las cartas pastorales.. representan un grupo aparte. el autor se presenta como pablo y se dirige a...
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LAS CARTAS PASTORALES.
Representan un grupo aparte.
El autor se presenta como Pablo y se dirige a algunos de sus más íntimos colaboradores (Timoteo, en la misión a Tesalónica [1 Tes 3,2-3]; Tito, en la de Corinto [2 Cor 7,5-16]), que están al cargo de un iglesia particular (Timoteo, en Éfeso: 1 Tim 1,3-6; 2 Tim 1,18; 4,12; Tito, en Creta: Tit 1,5), mientras él sigue de misionero ambulante (1 Tim 3,14-15; Tit 3,12).
Los destinatarios son determinadas personalidades bien conocidas en las iglesias paulinas.
Objetivo principal es la organización de la vida de las iglesias (1 Tim 3,1-13; 5,17-22).
Se advierte un mayor interés en la persona de Pablo, ya fuertemente idealizada (1 Tim 2,7; 2 Tim 1,11).
La consistencia de la Iglesia depende directamente de la calidad y celo de los jefes.
No siempre concuerdan entre sí (1 Tim 4,14, cf. 2 Tim 1,6). En cuanto a vocabulario se refiere, 2 Tim está más cercana a la correspondencia paulina que 1 Tim y Tit, que se aproximan más a la obra lucana.
En las postrimerías de la tradición paulina.
El papiro más antiguo que contiene las cartas paulinas, a partir del siglo IV la mayoría de los manuscritos griegos —una notable excepción la constituye el códice Vaticano— contienen el texto de las pastorales; algún papiro del III Policarpo y no más tarde del año 120, citó las cartas a Timoteo (Flp 4,1; 9,2; cf. 1 Tim 6,7.10). Y no era el único; Ireneo las utiliza en la refutación de herejes y las atribuye a Pablo.
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Se han llegado a contar unas 450 referencias a ellas en los escritos del siglo II, de forma que no extraña que entren en la lista del canon Muratori. Más tarde, Eusebio, que dice que Pablo escribió a Timoteo desde Roma (HE III 2.4), no coloca las pastorales entre los escritos dudosos.
Ya desde el siglo II la tradición eclesial es unánime en atribuírselas a Pablo.
La cuidada y oficiosa presentación de Pablo en los prescritos de las tres cartas (1 Tim LL 2 Tim 1,1; cf. 1 Cor 1,1), en especial de Tit (l,l-4a), es inapropiada para destinatarios tan cercanos al apóstol.
Llama la atención la cantidad de información biográfica que transmiten las pastorales; las noticias en torno al apóstol son abundantes, precisas y no están motivadas en la polémica (2 Tim 1,16-18; 3,10-22; 4,1-2.6-22; Tit 3,12-15).
Singularidad literaria.
El vocabulario de las pastorales, aunque formado por 3,482 términos, en realidad ofrece 901 vocablos diferentes, 850 si no se cuentan los nombres propios; 175 son nuevos en el NT (un 20%) y de ellos, 40 son realmente significativos. De las 540 palabras que comparte con la correspondencia paulina, sólo 50 pertenecen al vocabulario típicamente paulino
El vocabulario de las pastorales, aunque formado por 3,482 términos, en realidad ofrece 901 vocablos diferentes, 850 si no se cuentan los nombres propios; 175 son nuevos en el NT (un 20%) y de ellos, 40 son realmente significativos. De las 540 palabras que comparte con la correspondencia paulina, sólo 50 pertenecen al vocabulario típicamente paulino
Es verdad que muchos de los términos nuevos dependen de la materia tratada, normas de conducta y catálogos de vicios y virtudes (Tit 1,6-10; 2,2-10).
Es innegable la presencia de términos más propios del mundo cultural helenístico que del judío e, incluso, del cristianismo primitivo (éuaé|3eta, auvelSriaic, émtpavía, TTaXiyyevecjía, SéauoTric, cramp atribuido a Dios y a Cristo) y, lo que es más importante, la ausencia de algunos términos típicos de Pablo (Kaúxrma, éXeuBepía).
