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    III Jornada Acadmica "Partidos Armados en la Argentina de los Setenta"

    24 de abril de 2009

    Centro de Estudios de Historia PolticaEscuela de Poltica y Gobierno

    Universidad Nacional de San Martn

    El problema de lamilitarizacinen el PRT-ERP

    Vera Carnovale

    "Un partido de combate se caracteriza por eso mismo, porque combate,

    y en esta Argentina que est en guerra, la poltica se hace en lo

    fundamental armada, por lo tanto, en cada lugar donde el Partido est

    presente en las masas se debe impulsar las tareas militares. Combatir,

    formar el ejrcito en la prctica de la lucha armada: quien no pelea noexiste"1

    Tras su derrota poltico-militar, los balances de dirigentes y militantes dieron lugar a un

    conjunto bastante homogneo de crticas excepciones mediantes de lo que haba sido

    la actuacin del PRT-ERP. Estas crticas, bastante extendidas en el campo de los

    estudios sobre el pasado reciente, se concentran en determinados posicionamientos

    polticos y prcticas de la organizacin que estaran evidenciando un proceso de

    militarizacin. La determinacin de continuar la lucha armada durante el gobierno de

    Hctor Cmpora y la intensificacin del accionar militar, fundamentalmente a partir de

    1974, seran tan slo los ejemplos ms destacados de aquel proceso. En aadidura, la

    militarizacin junto a la incapacidad partidaria para prever el reflujo de masas

    que tuviera lugar tras las movilizaciones de julio de 1975 estara en la base de un

    progresivo aislamiento poltico de la organizacin. Una suerte de subestimacin del

    1 Resoluciones del V Congreso y Resoluciones posteriores. Pub. del PRT, 1971, pg. 72.

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    enemigo, conjugada con la ferocidad criminal e inesperada de las fuerzas represivas,

    habran hecho el resto.

    Ahora bien a qu se debi ese proceso de militarizacin? Cules fueron sus causas?

    La mayora de las intervenciones que han abordado la experiencia perretista centran las

    respuestas en la dimensin de los sujetos: en sus interpretaciones desacertadas o

    insuficientes (de la realidad nacional o de la teora marxista, por ejemplo) en su

    escasa experiencia poltica, en su pobre formacin terica, en su aplicacin y/o rplica

    esquemtica de conceptos y experiencias histricas lejanas en tiempo y espacio.

    Esta idea de una creciente militarizacin fue dando lugar a una aseveracin bastante

    extendida y aceptada: el desplazamiento de la poltica fue la contracara de la

    intensificacin del accionar armado. La violencia armada y la poltica se presentan,

    desde esta perspectiva, como trminos claramente diferenciables o an excluyentes.

    Una de las ltimas intervenciones que, desde el campo acadmico, han abordado la

    experiencia de la guerrilla en la Argentina es la obra de Pilar Calveiro Poltica y/o

    violencia. Una aproximacin a la guerrilla de los aos 70. All, anticipado desde el

    propio ttulo (poltica y/o violencia) se presenta el postulado principal del libro: la

    intimidad entre ambos trminos estuvo signada menos por la tensin y la imbricacin

    que por el desplazamiento de uno en favor del otro. Es finalmente en la supresin de la

    poltica donde pueden encontrarse las claves de la derrota de las organizaciones

    revolucionarias armadas: Lo militar y lo organizativo asfixiaron la comprensin y la

    prctica polticas.2 Para la autora, entre el surgimiento de las organizaciones armadas y

    su derrota final, hubo desplazamiento y reemplazo: la lucha armada comenz siendo la

    mxima expresin de la poltica primero, y la poltica misma ms tarde.3

    Pablo Pozzi ha ofrecido una versin distinta pero coincidente, en todo caso, con

    aquellos enfoques que sobreimprimen a la experiencia perretista un postulado divorcio

    entre la poltica y las armas: lo militar no gui lo poltico, pero s tendi aautonomizarse () no hubo militarismo como tal (lo militar guiando a lo poltico) lo

    que hubo fue una autonomizacin de los aspectos militares de la organizacin. La

    2 Calveiro, Pilar: Poltica y/o violencia. Una aproximacin a la guerrilla de los aos 70, Buenos Aires,

    Norma, 2005, pg. 23.3 Calveiro, Pilar, op. cit., 129.

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    separacin entre ambos aspectos, militar y poltico, los llev a desarrollarse por carriles

    distintos donde a veces chocaban entre s y a veces se complementaban.4

    Me propongo abordar aqu el problema de la llamada militarizacin partiendo de la

    premisa de que la diferenciacin-oposicin entre violencia y poltica se torna poco

    potentea la hora de analizar la experiencia perretista puesto que no alcanza a explicar

    las causas de aquella militarizacin.

    Ofrecer ambos trminos (poltica y violencia) como finalmente excluyentes implicara

    postular que es posible una poltica sin violencia y una violencia sin marcas polticas; o,

    dicho de otro modo, que la violencia, en tanto rgimen de medios puede independizarse

    de los fines polticos, al tiempo que stos pueden prescindir de medios violentos5. No se

    trata aqu de afirmar lo contrario; s se trata, en cambio, de analizar la particularidad del

    vnculo entre violencia y poltica en la historia del PRT-ERP. Y hacerlo a partir de una

    ponderacin que evale la preeminencia o supeditacin de cada uno de ellos (es decir, si

    hubo ms poltica que violencia o ms violencia que poltica) nos enfrentara a

    problemas tanto tericos como histricos de difcil resolucin.

    Especulemos: qu es lo que determina el carcter ms o menos poltico de una accin

    armada? La expropiacin de un camin de alimentos, por ejemplo, es un acto ms

    poltico que un ajusticiamiento? El secuestro extorsivo de un ejecutivo de una

    empresa en conflicto o el desarme de un polica son ms polticos que un asalto a un

    cuartel?

    Si medimos lo poltico a partir de las reacciones del afuera, es decir, de la recepcin

    que de una determinada accin tiene lugar en distintos sectores de la poblacin es la

    llamada simpata de las masas aquello que determina el carcter poltico de la accin

    4 Pozzi, Pablo: Por las sendas argentinas El PRT-ERP, la guerrilla marxista,Buenos Aires, Eudeba,

    pg. 2715 Hannah Arendt afirma que Nadie consagrado a pensar sobre Historia y Poltica puede permanecer

    ignorante del enorme papel que la violencia ha desempeado siempre en los asuntos humanos, y, al

    mismo tiempo advierte: la verdadera sustancia de la accin violenta es regida por la categora medios-fin

    cuya principal caracterstica, aplicada a los asuntos humanos, ha sido siempre la de que el fin est siempre

    en peligro de verse superado por los medios a los que justifica y que son necesarios para alcanzarlo

    (Arendt, Hannah, Sobre la violencia en Arendt, Hannah:Crisis de la Repblica, Ed. Taurus, Espaa,

    1999, pp. 112-116). Finalmente, resulta oportuno sealar que lo que Arendt sita como opuesto a la

    violencia no es lapolticasino el poder; y al respecto, concede: Nada resulta tan corriente como la

    combinacin de violencia y poder, y nada es menos frecuente como hallarlos en su forma pura y por esoextrema (Arent, Hannah, op., cit., pg. 149).

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    armada? O debemos medir la dimensin poltica de una accin a partir de la

    reconfiguracin en las relaciones de fuerza que sta produce? Haciendo caso omiso de

    las dificultades metodolgicas que afrontaramos para medir la simpata de las masas

    y optando, en consecuencia, por dar crdito a algunos testimonios, nos encontraramos

    con que un mismo tipo de accin armada, los ajusticiamientos, por ejemplo,

    generaron reacciones y consecuencias dispares en momentos distintos. Podra sealarse

    que esas disparidades tuvieron lugar en funcin de quin era la persona ajusticiada y

    cual el marco poltico coyuntural en el que se llev a cabo la accin, pero ello no

    aclarara demasiado el panorama en tanto la decisin de a quin ajusticiar no responde a

    estrategias netamente militares sino que se orientan por la bsqueda de efectos polticos.

    Algo similar podra decirse de los secuestros extorsivos de ejecutivos de empresas en

    conflicto. Algunos de ellos fueron festejados probablemente a causa del xito

    obtenido en las negociaciones, en tanto otros, al entorpecer el dilogo entre los

    trabajadores y la patronal, provocaron rechazos de envergadura.

    Se reducira, entonces, la dimensin poltica de un acto armado al sentido de su

    oportunidad? Si optramos por una respuesta afirmativa, el problema no estara ya en el

    tipo de acciones y prcticas, ni an en su frecuencia y envergadura, sino en los

    contextos particulares en los que stas tienen lugar.

    Ahora bien, el ideario revolucionario postulaba que la orientacin de masas que

    deban tener las acciones armadas quedaba determinada no slo por la simpata de las

    masas sino, adems, por el grado de movilizacin de las mismas. Y aqu entonces nos

    enfrentamos a un problema no menor: en principio, los ndices de movilizacin de la

    sociedad argentina no parecen haber registrado cambios abruptos hasta despus de las

    movilizaciones que siguieron al rodrigazo (julio-agosto de 1975), momento en el que

    s, entonces, se registra un sensible reflujo. Paralelamente, en el caso del PRT-ERP es

    el perodo que va de 1973 a 1975 no slo aquel en que se verifican acciones de mayorenvergadura y una creciente regularizacin de sus fuerzas militares, sino tambin, como

    se ver ms adelante, aquel en que parecen verse redoblados los esfuerzos partidarios en

    los llamados frentes de masas y los intentos por acordar alianzas legales con

    distintos agrupamientos sociales y polticos. En aadidura, es precisamente el perodo

    que va de 1973 a 1975 el de mayor crecimiento del PRT-ERP, lo que a ojos de la propia

    organizacin vendra a confirmar la pertinencia y oportunidad de su lnea poltica.

