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PAIDÓS ROLAND BARTHES LO OBVIO Y LO OBTUSO IMÁGENES, GESTOS Y VOCES

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Page 1: PAIDÓS ROLAND BARTHES - PlanetadeLibros · 2021. 2. 22. · La aventura semiológica Biblioteca Roland Barthes PAIDÓS Nueva ROLAND BARTHES La Nueva Biblioteca Roland Barthes recoge

23 mm.

Diseño de la colección: Planeta Arte & DiseñoImagen de la cubierta: © Benjamin van der Spek / 500px plus / Getty Images

ROLAND BARTHESFrancia, 1915 – 1980

Fue escritor y uno de los semiólogos france- ses más relevantes del siglo XX. En la Uni- versidad de París obtuvo las titulaciones de Letras Clásicas, Gramática y Filosofía. En 1934 se le diagnostica una tuberculosis que lo mantiene ingresado en diversos sa- natorios durante más de diez años. Fue lector en las universidades de Alejandría y Budapest, y posteriormente trabajó como investigador en lexicología y sociología en el Centro Nacional de Investigación Científica de París. Barthes murió en 1980 víctima de un accidente de coche cerca de la Sorbona, en París.

Barthes es autor de más de veinte estudios de semiótica estructuralista, análisis críti- co de la obra literaria pero también de li- bros sobre fotografía, música, arte y cine. Entre sus obras destacan: La cámara lú- cida, El susurro del lenguaje, La aventura semiológica, La Torre Eiffel. Textos sobre la imagen y Variaciones sobre la lectura.

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Otros títulos del autor:

La cámara lúcida

El discurso amoroso

Diario de mi viaje a China

Diario de duelo

El susurro del lenguaje

La aventura semiológica

www.paidos.comwww.planetadelibros.com

Biblioteca Roland BarthesPAIDÓS Nueva

R O L A N DBARTHES

La Nueva Biblioteca Roland Barthes recoge la obra de uno de los semiólogos franceses más relevantes del siglo XX, autor de más de veinte estudios de semiótica estructuralista y análisis crítico de la obra literaria, pero también de libros sobre fotografía, música, arte y cine.

En cualquier intento de expresión podemos dis-tinguir tres niveles: el nivel de la comunicación, el del significado, que permanece siempre en un plano simbólico, en el plano de los signos, y el nivel que Roland Barthes llama de la significancia. Pero en el sentido simbólico, el que permanece a nivel de los signos, se puede distinguir dos fa- cetas en cierto modo contradictorias: la primera es intencional (no es ni más ni menos que lo que ha querido decir el autor), como extraída de un léxico general de los símbolos; es un sentido claro y patente que no necesita exégesis de ningún género, es lo que está ante los ojos, el sentido ob- vio. Pero hay otro sentido, el sobreañadido, el que viene a ser como una especie de suplemento que el intelecto no llega a asimilar, testarudo, huidizo, pertinaz, resbaladizo. Barthes propone llamarlo el sentido obtuso.

PAIDÓS

R O L A N DBARTHES

LO OBV IOY LO OBTUSO

I M Á G E N E S , G E S T O S Y V O C E S

10258672PVP 21,90 €

13,5 x 21 cm. Rústica con solapas

SELLO PaidósCOLECCIÓN Nueva biblioteca Roland Barthes

FORMATO

SERVICIO

CARACTERÍSTICAS

4 (negre + negre pantone Black C + beige pantone 9043 U al 90% + rojo pantone 485 C) / 1 (negro)

IMPRESIÓN

PAPEL

PLASTIFICADO

UVI

TROQUEL

BAJORRELIEVE

STAMPING

Masterblank de 240 gr.

Barniz de máquina mate

INSTRUCCIONES ESPECIALESFendit - Verificar

DISEÑO

EDICIÓN

24-11-2020 Marga

PRUEBA DIGITALVÁLIDA COMO PRUEBA DE COLOREXCEPTO TINTAS DIRECTAS, STAMPINGS, ETC.

Así que la mirada no es un signo, y sin embargo significa.

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LO OBVIO Y LO OBTUSO

Imágenes, gestos y voces

PAIDÓS

Roland Barthes

LO OBVIO Y LO OBTUSOImágenes, gestos, voces

Edición a cargo de Rainer Funk Obra póstuma VII

PAIDÓSBarcelona • Buenos Aires • México

030-Lo obvio 26/2/09 20:34 Página 5

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Título original: L’obvie et l’obtus. Essais critiques III, de Roland BarthesPublicado originalmente en francés por Éditions du Seuil, París

1.ª edición, 20091.ª edición en esta presentación, enero de 2021

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

© Éditions du Seuil, 1982© de la traducción, C. Fernández Medrano© de todas las ediciones en castellano,

Editorial Planeta, S. A., 1986Paidós es un sello editorial de Editorial Planeta, S. A.Avda. Diagonal, 662-66408034 Barcelona, Españawww.paidos.comwww.planetadelibros.com

ISBN 978-84-493-3710-9Depósito legal: B. 20.881-2020

El papel utilizado para la impresión de este libro está calificado como papel ecológicoy procede de bosques gestionados de manera sostenible

Impreso en España – Printed in Spain

SUMARIO

1. La escritura de lo visible

La imagenEl mensaje fotográfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11Retórica de la imagen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31El tercer sentido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

La representaciónEl teatro griego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79Diderot, Brecht, Eisenstein . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109

Lecturas: el signoEl espíritu de la letra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119Arté o Al pie de la letra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125Arcimboldo o El retórico y el mago. . . . . . . . . . . . 153

Lecturas: el texto¿Es un lenguaje la pintura? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175Semiografía de André Masson. . . . . . . . . . . . . . . . . 179

Lecturas: el gestoCy Twombly o «Non multa sed multum» . . . . . . 183

Lecturas: el arteSabiduría del arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205

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SUMARIOSUMARIO

1. La escritura de lo visible

La imagenEl mensaje fotográfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11Retórica de la imagen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31El tercer sentido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

La representaciónEl teatro griego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79Diderot, Brecht, Eisenstein . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109

Lecturas: el signoEl espíritu de la letra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119Arté o Al pie de la letra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125Arcimboldo o El retórico y el mago. . . . . . . . . . . . 153

Lecturas: el texto¿Es un lenguaje la pintura? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175Semiografía de André Masson. . . . . . . . . . . . . . . . . 179

Lecturas: el gestoCy Twombly o «Non multa sed multum» . . . . . . 183

Lecturas: el arteSabiduría del arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205

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Erté o Al pie de la letra

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8 lo obvio y lo obtuso

Wilhelm von Gloeden . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225El arte..., esa cosa tan antigua . . . . . . . . . . . . . . . . . 229

El cuerpoRéquichot y su cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241

2. El cuerpo de la música

El acto de escuchar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277«Música práctica» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295El «grano» de la voz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301La música, la voz, la lengua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313La canción romántica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 312Amar a Schumann . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 329Rasch . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337

Apéndice a la Primera ParteDirecto a los ojos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 351

3. Los alrededores de la imagen

Escritores, intelectuales, profesores . . . . . . . . . . . . . . 361En el seminario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 391El proceso periódico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 405Salir del cine . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 407La imagen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 413Deliberación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 425

Índice de ilustraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 445

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1

LA ESCRITURA DE LO VISIBLE

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Wilhelm von Gloeden . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225El arte..., esa cosa tan antigua . . . . . . . . . . . . . . . . . 229

El cuerpoRéquichot y su cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241

2. El cuerpo de la música

El acto de escuchar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277«Música práctica» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295El «grano» de la voz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301La música, la voz, la lengua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313La canción romántica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 312Amar a Schumann . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 329Rasch . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337

Apéndice a la Primera ParteDirecto a los ojos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 351

3. Los alrededores de la imagen

Escritores, intelectuales, profesores . . . . . . . . . . . . . . 361En el seminario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 391El proceso periódico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 405Salir del cine . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 407La imagen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 413Deliberación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 425

Índice de ilustraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 445

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LA ESCRITURA DE LO VISIBLE

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LA ESCRITURA DE LO VISIBLE

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la imagen

EL MENSAJE FOTOGRÁFICO

La fotografía de prensa es un mensaje. Una fuente emi-sora, un canal de transmisión y un medio receptor constitu-yen el conjunto de su mensaje. La fuente emisora es el gru-po de técnicos que forman la redacción del periódico: unoshacen las fotos, otros eligen una en particular, la componen,la tratan, y otros, por último, la titulan, le ponen un pie y lacomentan. El medio receptor es el público que lee el perió-dico. Y el canal de transmisión, el propio periódico o, parahablar con más precisión, un complejo de mensajes concu-rrentes que tienen a la fotografía como centro, pero cuyo en-torno está constituido por el texto, el titular, el pie de foto, lacompaginación y, también, de un modo más abstracto perono menos «informativo», la misma denominación del perió-dico (puesto que su nombre constituye un saber, que puedepesar muchísimo en la lectura del mensaje propiamente di-cho: una fotografía puede cambiar de sentido al pasar deL’Aurore a L’Humanité).* Tales constataciones distan deser ociosas; está bien claro que en este caso cada una de lastres partes tradicionales del mensaje requiere un método deexploración distinto; ambas, la emisión y la recepción delmensaje, necesitan de la sociología: hay que estudiar los gru-pos humanos, definir sus móviles, sus actitudes y tratar de

* Periódicos, uno derechista, el otro, órgano del Partido Comunis-ta francés. (N. del t.)

