la poesÍa de los Árboles. antologÍa universal de poemas de los Árboles y el bosque

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La poesía de los árboles Antología universal de poemas de los árboles y el bosque Selección de Ignacio Abella Ilustraciones de Leticia Ruifernández

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Se trata de una obra que trata de recoger algunos de los poemas más inspirados de la literatura universal, que tienen como motivo central el árbol o el bosque. La selección está hecha al margen de toda ideología y ha primado sobre todos los demás criterios el poético, ya sea por la descarnada desnudez de la belleza, por la trascendencia o la profundidad filosófica, por el ritmo o el contenido. Ciertamente no están todos los grandes poemas y poetas del árbol y sin embargo hay una representación de algunas de las poesías más sublimes de los autores más reconocidos, junto a cantos populares anónimos o poetas del pueblo que no han publicado ni recibido ningún premio pero que tienen la virtud de tocarnos con sus versos en lo más hondo.

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Page 1: LA POESÍA DE LOS ÁRBOLES. ANTOLOGÍA UNIVERSAL DE POEMAS DE LOS ÁRBOLES Y EL BOSQUE

La poesía de los árbolesAntología universal de poemas

de los árboles y el bosqueSelección de Ignacio Abella

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El arte y la poesía son, posiblemente, los lenguajes que nos permiten

entender de un modo más completo y profundo al árbol y al bosque.

El sentimiento poético transforma nuestra relación con el entorno y

nos ayuda a recobrar la pasión por la vida y el horror por su destrucción. En una sociedad y un mundo que

se precipitan hacia ninguna parte, la poesía puede ser un recurso vital para

recuperar la cordura.

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La poesía de los árboles

Selección de Ignacio AbellaIlustraciones de Leticia Ruifernández

Título: La poesía de los árboles

© de los textos: sus autores.© de las ilusraciones: Leticia RuifernándezSelección de los textos: Ignacio Abella

Edición: La Editorial de Urueña, Castilla Tradicional S.L.

1ª Edición: Diciembre de 2010

Diseño: Leticia RuifernándezMaquetación: Consultoría CreativaImpresión:

ISBN: 978-84-96042-xx-xD.L.: SA-xxx-2010

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Para mi padre, con todo mi cariño.

Y para Elsa Varela, por los árboles y por la poesía.

L.R.

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Introducción

Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos

Pablo Neruda

Todas las teorías son grises; solamente está lozano el árbol dorado de la vida.(Johann Wolfgang Von Goethe)

Cuenta la leyenda que Lao Tse peregrinaba con sus discípulos y un día los viajeros llegaron a un bosque que acababan de talar los leñadores. Tan solo quedaba sobre la tierra vacía un árbol enorme. Era tan grande que diez mil personas podían sentarse a su sombra. Cuando preguntaron por qué habían respetado este árbol magnífico, les respondieron que sus ramas estaban llenas de nudos y su madera ni siquiera servía para hacer leña porque daba mucho humo.

- “Sed como este árbol –dijo entonces el maestro-, completamente inútiles y así creceréis grandes y miles de personas se acogerán bajo vuestra sombra. Sed los últimos. Moveos en el mundo como si no estuvierais. No compitáis ni tratéis de probar que sois dignos. No es necesario. Sed inútiles y gozad.”

La antología que aquí proponemos tiene mucho que ver con esta filosofía. No hay herramienta tan inútil como la poesía, y por ello, a través de los siglos, su impulso creador perdura y resulta paradójicamente útil y hasta imprescindible para que germine y crezca lo que verdaderamente impor-ta. Más aún, en este mundo materialista donde la racionalidad excluyente ha tomado las riendas y nos dirige desbocada a un precipicio, se diría que tan solo la poesía y la percepción de la belleza y de otros valores, pueden poner un poco de cordura y quizá ayudarnos a sobrevivir.

En ausencia de lo sagrado, nada es sagrado, todo está en venta, decía Oren Lyons, en referencia a la desconexión del ser humano con la naturaleza y a nuestro devastador efecto. Hemos perdido el sentido de lo sagrado y ya no creemos en los viejos dioses y genios que en ocasiones ejercían una función protectora de los seres y lugares naturales. Las viejas religio-nes sucumben bajo la pesada carga de doctrinas y jerarquías. Cifran las esperanzas en el más allá, en próximas vidas o en la “liberación” del ser humano, olvidando que somos parte inseparable de esta Tierra y nues-tras raíces se nutren de la tierra jugosa de nuestros antepasados, a la que regresaremos en un círculo perfecto.

Quizá aún nos queda la visión poética para redimirnos y tratar de en-contrar los caminos con corazón, el rumbo que nos permita sobrevivir y convivir relacionándonos de forma honesta entre nosotros y con lo otro. La naturaleza y la belleza, son guías excelentes que nunca decepcionan a quienes las buscan y el árbol es uno de los elementos más universales y esenciales de inspiración para la poesía de todos los tiempos. En el árbol confluyen todos los mundos y anida permanentemente la poesía.

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Es cierto sin embargo que tras la selección, nos encontramos con el de-nominador común del compromiso social o ecológico de muchos de los autores que no solo se han dedicado a la poesía sino que han defendido su entorno, natural, social, ideológico, etc., en ocasiones hasta el exilio, la cárcel o la muerte. Las notas al final servirán para aclarar alguno de estos puntos aunque no hemos querido explicar demasiado para que sean los propios poemas los que se expresen en toda su desnudez y elocuencia.

Por otro lado, no debe extrañar que algunos de los autores: Hamid Ti-bouchi, Miró, Wang Wei, sean pintores incluso antes que poetas. La línea entre ambas artes es muy tenue cuando se trata de árboles y bosques y la mirada del poeta y el pintor no dejan de confundirse y complementar-se. Es por ello que una artista de la talla de Leticia Ruifernández, que ha ilustrado esta obra, parece escribir poemas paralelos y no menos inspirados que los originales. En ocasiones se diría que la ilustración fue antes que la poesía, dada la frescura y la fuerza arrebatadora de los colores. Dice John Berger: “El dibujo de un árbol no muestra un árbol sin más, sino un árbol que está siendo contemplado. Mientras que la visión del árbol se registra casi de forma instantánea, el examen de la visión de un árbol (un árbol que está siendo contem-plado) no solo lleva minutos u horas en lugar de una fracción de segundo, sino que además implica una gran parte de la experiencia de mirar anterior, de la cual se deriva y a la cual hace referencia...”

Manuel Bahillo, ha sido el editor, instigador y alma mater de la obra. Sin él, sencillamente este trabajo no existiría. Debemos por otro lado nuestro agradecimiento a Juan Antonio Moreno que ha ayudado y aconsejado en la maquetación, a cargo de Carmen García Martín. La gestión de derechos, muy compleja por la diversidad de procedencia de autores, ha corrido a cargo de Leticia López Cuevas y Cristina Blanco Sierra.

Y para terminar es obligado mentar y reconocer a quienes nos han pre-cedido y mostrado el camino en este empeño de las antologías de poemas de árboles. Que sepamos el pionero fue Enrique Loriente Escallada con su magnífica obra: El árbol en la Poesía Castellana (Ediciones Tantín, 1992). Obra que más tarde revisaría, corregiría y aumentaría Jordi Bigues quien con el mismo título preparó una segunda edición como homenaje a la gran labor divulgativa y científica de Enrique Loriente (Ediciones Tantín/ Maderas Nobles de la Sierra de Segura. Santander, 2003). El mismo autor, Jordi Bigues recopila y edita posteriormente otra antología de poemas del árbol que incluye la biografía de los poetas: Els arbres a la poesia catalana. Editorial 3i4. València, 2007. A ambos autores nuestra gratitud.

