los guardianes del manglar

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EL ESPECTADOR / JUEVES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ 20 / 21 EL ESPECTADOR / JUEVES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2 01 4 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Las piangüeras del Pacífico Las piangüeras, que ejercen su oficio tradicional desde tiempos ancestrales, se encuentran a lo largo de toda la costa del Pacífico Colombiano. El Programa BIOREDD+ de USAID apoya a estas mujeres en el marco de la implemen- tación de medidas de manejo y ordenamiento pesquero en el golfo de Tribugá, en alianza con la Fundación Marviva; y en lugares como Bahía Málaga, Cajambre, Naya, Anchicayá y Mayorquín en Buenaventura; o Bajo Mira y Frontera en Tumaco. Además ha logrado realizar vínculos con reconocidos restaurantes de Cali y Bogotá que, a través de diversas preparaciones de la piangua, se han puesto en la tarea de posicionar este plato por excelencia del Pacífico Colombiano como uno de los referentes de la gastronomía nacional. MARÍA PAULINA BAENA JARAMILLO [email protected] Comunidades adaptadas en el Pacífico colombiano Los guardianes del manglar EN 2008, CINCO COMUNIDADES DEL GOLFO DE TRIBUGÁ, AL NORTE DEL CHOCÓ, DIERON INICIO A LA FORMULACIÓN DE LOS PLANES DE MANEJO DE SUS MANGLARES CON EL OBJETIVO DE COMBATIR SU EXPLOTACIÓN Y EL CAMBIO CLIMÁTICO. Antonio García es uno de los seis recuperadores de los manglares en el municipio de Nuquí. / Fotos: Francisco Acosta @mapatilla Respaldo: Dirección técnica: » Aliados: UNA LIBRA DE PIANGUA EQUIVALE A SEIS DOCENAS DE CONCHAS GRANDES QUE SE VENDEN A 8.000 PESOS. un compromiso para vivir mejor ENTREGA 5 Crónicas ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ El océano es lo de ellos, pues allí pescan. El barro, en cambio, es lo de ellas, porque allí pianguan. Saben hurgar con ambas manos en los bordes de las raíces de los manglares. Palpar con los pies descalzos alguna con- cha. Evitar los cangrejos, culebras y peje- sapos que puedan cruzarse en ese laberin- to de troncos. Y regresar con lodo hasta los tuétanos, con la ropa más negra que su piel y con un balde de pianguas por el que sólo pagan $8.000. La piangua es un molusco que vive entre las raíces de los mangles. En el Pacífico co- lombiano se ha consolidado como el recur- so más importante para las comunidades afrodescendientes, porque la comerciali- zan, la comen a diario en sudados, arroz atollado, tamales y ceviches, y utilizan su concha para fortalecer los suelos fangosos en los que se asientan las casas. Una libra equivale a seis docenas de con- chas grandes que alcanzan a llenar un bal- de pequeño. Pero los periplos por los que tienen que pasar las piangüeras no son po- cos. Hoy ya no hay tanta piangua como an- tes; el calor pega con más fuerza y los mos- quitos pican sin clemencia. Doña Morita, como la llaman en Tribu- gá, es una vieja de voz ronca y pelo canoso. Cuenta que cuando su mamá pianguaba se formaban montañas de conchas que hun- dían los botes de madera. Hoy, en el golfo de Tribugá, que comprende cinco comuni- dades, Jurubirá, Tribugá, Nuquí, Panguí y Coquí, “todos estamos de acuerdo con que ha disminuido el recurso”, remata Élmer Rentería, quibdoseño y biólogo de la Fun- dación Marviva. Y disminuyó, entre otras cosas, porque no existía un plan de manejo adecuado pa- ra su recolección y porque el nivel del mar aumentaba cada día, aprisionando al man- glar, destinándolo a morir y a que las pian- guas cambiaran de hábitat. En puja se piangua y en quiebra no: esa era la consig- na, pero la incertidumbre del clima dese- quilibró este calendario natural. “Quisimos