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LA IMAGEN

EL MENSAJE FOTOGRÁFICO

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relacionar el comportamiento de esos grupos con la totali-dad de la sociedad de la que forman parte. Pero, por lo querespecta al propio mensaje, el método tiene que ser forzosa-mente diferente: cualesquiera que sean el origen y el destinodel mensaje, la foto, además de ser un producto y un medio,es también un objeto, dotado de una autonomía estructural;sin pretender en absoluto la escisión entre el objeto y su uso,es necesario tener en cuenta para el primero un método par-ticular, anterior al propio análisis sociológico, y que no pue-de consistir más que en el análisis inmanente de esa estruc-tura original que es una fotografía.

Como es natural, incluso desde el punto de vista de unanálisis puramente inmanente, la estructura de la fotografíadista de ser una estructura aislada; mantiene, como míni-mo, comunicación con otra estructura, que es el texto (ti-tular, pie o artículo) que acompaña siempre a la fotografíade prensa. Dos estructuras diferentes (una de las cuales eslingüística) soportan la totalidad de la información; estasdos estructuras concurren, pero, al estar formadas por uni-dades heterogéneas, no pueden mezclarse: en una (el tex-to), la sustancia del mensaje está constituida por palabras,en la otra (la fotografía), por líneas, superficies, tonos.Además, las dos estructuras del mensaje ocupan espaciosreservados, contiguos pero no «homogeneizados», comosucede en cambio en el jeroglífico, que fusiona palabras eimágenes en una única línea de lectura. Así pues, aunqueno hay fotografía de prensa que no vaya acompañada porun comentario escrito, el análisis debe comenzar por apli-carse a cada estructura por separado; tan sólo después deagotar el estudio de cada una de las estructuras se estará encondiciones de comprender la manera en que se completanéstas. Una de las dos estructuras, la de la lengua, ya nos esconocida (aunque no, en cambio, la de la «literatura» queconstituye el habla del periódico; sobre este punto queda

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la imagen 13

mucho por hacer); la otra, la de la fotografía propiamentedicha, nos resulta casi desconocida. Vamos a limitarnos, enestas páginas, a definir las primeras dificultades de un aná-lisis estructural del mensaje fotográfico.

La paradoja fotográfica

¿Cuál es el contenido del mensaje fotográfico? ¿Qué eslo que transmite la fotografía? Por definición, la escena en símisma, lo real literal. Hay, ciertamente, una reducción al pa-sar del objeto a su imagen: de proporción, de perspectiva yde color. Pero en ningún momento esa reducción llega a seruna transformación (en el sentido matemático del término);para pasar de lo real a su fotografía, no hace ninguna faltasegmentar lo real en unidades y constituir estas unidades ensignos sustancialmente diferentes al objeto que permitenleer: entre el objeto y su imagen no es en absoluto necesariodisponer de un «relevo», es decir, de un código. Claro que laimagen no es real, pero, al menos, es el analogon perfecto dela realidad, y precisamente esta perfección analógica es loque define la fotografía delante del sentido común. Y asíqueda revelado el particular estatuto de la imagen fotográfi-ca: es un mensaje sin código. De esta proposición se hace im-prescindible deducir de inmediato un corolario importante:el mensaje fotográfico es un mensaje continuo.

¿Existen más mensajes sin código? A primera vista, se di-ría que sí: precisamente, todas las reproducciones analógicasde la realidad: dibujo, pintura, cine, teatro. Pero en realidadtodos esos mensajes despliegan de manera evidente e inme-diata, además del propio contenido analógico (escena, obje-to, paisaje), un mensaje suplementario al que por lo generalconocemos como estilo de la reproducción. Se trata de unsentido secundario cuyo significante consiste en un determi-

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relacionar el comportamiento de esos grupos con la totali-dad de la sociedad de la que forman parte. Pero, por lo querespecta al propio mensaje, el método tiene que ser forzosa-mente diferente: cualesquiera que sean el origen y el destinodel mensaje, la foto, además de ser un producto y un medio,es también un objeto, dotado de una autonomía estructural;sin pretender en absoluto la escisión entre el objeto y su uso,es necesario tener en cuenta para el primero un método par-ticular, anterior al propio análisis sociológico, y que no pue-de consistir más que en el análisis inmanente de esa estruc-tura original que es una fotografía.

Como es natural, incluso desde el punto de vista de unanálisis puramente inmanente, la estructura de la fotografíadista de ser una estructura aislada; mantiene, como míni-mo, comunicación con otra estructura, que es el texto (ti-tular, pie o artículo) que acompaña siempre a la fotografíade prensa. Dos estructuras diferentes (una de las cuales eslingüística) soportan la totalidad de la información; estasdos estructuras concurren, pero, al estar formadas por uni-dades heterogéneas, no pueden mezclarse: en una (el tex-to), la sustancia del mensaje está constituida por palabras,en la otra (la fotografía), por líneas, superficies, tonos.Además, las dos estructuras del mensaje ocupan espaciosreservados, contiguos pero no «homogeneizados», comosucede en cambio en el jeroglífico, que fusiona palabras eimágenes en una única línea de lectura. Así pues, aunqueno hay fotografía de prensa que no vaya acompañada porun comentario escrito, el análisis debe comenzar por apli-carse a cada estructura por separado; tan sólo después deagotar el estudio de cada una de las estructuras se estará encondiciones de comprender la manera en que se completanéstas. Una de las dos estructuras, la de la lengua, ya nos esconocida (aunque no, en cambio, la de la «literatura» queconstituye el habla del periódico; sobre este punto queda

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mucho por hacer); la otra, la de la fotografía propiamentedicha, nos resulta casi desconocida. Vamos a limitarnos, enestas páginas, a definir las primeras dificultades de un aná-lisis estructural del mensaje fotográfico.

La paradoja fotográfica

¿Cuál es el contenido del mensaje fotográfico? ¿Qué eslo que transmite la fotografía? Por definición, la escena en símisma, lo real literal. Hay, ciertamente, una reducción al pa-sar del objeto a su imagen: de proporción, de perspectiva yde color. Pero en ningún momento esa reducción llega a seruna transformación (en el sentido matemático del término);para pasar de lo real a su fotografía, no hace ninguna faltasegmentar lo real en unidades y constituir estas unidades ensignos sustancialmente diferentes al objeto que permitenleer: entre el objeto y su imagen no es en absoluto necesariodisponer de un «relevo», es decir, de un código. Claro que laimagen no es real, pero, al menos, es el analogon perfecto dela realidad, y precisamente esta perfección analógica es loque define la fotografía delante del sentido común. Y asíqueda revelado el particular estatuto de la imagen fotográfi-ca: es un mensaje sin código. De esta proposición se hace im-prescindible deducir de inmediato un corolario importante:el mensaje fotográfico es un mensaje continuo.

¿Existen más mensajes sin código? A primera vista, se di-ría que sí: precisamente, todas las reproducciones analógicasde la realidad: dibujo, pintura, cine, teatro. Pero en realidadtodos esos mensajes despliegan de manera evidente e inme-diata, además del propio contenido analógico (escena, obje-to, paisaje), un mensaje suplementario al que por lo generalconocemos como estilo de la reproducción. Se trata de unsentido secundario cuyo significante consiste en un determi-

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nado «tratamiento» de la imagen bajo la acción del creador ycuyo significado, estético o ideológico, remite a determinada«cultura» de la sociedad que recibe el mensaje. En definitiva,todas esas artes «imitativas» conllevan dos mensajes: unmensaje denotado, que es el propio analogon, y un mensajeconnotado, que es, en cierta manera, el modo en que la socie-dad ofrece al lector su opinión sobre aquél. En todas las re-producciones no fotográficas es evidente esta dualidad de losmensajes: no hay ningún dibujo, por «exacto» que sea, cuyamisma exactitud no se haya convertido en estilo (en un «ve-rismo»); ni escena filmada cuya objetividad deje de ser leída,en última instancia, como el propio signo de la objetividad.Incluso en estos casos está aún por hacer el estudio de losmensajes connotados (ante todo habría que decidir si lo quellamamos obra de arte puede reducirse a un sistema de signi-ficaciones); lo único que podemos hacer es prever que en to-das estas artes «imitativas», desde que son comunes, el códi-go del sistema connotado está constituido visiblemente bienpor un sistema de símbolos universal, bien por una retóricade una época, en definitiva, por una reserva de estereotipos(esquemas, colores, grafismos, gestos, expresiones, agrupa-ciones de elementos).