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    Llegados a este punto, resulta necesario admitir que abordar el derrotero perretista a

    partir del postulado de un proceso de militarizacin o de una autonomizacin de lo

    militar sin ser equvoco es poco explicativo.

    La intensificacin del accionar armado del PRT-ERP fundamentalmente a partir de

    1974 y el lugar central que en su imaginario y discursividad ocuparon las figuras

    blicas son fenmenos innegables.6 Pero si se rechaza la idea y aqu se hace en forma

    contundente que aquello se debi a una particular predisposicin a la violencia, a una

    inclinacin deliberada por el uso de las armas o a la locura que stas acarrean no puede

    dejar de plantearse, entonces, algunos interrogantes.

    Cules fueron las races de aquella intensificacin del accionar armado perretista?

    Cul era el sentido del vnculo entre poltica y violencia en su imaginario? Qu rol

    jugaban las armas revolucionarias en el devenir histrico? Por qu no se retrajo la

    actividad militar ante el mencionado reflujo de masas? Por qu ste no fue advertido

    o lo fue slo tarda y parcialmente?

    La expansin simultnea de todas las formas de lucha -armadas y no armadas,

    pacficas y violentas, legales y clandestinas- fue una constante en la historia de la

    organizacin. La constitucin de alianzas polticas y frentes de masas en distintos

    espacios (Frente Antimperialista por el Socialismo, Frente Antiimperialista de los

    Trabajadores de la Cultura, Movimiento Sindical de Base, Tendencia Antimperialista

    Revolucionaria, etc.), la compra del diario El Mundo y la publicacin de la revista

    Nuevo Hombre, los esfuerzos concentrados en comisiones internas, gremios, sindicatos

    y centros de estudiantes, entre otras cosas, dan cuenta de la lnea partidaria en materia

    de formas legales de disputa poltica. Junto a ellas, la organizacin despleg un amplio

    abanico de acciones armadas.

    Los objetivos de estas acciones no resultan inequvocamente diferenciables. Algunas

    pueden distinguirse por el objetivo pragmtico o inmediato de abastecer lainfraestructura partidaria (expropiacin de armamento, de medicamentos y materiales

    quirrgicos y sanitarios, de dinero para la manutencin de los militantes

    clandestinizados o los preparativos de otras acciones, etc). Otras, con independencia de

    6 Se acepta aqu el postulado de una intensificacin del accionar armado a partir de 1974 porque a partir

    de entonces se registran acciones de mayor envergadura (entre las que se encuentran cinco ataques a

    cuarteles militares), la puesta en prctica de una represalia indiscriminada contra integrantes de las

    Fuerzas Armadas, la apertura de un frente militar en Tucumn (la Compaa de Monte) y, finalmente,una regularizacin de sus fuerzas, a partir del establecimiento de Grados y Reglamentos en el ERP.

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    su tipo y envergadura, fueron de alguna manera acciones de propaganda armada, en

    tanto buscaban inscribir a la organizacin en la escena pblica y erigirla ante el

    movimiento de masas como alternativa poltica (tal es el caso, por ejemplo, de los

    repartos de alimentos, la toma de fbricas y localidades con arengas, la colocacin de

    explosivos con volantes, etc.). Los asaltos a cuarteles y guarniciones militares o

    policiales podran situarse en el cruce de ambos objetivos en tanto representan no slo la

    posibilidad del aprovisionamiento de armas sino tambin la de demostrar la audacia

    guerrillera, el poder de fuego de la organizacin y la debilidad del enemigo. En otras

    acciones, como la toma de rehenes o los secuestros extorsivos de ejecutivos de empresas

    en conflicto, parece haber primado la voluntad ms especfica de torcer las

    negociaciones en favor de los trabajadores; aunque es innegable que en ambos casos se

    busca, adems, la repercusin poltica en el movimiento de masas (por no mencionar

    que los secuestros extorsivos conllevan siempre el objetivo del abastecimiento).

    En todo caso, como a lo largo del perodo en el que el PRT-ERP actu las coyunturas

    polticas se vieron sensiblemente alteradas (tanto en lo referente al marco institucional,

    como a la relacin de fuerzas y, finalmente, al accionar de la represin legal e ilegal)

    se vuelve imprescindible a la hora de dilucidar la lgica implicada en una lnea

    partidaria que tras la derrota se ha tornado para tantos incomprensible cuando no

    descabellada- explorar los sentidos que los revolucionarios perretistas otorgaron, a partir

    de su propio ideario, a la lucha armada. Hacerlo, nos obliga a un recorrido exhaustivo

    por distintos documentos partidarios escritos entre 1968 y 1976. Es necesario advertir,

    en principio, que a lo largo de todos esos aos la discursividad partidaria, al tiempo que

    postulaba que la poltica se hace, en lo fundamental, armada, prescriba una prctica

    militar con orientacin de masas y, por tanto, fue particularmente insistente en que:

    la lucha armada y la formacin de nuestro ejrcito debe ir () de las

    pequeas acciones a las ms complejas procurando que estn ligadas a lasnecesidades y simpatas de las masas7.

    El correlato organizativo de esta orientacin sera la supeditacin del Ejrcito al Partido,

    supeditacin cristalizada en la frmula la poltica manda al fusil.

    No se trata aqu de evaluar si finalmente esto fue as o no. S se trata de admitir, en

    cambio, que en el imaginario perretista la accin armada adquiri sentidos

    estrechamente vinculados a lo que la propia organizacin, en su autoproclamado rol de

    7El nico camino hacia el poder obrero y el socialismo en De Santis, Daniel (1998), op. cit, pg. 121.

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    vanguardia, determinaba eran las necesidades de las masas en una guerra

    revolucionaria que, si en 1968 se prevea cercana, tras el Cordobazo se consideraba ya

    iniciada. MENCIONAR AQU QUE EN 1968 EL PRT-ERP ABANDONA LA

    TEORA INSURRECCIONALISTA PARA ADSCRIBIR A LA DE GUERRA

    POPULAR PROLONGADA (definirla brevemente si es necesario)

    Anticipando en parte los resultados del mencionado recorrido por la documentacin

    partidaria podemos agrupar aquellos sentidos a partir de tres ejes (no necesariamente

    consecutivos en trminos cronolgicos): a) la accin armada como creadora de

    conciencia; b) la accin armada en defensa del poder popular y c) la accin armada

    entre el combate final y la resistencia.

    La invitacin, en definitiva, es a volver la mirada sobre las formulaciones poltico-

    ideolgicas centrales, sobre sus connotaciones, sentidos e implicancias ms profundos.

    Porque en ellos, como se intentar dar a cuenta, quedaban anudados con lazo

    indisoluble violencia y poltica, vanguardia y conciencia, guerra y revolucin. Y

    entonces es probable que la llamada militarizacin haya sido, en gran medida, no una

    desviacin ni una insuficiencia (de comprensin de la poltica o del marxismo),

    sino ms bien el resultado ms o menos fiel de aquellos sentidos o, an, del propio

    ideario revolucionario que los forj.

    a. La accin armada como creadora de conciencia

    Tras el naufragio de la experiencia del Ejrcito Guerrillero del Pueblo (EGP) en Salta y,

    ms an, tras la derrota de las tropas del Che Guevara en Bolivia, la teora del foco,

    que tan ampliamente circul tras la epopeya de Sierra Maestra, fue puesta en cuestin o

    directamente desestimada por aquellos dispuestos a incluir la lucha armada en una

    estrategia de poder. Sin embargo, fue el postulado taxativo de Rgis Debray en

    Revolucin en la Revolucin? -aquel que otorgaba al Ejrcito Guerrillero la direccinmilitar y poltica del proceso revolucionario- aquello que en los ltimos aos de la

    dcada de 1960 era puesto en cuestin (tambin por el PRT). Pero de la figura y del

    pensamiento del Che Guevara eman un legado que habra de habitar el ideario

    perretista hasta la derrota final de la organizacin: la accin armada de los

    revolucionarios crea las condiciones subjetivas para la revolucin.

    La conjuncin entre la figura de la vanguardia y el legado guevariano no poda menos

    que traducirse en una lgica autoafirmante de la voluntad armada. Sin haberconformado an el Ejrcito partidario, el IV Congreso adverta:

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    en muchas ocasiones, las formas de lucha necesarias para enfrentar un

    nuevo perodo, son tomadas con cierto retraso por las masas debido al peso

    de la inercia de la etapa anterior. La misin del revolucionario, entonces, es

    tratar de difundir y organizar a las masas en las formas de lucha ms

    adecuadas a cada etapa de la revolucin8.

    Y si la lucha armada no deba circunscribirse nicamente a los perodos de auge

    revolucionario sino que poda iniciarse an en perodos de reflujo eso se deba,

    precisamente, a su capacidad de desarrollar las fuerzas subjetivas:

    vamos ahora a estudiar el estado de la clase obrera, para ver de qu punto

    debemos partir para iniciar la lucha armada revolucionaria, en el curso de la

    cual se desarrollarn las fuerzas subjetivas necesarias para su futuro y lejano

    triunfo9.

    El Cordobazo fue para el PRT la seal inequvoca de que la guerra civil revolucionaria

    ha comenzado en nuestro pas. De ah, que el V Congreso partidario (1970) diera carta

    de fundacin al ERP. En las resoluciones del evento estipulaba:

    la guerra revolucionaria se asienta sobre dos concepciones bsicas: el

    desarrollo de lo pequeo a lo grande y la incorporacin de las masas a la

    guerra en un proceso dialctico () el objetivo militar de la lucha es

    secundario frente a los objetivos polticos, se busca en cada accin

    armada movilizar y educar a las masas10 .

