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XII Congreso Español de Sociología.
GT 33‐Política Social y Trabajo Social
Participación en el empleo informal y acceso a la protección
social
Ana Arriba González de Durana (UAH) [email protected]
Vicente Marbán Gallego (UAH) [email protected]
Resumen
Nuestra investigación se centra en la participación en el empleo informal y acceso a
prestaciones sociales. A menudo, se alude a la participación en el empleo informal ‐ definido
como aquella actividad productiva pagada o venta de productos y servicios no registrados a
efectos fiscales, contributivos y/o de prestaciones ‐ como factor explicativo de la capacidad de
supervivencia de hogares españoles en situaciones de fuerte vulnerabilidad o de emergencia.
Aunque la presunción del recurso a la informalidad ha aparecido con frecuencia en el marco de
la reciente crisis económica, siempre ha estado presente como uno de los mecanismos de
supervivencia en situaciones ante el raquitismo de la protección asistencial o de última red.
En este contexto nuestro objetivo es explorar las trayectorias y estrategias familiares de
hogares en situaciones de vulnerabilidad en las que entrelazan el recurso al empleo informal
con el empleo formal y con el acceso a prestaciones y servicios para satisfacer sus necesidades
y garantizar un mínimo de bienestar. Un segundo objetivo es conocer las percepciones y
comprensiones sobre el empleo informal y la participación en el mismo.
Las actividades informales a las que acceden los miembros de los hogares en situación de
pobreza son escasamente lucrativas en condiciones de inseguridad e incertidumbre, que dan
lugar a estrategias a corto plazo y circulares que funcionan como barreras para acceder a
situaciones más estables y a posibles inversiones en la mejora del capital humano, la
orientación dominante en las políticas de protección de última red.
Por otra parte, las percepciones sobre los orígenes y los características del empleo informal se
asientan sobre un acuerdo general de indeseabilidad que varía en función de los elementos del
entorno (tradición, sector de actividad, extensión de las actividades informales, estructuras de
protección…)
Este trabajo se enmarca en una investigación más amplia sobre empleo informal en España. La
fuente principal han sido una serie de entrevistas semi‐estructuradas tanto a trabajadores de
baja cualificación que participan en el empleo informal, que es total o parcialmente fuente de
ingresos, así como a una serie de informantes‐clave. Se han realizado las entrevistas en tres
CCAA heterogéneas en sus estructuras productivas distintas y relaciones laborales y sistemas de
protección de última red: Murcia, Madrid y País Vasco.
1.‐ El entorno del empleo informal
La economía informal, según Portes, está caracterizada por: 1) bajas barreras de entrada en
términos de formación, capital y organización; 2) empresas familiares 3) bajo volúmenes de
negocio 4) poco intensivo en tecnología 5) en mercados poco regulados y poco competitivos.
En el entorno económico en donde son empleados nuestros informantes en seguida
comprobamos cómo una parte importante está compuesta por un tejido empresarial que
comparte este tipo características que tienden a fomentar el empleo informal:
1) Bajas barreras de entrada en términos de formación, capital y organización:
En primer lugar, este tipo de empresas, que no tienen estructuras profesionales, sino que se
nutren de estructuras de redes informales que no son exigentes a la hora de solicitar
formación.
En segundo lugar, las barreras de entrada en términos de capital son bajísimas, de modo que
cualquiera sin invertir un gran capital puede convertirse en empresario de ese sector.
En tercer lugar, en términos de organización, son empresas sin una organización y planificación
estable, sino que tienden a improvisar.
2) Empresas pequeñas (individuales, familiares y amistades)
Esta tipología de empresa se caracteriza por un tamaño reducido. Un parte muy importante se
distingue por lo que podríamos denominar “el autoempleo informal”, que, a su vez, usa las
redes informales cuando necesita ayuda.
En otros casos, lo que encontramos son empresas que se sustentan en redes familiares o de
amistad.
3) Bajos volumenes de negocio
Generalmente este tipo de empresas no mueven grandes volumenes de negocio, sino que
suelen moverse con bajos volumes y en localidades concretas, no son organizaciones grandes
y, se mueven más en los entornos de las micropymes que las PYMES.
4) Poco intensivo en tecnología y en mercados poco regulados y poco competitivos.
Los entornos en los que se mueven estas empresas suelen ser poco intensivos en tecnología y
poco competitivos en calidad. Así como hemos visto con el caso de las ventanas de hierro
frente a las ventanas de aluminio. En un mismo sector dos mercados totalmente polarizados.
Por un lado, el de las ventanas de hierro, donde la única competencia se establece en torno al
precio, y donde la regulación y el control, dirigida sobre todo al cliente final es muy baja.
Frente a la ventana de aluminio donde la competencia es mayor y se sitúa en la calidad e
innovación del producto ya que las barreras de entrada en capital son muy fuertes. No existen
productores sumidos en la informalidad que hagan una competencia en precios “salvaje”.
En estos mercados proclives a la informalidad no median facturas, contratos, etc., ya que son
mercados donde la competencia radica en el precio, de modo que hace descender los
volúmenes de negocio. Y cual círculo vicioso hace que la informalidad sea el único camino para
subsistir, ya que el volumen no da para constituir un negocio formal. Lo hemos visto en el caso
de las ventanas de hierro, cuyos precios llegan, según nuestro informante, a estar por debajo
de los costes formales de una empresa. En el siguiente caso, también sucede lo mismo:
5) Clientes B2C
Podríamos añadir otra característica de este tipo de empresas que está relacionada con la
informalidad. Aquellas empresas cuyos clientes son consumidores (B2C) tienden a la
informalidad en mayor medida que las empresas cuyos ingresos provienen de las empresas
(B2B). La respuesta es porque en este país no existe un autocontrol ni una cultura establecida
de la informalidad entre la ciudadanía .
¿Cómo funciona esta lógica de la informalidad? En el momento en el que los consumidores
están más dispuestos a pagar en “B” que en “A”, toda la cadena se contamina.
