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TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof.Dr. Eduardo Escartín González HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO TEMA 29 EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO

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TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof.Dr. Eduardo Escartín González

HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO

TEMA 29

EL INSTITUCIONALISMO Y

EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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1.- GENERALIDADES

Estados Unidos, independiente desde 1776, se

dedicó a consolidarse y engrandecerse como nación en

las primeras décadas de su historia. Sus ciudadanos con

plenos derechos, emigrantes de los países europeos y

generalmente sin otros bienes de fortuna que sus brazos

y su acendrado espíritu emprendedor, se preocuparon

por sobrevivir y medrar aprovechando las posibilidades

de enriquecimiento que propiciaba la conquista del

oeste. No es de extrañar, pues, que en esas condiciones

el grueso de la población no se distinguiera inicialmente

por sus inquietudes culturales y científicas, y mucho

menos en el área económica.

La economía se prestaba a practicarla, primero

a base de esfuerzo personal y más tarde con la ayuda de

maquinaria. Los americanos enseguida vieron la utilidad

de las máquinas en un país con escasez de mano de obra

e inmensos recursos naturales para explotar. Además, la

abundante producción no presentaba dificultades para

ser vendida debido el gran incremento demográfico que

proporcionaba amplitud a los mercados. Por ello se

fomentó un acelerado desarrollo científico, tecnológico e

industrial a lo largo de todo el siglo XIX. Así, en poco

más de un siglo los Estados Unidos se convirtieron en la

primera potencia económica mundial.

La cultura evolucionó de una forma similar:

partiendo prácticamente de cero, a la vuelta de una

centuria y media los Estados Unidos se encontrarían en

todas las áreas a la cabeza de la investigación y con

universidades muy prestigiosas y eminentes científicos,

formados en ellas o atraídos de todo el mundo (lo que se

llamó «caza de cerebros»). A principios del siglo XIX se

impulsó la creación de universidades, en las que ya se

despertó la inquietud por el estudio de los temas

económicos. A título de ejemplo sirve la conocida

anécdota de la invitación del presidente Jefferson a Juan

Bautista Say –economista francés de principios del siglo

XIX, famoso por su libro Tratado de economía política

(1803)– para ocupar la cátedra de economía política en

la recién fundada Universidad de Virginia.

La falta de tradición docente impidió el

surgimiento de grandes economistas antes de mediados

del siglo XIX. Paulatinamente iría cambiando esta

situación. Al enriquecimiento cultural contribuyeron

algunos estudiantes americanos formados en Alemania y

que a su regreso accedieron al profesorado. Se trajeron

el historicismo que, al adaptarse a las peculiaridades

americanas, dio origen a la corriente de pensamiento

denominada «Institucionalismo». Los institucionalistas,

opuestos al marginalismo y a las conclusiones abstractas,

preconizaron el estudio de las instituciones más típicas

del capitalismo, las que encuadraban y encauzaban la

actividad económica. Tal estudio debía afrontarse de

forma objetiva, a la luz del análisis estadístico. Otros

economistas pretendieron una «revuelta pragmática»; es

decir, fundamentar la economía en la experiencia y la

evolución histórica, eludiendo así la pasividad implícita

en las leyes naturales y universales, y desvincular la

economía del excesivo formalismo de las teorías

abstractas y deductivas, para prestar más atención a la

acción del hombre y al desarrollo de los acontecimientos

económicos, (Spiegel, pp. 729 y 730).

Los institucionalistas y los pragmáticos, bajo la

influencia de Darwin, pero en contra del darwinismo

social y económico que propugnaba un feroz laissez

faire, se opusieron al liberalismo ya que, para ellos, la

adaptación a las cambiantes situaciones económicas se

podía realizar más rápida y eficazmente adoptando

deliberadas políticas económicas (Spiegel, p. 731).

2.- ECONOMISTAS NORTEAMERICANOS

DEL SIGLO XIX

Simon Newcomb (1855-1909), matemático,

astrónomo y economista aficionado, fue profesor del

Observatorio Naval de Washington y de la Universidad

Johns Hopkins (Baltimore, Maryland). Su principal obra

es Principios de economía política (1885).

Desarrolló la idea de la circulación de los

bienes económicos como un doble flujo circular: los

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bienes y servicios en un sentido y el dinero en el

opuesto. Distinguió entre flujos y fondos o acervos

(stocks). Se anticipó a Irving Fisher en la formulación de

una ecuación de cambios (Spiegel, p. 716).

En otros aspectos fue un ultraconservador

partidario del laissez faire y del darwinismo social, pero

mitigado en cuanto que defendía la intervención de las

autoridades públicas para impulsar la explotación de los

recursos naturales (ibídem, p. 716).

Francis A. Walker (1840-1897), hijo de un

profesor de economía política, colaboró con su padre en

la redacción del libro Ciencia de la riqueza (1866).

Participó en la Guerra de Secesión (1861-1865)

alcanzando el grado de general de brigada; terminada la

guerra, desempeñó varios cargos públicos y se dedicó a

la enseñanza de la economía política en la Universidad

de Yale (New Haven, Connecticut). Fue presidente del

Instituto Tecnológico de Massachusetts (Boston) y

dirigió la Asociación Estadística Americana y la

Asociación Económica Americana. Trató diversos temas

económicos en sus libros La cuestión de los salarios

(1876), La moneda en sus relaciones con el comercio y

la industria (1879) y Economía Política (1883).

Criticó la teoría del fondo de salarios porque,

según expone en su teoría de la distribución, los salarios

son más bien un residuo que queda tras retribuir otras

rentas, incluyendo en ellas los intereses y los beneficios

empresariales (Spiegel, p. 717). También criticó la idea

de fijar los salarios en el mínimo de subsistencia porque,

en su opinión, variaban en función de la productividad

de la mano de obra (James, 1959, p. 223).

En su última obra Bimetalismo internacional

(1896) abogaba por un aumento de la oferta monetaria

mediante la adopción de un patrón bimetálico para

favorecer el crecimiento económico con un moderado

aumento de los precios (Spiegel, p. 717).

John Bates Clark (1847-1938), profesor de la

universidades de Johns Hopkins (Baltimore, Maryland)

y de Columbia (Nueva York), estudió economía en

Heidelberg (Alemania) en la cátedra de Karl Knies. Pese

a la influencia del historicismo fue un marginalista. Sus

libros más importantes, desde el punto de vista del

análisis económico, son: Filosofía de la riqueza (1885);

Distribución de la riqueza (1889) y Fundamentos de

teoría económica (1907). Del resto de sus numerosos

escritos cabe citar a El control de los trusts (1901, y

reeditado en 1912 con una nueva redacción en

colaboración con su hijo), El problema del monopolio

(1904) y Justicia social sin socialismo (1914).

En su Filosofía de la riqueza, critica al

capitalismo por ser inherentes a él la deshumanización

de los mercados y la desigual distribución de las rentas.

Sin embargo, al analizar los temas económicos bajo el

principio de marginalidad en su Distribución de la

riqueza, cambiaría de opinión encontrando equitativa la

distribución que proporciona el sistema capitalista

mediante la remuneración de cada factor según su

productividad marginal. Este procedimiento retributivo

equivalía a la distribución de las rentas dando “a cada

cual según lo que produzca” (citado por Spiegel, p.

718). Esta forma de distribución es equitativa porque se

emplea el mismo principio para cada factor productivo y

además a todos ellos, cuando se convierten en escasos,

se les aplica el mismo concepto ricardiano1 de la renta

como excedente de una explotación intramarginal2 y

que, por lo tanto, no interviene en la formación del

precio del producto (James, 1959, p. 225 y Schumpeter,

1954, p. 949). Provisto de este bagaje teórico, se opuso

a la tesis de Henry George acerca del impuesto único

sobre la renta de la tierra, porque, según los resultados

de su investigación, todos los factores de la producción,

en especial el capital, están sujetos al concepto de renta

diferencial (Spiegel, p. 719).

1 Es interesante observar que este autor fue uno de los primeros en darse cuenta de las implicaciones del estudio de Ricardo de la renta, en la línea de la reflexión que a este respecto (concepto de cuasi-renta) se hace en el Tema 16

2 Empresa intramarginal, en competencia perfecta, es la que tiene, en términos económicos, unos costes medios inferiores al precio del producto.

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Clark pretendió que su teoría de la distribución

fuera una fiel descripción de la realidad. Por este motivo

y por el problema de la explotación de los trabajadores,

implícita en el principio de la retribución salarial según

la productividad marginal del último trabajador, tuvo

que enfrentarse a la crítica de otros autores (Spiegel, p.

718). La explicación de la renta salarial mediante el

principio de marginalidad no lograba justificar la

ausencia de explotación de la mano de obra asalariada,

porque el salario igual de todos los trabajadores quedaba

fijado en el nivel correspondiente a la menor

productividad marginal del último, según la ley de los

rendimientos decrecientes, sin tener en cuenta que todos

los anteriores eran más productivos. Creyó encontrar la

explicación de ese resultado teórico en la necesidad

práctica (que obedecía a la realidad empresarial) de

volver a estructurar la organización de la producción,

dado un capital fijo, cada vez que se contratara a nuevos

trabajadores. Por este motivo, el capital medio por

hombre desciende y por eso la productividad de todos

los trabajadores disminuye equiparándose en el nivel del

último. Por otra parte, si el capital aumentara

proporcionalmente al trabajo, entonces su productividad

marginal descendería y con ella su renta; mientras que el

trabajo, factor ahora relativamente escaso, pasaría a

obtener una retribución tipo renta diferencial y resultaría

así beneficiado (James, 1959, p. 225).