Ya en las primeras páginas de su obra magna, La Diosa Blanca, Robert Graves expone su tesis de una poesía “verdadera”, inspirada en la natura-leza, la Diosa y el conocimiento de la mitología; frente a la poesía sinté-tica y racional. A partir de aquí nos guía a través de alfabetos de árboles e intrincados bosques que son hogar de las Musas y reino de la Diosa Blanca. “La Diosa no es ciudadana; es la Señora de las Cosas Silvestres, merodeadora de las cimas boscosas”, dice el autor y todo su libro es una oda a la libertad y la independencia del poeta que debe buscar y encontrar la sabiduría al pie de los árboles. En este sentido muchos antiguos mitos relacionan el conoci-miento de las letras, las runas y todo tipo de alfabetos, con el árbol que da nacimiento a la poesía y la inspiración y forma en el paisaje frases y versos no menos inspirados que los humanos. Entre las raíces del gran Árbol del Mundo, el mítico Yggdrassill, el dios poeta Odín busca periódicamente la inspiración y la sabiduría que se encuentran en la fuente de la Memoria, según rezan las Eddas nórdicas que contienen en sus versos las claves de arcanas ciencias.

Pero junto a la poesía cargada de leyenda, sentido y filosofía, encontraréis en estas páginas la sensualidad y la vitalidad de poetas como Juana Ibarbourou o la percepción escueta y desnuda de los poetas japoneses; y es que la poesía hunde sus raíces en la totalidad de las formas de percepción y entendimiento del ser humano y coloca en términos de igualdad a nuestras inteligencias ra-cional, emocional, simbólica, mítica… También veremos en estas páginas que los poetas y poetisas más desconocidos y humildes, hablan de tú a tú con los más grandes, laureados y reconocidos. En nuestra opinión la trascendencia y la capacidad de traspasarnos, es el signo que distingue a los verdaderos poetas, aunque no hayan publicado un verso ni aceptado o recibido un solo premio o aunque escriban con faltas de ortografía.

La búsqueda emprendida para completar la antología ha supuesto un viaje gozoso, y al mismo tiempo arduo y doloroso, por todos los poemas y poetas que sencillamente no han cabido en esta lista necesariamente limitada. Hay faltas que al lector le parecerán imperdonables y no vamos a justificarnos demasiado a sabiendas de que, sin duda, cada persona haría una antología diferente. Pero se nos ocurre, para explicar la crudeza del problema, el dilema que supondría escoger los árboles más hermosos o notables del planeta.

En cualquier caso sí conviene señalar que en la selección presente no se han tenido en cuenta credos ni idearios, en la convicción de que la poesía brota en todos los árboles y los poetas son hijos de toda clase de semillas. Por eso hemos querido hacer de este un bosque silvestre y diverso en el que los grandes árboles y los pequeños árboles y los que dan fruta y los que olor y los que madera y los que fuego… se reúnan para formar una selva palpitante, de belleza y corazón profundos.

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En este suelo extranjera. Atribuido a Abderrahmán I ................................ 102Panoramas. Mariana Amato ..................................................................... 104Tres árboles. Gabriela Mistral................................................................... 106El libro de la naturaleza. César Vallejo ...................................................... 108Leve es la primavera. Usuda Arô .............................................................. 110Árboles. Pilar Junco ................................................................................. 112Sofía. Nâzim Hikmet .............................................................................. 114Árboles. Adrienne Rich .......................................................................... 118Entonces soy los pinos. Idea Vilariño ....................................................... 120El bosque amigo. Paul Valery ................................................................... 122Lebeña sin el tejo. Covadonga Vejo .......................................................... 124El grito de los ogoni. Ken Saro Wiwa ...................................................... 126No me dejes partir viejo algarrobo. Atahualpa Yupanqui .......................... 128Bajo la sombra del cerezo. Kobahashi Issa ................................................ 130Canto de la sequoia. Walt Withman ......................................................... 132En el bosque sin horas. Jules Supervielle .................................................. 134Es la hora del adiós. Antonio Rigo .......................................................... 136Tarde de otoño. Matsuo Basho ................................................................ 138Canción fúnebre. Francisco de Quevedo ................................................. 140En el encinar. Jose María Gabriel y Galán ................................................ 142El árbol menos. Pedro Salinas .................................................................. 144Cortaron tres árboles. Federico García Lorca ........................................... 146Árbol en algún bosque. Ana María Mayol ................................................ 148Soleá. Canto popular andaluz .................................................................. 150Homenaje al viento y a los árboles. Adonis .............................................. 152Junto al árbol. Kim Namjo ...................................................................... 158El árbol de mango. Igor Barreto ............................................................. 160El árbol en tu ventana. Patricio Aguilar .................................................... 162Chopo de invierno. Dámaso Alonso ........................................................ 164Exitían tus manos. Antonio Gamoneda .................................................... 166No basta abrir la ventana. Fernando Pessoa .............................................. 168El árbol que andas buscando. Yalal ad-Din Muhammad Rumi .................. 170

Notas ..................................................................................................... 173

Índice

Cuando la puerta de acuerda. Hamid Tibouchi .......................................... 10Carne inmortal. Juana de Ibarbourou ........................................................ 12 Árboles hombres. Juan Ramón Jiménez ..................................................... 14Cuando llegaron sus verdugos. Jan Martínez .............................................. 16El adiós. Guillaume Apollinaire ................................................................ 18Cuando muera. Poema anónimo del Congo ............................................. 20Para mí un árbol. Joan Miró ..................................................................... 22Árboles. Federico García Lorca ................................................................ 24El pino de la corona. Juan Ramón Jiménez .............................................. 26Canción de un árbol. Rudyard Kipling ...................................................... 28Árbol azul. Joumana Haddad ..................................................................... 30Solo el hombre. Pablo Neruda .................................................................. 32El hombre blanco. Mark O’Connor .......................................................... 34El viejo árbol. Hsu Ning ........................................................................... 36Los almendros. Yannis Ritsos ..................................................................... 38Árboles. Elena Córdoba ........................................................................... 40¿Cómo es la vida? Marcos Ana ................................................................. 42Carta del Jefe Seattle. Jefe Seattle ............................................................... 44Bosque. Ángel González ............................................................................ 46Archipiélago otoñal. Tomas Tranströmer .................................................... 48Esta canción estaba tirada por el bosque. Franklin Mieses Burgos ................... 50El álamo. Vicente Aleixandre ..................................................................... 52Han descuajado un árbol. Rafael Alberti .................................................... 56Los árboles. Philip Larkin .......................................................................... 58Los robles. Friedrich Hölderlin .................................................................. 60Tejos. William Wordsworth ........................................................................ 62Amo los árboles. Aurelia Snaidero .............................................................. 64Primavera nórdica. Edith Södergran .......................................................... 66Olvido. Jorge Teillier ................................................................................. 68El espino solitario. Canción popular húngara ............................................. 70Árboles. Herman Hesse ............................................................................. 74Perpetua encarnada. Octavio Paz ............................................................... 78Mi otoño. Wang Wei ................................................................................. 80Una olma vieja. Camilo José Cela ............................................................. 82Los robles. Rosalía de Castro ..................................................................... 84Un arbolillo era este pino. Saigy ............................................................... 86Apariencia de árbol. Yolanda Blanco .......................................................... 88Blanquiazul. Pura del Prado ...................................................................... 90Puede ser sin título. Wislawa Szymborska ................................................... 92 Un pino. Mikhail Lérmontov .................................................................... 96Sin palabras. Gioconda Belli ...................................................................... 98

