palancas de la innovacion hotelera
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Estudio de management y estrategia hotelera. Cúales son los factuoTRANSCRIPT
ÍNDICE________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
LAS PERSONAS ADECUADAS PARA FOMENTAR LA INNOVACIÓNA TRAVÉS DE LAS OPERACIONES
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MISIÓN, VALORES Y CULTURA DEL HOTEL INNOVADOR. Página 37
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LA INNOVACIÓN HOTELERA COMIENZA POR LA CONFIANZA Página 43
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LA SINCERIDAD Y EL MIEDO EN LA GESTIÓN HOTELERA Página 49
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CASO WHOLE FOODS: UN MODELO DE GESTIÓN Y DE ORGANIZACIÓN INTERNAEXPORTABLE A HOTELES
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...y en el VOLUMEN 1________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
EL MANAGEMENT HOTELERO TRADICIONAL: EL STATU QUO Página 1
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LA GESTIÓN HOTELERA MECÁNICA: LA BUROCRACIA HOTELERA(EL MODELO AC HOTELES)
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LA MAXIFICACIÓN DEL BENEFICIO: PRIMERA COMODITIZACIÓN DE NUESTROS HOTELESPágina 13
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LA ILUSIÓN DE TENER LAS COSAS BAJO CONTROL: MÁXIMA DE LA GESTIÓNPERO, ¿REALMENTE TENEMOS EL CONTROL?
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LA CALIDAD HOTELERA QUE CONOCEMOS: ¿REALMENTE LEYERON A EDWARD DEMING?Página 25
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Las personas adecuadas para
FOMENTAR LA INNOVACIÓNa través de las operaciones
Estamos en un negocio intensivo en trabajadores, aunque dependiendo del modelo de negocio, serán más o menos los trabajadores que trabajen en él. Tanto al principio como al final de toda estrategia, son ellos nuestros trabajadores de servicio quienes ofrecerán el mejor o el peor servicio a nuestros clientes. Por lo tanto, son los últimos responsables de todo. Y hay algo claro: sin las personas adecuadas para trabajar, todo lo más que quiera hacer para que sus clientes le valoren más quedará en humo, o en el bonito Power Point que le pudieron mostrar, cuando se habló de calidad, innovación, tecnología, gestión del conocimiento, excelencia en el servicio, sensaciones y experiencias únicas... Jack Welch hablaba de la contratación y su experiencia en General Electric como Director General, y decía: “Contratar a alguien bueno es difícil. Contratar a alguien magnífico es extremadamente difícil. Y, sin embargo, para triunfar, lo más importante es conseguir al personal adecuado. Ni las estrategias más astutas ni la tecnología más avanzada pueden ser eficientes si no hay personas capacitadas para ponerlo en práctica”.
En turismo a menudo se olvida, que la razón de muchos de los males de ciertas empresas o la poca diferencia de la que disponen a los ojos del cliente, es es debida a que no se cuenta con las personas adecuadas para servir al cliente. Parece obvio, pero no lo es tanto.
Si desde la dirección se establecen ambiciosos objetivos que persiguen dar más valor a los clientes, y se espera que sean los trabajadores de un hotel el mayor activo para ello, no vale cualquiera para tal fin. Pero la creencia de que dicho valor sea una consecuencia determinante de las personas que forman el equipo de un hotel, no está tan clara; por el contrario, nuestros empresarios y directivos hoteleros sí que creen en el producto: el hotel. Sucede que la estrategia más compartida en nuestro sector hotelero es: ofrecer un buen producto (instalaciones), y controlar mucho los costes gestionando los hoteles desde los corporativos. Algunos, incluso pretenden la cuadratura del círculo:
dar el mismo servicio con menos personas de las necesarias. Es evidente que los costes tiene que controlarse, y reducirse. No obstante, aquellas compañías que hacen del recorte de gastos su bandera estratégica, paradójicamente, tampoco son los más efectivos para ello. Y sucede así, porque no disponen de toda una organización comprometida para el recorte de gastos; en su lugar, sólo disponen de sus directivos y en el mejor de los casos, los gerentes también para tal propósito.
Ahora bien, ya no basta con recortar costes y esforzarse más por incrementar el poder comercial, porque son muchos los hoteles que ofrecen las mismas propuestas de valor en un mismo mercado. En el presente, es más difícil ser tan rentable como antes. La estrategia popular que ha perseguido la mayoría se ha quedado obsoleta. No es valida, porque al haberse encontrado al alcance de cualquiera pasó al hacer generalizado, y ha dejado de ser exclusiva o diferente para los clientes. A saber: seremos un hotel más de tantos que no marcan ninguna diferencia significativa en la experiencia de sus clientes. Centrarse sólo en el producto, a pesar de mejorarlo significativamente, ya no es suficiente. Podré gastar mucho dinero en construir, decorar o reformar un hotel, pero si voy a limitar la estrategia sólo a esto, aquí se
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acabará mi valor. Después de tanto tiempo, todavía sigue siendo el servicio que no más servicios necesariamente y las personas que lo proveen, la otra mitad de la estrategia; que será más efectiva, siempre que se disponga de las personas adecuadas para ello.
¿Cómo conseguir tener un equipo de personas adecuadas?
Si es importante seleccionar bien, no lo es menos hacer que se desarrollen mejor una vez que tenemos a las personas adecuadas.
En cuanto a la selección, es muy probable que en una entrevista de trabajo, en pocas horas, no se pueda garantizar si la persona encajará o no dentro los objetivos de negocio que proponemos. Tampoco será posible garantizar que acertaremos en la selección, incluso habiendo hecho participar a más personas en la entrevista. Al final, uno tiene que dejarse guiar por su intuición. No obstante, cuando la persona se ha incorporado y comienza a funcionar dentro del equipo, hay un tiempo determinado en el que se sabe si es la adecuada o no. Mi experiencia como directivo, comparte, que hay un tiempo suficiente y que es el paso al contrato fijo que establece la ley laboral actual. Después de 6 o 9 meses, se ha dispuesto de un interesante periodo para evaluar al trabajador; ¿cómo se ha adaptado al equipo?, ¿cuánto ha desarrollado su aprendizaje y sus capacidades?, pero sobre todo, ¿cuáles son sus actitudes con respecto a los valores que defendemos? El carácter de la persona debiera estar al mismo nivel que sus competencias técnicas Si ante estas preguntas surgía la duda, la persona en concreto no permanecería con nosotros. Simplemente no era la adecuada.
Pongo por hecho empírico la experiencia propia. Recuerdo entrevistas que he realizado a candidatos para jefes de departamento, y en las que también he hecho participar a otros miembros del equipo con más
confianza. Entre dos candidatos muy buenos, siempre me decantaba por el que, incluso, aparentemente, podía transmitirnos menos talento, pero se intuía que podría darnos más continuidad y mejor encaje con el equipo y nuestros valores. Otras veces la complejidad es mayor debido que los "jugadores" no pueden ser seleccionados. Los trabajadores ya están dentro. Y uno de los mayores retos en management es cambiar el sistema social de una empresa ya maduro, y que requiera de una intervención porque el carácter de las gentes y a lo que están acostumbrados, no es lo más apropiado. Así, pues, lo difícil, es tener que dirigir equipos que han sido formados por directivos o sistemas, que, tal vez, no eran los adecuados; dependiendo de los jugadores, del clima y de la cultura que se haya respirado, se hará más necesario un tipo de gestión u otro. El hecho es, que no es posible aplicar un liderazgo enfocado al conocimiento y la participación, si no se cuenta con los jugadores aptos para ello. El camino hasta estos objetivos es largo y complicado, porque debe cambiar costumbres que no son las adecuadas. Tal vez, comportamientos y prácticas adquiridas que no hacen bien ni al cliente ni a la visión; y las personas a menudo no cambian con facilidad ciertas actitudes. En ocasiones, puede ser hasta algo quimérico. Es entonces cuando se cumple la profecía de aquel famoso torero: “lo que no es posible no es posible y además es imposible.” Lo más práctico entonces, es emplear el tipo de gestión administrativa habitual que conoce la mayoría. Esa gestión que requiere de una dirección más autoritaria, cercana al arquetipo de liderazgo popularizado allá por los años 80. Un liderazgo de tipo carismático pero muy autocrático que se proclamó entonces como modelo de liderazgo más eficaz, y que todavía vemos en las organizaciones, la política... "Puede ser efectivo, pero sólo durante un limitado espacio de tiempo", como señala Carlos Losada en el prologo del libro "El liderazgo sin hacer ruido". No es sostenible hoy y mucho menos mañana. La forma autoritaria de dirigir a las personas y que impone las órdenes porque sí, no es productiva ni en el medio ni el largo plazo.
Si el proceso de selección es muy importante, no lo es tanto como contar con trabajadores de confianza en puestos de liderazgo que hagan equipos de personas adecuadas. Cuando se facilita el entorno apropiado y se crea una cultura apta para ello, es más fácil contar con trabajadores que se contagian del compromiso y de las
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actitudes necesarias. Tener a más personas con las cualidades precisas, supone tener más asociados que defiendan lo que está bien y rechacen lo que está mal. Siempre es más fácil cuando hay mejores jugadores formando una buena base de equipo. El suelo que se pisa es más firme.
Nunca llegué a comprender por qué ciertas organizaciones hoteleras que se han preciado de control y de eficacia, tienen trabajando a personas que hace tiempo deberían de haber salido; empezando por algunos en sus puestos de mando. Tal vez suceda así, porque en el espejo donde se reflejan ven rostros parecidos. O tal vez, porque sus trabajadores, si fueron buenos una vez, se pasaron al lado oscuro, al contagiarse de un entorno que no era el apropiado. Sin embargo, en la mayoría de casos, las cosas han ocurrido porque no se ha sabido establecer qué es adecuado y qué no es adecuado. Y tomar decisiones en consecuencia. Nuestro profesor de la Harvard Business School, Ram Charan, lo explica muy bien cuando dice que "muchos problemas en los negocios son consecuencia de dejar las cosas pasar. De no hacer caso del hecho de que el trabajo evoluciona pero la persona no, o viceversa, que la decisión de destinar a esa persona a un determinado puesto fue equivocada desde un comienzo. En vez de afrontar el asunto, uno empieza a albergar resentimientos contra la persona, e incluso a evitarla, hasta que la frustración se desborda y se le pide al empleado que se marche. Así que, existen toda clase de razones psicológicas para evitar estas situaciones, bien sea el temor de la respuesta de la persona, el deseo de ser leal o la necesidad de caer bien a los demás".
En el hotel innovador, el personal adecuado supone muchas cosas como: una actitud por aprender constantemente, ser reflexivo, ser flexible, ser humilde, saber trabajar en grupo, tener confianza en sí mismo para tomar decisiones, aportar ideas y comprometerse con los objetivos. Por supuesto, también supone ser una persona íntegra, esto es, ser sincero en todo lo que
haces.
Una actitud por aprender constantemente “Sigo aprendiendo, es una de las señales importantes de los buenos líderes […] saber que no sabes todo ni nunca los sabrás” Esta cita es de Anne Mulcahy exCEO de Xerox Corporation.
Es la máxima del pensamiento Socrático. En el trabajo se es inteligente, porque el empleado muestra una actitud constante por aprender de éste, de sus jefes y sus compañeros. La correcta actitud para el aprendizaje significa estar abierto a ello. Lo contrario, significa creerse en una casta superior de sabiduría y despreciar el conocimiento de los de abajo y de los compañeros. Así que, la postura inadecuada, es aquella que desecha otras opiniones, otras formas de ver las cosas y más conocimiento.
En el hotel innovador, el aprendizaje basa sobre la tarea y el conocimiento colectivo. La sabiduría colectiva del grupo es mayor que el conocimiento individual. Siempre se puede aprender del trabajo, lo importante es estar dispuesto a ello, y no por verse en superioridad de conocimiento y experiencia, creer que lo sabes todo.
El aprendizaje también es una facultad. Un dominio propio de apertura, que hace que seamos capaces de cuestionar nuestro propio pensamiento y nuestra forma de ver las cosas. Como toda destreza, requiere también de una práctica.
Ser reflexivo Decía Confucio que aprender sin reflexionar era gastar energía. Los japoneses lo llaman Hansei. Es el principio del conocimiento. No se puede analizar la tarea sin una reflexión previa. Ser reflexivo supone esforzarse por llegar, por ver cómo hacemos las cosas una vez que las hemos hecho; implica ver la raíz de los problemas y llegar a las causas. Pero en general, también es un gesto que implica el compromiso por aprender y superar los puntos débiles de cada uno. Es una cualidad de todo trabajador de conocimiento; semilla de la innovación y la mejora continúa. Del mismo modo, la visión sobre uno mismo y por lo tanto, la mejora personal, como decía Carlos Castilla del Pino, "sólo puede alcanzarse desde la propia atalaya, mediante la reflexividad; desde
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mi realidad íntima, sólo yo, puedo llegar a corregir mi posición egocéntricaegotista". Porque verse a sí mismo significa reflexionar sobre uno mismo, sobre cómo actuamos.
