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48 En adagios o proverbios se han expresado los pueblos desde las más antiguas civilizaciones conocidas y, a través de ellos, no sólo podemos percibir las costumbres y los valores de una sociedad dada, sino también intuir la estructura de su pensamiento Sobre el proverbio Adolfo Colombres Escritor, antropólogo y filósofo Argentina

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En adagios o proverbios se han expresado los pueblosdesde las más antiguas civilizaciones conocidasy, a través de ellos, no sólo podemos percibir lascostumbres y los valores de una sociedad dada, sinotambién intuir la estructura de su pensamiento

Sobre el proverbioAdolfo ColombresEscritor, antropólogo y filósofoArgentina

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El proverbio es acaso el más antiguo de los géneros literarios. En las másde cinco mil tabletas de arcilla de escritura cuneiforme que dejaron lossumerios, inscrita en forma de cuña entre los años 2700 y 2300 a. C., se

encontraron ya largas series de proverbios, como una literatura epigramática. Osea, son contemporáneos de La epopeya de Gilgamesh, la obra de este tipo másantigua que registra la literatura escrita. Desde ya, antes de alcanzar las primerasformas de escritura el proverbio debió circular muchos siglos, y quizás milenios,

por el sistema oral. Por su brevedad y densidad de sentido, no sólo logró atrave-sar casi indemne los abismos del tiempo, sino que actuó como elementogenerativo tanto de la poesía popular como de la culta, y se lo ve también citado,a menudo como factor estructurante, en los relatos en prosa. Por la sabiduríaque expresa, fue adoptado por los libros sagrados. Está así presente en el Anti-guo Testamento en el libro titulado precisamente Proverbios, una serie de exhor-taciones atribuidas a Salomón. Pero no sólo allí se los encuentra: buena parta deLa Biblia está escrita con un tono proverbial, propio de esos saberes que porhaber sorteado casi todas las pruebas se presentan como eternos.

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Tanto los griegos como los romanos culti-varon el proverbio con especial dedicación.Plinio, Séneca, Horacio, Virgilio y Lucreciorecogieron las expresiones proverbiales po-pulares y crearon otras que alcanzaron grandifusión, popularizándose. Esto nos mues-tra que por el ancho río de los proverbioscorren pensamientos originados tanto en lossectores subalternos como en los ilustradosy que ambos se fecundan mutuamente.

En la Edad Media, los proverbios refle-jan las tensiones y conflictos de la socie-dad feudal europea. Así como hay pro-verbios que recogen y afirman los pun-tos de vista populares, hay otros quetrasuntan un espíritu elitista, profunda-mente anti-popular. Traducen también lasrivalidades regionales, exaltando las vir-tudes de un pueblo y cargando de senti-dos peyorativos la identidad de los otros.A veces esto se logra no creando nuevosproverbios, sino reelaborando en formatendenciosa los ya existentes, dada sunaturaleza tan maleable.

Probablemente fueron los clérigos los quemás desarrollaron este recurso reseman-tizador. Pronto el mismo empezó a ser uti-lizado por los escritores con fines satíricos.En el Capítulo XI de su Gargantúa, Rabelaismezcla proverbios reales con otros de suinvención, a fin de caracterizar la sucia in-fancia de este personaje. Otros autores lle-varon a tal extremo la resemantización, quesu sentido original terminó volatilizado.Sería el caso de la experiencia que hizoVillon en su Ballade des Proverbes.

Claro que no todos los letrados reconocieronel valor de los proverbios. El gran ascendienteque posee este género entre los sectores cam-pesinos los hizo desconfiar. Se distinguió en-tre proverbios letrados, para afirmar a estosúltimos y despreciar a los primeros, situándo-los en el terreno de la no-literatura, cuandono de la ignorancia. Racine, en Les Plaideurs,hace hablar en proverbios a los personajespresentados como ridículos. Alfred de Mussetlos menosprecia, por ser a su juicio alocucio-nes banales y conformar un lugar común. Si

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algún sentido se alza de ellos, arguye, éste re-sulta pronto anulado por otro proverbio desentido contrario, lo que negaría su pretendi-do carácter de verdad incuestionable.