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Cuando la puerta se acuerda

Hamid TIBOUCHI,Argelia/Francia, 1951

Extracto de Un árbol solo

Cuando la puerta se acuerdacuando la mesa se acuerdacuando la silla el armario el aparador la ventana se acuerdancuando se acuerdan intensamente de sus raícesde sus saviasde sus hojasde sus ramasde todo lo que en ellos habitabade los nidos y las cancionesde las ardillas y los monosde la nieve y el viento— un escalofrío recorre la casaque vuelve a ser bosque

entonces tan solo escucho correr la fuentey un fuego arde a mi alrededorpara calentar mi noche heladade viajero extraviado

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Yo le tengo horror a la muerte.Mas a veces cuando piensoque bajo de la tierra he de volverabono de raíces,savia que subirá por tallos frescosárbol alto que acaso centupliquemi mermada estatura,me digo: -Cuerpo mío:Tú eres inmortal.Y con fruición me tocolos muslos y los senos,el cabello y la espalda,pensando: ¿Palpo acasoel ramaje de un cedro,las pajuelas de un nido,la tierra de algún surcotibio como de carne femenina?Y extasiada murmuro:-Cuerpo mío: ¡Estás hechode sustancia inmortal!

Carne inmortal

Juana de Ibarbourou,Uruguay, 1892 - 1979

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Ayer tarde, volvía yo con las nubesque entraban bajo rosales(grande ternura redonda)entre los troncos constantes.

La soledad era eternay el silencio inacabable.Me detuve como un árboly oí hablar a los árboles.

El pájaro solo huíade tan secreto paraje,solo yo podía estarentre las rosas finales.

Yo no quería volveren mí, por miedo de darlesdisgusto de árbol distintoa los árboles iguales.Los árboles se olvidaron, de mi forma de hombre errante, y, con mi forma olvidada,oía hablar a los árboles.

Me retardé hasta la estrella.En vuelo de luz suave,fui saliéndome a la orilla, con la luna ya en el aire.

Cuando yo ya me salía, vi a los árboles mirarme.Se daban cuenta de todoy me apenaba dejarles.

Y yo los oía hablar,entre el nublado de nácares,con blando rumor, de mí.Y ¿cómo desengañarles?

¿Cómo decirles que no,que yo era solo el pasante,que no me hablaran a mí?No quería traicionarles.

Y ya muy tarde, ayer tarde,oí hablarme a los árboles.

Árboles hombres

Juan Ramón Jiménez,Moguer, Huelva, 1881 - 1958

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Cuando llegaron sus verdugoslo encontraron florecidocon ademán de vientre,golpeáronlo despiadadamenteen su amoroso verdey él de vez en cuandosoltaba un pájaro o gemía mariposas.Nadie lloró cuando alargósus raíces, acariciandoaún con vidala tierra cercana.Y por el pasillo angosto,a él, que era alto y ancho,sacáronlo en tandas.Solo sus arterias sollozaroncuando una brisa pasajerale desarmó las últimas ramas.

Cuando llegaron sus verdugos

Jan Martínez,Puerto Rico, 1954

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He recogido esta brizna de brezo.El otoño esta muerto, acuérdate.No volveremos a vernos sobre la tierra.Aroma del tiempo. Brizna de brezo.Y recuerda que yo te espero.

El adiós

Guillaume Apollinaire,Francia, 1880 - 1918

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Cuando muera, no me entierren bajo los árboles del bosque,tengo miedo a sus espinas.Cuando muera, no me entierren bajo los árboles del bosque,tengo miedo al agua que gotea.Entiérrenme bajo los grandes árboles umbrosos del mercado.Quiero escuchar los tambores tocando.Quiero sentir el ritmo de los pies bailando.

Cuando muera

Poema anónimo kuba,Congo Central

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Para mí un árbol no es solo un ente que pertenece al reino vegetal, sino algo humano, un ser vivo. Un árbol es todo un personaje, sobre todo los de mi país, los algarrobos. Resultan incluso inquietantes. Cuando concentro mi atención en ellos compruebo su capacidad de ver, de oír… Siempre viajo con una algarroba guardada en un sobre. Es un rito. Los algarrobos nunca pierden sus hojas. Su verdor tiene un poder enorme. Yo les soy fiel, ¡y de qué manera!

Para mí un árbol

Joan Miró,Barcelona, 1893 - 1983

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¡Árboles!¿Habéis sido flechas caídas del azul?¿Que terribles guerreros os lanzaron?¿Han sido las estrellas?Vuestra música vienedel alma de los pájaros,de los ojos de Dios,de la pasión perfecta.¡Árboles!¿Conocerán vuestras raíces toscasmi corazón en Tierra?

Árboles

Federico García Lorca,Fuente Vaqueros, Granada, 1898 - 1936

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Dondequiera que paro, Platero, me parece que paro bajo el pino de la Corona. Adondequiera que llego —ciudad, amor, gloria— me parece que llego a su plenitud verde y derramada bajo el gran cielo azul de nubes blancas. Él es faro rotundo y claro en los mares difíciles de mi sueño, como lo es de los marineros de Moguer en las tormentas de la barra; segura cima de mis días difíciles, en lo alto de su cuesta roja y agria, que toman los mendigos, camino de Sanlúcar.¡Qué fuerte me siento siempre que reposo bajo su recuerdo! Es lo único que no ha dejado, al crecer yo, de ser grande, lo único que ha sido mayor cada vez. Cuando le cortaron aquella rama que el huracán le tronchó, me pareció que me habían arrancado un miembro; y, a veces, cuando cualquier dolor me coge de improviso, me parece que le duele al pino de la Corona.La palabra magno le cuadra como al mar, como al cielo y como a mi corazón. A su sombra, mirando las nubes, han descansado razas y razas por siglos, como sobre el agua, bajo el cielo y en la nostalgia de mi corazón. Cuando, en el descuido de mis pensamientos, las imágenes arbitrarias se colocan donde quieren, o en esos instantes en que hay cosas que se ven cual en una visión segunda y a un lado de lo distinto, el pino de la Corona, transfigurado en no sé qué cuadro de eternidad, se me presenta, más rumo-roso y más gigante aún, en la duda, llamándome a descansar a su paz, como el término verdadero y eterno de mi viaje por la vida.

El pino de la Corona

Juan Ramón Jiménez,Moguer, Huelva, 1881 - 1958

Platero y yo

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…No se te ocurra contarle al cura tus asuntos, verá pecado en todos ellos. Nosotros que vagamos por los bosques en la hechicera noche de verano,te traemos noticias frescas, buenas nuevas de reses y cosechas, ahora que viene el sol desde el sur, brillando sobre el roble, el fresno y el espino.

Canción de un árbol (fragmento)

Rudyard Kipling,Bombay, 1865 - 1936

Puck el de la colina Pook

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Cuando tus ojos se encuentran con mi soledadel silencio se convierte en frutasy el sueño en temporalse entreabren puertas prohibidasy el agua aprende a sufrir.Cuando mi soledad se encuentra con tus ojosel deseo sube y se derramaa veces marea insolenteola que recorre sin fino savia cayendo gota a gotasavia más ardiente que un tormentocomienzo que nunca se cumple.Cuando tus ojos y mi soledad se encuentranme entrego desnuda como la lluviagenerosa como un seno soñadotierna como la viña que madura el solmúltiple me entregohasta que nazca el árbol de tu amortan alto y rebeldetan rebelde y tan míoflecha que vuelve al arcopalmera azul cavada en mis nubescielo creciente que nada detendrá.

