera noticia de este gran suceso hasta el fin, la idea dejuicio aparece de modo prominente. Juan el Bautista advierte a la nación de “la ira venidera”.Los hombres de Nínive y la reina del sur han de aparecer en el juicio con esta generación. Enla siega al final del tiempo, la paja ha de ser quemada, y el trigo recogido en el granero. ElHijo del hombre habría de venir en su gloria para dar a cada uno según sus obras. El juiciode Capernaum y Corazín habría de ser más severo que el de Tiro y Sidón. Casi todas lasúltimas parábolas en el ministerio de nuestro Señor declaran el juicio venidero – las minas,el labrador malvado, las bodas del hijo del rey, las diez vírgenes, los talentos, las ovejas y loscabritos. La gran profecía del Monte de los Olivos se ocupa enteramente del mismo tema.

Es notable que la primera alusión de Juan a este suceso reconoce su carácter judicial. Peroahora encontramos un nuevo elemento introducido en la descripción de la cercanaconsumación. Está relacionado con la resurrección de los muertos; de “todos los que estánen la tumba”. “La hora viene cuando todos los que están en la tumba oirán su voz, ysaldrán”, etc.

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No puede haber ninguna duda de que el pasaje que se acaba de citar (ver. 28,29) se refiere ala resurrección literal de los muertos. También puede admitirse que los versículosprecedentes (25,26) se refieren a la comunicación de vida espiritual a los que están muertosespiritualmente. (1) El tiempo para este proceso vivificante ya había comenzado. “La horaviene, y ahora es”. Los muertos en delitos y pecados estaban a punto de ser vivificados porel poder resucitador del Espíritu divino actuando en las almas de los hombres para quepredicasen el evangelio de Cristo. Este poder vivificador pertenecía, por designio divino, alHijo de Dios, al cual también había sido entregado, en virtud de su humanidad, el oficio deJuez supremo (ver. 27).

Anticipándose al hecho de que esta afirmación de ser el Juez de la humanidad haríatambalear a sus oyentes, nuestro Señor procede a reforzar su afirmación y aumentar laadmiración de ellos declarando que, a su voz, y antes de mucho, los muertos saldrían de desus tumbas para estar de pie delante de su trono de juicio.

El lector notará en particular las indicaciones de tiempo especificadas por nuestro Señor enestos importantes pasajes. Primero tenemos: “viene la hora, y ahora es”. Esto indica que laacción de la cual se habla, o sea, la comunicación de vida espiritual a los espiritualmentemuertos, ya ha comenzado a tener lugar. Luego tenemos: “vendrá hora”, sin la adición delas palabras “y ahora es”, indicando que el suceso especificado, es decir, el levantarse losmuertos de sus tumbas, está a una mayor distancia en el tiempo, aunque todavía no muylejos. La fórmula “viene la hora” siempre denota que el suceso al que se refiere no está muydistante. En realidad, no define el tiempo, sino que lo ubica dentro de un períodocomparativamente breve. Encontramos estas dos expresiones. “viene la hora” y “viene lahora, y ahora es”, empleadas por nuestro Señor en su conversación con la mujer de Samaria(Juan 4:21,23), y su uso aquí puede ayudarnos a establecer su fuerza en el pasaje quetenemos delante. Cuando nuestro Señor dice: “Viene la hora, y ahora es, cuando losverdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”, está indicando que eltiempo ya era presente, pues, ¿no había empezado a reunir los materiales de aquella iglesiaespiritual de verdaderos adoradores de la cual hablaba? Sin embargo, cuando dice: “Mujer,créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre”,habla de un tiempo que, aunque no estaba distante, todavía no había llegado. Preveía elperíodo del cual hablaba, cuando cesaría la adoración en el templo, cuando el monte Siónsería “arado como campo”, y el monte Gerizim también sería abrumado por el diluvio de ira.Pero era necesaria la abrogación de lo local y lo material para la entronización de louniversal y lo espiritual; y, por lo tanto, el templo con su ritual debía ser suprimido parahacer lugar para la más noble adoración “en espíritu y en verdad”.

Por supuesto, no puede probarse absolutamente que la frase “la hora viene” se refiereprecisamente al mismo punto en el tiempo en estos dos casos, aunque es fuerte lapresunción de que así es. Para esta etapa, baste notar que nuestro Señor habla aquí de la

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resurrección de los muertos y el juicio como sucesos que no estaban distantes, pero tandistantes que podía decirse correctamente: “La hora viene”, etc.

La Resurrección, el Juicio, y el Día Postrero

Juan 6:39. “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”.

Juan 6:40: “Yo le resucitaré en el día postrero”.

Juan 6:44: “Yo le resucitaré en el día postrero”.

Juan 11:24: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”.

Juan 12:48: “La palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero”.

En estos pasajes tenemos otra nueva frase en relación con la consumación que seacercaba, que es peculiar al cuarto evangelio. En los sinópticos nunca encontramos laexpresión “el día postrero”, aunque encontramos sus equivalentes, “aquel día” y “el día deljuicio”. No puede dudarse que estas expresiones son sinónimas, y se refieren al mismoperíodo. Pero ya hemos visto que el juicio es contemporáneo con “el fin del tiempo”(sonteleia ton aiwnoj), e inferimos que “el día postrero” es sólo otra forma de la expresión “elfin del tiempo” o Peón. La Parusía también está representada constantemente comocoincidente en el tiempo con “el fin del tiempo”, de modo que todos estos grandes sucesos,la Parusía, la resurrección de los muertos, el juicio, y el día postrero, son contemporáneos.Entonces, puesto que el fin del tiempo no es, como se imagina generalmente, el fin delmundo, o la destrucción total de la tierra, sino la terminación de la economía judía; y puestoque nuestro Señor mismo clara y frecuentemente coloca ese suceso dentro de los límites dela genración existente, llegamos a la conclusión de que la Parusía, la resurrección, el juicio, yel día postrero, pertenecen todos al período de la destrucción de Jerusalén.

Por muy alarmante o increíble que pueda parecer esta conclusión al principio, es laenseñanza a la cual el Nuevo Testamento está dedicado absolutamente, y, al avanzaren esta investigación, encontraremos que la evidencia en apoyo de esta conclusión seacumula hasta tal grado que es irresistible. Nos encontraremos con expresiones como “losúltimos tiempos”, “los últimos días”, y “la útima hora”, que evidentemente denotan el mismoperíodo que “el día postrero”, pero de las cuales, sin embargo, se habla como no lejanas, yhasta como que ya han llegado. Mientras tanto, sólo podemos pedir al lector que reservesu juicio, y calmada e imparcialmente sopese la evidencia derivada, no de autoridadhumana, sino de la misma palabra de inspiración.

El Juicio del Mundo y del Príncipe de Este Mundo

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Juan 12:31. “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echadofuera”.

Juan 16:11. “De juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido juzgado”.

Se acostumbra explicar estas palabras en el sentido de que había llegado una gran crisis enla historia espiritual del mundo: que la muerte de Cristo en la cruz era un momento crucial,por decirlo así, del gran conflicto entre el bien y el mal, entre el Dios vivo y verdadero y elfalso dios usurpador de este mundo – que el resultado de la muerte de Cristo sería laderrota final del poder de Satanás y el establecimiento del reino de verdad y justicia sobrelas ruinas del imperio de Satanás.

No hay duda de que hay mucha verdad importante en esta explicación, pero no satisfacetodos los requisitos del lenguaje muy claro y enfático de nuestro Señor con respecto a lacercanía y lo completo del suceso al cual se refiere: “Ahora es el juicio de este mundo; ahorael príncipe de este mundo será echado fuera”. No es suficiente decir que, para la previsiónprofética de nuestro Salvador, el futuro distante era como si fuera el presente; ni que, por lacercanía de su muerte, el juicio del mundo y la expulsión de Satanás estarían virtualmenteasegurados, y que por lo tanto podrían ser considerados como hechos consumados.Tampoco es suficiente decir que, desde el momento en que se ofreció el gran sacrificio de lacruz, el poder y la influencia de Satanás comenzaron a menguar, y tiene que disminuirconstantemente hasta que él sea finalmente aniquilado. El lenguaje de nuestro Señorapunta manifiestamente a una transacción judicial grande y final, que pronto habría detener lugar. Pero juicio es un acto que difícilmente puede concebirse como extendiéndosesobre un período indefinido, y especialmente cuando está restringida por la palabra ahora,a un punto distinto e inminente en el tiempo. La frase “echado fuera”, también, esevidentemente una alusión a la expulsión de un demonio de un cuerpo poseído por unespíritu inmundo. Pero esto indica un acto súbito, violento, y casi instantáneo, y no unproceso gradual y prolongado. Ninguna figura podría ser menos apropiada para describir lalenta decadencia y el agotamiento final del poder satánico que la expulsión de un demonio.Nos vemos obligados, pues, a hacer a un lado la explicación que hace que las palabras denuestro Señor se refieran a un juicio que, después de transcurridos muchos siglos, todavíacontinúa; o a una expulsión de Satanás que todavía no se ha efectuado. Él no hablaría de unjuicio, que no habría de tener lugar por miles de años, como si fuera “ahora”, ni de unainminente “expulsión” de Satanás, que habría de ser el resultado de un proceso lento yprolongado.

Concluimos, entonces, que, cuando nuestro Señor dijo: “Ahora es el juicio de este mundo”,etc., se refería a un suceso que estaba cercano, y, en cierto sentido, era inmediato: es decir,tenía a la vista aquella gran catástrofe que apenas parece haber estado ausente de suspensamientos – la solemne transacción judicial cuando “el Hijo del hombre habría desentarse sobre el trono de su gloria” – la gran “cosecha” al final del tiempo, cuando los

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ángeles segadores habrían de “recoger de su reino todas las cosas que ofenden y haceninquidad”. Si se objeta a esto que la palabra ko.smoj (mundo) es demasiado abarcante paraque quede restringida a una tierra o una nación, puede replicarse que kosmoj se empleaaquí, como en algunos otros pasajes, especialmente en los escritos de Juan, más bien en unsentido ético que como expresión geográfica. (Véase Juan 7:7; 8:23; 1 Juan 2:15; v.14).

Pero puede decirse: ¿Cómo podría hablarse de este juicio de Israel como si fuese “ahora”más que de un juicio que todavía está en el futuro? Cuarenta años de aquí en adelante noes más ahora que cuatro mil años. A esto puede replicarse: Más que ningún otro, el sucesoque ahora era inminente precipitaría la condenación de Israel. La crucifixión de Cristohabría de ser el clímax del crimen, el acto culminante de apostasía y culpabilidad que llenóla copa de la ira, y selló la suerte de “aquella generación malvada”. El intervalo entre lacrucifixión de Cristo y la destrucción de Jerusalén fue sólo el breve espacio entre elpronunciamiento de la sentencia y la ejecución del criminal; y de la misma manera, nuestroSeñor, cuando abandonó el templo por última vez, exclamó: “He aquí, vuestra casa os esdejada desierta”, aunque su desolación no tuvo lugar realmente sino hasta casi cuarentaaños más tarde, pudo decir: “Ahora es el juicio de este mundo”, aunque un espacio detiempo semejante transcurriría entre el pronunciamiento y la ejecución de sus palabras.

De manera semejante, la “expulsión del príncipe de este mundo” está representada comocoincidente con el “juicio de este mundo”, y ambos son manifiestamente el resultado de lamuerte de Cristo. Pero, ¿cómo puede decirse que Satanás fue expulsado en el período alque se refiere, o sea, el juicio al final del tiempo? Aquel suceso marcó una gran época en laadministración divina. Fue la inauguración de un nuevo orden de cosas: la “venida del reinode Dios” en un sentido alto y especial, cuando se disolvió la peculiar relación entre Jehová eIsrael, y Él vino a ser conocido como Dios y Padre de toda la raza humana. De allí enadelante, Satanás no habría de ser ya más el dios de este mundo, sino que el Altísimohabría de tomar el reino para sí mismo. Esta revolución se efectuó por la muerte expiatoriade Cristo en la cruz, que se declara que es “la reconciliación consigo de todas las cosas, asílas que están en la tierra como las que están en los cielos” (Col. 1:20). Pero la inauguraciónformal del nuevo orden es representada como teniendo lugar al “fin del tiempo”, el períodoen que “el reino de Dios vendría con poder”, y el Hijo del hombre se sentaría como Juez “enel trono de su gloria”. ¿Qué podría ser más apropiado, entonces, que la “expulsión” delpríncipe de este mundo en el período en que su reino, “este mundo”, fuese juzgado?

Puede objetarse que, si realmente tuvo lugar entonces un suceso como la expulsión deSatanás, debería estar marcado por alguna muy palpable disminución del poder del diablosobre los hombres. La objeción es razonable, y puede rebatirse con la afirmación de que síexiste evidencia de la disminución de la influencia satánica en el mundo. La historia de lostiempos de nuestro Salvador proporciona prueba abundante del ejercicio de un poder sobrelas almas y cuerpos de hombres que entonces estaban poseídos por Satanás, un poder quefelizmente es desconocido en nuestros días. La misteriosa influencia llamada “posesión

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demoníaca” se atribuye siempre en la Escritura a los agentes satánicos; y era una de lascredenciales de la comisión divina de nuestro Señor que Él, “por el poder de Dios, echabafuera demonios”. ¿En qué período cesó de manifestarse la sujeción de los hombres al poderdemoníaco? Era común en los días de nuestro Señor: continuó durante la época de losapóstoles, porque tenemos muchas alusiones al hecho de que ellos echaban fuera espíritusinmundos; pero no tenemos evidencia de que esta sujeción continuó existiendo en lostiempos post-apostólicos. El fenómeno ha desaparecido tan completamente que, paramuchos, su anterior existencia es increíble, y la resuelven con una superstición popular, ocon una teoría no científica de enfermedad mental – una explicación que es totalmenteeincompatible con las representaciones del Nuevo Testamento.

Vale la pena observar que nuestro Señor, en una ocasión anterior, hizo una declaraciónmuy parecida a la que ahora estamos considerando.

Cuando los setenta discípulos regresaron de su misión evangélica, informaron con regocijode su éxito al echar fuera demonios en el nombre de su Maestro:

“Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre” (Lucas 10:17). Al responderles, Jesúsles dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”, una expresión que es casiequivalente a las palabras: “Ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”, y sobre lacual Neander hace las siguientes sugestivas observaciones:

“Del mismo modo que Jesús había designado previamente la cura, por Él mismo, deendemoniados como una señal de que el reino de Dios había venido a la tierra, así tambiénahora consideró lo que los discípulos informaron como señal del poder conquistador deese reino, delante del cual toda cosa mala tenía que retroceder: ‘Yo veía a Satanás caer delcielo como un rayo’, es decir, del pináculo del poder que hasta ahora había tenido entre loshombres. Antes de que la mirada intuitiva de su espíritu expusiera a la vista los resultadosque habrían de seguir a su obra redentora después de su ascensión al cielo, vio, en espíritu,al reino de Dios avanzando triunfante sobre el reino de Satanás. No dice: ‘Ahora veo’, sino‘Veía’. Lo veía antes de que los discípulos trajeran su informe de las maravillas que habíanllevado a cabo. Mientras ellos estaban llevando a cabo estas obras aisladas, él veía la solagran obra de la cual las de ellos eran sólo señales particulares e individuales – la victoria,completamente ejecutada, sobre el gran poder del mal que había gobernado a lahumanidad”. (2)

Al comparar estas dos notables afirmaciones de nuestro Señor, hay tres puntos quemerecen particular atención:

1. Ambas son pronunciadas en ocasiones en que el triunfo de su causa, que se acercaba,aparecía vívidamente delante de él.

2. En ambas, la expulsión de Satanás es representada como un hecho consumado.

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3. En ambas, se considera como un acto rápido y sumario, no como un proceso lento yprolongado: en un caso, Satanás cae “del cielo como un rayo”; en el otro, es “echado fuera”de un endemoniado como espíritu inmundo.

Neander, pues, ha pasado un poco por alto el verdadero énfasis de la expresión, en susobservaciones, por lo demás, admirables. Creemos que las palabras apuntan claramente auna gran transacción judicial, que tiene lugar en un punto particular del tiempo, que esetiempo estaba muy cercano, y que es la consecuencia y el resultado de la muerte delSalvador en la cruz. Tal transacción y tal período los podemos encontrar sólo en la grancatástrofe tan vívidamente presentada por nuestro Señor en su discurso profético, y por lotanto, no podemos titubear al entender que sus palabras se refieren a aquel sucesomemorable.

Ninguna otra explicación satisface los requisitos de la declaración: “Ahora es el juicio de estemundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”.

EL RÁPIDO RETORNO DE CRISTO [LA PARUSÍA]

Juan 14:3. “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo”.

Juan 14:18: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.

Juan 14:28: “Voy, y vengo a vosotros”.

Juan 16:16: “Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yovoy al Padre”.

Juan 16:22: “Os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón”.

Por simples que puedan parecer estas palabras, han causado gran perplejidad a loscomentaristas. La misma simplicidad de las palabras es posiblemente la causa de ladificultad de ellos: porque es muy difícil creer que significan lo que parecen decir. Se hasupuesto que nuestro Señor se refiere, en algunos pasajes, a su cercana partida de la tierray a su regreso final al “fin de los días”, a la consumación de la historia humana; y que, enotros, se refiere a su ausencia temporal durante el intervalo entre su crucifixión y suresurrección.

Un examen cuidadoso de las alusiones de nuestro Señor a su partida y a su venida otra vezsatisfará a cada lector inteligente de que la venida del Señor, o “segunda venida”, siemprese refiere a un suceso particular y a un período en particular. Ningún suceso está másclaramente marcado en el Nuevo Testamento que la Parusía, la segunda venida del Señor.Se la describe siempre como un acto, no como un proceso; un acontecimiento grandioso yfeliz; una “bendita esperanza”, ansiosamente anticipada por sus discípulos y de la cual secreía confiadamente que estaba a las puertas. Los apóstoles y los primeros creyentes no

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sabían nada de una Parusía extendida a lo largo de un período de tiempo vasto e indefinido,ni de varias “venidas”, todas distintas y separadas la una de la otra; sino de una sola venida –la Parusía, “la gloriosa aparición del gran Dios y nuestro Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). Sialgo está escrito claramente en la Escritura es esto. Es con asombro, pues, que leemos loscomentarios de Dean Alford sobre nuestras palabras en Juan 14:3.

“El venir otra vez del Señor no es un solo acto, como su resurrección, o el descenso delEspíritu, o su segundo advenimiento personal, o la venida final en juicio, sino el grancomplejo de todo esto, cuyo resultado será que Él tome a su pueblo a sí mismo adonde élesté. Este ercomaise inicia (ver. 18) en su resurrección; continúa (ver. 23) en la vidaespiritual, alistándoles para el lugar que está preparado; progresa aún más cuando cadauno, por medio de la muerte, es arrebatado para estar con Él (Fil. 1:23); secompletaplenamente en su venida en gloria, cuando estarán con Él para siempre (1 Tes.4:17) en el perfecto estado de resurrección”. (3)

¡Todo esto se desarrolla a partir de una sola palabra, ercomai! Pero, si ercomai tiene talvariedad y complejidad de significados, por qué no npayw y porenomai? ¿Por qué no deberíatener “fuere” tantas partes y procesos como “vendré otra vez”? De la misma manera, puedepreguntarse: ¿Cómo podrían haber entendido los discípulos el lenguaje de nuestro Señor, siel lenguaje tenía un “gran complejo” de significados? ¿O cómo puede esperarse quehombres sencillos capten jamás el significado de las Escrituras si las expresiones mássimples son tan intrincadas y desconcertantes?

Este comentario no ha sido concebido en el lúcido espíritu del sentido común inglés, sino enla jerga mística de Lange y Stier. ¿Qué puede ser más sencillo que el “vendré otra vez” es unacto tan definido como el “me fuere”, y que sólo puede referirse a la profecía y la promesadel Nuevo Testamento, la Parusía? Que este suceso no habría de ser diferido por muchotiempo es evidente por el lenguaje en que se anuncia: “Ercomai – Vendré”. Todo el tenor deldiscurso de nuestro Señor supone que la separación entre sus discípulos y Él mismo ha deser breve, y su reunión rápida y perpetua. ¿Por qué se va? A preparar un lugar para ellos.¿Todavía no está preparado, entonces? ¿Todavía no los ha recibido a sí mismo? ¿Todavía noestán donde él está? Si la Parusía está todavía en el futuro, estas esperanzas todavía no sehan cumplido.

Que este esperado regreso y esta reunión no eran un suceso lejano, que estaba a unadistancia de muchos siglos, sino un suceso que estaba a las puertas, lo demuestran lassubsiguientes referencias a él que hace nuestro Señor. “Todavía un poco, y no me veréis; yde nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre”. (Juan 16:16). Pronto habría dedejarles; pero no para siempre, ni por mucho tiempo – “un poco”, unos pocos y cortos añ;os,y su tristeza y su separación terminarían; porque “os volveré a ver, y se gozará vuestrocorazón, y nadie os quitará vuestro gozo” (Juan 16:22). Se observará que nuestro Señor nodice que la muerte les reuniría, sino que lo haría su venida. Esa venida, pues, no podía estardistante.

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Que es a este intervalo entre su partida y la Parusía a lo que se refiere nuestro Señorcuando habla de “un poco” es evidente por dos consideraciones: Primera, porque Él afirmaclaramente que va al Padre, lo cual muestra que su ausencia se relaciona con el períodosubsiguiente a la ascensión; y segunda, porque, en la epístola a los Hebreos, este mismoperíodo, es decir, el intervalo entre la partida de nuestro Señor y su venida otra vez, esdenominado expresamente “un poco”. “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá,y no tardará” (Heb. 10:37).

Aquí nuevamente nos vemos constreñidos a protestar contra la interpretación forzada yantinatural que hace Alford de este pasaje (Juan 16:16):

“El modo de expresión”, observa, “es enigmático a propósito; no siendo el qewreite y oesquecoordinados: refiriéndose el primero a la vista física, la segunda también a la vista espiritual.El odesqj (veréis) comenzó a cumplirse en la resurrección; luego tuvo su pleno cumplimientoen el día de Pentecostés; y habrá tenido su cumplimiento final en el gran regreso del Señorde aquí en adelante. Recuérdese, nuevamente, que en todas estas profecías se nospresenta una perspectiva de cumplimientos continuamente en desarrollo”. (4)

Imagínese un acto de visión, “veréis”, dividido en tres operaciones distintas, cada unaseparada de la otra por una era, un intervalo, y la última todavía sin completarse despuésde dieciocho siglos, y esto choca de frente con la expresa declaración de nuestro Señor deque habría de ser después de “un poco de tiempo”. Esto no es crítica, sino misticismo. Unaexplicación tan artificial e intrincada jamás se les podría haber ocurrido a los discípulos, y essorprendente que se le haya ocurrido a cualquier intérprete sobrio de la Escritura. Perohasta los discípulos, aunque perplejos al principio por el “un poco”, pronto captaron lo quequería decir nuestro Señor cuando dijo:

“Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre” (Juan 16:28).

Auméntese esto con otras tres palabras de Jesús, y tenemos la substancia de su enseñanzacon respecto a la Parusía:

“Vendré otra vez, y os recibiré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros tambiénestéis” (Juan 14:3).

“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18).

“Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis” (Juan 16:16).

El lenguaje es incapaz de transmitir el pensamiento con exactitud si estas palabras noafirman que el regreso de nuestro Salvador a sus discípulos habría de ser rápido.

JUAN HABRÍA DE VIVIR HASTA LA PARUSÍA

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Juan 2:22. “Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú”.

Sería unútil especificar y discutir las varias interpretaciones de este pasaje que hombreseruditos han conjeturado. Si hubiese sido un enigma para la Esfinge, no podría habercausado más perplejidad y sido más desconcertante. Los que deseen ver algunas de lasnumerosas opiniones que han sido traídas a colación sobre el tema las encontrarán en lasreferencias de Lange. (5)

Las palabras mismas son suficientemente sencillas. Toda la oscuridad y todas lasdificultades han sido importadas a ellas por la renuencia de los intérpretes a reconocer, enla “venida” de Cristo, un punto en el tiempo, claro y definido, dentro del espacio de lageneración existente. A menudo, al reiterar nuestro Señor la certeza de que vendría en sureino, vendría en gloria, vendría a juzgar a sus enemigos y a recompensar a sus amigos,antes de que pasara por completo la generación que entonces existía en la tierra, parecehaber una repugnancia casi invencible, de parte de los teólogos, a aceptar las palabras deJesús en su sentido obvio y sencillo. Persisten en suponer que Él debe haber querido deciralguna otra cosa o algo más. Admítase una vez lo que es innegable, que nuestro Señormismo declaró que su venida habría de tener lugar durante la vida de algunos de susdiscípulos (Mat. 16:27,28), y la dificultad desaparece. Acababa de revelar a Simón Pedro conqué muerte habría de glorificar a Dios, y Pedro, con característica impulsividad, se atrevió apreguntar cuál sería el destino del discípulo amado, en quien se fijó en ese momento.Nuestro Señor no dio una respuesta explícita a esta pregunta, que sonaba un poco aintromisión, pero los discípulos entendieron que su respuesta quería decir que Juan viviríapara ver el regreso de Jesús. “Si quiero que él quede hasta que yo venga”. Este lenguaje esmuy significativo. Supone como posible que Juan viviera hasta la venida del Señor. Es más, losugiere como probable, aunque no lo afirma como cierto. Los discípulos lo interpretaroncomo que Juan no moriría en absoluto. El evangelista mismo ni afirma ni niega lo correctode esta interpretación, sino que se contenta con repetir las palabras de Jesús: “Si quiero queél quede hasta que yo venga”. Es, sin embargo, una circunstancia del mayor interés quesabemos cómo se entendieron generalmente las palabras de Jesús en ese momento en lahermandad de los discípulos. Evidentemente, llegaron a la conclusión de que Juan viviríapara presenciar la venida de Jesús; y dedujeron que, en ese caso, él no moriría en absoluto.Es esta última inferencia la que Juan se guarda de hacer. Que él viviría hasta la venida delSeñor, Juan parece admitirlo sin duda. Si esto implicaba, además, que no moriría enabsoluto, era un punto dudoso que las palabras de Jesús no decidieron.

Tampoco era esta inferencia de “los hermanos” una cosa tan increíble o irrazonable comoles puede parecer a muchos. Vivir hasta la venida del Señor era, de acuerdo con la creencia yla enseñanza apostólica, equivalente a gozar de la exención de muerte. Pablo enseñaba alos corintios: “No todos dormiremos [moriremos], pero todos seremos transformados” (1Cor. 15:51). Habló a los tesalonicenses de la posibilidad de estar vivos a la venida del Señor:“Nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor” (1 Tesa. 4:15).

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Expresaba su propia preferencia personal de no “ser desnudados [de la vestimenta delcuerpo], sino revestidos [con la vestimenta espiritual] — en otras palabras, no morir, sinoser transformados (2 Cor. 5:4). Los discípulos podrían estar justificados en esta creencia porlas palabras de Jesús en la noche de la cena pascual: “Vendré otra vez, y os tomaré a mímismo”. ¿Cómo podrían ellos suponer que esto significaba la muerte? O ellos pueden haberrecordado las palabras de Él en el Monte de los Olivos: “Y enviará sus ángeles con gran vozde trompeta, y juntarán a sus escogidos”, etc. (Mat. 24:31). Esto, les había asegurado, tendríalugar antes de que pasara la actual generación. No estaban, pues, por completo sinpreparación para recibir un anuncio como el que el Señor hizo con respecto a Juan. (6).

Podemos, pues, hacer legítimamente las siguientes deducciones de este importante pasaje:

1. Que no había nada increíble ni absurdo en la suposición de que Juan viviría hasta lavenida del Señor.

2. Que las palabras de nuestro Señor indican la posibilidad de que, en efecto, fuera así.

3. Que los discípulos entendieron la respuesta de nuestro Señor como implicando que Juan no moriría en absoluto.

4. Que el mismo Juan no da ninguna señal de que hubiese nada increíble ni imposible en la inferencia, aunque no lo declara categóricamente.

5. Que tal opinión armonizaría con la expresa enseñanza de nuestro Señor con respecto a la cercanía y la coincidencia de su propia venida, la destrucción de Jerusalén, el juicio de Israel, y el fin de aquel eón o aquella era.

6. Que todos estos sucesos, según las afirmaciones de Jesús, ocurrirían dentro del período de la presente generación.

Habiendo visto así los cuatro evangelios y examinado todos los pasajes que se relacionancon la Parusía, o venida del Señor, puede ser útil recapitular y poner en un solo panorama laenseñanza general de estos registros inspirados sobre este importante tema.

RESUMEN DE LA ENSEÑANZA DE LOS EVANGELIOSCON RESPECTO A LA PARUSÍA

1. Tenemos el enlace entre la profecía del Antiguo Testamento y la del Nuevo en el anunciode Juan el Bautista (el Elías de Malaquías) sobre la cercanía de la ira venidera, o el juicio de lanación teocrática.

2. El anuncio es seguido de cerca por el Rey, que anuncia que el reino de Dios está a laspuertas, y llama a la nación al arrepentimiento.

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3. Las ciudades que fueron favorecidas con la presencia de Cristo, pero rechazaron sumensaje, son amenazadas con una destrucción más intolerable que la de Sodoma yGomorra.

4. Nuestro Señor asegura expresamente a sus discípulos que su venida tendría lugar antesde que ellos hubiesen completado la evangelización de las ciudades de Israel.

5. Jesús preedice un juicio al “fin del tiempo” o de la era [sunteleia ton aiwnos], una fraseque no significa la destrucción de la tierra, sino la consumación de la era, es decir, de ladispensación judía.

6. Nuestro Señor declara expresamente que Él vendría presto [mellei epcesqai] en gloria, ensu reino, con sus ángeles, y que algunos de entre sus discípulos no morirían hasta que suvenida tuviera lugar.

7. En varias parábolas y en varios discursos, nuestro Señor predice la destrucción que secierne sobre Israel en el período de su venida. (Véase Lucas 18, parábola de la viudaimportuna. Lucas 19, parábola de las minas. Mateo 21, parábola de los labradores malvados.Mateo 22, parábola de la fiesta de bodas).

8. Con frecuencia, nuestro Señor denuncia la maldad de la generación a la cual predicaba, ydeclara que los crímenes de épocas anteriores y la sangre de los profetas sería requerida desu mano.

9. La resurrección de los muertos, el juicio del mundo, y la expulsión de Satanás sonrepresentados como coincidentes con la Parusía, y que están a las puertas.

10. Nuestro Señor aseguró a los discípulos que vendría otra vez a ellos, y que su venida seríadentro de “poco“.

11. La profecía del Monte de los Olivos es un discurso relacionado y continuo, que se refiereexclusivamente a la destrucción de Jerusalén e Israel, que se acercaba, de acuerdo con laexpresa afirmación de nuestro Señor (Mat. 24:34; Mar. 13:30; Luc. 21:32).

12. Las parábolas de las diez vírgenes, los talentos, y las ovejas y los cabritos pertenecentodas al mismo acontecimiento, y se cumplen en el juicio de Israel.

13. Se exhorta a los discípulos a velar y a orar, y a vivir en la común esperanza de la Parusía,porque sería súbita y rápida.

14. Después de su resurrección, nuestro Señor dio a Juan razón para esperar que viviríapara presenciar su venida.

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1. Algunos intérpretes prefieren entender “los muertos” del versículo 25 como que serefieren a casos tales como la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín, y Lázaro de Betania,personas literalmente levantadas de los muertos y restauradas a la vida por Jesús.Entienden que el argumento de Jesús es algo así: “Vosotros os asombráis de la obramaravillosa que he llevado a cabo en este hombre indefenso, pero vosotros veréismaravillas mucho mayores. Llegará el momento en que llamaré aun a los muertos a la vida;y si esto os parece increíble, un día mi poder efectuará una obra aun más poderosa: porqueviene la hora en que todos los que están en la tumba saldrán al oir mi llamado, y estarán depie ante mí en el juicio”. (Dr. J. Brown. Discursos y dichos de nuestro Señor, vol. i, p. 98). Estaexplicación tiene la ventaja de la consistencia al dar el mismo sentido de la palabra“muertos” durante todo el pasaje; pero parece imposible admitir que nuestro Señor estéhablando en el versículo 24 de la muerte literal. Decir que el creyente ya ha pasado demuerte a vida es obviamente lo mismo que decir que ha pasado de la condenación a lajustificación. Nos sentimos obligados, pues, a adoptar la interpretación generalmenteaceptada, en relación con los versículos 24 y 25, en el sentido de que se refieren a losespiritualmente muertos, y en relación con los versículos 28 y 29, en el sentido de que serefieren a los corporalmente muertos.

2. Life of Christ, cap. 12, p. 205.

3. Greek Testament, in loc.

4. Alford, Greek Testament, in loc.

5. Commentary of St. John.

6. Es apenas necesario señalar que, acerca de la hipótesis de que la “venida” de Cristo nohabría de tener lugar sino hasta “el fn del mundo”, en la aceptación popular de la frase, larespuesta de nuestro Señor entrañaría una extravagancia, si no un absurdo. Habríaequivalido a decir: “Supón que a mí me pareciera bien que él viviera mil años o más, ¿qué atí?” Pero es evidente que los discípulos tomaron la respuesta en serio.

APÉNDICE A LA PARTE I

Nota A

Sobre la Teoría de Interpretación del Doble Sentido

Los siguientes extractos, de teólogos de diferentes épocas, países, e iglesias, demuestran unpoderoso consenso de autoridades que se oponen al método de interpretación inexacto yarbitrario adoptado por muchos comentaristas alemanes e ingleses:

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“Unam quandam ac certam et simplicem sententiam ubique quaerendam esse”.-Melanchton.(“En todos los casos, ha de procurarse un sólo signficado definido y sencillo [de laEscritura]”).

“Absit a nobis ut Deum faciamus o,.i,glwtton, aut multiplices sensus affingamus ipsius verbo,in quo potius tanquarn in speculo limpidissimo sui autoris simplicitatem contemplaridebemus. (Sal. 12:6; xix. B.) Unicus ergo sensus scripturae, nempe grammaticus, estadmittendus, quibuscunque demum terminis, vel propriis vel tropicis et figuratisexprimatur”.- Maresius.(Lejos sea de nosotros hacer que Dios hable con dos lenguas, o atribuir una variedad designificados a su Palabra, en la cual debemos más bien contemplar la sencillez de su divinoautor reflejada como si fuera en un espejo (Sal. 12:6; 19:8). Por lo tanto, sólo es admisibleun significado de la Escritura: esto es, el gramatical, en cualesquiera términos, ya seanpropios o típicos o figurados, en que pueda ser expresado.)

“La observación del Dr. Owen está llena de buen sentido”.- “Si la Escritura tiene más de unsignificado, no tiene ningún sentido en absoluto”. “Y es tan aplicable a las profecías como acualquier otra porción de la Escritura”- Dr. John Brown, Sufferings and Glories of the Messiah,p. 5, note.

Las consecuencias de admitir esta principio deberían ser bien sopesadas.

¿Qué libro en el mundo tiene doble sentido, a menos que sea un libro que contengaenigmas a propósito? Y hasta un libro así no tiene sino un solo significado verdadero. Losoráculos paganos podían realmente decir: “Aio te, Pyrrhe, Romanos vincere posse”; pero,¿puede un equívoco tal ser admisible en los oráculos del Dios viviente? Y si un sentido literaly un sentido oculto pueden transmitirse a la misma vez y con las mismas palabras, ¿quiénque no sea inspirado puede decirnos cuál es el sentido oculto? ¿Mediante qué leyes deinterpretación ha de ser juzgado? Por ninguna que pertenezca al lenguaje humano; porqueotros libros aparte de la Biblia no llevan consigo un doble sentido.

“Por estas y parecidas razones, la estratagema de asignar un doble sentido a las Escriturases inadmisible. Pone a flotar todos los principios fundamentales de interpretación pormedio de los cuales llegamos a un convencimiento y a una certeza establecidos, y nos lanzasobre el océano sin límites de la imaginación y la conjetura sin timón y sin brújula”. – Stuarton the Hebrews, Excurs. xx.

“Primero, puede afirmarse que la Escritura tiene un solo significado, el significado que tuvopara la mente del profeta o evangelista que primero la pronunció o la escribió para losoyentes o lectores que primero la recibieron”.“La Escritura, como otros libros, tiene un solo sentido, que debe captarse partiendo de símismo, sin referencia a las adaptaciones de padres o teólogos, y sin relación con las ideas a

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priori sobre su naturaleza y su origen”.“La función del intérprete es no añadir otra [interpretación], sino recuperar la original: elsignificado, esto es, de las palabras como ellas llegaron a los oídos o brillaron ante los ojosde los que primero las oyeron y las leyeron”.- Professor Jewett, Essay on theInterpretation of Scripture, párr. i, 3,4.

“Sostengo que las palabras de la Escritura se propusieron tener un solo significado definido,y que nuestro primer objetivo debe ser descubrir ese sentido, y adherirnos rígidamente a él.Creo que, por regla general, las palabras de la Escritura se proponen tener, como todos losotros idiomas, un solo sentido sencillo y definido, y que decir que las palabras significan unacosa meramente porque se les puede torturar para que lo digan, es una maneraextremadamente deshonrosa y peligrosa de manejar la Escritura”.- Canon Ryle, ExpositoryThoughts on St. Luke, vol. i, p. 383.

NOTA B

SOBRE EL ELEMENTO PROFÉTICOEN LOS EVANGELIOS

Procedamos hasta las predicciones sobre la destrucción de Jerusalén. Como es bien sabido,estas predicciones, en todas las narraciones de los evangelios, (que, dicho sea de paso,ocurren singularmente por consentimiento, implicando que todos los evangelistas bebieronde una sola tradición consolidada) están inextricablemente mezcladas con profecías de lasegunda venida de Cristo y el fin del mundo, una confusión que Hutton admite libremente.La porción relativa a la destrucción de la ciudad es singularmente definida, y correspondemuy de cerca al acontecimiento real. La otra porción, por el contrario, es vaga ygrandilocuente, y se refiere principalmente a fenómenos y catástrofes naturales. De laprecisión de una porción, la mayoría de los críticos deduce que los evangelios fueroncompilados durante el sitio y la conquista de Jerusalén. De la confusión de las dosporciones, Hutton hace la inferencia opuesta, a saber, que la predicción existía en la formaregistrada actualmente antes de ese acontecimiento. Es improbable en el más alto grado,arguye, que, si Jerusalén había caído, y las otras señales de la venida de Cristo no mostrabanninguna indicación de seguirlas, los escritores no hayan reconocido y desenmarañado laconfusión, y corregido sus registros para ponerlos en armonía con lo que entonces estabacomenzando a verse que podría ser el verdadero significado de Cristo o la verdad real de lahistoria.

“Pero aquí reside la verdadera perplejidad. La predicción, como la tenemos, hace que Cristoafirme claramente que su segunda venida seguirá – “inmediatamente”, “en aquellos días” –después de la destrucción de Jerusalén, y que “esta generación” (la generación a la cual sedirigía) no pasaría hasta que “todas estas cosas se cumplan”. Hutton cree que estas últimaspalabras Cristo se proponía aplicarlas sólo a la destrucción de la Santa Ciudad. Tienederecho a su opinión; y, en sí misma, ésta no es una solución improbable. Pero, bajo las

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circunstancias, es una construcción algo forzada, pues debe recordarse, primero, que sehace necesaria sólo por la suposición que mantiene Hutton – a saber, que los poderesproféticos de Jesús no podían fallar; segundo, supone o implica que las narracionesevangélicas de los pronunciamientos de Jesús son de fiar, aunque en estas prediccionesespeciales admite que son esencialmente confusas, y tercero, (aunque creemos que él no lodebería haber pasado por alto), la frase que él cita no es en modo alguno la única que indicaque Jesús mismo tenía la convicción, que sin duda comunicó a sus seguidores , de que susegunda venida para juzgar al mundo tendría lugar en una fecha muy temprana. No sólotendría lugar “inmediatamente” después de la destrucción de la ciudad (Mat. 24:29), sinoque sería presenciada por muchos de los que lo escuchaban. Y estas predicciones no estánen modo alguno mezcladas con las de la destrucción de Jerusalén: “De cierto os digo que hayalgunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo delHombre viniendo en su reino” (Mat. 16:28); “De cierto os digo, que no acabaréis de recorrertodas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre” (Mat. 10:23); “Si quieroque él quede hasta que yo venga, ¿qué a tí?” (Juan 21:23), y los pasajes correspondientes enlos otros sinópticos.

“Si, pues, Jesús no dijo estas cosas, los evangelios deben ser extrañamente inexactos. Si lasdijo, su facultad profética no puede haber sido lo que Hutton cree. De que todos susdiscípulos tenían esta esperanza errónea, y la sostenían con la supuesta autoridad de suMaestro, no puede haber ninguna duda en absoluto. (Véase 1 Cor. 10:11, 15:51; Fil. 14:5; 1Tesa. 14:15; Sant. 5:8; 1 Pedro 4:7; 1 Juan 2:18; Apoc. 1:13; 22:7,0,12). La verdad es queHutton reconoce esto por lo menos tan franca y plenamente como lo hemos dicho”.- W. R.Greg, en Contemporary Review, Nov. 1876.

Para los que sostienen que nuestro Señor predijo el fin del mundo antes de que pasaraaquella generación, las objeciones del escéptico presentan una formidable dificultad –insuperable de veras, sin recurrir a evasiiones forzadas y antinaturales, o admisiones queson fatales para la autoridad y la inspiración de las narraciones evangélicas. Nosotros, por elcontrario, reconocemos plenamente la construcción de sentido común que adelanta Gregsobre el lenguaje de Jesús, y la no menos obvia aceptación de ese significado por parte delos apóstoles. Pero llegamos a una conclusión directamente contraria a la del crítico, yapelamos a la profecía del Monte de los Olivos como señalado ejemplo y demostración de lavisión sobrenatural del Señor.

LA PARUSÍA EN LOS HECHOSDE LOS APÓSTOLES

EL “IRSE” Y EL “VENIR OTRA VEZ”

Hechos 1:11. – “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá comole habéis visto ir al cielo”.

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La última conversación de Jesús con sus discípulos antes de su crucifixión trató de queregresaría, y la última palabra que les dejó a su ascensión fue la promesa de que vendríaotra vez.

La expresión “así vendrá” no debe ser enfatizada demasiado. Hay puntos obvios dediferencia entre la manera de su ascensión y la Parusía. Se fue solo, y sin esplendor visible:habría de regresar en gloria con sus ángeles. Las palabras, sin embargo, dan a entender quesu venida sería visible y personal, lo cual excluiría la interpretación que la considera comoprovidencial, o espiritual. La visibilidad de la Parusía está apoyada por la enseñanza uniformede los apóstoles y la creencia de los primeros cristianos: “Todo ojo le verá” (Apoc. 1:7).

No hay indicación de tiempo en esta promesa final, pero es sólo razonable suponer que losdiscípulos la considerarían como dirigida a ellos, y que ellos abrigarían la esperanza de verlepronto otra vez, según las propias palabras de Él: “Un poquito, y me veréis”. Esta creencia lesllevó de vuelta a Jerusalén con gran gozo. ¿Es creíble que ellos habrían podido experimentareste regocijo si hubiesen concebido que su venida no tendría lugar durante dieciochosiglos? ¿O podemos suponer que su gozo descansaba en un engaño? No hay conclusiónposible sino la que sostiene que la creencia de los discípulos estaba bien fundada, y que laParusía estaba a las puertas.

VIENEN LOS ÚLTIMOS DÍAS

Hechos 2:16-20.- “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios,derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre missiervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daréprodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; elsol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande ymanifiesto”.

En estas palabras de Pedro, la primera declaración apostólica pronunciada en el poder de lainspiración divina de Pentecostés, tenemos una interpretación autorizada de la profecía pormedio de una cita de Joel. Pedro identifica expresamente el tiempo y el acontecimientopredicho por el profeta con el tiempo y el acontecimiento que en ese momento eranactuales en el día de Pentecostés. Los “postreros días” de Joel son estos días para Pedro. Laantigua predicción se había cumplido en parte; estaba teniendo cumplimiento ante sus ojosen la copiosa efusión del Espíritu Santo.

Este derramamiento del Espíritu Santo introdujo otros acontecimientos, que ocurrirían demanera semejante. El día del juicio para la nación teocrática había llegado, y antes demucho, los presagios de “aquel día grande y terrible de Jehová” serían manifestados.

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Es imposible dejar de reconocer la correspondencia entre los fenómenos que precedieronal día del Señor como lo predijo Joel, y los fenómenos descritos por nuestro Señor comoprecedentes a su venida, y el juicio de Israel (Mat. 24:29). Las palabras de Joel sólo puedenreferirse a los últimos días de la era judía o el eón judío, la ounteleia ton aiwnoj, que fuetambién el tema de la profecía de nuestro Señor en el Monte de los Olivos. De manerasemejante, las palabras de Malaquías evidentemente se refieren al mismo acontecimiento yal mismo punto en el tiempo – “el día de su venida”, “el día ardiente como un horno”, “el díagrande y terrible de Jehová” (Mal. 3:2; 4:1-5).

No puede concebirse nada más autorizado y decisivo que el consenso de testimonios quetenemos aquí – Joel, Malaquías, Pedro, y el grann Profeta del nuevo pacto en persona. Todosellos hablan del mismo suceso y del mismo período, el gran día del Señor, la Parusía, yhablan de ellos como cercanos. ¿Por qué estorbar y desconcertar una predicción tan claracon suposiciones, referencias dobles, y cumplimientos ulteriores? Ninguna otra cosaencajará en esta profecía excepto ese suceso, que es el único al cual se refiere, y con el cualse corresponde como la impresión con el sello y la cerradura con la llave. La catástrofe deIsrael y Jerusalén estaba cerca, había sido prevista hacía mucho tiempo, a menudo habíasido predicha, y ahora era inminente. La misma generación que había visto, rechazado, ycrucificado al Rey, presenciaría el cumplimiento de sus advertencias cuando Jerusalénperecería en “sangre y fuego, y vapor de humo”.

LA DESTRUCCIÓN VENIDERADE AQUELLA GENERACIÓN

Hechos 2:40. “Y con otras muchas otras palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sedsalvos de esta perversa generación”.

Este versículo fija la referencia del discurso del apóstol. Era la generación existente cuyadestrucción venidera él preveía, y fue de la participación en su destino de lo que urgía a susoyentes a escapar. No era sino el eco del clamor del Bautista:

“Huid de la ira venidera”. Aquí, nuevamente, no puede haber duda del significado de“genea”; era aquella “generación perversa”, que estaba colmando la medida de supredecesora, la nación perversa e incorregible sobre la cual pendía el juicio.

Antes de abandonar este discurso de Pedro, podemos señalar otro ejemplo de unaproposición universal que debe tomarse en sentido restringido. “Derramaré de mi Espíritusobre toda carne”. La efusión del Espíritu Santo el día de Pentecostés no fue literalmenteuniversal, sino indiscriminada y general en comparación con ocasiones anteriores. El usonecesariamente limitado de una frase tan larga muestra cómo puede justificarse unalimitación similar en expresiones como “todas las naciones”, “toda criatura”, y “todo elmundo”.

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LA PARUSÍA Y LA RESTAURACIÓNDE TODAS LAS COSAS

Hechos 3:19-21. “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestrospecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe aJesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo recibahasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sussantos profetas que han sido desde tiempo antiguo”.

Apenas es posible dudar de que, en este discurso, el apóstol habla de lo que él concebíaque sus oyentes podrían experimentar y experimentarían, si obedecían su exhortación aarrepentirse y creer. En realidad, cualquier otra suposición sería absurda. No era imposibleque ni el apóstol ni sus oyentes pudieran pensar en “tiempos de refrigerio” y “restauraciónde todas las cosas” en épocas remotas del mundo; las bendiciones que estaban a unadistancia de siglos y milenios difícilmente serían motivos poderosos para elarrepentimiento inmediato. Debemos, por lo tanto, considerar los tiempos de refrigerio y derestauración como los considera el apóstol, cercanos, y al alcance de aquella generación.

Pero, si es así, ¿qué hemos de entender por “tiempos de refrigerio” y “restauración de todaslas cosas”? Sin duda, casi lo mismo; y la una frase nos ayudará a entender la otra. Se diceque la restauración [apokatustasij] de todas las cosas es el tema de toda la profecía;entonces, sólo puede referirse a lo que la Escritura designa como “el reino de Dios”, fin ypropósito de todas las relaciones de Dios con Israel. Era una frase bien entendida por losjudíos de aquel período, que esperaban los días del Mesías, el reino de Dios, comocumplimiento de todas sus esperanzas y aspiraciones. Era la era venidera o el eón venidero,aiwn o mellwn, cuando todas las injusticias habrían de corregirse, y reinarían la verdad y lajusticia. La nación entera estaba impregnada de la creencia de que esta época feliz estaba apunto de iniciarse. ¿Cuál era la doctrina de nuestro Señor sobre este tema? Dijo a susdiscípulos: “Elías a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas” (Mar. 9:12). Esdecir, el segundo Elías, Juan el Bautista, y había iniciado la restauración que Él mismo habríade completar; había echado los cimientos del reino que Él habría de consumar y coronar.Porque la misión de Juan era, en un aspecto, restauradora, esto es, en intención, aunque noen efecto. Vino a hacer volver la nación a su lealtad, a renovar su relación de pacto con Dios:iba delante del Señor, “en el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones delos padres a lo hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señorun pueblo bien dispuesto” (Luc. 1:17). ¿Qué es todo esto, sino la descripción de “los tiemposde refrigerio de la presencia del Señor”, y “la restauración de todas las cosas”, que eranpresentados como dones de Dios para Israel?

Pero, ¿tenemos alguna indicación clara del período en que podrían esperarse estasbendiciones ofrecidas? ¿Estaban en el futuro distante, o a las puertas? La nota de tiempoaparece marcada claramente en el versículo 20. La venida de Cristo está especificada como

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el período en que estas gloriosas expectativas han de convertirse en realidad. Nada puedeser más claro que la conexión y la coincidencia de estos sucesos, la venida de Cristo, lostiempos de refrigerio, y la restauración de todas las cosas. Esto armoniza con la uniformerepresentación que se da en la escatología del Nuevo Testamento: la Parusía, el fin deltiempo, la consumación del reino de Dios, la destrucción de Jerusalén, el juicio de Israel,todos sincronizan. Encontrar la fecha de uno es establecer la fecha de todos. Ya hemos vistocuán definidamente fue fijado el tiempo del cumplimiento de algunos de estos sucesos. ElHijo del hombre había de venir en su reino antes de la muerte de algunos de algunos de losdiscípulos. La catástrofe de Jerusalén había de tener lugar antes de que pasara lageneración que entonces existía. El día grande y terrible del Señor es representado porPedro en el capítulo anterior como alcanzando a aquella “desgraciada generación”. Y ahora,en el pasaje que consideramos, da a entender, con la misma claridad, que la llegada de lostiempos de refrigerio y la restauración de todas las cosas, eran contemporáneas con “enviara Cristo” desde el cielo.

Pero puede decirse: ¿Cómo puede una catástrofe tan terrible como la destrucción deJerusalén estar asociada con tiempos de refrigerio o restauración? La medalla tenía doslados: había el reverso y el anverso. La incredulidad y la impenitencia cambiarían los“tiempos de refrigerio” en “días de retribución”. Si ellos “menospreciaban las riquezas de subenignidad, paciencia, y longanimidad” de Dios, entonces, en vez de restauración, habríadestrucción; y en vez del día de salvación, habría “día de ira, y revelación del justo juicio deDios” (Rom. 2:4,5).

Sabemos la elección fatal que hizo Israel; cómo “vino la ira sobre ellos al máximo”; ysabemos cómo ocurrió todo en el período señalado y predicho, al “fin del tiempo”, dentro delos límites de aquella generación.

Así, podemos definir el período al cual hace alusión el apóstol en este pasaje, y llegar a laconclusión de que coincide con la Parusía.

Somos conducidos a la misma conclusión por otro camino. En Mateo 19:28, nuestro Señordeclara a sus discípulos: “De cierto os digo que, en la regeneración, cuando el Hijo delHombre se siente en el trono de su gloria”, etc. Ya hemos comentado este pasaje, pero esbueno observar otra vez que la “regeneración” [paliggenesia] en Mateo es el equivalentepreciso de la “restauración” [apokastastasij] de Hechos. Lo que se quiere decir con laregeneración es claro más allá de toda sombra de duda, porque es el tiempo “cuando el Hijodel hombre se siente en el trono de su gloria”. Pero este es el período cuando venga ajuzgar a la nación culpable (Mat. 25:31). No hay posibilidad de equivocar el tiempo; no hayninguna dificultad en identificar el suceso; es el fin del tiempo, y el juicio de Israel.

Llegamos así a la misma conclusión por una ruta diferente e independiente, reforzandoinconmensurablemente la fuerza de la demostración.

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CRISTO HA DE JUZGAR PRONTO AL MUNDO

Hechos 17:31. “Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia,por aquel varón a quien designó”.

Ya hemos visto que se dclara que el Señor Jesucristo es constituído Juez de los hombres(Juan 5:22,27). Con la misma claridad se declara que el tiempo de juicio es la Parusía. Conigual claridad, se nos enseña que la Parusía habría de ocurrir dentro del término de lageneración que entonces vivía. Por lo tanto, Pablo ve el juicio como cercano. En el pasajeahora delante de nosotros, tenemos una confirmación incidental pero inadvertida de estehecho. Las palabras “él juzgará” no expresa un simple futuro, sino un futuro rápido, melleikrinein, está a punto de juzgar, o juzgará pronto. Este matiz de significado no se conserva ennuestra versión de habla inglesa, pero no carece de importancia.

Aquí, pues, nos encontramos nuevamente con la a menudo recurrente asociación de laParusía con el juicio, los cuales eran evidentemente considerados por el apóstol como a laspuertas.

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLAS APOSTÓLICAS

Introducción

Hemos visto cómo la Parusía, o venida de Cristo, está difundida en los evangelios deprincipio a fin. La encontramos claramente anunciada por Juan el Bautista al comienzomismo de su ministerio, y es el último pronunciamiento de Jesús registrado por Juan. Entreestos dos puntos, encontramos constantes referencias al suceso en varias formas y envarias ocasiones. También hemos visto que la Parusía está asociada generalmente con eljuicio; esto es, el juicio de Israel y la destrucción del templo y la ciudad de Jerusalén. Larazón de esta asociación de la venida de Cristo con el juicio de Israel es muy evidente. LaParusía era el suceso culminante en lo que puede llamarse la historia mesiánica, o elgobierno teocrático del pueblo judío. La encarnación y la misión del Hijo de Dios, aunquetenían una relación general con la raza humana entera, tenía al mismo tiempo una relaciónespecial y peculiar con la nación del pacto, los hijos de Abraham. Cristo era en verdad el“segundo Adán”, la nueva Cabeza y el nuevo Representante de la raza, pero, antes de eso,era el Hijo de David y el Rey de Israel. Su propia y declarada visión de su misión era que era,primero que todo, especial para el pueblo escogido: “No soy enviado sino a las ovejasperdidas de la casa de Israel” (Mat. 15:24). El título mismo que reclamaba para sí, “Cristo”, elMesías, o el Ungido, indicaba su relación con el judaísmo y la teocracia, porque le reconocíacomo verdadero Rey, venido en la plenitud del tiempo “a los suyos”, para tomar posesióndel trono de su padre David. Este especial carácter judaico de la misión del Señor Jesús esconstantemente reconocido en el Nuevo Testamento, aunque es ignorado por los teólogosy casi olvidado por los cristianos en general. Pablo hace mucho énfasis en esto.

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“Pues os digo que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad deDios, para confirmar las promesas hechas a los padres” (Rom. 15:8); y, podríamos muy bienañadir: “para cumplir las amenazas” también. La frase “el reino de Dios” es claramente unaidea mesiánica y teocrática, y hace referencia especial y única a Israel, sobre el cual el Señorera Rey, en cierto sentido peculiar a esa nación solamente (Deut. 7:6; Amós 3:2). Veremosque “el reino de Dios” está representado como llegando a su consumación en el período dela destrucción de Jerusalén.

Ese suceso marca el desenlace del gran plan de la providencia, o economía, divina, como sele llama, que comenzó con el llamado de Abraham y estuvo en operación durante dos milaños. Podemos considerar ese plan, la dispensación judía, no sólo como un importantefactor en la educación del mundo, sino también como un experimento, a gran escala y bajolas más favorables circunstancias, para, si fuere posible, formar un pueblo para el servicio, yel temor, y el amor de Dios; una nación modelo, cuya influencia moral podría bendecir almundo. En algunos respectos, sin duda, fue un fracaso, y su fin fue trágico y terrible; pero loque es importante que notemos, en relación con esta investigación, es que la relación entreCristo, el Hijo de David y Rey de Israel, con la nación judía explica la prominencia que losevangelios dan a la Parusía, y los sucesos que la acompañaron, como poseedores de unarelación especial con aquel pueblo. El no prestar atención a esto ha engañado a muchosteólogos y comunicadores. Han leído “el planeta tierra”, donde sólo se quería decir “elterritorio”; “la raza humana”, cuando sólo se quería decir “Israel”; “el fin del mundo”, dondese aludía al “fin de la era o dispensación”. Al mismo tiempo, sería un grave error subestimarla importancia y la magnitud del suceso que tuvo lugar en la Parusía. Fue una gran época enel gobierno divino del mundo: el fin de una economía que había durado dos mil años; laterminación de un eón y el comienzo de otro; la abrogación del “antiguo orden” y lainauguración del nuevo. Es, sin embargo, su especial relación con el judaísmo lo que da a laParusía su principal significado e importancia.

Pasando de los evangelios a las epístolas, encontramos que la Parusía ocupa un lugarconspicuo en las enseñanzas y los escritos de los apóstoles. Es natural y razonable quefuese así. Si su Maestro les enseñó durante su vida que vendría otra vez; que algunos deellos vivirían para verle regresar; si, en su conversación de despedida con ellos en la cenapascual Él se espació en lo corto del intervalo de su ausencia, y lo llamó “un poco”; si, a suascensión, los mensajeros divinos les habían asegurado que Él vendría otra vez como lehabían visto irse, sería realmente extraño que hubiesen olvidado o perdido de vista lainspiradora esperanza de una pronta reunión con el Señor. Ciertamente, a menudoexpresan la esperanza de su venida. Esa esperanza era la estrella matutina y la alboradaque les alegraba en la noche tenebrosa de tribulación a través de la cual tenían que pasar;se consolaban los unos a los otros con la consigna familiar: “El Señor está a las puertas”.Sentían que, en cualquier momento, su esperanza podía convertirse en realidad. Laesperaban, la buscaban, la anhelaban, y se exhortaban los unos a los otros a velar y a orar.Eso les había mandado el Señor, y eso hacían. ¿Podrían estar equivocados? ¿Es posible que

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acariciaran ilusiones sobre este tema? ¿Podrían haber malentendido las enseñanzas delSeñor? Si esto era posible, estremecería los fundamentos de nuestra fe. Si los apóstolespodían estar en error con respecto a un hecho sobre el cual ellos tenían el más ampliomedio de información, y sobre el cual profesaban hablar con autoridad como órganos deinspiración divina, ¿qué confianza podía tenérseles con respecto a otros temas, que por sunaturaleza eran obscuros, abstrusos, y misteriosos? Nadie que tenga alguna fe en lacerteza que el Salvador dio a sus discípulos de que enviaría al Espíritu Santo “para guiarles atoda verdad” y para “recordarles todas las cosas que les había dicho” puede dudar que laautoridad con que los apóstoles hablaban concerniente a la Parusía es igual a la de nuestroSeñor mismo. La hipótesis de que puede hacerse una distinción entre lo que ellos creían yenseñaban sobre este tema, y lo que creían y enseñaban sobre otros temas, no soporta niel más ligero examen. La totalidad de la enseñanza de los discípulos descansa en el mismofundamento, y ese fundamento es el mismo sobre el cual descansa la doctrina de Cristomismo.

Ahora procedemos a examinar las referencias a la Parusía contenidas en las epístolas dePablo, considerándolas en orden cronológico, hasta donde se puede establecer.

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLASA LOS TESALONICENSES

LA PRIMERA EPÍSTOLA A LOS TESALONICENSES

Se cree generalmente que ésta es la primera de todas las epístolas apostólicas, y su fecha esasignada al año 52 d. C., dieciséis años después de la conversión de Pablo [1] y veintidósaños después de la crucifixión de nuestro Señor. Es evidente, por lo tanto, que cualesquierasugerencias de inexperiencia, o entusiasmo recién nacido, que sean visibles en esta epístolay que más tarde hayan sido atenuadas por el juicio más maduro de años subsiguientes,están bastante fuera de lugar. No podemos detectar ninguna diferencia en la fe y laesperanza de “Pablo el anciano” y el del “importante y poderoso” escritor de esta epístola.Es, por lo tanto, sumamente instructivo observar los sentimientos y las creencias que eranmanifiestamente actuales y prevalecientes en las mentes de los primeros cristianos.

Bengel observa: “Los tesalonicenses estaban llenos de la esperanza del advenimiento deCristo. Tan laudable era su posición, tan libre y desembarazada era la regla del cristianismoentre ellos, que cada hora podían esperar la venida del Señor Jesús”. [2] Este es un extrañorazonamiento. Es verdad que los tesalonicenses estaban llenos de la esperanza de la prontavenida de Cristo, pero, si en esta esperanza ellos estaban engañados, ¿dónde está lolaudable de trabajar bajo un engaño? Si era una debilidad amigable, “sancta simplicitas”,esperar el pronto regreso de Cristo, parece un pobre cumplido alabar su credibilidad aexpensas de su entendimiento.

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Descubriremos, sin embargo, que los cristianos de Tesalónica no necesitan ningunadisculpa para su fe.

LA ESPERANZA DE LA PRONTAVENIDA DE CRISTO

I Tes. 1:9,10. “Os convertísteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, yesperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de laira venidera”.

Este pasaje es interesante en que muestra muy claramente el lugar que la esperada venidade Cristo ocupaba en la creencia de las iglesias apostólicas. Estaba en primera fila; era unade las principales verdades del evangelio. Pablo describe la nueva actitud de estosconversos tesalonicenses cuando se “volvieron de sus ídolos para servir al Dios vivo yverdadero”; era la actitud de “esperar a su Hijo”. Es muy significativo que esta verdadparticular fuera seleccionada de entre todas las grandes doctrinas del evangelio, y deberíaser hecha la característica prominente que distinguía a los conversos cristianos deTesalónica. Toda la vida cristiana está aparentemente resumida bajo dos encabezados, unogeneral, el otro particular: el primero, el servicio del Dios viviente; el segundo, la expectativade la venida de Cristo. Es imposible resistir la inferencia: (1) Que esta última doctrinaconstituía una parte integral de la enseñanza apostólica. (2) Que la esperanza del prontoregreso de Cristo era la fe de los cristianos primitivos. (3) Porque, ¿cómo iban a esperar?Seguramente, no en sus tumbas; no en el cielo; ni en el Hades; es claro que mientrasestuviesen vivos en la tierra. La forma de expresión “esperar de los cielos a su Hijo”manifiestamente implica que ellos, mientras estaban en la tierra, esperaban la venida deCristo desde el cielo. Alford observa que “el aspecto especial de la fe de los tesalonicensesera la esperanza; esperanza en el regreso del Hijo de Dios desde el cielo”, y añade uncomentario singular: “Evidentemente, ellos sostenían esta esperanza como señalando a unsuceso más inmediato de lo que la iglesia desde entonces ha creído que era. Ciertamente,estas palabras les darían una idea de la cercanía de la venida de Cristo; y quizás elmalentendido de ellos haya contribuido a la idea que el apóstol corrige en 2 Tes. 2:1″. Estaes una sugerencia de que los tesalonicenses estaban equivocados al esperar el regreso delSeñor en sus días. Pero, ¿de dónde derivaban esta expectativa? ¿No era del apóstol mismo?Veremos que los tesalonicenses erraron, no en esperar la Parusía, o en esperarla en suspropios días, sino en suponer que el tiempo ya había llegado en realidad.

La última cláusula del versículo no es menos importante: “Jesús, quien nos libra de la iravenidera”. Estas palabras nos retrotraen a la proclamación de Juan el Bautista: “Huid de laira venidera”. Sería un error suponer que Pablo se refiere aquí a la retribución que aguardaa cada alma pecadora en un estado futuro: lo que él tenía en mente era una catástrofeparticular y predicha. “La ira venidera” [h orgh h ercomenh] de este pasaje es idéntica a la“ira venidera” [orgh mellousa] del segundo Elías; es idéntica a los “días de retribución” y a la

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“ira sobre este pueblo” predichas por nuestro Señor, Lucas 26:23. Es “el día de la ira y de larevelación del justo juicio de Dios” de lo cual habla Pablo en Rom. 2:5. Esa venidera “diesirae” siempre se destaca clara y visiblemente durante todo el Nuevo Testamento. Ahora noestaba distante, y, aunque Judea podría ser el centro de la tormenta, el ciclón del juicioarrasaría otras regiones y afectaría a multitudes que, como los tesalonicenses, podríanhaber pensado que estaban fuera de su alcance. Sabemos por Josefo cómo el estallido de laguerra de los judíos fue la señal para la masacre y el exterminio en cada ciudad en quehabitantes judíos se habían asentado. Fue a esta ubicuidad de la “ira venidera” a la que serefirió nuestro Señor cuando dijo: “Donde esté el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas”(Lucas 17:37). Aquí nuevamente, como con tanta frecuencia hemos tenido ocasión deobservar, la Parusía está asociada con el juicio.

LA IRA VENIDERA SOBRE EL PUEBLO JUDÍO

1 Tes. 2:16. “Vino sobre ellos la ira hasta el extremo”.

Aquí el apóstol representa la “ira venidera” como si ya hubiese venido. Ahora, es verdad queel juicio de Israel, esto es, la destrucción de Jerusalén y la extinción de la nacionalidad judía,no habían tenido lugar todavía. Bengel parece pensar que el apóstol alude a una terriblematanza de judíos que acababa de suceder en Jerusalén, donde “una inmensa multitud depersonas (algunos dicen que más de treinta mil) fue asesinada”. [4] La explicación de Alfordes: “Él considera el hecho del consejo divino como una cosa en tiempo pasado, q.d. “queestaba señalada para que viniese”, no ha “venido”. Jonathan Edwards, en su sermón sobreeste texto, lo refiere a la destrucción de Jerusalén que se acercaba. “La ira ha venido”, esdecir, está justo aquí; a las puertas: como está probado con respecto a esa nación: suterrible destrucción por los romanos ocurrió poco tiempo después de que el apóstolescribió esta epístola”. [5] O la suposición de Bengel es correcta, o la catástrofe final estaba,según lo veía el apóstol, tan cercana y era tan segura que hablaba de ella como de un hechoconsumado.

En los versículos 15 y 16, podemos detectar una alusión bien clara en el lenguaje del apóstola las acusaciones de nuestro Señor contra “aquella generación malvada (Mat. 23:31,32,36).

LA RELACIÓN ENTRE LA PARUSÍAY LOS DISCÍPULOS DE CRISTO

1 Tes. 2:19. “Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No losois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?”

La uniforme enseñanza del Nuevo Testamento es que el suceso que habría de ser tan fatalpara los enemigos de Cristo habría de ser favorable para sus amigos. Por todas partes, losmás malévolos opositores y perseguidores del cristianismo fueron los judíos; la aniquilaciónde la nacionalidad judía, por tanto, eliminó al más formidable antagonista del evangelio y

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trajo reposo y alivio a los sufridos cristianos. Nuestro Señor había dicho a los discípulos,hablando de esta catástrofe que se aproximaba: “Cuando estas cosas comiencen a suceder,erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:28). Peroesta explicación está lejos de agotar el significado entero de tales pasajes. No puededudarse de que la Parusía, en todas partes, está representada como la corona de lasesperanzas y aspiraciones cristianas; cuando ellos “heredarían el reino” y “entrarían en elgozo de su Señor”. Tal es la clara enseñanza tanto de Cristo como de sus apóstoles, y laencontramos claramente expresada en las palabras de Pablo que ahora tenemos delante.La Parusía habría de ser la consumación de la gloria y la felicidad para los fieles, y el apóstolbuscaba “su corona” en la “venida” de Cristo.

CRISTO VENDRÁ CON TODOS SUS SANTOS

1 Tes. 3:13. “Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidaddelante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sussantos”.

Este pasaje proporciona otra prueba de que el apóstol consideraba el período de la venidade nuestro Señor como la consumación de la bienaventuranza de su pueblo. Aquí él larepresenta como una época judicial en que la condición moral y el carácter de los hombresserían escrutados y revelados. Esto concuerda con 1 Cor. 4:5: “Así que, no juzguéis nadaantes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas,y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza deDios”. De manera similar, en Col. 1:22 encontramos una expresión casi idéntica: “Parapresentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él”, palabras que sólo puedenser entendidas como que se refieren a una investigación y aprobación judiciales.

Que este prospecto no estaba distante, sino, por el contrario, muy cercano, lo implica eltenor entero del lenguaje del apóstol. ¿Está Pablo todavía sin su corona de gozo? ¿Están susconversos de Tesalónica todavía esperando al Hijo de Dios que venga del cielo? ¿No estántodavía “establecidos en santidad delante de Dios”? ¿Todavía no han sido presentadossantos, sin mancha, e irreprensibles delante de él? Porque ésta habría de ser su felicidad “ala venida de Jesús” y no antes. Si, por lo tanto, ese suceso nunca hubiera tenido lugar, ¿quéhabría sido de su ansiosa expectativa y su esperanza? Si ellos hubieran podido saber quecientos y miles de años tenían que transcurrir lentamente, ¿podrían Pablo y sus hijos en lafe haberse llenado de alegría con el pensamiento de la gloria venidera? Pero, en lasuposición de que la Parusía estaba a las puertas; que todos ellos podían esperarpresenciar su llegada, entonces, cuán natural e inteligible se vuelven esta ansiosaexpectación y esta esperanza. Que tanto el apóstol como los tesalonicenses creían que “lavenida del Señor estaba cerca” es tan evidente que apenas requiere algún argumento paraprobarlo. La única pregunta es: ¿Estaban equivocados, o no?

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Puede añadirse una observación sobre la palabra que concluye la frase: “Agioi”, santo,puede referise a ángeles, o a hombres, o ambos. No hay nada en el texto para establecer lareferencia. Es verdad que, en el siguiente capítulo (ver. 14), se nos dice que a los quedurmieron en Jesús traerá Dios con él, pero esto parece referirse a la resurrección de lossantos que duermen en sus tumbas, más bien que a su venida desde el cielo con Él. Por lotanto, estamos impedidos de referir agioi a los muertos en Cristo. Tanto más cuanto queCristo, a su venida, siempre es representado como asistido por sus ángeles.

“Él vendrá con sus ángeles” (Mat. 16:27); “con los santos ángeles” (Mar. 8:38); “con losángeles de su poder” (2 Tes. 1:7); “todos los santos ángeles con él” (Mat. 25:31).

Esto concuerda también con el uso en el Antiguo Testamento. El estado real de Jehovácuando vino a dar la ley en Sinaí se describe así: “Vino de entre diez millares de santos”, esdecir, ángeles (Deut. 33:2). “Los carros de Dios se cuentan por veintenas de millares demillares; el Señor viene del Sinaí a su santuario” (Sal. 68:17). “Vosotros que recibísteis la leypor disposición [por mandato de – Alford] ángeles” (Hech. 7:53). Podemos, por lo tanto,considerar como probable que la referencia en este pasaje es a los ángeles.

SUCESOS QUE ACOMPAÑAN LA PARUSÍA

1. La resurrección de los muertos en Cristo.2. El rapto de los santos vivos al cielo.

1 Tes. 4:13-17. “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen,para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemosque Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Porlo cual os decimos esto en palabra del Señor; que nosotros que vivimos, que habremosquedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señormismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá delcielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los quehayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir alSeñor en el aire,y así estaremos siempre con el Señor”.

Evidentemente, estas explicaciones de Pablo tenían el propósito de enfrentarse a un estadode cosas que había comenzado a manifestarse entre los cristianos de Tesalónica, y que lehabía sido informado por Timoteo. Esperando ansiosamente la venida de Cristo,deploraban la muerte de sus compañeros cristianos, pues esto les excluía de participar en eltriunfo y la bienaventuranza de la Parusía. “Temían que estos cristianos fallecidos perdieranla felicidad de presenciar la segunda venida de su Señor, que ellos esperaban contemplarpronto”. [6] Para corregir este malentendido, el apóstol da las explicaciones contenidas eneste pasaje.

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Primero, les asegura que no tenían razón para lamentar la partida de sus amigos en Cristo,como si aquellos hubiesen quedado en alguna desventaja al morir antes de la venida delSeñor; porque, así como Dios había resucitado a Jesús de entre los muertos, así también,cuando regresara en gloria, resucitaría de sus tumbas a sus discípulos que dormían.

Segundo, les informa, por autoridad del Señor Jesús, que los de entre ellos que vivieran paraver su venida no precederían, o no tendrían ninguna ventaja sobre, los fieles que hubiesenmuerto antes de ese acontecimiento.

Tercero, describe el orden de los sucesos que acompañan a la Parusía:

1. El descenso del Señor desde el cielo con voz de mando, con voz de arcángel, y contrompeta de Dios.2. La resurrección de los muertos que habían dormido en Cristo.3. El arrebatamiento simultáneo de los santos vivos, junto con los muertos resucitados, a laregión del aire, para encontrarse allí con el Señor que viene.4. La reunión eterna de Cristo y su pueblo en el cielo.

La legítima deducción de las palabras de Pablo en el vers. 15, “nosotros que vivimos, quehabremos quedado hasta la venida del Señor”, es que él esperaba como posible, y hastacomo probable, que sus lectores y él mismo estuviesen vivos a la venida del Señor. Tal es lainterpretación obvia y natural de su lenguaje. Dean Alford observa, con mucha fuerza ysinceridad:

“Entonces, sin duda alguna, él mismo esperaba estar vivo, junto con la mayoría de aquellosa quienes escribía, a la venida del Señor. Porque no podemos aceptar, ni por un momento,la evasión de Teodoreto y la mayoría de los antiguos comentaristas (es decir, que el apóstolno habla de él mismo personalmente, sino de los que estuvieran vivos en ese tiempo), sinoque debemos tomar las palabras en su significado único, sencillo, gramatical, de que“nosotros que vivimos, que habremos quedado” [oi zwntej oi perileipomenoi] son una claseque se distingue de “los que duermen” [oi koimhqentej], estando todavía en la carnecuando Cristo venga, en cuya clase, anteponiendo como prefijo “nosotros” [h,me/ij], incluyea sus lectores y se incluye a sí mismo. Que esta era su esperanza, lo sabemos por otrospasajes, especialmente 2 Cor. 5 [7].

Pero, aunque admite que el apóstol tenía esta esperanza, Alford lo trata como un error,pues continúa diciendo:

“Ni es necesario que se sorprenda ningún cristiano de que los apóstoles, en esta cuestiónde detalles, hayan encontrado sus esperanzas personales sujetas a engaño con respecto aun día del cual se dice tan solemnemente que nadie conoce su tiempo señalado, ni losángeles en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre solamente” (Marcos 13:32).

De la misma manera, encontramos las siguientes observaciones en Conybeare y Howson,124/401

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(cap. 11):

“La iglesia primitiva, y hasta los apóstoles mismos, esperaban que su Señor viniera otra vezen aquella misma generación. Pablo mismo compartía esa esperanza, pero, estando bajo laguía del Espíritu de verdad, no dedujo de allí ninguna conclusión práctica errónea”.

Pero la pregunta es: ¿Tenían los apóstoles suficiente base para sus esperanzas? ¿Noestaban plenamente justificados al creer como creían? ¿No había predicho el Señorexpresamente su propia venida dentro de los límites de la generación existente? ¿No habíaconectado su venida con la destrucción del templo y la subversión del gobierno nacional deIsrael? ¿No había asegurado a sus discípulos que dentro de “un poco” le verían de nuevo?¿No había declarado que algunos de ellos vivirían para presenciar su regreso? Y, después detodo esto, ¿es necesario encontrar excusas para Pablo y los primitivos cristianos, como sihubiesen actuado bajo engaño? Si lo hicieron, no fue su culpa, sino la de su Maestro. Habríasido realmente extraño que, después de todas las exhortaciones que habían recibido deestar alerta, de velar, de vivir continuamente esperando la Parusía, los apóstoles nohubiesen creído confiadamente en la pronta venida de Jesús, y no hubiesen enseñado aotros a hacer lo mismo. Pero parecería que Pablo hace descansar sus explicaciones a lostesalonicenses en la autoridad de una especial comunicación divina a él mismo. “Esto osdigo por palabra del Señor”, etc. Esto puede difícilmente significar que el Señor lo habíapredicho así en su discurso profético en el Monte de los Olivos, porque ninguna declaraciónde esta clase aparece registrada; por lo tanto, debe referirse a una revelación que él mismohabía recibido. ¿Cómo, entonces, podría equivocarse en sus esperanzas? Es extraño que ensus días existiera tan grande incredulidad con respecto al sencillo significado de lasexpresas afirmaciones de nuestro Señor sobre este tema. Cumplido o no, acertado oequivocado, no hay ninguna ambigüedad ni incertidumbre en su lenguaje. Puede decirseque no tenemos ninguna evidencia de que tales hechos hayan ocurrido como se describeaquí – el descenso del Señor con aclamación, el sonar de la trompeta, la resurrección de losmuertos que duermen, el arrebatamiento de los santos vivos. Cierto; pero, ¿es cierto queestos hechos son cognoscibles por los sentidos? ¿Está su lugar en la región de lo material ylo visible? Como ya hemos dicho, sabemos y estamos seguros de que una gran parte de lossucesos predichos por nuestro Señor, y esperados por sus apóstoles, en realidad ocurrieronen aquella misma crisis llamada “el fin de la época”. No hay diferencia de opiniónconcerniente a la destrucción del templo, el derrumbe de la ciudad, la matanza sin paralelode la gente, la extinción de la nacionalidad, el fin de la dispensación legal. Pero la Parusíaestá inseparablemente ligada a la destrucción de Jerusalén; y, de manera semejante, laresurrección de los muertos, y el juicio de la “generación malvada”, a la Parusía. Son partesdiferentes de una gran catástrofe; escenas diferentes de un gran drama. Nosotrosaceptamos los hechos verificados por el historiador por la palabra de un hombre; han detitubear los cristianos en aceptar los hechos que están garantizados por la palabra delSeñor?

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EXHORTACIONES A VELAR EN ESPERADE LA PARUSÍA

1 Tes. 5:1-10. “Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad,hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señorvendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrásobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Masvosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de lastinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pueslos que duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, qe somosdel día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con laesperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino paraalcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros paraque ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él”.

Es manifiesto que estos llamados urgentes a velar no tendrían ningún significado, a menosque el apóstol creyera en la cercanía de la crisis venidera. ¿Era para los tesalonicenses, opara alguna generación nonata en el muy distante futuro, que Pablo escribía estas líneas?¿Por qué instar a los hombres en el año 52 a velar y estar alertas para una catástrofe que nohabría de tener lugar durante cientos y miles de años? Cada una de las palabras de estaexhortación supone que la crisis se cierne sobre el pueblo y es inminente.

Decir que el apóstol no escribe para ninguna generación ni para ningunas personas enparticular es lanzar un aire de irrealidad sobre sus exhortaciones, contra el cual se revuelvela crítica reverente. Ciertamente se refería a las mismas personas a las cuales escribió, y queleyeron su epístola, y no pensó en ningunas otras. No podemos aceptar la sugerencia deBengel de que “nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado” son sólo personajesimaginarios, como los nombres de Cayo y Ticio (Juan Pérez y Ricardo Perico); porque nadiepuede leer esta epístola sin ser consciente de la cálida adhesión personal y el afecto hacialos individuos que se respiran en cada línea. Concluimos, por lo tanto, que el todo tenía quever, directa y actualmente, con la posición real y las expectativas de las personas a las cualesestá dirigida la epístola.

ORACIÓN PARA QUE LOS TESALONICENSESSOBREVIVAN HASTA LA VENIDA DE CRISTO

1 Tes. 5:23. “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu,alma, y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.

Si todavía quedase una sombra de duda sobre la cuestión de si Pablo creía y enseñaba laincidencia de la Parusía en sus propios días, esta pasaje la disiparía. Ningunas palabraspueden implicar esta creencia más claramente que esta oración de que los cristianos

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tesalonicenses no murieran antes de la aparición de Cristo. La muerte es la disolución de launión entre el cuerpo, el alma, y el espíritu, y la oración del apóstol es que el espíritu, elalma, y el cuerpo pudieran “todos juntos” [oloklhron] ser preservados en santidad hasta lavenida del Señor. Esto implica la continuación de su vida corporal hasta aquel acontecimiento.

Notas:

1. Conybeare and Howson.

2. Gnomon, in loc.

3. “Todo lector de la Escritura sabe que la Primera Epístola a los Tesalonicenses habla de lavenida de Cristo en términos que indican una expectativa de su pronta aparición: ‘Os digopor la palabra de Dios’, etc. (cap. 4:15-17; 5:4). Cualesquiera otras construcciones que estostextos puedan soportar, la idea que ellos dejan en la mente de un lector ordinario es la deque el autor de la epístola espera que el día del juicio tenga lugar en sus propios días, ocerca de ellos” – Paley´s Horae Paulinae, cap. ix.

“Si se nos preguntase la característica que distinguía a los primeros cristianos de Tesalónica,deberíamos señalar su abrumador sentido de la cercanía del segundo advenimiento,acompañado de pensamientos melancólicos concernientes a los que podrían morir antesde él, y con ideas tenebrosas e imprácticas sobre lo corto de la vida y la vanidad del mundo.Cada capítulo de la primera epístola a los Tesalonicenses termina con una alusión a estetema; y era evidentemente el tema de frecuentes conversaciones cuando el apóstol estabaen Macedonia. Pero Pablo nunca habló ni escribió sobre el futuro como si el presentehubiera de ser olvidado. Cuando los tesalonicenses fueron amonestados sobre eladvenimiento de Cristo, Él también les habló de otros sucesos futuros, llenos deadvertencias prácticas para todas las edades, aunque para nuestros ojos todavía estánenvueltos en misterio – de la “apostasía” y del “hombre de pecado”. ‘Estas terriblesrevelaciones’, dijo, ‘deben preceder a la revelación del Hijo de Dios. ¿No recordáis‘, añadecon énfasis en su carta, ‘que, cuando todavía estaba con vosotros, os decía esto a menudo?Sabéis, por tanto, qué impide hasta ahora que sea revelado, como lo será en su propiotiempo’. Les dijo, en palabras de Cristo mismo, que ‘los tiempos y las sazones de lasvenideras revelaciones eran conocidas sólo por Dios’; y les advirtió, como los primerosdiscípulos habían sido advertidos en Judas, que el gran día vendría de repente contra loshombres que no estuviesen preparados, como los dolores de la mujer cuyo tiempo se hacumplido’, y como ‘ladrón en la noche’, y les mostró tanto por precepto como por ejemploque, aunque es cierto que la vida es corta y el mundo es vanidad, la obra de Dios debehacerse con diligencia y hasta el fin’ “- Conybeare and Howson, Life and Epistles of St. Paul,cap. 9.

4. Gnomon, in loc.

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5. Works, vol. iv., p. 281.

6. Conybeare and Howson, cap. xi.

7. Greek Testament, in loc.

8. Conybeare and Howson´s translation.

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLASA LOS TESALONICENSES

LA SEGUNDA EPÍSTOLA ALOS TESALONICENSES

La Segunda Epístola a los Tesalonicenses parece haber sido escrita poco después de laPrimera, para corregir el malentendido en que algunos habían incurrido con respecto altiempo de la Parusía, ya fuera por una errónea interpretación de la carta anterior delapóstol, o a consecuencia de alguna pretendida comunicación que circulaba entre elloshaciendo ver que era de él. De esta epístola aprendemos la naturaleza precisa del error quehabían cometido algunos de los tesalonicenses en relación con que el tiempo de la Parusíahabía llegado en realidad. A consecuencia de esta opinión, algunos habían comenzado adescuidar sus ocupaciones seculares y a subsistir de la caridad ajena. Para detener losmales que pudieran surgir, o que habían surgido, de tales impresiones erróneas, Pabloescribió esta segunda epístola, recordándoles que ciertos sucesos, que todavía no habíantenido lugar, tenían que preceder al “día del Señor”. Sin embargo, no hay nada en la epístolaque indique que la Parusía era un suceso distante, sino todo lo contrario.

LA PARUSÍA, UN TIEMPO DE JUICIO PARA LOS ENEMIGOSDE CRISTO, Y DE LIBERACIÓN PARA SU PUEBLO

2 Tes. 1:7-10. “Y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando semanifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, paradar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro SeñorJesucristo, los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señory de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos yser admirado en todos los que creyeron”.

Por las alusiones al comienzo de esta epístola, es obvio que los tesalonicenses sufrieronseveramente en este tiempo a causa de la maldad de sus perseguidores judíos, y deaquellos “ociosos hombres malos” que se les habían unido (Hechos 17:5). El apóstol lesconsuela con la esperanza de liberación cuando aparezca el Señor Jesús, lo cual traeríareposo para ellos y retribución para sus enemigos. Esto concuerda perfectamente con lasrepresentaciones que se hacen constantemente con respecto a la Parusía – de que sería untiempo de juicio para los impíos y de recompensa para los justos. El apóstol parece no

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anticipar el “reposo” del cual habla hasta la Parusía, “cuando el Señor Jesús se revele desdeel cielo”, etc. De ello se sigue que Pablo concebía el reposo como muy cercano; pues, si larevelación del Señor Jesús fuera un acontecimiento todavía en el futuro, entoncesdeberíamos concluir que ni el apóstol ni los sufrientes cristianos han entrado todavía enese reposo. Se observará que no se dice que la muerte ha de traerles reposo, sino “elapocalipsis” del Señor Jesús desde el cielo; una clara prueba de que el apóstol noconsideraba ese apocalipsis como un suceso distante.

Que este “apocalipsis”, o revelación del Señor Jesús desde el cielo, es idéntico a la Parusíapredicha por nuestro Salvador es tan evidente que no necesita ninguna prueba. Es “el díadel Señor” (Lucas 17:24). “el día en que el Hijo del hombre es revelado” (Lucas 17:30), “el díaque será revelado en fuego” (1 Cor. 3:13); “el día que arderá como un horno” (Mal. 4:1); “eldía del Señor, grande y terrible” (Mal. 4:5). Es el día cuando “el Hijo del hombre venga en lagloria de su Padre con sus ángeles, para recompensar a cada uno según sus obras” (Mat.16:27). Y una vez más, es el día concerniente al cual declaró nuestro Señor: “De cierto osdigo, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayanvisto al Hijo del Hombre viniendo en su reino” (Mat. 16:28).

Somos, pues, traídos de vuelta a la misma verdad que encontramos por todas partes en elNuevo Testamento, que la Parusía, el día del juicio de Israel, y la terminación de ladispensación judía, no era un suceso distante, sino que estaba dentro de los límites de lageneración que rechazó al Mesías.

Se objetará: ¿Qué tenía eso que ver con Tesalónica y los cristianos allí? ¿Cómo podían ladestrucción de Jerusalén, o la extinción de la nacionalidad judía, o el fin de la economíajudía, afectar a personas a una distancia tan grande de Judea como Tesalónica? Aunquefuese imposible dar una respuesta satisfactoria a esta objeción, ello no alteraría elsignificado sencillo y natural de las palabras, ni nos incumbiría forzar una interpretación deellas que no les correspondiese. Debe permitírseles a las Escrituras hablar por sí mismas –una libertad que muchos no desean concederles. Pero, con relación a la relación entre laParusía y los cristianos en Tesalónica, o fuera de Judea en general, no puede negarse que ellenguaje de este pasaje, como el de muchos otros, indica que fue un suceso en el cual todostenían un interés profundo y personal. Ni es suficiente decir que los más encarnizadosantagonistas del evangelio en Tesalónica eran judíos, y que la revuelta judía fue la señalpara la matanza de los habitantes judíos en casi todas las ciudades del imperio. Puede queesto sea verdad, pero no es toda la verdad, según la enseñanza apostólica. Debemosadmitir, por lo tanto, que, como se desarrolla el esquema escatológico del NuevoTestamento, se hace evidente que la Parusía y los sucesos que la acompañan no serelacionaban con Judea exclusivamente, sino que tenían un aspecto ecuménico o mundial,de modo que los cristianos de todas partes podían buscarla y anhelarla, y saludar su llegada

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como el día de triunfo y de gloria. Al seguir adelante, encontraremos amplia evidencia deeste apecto más amplio del “día de Cristo”, como una gran época en la divina administracióndel mundo.

SUCESOS QUE DEBEN PRECEDER A LA PARUSÍA

1. La Apostasía2. La Revelación del Hombre de Pecado

2 Tes. 2:1-12. “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunióncon él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo depensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra,en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera;porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, elhijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objetode culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotrossabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está enacción el misterio de iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a suvez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señormatará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyoadvenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, ycon todo engaño de iniquidad para lo que se pierden, por cuanto no recibieron el amor dela verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean lamentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que secomplacieron en la injusticia”.

Pocos pasajes han preocupado y desconcertado más a los comentaristas, o han sidoconsiderados hasta la fecha como sumergidos en mayor oscuridad, que el que tenemosdelante de nosotros. No hay razón, sin embargo, para suponer que era ininteligible para lostesalonicenses, pues se refiere a cuestiones que habían sido tema de frecuentesconversaciones entre ellos y el apóstol, y posiblemente no poco de la obscuridad de la quese quejan los expositores surge del hecho de que, para los tesalonicenses, sólo eranecesario dar indicios, más bien que explicaciones completas.

El apóstol comienza declarando los temas sobre los cuales desea corregir a lostesalonicenses. Son: (1) “la venida de Cristo”, y (2) “nuestra reunión con él”. Es evidente queel apóstol las considera simultáneas o, en todo caso, estrechamente relacionadas. ¿Quédebemos entender por “reunirnos con Cristo” en la Parusía? No hay duda de que hay aquíuna referencia a las propias palabras de nuestro Señor, Mat. 26:31: “Y enviará sus ángelescon gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos”, etc. El [juntarán]en el evangelio es evidentemente la [reunión] de la epístola; y tenemos otra referencia almismo suceso y al mismo período en 1 Tes. 4:16,17: “Porque el Señor mismo con voz de

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mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios descenderá del cielo”, etc. Luego, estono puede ser otra cosa que el llamado a los muertos y a los vivos a comparecer ante eltribunal de Cristo.

A los tesalonicenses se les había enseñado a esperar aquella “reunión” grande y solemne;pero parece que pesaba sobre ellos algún malentendido concerniente al tiempo de sullegada. Algunos de ellos se habían formado la opinión de que el “día de Cristo” ya habíallegado en realidad. Es importante observar que nuestra versión inglesa no traduce estapalabra correctamente. El apóstol no dice: “pues el día de Cristo está muy cerca“, sino “puesel día de Cristo está presente, o ha venido en realidad”. La constante enseñanza de Pablo eraque el día de Cristo estaba muy cerca, y se habría contradicho a sí mismo si les hubiesedicho a los cristianos de Tesalónica que aquel día noestaba cerca. Pedro nada es máscomún que encontrar a algunos de nuestros más respetados eruditos y críticos negandoque los apóstoles y los primeros cristianos esperaban la Parusía en sus propios días,basándose en la fuerza de una errónea traducción de esta palabra. Hasta una autoridad taneminente como Moses Stuart dice, en respuesta a Tholuck:

“Esta interpretación (o sea, el pronto advenimiento de Cristo) fue corregida, formal yvigorosamente, en 2 Tes. 2. ¿No es suficiente que Pablo haya explicado sus propiaspalabras? ¿Quién puede aventurarse sin peligro a darles un significado diferente del que élles da?”.

Así lo expresa también Albert Barnes:

“Si Pablo se refiere aquí a su epístola anterior – que podría entenderse fácilmente como queenseñaba que el fin del mundo estaba cerca – tenemos la autoridad del apóstol mismo deque él no se proponía enseñar tal cosa”.

La más singular de todas es la explicación del Dr. Lange:

“La primera epístola [a los tesalonicenses] está impregnada del pensamiento fundamental:“el Señor vendrá pronto”; la segunda, por el pensamiento: “el Señor no vendrá prontotodavía”. Ambas están de acuerdo con la verdad; porque, en la primera parte, la preguntaconcierne a la venida del Señor en su gobierno dinámico en un sentido religioso; y, en lasegunda parte, concierne a la venida del Señor en un sentido definidamente histórico ycronológico”.

¿Qué puede ser más arbitrario y caprichoso que una distinción como ésta? ¿Qué puede sermás empírico que un tratamiento tal de la Escritura, por medio del cual se le hace decir sí yno; afirmar y negar; declarar que un suceso está cercano y distante, al mismo tiempo?¿Quién pretendería interpretar la Escritura si ella hablara un lenguaje tan ambiguo comoéste?

Nos atenemos al “sentido histórico y cronológico definido” de la Parusía, y a ningún otro. Es131/401

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el único sentido que respeta la Palabra de Dios y satisface a la crítica sobria. El apóstol no secorrige a sí mismo, ni se refiere a dos diferentes “venidas”, sino que corrige el error de lostesalonicenses, que afirmaban que el día de Cristo ya había llegado en realidad. En cadacaso en que ocurre la palabra en el Nuevo Testamento, se refiere a lo que es presente, y noa lo que es futuro. A los eruditos griegos es innecesario señalarles esto, pero a los lectoresde habla inglesa puede ser satisfactorio referirlos a las autoridades competentes.

El Dr. Manston, al comparar la fuerza de las palabras y [se acerca] (Sant. 5:8; 1 Ped. 4:17),observa:

“Hay alguna diferencia en las palabras, porque significa se acerca, ya ha comenzado”.

Bengel dice:

“La palabra significa extrema proximidad; porque es presente“.

Whiston, el traductor de Josefo, hace la siguiente observación:

“es aquí, y en muchos otros lugares de Josefo, inmediatamente cerca; y ha de ser expuestaasí en 2 Tes. 2:2, donde algunos pretendían falsamente que Pablo había dicho, verbalmenteo por medio de una epístola, o por ambos medios, “que el día de Cristo estabainmediatamente cerca”; porque Pablo todavía creía claramente que aquel día no estabamuchos años en el futuro”.

El Dr. Paley observa:

“Parecía que los tesalonicenses, o algunos de entre ellos, habían concebido de este pasaje (1Tes. 4:15-17) una opinión (y eso no muy fuera de lo natural) que la venida de Cristo habríade tener lugar instantáneamente, y ese convencimiento había producido, como bien podríahaberlo hecho, mucha agitación en la iglesia”.

Conybeare y Howson traducen:

“Que el día del Señor venga”; añadiendo la siguiente nota: “Literalmente, ‘está presente’. Asíse usa siempre el verbo en el Nuevo Testamento”.

El Dr. Alford comenta así:

“El día del Señor está presente (no ‘está cerca’) ocurre seis veces en el Nuevo Testamento, ysiempre en el sentido de estar presente. Pablo no podría haber escrito lo contrario, ni podríael Espíritu haber hablado otra cosa por medio de él. La enseñanza de los apóstoles era, y ladel Espíritu Santo ha sido en todas las épocas, que el día del Señor está cerca. Pero estostesalonicenses se imaginaban que ya había llegado, y en consecuencia, estabanabandonando todas la ocupaciones de la vida y cayendo en otras irregularidades, como si eldía de gracia hubiese terminado”.

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El mismo malentendido general que prevalece hoy día con respecto al significado de esteversículo hace que entenderlo correctamente sea de la mayor importancia.

Es fácil entender cómo la érrónea opinión de los tesalonicenses había “movido yconturbado” sus mentes. Estaba calculada para producir pánico y desorden. La historia noscuenta que en Europa prevalecía una creencia general hacia finales del siglo décimo de queel año 1000 vería la venida de Cristo, el día del juicio, y el fin del mundo. Al acercarse eltiempo, un pánico general se apoderó de las mentes de los hombres. Muchos abandonaronsus hogares y sus familias, y acudieron a la Tierra Santa; otros entregaron sus tierras a laiglesia, o dejaron de cultivarlas, y el curso entero de la vida ordinaria se alteró y se trastornóviolentamente. Un engaño similar, aunque en menor escala, prevaleció en algunas partesde los Estados Unidos en el año 1843, causando gran consternación entre las multitudes yhaciendo enloquecer a muchas personas. Hechos como éstos muestran la sabiduría que“ocultó el día y la hora” de la venida del Hijo del hombre de modo que, mientras todospueden estar vigilantes, ninguno debe caer en la agitación.

En el tercer versículo, el apóstol indica que “el día de Cristo” debe ser precedido por dossucesos: (1) La llegada de la apostasía, y (2) la manifestación del hombre de pecado”.

Si pudiéramos ponernos en la situación y las circunstancias de los cristianos de Tesalónicacuando esta epístola se escribió; si pudiéramos revivir las esperanzas y los temores, lasexpectativas y las aprensiones, y las agitaciones sociales y políticas de aquel período,podríamos entrar mejor en las explicaciones de Pablo. Sin duda, los tesalonicenses leentendían perfectamente. Como observa correctamente Paley: “Nadie escribeininteligiblemente a propósito”, y no podemos suponer que Pablo les atormentaría conenigmas que sólo les causarían perplejidad y les desconcertarían más que nunca.

La primera pregunta que se presenta es: ¿Son idénticos la “apostasía” y el “hombre depecado”? ¿Apuntan ambos a la misma cosa? En opinión de muchos expositores, quizás de lamayoría, son virtualmente una y la misma cosa. Pero, evidentemente, son cosas distintas yseparadas. La apostasía representa una multitud, el hombre de pecado, una persona; demodo que, aunque puedan estar conectados en algunos respectos, no deben confundirse launa con el otro; pueden existir contemporáneamente, pero no son idénticos.

LA APOSTASÍA

En este momento, Pablo no se espacia en “la apostasía”, sino que, habiéndola mencionadosimplemente como venidera, pasa a describir al “hombre de pecado”. Sin embargo,podemos referirnos aquí al hecho de que la “apostasía” no era ninguna idea nueva para losdiscípulos de Cristo. El Salvador la había predicho expresamente en su discurso profético,Mat. 24:10,12, y en alguna otra parte Pablo da una descripción de la apostasía tan completacomo la da aquí del hombre de pecado. (Véase 1 Tim. 4:1-3; 2 Tim. 3:1-9). Sólo puede

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referirse a aquella deserción de la fe tan claramente predicha por nuestro Señor, y descritapor los apóstoles, como indicación de los “últimos días”. Pero este tema será considerado ensu lugar adecuado.

EL HOMBRE DE PECADO

Al entrar en este campo de la investigación, es de la mayor importancia encontrar algúnprincipio que pueda guiarnos y dirigirnos en la investigación. Hallamos tal principio en laconsideración muy simple y obvia de que el apóstol se refiere aquí a circunstancias queestaban al alcance de los mismos tesalonicenses. Si la palabra del Señor declaró que laParusía misma, que fue precedida por el desarrollo de la apostasía y la aparición delhombre de pecado, caía dentro del período de la generación actual, se deduce que “laapostasía” y “el hombre de pecado” estaban más cerca de ellos que la Parusía. Por otro lado,si suponemos que “la apostasía” y “el hombre de pecado” ocurren mucho más allá de laépoca de los tesalonicenses, ¿de qué serviría darles explicaciones e información sobrecuestiones que no eran para nada urgentes y que, de hecho, no les concernían en absoluto?¿No es obvio que, quienquiera pueda ser el hombre de pecado, debe ser alguien con el cualtenían que ver el apóstol y sus lectores? ¿No está escribiendo para hombres vivos acerca deasuntos en los cuales ellos están intensamente interesados? ¿Por qué delinearía lascaracterísticas de este misterioso personaje para los tesalonicenses si era alguien con elcual los tesalonicenses no tenían nada que ver, del cual no tenían nada que temer, y que nosería revelado sino después de siglos? Es claro que él habla de alguien cuya influencia yaestaba comenzando a sentirse, y cuya furia inicua y anárquica estallaría antes de que pasasemucho tiempo. Todo esto está en la superficie misma, y es obvio e incuestionable. Pero estono es todo. Parece seguro que los tesalonicenses no ignoraban a qué persona se llamabahombre de pecado. No era la primera vez que el apóstol les hablaba del tema. Dice: “¿No osacordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéislo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste”. Este lenguaje indicaclaramente que el apóstol y sus lectores estaban bien familiarizados con el nombre“hombre de pecado” y sabían a quién se le designaba así. Siendo esto así, y pareceincuestionable, el área de investigación se contrae grandemente, y las probabilidades dedescubrimiento aumentan proporcionalmente. Aquello de lo que los tesalonicenses habían“hablado“, lo que habían “recordado” y “sabían”, debe haber sido algo de interés vivo ypresente; resumiendo, debe haber pertenecido a la historia contemporánea.

Pero, ¿por qué no habla el apóstol francamente? ¿Por qué esta reserva y esta reticencia alsugerir oscuramente lo que no menciona por nombre? No era por ignorancia; no podría serpor afectar misterio. Debe haber habido alguna poderosa razón para esta extrema cautela.No hay duda; pero, ¿de qué naturaleza? ¿Por qué acostumbraba, como él dice, hablar tanfrancamente sobre el tema en privado, y luego escribir tan oscuramente en su epístola?Obviamente, porque era peligroso ser más explícito . Por una parte, una indicación era

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suficiente, pues todos podían entender su significado; por la otra, hacer más que unaindicación era peligroso, porque nombrar a una persona podría haberles comprometido, aél y a ellos.

Entonces, ¿de qué dirección podría venir el peligro de usar una libertad de expresióndemasiado grande? Sólo había dos direcciones de las cuales los cristianos de la eraapostólica tenían justa causa para sentir aprensión — el fanatismo de los judíos y los ccelosde los romanos. Hasta ahora, el evangelio había sufrido mayormente de los primeros; portodas partes, los judíos eran los instigadores de “agitar a los gentiles contra los hermanos”.Pero el poder de Roma era celoso, y los judíos sabían bien cómo despertar esos celos; en lamisma Tesalónica, habían levantado el clamor: “Todos éstos se oponen a los decretos deCésar”. ¿Cuál de estas causas, pues, puede haber sellado los labios del apóstol? Temor delos judíos, no, pues nada que él pudiera decir probablemente volvería más encarnizada suhostilidad; ni tenían los judíos ninguna autoridad civil directa con la cual perjudicar la causacristiana. Llegamos a la conclusión, pues, de que era del poder romano del que el apóstolpercibía peligro, y que su reticencia era ocasionada por el deseo de no involucrar a lostesalonicenses en la sospecha de descontento y sedición.

Volvamos ahora a la descripción del “hombre de pecado” que da el apóstol, y tratemos dedescubrir, si es posible, si había algún individuo vivo entonces en el Imperio Romano al cualse le pudiese aplicar.

1. La descripción requiere que busquemos, no un sistema o una abstracción, sino unindividuo, un “hombre”.

2. Evidentemente, no es una persona privada, sino una persona pública. Los poderes con losque está investido implican esto.

