la fuga de elena garro, de rafael cabrera, emeequis, 19 de agosto de 2013

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EMEEQUIS | 19 DE AGOSTO DE 2013 22

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    Por Rafael CabReRaIlustracIn: MaRCos Gonzlez

    La desconocida historia de

    La fuga de eLena

    garrodos datos nada menores para recordar a la escritora:

    su novela Los recuerdos del porvenir se public hace medio siglo y el 22 de agosto se cumplen 15 aos de su muerte. Su

    obra an se ensombrece por la etiqueta de traidora que se le colg despus del movimiento del 1968, lo que la orill a huir de Mxico, viaje del que, de muchas maneras, nunca

    regresara.

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    Ral Urgells extiende con firmeza su mano derecha y despliega una sonrisa ensaya-da. El abogado es casi una rplica del aca-dmico Ren Drucker. Mientras invita a pasar a la sala de juntas de su despacho, se mueve con esa prisa casi natural de los abogados, como si con cada segundo estuviera perdiendo dinero.

    As que quiere saber sobre la escritora Elena Garro Yo la trat poco, hace muchos aos.

    Urgells y un grupo de amigos eran parte de las pocas personas que visitaban a Garro y su hija, Helena Paz, en un apartamento del edificio marcado con el nmero 222 de la calle Taine, en Polanco. Era 1972 y la escri-tora viva en el ostracismo, luego de haber sido acusada por el gobierno mexicano de ser parte de los instigado-res del movimiento estudiantil de 1968.

    Yo, la verdad, me aburra un poco, porque ella siem-pre quera jugar el I Ching. Estaba muy angustiada por su situacin y la de su hija. No tenan dinero, su familia y sus amigos no las frecuentaban. Estaban aisladas

    El I Ching, tambin llamado El libro de las mutaciones, es un antiguo libro adivinatorio chino mediante el cual se cree que es posible predecir el futuro. A travs de la combinacin de los 64 hexagramas que lo integran, se describe la situacin presente de quien lo consulta y cmo se resolver el futuro si se adopta la posicin co-rrecta.

    Sin embargo, fue por otra va cmo Garro tom la decisin que la dej marcada de por vida.

    La maana del 29 de septiembre de 1972 madre e hija tenan lista su huida de Mxico. El plan estaba listo y deban ser puntuales. A las 6 de la maana el timbre son tres veces. Era el chofer que, enviado por un par de amigos, las llevara a Estados Unidos.

    Slo haba una condicin: deban cruzar antes de medianoche la frontera con Texas, donde un grupo de policas fronterizos las dejara pasar sin pedirles papeles migratorios.

    Por qu decidieron salir ilegalmente del pas? Garro asegur en su momento que alguien, sin mencionar ningn nombre en particular, le advirti que se haba orquestado una operacin para asesinarla.

    Ese alguien fue Ral Urgells. El mismo hombre que ahora sonre apoltronado sobre una silla de cuero negro.

    * * * Lo que ocurri a la escritora Elena Garro y a su hija en los das posteriores a la matanza de Tla-telolco es conocido y es el origen de su leyenda negra: el lder del Consejo Nacional de Huelga, Scra-tes Amado Campos Lemus, la acus de ser una infil-trada en el movimiento estudiantil, apoyada por el ex presidente del PRI, Carlos Madrazo, y otros polticos, para desestabilizar al gobierno de Gustavo Daz Ordaz.

    La acusacin caus conmocin, pero la reaccin de Garro escandaliz. Tras huir de su casa, se ocult en un departamento, en la colonia Jurez, donde dio una conferencia para refutar a Scrates: no fue ella, sino los intelectuales de izquierda quienes movilizaron a los jvenes.

    Ella asegur despus que en la conferencia no dijo nombres, pero al da siguiente algunos diarios seala-ron a Jos Revueltas, Rosario Castellanos, Leonora Carrington, Heberto Castillo, Carlos Monsivis

    La comunidad intelectual le dio la espalda y la acu-s de traidora. Un halo maldito se tendi sobre ella.

    Luego de sus declaraciones fue detenida por la po-lica poltica, la Direccin Federal de Seguridad (DFS). Segn sus diarios, la tuvieron en un stano y en el Ho-tel Casa Blanca, cercano al Monumento a la Revolu-cin.