bajar la presión sobre la leña y la piangua. Para eso debíamos cuidar el manglar”, dice Nilier Moreno, presi- dente del Consejo Comunitario Local de Tribugá, el corregimiento que cuenta con más área de manglar en todo el gol- fo, pero que se convirtió en un pueblo fantasma que fue desplazado por la gue- rrilla al ser un corredor estratégico que conectaba con la serranía del Baudó. Pero esa es otra historia. Empezaron a cuidar las 3.000 hectáreas de manglar que crecían en el golfo para que, “en vez de sacar más manglar, se conservara más”, comenta Enrique Murillo, vice- presidente del Consejo General Los Riscales, mientras pasa su segundo tra- go de viche (una bebida fermentada con hierbas). El manglar, según Héctor Tavera, coordinador de ordenamiento de manglares de la Fundación Marviva, “es la sala cuna de especies importan- tes para la pesca”. Además es fuente de plantas medicinales, protector del suelo, almacenador de hasta cuatro veces más carbono que los bosques húmedos tropicales y “el espacio per- fecto para el chisme”, comenta entre risas Élmer Rentería. El plan de manejo del manglar fue construido con la comunidad y aseso- rado por Marviva y otros socios. Las iniciativas partían del sentido común y consistían en una serie de normas sencillas. Una de ellas es la extracción de leña cuyo tronco no podía tener un diámetro menor a 18 centímetros y otra la reco- lección de piangua que debe tener una talla mínima de captura de 5 centíme- tros. Al principio medían las conchas con el piangüímetro, una regla que de- terminaba el tamaño ideal. Luego lo ha- cían mecánicamente. Esto con el objeti- vo de preservar la especie y permitir su reproducción. Carmen Candelo, directora de gober- nanza y vida sostenible de WWF, oriun- da de El Charco, Nariño, dice que cuan- do se implementó el plan de manejo con las piangüeras del sur del Pacífico se ge- neró “una conciencia colectiva frente al recurso. Este plan nos enseñó que la captura indiscriminada de la piangua nos generaba más recursos, pero mataba a la especie”. Otra iniciativa fue crear fogones aho- rraleña que suponían una nueva alter- nativa energética. En todo el golfo ya se han construido 105 fogones: el ahorro de leña es del 50% y la fila de espera para obtener uno es larga. No es un fogón co- mo cualquier otro. Cada uno ha sido de- corado por cada familia a punta de semi- llas, pinturas y mensajes. Esther, una de las beneficiarias del programa de fogo- nes, dice que la ropa ya no queda ahuma- da y la misma leña que utiliza para el de- sayuno le sirve para el almuerzo. La pro- fesora Noelia Mosquera, de la escuela de Jurubirá, también asegura que “antes cocinaba con 15 astillas y ahora me basta con tres”. Finalmente están los viveros. Uno en Jurubirá y otro en Nuquí. María Hurta- do—1,65 de estatura, dientes blancos y ojos brillantes— es delegada del man- glar en Nuquí y junto con un grupo de cinco personas se encarga de recuperar los mangles. Siembran las siete especies de plántulas en una carpa cerrada con lona verde y atestada de cangrejos, aga- rran las semillas, las introducen en pe- queñas bolsitas llenas de lodo y al cabo de tres meses ya están listas para repo- blar los lugares más “azotados” o los “claros”, como dicen ellos. “Si matamos la especie acabamos con nosotros mismos”, dice María Hurtado, en Nuquí. “Sin el manglar, no seríamos nada”, exclama Marlon Mosquera, en Jurubirá. En Nuquí ya han reforestado ocho hectáreas y se han sembrado 20.000 plántulas. En Jurubirá, llevan una hectárea reforestada y 2.500 plán- tulas sembradas. Los manglares se zonificaron. Una zo- na para uso sostenible en la que pian- guan y cortan leña, otra zona