    Ms adelante, estableca que las clulas partidarias deban tener como preocupacin

    fundamental en el terreno militar la aplicacin de una lnea de masas al tiempo que

    deban contribuir a ella aportando informes y transmitiendo la opinin y el estado de

    nimo de las masas a fin de lograr su movilizacin con operaciones de propaganda

    armada11

    Dos meses ms tarde, el nuevo ejrcito realizaba su primera accin: la toma de laComisara N 24 de la ciudad de Rosario. En la proclama correspondiente explicaba:

    8El nico camino hacia el poder obrero y el socialismo en De Santis, Daniel (1998), op. cit., pg. 98.9El nico camino hacia el poder obrero y el socialismo en De Santis, Daniel (1998), op. cit., pg. 130.10

    Resoluciones del V Congreso en De Santis (1998), op. cit., pg. 162. El resaltado es mo.11Resoluciones del V Congreso en De Santis (1998), op. cit., pp. 167-168. El resaltado es mo.

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    esta accin y nuestras operaciones posteriores tienen un objetivo principal,

    el despertar la conciencia popular, mostrar a todos los patriotas el camino

    revolucionario12

    No le resultara difcil al PRT-ERP encontrar en el curso de los acontecimientos la

    confirmacin de sus propias certezas. Desde 1969 la movilizacin popular no haca ms

    que incrementarse y tanto el ciclo de rebeliones que siguieron al Cordobazo como el

    surgimiento y accionar de varios grupos guerrilleros hacan tambalear la dictadura

    militar instaurada en 1966. Si el estallido cordobs haba forzado la renuncia del

    Ministro de Economa, Adalbert Krieger Vasena, el secuestro y fusilamiento del general

    Pedro E. Aramburu haba puesto fin a la Presidencia del general Ongana.

    Paralelamente, en barrios, universidades y fbricas, las audacias guerrilleras, muchas de

    ellas de signo justiciero, convocaban crecientes simpatas; y las organizaciones poltico-

    militares comenzaban lentamente a nutrir sus filas. Hacia marzo de 1971 el PRT-ERP

    ratificaba:

    la experiencia nos est confirmando que la aplicacin consecuente de la

    lnea del V Congreso lleva a la participacin de nuevos sectores sociales en

    la lucha armada, al apoyo activo del conjunto del pueblo explotado13.

    No obstante, la nueva coyuntura despertaba alerta en la organizacin. Las disputas

    dentro de las Fuerzas Armadas en torno a qu estrategia poltica adoptar para retornar a

    niveles aceptables de gobernabilidad se hacan evidentes. La salida del gobierno del

    general Marcelo Levingston y su reemplazo por el general Agustn Lanusse (marzo de

    1971) permitan preveer una salida negociada en el corto o mediano plazo. En esa

    salida, la autoproclamada vanguardia revolucionaria crea enfrentarse a riesgos que

    podan obstaculizar el desarrollo de la conciencia poltica de las masas; y, en tanto

    dinamizadora de conciencia, la accin armada vena a conjurarlos. En las Resoluciones

    del Comit Central de marzo de 1971, el PRT adverta:en la situacin actual de ensanchamiento de las posibilidades legales y

    semilegales, la tendencia a recuperar los sindicatos y encauzar por ellos las

    luchas reivindicativas y transformarlas en polticas [] engendra el riesgo

    del sindicalismo, el reformismo poltico y aventurerismo sindical [] La

    manera de contrarrestar ambos [] es con la presencia y desarrollo de

    12

    Al Pueblo Argentino, La Tribuna de Rosario, 20 de septiembre de 1970. El resaltado es mo.13Resoluciones del Comit Central de Marzo de 1971 en De Santis, Daniel (1998): op. cit., pg. 204

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    nuestro Partido, con la accin armada del ERP dentro de la fbrica y en

    relacin con la lucha sindical14

    En julio de 1971 el gobierno del general Lanusse convocaba al Gran Acuerdo Nacional

    El GAN propona un acuerdo entre las principales fuerzas polticas a fin de restablecer

    las reglas del juego electoral. La convocatoria no hizo ms que enardecer las alarmas

    perretistas: representaba para la organizacin un hbil intento de la burguesa y su

    partido poltico, la casta militar por erigir vallas de contencin al auge revolucionario.

    Canalizado hacia la farsa electoral ese auge corra el riesgo de perderse en falsas

    opciones que desviaran a las masas del camino de la guerra revolucionaria, nica va

    hacia el poder obrero y el socialismo.

    El GAN es un recurso de la dictadura con que sta pretende lograr una

    amplia base popular, reconciliarse con los partidos burgueses populares, con

    el objetivo contrarrevolucionario de aislar a la guerrilla y a la vanguardia

    clasista, para reprimirla con mayor eficacia e intentar detener as el naciente

    proceso de guerra revolucionaria15l

    La consecutiva pulseada entre la dictadura y Pern que culminara finalmente con el

    retorno del lder al pas represent para el PRT-ERP un acuerdo interburgus dentro

    de la estrategia contrarrevolucionaria: para salvar al capitalismo argentino Pern se

    ofrece como candidato para liderar las fuerzas burguesas frente al peligro

    revolucionario16. Pero el objetivo del GAN era un intento irrealizable: el vnculo

    entre las organizaciones armadas y el movimiento de masas (especialmente en sus

    expresiones clasistas) haba llegado, a entender de la organizacin, a un punto en que

    su destruccin es imposible. Por lo dems, el gobierno que resultara de las elecciones,

    obligado a mantenerse dentro de los mrgenes de un capitalismo en crisis, sera incapaz

    de solucionar las expectativas de las masas. De ah que:

    la continuidad de la lucha armada y no armada () no se interrumpir nipor este proceso electoral ni por el Gobierno que surja de l. El proceso

    electoral no presenta opcin progresista alguna, sino que se perfila en su

    condicionamiento como limitado a distintas variantes burguesas17.

    14Resoluciones del Comit Central de Marzo de 1971 en De Santis, Daniel (1998): op. cit., pg. 203.15El CombatienteN 67, 28 de febrero de 1972.

    16El CombatienteN 67, 28 de febrero de 1972.17El CombatienteN 67, 28 de febrero de 1972.

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    Tras el retorno de Pern, el Comit Central del PRT-ERP resolva, en diciembre de

    1972, asentar la actividad partidaria sobre cinco pilares fundamentales: 1) La tctica

    electoral; 2) la actividad en el frente sindical; 3) frente nico; 4) las operaciones

    militares y la construccin del ERP; 5) la edificacin y consolidacin del Partido.

    Una tctica correcta de intervencin activa en el proceso electoral reconoca

    fundamentalmente dos opciones: la participacin o el boicot. En la tradicin leninista, la

    pertinencia de una u otra opcin quedaba determinada por el auge de masas.

    Admitiendo los lmites infranqueables para el desarrollo de las fuerzas revolucionarias

    dentro de los marcos de la democracia burguesa, si el auge de masas haba llegado a su

    punto culminante se planteaba el boicot, de lo contrario, la organizacin de vanguardia

    deba participar del proceso electoral a fin de aprovechar los resquicios legales para

    intensificar la propaganda revolucionaria en el movimiento de masas. La tradicin

    trotskista, en este terreno, postulaba la participacin mediante la presentacin de

    candidatos obreros.

    Aunque la direccin partidaria adverta que las resoluciones del Comit Central de

    diciembre de 1972 en este terreno sern comunicadas verbalmente por razones de

    seguridad s publicaba para el colectivo partidario que:

    si la tctica votada por el CC logra concretarse, nuestra intervencin

    electoral podr ser muy amplia, si ello no es as, lo ms probable es que

    debamos ir al boicot, aunque con pocas perspectivas. De todas maneras, en

    todos estos meses, hasta la farsa electoral y ms all de ella, debemos

    intensificar el trabajo legal con la lnea de los Comit de Base, ampliar de

    esta manera nuestra relacin con las masas, combinar este trabajo con la

    propaganda armada18

    Es plausible suponer que aquella determinacin comunicada verbalmente remita a la

    presentacin de un frmula electoral, lo cual indicara que la tctica a seguir ya habasido determinada. Daniel De Santis relata que un tiempo antes, una de sus tareas haba

    sido llevar tabicado a Silvio Frondizi a una casa operativa donde Benito Urteaga (por

    entonces a cargo del partido) le propuso integrar la frmulaTosco Presidente-Silvio

    Frondizi Vicepresidente.

    Y Silvio acept, estoy muy de acuerdo, dijo, incluso con el orden

    -Y por qu finalmente no lograron presentar esa frmula?

    18Resoluciones del Comit Central de diciembre de 1972en De Santis, Daniel (1998): op. cit., pg 369

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    Porque Tosco no acept. Porque le pareca que era dividir al movimiento

    obreroy adems porque nosotros tenamos mucha debilidad () salvo en

    algunas localidades, no sacamos la personera electoral. Pero tenamos

    bastante avanzado los trmites19

    Diversos testimonios afirman que la lnea de los comits de base y las perspectivas de

    la participacin electoral generaron en la mayora de los mbitos muy poco debate. Pero

    all donde lo hubo surgieron algunas resistencias internas de alcances e intensidades

    dispares segn las zonas, los frentes y las regionales. Muchos militantes entendan la

    decisin de la direccin como una forma de claudicacin: participar de las elecciones

    implicaba, para ellos, abandonar la lucha armada y sta era, en definitiva, la verdadera

    opcin revolucionaria.

