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RAMÓN MENAY MANUEL GAMIO. UNA MIRADA OBLICUA SOBRE LA ANTROPOLOGÍA MEXICANA EN LOS AÑOS VEINTE DEL SIGLO PASADO Mechthild Rutsch* INAH RELACIONES 88, OTOÑO 2001, VOL. XXII

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RAMÓN MENAY MANUEL GAMIO.UNA MIRADA OBL ICUA SOBRE LA ANTROPOLOGÍA

MEXICANA EN LOS AÑOS VE INTE DEL S IGLO PASADO

M e c h t h i l d R u t s c h *I N A H

R E L A C I O N E S 8 8 , O T O Ñ O 2 0 0 1 , V O L . X X I I

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NTRODUCCIÓN

Al describir su concepto de historia, José Saramago na-rró un episodio: de joven le gustaba asistir a funcionesde teatro para las que solía comprar el boleto más bara-

to. Desde lo alto de la galería logró observar de cerca una espléndida re-producción de la corona del rey. Y como la miraba desde un ángulo obli-cuo, descubrió que en las cavidades de la corona se escondían muchastelarañas.1

Ante la narrativa dominante de la historia y sus símbolos, la miradaoblicua expresa la posibilidad de descubrir tejidos ocultos al punto devista acostumbrado. En lo que sigue pretendo divisar un episodio de laantropología mexicana de los años veinte del siglo pasado que puedeser significativo para favorecer una mirada oblicua de nuestra historio-grafía y sus mitos de origen.2

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Una mirada oblicua sobre el proceso de institucionalización y pro-fesionalización de la antropología mexicana descubre no sólo rup-turas entre el periodo pre y posrevolucionario, sino también conti-nuidades. Durante el porfiriato se manifiestan fuertes y constantesconflictos entre el Museo Nacional de Arqueología, Historia yEtnología y la Dirección de Inspección y Conservación de Monu-mentos Arqueológicos. Éstos son continuados después de 1917por el Museo y la Dirección de Antropología. El episodio de acu-saciones mutuas entre Manuel Gamio y Ramón Mena se inserta eneste contexto; una de sus consecuencias fue la clausura definitivade la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología America-nas cuya labor había sido interrumpida en 1914 (Manuel Gamio,Ramón Mena, historia de la antropología).

* [email protected] Relatado en la entrevista con Silvia Lemus, trasmitida por el Canal 22, 8 de octubre

1998, 22:00 p.m.2 Debo advertir al lector que el ensayo presente está basado en un análisis más exten-

so, cfr. Rutsch, 2001.

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dios se han preocupado por ofrecer alusiones a los “colegios invisibles”y las redes científicas de las que tales personalidades formaron parte,sus afinidades, conflictos y redes de poder que sustentan gran parte desu autoridad intelectual en diferentes momentos históricos.6 Sin embar-go, ante la incertidumbre del futuro, una narrativa (e historiografía)más creativa y autorreflexiva de la antropología mexicana puede impul-sarnos en rebasar anecdotarios, rumores, lugares comunes, visiones pa-norámicas poco explicativas, además de dogmatismos que pretendenofrecer la única interpretación historiográfica posible.7 Me parece quetambién en México, la autoridad intelectual y relevancia teórica y socialde la antropología debe ser repensada junto con su pasado, pues desdeel punto de vista de la relación entre ciencia y política, la separación po-

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Es sabido que los mitos se centran en la gesta de héroes culturales ypor ello cumplen funciones de fundación de identidades, devenires y orí-genes. En este contexto, criterios de una verdad fáctica se vuelven irre-levantes y en esto el mito se parece a las modernas filosofías de la histo-ria. Los contenidos de unos y otras no son falsificables y es claro quetampoco pretenden serlo.3 Sucede, sin embargo, que los mitos fundacio-nales imprimen no sólo una cierta perspectiva de lo que fue sino tam-bién de lo que es; es decir, condicionan nuestra percepción del presentey el futuro. Entre otros historiadores de la ciencia, Novick mostró quegran parte de las narrativas fundacionales de una disciplina científicarevela no tanto una meta alcanzada sino un “sueño noble” que en lasrealidades de su devenir esconde exclusiones, desprecios (racistas), ypoderes diversos que se hacen visibles ante un examen más crítico me-diante el que pueden perder su “potencia subterránea”.4

Por lo común, la historiografía de la antropología mexicana hastaahora dominante se ha escrito con un tono celebratorio que sigue unacierta filosofía o mirada de su propio devenir, en el que el espíritu (esdecir, la disciplina) se eleva de orígenes muy limitados hacia la luz deuna ciencia, personificada en la obra de ciertas personalidades centra-les. En general, tales personalidades se describen en términos apologéti-cos, como si se tratase de grandes hombres solitarios.5 Muy pocos estu-

3 Heller, 1991: 208.4 Fox-Keller (1995: 28), quien analiza esta cuestión desde el punto de vista del ego

masculino en la historia de la ciencia. Novick (1988) llama la atención sobre el hecho quelos historiadores estadounidenses en los inicios de su profesionalización y la búsquedapor objetividad científica durante el último cuarto del siglo XIX, sostuvieron diversas teo-rías racistas, entre ellas la “germ cell theory”, que supuso una asociación determinista en-tre instituciones políticas y caracteres biológicos sajones. Señala además que sobre todolos círculos educados de esos tiempos fueron profundamente racistas en general, y enparticular con relación a la cuestión de los negros estadounidenses (cfr. cap. I). En estecontexto temático llama la atención que el libro de Urías Horcasitas (2000), quien certera-mente destaca que el evolucionismo en México no fue sometido a una crítica profunda,exime sin embargo, al racismo emanado de éste en las leyes mexicanas y en las ideolo-gías de escritores del siglo XIX y principios del XX de toda responsabilidad ideológica-po-lítica.

5 Acaso el ejemplo más reciente de este tipo de historiografía es la genealogía queofrece Matos Moctezuma (1998), a propósito de la arqueología del Templo Mayor. Otro

ejemplo que ilustra el caso es la valoración de Konrad Theodor Preuss, debido a la plumade Johannes Neurath (1998), quien basa su visión de los últimos años de Preuss en lasafirmaciones de Egon Erwin Kisch contra “el denunciante” Walter Krickeberg, sin queestas afirmaciones sean sometidas a mayor escrutinio y crítica de fuentes. Se reproduceentonces la falsa impresión –transmitida por el mismo Kisch y con las que el autor al pa-recer está de acuerdo– que el “héroe fundador” Preuss fue víctima de asesinato a manosde su malvado colega nazi Krickeberg, lo que equivale a una afirmación poco ética queestá basada en un solo autor, sin que se cite documentación que pone en duda y en partedesmiente esas interpretaciones, cfr. BAzA, “Walter Krickeberg. Quellenberichte undNotizen”.

6 En México existen muy pocas excepciones, por ejemplo Vázquez León, 1995. Parala definición y el estudio de los “colegios invisibles”, cfr. Crane, 1972 y Hagstrom, 1975.Una discusión más reciente, formalizada y aplicada a la antropología lingüística norte-americana se encuentra en Murray, 1994. Para el caso británico, pueden verse Grimshawy Hart, 1996 [1993] y Kuklick, 1993; en la historia de la antropología alemana Hans Fis-cher (1990) ofreció un análisis de los aspectos de afinidad, oportunismo y sobrevivenciade la antropología bajo el régimen nazi.

7 Al respecto, véase una exposición detallada en Fernando López Aguilar, 2001 (enprensa, Revista Cuicuilco, ENAH). En el Manifiesto de Historia a Debate, recientemente circu-lado por la red H-México en Internet (11 de setiembre de 2001), se hace alusión a estaidea, cuando se afirma que: “Ha llegado la hora de que la historia ponga al día su con-cepto de ciencia, abandonando el objetivismo ingenuo heredado del positivismo del si-glo XIX, sin caer en el radical subjetivismo resucitado por la corriente posmoderna a fina-les del siglo XX. La creciente confluencia entre las “dos culturas”, científica y humanística,facilitará en el siglo que comienza la doble redefinición de la historia, como ciencia socialy como parte de las humanidades, que necesitamos”.

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los factores que contribuyeron a la desaparición de esta escuela, pero nopueden considerarse como su única causa explicativa.9 Esta tesis puederesultar sorprendente, sobre todo con relación a lo que implica para laimagen de personajes como Gamio y otros que por lo común se han con-siderado fundadores de la antropología mexicana y sus méritos hacenolvidar que fueron parte de una red de científicos.

Como puede percatarse el lector, este trabajo se basa en la tesis deuna continuidad institucional y generacional en la antropología mexica-na,10 desde finales del Porfiriato hasta mediados de los años treinta. Elproceso de sustitución se va gestando durante el periodo para desembo-car en una configuración distinta, institucional, generacional y teórica.En esta nueva configuración destaca la creación del Instituto Nacionalde Antropología que subordina al Museo Nacional y, más tarde, tam-bién las labores docentes en antropología. Éstas son separadas de nuevodel ámbito universitario al que habían sido adscritas desde 1910 y hastamediados de los treinta habían oscilado entre Museo e Universidad, sinreglamentación de planes de estudio ni de titulación.11 El Instituto Na-cional creado entonces fue encabezado por Alfonso Caso como primer

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sitivista entre presente-sujeto y pasado-objeto resulta engañosa y deorientación más bien conservadora. El análisis del pasado no sólo debeocuparse de las obras renombradas y corrientes epistemológicas domi-nantes. Repensar este pasado atañe por igual las relaciones instituciona-les en las que se ubican los fracasos, los éxitos y las luchas individualespor prestigio y poder.

