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POBREZA, MEDIO AMBIENTE Y PEQUEÑA PRODUCCIÓN EN LA RURALIA
DEL GRAN CHACO ARGENTINO A COMIENZOS DE SIGLO XXI1
Julieta Krapovickas2
Fernando Longhi3
RESUMEN
El Gran Chaco constituye una unidad ambiental de gran importancia debido a su dimensión y
a su diversidad biológica; representando, luego de la Amazonía, el segundo bioma más
extenso en América del Sur. Nuestra área de estudio está constituida por la porción Argentina
del Gran Chaco, en la cual el avance de la frontera agropecuaria -asociada principalmente al
cultivo de soja- está implicando profundos cambios en el medio ambiente, en las lógicas de
producción y en las poblaciones locales.
Así pues, la población rural local -históricamente marginal y con frecuencia asociada a altos
niveles de pobreza- pasó a convivir con nuevos agentes sociales y económicos que operan en
el territorio con lógicas de mercado completamente diferentes a las locales. Los cambios
operados tendrían efectos sobre los pequeños productores rurales, aunque todavía no se
conocen en detalle para la región en conjunto. Todavía incluso las características de este
grupo social, fundamentalmente en cuanto a su distribución geográfica, son desconocidas.
Preguntas como ¿Qué magnitud alcanza la pequeña producción en la ruralia del Gran Chaco
Argentino? ¿Dónde predomina dicha producción?, ¿Cuál es su grado de capitalización
tecnológica?, ¿Qué asociaciones presenta con la pobreza? sirven de guía para este trabajo.
Contar con una radiografía clara de la situación del pequeño productor rural a comienzos del
siglo XXI, nos permitiría comprender su articulación con las nuevas transformaciones
productivas.
En este trabajo presentamos además una discusión sobre la pertinencia de la utilización de
indicadores clásicos de pobreza (ej. Índice de Privación Material de los Hogares) para el
medio rural. Para aproximarnos a las condiciones de privación en los pequeños productores
del Chaco, proponemos un indicador conformado por tres dimensiones: socio-productiva,
socioeconómica y de acceso tecnológico. Las fuentes de información utilizadas fueron: Censo
1 Trabajo presentado en el V Congreso de la Asociación Latinoamericana de Población, Montevideo, Uruguay,
del 23 al 26 de octubre de 2012 2 Instituto Superior de Estudios Sociales - CONICET, [email protected] 3 Instituto Superior de Estudios Sociales - CONICET, [email protected]
2
Nacional de Población 2001, Estadísticas Vitales 1995- 2001 y Censo Nacional Agropecuario
2002.
1. INTRODUCCION
En América Latina, el avance de los procesos globales en las áreas rurales ha provocado
importantes transformaciones tanto en los territorios como en las sociedades. Actualmente se
llevan a cabo procesos de avance de las fronteras agrícolas, incremento de la presencia de
capitales transnacionales y el arribo de nuevos agentes extraregionales junto a la instalación
de nuevas funciones en los centros rurales (Gras y Hernández, 2009; Giarracca, 2001; Pérez,
2001). Estos procesos modifican de forma sustancial dichos ámbitos rurales, donde pasan a
convivir en marcado contraste, dos modelos productivos. Por un lado opera un reducido grupo
de grandes empresas agroexportadoras vinculadas a cadenas de carácter global, con medianos
y pequeños productores asociados por medio de contratos y, por otro, continúan en escena
producciones de subsistencia, cuyos miembros son sujetos de los programas de atención a la
pobreza (De Grammont, 2001). Las desigualdades generadas, producto de la polarización de
las estructuras agrarias, pueden englobarse - tal como los denomina Kliksberg (2011)- entre
los grandes escándalos éticos de nuestro tiempo. Las producciones intensivas, altamente
productivas y destinadas a abastecer los mercados globales no han sido capaces de reflejar
localmente los altos beneficios económicos conseguidos, ni de generar desarrollo económico
y social genuino. En contraposición, se señalan los numerosos perjuicios que la agricultura a
gran escala ha provocado en las poblaciones, fundamentalmente a raíz de la precarización de
la mano de obra (Bonanno & Barbosa, 2011; Neiman, 2010), los desplazamientos de cientos
de miles de productores campesinos, ya sea por la venta de sus tierras o por otros medios de
presión, no siempre legítimos (Teubal et al. 2005) y la reducción de las áreas boscosas a las
que la población accedía libremente y de las cuales dependía su sustento (Kay, 2007). Todo
esto ha afectado la seguridad alimentaria y ha creado inseguridad en las zonas rurales (Teubal
et al. 2005).
Estas cuestiones nos llevan entonces a considerar la cuestión de la pobreza rural. Los procesos
globalizadores y las revoluciones agrícolas estarían aumentando la pobreza en las áreas
rurales, fundamentalmente recayendo sobre las masas campesinas. Este hecho, despertó el
interés de los investigadores, pero también se desplazó en la sociología actual la cuestión
campesina hacia el tema de la “pobreza rural”, invisibilizando al sujeto campesino, quien pasa
a ser ahora sólo un sujeto pobre (Bengoa, 2003). Actualmente no se habla de los campesinos,
sino de los pobres que viven en el campo. La CEPAL sostiene que existen 77 millones de
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pobres rurales en América Latina. El 62.7% de la población rural viviría en la pobreza según
el Panorama Social de América latina del año 2000 al 2001. Antes eran campesinos. También
eran pobres pero se los trataba con respeto, como campesinos. Las palabras cambian, las
miradas se transforman, las alternativas se reducen. Los campesinos, hoy transformados en
pobres, se refugian en la subsistencia y, cuando pueden, viven sobre la base de los subsidios
estatales. Al cambiar de categoría, de campesinos a pobres, se transforman dichos sujetos en
objetos de compasión, sin perspectiva de desarrollo autónomo (Bengoa, 2003; De Grammont,
2001). Sin embargo, la persistencia de estas formas de producción campesina, nos indica que
aun es necesario ahondar en las particularidades de estos actores, considerando en cada caso
sus características culturales y sociales. Es importante, tal como afirma Murmis (1998),
realizar estudios particulares y construir tipologías que den cuenta de la heterogeneidad de
realidades que se presentan en los espacios rurales.
En este trabajo analizaremos la región del Gran Chaco Argentino, donde, desde la década de
1970, operaron importantes transformaciones productivas. El cambio en las lógicas y en la
forma de producción, denominado pampeanización productiva por Bruniard (1975/78) fue
resultado de la introducción en la región de la producción de commodities (como por ejemplo
las oleaginosas, y entre ellas principalmente la soja), con uso de nuevos paquetes
tecnológicos, semillas genéticamente modificadas, alta capitalización e inversión, en manos
de grandes empresas agrícolas (Pengue, 2005).
Este proceso ha representado profundos cambios tanto en el medio ambiente,
fundamentalmente a través del incremento de las tasas de deforestación (Gasparri y Grau,
2009; Grau, Aide, y Gasparri, 2005; Grau, Gasparri, y Aide, 2008), como en las poblaciones
locales. Así pues, la población rural chaqueña, históricamente marginal y con frecuencia
asociada a altos niveles de pobreza, pasó a convivir con nuevos agentes sociales y económicos
que operan en el territorio con lógicas de mercado completamente diferentes a las locales
(Bolsi y Meichtry, 2006; Bolsi y Paolasso, 2009). Numerosos trabajos han analizado los
efectos de la ampliación de la frontera agropecuaria sobre las poblaciones locales del Chaco
(Leon, Prudkin, y Reboratti, 1985; Reboratti, 2009; Teubal, 2008) pero no se ha descripto
suficientemente a los pequeños productores rurales del Chaco, menos aun atendiendo a su
distribución espacial. Estas ausencias han motivado los objetivos de la presente investigación,
vinculados con la identificación del pequeño productor rural del Gran Chaco, su distribución
espacial y el conocimiento de su homogeneidad/heterogeneidad en función de los niveles de
pobreza y de acceso a determinadas tecnologías.
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Preguntas como ¿qué magnitud alcanza la pequeña producción en el Gran Chaco?, ¿dónde
predominan los pequeños productores? y, ¿sus áreas de concentración coinciden
espacialmente con las áreas de mayor pobreza y baja capitalización tecnológica? son
actualmente adeudadas por los estudios sociales. Por otro lado, nos preguntamos si los
indicadores desarrollados para medir la pobreza –como por ejemplo el Índice de Privación
Material de los Hogares- resultan eficaces para medir pobreza en medios rurales. Contar con
una radiografía clara de la situación del pequeño productor, a comienzos del siglo XXI, nos
permitirá aproximarnos a una mejor comprensión de las articulaciones de estos actores con las
nuevas transformaciones productivas.
El universo de estudio está constituido por la población rural del Gran Chaco Argentino, la
cual representa el 27.5% de la población total regional. Se pretende formalizar un índice que
sintetice información referida al pequeño productor agropecuario y su grado de precarización
(medido a partir de sus condiciones de vida y grado de capitalización). Dicho índice
permitiría, por un lado, expresar la distribución espacial del pequeño productor pobre en el
Gran Chaco a comienzos del siglo XXI, y por otro, representa una propuesta metodológica
para la medición de la pobreza en la ruralia chaqueña.