Observamos claramente la dicotomía entre las empresas que no perciben el IVA como un
gasto, sino como una obligación de intermediación del Estado para recaudar esos impuestos y
el consumidor final que lo percibe como un sobrecoste la mayor de las veces sin ninguna
contrapartida. Ya que si bien, y en otras partes del estudio lo hemos analizado, cuando la
informalidad toca al empleo, el empleado puede percibir que hay un perjuicio individual a
largo plazo, en el caso del IVA no se tiende a percibir ningún beneficio individual, ni, en
muchos casos, colectivo. Con la crisis, tanto económica como institucional (producto de la
percepción de una corrupción generalizada), no han contribuido a desarrollar una cultura del
pago de impuestos indirectos, sino todo lo contrario.
Por oposición, los negocios que tienen: altas barreras de entrada en términos de formación,
capital y organización; 2) gran tamaño 3) altos volúmenes de negocio 4) intensivos en
tecnología y 5) en mercados más regulados y más competitivos son menos propensos a la
informalidad en el empleo.
Nos hemos encontrado reiteradamente como en los discursos de los informantes tienden a
relacionar a empresas grandes, a marcas, con la formalidad en todos los aspectos: económicos,
organizativos, etc.
E incluso en un mismo sector como por ejemplo la restauración o la construcción,
encontramos esta diferenciación (o incuso polarización) basada en la tipología de la empresa y
no tanto en el sector, como se puede observar en esta última cita.
Sin embargo, en esta investigación si nos encontramos con sectores en los que la informalidad
por cómo se ha ido conformando a lo largo de estos años, son más tendentes a la
informalidad, es el caso de la construcción. La razón fundamental es que son proclives a
generar este tipo de organizaciones que son más permeables a fomentar los pagos informales
y, por tanto, el empleo informal, basados en el círculo vicioso de la informalidad que hemos
analizado.
3.‐ Informalidad vs. sectores informales
Por lo tanto, consideramos que un modelo de análisis adecuado se debería poner el énfasis, al
igual propone Saskia Sassen, en la informalidad más que en sectores informales, y afirmar con
esta autora que la informalidad no solo está en los márgenes del sistema. Si bien dicha autora
analiza cómo el centro del sistema provoca, a través principalmente de las subcontrataciones,
que todo el sistema tienda a la informalidad, generando dos polos: uno formal en el centro del
sistema y otro informal, provocado por aquel. En nuestro caso, que no hemos analizado el
centro del sistema, atisbamos una tendencia similar. Así observamos cómo nuestros
informantes gravitan entre los dos polos de los que hablaba esta autora. Si exceptuamos
sectores como el energético o el financiero altamente regulados y con unas barreras de
entrada casi insoslayables, la mayor parte de los sectores tienden a polarizarse por tipologías
de empresa que hemos analizado.
El caso paradigmático es la empresa de ventanas que con la crisis despide a parte de sus
empleados, ya que baja el volumen de negocio y tiene que reducir costes fijos, y los contrata
como freelance puntualmente. Estos empleados pueden, gracias a la falta de barreras,
autoemplearse en el mercado de ventanas de hierro. Así, para conseguir competir lo hace a
base de bajar los precios, lo cual les impide salir de la informalidad, ya que regularizando su
situación no podrían mantener dichos precios. A su vez, la empresa tiene que abandonar la
venta de ventanas de hierro ya que los precios llegan a estar por debajo de los costes de
producción en una empresa formal. Y a dicha empresa no le queda más remedio que
refugiarse en productos en los que las barreras de entrada, por inversión de capital en
maquinaria, como son las ventanas de aluminio, son demasiado altas para los “autoempleados
informales”.
El círculo vicioso de la informalidad se cierra cuando los empleados que trabajan en el polo
que favorece la informalidad, se proveen de artículos y servicios en ese espacio, lo cual hace
que se perpetúe la informalidad en ese polo. En un contexto en donde la cultura del pago
formal no está muy asentada y la crisis legitima y favorece la compra sin factura de por medio.
De modo que como afirma Saskia Sassen, no es una cuestión de las características de los
trabajadores, sino del entorno de contratación, ya que nuestros informantes por su baja
cualificación, a priori podía entenderse que eran proclives a sufrir más informalidad en el
empleo. Sin embargo, dicha informalidad, como hemos visto, no depende tanto de las
características de los trabajadores como de las características de las empresas en las que son
contratadas.
2. Informalidad y crisis: ¿aceleración o transformación?
En el contexto de empresas que por su tipología son proclives a la informalidad, la crisis ha
supuesto un acelerador, por tres razones: 1) el autoempleo ha aumentado 2) Los ingresos de
los hogares se han rebajado y, por tanto, tienden a adquirir productos y servicios más baratos
3) la comprensión de estas prácticas en tiempos de crisis es mayor.
En este caso encontramos una tendencia que empuja a empresas y trabajadores a la
informalidad: las empresas tienden a obligar a los trabajadores a volverse autónomos para
evitar costes fijos.
Estos trabajadores, a su vez, ante la falta de actividad y regularidad en los ingresos son
empujados al autoempleo informal.
Al tender a bajar los precios obligan a las empresas, a su vez, a bajarlos, para seguir siendo
competitivos, lo que se convierte en un círculo vicioso que tiende a fomentar la informalidad.
Así pues, la polarización entre tipologías de empresas se acrecienta, creando mercados
propensos a la informalización.
2) Esta tenencia es subrayada por el comportamiento de los consumidores que en un entorno
de crisis toman decisiones basadas principalmente en el precio.
3) La crisis económica e institucional producto de la crisis y los casos de corrupción no ayudan
al autocontrol social, sino que justifican la economía informal y el empleo informal. No
obstante, la justificación (ir por el camino “correcto”) es personal y no colectiva, la diferencia
es si se piensa a corto o largo plazo. Si piensan a largo plazo tratarán de entrar en la economía
formal si piensan a corto tenderán a mantenerse en la economía informal. Pero cuando se
actúa como consumidor no tienden a verse los beneficios colectivos.