Árbol azul

Joumana Haddad,Líbano, 1970

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El humus ha dejadoen el suelosu alfombra de mil años.

Los árboles se tocan en la altura,en la unidad temblorosa.Abajo, oscura es la selva.Un vuelo corto, un gritola atraviesan,los pájaros del frío,los zorros de eléctrica cola,una gran hoja que cae,y mi caballo pisa el blandolecho del árbol dormido,pero bajo la tierralos árboles de nuevose entienden y se tocan.La selva es una sola,un solo gran puñado de perfume,una sola raíz bajo la tierra.

Solo el hombre (fragmento)

Pablo Neruda,Parral, Chile, 1904 - 1973

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El hombre blanco no supo seguir la corriente de la anguilano podía correr más que la cotorrapero cortó el árbolestancó los arroyosy atrapó en su ancha red de camposal veloz pez de la nada.

El hombre blanco

Mark O’Connor,Australia, 1945

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El viejo árbol se inclina sobre el antiguo camino,no hay ya flores en sus ramas ni hierba a sus pies.Los caminantes no vieron al árbol en su juventudpero el árbol los ha visto envejecer, poco a poco,a todos.

El viejo árbol

Hsu Ning,China, siglo IX

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Por la noche, con sus vestidos blancos, pasaron frente a nuestras ventanas los almendros: lentos y tristes, semejantes a aquellas pálidas adolescentes del orfanato que vuelven de una pequeña excursión, el domingo, tomadas de la mano, de dos en dos, sin proferir palabra, sin las estrellas que germinan una a una en la sombra, lejanas y felices.Mañana enviaremos a los almendros a dar una vuelta a las orillas del mar, para que enjuaguen de sus rostros el polvo de nuestra tristeza.Y en la tarde, cuando vuelvan contentos, traerán nuestras primeras palabras húmedas aún de mar, y nosotros lloraremos junto a la ventana abierta la alegría de saber que podemos llorar.

Los almendros

Yannis Ritsos,Grecia,1909 - 1990

Sueño de un mediodía de verano

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Balanceáis vuestros brazos poderosos,y parecéis querer, tras los cristales,abrazarme.Movéis vuestras cabezas con ternura,como si toda mi angustia doloridacomprendieseis.Me llamáis por mi nombre, susurrando,me llamáis a algún sitio,pero¿a dónde?

Árboles

Elena Córdoba

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Decidme cómo es un árbol.Decidme el canto de un ríocuando se cubre de pájaros.Habladme del mar. Habladmedel olor ancho del campo.De las estrellas. Del aire.Recitadme un horizontesin cerradura y sin llavescomo la choza de un pobre.Decidme cómo es el besode una mujer. Dadme el nombredel amor: no lo recuerdo.(¿Aún las noches se perfumande enamorados con tiemblosde pasión bajo la luna?¿O solo queda esta fosa,la luz de una cerraduray la canción de mis losas?)22 años. Ya olvidola dimensión de las cosas,su color, su aroma… Escriboa tientas: “El mar”, “El campo…Digo “Bosque” y he perdidola geometría del árbol.Hablo por hablar de asuntosque los años me borraron.… … … … … … …(No puedo seguir: escucholos pasos del funcionario).

¿Cómo es la vida?

Marcos Ana,Alconada, Salamanca, 1920

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¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aun el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán ustedes comprarlos? Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto, es sagrada a la memoria y el pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas.

Carta del Jefe Seattle (fragmento)

Jefe Seattle,Washington, circa 1786 - 1866

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Cruzas por el crepúsculo.El airetienes que separarlo casi con las manosde tan denso, de tan impenetrable.Andas. No dejan huellastus pies. Cientos de árbolescontienen el aliento sobre tucabeza. Un pájaro no sabeque estás allí, y lanza su silbidolargo al otro lado del paisaje.El mundo cambia de color: es como el ecodel mundo. Eco distanteque tú estremeces, traspasandolas últimas fronteras de la tarde.

Bosque

Ángel González,Oviedo, 1925 - 2008

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Tormenta.De pronto, el caminante encuentra aquí el viejo,enorme roble, como un alce petrificado con su interminablecornamenta, frente a la fortaleza verdinegradel mar de septiembre.Tormenta nórdica. Es el tiempo en quelos racimos de serbas maduran. Despierto en la oscuridad,oigo a las constelaciones piafar en sus establos,en las alturas, sobre los árboles.

Archipiélago otoñal

Tomas Tranströmer,Suecia, 1931

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Esta canción estaba tirada por el suelo,como una hoja muerta, sin palabras;la hallaron unos hombres que luego me la dieronporque tuvieron miedo de aprender a cantarla.

Yo entonces ignoraba que también las canciones,como las hojas muertas caían de los árboles;no sabía que la luna se enredaba en las ramasnáufragas que sueñan bajo el cristal del agua,ni que comían los peces pedacitos de estrellasen el silencio de las noches claras.

Yo entonces ignoraba muchas cosas igualesque eran todas posibles en la tierra del viento,en donde la leyenda no es una hierba malacrecida en sus riberas, sino un árbol de vocescon las cuales dialogan las sombras y las piedras.

Yo entonces ignoraba muchas cosas igualescuando aún no era míaesta canción que estaba tirada por el suelo,como una hoja muerta, sin palabras;pero ahora ya sé de las formas distintasque preceden al ojo de la carne que mira,y hasta puedo decir por qué caen de rodillas,en las ojeras largas que circundan la noche,las diluidas sombras de los pájaros.

Esta canción estaba tirada por el bosque

Franklin Mieses Burgos,Santo Domingo, 1907 - 1976

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En el centro del puebloquedaba el árbol grande.Era una plaza mínima,pero el árbol viejísimola desbordaba entera.Las casas bajas como animales tristesa su sombra dormían. Creeríaseque a veces levantaban una cabeza, alzasenuna noble mirada y viesen aquel cielo de verdorque hacía música o sueño.Todo dormía, y vigilante alzabasu grandeza el gran álamo.Diez hombres no rodearían su tronco.¡Con cuánto amor lo abrazarían midiéndolo!

Pero el árbol, si fue en su origen (¿quién lo sabría ya?)una enorme ola de tierra que desde un fondo reventó, y quedose,hoy es un árbol vivo. Abuelo siempre vivo del pueblo, augustopor edad y presencia.A su sombra yacen las casas, viven,se despiertan, se abren: salen los hombres, luchan,trabajan, vuelven, póstranse. Descansan.A veces vuelven y allí cobijan su postrer aliento.Bajo el árbol se acaban.

El pueblo está en la escarpa de una sierra.Arriba Najarra.Abajo la llanura, como una sed enorme de perderse.Despeñado, colgante, quedó el pueblo agrupado bajo el árbol.Quizá contenido por él sobre el abismo.Y sus hombres se asomanen su materia pobre de siglosy echan sus verdes ojos, sus miradas azules,sus dorados reflejos, sus limpios ojos claros y oscurísimos,ladera abajo, hasta rodar en la llanura insomney perderse a lo lejos, hasta el confín sin límites que brillay finge un mar, un puro mar sin bordes.