En un primer apartado de este trabajo se desarrolla el concepto de pobreza, se describen los
principales indicadores para medirla y se analizan las críticas a su aplicación en el medio
rural. Seguidamente, proponemos y describimos los pasos para la elaboración de la
herramienta metodológica, la cual nos permitiría abordar nuestro problema. Luego detectamos
los principales procesos socio-ambientales que caracterizaron y transformaron al Gran Chaco
Argentino en la transición del siglo XX al XXI. Finalmente se discuten los resultados y se
presentan las conclusiones.
2. LA POBREZA Y SU MEDICIÓN EN EL MEDIO RURAL
La pobreza, como toda realidad multifacética, se presenta problemática a la hora de definirla,
explicarla y -principalmente- medirla. En cuanto a su definición, la pobreza es usualmente
concebida en términos de insuficiencia de recursos, privación o carencia de bienestar, como
un estado de situación en donde se considera que la vida humana pierde dignidad, se degrada.
Las situaciones de pobreza se asocian al infra-consumo, una alimentación insuficiente e
inadecuada -en términos nutricionales y culturales-, precarias condiciones de vivienda, bajos
niveles educacionales, inadecuadas condiciones sanitarias, una inserción precaria en el
aparato productivo. Asimismo, la literatura destaca las consecuencias psicológicas para las
personas que viven en situación de pobreza, tales como disminución de autoestima,
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desaliento, depresión y el impacto en los lazos familiares y sociales producto de la no
participación del modo de vida material y cultural dominante (Reyes Moyano, 1996).
Según Amartya Sen y Manfred Max-Neef (citados por Boltvinik, 1990) es necesario
distinguir entre necesidades y satisfactores. Contrariamente a lo que se ha creído siempre, las
necesidades humanas son finitas, no están constantemente cambiando, ni varían de una
cultura a otra, ni en el tiempo. Las necesidades humanas fundamentales son fijas, pocas y
clasificables. Son las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos. Lo que
está culturalmente determinado no son las necesidades sino los satisfactores de esas
necesidades. La pobreza, entonces, definida por Sen (2000), es la privación de capacidades,
entendidas como habilidades para alcanzar ciertas condiciones de vida.
Sin embargo, debido a la dificultad para fijar criterios y umbrales de pobreza considerando el
grado de satisfacción de ciertas necesidades, medidas a través del consumo de determinados
satisfactores según la sociedad de que se trate, los criterios que asocian la pobreza a un nivel
de ingreso, son los que han prevalecido. Así pues, los métodos más usados para medir la
pobreza suelen captar sólo las carencias económicas (Línea de pobreza, producto bruto
interno per cápita, población que vive con menos de un dólar al día, etc.), describiendo una
pobreza de tipo coyuntural4. Este nexo entre el concepto de ingreso y satisfacción de
necesidades/bienestar lleva implícita la idea desarrollista en la cual el incremento del ingreso
supone una mayor disposición de bienes por parte de la población y, dicha disposición,
supone un aumento del bienestar y la calidad de vida (Sejenovich y Gallo Mendoza, 1995).
Así pues, estas tendencias se contraponen con el enfoque de Sen y Max-Neef, donde se
destaca que no son los medios (ingresos o gastos) los que cuentan sino los resultados en
términos de bienestar y condiciones de vida (mortalidad, analfabetismo, esperanza de vida,
etc.).
La insuficiencia de información respecto a las capacidades de la población para hacer frente a
sus necesidades ha limitado el desarrollo y consolidación del enfoque de Amartya Sen. No
obstante, en un intento de ampliar el enfoque puramente monetarista, ciertos indicadores de
pobreza han incorporado la dimensión social y patrimonial de los hogares, consiguiendo
captar además la denominada pobreza estructural. Entre ellos se destacan el método de las
Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y el Índice de Privación Material de los hogares
(IPMH). El primero de ellos, es el método más utilizado en América Latina. Fue introducido
4 Para profundizar las nociones de pobreza estructural y coyuntural consultar Feres y Mancero (2001) y Gómez
et al. (2003).
6
por la CEPAL a comienzos de los años ochenta para aprovechar la información de los censos
en la caracterización de la pobreza. Bajo este método, se seleccionan una serie de indicadores
censales que permiten constatar si los hogares satisfacen o no algunas de sus necesidades
principales (Feres y Mancero, 2001)5. El segundo, el IPMH
6, fue desarrollado en Argentina
por el INDEC con el objetivo de conseguir un nuevo índice de pobreza que superara algunas
de las limitaciones del método NBI7.
En esta propuesta entendemos que la definición e identificación de la pobreza conforma un
“yacimiento de subjetividades diverso” (González, 1997: 285), dada la elección -a veces de
sesgo determinista- de las variables que procuran identificar las legítimas necesidades de la
población, como así también de los umbrales que definen la insatisfacción de dichas
necesidades. Sin embargo, es incuestionable el desenlace fatal que genera en algunos niños la
condición de pobreza. Por tales motivos se pretende en esta propuesta escapar al “inmenso
mar de subjetividades” inherentes al concepto de pobreza e ingresar al terreno de la
distribución espacial del fenómeno desde la epidemiología, donde la muerte infantil por
patologías respiratorias, infecciosas y relacionadas a la desnutrición ponen de manifiesto el
grado de vulnerabilidad en el que se encuentran sometidas determinadas poblaciones. De este
modo, en este trabajo, al analizar la pobreza a partir de la muerte infantil por las denominadas
“enfermedades de la pobreza”8, se pretende escapar del sesgo subjetivo en la definición de
variables que identifican la precariedad, superando la penalización que sufren las áreas rurales
5 En Argentina, de acuerdo al Censo Nacional de Hogares y Viviendas 1991, los hogares con Necesidades
Básicas Insatisfechas son aquellos que presentan al menos una de las siguientes condiciones de privación: (i)
Hacinamiento: hogares con más de tres personas por cuarto. (ii) Vivienda: hogares que habitan una vivienda de
tipo inconveniente (pieza de inquilinato, pieza de hotel o pensión, casilla, local no construido para habitación o
vivienda móvil, excluyendo casa, departamento y rancho). (iii) Condiciones sanitarias: hogares que no tienen
ningún tipo de retrete. (iv) Asistencia escolar: hogares que tienen al menos un niño en edad escolar (6 a 12 años)
que no asiste a la escuela. (v) Capacidad de subsistencia: hogares que tienen cuatro o más personas por miembro
ocupado, cuyo jefe no hubiese completado el tercer grado de escolaridad primaria. 6 El IPMH identifica a los hogares según su situación respecto a la privación material considerando dos
dimensiones: recursos corrientes y patrimoniales. La dimensión patrimonial se mide a través del indicador de
Condiciones Habitacionales, dado que la vivienda es un bien cuyo disfrute depende usualmente de la
acumulación exitosa y sostenida, permitiendo inferir su situación patrimonial. Este indicador establece que los
hogares que habitan en una vivienda con pisos o techos de materiales insuficientes o sin inodoro con descarga de
agua presentan privación patrimonial. La dimensión de recursos corrientes se mide a través del indicador de
Capacidad Económica, concebido como una aproximación a la insuficiencia de ingresos. Este indicador se
construye a partir de la relación entre los años de educación formal aprobados por los perceptores de ingresos y
la cantidad total de miembros del hogar. La combinación de estas dimensiones define cuatro grupos de hogares:
sin ningún tipo de privación, con privación sólo de recursos corrientes, con privación sólo patrimonial, y con
privación convergente (cuando se presentan ambas privaciones simultáneamente) (INDEC, 2004). 7 Las limitaciones del método NBI han sido analizadas por Álvarez et al. (2005), Gómez et al. (2003), Álvarez
(2002), Kaztman (1996), y se encuentran recopiladas y explicadas en Longhi (2011). 8 Se destacan dentro de este grupo de causas de muerte la neumonía, neumonitis, bronquiolitis, bronconeumonía,
septicemias, diarreas infecciosas, desnutrición proteinocalórica, marasmo, kwashiorkor, entre otras.
7
según las tradicionales metodologías de medición de la pobreza9. Sobre esta cuestión se
desarrolla a continuación el siguiente apartado.
2.1. Pobreza y ruralidad: un nexo establecido
Tradicionalmente, el concepto de ruralidad ha estado asociado a tres fenómenos
interrelacionados: una baja densidad demográfica, el predominio de la agricultura en la
estructura productiva de una localidad o región y ciertos rasgos culturales -valores, creencias
y conductas- diferentes a los de las poblaciones de las ciudades (Llambí Insua y Pérez Correa,
2007). Esta imagen es construida en oposición a la de las sociedades urbanas, las cuales son
representadas como sociedades modernas y dinámicas basadas en actividades industriales y
comerciales. Las dicotomías rural-urbano y campo-ciudad planteadas de este modo tradicional
tendrían su origen en una concepción lineal del desarrollo, donde se considera el proceso de
modernización como el paso de una forma de vida rural -sinónimo de atraso- a una forma de
vida urbana, industrial, dinámica y heterogénea, tanto social como culturalmente (Mathey,
2007). El pensamiento dicotómico que entiende lo rural como contrario a urbano, sigue
estando vigente, a pesar de que se ha probado ya su ineptitud para explicar la realidad,
especialmente por aquellos autores que desarrollaron el concepto de la nueva ruralidad10
. Este
pensamiento dicotómico, además, forma parte de perspectivas de base estructuralistas,
asociadas también a ideas desarrollistas y descampesinistas, donde se observa al sujeto social
campesino, como un sujeto en tránsito, próximo a desaparecer cuando advenga el desarrollo
moderno (Astori, 1984).