    Desde ah, su hija Helena escribi la polmica carta contra su padre, Octavio Paz, en la cual lo criticaba por renunciar como embajador de Mxico en la India.

    Tras esos acontecimientos, la biografa de Garro se volvi mnima y confusa, pero fue dejando pistas en su obra, diarios y entrevistas. Fue a la investigadora Luca Melgar a quien cont qu hizo tras salir de la DFS: Me fui a un convento, all en la (Colonia) Flori-da.

    No dio ms datos. Pero el convento s existe. Es ms: an vive una de las monjas que las alberg. Se trata del Monasterio de la Virgen Dolorosa, en la calle Horten-sia nmero 71.

    Yo las conoc confes al telfono la hermana Ma-ra de Lourdes. La seora Garro y su hija estuvieron aqu hace muchos aos, las escondimos

    Despus de gestionar un permiso con la madre su-periora, la hermana pudo hablar. El convento es una

    a cuatro dcadas de distancia, hablan por primera vez quienes en 1972 la ocultaron y ayudaron a cruzar ilegalmente hacia eu junto con la hija

    que tuvo con octavio Paz. en su xodo se deshizo de casa, manuscritos y hasta un retrato de ella dedicado por Jorge Luis Borges y otros. ella

    afirm entonces que un estudiante de la unaM le advirti que planea-ban matarla. l, ahora un exitoso abogado, proporciona su versin. esta

    es la historia no conocida de la fuga de elena garro.

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    residencia con muros de cantera y un gran jardn al centro.

    La hermana espera en una habitacin adornada con helechos, un Sagrado Corazn y veladoras en vasos de color rojo que generan una atmsfera naranja y clida. Es bajita, morena y su rostro, con profundas arrugas, se encuentra enmarcado por el hbito caf, del cual asoman mechones de cabello grisceo.

    La hermana Celina, que ya falleci, fue quien las trajo. Tena unos donativos por Polanco y las Lomas, y suponemos que por ah las conoci. Su deseo era quedarse con nosotras, estar en un sitio seguro, pero no haba espacio.

    Estaban muy asustadas y las ayudamos a rentar un apartamento amueblado en un edificio que acaba-ban de construir al lado, cuenta.

    Garro y Helena se volvieron parte de la vida de las religiosas, quienes les llevaban de comer o las invita-ban al convento.

    Supimos que andaban escondindose por algo del movimiento de 1968. Nunca supimos bien qu, hasta ellas estaban confundidas. Siempre estaban temero-sas, sentan que las vigilaban. Nunca nos dimos cuen-ta en qu nos estbamos metiendo, porque nos decan que la polica y los polticos las perseguan. Para noso-tras fue natural ayudarlas sin pensar en las consecuen-cias, narra la hermana.

    Pero as como llegaron, un da desaparecieron: Es-tuvieron en ese departamento unas semanas y un da se fueron, ni se despidieron. Dijeron que nos iban a dejar sus datos, pero nunca supimos nada.

    Tiempo despus, Garro envi un agradecimiento: cinco muebles que an conserva el convento. Un trin-chador se coloc en la sacrista; un secreter y una ca-jonera lucen en el amplio comedor, y dos mesas se acomodaron en las habitaciones de las monjas.

    Adems, envi un regalo que fue ms una molestia. Tambin nos mand una alfombra muy bonita y la pusimos en la capilla del Santsimo, pero ola muy fuer-te a la orina de sus gatos y nunca pudimos quitar el olor. Mejor la tiramos, recuerda con una discreta sonrisa.

    * * * Durante aquella poca, Garro se fue deshaciendo de sus pertenencias. La falta de dinero y de tra-bajo era su obsesin. A eso se sum la muerte de Carlos Madrazo en el sospechoso avionazo en un cerro cercano a Monterrey.

    Para enfrentar las carencias, remat uno de sus ob-jetos ms preciados: el retrato que le hizo Juan Soriano. Despus vendera otros dos retratos de ella: uno, au-tora de Jos Antonio Pelez, y otro de Ramn Gaya, ambos exiliados espaoles.

    Segn sus diarios, Garro entreg el Soriano al mer-cante cataln Ricardo Mestre, El Anarquista, quien logr colocarlo por escasos 8 mil pesos. Aos despus, el cuadro se reintegr a la coleccin de la Fundacin Juan Soriano.