3. Es un personaje que ostenta el más alto rango y la más alta autoridad en el estado.

4. Es pagano, no judío.

5. Reclama para sí nombres, prerrogativas, y culto divinos.

6. Pretende ejercer un poder milagroso.

7. Está caracterizado por una enorme impiedad. Es el “hombre de pecado”, es decir, laencarnación y la personificación del mal.

8. Se distingue por su iniquidad como gobernante.

9. Cuando el apóstol escribió, todavía no había llegado a la plenitud de su poder; habíaalgún impedimento o estorbo al pleno desarrollo de su influencia.

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10. El estorbo era una persona; era conocida para los tesalonicenses; y pronto sería quitadade en medio.

11. El “inicuo”, el “hombre de pecado”, estaba condenado a la destrucción. Es el “hijo deperdición“, “a quien el Señor matará“.

12. Su pleno desarrollo, o “manifestación”, y su destrucción han de precederinmediatamente a la Parusía. “El Señor le destruirá con el resplandor de su venida”.

Con estas marcas distintivas en nuestras manos, ¿puede haber alguna dificultad alidentificar a la persona en la cual se encuentran todas estas marcas? ¿Había tres hombresen el Imperio Romano que respondían a esta descripción? ¿Había dos? Seguramente no.Pero había uno, y sólo uno. Cuando el apóstol escribió, estaba en los escalones del tronoimperial — poco más, y se sentaba sobre el trrono del mundo. Es NERÓN, el primero de losemperadores perseguidores; el violador de todas las leyes, humanas y divinas; el monstruocuya crueldad y cuyos crímenes le dan derecho a ser llamado “el hombre de pecado”.

En seguida será evidente para todos los lectores que todas las características de esteespantoso retrato pertenecen a Nerón; pero es notable cuán exacta es la correspondencia,especialmente en los detalles que son más recónditos y oscuros. Es un individuo — unapersona pública — que ostenta el rango más alto en el estado; es pagano, no judío; es unmonstruo de maldad, que pisotea todas las leyes. Pero, cuán notables son las indicacionesque apuntan hacia Nerón en el año en que esta epístola se escribió, digamos el año 52 o elaño 53 D. C. En ese tiempo Nerón no se había “manifestado” todavía; su verdadero carácterno había sido revelado; todavía no había accedido al Imperio. Claudio, su padrastro, vivía, yle estorbaba al hijo de Agripina. Pero ese obstáculo fue pronto eliminado. En menos de unaño, probablemente, después de que la epístola de Pablo fue recibida por lostesalonicenses, Claudio fue “quitado de en medio”, víctima de la letal costumbre de lainfame Agripina, y siendo su hijo también cómplice del asesinato, según Suetonio. Pero el“misterio de iniquidad ya estaba en operación”; la influencia de Nerón debe haber sidopoderosa en los últimos días del desdichado Claudio; probablemente ya se estabanfraguando los mismos complots que prepararon el camino para el ascenso al trono porparte de los asesinos. Algunos meses más tarde verían el advenimiento al trono del mundopor parte de un bellaco cuyo nombre ha quedado en la picota de la eterna infamia como elmás brutal de los tiranos y el más vil de los hombres.

Las restantes notas de la descripción no son menos fieles al original. El reclamar honoresdivinos; el oponerse y exaltarse por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto deculto; el sentarse en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios; todos son distintivos deNerón.

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En realidad, el asumir prerrogativas divinas era común a todos los emperadores romanos.“Divus“, dios, se inscribía en sus monedas y estatuas. Podría decirse que el Emperador “seexaltaba por encima de todo lo que se llama Dios, o es objeto de culto”, monopolizandopara sí todo culto. Este hecho es puesto en resaltado en las siguientes observaciones deDean Howson:

“En aquel tiempo, la imagen del Emperador era objeto de reverencia religiosa; era unadeidad en la tierra; y el culto que se le rendía era un culto verdadero. Es un pensamientonotable que, en aquellos tiempos, (haciendo a un lado formas decadentes de religión), losúnicos dos cultos legítimos en el mundo civilizado eran el culto a Tiberio o a Nerón por unaparte, y el culto a Cristo, por la otra”.

El intento de Calígula de erigir su estatua en el templo de Dios en Jerusalén había llevado alos judíos al borde de la rebelión, y es posible que este hecho pueda haber dado su formapeculiar a la descripción del apóstol. Ciertamente le sugirió a Grocio que Calígula debía serla persona que se tenía la intención de representar; pero la fecha de la epístola haceinsostenible esta opinión. Nerón, sin embargo, no era menos que ninguno de suspredecesores en su impía asunción de prerrogativas divinas. Dio Casio nos informa que,cuando regresó victorioso de los juegos griegos, entró a Roma en triunfo, y fue aclamadocon expresiones como éstas: “¡Nerón, el Hércules! ¡Nerón, el Apolo! ¡Augusto! ¡Augusto! ¡Vozsagrada! ¡Eterno!” En todo esto, vemos suficiente evidencia de la asunción de la asunción dehonores divinos por parte de Nerón.

Lo mismo ocurre con respecto a otra nota en este bosquejo — la simulación de milagros.“Cuyo aadvenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigiosmentirosos” (ver. 9). Esta simulación sigue casi como cosa natural a la asunción de lasprerrogativas de la deidad.

Debe suponerse que al Divus imperial se le acreditaba la posesión de poderessobrenaturales; y encontramos una interesante aclaración de este tema en Apoc. 12:13-15.En esta etapa de la investigación, sin embargo, no sería deseable entrar en esa región desimbolismo, aunque echaremos mano plenamente de esta ayuda en el momento oportuno.

Además, “el hombre de pecado” está condenado a perecer. Es el “hijo de perdición“, unnombre que lleva en común con Judas, e indica la certeza y lo completo de su destrucción.“El Señor le matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida”. Enesta significativa expresión, tenemos una nota del tiempo en que el hombre de pecado estádestinado a perecer, marcado con singular exactitud. Es la venida del Señor, la Parusía, laque ha de ser la señal de su destrucción; no todo el esplendor de ese suceso, tanto como laprimera apariencia o alborada de él. Alford (siguiendo a Bengel) señala muy correctamenteque la traducción “resplandor de su venida” debe ser la “apariencia de su venida”, y cita lasublime expresión de Milton: “Su venida resplandeció desde lejos”. Bengel, con finadiscriminación, observa: “Aquí la apariencia de su venida, o, en todo caso, los primeros

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destellos de su venida, ocurren antes de la venida misma”. Evidentemente, esto implica que elhombre de pecado estaba destinado a perecer, no en la llamarada de la Parusía, sino en elprimer esbozo o comienzo. Ahora, ¿qué encontramos en realidad? Recordando cómo estáconectada la Parusía con la destrucción de Jerusalén, encontramos que la muerte de Nerónprecedió al suceso. Tuvo lugar en el mes de junio del año 68 D.C., en medio de la guerrajudía que terminó en la captura y la destrucción de la ciudad y el templo. Podría, por lotanto, decirse justamente que “la apariencia, o alborada, de la Parusía” [] fue la señal de ladestrucción del tirano.

No se sigue que la muerte de Nerón sería causada por un agente sobrenatural inmediatoporque se dice que “el Señor le matará con el espíritu de su boca”, etc. Herodes Agripa fueherido por el ángel del Señor, pero esto no excluye la operación de causas naturales: “fuecomido de gusanos, y expiró” (Hech. 12:23). De la misma manera, Nerón fue alcanzado porel juicio divino, aunque recibió su golpe de muerte de la espada del asesino, o por su propiamano.

Finalmente, es apenas necesario probar el título de Nerón con la denominación de “hombrede pecado”. Se observará que es el libertinaje de su carácter personal lo que lo sella coneste epíteto distintivo, como si fuera la personificación y la representación mismas del vicio.Tal, de hecho, es Nerón, cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de todo lo que es bajo,cruel, y vil; el mayor en rango y el más bajo en carácter en el mundo romano: un monstruode maldad aun entre los paganos, que no se andaban con remilgos morales y estabanfamiliarizados con la más corrupta sociedad sobre la faz de la tierra. La siguientedescripción gráfica del carácter de Nerón ha sido tomada de Conybeare y Howson:

“Desde este distinguido estrado preside el representante de la más poderosa monarquíaque jamás existió — el gobernante absoluto de todo el mundo ccivilizado. Pero la reverenteadmiración que su posición sugería naturalmente se transformó en desprecio yaborrecimiento hacia el carácter del soberano que ahora presidía aquel supremo tribunal.Porque Nerón era un hombre a quien ni siquiera el terrible atributo de “poder igual a losdioses” podía hacer augusto, excepto en el título. El temor y el horror que despertaban suomnipotencia y su crueldad se mezclaban con el desprecio por su innoble sed de alabanza ysu desvergonzado libertinaje. Todavía no se había hundido en aquella extravagancia de latiranía que, en un período posterior, agotó la paciencia de sus súbditos y causó sudestrucción. Hasta ahora sus medidas públicas habían estado guiadas por sabiosconsejeros, y su crueldad había perjudicado a su propia familia más bien que al estado. Peroya, a la edad de veinticinco años, había asesinado a su inocente esposa y a su hermanoadoptivo, y se había teñido las manos con la sangre de su madre. Sin embargo, aun estasenormidades parecen haber asqueado a los romanos menos que el haber prostituído lapúrpura imperial tocando públicamente como músico en escena y como auriga en el circo.

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Su degradante falta de dignidad y su insaciable apetito por el aplauso vulgar arrancabalágrimas de sus consejeros y los siervos de su casa, que le veían asesinar sin remordimientoa sus parientes más cercanos”.

Pero hay probablemente otra razón para que Nerón haya sido marcado con este epíteto. Elnombre “hombre de pecado” no era desconocido en la historia hebrea. Ya se le habíaaplicado a alguien que, no sólo era un monstruo de crueldad e impiedad, sino también unencarnizado enemigo y perseguidor del pueblo judío. No habría sido posible pronunciar unnombre más odioso a oídos judíos que el de Antíoco Epífanes. Fue el Nerón de su época, elinveterado enemigo de Israel, el profanador del templo, el sanguinario perseguidor delpueblo de Dios. En el libro primero de los Macabeos, encontramos el nombre “el hombrepecador” [] dado a Antíoco (1 Mac. 2:48,62), y parece muy probable que el personaje quenos ocupa estaba destinado a sufrir una suerte similar a la de Antíoco, el implacable tirano yperseguidor que se convirtió en monumento a la ira de Dios.

El paralelo entre “el hombre de pecado” y Antíoco Epífanes es observada particularmentepor Bengel, quien señala que la descripción del primero en el ver. 4 ha sido tomadaprestada de la descripción del último en Daniel 11:36. Vale bien la pena citar el comentariode Bengel:

“Esto, pues, es lo que Pablo dice: La ciudad de Cristo no viene, a menos que se cumpla (en elhombre de pecado) lo que Daniel predijo de Antíoco; la predicción es más apropiada delhombre de pecado, que corresponde a Antíoco, y es peor que él”.

Encontraremos en la secuela que éste no es el único pasaje en el cual se hace referencia aAntíoco Epífanes como el prototipo de Nerón.

Pero puede que se haga la pregunta: ¿Por qué preocuparía tanto al apóstol y a los cristianosde Tesalónica la revelación de Nerón en su verdadero carácter? No hay que ir lejos paraencontrar la respuesta. Era la ferocidad de este monstruo inicuo que primero desató todo elpoder de Roma para aplastar y destruir el nombre de cristiano. Fue por medio de él que sederramarían torrentes de sangre inocente y se infligirían las más intensas torturas ainofensivos cristianos. Fue ante este sanguinario tribunal que Pablo habría de comparecer ysuplicar por su vida, y fueron los labios de este tribunal que habrían de proferir la sentenciaque le condenaba a una muerte violenta. Pero, más que esto, fue bajo Nerón, y por órdenessuyas, que se inició la guerra final de los judíos, y que se abrió el capítulo más oscuro en losanales de Israel, un capítulo que terminó con el sitio y la captura de Jerusalén, la destruccióndel templo, y la extinción del sistema nacional. Esta era la consumación predicha pornuestro Señor como “el fin del tiempo” [] y la “venida de su reino”. La revelación del hombrede pecado, pues, como antecedente de la Parusía, era una cuestión que concerníaprofundamente a todos y cada uno de los discípulos cristianos.

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Ahora podemos entender por qué el apóstol usó tanta cautela al escribir sobre un temacomo éste. No fue porque prefería la oscuridad de un oráculo, sino por motivosprudenciales de la naturaleza más inteligible. Había en Tesalónica muchos ojos fisgones ymuchas lenguas calumniadoras, que sólo esperaban una oportunidad para denunciar a loscristianos como hombres desafectos y sediciosos, secretos maquinadores contra laautoridad de César. Escribir abiertamente sobre estos temas sería indiscreto y peligroso enel más alto grado. Ni era necesario, porque ellos habían discutido estos asuntos antes enmás de una conversación en privado. “¿No os acordáis”, pregunta, “que cuando yo estabatodavía con vosotros, os decía esto?”. Más que atisbos eran innecesarios para lostesalonicenses, porque ellos tenían una clave de lo que él quería decir, una clave que loslectores subsiguientes no tenían. Ni hay que asombrarse mucho si la oscuridad ha rodeadola enseñanza del apóstol sobre este tema. Sucesos que para los contemporáneos estánllenos de intenso interés, a menudo no sólo carecen de interés sino que se vuelvenininteligibles para la posteridad. Y sin embargo, es un poco extraño que la muy obviareferencia a la historia contemporánea, y a Nerón, haya sido pasada por alto de modo tangeneral. Esta es la más antigua interpretación del pasaje en relación con el hombre depecado. Crisóstomo, comentando el misterio de inquidad, dice: “Él (Pablo) habla aquí deNerón como tipo del anticristo; porque él también deseaba ser considerado dios”. A estaopinión se refieren también Agustín, Teodoreto, y otros. Bengel, refiriéndose al obstáculocontra la manifestación del hombre de pecado, dice: “Los antiguos creían que Claudio eraeste obstáculo: de aquí que parezca que ellos consideraban a Nerón, el sucesor de Claudio,el hombre de pecado. Moses Stuart ha reunido a gran número de autoridades paraidentificar a Nerón como el hombre de pecado. Stuart observa: “La idea de que Nerón era elhombre de pecado mencionado por Pablo, y el anticristo mencionado tan a menudo en lasepístolas de Juan, prevaleció extensamente y por mucho tiempo en la iglesia primitiva”. Ynuevamente: “Agustín dice: ‘¿Qué significa la declaración de que el misterio de iniquidad yaestá en operación? … Algunos suponen que esto se refiere al emperador romano, y que, porlo tanto, Pablo no hablaba en palabras sencillas porque no deseaba incurrir en la acusaciónde calumnia por haber hablado mal del emperador romano: aunque siempre esperaba quelo que había dicho se entendiera como que se aplicaba a Nerón”.

Consideramos como un hecho de peculiar importancia el que se haya descubierto que unaconclusión a la que se ha llegado con un fundamento bastante independiente tiene laaprobación de algunos de los más importantes nombres ded la antigüedad. Sin embargo,no estamos dispuestos en absoluto a hacer descansar esta interpretación en autoridadesexternas; nos sentimos inclinados a creer que la evidencia interna a favor de laidentificación de Nerón como el hombre de pecado casi equivale, si no equivalecompletamente, a una demostración. Pero, todavía tenemos que ocuparnos de laconfirmación de este hecho, proporcionada por el Apocalipsis, que creemos convencerá acada mente sincera.

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Sería incorrecto pasar adelante de la consideración de este pasaje profundamenteinteresante sin hacer algunas observaciones sobre lo que puede llamarse la interpretaciónprotestante popular, que encuentra aquí el surgimiento y el desarrollo del papado eidentifica al Papa como el hombre de pecado. En muchos respectos, esta interpretación estan plausible, y los puntos de correspondencia son tan numerosos, que no es sorprendenteque haya encontrado favor quizás con la mayoría de los comentaristas. Hay ciertasemejanza familiar entre todos los sistemas de superstición y tiranía, que hace probableque algunas de las características que distinguen a uno pueden ser encontrados en todos.Pero pocos expositores de algún peso argumentan actualmente que todas las notasdescriptivas del hombre de pecado se han de encontrar en el Papa. Dean Alford observacon razón:

“En la característica del ver. 4, el Papa no cumple la profecía, y nunca la cumplió. Haciendolugar para todas las notables coincidencias con la última parte del versículo que se hanaducido tan abundantemente, no se puede jamás demostrar que él cumple la primeraparte; tan lejos está él de ello, que la adoración abyecta y la sumisión a él nunca han sidouna de sus más notables peculiaridades. La segunda objeción, de carácter externo ehistórico, es aún más decisiva. Si el papado es el anticristo, entonces la manifestación haocurrido y ha durado casi mil quinientos años; y sin embargo, no ha llegado todavía el díadel Señor que, en términos de nuestra profecía, debe ser precedido inmediatamente portales manifestaciones”.

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLAS APOSTÓLICAS

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLAS A LOS CORINTIOS

Se cree que las dos epístolas a la iglesia de Corinto fueron escritas en el mismo año (57 D.C.). El contenido es más variado que el de las Epístolas a los Tesalonicenses, peroencontramos muchas alusiones a la esperada venida del Señor. Esa era la consumación a lacual, según Pablo, se apresuraban todas las cosas, y la que esperaban ansiosos todos loscristianos. Está representada como el día decisivo en que todas las dudas y dificultades delpresente se resolverían y todas sus injusticias serían corregidas. Que este granacontecimiento era considerado por el apóstol como inminente queda implícito en cadaalusión al tema, mientras que en varios pasajes se afirma expresamente en otras tantaspalabras.

LA PRIMERA EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS

ACTITUD DE LOS CRISTIANOS DE CORINTOEN RELACIÓN CON LA PARUSÍA

1 Cor. 1:7,8. “… esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, el cual también osconfirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo”.

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La actitud de expectación en que estaban los corintios se indica aquí claramente, aunque esexpresada débilmente a través de la traducción “esperando”. La frase usada por el apóstoles la misma de Romanos 8:19, donde la creación entera es representada como “gimiendocon dolores de parto esperando la manifestación de los hijos de Dios” []. Conybeare yHowson traducen: “Esperando ansiosamente el tiempo en que nuestro Señor Jesucristo searevelado a la vista”. Esta actitud implica claramente que se entendía que el objeto esperadoestaba cerca; pues es obvio que, si estuviese a gran distancia, la espera ansiosa y anhelantesólo terminaría en un amargo desengaño. Puede preguntarse: ¿No esperaban el día deCristo los santos del Antiguo Testamento? ¿No se regocijó Abraham de ver el día de Él, y noera aquella una esperanza distante? Cierto, pero a los santos del Antiguo Testamento no lesfue dado en ninguna parte entender que la primera venida de Cristo tendría lugar en suspropios días, ni dentro de los límites de su propia generación, ni se les instaba y exhortaba avelar constantemente, esperando y anhelando la venida del Señor. No tenemos ningunarazón en absoluto para suponer que sus mentes estaban constantemente en tensión, y quesus ojos se esforzaban ansiosamente esperando el advenimiento, como sucedía con loscristianos de la era apostólica. El caso del anciano Simeón es el paralelo correcto de losprimeros cristianos. Se le reveló que no vería muerte sino hasta que hubiese visto al ungidodel Señor; esperaba, pues, “la consolación de Israel”. De la misma manera, se les reveló a loscristianos de la era apostólica que la Parusía tendría lugar en sus propios días; el Señorhabía asegurado este hecho claramente, una y otra vez, a sus discípulos. Así que ellosacariciaban esta esperanza de vivir para ver el día anhelado, y tanto más a causa de lossufrimientos y las persecuciones a que estaban expuestos. Como los tesalonicenses,consideraban la muerte como una calamidad, porque parecía frustrar la esperanza de ver alSeñor “viniendo en su reino”. Deseaban estar “vivos y quedar hasta la venida del Señor”.Bilroth observa: “La [revelación] se refiere al advenimiento visible de Cristo, un suceso quePablo y los creyentes de aquellos días se imaginaban que tendría lugar dentro del términode una vida ordinaria, de modo que muchos de ellos estarían vivos cuando esto ocurriese.Aquí Pablo alaba a los corintios por esperarlo”. Evidentemente, el crítico considera estaopinión como un engaño. Pero, ¿de dónde derivaban esta esperanza los cristianosprimitivos? ¿No era de la enseñanza de los apóstoles y de las palabras de Cristo? Decir queera una opinión errada es asestar un golpe a la autoridad de los apóstoles comoinformantes dignos de confianza de las palabras de Cristo y de los exponentes competentesde su doctrina. Si pudieron equivocarse tan flagrantemente en un hecho sencillo, ¿quéconfianza puede tenérseles a sus enseñanzas relativas a las cuestiones más difíciles dedoctrinas y deberes?

La confianza expresada por el apóstol de que los cristianos de Corinto serían confirmadoshasta el fin, y de que serían hallados irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo,recuerda su oración por los tesalonicenses: “Para que sean afirmados vuestros corazones,irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro SeñorJesucristo con todos sus santos” (1 Tes. 3:13). Los dos pasajes son exactamente paralelos ensignificado, y se refieren al mismo punto en el tiempo, “el fin”, la “Parusía”. Obviamente, con

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“el fin” el apóstol no quiere decir el “fin de la vida”; no es un sentimiento general como el queexpresamos cuando hablamos de ser “fieles hasta el fin”; tiene un significado definido, y serefiere a un tiempo particular. Es “el fin” [] de que habló nuestro Señor en su discursoprofético en el Monte de los Olivos (Mat. 24:6, 13, 14). Es “el fin del tiempo” [] de Mateo13:40, 49). Es “el fin” [entonces vendrá el fin] (1 Cor. 15:24. Véase también Heb. 3:6,14; 6:11;9:26; 1 Ped. 4:7). Todas estas formas de expresión [,,] se refieren a la misma época, es decir,la terminación del eón judío o la era judía, o sea, la dispensación mosaica. Esto es señaladopor Alford en su nota sobre el pasaje que tenemos delante: “Hasta el fin”, es decir, hasta el ,no meramente “hasta el fin de vuestras vidas”. Se refiere, por lo tanto, no a la muerte, queles llega a diferentes individuos en momentos diferentes, sino a un suceso específico, nomuy distante, la Parusía, o la venida del Señor Jesucristo.

No menos definida es la frase “el día de nuestro Señor”, etc. Las alusiones a este período enlos escritos apostólicos son muy frecuentes, y todas apuntan a una gran crisis que seaproximaba rápidamente, el día de redención y recompensa para el sufriente pueblo deDios, el día de retribución e ira para los enemigos y perseguidores de Dios.

EL CARÁCTER JUDICIAL DEL“DÍA DEL SEÑOR”

1 Cor. 3:13.– “La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por elfuego será revelada; y la obra de cada uno sea cual sea, el fuego la probará”.

En este pasaje, hay nuevamente una clara alusión al “día de Señor” como un día dediscriminación entre el bien y el mal, entre lo precioso y lo vil. El apóstol se compara a símismo y compara a sus compañeros obreros al servicio de Dios con trabajadoresempleados en la construcción de un gran edificio. Ese edificio es la iglesia de Dios, cuyoúnico fundamento es Cristo Jesús, fundamento que él (el apóstol) había echado en Corinto.Luego advierte a cada obrero que debe mirar bien la clase de material con el cual élconstruyó sobre ese único fundamento: es decir, qué clase de individuos introdujo en lacomunidad de la iglesia de Dios. Venía el día que sometería a prueba la calidad de la obra decada uno: debía pasar por una prueba ardiente; y en ese abrasador escrutinio, los frágiles ylos inútiles tendrían que perecer, mientras que los buenos y los leales permaneceríanincólumes. El constructor imprudente podría ciertamente escapar, pero su obra seríadestruída, y él perdería la recompensa de la cual habría podido disfrutar si hubieseconstruido con mejores materiales.

No puede haber ninguna duda acerca de a qué día se hace referencia aquí. Es el día deCristo, la Parusía. Se dice que esto será revelado “por el fuego“, y surge la pregunta: ¿Es laexpresión literal o metafórica? Se notará que el pasaje entero es figurado: el edificio, losconstructores, los materiales; podemos concluir, por lo tanto, que el fuego es figuradotambién. Las cualidades morales no son probadas de la misma manera que las substanciasmateriales. El apóstol enseña que se acerca un escrutinio material de la obra de la vida del

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obrero cristiano. El “que tiene ojos como llama de fuego” viene para “escudriñar la mente ylos corazones, y dar a cada uno según sus obras” (Apoc. 2:18,23). ¿Cuán claramente seconectan estas representaciones del “día del Señor” con las palabras proféticas deMalaquías: “¿Quién podrá soportar el tiempo de su venida? Porque él es como fuegopurificador”. “Porque he aquí viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios ytodos los que hacen maldad serán estopa” (Mal. 3:2,3; 4:1). De manera semejante, Juan elBautista representa el día de la venida de Cristo como “revelado en fuego”, “Quemará lapaja en fuego que nunca se apagará” (Mat. 3:12). Véase también 2 Tesa. 1:7,8, etc.

Pero, si alguno estuviese dispuesto a sostener que aquí el fuego no es enteramentemetafórico, un caso que no es improbable podría construirse fácilmente. En el punto centraldonde esa revelación tuvo lugar, la ciudad y el templo de Jerusalén, la Parusía estuvoacompañada de fuego muy literal. En aquel horno ardiente en que pereció todo lo que erade lo más venerable y sagrado en el judaísmo, los hombres pudieron ver muy bien elcumplimiento de las palabras del apóstol: “aquel día será revelado con fuego”.

Entonces, puesto que la Parusía coincide en un punto del tiempo con la destrucción deJerusalén, se sigue que el período de zarandeo y prueba al que se alude aquí – el día queserá revelado en fuego – es también contemporáneo con aquel suceso. De lo contrario, porla hipótesis de que este día todavía no ha llegado, somos llevados a la conclusión de que “laprueba de la obra de cada uno” no ha tenido lugar todavía; que ningún juicio se hapronunciado todavía sobre la obra de Apolos, Cefas, o Pablo, o de sus compañeros obreros;todavía hay que establecer con qué clase de material construyó cada uno el templo de Dios;que los obreros no han recibido su recompensa todavía. Porque el gran día de prueba noha llegado todavía, y el fuego no ha probado la obra de cada uno para saberse de qué clasees. Pero esto es reductio ad absurdum, y demuestra que tal hipótesis es insostenible.

EL CARÁCTER JUDICIALDELDÍA DEL SEÑOR

1 Cor. 4:5. “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cualaclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; yentonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”.

1 Cor. 5:5. “A fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor”.

En estos dos pasajes, la Parusía es representada como un tiempo de investigación ydecisión judiciales. Es el tiempo en que los caracteres y los motivos serán revelados, y cadauno recibirá su medida apropiada de alabanza o culpa. El apóstol desaprueba los juiciosapresurados y malinformados, aparentemente no sin alguna razón personal, y los exhorta aesperar “hasta que venga el Señor”, etc. ¿No implica esto manifiestamente que él pensabaque ellos no tendrían que esperar mucho? ¿Dónde quedaría la razonabilidad de su

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exhortación si no hubiese la expectativa de vindicación o retribución en los siglos por venir?Es la consideración misma de que el día ha llegado lo que constituye la razón para lapaciencia ahora.

De manera semejante, el caso del miembro ofensor en la iglesia de Corinto apunta a untiempo de retribución que se acercaba rápidamente. Pablo arguye que el efecto de ladisciplina presente ejercida por la iglesia puede demostrar ser la salvación del ofensor “en eldía del Señor”. Ese día, pues, es el período en que se decide la condenación o la salvación delos hombres. Pero, suponiendo que el día del Señor no ha llegado, se deduce que el día dela salvación no ha llegado, ni para el apóstol mismo, ni para los cristianos de Corinto, ni parael ofensor a quien Pablo llama a la iglesia para que lo censure. Todo esto muestraclaramente que el apóstol creía y enseñaba la pronta venida del día del Señor.

CERCANÍA DE LA CONSUMACIÓNQUE SE APROXIMA

1 Cor. 7:29-31. “Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los quetienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que sealegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los quedisfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo sepasa”.

Ninguna palabra podría mostrar más claramente la profunda impresión en la mente delapóstol de que una gran crisis estaba cerca, una crisis que afectaría profundamente todaslas relaciones de la vida y todas las posesiones de este mundo. Este lenguaje, como sehablaba en aquel tiempo, tenía una importancia muy diferente de la que tiene en estostiempos. Estas no son las trivialidades ordinarias acerca de la brevedad del tiempo y lavanidad del mundo, los clásicos temas comunes de moralistas y teólogos. El tiempo essiempre corto, y el mundo siempre es vano; pero hay un énfasis y una urgencia en laafirmación del apóstol que implican una especialidad en el tiempo que entonces erapresente; él sabía que ellos estaban al borde de una gran catástrofe, y que todos losintereses y todas las posesiones terrenales eran de una duración ligera e incierta. No esnecesario preguntar cuál era aquella catástrofe que se esperaba. Era la venida del día delSeñor a la que ya se ha aludido, y cuya cercana aproximación está implícita en todas susexhortaciones. Alford expresa correctamente la fuerza de la expresión: “el tiempo es corto”,es decir, “el intervalo entre ahora y la venida del Señor ha llegado a un períodoextremadamente acortado”. Pero, desafortunadamente, sigue adelante y trata la opinión dePablo como un error: “Desde que él escribió, el desarrollo de la providencia de Dios nos haenseñado más acerca del intervalo entre la venida del Señor que lo que se le dejó ver aun aun apóstol inspirado”. Cuál podría ser la opinión privada de Pablo con respecto a la fecha dela Parusía, o qué ocurriría cuando llegase, no lo sabemos, y sería inútil especular; perotenemos derecho a concluir que, en su enseñanza oficial (salvo cuando declaradirectamente que expresa su propia opinión), él era el órgano de expresión de una

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inteligencia mayor que la suya. En realidad, no somos competentes para decir hasta dóndepueda haberse extendido el impacto de la tremenda convulsión que tuvo lugar al “fin delsiglo”, pero cada uno puede ver que las exhortaciones del apóstol habrían sidopeculiarmente apropiadas dentro de los límites de Palestina. Al proseguir esta investigación,el área afectada por la Parusía parece crecer y expandirse; es más que una crisis nacional:se convierte en una crisis ecuménica. Ciertamente debemos inferir de la representación delos apóstoles, así como de los dichos del Maestro, que la Parusía tenía un significado paralos cristianos en todas partes, ya sea dentro o fuera de los confines de Judea. Es máscorrecto preguntar acerca de la verdadera importancia de la doctrina de los apóstoles sobreeste tema, que suponer que estaban errados e inventar excusas para su error. Si es unerror, es común a la totalidad de la enseñanza del Nuevo Testamento, y nos encontraremoscon él en los escritos de Pedro y de Juan, pues ellos, no menos que Pablo, declaran que “elfin de todas las cosas se acerca”, y que “el mundo pasa y sus deseos” (1 Pedro 4:7; 1 Juan2:17).

EL FIN DE LOS SIGLOSYA HA LLEGADO

1 Cor. 10:11. “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas paraamonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” [a quienes hanllegado los fines de los siglos].

La frase “los fines de los siglos” [] equivale a “el fin del siglo” [], y a “el fin” []. Todas se refierenal mismo período, es decir, el fin de la era, o dispensación, judía, que ahora se acercaba. Seobservará que, en este capítulo, Pablo junta algunos de los incidentes históricos quetuvieron lugar al comienzode aquella dispensación, pues servían de advertencia para losque vivían cerca de su terminación. Evidentemente, Pablo consideraba la historia primitivade la dispensación, especialmente por cuanto era sobrenatural, como de carácter típico yeducativo. “Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnosa nosotrosm, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”. Esto no sólo afirma el caráctertípico de la economía judía, sino que demuestra que el apóstol la consideraba a punto deexpirar.

Conybeare y Howson tienen la siguiente nota sobre este pasaje: “La venida de Cristo era “elfin de las edades”, es decir, el comienzo de un nuevo período de en la existencia del mundo.Así que, casi la misma frase se usa en Hebreos 9:26. Una expresión similar ocurre cincoveces en Mateo, significando la venida de Cristo a juicio”. Esta nota no distingue con exactitudcuál venida de Cristo era el fin del siglo. Es la Parusía, la segunda venida, la que es siemprerepresentada así. Se creyó que ese suceso, pues, estaba cerca cuando se declaró que el findel siglo, o de los siglos, había llegado.

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Se dice a veces que el período entero entre la encarnación y el fin del mundo es consideradoen el Nuevo Testamento como “el fin del siglo”. Pero esto tiene una manifiestaincongruencia en el frente mismo. ¿Cómo podría ser el fin de un período ser de larga yprolongada duración? Especialmente, ¿cómo podría ser el fin mayor que el período del cuales el fin? Ha transcurrido ya más tiempo desde la encarnación que el transcurrido desde elmomento en que se dio la ley hasta la primera venida de Cristo; de modo que, según estahipótesis, el fin del siglo es mucho más largo que el siglo mismo. A tales paradojas sonconducidos los intérpretes por una falsa teoría. Pero, así como en una teoría verdadera enla ciencia, cada hecho encaja fácilmente en su lugar, y apoya a todo el resto, así también enuna teoría verdadera de interpretación cada pasaje encuentra una fácil solución. ycontribuye con su parte a sostener la corrección del principio general.

SUCESOS QUE ACOMPAÑANA LA PARUSÍA

La Resurrección de los Muertos; la Transformación delos Vivos; la Entrega del Reino

Al entrar en esta grande y solemne porción de la Palabra de Dios, deseamos hacerlo conprofunda reverencia y humildad de espíritu, temiendo apresurarnos donde los ángelespodrían temer pisar; y ansiosamente solícitos, “extraer de las palabras inspiradas lo que hayrealmente en ellas, y no poner en ellas nada que no esté realmente allí”.

También, nos aventuramos a rogar la sinceridad judicial del lector. Puede que se le hagauna demanda de paciencia que al principio apenas pueda estar preparado para satisfacer.Las antiguas tradiciones y las opiniones preconcebidas no tienen paciencia con lascontradicciones, y hasta la verdad puede a menudo estar en peligro de ser desdeñada comotontería sólo porque es novedosa. El lector puede tener la seguridad de que cada palabra seexpresará con toda honestidad, después de haber agotado todos los esfuerzos paradescubrir el verdadero significado del texto, y con un espíritu de lealtad y sumetimiento a lasuprema autoridad de las Escrituras. No le toca al intérprete vindicar los dichos de lainspiración; todo su cuidado debería consistir en descubrir cuáles son esos dichos.

……….

1 Cor. 15:22-28. “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos seránvivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son deCristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando hayasuprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hastaque haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que serádestruido es la muerte. Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice

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que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquél que sujetó a éltodas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijomismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”.

Si bien no cae dentro del ámbito de esta investigación entrar en una exposición detallada depasajes que no afectan directamente la cuestión de la Parusía, parece necesario que nosrefiramos al estado de opinión en la iglesia de Corinto que dio ocasión al argumento y laamonestación de Pablo. La resurrección de Cristo Jesús de entre los muertos es uno de losgrandes testimonios de la verdad del cristianismo mismo. Si esto es verdad, todo es verdad;si es falso, la estructura entera cae al suelo. En el breve resumen de las verdadesfundamentales del evangelio, resumen que fue dado por el apóstol al comienzo de estecapítulo, se hizo énfasis especial en el hecho de la resurrección de Cristo, y en la evidenciaen la cual descansaba. Era “según las Escrituras”. Fue confirmada por el positivo testimoniode testigos presenciales: “Y apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a másde quinientos hermanos a la vez”, la mayoría de los cuales estaban vivos todavía cuando elapóstol escribió. Después de eso, fue visto por Jacobo; luego, por todos los apóstoles. “Y alúltimo de todos, me apareció a mí”. El énfasis puesto en la palabra apareció no puede dejarde ser subrayada. La evidencia es irresistible; es demostración ocular, testificada, no poruno, ni por dos, sino por una multitud de testigos, hombres que no mentirían, y que nopodían ser engañados.

Y, sin embargo, parece que había algunos corintios que decían que “no hay resurrección delos muertos”. Nos parece incomprensible cómo una negación tal podía ser compatible conun discipulado cristiano. No se dice, sin embargo, que ellos cuestionaban el hecho de laresurrección de Cristo, aunque el apóstol muestra que los principios de ellos conducían aesa conclusión. Su argumento para ellos es un reductio ad absurdum. Los pone en un estadode negación en blanco, en el cual no hay ningún Cristo, ningún cristianismo, ningunaveracidad apostólica, ninguna vida futura, ninguna salvación, ninguna esperanza. Hancavado el terreno bajo sus propios pies, y se han quedado sin un Salvador, en tinieblas y endesesperación.

Pero, como hemos dicho, ellos no parecen haber negado el hecho de la resurrección deCristo; por el contrario, éste es el argumento pr medio del cual el apóstol les convence deque su posición es absurda. Si no hubiesen admitido esto, el argumento del apóstol nohabría tenido ningún poder, ni habrían podido ser considerados creyentes cristianos enabsoluto.

Las epístolas a los tesalonicenses, sin embargo, arrojan alguna luz sobre este extrañoescepticismo. Una opinión no muy diferente parece haber prevalecido en Tesalónica. Así,por lo menos, lo inferimos de 1 Tesa. 4:13, etc. Se habían entregado a la desesperación acausa de la muerte de algunos de sus amigos antes de la venida del Señor. Parecen haberconsiderado esto como una calamidad que excluía a los fallecidos de una participación enlas bendiciones que esperaban a la revelación de Cristo Jesús. El apóstol calma sus temores

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y corrige sus errores declarando que los santos que han partido no sufrirán ningunadesventaja, sino que serán levantados otra vez a la venida de Cristo, y entrarán, junto conlos vivos, en la presencia y el gozo del Señor.

Esto muestra que había dudas sobre la resurrección de los muertos en la iglesia deTesalónica, así como en la de Corinto; y es muy probable que estas dudas fueran de lamisma naturaleza en ambas iglesias. El ansioso deseo de todos los cristianos era estar vivosa la venida del Señor. La muerte, pues, era considerada una calamidad. Pero no habría sidouna calamidad si hubiesen estado conscientes de que habría una resurrección de losmuertos. Esta era la verdad que, o no sabían, o no creían. Pablo trata la duda en Tesalónicacomo ignorancia, en Corinto como error; y es muy probable que, entre una gente tanengreída y tan pragmática como los corintios, esta opinión asumiera una forma másdecidida y más peligrosa. Puede observarse también que el apóstol trata el caso de lostesalonicenses con mucho del mismo razonamiento con que trata el de los corintios, esdecir, con una apelación al hecho de la resurrección de Cristo: “Si creemos que Cristo murióy resucitó”, etc. (1 Tes. 4:14). Ambos casos, pues, son muy similares, si no precisamenteparalelos. Podemos imaginar fácilmente que, para los primeros cristianos, que a menudosufrían encarnizada persecución, y que observaban ávidamente esperando la venida delSeñor, debe haber sido un doloroso chasco ser arrebatados por la muerte antes delcumplimiento de sus esperanzas. Añádase a esto la dificultad que la idea de la resurrecciónde los muertos presentaría naturalmente a los conversos gentiles (1 Cor. 15:35). Era unadoctrina de la cual se burlaban los filósofos de Atenas; que hizo exclamar a Festo: “Estásloco, Pablo”, y que los científicos de aquel tiempo declararon absurda, una cosa “imposiblehasta para Dios”.

Hasta aquí la probable naturaleza y el probable origen de este error de los corintios. Alcombatirlo, el apóstol atribuye la gloriosa bienaventuranza de la resurrección a lainterposición mediadora de Cristo. Es parte de los beneficios que surgen de la obraredentora. Así como el primer Adán trajo la muerte, el segundo Adán trae la vida; y, comogarantía de la resurrección de su pueblo, Él mismo resucitó de entre los muertos, y seconvirtió en las primicias de la gran cosecha de la tumba.

Pero hay un debido orden y una debida sucesión en esta nueva vida del futuro. Así comolas primicias preceden y predicen la cosecha, la resurrección de Cristo precede y garantiza laresurrección de su pueblo. “Cristo, las primicias, luego los que son de Cristo EN SU VENIDA”.

Esta es una declaración de lo más importante, y afirma sin ambigüedades lo que es, dehecho, la enseñanza uniforme del Nuevo Testamento, de que la Parusía debía ser seguidainmediatamente por la resurrección de los muertos durmientes. Él viene “para despertar alos que duermen”. La Primera Epístola a los Tesalonicenses proporciona el hiato que elapóstol deja aquí: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y contrompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego

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nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente conellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1Tes. 4:16,17).

En el pasaje que tenemos delante, el apóstol no entra en esos detalles; argumenta a favorde la resurrección, y se detiene bruscamente en ese punto en cuanto al presente,añadiendo sólo las significativas palabras: “Luego el fin” [], como diciendo: “Este es el fin”;“Hecho está”; “El misterio de Dios está consumado”.

Pero podemos aventurarnos a preguntar: “¿Qué es este fin?” No es un término nuevo, sinouna frase familiar con la cual nos hemos encontrado a menudo antes, y con la cual nosencontraremos a menudo nuevamente. Si regresamos al discurso profético de nuestroSeñor, encontramos casi las mismas significativas palabras: “Entonces vendrá el fin” [] (Mat.24:14), y ellas nos proporcionan la clave del significado aquí. Contestando la pregunta de losdiscípulos: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin delmundo?”, nuestro Señor especifica ciertas señales, como la persecución y el martirio dealgunos de los discípulos mismos; el enfriamiento y la apostasía de muchos; la aparición defalsos profetas y engañadores; y, por último, la proclamación general del evangelio portodas las naciones del imperio romano; y “entonces”, declara, “vendráelfin“. ¿Puede haber lamás ligera duda de que el , de la profecía es el , de la epístola? ¿O puede haber duda de queambos son idénticos al , en la pregunta de los discípulos? (Mat. 24:3). Pero hemos visto queesta última frase se refiere, no al “fin del mundo”, ni a la destrucción de la tierra material,sino al fin de la época, o dispensación, que en ese momento estaba a punto de expirar.Concluimos, pues, que “el fin” del cual habla Pablo en 1 Cor. 15:24 es la misma y grandeépoca que tan continua y prominentemente se mantiene a la vista tanto en los evangelioscomo en las epístolas, cuando todo el sistema civil y eclesiástico de Israel, con su ciudad, sutemplo, su nacionalidad, y su ley fueron barridos de la existencia por una tremenda oleadade juicio.

Esta visión del “fin”, en referencia a la terminación de la economía o era judía, pareceproporcionar una solución satisfactoria de un problema que ha causado mucha perplejidada los comentaristas, o sea, la entrega del reino por parte de Cristo. El apóstol la expresa dosveces, como uno de los grandes acontecimientos que acompañan a la Parusía, cuando elHijo, habiendo puesto bajo sus pies todo dominio, toda autoridad y potencia “entregue elreino al Dios y Padre” (vers. 24, 28). ¿Qué reino? No hay duda de que es el reino que el Cristo,el Rey ungido, se encargó de administrar como representante y vicerregente de su Padre, esdecir, el reino teocrático, con cuya soberanía Él fue solemnemente investido, según ladeclaración de Salmos 2: “Pero yo he puesto mi rey sobre Sión, mi santo monte. Yopublicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engrendré hoy” (Sal. 2:6,7).Esta soberanía mesiánica, o teocracia, llegó a su fin cuando el pueblo que era súbdito suyocesó de ser la nación del pacto; cuando el pacto fue disuelto de hecho, y la estructura y elaparato enteros de la administración teocrática fueron abolidos. Qué más razonable que el

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Hijo entonces “entregase el reino”, habiendo sido satisfechos los propósitos de suinstitución, y habiendo sido reemplazado su limitado carácter local y nacional por unsistema mayor y universal, el ‘,’ o nuevo orden de un “mejor pacto”.

Esta entrega del reino al Padre en la Parusía – al final de la época – está representada comoconsecuente con el sometimiento de todas las cosas a Cristo, el Rey teocrático. Esto nopuede referirse a las conquistas amables y pacíficas del evangelio, la reconciliación de todaslas cosas a Él: el lenguaje implica una conquista violenta y victoriosa sobre potenciashostiles: “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigosdebajo de sus pies”. Quiénes pueden ser esos enemigos puede inferirse de la historia finalde la teocracia. Incuestionablemente, la más formidable oposición al Rey y al reino seencontró en el corazón de la nación teocrática misma, los principales sacerdotes y lasautoridades del pueblo. Las más altas autoridades y los dirigentes de la nación eran losenemigos más encarnizados del Mesías. Era un antagonismo nacional, no extranjero – unaenemistad de los judíos, no de los gentiles – lo que rechazó y crucificó al Rey de Israel. Elprocurador romano no fue sino un instrumento de mala gana en las manos del Sanedrín.Eran el gobierno judío, la autoridad judía, el poder judío, los que incesante ysistemáticamente perseguían a la secta de los nazarenos con la más persistente malignidad,y éstos eran el “dominio, la autoridad, y potencia” que, por medio de la destrucción deJerusalén y la extinción del estado judío, fueron “puestos bajo sus pies” y aniquilados. Lasterribles escenas de la guerra final, especialmente del sitio y la captura de Jerusalén, nosmuestran lo que implica esta subyugación de los enemigos de Cristo. “Y también a aquellosmis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlosdelante de mí” (Luc. 19:27).

Pero, ¿qué diremos de la destrucción del “postrer enemigo, la muerte”? ¿No es fatal paraesta interpretación el hecho de que ella nos requiera poner la abolición del dominio de lamuerte, y la resurrección, en el pasado, y no en el futuro? ¿No contradice esto los hechos yel sentido común, y por consiguiente, no revela la falacia de la explicación entera? Porsupuesto, si el lenguaje del apóstol sólo puede significar que, en la Parusía, al dominio de lamuerte sobre todos los hombres se le puso fin en todas partes y para siempre, se deduceque, o que él estaba errado al hacer semejante aserto, o que la interpretación que le hacedecir esto está errada. Que él afirma que, en la Parusía (el tiempo que es defendidoincontrovertiblemente en el Nuevo Testamento como contemporáneo con la destrucción deJerusalén), la muerte será destruida, es lo que nadie puede negar en toda justicia; pero nose deduce que hemos de entender esa expresión en un sentido absolutamente ilimitado yuniversal. La raza humana no dejó de existir en sus condiciones terrenales actuales a ladestrucción de Jerusalén; el mundo no llegó a su fin en ese entonces; los hombrescontinuaron naciendo y muriendo según las leyes de la naturaleza. ¿Qué ocurrió entonces?Debemos concebir aquel período como el fin de una época, o edad; el fin de una gran era;la conclusión de una dispensación, y el juicio de los que habían sido puestos bajo aquelladispensación. La totalidad de los sujetos a aquella dispensación (el reino de los cielos), tanto

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los vivos como los muertos, debían, según la representación de Cristo y sus apóstoles, serconvocados delante del Rey teocrático sentado en el trono de su gloria. Aquel era el períodopredicho y señalado de aquella gran transacción judicial que se nos presenta en ladescripción parabólica de las ovejas y los cabritos (Mat. 25:31, etc)., cuyas señales externas yvisibles qudaron estampadas indeleblemente en los anales del tiempo por la terriblecatástrofe que borró a Israel de su lugar entre las naciones de la tierra.

Es verdad que los acompañamientos espirituales e invisibles de aquel juicio no han sidoregistrados por los historiadores, porque los sentidos humanos no podían comprenderlosni verificarlos; pero, ¿qué cristiano puede vacilar en creer que, contemporáneamente con eljuicio externo de lo visto, había un juicio correspondiente de lo no visto? Tal, por lo menos,es la inferencia que se puede deducir correctamente de las enseñanzas del NuevoTestamento. Que en la gran época de la Parusía los muertos y los vivos – no de la razahumana entera, sino los súbditos del reino teocrático – debían ser reunidos delante deltriibunal del juicio, lo afirman claramente las Escrituras; siendo los muertos resucitados, ylos vivos experimentando una transformación instantánea. De este llamado de los muertos ala vida – la resurrección de los que, durante el reino teocrático, habían sido víctimas y cautivosde la muerte – concebimos que consiste la “destrucción” de la muerte a la que se refiere Pablo.Sobre ellos perdió la muerte su dominio; “los espíritus encarcelados” fueron liberados de lacustodia de su inexorable tirano; y ellos, siendo levantados de los muertos, “no moriríanmás”. “La muerte no tendría más poder sobre ellos”. Que esto está en perfecta armonía conla enseñanza de las Escrituras sobre este misterioso tema, y de hecho explica lo queninguna otra hipótesis puede explicar, aparecerá más completamente más adelante.Mientras tanto, puede observarse que expresiones como la “destrucción” o la “abolición” dela muerte no siempre implican la terminación total y final de su poder. Leemos que“Jesucristo quitó la muerte” (2 Tim. 1:10). Cristo mismo declaró: “El que guarda mi palabra,nunca verá muerte” (Juan 8:51); “Todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”(Juan 11:26). Debemos interpretar la Escritura de acuerdo con la analogía de la Escritura.Todo lo que podemos afirmar correctamente con respecto a la “destrucción de la muerte”en el pasaje que tenemos delante es que es coextensivo a todos los que, en la Parusía,fueron resucitados de entre los muertos. A esto parece referirse nuestro Señor en surespuesta a los saduceos: “Mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo yla resurrección de entre los muertos, ni se casan ni se dan en casamiento. Porque nopueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles”, etc. (Lucas 20: 35,36). Para ellos, lamuerte está destruida; para ellos la muerte es sorbida en victoria. Así, el argumento delapóstol en los versículos 26, 54, y los siguientes en realidad no afirman más que esto: Paralos resucitados de entre los muertos, no hay más sujeción a la muerte; la liberación de suesclavitud es completa; el aguijón ha sido quitado; el poder de la muerte ha terminado; ellospueden exclamar: ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Asícomo “Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no muere más, la muerte ya no

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tiene más dominio sobre él”, así también, en la Parusía, su pueblo fue emancipado parasiempre de la cárcel de la tumba; “y el postrer enemigo que será destruido, para ellos, es lamuerte”.

LOS VIVOS (SANTOS) TRANSFORMADOSDURANTE LA PARUSÍA

1 Cor. 15:51. “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremostransformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque setocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremostransformados”.

Esta declaración suple lo que faltaba en la declaración hecha en el vers. 24, y pone el todoen armonía con 1 Tesa. 4:17. El lenguaje de Pablo implica que estaba comunicando unarevelación que era nueva, y que presumiblemente se le había hecho a él mismo. No puededecirse que se deriva de ningún pronunciamiento del Salvador que haya sido registrado, niencontramos ninguna declaración correspondiente en ningún otro escrito apostólico. Perola pregunta para nosotros es: ¿A quiénes se refiere al apóstol cuando dice: “No todosdormiremos“, etc.? ¿Es a ciertas personas hipotéticas que vivirían en alguna época o algúntiempo distante, o está pensando en los corintios y en él mismo? ¿Por qué pensaría en elfuturo distante cuando es seguro que él consideraba la Parusía como inminente? ¿Por quéno se refería a él mismo y a los corintios cuando su común esperanza y expectación era quevivirían para presenciar la Parusía? No hay una razón concebible, pues, de por qué seapartó de la correcta fuerza gramatical del lenguaje. Cuando el apóstol dice “nosotros”, sinduda quiere decir los cristianos de Corinto y él mismo. Alford aprueba esta conclusiónplenamente: “Nosotros los que vivimos y quedamos hasta la venida del Señor” – en cuyonúmero el apóstol creía firmemente que él mismo debía estar. (Véase 2 Cor. 5:1 y ss. Y lasnotas)”.

La revelación, pues, que el apóstol comunica aquí, el secreto concerniente al futuro destinode ellos, es este: Que no todos ellos tendrían que pasar la dura prueba de la muerte, sinoque aquellos de ellos que tuvieran el privilegio de vivir hasta la Parusía sufrirían unatransformación por medio de la cual estarían preparados para entrar al reino de Dios, sinexperimentar los dolores de la disolución. Acababa de explicar (vers. 50) que los cuerposmateriales y corruptibles de carne y sangre no podían, en la naturaleza de las cosas, seraptos para un estado espiritual y celestial de la existencia: “Carne y sangre no puedenheredar el reino de Dios”. De aquí la necesidad de que lo material y corruptible seatransformado en lo inmaterial e incorruptible. Aquí es importante observar larepresentación de la verdadera naturaleza del “reino de Dios”. No es “el evangelio”; ni la“dispensación cristiana”; ni ningún estado terrenal de cosas en absoluto, sino un estadocelestial, en el cual carne y sangre no pueden entrar.

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La suma de todo esto es que el apóstol evidentemente contempla el suceso del cual estáhablando como cercano y a las puertas: ha de ocurrir en sus propios días, antes de queexpire el término natural de la vida. ¿Y no es esto precisamente lo que hemos encontradoen todas las referencias del Nuevo Testamento al tiempo de la Parusía? De ese sucesonunca se habla como si estuviera distante, sino siempre como inminente. Se mira hacia él,se vela por él, se le espera. Algunos hasta se apresuran a llegar a la conclusión de que hallegado, pero su precipitud es detenida por el apóstol, que demuestra que ciertosantecedentes tienen que ocurrir primero. Llegamos a la conclusión, pues, de que, cuandoPablo dijo: “No todos dormiremos”, se refería a sí mismo y a los cristianos de Corinto, loscuales, cuando recibieron esta carta y leyeron estas palabras, sólo pudieron interpretarlasde una manera, es decir, que muchos, quizás la mayoría, posiblemente todos ellos, viviríanpara presenciar la consumación de lo que él predijo.

Pero se repetirá la objeción: ¿Cómo podría tener lugar todo esto sin que se notase o seregistrase? Primero, en relación con la resurrección de los muertos, debe considerarse cuánpoco sabemos de sus condiciones y características. ¿Tiene que ser observada? ¿Tiene queser cognoscible por los órganos materiales? “Resucitará cuerpo espiritual”. ¿Puede uncuerpo espiritual ser visto, tocado, manipulado? No estamos seguros de que el ojo puedaver lo espiritual, o de que la mano pueda asir lo inmaterial. Por el contrario, la presunción ylas probabilidades son de que no. Toda esta resurrección de los muertos y la transmutaciónde los vivos tienen lugar en la región de lo espiritual, a la cual los espectadores einformadores terrenales no pueden entrar, y no podrían ver nada si entraran. Puedenecesitarse un milagro para permitir que el ojo vea lo invisible sin ayuda. El profeta vio enDotán el monte lleno de “carruajes de fuego, y caballos de fuego”, pero el siervo del profetano veía nada, hasta que Eliseo oró: “Señor, abre sus ojos, para que vea” (2 Reyes 6:17). Elprimer mártir cristiano, lleno del Espíritu Santo, “vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a ladiestra de Dios”, pero ninguno de entre la multitud que le rodeaba contempló esta visión(Hechos 7:56). En el camino a Damasco, Saulo de Tarso vio “a Aquél”, pero sus compañerosde viaje no vieron a nadie (Hechos 9:7). No es improbable que los conceptos tradicionales ymaterialistas de la resureección – tumbas que se abren y cuerpos que emergen – prejuicienla imaginación sobre este tema, y nos hagan pasar por alto el hecho de que nuestrosórganos materiales pueden aprehender sólo objetos materiales.

Segundo, en relación con la transformación de los santos vivos – a la cual se refiere elapóstol como instantánea, “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos” – es difícilentender cómo una traansición tan rápida pueda ser objeto de observación. Lo único quesabemos de la transformación es su inconcebible rapidez. No sabemos nada de qué residuodeja tras de sí; qué disipación o qué resolución queda de la substancia material. Pues quenada sabemos, puede realizarse la imaginación del poeta: “Oh, la hora en que esto material Se desvanezca como nube”.

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Todo lo que sabemos es que, “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos”, el cambio sehabrá completado; “esto corruptible se habrá vestido de incorrupción, esto mortal se habrávestido de inmortalidad, y sorbida habrá sido la muerte en victoria”.

Entonces, ¿qué impide llegar a la conclusión de que tales sucesos puedan haber tenidolugar sin ser observados ni registrados? No hay nada antifilosófico, irracional, ni imposibleen esta suposición. Menos todavía. No hay en ello nada antibíblico, y esto es todo de lo cualtenemos que preocuparnos. “¿Qué dicen las Escrituras?” ¿Afirma claramente o da aentender el lenguaje de Pablo que todo esto sólo está a punto de tener lugar, dentro de supropia vida y de la de aquellos a los cuales escribe? Ninguna mente sincera y desapasionadanegará que es así. Ya sea que esté en lo cierto o que esté equivocado, el apóstol confía enesta representación de la venida de Cristo, la resurrección de los muertos, y latransformación de los santos vivos, dentro de la vida natural de los corintios y de él mismo.Se nos presenta, pues, este dilema:

1. O el apóstol fue guiado por el Espíritu de Dios, y los sucesos que él predijo ocurrieron; o

2. El apóstol estaba equivocado en su creencia, y estas cosas nunca ocurrieron.

LA PARUSÍA Y LA “FINAL TROMPETA”

Hay todavía una circunstancia en esta descripción que debe ser examinada, pues tiene quever con la cuestión del tiempo. La transformación que se dice que experimentarían“nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado hasta la venida del Señor”, sigueinmediatamente a la señal de “la final trompeta”. Es notable que hay otros dos pasajes queconectan el gran acontecimiento de la Parusía, y sus transacciones concomitantes, con elsonido de una trompeta. “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta , y juntarán a susescogidos”, etc. (Mat. 24:31). Así también Pablo en 1 Tesa. 4:16: “Porque el Señor mismo convoz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios”, etc. Pero surge la pregunta:¿Por qué la final trompeta? Este epíteto necesariamente sugiere otras trompetas o señalesprecedentes, y se nos recuerda irresistiblemente la visión apocalíptica, en la cual sieteángeles son representados como haciendo sonar otras tantas trompetas, cada una de lascuales es la señal para el derramamiento de juicios y ayes sobre la tierra. Por supuesto, laséptima trompeta es la última, y es una cuestión interesante qué conexión puede haberentre la revelación en la epístola y la visión en Apocalipsis. Alford (en oposición a Olshausen)considera que es un refinamiento de la palabra final para identificarla con la séptimatrompeta del Apocalipsis; pero su propia sugerencia, de que es la final “en un sentidoamplio y popular” parece mucho menos satisfactoria. En esta etapa, nos abstenemos deentrar en una discusión de los símbolos apocalípticos, pero nos contentamos con la solaobservación de que el sonar de la séptima trompeta en Apocalipsis está en realidadconectada con el tiempo del juicio de los muertos (Apoc. 11:18). El tema entero aparecerá

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delante de nosotros en una etapa subsiguiente de la investigación, y ahora seguimosadelante, sólo tomando nota del hecho de que aquí encontramos un enlace indubitableentre el elemento profético en las Epístolas y el de Apocalipsis.

LA CONTRASEÑA APOSTÓLICA:MARANATHA, EL SEÑOR VIENE

1 Cor. 16:22.- “Maranatha” [El Señor Viene].

El argumento entero a favor de la anticipada cercana aproximación de la Parusía quedaremachado por la última palabra del apóstol, que viene con tanto mayor peso cuanto quefue escrito de su puño y letra, y transmite en una palabra la esencia concentrada de suexhortación – “Maranhata, el Señor viene”. Esta ppalabra equivale a libros enteros. Es lacontraseña que el apóstol hace pasar a lo largo de la línea de las huestes cristianas; el gritode reunión que inspiró valor y esperanza en cada corazón. “¡El Señor viene!” No habríatenido ningún sentido si el acontecimiento al cual se refiere fuese distante o dudoso; todasu fuerza reside en su certeza y en su cercanía. “Una contraseña de peso”, dice Alford, “quetiende a recordarles la cercanía de su venida, y el deber de ser encontrados listos para ella”.Hengstenberg ve en ella una obvia alusión a Mal. 3:1. “Vendrá súbitamente a su templo elSeñor a quien buscáis … He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”. “La palabraMaranatha, que llama tanto la atención en una epístola escrita en griego, y para griegos, esen sí misma suficiente indicación de un fundamento en el Antiguo Testamento. La retenciónde la forma aramea sólo puede explicarse con la suposición de que era una especie decontraseña común a todos los creyentes; y ninguna expresión podría haber llegado a ser tanusada si no hubiese sido tomada de las Escrituras. Apenas puede haber alguna duda de quefue tomada de Mal. 3:1″. Podemos añadir que la ocurrencia de esta palabra aramea en unaepístola griega indica la existencia de un fuerte elemento judío en la iglesia de Corinto. Estoocurría probablemente en todas las iglesias gentiles; la sinagoga era el núcleo de lacongregación cristiana, y sabemos que en Corinto era así especialmente: Justo, Crispo, ySóstenes pertenecieron a la sinagoga antes de pertenecer a la iglesia; y en realidad, estoexplica lo que de otro modo parecería una dificultad – el interés directo de la iglesia deCorinto en la gran catástrofe, el asiento y el centro de la cual era Judea.

LA SEGUNDA EPÍSTOLA ALOS CORINTIOS

ANTICIPACIÓN DEL “FIN” Y DEL “DÍA DEL SEÑOR”

2 Cor. 1:13, 14. “Hasta el fin”; “el día del Señor Jesús”.

“El fin” (ver. 13) no significa “el fin de mi vida”, como dice Alford. Es la gran consumación queel apóstol siempre mantiene a la vista, la meta a la cual avanzaban tan rápidamente tieneun significado definido y reconocido en el Nuevo Testamento, como puede verse mediante

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la referencia a pasajes como Mat. 24:6,14; 1 Cor. 15:24; Heb. 3:16; 6:11, etc.

En el ver. 14, encontramos que Pablo espera la venida del Señor como un tiempo de gozosarecompensa para los fieles siervos de Dios, un tiempo que estaba tan cercano que, como leshabía dicho en su anterior epístola, los juicios y las censuras sobre los humanos podríanmuy bien ser aplazados hasta su llegada (1 Cor. 4:5). Cuando llegara ese día, el apóstol y susconversos se regocijarían los unos con los otros. ¿Puede suponerse que él podría pensar enese día de otro modo que como muy cercano? ¿Tiene todavía que comenzar ese regocijo?Porque, si el día del Señor estuviera todavía en el futuro, también debería estarlo el regocijo.

LOS MUERTOS EN CRISTO HAN DE SER PRESENTADOSJUNTO CON LOS VIVOS EN LA PARUSÍA

2 Cor. 4:14. “Sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús a nosotros también nos resucitarácon Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros”.

Ahora entramos en una afirmación de lo más importante, que merece especial atención.Quizás su verdadero significado ha sido oscurecido un poco al considerarlo como unaproposición general, en vez de algo personal para el apóstol mismo. Conybeare y Howsonobservan:

“Se ha causado gran confusión en muchos pasajes al no traducir, de acuerdo con suverdadero significado, en la primera persona singular; pues así a menudo sucede que loque Pablo habló individualmente, aparece ante nosotros como si fuese una verdad general;casos como éste ocurren repetidamente en la Epístola a los Corintios, especialmente en laSegunda. Proponemos, pues, cambiar el pronombre nosotros en este pasaje por elpronombre yo“.

Ya hemos visto (1 Tes. 4:15 y 1 Cor. 15:51) que el apóstol acariciaba la esperanza de que élmismo estaría entre los “vivos”, que quedarían “hasta la venida del Señor”. En esta epístola,sin embargo, parece como si esta esperanza en relación con él mismo hubiese sidosacudida un poco. Su experiencia en el intervalo entre la Primera Epístola y la Segundahabía sido tal que le llevó a temer una muerte súbita. (Véase cap. 1:8, etc.). Su “tribulaciónen Asia” le había hecho perder la esperanza de vivir, y probablemente pensaba que nopodría calcular escapar a la maligna hostilidad de sus enemigos por mucho más tiempo.Ahora tenía “la sentencia de muerte en sí mismo”; llevaba “en su cuerpo la muerte del SeñorJesús”, y pensaba que sería “siempre entregado para muerte por amor a Jesús”.

Pero esta anticipación no disminuyó la confianza con la cual esperaba el futuro; porque,aunque muriese antes de la Parusía, no por eso perdería su parte en los triunfos y lasglorias de ese día. Se le aseguró que “el que levantó al Señor Jesús también le levantaría a élpor medio de Jesús, y le presentaría junto con los santos que estuviesen vivos quesobrevivieran a ese período. Él no estaría ausente del gran acontecimiento a la venida del

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Señor (2 Tes. 2:1), sino que sería “presentado”, junto con sus amigos de Corinto y de otroslugares, “ante la presencia de su gloria”. De hecho, el apóstol se consuela ahora con lasmismas palabras con las cuales había confortado a los desconsolados dolientes deTesalónica. Pablo parece haber abandonado la esperanza de que él mismo viviría parapresenciar la gloriosa aparición del Señor; pero no estaba menos persuadidos de que nosufriría ninguna pérdida si tenía que morir; porque, como les había enseñado a lostesalonicenses, “traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”, y los santos vivos notendrían en aquel día ninguna ventaja sobre los que dormían (1 Tes. 4:14,15).

EXPECTATIVA DE LA FUTURABIENAVENTURANZA EN LA PARUSÍA

2 Cor. 5:1-10. “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, sedeshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitacióncelestial; pues aquí seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los queestamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos serdesnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Mas el que noshizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. Así que vivimosconfiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamosausentes en el Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y másquisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto procuramostambién, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotroscomparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que hayahecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”.

Este es el relato más completo que tenemos de la misteriosa transición que el espírituhumano experimenta cuando abandona su morada terrenal y entra al nuevo organismopreparado para recibirle en el mundo eterno. Llega a nosotros respaldado por la más altaautoridad – es la profesión de su fe hecha por un apóstol inspirado -, uno que podía decir:“Yo sé”. Es la declaración de esa esperanza lo que sostenía a Pablo, y sin duda también a lafe común de la iglesia cristiana entera. Sin embargo, el pasaje debería ser estudiado desdeel punto de vista del apóstol, como su personal expectación y esperanza.

Obsérvese la forma de la afirmación – es más bien hipotética que afirmativa: “ Si estetabernáculo terrestre se disuelve”, etc. Esta no es la manera en que un cristiano hablaría enla actualidad con respecto a la posibilidad de morir; no habría ningún “si” en supronunciamiento, pues, ¿qué más cierto que la muerte? Diría: “Cuando este tabernáculoterrestre sea enterrado”, etc., no “si sucediese”, etc. Pero no así el apóstol; para él la muerteera un acontecimiento problemático; creía que muchos, quizás la mayoría, de los fieles desus días jamás sufrirían el cambio de la disolución; no estarían desnudados, esto es,incorpóreos, sino que estarían “vivos y quedarían hasta la venida del Señor”. Quizás en estemomento comenzaba a tener dudas con respecto a su propia supervivencia; pero,

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entonces, ¿qué? Aunque la morada terrenal de su cuerpo se disolviera, sabía que habíaprovista para él habitación divinamente preparada, o un vehículo del alma; una mansiónindestructible y celestial, no hecha de manos; un cuerpo no material, sino espiritual.Encontraba que su actual residencia en el cuerpo de carne y sangre estaba acompañada detristeza y sufrimiento, bajo cuya carga a menudo gemía, y la liberación de la cual ansiaba,deseando fervientemente ser revestido de la vestidura celestial que le esperaba en lo alto(ver. 2). El concepto pagano de un espíritu incorpóreo, un fantasma desnudo y tembloroso,era extraño a las ideas de Pablo; su esperanza y su deseo era que pudiera ser encontrado“vestido, no desnudo”; “no ser desnudados, sino revestidos”. De entre todos loscomentaristas, Conybeare y Howson han captado y expresado mejor la idea del apóstol: “Sitodavía soy encontrado cubierto con mi vestimenta de carne”. No era la muerte, sino la vida,lo que el apóstol anticipaba y deseaba; no ser desnudado del cuerpo, sino cubierto con unorganismo más excelente, y dotado de una vida más noble. Hay una inconfundible alusiónen este lenguaje a la esperanza que acariciaba de escapar a la condena de la mortalidad,“no quisiéramos ser desnudados”, etc., es decir, “no es que yo desee dejar el cuerpomuriendo”, sino fusionar lo mortal con lo inmortal; “para que lo mortal sea absorbido por lavida”.

El siguiente comentario de Dean Alford transmite bien el sentimiento de este importantepasaje:

“El sentimiento expresado en estos versículos era uno de los más naturales para quienes,como los apóstoles, consideraban la venida del Señor como cercana, y concebían laposibilidad de vivir para contemplarla. No era ningún terror a la muerte en cuanto a susconsecuencias, sino una renuencia natural a experimentar el mero acto de la muerte como tal,cuando estaba escrita la posibilidad de que este cuerpo mortal pudiera ser superpuesto porel inmortal, sin ella“.

En los versículos subsiguientes, el apóstol intima su plena confianza de que, en cualquierade las dos alternativas, ya fuera viviendo o muriendo, todo estaba bien. “Entre tanto queestamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor”. “Más quisiéramos estar ausentes delcuerpo, y presentes al Señor”. En todo caso, ya fuese presente o ausente, su granpreocupación era ser aceptado por el Señor por fin; “porque”, añade, “es necesario quetodos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba segúnlo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (vers. 6-10).

Así, el apóstol trae la cuestión entera a una encrucijada personal y práctica. Todos por igualvan camino al tribunal de Cristo, y allí todos se encontrarán finalmente. Algunos moriríanantes de la venida del Señor, y algunos podrían vivir para presenciar ese acontecimiento;pero todos serían reunidos allí, en el tribunal, y ser aceptados y aprobados allí era, despuésde todo, una cuestión más importante que vivir o morir; “dormir en el Señor”, o ser“transformados” sin pasar por los dolores de la disolución. El tribunal era la meta para

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todos ellos, y hemos visto cuán cercana e inminente se creía que era aquellacomparecencia. Que toda esta fe y toda esta esperanza sinceras, acariciadas y enseñadaspor los inspirados apóstoles de Cristo, fuese, después de todo, una mera falacia y unengaño, parece una intolerable suposición, fatal para la credibilidad y la autoridad de ladoctrina apostólica.

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLAS APOSTÓLICAS

LA PARUSÍA EN LA EPÍSTOLA A LOS GÁLATAS

No encontramos ninguna alusión directa a la Parusía en la Epístola a los Gálatas. Ellacontribuye, sin embargo, a dilucidar el tema, proporcionando una ilustración de la primeraaparición y el rápido crecimiento de la defección de la fe predicha por nuestro Señor ydesignada por Pablo como “la apostasía” o “enfriamiento”, que era señal precursora de laParusía. (Véase Mat. 24:12; 2 Tesa. 2:3; 1 Tim. 4; 2 Tim. 3; 4:3,4). La plaga ya había brotadoen las iglesias de Galacia, y en esta epístola vemos cuán fervientemente trató el apóstol dedetener su progreso, protestando vehementemente contra esta perversión del evangelio, ydenunciando a sus originadores y propagandistas como enemigos de la cruz de Cristo. Elmal surgía de las artes de los maestros judaizantes, que por todas partes eran losinveterados oponentes de Pablo, y que parecen haber estado poseídos del mismo espíritude proselitismo que distinguía a los fariseos, que “rodeaban mar y tierra para hacer unprosélito”. En esta manifestación de la apostasía predicha, tenemos una marcada indicaciónde la aproximación de “los últimos tiempos” o del “fin del tiempo”.

“EL PRESENTE SIGLO MALO”, O LA ÉPOCA MALA

Gál. 1:4. “El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglomalo”.

El apóstol habla aquí del estado de cosas existente como malo, y del Señor Jesucristo comoel que nos libra de él. La palabra época [o eón] no se refiere por supuesto al mundomaterial, la tierra, sino al mundo moral, o época moral. Es equivalente a la frase que ocurretan a menudo en los evangelios, “esta generación perversa” (Mat. 2:45, etc.). El presentesiglo malo es considerado como que está pasando, y a punto de ser sucedido por un nuevoorden, el . (Heb. 2:5).

LAS DOS JERUSALENES, LA ANTIGUA Y LA NUEVA

Gál. 4:25,26. “Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual,pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. Mas la Jerusalén de arriba, la cual esmadre de todos nosotros, es libre”.

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En este momento, no es nuestra intención hacer otra cosa que simplemente tomar nota deeste notable contraste entre las dos ciudades, la nueva Jerusalén y la antigua. En esta etapa,nos abstenemos, a propósito, de entrar en símbolos y su significado, hasta que toquemos eltema entero en el libro de Apocalipsis.

Mientras tanto, se le solicita al lector que tome nota cuidadosa del contraste que sepresenta aquí. La Jerusalén que ahora es, y la Jerusalén que habrá de ser; la Jerusalénterrenal, y la Jerusalén celestial; la Jerusalén que está en esclavitud, y la Jerusalén que eslibre; la Jerusalén que está debajo, y la Jerusalén que está arriba; la Jerusalén que es madrede esclavos, y la Jerusalén que es nuestra madre. Descubriremos que este contraste nosserá de no poco valor para establecer el significado de algunos de los símbolos delApocalipsis.

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLAS APOSTÓLICAS

LA PARUSÍA EN LA EPÍSTOLA A LOS ROMANOS

Las alusiones a la venida del Señor en esta epístola no son muchas en número, pero sonmuy importantes e instructivas. Se habla de la venida como de algo que con toda certezaera creído y ansiosamente esperado por los cristianos de la era apostólica; y el hecho de sucercanía está o implícito o afirmado en cada alusión al acontecimiento.

EL DÍA DE LA IRA

Rom. 2:5,6. “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para tí mismo irapara el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada unoconforme a sus obras”.

Rom. 2:1,16. “Porque todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; en eldía en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mievangelio”.

No puede haber ninguna duda con respecto a este “día de la ira” y “revelación del justo juiciode Dios”. Es el mismo que fue predicho por Malaquías como “el día grande y terrible deJehová” (Mal. 4:5); por Juan el Bautista como “la ira venidera” (Mat. 3:7); y por el SeñorJesucristo como “el día del juicio” (Mat. 11:22,24). Era el acto final de la época, el . Es apenasnecesario repetir que este “fin” se dice que cae dentro del período de la generaciónexistente, cuando el Hijo del hombre, el Juez designado, “pagará a cada uno según susobras” (Mat. 16:27).

LA ESCATOLOGÍA DE PABLO

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Rom. 8:18-23. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no soncomparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse [que está a puntode revelársenos]. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestaciónde los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad,sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma serálibertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porquesabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; yno sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu,nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, laredención de nuestro cuerpo”.

Hay algunas cosas en este pasaje que son, y probablemente continuarán siendo, oscuraspor la naturaleza del tema; pero también hay mucho que es sencillo y claro. No podemosconfundir la regocijada anticipación, expresada por Pablo, de un venidero día de liberaciónde los sufrimientos y miserias del presente; una liberación que estaba ya allí, y no lejana.Venía un día de redención que traería libertad y gloria para los hijos de Dios, de cuyosbeneficios participaría la creación entera. La llegada de aquella consumación era esperada ydeseada ansiosamente, no sólo por los que, como el apóstol mismo, tenían la esperanza deuna herencia interminable y gloriosa arriba, sino por la creación que sufre cargas y gime engeneral, por la cual estaban rodeados. Tan estimulante era la perspectiva de laemancipación venidera que, en vista de ella, el apóstol pudo decir: “Pues tengo por ciertoque las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que ennosotros ha de manifestarse”; o, como dice un pasaje similar: “Porque esta leve tribulaciónmomentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2Cor. 4:17).

Ahora procedemos a examinar el pasaje completo más particularmente.

El primer punto que exige atención es la clara indicación de la cercanía de esta gloriavenidera. En nuestra Versión Autorizada [en inglés] se pierde esto de vista por completo; yde manera similar, ha sido ignorado casi por todos los comentaristas. Hasta Alford, que porlo general es muy cuidadoso en su atención a los tiempos verbales, pasa por este casoevidente sin hacer ninguna observación, aunque nada puede ser más gramaticalmenteenfático que la indicación de la cercanía de la esperada revelación. Tholuck observa que elapóstol habla del tiempo como cercano – “En gozosa exultación, el apóstol concibe sucomienzo como a la mano”- pero considera errado al apóstol, y que se ha dejado llevar desus sentimientos. Conybeare y Howson dan la correcta fuerza del lenguaje – “la gloria queestá a punto de ser revelada, que pronto será revelada“. [] “La gloria venidera” es lacontraparte o antítesis de “la ira venidera”, diferentes aspectos del mismo gran suceso;porque la Parusía, que era la revelación de gloria para los hijos de Dios, era la revelación deldía de ira para sus enemigos (Rom. 2:5,7).

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Así, se observará que no es a la muerte a lo que el apóstol mira como el período deliberación de los males presentes; aún menos a alguna época muy distante en el futuro.Ciertamente sería pobre consuelo, para los hombres que se retorcían bajo la angustia desus sufrimientos, hablarles de un período, en alguna época futura, que les traeríacompensación por su actual aflicción. El apóstol no se burla de ellos con una esperanzadiferida. El día de liberación había llegado; la gloria estaba a punto de ser revelada; y era tancercano y tan grande aquel peso de gloria, que reducía a una insignificancia las pasajerasincomodidades de la hora presente.

El punto siguiente que merece observarse es la afirmación que el apóstol procede a hacercon respecto al interés en aquella consumación que se aproximaba más allá de los límitesdel sufriente pueblo de Dios. Éstos serían realmente los que más ganarían con la redenciónvenidera, pero sus beneficios habrían de extenderse mucho más allá.

Este es un tema sumamente importante e interesante, y requiere nuestra cuidadosaconsideración.

“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos deDios”.

Cualquiera que sea el significado que atribuyamos a la palabra “creación” [], no tendrádiferencia alguna para la actitud ansiosa y expectante en la cual está representada comoesperando la consumación venidera. Lange observa que, como la palabra significa esperarcon la cabeza levantada, esto implica una intensa expectación, un anhelo intenso, en esperade una satisfacción. Pero esta misma actitud implica la cercanía, o el convencimiento de lacercanía, de la deseada liberación. Poniendo, pues, juntas estas dos afirmaciones, primera,que la gloria “pronto ha de ser revelada”; segunda, que “el anhelo ardiente es esperar lamanifestación”, tenemos una demostración, tan fuerte como es posible concebirla, de queel suceso en cuestión está representado por el apóstol como muy cercano.

Pero, ¿qué se quiere decir con la creación []? Algunos comentaristas consideran que abarcael universo entero, o la creación material, animada e inanimada, racional e irracional – laestructura entera de la naturaleza. Hablan del terremoto, la tormenta, y el volcán comosíntomas del doloroso mal genio del mundo natural. Pero esto parece demasiado vago ygeneral para el argumento del apóstol. Es evidente que el suceso sólo puede referirse aseres conscientes, voluntarios, racionales, y morales. Tiene “intenso anhelo”; tiene su“propia voluntad”; tiene “esperanza”; es capaz de ser “sujetado a vanidad”; de ser “libradode corrupción”; de participar en “la gloria de los hijos de Dios”. Estas características excluyenla creación inanimada e irracional, e incluyen a la raza humana en su totalidad. Además, laantítesis en el versículo 23 entre la creación como un todo y “nosotros mismos, quetenemos las primicias del Espíritu”, sería muy antinatural e imperfecta si no diferenciara alos cristianos, no de las bestias y las plantas, sino de otros hombres. El verdadero contrasteocurre entre los que tienen las primicias del Espíritu y los que no las tienen ; y sería

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manifiestamente incongruente hablar de la creación irracional e inanimada como que “notiene el Espíritu”. Hacer que el apóstol se refiera aquí a la naturaleza universal puede seradmisible quizás como poesía, pero estaría bastante fuera de lugar en un argumento sobrioy serio. Entendemos, pues, que se refiere a la raza humana y a la humanidad en términosgenerales; el significado que tiene la palabra en pasajes tales como Mar. 16:15: “Predicad elevangelio a toda criatura” []; Col. 1:23. “El cual se predica en toda la creación que está debajodel cielo” [].

Esto nos trae a la pregunta: ¿Puede decirse que la raza humana tiene esta actitud ansiosa yexpectante, gimiendo y en labores de parto, esperando y anhelando la liberación y lalibertad? Sin duda que es posible; y nunca más verdaderamente que en el mismo períodoen que el apóstol escribió. Era una época de la más profunda corrupción y degradaciónsocial; puede decirse que la humanidad gemía bajo la carga de su miseria y su esclavitud; ysin embargo, había un extraño y misterioso sentimiento en las mentes de los hombres deque, de alguna manera y en alguna parte, la liberación había llegado. Cuán exactamente seajusta la descripción del apóstol a las condiciones morales y sociales del pueblo judío eneste período, no necesita ninguna prueba. Gemían bajo el yugo de la esclavitud romana.Suspiraban ansiosamente por el prometido Libertador. El caso de losgriegos y los romanosno era muy diferente, como lo prueban llamativamente los siguientes pasajes de Conybearey Howson; en verdad, podrían haber sido escritos como un comentario sobre el pasaje quetenemos delante.

“Las condiciones sociales de los griegos había ido cayendo, durante este período, en lacorrupción más baja; … pero la misma difusión y el mismo desarrollo de esta corrupciónestaba preparando el camino, porque mostraba la necesidad de la intervención delevangelio. La enfermedad misma parecía llamar al Sanador. Y si los males prevalecientes dela población griega presentaban obstáculos a gran escala para el progreso del cristianismo,los griegos mostraban, para todo tiempo futuro, la debilidad de los más altos poderes delhombre cuando no reciben ayuda de lo alto; y debe haber habido muchos que gemían bajola esclavitud de una corrupción de la cual no podían sacudirse, y estaban listos a escuchar lavoz de Aquél que “llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores”.

Hasta aquí las condiciones de los griegos; las de los romanos se describen así:

“Sería iluso imaginar que, cuando el mundo quedó bajo un solo cetro, cualquier realprincipio de unidad mantendría juntas sus diferentes partes. El emperador fue deificadoporque los hombres fueron esclavizados. No hubo verdadera paz cuando Augusto cerró eltemplo de Jano. El Imperio era sólo el orden del gobierno externo, con un caos tanto deopiniones como de la moral dentro de él. Los escritos de Tácito y de Juvenal continúanatestiguando la corrupción que se enconaba en todos los niveles, lo mismo en el Senadoque en la familia. La antigua sobriedad de modales, y la antigua fe en la mayor parte de lareligión romana, habían desaparecido. Los licenciosos credos y las licenciosas prácticas deGrecia y del Oriente habían inundado a Italia y a Occidente, y el Panteón era sólo el

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monumento a un acomodamiento entre una multitud de supersticiones decadentes. Esverdad que este estado de cosas produjo una notable tolerancia, y es probable que, porcorto tiempo, el cristianismo mismo compartiese la ventajas de ello. Pero, aún así, el geniode los tiempos era básicamente tanto cruel como profano, y los apóstoles pronto quedaronexpuestos a una encarnizada persecución. El Imperio Romano estaba desprovisto de launidad que el evangelio da a la humanidad. Era un reino de este mundo, y la raza humanagemía por la mejor paz de un “reino que no era de este mundo”.

“Por esto, en la condición misma del Imperio Romano, y en el estado miserable de supoblación mixta, podemos reconocer una preparación negativa para el evangelio de Cristo.Esta tiranía y esta opresión requerían un Consolador, tanto como la enfermedad moral delos griegos requería un Sanador. Tanto el Imperio entero como los judíos necesitaban unMesías, aunque no era esperado con la misma consciente expectación. Pero no nos es difícilavanzar mucho más allá de este punto, y no podemos dudar en descubrir, en lascircunstancias del mundo en este período, rastros significativos de una preparación positivapara el evangelio”.

Ciertamente, es notable que una descripción de las condiciones sociales y morales delmundo en la era apostólica, escrita aparentemente sin pensar en la ilustración del pasajeque ahora tenemos delante, adoptara sin proponérselo, no sólo el espíritu, sino en granmedida las palabras mismas, con las cuales Pablo presenta la miseria, la esclavitud, losgemidos, y el anhelo de liberación de la creación como aparecía a su aprensión. Pero, puededecirse: ¿Había algo en el futuro inmediato que satisficiese este ansioso anhelo del mundoesclavizado y gimiente y que respondiese a él? ¿Qué es este terminus ad quem, “estarevelación de los hijos de Dios”? ¿Y en qué sentido podía ello traer, o trajo, liberación yconsuelo a la humanidad oprimidad?

La respuesta a esta pregunta se encuentra en casi todas las páginas de los escritos delapóstol. Según él, un gran acontecimiento estaba a las puertas; el Señor estaba a punto devenir, según Su promesa, para ejercer su poder real, para dar recompensa y salvación a supueblo, y poner a sus enemigos debajo de sus pies. Pero la Parusía había de traer más queesto. Marcó una gran época en el gobierno divino del hombre. Puso fin al período deprivilegio exclusivo para Israel. Disolvió el pacto entre Jehová y el pueblo judío, y abrió elcamino para un pacto nuevo y mejor, que abarcaba a toda la humanidad. El cristianismo esla proclamación de la universal paternidad de Dios, pero la nueva era no fue inauguradaplenamente sino hasta que el estrecho reino teocrático local fue superado, y el Reyteocrático renunció a su jurisdicción y la entregó en las manos del Padre. Entonces laexclusiva relación nacional entre Dios y un solo pueblo fue disuelta, o se fundió con elsistema abarcante y mundial en el cual “no hay judío ni griego, ni circunciso ni incircunciso,ni bárbaro, ni escita, ni esclavo ni libre, sino sólo el Hombre. Cristo había hecho de todos loshombres Uno, “para que Dios sea todo en todos”.

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Esta es ciertamente una adecuada respuesta a los gemidos y trabajos de la sufriente yoprimida humanidad; la perspectiva de tal consumación puede ser representada bien con laalborada de un día de redención. Era nada menos que abrir las puertas de la misericordiapara la humanidad; era la emancipación de la raza humana de la desesperación que leaplastaba hasta hundirle en una corrupción y una degradación cada vez más profundas; eraintroducirles “a la gloriosa libertad de los hijos de Dios”; conferir a los gentiles, “ajenos a lacomunidad de Israel y extranjeros a los pactos de la promesa”, los privilegios de la“ciudadanía de los santos”, y hacerles “miembros de la casa de Dios”.

Es de esta admisión de toda la raza humana en la [adopción de hijos], la cual, hasta ahora,había sido el exclusivo privilegio del pueblo escogido, de la que habla el apóstol conlenguaje tan entusiasta en Rom. 8:19-21. Era un tema sobre el cual nunca se cansaba deespaciarse, y que llenaba su alma entera de asombro y agradecimiento. Habla de ello comodel “misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres”, “lamultiforme sabiduría de Dios” (Efe. 3:5,10; Col. 1:26). Los tres primeros capítulos de laEpístola a los Efesios están ocupados por una animada descripción de la revolución causadapor la obra redentora de Cristo en la relación entre Dios y los gentiles, que no formabanparte del pacto. “La dispensación de la plenitud de los tiempos” había llgado, en la cual Diosse proponía “reunir en uno todas las cosas en Cristo, haciéndole cabeza de todas las cosas”,derribando las barreras de separación entre judíos y gentiles, haciendo de ambos pueblosuno solo; aboliendo la ley ceremonial, fundiendo los elementos heterogéneos en un todohomogéneo, reconciliando la antipatía mutua, y uniendo a ambos como una familia a lospies del Padre de todos.

Pero, puede decirse: ¿No se había llevado a cabo todo esto ya por medio de la muerteexpiatoria en la cruz? ¿Y no es ésa una revelación de una gloria futura que se aproximaba, ala cual alude el apóstol aquí? Sin duda que es así. Sin embargo, el Nuevo Testamentosiempre habla de que la obra de redención estaba incompleta hasta la llegada de la Parusía.Se observará que, en el versículo veintitrés, el apóstol se representa a sí mismo y a los otroscreyentes como esperando todavía el . Aun los hijos de Dios habían recibido solamente lasarras y las primicias, y no la plena cosecha de su condición de hijos. Aquello no seríacompletamente suyo sino hasta la venida del Señor, cuando “los santos que estaban vivos yhabían quedado” cambiarían el presente cuerpo mortal y corruptible por una casa no hechade manos, eterna, en los cielos. La Parusía era la proclamación pública y formal de que ladispensación mesiánica o teocrática había llegado a su fin; y que el nuevo orden, en el cualDios era todo en todos, había sido inaugurado. Hasta que el juicio de Israel tuvo lugar, todaslas cosas no habían sido puestas bajo Cristo, el rey teocrático; sus enemigos todavía nohabían sido puestos bajo sus pies. Hasta ese momento, podía decirse de la adopción [] que“le pertenecía a Israel”. Cuando al apóstol escribió esta epístola, Cristo estaba esperandoque “sus enemigos fueran puestos debajo de sus pies”. Había todavía algo incompleto en suobra, hasta que toda la estructura y la urdimbre del judaísmo fueron barridas. Este hechoaparece claramente resaltado en la Epístola a los Hebreos. El escritor afirma que “aún no se

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había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte deltabernáculo estuviese en pie”. Dice que este tabernáculo es “símbolo para el tiempopresente” – sirve a un propósito temporal – hassta el tiempo de la reforma, esto es, laintroducción de un nuevo orden (Heb. 9:8,9). Este pasaje es de gran importancia en relacióncon esta discusión, y las siguientes observaciones de Conybeare y Howson presentan susignificado muy claramente:

“Puede preguntarse: ¿Cómo puede decirse, después de la ascensión de Cristo, que aún no sehabía manifestado el camino al Lugar Santísimo? La explicación es que, mientras el culto deltemplo, con su exclusión de todos, menos del sumo sacerdote, del Lugar Santísimo, todavíaexistía, el camino de la salvación no se habría manifestado plenamente a los que seadherían a las observancias externas típicas, en vez de ser, por lo tanto, conducidos alantitipo”. Life and Epistles of St. Paul, cap. 28.

Había una conveniencia y una plenitud del tiempo en los cuales el pacto antiguo seríasuperado por el nuevo; al antiguo y al nuevo se les permitió susbsistir juntos por un tiempo;la bondad y la paciencia de Dios demoraron el golpe final del juicio. Aunque, pues, lasgrandes barreras contra la introducción de todos los hombres, sin distinción, a losprivilegios de los hijos de Dios, fueron casi eliminadas por la muerte de Cristo en la cruz, lademostración formal y final de que “el camino al Lugar Santísimo” estaba abierto de par enpar para toda la humanidad, no ocurrió sino hasta que la estructura entera de la economíamosaica, con su ritual, y el templo, la ciudad, y el pueblo fueron repudiados pública ysolemnemente, y el judaísmo, con todo lo que le pertenecía, fue barrido para siempre.

Hay todavía una porción de este pasaje profundamente interesante sobre el cual reposamucha obscuridad. En el versículo 20, el apóstol dice que “la creación fue sujetada avanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza”, etc. Lainterpretación común de estas palabras es que “la creación visible ha sido puesta bajo lasentencia de descomposición y disolución, no por su propia elección, sino por un acto deDios que, sin embargo, no la ha dejado sin esperanza”.

Sin duda, esto da un buen sentido al pasaje, aunque nos aventuramos a pensar que noexactamente el sentido que el apóstol se proponía darle. No capta la naturaleza del mal alcual “la creación” fue sujetada; y, por consiguiente, tampoco la naturaleza de la liberaciónque se espera de ese mal.

Entendiendo por [creación] a la raza humana, por las razones que ya se han especificado,observamos que se dice que ha sido sujetada a vanidad []. ¿Qué es esta vanidad? La palabraes muy significativa, especialmente en labios de un judío. Para el tal, “vanidad” es sinónimode idolatría. Es la palabra que la Septuaginta emplea para denotar la estupidez del culto alos ídolos. Los ídolos son “vanidades ilusorias” (Sal. 31:6; Jonás 2:8); “enseñanza de vanidadeses el leño”; los ídolos “vanidad son, obra vana” (Jer. 10:8,15). “Los formadores de imágenesde talla, todos ellos son vanidad” (Isa. 44:9). Casi que la la palabra se ha separado para este

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uso especial. Lo mismo puede decirse de su uso en el Nuevo Testamento. En Listra, Pabloimploraba que el pueblo se “convirtiera de aquellas vanidades [], es decir, del culto a losídolos, para servir al Dios vivo (Hechos 14:15). En esta misma epístola (Rom. 1:21), tenemosun caso notable del uso de la palabra, en que Pablo, dando razón de la apostasía de la razahumana y su alejamiento de Dios, la explica por el hecho de que “se envanecieron” en susrazonamientos []; un pasaje en que Alford, con Bengel, Locke, y muchos otros, reconoce laalusión al culto idólatra. Sólo es necesario mirar el pasaje para ver su relación con el origeny la prevalencia de la idolatría (véase también Efe. 4:17). Aquí retrocede a Rom. 1:21, y nosproporciona la clave de la verdadera interpretación. La idolatría era la “vanidad” a la cualestaba sujeta la raza humana; la idolatría, la religión de los gentiles, la degradación delhombre, la deshonra de Dios.

Pero, ¿puede decirse que el hombre fue sujetado a este mal por el acto de Dios (“por causadel que la sujetó”)? Sin duda, tal afirmación estaría en armonía con la Palabra de Dios. En elprimer capítulo de la Epístola a los Romanos, se expresa tres veces este hecho significativo:“Dios los entregó”, en referencia a esta misma apostasía (Rom. 1:24,26,28). Este abandonosólo puede ser considerado un acto judicial. Encontramos una expresión todavía más fuerteen Romanos 11:32. “Dios sujetó a todos en desobediencia”. La verdad es que la Escrituraestá llena de la doctrina de que Dios entrega a los contumaces y rebeldes a la fatalconsecuencia de su pecado. Por eso, puede decirse que la sujeción de la raza humana almal de la idolatría no era simplemente la voluntad del hombre mismo, sino el acto judicialde la divina justicia.

Pero no era un decreto sin esperanza. “La preservación de una nación de la apostasíauniversal llevaba en sí un germen de esperanza para la humanidad. En la plenitud deltiempo, se manifestó el propósito divino de misericordia y redención para la raza humana, y“la adopción de hijos”, que había sido privilegio exclusivo de un pueblo, ahora se declarabaabierto para todos sin distinción. La raza es representada como esperando con ansiosaexpectación este alto privilegio, y ahora el evangelio, que era el medio divinamenteseñalado para rescatar a los hombres de la corrupción y degradación morales delpaganismo, proclamaba liberación y salvación “para gentiles y judíos, bárbaros, escitas,esclavos y libres”.

Ya hemos mostrado en qué sentido puede decirse que esta proclamación de la nueva erafue hecha de la manera más pública y formal en la Parusía.

LA CERCANÍA DE LA SALVACIÓN VENIDERA

Rom. 13:11,12. “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño;porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos”.

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No es posible que palabras algunas expresen más claramente la convicción del apóstol deque la gran liberación había llegado. Sería absurdo considerar, con Moses Stuart, que estelenguaje se refiere a la cercana aproximación de la muerte y la eternidad. En ese caso, elapóstol habría dicho: “El día ha pasado, la noche ha llegado”. Pero este no es el estilo delNuevo Testamento; nunca es la muerte y la tumba, sino la Parusía, la “bendita esperanza, yla gloriosa aparición de Jesucristo”, lo que los apóstoles esperan. El profesor Jowett observacorrectamente que “en el Nuevo Testamento no encontramos ninguna exhortación basadaen la cortedad de la vida. Parece como si el fin de la vida no tuviese ninguna importanciapráctica para los primeros creyentes, porque seguramente sería anticipado por el día delSeñor”. Sin duda esto es cierto; pero, ¿y entonces, qué? O el apóstol estaba errado, o no nosmerece confianza como expositor autorizado de la verdad divina; o de lo contrario, estababajo la guía del Espíritu de Dios, y lo que enseñaba era verdad infalible. Ante este dilemacallan los expositores que no pueden siquiera imaginar la posibilidad de que la Parusía hayaocurrido de acuerdo con las enseñanzas de Pablo. Es curioso ver los cambios a los cualesrecurren para encontrar alguna forma de escapar a la inevitable conclusión.

Tholuck admite francamente la expectación del apóstol, pero a costa de su autoridad.

“Desde el día en que los fieles se congregaron por primera vez alrededor de su Mesías,hasta la fecha de su epístola, habían pasado varios años; el amanecer pleno, como creíaPablo, estaba a las puertas. Aquí encontramos corroborado lo que también es evidente envarios otros pasajes, que el apóstol esperaba el pronto advenimiento del Señor. La razón deesto reside, en parte en la ley general de que al hombre le gusta imaginarse que el objetode su esperanza está a la mano, y en parte en la circunstancia de que el Salvador a menudohabía hecho la amonestación de que en todo momento había que estar preparados para lacrisis en cuestión, y también, según el usus loquendi de los profetas, había descrito elperíodo como aproximándose rápidamente”.

Stuart protesta contra el hecho de que Tholuck renuncie a la corrección del juicio delapóstol, pero adopta la insostenible posición de que Pablo está hablando aquí de:

“La salvación espiritual que los creyentes han de experimentar cuando sean trasladados almundo de vida eterna y de gloria”.

Por otra parte, Alford admite que:

“Una correcta exégesis de este pasaje puede difícilmente dejar de reconocer el hecho deque aquí el apóstol, como en otro lugar (1 Tes. 4:17; 1 Cor. 15:51), habla de la venida delSeñor como aproximándose rápidamente. Razonar, como lo hace Stuart, que, porque Pablocorrige en los Tesalonicenses el error de imaginar que estaba inmediatamente a las puertas(o hasta que ya había llegado), él mismo no la esperaba tan pronto, está seguramente fuerade lugar”.

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El editor estadounidense del Comentario de Lange, hablando de Romanos, escribe lasiguiente nota:

“El Dr. Hodge objeta con algún detalle la referencia a la segunda venida de Cristo. Por otraparte, la mayoría de los modernos comentaristas alemanes defienden esta referencia.Olshausen, De Wette, Philippi, Meyer, y otros, creen que ninguna otra posición es sostenibleen lo más mínimo; y el Dr. Lange, aunque evita cuidadosamente las teorías extremas sobreeste punto, niega la referencia a la bienaventuranza eterna, y admite que se quiere decir laParusía. Esta opinión gana terreno entre los exégetas anglosajones”.

Hay algunos intérpretes que evitan la dificultad negando que términos tales como cercano ydistantehagan alguna referencia al tiempo en absoluto. Por ejemplo, se nos dice que:

“Esto concuerda con todas las enseñanzas de nuestro Señor, de que representa el díadecisivo de la segunda aparición de Cristo como que está a las puertas, para mantener a loscreyentes siempre en la actitud de expectación vigilante, pero sin referencia a la cercanía odistancia cronológica a ese suceso”.

Este es un método no natural de interpretación, que simplemente vacía las palabras de todosignificado. Hay sólo una manera de salir de la dificultad, y es creer que el apóstol dice loque quiere decir, y que quiere decir lo que dice. Él era el inspirado apóstol y embajador deCristo, y el Señor no dejó que ninguna de sus palabras cayera al suelo. Su continua consignay clamor de advertencia a las iglesias de la era primitiva era: “El Señor está a las puertas”. Élcreía esto; enseñaba esto; y esta era la fe y la esperanza de toda la iglesia.

¿Estaba equivocado? ¿Vivió y murió la iglesia primitiva creyendo una mentira? ¿No ocurriónada que correspondiese a sus expectativas? ¿Dónde está el templo de Dios? ¿Dónde está laciudad de Jerusalén? ¿Dónde está la ley de Moisés? ¿Dónde está la nacionalidad judía? Perotodas estas cosas perecieron al mismo tiempo; y de todas ellas se predijo quedesaparecerían en la Parusía. El cumplimiento de aquellos otros sucesos en la región de loespiritual y lo invisible que estaban indisolublemente conectados con la Parusía, pero de loscuales, en la naturaleza de las cosas, no puede haber registro en las páginas de la historiahumana.

ESPERANZA DE UNA PRONTA LIBERACIÓN

Rom. 16:20. “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies”.

Aquí tenemos otra referencia inconfundible a la cercana aproximación al día de liberación.El aplastamiento de la cabeza de la serpiente es la victoria de Cristo, y esa victoria se ganaríapronto. Entre los enemigos que habrían de quedar debajo de sus pies estaban la muerte, yel que tenía el poder de la muerte, a saber, el diablo.

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En la expectativa de su crucifixión, el Señor declaró: “Ahora es el juicio de este mundo; ahorael príncipe de este mundo será echado fuera”, y ya hemos demostrado en qué sentido ycuán ciertamente se cumplió esa predicción. De la misma manera, se acercaba el día en quelos sufridos y perseguidos cristianos serían librados, por la Parusía, de los enemigos de loscuales estaban rodeados, y cuando el maligno instigador y cómplice de toda esa enemistadyacería postrado bajo los pies de ellos.

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLAS APOSTÓLICAS

EN LA EPÍSTOLA A LOS COLOSENSES

En ninguna de las epístolas de Pablo encontramos una alusión menos directa a la Parusía, ysin embargo, puede decirse que ninguna está más llena de la idea de ese acontecimiento. Elpensamiento de él subyace casi todas las expresiones del apóstol; está implícita en “laesperanza que os está guardada en los cielos”; “la herencia de los santos en luz”; “el reino desu amado Hijo”; “la reconciliación de todas las cosas con Dios”; “presentaros santos y sinmancha e irreprensibles delante de él”.

Pero hay por lo menos una alusión muy clara a la Parusía en la cual el apóstol habla de laesperada consumación.

LA MANIFESTACIÓN DE CRISTO SE APROXIMA

Col. 3:4. “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréismanifestados en él en gloria”.

Aquí encontramos una clara alusión al mismo acontecimiento y al mismo período que enRom. 8:19, es decir, “la manifestación de los hijos de Dios”. En ambos pasajes, es evidenteque esta manifestación se concibe como cercana. En realidad, en Rom. 8:18 se afirmaexpresamente que es así; la gloria está “a punto de ser revelada”, mientras que aquí enColosenses los discípulos son representados como “muertos”, y esperando la vida y la gloriaque recibirían a la revelación de Jesucristo, o sea, en la Parusía. Es inconcebible que elapóstol pueda hablar en términos tales de un suceso lejano; su cercanía es, evidentemente,uno de los elementos de su exhortación de que debían “poner el corazón en las cosas dearriba, no en las de la tierra”. ¿Hemos de suponer que todavía están en un estado demuerte, que su vida todavía está escondida? Pero su vida y su gloria están representadascomo contingentes con la “manifestación de Jesucristo”.

LA IRA VENIDERA

Col. 3:6. “Cosas [la idolatría, entre otras] por las cuales la ira de Dios viene”.

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La conclusión precedente (con respecto a la cercanía de la gloria venidera) está confirmadapor la referencia del apóstol a la cercanía de la ira venidera. La cláusula “sobre los hijos dedesobediencia” no se encuentra en algunos de los manuscritos más antiguos, y es omitidapor Alford. Probablemente ha sido añadida de Efe. 5:6. Tomando el pasaje como está, hayalgo muy sugestivo y enfático en su afirmación: “Viene la ira de Dios”. Hay un contrasteinconfundible entre “la gloria venidera del pueblo de Dios” y “la ira venidera” sobre susenemigos. No menos clara es la alusión a la “ira venidera” profetizada por Juan el Bautista, ya la cual con tanta frecuencia se refieren nuestro Señor y sus apóstoles. Tanto la gloria comol a ira están “a punto de ser reveladas”; coinciden con la Parusía de Cristo, y las iglesiasapostólicas estaban en constante expectación de la pronta manifestación de ambas.

