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ANTROPOLÓGICA 2010 TOMO LIV n° 114: 17-28 Roberto Lizarralde nació el 13 de septiembre de 1926 en Niza, sur de Francia, donde su padre, Enrique, era agregado cultural ad honorem en la embajada de Uruguay hasta su muerte en 1940. Tristemente, su fructífera y larga vida terminó a las 3 de la tarde del viernes 25 de febrero de 2011, a la edad de 84 años. Roberto sobrevivió 10 años luchando contra el cáncer. Pero, esta enfermedad no fue la causa de su muerte. Le gustaba caminar diariamente y, en la mañana del 17 de febrero, cuando tomaba un descanso en las barandas de madera sobre un puente en su propiedad, éstas cedieron y cayó de espalda a una altura de dos metros sobre rocas y pasto. A los pocos días de este accidente murió de una neumonía con las complicaciones del trauma de la caída y los efectos de diez años de tratamientos de quimioterapia. Roberto tenía un hermano, Manuel, quien murió en 1989, y una hermana más joven, Maïta, quien vive en Olímpica Valley, California. A principios de junio de 1944, durante la segunda guerra mundial, la familia Lizarralde, que vivía en la zona francesa ocupada por los alemanes, dio apoyo a Theodore “Ted” Roosevelt Stablein, piloto de un pequeño bombar- dero A-20 de la fuerza aérea norteamericana que cayó en el bosque cercano a la residencia familiar. Los Lizarralde rescataron rápidamente a Ted antes de que los soldados alemanes lo atraparan, y lo escondieron por varios meses, hasta que las fuerzas americanas del general Patton tomaron control de la región de Normandía a finales de agosto de ese mismo año. Eventos como éste fortalecieron en Roberto su espíritu aventurero y de explorador. Vivió la mayor parte de sus primeros 18 años en Francia, sobre todo en París y en Normandía (1941-1944) durante la ocupación Alemana en tiem- pos de la segunda guerra mundial. Antes vivió unos años en Uruguay (1929-1932), donde su padre había crecido. Su madre, Isabel Seminario, nació en París y creció en Hamburgo (Alemania), pero su abuelo materno, Victor Manuel Seminario, nació en Piura, Perú (Roberto solía decir con cierta sorna que “en Piura, sólo había chivos, cactus y Seminarios”). Su abuelo paterno era oriundo de Oñate (cuna de los Lizarralde en las mon- tañas vascas, al sur de Donostia, San Sebastián). En cambio su abuela, materna, Julia Leseur, era oriunda de Caracas. El abuelo de Julia, y tatarabuelo de Roberto, era el famoso prócer de la Guerra de Independencia Roberto Lizarralde (1926-2011) Manuel Lizarralde y Stephen Beckerman

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ANTROPOLÓGICA 2010TOMO LIV n° 114: 17-28

Roberto Lizarralde nació el 13 de septiembre de 1926 en Niza, sur deFrancia, donde su padre, Enrique, era agregado cultural ad honorem en laembajada de Uruguay hasta su muerte en 1940.

Tristemente, su fructífera y larga vida terminó a las 3 de la tarde delviernes 25 de febrero de 2011, a la edad de 84 años. Roberto sobrevivió 10años luchando contra el cáncer. Pero, esta enfermedad no fue la causa desu muerte. Le gustaba caminar diariamente y, en la mañana del 17 defebrero, cuando tomaba un descanso en las barandas de madera sobre unpuente en su propiedad, éstas cedieron y cayó de espalda a una altura dedos metros sobre rocas y pasto. A los pocos días de este accidente murió deuna neumonía con las complicaciones del trauma de la caída y los efectosde diez años de tratamientos de quimioterapia.

