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___________________________________________________________ Antón Makarenko - Poema Pedagógico - 1 Omegalfa Biblioteca Libre Anton Makarenko Poema pedagógico Procedencia del texto: Biblioteca virtual Antorcha l

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  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 1

    OmegalfaBiblioteca Libre

    Anton Makarenko

    Poemapedaggico

    Procedencia del texto:Biblioteca virtual Antorcha

    l

    www.omegalfa.es
  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 2

    ndice

    Acerca del autor4

    Primer Libro.61. Conversacin con el delegado provincial de Instruccin Pblica2. Principio sin gloria de la colonia Gorki3. Caracterstica de las necesidades primordiales4. Operaciones de carcter interno5. Asuntos de importancia estatal6. La conquista del tanque metlico7. No hay pulga mala8. Carcter y cultura9. An quedan caballeros en Ucrania10. Los ascetas de la educacin socialista11. La sembradora triunfal12. Brtchenko y el comisario regional de abastos13. Osadchi14. Buenos vecinos15. El nuestro es el ms guapo16. Habersup17. Sharin en la picota18. La fusin con el campesinado19. Juego de prendas20. Sobre lo vivo y lo muerto21. Unos viejos dainos22. Amputacin23. Semillas de calidad24. El calvario de Semin25. Pedagoga de mandos26. Los monstruos de la segunda colonia27. La conquista del komsomol28. Comienzo de la marcha al son de las fanfarrias

    Segundo Libro.2781. La jarra de leche2. Otchenash3. Los dominantes4. El teatro

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    5. Educacin de kulaks6. Las flechas de Cupido7. Refuerzos8. Los destacamentos noveno y dcimo9. El cuarto destacamento mixto10. La boda11. Lrica12. Otoo13. Muecas de amor y de poesa14. No gemir!15. Gente difcil16. Zaporozhie17. Cmo hay que contar18. Salida de reconocimiento

    Tercer Libro..4971. Clavos2. El destacamento mixto de vanguardia3. La prosa de Kuriazh4. Todo va bien5. Idilio6. Cinco das7. El 373 bis8. El hopak9. Transfiguracin10. Al pie del Olimpo11. El primer haz12. Y la vida sigui13. Ayudad al nio!14. Recompensas15. Eplogo

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    Antn S. Makrenko

    Poema Pedaggico

    A. MXIMO GORKI,Nuestro padrino, amigo y maestro,Con devocin y cario

    Acerca del autor

    Ao 1920. Tercer ao de existencia de la joven Repblica de losSoviets. La guerra civil todava no ha terminado. La vida pacficacomienza a encauzarse. En este ao, el Departamento de InstruccinPblica encarga al joven maestro A. Makrenko que organice en lascercanas de Poltava, ciudad del Sur de Rusia, una colonia para de-lincuentes menores de edad que, posteriormente, recibi el nombrede Colonia Mximo Gorki. Se reuni all a nios vagabundos cuyospadres haban perecido durante los aos de guerra civil, epidemias yhambre, a nios que el torbellino de la guerra haba arrastrado portodos los caminos de Rusia. Su trabajo entre los nios vagabundospronto pas a ser el eje de la vida del joven maestro.

    Unos aos ms tarde, en 1927, Makrenko pas a dirigir tambinla Comuna Infantil Flix Dzerzhinski, fundada cerca de Jrkov. Entreinta aos de actividad pedaggica -dijo de s mismo Makrenko-viv 200.000 horas de tensin laboral y por mis manos pasaron msde 3000 nios. Yo, pedagogo, he invertido los ltimos quince aos enla aplicacin prctica y el perfeccionamiento de un sistema de edu-cacin comunista. He creado para ello, con gran trabajo, una colec-tividad experta, que ha evidenciado la vitalidad de todas mis tesis.

    Makrenko forj en su colonia a magnficos jvenes, inteligen-tes, de alta moral y demandas y gusto estticos elevados. Entregado aesa obra, cre su sistema pedaggico innovador, que le pone a la

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    altura de los mejores pedagogos del mundo. Su gran talento de escri-tor le permiti exponer en forma literaria su teora pedaggica,hacindola patrimonio de la opinin mundial. Makrenko escribinovelas, obras de teatro y guiones cinematogrficos, que componenhoy los siete tomos de sus obras completas. Son muy famosas susnovelas Poema Pedaggico, Banderas sobre las torres y Libro paralos padres. Las obras literarias de Makrenko ofrecen al lector intere-santes cuadros de la vida sovitica de los aos del 20 y del 30 y, almismo tiempo, le ensean a pensar pedaggicamente y amplan sushorizontes y cultura pedaggicos.

    Makrenko invirti diez aos (1925-1935) en escribir el PoemaPedaggico. Es mi obra ms querida, deca de esta novela en unacarta a Gorki. La suerte de este libro es maravillosa: la vida continaescribindolo. Los personajes del Poema Pedaggico siguen viviendofuera de sus pginas y son pedagogos, mdicos, diseadores de avio-nes, ingenieros, pilotos... Los libros que se han publicado en la URSSacerca de la vida de los educandos de Makrenko podran llenar todauna estantera. A quienes lean el Poema Pedaggico les agradarseguramente saber que el incorregible Burn es hoy teniente coroneldel Ejrcito Sovitico y que combati como un hroe contra los fas-cistas en la Guerra Patria; que el colono Zadrov es ingeniero hidr-logo; que Vrshnev es mdico e Ivn Tkachuk, actor. Semin Ka-rabnov, uno de los personajes ms populares del Poema Pedaggi-co, sigui el camino de su maestro, se hizo pedagogo y dirige hoyuna gran institucin infantil en las cercanas de Mosc. Estas vidasno son excepciones. Los educandos de Makrenko continan la obrade su maestro.

    La muerte se llev muy pronto a Makrenko. En 1939, dej deexistir. Sus libros, y muy especialmente su Poema Pedaggico, pin-tan al lector la imagen de un luchador, de un hombre pblico y pen-sador a quien Gorki dijera en cierta ocasin:Es usted un maravilloso Hombre con mayscula, un hombre de esosque Rusia necesita.

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    Libro PrimeroCaptulo 1:

    Conversacin con el delegado provincial de Instruccin Pblica

    En septiembre de 1920 me llam el delegado provincial de Ins-truccin Pblica.

    - Escchame, hermano -me dijo-, he odo que andas chillandopor ah... porque han instalado tu escuela de trabajo... en el local delConsejo Provincial de Economa.

    - Cmo no voy a chillar? La cosa no es para chillar solamente:es para aullar. Qu escuela de trabajo es sa? Toda ahumada,sucia... Acaso se parece eso a una escuela? 1

    - S... Para tu gusto, hara falta construir un edificio nuevo, co-locar nuevos pupitres, y entonces t te dedicaras a la enseanza. Elquid no est, hermano, en los edificios; lo importante es educar alhombre nuevo, pero vosotros, los pedagogos, no hacis ms quesabotearlo todo: el edificio no os gusta y las mesas no son comodeben ser. Os falta eso... sabes qu?.. El fuego revolucionario. Ne-cesitis la raya en los pantalones!

    - Yo no llevo raya en los pantalones!- Bueno, t no la llevas... Intelectuales asquerosos! No hago

    ms que buscar y rebuscar... La cosa tiene mucha importancia. Haytantos ladronzuelos de sos, que es imposible ir por la calle!Adems, ya se meten en las casas. Me dicen que ste es un asuntonuestro, de Instruccin Pblica... Qu te parece?

    1 Se alude a la escuela que Antn Makrenko diriga en Poltava. La escuela no tenalocal propio y las clases se daban en el edificio del Consejo Provincial de Eco-noma.

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    - Qu va a parecerme?- Pues eso, precisamente, que no quiere nadie: que todos se de-

    fienden con uas y dientes, que todos dicen: Nos degollarn. Natu-ralmente, os gustara tener un despachito, libros... T te has puestohasta gafas!...

    Me ech a rer:- Vaya, tambin las gafas le molestan!- Es lo que yo digo: que slo queris leer. Pero, si se os da un

    ser vivo, entonces sals con sas: Me degollar. Intelectuales!El delegado provincial de Instruccin Pblica me acribillaba

    enojado con sus pequeos ojos negros, y, bajo los bigotes a loNietzsche, su boca expela insultos contra toda nuestra casta pedag-gica. Pero este delegado provincial de Instruccin Pblica no tenarazn...

    - Usted esccheme...- Qu "esccheme" ni qu "esccheme"! Qu puedes decirme?

    Me dirs: si fuera esto como en Norteamrica! Hace poco le unlibrito acerca de eso... Alguien me lo dio intencionadamente. Refor-madores... O, cmo es? Espera... Ah! Reformatorios. Pero eso noexiste todava en nuestro pas.

    - No, usted esccheme.- Bien, le escucho.- Tambin antes de la Revolucin se haca entrar en vereda a

    esos vagabundos. Entonces haba colonias de delincuentes menoresde edad...

    - Esto no es lo mismo, sabes?... Lo de antes no sirve.- Precisamente. Y esto quiere decir que el hombre nuevo debe

    ser forjado de un modo nuevo.- De un modo nuevo; en eso tienes razn. Pero nadie sabe

    cmo... Y t lo sabes?- Yo tampoco.- Pues yo tengo en la delegacin provincial de Instruccin

    Pblica gente que sabe...- Sin embargo, no quieren poner manos a la obra...

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    - No quieren los infames; en eso tienes razn...- Y, si yo me pongo a ello, me harn imposible la vida. Haga lo

    que haga, dirn que no es as.- Ests en lo justo; lo dirn esos sinvergenzas.- Y usted les creer a ellos y no a m.- No les creer. Les dir: debais haberlo hecho vosotros mis-

    mos.- Bueno; y si, en realidad, me armo un lo?El delegado provincial de Instruccin Pblica dio un puetazo

    sobre la mesa.- Pero, por qu vas a armarte un lo?... Bien, pues te armas un

    lo. Qu es lo que quieres de m? Acaso yo no lo comprendo oqu? rmate todos los los que quieras, pero hay que obrar. Despusveremos. Lo ms importante es sabes?, no una colonia de menores,sino una escuela de educacin social. Necesitamos, comprendes?,forjar un hombre nuestro! Y t eres quien debe hacerlo. De cual-quier forma, todos tenemos que aprender. Y, por lo tanto, t tambinaprenders. Me gusta que me hayas dicho francamente: no s. Esoest bien.

    - Y sitio hay? Porque, a pesar de todo, hacen falta edificios.- Hay sitio, hermano. Un sitio magnfico. Precisamente all hab-

    a antes una colonia de menores. No est lejos, a unas seis verstas.Se est bien all. Hay bosque, campo... Podrs criar vacas...

    - Y gente?- Gente?... En seguida la saco del bolsillo. Tal vez necesitas

    tambin un automvil?- Dinero?...- Dinero hay. Toma.De un cajn de la mesa sac un paquete.- Ciento cincuenta millones 1 Para toda clase de gastos de orga-

    nizacin. Reparaciones, los muebles que precises...- Y para las vacas?

    1 Moneda en curso en 1920.

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    - Para las vacas tendrs que esperar; all no hay cristales. Yluego haces el presupuesto para un ao.

    - No est bien as. Sera mejor ver antes el sitio.- Yo lo he visto ya. Es que t vas a ver mejor que yo? Ve. No

    hay ms que hablar.- Bien, de acuerdo, -asent aliviado, porque en aquel momento no

    haba nada ms terrible para m que las habitaciones del ConsejoProvincial de Economa.