Esta percepción tradicional del mundo rural sin duda ha facilitado la complementariedad entre
los conceptos de ruralidad y pobreza. El medio rural pasa a ser, en el imaginario colectivo, un
medio de escasez, de carencias y de extendida insatisfacción de necesidades. La relación entre
pobreza y ruralidad se corporiza en los campesinos y pequeños propietarios. Así por ejemplo,
Posada (1997) describe la marcada tendencia en buena parte de los estudios sobre el
9 Pretendemos, a partir de la propuesta metodológica que aquí se presenta, abandonar el centro de la atención
sobre la pobreza que se coloca en variables como nivel educativo, vivienda precaria, disponibilidad de cloacas,
etc. Se pretende, en definitiva, abandonar el tipo de preguntas relacionadas con ¿cuánta educación es necesaria
para no ser pobre?, ¿son las paredes de adobe y el techo de paja indicadores de pobreza? para poner el acento en
las consecuencias de dichas características –si las hubiera- sobre el proceso salud-enfermedad-muerte infantil. 10 En un mundo cada vez más globalizado, resulta muy difícil fijar límites entre lo urbano y lo rural, debido a
que se observan transformaciones importantes en las formas de vida rurales. Hoy asistimos a un proceso de
construcción de una nueva ruralidad, donde lo rural pasa a englobar tanto a sociedades campesinas como a
poblaciones asociadas con procesos agroindustriales y no agrarios. Lo rural ya no es solamente expresión de la
producción primaria sino que la trasciende y engloba la diversificación de actividades (Giarracca, 1991 y 2001;
Pérez, C., 2001).
8
campesinado a relacionar campesinos con minifundistas y a ambos con pobreza rural.
Algunos autores, como Manzanal (1995), explican la “permanencia de la producción
campesina en el círculo vicioso de la pobreza como una consecuencia de restricciones sociales
y económicas de carácter estructural”. También Mathey (2007) observa que es usual encontrar
en la bibliografía la utilización del término pequeño productor asociado a situaciones de
precariedad o pobreza.
Esta percepción tradicional de lo rural y su nexo con condiciones de pobreza, se sustenta
también en las estadísticas oficiales de los países de América Latina. En casi todos los países
de América Latina el grado de ruralidad de un municipio o localidad suele estar altamente
correlacionado con los niveles de pobreza (Schejtman, 1999). En efecto, la incidencia de la
pobreza en América Latina es superior en las áreas rurales, y Argentina no escapa a esta
tendencia (Bolsi y Paolasso, 2009). Es decir, la población rural no pobre es mínima.
Ante estos patrones algunos autores han comenzado a cuestionar los indicadores clásicos de
medición de la pobreza –tales como el método NBI- y a preguntarse si es válido aplicarlos
para medir la pobreza en el medio rural. Se critica la parcialidad de los indicadores, su fuerte
sesgo urbano y su tendencia a sobreestimar la pobreza en el medio rural (Forni y Neiman,
1994; Murmis, 2001; Forni, 2002; Neiman et al. 2004). Las condiciones de carencia medidas
con estos indicadores, no serían perfectamente aplicables para las zonas rurales, ya que estas
“privaciones” en los hogares rurales responden a prácticas culturales y modos de hábitats
tradicionales, diferentes a las del medio urbano. Forni y Neiman (1994) sostienen que la
aplicación del enfoque de las NBI al medio rural presenta limitaciones tanto de orden
conceptual como operativo, en parte atribuidas a “un sesgo urbano que se encuentra presente
en la gran mayoría de los ejercicios de medición de la pobreza realizados desde esta
perspectiva”. Los autores señalan que un estándar de necesidades mínimas –o satisfactores, si
seguimos a Sen-, utilizados para ámbitos rurales y urbanos por igual, no sería adecuado tanto
desde un análisis objetivo como desde la percepción o evaluación de las condiciones de
privación efectuadas por los propios individuos. Asimismo, se señala que la construcción de
algunos indicadores de vivienda y servicios desconoce el carácter “natural” del medio rural y
la dificultad de acceso a ciertos recursos, como por ejemplo el aprovisionamiento de agua
para el consumo familiar, los materiales de construcción de la vivienda, entre otros. También
Murmis (2001) encuentra que la aplicación del método NBI puede conducir a una
sobreestimación de la pobreza en áreas rurales especialmente por la incidencia de los
indicadores de vivienda y condiciones sanitarias. Señala que, en ciertas situaciones, la falta de
9
sanitarios, la existencia de pisos de tierra y ciertos tipos de vivienda se encuentran más
asociados a aspectos culturales que a condiciones de privación.
Así pues, el fuerte sesgo urbano y la asociación entre el concepto de satisfacción de
necesidades e ingreso, permite al menos poner en discusión los resultados obtenidos al aplicar
estos indicadores para el medio rural. Ya que el resultado de sobreponer una mirada urbana
sobre un espacio con características culturales -dígase habitacionales, de consumo y también
de racionalidad productiva y de uso de variadas estrategias de subsistencia- disímiles, puede
resultar falaz para aproximarse a una pobreza rural, que, seguramente, habría de tener
manifestaciones diferentes a la pobreza urbana. Estas razones son las que nos llevan a escoger
a las enfermedades de la pobreza como herramienta para analizar la insatisfacción de las
necesidades mínimas en la ruralia del Gran Chaco Argentino, y a descartar el uso de
indicadores como NBI o IPMH. A partir de las enfermedades de la pobreza, focalizamos el
análisis en términos de resultados, soslayando la mirada sobre ciertas variables como
educación, ingresos, características de la vivienda, etc., y partiendo de la premisa: “donde
mayor es la mortalidad de los niños por enfermedades de la pobreza, mayores son las
carencias y menores las condiciones de vida, independientemente del peso que ejerzan
variables de educación o vivienda -clásicas en la medición de la pobreza-”.
3. UNA APROXIMACIÓN METODOLÓGICA PARA LA IDENTIFICACIÓN DEL
PEQUEÑO PRODUCTOR RURAL PRECARIO
Proponemos en este trabajo el diseño, elaboración y aplicación de una herramienta
metodológica para aproximarnos al conocimiento del pequeño productor precario del Chaco
Argentino. Nuestra área de estudio cubre el sector norte del Gran Chaco Argentino. Incluye
setenta y cuatro departamentos de las provincias argentinas de Jujuy, Salta, Tucumán, Chaco,
Santiago del Estero y Formosa. Comprende en su conjunto un área de 400.000 km2, y alcanza,
para 2001, una población 3004774 habitantes, de los cuales el 27.6% reside en el medio rural.
(Fig. 1).
Las fuentes de información utilizadas fueron esencialmente de dos tipos: fuentes
bibliográficas, para la contextualización y comprensión de la situación socio-ambiental en la
que se desenvuelve el actor social que buscamos describir; y fuentes censales e información
de estadísticas oficiales, que utilizamos para elaborar nuestro índice. Las fuentes de
información estadística utilizadas fueron: el Censo Nacional de Población, Hogares y
Viviendas 2001 (CNPHyV), el Censo Nacional Agropecuario 2002 (CNA) y el Programa
Nacional de Estadísticas de Salud 1999-2003 (PNES), con estadísticas sobre nacimientos y
10
defunciones de menores de cinco años según causas de muerte. En todos los casos utilizamos
información desagregada a nivel departamental. El análisis se centra alrededor de los años
2001-2002, dado que aun no se han publicado todas las variables censales correspondientes al
último censo de población (del año 2010) y al último censo agropecuario (del 2008).
Fig.1: Localización del Área de Estudio. Setenta y cuatro departamentos del Norte Argentino, pertenecientes a la
Eco-región Chaqueña.
Así pues, en primer lugar, partimos del análisis bibliográfico para conocer la situación del
“Pequeño Productor Agropecuario Precarizado” (PPAP) dentro de un contexto de
transformaciones productivas y procesos socio-ambientales que están caracterizando y
transformando al Gran Chaco Argentino desde hace algunas décadas. Por otro lado, se intentó
identificar al “Pequeño Productor Agropecuario” (PPA) del Chaco en las estadísticas oficiales
y localizarlo geográficamente y, finalmente, elaboramos nuestro indicador que nos aproxima a
sus condiciones de vida y grado de capitalización.
Bajo la denominación "Pequeños Productores Agropecuarios" incluimos en este trabajo a un
conjunto heterogéneo de productores que reúnen los siguientes requisitos: 1) residen en
localidades rurales (menores a dos mil habitantes); 2) la principal rama de actividad
económica que desarrollan es la agricultura, ganadería, caza, pesca y silvicultura; y por último
3) son trabajadores por cuenta propia o trabajadores familiares sin sueldo11
(esto incluye la no
11 El CNPHyV define al trabajador por cuenta propia como la persona que siendo única dueña o socia de la
empresa aporta los instrumentos, maquinarias, instalaciones necesarias o capital, desarrollando su actividad sin
11
contratación de mano de obra). Estas variables fueron seleccionadas dada la funcionalidad
para la identificación de los PPA como también por la disponibilidad de información en el
Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001; entendiendo que existe una brecha
entre la definición conceptual del sujeto social y lo que permiten medir las fuentes de
información, aspecto ya reseñado por Tsakoumagkos, Soverna, y Craviotti (2000).
Para arribar a un indicador que nos aproxime a las condiciones de vida y grado de
capitalización de los PPA, seleccionamos una serie de variables, que agrupamos en tres
dimensiones: 1) dimensión socio-productiva, con la cual identificamos al PPA; 2) dimensión
socio-económica, a partir de la cual arribamos a su condición de pobreza en términos de
incapacidades para garantizar la vida y un entorno saludable de los niños; 3) dimensión de
acceso tecnológico, la cual nos introduce en la capacidad de inversión del pequeño productor.