Roberto tenía un hermano, Manuel, quien murió en 1989, y unahermana más joven, Maïta, quien vive en Olímpica Valley, California. Aprincipios de junio de 1944, durante la segunda guerra mundial, la familiaLizarralde, que vivía en la zona francesa ocupada por los alemanes, dioapoyo a Theodore “Ted” Roosevelt Stablein, piloto de un pequeño bombar-dero A-20 de la fuerza aérea norteamericana que cayó en el bosque cercanoa la residencia familiar. Los Lizarralde rescataron rápidamente a Ted antesde que los soldados alemanes lo atraparan, y lo escondieron por variosmeses, hasta que las fuerzas americanas del general Patton tomaroncontrol de la región de Normandía a finales de agosto de ese mismo año.Eventos como éste fortalecieron en Roberto su espíritu aventurero y deexplorador.

Vivió la mayor parte de sus primeros 18 años en Francia, sobre todo enParís y en Normandía (1941-1944) durante la ocupación Alemana en tiem-pos de la segunda guerra mundial. Antes vivió unos años en Uruguay(1929-1932), donde su padre había crecido. Su madre, Isabel Seminario,nació en París y creció en Hamburgo (Alemania), pero su abuelo materno,Victor Manuel Seminario, nació en Piura, Perú (Roberto solía decir concierta sorna que “en Piura, sólo había chivos, cactus y Seminarios”). Suabuelo paterno era oriundo de Oñate (cuna de los Lizarralde en las mon-tañas vascas, al sur de Donostia, San Sebastián). En cambio su abuela,materna, Julia Leseur, era oriunda de Caracas. El abuelo de Julia, ytatarabuelo de Roberto, era el famoso prócer de la Guerra de Independencia

Roberto Lizarralde (1926-2011)

Manuel Lizarralde y Stephen Beckerman

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venezolana, el General Francisco de Avendaño, quien también era vasco. Ensu familia paterna se hablaba principalmente en francés y castellano, conun poco de vasco (por su padre), e inglés y alemán (por su madre). Elvariado origen etnico de sus antepasados explica en parte por qué se radicóen Venezuela y también su interés por la antropología. No se sentía atado auna identidad nacional específica porque poseía muchas: era francés étni-camente, de sangre vasca pero con profundas raíces latinoamericanas. Lasraíces de Roberto estaban bien divididas, principalmente entre Francia yVenezuela, siendo los vascos de la provincia de Guipúzcoa sus antepasadosmás importantes. Conviene resaltar que los vascos y los Barí tienen en co-mún la lucha por el derecho a sus tierras ocupadas por un Estado domi-nado por otro grupo étnico. Esto probablemente ayuda a explicar lainclinación humanitaria de Roberto de apoyar a los Barí en la defensa de suterritorio.

Roberto empezó a estudiar economía en la universidad de Lausana enSuiza; después inglés y geografía en la universidad de Exeter en Inglaterra,y terminó su licenciatura en geografía en la universidad de Northwestern,en Chicago en 1949. En 1952 obtuvo una maestría en geografía en laUniversidad de Wisconsin en Madison, Estados Unidos. Aunque entre1955 y 1957 completó los cursos requeridos para su doctorado, no entre-gó su tesis por múltiples razones, entre ellas porque era un perfeccionistay aspiraba presentar algo totalmente nuevo, como todo pionero.

Roberto estuvo por primera vez en Venezuela desde finales de 1952hasta 1955 con el fin de participar, junto con otros investigadores, en unestudio socio-económico de la región rural andina. Los datoscartográficos, de geografía cultural y el informe que resultó de esteproyecto fueron publicados en un libro financiado por el Ministerio de

Roberto en Perijá. Julio 1988

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Agricultura y Cría, cuyo título es "Problemas Económicos y Sociales de losAndes Venezolanos". Caracas: Ministerio de Agricultura y Cría 1955. En eltranscurso de esos años, conoció a su futura esposa, Elizabeth (“Lilette”)Coyne, en una fiesta de la embajada francesa en Caracas, y se casaron el16 de Julio de 1954. Tuvieron tres hijos: Ivan (1955), Manuel (1958) y AnneIsabel (1959).