    Qu pas con los retratos de Gaya y Pelez? Del primero, se desconocen rastros y, al parecer, se vendi en Espaa. Del de Pelez se tiene registro gracias a que fue rescatado en dos volmenes publicados por la UNAM y la SEP, aunque originalmente se public en el libro 21 Mujeres de Mxico, editado en 1956.

    En ese volumen, Pelez reuni retratos de las divas y artistas de la poca: Lola lvarez Bravo, Guadalupe Amor, Frida Kahlo, Isabela Corona, Lupe Marn y Do-lores del Ro, entre otras. Como si la larga lista de mu-sas no bastara, el libro iba acompaado de textos sobre estas mujeres escritos por Diego Rivera, Octavio Paz, Rodolfo Usigli, Luis Cardoza de Aragn y otros.

    De Pelez no se conserva mucha informacin, salvo una noticia que data de 2001, en la que se reseaba una exposicin de su obra en las instalaciones de la Universidad Autnoma Metropolitana. El organizador era su sobrino, Sergio Pelez Farell, quien funga como director de comunicacin de dicha universidad.

    Tras varias bsquedas, su hermano Julio Pelez Fa-rell, pintor como su to, accedi a hablar.

    No es un libro como tal, es ms una carpeta, y es inconseguible. Se edit en los cincuenta y no ha vuel-to a editarse. Yo conservo el ejemplar de la familia

    Dentro de la carpeta, los retratos estn sueltos y pueden manejarse individualmente. Un texto de Al-fonso Reyes acompaa el retrato de Pita Amor. Las lneas de Rivera van unidas al de Kahlo. Pero el de Garro destaca. Aunque el texto que lo acompaa es escueto, fue escrito a cuatro plumas: Jorge Luis Borges, Jos Bianco, Jos Bergamn y su amante, Adolfo Bioy Casares. Los textos, brevsimos, de una lnea, casi como versos, muestran sus impresiones sobre Elena y que haban quedado olvidados durante ms de medio siglo.

    Estas son las dedicatorias, acompaadas por las fir-mas de sus autores:

    Elena, la ms feliz aventura de la creacin. Adolfo Bioy Casares.

    Elena, one of the unhappy few. Jos Bianco. Elena, no conocida y ya extraada. Jorge Luis Borges. Elena, la cabeza a pjaros, el arte de birlibirloque, pa-

    jarita de papel. Jos Bergamn. El destino del retrato original se desconoce: Mi to

    regal los originales a cada una. No sabemos qu pas con el de Garro, porque ella vivi en condiciones muy

    Supimos que andaban escondindose por algo del movimiento de 1968. Nunca supimos

    bien qu, hasta ellas estaban confundidas. Siempre estaban temerosas, sentan que las

    vigilaban

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    Aunque el texto que acompaa el retrato de Elena Garro es escueto, fue escrito a cuatro plumas: Jorge Luis Borges, Jos Bianco, Jos

    Bergamn y Adolfo Bioy Casares

    DEDICATORIASLOS CUATRO ESCRITORES

    DEJARON SUS IMPRESIONES SOBRE GARRO

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    difciles y seguro lo vendi. Cuando estaba en su exilio o autoexilio, no me queda claro, busc a mi padre y a mi to, y le enviaron algo de dinero.

    A la investigadora Gabriela Mora, Garro le propor-cion una pista: lo habra vendido por 4 mil pesetas a Federico lvarez Arregui. Quin es l? Se trata del director de la revista Literatura Mexicana, editada por el Instituto de Investigaciones Filolgicas de la UNAM. En respuesta a un mail, lvarez Arregui slo confirm que convivi con Garro en Espaa, en los setenta: No s quien haya inventado semejante historia. Desgra-ciadamente, yo no tengo ningn cuadro de Elena Garro. Fue una maravillosa escritora.

    * * * Entre 1970 y 1971 se supo poco de las Elenas. Se conoce que estuvieron en Monterrey y Torren, e incluso en Houston y Nueva York, pero no exis-ten detalles. Hacia 1972 se instalaron en Taine 222 gracias al apoyo de una pareja amiga, los Solana.

    Una sobrina del matrimonio, Carmen Arruza Sola-na, es la actual duea del edificio y accedi a contar su versin. Las recuerda aterradas y fantasiosas.