No faltan textos que dan la impresión de ser imitación de párrafos auténticos (1 Tim 1,12-16, cf. Gal 1,13-16; 1 Cor 15,9-10; 2 Tim 1,3-5, cf. Rom 1,8-11; 1 Tim 6,12, cf. Flp 3,12-14). Pero el estilo de estas cartas está lejos del tono agresivo, apasionado, de sus cartas principales; la redacción es cuidada, rítmica a veces (1 Tim 1,12-17), homogénea en los tres escritos; las sentencias, más largas y regulares.
Nuevos motivos teológicos.
Las diferencias son más notables, dentro ya del planteamiento doctrinal.
La terminología empleada como descripción de Dios (1 Tim 1,17; 6,16-16; Tit 1,2; 2,13), en especial en las doxologías (1 Tim 1,17; 6,15-16; 2 Tim 4,18) es más abstracta que la paulina, y más cercana a concepciones helenísticas.
La pneumatología tiene una presencia escasa y una atrofiada significación (1 Tim 3,16; 4,1; 2 Tim 1,14; Tit 3,5).
La fe no es ya tanto adhesión a Jesús, confianza vital en él, consecuencia de la proclamación de su misterio, sino virtud que lleva a profesar la verdadera doctrina (Tit 1,9).
No cabe duda que refleja una concepción poco paulina de la fe. Esta se orienta, además, a la praxis y se caracteriza por su eficacia en producir obras buenas, que a menudo corresponden a modelos helenísticos de vida honrada.
Una terminología, claramente política, influye en la presentación de Cristo: la venida del Señor se ve como epifanía (Tit 2,13; 3,4; 1 Tim 6,14; 2 Tim 1,9-10). En lugar de insistir, como Pablo, en el valor salvífico de la cruz y la resurrección se privilegia la encarnación y la vida de Cristo (Tit 2,11; 3,4; 2 Tim 1,10).
El cristocentrismo paulino cede lugar ante la concentración eclesiológica de las cartas pastorales. La iglesia, no ya principalmente comunidad local, es institución salvífica; su organización garantiza el depósito de la fe, concebido éste como algo fijo y transmisible; la autoridad apostólica pasa a sus sucesores, elegidos para asegurar la transmisión de la fe y el orden en la vida común; el ministerio eclesial, de función carismática, pasa a ser institución permanente; la comunidad ha de sustentar a sus minisfros.
Aquí no habla Pablo, sino que se habla de Pablo, conforme a la imagen que se había formado de él la época posterior (p.e. 1 Tim 1,15-16; el Pablo apóstol de los gentiles (Rom 11,13) se ha convertido en heraldo del evangelio y maestro de los pueblos (1 Tim 2,7); del Pablo predicador se ha pasado al Pablo predicado.
Autenticidad paulina.
Es difícil obviar la cuestión de la autenticidad paulina de las cartas pastorales.
Clem, Ignacio y Policarpo comparten semejanzas lingüísticas; con las cartas auténticas, el encabezamiento epistolar: el mitente se presenta como Pablo apóstol (1 Tim 1,1; 2 Tim 1,1; Tit 1,1) y sus destinatarios son estrechos colaboradores suyos: Timoteo (2 Cor, 11; Flp 1,1) y Tito (2 Cor 2,13; Gal 2,1).Los partidarios de su autenticidad valoran, las referencias personales (1 Tim 1,3.12-17.20; 5,23; 2 Tim 1,8.15-17; 2,9.17; 4,9-18; 5,13; Tit 3,12-14)"4; y optan por suponer que el tiempo transcurrido entre la primera (Hch 28) y la supuesta segunda cautividad del apóstol en Roma es tan amplio como para poder situar en él nuevos desplazamientos de Pablo (1 Tim 3,4-5; 2 Tim 13,20; Tit 3,2115) y una renovada actividad literaria, sea que retrase la fecha de su muerte o no.