De modo que aquello que afirmaba Porter sobre que el autocontrol sirve de contrapeso para
que el exceso de regulación no provoque la proliferación de la economía informal, en el caso
español no existe. La cultura del control social que en otros modelos funciona, como en el
norte de Europa, no funciona en este.
La crisis económica ha alterado, entre otros aspectos, las dinámicas de las relaciones laborales,
la masa salarial y las tasas de desempleo. La tasa de paro sigue siendo muy elevada y el nivel
de empleo se sitúa en torno a un 16% por debajo de 2007 (CES, 2014)1
Estos cambios han podido tener un impacto incierto en el empleo informal. La destrucción de
empleo formal y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria a priori podrían incidir en una reducción
del empleo informal en términos absolutos. No obstante, el contexto de precariedad laboral, la
reducción de los márgenes de beneficios y del acceso al crédito o el retroceso del consumo
unido al aumento en las tasas de pobreza y las crecientes necesidades sociales, puede
propiciar que el empleo informal se convierta en una válvula de escape para los trabajadores
que no consiguen integrarse en un sector formal en retroceso o, para las empresas, una vía de
reducir coste laborales para afrontar la reducción de la demanda interna.
Encontramos pues argumentos contradictorios sobre el impacto de la crisis en el empleo
informal. Cuantitativamente resulta complejo medir el empleo informal como, en sentido
amplio, sucede al analizar la economía sumergida, y cuando se hace los resultados no siempre
coinciden. Según Schneider (2012)2 en 2013 la economía sumergida representó en España el
18,6% del PIB, lo que significa casi un punto menos que en 2009. Por el contrario según un
informe de Gestha (2014) la economía sumergida aumentó 6,8 puntos desde que se inició la
crisis (17,8%)3.
1 Consejo Económico y Social. CES. 2015. Memoria sobre la situación socioeconómica y laboral de España 2014. Madrid: CES. 2 Schneider, F. (2012): The Shadow Economy in Europe, 2013, disponible en http://www.ecestaticos.com/file/bc4e257cb0ee735c63089d46abce9f28/1425325792.pdf 3 http://www.gestha.es/archivos/actualidad/2014/2014‐01‐29_InformePrensa_EconomiaSumergida.pdf
Nuestra perspectiva , no obstante es cualitativa. A continuación se presenta un avance de los
resultados de las entrevistas a expertos y a trabajadores que durante sus trayectorias laborales
en algún momento han estado o están en situación de empleo informal.
El perfil del empleo informal en la crisis
La crisis ha difuminado/diversificado el perfil del empleado informal (menos trabajadores
inmigrantes, creciente población española con más formación, prevalencia de un perfil
económico sobre un perfil sociodemográfico concreto):
Con la crisis se ha producido un retroceso en el acceso al empleo informal de los colectivos
más excluidos del mercado laboral entre ellos los trabajadores inmigrantes. Una de las razones
que se apunta es la existencia de mayor competencia por dichos empleos con personas con
más formación o experiencia que antes de la crisis buscaban este nicho de ingresos
La crisis económica y los sectores de actividad
En el sector del empleo doméstico, el impacto de la crisis económica en las clases bajas y en las
clases medias funcionales ha propiciado un aumento del volumen de trabajadoras españolas
El análisis de la afiliación de extranjeros a la Seguridad Social en el Régimen de Empleadas de
Hogar así lo atestigua. Dicha afiliación ha disminuido sustancialmente del 61% en 2009 al 51%
en 2014 y ha caído un 5,7% con respecto al 2013, lo que hace inferir que el peso de los
cuidadores extranjeros en el hogar tiende a la baja en favor de los autóctonos.
En sectores como el de la Venta Ambulante, la crisis económica más que alterar las dinámicas
de empleo informal previa a la crisis, sobre todo ha acelerado el declive del sector que ya se
venía produciendo desde finales de los 90 (otros factores: competencia chinos…)
En el sector de la construcción, según Schneider (2012) el declive del empleo no ha podido ser
absorbido del todo por otros sectores igualmente propensos a la informalidad. Según nuestras
entrevistas parte del empleo informal en la construcción durante la época de bonanza
económica estaba asociado a la existencia de “dinero negro”. Con la crisis el empleo informal
parece haberse desplazado al ámbito de las reformas en el cual existe un menor fondo de
dinero negro procedente de la especulación inmobiliaria pero a la vez hay menores
posibilidades de control fiscal y laboral.
Crisis económica y justificación del empleo informal
En general, no se justifica abiertamente el empleo informal en la medida en la que afecta
negativamente a la recaudación y, por ende a las políticas sociales destinadas a paliar las
situaciones de pobreza. La crisis ha truncado el creciente (aunque lento y no generalizado)
rechazo al empleo informal previo a la crisis sobre todo entre los trabajadores extranjeros que
veían un proyecto de vida en España. En el sector del empleo doméstico sigue teniendo una
aceptación parecida.
Sin embargo, con la crisis económica (ajuste del gasto en políticas sociales y creciente
demanda de asistencia social) el rechazo del fraude asociado al empleo informal es, si cabe,
más ambivalente que antes de la crisis, dependiendo de la clase social, tipo de actor en las
relaciones laborales (empleador‐empleado) y grado de responsabilidad pública. En la situación
actual se ha acentuado la legitimación del empleo informal entre las clases sociales más
desfavorecidas en paralelo a una menor permisividad con el fraude empresarios y la
corrupción política. En cierto sentido, se legitima el empleo informal como una salida de
supervivencia para el trabajador en un contexto de bajo salarios y altas tasas de desempleo.
Para el empresario o el representante político se considera que es una manera de
“enriquecerse” o garantizarse unos beneficios o ingresos adicionales.
3. Justificaciones y Legitimaciones. Percepción de las motivaciones para el
desarrollo de trabajo informal
Cuestión cultural
Uno de discursos más recurrentes para justificar la existencia y el desarrollo de empleos
informales en nuestro país es el que se achaca al carácter español, como si la irregularidad en
lo laboral estuviera inexorablemente unida a la mentalidad española y más aún a su forma de
ser y de hacer.