Ser flexible Como el bambú, supone poder doblarse pero sin romperse. Significa mantener firmes los principios pero saber adaptarse a las necesidades. El objetivo primero es el cliente, así que, ofrecerle valor, significa ser capaz de adaptarse y moldear la tarea de una forma fácil, rápida y sin mayores problemas si la situación lo requiere. Pero con cuidado; siempre teniendo en cuenta la capacidad de controlar el coste sin perder de vista la rentabilidad. Si la flexibilidad a la que se ha incurrido, por ofrecer más valor al cliente, afecta al objetivo de mantener una mejor optimización de costes, tenemos un problema.
Ser humilde Salomón decía que allá donde había soberbia había ignorancia, pero donde hay humildad había sabiduría. Después de ser reflexivo hay que ser humilde y saber escuchar, respetar otras opiniones aunque sean divergentes. De hecho, si existe diferencia de opiniones, el conocimiento crece más y los problemas se pueden solucionar mejor. Ser humilde supone estar abiertos al aprendizaje a través de los demás, empezando por nuestros compañeros. Yo puedo tener confianza en mi mismo y mis capacidades, pero si no soy humilde no podré crecer como trabajador, porque no escucharé ni aprenderé de nadie. Lo peor del liderazgo egocéntrico es que es soberbio, no dispone de humildad y no hace crecer a las personas que lidera. La objetividad sólo es posible cuando se es humilde. Escribe Erich Fromm en el "arte de amar", que ser objetivo significa utilizar la propia razón, y esto sólo es posible si se ha alcanzado una verdadera actitud de humildad.
Saber trabajar en grupo Saber trabajar en equipo implica el principio de solidaridad; pensar en el grupo y en los objetivos, además de en un mismo. Integrarse en el grupo significa apoyar a los demás. No todos pueden trabajar en grupo. Trabajar en grupo es compartir experiencias y conocimiento. Disentir pero también saber consensuar; ser capaz de aceptar otras opiniones aunque sean divergentes. Respetar a los demás y pensar en el bien del equipo, y de los objetivos. Puedo defender mis principios en los que creo, pero a veces tengo que ser capaz de apartarlos, por un momento, para indagar mutuamente en reflexiones con otras personas para llegar a ver más lejos. Por el contrario, si no somos capaces de ver cuales son nuestras creencias y percibir que, quizá, no sean apropiadas para afrontar otros problemas, no podremos crear un grupo que pueda llegar más lejos a través del diálogo.
Tener confianza en sí mismo
Es la base del conocimiento. A medida que trabajamos adquirimos experiencia, la experiencia y un entorno de confianza hacen más fácil que las personas puedan creer más en si mismas. Confiar en uno mismo, si esta confianza viene acompañada de la humildad correspondiente, es la base del mejor caldo para conseguir un hotel innovador con personas de conocimiento. La facultad de tener fe en sí mismo es una confianza racional que se gana a través de la experiencia y nos forma la personalidad apropiada; aquella que puede renunciar a certezas, convicciones o creencias, si se demuestra que hay otro mejor camino.
Mostrar compromiso en los objetivos Cuando los objetivos son claros y son posibles, no por esto menos ambiciosos, el compromiso surge con más facilidad. Existen objetivos con respecto al mejor control del gasto, satisfacción de clientes, iniciativas por la mejora, ingresos, defensa de los valores…En definitiva, significa estar en la dirección y remar hacia allí. En general, la calidad de la motivación de las personas, dicta la deuda de los trabajadores con estos objetivos. Si la motivación es superficial, es seguro que su implicación se debilite. Si la forma de motivación es más intrínseca, o en el mejor de los casos trascendente, el compromiso es más profundo y es entonces cuando
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surge una energía que lo contagia todo.
Ser sincero Primero, ser sincero con uno mismo. Esto es lo más difícil porque implica la disciplina de conocerse a uno mismo; querer realmente encontrarse con el propio yo y perseguir este objetivo en el trabajo. Es tremendamente complicado e implica mucha sinceridad consigo mismo; si no todos llegarán a adquirir maestría en este arte como señala Fromm por lo menos ser capaces de reflexionar sobre cómo actuamos y cómo hacemos las cosas. Y después preguntar: ¿Estamos siendo auténticos con nosotros mismos? En el caso de un directivo y un jefe de departamento, implica mayor sinceridad porque lidera a personas ¿Es apropiado cómo estoy diciendo o haciendo las cosas? Esta es una pregunta que se debe hacer uno para llegar a saber si estamos pidiendo cosas que no son posibles, o si estamos evaluando a personas de una manera injusta. Porque, ¿quién dijo que cualquier sistema de evaluación fuera perfecto, objetivo y justo? No existe; por tanto la sinceridad debiera compensar estas carencias. "Cierto que no es poca cosa el tener que gobernar a otros, puesto que tantas dificultades se nos presentan para gobernarnos a nosotros mismos" escribía Michel de Montaigne.
Alguien dijo que la sinceridad no obliga a decirlo todo, sino a que lo que se diga sea lo que se piensa. No todas las organizaciones son capaces de trabajar en entornos de sinceridad, y no todas las personas pueden ser receptoras de comentarios veraces. Ser sinceros puede incomodar a ciertas personas. Lo habitual es que sean personas que no ven y no quieren ver. Para ver bien, primero hay que poder verse a sí mismos. La sinceridad hace que esto sea posible.
Como directivo, cuando he aprendido más ha sido cuando he mostrado más predisposición por aprender; aprender de todo el equipo. Y generalmente esta forma de ser llega cuando uno tiene mayor madurez
profesional. Se es maduro, profesionalmente hablando, no porque se tenga más edad sino porque se tiene más confianza en si mismo; precisamente, para sentirse a gusto mostrando mayor humildad con el resto de las personas con las que trabajas. "El hombre alcanza su plena madurez cuando sale por completo del narcisismo", escribe Erich Fromm en "el Corazón del Hombre". Las personas que no son maduras, no aprenden más llegado a un nivel de experiencia. Se puede ver en directivos que desprecian opiniones de más abajo o por otros canales, su gesto es el de saberlo todo porque creen que la experiencia es sabia por sí misma. Pero no es así. La experiencia es docta por sí misma separada de la arrogancia. Para que la experiencia nos traiga sabiduría, tiene que venir acompañada de la dosis correspondiente de humildad y ánimo por aprender.
Las personas adecuadas con estas características, son de mayor dependencia. Un hotel innovador busca tener y crecer con estas personas. Si se marchan, aunque el conocimiento se quede en la organización porque siempre se ha compartido, el sentimiento de frustración será mayor. Llamémoslo una dependencia más emocional. Realmente, un hotel con muchas personas de conocimiento puede cubrir puestos de mejor manera, pero el sabor de “fracaso” al perderlas es mayor.
Una gran mayoría de empresas turísticas, desperdiciaron a las personas adecuadas. Pero tampoco les importó porque nunca supieron cómo sacarlas mayor partido. Konosuke Matsushita declaraba hace mucho tiempo, que las empresas occidentales no sólo eran Tayloristas sino que el cerebro de sus directivos también lo era. Para los occidentales, la dirección era el arte de hacer pasar adecuadamente las ideas de los patronos a las manos de los obreros. Para los japoneses, la dirección muy al contrario, era el arte de movilizar y potenciar la inteligencia de todos al servicio del proyecto de la empresa. En nuestro sector hotelero sucede lo que Matsushita criticaba porque la gestión separó entre jefes que debían pensar por un lado, y los trabajadores manuales de servicio que debían ejecutar por el otro, limitándose a servir bien al cliente. Pero un servicio que busca la innovación, no espera de su trabajador sólo poner buena cara, ser amable y obedecer bien. Esto podía ser suficiente y ventajoso antes, cuando innovar no era tan necesario; servir bien al cliente podía ser todo y para ello no se requería hacer a
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a los empleados pensar más. Sin embargo, ser más competitivos hoy, significa ser capaces de dar más valor a los clientes por otros medios; ser capaces de tener una estructura de costes más adaptable, ser más polivalentes en el servicio, tener la capacidad de mejorar adaptando las operaciones con el cliente metido en la cabeza, tener más visión del conjunto del negocio en lugar de la típica visión que se limita en exclusiva al departamento, saber comunicar el valor que ofrecemos por otros canales que no son los tradicionales, y poder escuchar a los clientes reaccionando ante problemas de servicio rápidamente.
Es posible rejuvenecer la forma de hacer las cosas en nuestro sector hotelero. La juventud es un estado de ser y de ánimo, nos recordaba Matsushita. No tiene nada que ver con la edad. Las personas adecuadas pueden ser mayores en edad si conservan las cualidades de las que hablamos. Hay hoteles que se anuncian y presumen de tener personas jóvenes en sus plantillas, pero la edad no debiera suponer una barrera si estamos más abiertos para ver las cosas de otra manera; si estamos dispuestos a aceptar que hay otra forma de hacer el trabajo; si estamos inclinados a crecer con y a través de nuestros trabajadores; si estamos decididos a ponerlos en el centro de nuestras prioridades estratégicas en lugar del producto. Sólo así, es posible hacer de personas normales personas mejores. Y no confundirnos o quejarnos de la escasa formación y preparación de la oferta turística laboral. Sucede que somos nosotros: los hoteleros, directivos y gerentes, quienes no estamos preparados para trabajar con las personas adecuadas. ¡Y cuidado!, porque en nuestro afán por cubrir nuevas sensaciones y experiencias más valoradas por algunos clientes, en el objetivo de intentar crear atmósferas únicas y perseguir los "estilos de vida", es posible que estemos perdiendo el foco y pecando de frivolidad. Algunas cadenas no contentas con limitarse al diseño y al producto, quieren trasladar el diseño a sus trabajadores buscando su juventud y su "belleza exterior" como requisitos prioritarios. Si se nos permite, pudiéramos pecar de superficialidad. Hay muchos otros
aspectos interiores que se encuentran en el "alma" y que son necesarios en las personas adecuadas, porque las buenas experiencias no se crean sólo con la imagen.
Si no hay más talento en nuestro sector turístico, es muy posible que haya sucedido, porque no lo hemos sabido potenciar hasta ahora. El talento realmente se puede formar dentro de las organizaciones, pero hay que saber cómo. Hay que tener fe en que es posible y real. No es un mito o algo que sólo ocurre en otros sectores. El problema es, que, para cultivarlo, se necesita tiempo. Y el tiempo conlleva creer y mantenerse firmes en nuestra misión. Y paciencia. Esto significa que hay un largo plazo que no podemos olvidar ni al que debiéramos traicionar, siendo paralelo con las necesidades de negocio, también en el corto plazo. Y ser consecuentes con ello.
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Misión, valores y cultura
del HOTEL INNOVADOR
La misión es una prueba de la alta dirección. Es el momento determinante del liderazgo de una empresa. La verdadera prueba de su razón de ser. Y se contesta respondiendo a la pregunta: ¿Cómo nos proponemos triunfar en este negocio?
Esta cita de Jack Welch sintetiza perfectamente en qué consiste la misión. Porque sin ella, nuestra empresa estará varada sin una forma de dirección que nos guíe en el tiempo. No consiste sólo en que una o varias personas desde arriba hayan establecido una misión sino que la misión también sea compartida, coherente, y que todo el equipo en el hotel o cadena hotelera sepan en qué consiste. Aunque en realidad tampoco se trata sólo de estar informado, sino de que la gente se haya enganchado. Y si usted hizo cosas que no fueron coherentes con lo que predicaba, su personal posiblemente dejó de confiar y contagiarse de su misión. Se trata de que nuestras acciones refuercen qué defendemos y en qué creemos. Por eso Jack Welch dice que es el momento determinante del liderazgo. Desde arriba se fija el rumbo, se comunica, se convence, se deja participar, se defiende y se refuerza. "La misión son las metas", según A.G. Lafley, director ejecutivo de Procter & Gamble; "son los ladrillos con los cuales se construye el crecimiento. Y estas metas deben ser claras. Las metas no se fabrican de la nada, se derivan de analizar los escenarios de la industria y el marco de un crecimiento, nos dirán cómo jugar y cómo ganar".
Si una compañía hotelera u hotel independiente quiere innovar, debe incorporar esta meta a la misión. Y hacer de ella un objetivo que se pueda medir también en ingresos. Proponer un crecimiento de ventas y beneficios en el presupuesto anual, puede ser una consecuencia de haber apostado por la innovación; serán las propuestas de innovación eficaces si aportan valor a los clientes y, por lo tanto, se es más realista incrementando los ingresos en, pongamos, un 8, 10 o 15%, que si lo hiciéramos acogidos por la simple idea der ser positivos con respecto a las previsiones globales.
Pensar que las ventas crecerán, simplemente porque también lo hará la demanda, como ha sido práctica común, no es más que un acto voluntarista. La cuestión es, que, aquella misión que apuesta por la innovación, debería pretender ofrecer más valor a sus clientes.
Suele ocurrir que si la alta gerencia establece una misión, existe algún tipo de desconexión con el resto de empleados; no saben cómo contribuir en el día a día con su buen hacer a esa misión. La experiencia Starbucks, en el libro de Joseph A. Michelli, nos muestra cómo lo consiguieron en esta compañía. Para conseguir materializar la experiencia Starbucks con el deleite, los detalles, la sorpresa, la confianza, la innovación, la responsabilidad social, el producto y la atmósfera, la alta dirección de Starbucks creó un modelo único que estimulaba a sus empleados en todos los niveles a aportar su energía creadora y su devoción. En Starbucks reconocen que no existe regla escrita en el servicio, pero, para que esa experiencia que buscan suceda de verdad, todos los empleados tienen que ser capaces de inspirar a sus clientes sus maneras únicas; y estas son: ser acogedores, ser auténticos, ser considerados, ser conocedores y ser partícipes. Su pequeño "manual del delantal verde" cabe en un bolsillo, y contiene ideas concretas sobre cómo
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personalizar las relaciones con los clientes y servirles, conectándose y mejorando el trato con ellos.