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLAS APOSTÓLICAS

EN LA EPÍSTOLA A LOS EFESIOS

LA ECONOMÍA DE LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS

Efe. 1:9,10. “Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual sehabía propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación delcumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en latierra”, etc.

Aunque este pasaje no afirma nada directamente con respecto a la cercanía de la Parusía,tiene una relación directa con el acontecimiento en sí. El campo de investigación que abrees ciertamente demasiado amplio para que lo exploremos ahora, pero no podemos pasarlopor alto por completo. Este es un tema en el que al apóstol le encanta espaciarse, y enninguna parte se espacia con más entusiasmo que en esta epístola. Por lo tanto, puedesuponerse que, por muy oscuro que nos parezca en algunos respectos, no era ininteligiblepara los cristianos de Éfeso, ni para aquellos a los cuales se les envió esta epístola, porque,como bien observa Paley, nadie escribe ininteligiblemente a propósito. También podemosesperar encontrar alusiones al mismo tema en otras partes de los escritos del apóstol, quepueden servir para dilucidar dichos oscuros en este pasaje.

Hay dos preguntas que surgen del pasaje que tenemos delante: (1) ¿Qué se quiere decir con“reunir todas las cosas en Cristo”? (2) ¿Cuál es el período designado como “la dispensacióndel cumplimiento de los tiempos”, en el cual ha de tener lugar este “reunir todas las cosasen Cristo”?

1. Con respecto al primer punto, recibimos gran ayuda de la expresión que el apóstolemplea en relación con él, es decir, “el misterio de su voluntad”. Esta es una palabra favoritade Pablo al hablar de ese nuevo y maravilloso descubrimiento que nunca dejó de llenar sualma de adoración, gratitud y alabanza – la admisión de los gentiles a todos los privilegios dela nación del pacto. Es difícil para nosotros formarnos un concepto del sobresalto, la

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sorpresa y la incredulidad que causó en las mentes de los judíos el anuncio de semejanterevolución en la administración divina. Sabemos que ni siquiera los apóstoles estabanpreparados para ella, y que fue con algo parecido a la duda y la sospecha con que, por fin,cedieron a la abrumadora evidencia de los hechos: “¡De manera que también a los gentilesha dado Dios arrepentimiento para vida!” (Hechos 11:18). Pero, para el apóstol a losgentiles, este era el glorioso estatuto de la emancipación universal. De entre todos loshombres, él vio con la mayor claridad su belleza y su gloria divinas, su trascendente misterioy maravilla. Vio las barreras de separación entre judíos y gentiles, la antipatía entre lasrazas, “la pared intermedia de separación”, derribadas por Cristo, y una gran familia y unahermandad formada por todas las naciones, y tribus, y pueblos, y lenguas, bajo el poderreconciliador y unificador de la sangre expiatoria. No podemos equivocarnos, pues, alentender este misterio de “reunir todas las cosas en Cristo” como el mismo que se explicamás plenamente en el capítulo 3:5,6, “misterio que en otras generaciones no se dio aconocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles yprofetas por el Espíritu: que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, ycopartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio”. Esta es la unificación,“el resumen”, o consumación [], a la cual el apóstol se refiere con tanta frecuencia en estaepístola: “hacer de ambos pueblos uno sólo”; “crear en sí mismo de los dos un solo y nuevohombre”; “reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo” (Efe. 2:14,15,16). Este era el gransecreto de Dios, que había estado oculto a las pasadas generaciones, pero que ahora erarevelado a la admiración y la gratitud del cielo y la tierra.

Pero, puede preguntarse, ¿cómo puede el hecho de recibir a los gentiles en los privilegios deIsrael ser llamado la reunión de todas las cosas, tanto las que están en los cielos como lasque están en la tierra?

Algunos críticos muy capaces han supuesto que las palabras cielo y tierra en éste y en otrospasajes deben entenderse en un sentido limitado y, por decirlo así, técnico. Para la mentejudía, la nación del pacto, el pueblo peculiar de Dios, podría ser llamado apropiadamente“celestial”, mientras que los degenerados gentiles, que estaban fuera del pacto, pertenecíana una condición inferior, terrenal. Esta es la posición de Locke en su nota sobre este pasaje:

“Que Pablo debió usar “cielo” y “tierra” para los judíos y los gentiles no se considerará tanextraño si consideramos que Daniel mismo se refiere a la nación de los judíos con elnombre de “cielo” (Dan. 8:10). Ni quiere un ejemplo de ello en nuestro Salvador mismo,quien (Luc. 21:26) con “las potencias de los cielos” quiere significar claramente los grandeshombres de la nación judía. Ni es éste el único lugar en esta epístola de Pablo a los Efesiosque lleva esta interpretación de cielo y tierra. Quien lea los primeros quince versículos delcap. 3 y sopese las expresiones cuidadosamente, y observe la dirección del pensamiento delapóstol en ellos, no encontrará que hace violencia manifiesta al sentido de Pablo si por“familia en los cielos y en la tierra” (ver. 15) entiende el cuerpo unido de cristianos,compuesto de judíos y gentiles, que todavía viven promiscuamente entre estas dos clases

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de pueblos que continuaron en su incredulidad. Sin embargo, no estoy seguro de estainterpretación, sino que la ofrezco como una cuestión de investigación a los que creen queuna búsqueda imparcial del verdadero significado de las Sagradas Escrituras es la mejorforma de emplear el tiempo de que disponen”.

Es en favor de esta interpretación de “cielo y tierra” que estas expresiones debenaparentemente ser tomadas en un sentido restringido similar en otros pasajes en queocurren. Por ejemplo: “Hasta que pasen el cielo y la tierra” (Mat. 5:18); “el cielo y la tierrapasarán” (Luc. 21:33). En el primero de estos pasajes, el contexto muestra que es imposibleque se refiera a la disolución final de la creación material, porque eso afirmaría laperpetuidad de cada jota y cada tilde de lo que hace mucho tiempo fue abrogado y anulado.Debemos, pues, entender, el “pasar el cielo y la tierra” en un sentido tópico. Un expositorjuicioso hace las siguientes observaciones sobre este pasaje:

“Una persona completamente familiarizada con la fraseología del Antiguo Testamento sabeque la disolución de la economía mosaica y el establecimiento de la cristiana a menudo seentiende como la desaparición de la antigua tierra y los antiguos cielos, y la creación de unanueva tierra y unos cielos nuevos. (Véase Isa. 65:17 y 66:22). El período de terminación deuna dispensación y el comienzo de la otra se describe como “los últimos días” y “el fin delmundo”, y como una conmoción tal de la tierra y los cielos que conduciría a la destrucciónde las cosas conmocionadas (Hag. 2:6; Heb. 14:26,27)”.

Parece, pues, que hay justificación bíblica para entender “las cosas que están en los cielos ylas que están en la tierra” en el sentido indicado por Locke, judíos y gentiles. Es posible, sinembargo, que las palabras apunten a una comprensión más amplia y a una consumaciónmás gloriosa. Ellas pueden indicar que la raza humana, separada de Dios y de todos losseres santos, y dividida por la mutua enemistad y el mutuo alejamiento, estaba destinada,por el misericordioso de Dios, a unirse nuevamente, bajo una Cabeza común, el SeñorJesucristo, con el único Dios y Padre de la humanidad, y con todos los seres santos y felicesen el cielo. Según este punto de vista, todo el universo inteligente habría de ser puesto bajoun dominio, el de Dios Padre, por medio de su Hijo Jesucristo. Esta es la mayor consumaciónque se nos presenta en otras tantas formas en el Nuevo Testamento. Es la “regeneración” []de Mat. 19:28; los “tiempos de refrigerio” []; y “los tiempos de la restauración de todas lascosas” [] de Hechos 3:19,21; “la sujeción de todas las cosas a Cristo” de 1 Cor. 15:28; la“reconciliación de todas las cosas con Dios” [] de Col. 1:20; el “tiempo de reforma” [] de Heb.9:10; el ” ” — “la nueva era” — de Efe. 1:21. Todas éstas son sólo diferentes formas yexpresiones de la misma cosa, y todas apuntan a la misma gran era venidera; y, sin titubear,a esta categoría podemos asignar la frase “la dispensación de la plenitud de los tiempos”, y“reunir todas las cosas en Cristo”.

Antes de que este dominio universal del Padre pudiese ser asumido y proclamadopúblicamente, era necesario que la relación exclusiva y limitada de Dios con una sola naciónfuera reemplazada por una mejor y abolida. Por lo tanto, la teocracia debía ser hecha a un

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lado, para hacer lugar para la paternidad universal de Dios: “para que Dios pudiese ser todoen todos”.

2. La siguiente pregunta que debemos considerar es: ¿Tenemos alguna indicación delperíodo en el cual tendría lugar esta consumación?

Tenemos las más explícitas afirmaciones sobre este punto; pues, casi todas lasdesignaciones del acontecimiento nos permiten fijar el tiempo. La regeneración es “cuandoel Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria”; los tiempos de la “restitución de todaslas cosas” son cuando “Dios envíe a Jesucristo”; la “sujeción de todas las cosas a Cristo” es“en su venida” y “en el fin”. En otras palabras, todos estos sucesos coinciden con la Parusía;y éste, por lo tanto, es el período de la “reunificación de todas las cosas” bajo Cristo.

Llegamos a la misma conclusión a partir de la frase “la dispensación de la plenitud de lostiempos”. Una dispensación es una disposición u orden de cosas, y parece equivaler a lafrase , o pacto. La dispensación o economía mosaica es designada como el “pacto antiguo”(2 Cor. 3:14), en contraste con el “nuevo pacto”, o la “dispensación del evangelio”. El “pactoantiguo” o la antigua economía es representada como “decadente, que envejece, y estápróxima a desaparecer” — es decir, la dispensación mosaica estaba a punto de ser abolida,y de ser reemplazada por la dispensación cristiana (Heb. 8:13). Algunas veces, de la era oeconomía judía se habla como de esta era, la era presente [,]; y de la dispensación cristiana odel evangelio, como de “la era venidera”, y “el mundo por venir” [,] (Efe. 1:21; Heb. 2:5). Al finde la era o economía judía se le llama “el fin del tiempo” [], y es razonable concluir que el finde lo antiguo es el comienzo de lo nuevo. Se sigue, por lo tanto, que la economía de laplenitud de los tiempos es ese estado u orden de cosas que sucede y reemplazainmediatamente a la antigua economía judía. La dispensación de la plenitud de los tiemposes la dispensación final, la corona; el “reino que no puede ser movido”; “el mejor pacto,establecido sobre mejores promesas”. Entonces, puesto que la antigua economía fuefinalmente hecha a un lado y abrogada en la destrucción de Jerusalén, llegamos a laconclusión de que la nueva era, o la “dispensación de la plenitud de los tiempos”, recibió suinauguración solemne y pública en el mismo período, que coincide con la Parusía.

EL DÍA DE REDENCIÓN

Efe. 1:13,14. “El Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta laredención de la posesión adquirida”.

Efe. 4:30. “El Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.

Estos dos pasajes apuntan obviamente al mismo suceso y al mismo período. ¿Cuál es laredención de que se habla aquí — la redención de la posesión adquirida? El antiguo Israel esllamado la herencia de Jehová (Deut. 32:9); y del pueblo de Dios se dice que es su herencia(Efe. 1:11, traducción de Alford). Aquí, sin embargo, no es la herencia de Dios, sino nuestra

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herencia, a la que se hace referencia; y esa herencia todavía no está en posesión, sino enperspectiva; la prenda o las arras de ella (es decir, el Espíritu Santo) habiendo sido recibidas.Por tanto, nos vemos obligados a entender por herencia la futura gloria y felicidad queesperan al cristiano en el cielo. Esta, entonces, es la herencia, y también la posesiónadquirida, porque ambas se refieren a la misma cosa. Obviamente, es algo futuro, pero nodistante, pues ya ha sido adquirido, aunque todavía no ha sido poseído. Guardaba la mismarelación para los cristianos de Éfeso que la tierra de Canaán para los antiguos israelitas enel desierto. Era el reposo prometido, al cual esperaban vivir para entrar. El día en que elSeñor Jesús se revelase desde el cielo era el día de redención que las iglesias apostólicasesperaban. Nuestro Señor había predicho las señales de la aproximación de ese día.“Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porquevuestra redención está cerca”. También había declarado que la generación actual no pasaríahasta que todo se hubiese cumplido. (Luc. 21:28,32). El día de redención, pues, se acercaba,según ellos.

De la misma manera, Pablo, escribiendo a los cristianos en Roma, habla del ansioso anhelocon el cual “esperaban la adopción o la redención de su cuerpo de la esclavitud de lacorrupción” Rom.- 8:23). Este pasaje es precisamente paralelo a Efe. 1:14 y a 4:30. Hay lamisma herencia, las mismas arras de ella, la misma redención plena en perspectiva. Elcambio del cuerpo material y mortal en un cuerpo incorruptible y espiritual era parteimportante de la herencia. Esto es lo que el apóstol y sus conversos esperaban en laParusía. El día de redención, pues, coincide con la Parusía.

LA EDAD PRESENTE Y LA QUE VIENE

Efe. 1:21. “No sólo en este siglo, sino también en el venidero”.

A menudo, hemos tenido ocasión de hacer notar el correcto sentido de la palabra , tan amenudo traducida “mundo”. Locke observa: “Puede que valga la pena considerar si notendría normalmente un significado más natural en el Nuevo Testamento interpretarlacomo un período de tiempo de duración considerable, pasando por debajo de algunadispensación notable”. Según el apóstol, había por lo menos dos grandes períodos, oedades: una, la presente, pero que se acercaba a su fin; la otra, futura, y que estaba a puntode comenzar. La primera era el actual orden de cosas bajo la ley mosaica; la segunda era laépoca nueva y gloriosa que habría de ser inaugurada por la Parusía.

LOS SIGLOS [EONES] VENIDEROS

Efe. 2:7. “Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gloria”.

Conybeare y Howson hacen la siguiente observación sobre este pasaje:

“En los siglos venideros“; es decir, el tiempo del perfecto triunfo de Cristo sobre el mal,siempre contemplado en el Nuevo Testamento como “cercano”.

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Quizás sería más correcto decir que se refiere a la cercana salvación de estos creyentesgentiles, y su glorificación con Cristo; porque esta es la consumación que es contempladasiempre en el Nuevo Testamento como cercana (Rom. 13:11).

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLAS APOSTÓLICAS:

EN LA EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES

El Día de Cristo

Fil. 1:6. “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día deJesucristo”.

Fil. 1:10. “A fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo”.

Evidentemente, el día de Cristo es considerado por el apóstol como la consumación de ladisciplina moral y el período de prueba de los creyentes. No puede haber duda de que éltiene en mente el día de la venida del Señor, cuando Él “dé a cada uno según sus obras”.Suponiendo que el día de Cristo esté todavía en el futuro, se deduce que la disciplina moralde los filipenses no se ha completado todavía; que su tiempo de prueba no ha concluído; yque la buena obra comenzada en ellos todavía no ha sido perfeccionada.

La nota de Alford sobre este pasaje (cap. 1:6) merece ser notada: “Esto supone la cercaníade la venida del Señor. Aquí, como en otros lugares, los comentaristas han tratado deescapar de esta inferencia”, etc. Esto es justo; pero la inferencia del propio Alford, de quePablo estaba errado, es igualmente insostenible.

LA EXPECTACIÓN DE LA PARUSÍA

Fil. 3:20,21. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos alSalvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, paraque sea semejante al cuerpo de la gloria suya”, etc.

Estas palabras dan testimonio decisivo de la expectación acariciada por el apóstol, y por loscristianos de su tiempo, acerca de la pronta venida del Señor. No era la muerte lo queesperaban, como nosotros, sino lo que sorbería la muerte en victoria: la transformaciónque superaría la necesidad de morir. La nota de Alford sobre este pasaje es como sigue:

“Las palabras presuponen, como Pablo siempre lo hace cuando habla incidentalmente, queél sobreviviría para presenciar la venida del Señor. El cambio del polvo de la tierra en laresurrección, como quiera que acomodemos la expresión a él, no estaba originalmentecontemplado por él”.

CERCANÍA DE LA PARUSÍA

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Fil. 4:5. “El Señor está cerca”.

Aquí el apóstol repite la bien conocida consigna de la iglesia primitiva: “El Señor está cerca”,equivalente al “Maranatha” de 1 Cor. 16:22. Dudar de su plena convicción de la cercanía dela venida de Cristo es incompatible con el debido respeto al claro significado de las palabras;poner esta convicción como un error es incompatible con el debido respeto por suautoridad e inspiración apostólicas.

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLAS APOSTÓLICAS:

EN LA PRIMERA EPÍSTOLA A TIMOTEO

LA APOSTASÍA DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

1 Tim. 4:1-3. “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunosapostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por lahipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, ymandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de graciasparticipasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad”.

Una de las señales que nuestro Señor predijo que estaría entre las precursoras de la grancatástrofe que habría de abrumar al sistema y al pueblo judíos era la general y ominosaapostasía de la fe, que se manifestaría entre los profesos discípulos de Cristo. La referenciade nuestro Señor a esta apostasía, aunque clara y directa, no es tan minuciosa y detalladacomo la descripción que de ella encontramos en las epístolas de Pablo; de aquí queinfiramos, como también sugiere el lenguaje del primer versículo de este capítulo, que a losapóstoles se les habían hecho las subsiguientes revelaciones de su naturaleza y suscaracterísticas. En 2 Tesa. 2:3, Pablo la designa como “la apostasía” que rápidamentepresenta los lineamientos del “hombre de pecado”. Ya hemos señalado la diferencia entre“la apostasía” y “el hombre de pecado”, y que confundirlos ha sido un error común, peroegregio. En la secuela, descubriremos que la descripción que Pablo hace de la apostasía estan minuciosa como la que hace del “hombre de pecado”, para permitirnos a la una tanrápidamente como al otro.

El primer punto que será bueno establecer es el período de la apostasía; es decir, el tiempoen que se habría de declarar. Se dice que ocurriría “en los postreros tiempos”[enusteroizkairoiz], una expresión que, tomada en sí misma, podría parecer algo indefinida,pero que, cuando se la compara con otras frases similares, se encontrará sin duda quedenota un período específico y definido, bien entendido por Timoteo y todas las iglesiasapostólicas. Será conveniente poner juntos todos los pasajes que se refieren a esta épocatrascendental y crítica, que eran la meta y el término hacia los cuales, según lo muestra elNuevo Testamento, se apresuraban rápidamente todas las cosas.

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TABLA ESCATOLÓGICA, O SINOPSIS, DE LOSPASAJES RELATIVOS A LOS POSTREROS TIEMPOS

El Fin del Siglo

Mat. 3:39. “La siega es el fin del siglo“.Mat. 13:40. “Así será en el fin de este siglo“.Mat. 13:49. “Así será al fin del siglo“.Mat. 24:3. “¿Qué señal habrá de tu venida [parousia] y del fin del siglo?”Mat. 28:20. “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del siglo“.Heb. 9:26. “Pero ahora, en la consumación de los siglos” [tvnaiwnwn].

El Fin

Mat. 10:22. “El que persevere hasta el fin, éste será salvo”.Mat. 24:6. “Pero aún no es el fin” (Mar. 13:9; Luc. 21:9).Mat. 24:13. “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mar. 13:13).Mat. 24:14. “Y entonces vendrá el fin“.1 Cor. 1:8. “El cual también os confirmará hasta el fin“.1 Cor. 10:11. “A quienes han alcanzado los fines de los siglos“.1 Cor. 15:24. “Luego el fin“.Heb. 3:6. “Firme hasta el fin“.Heb. 3:14. “Firme hasta el fin“.Heb. 6:11. “La misma solicitud hasta el fin“.1 Ped. 4:7. “El fin de todas las cosas se acerca”.Apoc. 2:26. “El que guardare mis obras hasta el fin“.

Los Postreros Tiempos, Los Postreros Días, etc.

1 Tim. 4:1. “En los postreros tiempos algunos apostatarán” [enusteroizkairoz].2 Tim. 3:1. “En los postreros días vendrán tiempos peligrosos” [enescataizhmeraiz].Heb. 1:2. “En estospostreros días [Dios] nos ha hablado” [epescatoutvnhmerwntoutwn].Sant. 5:3. “Habéis acumulado tesoros para los días postreros” [enescataizhmeraiz].1 Ped. 1:5. “La salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”[enkairyescaty].1 Ped. 1:20. “Manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”[epescatoutvncronwn].2 Ped. 3:3. “En los postreros días vendrán burladores” [epescatoutvnhmerwn].1 Juan 2:18. “Ya es el último tiempo” [escathwra].Judas 18. “En el postrer tiempo habrá burladores” [enescatycrony].

FRASES EQUIVALENTES QUE SEREFIEREN AL MISMO PERÍODO

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El Día

Mat. 25:13. “No sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”.Luc. 17:30. “El día en que el Hijo del Hombre se manifieste”.Rom. 2:16. “El día en que Dios juzgará por Jesucristo”.1 Cor. 3:13. “El día la declarará”.

Aquel Día

Heb. 10:25. “Cuanto veis que aquel día se acerca”.Mat. 7:22. “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor”.Mat. 24:36. “Pero del día y la hora nadie sabe”.Luc. 10:12. “En aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma”.Luc. 21:34. “Y venga de repente sobre vosotros aquel día”.1 Tes. 5:4. “Para que aquel día os sorprenda como ladrón”.2 Tes. 2:3. “[Aquel día] no vendrá sin que antes venga la apostasía”.2 Tim. 1:12. “Poderoso para guardar mi depósito para aquel día”.2 Tim. 1:18. “Halle misericordia cerca del Señor en aquel día“.2 Tim. 4:8. “La cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día“.

El Día del Señor

Hech. 2:20. “Antes que venga el día del Señor”.1 Cor. 1:8. “Para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo”.1 Cor. 5:5. “A fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús”.2 Cor. 1:14. “Para el día del Señor Jesús”.Fil. 2:16. “Para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme”.1 Tes. 5:2. “El día del Señor vendrá así como ladrón en la noche”.

El Día de Dios

2 Ped. 3:12. “Apresurándoos para la venida del día de Dios”.

El Gran Día

Judas 6. “Para el juicio del gran día”.Apoc. 6:17. “El gran día de su ira ha llegado”.Apoc. 16:14. “A la batalla de aquel gran día”.

El Día de la Ira

Rom. 2:5. “Atesoras para tí mismo ira para el día de la ira”.Apoc. 6:17. “El gran día de su ira ha llegado”.

El Día del Juicio180/401

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Mat. 10:15. “En el día del juicio será más tolerable el castigo …”Mat. 11:22. “En el día del juicio será más tolerable el castigo …”Mat. 11:24. “En el día del juicio será más tolerable el castigo …”Mat. 12:36. “De ella darán cuenta en el día del juicio”.2 Ped. 2:9. “Para ser castigados en el día del juicio”.2 Ped. 3:7. “Guardados para el fuego en el día del juicio”.1 Juan 4:17. “Para que tengamos confianza en el día del juicio“.

El Día de la Redención

Efe. 4:30. “Sellados para el día de la redención“.

El Día Postrero

Juan 6:39. “Sino que lo resucite en el día postrero”.Juan 6:40. “Yo le resucitaré en el día postrero”.Juan 6:44. “Yo le resucitaré en el día postrero”.Juan 6:54. “Yo le resucitaré en el día postrero”.Juan 11:24. “Resucitará en la resurrección, en el día postrero”.

Una comparación de estos pasajes mostrará que:

1. Todos se refieren al mismo período y sólo a él – cierto tiempo definido y específico.2. Todos presuponen o afirman que el período en cuestión no está muy distante.3. El límite más allá del cual no es permisible ir para establecer el período llamado “los últimos tiempos” está indicado en las Escrituras del Nuevo Testamento, o sea, la duración de la vida de la generación que rechazó a Cristo.4. Esto nos trae al período de la destrucción de Jerusalén, como el que marca “el fin del siglo”, “el día del Señor”, “el fin”. Es decir, la venida del Señor, o la Parusía.

DESCRIPCIÓN DE LA APOSTASÍA

Habiendo puesto juntos en un solo cuadro los pasajes que hablan del período de laapostasía, es apropiado seguir un método similar con respecto a los pasajes que describenlas características y la naturaleza de la apostasía misma. Esta fatal defección arroja susombra oscura sobre todo el campo de la historia del Nuevo Testamento, desde el discursoprofético de nuestro Señor en el Monte de los Olivos, y aún antes, hasta el Apocalipsis deJuan. Es instructivo observar cómo, al aproximarse el tiempo de su desarrollo y sumanifestación, la sombra se vuelve más y más oscura, hasta que alcanza las más profundastinieblas en la revelación del anticristo.

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SINOPSIS DE LOS PASAJES RELATIVOS ALA APOSTASÍA EN LOS POSTREROS TIEMPOS

1. La apostasía, predicha por nuestro Señor

Falsosprofetas

Mateo 7:15 “Guardaos de los falsos profetas, que vienen avosotros con vestidos de ovejas, pero por dentroson lobos rapaces”.

Ídem Mateo 7:22 “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor,¿no profetizamos en tu nombre?”, etc.

FalsosCristos

Mateo 24:5 “Vendrán muchos en mi nombre, y a muchosengañarán”.

Falsosprofetas

Mateo 24:11 “Y muchos falsos profetas se levantarán, yengañarán a muchos”.

FalsosCristos yfalsosprofetas

Mateo 24:24 “Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, yharán grandes señales y prodigios”.

Apostasíageneral

Mateo 24:10 “Muchos tropezarán, y se entregarán unos aotros, y unos a otros se aborrecerán”.

Mateo24:12

“Por haberse multiplicado lamaldad, el amor de muchosse enfriará”.

Falsosmaestros

Hechos20:29,30

“Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotroslobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismosse levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrartras de sí a los discípulos”.

La apostasía 2 Tesa.2:3

“No vendrá sin que antes venga la apostasía”.

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Falsosapóstoles

2 Cor.11:13,14

“Éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazancomo apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismoSatanás se disfraza como ángel de luz”.

Falsosmaestros

Gál. 1:7 “Hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio deCristo”.

Falsoshermanos

Gál. 2:4 “Falsos hermanos introducidos a escondidas”.

Engañadoresy cismáticos

Rom.16:17,18

“Fijaos en los que causan divisiones y tropiezos contra la doctrinaque habéis aprendido, y apartaos de ellos. Tales personas no sirvena nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suavespalabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos”.

Falsosmaestros

Col. 2:8 “Mirad que nadie os engañe con filosofías y huecas sutilezas”.

Ídem Col.2:18

“Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a losángeles”.

Maestrosjudaizantes

Fil. 3:2 “Guardaos de los perros; guardaos de los malos obreros, guardaosde los mutiladores del cuerpo”.

Enemigos dela cruz

Fil. 3:18 “Por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces … queson enemigos de la cruz de Cristo”.

Sensualistas Fil. 3:19 “El fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre”.

Falsosmaestros

1 Tim.1:3,4

“Manda a algunos que no enseñen diferente doctrina, ni prestenatención a fábulas y genealogías interminables”.

Judaizantes 1 Tim.1:6,7

“Algunos se apartaron y se desviaron a vana palabrería, queriendoser doctores de la ley”, etc.

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Apóstatas 1 Tim.1:19

“Algunos desecharon y no mantuvieron la fe y y buena conciencia, ynaufragaron”.

Mentirosos ehipócritas

1 Tim.4:1,2

“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiemposalgunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores ya doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos quetienen cauterizada la conciencia”.

Falsosmaestros

1 Tim.4:3

“Prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dioscreó…”

Ídem 1 Tim.6:20,21

“Evita las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos dela falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, sedesviaron de la fe”.

Ídem 2 Tim2:16-18

“Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más ymás a la impiedad. Y su palabra carcomerá como gangrena; de loscuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad,diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe dealgunos”.

Inmoralidadde laapostasía

2 Tim.3:1-6,8

“También debes saber esto; que en los postreros días vendrántiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos,avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a lospadres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables,calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno,traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites másque de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán laeficacia de ella … Porque de éstos son los que se meten en las casasy llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados”, etc.“Hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe”.

Falsosmaestros

2 Tim.3:13

“Los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor,engañando y siendo engañados”.

Ídem. 2 Tim.4:3,4

“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sinoque, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conformea sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y sevolverán a las fábulas”.

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2. La apostasía, predicha por Pablo

Maestrosjudaizantes

Tito1:10

“Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades yengañadores, mayormente los de la circuncisión”.

Ídem Tito1:14

“No atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombresque se apartan de la verdad”.

Inmorales Tito1:16

“Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendoabominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra”.

3. La apostasía, predicha por Pedro

Falsosmaestros

2 Ped. 2:1 “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habráentre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamenteherejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató,atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina”.

Inmoralidadde laapostasía

2 Ped.2:10,13,14

“Aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia einmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, notemen decir mal de las potestades superiores … Estos soninmundicias y manchas, quienes aun mientras comen convosotros, se recrean en sus errores”, etc.

Burladores 2 Ped. 3:3 “Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendránburladores, andando según sus propias concupiscencias”.

4. La apostasía, predicha por Judas

Falsos maestros Judas Véase 2 Ped. Ped. 2.

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5. La apostasía, predicha por Juan

El anticristo,losapóstatas

1 Juan2:18,19

“Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que elanticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por estoconocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero noeran de nosotros”.

El anticristo 1 Juan2:22

“¿Quién es el mentiroso, sino el que niga que Jesús es el Cristo? Estees anticristo, el que niega al Padre y al Hijo”.

Falsosmaestros

1 Jun2:26

“Os he escrito esto sobre los que os engañan”.

Falsosprofetas

1 Juan4:1

“Muchos falsos profetas han salido por el mundo”.

El anticristo 1 Juan4:3

“Todo espíritu que confiesa que no confiesa que Jesucristo ha venidoen carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cualvosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo”.

Losengañadoresy elanticristo

2 Juan,ver. 7

“Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que noconfiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es elengañador y el anticristo”.

CONCLUSIONES RELATIVAS A LA APOSTASÍA

Por una consideración y una comparación de estos pasajes, se echa de ver que:

1. Todos se refieren a la misma gran defección de la fe, designada por Pablo como “la apostasía”.2. Esta apostasía sería general y extendida.3. Estaría marcada por una extremada depravación moral, particularmente por pecados de la carne.4. Estaría acompañada por pretensiones de poder milagroso.5. Sería mayormente, si no principalmente, judía en su natualeza.6. Rechazaría la encarnación y la divinidad del Señor Jesucristo; es

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decir, sería el anticristo predicho.7. Alcanzaría su pleno desarrollo en los “postreros tiempos”, y sería la precursora de la Parusía.

Habiendo así echado un vistazo general a la doctrina del Nuevo Testamento concerniente ala apostasía, sólo queda tomar nota de algunas objeciones que se puedan hacer a lasconclusiones que anteceden.

1. Puede preguntarse: ¿Qué evidencia tenemos de que tales errores y herejías prevalecíanen los tiempos apostólicos? La respuesta es: El Nuevo Testamento mismo proporciona laprueba. Los males que descritos por Pablo como futuros están representados por Pedro ypor Juan como presentes en la actualidad. Las características de la apostasía como laspresenta uno son precisamente las descritas por los otros. El ascetismo y la inmoralidad sonconspicuos en los bosquejos proféticos que Pablo hace de la apostasía, y encontramos lasmismas características en las descripciones históricas que hacen Pedro y Juan.

2. Puede objetarse que el período llamado “los postreros tiempos”, o “los últimos días”, nose describe estrictamente y puede, por lo que sabemos, ser todavía futuro.

Pero, en primer lugar, los mandatos que Pablo da a Timoteo implican claramente que noera un mal distante, sino presente, o en todo caso inminente, del cual él hablaba. Esmanifiesto que los síntomas de la apostasía ya habían comenzado a mostrarse, y que todoel tenor de la exhortación del apóstol implica que los males especificados serían observadospor Timoteo (1 Tim. 6:20,21).

Nada puede ser más seguro que los apóstoles consideraban que ellos vivían en “lospostreros tiempos”. En la secuela, tendremos ocasión de ver esto claramente demostrado.Mientras tanto, puede observarse que todos los pasajes dispuestos bajo el encabezado “LosPostreros Tiempos” en nuestra tabla escatológica se refieren a la misma gran crisis. Era “elfin de las edades” [sunteleiatouaivnoz], de lo cual nuestro Señor hablaba tan a menudo. Laapostasía era la predicha precursora del fin.

TIMOTEO Y LA PARUSÍA

1 Tim. 6:14,15. “[Te encargo] que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hastala aparición de nuestro Señor Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará”, etc.

Esto implica que Timoteo podría esperar vivir hasta que aquel suceso tuviese lugar. Elapóstol no dice: “Guarda este mandamiento entre tanto que vivas”, ni “Guárdalo hasta tumuerte”, sino “hasta la aparición de Jesucristo”. Estas expresiones no son en modo algunoequivalentes. La “aparición” [epifaneia] es idéntica a la Parusía, un suceso que Pablo yTimoteo creían por igual que estaba cerca.

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La nota de Alford sobre este versículo es eminentemente insatisfactoria. Después de citar laobservación de Bengel de que “los fieles en la era apostólica estaban acostumbrados aesperar el día de Cristo como aproximándose; mientras que nosotros estamosacostumbrados a esperar el día de la muerte de la misma manera”, continúa diciendo:

“Podemos decir con justicia que, cualquier impresión traicionada por las palabras de que lavenida del Señor ocurriría durante la vida de Timoteo, queda depurada y corregida por laexpresión kairoizidioiz [su propio tiempo] del versículo siguiente”.

¡En otras palabras, la errónea opinión de una oración es corregida por la cautelosavaguedad de la siguiente! ¿Es posible aceptar tal declaración? ¿Hay algo en kairoizidioiz quejustifique tal comentario? ¿O es tal estimación del lenguaje del apóstol compatible con unacreencia en su inspiración? No fue ninguna “impresión” lo que el apóstol “traicionó”, sinouna convicción y una certeza fundadas en las expresas promesas de Cristo y las revelacionsde su Espíritu.

No menos digna de excepción es la reflexión con que concluye:

“Por pasajes como éste vemos que la era apostólica sostenía lo que debería ser la actitud detodas las épocas, una constante expectación por el regreso del Señor”.

Pero, si esta expectación no era más que una falsa impresión, ¿no es la actitud de ellos másbien una advertencia que un ejemplo? Ahora vemos (suponiendo que la Parusía nunca tuvolugar) que ellos acariciaban una vana esperanza y vivían en la creencia de un engaño. Y siestaban equivocados en ésta, la más confiada y acariciada de sus convicciones, ¿cómopodemos confiar en sus otras opiniones? Considerar a todos los apóstoles y cristianosprimitivos como envueltos en un egregio engaño sobre un tema que ocupaba un lugarprominente en su fe y en su esperanza es asestar un golpe fatal a la inspiración y laautoridad del Nuevo Testamento. Cuando Pablo declaró, una y otra vez: “El Señor estácerca”, no expresaba su opinión privada, sino que hablaba con autoridad como órgano delEspíritu Santo. Las observaciones de Alford pueden ser refutadas mejor con las palabras desu propio contrarreplicador al Profesor Jowett:

“¿Escribía o no escribía el apóstol bajo el poder de un espíritu mayor que el suyo propio?¿Nos habla Dios o no nos habla en la Biblia en algún sentido o no? Si es verdad, de todos lospasajes es en éstos, que tratan con tanta confianza del futuro, en los que debemosreconocer la voz de Dios; si no tenemos a Dios en estos pasajes, entonces, ¿dónde debemosescuchar todo esto?”

Encontramos el mismo tono de disculpa en las observaciones del Dr. Ellicott sobre estepasaje:

“Puede admitirse, quizás, que los escritores sagrados han usado un lenguaje en referenciaal regreso del Señor que parece mostrar que los anhelos de esperanza casi se habían

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convertido en convicciones de fe”.

Sería extraño que las afirmaciones más claras, más fuertes, y más a menudo repetidas de lafe y la esperanza de Pablo produjeran en la mente de un lector una impresión tan débil desus convicciones como ésta. Pero no hay titubeos en la declaración del apóstol; no esincertidumbre lo que él pronuncia; es con tono firme y confiado que exclama gozoso: “ElSeñor está cerca”. No expresa sus propias conjeturas, ni su propia esperanza, ni sus propiosanhelos, sino que transmite el mensaje que se le confió, y, como fiel testigo de Cristo,proclama por todas partes la pronta venida del Señor.

LA APOSTASÍA MANIFESTÁNDOSE YA

1 Tim. 6:20,21. “Oh, Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanaspláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsa llamada ciencia, la cual profesandoalgunos, se desviaron de la fe”.

Es importante notar que, a partir de varios indicios en esta epístola, se ve que la defecciónde la fe que habría de caracterizar a los postreros días ya se había instalado. Pablo adviertea Timoteo contra los “falsos maestros” con sus “fábulas y genealogías interminables”. Leadvierte contra “los que naufragaron en cuanto a la fe”, “los que deliran acerca decuestiones y contiendas de palabras — hombres corruptos de entendimiento y privados dela verdad”. Evidentemente, estos “lobos con piel de oveja” ya estaban devorando el rebaño.Por lo tanto, ubicar la apostasía en una era post-apostólica es pasar por alto la obviaenseñanza de la epístola. Era un mal presente, no distante, lo que el apóstol desaprobaba:la peste había comenzado en el campamento.

LA PARUSÍA EN LA SEGUNDA EPÍSTOLA A TIMOTEO“AQUEL DÍA” – ES DECIR, LA PARUSÍA, ESPERADA

2 Tim. 1:12. “Es poderoso para guardar mi depósito para aquel día“.2 Tim. 1:18. “Concédale el Señor que halle misericordia cerca del Señor en aquel día”.2 Tim. 4:8. “La corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día”.

En todos estos pasajes, la alusión es al “día del Señor”, el día por excelencia; el día de suaparición; la Parusía.

Todo el tenor de estos pasajes indica que Pablo consideraba “aquel día” como muy cercanoen ese momento. En espera de él, prorrumpe en júbilo triunfante, como si estuviese apunto de recibir la corona de victoria: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera,he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará elSeñor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman suvenida”. ¡Cuán evidentemente son esperados, como muy cercanos, todos estos sucesos: supropia partida, su corona, “aquel día”, y la aparición del Señor! ¿Diremos que su espera erademasiado optimista? ¿Que el día todavía no ha llegado? ¿Que su corona todavía está

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guardada? ¿Que Onesíforo todavía no ha alcanzado misericordia? Esta suposición esincreíble.

LA APOSTASÍA DE LOS “POSTREROS DÍAS”, INMINENTE

2 Tim. 3:1-8. “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempospeligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos,soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural,implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores,impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán aparienciade piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita. Porque de éstos son los que semeten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas pordiversas concupiscencias. Éstas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar alconocimiento de la verdad. Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, asítambién éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos encuanto a la fe”.

Evidentemente, “los postreros días” de este pasaje son idénticos a “los postreros tiempos”de 1 Tim. 4:1. Esto es tan obvio que no necesita ninguna prueba. El intento de distinguirentre los “postreros” tiempos de un pasaje y el otro, que Bengel parece sancionar, es, pues,inútil. Es apenas necesario añadir que “los postreros días” eran los días del propio apóstol, eltiempo que era presente entonces. Él está hablando, no de un futuro distante, sino de untiempo que ya comenzaba; porque es claro que él traza el cuadro de los caracteresdescritos de la vida. Las indicaciones de la apostasía venidera ya eran evidentes. “De éstosson los que”, etc. (vers. 6). Se supone que Timoteo se encontraría con aquellos tiempos, ycon aquellos hombres malvados de los cuales le exhorta a alejarse. La siguiente nota deConybeare y Howson se acerca mucho a la verdad, aunque no llega a la verdad total:

“Esta frase (escataizhmeraiz), usada sin el artículo, habiendo llegado a convertirse en unaexpresión familiar, denota por lo general la terminación de la dispensación mosaica. (VéaseHechos 2:17; 1 Ped. 1:5,20; Heb. 1:2). Por esta razón, la expresión generalmente denota (enla era apostólica) el tiempo presente; pero aquí apunta a un futuro inmediatamente cercanoque está, sin embargo, fundido con el presente (véase ver. 6,8), y era, de hecho, el fin de laera apostólica. (Compárese con 1 Juan 2:18: “Este es el último tiempo”. La larga duración deeste último período del desarrollo mundial no les fue revelada a los apóstoles; ellosesperaban que el regreso de su Señor le pondría fin en su propia generación; y así secumplieron las palabras de Jesús, de que nadie sabría el tiempo de su venida”.

Esta explicación final es la que no puede admitir nadie que crea que los apóstoles hablaron y escribieron por el poder del Espíritu Santo; y, a pesar de la opinión casi unánime de suscríticos de que seguramente estaban errados, nosotros estamos con los apóstoles antesque con sus críticos.

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El comentario de Alford sobre este pasaje se contradice dolorosamente, y muestra a quécambios quedan reducidos los eruditos para salvar el crédito de los apóstoles cuando nopueden creer sus sencillas declaraciones. Dicen:

“Mayormente, el apóstol escribió y habló de ella (la venida del Señor) como que tendríalugar pronto, no sin muchas y suficientes señales, sin embargo, proporcionadas por elEspíritu, de un intervalo, no corto, que transcurriría primero”.

Pero, ¿cómo ocurriría pronto un suceso, y sin embargo, ocurriría primero un período largo?O, ¿debemos suponer que el Espíritu Santo enseñó una cosa mientras los apóstolesescribían y hablaban otra? Si ellos dijeron lo que dijeron con respecto a la cercanía de laParusía cuando en realidad no tenían ningún conocimiento ni ninguna revelación sobre eltema, claramente excedieron su comisión, y cometieron lo que la Palabra de Dios declaracomo uno de los pecados más presuntuosos — añadieron a las palabras de la profecía quetenían la comisión de transmitir. Rechazamos la explicación en su totalidad. No sólo no esuna explicación no natural, sino completamente inconsistente con cualquier teoría deinspiración de la palabra de Dios.

El pasaje que tenemos delante es sumamente importante para delinear el carácter de “laapostasía”. La temida aparición ya había comenzado a revelarse, y es evidente que elapóstol la describe por haberla observado en realidad. Figelo y Hermógenes, queabandonaron al apóstol; Himeneo y Fileto, con su palabrería profana y vana; los servilesengañadores, que convertían en prosélitas a las mujeres débiles de mente; los hombres dementes corruptas, réprobos en cuanto a la fe, que resistían a la verdad; éstos eran lavanguardia del ejército de langostas de “erroristas” y apóstatas que venían a cubrir y adevastar el hermoso rostro del cristianismo primitivo. Su aparición indicaba que “lospostreros tiempos” habían llegado, y que la Parusía estaba cerca. Podemos suponer, aprimera vista, que el horrible catálogo de réprobos contenido en los primeros versículos delcapítulo 3 describe la corrupción general de la sociedad fuera de la iglesia cristiana, pero esdemasiado evidente que el apóstol está aludiendo a hombres que una vez profesaron la fede Cristo. Tenían una “forma de piedad”, pero “su fe había naufragado”, eran verdaderos“apóstatas”.

Que esta “apostasía” de la verdad ya se había instalado, es evidente por las reiteradasexhortaciones y advertencias que el apóstol dirige a Timoteo. ¿Por qué hablaría con tanapasionada vehemencia si el mal no haría su aparición antes de veinte o cuarenta siglos? Esabsurdo decir que Pablo escribía para beneficio de futuras edades. Él era verdaderamenteun hombre que vivía en su propio tiempo, y escribía a un hombre de su propio tiempo conrelación a cuestiones de interés actual y personal para ambos, como cualquiera de nosotrosque ahora vertiéramos nuestros pensamientos en una carta para un amigo ausente. Hayuna total irrealidad en cualquier otro punto de vista sobre las epístolas apostólicas. Esimposible leerlas sin sentir los latidos del corazón en cada línea; todo es vívido, intenso,

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vivo. No es un peligro distante, visto a través de la bruma de los siglos, sino un peligro quees instantáneo y urgente: el enemigo está a las puertas, y el veterano guerrero, a punto dehundirse en el campo de batalla, alienta al joven soldado a ser fiel y a resistir hasta el fin.

ESPERA DEL FIN QUE SE APROXIMA

2 Tim. 4:1,2. “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y alos muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes atiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”.

Encontramos asociados juntos en este pasaje, como sucesos contemporáneos, a la Parusía,el juicio, y el reino de Cristo. Todos ellos están conectados y relacionados en su naturaleza yen el tiempo de su ocurrencia. Encontramos la misma disposición de sucesos en Mat. 25:31.“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, entonces se sentará en su trono de gloria, yserán reunidas delante de él todas las naciones”, etc.

Se afirma claramente la cercanía de esta consumación. No es, como dice nuestra VersiónAutorizada [en inglés], “que juzgará”, sino “que está a punto de juzgar”[toumellontozkrinein]. Una afirmación como ésta podría ser suficiente para zanjar lacuestión tanto en cuanto al hecho como en cuanto a la creencia del apóstol en el hecho, deque el tiempo de la Parusía estaba cerca. Pero, en lugar de una sola afirmación, tenemos eltenor uniforme y constante de la doctrina sobre el tema en el Nuevo Testamento entero.Los que dicen que los apóstoles estaban errados sobre este punto deben tener una“facultad verificadora” para distinguir entre los pronunciamientos inspirados de ellos y losque no lo eran. Si Pablo fue inspirado para escribir krinein , ¿no estaba igualmenteinspirado para escribir mellontoz?

La inminencia de la Parusía explica el fervor con el cual el apóstol insta a Timoteo a hacertodos los esfuerzos para desempeñar los deberes de su posición. “Predica la palabra; insta atiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”.Estos mandatos se emplean a veces para establecer la normal intensidad y urgencia con quela función pastoral debería desempeñarse (y nosotros no condenamos la aplicación); peroes claro que Pablo no está hablando de tiempos y esfuerzos ordinarios. Es la agonía de unacrisis tremenda; el tiempo es corto; es ahora o nunca; victoria o muerte. Éstas no son frasescomunes sobre el diligente desempeño del deber, sino la alarma del centinela que ve elenemigo a las puertas, y hace sonar la trompeta para avisar a la ciudad.

LA PARUSÍA EN LA EPÍSTOLA A TITO

EN ESPERA DE LA PARUSÍA

Tito 2:13. “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestrogran Dios y Salvador Jesucristo”.

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Aquí encontramos nuevamente lo que hace tiempo hemos llegado a reconocer, la actitudhabitual de los cristianos de la era apostólica, la expectación de la venida del Señor. Estaexpectativa es inculcada como uno de los principales deberes cristianos, y se identifica conuna vida sobria, justa, y piadosa. Esto implica que el acontecimiento era considerado comocercano, porque, ¿cómo podría derivarse un poderoso motivo para velar de unacontingencia remota y desconocida en un futuro distante? O, ¿cómo podría ser deber de loscristianos “aguardar” lo que no ocurriría durante cientos o miles de años? Es evidente que elapóstol considera que la edad presente, tonnunaivna, está acercándose a su fin, y exhorta alos cristianos a vivir en la actitud de expectativa de la Parusía, que debía introducir el nuevoorden, “el aiwno melln”.

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLAS APOSTÓLICAS

EN LA EPÍSTOLA A LOS HEBREOS

Está fuera del ámbito de esta investigación discutir la cuestión de quién escribió la Epístola alos Hebreos. Aunque no haya salido de la misma pluma que la Epístola a los Romanos, ypocos de los que están familiarizados con el estilo de Pablo afirmarán que no lo ha hecho,su espíritu y su enseñanza son esencialmente paulinos, y podemos con justicia considerarlacomo uno de los más preciosos legados de la era apostólica. Su valor como clave delsignificado de la economía levítica y como contribución a la doctrina y la vida cristianas esinestimable; y ya sea que se la atribuyamos a Bernabé o a Apolo, o a cualquier otrocolaborador de Pablo, podemos aceptarla sin titubear, “no como palabra de hombre, sinocomo la palabra de Dios, que lo es en verdad”.

Ahora podemos adentrarnos aún más profundamente en la oscura sombra de la apostasíapredicha. Fue para combatir a este formidable antagonista del evangelio que esta epístolase escribió; y el carácter judaico del movimiento anti-cristiano es evidente en la línea delargumento que su autor adopta. Nos encontramos en seguida en “los postreros días”.

LOS DÍAS YA HAN LLEGADO

Heb. 1:1,2. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo alos padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”.

La frase “en estos postreros días” o “en estos últimos días” muestra que el escritorconsideraba el tiempo de la encarnación y el ministerio de Cristo como el período final deuna dispensación o era. Encontramos una expresión algo similar en el cap. 9:26. “Ahora, enla consumación de los siglos” [episunteleiatwnaiwnwn], en que la referencia es a laencarnación y al sacrificio expiatorio de Cristo. Una era antigua, llámese mosaica, judaica, odel Antiguo Testamento, estaba terminando ahora; muchas cosas que habían parecidoinamovibles y eternas estaban a punto de desvanecerse; y “el fin del siglo” o “los postrerostiempos” habían llegado.

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LAS ERAS, EDADES, O PERÍODOS MUNDIALES

Heb. 1:2. “Por quien asimismo hizo el universo [mundo]”.

Mucha confusión ha surgido del uso indiscriminado de la palabra “mundo” como traducciónde las diferentes palabras griegas aiwn, kozmoz, oikoumenh, y gh. El lector no ilustrado quese encuentra con la frase “el fin del mundo”, inevitablemente piensa en la destrucción delmundo material, mientras que, si lee “fin del tiempo”, pensará naturalmente en laterminación de cierto período de tiempo, que es su correcto significado. Ya hemos tenidoocasión de observar que aiwn es correctamente una designación de tiempo, una época; y esdudoso que tenga jamás algún otro significado en el Nuevo Testamento. Su equivalente enlatín es aevum, que en realidad es la palabra griega aiwn con ropaje latino. La palabracorrecta para tierra, o mundo, es kosmoz, que se usa para designar tanto al mundo materialcomo el moral. Oikumenh es correctamente el mundo habitado, “el habitable“, y en el NuevoTestamento se refiere a menudo al Imperio Romano, algunas veces a una porción tanpequeña de él como Palestina. Gh, aunque algunas veces significa la tierra de modo general,en los evangelios se refiere con mayor frecuencia a la tierra de Israel. Una correctacomprensión de estas palabras arroja mucha luz sobre muchos pasajes.

Es seguro que, en el tiempo de nuestro Salvador, los judíos estaban acostumbrados a dividirel tiempo en dos grandes períodos o edades, la edad presente [onunaiwn, oaiwnowtoz] y laedad venidera [oaiwnmellwn]. La edad venidera era la del Mesías, o “el reino de Dios”. Lamisma división se reconoce en el Nuevo Testamento, y ya hemos visto que, según el puntode vista del escritor de la epístola, el fin de la edad presente se acercaba. (Véase elCommentary de Suart sobre Hebreos in loc.; el Testamento Griego de Alford; el Lexicon deWahl. voc. aiwn).

Puede decirse, sin embargo, que, aunque la palabra sí significa principalmente una edad, eneste caso el sentido de este pasaje requiere obviamente que traduzcamos aiwnaz comomundos. Debe reconocerse que suena grosero a nuestros oídos decir: “Dios hizo losmundos por medio de Jesucristo” y muy simple y natural decir: “Él hizo el mundo”; pero,cuando consideramos que el escritor de esta epístola no concebía mundos en el sentido enel cual nosotros usamos ahora esa expresión, esto quizás modifique nuestra opinión.Somos muy propensos a acreditarle al autor nuestras ideas astronómicas, y a suponer queél se refiere al sol, la luna, y las estrellas como otros tantos mundos. Pero no tenemosninguna razón para creer que él tenía alguna idea como ésa. Los cuerpos celestes eran paraél luces, no mundos. Con las edades, sin embargo, el autor de esta epístola, como hombrede letras, debe haber estado completamente familiarizado. Entonces, ¿qué quiso decir conque Dios hizo el universo [las edades]? Éstas eran las grandes eras, o épocas de tiempo, quela Suprema Sabiduría había ordenado y dispuesto; los períodos del mundo, como podemosllamarlos, que constituían actos en el gran drama de la Providencia. Parece haber unaalusión a este ordenamiento de las edades, o períodos mundiales, en Hechos 17:26: “Les ha

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prefijado el orden de los tiempos” [orisazprostetagmenouzkairouz]; como también en Efe.1:10: “La dispensación del cumplimiento de los tiempos”. Se inclina fuertemente a favor deeste punto de vista el hecho de que es sustancialmente la adoptada por los padres griegos.

EL MUNDO VENIDERO, O EL NUEVO ORDEN

Heb. 2:5. “Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamoshablando”.

Este pasaje aclara el tema aún más. Aquí tenemos una de las eras – el mundo venidero – esdecir, no un mundo material, sino un sistema u orden de cosas análogo a la dispensaciónmosaica. Hay una evidente comparación o contraste entre la economía mosaica y el estadonuevo o cristiano. La primera fue puesta bajo la administración de ángeles; era “la palabrahablada por ángeles”; “por disposición de ángeles” (Hechos 7:53); fue “ordenada por mediode ángeles en mano de un mediador” (Gál. 3:19). Pero la nueva edad, el reino de los cielos,fue administrado por uno mayor que los ángeles, el mismo Hijo de Dios; prueba de lasuperioridad de la dispensación cristiana sobre la judía.

Es ciertamente algo singular que encontráramos la palabra oikoumenh aquí, dondedebíamos haber esperado encontrar aiwna. Si hubiera sido oikonomian, como en Efe. 1:10,estaría más de acuerdo con nuestras ideas del verdadero significado; pero no hay derecho asuponer que una palabra haya tomado el lugar de la otra. De que la alusión es al sistema oal orden de cosas introducido por Cristo no puede haber ninguna duda, y la frase esequivalente al “reino de los cielos”. Puede añadirse que se dice que “viene“, mellousa, unapalabra que implica cercanía, como “la ira venidera”, “la gloria venidera”, “el mundovenidero”.

EL FIN, ES DECIR, DE LA EDAD, O DEL EÓN

Heb. 3:6. “Si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza”.Heb. 3:14. “Con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”.Heb. 6:11. “La misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza”.

Ya hemos tenido ocasión de observar la significativa frase “el fin”, como se usa en el NuevoTestamento. No significa hasta el fin, o el fin de la vida, sino el fin de la edad. Alford observacorrectamente:

“El fin que se tiene en mente no es la muerte de cada individuo, sino la venida del Señor,que es llamada constantemente por este nombre”.

LA PROMESA DEL REPOSO DE DIOS

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Heb. 4:1-11. “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en sureposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros senos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oir la palabra, porno ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en elreposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunquelas obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. Porque en cierto lugardijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día. Y otra vez aquí:No entrarán en mi reposo. Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, yaquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa dedesobediencia, otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, pormedio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. Por tanto,queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, tambiénha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquelreposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”.

Este es un pasaje extremadamente importante e interesante, no sin sus oscuridades ydificultades, que han ocasionado mucha diversidad de interpretaciones. Algunos hanencontrando en él un argumento para la perpetuidad del cuarto mandamiento, y laobservancia del primer día de la semana como el sábado cristiano. Otros han interpretadoel argumento entero en un sentido ético y subjetivo, como si el escritor exhortara a alcanzarun cierto estado mental llamado el reposo de fe: cesar de la duda y la autodependencia, yobtener perfecto reposo de la mente mediante la plena confianza en Dios. Talesinterpretaciones, sin embargo, erran por completo el punto del argumento, y son másglosas ingeniosas que deducciones legítimas.

¿Cuál es la dirección del argumento? Es muy evidente que el objeto del escritor es advertir alos cristianos hebreos contra la incredulidad y la desobediencia poniendo ante ellos, poruna parte, la recompensa de la obediencia, y por la otra, el castigo por la desobediencia.Tenía a la mano un ejemplo señalado, memorable para todos los israelitas, es decir, larenuncia a la tierra de Canaán por sus padres a consecuencia de su incredulidad. Habíanprovocado al Señor para que jurase en su ira: “No entrarán en mi reposo”.

Según el punto de vista del escritor, había una notable correspondencia entre la situaciónde los israelitas que se aproximaban a la tierra de la promesa y la situación de los cristianosque esperaban el cumplimiento de su esperanza, la promesa del reposo. Para hacer másclara esta correspondencia, el escritor muestra que el reposo prometido al antiguo Israel, yel prometido al pueblo de Dios ahora, eran realmente una y la misma cosa. La entrada a latierra de Canaán no era en modo alguno el todo, ni siquiera la parte principal, delprometido reposo de Dios. El escritor prueba esto demostrando que, mucho después deque los israelitas se establecieron en Canaán, el Señor, por boca de David, en el Salmo 95,repite virtualmente la promesa hecha a los israelitas en el desierto, y le dice al pueblo: “Si

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oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”. La repetición de la orden implica larepetición de la promesa, y también de la amenaza; como si Dios estuviese diciendo: “Crean,y entrarán en mi reposo. No crean, y no entrarán en mi reposo”. De aquí se sigue que hayun reposo además y más allá del reposo de Canaán.

Luego sigue la explicación del reposo del que se habla, es decir, el “reposo de Dios”, que Élllama “Mi reposo”. Ciertamente ese nombre nunca se le dio a la tierra de Canaán, ni se lepuede aplicar a nada que no sea el “reposo” del cual leemos en el relato de la creación,cuando Dios efectivamente reposóde toda “su obra que había hecho” (Gén. 2:2,3). Este erael sábado de Dios, el reposo que Él santificó y llamó su reposo. Por lo tanto, debe ser a estereposo – el reposo santo, sabático, celestial – al que se refiere principalmente la promesa.De ese reposo de Dios, Canaán era sin duda el tipo, pues aquél era el reposo de losisraelitas después de los peligros y las fatigas del desierto; pero la posesión de Canaánestaba lejos de agotar el pleno significado de la promesa, y por lo tanto el reposo todavíapermanecía, y era guardado en reserva para el pueblo de Dios. “Por tanto, queda un reposopara el pueblo de Dios”.

El escritor de la Epístola a los Hebreos evidentemente consideraba el “reposo de Dios” comouna consumación no muy distante. Dice de él: “Los que hemos creído entramos en elreposo”. Esto no significa “ir al cielo a la muerte”, sino la expectativa de la pronta venida delreino de Dios, la esperanza tan fuertemente acariciada por los primeros cristianos (Rom.8:18-25). Considerar estas exhortaciones y apelaciones como ordinarias y comunes de laenseñanza religiosa es despojarlas de la mitad de su significado. Es verdad que hay unsentido en el cual pueden aplicarse a todos los tiempos, pero tenían un significado y unafuerza en aquella particular coyuntura que nos es difícil comprender ahora. Los cristianosde aquella época estaban, por decirlo así, en la línea que separaba lo antiguo de lo nuevo,entre la era que estaba terminando y la que estaba comenzando. Creían que el día delSeñor estaba justo a las puertas, que Cristo regresaría pronto, y que entrarían con Él en elreino de los cielos, el reposo de Dios. De aquí el deber de que se “exhortaran unos a otros, ytanto más cuanto veían que el día se acercaba; de que guardaran firmes hasta el fin elprincipio de su confianza; de que se esforzaran por entrar en aquel reposo, no fuera a serque algunos de ellos parecieran no haberlo alcanzado”.

En los versículos 9 y 10 de este capítulo, el escritor de este capítulo muestra lo apropiado dellamar a este prometido reposo “sabadismo” o reposo sabático. “Por tanto, queda unsabadismo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también hareposado de sus obras, como Dios de las suyas”. Hay una ambigüedad en este lenguaje,tanto en griego como en inglés. Puede significar que todos los fieles que han partido hancesado de sus trabajos en la tierra, y ahora disfrutan del reposo y la recompensa del cielo.Este es el sentido que normalmente se le atribuye a las palabras. (Véase el Comentario deStuart sobre Hebreos, in loc.; Conybeare and Howson, etc.). Hay que confesar, sin embargo,que la relevancia de este lenguaje así interpretado en relación con el asunto en discusión no

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es muy evidente, y que la construcción gramatical difícilmente justificará esta explicación. Elargumento afirma, no que los cristianos han entrado en ese reposo, sino justamente locontrario. Como Conybeare y Howson muestran muy correctamente, que el escritor declara“que el pueblo de Dios nunca antes ha disfrutado de ese perfecto reposo, y que, por lo tanto, esegoce es todavía futuro”. Entonces, ¿quiénes son los que han entrado? Evidentemente, esCristo, el Precursor, que entró detrás del velo en el nombre de nosotros; nuestro gran SumoSacerdote, que ascendió a los cielos; el Josué del Nuevo Testamento, el Capitán de nuestrasalvación, que “entró en su reposo”, cesando en su obra de redención, como su Padre cesóde su propia obra de creación. Esto demuestra lo correcto de llamar al cielo “sabadismo”,“un reposo de Dios”, pues aquí tanto el Padre como el Hijo guardan el sábado eterno. Puedeañadirse que esta interpretación nos alivia del sentido de incongruencia que se siente alcomparar la cesación de los trabajos del cristiano con la cesación de la obra de la creaciónpor parte de Dios; es también perfectamente relevante al argumento en el contexto.

No sólo soportan las palabras este sentido, sino que no soportan ningún otro, como lodemuestra muy bien Alford. (Véase el Testamento Griego, in loc.). Ahora podemos ver lafuerza del argumento en su totalidad. El escritor demuestra las fatales consecuencias de laincredulidad y la desobediencia por medio del ejemplo de los antiguos israelitas (cap. 3:7-19). Tenían una gran promesa de entrar en el reposo de Dios, que perdieron por suincredulidad (cal. 3:7-19). Pero aquella promesa de reposo todavía se ofrece, y todavía sepuede perder. Fue ofrecida a Israel nuevamente en el tiempo de David y por boca de él; nose agotó por la entrada de los israelitas en Canaán (cap. 4:4-8). En aquel entonces, lapromesa se refería al estado celestial, el reposo de Dios mismo, cuando Él guardó el sábadodespués de la obra de la creación (cap. 4:3-5). Pero Cristo también guarda su sábado,habiendo cesado de la obra de redención, como el Padre cesó de la obra de la creación (cap.4:10). Queda, pues, todavía un sábado, o reposo celestial, para el pueblo de Dios (cap. 4:9).Procuremos, pues, entrar en aquel reposo de Cristo y de Dios, amonestados contra laincredulidad y la desobediencia por el ejemplo del antiguo Israel (cap. 4:11).

Encontraremos en la secuela mucha luz arrojada sobre este tema de la entrada en el estadocelestial, y la relación con él en que estaban los santos tanto antes como desde la venida deCristo.

LA CONSUMACIÓN DE LOS SIGLOS

Heb. 9:26. “De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde elprincipio del mundo [kosmou] ; pero ahora, en la consumación de los siglos [aiwnwn], sepresentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio elpecado”.

En este versículo tenemos un caso notable de la confusión que surge de la traducción dedos palabras diferentes, kosmou y aiwn, con la misma palabra “mundo” [la versión hispanatraduce “siglos”].

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La expresión sunteleiatwnaiwnwn tiene precisamente el mismo significado quesunteleiatouaiwnoz, y se refiere a la era judía que estaba a punto de terminar. Moses Stuarttraduce el pasaje así: “Pero ahora, al final de la [dispensación] judía, Él ha hecho suaparición una vez para siempre”, etc. Esta es otra prueba decisiva de que “el fin de la era”[en la versión hispana “la consumación de los siglos”] era considerada como cercana por lasiglesias apostólicas.

EXPECTACIÓN DE LA PARUSÍA

Heb. 9:28. “Y aparecerá por segunda vez, sn relación con el pecado, para salvar a los que leesperan”.

La actitud de expectación mantenida por los cristianos de la era apostólica se muestraincidentalmente aquí. Esperaban, en esperanza y con confianza, el cumplimiento de lapromesa de Su venida. Suponer que ellos esperaban un suceso que no ocurrió esimputarles, a ellos y a sus maestros, una cantidad de ignorancia y error incompatible conrespecto a sus creencias en cualquier otro tema.

LA PARUSÍA SE ACERCA

Heb. 10:25. “Exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.

Por supuesto, “el día” significa “el día del Señor”, el tiempo de su aparición, la Parusía. Ahorase había acercado; no podían verla acercándose. Sin duda, las indicaciones de suaproximación predicha po nuestro Señor eran evidentes, y sus discípulos las reconocieron,recordando sus palabras: “Cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca,a las puertas” (Mar. 13:29). No es correcto tergiversar estas palabras en un sentido nonatural o doble, y decir con Alford:

“Aquel día, en su sentido grande y final, siempre está cerca, siempre listo para irrumpir en laiglesia; pero estos hebreos vivían en realidad cerca de uno de aquellos grandes tipos yanticipaciones de él, la destrucción de la Santa Ciudad”.

Al mismo efecto es su nota sobre Heb. 9:26:

“Los primeros cristianos hablaban universalmente de la segunda venida del Señor comocercana, y en realidad siempre lo estuvo y lo está”.

Los cristianos hebreos vivían cerca de la verdadera Parusía que nuestro Señor predijo, y suiglesia esperaba, antes de que pasara aquella generación. No es verdad que la Parusía “estásiempre cerca, y siempre lista para irrumpir sobre la iglesia”. Esto no es más cierto que decirque el nacimiento de Cristo, su crucifixión, o su resurrección están siempre listas parairrumpir. La Parusía era tan distintamente un suceso específico, con su lugar apropiado enel tiempo, como la encarnación o la crucifixión; y hacer de ella una forma fantasma, que

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aparece y desaparece, siempre viniendo pero nunca llegando, distante y cercana, pasada yfutura, es vaciar la palabra de todo significado. Creemos que Cristo, en su discursoprofético, tenía a la vista un suceso pleno; un suceso con un lugar en la historia y lacronología; un suceso cuyo período Él mismo indicó claramente, no ciertamente la hora, niel día, ni siquiera el año preciso, pero dentro de límites bien definidos, el período de lageneración existente. Tal era, manifiestamente, la creencia del escritor de esta epístola. Paraél, la Parusía era un acontecimiento bien definido, cuya aproximación podía ver; ni puededetectarse en su lenguaje, ni en el lenguaje de ninguna de las epístolas, ningún rastro dedoble sentido, ni de una Parusía parcial o preliminar, sino de una Parusía grande y final.

El comentario de Conybeare y Howson es mucho más satisfactorio:

“‘El día'” de la venida de Cristo se veía aproximándose en este tiempo por el amenazantepreludio de la gran guerra judía, en la cual Él vino a juzgar aquella nación”.

LA PARUSÍA INMINENTE

Heb. 10:37. “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”.

Esta declaración mira en la misma dirección que la precedente. La frase “el que ha de venir”[oercomenoz] es la designación acostumbrada del Mesías, “el que viene”. Esa venida ahoraestá a la mano. El lenguaje a este efecto es mucho más expresivo de la cercanía del tiempoen griego que en inglés: “Todavía un poquitito”, o, como lo traduce Tregelles: “¡Un poquito,cuán poquito, cuán poquito!”. La reduplicación del pensamiento al final del versículo:“vendrá y no tardará” también indica la certeza y la prontitud del acontecimiento que seaproxima. Este es el comentario de Moses Stuart sobre este pasaje:

“El Mesías vendrá prontamente y, al destruir el poder judío, pondrá fin al sufrimiento quevuestros perseguidores os infligen”.

Esto es sólo parte de la verdad; la Parusía trajo mucho más que esto al pueblo de Dios, sihemos de creer a las garantías dadas por los inspirados apóstoles de Cristo.

LA PARUSÍA Y LOS SANTOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Heb. 11:39,40. “Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, norecibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que nofuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”.

El argumento que aquí se trae a su conclusión es de gran importancia, y merece muycuidadosa consideración. Se encontrará que presta un poderoso apoyo indirecto a lospuntos de vista propuestos en esta investigación, y que de hecho proporciona la verdaderaclave para su explicación.

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Habiendo ilustrado en este capítulo undécimo su posición principal – la fe en Dios era lacaracterística distintiva de aquellos justos cuyos nombres adornan los anales del AntiguoTestamento – el escritor llama la atención al hecho de que Abraham, Isaac, y Jacob nuncaentraron realmente en posesión de la herencia que se les había prometido. No obtuvieronla tierra de Canaán; nunca vieron la Jerusalén terrenal. “Conforme a la fe murieron todoséstos sin haber recibido lo prometido” (ver. 13). Luego declara que estos padres de Israeleran conscientes de un significado más profundo de la promesa de Dios que una meraherencia temporal y terrenal. Mientras habitaba como extranjero y peregrino en la tierra dela promesa, Abraham miraba más allá, “a la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitectoy constructor es Dios” (ver. 10). Es evidente que esto no puede referirse a la Jerusalénterrenal, pero el lenguaje parece apuntar a alguna ciudad bien conocida descrita así. Pero, ¿acuál otra ciudad puede estarse aludiendo que no sea la ciudad descrita en Apocalipsis como“teniendo doce fundamentos“, “la ciudad del Dios viviente”, la Jerusalén celestial? Lacorrespondencia no puede ser accidental, y proporciona más que una presunción de quecualquiera que haya escrito la Epístola a los Hebreos haya leído la descripción de la NuevaJerusalén en Apocalipsis. No es una ciudad, sino la ciudad; no es la que tiene fundamentos,sino “los fundamentos”, una ciudad particular y bien conocida.

Pero volvamos. La confesión de los padres de que eran extranjeros y peregrinos en la tierraera una declaración de su fe en la existencia de una “patria mejor”, “los que esto dicen,claramente dan a entender que buscan una patria”, no cualquier patria terrenal, sino “unamejor“, esto es, “una celestial” (vers. 14,16). Esta fe en una herencia futura y celestial, queellos veían sólo “de lejos” era verdadera, no sólo en relación con Abraham, Isaac, y Jacob,sino en relación con la compañía entera de los antiguos creyentes (ver. 39). Ni uno sólo deellos recibió el cumplmiento de aquella divina promesa que su fe había abrazado: “todoséstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediamte la fe, no recibieron lo prometido” (ver. 39).

Este es un hecho que vale la pena considerar. Hasta ese momento, de acuerdo con el autorde esta epístola, los santos del Antiguo Testamento habían estado esperando, y todavíaesperaban, el cumplimiento de la gran promesa que Dios había hecho a Abraham y a susimiente, y todavía no habían recibido la herencia, ni habían entrado en la patria mejor, nihabían visto la ciudad construida por Dios, que tenía fundamentos. ¿Cómo era esto? ¿Cuálpodría ser la causa de la larga demora? ¿Qué obstáculo les impedía la entrada al pleno gocede su herencia? La pregunta ha sido anticipada y contestada. “Aún no se había manifestadoel camino al Lugar Santísimo”, como lo indicaba la continuada existencia del templo y susservicios (cap. 9:8). El acceso al lugar de santidad y privilegio no se permitió sino hasta quese hubo abierto el camino mediante el sacrificio expiatorio de Cristo, el gran SumoSacerdote, el Mediador del nuevo pacto; no podía conferir un título perfecto a sus súbditospor el cual pudieran ser admitidos para entrar en posesión de la herencia (cap. 9:9). El meroritual no podía quitar las barreras que el pecado había erigido entre Dios y el hombre; y porlo tanto no había entrada, ni siquiera para los fieles bajo el antiguo pacto, en los plenosprivilegios de la condición de santos e hijos. Pero esta barrera fue quitada por el sacrificio

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perfecto del gran Sumo Sacerdote. “El Mediador del nuevo pacto”, mediante la ofrenda de símismo a Dios, redimió las transgresiones cometidas bajo el pacto antiguo, o la economíamosaica, librando así a los súbditos de aquel pacto de sus incapacidades, y haciéndolecompetente para que los escogidos “recibieran la promesa de la herencia eterna” (cap. 9:11-15).

El argumento de la epístola, pues, requiere suponer que, hasta que el sacrificio expiatoriode la cruz fue ofrecido, la bienaventuranza de los santos del Antiguo Testamento estabaincompleta. En este sentido, estaban en desventaja en comparación con los creyentes bajoel nuevo pacto. Estos últimos fueron en seguida puestos en posesión de aquello para locual los primeros tuvieron que esperar largo tiempo. La superioridad de los creyentesahora, bajo la dispensación cristiana, sobre los creyentes bajo la anterior dispensación, esun punto fuerte en el argumento. Nosotros, dice el escritor, no tenemos ningún período dedemora prolongado interpuesto entre nosotros y la herencia prometida; “nos hemosacercado a ella”; “estamos entrando en ella”; “Dios ha provisto alguna cosa mejor paranosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros“. Es decir, los antiguoscreyentes no sólo no tenían ninguna precedencia sobre los cristianos en el disfrute de laherencia prometida, sino que tuvieron que esperar largo tiempo, hasta que llegara laplenitud del tiempo en que, habiendo abierto Cristo el camino hacia el Lugar Santísimo,pudiesen entrar, junto con nosotros, en posesión de la herencia prometida.

Es apenas necesario preguntar: ¿Qué esta herencia prometida de la cual tanto se habla aquí,y que los santos del Antiguo Testamento esperaban en fe? Incuestionablemente, es la queDios prometió a Abraham, Isaac, y Jacob (ver. 9); la que los patriarcas miraron de lejos (ver.13); aquélla en la cual sus ilustres sucesores creyeron pero que nunca recibieron (ver. 19).Es “la promesa de la herencia eterna” (cap. 9:15); “la esperanza puesta delante de nosotros”(cap. 6:18); “la ciudad con fundamentos” (cap. 11:10); “una mejor, esto es, celestial” (cap.11:16); “un reino inconmovible” (cap. 12:28). Es en realidad la verdadera Canaán; la tierraprometida; “el reposo de Dios”; “el reposo que queda para el pueblo de Dios” (cap. 4:9). Esalgo de lo cual el escritor habla de principio a fin. Regrese el lector en sus pensamientos alcapítulo cuarto, donde primero comienza la discusión con respecto al prometido reposo.Evidentemente, aquel “prometido reposo” es idéntico a la “tierra prometida”, y la “tierraprometida” es idéntica a “la herencia prometida”; y todas estas diferentes designaciones –ciudad, patria, reino, herencia, promesa – significan una y la misma cosa. La Canaánterrenal no era el todo, no era la realidad, sino sólo el símbolo de la herencia que Diosprometió a Abraham y a su simiente. Esa promesa, lejos de haberse cumplidoexhaustivamente mediante la posesión de la tierra bajo Josué, era todavía mantenida enreserva para el pueblo de Dios. Pero ahora había llegado el tiempo en que la herenciaestaba a punto de ser entronizada y disfrutada, y los creyentes del pacto antiguo, junto conlos del nuevo, habían de entrar en seguida y juntos en el reposo prometido.

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Hay una notable correspondencia entre el argumento contenido en este pasaje y lasafimaciones de Pablo en sus epístolas a los gálatas y a los romanos, que sirve para arrojarluz adicional sobre todo el tema, pero también para probar cuán enteramente paulino es elargumento de Hebreos. Seleccionamos algunos de los principales pensamientos en Gál. 3 amanera de ilustración.

Ver. 16. “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y alas simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual esCristo”.

Ver. 18. “Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió aAbraham mediante la promesa”.

Ver. 19. “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hastaque viniese la simiente a quien fue hecha la promesa”, etc.

Ver. 22. “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la feen Jesucristo fuese dada a los creyentes”.

Ver. 23. “Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados paraaquella fe que iba a ser revelada”.

Ver. 29. “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos segúnla promesa”.

Ahora bien, haciendo lugar para la diferencia en el propósito que Pablo tiene en mente alescribir a los gálatas, se verá cuán notablemente apoyan sus afirmaciones las de la Epístolaa los Hebreos.

1. En ambas encontramos el mismo tema: la herencia prometida.2. En ambas se admite que la herencia no fue realmente poseída y disfrutada por aquellos a quienes se prometió primero.3. En ambas se muestra que el cumplimiento de la promesa fue suspendido hasta la venida de Cristo.4. En ambas se muestra que este acontecimiento (la venida de Cristo) produjo un cambio en la situación de los que esperaban esta herencia.5. En ambas se argumenta que la fe es la condición para heredar la promesa.6. En ambas se asegura que por fin ha llegado el tiempo en que está a punto de realizarse la verdadera posesión de la herencia.

Muy similar es el alcance del argumento en la Epístola a los Romanos:

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Rom. 4:13. “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa deque sería heredero del mundo [tierra, kosmoz = gh], sino por la justicia de la fe”.

Ver. 16. “Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firmepara toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la quees de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros”.

Rom. 5:1,2. “Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestroSeñor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cualestamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”.

En estos versículos encontramos:

1. La misma herencia prometida (ver. 13).2. La misma condición para la posesión de ella, es decir, la fe (ver. 2).3. La suspensión del cumplimiento de la promesa durante el período de la ley (vers. 14,16).4. La entrada de los creyentes bajo la dispensación cristiana en el estado de privilegio y herencia (cap. 5:2).5. La expectación de la plena posesión de la herencia. “Nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (cap. 5:2).

Tomando juntos todos estos pasajes, podemos deducir de ellos las siguientes conclusiones:

1. Que el gran objeto de la fe y la esperanza establecidas tan constantemente en las Escrituras como la consumación de la felicidad de los creyentes tanto bajo el Antiguo como del Nuevo Testamento es uno y el mismo; y, ya sea que se le llame “la tierra prometida”, “la herencia prometida”, “el reino de Dios”, “la gloria que ha de ser revelada”, “el reposo de Dios”, “la esperanza puesta delante de nosotros”, todas estas expresiones significan una y la misma cosa y apuntan a una recompensa celestial, no terrenal.2. Que este era ek verdadero significado de la promesa hecha a Abraham.3. Que el cumplimiento de esta promesa no podía tener lugar hasta que apareciese la la verdadera “simiente” de Abraham y se ofreciese el sacrificio de la cruz.4. Que los santos del Antiguo Testamento tuvieron que esperar hasta entonces, antes de que pudiesen recibir la herencia prometida – esto es, antes de que pudiesen entrar en plena posesión y disfrute del estado celestial.5. Que los santos del Nuevo Testamento tenían esta ventaja sobre sus predecesores – no tuvieron que esperar la realización de su

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esperanza.6. Que los santos del Antiguo Testamento, y los creyentes del Nuevo, habían de entrar al mismo tiempo en posesión de la herencia; no “ellos sin nosotros”, ni “nosotros sin ellos”, sino simultáneamente (Heb. 11:40).

Es evidente, sin embargo, que el escritor de la Epístola a los Hebreos no consideraba que nilos santos del Antiguo Testamento ni los del Nuevo habían entrado todavía en posesión dela herencia. El mismo propósito y la misma meta de todas sus exhortaciones y apelaciones alos creyentes hebreos es advertirles contra el peligro de abandonar la herencia a causa deapostasía, y animarles a estar firmes y a perseverar para que pudieran recibir la promesa.“Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo,alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado” (Heb. 4:1). “Porque os es necesaria lapaciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (Heb. 10:36).No era suya todavía, pues, en posesión verdadera; pero todo el argumento implica queestaba muy cerca, tan cerca que casi se podía decir que estaba al alcance de la mano. “Losque hemos creído entramos en el reposo” (Heb. 4:3). “Porque aún un poquito, y el que ha devenir vendrá, y no tardará” (Heb. 10:37). Esto indica claramente el período de la esperadaentrada en la herencia: es la Parusía; “la venida del Señor”; el día largamente esperado; laplenitud del tiempo, cuando los santos del AT y los del NT entraran simultáneamente enposesión de la herencia prometida; la tierra del reposo; la ciudad con fundamentos; lapatria mejor, esto es, la celestial; el reino inamovible; “la herencia incorruptible,incontaminada, inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros”.

Pero, puede objetarse: Si ya ha venido la simiente “a quien fueron hechas las promesas”; siya se ofreció el sacrificio del Calvario; si el gran Sumo Sacerdote ha rasgado el velo y quitadoel muro; si se ha abierto el camino al Lugar Santísimo, ¿no se sigue que la posesión de laherencia sería otorgada inmediatamente a los santos del AT, y que ellos entrarían en elreposo prometido junto con el Redentor resucitado y triunfante?

Este es el punto de vista que han adoptado muchos teólogos, que fijan la resurrección deCristo como el período de avance y de gloria de los santos del AT. Pero es claro que ladoctrina apostólica fija ese período en la Parusía, y esto por la razón dada en la Epístola alos Hebreos (cap. 10:12,13). Aunque el gran Sumo Sacerdote había ofrecido su únicosacrificio por el pecado; aunque se había sentado a la diestra de Dios, su triunfo todavía nohabía llegado plenamente. Todavía estaba “esperando de ahí en adelante a que susenemigos fuesen puestos por estrado de sus pies”. Al mismo efecto es la declaración dePablo en 1 Cor. 15:22. La consumación se alcanza en etapas sucesivas; primera, laresurrección de Cristo; después, los que son de Cristo, en su venida; luego, “el fin”. El edificiono fue coronado sino hasta la Parusía, cuando el Hijo del hombre vino en su reino, y susenemigos fueron puesto bajo sus pies. Esa fue la consumación, el fin, cuando el gobiernomesiánico delegado habría de cesar; lo ceremonial, local, y temporal habría de fundirse con

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lo espiritual, universal, y eterno; cuando Dios fuese revelado como el Padre, no de unanación, sino del hombre; cuando todas las distinciones seccionales y nacionales fuesenabolidas, y “Dios fuese todo en todos”.

Mientras tanto, cuando esta epístola se escribió, el sistema mosaico parecía intacto: “eltabernáculo exterior” todavía estaba en pie; el judaísmo, aunque era un tronco hueco, cuyocorazón se había deteriorado totalmente, todavía tenía una semblanza de vigor, pero habíallegado la hora en que la economía entera habría de ser suprimida. Un diluvio de ira estabaa punto de derramarse sobre la tierra y abrumar la ciudad, el templo, y la nación; el juicio delos impenitentes y el pueblo apóstata tendría lugar, y los santos del AT, con los creyentes enCristo, juntos “entrarían en el reposo” y “heredarían el reino preparado para ellos desde lafundación del mundo”.

Cuando recordamos que, de acuerdo con algunos expositores, esta epístola se escribió en elumbral de la gran guerra judía que terminó en la destrucción de Jerusalén; o, según otros,después de su estallido, podemos concebir cuán intensa expectación debe haber producidoen los corazones cristianos aquella crisis que se aproximaba. La largamente esperadaconsumación ahora no era cuestión de años, sino de meses o días.

Antes de dejar este interesante pasaje es apropiado hacer alusión a las opiniones dealgunos de los más eminentes expositores en relación con él.

El profesor Stuart pierde el camino por completo. Declara a Heb. 11:40 “un versículoextremadamente difícil, sobre cuyo significado ha habido multitud de conjeturas”, y expresasu opinión de que “la cosa mejor” reservada para los cristianos no es una recompensa en elcielo; porque tal recompensa se les ofreció también a los santos de la antigüedad.

“Tengo, pues”, añade, “que adoptar otra exégesis del pasaje entero, que refiere epaggelian[la promesa] a la prometida bendición del Mesías. Interpreto, pues, el pasaje entero de estamanera: Los santos de la antigüedad perseveraron en su fe, aunque el Mesías les eraconocido sólo por la promesa. Nosotros estamos más obligados que ellos a perseverar:porque Dios ha cumplido su promesa con respecto al Mesías, colocándonos en unacondición mejor adaptada a la perseverancia que ellos. Tanto es nuestra condiciónpreferible a la de ellos que hasta podemos decir que, sin la bendición de que disfrutamos,su felicidad no podría haberse completado. En otras palabras, la venida del Mesías eraesencial para la consumación de su felicidad en gloria, es decir, era necesaria para suteleiosiz”.

Se verá que Stuart confunde por completo lo que quiere decir el escritor. La epaggelia no esel Mesías, sino la herencia, la promesa de entrar en el reposo. Además, no capta la relacióndel tema con el tiempo entonces presente, y que toda la fuerza del argumento reside en elhecho de que estaba cercano el momento en que la gran promesa de Dios se cumpliría.

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El Dr. Alford aprehende el argumento mucho más claramente, pero no capta el sentidopreciso del todo. Cuán cerca está de aproximarse a la verdadera solución de la dificultadpuede verse en la siguiente nota:

“El escritor implica, como de hecho parece atestiguarlo el cap. 10:14, que el advenimiento yla obra de Cristo han cambiado el estado de los padres y los santos del AT en una bendiciónmayor y más perfecta, una inferencia que nos impone la Escritura en muchos otros lugares.De modo que su perfección dependía de nuestra perfección; su perfección y la nuestrafueron introducidas al mismo tiempo, cuando Cristo ‘por una sola ofrenda perfeccionó parasiempre a los santificados’. De manera que el resultado con relación a ellos es que susespíritus, desde el tiempo en que Cristo descendió al Hades y ascendió al cielo, disfrutan dela bienaventuranza celestial, y esperan, junto con todos los que han seguido a su glorificadoSumo Sacerdote dentro del velo, la resurrección de sus cuerpos, la regeneración, larenovación de todas las cosas”.

Esta explicación, aunque en algunos respectos no está lejos de la verdad, es inconsistentecon las afirmaciones de la epístola, pues supone que los santos del AT todavía esperan sucompleta felicidad, y reducen hasta a los creyentes del NT a la misma condición de espera deuna consumación todavía futura. ¿Qué sucede, entonces, con kreittonti, la “alguna cosamejor” que Dios, según el escritor, había provisto para los cristianos? La ventaja a la que éltanta importancia le da desaparece por completo. Y si la Parusía nunca tuvo lugar, loscreyentes del NT no tienen ninguna ventaja en absoluto sobre los santos de la antigüedad.

El Dr. Tholuck hace las siguientes observaciones sobre el estado de los santos que hanpartido antes del advenimiento de Cristo:

“Los santos del AT se reunieron con los padres, y quizás fueron en parte trasladados a unaesfera superior de vida; pero, como la salvación completa sólo se alcanza por medio de launión con Cristo, cuyo Espíritu, que mora en el interior, vivificará también nuestros cuerposrecién glorificados, así también los padres que se reunieron con Dios tuvieron que esperarel advenimiento de Cristo, como Él mismo dijo de Abraham, que se regocijó de ver Su día”.

Es curioso encontrar varias opiniones similares expresadas por el Dr. Owen en su tratadosobre Hebreos (vol. 5, p. 311):

“Creo que los padres que murieron bajo el AT tenían una admisión más cercana a lapresencia de Dios que aquella de la cual habían disfrutado antes. Estaban en el cielo delantedel santuario de Dios, pero no eran admitidos del velo adentro, al Lugar Santísimo, dondetodos los consejos de Dios se muestran y están representados”.

Mucho de lo que es verdad está mezclado aquí con algo erróneo. Todas estas opinionesconcuerdan en la conclusión de que la obra redentora de Cristo tuvo una poderosainfluencia sobre el estado de los creyentes del AT; pero ninguna de ellas aprehendió el

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hecho, tan legiblemente escrito sobre la faz de esta epístola, de que no fue sino hasta queel entramado externo del judaísmo fue barrido, y Cristo había venido en su reino, que laherencia prometida fue abierta para los creyentes, bien del AT o del NT, y que la Parusía fueel tiempo señalado para que ambos grupos entraran juntos en posesión del “reposo deDios”.

LA GRAN CONSUMACIÓN ESTÁ CERCANA

Contraste entre la situación de los cristianos hebreosy la de los israelitas en Sinaí

Heb. 12:18-24. “Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía enfuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz quehablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podíansoportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasadacon dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando;sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén lacelestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de losprimogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de losjustos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada quehabla mejor que la de Abel”.

En este pasaje tenemos una poderosa exhortación a la firmeza en la fe, reforzada por unvívido paralelo, o más bien, contraste, entre la situación de sus antepasados hebreosmientras permanecían de pie temblando ante el monte Sinaí, y la posición ocupada por ellosmismos, de pie, por decirlo así, teniendo delante el monte de Sion y todas las glorias de laherencia prometida. Lo cierto es que, en esta representación, hay tanto un paralelo comoun contraste. La semejanza reside en la cercanía del objeto – la reunión con Dios. Como losisraelitas en el monte Sinaí, los cristianos hebreos se habían acercado [proselhluqate] almonte de Sion; como sus padres, habían estado cara a cara con Dios. Pero, en otrosrespectos, había un fuerte contraste en sus circunstancias. En el monte Sinaí, todo eraterrible y espantoso; en el monte de Sion, todo era adorable y atractivo. Y esta era laperspectiva que ahora tenían delante suyo. Unos pasos más, y estarían en medio deaquellas escenas de gloria y de gozo, a salvo en la tierra prometida. No puede haber dudascon repecto a la identidad de la escena que aquí se describe: es una visión cercana de la“herencia”, “el reposo de Dios”, tan constantemente presentada en esta epístola como elultimátum del creyente – una vez contemplada, de lejos, por patriarrcas, profetas, y santosde la antigüedad, pero ahora visible para todos y dentro de unos días de marcha – “laciudad con fundamentos”, “la patria mejor, a saber, la celestial”.

Aquí se presenta una pregunta interesante. ¿De qué fuente extrajo el escritor esta vívidadescripción de la herencia celestial? Por supuesto, es fácil decir: Es un pronunciamientooriginal del Espíritu, que habló a los profetas. Pero el autor de la epístola evidentemente

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escribe como si los cristianos hebreos supiesen y estuviesen familiarizados con las cosas delas cuales él habla. Es evidente que el cuadro del monte Sinaí y sus circunstanciasacompañantes se derivan del libro de Éxodo; y si encontramos los materiales para el cuadrodel monte Sinaí listos y a la mano en cualquier libro particular del NT, no es incorrectosuponer que la descripción fue tomada de allí. Ahora bien, la verdad es que encontramoscada uno de los elementos de esta descripción en el libro de Apocalipsis; y cuando el lectorcompara cada característica separada de la escena presentada en la epístola con sucontraparte en el Apocalipsis, le será fácil juzgar si la correspondencia puede o no puedeser sincera, y cuál es el cuadro original:

Monte de Sion Apoc. 14:1La ciudad del Dios viviente Apoc. 3:12; 21:10La Jerusalén celestial Apoc. 3:12; 21:10La innumerable compañía de ángeles Apoc. 5:11; 7:11La asamblea general y la iglesia de los Apoc. 3:12; 7:4; 14:1-4primogénitos, etc.Dios, el Juez de todos Apoc. 20:11,12Los espíritus de los justos hechos perfectos Apoc. 14:5Jesús, el mediador del nuevo pacto Apoc. 5:6-9La sangre del rociamiento Apoc. 5:9

Mirando la exacta correspondencia entre las representaciones de la epístola y las deApocalipsis, parece imposible resistir la conclusión de que el escritor de esta epístola teníaen mente las descripciones de Apocalipsis; y su lenguaje presupone el conocimiento de eselibro por parte de los cristianos hebreos. Esta conclusión conlleva la inferencia de queApocalipsis se escribió antes de la Epístola a los Hebreos, y en consecuencia, antes de ladestrucción de Jerusalén. Nos encontraremos con el tema nuevamente cuando entremos aconsiderar el libro de Apocalipsis; mientras tanto, baste observar que tanto en esta epístolacomo en Apocalipsis los acontecimientos que se narran son considerados tan cercanoscomo para describirlos como realmente actuales; en la epístola, la iglesia militante se vecomo que ya ha llegado a la herencia, y en Apocalipsis las cosas que han de suceder prontose ven como hechos consumados.

LA CERCANÍA Y LO FINAL DE LA CONSUMACIÓN

Heb. 12:25-29. “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos quedesecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháramos alque amonesta desde los cielos. La verdad del cual conmovió entonces la tierra, pero ahoraha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también elcielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosashechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reinoinconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor,porque nuestro Dios es fuego consumidor”.

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El paralelo, o más bien el contraste, entre la situación de los antiguos israelitas que seacercaron a Dios en Sinaí y la de los cristianos hebreos que esperaban la Parusía es llevadoaún más adelante aquí con el propósito de instar a los últimos a soportar y a perseverar. Siera peligroso desestimar las palabras habladas desde el Monte Sinaí – la voz de Dios porboca de Moisés – cuánto más peligroso es dar la espalda a Aquél que habla desde el cielo, lavoz de Dios por medio de su Hijo. La voz desde el Sinaí estremeció la tierra (Éx. 19:18; Sal.68:8); pero una convulsión más terrible estaba cerca, por medio de la cual, no sólo la tierra,sino también el cielo, habrían de ser removidos finalmente y para siempre.

Pero, ¿qué es este inminente y final “conmover y remover la tierra y el cielo”? Según Alford,

“Es claramente erróneo entender, con algunos intérpretes, esta conmoción como el meroderrumbe del judaísmo delante del evangelio, o de cualquier otra cosa que se cumplirádurante la economía cristiana, excepto su glorioso fin y su glorioso cumplimiento”.

Al mismo tiempo, admite que:

“El período que transcurre [antes de que este zarandeo tenga lugar] no será sino uno, sinadmitir que se divida en muchos; y ese uno es corto”.

Pero, si es así, seguramente la catástrofe debe haber sido inmediata porque, sobre lasuposición de que pertenece al futuro distante, el intervalo debe ser por necesidad muylargo, y divisible en muchos períodos, como años, décadas, siglos, y hasta milenios.

El comentario de Moses Stuart es mucho más al punto:

“Que el pasaje respeta los cambios que serían introducidos por la venida del Mesías, y lanueva dispensación que Él iniciaría, es evidente por la lectura de Hageo 2:7-9. Tal lenguajefigurado es frecuente en la Escritura, y denota grandes cambios que han de tener lugar. Asílo explica el apóstol, en el mismo versículo siguiente. (Comp. Isa. 13:13; Hageo 2:21, 22; Joel3:16; Mat. 24:29-37).

La clave para la interpretación de este pasaje se encuentra en la profecía de Hageo. Alcomparar los símbolos proféticos en ese libro, se verá que el “hacer temblar el cielo y latierra” es evidentemente emblemático y sinónimo de “trastornar tronos, destruir reinos”, yrevoluciones sociales y políticas y similares (Hageo 2:21,22). Tales tropos y metáforas son losmismos elementos de la descripción profética, y sería absurdo insistir en el cumplimientoliteral de tales figuras. Constantemente se usan prodigios y convulsiones para expresargrandes revoluciones sociales o morales. Que los que encuentran difícil creer que laabrogación de la dispensación mosaica pueda ser prefigurado en lenguaje de tan tremendasublimidad consideren la magnificencia del lenguaje empleado por profetas y salmistasparadescribir su introducción. (Véase Sal. 68:7,8,16,17; 114:1-8; Habacuc 3:1-6).

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Entonces, ¿qué es la gran catástrofe representada simbólicamente como sacudir los cielos yla tierra? Sin duda es el derribamiento y la abolición de la dispensación mosaica, o pactoantiguo; la destrucción de la iglesia y el estado judíos, junto con todas sus instituciones yordenanzas. Había “cosas celestiales” que pertenecía a aquella dispensación: las leyes, yestatutos, y ordenanzas, que eran divinos en su origen, y que podrían llamarsecorrectamente “el bagaje espiritual” del judaísmo – éstos eran los cielos, que habrían de serconmovidos y removidos. Había también las “cosas terrenales”: la Jerusalén literal, el templomaterial, la tierra de Canaán – éstas eran la tierra, que dee la misma manera debía serconmovida y removida. En realidad, estos símbolos equivalen a los que empleó nuestroSeñor cuando predijo el destino de Israel. “Inmediatamente después de la tribulación deaquellos días [los horrores del sitio de Jerusalén], el sol se oscurecerá, y la luna no dará sulumbre, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mat. 24:29). Ambos pasajes serefieren a la misma catástrofe y emplean figuras muy similares; además de lo cual tenemosla autoridad de nuestro Señor para fijar el acontecimiento y el período del cual Él habladentro de los límites de la generación que entonces existía; es decir, las referencias sólopueden ser al juicio de la nación judía y la abrogación de la economía mosaica en la Parusía.

Aquel gran acontecimiento debía preparar el camino para un nuevo y superior orden decosas. Un reino que no puede ser conmovido habría reemplazar las instituciones materialesy mutables que eran imperfectas en su naturaleza y temporales en su duración; lo materialdaría lugar a lo espiritual; lo temporal a lo eterno; y lo terrenal a lo celestial. Esta era conmucho la mayor revolución que el mundo hubiese presenciado jamás. Trascendía conmucho en importancia y grandeza hasta la entrega de la ley en el monte Sinaí; y como ella,estuvo acompañada por terribles señales y maravillas, convulsiones físicas, y fenómenosportentosos. Era adecuado que prodigios similares, y aún más terribles, acompañaran suabrogación y la apertura de una nueva era. Que tales portentos precedieron realmente a ladestrucción de Jerusalén no tenemos dificultad en creerlo; primero, basándonos en laanalogía; segundo, por el testimonio de Josefo; y, sobre todo, por la autoridad del discursoprofético de nuestro Señor.

Pero no es tanto a cualquier nueva era sobre la tierra como al glorioso reposo y la gloriosarecompensa del pueblo de Dios en el estado celestial a lo que el autor de la epístola dirige laesperanza de los cristianos hebreos. En aquel reino eterno los fieles siervos de Cristo creíanque estaban a punto de entrar, y ninguna consideración estaba más calculada parafortalecer a los débiles y confirmar a los vacilantes. “Así que, recibiendo nosotros un reinoinconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor yreverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor”.

EXPECTATIVA DE LA PARUSÍA

Heb. 13:14. “Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”.

Bien dice Alford:211/401

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“Este versículo llega al lector con un tono solemne, considerando cuán corto fue el tiempoque duró en realidad la menousapoliz [ciudad duradera], y cuán pronto la destrucción deJerusalén puso fin al sistema judío, que se suponía sería tan duradero”.

Esto es irreprochable, y podemos decir: “¡O si sic omnia!”. El comentarista ve claramente eneste caso la relación entre el lenguaje del escritor y las circunstancias verdaderas de loshebreos. Este principio habría sido una guía segura en otros casos en que nos parece que aél se le escapó por completo el punto principal del argumento. Los cristianos a quienes seescribió la epístola habían arribado a la escena final del sistema judío; la catástrofe finalestaba cerca. Oyeron el llamado: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes desus plagas”. Jerusalén, la ciudad santa, con su templo sagrado, sus torres y palacios, susmuros y baluartes, ya no era una “ciudad duradera”; estaba a punto de ser “conmovida yremovida”. Pero el santo hebreo podía ver, más allá de sus lágrimas, otra Jerusalén, laciudad del Dios viviente; un hogar duradero y celestial, muy cerca, y “bajando”, como sifuera “del cielo”. Esta era la ciudad venidera [thnmellousan = la ciudad que prontovendría], ala cual alude el escritor, y que él creía que ellos estaban a punto de recibir. (Heb. 21:28).

LA PARUSÍA EN LA EPÍSTOLA DE SANTIAGO

Un interés especial acompaña a esta epístola, por cuanto manifiestamente pertenece a “losúltimos días”, el período final de la dispensación. Es una voz dirigida al Israel disperso deDios desde dentro de la ciudad condenada a muerte, cuya catástrofe estaba cerca en esemomento. Es el último testigo a la nación tanto dentro como fuera de los linderos dePalestina. Aunque dirigida a los creyentes hebreos, contiene evidencias de la degeneraciónen la iglesia cristiana y la extrema corrupción de la nación. Abunda la iniquidad, y el amor demuchos se ha enfriado. Pero Santiago de Jerusalén, como uno de los antiguos profetas deIsrael, testifica en favor de la verdad y la justicia con resuelta fidelidad, hasta que obtiene lavictoria del martirio. Las alusiones directas a la Parusía en esta epístola son pocas ennúmero, pero claras y decisivas en carácter, y es claro que la epístola entera está escritabajo la profunda impresión de la próxima consumación.

VIENEN LOS ÚLTIMOS DÍAS

Sant. 5:1,3. – “¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullaad por las miserias que os vendrán. …Habéis acumulado tesoros para los días postreros”.

Esta osada acusación contra los poderosos opresores y ladrones de los pobres en losúltimos días el estado judío nos recuerda las advetencias del profeta Malaquías: “Vendré avosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros y los adúlteros, contra losque juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, ylos que hacen injusticia al extranjero, no teniendo temor de mí, dice Jehová de los ejércitos”(Mal. 3:5). Aquel juicio se acercaba ahora, y el juez “estaba delante de la puerta”.

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Nada puede ser más franco que ewl reconocimiento que hace Alford de la importanciahistórica de esta conminación, y su expresa referencia a los tiempos del apóstol. Dandorazón de la ausencia de cualquier exhortación directa a la penitencia en esta denuncia, dice:

“Que una exhortación como esta no aparezca aquí se debe principalmente a la cercanaproximidad del juicio que el escritor tiene delante”. Nuevamente observa: “Howl [ololuxein]es una palabra del Antiguo Testamento limitada a los profetas, y usada, como aquí, conreferencia a la cercana proximidad de los juicios de Dios”. Nuevamente: “No se debe pensaren estas miserias como el fin natural y determinado de todas las riquezas mundanas, sinocomo los juicios enlazados con la venida del Señor: comp. ver. 8, ‘la venida del Señor estácerca’. Puede ser que esta expectación todavía estuviese íntimamente ligada a la próximadestrucción de la ciudad y el sistema político judíos, porque hay que recordar que sonjudíos aquellos a los que se les dirigen estas palabras”.

El único inconveniente de esta explicación es el uso desafortunado de la frase “puede ser”en la última oración. ¿Cómo podría pensarse en la incertidumbre en un caso tan sencillo?Nuestra preocupación es con lo que estaba en la mente del apóstol, y seguramenteningunas palabras pueden transmitir un testimonio más fuerte a su convicción de que “losúltimos días” y “el fin” estaban a punto de llegar.

En su nota sobre el ver. 3, Alford da el significado del apóstol con perfecta exactitud:

“Los últimos días (es decir, los últimos días antes de la venida del Señor), etc.”

Es interesante descubrir que el Dr. Manton, un teólogo que vivió en los días en que unaexégesis rigurosa no se practicaba mucho, y una exposición de la Escritura era cualquiersignificado que se le atribuyera, ha discernido con gran perspicacia el significado históricode ésta y otras alusiones de Santiago a la Parusía. Por ejemplo, acerca de la cláusula: “Elmoho de ellos devorará vuestras carnes como fuego”, Monton dice:

“Posiblemente haya aquí alguna alusión latente a la manera en que ocurrió la ruina deJerusalén, en la cual muchos miles de personas perecieron a causa del fuego”. Nuevamente,acerca de la cláusula: “Habéis acumulado tesoros para los días postreros”, observa: “No hayninguna razón convincente para que tomemos esto en sentido metafórico, especialmentepuesto que, con amplio permiso del contexto, el propósito del apóstol, y el estado de cosasen aquellos tiempos, podemos conservar lo literal. Por lo tanto, debo entender las palabrassimplemente como una intimación de sus próximos juicios; así que me parece que elapóstol grava la vanidad de ellos al atesorar y acumular riquezas cuando aquellos días dedispersión, fatales para la comunidad judía, estaban a punto de sobrecogerles”.

CERCANÍA DE LA PARUSÍA

Sant. 5:7. “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor”.Sant. 5:8. “La venida del Señor se acerca”.