En relación con los años veinte y treinta de la antropología mexica-na del siglo XX, sabemos que existieron además de Moisés Sáenz, Othónde Mendizábal, Manuel Gamio y Alfonso Caso, otros antropólogos en elescenario del proceso de profesionalización de la disciplina. Así conoce-mos al alemán Hermann Beyer, suena el nombre de Juan Enrique Pala-cios, Alfonso Toro y otros más ligados al Museo, como Jesús Galindo yVilla y Nicolás León. Pero la pregunta por sus vínculos, interacciones,conflictos y afinidades, no ha recibido respuesta.8 Sin embargo, si quere-mos una caracterización más detallada del proceso de profesionalización,la contestación a esta pregunta se vuelve imprescindible. El presenteensayo pretende llamar la atención hacia esos fenómenos y su impor-tancia en el desarrollo de la disciplina.

Lo mismo sucede con el análisis del escenario institucional de la an-tropología de esos tiempos, de cuya configuración y desarrollo poco sa-bemos. Sin embargo, resulta claro que, al contrario de la suerte que co-rrió la Dirección de Antropología de Manuel Gamio, cuya vida abarcóocho años (1917-1925), el Museo sorteó los vaivenes de gobiernos cam-biantes y demás sucesos macropolíticos desde su re-creación en 1865. Elproceso descrito abajo es un indicio importante de las relaciones entreMuseo y Dirección de Antropología. A la vez, parece claro que las secue-las del conflicto entre ambas instituciones y sus comunidades científicaspusieron un final definitivo a la Escuela Internacional de Arqueología yEtnología Americanas y las aspiraciones de Franz Boas de formar antro-pólogos mexicanos. Desde ese punto de vista, los procesos revoluciona-rios y sus consecuencias en política educativa sólo constituyen uno de

8 Hasta donde alcanza mi conocimiento existe sólo una tesis de licenciatura (en ela-boración) de Haydeé López Hernández que se ocupa específicamente de la arqueologíamexicana durante este periodo.

9 Por lo común, tanto en la bibliografía nacional como en la extranjera se sostiene quela EIAEA –inaugurada en 1911– desapareció a consecuencia de los procesos revoluciona-rios mexicanos debido a la falta de presupuesto, interrupción de trabajos y otros, cfr. porejemplo, Urías Horcasitas, 2001. Parmenter (1966) nota que fue hasta fines de los años 20que Boas sostuvo la esperanza de poder reabrir esta escuela y que sólo por las comunica-ciones de Zelia Nuttall en el sentido de que en México ya no existían condiciones paraello, se habría olvidado de este proyecto.

10 En otro lugar he hecho hincapié en el hecho que –a mi parecer– equivocadamentegran parte de la historiografía de la antropología mexicana se piensa a sí misma comohija de la ruptura revolucionaria (Rutsch, 1999), y sobre todo a Gamio, no sólo como pa-dre fundador, sino como de concepciones totalmente nuevas en relación con el Porfiriato.No obstante, por razones que aquí no puedo detallar, pero que también son confirmadaspor este trabajo, me inclino por la definición cada vez más aceptada entre los historiado-res mexicanos, en el sentido de que los procesos revolucionarios no sólo abarcan el proce-so armado de 1910-1920, sino incluyen los siguientes años hasta 1940 y el gobierno de Lá-zaro Cárdenas “que se ha considerado como parteaguas del proceso revolucionario alMéxico moderno”. Azuela y Guevara, 1998: 82.

11 Cfr. Rutsch, 2001, cap. II.

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director y, según el discurso inaugural de éste, sus fines eran “estudiarlas cuestiones americanas desde el punto de vista americano”.12

El episodio conflictivo que de cierta forma cierra este periodo desustitución generacional y configuración institucional sucede tres añosantes de la creación del Instituto, en ocasión de los inicios de las excava-ciones de la tumba 7 en Monte Albán en 1936. Como resultado, AlfonsoCaso sustituyó a Ramón Mena, quien hasta junio de ese año había sidojefe de arqueólogos del Museo Nacional.13

RAMÓN MENA Y EL MUSEO NACIONAL

En 1906 inició la docencia de la antropología en el Museo. Al mismotiempo, la generación de médicos, geólogos y químicos dedicados des-de finales de la década de los setenta del siglo XIX a la arqueología y latradición naturalista en el Museo Nacional estaba por eclipsarse. Al ini-cio del siglo y en su lugar, una nueva generación, sobre todo de aboga-dos e ingenieros-arquitectos, tomó las riendas del destino en y del Mu-seo. En el contexto de la preparación de los festejos del Centenario de laIndependencia, la tradición naturalista fue cediendo en importanciaante el empuje político y presupuestal de la historia patria y de la ar-queología y de sus importantes funciones en apuntalar la narrativa na-cional del poder porfirista. Este proceso llegó a un punto tal que el Mu-seo Nacional fue dividido y se inauguró un Museo Nacional de Histo-ria Natural en 1909.

Ramón Mena Isassi (1874-1957) estuvo ligado al Museo Nacional deArqueología, Historia y Etnología (posteriormente de Etnografía) desde1907, año en el que sustituyó a José Juan Tablada en la cátedra de ar-queología. Mena entonces tenía 33 años de edad. Su curso fue suspen-dido en 1909 hasta que, en 1911, Galindo y Villa regresó al Museo y loretomó.

12 AHDINAH, v. 18, 1939, l. 27, reproducido en el Boletín no. 1 del Seminario de Historia,Filosofía y Sociología de la Antropología Mexicana, México, 1998.

13 SDBNAH, c.7, e.79, s.n.fs. (sin número de fojas). FIGURA 1: Ramón Mena, fuente Casasola.

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La propuesta de García fue aceptada y el nombramiento de la Secre-taría data del día 30 de marzo de 1908, nuevamente confirmado el 1º dejulio de 1909.18

Antes de entrar al Museo como profesor interino de arqueología,Ramón Mena había impartido cátedra a nivel primaria, secundaria ynormal, tanto en Córdoba como en Puebla. También había publicado enlos Anales del Museo en 1905 una transcipción de un manuscrito en linodel año de 1579,19 un trabajo relativo a los indígenas de Chiapas (1902),etnografías de Puebla (1903) y breves estudios arqueológicos e históri-cos en publicaciones de la Sociedad Científica Antonio Alzate y la Socie-dad Mexicana de Geografía y Estadística (1904), sociedades a las quetambién perteneció.20 En efecto, respecto de productividad intelectualmedida en número de publicaciones, Mena fue miembro de una elite,como prueba un texto de Luz Fernanda Azuela,21 pues entre los autoresque escribieron una tercera parte de los artículos publicados por las tresSociedades en conjunto (es decir, la de Historia Natural, la de Geografíay Estadística y la Antonio Alzate) en 30 años (1880-1912), Mena se en-cuentra con 24 artículos en séptimo lugar, después de Jesús Galindo yVilla (cuarto lugar con 34 artículos) y Manuel María Villada (tercer lugarcon 44 artículos).22 Es decir, los trabajadores del Museo de esa época for-

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En esta época se decía que Ramón Mena era dehesista,14 lo cual esprobable, ya que Mena había nacido en Veracruz y en ese estado asumiósus primeros puestos públicos. Hijo del Licenciado José María Mena –sumadre fue Petronila Isassi–15 Ramón desde muy joven, a los veintiúnaños de edad (1895-96), fue regidor de Hacienda en Córdoba, Veracruz,su pueblo natal. Dos años más tarde, en 1898, se tituló como abogado enla Escuela de Jurisprudencia de Xalapa, Veracruz. Más tarde RamónMena laboró en Chiapas y Puebla.

En 1907 y en sustitución del Ing. Francisco M. Rodríguez tomó elcargo de subdirector del Museo el abogado e historiador Genaro García(1867-1920). Casi simultáneamente tanto Nicolás León como Jesús Ga-lindo y Villa se alejaron del Museo. De comentarios posteriores de Ni-colás León y Leopoldo Batres se infiere que, al menos en parte, la parti-da de León se debió a este cambio de dirección y a graves conflictos conGenaro García y ambos, Galindo y León, volvieron al Museo al asumirla dirección Cecilio Robelo en julio de 1911.16

En vista de la entonces (1907) próxima celebración del Centenario dela Independencia, la gestión de Genaro García se caracterizó por la ad-quisición de colecciones, la reorganización y catalogación de éstas, laedición acelerada de volúmenes históricos y para todo ello los recursosdisponibles comenzaban a fluir con más abundancia.

Ramón Mena Isassi fue propuesto por Genaro García como profesorde arqueología el 25 de octubre de 1907: “para que cubra dicha plaza, loque espero hará de la manera más satisfactoria, pues desde hace muchotiempo se dedica con éxito al estudio de la arqueología y etnología pa-trias”.17

14 Esto es, partidario de Teodoro Dehesa (1848-1936), gobernador de Veracruz de1892-1911, propuesto por Francisco I. Madero como vicepresidente.

15 Aparentemente hay un error ortográfico con su segundo apellido, ya que éste enel Diccionario Porrúa de historia, biografìa y geografìa de México, 4ª ed., México, 1976 se re-produjo como “Isaias” (a la que sigue la biografía de Efraín Cárdenas), lo que, según suexpediente personal no es correcto. Cfr. SDBNAH, c.7, e.79, s.n.fs.

16 En relación con este conflicto de León y su biobibliografía, véase González Dá-vila,1996.

17 AGN/IPBA, c. 153, e. 34. Galindo y Villa “se ausentó del Museo” para asumir otrocargo público; le siguió en la cátedra de arqueología José Juan Tablada interinamenteAGN/IPBA, c.154, e.42 y AHMNA, vol. 12, Fs. 202-205

18 AGN/IPBA, c.155, e.54. Entre la petición de licencia de Galindo y Villa y el nombra-miento de Mena dio clase de arqueología José Juan Tablada, del que sin embargo no halléni nombramiento, ni programa docente.