Ahora bien, en principio, con la fotografía no pasa nadasemejante; al menos con la fotografía de prensa, que jamásconstituye una fotografía «artística». En la medida en quela fotografía se presenta como un análogo mecánico de loreal, su primer mensaje colma plenamente su sustancia, encierto modo, y no hay lugar para el desarrollo de un se-gundo mensaje. En suma, la fotografía sería la única es-tructura de la información1 que estaría exclusivamente

1. Por supuesto, se trata de estructuras «culturales» o culturaliza-das, y no de estructuras operacionales: las matemáticas, por ejemplo,constituyen una estructura denotada, sin ninguna Connotación; pero si

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constituida y colmada por un mensaje «denotado», que lallenaría por completo; ante una fotografía, el sentimientode «denotación» o, si se prefiere, de plenitud analógica, estan intenso que la descripción de una foto de forma literales imposible, pues «describir» consiste precisamente enañadir al mensaje denotado un sustituto o segundo mensa-je, extraído de un código que es la lengua y que, a poco cui-dado que uno se tome en ser exacto, constituye fatalmenteuna connotación respecto al mensaje analógico de la foto-grafía: así, describir no consiste sólo en ser inexacto e in-completo, sino en cambiar de estructura, en significar algodiferente de aquello que se muestra.2

Ahora bien, la condición puramente «denotativa» de lafotografía, la perfección y plenitud de su analogía, en resu-men, su «objetividad» (ésas son las características que elsentido común atribuye a la fotografía), es algo que corre elriesgo de ser mítico, pues de hecho existe una elevada pro-babilidad (y esto sería ya una hipótesis de trabajo) de queel mensaje fotográfico, o al menos el mensaje de prensa,esté también connotado. Esta connotación no sería fácil nicaptable de inmediato en el nivel del propio mensaje (setrata, en cierto modo, de una connotación invisible a la vezque activa, clara a la vez que implícita), pero sí es posibleinferirla a partir de ciertos fenómenos que tienen lugar enel nivel de la producción y la recepción del mensaje: poruna parte, una fotografía de prensa es un objeto trabajado,

la sociedad de masas se apodera de ellas y, por ejemplo, sitúa una fór-mula algebraica en un artículo consagrado a Einstein, ese mensaje, deorigen puramente matemático, se carga de una pesada connotación, yaque pasa a significar la ciencia.

2. Describir un dibujo es más fácil, pues se trata de describir, en de-finitiva, una estructura ya connotada, trabajada para obtener una signi-ficación codificada. Quizá por eso los tests psicológicos utilizan mu-chos dibujos y pocas fotografías.

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nado «tratamiento» de la imagen bajo la acción del creador ycuyo significado, estético o ideológico, remite a determinada«cultura» de la sociedad que recibe el mensaje. En definitiva,todas esas artes «imitativas» conllevan dos mensajes: unmensaje denotado, que es el propio analogon, y un mensajeconnotado, que es, en cierta manera, el modo en que la socie-dad ofrece al lector su opinión sobre aquél. En todas las re-producciones no fotográficas es evidente esta dualidad de losmensajes: no hay ningún dibujo, por «exacto» que sea, cuyamisma exactitud no se haya convertido en estilo (en un «ve-rismo»); ni escena filmada cuya objetividad deje de ser leída,en última instancia, como el propio signo de la objetividad.Incluso en estos casos está aún por hacer el estudio de losmensajes connotados (ante todo habría que decidir si lo quellamamos obra de arte puede reducirse a un sistema de signi-ficaciones); lo único que podemos hacer es prever que en to-das estas artes «imitativas», desde que son comunes, el códi-go del sistema connotado está constituido visiblemente bienpor un sistema de símbolos universal, bien por una retóricade una época, en definitiva, por una reserva de estereotipos(esquemas, colores, grafismos, gestos, expresiones, agrupa-ciones de elementos).

Ahora bien, en principio, con la fotografía no pasa nadasemejante; al menos con la fotografía de prensa, que jamásconstituye una fotografía «artística». En la medida en quela fotografía se presenta como un análogo mecánico de loreal, su primer mensaje colma plenamente su sustancia, encierto modo, y no hay lugar para el desarrollo de un se-gundo mensaje. En suma, la fotografía sería la única es-tructura de la información1 que estaría exclusivamente

1. Por supuesto, se trata de estructuras «culturales» o culturaliza-das, y no de estructuras operacionales: las matemáticas, por ejemplo,constituyen una estructura denotada, sin ninguna Connotación; pero si

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constituida y colmada por un mensaje «denotado», que lallenaría por completo; ante una fotografía, el sentimientode «denotación» o, si se prefiere, de plenitud analógica, estan intenso que la descripción de una foto de forma literales imposible, pues «describir» consiste precisamente enañadir al mensaje denotado un sustituto o segundo mensa-je, extraído de un código que es la lengua y que, a poco cui-dado que uno se tome en ser exacto, constituye fatalmenteuna connotación respecto al mensaje analógico de la foto-grafía: así, describir no consiste sólo en ser inexacto e in-completo, sino en cambiar de estructura, en significar algodiferente de aquello que se muestra.2

Ahora bien, la condición puramente «denotativa» de lafotografía, la perfección y plenitud de su analogía, en resu-men, su «objetividad» (ésas son las características que elsentido común atribuye a la fotografía), es algo que corre elriesgo de ser mítico, pues de hecho existe una elevada pro-babilidad (y esto sería ya una hipótesis de trabajo) de queel mensaje fotográfico, o al menos el mensaje de prensa,esté también connotado. Esta connotación no sería fácil nicaptable de inmediato en el nivel del propio mensaje (setrata, en cierto modo, de una connotación invisible a la vezque activa, clara a la vez que implícita), pero sí es posibleinferirla a partir de ciertos fenómenos que tienen lugar enel nivel de la producción y la recepción del mensaje: poruna parte, una fotografía de prensa es un objeto trabajado,

la sociedad de masas se apodera de ellas y, por ejemplo, sitúa una fór-mula algebraica en un artículo consagrado a Einstein, ese mensaje, deorigen puramente matemático, se carga de una pesada connotación, yaque pasa a significar la ciencia.

2. Describir un dibujo es más fácil, pues se trata de describir, en de-finitiva, una estructura ya connotada, trabajada para obtener una signi-ficación codificada. Quizá por eso los tests psicológicos utilizan mu-chos dibujos y pocas fotografías.

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escogido, compuesto, elaborado, tratado de acuerdo conunas normas profesionales, estéticas o ideológicas queconstituyen otros tantos factores de connotación; por otraparte, esa misma fotografía no solamente se percibe, se re-cibe, sino que se lee. El público que la consume la remite,más o menos conscientemente, a una reserva tradicional designos; ahora bien, todo signo supone un código, y este có-digo —el de connotación— es el que habría que tratar deestablecer. Así pues, la paradoja fotográfica residiría en lacoexistencia de dos mensajes, uno de ellos sin código (elanálogo fotográfico), y otro con código (el «arte», el trata-miento, la «escritura» o retórica de la fotografía); en su es-tructura, la paradoja no reside evidentemente en la conni-vencia de un mensaje denotado y un mensaje connotado:tal es el estatuto, fatal quizá, de toda la comunicación demasas, sino en que el mensaje connotado (o codificado) sedesarrolla, en la fotografía, a partir de un mensaje sin códi-go. Esta paradoja estructural coincide con una paradojaética: cuando uno quiere ser «neutro, objetivo», se esfuer-za en copiar minuciosamente lo real, como si la analogíafuese un factor de resistencia ante el asedio de los valores(al menos ésa es la definición del «realismo» estético). En-tonces, ¿cómo es que la fotografía puede ser a la vez «obje-tiva» y «asediada», natural y cultural? Quizás algún día sepodrá contestar a esta pregunta, si es que se llega a captar elmodo de imbricación del mensaje denotado y el mensajeconnotado. Pero, antes de empezar tal trabajo, es impres-cindible recordar que en la fotografía, el mensaje denota-do, al ser absolutamente analógico, es decir, privado de uncódigo, es además continuo, y no tiene objeto intentar ha-llar las unidades significantes del primer mensaje; por elcontrario, el mensaje connotado comprende efectivamenteun plano de la expresión y un plano del contenido, signifi-cantes y significados: obliga, por tanto, a un auténtico des-

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ciframiento. Tal desciframiento resultaría prematuro hoy,ya que para aislar las unidades significantes y los temas (ovalores) significados, habría que proceder (quizás a base detests) a realizar lecturas dirigidas, en las que se variarían deforma artificial ciertos elementos de la fotografía con el finde observar si tales variaciones formales acarrean variacio-nes de sentido. Por lo menos, desde este mismo momentopodemos prever los principales planos de análisis de laconnotación fotográfica.

Los procedimientos de connotación

La connotación, es decir, la imposición de un segundosentido al mensaje fotográfico propiamente dicho, se ela-bora a lo largo de los diferentes niveles de producción de lafotografía (elección, tratamiento técnico, encuadre, com-paginación): consiste, en definitiva, en la codificación delanálogo fotográfico; de manera que es posible reconocerlos procedimientos de connotación; pero esos procedi-mientos, hay que tenerlo muy en cuenta, no tienen nadaque ver con las unidades de significación que un posterioranálisis, de tipo semántico quizá, permita llegar a definir undía: no se puede decir que formen parte, hablando con pro-piedad, de la estructura fotográfica. Los procedimientosson bien conocidos; nos limitaremos a traducirlos a térmi-nos estructurales. Para ser rigurosos, habría que separar lostres primeros (trucaje, pose, objetos) de los tres últimos(fotogenia, esteticismo, sintaxis), ya que la connotación seproduce, en cuanto a los tres primeros procedimientos,por una modificación de la propia realidad, es decir, delmensaje denotado (es evidente que esta preparación no esexclusiva de la fotografía); si los incluimos, a pesar de ello,entre los procedimientos de connotación fotográfica es