Una misión clara y defendida, es el primer paso para hacerle escapar de la comoditización generalizada.
Muchos hoteleros y ejecutivos piensan: “Sí, tenemos una misión: creemos y predicamos la importancia del cliente, apostamos por la formación y por el talento, nos preocupamos por la calidad, somos responsables con nuestro entorno y ofrecemos instalaciones de primera”. A su respuesta pregunto: ¿Mantienen ustedes con constancia estos propósitos en el tiempo? Porque si ustedes están mirando su negocio sólo desde la perspectiva de los números, es posible que su objetivo exclusivo con éstos, pudo contradecir su misión anterior. Hace tiempo que el gran pensador de la Calidad Total, Edward Deming, nos recordó que la gestión por objetivos numéricos era un intento de dirigir sin saber qué hacer, y de hecho, generalmente se trataba de una gestión por el miedo. Según él, el único miedo que un director podía permitirse era la afirmación, simple y real, respecto a la supervivencia de la empresa. Así que, también pregunto: ¿Son coherentes en todo momento con su misión y sus metas hacia el cliente? No basta con predicarlo o escribirlo en sus catálogos, Web o el blog corporativo, tiene que demostrarse con acciones. Sólo el cliente percibirá valor por lo que hace, y no por lo que usted dice. No consiste en decir qué es lo mejor o lo más conveniente para los clientes, sino que sean ellos quienes lo acepten ¿Realmente apuesta por su talento interno? ¿Lo mantiene? Porque si no lo riega y no lo conserva, el talento no florece. Y para que el talento pueda florecer, ustedes tienen que dejar que las personas participen y también puedan tomar decisiones ¿Sus hoteles son competitivos y disponen de buenas instalaciones? Esto está bien, pero otros muchos también lo ofrecen; como cliente ya no me dejo sorprender ni seducir sólo por este factor; el valor que puedo obtener de lo que pago en su hotel, debería venir por algo más que sus instalaciones, aunque estas sean
muy bonitas y confortables.
No es disparatado decir que el sector hotelero, prácticamente, todos copian la misión de todos. La diferencia sólo es semántica, por el modo en el que se presentan las palabras. Algunos ocultan la misión en un pequeño link, minúsculo, en la parte inferior de nuestra Web, otros, directamente ni la incluyen. Tampoco es suficiente con adquirirla de algún consultor y emplearse a fondo en los esfuerzos de comunicación entre manuales de bienvenida o boletines internos. No. Tiene que enganchar y ser defendida por todos. Su consultora podría recomendarle una buena forma de hacer negocio, pero dejará de ser buena si se quedó en el papel y en las intenciones de la planificación. El Power Point siempre será muy estético, pero corre el riesgo de quedarse sólo en eso, si no se hace práctica. Mi opinión es, que, la misión, es un trabajo de la alta dirección pero dejando espacio a la participación del resto de la compañía y ganando adeptos para la causa. Sólo así se conseguirá el compromiso necesario para llevarla a cabo.
Peter Drucker escribía, que "la misión engloba objetivos comunes y valores compartidos. Esto conlleva al compromiso de los empleados. Sin este compromiso no hay empresa; sólo una pandilla. La empresa tiene que tener unos objetivos simples, claros y uniformes. Y estos han de ser públicos y reafirmarse continuamente. La misión tiene que ser suficientemente clara e importante como para proporcionar una visión común". Y debiéramos recordarlo. En muchas ocasiones vemos hoteles con un débil compromiso por parte de sus trabajadores; sin un equipo sólido, sin una visión compartida ni objetivos de negocio claros.
El grupo Paradores, a mi entender, marcó una forma de competir clara y los clientes valoran el dinero que pagan cuando se hospedan en sus hoteles. Paradores aporta valor a muchos de sus clientes porque ellos así lo perciben. Su posicionamiento es muy competitivo a causa de la estrategia que persiguieron. Sus clientes perciben más valor por ciertas asociaciones que han relacionado a su marca, como: hoteles históricos, edificios monumentales, conservación, buen servicio y buena gastronomía local, y que compite de igual a igual con los restaurantes independientes de la zona. Estas asociaciones son muy positivas y están en la mente del consumidor.
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“Paradores, es un instrumento de política turística, que proyecta la imagen de modernidad y calidad de nuestro turismo en el exterior y que contribuye a la integración territorial, a la recuperación y mantenimiento del Patrimonio HistóricoArtístico de nuestro país y a la preservación y disfrute de espacios naturales, siendo a la vez el motor del conjunto de las acciones dinamizadoras de zonas con reducido movimiento turístico o económico” (misión de Paradores).
Algunos dirán que Paradores tiene muchos recursos e incluso la polémica estará, en que a estas alturas es de las pocas empresas que aún no se han privatizado. No quisiera profundizar en este debate, ahora bien, también es cierto que otros grupos privados, parece, que no han aprovechado el crecimiento de sus recursos tan bien como Paradores. O por lo menos no han conseguido hacer que su marca sea más valorada por los clientes. La marca de muchas otras cadenas hoteleras, incluso más grandes, no tiene tanta fuerza como la de Paradores. Cualquiera puede decirle en una encuesta de opinión que la primera marca que le viene a la cabeza es NH hoteles, pero esto no significará que la marca NH sea más valorada que Paradores. Ha sucedido al contrario; muchas cadenas hoteleras incluso conocidas han comoditizado sus productos, porque lo que más les ha importado ha sido centrarse prioritariamente en los beneficios, descuidando la competitividad de su marca. Sólo les ha importado crecer por crecer, incluso asumiendo mayor riesgo por la deuda a la que han incurrido a causa de su estrategia de expansión, tal vez, muy acelerada.
La misión, no es sólo una cuestión de recursos o destino de las grandes empresas. Es también la forma de competir a pesar de los recursos disponibles. Expongo un caso y buen ejemplo de ello; un hotel que competía con menos recursos por una parte del mercado en un destino urbano muy competitivo. La aportación de la dirección para diferenciarse del resto de hoteles, fue marcar una misión real y defenderla desde el primer día.
Este hotel era un establecimiento independiente que no aportaba unas instalaciones muy competitivas, a diferencia de su competencia directa. En realidad, el personal se sentía como un buen piloto de F1 corriendo en un Force India.
Y la pregunta que se hizo la dirección el primer día fue: ¿Cómo podemos competir mejor y de una manera más realista, acorde con nuestras posibilidades que son más limitadas? (sus posibilidades eran más limitadas porque sus instalaciones así lo eran)
La respuesta:
“Probablemente vamos a dar lo mismo que todos, pero vamos a despuntar intentando trasmitir valor en la gastronomía y, especialmente, una mayor profesionalidad que pueda percibirla el cliente y que se haga real por todos nosotros como personas; luego la diferencia, estará, en nuestras capacidades humanas. Nuestra forma de entablar relaciones más sostenibles con nuestros clientes en el día a día. Y será un trabajo de todos”.
Esta simple y obvia misión, por otro lado poco innovadora, no es fácil de ser copiada. Pero tampoco se consigue en un día. Surge del liderazgo adecuado, junto con las personas apropiadas, y cuando se trabaja por estos objetivos todos los días del año, con errores y aciertos incluidos. Y la misión se debe recordar continuamente. Nunca es poco lo mucho que se repita. No existen recetas milagrosas de la abuela. Los elixires de la vida perdieron su credibilidad cuando los vendedores ambulantes no pudieron engañar más tiempo. Es cuestión ser constantes con este propósito en el día a día. Y, sin embargo, a pesar de haber marcado esta dirección, tampoco será un absoluto. La diferencia es que tendremos una ventaja de tener una dirección clara, aun no siendo suficiente para tener asegurada la supervivencia en el mercado.
La misión que se trazó desde la dirección, enganchó. El liderazgo adecuado director y jefes departamento, produjo que surgieran los valores apropiados para hacer esto posible. Con estos valores se creó una cultura muy competitiva que los clientes valoraban. Los hoteles de la zona de cadenas hoteleras conocidas y con mejores instalaciones, no podrían copiar los valores y la cultura que se formó en torno a esta misión. La potenciación
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y la confianza en el trabajo generaron más talento. Y el cliente lo notó. Porque su personal estaba ahí para demostrar su valía y su actitud. Y a pesar de las limitaciones con las que contaba el producto, pudieron defenderse en un mercado de extrema competitividad en inferioridad de condiciones, pero ¿no fue David quien tumbó de una pedrada a Goliat? Siempre nos preguntamos qué lejos hubieran llegado con un “Ferrari”.
Contrariamente al caso que se expone, acercamos un ejemplo muy revelador de un hotel en categoría superior sin una dirección estratégica clara. Este caso en concreto es el de un hotel de 5E con excelentes instalaciones que, sin embargo, no cubría expectativas superiores. En este hotel, como en muchos de sus mismas características, la comoditización a pesar de sus estrellas era evidente. Se ofrecía un producto cinco estrellas y, realmente, no se diferenciaba mucho de otros hoteles de categoría inferior 4E; a pesar de ser un buen producto, había algo que fallaba... Este hotel tenía buenas habitaciones, salones, jardines y un SPA. Para entrar al SPA y a su parte más básica los chorros de agua y la piscina, se debía pagar una tarifa, a mi entender alta, que no ofrecía valor adicional alguno al cliente. Otro servicio que no aportaba mucho valor era su gastronomía. El restaurante del hotel continuaba en el hall de la recepción y el precio de la carta no hacía honor a la variedad, calidad, sabores y la elaboración de los platos que ofrecían. La oferta gastronómica de este hotel, realmente no ofrecía mucho valor por lo que se pagaba. Su personal, en general, mostraba actitudes amables pero, en cualquier caso, su amabilidad entraba dentro de las expectativas mínimas. Nos preguntábamos qué conocimiento aplicaban a las operaciones. ¿Tendrían sólidos valores? ¿Eran capaces de aprender de sus operaciones para aportar más valor al cliente? ¿Cómo conseguiría este hotel crear buenas experiencias con sus clientes? Mi opinión como cliente era que este hotel no era diferente a muchos hoteles que poblaban la zona; simplemente funcionaba bajo las premisas
habituales sin misión por diferenciarse. Y, por este motivo, a pesar de ser un producto 5 estrellas, era un hotel comoditizado. Esta forma de hacer las cosas es la que contribuye a que los hoteles se vuelvan iguales y, evidencia, que el valor y la exclusividad de un hotel, no es sólo una cuestión de estrellas e instalaciones.
Experiencias, lifestyles, sensaciones...Estos propósitos no serán posibles sin los valores adecuados de su personal para hacerlo real. Se necesita de una cultura particular y más competitiva.
En estos tiempos escuchamos que la forma más conveniente para triunfar, se debe enfocar hacia las experiencias y las sensaciones únicas con los clientes. Buena parte de la sabiduría popular piensa que este objetivo nos hará más competitivos. Y pudiéramos estar de acuerdo si este objetivo fuera fácil de conseguir. Ciertamente, como mencionan los sociólogos, estamos en un momento de consumo de experiencias, en el que los consumidores buscan más los estímulos perpetuos o las emociones pasajeras. Sociólogos como Charles Lipovetsky nos hablan del momento de hiperconsumo actual, el momento hipermoderno en el que nos encontramos. El psicoanalista y filósofo Rainer Funk, nos habla de la "orientación al yo" de las personas: "desde el punto de la rentabilidad económica, ya hace bastante tiempo que las empresas se han dado cuenta de que no es la producción de bienes y servicios lo que asegura el éxito sino la producción de la realidad en forma de vivencias, sentimientos, experiencias, opciones y lifestyles. La vida misma se convierte en un artículo. Es la producción de las experiencias y estilos de vida". Ahora bien, estos objetivos que nos ayudarían a diferenciarnos, también pasan por las personas que prestarán el servicio a sus clientes, además del producto en sí. Aún así, es conveniente distinguir entre experiencias y sensaciones que, lo mismo pero siendo único. Porque, ¿cómo se consigue ofrecer experiencias y sensaciones únicas? Estos son conceptos muy grandes. Quizá se acerquen a los eslóganes, carteles y exhortaciones de los que prevenía Deming y que pueden volverse en su contra, siendo sus empleados los primeros escépticos. ¿Y sus clientes? ¿Serán capaces de sentir esto? Yo recuerdo experiencias y sensaciones únicas en mi vida: "una novia que tuve danesa, un día de pesca en alta mar en Playa Bávaro y haber pescado un pez vela, un concierto de U2,…" Perdonen el escepticismo por ser un objetivo que no está al alcance
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de cualquiera. Yo preferiría decir que debiéramos perseguir ofrecer lo mejor de nosotros para que nuestros clientes pudieran llevarse buenas experiencias, y tal vez, con suerte, alguna será única. Sin embargo, creo que estos objetivos pueden ser conceptos demasiado difusos y entrar en el mundo los buenos palabros de marketing y que no ayudan a hacer la misión clara, simplemente porque se quedan en el concepto teórico. A pesar de todo y aceptando que fuera posible acercarse al maravilloso mundo de las experiencias únicas, el camino hacia tal fin, en primer lugar pasa por los valores y las personas. RitzCarlton y Four Seasons saben ya, desde hace tiempo, que para estar donde están, la misión es una constancia de propósito; ser consecuentes con su misión en el tiempo. Y centrarse en las semillas –personas y valores para conseguir el fruto –sensaciones y experiencias. Ellos, hace mucho, apostaron por sus trabajadores y por el objetivo de proveer un gran servicio a sus clientes, y su misión no quedó en las meras palabras o en el humo de ciertas modas de marketing y gestión pasajeras.