Cada una de las dimensiones tiene su origen en distintas fuentes de información, no obstante,
en los tres casos la información fue consolidada a nivel departamental en torno al año 2001.
Las dimensiones mencionadas fueron procesadas de la siguiente manera:
1. Dimensión socio-productiva: a partir de la información del Censo Nacional de
Población, Hogares y Viviendas 2001 se realizó la identificación del PPA. Utilizando el
software Redatam + SP se realizó un filtro, definido por los requisitos anteriormente
mencionados. El resultado obtenido se representó cartográficamente.
2. Dimensión socio-económica: para aproximarnos a las condiciones de vida de la
población rural del Gran Chaco Argentino seleccionamos un enfoque relacionado con
ciertas patologías que generan la muerte de los niños, entendiendo la menor carga
subjetiva en la definición de la variable y en los umbrales de insatisfacción, aspecto
mencionado en el capítulo anterior. En este caso se relacionaron el total de muertes de
menores de cinco años por enfermedades respiratorias, infecciosas o relacionadas con la
desnutrición, ocurridas en cada departamento entre 1999 y 2003, con el total de nacidos
vivos en la misma área en idéntico periodo. El cociente denominado MoNEP (mortalidad
en la niñez por enfermedades de la pobreza) se expresó cada mil nacidos vivos y, fue, al
igual que en el caso anterior, representado cartográficamente. La fuente de información
contratar a ninguna persona. Asimismo el trabajador familiar es la persona que realiza frecuentemente tareas de
ayuda en la actividad de un familiar sin gozar de sueldo por dicha actividad.
12
fue el Programa Nacional de Estadísticas de Salud, dependiente del Ministerio de Salud
de la Nación.
3. Dimensión de acceso tecnológico: se consideró que la posesión de tractor en la
explotación implica, de alguna manera, la posibilidad de acceso a ciertas tecnologías que
permitirían ir acompañadas en un aumento de la productividad y de los rendimientos12
.
Bajo esta premisa se relacionaron el total de explotaciones agropecuarias con tenencia de
tractor (independientemente de la cantidad y de la antigüedad de los mismos) con el total
de explotaciones del departamento. Esta razón nos aproximaría al grado de capitalización
que presentan los productores del área, independientemente del nivel de desigualdad en
dicho acceso que pudiera existir en el departamento. Finalmente, al igual que en las
dimensiones anteriores, se definió la distribución espacial del indicador. Como fuente de
información se utilizó el Censo Nacional Agropecuario 2002.
Definidas las tres dimensiones, se transformaron la tasa y proporciones obtenidas en números
índice, con el objeto de normalizar la distribución. Para el cálculo y procesamiento de la
distribución espacial de las variables se utilizó Arc View 3.2, y las categorías cartográficas
fueron cinco definidas a partir de cortes naturales13. Finalmente se combinó la información de
las tres dimensiones en un índice final, el cual expresa la distribución espacial de las tres
dimensiones en una síntesis acabada del pequeño productor agropecuario precarizado.
4. MEDIOAMBIENTE, RURALIA Y TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN
EL GRAN CHACO ARGENTINO A COMIENZOS DEL SIGLO XXI.
El Gran Chaco constituye una unidad ambiental de gran importancia debido a su extensión
territorial y diversidad biológica; representando, luego de la Amazonía, el segundo bioma más
importante en América del Sur. Se extiende por 1.2 millones de km2 a través del territorio de
Argentina, Bolivia, Paraguay y Brasil (Dinerstein et al., 1995). La porción situada en
Argentina es la más extensa, representando más del 55% de la superficie total de la ecorregión
y el 22 % del territorio nacional argentino. Se trata de un bosque semi-deciduo, xerofítico, con
predominancia de quebracho colorado (Schinopsis lorentzii) y quebracho blanco (Aspidosperma
12 La agricultura manual es todavía mayoritaria en el mundo. Sólo para tener una idea de la dimensión de la
descapitalización a nivel mundial debe considerarse que la mitad de la población activa del mundo trabaja en
agricultura (1.300 millones de personas) y hay solamente 28 millones de tractores. Se calcula que nada menos
que 400 millones de activos en agricultura todavía trabajan con herramientas estrictamente manuales, sin
fertilizantes, sin agrotóxicos, ni mucho menos variedades de plantas y razas de animales seleccionadas (Mazoyer
y Roudart, 2008). 13
Este método identifica saltos importantes del valor de la variable en la secuencia para crear clases o categorías
cartográficas.
13
quebracho-blanco). Por la influencia antrópica, posee la fisonomía de un bosque bajo con un
estrato arbustivo bien desarrollado (Hueck, 1978). El clima de la zona se clasifica según
Thornthwaite como semiárido (Morello y Adámoli, 1974). Posee un fuerte gradiente de
precipitaciones que va desde los 400 mm/año en el centro de la región a más de 800 mm/año
en sus márgenes, las cuales se concentran en los meses de verano. En cuanto a las
temperaturas, la región representa el polo del calor de América del Sur (Prohaska, 1959).
Dadas las altas temperaturas y las escasas precipitaciones, existe un balance hídrico negativo a lo
largo de todo el año (Torres Bruchmann, 1981).
Residían en 2010 en este territorio 3,2 millones de habitantes, es decir tan sólo un 8% de la
población total argentina. En 2001 la población de la región era de 3 millones, de los cuales
un 27,6% residía en el medio rural, en su mayoría como población rural dispersa14
. En cuanto
a las condiciones socioeconómicas, debe decirse que la región Chaqueña representa una de las
regiones más desfavorecidas del país. Si consideramos los indicadores tradicionales de
pobreza (NBI o IPMH) o analizamos las Tasas de Mortalidad Infantil y otros indicadores de
enfermedades de la pobreza, encontramos en el Chaco los valores más altos del país (Bolsi y
Paolasso 2009; Longhi, 2011). Por otro lado, la incidencia de la pobreza en la población rural
del Chaco es extrema, el 93% de la población rural cuenta con alguna carencia de IPMH (ya
sea de recursos corrientes, patrimoniales o convergentes)15
. Finalmente, entre las
características más destacadas de la población de la región debe decirse que allí habitan más
de 13 pueblos indígenas, representando el territorio con mayor porcentaje de población
indígena del país (Censabella, 2007).
A pesar que no todos los departamentos tienen altos niveles de ruralidad (el rango va desde
departamentos capitalinos con apenas 1% hasta jurisdicciones con el 100% de población
rural), elegimos trabajar con toda la eco-región para conseguir una visión amplia de la
situación de los pequeños productores en toda la zona. Se atenderá a continuación a los
principales cambios socio-ambientales ocurridos en el territorio y sus implicancias sobre los
pequeños productores.
4.1. Cambios socio-ambientales: expansión de la soja y deforestación
Desde la década del ‘70 y aceleradamente desde mediados de los ‘90, en la región del Chaco
se destacó un avance de la frontera agropecuaria ligada fundamentalmente al cultivo de soja.
La breve historia de la producción de esta oleaginosa en Argentina es realmente notable.
14 Ver Anexo 1.
15 Ver Anexo 2.
14
Ningún otro cultivo experimentó una expansión semejante y una trascendencia económica tan
importante como la soja en un período tan corto de tiempo. De ser un cultivo prácticamente
desconocido en la década del ‘70 pasó a ser el primer producto agrícola del país, cubriendo
más de 12 millones de hectáreas y generando unos 35 millones de toneladas de semilla para el
año 2002 (Reboratti, 2006).
Según Obschatko y Piñeiro (citado por Teubal, 2003) hacia los años ’70 en la región
pampeana comienza a desarrollarse el cultivo de soja provocando una parcial sustitución del
maíz y del sorgo, así como de actividades ganaderas. Muchas de las tierras antes utilizadas
para la ganadería fueron transferidas a la producción de soja, mientras el ganado, o bien se
concentraba en feed lots, o era desplazado hacia zonas peripampeanas.
Hacia mediados de la década de los años ‘90, el agro argentino da un nuevo salto tecnológico.
En 1996 comienza la implantación de la semilla transgénica de la soja RR que se combina con
la denominada “siembra directa”16
y con la utilización de herbicidas, específicamente el
glifosato. De la mano de las nuevas variedades desarrolladas, la expansión de la soja,
hambrienta de tierras y aprovechando los bajos precios relativos, comenzó a expandirse hacia
el Norte Argentino17
. Y hasta ahora el avance de la frontera agrícola responde a estímulos del
mercado totalmente externos a la región: el incremento de la superficie con soja en el Chaco
no es el producto de una dinámica interna de la región, sino que respondió a un estímulo
externo, fundamentalmente su precio en el mercado internacional18
.
Estos procesos han representado profundos cambios en el medio ambiente y en la población.