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Sant. 5:9. “He aquí, el juez está delante de la puerta”.

Tres declaraciones claras, cortas, nítidas, alarmantes, todas significando la inminentellegada del “día del Señor”.

El comentario de Manton sobre estos pasajes, aunque lo persigue el fantasma del doblesentido, es en general excelente:

“¿Qué se quiere decir aquí? (Sant. 5:7). ¿Cualquier venida particular de Cristo, o su solemnevenida a un juicio general? Respondo: Posiblemente ambas; los cristianos primitivos creíanque ambas ocurrirían juntas. 1. Puede referirse a la venida particular de Cristo a juzgar aestos hombres impíos. Esta epístola se escribió aproximadamente treinta años después dela muerte de Cristo, y sólo transcurrió un corto tiempo entre ese suceso y los últimosmomentos de Jerusalén, de modo que hasta la venida del Señor significa hasta ladestrucción de Jerusalén, que también se expresa en alguna otra parte como la venida, sihemos de creer a Crisóstomo y Ecumenio acerca de Juan 21:22: ‘Si quiero que quede hastayo venga’, esto es, dicen ellos, venga a la destrucción de Jerusalén”.

Luego, conntinúa dando un significado alterno, se acuerdo con la costumbre de losexpositores del doble sentido.

Acerca del versículo octavo: “Porque la venida del Señor se acerca”, Manton observa:

“O a ellos primero para un juicio particular; porque no quedaban sino unos pocos años, yentonces todo se perdió; y probablemente eso es lo que los apóstoles quieren decir cuandohablan tan a menudo de la cercanía de la venida de Cristo. Pero, se dirá: ¿Cómo podría estoser propuesto como argumento de paciencia a los piadosos hebreos que Cristo vendría ydestruiría el templo y la ciudad? Respondo: (1) El tiempo del solemne proceso judicial deCristo contra los judíos fue el tiempo en que Él se defendió con honor de sus adversarios, yel escándalo y el reproche de su muerte habían pasado. (2) La proximidad de su juiciogeneral terminó la persecución; y cuando los piadosos eran atendidos en Pella, losincrédulos perecían por la espada romana”, etc.

Acerca del vers. 9: “He aquí, el juez está delante de la puerta”, Manton descarta porcompleto el doble sentido, y da la siguiente explicación irreprochable:

“Había dicho antes: ‘La venida del Señor se acerca’; ahora añade que ‘está delante de lapuerta’, una frase que no sólo implica la certeza, sino lo súbito, del juicio. Véase Mat. 24:33:‘Sabed que está cerca, aún a las puertas’, de modo que esta frase da a entender también larapidez de la ruina de los judíos”.

Es fácil ver que la perdonable ansiedad por encontrar un uso actual didáctico y edificante entoda la Escritura reside en la base de gran parte de la exposición de teólogos como Manton,y les inclina a adoptar significados alternos y ajustes, que una exégesis estricta no puede

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admitir. Pero el lenguaje del apóstol en este caso no necesita ninguna explicación, pueshabla por sí solo. Muestra la actitud de expectativa y la esperanza con la que las iglesiasapostólicas esperaban la manifestación del regreso de su Señor. Una iglesia perseguidanecsitaba pacienciabajo las injusticias infligidas por sus opresores. Su clamor era: ¡Oh,Señor! ¿Hasta cuándo? Se consolaban con la certeza de que el día de liberación estabacerca; “el juez”, el vengador de sus injusticias ya estaba “delante de la puerta”. “Aún unpoquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”. ¿Cómo es posible reconciliar estaconfiada esperanza de una liberación casi inmediata con una consumación todavía futuradespués de que hubiesen pasado dieciocho siglos? No hay sino dos alternativas posibles: oSantiago y los otros apóstoles estaban burdamente engañados en su esperanza de laParusía, o aquel acontecimiento sí ocurrió, de acuerdo con su esperanza y la predicción delSeñor, al final de la era judía. Si adoptamos esta última alternativa, la única compatible conla fe cristiana, tenemos que aceptar la inferencia de que la Parusía era la gloriosa aparicióndel Señor Jesucristo para abolir la dispensación mosaica, ejecutar juicio sobre la naciónculpable,y recibir a su fiel pueblo en su reino y su gloria celestiales.

LA PARUSÍA EN LAS EPÍSTOLASDE PEDRO

EN LA PRIMERA EPÍSTOLA

Es evidente que esta epístola, como la de Santiago, pertenece al período llamado “losúltimos días”. Como el otro testigo y hermano apóstol suyo, Santiago, Pedro dirige susexhortaciones a los cristianos hebreos de la dispersión; porque ésta es la únicainterpretación natural del título que se les da en el primer versículo. El contenido manifiestade modo suficiente que la epístola se escribió en un tiempo de sufrimiento por amor aCristo. Los discípulos estaban “cargados de muchas tentaciones”, pero un tiempo de pruebamás severo se aproximaba, y por esto se les exhortaba a prepararse. “Amados, no ossorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña osaconteciese” (1 Ped. 4:12). Son consolados, además, con la expectativa de una liberaciónrápida y final.

Es necesario leer esta epístola a la luz de las circunstancias reales del tiempo en que seescribió y de las personas a quienes se les escribió. Cualesquiera sean sus usos y laslecciones para otros tiempos y personas, no debe perderse de vista su relación primaria yespecial con los judíos de la dispersión en la era apostólica.

LA SALVACIÓN PREPARADA PARA SERREVELADA EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

1 Ped. 1:5. “Vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzarla salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”.

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Cada una de las palabras de este discurso de apertura está llena de significado, e implica lacercana proximidad de una crisis grande y decisiva. En el ver. 4, tenemos una alusión muyclara a la “herencia”, que es el tema de una porción tan grande de la Epístola a los Hebreos,es decir, la Canaán verdadera, “el reposo que queda para el pueblo de Dios”. En lenguajemuy similar, Pedro la llama “la herencia reservada en el cielo” y representa la entrada en ellapor los creyentes como muy cercana. La salvación está “preparada para ser manifestada”. Loque esta “salvación” significa es muy evidente; no es la glorificación personal de las almasindividuales a la muerte, sino una liberación grande y colectiva, en la cual el pueblo de Diosha de participar de modo general: una salvación como la que Dios ejecutó para Israel a lasorillas del Mar Rojo. Del mismo modo, Pablo usa la misma palabra con referencia a estamisma consumación próxima: “Ahora está nuestra salvación más cerca que cuandocreímos” (Rom. 13:11).

La gran liberación general no era un suceso distante, estaba ahora “preparada para serrevelada”, en la misma víspera de hacerse manifiesta. Como observa Alford, la palabraetoimhn [preparada] es más fuerte que melousan. Entender esto como que se refiere acreyentes individuales que entran al cielo uno por uno a la hora de la muerte, o como laentrada a un estado celestial que todavía no ha sido concedido, es absolutamenterepugnante al claro sentido de las palabras.

La salvación está lista para ser revelada en “el tiempo postrero”, es decir, “ahora”, el tiempoque era presente entonces. Ya hemos tenido ocasión de observar que los apóstoles llamana su propio tiempo “el tiempo postrero”. Ellos creían y enseñaban que estaban viviendo enlos últimos tiempos, y esto debe poder reconciliarse con los hechos, si su crédito comofieles y autorizados testigos ha de mantenerse. Estaban justificados en su creencia: vivían enlos últimos tiempos, en el período final de la era o época judía. En el versículo veinte de estecapítulo encontramos que se da la misma designación al tiempo de la encarnación deCristo: “Quien fue manifestado en los postreros tiempos [al final de los tiempos] por amorde vosotros”. Decir que el apóstol considera el período entero desde el principio de ladispensación del Nuevo Testamento hasta la venida de Cristo en gloria, en una época futuray posiblemente todavía distante, como un corto tiempo llamado los últimos días, es unainterpretación sumamente antinatural y forzada. Es evidente que el apóstol habla de unperíodo de crisis, y hacer que una crisis se extienda por miles de años es violentar, no sólo elsentido gramatical de las palabras, sino la naturaleza de las cosas.

A riesgo de ser repetitivos, podemos observar aquí que, de acuerdo con el uso del NuevoTestamento, debemos concebir el período entre la encarnación de Cristo y la destrucción deJerusalén como el fin de una época o era. Fue al final de la era [episunteleiatwnaiwnwn =cerca del final de la época] que “Cristo apareció para quitar de en medio al pecado, por elsacrificio de sí mismo” (Heb. 9:26). Este período entero de alrededor de setenta años se

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considera como “el tiempo postrero”, pero es natural que la frase tuviese un acento másfuerte cuando la guerra de los judíos, el principio del fin, estaba a punto de estallar, si ya nohabía comenzado.

LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO ESTÁ PRÓXIMA

1 Ped. 1:7. “Para que, sometida a prueba vuestra fe … sea hallada en alabanza, gloria yhonra cuando sea manifestado Jesucristo”.

1 Ped. 1:13. “Esperad por completo [teleiwz] en la gracia que se os traerá cuando Jesucristosea manifestado”.

Todo en la exhortación del apóstol transmite la idea de ansiosa expectación y preparación.La salvación está lista para ser revelada; los creyentes sometidos a prueba y perseguidosdeben “ceñir los lomos de su entendimiento”; la esperada bendición, la gracia, está encamino – está siendo traída a ellos. Alford observa correctamente que la palabra feromenhn[siendo traída] significa “la cercana inminencia del suceso del que se habla; q.d. que en estemismo momento se le viene encima a uno”. ¿No prueba esto claramente que Pedroentendía, y deseaba que sus lectores entendiesen, que este apocalipsis de Jesucristo estabaa la puerta? Habría sido una farsa decir a hombres que sufrían y eran perseguidos que seprepararan para recibir una salvación que no habría de llegar por cientos y miles de años.

RELACIÓN ENTRE LA REDENCIÓN DE CRISTOY EL MUNDO ANTEDILUVIANO

1 Ped. 3:18-20. “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo porlos injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado enespíritu, en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otrotiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé,mientras se preparaba el arca”, etc.

La interpretación común de este difícil pasaje que da la mayoría de los expositoresprotestantes es que Cristo, en efecto, predicó a los antediluvianos por medio de su EspírituSanto a través del ministerio de Noé. Esto sin duda afirma una verdad, y además tiene laventaja de que permanece dentro de los límites de hechos históricos bien conocidos, y evitalo que parece especulación oscura y dudosa. Sin embargo, como cuestión gramatical, estainterpretación es completamente insostenible. Primero, es razonable esperar una secuenciacronológica en las varias partes de la declaración del apóstol, describiendo lo que Cristohizo después de “haber muerto en la carne”. ¿Qué sería más áspero y más abrupto que lasúbita transición de la narración de lo que Cristo hizo y sufrió en la carne a lo que habíahecho, en un sentido, varios miles de años antes, en los días de Noé? Además, la traducción“siendo vivificado en Espíritu” y “en el cual también”, dando a entender que el Espíritu Santoera el agente por medio del cual Cristo fue vivificado, y por medio del cual predicó, etc., es

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claramente errónea. Debería ser: “Siendo a la verdad muerto en [su] carne, pero vivificadoen [su] espíritu”, — siendo la carne su cuerpo, y el espíritu su alma. Luego el apóstol añade:“en el cual también”, es decir, en su espíritu humano. Además, como apunta Ellicot,poreuqeiz [habiendo ido] “indica descendencia literal y local”.

De acuerdo con el sentido verdadero y natural de las palabras, parece, pues, que no hayescapatoria a la interpretación de que nuestro Señor, después de su muerte en la cruz, fue,en su estado desencarnado, al Hades, el lugar de los espíritus que han partido, y allí hizoproclamación [predicó] a los espíritus aprisionados, es decir, los antediluvianos, los que enlos días de Noé no creyeron a las advertencias del profeta y perecieron en el diluvio. Ésta,que es la interpretación más antigua, es ahora generalmente aceptada por los críticos máseminentes. Es la que está incluida en el Credo de los Apóstoles; tiene la sanción de Lutero yde Calvino; y parece estar apoyada por otros pasajes en la Escritura que están en armoníacon esta explicación. En el sermón de Pedro el día de Pentecostés (Hechos 2:27-31), hay unaclara alusión al alma de Cristo en el Hades; también en Efe. 4:9): “Y eso de que subió, ¿quées, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?” Es difícilsuponer que el entierro del cuerpo es todo lo que significan las palabras de que descendió alas partes más bajas de la tierra.

Queda la pregunta más importante: ¿Cuál era el objeto de que nuestro Señor descendiera alHades? Difícilmente puede dudarse de que fue por gracia. El apóstol dice: “Predicó[ekhruxen] a los espíritus encarcelados” – ¿y qué podría predicar sino alegres nuevas? Estehecho da un significado nuevo y mayor a los términos de la comisión de nuestro Señor: “Meha enviado a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel” (Isa. 61:1).La hipótesis del obispo Horsley y de otros de que aquellos espíritus encarcelados eran enrealidad santos, o por lo menos penitentes, que esperaban el período de su salvación plena,apenas requiere ser refutada. Si algo está claro en relación con esta cuestión es que eranlos espíritus de los que habían perecido por su desobediencia, y en su desobediencia. Comohace notar el obispo Ellicott, apeiqhsasin significa, no “los que fueron desobedientes”, sino“por cuanto fueron desobedientes”.

Pero, puede decirse, ¿por qué fueron escogidos los antediluvianos desobedientes comoobjetos de esta misión de gracia? ¿No había otras almas perdidas en el Hades, y por quédebían éstas encontrar gracia por encima de las demás? El obispo Horsley acepta que estaes una dificultad, y la que más azoramiento causa a su interpretación. Alford encuentra unarazón, si le entendemos bien, en el modo en que murieron. “La razón de mencionar a estospecadores aquí por encima de otros pecadores parece ser su relación con el tipo debautismo que sigue”; pero esto ciertamente es atribuir a esa institución una eficacia másallá de las más atrevidas teorías de la regeneración bautismal. Nos aventuramos a sugerirque la verdadera razón reside en la naturaleza de aquel gran acto judicial que tuvo lugar enel diluvio. Aquél fue el fin de una época o era, y terminó en una catástrofe, pues la época enprogreso entonces estaba a punto de terminar. Los dos casos eran análogos. Así como el

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diluvio fue el fin y la consumación de una era o un período mundial anterior, así también ladestrucción de Jerusalén y la abrogación de la economía judía estaban a punto de poner final período mundial o era existente. ¿Qué puede ser más natural, en vísperas de unacatástrofe como la que anticipaba el apóstol, que hacer alusión a la catástrofe de una eraenterior? ¿Qué puede ser más pertinente que hacer notar el hecho de que la “salvaciónvenidera” tenía un efecto retrospectivo sobre aquellas épocas idas? No es difícil ver laconexión de las ideas en el tren de pensamiento del apóstol. El diluvio fue lasunteleiatouaiwnoz del tiempo de Noé; otra sunteleiaestaba muy cerca. El “mundo antiguo,que entonces era”, pereció en las aguas bautismales del diluvio; el “mundo que ahora es” –el orden mosaico, el sistema político y el pueblo judíos – estaban apunto de ser inmersos enun bautismo de fuego (Mal. 4:1; Mat. 3:11,12; 1 Cor. 3:13; 2 Tes. 1:7-10). ¿No era apropiadomostrar que la obra redentora de Cristo unía, y en realidad cubría, ambas épocas, y mirabahacia atrás sobre el pasado, así como hacia adelante, al futuro?

Entonces, a pesar del misterio y la oscuridad que declaradamente arrojan sombra sobre eltema, somos llevados a la conclusión de que, en este pasaje, el apóstol sí enseñaclaramente que nuestro bendito Señor, después de su muerte en la cruz, descendió comoespíritu desencarnado al Hades, el lugar de los espíritus que han partido, y allí proclamó lasalegres nuevas de su redención consumada a las multitudes de los perdidos que perecieronen la catástrofe o juicio final de la era anterior; y, aunque en este pasaje no tenemosninguna afirmación expresa de que los que oyeron el anuncio hecho por nuestro Salvadorfueron en consecuencia librados de su cárcel, e introducidos a “la gloriosa libertad de loshijos de Dios”, no parece increíble, sino que hasta es presumible, que esta emancipación eratanto el objeto como el resultado de la intervención de Cristo. Ya nos hemos referido a Efe.4:9 en el sentido de que apoya este punto de vista. “Y eso de que subió, ¿qué es, sino quetambién había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?” El obispo Hersleymuestra que la frase “las partes más bajas de la tierra” es la designación correcta yacostumbrada del Hades. En el mismo pasaje, el apóstol habla de la triunfante ascensión deCristo con estas palabras: “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a loshombres”. ¿No arroja luz sobre esto de “llevar cautiva la cautividad” la enseñanza de Pedrocon referencia a los “espíritus encarcelados”? ¿No indica que el Salvador que regresó,habiendo peleado la buena batalla y obtenido la victoria, disfrutó también del triunfo, y llevócon él al cielo una gran multitud que había rescatado de la cautividad; los espíritusencarcelados a los cuales llevó las alegres nuevas de la redención alcanzada; y quienes,habiendo sido sacados de la cárcel, acompañaron a la casa de su Padre al conquistador queregresaba, siendo al mismo tiempo los rescatados por su sangre y los trofeos de su poder?

Antes de abandonar este tema, es bueno citar algunas opiniones de críticos bíblicos conreferencia a él.

Steiger, que trata el pasaje entero de una manera extremadamente franca y erudita, dice:

“El sentido simple y literal de las palabras en este versículo (19), considerado en relación con219/401

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el siguiente, nos obliga a adoptar la opinión de que Cristo se manifestó a los muertosincrédulos”. “Tenemos que admitir que el discurso aquí es el de una proclamación delevangelio entre los que habían muerto en incredulidad, pero no sabemos si encontróentrada en muchos o en pocos”. “La expresión enfulakh (que el siríaco traduce como Seol;los padres la usan como sinónimo de Hades) muestra que el discurso sólo puede referirse alos incrédulos”. “El que yació bajo la muerte, entró al imperio de la muerte comoconquistador, proclamando libertad a sus súbditos encarcelados”.

La opinión de Dean Alford es muy decidida:

“Entonces, de todo lo que se ha dicho se infiere que, junto con la gran mayoría de loscomentaristas, antiguos y modernos, entiendo que estas palabras significan que nuestroSeñor, en su estado incorpóreo, en efecto fue al lugar de detención de los espíritus quehabían partido, y allí anunció su obra de redención, y predicó la salvación, de hecho, a losespíritus incorpóreos de los que rehusaron obedecer la voz de Dios cuando el juicio deldiluvio se cernía sobre ellos. Por qué se menciona a éstos más bien que a otros – ya seameramente como muestra de una obra de gracia semejante para otros, o por alguna razónespecial que no nos podemos imaginar – no lo sabemos”.

En un interesante discurso sobre “El Estado Intermedio”, del Rev. J. Stratten, ocurren lassiguientes observaciones:

“Si este pasaje no significara nada más que el Espíritu Santo ayudó a Noé a predicarles a losantediluvianos, es una manera por demás oscura, enmarañada, e inexplicable de expresarun principio bien claro y sencillo. ¿Querría alguno de nosotros emplear este lenguaje, oalguno como él en absoluto, para expresar esa opinión? Creo que no, y esto parece ser sóloel refugio de una mente que no comprende al apóstol, o busca malinterpretarlo”.

Aquí podemos observar, de pasada, que esta liberación del Hades sirve para ilustrarvívidamente las palabras de Pablo en 1 Cor. 15:26: “El postrer enemigo que será destruidoes la muerte”.

CERCANÍA DEL JUICIO YDEL FIN DE TODAS LAS COSAS

1 Ped. 4: 5,7. “Pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a losmuertos. Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración”.

En estos pasajes, encontramos nuevamente lo que tan a menudo hemos encontrado antes,una clara comprensión del juicio y del fin como cercanos.

En el ver. 5, el apóstol da a entender que Dios estaba a punto se sentarse a juzgar a losvivos y a los muertos. No es posible que esto se refiera a aquel acto de juicio que está, comocreemos, siempre cercano a todo hombre, en el mismo sentido en que la muerte y la

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eternidad están siempre cercanas. Obviamente, es una adjudicación solemne, pública, ygeneral, en la cual los vivos y los muertosestaban juntos para responder por sí mismos anteel tribunal de Dios. Este enfoque del juicio se deriva del enfoque de la Parusía, que se indicatan claramente en 1:5. Todo lo que se ha afirmado con relación a ese pasaje se aplica conigual fuerza a este; etoimwzeconti = estar preparado para juzgar, es una expresión másfuerte que mellonti, y de ninguna manera puede referirse a ningún suceso que no sea a unocasi inmediato.

No menos decisiva es la declaración del ver. 7: “El fin de todas las cosas se acerca“. Cualquiercosa que se quiera decir con ese fin, es seguro que el apóstol la concibe como cercana,pues la considera motivo para velar en oración. Para captar toda la fuerza de laexhortación, tenemos que ponernos en la situación de estos cristianos apostólicos. Aldisminuir, año tras año, la distancia hacia la desaparición de la generación que vio y rechazóal Hijo del hombre, la anticipación de la llegada de la gran consumación predicha debehaberse vuelto más y más vívida en las mentes de los creyentes cristianos. No nos toca anosotros establecer cuáles eran sus conceptos en cuanto a la naturaleza y la extensión deaquella consumación; o si se imaginaban o no que ella involucraba la disolución de toda laarmazón y todo el tejido del mundo material. Tenemos que ver, no con las opinionesprivadas de los apóstoles, sino con sus pronunciamientos en público. Pero la consumacióndescrita por nuestro Señor como “el fin”, y “el fin del siglo” se acercaba rápidamente no esuna cuestión abierta a debate, sino un punto de fe, que involucraba la verdad de todas susafirmaciones. No puede haber duda de que, en un sentido judaico o religioso, esto es, por loque concernía al sistema nacional y eclesiástico del judaísmo, “el fin de todas las cosas seacercaba”. La destrucción de todo lo que contemplaban los ojos de nuestro Señor mientrasestaba sentado en el monte de los Olivos se acercaba rápidamente. Esta es la clave de loque quiere decir Pedro en este pasaje, y proporciona la única explicación sostenible ybíblica.

Citamos, con entera satisfacción y aprobación, las observaciones de un juicioso expositorsobre el pasaje que nos ocupa:

“Después de alguna deliberación, he decidido adoptar la opinión de los que sostienen que‘el fin de todas las cosas’ aquí es el fin completo y final de la economía judía en ladestrucción de la ciudad y el templo de Jerusalén, y la dispersión del pueblo santo. Aquelloestaba cerca, pues esta epístola parece haber sido escrita muy poco antes de que estossucesos tuvieran lugar, y no es improbable que fuese después del comienzo de las “guerrasy los rumores de guerras” de lo cual habló nuestro Señor. Este punto de vista no pareceráextraño a nadie que haya sopesado cuidadosamente los términos con los cuales nuestroSeñor había predicho estos sucesos, y la estrecha relación entre el cumplimiento de estaspredicciones y los intereses y deberes de los cristianos, ya fuera en Judea o en los paísesgentiles”.

“Está bastante claro que, en las predicciones de nuestro Señor, las expresiones ‘el fin’, y221/401

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probablemente ‘el fin del mundo’, se usan con referencia a la total disolución de laeconomía judía. Los sucesos de ese período fueron predichos muy minuciosamente, ynuestro Señor afirmó claramente que no pasaría la generación existente antes de que secumplieran todas las cosas con respecto a ‘este fin’. Éste habría de ser un período desufrimiento para todos; de prueba, severa prueba, para los seguidores de Cristo; de juiciosterribles sobre sus opositores judíos, y de glorioso triunfo para la religión de Jesús. A esteperíodo se hacen repetidas referencias en las epístolas apostólicas. ‘Conociendo el tiempo’,dice el apóstol Pablo, ‘de que ya es hora de despertar del sueño, porque ahora está máscerca nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada; se acerca el día’. ‘Sedpacientes’, dice el apóstol Santiago, ‘y estad firmes en vuetros corazones: porque la venidadel Señor se acerca’. ‘El juez está delante de la puerta’. Las predicciones de nuestro Señordeben haber sonado muy familiares a los oídos de los cristianos en el tiempo en que estose escribió. Con una mezcla de asombro y gozo, temor y esperanza, deben haber estadoesperando su cumplimiento: “esperando las cosas que vendrían sobre la tierra”; y erapeculiarmente natural que Pedro se refiriese a estos sucesos, y que se refiriese a ellos conpalabras similares a las usadas por nuestro Señor, pues él había sido uno de los discípulosque, sentados con su Señor y teniendo a la vista la ciudad y el templo, le habían oído hacerestas predicciones.

“Los cristianos que habitaban en Judea tenían un interés peculiar en estas predicciones y sucumplimiento. Pero todos los cristianos tenían un profundo interés en ellas. Los cristianosde las regiones en las cuales vivían aquéllos a los cuales escribía Pedro eran principalmentejudíos convertidos. Como cristianos, tenían razón para regocijarse en la esperanza delcumplimiento de las predicciones, pues confirmaban grandemente la verdad delcristianismo y eliminaban algunos de los mayores obstáculos que se oponían a su progreso,como las persecuciones por parte de los judíos, y el confundir el cristianismo con eljudaísmo por parte de los gentiles, que estaban acostumbrados a considerar a losprofesantes cristianos como una secta judía. Pero, mientras se regocijan, lo hacen “contemblor”, pues su Señor había indicado claramente que sería un tiempo de severa pruebapara sus amigos, así como de terrible venganza para sus enemigos. ‘El fin de todas lascosas’, que estaba cerca, parece ser lo mismo que el juicio de los vivos y los muertos, enque el Señor estaba a punto de entrar – un juicio, el tiempo para el cual había llegado, quehabría de comenzar por la casa de Dios, los judíos incrédulos, en el cual los justos apenas sesalvarían, y los impíos y los inicuos serían castigados terriblemente.

“La contemplación de tales sucesos como muy cercanos se adaptaba bien para funcionarcomo motivación para la sobriedad y la vigilancia con oración. Éstos eran exactamente lostemperamentos y los ejercicios requeridos de manera peculiar en tales circunstancias, yexactamente las disposiciones y ocupaciones requeridas por nuestro Señor cuando hablabade aquellos días de prueba y de ira: ‘Mirad también por vosotros mismos, que vuestroscorazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga derepente sobre vosotros. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la

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faz de la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escaparde todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre’. [Luc.21:34-36]. Es difícil creer que el apóstol no tuviese en mente estas mismas palabras cuandoescribió el pasaje que nos ocupa”. – Expository Discourses sobre 1 Pedro, por el Dr. JohnBrown, Edinburgh, vol. ii, pp. 292-294.

LAS BUENAS NUEVAS ANUNCIADAS A LOS MUERTOS

1 Ped. 4:6. “Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos[kainekroizeughgelisqh], para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivanen espíritu según Dios”.

Quizás apenas pueda decirse que el pasaje citado arriba cae dentro del ámbito de estadiscusión, puesto que no parece tener ninguna relación directa con el tiempo de la Parusía;y su extrema dificultad podría ser una buena razón para evitar examinarlo en absoluto. Sinembargo, como manifiestamente pertenece a la escatología del Nuevo Testamento, y comono tenemos ningún derecho a considerarlo como desesperadamente insoluble, parecemejor no pasarlo por alto en silencio.

Puede haber pocas dudas de que éste es uno de una clase de pasajes difíciles que, aunqueoscuros para nosotros, eran inteligibles y fáciles para los lectores originales de las epístolas.(Véase 1 Cor. 11:10; 15:29). Una alusión de pasada podría invocar todo un tren de ideas ensus mentes, de manera que comprendieron fácilmente lo que a nosotros nos desconciertasin remedio. Paley, en su Horae Paulinae, cap. 10, No. 1, advierte de esta dificultad en unacorrespondencia real que caiga en manos de una tercera persona.

El ámbito general del argumento es lo suficientemente claro. El apóstol comienza el capítulollamando a los sufrientes y perseguidos discípulos a imitar el ejemplo de su una vezsufriente pero ahora victorioso Señor. “Armaos del mismo pensamiento”, es decir, sufridcomo él sufrió, aún hasta la muerte, si es necesario. En los siguientes versículos, alude a laanterior vida sensual y sin Dios de ellos, y la ofensa que el cambio a la pureza de unaconducta cristiana infirió a sus vecinos paganos (vers. 2, 2, 4). Esta protesta silenciosa peroviviente contra la inmoralidad del paganismo parece haber sido una de las causas de laantipatía general hacia el evangelio, que encontró salida en calumniosas imputacionescontra los inocentes cristianos: “Hablando mal de vosotros” (blasfhmountez). Pero estoscalumniadores y perseguidores pronto serían llamados a cuenta por Aquél que estaba apunto de juzgar a los vivos y a los muertos (ver. 5).

Se encontrará que es muy importante tener presente esta introducción al argumento delapóstol, pues conduce a la afirmación del ver. 6.

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Ahora examinemos esa afirmación: “Porque por esto también ha sido predicado elevangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivanen espíritu según Dios”.

Puede decirse ciertamente que aquí hay tantas dificultades como palabras. ¿Cuándo, dónde,y por quién fue predicado el evangelio a los muertos? ¿Quiénes eran los muertos a quienesse les predicó el evangelio? ¿Por qué se les predicó? ¿Cómo podían los muertos serjuzgados en carne según los hombres? ¿Cómo podían vivir en espíritu según Dios? ¿Y cómoes que la predicación del evangelio a los muertos produjo este resultado, “para que vivan enespíritu según Dios”?

No serviría de nada repasar la multitud de explicaciones de este oscuro pasaje que han sidopropuestas por diferentes comentaristas. Baste examinar una o dos de las más plausibles.

A la pregunta: ¿Quiénes eran los muertos a los cuales se dice que fue predicado elevangelio?, algunos creen que es suficiente contestar: Son los que, estando muertos ahora,estaban vivos en la carne cuando el evangelio se les predicó. Ésta sería una solución fácil sifuese permitido interpretar así las palabras del apóstol; pero esta explicación tiene unaobjeción fatal: hace expresar al apóstol un hecho muy simple y sencillo de un modoinexplicablemente oscuro y ambiguo. Las palabras mismas rechazan tal explicación. Alfordno habla con demasiada fuerza cuando dice:

“Si kai nekroiz euhggelisqh puede significar ‘el evangelio fue predicado durante sus vidas aalgunos que ahora están muertos’, la exégesis ya no tiene ninguna regla fija, y a la Escriturase le puede hacer probar cualquier cosa”.

Otros suponen que debe entenderse que los “muertos” en el ver. 6 son los espirtualmentemuertos; pero contra esto hay dos objeciones insalvables: primera, no discrimina una claseparticular, pues todos los hombres están espiritualmente muertos la primera vez que se lespredica el evangelio; y segunda, atribuye a la palabra nekroi [los muertos] un significadodiferente del que tiene la misma palabra en el ver. 5 – “los vivos y los muertos”. Según estainterpretación, la palabra “muertos” se usa literalmente en el ver. 5, y en un sentido ético enel ver. 6. Pero, como dice Alford con justicia:

“Son falsas todas las interpretaciones que no atribuyen a la palabra nekroiz del ver. 6 elmismo significado de nekroiz en el ver. 5; es decir, el de muertos, literal y simplemente;hombres que han muerto, y están en sus tumbas”.

Pero, probablemente, la opinión más común es la de que aquí el apóstol alude nuevamentea la predicación de Cristo a los espíritus encarcelados a que se hace referencia en 3:19,20; yal principio, esta parece la explicación más natural. Aquella fue, sin duda, una predicacióndel evangelio a los muertos, y también a una clase particular de muertos, los antediluvianosque fueron desobedientes en los días de Noé, y que fueron alcanzados por el juicio de Dios.

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Pero, cuando examinamos más de cerca la afirmación del apóstol, descubrimos que estaaplicación de sus palabras de ninguna manera se ajusta a las personas designadas como“los espíritus encarcelados”. ¿Cómo se podría decir que los antediluvianos serían “juzgadosen carne según los hombres”? Ellos perecieron por la visita de Dios, no por el juicio o laacción de los hombres, y parece evidente que la cláusula subsiguiente – “para que vivan enespíritu según Dios” – implica la reversión de la condenación humana que había sidoimpuesta sobre los muertos mientras estaban en el cuerpo.

Ninguna de las explicaciones ordinarias, pues, parece llenar los requisitos del caso. Esosrequisitos son: encontrar una clase de muertos a los cuales se les predicó el evangeliodespués de haber muerto; una clase de los que fueron condenados a muerte, mientrasestaban en la carne, por el juicio de los hombres, pero que están destinados a vivir enespíritu, según el juicio de Dios, y que esto sea consecuencia de haberles sido predicado elevangelio después de haber muerto.

En seguida somos llevados a la conclusión de que esta clase particular, juzgada ocondenada por el juicio humano, debe referirse a los perseguidos discípulos de Cristo. Es a lostales y de los tales que el apóstol está hablando, como es evidente por los versículosiniciales del capítulo. Sería bastante correcto decir de los tales que, aunque (injustamente)condenados por el hombre, serían vindicados por Dios. Es también correcto decir de lostales (especialmente, si son mártires de la fe) que habían “sufrido en carne” – habían sidoejecutados por el juicio humano, pero vivificados en espíritu, o en cuanto a sus espíritus, yesto según Dios, o por el juicio divino. Pero todavía queda la formidable dificultad quepresentan las palabras “también ha sido predicado el evangelio a los muertos”. En el NuevoTestamento no se menciona ninguna predicación del evangelio a los mártires cristianosdespués de muertos. Pero, ¿estamos obligados necesariamente a dar este sentido a lapalabra euhggelisqh? Creemos que es aquí donde se encuentra la clave de la verdaderaexplicación de este pasaje; y que es la errónea interpretación de esta palabra lo que haconfundido a los comentaristas. Aunque se usa muy comúnmente en sentido técnico parareferirse a la predicación del evangelio, éste no es en modo alguno su uso invariable en elNuevo Testamento. Se emplea para significar el anuncio de cualquier buena nueva, y noexclusivamente de las alegres nuevas del evangelio. Por eso, en Hebreos 4:2,incorrectamente traducido en nuestra Versión Autorizada [en inglés] como “también anosotros se nos ha anunciado el evangelio como a ellos”, no hay ninguna alusión a lapredicación del evangelio en el sentido técnico de la frase, sino simplemente al hecho deque “a nosotros, así como a los antiguos israelitas, nos han traído las buenas nuevas” [esmenenhggelismenoi], siendo en ambos casos las buenas nuevas la promesa de entrar en elreposo de Dios. Así que, en un sentido más general, la palabra se usa para denotarcualquier noticia agradable, como en 1 Tes. 3:6: “Cuando Timoteo nos dio buenas noticias devuestra fe”, etc. [euaggelisamenou hmin]. Así sucede también en Apoc. 10:7: “Como él loanunció [euhggelisen = hizo una declaración consoladora] a sus siervos los profetas” (Véasetambién Gál. 3:8).

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Pero la pregunta todavía se repite: ¿Dónde tenemos en el Antiguo Testamento algunaalusión a tales buenas nuevas, noticias agradables, o afirmaciones consoladoras, hechas acualesquiera confesores o mártires cristianos después de sus muertes? El apóstol parecehablar de algún hecho con el cual estaban familiarizadas las personas a las que escribió, unhecho al que sólo tenía que aludir para que ellas reconocieran su significado en seguida.Ahora bien, efectivamente tenemos en el Nuevo Testamento una representación históricaen la cual encontramos presentes todas estas circunstancias. Tenemos la descripción deuna escena en la cual los mártires cristianos, que habían sido condenados y ejecutados encarne por el juicio del hombre, apelan a la justicia de Dios contra sus perseguidores, y se leshace una declaración consoladora, después de muertos, asegurándoles una prontavindicación y una gloriosa recompensa celestial.

Por supuesto, aludimos a la impresionante representación que da Apocalipsis de las almasmartirizadas bajo el altar, apelando a Dios para la vindicación de su causa contra susperseguidores y asesinos – “los que moran en la tierra” – y que se describe en Apoc. 6:9-11:

“Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos porcausa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo:¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los quemoran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavíaun poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos,que también habían de ser muertos como ellos”.

Esto parece llenar exactamente todos los requisitos del caso. Aquí encontramos a losnekroi, los muertos cristianos; fueron juzgados o condenados en carne, por el juicio delhombre, o “según los hombres”; habían sido ejecutados “por la palabra de Dios, y por eltestimonio que tenían”. Encontramos una consoladora declaración que se les hizo en suestado desencarnado, y tenemos en la epístola una laguna que ha sido llenada en la visiónapocalíptica, porque se nos informa de lo que condujo a este euaggelion que se les llevó; seles asegura que en un poco de tiempo su causa sería vindicada, según sus oraciones;mientras tanto, se le da a cada uno de ellos “una vestidura blanca”, símbolo de pureza y devictoria, y que seguramente es equivalente a ser justificado por el juicio divino.

Pero esta correspondencia, impresionante como es, no es todo; la declaración del apóstoles dilucidada, no solamente por Apocalipsis por una parte, sino por el evangelio, por la otra.La mayoría de los comentaristas ha notado la obvia relación entre la escena de las almas delos mártires bajo el altar en la visión apocalíptica y la notable parábola de nuestro Señor enLucas 18; pero, hasta donde hemos observado, ninguno de ellos ha captado la verdaderaanalogía entre la parábola y la visión. En los versículos siete y ocho de ese capítulo,encontramos la moraleja de la parábola. “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, queclaman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia.Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” La parábola y la visión son,

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de hecho, contrapartes la una de la otra, y ambas sirven para explicar el pasaje en estaepístola de Pedro. Como sucede en Apocalipsis, también ocurre en la parábola.Encontramos todos los elementos de la declaración de la epístola. Tenemos a discípuloscristianos que sufren injustamente; condenados en carne por el juicio del hombre;apelando a Dios para que juzgue su causa; tenemos la seguridad de su rápida vindicaciónpor Dios, y encontramos en el evangelio una característica adicional que lo pone encorrespondencia más perfecta con la afirmación de la epístola; porque se indicaevidentemente que esta vindicación ha de tener lugar en la Parusía – “cuando venga el Hijodel Hombre”.

Por último, podemos señalar la íntima relación entre la afirmación del apóstol, asíinterpretada, y el argumento que está adelantando. Era apropiado asegurarles a loscreyentes perseguidos que su causa estaba asegurada en las manos de Dios; que, aunquefuesen llamados a sufrir hasta el punto de tener que derramar su sangre hasta la muertepor la injusta sentencia de los hombres, Dios les vindicaría prontamente, pues Él estaba apunto de hacer comparecer a sus perseguidores ante su tribunal. Esta era la lección de laparábola de la viuda inoportuna, y quizás aún más de la visión de las almas de los mártiresbajo el altar, a la cual parece aludir más particularmente el lenguaje del apóstol – “Porquepara esto se hizo una consoladora declaración aun a los muertos, para que, aunque habían sidocondenados en la carne por el injusto juicio de los hombres, pudieran disfrutar de la vida eternaen su espíritu, según el justo juicio de Dios”.

Esta interpretación supone que Apocalipsis se escribió y circuló ampliamente antes de ladestrucción de Jerusalén. Es una reflexión acerca de la perspicacia crítica de muchoseminentes comentaristas ingleses el que se hayan apoyado por tanto tiempo en la cañaquebrada de la tradición con respecto a la fecha de Apocalipsis. La evidencia interna de eselibro debió haber evitado la posibilidad de que fuesen inducidos a error por la autoridad deIreneo. Pero tenemos que reservarnos cualesquiera observaciones ulteriores sobre estetema hasta que lleguemos a considerar el libro de Apocalipsis.

EL FUEGO DE PRUEBA Y LA GLORIA VENIDERA

1 Ped. 4:12,13. “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido,como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes delos padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis congran alegría”.

Estas palabras indican claramente que en ese tiempo y por todas partes los cristianosestaban pasando por un severo cernimiento y una severa prueba – “un fuego de prueba”. Yno meramente un fuego de prueba, sino la prueba, por largo tiempo predicha y esperada,vale decir, la gran tribulaciónque habría de preceder a la Parusía. Los apóstoles advirtieron a

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los discípulos: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino deDios” (Hech. 14:22). El Señor mismo les había enseñado esto, especialmente en su discursoprofético.

Evidentemente, la tribulación predicha ya había llegado; en realidad, estaban pasando através del fuego. Es imposible no recordar aquí las palabras de Pablo: “Por el fuego serárevelada; y la obra de cada uno cual sea, el fuego la probará” (1 Cor. 3:13). Es altamenteprobable que la feroz persecución bajo el gobierno de Nerón estuviese en su furor en esetiempo, y tenemos buenas razones para creer que se extendía más allá de Roma, hasta lasprovincias del imperio.

Otra indicación del tiempo se encuentra en el ver. 13: “En la revelación de su gloria”. LaParusía es siempre representada trayendo alivio de la persecución, y recompensa alsufriente pueblo de Dios. Ya hemos visto que la gloria estaba “a punto de ser revelada”, yencontraremos la misma seguridad repetida en el cap. 5:1.

EL TIEMPO DEL JUICIO HA LLEGADO

1 Ped. 4:17-19. “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primerocomienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquéllos que no obedecen al evangelio de Dios?Y si el justo con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el pecador? De modo quelos que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y haganel bien”.

Vale la pena observar cuán diferente del tono de Pedro es el de Pablo en la segundaepístola a los Tesalonicenses al hablar del día del Señor. Pedro declara que el día del cualdice Pablo que todavía no ha llegado, y que no es posible sino cuando la apostasía aparezcapor primera vez, había llegado. La catástrofe era ahora inminente. “Dios estaba preparadopara juzgar a los vivos y a los muertos”; “el tiempo para que comenzara el juicio habíallegado”. La importancia de estas palabras se volverá evidente si consideramos que estaepístola se escribió muy cerca del estallido de la guerra de los judíos, si no después de queya había comenzado.

De que este es “el juicio que debe comenzar por la casa de Dios” apenas puede haberdudas. Hay una manifiesta alusión en el lenguaje del apóstol a la visión del profeta Ezequiel(cap. 9). El profeta ve una pandilla de hombres armados encargados de ir por la ciudad(Jerusalén) y matar a todos los viejos y los jóvenes que no tuvieran el sello de Dios sobre susfrentes. A los ministros de la venganza se les ordena comenzar la obra de juicio en la casade Dios: “Comenzaréis por mi santuario”. El apóstol ve esta visión a punto de cumplirse enla realidad. El juicio debe comenzar por la casa de Dios, y el tiempo ha llegado. Puede seruna cuestión de si, por la casa de Dios, el apóstol quiere decir el templo de Jerusalén, comoindicaría la profecía de Ezequiel, o la casa espiritual de Dios, la iglesia cristiana. Puede serque ambas ideas estuviesen presentes en su mente, y podrían haber estado, pues ambas se

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estaban verificando en ese momento. La persecución de la iglesia de Cristo ya habíacomenzado, como testifica la epístola, y el círculo de sangre y fuego se estrechaba alrededorde la ciudad y el templo de Jerusalén condenados a la destrucción.

Es perfectamente claro que todo esto se dice con referencia a un suceso particular einminente, una catástrofe que estaba a punto de tener lugar; y no hay ninguna otraexplicación posible, aparte de la que se ve de modo palpable en las páginas de la historia, eljuicio de la culpable nación del pacto, con la destrucción de la casa de Dios y la disolución dela economía judía.

Las siguientes observaciones del Dr. John Brown expresan bien el sentido de este pasaje:

“Aquí parece haber una referencia a un juicio o prueba particulares, que los cristianosprimitivos tenían razón para esperar. Cuando consideramos que esta epístola se escribiómuy poco antes del comienzo de aquella terrible escena de juicio que terminó con ladestrucción del sistema político y civil de los judíos, y que nuestro Señor había predicho tanminuciosamente, apenas podemos dudar de la referencia en la expresión del apóstol.Después de haber especificado guerras y rumores de guerras, hambres, pestilencias, yterremotos, como síntomas del ‘principio de dolores’, nuestro Señor añade: ‘Entonces osentregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causade mi nombre’ (Mat. 24:9). ‘Os entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán’, etc.(Mar. 13:9).

“Este es el juicio que, aunque debía caer con mayor peso sobre la Tierra Santa, era claro quedebía extenderse a dondequiera que se encontrasen judíos y cristianos, ‘pues donde esténlos cuerpos muertos, allí se juntarán las águilas’, lo cual debía comenzar en la casa de Dios, yhabría de ser tan severo que ‘los justos con dificultad se salvarían’. Sólo se salvarían los quesoportasen la prueba, y muchos no la soportarían. Todos los verdaderamente justos sesalvarían; pero muchos que parecían justos no perseverarían hasta el fin, y por eso no sesalvarían, etc. Algunos han supuesto que la referencia es a la persecución por parte deNerón, que precedió por algunos años a las calamidades que acompañaron a las guerras delos judíos y a la destrucción de Jerusalén”. Dr. John Brown sobre 1 Ped. vol. 7, p. 357.

LA GLORIA A PUNTO DE SER REVELADA

1 Ped. 5:1. “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, ytestigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que serárevelada“.

1 Ped. 5:4. “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la coronaincorruptible de gloria”.

Todo en este capítulo indica la cercanía de la consumación. Éste es el motivo de cada deber,para la fidelidad, la humildad, la vigilancia, la paciencia. La gloria pronto será revelada [thz

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melloushz apokalupteskai doxhz]; los fieles pastores ayudantes recibirán la coronainmarcesible cuando sa manifieste el Príncipe de los pastores; los sufrimientos de la iglesiaperseguida han de continuar sólo “un poco más de tiempo” (ver. 10). Todo indica unaconsumación grande y feliz que está a punto de ocurrir. ¿Hablaría el apóstol de unaesperada corona de gloria como motivo para la presente fidelidad si dependiese de unsuceso incierto y posiblemente muy distante en el tiempo? Pero si el Príncipe de lospastores no se ha manifestado todavía, la corona de gloria todavía no ha sido recibida. Estábastante claro que, como lo ve el apóstol, la revelación de la gloria, la manifestación delPríncipe de los pastores, la recepción de la corona inmarcesible, y el fin del sufrimiento,todo estaba en el futuro inmediato. Si estaba errado en esto, ¿es digno de confianza enalguna cosa?

De este pasaje (ver. 11), observa Alford:

“Basándonos en este pasaje solamente, no quedaría claro si Pedro consideró la venida delSeñor como de ocurrencia probable en la vida de sus lectores o no; pero, interpretado por laanalogía de sus otras expresiones sobre el mismo tema, parece que sí lo hizo”.

Sin duda lo hizo; también Pablo, y Santiago, y Juan, y toda la iglesia apostólica; y lo creyeronpor la más alta autoridad, la palabra de su divino Maestro y Señor.

LA PARUSÍA EN LA SEGUNDA EPÍSTOLA DE PEDRO

No es parte de nuestro plan discutir las preguntas difíciles y no resueltas con respecto a sila Segunda Epístola de Pedro es genuina y auténtica o no, y el problema no resuelto delcapítulo segundo. En vista de las dificultades que presenta en su enseñanza escatológica,quizás podríamos declinar la aceptación de su autoridad, pero la aceptamos como está,creyendo honestamente que contiene indubitable evidencia interna de su origen apostólico.Parece haber sido escrita no mucho tiempo después de la primera epístola, y muy pocoantes de la muerte del apóstol (cap. 1:14). Alford da la fecha, de modo conjetural, como elaño 68 d. C.

BURLADORES EN “LOS POSTREROS DÍAS”

2 Ped. 3:3,4. “Sabiendo primero esto, que en los primeros días vendrán burladores,andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de suadvenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosaspermanecen así como desde el principio de la creación”.

Los burladores a los que se alude en este pasaje son sin duda las mismas personas cuyocarácter se describe en el capítulo anterior. La incredulidad en las promesas y las amenazasde Dios, especialmente en cuanto a su juicio venidero, es la característica de estos hombresmalvados de los “postreros días”. Con la descripción de estos incrédulos, se nos recuerda lapredicción de nuestro Señor con referencia al mismo período: “Pero, cuando venga el Hijo

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del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Luc. 18:8). Vale la pena notar también que el apóstol,al contestar el argumento derivado de la estabilidad de la creación, se refiere a la catástrofedel diluvio como ilustración del poder de Dios para destruir a los impíos: la mismailustración empleada por nuestro Señor al referirse al estado de cosas en la Parusía (Mat.24:37-39).

No hay que olvidar que Pedro está hablando, no de una catástrofe distante, sino de unacatástrofe inminente. Los “postreros días” eran los días que en ese momento eran actuales(1 Ped. 1:5,20), y que los burladores de los que se habla existían realmente (cap. 3:5): “Éstosignoran voluntariamente”, etc.

ESCATOLOGÍA DE PEDRO

2 Ped. 3:7,10-13. “Pero los cielos y la tierra que existen ahora están reservados por lamisma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombresimpíos. … Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielospasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y lasobras que en ella hay serán quemadas”. Puesto que todas estas cosas han de serdeshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperandoy apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serándeshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!. Pero nosotros esperamos,según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”.

Las imágenes empleadas aquí por el apóstol sugieren de modo natural la idea de ladisolución total, por medio del fuego, de la sustancia y la estructura de la creación material,no sólo de la tierra, sino también del sistema al cual pertenece; y este es, sin duda, elconcepto popular de la consumación final que se espera ponga fin al actual orden de cosas.Sin embargo, un poquito de reflexión y una mayor familiarización con el lenguaje simbólicode la profecía serán suficientes para modificar esta conclusión, y llevarnos a unainterpretación más de acuerdo con la analogía de descripciones similares en los escritosproféticos. Primero, es evidente, por la naturaleza del asunto, que esta conflagraciónuniversal, como puede llamársele, era considerada por el apóstol como a punto de tenerlugar: “El fin de todas las cosas se acerca” (1 Ped. 4:7). La consumación estaba tan cercanaque se describe como un suceso al cual debían mirar “esperando y apresurándose” (ver. 12).Se sigue, por lo tanto, que de lo que habla aquí el espíritu de profecía no podría ser ladestrucción o disolución literal del globo terráqueo y el universo creado. Pero que, en elmomento en que esta epístola se escribió, era inminente una catástrofe terrible y casiinmediata; que el “día del Señor”, predicho por tanto tiempo, estaba realmente cerca; que eldía realmente llegó, rápidamente y de repente; que vino “como ladrón en la noche”; que unllameante diluvio de ira y de juicio les sobrevino al territorio culpable y a la nación culpablede Israel, destruyendo y disolviendo sus cosas terrenales y celestiales, es decir, susinstituciones temporales y espirituales, es un hecho impreso indeleblemente en las páginasde la historia. El momento para el cumplimiento de estas predicciones ahora había llegado,

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y cuando el apóstol escribió fue para declarar que era el “tiempo postrero”, y los sarcasmosde los burladores estaban verificando los hechos. Por lo tanto, llegamos a la inevitableconclusión de que era la catástrofe final de Judea y Jerusalén, predicha por nuestro Señor enla profecía del Monte de los Olivos, y a la cual se refieren los apóstoles tan frecuentemente,a la que Pedro aludía en las imágenes simbólicas que parecen dar a entender la disolucióndel universo material.

Segundo, tenemos que interpretar estos símbolos de acuerdo con la analogía de laEscritura. El lenguaje de la profecía es el lenguaje de la poesía, y no debe ser tomado ensentido estrictamente literal. Felizmente, no hay ausencia de descripciones paralelas en losprofetas antiguos, y apenas habrá alguna figura usada por Pedro aquí de la cual noencontramos ejemplos en el Antiguo Testamento, y así, podemos obtener una clave delsignificado de símbolos semejantes en el Nuevo.

LA CERTEZA DE LA CERCANA CONSUMACIÓN

2 Ped. 3:8,9. “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como milaños, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen portardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sinoque todos procedan al arrepentimiento”.

Pocos pasajes han sufrido interpretaciones más erróneas que éste, al cual se le ha obligadoa hablar un lenguaje inconsistente con su obvio propósito y hasta incompatible con unaestricta consideración a la veracidad.

Hay aquí probablemente una alusión a las palabras del salmista, en las que éste contrasta labrevedad de la vida humana con la eternidad de la existencia divina: “Porque mil añosdelante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó” (Sal. 90:4). Es un pensamientograndioso y sublime, y bien en consonancia con el sentimiento del apóstol: “Para con elSeñor, un día es como mil años”. Pero seguramente sería el colmo de lo absurdo consideraresta sublime imagen poética como un cálculo para la divina medición del tiempo, o comolicencia para hacer a un lado por completo las definiciones de tiempo en las predicciones ylas promesas de Dios.

Sin embargo, no es raro que se citen estas palabras como argumento o excusa paradesestimar por completo el elemento tiempo en los escritos proféticos. Aun en casos enque se especifica cierto tiempo en la predicción, o en que se expresan limitaciones talescomo “en breve”, “prontamente”, o “cerca”, se apela al pasaje que tenemos delante parajustificar un tratamiento arbitrario de tales notas de tiempo, de modo que pronto puedesignificar tarde, cercano puede significar distante, corto puede significar largo, y viceversa.Cuando se señala que, de acuerdo con sus propios términos, ciertas predicciones tienen quecumplirse dentro de un tiempo limitado, la respuesta es: “Para con el Señor, un día es comomil años, y mil años como un día”. Así, nos encontramos con un crítico eminente que

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compromete su reputación con una afirmación como la siguiente: “La mayoría de losapóstoles escribió y habló [de la Parusía] en el sentido de que ocurriría pronto, no, sinembargo, sin muchas y suficientes indicaciones de que un intervalo, y no corto, ocurriríaprimero”. Otro, aludiendo a la predicción de Pablo en 2 Tes. 2, observa: “Nos dice que,mientras que la venida del Señor estaba cercana entonces, también era remota“. Éstas sonmuestras de lo que pasa por exégesis en no pocos comentaristas de gran reputación.

Seguramente es innecesario repudiar de la manera más enérgica un método tan antinaturalde interpretar el lenguaje de la Escritura. Es antigramatical e irrazonable. Aún peor, esinmoral. Es sugerir que Dios tiene dos pesas y dos medidas en sus tratos con los hombres, yque, en su modo de calcular, hay una ambigüedad y una variabilidad que hace imposibledecir “qué clase de tiempo puede significar el Espíritu de Cristo en los profetas”. Parece dara entender que un día puede no significar un día, y que mil años pueden no significar milaños, sino que cualquiera de las dos expresiones puede significar la otra. De ser así, seríaimposible interpretar la profecía; quedaría despojada de toda precisión, y aún de todacredibilidad; porque es manifiesto que si podría haber tal ambigüedad e incertidumbre conrespecto al tiempo, podría haber no menos ambigüedad e incertidumbre con respecto atodo lo demás.

Las Escrituras mismas, sin embargo, no apoyan este método de interpretación. La fidelidades uno de los atributos que con más frecuencia se le atribuyen al “Dios que guarda el pacto”,y la divina fidelidad es lo que el apóstol afirma en este mismo pasaje. Al sarcasmo de losburladores que impugnan la fidelidad de Dios, y preguntan: “¿Dónde está la promesa de suvenida?”, el apóstol contesta: “El Señor no retarda su promesa, como algunos la tienen portardanza”; no hay en Él ninguna inconstancia, ni es olvidadizo; el transcurso de tiempo noinvalida su palabra; su promesa permanece firme tanto para lo cercano como para lolejano, para hoy o para mañana, o para mil años después. Para Él, un día es semejante a milaños: es decir, la promesa que ha dicho que cumplirá en un día la cumplirá puntualmente, yla promesa que ha dicho que cumplirá en mil años será ejecutada con igual puntualidad. Laduración del tiempo no representa ninguna diferencia para Él. No falsificará la promesa quetiene validez por un día, ni se olvidará de la promesa que se refiere a mil años después. Lolargo o lo corto del plazo, ya sea un día o una época, no afecta su fidelidad. “El Señor noretarda su promesa”; Él “guarda la verdad para siempre”. Pero el apóstol no dice que,cuando el Señor promete una cosa para hoy puede que no cumpla su promesa en mil años:eso sería tardanza; eso sería violación de una promesa. El apóstol no dice que, porque Dioses infinito y eterno, por lo tanto Él calcula con una aritmética diferente de la nuestra, ni quenos habla con doble sentido, ni que usa dos diferentes pesas y medidas en sus tratos con lahumanidad. Lo opuesto es la verdad. Como Hengstenberg observa con justeza: “El quehabla a los hombres, debe hablarles de acuerdo con los conceptos humanos, o de locontrario, advertirles que no lo ha hecho así”.

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Es evidente que el propósito del apóstol en este pasaje es dar a sus lectores la más fuerteseguridad de que la catástrofe inminente de los últimos días estaba muy cerca decumplirse. La veracidad y la fidelidad de Dios garantizaban el puntual cumplimiento de lapromesa. Haber indicado que el tiempo era una variable en la promesa de Dios habríaequivalido a ridiculizar su argumento y a neutralizar su propia enseñanza, que era, que “elSeñor no retarda su promesa”.

LO REPENTINO DE LA PARUSÍA

2 Ped. 3:10. “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche”.

Esta afirmación establece con precisión el acontecimiento al cual el apóstol se refiere como“día del Señor”. Nos es familiar a causa de las frecuentes alusiones a él en otras partes delNuevo Testamento. Nuestro Señor había declarado: “El Hijo del hombre vendrá a la horaque no pensáis”. Había advertido a sus discípulos que velaran, diciendo: “Si el padre defamilia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría” (Mat. 24:43). Pablo había dichoa los tesalonicenses: “Vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así comoladrón en la noche” (1 Tes. 5:2). Y nuevamente, Juan había escrito en Apocalipsis: “He aquí,yo vengo como ladrón” (Juan 16:15). Puesto que las alusiones en estos pasajes se refierensin duda a la inminente catástrofe de Judea y Jerusalén, llegamos a la conclusión de que éstees también el suceso al que se refiere el pasaje que nos ocupa.

ACTITUD DE LOS CRISTIANOS PRIMITIVOSEN RELACIÓN CON LA PARUSÍA

2 Ped. 3:12. “Esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios”.

Que “el día de Dios”, “el día de Cristo”, y “el día del Señor” son expresiones sinónimas quehacen referencia al mismo suceso es demasiado obvio para requerir prueba alguna. Aquíencontramos nuevamente lo que tan a menudo hemos encontrado antes – la actitud deexpectación y ese sentido de la cercanía inminente de la Parusía que son tan característicosde la era apostólica. Es increíble que todo esto esté basado en un mero engaño, y que laiglesia cristiana entera, junto con los apóstoles, y el divino Fundador del cristianismo enpersona, estuviesen involucrados en un error común. Las palabras no tienen ningúnsignificado si una afirmación como ésta puede referirse a algún suceso todavía futuro, yquizás distante, que no puede ser “esperado” porque no está a la vista, ni se puede“apresurar” porque es indefinidamente remoto.

LOS NUEVOS CIELOS Y LA NUEVA TIERRA

2 Ped. 3:13. “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva,en los cuales mora la justicia”.

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El catástrofe que estaba a punto de ocurrir habría de ser sucedida por una nueva creación.Las angustias de muerte de la antigua son los dolores de nacimiento de la nueva. La antiguaJerusalén debía dar lugar a la nueva; el reino de este mundo al reino de nuestro Señor y desu Cristo. Puede preguntarse si por nuevos cielos y nueva tierra el apóstol quiere dccir unnuevo orden de cosas aquí entre los hombres o un estado celestial santo y perfecto.También puede preguntarse: ¿A qué promesa se refiere el apóstol cuando dice: “Según suspromesas”? Alford sugiere Isa. 65:17: “Porque he aquí yo crearé nuevos cielos y nuevatierra”, etc., y esto puede ser correcto. Pero nosotros nos sentimos inclinados más bien acreer que el apóstol tiene en mente “el nuevo cielo y la nueva tierra” de Apocalipsis, dondeencontramos la justicia presentada como la característica distintiva de la nueva era. Lanueva Jerusalén es la santa ciudad, en la cual “no entrará ninguna cosa inmunda, o que haceabominación y mentira”. No es más improbable que Pedro se refiera a los escritos delapóstol Juan que a los del apóstol Pablo.

LA CERCANÍA DE LA PARUSÍA,MOTIVO DE DILIGENCIA

2 Ped. 3:14. “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad condiligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz”.

Esta exhortación indica claramente que la Parusía se espera como cercana. Su cercanía esmotivo para la diligencia y la preparación para encontrarse con Señor. No es la muerte loque se espera aquí, sino el ser hallado por el Señor vigilantes, “ceñidos vuestros lomos, yvuestras lámparas encendidas”.

LOS CREYENTES NO DEBEN DESANIMARSEPOR LA APARENTE DEMORA DE LA PARUSÍA

2 Ped. 3:15. “Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación”.

La aparentemente larga demora de la ansiosamente larga espera de la venida del Señordebe haber sido preocupante para los perseguidos cristianos que anhelaban la horaesperada de alivio y desagravio. Su clamor subió al cielo: “¿Hasta cuándo, oh Señor, santo yverdadero?” Pero esta misma demora tenía un aspecto de gracia; era la “paciencia”,makroqumia; no la “tardanza”, sino: “no quiere que nadie perezca”. Exactamente de acuerdocon esto está la parábola de nuestro Señor sobre la viuda importuna, que se relaciona coneste mismo caso. Hubo la misma demora en la ejecución del juicio por medio de lapaciencia [makroqumia] de Dios; la consiguiente prueba de la fe y la paciencia de los santos;su apelación al juicio de Dios para el desagravio; y la exhortación a la diligencia: “Lanecesidad de orar siempre y no desmayar” (Luc. 18:8).

ALUSIÓN DE PEDRO A LA ENSEÑANZA DEPABLO TOCANTE A LA PARUSÍA

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2 Ped. 3:15,16. “Cono también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le hasido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entrelas cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen,como también las otras Escrituras, para su propia perdición”.

Esta alusión a las epístolas de Pablo indican varias inferencias importantes.

1. Prueba la existencia y la circulación general de las epístolas escritas por Pablo. 2. Reconoce la inspiración de ellas y su autoridad coordinada con las Escrituras del Antiguo Testamento. 3. Advierte del hecho de que Pablo, en todas sus epístolas, habla de la venida del Señor. 4. Especifica una epístola en particular en la cual se alude claramente al tema. 5. Reconoce ciertas dificultades relacionadas con la escatología del Nuevo Testamento, y la perversión de la enseñanza apostólica por parte de algunas personas ignorantes e inconstantes.

Podemos considerar brevemente una o dos preguntas:

1. ¿A cuál epístola de Pablo se hace referencia aquí como teniendo relación especial con el tema de la Parusía? (Ver. 15).

Estamos dispuestos a concordar con el Dr. Alford en la opinión de que la referencia es a las Epístolas a los Tesalonicenses. La única dificultad reside en la frase “os ha escrito”, pues no hay ninguna razón para creer que Pedro dirigió esta epístola a los tesalonicenses. Pero quizás la expresión no significa otra cosa sino que todas las epístolas de Pablo eran propiedad común de la iglesia en general; de lo contrario, la Epístolas a los Tesalonicenses responden bien a esta descripción de su contenido por parte de Pedro. Encontramos en ellas alusiones a la venida del Señor; a lo súbito de su venida; a la cercanía de su venida; a la liberación y al reposo que su venida traería para los sufrientes discípulos de Cristo; y al deber de ser diligentes y vigilantes ante la perspectiva del acontecimiento.

2. ¿Cuáles son las “cosas difíciles de entender”, ya fuera en las epístolas o en las cuestiones bajo consideración?

Se ha señalado a menudo que el antecedente correcto para las cuales en la segundacláusula del versículo 16 no es “epístolas”, sino “cosas”, en oiz, concordando, no conepistoluz, sino con toutwn. Sin embargo, ahora parece, desde el descubrimiento del CodexSinaiticus por Tischendorf, que los tres manuscritos más antiguos dicen aiz, no oiz,convirtiendo a epístolas en el antecedente correcto de “las cuales”. Sin embargo, esto no

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afecta mayormente el sentido que las dos lecturas pueden adoptar. Está bastante claro quelas dificultades a las que alude Pedro estaban en las porciones de las epístolas de Pablo quetrataban de la Parusía. Sabemos cuánto malinterpretaban el tema los mismostesalonicenses; y tenemos abundante experiencia desde entonces para probar cuánto de laescatología entera del Nuevo Testamento ha sido “difícil de entender”, y “torcida” pormuchos hasta el día de hoy. No hay que maravillarse, pues, de que los cristianos primitivoshayan experimentado grandes dificultades con respecto a la correcta interpretación demuchas de las declaraciones proféticas relativas a la venida del Señor, el fin del tiempo, latransformación de los vivos, la resurrección de los muertos, el fin de todas las cosas, etc.Q u e algunos torcieran y pervirtieran la enseñanza apostólica sobre estos temas erademasiado probable, y sabemos que, de hecho, lo hicieron. Era necesario, por lo tanto,exhortar a los creyentes a tener cuidado de no ser “arrastrados por el error de los inicuos”.

LA PARUSÍA EN LA PRIMERAEPÍSTOLA DE JUAN

Los comentaristas están muy divididos acerca de cuándo, dónde, por quién, y a quién fueescrita esta epístola. No hay evidencia sobre el tema, excepto la que puede encontrarse enla epístola misma, y esto da amplio margen para diferencias de opinión. Lange, que duda dela autenticidad de la epístola, dice que “tiene bastante aire de haber sido compuesta antesde la destrucción de Jerusalén”; y Lücke, que sostiene su autenticidad, es también de laopinión de que “puede haber sido escrita poco antes de ese suceso”. Creemos que cualquiermente sincera quedará satisfecha, después de un estudio cuidadoso de la evidencia interna,de que, primero, la epístola es una producción legítima de Juan; segundo, de que fue escritaen la víspera misma de la destrucción de Jerusalén. Es imposible pasar por alto el hecho, conel cual nos encontramos por dondequiera en la epístola, de que el escritor cree estar alborde de una solemne crisis, para la llegada de la cual insta a sus lectores a estarpreparados. Esto armoniza con todas las epístolas apostólicas, y demuestraincontestablemente que todos sus autores compartían por igual la creencia en la cercaníade la gran consumación.

EL MUNDO PASA:EL ÚLTIMO TIEMPO HA LLEGADO

1 Juan 2:17,18.- “Y el mundo pasa, y sus deseos … Hijitos, ya es el último tiempo [la últimahora]”.

Durante esta investigación, a menudo hemos tenido ocasión de hacer notar cómo hablanlos escritores del Nuevo Testamento de “el fin” en el sentido de que se acercabarápidamente. También hemos visto a qué se refiere esa expresión. No al final de la historiahumana, no a la disolución final de la creación material; sino al final de la era o dispensaciónjudía, y a la abolición y la eliminación del orden de cosas establecido y ordenado por la

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sabiduría divina bajo aquella economía. A menudo se describe esta consumación con unlenguaje que parece implicar la destrucción total de la creación visible. Éste es el casonotable en la segunda epístola de Pedro, y lo mismo podría decirse quizás del lenguajeprofético de nuestro Señor en Mateo 24:24.

Encontramos la misma forma simbólica de expresión en el pasaje que ahora tenemosdelante: “el mundo pasa” [o kosmoz paragetai]. Para la aprensión del apóstol, le mundo yaestaba “pasando”; la misma expresión usada por Pablo en 1 Cor. 7:31, con referencia almismo acontecimiento [paragei gar to schma tou kosmou toutou] “la apariencia de estemundo se pasa”.

La impresión del apóstol Juan de la cercanía del “fin” parece, si es posible, más vívida que lade los otros apóstoles. Quizás cuando escribió estaba más cerca de la crisis que ellos. Desdeeste punto de vista, vale la pena notar que hay una marcada gradación en el lenguaje de lasdiferentes epístolas. Los últimos tiempos se convierten en los últimos días, y ahora losúltimos días se convierten en la última hora [escath wra esti]. El período de expectativa ydemora había terminado, y el momento decisivo estaba cerca.

EL ANTICRISTO VIENE; UNA PRUEBADE QUE ES LA ÚLTIMA HORA

1 Juan 2:18. “Según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchosanticristos; por esto conocemos que es el último tiempo” [wra].

En este pasaje surge por primera vez delante de nosotros “el temido nombre” del anticristo.Por sí mismo, este hecho es suficiente para probar la fecha comparativamente tardía de laepístola. Lo que en las epístolas de Pablo aparece como una abstracción borrosa, ahora hatomado forma concreta, y aparece como una persona, “el anticristo”.

Considerando el lugar que este nombre ha ocupado en la literatura teológica y eclesiástica,es ciertamente notable cuán poco espacio ocupa en el Nuevo Testamento. Excepto en lasepístolas de Juan, el nombre anticristo nunca ocurre en los escritos apostólicos. Pero,aunque el nombre está ausente, la cosa no es desconocida. Evidentemente, Juan habla del“anticristo” como de una idea familiar para sus lectores – un poder cuya venida eraesperada, y cuya presencia era una indicación de que “la última hora” había llegado. “Segúnvosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por estoconocemos que es el último tiempo”.

Esperamos, pues, descubrir rastros de esta espera – predicciones del anticristo venidero –en otras partes del Nuevo Testamento. Y no quedamos chasqueados. Es natural mirar, enprimer lugar, el discurso escatológico de nuestro Señor en el Monte de los Olivos en buscade alguna indicación de este peligro venidero y el tiempo de su aparición. En ese discurso,encontramos que se mencionan “falsos cristos y falsos profetas” (Mat. 24:5,11,24), y

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estamos listos para sacar la conclusión de que éstos deben significar el mismo podermaligno designado por Juan como el anticristo. El parecido del nombre favorece estasuposición; y el período de su aparición – en vísperas de la catástrofe final – pareceaumentar las probabilidades hasta ccasi la certeza.

Hay, sin embargo, una formidable objeción a esta conclusión, es decir, que los falsos cristosy los falsos profetas a los que aludía nuestro Señor parecen ser meros impostores judíos,que comerciaban con la credulidad de sus ignorantes víctimas, o entusiastas fanáticos,engrendros de aquel semillero de frenesí religioso y político en que Jerusalén se habíaconvertido en los últimos días. Encontramos a estos hombres vívidamente representadosen los pasajes de Josefo, y no podemos reconocer en ellos los rasgos del anticristo comoson trazados por Juan. Eran producto del judaísmo en su corrupción, y no del cristianismo.Pero el anticristo de Juan es manifiestamente de origen cristiano. Esto es cierto por eltestimonio del apóstol mismo: “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros”, etc. Estoprueba que los oponentes anticristianos del evangelio en algún momento deben haberhecho profesión de cristianismo, y después se volvieron apóstatas de la fe.

Ciertamente no se puede decir que es imposible que los falsos cristos y los falsos profetasde los últimos días de Jerusalén hayan podido ser apóstatas del cristianismo; pero no hayevidencia que demuestre esto, ni en la profecía de nuestro Señor, ni en la historia de aqueltiempo.

Por otra parte, en los avisos apostólicos de la apostasía predicha, este rasgo de su origenestá marcado claramente. Ya hemos visto cómo Pablo, Pedro, y Juan concuerdan en sudescripción de la “apostasía” de los últimos días. (Véase una sinopsis de pasajesrelacionados con la apostasía, p. 251). Ni puede haber ninguna duda razonable de que losapóstatas de los dos apóstoles anteriores son idénticos al anticristo del último. Sonsemejantes en carácter, en origen, y en el tiempo de su aparición. Son los encarnizadosenemigos del evangelio; son apóstastas de la fe; pertenecen a los últimos días. Éstas sonmarcas de identidad demasiado numerosas e impresionantes para ser accidentales; y, porlo tanto, estamos justificados al concluir que el anticristo de Juan es idéntico a la apostasíapredicha por Pablo y por Pedro.

EL ANTICRISTO NO ES UNA PERSONA,SINO UN PRINCIPIO

1 Juan 2:18. “Ahora han surgido muchos anticristos”.

En opinión de algunos comentaristas, se supone que el nombre del “anticristo” designa a unindividuo en particular, la encarnación y la personificación de la enemistad hacia el SeñorJesucristo; y como hasta ahora ninguna persona así ha aparecido en la historia, han llegado

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a la conclusión de que su manifestación es todavía futura, que el anticristo personal puedeesperarse inmediatamente antes del “fin del mundo”. Ésta parece haber sido la opinión delDr. Alford, que dice:

“De acuerdo con este punto de vista, todavía esperamos que aparezca el hombre de pecadoen la plenitud del sentido profético, y además, que aparezca inmediatamente antes de lavenida del Señor”.

Hay aquí, sin embargo, una extraña confusión de cosas que son enteramente diferentes –“el hombre de pecado” y “la apostasía”, el primero, sin duda una persona, como ya hemosvisto; la última, un principio, una herejía, manifestándose en multitud de personas. Con estadeclaración de Juan ante nosotros – “ahora han surgido muchos anticristos” – es imposibleconsiderar al anticristo como un solo individuo. Es verdad que puede decirse que elanticristo podría estar personificado en cada individuo que sostuvo el error anticristiano;pero esto es muy diferente de decir que el error está encarnado y personificado en unapersona en particular como su cabeza y representante. La expresión “muchos anticristos”prueba que el nombre no es designación exclusiva de ningún individuo.

Pero la interpretación más común y popular es la que enlaza el nombre anticristo con elpapado. Desde el tiempo de la reforma, ésta ha sido una hipótesis favorita de loscomentaristas protestantes; no es difícil entender por qué debió ser así. Hay una fuertesemejanza familiar entre todos los sistemas de superstición y religión corrupta; sin duda,gran parte del sietema papal puede ser designado como anticristiano; pero es muydiferente decir que el anticristo de Juan se propone describir al papa o al sistema papal.Alford rechaza decididamente esta hipótesis:

Al tratar este mismo punto, observa: “No puede disimularse que, en varios detallesimportantes, los requisitos proféticos están muy lejos de haberse cumplido. Sólomencionaré dos – uno subjetivo, el otro objetivo. En el característico pasaje de 2 Tes. 2:4(“que se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios”, etc.), el Papa no cumple laprofecía, y nunca la cumplió. Haciendo lugar para todas las notables coincidencias con laúltima parte del versículo que se han aducido tan abundantemente, es imposible demostrarque el Papa cumple la primera parte – mejor dicho, está tan lejos de ello que la abyectaadoración y sumisión a legomenoi qeoi y sebasmata (todo lo que se llama Dios o es objetode culto) ha sido siempre una de sus más notables peculiaridades. La segunda objeción, decarácter externo e histórico, es aún más decisiva. Si el papado fuera el anticristo, entoncesla manifestación ha tenido lugar, y ya ha durado por casi 1500 años, y todavía no ha llegadoel día del Señor, un día al cual, según los términos de nuestra profecía, tal manifestaciónhabría de preceder inmediatamente.

Pero el lenguaje del apóstol mismo es decisivo contra esta aplicación del nombre anticristo.La verdad es que es difícil entender cómo tal interpretación pudo haber echado raíces envista de las expresas declaraciones del propio apóstol. El anticristo de Juan no es una

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persona, ni una sucesión de personas, sino una doctrina, o una herejía, claramente notada ydescrita. Más que esto, se declara que ya existía y se había manifestado en los propios díasdel apóstol. “Así AHORA han surgido muchos anticristos”; “éste es el espíritu del anticristo, elcual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Juan 2:18; 4:3). Estodebería ser decisivo para todos los que se inclinan ante la autoridad de la Palabra de Dios.La hipótesis de un anticristo personificado en un individuo que todavía ha de venir no tienebase en las Escrituras; es una ficción de la imaginación, no una doctrina de la Palabra deDios.

MARCAS DEL ANTICRISTO

1 Juan 2:19. “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido denosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase queno todos son de nosotros”.

1 Juan 2:22. “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este esanticristo, el que niega al Padre y al Hijo”.

1 Juan 4:1. “Amados, no creáis a todo espíritu. sino probad los espíritus si son de Dios;porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”.

1 Juan 4:3. “Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es deDios; y éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahoraya está en el mundo”.

2 Juan 7 . “Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan queJesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y en anticristo”,

Aquí se nos puede decir que tenemos al anticristo retratado de cuerpo entero, o, comodeberíamos decir más bien, la herejía o apostasía anticristiana. Por esta descripción, se veclaramente:

1. Que el anticristo no era un individuo o una persona, sino un principio, una herejía, quese manifestaba en muchos individuos.2. Que el anticristo o los anticristos era o eran apóstatas de la fe en Cristo (ver. 19).3. Que su error característico consistía en negar el carácter mesiánico, la divinidad, y laencarnación del Hijo de Dios.4. Que los apóstatas anticristianos descritos por Juan son posiblemente los mismos que losdenominados por nuestro Señor como “falsos cristos y falsos profetas” (Mat. 24: 5,11,24),pero que ciertamente responden a aquellos a los cuales aluden Pablo, Pedro, y Judas.5. Que todas las alusiones a la apostasía anticristiana relacionan su aparición con la“Parusía” y con “los últimos días”, o sea el fin de la era o dispensación judía. Es decir, seconsidera como cercana, y casi ya presente.

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Sin duda, si poseyéramos información histórica más completa relativa a ese período,podríamos verificar mejor las predicciones y alusiones que encontramos en el NuevoTestamento, pero tenemos suficiente evidencia para justificar la conclusión de que todotuvo lugar de acuerdo con las Escrituras. No es fácil establecer si los falsos profetas de loscuales dice Josefo que infestaban los últimos momentos agónicos de la comunidad judíason idénticos a los falsos profetas de la predicción de nuestro Señor y del anticristo de Juan.Pero el testimonio del apóstol mismo es decisivo sobre la cuestión del anticristo. Aquí él esal mismo tiempo tanto profeta como historiador, pues registra el hecho de que “así ahorahan surgido muchos anticristos”, y “muchos profetas han salido por el mundo”.

ESPERANZA DE LA PARUSÍA

1 Juan 2:28. “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste,tengamos confianza, para que en su venida no nos aljemos de él avergonzados”. 1 Juan 3:2. “Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque leveremos tal como él es”. 1 Juan 4:17. “Para que tengamos confianza en el día del juicio”.

En estas exhortaciones y consejos, Juan concuerda perfectamente con los otros apóstoles,cuyas constantes amonestaciones a las iglesias cristianas de su tiempo instaban a esperarhabitualmente la Parusía, y por lo tanto, a la fidelidad y la constancia en medio del peligro yel sufrimiento. El lenguaje de Juan prueba:

1. Que los cristianos apostólicos eran exhortados a vivir esperando constantemente lavenida del Señor.2. Que este acontecimiento era esperado por ellos como el tiempo de la revelación deCristo en su gloria, y la beatificación de sus fieles discípulos.3. Que la Parusía era también el período del “día del juicio”.

EN LA EPÍSTOLA DE JUDAS

No nos corresponde discutir las cuestiones relacionadas con la legitimidad o la autenticidadde esta epístola. Tenemos que considerarla sólo en relación con la Parusía. La evidenciainterna muestra que pertenece a “los últimos días”. La fe y el amor de la iglesia primitivahabían declinado, y el error, las divisiones, y la corrupción habían entrado como unainundación, de modo que fue necesario que el apóstol exhortase a los hermanos a“contender ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”.

Como en 2 Pedro 2, en esta breve epístola tenemos una fotografía de los heresiarcasdenominados por Juan “el anticristo” y por Pablo “la apostasía”. La semejanza no puede sermás clara.

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1. Eran apóstatas de la fe (ver. 4).2. Su error consistía en la negación de Dios y de Cristo.3. Están marcados por las siguientes características:

Impiedad, Sensualidad, Negación de Dios y deCristo, Animalismo

Maldad e Insubordinación,Hipocresía, Murmuración,Vanagloria

Burlas, Separación cismática,Destitución del Espíritu Santo

Es bastante evidente que esta descripción, que concuerda tan estrechamente con la de 2Pedro 2, debe haberse derivado de la misma fuente común. Pero se destaca el hecho simpley palpable de que una terrible degeneración y corrupción moral habían infectado la vidasocial de “los últimos días”. Es muy sugerente comparar el estado moral del pueblo escogidoen este período final de su historia nacional con el descrito en las palabras del último de losprofetas del Antiguo Testamento. La nación estaba ahora en aquella misma condición queallí se declara como madura para juicio. El segundo Elías no había podido hacer que elpueblo se volviera a la justicia, y ahora el Mensajero del pacto estaba a punto de venirsúbitamente a su templo; el grande y terrible día de Jehová estaba cerca; y Dios estaba apunto de herir la tierra con la maldición. (Mal. 4:5,6).

APÉNDICE A LA PARTE II

NOTA A

El Reino de los Cielos, o Reino de Dios

No hay ninguna frase que ocurra con más frecuencia en el Nuevo Testamento que “el reinode los cielos” o “el reino de Dios”. Nos encontramos con ella en todas partes; al comienzo, ala mitad, y al final del Libro. Es la primera cosa en Mateo, la última en Apocalipsis. Alevangelio mismo se le llama “el evangelio del reino”; los discípulos son los “herederos delreino”; el gran objeto de esperanza y expectativa es “la venida del reino”. Es de esto de loque Cristo mismo deriva su título de “Rey”. El reino de Dios, pues, es la médula misma delNuevo Testamento.

Pero, aunque difundida en el Nuevo Testamento, la idea del reino de Dios no es peculiar aél; no pertenece menos al Antiguo. Encontramos huellas de ella en todos los profetas desdeIsaías hasta Malaquías; es el tema de algunos de los más exaltados salmos de David;subyace los anales del antiguo Israel; sus raíces se remontan al período más temprano de laexistencia nacional judía; de hecho, es la razón de ser de ese pueblo; porque Israel fueconstituido y mantenido en existencia como una nacionalidad distinta para encarnar ydesarrollar esta concepción del reino de Dios.

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Retrocediendo hasta el germen primordial del pueblo judío, encontramos el primer indiciodel propósito de Dios de “hacer un pueblo para sí mismo” en la promesa original que se lehizo a su gran progenitor, Abraham: “Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, yengrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los quete maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las naciones de la tierra” (Gén. 12:2,3).Esta promesa fue renovada solemnemente poco tiempo después en el pacto que Dios hizocon Abraham: “En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram diciendo: A tu descendenciadaré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates” (Gén. 15:18). Estarelación de pacto entre Dios y la simiente de Israel es renovada y desarrollada máscompletamente en la declaración que después se le hizo a Abraham: “Y estableceré mipacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pactoperpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tudescendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredadperpetua; y seré el Dios de ellos” (Gén. 17:7,8). Como muestra y señal de este pacto, el ritode la circuncisión le fue impuesto a Abraham y a su posteridad, por el cual todo varón deaquella raza era marcado y señalado como súbdito del Dios de Abraham (Gén. 17:9-14).

Más de cuatro siglos después de esta adopción de los hijos de Abraham como el pueblo delpacto de Dios, les encontramos en estado de vasallaje en Egipto, gimiendo bajo la cruelesclavitud a la que estaban sometidos. Se nos dice que Dios “escuchó sus gemidos, y seacordó de su pacto con Abraham, con Isaac, y con Jacob”. Levantó un campeón en lapersona de Moisés, y le indicó que le dijera a los hijos de Israel: “Yo soy Jehová; y yo ossacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto; … y os tomaré por mi pueblo y serévuestro Dios” (Éx. 6: 6,7). Después de la milagrosa redención en Egipto, la relación de pactoentre Jehová y los hijos de Israel fue ratificada, pública y solemnemente, en el Monte Sinaí.Leemos que, “en el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto … Yacampó allí Israel delante del monte. Y Moisés subió a Dios, y Jehová lo llamó desde elmonte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotrosvísteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águila, y os he traído a mí.Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especialtesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reinode sacerdotes, y gente santa” (Éx. 19:3-6).

Es en este período cuando podemos considerar el reino teocrático como formalmenteinaugurado. Una horda de esclavos liberados fue constituída en nación; recibieron una leydivina para su gobierno, y el marco completo de su sistema civil y eclesiástico fueorganizado y construído por autoridad divina. Cada paso del proceso mediante el cual unanciano sin hijos se convirtió en una nación revela un propósito divino y un plan divino.Ninguna nacionalidad se formó jamás de esa manera; jamás existió ninguna para unpropósito así; ninguna tuvo jamás una relación tal con Dios; ninguna poseyó jamás unahistoria tan milagrosa; ninguna fue jamás exaltada hasta un privilegio tan glorioso; ningunacayó jamás en una condenación tan tremenda.

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No puede haber ninguna duda de que la nación de Israel fue destinada para ser depositariay conservadora del conocimiento del Dios viviente y verdadero en la tierra. Para estepropósito fue constituida la nación, y puesta en una relación única con el Altísimo, comoningún otro pueblo sostuvo jamás. Para garantizar el cumplimiento de este propósito, elSeñor mismo fue su Rey y ellos fueron sus súbditos; mientras que todas las instituciones yleyes que le fueron impuestas hacían referencia a Dios, no sólo como Creador de todas lascosas, sino como Soberano de la nación. Expresar y llevar a cabo esta idea del reinado deDios sobre Israel es el manifiesto propósito del aparato ceremonial de culto establecido enel desierto: “Jehová hizo erigir una tienda real en el centro del campamento (donde por logeneral se erigían los pabellones de todos los reyes y capitanes), y la hizo equipar con todoel esplendor de la realeza, como un palacio móvil. Estaba dividido en tres compartimientos,en el más interior del cual estaba el trono real, sostenido por querubines de oro; y elescabel del trono, un arca dorada que contenía las tablas de la ley, la Carta Magna de laiglesia y el estado. En la antecámara, había una mesa dorada puesta con pan y vino, como lamesa real; y ardía incienso precioso. La habitación exterior, o atrio, podría considerarse elcompartimiento culinario real, y allí se ejecutaba música, como la música de las mesasfestivas de los monarcas orientales. Dios escogió a los levitas como sus cortesanos, oficialesde estado, y guardias de palacio; y a Aarón como oficial principal de la corte y primerministro de estado. Para el sostenimiento de estos oficiales, Dios asignó uno de los diezmosque los hebreos debían entregar como alquiler por el uso de la tierra. Finalmente, Diosrequería que todos los varones hebreos de edad apropiada se acercaran a su palacio cadaaño, durante las tres grandes festividades anuales, con presentes, para rendir homenaje asu Rey; y como estos días de renovación de su homenaje debían celebrarse con fiestas ygozo, el segundo diezmo se gastaba en proporcionar el entretenimiento necesario paraestas ocasiones. Resumiendo, cada deber religioso era hecho una cuestión de obligaciónpolítica; y todas las leyes civiles, aún las más mínimas, estaban fundadas de tal manera en larelación del pueblo con Dios, y tan entrelazadas con sus deberes religiosos, que el hebreono podía separar a su Dios de su Rey, y cada ley le recordaba a ambos por igual. Porconsiguiente, mientras la nación tuviese existencia nacional, no podía perder por completoel conocimiento del verdadero Dios, ni descontinuar su culto”.

Tal era el gobierno instituido por Jehová entre los hijos de Israel – una verdadera teocracia;la única teocracia verdadera que jamás existió sobre la tierra. Su carácter nacional, intenso yexclusivo, merece ser notado de manera particular. Era privilegio distintivo de los hijos deAbraham, y de ellos solamente: “Jehová tu Dios te ha escogido para serle un puebloespecial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra” (Deut. 7:6). “A vosotrossolamente he conocido de todas las familias de la tierra” (Amos 3:2). “No ha hecho así conninguna otra de las naciones” (Sal. 147:20). El Altísimo era el Señor de toda la tierra, peroera Rey de Israel en un sentido completamente peculiar. Él era el Gobernante del pacto;ellos eran el pueblo del pacto. Estaban bajo la más sagrada y solemne obligación de sersúbditos leales a su invisible Soberano, de adorarle sólo a Él, y de ser fieles a su ley (Deut.26:16-18). Como recompensa por su obediencia, tenían la promesa de ilimitada prosperidad

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y grandeza nacional; habrían de ser “exaltados sobre todas las naciones que hizo, para loory fama y gloria” (Deut. 26:19); mientras que, por otra parte, el castigo por su deslealtad y suinfidelidad era correspondientemente terrible; la maldición del pacto quebrantado lesalcanzaría en una señalada y terrible retribución, que no tendría paralelo en la historia de lahumanidad, pasada o por venir. (Deut. 28).

Es sólo razonable suponer que este maravilloso experimento de un gobierno teocráticodebe haber tenido como objetivo algo digno de su divino autor. Ese objeto era moral, másbien que material; la gloria de Dios y el bien de los hombres, más que el progreso político otemporal de una tribu o nación. Sin duda era, en primer lugar, un expediente paramantener vivo el conocimiento y el culto del único Dios verdadero en la tierra, que de otromodo podría haberse perdido por entero; y en segundo lugar, a pesar de su intenso yexclusivo espíritu de nacionalismo, el sistema teocrático llevaba en su seno el germen deuna religión universal, y era así una etapa grande e importante en la educación de la razahumana.

Es instructivo seguir la pista al crecimiento y al desarrollo progresivo de la idea teocrática enla historia del pueblo judío, y observar cómo, al perder su importancia política, se vuelvemás y más moral y espiritual en su carácter.

El pueblo al que se le confirió este incomparable privilegio demostró ser indigno de él. Suinconstancia e infidelidad neutralizaban a cada momento el favor de su invisible Soberano.Su exigencia de tener rey, de ser “también como todas las naciones”, era casi un rechazo desu celestial Soberano. (1 Sam. 8:7,19,20). Sin embargo, su petición fue concedida,habiéndose hecho provisión para una tal contingencia en el marco original de la teocracia.El rey humano fue considerado virrey del divino Rey, convirtiéndose así en tipo delSoberano real, aunque invisible, a quien el rey, así como la nación, debía lealtad.

Es en este punto donde notamos la aparición de una nueva fase en el sistema teocrático. Siconsideramos a David como el autor del segundo salmo, fue ya en esta época cuando sehizo un anuncio profético concerniente a un Rey, el Ungido de Jehová, el Hijo de Dios, contraquien se levantarían los reyes de la tierra, y los príncipes consultarían unidos, pero a quienel Altísimo daría los paganos por heredad y las partes últimas de la tierra por posesión.Desde este período comienza a indicarse más claramente el carácter mediador de lateocracia; se hace una distinción entre Jehová y su Ungido, entre el Padre y el Hijo. Nosencontramos con los títulos de Mesías, Hijo de Dios, Hijo de David, Rey de Sión, aplicados aAquél a quien pertenece el reino, y quien está destinado a triunfar y a reinar. Los salmosllamados mesiánicos, especialmente el 72 y el 110, bastan para probar que, en tiempos deDavid, había claros anuncios proféticos de un Rey venidero, cuyo gobierno sería benéfico yglorioso; en quien serían benditas todas las naciones; que habría de unir en sí mismo ladoble posición de Sacerdote y Rey; que es declarado Señor de David; y que estárepresentado como sentado a la diestra de Dios “hasta que sus enemigos sean puestoscomo estrado de sus pies”.

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De aquí en adelante, a través de todas las profecías del Antiguo Testamento, encontramosel carácter y la persona del Rey teocrático bosquejado más y más completamente, aunqueen la descripción están mezclados juntos elementos diversos y aparentementeinconsistentes. A veces, el Rey venidero y su reino son representados con los colores másatractivos y resplandecientes: “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará desus raíces”, y bajo la dirección de este heredero de la casa de David, toda maldaddesaparecerá y toda bondad triunfará. “El lobo morará con el cordero, y el leopardo seacostará con el cabrito … no harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierraserá llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Isa. 11:1-9). Los máselevados nombres de honor y dignidad son atribuídos al Príncipe venidero; él es el“Maravilloso, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de suimperio y la paz no tendrán límite”. Se sentará sobre el trono de David, y gobernará su reinocon juicio y con justicia para siempre. (Isa. 9:6,7).

Pero, al lado de este brillante futuro, hay oscuras y tenebrosas escenas de tristeza ysufrimiento, de juicio y de ira. Se dice del Rey venidero que es como “raíz de tierra seca”;“despreciado y desechado”; “varón de dolores, experimentado en quebranto”; “herido fuepor nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados”; “como cordero fue llevado almatadero”; “como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”; “fuecortado de la tierra de los vivientes” (Isa. 53). Se lo describe entrando a Jerusalén “humilde ycabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zac. 9:9); “se quitará la vida alMesías, mas no por sí” (Dan. 9:26); y entre los últimos pronunciamientos proféticos estánalgunos de los más ominosos y sombríos de todos. El Señor, el Mensajero del pacto, el Reyesperado, viene: “¿Quién podrá soportar el tiempo de su venida? Viene el día ardiente comoun horno; el día de Jehová, grande y terrible” (Mal. 3:1,2; 4:1,5).

Esta aparente paradoja se explica en el Nuevo Testamento. Existía en realidad este dobleaspecto del Rey y el reino: “El Rey de gloria” era “varón de dolores”; “el año aceptable delSeñor” era también “el día de retribución de nuestro Dios”.

Las antiguas profecías habían dado abundantes razones para esperar que el invisible Reyteocrático sería revelado un día y habitaría con los hombres sobre la tierra; que vendría, enlos intereses de la teocracia, para establecer su reino en la nación, y reunir a su puebloalrededor del trono. Los capítulos iniciales del evangelio de Lucas indican lo que creían losisraelitas piadosos con respecto al reino venidero del Mesías. Entendían que este reinotendría una especial relación con Israel. “Éste será llamado grande”, dijo el ángel de laanunciación, “y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David supadre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. “Rabí”,exclamó el leal Natanael, cuando Dios se le reveló súbitamente a través de la apariencia deljoven campesino galileo, “tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:49). No esmenos cierto que su venida se consideraba entonces como cercana, y era esperada

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ansiosamente por hombres santos como Simeón, que “esperaba la consolación de Israel”, yal cual le había sido revelado que no “vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor”(Luc. 2:25,26). La verdad es que había una creencia muy difundida, no sólo en Judea, sinopor todo el Imperio Romano, de que un gran príncipe o monarca estaba a punto deaparecer en la tierra, que habría de inaugurar una nueva era. De esta expectativa tenemosevidencia en los Anales de Tácito y el Polio de Virgilio. Sin duda, la esperanza acariciada porIsrael se había difundido, de una manera más o menos vaga y distorsionada, por todos losterritorios circunvecinos.

Pero cuando, en la plenitud del tiempo, apareció el Rey teocrático en medio de la nación delpacto, no fue en la forma que ellos habían esperado y deseado. El Rey no cumplió lasesperanzas de ellos de poder político y pre-eminencia nacional. El reino de Dios que Jesúsproclamó fue algo muy diferente de aquel con el cual habían soñado. Justicia y verdad,pureza y bondad, eran sólo palabras vacías para los que codiciaban los honores y losplaceres de este mundo. Sin embargo, aunque rechazado por la nación en general, el Reyteocrático no dejó de anunciar su presencia y sus reclamos. Fue precedido por un heraldo,el Elías predicho, Juan el Bautista, al cual el pueblo debía reconocer como verdadero profetade Dios. El segundo Elías anunció el reino de Dios como que se había acercado. y llamó a lanación a arrepentirse y a recibir a su Rey. Luego, sus propias obras milagrosas, sin paraleloaun en la historia del pueblo escogido en cuanto al número y esplendor, proporcionóevidencia concluyente de su divina misión; unido a lo cual, la trascendente excelencia de sudoctrina, y la inmaculada pureza de su vida, silenciaron, si no avergonzaron, la enemistad delos impíos. Durante más de tres años, esta apelación al corazón y a la conciencia de lanación fue presentada incesantemente de todas las formas posibles, pero sin éxito; hastaque, finalmente, los principales de la iglesia y el estado judíos, encarnizadamente hostiles alas pretensiones de Jesús, le acusaron delante del gobernador romano bajo el cargo dehacerse Rey. Con su persistente y maligno clamor, procuraban su condena. Fue entregadopara que fuese crucificado, y el título sobre su cruz llevaba esta inscripción:

“ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS”

Este trágico acontecimiento marca el rompimiento final entre el pueblo del pacto y el Reyteocrático. El pacto había sido quebrantado a menudo antes, pero ahora era repudiadopúblicamente y roto en pedazos. Se podría haber pensado que la teocracia terminaríaahora; y casi lo hizo, pero su disolución formal fue suspendida por un breve espacio detiempo, para que la doble consumación del reino, que envolvía la salvación de los fieles y ladestrucción de los incrédulos, pudiera tener lugar en el tiempo señalado. Este dobleaspecto del reino teocrático es visible en cada una de las partes de su historia. Fue a untiempo éxito y fracaso; victoria y derrota; trajo salvación para unos y destrucción para otros.Este doble carácter había sido establecido claramente en las antiguas profecías, como en elnotable oráculo de Isaías 49. El Mesías se lamenta: “Por demás he trabajado, en vano y sinprovecho he consumido mis fuerzas”, etc. La divina respuesta es: “Ahora, pues, dice Jehová,

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el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y paracongregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mifuerza); dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y paraque restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seasmi salvación hasta lo postrero de la tierra”. Para poner sólo otro ejemplo: en el libro deMalaquías encontramos este doble aspecto del reino venidero, pues, aunque “viene el díaardiente como un horno”, y “todos los que hacen maldad serán estopa”,”a los que teméis minombre nacerá el sol de justicia, y en sus alas traerá salvación” (Mal. 4:1,2). A pesar, pues,del rechazo del rey y la pérdida del reino por parte de la masa del pueblo, todavía habríauna gloriosa consumación de la teocracia, trayendo honor y felicidad para todos los queposeyeran la autoridad del Mesías y demostraran ser obedientes y leales a su Rey.

¿Tenemos alguna información con la cual establecer con certeza el período de estaconsumación? ¿En qué momento puede decirse que el reino ha venido plenamente? En laencarnación no, porque la proclamación de Jesús siempre fue: “El reino de Dios se haacercado“. En la crucifixión no, porque la petición del ladrón moribundo fue: “Señor,acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. En la resurrección tampoco, porque despuésde que el Señor hubo resucitado, los discípulos esperaban la restauración del reino a Israel.En la ascensión tampoco, ni en el día de Pentecostés, porque, mucho tiempo después deestos acontecimientos, se nos dice en la Epístola a los Hebreos que Cristo, “habiendoofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestrade Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado desus pies” (Heb. 10:12,13). La consumación del reino, pues, no coincide con la ascensión, nicon el día de Pentecostés. Es verdad que el Rey teocrático “se sentó en el trono, a la diestrade la majestad en las alturas”, pero todavía no había “asumido este gran poder”. Susenemigos todavía no habían sido derribados, y no podía decirse que había llegado el plenodesarrollo y la consumación de su reino sino hasta que, por medio de un acto judicialsolemne y público, el Mesías hubiese vindicado las leyes de su reino y aplastado bajo suspies a sus súbditos apóstatas y rebeldes.

Hay un punto en el tiempo que se indica constantemente en el Nuevo Testamento como laconsumación del reino de Dios. Nuestro Señor declaró que, entre sus discípulos, habíaalgunos que vivirían para verle venir en su reino. Por supuesto, esta venida del Rey essinónima con la venida del reino, y limita la ocurrencia de este acontecimiento a lageneración que entonces existía. Es decir, la consumación del reino se sincroniza con elreino de Israel y la destrucción de Jerusalén, siendo todo ello parte de una gran catástrofe.Era en ese período cuando el Hijo del hombre habría de venir en la gloria de su Padre, y sesentaría en el trono de su gloria; para recompensar a sus siervos y retribuir a sus enemigos(Mat. 25:31). Encontramos estos sucesos uniformemente asociados juntos en el NuevoTestamento, la venida del Rey, la resurrección de los muertos, el juicio de los justos y de losimpíos, la consumación del reino, el fin de la era. Por eso dice Pablo en 2 Tim. 4:1: “Teencarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en

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eu manifestación y en su reino”. La venida, el juicio, el reino, todos coinciden y soncontemporáneos, y no sólo eso, sino que están cercanos; porque el apóstol dice: “Que está apunto de juzgar … que pronto juzgará” [mellontoz krinein].

Es perfectamente claro, entonces, según el Nuevo Testamento, que la consumación, oresolución, del reino teocrático tuvo lugar durante el período de la destrucción de Jerusalény el juicio de Israel. La teocracia había cumplido su propósito; el experimento había sidoprobado, ya fuera que la nación del pacto demostrara ser leal a su Rey o no. Habíafracasado; Israel había rechazado a su Rey; y sólo restaba que se hiciera cumplir el castigopor el pacto violado. Vemos el resultado en la ruina del templo, la destrucción de la ciudad,el borramiento de la nación, y la abrogación de la ley de Moisés, acompañadas por escenasde horror y sufrimiento sin paralelo en la historia del mundo. Aquella gran catástrofe, pues,marca la conclusión del reino teocrático. Desde el principio, había sido de un carácterestrictamente nacional – era el reinado divino sobre Israel. Por necesidad terminó, pues,con la terminación de la existencia nacional de Israel, cuando los símbolos externos yvisibles de la Presencia y la Soberanía divinas terminaron; cuando la casa de Dios, la ciudadde Dios, y el pueblo de Dios fueron borrados de la existencia por medio de una catástrofedesoladora y final.

Esto nos permite entender el lenguaje de Pablo cuando, hablando de la venida de Cristo,representa el acontecimiento como marcando “el fin” [to teloz = h sunteleia tou aiwnoz],“cuando entregue el reino al Dios y Padre” (1 Cor. 15:24). Esto ha causado mucha perplejidada muchos teólogos y comentaristas, que parecen haber considerado despectivo hacia ladivinidad del Hijo de Dios el hecho de que renunciara a sus funciones mediatorias y sucarácter regio, y se hundiera, por decirlo así, en la posición de una persona individual,convirtiéndose en súbdito en vez de soberano. Pero el malestar ha surgido por haberpasado por alto la naturaleza del reino que el Hijo había administrado, y que al fin entrega.Era el reinado mesiánico: el reino sobre Israel: aquel gobierno peculiar y único ejercido sobrela nación del pacto, y administrado por la mediación del Hijo de Dios durante tantas edades.Esa relación estaba ahora disuelta, porque la nación había sido juzgada, el templodestruido, y eliminados todos los símbolos de la divina soberanía. ¿Por qué debía continuarpor más tiempo el reino teocrático? No había nada que administrar. Ya no había una nacióndel pacto, el pacto estaba roto, e Israel había dejado de existir como una nacionalidaddistinta. ¿Qué más natural y correcto, entonces, que en semejante coyuntura el Mediadorrenunciara a sus funciones mediadoras, y entregara la insignia del gobierno en las manosde las cuales había recibido aquellas funciones? Edades antes de ese período, el Padrehabía investido al Hijo con las funciones de vicerreinales de la teocracia. Se habíaproclamado: “Pero yo he puesto mi rey sobre Sión, mi santo monte. Yo publicaré el decreto;Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy” (Sal. 2:6,7). Los propósitos para loscuales el Hijo había asumido la administración del gobierno teocrático se habían llevado acabo. El pacto estaba disuelto, su violación vengada, los enemigos de Cristo y de Dios

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destruidos, los siervos verdaderos y fieles recompensados, y la teocracia había llegado a sufin. Éste era ciertamente el momento oportuno para que el Mediador renunciara a suposición y la entregara en manos del Padre, es decir, “entregase el reino”.