    En ese momento yo vena con {el pin} fijo. Y el Partido al contrario:

    tena en su lnea una apertura democrtica, que haba que trabajar... Me

    acuerdo que hubo una discusin sobre los Comits de Base. Y tal es as

    que haba un Boletn Interno que haba llegado y haba alrededor de eso una

    gran discusin porque en el peridico haba salido no s si en el peridico

    o en el Boletn Interno que un gobierno democrtico convena mil veces

    ms que una dictadura. Y no, nosotros nos encerrbamos en que los dos

    eran burgueses. () O sea, no salamos de esa postura: eran dos formas de

    dominacin burguesa, digamos, la democracia y la dictadura. () para

    nosotros eso significaba que haba que seguir adelante con la lucha

    armada20

    Como seala Pablo Pozzi, el PRT-ERP contaba con varios sectores internos cuya

    percepcin de lo electoral distaba mucho de ser homognea21. Estaban aquellos

    cuadros, explica, que desencantados de la poltica nacional y la esterilidad de la

    participacin electoral se orientaban casi exclusivamente por la intensificacin delaccionar militar. Otros, se inclinaban por una participacin en los comicios sustentada

    sobre una amplia poltica de alianzas. Y, finalmente, se destacaban aquellos cuadros que

    proponan una combinacin de distintas formas de lucha dentro de las cuales se

    propona la participacin electoral con candidatos obreros. En todo caso, concluye

    19 Daniel De Santis, testimonio brindado al Archivo Oral de Memoria Abierta, La Plata, 23 de junio

    de 2008.20

    Miguel, testimonio brindado a la autora, 8 de abril de 2000.21 Pozzi, Pablo: op. cit. pg 336.

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    Pozzi, a diferencia de los cuadros, gran parte de a base partidaria no se plante ninguno

    de esos dilemas () la vasta mayora senta una profunda desconfianza por lo que e

    visualizaba como lapoltica burguesa22. Esta desconfianza encontraba su razn de ser

    no slo en fundamentos ideolgicos sino tambin, y quizs fundamentalmente, en la

    propia experiencia histrica de la democracia argentina.

    En todo caso, la participacin electoral, tal como haba sido postulada, no implicaba en

    absoluto el abandono del accionar armado; todas las formas de lucha podan y deban

    desplegarse simultneamente: intensificar el trabajo legal y combinar este trabajo

    con la propaganda armada. As, lo explica Daniel:

    -Cmo fue la discusin sobre los Comit de Base?

    Hubo varias discusiones. () hubo una minuta, me acuerdo, de un

    compaero, creo que era el Chanchn Rpoda, que plante el Negro se

    cag, tir la toalla (porque planteaba esto de participar de las elecciones).

    Pero en realidad, nosotros en ningn momento contraponamos participar de

    las elecciones con continuar la lucha armada. Eran dos formas de lucha que

    incluso se podan dar simultneamente. De hecho, era lo que estbamos

    proponiendo. () Entonces estn los que dicen el Negro se cag, estn los

    que dicen no, hay que hacer los Comits de Base, () bueno, y se dan

    esas discusiones ah. Pero el grueso del Partido logra encarrilarse con la

    lnea que bajaba Santucho y el resto de los compaeros de la direccin. No

    participamos de las elecciones no porque no quisiramos, no participamos

    de las elecciones porque no pudimos.

    -Ahora Daniel, cuando vos les los documentos de esta poca hay un fuerte

    nfasis en lo de la farsa electoral? Cmo se conjuga aquel intento de

    participacin con lo de la farsa?

    Bueno, que fuera una farsa electoral no quiere decir que no se tuviera queparticipar. Para qu llamaron a las elecciones? Para desviar al movimiento

    revolucionario () El que se dio cuenta de esto fue Lanusse: hay que

    frenar la ofensiva, hay que desviar, meter a las masas en las elecciones y

    sacarlas de la guerra revolucionaria. Y Pern obviamente estuvo totalmente

    de acuerdo en eso () Nosotros no entramos en el engao. () Ahora,

    nosotros decamos: a ese pueblo que va a votar tenemos que llegar con la

    22 Pozzi, Pablo: op. cit. pg. 337.

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    propaganda de los revolucionarios. Farsa en ese sentido, desviar al pueblo

    de la revolucin. Nosotros bamos a las elecciones para llevar la propaganda

    revolucionaria. No hay ninguna contradiccin () Sacamos el voto

    programticocomo la alternativa menos mala23

    Se trataba, en definitiva, de aprovechar los resquicios legales para expandir y consolidar

    el trabajo legal y estrechar, as, la ligazn con esas masas que concurran festivas a las

    urnas. Pero para el PRT-ERP la participacin electoral no desmenta el carcter

    esencialmente fraudulento de los comicios ni los lmites que el propio parlamentarismo

    impona a la causa de los oprimidos. Si los planes de la burguesa eran desviar al

    pueblo de la guerra revolucionaria, su vanguardia deba, acompandolo,

    desenmascarar el engao y recordarle que era precisamente esa guerra la verdadera

    opcin para sus esperanzas. Y lo hara intensificando la lucha armada. Ante la farsa

    electoral, el sentido atribuido a las acciones militares era precisamente aquel que

    enlazaba accin armada con conciencia revolucionaria. Las armas esclarecan,

    demostraban, recordaban.

    el condicionamiento del GAN y la ausencia total de una opcin

    genuinamente popular exige la continuidad del accionar armado. Este

    accionar debe ser intensificado en el prximo perodo () poniendo

    especial acento en las acciones de masas y realizando tambin acciones de

    envergadura () Las operaciones de envergadura servirnparademostrar

    al pueblo la fuerza y la decisin de la guerrilla de colocar en forma

    destacada ante los ojos de las masas, en momentos previos a la farsa

    electoral, la verdadera salida, la salida de la guerra revolucionaria, para

    recordar a las masas que su lucha transciende por completo el episodio

    electoral24

    b. La accin armada en defensa del poder popular

    23 Daniel De Santis, testimonio brindado al Archivo Oral de Memoria Abierta, La Plata, 23 de junio

    de 2008.24

    Resoluciones del Comit Central de diciembre de 1972 en De Santis, Daniel (1998): op. cit., pg 372.El resaltado es mo.

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    El 11 de marzo de 1973 la frmula del FREJULI, encabezada por Hctor Cmpora

    ganaba las elecciones con ms del 49% de los votos. Despus de casi 18 aos de

    proscripcin, el peronismo retornaba al poder.

    Para el PRT-ERP, la llegada del peronismo al poder -y la consecuente lucha interna que

    esto desencadenara en el movimiento- culminara indefectiblemente en lo que la

    organizacin denomin la facistizacin del peronismo. Era indiscutible que el nuevo

    gobierno -dentro del cual la Tendencia ocupaba varias bancas, gobernaciones y

    ministerios- surga de la voluntad popular. Pero ms indiscutible resultaba para el PRT-

    ERP que el abandono de las armas facilitara el avance de las fuerzas reaccionarias.

    En abril de 1973 la organizacin haca pblica su decisin de no abandonar la lucha

    armada. As fundamentaba su determinacin:

    el gobierno que el Dr. Cmpora presidir representa la voluntad popular.

    Respetuosos de esa voluntad, nuestra organizacin no atacar al nuevo

    gobierno mientras ste no ataque al pueblo ni a la guerrilla. Nuestra

    organizacin seguir combatiendo militarmente a las empresas y a las

    fuerzas armadas contrarrevolucionarias () La experiencia nos indica que

    no puede haber tregua con los enemigos de la Patria, con los explotadores,

    con el ejrcito opresor y las empresas capitalistas expoliadoras. Que detener

    o disminuir la lucha es permitirles reorganizarse y pasar a la ofensiva25

    El 25 de mayo, Hctor Cmpora asuma la Presidencia de la Nacin en un clima de

    intensa algaraba popular. Para amplios sectores que haban acompaado hasta entonces

    la movilizacin popular, la llegada de Cmpora al poder pareca anunciar la inminencia

    de un tiempo de transformacin social. Pero la llamada primavera camporista habra

    de durar tan slo 49 das. En la masacre de Ezeiza primero y en la renuncia de Hctor

    Cmpora despus con el consecuente avance de la derecha del peronismo en el

    gobierno- el PRT-ERP no dejara de encontrar signos confirmatorios de su propiopronstico. En la misma direccin poda leerse el fracaso de la experiencia chilena:

    luego de un largo perodo de boicot, las Fuerzas Armadas, encabezadas por el general

    Augusto Pinochet, derrocaban, en septiembre de 1973, el gobierno de Salvador Allende,

    derrumbando as la viabilidad por tantos sostenida de "la va pacfica al socialismo". Las

    armas deban estar ahora, ms que nunca, al servicio de la defensa del poder popular.

    25

    Por qu el ERP no dejar de combatir. Respuesta al Presidente Cmpora, 13 de abril de 1973, en, DeSantis, Daniel (1998): op. cit., pg. 387

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    Al referirse a la decisin perretista de continuar con la lucha armada durante el gobierno

    de Cmpora, Rodolfo Mattarollo explica:

    la racionalidad que le encontrbamos a las posiciones del PRT se basaba en

    la fascistizacin progresiva del gobierno peronista, la Triple A, el ascenso

    de Lpez Rega Lo que fue la sucesin de Cmpora la salida de

    Cmpora del gobierno y de Esteban Righi como ministro del Interior () A

    Cmpora-Righi los sucede el yerno, como se lo llamaba, Lastiri () Y,

    para que a Lastiri se lo nombre presidente se lo manda a Daz Bialet, que era

    el presidente del Senado, a Argelia en una extraa excursin. Entonces ah

    veamos toda una conspiracin que efectivamente exista para abrirle paso a

    un Pern () que haba hecho de Lpez Rega el personaje principal de su

    gobierno. Entonces, decididamente, en esta situacin encontrbamos una

    racionalidad en la posicin del PRT. Contra esa racionalidad se volva que

    la gente no entenda, evidentemente

    -Y cmo impacta la cada de Salvador Allende en este tema en particular?