Con el arribo de grandes empresas agropecuarias a la región y el consecuente cambio de las
lógicas de producción, se ha transformado la fisonomía del territorio. La superficie cultivada
creció desplazando tanto al bosque nativo chaqueño y como a las poblaciones locales,
especialmente a aquellas que se encontraban en situaciones de inseguridad jurídica de la
16 La siembra directa, o método de labranza cero, es un modelo conservacionista que se basa en no roturar el
suelo. La cobertura continua del suelo, la reducción de las labranzas y el control de malezas con herbicidas,
permite disminuir la erosión y mantener la productividad física de los cultivos. Este sistema, vinculado
directamente en la región pampeana a la utilización de rotaciones trigo-soja, maíz, girasol aseguraba tres
cosechas en dos años. Esto aceleró la instalación de la agricultura continua en la pampa, la región agrícola de
mayor movilidad productiva, económica y tecnológica de América del Sur. 17
A principios de los noventa, el precio de estas tierras rondaba los 30 dólares la hectárea. Los trabajos de
desmonte resultaban por lo general más caros que la tierra misma, ya que debían invertirse 350 dólares por
hectárea (Reboratti, 1989). 18
El precio internacional de la soja (fijado en la Bolsa de Comercio de Chicago) se encuentra actualmente
batiendo records a raíz de las sequías que afectaron la producción en Sudamérica y en USA este año. Los precios
actuales rondan los 640 dólares la tonelada y es encuentran entre los máximos históricos (La Nación, 20-07-
2012).
15
propiedad de la tierra (Frère, 2005). La expansión de la frontera agraria en el Chaco significó
la deforestación de miles de hectáreas de bosque nativo chaqueño (Gasparri y Grau, 2009). En
la década de 1990, se perdieron por año en el Chaco Seco 175 mil hectáreas de bosque
(Gasparri y Grau, 2006), lo cual representaba el 70% de la superficie anual deforestada de
Argentina y una tasa de deforestación de al menos tres veces superior al promedio mundial
(SAyDS, 2002; Puyravaud, 2003). Entre 1988 y 2002 la superficie cultivada en el Chaco Seco
se incrementó un 93%, siendo la soja el cultivo que más creció. En la década del ’90, la soja
pasó de representar el 16% de la superficie cultivada total en 1988 al 37 % en 2002, con unas
tasas de crecimiento del 350% y equivalentes a un incremento de más de un millón de
hectáreas (Paolasso, Krapovickas, y Gasparri, 2012).
Las nuevas actividades representan un modo de producción totalmente diferente a los
característicos del área. Se trata de la producción de commodities (fundamentalmente soja)
para abastecer mercados globales, caracterizada por un alto nivel de uso de tecnologías, sobre
grandes superficies de explotación, con escasa mano de obra altamente calificada, requisitos a
los que el pequeño productor local no podría acceder (Reboratti et al, 1996; Morello, 2006).
Esta situación condujo a una mayor marginalidad de los pequeños productores, quienes a
partir de entonces pasaron a competir por el territorio con el capital transnacional.
4.2. Los pequeños productores del Gran Chaco
El amplio abanico de actores sociales presentes en el Chaco incluye desde comunidades
indígenas, campesinos y pequeños productores, hasta empresarios foráneos que operan en la
región pero que no están presentes en la misma. Las motivaciones y las estrategias
económicas, así como el uso del suelo, difieren en cada grupo social y responden a estímulos
diferenciados; las condiciones socio-económicas de cada grupo, por otro lado, también
difieren sustancialmente. Los productores empresarios, ya sean de origen local o foráneo, se
caracterizan por disponer de capital para invertir en la explotación (muchas veces utilizando
capital financiero) y realizar un tipo de actividad de carácter intensivo, con producciones
destinadas a los mercados globales. En contraposición, las comunidades indígenas y los
pequeños productores que realizan ganadería extensiva (los puesteros) se caracterizan por ser
los grupos sociales de mayor pobreza en Argentina, con altas tasas de analfabetismo y escaso
nivel de acceso a servicios básicos de salud, educación y agua potable. Los puesteros ganaderos
tienen un nivel de capitalización e inversión muy bajo, y su acceso al mercado es marginal,
mientras que los indígenas prácticamente están excluidos del mercado. Sobre estos dos actores
sociales se detalla a continuación.
16
4.2.1. Los puesteros ganaderos
La población rural dispersa del Chaco es en su mayoría criadora de ganado. Reside en el puesto,
el cual consiste en un asentamiento precario, permanente, que consta de una casa, una aguada,
corrales y un cerco de ramas que clausura unas pocas hectáreas (de 2 a 4 has.) donde hay pasturas
naturales y donde se planta maíz (Morello, J. y Saravia Toledo, J. 1959). Ellos practican una
ganadería extensiva, a veces denominada “ganadería de monte”, donde el ganado
(principalmente constituido por vacas y cabras) vagabundea por el monte sin control,
criándose de modo prácticamente salvaje, sin aguadas, potreros ni alambrados. No hay control
alguno de apareamiento, plagas ni enfermedades, lo que en su conjunto determina un producto
de deficiente calidad (León, C., Prudkin, N. y Reboratti, C., 1985).
Los puesteros se instalaron en el Chaco a comienzos de 1900, principalmente en las márgenes
de los ríos. Luego se expandieron hacia los interfluvios, y más tarde monte adentro, en parte,
ayudados por el Estado, que con el objeto de incentivar la colonización de esta región,
construyó pozos de agua a intervalos de 5-10 km. Esto sin duda, contribuyó al patrón de
asentamiento disperso en el monte (Altricher, 2006). El proceso de colonización todavía
continúa, aunque más lentamente, con campesinos provenientes de otras regiones o los
descendientes de los primeros campesinos buscando nuevas tierras para establecer su familia.
A su vez, el proceso de ampliación de la frontera agropecuaria ha llevado a un desplazamiento
de muchos puestos de sus áreas de origen hacia regiones más apartadas del monte (Grau, Aide
y Gasparri, 2005).
La forma de tenencia de la tierra entre los puesteros es diversa. En general los puesteros no
son propietarios, y se asientan sobre tierras fiscales o en grandes propiedades, donde acuerdan
con el propietario la entrega de algunas cabezas al año como forma de pago (León, C.,
Prudkin, N. y Reboratti, C., 1985). Principalmente en la provincia de Santiago del Estero, se
ha incrementado el número de campesinos que han solicitado la prescripción veinteñal y
muchas veces con la ayuda de ONG’s han accedido a la titularidad de las tierras. El
movimiento campesino de Santiago del Estero (MOCASE) ha sido clave en estos procesos.
(Barbetta, 2002).
4.2.2 Las comunidades aborígenes cazadoras y recolectoras
Los principales grupos aborígenes residentes en esta área son los pueblos Toba (Qom) y
Wichí, los cuales subsisten sobre la base de la pesca en aguas del Pilcomayo, combinada con
el trabajo asalariado, formas de producción mercantil simple, y la práctica de la horticultura,
la caza y la recolección de frutos silvestres y miel (Gordillo, 1995).
17
Estos pueblos aborígenes fueron reclutados hasta aproximadamente mediados de siglo XX
como mano de obra en la consolidación y expansión de la agroindustria azucarera en Salta y
Jujuy, siendo sometidos a formas extremas de explotación (Gordillo, 1995; Bisio y Forni,
1976 y Bolsi y Ortiz de D’Arterio (2001). A partir de la mecanización de la zafra salto-jujeña
en los ’60 y la interrupción de este empleo temporal, acabó la fuente de ingresos que cubría la
subsistencia durante siete meses al año, y por ende condujo a un mayor empobrecimiento
relativo y a un incremento de la presión sobre la pesca, la caza y la recolección. Como parte
de este proceso, y dada la actual incapacidad de estas actividades de cubrir por si solas la
reproducción de los grupos domésticos, se incrementó la migración rural-urbana y la
formación de asentamientos indígenas periurbanos, sobretodo en Tartagal, Embarcación, en
poblados ubicados sobre la Ruta Nacional 34 y en Ingeniero Juárez, donde los aborígenes
viven de las “changas” y de los empleos en la intendencia (Gordillo, 1995 y 1999).
Tanto wichís como Tobas continúan con las prácticas tradicionales de caza, recolección y
pesca utilizando los recursos del bosque de una manera libre. A pesar de que algunos trabajan
como maestros, enfermeros, auxiliares contables, o desempeñando cargos en municipalidades,
escuelas, hospitales, muchos viven de la venta de artesanías de chaguar y palo santo. En su
mayoría, los wichís y tobas del Chaco conservan elementos de su rica cosmovisión, su lengua
y curaciones naturales y dependen del monte para su sustento material y espiritual.
5. DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DEL PEQUEÑO PRODUCTOR AGROPECUARIO
Y DEL PEQUEÑO PRODUCTOR AGROPECUARIO PRECARIZADO EN EL
CHACO ARGENTINO
Los pequeños productores agropecuarios rurales del Chaco, según nuestra definición,
representan una población de 49502 personas, que comparada con la población activa total
(de catorce a sesenta y cinco años) que se dedica a actividades primarias significa un
porcentaje de 55.2%. Aplicando la metodología que ya mencionamos conseguimos arribar
también a su distribución espacial en el Chaco. La figura 2 muestra -por un lado- la
proporción que representan en cada departamento los pequeños productores agropecuarios, y
por otro, la distribución espacial de dichos productores atendiendo a sus valores absolutos.
Entonces, ante la pregunta ¿dónde prevalecen los pequeños productores del chaco? El análisis
cartográfico nos brinda una clara respuesta. Pueden detectarse en el mapa de los valores
relativos tres áreas de concentración: 1) el Chaco campesino-aborigen integrado por la
porción occidental de la provincia Formosa y el departamento Rivadavia de Salta, General
Güemes en Chaco y Copo en Santiago del Estero; 2) el sector oriental de la provincia de
18
Formosa y 3) una sección de los interfluvios Dulce y Salado en Santiago del Estero. Sin
embargo, atendiendo a los valores absolutos de los PPA, observamos que es en el centro
Oriente de la provincia de Formosa y Norte de la provincia de Chaco la región donde se
concentran espacialmente.