No es tan fácil. Es más fácil predicarlo que realmente conseguirlo.
La base está en los valores. El primer esfuerzo de la dirección debe pasar por asentar valores y creencias comunes y la visión común por el cliente. Sin esta base no hay hotel excelente, ni exclusivo ni único. Nos recuerda nuestro profesor de comportamiento organizacional de la universidad de Stanford, Jeffrey Pfeffer, que "las empresas pueden, y además lo hacen, copiar los sistemas, programas y métodos de trabajo, y también los productos, pero la forma de actuar, de pensar hacia el cliente y de conseguir una visión compartida, pasa, por que las relaciones con sus clientes no sucedan como meras transacciones".
Fue Konosuke Matsushita en 1931 el primer empresario que creó una declaración de valores y misión para una compañía. Los ideales que implantó Mastushita,
guiaron a sus ejecutivos y empleados y han servido para inspirar futuros principios de management: servicio al público,justicia y honestidad, trabajo en equipo para una causa común, un esfuerzo permanente al servicio del perfeccionamiento, cortesía y humildad....Otros empresarios le siguieron una década más tarde como el general Johnson en su credo de valores corporativos que todavía hoy sigue inspirando a los empleados de Johnson & Johnson. Los valores son normas de comportamiento tácitas (también escritas) que están ahí, que todos conocen y que pueden llegar a marcar la diferencia entre un hotel y otro. Aquí no hay copia fácil. Los valores dictan la actitud de las personas hacia su trabajo, la manera que interactúan entre sí, qué las motiva. Se refiere Lou Gerstner ex CEO de IBM sobre los valores, que "la mayoría de estas reglas realmente importantes no están escritas en ningún lado, como las culturas nacionales. No obstante uno puede averiguar rápidamente, a veces, a las pocas horas de estar en un sitio, lo que la cultura aprueba y desaprueba, recompensa y castiga". Un cliente también lo puede percibir. De hecho, los clientes de ciertas organizaciones que disponen de una cultura bien formada con valores competitivos, como JetBlue o Sudwest Airlines, así lo valoran. Esto es tremendamente difícil de replicar.
Un profesor de la Harvard Business School, Bowen H. Mccoy, escribió algo muy interesante tras la experiencia de haber realizado un largo viaje a través de los pueblos y montañas de Nepal. Su relato y su mensaje, son apropiados en este momento de crisis. Relataba la experiencia cruzando un puerto de montaña con sherpas y de haberse encontrado un Sadhu a 4.800 metros. Un peregrino hindú, casi desnudo y descalzo, con evidentes signos de hipotermia. La asistencia de varios grupos de montañeros en este paso de la montaña, se dividió. Todos colaboraron para atenderle (ropa, comida y bebida, traslado a una zona más seca) pero ninguno cargó con él. Quizá la ley de la montaña se impuso. Nunca supieron si el sadhu finalmente vivió o murió, pero ahí lo dejaron. El debate a modo de conflicto se dio cuando reflexionaron y discutieron si podían o no, haber hecho más por aquel Sadhu. Según discutían, su respuesta difería y estaba fundada en base a sus valores personales. La enseñanza de esta experiencia y trasladada al mundo de la empresa es, que, en algunas organizaciones tienen valores que trascienden a los valores personales de sus directivos.
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Estos valores que van más allá de la rentabilidad, generalmente se revelan cuando la organización se encuentra en una situación difícil. Las organizaciones que no tengan un patrimonio de valores mutuamente aceptados y compartidos, tienden a desintegrarse en situaciones difíciles, ya que todo el mundo se preocupa de salvaguardar su parcela particular. (La parábola del Sadhu. Bowen H. MCCOY. HBO. R97307ES). Las dificultades son mayores en estos tiempos de crisis. Las empresas pueden ver qué empleados están o no comprometidos y qué hoteles han conseguido ese extra de esfuerzo de su personal en los momentos tan difíciles; cuál es el compromiso de sus trabajadores. Muchos hoteleros y directivos siguen sin comprender, que, aunque los empleados tengan más miedo a perder sus puestos de trabajo, el gran compromiso sigue sin llegar. Es posible que debido al panorama de desempleo en el que nos encontramos, los mismos trabajos de hoy se valoren más, sin embargo, y aunque las bajas por incapacidad laboral (IT) se hayan reducido, los empleados siguen sin ser la palanca en la que los empresarios puedan apoyarse para tirar del carro. La coletilla típica dice: "sus empleados deberían de ser su mejor ayuda cuando las cosas se ponen mal", pero... ¿por qué iban a serlo hoy si ayer no lo fueron? La situación recuerda al grupo de músicos que tocaban con disciplina y constancia mientras el Titanic se hundía; los músicos parecían ajenos al problema.
Como directivo en este sector hotelero, he podido ver la máxima de marcar una dirección clara y reforzarla con valores. He podido experimentar que cuando se tienen personas capaces y son las adecuadas, uno, puede llegar a sorprenderse todos los días. Es gratificador. Como si una energía superior lo contagiara todo y a todos. Las formas de conducta equivocadas no tienen lugar y, ni los jefes ni los directores, tienen que estar como profesores de colegio diciendo qué está bien o qué está mal en todo momento. La supervisión se hace menos necesaria. Tampoco tienen que desaprovechar energías en resolver conflictos estériles. Sólo tienen que ser
coherentes en todo momento con los valores, defenderlos y saber comunicarlos. No se trata de arengas y charlas. Se trata de comunicarlo mediante la mejor forma posible: a través de nuestras acciones y nuestro comportamiento diario en el trabajo.
Lou Gerstner también hablaba de la cultura y decía: "La cultura no es una parte del juego. Es el juego. Al final, una organización no es nada más que la capacidad colectiva de su gente para crear valor. La visión, la estrategia, el marketing, la administración financiera…pueden ponernos en el camino correcto y hacernos avanzar por un tiempo. Pero ninguna empresa triunfará a la larga si dichos elementos no comparten su ADN". Cuando leo esto y reflexiono, pienso: "Y si una cadena hotelera, incluso la más grande, pudiera ser capaz de tener en cada uno de sus hoteles, verdaderas unidades de negocio donde estas cosas pasaran; un lugar donde la energía positiva lo contagiara todo y donde los objetivos de negocio también fueran compartidos por todos; una empresa donde la innovación pudiera ser un hecho valorado por sus clientes y, del mismo modo, asociado a su marca; un sitio de trabajo donde los valores y su cultura, también fueran una referencia y modelo de éxito empresarial, como lo son otras grandes marcas en otras industrias..."
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La innovación hotelera comienza por
LA CONFIANZA
¿Tenemos fe en las personas?
Hablo de la fe racional que nos acerca Erich Fromm; aquella fe que está arraigada en la propia experiencia, en una convicción independiente basada en el propio pensamiento y observación productivos; incluso a pesar de la opinión contraria de una mayoría. Tener fe en una persona significa estar seguro de la confianza y la inmutabilidad de sus actitudes fundamentales, de la esencia de su personalidad; aunque sea imposible garantizar que no te falle. Escuché decir una vez de un buen profesor del IESE, Luis María Calleja: “Cuando te la dan lo hacen mayormente si has delegado mucha confianza”. La verdad es que me vi identificado y pensé en las veces que me ha sucedido. Pero a pesar todo, también pensé que, aún cuando ciertos trabajadores pudieron abusar de nuestra confianza, los réditos de una cultura basada en la suposición de que las personas deben de ser merecedoras de nuestra confianza son mayores. Nietzsche dijo una vez: “lo que más me molesta no es que me hayas mentido sino que ya no puedo confiar más en ti”. La sabiduría popular estaría de acuerdo en afirmar que la confianza es difícil de ganar, fácil de perder y una vez perdida, es muy difícil de recuperar. Yo sólo estoy seguro de esto: la confianza es un activo personal y empresarial muy valioso, pero puede ser muy frágil.El hacer habitual de la gestión hotelera como hemos visto en el ensayo "La gestión mecánica", no confía en las personas. En su lugar, se confía mucho en los sistemas. Los directivos, suelen confían primero en sus políticas y normas y después en algunas personas. Las empresas no persiguen desarrollar una sólida cultura empresarial que demuestre confianza en la mayoría de sus trabajadores, y por el mismo camino, que los trabajadores confíen en los empresarios y directivos. Los empresarios más aventajados pueden afirmar que confían en sus gerentes y directores; pero no es habitual ver la misma confianza en las personas de más abajo; el trabajador más operativo de servicio (camarero, recepcionista, ayudante de cocina, cocinero, camera de
pisos..etc). Tal vez, esto se deba, a que no ven en él un trabajador potencial y determinante para los propósitos de su estrategia como el perfil directivo, o, porque el objetivo de maximizar los beneficios, entra en conflicto con dar y recibir la confianza en esos trabajadores. El caso es, que, a menudo vemos, que nuestras organizaciones hoteleras gestionan desde sus centrales corporativas, siendo éstas los principales organismos de control y decisiones; y el control sobre las operaciones y las personas, pasa a ser una especie de obsesión. Los directivos son fiscales de sus políticas y normas. Sin embargo, confiar en las personas con las que trabajas debe ser un requisito fundamental para conseguir un entorno innovador, y la confianza ha de ser inteligente. Confiar en ellos, no consiste sólo en esperar a que los trabajadores de un hotel ejecuten correctamente los procesos de trabajo que los directivos han diseñado, sino cuánto más los mejorarán; qué potencia tendrán para dar más valor a los clientes, y, así, cuánto más pueden llegar a contribuir en su trabajo diario mejorando la estrategia. Sólo entonces, supervisar a personas se sustituye por colaborar, aprender, participar, fomentar y potenciar.
Confiar en una persona es una verdad que se circunscribe en el ámbito individual. Sobre este tipo de verdad habla nuestro filósofo Jose Antonio Marina y dice, que aunque no sea posible universalizar la evidencia, ésta queda reducida al mundo de las
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personas: mi mundo. Así que, y como también nos recuerda, yo puedo estar seguro de mi confianza en mi equipo o la mayoría de los miembros de mi equipo, y mi seguridad en esta confianza será subjetiva, y privada. Aunque el tiempo me dijera que esta verdad no era tal, que una persona u otra nos ha decepcionado, y que ha roto nuestra confianza decepcionándonos: mi fe esencial en la confianza no se perderá. Mi naturaleza general hacia las personas y mi creencia en su potencia, se mantendrá.
Desfortunadamente, sucede lo contrario. La confianza no parece ser tan importante en la gestión que vemos. Así, lo que más importa es tener a unos pocos en los que confiar: "los nuestros"; y la principal función del directivo o jefe, precisamente está, para cubrir este déficit global de confianza. No importará cuánta confianza puedas tener en tu gente, sino cuántas personas clave tendrás para controlar a esa gente. Viene muy oportuna la última de las tesis de Gary Hammel que plasma en su libro "Innovation Management"; nos recuerda que, lo opuesto a la confianza, es el control. Según Hammel, la gestión tradicional o “management moderno” diseñó de herramientas y métodos para solucionar los problemas de control y la eficacia en las organizaciones. El control se ejerce a través de los procedimientos operativos estándar; definición detallada de roles, un mínimo de tiempo auto gestionando y revisiones frecuentes por parte de los de arriba como vimos en la forma de gestión mecánica cuyo pionero fue Taylor. De esta forma, la estructura interna de nuestros hoteles se ha configurado para asegurarse un mejor control, y se ha organizado jerárquicamente; cada departamento es una pequeña “división” operativa jerarquizada. Pero esta estructura de control y supervisión, a través de una mayor jerarquía, influye en los resultados. Como Stephen R.Covey cita en su libro “El factor confianza”: la confianza siempre determina la rapidez y el coste. Cuando hay menos confianza la rapidez es menor y el coste es mayor. Sin embargo, cuando hay más confianza, la rapidez es mayor y el
coste es menor.
Tomemos el ejemplo del departamento de pisos de un determinado hotel, y dependiendo de sus dimensiones, hoy en día, su estructura será más o menos plana: una gobernanta y las camareras de pisos. Pero si el hotel es de mayor dimensión un hotel vacacional de grandes dimensiones, el organigrama del departamento, sin embargo, tiende a ser más jerárquico. En los hoteles que no disponen de un equipo de camareras de pisos de confianza, deben contar con supervisores/as para controlar las tareas de limpiezas diarias. Y, en algunos de hoteles que han relegado el departamento de pisos a la casi absoluta externalización, la supervisión tiene que ser aún mayor a causa del déficit de calidad, o debido a una falta de cierta garantía en la eficiencia del trabajo de dicha contrata . Es así de simple: debido a que no tienen a las personas adecuadas, no se contempla una operación que no supervise tareas y controle al trabajador. Ni que decir tiene, de la inseguridad a la que podrían estar expuestos los clientes y la dirección en sus habitaciones, ante posibles sustracciones de sus pertenencias.