El recurso a la figura del secretario, lo mismo que las hipótesis de un redactor que revisa y reedita un texto original paulino, o, incluso, de un discípulo que escribió las cartas a partir de un apunte del apóstol, no explican bien un cambio doctrinal tan profundo ni la singularidad literaria y teológica que estas cartas reflejan; pero confirma la impresión de que el autor no ha de ser identificado con el Pablo histórico.
El autor de las cartas pastorales tuvo que ser un cristiano anónimo; testigo de la tradición paulina en su etapa más reciente, apela a la autoridad de Pablo, por quien tiene una evidente admiración, para recomendar una determinada organización de la vida eclesial, siguiendo el modelo de la casa privada (1 Tim 3,15; 2 Tim 2,20-21; Tit 1,7) y afrontar la defensa de latradición frente a tendencias heréticas que están apareciendo.
Aunque sigue utilizando temas paulinos, los reinterpreta alejándose del tono polémico y las grandes cuestiones teológicas propias de Pablo e insistiendo en la dimensión práctica de la fe común.
Las pastorales suponen ya la existencia de un cuerpo paulino: 1 Tim se apoya en 1 Cor y Rom124; 2 Tim, más bien, en Rom125; en Tit 3,3-7 se aprecia un referencia a Gal 4,3-7. Tit es, probablemente, la primera; su elaborado prólogo (Tit 1,1-4) bien podría introducir las tres; 1 y 2 Tim, en ese orden, se complementan, siendo 2 Tim como un testamento epistolar.
Hay que datarlas alrededor del año 100, en Éfeso (cf. 1 Tim 1,3; 2 Tim 1,18; 4,12).
El autor de las pastorales puso su obra bajo la autoridad de Pablo y, además, eligió como destinatarios a personas de su entorno más cercano: Timoteo, hijo de judía cristiana (Hch 16,1.3;; 18,5;; Flp 2,19-24; 1 Tes 3,2; Rom 16,21; 1 Tim 4,11-12; 6,2; 2 Tim 1,5; 2,22; 3,15; 4,2) y Tito, un gentil-cristiano (Gal 2,1-10; 2 Cor 2,13; 7,6-16; 8,6.16-17.23; Tit 1,1; 2,1.15; 3,12) que fueron, en efecto, dos de los más íntimos colaboradores del apóstol (1 Cor 4,17)
Son para él los prototipos de la autoridad eclesiástica del cristianismo del Asia menor de finales del siglo primero (1 Tim 3,15; 6,11.20).
El autor, que se ha colocado tras la autoridad de Pablo, identifica, de forma intencionada, a sus lectores con los discípulos históricos del apóstol; no espera de ellos otra respuesta que la actuación de su exhortación.
Concluye de esta forma la producción literaria de la escuela paulina con 2 Tim; de forma consciente, ofrece una especie de testamento espiritual del apóstol, poco antes de su muerte (2 Tim 4,6; cf. Hch 20). Así pues, el corpus pastoral se presenta como la última palabra del apóstol que, junto con la de las cartas anteriores, auténticas y seudoepigráficas, conocidas todas ellas por nuestro autor, constituye la totalidad de la herencia espiritual de Pablo.
Iglesia y tradición como preocupación pastoral.
Es innegable que el concepto de iglesia y tradición que testimonian las pastorales es muy distinto, y queda distante, de la idea de comunidad y de evangelio que Pablo predicaba.
La insistencia pastoral en la organización de la vida común es extraña a la realidad carismática de las comunidades paulinas; el evangelio es ya tradición en Pablo (1 Cor 11,2.3).