Además parece darse independientemente de la zona geográfica, convirtiéndose esta
tendencia cultural a la informalidad en una característica generalizada en toda la geografía
española.
Dos características claves de este “carácter español” reconocido en el discurso de los
informantes son: la falta de conciencia colectiva y la falta de conciencia del largo plazo. A
continuación se detallan algunos extractos que dan cuenta de estas percepciones en la forma
de ser de la sociedad española como un todo identificativo y generalizado:
Falta de conciencia colectiva:
En primer lugar, los discursos indican que el desarrollo del empleo informal se debe a que no
existe una conciencia social que le dé importancia a esta situación. Es decir, según los
informantes, vivimos en una sociedad individualista que valora únicamente lo propio, mientras
que lo colectivo, la contribución social, el bien común quedan en un segundo plano, de tal
forma que el empleo informal adquiere más ventajas que inconvenientes.
Esta falta de conciencia colectiva se puede ver en prácticas como estas:
Esta situación responde en parte a que no hay una clara conciencia de conjunto, de individuos
que forman parte de un todo mayor, en el que cada uno hace una aportación que repercutirá
en ese bien común tan poco valorado.
No obstante, esta percepción no es la única que se encuentra en los discursos de los
informantes. También se pueden encontrar discursos con conciencia colectiva y de
sentimiento de grupo:
Falta de conciencia del largo plazo:
En segundo lugar, los discursos indican que el desarrollo del empleo informal se debe a que la
ciudadanía no percibe las consecuencias (ni siquiera individuales) a largo plazo de
Estos discursos están en la línea de la seguridad inmediata que dan las transacciones
económicas directas. Es el recurso al “ir tirando” a “vivir el hoy y no el mañana”, el que
enmarca esta forma de vivir y de pensar.
Hay destacar que los informantes afirman que estos discursos se desarrollan especialmente en
sectores de población de baja cualificación y con unas condiciones económicas y laborales más
precarias que las del resto del conjunto de la sociedad, entre los que la informalidad
tradicionalmente ha sido la forma de ganarse la vida.
Estos discursos están en sintonía con los estudios sobre el capital humano que apuntan hacia
una clara relación entre el empleo irregular y la baja cualificación (Colino, 1996), en los que son
los trabajadores menos especializados y cualificados lo que forman parte del colectivo humano
contratado en condiciones irregulares. Y como afirman Martín, Martínez y Rastrollo (2008):
<<Cuanto menor es la cualificación del personal de una empresa más probabilidad de que
acepte o incluso solicite pagos ocultos (sobresueldos) para reducir sus ingresos fiscales, por lo
que habrá mayor actitud, mayor connivencia y percepción de “que todos lo hacen”>>.
Ello implica una cultura de la precariedad naturalizada y reproducida sin prejuicio alguno.
Aunque, como veremos más adelante, informalidad no representa únicamente
“marginalidad”.
Además de la detección de este sector de población propenso al desarrollo de empleos
informales, también se han encontrado otros perfiles proclives a este tipo de trabajo en
función de la edad, género y nacionalidad del individuo. Según los informantes son más
propensos a la inmediatez que confiere la informalidad:
~ Mujeres:
~ Jóvenes:
~ Inmigrantes:
Como se ha apuntado anteriormente, este recurso a la inmediatez y a la precariedad
permanente parece asociarse más concretamente con estos sectores de la población.
Percepción que está en la línea de la teorías de Saskia Sassen sobre la feminización de la
informalidad y de la pobreza, especialmente entre el colectivo de inmigrantes, lo que se debe a
que: “la expansión de la economía informal reduce los costes de producción, en tanto que
favorece la flexibilización y la desregulación de la fuerza de trabajo, y crea condiciones para la
absorción de mano de obra femenina y extranjera”. Por tanto, las mujeres y el colectivo de
inmigrantes (tanto hombre como mujeres) cargan con el peso de “informalizar las actividades”
(Sassen, 1998).
No obstante, aunque según los informantes los empleos informales se desarrollan más
comúnmente en estos colectivos, no es una cuestión exclusiva de los mismos, sino que estas
prácticas se extienden a la población general, llegando incluso a creerse como una “norma
social”.
NORMALIZACIÓN:
Todas estas consideraciones culturales vienen a explicar el desarrollo de empleo informal en
nuestro mercado de trabajo. Pero los discursos dan un paso más allá transmitiendo que este
tipo de empleo irregular no es algo residual, sino que es algo que está normalizado entre la
población española.
En la línea de lo que venimos observando, dicha idea de normalización se entiende a través de
dos pilares básicos, por un lado, la normalidad basada en el carácter español que veíamos en
párrafos anteriores y, por otro lado, la normalidad basada en la costumbre. Ambos pilares
vienen a explicar cómo el empleo informal se ha convertido en una realidad cotidiana y
generalizada, según los informantes.
Es parte del carácter español
Según el sociólogo Daniel Bell: “Hay tres modos de identidad por lo que los individuos tratan
de relacionarse con el mundo. Son la religión, el trabajo y la cultura” (Bell, 1977). En párrafos
anteriores se ha venido abordando la relación entre la cultura (en este caso la española) y el
trabajo (en este caso el trabajo informal), y como se cree que la primera define al segundo.
Pero no debemos descartar esa tercera dimensión que es la religión, para comprender el
desarrollo del empleo informal en nuestro país.
Este tándem nos lleva a considerar las ideas del sociólogo Max Weber sobre la influencia de la
religión calvinista en el desarrollo del sistema económico capitalista, gracias a su concepción
del trabajo y el dinero, contraponiéndola a la concepción católica propia de países del sur de
Europa y Latinoamérica.
Las ideas de Weber implican que “el mundo protestante es más exitoso económicamente que
el mundo católico gracias al influjo de la religión protestante en cada uno de sus
individuos: amor al trabajo, honradez, ahorro y un apego permitido a lo material” (Weber,
2001). Características que según esta tesis habrían ido calando en la manera de ser de los
individuos de cada una de estas culturas.