En abril de 1954, organizó la primera expedición con un grupo demiembros de la Escuela de Sociología y Antropología de Universidad Centralde Venezuela entre quienes se encontraban José Agustín Silva Michelena,entonces estudiante; y la Dra. Adelaida de Díaz Ungría, profesora. Estaexpedición tuvo por objeto hacer estudios etnográficos en las comunidadesWarao del Delta del Orinoco. Luego organizó otra expedición para investigarlas migraciones rurales de la región de los Andes venezolanos, visitandomuchos poblados aislados, como Los Nevados del Estado Mérida. Comofruto de esta investigación produjo un manuscrito inédito de 336 páginas.

Roberto le contó a su hijo Manuel que una vez llegó a pie, con su mo-rral, a un pequeño caserío al pie de los Andes, por la vertiente hacia el Lagode Maracaibo, y que la gente, al verlo, salió corriendo muy asustada cre-yendo, quizás, que era un marciano (o quién sabe qué). Nunca supo por quéhuyeron y no regresaron, y creyó más prudente abandonar esta temerosacomunidad.

A finales de los años 50, Roberto organizó para la Comisión Indigenistael censo de la barriada indígena Wayuu de Ziruma en la ciudad deMaracaibo. Los encuestadores eran los estudiantes de la Escuela de Socio-logía y Antropología de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Volvió a los Estados Unidos en diciembre de 1955 para seguir susestudios de postgrado en la Universidad de Wisconsin, en Madison, y luego,durante el año académico 1957-1958, dió clases en Rutgers, donde naciósu hijo Manuel. Ya de regreso en Venezuela, en septiembre de 1958, fuenombrado Jefe General de los Trabajos de Campo en la Comisión Indige-nista (Ministerio de Justicia, Caracas), para investigar la problemáticaindígena y establecer programas de planificación y política en las comu-nidades indígenas de los Estados Zulia (Wayúu/Guajiros en la Guajira y enPerijá), Apure (Pumé/Yaruro), Delta Amacuro (Warao) y Amazonas(Wóthuha/Piaroa).

Desde Julio de 1953, Walter Dupouy, director de la Oficina de AsuntosIndígenas venía solicitándole sus recomendaciones sobre cómo hacer uncontacto pacífico con los Barí; muy poco después de su ingreso a la Comi-sión Indigenista Roberto tenía escrito un plan de acción. Después de quinceaños de intentos de muchas otras personas (entre ellos Gerardo Reichel-Dolmatoff y los padres Capuchinos Franciscanos) quienes trataron deaproximarse a los Barí sin ningún éxito, Roberto se arriesgó y logró hacerese primer contacto pacífico con este pueblo guerrero que compartía sumisma filosofía: vivir en paz, con respeto y en armonía. Desde entonces,hasta el momento de su muerte, trabajó sin descanso en defensa de los

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derechos de estos indígenas. Sus últimas publicaciones son testimonio deesta tarea.

Fue en 1960 cuando se le encargó la responsabilidad de establecer uncontacto pacífico con los Barí. Al enterarse que las compañías petrolerashabían adquirido un nuevo helicóptero, decidió alquilarlo e hizo tres vuelosentre finales de junio y julio. Al tercer vuelo, los Barí les estaban haciendoseñales para que bajaran, y fue entonces cuando hizo su primer contactopacífico el 19 de Julio de 1960, saltando al conuco adyacente al bohío,porque el piloto no podía aterrizar allí. Entre las tareas que se le asignaronestaba la de resolver los problemas políticos y de asentamiento de los Barí,además de establecer la paz con sus vecinos, especialmente con los hacen-dados ganaderos que codiciaban sus tierras, y con las compañías petrolerasque querían explorar su territorio. Desafortunadamente, los misioneroscapuchinos, quienes desde 1945 habían tratado de establecer un contactopacífico, pidieron al gobierno que les diera los fondos manejados por laDirección de Asuntos Indígenas (DAI, antes Comisión Indigenista) y que al“empleado” de ésta se le prohibiera entrar en las tierras de Perijá. Ante estasituación, Roberto renunció a su cargo. Al poco tiempo lo contactó ThomasAbercrombie, un fotógrafo, de la National Geographic Society quien estabaescribiendo un artículo sobre Venezuela. Con él volvió a la Sierra de Perijápara fotografiar a los Barí.