La disminución de la tensión escatológica se operó también en Pablo, pero en él no llega aún a ahogarse del todo proponiendo un modelo de cristianismo inserto en las estructuras del mundo helenístico (1 Tim 6.14; 2
Las cartas pastorales nacen dentro de una tradición y una iglesia que se quieren aún paulinas, pero que han de afrontar una situación pospaulina: por un lado, el diálogo y la confrontación que le supone su inserción, ya consumada, en la cultura helenística; y por otro lado, el reto que le impone la sobrevivencia eclesial sin líderes carismáticos y con los problemas que una reinterpretación del kerigma primitivo conlleva.
El autor de las pastorales propone una síntesis de la fe cristiana genuina y un proyecto de existencia que ha de llevarse a cabo en la historia y en las estructuras existentes busca mantener la unidad en la fe y en el culto entre el tiempo apostólico y el periodo eclesial, entre los creyentes, judíos y gentiles, marido y mujer, viejos y jóvenes, ricos y pobres.
Una vida de familia con la tradición como patrimonio.
La comunidad cristiana es considerada como la casa de Dios (1 Tim 3,14-15.
Sus notas más características son el orden y la seguridad; ha sido el mismo Dios quien ha impuesto la ordenación interna (1 Tim 3,14; 2 Tim 2,21), y quien lo administre lo hace en su nombre (Tit 1,7).
La comunidad es fundamento (2 Tim 2) y columna de la verdad (1 Tim 3); institución a la que se le ha concedido una tradición que conserva, se conserva internamente mediante un régimen interior que la estabiliza y se difunde mediante la reputación que le gana vivir ordenadamente.
Acosada en su fidelidad.
La conciencia de tener una tradición, patrimonio de fe y de vida cristianas formulada en breves credos, himnos y doxologías, es, quizá, la característica fundamental de este peculiar mundo de las pastorales (1 Tim 6,20; 2 Tim 1,12).
Aparece una agria polémica ante la herejía de un movimiento sincretista, a medio camino entre el dualismo gnóstico (1 Tim 1,14).
Sus autores se presentan como portadores de un nuevo, y superior, conocimiento (Tit 1,16; 1 Tim 4,13; 6,10) que en realidad no son más que novedades (1 Tim 4,7; 6,20; 2 Tim 2,16; Tit 1,14); especulaciones mitológicas, inútiles genealogías e interpretaciones de la ley forman parte de su acervo.
Practican la abstinencia del matrimonio y de ciertos alimentos (1 Tim 4,3; 5,23; Tit16), creyendo que semejante rigorismo sea el camino del conocimiento que lleva a la salvación, entendida como liberación ya consumada del cuerpo y la materia; la resurrección es experiencia actual (2 Tim 2,18).
La memoria apostólica como garantía.
El autor reivindica la sana doctrina, conforme a la piedad (1 Tim 1,10; 4,6; 6,3; 2 Tim 4,3; Tit 1,9; 2,1) y las palabras del Señor Jesús (1 Tim 6,3; 2 Tim 1,13; Tit 2,8).
El criterio de discernimiento de la doctrina radica en su origen apostólico; la tradición (1 Tim 6,20; 2 Tim 1,12.14; 2,2) es entendida como enseñanza paulina confiada a sus discípulos, quienes han de guardarla con celo y dejarla en herencia con fidelidad; este depósito incluye tanto el kerigma apostólico cuanto su instrucción, el evangelio y la disciplina: la palabra de Pablo es norma perentoria más que exhortación paterna (1 Tim 4,11).
Mientras Pablo dialogaba con sus antagonistas, el autor de las pastorales los ignora, no entra en sus razonamientos ni alude a sus opiniones; pues no aceptan la tradición (1 Tim 6,20; 2 Tim 1,14;2,2).
La tradición defendida es, pues, el patrimonio paulino. Pablo, presentado como el único apóstol, es su origen y su garante, su testigo y su criterio (1 Tim 2,7; 4,7; 2 Tim 1,11).
En continuidad con él, los discípulos históricos, Timoteo y Tito, en primer lugar, son sus destinatarios y la garantía de la supervivencia de su herencia (1 1 im 1,18; 6,12; 2 Tim 2,2-3; Tit 1,5).