de recupe- ración en la que siembran las plantas que crecen en los viveros y otra de pre- servación que sirve de banco genético. Aída Leydis Palacios, delegada del manglar en Tribugá, está involucrada en el Colectivo de Comunicaciones “En Puja”, que busca divulgar la informa- ción para que la gente tome conciencia del cuidado de los manglares. Y como si fuera poco, en cada muni- cipio se levanta una valla gigante, colo- rida, en la que se lee que “En el golfo de Tribugá vivimos regocijao porque sus bellos manglares nos dan de comer pescao (sic)”. Allí todos tienen que ver con el man- glar. Todos se aferran a su tierra como las raíces de esos árboles. Van al ritmo del sol, la luna y las mareas, que puja cuando está baja y que quiebra cuando sube. Pe- ro el aumento en el nivel del mar y el ca- lor han desequilibrado su vida. Arcenia, una piangüera que lleva una herida en el brazo por la picadura del pe- jesapo (un pez venenoso que vive en los esteros del manglar), mitiga su inventa- rio de quejas con alguna canción. Por- que detrás de ese humor, de esas risas es- truendosas, de los ademanes grandilo- cuentes que utilizan los negros cuando cuentan alguna historia, de los pasos de salsa choke y de champeta que empie- zan a dar los más pequeños, de los tragos amargos de viche, de esas gotas de sudor que quedaban impregnadas en la frente, se esconde un profundo abatimiento. Con todas las maromas que tienen que hacer los chocoanos del golfo de Tribu- gá para preservar sus recursos, nadie se muere de hambre, y si se muere, es por pereza. Ambiente y calidad de vida ISAGEN apoya la estra- tegia de mejoramiento ambiental a través del financiamiento de estufas eficientes en sus zonas de influencia. La iniciativa busca mejorar la calidad de vida de las personas haciendo más eficiente la cocción con leña y generando un impacto positivo que proteja el entorno. Ya van 120 estufas instaladas en los municipios de San Vicente, Betulia y Zapatoca, en Santander. EPM Los manglares, ecosis- temas que tienen una alta capacidad de fijar el dióxido de carbono (CO2), uno de los gases de efecto invernadero cuyo incremento está provocando el calenta- miento global y la acidificación de los mares, están siendo talados indiscriminada- mente, privando con ello a la naturaleza de uno de sus más grandes sumideros de CO2. Su conservación es vital tanto para el planeta como para la subsistencia de quienes viven de ellos. No es extraño que, por acciones como esta, la concentración de gases de efecto invernadero haya llegado a sus máximos históricos en 2013, según la Organi- zación Meteorológica Mundial (OMM). Negocios verdes Ayer, en el Hotel Tequendama, se llevó a cabo el “Taller de negocios verdes con énfasis en el sector residuos sólidos”, en el cual, a través de interven- ciones de los asistentes, se buscó entender cómo funcionan el sector de residuos sólidos. Para explicar las posibilidades de los nuevos “negocios verdes” intervinieron expertos del Departa- mento Nacional de Planeación (DNP), el Ministerio de Vivienda, Asobancaria y Findeter. Como temas centrales, se habló de la cadena de valor del sector, riesgos, impactos y oportuni- dades y posteriormente de aspectos legales y normativos, e incentivos tributarios. Para finalizar la jornada se realizó una mesa de trabajo de negocios. La piangua es un molusco que vive entre las raíces de los mangles. La concha de la piangua se utiliza para fortalecer los suelos fangosos en los que se asientan las casas. Carmen García es piangüera del municipio de Tribugá. El piangüímetro es la regla para medir su talla mínima de captura, que es de 5 centímetros. Respaldo: Financiera del Desarrollo