Para estar más cerca de los Barí, en 1961, Roberto obtuvo un cargocomo docente e investigador en antropología y geografía cultural en lafacultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia (LUZ).Desde Maracaibo, pudo hacer muchos viajes al territorio barí y, dedicarse aellos a tiempo completo durante sus dos últimos años en LUZ. En 1963,llevó el primer grupo de estudiantes de LUZ a la Sierra de Perijá. En 1968,aceptó un cargo en la Universidad Central de Venezuela, donde se desem-peñó, hasta su jubilación en 1993, con el rango de Profesor Titular en laFacultad de Ciencias Económicas y Sociales, en el Instituto de Investi-gaciones y en la Escuela de Antropología.

Desde su primer contacto con los Barí, que no eran “bravos”, perorespondían valientemente a la violencia criolla y a las masacres perpe-tradas por los dabagdou (blancos en idioma barí), Roberto siempre buscó lamejor forma de ayudarlos a proteger su territorio. Contaba que, a principiosde los 60, cayó en cuenta de que el contacto pacífico con los Barí sólo sirviópara abrir paso a los ganaderos y a las compañías petroleras para quepenetraran y se apropiaran de sus tierras. Finalmente, en 1989, y con laayuda inicial de una ONG europea, Roberto pudo empezar su anheladoproyecto de levantar el catastro de las tierras de los Barí, para la conse-cuente protección de sus derechos territoriales. Este proyecto dedemarcación de los territorios indígenas, se hizo de acuerdo al artículo 119en del Capítulo VIII “De los Derechos de los Pueblos Indígenas” de laConstitución Nacional de 1999. A partir de 1996 cuando ya tenía 70 años,hizo grandes esfuerzos por asegurar el futuro de los Barí mediante la

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conservación de sus bosques. Cuando su hijo Manuel participaba conRoberto en la demarcación, pudo observarlo, morral al hombro, cubriendoa pie con los Barí distancias de hasta 10 kilómetros diarios, abriendo picasembarradas y cruzando ríos crecidos para delimitar su territorio. Losobjetivos y metas de Roberto eran netamente humanitarios; realizó estatarea como servicio voluntario, y ocupando en ella gran parte de su salario,hasta lograr concretarla en el año 2006. Durante este trabajo, produjo losmapas y soportes necesarios para el otorgamiento del título de propiedadcomunitaria, así como dos informes y una publicación con detalles geográ-ficos e históricos. Estos materiales fueron los primeros que se entregaron aorganismos nacionales para el reconocimiento de las tierras de los pueblosindígenas, y sirvieron como modelo para otros grupos indígenas enVenezuela. En su último año, cuando Roberto ya estaba luchando contra elcáncer, el gobierno venezolano le pidió que participara en talleres paraayudar a otras comunidades indígenas en el trabajo de demarcación,especialmente a los Saapreye (Japreria o Sapreria) y los Yu’pa (o Yukpa) dela Sierra de Perijá. De esta manera, Roberto colaboraba con la MisiónGuaicaipuro del gobierno venezolano. Cuando finalmente se convenció deque los Barí no recibirían los títulos de sus tierras, Roberto no experimentóninguna amargura, pero sí mucha tristeza.

Mientras se desempeñaba como docente en la UCV, tuvo un papel muyimportante como coordinador, cartógrafo y recolector de datos en el primerCenso Nacional Indígena de Venezuela (1981-1985), trabajando con laOficina Central de Estadística e Informática (OCEI) en Caracas. Ayudó adiseñar los cuestionarios del censo, y empadronó a los Barí (Zulia), losPumé y los Hiwi (Guajibo) (Apure); además colaboró en el entrenamiento delos empadronadores indígenas de las etnias Pemón (Bolívar) y Yanomamï(Amazonas). Sobre la participación de Roberto en el censo indígena, sucolega y amiga Haydée Seijas, expresó: “Debemos destacar la importantísima

Roberto en el territorio Barí en Catalaura, Río de Oro, Colombia, 1966

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contribución de Roberto Lizarralde a la cartografía indígena. Los mapas queél levantó de cada territorio étnico fueron instrumento básico e indis-pensable para la organización y realización del trabajo de campo censal (yposteriormente para el de muchas tesis de grado y otras investigaciones).Esos mapas regionales y el mapa general de ellos derivados constituyenquizás una de sus más grandes contribuciones a la antropología deVenezuela” (comunicación personal, 9 Marzo del 2011).