En contraposición al trabajo como forma de liberación y la rectitud que defiende el
protestantismo, se extiende el discurso sobre el “trabajar para vivir” y no “vivir para trabajar”
envuelto en un “todo vale” como algo propio de países del sur de Europa. Lo que implica la
idea de que el recurso al empleo informal es mayor en España que en otros países del resto de
Europa, por ejemplo.
Este argumento deriva en discursos que promulgan la existencia de una cultura del engaño y la
picaresca propia de la ciudadanía española.
No obstante hay que tener en cuenta que la abultada bibliografía existente en todo el mundo
sobre economía informal viene a confirmar su carácter universal, así como el carácter
globalizador que están teniendo los postulados capitalistas anglosajones en un mercado de
trabajo como el español, cada vez más globalizado, que poco tienen que ver con lo que
tradicionalmente ha sido el trabajo para la ciudadanía española.
“Lo hace todo el mundo” “Toda la vida se ha hecho así”
Por otro lado, encontramos el argumento a la costumbre y la generalidad para defender la
idea de que el empleo informal es algo normal dentro de nuestro mercado de trabajo.
La normalización y generalización de estas conductas pueden tener respuesta en las teorías
que afirman que los individuos que llevan a cabo estas conductas irregulares tienden a percibir
en su entorno más comportamiento irregular (Wenzell, 2005).
No obstante, es fácil encontrar discursos contrarios, discursos que dibujan al “otro español”, el
que busca la estabilidad y la regularidad en lo laboral.
Esta ambivalencia viene a perfilar una realidad más allá de los tópicos culturales, dibujando un
país en el que el empleo informal está aparentemente normalizado entre ciertos colectivos de
población:
En primer lugar, se justifica el desarrollo de estas conductas entre las personas con cargas
familiares, en los que se percibe una situación especialmente grave y para los que la necesidad
En segundo lugar, se percibe como normal el desarrollo de empleos informales entre el
colectivo de jóvenes. Conducta achacada a una cuestión generacional en la que la costumbre a
la informalidad, como ya se ha hablado anteriormente, ha calado especialmente hondo.
La causa probable, según los informantes, es la crisis:
Y en tercer lugar, se observa la percepción social de que estas situaciones informales son
intrínsecas del colectivo inmigrante:
Unas veces creen que motivado por las perspectivas de retorno a los países de origen:
Otras veces creen que por la precarización implícita en los trabajos de la inmigración
mayoritaria en nuestro país.
No obstante, y a pesar de estos argumentos, tampoco termina de quedar claro que sea una
realidad normalizada en estos sectores popularmente irregulares. Ya que hay discursos que
contradicen esta situación de normalidad generalizada tanto entre los jóvenes como entre los
inmigrantes.
Por un lado, entre los jóvenes parece ser que no importa la cotización actual pero si aparecen
la estabilidad a medio plazo y la necesidad de demostrar experiencia profesional, como una
preocupación clara:
Por otro lado, para el colectivo de inmigrantes aparece como relevante el requisito burocrático
del contrato laboral para mantener en regla su situación administrativa, ya que la experiencia
migratoria está íntimamente ligada a la búsqueda de una mejora económica pero mantenida
en el tiempo, no únicamente como algo esporádico:
PERMISIVIDAD
Continuando con el análisis en este apartado en el que el carácter cultural español se
considera una de las cuestiones más relevantes para justificar la existencia de estos empleos
informales, hay que reflexionar sobre la idea de que esta percepción, unida a la creencia sobre
la normalización de estas conductas, tiene como consecuencia la creencia sobre la existencia
de una permisividad generalizada hacia esta forma de trabajar, como se puede observar a
continuación:
- Unas veces por costumbre:
- Otras veces justificada por situaciones de necesidad económica:
Aunque esta justificación no significa aceptación, sino más bien una paréntesis en los
escenarios posibles en los que se pueden dar casos de empleo informal. Es decir, puede que
ser rechace éticamente pero la necesidad económica da lugar a que los planteamientos
sobre lo correcto y lo incorrecto se vean desde otro prisma.
- Incluso a veces por falta de control institucional:
Y es que en palabras de Portes y Haller: “Las diversas funciones de la economía informal
pueden contribuir a explicar por qué lo gobiernos, muchas veces adoptan una actitud
ambigua hacia estas actividades, tolerando su existencia al menos temporalmente. Un
exceso de tolerancia puede poner en entredicho la credibilidad del ordenamiento jurídico.
Por el contrario, una actitud demasiado represiva contribuiría a eliminar el colchón que
constituyen las actividades informales o, lo que es peor, puede impulsarlas a esconderse aún
más, privando a las autoridades de todo tipo de control e información sobre ellas” (Portes,
A. y Haller, W. 2004).
No obstante, más allá de las razones para que se consienta la existencia del empleo
informal, hay otros discursos que van encaminados a defender una reducción de esta
tolerancia social excesiva:
Situación de menor consentimiento en la que la actual crisis económica ha podido influir
en el cambio, según los informantes.
Estos discursos que hablan sobre la reducción de la permisividad del empleo informal en
nuestra sociedad, hacen que aquel carácter español flexible a la informalidad vaya
cambiando, incluso asociándose exclusivamente a ciertos sectores, más que a la sociedad
española en general.
Sin embargo, aunque haya discursos que perciban una reducción en esta práctica
alejándose como algo propio del “ser español”, no se le ve solución a la situación si no se
produce un cambio en la forma de pensar de la ciudadanía ni de actuar de la
administración, como se puede ver a continuación:
Cambio en la forma de pensar de la ciudadanía
Ya que se cree que además es algo que se transmite de generación en generación y que
los jóvenes que se insertan por primera vez en el mercado laboral aprenden y asumen
como algo natural.
Cambio en la forma de actuar de la Administración
De modo que se presenta al Estado como ese padre/madre que forma e instruye sobre
lo que es correcto y lo que no, y de no hacer bien su trabajo se consigue un hijo o hija de
malas costumbres, en este caso laborales y sociales.