Pero en todo esto no hay nada despectivo hacia la dignidad del Hijo. Por el contrario: “Él esmediador de un mejor pacto”. La terminación del reino teocrático era la inauguración de unnuevo orden, a una escala mayor, y de una natualeza más duradera. Esta es la doctrina dela epístola a los Hebreos: “el trono del Hijo de Dios es por siempre jamás” (Heb. 1:8). Elsacerdocio del Hijo de Dios es “para siempre” (8:3); Cristo tiene un ministerio tanto mejorcuanto que “es mediador de un mejor pacto” (8:6). La teocracia, como hemos visto, eralimitada, exclusiva, y nacional; pero llevaba en su seno el germen de una religión universal.Lo que Israel perdió, el mundo lo ganó. Mientras la teocracia subsistía, había una naciónfavorecida, y los gentiles, es decir, todo el mundo menos los judíos, estaban fuera del reino,en posición de inferioridad, y, como a los perros, se les permitía, por gracia, comer de lasmigajas que caían de la mesa del amo. La primera venida del reino no eliminó por completoeste estado de cosas; hasta el evangelio de la gracia de Dios fluyó al principio por el antiguoy estrecho canal. Pablo reconoce el hecho de que “Jesucristo era ministro de la circuncisión”,y nuestro Señor mismo declaró: “No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa deIsrael”. Durante años después de que los apóstoles recibieron la comisión, no entendieronque se le estaba enviando a los gentiles; ni consideraron al principio a los conversospaganos como admisibles en la iglesia, excepto como judíos prosélitos. Es verdad que,después de la conversión de Cornelio el centurión, los apóstoles se convencieron de loslímites más amplios del evangelio, y por todas partes Pablo proclamaba el derrumbe de lasbarreras entre judíos y gentiles; pero es fácil ver que, mientras existiese la nación teocrática,y permaneciese el templo con su sacerdocio, sacrificios, y rituales, y continuase o pareciesecontinuar en vigencia la ley mosaica, la distinción entre judíos y gentiles no podía borrarse.Pero la barrera se derrumbó efectivamente cuando la ley, el templo, la ciudad, y la naciónfueron borrados juntos, y la teocracia experimentó visiblemente la consumación final.

Ese acontecimiento fue, por decirlo así, la declaración formal y pública de que Dios ya noera el Dios de los judíos solamente, sino que ahora era el Padre común de todos loshombres; que ya no había una nación favorecida y un pueblo peculiar, sino que la gracia deDios se había “manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11); que lo local ylimitado se había expandido hasta lo ecuménico y lo universal, y que, en Cristo Jesús, “todosson uno” (Gál. 3:29). Esto es lo que Pablo declara que es el significado de la rendición delreino por el Hijo de Dios en manos del Padre: de aquí en adelante, cesan las relacionesexclusivas de Dios con una sola nación, y Él se convierte en el Padre común de toda lafamilia humana,

“PARA QUE DIOS SEA TODO EN TODOS” (1 Cor. 15:28).

APÉNDICE A LA PARTE II

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NOTA B

Acerca de la “Babilonia” de 1 Pedro 5:13

“La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, ossaludan”.

No es fácil transmitir en otras tantas palabras en español la fuerza precisa del original. Suextrema brevedad causa oscuridad. Literalmente dice así: “Ella en Babilonia, co-elegida, ossaluda; y Marcos mi hijo”.

La interpretación común del pronombre ella lo refiere a “la iglesia que está en Babilonia”;aunque muchos eminentes comentaristas – Bengel, Mill, Wahl, Alford, y otros – entiendenque se refiere a una persona, presumiblemente la esposa del apóstol. “Apenas es probable”,observa Alford, “que ocurriesen juntos en el mismo mensaje de salutación una abstracción,de la cual se habla enigmáticamente, y un hombre (Marcos, mi hijo), por nombre”. El peso dela autoridad se inclina del lado de la iglesia; el peso de la gramática, del lado de la esposa.

Pero la cuestión más importante se relaciona con la identidad del lugar que aquí sedenomina Babilonia. A primera vista, es natural llegar a la conclusión de que no puede serotra que la bien conocida y antigua metrópolis de Caldea, o lo que quedaba de ella y queexistía en los días del apóstol. Estamos listos a considerar como muy probable que Pedro,en sus viajes apostólicos, rivalizaba con el apóstol a los gentiles, e iba por todas partespredicando el evangelio a los judíos, como Pablo lo hacía a los gentiles.

Sin embargo, parece haber formidables objeciones a este punto de vista, por natural ysencillo que parezca. Sin mencionar la improbabilidad de que Pedro, en su ancianidad, yacompañado por su esposa (si aceptamos la opinión de que es a ella a quien se refiere lasalutación), se encontrase en una región tan remota de Judea, hay la importanteconsideración de que Babilonia no era en aquella época la morada de una población judía.Josefo afirma que ya mucho antes, durante el reinado de Calígula (37-41 d. C.), los judíoshabían sido expulsados de Babilonia, y que había tenido lugar una gran matanza, que casiles había exterminado. Es verdad que esta afirmación de Josefo se refiere a la región enterallamada Babilonia, más bien que a la ciudad de Babilonia, y esto por la suficiente razón deque, en tiempos de Josefo, Babilonia era un lugar tan deshabitado como lo es ahora. En suGeografía Bíblica, Rosenmüller afirma que, en tiempos de Estrabón (esto es, durante elreinado de Augusto), Babilonia estaba tan desierta que él le aplica a esa ciudad lo que unantiguo poeta había dicho de Megalópolis en Arcadia, es decir, que era “un gran desierto”.También Basnage, en su Historia de los Judíos, dice: “Babilonia declinaba en los días deEstrabón, y Plinio la representa en el reinado de Vespasiano como una grande eininterrumpida soledad”.

Se han sugerido otras ciudades como la Babilonia a la que se refiere la epístola: un fuerte de252/401

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ese nombre en Egipto, mencionado por Estrabón; Tesifón, sobre el Tigris; Seleucia, la nuevaciudad que vació de sus habitantes a la antigua Babilonia. Pero estas son meras conjeturas,a las que no sostiene ni una partícula de evidencia.

La improbabilidad de que la antigua capital de Caldea fuese el lugar de referencia puedeexplicar en gran medida el consentimiento general que desde los tiempos más antiguos haasignado una interpretación simbólica o espiritual al nombre de Babilonia. Si la cuestiónfuera a ser decidida por la autoridad de grandes nombres, Roma sería declarada sin duda lamística Babilonia designada así por el apóstol. Pero esto envuelve la molesta pregunta de siPedro visitó jamás Roma, una discusión en la cual no podemos entrar aquí. La historia delevangelio guarda completo silencio sobre el tema, y la tradición, incuestionablemente muyantigua, del episcopado de Pedro allí, y de su martirio bajo el reinado de Nerón, estárecargado con tanto que es ciertamente fabuloso, que nos sentimos justificados al hacertodo ello a un lado como leyenda o como mito. Hay un argumento a priori contra laprobabilidad de la visita de Pedro a Roma, el cual sostenemos como insalvable, en ausenciade cualquier argumento en contrario. Pedro era el apóstol de la circuncisión; su misión era alos judíos, su propia nación; no podemos concebir la posibilidad de que él abandonara suesfera señalada de trabajo y “entrara en los asuntos de otro hombre”, y “edificara sobrefundamento ajeno”. Pablo estaba en Roma en los días de Nerón, y nada puede ser másimprobable que Pedro, el apóstol de la circuncisión, y “sabiendo que dentro de poco debíaabandonar su tabernáculo terrenal”, emprendiese viaje a Roma en su extrema vejez, sinningún llamado especial, y sin dejar rastro, en la historia de los Hechos de los Apóstoles, deun suceso tan notable.

Pero, si Roma no es la Babilonia simbólica de la referencia, y si la Babilonia literal esinadmisible, ¿cuál otro lugar puede sugerirse con alguna probabilidad? ¿No hay ningunaotra ciudad, aparte de Roma, que pudiera llamarse con la misma propiedad la Babiloniamística? ¿Ninguna otra que no tenga aparejados nombres simbólicos, tanto en el AntiguoTestamento como en el Nuevo? Parece inexplicable que la misma ciudad con la cual la viday los hechos de Pedro están más asociados que con ninguna otra haya sido completamenteignorada en esta discusión. ¿Por qué no podría la ciudad llamada Sodoma y Gomorra serllamada, con la misma razón, Babilonia? Ahora bien, Jerusalén tiene estos nombres místicosasociados con ella en las Escrituras, y ninguna ciudad tenía más derecho a reclamar elcarácter que ellos implican. Sin duda, Jerusalén parece también haber sido la residencia fijadel apóstol; Jerusalén, pues, es el lugar desde el cual podríamos esperar encontrarleescribiendo y fechando sus epístolas dirigidas a las iglesias.

Cualquiera que sea la ciudad que el apóstol llama Babilonia, debe haber sido la moradapermanentede la persona o la iglesia asociada con él mismo y con Marcos en la salutación.Esto queda comprobado por la forma de las expresiones h en babulwni, lo cual, comodemuestra Steiger, significa “una morada fija por la cual uno puede ser designado”. Sidecidimos que la referencia es a una persona, se seguirá que Babilonia era el lugar del

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domicilio de la persona, su morada fija, y esto, en el caso de la esposa de Pedro, sólo podíaser Jerusalén. Hasta donde se puede deducir de la evidencia documental del NuevoTestamento, la historia apostólica muestra claramente que Pedro residía habitualmente enJerusalén. No es nada menos que una falacia popular suponer que todos los apóstoles eranevangelistas como Pablo, y que viajaban por países extranjeros predicando el evangelio atodas las naciones. El profesor Burton ha mostrado que “no fue sino catorce años despuésde la ascensión de nuestro Señor que Pablo viajó por primera vez, y predicó el evangelio alos gentiles. Ni hay evidencia alguna de que, durante este período, los apóstolestraspasaron los confines de Judea”. Pero, lo que argumentamos es que la residenciahabitual o permanente de Pedro era Jerusalén. Esto se desprende de varias pruebascircunstanciales.

1. Cuando la iglesia de Jerusalén se dispersó hacia el extranjero después de la persecución que se desató en el tiempo del martirio de Esteban, Pedro y el resto de los apóstoles permanecieron en Jerusalén. (Hechos 8:1). 2. Pedro estaba en Jerusalén cuando Herodes Agripa I le aprehendió y le encarceló. (Hechos 12:3). 3. Cuando Pablo, tres años después de su conversión, sube a Jerusalén, su misión es “ver a Pedro”; y añade: “Permanecí con él quince días” (Gál. 1:18). Esto implica que la residencia habitual de Pedro era Jerusalén. 4. Catorce años después de esta visita a Jerusalén, Pablo visita nuevamente aquella ciudad en compañía de Bernabé y Tito; y en esta ocasión, también encontramos a Pedro allí. (Gál. 2:1-9). (50 d. C. – Conybeare y Howson). 5. Vale la pena notar que fue la presencia en Antioquia de ciertas personas que vinieron de Jerusalén lo que intimidó tanto a Pedro que le llevó a asumir una línea equivocada de conducta y a incurrir en la censura de Pablo. (Gál. 2:11). ¿Por qué debería intimidar a Pedro la presencia de judíos de Jerusalén? Presumiblemente porque, a su regreso a Jerusalén, ellos le pedirían cuenta: dando a entender que Jerusalén era su residencia habitual. 6. Si suponemos, lo que es más probable, que Marcos, mencionado en esta salutación, es Juan Marcos, hijo de la hermana de Bernabé, sabemos que él también vivía en Jerusalén (Hechos 12:12). 7. A Silvano, o Silas, el escritor o portador de esta epístola, lo conocemos como miembro prominente de la iglesia de Jerusalén: “varón principal entre los hermanos” (Hechos 15:22-32).

Encontramos así que todas las personas nombradas en la porción final de la epístola sonresidentes habituales de Jerusalén.

Por último, inferimos, de una expresión incidental en Hech. 4:17, que Pedro estaba enJerusalén cuando escribió esta epístola. Dice que es tiempo de que el juicio comience por la“casa de Dios“; esto es, como hemos visto, el santuario, el templo; y añade: “Si primero

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comienza por nosotros“, etc. Ahora bien, ¿se habría expresado así si en el momento en queescribió hubiese estado en Roma, o en Babilonia sobre el Éufrates, o en cualquier otraciudad que no fuese Jerusalén? Ciertamente parece de lo más natural suponer que, si eljuicio comienza por el santuario, y también por nosotros, tanto el lugar como las personasdeben estar juntos. La visión de Ezequiel, que da el prototipo de la escena de juicio, fija lalocalidad donde ha de comenzar la matanza, y parece muy probable que la suerte veniderade la ciudad y el templo, así como las aflicciones que habrían de sobrevenirles a losdiscípulos de Cristo, estuviesen en la mente del apóstol. Wiesinger observa: “Apenas esposible que la destrucción de Jerusalén hubiese pasado cuando se escribieron estaspalabras; de haber sido así, difícilmente se habría dicho, o kairoz tou arxasqai”. No; no erapasado, sino que el principio del fin ya era presente; el juicio parece haber comenzado,como el Señor dijo que ocurriría, con los discípulos; y éste era el seguro preludio de la iraque venía sobre los impíos “hasta lo máximo”.

Pero puede objetarse: Si Pedro quiso decir Jerusalén, ¿por qué no lo dijo sin ambigüedades?Puede haber habido, y sin duda había, razones prudenciales para esta reserva en elmomento en que Pedro produjo su escrito, como las había cuando Pablo escribió a lostesalonicenses. Pero, probablemente, no había tal ambigüedad para sus lectores, como lashay para nosotros. ¿Y si Jerusalén ya era conocida y reconocida entre los creyentescristianos como la Babilonia mística? Suponiendo, como tenemos derecho a asumir, queApocalipsis ya le era familiar a las iglesias apostólicas, consideramos sumamente probableque identificaran a la “gran ciudad”, cuya caída se describe en ese libro, “Babilonia lagrande”, como la misma cuya caída se menciona en la profecía de nuestro Señor en elMonte de los Olivos.

Esto, sin embargo, pertenece a otro tema, cuya discusión tendrá lugar en el momentoadecuado – la identidad de la Babilonia del Apocalipsis. Baste por el momento haberpresentado argumentos para una causa probable, sobre bases completamenteindependientes, en favor de que la Babilonia de la primera epístola de Pedro no es otra queJerusalén.

APÉNDICE A LA PARTE II

NOTA C

Acerca del simbolismo de la profecía, con especial referenciaa las predicciones de la Parusía

La más somera atención al lenguaje profético del Antiguo Testamento debe convencer acualquier persona de mente sobria que no debe entenderlo al pie de la letra. Primero, lospronunciamientos de los profetas son poesía; segundo, son poesía oriental. Puedenllamarse grabados jeroglíficos que representan sucesos históricos por medio de imágenes

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altamente metafóricas. Es inevitable, pues, que la hipérbole, o lo que a nosotros nos parecehipérbole, entre mayormente en las descripciones de los profetas. Para la imaginación fría yprosaica de Occidente, el estilo encendido y vívido de los profetas de Oriente puede parecerampuloso y extravagante; pero hay siempre un substrato de realidad que subyace a lasfiguras y a los símbolos, los cuales, mientras más se estudian, más se recomiendan al juiciodel lector. Revoluciones sociales y políticas, cambios morales y espirituales, sonprefigurados por convulsiones y catástrofes físicas; y si estos fenómenos naturales afectanla imaginación todavía más poderosamente, no son figuras inapropiadas cuando se capta laverdadera importancia de los acontecimientos que representan. La tierra convulsionadapor terremotos, montañas ardiendo que son lanzadas al mar, estrellas que caen comohojas, los cielos incendiados, el sol cubierto de cilicio, la luna convertida en sangre, sonimágenes de espantosa grandeza, pero no son necesariamente representaciones impropiasde grandes conmociones civiles – el derrumbe de tronos y dinastías, las desolaciones de laguerra, la abolición de antiguos sistemas, y grandes revoluciones morales y espirituales. Enprofecía, como en poesía, lo material es considerado tipo de lo espiritual, y las pasiones yemociones de la humanidad encuentran expresión en señales y síntomas correspondientesen la creación inanimada. ¿Trae el profeta buenas nuevas? Llama a las montañas y a loscollados a prorrumpir en canción, y a los árboles del bosque a batir palmas. ¿Es su mensajede lamentación y de ay? Los cielos están de luto, y el sol se oscurece cuando se pone. Pormuy ansioso que esté de apegarse a la sola letra de la palabra, nadie pensaría en insistirque tales metáforas deben interpretarse literalmente, ni que deben cumplirse literalmente.Lo más que tenemos derecho a pedir es que haya sucesos históricos que correspondan yestén a la altura de tales fenómenos; grandes movimientos morales y sociales capaces deproducir emociones tales como parecen implicar estos fenómenos físicos.

Puede ser útil elegir algunos de los más notables de estos símbolos proféticos que seencuentran en el Antiguo Testamento, para que podamos observar las ocasiones en que seemplearon, y descubrir el sentido en el cual deben ser entendidos.

En Isaías 13, tenemos una predicción muy notable de la destrucción de la antigua Babilonia.Está concebida en el más alto estilo poético. Jehová de los ejércitos pasa revista a las tropaspara la batalla; se oye estruendo de ruido de reinos, de naciones reunidas; se proclama queel día de Jehová está cerca; las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; el sol seoscurecerá al nacer, la luna no dará su resplandor; los cielos se estremecerán, y la tierra semoverá de su lugar. Se observará que todas estas imágenes, cuyo cumplimiento literalinvolucraría la destrucción de toda la creación material, se emplean para describir ladestrucción de Babilonia por los medos.

Nuevamente, en Isaías 24, tenemos una predicción de juicios a punto de caer sobre la tierrade Israel; y entre otras representaciones de los ayes inminentes, encontramos lassiguientes: “Las ventanas de los cielos están abiertas; se estremecen los fundamentos de latierra; la tierra será enteramente vaciada, y completamente saqueada; la tierra se destruyó,

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cayó; la tierra se tambaleará como borracho, y será removida como choza de labrador;caerá y no se levantará más,” etc. Todo esto simboliza la convulsión civil y social que estabaa punto de ocurrir en la tierra de Israel.

En Isaías 34, el profeta anuncia juicios contra los enemigos de Israel, en particular Edom, oIdumea. La imágenes que emplea son de la descripción más sublime y terrible: “Los montesse disolverán por la sangre de los cadáveres. Todo el ejército de los cielos se enrollará comoun libro, y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de lahiguera”. “Sus arroyos se convertirán en brea, y su polvo en azufre, y su tierra en breaardiente. No se apagará de noche ni de día, perpetuamente subirá su humo; de generaciónen generación será asolada, nunca jamás pasará nadie por ella”.

No es necesario preguntar: ¿Se han cumplido estas predicciones? Sabemos que sí; y sucumplimiento permanece en la historia como un monumento perpetuo a la verdad deApocalipsis. A Babilonia, Edom, Tiro, los opresores o enemigos del pueblo de Dios, se les hahecho beber de la copa de la indignación de Dios. El Señor no ha dejado caer a tierraninguna de las palabras de sus siervos los profetas. Pero nadie pretenderá decir que lossímbolos y figuras que describían estos derrumbes se verificaron literalmente. Estosemblemas son el ropaje de la descripción, y se usan simplemente para aumentar el efecto ypara dar vividez y grandeza a la escena.

De manera semejante, el profeta Ezequiel usa imágenes de un tipo muy similar al predecirlas calamidades que vendrían sobre Egipto: “Y cuando te haya extinguido, cubriré los cielos,y haré entenebrecer sus estrellas; el sol cubriré con nublado, y la luna no hará resplandecersu luz. Haré entenebrecer todos los astros brillantes del cielo por tí, dice Jehová el Señor”(Eze. 32:7,8).

De forma parecida, los profetas Miqueas, Nahum, Joel, y Habacuc describen la presencia y laintervención del Altísimo en los asuntos de las naciones, presencia e intervención que estánacompañadas por estupendos fenómenos naturales: “Porque he aquí, Jehová sale de sulugar, y descenderá y hollará las alturas de la tierra. Y se derretirán los montes debajo de él,y los valles se hendirán como la cera delante del fuego, como las aguas que corren por unprecipicio” (Miqueas 1:3,4).

“Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies. Élamenaza al mar, y lo hace secar, y agosta todos los ríos. Los montes tiemblan delante de él,y los collados se derriten; la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los queen él habitan. Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas” (Nahum 1:3-6).

Estos ejemplos pueden bastar para mostrar lo que en realidad es evidente, que en lenguajeprofético se emplean los más sublimes y terribles fénomenos naturales para representarconvulsiones y revoluciones nacionales y sociales. Las imágenes, que si se cumplieran

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darían como resultado la total disolución de la estructura del globo terráqueo y ladestrucción del universo material, en realidad no pueden significar otra cosa que la caída deuna dinastía, la toma de una ciudad, o el colapso de una nación.

El siguiente es el punto de vista de Sir Isaac Newton sobre este tema, posición que essubstancialmente justa, aunque quizás llevada un poco demasiado lejos al suponer que hay,de hecho, un equivalente para cada figura empleada en la profecía:

“El lenguaje figurado de los profetas está tomado de la analogía entre el mundo natural y unimperio considerado como potencia mundial. En consecuencia, el mundo natural, queconsiste del cielo y la tierra, significa todo el mundo político, que consiste de tronos ypueblos, o tanto de él como se considere en la profecía; y las cosas en ese mundo significancosas análogas en éste. Porque los cielos y las cosas que en ellos hay significa tronos ydignatarios, y los que disfrutan de ellos; y la tierra, con las cosas que en ella hay, el puebloinferior; y las partes más bajas de la tierra, llamadas Hades o infierno, la parte más baja ymiserable de ellas. Grandes terremotos, y el temblor del cielo y la tierra, representan eltemplor de reinos, para confundirlos y derribarlos; la creación de un cielo nuevo y unanueva tierra, la desaparición de los antiguos; el comienzo y el fin del mundo significan elsurgimiento y la ruina del cuerpo político de que se trate. El sol significa toda la especie y laraza de hombres en los reinos del mundo político; la luna significa el cuerpo de la gentecomún, considerada como la esposa del rey; las estrellas, los príncipes y grandes hombressubordinados; o los obispos y gobernantes del pueblo de Dios, cuando el sol es Cristo. Lapuesta del sol, la luna, y las estrellas; el oscurecimiento del sol, la luna convirtiéndose ensangre, y la caída de las estrellas, el cese de un reino”.

Como adición, sólo citaremos las excelentes observaciones de un sabio expositor, el Dr. JohnBrown, de Edinburgo:

“Entendido literalmente, ‘pasarán el cielo y la tierra’ es la disolución del actual sistema deluniverso; y el período en que esto debe tener lugar es llamado ‘el fin del mundo’. Pero unapersona bien familiarizada con la fraseología de las Escrituras del Antiguo Testamento sabeque la disolución de la economía mosaica y el establecimiento de la cristiana se describen amenudo como la desaparición de la antigua tierra y los antiguos cielos, y la creación de unanueva tierra y un nuevo cielo. ‘Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; yde lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento’. ‘Porque como los cielosnuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, asípermanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre’ (Isa. 65:17; 66:22)’. Del período de laterminación de una dispensación y el comienzo de la otra se dice que son ‘los últimos días’, y‘el fin del mundo’, y se describen como un temblor tal de los cielos y la tierra que conduciríaa la eliminación de las cosas que habían temblado (Hag. 2:6; Heb. 14:26,27)”.

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Parece, pues, que si la Escritura es la mejor intérprete de la Escritura, tenemos en el AntiguoTestamento una clave para la interpretación de las profecías en el Nuevo. El mismosimbolismo se encuentra en ambos, y las imágenes de Isaías, Ezequiel, y los otros profetasnos ayudan a entender las imágenes de Mateo, Pedro, y Juan. Así como la disolución delmundo material no es necesaria para el cumplimiento de las profecías del AntiguoTestamento, tampoco es necesaria para el cumplimiento de las predicciones del NuevoTestamento. Pero, aunque los símbolos son expresiones metafóricas, no carecen designificado. No es necesario alegorizarlos y encontrar un equivalente correspondiente encada tropo; es suficiente considerar las imágenes como recursos empleados para aumentarlo sublime de la predicción y para hacerla impresionante y grandiosa. Al mismo tiempo, hayuna propiedad verdadera y una realidad subyacente en los símbolos de la profecía. Loshechos morales y espirituales que representan, los cambios sociales y ecuménicos quetipifican, no podían ser presentados adecuadamente por medio de un lenguaje menosmajestuoso y menos sublime. Hay razón para creer que una inadecuada comprensión de laverdadera grandeza e importancia de sucesos tales como la destrucción de Jerusalén y laabrogación de la economía judía es la base del sistema de interpretación que sostiene quenada que responda a los símbolos del Nuevo Testamento ha tenido lugar jamás. De aquí lasinvenciones, no críticas y no bíblicas, de los dobles significados, y los cumplimientos dobles,triples, y múltiples de la profecía. No estamos preparados para negar que conmocionesfísicas de la naturaleza y extraordinarios fenómenos en los cielos y la tierra pueden haberacompañado los estertores finales de la dispensación judía. Nos parece muy probable quetales cosas sucedieron. Pero el cumplimiento literal de los símbolos no es esencial para laverificación de la profecía, la cual los hechos registrados de la historia han demostrado enabundancia que es verdadera.

NOTA D

Acerca de “los nuevos cielos y la tierra nueva” (2 Pedro 3:13)

El apóstol distribuye el mundo entre cielo y tierra, y dice que fueron destruidos por medio deagua, y perecieron. Sabemos que ni la composición ni la sustancia del uno ni de la otrafueron destruidos, sino sólo los hombres que vivían en la tierra; y el apóstol nos habla (ver.7) del cielo y la tierra que había entonces, y que fueron destruidos por agua , distintos de loscielos y la tierra que había ahora, y que habrían de ser consumidos por fuego; sin embargo, encuanto a la estructura visible del cielo y la tierra, eran los mismos tanto antes del Diluviocomo en los tiempos del apóstol, y permanecen hasta la fecha; cuando todavía es cierto quelos cielos y la tierra, de los cuales hablaba, habrían de ser destruidos y consumidos porfuego en aquella generación. Para aclarar nuestro fundamento, debemos, pues, considerarlo que el apóstol quiere decir con cielos y tierra en estos dos lugares.

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1. Es seguro que lo que el apóstol quiere decir con “el mundo”, con su cielo, y la tierra (vers.5,6), que fue destruida; lo mismo, o algo de esta clase, quiere decir con los cielos y la tierraque habrían de ser consumidos y destruidos por el fuego (ver. 7); de lo contrario, no habríaninguna coherencia en el discurso del apóstol, ni ninguna clase de argumento, sino unamera falacia de palabras.

2. Es seguro que el diluvio no destruyó el mundo, ni la estructura del cielo y la tierra, sinosolamente a los habitantes del mundo; por lo tanto, la destrucción que debía tener lugarpor el fuego no es la substancia de los cielos y la tierra, que no serán consumidos sino hastael último día, sino de las personas o los hombres que vivieran en el mundo.

3. Luego, tenemos que considerar en qué sentido se dice de los hombres que viven en elmundo que son el mundo, y los cielos y la tierra de él. Sólo insistiré en un caso para estepropósito entre muchos que pueden mencionarse: Isa. 51:15,16. El tiempo en la obramencionada aquí, de extender los cielos y echar los cimientos de la tierra, fue llevada a cabopor Dios cuando agitó el mar (ver. 15) y dio la ley (ver. 16), y dijo a Sión: Pueblo mío eres tú;esto es, cuando sacó de Egipto a los hijos de Israel, y en el desierto les formó en iglesia yestado; luego, extendió los cielos y echó los cimientos de la tierra; esto es, produjo orden, ygobierno, y belleza de la confusión en que se encontraban. Esto es extender los cielos yechar los fundamentos del mundo. Y puesto que es entonces cuando se menciona ladestrucción de un estado y gobierno, es con ese lenguaje que parece hablar del fin delmundo. Así ocurre con Isa. 34:4, que no es sino la destrucción del estado de Edom. Otrotanto se afirma del Imperio Romano (Apoc. 6:14), que los judíos constantemente afirmanque se quiere decir con Edom en los profetas. Y en la predicción de nuestro Señor Jesucristotocante a la destrucción de Jerusalén (Mateo 24). La hace con expresiones de la mismaimportancia. Es evidente, pues, que en lenguaje profético y la manera de hablar, a menudose entendían los cielos y la tierra como el estado civil y religioso y la combinación dehombres en el mundo, y los hombres de ella. Así ocurría con los cielos y la tierra de aquelmundo que entonces fue destruido por el diluvio.

4. Sobre esta base, afirmo que, en esta profecía de Pedro, con los cielos y la tierra se quieredecir la venida del Señor, el día del juicio y la perdición de los impíos, que en la destrucciónde aquel cielo y aquella tierra se menciona, no el juicio último y final del mundo, sinoaquella total desolación y destrucción de la iglesia y el estado judíos, que habría de tenerlugar, para lo cual presentaré estas dos razones, de muchas que podrían aducirse a partirdel texto:

(1) Porque lo que sea que se menciona aquí debía tener peculiar influencia sobre loshombres de aquella generación. Él habla de aquello que tenía que ver tanto con losprofanos burladores como con los burlados, y de que, como judíos, algunos de ellos creíanen la fe, y otros se oponían. Ahora bien, no había en aquella generación ningunapreocupación particular, ni por aquel pecado, ni por aquellas burlas, en cuanto al día del

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juicio en general; sino un alivio peculiar por el uno y un temor peculiar por el otro, queestaba cercano, en la destrucción de la nación judía; además, había amplio testimonio tantopor el uno como por el otro del poder y el dominio del Señor Jesucristo, que era el punto endisputa entre ellos.

(2) Pedro les dice, después de la destrucción y el juicio de que habla (ver. 7-13): “Peronosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva”, etc. Tenían estaesperanza. Pero, ¿cuál es esa promesa? ¿Dónde podemos encontrarla? Bueno, la tenemosen las mismas palabras y en la misma carta, Isa. 65:17. Ahora bien, ¿cuándo será que Dioscreará estos nuevos cielos y esta nueva tierra, en los cuales mora la justicia? Dice Pedro:“Será después de la venida del Señor, después de aquel juicio y aquella destrucción de losimpíos, que no obedecen al evangelio”. Pero ahora es evidente, a partir de este pasaje enIsaías, en 66:21,22, que esta es una profecía para los tiempos evangélicos solamente; y quela extensión de estos nuevos cielos no es sino la creación de las ordenanzas del evangelioque deben permanecer para siempre. Lo mismo se expresa en Heb. 12:26-28.

Siendo éste el designio del lugar, no insistiré más sobre el contexto, sino que abrirébrevemente las palabras propuestas, y fijaré la atención sobre la verdad contenida en ellas.

Primero, existe el fundamento de la inferencia y la exhortación apostólicas, viendo quetodas estas cosas, por preciosas que parezcan, sin importar el valor que alguno les atribuya,se disolverán, esto es, serán destruidas, y de aquella terrible y horrenda manera que se hamencionado antes, en un día de juicio, de ira, y de venganza, por medio del fuego y laespada; que otros se burlen de las amenazas de la venida de Cristo: Vendrá y no tardará, yluego, los cielos y la tierra que Dios mismo extendió – el sol, la luna, y las estrellas delsistema y la iglesia judíos – todo el mundo antiguo de culto y de adoradores, que en suobstinación se levantan contra el Señor Jesucristo, se disolverá y se destruirá sensiblemente:sabemos que éste será el fin de todas las cosas, y esto ocurrirá en breve.

No hay ninguna constitución externa ni estructura de cosas en gobiernos o naciones, queno esté sujeta a disolución, y puede ocurrirle, a manera de juicio. Si alguno desea que se leexcluya, y eso ocurre en muchos casos, de los cuales el apóstol hablaba en términosproféticos (porque todavía no era tiempo de declararlo abiertamente a todos) puedepresentar su solicitud. *

*Sermón del Dr. Owen sobre 2 Pedro 3:11. Obras, reimpreso en 1721.

APÉNDICE A LA PARTE II

NOTA E

El Rev. F. D. Maurice acerca de “El Último Tiempo”(I Juan 2:18)

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¿Cómo pudo decir Juan que éste era el último tiempo? ¿No ha durado el mundo casi milochocientos años desde que él lo abandonó? ¿No puede durar muchos años más?

“Muchos les dirán que no sólo Juan, sino también Pablo y todos los apóstoles, actuabanbajo el engaño de que el fin de todas las cosas se acercaba en su tiempo. Los que así hablanno están en general dispuestos a subestimar la autoridad de estos hombres; algunosadoptan esta opinión prácticamente, aunque puede que no la expresen en palabras, ysostienen que a los escritores bíblicos no se les permitía jamás cometer errores ni siquieraen las cosas más insignificantes. Yo no digo eso; no hará temblar mi fe en ellos descubrirque se han equivocado en nombres o puntos cronológicos. Pero, si supusiera que ellosmismos habían sido conducidos al error, y habían conducido al error a sus propiosdiscípulos, en un tema tan importante como este de Cristo viniendo en juicio, y de losúltimos días, me sentiría muy perplejo. Porque es un tema al que ellos se refierenconstantemente. Es parte de su más profunda fe. Se mezcla con todas sus exhortacionesprácticas. Si se equivocaran aquí, no veo dónde pueden haber acertado.

“He descubierto que su lenguaje sobre este tema me ha sido de la mayor utilidad paraexplicar el método de la Biblia; el curso del gobierno de Dios sobre las naciones y losindividuos; la vida del mundo antes del tiempo de los apóstoles, durante su tiempo, y entodos los siglos desde entonces. Si les hacemos a ellos la justicia que debemos a todos losescritores, inspirados y no inspirados; si les permitimos interpretarse a sí mismos, en vez deimponerles nuestras interpretaciones, creo que entenderemos un poquito más de su obra yde la nuestra. Si tomamos sus palabras simple y literalmente con respecto al juicio y el finque ellos esperaban en su día, sabremos qué posición ocupaban con respecto a susantepasados y con respecto a nosotros. Y en lugar de una concepción muy vaga, débil, yartificial del juicio que debemos esperar, aprenderemos cuáles son nuestras necesidadespor medio de las de ellos; cómo nos cumplirá Dios a nosotros todas sus palabras por lamanera que les cumplió a ellos Sus palabras.

“No es una idea nueva, sino muy antigua y común, la de que la historia del mundo se divideen ciertos períodos grandes. En nuestros días, se les ha estado imponiendo a hombrespensantes la convicción de que hay una amplia distinción entre la historia antigua y lamoderna. M. Guizot se espacia especialmente sobre la unidad y la universalidad de lahistoria moderna, en contraste con la división de la historia antigua en una serie denaciones que apenas tenían simpatías comunes. La cuestión es dónde encontrar el límiteentre estos dos períodos. Los estudiantes han especulado mucho sobre éstos; la mayoríade estas especulaciones han sido plausibles y sugieren verdades; algunas son muyconfusas; ninguna, creo yo, es satisfactoria. Una de las más populares, la que supone que lahistoria moderna comienza cuando las tribus bárbaras se establecieron en Europa, seríabastante fatal para la doctrina de M. Guizot. Porque ese establecimiento, aunque fue unsuceso muy importante e indispensable para la civilización moderna, rompía

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temporalmente la unidad que había existido antes. Era como la reaparición de aquellaseparación de tribus y razas, que él supone ha sido la característica especial del mundoanterior.

“Ahora bien: ¿Podemos esperar alguna luz sobre este tema en la Biblia? No creo quecumpliría sus pretensiones si no pudiéramos encontrarla. Ella profesa presentar loscaminos de Dios a las naciones y a la humanidad. Podríamos muy bien contentarnos conque nos dijera muy poco de las leyes físicas; podríamos contentarnos con que guardasesilencio acerca de los cursos de los planetas y la ley de gravedad. Puede que Dios tengaotros métodos para dar a conocer estos secretos a sus criaturas. Pero lo que concierne alorden moral del mundo y al progreso espiritual de los seres humanos cae directamentedentro de la esfera de la Biblia. Nadie podría estar satisfecho con ella si guardase silenciocon respecto a estos últimos. En consecuencia, todos los que suponen que ella guardasilencio sobre este punto, por mucha importancia que le atribuyan a lo que ellos llaman sucarácter religioso; por mucho que puedan suponer que sus mayores intereses dependen desu creencia en sus oráculos, están obligados a tratarla como un libro muy desarticulado yfragmentario. Ellos proporcionan la mejor excusa a los que dicen que no es un libro íntegro,como hemos creído que es, sino una colección de los dichos y opiniones de ciertos autores,en diferentes épocas, no muy consistentes los unos con los otros. Por otra parte, ha existidola más fuerte convicción en las mentes de lectores ordinarios, así como en las deestudiantes, de que el libro sí nos habla de cómo las épocas pasadas, y las por venir, tienenque ver con la develación de los misterios de Dios – qué parte ha jugado un país y otro enSu gran drama – hasta qué punto están convergiendo todas las líneas de su providencia. Elinmenso interés que ha despertado la profecía – un interés no destruido, ni siquieradisminuido, por los numerosos desengaños que las teorías de los hombres sobre ella hantenido que encontrar – es prueba de cuán profunda y cuán ampliamente difundida es estaconvicción. En vano tratan los teólogos de disuadir a lectores sencillos y sinceros de queestudien las profecías insistiéndoles que no tienen tiempo libre para tal actividad, y en quedeberían ocuparse de cosas más prácticas. Si sus conciencias les indican que hay algúnfundamento para sus advertencias, todavía les parece que no podrían hacerles caso porcompleto. Están seguros de que tienen algún interés en los destinos de su raza, así como enlos destinos individuales. No pueden separar el uno del otro; tienen que creer que hay luzen alguna parte acerca de ambos. No me atrevo a desanimar a los que tienen talcertidumbre. Si la sostenemos con fuerza, puede ser un gran intrumento para sacarnos denuestro egoísmo. Temo que la perdamos, como ciertamente la perderemos si adquirimos elhábito de considerar la Biblia como un libro de adivinanzas y acertijos, y de esperar sindescanso que ciertos sucesos externos ocurran en ciertas fechas que hemos fijado comolos que han predicho los apóstoles y los profetas. La cura para tales desatinos, que sonrealmente muy serios, reside, no en un descuido de la profecía, sino en una meditación másseria sobre ella; recordando que la profecía no es un conjunto de predicciones sueltas,

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como los dichos de un adivino, sino una revelación de Aquél cuyas salidas son desde laeternidad; que es el mismo ayer, hoy, y por los siglos, cuyas acciones en una generación sonestablecidas por las mismas leyes que sus acciones en otra generación.

“Si os hablara alguna vez del Apocalipsis de Juan, me explayaría mucho más sobre estetema. Pero lo dicho es para introducir la observación de que la Biblia trata la caída delsistema judío como el fin de un gran período en la historia humana y el principio de otro.Juan el Bautista anuncia la presencia de Uno “en cuya mano está el aventador; y limpiará suera; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”.Los evangelistas dicen que estas palabras quieren decir que Jesús de Nazaret después bajóa las aguas del Jordán, y que, al salir de ellas, fue declarado Hijo de Dios, sobre el cualdescendió el Espíritu en forma visible.

“Nosotros tenemos por costumbre separar a Jesús el Salvador de Jesús el Rey y Juez. Ellosno. Nos dicen desde el comienzo que él llegó predicando el reino de los cielos. Nos cuentanque llevaba a cabo acciones de juicio, así como actos de liberación. Nos informan de lastremendas palabras que dirigía a los fariseos y a los escribas, así como del evangelio que lespredicaba a los publicanos y pecadores. Y antes del fin de su ministerio, cuando susdiscípulos le preguntaron acerca de los edificios del templo, habló claramente de un juicioque Él, el Hijo del hombre, ejecutaría antes de que se acabase aquella generación. Y paradejar claro que quería que le entendiésemos estricta y literalmente, añadió: “El cielo y latierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Este discurso, que Mateo, Marcos, y Lucasnos informan cuidadosamente, no es ajeno al resto de sus discursos y parábolas, ni al restode sus obras. Todos contienen la misma advertencia. Están llenos de gracia y demisericordia – mucha más gracia y misericordia de lo que hemos supuesto; son testimoniode un Ser lleno de gracia y misericordia; pero son testimonio de que las habitaciones de losque no gustaban de este Ser sólo porque éste era su carácter, los que buscaban otro sersemejante a ellos mismos, esto es, un ser sin gracia y sin misericordia, les serían hechasdesiertas.

“Cuando, pues, después de la ascensión de nuestro Señor, los apóstoles salieron a predicarel evangelio y a bautizar en su nombre, su primer deber era anunciar que aquel Jesús aquien los dirigentes de Jerusalén habían crucificado era Señor y Cristo; su segundo deberera predicar la remisión de los pecados y el don del Espíritu Santo en su nombre; su tercerdeber era predecir la venida de un día grande y terrible del Señor, y decir a todos los queescuchasen: “Salvaos de esta generación desgraciada”. Era el lenguaje que Pedro usó en eldía de Pentecostés; fue adoptado, con las variantes que requerían las circunstancias de losoyentes, por todos aquellos a los que se les confió el mensaje del evangelio. Sin duda, erapeculiarmente aplicable a los judíos. Ellos habían sido hechos mayordomos de los dones deDios para el mundo. Habían desperdiciado los bienes de su Maestro, y ya no habrían de sermás mayordomos. Pero no vemos a los apóstoles limitando su lenguaje a los judíos.Hablando en Atenas – con palabras especialmente apropiadas para una ciudad pagana

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culta y filosófica – Pablo declara que Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundopor aquel varón a quien designó”, y señala a la resurrección de los muertos como el sucesoque establecerá quién es ese Hombre. ¿Por qué fue esto así? Porque los apóstoles creíanque el rechazo del pueblo judío era la manifestación del Hijo del Hombre; un testigo a todaslas naciones de quién era su Rey; un llamado a todas las naciones a deshacerse de susídolos y confesarle a Él. El evangelio debía explicar el significado de la gran crisis que estabaa punto de tener lugar; de decirles a los gentiles y a los judíos lo que esto implicaría; deanunciarlo nada menos que como el comienzo de una nueva era en la historia del mundo,cuando el Hombre crucificado reclamaría un imperio universal, y contendería con el Césarromano y otros tiranos de la tierra que se le opusieran.

“Este punto de vista bíblico del ordenamiento de los tiempos y las sazones armoniza porcompleto con la conclusión a la que ha llegado M. Guizot mediante la observación de loshechos. El nacimiento de nuestro Señor casi coincidió con el establecimiento del ImperioRomano en la persona de Augusto César. Aquel imperio aspiraba a aplastar a las naciones ya establecer una gran supremacía mundial. La nación judía había sido testigo contra todosestos experimentos en el mundo antiguo. Había caído bajo la tiranía babilónica, pero habíasurgido nuevamente. Y el tiempo que siguió a su cautiverio fue el gran tiempo del despertarde la vida nacional en Europa – el tiempo en que las repúblicas griegas florecieron – eltiempo en que la República Romana iniciaba su gran carrera.

“La nación judía había sido abrumada por los ejércitos de la República Romana; todavíaconservaba los antiguos signos de su nacionalidad, su ley, su sacerdocio, su templo. Éstosles parecían ridículos e insignificantes a los emperadores romanos, aun a los gobernadoresromanos que administraban la pequeña provincia de Judea, o la provincia mayor de Siria,en la cual a menudo se incluía. Pero encontraron a los judíos muy problemáticos. Sunacionalismo era de una clase peculiar, y de una desusada fortaleza. Cuando eran másdegradados no podían separarse de él. Iniciaban innumerables rebeliones, con la esperanzade recobrar lo que habían perdido, y de establecer el reino universal que creían estabadestinado para ellos, no para Roma. La predicación de nuestro Señor les declaraba quehabía tal reino universal – que Él, el Hijo de David, hab&iaccute;a venido a establecerlo en latierra. Los judíos soñaban con otra clase de reino, con otra clase de rey. Querían un reinojudío, que pisotearía las naciones, tal como el Imperio Romano les estaba pisoteando;querían un rey judío que fuese básicamente como el César romano. Era un conceptotenebroso, horrible, odioso; combinaba todo lo más estrecho en la forma más degradantedel nacionalismo, con todo lo más cruel y más destructor de la vida personal y moral en lapeor forma de imperialismo. Reunía en sí mismo todo lo que era peor en la historia delpasado. Proyectaba la sombra de lo que sería peor en el tiempo venidero. Los apóstolesanunciaban que la ambición maldita de los judíos se vería frustrada por completo. Decíanque se acercaba una nueva era – la era universal, la era del Hijo del hombre, que seríaprecedida por una gran crisis que zarandearía, no sólo la tierra, sino también los cielos; no

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sólo lo que pertenecía al tiempo, sino también todo lo que pertenecía al mundo espiritual, ya las relaciones del hombre con él. Decían que este zarandeo sería tal que sacudiría lo queno se podía sacudir – y que continuaría.

“He tratado, pues, de mostraros lo que Juan quería decir con el último tiempo, si hablaba elmismo lenguaje que nuestro Señor y los otros apóstoles hablaban. No puedo decir quécambios físicos hayan buscado él o ellos. En aquel tiempo se observaron fenómenos físicos– hambrunas, pestes, terremotos. Si ellos o cualquiera de ellos suponía que estos cambiosindicaban más alteraciones en la superficie o la estructura de la tierra de lo que ellosindicaban, no lo sé; éstos no son los puntos sobre los cuales busco información, si ellos ladieron. Que ellos no esperaban el fin de la tierra – lo que nosotros llamamos la destrucciónde la tierra – es claro a partir de esto, que el nuevo reino del cual ellos hablaban habría deser un reino en la tierra así como un reino de los cielos. Pero su creencia de que un reino talse había establecido, y haría sentir su poder tan pronto la antigua nación hubiese sidodispersada, ha sido, creo yo, corroborada en abundancia por los hechos. No veo cómopodemos entender la historia moderna correctamente sin aceptar esa creencia”.

1. Las Epístolas de Juan, por F. D. Maurice, M.A., Conferencia ix.

PARTE III

LA PARUSÍA EN EL APOCALIPSIS

“Pobablemente, el libro de Apocalipsis nunca aceptará una exposición completamenteluminosa, a consecuencia de las historias que tenemos de los tiempos a los cuales serefiere, y que no corresponden a la escala ampliada de sus profecías. Pero la dirección enque es más prudente buscar una solución a sus enigmas es desde el punto de vista queconsidera que se escribió antes de la destrucción de Jerusalén, para animar a aquéllos cuyoscorazones desfallecían de temor por las cosas que sobrevendrían rápidamente a la tierra;esto es, que el libro tiene que ver primordial y principalmente con acontecimientos en loscuales sus primeros lectores se interesaban sólo de manera inmediata; que despliega unaserie de imágenes dudosamente cronológicas, y quizás parcialmente contemporáneas, desucesos que tendrían lugar pronto”. Catholic Thoughts on the Bible and Theology , cap. 35, p.361.

INTERPRETACIÓN DEL APOCALIPSIS

Ahora llegamos a considerar la parte más difícil y más oscura de la revelación divina, y muybien podemos hacer una pausa en el umbral de una región tan envuelta en el misterio y laoscuridad. Los conspicuos fracasos de los sabios y eruditos que con demasiada confianzahan profesado decifrar el místico rollo del vidente apocalíptico nos advierten contra lapresunción. Hasta podemos sentir que se justifica que declinemos por completo una tareaque ha desconcertado a tantos de los más capaces y mejores intérpretes de la Palabra de

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Dios. Pero, por otro lado, ¿hacemos honor al libro rehusando abrirlo y declarándoloobscuro sin remedio? ¿Se justifica que tratemos así cualquier porción de la revelación queDios nos ha dado? ¿Debe el libro ser casi entregado por completo a adivinadores ycharlatanes, para ser diversión de sus fantásticas especulaciones? No; no podemos pasarlopor alto. Querrámoslo o no, el libro reclama nuestra atención, e insiste en ser oído.Después de todo, debe tener un significado, y vamos a hacer lo mejor que podemos paracomprender ese significado. ¡Maravilloso libro! Después de siglos de erróneasinterpretaciones y perversión, todavía tiene el poder de llamar la atención y fascinar elinterés de cada uno de sus lectores. Rehusa convertirse en el hazmerreír de la impostura yla locura; no puede ser degradado ni siquiera por la ignorancia y la presunción de fanáticosy adivinos; nunca puede ser otra cosa que la Palabra de Dios, y por lo tanto debe ser tenidoen reverencia por nosotros.

Pero, ¿es inteligible? La respuesta a esto es: ¿Fue escrito para que se entendiera? ¿Fue unlibro enviado por un apóstol a las iglesias de Asia Menor, con una bendición para suslectores, una mera jerigonza ininteligible, un enigma inexplicable para ellos? Esodifícilmente puede ser cierto. Pero si el propósito era que el libro revelara los secretos detiempos distantes, ¿no debería haber sido por necesidad ininteligible para sus primeroslectores – y no sólo ininteligible, sino hasta fuera de lugar e inútil? Si hablaba, como algunosquieren hacernos creer, de hunos y godos y sarracenos, de emperadores medievales y depapas, de la Reforma protestante y de la Revolución Francesa, ¿qué posible interés osignificado podría tener para las iglesias cristianas de Éfeso, Esmirna, Filadelfia, y Laodicea?Especialmente cuando consideramos las circunstancias reales de aquellos cristianosprimitivos – muchos de ellos soportando crueles sufriimientos y penosas persecuciones, ytodos ellos esperando ansiosamente que se acercase la hora de liberación que ahoraestaba cercana – ¿qué propósito habría servido enviarles un documento que se les instaba aleer y considerar, y que, sin embargo, se ocupaba de acontecimientos históricos tandistantes que estaban fuera del alcance de sus simpatías, y tan obscuro que aún hoy día loscríticos más sagaces difícilmente concuerdan sobre un solo punto de él? ¿Es concebible queun apóstol se burlase de los sufrimientos de los perseguidos cristianos de su tiempo conoscuras parábolas sobre épocas distantes? Si este libro tuviese realmente el propósito deministrar fe y consuelo a las mismas personas a las que fue enviado, tendríaincuestionablemente que tratar de asuntos en los cuales ellas estaban interesadas prácticay personalmente. ¿Y no indica esta misma y obvia consideración la verdadera clave delApocalipsis?¿No debe referirse por necesidad a cuestiones de historia contemporánea? La únicahipótesis sostenible y razonable es que fue destinado para ser entendido por sus lectoresoriginales, pero esto es tanto como decir que debe ocuparse de los sucesos y transaccionesde su propio tiempo, y ello dentro de un espacio de tiempo comparativamente breve.

LIMITACIONES DE TIEMPOEN APOCALIPSIS

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Esto no es mera conjetura. Está certificado por las expresas declaraciones del libro. Si hayuna cosa que más que ninguna otra se afirma explícita y repetidamente en Apocalipsis es lacercanía de los sucesos que predice. Esto se afirma, y se reitera una y otra vez, al comienzo,en la mitad, y al final. Se nos advierte que “el tiempo está cerca“, “las cosas que debensuceder pronto“, “he aquí, vengo presto“, “de cierto vengo presto“. Y, sin embargo, enpresencia de estas afirmaciones expresas y a menudo repetidas, la mayoría de losintérpretes se ha sentido en libertad de ignorar por completo las limitaciones de tiempo, yvagar a voluntad por épocas y centurias, considerando el libro como un compendio dehistoria eclesiástica, un almanaque de sucesos político-eclesiásticos para toda la cristiandadpara el fin del tiempo. Este ha sido un error garrafal, fatal e inexcusable. Descuidar ladefinición obvia y clara de tiempo tan constantemente dirigida a la atención del lector por ellibro mismo es tropezar en el mismo umbral. En consecuencia, esta falta de atención haviciado con mucho el mayor número de interpretaciones apocalípticas. Puede decirseciertamente que la clave estuvo todo el tiempo colgada de la puerta, claramente visible paratodo el que tuviese ojos para ver; pero los hombres han tratado de abrir la cerradura conuna ganzúa, o de forzar la puerta, o de escalarla de alguna otra manera, antes queagenciarse una manera de entrar tan simple y preparada como usar la llave fabricada yproporcionada para ellos.

Como este es un punto de la mayor importancia, e indispensable para la correctainterpretación de Apocalipsis, es apropiado presentar la prueba de que los sucesosdescritos en el libro ocurren dentro de un período de tiempo muy breve.

La primera frase, que contiene lo que puede llamarse el título del libro, es por sí mismadecisiva en cuanto a la cercanía de los sucesos con los cuales se relaciona:

Cap. 1:1. “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos lascosas que deben suceder pronto“.

Y en caso de que se suponga que esta limitación no se extiende a toda la profecía, sino quese refiere sólo a la introducción o a alguna otra porción, la misma afirmación se repite, conlas mismas palabras, en la conclusión del libro. (Véase 22:6).

Cap. 1:3. “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardanlas cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.

El lector no dejará de notar la significativa similitud entre esta nota de tiempo y la consignade los primeros cristianos. Decir o kairoz egguz (el tiempo está cerca) era en realidad lomismo que decir o kusioz egguz (el Señor está cerca), Fil. 4:5. Ningunas palabras podíanafirmar más claramente la cercanía de los sucesos contenidos en la profecía.

Cap. 1:7. “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; ytodos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén”.

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“He aquí que viene” [Idou, ercetai] corresponde a “He aquí vengo pronto” [Idou, ercomai], deApoc. 22:7. Esto puede llamarse la tónica de Apocalipsis; es la tesis o el texto del todo. Paralos que pueden persuadirse de que no hay ninguna indicación de tiempo en unadeclaración como “He aquí que viene”, o que es tan indefinida que puede aplicarseigualmente a un año, un siglo, o un milenio, este pasaje puede que no sea convincente;pero para todo juicio sincero, será prueba decisiva de que el suceso al que se refiere esinminente. Es la consigna apostólica “¡Maranatha!”, “el Señor viene” (1 Cor. 16:22). Hay unaclara alusión también a las palabras de nuestro Señor en Mat. 24:30. “Lamentarán todas lastribus de la tierra”, etc., mostrando claramente que ambos pasajes se refieren al mismoperíodo y al mismo acontecimiento.

Cap. 1:19. “Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después deéstas”.

La última cláusula no expresa adecuadamente el sentido del original; debería ser “las cosdasque están a punto de suceder después de éstas” [a mellei genesqai meta tauta].

Cap. 3:10. “Yo te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir [está a punto devenir]sobre el mundo entero, para probar a los que moran en la tierra”.

Una indicación de la cercana aproximación de la época de violenta persecución, poco antesde cuyo estallido Apocalipsis debe haber sido escrito.

Cap. 3:11. “He aquí, yo vengo pronto”.

Esta advertencia se repite una y otra vez por todo el Apocalipsis. Su significado esdemasiado evidente como para que necesite una explicación.

Cap. 16:15. “He aquí, yo vengo como ladrón”.

Esta figura ya nos es conocida en relación con la Parusía. Pedro declaró que “el día delSeñor vendrá como ladrón” [en la noche] (2 Ped. 3:10). Pablo escribió a los tesalonicenses:“Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en lanoche” (1 Tesa. 5:2). Y ambos pasajes reflejan las propias palabras de nuestro Señor en Mat.24:42-44, con las cuales inculcó vigilancia por medio de la parábola del “ladrón que vienepor la noche”. Aquí nuevamente, el momento y el suceso al que se hace referencia son losmismos en todos los pasajes, y nuestro Señor declaró que estarían dentro de los límites dela generación que entonces existía.

Cap. 21:5,6. “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas lascosas … Y me dijo: Hecho está”.

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Evidentemente, estas expresiones indican acontecimientos que se apresuran rápidamentehacia su cumplimiento; no habría ningún largo intervalo entre la profecía y sucumplimiento.

Cap. 22:10. “No selles las palabras de esta profecía, porque el tiempo está cerca”.

Esta es sólo la repetición de otra forma de la declaración que se hace en la afirmaciónprecedente. ¿Cómo se puede atribuir un sentido no literal a un lenguaje tan expreso ydecisivo?

Cap. 22:6. “Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de losespíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas quedeben suceder pronto”.

Este pasaje, que repite la afirmación hecha al comienzo de la profecía (cap. 1:1), abarca elcampo entero de Apocalipsis, y establece de manera concluyente el hecho de que alude asucesos que debían tener lugar casi inmediatamente.

Cap. 22:7. “He aquí, vengo pronto”.

Cap. 22:12. “He aquí, yo vengo pronto”.

Cap. 22:20. “Ciertamente vengo en breve”.

Esta triple reiteración de la pronta venida del Señor, que es el tema de la profecía entera,muestra claramente que ese acontecimiento fue declarado con autoridad como cercano.

Así que tenemos un cúmulo de evidencia, de la clase más directa y positiva, de que elApocalipsis debía cumplirse dentro de un período muy breve. Este es su propio testimonio,y a esta limitación tenemos que atenernos absolutamente, si se le ha de permitir al librohablar por sí mismo.

LA FECHA DEL APOCALIPSIS

Si las conclusiones que anteceden están bien fudamentadas, virtualmente deciden las muydebatidas cuestiones con respecto a la fecha de Apocalipsis. Quizás puede aceptarse que elpeso de la autoridad, tal como está, se inclina del lado de la fecha tardía: esto es, que fueescrito después de la destrucción de Jerusalén; pero la evidencia interna nos pareceabrumadora del lado de su fecha temprana. Que el Apocalipsis contempla la Parusía comoinminente es ciertamente una proposición incontrovertible. Que la Parusía está siemprerepresentada como coincidente con el juicio de la ciudad y nación culpables no es menosinnegable. Los que no logran encontrar la Parusía, la destrucción de Jerusalén, el juicio deIsrael, y el fin de la era [sunteleia tou aiwnoz] en el Apocalipsis, como en todo el resto delNuevo Testamento, y encontrarlos también como acontecimientos inminentes, realmente

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tienen que estar ciegos. ¿Qué otra tremenda crisis se acercaba en el período al cual sepodía referir el Apocalipsis? ¿O qué acontecimiento podría ser más digno de ser descrito enlas imágenes sublimes y terribles del Apocalipsis que la catástrofe final de la dispensaciónjudía, y los sufrimientos sin paralelo con que fue acompañada?

1. Que el Apocalipsis se escribió antes de la destrucción de Jerusalén se seguirá porsupuesto si puede mostrarse que ese suceso forma en gran medida el tema de suspredicciones. Creemos que esto puede hacerse para satisfacer a cualquier menterazonable. Apelamos al cap. 1:7. “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y losque le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él”. “Los linajes dela tierra” sólo puede significar el pueblo de Israel, como lo demuestra la profecía original deZac. 12:10-14, y todavía más el lenguaje de nuestro Salvador en Mat. 24:30. No puede haberni sombra de duda de que la “venida” a la que se hace referencia es la Parusía, la precursoradel juicio, terrible para “los que le traspasaron”, y siempre declarado por nuestro Salvadorcomo dentro de los límites de la generación existente.

2. Después de la más completa consideración de la notable expresión th kuriakh hmera [eldía del Señor], en Apoc. 1:10, quedamos satisfechos de que no puede referirse al primer díade la semana, sino que los intérpretes que entienden que se refiere al período llamado enotra parte “el día del Señor” tienen razón. No hay ningún ejemplo en el Nuevo Testamentode que al primer día de la semana [domingo] se le llame “el día del Señor“; la frase esapropiada y queda restringida por el uso al gran período judicial que constantemente esrepresentado en las Escrituras como asociado con la Parusía. No hay diferencia en absolutoentre h hmera kuriakh y h hmera tou kuriou. Nada podría ser más violento que referirse enuna frase a un período o un día y a otro en una frase totalmente diferente. No hay evidenciade que la frase “el día del Señor” tenía un significado fijo y definido en las iglesiasapostólicas. (Véase 1 Cor. 1:8; 5:5; 2 Cor. 1:14; 2 Tes. 2:2; 5:2; 2 Ped. 3:10). A pesar de laobjeción de Alford por razones gramaticales, sostenemos que no hay nada no gramatical enla construcción que considera a th kuriakh hmera como “el (gran) día del Señor”. Por elcontrario, preferimos esta construcción, por razones gramaticales: “Yo estaba en el espírituen el día del Señor”. Es decir, la Parusía es el punto de vista del vidente del Apocalipsis, unhecho que es ampliamente apoyado por el contenido del libro.

3. En Apocalipsis 3:10, se nos informa que era inminente una temporada de severaspruebas, es decir, una encarnizada persecución contra los que llevaban el nombre decristianos, que se extendía por todo el mundo [oikoumenh – o sea el Imperio Romano].Ahora bien, la primera persecución general contra los cristianos fue la que tuvo lugardurante el gobierno de Nerón, en el año 64 d. C. Inferimos que esta es la persecución queentonces era inminente, y que, por lo tanto, el Apocalipsis se escribió antes de esa fecha.

4. Que el libro se escribió antes de la destrucción de Jerusalén se ve por el hecho de que sehabla de la ciudad y del templo como si todavía existiesen. (Véase cap. 11:1,2,8). Si Jerusalénhubiese sido un montón de ruinas, es apenas probable que el apóstol hubiese recibido la

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orden de medir el templo; que representase la Santa Ciudad como a punto de ser holladapor lo gentiles, o que viese a los testigos yacer insepultos en sus calles.

5. En verdad, el Apocalipsis mismo es el gran argumento en favor de que fue escrito antesde la destrucción de Jerusalén. Suponer su carácter profético, y hacerle tener la mismarelación con la gran consumación llamada en el Nuevo Testamento “el fin del tiempo” que laIlíada tiene con el sitio de Troya. [Sic] Puede afirmarse sin riesgo de equivocarse que sobreesta hipótesis es incapaz de interpretación: tiene que continuar siendo lo que por tantotiempo ha sido, material para la especulación arbitraria y fantástica; siempre cambiandocon el cambiante aspecto del mundo político y eclesiástico. Pero nos aventuramos a creerque los puntos de vista por los que abogamos en este libro son correctos, que lainterpretación del Apocalipsis se vuelve posible, y que tal interpretación lleva en sí misma supropia evidencia, recomendándose a sí misma por su consistencia y adecuación a todojuicio justo y honesto. Una verdadera interpretación habla por sí misma; y como la llavecorrecta se ajusta a la cerradura, demostrando así su adaptación, así también unainterpretación verdadera probará su corrección demostrando satisfactoriamente lacorrespondencia entre los hechos históricos y los símbolos proféticos.

EL VERDADERO SIGNIFICADODEL APOCALIPSIS

Ahora estamos mejor preparados para atacar la pregunta: ¿Cuál es el verdadero significadodel Apocalipsis? El hecho de que, según sus propias palabras, la acción del libro debeabarcar, por necesidad, un período de tiempo muy corto, y el conocimiento (aproximado) dela fecha de su composición, son ayudas importantes para una correcta captación de suobjetivo y su alcance. Considerarlo como revelación del futuro distante, cuando él mismodeclara expresamente que tiene que ver con cosas que deben suceder pronto; y esperar sucumplimiento en la historia medieval o moderna, cuando él afirma que el tiempo estácerca, es ignorar su más clara enseñanza y asegurar una errónea interpretación y el fracaso.Estamos absolutamente silenciados por el libro mismo en cuanto a la historiacontemporánea del período, y eso, también, dentro de límites muy estrechos.

Y aquí encontramos una explicación de lo que debe haber parecido a lectores máscuidadosos de la historia evangélica extremadamente singular, a saber, la total ausencia enel evangelio de Juan de aquello que ocupa un lugar tan conspicuo en los evangeliossinópticos – la gran profecía de nuestro Señor en el Monte de los Olivos. El silencio de Juanen este evangelio es tanto más notable cuanto que él era uno de los cuatro discípulosfavoritos que escucharon ese discurso; y sin embargo, en su evangelio no encontramos ni elmás leve rastro de él. ¿Cómo se explica esto? Puede decirse que los informes completos deesa profecía, presentados por los otros evangelistas hicieron innecesaria cualquier alusión aella por parte de Juan; pero, recordando el intenso interés del tema para el corazón de todojudío, y su relación con las iglesias apostólicas en general, sí parece inexplicable que el único

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de los oyentes originales que dejó registro de los discursos de Cristo no haya hechomención de una predicción tan importante. Pero la dificultad se explica si descubrimos queel Apocalipsis no es otra cosa que una forma transfigurada de la profecía del Monte de losOlivos. Y creemos que esto es lo que sucede. El Apocalipsis contiene la gran profecía denuestro Señor expandida, alegorizada, y si se nos permite decirlo, dramatizada. Los mismoshechos y acontecimientos predichos en los evangelios aparecen en Apocalipsis, sólo queenvueltos en un ropaje más figurado y simbólico. Pasan delante de nosotros como escenasproyectadas por la linterna mágica, ampliadas e iluminadas, pero no por eso menos reales yverdaderas. Visto así, el Apocalipsis se convierte en el suplemento del evangelio, y completael registro del evangelista.

A primera vista, esto parece una hipótesis gratuita y fantástica, pero mientras más laconsideramos, más probable la encontraremos. Cordialmente nos suscribimos a lassiguientes palabras del Dr. Alford:

“La estrecha relación entre el discurso profético de nuestro Señor en el Monte de los Olivosy la línea de profecía apocalíptica no puede haber dejado de llamar la atención de cada unode los estudiantes de la Escritura. Si se sugiriese que esta relación puede ser meramenteaparente, y la sometemos a la prueba de un examen más minucioso, nuestra primeraimpresión, creo, se volverá más y más fuerte en el sentido de que las dos (siendorevelaciones del mismo Señor concernientes a cosas por venir, y que están, me parece a mí,unidas por el cuarto ay, que introduce los sellos, a la misma referencia a la venida de Cristo)deben, correspondiendo como corresponden en orden e importancia, responder la una a laotra en detalle; y así el discurso en Mateo 24 se convierte, como correctamente lo hallamado Isaac Williams, en ‘el ancla de la interpretación apocalíptica’, y, puedo añadir, lapiedra de toque de los sistemas apocalípticos”.

Aun una ligera comparación entre los dos documentos, la profecía y el Apocalipsis, bastarápara mostrar la correspondencia entre ellos. Los personajes dramáticos, si podemosllamarles así – los símbolos que entran en la commposición de ambos – son los mismos.¿Qué encontramos en la profecía de nuestro Señor? Primero y principalmente, la Parusía;luego, guerras, hambrunas, pestilencia, terremotos; falsos profetas y engañadores; señales ymaravillas; el oscurecimiento del sol y de la luna; las estrellas que caen del cielo; ángeles ytrompetas, águilas y cadáveres, gran tribulación y ayes; convulsiones de la naturaleza;Jerusalén hollada; el Hijo del hombre que viene en las nubes del cielo; la reunión de loselegidos; la recompensa de los fieles; el juicio de los impíos. ¿Y no son precisamente éstoslos elementos que componen el Apocalipsis? Esto no puede ser una semejanza accidental;es coincidencia, es identidad. Cualquier diferencia en el tratamiento del tema surge de ladiferencia en el método de la revelación. La profecía está dirigida al oído, y el Apocalipsis alojo: la una es un discurso pronunciado a plena luz del día, en medio de la vida real; el otro

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es una visión, contemplada en un estado de éxtasis, revestida de imágenes magníficas, conun aire de irrealismo como de objetos vistos en un sueño, que necesita traducirse allenguaje de la vida diaria antes de que pueda ser comprensible como hechos reales.

ESTRUCTURA Y PLAN DEL APOCALIPSIS

Como se interpreta comúnmente, nada puede ser más suelto y desconectado que ladisposición del Apocalipsis. Parece un intrincado laberinto, sin un plan inteligible, queabarca tiempo y espacio, y forma un caos de heterogéneas edades, naciones, e incidentes.En realidad, no hay ninguna composición literaria más regular en su estructura, másmetódica en su disposición, más artística en su diseño. Ninguna tragedia griega estácompuesta con mayor arte ni con más estricta atención a las leyes dramáticas. No esexageración decir con el erudito Henry More: “Nunca hubo un libro escrito con tal artecomo éste del Apocalipsis; es como si cada palabra hubiese sido pesada en balanza antes deser puesta por escrito”. Y, sin embargo, el plan de su construcción es sencillo, y casi evidentepor sí mismo. El número siete gobierna todo a través de él. El lector más descuidado nopuede dejar de notar cuatro de sus grandes divisiones, que se distinguen por este númeromístico – las siete iglesias, los siete sellos, las siete trompetas, y las siete copas. Puesto quecada división tiene marcadas características con las cuales se indican claramente suprincipio y su final, no es difícil trazar las líneas entre las varias divisiones. Además de lascuatro ya especificadas, encontramos otras tres visiones, a saber, la visión de la mujervestida de sol, la visión de la gran ramera, y la visión de la esposa. Estas completan elnúmero místico siete, y forman la disposición clara y bien definida en la cual caenaturalmente el contenido del Apocalipsis. Sería ciertamente difícil inventar cualquier otra.Hay también un prefacio, o prólogo, al principio del libro, y un epílogo, en la conclusión; demanera que la disposición entera queda como sigue:

Prólogo Cap. 1:1-8

1. Visión de las Siete Iglesias Caps. 1,2,3

2. Visión de los Siete Sellos Caps. 4,5,6,7

3. Visión de las Siete Trompetas Caps. 8,9,10,11

4. Visión de la Mujer Vestida de Sol Caps. 12,13,14

5. Visión de las Siete Copas Caps. 15,16

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6. Visión de la Gran Ramera Caps. 17,18,19,20

7. Visión de la Esposa Caps. 21;22:1-5

Epílogo Cap. 22:8-21

Tal es la disposición natural del libro, por lo que concierne a sus grandes divisionesprincipales; hay también varias divisiones subordinadas, o episodios, como se les puedellamar, que caen bajo una u otra de las grandes divisiones. Descubriremos que en lasdiferentes visiones hay una semejanza estructural común, y que, más particularmente, cadadivisión concluye con un final, o una catástrofe, que representa un acto de juicio o unaescena de victoria y triunfo.

Pero la más notable característica del Apocalipsis, por lo que concierne a su estructura,sigue sin ser observada. Es la de que varias visiones pueden ser descritas como sólovariadas representaciones de los mismos hechos o acontecimientos; reorganizaciones y nuevascombinaciones de los mismos elementos constituyentes. Esto es obviamente lo que ocurrecon dos de las grandes divisiones, a saber, la visión de las siete trompetas y la de las sietecopas. Son casi contrapartes la una de la otra, y aunque la semejanza con las otras visionesno es tan marcada, se descubrirá que todas son aspectos diferentes del mismo granacontecimiento. Si podemos aventurarnos a usar tal ilustración, diríamos que las visiones nos o n telescópicas, que miran a la distancia; sino caleidoscópicas, en que cada vuelta delinstrumento produce una nueva combinación de imágenes, exquisitamente hermosas ymagníficas, mientras que los elementos que componen el cuadro continúan siendobásicamente los mismos. Así como el sueño de Faraón era uno solo, aunque visto bajo dosformas diferentes, así también las visiones del Apocalipsis son una sola, aunquepresentadas en siete aspectos diferentes. La razón de la repetición es probablemente lamisma en ambos casos. “Y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa esfirme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla” (Gén. 41:32). De manera similar, sedeclara que, por repetirse siete veces, los sucesos predichos en el Apocalipsis son ciertos ycercanos.

EL NÚMERO SIETE EN EL APOCALPSIS

Todo lector del Apocalipsis tiene que impresionarse por la manera en que se empleanciertos números, no tanto en un sentido aritmético, sino en un sentido simbólico. Losnúmeros tres, cuatro, siete, diez, y doce, la mitad de siete, y doce al cuadrado, se usan deesta sigificativa manera. De todos estos números místicos, como puede llamárseles, el sietees el número dominante, que encontramos ocurriendo continuamente desde el principiohasta el fin del libro. No nos aventuraremos a afirmar que se usa invariablemente en

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sentido simbólico, y nunca en sentido literal y aritmético. Pero, que se emplea asífrecuentemente, si no generalmente, debe ser evidente para todo lector cuidadoso. Era elnúmero de dignidad entre los judíos, el símbolo de totalidad o perfección, y significa todo dela especie, o la clase más alta de la especie, a la cual se refiere. No es necesario dóndeocurre este número para que requiera la composición de todas las unidades; significasimplemente lo completo o la excelencia. Por eso tenemos siete iglesias, siete sellos, sietetrompetas, siete copas, siete espíritus, siete lámparas, siete cuernos, siete ojos, sieteestrellas, siete montes, siete reyes. Sería absurdo requerir el valor aritmético exacto entodos estos casos, aunque sería imprudente afirmar que es simbólico en cada uno de ellos.Pero, en el caso en que a primera vista parece más manifiestamente literal, es decir, lassiete iglesias que se enumeran particularmente, es posible que haya un simbolismosubyacente. Apenas puede suponerse que sólo hubiese siete iglesias en toda Asia Menor;puede haber habido siete veces siete; pero, sin duda, estas siete representan el númerototal, no sólo en Asia, sino en todas partes. Lo que el Espíritu les dijo a ellas, se los dijo atodas. Se descubrirá que, para la correcta interpretación del Apocalipsis, no es de pocaimportancia tener presente el carácter simbólico de los números que se emplearon en ellibro con mayor frecuencia.

EL TEMA DEL APOCALIPSIS

Ya hemos tratado de mostrar que el Apocalipsis es esencialmente uno con la profecía delMonte de los Olivos; es decir, el tema de ambos es la misma gran catástrofe; es decir, laParousía, y los acontecimientos que la acompañan. El Apocalipsis anuncia su gran tema enla frase inicial del libro, después del prefacio o prólogo. Esa frase inicial es el séptimoversículo del primer capítulo:

“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos loslinajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén”.

Esta es la tesis de todo el discurso; el primer pronunciamiento profético del libro, y también elúltimo; la clave de la revelación entera.

Se verá que estas palabras son el eco de la predicción de nuestro Señor en Mateo 24:30:

“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todaslas tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, conpoder y gran gloria”.

No es posible equivocar la referencia en estas palabras; no hay ninguna ambigüedad niincertidumbre en cuanto a la venida de quién o a cuál venida se refiere. El tiempo y la manerade la venida se indican claramente: está cercana. “He aquí que viene”. Es en gloria: “Vienecon las nubes”. Las dos predicciones son, de hecho, idénticas. El tiempo de su cumplimientose acercaba ahora, porque la posición del vidente era en “el día del Señor”. Lo que nuestro

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Salvador declaró que sería dentro de los límites de la generación que entonces existía eraahora, al final de como treinta o cuarenta años, en la víspera misma del cumplimiento. Eltañido fúnebre del destino estaba a punto de sonar. “He aquí que viene”.

No se indica con menos claridad el escenario de la catástrofe venidera. Es la tierra de Israel.Esto se ve claro por la expresa declaración de ambos pasajes, en el Apocalipsis y en elevangelio: “Todas las tribus de la tierra” [pasai ai fulai thz ghz]. La manera libre en que lafrase se toma a veces como refiriéndose a todas las naciones del globo terráqueo no puedeser reprochada lo suficiente. La fuente original de la expresión (Zac. 12:12), “las familias de latierra” muestra que se quiere decir la tierra de Israel, y especialmente la ciudad de Jerusalén; yse requiere una limitación similar en las citas tanto del evangelio como del Apocalipsis. Laalusión a la crucifixión confirma vigorosamente esta conclusión – “y los que le traspasaron”.Los crucificcadores del Señor de la gloria son “especialmente señalados de entre lamuchedumbre que ve con temor las señales del vengador que se aproxima”.

PARTE IIILa Parusía en el Apocalipsis

LA PRIMERA VISIÓN

LOS MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS

Caps. 1:10-20; 2, 3.

A pesar de lo que se ha dicho con respcto a las imágenes y al simbolismo del Apocalpsis, nohay que olvidar que, detrás de estos símbolos, hay por todas partes un substrato de hechosy realidades. Sólo tenemos que leer los mensajes a las siete iglesias para descubrir queestamos en una región de hechos verdaderos e intenso realismo. Hay tal individualidad decarácter en los delineamientos gráficos del estado espiritual de las siete iglesias, que nopodemos dudar de que son retratos exactos y fieles de las comunidades cristianas quedescriben. En verdad, ha una extaña mezcolanza de figuras y hechos; pero no hay ningunadificultad en discriminar entre las unas y los otros; o más bien, se empalman y se armonizantan admirablemente que cada uno presta vividez y fuerza al otro. También, la explicación delos símbolos (ver. 20) les confiere existencias reales: “Las siete estrellas son los ángeles delas siete iglesias, y los siete candelabros que viste son las siete iglesias”.

Es apenas necesario decir que no hay el más mínimo fundamento para la absurda teoríaque representa a estos delineamientos de la condición espiritual de las siete iglesias comotípicas de los estados sucesivos o las fases sucesivas de la iglesia cristiana en otras tantasedades futuras. Tal hipótesis es incompatible con las expresas limitaciones de tiempoestablecidas en el contexto, e inconsistente con la distintiva individualidad de las variasiglesias a las cuales se dirigen los mensajes. Todo muestra que es del presente, y del futuro

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inmediato, de lo que trata el Apocalipsis. Los primeros lectores de estas epístolas debenhaber sentido que se dirigían expresamente a ellos, y no a otras personas en otro tiempo.Sin duda, es verdad que estas epístolas describen tipos de carácter que se pueden repetir, yse repiten, continuamente, en generaciones sucesivas; pero esto no altera el hecho de quetenían aplicación directa y personal para las iglesias especificadas, una aplicación que jamáspodrían tener para ninguna otra.

Intentemos, entonces, ponernos en la siuación de aquellas iglesias primitivas en Éfeso,Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia, y Laodicea. Recordemos las prominentescaracterísticas y a los actores de aquel tiempo, y consideremos las esperanzas y los temores,los peligros y las dificultades, que ocupaban y agitaban sus mentes. ¿No es obvio que estascosas deben constituir por necesidad los elementos que entran en la composición del libroentero? Si no, no es fácil ver qué especial interés o preocupación podría tener para suslectores originales, cuya bendición se pronunció para los que lo leyeran, lo oyeran, yguardasen sus palabras. ¿Qué, pues, encontramos en aquellos primeros días? Cristianosque sufrían y eran perseguidos; judíos malignos y blasfemos; severos magistradosromanos; un tirano brutal y caprichoso en el trono imperial; entre ellos mismos, falsosmaestros, apóstatas de la fe; degeneración y defección generalizadas. Además de todo esto,encontramos una expectativa general de una gran crisis cercana; la convicción de que, porfin, había llegado el tiempo que a los cristianos se les había enseñado a esperar y para elcual debían tener esperanza; la hora de liberación de los fieles perseguidos; el día deretribución y juicio para el enemigo y el opresor. La consigna pasó de un hombre a otro, deuna iglesia a la otra: “¡Maranatha! El Señor está cerca. He aquí que viene. No tardará”.Sabemos de cierto que este pensamiento ardía en los corazones de los primeros cristianos,porque se les había enseñado a acariciarlo por medio de las instrucciones de los apóstoles ypor la promesa del Maestro. Su esperanza no era la de los actuales cristianos – vivir en latierra el mayor tiempo posibble, morir a avanzada edad, y después ir al cielo, a esperar unaplena y completa glorificación en algún distante período. Su esperanza era no morir enabsoluto, sino vivir para dar la bienvenida a su Señor que regresaba, ser cubiertos con susvestiduras celestiales; ser arrebatados en las nubes para encontrar al Señor en el aire; y asíestar siempre con el Señor.

Tales, incuestionablemente, eran las circunstancias, las expectativas, y la actitud del pueblocristiano que recibía estos mensajes del libertador venidero por medio de su siervo Juan.Será obvio cuán corresponde el contenido de estas epístolas a las circunstancias de lasiglesias. Hay un notable parecido común en la estructura de las epístolas, como si hubiesensido vaciadas en el mismo molde o formadas según el mismo plan. Todas ellas son, demanera natural, divisibles en siete partes:

1. El membrete.2. El estilo o título del escritor.3. Una declaración judicial del estado o carácter de la iglesia a la que se

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dirige el mensaje.4. Una expresión de felicitación o de censura.5. Una exhortación a la penitencia, o a la perseverancia.6. Una promesa especial “al que vence”.7. Una proclamación a todos de que deben oir lo que el Espíritu dice a cada una.

El punto principal, sin embargo que nos concierne en estas epístolas a las iglesias es que encada una de ellas encontramos una clara alusión a una crisis grande e inminente, en que seha de administrar recompensa o castigo a cada uno según su obra. Nadie puede dejar deimpresionarse con las indicaciones de que una esperada catástrofe está cercana. A Éfeso sele dice: “Vendré pronto a tí” (2:5); a Esmirna, “Sufrirás tribulación durante diez días” (2:10); aPérgamo, “Vendré a ti pronto” (2:16); a Tiatira, “Retened lo que tenéis hasta que yo venga”(2:25); a Sardis, “Vendré sobre tí como ladrón” (3:3); a Filadelfia, “He aquí, yo vengo pronto”(3:11); a Laodicea, “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo” (3:20). Es imposible concebir queestas urgentes advertencias no tuviesen ningún significado especial para aquéllos a quienesestaban dirigidas; que no significasen para ellos más que lo que significan para nosotros;que se refieran a una consumación que no ha tenido lugar todavía. Esto sería privar a laspalabras de todo significado. ¿Qué puede ser más evidente que, en estos pronunciamientoscortos, directos, y epigramáticos, todo es intensamente evidente, apremiante, vehemente,como si no debiera perderse ni un momento, y la negligencia pudiera ser fatal? Pero, ¿cómopodría ser consistente esta apasionada urgencia con una consumación lejana, que podríaocurrir en algún distante período de tiempo, que después de mil ochocientos años estátodavía en el futuro? ¿Por qué recurrir a una explicación tan poco natural y taninsatisfactoria cuando sabemos que hubo una consumación predicha y esperada quehabría de tener lugar en los días en que florecieron estas iglesias? Concluimos, pues, que elperíodo de recompensa y retribución al que se refieren estas epístolas a la iglesias era el“día del Señor” que se acercaba – la Parusía, que el Salvador declaró tendría lugar antes deque pasara la generación que presenció sus milagros y rechazó su mensaje.

PARTE III

LA PARUSÍA EN EL APOCALIPSIS

LA SEGUNDA VISIÓN

LOS SIETE SELLOS (CAPS. 4, 5, 6, 7, 8, 1

Introducción a la visión, caps. 4, 5

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Ahora comienzan las verdaderas dificultades de la exposición apocalíptica. Parece quepasamos a una región diferente, donde todo es visionario y simbólico. El profeta es llamadopor una voz como de trompeta, que previamente le había hablado, a ascender al cielo, paramostrarle allí “las cosas que deben suceder después de éstas” (4:1).

Hay una manifiesta referencia en estas palabras a las instrucciones que se le dan al videnteen 1:19: “Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después deéstas”. Son estas últimas las que ahora le van a ser reveladas al profeta; siendo la frase “lasque han de ser después de éstas” [a dei genesqai] evidentemente sinónima de “las cosasque sucederán después de éstas” [a mellei genesqai], indicando esta última expresión queel tiempo de su cumplimiento está cercano.

Debemos pasar por alto la magnífica decripción de la celestial majestad, que nos recuerdalas sublimes visiones de Isaías y Ezequiel, y llegar a la escena que el profeta contempla, “enla mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera,sellado con siete sellos”. Un ángel fuerte proclama en alta voz: “¿Quién es digno de abrir ellibro y desatar sus sellos?” Cuando nadie está a la altura de la tarea, y el vidente quedaabrumado de dolor porque el rollo místico debe permanecer sin abrir, le consuela elanuncio que le hace uno de los ancianos, de que “el León de la tribu de Judá, la Raíz deDavid, ha prevalecido para abrir el libro y desatar sus siete sellos”. En consecuencia, enmedio del culto de adoración de la hueste celestial y de todo el universo creado, el León-Cordero avanza hacia el trono, toma el libro de la mano derecha del que está sentado en él,y procede a romper sucesivamente los sellos con que está atado.

Nada puede ser más vívido ni más dramático que las escenas que aparecen sucesivamenteal abrir el Cordero los sellos. Los cuatro querubines que guardan el trono, anuncian, unodespués del otro, la apertura de los cuatro primeros sellos, en alta voz, diciendo: “Ven”. Y alser abierto cada uno, el vidente contempla pasar una figura visionaria a través del campovisual, emblema del contenido de la porción del rollo que se desenrolla. Se observará quehay una gradación manifiesta en el carácter de estas representaciones emblemáticas, queaumentan en intensidad y terror desde la primera hasta la última.

¿Entonces, qué representan estos símbolos? Sólo se necesita un vistazo para ver sunaturaleza y carácter generales. Por todas partes es GUERRA, y los acompañantes de laguerra – sangre, hambruna, y muerte, todos conduciendo a una pavorosa catástrofe final yterminando en ella, una catástrofe en la que los elementos de la naturaleza parecendisolverse en ruina universal – “el gran día de ira” (cap. 6).

¿De cuáles sucesos habla el profeta? Algunos quieren hacernos creer que este es uncompendio de historia universal; que aquí tenemos las conquistas de la Roma imperialdurante trescientos años, hasta el establecimiento del cristianismo por Constantino comoreligión del imperio. Se nos manda a los tomos de Gibbon para que vaguemos a través delas edades en busca de acontecimientos que correspondan a estos símbolos. Pero esto es

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justamente lo que las siete iglesias de Asia no tenían ningún poder para hacer. ¿No seríamofa invitar invitarles a estudiar y comprender estas visiones, que no son luminosas paranosotros ni siquiera con la ayuda de Gibbon? Ciertamente, los intérpretes que proponentales soluciones deben haber cerrado los ojos a las expresas enseñanzas del libro mismo.Los términos de la profecía nos impiden hacer todas estas vagas incursiones en la historiageneral; quedamos limitados a lo cercano, lo inminente, lo inmediato; a cosas que debensuceder pronto; a sucesos que conciernen intensamente a los lectores originales delApocalipsis: “porque el tiempo está cerca“. Con esta luz en la mano, todo se hace claro. Sólotenemos que colocarnos en el tiempo y en las circunstancias de aquellas iglesias primitivas,y estos símbolos visionarios toman forma hasta convertirse en hechos históricos antenuestros ojos. El vidente está en el umbral de la crisis largamente predicha y largamenteesperada, para cuya llegada el Salvador había preparado a sus discípulos en sus propiosdías y antes de su partida. Así como la profecía que hizo en el Monte de los Olivos comienzacon guerras y rumores de guerras, y continúa hablando de “Jerusalén rodeada de ejércitos”,y “la abominación desoladora en el Lugar Santo”, hasta que culmina en la aparentedestrucción de la naturaleza universal y “la venida del Hijo del Hombre en las nubes de loscielos”, así también procede la profecía del Apocalipsis según el mismo método.

Aquí, entonces, la visión representa la cercana destrucción de Jerusalén y el juicio delterritorio culpable. Es “el último tiempo”, y el discípulo amado, que escuchó la profecía en elMonte, ahora contempla su cumplimiento en visión. Su corazón está lleno de un solopensamiento, sus ojos de una sola escena. La tormenta de venganza está preparándosesobre su propia tierra; sobre su propia nación – la ciudad y el templo de Dios. Los ejércitosse reúnen para el conflicto; y, al abrirse un sello tras otro, contempla las sucesivas oleadasde aquel tremendo diluvio de ira que estaba a punto de abrumar a la devota tierra de Israel.Creemos que este es el significado de la visión simbólica de los siete sellos. Es sólo otraforma de la misma catástrofe predicha por nuestro Salvador a sus discípulos; pero ahora lahora ha llegado; el fin de la era está cercano, y los ministros de la ira divina son desatadossobre la nación culpable.

APERTURA DEL PRIMER SELLO

Cap. 6:1, 2. “Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seresvivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo blanco; y elque lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y a vencer”.

Se verá que nosotros consideramos esta visión como emblemática de la guerra judía, quefue precursora del gran acontecimiento final de la Parusía. En la apertura del primer sello,contemplamos el primer acto del trágico drama. Es anunciado por uno de los cuatro seresmísticos, representado como guardando el trono de Dios, y que exclama con voz de trueno:“Ven”, y he aquí que un guerrero armado, montado en un caballo blanco, y teniendo un arcoen la mano, pasa delante del campo visual. Se le da una corona al guerrero, que salevenciendo y a vencer.

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Esta es una representación vivísima de la primera escena del trágico drama de la guerracontra los judíos que comenzó durante el reinado de Nerón, A. D. 66, dirigida porVespasiano. En la primera escena vemos al invasor romano avanzar al combate. Todavía laguerra no ha comenzado realmente, el guerrero cabalga sobre un caballo blanco; sostieneun arco en su mano, un arma que se usa a distancia. Es una fantasía ver en la corona dadaal jinete un presagio de que la diadema habría de ser puesta sobre la cabeza de Vespasiano.¿O es sólo una señal de victoria? Comoquiera que sea, la totalidad de las imágenes, comoobserva Alford, habla de victoria. – “Salió venciendo y a vencer”.

APERTURA DEL SEGUNDO SELLO

Cap. 6: 3, 4. “Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven ymira. Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de latierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada”.

Este símbolo también habla por sí mismo. Las hostilidades han comenzado ya; el caballoblanco es reemplazado por uno bermejo [rojo], el color de la sangre. El arco cede su lugar ala espada. Es una gran espada, porque la matanza va a ser terrible. La paz huye de la tierra:todo es conflicto y derramamiento de sangre. Es una guerra tanto civil como extranjera. – “Sematasen unos a otros”.

Todo esto representa adecuadamente los hechos históricos. La guerra contra los judíos,dirigida por Vespasiano, comenzó en Galilea, a la mayor distancia posible de Jerusalén, ygradualmente se acercó más y más a la ciudad sentenciada. Los romanos no fueron losúnicos agentes en la obra de exterminio que despobló la tierra; las facciones hostiles entrelos mismos judíos volvían sus armas las unas contra las otras, de modo que podía decirseque “la mano de cada uno se volvió contra su hermano”. Este cambio del arco por la espadaindica que los combatientes ahora se habían acercado, y luchaban cuerpo a cuerpo: es otroacto de la misma tragedia.

Vale la pena notar que el lenguaje del cuarto versículo indica, no oscuramente, el escenariode la guerra. La paz es quitada de la tierra [ek thz ghz]. Stuart ha interpretado correctamenteesta circunstancia: “Aquí se denota especialmente, no la tierra entera, sino la tierra dePalestina“.

APERTURA DEL TERCER SELLO

Cap. 6:5, 6. “Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Ymiré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí unavoz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario,y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino”.

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Este símbolo tampoco es de difícil interpretación. Significa los crecientes horrores de laguerra. El hambre pisa los talones a la guerra y la matanza. El alimento escasea ya en Judea,especialmente en las ciudades sitiadas, sobre todo en Jerusalén, después de haber sidocercada por Tito. El trigo y la cebada están a precio de hambre, porque el salario diario deun obrero (un denario) sólo alcanza para comprar una sola medida de trigo (un choenix, omenos de un cuarto), y tres veces esa cantidad de grano inferior. Esto significa terriblesprivaciones entre las apretujadas masas en la sitiada ciudad.

Volviéndonos de la profecía a la historia, las páginas de Josefo nos proporcionan unespantoso comentario sobre este pasaje. Habla de la escasez de alimento en Jerusaléndurante el período del sitio: –

“Muchos cambiaban en privado todo lo que tenían de valor por una sola medida de trigo, sieran ricos; de cebada, si eran pobres. Luego, algunos, encerrándose en los rincones másretirados de sus casas, a causa de lo extremo del hambre, comían el grano sin prepararlo;otros lo cocían según lo dictaban la necesidad y el temor. No se ponía mesa en ningunaparte, sino que, agarrando del fuego la masa a medio cocer, la hacían pedazos”.

Pero, ¿qué significa la orden: “No dañes el aceite ni el vino”? Esto ha causado muchaperplejidad entre los comentaristas, porque esta orden parece no concordar con laprevalencia del hambre. Si no nos equivocamos, Josefo nos permitirá reconciliar estaaparente incongruencia.

Después de decir que Juan de Giscala, uno de los cabecillas políticos que tiranizaban almiserable pueblo en los últimos días de Jerusalén, se apoderó de los vasos sagrados deltemplo y los confiscó, Josefo pasa a relatar otro acto de sacrilegio cometido por el mismocabecilla, que parece haber despertado una profunda indignación y un profundo horror enla mente del historiador:-

“En consecuencia, tomando el vino y el aceite sagrados, que los sacerdotes guardaban paravertirlos en los holocaustos, y que estaban depositados en el interior del templo, losdistribuyó entre sus adherentes, que consumieron sin horror más de un hin para ungirse así mismos y para beber. Y aquí no puedo abstenerme de expresar lo que indican missentimientos. Creo que, si los romanos hubiesen diferido el castigo de estos miserables, o latierra se habría abierto y se habría tragado la ciudad, ésta habría sido barrida por un diluvio,o habría compartido el fuego y el azufre de Sodoma. Porque produjo una generaciónmucho más impía que la de los que fueron visitados de esta manera; pues, por ladesesperada locura de estos hombres, la nación entera quedó envuelta en la ruina”.

Esto sirve para explicar el uso de la palabra adikhshz [tratar injustamente con] en estaorden: “No dañes el aceite ni el vino”. Elliott, en oposición a Dean Alford, argumenta a favordel sentido “no cometas injusticia con respecto al aceite”, etc. Rinck, citado por Alford, lo

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traduce como “no desperdicies”, etc. El incidente relatado por Josefo muestra cómo lapalabra adikhshz se ajusta a cada una de las formas de traducción. El acto de Juan era adikiaen el sentido de desperdicio desenfrenado.

APERTURA DEL CUARTO SELLO

Cap. 6: 7, 8. “Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven ymira. Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y elHades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar conespada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra”.

La escena aquí es evidentemente la misma, sólo que con los horrores y las miserias de laguerra intensificados. Los espantosos espectros de la Muerte y el Hades ahora siguen en lacaravana del hambre y de la guerra. Los “cuatro terribles juicios de Dios”, que Ezequiel vioencargados de destruir la tierra de Israel, “la espada, el hambre, las fieras, y la pestilencia”,son desatados nuevamente sobre la tierra, y a causa de ellos, la cuarta parte de supoblación está condenada a perecer. Jamás hubo una superabundancia de mortandadcomo en la guerra que culminó con el sitio y la captura de Jerusalén. El mejor comentariosobre este pasaje debe encontrarse en los registros de Josefo, como lo muestra la siguientedescripción:

“Todas las salidas estaban interceptadas, todas las esperanzas de seguridad para los judíos,completamente cortadas; y el hambre, con las fauces abiertas, devoraba al pueblo por suscasas y por sus familias. Los techos estaban llenos de mujeres con sus criaturas en la últimaetapa; las calles estaban llenas de ancianos ya muertos. Niños y jóvenes, hinchados, seamontonaban como espectros en el mercado, y caían dondequiera que las ansias de lamuerte les sobrevenían. Los que estaban afectados no tenían fuerzas para enterrar a susparientes; y los que todavía eran sanos y vigorosos eran disuadidos por la multitud de losmuertos y la incertidumbre que pendía sobre ellos. Muchos morían mientras enterraban aotros, y muchos se iban a los cementerios antes de que llegase la hora fatal.

“En medio de estas calamidades, no había ni lamentos ni gemidos: el hambre era másfuerte que los afectos. Con los ojos secos y las bocas abiertas, los que morían lentamentecontemplaban a los que se habían ido al descanso antes que ellos. Reinaba un profundosilencio por toda la ciudad, y una noche preñada de muerte, y los bandidos aún mástemibles que todo esto. Abriendo a la fuerza las casas, como quien abre un sepulcro,saqueaban a los muertos, y llevándose a rastras las mortajas de los cadáveres, se alejabanriendo. Hasta probaban la punta de sus espadas en los cadáveres, y para probar el templede las hojas, atravesaban con ellas a algunos que, extendidos en el suelo, todavíarespiraban; a otros, que les imploraban que les prestasen su mano y su espada, lesabandonaban desdeñosamente para que muriesen de hambre. Todos expiraban con losojos fijos en el templo, apartándolos de los insurgentes que dejaban vivos. Al principio,

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éstos, encontrando insoportable el hedor de los cadáveres, ordenaban que fuesenquemados a expensas del pueblo; pero después, cuando no podían cumplir con la tarea, loslanzaban desde el muro a los barrancos que había abajo.

“Pero, ¿por qué tengo que entrar en detalles parciales de sus calamidades, cuando Maneo,el hijo de Lázaro, que en este período se refugió junto a Tito, declaró que, desde el catorcedel mes Xántico, el día en que los romanos acamparon delante de los muros, hasta la lunanueva de Panemo, fueron llevados sólo a través de aquella puerta, que le había sidoconfiada a él, ciento quince mil ochocientos ochenta cadáveres? Toda esta multitud era dela clase más pobre. No es que tuviera que contarlos, pero, habiéndosele confiado ladistribución del fondo público, estaba obligado a llevar la cuenta. El resto eran quemadospor sus parientes. Sin embargo, el entierro consistía meramente en sacarlos de sus casas ylanzarlos fuera de la ciudad.

“Después de él, muchos de la clase más alta escaparon; y trajeron la noticia de queseiscientos mil de las clases más humildes habían sido echados fuera a través de laspuertas. De los otros, era imposible establecer el número. Dijeron, sin embargo, que,cuando ya no tenían fuerzas para sacar a los pobres, amontonaban los cadáveres en lascasas más grandes y cerraban las puertas: y que una medida de trigo se vendía por untalento, y que todavía más tarde, cuando ya no se podía recoger hierbas, estando la ciudadamurallada, algunos quedaban reducidos a una angustia tal que rebuscaban en las cloacasy en el estiércol putrefacto del ganado, y comían la basura; y aquello de lo cualanteriormente se hubiesen alejado asqueados ahora se convertía en su alimento”. — Traill´s Josephus, Jewish War, boook v, cap. xii: 3; cap. xiii: 7.

APERTURA DEL QUINTO SELLO

Cap. 6:9-11. “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sidomuertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a granvoz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangreen los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo quedescansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de susconsiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos”.

Este pasaje puede considerarse como una prueba crucial de cualquier interpretación delApocalipsis. Puede decirse verdaderamente que difícilmente puede imaginarse nada másinsatisfactorio, incierto, y conjetural que la explicación que dan esos intérpretes, queencuentran en el Apocalipsis un programa de historia eclesiástica. Pero, si el principio quenos guía es correcto, nos conducirá a una interpetación tal que demostrará, por propiaevidencia, que es la verdadera.

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El escenario cambia ahora, del campo de batalla, de las escenas de matanza y de sangre enla ciudad sitiada y hambrienta, al templo de Dios. Pero todavía es Jerusalén. Los mártirescristianos a los que Jerusalén había matado son representados como clamando en voz altadebajo del altar, y apelando a la justicia de Dios para que ya no demore la vindicación de sucausa, y vengue su sangre “en los que moran en la tierra”. Esta es una escena nueva eimportante en el trágico drama, pero en perfecto acuerdo con la enseñanza del NuevoTestamento. Nuestro Señor advirtió a los judíos: “Para que venga sobre vosotros toda lasangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta lasangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matásteis entre el templo y el altar. De ciertoos digo que todo esto vendrá sobre esta generación” (Mat. 23:35,36). De manera semejante,advirtió a los discípulos que algunos de ellos caerían víctimas de la enemistad de los judíos.“Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentespor causa de mi nombre” (Mat. 24:9). Nuestro Señor también declaró que Jerusalén era lamás culpable de derramar sangre inocente: ella fue la asesina de los profetas; y sobre ellahabría de caer el castigo más señalado. (Mat. 23:31-39).

Aquí tenemos, pues, delante de nosotros, los principales elementos de la escena. Pero estono es todo. Es imposible no impresionarse con el marcado parecido entre la visión delquinto sello y la parábola de nuestro Señor sobre el juez injusto (Lucas 18:1-8): “¿Y acasoDios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará enresponderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre,¿hallará fe en la tierra?”. Esto es más que un parecido: es identidad. En ambos casoencontramos los mismos querellantes: los elegidos de Dios; apelan a Él para pedir justicia;en ambos casos, encontramos la respuesta a la apelación: “Pronto les hará justicia”; enambos casos encontramos la escena de sus sufrimientos ubicada en el mismo lugar: “en latierra” – es decir, la tierra de Judea. La visión y la parábola ahora se complementanmutuamente la una a la otra. La visión nos dice la causa del clamor por la venganza, yquiénes son los que apelan, o sea, los discípulos de Jesús martirizados que han sellado sutestimonio con su sangre. La parábola indica el tiempo en que llegaría la retribución: –“cuando venga el Hijo del hombre”; y de la misma manera, el hecho triste de que, cuando laParusía tuviese lugar, encontraría a Israel todavía impenitente y todavía incrédula.

Del mismo modo, la visión del quinto sello aclara un oscuro pasaje que hasta ahora habíafrustrado todos los intentos de resolver su significado. En 1 Pedro 4:6, encontramos lasiguiente afirmación: “Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a losmuertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu segúnDios”. Refiriendo al lector a las observaciones que se hicieron sobre este pasaje en páginasanteriores, será suficiente aquí recapitular la conclusión a la que se llegó en aquellaoportunidad. La afirmación es realmente así: “Porque, por esta causa, se les llevó unmensaje de consolación aun a los muertos, para que ellos, aunque condenados en la carnepor el juicio de los hombres, vivan en el espíritu por el juicio de Dios”. Esto apuntaevidentemente a la vindicación de los que, por el injusto juicio de los hombres, sufrieron la

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muerte por la verdad de Dios; declara que habían sido consolados después de la muertepor la nuevas de que, por el juicio divino, disfrutarían de la vida eterna. No hay en laEscritura ninguna alusión a ninguna transacción de esta clase, excepto en el pasaje quetenemos delante – la visión del quinto sello. Sin embargo, esto llena precisamente todos losrequisitos del caso. Aquí encontramos “los muertos” – los mártires cristianos, que habíanmuerto por la fe; habían sido condenados en la carne por el injusto juicio de los hombres.Se da a entender manifiestamente que habían apelado al justo juicio de Dios. En respuestaa su apelación, se les había comunicado un “mensaje de consuelo” [euaggelion]; se les diceque reposen por un tiempo hasta que se les unan sus hermanos y consiervos que han de sermuertos como ellos; mientras que se les dan “túnicas blancas”, señales de inocencia yemblemas de victoria. Creemos que debe ser obvio que esta escena bajo el quinto sellocorresponde exactamente a la alusión de Pedro y a la parábola de nuestro Señor. Esimportante, también, observar el lugar que ocupa esta escena en el drama trágico. Esdespués del estallido, pero antes de la conclusión, de la guerra judía; precede, por un poco,la catástrofe final del sexto sello. Es el clamor impaciente de los santos martirizados: “¿Hastacuándo, Señor, hasta cuándo?” Demanda una justa retribución sobre los que habíanderramado su sangre; y especifica claramente quiénes son describiéndoles como “los quemoran en la tierra“. Y todo esto antecede inmediatamente a la catástrofe final bajo elsiguiente sello, que presenta la ira de Dios viniendo sobre la nación culpable “hasta loúltimo”. Aquí tenemos, pues, un cuerpo de evidencia tan variado, tan minucioso, y tanacumulativo que podemos aventurarnos a llamarle una demostración.

APERTURA DEL SEXTO SELLO

Cap. 6:12-17. “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol sepuso negro como tela de silicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielocayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por unfuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte ytoda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, loscapitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre laspeñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, yescondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?”