    - Eres un valiente! -resumi el delegado provincial de Instruc-cin Pblica-. Manos a la obra! La causa es sagrada!

    Captulo 2Principio sin gloria de la Colonia Gorki

    A seis kilmetros de Poltava, sobre unas colinas arenosas, ex-tendase un bosque de pinos como de doscientas hectreas, y por ellindero del bosque corra la carretera de Jrkov, en la que brillaban,montonos y pulcros, los guijarros.

    En el bosque haba un prado de unas cuarenta hectreas. Enuno de sus ngulos se alzaban cinco cajas geomtricas de ladri-llos, que constituan todas juntas un cuadriltero perfecto. staera la nueva colonia para menores.

    La plazoleta arenosa del patio descenda hacia el extenso clarodel bosque, hacia los juncos de un pequeo lago, en cuya orillaopuesta se hallaban las cercas y las jatas 1 de un casero de kulaks.Ms all del casero se perfilaba en el cielo una hilera de viejos abe-dules y dos o tres tejados de blago. Eso era todo.

    Antes de la Revolucin, aqu haba una colonia de menores. En1917 la colonia se disolvi, dejando en pos de s muy pocas huellaspedaggicas. A juzgar por estas huellas, conservadas en unos viejosy rotos cuadernos-diarios, los principales pedagogos eran celadores,

    1 Casas campesinas en Ucrania.

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    probablemente suboficiales retirados, cuyas obligaciones consistanen vigilar cada paso de sus educandos, tanto durante el trabajo comodurante el recreo, y en dormir por las noches junto a ellos en la habi-tacin contigua. De lo que contaban los campesinos de la vecindaddeducase que la pedagoga de esos celadores no brillaba por ningunacomplicacin especial. Exteriormente se expresaba por un instrumen-to tan simple como el palo.

    Los rastros materiales de la antigua colonia eran todava ms in-significantes. Los vecinos ms inmediatos de la colonia haban tras-ladado y llevado a sus depsitos propios todo lo traducible a unida-des materiales: los talleres, los almacenes, los muebles. Entre otrosbienes haba sido trasladado tambin hasta el huerto de rboles fruta-les. Sin embargo, nada de toda esta historia recordaba a los vndalos.El huerto no haba sido talado, sino excavado y replantado en algnotro lugar; tampoco los cristales de las casas haban sido rotos, sinosacados con precaucin; las puertas, no arrancadas por ningn hachacolrica, haban sido cuidadosamente desprendidas de sus goznes ylos hornos desmontados ladrillo a ladrillo. Slo el aparador, en elantiguo domicilio del director, permaneca en su sitio.

    - Por qu sigue aqu el armario? -pregunt a un vecino, LukSeminovich Verjola, que haba venido desde el casero para ver alos nuevos amos.

    - Pues porque, como usted ve, puede decirse que este armario nosirve para nuestra gente. Usted mismo juzgar que no vale la penade desmontarlo. En las jatas no entrar, tanto por lo alto como porlo ancho...

    En los rincones de los cobertizos se amontonaba la chatarra, perono haba cosas tiles. Siguiendo las huellas recientes, consegu recu-perar algunos objetos de valor, sustrados en los ltimos das. Eranuna vieja sembradora corriente, ocho bancos de carpintera, que ape-nas se tenan en pie, un caballo merino de treinta aos de edad, queen otros tiempos fuera kirgus, y una campana de cobre.

    En la colonia encontr ya a Kalina Ivnovich, el administrador.Me acogi con esta pregunta:

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    - Usted es el encargado de la parte pedaggica?Pronto repar en que Kalina Ivnovich hablaba con acento ucra-

    niano, aunque no reconoca la lengua ucraniana como una cuestinde principio. En su lxico abundaban las palabras ucranianas, ysiempre pronunciaba la letra "g" al modo meridional. Pero yo no spor qu en la palabra "pedaggica" acentuaba con tanta fuerza esaliteraria "g" rusa, que en l resultaba hasta exagerada.

    - Usted es el encargado de la parte pedaggica?- Por qu? Yo soy el director de la colonia...- No -objet quitndose la pipa de la boca-. Usted ser el encar-

    gado de la parte pedaggica y yo el encargado de la administracin.Imaginaos el Pan 1 de Vrbel, ya completamente calvo, slo con

    un resto de pelo sobre las orejas. Afeitad a este Pan la barba y cortad-le los bigotes como a un arcipreste. Ponedle una pipa entre los dien-tes. Y ya no ser Pan, sino Kalina Ivnovich Serdiuk. Era un hombreextraordinariamente complicado para un trabajo tan simple como laadministracin de una colonia infantil. Tena a sus espaldas, por lomenos, cincuenta aos de diferente actividad. Pero nicamente dospocas constituan su orgullo: en su juventud haba sido hsar delregimiento de Kexholm de guardias de corps de Su Majestad y en elao 18, durante la ofensiva de los alemanes, haba dirigido la eva-cuacin de la ciudad de Mrgorod.

    Kalina Ivnovich fue el primer objeto de mi actividad pedaggi-ca. Era una gran dificultad para m su abundancia en las conviccionesms diversas. Con el mismo placer denostaba contra los burgueses,los bolcheviques, los rusos, los hebreos, nuestro desalio y la meticu-losidad alemana. Pero sus ojos azules brillaban con tanto amor a lavida, era tan sensible y dinmico, que no escatim para l una peque-a cantidad de energa pedaggica. Y comenc a educarle desde elprimer da, desde nuestra primera conversacin:

    - Cmo es posible, camarada Serdiuk, que la colonia no tengadirector? Alguien debe responder de todo.

    1 El autor se refiere a Pan, dios mitolgico de los rebaos y protector de la naturale-za, que inspir el conocido cuadro de M. Vrbel (1856-1910).

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    Kalina Ivnovich se quit otra vez la pipa y se inclin corts-mente hacia mi rostro:

    - Entonces usted desea ser el director de la colonia? Y que yosea, en cierto modo, su subordinado?

    - No, eso no es obligatorio. Si usted quiere, yo ser su subordi-nado.

    - Yo no he estudiado pedagoga y lo que no me incumbe, no meincumbe. Usted es joven an, y quiere que yo, un viejo, sea el chicode los recados. Esto tampoco est bien. Sin embargo, para ser eldirector de la colonia me falta cultura, y adems, qu necesidadtengo?...

    Kalina Ivnovich se apart con enojo de m. Se haba disgustado.Anduvo triste todo el da, y al anochecer se present en mi cuarto yacompletamente abatido.

    - Aqu le he puesto una camita y una mesilla. Lo que he podidoencontrar...

    - Gracias.- No hago ms que pensar qu vamos a hacer con esta colonia. Y

    he decidido que, naturalmente, vale ms que sea usted el director dela colonia y yo una especie de subordinado suyo.

    - No regaaremos, Kalina Ivnovich.- Tambin yo lo creo as. La cosa no es tan difcil, y nosotros

    cumpliremos nuestro deber. Y usted, como hombre culto, ser unaespecie de director de la colonia.

    Nos pusimos a trabajar. Con ayuda de palos conseguimos levan-tar el viejo caballo de treinta aos. Kalina Ivnovich se encaram aalgo semejante a una carreta, amablemente cedida por un vecino, ytodo este sistema puso rumbo a la ciudad a una velocidad de doskilmetros por hora. Comenzaba el perodo de organizacin.

    Para este perodo haba sido planteada una tarea muy en su pun-to: la concentracin de los valores materiales imprescindibles para laeducacin del hombre nuevo. Por espacio de dos meses, Kalina Iv-novich y yo nos pasamos das enteros en la ciudad. Kalina Ivnovichiba en coche y yo a pie. El crea que ir a pie rebajaba su dignidad, y a

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    m me era imposible resignarme con el ritmo que poda proporcionarel caballo ex kirgus.

    En el transcurso de dos meses logramos, con ayuda de los espe-cialistas rurales, poner ms o menos en orden uno de los cuarteles dela antigua colonia: colocamos cristales, reparamos las estufas, pusi-mos puertas nuevas. En el dominio de la poltica exterior obtuvimosun solo xito, aunque, en cambio, verdaderamente notable: a fuerzade solicitudes logramos de la Comisin de Abastecimiento del Pri-mer Ejrcito de Reserva ciento cincuenta puds de harina de centeno.Pero no tuvimos la suerte de poder concentrar otros valores materia-les.

    Comparando todo eso con mis ideales en el terreno de la culturamaterial, vi que, aunque tuviera cien veces ms, me faltara tantocomo ahora para llegar al ideal. A consecuencia de ello tuve quedeclarar terminado el perodo de organizacin. Kalina Ivnovichaprob mi punto de vista:

    - Y qu podemos reunir, si ellos, los parsitos, se dedican ahacer encendedores? Han arruinado al pueblo y ahora dicen: Or-ganzate como puedas. Tendremos que hacer lo mismo que IlyMromets1...

    - Lo mismo que Ily Mromets?- S. Hubo en otro tiempo un Ily Mromets, tal vez t lo sepas, y

    los parsitos sos han declarado que era un paladn. Pero yo consi-dero que no era ms que un pobretn y un vago. En verano, com-prendes?, viajaba en trineo...

    - Pues bien: seremos como Ily Mromets. Despus de todo, esono es tan malo. Y dnde est el bandido Solovi?2

    - Bandidos, hermano, hay todos los que quieras...Llegaron a la colonia dos educadoras: Ekaterina Grigrievna y

    Lidia Petrovna. En mis bsquedas de pedagogos, yo haba llegadocasi a la desesperacin completa; nadie quera consagrarse a la edu-cacin del hombre nuevo en nuestro bosque, porque todo el mundo

    1 Hroe de los poemas picos rusos.2 Fabuloso bandido al que venci lIy Mromets.

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    tema a los golfos y nadie confiaba en el fausto final de nuestra em-presa. Y slo en una conferencia de maestros rurales, en la que me viobligado a hacer uso de la palabra, encontr a dos personas vivas. Mealegr que fueran mujeres. Yo crea que la ennoblecedora influenciafemenina completara afortunadamente nuestro conjunto de fuerzas.

    Lidia Petrovna era todava muy joven, una chiquilla. Acababa desalir del liceo, y an no haba perdido la costumbre de los cuidadosmaternos. El delegado provincial de Instruccin Pblica me preguntal firmar su nombramiento:

    - Para qu quieres a esa muchachita? Si no sabe nada...- As la he buscado precisamente. De vez en cuando se me ocu-

    rre que los conocimientos no tienen ahora tanta importancia. EstaLdochka es un ser pursimo, y yo cuento con ella como con unaespecie de vacuna.

    - No te pasars de listo? En fin, de acuerdo...En cambio, Ekaterina Grigrievna era un experto lobo pedaggi-

    co. No haba nacido mucho antes que Ldochka, pero Ldochka sereclinaba en su hombro igual que una nia junto a su madre. En elrostro serio y hermoso de Ekaterina Grigrievna resaltaban unascejas negras, casi varoniles. Saba llevar con aseo subrayado vestidosque conservaba por verdadero milagro y Kalina Ivnovich, al cono-cerla, se expres acertadamente:

    - Con una mujer as hay que tener mucho cuidado...En fin, todo estaba dispuesto.El 4 de diciembre llegaron a la colonia los primeros seis educan-

    dos y me hicieron entrega de un sobre fabuloso, sellado con cincoenormes lacres... Este sobre contena sus expedientes. Cuatro eranenviados a la colonia por asalto a mano armada de una casa y tenandieciocho aos de edad; los otros dos, ms jvenes, eran acusados derobo. Nuestros educandos estaban esplndidamente vestidos: panta-lones de montar, botas elegantes. Sus peinados eran de ltima moda.En ellos no haba absolutamente nada de nios abandonados. Losapellidos de estos primeros educandos eran Zadrov, Burn, Vlo-jov, Bendiuk, Gud y Taraniets.