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Page 1: Los guardianes del manglar

Publicacion = El Espectador, Sección = , Color = , Fecha = 10/09/2014, Hora = 03:10:39 p.m., Página= 20-21, Usuario = hamaya

EL ESPECTADOR / JUEVES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2 01 4

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Las piangüeras del PacíficoLas piangüeras, que ejercen su oficio tradicionaldesde tiempos ancestrales, se encuentran a lolargo de toda la costa del Pacífico Colombiano.El Programa BIOREDD+ de USAID apoya aestas mujeres en el marco de la implemen-tación de medidas de manejo y ordenamientopesquero en el golfo de Tribugá, en alianza conla Fundación Marviva; y en lugares como BahíaMálaga, Cajambre, Naya, Anchicayá yMayorquín en Buenaventura; o Bajo Mira yFrontera en Tumaco. Además ha logradorealizar vínculos con reconocidos restaurantesde Cali y Bogotá que, a través de diversaspreparaciones de la piangua, se han puesto enla tarea de posicionar este plato por excelenciadel Pacífico Colombiano como uno de losreferentes de la gastronomía nacional.

MARÍA PAULINA BAENAJA R A M I L LO

m b a e n a @ e l e s p e c t a d o r.co m

Comunidades adaptadas en el Pacífico colombiano

Los guardianes del manglar

EN 2008, CINCOCOMUNIDADES DEL GOLFODE TRIBUGÁ, AL NORTEDEL CHOCÓ, DIERON INICIOA LA FORMULACIÓN DELOS PLANES DE MANEJODE SUS MANGLARES CONEL OBJETIVO DE COMBATIRSU EXPLOTACIÓN Y ELCAMBIO CLIMÁTICO.

Antonio García es uno de los seis recuperadores de los manglares en el municipio de Nuquí. / Fotos: Francisco Acosta

@ m a p at i l l a

Re s p a l d o: Dirección técnica:

»

Aliados:

UNALIBRA DE PIANGUA

EQUIVALE A SEISDOCENAS DE

CO N C H ASGRANDES QUE SEVENDEN A 8.000

P E S OS .

un compromiso para vivir mejor

ENTREGA 5Crónicas

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El océano es lo de ellos, pues allí pescan. Elbarro, en cambio, es lo de ellas, porque allípianguan. Saben hurgar con ambas manosen los bordes de las raíces de los manglares.Palpar con los pies descalzos alguna con-cha. Evitar los cangrejos, culebras y peje-sapos que puedan cruzarse en ese laberin-to de troncos. Y regresar con lodo hasta lostuétanos, con la ropa más negra que su piely con un balde de pianguas por el que sólopagan $8.000.

La piangua es un molusco que vive entrelas raíces de los mangles. En el Pacífico co-lombiano se ha consolidado como el recur-so más importante para las comunidadesafrodescendientes, porque la comerciali-zan, la comen a diario en sudados, arrozatollado, tamales y ceviches, y utilizan suconcha para fortalecer los suelos fangososen los que se asientan las casas.

Una libra equivale a seis docenas de con-chas grandes que alcanzan a llenar un bal-de pequeño. Pero los periplos por los quetienen que pasar las piangüeras no son po-cos. Hoy ya no hay tanta piangua como an-tes; el calor pega con más fuerza y los mos-quitos pican sin clemencia.

Doña Morita, como la llaman en Tribu-gá, es una vieja de voz ronca y pelo canoso.Cuenta que cuando su mamá pianguaba seformaban montañas de conchas que hun-dían los botes de madera. Hoy, en el golfode Tribugá, que comprende cinco comuni-dades, Jurubirá, Tribugá, Nuquí, Panguí yCoquí, “todos estamos de acuerdo con queha disminuido el recurso”, remata ÉlmerRentería, quibdoseño y biólogo de la Fun-dación Marviva.

Y disminuyó, entre otras cosas, porqueno existía un plan de manejo adecuado pa-ra su recolección y porque el nivel del maraumentaba cada día, aprisionando al man-glar, destinándolo a morir y a que las pian-guas cambiaran de hábitat. En puja sepiangua y en quiebra no: esa era la consig-na, pero la incertidumbre del clima dese-quilibró este calendario natural.