19 Mena, 1905. El manuscrito transcrito lleva el título de El Pueblo de S. S. Pedro. Títulosy merced de aguas y tierras, por el escribiente Martín Diego

20 Para una bibliografía exhaustiva de Mena, cfr. Cárdenas García, 1988.21 1994: 18822 El primer y segundo lugar ocupan Alfredo Dúges y Alfonso Herrera, respectiva-

mente. Desde luego, éste es un criterio puramente cuantitativo y puede ser que parte delos casos reflejen también redes de relaciones científicas nacionales. No obstante, la canti-dad de publicaciones de Mena explica al menos parte del juicio positivo que animó a Ge-naro García en su solicitud de nombramiento de Mena. Así, Azuela (1994: 196) escribe:“Las corporaciones científicas fueron escenario de este ambiente intelectual, sobre todosi reparamos en la membresía de algunos de los más destacados historiadores y arqueó-logos del periodo, quienes publicaron numerosos artículos de su especialidad. Considé-rese en ese punto la productividad individual en el área: Jesús Galindo y Villa ocupó el4º lugar, mientras que el arqueólogo Ramón Mena hace lo propio en el número 7. En me-

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suspendió el curso”.28 Ignoro las causas de la suspensión del curso,29

pero fue común en esa época que los trabajadores del Museo, durantealgunos años de su vida o aun simultáneamente, desempeñaran laboresde funcionarios públicos y Mena no fue la excepción. Durante los añosde 1909, 1911 y 1912 Mena fue Inspector del Censo General de Habitan-tes de la República así como Abogado Consultor de Correos de México.

No obstante, Mena seguirá ligado al Museo en años posteriores. Suexpediente atestigua que en 1915 fue Inspector de Monumentos Ar-queológicos. Aquí debe tomarse en cuenta que desde 1913 la Inspecciónfue adscrita al Museo (el que a su vez entonces pertenecía a la Seccióndel Departamento Universitario) y que entonces (años fiscales 1913 y1914) primero existían los puestos de cuatro inspectores y en 1914-1915un inspector en jefe (Manuel Gamio) y tres inspectores y conservadoresde monumentos arqueológicos.30 Es probable que desde esos años datenlas dificultades de Mena con Manuel Gamio.

Al respecto hay que decir que Gamio, desde su regreso de los estu-dios que hizo en la Universidad de Columbia en arqueología y antropo-logía entre 1909-1911,31 no parece haber sido muy querido en el Museo.

maban parte de la flor y nata intelectual, hecho más bien soslayado poranálisis presentistas del periodo.23

De 1901 a 1902 Ramón Mena había sido juez de 1ª Instancia y nota-rio público en el Departamento de Mexcalapa, Chiapas.24 Al año siguien-te, de 1903 a 1904 fue agente del Ministerio Público en Tehuacán, Pue-bla. De 1905 a 1907 ocupó el cargo de agente del Ministerio Público enla ciudad de Puebla y en 1907 se desempeñó como juez de 1ª Instanciay notario público en Cuautla, Estado de Morelos. De allí pasó a Méxicoen 1908 y aquí ocupó el cargo de oficial primero de la Dirección Generalde Estadística.25

La lista de sus publicaciones etnográficas, arqueológicas e históricashasta ese año se lee como correlato cronológico de sus sucesivas estan-cias en las diversas partes del país donde ocupó cargos públicos.26 Esteperiodo de su vida fue precedido por otro en el que desempeñó –segúnsu expediente personal– exclusivamente actividades docentes en mate-rias como “Historia Patria y Americana; Historia Natural, InstrucciónCívica y Lectura Estética”, tanto en Córdoba, Veracruz como en la ciu-dad de Puebla.

A finales de 1907 Mena llevó sus alumnos de arqueología del Museoa una excursión a Tlalnepantla, de la que “la Señorita Isabel Ramírezpresentó un estudio referente a los monumentos arqueológicos”27 En re-lación con su primer periodo en el Museo su expediente personal asien-ta lo siguiente: “Profesor Interino de Arqueología en el Museo Nacional,1907; Profesor Titular de Arqueología en el mismo Museo 1908-1909.- Se

nor, pero aun significativa proporción participaron el historiador Alberto María Carreñocon 12 artículos, el erudito Nicolás León y el pedagogo Felix F. Palavicini con 10; y el an-tropólogo Jorge Engerrand con 8” (aquí sólo hay que notar que, en sentido estricto, En-gerrand fue geólogo, título que obtuvo en la universidad de Bruselas en 1899, SDBNAH,c.2, e.9).

23 Cfr. Vázquez León, 1993. 24 Según el Censo de 1900 en ese año había sólo 119 abogados en el Estado de

Chiapas.25 SDBNAH, c.7, e.7926 Así por ejemplo, Mena 1902, 1903, 1907 y 1908.27 AHMNA, v.12, s.647, f.204

28 SDBNAH, c.7, e.7929 Puede pensarse que la suspensión se debía a su cargo en el departamento de Es-

tadística.30 SDBNAH/ c.7, e.79 y Rutsch, 2001/Anexo I-A. En 1913, a sugerencia de Cecilio Ro-

belo fueron cuatro las zonas para las se nombraron los siguientes inspectores: para lazona I (Yucatán, Campeche, Tabasco, Chiapas y el Territorio de Quintana Roo) el Sr. JuanMartínez Menéndez; la zona II (Oaxaca, Veracruz y Guerrero) Ramón Mena; para la zonaIII (Michoacán, Colima, Jalisco Sonora, Sinaloa, Durango, Coahuila, Chihuahua, Tamau-lipas, Nuevo León, Zacatecas, Aguascalientes, San Luis Potosí, Querétaro, Guanajuato yel Territorio de Tepic) Porfirio Aguirre; y para la zona IV (Distrito Federal, Estado de Mé-xico, Hidalgo, Morelos, Puebla y Tlaxcala) Manuel Gamio, cfr. AGN/IPBA, c.151, e. 36, f.2.

31 Gamio fue alumno de arqueología del Museo desde 1906 y ayudante de historia(de Genaro García) en 1909. También tomó clase de etnología con Molina Enríquez, quiense quejó de su falta de asistencia en octubre de 1909. En 1908 hizo excavaciones en Chal-chihuites, Zacatecas, obras que a instancias de la Inspección de Batres, fueron clausura-das. Con un trabajo sobre esta excavación, publicado en 1910 en los Anales del Museo, Ga-mio se recibe con una maestría en arqueología en Columbia, Nueva York. A causa derecomendaciones de Zelia Nuttall, cuyo deseo de sustituir a Batres por Gamio era evi-dente en su correspondencia con Boas, Gamio había sido becado por el gobierno mexica-

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Aparte de sus ambiciones por forjarse carrera en el medio, estas diferen-cias también fueron teóricas, pues Gamio adoptó algunos puntos de vis-ta de Boas, Seler y Nuttall, sobre todo en relación con investigacionesarqueológicas.32 No obstante, esto no debe confundirse con sus puntosde vista etnológicos y lingüísticos, en los que Gamio permaneció pro-fundamente evolucionista y positivista, al igual que sus maestros delMuseo Nacional.33

Por su parte, Ramón Mena no fue partidario de Eduard Seler, aquien refutó mediante un artículo breve publicado en las Memorias dela Sociedad Antonio Alzate.34 Su polémica giró en torno de la interpre-tación que Seler ofreció de un monumento pétreo de grandes dimensio-nes rescatado en las excavaciones de la calle de Las Escalerillas (en no-viembre de 1900) y que había sido bautizado por Batres como “altar” ytrasladado con grúas al Museo Nacional.

Eduard Seler lo había estudiado y lo había identificado como “asien-to de Tezcatlipoca”,35 cosa que contradecía a lo que los arqueólogos me-xicanos habían establecido, pues:

no y también Franz Boas le había conseguido ayuda financiera. Con Boas, Gamio estudióantropología general y con Marshall H. Saville hizo estudios y trabajo de campo en ar-queología. De vuelta en México y en agosto de 1911 fue nombrado profesor de arqueolo-gía práctica en el Museo, encargado de las excursiones con los alumnos. No obstante, talparece que, desde su regreso de Estados Unidos, Gamio no fue muy apreciado por la co-munidad del Museo “no obstante su pericia”, como advierte un acta de una junta de pro-fesores. Cfr. Rutsch, 2001, cap. II-3.

32 Olivé Negrete (1981: 72) nota que Gamio tuvo pretensiones de incorporar el MuseoNacional a la Dirección de Antropología, pero que fracasó “por oposición del personalcientífico de aquella institución y que sus intentos por formar un Museo etnográfico fra-casaron también”.

33 Excepción hecha de Andrés Molina Enríquez quien en los años treinta se conviritóal relativismo cultural como advierte Basave Benítez, 2001:29.