Ahora llegamos al último acto de esta terrible tragedia: la catástrofe que cierra la segundavisión. Puede causar sorpresa que la catástrofe ocurra bajo el sexto sello, y no bajo elséptimo, como podríamos haber esperado. Pero al séptimo sello se le hace el eslabón entrela segunda y la tercera visiones, y se le emplea de una manera sumamente artística paraintroducir la siguiente serie de siete, o sea, la visión de las siete trompetas. Aquí podemosobservar que cada una de las visiones culmina en una catástrofe, o acto señalado de juiciodivino, que trae destrucción sobre los impíos y salvación para los justos.

Nadie puede dejar de observar que casi todas las características de esta terrible escena287/401

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ocurren en la profecía de nuestro Señor en el Monte de los Olivos con referencia a losjuicios venideros sobre la ciudad y la nación de Israel. No hay, pues, lugar para dudar ni porun momento del significado de la visión del sexto sello; pero, mientras más de cerca seestudie cada símbolo, más claramente se verá su relación con la gran catástrofe. Este es el“dies irae” – el hmera kuriakh – “el día grande y terrible de Jehová” predicho por Malaquías,Juan el Bautista, Pablo, Pedro, y, sobre todo, por nuestro Señor en su discurso apocalípticodel Monte de los Olivos. Es la esperada consumación por la que la iglesia apostólica velaba yla cual esperaba – el día de juicio para la nación culpable y, como veremos, el día deredención y recompensa para el pueblo de Dios.

Será adecuado, primero, tomar nota de la correspondencia entre los símbolos de la visión ylos del discurso profético de nuestro Señor:

EL SEXTO SELLO LA PROFECÍA DEL MONTE

“Y he aquí, hubo un gran terremoto”. “Y habrá grandes terremotos, y en diferenteslugares hambres y pestilencias; y habrá terror ygrandes señales del cielo” (Lucas 21:11; Mat. 24:7).

“Y el sol se puso negro como tela decilicio”.

“Inmediatamente después de la tribulación deaquellos días, el sol se oscurecerá”.

“Y la luna se volvió toda como sangre”. “Y la luna no dará su resplandor”.

“Y las estrellas del cielo cayeron son latierra”.

“Y las estrellas caerán del cielo”.

“Y el cielo se desvaneció como unpergamino que se enrolla”.

“Y las potencias de los cielos serán conmovidas”(Mat. 24:29).

“Y los reyes, etc. se escondieron … ydijeron a los montes y a las peñas: Caedsobre nosotros, y escondednos”, etc.

“Entonces comenzarán a decir a los montes: Caedsobre nosotros; y a los collados: Cubridnos” (Lucas23:30).

La comparación de estos pasajes paralelos debe satisfacer a toda mente razonable de queambos se refieren a uno y al mismo acontecimiento. Lo que ese acontecimiento es, nuestroSeñor lo establece decisivamente: “De cierto os digo, que no pasará esta generación hastaque todo esto acontezca” (Mat. 24:34). El único pasaje que no cae bajo el discurso del Montede los Olivos es el dirigido a las mujeres que siguieron a nuestro Señor en su camino alCalvario, pero aún aquí, la limitación del tiempo se indica claramente. “Hijas de Jerusalén, no

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lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos“; dando a entender que lascalamidades que Él predijo vendrían durante la vida de ellas mismas y de sus hijos. Lamisma cercanía del tiempo está marcada por la frase: “Porque he aquí vendrán días” (Lucas23:29).

Sin duda, parecerá una objeción a esta explicación el hecho de que la destrucción deJerusalén, por terrible que fuese, parece inadecuada como antitipo de las imágenes delsexto sello. El objeto se aplica igualmente a la profecía de nuestro Señor, en que su propiaautoridad establece la aplicación de las señales. En realidad, se aplica a toda la profecía:porque la profecía es poesía, y poesía oriental también, en la cual las espléndidas imágenessimbólicas son el ropaje del pensamiento. Además, la objeción se basa en una estimacióninadecuada del verdadero significado y la verdadera importancia de la destrucción deJerusalén. Ese acontecimiento no es simplemente un trágico incidente histórico; no debe sermirado en la misma categoría que el sitio de Troya o la destrucción de Tiro o de Cartago.Fue una gran época providencial; el fin de una era; el desenvolvimiento de un gran períodoen el gobierno divino del mundo. La catástrofe material no fue sino la señal externa y visiblede una poderosa crisis en el reino de lo invisible y lo espiritual.

Al mismo tiempo, debe observarse que los hechos históricos que subyacen estos símbolosson suficientemente reales y tangibles. La consternación y el terror descritos aquí comoapoderándose de “los reyes de la tierra, los grandes”, etc., están en perfecta armonía con lasescenas de los últimos días de Jerusalén como las describe Josefo. Con la premisa de quecon “los reyes de la tierra” [basileiz thz ghz] se quiere decir los gobernantes de Judea, comopodremos mostrar, encontramos que la descripción profética correspondemaravillosamente a los hechos históricos. Primero, la escena de la visión ocurreevidentemente en un país en que abundan las cavernas rocosas y los escondrijos, lo cual,como bien se sabe, son característicos de Judea. Las colinas de piedra caliza de ese paísestán literalmente llenas de cavernas como un panal, que han sido cuevas de ladrones yrefugios de fugitivos desde tiempo inmemorial. Ewald reconoce “que aquí hay unareferencia especial a las peculiaridades de Palestina en cuanto a sus rocas y cavernas, queproporcionan lugares de refugio para los fugitivos”. (Citado por Stuart, Apocalypse, in loc.).Estas dos notas, la tierra, y su naturaleza geológica, fijan la ubicación de la escena. Segundo,es un hecho atestiguado por Josefo que los últimos escondrijos de los enloquecidosciudadanos de Jerusalén eran las cavernas rocosas y los pasajes subterráneos a los cualeshuyeron buscando refugio después de la captura de la ciudad:

“La última esperanza”, dice Josefo, “que alentaban los tiranos y sus pandillas de bandidoseran las excavaciones subterráneas, en las cuales no esperaban que se les buscase siprocuraban refugio en ellas. Después del colapso final de la ciudad, cuando los romanos sehubiesen retirado, se proponían salir y buscar la seguridad en la huída. Pero, después detodo, esto no fue sino un mero sueño, porque no pudieron ocultarse de la observación deDios ni de los romanos”.

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Aún más notable, si es posible, es el hecho mencionado por Josefo, de que Simón, uno delos jefes de la rebelión, se ocultó, después de la captura de la ciudad, en uno de estosescondrijos subterráneos. El incidente es relatado así por el historiador judío:

“Este Simón, durante el sitio de Jerusalén, había ocupado la parte alta de la ciudad; pero,cuando el ejército romano había pasado más allá de los muros y estaba devastando laciudad entera, Simón, acompañado por sus más fieles amigos, y algunos picapedreros, conlas herramientas de hierro requeridas por ellos en su oficio, y con provisiones suficientespara muchos días, se dejó caer junto con todo su grupo en una de las cavernas secretas, yavanzó por ella hasta donde lo permitían las antiguas excavaciones. Aquí, habiendoencontrado terreno firme, lo excavaron, con la esperanza de avanzar más lejos, y escapar,emergiendo en un lugar seguro. Pero el resultado de las operaciones demostró que susesperanzas resultaron fallidas. Los mineros avanzaron lentamente y con dificultad, y lasprovisiones, aunque administradas, estaban a punto de acabarse.

“Por lo cual Simón, creyendo que podía engañar a los romanos por medio del terror, sevistió de túnicas blancas, y abotonando sobre ellas un manto púrpura, surgió de la tierra enel lugar mismo donde antes se levantaba el templo. Efectivamente, al principio el asombrose apoderó de los que lo vieron, y quedaron como petrificados; pero después, acercándosemás, le exigieron que se identificara. Simón rehusó hacerlo, y les dijo que llamaran algeneral; ellos corrieron rápidamente hasta Terencio Rufo, que había quedado al mando delejército. Vino Rufo, y después de oír de Simón toda la verdad, le puso en grilletes, ycomunicó a César los detalles de la captura … Sin embargo, el hecho de haber surgido delterreno condujo en ese tiempo al descubrimiento, en otras cavernas, de una vasta multitudde los otros insurgentes. Al regresar César a Cesárea junto al mar, Simón fue llevado a él encadenas, y César ordenó que se le retuviera para el triunfo que se preparaba para celebraren Roma”.

EPISODIO DEL SELLAMIENTODE LOS SIERVOS DE DIOS

Cap. 7:1-17. “Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos delatierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobrela tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol. Vi también a otro ángel que subía de dondesale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes seles había dado el poder de hacer daño a la tierra yal mar, diciendo: No hagáis daño a latierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos denuestro Dios. Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todaslas tribus de Israel”, etc.

En la crisis misma de la catástrofe, la acción se suspende súbitamente hasta que quedegarantizada la seguridad de los siervos de Dios. A los cuatro ángeles destructoresencargados de desatar los elementos de la ira sobre la tierra culpable se les ordena detener

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la ejecución de la sentencia hasta que “los siervos de nuestro Dios hayan sido sellados ensus frentes”. En consecuencia, un ángel, teniendo “el sello del Dios viviente”, pone unamarca sobre los fieles, cuya nacionalidad y número se declaran claramente – “cientocuarenta y cuatro mil de todas las tribus de los hijos de Israel”. Además de éstos, unainnumerable multitud, “de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas”, se ve de piedelante del trono, vestida con túnicas blancas y con palmas de victoria en sus manos,atribuyendo alabanza y gloria a Dios en medio de la felicidad y los esplendores del cielo.

Esta representación se considera generalmente un episodio, o una digresión, de la acciónprincipal de la obra. No hay duda de que es así; pero, al mismo tiempo, es esencial paracompletar la catástrofe, y es, de hecho, parte integral de ella.

Se verá que, en cada catástrofe de este libro de visiones – y cada visión termina con unacatástrofe – hay dos partes, a saber, el juicio infliigido sobre los enemigos de Cristo y labendición conferida a sus siervos.

Ahora bien, bajo el sexto sello, donde está localizada la catástrofe de la visión, ya hemosvisto descrita la primera parte, a saber, el juicio de los enemigos de Dios; pero la otra parte,la liberación del pueblo de Dios, está representada en el capítulo que tenemos delante. Elprogreso del juicio queda aun detenido hasta que la seguridad de los siervos de Cristoquede garantizada.

¿Qué, pues, significa este episodio?

En las predicciones relativas al “fin del tiempo”, encontramos invariablemente una promesade seguridad y bendición para los discípulos de Cristo, junto con declaraciones de iravenidera sobre sus enemigos. Para dar dos o tres ejemplos de entre muchos: en la profecíade nuestro Señor en el Monte de los Olivos, de la cual el Apocalipsis es eco y expansión,Jesús advierte a sus discípulos que escapen de Judea cuando vean “a Jerusalén rodeada deejércitos” (Lucas 21:20), “y la abominación desoladora en el lugar santo” (Mat. 24:15). Lesasegura que “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”; que cuando comiencen a aparecerlas señales de su venida, debían erguirse, y levantar sus cabezas, porque su redenciónestaba cerca (Luc. 21:18-28). Que el Hijo del hombre enviaría a sus ángeles con un gransonido de trompeta, y “juntaría a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un cabo delcielo hasta el otro” (Mat. 24:31). Que en el gran día del juicio, que habría de seguir a ladestrucción de Jerusalén, los impíos “irían al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”(Mat. 25:46).

En armonía con estas afirmaciones, encontramos a los apóstoles enseñando en las iglesiasque cuando viniera “el día del Señor”, “súbita destrucción sobrevendría a los enemigos deDios, mientras los cristianos obtendrían salvación” (1 Tes. 5:2,3,9); que cuando el Señor

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Jesús se “revelase desde el cielo con sus poderosos ángeles, en llama de fuego, para tomarvenganza de los que no conocen a Dios”, su pueblo fiel entraría en el “reposo”, y sería“tenido por digno del reino de Dios” (2 Tes. 1:5-9).

Es esta liberación y esta salvación prometida a los discípulos de Cristo la que es prefiguradasimbólicamente en el episodio del sexto sello. Las imágenes con las que se describen hansido tomadas evidentemente de la escena contemplada en visión por el profeta Ezequiel(cap. 9), donde “los hombres que gimen y claman a causa de todas las abominaciones quese hacen en medio de Jerusalén” tienen “una marca en la frente”, que garantizaría suseguridad cuando los ejecutores de la justicia divina saliesen a matar a los habitantes de laciudad.

Vale la pena notar que Jerusalén es la escena del juicio tanto en la profecía de Ezequielcomo en Apocalipsis; y la alusión que hace Pedro a esta misma transacción en la visión deEzequiel, como a punto de repetirse en la Jerusalén de sus propios días, es muy significativa.(1 Ped. 4:17).

Pero la luz mayor es proyectada sobre este episodio por las palabras de nuestro Señor: “ElHijo del hombre enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos,de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mat. 24:31). Este episodio esla representación del cumplimiento de aquella promesa. Mientras la ira es derramada almáximo sobre la tierra; mientras las tribus de la tierra están de duelo; mientras losenemigos de Dios huyen para esconderse en las cavernas y las cuevas; en aquella horatemible, la trompeta del ángel convoca al fiel remanente del pueblo de Dios, “para que seoculten en el día de la ira de Jehová”. Ahora el tiempo ha llegado a su plenitud; porque hayque recordar que todo esto habría de ser presenciado por los apóstoles mismos, o por lomenos por algunos de ellos; porque la propia generación de nuestro Señor no habría depasar sino hasta que estas cosas se hubiesen cumplido.

En consecuencia, era la esperanza acariciada de los cristianos de la era apostólica escaparde la condenación general, y entrar en posesión de la inmortalidad por el cambioinstantáneo que vendría sobre ellos a la aparición del Señor. Pablo tranquilizó a loscristianos de Tesalónica diciéndoles que, los que estuviesen vivos y quedasen hasta lavenida del Señor, no precederían a los que habían partido en la fe antes de la venida delSeñor. Por la palabra del Señor, les declara que “el Señor mismo con voz de mando, con vozde arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristoresucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremosarrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y asíestaremos siempre con el Señor” (1 Tes. 4:15-17). Pablo alude nuevamente a esta mismaconfiada expectativa en 2 Tes. 2:1, donde dice: “Pero con respecto a la venida de nuestroSeñor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos”, etc. Esta peculiarexpresión, “nuestra reunión con él” [episunagogh], apenas sería inteligible si no fuese por laluz que arrojan sobre ella Mat. 24:31 y Apoc. 7. Al mismo período, la misma transacción, se

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hace referencia en la profecía de nuestro Señor, en la epístola de Pablo, y en el episodio quetenemos delante. Aquí está la gran consumación, y la garantía de la seguridad del pueblo deDios cuando la destrucción sobrevenga a los impenitentes a incrédulos. Todo estopertenece a la gran crisis al final de la era – esto es, al final de la dispensación judía. El dedodel Señor ha definido los límites más allá de los cuales no podemos pasar al establecer elperíodo de esta transacción. “De cierto os digo, que no pasará esta generación sin que todoesto acontezca”. Cualquiera que sea nuestra opinión en cuanto al alcance de estapredicción, pronunciada de manera similar por nuestro Señor, Pablo, y Juan, o la manera enque se cumpla, de una cosa no puede haber dudas – las Escrituras están irrevocablementecomprometidas con la afirmación de los hechos.

Se observará que hay dos clases, o divisiones, del “pueblo de Dios”, que se especifican eneste episodio. La primera clase pertenece a una nación particular – “los ciento cuarenta ycuatro mil de todas las tribus de los hijos de Israel”. Éstos tienen que representarnecesariamente la iglesia cristiana judía del período apostólico. Pero, además de éstos, hayuna multitud que nadie podía contar, que pertenecen a todas las nacionalidades, es decir,no israelitas, sino gentiles. Esta clase, pues, tiene necesariamente que representar a laiglesia gentil del período apostólico; los “incircuncisos”, que fueron admitidos a losprivilegios del pueblo del pacto, llamados a ser “coherederos, y del mismo cuerpo, yparticipantes de las promesas de Dios en Cristo por el evangelio”, junto con los creyentesjudíos. Esta representación implica que el peligro y la liberación simbolizados por elsellamiento de los siervos de Dios no se limitaban a Judea y a Jerusalén. La religión de Jesúsde Nazaret era una fe proscrita y perseguida en todo el Imperio Romano antes de queestallase la guerra judía y se abrogase la economía judía. En consecuencia, se dice que losredimidos en la visión, “la multitud con vestiduras blancas”, salen de una gran tribulación:una expresión que nos da una pista del establecimiento del tiempo y de las personas a lasque se hace referencia aquí. Nuestro Señor, cuando predijo el tiempo de aflicción sinparalelo que habría de preceder a la catástrofe de Jerusalén y de Judea, dice: “Porque habráentonces gran tribulación [qliyiz megalh], cual no la ha habido desde el principio del mundohasta ahora, ni la habrá”, etc. (Mat. 24:21). Ahora, en la afirmación en el episodio: “Estos sonlos que han salido de gran tribulación“, hay una incuestionable alusión a las palabras denuestro Señor. Como apunta Alford, la traducción correcta es: “Estos son los que han salidode la gran tribulación” [ek thz qliyewz thz megalhz], siendo el artículo definido sumamenteenfático, y la tribulación alude claramente a la predicción en Mateo 24:21.

Así, por la guía de la palabra de Dios misma, llegamos a una y la misma conclusión, y esimposible no impresionarse con la concurrencia de tantas líneas diferentes de argumentoque conducen a un solo resultado. Estamos justificados, pues, al llegar a la conclusión deque el episodio del sellamiento de los siervos de Dios representa la seguridad y la liberaciónde los fieles y el terrible tiempo de juicio que, en la Parusía, alcanzó a la ciudad culpable y ala tierra de Israel.

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PARTE III

LA PARUSÍA EN EL APOCALIPSIS

LA TERCERA VISIÓN

LAS SIETE TROMPETAS, CAPS. 8, 9, 10, 11

Ahora hemos llegado al fin de la segunda visión, y podría suponerse que la catástrofe con lacual concluyó es tan completa y exhaustiva que no podría haber lugar para ningún cambioulterior. Pero no es así. Y aquí tenemos nuevamente que llamar la atención a una de lasprincipales características de la estructura del Apocalipsis. No es una secuencia continua yprogresiva de sucesos, sino una representación continuamente recurrente, básicamente dela misma historia trágica en nuevas formas y nuevas fases. El Dr. Woodsworth, casi soloentre los intérpretes de este libro, ha captado esta característica de su estructura. Al mismotiempo, cada nueva visión amplía la esfera de nuestra observación y aumenta el interés porla introducción de nuevos incidentes y actores.

APERTURA DEL SÉPTIMO SELLO

Cap. 8:1. “Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora”.

Estrictamente hablando, el séptimo sello pertenece a la visión anterior; pero se observaráque la catástrofe de esa visión ocurre bajo el sexto sello, y que el séptimo simplemente seconvierte en el eslabón entre la segunda visión y la tercera – entre los sellos y las trompetas.Sin duda, esto indica la estrecha relación que continúa existiendo entre ellos. No podemosconcebir los sucesos denotados por las siete trompetas como subsiguientes en el tiempo alos sucesos representados como teniendo lugar en la apertura del sexto sello, porque esoinvolucraría una inextricable confusión e incongruencia. La suposición más razonableparece ser que aquí tenemos, en la visión de las siete trompetas, un nuevo despliegue delos desoladores juicios que estaban a punto de sobrevenirle a la sentenciada tierra deJudea. El Dr. Woodsworth observa: “Las siete trompetas no difieren, en tiempo,de los sietesellos, sino que más bien se sincronizan con ellos”. Dudamos de que esta sea la maneracorrecta de expresar el sincronismo. Creemos que la visión entera de las trompetas formaparte de la catástrofe bajo el sexto sello.

LAS CUATRO PRIMERAS TROMPETAS

Cap. 8:7-12. “El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados consangre, que fueron lanzados sobre la tierra”, etc.

La visión se inicia con un proemio, o una introducción, según la estructura usual de lasvisiones apocalípticas. El punto de vista del vidente todavía es el cielo, aunque el escenario

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en el cual debe tener lugar la acción principal es la tierra, o más bien, el territorio. No puedetenerse presente demasiado cuidadosamente que es Israel – Judea, Jerusalén – lo quecontempla el profeta. Vagar por la anchura de la tierra entera, e involucrar en la cuestión atodo el tiempo y a todas las naciones, es, no sólo desconcertar al lector en un laberinto deperplejidades, sino perder de vista por completo la meta y el propósito del libro. “El DestinoFatal de Israel; o, los Últimos Días de Jerusalén” no serían un título inadecuado para elApocalipsis. La acción de la pieza, también, está comprendida dentro de un espacio detiempo muy breve – porque estas cosas debían “ocurrir pronto”.

Regresemos a la visión. Después de una terrible pausa en la apertura del séptimo sello, quesignifica el carácter solemne y lúgubre de los sucesos que están a punto de tener lugar, sieteángeles, o más bien, los siete ángeles que están de pie delante de Dios, reciben sietetrompetas, que están encargados de hacer sonar sucesivamente. Antes de que comiencen,sin embargo, un ángel presenta a Dios las oraciones de los santos, junto con el humo demucho incienso de un incensario de oro, en el altar de oro que estaba delante del trono.Esto se considera generalmente como símbolo de la aceptabilidad del culto cristiano pormedio de la intercesión y la defensa del Mediador. Pero, obsérvense los efectos de lasoraciones. El ángel toma el incensario que había perfumado las oraciones de los santos, lollena con fuego del altar, y lo lanza sobre la tierra: e inmediatamente, siguen voces, truenos,relámpagos, y un terremoto. Extrañas respuestas a oraciones. Pero, si consideramos estasoraciones de los santos como súplicas del sufriente y perseguido pueblo de Dios, al quehemos visto representado en las visiones anteriores como clamando en alta voz: ¡Hastacuándo, Señor, hasta cuándo!, todo se aclara. El Señor vengará la sangre de sus siervos; suira se enciende; está cerca una rápida retribución. El incensario que hacía subir lasoraciones se convierte en vehículo de juicio, y es lanzado sobre la tierra, con la furia delSeñor – el fuego del altar delante del trono.

Ahora, los siete ángeles se preparan para hacer sonar sus trompetas, y cada trompetazo esla señal para un acto de juicio. Se observará que las cuatro primeras trompetas, como loscuatro primeros sellos, difieren de las tres restantes. Tienen algo de indefinido, y lossímbolos, aunque sublimes y terribles, no parecen susceptibles de una verificación históricaparticular. Probablemente corresponden a aquellas perturbaciones fenomenales de lanaturaleza a las cuales alude nuestro Señor en su profecía del Monte de los Olivos comoprecedentes a la Parusía: “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y enla tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas” (Luc.21:25). Estos son los objetos mismos afectados por las cuatro primeras trompetas, o sea, latierra, el mar, la luna, las estrellas. Entonces, sin tratar de encontrar una explicaciónespecífica para estos portentos, es suficiente considerarlos como las señales externas yvisibles del desagrado divino manifestado hacia los impenitentes y los incrédulos; síntomasde que el mundo natural estaba agitado y convulso a causa de la maldad de su tiempo;emblemas de la dislocación y la desorganización generales de la sociedad, que precedierony anunciaron la catástrofe final del pueblo judío.

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Sin embargo, las tres últimas trompetas son de un carácter muy diferente de las cuatroprimeras. Son realmente simbólicas, como las otras, pero los símbolos son menosindefinidos y parecen más susceptibles de una interpretación histórica. Los juicios bajo lascuatro primeras trompetas están marcados por lo que podemos llamar un carácter artificial;afectan la tercera parte de todas las cosas – la tercera parte de los árboles, la tercera partede la hierba, la tercera parte del mar, la tercera parte de los peces, la tercera parte de losbarcos; la tercera parte de los ríos, la tercera parte del sol, la tercera parte de la luna, latercera parte de las estrellas, la tercera parte del día, la tercera parte de la noche. Seríaabsurdo exigir una verificación histórica de tales símbolos. Pero las trompetas restantesparecen entrar más en el dominio de la relaidad y la historia; y, en consecuencia,descubriremos que la Escritura y la historia contemporánea arrojan mucha luz sobre ellas.Que a estas últimas trompetas se les atribuye una importancia especial es evidente por elhecho de que son introducidas por una nota de advertencia: –

Cap. 8:13. “Y miré, y oí a un águila volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay,ay, de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están parasonar los tres ángeles!”.

Esta nota introductoria a las trompetas de los tres ayes requiere algunas observaciones.

Primera, el lector percibirá que el texto águila, no ángel. “Oí a un águila volar por en mediodel cielo”. Este es el símbolo de la guerra y la rapiña. Hay un llamativo paralelo de estarepresentación en Oseas 8:1: “Pon a tu boca trompeta. Como águila viene contra la casa deJehová, porque traspasaron mi pacto, y se rebelaron contra mi ley”. En Apocalipsis, el águilaviene con la misma misión, anunciando dolor, guerra, y juicio.

Segunda, el lector observará las personas sobre las cuales han de caer los ayes predichos –“los que moran en la tierra”. Como en 6:10, así también sucede aquí; gh debe ser tomado ensentido restringido, como referencia a la tierra de Israel. Las traducciones de gh como tierra,en vez de territorio, y de aiwnby como mundo, en vez de era, han sido fuentes fructíferas deerror y confusión en la interpretación del Nuevo Testamento. Con singular inconsistencia,nuestros traductores han traducido a gh, algunas veces como tierra, algunas veces comoterritorio, en versículos casi consecutivos, oscureciendo el sentido grandemente. Así, enLucas 21:23, traducen gh como tierra: “habrá gran calamidad en la tierra” [epi thzghz],siendo compelidos a restringir el significado en la siguiente cláusula – “e ira sobre estepueblo”. Pero, en el ssiguiente versículo menos uno, donde se repite la misma frase –“calamidad epi thz ghz” – lo traducen “en la tierra”. En el pasaje que tenemos delante, losayes deben entenderse como denunciados, no sobre los habitantes del globo, sino sobrelos de la tierra, esto es, de Judea.

LA QUINTA TROMPETA

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Cap. 9:1-12. “El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra;y se le dio la llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozocomo humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo … Y se lesdio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra … Y tienen por rey sobre ellos alángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión. El primer aypasó; he aquí, vienen aún dos ayes después de esto”.

Sobre esta representación simbólica, Alford observa: “Hay una Babel interminable deinterpretaciones alegóricas e históricas de estas langostas que salen del abismo”; pero,aunque limpia el suelo del montón de especulaciones románticas con las cuales ha sidosobrecargado, se abstiene de poner nada mejor en su lugar.

Sin asumir que tenemos más penetración que otros expositores, no podemos sino pensarque el principio de interpretación sobre el cual procedemos, y que tan obviamenteestablece el Apocalipsis mismo, proporciona una gran ventaja en la búsqueda y eldescubrimiento del verdadero significado. Con nuestra atención fija en un solo punto de latierra, y absolutamente limitados a un espacio de tiempo muy breve, es comparativamentefácil leer los símbolos, y todavía más satisfactorio marcar su perfecta correspondencia conlos hechos.

Cualquiera que sea la oscuridad que haya en esta extraordinaria representación, parece esbastante claro que ella no puede referirse a ningún ejército humano. Por el contrario, todoapunta a lo infernal y demoníaco. Considerando el origen, la naturaleza, y el líder de estamisteriosa hueste, es imposible considerarlo a cualquier otra luz que no sea como símbolode la irrupción de un siniestro poder demoníaco. Es exactamente así como estárepresentado, las huestes del infierno que salen y hormiguean sobre la maldecida tierra deIsrael. Tenemos delante nuestro un monstruoso cuadro de una realidad histórica, lacondición completamente demoralizada y, por decirlo así, poseída por demonios, de lanación judía hacia el trágico final de su memorable historia. ¿Tenemos algún fundamentopara creer que la última generación del pueblo judío era realmente peor que cualquiera desus predecesoras? ¿Es razonable suponer que esta degeneración tenía alguna relación conuna influencia satánica? A ambas preguntas tenemos que contestar: Sí. Tenemos unadeclaración muy notable de nuestro Señor sobre estos dos puntos, la cual, nosaventuramos a afirmar, da la clave para la correcta interpretación de los símbolos quetenemos delante. En el capítulo doce de Mateo, Jesús compara a la nación, o más bien, a lageneración que entonces existía, con un endemoniado del que había sido expulsado unespíritu inmundo. La predicación del segundo Elías y los propios esfuerzos de nuestro Señorhabían producido una reforma moral temporal en la nación. Pero la antigua e inveteradaincredulidad e impenitencia pronto volvió, y en una forma siete veces peor.

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“Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, yno lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halladesocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peoresque él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que elprimero. Así también acontecerá a esta mala generación“. (Mat. 12:43-45).

La frase final está llena de significado. La nación culpable y rebelde, que había rechazado ycrucificado a su Rey, debía ser entregada, en su última etapa de impenitencia y obstinación,al dominio irrestricto del mal. El demonio exorcizado habría de regresar finalmentereforzado por una legión.

Tenemos abundante evidencia en las páginas de Josefo sobre la verdad de estarepresentación. Una y otra vez, declara que la nación se había vuelto completamentecorrupta y degradada. “Ninguna generación”, dice, “existió jamás tan prolífica en el crimen”.

“Opino”, dice nuevamente, “que si los romanos hubiesen diferido el castigo de estosmiserables, la tierra se habría abierto y tragado la ciudad, o habría sido barrida por undiluvio, o habría compartido el fuego y el azufre de Sodoma. Porque produjo una razamucho más impía que aquéllos que fueron así visitados”. — Josefo, lib. 5, cap. 13.

Ahora examinemos los símbolos de la quinta trompeta a la luz de estas observaciones. Nopuede haber dudas en cuanto a la identidad de la “estrella que cayó del cielo, a quien se ledio la llave del abismo”. Sólo puede referirse a Satanás, a quien nuetro Señor contempló“cayendo del cielo como un rayo” (Lucas 10:18). “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de lamañana!” (Isa. 14:12). La nube de langostas que sale del pozo del abismo – langostasencargadas, no de destruir la vegetación, sino de atormentar a los hombres – apunta, no deuna manera oscura, a espíritus malignos, emisarios de Satanás. Del lugar de dondeproceden, el abismo, se habla claramente en los evangelios como la morada de losdemonios. La legión expulsada del endemoniado de Gadara rogó a nuestro Señor “que nolos mandase al abismo” (Luc. 8:31). Las langostas de la visión están representadas comoinfligiendo graves tormentos a los cuerpos de los hombres; y esto concuerda con lasafirmaciones del Nuevo Testamento relativas al efecto físico de la posesión demoníaca –“gravemente atormentada por un demonio” (Mat. 15:22). No debe causar ninguna dificultadel hecho de que espíritus inmundos sean simbolizados por langostas, al ver que también seles compara con ranas, Apoc. 16:13. En cuanto a la extraordinaria apariencia de laslangostas, y su poder limitado a una duración de cinco meses, los mejores críticos parecenconcordar en que estas características han sido tomadas prestadas de los hábitos y elaspecto de las langosta naturales, de cuyos estragos se dice que están limitados a cincomeses del año, y cuya apariencia se parece hasta cierto punto a la de los caballos. (Véase aAlford, Stuart, De Wette, Ewald, etc.). Es suficiente, sin embargo, considerar tales minuciasmás bien como imágenes poéticas que rasgos simbólicos. Finalmente, su rey, “el ángel delabismo”, cuyo nombre es Abadón, y Apolión, el Destructor, no puede ser otro que “el

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gobernador de las tinieblas de este mundo”; “el príncipe de las potencias del aire”; “elespíritu que actúa en los hijos de desobediencia”. El dominio maligno e infernal de Satanássobre la nación condenada a muerte queda ahora establecido. Pero su tiempo fue corto,porque “el príncipe de este mundo” pronto habría de ser “echado fuera”. Mientras tanto, susemisarios no tenían poder para hacer daño a los verdaderos siervos de Dios, “sino sólo a losque no tenían el sello de Dios en sus frentes”.

Tal es la invasión de esta hueste infernal; por decirlo así, todo el infierno desatado sobre latierra dedicada, convirtiendo a Jerusalén en un pandemonio, habitación de demonios,guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. (Apoc.18:2).

LA SEXTA TROMPETA

Cap. 9:13-21. “El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz de entre los cuatro cuernos delaltar de oro que estaba delante de Dios, diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta:Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates. Y fueron desatadoslos cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día, mes, y año, a fin de matar a latercera parte de los hombres. Y el número de los ejércitos de los jinetes era doscientosmillones. Yo oí su número”, etc.

La sexta trompeta es introducida por el anuncio: “El primer ay pasó; he aquí vienen aún dosayes después de esto” – indicando que su llegada está cercana: están en camino: “vienen”[ercetai].

Hay cierto parecido entre la visión presentada aquí y la que la precede. Ambas se refieren auna hueste grande y multitudinaria desatada para castigar a los hombres; en ambas lahueste no es como ningunos seres reales in rerum natura, pero ambas parecen caer, enalgunos puntos, dentro de las regiones de la realidad, y ser susceptibles, en parte al menos,de verificación histórica. El primer incidente que sigue al tocar de la sexta trompeta es laorden de “desatar los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates”. Acerca deeste pasaje, dice Alford: “Todas las imágenes aquí han sido una crux interpretum en cuanto aquiénes son estos ángeles, y que se indica por la localidad que se describe aquí”. Es en estoscasos cruciales, que desafían la destreza de la mano más hábil para abrir la cerradura, enque demostramos el poder de nuestra llave maestra. Fijémosnos primero en lo que parecemás literal en la visión – “el gran río Éufrates”. Eso, por lo menos, difícilmente puede sersimbólico. Se dice que hay cuatro ángeles atados, no en el río, sino junto a él [epi twpotamw]. Desatar estos cuatro ángeles libera una vasta horda de jinetes armados, con lasextrañas y antinaturales características descritas en la visión. ¿Qué es lo verdadero y real quepodemos deducir de estas imágenes altamente elaboradas? ¿Cómo es que estos jinetesvienen de la región del Éufrates? ¿Cómo es que hay cuatro ángeles atados junto a ese río?Ahora bien, se recordará que la invasión de langostas vino del abismo del infierno; esteejército invasor viene del Éufrates. Este hecho sirve para desenmarañar el misterio. El

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ejército invasor que siguió a Tito hasta el sitio y la captura de Jerusalén fue traído en granmedida de la región del Éufrates. Ese río formaba la frontera oriental del Imperio Romano; ysabemos de cierto que esta frontera era guardada por cuatro legiones, que estabanestacionadas regularmente allí. Concebimos estas cuatro legiones como simbolizadas por loscuatro ángeles atados junto al río. “Desatar los ángeles” equivale a movilizar las legiones, y nopodemos pensar sino que el símbolo es poético, pues es históricamente verdadero. Pero, sedirá, las legiones romanas no consistían de caballería. Correcto; pero sabemos que, juntocon los legionarios del Éufrates, vinieron a la guerra judía fuerzas auxiliares traídas de esamisma región. Antíoco de Comágene que, como nos dice Tácito, era el más rico de todos losreyes que se sometieron a la autoridad de Roma, envió un contingente a la guerra. Susdominios estaban sobre el Éufrates. Sohemus, también otro rey poderoso, cuyos territoriosestaban en la misma región, envió una fuerza para cooperar con el ejército romano a lasórdenes de Tito. Ahora bien, las tropas de estos reyes orientales, como las de sus vecinoslos partos, eran mayormente de caballería; y es completamente consistente con lanaturaleza de la representación alegórica o simbólica que en un libro como Apocalipsisestas feroces hordas extranjeras de jinetes bárbaros asumiesen la apariencia presentada enla visión. Son multitudinarias, monstruosas, agresivas, letales; y sin duda, así les parecían alos miserables “moradores de la tierra” a quienes estaban encargados de destruir. Lainvasión puede describirse correctamente en el lenguaje análogo del profeta Isaías: “Jehováde los ejércitos pasa revista a las tropas para la batalla. Vienen de lejana tierra, de lopostrero de los cielos, Jehová y los instrumentos de su ira, para destruir toda la tierra” (Isa.13:4,5).

Es en favor de esta interpretación que hay una manifiesta congruencia en la invasión de latierra dedicada, primero por una maligna hueste de demonios, y después por un poderosoejército terrenal. Cada hecho está respaldado por evidencia histórica decisiva. Despójese ala visión de este ropaje, y hay un sólido núcleo de hechos sustanciales. Las dramáticasunidades de tiempo, lugar, y acción han sido preservadas también, y gradualmente somosllevados más y más cerca de la catástrofe bajo la séptima trompeta. Pero nos estamosanticipando.

Puede hacerse una objeción a esta explicación de la visión de la sexta trompeta, a causa delas hordas eufráticas encargadas de destruir a los idólatras. Sin duda, la flagrante idolatríadescrita en el versículo veinte no era el pecado nacional de Israel en aquel período, aunquelo había sido en épocas anteriores. Pero hay demasiada razón para creer que muchosjudíos sí se conformaban a prácticas paganas en los días de Herodes el Grande y susdescendientes. Creemos, sin embargo, que en la secuela se demostrará satisfactoriamenteque, en Apocalipsis, el pecado de idolatría se imputa a los que, aunque no eran culpables deadorar ídolos literalmente, eran los obstinados e impenitentes enemigos de Cristo. (Véase laexposición del capítulo 17).

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Finalmente, la correcta traducción del vers. 15 elimina una oscuridad que ha sido ocasión demucha perplejidad y muchos conceptos erróneos. Se declara que los cuatro ángeles atadosjunto al Éufrates, y desatados por el ángel de la sexta trompeta, han sido preparados, nopara una hora, y un día, y un mes, y un año, sino para la hora, día, mes, y año: es decir,destinados por la voluntad de Dios para una obra especial, en una coyuntura particular; yen el tiempo señalado, fueron desatados para cumplir su misión providencial. “La terceraparte de los hombres” no significa la tercera parte de la raza humana, sino la tercera partede los “habitantes de la tierra” (cap. 8:13), sobre los cuales los ayes están a punto de caer.

EPISODIO DEL ÁNGEL CON EL LIBRO ABIERTO

I. Ahora podríamos haber esperado que sonase la séptima trompeta; pero, como en lavisión de los siete sellos, la acción es interrumpida por la introducción de episodios quehacen espacio para material nuevo que no cae estrictamente dentro de la corrienteprincipal de la narración.

Cap. 10:1-11. “Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arcoiris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego. Teníaen su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre latierra; y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenosemitieron sus voces”, etc.

1. Es natural que al principio estemos dispuestos a considerar a este ángel poderoso, queaparece como el interlocutor en este episodio y en el siguiente, como uno de los “espíritusministradores” que ejecutan las órdenes del Altísimo. Pero una consideración más plenaimpide esta suposición. Los atributos con los cuales está investido este ángel se parecentanto a los que se atribuyen a nuestro Señor en el capítulo primero, que la mayoría de losintérpretes concuerda en la opinión de que aquí se quiere dar a entender nada menos queal Salvador mismo. La nube de gloria con la que está vestido es un símbolo usual de lapresencia divina; el “arcoiris sobre su cabeza” corresponde al arcoiris alrededor del trono(cap. 4:3); “su rostro como el sol“; “sus pies como columnas de fuego“; “su voz como la de unleón cuando ruge”; todo esto se parece tan exactamente a la descripción en el cap. 1:10-16que apenas es posible llegar a cualquier otra conclusión sino que esta es una manifestacióndel Señor mismo.

2. Pero aquí hay una correspondencia aún más notable entre la apariencia y la acción deeste “ángel poderoso” y la descripción que hace Pablo del arcángel en 1 Tes. 4:16: “Porque elSeñor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios”. Aquí hayciertamente una coincidencia muy singular. 1. El ángel glorioso de Apocalipsis parece sinduda ser “el Señor mismo”. 2. De ambos se dice que “descienden del cielo”. 3. En cada caso,está representado descendiendo con “aclamación“. 4. En cada caso, es la voz del “arcángel“.5. En cada caso, la apariencia del ángel, o Salvador, está asociada con una trompeta. 6.

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También, el momento de esta aparición parece ser el mismo: en Apocalipsis es en la vísperadel toque de la última trompeta, cuando “el misterio de Dios se habrá consumado”; mientrasque en la epístola es en vísperas de “la gran consumación”, o “el día del Señor” (1 Tes. 5: 2).

3. Puede objetarse que el título de “ángel”o aun el de “arcángel” es incompatible con lasuprema dignidad del Hijo de Dios. Pero no puede haber dudas de que el nombre ángel sele da en el AT al Mesías, Isa. 63:9; Mal. 3:1. El nombre de arcángel es equivalente al de“principe de los ángeles”, la misma frase con que la versión siríaca traduce la palabra en 1Tes. 4:16; en realidad, sería más razonable objetar que el título de “arcángel” se le dé acualquier persona que no sea divina. Está en armonía con otros nombres que se aceptancomo pertenecientes a Cristo, como Arch, Arcwn, Archgoz, Arciereuz, Arcipoimhn, así quehay una fuerte presunción de que el título Arcaggeloz también pertenece a Cristo.

4. Hengstenberg sostiene, y con muchas probabilidades, que hay sólo un arcángel, y queposee naturaleza divina. Este arcángel se llama “Miguel” en Judas, ver. 9; pero en el libro deDaniel, Migueles identificado expresamente con el Mesías (Dan. 12:1). Por lo tanto, arcángeles un título propio de Cristo.

5. Vale la pena notar que Pablo habla, no de la voz de un arcángel, sino del arcángel, como sise estuviese refiriendo a lo que ya era bien conocido y familiar para las personas a lascuales escribía. Pero, ¿dónde encontramos en las Escrituras alguna alusión a “la voz delarcángel y la trompeta de Dios”? En ninguna parte, excepto en este mismo pasaje deApocalipsis. Deducimos que Apocalipsis era conocido para los tesalonicenses, y que Pabloaludía a esta misma descripción.

6. Nuevamente, en las Epístolas a los Tesalonicenses, la voz del arcángel es representadadespertando a los santos ue duermen. Pero, ¿de quién es la voz que llama a los muertos desus tumbas? La voz del Hijo de Dios. “Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán lavoz del Hijo de Dios; y saldrán” (Juan 5:25-29). La voz del arcángel, pues, es la voz del Hijo deDios. Se observará también, que se dice que el sonido de la séptima trompeta es “el tiempode juzgar a los muertos” (Apoc. 11:18).

7. Por último, que el ángel poderoso de Apoc. 10:1 es una persona divina, y no otra que elSeñor Jesucristo, parece demostrado decisivamente por el cap. 11:3: “Y daré a mis dostestigos que profeticen”, etc., donde el que habla es evidentemente una persona divina, y elmismo “ángel poderoso” que el profeta contempló descendiendo del cielo.

Concluimos, pues, que el “ángel poderoso” de Apocalipsis es idéntico al “arcángel” de 1Tesalonicenses, y no es otro que “el Señor mismo”.

II. Ahora consideramos el pronunciamiento del ángel poderoso.

Al principio, podríamos suponer que lo que el ángel pronunció se mantenía en secreto. Senos dice que, cuando clamó, siete truenos emitieron sus voces; pero, cuando el vidente

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procedía a escribir lo que habían dicho, se le prohibió hacerlo: “Sella las cosas que los sietetruenos han dicho, y no las escribas” (ver. 5).

El profeta, sin embargo, pasa a registrar lo que el ángel hizo y dijo. Con el pie derecho en elmar y el izquierdo en la tierra, el ángel levanta su mano al cielo, y jura por el que vive por lossiglos de los siglos que ya no habrá más tiempo ni tregua. Es decir: “El fin ha llegado; lapaciencia de Dios ya no puede esperar más; el día de gracia está a punto de concluir; ya nose dará más tregua”.

Que este es el significado de la declaración es evidente por lo que sigue, en el ver. 7:

“En los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misteriode Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas”.

En otras palabras, la séptima y última trompeta, que está a punto de sonar, traerá la granconsumación predicha. Esta íntima conexión entre la aparición del arcángel y el sonar de laséptima trompeta (que introduce la consumación) es sumamente sugerente, y confirma confuerza todo lo que se ha adelantado con respecto a la correspondencia entre la escena quetenemos delante y la descripción de 1 Tes. 4:16.

Pero este séptimo versículo también confirma de modo singular y muy satisfactorio lospuntos de vista que ya se han expresado con respecto a lo que se ha llamadoerróneamente “la predicación del evangelio a los muertos” (1 Ped. 4:6). El lector recordaráque, en el pasaje a que se hace referencia, la expresión empleada es “nekroiz euhggelisqh”(literalmente, fue evangelizado a los muertos, es decir, un anuncio consolador fue hecho a losmuertos).

En el pasaje que tenemos delante (cap. 10:7), descubrimos la fuente original de esta peculiarexpresión “evangelizado” [enhggelisen], y en un examen más minucioso, encontramos unaalusión, clara y distinta, a esa misma comunicación hecha a los muertos, a la que se refierePedro. El ángel de la visión jura:

“que el tiempo no sería más, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando élcomience a sonar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sussiervos los profetas”.

En otras palabras, “como él lo anunció mediante un anuncio consolador a sus siervos losprofetas”.

Aquí la cuestión se presenta sola: ¿Cuándo se hizo este anuncio consolador? Alford contestaesta pregunta correctamente. En su nota sobre este versículo, dice:

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“que el tiempo no sería más”, es decir, no intervendría más; en alusión a la respuesta dada alclamor de las almas de los mártires, cap. 6:11, kai erreqh avtoiz ina anapauswntai eti crononmikron. Esta serie entera de juicios anunciados por las trompetas ha sido una respuesta alas oraciones de los santos, y ahora la venganza está a punto de tener entero cumplimiento;cronoz ouketi estai: la espera señalada está cerca. Que este es el significado quedademostrado por el todo en taiz hmeraiz, etc., que sigue”.

Luego, ¿a quién se le hizo este consolador anuncio? La respuesta es: “a sus siervos losprofetas”. Esto se refiere claramente a los que, en el cap. 6:9, están representados como “lasalmas de los que fueron muertos por la palabra de Dios, y por el testimonio que tenían”.Porque, ¿cuál es la función de un profeta? ¿No es la de declarar la palabra del Señor, y dartestimonio en favor de la verdad? En el capítulo 6, se les describe como “habiendo sidomuertos”, la suerte que Jesús predijo para sus siervos. “Por tanto, he aquí yo os envíoprofetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis” ( Mat. 23:34). Jerusalénera notoriamente asesina de profetas. “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas!”(Mat. 23:37). “No es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén” (Luc. 13:33). Era lasangre de estos mártires la que había de ser requerida de “aquella generación”, y ahora eltiempo había llegado.

Por último, obsérvese el período indicado en este mensaje consolador [euaggelion]. Es “enlos días de la voz del séptimo ángel que el misterio de Dios se consumará”. Volvamos al cap.11:18, que describe el resultado del sonido de la séptima trompeta, y ¿qué encontramos?Allí se declara: “Tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tussiervos los profetas”. Difícilmente es necesario señalar cuán perfectamente coincide esto conlas afirmaciones en 1 Ped. 4:6, así como en Apoc. 6:9-11, y cuán obviamente se refieren almismo período y al mismo suceso. Eleva la probabilidad a la certeza, y demuestra la verdadde la explicación que ya se ha dado, mediante una sutil y recóndita correspondencia quesoportará la inspección más minuciosa y crítica.

III. El libro abierto en la mano del ángel (cap. 10:8-11). El ángel poderoso está representadososteniendo en su mano un librito abierto. No se nos informa de su contenido, pero nosayuda mucho en la interpretación de este símbolo la manifiesta correspondencia entre laescena en Apocalipsis y la que se describe en Ezequiel 2, 3. En realidad, parecencontrapartes la una de la otra. El rollo en Ezequiel corresponde al “librito”. En la profecía, es“el Señor” quien sostiene el rollo en la mano, y se lo da al profeta; una confirmación adicionaldel argumento de que es el Señor quien, en Apocalipsis, sostiene en librito en su mano.Tanto en la profecía como en Apocalipsis, el rollo o libro está abierto. En ambos, el rollo olibro es comido por los profetas; en ambos, “era dulce en la boca” al comerlo. Sólo elApocalipsis afirma que se volvió amargo en el vientre; pero podemos inferir que la mismacaracterística se aplica igualmente al rollo de Ezequiel. Todas estas notablescorrespondencias prueban suficientemente que la escena en la profecía de Ezequiel es elprototipo de la visión en Apocalipsis. Pero el punto principal que debe observarse es la

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naturaleza del contenido del librito, y esto podemos establecerlo por su paralelo en laprofecía. El rollo que Ezequiel vio “estaba escrito por delante y por detrás; y había escritasen él endechas y lamentaciones y ayes” (Eze. 2:10). Deducimos, pues, que en ambos elcontenido era amargo, porque Juan, como Ezequiel, era el mensajero de ayes veniderospara Israel, y esta misma visión pertenece a las trompetas de ayes que hicieron sonar laseñal del juicio.

LA MEDICIÓN DEL TEMPLO

Cap. 11:1,2. “Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo:Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él. Pero el patio queestá fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; yellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses”.

Si faltase algo para probar que en estas visiones apocalípticas tratamos con historiacontemporánea, con hechos y cosas que existían en los días de Juan, ese algo loproporcionaría el pasaje que tenemos delante. Aquí tenemos evidencia clara y distinta conrespecto al tiempo y al lugar. La visión habla de la ciudad y el templo de Jerusalén; la ciudadliteral y el templo literal. Estaban, pues, en existencia cuando el Apocalipsis se escribió,porque la visión que tenemos ante nosotros predice su destrucción.

¿Qué puede ser más forzado y menos natural, menos crítico y más infundado, queinterpretar una afirmación como ésta como símbolo de la Reforma Protestante y la Iglesiade Roma? Tales interpretaciones son en realidad una humillante prueba de la extravaganciay la credulidad de algunos hombres buenos; pero hacen un daño incalculable al darejemplo de manejar de modo imprudente de la Palabra de Dios, y hacer pasar lasfantásticas especulaciones de los hombres por los verdaderos pronunciamientos de Dios.No tenemos en absoluto ningún derecho a suponer que aquí se quiere decir algo más oalgo menos que la ciudad literal de Jerusalén y el templo literal de Dios.

El interlocutor en esta visión es todavía el mismo “ángel poderoso”, cuya identidad con el“arcángel”, “el Señor mismo”, hemos tratado de establecer. El vidente recibe una caña, ovara de medir, y se le ordena medir el templo de Dios, el altar, y los que adoran en él.Regresamos naturalmente a la escena en Ezequiel 40, donde el profeta ve a un ángel con uncordel de lino en la mano y una caña de medir, midiendo las dimensiones del templo queestaba a punto de ser construido. Pero es claro que, en esta visión apocalíptica, no esconstrucción lo que se quiere decir con el símbolo, sino demolición y destrucción.

Es siempre importante tener presente que toda la acción del Apocalipsis se apresura haciauna gran catástrofe, ahora no muy distante. Ni por un momento se pierde de vista a Israel ya Jerusalén. Ya han sonado dos trompetas de ayes, anunciando la suerte de la nación

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apóstata, y la consumación final sólo espera el sonido de la tercera. El arcángel ya hadeclarado que “el tiempo no sería más”, y el vidente ha probado lo amargo del libelo – el librito que contiene la acusación y el castigo de aquella generación malvada.

En tales circunstancias, nada sino destrucción venidera puede ser el tema. Que la vara demedir o el cordel se emplea en la Escritura como emblema de destrucción es indiscutible,en realidad con más frecuencia que de construcción. Unos pocos ejemplos deben bastar. EnLamentaciones 2:7,8, encontramos un pasaje que podría ser la interpretación de esta visiónapocalíptica: “Desechó el Seór su altar, menospreció su santuario; ha entregado en manodel enemigo los muros de sus palacios; hicieron resonar su voz en la casa de Jehová comoen día de fiesta. Jehová determinó destruir el muro de la hija de Sión; extendió el cordel, noretrajo su mano de la destrucción; hizo, pues, que se lamentara el antemuro y el muro;fueron desolados juntamente”. Nuevamente, en la profecía de Isaías relativa a ladestrucción de Babilonia (cap. 34:11), leemos: “Se adueñarán de ella el pelícano y el erizo, lalechuza y el cuervo morarán en ella; y se extenderá sobre ella cordel de destrucción, y nivelesde asolamiento”. El profeta Amós también usa el mismo emblema (Amós 7:6-9): “He aquí elSeñor estaba sobre un muro hecho a plomo, y en su mano una plomada de albañil. Jehováentonces me dijo: ¿Qué ves, Amós? Y dije: Una plomada de albañil. Y el Señor dijo: He aquí,yo pongo plomada de albañil en medio de mi pueblo Israel ; no lo toleraré más. Los lugares altosde Isaac serán destruidos”, etc. Otro pasaje muy sugerente ocurre en 2 Reyes 21:12,13: “Portanto, así ha dicho Jehová el Dios de Israel: He aquí yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobreJudá, que al que lo oyere le retiñirán ambos oídos. Y extenderé sobre Jerusalén el cordel deSamaria y la plomada de la casa de Acab”. (Véase también Salmos 60:6; Isaías 28:17).

Pero no sólo se usa el cordel o la vara de medir como símbolo de la destrucción de lugares,sino, lo que es más singular, de personas, también. Hay un curioso pasaje en 2 Samuel 8:2que ilustra este hecho: Y David “derrotó también a los de Moab, y los midió con cordel,haciéndoles tender por tierra; y midió dos cordeles para hacerlos morir, y un cordel entero parapreservarles la vida”. Hay algo de oscuridad en el pasaje, pero el significado parece ser que alos cautivos se les ordenaba tenderse en tierra, se medía una cierta porción igual a dostercios del total, que estaban destinados a la muerte, mientras que al tercio restante se leperdonaba la vida. Esto explica, lo que de otro modo sería casi ininteligible: por qué en lavisión son medidos tanto los que adoran como el templo y el altar. Creemos, pues, que estáclaro que la orden de medir “el templo, el altar, y los que adoran” significa la destrucciónque estaba a punto de devastar los lugares más sagrados del judaísmo y el mismodesgraciado pueblo.

Se observará que una parte de los recintos del templo, “el patio que está fuera del templo”se exceptúa de la medición, y que por esta razón está asignado – “ha sido entregado a losgentiles”. El ppasaje dice así: “El patio que está fuera del templo déjalo fuera, y no lo midas”,etc. Hay alguna oscuridad en esta afirmación. Sabemos que había una porción de losrecintos del templo llamada “el atrio de los gentiles”, pero ese difícilmente puede ser aquél

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al que se alude aquí, pues sería extraño decir que el patio de los gentiles sería dado a losgentiles. Es evidente, también, que se dice que este abandono del atrio exterior a losgentiles es algo sacrílego, algo asociado con la afirmación: “Y hollarán la santa ciudadcuarenta y dos meses”. La razón, pues, de la exención de la medición del patio exterior esprobablemente que el lugar ya estaba profanado; estaba, pues, “dejado fuera”, rechazado,como que ya no era un lugar sagrado; era profano e inmundo, estando en manos, y aúnbajo los pies, de los gentiles.

¿Hay en la historia de los últimos días de Jerusalén algo que responda a estos hechos?Porque ese es el verdadero problema que tenemos que resolver. Aquí el historiador judíoarroja una vívida luz sobre el escenario entero descrito en la visión. Josefo nos cuenta cómo,cuando estalló la guerra de los judíos, el templo se convirtió en ciudadela y fortaleza de losinsurgentes; cómo las diferentes facciones luchaban por la posesión de esta ventajosaposición; y cómo Juan, uno de los jefes rebeldes, defendía el templo con su grupo debandidos llamados zelotes, mientras Simón, otro cabecilla y rival, ocupaba la ciudad. Josefonos dice cómo la fuerza idumea, que puede describirse correctamente como pertenecientea los gentiles, entró en la ciudad amparada por la oscuridad de la noche, durante unadistracción causada por una terrorífica tormenta, y fue admitida por los zelotes, susconfederados, dentro de los sagrados recintos del templo. Parece que, durante todo elperíodo del sitio, la ciudad y los atrios del templo estuvieron en posesión de estos salvajeshombres sin ley de Edom, que llevaban con ellos la rapiña y el derramamiento de sangre adondequiera que iban. Fueron ellos los que en esta ocasión asesinaron vilmente a Ananíasy a Josué, dos de los sumos sacerdotes más eminentes y venerables, un crimen al que Josefoatribuye la subsiguiente captura de Jerusalén y el colapso de la comunidad judía. (Véase laobra de Traill Josefo, libro 4, cap. 5, sec. 2).

¿No tenemos aquí plenamente satisfechas las condiciones del problema? La violenta ysacrílega invasión del templo por parte de los zelotes e idumeos, y la autoritaria ocupaciónde la ciudad por estos bandidos, que la hollaron bajo sus pies durante el período del sitio,nos parece que cumplen con precisión los requisitos de la descripción. ¿Seguramente no sedirá que los idumeos no eran gentiles? Es importante observar que esta frase, los gentiles, olas naciones [ta eqnh], que con tanta frecuencia ocurre en el Nuevo Testamento, se refieregeneralmente a los vecinos inmediatos de los judíos, viviendo muchos de ellos con losjudíos, o al lado de ellos, en la tierra de Palestina. Samaria era una eqnoz: Así lo erantambién Idumea, Batanea, Galilea, los tirios, y los sidonios; y la frase “todas las naciones” o“todos los gentiles” se emplea a menudo en este sentido limitado para referirse a lasnacionalidades palestinas. Cuando nuestro Señor envió a los doce en su primer viajemisionero, y les encargó que no fueran a los gentiles, ni entraran en ninguna ciudad de lossamaritanos, sino que fuesen más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel, porgentiles no quería decir los griegos, ni los romanos, ni los egipcios, ni los persas, sino losgentiles de casa, como podemos llamarles, a los cuales los discípulos podían encontrar sinsobrepasar los límites de Palestina. Algunas veces, corremos el peligro de ser confundidos

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por la aplicación de nuestras modernas ideas geográficas y etnológicas al pensamiento y ellenguaje del tiempo de nuestro Señor. Las ideas de los judíos eran más provinciales queecuménicas: su mundo era Palestina, y para ellos, “las naciones” o “los gentiles” a menudo nosignificaba más que sus vecinos más cercanos que vivían en las fronteras, y a veces dentrode las fronteras, de su propia tierra.

El pasaje que ahora estamos considerando arroja luz también sobre la profecía de nuestroSeñor en Lucas 21:24: “Y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos delos gentiles se cumplan”. Debe observarse que nuestro Señor habla aquí del sitio y lacaptura de Jerusalén, el mismo tema de la visión apocalíptica. No puede ponerse en dudaque la referencia de nuestro Señor a que Jerusalén sería hollada por los gentiles es idénticaen significado al lenguaje de la visión: “Y hollarán [los gentiles] la santa ciudad”. Ambospasajes tienen que referirse al mismo acto y al mismo tiempo: cualquiera sea el significadodel uno es el significado del otro. Puesto que, entonces, la alusión en Apocalipsis es a laviolenta y sacrílega ocupación de Jerusalén y del templo por las hordas de zelotes eidumeos, llegamos a la conclusión de que nuestro Señor, en su predicción, alude al mismohecho histórico.

Pero, si es así, ¿qué debemos entender por “los tiempos de los gentiles” en la predicción denuestro Salvador? Se ha supuesto generalmente que esta expresión se refiere a algúnperíodo místico de duración desconocida que se extiende posiblemente a siglos y eones, yque todavía continúa en un curso que no se ha completado. Pero, si esta interpretación nonatural de las palabras ha de aplicarse a la Escritura, es difícil ver para qué sirve especificaren absoluto algún período de tiempo. Ciertamente es mucho más respetuoso hacia laPalabra de Dios entender su lenguaje en el sentido de que tiene algún significado definido.¿Y si “cuarenta y dos meses” significa realmente cuarenta y dos meses, y nada más? Lostiempos de los gentiles sólo pueden significar el tiempo durante el cual Jerusalén estuvoocupada por ellos. Ese tiempo se especifica claramente en Apocalipsis como cuarenta y dosmeses. Ahora bien, este es un período del cual se habla repetidamente en este libro bajodiferentes designaciones. Es los “mil doscientos sesenta días” del versículo siguiente, y el“tiempo, y tiempo, y la mitad de un tiempo” del cap. 12:14, es decir, tres años y medio. Ahorabien, es evidente que este espacio de tiempo en la historia de las naciones sería un puntoinsignificante; pero, para una chusma tumultuosa y sin ley, controlar una gran ciudad por talperíodo sería algo portentoso y terrible. No es probable que la ocupación de tal ciudad poruna turba armada continúe por edades y siglos: es un estado de cosas anormal que debeterminar prontamente. Pero esto es exactamente lo que sucedió en los últimos días deJerusalén. Durante los tres años y medio que representan con suficiente exactitud laduración de la guerra de los judíos, Jerusalén estuvo efectivamente en manos y bajo los piesde una horda de rufianes, a quienes su propio compatriota describe como “esclavos, y laescoria misma de la sociedad, los espurios y contaminados engendros de la nación”. Sepuede decir que la última y fatal lucha comenzó cuando Vespasiano fue enviado por Nerón,

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a la cabeza de sesenta mil hombres, a sofocar la rebelión. Esto ocurrió a principios del año67 A. D., y en agosto del año 70 A. D., la ciudad y el templo eran un montón de humeantesruinas.

Apenas es posible concebir una correspondencia más completa y más impresionante entrela historia y la profecía que ésta, que no necesita ninguna diestra manipulación y ningunainterpretación antinatural, sino la simple observación de los hechos registrados en losanales del tiempo.

Las siguientes observaciones del profesor Moses Stuart acerca de este pasaje sonsumamente importantes:

“Cuarenta y dos meses. Después de toda la investigación que he podido llevar a cabo, me sientoobligado a creer que el escritor se refiere a un período literal y definido, aunque no tan exactoque un solo día, ni siquiera varios días, de variación interfiriese con la meta que tiene en mente.Es verdad que la invasión de los romanos duró aproximadamente lo que duró el períodomencionado, hasta que Jerusalén fue tomada. Y aunque la ciudad no fue sitiada por tantotiempo, la metrópolis en este caso, como en otros innumerables casos en ambos Testamentos,parece que se refiere al país de Judea. Durante la invasión de Judea por los romanos, continuó elfiel testimonio de los perseguidos discípulos del cristianismo, hasta que por fin fueronasesinados. La paciencia de Dios al diferir por tanto tiempo la destrucción de los perseguidoresse demuestra en esto, y especialmente su misericordia, al continuar advirtiéndoles yreprochándoles. Este es un método de interpretación natural, sencillo, y fácil, por decir lo menos,un método que me siento constreñido a adoptar, aunque no es difícil levantar objeciones contraél”.

EPISODIO DE LOS DOS TESTIGOS

Cap. 11:3-13. “Y daré a mis dos testigos [poder] que profeticen por mil doscientos sesentadías, vestidos de cilicio. Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están enpie delante del Dios de la tierra. Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, ydevora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la mismamanera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de suprofecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierracon toda plaga, cuantas veces quieran. Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia quesube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá, y los matará. Y sus cadáveresestarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto,donde también nuestro Señor fue crucificado. Y los de los pueblos, tribus, lenguas ynaciones verán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados. Ylos moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalosunos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra.Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se

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levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron. En aquella hora huboun gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieronen número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios delcielo”.

Ahora entramos en la investigación de uno de los problemas más difíciles contenidos en laEscritura, un problema que ha puesto a prueba, y hasta podemos decir que hadesconcertado, las investigaciones y el ingenio de críticos y comentaristas hasta laactualidad. ¿Quiénes son los dos testigos? ¿Son míticos o personas históricas? ¿Sonsímbolos o realidades? ¿Representan principios o individuos? Las conjeturas – porque noson sino eso – que se han adelantado sobre este tema forman uno de los más curiososcapítulos de la historia de la interpretación bíblica. Tan completo es el desconcierto, y taninsatisfactoria la explicación, que muchos consideran el problema insoluble, o llegan a laconclusión de que los testigos no han aparecido todavía, sino que pertenecen al futurodesconocido.

Una de las puebas de una verdadera teoría de la interpretación es que debería ser unabuena hipótesis que funcione. Cuando se encuentre la clave correcta del Apocalipsis, abrirátodas las cerraduras. Si esta visión profética es, como creemos, la reproducción y laexpansión de la profecía en el Monte de los Olivos; y si hemos de buscar los personajesdramáticos que aparecen en sus escenas dentro de los límites de los períodos a los cualesse extiende esa profecía, entonces el área de investigación queda muy restringida, y lasprobabilidades de descubrimiento aumentan desproporcionadamente. En la investigaciónrelativa a la identidad de los dos testigos, quedamos constreñidos casi a un punto en eltiempo. Algunos de los datos son lo bastante precisos. Se verá que el período de su profecíaantecede al sonido de la séptima trompeta, esto es, justo antes de la catástrofe de Jerusalén.La escena de su profecía tampoco se indica oscuramente: es “la gran ciudad, que en sentidoespiritual se llama Sodoma y Gomorra, donde también nuestro Señor fue crucificado”. Apesar de las objeciones de Alford, que en realidad no parecen tener ningún peso, no puedehaber ninguna duda razonable de que Jerusalén es el lugar que se tiene en mente, según laopinión general de casi todos los comentaristas y los obvios requisitos del pasaje. Lapregunta, pues, es: ¿Cuáles dos personas que, viviendo en la comunidad judía y en la ciudadde Jerusalén en los últimos días, puede encontrarse que responden a la descripción de losdos testigos, como se da en la visión? Esa descripción es tan marcada y minuciosa que suidentificación no debería ser difícil. Hay siete características principales:

1. Son testigos de Cristo.2. Son dos en número.3. Están imbuídos de poderes milagrosos.4. Están representados simbólicamente por los dos olivos y los doscandeleros que se ven en la visión de Zacarías. (Zac. 4).5. Profetizan vestidos de cilicio, es decir, su mensaje es de aflicción.

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6. Sufren una muerte violenta en la ciudad, y sus cadáveres sontratados con ignominia.7. Después de tres días y medio, se levantan de entre los muertos, yson llevados al cielo.

Antes de seguir adelante con la investigación, es bueno tomar nota de las siguientesobservaciones del Dr. Alford sobre el tema, con las cuales concordamos cordialmente:

“Los dos testigos, etc. Ninguna solución se ha proporcionado jamás para esta porción de laprofecía. O los dos testigos son literales – dos hombres, dos individuos – o son simbólicos – dosindividuos considerados como la concentración de principios y características, y esto ya sea porsí mismos, o como representantes de hombres que encarnaban estos principios y estascaracterísticas … El artículo toiz parece como si los dos testigos fuesen bien conocidos, y distintosen sus individualidades. El dusin es esencial a la profecía, y no debe ser minimizado. Ningunainterpretación que no retenga y no haga resaltar este dualismo, bien en individuos o en líneascaracterísticas de testimonio, puede estar en lo correcto”.

Acerca de la afirmación “vestidos de cilicio” (como señal de la necesidad de arrepentimientoy del juicio que se acercaba), dice Alford:

“Esta porción de la descripción profética ciertamente favorece fuertemente la interpretaciónindividual. Porque, primero, es difícil concebir cómo pueden describirse así cuerpos enterosde hombres e iglesias; y, segundo, los principales intérpretes de símbolos han dejado fueraeste importante detalle, o pasaron muy por encima de él. Uno no ve cómo puede decirseque cuerpos de hombres que vivieron como otros hombres (siendo víctimas de persecuciónes otra cuestión) han profetizado vestidos de cilicio“.

Nuevamente, acerca del versículo cinco:

“Toda esta descripción es sumamente difícil de aplicar a la interpretación alegórica; comopodría esperarse, los alegoristas se detienen, extremadamente perplejos. El doble anuncioaquí parece poner el sello al sentido literal, y el ei tiz y el dei autun apoktankhnai sondecisivos contra cualquier mera aplicación nacional de las palabras. La individualidad nopodría haber sido indicada más vigorosamente”.

Y otra vez, acerca de los poderes milagrosos atribuídos a los testigos:

“Todo esto apunta al espíritu y al poder de Moisés, combinado con el de Elías. Y sin duda, esen estas dos direcciones que tenemos que buscar los dos testigos, o filas de testigos. El unopersonifica la ley, el otro los profetas. El uno nos recuerda al profeta a quien Dios levantaríacomo a Moisés; el otro, a Elías el profeta, que vendría antes del día grande y terrible deJehová”.

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Concordando completamente con estas observaciones, que expresan el problemajustamente, y hacen a un lado de manera concluyente cualquier interpretación alegórica porincompatible con los claros requisitos del caso, procedemos ahora a buscar los dos testigosde Cristo, que testificaron por su Señor y sellaron el testimonio con su sangre, en Jerusalén,en los últimos días del sistema judío, y no titubeamos en nombrar a Santiago y a Pedro comolas personas indicadas.

1. Santiago

Como hecho real e histórico, sabemos que, en los últimos días de Jerusalén, vivió en aquellaciudad un maestro cristiano eminente por su santidad, un fiel testigo de Cristo, dotado conlos dones de profecía y de milagros, que profetizaba vestido de cilicio que selló sutestimonio con su sangre, pues fue asesinado en las calles de Jerusalén en los días finales dela comunidad judía. Este era “Santiago, siervo de Dios, y del Señor Jesucristo”.

Veamos cómo cumple este nombre los requisitos del problema. Es imposible concebir unarepresentación más adecuada de los antiguos profetas y de la ley de Moisés que el apóstolSantiago. Es incuestionable que era un fiel testigo de Cristo en Jerusalén. Su residenciahabitual, si no su residencia fija, era allí: su relación con la iglesia de Jerusalén hace esto casiseguro. Ningún hombre de aquellos días tenía más derecho a ser llamado un Elías. No eraun cortesano untuoso, ni un profetizador de cosas buenas, sino un asceta en sus hábitos,severo y osado en sus denuncias del pecado, un hombre cuyas rodillas tenían callos, comolos de un camello, a fuerza de mucha oración, cuya impávida integridad y primitiva santidadle ganaron, aun en aquella malvada ciudad, el apelativo de el Justo: ¿no era ésta la maneraen que se conducía un hombre que “atormentaba a los que moran en la tierra”, y respondíaa la descripción de un testigo de Cristo? Todavía podemos escuchar el eco de aquellasseveras reprimendas que mortificaban a aquellos hombres orgullosos y codiciosos que“oprimían al obrero en su salario”, reprimendas que predecían la ira que vendríaprontamente y que ahora estaba tan cercana. “Aullad, oh ricos, por las miserias que osvendrán. Habéis acumulado tesoros en los últimos días”. ¿Quién puede con mayorprobabilidad ser nombrado uno de los testigos-profetas de los últimos días que Santiago deJerusalén, “el hermano del Señor”?

Concerniente al tiempo y la manera exactos del martirio de este testigo, puede haberalguna duda, pero del hecho mismo, y de haber tenido lugar en la ciudad de Jerusalén, nopuede haber ninguna. En todo caso, hasta ahora, Santiago, en la manera de su vida y de sumuerte, responde con notable justeza a la descripción de los testigos que se da enApocalipsis.

Las siguientes observaciones del Dr. Schaff destacan vívidamente la vida y la obra deSantiago de Jerusalén, y son extremadamente apropiadas al tema que se discute.

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“Había necesidad del ministerio de Santiago. Si alguno podía ganarse al pueblo del antiguopacto, era él. Complació a Dios poner un ejemplo tal de piedad del Antiguo Testamento ensu forma más pura entre los judíos para hacer la conversión al evangelio, aun a la horaundécima, tan fácil para ellos como fuese posible. Pero, cuando no quisieron escuchar lavoz de este último mensajero de paz, se agotó la medida de la divina paciencia, y sederramó el terrible juicio con que por tanto tiempo habían sido amenazados. Y así secumplió la misión de Santiago. No habría de sobrevivir la destrucción de la Santa Ciudad y eltemplo. Según Hegesipo, fue martirizado el año antes del suceso, es decir, en el 69 d. C.”.

2. Pedro

Pero, ¿quién es el otro testigo? Parece que aquí quedamos completamente en la oscuridad.En realidad, Stuart sugiere que podemos considerar el número dos como meramentesimbólico, pero esto parece una suposición sin fudamento. Además, como los prototipos delos testigos del Antiguo Testamento, “los dos ungidos” de la visión de Zacarías, eran dospersonas, Zorobabel y Josué, es congruente que los testigos de Apocalipsis sean dospersonas. Sin duda, el segundo testigo, como el primero, debe ser buscado entre losapóstoles. Eran pre-eminentemente testigos cristianos, y poseían en el más alto grado losdones milagrosos atribuídos a los testigos en Apocalipsis.

Ahora bien, ¿qué otro apóstol además de Santiago tenía una reconocida conexión con laiglesia de Jerusalén, habitaba declaradamente en esa ciudad, vivió hasta la víspera de ladisolución del sistema judío, sufrió una muerte de mártir, y la experimentó en Jerusalén?Puede parecerles a algunos una conjetura disparatada sugerir el nombre de Pedro, comonos aventuramos a hacerlo; pero no es en absoluto una adivinanza al azar, y solicitamosuna franca consideración de los argumentos a favor de esta sugerencia.

Si la residencia habitual o fija de Pedro era en Jerusalén; que había una relación íntima, sino oficial, entre él y la iglesia de aquella ciudad; que Pedro estaba en Jerusalén en la vísperade la revuelta judía: todas estas circunstancias harían muy probable la suposición de quePedro era el otro testigo asociado con Santiago.

Entonces, ¿cuáles son los hechos, como se muestran en el Nuevo Testamento?

1. Encontramos a Pedro como la persona más prominente en lafundación original de la iglesia de Jerusalén el día dePentecostés.2. Encontramos a Pedro citado ante el Sanedrín como representantede los cristianos en Jerusalén (Hechos 4:8; 5:29).3. Cuando la iglesia de Jerusalén fue dispersada después de la muertede Esteban, Pedro, junto con los otros apóstoles, continuó enJerusalén (Hechos 8:1).

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4. Pedro fue delegado, junto con Juan, para visitar a los samaritanosconvertidos por la predicación de Felipe. Después de cumplir sumisión, regresaron a Jerusalén (Hechos 8:25).5. Cuando Pedro fue llamado por revelación divina a Cesarea parapredicar el evangelio a Cornelio, encontramos que regresó deCesarea a Jerusalén (Hechos 11:2).6. Fue en Jerusalén donde Pedro fue aprehendido y encarcelado porHerodes Agripa I después del martirio de Santiago, “el hermano deJuan” (Hechos 12:3).7. Sobre la conversión de Pablo, se nos dice: “ni subí a Jerusalén a losque eran apóstoles antes que yo” (Gál. 1:17). Lo cual implica quehabía apóstoles residiendo en esa ciudad.8. Tres años después de su conversión, Pablo sube a Jerusalén. ¿Conqué propósito? “Para ver a Pedro”, y añade: “Permanecí con élquince días”, dando a entender que la residencia declarada de Pedroera Jerusalén. En esta ocasión, Pablo vio sólo a otro apóstol, o sea“Santiago, el hermano del Señor” (Gál. 1:18,19).9. Catorce años después, Pablo visita Jerusalén nuevamente. ¿A quiénencuentra allí? A “Santiago, Cefas, y Juan, que eran consideradoscomo columnas” (Gál. 2:1,9).10. Cuando Pablo y Bernabé fueron delegados por la iglesia deAntioquia para ir a Jerusalén a consultar a los apóstoles y ancianoscon respecto a la imposición del ritual judío a los conversosgentiles, ¿a qué apóstoles encontraron en Jerusalén en esa ocasión?A Pedro y a Santiago. (Hechos 15:2,7,13).11. Encontramos a Pedro y a Santiago desempeñando un papelprincipal en la discusión de la cuestión referida a ellos por la iglesiade Antioquia; no habiéndose nombrado a ningunos otros apóstolescomo presentes. (Hechos 15:6-22).12. Que Pedro y Santiago tenían una relación oficial y reconocida conla iglesia de Jerusalén es presumible por lo términos de la cartadirigida a las iglesias gentiles en Antioquia, etc. Al documento se letitula “los decretos de los apóstoles y ancianos que están enJerusalén” [twn en Ierosolumoiz], dando a entender su residenciafija allí. (Véase a Steiger acerca de 1 Pedro 5:31).13. Judas y Silas, habiendo entregado la epístola a la iglesia deAntioquia, regresaron a Jerusalén, “a los apóstoles” (Hechos15:33).14. Deducimos que Pedro estaba asociado con Santiago en la iglesia deJerusalén por el hecho de que Pedro, cuando fue sacado de prisiónmilagrosamente, envió un mensaje especial a Santiago y a los

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hermanos: “Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos” (Hechos12:17).15. Pedro (en 1 Pedro 5:13) envía una salutación de “su hijo Marcos”.Si esto quiere decir Juan apodado Marcos, como es lo másprobable, sabemos que su residencia estaba en Jerusalén, donde sumadre tenía una casa. (Hechos 12:12).16. Si se ve (como esperamos mostrar) que la Babilonia de 1 Pedro 5:13 es en realidad Jerusalén, será una prueba decisiva de que ellugar habitual de residencia de Pedro era en esa ciudad. Sinembargo, la evidencia completa de la identidad de Babilonia conJerusalén debe quedar en reserva hasta que lleguemos a laconsideración de Apoc. 16 y 17.17. Una comparación entre las epístolas de Santiago y Pedro muestraque ambas estaban dirigidas a la misma clase de personas, es decir,los creyentes judíos de la dispersión. (Santiago 1:1; 1 Pedro 1:1).En relación con esta investigación, es muy sugerente encontrar aestos dos apóstoles habitando en la misma ciudad, relacionadosoficialmente con la misma iglesia, asociados en la misma obra,dirigiéndose a creyentes judíos en tierras extranjeras, y dandotestimonio de las mismas grandes verdades a edad avanzada, casial final de sus vidas, y en la víspera de aquella gran catástrofe queenterró la ciudad, el templo, y la nación en una ruina común.18. Finalmente, puede afirmarse que, ya sea que estas probabilidadesequivalgan o no a una demostración, no puede mencionarse anadie que responda más al carácter de un testigo de Cristo en losúltimos días de Jerusalén que Pedro. Por supuesto, rechazamoscomo no históricas e inverosímiles las mentirosas leyendas de latradición que le asignan un obispado y un martirio en Roma. Laimpostura ha recibido sólo un tratamiento respetuoso sólo a manosde críticos y comentaristas. Es más que tiempo de que sea relegadaal limbo de las fábulas, junto con otros fraudes piadosos de lamisma naturaleza. Creemos que ha sido probado que la residenciadeclarada de Pedro era Jerusalén. Que vivió hasta el umbral de larevuelta y la guerra judías es evidente por sus epístolas. Que sufrióuna muerte de mártir lo sabemos por la predicción de nuestroSeñor; y en su caso podemos muy bien decir que se aplicaría elproverbio: “No puede ser que un profeta perezca fuera deJerusalén”. Al leer sus epístolas, y considerarlas como testimoniode uno de los dos testigos apostólicos de Cristo en la ciudadcondenada a muerte, se imparte un nuevo énfasis a su misteriosopronunciamiento que anticipa su suerte y la de su país: “Es tiempo

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de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primerocomienza por nosotros …”. ¡Cuán espantosa la descripción de lostiempos malos y los hombres malos, al contemplarlos en losúltimos días, con sus propios ojos, en Jerusalén! Aunque el últimocapítulo fuese el testimonio final del profeta-testigo de la tierra y laciudad culpables; el último clamor de advertencia antes de queestallase la ardiente tormenta de venganza: “El día del Señorvendrá así como ladrón en la noche”, etc. (2 Pedro 3:10).

Ahora veamos hasta qué punto son cumplidos los requisitos de la descripción apocalípticapor esta identificación de los dos testigos como Santiago y Pedro.

Son dos en número: “Individuos, bien conocidos, y distintos en su individualidad”, como dicecorrectamente Alford que deben ser. Son más que esto; son consiervos y hermanos enCristo, asociados en la misma obra, la misma iglesia, la misma ciudad. El dualismo, queAlford dice que es esencial para la correcta interpretación, es perfecto. Aún más que esto:“Uno personifica la ley, el otro los profetas”. ¿Quién podría ser una representación mejor dela ley que Santiago? Aunque no por eso personifica menos a los profetas. Santiago nosrecuerda a Elías, que podría haber sido su modelo; el severo asceta, cuyos poderosos logrosen oración conmemora en su epístola. Pedro también, que puede ser llamado el fundadorde la iglesia cristiana judía, nos recuerda a Moisés, el fundador de la antigua iglesia judía.

Lo que los antiguos profetas eran para Israel, Santiago y Pedro lo eran para su propiageneración, especialmente para Jerusalén, el principal escenario de sus vidas y trabajos. Elperíodo de su profecía es también notable; es por espacio de mil doscientos sesenta días, otres años y medio, representando la duración de la guerra judía. Profetizan vestidos decilicio: esto es, su mensaje es de juicio venidero, la denuncia de la ira de Dios. Se lescompara con los dos olivos y los dos candelabros vistos en la visión de Zacarías: esto es, son“los dos ungidos”, sobre quienes ha sido derramado el Espíritu Santo, los alimentadores ylas luces de la iglesia cristiana, así como Zorobabel y Josué eran los alimentadores y lasluces de Israel en sus días. Son dotados de poderes milagrosos, una característica que nodebe ser justificada, y que se aplicará sólo a testigos apostólicos. Han de sellar su testimoniocon su sangre, y hasta ahora encontramos que Santiago y a Pedro cumplen perfectamentelas condiciones del problema. Estamos seguros de que ambos fueron mártires de Cristo, yque eso ocurrió en los últimos días de la comunidad judía.

Con respecto al lugar en que fue derramada la sangre de Santiago, tenemos evidenciahistórica creíble de que fue en Jerusalén. Pero aquí la luz nos falla, y de aquí en adelante nosvemos obligados a ir tanteando nuestro camino. De la muerte de Pedro no tenemos ningúnregistro; pero el silencio mismo es sugerente. Que las dos personas principales de la iglesiade Jerusalén cayeran víctimas de un gobierno suspicaz, o de la furia del pueblo, en elmomento en que la revolución estaba a punto de estallar, o cuando ya hubiese estallado, essólo demasiado probable; que sus cadáveres yacieran insepultos concuerda con lo que

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realmente ocurrió en muchos casos durante aquel terrible período de barbarismo sin leyque precedió a la caída de Jerusalén: pero, aunque hemos avanzado hasta este punto, nopodemos avanzar más.

Los testigos martirizados se levantan nuevamente a la vida después de tres días y medio; seponen de pie, para consternación de sus enemigos y asesinos; ascienden al cielo en unanube, a la vista de los que se regocijaban sobre sus cadáveres. Si se nos pregunta: ¿Tuvolugar este milagro con respecto a Santiago y a Pedro, los testigos martirizados de Cristo?,sólo podemos responder: No lo sabemos. No hay evidencia ni de lo uno ni de lo otro. Sólosabemos que fue una clara promesa de Cristo de que a su venida los santos vivos seríanarrebatados para encontrar al Señor en el aire. Si esto podría tener lugar a una gran escalade decenas de miles, y cientos de miles, no es difícil suponer que podría tener lugar en elcaso de dos individuos. Si la ascensión de Cristo mismo es un hecho creíble, no es fácil verpor qué la ascensión de sus dos testigos no puede ser también un hecho literal.

Pero no dogmatizamos sobre el tema: los hechos están delante de nosotros, y debe dejarseque hagan su propia impresión en la mente del lector. No parece posible resolver el todopor medio de una alegoría. Donde ya hemos encontrado tantos hechos sustanciales ehistoria creíble, parece inconsistente e irrazonable sublimar la conclusión en una merametáfora y un símbolo. Por lo tanto, abandonamos el tema con esta sola observación: Porlo menos cuatro quintos de la descripción de Apocalipsis se ajustan a la historia de Santiagoy de Pedro, y nadie puede alegar que el resto no puede ser igualmente apropiado.

Queda, sin embargo, una circunstancia a la cual no nos hemos referido, es decir, el enemigopor el cual los testigos son muertos. Leemos en el ver. 7: “Cuando hayan acabado sutestimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá, y losmatará”. Esta es la primera mención de un ser que ocupa un gran espacio en la partesubsiguiente del libro de Apocalipsis – “la bestia que sube del abismo”. Aquí es presentadaprolépticamente, esto es, por anticipación. Tendremos mucho que decir en la secuela conrespecto a este ser portentoso, y ahora sólo aludimos al tema para hacer notar el hecho deque, cualquiera que sea el significado del símbolo, apunta a un poderoso y letal antagonistade Cristo y su pueblo; y que a este monstruo se le atribuye la muerte de los dos testigos.

La ascensión de los testigos martirizados al cielo es seguida inmediatamente por un acto dejuicio infligido a la ciudad culpable en la que su sangre fue derramada:

Cap. 11:13. “Y en la misma hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad sederrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás seaterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo”.

Es difícil ver cómo puede considerarse esto como puramente simbólico. Es un hechonotable que en Josefo encontramos un relato de un incidente que ocurrió durante la guerrajudía, que en muchos respectos guarda un notable parecido con los sucesos descritos en

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este pasaje. En aquella ocasión fatal, cuando la fuerza idumea fue traicioneramenteadmitida en la ciudad por los zelotes, tuvo lugar un terrible terremoto, y en la misma nochefue perpetrada una gran matanza de los habitantes de la ciudad por los bandidos. Laafirmación de Josefo es como sigue:

“Durante la noche se desató una aterradora tormenta; soplaba el viento con tempestuosaviolencia, y la lluvia caía a torrentes; los relámpagos destellaban sin interrupción,acompañados por horrísonos truenos, y la tierra que se estremecía resonaba conpoderosos mugidos. El universo, convulsionado hasta sus mismos cimientos, parecíacargado con la destrucción de la humanidad, y era fácil conjeturar que estos eran portentosde una calamidad nada trivial”.

Aprovechando el pánico causado por el terremoto, los idumeos, que estaban coaligadoscon los zelotes que ocupaban el templo, consiguieron entrar en la ciudad, y se originó unaterrible matanza. “El patio exterior del templo”, dice Josefo, “se inundó de sangre, y el díaamaneció sobre ocho mil quinientos cadáveres”.

No citamos esto como cumplimiento del escenario de la visión, aunque puede ser así, sinopara mostrar cuánto se parecen los símbolos a los hechos históricos reales.

Así termina la visión del sexto sello con estas impresionantes palabras: “El segundo ay pasó;he aquí, el tercer ay viene pronto”.

LA SÉPTIMA TROMPETA

La Catástrofe de la Visión de la Trompeta

Cap. 11:15-19. “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, quedecían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinarápor los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Diosen sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, diciendo: Te damosgracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque hastomado tu gran poder, y has reinado. Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y eltiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos,y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los quedestruyen la tierra. Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veíaen el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo”.

Ahora llegamos a la última de las visiones de las trompetas, y, como en todos los otroscasos, encontramos que la visión culmina en una catástrofe – un acto de juicio infligidosobre los enemigos de Dios; y, por otro lado, el triunfo y la felicidad de su pueblo. Nos damucho gusto citar aquí las observaciones de Dean Alford, que capta correctamente el plan yla estructura de las sucesivas visiones:

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“Todo esto”, dice, “crea un fuerte fundamento para inferir que las tres series de visiones –los sellos, las trompetas, y las copas – no son continuas, sino que se reanudan: en realidad,no pasan por el mismo terreno la una con la otra, ya sea en el tiempo o en la ocurrencia,sino que cada una desarrolla algo que no estaba en la anterior; y pone el rumbo de laprovidencia de Dios bajo una luz diferente. Es verdad que los sellos incluyen las trompetas ylas trompetas las copas; pero no es en una mera sucesión temporal: la involución y lainclusión son mucho más profundas”, etc.

Esta es una importante admisión, y si el crítico erudito hubiese llevado el mismo principio dereanudación a todas las visiones, habría prestado un valor diez veces mayor a su exposiciónapocalíptica. El principio mismo está estampado tan legiblemente en el libro que esmaravilla cómo alguien puede dejar de verlo.

En cuanto a los símbolos de la séptima trompeta-visión, son extremadamente claros, y casievidentes por sí mismos. Obsérvese que es “la última trompeta” la que ahora suena, y lossucesos que siguen son tales que podríamos esperar de una consumación tan grande.

El primer resultado es la proclamación del reino de Dios. Este es el gran final hacia el cual, deuna u otra forma, tiende toda la acción de todas las visiones. Es el tema de toda la profecía;el terminus ad quem de los evangelios, las epístolas, y el Apocalipsis. El período de la venidadel reino está marcado con toda claridad a través de todo el Nuevo Testamento; estásiempre asociado con “el final del tiempo”, o el fin de la dispensación judía [sunteleia touaiwnoz], la resurrección, y el juicio. La séptima trompeta es la señal de que “el fin” hallegado, y que “el misterio de Dios” está consumado; es, por lo tanto, el tiempo de laproclamación de que el reino de Dios ha venido. El Mesías reina: “Ha puesto a todos susenemigos por estrado de sus pies”.

Aquí podemos observar la singular consistencia y armonía entre representaciones tandesvinculadas y ampliamente disímiles como las enseñanzas de Pablo y las visiones deApocalipsis. En el capítulo quince de la Primera Epístola a los Corintios, Pablo, hablando deeste mismo período, “el fin“, y el sonido de la última trompeta, da a entender que es eltiempo en que el reino de Dios vendrá, y en que Cristo “entregará el reino a Dios Padre”. Estaparece ser la misma transacción representada en la escena delante de nosotros. El Mesíasha vencido; ha suprimido todo reglamento, toda autoridad, y todo poder, es decir, el hostil ymaligno antagonismo judío que ha sido el encarnizado enemigo de su causa. Pero haconquistado el reino para que su Padre pueda ser supremo. En consecuencia, el coro deancianos delante del trono celebra la reanudación del reino por el Padre, diciendo: “Tedamos gracias, Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras, porque has tomado tu granpoder, y has reinado”. Esta es una coincidencia tan sutil, y, si se nos permite decirlo, tansincera, que da la fuerza de la demostración a los puntos de vista que han sido propuestos.

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El siguiente resultado de la última trompeta es la declaración de que el tiempo del juicio delos muertos ha llegado, trayendo recompensa al pueblo de Dios y retribución a sus enemigos(ver. 18).

Hemos condensado aquí en unas breves oraciones la esencia de la escatología del NuevoTestamento. La ira de la cual a menudo se decía que vendría ahora ha llegado. Es tiempo dejuzgar a los muertos: lo que supone su resurrección; es tiempo de vindicar a los mártires deCristo, cuya protesta se oyó en Apoc. 6:9; es tiempo de recompensar a todos los fieles, tantograndes como pequeños; es tiempo de retribuir a los enemigos de Cristo, los destructoresde la tierra. En realidad, la catástrofe entera representa un tiempo y un acto de juicio, elescenario de ese juicio es la culpable tierra de Israel, y el tiempo es “el fin del tiempo”, laterminación de economía judía.

El versículo que acabamos de considerar está en notable correspondencia con Salmos 2.“Las naciones se amotinan” es una alusión a “¿Por qué se aíran [eqnh] las naciones?”. Se lesrepresenta como en revuelta contra el rey de Sión, y se les exhorta a someterse, no sea queÉl se enoje, y que ellos perezcan en su ira. En la visión, su ira ha llegado, y los destructoresde la tierra perecen en esa ira. Sería superfluo señalar cuán exactamente representa todoesto el juicio de los culpables dirigentes y del culpable pueblo de Israel. La escena estálocalizada infinitamente por la expresión thm ghn – es decir, “la tierra de Israel”.

La representación simbólica en el último versículo (ver. 19) parece susceptible de unaexplicación satisfactoria. En el momento mismo del destino fatal de Jerusalén, cuando laciudad y el templo perecen juntos; cuando todo el ceremonial y el ritual de lo terrenal y lotransitorio son barridos, el templo de Dios en el cielo se abre, y el arca de su pacto se ve enél. Esto es como decir que lo local y lo temporal pasan, pero son sucedidos por lo celestial ylo eterno; lo terrenal y figurativo es reemplazado por lo espiritual y lo verdadero. En estarepresentación tenemos un excelente comentario sobre las palabras de la epístola a losHebreos. “Aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que laprimera parte del tabernáculo estuviese en pie”. Pero no bien es eliminada “la primera partedel tabernáculo” cuando se abre el templo en el cielo, y hasta la sagrada arca del pacto, elsantuario de la gloria y la presencia divina, queda expuesta a los ojos de los hombres. Elacceso al Lugar Santísimo ya no está prohibido, y “tenemos libertad para entrar en el LugarSantísimo por la sangre de Jesucristo”.

Así, en medio de portentosas manifestaciones de ira y juicio contra los impíos –“relámpagos, y truenos, y un terremoto, y granizo”, los reconocidos concomitantes en elAntiguo Testamento de la presencia y el poder divinos – termina la visión de las sietetrompetas.

PARTE III

La Parusía en Apocalipsis320/401

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La Cuarta Visión

Visión de las Cuatro Figuras Místicas

Caps. 12, 13, 14

La catástrofe de la visión de las trompetas nos conduce a la misma crisis que la catástrofede los siete sellos. Ambas son representaciones diferentes del mismo gran suceso. Perotodavía hay espacio para nuevas representaciones; y la visión siguiente nos introduce a unjuego de símbolos completamente diferente, aunque pertenecientes al mismo período yrelacionados con los mismos sucesos. Su lugar, entre las siete trompetas y las siete copas,nos permite definir sus límites muy claramente; y termina, como las otras visiones, con unacatástrofe bien marcada. Sin embargo, difiere de ellas en que no está tan expresamentecaracterizada por el número siete, aunque no es difícil ver que en realidad consiste de esenúmero de figuras o caracteres principales, siendo todos ellos representaciones simbólicas.Son: 1. La mujer vestida de sol. 2. El gran dragón bermejo. 3. El hijo varón. 4. La bestia quesube del mar. 5. La bestia que sube de la tierra. 6. El Cordero en el monte de Sión. 7. El Hijodel hombre sobre la nube. Por lo tanto, llamamos a esta visión la visión de las siete figurasmísticas. Ocupa los tres capítulos siguientes, 12, 13, 14. Es de la mayor importancia, para lacorrecta interpretación de estas visiones apocalípticas, que tengamos presente con firmezalos límites del área al cual quedamos restringidos por los términos del libro. Es sólo unpunto en el tiempo histórico y en el espacio geográfico – la consumación de la erajud&iacutte;a. El teatro de la acción, y el mayor número de personajes dramáticos, debebuscarse siempre en el punto central, donde está el foco de interés – Jerusalén y Judea. Raravez tenemoos que viajar más allá de esta región, aunque a veces se introducen elementosmás remotos, cuando tienen una relación especial con el tema principal.

1. La Mujer Vestida del Sol

Cap. 12: 1,2. “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol. con luna debajode sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba condolores de parto, en la angustia del alumbramiento”.

Cap. 12:5. “Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones;y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.

No es sorprendente que esta representación de la mujer que da a luz un hijo destinado aregir a todas las naciones, que es arrebatado para Dios y para su trono, etc., sugiera aprimera vista a la Virgen Madre y a su Hijo, que tan pronto nació fue perseguido por loscelos asesinos de Herodes, “que buscó al niño para destruirle”, y que ascendió al trono deDios. Sin embargo, esta interpretación se derrumba en seguida, porque es completamenteincompatible con las subsiguientes representaciones de la visión. No hay nada en la historiade María que corresponda a la persecución de la mujer por el dragón; a su huida al desierto

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después de la ascensión de su Hijo; al agua como un río arrojada por la serpiente paradestruir a la mujer, y a la guerra que se hace contra “el resto de la descendencia de ella”.

Hay otra objeción que es fatal para esta interpretación. Está fuera de los límites queApocalipsis mismo traza expresamente alrededor de su escenario y su tiempo de acción. Noestá entre las cosas “que deben suceder pronto”. Si fuésemos retrotraídos para examinarrepresentaciones simbólicas del nacimiento de Cristo, no estaríamos sobre terrenoapocalíptico. Abandonar este terreno es viajar fuera del registro, dejar la tierra firme de loshechos históricos, y lanzarnos por el mar sin orillas de la conjetura, sin brújula y sin estrella.

No tenemos dificultades, pues, para aceptar la opinión común de que la mujer vestida delsol representa a la iglesia cristiana. Pero esta afirmación sola es muy vaga. Es la iglesiaperseguida, la iglesia apostólica, la iglesia de Judea, la que es simbolizada aquí. Es decir, laiglesia hebreo-cristiana de los últimos días de la era judía.

Los emblemas con los cuales está adornada la mujer no parecerán incongruentes niextravagantes si recordamos el lenguaje lenguaje con el que el profeta se dirige a Israel:“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre tí”,etc. (Isa. 60). Que la iglesia apostólica resplandeciese como el sol, que la luna estuviese bajosus pies, sólo está en armonía con todo lo que se dice en el Nuevo Testamento acerca de ladignidad y la gloria de la esposa de Cristo.

Pero lo que identifica a la mujer en la visión como la iglesia hebreo-cristiana es la corona dedoce estrellas sobre su cabeza. De que esto es emblemático de las doce tribus de los hijosde Israel parece no haber dudas; y por lo tanto, esto fija la referencia de la visión en laiglesia de Judea.

2. El Gran Dragón Escarlata

Cap. 12: 3, 4. “También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata,que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastrabala tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se parófrente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto comonaciese”.

No hay posibilidad de duda con respecto a la identidad de este símbolo. El dragón es“aquella serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás” – el antiguo e inveterado enemigode Dios y de su pueblo. Se le representa como poseedor de vasta autoridad y vasto poder,teniendo “siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas”, porque es “el diosde este mundo”, “el príncipe de las potencias de los aires”, “el acusador de los hermanos”, “elengañador del mundo entero”. Este maligno enemigo de la causa de Cristo está listo adevorar el hijo que la mujer está a punto de dar a luz.

3. El Hijo Varón322/401

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Cap. 12: 5. “Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones;y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono”.

Alford afirma que “el hijo varón es el Señor Jesucristo, y no ningún otro”. Dice además que“las exigencias de este pasaje requieren que el nacimiento se entienda literal ehistóricamente, como el nacimiento que todos los cristianos conocen”. Y sin embargo,sostiene que la madre es “la iglesia”; que “no es posible que se quiera dar a entender laBienaventurada Virgen”. Estas dos suposiciones son incompatibles, y se destruyenmutuamente. A primera vista, sí parece natural suponer que se quiere significar a Cristo,pero una consideración ulterior mostrará que no puede ser así. Nunca se dice que la iglesiaes la madre de Cristo, ni que Cristo es el hijo de la iglesia. La iglesia es la novia, la esposa, elcuerpo, la casa de Cristo, pero nunca la madre. Cristo es el Rey, la Cabeza, el Esposo de laiglesia, pero nunca el hijo o el niño. Él es el Hijo de Dios, y el Hijo del hombre; pero nunca elhijo de la iglesia. En una figura así, habría una incongruencia y una impropiedad querepugnan al sentido de lo correcto.

Creemos que la clave de este símbolo debe encontrarse en el capítulo sesenta y seis deIsaías, que es la fuente original de la cual se derivan las figuras. Jerusalén está representadaaquí como una mujer en dolores de parto, que da a luz a un hijo varón (vers. 7, 8): “Antesque estuviese de parto, dio a luz; antes que le viniesen dolores, dio a luz hijo. ¿Quién oyócosa semejante? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues encuanto Sión estuvo de parto, dio a luz sus hijos”. Es imposible creer que la semejanza entreestos pasajes sea meramente casual; y recibimos, pues, una gran ayuda en la interpretaciónde la visión de parte de las representaciones análogas en la profecía. Así como en laprofecía el hijo varón, o los hijos de Sión, significa los fieles de la tierra o de Jerusalén, asítambién el hijo varón nacido de la mujer perseguida en Apocalipsis denota los fielesdiscípulos de Cristo en Judea, y hasta en Jerusalén misma. Esta explicación armoniza lasaparentes incongruencias del pasaje, y da un sentido inteligible y razonable a larepresentación entera. La iglesia hebreo-cristiana está personificada como la madreperseguida de un vástago perseguido; ella da a luz a un hijo varón, pero un hijo varón estambién una nación, según las palabras del profeta. Este hijo varón está destinado a “regir alas naciones con vara de hierro, y es arrebatado para Dios y para su trono”. Estasafirmaciones les parecen a muchos sólo aplicables al Hijo de Dios mismo; pero, en realidad,en Apocalipsis se afirma que son el privilegio y la recompensa de todo discípulo fiel: “Al quevenciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirácon vara de hierro” (cap. 2:26,27); “al que venciere, le daré que se siente conmigo en mitrono”(3:21). No es, pues, injustificable aplicar estas expresiones, por elevadas que sean, alos fieles discípulos de Cristo.

Habiendo quedado así garantizada la seguridad de su vástago, Dios hace provisión para lamadre perseguida.

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Cap. 12:6. “Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allíla sustenten por mil doscientos sesenta días”.

Esta es una anticipación de la declaración más plena que se encuentra en los versículos 13-16, donde se nos dice que “se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para quevolase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo,y tiempos, y la mitad de un tiempo”.

Esta alusión al período de tiempo durante el cual la mujer es preservada proporciona unapista para la interpretación de esta parte de la visión. Se verá que es el mismo espacio detiempo durante el cual Jerusalén es hollada por los gentiles, y durante el cual los dostestigos pronuncian su profecía. Es decir, estas diferentes designaciones de tiempo –cuarenta y dos meses, mil doscientos sesenta días, y un tiempo, y tiempos, y la mitad de untiempo – son todas equivalentes a tres años y medio, de los cuales se sabe que fue laduración de la guerra judía. Es, pues, razonable concluir que estos diferentes sucesoscoinciden con el período de la guerra judía, y abarcan la misma duración, siendo sucesoscontemporáneos. Puede preguntarse: ¿Hay algún hecho histórico que corresponda a lossímbolos de la visión, a saber, la mujer perseguida, la madre del hijo varón, que huye aldesierto delante del dragón, y que es preservada en seguridad durante un espacio detiempo igual a tres años y medio? Creemos que lo hay; y trataremos de presentar loshechos verdaderos que, según creemos, responden a la representación simbólica.

Nuestro Señor advirtió claramente a sus discípulos que, cuando vieran ciertas señalesespecíficas de la catástrofe que se aproximaba, especialmente cuando vieran “a Jerusalénrodeada de ejércitos” y “la abominación desoladora en el lugar santo”, debían escapar sinpérdida de tiempo de la sentenciada ciudad, y “huir a las montañas”. Tan apresurada debíaser su huída que hasta debían renunciar a sus pertenencias y preocuparse sólo por suseguridad personal (Mat. 24:15-18). También tenemos el testimonio de Josefo de quemuchos judíos, al principio de las hostilidades con Roma, abandonaron Jerusalén comoquien abandona un barco que se hunde. Es presumible que la población cristiana, quehabía sido advertida tan expresamente de lo que venía, salieran de la ciudad; y no parecehaber razón para poner en duda el hecho de que, como cuerpo, sí se retiraron, y buscaronrefugio en Perea, más allá del Jordán, un distrito del cual Josefo nos informa que esgeneralmente desolado, y podría, por lo tanto, describirse correctamente como “eldesierto”.