    Bueno, ah, de alguna forma, parecera que entonces los partidarios de la

    lucha armada tenan razn. No se poda hacer la revolucin por la va

    pacfica () era la demostracin de que decididamente haba un solo

    camino. Entonces eso tambin impactaba a favor de mantener una estrategia

    de guerra popular prolongada que pareca la nica viable26

    Durante la presidencia interina de Ral Lastiri, pocos das antes de las elecciones que le

    dieran el triunfo abrumador a la frmula Pern-Pern, el ERP asalt sin xito el

    Comando de Sanidad del Ejrcito en Capital Federal. Cuatro meses despus, en enero

    de 1974, atac la guarnicin militar de Azul, en la provincia de Buenos Aires. Este

    acontecimiento, superponindose a los conflictos que asolaban al peronismo, reforz las

    presiones de la derecha y del propio Pern, precipitando la renuncia del entoncesgobernador de la provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain (figura clave dentro de la

    Tendencia), y la del bloque de ocho diputados nacionales por la Juventud Peronista. La

    esfera de influencia y alianzas del PRT-ERP tambin sufrira el cimbronazo: segn

    26

    Rodolfo Mattarollo, testimonio brindado al Archivo Oral de Memoria Abierta, Buenos Aires, 15 denoviembre de 2003.

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    Armando Jaime, uno de los referentes mximos del sindicalismo clasista y aliado del

    PRT el ataque de Azul fue el comienzo del fin del FAS27.

    Pero desde el punto de vista de la historia interna de la organizacin, el ao 1974

    represent un verdadero punto de inflexin. Despus de seis aos de insistencia en la

    necesidad de un ejrcito popular que creciera de lo pequeo a lo grande, templndose

    en mil batallas, tanto en la ciudad como en el campo (TEORA DE LA GUERRA

    POPULAR PROLONGADA), y a slo cuatro aos de su fundacin, el ejrcito del

    pueblo abra un frente militar en el monte tucumano. Y al tiempo que vea engrosar sus

    filas en un verdadero engorde, su capacidad operativa se expanda al punto de parecer

    exigir una regularizacin de fuerzas. Las etapas descriptas por los tericos de la guerra

    prolongada se cumplan. Ms importante an, al menos desde la documentacin

    partidaria, era la persistencia de un altsimo grado de movilizacin popular. A los ojos

    del PRT-ERP se configuraba una indiscutida situacin revolucionaria.

    En agosto de ese ao, Santucho present al colectivo partidario un documento

    considerando por muchos28 como la obra ms acabada y madura de su pensamiento:

    Poder burgus, poder revolucionario.

    Nos detendremos particularmente en este documento por varios motivos. En primer

    lugar, porque a pesar de ser 1974 el ao que estara indicando el comienzo de una

    militarizacin en el PRT-ERP (fundamentada en parte en los datos arriba mencionados)

    lo cierto es que en este documento hay un notorio nfasis en la nocin de que el poder

    popular se construa fundamentalmente a partir de la movilizacin de masas. En

    segundo lugar, porque si un ao y medio antes la apertura electoral era enfticamente

    catalogada de farsa, aqu, sin ser particularmente reivindicada, adquira el status de

    forma legtima de lucha. En tercer lugar, porque se propona no ya al ejrcito

    revolucionario sino a un frente antiimperialista, expresin de acuerdos polticos por

    arriba y la movilizacin de masas por abajo, como fuerza dirigente del procesorevolucionario en curso. Las armas cumplan ahora sin dejar de advertirse su hasta

    entonces rol de dinamizador de conciencia- la funcin de reaseguro de un poder

    27 Armando Jaime, primer encuentro con el Archivo Oral de Memoria Abierta, Buenos Aires, julio de

    2008.28 Vase, por ejemplo, Pozzi Pablo: Por las sendas argentinas. El PRT-ERP. La guerrilla marxista,

    Buenos Aires, EUDEBA, 2001 y Mattini, Luis: Hombres y mujeres del PRT-ERP. De Tucumn a laTablada, Buenos Aires, Ed. de la Campana, 1996.

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    revolucionario ya conquistado. Un extenso aunque fragmentado recorrido por el

    documento da cuenta de lo antedicho:

    El carcter fraudulento, engaoso, de toda eleccin y de todo parlamento

    no quita que la clase obrera () deba ingeniarse para intentar utilizar el

    parlamento con fines revolucionarios. Una poltica revolucionaria debe

    saber usar todo tipo de armas, incluso aquellas que han sido creadas y son

    usadas con ventaja por la burguesa como el parlamentarismo () para

    avanzar en la movilizacin de masas ().

    A partir del Cordobazo () nuestro pueblo tiende a insurreccionarse

    localmente, tiende a movilizarse aqu y all, tomar sectores de ciudades y

    poblaciones, erigir barricadas y aduearse momentneamente de la situacin

    rebasando las policas locales y provinciales ().

    El momento en que la toma del poder puede ya materializarse es

    denominada por el marxismo-leninismo crisis revolucionaria, que es la

    culminacin de la situacin revolucionaria, el momento del estallido final

    () Pero entre el inicio de una situacin revolucionaria y su culminacin en

    crisis revolucionaria [] se desarrolla el poder dual, es decir que la disputa

    por el poder se manifiesta primero en el surgimiento de rganos y formas de

    poder revolucionario a nivel local y nacional, que coexisten en oposicin

    con el poder burgus (). De esta forma las fuerzas revolucionarias se van

    organizando y preparando para la insurreccin armada, para la batalla final

    por el poder ()

    El desarrollo del poder dual est en todos los casos ntimamente unido al

    desarrollo de las fuerzas militares del proletariado y el pueblo porque no

    puede subsistir sin fuerza material que lo respalde () No hay posibilidades

    de avanzar slidamente en el desarrollo del poder local sin constantesavances en la unidad y movilizacin ms amplia de las masas populares.

    Este es un problema crucial que ser resuelto mediante una sabia

    combinacin de avances en la movilizacin poltica de masas por abajo con

    una correcta poltica de acuerdos entre las distintas organizaciones obreras y

    populares () garantizando la ntima vinculacin de las fuerzas polticas y

    militares clandestinas con el conjunto del pueblo trabajador ().

    La unidad y movilizacin patritica de todo el pueblo requiere laconstruccin de una herramienta poltica orgnica que la centralice,

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    organice, impulse y oriente. Es el Ejrcito poltico de las masas, el Frente

    Antiimperialista que es necesario organizar en el curso mismo de la

    movilizacin, como propulsor y resultado de la intensa actividad poltica,

    legal, semilegal y clandestina de las ms amplias masas populares ().

    Como parte del ejercicio soberano del poder por el pueblo en determinadas

    zonas, se crearn milicias de autodefensa obreras y populares () La

    formacin de milicias de autodefensa () exige una poltica prudente,

    reflexiva, consistente. Los espontanestas, con su irresponsabilidad y

    ligereza caracterstica gustan plantear sin ton ni son ante cada movilizacin

    obrera y popular por pequea y aislada que sea, la formacin inmediata de

    milicias de autodefensa () pero [stas] por su amplio carcter de masas

    slo pueden surgir de una profunda y total movilizacin del pueblo en zonas

    de guerrilla o zonas liberadas 29

    Preeminencia de lo militar sobre lo poltico? No resulta tan sencillo afirmarlo; no al

    menos si prestamos atencin a ciertos elementos que, sin duda, le otorgan el tono

    general al documento: el reconocimiento de la legalidad institucional, la combinacin de

    movilizacin de masas por abajo con acuerdos polticos por arriba como frmula

    garante del avance revolucionario, las fuerzas militares como respaldo material de la

    movilizacin popular, la advertencia sobre la irresponsabilidad y ligereza de los

    espontanestas en este terreno.

    Otros documentos y gestos partidarios se orientan en la misma direccin. En un Boletn

    Interno de ese mismo septiembre, por ejemplo, se estipulaba:

    es necesario as, pasar a construir audazmente el Partido () en las

    barriadas, villas y poblaciones donde el trabajo legal es el eje de las

    tareas del Partido30

    Veinte das ms tarde, ante la convocatoria del gobierno de Isabel Pern a una reuninmultisectorial, el PRT-ERP hizo una propuesta pblica de armisticio. El objetivo de esa

    propuesta era doble:

    1. Convertirla en una consigna permanente de lucha por la legalidad. 2.

    Demostrar a los sectores intermedios, principalmente a los polticos

    29 Santucho, Mario Roberto: Poder burgus, poder revolucionario,enEl Combatiente, 23 de agosto de

    197430

    Boletn Interno N 67, 11 de septiembre de 1974, en De Santis Daniel (2000), op. cit., pg. 313. Elresaltado es mo.

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    honestos, la flexibilidad y racionalidad de nuestra poltica como una forma

    ms de establecer vnculos y sentar bases para un futuro accionar

    unitario.31

    Ahora bien, si resulta difcil afirmar a partir de estos documentos una preeminencia de

    lo militar por sobre lo poltico, tan o ms difcil resulta encontrar en esta proclamada

    flexibilidad la preeminencia inversa. Ms bien lo que pareciera advertirse es una

    lgica deexpansin, tanto en el plano militar como en el de las estrategias polticas por

    estriles que se hayan demostrado-. As lo explica Daniel:

    La clase obrera estaba dejando de ser peronista () la clase obrera en

    Argentina, sobre todo la de las grandes fbricas, estaba en los umbrales del

    socialismo, estaba en trnsito hacia el socialismo () Qu quera la

    burguesa? Desviar al movimiento de masas hacia la institucionalizacin

    burguesa. Cul era la lnea del PRT? Sabotear la lnea esa para evitar que

    fuera neutralizado el movimiento revolucionario. Entonces pusimos toda la

    carne al asador en esa lnea poltica, militar, sindicalPorque tambin

    compramos el diario El Mundo, tambin multiplicamos la revista Nuevo

    Hombre. Siempre, siempre, siempre, el presupuesto de propaganda del PRT

    fue muchas veces superior al presupuesto militar32

    31 Propuesta de armisticio, El Combatiente N 138, 9 de octubre de 1974, en De Santis, Daniel (2000),

    op. cit., pg. 330.32 Daniel De Santis, testimonio brindado al Archivo Oral de Memoria Abierta, La Plata, 23 de junio

    de 2008. El diario El Mundo, fue comprado por el PRT a comienzos de 1973. Recuerda Manuel Gaggero

    que antes del 25 de mayo de ese ao Benito Urteaga convoc a varios militantes provenientes de

    organizaciones o movimientos afines al PRT planteando la necesidad de pensar en un diario que

    consolidara el espacio democrtico, que levantara las actividades de los movimientos sociales, de los

    sindicatos, la lucha antiburocrtica, etc. El grupo que editaba el diario El mundo, haba presentado

    quiebra y tanto el nombre del diario como su archivo estaban a la venta. Fue entonces que el PRT compr

    el diario. Su primer director fue el abogado Luis Cerrutti Costa y Manuel Gaggero, el subdirector.