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    Los recibimos afablemente. Desde por la maana se estaba con-dimentando una comida especialmente sabrosa. La cocinera deslum-braba con su cofia de impoluto blancor. En el dormitorio, mesasengalanadas ocuparon el espacio libre entre las camas. No tenamosmanteles, pero sbanas nuevas hicieron con buen xito sus veces.Aqu se congregaron todos los participantes de la colonia naciente.Tambin acudi Kalina Ivnovich, que, con motivo de la solemni-dad, haba cambiado la sucia chaqueta gris que vesta a diario poruna cazadora de terciopelo verde.

    Yo pronunci un discurso acerca de la nueva vida de trabajo,acerca de la necesidad de olvidar el pasado y marchar adelante yadelante. Los educandos oan mi discurso con poca atencin, susu-rraban algo entre s, mirando con sonrisas sarcsticas y despreciati-vas los catres plegables, recubiertos de edredones que no tenan nadade nuevos, y las ventanas y las puertas sin pintar. En pleno discurso,Zadrov dijo de pronto en voz alta a uno de sus camaradas:

    - Por culpa tuya nos hemos metido en este lo!Dedicamos el resto del da a planear nuestra vida futura. Pero los

    educandos escuchaban con corts negligencia mis propuestas: sloqueran librarse de m lo antes posible.

    Por la maana, Lidia Petrovna, toda agitada, vino a mi cuarto yme dijo:

    - No s cmo hablar con ellos... Les digo que hay que ir al lagopor agua, y uno de ellos, con el pelo todo planchado, que estabacalzndose, me acerca de repente una bota a la cara y me dice: Mi-re usted qu botas tan estrechas me ha hecho el zapatero!

    Durante los primeros das ni siquiera nos ofendan: simplemente,no reparaban en nuestra presencia. Al anochecer, se iban tranquila-mente de la colonia y volvan por la maana, escuchando con unadiscreta sonrisa mis reconvenciones, inflamadas por el espritu de laeducacin socialista.1 Una semana ms tarde, Bendiuk fue detenido

    1 Se alude a la seccin de Educacin Social del Ministerio de Instruccin Pblica. Laseccin diriga las colonias infantiles. Makrenko se burlaba de los principios id-licos y poco viables de educacin que implantaba la seccin mencionada.

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    en la colonia por un agente de investigacin: se le acusaba de asesi-nato y robo nocturno. Ldochka, mortalmente asustada por este acon-tecimiento, lloraba en su habitacin y no sala ms que para pregun-tarnos a todos:

    - Pero, qu es eso? Cmo ha podido matar?Ekaterina Grigrievna, sonriendo seriamente, frunca el entrecejo:

    - No s, Antn Seminovich; de verdad que no lo s... Tal veztengamos que marcharnos sin ms ni ms... No s qu tono hay queemplear aqu...

    El bosque desierto en torno a nuestra colonia, las cajas vacas delos edificios, los diez catres plegables en lugar de camas, el hacha yla pala como herramientas y la media docena de educandos que ne-gaban categricamente no slo nuestra pedagoga, sino la culturahumana ntegra, todo eso, a decir verdad, no se ajustaba en absolutoa nuestra precedente experiencia escolar.

    En las largas veladas invernales, la colonia era angustiante. Dosquinqus la alumbraban, uno en el dormitorio y el otro en mi habita-cin. Las educadoras y Kalina Ivnovich tenan velones, invencinde la poca de Kii, Schek y Joriv.1 El cristal de mi quinqu estabaroto por la parte superior, y el resto se hallaba todo ahumado, porqueKalina Ivnovich, al encender su pipa, recurra frecuentemente alfuego de mi lmpara, metiendo para ello medio peridico en el cris-tal.

    Aquel ao las nevascas comenzaron pronto, y todo el patio de lacolonia se llen de montones de nieve. No tenamos a nadie paralimpiar los senderos. Ped a los educandos que lo hicieran ellos, yZadrov me contest:

    - Podemos limpiar los senderos, pero slo cuando pase el in-vierno: si no, los limpiaremos nosotros, y otra vez nevar. Com-prende?

    Sonri amablemente y se dirigi hacia un camarada, olvidandomi existencia. Zadrov proceda de una familia de intelectuales: se

    1 Aqu: tiempos remotos. Kii, Schek y Joriv son los legendarios fundadores de laciudad de Kev.

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    notaba en el acto. Hablaba correctamente, su rostro se distingua porese aspecto lustroso que no tienen ms que los nios bien alimenta-dos. Vlojov era de otro gnero; boca ancha, nariz ancha, los ojosmuy separados, todo ello acompaado de una particular movilidad defacciones: el rostro de un bandido. Vlojov llevaba siempre las ma-nos metidas en los bolsillos del pantaln de montar, y ahora seacerc a m en esa actitud:

    - Bueno, ya le hemos contestado...Sal del dormitorio, transformando mi clera en una especie de

    piedra pesada dentro del pecho. Pero era preciso limpiar los sende-ros, y la clera petrificada exiga accin. Fui en busca de Kalina Iv-novich:

    - Vamos a limpiar la nieve.- Qu dices? Es que yo he venido aqu de pen? Y los ruise-

    ores-bandidos qu? -dijo, sealando los dormitorios.- No quieren.- Ah, parsitos! Bueno, vamos.Kalina Ivnovich y yo estbamos terminando de limpiar el pri-

    mer sendero cuando en l aparecieron Vlojov y Taraniets, que iban,como siempre, a la ciudad.

    - Eso est bien! -exclam alegremente Taraniets.- Hace tiempo que deban haberlo hecho -le sostuvo Vlojov.Kalina Ivnovich les cerr el paso:- Qu es eso de que est bien? T, canalla, te has negado a tra-

    bajar, y piensas que voy a hacerlo yo por ti? Por aqu no pasas,parsito. Mtete en la nieve, que, si no, te dar con la pala...

    Kalina Ivnovich alz la pala, pero un segundo despus su palavolaba hasta un lejano montn de nieve, su pipa iba a parar a otrolado, y el estupefacto Kalina Ivnovich pudo solamente acompaarcon la mirada a los jvenes y or cmo le gritaban, ya desde lejos:

    - Tendrs que ir t solito en busca de la pala!...Entre risas se marcharon a la ciudad.

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    - Me ir al diablo! Yo aqu no trabajo! -exclam Kalina Ivno-vich y se fue a su habitacin, dejando abandonada la pala en elmontn de nieve.

    Nuestra vida se hizo siniestra y angustiosa. Cada noche se oangritos en la carretera principal de Jrkov:

    - Socorro!Los aldeanos desvalijados acudan a nosotros y con voces trgi-

    cas imploraban nuestra ayuda.Consegu del delegado provincial un revlver para defenderme

    de los caballeros salteadores, pero le ocult la situacin en la colonia.An no haba perdido la esperanza de encontrar la manera de llegar aun acuerdo con los educandos.

    Para m y para mis compaeros, los primeros meses de nuestracolonia no fueron slo meses de desesperacin y de tensin impoten-te: tambin fueron meses de busca de la verdad. En toda mi vidahaba ledo yo tanta literatura pedaggica como en el invierno de1920.

    Esto ocurra en la poca de Wrngel y de la guerra contra Polo-nia. Wrngel andaba por all cerca, alrededor de Novomrgorod; muyprximos a nosotros, en Cherkasy, combatan los polacos; todaUcrania estaba plagada de batkos;1 mucha gente a nuestro alrededorse hallaba fascinada por las bandas de Petliura. Pero nosotros, ennuestro bosque, con la cabeza entre las manos, tratbamos de olvidarel fragor de los grandes acontecimientos y leamos libros de peda-goga.

    El fruto principal que yo obtena de mis lecturas era una firme yhonda conviccin de que no posea ninguna ciencia ni ninguna te-ora, de que era preciso deducir la teora de todo el conjunto defenmenos reales que transcurran ante mis ojos. Al principio, yo nisiquiera lo comprenda, pero vea, simplemente, que no necesitabafrmulas librescas, que, de todas suertes, no podra aplicar a mi tra-bajo, sino un anlisis inmediato y una accin tambin inmediata.

    1 Jefes guerrilleros en Ucrania

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 19

    Con todo mi ser senta que deba apresurarme, que era imposibleesperar ni un solo da ms. La colonia estaba adquiriendo creciente-mente el carcter de una cueva de bandidos. En la actitud de los edu-candos frente a los educadores se incrementaba ms y ms el tonopermanente de burla y de granujera. Ya haban empezado a referirancdotas escabrosas en presencia de las educadoras, exigan grose-ramente la comida, arrojaban los platos por el aire, jugaban de mane-ra ostensible con sus navajas y, chancendose, inquiran los bienesque posea cada uno.

    - Siempre puede ser til... en un momento de apuro!Se negaban resueltamente a cortar lea para las estufas y un da

    destrozaron, en presencia de Kalina Ivnovich, el tejado de maderadel cobertizo. Lo hicieron entre risas y bromas:

    - Para lo que vamos a vivir aqu nos basta!Kalina Ivnovich desprenda millones de chispas de su pipa y

    haca gestos de desesperacin:- Qu vas a decirles a esos parsitos? Gomosos indecentes! Y

    de dnde habrn sacado que se puede destrozar las dependencias?Por una cosa as habra que meter en la crcel a sus padres. Par-sitos!

    Y sucedi que no pude mantenerme ms tiempo en la cuerda pe-daggica.

    Una maana de invierno ped a Zadrov que cortase lea para lacocina. Y escuch la habitual contestacin descarada y alegre:

    - Ve a cortarla t mismo: sois muchos aqu!Era la primera vez que me tuteaban.Colrico y ofendido, llevado a la desesperacin y al frenes por

    todos los meses precedentes, me lanc sobre Zadrov y le abofete.Le abofete con tanta fuerza, que vacil y fue a caer contra la estufa.Le golpe por segunda vez y, agarrndole por el cuello y levantndo-le, le pegu una vez ms.

    De pronto, vi que se haba asustado terriblemente. Plido,temblndole las manos, se puso precipitadamente la gorra, despus

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 20

    se la quit y luego volvi a ponrsela. Y probablemente yo hubieraseguido golpendole, pero el muchacho, gimiendo, balbuce:

    - Perdneme, Antn Seminovich.Mi ira era tan frentica y tan incontenible, que yo me daba cuen-

    ta de que, si alguien deca una sola palabra contra m, me arrojarasobre todos para matar, para exterminar a aquel tropel de bandidos.En mis manos apareci un atizador de hierro. Los cinco educandospermanecan inmviles junto a sus camas. Burn se arreglaba preci-pitadamente algo en el traje.

    Me volv a ellos y les conmin, golpeando con el atizador el res-paldo de una cama:

    - O vais todos inmediatamente al bosque a trabajar o ahoramismo os marchis fuera de la colonia... con mil demonios.

