lo del rey y su oueblo

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Page 1: Lo del rey y su oueblo

Lo del ReyMANUEL HIDALGO

Lo del Rey me parece mal, todo. Incluso sus disculpas -que no petición explícita de perdón-, retóricas y pobres en la forma y en el fondo y, sin duda, forzadas por la reacción creada, más que hondamente sinceras. Pero quiero hablar sobre una sociedad nada ejemplar que tiende a exigir conductas ejemplares. Que nada se exige a sí misma y exige todo a los demás. La ejemplaridad sólo puede exigirse desde la ejemplaridad. Pero los ejemplares no exigen -al igual que los verdaderos liberales-, sino que se comportan. La función crítica es indispensable, pero queda vaciada de legitimidad, contenido ético y utilidad moral si no empieza por uno mismo.

Los partidos, los medios, los intelectuales, las redes sociales y, en fin, el conjunto de los españoles censuran el comportamiento del Rey. Los partidos no son capaces de eliminar de sus filas y de sus prácticas la corrupción que nos asola. Los medios de comunicación sacan pecho y venden mercancía criticando a todo el mundo, inmersos en un juego de dependencias oscuras y silencios cómplices. Los intelectuales estamos engolfados con premios amañados, servidumbres al dictado y pagos sabrosos. Las redes sociales son un foco putrefacto de cobardías, insultos, anonimato, robo y piratería. ¿Y el conjunto de los españoles?

El conjunto de los españoles no tiene problema en trampear y en estafarse unos a otros con los peores vicios: los españoles escrituran a la baja los pisos que venden o compran, utilizan el subsidio de paro según les conviene, aceptan o no pagar el IVA según pueden evitarlo, enchufan a sus próximos en toda clase de trabajos y circunstancias, engañan con la declaración anual de la renta todo lo que pueden, trafican con el dinero negro siempre que tienen la oportunidad, explotan no siempre lícitamente los beneficios del Estado protector en materias de sanidad y Seguridad Social, esquivan trabajar manipulando sus acopios de días libres…y sigue tú. ¿Hay españoles íntegros al cien por cien? Alguno hay. Muchos, pero no bastantes.

Una sociedad enferma es aquella que piensa que los culpables son los otros y que se exonera a sí misma de sus deficiencias y perversiones con la coartada de que si los demás -los más altos, preferentemente- no cumplen, nada obliga a que todos y cada uno de sus miembros deban cumplir. Una sociedad propensa a erigirse en víctima de infortunios e injusticias -ciertos, tantas veces-, y a tomarlos como pretexto para buscarse la vida sin pudor, sortear la ley, no ver la viga en el ojo propio y, encima, exigir responsabilidades…a los otros.

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Si la sociedad española estuviera sana, motivo habría para exigir las máximas responsabilidades a los máximos responsables. Pero no son posibles líderes enfermos sin un tejido social enfermo, el cual, para salvarse, sitúa siempre la responsabilidad en los otros, en quienes deben dar ejemplo. Pero el ejemplo lo debe dar cada uno, sin mirar a los lados ni arriba, para que todo funcione. Y no hablemos adulterios, ni familias rotas. Ni de niños accidentados. Ni de gastos superfluos. Hablemos de que toda regeneración empieza por uno mismo. Cada uno sabe, seguro.