    Despus del ataque al cuartel de Sanidad el diario fue clausurado una semana. Para quienes trabajaban en

    l (y no pertenecan al PRT-ERP) les result muy complicado cmo compatibilizar una poltica de

    prensa legal con acciones de la envergadura del intento de la toma de Sanidad. Algunos compaeros que

    estaban en el Consejo de Redaccin del diario dijeron bueno, pero esto no es lo que habamos acordado;

    habamos acordado profundizar el espacio democrtico A raz de eso ms una situacin interna con el

    personal bastante complicada se resuelve que Cerrutti Costa haga una gira internacional para hacer

    contacto con otros pases e ir armando lo que de alguna manera se pensaba en tiempos futuros como laSolidaridad Internacional () Entonces yo asumo la direccin el 7 o el 8 de diciembre y el 14 de marzo

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    Debe insistirse en que es precisamente en los meses de agosto, septiembre y octubre de

    1974 en que se registran dos ataques a guarniciones militares, la declaracin de una

    represalia indiscriminada contra los oficiales del Ejrcito en respuesta al asesinato de un

    grupo de combatientes del ERP en Catamarca, y una resolucin de establecimiento de

    grados y reglamentos en el ERP con vistas a regularizar sus fuerzas33 (sin mencionar

    la actuacin desde unos meses antes de la Compaa de Monte en Tucumn).

    Cul era, entonces, la racionalidad perretista que descansaba debajo de una estrategia

    que conjugaba armisticios y represalias indiscriminadas, la lucha por la legalidad con

    la regularizacin de sus fuerzas militares, el aprovechamiento de la democracia

    parlamentaria con los ataques a cuarteles?

    La persistente movilizacin popular, la incapacidad de la burguesa para dar respuesta a

    la crisis estructural que atravesaba el capitalismo argentino y la inoperancia, por todos

    sealada, del gobierno de Isabel Pern determinaban, para el PRT-ERP, una situacin

    revolucionaria, antesala del estallido final. En ese contexto, aquello que quedaba

    configurado era el doble poder, es decir, la disputa a la burguesa de rganos y

    funciones de gobierno, ya sea sta en sentido extraterritorial (justicia paralela, por

    ejemplo) o a partir del establecimiento de zonas liberadas (de ah la importancia

    estratgica de la Compaa de Monte). Esta disputa por el poder exiga el ms amplio

    acuerdo de fuerzas polticas y sociales (un Frente Antiimperialista). Pero aunque

    sustentado por la movilizacin de masas por abajo y los acuerdos polticos por

    arriba, el poder popular no poda subsistir sin una fuerza material que lo respalde. Y

    la intensificacin de la represin legal e ilegal estaba all para demostrarlo.

    En efecto, motivadas quizs por el mismo diagnstico una situacin revolucionaria-

    empresas, Fuerzas Armadas, bandas paramilitares y grupos de choque de la burocracia

    sindical se cobraban con sangre el desafo popular. Y si ni la movilizacin de masas ni

    las propuestas de armisticios lograban detener el avance represivo, el ERP, en suautoproclamado rol de defensor del pueblo no solamente no dejara de combatir, sino

    nos clausuran (Manuel Gaggero, testimonio brindado al Archivo de memoria Abierta, Buenos Aires,

    24 de noviembre de 2003). La revista Nuevo Hombre fue un quincenario de opinin sostenido por el

    PRT. Uno de sus primeros directores fue Silvio Frondizi quien, segn el testimonio de Rodolfo

    Mattarollo, renunci a su cargo por diferencias con el PRT. Tras su renuncia fue suplantado por

    Mattarollo. La revistaNuevo Hombrese public con regularidad hasta el golpe del 24 de marzo de 1976.

    33 Grados y reglamentos en el ERP, Estrella Roja N 42, 21 de octubre de 1974.

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    que, ms an, ante la agudizacin de las contradicciones y la puesta en marcha de la

    cruzada contrarrevolucionaria, se preparara para la batalla final de esa guerra

    revolucionaria finalmente no tan prolongada. Y lo har, una vez ms, apelando a todas

    las formas de lucha. Como profesaban las enseanzas revolucionarias, haba que

    golpear al enemigo en todos los terrenos a la vez.

    c. La accin armada entre el combate final y la resistencia

    El 5 de febrero de 1975 Isabel Pern firm el decreto 261 que daba comienzo al

    Operativo Independencia en la provincia de Tucumn. Aprobado por el Gabinete y

    refrendado por el Congreso, este decreto ordenaba al Ejrcito ejecutar las acciones

    militares necesarias a fin de aniquilar el accionar de elementos subversivos en la

    provincia. Cuatro das ms tarde, comenzaron las operaciones. En respuesta, el PRT-

    ERP declaraba:

    nuestra organizacin y dems organizaciones progresistas y

    revolucionarias sabrn responder local y nacionalmente con la accin

    militar y la propaganda de masas, al ilusorio proyecto de la oficialidad

    asesina () Es el momento en que el proceso de guerra revolucionaria, de

    combinacin de lucha, armada y no armada, pacfica y violenta, legal o

    ilegal, poltica y reivindicativa, etc. etc., se extender nacionalmente,

    prender en las ms amplias masas y adquirir un vigor hasta hoy

    desconocido34

    Desde entonces y hasta su derrota definitiva, el PRT-ERP redoblara sus esfuerzos por

    alcanzar la democratizacin del escenario poltico nacional. Ese intento, al calor de la

    movilizacin popular que alcanzara su punto culminante en las jornadas de junio-julio

    de 1975, incluy una nueva propuesta de tregua y la consigna de Asamblea

    Constituyente.Paralelamente, aquellos sentidos que el PRT-ERP le haba otorgado a laaccin armada desde su propio surgimiento (creadora de conciencia, defensora del

    poder popular) concurran ahora a la escena de la confrontacin final entre las fuerzas

    reaccionarias y las de la revolucin. Que de esa confrontacin se trataba, no haba duda

    alguna. Las movilizaciones de junio-julio no slo daban cuenta del estado de nimo de

    las masas; ms importante an hacan tambalear a un ya impotente gobierno, forzando

    34

    El Combatiente N 155, 17 de febrero de 1975, en De Santis, Daniel (2000), op. cit., pp. 349-351. Elsubrayado es mo.

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    la renuncia de varios de sus funcionarios y provocando el abandono de su nico y

    ltimo aliado: la CGT. Y si las contradicciones de clase se agudizaban, eso se deba, a

    ojos partidarios, al desarrollo alcanzado por la lucha armada. En junio de ese ao, El

    Combatiente diagnosticaba:

    el movimiento de masas ha tomado un giro claramente poltico-

    revolucionario; el desarrollo impetuoso de la lucha armada ha llevado al

    rojo vivo las contradicciones, a tal punto que ningn sector, y mucho

    menos la camarilla gobernante, tiene hoy un plan coherente para el pas35

    Si la lucha armada haba llevado al rojo vivo las contradicciones (legado guevarista) y

    el movimiento de masas haba dado un giro poltico-revolucionario, las fuerzas

    guerrilleras deberan prepararse, entonces, para defender al pueblo del ataque que, en

    defensa de sus intereses, llevara adelante el enemigo. En julio, el rgano de difusin

    del ERP lo adverta claramente:

    cuanto ms aguda es la lucha de clases en la Argentina, ms imperiosa es la

    necesidad de incorporar nuevos y nuevos contingentes de obreros,

    estudiantes, campesinos, hombres y mujeres patriotas a las filas del Ejrcito

    Guerrillero. El enemigo, acorralado por las fuerzas de las masas, recurrir

    inevitablemente al uso contra ellas de su Ejrcito, de sus fuerzas represivas,

    intentando defender a sangre y fuego sus privilegios y sus riquezas. Slo un

    poderossimo Ejrcito Popular, de caractersticas regulares, lograr la

    derrota definitiva de las fuerzas enemigas36

    La preparacin del ejrcito guerrillero no implicaba necesariamente la reduccin de los

    esfuerzos partidarios al plano militar. Las distintas fuerzas polticas del pas se avocaban

    a la bsqueda de una salida negociada ante el descalabro acelerado del gobierno. El

    PRT-ERP intentaba establecer alianzas con las distintas organizaciones revolucionarias

    y progresistas en pos de una democratizacin de la escena poltica. Su objetivo erala conformacin de un frente antigolpista. Manuel Gaggero cuenta que:

    desde fines de 1974 mi tarea era las relaciones con los dirigentes de los

    partidos democrticos, para decirlo de alguna manera: con Alende, con

    Sueldo, con Alfonsn. Y adems de verlos a ellos, ver a otros: Tosco, el

    35El Combatiente N 171, 11 de junio de 1975, en De Santis, Daniel (2000), op. cit., pg. 432. El

    subrayado es mo.36Estrella Roja N 56, 9 de julio de 1975, en De Santis, Daniel (2000): op. cit., pp. 446-447

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    negro Amaya, Solari Yrigoyen. O sea, conversar con todos los polticos que

    podan estar de acuerdo o que podamos coincidir en una evaluacin de la

    situacin. Nosotros cmo evalubamos la situacin en ese momento?

    Bueno, haba un incremento de la represin, la aparicin de la Triple A, una

    confrontacin dura con el gobierno pero pensbamos que, a su vez, tras

    de esto haba un golpe militar; no tenamos mucho dato todava pero

    tenamos claro que se vena una situacin de golpe. Entonces lo que

    tenamos que hacer era ir generando las condiciones para una amplio frente

    democrtico antigolpista37.