En el segundo censo nacional indígena de Venezuela, continuó sucolaboración con la OCEI, especialmente con los censos de las etnias Baríy Wayúu en el Zulia, y de los Pumé y Hiwi en Apure. Ya en 1958 habíaparticipado en el primer censo parcial de los Wayúu y 34 años más tardefue factor fundamental en el censo Wayúu binacional de 1992; fue en estaoportunidad cuando se registró una población de cerca de 180 mil miem-bros de esta etnia en Venezuela. Este censo era un reto porque pocas per-sonas tenían la capacidad de conseguir empadronar a todos los Wayúu;esto se logró con la efectiva colaboración de Roberto. Recordamos muy bienque no quería participar en esta parte del censo, y tuvieron que convencerlo,ya que no había otra persona con igual capacidad para llevarlo a términoexitosamente.

Cuando se jubiló de la UCV, se mudó con su esposa e hijo mayor, Iván,a una pequeña finca cerca de Mérida, en Manzano Alto, en los Andes vene-zolanos. Allí, con la vista del Pico Bolívar, Roberto construyó un pequeñoparaíso, con pasto y vacas lecheras, rosas y árboles frutales, además de unabuena huerta. Su casa con techo de tejas rojas, paredes blancas y persianasverdes se asemeja a la casa de sus antepasados vascos, llena de libros,pinturas y material etnográfico indígena. Esta casa, rodeada de selvanublada, está no muy lejos de donde se puede escuchar el ulular de losaraguatos. Desde allí, Roberto continuó su investigación de campo de losBarí. Sus cuadernos revelan que entre 1960 y 2006 completó unos 96trabajos de campo en esa etnia.

Cuando estaba en su casa, recibía las frecuentes visitas de los Baríquienes le traían noticias de Perijá, o simplemente lo visitaban como elquerido amigo de confianza que siempre fue para ellos. Lo consideraban unmiembro y autoridad de su comunidad. En una ocasión, una investigadoray cineasta de Maracaibo, Emérita Fuemayor, fue al territorio barí para rea-lizar una película sobre ellos y su medio ambiente. Cuando los Barí ledijeron, sin dudarlo, que antes debía hablar con “Bobé”, ella pensó que setrataba de un jefe barí. Al preguntar dónde podía encontrarlo, le dijeron quefuera a Mérida, y allí se llevó la sorpresa de encontrar a su querido profesorRoberto Lizarralde cuyas recomendaciones eran tomadas muy seriamentepor los Barí, como si él fuera el ñatubay (“jefe”, en idioma barí) de lacomunidad.

Su generosidad no tuvo límites. En los últimos treinta años de sucarrera como investigador de campo, llevó muchos sueros antiofídicos adiversas comunidades barí para prevenir la mortalidad por la mordedura de

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la culebra guayacán (mapanare). Durante sus últimos años dedicaba unaparte significativa de su pequeño salario de jubilación para subsidiar lasexpediciones de limpieza de las picas para el trabajo de demarcación delterritorio barí, así como para ayudar a la educación de algunos jóvenes enestudios secundarios y universitarios fuera de su comunidad. Uno de ellosterminó los estudios de medicina integral en Cuba, en 2010. El ejemplo deRoberto no sólo como acucioso trabajador de campo entre los Barí sinocomo generoso y solidario aliado de ellos es uno de sus más importanteslegados.