    Y sal del dormitorio.En el cobertizo donde guardbamos las herramientas empu un

    hacha y contempl, ceudo, cmo los educandos se repartan lashachas y los serruchos. Por mi mente pas la idea de que era mejorno ir al bosque aquel da, no poner las hachas en manos de los edu-candos, pero ya era tarde: se haban repartido todas las herramientas.Daba igual. Yo me senta dispuesto a todo: haba resuelto no entregargratuitamente mi vida. Adems, tena el revlver en el bolsillo.

    Nos fuimos al bosque. Kalina Ivnovich me dio alcance y, terri-blemente agitado, susurr:

    - Qu pasa? Dime, por favor: cmo estn hoy tan amables?Yo contempl distrado los ojos azules del Pan y respond:- Mal van las cosas, hermano... Por primera vez en mi vida he

    pegado a un hombre.- Pero, qu has hecho? -se sorprendi Kalina Ivnovich-. Y si

    se quejan?- Eso es lo de menos...Para mi asombro, todo transcurri bien. Estuve trabajando con

    los muchachos hasta la hora de comer. Cortbamos pinos torcidos.En general, los muchachos permanecan sombros, pero el aire puro y

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    helado, el hermoso bosque, que ornaban enormes caperuzas de nieve,la amistosa colaboracin del hacha y el serrucho hicieron su obra.

    En un alto, fumamos confusos de mi reserva de majorka,1 yZadrov, echando el humo hacia las copas de los pinos, lanz derepente una carcajada:

    - Menudo! Ja, ja, ja, ja!Era agradable ver su rostro sonrosado, que agitaba la risa, y yo

    no pude dejar de sonrer:- A qu te refieres? Al trabajo?- Tambin al trabajo, pero hay que ver cmo me ha zumbado

    usted!Era natural que Zadrov, un mocetn robusto y grandote, se rie-

    se. Yo mismo me sorprenda de haberme atrevido a tocar a tal gigante.Lanz otra carcajada, y, sin dejar de rerse, empu el hacha y se

    fue hacia un rbol.- Vaya una historia! Ja, ja, ja, ja!Almorzamos juntos con apetito, bromeando, pero no aludimos

    ms al suceso de la maana. Yo, sin embargo, me senta violento,aunque estaba dispuesto a no bajar el tono y segu dando rdenes conla misma firmeza despus de la comida. Vlojov sonrea, pero Zad-rov se aproxim a m con una expresin de lo ms seria:

    - No somos tan malos, Antn Seminovich! Todo saldr bien.Nosotros comprendemos...

    Captulo 3:Caracterstica de las necesidades primordiales

    Al da siguiente dije a los educandos:- El dormitorio debe estar limpio! Es preciso designar respon-

    sables de dormitorio. A la ciudad se puede ir nicamente con mi

    1 Tabaco ordinario.

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    autorizacin. El que se marche sin permiso, que no vuelva, porqueno le admitir.

    - Oh, oh! -dijo Vlojov-. Puede que sea algo menos.- Elegid, muchachos, qu os conviene ms. Yo no puedo actuar

    de otra manera. En la colonia tiene que haber disciplina. Si no osgusta, marchaos cada uno a donde queris. Pero el que se quedeaqu, observar la disciplina. Como gustis. Aqu no habr ningunacueva de ladrones.

    Zadrov me tendi la mano:- Venga la mano! Tiene usted razn! T, Vlojov, cllate. To-

    dava eres demasiado tonto para estos asuntos. Ms nos convieneestar aqu, que ir a la crcel.

    - Y es obligatorio asistir a la escuela? -pregunt Vlojov.- Obligatorio.- Y si yo no quiero estudiar?... Qu falta me hace?...- Es obligatorio asistir a las clases. Quieras o no quieras, ser

    igual. Ves? Zadrov acaba de llamarte tonto. Esto quiere decir quedebes aprender a ser listo.

    Vlojov movi, burln, la cabeza, repitiendo unas palabras de nos qu ancdota ucraniana:

    - Eso s que es un salto!En el terreno de la disciplina, el incidente con Zadrov haba se-

    alado un viraje. Y, en honor a la verdad, yo no me senta atormen-tado por ningn remordimiento de conciencia. S, haba abofeteado aun educando. Yo experimentaba toda la incongruencia pedaggica,toda la ilegalidad jurdica de aquel hecho, pero, al mismo tiempo,comprenda que la pureza de mis manos pedaggicas era un asuntosecundario en comparacin con la tarea planteada ante m. Estabaresueltamente decidido a ser dictador, si no sala adelante con ningnotro sistema. Al cabo de cierto tiempo tuve un choque serio conVlojov, que, estando de guardia, no haba arreglado el dormitorio yse neg a hacerlo despus de una observacin ma. Mirndole enfa-dado, le dije:

    - No me saques de quicio! Arregla el dormitorio!

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    - Y si no lo arreglo? Me abofetear usted? No tiene derecho...Le agarr por el cuello y, acercndole hacia m, barbot muy cer-

    ca de su rostro con absoluta sinceridad:- yeme! Te prevengo por ltima vez; no te abofetear, sino

    que te dejar baldado! Despus, si quieres, te quejas, y yo ir a lacrcel. Eso a ti no te importa.

    Vlojov se desprendi de mis manos y me dijo con lgrimas enlos ojos:

    - No vale la pena ir a la crcel por una tontera as. Arreglar lahabitacin, y que el diablo se lo lleve a usted!

    Tron:- Qu manera de hablar es sa?- Cmo quiere que hable con usted?... Vyase al...!- Qu? Atrvete!...Vlojov rompi a rer e hizo un ademn evasivo.- Vaya un hombre, fjate!... Arreglar la habitacin, la arre-

    glar, no chille usted!Sin embargo, es preciso sealar que yo no pensaba ni por un mi-

    nuto haber hallado en la violencia un medio todopoderoso de peda-goga. El incidente con Zadrov me haba costado ms caro que almismo Zadrov. Tena miedo a lanzarme por el camino de la menorresistencia. Lidia Petrovna fue quien me conden con ms franquezay ms insistencia entre las educadoras. Al anochecer de aquel mismoda, con el rostro apoyado en los pequeos puos, me dijo machaco-na:

    - Entonces, ha encontrado usted ya el mtodo? Como en elseminario?

    - Djeme, Ldochka.- No, conteste: tenemos que andar a bofetadas? Y yo tambin

    puedo? O slo usted?- Ldochka, ya le contestar ms tarde. Por ahora ni yo mismo lo

    s. Espere un poco.- Bueno, esperar.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 24

    Ekaterina Grigrievna anduvo varios das con el entrecejo frun-cido y, al hablar conmigo, adoptaba un tono cortsmente oficial. Slocinco das despus me pregunt con una sonrisa seria:

    - Bueno, cmo se encuentra?- Igual. Me encuentro muy bien.- Sabe usted qu es lo ms triste de toda esta historia?- Lo ms triste?- S. Lo ms desagradable es que los muchachos refieren su

    hazaa con admiracin. Estn incluso dispuestos a enamorarse deusted, y Zadrov el primero de todos. Cmo explicarlo? No lo com-prendo. La costumbre de la esclavitud?

    Despus de reflexionar un poco, contest a Ekaterina Grigriev-na:

    - No, aqu no se trata de esclavitud. Aqu hay una cosa distinta.Analcelo usted bien: Zadrov, ms fuerte que yo, poda habermemutilado de un golpe. Considere usted, adems, que no tiene miedo anada, como tampoco tiene miedo a nada Burn y los dems. En todaesta historia, ellos no ven los golpes, sino la ira, el estallido humano.Comprenden muy bien que igualmente poda no haber pegado aZadrov, que poda haberle devuelto como incorregible a la comi-sin (1),1 que poda ocasionarles muchos disgustos graves. Pero yono hice eso y proced de una manera peligrosa para m, aunquehumana y no formal. Y, por lo visto, la colonia, a pesar de todo, leshace falta. La cosa es bastante complicada. Adems, ellos ven quenosotros trabajamos mucho para su servicio. A pesar de todo, sonpersonas. Y ste es un hecho de suma importancia.

    - Tal vez -me respondi, pensativa, Ekaterina Grigrievna.Sin embargo, no disponamos de mucho tiempo para meditar.

    Una semana ms tarde, en febrero de 1921, traje en un carromato aquince muchachos autnticamente abandonados y harapientos. Nosvimos obligados a trabajar mucho para lavarles, vestirles de algnmodo, curarles la sarna. En marzo tenamos en la colonia a unos

    1 Se refiere a la comisin que se encargaba de los delincuentes menores de edad.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 25

    treinta chicos. En su mayora, estaban muy descuidados, en estadosalvaje y absolutamente inadecuados para la realizacin del sueo dela educacin socialista. De momento no haba en ellos esa capacidadpeculiar de creacin, que, segn se dice, asemeja el modo de razonarde los nios al de los sabios.

    En la colonia aument tambin el nmero de educadores. Paramarzo contbamos ya con un verdadero consejo pedaggico. La pa-reja Natalia Mrkovna e Ivn Ivnovich Osipov trajo, en medio delasombro de toda la colonia, un ajuar bastante considerable: divanes,sillas, armarios, una gran cantidad de ropa y de vajilla. Nuestros co-lonos, carentes hasta de lo ms indispensable, contemplaban conextraordinario inters cmo era descargada de los carros toda esariqueza a la puerta de la habitacin en que deban vivir los Osipov.

    El inters de los colonos por los bienes de los Osipov no era, nimucho menos, un inters acadmico, y a m me asustaba mucho laidea de que todo ese magnfico transporte hiciera el viaje de vueltahacia los mercados urbanos. Una semana ms tarde, cuando llego elama de llaves, el inters especial por las riquezas de los Osipov seentibi un poco. El ama de llaves era una viejecita muy buena, par-lanchina y tonta. Su ajuar, aunque ceda en mucho al de los Osipov,se compona de cosas muy apetitosas. Haba all mucha harina, tarrosde mermelada y no s que ms, muchas bolsas cuidadosamente ata-das y numerosos sacos de viaje, a travs de los cuales la mirada delos colonos discerna diversos objetos de valor.

    El ama de llaves arregl su habitacin con el gusto y el confortde una persona entrada en aos: dispuso sus cajas y los dems brtu-los en despensas, rinconcitos y huecos, dispuestos para ello por lapropia naturaleza, y entabl rpida amistad con dos o tres mucha-chos. Esta amistad descansaba sobre principios semejantes a los deun tratado: ellos le traeran lea y le encenderan el samovar y ella,como pago, les convidara a tomar t y a hablar acerca de la vida. Enrealidad, el ama de llaves no tena nada que hacer en la colonia. A mme asombraba que nos la hubieran mandado.

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    En la colonia no necesitbamos ningn ama de llaves. Nosotrosramos increblemente pobres.

    Aparte unas cuantas habitaciones destinadas al personal, de todoslos locales de la colonia habamos conseguido reparar nicamente unvasto dormitorio con dos estufas. En esta habitacin haban sidocolocados treinta catres plegables y tres grandes mesas, en las quecoman y escriban los muchachos. Otro gran dormitorio, el comedor,dos aulas y la oficina esperaban el momento de la reparacin.

    Tenamos juego y medio de sbanas y nos faltaba en absolutootra clase de ropa. Nuestra actitud ante el problema de la ropa seexpresaba casi exclusivamente en las diversas demandas dirigidas ala delegacin de Instruccin Pblica y a otras instituciones.