De cualquier forma, haya cambiado o no la percepción de la existencia de empleo informal
en nuestra sociedad, hay que preguntarse cuáles es la conceptualización del término, porque
es innegable que el empleo informal es una realidad, pero hay que conocer qué entienden
trabajadores y expertos por empleo informal. Ello nos llevará a entender mejor cómo se
produce la laxitud de las situaciones irregulares que venimos viendo.
1. Ni siquiera es trabajo si no es estable.
De este modo se relativiza la importancia del empleo informal en función de la estabilidad
del trabajo. Es decir, en multitud de discursos este tipo de trabajo irregular está justificado
para trabajos esporádicos.
Se relaciona esta falta de importancia con dos cuestiones fundamentales. Por un lado, con
la burocracia que supone regularizar un trabajo de tan corta duración (días incluso horas). Por
otro lado, porque la aportación económica que suponen estos trabajos resulta tan escasa que
no se considera importante en términos globales. Lo más significativo es que no hay conciencia
sobre las personas que sí hacen este trabajo de forma legal.
2. La delgada línea entre trabajar y hacer un favor.
Estos discursos basan la importancia sobre lo que es empleo informal y no lo es (incluso
diferenciando lo que es trabajo de lo que no lo es) en que la labor llevada a cabo esté dentro
de una relación familiar o de confianza, independientemente de que se obtenga una cantidad
económica como recompensa al trabajo realizado.
3. La diferencia entre el delito y lo informal.
En este punto, lo que se considera delito de lo que no lo es viene marcado por una escala
de gravedad no escrita y sobrentendida que da lugar a no considerar el empleo informal como
un acto reprobable. En la línea de lo afirmaba Rocha sobre la diferenciación entre trabajo
declarado y no declarado, hay que tener en cuenta que estas definiciones son una
construcción social, que adoptan diferentes formas en base al contexto espacial y temporal,
por lo que nos encontramos diferentes definiciones de trabajo no declarado en los distintos
países de la Unión Europea (Rocha, 2011).
Así, las dificultades para la especificación del término “empleo informal” (que marcan lo
que es lícito de lo que no lo es), derivan en nuestro país en una falta de concreción
institucional y de conciencia social sobre los delitos laborales.
De ello se concluye que si el concepto no está bien regulado o la forma de regularlo se
percibe ambigua socialmente, continuará siendo un concepto acogido con laxitud y se
relativizarán sus efectos, de forma que el empleo informal se siga considerando una cuestión
propia de la cultura española. Por tanto, y de acuerdo con la explicación de autores como Cullis
y Lewis, en las motivaciones de los sujetos influyen las variables socioeconómicas, personales y
la disposición individual explicada en función de: a) las actitudes de los contribuyentes hacia
los impuestos y el sistema fiscal, b) las relaciones de los agente con los grupos de referencia,
con la sociedad y la cultura a la que pertenecen (Cullis y Lewis, 1997). Aduciendo que
conductas como el fraude fiscal o el empleo informal son problemas sociales, que por tanto se
construyen socialmente de forma palpable.
Cuestión de Justicia social
Entiéndase aquí justicia social como la situación en la que se procura un reparto equitativo
de los bienes económicos y sociales, por tanto es la encargada de que toda la sociedad pueda
disfrutar y acceder a una serie de bienes imprescindibles socialmente adquiridos. Está basada
en la justicia distributiva, imprescindible para que se pueda instaurar una equidad social.
Por tanto, la percepción de unos bajos niveles de justicia social justificaría la existencia de
conductas fuera del Sistema, ya que dicho Sistema no procura la justicia social esperada.
La frustración sobre la falta de esta esperada equidad distributiva va dirigida
fundamentalmente contra dos pilares básicos de nuestro Sistema económico y social: el
empresariado y el poder político.
Por una parte, el reproche se basa en que si el poder económico (clases altas y el
empresariado) no llevan a cabo conductas legales como el resto de los españoles, el recurso
de las clases medias y bajas al empleo informal está justificado.
Por otro lado, encontramos el reproche basado en que si la clase política no lleva a cabo
conductas legalmente intachables, no hay motivo para que el resto de ciudadanos tengan que
demostrar su legalidad y honradez. El recurso al: “tienen que dar ejemplo” y “los que nos
representan son los primeros que lo hacen”, viene a justificar conductas informales por parte
del resto de la población.
En conclusión, la percepción de conductas reprochables por parte de los pilares visibles del
Sistema económico, político y social español vienen a motivar situaciones de irregularidad e
informalidad en el grueso de la población. Esto viene a confirmar ideas expuestas en párrafos
anteriores, en los que la formalidad laboral viene siendo una conducta aprendida y transmitida
por la ciudadanía, en la que padres y madres (familiar o institucionalmente hablando)
transmiten a su descendencia, dando ejemplo de legalidad para así diferenciar el bien del mal,
ya sea moral, económica o laboralmente.
Cuestión de supervivencia
Si hay una motivación por excelencia, según los informantes, para el desarrollo de empleo
informal, es la supervivencia individual y familia generada por situaciones de necesidad
económica extrema.
Como ya apuntaban Portes y Haller en su Informe sobre Economía Informal, estamos ante
el tipo de economía informal de supervivencia, en el que “aquellas actividades que se
producen siempre fuera del ámbito de la regulación del Estado, pueden tener por objeto la
supervivencia de una persona o de un hogar a través de la producción directa con fines de
subsistencia o de la mera venta de bienes y servicios en el mercado” (Portes y Haller, 2004). Es
una respuesta a la necesidad biológica de ganarse el pan de cada día. Por lo tanto, no debemos
desdeñar que dichas actividades garantizan la supervivencia cotidiana de grupos sociales cuyos
ingresos son prácticamente inexistentes, como parte de las estrategias individuales y
familiares de bienestar.
Es así como la necesidad económica más básica da lugar a la legitimación del empleo
informal en esta situación. Asimilando está realidad al tipo de trabajo informal denominado
“escape de la pobreza”, perfilado por Pfau‐Effinger, según el cual esta informalidad se
desarrolla con el objetivo inmediato de evitar la pobreza extrema (Pfau‐Effinger, 2009).