Es así, pues, cómo encajan los símbolos en la historia. La iglesia de Jerusalén, la madreiglesia como puede muy bien llamarse, la fecunda madre de una multitud de hijosespirituales, está sujeta a severa y dolorosa persecución, atizada por Satanás, el malignoadversario de Cristo y de su pueblo. Si el hijo varón arrebatado para Dios y para su tronosimboliza a los hijos martirizados de la iglesia, a los que se hace referencia en el versículo11, los que, “aunque condenados por los hombres en la carne, fueron justificados y

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coronados por Dios con la vida eterna en sus espíritus” (1 Pedro 4:6), nosostros no lodecidiremos, aunque creemos que es probable. Sin embargo, la madre iglesia, aunquedespojada de su primogénito, todavía es perseguida por el dragón. Nunca fue lapersecución más encarnizada que durante el período en que ocurrió la revuelta judía yapareció el ejército de Roma ante de las puertas de Jerusalén. Advertida por Dios, la iglesiade Jerusalén abandonó la ciudad, y huyó, como en alas de águilas, al desierto, más allá delJordán, donde encontró un refugio seguro durante la guerra y el sitio. Frustrado en suintento por aplastar la causa de Cristo en Jerusalén, el dragón desahoga su ira descargandouna inundación de furia maligna sobre los cristianos fugitivos – lo que, sin embargo, no leshace daño – y luego se vuelve a importunar y perseguiir “el resto de la descendencia de ella”,o sea, los discípulos en otras partes de la tierra o del país.

Si se dijera que hay una incongruencia al representar a los perseguidos cristianos de laiglesia de Jerusalén con la doble figura de la mujer y el hijo varón, uno de los cuales esarrebatado al cielo, mientras que el otro huye a refugiarse en el desierto, respondemos quees una incongruencia inseparable del uso de tales símbolos. Sión y sus hijos en la profecíade Isaías son virtualmente idénticos; y lo mismo sucede con la mujer y el hijo varón.Hablamos de Inglaterra y su pueblo cuando en realidad queremos decir lo mismo conambas expresiones; y sería una crítica exageradamente exigente la que objetara unlenguaje tal, lo cual, si no es lógicamente correcto, añade mucho al efecto dramático ypoético de la descripción.

Aunque se siente bastante perplejo por la interpretación de la visión en general, Alfordopina a favor de nuestra explicación de una parte muy importante de los símbolos. Estasson sus palabras:

“Creo que, considerando las analogías y el lenguaje usados, estoy mucho más dispuesto ainterpretar la persecución de la mujer por el dragón como las varias persecuciones porparte de los judíos, interpretaciones que siguieron a la ascensión, y su huida al desiertocomo la retirada gradual de la iglesia y sus seguidores en Jerusalén y Judea, una retiradaconsumada finalmente en la huida a las montañas durante el sitio que se acercaba,comandados por nuestro Señor mismo”.

Es extraño que, habiendo encontrado un hecho histórico que correspondía tan bien alsímbolo, el crítico no buscara más en la misma dirección, lo que sin duda habría resultadoen una luminosa exposición del todo; pero es alejado por el fuego fatuo de un compendiode historia universal de la iglesia en Apocalipsis, ignorando inexplicablemente las expresasafirmaciones del libro mismo con referencia al período muy restringido dentro del cualdebían cumplirse sus visiones.

Ahora llegamos al conflicto entre el dragón y el campeón que aparece para defender a lamujer perseguida:

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Cap. 12:7-9. “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchabancontra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló yalugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que sellama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y susángeles fueron arrojados con él”.

No parece que este suceso – el conflicto entre Miguel y el dragón – fuera representado parael vidente en visión. No es introducido con la fórmula usual en estos casos: “Y miré, y heaquí” [eidon kai idou], sino relatado en el estilo de un historiador. Tampoco se nos informani del tiempo ni la ocasión del conflicto que tuvo lugar. En realidad, todo el suceso esmisterioso, y está fuera del ámbito de las cosas terrenales; el escenario de él es “en el cielo”;los combatientes son seres espirituales – “principados y potestades en lugares celestiales”;aunque es razonable suponer que el acontecimiento tiene íntima relación con la historia delperíodo apocalíptico que es el sujeto de la visión. Evidentemente, se introduce para explicarla intensa hostilidad del dragón contra la iglesia de Cristo; y esta circunstancia parece dar aentender que la expulsión de Satanás a la que se alude aquí tuvo lugar poco antes de queestallara la persecución contra los cristianos. Es importante recordar que “Miguel” estáidentificado, con toda probabilidad, con el Hijo de Dios. El lector es referido a la pruebasatisfactoria de su identidad aducida por Hengstenberg.

No debemos concebir este conflicto como de fuerza física, como las batallas de Milton en “ElParaíso Perdido”, sino más bien como una victoria moral y espiritual de la verdad sobre elerror, de la luz sobre las tinieblas, del evangelio sobre el pecado y la incredulidad. Hayprobablemente una íntima relación entre la expulsión de Satanás a la que se hacereferencia aquí y las palabras de nuestro Señor a sus discípulos cuando volvieron con suinforme de su exitosa misión como evangelistas: “Yo veía a Satanás caer del cielo como unrayo” (Luc. 10:18); y nuevamente: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe deeste mundo será echado fuera” (Juan 12:31); y otra vez: “Para esto apareció el Hijo de Dios,para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8). Traducidos los símbolos al lenguaje común,parecen significar que el progreso del cristianismo en el país despertó la hostilidad deSatanás y sus emisarios, y condujo a una persecución más activa de los discípulos de Cristo.

La victoria de Miguel y sus ángeles es celebrada con una triunfal proclamación en el cielo, locual sí cae dentro de la esfera de la visión.

Cap. 12:10,11. “Entonces oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora ha venido la salvación,el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzadofuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día ynoche”.

En todo esto tenemos la expresión de la verdad general de que, en el largo y mortalconflicto con la enemistad judía, intensificada por la maldad satánica, Cristo luchó a favorde sus perseguidos discípulos y frustró los ataques de sus adversarios. Cuán claramente

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reconocía Pablo la presencia y la actividad de un poder infernal en la maligna hostilidad quese oponía al evangelio puede verse en sus notables palabras: “No luchamos contra sangre ycarne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblasde este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efe. 6:12).Despojada de sus imágenes simbóicas, la visión muestra que los esfuerzos de Satanás paraaplastar la verdad de Dios fueron frustrados y derrotados, y sólo condujeron a un triunfomás señalado y decisivo del reino de Cristo.

Satanás, frustrado de su presa y sabiendo que “sólo le queda poco tiempo” porque laconsumación está ahora muy, muy cercana, se va, como hemos visto, a hacer guerra contrael resto de la descendencia de la mujer, “los que guardan los mandamientos de Dios ytienen el testimonio de Jesús” (ver. 17).

4. La Primera Bestia

Cap. 13:1-10. “Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía sietecabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombreblasfemo. Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su bocacomo boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad. Vi una de suscabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda latierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, yadoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad paraactuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar desu nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. Y se le permitió hacer guerracontra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua,y nación. Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritosen el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo. Si algunotiene oído, oiga. Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, aespada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos”.

Ahora entramos en una investigación llena de interés, pero también llena de dificultades, sibien esas dificultades son mitigadas grandemente por los límites conocidos del área dentrode la cual están restringidas, y donde debemos buscar el personaje que ahora esintroducido en escena, y que juega un papel tan importante en la continuación.

Ahora se admite que la verdadera lectura del primer versículo es estaqh [él se paró], esdecir, el dragón. Esto no carece de importancia. El dragón, frustrado en su intento dedestruir a la mujer y a su simiente, se instala sobre la arena del mar, buscando con los ojos aun poderoso auxiliar para alistarlo a su servicio.

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No tarda mucho éste en aparecer. Se ve salir del mar a un portentoso monstruo. Se ledesigna como qhrion [una bestia salvaje], que ya se ha mencionado por anticipación en elcap. 11:7. La descripción de este monstruo es muy minuciosa, de modo que debería ser fácilsu identificación. Observemos los detalles de la descripción.

1. La bestia sale del mar. 2. Tiene siete cabezas, diez cuernos, y diez diademas sobre sus cuernos. 3. Sobre sus cuernos tiene nombres blasfemos. 4. Reúne las características de todas las bestias vistas por Daniel (cap. 7). 5. El dragón delega poder en ella. 6. Una de sus cabezas es herida de muerte; pero la herida mortal es sanada. 7. Recibe el homenaje del mundo entero. 8. Se le rinden honores divinos. 9. Blasfema contra Dios, y hace guerra contra los santos.10. La duración de su poder se limita a cuarenta y dos meses.11. Su número es “número de hombre”, y que es “seiscientos sesenta y seis”. (En el capítulo 17 se añaden otros detalles, que completan la descripción de la bestia, aunque hay que confesar que no tienden a facilitar el descubrimiento de su identidad).12. Era, y no es, y será (cap. 17:8).13. Asciende del abismo, y va a perdición (cap. 17:8).14. Es un rey: uno de siete, y también el octavo (cap. 17:11).

Sería extraño que un número como éste, de marcadas y peculiares características, fueseaplicable a más de un individuo, o que un individuo así fuese tan oscuro que no pudiera serreconocido en seguida. Tiene que ser buscado entre los grandes de la tierra; tiene que serel primero en sus días, el observado de entre todos los observadores; debe ocupar el tronomás encumbrado y gobernar el imperio más poderoso. Además, su período es fijo: ocurreen los últimos días del sistema judío, cerca de la catástrofe final. El misterio es reveladohasta por su propia solución. Esta bestia portentosa, este potentado del mundo, esteministro plenipotenciario de Satanás, no puede ser otro que el amo del mundo, elEmperador de Roma, “el hombre de pecado” – NERÓN.

Ahora veamos cómo concuerdan los detalles con el carácter de Nerón:

1. Nadie le disputará el título de “bestia”. Si hombre alguno mereció alguna vez ese nombre, fue el monstruo brutal que desgració a la humanidad con sus notorias crueldades y notorios crímenes. Pablo le aplica una designación similar: “Fui librado de la boca del león“

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(2 Tim. 4:17). 2. La expresión “surge del mar” probablemente quiere decir que la bestia es una potencia extranjera. Debemos considerarla desde un punto de vista judío; y en Judea, Nerón sería, por supuesto, un soberano de más allá del mar. 3. Las siete cabezas y los diez cuernos coronados de la bestia son los símbolos de su poder plenario y dominio universal. 4. Los nombres de blasfemia inscritos en sus cabezas significan la asunción de las prerrogativas de la deidad. 5. La unión de las características de las cuatro bestias en la visión de Daniel indica que el dominio de la bestia abarca los reinos representados en aquella visión. 6. La posesión del poder delegado por el dragón implica el sometimiento de la bestia a los intereses de Satanás. Ella es la delegada del dragón. 7. El que una de sus cabezas fuese herida de muerte implica el violento fin del individuo simbolizado por la bestia. 8. Se cae de su peso que el emperador romano recibiría el homenaje del mundo entero, y que se le rendiría culto idólatra. 9. La historia nos cuenta que Nerón fue el primero de los emperadores que persiguió a los cristianos.10. La duración de aquella primera y encarnizada persecución concuerda con el período de cuarenta y dos meses, o tres años y medio, mencionados en la visión. (Si adoptamos la lectura del Codex Sinaiticus, “se le dio que hiciera su voluntad por cuarenta y dos meses”, implicaría evidentemente que su cruel política de persecución estaría limitada a ese período. Ahora, en términos prácticos, la persecución por Nerón comenzó en noviembre del año 64 d. C., y terminó con su muerte en junio del año 68 d. C., esto es, con la mayor aproximación posible, tres años y medio).

Posponiendo, por el momento, la consideración de la pregunta siguiente y crucial – “elnúmero de la bestia”, podemos hacer una pausa aquí para observar cuán precisamenteconcuerda todo esto con el carácter de Nerón. Al principio, estaríamos dispuestos a creer,con Bossuet, que la bestia de la visión significa “el Imperio Romano, o más propiamente,Roma misma, la señora del mundo – la Roma pagana, la perseguidora de los santos”. Pero,al seguir adelante, quedamos satisfechos en el sentido de que no es una abstracción, sinouna persona real, la que se describe aquí, o, por lo menos, el poder imperial personificadoen el más feroz y brutal de sus representantes, el emperador Nerón. Cada uno de lospuntos de la descripción identifica al criminal. Fue el execrable tirano que primero soltó losinfernales perros de la persecución contra los inofensivos cristianos de Roma. Más comobestia que como hombre, sació su sanguinaria propensión con el asesinato de su hermano,

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su madre, y su esposa. Incendiario de su propia capital, imputó su crimen falsamente a losinocentes cristianos, a los cuales ejecutó en vastos números y con barbaridades jamásoídas. Blandiendo el mayor poder sobre la tierra, lo usó para entregarse a los vicios másdespreciables, y se hizo esclavo de las más brutales pasiones. Se arrogó las prerrogativas dela deidad, y reclamó y recibió la adoración debida a Dios. Su desmesurada vanidad le hizocodiciar la admiración; le llevó a actuar como actor en el escenario, a conducir un carruajeen el circo, a competir en los juegos olímpicos. “Se maravilló toda la tierra en pos de labestia”. Se nos dice que recibió no menos de mil ochocientas coronas por sus victorias. DioCasio relata que Nerón entró en Roma triunfalmente, y fue saludado con aclamaciones porel senado y por el pueblo, que le ofrecieron la más abyecta adulación. Fue saludado congritos de: “¡Victorias olímpicas! ¡Victorias pitias! ¡Augusto! ¡Augusto! ¡Nerón el Hércules!¡Nerón el Apolo! ¡Sagrada Voz! ¡El Eterno!” [Eiz ap aiwnoz].

Mucho más oscura es la aparentemente paradójica afirmación relativa a la herida mortal dela bestia, que, sin embargo, fue sanada. Por supuesto, si fue sanada, no era mortal; y si eramortal, no podría haber sido sanada en realidad. Sería manifiestamente irrazonable exigir elcumplimiento literal de una imposibilidad, pero la explicación debería reconciliar laaparente contradicción. Ahora bien, es un hecho curioso que se haya dado una explicaciónplausible de la paradoja. Nerón murió de una muerte violenta – de una herida de espada,infligida bien ppor su propia mano o por la de un asesino. No es necesario decir que laherida era mortal; pero había sin duda una creencia muy general en ese tiempo de queNerón no murió, sino que estaba oculto en alguna parte, reaparecería antes de mucho, yrecuperaría su poder anterior. Tácito alude a la creencia popular (Historia, cap. 2.8), asícomo Suetonio (Nerón, cap. 57). No hay nada improbable en la suposición de que una talnota de identidad, que personificaba la creencia general, podría emplearse como se empleaen la visión; en todo caso, ninguna otra explicación proporciona una solución tan razonabley satisfactoria del problema.

El Número de la Bestia

Ahora llegamos a la cuestión que ha puesto a prueba el ingenio de críticos y comentaristascasi desde el día en que se propuso por primera vez, y que todavía difícilmente puededecirse que está resuelta; es decir, el nombre o el número de la bestia. Sin desperdiciartiempo en las varias respuestas que se han dado, puede ser suficiente hacer una o dosobservaciones preliminares acerca de las condiciones del problema.

1. Es evidente que el autor consideró que estaba proporcionando suficiente información para la identificación de la persona bajo discusión. Es también presumible que no quería desconcertar a sus lectores, sino ilustrarlos. 2. Es igualmente evidente que la explicación no está en la superficie. Se requiere sabiduría para entender sus palabras: es sólo el hombre “que tiene entendimiento” el que es competente para resolver el problema.

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3. Es claro que lo que él se propone transmitir a sus lectores es el nombre de la persona simbolizada por la bestia. Su nombre expresa cierto número; o, las letras que forman su nombre, cuando se añaden juntas, suman cierto valor numérico. 4. El nombre o el número es el de un hombre; es decir, no es una bestia, ni un espíritu malo, ni una abstracción, sino una persona, un hombre que está vivo. 5. El número que expresa el nombre es, en caracteres griegos, c e z, o, en valores numéricos, seiscientos sesenta y seis.

Sobre bases completamente independientes, ya hemos arribado a la conclusión de que conla bestia apocalíptica se quiere significar el emperador reinante, Nerón. Es su nombre, por lotanto, lo que debería cumplir, no obviamente, no sin alguna investigación, pero sísatisfactoria y concluyentemente, todas las condiciones del problema. El nombre delemperador estaría escrito de tres maneras, según estaba expresado en uno u otro de tresidiomas, latín, griego, o hebreo: en latín, Nerón César; en griego, Nerwn Kaisar; en hebreo,rsq nwrn.

Juan no escribía a los romanos, ni en latín, así que la primera forma puede ser hecha a unlado en seguida. Sin embargo, escribía en griego, y para lectores bien familiarizados con elidioma griego, aunque la mayoría de ellos eran probablemente de sangre judía. Es probableque la mayoría de ellos pronunciaría el temido nombre en seguida e instintivamente. En esecaso, se sentirían desorientados, porque la letras griegas NerwnKaisar no sumarían losnúmeros requeridos.

Pero si eso hubiese sido todo lo que se necesitaba, el nombre habría estado en lasuperficie, patente y palpable para el más lerdo entendimiento. No se requeriría ni sabiduríani entendimiento para leer el enigma. El lector no debe intentar otro método. Juan erahebreo, y aunque escribía en caracteres griegos, sus pensamientos eran hebreos, y la formahebrea del nombre y el título imperial le eran familiares a él y a sus amigos hebreo-cristianos tanto de Asia Menor como de Judea. Podría no ocurrírsele de modo natural allector reflexivo calcular el valor de las letras que expresaban el nombre del emperador enhebreo. Y el secreto sería revelado:

N = 50 Q = 100

R = 200 S = 60

W = 6 R = 200

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N = 50

306 +360 = 666.

Aquí hay, pues, un número que expresa un nombre; el nombre de un hombre, del hombreque, de entre todos los que entonces vivían, merecía mejor ser llamado una bestia: elcabeza del imperio, el amo del mundo; que reclamaba para sí el título de dios, que recibíahonores divinos, que perseguía a los santos del Altísimo; en suma, que respondía en todoslos detalles a la descripción de la visión apocalíptica. Si se preguntase: ¿Por qué envolvería elprofeta su significado en enigmas? ¿Por qué no nombraría expresamente al individuo alque se refería? Primero, Apocalipsis es un libro de símbolos: todo en él se expresa enimágenes, que necesitan ser traducidas al lenguaje corriente. Pero, en segundo lugar, nosería seguro hablar más claramente. Expresar abiertamente el nombre del tirano, despuésde describirle y designarle de la manera expresada en Apocalipsis, habría sido precipitado eimprudente en extremo. Como Pablo cuando describió al “hombre de pecado”, Juan vela susignificado bajo un disfraz, que los paganos griegos o romanos no discernirían, pero que losinstruídos cristianos de Judea o de Asia Menor entenderían en seguida.

Es una fuerte confirmación de la exactitud de esta interpretación el hecho de que tenemosotra enigmática descripción del mismo personaje de la mano de Pablo. Ya hemos visto laprueba de que “el hombre de pecado” bosquejado en 1 Tes. 2 no es otro que Nerón, y lacomparación de los dos retratos muestra cuán notable es la semejanza entre uno y otro ycon el original. Esta correspondencia no puede ser meramente una curiosa coincidencia;sólo puede explicarse con la suposición de que ambos apóstoles tenían en mente al mismoindividuo.

5. La Segunda Bestia

Cap. 13:11-17. “Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantesa los de un cordero, pero hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primerabestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primerabestia, cuya herida mortal fue sanada. También hace grandes señales, de tal manera queaun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a losmoradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de labestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene laherida de espada y vivió. Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para quela imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase. Y hacía que a todos,pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la manoderecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese lamarca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre”.

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Si nuestras conclusiones con respecto a la identidad de la primera bestia son correctas, nodebería ser difícil descubrir a quién se alude con la segunda bestia. Se observará que, enmuchos respectos, hay una fuerte semejanza entre ellas: son de la misma naturaleza,aunque una es suprema y la otra es subordinada; pero también hay puntos de diferencia.Será correcto, sin embargo, en este caso también, considerar juntas las variascaracterísticas particulares que ayudan a identificar al individuo que se tiene en mente.

1. La segunda bestia surge de la tierra.2. Sólo tiene dos cuernos, y son como los de un cordero.3. Habla como dragón.4. Está investido de la autoridad delegada por la primera bestia.5. Obliga a los hombres a rendir homenaje, o culto, a la bestia.6. Pretende ejercer poderes milagrosos.7. Gobierna con fuerza y crueldad tiránicas.8. Excluye de los derechos civiles a todos los que rehusan rendir abyecta sumisión a la bestia.

Al examinar estas características, se hace perfectamente claro que tenemos que buscar elantitipo para esta figura simbólica en un hombre de carácter similar al del mismo monstruoNerón. Evidentemente, él es el alter ego del emperador, aunque sus proporciones ocurrenen menor escala.

1. El hecho de que surja de la tierra, mientras que la primera bestia surge del mar, denota que la segunda bestia es una autoridad local, que gobierna a Judea, mientras que la otra es una potencia extranjera.2. El hecho de que tenga dos cuernos como los de un cordero, mientras que la primera bestia tiene diez, denota que su esfera de gobierno es pequeña, y que su poder es limitado en comparación con el otro.3. El hecho de que hable como dragón, o como serpiente, denota su carácter astuto y engañoso.4. El hecho de que esté investido de la autoridad de la primera bestia indica que él es el representante oficial y el delegado de Nerón en Judea.

En este punto se nos revela el individuo. No puede ser otro que el procurador romano o elgobernador de Judea a las órdenes de Nerón, y el gobernador particular hay que buscarloen o cerca del estallido de la guerra judía; y aquí la historia de la época arroja muchísima luzsobre la investigación.

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Hay dos nombres que pueden competir entre sí por la mala pre-eminencia del original deesta descripción de la segunda bestia – Albino y Gessio Floro. Cada uno de ellos fue unmonstruo de tiranía y crueldad, pero el último lo fue más que primero. Antes de que GesioFloro llegara al puesto, los judíos tenían a Albino por el peor gobernador que jamás leshabía pisoteado con su opresión. Después de que llegó Gesio Floro, consideraron a Albinoun hombre casi virtuoso en comparación. Floro fue un bellaco digno de estar al lado deNerón: un esclavo digno de tal amo.

En las páginas de Josefo, el lector encontrará la historia del enorme e increíble libertinaje, elfraude, la traición, y la tiranía de este último, y el peor, de todos los gobernadores querepresentaron la autoridad imperial en Judea, y verá cómo el historiador sigue el rastro dela mala administración de este hombre tristemente famoso hasta llegar a la ruina quedescendió sobre la nación. Fue esta opresión intolerable y draconiana lo que acicateó a losinfelices judíos hasta llevarles a la rebelión, y fue la causa inmediata de la guerra queterminó en la completa destrucción de Jerusalén y de su pueblo. En realidad, Josefo no hapreservado todos los hechos. Si los tuviésemos, sin duda ilustrarían vívidamente todos losdetalles del retrato apocalíptico de la segunda bestia. Pero apenas si los necesitamos. Lafuerza, el fraude, la crueldad, la impostura, la tiranía, son atributos que con demasiadacertidumbre podrían aplicarse a un procurador como Floro. Quizás los rasgos más difícilesde verificar son los que se relacionan con el cumplimiento obligatorio del homenaje a laestatua del emperador y la asunción de pretensiones milagrosas. Pero, aún aquí, todo loque sabemos está a favor de que la descripción es correcta al pie de la letra. Dean Milmanobserva:

“La imagen de la bestia es claramente la estatua del emperador”, y añade: “La prueba a laque eran sometidos los mártires era adorar al emperador, ofrecer incienso ante su estatua,e invocar a los dioses”. (Véase Review of Newman´s Development of Christian Doctrine).

Las observaciones de Dean Alford también merecen ser notadas:

“Ahora el vidente describe los hechos que la historia justifica para nosotros en sucumplimiento literal. La imagen de César, que los hombres eran obligados a adorar, estabapor todas partes: era delante de ésta que los mártires cristianos eran puestos a prueba, yejecutados si rehusaban el acto de adoración …

“Si se dice, como objeción a esto, que no es una imagen del emperador, sino de la bestiamisma de la que se habla, la respuesta es muy sencilla: El vidente mismo, en el cap. 17:11,no vacila en identificar a uno de los “siete reyes” con la bestia misma, así que podemossuponer correctamente que la imagen de la bestia, por el momento, sería la imagen delemperador reinante”.

Al mismo efecto son las siguientes observaciones de Dean Howson, que son tanto másnotables cuanto que fueron escritos sin ninguna referencia al pasaje que tenemos delante:

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“La imagen del emperador era en aquel tiempo [bajo el Imperio] objeto de reverenciareligiosa: él era una deidad en la tierra (‘Das aequa potestas’ — Juv. 4.71), y la adoraciónrendida a él era verdadera. Es notable que, en aquellos tiempos (haciendo a un lado formasdecadentes de religión), los únicos dos cultos genuinos en el mundo civilizado eran laadoración a Tiberio o a Nerón, por un lado, y la adoración a Cristo, por la otra”.

Ahora estamos en condiciones de pedir el veredicto de toda mente honesta y judicial sobrela cuestión de la identidad que se ha argumentado, así como completa congruencia ycorrespondencia en todos los puntos entre los símbolos de la visión y los personajeshistóricos a los cuales ellos representan, en nuestra opinión. El tiempo, el lugar, elescenario, las circunstancias, y los personajes dramáticos, todos concuerdan con losrequisitos del Apocalipsis. Es la víspera de la gran catástrofe, la ruina final del sistemajudaico. La predicha persecución del pueblo de Dios, que habría de iniciar el fin, haestallado. Un terrible triunvirato del mal se ha coligado contra Cristo y su causa. El dragón,la bestia que sube del mar, y la bestia que sube de la tierra – Satanás, el emperador, y elprocurador romano están en hostilidad activa contra “la mujer y el resto de la descendenciade ella”. Su tiempo, sin embargo, es corto; la hora de la retribución ha llegado; y la siguienteescena revela al campeón y vengador de los fieles, y muestra la seguridad y labienaventuranza de su pueblo.

6. El Cordero Sobre el Monte de Sión

Cap. 14:1-13. “Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, ycon él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en lafrente”. Etc.

Esta porción de la visión apenas requiere intérprete; habla por sí misma. Hay un agudocontraste entre la bestia que gobierna como vice-regente del dragón y el Cordero quegobierna en nombre de su Padre. No puede haber ninguna duda de que los ciento cuarentay cuatro mil que tienen el nombre de Cristo y el del Padre inscrito en sus frentes sonidénticos a los ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus de los hijos de Israel quetienen el sello de Dios en sus frentes, y a los cuales se alude en el capítulo 7. Son loselegidos de la iglesia hebreo-cristiana de Judea, posiblemente de Jerusalén, y estánrepresentados como de pie con el Cordero sobre el Monte de Sión, redimidos, triunfantes,glorificados; ya no están expuestos al peligro y a la muerte, sino reunidos en el redil delGran Pastor. Por supuesto, la representación es proléptica – una anticipación de lo queahora eera inminente; de hecho, una repetición de la gloriosa escena descrita en el cap. 7:9-17. ¿Es posible creer que el autor de la Epístola a los Hebreos no tuviera en mente estavisión cuando escribió aquel noble pasaje: “Os habéis acercado al monte de Sión, a laciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial”, etc.? Los puntos de semejanza son tan marcadosy tan numerosos que no pueden ser accidentales. La escena es la misma: el monte de Sión;los mismos personajes dramáticos; “la congregación de los primogénitos, que están

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inscritos en el cielo”, que corresponde a los ciento cuarenta y cuatro mil que tienen el sellode Dios. En la epístola se les llama “la congregación de los primogénitos“; la visión explica eltítulo: son “las primicias para Dios y para el Cordero”; los primeros conversos a la fe deCristo en la tierra de Judea. En la epístola se les designa como “los espíritus de los justoshechos perfectos”; en la visión son “los que no se contaminaron con mujeres, pues sonvírgenes; en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono deDios”. Tanto en la visión como en la epístola, encontramos “la innumerable compañía de losángeles” y “el Cordero”, por medio de quien se obtuvo la redención. Resumiendo, quedamás allá de toda duda razonable que, puesto que no puede suponerse que el autor deApocalipsis haya tomado su descripción de la epístola, el autor de la epístola debe haberderivado sus ideas y sus imágenes de Apocalipsis.

Ahora los acontecimientos se apresuran rápidamente hacia su consumación. El videntecontempla a tres ángeles volando en sucesión a través de su campo visual, llevando cadauno un anuncio de la catástrofe que se aproxima. El primero, encargado de proclamar elevangelio eterno, en primera instancia a los que moran en la tierra, y después a todanación, y tribu, y lengua, y pueblo, exclama en alta voz: “Temed a Dios, y dadle honra;porque la hora de su juicio es venida” (ver. 7). Aquí hay una alusión manifiesta al hechopredicho por el Señor de que, antes de la llegada del “fin”, el evangelio del reino seríapredicado primero en todo el mundo [oikonmenh] “por testimonio a todas las naciones”(Mat. 24:14). Este símbolo, pues, indica la cercana aproximación de la catástrofe de Jerusalén– la llegada de la hora del juicio de Israel.

Un segundo ángel le sigue rápidamente, y proclama la caída de Babilonia, como si yahubiese tenido lugar, diciendo: “Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque hahecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación”. Esta es claramenteotra declaración de la misma catástrofe inminente, sólo que indica más claramente lasentencia de muerte de la ciudad culpable – el gran criminal a punto de ser llevado a juicio.Tendremos ocasión de discutir la identidad de la gran ciudad que aquí y en otros lugares esdesignada como Babilonia.

Le sigue un tercer mensajero, que denuncia, con terrible lenguaje, la ira de Dios sobre todoslos adoradores de ídolos:

Cap. 14:9-11. “Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o ensu mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cálizde su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y delCordero”, etc.

En agudo contraste con estas palabras está el mensaje que un ser celestial trae a los fielesdiscípulos de Cristo “que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús”.

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Cap. 14:13. “Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí enadelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sustrabajos, porque sus obras con ellos siguen”.

Todo esto indica claramente la cercana aproximación de la catástrofe final. Hay, sinembargo, una expresión en la última cita que requiere una explicación, es decir, el anunciocon respecto a la bienaventuranza de los muertos que mueren en el Señor de aquí enadelante. Este “de aquí en adelante” [ap arti] es la palabra enfática en la oración, y debetener un significado importante. No es simplemente que los muertos en Cristo estánseguros y felices, sino que, desde y después de cierto período específico, una peculiarbienaventuranza les pertenece a todos los que de aquí en adelante mueren en el Señor.

No es irrazonable en sí mismo, y parece, además, ser la clara enseñanza de las SagradasEscrituras, que la gran consumación que puso fin a la era judía tenía una importanterelación con la condición de todos los que, después de ese período, “mueren en el Señor”.Hemos visto (Observaciones sobre Heb. 11:40) que, antes de la obra redentora de Cristo, elestado de los muertos piadosos no era perfecto. Tenían que esperar el cumplimiento deaquel gran acontecimiento que constituía el fundamento de su felicidad eterna. Los santosde la antigua dispensación “no obtuvieron la promesa”. Murieron en la fe, pero noposeyeron la herencia. “Dios proporcionó algo mejor para nosotros, para que, sin nosotros,ellos no fuesen perfeccionados”. Así escribía el autor del libro a los Hebreos en vísperas dela gran consumación. El claro significado de esto es que la Parusía marcó la introducción deuna nueva época en la condición de los santos que habían partido y las esperanzas de losque, después del comienzo de esa época, muriesen en el Señor. “Bienaventurados los que”de aquí en adelante. Es decir, no deberían tener que esperar, como lo tuvieron que hacer suspredecesores, la llegada del período en que se cumpliría la promesa. Entrarían en seguidaen “el reposo que queda para el pueblo de Dios”. El camino al Lugar Santísimo se hamanifestado ahora; hay un reposo y una recompensa inmediatos para los fieles que hanpartido; “reposan de sus trabajos, porque sus obras les siguen”.

Este importante pasaje sería totalmente inexplicable a no ser por la luz que sobre él arrojanHeb. 4:1-11; 11:9,10,13,39,40.

7. El Hijo del Hombre en las Nubes

Cap. 14:14-20. “Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante alHijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda. Ydel templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Metetu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura. Yel que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada.

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“Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda. Y saliódel altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la vozaguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvasestán maduras. Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó lasuvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagarsalió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios”.

Ahora llegamos a la séptima y última de las figuras místicas de las cuales consiste estacuarta visión, y al desenlace, donde podemos esperar encontrar la catástrofe del todo. Niquedamos chasqueados; porque nada puede estar marcado más claramente que lacatástrofe bajo este símbolo, siendo la interpretación tan evidente en sí misma quedifícilmente podría malinterpretarse.

La escena comienza con la aparición de “uno semejante al Hijo del Hombre sentado en unanube blanca”, que tenía una corona de oro sobre su cabeza y una hoz aguda en su mano. Elarma que sostiene es el emblema de la transacción que está a punto de tener lugar. Es eltiempo de la siega, porque “la mies de la tierra está madura. Y el que estaba sentado en lanube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada”.

No es posible malinterpretar este acto. Tenemos el borrador original del cuadro en laparábola de nuestro Señor sobre el trigo y la cizaña. “Al tiempo de la siega [el fin del tiempo,sunteleia tou aiwnoz], diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojospara quemarla; pero recoged el trigo en mi granero” (Mat. 13:30).

En la visión, la parábola del trigo y la cizaña es seguida también en la división de estatransacción judicial final en dos partes – la cosecha del trigo y la vendimia, excepto sólo enla transposición del orden de los sucesos. La cosecha corresponde a la siega del trigo y sudepósito a buen recaudo en el granero; en otras palabras, es el cumplimiento de lapredicción: “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y juntarán a sus escogidos de loscuatro vientos” (Mat. 24:31-34), un acontecimiento que debía tener lugar antes de quepasara aquella generación. La destrucción de la cizaña corresponde a la “vendimia de latierra”. Se observará que la vendimia es por completo de naturaleza destructiva. Así como la“siega de la tierra” denota la salvación del fiel pueblo de Dios, así también la “vendimia de latierra” denota la destrucción de sus enemigos. Vale la pena notar que, mientras que el Hijodel Hombre es representado por el segador, el ángel de la visión es el agente en la vendimiade la vid. Apenas es necesario señalar cuán peculiarmente encajan las imágenes en laúltima e impresionante escena. “La vendimia de la tierra” es Israel, según el bien conocidoemblema de Salmos 80:8. “Hiciste venir una vid de Egipto”, etc. Ahora ha llegado lavendimia, porque “sus uvas están maduras”; es decir, la nación está madura para el juicio. Elángel comisionado para destruir no recoge los racimos, sino que corta la viña misma, y laarroja entera “en el gran lagar de la ira de Dios”. El lagar es pisado; y esto es representadocomo teniendo lugar fuera de la ciudad, como se quemaba la ofrenda por el pecado fuera

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del campamento, y como se ejecutaba al criminal fuera de la puerta, siendo maldito (Heb.13:11-13). Sale sangre del lagar, y en un torrente tan grande, que es como un ríodesbordado, que alcanza hasta los frenos de los caballos, y hasta una distancia de “milseiscientos estadios”.

Éste es un símbolo terrible, pero casi literal en su verdad histórica. Fue un pueblo el que fue“pisado” en la furia de la ira divina. ¿Cuándo hubo jamás un mar de sangre como el que fuederramado en la guerra de exterminio de Vespasiano y de Tito? La carnicería, como la relataJosefo, supera todo lo registrado en los anales de la guerra. Jerusalén, y sus hijos dentro deella, fueron pisados en el gran lagar de la ira de Dios. Entonces se cumplieron las palabrasdel profeta Jeremías: “Como lagar ha hollado el Señor a la virgen hija de Judá” (Lam. 1:15).Hay hechos, así como símbolos, en la horrorosa escena que representa la caballeríainvasora como nadando en sangre hasta los frenos de los caballos; y hay probablementeuna alusión a la extensión geográfica de Palestina en los “mil seiscientos estadios”, así quepodemos considerar la descripción simbólica como equivalente a la afirmación de que,desde un extremo hasta el otro, el territorio estaba inundado de sangre.

En todo esto, la profecía y la historia encajan la una en la otra como la cerradura y la llave; ysi no tuviésemos el testimonio de un testigo, a quien ciertamente no le interesaba exagerarla ruina de su pueblo ni difamar su carácter, apenas se podría creer que estos símbolos noestaban sobrecargados. Pero nadie puede leer aquella trágica historia sin reconocer allí lastransacciones que aquí están escritas en símbolos, y que atestiguan ampliamente larealidad y la verdad de la profecía.

Tal es la catástrofe claramente marcada en la visión de las siete figuras místicas. Como lasotras catástrofes, ésta es un acto de juicio, que presenta la gran consumación en un aspectodiferente. Si todavía quedase alguna duda con respecto al principio que subyace nuestrosistema entero de interpretación, es decir, que el Apocalipsis es una representaciónséptuple del mismo gran drama providencial, esa duda debe ser disipada por la siguientegran serie de visiones, que demuestran concluyentemente esta característica del libro.

PART III

La Parusía en el Apocalipsis

LA QUINTA VISIÓN

LAS SIETE COPAS, CAPS. 15,16

Cap. 15:1. “Vi en el cielo otra señal, grande y admirable: siete ángeles que tenían las sieteplagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios”.

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Como la primera, la segunda, y la tercera, esta visión comienza con un prólogo o preámbulo.La escena está puesta en el cielo, donde el vidente contempla a siete ángeles, encargadosde infligir las siete plagas, que son llamadas las postreras, consumando el derramamientode la ira divina sobre la nación culpable. Las imágenes de esta escena introductoria estánconcebidas en un estilo de la más alta sublimidad. Lo siete ministros de la venganza recibende uno de los seres vivientes, o querubines, siete copas de oro llenas de la ira de Dios, y seles encomienda iniciar en seguida la ejecución de su misión, que es derramar sus copassobre la tierra [thn ghn].

Se verá en seguida que hay una marcada correspondencia entre la visión de las siete copasy la de las siete trompetas. Las copas, que son, real y simplemente, una repetición y uncompendio de las trompetas, siguen el mismo orden y asumen sustancialmente la mismaforma. Es verdad que hay circunstancias adicionales introducidas en la visión de las sietecopas, pero la semejanza entre las dos visiones es todavía tan impresionante que fuerza enla mente la convicción de que ambas se refieren a los mismos sucesos históricos.

El paralelo adjunto muestra más claramente la correspondencia entre las dos visiones:

LAS TROMPETAS LAS COPAS

1. Las plagas son derramadas sobre la tierra. 1. Las plagas son derramadas sobre la tierra.

2. Afecta el mar, que se vuelve como sangre. 2. Afecta el mar, que se vuelve como sangre.

3. Afecta los ríos y las fuentes de las aguas. 3. Afecta los ríos y las fuentes de las aguas.

4. Afecta al sol, a la luna, y las estrellas. 4. Afecta al sol.

5. Se abre el abismo (la silla de la bestia). Loshombres son atormentados.

5. Derramada sobre la silla de la bestia (elabismo). Los hombres son atormentados.

6. Son soltados los ángeles en el gran ríoÉufrates. Son reúnen las hordas de caballería.

6. Derramada sobre el gran río Éufrates. Lashuestes se reúnen para la batalla del grandía.

7. Catástrofe, juicio; se proclama el reino.Terribles fenómenos naturales – voces, truenos,y un terremoto.

7. Catástrofe; proclamación del fin. Terriblesfenómenos naturales – voces, truenos, y unterremoto.

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Esto no puede ser una mera y casual coincidencia: es identidad, y sugiere la pregunta: ¿Porqué se repite la visión? No puede ser sólo por simetría, para completar el séptuple plan de laconstrucción, porque la maravillosa opulencia del libro hace completamente absurda la ideade pobreza de invención, o repetición, con propósitos de relleno. Más probable es laexplicación de que la visión de las copas se introduce, no sólo para reafirmar los juicios queestán a punto de caer sobre la tierra, sino especialmente para preparar el camino paraintroducir al gran criminal, cuya hora del juicio ha llegado. La última de las siete copasrepresenta a Babilonia la grande viniendo en memoria delante de Dios; pero, en lacatástrofe de la visión, su juicio es suspendido, porque debe formar el material de unavisión separada, es decir, la sexta.

Ahora es apropiado pasar revista brevemente a las sucesivas copas de los siete ángeles.

Como las cuatro primeras trompetas, las cuatro primeras copas (cap. 16:2-9) afectan almundo natural – la tierra, el mar, los ríos, el sol. Todos ellos son trastornados y atacadospor plagas – el armazón de la naturaleza queda descoyuntado, y la creación inanimada seenferma y gime a causa de la maldad de los hombres. Puede decirse que ésta es una figurade lenguaje, aunque hay suficientes en la Escritura; es imposible decir hasta dónde expresahechos históricos, pero es notable que el lenguaje de nuestro Señor, al hablar de estemismo período, se acerca mucho a los símbolos del Apocalipsis: “Habrá señales en el sol, enla luna, y las estrellas; y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramidodel mar y de las olas, desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosasque sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas” (Luc.21:25,26). Si hemos de confiar en el testimonio de Josefo, la destrucción de Jerusalén fueprecedida por portentos de lo más alarmante. Debe observarse que el área afectada porestas plagas es “la tierra”, esto es, Judea, la escena de la tragedia. El carácter local y nacionalde las transacciones representadas en la visión se destaca claramente en el ver. 6. Cuandoel tercer ángel convierte los ríos en sangre, se oye al ángel de las aguas reconocer la justiciaretributiva de esta plaga: “Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas,también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen”. Este “matar a los profetas” fue elpecado mismo de Israel, y de Jerusalén, y no hay ninguna otra ciudad ni nación contra lascuales se esgrima este crimen particular como su característica peculiar. Esta acusación fijadecisivamente la alusión de la visión al pueblo judío, y a aquel terrible período en su historiacuando se pudo decir verdaderamente que por los cauces de sus ríos corrió la sangre.

La quinta copa (cap. 16:10,11) corresponde a la quinta trompeta. Es derramada sobre elasiento o el trono de la bestia, que parece ser idéntico al “abismo” en la visión de lastrompetas. El abismo es la región de la cual se dice que asciende la bestia (cap. 11:7); queéste es el nombre dado a la morada de los espíritus malos es evidente por el hecho de quelos demonios expulsados del gadareno poseso rogaban a Jesús “que no les mandase ir alabismo” (Luc. 8:31). La silla de la bestia es, pues, lo mismo que el abismo – el reino del poder

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de las tinieblas. Es imposible decir cuáles hechos históricos se quieren significar con lossímbolos de terror y miseria empleados aquí, aunque ellos apuntan, no oscuramente, a laagonía de la angustia y el sufrimiento que precedieron y anunciaron la consumación final.

Como la sexta trompeta, la sexta copa actúa sobre el gran río Éufrates (ver. 12), cuyas aguasse secan “para preparar el camino de los reyes del oriente”. Ahora nos acercamos a la grancatástrofe. En la visión de la sexta trompeta, vemos una innumerable hueste reunida para lagran batalla; en la visión de la sexta copa, vemos “tres espíritus inmundos, a manera deranas, que salen de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falsoprofeta”; los emisarios de los poderes de las tinieblas salen a congregar los ejércitos de “losreyes del mundo entero” para reunirlos para la gran guerra del “gran día del DiosTodopoderoso”. Traducido a términos históricos, este símbolo representa la mobilización delas fuerzas del Imperio y de los reyes de las naciones vecinas para la guerra contra losjudíos. El secamiento del Éufrates parece indicar claramente que es cruzado con facilidad yrapidez, y esto, considerado en relación con el símbolo correspondiente bajo la sextatrompeta, es decir, la liberación de los cuatro ángeles atados en el Éufrates, apunta a laretirada de las tropas de ese cuadrante para la invasión de Judea. Sabemos que este es unhecho histórico. No sólo las legiones romanas de la frontera del Éufrates, sino también losreyes auxiliares cuyos dominios estaban en esa región, como Antíoco de Comágenes ySoemo de Sofena, más propiamente designados “reyes del oriente”, siguieron a las águilasde Roma al sitio de Jerusalén. El nombre dado al conflicto que se aproximaba establecedecisivamente el suceso al que se hace referencia: es “la batalla” o “la batalla de aquel grandía del Dios Todopoderoso”, una expresión que equivale al “día grande y terrible de Jehová”.Que este día había llegado queda indicado claramente por la advertencia en el versículo 15:“He aquí, vengo como ladrón”. Además, el escenario del conflicto, “Armagedón” – un nombreque está asociado a uno de los días más negros y desastrosos de la historia de Israel, lallanura de Megido, emblema de derrota y matanza – está situada en territorio jud&iaccute;o.Ese nombre de mal augurio habría de ser tipo de aquel campo de sangre en el que Israelestaba condenado a perecer como nación.

Tal como la séptima trompeta, la séptima copa presenta la catástrofe de la visión,acompañada por los mismos portentos de “voces, y truenos, y relámpagos, y un terremoto,y gran granizo”. Una voz desde el templo, una voz desde el trono mismo, proclama laconsumación: “¡Consumado es! ¡Tegonen! ¡Actum est! ¡Todo ha terminado!”. Es decir, lacatástrofe de la visión, y lo que simboliza, ha llegado; porque se observará que todas lascatástrofes nos conducen virtualmente a la misma conclusión. Un terremoto de violencia sinparalelo hace pedazos “las ciudades de las naciones” y divide en tres partes a “la granciudad” misma, la ciudad que es pre-eminentemente el tema de estas visiones. “Babilonia lagrande” (que es claramente el nombre de la ciudad a la que acabamos de referirnos) “estraída en memoria delante de Dios, para darle a beber de la copa del vino de la ira de Dios”;sus pecados claman venganza, y ahora su juicio ha llegado, y la copa del vino de la ira deDios ha sido llenada para que la beba.

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Que todo esto se refiere indudable y exclusivamente a Jerusalén es ciertamente evidente, yse puede demostrar de la manera más clara, como lo mostrará lo que sigue.

Un incidente en esta catástrofe grandiosa y terrible merece especial atención. En ambasvisiones, la de la séptima trompeta y la de séptima copa, se hace especial mención delenorme granizo que cae sobre los hombres. En la séptima copa, se discute el granizo másextensamente, y se dice que cada piedra pesa como un talento. Hay en esta afirmación algotan extraordinario, y sin embargo, tan específico, que llama la atención y sugiere lapregunta: ¿Es esto completamente simbólico, o es un hecho hasta cierto punto? Porsupuesto, no podemos concebir granizo literal cada una de cuyas piedras tenga el peso deun talento; pero el lenguaje es tan preciso y definido que casi estamos obligados a suponerque no es mera hipérbole. Ahora bien, es un hecho notable que en Josefo parecemos tenerla explicación de este símbolo aparentemente ininteligible. Josefo nos informa que, duranteel sitio de Jerusalén, la décima legión construyó balistas de enorme magnitud y poder, quedescargaban enormes piedras sobre la ciudad. La descripción entera que Josefo da de estasmáquinas es de un interés tan extraordinario que vale la pena citarla.

“Por admirables que fuesen las máquinas construidas por todas las legiones, las de lasdécima eran de peculiar excelencia. Sus escorpiones eran de mayor poder y sus catapultasde mayor tamaño, y con ellos mantenían a raya, no sólo a los contraatacantes, sino tambiéna los de las murallas. Las piedras lanzadas eran del peso de un talento, y tenían un alcancede cuatrocientos metros o más. El impacto, no sólo en los que primero se encontraban conellas, sino hasta en los que estaban batstante más allá de esta distancia, era irresitible. Sinembargo, al principio los judíos podían protegerse de las piedras, pues su aproximación eraindicada, no sólo al oído por el silbido que se oía, sino también a la vista, por el color, pueseran blancas y brillantes. En consecuencia, los judíos tenían centinelas apostados en lastorres, que avisaban cuándo la máquina era disparada y la piedra lanzada, gritando en suidioma nativo: “Viene el hijo”, a lo cual aquellos a los que eran dirigidas estas palabras seseparaban y se arrojaban al suelo antes de que las piedras les alcanzasen. Sucedía así que,debido a estas precauciones, la piedra caía sin hacer daño. Entonces, se les ocurrió a losromanos ennegrecer las piedras; apuntando con mayor cuidado, derribaban a muchosjudíos con una sola descarga, pues las piedras ya no eran fácilmente distinguibles cuando seaproximaban”. Josefo, Guerras Judías, libro v., cap. vi. 3.

¿Es esto una fantástica coincidencia, o un caso señalado de cumplimiento exacto de laprofecía? Confesamos que nos inclinamos a esta última alternativa, porque esperfectamente congruente representar tal forma de asalto como una tormenta o granizadade proyectiles, aunque la alusión específica al enorme peso de cada piedra parece poneresta afirmación dentro del dominio de los hechos y la historia. 3

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1. Guerras Judías, libro 6, cap. 5, sección 3, 4.2. Véase de Josefo, Guerras Judías, libro 3, cap. 4, párrafo 2; libro 5, cap. 1, párrafo 6.3. Hay otra circunstancia curiosa relacionada con este pasaje en Josefo. Whiston tiene lasiguienteacerca de ella.

“Cuál debe ser el significado de esta señal o consigna, “Viene el hijo”, cuando el centinela veíavenir una piedra disparada por una máquina de guerra, o qué error se produce alinterpretar esta señal, no lo sé. Todos los manuscritos, tanto en griego como en latín,concuerdan en esta interpretación; y no puedo aprobar ninguna alteración conjetural y sinfundamento del texto de nioz a ioz, en el sentido de que no venía ni el hijo, ni una piedra,sino una flecha o dardo, como la alteración que ha hecho el Dr. Hudson y que no ha sidocorregida por Havercamp. Si Josefo hubiese escrito aun su primera edición de estos librosde la guerra en hebreo puro, o si los judíos hubiesen usado entonces el hebreo puro enJerusalén – la palabra hebrea para hijo es tan semejante a la palabra para piedra, Ben yEben – tal corrección se habría aceptado más fácilmente. Pero Josefo escribió su primeraedición para uso de los judíos que vivían más allá del Éufrates y en el idioma caldeo, alpreparar esta segunda edición en idioma griego; y Bar era la palabra caldea para hijo, enlugar de la palabra hebrea Ben, y se usaba no sólo en Caldea, sino también en Judea, comonos lo informa el Nuevo Testamento. También Dio nos informa que los mismos romanos deRoma pronunciaban el nombre de Simón hijo de Gioras como Bar-Poras en lugar de Bar-Gioras, como nos lo dice Hifilino, p. 217. Reland observa que “muchos buscarán un misterioaquí, como si el significado fuese que el Hijo de Dios viniese ahora a tomar venganza de lospecados de la nación judía”, que es ciertamente la verdad de los hechos, pero difícilmente loque los judíos quisiesen significar ahora, a menos, posiblemente, que quisiesen burlarse deCristo” amenazando tan a menudo que vendría a la cabeza del ejército romano paradestruirles. Pero aun esta interpretación no tiene sino un pequeño grado de probabilidad.Si yo fuese a hacer una pequeña enmienda por mera conjetura, leería petroz, en vez denioz, aunque la semejanza no es tan grande como con ioz, porque esa es la palabra queJosefo acaba de usar, como ya se ha observado en esta misma ocasión; mientras que ioz,una flecha o dardo, es sólo una palabra poética, y nunca es usada por Josefo en ningunaotra parte, y en realidad no es adecuada para la ocasión, siendo que esta máquina deguerra no lanza flechas ni dardos, sino grandes piedras en esta ocasión”. – Josefo, deWhiston, libro 5, cap. 6, párrafo 3, Nota.

El Dr. Trail hace la siguiente obervación sobre este pasaje:

“Viene el hijo”. O nioz es lo que aparece escrito en todos los manuscritos, y en la obra deRufino; y no es fácil concebir cómo pudo encontrarse tal palabra en todos ellos si no fuesela verdadera. Ni son satisfactorias en absoluto las alteraciones propuestas. O ioz produciríala “flecha”, no la “piedra”. O liqoz no tiene autoridad. Cardwell propone outoz, “aquí viene”.La explicación de Reland probablemente no está lejos de la verdad; es decir, que el grito era

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wba ab = “viene la piedra”, pero que algunos, engañados por la similitud del sonido, haninterpretado como wbh ab = “viene el hijo”. De un error como éste, o de alguna otra causa,pudo haber venido a ser aplicado el término “el hijo” como apodo”. De Traill, Josefo, CriticalNotes., p. 160.

Estamos dispuestos a creer que ninguna de estas sugerencias proporciona una explicaciónsatisfactoria, aunque algunas de ellas se acercan a la verdad. No podía sino haber sidoconocido por los judíos que la gran esperanza y la fe de los cristianos era la pronta venidadel Hijo. Según Esipo, fue más o menos por este mismo tiempo que Santiago, el hermanode nuestro Señor, testificó públicamente en el templo que “el Hijo del hombre estaba apunto de venir en las nubes del cielo”, y luego selló su testimonio con su sangre. Parece muyprobable que los judíos, en su desafiante y desesperada blasfemia, cuando veían la blancamasa volando por el aire, exclamaran obscenamente: “Viene el Hijo”, para burlarse de laesperanza cristiana de la Parusía, con la cual podrían establecer una ridícula semejanza enla extraña aparición del proyectil.

PARTE III

LA PARUSÍA EN EL APOCALIPSIS

LA SEXTA VISIÓN

LA RAMERA, Caps. 17, 18, 19, 20

Ahora nos acercamos a una parte de nuestra investigación en la cual estamos a punto deexigir del lector mucha sinceridad e imparcialidad, y tenemos que pedirle que sopese, conpaciencia y sin prejuicios, la evidencia que se le presentará. Posiblemente nos opongamos amuchos prejuicios, pero, si la silla del juicio está ocupada por un amor imparcial por laverdad, no tememos a una opinión adversa.

De salida, puede ser conveniente echar un vistazo general a esta visión como un todo,ocupando, como ocupa, un espacio mayor que cualquiera otra en el libro, e indicando así laimportancia pre-eminente de su contenido.

La visión es introducida por un corto prefacio o prólogo (cap. 17:1,2). Uno de los ángeles delas copas invita al vidente a contemplar el juicio de “la gran ramera que se sienta sobremuchas aguas”. La visión se ve en “el desierto”. El profeta ve a una mujer sentada sobre unabestia escarlata, llena de nombres de blasfemia, y teniendo siete cabezas y diez cuernos. Lamujer está lujosamente ataviada con túnica de púrpura y escarlata, y adornada de oro ypiedras preciosas, y sostiene en la mano una copa de oro “llena de las abominaciones y lainmundicia de su fornicación”. En la frente de esta figura visionaria hay una inscripción:“Misterio, Babilonia la grande, la madre de las rameras y las abominaciones de la tierra”. Sedice, además, que está “ebria con la sangre de los santos, y con la sangre de los mártires de

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Jesús”. Luego, el ángel-intérprete procede a revelar al asombrado profeta el significado de laaparición. Identifica a la bestia de esta visión con la primera bestia descrita en el capítulo 13,cuyo número es seiscientos sesenta y seis, añadiendo detalles adicionales a la descripción,algunos de ellos de un carácter muy oscuro. Declara que la mujer, o la ramera, es “la granciudad que reina sobre los reyes de la tierra”. En el siguiente capítulo (18), se describe lacaída de Babilonia la grande, o la ciudad ramera, con lenguaje de gran poder y belleza. Estoes seguido, en el cap. 19, por la celebración en el cielo del triunfo sobre Babilonia, lo queocasión para introducir anticipadamente las nupcias del Cordero, que se aproximan;después de lo cual hay una descripción de la victoria del divino Campeón, cuyo nombre es laPalabra de Dios, sobre “la bestia, el falso profeta, y los reyes de la tierra”. En el capítulo 20, eldragón, el cabecilla de la gran confederación contra la causa de la verdad y de Dios, es atadoy encerrado en el abismo por un período de mil años. La visión luego termina con una grancatástrofe, un solemne acto de juicio, en el cual los muertos, chicos y grandes, comparecende pie delante de Dios, y son juzgados según sus obras. Tal es el rápido bosquejo de loscontornos de esta magnífica visión.

La pregunta de la mayor importancia y dificultad con que tenemos que habérnoslas aquí es:¿A qué ciudad se alude con la mujer sentada sobre la bestia escarlata, una ciudad que esdesignada como “Babilonia la grande”?

La gran mayoría de los intérpretes ha recibido, y recibe, como indudable y casi evidente, laproposición de que la Babilonia de Apocalipsis es, y no puede ser otra, que Roma, laemperatriz del mundo en los días de Juan, y desde su tiempo, asiento y centro de la formamás corrupta de cristianismo y el despotismo espiritual más sombrío que el mundo jamásha visto. Que hay mucho en favor de esta opinión puede inferirse del hecho de su generalaceptación. Hasta puede pensarse que esto está fuera de duda por la aparenteidentificación de la ramera en la visión como “la ciudad de las siete colinas”, y “la gran ciudadque reina sobre los reyes de la tierra”.

Parecerá presuntuoso y arriesgado resistir una decisión que ha sido pronunciada por unaautoridad tan alta, y que ha prevalecido por tanto tiempo entre comentaristas y teólogosprotestantes, y que el que se aventura a hacerlo entra en la lista con gran desventaja. Sinembargo, en interés de la verdad, y con toda reverencia y lealtad a la enseñanza de la divinaPalabra, puede ser, no sólo permisible, sino hasta imperativo, mostrar por qué causa lainterpretación popular de este símbolo debe ser rechazada por insostenible e incorrecta.

1. Hay una presuposición a priori, del tipo más fuerte, contra la idea de que Roma es la Babilonia del Apocalipsis. La improbabilidad es grande aun con respecto a la Roma pagana, pero mucho mayor con respecto a la Roma papal. El propósito mismo del libro excluye la posibilidad de que Roma sea representada como uno de los personajes dramáticos. La idea fundamental del Apocalipsis, como hemos tratado de demostrar, es la Parusía próxima y el juicio de la nación culpable, que la acompañaba. Roma, la pagana o la

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cristiana, queda completamente fuera del campo de visión apocalíptico, que está limitado a “las cosas que deben suceder pronto”. Divagar por todas las épocas y todos los países en la interpretación de estas visiones queda absolutamente prohibido por las expresas y fundamentales limitaciones establecidas en el libro mismo.

2. Por otra parte, es de esperarse a priori que se le diese gran prominencia al Apocalipsis en Jerusalén. Este hecho debería ser la figura central en el cuadro, si nuestro punto de vista sobre el diseño y el tema del libro son correctos. Si Apocalipsis es sólo la reproducción y la expansión de la profecía de nuestro Señor en el Monte de los Olivos, profecía que se ocupa principalmente del cercano juicio de Israel y de Jerusalén, podemos encontrar lo mismo en Apocalipsis; y es tan irrazonable buscar a Roma en Apocalipsis como buscarla en la profecía de nuestro Señor en el Monte.

3. Merece especial atención el hecho de que en Apocalipsis hay dos ciudades, y sólo dos, que son mencionadas de manera prominente y por nombre por medio de una representación simbólica. Cada una es la antítesis de la otra. Una es la personificación de todo lo que es bueno y santo, la otra es la personificación de todo lo que es impío y maldito. Conocer a cualquiera de las dos es conocer la otra. Estas dos ciudades en contraste son la nueva Jerusalén y Babilonia la grande.

No puede haber lugar a dudas en cuanto a lo que se quiere decir con la nueva Jerusalén: esla ciudad de Dios, la morada celestial, la herencia de los santos en luz. Pero, entonces, ¿cuáles la antítesis correcta de la nueva Jerusalén? Ciertamente, no puede ser otra que la antiguaJerusalén. En realidad, esta antítesis entre la antigua Jerusalén y la nueva la traza Pablo paranosotros tan claramente en la Epístola a los Gálatas, que nos pone en la mano la clave parala interpretación de este símbolo en Apocalipsis. El apóstol contrasta la Jerusalén “queahora es” con la Jerusalén que habría de ser: la Jerusalén que está en esclavitud con laJerusalén que es libre: la Jerusalén de abajo con la Jerusalén de arriba (Gál. 4:25,26).Tenemos una antítesis similar en la Epístola a los Hebreos, donde “la ciudad que tienefundamentos” es contrastada con la “ciudad sin continuidad”; la ciudad “cuyo constructor esDios” con la ciudad de creación humana; “la ciudad del Dios viviente” o la “Jerusaléncelestial” con la Jerusalén terrenal (Heb. 11:10, 16; 12:22). De la misma manera, tenemos laantítesis entre estas dos ciudades presentada clara y ampliamente en Apocalipsis, siendouna la ramera, y la otra la novia, la Esposa del Cordero.

Estos paralelos o contrastes sólo tienen que ser presentados a los ojos para que hablen porsí mismos:

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La nueva Jerusalén La antigua Jerusalén

La Jerusalén celestial La Jerusalén terrenal

La ciudad que tiene fundamentos La ciudad sin continuidad

La ciudad cuyo constructor es Dios La ciudad cuyo constructor es el hombre

La Jerusalén que ha de venir La Jerusalén que ahora es

La Jerusalén de arriba La Jerusalén de abajo

La Jerusalén que es libre la Jerusalén que está en esclavitud

La ciudad santa La ciudad impía

La novia La ramera

Por lo tanto, la antítesis verdadera y correcta de la nueva Jerusalén es la antigua Jerusalén: ypuesto que la ciudad contrastada con la nueva Jerusalén es también designada comoBabilonia, llegamos a la conclusión de que Babilonia es el nombre simbólico de la ciudadimpía y condenada a muerte, la antigua Jerusalén, cuyo juicio se predice aquí.

4. Si se objetase que otros nombres simbólicos ya se le han aplicado a la antigua Jerusalén – a la que se designa como “Sodoma y Egiptoo” – esto no es razón para que no se le llame también Babilonia. Si se le puede aplicar un seudónimo, ¿por qué no otro, con la condición de que describa su carácter? Todos estos nombres, Sodoma, Egipto, Babilonia, sugieren por igual la maldad y la impiedad, y las correctas designaciones de la ciudad impía cuyo destino habría de ser como el suyo.

5. Vale la pena observar que en Apocalipsis hay un título que se le aplica a una ciudad en particular por excelencia. El título es “la gran ciudad” [h poliz megalh]. Es claro que es siempre la misma ciudad que es designada de este modo, a menos que expresamente se especifique otra. Ahora bien, la ciudad en que los testigos son asesinados es designada expresamente con este título, “aquella gran ciudad”, y se le aplican los nombres de Sodoma y Egipto; además, es identificada particularmente como la ciudad “donde también

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nuestro Señor fue crucificado” (cap. 11:8). No puede haber ninguna duda razonable de que esto se refiere a la antigua Jerusalén. Entonces, si “la gran ciudad” del cap. 11:8 significa la antigua Jerusalén, se deduce que “la gran ciudad del cap. 16:8, llamada también Babilonia, y “la gran ciudad” del cap. 16:19 debe significar igualmente Jerusalén. Mediante un razonamiento paralelo, “aquella gran ciudad” [h poliz h megalh] en el cap. 17:18 y en otros lugares, tiene que referirse también a Jerusalén. Es una mera suposición decir, como dice Dean Alford, que Jerusalén nunca es llamada por este nombre. No hay nada de inapropiado, sino todo lo contrario, en que se le aplique tal título distintivo a Jerusalén. Para un israelita, era la ciudad real, con mucho la ciudad de mayor importancia de la tierra, la única ciudad que correctamente podría ser designada así; y nunca debe olvidarse que las visiones de Apocalipsis deben ser consideradas desde un punto de vista judío.

6. En la catástrofe de la cuarta visión (la de las siete figuras místicas), el juicio de Israel es simbolizado por la pisadura del lagar. También se nos dice que “el lagar fue pisado fuera de la ciudad” (cap. 14:20). Puesto que la vid de la tierra representa a Israel, como indudablemente lo hace, se deduce que “la ciudad” fuera de la cual las uvas son pisadas debe ser Jerusalén. La única ciudad mencionada en el mismo capítulo es Babilonia la grande (ver. 8), que por lo tanto debe representar a Jerusalén. Es inconcebible que la vid de Judea sea pisada fuera de la ciudad de Roma.

7. En el cap. 16:19 se dice que “la gran ciudad” es dividida en tres partes por un terremoto sin precedentes que se menciona en el ver. 18. ¿Cuál gran ciudad? Evidentemente, Babilonia la grande, de la cual se dice que viene en memoria delante de Dios. Posiblemente la división de la ciudad no tenga ninguna importancia especial más allá de ilustrar el desastroso efecto del terremoto, sino más probablemente es una alusión a la figura empleada por el profeta Ezequiel al describir el sitio de Jerusalén. (Eze. 5:1-5). Al profeta se le ordena tomar los cabellos de su cabeza y los pelos de su barba, y, dividiéndolos en tres partes, quemar una con fuego, cortar otra con un cuchillo, y esparcir la tercera a los cuatro vientos, desenvainando una espada en pos de ellos; sólo unos pocos cabellos debían ser preservados y atados en la falda de su manto. Luego sigue la enfática declaración: “Así dice Jehová el Señor: Esta es Jerusalén”. Es apropiado que en una profecía tan llena de símbolos como la de Ezequiel busquemos luz en los símbolos de Apocalipsis. No es necesario decir cuán vívidamente representa esta división tripartita de la ciudad la suerte de Jerusalén en el sitio de Tito. Apenas es posible imaginar una descripción más apropiada del hecho histórico real que el resumido en el versículo doce del mismo capítulo: “Una tercera parte de ti

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morirá por pestilencia y será consumida de hambre en medio de ti; y una tercera parte caerá a espada alrededor de ti; y una tercera parte esparciré a todos los vientos, y tras ellos desenvainaré espada”.

Pero, bien que ésta sea o no la alusión en la visión, el lenguaje es completamente ininteligible si se aplica a cualquier otra ciudad que no sea Jerusalén. ¿En qué sentido razonable podría decirse que Roma sería dividida en tres partes? ¿Es Roma la que viene en memoria delante de Dios? ¿Es a Roma a la que se le da a beber el cáliz del vino de la ira de Dios? Esta última figura debería haber sugerido a los comentaristas la verdadera interpretación. Es un símbolo apropiado para Jerusalén. “Despierta, despierta, levántate, oh Jerusalén, que bebiste de la mano de Jehová el cáliz de su ira; porque el cáliz de aturdimiento bebiste hasta los sedimentos” (Isa. 51:17).

8. Pero, un argumento de mayor peso, que puede considerarse decisivo contra la afirmación de que Roma es la Babilonia de Apocalipsis, y que al mismo tiempo demuestra la identidad entre Jerusalén y Babilonia, es el que se deriva del nombre y el carácter de la mujer en la visión. Hemos visto que la mujer representa una ciudad; una ciudad denominada “la gran ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado” (cap. 11:8). Esta mujer o esta ciudad es llamada también una ramera, “la gran ramera”, “la madre de las rameras y las abominaciones de la tierra”. Ahora bien, esta es una denominación familiar y bien conocida en el Antiguo Testamento, una denominación que es absolutamente inapropiada para Roma e inaplicable a ella. Roma era una ciudad pagana, y por consiguiente, incapaz de cometer aquel pecado tan grave y condenable que era posible y, ¡ay!, real, para Jerusalén. Roma no podía violar el pacto de su Dios, de ser infiel a su divino Esposo, porque ella nunca estuvo casada con Jehová. Ésta fue la culpa máxima de Jerusalén, de ella sola, entre todas las naciones de la tierra, y es el pecado por el cual es acusada y condenada a través de toda su historia. Es imposible leer la descripción gráfica de la gran ramera en Apocalipsis sin recordar instantáneamente el original en los profetas del Antiguo Testamento. A través de todo el testimonio de ellos, éste es el pecado, y éste es el nombre, que ellos arrojan contra Jerusalén. Oímos a Isaías exclamar: “¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel?” (Isa. 1:21). “A otro, y no a mí, te descubriste, y subiste, y ensanchaste tu cama, e hiciste con ellos pacto” (Isa. 57:8). El profeta Jeremías estigmatiza a Jerusalén aún más enfáticamente con este epíteto lleno de reproche: “Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de tí, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio” — “con todo eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso te echabas como ramera” (Jer. 2:2,20). “Has fornicado con muchos amigos”; “con tus

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fornicaciones y con tu maldad has contaminado la tierra”; “has tenido frente de ramera, y no quisiste tener vergüenza”; “ella se va sobre todo monte alto y debajo de todo árbol frondoso, y allí fornica”; “convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuesstro esposo”; “como la esposa infiel abandona a su compañero, así prevaricaste contra mí, así prevaricaste contra mí, oh casa de Israel, dice Jehová” ( Jer. 3:2,3,6,14,20). “Aunque te vistas de grana, aunque te adornes con atavíos de oro, aunque pintes con antimonio tus ojos, en vano te engalanas; te menospreciarán tus amantes, buscarán tu vida” (Jer. 4:30). “¿Qué derecho tiene mi amada en mi casa, habiendo hecho muchas abominaciones?” (Jer. 11:15). “He visto tus adulterios, tus relinchos, la maldad de tu fornicación sobre los collados; en el campo vi tus abominaciones. ¡Ay de ti, Jerusalén! ¿No serás al fin limpia? ¿Cuánto tardarás tú en purificarte?” (Jer. 13:27).

Pasando por alto a los otros profetas, es en Ezequiel en quien encontramos la figuraelaborada al máximo. En el capítulo dieciséis, se relata, en estilo alegórico y poético, lahistoria entera de Israel, personificada por Jerusalén. Será suficiente citar aquí la tabla decontenido de ese capítulo en las palabras prefijadas por nuestros traductores.

EZEQUIEL 16 – Contenido

1. El estado natural de Jerusalén se muestra bajo la semejanza de un niño desdichado. 6. El extraordinario amor de Dios hacia Jerusalén. 15. Su monstruosa prostitución. 35. Su penoso juicio. 44. Su pecado, comparable al de su madre, y excediendo al de sus hermanas, Sodoma y Gomorra, demanda juicio. 60. Se le promete misericordia al final.

Creemos que es apenas posible para cualquier mente honesta e inteligente comparar lasalegorías de Ezequiel en los capítulos dieciséis, veintidós, y veintitrés con la descripción de laramera de Apocalipsis, sin convencerse de que en la profecía encontramos el original y elprototipo de la visión, y de que ambos representan lo mismo, es decir, a Jerusalén.

Así pues, tenemos evidencia decisiva de que la culpa característica de Jerusalén era elpecado que se conoce en las Escrituras como adulterio espiritual; una ofensa que no se lepodía imputar a Roma, porque ésta no tenía la misma relación con Dios que tenía Jerusalén.Es a Jerusalén, y sólo a Jerusalén, a la que se le aplica el desgraciado epíteto, con melancolíauniforme, peculiar y pre-eminentemente, de “ciudad ramera”.

Por supuesto, se objetará a esta identificación de Jerusalén con la Babilonia apocalíptica quela descripción topográfica de “la gran ciudad” es aplicable a Roma tan exactamente que esimposible que signifique ninguna otra ciudad. Por ejemplo, el versículo nueve afirma: “Esto

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para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales sesienta la mujer”. Esto tiene que ser Roma, y no puede ser ninguna otra ciudad, porque ellaes notoriamente la “urbe septicollis”, la ciudad de las siete colinas.

Pero el objetor debe haber supuesto que, si la identidad de la ciudad fuese tan evidente,difícilmente habría sido correcto anteponer a la explicación las significativas palabras: “Estopara la mente que tenga sabiduría”; es decir, se requiere sabiduría para entender lainterpretación de la visión. Esta explicación es demasiado superficial para que sea correcta.

En la interpretación de un libro simbólico, una excesiva literalidad. puede ser fuente deerror. Especialmente, el número simbólico siete es el que menos debe tomarse en sentidoestrictamente aritmético. En Apocalipsis, hay muchos ejemplos del uso de este númerosimbólico, en el cual ningún intérprete con sentido común soñaría con contar las unidades.Tenemos siete cabezas, siete ojos, siete lámparas, siete estrellas, siete truenos, sieteespíritus. Sería manifiestamente absurdo insistir en el valor puramente numérico de talesobjetos. Entonces, ¿por qué debe entenderse aritméticamente el número siete cuando serefiere a montes? ¿No es mucho más congruente con la naturaleza de un símbolo como esteque debe tener un sentido moral o político, más bien que topográfico, indicando lapreeminencia de la ciudad en poder o en privilegio? Como Capernaúm, Jerusalén fue“levantada hasta el cielo”, y como ella, habría de ser “abatida hasta el Hades”.

Pero, admitiendo que la expresión “asentada sobre siete montes” tiene un significadotopográfico, esta característica está representada adecuadamente en la situación deJerusalén. Ésta era en realidad una ciudad-monte mucho más que la misma Roma. “Sucimiento está en el monte santo” (Sal. 87:1). “Grande es Jehová, y digno de ser en granmanera alabado en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo” (Sal. 48:1,2). Jerusalén era“una ciudad sobre un monte”. Aun hoy día, al viajero le llama la peculiaridad de suubicación.

“La ciudad misma está soberbiamente emplazada, como una reina, sobre los montes, con losprofundos valles y los montes alrededor de ella para protegerla”.

Sin embargo, si todavía el literalista exige que la Babilonia mística tenga el númerocompleto de colinas, Jerusalén tiene tanto derecho como Roma para asentarse sobre sietecolinas. Además de las bien conocidas colinas de Sión, Moria, Acra, Bezeta, y Ofel, el castillode Antonia estaba situado sobre otra altura, y había otra prominencia rocosa o cumbresobre la cual Herodes el Grande había construído las torres de Hípico, Fasalo, y Mariamne.(Véase a Zuellig sobre El Apocalipsis, Stud. und Krit. para 1842). Es posible, por lo tanto,encontrar siete colinas en Jerusalén; aunque debe admitirse que Josefo habla sólo decuatro, o a lo mucho, de cinco. Consideramos, sin embargo, que el símbolo se refiere a laelevada situación de la ciudad, o a su preeminencia política. Otra objeción, todavía másformidable, se presentará en la declaración del vers. 18: “Y la nujer que has visto es la granciudad que reina sobre los reyes de la tierra”. Se dirá que esto no se puede aplicar a

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Jerusalén, y sólo se puede aplicar a Roma. Jerusalén nunca fue una ciudad imperial, connaciones vasallas y reyes que pagaban tributo y estaban sujetos a su autoridad, mientrasque Roma era la señora y la reina del mundo.

Por lo que concierne al título “la gran ciudad” [h poliz h megalh], hemos demostrado que enrealidad se aplica a Jerusalén en varios pasajes de Apocalipsis (cap. 11:8,13; 14:8,20; 16:19).Para los judíos, era la gran ciudad, y con justa razón. Hay un pasaje notable en Josefo, enque éste informa sobre el discurso de Eleazar, el valiente defensor de la fortaleza deMasada, que incita a sus hombres a destruirse a sí mismos, junto con sus esposas y sushijos, antes que rendirse a los romanos:

“¿Dónde, está, pues”, dijo él, “aquella gran ciudad , la metrópolis de la nación entera de losjudíos, protegida por tantas murallas circundantes, asegurada por tantos fuertes, y por laenormidad de sus torres, que con dificultad podía contener sus pertrechos de guerra, ycuyas guarniciones consistían de tantas miríadas de defensores? ¿Qué fue de aquella ciudadnuestra en la cual se creía que habitaba Dios mismo? Arrancada de sus fundamentos, fuebarrida, quedando de ella sólo un recuerdo, y estando el campamento de sus destructoresplantado en sus ruinas todavía”.

Este pasaje acaba en seguida con la objeción de que el título de “aquella gran ciudad” no esaplicable a Jerusalén.

Con respecto a la frase “que reina sobre los reyes de la tierra” – la falacia que ha engañadoa muchos es la traducción errónea “los reyes de la tierra” [basileiz thz ghz]. Una fuente muyfructífera de confusión y error en la interpretación del Nuevo Testamento es la maneracaprichosa e insegura en que gh fue traducida en nuestra Versión Autorizada [en inglés – Ed.]Algunas, aunque raras veces, aparece con su traducción correcta, el territorio; pero másfrecuentemente ha sido traducido como la tierra, y parece que nuestros traductores nuncase tomaron el trabajo de averiguar si la palabra debe tomarse en su sentido más amplio oen un sentido más restringido. Con increíble descuido, traducen pasai ai fulai thz ghz como“todas las tribus de la tierra” en vez de “todas las tribus del territorio”; y h ampeloz thz ghzcomo “la viña de la tierra” en vez de “la viña del territorio”, así que, en el pasaje que tenemosdelante (cap. 17:18), los “reyes de la tierra” debería ser “los reyes del territorio”, es decir,Judea o Palestina. Esta misma frase la usa Pedro en el Nuevo Testamento, en Hechos4:26,27, con el sentido restringido de “los reyes del territorio” [en inglés – Editor]: “Porqueverdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste,Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel”, etc., y reconoce este hechocomo cumplimiento de la predicción en el Salmo 2: “¿Por qué se amotinan la gentes, y lospueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes del territorio [oi basileiz thz ghz] y lospríncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido”. Los “reyes del territorio”,pues, son identificados por el apóstol Pedro como los gobernantes confederados queejecutaron al Hijo de Dios en la ciudad de Jerusalén. Así también ocurre en Apoc. 6:15,donde “los reyes del territorio” [oi basileiz thz ghz] son representados como ocultándose de

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la ira de Aquél que está sentado en el trono, en el gran día de su ira. La frase, pues, equivalea “la autoridades gobernantes en el territorio de Judea” o de Palestina.

Ya hemos señalado la correspondencia entre el pasaje a que nos acabamos de referir (Apoc.6:15,16) y el bosquejo original de la escena descrita en la profecía de Isaías (cap. 2:10-22;3:1-3). Es, por tanto, no es necesario hacer aquí otra cosa que llamar la atención a la obviacorrespondencia entre “los reyes del territorio” en la visión, y “los poderosos, y los hombresde guerra”, etc., en la profecía. Así que, no sólo podemos, sino que debemos considerar lafrase “reyes de la tierra” como “reyes del territorio”.

Así interpretada, la descripción de Babilonia la grande como que “reina sobre los reyes delterritorio” se vuelve perfectamente apropiada para Jerusalén. Esto se ve por el lenguaje conel cual tanto las Escrituras como otros escritos hebreos hablan de la autoridad y lapreeminencia de aquella ciudad. Por ejemplo, el profeta Jeremías describe a Jerusalén como“la que era grande entre las naciones, ha venido a ser la señora de provincias” (Lam. 1:1),lenguaje que es plenamente equivalente a “aquella gran ciudad que reina sobre los reyesdel territorio”. Nuevamente, si una ciudad tan pequeña como Belén pudo ser llamada “no lamás pequeña entre los príncipes de Judá” (Mat. 2:6), seguramente de la ciudadmetropolitana podría decirse correctamente que “reinaba sobre los príncipes ogobernantes del territorio”. Pero el lenguaje que Josefo emplea cuando habla de este temajustifica plenamente la descripción apocalíptica de Jerusalén.

“Judea”, nos cuenta, “alcanza en anchura desde el río Jordán hasta Jope. En su mismo centroestá la ciudad de Jerusalén, por cuya causa algunos, no sin razón, han llamado a aquellaciudad ‘el ombligo’ del país. Judea está dividida en once jurisdicciones (toparquías), de lascuales Jerusalén, como asiento de la realeza, es suprema, exaltada por encima de toda la regiónadyacente, como la cabeza lo está sobre el cuerpo”.

Este lenguaje equivale a la expresión “aquella gran ciudad que reina sobre los reyes ogobernantes del territorio”.

Es posible que se considere difícil que la Jerusalén de la era apostólica pudiese llamarse conpropiedad “la ciudad ramera”, pues ese nombre implica idolatría, es decir, adulterioespiritual; mientras que los judíos de ese período eran intensamente monoteístas y hastaamenazaban con rebelarse antes que permitir que el templo fuese profanado con laintroducción de la estatua del emperador. Esto es, sin duda, cierto en la letra; pero como loindica Pablo (Rom. 2:22), los judíos de su tiempo, mientras que aborrecían los ídolos, eranculpables de sacrilegio. Esto ha sido bien expresado por el Dr. Dodge:

“La esencia de la idolatría era profanación de Dios: de esto los judíos eran culpables en altogrado. Habían convertido la casa de Dios en cueva de ladrones”.

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Habían apostatado de Dios tan realmente como si hubiesen establecido el culto de Baal ode Júpiter. Al rechazar al Mesías, habían roto definitivamente el pacto de su Dios. NuestroSeñor declaró expresamente que aquella generación resumía en sí misma los crímenes y laculpa de todos sus predecesores. Era hija y heredera de todas las generaciones malvadasque habían existido antes, y había colmado la medida de sus antepasados: “Para que vengasobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra”, etc. “De cierto osdigo que todo esto vendrá sobre esta generación” (Mat. 23:35,36).

Un argumento más para identificar a Jerusalén con la Babilonia apocalíptica, y unargumento que consideramos concluyente, hay que encontrarlo en el carácter atribuido ala ciudad como perseguidora y asesina de profetas y santos: “Vi a la mujer ebria de la sangrede los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús” (cap. 17:6); “Y en ella se halló la sangrede los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra” (cap.18:24); “Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles, y profetas; porque Dios osha hecho justicia en ella” (cap. 18:20). ¿Quién puede dejar de reconocer en esta descripciónlas características distintivas de la Jerusalén de “aquella generación”? ¿Quién es la que mataa los profetas y apedrea a los que son enviados a ella? Jerusalén. ¿Cuál es la ciudad fuera dela cual no puede perecer ningún profeta – que disfruta del infame monopolio de asesinar alos mensajeros de Dios? Jerusalén. La sangre de los santos y de los profetas es la manchainmemorial sobre Jerusalén; la marca del asesino está estampada en su frente; y lageneración que crucificó a Cristo es descrita por Él como “hijos de aquellos que mataron alos profetas”, y “llenaron la medida de sus padres” (Mat. 23:30-32).

Es imposible confundir al objeto de esta conspicua y distintiva acusación inscrita en la frentede Jerusalén, mucho antes estigmatizada por el profeta Ezequiel como “la ciudad desangres” (Eze. 22:2; 24:6-9).

No es sin razón, por tanto, que a los apóstoles y profetas se les invita a regocijarse por lacaída de su implacable perseguidora y asesina. Las almas bajo el altar hacía mucho quehabían clamado: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestrasangre en los que moran en la tierra?” Se habían consolado con el mensaje: “para quedescansasen un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sushermanos, que también habían de ser muertos como ellos”, luego “Dios vengará pronto asus escogidos”. Y ahora el día de la venganza, el año de sus redimidos, ha llegado.

¿Puede alguna prueba ser más concluyente que es Jerusalén, la asesina de los profetas, laque se describe aquí — que Jerusalén es la Babilonia del Apocalipsis? Cuán exacta es lacorrespondencia entre la predicción de nuestro Señor en Lucas 11:49-51 y su cumplimientoen Apoc. 18:24:

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“Por eso la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas yapóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán, paraque se demande de esta generación la sangre de todos losprofetas que se ha derramado desde la fundación del mundo”.

“Y en ella se halló la sangrede los profetas y d elossantos, y de todos los quehan sido muertos en latierra”.

Habiendo intentado así identificar a la mujer de la visión, ahora procedemos a investigar elmisterio de la bestia sobre la cual está sentada.

EL MISTERIO DE LA BESTIA ESCARLATA

Cap. 17:3,7-11.- “Y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres deblasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos … Yo te diré el misterio de la mujer, y de labestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos. La bestia que has visto,era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra,aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de lavida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será. Esto, para la mente que tengasabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer, y son sietereyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, esnecesario que dure breve tiempo. La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es deentre los siete, y va a la perdición”.

No puede haber ninguna duda razonable de que la bestia [qhrion] descrita aquí es idénticaa la del capítulo 13. El nombre, la descripción, y los atributos del monstruo apuntanclaramente a la misma identidad. Hay, sin embargo, detalles adicionales en esta segundadescripción que al principio parecen oscurecer más bien que aclarar el significado. El colorescarlata puede, en verdad, reconocerse como símbolo de la dignidad imperial; pero, ¿quépuede decirse de las aparentes paradojas “era, y no es, y será”? y “es el octavo [rey], y es deentre los siete, y va a la perdición”?

Ya hemos sido llevados a la conclusión de que la bestia (cap. 13) significa Nerón. Laparadoja o el enigma que lo representa como “la bestia que era, y no es, y será” es unrompecabezas que a primera vista parece inexplicable. Es evidentemente una contradicciónde términos, y sólo puede ser verdadera en algún sentido peculiar. Que tiene que serverdad acerca de Nerón en algún sentido es uno de los hechos más extraordinarios de lahistoria, y le ajusta esta descripción simbólica con toda la fuerza de la demostración. Pareceestablecido por la más clara evidencia que, a la muerte de Nerón, hubo una creenciapopular y muy extendida de que el tirano todavía vivía, y que pronto reaparecería. Tenemosel testimonio expreso de Tácito, Suetonio, y otros historiadores en cuanto a la existencia detal convicción. Se ha objetado que esta explicación de la paradoja casi imputa laequivocación a las Escrituras. ¿Qué puede ser más frívolo que este argumento? Cualquier

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explicación de qué es una contradicción de términos debe ser hasta cierto puntoantinatural y equívoca; pero, al tratar con un libro de símbolos, es absurdo exigir la verdadliteral. ¿Hay que demostrar que Nerón tenía diez cuernos?

Ciertamente es correcto que el pofeta-vidente indicase una persona, a quien no se atrevía anombrar, por cualquier representación simbólica que condujese a su reconocimiento. ¿Quésería más distintivo de la persona particular que se tenía en mente que este mero hecho desu esperada reaparición después de muerta? ¿De cuántas personas en el mundo podríaexpresarse tal opinión? El hecho de que sea históricamente cierto que prevaleciese talengaño popular con respecto a Nerón lo consideramos como prueba singular y concluyentede que él es el individuo denotado por el símbolo.

LOS SIETE REYES

Es más difícil resolver el enigma de los siete reyes, uno de los cuales es la bestia, y sinembargo, es el octavo. Las siete cabezas del monstruo parecen ser emblemáticas, no sólode las siete colinas sobre las cuales se sienta la mujer, sino también de siete reyes quetienen una relación doble, a saber, con la mujer y con la bestia. El antitipo del símbolo debe,por tanto, sustentar esta doble relación, aunque uno esperaría, por ser connatural con elmonstruo, que su relación con él sería de lo más íntima. De estos siete reyes, “cinco”, sedice, “han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que durebreve tiempo. La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va ala perdición”.

Ya hemos visto que, en general, el número siete, siendo un número simbólico, no debe sertomado como otras tantas unidades, sino como indicación de perfección o de totalidad. Hayocasiones, sin embargo, en que parece necesario tomarlo en sentido aritmético, porejemplo, cuando está en estrecha relación con otros números. En el caso que nos ocupa, enque leemos acerca de siete reyes, cinco de los cuales han caído, y uno es, y el séptimo aúnno ha venido, mientras se sugiere un octavo misterioso, es difícil entender el número sieteen cualquier otro sentido que no sea el literal.

Entonces, ¿dónde debemos buscar para encontrar estos siete reyes o estas siete cabezas?Es también presumible que también estén donde están las montañas, en el lugar en que laescena se desarrolla. Si la ramera significa Jerusalén, debemos esperar encontrar a los reyesallí también. ¿Dónde, pues, en Jerusalén deben encontrarse siete reyes, y un misteriosooctavo? Se han sugerido los reyes del linaje herodiano, a saber: 1. Herodes el Grande; 2.Arquelao; 3. Filipo; 4. Herodes Antipas; 5. Agripa I; 6. Herodes de Calcis; 7. Agripa II. Esta es lasugerencia del Dr. Zwellig, y merece la alabanza de la ingeniosidad; pero hay dos objecionesfatales contra ella: primera, no se puede decir de todos que han sido reyes o gobernnantesen Jerusalén, ni siquiera en Judea; y segunda, no todos pertenecen al período apocalíptico,el fin de la era judía, o los últimos días de Jerusalén, lo cual es una condición indispensable.

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Nos aventuramos a proponer otra solución, que creemos llenará en todos sus respectos losrequisitos del problema. Teniendo presente lo que ya se ha demostrado, que el título de“reyes” se usa a menudo como sinónimo de gobernantes o gobernadores, sugerimos que elbasileiz a los que se alude aquí no son otros que los procuradores romanos de Judea bajo laautoridad de Claudio y de Nerón. Fue en el reinado de Claudio que Judea se convirtió enprovincia romana por segunda vez. Este hecho es declarado expresamente por Josefo, y estambién la razón de que se hiciera el cambio. A la muerte de Herodes Agripa I, a quienCalígula había conferido la soberanía del reino entero, su hijo Agripa II fue considerado porClaudio como muy joven para ocupar el trono de su padre. Judea quedó, por tanto,reducida a la forma de una provincia. Cuspio Fado fue enviado a Judea como el primero deesta segunda serie de procuradores.

Estos procuradores eran en realidad virreyes, y responden bien al título de basileiz en lavisión. También, su número cuadra exactamente con el que se da en Apocalipsis. Desde elnombramiento de Cuspio Fado hasta el estallido de la guerra judía, hubo sietegobernadores con plenos poderes en Jerusalén y en Judea. Éstos fueron: 1. Cuspio Fado; 2.Tiberio Alejandro; 3. Ventidio Cumano; 4. Antonio Felix; 5. Porcio Festo; 6. Albino; 7 GesioFloro.

Aquí tenemos, pues, un período bien definido, que cae dentro de los límites apocalípticosen cuanto a tiempo, que ocupa terreno apocalíptico en cuanto a lugar, y que corresponde alsímbolo apocalíptico en cuanto a número, carácter, y título. Estos virreyes sustentan ladoble relación requerida por el símbolo; estaban relacionados con la bestia como romanosy como delegados; y están relacionados con la mujer como poderes gobernantes.

Ahora es fácil ver cómo se puede decir que Nerón mismo, la bestia que sube del mar, eltirano extranjero, es el octavo, y sin embargo de entre los siete. Él era la cabeza suprema, yestos procuradores eran sus delegados, los representantes del emperador en Judea y enJerusalén. Así, puede decirse que él de entre ellos, y sin embargo, diferente de ellos — eloctavo, y sin embargo, de entre los siete. Esto proporciona una propiedad natural yadecuada al lenguaje aparentemente enigmático y paradójico de la representaciónsimbólica, y resuelve el enigma sin violentas torturas ni diestras manipulaciones.

LOS DIEZ CUERNOS DE LA BESTIA

Hay también mucha oscuridad en el siguiente símbolo, que aparece en el capítulo 17:12.

“Y los diez cuernos que has visto son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero poruna hora [o en una hora, — contemporáneamente] recibirán autoridad como reyesjuntamente con la bestia”.

Se observará que estos “diez reyes” tienen las siguientes características:

1. Son satélites o tributarios de la bestia, es decir, están sujetos a Roma.358/401

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2. Son aliados de la bestia contra Jerusalén.3. Son hostiles al cristianismo.4. Son hostiles a la ramera, y agentes activos en su destrucción.5. Cuando el apóstol escribió, estos reyes todavía no habían sido investidos de poder.6. Su poder sería contemporáneo con el de la bestia.

En general, llegamos a la conclusión de que este símbolo significa los príncipes y jefesauxiliares que eran aliados de Roma y recibían órdenes del ejército romano durante laguerra judía. Por Tácito y Josefo, sabemos que varios reyes de los países vecinos siguieron aVespasiano y a Tito en la guerra. Ya se ha hecho alusión a algunos de estos auxiliares:Antíoco, Soemo, Agripa, y Malco. Sin duda, hubo otros, pero no es necesario producir elnúmero exacto de diez, que, como el número siete, parece ser un número místico osimbólico. Estos reyes son representados como animados de una encarnizada hostilidadhacia Jerusalén, la ciudad ramera: “Aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada ydesnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego; porque Dios ha puesto en suscorazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hastaque se cumplan las palabras de Dios” (Apoc. 17:16,17). Tácito habla de la encarnizadaanimosidad contra los judíos de la cual se llenaron los auxiliares árabes de Tito, y tenemosuna terrible prueba del intenso odio que sentían hacia los judíos las naciones vecinas en lasmatanzas a gran escala perpetradas contra aquel desgraciado pueblo en muchas grandesciudades justo antes de que estallase la guerra. Toda la población judía de Cesarea fuemasacrada en un día. En Siria, cada ciudad se dividió en dos campos, judíos y sirios. EnCitópolis, más de trece mil judíos fueron masacrados; en Ascalón, Tolemaica, y Tiro, tuvieronlugar atrocidades similares. Pero en Alejandría, la carnicería de los habitantes judíos excedióa todas las otras matanzas. Todo el barrio judío se inundó de sangre, y cincuenta milcadáveres yacían en horrorosos montones en las calles. Este es un terrible comentariosobre las palabras del ángel-intérprete: “Los diez cuernos que viste en la bestia aborrecerána la ramera”, etc.

Sólo resta observar otra característica de la visión. La mujer es representada como “sentadasobre muchas aguas”, y en el versículo quince se dice que estas aguas significan “pueblos, ymuchedumbres, y naciones, y lenguas”. De la Babilonia mística, como de su prototipo laBabilonia literal, se dice que “se sienta sobre muchas aguas”. El profeta Jeremías se dirige asía la antigua Babilonia: “Tú, la que moras entre muchas aguas” (Jer. 51:12), y esta descripciónparece igualmente apropiada para Jerusalén.

La influencia ejercida por la raza judía en todas partes del Imperio Romano antes de ladestrucción de Jerusalén era inmensa; sus sinagogas se encontraban en todas las ciudades,y sus colonias echaban raíces en todas las regiones. En Hechos 2, vemos las maravillosasramificaciones de la raza hebrea en países extranjeros, por la enumeración de las diferentesnaciones representadas en Jerusalén el día de Pentecostés: “Moraban entonces en Jerusalén

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judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo … partos, medos, elamitas, losque habitaban en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia yPanfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos allí residentes,tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes”. Se podía decir verdaderamente deJerusalén que “se sentaba sobre muchas aguas”, es decir, que ejercía poderosa influenciasobre “pueblos, y muchedumbres, y naciones, y lenguas”.

Tal es la visión de la “ciudad ramera”, cuyo destino es el gran tema de la profecía tanto denuestro Señor en el Monte de los Olivos como de Apocalipsis. Que es Jerusalén, y sólo ella,de la que se habla aquí creemos que es abundantemente claro para toda mentedesprejuiciada y honesta; cualquier otro tema será completamente extraño a todo elpropósito y el fin de Apocalipsis.

NOTA SOBRE APOCALIPSIS 17

IDENTIDAD DE LA BESTIA DE APOCALIPSIS CON EL HOMBRE DEPECADO EN 2 TESALONICENSES 2

Antes de abandonar este capítulo, es pertinente señalar la notable correspondencia entre“el hombre de pecado” bosquejado por Pablo en 2 Tes. 2 y la bestia descrita por Juan enApcalipsis 13 y 17. Se observará que ninguno de los apóstoles nombra al formidablepersonaje al cual señala, sin duda por la misma razón. Por sí sola, esta circunstancia seríasuficiente para indicar a quién se tiene en mente. Habría pocas personas, probablementeno más de una, cuyo nombre sería peligroso pronunciar, y esa una sería la más poderosaen el territorio. No podemos suponer que el nombre ha sido suprimido meramente porcausa de la mistificación: debe haber habido un motivo adecuado; ese motivo debe habersido prudencial; y si es prudencial, entonces, sin duda es político; vale decir, evitar incurriren la sospecha de ser desafecto al gobierno.

Además de esto, hay una correspondencia tan detallada y tan múltiple entre “el hombre depecado” de Pablo y “la bestia” de Juan que es casi seguro que ambos se refieren al mismoindividuo. Sobre bases independientes y tratando cada tema por separado, ya hemosllegado a la conclusión de que ambos apóstoles tienen en mente al emperador Nerón, ycuando colocamos las dos partituras una al lado de la otra, esta conclusión quedaestablecida definitivamente. Sólo es necesario echar un vistazo a las descripciones paralelaspara convencerse de que describen al mismo individuo, y de que ese individuo es elmonstruo Nerón.

EL HOMBRE DE PECADO, 2 TES. 2 LA BESTIA, APOC. 13, 17

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“El hombre de pecado” (ver. 3). “Sobre sus cabezas, un nombre blasfemo” (13:1).

“Llena de nombres de blasfemia” (17:3).

“El hijo de perdición” (ver. 3). “La bestia está … para ir a perdición” (17:8).

“Y va a la perdición” (17:11).

“Aquel inicuo” (ver. 8). “Se le dio autoridad para actuar” (13:5).

“El cual se opone y se levanta contratodo lo que se llama Dios o es objetode culto” (ver.4).

“Se le dio boca que hablaba grandes cosas yblasfemias … abrió su boca en blasfemias contra Dios”(13:5,6).

“Se sienta en el templo de Dios comoDios, haciéndose pasar por Dios” (ver.4).

“Y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como labestia? … Y la adoraron todos los moradores de latierra [del territorio]” (13:5,6).

“A quien el Señor matará con elespíritu de su boca, y destruirá con elresplandor de su venida” (ver. 8).

“Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá”(17:14).

“Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta …Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago defuego que arde con azufre” (19:20).

“Cuyo advenimiento es por obra deSatanás” (ver. 9)

“Y el dragón le dio su poder” (13:2).

“Con gran poder y señales y prodigiosmentirosos” (ver. 9).

“También hace grandes señales, de tal manera queaun hace descender fuego del cielo a la tierra delantede los hombres” (13:13)

“Con todo engaño de iniquidad paralos que se pierden” (ver. 10).

“Por esto Dios les envía un poderengañoso, para que crean la mentira”(ver. 11).

“Engaña a los moradores de la tierra con las señalesque se le ha permitido hacer en presencia de la bestia”(13:14).

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“Para que sean condenados todos losque no creyeron a la verdad” (ver. 12).

“Si alguno adora a la bestia y a su imagen … él tambiénbeberá del vino de la ira de Dios” (14:9,10).

LA CAÍDA DE BABILONIA

La siguiente escena de la visión representa la suerte de la ciudad ramera, lo cual ocupa latotalidad del capítulo 17. Primero, un ángel poderoso, cuya gloria ilumina la tierra, proclamaen alta voz, casi con las mismas palabras que las del cap. 14:8: “Ha caído, ha caídoBabilonia”. Su destino es la consecuencia de su pecado, y en este momento supremo sudegradación moral es declarada con el mayor énfasis: “Se ha hecho habitación de demoniosy guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible”, etc. Decuán apropiada es esta descripción de Jerusalén en su decadencia testifican las páginas deJosefo:

“De algún modo, aquel período”, nos cuenta, “había sido tan prolífico en iniquidades detodo tipo entre los judíos, que ninguna obra malvada había quedado sin ser perpetrada …tan universal era el contagio tanto público como privado, y tal era el esfuerzo por superarselos unos a los otros en actos de impiedad hacia Dios y de injusticia hacia el prójimo”.

“No existió jamás otra generación más prolífica en el crimen”.

“Creo que, si los romanos hubiesen diferido el castigo de estos miserables, la tierra sehabría abierto y se hubiese tragado la ciudad, ésta habría sido barrida por un diluvio, ohabría participado de los relámpagos de la tierra de Sodoma”.

Luego, se oye una voz desde el cielo llamando al pueblo de Dios a salir de la ciudadcondenada a muerte: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de suspecados, y no recibáis de sus plagas”. Observamos aquí cómo la catástrofe final se mantieneen suspenso — una y otra vez parece como si el fin ha llegado en realidad, y luegoencontramos que se interponen nuevas circunstancias, y que el golpe ha sidoaparentemente detenido en el momento mismo en que estaba a punto de ser asestado.Esta característica de Apocalipsis aumenta grandemente el efecto dramático, y estimulapoderosamente el interés en la acción. Podría haberse supuesto que todos los fieles habíanabandonado mucho antes la ciudad condenada; pero no debemos buscar la misma estrictaconsistencia y secuencia en una descripción poética y figurada que en una narraciónhistórica. Además, las imágenes se derivan parcialmente de la descripción profética de lacaída de la antigua Babilonia como la presenta Jeremías (cap. 51), donde encontramos estemismo llamado a “salir de ella” (ver. 45).

Después de esto, sigue una endecha, si puede llamarse así, solemne y patética, acerca de laciudad caída, cuya hora final ha llegado. Los reyes y gobernantes del territorio, losmercaderes-comerciantes, y los marineros que la conocían en la plenitud de su poder y de

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su gloria, ahora lamentan su caída. La ciudad real, el emporio del comercio y la riqueza, estáenvuelta en llamas, y los marineros y mercaderes que se enriquecieron con su tráfico estána la distancia, contemplando el humo de su incendio, y llorando: “¿Cuál ciudad como estagran ciudad?” La descripción que en este capítulo se da de la riqueza y el lujo de la Babiloniamística apenas podría parecer apropiada para Jerusalén si no fuese porque en Josefotenemos amplia evidencia de que no hay ninguna exageración, ni siquiera en estarepresentación altamente elaborada. Más de una vez, el historiador judío habla de lamagnificencia y la vasta riqueza de Jerusalén. Es muy notable que el inventario de losdespojos tomados del tesoro del templo contiene casi todos los artículos enumerados eneste lamento por la ciudad caída: “Oro, plata, piedras preciosas, púrpura, escarlata, canela,especias, ungüentos, e incienso”.

No menos llamativa es la descripción que da Josefo del botín de la ciudad capturada, quefue llevado en procesión por las calles de Roma en el triunfo de Vespasiano y Tito, y quejustifica plenamente el cuadro de profusión y magnificencia trazado en Apocalipsis.

Sigue la última escena de la tragedia de la ciudad ramera. Un ángel poderoso toma unapiedra. como una gran piedra de molino, y la arroja al mar, diciendo: “Con el mismo ímpetuserá derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada” (ver. 21). Su desolaciónes ahora completa: su gloria ha huido; ha quedado en silencio y en soledad, pues “en unahora ha llegado su juicio”, “en una hora ha sido desolada”.

Puede que se diga que esto es poesía, y sin duda lo es; pero también es historia. Tan totalfue la destrucción de Jerusalén, que Josefo dice: “Ya no había nada que hiciera pensar a losque visitaban el lugar que alguna vez había sido habitado”.

Ya hemos comentado las palabras finales del capítulo, que proporcionan evidencia decisivade la identidad de la ciudad ramera: “Y en ella se halló la sangre de los profetas y de lossantos, y de todos los que han sido muertos en la tierra” (ver. 24). Estas palabras no seaplican a ninguna otra ciudad aparte de Jerusalén, y demuestran de modo concluyente queJerusalén es el tema de toda la representación visionaria. Jerusalén era preeminentementela “asesina de profetas”, y la sangre de ellos será requerida de ella, de acuerdo con lapredicción del Señor: “Para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se haderramado sobre la tierra” (Mat. 23:35).

Podríamos suponer que ahora hemos llegado a la catástrofe de la visión, puesto que eljuicio de la gran ramera está completo, y ella desaparece de la escena; pero el temacontinúa todavía en los dos capítulos siguientes, que se ocupan principalmente de hechosde juicio contra los otros enemigos de Cristo y de su iglesia.