Figura 2. Distribución espacial del pequeño productor agropecuario del Gran Chaco. 2001. Valores absolutos y
relativos.
Con respecto a la aproximación a las condiciones de vida, la figura 3 ilustra su distribución
espacial. Los valores más elevados se localizan en el sector occidental de Chaco y Formosa,
destacándose también algunos departamentos santiagueños como Moreno y Guasayán19
. Se
destaca asimismo la significativa discontinuidad espacial del indicador en esta última
provincia, lo que haría suponer un registro disímil de las estadísticas, cuestión ya reseñada en
otros trabajos20
.
19 El método comparativo constituye la herramienta que permite detectar la magnitud que alcanzan las
condiciones de vida en los departamentos estudiados. Solo a modo de ejemplo, la provincia de Tierra del Fuego,
con la menor tasa del país, alcanzaba un valor en su MoNEP igual a 2.1 por mil en el año 2002, cifra seis veces
inferior a la del departamento General Belgrano (Chaco), el mayor registro alcanzado en el Gran Chaco. 20
Cfr. Longhi (2011).
19
Figura 3. Gran Chaco Argentino. Distribución espacial de la tasa de mortalidad en la infancia según
enfermedades de la pobreza. 1999-2003.
En relación al acceso tecnológico se seleccionó la tenencia de tractor como la variable que nos
aproxima a dicho grado de capitalización de las explotaciones agropecuarias (EAP´s). La
figura 4 exhibe su distribución espacial. Los menores registros de tenencia de tractor se
localizan en el sector occidental de Chaco y Formosa y en la casi totalidad de la provincia de
Santiago del Estero, destacándose una variación desde la inexistencia de tractor en el
departamento -caso de Ramón Lista (Formosa)- a un 90% en Comandante Fernández (Chaco),
donde la casi totalidad de los productores tienen, como mínimo, un tractor.
20
Figura 4. Gran Chaco Argentino. Distribución espacial de la proporción de EAP's con tenencia de tractor. 2002.
Si analizamos los mapas de pequeña producción, condiciones de vida y acceso tecnológico,
observamos que la distribución de las variables es muy heterogénea. No necesariamente los
departamentos con mayor número de PPA son los de menor acceso tecnológico, o poseen las
mayores tasas de mortalidad infantil por enfermedades de la pobreza. Por el contrario,
podemos encontrar, al menos, cuatro situaciones en las áreas de prevalencia de la pequeña
producción: 1) Baja MoNEP y escaso acceso tecnológico: serían departamentos donde los
pequeños productores no pueden acceder a tractores, pero donde las enfermedades de la
pobreza están controladas y no presentan tasas elevadas; 2) Alta MoNEP combinada con un
bajo acceso tecnológico: se trata de los departamentos donde los pequeños productores se
encuentran bajo las peores condiciones combinadas de enfermedades de la pobreza junto a un
escaso nivel de acceso tecnológico; 3) Bajas tasas de mortalidad infantil por enfermedades de
la pobreza combinadas con elevado acceso tecnológico: Serían los departamentos con mejores
condiciones, donde los pequeños productores agropecuarios tienen mejores condiciones de
vida así como un mayor acceso al capital, lo que les permite capitalizarse y tener su propio
tractor; y finalmente 4) Altas tasas de mortalidad infantil por enfermedades de la pobreza
21
junto a un alto nivel de capitalización y un mayor porcentaje de EAP´s con acceso a
tecnología: en este último caso se trataría de los departamentos con mayor desigualdad, donde
conviven los pequeños productores, la pobreza y el acceso al capital. (Fig 5.)
Enfermedades de la pobreza
BAJA ALTA
Acceso
tecnológico
BAJA 1
(15 departamentos)21
2
(9 departamentos)22
ALTA 3
(7 departamentos)23
4
(5 departamentos)24
Fig. 5: Cuatro situaciones en las que podemos encontrar a los departamentos del Chaco donde prevalecen los
pequeños productores.
Para analizar estas cuatro situaciones realizamos un filtro sobre la proporción de pequeña
producción, seleccionando los departamentos con registros superiores a la media (50.3% de
PPA sobre productores agropecuarios totales). Este subconjunto incluye 36 departamentos
que representan el 51.6% de la población rural del Gran Chaco Argentino. Sobre este universo
colocamos en los ejes cartesianos las variables tasa de mortalidad en la infancia por
enfermedades de la pobreza y acceso tecnológico, definiendo un umbral de cada variable
surgido del valor promedio de la distribución25
. Se destacan los resultados que se presentan en
la figura 6.
A partir de este análisis podemos entonces clasificar a los departamentos con prevalencia de
PPA según las cuatro situaciones antes descriptas.
Como se puede observar en la figura 6, la situación predominante es la 1 (Baja pobreza y bajo
acceso tecnológico), donde encontramos a 15 departamentos de los 36 totales donde
predominan los PPA. Hallamos paradójicamente que los departamentos con predominancia de
PPA y sin tecnología no se encuentran en las peores condiciones. Las tasas de mortalidad en
la infancia pueden ser bastantes bajas aún cuando se trata de explotaciones descapitalizadas y
pequeñas. Encontramos que, departamentos en los cuales aplicando un indicador de pobreza
convencional como IPMH, aparecerían con altos porcentajes de pobreza, en nuestro análisis
se presentan simplemente como descapitalizados, siendo un requisito que no necesariamente
21 Incluye a Alberdi, Pellegrini, Banda, Avellaneda, Río Hondo, Copo, Loreto, Figueroa, Quebrachos, Salavina,
Capital (Santiago del Estero), Pilcomayo, Bermejo (Formosa), Sargento Cabral y Gral. San Martín. 22
Incluye Pirané, Atamisqui, Rivadavia, Patiño, Mitre, Pilagás, Bermejo (Chaco), Matacos y Ramón Lista. 23
Circunscribe a Fray Justo Santa María de Oro, 1º de mayo, San Lorenzo, Libertador San Martín, Laishi, 2 de
abril y Presidente de la Plaza. 24
Engloba a General Belgrano, Maipú, Almirante Brown, 25 de mayo y General Güemes. 25
En el caso de la MoNEP dicho promedio alcanza el valor de 4.5; en tanto, el porcentaje de productores con
tractor detenta el valor promedio de 17.9%.
22
se manifiesta en altas tasas de mortalidad en la infancia por condiciones de pobreza.
Encontramos que estos departamentos están dispersos en el espacio y que incluyen
jurisdicciones con alto porcentaje de población urbana (como el departamento Capital en
Santiago del Estero) así como departamentos 100% rurales (tal como Figueroa también en la
misma provincia). Así pues, pensamos que por un lado, el acceso a los servicios de salud de
una ciudad cercana puede influir en las bajas tasas de mortalidad de la infancia, pero, como
vemos, no siempre está presente dicha influencia.
1º de Mayo
San LorenzoLaishi 25 de Mayo
Presidente de la Plaza
Almirante Brown
Fray Justo Sta M.de oro
General Belgrano
Maipú
Capital
2 de abril
PellegriniAlberdi
Río Hondo
Avellaneda
Pirané
General Güemes
Pilagás
Copo
Bermejo
Mitre
MatacosRamón Lista
General José de San Martín
Loreto
BermejoBanda
Libertador General San Martín
Figueroa
Sargento Cabral Patiño
AtamisquiSalavina
Quebrachos
Pilcomayo
Rivadavia0,0
10,0
20,0
30,0
40,0
50,0
60,0
70,0
80,0
90,0
100,0
0,0 1,0 2,0 3,0 4,0 5,0 6,0 7,0 8,0 9,0 10,0 11,0 12,0 13,0 14,0 15,0
MoNEP
Acc. T
ecn
olo
g.
Figura 6. Gran Chaco Argentino. Departamentos con prevalencia de pequeños productores. Correlación
departamental entre enfermedades de la pobreza y acceso tecnológico. 2001. Fuente: PNES, CNPHyV 2001 Y
CNA 2002. Elaboración propia.
Bajo condiciones de descapitalización combinada con altas tasas de mortalidad en la infancia
(situación 2), encontramos nueve casos, en ellos observamos que no hay tanta dispersión en el
espacio, agrupados en dos sectores: hacia el occidente formoseño y el sur. Observamos
también que se trata en la mayoría de los casos de departamentos con alta proporción de
población indígena. Si comparamos los valores de pobreza con indicadores como IPMH,
encontramos, en este caso, concordancia, ya que según IPMH se trata de los departamentos
con valores extremos a nivel país.
Bajo la situación 3 (bajas tasas de mortalidad infantil por enfermedades de la pobreza
combinada con alto acceso tecnológico) encontramos 7 casos. Al igual que el caso anterior,
encontramos que hay una importante correspondencia espacial, son departamentos
23
mayormente ubicados hacia el oriente chaco formoseño, con una tradición algodonera y una
historia común de ocupación del territorio por colonos europeos a mediados del siglo pasado.
En la última situación, (caso 4 de altas tasas de mortalidad infantil por enfermedades de la
pobreza junto a un alto nivel de capitalización y un mayor porcentaje de EAP´s con acceso a
tecnología) se clasificaron 5 departamentos de la provincia del Chaco. Entendemos esta
situación como la que representa la mayor desigualdad social, donde se hace evidente que el
agro negocio convive con los pequeños productores y éstos se encuentran en deterioradas
condiciones de vida.