34 Mena, 1912.35 Seler, 1901. En este largo ensayo, Seler dedica unas 10 páginas a la descripción e in-

terpretación de este monumento, en cuyo interior se habían encontrado dos rollos de pie-dra y varios pedernales. Los rollos de piedra son interpretados por Seler como asientosde Tezcatlipoca –dios del fuego y del día Ce Miquiztli (Uno Muerte) y que, según su in-terpretación es, a la vez y en una de sus formas, el dios de los banquetes– Omacatl “doscaña”. Esta denominación designaba también el año con el que comenzaba el ciclo de la FIGURA 2: Manuel Gamio, alrededor de 1915. Fuente Casasola

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Pero las diferencias rebasaron con mucho la interpretación del signi-ficado de piezas monumentales. Las visiones teóricas sustentadas poruno y otro eran también opuestas. Al contrario de Seler y Boas,40 en va-rias publicaciones Mena continuó la línea de Chavero, quién representóun tipo de tradición (que no fue compartida por todos los trabajadoresdel Museo) y quien, antes de Mena, había hecho énfasis sobre la posibi-lidad de influencias asiáticas en las culturas prehispánicas americanas.Con el tiempo los puntos de vista difusionistas de Mena se hicieron másexplícitos. En 1922 y a petición del entonces Secretario de EducaciónJosé Vasconcelos, Mena elaboró un estudio en coautoría con Luis Casti-llo Ledón,41 en el que se lee:

Desde 1912 el Sr. William Niven, viene explorando terrenos de la compren-sión de Azcapotzalco [...] Frecuentemente han servido sus hallazgos parailustrar y adicionar los conocimientos arqueológicos, y así aparece en las vi-trinas del Museo, á él y al que esto escribe, debiose el fijar un tipo eviden-temente mongol entre la tipología antropomórfica recojida, siempre en unyacimiento característico, inconfundible: el yacimiento mongoloide. Mate-rial de este yacimiento mostramos en abril de 1921, el Sr. Niven y yo, alExmo. Sr. Secretario de la Legación de China entre nosotros, Sr. L. Tao quienreconoció el tipo, la indumentaria y los colores de una dinastía muy antiguaen China; de esa misma dinastía en una figura íntegra de terracota, recono-ció el traje y el casquete y pinjante de pecho de un Mandarín. Hay más, por aquéllos días, suscitóse el origen e interpretación de unos sig-nos rojos pintados en la cara inferior de una de calcarea negra compactaque soportaba los resaltos de un tablero del basamento del teocalli centralen la Tecalpan (Ciudadela, Teotihuacán) y pudo el Sr. Tao, leer palabras ais-ladas y numerales de la escritura china arcaica. Asunto que ocupó la aten-ción de toda América y ocupa todavía la de las Sociedades Orientalistas deEstados Unidos.

Los arqueólogos mexicanos siempre los habían considerado [i.e. los rollosde piedra encontrados al interior del altar] como símbolo o representaciónde la atadura de los años toxiuhmolpia [...] Pero estas piezas en realidad sonnada más que las copias pétreas de los tolicpalli o juncos atados que se usa-ban comúnmente como asientos, en especial en los banquetes [...]36

Mena objeta esta interpretación, basándose en José Fernando Ramí-rez y también se apoya en Sahagún, para concluir, después de una argu-mentación detallada, que:

Si Tezcatlipoca era también conocido por Ce Miquiztli y Ce Tecpatl, ningunarazón aduce el Doctor y quedan, por tanto, en pie las aducidas por el céle-bre Sr. D. José Fernando Ramírez [...] Desbaratada como queda la fuente deargumentos del Sr. Dr. Seler, sobraría repetir que los rollos de cañas (que node juncos) no son asientos de Tezcatlipoca, sino xiuhmolpias, ataduras deaños [...]37

Estas diferencias de interpretación indican que los trabajadores delMuseo reivindicaban una tradición interpretativa propia.38 Y esto, comoescribió Mena, aún a pesar de que se le podía acusar de “hombrearmecon un coloso”.39

cuenta de los 52 años, en cuyo inicio se creaba el fuego nuevo. Según Seler, pues, los ro-llos de piedra no son otra cosa que tolicpalli, asientos para el dios Tezcatlipoca (Omacatl)y su hermano menor Uitzilipochtli (dios tribal de Tlatelolco). Para ello Seler se apoya enSahagún, a quien traduce y en algunos códices.

36 Seler, [1901] 1960:878, traducción mía. 37 Mena, 1912:163 y 164. Debe notarse aquí que, al igual que en el asunto del pena-

cho de Moctezuma y sus diferencias de interpretación con Zelia Nuttall, Seler erró su in-terpretación, pues la pieza en cuestión es hoy día conocida con el nombre de “Altar deAños”. Durante un tiempo estuvo expuesta en el Museo del Templo Mayor y tambiénformó parte de la magna exposición sobre los Dioses del México Antiguo, en la sala dedi-cada al tiempo (comunicación personal, Arqlga. Bettina Olmedo) y hoy se encuentra ex-puesta en la sala mexica del Museo Nacional de Antropología, con la atadura de los añoscolocada encima del monumento.

38 A lo que aquí llamo “tradición del Museo” está explicitado con más detalle enRutsch, 2001. Ésta no fue unitaria, pero sí opuesta a la de la Dirección de Inspección yConservación de Monumentos Arqueológicos.

39 Mena, 1912: 161.

40 Las visiones de Boas y Seler y el difusionismo alemán de estas épocas se encuen-tran detalladas en Vázquez y Rutsch, 1997.

41 Cabe decir aquí que Luis Castillo Ledón fue miembro del Ateneo de la Juventud ycon Vasconcelos fundó la revista Savia Moderna.

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¿Qué estudio arqueológico se ha hecho, en efecto, digno de ser tomado enconsideración por su amplitud y capaz de desembrollar esa confusión, dehacernos conocer la extensión e intensidad de la cultura azteca y de deter-minar cuáles de las familias históricamente consideradas como de tipo az-teca son de tipo arqueológico azteca? Creemos que muy pocos de interés,por lo que sólo exponemos aquí tres de los últimamente efectuados: [...]48

A continuación Gamio enumera tres casos: el de la Dirección de An-tropología, que logró una caracterización más o menos consolidada deltipo arquitectónico azteca, la Escuela Internacional, cuyas excavaciomes–no obstante su poco alcance territorial– arrojaron luz sobre la sucesióncultural del valle de México y, por último, las investigaciones del Institu-to Geológico de México en diferentes sitios del mismo valle. Y aquí Gamiono menciona al Museo; pero se puede inferir que incluye sus investiga-ciones entre aquéllas “aisladas e inconexas, y por lo tanto ineficaces paradar una determinación histórica extensiva o intensiva de esa cultura”.49

Si éstas fueron las oposiciones teóricas (es decir, interpretación evo-lucionista contra difusionista), también existían las institucionales. En1917 Gamio fundó la Dirección de Estudios Arqueológicos y Etnográfi-cos, dependiente de la Secretaría de Agricultura y Fomento. Gamio fueamigo cercano del secretario Pastor Rouiax, y para esta dirección logróun presupuesto bastante alto. Con 3.09 % del total del presupuesto de laSecretaría en ese año, sus recursos prácticamente igualaron a los de la Di-rección de Estudios Biológicos y doblaron los de la Dirección de Estadís-tica, dependientes ambas de esta misma Secretaría.50 En 1918 esta Direc-ción cambia su nombre al de Dirección de Antropología que desapareceen 1925 y Gamio sale del país. Este panorama institucional se inscribetambién en diferencias políticas que se dirimieron entre la Secretaría deEducación y la Dirección de Antropología respecto del asunto de la in-corporación de la población indígena y de su educación.51 Cabe notar

Y como en China hay antecedentes de emigraciones mongólicas y éstas co-rresponden a la edad del yacimiento, se dio un gran paso en firme, en el ori-gen de los pueblos de América, debido todo a las exploraciones en Azca-potzalco.42

Desde luego aquí se ve que Mena tuvo convicciones teóricas difusio-nistas,43 al postular contactos transpacíficos como origen de las culturasprehispánicas. Además, Mena limitó aquí la comprobación de este asun-to a excavaciones en Azcapotzalco, área en la que Gamio había trabaja-do en 1912 y 1913 bajo la dirección de Boas y Engerrand,44 y posterior-mente colaboró con Alfred M. Tozzer, quien agradeció la ayuda deGamio y su hermano Rodrigo.45

Gamio tuvo convicciones acordes con el evolucionismo antropológi-co mexicano, contrarias a las de Mena. Además, Gamio había aprendi-do técnicas estratigráficas de excavación,46 lo que le dio un arma cientí-fica superior, en comparación con la generación anterior del Museo.47

Del programa de trabajo de Boas, Gamio retomó la preocupación de quela arqueología nacional debía establecer “tipos de sucesión” y extensiónde las culturas del altiplano, empíricamente comprobados. Al respecto,Gamio escribe en 1923:

42 “Las exploraciones arqueológicas en México”, AHSEP, 4.11, Departamento de Antro-pología, folder 1, 1922, fs. 22/23. El estudio fue encargo específico para su presentaciónen ocasión del Centenario de la Independencia de Brasil y fue renumerado con $ 400.00.

43 Asunto que ya fue aludido por Vázquez León, 1993. Así, aun en sus catálogos (cfr.Mena, 1927: 7) hace alusión a una posible conexión entre influencias chinas sobre las cul-turas arcaicas mexicanas.

44 El hecho que las excavaciones de la Escuela Internacional hayan comenzado enesta localidad, probablemente tuvo que ver con las actividades de Niven a quien Selerconocía muy bien.

45 Tozzer, 1921.46 En 1920 Gamio hace un recuento de las labores de Boas en México, en las que tam-

bién menciona los esfuerzos de Nuttall y Seler para establecer una tipología cerámica.Pero resalta que quien determinó el primer tipo, entonces llamado “de los cerros”, fueBoas como director de la Escuela Internacional. Cfr. Gamio, 1920:128.

47 En relación con la carrera arqueológica de Gamio, véase también el detallado estu-dio de Gallegos Téllez Rojo, 1996 que es, además, de los pocos basados en fuentes pri-marias.

48 Gamio, 1923: 11.49 Gamio, 1923: 11.50 Cfr. Rutsch, 2001, Anexo I-A.51 Asunto aludido en varias fuentes secundarias, ya “clásicas”, como entre otros,

Aguirre Beltrán, 1978 y Meneses Morales, 1986.