De esta forma el recurso a la supervivencia se convierte en otro modo de normalizar la
economía informal y hacer de este tipo de empleos un medio de ganarse la vida, continuando
con la línea de la que hablábamos en apartados anteriores:
Por lo general las situaciones de informalidad están presentadas como una “oportunidad
imprevista” más que como una búsqueda activa y consciente. Es decir, los discursos van más
encaminados a la posibilidad de aceptar un empleo informal en situación de necesidad
extrema más que a una búsqueda voluntaria de este tipo de empleos. El hecho de aceptar lo
que se les ofrece en estas condiciones está claramente justificado por esa supervivencia.
Independientemente de que se crea ilegal o inmoral, la gravedad de la situación hace que
sea perciba como completamente legitima.
Llegando a compensar los riesgos de cometer un delito.
Volvemos a citar a Portes y Haller para entender que las actividades informales son, como
ellos denominarían: “funcionales”. Es decir, proporcionan un medio para subsistir a quienes a
ellas recurren. De igual manera, las empresas formales que subcontratan a empresarios
informales o emplean trabajadores “fuera de plantilla” recogen los beneficios de la mayor
flexibilidad y los menores costos logrados de esta manera, esto es obvio. Lo que no es tan
evidente es que la economía informal también puede tener consecuencias positivas para el
propio actor cuya existencia y cuya lógica pone en cuestión (Portes y Haller, 2004). Esta
perspectiva nos lleva a afirmar que muchos de los trabajadores que atraviesan esta situación
de informalidad laboral no lo hacen por propia elección. El miedo a perder el empleo (y, por
tanto, el sustento) es una de las causas observadas en los discursos de los informantes para
que los trabajadores soporten las distintas formas de empleo informal.
En estas circunstancias vitales de necesidad económica la crisis económica ha venido a
radicalizar las casuísticas, dotando de mayor fuerza a las justificaciones para el desarrollo del
empleo informal.
Como se puede observar, en momentos de crisis económica esta necesidad de la que
venimos hablando se hace más acuciante y complica aún más si cabe el camino de la
supervivencia.
No obstante, aunque la situación se radicaliza, la necesidad es la misma:
Las complicaciones que acarrea la crisis económica en el modo de subsistir de muchas
personas hacen que el empleo informal se perciba como algo irremediable.
Tan irremediable que hasta las situaciones en que se hace patente la compatibilidad de un
empleo informal con una prestación, se amparan y justifican en este paraguas de la
supervivencia y la necesidad como un comportamiento esperable.
El empleo informal en estas situaciones es tomado con resignación ya que parece opción
menos mala:
Incluso en estas situaciones se observa que los informantes destacan el desarrollo de
empleo informal en unos colectivos por encima de otros, derivado de esta búsqueda de
supervivencia. La necesidad por colectivos nos trae de nuevo los casos de personas con cargas
familiares, de jóvenes y de inmigrantes, como veíamos en apartados anteriores.
No obstante, las situaciones de supervivencia se tornan más probables para cualquier
individuo (independientemente del colectivo al que pertenezca) en estas circunstancias de
crisis económica, por lo que se genera un clima de mayor comprensión y admisibilidad ante el
desarrollo de empleos informales.
Cuestión de lógica en el empresario/empleador
Para terminar nuestro análisis sobre las motivaciones para el desarrollo de conductas
informales en el mercado de trabajo español no debemos olvidar hacer referencia a una parte
fundamental implicada en este asunto: el empresario o empleador.
Para los informantes, el empleo informal existente en nuestro país está motivado en gran
parte por la lógica del ahorro y/o la ganancia que persiguen los empleadores en nuestro
mercado de trabajo.
Lógica de la ganancia que no implica, según los informantes, una consideración del
perjuicio social que estas conductas conllevan:
Aunque también se observan discursos de comprensión y/o permisividad por parte del
trabajador:
Como si de un Síndrome de Estocolmo se tratase, estos discursos se presentan como la
reacción psicológica en una víctima retenida contra su voluntad, la cual desarrolla una relación
de complicidad con quien la ha secuestrado, malinterpretando en su ausencia de violencia un
acto de humanidad y por tanto una devolución de agradecimiento. En este caso, el hecho de
contar con una remuneración por un trabajo desempeñado (independientemente de no
disponer de los derechos básicos de todo trabajador), procura el agradecimiento y
comprensión del trabajador hacia el empleador. Naturalizando además las conductas
irregulares, como si de un comportamiento aceptable se tratase, ya que la costumbre y la
generalización han hecho de él algo “normal”:
Aunque haya situaciones en las que son los propios trabajadores los que reclaman estas
conductas informales, los empleadores se convierten en responsables sociales del desarrollo
de estas conductas si aceptan la irregularidad (porque les sea más económico individualmente
por ejemplo), cuando deben entender las consecuencias individuales y colectivas que este
consentimiento conlleva.
Por tanto hacer consciente de esta responsabilidad al tejido empresarial de este país es
fundamental para desmotivar el desarrollo de empleos informales.
Por otro lado, uno de los orígenes del desarrollo de estos empleos informales es que existe
la percepción entre el empresariado que el trabajador supone un coste. Es decir, la
contratación supone un lastre en los beneficios empresariales, por lo tanto, bajo esta
perspectiva, el trabajo informal es sinónimo de ahorro de costes y de beneficio empresarial.
Pero es especialmente con ciertos colectivos, con los que la lógica del ahorro de costes se
intensifica. Es el caso de los jóvenes:
Y de los inmigrantes:
En el primer caso, se les presupone que por la edad que tienen “no necesitan cotizar”, sin
tener en cuenta la estabilidad que se ha abordado en apartados anteriores y, en el segundo
caso, se considera que “se les está haciendo un favor” por darle un sustento económico, como
si el objetivo generalizado del trabajador inmigrante fuese puramente económico y la
estabilidad y la seguridad laboral fueran inexistentes.