El Álamo

Vicente Aleixandre,Sevilla, 1898 - 1984

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El árbol:un álamo negro, un negrillo, como allí se nombra.El álamo: “Vamos al álamo.” “Estamos en el álamo” Todo esálamo.Y no hay ya más que álamo, que es el único cielo de estoshombres.

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Han descuajado un árbol. Esta misma mañana, el viento aún, el sol, todos los pájaros lo acariciaban buenamente. Era dichoso y joven, cándido y erguido, con una clara vocación de cielo y con un alto porvenir de estrellas. Hoy, a la tarde, yace como un niño desenterrado de su cuna, rotas las dulces piernas, la cabeza hundida, desparramado por la tierra y triste, todo deshecho en hojas, en llanto verde todavía, en llanto. Esta noche saldré -cuando ya nadie pueda mirarlo, cuando ya esté solo- a cerrarle los ojos y a cantarle esa misma canción que esta mañana en su pasar le susurraba el viento.

Han descuajado un árbol

Rafael Alberti,Puerto de Santa María, Cádiz, 1902 - 1999

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Los árboles ya comienzan a brotarcomo algo casi a punto de ser dicho;los nuevos tallos descansan y se propagan,su verdor es una especie de tristeza.¿Se trata de que ellos nacen nuevamentey nosotros nos hacemos más viejos? No, ellos también mueren.Su truco anual de lucir nuevosse inscribe en sus fibras en anillos.Sin embargo, los incansables castillos desgranansu gruesa madurez cada primavera.Ha muerto el último año, parecen decir,comencemos otra vez, otra vez, otra vez.

Los árboles

Philip Larkin,Inglaterra 1922 - 1985

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Desde los jardines llego hasta vosotros, hijos de las montañas.Desde los jardines, donde la Naturaleza vive paciente y hogareñacuidando a hombres afanosos que la cuidan.Pero vosotros, ¡sublimes!, os erguís como un pueblo de titanesen un mundo domesticado y solo sois vuestros y del cieloque os nutre y ha criado, y de la tierra que os ha parido.Ninguno de vosotros ha pasado por la escuela de los hombres,y os abrís paso, libres y gozosos, desde vuestras potentes raíceshasta lo alto, unos contra otros y, como el águila a su presa,atrapáis el espacio con brazo poderoso, y a las nubes dirigísvuestra gran copa soleada y serena.Un mundo sois cada uno; como las estrellas del cielovivís; un dios cada uno, juntos en libre alianza.Si yo fuera capaz de soportar la esclavitud, no sentiría envidiade este bosque y me resignaría a vivir entre la gente.Si no me encadenara a vivir entre la gente este corazónque no renuncia al amor, ¡con qué gozo viviría entre vosotros!

Los robles

Friedrich Hölderlin,Alemania, 1770 - 1843

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Hay un tejo, orgullo del valle Lorton,que aún hoy, en medio de su tiniebla,se yergue igual que en los viejos tiempos:en dar armas no se mostró remisoa las bandas de Percy o Umfraville,o a aquellos que el mar cruzarony el arco sonoro tensaron frente a Azincourt,o tal vez antes, en Crecy o Poitiers.¡Gran circunferencia y honda penumbrade este árbol aislado! ¡Ser viviente,creció tan lento que morir no puede!¡Tan magnífico en su forma y aspecto,Indestructible!. Pero aún más notablesson los cuatro hermanos de Borrowdale,en amplia y solemne arboleda unidos:¡Enormes troncos! Y cada uno un murode entrelazadas fibras serpentinasdesde antiguo trenzadas, ascendentes;mas no de fantasía informe, o gestosque al profano asustan: pilar de sombrasjunto a cuya basa de tonos pardos,perennemente teñida por lánguida umbría–y bajo cuyo techo sable de ramas adornadas,cual en fiestas, por las bayas–,figuras fantasmales se encuentran(Miedo y la Esperanza trémula,Silencio, Auspicio, el esqueleto de la Muerte,la sombra del Tiempo) para celebrar,como en templo natural salpicadode altares de musgosa piedra impávida,adoración conjunta; o para, mudos,oír el murmullo de los torrentesde la arcana cueva de Glaramara.

Tejos

William Wordsworth,Inglaterra, 1770 - 1850

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Amo los árboles y me pregunto ¿Sentirán cuando sus hojas se desprenden?

¿Cuando caen balanceándose coquetas sonriendo al viento que las mueve?

Me gusta darles nombres Acariciarlas suavemente preguntando... ¿Te duele la vida?

¿Y qué cuando la nieve las viste de blancas novias, apurando el proceso de la muerte?

Cuando el otoño visita sus predios. Cuando camina desollando la arboleda Mordiendo vida, embalsamando colores.

¿Qué de los pequeños gusanillos que toman de su savia el alimento? Que se mueven como acordeones de algún tango arrabalero.

¿Tendrá pudor el árbol al quedar desnudo? ¿Habrá sentido las punzadas de dolor cuando las hojas si quererlo se morían?

No los he visto llorar. Pero sí... temblar de frío.

Amo los árboles

Aurelia Snaidero,Argentina

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Todos mis castillos de aire se han fundido como la nieve, todos mis sueños han corrido como el agua,de todo cuanto he amado solo me queda un cielo azuly unas cuantas estrellas lívidas.El viento discurre, suave, entre los árboles.El vacío reposa. El agua está en silencio.El viejo abeto, alerta, piensaen la nube blanca a la que besó en sueños.

Primavera nórdica

Edith Södergran,San Petersburgo, 1892 - 1923

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¿Has olvidado que el bosque es tu hogar?¿Que el bosque grande, profundo y serenote espera como a un amigo?Vuelve al bosque.

Allí aprenderás a ser de nuevo un niño.

¿Por qué te olvidaste que el bosque es tu amigo?

Los caminos de las hormigas bajo el cielo,el estero que te daba palabras luminosas,el atardecer con el que juegas con la lluvia.

¿Por qué lo has olvidado?

¿Por qué no recuerdas nada?

Jorge Teillier,Chile, 1935 - 1996

Olvido

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Susurran las espinas.Sopla el viento.Tiembla el espino solitario.Cuando la luna lo cubre con su velo,se transforma en una muchachaque está llorando.

Canción húngara tradicionalsobre el espino albar

El espino solitario

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Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar con ellos, quien sabe es-cucharles, aprende la verdad. No predican doctrinas y recetas, predican, indiferentes al detalle, la ley primitiva de la vida.Un árbol dice: en mí se oculta un núcleo, una chispa, un pensamiento, soy vida de la vida eterna. Es única la tentativa y la creación que ha osado en mí la Madre eterna, única es mi forma y únicas las vetas de mi piel, único el juego más insignificante de las hojas de mi copa y la más pequeña ci-catriz de mi corteza. Mi misión es dar forma y presentar lo eterno en mis marcas singulares.Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No sé nada de mis padres, no sé nada de los miles de retoños que todos los años provienen de mí. Vivo, hasta el fin, el secreto de mi semilla, no tengo otra preocupación. Confío en que Dios está en mí. Confío en que mi tarea es sagrada. Y vivo en esa confianza.Cuando estamos tristes y apenas podemos soportar la vida, un árbol puede hablarnos así: ¡Estate quieto! ¡Estate quieto! ¡Contémplame! La vida no es fácil, la vida no es difícil. Estos son pensamientos infantiles. Deja que Dios hable dentro de ti y enseguida enmudecerán. Estás triste porque tu camino te aparta de la madre y de la patria. Pero cada paso y casa día te acerca más a la madre. La patria no está aquí ni allí. La patria está en tu interior, o en ninguna parte.(…)Esto susurra el árbol al atardecer, cuando tenemos miedo de nuestros propios pensamientos infantiles. Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos y serenos, así como una vida más larga que la nuestra. Son más sabios que nosotros, mientras no les escuchamos. Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes. Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desea ser más que lo que es. Esto es la patria. Esto es la felicidad.