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bles se encuentran documentadas.55 No obstante, su actividad arqueoló-gica termina en 1936 con su cese deshonroso del Museo. Para entonces,Mena ya era un hombre de edad avanzada. Según el Diccionario Porrúamurió en 1957 en su ciudad natal, esto es que habría cumplido 83 añosde edad. Cuando llegó a su fin, la carrera antropológica y arqueológicade Ramón Mena había abarcado más de tres décadas de su vida. EfraínCárdenas García destaca que parte de sus trabajos tempranos tratabande la explotación indígena en el Porfiriato y que Mena debe ser conside-rado como “uno de los precursores del fechamiento relativo”.56

EL ESCÁNDALO GAMIO-MENA

La disputa pública entre Manuel Gamio y Ramón Mena fue precedidapor varios acontecimientos. Poco antes Mena había hecho un estudio,presentado al director del Museo, Luis Castillo Ledón, sobre dos objetosenviados por Gamio en su calidad de encargado de los trabajos de la Es-cuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas. Esta escue-la había sido ideada y establecida en México en 1911 debido a los es-fuerzos de Franz Boas; con la invasión norteamericana de 1914 tuvo quecerrar sus puertas.57 No obstante, al menos en teoría la escuela subsistíacomo lo prueban diferentes oficios y correspondencia.

En febrero de 1916 Castillo Ledón había regresado del Congreso deAmericanistas que sesionó en Nueva York y al que asistió como repre-sentante del gobierno mexicano. En su informe al Secretario del Ramo,transcribe una comunicación de Franz Boas en la que éste le notificó delos acuerdos de la última:

55 Cfr. SDBNAH, c.7, e.7956 Cárdenas García en Odena Güemes y García Mora (eds.), 1988: 571. Al contrario de

otros, este trabajo menciona que durante el Porfiriato la antropología “alcanzó un altogrado académico”, si bien no aporta mayores datos para sostener esta afirmación. Encuanto a los fechamientos relativos, cfr. también Mena y Hyde, 1922.

57 Para el lector interesado en la historia de esta escuela, cfr. Rutsch 2000.

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que, al suceder el conflicto público con Mena, Gamio ya tenía prestigiode escritor e investigador. Y mientras Gamio pudo ascender en la escalasocial, entre otras cosas debido a su matrimonio con Margarita León Or-tiz,52 al parecer, Mena nunca se casó.

Mientras tanto, en el Museo, en 1916 y de nueva cuenta confirmadoen abril de 1918, Mena desempeñó el cargo de profesor-conservador delDepartamento de Arqueología. Pocos años más tarde, en 1922, tuvoserias y públicas dificultadas con Gamio a quién acusó de falsificación.En 1936, ya a los 62 años de edad, Mena fue blanco de un ataque sañu-do de parte de Alfonso Caso. En este momento Mena encabezó las ex-cavaciones en Monte Albán, Oaxaca, donde se habían encontrado joyasarqueológicas de oro. Como escribe Beatriz Barba, el descubrimiento dela tumba 7 era “lo que todo arqueólogo sueña encontrar: un sitio exage-radamente rico, con un personaje importante”.53 Por lo mismo y en elmarco de sustitución generacional y teórica, resultó una crucial manza-na de discordia.

Durante la década de los veinte, Mena también tuvo que enfrentarun cargo de sedición delahuertista durante el gobierno de Elías Calles(noviembre 1925).54 Estas dificultades se presentaron en un periodo desu vida profesional durante el que también desplegó una mayor activi-dad en cuanto a colecciones, excavaciones y clasificaciones en el Museo.Y fue también durante esta época en la que el apoyo inicial que le habíabrindado Genaro García, le fue reiterado tanto por Hermann Beyer comopor Castillo Ledón y Andrés Molina Enríquez, cuyas opiniones favora-

52 Hija de un acaudalado notario que solía estar al servicio de Porfirio Díaz, cfr. Gon-zález Gamio, 1987: 43.

53 Barba, 1988: 426.54 El cargo, empero, no dio lugar a detención ni otra consecuencia, ya que Mena fue

absuelto, como lo prueba su carta al periódico Excelsior: “En el asunto de referencia meresultaba una cita, según se puede ocurrir a quienquiera, cita que desahogué ayer mis-mo, satisfactoriamente, en la citada Inspección de Policía. Fortuna y grande tuve en en-contrarme con un Inspector cumplido y profundamente respetuoso de la ley, razones porlas cuales no existiendo prueba alguna en mi contra, quedé absolvido sin ser consigna-do. Sírvase usted, señor Director, expresar a la Redacción mis agradecimientos y parausted un efusivo apretón de manos. R. Mena”. Excelsior, jueves 5 de noviembre de 1925.p. 10.

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dios Arqueológicos y Etnográficos en la Secretaría de Fomento. Es decir,esta nueva institución dejó de pertenecer al ámbito, la comunidad y elcontrol del Museo, dispuso de un presupuesto elevado y sus trabajado-res percibían un salario más alto que aquellos del Museo. Todos estosfueron factores poderosos en los conflictos entre ambas instituciones.

Y, en efecto, al poco tiempo comenzaron los problemas entre las dosinstituciones, o, más bien, éstos continuaron. Pues con excepción de losaños en que la Inspección fue parte del Museo, el combate entre la Ins-pección de Batres creada en 1885 y la comunidad del Museo tuvo ya unalarga tradición histórica.62 Así, el primer conflicto entre la Dirección deGamio y el Museo surgió justo en 1917, cuando Gamio pide a NicolásLeón, entonces jefe del departamento de antropología física, se devuel-van cráneos y restos óseos encontrados en Teotihuacan. Éstos formabanparte del acervo del Museo de este sitio inaugurado en 1910 y se habíanenviado al departamento de antropología del Museo para su medicióny estudio.

La primera petición de devolución había sido formulada desde abrilde 1916 cuando Gamio aún era inspector en jefe del Museo. Ante la opo-sición de León, quien bajo las órdenes del entonces director, Elías Ama-dor,63 los había incorporado a la colección y exhibición del Museo, el De-partamento de Bellas Artes (al que el Museo estuvo entonces adscrito)había resuelto que los restos óseos se quedaran en el Museo Nacional.64

62 He escrito sobre esta tradición de disputa o combate entre ambas instituciones queya llevaba 26 años al irse al exilio Batres en 1911 y su sustitución por el Ing. Francisco M.Rodríguez. Durante el periodo huertista la Inspección fue subordinada al Museo comouno de sus departamentos. En realidad, la tradición de pugna y boicoteo de trabajos decampo arqueológicos del Museo por parte de la Inspección obedece no sólo a montospresupuestales ejercidos por ambas instituciones, sino también a puntos de vista dife-rentes de tipo epistemológico y político, cfr. Rutsch, 2001. Por otra parte es muy clara quela Dirección de Gamio continúa esta tradición, no sólo en tanto concepciones científicassino también presupuestales. Entrar en detalle en este contexto rebasa, sin embargo, eltema que aquí se trata de manera somera.

63 Elías Amador fue director del Museo desde agosto de1915 hasta el 15 de enero de1916. Amador había sido auxiliar de publicaciones del Museo en 1908 y ayudante de Ge-naro García en la búsqueda de documentos históricos, junto con Luis Castillo Ledón.Después fue el primer director del Museo de sitio de Teotihuacan.

64 AGN/IPBA, c.107, e.19, f.2; resolución del diez de mayo 1916.

sesión de la Junta Directiva de la Escuela Internacional de Arqueología y Et-nología Americanas, que se efectuó el 18 de enero del corriente, en la Uni-versidad de Columbia [en la que] fue discutido y resuelto lo siguiente:1ro.- El señor don Luis Castillo Ledón, representante del Gobierno Mexica-no, fue Presidente de la Junta Directiva2do.- El actual Director, Profesor A. M. Tozzer, presentó un informe concisosobre la situación de la Escuela3ro.- Se acordó nombrar “Encargado de los trabajos de la Escuela” al señordon Manuel Gamio, para que se continúen las investigaciones correspon-dientes al año escolar 1915-1916.58

Con esta notificación, Franz Boas actuó en su calidad de Secretariode la Junta Directiva. En esta sesión también se le había autorizado aBoas para tratar “de recaudar fondos de los Patronos a fin de continuarlos trabajos hasta septiembre de 1916.”59

Hasta entonces la comunidad antropológica de México parecía tole-rar los proyectos y trabajos de la Escuela Internacional.60 El entendi-miento entre el jefe de la Inspección, Manuel Gamio y el director delMuseo Nacional, Luis Castillo Ledón, tampoco parecía estar en riesgo.Más aún, a finales de diciembre de este mismo año, Luis Castillo Ledón,en su calidad de presidente de la Junta Directiva de la Escuela Interna-cional, propone al gobierno el nombramiento de Manuel Gamio comodirector de la misma para el año escolar siguiente y esta propuesta fueaceptada por el encargado del Despacho de la Secretaría de Instrucciónel día 30 de diciembre de 1916.61

Gamio, quien hasta entonces fue inspector en jefe del Departamentode Inspección y Conservación de Monumentos Arqueológicos del mis-mo Museo, cuatro meses después consigue crear la Dirección de Estu-

58 AGN/IPBA, c.107, e.8, f.3. Ezequiel A. Chávez, quien había desempeñado el puestode representante mexicano en la Junta Directiva de la Escuela Internacional, fue destitui-do por el Jefe del Ejército Constitucionalista en septiembre de 1914, cfr. AHSRE, e, 6-10-134.

59 AGN/IPBA, c.107, e.8, f.360 Esto al menos era cierto en la apariencia pública, no obstante que existieron dife-

rencias, teóricas y prácticas, entre Boas y sus colegas mexicanos, a tal punto que Boas ha-bla –en 1912– de una “amarga guerra” desatada contra él. Cfr. Rutsch, 2001, cap. IV.

61 AGN/IPBA, c.116, e.9, fs. 2-4 y AHSRE, sección 17, c.9, e.260.

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món Mena, presentado a la Dirección del Museo, fueron removidos dela vitrina 25, Salón IV de exhibición de la Sección de Cerámica del De-partamento de Arqueología, ya que estaban “falsificado el primero yrestaurado el segundo, estando presente el Profesor Conservador, el Fo-tógrafo del Museo y Reporteros y Fotógrafos de los diarios El Demócra-ta, El Heraldo de México, El Universal y El Mundo”.