Pero además de esta lógica del ahorro de costes, según los informantes, existen dos
características de las empresas, como su tamaño y la actividad económica, que resultan otros
factores fundamentales que posibilitan o dificultan la tendencia a emplear de forma
irregular:
~ Actividad económica:
Los informantes han ido perfilando la situación de los distintos sectores económicos
estudiados, dando lugar a la siguiente “fotografía de la informalidad”:
Sector agropecuario
Sector de la construcción
Sector de la venta ambulante
Sector del servicio doméstico
Sector de hostelería y servicios
Sin olvidarnos del sector industrial, hay que considerar que los discursos relacionados con
la industria se perciben con un mayor riesgo físico para el empleado y por tanto un mayor
riesgo económico para el empleador. Dichos hándicaps se relacionan con
No obstante, esta percepción no implica que este sector esté completamente exento de
irregularidad.
De cualquier forma, el resto de sectores se consideran más proclives al empleo informal,
considerándose normalizadas dichas situaciones de informalidad.
Vemos que todos ellos se consideran sectores tradicionalmente informales, por lo tanto no
respondería a una razón únicamente económica de ahorro empresarial sino por una cuestión
de costumbre.
Las justificaciones continúan amparándose, unas veces, en lo esporádico del trabajo (como
se ha podido observar en apartados anteriores) y, otras, en los obstáculos que implica la
burocracia, para explicar las dificultades de acabar con esta costumbre de la informalidad.
La burocracia se presenta como un gasto de dinero ya que implica la inmersión en un
proceso farragoso, especialmente habitual en el sector de servicio a hogares.
Nosotros siempre hemos recibido ofertas de empleo doméstico, pero te
dicen: “yo contrato ¿no? pues a mí no me compliques la vida”. En algunos
casos se ha reorientado y al final se ha traducido en un contrato. […] Yo
recuerdo los 2 primeros meses de 2012, tenía a la gente yendo a la
Seguridad Social para enterarse bien cómo funcionaba el tema y gente muy
preparada, y joder es que cuesta, “es que en estos sitios me dicen esto, en
otros me dicen otra cosa”, han sido meses un poco complicados en eso.
Luego ya parece que se normalizó un poco, pero no ha tenido el impacto, yo
me pongo en la situación de empleador y si no tengo alguien que me
asesore y tal, lo más sencillo tengo alguien en casa que no va a venir a
controlar nadie, y eso sigue estando ahí.
MAexperto1
Por su parte los sectores de la construcción y la hostelería, aunque también se perciban
como ciertamente peligrosos, la informalidad sigue estando presente, ya que no existe la
conciencia de riesgo que se da en torno al sector de la industria.
Además, estos dos sectores tienen la particularidad de ver como las situaciones de
informalidad se dan en formas más encubiertas:
En la construcción la informalidad se produce especialmente a través de
subcontrataciones:
En hostelería la irregularidad suele darse en forma de contratos reducidos en
los que después se trabajan más horas de las contratadas:
~ Tamaño de la empresa: las PYMES
La bibliografía relacionada con esta materia demuestra que las conductas informales se
realizan de forma más generalizada en empresas de pequeñas dimensiones, ya que el tamaño
de las mismas se señala como un factor que posibilita su compartimento irregular (v.g. Ruesga,
2000). Además, de ser este un argumento apoyado por múltiples discursos observados en las
entrevistas realizadas:
Es lógico pensar que las empresas de mayor tamaño y con una organización más compleja,
probablemente se enfrenten a mayores costes y dificultades para las conductas irregulares, ya
que el control que se ejerce sobre ellas es mayor por la visibilidad que conllevan. Visibilidad
que además debe ser tenida en cuenta ante posibles daños de imagen.
No obstante esto no evita que las grandes empresas también representen cierto papel en
estas conductas informales. Es a través de la subcontratación cómo las compañías de gran
tamaño se hacen cómplices de la informalidad en nuestro mercado de trabajo.
En investigaciones como la de Martín, Martínez y Rastrollo, se pueden encontrar respuestas
al desarrollo de empleo informal desde la perspectiva del empresariado, basadas en la idea de
que la intención de evadir es mayor cuando se percibe una norma social favorable, es decir,
cuando por ejemplo, se cree que el entono de la empresa, clientes, proveedores, la
competencia, etc…, acepta y aprueba la evasión y cuando se percibe la evasión como algo fácil
de llevar a cabo. (Marín, Martínez y Rastrollo, 2008).
Como ocurría con el caso de la sociedad en general y su permisividad hacia el empleo
informal, una organización que se implica en comportamientos irregulares acarrea ciertas
creencias, actitudes y normas, es decir, una cultura proclive al comportamiento irregular.
Aunque esta normal social de la informalidad es percibida por el empresariado como un
dialelo o círculo vicioso del que es difícil escapar. Y es que según la literatura consultada, las
empresas pequeñas tienden a justificar el comportamiento irregular como respuesta, por un
lado, a la competencia desleal que supone que sus competidores realicen prácticas irregulares
y, por otro lado, a percibir desigualdades ligadas al tamaño de la empresa, apuntando así las
conductas informales como mecanismo para reducir costes.
Sin embargo, la sociedad en general percibe estas conductas como una tendencia a eludir
la formalidad por parte del empresariado español, facilitado por la falta de control sobre las
pequeñas empresas y fomentado por aquella cultura de la informalidad que se viene
apuntando desde el primer apartado de este análisis.
Además, la creencia de la falta de control administrativo hace que se considere que este
tejido de microempresas no tenga miedo a la sanción o al accidente laboral:
Relacionando así la informalidad con los negocios pequeños, debido a la aparente
existencia de mayores oportunidades para la evasión en el contexto de empresas con
estructuras simples. Decimos “aparente” porque los discursos dejan entrever que estas
oportunidades de evasión no son siempre tan evidentes.
En conclusión, vemos que algunos discursos simplifican acerca de la falta de miedo al
control y las oportunidades para la informalidad, aunque también apuntan a una importante
falta de conciencia generalizada de las consecuencias individuales y sociales, que el
empresariado debería tener presente como parte del intento de reducir las conductas
informales en nuestro mercado de trabajo.
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