En su teoría del capital, distinguió entre los

bienes de capital concretos y un fondo permanente y

abstracto de capital; la productividad de los primeros

permitía el mantenimiento y sustitución del segundo de

una forma sincronizada con el consumo (Spiegel, p.

719). Esta tesis de la sincronización de los bienes de

capital (posiblemente inspirada en la teoría del capital de

J.B. Say, cuyo libro se usaba como texto en varias

universidades americanas) es netamente diferente de la

de los anticipos de capital y la espera expuestas por los

fisiócratas, David Ricardo y otros clásicos, porque no se

requiere la previa acumulación de todo el capital para

comenzar la producción, el consumo de los bienes

elaborados y la obtención de ganancias, con las que

mantener, entre otras aplicaciones, el fondo permanente

de capital. Como ejemplo, expone una explotación

maderera en la que la tala y siembra de árboles de un

bosque (fondo permanente de capital) se hace de forma

continua, sincronizada con el consumo, y no se necesita

esperar al crecimiento de los árboles recién sembrados

para iniciar las ventas de la madera y leña, de cuyos

beneficios se extrae lo necesario para el mantenimiento

del bosque (Spiegel, pp. 719 y 720).

En su libro Fundamentos de teoría económica

(1907) completa su análisis estático de la economía con

la introducción del concepto de análisis dinámico. En

realidad, no aportó nada esencialmente nuevo porque se

quedó en un análisis de estática comparativa (Spiegel,

pp. 720 y 721). Su intento de estudio dinámico no fue

fructífero debido a la limitación de las técnicas

estadísticas y de tratamiento de la información; él mismo

apreció que llevarlo a cabo sería labor de una generación

entera de economistas. En realidad, amplió un poco las

cinco causas de perturbación que dan pie a la dinámica

económica, las cuales ya había expuesto en su

Distribución de la riqueza: aumento de la población;

aumento del capital; progreso técnico; cambios en la

organización de la producción; y multiplicación de las

necesidades (James, 1959, p. 226). Pero sus inquietudes

dieron lugar a que nuevos economistas se preocuparan

por el desarrollo del verdadero análisis dinámico.

3.- IRVING FISHER

Irving Fisher (1867-1947), profesor de la

Universidad de Yale (New Haven, Connecticut), había

recibido una excelente formación matemática que aplicó

al estudio de la economía, en la versión de teoría

económica matemática y en la del análisis de datos

estadísticos. Por ello se le considera un precursor de la

econometría, a la que también contribuyó fundando, con

otras personalidades, la Econometric Society en 1930.

Sus obras más destacadas son: Investigación

matemática en la teoría del valor y de los precios

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(1892); Naturaleza del capital y de la renta (1906);

donde presenta una teoría económica de la contabilidad;

El tipo de interés (1907); El poder adquisitivo del

dinero (1911); y La teoría del interés (1930).

Fisher fue, según Kenneth Boulding (1992, p.

138), autor que se tratará en el Epígrafe 7, “el mejor

economista que haya dado Estados Unidos”, opinión

también suscrita por Schumpeter (1954, p. 954). Pero

ello no es óbice para que, dos semanas antes del

desplome financiero de la Bolsa de Nueva York en

octubre de 1929, tuviera un estrepitoso fracaso, que le

condujo a la ruina, al pronosticar que “los precios de las

acciones han alcanzado lo que parece ser un nivel

permanentemente alto” (citado por Spiegel, p. 722).

Sus aportaciones más sobresalientes son:

A) TEORÍA DE LA UTILIDAD

La expuso en su tesis doctoral Investigaciones

matemáticas en la teoría del valor y los precios (1892).

Llegó a unos resultados similares a los de Walras,

respecto a las ecuaciones del equilibrio general, y a los

de Edgeworth, en lo relativo a las curvas de indiferencia

(autores, que a principio de la década de los 90, eran

desconocidos para Fisher). Generalizó la función de

utilidad a la posesión de más de un bien (como

Edgeworth), pero también la amplió a las cantidades de

un bien consumidas por otras personas; es decir, tuvo en

cuenta el efecto demostración del consumo suntuario. Su

utilidad, interpretada en el sentido de satisfacción de

deseos, y despojada, por consiguiente, de cualquier

connotación no económica, era de tipo cardinal. Intentó

la difícil tarea de medirla, tomando como unidad el

"útil", equivalente a la utilidad marginal de una cantidad

arbitraria de un determinado bien de referencia. La

medición de la utilidad de otro bien la hacía Fisher

construyendo una tabla en la que relacionaba los

incrementos necesarios de ese bien a cambio de cada

una de las sucesivas unidades del "útil". Más tarde se

esforzó en perfeccionar el método de la medición de la

utilidad cardinal mediante la toma de datos empíricos

(Spiegel, p. 723).

B) TEORÍA DEL CAPITAL

Fisher parte de la preferencia temporal presente

y de la distinción entre flujo y fondo de Newcomb, en

La naturaleza del capital y la renta (1906), para

equiparar el valor del capital con el valor actual del flujo

de rendimientos futuros que proporciona dicho capital

(Spiegel, p. 724). O sea, recogiendo la concepción de

Böhm-Bawerk, relaciona los flujos de renta con el stock

de capital que los genera (Backhouse, 1985, p. 193).

Dado que el capital se forma con el ahorro,

propuso eximir a éste del impuesto sobre la renta

(Spiegel, p. 724) para fomentar su constitución y evitar

la doble imposición a la que estaba sometido: una en el

momento de percepción de la renta y otra a través de sus

rendimientos futuros. En esta idea se encuentra el origen

de concepciones posteriores referentes al impuesto que

debería recaer sobre el gasto, es decir, sobre la parte de

la renta destinada al consumo y que no genera

directamente más renta. Obsérvese que la propuesta de

imponer un gravamen sobre el gasto, pese a ser la

finalidad última de la economía la satisfacción de las

necesidades humanas, inclina la balanza hacia el

fomento de la inversión en perjuicio del consumo.

C) TEORÍA DEL INTERÉS

Fisher, teniendo en cuenta su concepción sobre

el valor del capital, considera el interés como un precio

que permite equiparar un flujo de renta con el valor de

un stock de capital. Los individuos pueden obtener

ingresos ofreciendo sus ahorros a cambio de un flujo

periódico de rentas, cuyo valor actual debe equipararse

al valor presente del capital ofrecido. Se trata de un

precio porque los inversores pagan una cantidad

periódica por el capital tomado en préstamo. De este

modo, el tipo de interés es un elemento de naturaleza

real que hace posible igualar la oferta y la demanda de

bienes prestables para que el mercado de capitales se

encuentre en equilibrio (Backhouse, 1985, pp. 193-194).

No obstante, para Fisher el interés no es

atribuible directamente al capital. Su idea, como ya se ha

dicho, es que el valor del capital debe ser igual al valor

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presente de la corriente de rendimientos que con su

ayuda se obtienen, pero que el capital por sí mismo es

incapaz de producir. Por eso, dice Schumpeter (1954,

pp. 1016 y 1017), que, al considerarse el interés como el

elemento de descuento aplicable a los rendimientos para

igualarlos al monto actual del capital, el interés está

originado por todos los servicios productivos que

contribuyen a generar un flujo de rendimientos, y no

exclusivamente por el capital. Schumpeter (1954, p.

716) opinaba que Fisher [en su obra Rate of Interest

(1907)] fue el primer economista en poner de manifiesto

de forma definitiva el siguiente hecho: “que lo que

arrojan los bienes de capital no es interés”. Los bienes

de capital en manos del empresario colaboran en

proporcionar rendimientos, pero estos rendimientos en el

sistema productivo no se pueden identificar con el

interés, cuyo ámbito es el sistema financiero y actuarial.

En relación con lo anterior, Fisher define “la

tasa de rendimientos sobre el costo”, que es el tipo de

descuento que aplicado para calcular el valor actual de

los rendimientos futuros de una inversión y para calcular

el valor presente de todos los costos iguala ambos

valores (citado por Keynes, 1936, p. 129). Como puede

apreciarse, este concepto es un nítido antecedente de la

eficiencia marginal del capital, según reconoció el

propio Keynes (ibídem, p. 129).

Fisher, lo mismo que Marshall (véase en Tema

26, p. 411), distinguió entre tipo de interés nominal y

real. Este último es el tipo de interés resultante de

corregir el primero de los efectos de las variaciones del

índice general de precios. A su vez, opinaba que el tipo

real de interés estaba fuertemente influenciado por la

inestabilidad del dinero (Spiegel, pp. 724 y 725).

D) TEORÍA MONETARIA

Fisher la formuló en términos de la teoría

cuantitativa en El poder adquisitivo del dinero (1911)

mediante la ecuación de cambios (de forma algebraica

siguiendo las ideas de Newcomb): PT = MV + M'V'

(Schumpeter, 1954, pp. 1189 a 1191).

Según esta ecuación, P⋅T, el valor de las

transacciones realizadas en un período es igual a la suma

de los productos de la cantidad de dinero en circulación

(M) y de los depósitos bancarios en cuenta corriente

(M') por sus respectivas velocidades de circulación (V y

V'). Con esta fórmula, Fisher pone una vez más en

relación flujos de transacciones, con fondos, sotcks, de

dinero y depósitos bancarios. Al considerar Fisher que

existía una relación directamente proporcional entre la

cantidad de dinero y los depósitos bancarios, la ecuación

de cambios indica que toda variación de MV implica un

cambio en el nivel general de precios, ya que la

variación del volumen de transacciones, previsiblemente

debe ser muy pequeña a corto plazo (Galbraith, 1987, p.