“Quisimos bajar la presión sobre la leña y

la piangua. Para eso debíamos cuidar elmanglar ”, dice Nilier Moreno, presi-dente del Consejo Comunitario Localde Tribugá, el corregimiento que cuentacon más área de manglar en todo el gol-fo, pero que se convirtió en un pueblofantasma que fue desplazado por la gue-rrilla al ser un corredor estratégico queconectaba con la serranía del Baudó.

Pero esa es otra historia. Empezarona cuidar las 3.000 hectáreas de manglarque crecían en el golfo para que, “en vezde sacar más manglar, se conservaramás”, comenta Enrique Murillo, vice-presidente del Consejo General LosRiscales, mientras pasa su segundo tra-go de viche (una bebida fermentadacon hierbas).

El manglar, según Héctor Tavera,coordinador de ordenamiento demanglares de la Fundación Marviva,“es la sala cuna de especies importan-tes para la pesca”. Además es fuente deplantas medicinales, protector delsuelo, almacenador de hasta cuatroveces más carbono que los bosqueshúmedos tropicales y “el espacio per-fecto para el chisme”, comenta entrerisas Élmer Rentería.

El plan de manejo del manglar fueconstruido con la comunidad y aseso-rado por Marviva y otros socios. Lasiniciativas partían del sentido comúny consistían en una serie de normass e n c i l l a s.

Una de ellas es la extracción de leñacuyo tronco no podía tener un diámetromenor a 18 centímetros y otra la reco-lección de piangua que debe tener unatalla mínima de captura de 5 centíme-tros. Al principio medían las conchascon el piangüímetro, una regla que de-terminaba el tamaño ideal. Luego lo ha-cían mecánicamente. Esto con el objeti-vo de preservar la especie y permitir sure p ro d u c c i ó n .

Carmen Candelo, directora de gober-nanza y vida sostenible de WWF, oriun-da de El Charco, Nariño, dice que cuan-do se implementó el plan de manejo conlas piangüeras del sur del Pacífico se ge-neró “una conciencia colectiva frente alrecurso. Este plan nos enseñó que lacaptura indiscriminada de la pianguanos generaba más recursos, pero matabaa la especie”.

Otra iniciativa fue crear fogones aho-rraleña que suponían una nueva alter-nativa energética. En todo el golfo ya sehan construido 105 fogones: el ahorro de

leña es del 50% y la fila de espera paraobtener uno es larga. No es un fogón co-mo cualquier otro. Cada uno ha sido de-corado por cada familia a punta de semi-llas, pinturas y mensajes. Esther, una delas beneficiarias del programa de fogo-nes, dice que la ropa ya no queda ahuma-da y la misma leña que utiliza para el de-sayuno le sirve para el almuerzo. La pro-fesora Noelia Mosquera, de la escuela deJurubirá, también asegura que “antescocinaba con 15 astillas y ahora me bastacon tres”.

Finalmente están los viveros. Uno enJurubirá y otro en Nuquí. María Hurta-do —1,65 de estatura, dientes blancos yojos brillantes— es delegada del man-glar en Nuquí y junto con un grupo decinco personas se encarga de recuperarlos mangles. Siembran las siete especies

de plántulas en una carpa cerrada conlona verde y atestada de cangrejos, aga-rran las semillas, las introducen en pe-queñas bolsitas llenas de lodo y al cabode tres meses ya están listas para repo-blar los lugares más “azotados” o los“c l a ro s ”, como dicen ellos.

“Si matamos la especie acabamos connosotros mismos”, dice María Hurtado,en Nuquí. “Sin el manglar, no seríamosnada”, exclama Marlon Mosquera, enJurubirá. En Nuquí ya han reforestadoocho hectáreas y se han sembrado20.000 plántulas. En Jurubirá, llevanuna hectárea reforestada y 2.500 plán-tulas sembradas.