    Estaban paranoicas, decan que las perseguan y vigilaban. Acusaron a Pancho, el portero, de ser espa del gobierno. El hombre tena 60 aos y apenas poda hablar y estar de pie! Estaban muy solas. Helena Paz estaba muy enferma y la seora Garro fumaba dema-siado. Haba mucha angustia de su parte y eso las haca ver cosas que no eran reales.

    De un da para otro, Garro y su hija desaparecieron sin despedirse ni entregar el departamento, igual que lo que pas en el convento.

    Mi ta me cont que vino una mudanza por sus co-sas y ellas se fueron sin decir adis. Despus supimos que estaban en Nueva York y que Helena Paz tena cncer. A su juicio, madre e hija eran un par de mu-jeres asustadas, que exageraban y en muchos casos convencan a los dems de sus dichos.

    En ese mismo departamento las visitaban los estu-diantes de la UNAM, segn anot Garro en sus diarios, editados por su bigrafa, Patricia Rosas Loptegui. Entre los nombres que dej Elena, hay uno que desta-ca: Ruperto El Pato Patio Manffer, ex director de la Facultad de Derecho de la UNAM.

    Patio Manffer estudi en la facultad hace ms de 40 aos. Cursaba la mitad de la carrera cuando irrum-pi el movimiento estudiantil. Como muchos jvenes, se sum a las marchas. Su sobrenombre trascendi hasta convertirse en un personaje de la literatura de Garro. En el relato El nio perdido, de Andamos hu-yendo Lola, aparece un grupo de estudiantes que ayu-dan a las protagonistas, Lelinca y Luca, los alter ego de Elena y de su hija, entre ellos un joven identificado precisamente como El Pato.

    Sentado en su oficina, con una gran barba entrecana, Patio Manffer re y admite ser el personaje del cuen-to. Narra por primera vez:

    Con unos amigos tenamos un club de lecturas. Una vez fuimos a la oficina del ingeniero Norberto Aguirre Palancares, que era el encargado de Asuntos Agrarios, y ah conocimos a Elena Garro y a su hija.

    Segn el universitario, Garro se senta menospre-ciada por no poder publicar y por la falta de dinero. Durante sus plticas, dio su versin del 68:

    Sostena que los estudiantes fuimos usados. Los engaaron, los agarraron de peones. Aseguraba que el pleito fue entre el gobierno, el PRI y los grupos de poder, y usaron a la universidad y los jvenes. A los jvenes es muy fcil convencerlos cuando se pone por delante un ideal, recuerdo que dijo y me impact mu-cho. Y lleg a tener algo de razn

    Junto a Patio Manffer y Federico Zamora, haba otros dos jvenes que formaban el grupo de amigos. Ral Mndez, de quien no se tienen pistas, y Ral Urgillez, como lo anot Garro en sus diarios. Pero El Pato corrige: el apellido correcto es Urgells y, segn escribi Garro, fue quien le advirti que iban a matar-la.

    * * * As lleg septiembre del 72. Adems de enviar en avin a sus gatos a Argentina, donde fueron recibidos por Borges, Bioy Casares y Bianco, Garro decidi firmar su testamento para proteger su obra en caso de muerte. Tanto era su miedo.

    En un libro que recoge su correspondencia con la escritora, la acadmica Gabriela Mora revel que Ele-na acudi a la Notaria 35, en el Centro Histrico del DF, y dej como beneficiario de toda su obra a Adolfo Bioy Casares, a quien llam el amor de su vida.

    Existe el testamento? La va para confirmarlo es el Archivo de Notaras, que depende de la Consejera Jurdica del Gobierno del DF. La respuesta fue tajante: no importa que Garro haya fallecido en 1998 ni que se hubiera hecho valer su ltimo testamento, el docu-mento de 1972 slo pueden conocerlo su hija o el apo-derado. Tras insistir, se abri una pequea posibilidad: confirmar si exista o no el papel, sin ahondar en su contenido. Y as ocurri. Das despus, un funcionario de la Consejera estaba al telfono.

    El documento s est en el archivo, con la misma fecha.

    Elena no haba mentido. Por ley, el documento po-dr ser pblico hasta que pasen 30 aos de su muerte, es decir, en 2028.

    Quines le ayudaron a salir de Mxico? Garro fue dejando pistas, algunas maquilladas, hasta que confe-s en una carta a Mora: Roberto Balderas, dueo de Transportes Balderas, y su socio Jos Luis Castillo Sentes, sobrino del entonces regente del DF, Octavo Sentes, fueron sus cmplices.