168 y Schumpeter, 1954, pp. 1191 y 1194).

Las variables de la ecuación de cambios son

agregados macroeconómicos que presentan grandes

dificultades a la hora de su definición y medición

estadísticas. Por ejemplo, en M y M’ no está claro qué

partidas se deben incluir en las distintas clases de dinero,

ya que medios de pago hay muchos más que los billetes

(o dinero legal) y los depósitos bancarios en cuenta

corriente (o a la vista); ni tampoco está claro si es todo

el dinero emitido o sólo el que circula, excluyendo, por

tanto, el atesorado en las arcas bancarias y en los cofres

privados. Asimismo en T tampoco está claro si se deben

incluir todas las transacciones o sólo las que tienen

contrapartida, quedando fuera la producción para las

donaciones y para el autoconsumo o los préstamos de

dinero que son transacciones consistentes en entregar un

dinero a cambio de la promesa de devolverlo más el

pago de un interés (Harrod, 1969, p. 194).

El agregado macroeconómico P⋅T se forma

sumando el producto de las cantidades objeto de la

transacción por sus respectivos precios: P⋅T = Σq⋅p. Esto

da el valor monetario de las transacciones durante un

periodo; para llevarlas a cabo se dispone de una

determinada cantidad de dinero que pasa de mano en

mano varias veces durante ese mismo periodo de tiempo.

Así, un euro puede emplearse en comprar una caja de

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pastas, y luego ese mismo euro puede utilizarse, en el

mismo día, para comprar cien gramos de carne. De este

modo tendríamos que, en un día, V = 2 y M = 1; a su

vez, P⋅T =Σq⋅p = 1⋅1 + 0,1⋅10 = 2.

Mediente un ejemplo similar a éste, Roy

Harrod (1969, pp. 193 a 195) considera que la ecuación

de cambios tiene una naturaleza tautológica, puesto que

ambos miembros tienen que ser necesariamente iguales

por definición: los dos miembros expresan exactamente

el mismo hecho de una transacción, contemplados

ambos desde dos puntos de vista (por un lado, la

cantidad y su precio, y, por otro lado el dinero que

expresa el valor). Pero, según dice Harrod, se trata de

una tautología especial, ya que nos dice más cosas; por

ejemplo, si ha habido cambios en M, P y T, de forma

que P⋅T/M haya experimentado una variación neta,

entonces V necesariamente ha debido tener un cambio

compensador. Ahora bien, lo que no dice la ecuación es

la causa que motiva los cambios en P, T o V. Según nos

refiere Schumpeter (1954, p. 1196), Fisher consideró

muchas causas indirectas que influyen en las variables

de su ecuación, entre las que destaca el tipo de interés

con su tendencia a ir desfasado en sus variaciones

respecto a los cambios de otras variables. Estas causas

indirectas cobraban especial relevancia en los “periodos

de transición”. Con esta nomenclatura Fisher daba a

entender que los periodos de transición eran situaciones

especiales por las que alguna vez pasaba la economía;

sin embargo, Schumpeter (1954, pp. 1195 y 1196) opina

que la economía continuamente se encuentra en periodo

de transición, por lo que siempre se ponen de manifiesto

fenómenos que parecen incompatibles con el teorema

cuantitativo.

Fisher, basándose en su ecuación y

considerando relativamente estables el volumen de las

transacciones y la velocidad de circulación del dinero,

propuso el control de la oferta monetaria para lograr la

estabilidad de precios. A tal fin, fundó, con Wesley C.

Mitchell y otros economistas y políticos, la Asociación

pro Moneda Estable (Galbraith, 1987, p. 218).

A raíz de la Gran Depresión de 1929, apoyó el

plan del dinero timbrado de Silvio Gesell, elogiado

por Keynes (1936, p. 315); consistía en la necesidad de

comprar mensualmente timbres en la oficina de correos

y adherirlos al dinero para que mantuviera su valor. Con

este plan se pretendía evitar el atesoramiento del dinero

que suponía una disminución de la oferta monetaria y,

por consiguiente, daba pábulo a la deflación.

A Fisher se le nombró en 1933 asesor del

Comité Nacional para la Reconstrucción de los Precios y

de la Capacidad Adquisitiva (Galbraith, 1987, p. 218).

Más tarde opinó favorablemente sobre el plan de

reserva del ciento por ciento, propiciado por los

economistas de la Universidad de Chicago, con la

finalidad de impedir la creación de dinero bancario, al

tener que estar respaldados con dinero en efectivo todo

el crédito bancario (Spiegel, p. 726).

Fisher también estudió los índices de precios en

La realización de los números índices (1922). El índice

que lleva su nombre es la media geométrica de los de

Paasche y Laspeyres3, consiguiendo así compensar la

minusvaloración o sobrevaloración que respectivamente

ambos índices proporcionan en los procesos

inflacionistas, y viceversa en caso de deflación (Rojo,

1970, Parte II, p. 12).

4.- LOS INSTITUCIONALISTAS

Thorstein Veblen (1857-1929), hijo de

inmigrantes noruegos, se crió en el área rural del medio

oeste americano (en el estado de Minnesota). Su padre

pudo costearle una buena educación en el Carleton

College, en la pequeña ciudad de Northfield, donde

recibió clases del profesor J.B.Clark. En la Universidad

Johns Hopkins (Baltimore, Maryland) inició sus estudios

de filosofía que terminó en Yale (New Haven,

Connecticut), donde se doctoró. Le costó mucho tiempo

abrirse camino en la docencia. En 1891, J. Laurence

3 El índice de Laspeyres es el que se usa para determinar el IPC, o índice de precios del consumo

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Laughlin, profesor de economía en la Universidad de

Cornell, (Ithaca, Nueva York) le consiguió una beca

para estudiar economía y cuando pasó a dirigir el

departamento de economía política de la Universidad de

Chicago, invitó a Veblen a irse con él. En esta

universidad accedió al profesorado. El difícil carácter de

Veblen, huraño, sarcástico y mujeriego, le impidieron

progresar en su azarosa vida académica de universidad

en universidad; rechazado, al parecer, de la Universidad

de Harvard (Cambridge, Massachusetts), enseñó en la de

Stanford (California) y en la de Missouri. Terminó su

carrera de economista en la New School for Social

Research de Nueva York, fundada, entre otros, por su

discípulo W.C. Mitchell.

A Veblen se le considera el fundador del

institucionalismo, corriente del pensamiento económico

seguida por otros economistas americanos. Pretendió

estudiar la Economía basándose en estudios empíricos

de las instituciones y desprendiéndose de todo prejuicio,

ya fuera de tipo sociológico, racionalista o hedonista.

Su primer libro, Teoría de la clase ociosa

(1899), es el que más fama alcanzó. Su concepción

básica, que también transmite en sus demás escritos, es

la de una vida humana en constante evolución selectiva,

según la capacidad de adaptación del hombre y las

instituciones (Veblen, 1899, p. 194). Éstas y los hábitos

mentales de los hombres tienden a perdurar. A su vez,

las situaciones actuales propician nuevas instituciones y

nuevos actitudes mentales mientras todavía perviven las

provenientes del pasado. El avance social sólo se

produce cuando se superan las heredadas y se ajustan a

las nuevas situaciones. En la modernización de las

instituciones ese ajuste o adaptación nunca llega a ser

total; es decir, siempre existen algunos elementos de

incompatibilidad más o menos acusados. Esa adaptación

se consigue en mayor o menor grado, de forma que los

desfases adaptativos generan tensiones y cambios

continuos. “Y puede decirse que, en último análisis, las

fuerzas que favorecen un reajuste de instituciones,

especialmente en la comunidad industrial moderna, son,

casi por completo, de naturaleza económica” (ibídem,

pp. 196 a 199). “Un avance en los métodos técnicos, un

aumento en la cifra de población o en la organización

industrial requerirá que, por lo menos, algunos de los

miembros de la comunidad cambien sus hábitos de vida

para poder adaptarse con facilidad y eficacia en los

nuevos métodos industriales; y al hacerlo así no podrán

seguir viviendo con arreglo a las nociones por ellos

recibidas acerca de cuáles sean los hábitos de vida

adecuados y bellos.” “[...] y es por la necesidad de

conseguir los medios de vida indispensables por lo que

los hombres se encuentran en tal situación. La presión

ejercida por el medio sobre el grupo, que opera en

favor de un reajuste del esquema general de la vida de

éste, actúa sobre sus miembros en forma de exigencias

pecuniarias; y debido a este hecho -debido a que las

fuerzas externas se convierten en gran parte en

exigencias pecuniarias o económicas- podemos ver que

las fuerzas que favorecen el reajuste de instituciones en

cualquier comunidad industrial moderna son fuerzas

económicas principalmente” (ibídem, pp. 200 y 201).