    Paralelamente, la organizacin levantaba la consigna de una salida institucional a travs

    de una Asamblea General Constituyente.

    La clase obrera levantar su propuesta consecuentemente democrtica de

    Asamblea Constituyente absolutamente libre y soberana, con la que

    propugnar la ms amplia participacin obrera y popular en la deliberacin

    sobre los destinos del pas, consciente de que la ms amplia y genuina

    movilizacin democrtica de las masas populares es parte inseparable de la

    lucha poltica y armada, de la guerra revolucionaria que nuestro pueblo libra

    por su liberacin nacional y social

    Ms abajo, exultante de optimismo, sealaba:

    la situacin es de una riqueza extraordinaria. En todo el pas gruesos

    destacamentos de combatientes populares acuden decididos a las primeras

    lneas de fuego, incorporndose a las organizaciones revolucionarias; miles

    y decenas de miles de trabajadores salen decididamente a la calle ()

    abrindose a las ideas revolucionarias (). El camino hacia la revolucin

    socialista se ensancha e ilumina bajo el impulso de la multitudinaria usina

    de las masas. Nuestro Partido y nuestro Ejrcito Guerrillero rebosantes deardor y combatividad, pondrn todo de s para canalizar con efectividad el

    inmenso potencial revolucionario de las masas38

    Y como demostracin de su determinacin de poner todo de s para lograr la

    democratizacin, a comienzos de agosto de ese ao, el PRT-ERP propuso una tregua.

    37 Manuel Gaggero, testimonio brindado al Archivo Oral de Memoria Abierta, Buenos Aires, 17 de

    noviembre de 2003.38

    Ante las posibilidades democrticas, forjar y fortalecer la unidad, El Combatiente N 174, 21 de juliode 1975, en De Santis, Daniel (2000): op. cit. pp. 453-454

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    Sin embargo, sus propios vaticinios acerca de la conducta del enemigo (defender a

    sangre y fuego sus intereses) no hacan ms que confirmarse. Y en consecuencia, aquel

    todo de s exiga una respuesta tambin en el plano militar, despus de todo, las armas

    deban estar al servicio de la defensa del pueblo y su vanguardia.

    Pocos das despus del ofrecimiento de tregua, en una conferencia de prensa que tuvo

    lugar el 12 de agosto, Benito Urteaga, miembro de la direccin partidaria, ley una

    resolucin sobre una nueva represalia indiscriminada contra las fuerzas represivas. Y ,

    para desconcierto de los periodistas presentes, el dirigente perretista insisti en que

    entre el ofrecimiento de tregua y la resolucin de represalia no haba contradiccin

    alguna:

    los periodistas le preguntaron sobre la relacin existente entre la resolucin

    que propone la tregua y la que ordena ejecuciones en represalia. El

    compaero explic que sta era independiente de la anterior, que se trata de

    una medida excepcional que el PRT tomaba en vista de la persistencia del

    enemigo en sus hbitos criminales y que con ella se busca poner lmites a

    esta tctica y hacer que las Fuerzas Armadas enemigas respeten las leyes y

    convenciones de la guerra. Esta resolucin () de ninguna manera anula la

    resolucin anterior sobre ofrecimiento de tregua39

    Un mes ms tarde, en un boletn interno la organizacin se preguntaba por qu no se ha

    concretado la democratizacin. All, reconoca que:

    no se concretaron las contundentes movilizaciones generales que se

    requeran para forzar una situacin de legalidad. Tampoco el Partido supo

    incidir lo suficiente en las masas como para influir en su estado de nimo y

    en la lucha (). Hubo fallas en el accionar, en los mtodos conspirativos,

    en la preparacin militar, que impidieron golpear con mayor eficacia o que

    ofrecieron blanco a la represin40El reflujo de masas no se haba podido preveer. Pero s fue advertido muy poco

    tiempo despus. Las fallas haban estado en la incapacidad de la organizacin para

    incidir en el estado de nimo de las masas y en una preparacin militar ineficaz. Y es

    entonces cuando, en pleno reflujo, el legado guevarista y el fantasma del

    39Estrella Roja N 59, 27 de agosto de 1975, Coleccin Documento Histrico N 7-Infobae.40

    Boletn Interno N 87, 25 de septiembre de 1975 Situacin Nacional. Por qu no se ha concretado lademocratizacin en De Santis, Daniel (2000): op. cit. pg. 490

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    espontanesmo morenista vinieron a recordarle a la organizacin su rol de vanguardia

    armada. As fundamenta Daniel la decisin perretistas de continuar el accionar militar:

    se visualizaba esa situacin de un reflujo pero un reflujo puede ser que

    despus se sale del reflujoNo necesariamente es una cuestin que va a

    estabilizarse. Entonces, dejar de llevar adelante la lucha armada y la tctica

    ofensiva por un circunstancial reflujo era volver a la concepcin morenista

    del ao 68: hay reflujo, quedamos a la espera del auge. O sea que la

    vanguardia, el Partido, no juegan ningn papel, todo lo resuelven las masas.

    Bueno, eso era una posicin espontanesta, reformista. No era la posicin

    del PRT41.

    Convocado por su autoasignado rol y en el momento ms lgido de la confrontacin, el

    PRT-ERP emprendi la accin militar de mayor envergadura hasta el momento: el

    ataque al cuartel de Monte Chingolo. Demostrara as la vulnerabilidad del enemigo,

    obligndolo en consecuencia a retroceder y potenciando, en contrapartida, la

    movilizacin popular. Si el ataque no lograba detener el avance golpista, las armas all

    recuperadas serviran para respaldar la resistencia del pueblo a la nueva dictadura.

    El resultado de la accin es por todos conocido. Un par de semanas ms tarde, Estrella

    Rojaconclua:

    "el ejemplo de moral que recibimos y el apoyo masivo de la poblacin hizo

    que nuestra confianza en el triunfo de la revolucin y la decisin de seguir

    adelante fueran ms fuertes que nunca. Compaeros: sta no fue una

    derrota, los Hroes de Monte Chingolo vencieron y vencern porque junto a

    todos los cados son el alma de la Revolucin42.

    41 Daniel De Santis, testimonio brindado al Archivo Oral de Memoria Abierta, La Plata, 14 de julio

    de 2008. Resulta interesante mencionar, a propsito del comentario de Daniel, una reflexin de Hanna

    Arendt respecto del lugar del retroceso en el pensamiento hegeliano y marxista: La idea de Marx,

    tomada de Hegel, segn la cual cada sociedad antigua alberga en su seno las semillas de sus sucesores

    () es, desde luego, no slo la ms ingeniosa sino tambin la nica garanta conceptual posible para la

    sempiterna continuidad del progreso en la Historia; y como se supone que el movimiento del progreso

    surge de los choques entre fuerzas antagnicas, es posible interpretar cada regreso como un retroceso

    necesario pero temporal (Hanna Arendt, op. cit. pp. 133-134)42Estrella RojaN 68, 19 de enero de 1976, en De Santis, Daniel (2000): op. cit., pg. 508.

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    Seguir adelante significaba continuar con todas las formas de lucha; era esta

    combinacin, en definitiva, la nica frmula capaz de extender la movilizacin popular

    y, en consecuencia, poner frenos a las pretensiones represivas:

    el mximo despliegue de las energas de las masas ser determinante en la

    obtencin de las conquistas () Y es precisamente la combinacin de la

    lucha poltica con la lucha armada lo que permitir ese mximo

    despliegue43.

    Por supuesto que no faltaron voces que impugnaron la determinacin perretista al

    sealar que las acciones armadas de la guerrilla ofrecan argumentos o preparaban el

    terreno para el golpe militar. Pero la organizacin encontraba la justificacin histrica

    de su determinacin en la experiencia de la anterior dictadura, contexto de su propia

    emergencia y consolidacin. En efecto, rechaz aquellos argumentos del reformismo y

    los espontanestas advirtiendo que ante ellos se alza la experiencia de la lucha de

    nuestro pueblo, que ha demostrado con los hechos lo errneo de estas concepciones44.

    La afirmacin era seguida por la alusin a algunos eventos acontecidos en el perodo

    1972-1973 (entre los que se destaca la fuga del penal de Rawson y el copamiento del

    Batalln 141 en Crdoba) que habran extendido la potencia de la movilizacin popular.

    De all, la certeza de que en el contexto de avance de las fuerzas represivas las acciones

    guerrilleras

    fuerzan al enemigo para pensar seriamente en la posibilidad de conceder

    momentneamente en el terreno democrtico (). Ante un enemigo feroz y

    despiadado () slo la fuerza y la contundencia de las acciones guerrilleras,

    junto a la movilizacin popular, pueden paralizarlo, mostrar su debilidad y

    ganar la batalla de la democracia y la libertad45

    Ms all de esta proclamada apuesta, lo cierto era que los esfuerzos guerrilleros no

    parecan torcer los planes golpistas. El PRT-ERP lo saba: sus propios informes deinteligencia advertan que no ms all de febrero o marzo los militares se alzaban, que

    ya haba un acuerdo de las cpulas de las tres armas y que haba la decisin de llevar

    adelante este golpe46. Esta informacin estaba acompaada por la sospecha, nada

    43El CombatienteN 198, 7 de enero de 1976 en De Santis, Daniel (2000): op.cit., pg. 51344El CombatienteN 198, 7 de enero de 1976 en De Santis, Daniel (2000): op.cit., pg. 514.45El CombatienteN 198, 7 de enero de 1976 en De Santis, Daniel (2000): op. cit., pg. 515.46

    Manuel Gaggero, testimonio brindado al Archivo Oral de Memoria Abierta, Buenos Aires, 17 denoviembre de 2003.