La noticia citada fue publicada en El Universal del 2 de junio de 1922,en su segunda sección,68 por lo que el asunto llegó a mayores. Al tiem-po, este diario publicó una carta de Ramón Mena en la que declarabaque con su publicación se retiraba de “una polémica honrada y de ca-rácter científico” por resultar ya ociosa, toda vez que estaba comproba-da “la violación de la Ley de Conservación de Monumentos Arqueoló-gicos”. En opinión de Mena: “Para conservar, no es preciso restaurar. Yapoco antes, lo advertí al ingeniero Reygadas, Jefe de las obras que no esArqueólogo ni Arquitecto, y que pormenorizó los atentados en la Ciu-dadela”.69

Debe notarse que, al retirar el incensario falsificado Mena “colocó allado, otro incensario de igual origen y que dijo es auténtico”.70 Al pare-cer, el objeto retirado fue recubierto por Gamio con material espurio,además de añadirle adornos que no correspondían. A la vez, y según lanoticia de El Universal, Mena precisó que estos mismos objetos habían

68 Ps. 1 y 8.69 Ibid. El ingeniero José Reygadas Vértiz fue viejo amigo de Gamio desde la Escuela

de Minas y fue quien estuvo al frente de los trabajos estratigráficos del proyecto del Vallede Teotihuacan, así como a la postre (1925) se quedó encargado del Departamento de An-tropología de la SEP. Cfr. López Hernández, 2001. El desprecio que Mena deja entreveraquí con su afirmación sobre Reygadas de que éste “no es Arqueólogo ni Arquitecto” tie-ne que ver con qué –a la vuelta del siglo XIX al XX– los planes de estudio para ingenieríay arquitectura no estaban separados todavía, siendo que la carrera de ingeniería fue máscorta que la de arquitecto. Por otro lado, la polémica acerca de la validez científica de unarestauración se inició antes de esta época (y sigue hoy día). Galindo y Villa (1911) porejemplo insiste en que de ésta deben ocuparse los especialistas, es decir, los arquitectos.Y Mena aquí usa el mismo argumento del grupo de trabajadores del Museo, descalifican-do al adversario, quien es ingeniero. Debe advertirse que durante la primera década delsiglo XIX la división entre las profesiones de arquitectos e ingenieros se encontraba enproceso de establecimiento.

70 Idem.

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El 1 de diciembre de 1917, ya como nuevo director de Estudios Ar-queológicos de la Secretaría de Agricultura y Fomento, Gamio dirige unoficio al director general de las Bellas Artes en el que expone que parasu proyecto de La Población del Valle de Teotihuacan anexado a su peti-ción, necesitaría fotografías y medidas, mismas que León habría hechodesde hacía tiempo. Gamio agregaba que, de enviarse éstas, se daríanlos cré-ditos correspondientes al Museo.65

Al poco tiempo Nicolás León responde que tales cráneos mostrabandeformaciones póstumas; por ello, su medición resultaba científicamen-te inútil. Pero además, las medidas no se habían tomado todavía, pueslos cráneos llegaron al Museo “de los últimos” y las mediciones debíanllevar un “riguroso orden”. Así las cosas, Nicolás León agregó:

Sería de desearse y quizá más provechoso, que el interesado en estos estu-dios cuyo plan científico y fines no conozco, viniese a este Departamento yaprovechando los elementos propios que en él tenemos practicara él mismoesas mediciones, para que al presentar los resultados de ellas y hacer lasapreciaciones y aplicaciones que él estimara conveniente, asumiera las res-ponsabilidades que esto le trajera ante el público científico [...]66

Gamio responde a la Dirección de Bellas Artes que el criterio deLeón en relación con la escasa utilidad científica de mediciones en crá-neos con deformaciones póstumas, no era correcto. Más bien, escribeGamio, León “persiste en su hostilidad hacia esta Dirección”.67

No obstante, todo parece indicar que ésta fue una actitud u oposi-ción no exclusivamente de Nicolás León y que Gamio tampoco contri-buyó mucho a que las “discordias” se suavizaran.

Si éstos eran preludios e indicadores de la mala relación entre lasdos instituciones antropológicas, el conflicto de 1922 entre Museo y Di-rección de Antropología giró en torno de un incensario arqueológicoamacalli-popochcomitl y un brasero, objetos que habían sido enviados alMuseo por Gamio en 1917 y que habían sido excavados durante sus tra-bajos en Azcapotzalco en 1911. A raíz de un estudio y petición de Ra-

65 AGN/IPBA, c.107, e.19, f.10-18.66 AGN/IPBA, c.107, e. 15, f.25.67 AGN/IPBA, c.107, e. 15, f.29.

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FIGURA 3: Bracero de la excavación de Azcapotzalco, encontrado por Manuel Gamio en 1913. Fuente: Archivo Casasola del INAH.

FIGURA 4: Probablemente sea ésta el bracero restaurado por Manuel Gamioy que fue tildado como falsificación. Fuente: Archivo Casasola del INAH.

sido estudiados por él en 1913 para la Sociedad Alzate, pero que hoy,con información novedosa a su alcance, pudo reconocer “la falsifica-ción”. De todo ello se levantó acta en el mismo Museo.

Desde luego, Gamio contraatacó levantando denuncia penal contraCastillo Ledón y Ramón Mena ante el Procurador General de la Repú-blica por “destrucción de objetos arqueológicos de propiedad nacional”.El cargo fue de “daños a la nación”, y Gamio continuó así una ya cono-cida tradición de la comunidad arqueológica, de la que él mismo habíasido víctima años atrás cuando Batres mandó clausurar su excavaciónen Chalchihuites.71

En esta ocasión el escándalo llegó a un nivel tal que la Secretaríatuvo que recurrir a dictámenes periciales y el mismo presidente de laRepública tomó cartas en el asunto. El primer perito fue el Ing. IgnacioLópez Bancalari, cuyo dictamen recomendó que Gamio restaurara nue-vamente el objeto en disputa y que éste se devolviera a su anterior lugarde exhibición. Este dictamen fue agriamente impugnado por CastilloLedón, ya que argumentó: “el dictamen [...] es a todas luces parcial, todavez que dicho señor fue propuesto por el mismo señor Gamio de quienes compañero de labores en el Ministerio de Fomento, pues desempeñala Jefatura de uno de los Departamentos”.72

En este mismo oficio, Castillo Ledón arremetió contra Gamio, puesescribió en su punto 3º:

no fue la Escuela Internacional de Arqueología la que remitió los bracerosal Museo, sino el señor Gamio llamándose indebidamente Director de ella,cosa que no es ni ha sido nunca como lo he comprobado plenamente condocumentos. La remisión debió haberse hecho en todo caso por el señorDoctor Franz Boas que es el Secretario General, o por mí que tengo dobleautoridad en la Institución, pues soy Presidente de la Junta Directiva y ade-más Representante del Gobierno Mexicano en la mencionada Escuela.73

71 Cfr. también Gallegos, 1996.72 Oficio de Luis Castillo Ledón a Manuel Toussaint, jefe del Departamento de Bellas

Artes de la Secretaría de Educación Pública, aparentemente transcrito por Gamio enpapel membretado de la Dirección de Antropología y enviado a Boas. BPP, 24/07/22

73 BPP, 25/07/22.

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prehistoria, historia antigua y lingüística mexicanas, que debió su nacimien-to a fondos que Beyer recaudó de la colonia alemana76 En este tomo de-dicó algunas páginas al escándalo Mena-Gamio. Sus conclusiones sonfavorables a Mena. Según Beyer, Gamio había tirado la primera piedraacusando a Mena de producir falsificaciones, a lo que a su vez Mena res-ponde acusando a Gamio de falsificador del brasero arriba reseñado.

En realidad, la opinión profesional de Beyer sobre Gamio fue pobre,ya que escribió:

Todos los defectos expuestos hasta aquí son, por cierto, torpezas, pero deuna importancia netamente académica y que pueden disculparse hastacierto grado, con la falta de preparación científica del C. Gamio que (aún enla opinión de sus amigos) sólo posee muy escasos conocimientos en arqueo-logía mexicana.77

Por su parte, tanto en El Universal como en la correspondencia conBoas, Gamio ofrece su propia versión de los ataques dirigidos contra élde parte de la comunidad del Museo.78 Declaró a El Universal que un ar-tículo suyo publicado en la revista Ethnos describió objetos inauténticosvendidos en la tienda de antigüedades del Sr. William Niven, objetosque el Sr. Mena había avalado como auténticos en respectivas publica-ciones suyas.79 Con esto Gamio dejó entrever contubernio y corrupciónde Ramón Mena y William Niven. En su correspondencia con Boas, Ga-mio además ofreció otras razones de los ataques contra él, ya que escri-

En resumen, la posición de Castillo Ledón en julio de 1922 fue de noconciliación. Como escribe en este oficio, él prefiere el fallo del procura-dor en tanto “no reivindiquen al Director y al Profesor de Arqueologíade este Museo del grave cargo de destructores de objetos pertenecientesa la Nación”.