Ahora bien, todo cambio social origina

perturbaciones en la estructura económica y en la

mentalidad de las gentes, y, por eso, los reajustes son

molestos y dolorosos (ibídem p. 207). Además de un

esfuerzo mental, exigen un “gasto de energía [...]

superior al empleado en la lucha cotidiana por la

existencia” (ibídem, p. 209). De modo que los

extremadamente pobres, cuyo esfuerzo mental y sus

escasas energías se concentran en cómo sobrevivirán

hoy y a lo sumo mañana, están incapacitados para

afrontar las molestias y penalidades que supone el

cambio; por otra parte, los muy ricos, cuya existencia es

lujosa y placentera, no sienten ninguna necesidad para

desear el cambio. Ambos grupos son conservadores;

ambos se aferran a lo que tienen: los muy pobres para

mantener su precaria supervivencia y los ricos para

mantener lo mucho que poseen. “Se sigue de este aserto

que la institución de una clase ociosa opera en el

sentido de hacer conservadoras a las clases inferiores

al privarlas, hasta donde es posible, de los medios de

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

ΤΤΤΤ22229999 −−−− 469

subsistencia, reduciendo así su consumo y, por ende, de

la energía de que pueden disponer, hasta el punto de

hacerlas incapaces del esfuerzo exigido para el

aprendizaje y adopción de nuevos hábitos mentales. La

acumulación de riqueza en el extremo superior de la

escala pecuniaria implica privaciones en el extremo

inferior. Es un lugar común decir que donde quiera que

se presente un grado considerable de privaciones en la

masa del pueblo, ello constituye un obstáculo

importante a toda innovación” (ibídem, p. 210).

Estas cuestiones son las que verdaderamente

interesa estudiar, ya que la economía convencional no

tiene en cuenta los factores perturbadores del sistema

económico ni la modificación de las instituciones

económicas a través de las cuales la vida de la

comunidad entra en contacto con el medio material en el

que se desenvuelve (Spiegel, p. 733).

En su libro describe la actual civilización de los

negocios como un proceso evolutivo partiendo de las

culturas primitivas y salvajes. En todas las culturas que

evolucionan se producen cambios, y, sobre todo,

cambios mentales o espirituales. Así, Veblen dice

(ibídem, p. 27): “El cambio de actitud espiritual es el

resultado de un cambio en los hechos materiales de vida

del grupo y se advierte, de modo gradual, conforme se

van produciendo las circunstancias materiales

favorables a una actitud depredadora”. A partir de ellas

va surgiendo paulatinamente la propiedad privada y la

valoración de la riqueza y el ocio a modo de trofeo. La

propiedad privada surge de la captura de mujeres al

enemigo vencido. La apropiación de las mujeres es un

trofeo permanente que, al poderse exhibir, pone de

manifiesto la proeza guerrera. De este modo, apareció el

matrimonio por coacción que luego se extendió a las

mujeres de la propia etnia (ibídem, p. 30). Así, incluso

en la concepción actual, “la riqueza no ha perdido, en

modo alguno, su utilidad como demostración honorífica

de la prepotencia del propietario” (ibídem, p. 31). En

realidad, el móvil principal de la propiedad y de la

acumulación de bienes es la ostentación, puesto que “la

riqueza confiere honor” (ibídem, p. 32) y no es, como

dicen los economistas convencionales la satisfacción

primaria de las necesidades vitales mediante el consumo

de los bienes acumulados por parte del dueño y de los

miembros de la comunidad doméstica a él vinculada,

puesto que el desarrollo tecnológico, propio de cada

época, siempre se ha encaminado a producir más bienes

que los indispensables para la estricta supervivencia. La

naturaleza no es tan sórdida como para proporcionar

medios escasos suficientes únicamente para la mera

subsistencia, ya que, superado cierto estadio, la cantidad

de bienes disponibles permitió la aparición de clases

ociosas que no necesitaban dedicarse a las labores

directamente productivas (ibídem, pp. 31 a 33). Una

forma de manifestación de la riqueza, del poder y de la

ociosidad de los potentados es mostrar un consumo

específico, suntuario y ostentoso. Este tipo específico de

consumo se prohíbe a las clases bajas, las cuales deben

consumir lo indispensable para la subsistencia a base de

productos vulgares (ibídem, pp. 76 a 80). La necesidad

de ostentar lleva a los magnates a rodearse de un

conjunto de caballeros y siervos, exentos del trabajo

industrioso, que gozan de un ocio y consumo vicarios.

El ocio vicario se concede a las personas que no poseen

(o poseen en escasa cuantía) riqueza propia y pueden

mantenerse en la ociosidad a costa de un potentado a

quien prestan únicamente servicios personales (entre

ellos también se considera la mera compañía o, más

simplemente, la mera presencia). “Se convierten en

cortesanos o miembros de su séquito -servidores-, y al

ser alimentados y sostenidos por su patrón, son índices

del rango de éste y consumidores vicarios de su riqueza

superflua” (ibídem, pp. 83 y 84).

En la nueva civilización de los negocios, la

clase ociosa persigue su interés pecuniario y las

instituciones que confieren mayor eficacia a la obtención

de ganancias privadas. “La relación de la clase ociosa

(es decir, de la clase no industrial acaudalada) con el

proceso económico es una relación pecuniaria -una

relación adquisitiva, no productiva; de explotación, no

de utilidad- [...]. Las convenciones del mundo de los

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

ΤΤΤΤ22229999 −−−− 470

negocios se han desarrollado bajo la guía selectiva de

este principio depredador o parasitario” (pp. 214-215).

Con toda seguridad, Veblen no era marxista,

pero desarrolla los principios del materialismo histórico

bajo sus propias apreciaciones. Lo que no pretendió fue

ser un revolucionario, ni siquiera un reformador social.

Se propuso analizar el mundo moderno de los negocios

y su prototipo de clase social, la clase ociosa. Para ello

parte de la aparición en estadios sociales muy primitivos

de esa clase ociosa y la estudia en distintas etapas de la

evolución social. Pero se cuida mucho de no ofender a

sus miembros y advierte con alguna regularidad que:

“Lo que se dice no debe tomarse en sentido despectivo”

(p. 168). “Si empleamos la palabra como término

técnico y sin ninguna resonancia peyorativa” (p. 191).

“Naturalmente, todo esto no quiere decir nada que

suponga elogio o censura del papel de la clase ociosa”

(p. 212); “no se intenta, de ningún modo, despreciar la

función económica de la clase acaudalada” (p. 214).

En su Teoría de la empresa de negocios

(1904), insiste en este tema, pero, además, considera que

las recesiones económicas de corta duración abocarían

en depresiones más graves (Spiegel, p. 735). Esto es

debido a que hay una divergencia, en realidad un

conflicto, entre los ingenieros y científicos, capaces de

calcular e inventar lo más satisfactorio y mejor para la

sociedad, y los empresarios, motivados sólo por el

beneficio, en cuya consecución sacrifican cualquier

logro de los hombres de ciencia que redunde en mejoras

para la sociedad, si no les reporta un aumento de sus

ganancias privadas (Galbraith, 1987, p. 189).

Si en el momento de la publicación de sus

obras tuvieron gran resonancia social, después de la

Gran Depresión del 29 las tesis de Veblen se realzaron

(Spiegel, p. 735).

Wesley Clair Mitchell (1874-1948) fue un

economista americano que destacó en el estudio de los

ciclos de los negocios. Discípulo de J.L. Laughlin y de

Veblen en Chicago, sintió gran admiración por éste

último prosiguiendo el tipo de análisis económico que

Veblen había iniciado, en la que vino a denominarse

Escuela Institucionalista, mediante la introducción de los

métodos de investigación empíricos. Empezó su carrera

académica en la propia Universidad de Chicago, para

continuarla en la de Berkeley (California) y, durante

mucho tiempo, en la de Columbia (Nueva York). En

1918 tomó parte en la fundación de la New School for

Social Research (donde terminó su carrera docente

Veblen) y, en 1920, del National Bureau of Economic

Research (NBER), dedicado a la investigación de los

aspectos económicos susceptibles de un análisis

cuantitativo. En 1921 participó con Irving Fisher en la

fundación de la Asociación Pro Moneda Estable.

Sus obras más significativas sobre el ciclo de

los negocios son: Los ciclos de los negocios (1913),

Ciclos de los negocios: el problema y su enfoque (1927)

y ¿Qué pasa durante el ciclo de los negocios? (1951).

Otros libros suyos son: Historia del papel moneda

(1903), que contiene un estudio de la inflación durante

la Guerra Civil (de Secesión); Oro, precios y salarios

(1908); Tipos de teoría económica (curso académico

1934-35) y el ensayo El atrasado arte de gastar dinero

(1937), sobre la irracionalidad del consumo.

En el tema del ciclo de los negocios la idea de

Mitchell, influenciado por el institucionalismo de

Veblen, era la descripción antes que la explicación

teórica. Así, pretendió medir la amplitud y la frecuencia

de las oscilaciones cíclicas con la finalidad de intentar

predecir la tendencia de los nuevos ciclos. Encontró

ciclos decenales y otros «intercalares», cada cuatro o

cinco años aproximadamente. Según los datos que había

recogido, al parecer, las crisis, tras un período de

prosperidad, sobrevenían porque los costes crecían

relativamente más que los precios y, por lo tanto, el

beneficio unitario disminuía (James, 1959, p. 390).

No obstante, la prevención de los efectos de los

ciclos de los negocios era imposible, pues, según sus

datos, cada fluctuación tenía su propia peculiaridad que

la hacía diferente de los demás; es decir, la causa de los

ciclos no se encontraba en una única serie de

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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acontecimientos, sino que cada uno de ellos tenía los

suyos propios, de modo que no existían dos secuencias

iguales. Por tanto, no había posibilidad de hallar ninguna

norma de carácter general para evitarlos o para superar

sus efectos negativos (Galbraith, 1987, p. 212).