Generalmente, los equipos de trabajo en un hotel, tampoco disponen de una base de confianza estable que hayan podido desarrollar en el tiempo. Los buenos equipos deben crecer juntos y desarrollar su confianza también juntos, porque si no, no llegan a ser equipos solventes. En tal caso, si no hay un equipo de confianza, sí que es necesario un control más firme, de otro modo el desorden y el caos serían un hecho. Pero debemos comprender que, en estos casos, a pesar del control, no hay una mejor eficiencia, porque como hemos señalado antes, sin confianza, el coste es mayor y la rapidez es menor; invertiremos en más gasto de personal, contratando a supervisores que controlan el trabajo y coordinan, pero que no hacen la tarea ni contribuyen a mejorar realmente el conocimiento en las operaciones. Al mismo tiempo la rapidez es menor. Volviendo al ejemplo del departamento de pisos de un hotel, al no disponer de un equipo de limpieza de confianza, hasta que no se ha supervisado la limpieza de la habitación, el departamento de recepción no podrá disponer de ésta con más celeridad, para entregarla al cliente a su llegada si llegó pronto en la mañana.
No quisiera hacer entender que una organización cuanto más plana fuere, siempre será mejor.
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Generalmente la figura de jefes y supervisores pueden hacer mucho si su liderazgo es el apropiado; si están para contribuir en el aprendizaje y en la reflexión diaria trabajando, y si realmente llegan a trascender en sus equipos; si llegan a ir más allá y sobrepasar los límites que habitualmente se fijan en las administraciones bajo formas de gestión tradicionales. Ahora bien, si estos jefes se limitan sólo a dar órdenes y atribuir culpas por las cosas mal hechas, sin dejar espacio a los errores, es muy probable que le fuera mejor al hotel sin unos cuantos de ellos. Muy al contrario, cuando los gerentes y los supervisores ayudan a los empleados a ser mejores, produciendo en ellos un mayor desarrollo en sus cualidades como trabajadores, sí que estarían haciendo de la jerarquía algo positivo. Orígenes y teorías sobre la confianza en la gestión. Es un error común entre muchos ejecutivos descartar de entrada la suposición de que las personas son capaces de mayores retos. Su forma de dirigir basa en la desconfianza y, por ende, el control; y esto sucede porque el modelo de gestión al que tanto se venera continúa en los principios de la “Gestión científica”. La Gestión científica, la obra de Taylor publicada en 1911, hizo que los ejecutivos se concentraran en cantidades mesurables de segundos, unidades y personas. Taylor acuñó el término “estudio de tiempos” y utilizó “la organización mediante el cronómetro”. Las organizaciones debían de ser jerarquías con un equipo directivo gestionando la fábrica por medio de sistemas de normas y relaciones impersonales. Los trabajadores operativos sólo debían de ejecutar la tarea cuales “bueyes mudos” sin opinión; supervisados por los directivos. Cierto es que, gracias a Taylor, al que tanto se ha demonizado injustamente, como nos recuerda Peter Drucker, la productividad de las empresas y por tanto la economía, dio un salto considerable; pero los tiempos cambiaron y las empresas siguieron siendo Tayloristas, y seguían comprendiendo la gestión de la misma forma: los de arriba (directivos) como una
"clase" superior que piensa y, los de abajo (trabajadores), como una "clase de segunda" que sólo está para hacer y acatar lo que dicen desde arriba. Este tipo de gestión contemplaría a los trabajadores y los directivos dentro del grupo "X" de Mc.Gregor.
Douglas Mc.Gregor fue un estudioso del tema y concluyó en una interesante demostración empírica de su teoría. Nuestro sociólogo y un profesor del MIT en Massachusetts, definió dos grupos de trabajadores y dos teorías. Un primer grupo de personas que podríamos llamar los "leones" (la analogía entre comillada es personal) o gente X. Según la teoría "X", las personas serían perezosas por naturaleza. Estas personas se las veía como trabajadores que necesitaban la amenaza constante de la pérdida de su empleo para motivarse. La forma de dirigirlas versaba sobre la imposición de órdenes a través del poder de los jefes, y por tanto el miedo y la amenaza del castigo. Los trabajadores dentro de este grupo, tenían que ser controlados constantemente y dirigidos bajo atentos controles, pues eran incapaces de adoptar nuevas responsabilidades. La creencia "X" contempla que a las personas, no les interesa hacer más de lo justo y si no se las vigila, harán aún menos. Un gerente adicto a la teoría "X" gestiona a través del miedo, amenaza constantemente a sus empleados con el despido y otras presiones pues cree que sólo así serán eficientes. Maquiavelo sería su mejor gestor. Muy al contrario, tenemos un segundo grupo de trabajadores y líderes, "los tigres" o grupo "Y". En esta segunda teoría "Y" se tiene fe en las personas. La fe en ellas se muestra en la creencia de que, las personas, por naturaleza, contrariamente a lo piensa, se comprometen con su trabajo, son creativos y andan siempre a la búsqueda de nuevas responsabilidades y desafíos. Un gerente que cree en la teoría "Y" motiva a los empleados brindándoles aliento y la posibilidad de enfrentar cada vez mayores desafíos. Es el modelo necesario para crear una cultura innovadora. En la teoría "Y" de McGregor, se concibe al directivo como alguien que, no tan sólo motiva ofreciendo estímulos externos (incentivos), sobre todo, es capaz de liberar las energías del ser humano para automotivarse por los resultados intrínsecos de la acción. Este tipo de liderazgo es el que trasciende en los equipos y en las personas. Y creanmé, que, si se cuenta con las personas apropiadas liderándolas de la forma adecuada, esto sucede.
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Los trabajadores adecuados merecen confianza, y el liderazgo también debe ser el adecuado.
Las personas adecuadas si se encuentran en entornos apropiados, donde el desarrollo de la confianza se considera más importante que los incentivos materiales, pueden llegar a ser más eficaces porque su compromiso también puede ser trasladado al cliente. Empresas como Jet Blue, Virgin Atlantic, Sudwest Airlines, Four Seasons o Ritz Carlton, han hecho de la confianza de su personal y el compromiso con el cliente, una de sus mayores identidades de marca. Identidad y cultura empresarial que no se puede copiar fácilmente. Estas personas están en el grupo Y de Mc.Gregor. Son las personas del hotel innovador.
La confianza también es uno de los aspectos más valorados del liderazgo. ¿Cómo podríamos liderar mejor si no dispusiéramos de la confianza de quien nos sigue? Lo peor que le puede pasar a un directivo es que su equipo desconfíe de él. James O´Toole en su ensayo "hablarle claro al poder", menciona la cita de un famoso Director General: “Si hay falta de confianza toda conducta ambigua es vista con suspicacia….y, por definición, ¡toda conducta es ambigua!” La confianza es el resultado de la suma de todas las conductas y actos del directivo. A.G Lafley CEO de Procter & Gamble tuvo que asumir el mando de esta compañía con serios problemas de competitividad y de confianza. Para meterla en la senda de la innovación era necesario reconducir el estado psicológico imperante de desconfianza. Lafley decía que para que una empresa pueda crecer de manera sostenible debe de innovar, y para que la innovación tenga lugar se necesita colaboración. La colaboración requiere confianza entre la gerencia y los empleados. Y esto lleva tiempo. Ganarse la confianza de un equipo que la perdió, sólo puede hacerse mediante las acciones de los directivos.
La profecía se cumple. Creíamos en la desconfianza, y sucedió que tenemos una organización de "leones" o trabajadores de gente "X".
La desconfianza de nuestros empresarios hoteleros empieza en sus creencias personales; su forma de entender cómo se deben llevar los negocios; su manera de actuar y decidir generalmente desconfiando. Y estas creencias son barreras para innovar, porque de entrada esperan menos de sus trabajadores. Y si les pregunta: "¿hasta dónde pueden llegar?" Es posible que le respondieran muy pronto, porque el techo es muy limitado. La forma de ver los resultados se centra sólo en maximizar los beneficios, así que no merece la pena tener más fe en las personas; se las ve como un coste. Como un recurso prescindible y sustituible. El profesor M.F.Rubinstein se pregunta: ¿Cómo tener empleados que piensen de manera creativa? Y nos dice que ésto exige confianza que no se fomenta con un compromiso en el corto plazo.
La forma de comprender la innovación también es limitada. Hay cadenas hoteleras que hacen de la innovación su objetivo, pero el camino para conseguirlo, es exclusivo de unos pocos directivos. Si se reduce la innovación a una élite, como a un comité o a un grupo de expertos, ya empezamos con menos puntos para ganar en esta liga. La creatividad no se debería delegar a una determinada división o grupo dentro de la estructura de la organización como si fuera el grupo creativo de una agencia de publicidad. Puede que los creativos de una agencia sí que tengan que tener un don especial pero en un hotel, la creatividad no es tanto eso. La creatividad en un hotel puede venir de la forma de afrontar los problemas y las incertidumbres del trabajo diario. De qué forma diferente y valida se pueden resolver los problemas. Por tanto, la creatividad, tampoco se designa como una función de ciertos niveles de dirección, ni tampoco queda oculta en el área de investigación y desarrollo. La creatividad puede convertirse en una aptitud más generalizada en los trabajadores y en una forma de activo intangible dentro de la cultura de un hotel. Y esto sucederá, cuando primero, la alta dirección haya hecho de este objetivo una meta en su misión. Rubistein, nos recuerda, que una cultura empresarial de este tipo, requiere de un ingrediente que falta en casi todos los círculos administrativos: confianza. Confianza en las personas que integran la organización, confianza en sus juicios, y
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la autoridad de experimentar y cometer errores en su intento por innovar, o en el intento de mejorar el trabajo.
No conseguiremos muchos resultados innovadores si limitamos este objetivo a unos pocos; pero si abrimos nuestras creencias y confiamos en más personas la innovación, surgirán más ideas que pueden llegar a ser comerciales y dar resultados; también mejorarán las operaciones. Los trabajadores que están en contacto directo con el cliente son nuestros hombres y mujeres clave. La libertad que tengan para interpretar sus trabajos, determinará la capacidad de ofrecer más valor al cliente. Nuestro trabajador de confianza tendrá un mayor sentido de la responsabilidad en sus tareas, y su compromiso por los objetivos de negocio también será más firme. La innovación puede ser un asunto de todos, si ampliamos el círculo y confiamos en más personas; rompiendo con los principios de Taylor que aún están arraigados en nuestros directivos.
El problema es que sucede lo contrario. La administración hotelera que conocemos suele desconfiar del trabajador más operativo. No se confía en el trabajador que está en primera línea con el cliente. Un camarero, un recepcionista, una limpiadora... parece como si fueran trabajadores más prescindibles, porque el sistema (estándar) dicta la forma de trabajar; basta con que obedezcan órdenes disciplinadamente sin saltarse las normas. Y sin embargo, las normas no pueden pensar en todo y no pueden ofrecer más valor a los clientes. Usted puede ver que la externalización es su solución para reducir gastos fijos de personas, y probablemente sea un camino para aliviarlos, ahora bien, si piensa externalizarlo todo o piensa externalizar, la mayoría de sus departamentos estratégicos, es muy probable que ofrezca menos valor de lo que esperaba y, ahora sí, tenga que controlar a su ETT(Empresa de trabajo temporal). Es evidente que el camino de la rentabilidad pasa por ser más efectivo reduciendo costes, pero no espere que sus ventas se mantengan en
el tiempo por arte de magia, si a través de la externalización, ha destruido sus fuentes de valor clave que proveen su servicio.
Su confianza en las personas será recíproca. El psiquiatra, neurólogo y filósofo español que falleció recientemente, Carlos Castilla del Pino, nos hablaba del pacto de veracidad en las relaciones." Este pacto implica no la fianza en el otro sino la confianza, es decir, también la del otro hacia mí". Los anglosajones llaman a ésto selffulfilling prophecy o, en castellano, la profecía autocumplidora; esto es, una profecía que, directamente o indirectamente, se cumple en los términos que se predijeron. Pero sucedió así porque usted hizo que pasara, y no porque fuera una evidencia universal. Los directivos creen que deben desconfiar de los trabajadores porque no son capaces de mayor libertad en el trabajo ni de autogestionarse no son merecedores de su confianza, los trabajadores, por otro lado, aceptan tal visión y se adaptan a un trabajo en el que no se les exige ni se les acostumbra a tomar decisiones. Estos trabajadores se acomodan a seguir las instrucciones desde arriba y su motivación decae, poco a poco, aceptando la realidad en la que se encuentran. Se aprende a ignorar y adaptarse a la disciplina que se impone. Por lo tanto, vemos en muchos hoteles la figura del subdirector o una persona de jerarquía con responsabilidad superior que debe estar en todo momento como responsable por si hay algún problema operativo con algún cliente, o porque se desconfiaría en dejar el hotel sin jefes. Imaginemos que un día en concreto el personal base del hotel trabajara sin jefes; algunos se sentirían indefensos: ¿Quién va a estar ahí si hay algún problema con algún cliente que yo no pueda resolver? ¿No hay coordinador? ¿Y quién nos coordinará? La pregunta del millón es: ¿Cómo se comportan las personas cuando no se las está mirando? Un entorno de desconfianza y de control es recíproco. Las personas aprovecharán que no está “el policía” para desatender sus responsabilidades. La falta de sinceridad también es recíproca. La creencia en la teoría X, hizo que se cumpliera dicha teoría. Ahora tenemos un hotel con personas que no son de fiar. Y nuestros empresarios se reafirmaron en sus creencias: "¿Vés?!, dirían "!no se podía confiar en ellos!". La profecía se autocumplió, como nos recuerda Castilla del Pino, porque es el destino del suspicaz; aquella persona que rechaza por naturaleza la confianza y que nunca se entrega, condenando la relación con las otras personas.