6. PEQUEÑO PRODUCTOR AGROPECUARIO PRECARIZADO
Las tres variables analizadas y cartografiadas anteriormente (pequeño productor agropecuario,
condiciones de vida y acceso tecnológico) fueron unificadas en un índice que localiza al
“Pequeño Productor Agropecuario Precarizado” (PPAP) del Gran Chaco. La distribución
espacial de dicho indicador se presenta en la figura 7. Como se mencionó anteriormente en la
metodología, se distinguieron categorías de acuerdo a los cortes naturales en la distribución de
los datos. Así pues, todos los departamentos del Chaco se clasificaron en cinco categorías,
según los niveles de precarización de la pequeña producción agropecuaria. De esta manera, el
primer nivel reúne a los departamentos donde hay menor predominancia de PPA, mayor
proporción de EAP’s con al menos un tractor, y menores tasas de mortalidad en la infancia
por enfermedades de la pobreza; mientras el quinto nivel presenta una mayor predominancia
de PPA, mínima proporción de EAP’s con al menos un tractor, y mayores tasas de mortalidad
en la infancia por enfermedades de la pobreza.
Al aplicar este indicador en los departamentos del Chaco, observamos que: el nivel 1) reúne
solo a 7 departamentos que se encuentran en las márgenes de la región chaqueña; los niveles
2) y 3) concentran a la mayor parte de los departamentos analizados. En el primer caso se
trata de 25 departamentos (la mayoría también en las márgenes de la región) y en el caso 3 se
trata de 24 departamentos, en este caso concentrados en las provincias de Santiago del Estero
y Chaco. El nivel 4), clasifica 12 departamentos distribuidos en Santiago del Estero, Chaco y
Formosa. El último nivel, 5) de PPA precarios reúne sólo 6 departamentos, 4 de los cuales se
concentran en el corazón de lo que podríamos llamar el Chaco campesino-aborigen
(departamentos Ramón Lista, Bermejo, Matacos y Rivadavia). Los otros dos departamentos
son Mitre (Santiago del Estero) y Pilagás (Formosa). En ellos el valor del índice registra los
valores más altos. Observamos, nuevamente, que hay una gran correspondencia entre el
Chaco aborigen y los pequeños productores precarizados (ver anexo 3).
24
Como se puede observar, la situación media (con niveles medios de PPAP) es la prevalente en
el Chaco Argentino. Es interesante, también, comparar los niveles extremos (1 y 5), donde se
constata la distancia espacial que separa ambas realidades. Mientras el nivel 1 se localiza en
las márgenes meridionales de la región, el nivel 5 (a excepción del departamento Mitre) se
encuentra en la frontera argentino-boliviana-paraguaya.
Figura 7. Gran Chaco Argentino. Distribución espacial del pequeño productor agropecuario precarizado. 2001.
Este indicador, a diferencia por ejemplo del IPMH, no penaliza la condición de ruralidad de la
población. Para constatar esto, analizamos el coeficiente de correlación entre las metodologías
clásicas de medición de la pobreza con la población rural y luego entre nuestro índice PPAP y
la población rural. Observamos que mientras el IPMH presenta una correlación de 0.72, y el
NBI de 0.49, el índice PPAP tiene una correlación mucho menor, de solo 0.26, lo cual nos
aleja de aquella percepción que diera origen a los interrogantes aquí planteados al equiparar
pobreza con ruralidad.
6.1. Pequeños Productores Agropecuarios Precarizados y cambios productivos en el
Chaco
Inicialmente nos preguntábamos sobre el grado de articulación que presentaron los pequeños
productores con las nuevas lógicas económicas operadas a partir de los ’90 y aplicadas en el
medio rural chaqueño. Un modo de aproximarnos a este interrogante es a través del análisis, a
25
nivel departamental, de los procesos de transformaciones productivas, considerando la
clasificación en niveles de condiciones de vida de los PPAP a la que arribamos. Analizamos,
de esta manera, el comportamiento de las principales masas de cultivo y de la ganadería según
tales niveles. Puede observarse en la Tabla 1 la relación entre niveles de PPAP y variaciones
de las principales masas de cultivos y ganadería.
Tabla 1. Gran Chaco Argentino. Variaciones en términos porcentual de la superficie sembrada con las
principales masas de cultivo entre 1988 y 2002 según niveles del índice sintético de pequeños productores
agropecuarios precarizados (PPAP). Fuente: PNES, CNPHyV 2001 y CNA 2002.
Nivel 1 Nivel 2 Nivel 3 Nivel 4 Nivel 5
CEREALES 252,2 157,1 53,2 3,1 166,4 OLEAGINOSAS 128,7 224,8 241,7 494,9 423,5 INDUSTRIALES -30,5 -38,6 -25,9 -66,4 -61,3 FRUTALES 296,2 -62,2 -31,3 -32,4 -1,8 HORTALIZAS Y LEGUMBRES -66,2 -54,1 15,1 54,8 57,4 FORESTAL -31,9 -7,6 41,4 32,2 1824,7 FORRAJERAS 20,3 83,7 185,4 181,1 143,1 GANADERIA -4,6 34,1 67,9 103,2 439,4
Como se observa en la tabla 1, en la región en su conjunto podemos encontrar ciertos
comportamientos homogéneos, pero también resaltan singularidades al observar los cambios
según niveles de precariedad de la pequeña producción. Entre las homogeneidades, hay que
advertir que, con variaciones en la intensidad de los cambio, todos los departamentos
analizados presentan un aumento en el cultivo de cereales, oleaginosas y forrajeras, a la vez
que disminuyen los cultivos industriales. Sin embargo, se detectan también ciertas
particularidades. Mientras que en el nivel 1, de menor índice de PPAP, la ganadería se retrae,
al elevar el índice de PPAP, encontramos la tendencia contraria: el aumento de la ganadería (y
asociada a ella los cultivos de forrajeras) es progresivamente más importante. De modo
similar se comportan los cultivos forestales, donde en el caso del nivel de PPAP 5
encontramos tasas de incremento cercanas al 2000%. En cuanto a las oleaginosas, a pesar de
su incremento en todos los casos, observamos que la suba alcanza magnitudes más
considerables en los niveles 4 y 5, evidenciando un proceso de avance de la frontera
agropecuaria. La diferencia en las tasas de incremento entre niveles puede deberse a que los
niveles 1 y 2, como ya mencionamos, se encuentran en los márgenes de la región, ya con
escaso margen para la expansión agropecuaria. Otra diferencia a destacar entre los niveles es
que en el caso de nivel 1, el crecimiento de los frutales marca una tendencia totalmente
contrapuesta al resto de la región. Mientras que allí crecen a altas tasas, en el resto de la
región disminuyen. Por el contrario, si analizamos las hortalizas y legumbres, vemos que el
crecimiento está dado en los departamentos de niveles más altos del índice de PPAP, mientras
26
que decrece en el nivel 1 y 2. Sin duda, el crecimiento de las huertas (para lo cual no se
necesita mucho capital económico ni grandes extensiones de tierra) podría tratarse de
estrategias de los PPAP para subsistir.
El análisis de estas tendencias contrapuestas, en un marco de mayor comprensión de las
heterogeneidades de las condiciones de vida de los pequeños productores del Chaco abre la
puerta para nuevas preguntas y cuestiones que requieren nuevos enfoques y análisis de tipo
cualitativo. Cuestiones como ¿qué actividades económicas son las que favorecen el
mejoramiento de las condiciones de vida de los pequeños productores? ¿Qué soluciones son
las más adecuadas para atenuar la condición de precariedad extrema de las comunidades
aborígenes? ¿Qué efectos tiene la desaparición de los recursos de uso común en las
condiciones de vida de las poblaciones locales? permanecen aun sin poder ser respondidas.
7. CONCLUSIONES
El medio rural del Gran Chaco Argentino presenta marcadas heterogeneidades, relacionadas
principalmente con las sociedades que habitan el territorio, los medios de producción y las
adaptaciones y articulaciones que las sociedades locales ponen en práctica en el devenir de las
nuevas lógicas económicas que están incidiendo y transformando el territorio.
En este trabajo pretendimos apartarnos de las viejas miradas que asocian ruralidad con
pobreza y que, sustentadas bajo los resultados de la aplicación de indicadores falaces, de corte
urbano-desarrollista, ocultan la heterogeneidad de situaciones posibles que se puede encontrar
en el medio rural, con otros modos de producir-vivir sustentables y a la vez dignos.
Para ello, nos dedicamos primero a reconocer la distribución geográfica de los PPA y a
analizar los departamentos con predominancia de PPA. Así pues, observamos en esos
departamentos la situación en cuanto a dos variables que consideramos clave (i.e. la tasa de
mortalidad en la infancia por enfermedades de la pobreza y el acceso a tecnología para la
producción). Los resultados de este análisis nos permitieron comprender que, en los
departamentos de predominancia de PPA, las condiciones de vida y el acceso a tecnología
pueden ser muy variables, siendo la norma general la situación de bajas tasas de mortalidad
en la infancia y bajo acceso tecnológico. Entendemos este resultado como la expresión de una
realidad que dista mucho de la que expresan los indicadores aplicados frecuentemente. En
lugar de un mar de pobreza, lo que vemos es una situación de pequeñas producciones
campesinas, descapitalizadas pero con niveles de vida que no implican la puesta en riesgo de
la vida de los niños.