El magisterio paulino incluye también a la idealización de su vida y de su persona: 1 Tim 1,12-20 es un texto clave de esta memoria Paulina, esa imagen modificada del apóstol que ha de inspirar a los suyos (2 Tim 2,9-10; 3,10-11); el apóstol se convierte cada vez más en modelo de creyentes (1 Cor 4,16; 1 Tes 1,6; 2 Tim 4,16-17), pasándose pronto por alto la motivación cristológica (1 Cor 11,1); no se olvida su pasado de violento, de pecador (1 Tim 1,13.15-16, cf. 1 Cor 15,9), pero se le recuerda como el apóstol por antonomasia, la autoridad que garantiza la tradición (1 Tim 4,16). Se exaltan, además, los sufrimientos de Pablo, su martirio, (2 Tim 1,1 1-12; 2,8- 10; 3,10-11; 4,6-8) y se menciona su función vicaria (2 Tim 2,10), sin recordar ya el motivo de su debilidad, lugar de revelación del poder divino; se llega a verle ya santo, exaltado (2 Tim 4,6-8).
Imita a Jesús
La salvación realizada.
El núcleo central de la tradición se resume en el proyecto salvífico de Dios (1 Tim 2,3-4; 4,10; Tit 2,11), en el que se subrayan la gratuidad de la iniciativa divina y su manifestación en Cristo Jesús como amor benigno de Dios. De hecho, la epifanía es la categoría cristológica central de las pastorales.
La salvación se desarrolla entre dos manifestaciones, la histórica, realizada ya y asumida en la fe (1 Tim 3,16; 2 Tim 1,10; Tit 2,11-12; 3,4-5), y la escatológica "(2 Tes 2,8; cf. 1 Tim 6,14; 2 Tim 1,10; 4,1.8; Tit 2,13), por venir aún y objeto de esperanza; la existencia cristiana, aunque espere la confirmación, ya cuenta con la salvación.
El elemento carismático y dinámico de la iglesia paulina ha cedido su lugar al principio ministerial.
La iglesia de las cartas pastorales opta por la institución ministerial y la autoridad apostólica de la doctrina (2 Tim 2,2). La auténtica tradición está asegurada por una cadena de transmisores legitimados para su salvaguardia: presbíteros (Tit6; 1 Tim 5,17-22), obispos (Tit 1,7-9; 1 Tim 3,1-7), diáconos (1 Tim 3,8-13; 4,14; 5,17-22; Tit 1,5-9) y viudas (1 Tim 5,9-16).
El ministerio como institución.
Habría que evitar como anacrónico ver en las pastorales la monarquización de la jerarquía cuyo primer testigo es Ignacio (Ef 2,2; Magn 3,1; Tral 2,2; 3,1), pero se impone reconocer la distancia entre la estructura eclesial de las comunidades paulinas y la de las pastorales; la edad y la madurez personal, más que el carisma (cf. 1 Cor 12,28-31), aparecen ahora como criterios determinantes en el ejercicio de los ministerios comunitario.
El jefe de la comunidad, sea un presbítero (1 Tim 4,14) u obispo (1 Tim 3,2; Tit 1,7), es el representante local delegado del apóstol, administrador de la comunidad (Tit 1,7), su líder con responsabilidad también económica (1 Tim 3,3) y su modelo de vida cristiana.
Los elegidos (1 Tim 1,18) han de ser instruidos (2 Tim 3,14-17), probados (1 Tim 5,22; 2 Tim 2,2) y ordenados (1 Tim 4,14, 2 Tim 1,6)153; pero el carisma que se les ha conferido impone condiciones: la probidad de vida y la capacidad de mantener intacto el depósito de la fe.