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Cito otra vez a nuestro profesor de la London Business School of economics y fundador de la prestigiosa consultora "Strategos"; Gary Hammel escribe sobre la diferencia entre la gestión innovadora y la gestión tradicional: "la gestión innovadora brinda, o mejor, exige a todo el mundo participar. Saca mayor provecho de la gente porque los trabajadores disponen de mayor iniciativa, creatividad y pasión en el trabajo". Y de estas cosas tan buenas andan escasos muchas empresas; en su lugar claman contra el cielo por la desfachatez de los trabajadores al ausentarse tanto de sus trabajos, un simple resfriado puede ser causa de baja. Debieran sin embargo, preguntarse primero por qué es tan escaso el compromiso.
¿Y la confianza de nuestros clientes?
No es posible ganarse la confianza de los clientes si primero no lo hemos hecho con nuestros empleados. La confianza de los clientes es un requisito fundamental que influirá en el valor que percibirán por lo que pagan. No sólo consiste en que confíen en nosotros, sino que sus amigos también lo hagan. Y en este momento de Internet, en el que participamos más y en el que también compartimos más conocimiento, como experiencias, el boca a boca (u oreja) es más eficáz que antes. Ahora la tecnología ha roto con la concepción espaciotiempo, no sólo todos tenemos cientos de "amigos" sino que lo que se escribe, ahí queda, y no se lo lleva tan fácilmente el viento como a las palabras. Las malas y las buenas opiniones generarán más o menos confianza en nosotros. "¿A quien le voy a confiar mis vacaciones o mi reunión, o mi congreso tan importante de la empresa?"; y la confianza es un factor de decisión para el cliente muy importante.
Se habla de la gestión abierta; la participación voluntaria y de igual a igual que demostró el modelo Linux, potenciado por Linus Torvalds. El management también va por ahí. Internet significa transparencia y colaboración. Quiere decir que sus empleados podrían
comunicarse con el cliente con más libertad que antes; tiempos aquellos en los que la comunicación de "lo bien que lo hacemos", estaba reservada al departamento de relaciones públicas. Nos hicieron reflexionar desde "el Manifiesto Cluetrain" que la Red (y los clientes) exige ser más auténticos. Los clientes son personas como usted y yo, que navegan y que han adaptado su forma de comprar, ver, entretenerse, compartir, enterarse y dejarse convencer. Ser auténticos significa conservar "la voz". Y la forma de comunicarse con el cliente ha cambiado; cómo nos expresamos importa y no se puede ser tan superficial. Así que debiéramos evitar los mensajes de marketing y publicidad prefabricados.
La oportunidad para dar más valor a los clientes y comunicarlo mejor, esto es, hacer que así lo crean ellos, empieza por pensar y decir e incluso escribir en su Web: "Nosotros confiamos en nuestros empleados y en su criterio, su buen hacer, sus opiniones; confiamos en que nuestra nueva forma de gestión nos llevará a innovar más y mejor; confiamos en que nuestra forma de ver y hacer las cosas y será nuestra mejor forma de comunicarnos con el cliente porque no tantos como nosotros están capacitados para generar tanta confianza. Cuando trabajamos, podemos cometer errores como humanos falibles que somos, pero no le quepa duda de que si usted tiene razón lo reconoceremos, y haremos todo lo posible por mejorarlo. Cada empleado tiene su parcela en las relaciones públicas: en el hotel, en la red, en el foro, en la intranet. Cree en lo que trabaja y dónde trabaja, y lo defiende. Hace lo correcto y tiene autoridad para ello".
En la confianza se sostiene todo.
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La SINCERIDAD y el MIEDOen la Gestión Hotelera
Junto con la confianza, la sinceridad, es el valor más importante que puede tener una empresa. A pesar de todo, la falta de sinceridad en el trabajo siempre ha estado ahí. Faltar a la sinceridad, afectará a la virtud de las acciones de su gente, porque éstas podrían quedar contaminadas, afectando también a su capacidad para crecer, solucionar mejor los problemas y aprender. El que fuera tercer presidente de EEUU y un gran defensor de la libertad de los individuos, Thomas Jefferson, decía que la clave de todo buen gobierno se basaba en la honestidad, en la sinceridad con los ciudadanos y con uno mismo. La sinceridad es clave para nosotros, nuestros empleados y nuestros clientes. La falta de sinceridad puede afectar a todo y a todos: a la reflexión, al buen funcionamiento del equipo, a la mejora empresarial, a los resultados, a la creatividad, a las buenas ideas, a la motivación, al liderazgo y, a la confianza con nuestros clientes y nuestros empleados.Fue Goethe quien dijo: "el principio de todo fue la mentira". Y es posible que se hiciera más sofisticada con el desarrollo del leguaje dialéctico. Como nos esclarece J.A Marina: "con la palabra nació la comunicación pero también la mentira". Fuera como fuese, como parte de esta vida social a la que siempre hemos pertenecido, en el trabajo no iba a estar ausente. El hecho es que la falta de sinceridad, supone uno de los mayores secretos del mundo empresarial. Y, sin embargo, la mayoría de directivos y hoteleros, siguen preocupándose más de lo que pasa fuera que de lo que tienen dentro de sus hoteles. Jack Welch siempre lo vio. Cuánta razón tenía cuando decía que "la verdad hace que los ejecutivos se pongan nerviosos. La falta de sinceridad es el peor enemigo de las organizaciones; más que la competencia externa". Cómo nos comunicamos en el ámbito interno de nuestro hotel y las acciones que tomamos, influirá en nuestra competitividad como empresa en el largo plazo.
¿Y la sinceridad de nuestros trabajadores? Ya se remarcó en nuestro ensayo "las personas adecuadas", que la sinceridad es vital para hacer una organización
mejor y más inteligente. Si una compañía es capaz de eliminar el miedo en su organización, porque el liderazgo también es el adecuado, la sinceridad de nuestros trabajadores tiene que ser un hecho; serán capaces de hacer autocrítica y reconocer sus errores. Y esta es la clave toda mejora trabajando. Las personas que no sean sinceras no serán las adecuadas, y más valdría que empezáramos a replantearnos las cosas de otro modo.
Pero la honestidad, empieza en nosotros mismos y afecta al liderazgo. Tiene que ser pan de cada día en management. Nuestra sinceridad interior nos hará capaces de reconocer nuestras zonas de ignorancia siempre las hay ante muchos problemas que no tienen soluciones claras; y es en ese momento cuando importarán otras opiniones. La madurez profesional de un directivo llega con la sinceridad, y será entonces cuando lideremos con más humildad, aunque al mismo tiempo, tengamos más confianza en nuestras capacidades como profesionales. Es el principio Socrático: "cuanto más sabemos más nos damos cuenta en realidad de lo ignorante que somos". Ser sinceros supone cuestionarse la forma de entender las cosas y pensar. Es una actitud de dominio personal que permite cuestionarse el propio pensamiento: "Quizá yo esté equivocado y la otra persona esté en lo cierto".
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Las palabras no bastan. La única verdad se trasmite con acciones: en la conducta de los empresarios, directivos y gerentes. A pesar de que a algunos les cueste admitir, no somos sinceros cuando hablamos de nuestros trabajadores y lo mucho que nos importan. Tampoco lo somos, cuando hablamos de nuestros clientes y lo mucho que priorizamos en ellos. Y no lo somos, porque a pesar de que, incluso nuestras intenciones fueran veraces porque así lo creemos nosotros, no son reales. La sabiduría popular hotelera suele hablar de la importancia de buscar la excelencia en el servicio (concepto difuso) y la importancia del cliente interno (nuestros empleados). También es queja compartida, en nuestro sector turístico, el déficit de personal comprometido y de talento, y la necesidad de disponer de más personal cualificado. Sin embargo muchas veces, la razón de estas carencias se debe, a que las personas que están arriba no son sinceras; al igual que las personas de abajo. Ciertos directivos no ha sabido dar ejemplo primero, o no han sido capaces de seleccionar a las personas adecuadas para hacerlo posible, por lo tanto, en ambos casos, el liderazgo no ha sido el adecuado.
Cuando la franqueza no está implantada en el sistema social de una empresa, la reflexión sobre asuntos de negocio y la toma de decisiones, por extensión, no suele ser la adecuada. "¿Cómo podríamos exponer mejor la realidad de los asuntos y los problemas del negocio si omitimos tratar éstos de cara y sin rodeos?", pregunta Ram Charan. Está claro que implantar una cultura de sinceridad es un asunto de liderazgo; cómo se comparte la información y cómo se tramita. Nos recuerda nuestro autor y profesor de la Harvard Business School que el posicionamiento de la empresa no es para siempre. Y muchos hoteles hoy en día lo están comprobando. Escribe: "Apegarse al modelo tradicional de hacer dinero podría ser desastroso para toda la compañía, porque las fuerzas externas han modificado el juego". Podemos intuir que la estrategia hotelera popular que imperó, y la forma habitual de comprender el modelo de
negocio, sólo desde la perspectiva del lucro buscando sacar más dinero cada año y cada temporada, pudo lastrar un mejor posicionamiento de nuestra marca hotelera en el presente. Haber podido anticipar esto e incluso verlo hoy como es, requiere de una actitud sincera que facilite escuchar las señales de dentro y fuera de la organización. Así que, no consiste sólo en ver sino en mirar, como tampoco consiste en oír sino en escuchar.
La buena noticia es que hay organizaciones que creen en la sinceridad y han obtenido buenos resultados por ello. La esperanza en la creencia de que la sinceridad importa, puede estar en empresas como Starbucks, que van más allá y lo demuestran en el día a día. Su sinceridad con sus clientes y empleados (ellos llaman socios) es un hecho contrastado. Se refiere a esto Dave Olson, Vicepresidente de cultura y liderazgo de la compañía: "No importa cuantos millones de tazas de café sirva Starbucks si la que le toca a usted no le deja satisfecho...Le serviremos una bebida que satisfaga cuantas veces pida, y entretanto crearemos una experiencia". Escribe Joseph A. Morelli en su estudio sobre "la experiencia Starbucks" y su éxito empresarial: "lo normal es que la sinceridad de tales afirmaciones pudiera ponerse en tela de juicio en cualquier compañía, pero en Starbucks se encuentran en todos los ámbitos institucionales ejemplos concretos de cómo sí se comprende a los clientes. Los socios (sus empleados) buscan continuamente nuevas maneras de satisfacer sus necesidades".
¿Qué es una cultura basada en la sinceridad? Bennis y Goleman, en su libro "Transparency" lo explican como una organización donde la libre circulación de la información que fluye, entre esta, sus empleados y sus clientes, sea semejante a un sistema nervioso central. En estas culturas los subordinados deben sentirse libres para hablar con libertad, y los ejecutivos deben agradecer esa franqueza. Cómo es de saludable este flujo de información determinará la inteligencia de la organización, su eficacia para cumplir con sus objetivos o solucionar sus problemas, su creatividad para innovar y para afrontar los desafíos. ¿Es seguro dar malas noticias a los de más arriba? Con probabilidad, la pauta se creó el primer día, cuando se mató al mensajero. Desde entonces, faltar a la sinceridad era más cómodo y seguro; se endulzaron los problemas. Como siempre suele ocurrir, las personas de abajo, cuando hablan con
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los de arriba cambian la propia naturaleza del mensaje. Los problemas se han manipulado. Y voilá, la sinceridad se ha esfumado.