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escogido, compuesto, elaborado, tratado de acuerdo conunas normas profesionales, estéticas o ideológicas queconstituyen otros tantos factores de connotación; por otraparte, esa misma fotografía no solamente se percibe, se re-cibe, sino que se lee. El público que la consume la remite,más o menos conscientemente, a una reserva tradicional designos; ahora bien, todo signo supone un código, y este có-digo —el de connotación— es el que habría que tratar deestablecer. Así pues, la paradoja fotográfica residiría en lacoexistencia de dos mensajes, uno de ellos sin código (elanálogo fotográfico), y otro con código (el «arte», el trata-miento, la «escritura» o retórica de la fotografía); en su es-tructura, la paradoja no reside evidentemente en la conni-vencia de un mensaje denotado y un mensaje connotado:tal es el estatuto, fatal quizá, de toda la comunicación demasas, sino en que el mensaje connotado (o codificado) sedesarrolla, en la fotografía, a partir de un mensaje sin códi-go. Esta paradoja estructural coincide con una paradojaética: cuando uno quiere ser «neutro, objetivo», se esfuer-za en copiar minuciosamente lo real, como si la analogíafuese un factor de resistencia ante el asedio de los valores(al menos ésa es la definición del «realismo» estético). En-tonces, ¿cómo es que la fotografía puede ser a la vez «obje-tiva» y «asediada», natural y cultural? Quizás algún día sepodrá contestar a esta pregunta, si es que se llega a captar elmodo de imbricación del mensaje denotado y el mensajeconnotado. Pero, antes de empezar tal trabajo, es impres-cindible recordar que en la fotografía, el mensaje denota-do, al ser absolutamente analógico, es decir, privado de uncódigo, es además continuo, y no tiene objeto intentar ha-llar las unidades significantes del primer mensaje; por elcontrario, el mensaje connotado comprende efectivamenteun plano de la expresión y un plano del contenido, signifi-cantes y significados: obliga, por tanto, a un auténtico des-

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ciframiento. Tal desciframiento resultaría prematuro hoy,ya que para aislar las unidades significantes y los temas (ovalores) significados, habría que proceder (quizás a base detests) a realizar lecturas dirigidas, en las que se variarían deforma artificial ciertos elementos de la fotografía con el finde observar si tales variaciones formales acarrean variacio-nes de sentido. Por lo menos, desde este mismo momentopodemos prever los principales planos de análisis de laconnotación fotográfica.

Los procedimientos de connotación

La connotación, es decir, la imposición de un segundosentido al mensaje fotográfico propiamente dicho, se ela-bora a lo largo de los diferentes niveles de producción de lafotografía (elección, tratamiento técnico, encuadre, com-paginación): consiste, en definitiva, en la codificación delanálogo fotográfico; de manera que es posible reconocerlos procedimientos de connotación; pero esos procedi-mientos, hay que tenerlo muy en cuenta, no tienen nadaque ver con las unidades de significación que un posterioranálisis, de tipo semántico quizá, permita llegar a definir undía: no se puede decir que formen parte, hablando con pro-piedad, de la estructura fotográfica. Los procedimientosson bien conocidos; nos limitaremos a traducirlos a térmi-nos estructurales. Para ser rigurosos, habría que separar lostres primeros (trucaje, pose, objetos) de los tres últimos(fotogenia, esteticismo, sintaxis), ya que la connotación seproduce, en cuanto a los tres primeros procedimientos,por una modificación de la propia realidad, es decir, delmensaje denotado (es evidente que esta preparación no esexclusiva de la fotografía); si los incluimos, a pesar de ello,entre los procedimientos de connotación fotográfica es

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porque también ellos se benefician del prestigio de la de-notación: la fotografía permite que el fotógrafo escamoteela preparación a que somete a la escena que piensa captar;pero no por ello deja de ser dudoso que, desde un punto devista estructural posterior, pueda tenerse en cuenta el ma-terial que tales procedimientos proporcionan.

1. Trucaje

Una fotografía ampliamente difundida por la prensanorteamericana en 1951 costó el escaño, según dicen, al se-nador Millard Tydings: la fotografía representaba al sena-dor conversando con el líder comunista Earl Browder. Dehecho, no era más que una foto trucada, compuesta por elprocedimiento de aproximar de forma artificial las dos ca-ras. El interés que el trucaje presenta como método resideen que interviene, sin previo aviso, dentro mismo del pla-no de denotación; utiliza la particular credibilidad de la fo-tografía que, como hemos visto, consiste en su excepcionalpoder de denotación, para hacer pasar como mensaje sim-plemente denotado un mensaje que está, de hecho, conno-tado con mucha fuerza; ningún otro tratamiento permite ala connotación enmascararse con más perfección tras la«objetividad» de la denotación. Como es natural, la signi-ficación no es posible sino en la medida en que hay una re-serva de signos, un esbozo de código; en esta foto, el signi-ficante es la actitud de conversación de los dos personajes;es evidente que esta actitud no pasa a convertirse en signosino para una determinada sociedad, es decir, desde el pun-to de vista de unos determinados valores: tan sólo el rígidoanticomunismo del electorado tiene la capacidad de con-vertir el gesto de los interlocutores en el signo de una re-prensible familiaridad; es decir, que el código de la conno-

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tación no es ni artificial (como el de una verdadera lengua)ni natural: es histórico.

2. Pose

Durante unas elecciones norteamericanas, se difundióampliamente una fotografía que representaba el busto delpresidente Kennedy, de perfil, con las manos unidas y lamirada dirigida al cielo. En este caso es la propia pose delpersonaje la que da pie a la lectura de los significados deconnotación: juventud, espiritualidad, pureza; como esevidente, la fotografía no es significante sino en la medidaen que existe una reserva de actitudes estereotipadas queconstituyen elementos de significación ya establecidos (mi-rada dirigida al cielo, manos juntas); una «gramática histó-rica» de la connotación iconográfica tendría, por tanto,que buscar sus materiales en la pintura, el teatro, las aso-ciaciones de Ideas, las metáforas corrientes, etcétera, es de-cir, precisamente en la «cultura». Como ya dijimos, la poseno es en lo específico un procedimiento fotográfico, perono queda más remedio que hablar de ella, ya que su efectoproviene del principio analógico en que se funda la foto-grafía: el mensaje no es «la pose», sino «Kennedy rezan-do»: el lector recibe como simple denotación lo que, en re-alidad, es una doble estructura denotada-connotada.

3. Objetos

Hay que reconocer ahora una particular importancia alo que podría denominarse la pose de los objetos, ya que elsentido connotado surge de los objetos fotografiados (yaporque el fotógrafo tuviera ocasión de disponerlos de

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porque también ellos se benefician del prestigio de la de-notación: la fotografía permite que el fotógrafo escamoteela preparación a que somete a la escena que piensa captar;pero no por ello deja de ser dudoso que, desde un punto devista estructural posterior, pueda tenerse en cuenta el ma-terial que tales procedimientos proporcionan.

1. Trucaje

Una fotografía ampliamente difundida por la prensanorteamericana en 1951 costó el escaño, según dicen, al se-nador Millard Tydings: la fotografía representaba al sena-dor conversando con el líder comunista Earl Browder. Dehecho, no era más que una foto trucada, compuesta por elprocedimiento de aproximar de forma artificial las dos ca-ras. El interés que el trucaje presenta como método resideen que interviene, sin previo aviso, dentro mismo del pla-no de denotación; utiliza la particular credibilidad de la fo-tografía que, como hemos visto, consiste en su excepcionalpoder de denotación, para hacer pasar como mensaje sim-plemente denotado un mensaje que está, de hecho, conno-tado con mucha fuerza; ningún otro tratamiento permite ala connotación enmascararse con más perfección tras la«objetividad» de la denotación. Como es natural, la signi-ficación no es posible sino en la medida en que hay una re-serva de signos, un esbozo de código; en esta foto, el signi-ficante es la actitud de conversación de los dos personajes;es evidente que esta actitud no pasa a convertirse en signosino para una determinada sociedad, es decir, desde el pun-to de vista de unos determinados valores: tan sólo el rígidoanticomunismo del electorado tiene la capacidad de con-vertir el gesto de los interlocutores en el signo de una re-prensible familiaridad; es decir, que el código de la conno-

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tación no es ni artificial (como el de una verdadera lengua)ni natural: es histórico.

2. Pose

Durante unas elecciones norteamericanas, se difundióampliamente una fotografía que representaba el busto delpresidente Kennedy, de perfil, con las manos unidas y lamirada dirigida al cielo. En este caso es la propia pose delpersonaje la que da pie a la lectura de los significados deconnotación: juventud, espiritualidad, pureza; como esevidente, la fotografía no es significante sino en la medidaen que existe una reserva de actitudes estereotipadas queconstituyen elementos de significación ya establecidos (mi-rada dirigida al cielo, manos juntas); una «gramática histó-rica» de la connotación iconográfica tendría, por tanto,que buscar sus materiales en la pintura, el teatro, las aso-ciaciones de Ideas, las metáforas corrientes, etcétera, es de-cir, precisamente en la «cultura». Como ya dijimos, la poseno es en lo específico un procedimiento fotográfico, perono queda más remedio que hablar de ella, ya que su efectoproviene del principio analógico en que se funda la foto-grafía: el mensaje no es «la pose», sino «Kennedy rezan-do»: el lector recibe como simple denotación lo que, en re-alidad, es una doble estructura denotada-connotada.