El prestigio de Mitchell ayudó a que sus

opiniones fueran aceptadas por destacados economistas,

como Schumpeter (de Harvard, USA) y Lionel Robbins

(de la London School of Economics, Reino Unido).

Ambos profesores recomendaron no hacer nada para

superar la Gran Depresión del 29, ya que la recuperación

de la crisis únicamente podía ser efectiva si sobrevenía

espontáneamente, por sí misma, según refiere Galbraith

(1987, p. 213) que criticó esta idea tan peregrina, pues

proponer no hacer nada cuando la gente se muere de

hambre por causa de la crisis económica es lo mismo

que aconsejar no hacer nada para apagar el fuego de una

casa porque su extinción no sería efectiva si no ocurría

por sí misma (Galbraith, 1958, p. 65).

La idea fundamental de Mitchell sobre los

negocios era que la búsqueda de la ganancia privada

podía malograr la consecución del máximo bienestar

social. La causa se halla en la proclividad del moderno

sistema económico a "hacer dinero" antes que "hacer

productos" (citas según Spiegel, pp. 736 y 737).

La peculiaridad más notable de la economía

moderna es su carácter de economía monetaria, en la

cual, el dinero no se usa simplemente como medio de

cambio, sino como riqueza. Esta función del dinero

distorsiona y perturba la economía en general, ya que no

es más rico quien tenga más capacidad para producir

bienes, sino quien tenga más posibilidades de manejar

rentas monetarias y capitales financieros, dinerarios. En

la economía moderna hay muchas formas de hacer más

dinero, sin que se genere más bienestar social, y en

muchas ocasiones se origina un perjuicio al bienestar

nacional. Los hombres de negocio movilizan los

recursos reales de la economía sólo en la medida en que

obtengan ganancias monetarias; mientras puedan

adquirirlas moviendo capitales financieros las lograrán

así más fácilmente y no se preocuparán de poner en

circulación los recursos reales (Spiegel, p. 736). En esta

forma de proceder de los hombres de negocio, inherente

del sistema capitalista, encuentra Mitchell la principal

causa de la inestabilidad económica.

Aunque había estudiado meticulosamente las

diversas teorías de los ciclos, Mitchell pretendió afrontar

su estudio empírico sin tenerlas en cuenta, pues quiso

eliminar las valoraciones subjetivas, especialmente las

políticas, intentando así la mayor objetividad. Pero

según Koopmans, no es cierto que Mitchell realizara las

mediciones sin teoría, como se había dicho (Backhouse,

1985, p. 223). Así, Friedman detectó implícitamente en

las obras de Mitchell sobre los ciclos de los negocios

instrumentos analíticos: el multiplicador, el principio de

aceleración, las fugas de efectivo del sistema bancario,

el descenso de los rendimientos esperados de las nuevas

inversiones y otros (Spiegel, pp. 737 y 738).

John R. Commons (1862-1945), economista

americano que se distinguió en el campo de la economía

aplicada por su contribución a la creación del estado del

bienestar. Después de haber llevado una errabunda vida

académica, pasando por diversos colegios universitarios

y universidades en Ohio, Wesleyan, Oberlin, Indiana y

Syracuse, finalmente, en 1904, encontró la estabilidad en

la Universidad de Wisconsin, con la ayuda de su antiguo

profesor de economía Richard T. Ely (1854-1943),

cofundador de la American Economic Associaton.

Su afición por la historia y los temas laborales

le indujeron a escribir Zapateros americanos, 1648-

1895 (1909), Historia documental de la sociedad

industrial americana (1910, 10 volúmenes) e Historia

del trabajo en los Estados Unidos (1918, 4 volúmenes).

Sobre el institucionalismo y el estado del bienestar cabe

mencionar: Fundamentos jurídicos del capitalismo

(1924) y Economía política institucional (1934).

La esencia del pensamiento de Commons es la

decisiva influencia que las instituciones, y muy

especialmente las jurídicas y la normativa legal, tienen

en la vida económica.

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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Las instituciones son las creaciones que la

sociedad ha establecido para resolver los problemas. A

medida que éstos van cambiando, las instituciones

evolucionan para afrontar las nuevas modalidades de los

problemas o a otras nuevas cuestiones y conflictos4.

En el ámbito económico los problemas surgen

por la escasez. Cuando los hombres no están sometidos a

ninguna limitación, los problemas se solucionan por la

ley del más fuerte, pero a costa de una gran merma en el

rendimiento (principalmente por la inseguridad y la

dificultad de previsión que provoca). Para aumentar la

eficiencia es preferible acudir a una acción colectiva,

creando instituciones, que procuren eliminar los

conflictos, limitando y encauzando las conductas

individuales para que otras personas también puedan

ejercer ciertas oportunidades. Es decir, las instituciones,

pese a la coerción que ejercen sobre las conductas

individuales, tienen la importante función de aumentar

las oportunidades de los miembros de la sociedad con la

finalidad de lograr un mayor rendimiento colectivo, sin

que sea necesario, en muchos casos, acudir a medidas

legislativas, basta la simple regulación consuetudinaria.

No obstante, para aumentar la eficacia de las

instituciones se precisan otras dedicadas a dirimir

pacíficamente las diferencias que puedan surgir entre las

partes, evitando que recurran a la violencia. Estas

instituciones especializadas se erigen en árbitro externo

(por ejemplo, los juzgados) y con sus sentencias

contribuyen a precisar el contenido de la normativa

vigente, las costumbres y, sobre todo, la consideración

de qué es lo razonable, no sólo desde el punto de vista

económico y jurídico sino del ético, fundamentalmente.

Para Commons la cuestión no estaba en

construir una nueva teoría económica, sino en encontrar

en ella el sitio adecuado para que el papel desempeñado

por la acción colectiva fuera fructífero. La misión de las

autoridades públicas era buscar las mejores formas

viables de resolver los problemas y conflictos.

4 Básicamente se seguirá a Backhouse (1985, pp. 281 a 286).

Commons, consecuente con sus ideas, desde su

posición en la cátedra de economía política, junto con

otros profesores de su departamento, llevó a cabo una

fructífera colaboración con el gobierno del Estado de

Wisconsin para poner en práctica todo un conjunto de

reformas legales, encaminadas a mejorar las relaciones

de la vida económica. A la legislación resultante se le ha

llamado el Plan Wisconsin (Galbraith, 1987, p. 234).

El Plan Wisconsin, pionero en la creación de

los fundamentos del estado del bienestar en los Estados

Unidos, consistió en una serie de medidas legislativas

que abarcaban un amplio y variado abanico de materias:

reforma de la función y administración públicas; tarifas

de los servicios públicos e impuestos rurales; limitación

de los intereses; valoración de la propiedad; impuestos

sobre las herencias y sobre la renta; fomento del

movimiento sindical; y relaciones laborales, tales como

las relativas a la indemnización por accidentes en el

trabajo y al seguro de desempleo.

Después de la Gran Depresión del año 1929,

economistas de la Universidad de Wisconsin, discípulos

de Commons y que intervinieron como coartífices del

Plan Wisconsin, por ejemplo, Edwin E. Witte (1887-

1960) y Arthur J. Altmeyer (1891-1972), participaron en

la redacción de leyes sociales de ámbito nacional e

inspiraron el proyecto de Ley federal de seguridad

social5 (Galbraith, 1987, p. 235).

La aprobación de esta ley en 1935 (Social

Security Act), y en el mismo año la de protección de los

sindicatos (National Labor Relations Act), en unión a las

leyes del New Deal (1933), la Triple A (Agricultural

Adjustement Act de 1933, que entre otras medidas

garantizaba precios e ingresos mínimos en determinadas

5 En esta ley, tanto las pensiones de vejez como los subsidios de desempleo se pagaban de los fondos constituidos exclusivamente mediante detracciones de los salarios de los trabajadores. Sin embargo, en los debates parlamentarios fue virulentamente criticada y solicitada su devolución a comisión (lo que hubiera supuesto su arrumbamiento definitivo), porque en la opinión de los congresistas tal ley destruiría los incentivos a trabajar; pero a la hora de la votación se impuso la cordura y se aprobó por aplastante mayoría: 371 votos a favor y 33 en contra: prácticamente la unanimidad. (Galbraith, 1987, p. 237).

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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producciones agrícolas, creando silos para guardar los

excedentes y limitando las cosechas para hacer efectiva

tal garantía) y la ley de salarios mínimos y limitación de

la jornada laboral (Fair Labor Standard Act de 1938)

consolidaron la fundación del estado del bienestar en los

Estados Unidos (Galbraith, 1987, pp. 227 y 236).

John Maurice Clark (1884-1963), hijo de

John Bates Clark, fue profesor de economía en la

Universidad de Columbia y en la de Chicago.

Influenciado por la corriente de pensamiento de

la Escuela Institucionalista, intentó introducir el realismo

en la teoría económica y hacerla socialmente útil. Para

ello desarrolló el concepto de competencia viable, es

decir, una competencia efectiva que induce un

comportamiento social aceptable (Spiegel, p. 743).

Criticó al laissez faire porque, según él, no

existía una economía completamente libre, sino que, en

realidad, estaba sometida al control privado de las

grandes empresas. Para contrarrestar este tipo de control

y para corregir los desequilibrios, propios de una

economía dinámica, se necesitaba un control público.

J. M. Clark utilizó en 1917 el principio de

aceleración, que en 1909 ya lo había explicado el

economista francés Albert Aftalion (1874-1956), para

explicar el ciclo económico. Según el principio de

aceleración, la variación del consumo, que repercute en

la producción, provoca variaciones proporcionalmente

mayores en la inversión y en la renta.