Roberto Lizarralde es considerado por propios y extraños como el de-cano de la etnografía indígena venezolana. Robert L. Carneiro, destacadoantropólogo norteamericano, no duda en afirmar que Roberto “era unhombre muy refinado de quien nunca se oyó hablar mal; por el contrario,sobre él siempre oí comentarios muy buenos (comunicación personal, 8 deMarzo del 2011). Maury Márquez, uno de sus alumnos, se refirió a él como“pionero de los estudios etnográficos en Venezuela. Maestro, sabio, hombrede humilde postura ante la vida como de dilatado y profundo conocimientosobre la realidad de los pueblos indígenas y campesinos del país”(http://www.elpueblosoberano.net/2011/02/). Quizás en la dedicatoria aRoberto de una obra suya de 2008, Alejandro J. Signi Sánchez recoge demanera sencilla el sentir de muchos de sus alumnos y colegas sobreRoberto: “Reciba esta obra con todo el cariño y afecto de uno de sus discí-pulos, quien plasmó en ella parte de sus enseñanzas, fundamentalmente laperseverancia y la humildad del investigador y el respeto por todos nuestrospueblos indígenas” (9 de Octubre 2009).

Se le reconoce a Roberto sus investigaciones de los Barí, sus estudiosentre los Pumé de Apure, los Warao del Delta Amacuro, los E’ñepa deBolívar, y los Wothuha de Amazonas. Igualmente, su lucha por los dere-chos de los pueblos indígenas en general, principalmente su defensa de lastierras del pueblo barí. Roberto se caracterizaba por su meticulosidad en losdetalles, especialmente en lo concerniente a la etnografía y la historia barí,así como por su excepcional memoria. Sus amigos dan fe de que no olvidabadetalles de lo que había oído o visto, o las rutas de cualquier lugar que hu-biera visitado. Podía recordar eventos que habían tenido lugar décadasatrás, con sus fechas específicas, el día y la hora, el nombre de los partici-pantes y las características del medioambiente…y, para mortificación demuchos, tampoco se le escapaba el año de nacimiento de sus colegas.

También su memoria geográfica era particularmente fenomenal. Comopudimos observar en el campo, conocía los nombres de todos los caños,riachuelos y ríos del territorio barí, no solamente por su nombre castellanosino también por el nombre barí. Esto le permitió colaborar con la oficinade Cartografía Nacional en la provisión de los nombres de ríos en la zonasuroeste del lago Maracaibo, todavía desconocidos en la década de los 80.Cuando llevaba a su hijo Manuel al aeropuerto de El Vigía, en enero de

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2011, Roberto le mencionó que el río que estaban cruzando, antes delaeropuerto, tenía un nombre barí, buubogyí que en español significa “cañodel gavilan”. Este detalle, según él, evidenciaba que ese lugar había sidoparte del territorio barí en el período de la colonia, allá por los años de 1600.

Como hombre extremadamente meticuloso que era, aunque produjonumerosos manuscritos, Roberto no publicó mucho; siempre sentía que lefaltaban datos de campo que era necesario agregar antes de ir a impren-ta,y en consecuencia sus borradores permanecían inéditos siempre bajorevisión. Su magnum opus “Una Breve Historia de los Contactos con losBarí de la Sierra de Perijá”, le tomó varios años de meticuloso trabajo. Sumeta era la perfección, una de las primeras características que muchos desus amigos y colegas mencionan al describir al amigo.

Con la muerte de Roberto Lizarralde, hemos perdido una de las grandesfuentes de conocimiento sobre la etnografía y antropología de Venezuela. Supérdida es como la desaparición de toda una biblioteca. Ahora que se fue ala tierra de bashungchingbá (en barí es el mundo de los muertos dondeabunda la felicidad y la comida, o mucha cacería), los que le sobrevivimosnos encontramos abatidos. La antropología ha perdido una mente sabia ygenerosa, los Barí perdieron a un fiel aliado con muchos conocimientossobre ellos. Su familia y amigos perdieron a un cordial maestro, a un fino yvaliente caballero, que nunca demostró arrogancia ni pretensión alguna.

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Manuel Lizarralde1 Stephen Beckerman

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1 Department of Anthropology, Connecticut College. [email protected] Department of Anthropology, Pennnsylvania State University, [email protected]