¿Cómo podemos realmente mejorar y dar más valor a los clientes si no somos capaces de ser sinceros? ¿Cómo es posible aprender de los errores si el sistema los castiga o no los reconoce? ¿Cómo podemos innovar entonces si no podemos errar y reconocer los errores? La gestión a través del miedo no es sincera. Hablarle claro al poder puede suponer una rápida salida allá donde trabajamos. Es evidente que, crear una cultura de sincerad, es una asunto de liderazgo, y la gestión a través del temor produce lo contrario. “Eliminemos el miedo de nuestras organizaciones”, decía Edward Deming en sus estudios sobre la mejora de la competitividad, productividad y calidad de nuestras organizaciones occidentales por los años 80. Pero el miedo nunca se eliminó. El papel del directivo o del empresario que manda a través del temor empieza como una rutina defensiva, nos recuerdan Peter Senge y Chris Argyris. Nos traen el caso del ejecutivo enérgico y la gran mentira de mantener la fachada de conocer todas las respuestas, aparentar que se sabe lo que está pasando y la debilidad de confesar sus propias limitaciones, sus pensamientos o sus razonamientos reflexivos. Esta identidad del directivo que se ha construido en el mundo de la empresa, no ayuda a hacer las cosas mejor. El modelo mental de muchos ejecutivos razona sobre la amenaza y el miedo a que los demás descubran sus propios errores y debilidades. El caso del ejecutivo que intimida mediante su actitud enérgica no es más que una estrategia defensiva; y el problema es que la gente que le rodea aprendió a callar sus opiniones y visiones en presencia de él, y sólo se limitarán a acatar y a hacer lo justo. Personalmente he conocido muchos empresarios y directivos con estas actitudes; quizá sea su gran ego, o su mentira consciente, el caso es que no hay nada productivo de todo esto, pero ellos piensan que si se mantiene a la gente a la defensiva o en tensión, sus subordinados no
podrán desafiar sus pensamientos. ¿Quién se atrevería a decir la verdad? Escribe Montaigne en sus ensayos: "Los cortesanos del emperador Juliano, elogiábanlo un día por impartir buena justicia. Y el emperador Juliano respondía: de buena gana me enorgullecería de esos elogios si vinieran de personas que osaran acusarme o criticarme por acciones opuestas, si esas se produjeran". Es muy posible que nuestras empresas estén faltas de directivos como el emperador Juliano.
No es práctico. Lo anecdótico es, que el directivo o el empresario que está siempre gritando o malhumorado, al final, ya ni siquiera intimida; sus trabajadores aprendieron con ingenio a evitar sus enfados manipulando el mensaje, luego la sinceridad siempre falla porque todo se manipula: la información y cómo se comunica, los errores, que se tapan o no se reconocen, las opiniones... Puedo decir, como otras muchas personas también pueden, que he tenido jefes a quienes les gustaba trabajar intimidando; entonces ocurrió que la sinceridad es lo primero que se perdía. Y sucedía así, porque si uno era sincero se enfrentaba al despido. La paradoja es, que, si estas personas suelen tener el defecto de creerse en posesión de la verdad y de la razón, sucede, que son las que más errores pueden llegar a cometer. Para este tipo de directivo o empresario es como si la razón fuera de carácter divino, como lo era la monarquía en Europa antes de la revolución en Francia; sólo por el hecho de ser el jefe se tiene la razón y esperan de sus sobordinados el reconocimiento de ésta. Un amigo, me dijo una vez con mucho acierto: "Quisiera tener dinero, sobre todo, para tener la razón". !Cuánta verdad hay en estas palabras!
¿Serán entonces, las enseñanzas de Maquiavelo la razón de las creencias de muchos empresarios, evolucionadas en el inconsciente a lo largo de los tiempos, y que aún guían sus comportamientos? Pero los hombres (trabajadores) no son todos como Nicolás Maquiavelo los veía. Maquiavelo siempre ha sido muy citado. Es posible que sus lecciones deban situarse en su época; en su paradigma. No pasó mucho desde que escribió su libro, "el Príncipe", como regalo a Lorenzo de Medici, hasta que fuera considerada como una obra muy polémica y controvertida. Toda la obra de Maquiavelo refleja muy bien su poca fe en las personas y en la sinceridad. Maquiavelo esperaba que sus sabios consejos sobre el poder y la política pudieran ser de utilidad a los príncipes, guiándolos. Bien puede
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cambiarse el paradigma y situar a nuestras empresas y directivos, por los príncipes y las cortes de entonces, para hacer valida nuestra analogía. Nicolás Maquiavelo escribía entre muchas perlas: "Y los hombres, tienen menos reparos en ofender a quien se hace amar que al que se hace temer: porque el amor se mantiene por un vínculo de obligación que (al ser malvados los hombres) se rompe por cualquier motivo relacionado con la propia utilidad, mientras que el temor se mantiene por el miedo al castigo, y ese nunca te abandona". Esto funcionaba en otras circunstancias que eran extremas. Pero, hoy, todavía existe la creencia de que es mejor faltar a la sinceridad y remplazarla por el miedo; el resultado es una falta de sinceridad recíproca entre directivos, jefes y el resto de trabajadores. La metástasis del miedo se extiende contagiando todo. Maquiavelo, probablemente hizo un buen trabajo por el siglo XVI, tiempos en los que la guerra, la traición, la brutalidad, la miseria y la ignorancia, eran pan más común, sin embargo, sorprende que, en esencia, después de varios siglos, muchos de nuestros empresarios y directivos mantengan ciertas posturas de nuestro autor y que éstas se establezcan como guía de su hacer aún siendo no conscientes de ello.
Nuestras organizaciones hoteleras y muchas de las empresas turísticas que conocemos, no disponen de un valor tan importante como la sinceridad. Sus culturas y sus gentes no pueden preciarse de ser sinceras. La sinceridad empezó a deteriorarse por el liderazgo y continuó por contratar a las personas que no eran las adecuadas. Después se remató con el objetivo de maximizar los beneficios. Los buenos valores escasearon, y se convivió con la falta de sinceridad creando climas de desconfianza; culturas internas de cierta paranoia que desconfiaron de los empleados y de los clientes. Surgió el politiqueo. El manejo del poder no era el adecuado. Lo que más importaba era “quien” decía las cosas, a pesar de que no fuera lo correcto. La disconformidad de opinión podía ser tratada como desleal. Incluso hacer preguntas incómodas o mostrar
dudas con las decisiones que tomaran los jefes, sería visto como un desafío al poder. Y así, no se puede innovar. Pero tampoco se puede llegar a trabajar mejor, porque el liderazgo queda viciado por la falta de sinceridad en las conversaciones. Si no hay sinceridad, no hay reflexión alguna, sólo discursos y posiciones inamovibles. Un buen líder será capaz de sacar la honestidad en el diálogo con sus equipos para descubrir las inseguridades, reforzar las dudas y recargar "las pilas" de todos los empleados. La comunicación es más productiva cuando es sincera. Aceptar otras opiniones para afrontar los problemas por caminos diferentes, requiere sinceridad con nuestro "yo"; cuando escuchamos y cuando reflexionamos sobre lo que escuchamos. Ya no hay secretos. Con Internet llegó transparencia.
Se da el caso de muchos hoteles que han escondido sus miserias organizacionales y su carencia de buenos valores. En algunos casos, sus climas de trabajo han sido irrespirables. Los clientes se quejaban, y sólo escuchaban falsas excusas y la defensa de su sistema.(Esto que se escribe está colgado en un foro de opinión de clientes, es la queja y la respuesta de la dirección. Y sólo las respuestas, además de los problemas de calidad comunes, intuyen la actitud defensiva y falta de sinceridad) “¿Las instalaciones no eran cómo usted percibió? Es probable que usted no viera bien las fotos ¿Overbooking? No, no, hemos tenido un problema en algunas habitaciones y debido a causas de naturaleza incontrolable, éstas, se han inundado ¿El hotel está masificado? ¿No hay mesas? ¿Hay que hacer cola hasta para tomar un café? Estamos en agosto ¿La limpieza no era correcta? Nuestro departamento de pisos pasa diariamente por una supervisión y se ajusta a los estándares y normas de la ISO ¿Sabe? Nosotros estamos certificados ¿Los ascensores no funcionaban bien? Es posible que los clientes hicieran un mal uso de estos, porque nosotros pasamos todas las inspecciones que dicta la norma ¿La comida no era de su gusto? Respetamos su opinión pero no lo compartimos. En cualquier caso, gracias por sus críticas constructivas que nos servirán para mejorar nuestros establecimientos...”
Es posible que algunos sigan encerrados en su carencia de sinceridad, incluso que crean lo contrario, pero sus clientes y empleados no lo harán. Hoy sólo basta con ir
a cualquier distribuidor electrónico o foro de opinión en Internet, y hacer un pequeño análisis de lo que piensan los clientes que se han hospedado en su hotel. Muchas opiniones son muy reveladoras. Lo que escriben los clientes ahí queda, y, la intuición de cada uno, será lo que importe. Porque si pretenden reservar con usted seducidos por su “ingeniería fotográfica” o su buena "creatividad de sensaciones", o por bonitos palabros, y no le conocen, pueden acudir y teclear su nombre en Google; quizá, en la primera página junto con su Web, lo siguiente que salga pueda ser una opinión que no le deja en buen lugar; siguiendo esa opinión puede enganchar con más opiniones y, algunas, ciertamente puede que sean buenas, pero hay muchas otras que no lo son. Ya sea sólo por el hecho de que empieza a generar duda está perdiendo valor, porque está generando desconfianza a sus clientes potenciales. Es posible que incluso la opinión sea de un ex empleado malhumorado que ha escrito en un blog. Si lo que escribe es tomado con relevancia y credibilidad, la publicidad negativa que cualquiera podrá leer a usted no le va gustar.
Dice Jefrey Pfeffer, profesor de Stanford, que los clientes suelen perdonar los errores sin malicia, pero nunca la falta de honradez. Y a menudo, es la falta de honradez lo que escasea.
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CASO WHOLE FOODS:Un modelo de gestión y de organización interna
exportable a hoteles.
¿Será el federalismo la forma de organizarse más eficaz y oportuna de hoy? Si las organizaciones son, hoy en día y cada vez más, complejas redes que se interrelacionan entre sí y con el mercado, el federalismo, según Handy, es la forma más conveniente de organización. El federalismo es a la vez centralizador y descentralizador, conservando en el centro aquellas funciones y decisiones que es más útil llevar a cabo allí, pero permitiendo que todo lo demás sea realizado por las partes. El federalismo permite que las unidades independientes colaboren sin perder su propia identidad.
Una forma de federalismo muy interesante es la que nos ocupa este caso. Caso de éxito que pretenderá hacernos ver lo oportuno de que puede llegar a ser, si una forma de gestión hotelera más centralizada, cede poder de decisión sobre sus unidades de negocio (hoteles), y espera que, a través de éstas, el conocimiento global y las capacidades de la organización se potencien a su vez, como fuente de ventaja competitiva.
¿Qué es Whole Foods? WF es una cadena de supermercados fundada en 1980 en Austin Texas. Hoy, es una cadena líder en productos naturales y orgánicos con más de 270 tiendas en EEUU y el Reino Unido. La alimentación que WF ofrece, se focaliza en la mejor calidad posible y en productos totalmente orgánicos que desechen todo tipo de aditivos y conservantes, favoreciendo la compra a granjeros locales y regionales, con el propósito de mantener una agricultura sostenible.
WF pretende ser una experiencia de compra, pero también una organización tremendamente competitiva donde los beneficios puedan ser la base para seguir mejorando, aprendiendo e innovando.
El modelo de administración de la empresa combina democracia con disciplina, confianza con
responsabilidad y comunidad con “fiera competencia interna”. La acertada yuxtaposición de estos valores contrapuestos es lo que hace que el sistema de gestión resulte altamente eficaz y muy difícil de imitar.
La confianza entre ejecutivos y empleados es plena. La organización interna de WF se presenta en una descentralización "radical", en donde la forma de grupo operativo y organización más básica, es un equipo por punto de venta o unidad de actividad: cajeros, carnicería, frutería…Y a su vez, el supermercado como unidad de negocio independiente. Un equipo* es una comunidad de asociados con todas las consecuencias. La libertad de interpretar cada trabajo es máxima (potenciación). Cada equipo incide en decisiones que, hasta ahora, en otras empresas, se suelen reservar sólo a gerentes y a los directivos; decisiones de contratación, precios y oferta de productos. La confianza que muestra WF delegando tanta autoridad a sus trabajadores, se debe, a que los valores internos que forman su cultura empresarial, son una guía más que clara para marcar la justa dirección de cada uno; los valores de cada trabajador, aseguran las mejores actitudes frente al trabajo. Los equipos, disponen de un poder de auto gestión máximo con responsabilidad directa sobre: los procesos operativos, pedidos, costes, beneficios y satisfacción de clientes. La transparencia en esta organización es máxima; incluso todos los salarios están publicados para quien quiera acceder libremente a
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consultarlos. No hay secretos, y esta filosofía de gestión predica con el ejemplo. Como dice Mackey: “La dirección de la mayoría de empresas suele controlar la información intentando controlar a las personas. Pero, compartiendo toda la información, conseguimos compartir una misma visión y un destino mutuo”. Sólo así es posible crear un entorno de tanta confianza y compromiso. WF defiende una cultura sin secretos.
WF es una comunidad de propósito, no es una organización empresarial cualquiera. John Mackey, su fundador, tampoco tiene un perfil tipo de empresario moderno con carrera universitaria, ni diplomas en escuelas de negocios. No, aparte de haber estudiado filosofía unos años, siempre estuvo especialmente influenciado por la cultura japonesa de negocios ya en los años 70. A Mackey le fascinaba la cultura de equipos que trataba al trabajador de forma distinta, situándole en el centro de la organización y otorgándole más poder de decisión.