5.- LA ESCUELA DE CHICAGO

El neoclasicismo, en su versión moderna de

neoliberalismo, se refugió (además de la London School

of Economics) en la Universidad de Chicago, cuyos

miembros mantienen una inquebrantable adhesión al

laissez faire y al conservadurismo político de una forma

dogmática6; o sea, más como profesión de fe que por la

6 “Los fanáticos del laissez faire de la escuela de Chicago” es como les llama Samuelson (1992, p.372).

consistencia lógica y empírica de sus razonamientos7

Los postulados básicos de esta escuela, que sus

miembros no cuestionan, a pesar de algunas evidencias

en contra, son (según Backhouse, 1985, pp. 447 y 448):

1º. Los precios, en la mayoría de las ocasiones,

se forman con independencia de las acciones

individuales de compra o venta de los sujetos

económicos, que actúan con racionalidad

económica. Es decir, la competencia perfecta

se presupone.

2º. Los precios así establecidos consiguen

vaciar los mercados. Es decir, se confía en la

Ley de Say.

3º. Los factores de la producción se remuneran

de acuerdo con su productividad marginal.

4º. Los monopolios y oligopolios no

distorsionan significativamente el agotamiento

del producto ya que retribuyen a los recursos

homogéneos según su productividad marginal.

La intervención del gobierno en asuntos

económicos es la que altera ese resultado.

5º. Conocer las medidas macroeconómicas que

adoptará el gobierno anulará sus efectos

porque los agentes económicos las tendrán en

cuenta al formar sus expectativas

microeconómicas de una forma racional.

6º. La regulación de la cantidad de dinero,

según criterios objetivos y automáticos, por

7 A este respecto es sintomático que Milton Friedman en Una historia

monetaria de los Estados Unidos, 1867-1960 (1963), escrita conjuntamente con Anna Jacobson Schwartz, se esforzara en probar empíricamente la relación directa entre el incremento de la oferta monetaria y el de los precios. De este estudio se desprendían dudas entre los factores que se podían considerar causas o efectos, ya que también era posible que la oferta monetaria se hubiera adaptado a las mayores necesidades derivadas del aumento de los precios y del volumen de las transacciones. Tampoco quedaba claro que siempre hubiera una vinculación entre cantidad de dinero y precios sin la intermediación de otros factores, por ejemplo el tipo de interés. Ante estas críticas, Friedman se defendió diciendo que también en la naturaleza y las ciencias naturales había relaciones verdaderas aunque se desconociera su explicación (Galbraith, 1987, pp. 297 y 298).

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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una autoridad monetaria independiente del

gobierno es suficiente para garantizar la

estabilidad de los precios. Es decir, se confía

en la teoría cuantitativa, dentro de la

concepción de un dinero neutral.

Algún representante de esta escuela ya ha sido

estudiado, como Friedrich August von Hayek (1899-

1992) en el Tema 24 y en este tema ya se ha mencionado

al fundador del departamento de economía de la

Universidad de Chicago J. Laurence Laughlin.

Otros miembros de esta escuela son:

Frank H. Knigth (1885-1972), considerado el

fundador de la escuela desde su nombramiento como

catedrático de economía en 1928 (sucediendo a

J.M.Clark). Es autor, entre otras obras, de Riesgo,

incertidumbre y beneficios (1921), donde contempla el

riesgo como un coste porque es calculable, mediante las

probabilidades, y se puede asegurar; por el contrario, la

incertidumbre no es calculable y es la que da origen a

los beneficios empresariales (Backhouse, 1985, p. 196).

En su artículo Beneficio y función empresarial

(1942) trata de completar las tesis de su anterior libro

con la idea schumpeteriana del empresario innovador y

el móvil de los beneficios en una economía dinámica.

Junto con J.Viner editó de 1919 a 1945 el

periódico Journal of Political Economy.

Jacob Viner (1892-1970), economista

norteamericano de origen canadiense y profesor de las

universidades de Chicago y Princeton (New Jrsey),

ocupó importantes cargos como experto económico en la

Administración norteamericana. En su artículo Curvas

de costes y curvas de oferta (1931) realizó una

aportación a la teoría de los costes, en lo concerniente a

su representación gráfica y en su relación con los

ingresos marginales. Acerca del comercio internacional

escribió Estudios sobre la teoría del comercio

internacional (1937), Economía internacional: estudios

(1951) y Comercio internacional y desarrollo

económico (1952).

George Joseph Stigler (1911-1991),

economista norteamericano, profesor en las

universidades de Iowa, Minnesota, Brown, Columbia y

Chicago (desde 1958). Defensor de la economía de libre

mercado como sistema eficaz para establecer los precios

y asignar los recursos, contribuyó al desarrollo de la

teoría microeconómica con sus libros Teoría de la

producción y la distribución (1941) y Teoría de los

precios (1946). En 1982 se le concedió el Premio Nobel

de economía por sus estudios relacionados con las

estructuras industriales, funcionamiento de los mercados

y causas y efectos de las regulaciones públicas.

James Mc Gill Buchanan (1919), economista

norteamericano formado en las universidades de

Tennessee y Chicago, en la que también fue profesor,

desempeñó altos cargos de asesor en materia económica

para la Administración norteamericana. Muy crítico con

la intervención pública en la economía, creó la nueva

teoría de la elección pública (public choice). En su

opinión, las decisiones políticas no son exógenas, sino

que las actuaciones humanas (de los funcionarios,

burócratas, políticos, e, incluso, de los electores) en la

esfera de las administraciones públicas obedecen al

resultado de un cálculo racional de costes y beneficios

individuales, de clase o de partido. Por este motivo, las

propuestas políticas de los partidos y la demanda de los

electores no promueven el interés general ni conducen a

un óptimo económico, al contrario, la producción estatal

se realiza con grandes despilfarros.

Por sus aportaciones a la teoría de las

decisiones públicas y a la teoría de la economía pública,

se le concedió el Premio Nobel de economía en 1986.

Milton Friedman (1912-2006), profesor de la

Universidad de Chicago, desde 1948, y considerado el

máximo exponente de esta escuela, fue miembro del

Comité Nacional de Recursos, de la Oficina Nacional de

Investigación Económica, del Instituto Hoover sobre la

Guerra, la Revolución y la Paz y asesor económico del

Gabinete Nixon. Bajo sus auspicios se establecieron

políticas monetarias en Argentina y en Chile, durante los

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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periodos dictatoriales de la década de los setenta, que no

dieron los resultados esperados8.

Muy crítico con las teorías macroeconómicas

keynesianas, intentó anular la intervención pública

divulgando sus tesis neoliberales y conservadoras. Lo

cual no le impidió ser, incomprensiblemente, el artífice

de una propuesta digna de un izquierdista político: el

impuesto negativo sobre la renta; es decir, garantizar a

los individuos más pobres de la sociedad unos ingresos

mínimos (Galbraith, 1987, p. 297).

Sus obras más destacadas son: La teoría

cuantitativa del dinero: una nueva formulación (1956);

Una teoría de la función de consumo (1957); Un

programa de estabilización monetaria y reforma

bancaria (1959); Teoría de los precios: un texto

provisional (1962); Inflación: causas y consecuencias

(1963); Capitalismo y libertad (1962); Historia

monetaria de los Estados Unidos: 1867-1.960 (1963, en

colaboración con Anna Jacobson Schwartz); Ensayos

sobre economía positiva (1966); Inflación y sistemas

monetarios (1969); Teoría de los precios (1976);

Limitación de la imposición, inflación y el papel del

gobierno (1978); Libertad de elegir: hacia un nuevo

liberalismo económico (1980, en colaboración con su

esposa Rose D. Friedman) y Política monetaria en

Estados Unidos y Gran Bretaña (1982, en colaboración

con Anna Jacobson Schwartz). En 1976 se le otorgó el

Premio Nobel de economía por su contribución a la

teoría monetaria.

La teoría monetaria de Friedman, en realidad,

se acoge al cuantitativismo simple de la ecuación de

cambios de Fisher, pese a su nueva formulación. Ésta se

basaba en formular una función de demanda de dinero;

pero, en sus supuestos, dicha función era muy estable,

8 Samuelson (1992, p. 375-376) dice: “En realidad, a partir de mediados de siglo, muchos de los mejores arquetipos de mercados

libres eficaces han sido sociedades casi o abiertamente fascistas, en

las que un solo dirigente o partido dictatorial impone un orden

político. Sin semejante imposición, el mercado no podría sobrevivir

políticamente. Chile, con su dictadura militar en comandita con los

chicos de Chicago, no constituye sino un ejemplo dramático”.

aun alterando la cantidad de dinero demandada según

cambiaran las variables independientes de la función.

Como resultado de la alteración de las variables

independientes (entre ellas la tasa esperada de inflación

o deflación, la renta permanente real, la riqueza, los

rendimientos de los bonos y acciones y las preferencias

o gustos), Friedman apreció que la demanda de dinero se

adaptaba a las fluctuaciones del ciclo económico y tenía

un comportamiento independiente de la oferta de dinero

(es decir, la demanda de dinero se ajustaba a las

variaciones de la renta, o bien a la T de la ecuación de

cambios). También apreció que existía un gran retardo

entre las modificaciones de la cantidad de dinero y los

efectos que se producían en otras variables de la

economía. Sin embargo, esos retardos eran menores

cuanto mayor fuera la alteración de la oferta monetaria;

por eso, para evitar que con el gran aumento de la oferta

monetaria se originara una inflación, propuso que la

oferta monetaria debía crecer a una tasa constante.