La edad no es criterio (1 Tim 4,12); posiblemente la residencia permanente lo fuera. Los diáconos quedan, igualmente, asociados al obispo (1 Tim 3,1-13; cf. Flp 1,1); se les exige fe firme y han de ser probados (1 Tim 3,9-10), pero su ofi cio no queda bien definido; parece que en 1 Tim 3,11 hay una alusión a mujeres que tuvieron esa responsabilidad.
La institucionalización del ministerio está al servicio de la preservación de la doctrina; la tradición queda asegurada por una cadena de transmisores legitimados para ello; el bien común es confiado en depósito a personas que merecen la confianza del apóstol y de quien se espera fidelidad y custodia (1 Tim 6,20; 2 Tim 1,12.14).
Autoridad apostólica, competencia ministerial, tradición, sucesión, ortodoxia, están íntimamente relacionados con la idea misma de Iglesia.
Inculturación moral en el helenismo.
El proyecto de vida que se propone al creyente no dista mucho tampoco del ideal moral de sus contemporáneos, esa relación piadosa que el hombre de bien guarda con Dios, su gente y consigo mismo (1 Tim 2,2)
La triada paulina, fe, esperanza, caridad, de dimensión teologal de la vida cristiana, presencia eficaz de la gracia, poco a poco se convierte en virtud moral, meta y exigencia cristianas (cf. Tit 2,12).
En confrontación con el mundo helenístico se propone un ideal de vida cristiana que valora la practica de las buenas obras (1 Tim 2,10; 2 Tim 3,17)se elogian cualidades del hombre virtuoso, como la piedad (1 Tim 2,2; 4,7- 8; 6,2.5-6.11; 2 Tim 3,5), la prudencia, la dignidad o el equilibrio.
Para lograr un testimonio fidedigno de la fe, el cristiano ha de vivir inserto dentro de las estructuras sociales en vigor, la familia y el estado, sin entusiasmos ascéticos ni escapismos apocalípticos; su comportamiento ha de ser ejemplar y aceptable (1 Tim 2,15; 3,4-5.12.15158).
Las pastorales nos ofrecen los textos más antifeministas del NT (2 Tim 3,6; Tit 2,3-5)159; a la mujer cristiana se le asigna los roles tradicionales que confirman el status quo social del tiempo, la de esposa y madre.
Pero no son los contenidos de la ética de las pastorales lo que más los separan de la paulina. También el apóstol citó listas de virtudes y vicios (Gal 5,9-21; 1 Cor 6,9-10) y recomendó la aceptación de la situación social (1 Cor 7,17-24; cf. 1 Tim 6,1-2; Tit10) y política (Rom 13,1-10).
La diferencia es en la motivación: Pablo sigue poniendo la razón de su imperativo ético en la espera de una inminente llegada del Señor (Rom 13,11-14; 1 Cor 7,29-31) y en la asimilación del destino de Cristo (Rom 6,5-11; Gal 5,16.22-26; 1 Cor 6,19-20); las pastorales, en cambio, insisten en proponer modelos paradigmáticos que seguir (Jesús: 1 Tim 6,13; Pablo: 1 Tim 1,3-20; 2 Tim 1,3-18; 3,1-4,8) y conductas que evitar (1 Tim 5,9-13; 2 Tim 1,15-18; 4,10-11; Tit 1,12).
Las cartas pastorales son el documento más denso que se pueda imaginar de la viva tradición apostólica, es decir paulina, durante el período de transición del siglo I al II.
Las pastorales revelan la fecundidad histórica de la tradición paulina, una tradición que no se embalsama con un congelamiento mítico de su figura y del mensaje del apóstol, ni tampoco se esteriliza en la repetición mecánica de viejas fórmulas, sino que se activa y se hace vital en la doble confrontación con las nuevas situaciones eclesiales y con el ambiente cultural externo continuamente cambiante.
Si se abandona la creatividad del primer paulinismo es porque se pretendía defenderlo a ultranza; su supervivencia en un nuevo contexto social obligó a poner en manos de los mejores líderes el gobierno único de las comunidades.