3. Objetos

Hay que reconocer ahora una particular importancia alo que podría denominarse la pose de los objetos, ya que elsentido connotado surge de los objetos fotografiados (yaporque el fotógrafo tuviera ocasión de disponerlos de

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modo artificial ante el objetivo, ya porque el compagina-dor haya elegido, de entre un conjunto, la fotografía de unobjeto u otro). El interés reside en que estos objetos soninductores habituales de asociaciones de ideas (biblioteca =intelectual) o bien, de un modo más misterioso, auténticossímbolos (la puerta de la cámara de gas de Chessmann re-mite al portal mortuorio de la antigua mitología). Estosobjetos constituyen excelentes elementos de significación:por una parte, son discontinuos y completos en sí mismos,lo cual constituye una cualidad física para un signo; porotra, remiten a significados claros, conocidos; son los ele-mentos de un auténtico léxico, tan estables que se les po-dría dar una estructura sintáctica con facilidad. Esta podríaser, por ejemplo, una «composición» de objetos: una ven-tana abierta sobre techumbres de tejas, un paisaje de viñe-dos ante la ventana, un álbum de fotos, una lupa, un jarróncon flores; estamos, por tanto, en el campo, al sur del Loi-ra (viñedos y tejas), en una vivienda burguesa (flores sobrela mesa), y el anciano anfitrión (lupa) está reviviendo susrecuerdos (álbum fotográfico): es François Mauriac en Ma-lagar (foto de Paris-Match); la connotación «salta», en ciertomodo, de la totalidad de esas unidades significantes, aun-que hayan sido «captadas» como si se tratara de una escenainmediata y espontánea, o sea, insignificante; en el texto,que desarrolla el tema de los lazos de Mauriac con la tierra,aparece explicitada. Es posible que el objeto no posea una«fuerza», pero es seguro que posee un sentido.

4. Fotogenia

La teoría de la fotogenia ya ha sido elaborada (por Ed-gar Morin, en Le Cinéma ou l’Homme imaginaire), y ésteno es el momento para volver a tratar la significación ge-

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neral de tal procedimiento. Basta con que definamos la fo-togenia en términos de estructura informativa; en la foto-genia, el mensaje connotado está en la misma imagen «em-bellecida» (es decir, sublimada, en general) por las técnicasde iluminación, impresión y reproducción. Estas técnicasmerecerían ser enumeradas aunque sólo fuera en la medidaen que a cada una de ellas le corresponde un significado deconnotación lo suficientemente estable como para incor-porarse a un léxico cultural de los «efectos» técnicos (porejemplo, el «flou» de movimiento, o «corrimiento», que elequipo del doctor Steinert lanzó para significar el espacio-tiempo). Esta enumeración sería, además, una excelenteocasión para distinguir los efectos estéticos de los efectossignificantes —a no ser que reconozcamos que en fotogra-fía, muy a pesar de lo que pretenden los fotógrafos de ex-posición, jamás hay arte, pero siempre hay sentido— loque serviría justamente para oponer, por fin, de acuerdocon un criterio preciso, la buena pintura, por muy figurati-va que sea, a la fotografía.

5. Esteticismo

Puesto que parece ser que sólo de manera muy ambi-gua se puede hablar de esteticismo en fotografía, cuando lafotografía se convierte en pintura, es decir, en composi-ción o sustancia visual deliberadamente tratada por «em-paste de colores», lo hace tan sólo para significarse a símisma como «arte» (y éste sería el caso de la técnica pictóri-ca de principios de siglo), o bien para imponer un significa-do normalmente más sutil y complejo del que permitiríanotros procedimientos de connotación; de esta manera,Cartier-Bresson compaginó su foto de la recepción quelos fieles de Lisieux tributaron al cardenal Pacelli como si

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modo artificial ante el objetivo, ya porque el compagina-dor haya elegido, de entre un conjunto, la fotografía de unobjeto u otro). El interés reside en que estos objetos soninductores habituales de asociaciones de ideas (biblioteca =intelectual) o bien, de un modo más misterioso, auténticossímbolos (la puerta de la cámara de gas de Chessmann re-mite al portal mortuorio de la antigua mitología). Estosobjetos constituyen excelentes elementos de significación:por una parte, son discontinuos y completos en sí mismos,lo cual constituye una cualidad física para un signo; porotra, remiten a significados claros, conocidos; son los ele-mentos de un auténtico léxico, tan estables que se les po-dría dar una estructura sintáctica con facilidad. Esta podríaser, por ejemplo, una «composición» de objetos: una ven-tana abierta sobre techumbres de tejas, un paisaje de viñe-dos ante la ventana, un álbum de fotos, una lupa, un jarróncon flores; estamos, por tanto, en el campo, al sur del Loi-ra (viñedos y tejas), en una vivienda burguesa (flores sobrela mesa), y el anciano anfitrión (lupa) está reviviendo susrecuerdos (álbum fotográfico): es François Mauriac en Ma-lagar (foto de Paris-Match); la connotación «salta», en ciertomodo, de la totalidad de esas unidades significantes, aun-que hayan sido «captadas» como si se tratara de una escenainmediata y espontánea, o sea, insignificante; en el texto,que desarrolla el tema de los lazos de Mauriac con la tierra,aparece explicitada. Es posible que el objeto no posea una«fuerza», pero es seguro que posee un sentido.

4. Fotogenia

La teoría de la fotogenia ya ha sido elaborada (por Ed-gar Morin, en Le Cinéma ou l’Homme imaginaire), y ésteno es el momento para volver a tratar la significación ge-

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neral de tal procedimiento. Basta con que definamos la fo-togenia en términos de estructura informativa; en la foto-genia, el mensaje connotado está en la misma imagen «em-bellecida» (es decir, sublimada, en general) por las técnicasde iluminación, impresión y reproducción. Estas técnicasmerecerían ser enumeradas aunque sólo fuera en la medidaen que a cada una de ellas le corresponde un significado deconnotación lo suficientemente estable como para incor-porarse a un léxico cultural de los «efectos» técnicos (porejemplo, el «flou» de movimiento, o «corrimiento», que elequipo del doctor Steinert lanzó para significar el espacio-tiempo). Esta enumeración sería, además, una excelenteocasión para distinguir los efectos estéticos de los efectossignificantes —a no ser que reconozcamos que en fotogra-fía, muy a pesar de lo que pretenden los fotógrafos de ex-posición, jamás hay arte, pero siempre hay sentido— loque serviría justamente para oponer, por fin, de acuerdocon un criterio preciso, la buena pintura, por muy figurati-va que sea, a la fotografía.

5. Esteticismo

Puesto que parece ser que sólo de manera muy ambi-gua se puede hablar de esteticismo en fotografía, cuando lafotografía se convierte en pintura, es decir, en composi-ción o sustancia visual deliberadamente tratada por «em-paste de colores», lo hace tan sólo para significarse a símisma como «arte» (y éste sería el caso de la técnica pictóri-ca de principios de siglo), o bien para imponer un significa-do normalmente más sutil y complejo del que permitiríanotros procedimientos de connotación; de esta manera,Cartier-Bresson compaginó su foto de la recepción quelos fieles de Lisieux tributaron al cardenal Pacelli como si

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se tratara del cuadro de un maestro antiguo; pero su foto-grafía no es en absoluto un cuadro; por una parte, su este-ticismo estereotipado remite (con cierta malicia) a la pro-pia idea de cuadro (lo que se opone a cualquier verdaderapintura) y, por otra, la composición, en este caso, significadeclaradamente una cierta espiritualidad extática, traduci-da con precisión en términos de espectáculo objetivo.Aquí podemos observar fácilmente la diferencia entre fo-tografía y pintura: en el cuadro de un Primitivo, la «espi-ritualidad» nunca constituye un significado, sino, por asídecirlo, la misma esencia de la imagen; es verdad que pue-de haber, en ciertas pinturas, elementos de un código, fi-guras de retórica, símbolos de época; pero no existe nin-gún significante que remita a la espiritualidad, que es unamanera de ser y no el objeto de un mensaje estructurado.

6. Sintaxis

Se ha hablado ya en estas páginas de una lectura discur-siva de objetos-signos dentro de una misma fotografía;como es natural, una serie de varias fotos puede constituir-se en secuencia (éste es el caso de las revistas ilustradas); elsignificante de connotación no se encuentra en el nivel deninguno de los fragmentos de la secuencia, sino en el de suencadenamiento (que los lingüistas llaman suprasegmen-tal). Tenemos ante nosotros cuatro instantáneas de una ca-cería presidencial en Rambouilet; en cada una de ellas elilustre cazador (Vincent Auriol) dirige su fusil en una di-rección imprevista, con gran riesgo de los guardias, quehuyen o se encogen: es la secuencia (y sólo la secuencia) laque proporciona la gracia, por medio de un procedimientosobradamente conocido, el de la repetición y variación delas actitudes. A este respecto, hay que observar que la fo-

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tografía solitaria muy raras veces (o sea, muy difícilmente)resulta cómica, al contrario que el dibujo; la comicidad ne-cesita del movimiento, es decir, de la repetición (muy fácilen cine), o de la tipificación (posible en el dibujo), y ambas«connotaciones» le están prohibidas a la fotografía.

El texto y la imagen

Estos son los principales procedimientos de connota-ción de la imagen fotográfica (se trata de técnicas, repito,no de unidades). De una manera constante, se les podríaañadir el texto mismo que acompaña a la fotografía deprensa. Sobre este particular hay que hacer tres observa-ciones.