Como quiera que todas las variaciones de los precios

obedecían a fuertes alteraciones de la oferta de dinero, la

mejor forma de combatir la inflación era mediante el

establecimiento de un tipo de cambio en flotación y de

una política monetaria restrictiva (que no tenía que estar

dirigida por las autoridades públicas, sino por una

autoridad monetaria de acuerdo con criterios y

parámetros objetivos previamente determinados para

establecer la tasa constante de aumento de la oferta

monetaria). Friedman con Anna Jacobson intentaron

contrastar empíricamente su teoría (Backhouse, 1985,

pp. 388 y 389).

Una de las causas del fracaso de su política

monetaria se debió a la dificultad de controlar un dinero,

que no se sabe con exactitud en qué consiste (en la

economía moderna) con tantos activos financieros

líquidos a disposición del público (incluidos los cuasi-

dinero y los sustitutos del dinero o tarjetas de crédito).

Por otra parte, la política monetaria restrictiva derivó en

una gran alza del tipo de interés y, consecuentemente, en

la recesión económica, el paro y sin que la inflación

quedara controlada. Surgió un fenómeno económico

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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nuevo: la estanflación, o sea, estancamiento económico

acompañado de inflación. A esta situación contribuyó

grandemente la imposición de altos precios del petróleo

practicada por la OPEP a partir de 1973 (Galbraith,

1987, pp. 298 a 300).

Al parecer, la evidencia empírica indicaba que

la cantidad de dinero y precios no se relacionaban tan

sencillamente como se había supuesto. Existía, al menos,

un intermediario: el tipo de interés9. Resultaba así que la

política monetarista defendida por Friedman, según

señalaban sus críticos, no era socialmente neutral, ya que

perjudicaba a los perceptores de rentas bajas y favorecía

a los ricos e instituciones poseedoras de gran cantidad

de dinero. O sea, obligaba a los prestatarios, entre ellos

muchos asalariados, a un ahorro forzoso que beneficiaba

a los prestamistas poseedores de grandes capitales. Por

eso, Galbraith (1987, p. 299) dice: “Los nutridos

aplausos que los conservadores ricos tributan al

profesor Friedman están muy lejos de ser inmerecidos”.

El tipo de interés, a su vez, incidía en la

variación de las posiciones acreedoras o deudoras de la

balanza de pagos (importación o exportación de

capitales) que afectaban al tipo de cambios y a la

balanza de mercancías y servicios; o sea, a la relación

real de intercambio (Galbraith, 1987, p. 301).

La simple percepción de los hechos, a los ojos

de un observador desapasionado, refutaba la hipótesis de

la neutralidad del dinero: entre otros efectos reales, las

variaciones de las cantidades de dinero causaban

redistribuciones de renta.

Ninguna de estas críticas inquietaron a

Friedman, puesto que en La metodología de la economía

positiva (1953) ya había expuesto que el realismo de los

supuestos e hipótesis de las teorías económicas no eran

una cuestión importante para ellas, siempre y cuando sus

conclusiones y predicciones fueran válidas (Backhouse,

1985, p. 314). A la postre, persistiendo denodadamente

9 Intermediación ya expuesta por Thornton (Tema 16).

en la aplicación de sus teorías monetaristas se llegó a

controlar la inflación; pero, eso sí, a costa del paro, un

nuevo padecimiento bastante peor que la enfermedad

que se pretendía curar (Galbraith, 1987, p. 301).

Las aportaciones de Friedman al análisis

económico se contienen en su Teoría de los precios. En

realidad, esta obra es un curso de microeconomía que se

hizo muy famoso y pasó a convertirse en el libro de

texto de numerosas universidades estadounidenses y

canadienses y todavía sigue siendo fuente de inspiración

de los cursos convencionales de microeconomía. Otra

contribución de Friedman, a raíz de las divergencias

encontradas empíricamente respecto a la función de

consumo keynesiana, está en su libro Una teoría de la

función de consumo. Las explicaciones de Friedman

giran en torno a su concepto de renta permanente, que

es la cantidad máxima que los individuos pueden gastar

cada año sin merma de su riqueza real a lo largo de su

vida; es decir, equivale a la media de los ingresos que se

esperan obtener durante toda la vida10.

6.- LA ECONOMÍA DE LAS DONACIONES

Cuando algún economista propuso al

Ministerio de Hacienda de su país que las viviendas

utilizadas por su propietario fueran gravadas en el

impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF),

en realidad nos estaba ampliando el concepto de capital

productivo. Éste contribuye a producir bienes y servicios

que, por lo general, se dedican a la venta y, por tanto,

proporciona ingresos a su propietario. Pero también

puede producir bienes o servicios para el consumo

directo de su propietario y, por consiguiente, es como si

obtuviera un ingreso virtual equivalente a lo que hubiera

obtenido si en lugar de dedicarlo a su propio consumo lo

hubiera dedicado a la venta o al alquiler.

10 Esta teoría de la renta permanente de Friedman tiene cierta similitud con la teoría del ciclo vital de Franco Modigliani (Tema 28), y con la teoría de la renta relativa de J.S.Duesenberry (Tema 28).

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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La analogía es la siguiente: una casa se puede

alquilar y, así, su propietario obtiene unos ingresos. La

casa es un bien de producción, aunque su propietario no

sea un empresario, el típico empresario contemplado en

teoría económica. Si el propietario habita la casa no por

eso deja de producir un servicio; la casa produce

alojamiento y confort que él mismo utiliza. De este

modo, el propietario que la usa personalmente ingresa,

por ficción legal, lo que la casa produce.

Analogías de este tipo (consideradas ficciones

legales por algunos, o ya sean consideradas realidades

por otros) se pueden ampliar todo cuanto se quiera. Por

ejemplo, un fabricante de automóviles regala uno de los

que ha producido, pero el Ministerio de Hacienda sigue

exigiendo el impuesto sobre el valor añadido (IVA). Lo

mismo ocurre cuando alguien dona algo a otro:

Hacienda exige el impuesto sobre las donaciones, que es

parecido al impuesto de transmisiones patrimoniales

cuando la transferencia de los derechos de los que

alguien es titular se realiza por compraventa.

Menos mal que todavía no se le ha ocurrido a

ningún economista del Ministerio de Hacienda proponer

el gravamen del autoconsumo familiar. En cada familia

suele haber alguna persona que lava y guisa. Tal persona

produce limpieza como en una tintorería y menús como

en un restaurante, y esa producción podría venderse en

el mercado, aunque se prefiera consumirla en la propia

familia. Ésta, al beneficiarse de estos servicios, podría

ser gravada con el IVA o con el IRPF, lo mismo que se

grava ese tipo de productos si los elaborara una empresa

en un restaurante o en una tintorería11.

Estas consideraciones nos introducen en dos

nociones. Una, que la economía no puede dejar de

contemplar los bienes inmateriales. Y la otra, que la

economía no puede constreñirse al reducido ámbito de la

producción, distribución e intercambio de bienes a

11 Otros ejemplos de servicios que se producen en el seno familiar y que también podrían ser producidos por empresas son: la atención de niños y ancianos; el cuidado de enfermos; confección y reparación de ropa; el bricolaje y otros más.

través del mercado. Fuera de los circuitos del mercado

existe una economía soterrada, para el PIB12, que

contribuye de una manera decisiva al bienestar de la

sociedad. Se trata de la economía que podríamos

denominar de las donaciones, de las subvenciones, o de

los regalos y el autoconsumo. En ella se incluyen todas

las actividades de producción, distribución e intercambio

de bienes que no se resuelve en el mercado. Por tanto,

abarca, además de los bienes públicos, las subvenciones

y las transferencias unilaterales de renta, los bienes y

servicios producidos o distribuidos de forma gratuita por

multitud de organismos privados sin fines de lucro y por

las economías domésticas. Muchos de estos bienes

económicos se producen mediante las reglas del

mercado (es decir, por empresas que cubren costes y

obtienen beneficios) pero que luego se distribuyen

gratuita o semigratuitamente.

La importancia de esta actividad económica es

grande; tan significativa como para tenerla en cuenta.

Nancy Baerwaldt y James Morgan han estimado que las

subvenciones en la economía familiar alcanzan el 30%

de la renta nacional en un país tan liberal como Estados

Unidos, según nos refiere Boulding (1992, pp. 137-138).

El interés de algunos economistas por

investigar este campo inexplorado de la Economía ha

ido en aumento. A mediados de los años setenta se creó

la Asociación para el Estudio de la Economía de las

Subvenciones (Asociation for the Study of the Grants

Economy). Posteriormente, a mediados de los noventa,

la Universidad Johns Hopkins (Baltimore, Maryland,

USA) fomentó estudios sobre el sector no lucrativo y en

España también fueron alentados por la Fundación BBV

(según una información recogida en el diario El País del

10 de mayo de 2000).