Herman Hesse,Alemania, 1877 - 1962

El caminante

Árboles

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Tiemblan los intrincados jardinesjuntan los árboles las frentescuchicheanEl díaarde aún en mis ojosHora a hora lo vi deslizarseancho y feliz como un ríosombra y luz enlazadas sus orillasy un amarillo remolinouna sola intensidad monótonael sol fijo en su centroGravitacionesoscilaciones de materia impalpableblancas demolicionescongregaciones de la espuma nómadagrandes montañas de allá arribacolgadas de la luzgloria inmóvil que un parpadeovuelve añicosY aquí abajopapayos mangos tamarindos laurelesaraucarias excelsas chirimoyosel banianomás bosque que árbolverde algarabía de millones de hojasfrutos negruzcos bolsas palpitantesmurciélagos dormidos colgando de las ramas.

Octavio Paz,Méjico 1914 - 1998

Perpetua encarnada (fragmento)

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Mi otoño: entro en la calma,lejos el mundo y sus peleas.No más afán que regresar,desaprender entre los árboles.El viento del pinar abre mi capa,mi flauta saluda a la luna serrana.Preguntas, ¿qué leyes rigen “éxito” y “fracaso”?Cantos de pescadores flotan en la ensenada.

Wang Wei,China, 701 - 761

Mi otoño

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La plaza es amplia y cuadrada, y en el centro tiene una fuente de varios caños, con un pilón alrededor, y un olmo añoso –olma le llaman, porque es redondo-, copudo, matriarcal, un olmo tan viejo, quizás, como la piedra más vieja del pueblo.

Una fuente en la plazay una olma vieja.Una cigüeña pasasobre Pareja.

Camilo José Cela,Padrón, La Coruña, 1916 - 2002

Viaje a la Alcarria

Una olma vieja

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Bajo el hacha implacable ¡cuán prestoen tierra cayeronencinas y robles!;y a los rayos del alba risueña,¡Que calva parecela cima del monte!

Rosalía de Castro,Santiago de Compostela, 1837 - 1885

Los robles

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Introducción

Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos

Pablo Neruda

Todas las teorías son grises; solamente está lozano el árbol dorado de la vida.(Johann Wolfgang Von Goethe)

Cuenta la leyenda que Lao Tse peregrinaba con sus discípulos y un día los viajeros llegaron a un bosque que acababan de talar los leñadores. Tan solo quedaba sobre la tierra vacía un árbol enorme. Era tan grande que diez mil personas podían sentarse a su sombra. Cuando preguntaron por qué habían respetado este árbol magnífico, les respondieron que sus ramas estaban llenas de nudos y su madera ni siquiera servía para hacer leña porque daba mucho humo.

- “Sed como este árbol –dijo entonces el maestro-, completamente inútiles y así creceréis grandes y miles de personas se acogerán bajo vuestra sombra. Sed los últimos. Moveos en el mundo como si no estuvierais. No compitáis ni tratéis de probar que sois dignos. No es necesario. Sed inútiles y gozad.”

La antología que aquí proponemos tiene mucho que ver con esta filosofía. No hay herramienta tan inútil como la poesía, y por ello, a través de los siglos, su impulso creador perdura y resulta paradójicamente útil y hasta imprescindible para que germine y crezca lo que verdaderamente impor-ta. Más aún, en este mundo materialista donde la racionalidad excluyente ha tomado las riendas y nos dirige desbocada a un precipicio, se diría que tan solo la poesía y la percepción de la belleza y de otros valores, pueden poner un poco de cordura y quizá ayudarnos a sobrevivir.

En ausencia de lo sagrado, nada es sagrado, todo está en venta, decía Oren Lyons, en referencia a la desconexión del ser humano con la naturaleza y a nuestro devastador efecto. Hemos perdido el sentido de lo sagrado y ya no creemos en los viejos dioses y genios que en ocasiones ejercían una función protectora de los seres y lugares naturales. Las viejas religio-nes sucumben bajo la pesada carga de doctrinas y jerarquías. Cifran las esperanzas en el más allá, en próximas vidas o en la “liberación” del ser humano, olvidando que somos parte inseparable de esta Tierra y nues-tras raíces se nutren de la tierra jugosa de nuestros antepasados, a la que regresaremos en un círculo perfecto.

Quizá aún nos queda la visión poética para redimirnos y tratar de en-contrar los caminos con corazón, el rumbo que nos permita sobrevivir y convivir relacionándonos de forma honesta entre nosotros y con lo otro. La naturaleza y la belleza, son guías excelentes que nunca decepcionan a quienes las buscan y el árbol es uno de los elementos más universales y esenciales de inspiración para la poesía de todos los tiempos. En el árbol confluyen todos los mundos y anida permanentemente la poesía.

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Es cierto sin embargo que tras la selección, nos encontramos con el de-nominador común del compromiso social o ecológico de muchos de los autores que no solo se han dedicado a la poesía sino que han defendido su entorno, natural, social, ideológico, etc., en ocasiones hasta el exilio, la cárcel o la muerte. Las notas al final servirán para aclarar alguno de estos puntos aunque no hemos querido explicar demasiado para que sean los propios poemas los que se expresen en toda su desnudez y elocuencia.

Por otro lado, no debe extrañar que algunos de los autores: Hamid Ti-bouchi, Miró, Wang Wei, sean pintores incluso antes que poetas. La línea entre ambas artes es muy tenue cuando se trata de árboles y bosques y la mirada del poeta y el pintor no dejan de confundirse y complementar-se. Es por ello que una artista de la talla de Leticia Ruifernández, que ha ilustrado esta obra, parece escribir poemas paralelos y no menos inspirados que los originales. En ocasiones se diría que la ilustración fue antes que la poesía, dada la frescura y la fuerza arrebatadora de los colores. Dice John Berger: “El dibujo de un árbol no muestra un árbol sin más, sino un árbol que está siendo contemplado. Mientras que la visión del árbol se registra casi de forma instantánea, el examen de la visión de un árbol (un árbol que está siendo contem-plado) no solo lleva minutos u horas en lugar de una fracción de segundo, sino que además implica una gran parte de la experiencia de mirar anterior, de la cual se deriva y a la cual hace referencia...”

Manuel Bahillo, ha sido el editor, instigador y alma mater de la obra. Sin él, sencillamente este trabajo no existiría. Debemos por otro lado nuestro agradecimiento a Juan Antonio Moreno que ha ayudado y aconsejado en la maquetación, a cargo de Carmen García Martín. La gestión de derechos, muy compleja por la diversidad de procedencia de autores, ha corrido a cargo de Leticia López Cuevas y Cristina Blanco Sierra.

Y para terminar es obligado mentar y reconocer a quienes nos han pre-cedido y mostrado el camino en este empeño de las antologías de poemas de árboles. Que sepamos el pionero fue Enrique Loriente Escallada con su magnífica obra: El árbol en la Poesía Castellana (Ediciones Tantín, 1992). Obra que más tarde revisaría, corregiría y aumentaría Jordi Bigues quien con el mismo título preparó una segunda edición como homenaje a la gran labor divulgativa y científica de Enrique Loriente (Ediciones Tantín/ Maderas Nobles de la Sierra de Segura. Santander, 2003). El mismo autor, Jordi Bigues recopila y edita posteriormente otra antología de poemas del árbol que incluye la biografía de los poetas: Els arbres a la poesia catalana. Editorial 3i4. València, 2007. A ambos autores nuestra gratitud.