La primera es ésta: el texto constituye un mensaje pará-sito, destinado a comentar la imagen, es decir, a «insuflar»en ella uno o varios significados segundos. Dicho en otraspalabras, y con una inversión histórica importante, la ima-gen ya no ilustra a la palabra; es la palabra la que se con-vierte, estructuralmente, en parásito de la imagen; esta in-versión tiene un precio: era costumbre, en la «ilustración»,que la imagen funcionara como un retorno episódico a ladenotación, a partir de un mensaje principal (el texto) quese sentía como connotado, desde el momento en que, pre-cisamente, se le hacía necesaria una ilustración; en sus rela-ciones actuales, la imagen no aparece para iluminar o «rea-lizar» la palabra, sino que es la palabra la que aparece parasublimar, hacer más patética o racionalizar la imagen; perocomo esta operación se lleva a cabo de modo accesorio, elnuevo conjunto informativo parece fundado de formaprincipal sobre un mensaje objetivo (denotado), en el quela palabra no es sino una vibración secundaria, casi incon-secuente; antes, la imagen ilustraba el texto (lo hacía más

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se tratara del cuadro de un maestro antiguo; pero su foto-grafía no es en absoluto un cuadro; por una parte, su este-ticismo estereotipado remite (con cierta malicia) a la pro-pia idea de cuadro (lo que se opone a cualquier verdaderapintura) y, por otra, la composición, en este caso, significadeclaradamente una cierta espiritualidad extática, traduci-da con precisión en términos de espectáculo objetivo.Aquí podemos observar fácilmente la diferencia entre fo-tografía y pintura: en el cuadro de un Primitivo, la «espi-ritualidad» nunca constituye un significado, sino, por asídecirlo, la misma esencia de la imagen; es verdad que pue-de haber, en ciertas pinturas, elementos de un código, fi-guras de retórica, símbolos de época; pero no existe nin-gún significante que remita a la espiritualidad, que es unamanera de ser y no el objeto de un mensaje estructurado.

6. Sintaxis

Se ha hablado ya en estas páginas de una lectura discur-siva de objetos-signos dentro de una misma fotografía;como es natural, una serie de varias fotos puede constituir-se en secuencia (éste es el caso de las revistas ilustradas); elsignificante de connotación no se encuentra en el nivel deninguno de los fragmentos de la secuencia, sino en el de suencadenamiento (que los lingüistas llaman suprasegmen-tal). Tenemos ante nosotros cuatro instantáneas de una ca-cería presidencial en Rambouilet; en cada una de ellas elilustre cazador (Vincent Auriol) dirige su fusil en una di-rección imprevista, con gran riesgo de los guardias, quehuyen o se encogen: es la secuencia (y sólo la secuencia) laque proporciona la gracia, por medio de un procedimientosobradamente conocido, el de la repetición y variación delas actitudes. A este respecto, hay que observar que la fo-

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tografía solitaria muy raras veces (o sea, muy difícilmente)resulta cómica, al contrario que el dibujo; la comicidad ne-cesita del movimiento, es decir, de la repetición (muy fácilen cine), o de la tipificación (posible en el dibujo), y ambas«connotaciones» le están prohibidas a la fotografía.

El texto y la imagen

Estos son los principales procedimientos de connota-ción de la imagen fotográfica (se trata de técnicas, repito,no de unidades). De una manera constante, se les podríaañadir el texto mismo que acompaña a la fotografía deprensa. Sobre este particular hay que hacer tres observa-ciones.

La primera es ésta: el texto constituye un mensaje pará-sito, destinado a comentar la imagen, es decir, a «insuflar»en ella uno o varios significados segundos. Dicho en otraspalabras, y con una inversión histórica importante, la ima-gen ya no ilustra a la palabra; es la palabra la que se con-vierte, estructuralmente, en parásito de la imagen; esta in-versión tiene un precio: era costumbre, en la «ilustración»,que la imagen funcionara como un retorno episódico a ladenotación, a partir de un mensaje principal (el texto) quese sentía como connotado, desde el momento en que, pre-cisamente, se le hacía necesaria una ilustración; en sus rela-ciones actuales, la imagen no aparece para iluminar o «rea-lizar» la palabra, sino que es la palabra la que aparece parasublimar, hacer más patética o racionalizar la imagen; perocomo esta operación se lleva a cabo de modo accesorio, elnuevo conjunto informativo parece fundado de formaprincipal sobre un mensaje objetivo (denotado), en el quela palabra no es sino una vibración secundaria, casi incon-secuente; antes, la imagen ilustraba el texto (lo hacía más

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claro); ahora, el texto le añade peso a la imagen, la gravacon una cultura, una moral, una imaginación; entonces seefectuaba una reducción del texto a la imagen; hoy en día,se efectúa la amplificación de la imagen por parte del texto:la connotación no se vive ya sino como la resonancia natu-ral de la denotación fundamental constituida por la analo-gía fotográfica; así pues, nos hallamos frente a un procesocaracterizado por la naturalización de lo cultural.

Otra observación: el efecto de connotación es proba-blemente diferente de acuerdo con el modo de presenta-ción de la palabra; cuanto más próxima queda la palabra dela imagen, menos aparenta connotarla; atrapado, en ciertomodo, por el mensaje iconográfico, el mensaje verbal pare-ce participar de su objetividad, la connotación del lenguajese torna «inocente» gracias a la denotación de la fotografía;es cierto que nunca se da una verdadera incorporación, yaque las sustancias de las dos estructuras (gráfica en una,icónica en otra) son irreductibles; pero es posible que en laamalgama se den distintos grados; la leyenda probable-mente tiene un efecto de connotación menos evidente queel gran titular o el artículo; el titular y el artículo se apartande modo sensible de la imagen, el titular por su impacto, elartículo por su distancia, el primero porque rompe el con-tenido de la imagen, el segundo porque lo aleja; por el con-trario, gracias a su misma colocación, y a su medida inter-media de lectura, el texto explicativo parece duplicar laimagen, es decir, participar en su denotación.

No obstante, es imposible (ésta será la última observa-ción a propósito del texto) que la palabra «duplique» a laimagen; ya que, al pasar de una estructura a otra, aparecefatalmente una elaboración de significados segundos.¿Qué relación guardan estos significados de connotacióncon la imagen? Parece que constituyen una explicitación,es decir, un énfasis, hasta cierto punto; en efecto, la mayo-

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ría de las veces el texto no hace sino amplificar un conjun-to de connotaciones que ya están incluidas en la fotografía;pero, también a menudo, el texto produce (inventa) un sig-nificado enteramente nuevo que, en cierto modo, resultaproyectado de forma retroactiva sobre la imagen, hasta elpunto de parecer denotado por ella: «Han visto de cerca ala muerte, sus rostros lo prueban», dice el titular de una fo-tografía en la que aparecen Elisabeth y Philip bajando deun avión; sin embargo, en el momento en que les hicieronla foto, ambos personajes ignoraban el accidente aéreo delque se acababan de librar. También, a veces, la palabra lle-ga a contradecir a la imagen hasta producir una connota-ción compensatoria; un análisis de Gerbner (The socialanatomy of the romance confession cover-girl) mostró queen ciertas revistas del corazón el mensaje verbal escrito engrandes letras en la portada (de contenido sombrío y an-gustioso) acompaña siempre a la imagen de una radiantecover-girl; en esos casos, ambos mensajes pactan un términomedio; la connotación tiene una función reguladora, pre-serva el juego irracional de la proyección-identificación.

La insignificancia fotográfica

Ya hemos dicho que el código de la connotación no es,verosímilmente, ni «natural» ni «artificial», sino histórico,o, si así lo preferimos: «cultural»; sus signos son gestos, ac-titudes, expresiones, colores o efectos dotados de ciertossentidos en virtud de los usos de una determinada socie-dad: la relación entre el significante y el significado, es de-cir, la significación propiamente dicha, sigue siendo, si noinmotivada, al menos histórica por entero. Así pues, no sepuede decir que el hombre moderno proyecte al leer la fo-tografía sentimientos y valores caracterizables o «eternos»,

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claro); ahora, el texto le añade peso a la imagen, la gravacon una cultura, una moral, una imaginación; entonces seefectuaba una reducción del texto a la imagen; hoy en día,se efectúa la amplificación de la imagen por parte del texto:la connotación no se vive ya sino como la resonancia natu-ral de la denotación fundamental constituida por la analo-gía fotográfica; así pues, nos hallamos frente a un procesocaracterizado por la naturalización de lo cultural.

Otra observación: el efecto de connotación es proba-blemente diferente de acuerdo con el modo de presenta-ción de la palabra; cuanto más próxima queda la palabra dela imagen, menos aparenta connotarla; atrapado, en ciertomodo, por el mensaje iconográfico, el mensaje verbal pare-ce participar de su objetividad, la connotación del lenguajese torna «inocente» gracias a la denotación de la fotografía;es cierto que nunca se da una verdadera incorporación, yaque las sustancias de las dos estructuras (gráfica en una,icónica en otra) son irreductibles; pero es posible que en laamalgama se den distintos grados; la leyenda probable-mente tiene un efecto de connotación menos evidente queel gran titular o el artículo; el titular y el artículo se apartande modo sensible de la imagen, el titular por su impacto, elartículo por su distancia, el primero porque rompe el con-tenido de la imagen, el segundo porque lo aleja; por el con-trario, gracias a su misma colocación, y a su medida inter-media de lectura, el texto explicativo parece duplicar laimagen, es decir, participar en su denotación.

No obstante, es imposible (ésta será la última observa-ción a propósito del texto) que la palabra «duplique» a laimagen; ya que, al pasar de una estructura a otra, aparecefatalmente una elaboración de significados segundos.¿Qué relación guardan estos significados de connotacióncon la imagen? Parece que constituyen una explicitación,es decir, un énfasis, hasta cierto punto; en efecto, la mayo-

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ría de las veces el texto no hace sino amplificar un conjun-to de connotaciones que ya están incluidas en la fotografía;pero, también a menudo, el texto produce (inventa) un sig-nificado enteramente nuevo que, en cierto modo, resultaproyectado de forma retroactiva sobre la imagen, hasta elpunto de parecer denotado por ella: «Han visto de cerca ala muerte, sus rostros lo prueban», dice el titular de una fo-tografía en la que aparecen Elisabeth y Philip bajando deun avión; sin embargo, en el momento en que les hicieronla foto, ambos personajes ignoraban el accidente aéreo delque se acababan de librar. También, a veces, la palabra lle-ga a contradecir a la imagen hasta producir una connota-ción compensatoria; un análisis de Gerbner (The socialanatomy of the romance confession cover-girl) mostró queen ciertas revistas del corazón el mensaje verbal escrito engrandes letras en la portada (de contenido sombrío y an-gustioso) acompaña siempre a la imagen de una radiantecover-girl; en esos casos, ambos mensajes pactan un términomedio; la connotación tiene una función reguladora, pre-serva el juego irracional de la proyección-identificación.