Como segundo perito, y a petición del entonces secretario de educa-ción José Vasconcelos, fue nombrado Hermann Beyer (1880-1942),74

entonces profesor de varias clases en la Escuela de Altos Estudios. Du-rante el año lectivo de 1922, Beyer impartió Introducción a la Arqueolo-gía Mexicana, Los grandes monumentos del Museo Nacional y una ter-cera materia, Los Códices pictóricos de los antiguos mexicanos.75 Pareceque Hermann Beyer se hizo arqueólogo en México, pues se inscribiócomo “periodista” en el XVII Congreso Americanista de 1910; sabemosque se casó en México y estuvo trabajando para la Inspección de Monu-mentos y, en noviembre de 1922 sale a la luz el primer tomo de su revis-ta El México antiguo revista internacional de arqueología, etnología, folklore,

74 Los datos biográficos de Hermann Beyer son todavía poco seguros. Según el Ar-chivo de Antropólogos de Berthold Riese (Universidad de Bonn, Alemania) y Peter K.Lehnert (Mesoamerican Heritage Institute, EU, comunicación personal) es posible, perono seguro, que Beyer estudiara con Seler en el año de 1902-1903 en Berlín. Sin embargo,Seler no hace referencia a él y en todo caso, de haber existido, su aprendizaje con Selerno fue largo. Según Peter K. Lehnert, Beyer llegó en 1909 a México por primera vez y en1914 casó en la ciudad de México con María Kennedy de la ciudad de Puebla, de la cualse divorció en 1927. En este año, Frans Blom con ayuda de Zelia Nuttall, quien vivió enCoyoacán desde 1903, lo reclutó para el Middle American Research Institute de la Uni-versidad de Tulane, New Orleans. En 1939 fue despedido por sus opiniones progerma-nas y en 1941 el FBI lo trató como criminal de guerra y lo internó en un campo de concen-tración. Sin embargo, a causa de una enfermedad fue trasladado al Station Hospital,Stringtown, Oklahoma, donde muere en 1942. Fuente: “Biografía sobre Hermann Beyer”,BAzA y Peter K. Lehnert (comunicación personal).

75 Universidad Nacional de México, Facultad de Altos Estudios, Horario de la Facul-tad del Año Académico 1922, Sección de Ciencias Sociales, p. 47. El año siguiente, en1923, Beyer ofreció en la misma Facultad los siguientes cursos: Las antiguas civilizacio-nes de México (curso sintético); El llamado “Calendario Azteca”; Algunos códices pictó-ricos de los antiguos mexicanos. Físicamente estos cursos fueron impartidos en el Museo,donde también enseñaban Nicolás León y Jesús Galindo y Villa. De la nómina de la Uni-versidad de aquellos tiempos sabemos que el ayudante de Beyer durante esos tiemposfue Porfirio Aguirre. Cfr. AHUNAM/FENAE, c.5, e.95, f.2533 y 2539.

76 Tomo I (1919-1922), prefacio.77 Tomo I (1919-1922), p. 288. Es de añadir aquí que, unos años antes, tanto Enge-

rrand, el tercer director de la EIAEA como el mismo Boas se habían quejado de la calidadprofesional de Gamio.

78 En un artículo publicado en Ethnos, 1920a, Gamio cita a sus aliados por nombre,todos norteamericanos: Nuttall, Spinden, Saville “y varios investigadores mexicanos”cuyos nombres, sin embargo, omite.

79 En efecto, Gamio, quien dispuso de recursos para editar una revista propia, o seaETHNOS. Revista dedicada al estudio y mejoría de la población indígena de México, publicó en suvolumen 1, número 1, un artículo, también traducido al inglés, titulado “EscandalosoFraude Arqueológico. El pretendido tipo cultural tepaneca de Azcapotzalco” en el queataca directamente a Mena, quien pretendió haber encontrado este tipo cultural en Azca-potzalco, implicándolo en la fabricación de ejemplares falsificados aparecidos en el mer-cado. Cfr. también El Universal, 2 de junio de 1922, 2ª sección, p. 8.

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do prueba de corrupción. A la vez tampoco puede descartarse que Her-mann Beyer –cuyo empleo dependía de la Secretaría de Educación– sehaya dejado influir por convenencias personales.

Al mismo tiempo, Franz Boas –quien entonces fue el líder intelectualy organizacional de la antropología norteamericana–83 estuvo interesa-do en mantener sus trabajos lingüísticos con Gamio por una parte y lo-grar finalmente la publicación del Album arqueológico como fruto de lostrabajos de la Escuela Internacional.84 Pero sobre todo, Boas quiso volvera reabrir y poner a flote los trabajos de la Escuela Internacional. A la dis-tancia, ajeno a los conflictos de la clase política posrevolucionaria enMéxico, y principalmente para sus fines arriba aludidos, necesitaba tan-to la buena voluntad de su exalumno Gamio y la del Museo Nacionalpara los fines del reestablecimiento de la escuela. Después de brindarlesu apoyo mediante una carta a Ledón,85 exigió no obstante, que Gamiopusiera fin al conflicto con el director del Museo Nacional. De sus tiem-pos en México, Boas sabía perfectamente que lo que podía lograrse de-pendía también de la aceptación de los gentlemen of the Museum, unaparte de los que –años antes– habían desatado lo que describió comouna “amarga guerra” en su contra.86

I beg to ask you most earnestly if it is at all possible to use this opportuni-ty to reach an understanding with Mr. Ledon. I judge from his previous let-ter, in reply to my communication of which you have a copy, that he is

bió: “Mena, Niven, Beyer, Castillo Ledón etc. etc. nunca han podido verel éxito de la Dirección de Antropología con buenos ojos, por lo que pormil medios han procurado combatirme, indisponiendo a la Secretaríade Educación en contra mía. Felizmente he podido triunfar de todas susmaquinaciones [...]80

Lo que Gamio omite aquí fue el asunto de sus diferencias respectode la política educativa indígena con la Secretaría de Educación y conVasconcelos, de las que Boas seguramente no tuvo una noción clara.81

Un mes antes, en otra carta a Boas, Gamio ya había acusado a Beyerde corrupción y escribió que la actitud de éste se explicaba:

por cuestión de interés, es decir, de dinero. En efecto, aprovechando Beyerel antagonismo que existía hace tiempo sobre todo entre la Secretaría deEducación Pública y la Dirección de Antropología ingresó a dicha Secretaríacomenzando a escribir desde su ingreso a ella artículos en contra mía y dela Dirección. Entre esos artículos está aquel en que me criticaba desfavora-blemente por haber dicho en un número de ETHNOS que Ud. había realmenteestablecido en México la cronología de los tres tipos del valle por medio delas excavaciones que me encargó Ud. en Azcapotzalco. En el archivo de laSecretaría de Educación Pública y en la Procuraduría General de Justicia exis-te el recibo por valor $ 50.00 suma que recibió el Sr. Beyer por hacer el fallo.82

Cabe aclarar aquí que el pago de dictámenes y trabajos especialesfue práctica común de la época y por lo mismo no podría ser considera-

80 BPP, Gamio a Boas, 9 de febrero 1923.81 Así, Vasconcelos se opuso a una educación especial indígena, además de que el sis-

tema de Dewey le pareció enseñar una sumisión pragmática a la realidad que la enseñan-za escolar debía justamente ayudar a superar y trascender. Urías Horcasitas (2001: 241-42) señala que: “A partir de 1917, el grupo de intelectuales y funcionarios culturales cer-canos al poder político comenzó a impulsar un proyecto educativo en los que trataron deinvolucrar a Boas. En ese mismo año, Alberto J. Pani lo invitó a colaborar en un nuevoproyecto de educación rural en el que participarían Chávez, Vázquez Gómez, Cabrera,Bonilla y Díaz Lombardo”. Sólo que este proyecto no fue tan nuevo, ya que el pragmatis-mo de Dewey y la noción de escuela activa fue abrazado por Chávez –quien fue el pro-motor en la relación con Boas– desde antes de su exilio a EU., cfr. Rutsch, 1997. Sin embar-go, el conflicto con relación a la educación indígena subyacía a las rivalidades entreambas secretarías

82 BPP, Gamio a Boas, 16 de enero 1923.

83 Cfr. Murray, 199584 El Álbum de colecciones arqueológicas salió publicado con fecha de 1921, aunque su

portada refiere esta obra como “Publicaciones de la Escuela Internacional de Arqueolo-gía y Etnología Americanas de los años 1921-1922”, ya que la obra se terminó de impri-mir a fines de 1922 como se deduce de una carta enviada por Ledón a Boas, quien a suvez escribe a Gamio el primero de febrero de 1923 que Ledón le mandó copia de una car-ta dirigida al Ministro de Instrucción en la que se le notifica “of the completion of the al-bum containing your texts”, BP, Boas a Gamio, 01/02/23; cfr. también Boas y Gamio, 1921.

85 La comunicación de Franz Boas a Luis Castillo Ledón data del 3 de noviembre de1922. En una carta a Gamio de esta misma fecha en la que envia copia de su carta a Cas-tillo Ledón, Boas escribe: BP, Boas a Gamio, 03/11/22.

86 El curso de esta “amarga guerra” (como la denominó el mismo Boas) es narradoen Rutsch, 2001.

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anxious to have such an understanding, and I presume the only difficultywill be to find a formula by which the charges against you are withdrawn.I wish you would think this matter over, but not do anything until you hearfrom me again. I believe you understand that my only interest in this matteris to strengthen your position because I am convinced that you are workingseriously and conscientiously for the advancemente of scientific work.87

Franz Boas sostuvo que la acusación de falsificación lanzada contraGamio a causa de una mala restauración era excesiva y, al mismo tiem-po, había urgido a Gamio hacer su parte para lograr las paces con Cas-tillo Ledón: “I am enclosing a copy of a letter which I wrote to Señor Le-don upon receipt of his printed circular relating to the brasero. If thereis any chance of making peace in regard to this matter which obviouslyis due to personal misunderstandings, I trust you will do your share”.88

Si Castillo Ledón no estuvo inclinado hacia una conciliación, Gamiociertamente tampoco. Así, en noviembre de 1922 le envía una carta aBoas con relación a envíos y fondos de la Escuela Internacional, y sigue:

Si se pudiera disponer de los $ 17.000.00 papel moneda que están deposita-dos en la Tesorería General o bien de los $ 6.000.00 que están a disposiciónde la Escuela Internacional en la Secretaría de Hacienda, sería muy fácil ob-tener a un precio muy reducido ambas colecciones. Desgraciadamente,como he indicado a Ud. varias ocasiones yo no he querido tocar el dinerode la Escuela pues habría que acceder a que el Sr. Castillo Ledón recibieraparte de ese dinero en calidad de sueldo y yo no podría permitir eso en micalidad de Director actual de la misma.