    Roberto Balderas hijo, actual encargado de la em-presa, acept hablar. Es corpulento, de baja estatura y un rostro duro que parece examinar cada palabra.

    Supimos muchos aos despus esa historia. Mi

  • pap nos la cont con discrecin, quizs para no invo-lucrarnos o tener un problema con el gobierno.

    La ayuda consisti en pasar a Garro y su hija a EU sin papeles, gracias a los contactos que tena en la aduana. Adems, la empresa se encarg de vaciar su casa y de guardar sus pertenencias en una bodega.

    Antes era muy fcil pasar a gente sin papeles, no como ahora. l debi verlo como un servicio especial porque puso su auto, un Ford Galaxy del 69. Cruzaron el puente de Nuevo Laredo y de ah fueron a Houston, donde el chofer las dej, explica.

    En julio de 1997 falleci Balderas padre, cuando Garro y su hija tenan cuatro aos de haberse reinsta-lado en Cuernavaca y an no recuperaban sus perte-nencias. Despus de la muerte de Garro su hija busc obtenerlas.

    Le comentamos que habra que buscar y quiz no las tendramos, pues el contrato deca que si en tres meses no se pagaba el adeudo, tenamos derecho a venderlas Y haban casi pasado 30 aos.

    Un da, el encargado del almacn subi a la oficina de Balderas. Haba encontrado algo.

    Haba cajas y cajas de libros, fotos, papeles y recor-tes de peridicos sobre el movimiento de 1968, hasta trastes de cocina...

    El hombre tom un libro y se sent a leer sobre una de las enormes bsculas industriales del almacn.

    Era su diario de joven, tena 17 o 18 aos, y el tema principal era que no se quera casar con Octavio Paz. Le interesaba otro hombre, no recuerdo cmo se llamaba. Era un libro pequeo de hojas delgadas y con letra ma-nuscrita muy fina. Me conmovi, haba mucha tristeza.

    Cuando Balderas inform a Helena del hallazgo, ella dijo que no tena dinero para pagarle. Pero insisti tanto que slo cubri el costo de la gasolina para que llevaran sus cosas a Morelos.

    La historia de la familia Balderas con Garro no aca-ba ah. Roberto aconsej hablar con su madre, Lidia Balmas de Balderas, quien saba ms.

    La viuda de Roberto Balderas es una mujer de ms de 70 aos, de cabello blanco ensortijado y de memoria y hablar lcidos. Frente a ella, sobre el

    escritorio, haba una bolsa transparente de la cual se asomaban unos documentos envejecidos.

    Conserv este expediente porque es muy intere-sante dice mientras desdobla los papeles.

    Eran las pruebas de la fuga de Elena Garro: la orden original para vaciar su casa el 28 de septiembre de 1972, firmada por Castillo Sentes. Y un inventario de sus pertenencias: 56 cajas, piezas de sus muebles, sus libreros, refrigerador, trastes

    Pero eso no era todo, tambin tres cartas que Garro envi a la familia y que no se conocan.

    La orden del servicio an est sujeta con un broche y lleva una etiqueta con el nombre Elena Paz Garro. La hoja inicial dice: Recoger en punto de las 3:00 PM de la direccin antes mencionada, llevar 8 cajas libros, mismos que recogern y traern a bodega tambin junto con 45 cajas que se encuentran ah.

    INVENTARIO Y CARTAS

    Las pertenencias que dej Elena

    Garro en su departamento

    de Polanco

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    Son tres las cartas que Garro envi a Roberto Balderas. La primera, fechada el 25 de diciembre de 1976, muestra desesperacin:

    Estimado Seor Balderas: S que le debo a usted dinero por el almacenaje de

    mis muebles, libros, etc. No tengo dinero para pagarlo pero en su almacn dej varias maletas que contienen plata sterling. ()

    Le digo esto porque estoy pasando por un verdadero calvario, a mi hija la operaron por cuarta vez este ao que termina y ahora est escupiendo sangre. Es decir, tose y echa chorros de sangre. Como es mexicana no tiene derecho al seguro social, y yo no tengo ni para darle de comer, estoy desesperada pues hace ya ms de 8 aos que no trabajo y que llevo una vida que no le deseo ni a mi peor enemigo.