La insignificancia fotográfica

Ya hemos dicho que el código de la connotación no es,verosímilmente, ni «natural» ni «artificial», sino histórico,o, si así lo preferimos: «cultural»; sus signos son gestos, ac-titudes, expresiones, colores o efectos dotados de ciertossentidos en virtud de los usos de una determinada socie-dad: la relación entre el significante y el significado, es de-cir, la significación propiamente dicha, sigue siendo, si noinmotivada, al menos histórica por entero. Así pues, no sepuede decir que el hombre moderno proyecte al leer la fo-tografía sentimientos y valores caracterizables o «eternos»,

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es decir, infra- o trans-históricos, a menos que se deje bienclaro que la significación en sí misma es siempre el resulta-do de la elaboración de una sociedad y una historia deter-minadas; en suma, la significación es el movimiento dialéc-tico que resuelve la contradicción entre hombre cultural yhombre natural.

Así pues, gracias a su código de connotación, la lecturade la fotografía siempre es histórica; depende del «saber» dellector, igual que si fuera una verdadera lengua, que sólo esinteligible para el que aprende sus signos. A fin de cuentas,el «lenguaje» fotográfico recuerda a ciertas lenguas ideográ-ficas en las que se mezclan unidades analógicas y unidadessignaléticas, con una diferencia: el ideograma se siente comoun signo, mientras que la «copia» fotográfica pasa por seruna denotación pura y simple de la realidad. Hallar ese có-digo de connotación consistiría, por tanto, en aislar, inven-tariar y estructurar todos los elementos «históricos» de lafotografía, todas las partes de la superficie fotográfica queextraen su propia discontinuidad de un cierto saber del lec-tor o de su situación cultural, como se prefiera.

Ahora bien, quizás habría que llevar más lejos esta ta-rea. Nada permite afirmar que en la fotografía existan par-tes «neutras», o, por lo menos, parece que la insignificanciacompleta de la fotografía es quizá totalmente excepcional;para resolver este problema habría que elucidar por com-pleto los mecanismos de lectura (en el sentido físico, no se-mántico, del término), si se quiere, o los mecanismos depercepción de la fotografía; ahora bien, sobre este particu-lar no sabemos demasiado: ¿cómo se lee una fotografía?,¿qué percibimos?, ¿en qué orden, de acuerdo con qué iti-nerarios?, incluso ¿qué es percibir? Si, de acuerdo con cier-tas hipótesis de Bruner y Piaget, la percepción no se da sinuna categorización inmediata, la fotografía se verbaliza enel mismo instante en que se percibe; o mejor dicho: no se

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percibe sino verbalizada (pero si la verbalización se retrasa,aparecen desarreglos en la percepción, interrogaciones, an-gustia del sujeto, traumas, según la hipótesis de G. Cohen-Séat relativa a la percepción fílmica). Desde esta perspecti-va, la imagen, captada de inmediato por un metalenguajeinterior que es la lengua, no conocería realmente, en defi-nitiva, ningún estado denotado; en lo social, no existiríasino inmersa al menos en una primera connotación, la delas categorías lingüísticas; y es cosa sabida que toda lenguatoma partido acerca de las cosas, connota lo real, aunquesólo sea en la medida en que lo recorta; las connotacionesde la fotografía, por tanto, coincidirían grosso modo conlos grandes planos de connotación del lenguaje.

Así pues, además de la connotación «perceptiva», hipo-tética aunque posible, se podrían encontrar también mo-dos de connotación más particulares. En primer lugar, unaconnotación «cognoscitiva», cuyos significantes, escogi-dos, se localizarían en ciertas zonas del analogon: ante lavista de una ciudad, sé que estoy en un país norteafricanoporque veo, a la izquierda, una inscripción en caracteresárabes, un hombre con una blusa típica en el centro, etcé-tera; en este caso, la lectura tiene una estrecha dependenciacon respecto a mi cultura, a mi conocimiento del mundo;es probable que una buena fotografía de prensa (y todassuelen serlo, por lo seleccionadas que están) se apoye có-modamente en los supuestos saberes de los lectores, y seelijan las pruebas que proporcionen la mayor cantidad po-sible de información de este tipo, con la finalidad de «eufo-rizar» la lectura; si se toma una foto de Agadir destruido,conviene disponer de algunos signos arábigos, por más quelo «arábigo» no tenga mucho que ver con el desastre en sí;pues la connotación que procede del saber siempre es unafuerza que proporciona seguridad: al ser humano le gustanlos signos, y le gustan los signos claros.

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es decir, infra- o trans-históricos, a menos que se deje bienclaro que la significación en sí misma es siempre el resulta-do de la elaboración de una sociedad y una historia deter-minadas; en suma, la significación es el movimiento dialéc-tico que resuelve la contradicción entre hombre cultural yhombre natural.

Así pues, gracias a su código de connotación, la lecturade la fotografía siempre es histórica; depende del «saber» dellector, igual que si fuera una verdadera lengua, que sólo esinteligible para el que aprende sus signos. A fin de cuentas,el «lenguaje» fotográfico recuerda a ciertas lenguas ideográ-ficas en las que se mezclan unidades analógicas y unidadessignaléticas, con una diferencia: el ideograma se siente comoun signo, mientras que la «copia» fotográfica pasa por seruna denotación pura y simple de la realidad. Hallar ese có-digo de connotación consistiría, por tanto, en aislar, inven-tariar y estructurar todos los elementos «históricos» de lafotografía, todas las partes de la superficie fotográfica queextraen su propia discontinuidad de un cierto saber del lec-tor o de su situación cultural, como se prefiera.

Ahora bien, quizás habría que llevar más lejos esta ta-rea. Nada permite afirmar que en la fotografía existan par-tes «neutras», o, por lo menos, parece que la insignificanciacompleta de la fotografía es quizá totalmente excepcional;para resolver este problema habría que elucidar por com-pleto los mecanismos de lectura (en el sentido físico, no se-mántico, del término), si se quiere, o los mecanismos depercepción de la fotografía; ahora bien, sobre este particu-lar no sabemos demasiado: ¿cómo se lee una fotografía?,¿qué percibimos?, ¿en qué orden, de acuerdo con qué iti-nerarios?, incluso ¿qué es percibir? Si, de acuerdo con cier-tas hipótesis de Bruner y Piaget, la percepción no se da sinuna categorización inmediata, la fotografía se verbaliza enel mismo instante en que se percibe; o mejor dicho: no se

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percibe sino verbalizada (pero si la verbalización se retrasa,aparecen desarreglos en la percepción, interrogaciones, an-gustia del sujeto, traumas, según la hipótesis de G. Cohen-Séat relativa a la percepción fílmica). Desde esta perspecti-va, la imagen, captada de inmediato por un metalenguajeinterior que es la lengua, no conocería realmente, en defi-nitiva, ningún estado denotado; en lo social, no existiríasino inmersa al menos en una primera connotación, la delas categorías lingüísticas; y es cosa sabida que toda lenguatoma partido acerca de las cosas, connota lo real, aunquesólo sea en la medida en que lo recorta; las connotacionesde la fotografía, por tanto, coincidirían grosso modo conlos grandes planos de connotación del lenguaje.

Así pues, además de la connotación «perceptiva», hipo-tética aunque posible, se podrían encontrar también mo-dos de connotación más particulares. En primer lugar, unaconnotación «cognoscitiva», cuyos significantes, escogi-dos, se localizarían en ciertas zonas del analogon: ante lavista de una ciudad, sé que estoy en un país norteafricanoporque veo, a la izquierda, una inscripción en caracteresárabes, un hombre con una blusa típica en el centro, etcé-tera; en este caso, la lectura tiene una estrecha dependenciacon respecto a mi cultura, a mi conocimiento del mundo;es probable que una buena fotografía de prensa (y todassuelen serlo, por lo seleccionadas que están) se apoye có-modamente en los supuestos saberes de los lectores, y seelijan las pruebas que proporcionen la mayor cantidad po-sible de información de este tipo, con la finalidad de «eufo-rizar» la lectura; si se toma una foto de Agadir destruido,conviene disponer de algunos signos arábigos, por más quelo «arábigo» no tenga mucho que ver con el desastre en sí;pues la connotación que procede del saber siempre es unafuerza que proporciona seguridad: al ser humano le gustanlos signos, y le gustan los signos claros.