Pero más fueron los panegiristas que los de-tractores de los proverbios. Erasmo, valori-zando esta zona del lenguaje que el pueblocomparte con los letrados, publicó variosvolúmenes de adagios, comentándolos pararevelar toda su riqueza. La Fontaine, que tam-bién los admiraba, hizo de ellos la trama desus fábulas. Otros autores clásicos los con-virtieron en principios fundantes de obrasteatrales, tomándolos tanto de la veta cultacomo de la popular. El romanticismo recu-peró y valorizó tanto a los viejos cuentospopulares como a los proverbios, cuya anti-güedad no era menor. Al acercarnos a nues-tra época, los sainetes y otros tipos de obrasconsustanciadas con lo popular los utiliza-ron como ejes de construcción.

Más allá de sus contenidos ético-filosóficos,los proverbios se revisten con la oscuridaddel símbolo, y a menudo significan la reali-dad por la vía de la elipsis, por lo que sugie-ren o callan. Participan así, tanto o más quela misma poesía, de la naturaleza de lo poéti-co. A tal punto, que son muchas las poesíasconstruidas sobre proverbios, puntas de dia-mantes que se destacan entre la hojarascade su glosa. Lo curioso es que a pesar de sumargen de misterio y poesía logran mante-ner su valor didáctico, que sirve para sociali-zar a los niños y recordar a los adultos lasnormas sociales que no se pueden violarimpunemente.

La facilidad con la que se apela al proverbioen una conversación es una de las marcasespecíficas de las sociedades orales. Es que elmismo no sólo habla de los valores y cos-

tumbres de una sociedad, sino que nos per-mite intuir o percibir la estructura de su pen-samiento. Mientras en Europa los prover-bios son considerados un lenguaje literarioestereotipado, en Africa alcanzan vida pro-pia, y con el relumbre y el ritmo de la poesíavuelan como abejas, de boca a oído, Estánpresentes tanto en la literatura escrita en len-guas europeas como en los discursos de lospolíticos y las homilías de los religiosos. Elinterés por ellos se incrementa día a día endicho continente. Como señala un autor, elproverbio juzga, condena, fustiga, se sor-prende, sonríe, se burla, hace muecas. Nin-gún aspecto de la vida escapa a su veredic-to: en él los dioses son adorados, el destinoes interpelado, el hombre desnudado, la cos-tumbre exaltada o despreciada, y la juven-tud apercibida.

Por naturaleza, el proverbio es afirmativo,apodíctico. Pero no siempre nombra lascosas de un modo directo: con frecuen-cia se vale de metáforas, y hasta se recubrede un aura enigmática a fin de ampliar sucampo semántico y ser utilizable en másde una situación. A veces va tan lejos enesta aventura del lenguaje, que el sentidono surge ya de un modo explícito, sinoque depende de sinuosas interpretacionesque terminan por diluirlo. Pero este exce-so de simbolismo no es común, pues cuan-do los proverbios dejan de cumplir unafunción son librados al olvido. Es que casisiempre éstos se presentan como un men-saje social útil, que describe una realidad ybusca operar sobre ella para modificarla.Es fundamental entonces que el receptorentienda al proverbio como tal, lo que noresulta del todo fácil. Si el auditor no loreconoce, no pude ser considerado un re-ceptor, y la comunicación no alcanza, suobjetivo. Pero quien no lo conoce, puede

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reconocerlo por su estructura, por su rit-mo, o por la frase que lo precede o losigue, señalando que se trata de una sabi-duría ancestral.

El hecho de que existan proverbios que seopongan frontalmente a otros no conviertea este género en banal, como creyera Alfredde Musset. Tal oposición permite entenderque toda verdad es relativa, que lo que resultaverdadero en un contexto social y en una si-tuación determinada, puede no serlo en otroscontextos sociales y situaciones existenciales.El discurso del poder se presentó siemprecomo verdad única, incontestable, y lo quequieren decir los proverbios es que la realidadtiene más de una cara, y que en vez de que-darnos con la interpretación más lata y pri-maria debemos indagar la complejidad de lossentidos, hasta llegar a esa zona fronteriza enque la verdad deja de ser verdadera, tal comolo hacen el arte y el pensamiento profundo.O sea, que no hay verdad que no posea uncono de sombra. La circunstancia de que es-tos dichos populares constituyan lugares co-munes no los priva de su valor filosófico, y amenudo ni siquiera de belleza, como el mis-mo Borges llegara a reconocerlo.