    El delegado de Instruccin Pblica que haba inaugurado tanenrgicamente la colonia estaba ahora en otra parte. Su sucesor seinteresaba poco por la colonia: tena asuntos ms importantes quenosotros.

    La atmsfera reinante en la delegacin de Instruccin Pblica nofavoreca en absoluto nuestros afanes de riqueza. En aquel tiempo, ladelegacin era un conglomerado de muchsimas habitaciones, gran-des y pequeas, y de muchsima gente, pero los verdaderos exponen-tes de la obra pedaggica no eran aqu las habitaciones ni la gente,sino las mesitas. Vacilantes y deterioradas, bien de escritorio, bien detocador o de juego, en otro tiempo negras o rojas, estas mesitas, ro-deadas de sillas semejantes, simbolizaban las diversas secciones, delo que daban fe los rtulos colgados en las paredes sobre cada mesi-ta. Una gran mayora de las mesas estaba siempre vaca, porque lamagnitud complementaria -el hombre- era esencialmente no tantoencargado de la seccin como contable del distribuidor provincial. Side pronto alguna figura humana apareca detrs de cualquier mesita,los visitantes se precipitaban de todas partes y abalanzbanse sobreella. En tal caso, el dilogo se reduca a poner en claro de qu sec-cin se trataba y de si era sa la seccin a que deba dirigirse el visi-tante, y, si era a otra, por qu y a cul precisamente; y, si, en efecto,era otra, por qu el camarada sentado el sbado ltimo ante aquella

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    mesita dijo que era sta, precisamente, la seccin indicada? Despusde resolver todas estas cuestiones, el encargado de la seccin levabaanclas y desapareca con rapidez csmica.

    Nuestros pasos inexpertos alrededor de las mesitas no nos lleva-ron a ningn resultado positivo. Por ello, en el invierno del ao 21, lacolonia se pareca muy poco a una institucin educativa. Las chaque-tas destrozadas, a las que cuadraba mucho mejor el nombre de klift,segn el argot bandidesco, apenas cubran la piel humana; muy ra-ramente aparecan bajo el klift los restos de alguna camisa, que secaa en jirones de puro rota. Nuestros primeros educandos, que ha-ban llegado bien vestidos, se distinguieron poco tiempo de la masageneral: la tala de lea, los trabajos en la cocina y en el lavaderohacan su obra, aunque pedaggica, fatal para la ropa. En marzo to-dos nuestros colonos estaban vestidos de tal modo, que hubiera podi-do envidiarles cualquier artista que interpretase el papel de molineroen la pera Rusalka .1 Muy pocos colonos tenan zapatos: la mayorausaban peales sujetos con cuerdas. Pero, incluso con esta clase decalzado, suframos continuas crisis.

    Nuestra comida se llamaba kondior, sopa aguada de mijo. Ladems comida era puramente casual. En aquel tiempo exista grancantidad de normas de alimentacin: haba normas corrientes, nor-mas superiores, normas para dbiles y para fuertes, normas para atra-sados mentales, para sanatorios, para hospitales. Por medio de unaactiva diplomacia conseguamos, a veces, convencer, rogar, engaar,ganarnos la simpata con nuestro aspecto lamentable, intimidar agi-tando la amenaza de una rebelin de los colonos, y entonces se nospasaba, por ejemplo, a la norma de sanatorio. En el racionamiento desanatorio haba leche, grasas en abundancia y pan blanco. Esto, claroest, no lo recibamos, pero se nos daba en gran cantidad algunoselementos del kondior y pan de centeno. Al cabo de un mes o dos,experimentbamos una derrota diplomtica y de nuevo descendamosa la categora de simples mortales, y otra vez comenzbamos a poner

    1 pera del compositor Dargomyzhski (1813-1869). El molinero loco -personaje dela pera- se viste de andrajos.

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    en prctica la lnea cautelosa y oblicua de la diplomacia secreta yabierta. A veces, conseguamos ejercer una presin tan intensa quehasta logrbamos carne, embutidos y caramelos, pero nuestra exis-tencia se haca an ms triste al demostrarse que a ese lujo no tenanningn derecho los defectuosos morales, sino solamente los defec-tuosos intelectuales.

    De vez en cuando, conseguamos hacer incursiones desde la es-fera de la pedagoga estricta hasta algunas esferas vecinas, como, porejemplo, el Comit Provincial de Abastos o la Comisin especial deabastecimiento del Primer Ejrcito de Reserva. En la delegacin deInstruccin Pblica se nos prohiba rigurosamente tales actos de gue-rrillerismo, y por eso tenamos que efectuar estas incursiones en se-creto.

    Para ello era imprescindible armarse de un papel, donde consta-ran estas simples y expresivas palabras:

    La colonia de delincuentes menores de edad le ruega ordenar laentrega de cien puds de harina para la alimentacin de los educandos.

    En la propia colonia no emplebamos trminos como se de de-lincuentes, y nuestra colonia nunca se llam as. En aquel tiempo senos llamaba defectuosos morales. Sin embargo, para el mundo exte-rior ese nombre era poco adecuado, ya que ola excesivamente anegociado de educacin. Yo me colocaba con mi papelito en algnlugar del pasillo del negociado correspondiente, a la puerta del des-pacho. Por esta puerta pasaba muchsima gente. A veces, el despachose abarrotaba de tal modo, que poda entrar todo el que quisiera. En-tonces haba que abrirse paso hacia el jefe por entre los visitantes ydeslizar en silencio el papel bajo su mano.

    Los jefes de los negociados en abastos se orientaban con muchadificultad en las argucias de la clasificacin pedaggica y no siemprecaan en la cuenta de que los delincuentes menores de edad tenanalgo que ver con la instruccin. A su vez, el tinte emocional de esemismo trmino delincuentes menores de edad era bastante expresivo.Por eso, raramente los jefes nos miraban con severidad y nos decan:

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    - Para qu han venido ustedes aqu? Dirjanse a su delegacinde Instruccin Pblica.

    Lo ms frecuente era que el jefe dijera despus de reflexionar:- Quin les abastece a ustedes? El negociado de prisiones?- No, el negociado de prisiones no, porque, sabe usted? son ni-

    os...- Pues quin entonces?- Por ahora no est decidido...- Cmo que no est decidido?... Es extrao...El jefe apuntaba algo en su block de notas y nos invitaba a volver

    dentro de una semana.- En tal caso, denos usted de momento aunque no sean ms que

    veinte puds.- Veinte puds no puedo darles; reciban por ahora cinco y, mien-

    tras tanto, ya pondr en claro este asunto.Cinco puds era poco y, adems, la conversacin entablada no co-

    rresponda a nuestros propsitos, en los que no entraba, claro est,ningn esclarecimiento.

    Lo nico aceptable para la colonia Gorki era que el jefe, sin pre-guntar nada, tomara en silencio nuestro papel y escribiera en unngulo: E n t r g u e s e.

    En este caso, yo, a riesgo de romperme las narices, volaba a lacolonia:

    - Kalina Ivnovich!... Tenemos una orden... Cien puds! Buscagente y ve corriendo, que, si no, pueden darse cuenta...

    Kalina Ivnovich examinaba radiante el papelito:- Cien puds? Vaya contigo! Y de dnde?- Acaso no lo ves?... Comit Provincial de Abastos de la sec-

    cin jurdica provincial...- Cualquiera lo entiende!... Pero, adems, nos es igual: aun-

    que venga del diablo, con tal de que nos salga bien, je, je, je!La necesidad primordial del hombre es la comida. Por eso, la

    cuestin de la ropa no nos angustiaba tanto como la cuestin de losvveres. Nuestros educandos tenan siempre hambre, y esto compli-

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    caba sensiblemente su reeducacin moral. Con ayuda de mediosprivados conseguan calmar los colonos slo cierta parte, no grande,de su apetito.

    Uno de los aspectos fundamentales de la industria privada de laalimentacin era la pesca. Durante el invierno, la cosa era muy dif-cil. El mtodo ms sencillo consista en vaciar las redes en forma depirmides tetradricas tendidas por los vecinos del casero en unriachuelo prximo y en nuestro lago. El sentido de autoconservaciny la sensatez econmica inherente al hombre hacan abstenerse anuestros muchachos del robo de las redes, pero entre los colonoshubo uno que infringi esa regla de oro.

    Fue Taraniets. Tena diecisis aos, descenda de una vieja fami-lia de ladrones y era esbelto, picado de viruelas, alegre, ingenioso,organizador magnfico y hombre emprendedor. Pero no saba respe-tar los intereses colectivos. Un da rob varias redes en la orilla delro y se las trajo a la colonia. Tras l se presentaron tambin los due-os de las redes y el asunto concluy en un gran escndalo. Despusde este incidente, los vecinos del casero comenzaron a tener cuidadode sus redes, y nuestros cazadores raras veces lograban atrapar algo.Pero al cabo de cierto tiempo Taraniets y otros colonos se hicieroncon sus propias redes, regaladas por un conocido de la ciudad. Gra-cias a estas redes propias, la pesca empez a desarrollarse rpida-mente. Al principio, el pescado era consumido en un pequeo crculode personas, pero, a finales del invierno, Taraniets decidi, sin nin-guna prudencia, incluirme a m tambin en el crculo.

    Un da trajo a mi habitacin un plato de pescado frito.- Este pescado es para usted.- No lo acepto.- Por qu?- Porque no est bien lo que hacis. Hay que dar el pescado a

    todos los colonos.- A santo de qu? -enrojeci de rabia Taraniets-. A santo de

    qu? Yo he conseguido las redes, yo soy quien pesca, quien se mojaen el ro, y encima tengo que dar a todos?

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    - Pues, entonces, llvate tu pescado: yo no he conseguido nadani me he mojado.

    - Pero si es un regalo que le hacemos...- No, no estoy de acuerdo. A m esto no me gusta. Y, adems, no

    es justo.- En qu est aqu la injusticia?- Pues en que t no has comprado las redes. Te las han regala-

    do, no es verdad?- S, me las han regalado.- A quin? A ti o a toda la colonia?- Por qu a toda la colonia? A m...- Sin embargo, yo pienso que tambin a m y a toda la colonia.

    Y las sartenes de quines son? Tuyas? No. Son de todos. Y el acei-te que habis pedido a la cocinera, de quin es? De todos. Y lalea, y el horno, y los cubos? Qu puedes decir? Y si yo te quito lasredes, se habr concluido todo. Pero lo ms importante es que esoque hacis no es de camaradas. No importa que las redes sean tuyas.T hazlo por los camaradas. Todos pueden pescar.

    - Est bien -accedi Taraniets-, que sea as. Pero, de todas ma-neras, tome usted el pescado.

    Tom el pescado. A partir de entonces, la pesca pas a ser untrabajo que se haca por turno, y el producto se entregaba a la cocina.

    El segundo mtodo de obtencin privada de vveres eran los via-jes al mercado de la ciudad. Cada da, Kalina Ivnovich enganchabaal Malish, el caballo kirgus, y se iba a buscar los vveres o a recorrerlas instituciones. Se le sumaban dos o tres colonos que tenan necesi-dad de ir a la ciudad para algn asunto: el hospital, los interrogato-rios en la comisin o, simplemente, para ayudar a Kalina Ivnovich acuidar del Malish. Todos estos felices mortales solan regresar ahtosde la ciudad y siempre traan algo para los compaeros. No hubo unsolo caso de alguien que fuera pescado en la plaza. Los resultados deestas campaas tenan una apariencia legal: Una conocida me lo hadado... Me encontr a un amigo... Yo me esforzaba por no agraviaral colono con turbias sospechas y siempre daba crdito a sus explica-

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 32

    ciones. Pero, adems, a dnde poda llevarme la desconfianza? Loscolonos, sucios y hambrientos, correteando en busca de comida, meparecan un objetivo ingrato para la prdica de cualquier clase demoral con un motivo tan balad como el robo en el mercado de unarosquilla o de un par de suelas.