Ciertamente, aquí quedó clara la posición de Gamio: mientras Cas-tillo Ledón tuviese que ver algo con la Escuela Internacional, él declina-ba intervenir en favor de la continuidad de la misma. Y parece que niuno ni otro de los protagonistas, y en los hechos, hayan reaccionado fa-vorablemente ante las comunicaciones de Boas. Todavía en mayo de

1923 Boas le comunica a Gamio haber recibido una carta de Mena y de-clara: “the essential point is perfectly clear: that even if they choose tocriticise your restoration and consider it wrong, nevertheless a restora-tion which in their opinion is faulty does not in any sense or in any wayconstitute a falsification”.89

No obstante, por mucha “obra de desprestigio y escándalo para esteMuseo” que Gamio pudo levantar “tanto en el extranjero como en laprensa del país”,90 Castillo Ledón permaneció en el cargo de director delMuseo desde 1916 hasta diciembre de 1924. De enero de 1925 a septiem-bre de ese año fue Director del Museo el Lic. Alfonso Toro (1873-1952).91

De septiembre 1925 hasta diciembre de 1929 Castillo Ledón de nuevoestuvo dirigiendo los destinos del Museo, mientras Gamio tuvo quepresentar su renuncia a la subsecretaría de Educación, escasos seis me-ses después de haberla asumido y tuvo que salir del país. En cambio, en1930 Castillo Ledón pidió licencia sin goce de sueldo para desempeñarel cargo de Gobernador Constitucional de Nayarit.92

CONCLUSIONES

De esos hechos pueden extraerse diferentes conclusiones. La primerasalta a la vista: los conflictos –entonces ya históricos– entre Museo e Ins-pección se prolongaron en los conflictos entre Museo y Dirección de An-tropología, hasta que desapareció esta última.93 A lo que he llamado en

87 BP, Boas a Gamio, 01/02/23.88 BP, Boas a Gamio,03/11/22.

89 BP, Boas a Gamio, 17/05/23.90 Expresión de Castillo Ledón en su carta a Manuel Toussaint, BP 24/07/22.91 Toro había colaborado con Gamio en la obra de La población del valle de Teotihuacan,

en su volumen segundo escribió sobre “Participación de la población del Valle en la gue-rra de Independencia.” Su nombramiento a la Dirección del Museo, coincide con el deGamio quien de diciembre 1924 a junio de 1925 fue subsecretario de Educación.

92 AHSEP, col. Personal Sobresaliente, serie: Expediente Personal, e. 4, c.C3, f.18.93 En 1925, la Secretaría de Educación Pública y la de Fomento fueron reestructura-

dos. La Dirección de Antropología, ahora adscrita a la SEP y en la que durante breve tiem-po Manuel Gamio fue subsecretario, se transformó en Departamento de Antropología “reuniendo en él todas las actividades antropológicas y arqueológicas del territorio”.López Hernández, 2001.

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otra parte el origen dispar y escindido de la antropología mexicana si-guió su curso desde el siglo XIX hasta mínimamente la mitad de los años20.

Al parecer, Gamio intentó establecer un liderazgo organizacional eintelectual análogo al realizado por su maestro Boas en Estados Unidos.Sin embargo, su retórica discursiva y la institucionalización alternativaque intentó mediante la Dirección de Antropología (y en 1925 Departa-mento de Antropología) no tomó en cuenta los méritos de los que le an-tecedieron. Con su (dis-)curso de confrontación abierta no logró el con-senso necesario, y con ello la oportunidad (al menos, en teoría) de unliderazgo intelectual que pudiera promover una profesionalización másacelerada de la antropología mexicana. En el proceso de emergencia degrupos revolucionarios y posteriormente hegemónicos en teoría y prác-tica científica, como lo muestra para el caso de la antropología nor-teamericana Stephen O. Murray, no basta tener buenas ideas, ni aundisponer de una institucionalización alterna, sino debe lograrse ciertoconsenso de la generación antecedente.

La tradición de combate entre la comunidad del Museo y la Direc-ción de Inspección y Conservación de Monumentos Arqueológicos tuvocomo consecuencia 40 años de falta de consenso en torno de asuntoscomo líneas de investigación y prácticas docentes. El hecho de que la ar-queología mexicana con el tiempo pudo disponer de recursos cuantio-sos que rivalizaban con los del Museo, fomentó la escisión y obstaculizóuna aceleración en el proceso de profesionalización de la antropologíaen su conjunto. Esto fue notorio también en la arqueología, cuyas técni-cas, y después de las sucesiones culturales establecidas por la EscuelaInternacional, parecen haberse estancado durante muchos años y másbien prestaron atención a la reconstrucción arquitectónica de los monu-mentos.

El combate entre ambas instituciones y la personalización y exacer-bación de los conflictos fomentaron también la discontinuidad de inicia-tivas, como la de la Escuela Internacional que había iniciado un progra-ma más sistemático de determinación de estratos y secuencias culturales,por una parte, y de determinación de grupos lingüísticos indígenas y deestudios de folklore, por el otro. Por lo mismo, su desaparición no se de-bió tanto a los procesos revolucionarios y a la invasión y espionaje nor-

teamericanos,94 como a los conflictos entre las instituciones mexicanas.Además, a ello se añadían diferencias teóricas que más bien derivaronen que la labor de Gamio fuese legitimada por el prestigio de Boas, perosin que estas diferencias se hayan asumido y sometido a una discusiónacadémica, sino que su colaboración sólo alcanzó “proyectos coyuntu-rales”.

Estos mismos conflictos no permitieron una continuidad y colabora-ción más sistemática entre generaciones de estudiosos, como se ejempli-fica en el caso de Nicolás León y Manuel Gamio. En 1907 ellos habíansido respectivamente profesor y alumno del Museo y habían sometidouna propuesta conjunta para elaborar una Guía arqueológica de la Re-pública, cuya ejecución no fue autorizada por los tiempos políticos de lacelebración del Centenario y la escasez de recursos. Tres años antes, Ni-colás León había propuesto un plan de trabajo que prefigura, punto porpunto, al de Manuel Gamio sobre Teotihuacan y el valle de Oaxaca. Diezaños más tarde, León y Gamio estuvieron enfrentados de manera irre-conciliable, atrincherados ambos en la persecución de su respectivo en-tendimiento de ciencia, posición y poder. El alumno había crecido y, paraentonces, seguía siendo el único arqueólogo titulado del país, pero mal-querido por el resto de la comunidad, que lo rechazaba, a juzgar por lascomunicaciones de León y otras, no sólo a causa de su éxito académicoy político, como afirma Gamio ante Boas, sino por su curso de abiertaconfrontación. Así Gamio, quien había salido de las aulas del mismoMuseo, prolongó las experiencias de éste con Batres y buscó alianzas enel extranjero para legitimar sus pretensiones, al tiempo que, en sus pu-blicaciones, parecía profundamente nacionalista. Esta incongruencia esla que Hermann Beyer le reprochó cuando escribe que Gamio descono-cía las fuentes mexicanas, pero al mismo tiempo, “estaba forjando pa-tria”.95 Gamio desecha esta crítica y declara que Beyer fue corrupto.

94 Tanto Alden J. Mason como William Mechling –exalumnos de Boas en la EscuelaInternacional– llegaron en 1917 under false colours a pedir permiso de trabajos arqueo-lógicos con Gamio, quien informó a Boas. Éste averiguó que, en efecto, ellos estaban enMéxico in a secret mission. La protesta enérgica y pública de Boas contra esas actividades,entre otras cosas, le costó la presidencia de varias asociaciones y una censura de parte desus colegas norteamericanos, mal dispuestos contra él.

95 Beyer, 1922: 239-241.

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Cabe agregar aquí que, en medio de todo, la enseñanza de la antro-pología y la formación académica de especialistas sucumbieron a estosconflictos y ni el mismo Gamio –al contrario de su maestro Boas– pusoatención sistemática en la docencia.

Todo ello se resume en un estancamiento de la profesionalización enantropología a la que no sólo contribuyó el Museo, sino también la Di-rección de Antropología. A pesar de sus aseveraciones contrarias a Boas,en los hechos Gamio no estuvo dispuesto a buscar las paces con CastilloLedón y con Mena y en el conflicto sucumbió definitivamente la espe-ranza por reabrir la Escuela Internacional que Boas había mantenido.

Por otra parte, el episodio entre Gamio y Mena muestra sin lugar adudas diferencias teóricas irreconciliables. No obstante, la preocupa-ción por los orígenes de las culturas americanas y la teoría difusionistano se murió con el final de la carrera de Ramón Mena en el Museo. Porel contrario, a los pocos meses de la despedida de Mena, esto es en 1937,un joven etnólogo alemán –educado en la escuela difusionista alemana–comenzó impartir cursos en el Museo Nacional. Al correr el tiempo,Paul Kirchhoff (1900-1972) no sólo fundó el paradigma mesoamericanoen la antropología nacional, sino que siguió siendo un “longevo instiga-dor”, (expresión de Carlos García Mora). Este instigador, cuyo Mesoamé-rica ...(1943) –para bien o para mal– fue ampliamente aceptado, dedicóuna gran parte de su vida científica a la comprobación de influenciasasiáticas sobre las culturas arcaícas de Mesoamérica. Además, inspiradopor sus pláticas con Franz Boas y los planes de éste para la formaciónantropológica en México, Kirchhoff –junto con otros antropólogos mexi-canos de la época– logró dar un nuevo impulso a la profesionalizaciónde la antropología mexicana, fundando una docencia sistemática en elDepartamento de Biología del Instituto Politécnico Nacional.

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SDBNAH Subdirección de Documentación de la Biblioteca Nacional de An-tropología e Historia del INAH, Archivo Histórico, Serie Personal.