Ya en las primeras páginas de su obra magna, La Diosa Blanca, Robert Graves expone su tesis de una poesía “verdadera”, inspirada en la natura-leza, la Diosa y el conocimiento de la mitología; frente a la poesía sinté-tica y racional. A partir de aquí nos guía a través de alfabetos de árboles e intrincados bosques que son hogar de las Musas y reino de la Diosa Blanca. “La Diosa no es ciudadana; es la Señora de las Cosas Silvestres, merodeadora de las cimas boscosas”, dice el autor y todo su libro es una oda a la libertad y la independencia del poeta que debe buscar y encontrar la sabiduría al pie de los árboles. En este sentido muchos antiguos mitos relacionan el conoci-miento de las letras, las runas y todo tipo de alfabetos, con el árbol que da nacimiento a la poesía y la inspiración y forma en el paisaje frases y versos no menos inspirados que los humanos. Entre las raíces del gran Árbol del Mundo, el mítico Yggdrassill, el dios poeta Odín busca periódicamente la inspiración y la sabiduría que se encuentran en la fuente de la Memoria, según rezan las Eddas nórdicas que contienen en sus versos las claves de arcanas ciencias.

Pero junto a la poesía cargada de leyenda, sentido y filosofía, encontraréis en estas páginas la sensualidad y la vitalidad de poetas como Juana Ibarbourou o la percepción escueta y desnuda de los poetas japoneses; y es que la poesía hunde sus raíces en la totalidad de las formas de percepción y entendimiento del ser humano y coloca en términos de igualdad a nuestras inteligencias ra-cional, emocional, simbólica, mítica… También veremos en estas páginas que los poetas y poetisas más desconocidos y humildes, hablan de tú a tú con los más grandes, laureados y reconocidos. En nuestra opinión la trascendencia y la capacidad de traspasarnos, es el signo que distingue a los verdaderos poetas, aunque no hayan publicado un verso ni aceptado o recibido un solo premio o aunque escriban con faltas de ortografía.

La búsqueda emprendida para completar la antología ha supuesto un viaje gozoso, y al mismo tiempo arduo y doloroso, por todos los poemas y poetas que sencillamente no han cabido en esta lista necesariamente limitada. Hay faltas que al lector le parecerán imperdonables y no vamos a justificarnos demasiado a sabiendas de que, sin duda, cada persona haría una antología diferente. Pero se nos ocurre, para explicar la crudeza del problema, el dilema que supondría escoger los árboles más hermosos o notables del planeta.

En cualquier caso sí conviene señalar que en la selección presente no se han tenido en cuenta credos ni idearios, en la convicción de que la poesía brota en todos los árboles y los poetas son hijos de toda clase de semillas. Por eso hemos querido hacer de este un bosque silvestre y diverso en el que los grandes árboles y los pequeños árboles y los que dan fruta y los que olor y los que madera y los que fuego… se reúnan para formar una selva palpitante, de belleza y corazón profundos.

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En este suelo extranjera. Atribuido a Abderrahmán I ................................ 102Panoramas. Mariana Amato ..................................................................... 104Tres árboles. Gabriela Mistral................................................................... 106El libro de la naturaleza. César Vallejo ...................................................... 108Leve es la primavera. Usuda Arô .............................................................. 110Árboles. Pilar Junco ................................................................................. 112Sofía. Nâzim Hikmet .............................................................................. 114Árboles. Adrienne Rich .......................................................................... 118Entonces soy los pinos. Idea Vilariño ....................................................... 120El bosque amigo. Paul Valery ................................................................... 122Lebeña sin el tejo. Covadonga Vejo .......................................................... 124El grito de los ogoni. Ken Saro Wiwa ...................................................... 126No me dejes partir viejo algarrobo. Atahualpa Yupanqui .......................... 128Bajo la sombra del cerezo. Kobahashi Issa ................................................ 130Canto de la sequoia. Walt Withman ......................................................... 132En el bosque sin horas. Jules Supervielle .................................................. 134Es la hora del adiós. Antonio Rigo .......................................................... 136Tarde de otoño. Matsuo Basho ................................................................ 138Canción fúnebre. Francisco de Quevedo ................................................. 140En el encinar. Jose María Gabriel y Galán ................................................ 142El árbol menos. Pedro Salinas .................................................................. 144Cortaron tres árboles. Federico García Lorca ........................................... 146Árbol en algún bosque. Ana María Mayol ................................................ 148Soleá. Canto popular andaluz .................................................................. 150Homenaje al viento y a los árboles. Adonis .............................................. 152Junto al árbol. Kim Namjo ...................................................................... 158El árbol de mango. Igor Barreto ............................................................. 160El árbol en tu ventana. Patricio Aguilar .................................................... 162Chopo de invierno. Dámaso Alonso ........................................................ 164Exitían tus manos. Antonio Gamoneda .................................................... 166No basta abrir la ventana. Fernando Pessoa .............................................. 168El árbol que andas buscando. Yalal ad-Din Muhammad Rumi .................. 170

Notas ..................................................................................................... 173

Índice

Cuando la puerta de acuerda. Hamid Tibouchi .......................................... 10Carne inmortal. Juana de Ibarbourou ........................................................ 12 Árboles hombres. Juan Ramón Jiménez ..................................................... 14Cuando llegaron sus verdugos. Jan Martínez .............................................. 16El adiós. Guillaume Apollinaire ................................................................ 18Cuando muera. Poema anónimo del Congo ............................................. 20Para mí un árbol. Joan Miró ..................................................................... 22Árboles. Federico García Lorca ................................................................ 24El pino de la corona. Juan Ramón Jiménez .............................................. 26Canción de un árbol. Rudyard Kipling ...................................................... 28Árbol azul. Joumana Haddad ..................................................................... 30Solo el hombre. Pablo Neruda .................................................................. 32El hombre blanco. Mark O’Connor .......................................................... 34El viejo árbol. Hsu Ning ........................................................................... 36Los almendros. Yannis Ritsos ..................................................................... 38Árboles. Elena Córdoba ........................................................................... 40¿Cómo es la vida? Marcos Ana ................................................................. 42Carta del Jefe Seattle. Jefe Seattle ............................................................... 44Bosque. Ángel González ............................................................................ 46Archipiélago otoñal. Tomas Tranströmer .................................................... 48Esta canción estaba tirada por el bosque. Franklin Mieses Burgos ................... 50El álamo. Vicente Aleixandre ..................................................................... 52Han descuajado un árbol. Rafael Alberti .................................................... 56Los árboles. Philip Larkin .......................................................................... 58Los robles. Friedrich Hölderlin .................................................................. 60Tejos. William Wordsworth ........................................................................ 62Amo los árboles. Aurelia Snaidero .............................................................. 64Primavera nórdica. Edith Södergran .......................................................... 66Olvido. Jorge Teillier ................................................................................. 68El espino solitario. Canción popular húngara ............................................. 70Árboles. Herman Hesse ............................................................................. 74Perpetua encarnada. Octavio Paz ............................................................... 78Mi otoño. Wang Wei ................................................................................. 80Una olma vieja. Camilo José Cela ............................................................. 82Los robles. Rosalía de Castro ..................................................................... 84Un arbolillo era este pino. Saigy ............................................................... 86Apariencia de árbol. Yolanda Blanco .......................................................... 88Blanquiazul. Pura del Prado ...................................................................... 90Puede ser sin título. Wislawa Szymborska ................................................... 92 Un pino. Mikhail Lérmontov .................................................................... 96Sin palabras. Gioconda Belli ...................................................................... 98

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Cuando tus ojos se encuentran con mi soledadel silencio se convierte en frutasy el sueño en temporalse entreabren puertas prohibidasy el agua aprende a sufrir.Cuando mi soledad se encuentra con tus ojosel deseo sube y se derramaa veces marea insolenteola que recorre sin fino savia cayendo gota a gotasavia más ardiente que un tormentocomienzo que nunca se cumple.Cuando tus ojos y mi soledad se encuentranme entrego desnuda como la lluviagenerosa como un seno soñadotierna como la viña que madura el solmúltiple me entregohasta que nazca el árbol de tu amortan alto y rebeldetan rebelde y tan míoflecha que vuelve al arcopalmera azul cavada en mis nubescielo creciente que nada detendrá.