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Connotación perceptiva, connotación cognoscitiva: que-da el problema de la connotación ideológica (en el más am-plio sentido del término) o ética, la que introduce razones ovalores en la lectura de la imagen. Se trata de una connota-ción potente, que exige un significante muy elaborado, amenudo de tipo sintáctico: encuentro entre personajes (yalo vimos al hablar del trucaje), desarrollo de actitudes,constelaciones de objetos; acaba de nacer el hijo del Sha; enla fotografía aparecen: la realeza (cuna adorada por una mu-chedumbre de servidores que la rodean), la riqueza (variasenfermeras), la higiene (blancas batas, cuna techada de plás-tico transparente), la condición, humana a pesar de todo, delos reyes (llanto del bebé), es decir, todos los principaleselementos del mito principesco tal como hoy día solemosconsumirlo. En este caso los valores son apolíticos y el léxi-co rico y claro; es posible (sólo es una hipótesis) que, por elcontrario, las connotaciones políticas estén más a menudoconfiadas al texto; en la medida en que las opciones políti-cas son siempre, por así decirlo, de mala fe: ante tal fotogra-fía, yo puedo dar una lectura de derechas o de izquierdas (aeste propósito, véase una encuesta del. IFOP, publicada en1955 por Temps modernes); la denotación, o su apariencia,no es una fuerza lo bastante potente como para modificarlas opciones políticas: nunca una foto pudo convencer odesmentir a nadie (sí puede, en cambio, «confirmar»), en lamedida en que la conciencia política quizá no exista fueradel logos: la política es aquello que permite todos los len-guajes.

Estas pocas observaciones esbozan una especie de cua-dro diferencial de las connotaciones fotográficas; en todocaso, queda claro que la connotación llega muy lejos. ¿Hayque afirmar que es imposible una denotación pura, un másacá del lenguaje? Si es que ésta existe, quizá no es en el ni-vel de lo que el lenguaje común llama lo insignificante, lo

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neutro, lo objetivo, sino por el contrario en el nivel de lasimágenes precisamente traumáticas: es el propio trauma elque deja en suspenso al lenguaje y bloquea la significación.Es cierto que se pueden captar situaciones por lo generaltraumáticas dentro de un proceso de significación fotográ-fica; pero precisamente entonces estas imágenes aparecenseñaladas a través de un código retórico que las distancia,las sublima, las apacigua. Las fotografías propiamentetraumáticas son muy raras porque, en fotografía, el traumaes totalmente tributario de la certeza de que la escena ha te-nido lugar de forma efectiva: el fotógrafo tuvo que estar allí(definición mítica de la denotación); pero una vez estableci-do este punto (que, a decir verdad, constituye ya una con-notación), la fotografía traumática (incendios, naufragios,catástrofes, muertes violentas, captadas «en vivo») es algosobre lo que no hay nada que comentar: la foto-impacto esinsignificante en su estructura: ningún valor, ningún saber,en último término; ninguna categorización verbal puedenhacer presa en el proceso institucional de la significación.Hasta podríamos imaginar una especie de ley: cuanto másdirecto es el trauma, más difícil resulta la connotación; másaún: el efecto «mitológico» de una fotografía es inversa-mente proporcional a su efecto traumático.

¿Y eso por qué? Porque, sin duda, al igual que toda sig-nificación bien estructurada, la connotación fotográfica esuna actividad institucional; a escala de la totalidad de la so-ciedad, su función consiste en integrar al hombre, es decir,en tranquilizarlo; todo código es simultáneamente arbitra-rio y racional; así, toda apelación a un código es un medioque tiene el hombre de probarse, de ponerse a prueba pormedio de una razón y de una libertad. Desde este punto devista, el análisis de los códigos permite quizá definir histó-ricamente una sociedad con mayor facilidad y seguridadque el análisis de sus significados, ya que éstos a menudo

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Connotación perceptiva, connotación cognoscitiva: que-da el problema de la connotación ideológica (en el más am-plio sentido del término) o ética, la que introduce razones ovalores en la lectura de la imagen. Se trata de una connota-ción potente, que exige un significante muy elaborado, amenudo de tipo sintáctico: encuentro entre personajes (yalo vimos al hablar del trucaje), desarrollo de actitudes,constelaciones de objetos; acaba de nacer el hijo del Sha; enla fotografía aparecen: la realeza (cuna adorada por una mu-chedumbre de servidores que la rodean), la riqueza (variasenfermeras), la higiene (blancas batas, cuna techada de plás-tico transparente), la condición, humana a pesar de todo, delos reyes (llanto del bebé), es decir, todos los principaleselementos del mito principesco tal como hoy día solemosconsumirlo. En este caso los valores son apolíticos y el léxi-co rico y claro; es posible (sólo es una hipótesis) que, por elcontrario, las connotaciones políticas estén más a menudoconfiadas al texto; en la medida en que las opciones políti-cas son siempre, por así decirlo, de mala fe: ante tal fotogra-fía, yo puedo dar una lectura de derechas o de izquierdas (aeste propósito, véase una encuesta del. IFOP, publicada en1955 por Temps modernes); la denotación, o su apariencia,no es una fuerza lo bastante potente como para modificarlas opciones políticas: nunca una foto pudo convencer odesmentir a nadie (sí puede, en cambio, «confirmar»), en lamedida en que la conciencia política quizá no exista fueradel logos: la política es aquello que permite todos los len-guajes.

Estas pocas observaciones esbozan una especie de cua-dro diferencial de las connotaciones fotográficas; en todocaso, queda claro que la connotación llega muy lejos. ¿Hayque afirmar que es imposible una denotación pura, un másacá del lenguaje? Si es que ésta existe, quizá no es en el ni-vel de lo que el lenguaje común llama lo insignificante, lo

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neutro, lo objetivo, sino por el contrario en el nivel de lasimágenes precisamente traumáticas: es el propio trauma elque deja en suspenso al lenguaje y bloquea la significación.Es cierto que se pueden captar situaciones por lo generaltraumáticas dentro de un proceso de significación fotográ-fica; pero precisamente entonces estas imágenes aparecenseñaladas a través de un código retórico que las distancia,las sublima, las apacigua. Las fotografías propiamentetraumáticas son muy raras porque, en fotografía, el traumaes totalmente tributario de la certeza de que la escena ha te-nido lugar de forma efectiva: el fotógrafo tuvo que estar allí(definición mítica de la denotación); pero una vez estableci-do este punto (que, a decir verdad, constituye ya una con-notación), la fotografía traumática (incendios, naufragios,catástrofes, muertes violentas, captadas «en vivo») es algosobre lo que no hay nada que comentar: la foto-impacto esinsignificante en su estructura: ningún valor, ningún saber,en último término; ninguna categorización verbal puedenhacer presa en el proceso institucional de la significación.Hasta podríamos imaginar una especie de ley: cuanto másdirecto es el trauma, más difícil resulta la connotación; másaún: el efecto «mitológico» de una fotografía es inversa-mente proporcional a su efecto traumático.

¿Y eso por qué? Porque, sin duda, al igual que toda sig-nificación bien estructurada, la connotación fotográfica esuna actividad institucional; a escala de la totalidad de la so-ciedad, su función consiste en integrar al hombre, es decir,en tranquilizarlo; todo código es simultáneamente arbitra-rio y racional; así, toda apelación a un código es un medioque tiene el hombre de probarse, de ponerse a prueba pormedio de una razón y de una libertad. Desde este punto devista, el análisis de los códigos permite quizá definir histó-ricamente una sociedad con mayor facilidad y seguridadque el análisis de sus significados, ya que éstos a menudo

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pueden aparecer como trans-históricos, como pertenecien-tes a un fondo antropológico en mayor medida que a unaauténtica historia: Hegel definió mejor a los griegos de laAntigüedad al esbozar la manera en que volvían significan-te a la naturaleza, que al describir el conjunto de sus «sen-timientos y creencias» sobre el tema. Igualmente es posibleque nosotros tengamos algo mejor que hacer que inventa-riar de forma directa los contenidos ideológicos de nuestrotiempo; pues al intentar reconstituir en su estructura espe-cífica el código de connotación de un tipo de comunica-ción tan amplio como la fotografía de prensa, es posibleque nos encontremos, con todo detalle, con las formas queemplea nuestra sociedad para recobrar la serenidad y que,a partir de ahí, podamos captar la envergadura, los rodeosy la función profunda de semejante esfuerzo: perspectivatanto más atractiva, como dijimos al principio, en la medi-da en que, por lo que se refiere a la fotografía, se desarrollabajo la forma de una paradoja: paradoja que consiste en ha-cer un lenguaje de un objeto inerte y en transformar la in-cultura de un arte «mecánico» en la más social de las insti-tuciones.

1961, Communications.

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RETÓRICA DE LA IMAGEN

De acuerdo con una antigua etimología, la palabra ima-gen tendría que estar relacionada con la raíz de imitari. Estonos sitúa de inmediato en el centro del más importante delos problemas que se le puedan plantear a la semiología dela imagen: la representación analógica (la «copia») ¿sería ca-paz de producir verdaderos sistemas de signos y no sola-mente simples aglutinaciones de símbolos? ¿Acaso es con-cebible un «código» analógico —y no ya digital—? Yasabemos que los lingüistas sitúan fuera del lenguaje a las co-municaciones basadas en la analogía, desde el «lenguaje» delas abejas al «lenguaje» por medio de gestos, ya que estos ti-pos de comunicación no están sujetos a la doble articula-ción, es decir, basados, en definitiva, en una combinatoriade unidades digitales, como es el caso de los fonemas. Noson los lingüistas los únicos que desconfían de la naturalezalingüística de la imagen; también la opinión común consi-dera vagamente a la imagen un reducto de resistencia al sen-tido, en nombre de cierta idea mítica de la Vida: la imagenes una re-presentación, es decir, en definitiva, resurrección,y ya se sabe que lo inteligible tiene fama de ser «antipático»con respecto a lo vivido. Así pues, la analogía está conside-rada, por ambos bandos, un sentido limitado: unos piensanque la imagen es un sistema muy rudimentario en compara-ción con la lengua, y otros piensan que la significación no escapaz de agotar la inefable riqueza de la imagen. Ahora

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