    Nuestra extraordinaria pobreza tena, sin embargo, un aspectobueno, que despus ya no existi jams. Igual de pobres y de ham-brientos ramos tambin nosotros, los educadores. Entonces casi nopercibamos salario, nos contentbamos con el mismo kondior yandbamos casi tan andrajosos. Durante todo el invierno yo anduvesin suelas en las botas, siempre con algn trozo de peal fuera. SloEkaterina Grigrievna luca vestidos limpios y planchados.

    Captulo 4:Operaciones de carcter interno

    En febrero desapareci de mi cajn un fajo entero de billetes:aproximadamente mi salario de seis meses.

    Por aquel tiempo en mi habitacin estaban la oficina, la sala delos maestros, la contadura y la caja, porque yo compaginaba en mipersona todas esas obligaciones. El fajo de billetes nuevecitos habadesaparecido de mi cajn cerrado sin la menor huella de fractura.

    Por la noche habl de ello con los muchachos y les ped que mefuera reintegrado el dinero. Yo no estaba en condiciones de demos-trar que haba sido robado, y podran acusarme libremente de mal-versacin. Los muchachos me oyeron sombros y se dispersaron.Despus de la reunin, dos de ellos -Taraniets y Gud- se me acerca-ron en el patio oscuro cuando me diriga a mi habitacin. Gud era unadolescente pequeo y gil.

    - Nosotros sabemos quin ha cogido el dinero -susurr Tara-niets-, slo que no podemos decirlo delante de todos: no sabemosdnde lo ha escondido. Y si declaramos lo que sabemos, el ladrnalzar el vuelo, llevndose el dinero.

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    - Quin ha cogido el dinero?- Uno de aqu.Gud miraba con el entrecejo fruncido a Taraniets. Por lo visto,

    no aprobaba plenamente su poltica.- Hay que zumbarle! -gru- A qu viene perder el tiempo

    hablando aqu?- Y quin va a zumbarle? -pregunt Taraniets, volvindose

    hacia l-. T? Te har picadillo.- Vosotros decidme quin ha cogido el dinero. Yo hablar con l

    -les propuse.- No, eso no podemos hacerlo.Taraniets insista en el secreto. Yo me encog de hombros:- Bueno, como queris.Me fui a dormir. Por la maana, Gud encontr el dinero en la

    cuadra. Alguien lo haba arrojado por el estrecho ventanuco de lacaballeriza, y los billetes se haban esparcido por todo el local. Tem-blando de alegra, Gud vino corriendo a m. En las dos manos traalos billetes arrugados y en desorden.

    Gud bailaba de alegra por la colonia; todos los muchachos, res-plandecientes, irrumpan en mi habitacin para verme. Slo Taranietsandaba presumiendo con la cabeza erguida. Ni a l ni a Gud les inter-rogu acerca de su conducta despus de nuestro dilogo.

    Dos das despus alguien descerraj la puerta de la cueva y sellev unas cuantas libras de tocino, que constituan toda nuestra ri-queza en grasas. Tambin desapareci el candado. Al da siguientealguien rompi la ventana de la despensa, y desaparecieron los cara-melos que guardbamos para las fiestas de la Revolucin de Febreroy varias latas de lubrificantes para ruedas, que eran como oro paranosotros.

    Kalina Ivnovich lleg a adelgazar aquellos das: aproximaba surostro plido a cada colono y, echndole a los ojos el humo de lamajorka, trataba de convencerle:

    - Pero pensadlo un poco! Todo es para vosotros, hijos de perra.Os robis a vosotros mismos, parsitos!

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 34

    Taraniets saba ms que nadie, pero observaba una actitud evasi-va. Por lo visto, no entraba en sus clculos esclarecer este asunto.Los colonos hablaban mucho de los robos, aunque entre ellos preva-leca un inters puramente deportivo. No admitan en absoluto la ideade que los robados fueran, precisamente, ellos mismos.

    En el dormitorio yo gritaba, iracundo:- Pero qu sois? Sois personas o?...- Somos ladronzuelos -son una voz desde un catre lejano.- Ladronazos!- Qu vais a ser ladronazos! Sois rateros vulgares! Os robis

    a vosotros mismos! Ahora, por ejemplo, no tendris tocino, y que eldiablo os lleve! Y pasaris las fiestas sin caramelos. Nadie nos darms. Fastidiaos!

    - Pero, qu podemos hacer, Antn Seminovich? Nosotros nosabemos quin los ha cogido. Ni usted lo sabe, ni tampoco nosotros.

    Yo, dicho sea de paso, haba comprendido desde el principio quemis palabras eran superfluas. Robaba alguien de los mayores temidopor todos los dems.

    Al da siguiente fui en compaa de dos muchachos a gestionaruna nueva racin de tocino. Tuvimos que ir varios das, pero logra-mos la nueva racin. Tambin nos dieron caramelos, aunque nosreprendieron mucho por no haber sabido conservarlos. Por las nochesreferamos prolijamente nuestras andanzas. Al fin, trajimos el tocinoa la colonia y lo guardamos en la cueva. La primera noche fue tam-bin robado.

    A m incluso me alegr esta circunstancia. Esperaba que ahorahablara el inters colectivo, comn, y que l obligara a todos a to-mar con ms afn la cuestin de los robos. Efectivamente, todos losmuchachos se apenaron, pero no hubo entre ellos excitacin alguna,y, una vez disipada la primera impresin, el inters deportivo volvia apoderarse de todos: quin podra obrar con tanta habilidad?

    Unos das ms tarde desapareci de la cuadra la collera del caba-llo, lo que nos impeda incluso ir a la ciudad. Nos vimos obligados alprincipio a pedir prestada una collera en el casero.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 35

    Los robos sucedanse ahora a diario. Cada maana se descubraque en uno o en otro lugar faltaba algo: un hacha, un serrucho, vaji-lla, sbanas, los arreos, las riendas, vveres. Prob a no dormir denoche y a vigilar, armado de mi revlver, en el patio, pero, natural-mente, no pude resistir ms de dos o tres noches. Ped a Osipov quemontase l la guardia una noche; sin embargo, tuvo tanto miedo, queno volv a hablarle de ello.

    Yo sospechaba de bastantes muchachos, entre ellos tambin deTaraniets y de Gud. Pero no tena ninguna prueba y me vea obligadoa guardar en secreto mis sospechas.

    Zadrov, rindose a carcajadas, bromeaba:- Y usted crea, Antn Seminovich, que, por tratarse de una

    colonia de trabajo, aqu no habra ms que trabajar y trabajar, sinninguna diversin? Esprese, que an las ver ms gordas! Y quhar usted al que pesque?

    - Le meter en la crcel.- Eso no es nada. Yo pensaba que le pegara.Una noche sali vestido al patio.- Voy a acompaarle.- Ten cuidado, no sea que los ladrones se metan contigo.- No, ellos saben que hoy monta usted la guardia y no saldrn a

    robar. Adems qu hay de particular en esto?- Confiesa, Zadrov, que les tienes miedo.- A quines? A los ladrones? Claro que les tengo miedo, pero

    no se trata de eso: es que delatar no est bien. No cree usted lomismo, Antn Seminovich?

    - Pero si estn robndoos!- A m qu van a robarme! Yo no tengo aqu nada mo.- Pero si todos vivs aqu.- Qu vida es sta, Antn Seminovich? Acaso puede llamarse

    vida a esto? No sacar usted nada en limpio de la colonia. Est es-forzndose en vano. Ya ver cmo, despus de saquear la colonia,los ladrones se escaparn. Vale ms que contrate a dos buenosguardias y que les d fusiles.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 36

    - No, no contratar a ningn guardia ni les dar fusiles.- Por qu? -se sorprendi Zadrov.- A los guardias hay que pagarles, y nosotros ya somos bastante

    pobres, pero lo principal es que vosotros debis ser aqu los amos.La idea de que eran precisos guardias perteneca tambin a otros

    muchos colonos. En el dormitorio se haba entablado una verdaderadiscusin con tal motivo.

    Antn Brtchenko, el mejor representante de la segunda partidade colonos, demostraba:

    - Cuando haya un guardia, nadie saldr a robar. Y, si sale, se lepuede meter, en salva sea la parte, una descarga de sal. Despus deandar un mes con sal, ya no tendr ganas de robar.

    Le refutaba Kostia Vetkovski, un apuesto muchacho, cuya espe-cialidad en la libertad eran los registros con mandatos falsos. Duran-te estos registros ejecutaba papeles secundarios; los principales per-tenecan a los mayores. El propio Kostia -este hecho figuraba en suexpediente jams haba robado nada, atrado exclusivamente por ellado esttico de la operacin. Su actitud respecto a los ladrones habasido siempre despectiva. Ya haca algn tiempo que yo haba adver-tido la naturaleza delicada y compleja de este muchacho. Lo que,sobre todo, me sorprenda en l era lo bien que se llevaba con losmuchachos menos sociables y su autoridad, unnimemente reconoci-da, en las cuestiones polticas.

    - Antn Seminovich tiene razn! -deca Kostia-. Ni hablar deguardias! Por ahora no nos damos cuenta, pero, dentro de poco,todos comprenderemos que en la colonia no se debe robar. Inclusomuchos lo comprenden ya ahora. Pronto vigilaremos nosotros mis-mos. Verdad, Burn? -pregunt, volvindose inesperadamentehacia Burn.

    - Y qu? Si hay que vigilar, vigilaremos -repuso Burn.En febrero nuestra ama de llaves dej de trabajar en la colonia;

    yo haba conseguido su traslado a un hospital. Un domingo el Malishse acerco al umbral de su casa, y todos los amigos y participantes desus tes filosficos comenzaron a instalar cuidadosamente los mlti-

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 37

    ples sacos y maletines en el trineo. La buena viejecita, balancendoseapaciblemente en lo alto de su tesoro, sali al encuentro de su nuevavida a la rapidez habitual de dos kilmetros por hora.

    El Malish regres tarde, pero con l volvi tambin la viejecita,que, entre gritos y sollozos, irrumpi en mi habitacin: haba sidodesvalijada por completo. Sus amigos y ayudantes no haban coloca-do slo en el trineo todos sus sacos, maletines y brtulos, sino,adems, en otro sitio: el robo era insolente. Despert en el acto aKalina Ivnovich, a Zadrov y a Taraniets y procedimos a un registrogeneral en toda la colonia. Lo robado era tanto, que seguramente nohabran tenido tiempo de ocultarlo bien. Entre los matorrales, en lasbuhardillas de los cobertizos, bajo las escaleras de la terracilla, sim-plemente debajo de las camas y detrs de los armarios dimos contodos los tesoros del ama de llaves. La viejecita era, efectivamente,muy rica: encontramos una docena aproximada de manteles nuevos,muchas sbanas y toallas, cucharas de plata, unos jarritos, un braza-lete, pendientes y muchas menudencias.

    La viejecita lloraba en mi despacho. Mientras tanto, la habitacinse iba llenando de detenidos: sus antiguos amigos y simpatizantes.