Los manglares se zonificaron. Una zo-na para uso sostenible en la que pian-guan y cortan leña, otra zona de recupe-ración en la que siembran las plantasque crecen en los viveros y otra de pre-servación que sirve de banco genético.

Aída Leydis Palacios, delegada delmanglar en Tribugá, está involucrada enel Colectivo de Comunicaciones “EnPuja”, que busca divulgar la informa-ción para que la gente tome concienciadel cuidado de los manglares.

Y como si fuera poco, en cada muni-cipio se levanta una valla gigante, colo-rida, en la que se lee que “En el golfo deTribugá vivimos regocijao porque susbellos manglares nos dan de comerpescao (sic)”.

Allí todos tienen que ver con el man-glar. Todos se aferran a su tierra como lasraíces de esos árboles. Van al ritmo delsol, la luna y las mareas, que puja cuandoestá baja y que quiebra cuando sube. Pe-ro el aumento en el nivel del mar y el ca-lor han desequilibrado su vida.

Arcenia, una piangüera que lleva unaherida en el brazo por la picadura del pe-jesapo (un pez venenoso que vive en losesteros del manglar), mitiga su inventa-rio de quejas con alguna canción. Por-que detrás de ese humor, de esas risas es-truendosas, de los ademanes grandilo-cuentes que utilizan los negros cuandocuentan alguna historia, de los pasos desalsa choke y de champeta que empie-zan a dar los más pequeños, de los tragosamargos de viche, de esas gotas de sudorque quedaban impregnadas en la frente,se esconde un profundo abatimiento.

Con todas las maromas que tienen quehacer los chocoanos del golfo de Tribu-gá para preservar sus recursos, nadie semuere de hambre, y si se muere, es porp e re z a .

Ambiente y calidad de vidaISAGEN apoya la estra-tegia de mejoramientoambiental a través delfinanciamiento deestufas eficientes ensus zonas deinfluencia. La iniciativabusca mejorar lacalidad de vida de laspersonas haciendo

más eficiente lacocción con leña ygenerando un impactopositivo que proteja elentorno. Ya van 120estufas instaladas enlos municipios de SanVicente, Betulia yZapatoca, enS antander.

EPMLos manglares, ecosis-temas que tienen unaalta capacidad de fijarel dióxido de carbono(CO2), uno de los gasesde efecto invernaderocuyo incremento estáprovocando el calenta-miento global y laacidificación de los

mares, están siendotalados indiscriminada-mente, privando conello a la naturaleza deuno de sus másgrandes sumideros deCO2. Su conservaciónes vital tanto para elplaneta como para lasubsistencia de

quienes viven de ellos.No es extraño que, poracciones como esta, laconcentración de gasesde efecto invernaderohaya llegado a susmáximos históricos en2013, según la Organi-zación MeteorológicaMundial (OMM).

Negocios verdesAyer, en el HotelTequendama, se llevó acabo el “Taller denegocios verdes conénfasis en el sectorresiduos sólidos”, en elcual, a través de interven-ciones de los asistentes,se buscó entender cómofuncionan el sector de

residuos sólidos. Paraexplicar las posibilidadesde los nuevos “negociosve rd e s ” i n te r v i n i e ro nexpertos del Departa-mento Nacional dePlaneación (DNP), elMinisterio de Vivienda,Asobancaria y Findeter.Como temas centrales, se

habló de la cadena devalor del sector, riesgos,impactos y oportuni-dades y posteriormentede aspectos legales ynormativos, e incentivostributarios. Para finalizarla jornada se realizó unamesa de trabajo denegocios.

La piangua es un molusco que vive entre las raíces de los mangles.

La concha de la piangua se utilizapara fortalecer los suelos fangososen los que se asientan las casas.

Carmen García es piangüera del municipio de Tribugá. El piangüímetro es la regla para medir sutalla mínima de captura, que es de 5 centímetros.

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