27
Para poder analizar, en un siguiente paso, todo el conjunto de los departamentos del Chaco y
compararlos, elaboramos un índice sintético del pequeño productor agropecuario precarizado,
el cual asocia pequeña producción, mortalidad en la niñez por enfermedades de la pobreza y
acceso a tecnologías. La aplicación de este indicador y el análisis de los cambios productivos
según niveles de PPAP, nos permitió comprender un poco más la heterogeneidad de
situaciones en el Chaco Argentino. Observamos así que los departamentos más dinámicos, o
donde los cambios en la década del ´90 tuvieron las tasas más altas, son precisamente los
departamentos con mayor índice de PPAP. A nivel general, los departamentos con menor
índice PPAP van por el camino de una homogeneización productiva, ya que sufrieron la caída
de cultivos industriales, ganadería, hortalizas, etc. mientras que incrementaron las hectáreas
sembradas con frutales, oleaginosas y cereales. Esta situación, como dijimos, se relacionaría
con el proceso de ampliación de la frontera agropecuaria. Durante la década de 1990 muchas
regiones, antes consideradas improductivas o marginales, fueron la meca de empresarios y
productores que las “incorporaron a la producción”, mientras que en las áreas donde la
ampliación de la frontera ya había sucedido décadas -o decenios- atrás, se observa que durante
los noventa operó un proceso tendiente hacia la orientación de las producciones hacia los
mercados internacionales más dinámicos.
De cualquier forma, es importante resaltar que el índice del pequeño productor agropecuario
precarizado aquí propuesto logra rescatar las condiciones de precariedad, independizándose
de la condición de ruralidad de la población. Ello ha quedado demostrado en la baja
correlación que encontramos entre dicho índice y el grado de ruralidad de los departamentos.
Esto indicaría que la ruralidad de un departamento no es lo que explica las peores condiciones
de vida de la población. Debe destacarse, sin embargo, que con esto no estamos sosteniendo
que la población chaqueña no sea pobre. Numerosas investigaciones han puesto en evidencia
las características de precariedad de la región, indicando además la necesidad de una política
orientada a solucionar los problemas sociales en el Chaco. En este trabajo, se analizó
precisamente la relación supuestamente inequívoca entre ruralidad y pobreza. Discutimos los
indicadores y su capacidad para describir las condiciones de vida en el medio rural. Y
propusimos –en este sentido- incorporar nuevas dimensiones, que afectan a la calidad de vida
de las poblaciones y que no han sido hasta aquí consideradas conjuntamente. Integramos
variables socio-productivas, socioeconómicas (a través del análisis de las enfermedades de la
pobreza) y de acceso a tecnología (como un proxy para analizar su capacidad para realizar
inversiones en la explotación) para conseguir una mirada holística sobre las condiciones de
28
vida de la población rural y agropecuaria del Chaco. Los resultados, tal como pudo
observarse, expresan situaciones de heterogeneidad, que manifiestan la diversidad de grupos
sociales que habitan-producen en el Chaco, y que precisan de nuevos acercamientos,
principalmente cualitativos, para comprenderlas acabadamente.
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ANEXO I: Departamentos analizados y sus principales características demográficas.
Prov. Ref Departamento Superficie
(km2) Población
(2010) Población
(2001) Población
Rural (2001) % Población Rural
(2001)
31
Chac
o
1 Almirante Brown 17.276 34.075 29.086 6.823 23,5
2 Bermejo 2.562 25.052 24.215 10.361 42,8
3 Chacabuco 1.500 30.590 27.813 5.240 18,8
4 Comandante Fernández 1.378 96.944 88.164 11.370 12,9
5 12 de Octubre 2.576 22.281 20.149 5.564 27,6
6 2 de Abril 1.594 7.432 7.435 3.033 40,8
7 Fray Justo Santa María de Oro 2.205 11.826 10.485 4.556 43,5
8 General Belgrano 1.218 11.988 10.470 2.365 22,6
9 General Donovan 1.487 13.490 13.385 3.868 28,9
10 General Güemes 25.487 67.132 62.227 33.242 53,4
11 Independencia 1.871 22.411 20.620 7.194 34,9
12 Libertad 1.088 12.158 10.822 2.967 27,4
13 Libertador Gral. San Martín 7.800 59.147 54.470 19.295 35,4
14 Maipú 2.855 25.288 24.747 10.651 43
15 Mayor Luis J. Fontana 3.708 55.080 53.550 8.642 16,1
16 9 de Julio 2.097 28.555 26.955 7.411 27,5
17 O'Higgins 1.580 20.131 19.231 6.567 34,1
18 Presidencia de la Plaza 2.284 12.499 12.231 3.814 31,2
19 1º de Mayo 1.864 10.322 9.131 4.540 49,7
20 Quitilipi 1.545 34.081 32.083 11.346 35,4
21 San Fernando 3.489 390.874 365.637 6.047 1,7
22 San Lorenzo 2.135 14.702 14.252 5.447 38,2
23 Sargento Cabral 1.651 15.889 15.030 5.496 36,6
24 Tapenagá 6.025 4.097 4.188 4.188 100
25 25 de Mayo 2.358 29.215 28.070 9.724 34,6
Fo
rmo
sa
26 Bermejo 12.850 14.046 12.710 9.966 78,4
27 Formosa 6.195 234.354 210.071 9.427 4,5
28 Laishi 3.480 17.063 16.227 7.173 44,2
29 Matacos 4.431 14.375 12.133 1.776 14,6
30 Patiño 24.502 68.581 64.830 21.203 32,7
31 Pilagás 3.041 18.399 17.523 11.955 68,2
32 Pilcomayo 5.342 85.024 78.114 18.921 24,2
33 Pirané 8.425 64.566 64.023 19.378 30,3
34 Ramón Lista 3.800 13.754 10.928 8.578 78,5
Jujuy 35 Santa Barbara 4.448 17.730 17.115 5.315 31,1
Sal
ta
36 Anta 21.945 57.411 49.841 18.236 36,6
37 General José de San Martín 16.257 156.910 139.204 25.903 18,6
38 Metán 5.235 40.351 39.006 6.411 16,4
39 Orán 11.892 138.838 124.029 13.313 10,7
40 Rivadavia 25.951 30.357 27.370 23.692 86,6
41 Rosario de la Frontera 5.402 28.993 28.013 5.795 20,7
Prov. Ref Departamento Superficie
(km2) Población
(2010) Población
(2001)
Población
Rural
(2001)
% Población Rural (2001)
San
tiag
o d
el
Est
ero
42 Aguirre 3.692 7.610 7.035 3.430 48,8
43 Alberdi 13.507 17.252 15.617 8.042 51,5
44 Atamisqui 2.259 10.923 9.809 7.126 72,6
32
45 Avellaneda 3.902 20.763 19.348 16.942 87,6
46 Banda 3.597 142.279 128.387 24.166 18,8
47 Belgrano 3.314 9.243 7.950 2.615 32,9
48 Capital 2.116 267.125 244.567 11.771 4,8
49 Choya 12.604 34.667 33.720 8.319 24,7
50 Copo 6.492 31.404 26.984 11.204 41,5
51 Figueroa 6.695 17.820 17.495 17.495 100
52 General Taboada 6.040 38.105 36.683 13.210 36
53 Guasayán 2.588 7.602 7.404 7.404 100
54 Jiménez 4.832 14.352 13.170 10.536 80
55 Juan F. Ibarra 9.139 18.051 16.937 10.850 64,1
56 Loreto 3.337 20.036 17.442 7.588 43,5
57 Mitre 3.667 1.890 1.813 1.813 100
58 Moreno 16.127 32.130 28.053 13.226 47,1
59 Ojo de Agua 6.269 14.008 13.352 7.520 56,3
60 Pellegrini 7.330 20.514 19.517 15.239 78,1
61 Quebrachos 3.507 10.568 11.331 6.519 57,5
62 Río Hondo 2.124 54.867 50.781 22.943 45,2
63 Rivadavia 3.402 5.015 4.916 2.373 48,3
64 Robles 1.424 44.415 40.060 14.762 36,8
65 Salavina 3.562 11.217 10.664 8.632 80,9
66 San Martín 2.097 9.831 9.148 9.148 100
67 Sarmiento 1.549 4.607 4.669 2.374 50,8
68 Silípica 1.179 7.712 7.605 7.605 100
Tu
cum
án
69 Burruyacú 3.605 36.951 32.936 30.583 92,9
70 Cruz Alta 1.255 180.499 162.240 39.655 24,4
71 Graneros 1.678 13.551 13.063 10.409 79,7
72 Leales 2.027 54.949 51.090 35.354 69,2
73 Simoca 1.261 30.876 29.932 22.593 75,5
74 Trancas 2.862 17.371 15.473 9.693 62,6
TOTAL 411.868 3.264.214 3.004.774 827.932 27,6
33
ANEXO II: Porcentaje de Población rural pobre (con alguna carencia de IPMH- ya sea de recursos corrientes, patrimonial o
convergente-), según departamento. Como se observa, sólo 5 departamentos tienen entre el 65 y el 80% de su población rural en
condiciones de pobreza. En el resto de los departamentos de la región tienen más del 80% de su población rural en condiciones de pobreza.
Anexo III. Porcentaje de hogares autoreconocidos indígenas según niveles de condiciones de vida de los PPA. 2001. Fuente: PNES,
CNP,HyV 2001 y CNA 2002.
Niveles de pobreza Porcentaje de hogares autoreconocidos indígenas
1 1,7
2 2,7
3 4,5
4 6,8
5 28,3