    Al principio, los muchachos negaban, pero yo les chill y se des-pej el horizonte. Los amigos de la viejecita no haban sido los prin-cipales desvalijadores. Ellos se haban limitado a llevarse algn re-cuerdo, como una servilleta o un azucarero. Se puso en claro que elprotagonista de todo este suceso era Burn. El descubrimiento sor-prendi a muchos y, en primer lugar, a m. Desde el primer daBurn me haba parecido el ms firme de todos los muchachos.Siempre serio y afable sin exceso, era quien estudiaba con ms apli-cacin e inters en la escuela. El volumen y la envergadura de suactividad me dejaron estupefacto. Burn haba escondido fardosenteros de bienes de la viejecita. Estaba fuera de duda que los restan-tes robos producidos en la colonia eran tambin obra de sus manos.

    Por fin haba llegado hasta el verdadero mal! Somet a Burn aljuicio de un tribunal popular, el primer juicio en la historia de nuestracolonia.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 38

    En el dormitorio, sobre las camas y las mesas, se instalaron losjueces negros y harapientos. Un dbil quinqu alumbraba los rostrosagitados de los colonos y la cara plida de Burn, pesadote y lento,con el cuello grueso, parecido a MacKinley, el presidente de los Es-tados Unidos.

    Con acentos vigorosos y colricos describ a los muchachos eldelito: robar a una anciana, cuya nica felicidad resida en esos po-bres trapos, robarla, aunque nadie en la colonia trataba con ms cari-o que ella a los muchachos, robarla cuando peda ayuda, significabano tener realmente nada de humano, significaba no ser ni siquiera unreptil, sino un reptilillo. El ser humano deba respetarse, deba serfuerte y altivo y no arrebatar a las viejecillas dbiles sus ltimos tra-pos.

    Bien porque mi discurso produjo gran impresin en los colonos,bien porque estaban ya rabiosos contra Burn sin necesidad de dis-cursos, el caso es que todos cayeron unnime y apasionadamentesobre l. El pequeo y melenudo Brtchenko tendi los dos brazoshacia Burn.

    - Y qu? T qu dices a eso? Hay que meterte entre barrotes,encerrarte en la crcel. Por culpa tuya hemos pasado hambre y teres quien rob el dinero de Antn Seminovich.

    Burn protest de repente.- El dinero de Antn Seminovich? A ver: demustralo!- Claro que lo demostrar!- Demustralo.- Lo niegas? Dices que no fuiste t?- Yo?- Claro que t.- Que fui yo quien cogi el dinero de Antn Seminovich?

    Quin puede demostrarlo?Reson atrs la voz de Taraniets:- Yo lo demostrar.Burn qued atnito. Se volvi hacia Taraniets con intencin de

    decir algo, pero despus se encogi de hombros:

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 39

    - Bueno, aunque sea as. Es que no lo he devuelto?En respuesta los muchachos rompieron a rer inesperadamente.

    Les gustaba este atractivo dilogo. Taraniets tena un aire de hroe.Dio un paso adelante.

    - Pero no hay que expulsarle de aqu. A cualquiera puede suce-derle. Lo que s hay que hacer es darle en los morros como es debi-do.

    Todos guardaban silencio. Burn pase lentamente su mirada porel rostro picado de viruelas de Taraniets.

    - No has crecido todava bastante para darme en los morros!Por qu te esfuerzas? De todas formas t no sers nunca el directorde la colonia. Si es preciso, Antn me abofetear, pero t qu tienesque ver con eso?

    Vetkovski salt de su asiento:- Cmo? Muchachos tenemos que ver con eso nosotros o no?- Claro que s -gritaron los muchachos-. Nosotros te hinchare-

    mos los morros mejor que Antn.Alguno se haba lanzado ya contra l. Brtchenko vociferaba,

    agitando las manos junto al mismo rostro de Burn:- Azotarte, eso es lo que deberamos hacer: azotarte!Zadrov me susurr al odo:- Llveselo usted de aqu: si no, le pegarn.Apart a Brtchenko de Burn. Zadrov apart a dos o tres ms.

    Difcilmente sofocamos el escndalo.- Que hable Burn! Que hable! -grit Brtchenko.Burn baj la cabeza:- No tengo nada que decir. Todos tenis razn. Dejadme con

    Antn Seminovich; que l me castigue como sabe.Silencio. Fui hacia la puerta, temiendo verter el mar de ira feroz

    que me llenaba hasta los bordes. Los colonos se apartaron a un lado ya otro, dejndonos pasar a m y a Burn.

    Atravesamos en silencio el patio oscuro, entre los montones denieve: yo delante, l detrs.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 40

    Mi estado de nimo era psimo. Burn me pareca el ltimo de-tritus que poda producir el basurero humano. No saba qu hacer conl. Haba llegado a la colonia por su participacin en una banda deladrones, cuyos miembros mayores de edad haban sido fusiladoscasi todos. Tena diecisiete aos.

    Burn permaneca sin decir palabra junto a la puerta. Yo, senta-do a la mesa, me contena a duras penas para no terminar la conver-sacin arrojando contra l algn objeto pesado.

    Por fin, Burn alz la cabeza, me mir con fijeza a los ojos ydespacio, recalcando cada palabra, conteniendo difcilmente laslgrimas, habl:

    - Yo... jams... volver a robar.- Mientes! Eso se lo has prometido ya a la comisin!- Una cosa es la comisin y otra es usted! Castgueme como

    quiera, pero no me eche de la colonia!- Y qu es lo que te interesa en la colonia?- Aqu estoy a gusto. Aqu se estudia. Yo quiero estudiar. Y si he

    robado es porque siempre tengo hambre.- Bueno. Permanecers tres das bajo cerrojo, a pan y agua. Y ni

    tocar a Taraniets.- Est bien.Burn pas tres das en la pequea habitacin contigua al dormi-

    torio, donde, en la antigua colonia, vivan los celadores. No le en-cerr porque me dio su palabra de que no saldra sin mi permiso. Elprimer da le envi, efectivamente, pan y agua. El segundo sentlstima y dispuse que le llevaran la comida. Burn quiso renunciaraltivamente, pero yo le chill:

    - Es que encima vas a hacer parips?Sonriendo, se encogi de hombros y tom la cuchara.Burn cumpli su palabra: nunca volvi a robar nada, ni en la

    colonia ni en otro lugar.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 41

    Captulo 5Asuntos de importancia estatal

    Mientras nuestros colonos adoptaban una actitud casi de indife-rencia respecto a las propiedades de la colonia, haba fuerzas ajenasque les concedan profunda atencin.

    El ncleo ms importante de estas fuerzas se hallaba dislocadoen la carretera principal de Jrkov. Apenas haba noche sin que al-guien fuese desvalijado all. Convoyes ntegros de carros campesinoseran detenidos por el disparo de un retaco, y los atracadores, sin per-der tiempo en palabras, hundan las manos libres del retaco en elcorpio de las mujeres sentadas en los carros, mientras los maridos,llenos de confusin, golpeaban con sus ltigos las caas de las botasy se asombraban:

    - Quin poda pensarlo? Escondimos el dinero en el corpio delas mujeres porque creamos que era el sitio ms seguro, y los mal-ditos han ido a buscarlo directamente all.

    Este tipo de asalto colectivo, por llamarlo as, casi nunca erasangriento. Los labriegos, ya recobrados del susto, acudan a la colo-nia despus de permanecer en el lugar del robo todo el tiempo sea-lado por los desvalijadores y nos describan expresivamente el suce-so. Yo reuna a mi ejrcito, lo armaba de estacas, empuaba perso-nalmente el revlver, nos dirigamos a todo correr a la carretera yhusmebamos largo tiempo por el bosque. Pero slo una vez nuestraspesquisas se vieron coronadas por el xito: a media versta de la ca-rretera descubrimos a un grupo de gente, agazapado tras un montnde nieve. Aunque respondieron con un disparo a los gritos de losmuchachos y se dispersaron, conseguimos apresar a uno y traerlo a lacolonia. No encontramos en su poder ni el retaco ni ningn objetorobado, y negaba todo lo divino y lo humano. Entregado por nosotrosa los agentes de investigacin criminal, result, sin embargo, un ban-dido famoso, y tras l fue detenida la banda entera. El Comit Ejecu-tivo Provincial expres su gratitud a la colonia Gorki.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 42

    Pero tampoco despus de eso disminuyeron los asaltos en la ca-rretera. A finales del invierno los muchachos comenzaron a encontrarya huellas de sangrientos sucesos nocturnos. Entre los pinos vean,de pronto, un brazo asomando en la nieve. Se escarbaba la nieve yapareca una mujer, muerta de un tiro en el rostro. En otro lugar,cerca del mismo camino, entre la maleza, un hombre vestido de co-chero con el crneo hendido. Una buena maana, descubrimos aldespertarnos que desde el lindero del bosque nos contemplaban dosahorcados. Mientras lleg el juez, estuvieron colgados un par de das,mirando con sus ojos desorbitados la vida de la colonia.

    Los colonos no experimentaban ante estos sucesos ni pizca detemor, sino un sincero inters. En primavera, cuando se fundi lanieve, buscaban en el bosque crneos rodos por los zorros y, en-sartndolos en un palo, los traan a la colonia nicamente para asus-tar a Lidia Petrovna. Los educadores no tenan necesidad de ello paravivir horrorizados, y por las noches temblaban en espera de queirrumpiese en la colonia una banda de saqueadores y diera comienzola matanza. Los ms asustados de todos eran los Osipov, que, segnla opinin general, tenan qu perder.

    A finales de febrero, nuestra carreta, que, arrastrndose a la velo-cidad habitual, vena de la ciudad con algunos bienes, fue detenida alanochecer cerca del mismo recodo antes de llegar a la colonia. En lacarreta haba cebada y azcar en polvo, cosas que, por motivos igno-tos, no sedujeron a los saqueadores. En poder de Kalina Ivnovich noencontraron ningn objeto de valor, a excepcin de la pipa. Estacircunstancia despert entre los asaltantes una justa ira: golpearon aKalina Ivnovich en la cabeza, y el viejo cay en la nieve, dondepermaneci mientras los salteadores se daban a la fuga. Gud, que eraquien cuidaba siempre del Malish en la colonia, fue un simple testi-go. Ya en la colonia, tanto Kalina Ivnovich como Gud, se desahoga-ron en largos relatos. Kalina Ivnovich describa el suceso con tintesdramticos; Gud, con tintes cmicos. Pero la decisin adoptada fueunnime: enviar siempre al encuentro de nuestra carreta a un desta-camento de colonos.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 43

    As procedimos durante dos aos. Estas campaas tenan ennuestro lxico un nombre militar: Ocupar el camino. Envibamos aunas diez personas. A veces, yo tambin formaba parte del destaca-mento, ya que tena un revlver. No poda confirselo a cualquiermuchacho, y, sin revlver, nuestro destacamento pareca dbil. Tanslo Zadrov reciba a veces el revlver y se lo colgaba orgullosa-mente sobre sus guiapos.

    Montar la guardia en la carretera era una ocupacin muy intere-sante. Nos emplazbamos a lo largo de la carretera en una extensinde kilmetro y medio, desde el puente sobre el ro hasta el mismorecodo antes de llegar a la colonia. Los muchachos, transidos de fro,daban saltos en la nieve, llamndose para no perder el contacto entres, y en la penumbra creciente eran como la amenaza de una muertesegura en la imaginacin del viajero rezagado. De vuelta de la ciu-dad, los campesinos apaleaban a sus caballos y en silencio se desli-zaban veloces ante aquellas figuras, que se repetan rtmicamente conel aspecto ms criminal. Los dirigentes de los sovjoses y las autori-dades volaban en trepidantes tachankas y exhiban ostensiblemente alos colonos sus escopetas de dos caones y sus retacos; los que ibana pie detenanse junto al puente en espera de otros peatones.