En este florido campo de los adagios, sen-tencias, máximas y juegos verbales la cul-tural ilustrada y la popular comparten suscreaciones de un modo que no se repiteen otros terrenos del arte y el pensamien-to. Al decir “los antiguos dicen”, nadie pre-guntará de qué ancestros se trata, si erandel campo o la ciudad, letrados o analfa-betos. Lo único que cuenta aquí es el valorde la palabra, no su origen, el que por otraparte rara vez podrá ser precisado. Es quetodo proverbio es una creación individualcuyo autor es olvidado a entrar el mismoen circulación, a menos que haya sido es-

crito y publicado, aunque en este últimocaso sólo los eruditos podrán nombrar alautor, no la enorme mayoría de la genteque los usa.

No obstante, no se puede interpretar estocomo que el proverbio sea una zona en la quese concilian las clases sociales. Estas pueden,sí, comulgar en buena parte de los mismos,pero quedará siempre una franja contestata-ria, que suele coincidir con la visión más pro-funda de la condición humana, donde el pro-verbio trasciende los juegos del lenguaje paratornarse altamente sentencioso y reflexivo.Desde la sociología de la literatura y la antro-pología se ha criticado la costumbre bastantegeneralizada de analizar los proverbios comoun texto separado de su enunciado social, desus formas de utilización concreta y el discur-so que lo acompaña. Trasladarlos a otros con-textos sin tomar en cuenta estos aspectosimplica un hecho de resemantización que nosaleja de su sentido original. Y por esta vía,también, lo que se creó para cuestionar untipo de opresión puede ser neutralizado polí-ticamente, leído como una metáfora sin des-tinatario, que se complace en sí misma, en elpuro gusto de decir. Se habla por eso de si-tuación de origen y situación de empleo, a finde establecer una dialéctica entre ambos po-los. A veces se modifica la situación de origenpara ajustar el proverbio a una nueva situa-ción, a la que se quiere criticar con las armasprestigiosas de la tradición. Otras veces, porel contrario, se lo emplea en situaciones nue-vas, desactivando su vieja carga contestatariapara afirmar sólo el aspecto estético o abrir elcauce a otros tipo de risa, a la risa idiota y nofilosa. Como el poder suele ser superficial yserio, las armas con las que el pueblo lo com-bate son al profundidad y la risa. Cuando losjuegos de la palabra queman, desmantelandolos pomposos tinglados de la dominación po-

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lítica y religiosa, estamos ya ante el fuegode la palabra, ante metáforas a menudoenigmáticas pero que no dejan de reve-lar no sólo la ambigüedad de lo real, sinotambién la falsedad del poder.

Desde el punto de vista estructural, el pro-verbio se compone de dos secuencias re-lativamente simétricas (se subraya por esosu carácter binario) y a menudo ritmadaspor un juego de aliteraciones, asonanciaso repeticiones, donde el sentido surgecomo efecto de un paralelismo o de unaoposición. Por su brevedad, la fuerza delas imágenes a las que apela y sus nume-rosos recursos estilísticos, se fija con facili-dad en la memoria. A su vez evidente yenigmático, conforma una obra de arteen miniatura, que fortalece el ethos socialen los sectores populares y suscita la ad-miración de quienes exploran su sabidu-ría y su estética desde la cultura ilustrada.

Por lo común, el proverbio no se pro-pone emular el rigor de la ley ni se pos-tula como un dogma inquebrantable,Por eso no apela normalmente a una ima-gen acabada, sino que pone en contactodos o más imágenes, confiando en la ca-pacidad de las mismas de instruir un senti-do. O sea, mediante la asociación de ideasactiva los mecanismos del pensamiento.Su intención es transmitir una experienciaantigua a quien quiera oírla, y no suplir a laley. A pesar de su valor universal, tal expe-riencia se presenta como regionalizada, yexpresa por lo tanto una racionalidad an-clada en un territorio, o más precisamente,en un sistema simbólico específico. En estono cuenta su origen, pues cuando llega deotra parte es legitimado por la vía de laadopción, la que suele incluir una adapta-ción una resemantización.