    Quiere usted coger la plata, venderla lo mejor que pue-da, cobrarse lo que le debo y enviarme el resto? () No le propongo nada perjudicial para usted, sino tratar de pa-garle y que usted me ayude por caridad de Cristo ()

    Elena Garro.

    La segunda carta fue escrita el 30 de diciembre de ese mismo ao y la ltima el 5 de enero de 1977. Am-bas son breves y slo reflejan la carencia econmica que vivieron en Espaa, al grado de llegar a un asilo para indigentes.

    * * * Elena Garro escribi en su diario, en 1974: Hoy, hace tambin dos aos, en este da que era jue-ves, estaba preparando mi huida de Mxico. Ral Urgillez (sic) me haba dicho que iban a matarme. Helenita estaba en cama con hemorragias tremendas. La casa de Taine estaba quieta. Nadie nos visitaba.

    Qu fue de Ral Urgells? Gracias al apoyo de Ru-perto Patio Manffer, fue posible localizarlo. Ahora tiene ms de 50 aos, es abogado y despacha en Po-lanco. La entrevista se realiza en su oficina, a donde llega vistiendo un traje negro.

    En 1972, Elena tena 55 aos. Su belleza se haba transformado en un rostro desolado y su cabello rubio comenzaba a tornarse entrecano. Helena Paz iba a cumplir 33 aos y le acababan de diagnosticar cncer de matriz.

    Urgells recuerda desmejorada a la escritora: Pa-reca una anciana. Fumaba y fumaba, y el departamen-to tena un mal olor por el cigarro y los gatos que an-daban en todos lados. Saba que fue muy elegante y con dinero, y eso contrastaba con su imagen descui-dada.

    El abogado se deja llevar por el gusto de contar su juventud: sus aos en la Facultad de Derecho, sus ami-gos y como vivi el movimiento estudiantil y los Juegos Olmpicos de 1968. Luce despreocupado sobre su silla de cuero, reclinado y con las manos cruzadas detrs de la nuca.

    En un momento invita a pasar a su privado. Ah, ado-sada a una de las paredes, seala una foto en blanco y negro de tres jvenes con patillas pobladas, lentes de pasta, suteres de cuello de tortuga y sacos de pana con parches en los codos. La moda de finales de los sesenta. Eran l, Patio Manffer y otro de sus amigos. Al fondo se vean las islas de CU.

    Al volver a la sala de juntas, el tema llega a la pltica: la huida de Garro y los motivos que ella narr. Urgells escucha atento y toma el libro que recoge el apunte de la escritora donde lo involucr en su escape. Coloca un dedo sobre la lnea y lee en silencio.

    Ella escribi que se fue de Mxico porque usted le advirti que iban a matarla

    Urgells abre los ojos con espanto y su mirada se pierde en un recuerdo que parece materializarse fren-te a l. Con rapidez agacha la cabeza y la oculta entre sus brazos, como si estuviera asustado. Tendido sobre la mesa de vidrio, recuerda a un nio regaado. No dice ni una palabra y as pasa ms de un minuto hasta que se endereza. Su pecho se inflama y luego exhala. En un mismo movimiento, abre los ojos y la boca:

    No puedo decir que le dije eso pero tampoco puedo negarlo.

    En su cuerpo se aprecia un dejo de pesadumbre. De la afabilidad de minutos antes, ahora luce malhumo-rado y su voz se vuelve seca, como si muchos aos le hubieran cado de golpe:

    Nunca supe de una conspiracin para matar a la seora Garro, eso sera algo muy grave. Pero s pude decirle que por los problemas en que estaba metida, su vida corra peligro y podran matarla. Pero nunca para asustarla. Nunca pens que yo tuviera una responsa-bilidad as

    Hacerle otras preguntas resulta intil. A cada una, Urgells slo atina a responder con monoslabos o mo-vimientos de cabeza, como si hubiera algo que nunca contar. Ahora sus ojos brillan con reproche, a punto del llanto.

    Ya no hay manera de sacarle ms palabras

    * Segmentos de este texto forman parte de una inves-tigacin acadmica realizada durante 2011 por el autor.

    S que le debo a usted dinero por el almacenaje de mis muebles, libros, etc.

    No tengo dinero para pagarlo pero en su almacn dej varias maletas que contienen

    plata sterling