Árbol azul

Joumana Haddad,Líbano, 1970

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El humus ha dejadoen el suelosu alfombra de mil años.

Los árboles se tocan en la altura,en la unidad temblorosa.Abajo, oscura es la selva.Un vuelo corto, un gritola atraviesan,los pájaros del frío,los zorros de eléctrica cola,una gran hoja que cae,y mi caballo pisa el blandolecho del árbol dormido,pero bajo la tierralos árboles de nuevose entienden y se tocan.La selva es una sola,un solo gran puñado de perfume,una sola raíz bajo la tierra.

Solo el hombre (fragmento)

Pablo Neruda,Parral, Chile, 1904 - 1973

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Por la noche, con sus vestidos blancos, pasaron frente a nuestras ventanas los almendros: lentos y tristes, semejantes a aquellas pálidas adolescentes del orfanato que vuelven de una pequeña excursión, el domingo, tomadas de la mano, de dos en dos, sin proferir palabra, sin las estrellas que germinan una a una en la sombra, lejanas y felices.Mañana enviaremos a los almendros a dar una vuelta a las orillas del mar, para que enjuaguen de sus rostros el polvo de nuestra tristeza.Y en la tarde, cuando vuelvan contentos, traerán nuestras primeras palabras húmedas aún de mar, y nosotros lloraremos junto a la ventana abierta la alegría de saber que podemos llorar.

Los almendros

Yannis Ritsos,Grecia,1909 - 1990

Sueño de un mediodía de verano

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¿Has olvidado que el bosque es tu hogar?¿Que el bosque grande, profundo y serenote espera como a un amigo?Vuelve al bosque.

Allí aprenderás a ser de nuevo un niño.

¿Por qué te olvidaste que el bosque es tu amigo?

Los caminos de las hormigas bajo el cielo,el estero que te daba palabras luminosas,el atardecer con el que juegas con la lluvia.

¿Por qué lo has olvidado?

¿Por qué no recuerdas nada?

Jorge Teillier,Chile, 1935 - 1996

Olvido

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Susurran las espinas.Sopla el viento.Tiembla el espino solitario.Cuando la luna lo cubre con su velo,se transforma en una muchachaque está llorando.

Canción húngara tradicionalsobre el espino albar

El espino solitario

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Iroko, la madre Ceibacon sus copitos de plata,su algodón de vuela pluma,hojita verde en su falda.Raíz de blancas virtudes,sombra fresquita de nata,cuna en que duerme la Isla,mosquitero de enramada.Aposento de los santosel palomar de su casacon entra y sale ligerode níveas luces y alas.(…)Se sabe que por las nocheslas Ceibas juegan y charlany levantan sus raícespara andar por la sabana.Salen a hacerse visitasmontadas en la volantadel aire de medianocheque por el monte cabalga.Y acuden a sus tertulias,paliques y contradanzas.La inmensa Iroko se agitay con sus raigones baila.(…)La Ceiba no crece soloporque han querido sembrarlacomo una mata cualquiera,sin religión y sin nada.Se toca tambor de fiestacuando van a bautizarla,hay remandingo de gallosy de gallinas que bailan.Hay que ligarla a la suertey a la salud con alianzay tiene madrina el árbolde la risa endomingada.

Los cirios de los veloriosbajo su sombras se enraízanasí el difunto no sufrede tinieblas solitarias.Ella es la madre de todosy en todas las lenguas hablapara entreabrirle a sus hijoslas puertas de la plegaria.(…)

Blanquiazul (fragmento)

Pura del Prado,Cuba, 1931 - 1996

Color de Orishas

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Ayeri, miércoles, tevi precisión de dir al bosque que queda mismamente debaxu’l Soberrón. Valióme la pena una hora de camín pisando llamaza-les pe las caleyas, por más que lo admiro pa contra mí, no jallo cosa más guapa qu’un bosque; debaxu los robles y las castañares paeme que toy atopada y sin querelo, alcuérdome más de Dios que é el que los discurrió y los jezo…Hay tantu que admirar y que considerar…Si amiro pa baxu, el mofu suavin júndese al pisalu, las jueyas cadías ruxen contra las madreñas…, ruxen con música…, jueyas llargas de castañar, jue-yas reconcomiadas de robre, jueyinas chicas d’ancina, o reondinas d’alisal…Si amiro parriba, el sol métese per entre las jueyas verdes y allega al suelu a poquitinos, el viento jaz otra música distinta con las jueyas vivas; los páxa-ros de caña en caña, candunu col su pío…Pos si amiro unu por unu de cada árbol tién algo suyu, un daquel distintu; los robres son altos, pero de cada robre no se paez al otru, no hay dos robres ermanos; unu más llargu, otru más oscuru o más verde, o más pardu; las cas-tañares toas son retorcias, pero tamién se extreman unas de las otras…Volviendo a los robres, ello ye que hay unu, conózulu yo va muchu, que e el rey de los robres, pame que de tou’l conceyu. Quedó solu, el probe; tiempo va haberá tuvíu alredior collacios como elli y entre todos jarían bosque, pero esti que yo digo, viólos morir unu por unu, sabe Dios de qué manera, y elli, al quedase solu, entainó a ensanchar pa to los laos, y jízose fuerte, grande, copudu… Elli solu val tantu como un bosque enteru; la su rolla no i la abrazan ni tres hombres; el suelu que’elli asombra e cerca d’un día de gües, y las sos cañas ¿quién las podrá cuntar? Llenas de ñeros en primavera, aquello paez un mercau de paxarinos cantando…Vide una noche salir la lluna per entres las sos cañas… era grandona, reonda, collorada… vinía de la mar… Diba subiendo despacín, despacín, bixorduella y zajorilla, y las jueyas pintaban i enriba dibujos negros tou’l tiempo distintos…Quedeme sin sollutir, como agüeyada…Biérame gustau gritar y no me atrevía a gañir…No se me escaez del pensamentu aquella noche…

Árboles

Pilar Junco,Asturies, 1927

Cosinas de Llanes

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En el filo del hachame llevaronun pedazo del mundo.Ciprés:largas sombras azulesen un muro encalado,veo.El ruiseñor cimero,cantarín del antojo,oigo.Por su masa secreta,índice verticaldel paisaje seguro,sé.En el filo del hachame lo llevaron todo.Cierro los ojosante paredes blancas,se me empapa el silenciode ruiseñor huido,tiemblo, inmóvil,en campiña sin clave.

Pedro Salinas,Madrid, 1891 - 1951

El árbol menos