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A menudo los proverbios tienen una funciónmás lúdica y catártica que social, al producir unrelajamiento de las tensiones generadas por elrigor de los códigos sociales. Además de ayu-dar a resolver una situación conflictiva trayen-do a colación la sabiduría de los antiguos, sir-ven para ejecutar la memoria, enriquecer el vo-cabulario, facilitar el aprendizaje al fijar concep-tos en los niños y jóvenes y mejorar su articu-lación de los fonemas de la lengua.

En la mayoría de los proverbios hay una ima-gen dominante y otra que se le subordina. Elcarácter dominante de una imagen no estádado por el poder político, sino por las fun-ciones que cumplen dichos elementos en unadeterminada cultura. Los sistemas de coloni-zación han manipulado esto con frecuencia\, convirtiendo a la imagen dominante, si-tuada por la cultura en una mayor escala jerár-quica, por considerarla más valiosa, en unaimagen dominada, no ya por otra imagen demenor rango dentro de la misma cultura, sino

por los fetiches de la cultura colonizadoracuyo valor ético suele ser inferior. Hoy di-cho esquema se repite en la cultura de ma-sas, la que se apropia no sólo del estilo y latécnica de los proverbios para construir sus

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propias máximas, sino quemanipula los proverbios tra-dicionales a fines de conver-tirlos en slogans que ayuden avender sus productos indus-triales o políticos, tras vaciar-los por cierto de todo conte-nido profundo y contestata-rio. Pero como ocurrió siem-pre en las sociedades de clasey en los contextos coloniales,la confrontación de los pro-verbios estará marcando losdos caminos que el hombrepuede seguir: el que lo afirmaen sus tradiciones y por lo tan-to en su identidad social, y elque lo aleja de ellas, dándolesla espalda para adoptar el mo-delo de cultura dominante.

Por su carácter simbólico, losproverbios, como se dijo, sonpolisémicos, pero su polisemiase restringe y hasta desapare-ce en el marco de la situaciónconcreta en que se emplean,tanto social como cultural.Cada cultura jerarquiza los ob-jetos y las conductas de unmodo particular, nohomologable al de otras. Ele-mentos cargados de significa-do en un ámbito pueden notenerlo en otro, y en esto ra-dica la mayor dificultad de lastransferencias.

Como vimos, cuando los pueblos adoptanun proverbio que proviene de otro ámbito,lo adaptan y resemantizan, pero no es éstauna tarea que corresponda a un traductorliterario, por más traidor que sea. Podrá ha-

cer retoques para salvar el sentido de un pro-verbio, pero siempre habrá una pérdida deunidades semánticas (semas). Con la traduc-ción no sólo sufre el aspecto semántico, sinotambién el estético. Por lo común la poesíaoral no se sustenta en la rima y el metro,sino en el ritmo, y los proverbios, a pesar desu brevedad, poseen un soplo rítmico, dadopor su misma estructura.

Vimos ya que todo proverbio posee, ademásde un aspecto semántico (en cuya interpreta-ción inciden lo cultural y lo social) un aspectoestructural y un aspecto estético. A menudo, lafidelidad al primero en la traducción lleva a ma-nipular su estructura y a la degradación del pla-no poético, aunque en algunos casos se optepor resaltar este último en detrimento del pri-mer aspecto. Es una dificultad que se presentaa toda traducción, y de la que no siempre sesale bien librado. Pero no se puede sortear di-chos escollos por medio de la traducción lite-ral, que a menudo resulta más infiel al sentidoque una exagerada transposición.

Los griegos llamaban paremia a estas fór-mulas lapidarias, y hoy se denominaparmiología a la disciplina que estudia los pro-verbios. Esta comenzó a desarrollarse enEuropa en base a los ejemplos y tradicionesde la cultura occidental, pero en los últimosaños se dio un notable avance de la pare-miología africana, que abre nuevos puntosde vista y permite una confrontación. EnAmérica Latina el tema ha sido poco estu-diado en sus aspectos teóricos, aunque nofaltan recopilaciones de proverbios, llamadosaquí por lo común “refranes, palabra que pro-viene del francés “refrain”, y que significaestribillo, cantinela, En esta nota vimos queel proverbio es mucho más que eso, por loque tal caracterización está dando cuenta delescaso valor que le asigna Occidente.