Primero, sin embargo, tenemos un cántico de triunfo en el cielo por el criminal caído ycondenado cuyo terrible juicio se ha consumado (cap. 19:1-5). Es el coro de Aleluya de unagran multitud, cuya voz es como la de muchas aguas, y como la voz de truenos poderosos,

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que da gloria a Dios por la justicia ejecutada en la ciudad ramera, y por la venganza de lasangre de sus siervos derramada por su mano. Ahora se ha cumplido la promesa de Dios deque vengaría prontamente la sangre de sus elegidos, que clamaban a Él día y noche. Ahora,también, ha venido el reino de Dios: la consumación tiempo ha predicha y por tanto tiempoesperada, por la cual han ascendido al cielo sin cesar las oraciones de los santos: “Venga tureino”. La gran victoria del Mesías ha sido obtenida; su reino ha alcanzado su plenodesarrollo; el Mesías entrega a su Padre su autoridad delegada; y un estallido de aclamaciónresuena por todo el cielo: “¡Aleluya!, porque el Señor Dios omnipotente reina”.

Pero la venida del reino está asociada con otros sucesos, siendo uno de los principales “lasbodas del Cordero”, para las cuales se da ahora la nota de preparación, aunque los detallesdel suceso se reservan para la séptima y última visión. Es evidente que las nupcias delCordero se anuncian prolépticamente, de acuerdo con el uso frecuente en Apocalipsis. Estaunión pública y solemne de Cristo con su iglesia es lo que se prefigura en las parábolas de lafiesta de bodas (Mat. 22) y de las diez vírgenes (Mat. 25). Es la cena de bodas del gran Rey, ala cual rehusan venir los primeros invitados, que maltrataron y mataron a los mensajerosdel rey. Ahora les ha sobrevenido el juicio: “El rey envió sus ejércitos, y destruyó a aquellosasesinos, y quemó su ciudad” (Mat. 22:7).

Pero antes de que tenga lugar esta feliz consumación, deben ejecutarse actos de juicio. LaBabilonia mística ha sido juzgada, pero los otros enemigos del Rey – la bestia, su delegado elfalso profeta, y el dragón – todavía deben recibir su merecido castigo.

EL JUICIO DE LA BESTIA Y SUS PODERES ALIADOS

Cap. 19:11-21. “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montabase llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego,y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocíasino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DEDIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían encaballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y éllas regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del DiosTodopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES YSEÑOR DE SEÑORES. Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendoa todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran cena de Dios,para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y desus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes. Y vi a la bestia, a losreyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo,y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hechodelante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de labestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago defuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la bocadel que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos”.

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Este magnífico pasaje describe el gran suceso que ocupa un lugar tan prominente en laprofecía del Nuevo Testamento, la Parusía, o la venida en gloria del Señor Jesucristo. Vienedel cielo; viene en su reino; “había en su cabeza muchas diademas”; viene con sus santosángeles; “le siguen los ejércitos del cielo”; viene a ejecutar juicio sobre sus enemigos; vieneen gloria. Puede preguntarse: ¿Por qué es colocada la Parusía después del juicio de laciudad ramera, y no antes? Debe recordarse que es un poema, más bien que una historia, loque ahora estamos leyendo; un drama, más bien que un diario de transacciones, y que nohay ningún libro en el que el efecto poético y dramático sea más estudiado que Apocalipsis.A menudo, estas visiones episódicas son sacadas de su estricto orden cronológico para quepuedan ser presentadas con mayores detalles y puedan hacer una adecuada impresión enla mente del lector. Al mismo tiempo, no admitimos que haya un anacronismo en el lugarque ocupa la Parusía. Si examinamos el discurso profético en el Monte de los Olivos,descubriremos el mismo orden de sucesos. Es inmediatamente después de la grantribulación cuando aparece en el cielo la señal del Hijo del hombre, y “ven al Hijo delhombre viniendo en las nubes del cielo con poder y gran gloria” (Mat. 24:29,30). La escenarepresentada en esta visión es ese mismo suceso. El Señor Jesús es “manifestado desde elcielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que noconocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes. 1:7,8).

La secuela del capítulo relata la victoria del Cordero sobre los enemigos de su causa. Unángel de pie en el sol llama a todas las aves del cielo a saciarse de los cadáveres de los quehan de morir en el conflicto venidero. Los ejércitos de la bestia y sus poderes aliados secongregan para hacer la guerra al Mesías. Los dos entran en combate, y los enemigos deCristo son derrotados. La bestia es tomada prisionera, y con ella el falso profeta quegobernaba en su nombre. “Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego quearde con azufre”, mientras que sus seguidores perecen “con la espada que salía de la bocadel que montaba el caballo”.

Si se pregunta: ¿Qué representan estos símbolos?, la respuesta es: Seguramente ningúnconflicto literal con armas carnales. No es sobre ningún campo de batalla sobre terrenoliteral que el Redentor glorificado y sus legiones celestiales se enfrenta a las huestescombinadas de la tierra y el infierno. No podemos ir a las páginas de Josefo o de Tácito, o deningún otro historiador, en busca de los sucesos que corresponden a estos símbolos. Enellos leemos dos grandes verdades: Cristo debe vencer; sus enemigos deben perecer. Sinembargo, hay una porción de hecho histórico en este simbolismo. Así como en larepresentación simbólica de la gran ramera encontramos el hecho histórico de ladestrucción de Jerusalén, en esta captura y ejecución de la bestia y su congénereencontramos el hecho histórico de la destrucción de Nerón y su lugarteniente, o delegado,en Judea. Éste es el núcleo de hecho histórico en el centro de la visión. Jerusalén, la ciudadramera, pereció en fuego y sangre. Tanto Nerón, el rey bestia, el sanguinario perseguidor delos cristianos, como Gesio Floro, el tirano que incitó a la rebelión a los infelices judíos,

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murieron violentamente. Estos sucesos eran en realidad juicios divinos, previstos ypredichos mucho antes de que ocurriesen, y escritos con espeluznantes detalles en laspáginas de la historia, visibles y legibles para siempre. Estos son los hechos históricospresentados en toda la pompa y el esplendor de imágenes simbólicas en Apocalipsis. Lossímbolos eran dignos de los hechos, y los hechos son dignos de los símbolos. No hay dudade que aquí hay algo de anacronismo. En la visión, la muerte de Nerón es colocada despuésdel juicio de Jerusalén, aunque en realidad precedió a ese suceso por dos años o más. Comohemos observado antes, algo hay que conceder a la licencia poética. En una epopeya, undrama, o una visión, es irrazonable exigir una estricta secuencia cronológica. Ahora bien, elApocalipsis está compuesto con consumado arte. Como observó Henry More hace muchotiempo: “Jamás libro alguno fue escrito con tal arte como este de Apocalipsis, como si cadapalabra hubiese sido pesada en balanza antes de ser escrita”. El efecto dramático esciertamente aumentado en gran manera por el hecho de haber colocado donde están lacaptura y el castigo de la bestia”. El primero y más prominente lugar se le asignanaturalmente a la ciudad ramera, y el vidente, habiendo comenzado con el juicio de ella, lolleva a su consumación final. Luego, el vidente regresa a la bestia, y presenta su destino; ypor fin, en el siglo veinte, procede a describir el castigo infligido a la tercera potencia hostil,el dragón.

Hay, sin embargo, otra respuesta al cambio de anacronismo. Vale la pena considerar si laescena entera de la gran batalla y la victoria de Cristo el Rey, y el castigo de la bestia y susejércitos, no pueden ser concebidos como teniendo lugar en espíritu, no en carne. Esto es,si no puede ser la representación de transacciones en el estado invisible; el juicio de losmuertos, no de los vivos. Una transacción terrenal ciertamente no es; y si la consideramoscomo la representación simbólica del juicio y la condenación de los enemigos del Corderoen el mundo de los espíritus — un vistazo a aquella gran escena judicial mostrada en Mat.25; “cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y sean reunidas delante de él todas lasnaciones” — esto aliviaría a la visión de cualquier anacronismo y satisfaría abundantementetodos los requisitos del caso. La probabilidad de este punto de vista queda confirmadafuertemente por el hecho de que este castigo de la bestia y sus ejércitos sigue a la alusión ala cena de bodas del Cordero, un suceso que ciertamente se supone tiene lugar en el estadoespiritual y eterno.

EL JUICIO DEL DRAGÓN

Cap. 20:1-3. “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una grancadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y loató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que noengañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debeser desatado por un poco de tiempo”.

Ahora nos acercamos a una porción de Apocalipsis envuelta en mucha oscuridad y que, porla naturaleza misma del caso, va más allá de los límites que, por las expresas declaraciones

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del escritor, repetidas una y otra vez, circunscriben el resto de la profecía de este libro.

Muchos consideran que el hecho de que las visiones de Apocalipsis abarcan un período tanprolongado como mil años es prueba incontrovertible de que el cumplimiento de laspredicciones que el libro contiene no debe restringirse a un breve período. Por ejemplo,Dean Alford dice:

“Hay que confesar que en tacei [en breve] contiene, entre otros períodos, uno de mil años.¿Sobre qué principio debemos afirmar que no abarca un período vastamente superior aéste en su contenido total?”

Lo que a los ojos de Dean Alford parece una objeción tan insuperable es desestimada nadamenos que por Moses Stuart, que dice:

“La porción del libro que contiene esto [la referencia a un período distante] es tan pequeña,y la parte del libro que se cumplió en breve es tan grande, que no se puede construirninguna dificultad razonable con respecto a la afirmación que tenemos delante. ‘Cuán entacei, es decir, en breve, ocurrieron realmente las cosas a causa de las cuales se escribió ellibro principalmente”.

La verdad es que algunos intérpretes intentan salvar la dificultad suponiendo que los milaños, siendo un número simbólico, pueden representar un período de muy corta duración,y así, intentan poner el todo dentro de los límites apocalípticos prescritos; pero este métodode interpretación nos parece tan violento y antinatural que no dudamos en rechazarlo. Elacto de atar y encerrar al dragón ciertamente cae dentro del “en breve” de la declaraciónapocalíptica, porque coincide, o casi coincide, con el juicio de la ramera y de la bestia; perose afirma claramente que el término de la prisión del dragón es de mil años, y así, tiene quepasar necesariamente más allá del campo visual tan estricta y tan constantemente limitadopor el libro mismo. Creemos, sin embargo, que éste es el solitario ejemplo que el libroentero contiene de esta excursión más allá de los límites del “en breve”, y concordamos conStuart en que no se puede construir ninguna razonable dificultad a cuenta de esta solaexcepción de la regla. Al continuar, también descubriremos que los sucesos a los que sealude como teniendo lugar después de la terminación de los mil años se predicen como enuna profecía, y no se representan como en una visión. En realidad, parece evidente que elpasaje, cap. 20:5-10, es introducido parentéticamente, interrumpiendo la continuidad de lanarración, que se reanuda nuevamente en el ver. 11, como veremos.

Evidentemente, el derrocamiento y castigo de los enemigos de Cristo estarían incompletossin un acto similar de juicio contra el principal instigador y jefe de la confederación, eldragón, o Satanás. En consecuencia, su hora ha llegado: es apresado, encadenado, yarrojado al abismo, que es sellado por encima de él, y es sentenciado a permanecer presodurante un período llamado “mil años”.

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Este acto de apresar, encadenar, y arrojar al abismo se representa como teniendo lugarante los ojos del vidente, siendo introducido con la fórmula: “Y vi”. Es un actocontemporáneo, o casi contemporáneo, con los juicios ejecutados contra los otroscriminales, la ramera y la bestia. Esta parte de la visión, pues, cae dentro de los límitesapropiados de la visión apocalíptica, y es parte integral de la serie de grandes sucesosrelacionados con la Parusía.

¿Hemos, pues, de suponer que cualquier cosa equivalente a este símbolo, el acto de atar yaprisionar a Satanás, ha tenido lugar realmente, y tuvo lugar en el tiempo indicado, valedecir, el fin de la dispensación judía? No vacilamos en contestar afirmativamente, y creemosque hay, en las Escrituras y en la historia, la más clara justificación para llegar a estaconclusión.

1. Nadie argumentará que los símbolos de la visión requieren un encadenamiento literal o físico del dragón. El sentido común enseña que todo lo que se quiere significar es la represión y la restricción del poder satánico durante el período indicado. Ahora bien, no parece haber ninguna razón para dudar de que, antes de y durante la encarnación de nuestro Salvador, existió en la tierra una energía y una actividad de maldad moral tal que excedía con mucho cualquier cosa que ahora se conoce entre los hombres. No es irrazonable suponer que el período de la vida terrenal de nuestro Señor fue una época de actividad intensa y sin paralelo entre los poderes de las tinieblas. Si sabían que el campeón de Dios, el Redentor de la humanidad, había venido “para destruir las obras del diablo”, había causa para que se alarmasen; y las tentaciones de nuestro Señor en el desierto, y la maligna oposición a Cristo y su causa, atribuidas a Satanás por todas partes en el Nuevo Testamento, revelan tanto el conocimiento del adversario con respecto a la misión del Salvador como sus incesantes esfuerzos para contrarrestarla. Además, la notable prevalencia del misterioso fenómeno de posesión demoníaca en tiempos de Cristo es prueba decisiva de la presencia y la actividad de la maléfica influencia espiritual, en una forma y hasta un grado desconocidos para nosotros, y para muchos, hasta increíble. Entonces, a menos que estemos preparados para renunciar a la realidad de esa misteriosa influencia, y considerarla como resultado de mera ignorancia popular o mero engaño, tenemos que admitir que ha habido una marcada y decisiva restricción del poder de Satanás sobre los hombres desde el tiempo de Cristo. Lo mismo puede decirse con respecto a la prevalencia de la maldad moral en aquella época del mundo. Que considere cualquier persona lo que Roma era en los días de Nerón, y lo que Jerusalén era en el período

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final de la comunidad judía, y en seguida aceptará el hecho innegable de un desarrollo anormal y portentoso de la maldad que a nosotros nos parece increíble. Juvenal y Tácito serán testigos de Roma, y Josefo de Jerusalén; y no es contrario a la razón, y al mismo tiempo concuerda con Apocalipsis, inferir que un vicio tan enorme y tan colosal traiciona la operación de una influencia satánica.

2. Merece considerarse, además, que el pecado de idolatría, con toda su imitación de poder sobrenatural y divino — un sistema que las Escrituras reconocen como preeminentemente obra del diablo — estaba, en tiempos de nuestro Salvador, en plena y tranquila posesión de casi todo el mundo. Cuando recordamos lo que era Grecia, y lo que era Roma, con repecto a su religión nacional, en la era apostólica; la autoridad, la antigüedad, y la popularidad de sus dioses, y la manera en que su culto se había entrelazado alrededor de cada acto de la vida pública y privada, parece asombroso que un sistema tan inveterado y consagrado por el tiempo se haya marchitado hasta casi desaparecer por completo de la faz de la tierra. Nadie puede dejar de explicarse este notable cambio: se debe enteramente a la influencia del cristianismo, y de no ser por este nuevo elemento en la civilización, no hay razón para pensar que las antiguas supersticiones del paganismo hubiesen muerto o dado lugar a algo mejor.

3. No es menos cierto que esta maravillosa revolución debe ser fechada en el tiempo en que el evangelio comenzó a ser predicado en la era apostólica. Tenemos las pruebas más convincentes de que el cambio no debe explicarse con el avance del conocimiento, la ciencia, o la filosofía, ni por el progreso natural de la sociedad humana, sino que fue predicho y esperado desde el mismo nacimiento del cristianismo como efecto de la obra redentora de Cristo. Nada puede ser más explícito que las declaraciones de nuestro Señor sobre este tema. Cuando los setenta discípulos regresaron gozosos a informar que hasta los demonios les estaban sujetos por medio del nombre de su Maestro, Jesús les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18). Es absurdo explicar esto como una alusión a la expulsión original de Satanás del cielo, antes de la creación del mundo; es evidentemente una declaración figurada de que, en el éxito de sus mensajeros, nuestro Señor reconocía y preveía el venidero derrocamiento del poder de Satanás:

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“Ante la intuitiva mirada de Su espíritu estaban expuestos los resultados que habrían de fluir de su obra redentora después de su ascensión al cielo. En espíritu, vio el reino de Dios avanzando triunfal sobre el reino de Satanás”.

Con el mismo propósito pronunció Jesús estas palabras: “Ahora es el juicio de este mundo;ahora el príncipe de este mundo será echado fuera“. ¿Qué significado puede atribuirse aestas significativas palabras si ellas no implican que una poderosa restricción estaba apunto de ser impuesta a la influencia de Satanás sobre las mentes de los hombres; unarestricción que surge enteramente de la muerte de Cristo en la cruz?

Pero es en esta visión apocalíptica donde vemos la representación real de esta limitacióndel poder de Satanás. Evidentemente, se define aquí en cuanto al tiempo de su inicio, y estáasociado con la caída de Jerusalén y la consiguiente abrogación de la dispensación judía. Nihay nada absurdo en aceptar esta fecha. La abolición del judaísmo eliminó el másformidable obstáculo para el progreso del cristianismo; pero, además de esto, tenemos lamás expresa certeza en el Nuevo Testamento de que éste fue el período de la consumacióndel reino mesiánico, y del derrocamiento, por parte de Cristo, de todo dominio, todaautoridad, y toda potencia hostiles (1 Cor. 15:24).

Llegamos, pues, a la conclusión de que al “fin del tiempo” se le impuso una marcada ydefinitiva restricción al poder de Satanás, y que esta restricción está representadasimbólicamente en Apocalipsis por el encadenamiento y el aprisionamiento del dragón en elabismo. De esto no se sigue que el error y la maldad fueron proscritos de la tierra. Essuficiente mostrar que esto fue, como dice Schliegel,

“la crisis definitiva entre los tiempos antiguos y modernos”, y que la introducción delcristianismo “ha cambiado y regenerado, no sólo el gobierno y la ciencia, sino el sistemaentero de la vida humana”.

Hubo una hora en que la marea de la maldad humana comenzó a invertirse: fue en elmismo período en que esa marea estaba en su punto más alto; desde ese tiempo, haestado disminuyendo, y no tenemos dificultad en reconocer que la primera disminución delpoder del mal corresponde en el tiempo con el suceso que aquí se designa como el atar aSatanás y aprisionarle en el abismo.

Con respecto a la duración de esta restricción del poder satánico, no es fácil establecerla;pero, en general, parece estar más en consonancia con el carácter simbólico de Apocalipsisentender los mil años como un período largo pero de duración indefinida. Cuando tenemosnúmeros grandes mencionados en Apocalipsis, deben entenderse, por lo general, si noinvariablemente, como indefinidos. Por ejemplo, no debe suponerse que los cientocuarenta y cuatro mil sellados significan ese número, ni uno más y ni uno menos. Seríaabsurdo decir que había exactamente doce mil, hasta el último hombre, salvados de cada

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una de las doce tribus de los hijos de Israel. El concepto es apropiado en una visión, peroincreíble en una declaración histórica. De la misma manera, el ejército de jinetes del cap.9:16 se expresa como doscientos millones; pero ningún comentarista en su sano juicio seaventuró jamás a atribuir a esto un significado preciso y literal. Siguiendo estas analogías,estamos dispuestos a considerar los mil años como un período de duración indefinida enlugar de uno de duración definida, que cubre sin duda más del doble de ese espacio detiempo, pero cuánto más, nadie lo puede decir.

EL REINO DE LOS SANTOS Y MÁRTIRES

Cap. 20:4-6. “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vilas almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, losque no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en susfrentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertosno volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerteno tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán conél mil años”.

Nos acercamos a este misterioso pasaje con la mayor reserva, evitando cuidadosamente lasadivinanzas y las explicaciones conjeturales, así como todo intento de forzar en modoalguno el significado natural de las palabras.

Lo primero que notamos es que la visión que se describe ahora cae dentro del períodoapocalíptico. Es introducida con la fórmula: “Y vi”, que marca lo que viene bajo laobservación personal del vidente.

Luego, debe observarse que hay una evidente antítesis entre esta escena y el acto de juicioejecutado contra la bestia y sus seguidores. Es el método usual del Apocalipsis poner enmarcado contraste la recompensa de los justos y la retribución de los impíos.

Observamos, además, que hay en este pasaje una alusión manifiesta a la promesa denuestro Señor a sus discípulos: “De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo delhombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también ossentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mat. 19:28). Eseperíodo ha llegado ahora. La paligenesia, o regeneración, cuando el reino del Mesías habíade venir, ahora es considerada como presente, y los discípulos son glorificados con suMaestro glorificado: “les es dado que juzguen”, “se sientan en tronos para juzgar a las docetribus de Israel”. Debemos concebir la multitud de los redimidos del territorio – los cientocuarenta y cuatro mil de todas las tribus de los hijos de Israel – como que forman el reino, olos súbditos, puestos bajo el gobierno espiritual de la hermandad apostólica.

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Además de éstos, el vidente contempla “las almas de los decapitados por causa deltestimonio de Jesús y por la palabra de Dios” y también (porque la palabra oitinez pareceindicar que esta es otra clase que se especifica) “los que no habían adorado a la bestia ni asu imagen”; éstos también “viven y reinan con Cristo”, una expresión qu implica que ellostambién tenían “tronos” y que se les había dado que “juzgasen”. Es imposible no reconoceren las “almas de los decapitados” a los mismos santos martirizados que el videntecontempló, en la visión del sexto sello, bajo el altar y clamando venganza de sus asesinos.Fueron consolados con el mensaje de que, en poco tiempo, cuando se les uniesen susconsiervos que estaban a punto de sufrir como ellos, su oración sería contestada. Ahora esemomento ha llegado; sus enemigos han perecido, y ellos viven y reinan con Cristo.

Esta visión mira también retrospectivamente el notable pasaje en 1 Pedro 4:6. Estosmártires son los muertos a los cuales se les dirigió el consolador mensaje [euhggelisqh].Habían sido condenados por el juicio de los hombres cuando estaban en la carne, peroahora viven en su espíritu por el juicio de Dios, que les ha vindicado y les ha coronado.Cuánta nueva luz es arrojada sobre las palabras de Pedro, zwsin de kata qeon pneumati,por el lenguaje de Apocalipsis, ezhsan kai ebasileusan. Esta es una de esas sutilescoincidencias que a menudo son las pruebas más seguras de una verdadera interpretación.

Estas almas que testifican y que sufren son representadas como disfrutando de un privilegioy una distinción que no se les concede a otros: “Vivieron y reinaron con Cristo mil años, perolos otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. Este es el puntocrucial del pasaje, y presenta una formidable dificultad. La única posición desde la cualpodemos discernir algún rayo de luz es la dirección de la pregunta: ¿Quiénes son “los otrosmuertos”? ¿Son el resto de los justos muertos, o los impíos muertos, o ambos? Al buenjuicio le repugna la idea de que sean los justos muertos. Si ellos fuesen a ser excluidos departicipar en la bienaventuranza del cielo durante un vasto período, ¿cómo podría decirse:“Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor de aquí en adelante“? Nos vemosobligados, pues, a imaginar la posibilidad de la otra alternativa y de que el pasaje hable delos impíos muertos, aunque tal suposición no esté exenta de dificultades. En este caso, “laprimera resurrección” incluye sólo a los muertos en Cristo; y esta puede ser la interpretacióncorrecta, porque el versículo siguiente ciertamente indica que todos los que tienen parte en“la primera resurrección” son bienaventurados y santos, y disfrutan del gran privilegio y elhonor de “reinar con Cristo”.

Una cosa más hay que notar, y es que no se dice que el reino de los santos que sufren ytestifican, y de todos los que tienen parte en la primera resurrección, está en la tierra. Ellosviven y reinan “con Cristo”; están “con él donde él está, contemplando su gloria”.

Hasta ahora, hemos tratado de tantear nuestro camino en una región “oscura de excesivaclaridad”, pero no pretendemos tener ninguna confianza en la última porción de nuestraexégesis.

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LA LIBERACIÓN DE SATANÁSDESPUÉS DE LOS MIL AÑOS

Cap. 20:7-10. “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá aengañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a finde reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieronsobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; yde Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. Y el diablo que los engañaba fue lanzadoen el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y seránatormentados día y noche por los siglos de los siglos”.

El misterio y la oscuridad que envuelven una porción del contexto precedente se vuelvenaquí más oscuros, si es posible. Hay, sin embargo, ciertos puntos que parece se puedenestablecer.

1. Es evidente que este pasaje es profecía directa, y no una representación visionaria que tiene lugar ante los ojos del vidente. No es introducida con la fórmula usual en tales casos: “Y vi”, sino en el estilo de una predicción profética.

2. Es evidente que la predicción de lo que ha de tener lugar al fin de los mil años no cae dentro de lo que nos hemos aventurado a llamar “límites apocalípticos”. Estos límites, como se nos advierte una y otra vez en el libro mismo, están rígidamente confinados dentro de un ámbito muy estrecho; las cosas mostradas “deben suceder pronto”. Habría sido un abuso del lenguaje decir que los sucesos a una distancia de mil años habrían de ocurrir pronto; por tanto, nos vemos obligados a considerar que esta predicción cae por completo fuera de los límites apocalípticos.

3. En consecuencia, tenemos que considerar esta predicción de la liberación de Satanás, y los sucesos que siguen, como todavía futuros, y por lo tanto, que no se han cumplido. No conocemos nada registrado en la historia que pueda aducirse en modo alguno como un probable cumplimiento de esta profecía. Westein ha arriesgado la hipótesis de que posiblemente sea la revuelta judía bajo el mando de Barcochebas, durante el reinado de Adriano; pero esta sugerencia es demasiado extravagante para ser considerada siquiera por un momento.

4. Hay una evidente conexión entre esta profecía y la visión de Ezequiel concerniente a Gog y a Magog (caps. 38, 39), que es igualmente misteriosa y oscura. En ambas, la escena del conflicto se presenta en

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el mismo lugar, la tierra de Israel; y en ambas los enemigos de Dios encuentran un derrocamiento señalado y desastroso.

5. El resultado de todo es que debemos considerar el pasaje que trata de los mil años, desde el ver. 5 hasta el ver. 10, como una intercalación o un paréntesis. Habiendo comenzado a relatar el juicio del dragón, el vidente, en el ver. 7, sale de los límites apocalípticos para concluir lo que tenía que decir con respecto al castigo final de “la serpiente antigua”, y la suerte que le esperaba al final del prolongado período llamado “los mil años”. Creemos que éste es el único caso en el libro entero de una incursión en el futuro distante; y estamos dispuestos a considerar el paréntesis entero como relativo a cuestiones todavía futuras, que no se han cumplido. La interrumpida narración continúa en en el ver. 11, donde el vidente reanuda el relato de lo que ha contemplado en visión, introduciéndolo con la conocida fórmula “Y vi”.

LA CATÁSTROFE DE LA SEXTA VISIÓN

Cap. 20:11-15. “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cualhuyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandesy pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual esel libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en loslibros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hadesentregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Yla muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el queno se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”.

Estos versículos nos presentan la catástrofe de la sexta visión. Como las otras catástrofesque la han precedido, es un solemne acto de juicio, o más bien, la misma gran transacciónjudicial presentada en un nuevo aspecto. Ahora el vidente reanuda la narración que habíasido interrumpida por la digresión relativa a los mil años, retomando el hilo que se habíaroto al final del ver. 4. Se nos devuelve, pues, al mismo punto de los versículos primero ycuarto. Esta catástrofe pertenece, natural y necesariamente, a la misma serie de sucesosque han sido representados en la visión de la ciudad ramera, y cae dentro de los límitesapocalípticos prescritos, estando entre las cosas “que deben suceder pronto”.

En cuanto a la catástrofe misma, no puede haber duda de que representa una solemneinvestigación judicial a la más vasta escala. Es la gran consumación, o un aspecto de ella,hacia la cual se mueve toda la acción de Apocalipsis, y a la que se llega, de una u otra forma,al final de cada visión sucesiva. En cada catástrofe, hay, sin embargo, rasgos especiales quela distinguen de las demás, a pesar de que se refiere al mismo gran suceso. Unacomparación con las catástrofes precedentes mostrará cuánto tiene ésta en común con

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ellas y lo que le es peculiar a ella. En la catástrofe de la visión de los siete sellos, por ejemplo,tenemos las mismas imágenes del cielo que se desvanece y de los montes y las islas que sonremovidos de sus lugares (cap. 6:14). En la catástrofe de la visión de las siete copas, se repitela misma imagen (cap. 14:20). En la catástrofe de la séptima trompeta, se declara que “havenido el tiempo de juzgar a los muertos”, etc. (cap. 11:18); y en la catástrofe de las sietefiguras místicas, vemos “una nube blanca, y sobre la nube uno sentado semejante al Hijodel hombre” (cap. 14:14), que corresponde al “gran trono blanco y al que estaba sentado enél” en el pasaje que tenemos delante. Hay, sin embargo, ciertos rasgos peculiares a estacatástrofe — los libros del juicio; el mar, la muerte, y el Hades, que entregan sus muertos; yel arrojar la muerte y el Hades en el lago de fuego.

No hay razón para dudar de que la escena de juicio presentada aquí es idéntica a la descritapor nuestro Señor en Mateo 25:31-46. Tenemos el mismo “trono de gloria”, la mismareunión de todas las naciones, la misma discriminación de los juzgados según sus obras, y elmismo “fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”.

Pero, si la escena de juicio descrita en este pasaje es idéntica a la de Mateo 25, se deduceque no es “el fin del mundo” en el sentido de la disolución de la estructura material delglobo terráqueo y el fin de la historia humana, sino lo que tan frecuentemente se prediceque acompaña el sunteleia tou aiwnoz – el fin de la era, o la terminación de la dispensaciónjudía. Esa gran consumación es siempre representada como una época de juicio. Es eltiempo de la Parusía, la venida de Cristo en gloria para vindicar y recompensar a sus fielessiervos, y para juzgar y destruir a sus enemigos. Hay una notable unidad y consistencia enlas enseñanzas de las Escrituras sobre este tema; y ya sea en los evangelios, o en lasepístolas, o en las visiones de Apocalipsis, encontramos un armonioso y concurrenteesquema de doctrina, confirmándose y sustentándose todas las partes mutuamente —prueba de su origen común en la misma y divina fuente de inspiración y de verdad.

PARTE III

LA PARUSÍA EN EL APOCALIPSIS

LA SÉPTIMA VISIÓN

LA SANTA CIUDAD, O LA ESPOSA

Caps. 21; 22:1-5

Esta visión es la última de la serie, y completa el número místico de siete. Es el gran final detodo el drama, la consumación triunfal y el clímax de las visiones apocalípticas. Es laimpresionante antítesis de la visión de la ciudad ramera; es la nueva Jerusalén, en contraste

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con la antigua; la novia, la esposa del Cordero, en contraste con la adúltera asquerosa ehinchada cuyo juicio ha pasado delante de nuestros ojos.

Puede que la estructura de la visión nos detenga por un momento. Es introducida por unprefacio o prólogo, que se extiende desde el primer versículo del cap. 21 hasta el octavo. Enel noveno versículo, la visión de la esposa es iniciada de la misma manera que la visión de laramera, por “uno de los siete ángeles, que tenía las siete copas, llenas de las siete últimasplagas”, que invita al vidente a venir y contemplar a “la novia, la esposa del Cordero”. Lavisión alcanza su clímax o catástrofe en el quinto versículo del cap. 22. El resto forma laconclusión, o el epílogo, no sólo de esta visión, sino del Apocalipsis mismo.

PRÓLOGO A LA VISIÓN

Cap. 21:1-8. “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierrapasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén,descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí unagran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morarácon ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Diostoda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, nidolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí,yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles yverdaderas. Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al quetuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciereheredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos,los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos losmentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muertesegunda”.

Aunque esta sección puede considerarse introductoria de la visión propiamente dichadescrita desde el versículo noveno en adelante, es en realidad parte integral de larepresentación, y cubre el mismo terreno que la descripción subsiguiente. Es como si elvidente, lleno del glorioso tema revelado a sus ojos, comenzase a contar sus maravillas y suesplendor antes de comenzar a explicar las circunstancias que le habían conducido a serfavorecido con la manifestación. El pasaje que ahora tenemos delante es en realidad unresumen o bosquejo de lo que se desarrolla con más detalles en la parte subsiguiente deésta y los primeros cinco versículos del capítulo siguiente.

Ahora nos encontramos rodeados de un escenario tan novedoso y tan maravilloso que noes sorprendente que nos preguntemos dónde estamos. ¿Es en esta tierra, o en el cielo?Todas y cada una de las señales han desaparecido; lo viejo se ha desvanecido, y ha dadolugar a lo nuevo: hay un nuevo cielo por encima de nosotros; hay una nueva tierra debajode nosotros. Deben existir nuevas condiciones de vida, pues “el mar ya no existía más”. Esclaro que aquí tenemos una representación en que el simbolismo es llevado a sus límites

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más extremos; y el que trate a estas espléndidas imágenes como a prosaicas literalidades esincapaz de comprenderlas. Pero los símbolos, aunque trascendentales, no carecen designificado. “Son ejemplo y sombra de las cosas celestiales”, y toda la pompa y el esplendorde la tierra se emplean para presentar la belleza de la excelencia moral y espiritual.

Es imposible considerar este cuadro como representación de alguna condición social que serealizará en la tierra. Hay, seguramente, ciertas frases que al principio parecen implicar quela tierra es el escenario en que se manifiestan estas glorias; se dice que la santa ciudad “bajadel cielo”; se dice que el tabernáculo de Dios está “con los hombres”; se dice que “los reyesde la tierra traerán su gloria y honor a ella”; pero, por otra parte, todo el concepto y toda ladescripción de la visión impiden suponer que es una escena terrenal. En primer lugar,pertenece a “las cosas que deben suceder pronto”; cae estrictamente dentro de los límitesapocalípticos. No es, por tanto, una visión del futuro; pertenece al período llamado “fin deltiempo” tanto como la destrucción de Jerusalén; y tenemos que concebir esta renovación detodas las cosas — este nuevo cielo y esta nueva tierra — como contemporánea con, o quesucede inmediatamente a, el juicio de la gran ramera, de la cual es la contraparte o suantítesis.

Segundo, ¿cuál es la figura principal en esta representación visionaria? Es la santa ciudad, lanueva Jerusalén. Pero la nueva Jerusalén siempre está representada en las Escrituras comosituada en el cielo, no en la tierra. Pablo habla de la Jerusalén de arriba, en contraste con laJerusalén de abajo. ¿Cómo puede la Jerusalén de arriba pertenecer a la tierra? No puedehaber ninguna duda razonable de que la ciudad representada aquí en colores tan brillanteses idéntica a aquélla a la que se refiere Heb. 12:22,23: “Os habéis acercado al monte deSion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos mllares deángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios elJuez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”. Está claro, pues, que la santaciudad es la morada de los glorificados; la herencia de los santos en luz; las mansiones de lacasa del Padre, preparadas para ser hogar de los bienaventurados.

Una vez más, esta conclusión queda certificada por la representación de ser la morada delAltísimo: “El Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero”; “el trono de Dios ydel Cordero estará en ella”; “sus siervos le servirán, y verán su rostro”. En realidad, estavisión de la santa ciudad es anticipada en la catástrofe de la visión de los sellos, donde losciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus de los hijos de Israel, y la gran multitud quenadie podía contar, se representan como disfrutando de la misma gloria y felicidad, en elmismo lugar y en las mismas circunstancias que en la visión que tenemos delante. Las dosescenas son idénticas; o diferentes aspectos de una y la misma gran consumación.

Concluimos, pues, que la visión establece la bienaventuranza y la gloria del estado celestial,en el cual se abrió el camino plenamente al “fin del tiempo”, o sunteleia tou aiwnoz, como lomuestra la Epístola a los Hebreos.

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DESCRIPCIÓN DE LA SANTA CIUDAD

Caps. 21:9-27; 22:1-5.

Habiendo llegado así a la conclusión de que aquí se quiere significar el estado celestial, noseremos culpables de la presunción y la estupidez de entrar en ninguna explicacióndetallada de los símbolos mismos. Hay una aparente confusión de las figuras con las cualesse representa la nueva Jerusalén, siendo descrita a veces como una ciudad, a veces comouna esposa. La misma figura doble se emplea en la descripción de la ramera, o antiguaJerusalén, que es representada a veces como una mujer y a veces como una ciudad. En laséptima visión, la figura de la desposada es dejada a un lado casi tan pronto como esintroducida, y la totalidad del resto de la descripción se ocupa de los detalles de laarquitectura, la riqueza, el esplendor, y la gloria de la ciudad. Algunos de los rasgos sederivan evidentemente de la ciudad visionaria contemplada por Ezequiel; pero hay estanotable diferencia, que, mientras el templo y sus prolijos detalles ocupan la parte principalde la visión del Antiguo Testamento, no se ve ningún templo en absoluto en la visiónapocalíptica — quizás por la razón de que, donde todo es santo, ningún lugar es más santoque otro, o porque la presencia de Dios se manifiesta plenamente, el lugar entero seconvierte en un gran templo.

Hay un punto, sin embargo, que merece atención particular, porque sirve para identificar laciudad llamada la nueva Jerusalén. En Hebreos 11:10, encontramos la notable afirmación deque el patriarca Abraham viajó como extranjero a la misma tierra que le había sidoprometida como posesión suya, y de que lo hizo porque tenía fe en un cumplimiento mayory más elevado de la promesa que cualquier mera ciudad terrenal y humana pudiera haberleconcedido. “Esperaba la ciudad con fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”.¿Qué es esto, sino la misma ciudad descrita en Apocalipsis — la ciudad que tiene docefundamentos, en los cuales están inscritos los nombres de los doce apóstoles del Cordero; laciudad que no ha sido construida por manos humanas; “la ciudad del Dios viviente“, laJerusalén celestial? Esta es una prueba decisiva, primero, de que el escritor de la epístolahabía leído Apocalipsis, y, segundo, que reconocía la visión de la nueva Jerusalén comorepresentación del mundo celestial.

EPÍLOGO

Cap. 22:6-21. “Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de losespíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas quedeben suceder pronto. ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabrasde la profecía de este libro.

Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postrépara adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lohagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las

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palabras de este libro. Adora a Dios. Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de estelibro, porque el tiempo está cerca. El que es injusto, sea injusto todavía; y el que esinmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que essanto, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, pararecompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, elprimero y el último. Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbolde la vida, y para entrar por las puertas de la ciudad. Mas los perros estarán fuera, y loshechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hacementira.

Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy laraíz y el linaje de David; la estrella resplandeciente de la mañana. Y el Espíritu y la Esposadicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del aguade la vida gratuitamente.

Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadierea estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si algunoquitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, yde la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.

El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, SeñorJesús.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén”.

Este epílogo a la conclusión del libro corresponde al prólogo al comienzo, y ejemplifica laestructura simétrica de la composición. Todavía más notables son el énfasis y la frecuenciacon que es afirmado y reiterado el cercano cumplimiento del contenido de la profecía. Sieteveces se declara, de una u otra forma, que todo está a punto de cumplirse. La afirmacióncon la cual se inicia el libro se repite en esta conclusión, que el ángel del Señor ha sidocomisionado “para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”. El anuncioadmonitorio “He aquí, vengo pronto” se hace tres veces en esta sección del cierre. Al videntese le ordena que no selle el libro de la profecía, porque “el tiempo está cerca”. Tan inminentees el fin, que se indica que ahora es demasiado tarde para cualquier alteración del estadodel carácter de los hombres; deben continuar como están: “El que es injusto, sea injustotodavía”. La invocación dirigida por los cuatro seres vivientes al esperado Hijo del hombre:“¡Ven!” (cap. 6: 1,3,5,7) es repetida por el Espíritu y la Esposa; mientras que a todos los queoyen se les invita a unirse al clamor; y finalmente, la expresión del libro entero es elferviente pronunciamiento de la oración: “¡Amén! Ven, Señor Jesús”. Todas éstas sonindicaciones, que no pueden ser malentendidas, de que las predicciones contenidas en elApocalipsis no habrían de desarrollarse lentamente con el correr de las edades, sino queestaban en vísperas de un cumplimiento casi instantáneo. La profecía entera, de principio afin, se relaciona con el futuro inmediato, con la solitaria excepción de los seis versículos del

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capítulo 20:5-10. Diecinueve veinteavos del Apocalipsis, casi podemos decir noventa y nuevecentésimos, pertenecen, de acuerdo con su propia demostración, a los mismos días que enese momento eran presentes, los días finales de la era judía. La venida del Señor es su grantema: con él se inicia, con él se cierra, y de principio a fin este acontecimiento escontemplado como a punto de tener lugar. Por oscuro o dudoso que sea cualquier otracosa, por lo menos esta es clara y segura. El intérprete que no capte ni mantenga firme esteprincipio guiador es incapaz de entender las palabras de esta profecía, e infaliblemente seperderá y confundirá a otros en un laberinto de conjeturas y vana especulación.

Así termina este libro maravilloso; tan prolijo en su construcción, tan magnífico en sudicción, tan misterioso en sus imágenes, tan glorioso en sus revelaciones. Más quecualquier otro libro de la Biblia, ha estado sellado y cerrado para la aprehensión inteligentede sus lectores, y esto principalmente a causa del extraño descuido de sus propias y nadaambiguas instrucciones para entenderlo correctamente. Herder, que contribuyó con sugenio poético antes que con sus facultades críticas a la dilucidación del Apocalipsis,pregunta:

“¿Se envió una clave con el libro, y esta clave se ha perdido? ¿Fue lanzada al mar en Patmos,o al Meandro?”

“¡No!”, contesta un crítico capaz y sagaz, Moses Stuart, cuyos trabajos han hecho muchopara preparar el camino para una verdadera interpretación:

“No se envió ninguna clave, y ninguna se ha perdido. Los lectores primitivos – quiero decir,por supuesto, los hombres inteligentes entre ellos – podían entender el libro; y, si nosotrosestuviésemos en su lugar por poco tiempo, podríamos hacer a un lado todos loscomentarios sobre él, y los romances teológicos que han surgido de él, que han hecho suaparición desde el tiempo del exilio de Juan hasta la actualidad”. 1

Pero, quizás pueda darse una mejor respuesta. Sí se envió la clave junto con el libro, y se leha permitido permanecer enmohecida y sin uso, mientras se ha probado, y probado envano, toda clase de llaves falsas y ganzúas hasta que los hombres han llegado a ver elApocalipsis como un enigma ininteligible, que sólo tiene el propósito de desconcertar yconfundir. La verdadera clave ha estado bien visible todo el tiempo, y se ha llamado laatención de los hombres a ella en alta voz casi en todas las páginas del libro. Esa clave es ladeclaración, que se hace tan frecuentemente, de que todo está a punto de cumplirse. Si loslectores originales eran competentes, como arguye Stuart, para entender el Apocalipsis sinun intérprete, sólo podía ser porque reconocían su relación con los sucesos de sus propiosdías. Suponer que ellos podían entender o sentir el más mínimo interés en un libro quetrataba de Concilios papales, una Reforma protestante, una Revolución Francesa, y sucesosdistantes en tierras extranjeras y épocas en el lejano futuro sería una de las másextravagantes fantasías que haya poseído un cerebro humano. De principio a fin, el libromismo da testimonio decisivo del inmediato cumplimiento de sus predicciones. Se inicia con

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la expresa declaración de que los sucesos a los cuales se refiere “deben suceder pronto”, ytermina con la reiteración de la misma afirmación: “El Señor Dios ha enviado su ángel paramostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”. “El tiempo está cerca”.

La única y luminosa interpretación de la visión del Apocalipsis ha sido proporcionada por loscríticos que han accedido a usar esta clave auténtica y divina para desentrañar susmisterios. Sin embargo, es notable que muy pocos lo han hecho así, consistentemente y entodo el libro, si es que ha habido alguno. Es sorprendente y mortificante encontrar a unexpositor como Moses Stuart que, después de proceder con valor y éxito de cierta manera,de repente titubea, deja caer la clave que había rendido tan buen servicio, y luegotrastabilla hacia adelante, a ciegas e indefenso, tanteando y adivinando a través de la nieblaegipcia que le rodea. Y, sin embargo, ningún otro teólogo de nuestro tiempo ha contribuidotanto a la verdadera interpretación del Apocalipsis. Por medio de su memorablecomentario, ha puesto a todos los estudiosos de este libro maravilloso bajo la más grandeobligación, y ha conferido un beneficio duradero a toda la iglesia de Cristo.Desafortunadamente, al dejar de mantener hasta el final y consistentemente sus propiosprincipios, perdió el honor de conducir a sus seguidores a la tierra prometida de unaverdadera exégesis.

En cuanto a la mayoría de los intérpretes, apenas es posible concebir un descuido másabsoluto y más imprudente de las expresas y múltiples instrucciones contenidas en el libromismo que el que ellos han mostrado en sus arbitrarias especulaciones. Nadie les acusaráde perversión voluntaria; pero parece inexplicable que eruditos y reverentes estudiosos dela revelación divina pasen por alto o hagan a un lado las explícitas declaraciones del libromismo con respecto a su pronto y cercano cumplimiento; que, a pesar de estas clarasafirmaciones en contrario, establezcan como axioma que el Apocalipsis es un programa dehistoria civil y eclesiástica para el fin del tiempo; y que, desafiando todas las leyesgramaticales, procedan a inventar un método antinatural de interpretación, según el cual“cercano” se convierte en “distante”, “pronto” significa “siglos de aquí en adelante” , y “cerca”significa “lejos”. Todo esto parece increíble, pero es verdad. El lenguaje sirve sólo paraconducir a error, las palabras no tienen ningún significado, y la interpretación no tieneninguna ley, si las expresas y repetidas afirmaciones del Apocalipsis no enseñan claramenteel pronto y casi inmediato cumplimiento de sus predicciones.

Debió habérseles ocurrido a los intérpretes del Apocalipsis que era una presunciónabrumadoramente prioritaria contra su método el hecho de que éste requiriese uninmenso aparato crítico, una vasta cantidad de información histórica, el transcurrir demuchos siglos, y “algo así como una vena profética”, para producir una exposiciónsatisfactoria aún para sí mismos. No es fácil ver qué valor tendría tal “revelación” para losprimitivos creyentes, que con corazones temblorosos obedecían el mandato que lesenviaba a la desconcertante tarea de estudiar sus páginas. Ni es de mucho mayor valor parala masa de modernos lectores, que deben tener una gran facultad crítica para poder

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discernir lo adecuado y lo verdadero de la interpretación ofrecida, y decidir entreinterpretaciones conflictivas. No es de extrañar que, ocupando una posición tan falsa, losdefensores de la divina revelación quedasen expuestos a los ataques de escépticos comoStrauss y “la destructora escuela de la crítica” y que, refugiándose en una interpretaciónantinatural, pusiesen en peligro la ciudadela misma de la fe. Debe reconocerse que unaculpable negligencia de “los dichos verdaderos de Dios” por parte de expositores cristianosle ha dado con frecuencia ventaja a los enemigos de la revelación, ventaja que no hantardado en aprovechar.

Sin indebida presunción, puede afirmarse, en favor del esquema de interpretacióndefendido en estas páginas, que está marcado por la extrema sencillez, la concordancia conlos hechos históricos, y la exacta correspondencia con los símbolos. No hay ningunaviolación de la Escritura, ninguna perversión ni ningún acomodo de la historia, ningunamanipulación de los hechos. El único aparato crítico indispensable es Josefo y la gramáticagriega. El principio guiador y gobernador es una deferencia implícita e inquebrantable a lasenseñanzas del libro mismo. Los datos apocalípticos han sido los únicos hitos considerados,y se ha creído que no han sido insuficientes. Suponer que no se han cometido errores seríaabsurdo; pero subsiguientes viajeros de la misma ruta pronto corregirán lo que sedemuestre que está errado, y confirmarán lo que se demuestre que es correcto.

Ha sido el propósito del autor demostrar que el Apocalipsis es en realidad la reproducción yla expansión, en imágenes simbólicas adaptadas a la naturaleza de una visión, del discursoprofético que nuestro Señor pronunció en el Monte de los Olivos. Aquel discurso, comohemos visto, es una predicción continua y homogénea de los sucesos que habrían de tenerlugar en relación con la Parusía, la venida del Hijo del hombre en su reino, unacontecimiento que Él declaró ocurriría antes de que pasase la generación existente, y quealgunos de los discípulos vivirían para presenciar. De manera similar, el Apocalipsis es unarevelación de los acontecimientos que acompañarían a la Parusía, pero mucho másdetallados, y mostrando mucho más de la gloria y la felicidad de “el reino”.

Hace dieciocho siglos, al contemplar el vidente la gloriosa visión de la ciudad cuyos muroseran de jaspe, cuyas puertas eran de perla, y cuyas calles eran de oro puro, se le aseguróuna y otra vez que “estas cosas deben suceder pronto“, y que “el tiempo está cerca“. Estandoen vísperas de la largamente esperada Parusía, escuchando las pisadas del Rey que venía,sabiendo que “el fin del tiempo” debía ser inminente, y esperando ansiosamente el “día delSeñor”, ¿cómo podía ser sino que Juan y los otros discípulos creyeran estar a punto depresenciar el cumplimiento de sus más caras esperanzas? ¿Cómo podría ser de otramanera, cuando el Señor mismo, atestiguando personalmente la certeza de su casiinmediato advenimiento, declaró tres veces, en los términos más explícitos: “He aquí, vengoen breve”; “He aquí, vengo presto”?

Por estas razones, así como por las enseñanzas del Apocalipsis y el resto de las escriturasdel Nuevo Testamento, llegamos a la conclusión de que, en los días de Juan, la iglesia

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cristiana entera creía universalmente que la Parusía estaba cercana. Era la promesa deCristo, la predicación de los apóstoles, la fe de la iglesia. También se nos enseña laimportancia de aquel gran acontecimiento. Marcó una nueva época en la administracióndivina. Hasta que ese suceso tuvo lugar, la completa bienaventuranza del estado celestial nose abrió para las almas de los creyentes.

La epístola a los Hebreos enseña que, hasta la llegada de la gran consumación, algo faltabapara la plena perfección de los que habían “muerto en la fe”. Lo mismo se enseña enApocalipsis. Hasta que la ciudad ramera fue juzgada y condenada, la “santa ciudad” no fuepreparada para morada de los santos. Se nos da a entender también el final de ladispensación judía, la abrogación de la economía legal, y la destrucción de la ciudad y eltemplo de Jerusalén, indicando la disolución de la peculiar relación entre Jehová y la naciónde Israel. La nación había rechazado a su Rey, y el Rey había juzgado a la nación; y la misiónmesiánica, tanto por miericordia como para juicio, se cumplió entonces. El remanente fielfue reunido al reino, o a “la nueva Jerusalén”, y toda la armazón y la cobertura del judaísmofueron hechas pedazos y destruidas para siempre. El reino de Dios había venido, y Aquélque, por un período tan largo, había dirigido su administración, y había sido su Mediador ysu Jefe, ahora que ha coronado el edificio renuncia a su carácter oficial y “entrega el reino”en manos del Padre. Su obra como Mesías está cumplida; ya no es más “ministro decircuncisión”; lo local y lo limitado da lugar a lo universal, “para que Dios sea todo en todos”.Esto no significa que la relación entre Cristo y la humanidad cesa, sino que su misión comoRey de Israel se ha cumplido; la nación-pacto ya no existe; ya no hay ni judíos ni gentiles,circuncisos ni incircuncisos; el Israel de Dios es más amplio y mayor que el Israel según lacarne; la Jerusalén de arriba no es la madre de los judíos, sino “la madre de todos nosotros” .

Fue a plena vista de aquel glorioso día, que estaba a punto de “abrir el reino de los cielospara todos los creyentes”, que el discípulo amado respondió al anuncio de su Señor acercade su pronta venida: “¡Amén! Ven, Señor Jesús”.

1 Stuart sobre el Apocalipsis, secc. 12.

Resumen y Conclusión

Ahora hemos llegado a un punto en nuestra investigación en que es posible llevar a caboun examen completo y coordinado de todo el campo que hemos recorrido, y observar launidad y la consistencia del sistema profético desarrollado en el Nuevo Testamento.

1. Descubrimos que la dispensación del evangelio no nos llega como un esquemaindependiente y aislado, – un nuevo comienzo en el gobierno divino del mundo, – sino queimplica y asume la relación de Dios con Israel en edades pasadas. Toda la filosofía de lahistoria judía se condensa en una sola frase: “el reino de Dios”; y es este reino el que,primero Juan el Bautista, como heraldo del rey venidero, y después el Rey mismo, el SeñorJesucristo, proclamaron como “cercano”.

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2. Descubrimos que Juan el Bautista adopta las advertencias de las profecías del AntiguoTestamento, especialmente la del último de los profetas, Malaquías, y predice que la venidadel reino sería la venida de la ira sobre Israel. Declara que “el hacha está puesta a la raíz delárbol”; su clamor es: “Huid de la ira venidera”, indicando claramente que se acercabarápidamente un tiempo de juicio.

3. Nuestro Señor afirma la misma pronta venida del juicio sobre el territorio y el pueblo deIsrael; además, enlaza este juicio con su propia venida en gloria – la Parusía. Esteacontecimiento sobresale de modo prominente en el Nuevo Testamento; a esto se dirigentodos los ojos, a esto apuntan todos los mensajeros inspirados. Está representado como elnúcleo y el centro de un racimo de grandes sucesos; el fin del tiempo, o culminación de laeconomía judía; la destrucción de la ciudad y el templo de Jerusalén; el juicio de la naciónculpable; la resurrección de los muertos; la recompensa de los fieles; la consumación delreino de Dios. Se declara que todas estas transacciones coinciden con la Parusía.

4. Es demostrable, por medio del expreso testimonio de nuestro Señor, la enseñanzauniforme y concurrente de sus apóstoles, y la expectativa universal de la iglesia de la eraapostólica, que la Parusía y los sucesos que la acompañan fueron representados comocercanos; y no sólo cercanos, sino que estaban a punto de ocurrir dentro de los límites deun período dado; es decir, en el tiempo de los apóstoles y sus contemporáneos; de modoque muchos o la mayoría de ellos podían esperar presenciar la gran consumación. Este esel punto principal de toda la cuestión, y debe ser decidido por autoridad de las Escriturasmismas.

5. Sin repasar el camino ya recorrido, puede ser suficiente aquí apelar a tres declaracionesdiferentes y decisivas de nuestro Señor con respecto al tiempo de su venida, cada una de lascuales está acompañada de una solemne afirmación:

(1) “De cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes quevenga el Hijo del Hombre” (Mat. 10:23).(2) “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte,hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino” (Mat. 16:28).(3) “De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca” (Mat.24:34).

El sencillo sentido gramatical de estas afirmaciones ha sido discutido plenamente en estaspáginas. Ninguna violencia puede extraer de ellos ningún otro sentido que no sea el obvio yclaro; es decir, que la segunda venida de nuestro Señor tendría lugar dentro de los límitesde la generación que existía entonces.

6. La doctrina de los apóstoles con respecto a la venida del Señor está en perfecta armoníacon esto. Nada puede ser más evidente sino que todos creían y enseñaban el prontoregreso del Señor. Desde el primer discurso de Pedro en el día de Pentecostés hasta el

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último pronunciamiento de Juan en Apocalipsis, esta convicción está expresada clara yconstantemente. Decir que los apóstoles mismos eran ignorantes del tiempo del regreso desu Señor, y que, por lo tanto, no podían creer en el tema – no podían enseñar lo que nosabían – es contradecir sus propias, expresas y reiteradas afirmaciones. Es verdad que nosabían, y no enseñaban, “el día y la hora”; ellos no decían que vendría en un mes específicode un año específico, pero con seguridad daban a entender a las iglesias que Él vendríapronto; que podían esperar verle pronto; y nunca dejaban de exhortarles a mantener unaactitud de constante vigilancia y preparación.

No es necesario hacer más sino referirnos a algunos de los principales testimonios dadospor los apóstoles en cuanto a la pronta venida del Señor:-

(1) En sus epístolas, Pablo da gran prominencia a esta cara esperanza de la iglesia cristiana.

a. En la Primera Epístola a los Tesalonicenses, da a entender la posibilidad de la venida del Señor durante la vida de él y la de los discípulos: “Los que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor”. También ora para que “su espíritu, alma, y cuerpo puedan ser preservados sin mancha hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo”.b. En la Segunda Epístola a los Tesalonicenses (que a menudo se entiende erróneamente en el sentido de que enseña que la venida de Cristo no estaba cerca, sino que enseña precisamente la doctrina contraria), consuela a los creyentes que sufren con la promesa de que obtendrían descanso de sus sufrimientos presentes “cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo”, etc. (2 Tes. 1:7).c. En la Primera Epístola a los Corintios, el apóstol habla de los creyentes como “esperando la venida del Señor Jesucristo”. Les advierte que “el tiempo es corto”; que “el fin del tiempo” o “el fin de las edades” están sobre ellos; que “el Señor está cerca”.d. En la Segunda Epístola a los Corintios, Pablo expresa su confianza de que, aunque muera antes de la venida del Señor, Dios le levantará de entre los muertos, y le presentará junto con los que sobrevivan a ese período.e. En la Epístola a los Romanos, Pablo habla de “la gloria que ha de ser revelada”; de que la creación entera espera la manifestación del Hijo de Dios; de que la salvación está cerca, “más cerca que cuando creyeron”; de que “es tiempo de despertar del sueño”; que “la noche ha pasado, y se acerca el día”; de que “Dios hollará a Satanás bajo sus pies en breve”.f. En las Epístolas a los Efesios, Filipenses, y Colosenses, el apóstol habla del “día de Cristo” como el período de esperanza, perfección, y

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gloria que ellos esperaban, y declara enfáticamente: “El Señor está cerca”.g. De la misma manera, en las Epístolas a Timoteo y Tito, es conspicua la expectativa de la Parusía. A Timoteo se le exhorta a guardar el mandamiento sin violación “hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo”. “Juzgará a los vivos y a los muertos a su venida, y a su reino”. A los cristianos se les exhorta a esperar “la bendita esperanza, la gloriosa aparición del gran Dios y nuestro Salvador Jesucristo”.

(2) Santiago representa la venida del Señor como cercana. “Han llegado” los últimos días. Seexhorta a los cristianos sufrientes a “ser pacientes hasta la venida del Señor”. Se les aseguraque esa venida “está cerca”, que “el Juez está a la puerta”.

(3) Como Pablo, Pedro concede gran prominencia a la Parusía y a los sucesos relacionadoscon ella.

a. El día de Pentecostés, declaró que aquellos eran “los últimos días” predichos por elprofeta Joel, que introducían “el día grande y terrible de Jehová”.b. En su Primera Epístola, afirma que este era “el último tiempo”; que Dios estaba “listo parajuzgar a los vivos y a los muertos”; que “el fin de todas las cosas se acercaba”; que “habíallegado el tiempo en que el juicio debía comenzar por la casa de Dios”.c. En su Segunda Epístola, exhorta a los cristianos a “esperar y apresurarse hasta la venidadel día de Dios”; y describe la cercana disolución del “cielo y de la tierra”.

(4) La Epístola a los Hebreos habla de “los últimos días” como si fueran presentes ahora; es“el fin del tiempo”; se ve al día como “acercándose”. “Aún un poquito, y el que ha de venirvendrá, y no tardará”.

(5) Juan confirma y completa el testimonio de los otros apóstoles; es “el último tiempo”; “elanticristo ha venido”; “ya está en el mundo”. Se exhorta a los cristianos a vivir de tal maneraque no se avergüencen delante de Cristo a su venida.

Finalmente, el Apocalipsis está lleno de la Parusía: “He aquí que viene con las nubes”; “eltiempo está cerca”; “he aquí, vengo presto”.

Tal es un bosquejo rápido del tesstimonio apostólico de la pronta venida del Señor. Habríasido extraño que, con semejantes garantías y exhortaciones, las iglesias apostólicas nohubiesen vivido en constante y ansiosa expectación de la Parusía. De que vivían asítenemos la más clara evidencia en el Nuevo Testamento, y podemos concebir la poderosainfluencia que esta fe y esta esperanza deben haber tenido en la vida y el caráctercristianos.

Pero, admitiendo – lo que no puede ser bien negado – que los apóstoles y los cristianosprimitivos sí acariciaban estas esperanzas, y que su creencia se fundaba en las enseñanzas

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de nuestro Señor, surge la pregunta: ¿No estaban equivocados en sus expectativas? Estocasi equivale a preguntar: ¿Se les permitió a los apóstoles mismos caer en el error y llevar aotros a un engaño similar, con respecto a una cuestión de hecho que ellos tuvieronabundantes oportunidades de conocer; lo que debe haber sido tema frecuente deconversación y conferencia entre ellos mismos; a lo que nunca dejaron de llamar la atencióndelante de las iglesias, y sobre lo cual todos estaban de acuerdo?

Hay críticos que no tienen escrúpulos en afirmar que los apóstoles estaban errados, y queel tiempo ha demostrado la falacia de sus esperanzas. Los críticos nos dicen que, o losdiscípulos entendieron mal las enseñanzas de su Maestro, o Él también estaba bajo unaimpresión errónea. Por supuesto, esto es tanto hacer a un lado las afirmaciones de losapóstoles en el sentido de que tenían derecho a hablar con autoridad como los mensajerosinspirados de Cristo, como socavar las bases mismas de la fe cristiana.

Hay otros, más reverentes en su tratamiento de las Escrituras, que reconocen que losapóstoles en realidad estaban equivocados, pero que este error fue permitido por sabiasrazones; que, de hecho, el error fue altamente beneficioso en sus resultados: estimuló laesperanza, fortaleció el valor, inspiró la devoción”. *

(* Por siglos, la esperanza del mundo había sido el segundo advenimiento. La iglesiaprimitiva la esperaba en sus propios días. “Los que vivimos y hayamos quedado hasta lavenida del Señor”. El Señor mismo había dicho: “No pasará esta generación sin que todoesto acontezca”. Pero el Hijo del hombre nunca vino. En los primeros siglos, los cristianosprimitivos creían que el advenimiento milenial estaba cerca; escucharon la advertencia delapóstol, breve y precisa: “El tiempo es corto”. Ahora bien. Supongamos que, en vez de esto,hubiesen visto desenrollada la monótona página de la historia de la iglesia; supongamosque habían sabido que, después de dos mil años, el mundo habría apenas deletreado tresletras del significado del cristianismo, ¿dónde habrían quedado aquellos esfuerzosgigantescos, aquella vida vivida como al borde mismo de la eternidad, que caracterizan losdías de la iglesia primitiva? – F. W. Robertson, Sermón sobre lo IIlusorio de la Vida).

“Si los cristianos del siglo primero”, dice Hengstenberg, “hubiesen previsto que la segundavenida de Cristo no tendría lugar durante mil ochocientos años, ¡cuánto más débil habríasido la impresión causada en ellos por esta doctrina que cuando le esperaban a Él cadahora, y se les decía que velaran porque vendría como ladrón en la noche, a una hora en queno le esperaban!” (Hengstenberg, Christology, vol. iv, p. 443).

Pero tampoco se puede aceptar esta doctrina como satisfactoria. Incuestionablemente, loscristianos primitivos sí recibieron un tremendo impulso para su valor y su celo por la firmecreencia en el pronto advenimiento del Señor; pero, ¿era ésta una esperanza que lesavergonzase, después de todo? ¿Tenemos que llegar a la conclusión de que el indomablevalor y la indomable devoción de un Pablo descansaba principalmente en un engaño? ¿Eranlos mártires y los confesores de la época primitiva sólo equivocados entusiastas?

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Confesamos que tal conclusión repugna a nuestro concepto del cristianismo comorevelación de la verdad divina por medio de hombres inspirados. Si los apóstolesentendieron mal o desfiguraron las enseñanzas de Cristo con relación a los hechos, conrespecto a los cuales tuvieron las más amplias oportunidades de obtener información,¿hasta qué punto se puede depender de su testimonio en cuestiones de fe, en las cuales lasujeción a error es tanto mayor? Tales explicaciones están calculadas para hacer estremecerlos fundamentos de la confianza en las enseñanzas apostólicas; y no es fácil ver cómo soncompatibles con cualquier creencia práctica en la inspiración.

Hay otra teoría, sin embargo, por medio de la cual muchos suponen que puede salvarse elcrédito de los apóstoles, y, sin embargo, deja lugar para evitar la aceptación de su aparenteenseñanza sobre el tema de la venida de Cristo. Esto es, por medio de la hipótesis de uncumplimiento primario y parcial de sus predicciones en sus propios días, que debía serseguido y completado por un cumplimiento final y pleno al fin de la historia humana. Segúneste punto de vista, lo que los apóstoles eperaban no era totalmente erróneo. Algo tuvolugar en realidad, algo que podría llamarse “una venida del Señor”, “un día de juicio”. Laspredicciones recibieron casi un cumplimiento en la destrucción de Jerusalén y en el juiciode la nación culpable. Aquella consumación al fin de la era judía era tipo de otra catástrofe,infinitamente mayor, cuando la raza humana entera sea llevada ante el tribunal de Cristo yla tierra sea consumida por una conflagración general. Este es probablemente el punto devista más comúnmente aceptado por la mayoría de los expositores y lectores del NuevoTestamento en la actualidad. La primera objeción a esta hipótesis es que no tienefundamento en las enseñanzas de las Escrituras. No hay un ápice de evidencia de que losapóstoles y los cristianos primitivos tuvieran ninguna sospecha de una doble referencia enlas predicciones de Jesús concernientes al fin. No se sugiere nada en el sentido de que losdichos de Jesús debían tener un cumplimiento primario y parcial en aquella generación, y deque un cumplimiento completo y exhaustivo estaba reservado para un período futuro ydistante. La verdad es completamente opuesta. ¿Qué puede ser más abarcante yconcluyente que las palabras de nuestro Señor: “De cierto os digo: No pasará estageneración hasta que TODAS estas cosas se hayan cumplido”? ¡Qué tortura crítica se les haaplicado a estas palabras para extraerles algún otro significado diferente del obvio ynatural! ¡Cómo ha sido buscado yeveá a través de todo su linaje y genealogía para descubrirque posiblemente no signifique las personas que entonces vivían en la tierra! Pero todosesos esfuerzos son completamente fútiles. Mientras las palabras permanezcan en el texto,su sentido claro y obvio prevalecerá sobre todas los oropeles y las distorsiones de la críticaingeniosa. La hipótesis de un cumplimiento doble no tiene apoyo en las Escrituras. Sólotenemos que leer el lenguaje con el cual los apóstoles hablan de la cercana consumación,para persuadirnos de que ellos tenían en mente sólo un gran acontecimiento, y sólo uno, yque ellos pensaban y hablaban de él como muy cercano.

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Esto nos trae a otra objeción contra la hipótesis de un cumplimiento doble, y hasta múltiple,de las predicciones del Nuevo Testamento, es decir, que procede de un conceptofundamentalmente erróneo del verdadero significado y la verdadera grandeza de aquellagran crisis en el gobierno divino del mundo que está marcada por la Parusía. No son pocoslos que parecen creer que, si la profecía de nuestro Señor en el Monte de los Olivos, y laspredicciones de los apóstoles de la venida de Cristo en gloria, no significaban más que ladestrucción de Jerusalén, y se cumplieron con aquel suceso, entonces todos los anuncios ytodas las expectaciones terminaron en un mero fiasco, y la realidad histórica responde muydébil e inadecuadamente a esta magnífica profecía. Hay razón para creer que el verdaderosignificado y la verdadera grandeza de aquel gran suceso son poco apreciados por muchos.La destrucción de Jerusalén no fue meramente un suceso emocionante en el drama de lahistoria, como el sitio de Troya o la caída de Cartago, y que cerró un capítulo en los analesde un estado o de un pueblo. Fue un acontecimiento sin paralelo en la historia. Fue la señalexterna y visible de una gran época en el gobierno divino del mundo. Fue el fin de unadispensación y el comienzo de otra. Marcó la inauguración de un nuevo orden de cosas. Laeconomía mosaica – que había sido introducida por loss milagros en Egipto, los relámpagosy los truenos de Sinaí, y las gloriosas manifestaciones de Jehová a Israel – estaba abolidaahora, después de haber subsistido por más de quince siglos. La peculiar relación entre elAltísimo y la nación del pacto estaba disuelta. El reino mesiánico, es decir, la administracióndel gobierno divino por el Mediador, hasta ahora, al menos, por lo que concernía a Israel,había alcanzado su punto culminante. El reino por tanto tiempo predicho y esperado, y porel cual se había orado por tanto tiempo, ahora había llegado plenamente. El acto final delRey fue sentarse en el trono de su gloria y juzgar a su pueblo. Entonces pudo “entregar elreino a Dios y al Padre”. Este es el significado de la destrucción de Jerusalén según lomuestra la Palabra de Dios. No fue un hecho aislado, una solitaria catástrofe; fue el centrode un grupo de sucesos relacionados y coincidentes, no sólo en el mundo material sinotambién en el mundo espiritual; no sólo en la tierra, sino también en la tierra y en elinfierno; siendo algunos de ellos cognoscibles por los sentidos y susceptibles deconfirmación histórica, mientras que otros no.

Quizás puede decirse que esta explicación de las predicciones del Nuevo Testamento, envez de aliviar la dificultad, nos turba y nos deja perplejos más que nunca. Es posible creer enel cumplimiento de las predicciones que se cumplen en el orden visible y externo de lascosas porque tenemos evidencia histórica de ese cumplimiento; pero, ¿cómo puedeesperarse que creamos en cumplimientos de los cuales se dice que han tenido lugar en laregión de lo espiritual y lo invisible cuando no tenemos ningún testigo para confirmar loshechos? Podemos creer implícitamente en el cumplimiento de todo lo que se predijo conrespecto a los horrores del sitio de Jerusalén, el incendio del templo, y la demolición de laciudad, porque tenemos el testimonio de Josefo en cuanto a los hechos; pero, ¿cómopodemos creer en la venida del Hijo del hombre, en una resurrección de los muertos, en unacto de juicio, cuando no tenemos nada en que confiar sino la palabra de la profecía, y notenemos ningún Josefo que respalde la exactitud histórica de los hechos?

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A esto sólo se puede contestar que la exigencia de un testimonio humano acerca de lossucesos en la región de lo invisible no es completamente razonable. Si los recibimossiquiera, debe ser basándonos en la palabra de Aquél que declaró que todas estas cosasciertamente tendrían lugar antes de que pasara aquella generación. Pero, después de todo,¿es tan excesiva la demanda sobre nuestra fe en esta cuestión? Sabemos que gran parte deestas predicciones se han cumplido literal y puntualmente; reconocemos en esecumplimiento una notable prueba de la verdad de la Palabra de Dios y la prescienciasobrehumana que previó y predijo el futuro. ¿Podría algo haber sido menos probable, en elmomento en que nuestro Señor pronunció su discurso profético, que la total destruccióndel templo, el arrasamiento del templo, y la ruina de la nación durante la generación queexistía entonces? ¿Qué puede ser más minucioso y particular que las señales del finenumeradas por nuestro Señor? ¿Qué puede ser más preciso y literal que el cumplimientode ellas?

Pero la parte que declaradamente se ha cumplido, y que está respaldada por la historia noinspirada, está unida inseparablemente a la otra porción que no está respaldada. Nada,excepto un violento trastorno, puede separar una parte de la profecía de la otra. Es una deprincipio a fin; un todo completo. El más fino instrumento no logra trazar una línea quesepare la una porción que se refiere a aquella generación de la otra porción que se refiere aun período diferente y distante. Cada parte de ella descansa en el mismo fundamento, y eltodo está de tal manera enlazado y concatenado que todo o se sostiene o cae junto. Por lotanto, estamos justificados al sostener que el exacto cumplimiento de una tal parte de laprofecía que viene por el conocimiento de los sentidos, y que puede ser apoyada por elhumano testimonio, presupone y garantiza el exacto cumplimiento de la porción que estádentro de la región de lo invisible y espiritual, y que no puede, en la naturaleza de las cosas,ser atestiguada por la evidencia humana. Esto no es credulidad, sino fe razonable, como laque los hombres ejercen sin temor en todas sus mundanas transacciones.

Llegamos a la conclusión, por lo tanto, de que todas las partes de la predicción de nuestroSeñor se refieren al mismo período y al mismo suceso; que la profecía entera es una eindivisible, y descansa en el mismo fundamento de la divina autoridad. Además, que estádemostrado que todo lo que era cognoscible por los sentidos humanos se ha cumplido, yque, por lo tanto, no sólo podemos, sino que debemos, asumir el cumplimiento del resto nosólo como creíble sino como cierto.

Como resultado de la investigación, nos encontramos en este dilema: o el grupo entero depredicciones, que incluyen la destrucción de Jerusalén, la venida del Señor, la resurrecciónde los muertos, y la recompensa de los fieles, tuvo lugar antes de que pasase aquellageneración, como lo predijo Jesús, lo enseñaron los apóstoles, y lo esperó la iglesia entera, ode lo contrario, la esperanza de la iglesia era un engaño, la enseñanza de los apóstoles unerror, y las predicciones de Jesús un sueño.

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No hay ninguna otra alternativa consistente con la correcta interpretación gramatical de laspalabras de la Escritura. No podemos hacer pedazos la profecía de Cristo, y decidirarbitrariamente que esto es pasado y aquello es futuro; que esto se ha cumplido y aquellono se ha cumplido. No hay ningún pretexto para una división tal en el registro de aqueldiscurso; como la túnica sin costuras que llevaba Aquél que lo pronunció, es todo de unapieza, “de un solo tejido de arriba abajo”. La estructura gramatical y la ocasión históricaimplican por igual la unidad de la profecía entera. Tampoco hay ninguna “facultadverificadora” por medio de la cual se pueda distinguir entre una parte y la otra comopertenecientes a diferentes períodos y épocas. Está demostrado que todo intento de trazartales líneas de distinción han sido un completo fracaso. La profecía rehusa ser manipulada,y afirma su unidad y homogeneidad a pesar de los artificios críticos o la violencia. Por todasestas consideraciones, y principalmente por consideración a la autoridad de Aquél cuyapalabra no puede ser quebrantada, nos vemos obligados, pues, a concluir que la Parusía, ola segunda venida de Cristo, con sus acontecimientos relacionados y concomitantes, sí tuvolugar, de acuerdo con la predicción del propio Salvador, en el período en que Jerusalén fuedestruida, y antes de que pasara “aquella generación”.

Aquí podemos hacer una pausa, porque la profecía en la Escritura no nos lleva más allá.Pero el fin de la era no es el fin del mundo, y la suerte de Israel no nos enseña nada conrespecto al destino de la raza humana. Lo queramos o no, no podemos evitar especularsobre el futuro y predecir el destino último de un mundo que ha sido el escenario de tanestupendas demostraciones del juicio y la misericordia divinos. Algunos pensaránprobablemente que es una desagradable conclusión la de que Apocalipsis no es elprograma de historia civil y eclesiástica que una errónea teoría de interpretación suponía.Les parecerá que la extinción de aquellas falsas luces, que confundieron con estrellasguiadoras, les deja en total oscuridad acerca del futuro, y se preguntarán perplejos: ¿Adónde vamos? ¿Cuál ha de ser el fin y la consumación de la historia humana? ¿Está estatierra, con su preciosa carga de intereses inmortales y eternos, avanzando hacia la luz y laverdad, o apresurándose hacia regiones de oscuridad y distanciándose de Dios?

Donde nada se ha revelado, sería el colmo de la presunción pronosticar el futuro. “No nostoca saber los tiempos y las sazones, que el Padre puso en su sola potestad”. Se ha dichoque “el profeta no inspirado es un estúpido”, y muchos casos confirman el dicho. Pero estose nos puede permitir concluir: no hay razón para que nos desesperemos acerca del futuro.Algunos nos dicen que, así como el judaísmo fue un fracaso, así también el cristianismo seráun fracaso. No estamos convencidos de esto; más bien lo consideramos como unarecusación de la sabiduría y bondad divinas. El judaísmo nunca se constituyó en religiónuniversal; era esencialmente limitado y nacional en su operación; pero el cristianismo estáhecho para el hombre, y ha demostrado su adaptación a todas las variedades de la familiahumana. Es en verdad demasiado cierto que el progreso del cristianismo en el mundo hasido lamentablemente lento; y que, después de dieciocho siglos, no ha conseguidodesterrar el mal del mundo, ni siquiera en las regiones en que su influencia se ha sentido

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más poderosamente. Sin embargo, después de hacer lugar para sus defectos, todavíacontinúa siendo la más poderosa fuerza moral que jamás se puso en funcionamiento parapurificar y ennoblecer el carácter del hombre. Es el cristianismo lo que diferencia al mundoantiguo del nuevo; la civilización moderna de la antigua. Este es el nuevo factor en lasociedad y la historia humanas que puede reclamar la porción mayor en las reformasbenéficas del pasado y del cual podemos esperar resultados todavía mayores en el futuro.El historiador filósofo reconoce en el cristianismo un nuevo poder, que “desde su mismoorigen, y todavía más en su progreso, renovó por completo la faz del mundo”. * (Schlegel,Philosophy of History, Lect. x).

Tampoco hay ningún síntoma de decrepitud ni agotamiento en la religión de Jesús despuésde todos los siglos y conflictos, así como de las revoluciones de opinión por las cuales hapasado. Ha permanecido firme ante lo más recio de las más malignas persecuciones, y hasalido victoriosa. Ha soportado la prueba de la crítica más escrutadora y hostil, y ha salidoindemne del fuego. Ha sobrevivido el más peligroso patrocinio de pretendidos amigos quela han corrompido convirtiéndola en superstición, la han pervertido convirtiéndola en unapolítica, o la han degradado convirtiéndola en comercio. Aunque los enemigos del evangeliopredicen su pronta extinción, entra en una nueva carrera de conflicto y victoria. Hay unaperpetua tendencia en el cristianismo a renovar su juventud, a recuperar el ideal de suprístina pureza, y a deshacerse de las impurezas y los acrecentamientos que son extraños asu naturaleza. Desde la era apostólica, nunca hubo mayor vitalidad ni vigor en la religión dela cruz que hoy. Esta es la era de las misiones cristianas; y aunque todas las otras religioneshan dejado de hacer proselitismo, y por lo tanto, de crecer, el cristianismo va a todos losterritorios y a todas las naciones, Biblia en mano, y proclamando con su boca las buenasnuevas: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”.

La verdadera interpretación de las profecías del Nuevo Testamento, en vez de dejarnos enla oscuridad, alientan la esperanza. Mitigan la tristeza que se cierne sobre un mundo que secreía destinado a perecer. No hay razón para inferir que, porque Jerusalén fue destruida, elmundo debe arder; o que, porque la nación apóstata fue condenada, la raza humana debeser destinada a la perdición. Toda esta siniestra anticipación descansa en una erróneainterpretación de la Escritura; y habiendo eliminado las falacias, el futuro se abrillanta conuna gloriosa esperanza. Podemos confiar en el Dios de amor. Él no ha abandonado a latierra, y gobierna el mundo con un plan que ciertamente no nos ha revelado, pero del cualpodemos estar seguros emergerá finalmente el mayor bien de las criaturas y la gloria másresplandeciente del Creador.

En verdad, puede parecer extraño e inexplicable que ahora hayamos sido dejados sinninguna de aquellas manifestaciones y revelaciones divinas que en otras épocas complacióa Dios entregar a los hombres. En algunos respectos, parecemos estar más lejos del cielo

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que en las épocas en que las voces y las visiones recordaban a los hombres la cercanía delInvisible. Podemos decir, con los judíos del cautiverio: “No vemos ya nuestras señales; nohay más profeta, ni entre nosotros hay quién sepa hasta cuándo” (Sal. 74:9).

Han pasado mil ochocientos años desde que en la tierra se oyó una voz que decía: “Así diceel Señor”. Es como si en el cielo se hubiese cerrado una puerta, y se hubiese cortado lacomunicación directa entre Dios y los hombres; y parecemos estar en desventaja encomparación con los que fueron favorecidos con “las visiones y las revelaciones del Señor”.Pero hasta en esto puede que no juzguemos correctamente. Sin duda, es mejor que lascosas sean así. El Señor declaró que la presencia del Espíritu Santo con los discípulos másque compensaba su propia ausencia. Ese Espíritu mora con nosotros, y en nosotros, y es suoficio “tomar lo que es de Cristo y mostrárnoslo a nosotros”. Tenemos también la Palabraescrita de Dios, y en esto disfrutamos de una incalculable superioridad sobre los tiemposanteriores. Es mejor la Palabra escrita que el profeta viviente. Pero, si fuese necesario parael bienestar y la guía de la humanidad que Dios se manifestase nuevamente, no hayninguna presunción contra revelaciones adicionales. ¿Por qué tendríamos que pensar queDios ha dicho a los hombres su última palabra? Pero le toca a Él escoger, y no a nosotrosdictaminar. Puede muy bien ser que aún ahora, de modos que nosotros no sospechamos,Él está hablando al hombre. “Dios se cuumple a sí mismo de muchas maneras, y la historiahumana está tan llena de Dios hoy día como en la época de milagros y profecías. Lejos seade nosotros la incredulidad que pierde la esperanza en el cristianismo y en el hombre.Ciertamente, no fue en vano que Dios dijo: “Yo soy la luz del mundo”. “No envió Dios a suHijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo pudiese ser salvo”. “Yo, sifuese levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”.

El apóstol favorecido que, más que ningún otro, parece haber comprendido “la anchura, lalongura, y la profundidad, y la altura del amor de Cristo”, nos sugiere ideas del alcance y laeficacia de la gran redención que nuestra latente incredulidad puede apenas recibir. Elapóstol no vacila en afirmar que la obra restauradora de Cristo fnalmente reparará concreces la ruina causada por el pecado. “Así como por la desobediencia de un hombre losmuchos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de Uno, los muchosserán constituidos justos”. Esta comparación no tendría sentido si “los muchos” de un ladode la ecuación no fuesen proporcionales a “los muchos” del otro lado de ella. Pero esto noes todo: la obra redentora de Cristo hace más que restablecer el equilibrio: “Cuando elpecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, asítambién la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”(Rom. 5:19-21).

Está fuera del ámbito de esta discusión argumentar sobre bases filosóficas la naturalprobabilidad de un reinado de la verdad y la justicia en la tierra; estamos felices de que senos asegure la consumación sobre bases más elevadas y más seguras, aún la promesa deAquél que nos enseñó a orar: “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. Porque

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cada oración enseñada por Dios contiene una profecía, y transmite una promesa. Estemundo ya no pertenece al diablo, sino a Dios. Cristo lo ha redimido, y lo recuperará, yatraerá a Sí a todos los hombres. De lo contrario, es inconcebible que Dios haya enseñado asu pueblo en todos los tiempos a pronunciar con fe y esperanza aquella oración sublime yprofética:

“Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga;Haga resplandecer su rostro sobre nosotros;Para que sea conocido en la tierra tu camino,En todas las naciones tu salvación.Te alaben los pueblos, oh Dios;Todos los pueblos te alaben.Alégrense y gócense las naciones,Porque juzgarás los pueblos con equidad,Y pastorearás las naciones en la tierra.Te alaben los pueblos, oh Dios;Todos los pueblos te alaben.La tierra dará su fruto;Nos bendecirá Dios, el Dios nuestro.Bendíganos Dios,Y témanlo todos los términos de la tierra”.(SALMO 67).

APÉNDICE A LA PARTE III

NOTA A

Reuss acerca del “número de la bestia” (Apoc. 13:18)

“Si relatáramos todo lo que los teólogos han dicho referente al número 666 en Apocalipsis,compondríamos una historia muy singular. Sin embargo, éste no es el lugar para hacerlo, ysería por lo general un mero desperdicio de tiempo refutar errores palpables yalucinaciones absurdas. Nuestros textos son tan claros para los que tienen ojos para ver ycomprender, que la simple afirmación del significado verdadero de estos textos deberíadisipar en seguida las nubes acumuladas alrededor de ellos por prejuicios dogmáticos,imaginaciones interesadas, y pre-construcciones políticas.

“El número de la bestia, 666, es el número de un hombre, ariqmoz, anqrwpou, dice elprofeta. Es el número de un nombre, dice nuevamente, y ese nombre está escrito en lafrente de los que son súbditos leales y adoradores de la bestia. Pero la bestia misma es unser personal – el anticristo, y no representa ninguna idea abstracta. De esto se sigue que elnúmero 666 no representa un período de la historia eclesiástica, como se sostiene en la

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interpretación de teólogos protestantes ortodoxos y milenialistas pietistas de la escuela deBengel. Tampoco representa un nombre común, ni caracteriza a un poder, ni a un imperio,por ejemplo, el paganismo romano, como trató de demostrar Ireneo con su Aateinoz, queha sido adoptado por todos los intérpretes subsiguientes que no han podido inventar nadatodavía más inadmisible, y que los protestantes han usado ansiosamente en interés de suspolémicas contra el Papa. Los términos “Lacio”, “latinos” no existían en el siglo primero, sinoen la poesía y la geografía local de la Campaña de Roma, y, como nombre de un lenguaje,eran completamente desconocidos en cualquier forma dentro de la esfera apostólica (Lucas23:38; Juan 19:20).

“El número 666, pues, tiene que contener un nombre propio, el nombre de un personajepolítico e histórico que debía jugar el papel de Anticristo en todas las grandes revolucionesque esperaban al mundo judeo-cristiano. Después de leer a Daniel y la Segunda Epístola alos Tesalonicenses, sabemos cuál es el tema. Nuestro autor procede finalmente a decirnosde quién está hablando.

“Aquí, pues, está la dificultad (si es que es dificultad) que más a menudo ha confundidohasta a los que han enfocado el problema con un espíritu libre de prejuicio e ilusión. Labestia del capítulo trece no es un individuo, sino el Imperio Romano, cnsiderado como unpoder. El escritor mismo nos dice (cap. 17) que las siete cabezas de la bestia representan lassiete colinas sobre las cuales está edificada la ciudad; y nuevamente, siete reyes que hanreinado allí, o todavía reinan. Esto es bastante correcto, pero él nos dice con bastanteclaridad que esta bestia es al mismo tiempo una de las siete cabezas, una combinaciónaparentemente inconcebible y más que paradójica, pero al mismo tiempo muy natural, yhasta necesaria. La idea de un poder, especialmente de una influencia hostil, siempretiende a asumir una forma concreta, para personificarse en la mente popular. El monstruoideal se convierte en un individuo; el principio toma una clara forma humana, y bajo estaforma personal las ideas se popularizan, hasta que los individuos, a su vez, se convierten enrepresentantes permanentes de las ideas e influencias que les sobreviven. Para la mayorparte de los hombres, un nombre propio transmite más que una definición, y es másprobable que despierte un sentimiento cálido y vivo. El poder, la idolatría, la blasfemia, y lapersecución paganas, todo lo que despierta las justas antipatías de la iglesia, todo lo que leinspira horror, y le arranca exclamaciones de dolor, sería naturalmente invividualizado yconcentrado en la persona de aquél que, unos años antes de la destrucción de Jerusalén,había llenado la medida de sus crímenes. La bestia es, pues, a un tiempo el imperio y elemperador, y el nombre de éste último está en los labios del lector pensante antes depronunciarlo. Arrojemos sobre él, pues, toda la luz de la ciencia histórica.

“Una lectura atenta del capítulo 11 ya nos habrá convencido de que este libro se escribióantes de la destrucción de Jerusalén. El templo y su atrio interior, con el gran altar, son losmedidos – es decir, destinados, para ser preservados (Zac. 2), mientras que el resto de laciudad es entregado a los paganos y dedicado al sacrilegio. Estos pasajes no podrían haber

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sido enmarcados en vista del estado de cosas que existieron después del año 70. Pero lasindicaciones que se dan en el capítulo 17 son todavía más decisivas. Sostendremos que aquíse habla de Roma hasta que se pueda demostrar que en la época de los apóstoles existíaotra ciudad construida sobre siete colinas, urbem septicollem, en la que la sangre de lostestigos de Cristo haya sido derramada a torrentes (vers. 6,9). Esta ciudad, o este imperio,tiene siete reyes. Las revelaciones de Daniel, Enoc, y Esdras siguen el mismo plancronológico, contando todas las sucesiones de reyes para poner al lector sobre la pista delas fechas. De esos siete reyes, cinco ya están muertos (ver. 10), el sexto reina en estemomento. El sexto emperador de Roma era Galba, un anciano, de setenta y tres años deedad cuando ascendió al trono. La catástrofe final, que había de destruir la ciudad y elimperio, debía tener lugar en tres años y medio, como ya hemos observado. Por esta únicay simple razón, la serie de emperadores incluye sólo uno después del monarca queentonces reinaba, y que no reinaría sino por poco tiempo. El escritor no le conoce, peroconoce la duración relativa de su reinado, porque sabe que Roma, en tres años y medio,perecerá finalmente, para no levantarse jamás.

“Vendrá un octavo emperador, es uno de los siete, y es al mismo tiempo la bestia que era,pero que, en este momento, no es. Esto tiene que referirse, pues, a uno de los emperadoresanteriores, que ha de venir una segunda vez, pero como el Anticristo, esto es, investido detodo el poder del diablo, y para el propósito especial de combatir contra el Señor. Puestoque se dice que, en el momento en que se escribió la visión, no es, pero ya ha sido, debe seruno de los primeros cinco emperadores. Ya ha sido herido de muerte (cap. 13:3), de modoque hay algo milagroso en su reaparición. No puede, pues, ser Augusto, ni Tiberio, niClaudio, ninguno de los cuales tuvo un fin violento, y los que, además, quedan fuera deconsideración por el hecho de que ninguno de éstos era hostil en sus relaciones con laIglesia. Esta razón también excluye a Calígula. Sólo queda Nerón; pero todo concurre paraseñalarle como el personaje designado tan misteriosamente. Mientras reinó Galba, y aúnmucho tiempo después de eso, el pueblo no creía que Nerón estuviese muerto; le suponíanoculto en alguna parte y listo para regresar y vengarse de sus enemigos. Las ideasmesiánicas de los judíos, que habían sido vagamente difundidas en Occidente (como nos lodicen Tácito y Suetonio), mezclándose con estos conceptos populares, le sugerían a loscrédulos la idea de que Nerón vendría otra vez del Oriente, para reconquistar el trono conayuda de los partos. Aparecieron muchos falsos Nerones. Estas fantasías populares seesparcieron también entre los cristianos. Las visiones eran ocurrencia común, y los padresde la Iglesia perpetúan la misma tradición durante varios siglos después.

“Por último, para que no falte nada para una evidencia plena, nuestro libro nombra aNerón, por decirlo así, en cada letra. El nombre de Nerón está contenido en el número 666.El mecanismo del problema se basa en uno de los artificios cabalísticos usados en lahermenéutica judía, que consistía en calcular el valor numérico de las letras que componíanuna palabra. Este método, llamado gematría, o geométrico, es decir, matemático, y usadopor los judíos en la exégesis del Antiguo Testamento, ha dado mucho trabajo a nuestros

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eruditos, y les ha llevado a un laberinto de errores. Todos los alfabetos antiguos y modernoshan sido puestos a colaborar, y en cada ocasión se han ensayado todas las combinacionesimaginables de números y letras. Al método se le ha hecho producir casi todos los nombreshistóricos de los pasados dieciocho siglos: – Tito Vespasiano y Simón Gioras, Julián elApóstata y Genserico, Mohomet y Lutero, Benedicto IX y Luis XV, Napoleón I y el Duque deReichstadt – y no sería difícil para ninguno de nosotros, usando los mismos principios, leerpor medio de él los nombres de los unos o los otros. La verdad es que el enigma no era tandifícil, aunque sólo ha sido resuelto por medio de la exégesis en nuestros propios días. Eratan poco insoluble que varios eruditos contemporáneos encontraron la clavesimultáneamente, y sin saber nada de los trabajos los unos de los otros. La gematría es unar hebreo. El número tiene que ser descifrado por medio del alfabeto hebreo: rsq nwrn selee “Nerón César”:-

n 50 + r 200 + w 6 + n 50 + q 100 + s 60 + r 200 = 666

“El punto más curioso es que existe una lectura muy antigua que da 616. Esta podría ser laobra de un lector latino de Apocalipsis que había encontrado la solución, pero quepronunciaba Nerón como los romanos, mientras que el escritor de Apocalipsis lopronunciaba como los griegos y los orientales. La remoción de la n final da cincuentamenos”.

NOTA B

Vida y Escritos de Juan, por El Dr. J. M. Macdonald

Este libro estaba listo para entrar en prensa antes de que el autor tuviese la oportunidad deconsultar la detallada obra del Dr. Macdonald, Vida y Escritos de Juan. Aunque no puededecirse que el Dr. Macdonald hace por Juan lo que Conybeare y Howson hacen por Pablo,hay mucho de valioso en su obra. Es especialmente gratificante para este autor descubrirque, acerca de la difícil cuestión de “los dos testigos”, el Dr. Macdonald ha llegado a unaconclusión casi idéntica a la del autor. Parecería, sin embargo, que con el Dr. Macdonaldesto sería una feliz adivinanza. Paley dice: “Él descubre lo que prueba”; y el Dr. Macdonald noha profundizado en la investigación del problema.

Acerca de la cuestión de la fecha de Apocalipsis, el Dr. Macdonald se pronuncia, sin titubear,a favor de la fecha temprana; y sus observaciones sobre este tema son de peso y poderosas.Él ve, lo que en realidad es bastante obvio, que la evidencia interna zanja la cuestión másallá de toda controversia.

Pero, como tantos expositores, el Dr. Macdonald no ha logrado encontrar la verdadera clavedel Apocalipsis. Sigue de cerca a Moses Stuart en la interpretación de la última porción de laRevelación, y ve en la ciudad ramera, no a Jerusalén, sino a Roma. Hay una inconsistencia ensus afirmaciones con respecto a Babilonia (la ciudad sobre el Éufrates), que equivale a una

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contradicción. En la página 138, representa a la Babilonia literal como una ciudad grande ypopulosa en tiempos de Pedro, y cita con aprobación a J. D. Michaelis y a D. F. Bacon parademostrar que la ciudad tenía una gran población judía y ofrecía un campo muy deseablepara la obra de aquel apóstol. Sin embargo, en la página 225 dice: “La Babilonia literal ya noexistía más. Las profecías relativas a ella y pronunciadas por Isaías hacía mucho que sehabían cumplido”. Ambas afirmaciones no pueden ser correctas. Tenemos la más claraevidencia de que, en la era apostólica, Babilonia era una ciudad desierta. Probablemente laprovincia de Babilonia haya sido confundida con Babilonia la ciudad.

Los siguientes extractos son interesantes y valiosos:

La fecha del Apocalipsis:

“En general, la evidencia externa parece ser comparativamente de poco valor al decidir laverdadera fecha del Apocalipsis. Es claro que hay que confiar primero en el argumento de laevidencia interna. Cuando se ha hecho parecer que Ireneo no dice nada con respecto altiempo en que el Apocalipsis se escribió, y que Eusebio atribuye su autoría a un Juandiferente del apóstol, es suficientemente evidente que el restante testimonio de laantigüedad, conflictivo como es, o que está situado más o menos en el punto medio entrela fecha temprana y la tardía, es de poca importancia al decidir la cuestión. Y cuandoabrimos el libro mismo, y encontramos en sus mismas páginas evidencia de que, en eltiempo en que fue escrito, los judíos enemigos todavía eran arrogantes y activos en laciudad en que nuestro Señor fue crucificado, y que el templo y el altar en ella todavíaestaban en pie, no necesitamos ninguna fecha de la primera antigüedad, ni siquiera de lamano del autor mismo, para informarnos que él escribió antes de aquel gran sucesohistórico y aquella época histórica, la destrucción de Jerusalén”. pp. 171,172.

Los Dos Testigos (Apoc. 11)

“Si tuviéramos en existencia una historia cristiana, como tenemos una historia paganaescrita por Tácito y una judía escrita por Josefo, que relatan lo que ocurrió dentro de aquellaciudad dedicada durante el terrible período de su historia, podríamos bosquejar másclaramente la profecía sobre los dos testigos. El gran cuerpo de cristianos, advertidos porlas señales que les había dado el Señor, según el testimonio antiguo, parece haberabandonado Palestina cuando ésta fue invadida por los romanos … Pero fue la voluntad deDios que un número competente de testigos de Cristo quedasen para predicar el evangeliohasta el último momento a sus engañados y miserables compatriotas. Puede haber sidoparte de su trabajo reiterar las profecías relativas a la destrucción de la ciudad, el templo, yla comunidad. Los testigos debían profetizar durante el tiempo en que los romanos habríande arrasar la Tierra Santa y la ciudad. El hecho de que estuviesen vestidos de cilicio indica elcarácter triste de su misión. En su designación como los dos olivos, y los dos candelabros olas dos lámparas de pie delante de Dios, hay una alusión a Zacarías 4, donde estos dossímbolos son interpretados como los dos ungidos, Josué el sumo sacerdote y Zorobabel el

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príncipe, fundador del segundo templo. Los olivos, frescos y vigorosos, mantienen laslámparas siempre provistas de aceite. Estos testigos, en medio de la oscuridad que se haasentado alrededor de Jerusalén, dan una luz constante e infalible. Poseen el poder dehacer milagros tan maravillosos como cualquiera de los que llevaron a cabo Moisés y Elías.Lo que se predice aquí debe haberse cumplido antes del fin de la era milagrosa oapostólica. Todos los que aquí encuentran una predicción del estado de la iglesia durante elsurgimiento del papado, o en cualquier período después de la era de los apóstoles, les esnecesario, por supuesto, explicar todo este lenguaje que atribuye poder milagroso a lostestigos. Ellos habrían de caer víctimas de la guerra, o del mismo poder que hacía la guerra,y sus cadáveres debían yacer insepultos por tres días y medio en las calles de la ciudaddonde Cristo fue crucificado. Su resurrección y ascensión al cielo deben ser interpretadasliteralmente; aunque, como en el caso de los milagros que llevaban a cabo, no existe unregistro histórico de los sucesos mismos. Si estos dos profetas fuesen los únicos cristianosen Jerusalén, puesto que ambos fueron asesinados, no habría quedado nadie para registraro informar del caso; y aquí tenemos, por lo tanto, un ejemplo de una profecía que contieneal mismo tiempo la única historia y la única obervación de los sucesos que le dieroncumplimiento. La oleada de ruina que barrió a Jerusalén, y cuyo olor llegó hasta el cielo,borró o evitó toda memoria humana de su obra de fe, su paciencia de esperanza, y su obrade amor. La profecía que los predijo es su única historia, o la única historia del papel quedebían desempeñar en las escenas finales de Jerusalén. Llegamos a la conclusión, pues, queestos testigos eran dos de aquellos apóstoles que parecen haberse perdido para la historiatan extrañamente, o de los cuales no se ha podido descubrir ningún rastro auténticodespués de la destrucción de Jerusalén. ¿No puede haber sido uno de ellos Santiago elMenor, o el segundo Santiago (para diferenciarlo del hermano de Juan), comúnmentellamado obispo de Jerusalén? Según Egésipo, un historiador judeo-cristiano, que escribiócerca de mediados del siglo segundo, su monumento todavía se levantaba cerca de lasruinas del templo. Egésipo dice que fue muerto en el año 69, y que representa al apóstoldando un poderoso testimonio de la condición mesiánica de Jesús, y señalando hacia susegunda venida en las nubes del cielo, hasta el mismo momento de su muerte. Estostestigos de Cristo parecen ser particularmente adecuados, hombres dotados de los donesmás sobrenaturales, de pie hasta el final en la ciudad abandonada, profetizando sudestrucción, y lamentándose de lo que una vez le fue querido a Dios”. Pp. 161, 16.

NOTA SUPLEMENTARIA

El obispo Warburton acerca de “La Profecía de Nuestro Señor en el Monte de los Olivos” ysobre “El Reino de los Cielos”.

Las siguientes observaciones del erudito autor de “La Divina Legación” concuerdannotablemente con las opiniones expresadas en esta obra:

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“La profecía de Jesús concerniente a la cercana destrucción de Jerusalén a manos de Titoestá concebida en términos tan elevados y ampulosos, que, no sólo los intérpretesmodernos, sino también los antiguos, han supuesto que nuestro Señor entrelaza en ellauna predicción directa de su segunda venida en juicio. De aquí la opinión corriente enaquellos tiempos de que la consumación de todas las cosas se acercaba; lo cual haproporcionado asidero a una objeción infiel en estos tiempos, insunuando que Jesús, paramantener a sus seguidores vinculados a su servicio, y pacientes bajo el sufrimiento, leslisonjeaba con la cercana proximidad de aquellas recompensas que completaban todas susvisiones y esperanzas. A lo cual los defensores de la religión han opuesto esta respuesta:Que la distinción de corto y largo, en la duración del tiempo, se pierde en la eternidad; yque, para el Todopoderoso, “mil años son como ayer”, etc.

Pero el principio en que ambos se basan es falso; y si se sopesara debidamente lo que se hadicho, se vería que esta profecía no trata de la segunda venida de Cristo en juicio, sino de laprimera; de la abolición del sistema judío y el establecimiento del sistema cristiano, esereino de Cristo que comenzó al cesar por completo la teocracia. Puesto que el reino de Diossobre los judíos terminó enteramente con la abolición del servicio en el templo, así tambiénel reino de Cristo tuvo entonces su primer comienzo “en espíritu y en verdad”. Este fue elverdadero establecimiento del cristianismo, no el efectuado por la conversión o lasdonaciones de Constantino. El reino del “Hijo” no podía tener lugar sino cuando fue abolidala ley judía, sobre la cual el “Padre” presidió como Rey; porque la soberanía de Cristo sobrela humanidad era esa misma soberanía de Dios sobre los judíos transferida y mayormenteextendida.

“Siendo esta, pues, una de las épocas más importantes en la economía de la gracia, y la másterrible revolución en todas las dispensaciones religiosas de Dios, vemos la elegancia y lapropiedad de los términos en cuestión para denotar un suceso tan grandioso, junto con ladestrucción de Jerusalén, por medio de la cual se efectuó; porque en todo el lenguajeprofético, el cambio y la caída de principados y potestades, ya sean espirituales o civiles,están señalados por el zarandeo de los cielos y la tierra, el oscurecimiento del sol y de laluna, y la caída de las estrellas; como el surgimiento y el establecimiento de los nuevos sonpor medio de procesiones en las nubes del cielo, por el sonido de las trompetas, y lareunión de huestes y congregaciones”.

FIN

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Date: 20 Oct 2005Time: 19:56:35

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Thank you so very much for such a great gift to the public, how wonderful! We bought acopy of the book several years ago and cherished it, though it was difficult to read due tosmall print. But you have made the reading of it a pleasurable experience. We are preparingto use it as a subject study for the youth. I am forever grateful to you for your labor of love.Sincerely, Mildred Garner, Watts OK

Date: 16 Nov 2007Time: 06:46:08

Escelente exposición de un apocalipsis que ya está cumplido. Nosotros ahora después delaño 70 d.C. sólo estamos disfrutando en gloria lo que aquellos santos del primer siglosoportar en tribulación. !Que honor! somos reyes a eternidad reinando en vida y libertad.Pastor. Reynaldo Estrada. reyestrada2005 @ yahoo.com. www.graciaypaz.com Somos laúnica iglesia en Colombia hasta ahora conocida que enseña la palabra de loscumplimientos, si desea comunciarse con nosotros marque directo 572 5575613 CaliColombia. Saludando a todos los reyes de Dios en este planeta

Date: 20 Mar 2010Time: 16:22:55

para mi la parusia de russellrepresenta uno de los trabajos escatologicos mas completos ycientificamente hechos de la literatura evangelica

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