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    ingenua por cierto, de que este golpe sera distinto a los dems en su ferocidad

    represiva. De ah, que la prensa partidaria de fines de febrero, advirtiendo que una de las

    primeras acciones que se llevaran adelante una vez consumado el golpe sera un gran

    operativo contra los activistas de fbricas y gremios, exhortara: es el momento de

    cerrar filas, preservar a los activistas y dirigentes combativos, trasladar a la

    clandestinidad esas direcciones...47.

    Finalmente, el 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas encabezaban el ltimo golpe

    de Estado de la historia argentina. Mientras ese mircoles amplios sectores de la

    poblacin escuchaban con alivio el primer comunicado de la Junta Militar, Santucho

    escriba la editorial de El Combatiente desde cuya tapa alentaba "ARGENTINOS A

    LAS ARMAS!". Anunciaba all el inicio de una etapa de guerra civil generalizada

    cuyo desenlace la derrota de la dictadura situara al pueblo argentino a las puertas

    del socialismo. Para ello era necesario no slo consolidar las fuerzas polticas y

    militares sino tambin movilizar a las ms amplias masas por todo tipo de

    reivindicaciones.48

    Si la movilizacin de masas se hallaba en pleno retroceso desde haca varios meses, la

    ferocidad desatada de la represin, principalmente sobre el movimiento obrero

    organizado, no slo profundizaba aquel repliegue sino que volva francamente

    imposible las voluntades partidarias. El PRT-ERP no tardara mucho en advertirlo, pero

    no por eso dara un paso atrs: si de todas las formas de lucha las legales quedaban

    definitivamente obturadas, all estaban las armas para mantener vivo el fuego de la

    resistencia popular. En efecto, a menos de un mes de consumado el golpe, la

    organizacin anunciaba:

    la nueva etapa de nuestra lucha que se abri con el golpe militar de Videla

    se caracteriza por la reduccin al mnimo de las posibilidades legales y por

    lo tanto traslada el grueso de la lucha popular al terreno clandestino yviolento49

    Manuel Gaggero explica que Argentinos a las Armas! no era slo una consigna

    agitativa; sino que encontraba su materialidad en una clara decisin partidaria que,

    47El Combatiente N 205 (25-02-76)48

    El CombatienteN 219, 31 de marzo de 1976 en De Santis, Daniel (2000): op. cit. pg. 54749El CombatienteN 213, 14 de abril de 1976 en De Santis, Daniel (2000): op. cit. pg. 554

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    aunque encontr tensiones en algunos frentes, fue acompaada por el colectivo

    partidario:

    hubo una decisin de que todos los frentes fueran prcticamente pasados a

    la actividad militar. A nosotros nos sacaban gente que estaba en nuestro

    frente que no tena ninguna experiencia y la pasaban a la actividad militar.

    A eso nosotros nos opusimos firmemente. Incluso pensbamos que la

    consigna no era que no haba una situacin de masas de confrontacin

    contra el golpe. Lo planteamos en varias minutas internas () Igual, con el

    criterio de que vos discuts adentro pero sals afuera con una sola posicin,

    salimos afuera a defender el criterio. De nuevo salir a hablar con los

    polticos democrticos para decirles hay que prepararse para la resistencia

    armada. Incluso proponamos reestablecer el frente militar en el monte,

    ampliarlo y hacer como una zona liberada en donde se podan instalar los

    polticos democrticos para quedar protegidos de la represin50

    No pasara mucho tiempo para que el PRT-ERP se viera obligado a reconocer, como

    dato indiscutible, la profundizacin del reflujo de masas. Tal reconocimiento no poda

    menos que implicar una revisin de la lnea partidaria. A comienzos de junio la

    organizacin admita:

    cuando poco antes y despus del 24 de marzo analizamos las perspectivas

    del golpe militar cometimos un error de clculo al no sealar que el peso de

    la represin afectara en un primer momento a la lucha popular, dificultando

    la movilizacin de masas y el accionar guerrillero () nos falt

    taxativamente un perodo determinado de reflujo, error que desde ahora

    corregimos51.

    No lo hicieron: en el mismo documento se dejaba bien en claro la continuidad de la

    lucha armada. No habra perodo de reflujo para las armas revolucionarias. Quizs,como afirma Mattini, porque era realmente difcil invertir la marcha de una mquina

    militante como el PRT52. Pero ms probablemente porque la subjetividad perretista no

    50 Manuel Gaggero, testimonio brindado al Archivo Oral de Memoria Abierta, 17 de noviembre de

    2003.51El CombatienteN 220, 9 de junio de 1976 en De Santis Daniel (2000): op. cit., pp. 56852El 19 de julio de 1976 Mario R Santucho, junto a otros miembros de la direccin del PRT-ERP, fueabatido en un enfrentamiento en el departamento en el que se encontraba. Tras su muerte, la organizacinconcentr sus dudas en los problemas de seguridad. Luis Mattini, quien haba sido designado para cubrir

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    haba dejado de descansar sobre la certeza inconmovible heredada del guevarismo de

    que la accin armada alimenta la conciencia revolucionaria, que la heroicidad del

    guerrillero se convierte en ejemplo y el ejemplo en semilla que germina aqu y all

    abonando el camino hacia la revolucin.

    Fragmentos ms abajo del aquel documento que postulaba corregir el error partidario

    el PRT-ERP pronosticaba:

    el accionar guerrillero mantendr viva la llama de la resistencia popular

    () las operaciones de propaganda armada y aniquilamiento realizadas por

    las unidades guerrilleras jaquearn constantemente a la Dictadura Militar

    () Mientras ms prenda el ejemplo guerrillero, ms poderosa y decidida

    ser la posterior movilizacin obrero-popular. Por ello es que en el

    presente perodo, la lucha armada ocupa el centro de la lucha poltica,

    es y ser el eje de la poltica nacional53

    Diversos testimonios afirman que, tras la cada de la direccin partidaria se intent

    profundizar el repliegue: de hecho, una de las decisiones ms importantes en este

    perodo fue la de sacar una gran cantidad de cuadros del pas. Sin embargo, resulta

    innegable que las certezas revolucionarias hasta entonces sostenidas haban calado

    profundamente en la subjetividad de la militancia. En abril de 1977 se realiz en Roma

    una reunin del Comit Ejecutivo partidario. En esa reunin el compaero que haba

    quedado a cargo del Partido en Argentina al finalizar su informe sobre la situacin en el

    pas, remat: El Partido est formado esperando la orden de combate54.

    Finalmente, la propia historia partidaria oficiaba de referente para ponderar la

    pertinencia de la resistencia armada. Hacia 1978, en el contexto de debates y diputas

    internas que finalmente culminaran en la ruptura y disgregacin partidarias, un

    miembro de la direccin le pregunt a Daniel, por entonces integrante del Comit

    el puesto de Secretario General del PRT, recuerda que se intent aplicar el repliegue hacia las masas

    pero era realmente difcil invertir la marcha de una mquina militante como el PRT; y advierte,

    paralelamente que el objetivo primordial segua siendo el entrenamiento de oficiales combatientes

    (Mattini, Luis: Hombres y mujeres del PRT-ERP. De Tucumn a la Tablada, Buenos Aires, Ed. de la

    Campana, 1996, pg 480)53El CombatienteN 220, 9 de junio de 1976 en De Santis Daniel (2000): op. cit., pp. 570. El resaltado es

    mo.54

    De Santis, Daniel, testimonio brindado al Archivo Oral de Memoria Abierta, La Plata, 14 de juliode 2008.

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    Central, si estaba de acuerdo o no con la lucha armada. Daniel recuerda que recibi la

    pregunta con sorpresa y desconcierto: Y o me qued S, le digo, yo soy del PRT,

    venamos haciendo la lucha armada desde el 69. Le habamos hecho la guerrilla a

    Pern, no le bamos a hacer la guerrilla a Videla ???!!!.55

    En resumidas cuentas, porque con las armas se despierta la conciencia de las masas,

    porque con las armas se defiende el poder popular, porque con las armas se enfrenta al

    enemigo y porque con las armas se erige la resistencia del pueblo, lo cierto es que en la

    guerra revolucionaria la lucha armada es el nico camino (1968); y en una Argentina

    en guerra la poltica se hace en, lo fundamental, armada (1970); por eso el ERP no

    dejar de combatir (1973), por eso, la lucha armada es y ser el eje de la poltica

    nacional (1976).

    Proceso de militarizacin?

    El PRT-ERP fue una organizacin que apel a la lucha armada como parte de su

    estrategia para la toma de poder. Y lo hizo a partir de una caracterizacin del proceso

    revolucionario como guerra prolongada. En esa guerra, en tanto el enemigo era

    inmensamente ms poderoso, slo la construccin de un ejrcito que fuera de lo

    pequeo a lo grande, templndose en mil batallas, tanto en el campo como en la

    ciudad, poda garantizar el triunfo popular.

    El emprendimiento de acciones militares de envergadura creciente, la regularizacin de

    fuerzas, la apertura de un frente rural, no fueron determinaciones que desviaron a la

    organizacin de lineamientos tericos que postulaban un rumbo distinto. Fueron, en

    todo caso, las posibilidades de concrecin de las enseanzas de los tericos de la guerra

    revolucionaria que la organizacin abraz en 1968. La lectura de las distintas

    coyunturas polticas y la inapelable promesa guevarista traeran consigo la oportunidad.Hace ya algunos aos, Oscar Tern escriba un artculo cuyo ttulo no puedo dejar de

    evocar: La dcada del 70: la violencia de las ideas56. All, citando a Koselleck, deca

    que en la historia pasams o menos lo que tiene que pasar y que sobre esems o menos

    estn los hombres.

    55 De Santis, Daniel, testimonio brindado al Archivo Oral de Memoria,La Plata, 14 de julio de 2008.56

    Tern, Oscar: La dcada del 7: la violencia de las ideas, enLucha Armada N 5, ao 2, febrero-abrilde 2006, pp. 20-28