Lo que hace la cultura de WF tan especial y, a su vez, tan extremadamente competitiva, es su descentralización por equipos y unidades de actividad. El equipo, y no la jerarquía, es la clave para entender el sistema de autonomía. Cada supermercado es una unidad independiente de beneficios, compuesta por 10 equipos internos, o unidades de actividad que se autogestionan; con un líder designado y claros objetivos de negocio. Hay también un líder por cada supermercado y un líder por cada región de supermercados. Toda la información financiera es abierta; ventas por equipo y por supermercado, ventas por región, márgenes de beneficios, beneficio por empleado, ventas por empleado…etc. También es abierta la información sobre salarios (ejecutivos incluido) y los incentivos variables que se han ganado en cada equipo y en cada región. Como indica Charles Fishman en su estudio de referencia sobre este modelo de negocio: “no se trata sólo de expandir la información financiera para mejorar la coordinación entre equipos,
también consiste en crear un cultura de competitividad sana”. ¿Cooperación y competitividad? WF lo hace posible. Cooperan en compartir conocimiento y aprendizaje. Y compiten por los resultados de calidad, servicio y beneficios. Estos resultados, si se cumplen, se traducen en incentivos variables, reconocimiento y promociones.
¿Y el control? Cuando John Mackey era entrevistado para una revista conocida del sector retail y le preguntaron cómo era posible que 140 cajeros trabajaran como un equipo cohesionado, sin una estructura jerarquizada y sin los sistemas de gestión habituales, su respuesta fue: “Eso sí parece un problema. Un equipo tan amplio puede echar por tierra el principio básico operativo. Pero le diré una cosa: no tengo ni la menor idea de cómo han resuelto el problema. Yo ya no me dedico a estas cosas. Pero llámeles y pregúntenselo. Le aseguro que han encontrado una solución. Tengo curiosidad de saber cual es…” Esta referencia que hace Stephen R.Covey en su libro "El factor confianza" refleja muy bien la visión que se puede tener de un negocio donde las personas operativas son el origen de todo, y la confianza que conlleva cederles el poder de las operaciones.
Mackey dice que no son una burocracia jerarquizada. En absoluto. WF no tiene muchas reglas y procedimientos que se impongan desde su corporativo. En su lugar, el control se cede a cada equipo. El control se impone entre colegas (equipo). La presión por obtener resultados es más efectiva que la presión habitual que se impone desde las jerarquías convencionales por conseguir los mismos resultados. En el cumplimiento de los objetivos dependen unos de otros; si un miembro del grupo desentona, todos pueden fallar. Por eso se necesitan dos terceras partes de los votos de los miembros de un equipo para que un candidato pase el periodo de prueba (30 días).
En realidad, como decía Tom Peters, se está realmente en el control cuando otras personas que no conoces están tomando decisiones por ti. Y además, lo están haciendo muy bien.
¿Es esto un problema para los directivos y managers tradicionales? Seguramente. Y eso sucede porque las
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herramientas y métodos que emplean, las formas que aprendieron y las creencias básicas por las que se educaron, basaron en el control y en la eficacia administrando. Sin embargo, WF demuestra, como pretende hacerlo el Hotel Innovador que, es posible, generar más control, eficacia y resultados, haciendo las organizaciones más humanas y sustituyendo ese control fiscalizador, por una confianza inteligente. Precisamente, cediendo el control y sustituyendo el modelo de gestión tradicional. En WF la responsabilidad por los resultados de negocio es un asunto de todos. Evidentemente, el modelo de management es consecuente con su estrategia y reparte los incentivos entre todos, siempre que los objetivos se cumplan.
Gary Hammel en su libro "Innovation Management" habla del management 2.0, y dice que el objetivo de las nuevas formas de gestión será multiplicar el rendimiento humano a través del conocimiento y la participación. A diferencia de la organización mecánica donde el control se ejerce a través de procedimientos operativos estándar, definición detallada de roles, revisiones frecuentes y poca o casi nada autogestión de las personas. La participación colectiva y el conocimiento a través de los grupos producirán mayor iniciativa, creatividad, pasión e innovación. Es el la forma de operar de la misma Internet; plana y sin jerarquías, y una fuente de colaboración y participación masiva.
En WF las decisiones se comparten. Makey habla de varios tipos de decisiones que suceden en su organización: las decisiones de consenso, las decisiones consultativas y las decisiones de orden y control. La mayor parte de las decisiones de negocio y operativas que suceden en los supermercados se quedan en los supermercados. Son las decisiones que ellos llaman de consenso e involucran a todos los miembros del equipo y que, incluso, funcionan por votos dentro de cada equipo. Pero también hay otras decisiones más estratégicas que Mackey y sus ejecutivos llaman
consultativas, estas son decisiones que se tienen que tomar arriba en un último momento pero que previamente han involucrado a muchas partes implicadas, que han escuchado y han consultado igualmente. Mackey dice: “Suelo tomar toneladas de estas decisiones donde normalmente consulto a la gente en quien confío, y las personas involucradas”. Y en último caso, están las decisiones unilaterales de ordeno y controlo. Aquellas decisiones donde no hay tiempo para consulta y se deben tomar con rapidez o porque Mackey está convencido de algo que requiere una decisión unilateral, ya que su intuición también cuenta. Pero como él mismo dice: “Casi nunca empleo este método de toma de decisiones”.
La libertad de gestión es máxima. WF tiene la creencia de que cada supermercado debe de disponer de autonomía para acometer mejor las necesidades de sus clientes. Cada cliente es único. ¿Quién mejor que cada individuo que está en contacto directo con ellos para hacérselo sentir? Sólo hay una regla escrita que gobierna todo: los productos deben estar libres de aditivos, conservantes, endulzantes o aceites monosaturados. Aunque las reglas “no escritas” que gobiernan cada tienda existen, no son dogmas impuestos desde arriba.
La mejor práctica es compartida por cada supermercado y región. Y las mejores prácticas son formas de trabajo escritas desde abajo. Surgen de un conocimiento aplicado al trabajo por todas las personas que habitualmente la sabiduría convencional – en el sector turístico y muchos otros hubiera desechado. ¿Quién podría imaginar que la forma de trabajar también iba a venir decidida desde abajo? Y sin embargo, a base de perseguir los objetivos de experiencia de compra, recortes de gastos, satisfacción de clientes, beneficios y ventas, surgieron continuas iniciativas que se pusieron en práctica e hicieron de WF una empresa operativamente más eficiente. Incluso sus decisiones estratégicas compartidas fueron más acertadas. La decisión de ceder control paradójicamente creo más control. Confiar en su gente, produjo que dicha confianza se materializara en más compromiso. La transparencia dio paso a una mejor cultura de sinceridad.
Los vendedores (dependientes de supermercado) están directamente en contacto con el cliente y por lo tanto,
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son los mejores embajadores de la marca y los mejores “actores” en este “teatro” que ellos llaman de vender comida, y que apela a los cinco sentidos: tacto, gusto, olfato, vista y oído. La experiencia en la compra de cada cliente tiene que ser real y medida, y no una mera intención de palabras de moda que surgen de vez en cuando. Los empleados de WF se toman su trabajo como una misión de educar a los clientes por las cualidades de la comida natural y orgánica. Por transmitir las cualidades de un mejor sabor que se aprecia en sus productos naturales y por mostrar una forma de vida más saludable a través de los alimentos.
¿Pero cuál es la ventaja competitiva real de WF?
No lo es por su producto. Tampoco lo es por su formato de prestación ni por las tiendas. Esto es fácil de ser copiado. Lo difícil, lo que les hace únicos y diferentes del resto, por lo tanto extremadamente competitivos, son sus personas. Es su comunidad de empleados con una gran capacidad de poder de decisión y mayor libertad para interpretar su trabajo. El conocimiento y la responsabilidad vienen desde abajo, y no desde arriba por imposiciones o instrucciones. La motivación dentro de WF es más profunda y se ha fortalecido por compartir una visión real con los ejecutivos dentro de un entorno de trabajo más humano. Un lugar donde además de perseguir beneficios se pueda desarrollar una pasión trabajando, y donde el liderazgo sea el adecuado; el ego de los directivos y de los jefes no existe. El liderazgo narcisista, simplemente, no tiene espacio. La humildad y la confianza liderando personas, por el contrario, son esenciales en su filosofía de management. Así que, el liderazgo, se acoge al “nosotros” en lugar del “yo”.
WF también tiene un objetivo de hacer dinero. ¡Y vaya si lo hace! La responsabilidad con los accionistas es un cometido de primer orden, pero sujeto a una constancia de propósito por ser más sostenibles, mejorando día a día. Ciertamente también se trata de beneficios. Los
beneficios pueden ser un buen juego competitivo por el que luchar, siempre que estos sean la causa de mayores oportunidades para todos: incentivos, crecimiento, más innovación, oportunidades laborales, seguridad laboral y satisfacción laboral. Los beneficios se ganan día a día por un intercambio voluntario con los clientes. Son la base de todo. Por este motivo el valor de los accionistas importa, ahora bien, no se quedan ahí. Siguen y acometen otros objetivos que muchas de nuestras organizaciones olvidaron; objetivos con los empleados, los proveedores, los clientes y el resto de la comunidad. Su compromiso es real y no el enjuague habitual corporativo de turno de muchas empresas.
¿Qué podemos importar de WF al sector hotelero? Todo.
Desde el hotel innovador predicamos mucho del modelo de gestión de WF. No hemos inventado nada, no obstante, lo que proponemos es tremendamente innovador. Cuando ellos empezaron por los años 80 no sabía muy bien cómo hacerlo. En palabras de Mackey, “tuvieron que reinventar la rueda”; tuvieron su visión de hacer las cosas diferentes.
El management es, sin duda, una cuestión de resultados, pero también consiste en hacer más humanos nuestros hoteles para superarlos. Un hotel puede ser más competitivo, si demuestra que se puede aprovecharse más del conocimiento de todas sus gentes; que también participarán en la estrategia. Todo esto puede ser causa efecto. Sin embargo, uno, siempre acaba en los mismos foros y escuchando las mismas recetas. Cuando todos nos preguntamos "¿Por qué dependemos tanto del canal de intermediación?" o "¿Por qué la fidelización de clientes es un mito más que una realidad?"; deberíamos reflexionar si las causas más profundas no están también en la forma en la que nos hemos organizado, como en el estilo de administración que hemos aplicado. Uno, también escucha afirmaciones como: "Creía que estaba mejor posicionado hasta que esta crisis me ha despertado de mi letargo"; se debería tener en cuenta que, el mercado, ya no es tan previsible como lo era antes.
Las respuestas y el conocimiento que se tienen que aplicar para solucionar estos problemas no están tan segmentados. Siempre se puede creer que la respuesta a
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la fidelización de clientes está en el marketing, o que la respuesta de depender tanto del canal de distribución se encuentra en la Web y la fuerza de ventas. Y que la mejor respuesta a su rentabilidad estará en el revenue management. Pero no es así de simple.
Hoy, la oportunidad está en el conocimiento y la potenciación de las personas. La red facilita la posibilidad de compartir el conocimiento. Nos permite hacer de nuestras empresas comunidades de individuos que puedan generar mejores resultados y mayor pasión en los trabajos. El turismo está muy falto de estos ingredientes. En general, el turismo y la gestión de nuestras empresas turísticas, por mucho que los diferentes grupos de interés y supuestos “sabios” lo afirmen, no está bien liderado. Concretamente, en el campo de análisis que nos atañe, en el Hotel Innovador, los hoteles son lugares en donde más pronto que tarde todos acabamos perdiendo la pasión (si es que alguna vez la tuvimos). Porque cuando crecimos trabajando, se nos arrebató la libertad y la participación. Los directivos que fueron nuestros maestros, y los maestros de nuestros directivos, enseñaron la misma forma de trabajo, y dijeron que no era posible hacer las cosas de otra manera. Los hoteleros predicaron una cultura y formas de entender la gestión hotelera, donde las personas no contaban; se debía fiscalizar al trabajador, para que el orden permitiera que los clientes pudieran estar más satisfechos. Se nos dijo que el cliente era importante y que a los empleados había que motivarlos. Pero ambos objetivos no eran más que frases artificiales en boca de todos y que se repetían a través de todos. Era como si, sólo por mentarlo, estas cosas sucederían sin más. Después vino la degenerativa falta de competitividad; cada vez fuimos menos competitivos, cuando se abrieron más hoteles. Cuando el hotelero de turno decía que su marca se vería menos afectada por la crisis, llegó la crisis. Y tuvo que despertar de la realidad. Tuvo que despedir a gente y tuvo que admitir que su producto también estaba comoditizado. Y se puso nervioso, y de repente le sobraba mucho personal.
El hotel innovador abre sus reflexiones. La innovación tiene muchas variantes, y todas pueden ser buenas. Se han creado instituciones e iniciativas hoteleras para innovar, pero la gestión debe ser otra. Cuando se habla de innovación se suele omitir la gestión; y, en realidad, sucede por ésta, y por el liderazgo adecuado. En la propuesta de gestión innovadora que se expone en la tesis la Gestión Compartida (GC), se habla de liderazgo y de personas, y de su posible capacidad para innovar. También hablamos de los problemas, necesidades e inquietudes de esas personas, nuestros trabajadores. No traemos las brillantes ideas de negocio, pero sí acercamos la teoría que hará posible que esas ideas, puedan emerger mejor. Es otra forma de hacer las cosas. Quizá, una visión un tanto radical para algunos, como lo será este caso de referencia. Pero WF es un caso real, con resultados contrastados, y que nos invita a ser menos escépticos a la hora de ver las cosas desde esta nueva perspectiva: la perspectiva del hotel innovador. El caso que se expone es una de las fuentes de inspiración.
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