    Delante de m, los muchachos jams se conducan mal ni asusta-ban a los viajeros, pero, cuando yo no estaba, hacan travesuras, ymuy pronto Zadrov incluso renunci al revlver y exigi obligato-riamente mi presencia. En lo sucesivo, yo sala cada vez que se for-maba el destacamento, pero segu dando el revlver a Zadrov parano privarle de un placer merecido.

    Al aparecer nuestro Malish, le recibamos gritando:- Alto! Manos arriba!Pero Kalina Ivnovich se limitaba a sonrer y fumaba con parti-

    cular energa su pipa.Nuestro destacamento torca gradualmente detrs del Malish y

    entraba como un alegre tropel en la colonia, interrogando a KalinaIvnovich sobre las diversas novedades relacionadas con el captulode abastos.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 44

    Aquel mismo invierno emprendimos otras operaciones, no ya li-mitadas a la colonia, sino de importancia estatal. Un guardia forestalse present en la colonia y nos pidi que vigilramos el bosque: ha-ba muchos infractores y el personal de que l dispona no era sufi-ciente para poner coto a las talas furtivas.

    La custodia de un bosque perteneciente al Estado, tarea que noselev mucho ante nuestros propios ojos, deba proporcionarnos untrabajo extraordinariamente ameno y, adems, considerables venta-jas.

    Es de noche. Pronto amanecer, pero la oscuridad es todavacompleta. Me despierta un golpe en la ventana. Miro: a travs delcristal advierto entre los dibujos del hielo una nariz aplastada y unacabeza de hspida cabellera.

    - Qu pasa?- Antn Seminovich, estn talando en el bosque!Enciendo el quinqu, me visto apresuradamente y salgo despus

    de coger el revlver y la escopeta. En la puerta me aguardan los ma-yores aficionados a las andanzas nocturnas: Burn y Shelaputin, unmuchachito pequeo, difano, completamente puro.

    Burn toma la escopeta de mis manos y llegamos al bosque.- Dnde es?- Escuche.Hacemos alto. Al principio, no oigo nada; despus comienzo a

    distinguir los sordos golpes de un hacha, que se escuchan apenasentre los imperceptibles sonidos nocturnos y los latidos de nuestroscorazones. Avanzamos inclinados; las ramas de los pinos jvenesaraan nuestros rostros, me arrancan las gafas y nos salpican de nie-ve. A veces, cesan los golpes del hacha, y nosotros, sin orientacin,nos detenemos y aguardamos pacientes. Otra vez resuena el hacha,pero ahora ms fuerte y ms prxima.

    Hay que acercarse imperceptiblemente para no espantar alladrn. Burn se balancea con la agilidad de un oso; tras l, avanza asaltitos el pequeo Shelaputin, arrebujndose en su klift , y yo cierrola procesin.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 45

    Por fin, estamos frente al objetivo. Nos escondemos detrs deltronco de un pino. Un rbol alto y esbelto se estremece, y junto a lsurge una silueta ceida por un cinto. La silueta golpea varias vecessin fuerza y sin decisin, hace un alto, se yergue, mira en torno suyoy vuelve a golpear con el hacha. Nosotros estamos a unos cinco pa-sos. Burn mantiene la escopeta hacia arriba y me observa sin respi-rar. Shelaputin, oculto detrs de m, musita colgado de mi hombro:- Se puede? Ya se puede?

    Afirmo con la cabeza. Shelaputin tira a Burn de la manga.Suena el disparo como una terrible explosin y se difunde lar-

    gamente por los mbitos del bosque.El hombre del hacha se agacha instintivamente. Silencio. Nos

    acercamos a l. Shelaputin conoce sus obligaciones. El hacha est yaen sus manos. Burn saluda alegremente:

    - Ah, Musi Krpovich, buenos das!Da unas palmaditas en la espalda a Musi Krpovich, pero Musi

    Krpovich no se halla ahora en condiciones de pronunciar una solapalabra de saludo. Le domina un pequeo temblor y se sacude mec-nicamente la nieve de su manga izquierda.

    Yo le pregunto:- El caballo est lejos?Musi Krpovich sigue sin hablar y es Burn quien responde por

    l:- Pero si el caballo est aqu! Eh! Quin anda ah? Da la

    vuelta!Solamente ahora distingo entre los pinos los morros del caballo y

    el arco.Burn coge a Musi Krpovich por un brazo:- Haga el favor, Musi Krpovich, de tomar asiento en la ambu-

    lancia de urgencia.Musi Krpovich comienza a dar, por fin, seales de vida.

    Quitndose el gorro, se atusa el pelo y balbucea sin mirar a nadie:- Ah! Dios mo, Dios mo!Vamos hacia el trineo.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 46

    El trineo arranca lentamente y avanzamos por unas huellas pro-fundas y blandas. Un muchachuelo como de catorce aos, con ungorro enorme y botas altas, gua el caballo, moviendo tristemente lasriendas. No hace ms que sorberse la nariz y, en general, se le notadisgustado. Nosotros guardamos silencio.

    Ya en el lindero del bosque, Burn toma las riendas en sus ma-nos.

    - Eh! A dnde vas? Si tuvieras carga, iras hacia all, pero,para llevar al padre, hay que ir all...

    - A la colonia? -pregunta el muchacho, y Burn, sin devolverleya las riendas, obliga a torcer al caballo hacia nuestro camino. Estempezando a amanecer.

    Musi Krpovich, por encima de la mano de Burn, hace pararsbitamente al caballo y con la otra mano se quita el gorro.

    - Antn Seminovich, sulteme usted! Es la primera vez!... Notengo lea... Djeme marchar!

    Burn, descontento, desprende de las riendas la mano de MusiKrpovich, pero no arrea al caballo, en espera de mi decisin.

    - No, eso no vale, Musi Krpovich -digo yo-. Hay que levantarun acta; usted mismo comprende que se trata de un asunto de Estado.

    - Y tampoco es verdad que sea la primera vez -dice Shelaputin,recibiendo con su timbre argentino de contralto el amanecer-. No esla primera vez, sino la tercera. Una vez sorprendimos a su Vasili y laotra...

    Burn interrumpe la msica del contralto argentino con su vozronca de bartono:

    - Qu hacemos aqu parados? T, Andri, vuela a casa, quetienes poco que pintar en este asunto. Dile a la madre que el padreha dado un mal paso y que prepare algo de comer para envirselo.

    Andri, atemorizado, salta del trineo y vuela al casero. Nosotrosseguimos adelante. A la entrada de la colonia nos recibe un grupo demuchachos.

    - Oh! Y nosotros pensbamos que os haban matado all y yanos disponamos a ir a salvaros.

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 47

    Burn rompe a rer:- La operacin se ha efectuado con un xito vertiginoso.En mi habitacin se rene gran cantidad de gente. Musi Krpo-

    vich, abrumado, est en una silla frente a m; Burn, junto a la venta-na, vigila con el revlver; Shelaputin musita a sus camaradas la his-toria espeluznante de la alarma nocturna. Dos muchachos han toma-do asiento en mi cama y lo mismo que los restantes, sentados en losbancos, siguen con atencin el levantamiento del acta.

    El documento es redactado con desgarradores detalles.- Tiene usted doce desiatinas de tierra? Tres caballos?- Pero qu van a ser caballos! -gime Musi Krpovich-. Tengo

    una yegita que no pasa de dos aitos...- Tres, tres -insiste Burn, golpeando cariosamente a Musi

    Krpovich en un hombro.Yo sigo escribiendo:- ...el tajo del rbol mide 36 centmetros.Musi Krpovich alza los brazos:- Pero, qu dice usted? Por Dios, Antn Seminovich! Qu va

    a ser tanto! Ni siquiera veinticinco centmetros!Shelaputin interrumpe su relato, seala con las manos algo pare-

    cido a medio metro y, mirando fijamente a Musi Krpovich, dice conuna risa descarada:

    - Era as? As? Verdad?Musi Krpovich hace un ademn como sacudindose de su risa y

    sigue dcilmente los movimientos de mi pluma. El acta est conclui-da. Musi Krpovich con un aire de persona agraviada me da la manopara despedirse y tiende igualmente la mano a Burn como al mayorde todos los chicos.

    - En vano hacis esto, muchachos. Todos tenemos que vivir.Burn se inclina en una gentil reverencia:- Naturalmente, y nosotros estamos siempre dispuestos a ayu-

    dar!De improviso recuerda:- Ah, Antn Seminovich! Y qu hacemos con el rbol?

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 48

    Quedamos pensativos. El rbol, en efecto, est casi talado, y deseguro maana acabarn de talarlo y se lo llevarn. Burn no esperanuestra decisin y se dirige a la puerta. De paso lanza al apenadoMusi Krpovich:

    - Le llevaremos el caballo; no se preocupe. Muchachos, qui-nes vienen conmigo? Bueno, seis bastan. Tiene usted cuerda, MusiKrpovich?

    - Est en el trineo.Todos se dispersan. Una hora ms tarde los muchachos traen un

    alto pino. Es el premio a la colonia. Adems, el hacha, conforme auna vieja tradicin, pasa a ser propiedad nuestra. Mucha agua correrdesde entonces, pero los colonos, al arreglar sus cuentas mutuas,todava hablarn as largo tiempo:

    - Haba tres hachas. Yo te he dado tres hachas y ahora no hayms que dos. Dnde est la tercera?

    - Qu tercera?- Cmo qu tercera? La que quitamos entonces a Musi Krpo-

    vich.Ms que las convicciones morales y que la ira, fue esta lucha

    verdaderamente prctica e interesante lo que origin los primerosbrotes de un buen ambiente colectivo.

    Al reunirnos por las tardes, discutamos, y reamos, y fantase-bamos sobre nuestras peripecias, nos sentamos hermanados por lalucha, nos fundamos en un todo nico que se llamaba colonia Gorki.

    Captulo 6La conquista del tanque metlico

    Mientras tanto, nuestra colonia haba comenzado a desarrollarpoco a poco su historia material. La pobreza elevada al ltimo ex-tremo, los piojos y los pies helados no nos impedan soar con unfuturo mejor. Aunque los treinta aos de nuestro Malish y nuestravieja sembradora nos hacan confiar poco en el desarrollo de la agri-

  • ___________________________________________________________Antn Makarenko - Poema Pedaggico - 49

    cultura, nuestros sueos se orientaron, precisamente, en esa direc-cin. Pero se trataba nicamente de sueos. El Malish era un motortan poco adecuado para la agricultura, que slo mentalmente se podauno representar al Malish tirando de un arado. Adems, en la coloniano slo pasaban hambre los colonos: tambin la pasaba el Malish.Con un gran trabajo conseguamos paja y, a veces, heno. Durantecasi todo el invierno lo que hacamos con el Malish, ms que viajar,era sufrir, y a Kalina Ivnovich le dola siempre el brazo derecho deagitar continuamente el ltigo para amenazar al caballo, sin lo cualnuestro Malish se detena por las buenas.

    Y, por ltimo, tampoco el terreno en que estaba enclavada la co-lonia serva para la agricultura. Era un suelo arenoso, que forma