El autor más destacado en este campo es:

Kenneth E. Boulding (1910-1993) economista

estadounidense nacido en Liverpool (Inglaterra) en una

12 Dejando aparte la economía sumergida ilegal, que se desenvuelve en mercados clandestinos.

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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familia humilde (estudió en el instituto de su localidad,

el Liverpool Collegiate), obtuvo una beca en 1928 para

estudiar química en Oxford (en el New College) debido

a su magnífico expediente escolar. Al cabo de un año

descubrió que no le gustaba esa materia y consiguió

mantener la beca para estudiar política, filosofía y

economía. Tras graduarse con honores (equivalente a

matrícula de honor) en 1931, prosiguió los estudios de

postgrado en Oxford mediante otra beca y se doctoró en

1932. Con otra beca se trasladó a la Universidad de

Chicago donde tuvo por asesor a Jacob Viner y por

profesores a Frank Knight y Enry Schultz. Al regresar a

Estados Unidos, tras un fugaz viaje a Inglaterra debido

al fallecimiento de su padre en 1933, trabajó en Harvard

con Joseph A. Schumpeter. En 1934 fue profesor en la

Universidad de Edimburgo, donde aprovechó el tiempo

libre para iniciarse en la teoría de la contabilidad. En

1937 viajó a Filadelfia para asistir al congreso mundial

de los cuáqueros, a cuya congregación pertenecía, como

representante por Escocia. Allí, un amigo de Chicago le

comentó algo sobre un trabajo en la Universidad de

Colgate, al norte de Nueva York; obtuvo el empleo y ya

no volvió a Gran Bretaña. Durante la II Guerra Mundial

trabajó para la Liga de Naciones (en Princeton) en

asuntos relacionados con la reconstrucción europea

después de la I Guerra Mundial y que sirvieron de base

para evitar errores en la reconstrucción que más tarde se

llevaría a cabo al terminar la II Guerra Mundial. Al

concluir ésta dirigió un departamento (que, como él

dice, era unipersonal) en la Universidad Fisk, en

Nachville (Tennessee). Fue profesor en el Iowa State

College de Ames, en la Universidad de Michigan, en la

Universidad de las Antillas (Jamaica), en la Universidad

Cristiana Internacional de Tokio y, desde 1967 hasta su

muerte, fue profesor jefe de su departamento de la

Universidad de Colorado (en Boulder). Perteneció al

Instituto de Ciencias de la Conducta y a mediados de la

década de los setenta fue miembro fundador de la

Asociación para el Estudio de la Economía de

Subvenciones. Su entrega a la economía no le impidió

hacer alguna incursión en la poesía: publicó dos libros

de sonetos.

Entre su bibliografía se encuentra: Análisis

económico (en cuya 1ª edición de 1941 seguía a Irving

Fisher y en la 2ª edición de 1948 seguía por completo a

Keynes); Reconstruction of Economics (1950), donde

reconstruye la economía bajo los conceptos del balance

de situación; Teoría económica: la reconstrucción

reconstruida (1957), en la que revisa y corrige algunos

errores que había apreciado en la obra anterior; La

revolución de la organización (1953), donde realza la

repercusión de los grandes descubrimientos de finales

del siglo XX en la organización empresarial y en el

rendimiento creciente debido a la escala de la

producción; La imagen: conocimiento de la vida y de la

sociedad (1956), sobre el mundo del conocimiento en el

que domina el imperialismo de la economía y del

comportamiento humano a través de la imagen del

mundo que se forman las personas en su conciencia; La

economía del amor y del temor: Una introducción a la

economía de las donaciones (1973); y Ecodinámica:

Una nueva teoría de la evolución social (1978).

A) TEORÍA DE LA PRODUCCIÓN

En ese último libro de 1978 expone una teoría

de la evolución social en términos similares a la

evolución biológica, que está determinada por la

selección (según la cual, dentro de un ambiente

ecológico, unas especies crecen mientras otras decrecen)

y por la mutación (es decir, por los cambios en los

parámetros del sistema, tales como el clima, los suelos,

etc.). Con la vida aparecen los ecosistemas, en los que

cada sistema está compuesto por poblaciones de

diferentes especies. Boulding (1992, p. 139) define muy

ampliamente las especies como “cualquier conjunto de

objetos con suficientes similitudes entre sí como para

conferirle interés propio”. Según su definición, “los

utensilios humanos, como las tijeras y los automóviles”

constituyen una especie. Es decir, los objetos producidos

por el hombre forman una especie que, como las demás,

tiene su estructura y evoluciona. Así, nos ofrece una

teoría de la producción que tiene su propia estructura

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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genética del “saber cómo” [es decir, del saber como

producir los objetos útiles para el hombre], pero este

potencial de conocimiento está “limitado por cuatro

categoría de factores: materiales de índole muy diversa;

energía que se presenta bajo diferentes formas; y

tiempo”. Haciendo un símil con la especie humana, ésta

posee biológicamente un enorme potencial de energía

psíquica que Boulding (ibídem, p. 140) denomina “noo

genética” o capacidad de conocimiento debido a la

propia genética humana, que sólo es posible desarrollar

mediante un proceso de aprendizaje. Así, se transmiten

de generación en generación los procesos aprendidos, es

decir, el saber cómo hacer las cosas. Por consiguiente,

sólo es posible realizar la producción que sabemos cómo

llevarla a cabo, sujeta a las limitaciones de las cuatro

categorías de factores antes mencionadas.

Boulding (ibídem, pp. 139 y 140) considera tal

concepción de la producción opuesta a la clásica, que él

denomina “receta de libro de cocina” que consiste en

mezclar ingredientes, tierra, mano de obra y capital, para

obtener un producto. Según él, estos ingredientes tienen

el mismo valor científico que si se hubieran elegido

otros, por ejemplo, tierra, aire, fuego y agua.

B) TEORÍA DEL CAPITAL Y DEL INTERÉS

Boulding (1992, pp. 131 y 132) nos dice que

trató de reconstruir la economía partiendo del balance de

situación que nos ofrece la contabilidad. La empresa con

su actividad modifica la estructura de su balance; pero

ciertas partidas deben restablecerse obligatoriamente

para proseguir la actividad. Por ejemplo, las

disponibilidades de dinero disminuyen al contratar mano

de obra y realizar compras; pero, con ello, aparecen

otras partidas en el balance, cuya estructura se modifica

y también se altera con el resultado del trabajo. La

producción se detendría al cabo de poco tiempo si no se

restableciera la provisión de dinero mediante las ventas.

El restablecimiento de esta partida del balance de

situación es el que permite mantener la mano de obra

ocupada y evitar el paro.

Los beneficios, que distingue del interés como

hizo Fisher, cobran especial relieve para restablecer las

disponibilidades líquidas y para el sostenimiento de la

demanda de mano de obra. Es más, los beneficios tienen

gran importancia porque es el elemento que permite la

existencia futura del capitalismo. Ahora bien, el

beneficio está en pugna con el interés, porque éste tiende

a ser superior a aquél. Según su análisis de las

modificaciones de la estructura del balance de situación,

considera que el interés equivale a la tasa de crecimiento

del capital y critica la visión de la economía clásica del

tipo de interés al contemplarlo como un precio. Podemos

suponer que Boulding, no aceptó la consideración del

tipo de interés como tasa de descuento de valores futuros

a actuales, porque en otra parte Boulding dice haber

estudiado y criticado a Böhn-Bawerk (ibídem, p. 126).

Según Boulding (ibídem, p. 138), la teoría

económica clásica se ha ocupado del capital, pero se ha

olvidado del capital familiar. La familia es una

organización productiva de gran importancia: “es la

única organización que produce personas”. Además, es

un absurdo contemplar la familia sólo como una

estructura de consumo. La estructura familiar se asemeja

por completo a las empresariales. La diferencia estriba

en que las familias no llevan una contabilidad; pero si la

llevaran su balance de situación sería parecido al de las

empresas, donde la reposición del dinero gastado es

fundamental para la supervivencia de la actividad. Las

compras familiares, desde muebles hasta alimentos,

modifican su balance de situación: “Una compra

disminuye el dinero en el balance del comprador y

aumenta otra cosa y, naturalmente, en qué consiste esa

otra cosa es muy importante”.

Boulding (ibídem, p. 138) añade que “el

capital familiar [...] tiene unas dimensiones semejantes

a las del capital industrial y que constituye un elemento

crucial en la dinámica de una economía”.

C) TEORÍA DE LAS DONACIONES

Las donaciones (en el sentido amplio de

cualquier transferencia unilateral) son en realidad

intercambios de algún tipo (Boulding, 1973, p. 14).

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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Ahora bien, si estamos familiarizados, como nos han

hecho creer, con el principio del homo economicus (o de

racionalidad económica), con que al hombre le mueve el

principio del do ut des, la pregunta que podemos

hacernos es qué se recibe a cambio de las donaciones13.

La respuesta es sencillamente que se reciben

bienes inmateriales; en economía no sólo existe el móvil

individual, sino también el social. La economía es, ante

todo, una cuestión social, y de ahí que se haya buscado

con ahínco la armonía de intereses públicos y privados.

Así, las donaciones elevan la satisfacción de la sociedad

en general y del individuo en particular. Desde esta

perspectiva, en la que asume un papel crucial el bien

inmaterial, nos encontramos que, teniendo en cuenta la

“contabilidad de la utilidad, la pérdida de utilidad del

donante que resulta de su separación del regalo se

supera con la ganancia de utilidad que surge de la

contemplación del aumento de bienestar del donatario”

(ibídem, p. 15). Así, subjetivamente, “un donante puede

estar mejor situado al hacer un regalo si su bienestar

aumenta más al contemplar el aumento de bienestar del

donatario, de lo que le disminuye al contemplar el

descenso en el valor de su propio valor neto” (ibídem,

p. 15n).

Por tanto, podemos considerar un tipo de bien

inmaterial, muy especial, que casi nadie ha tenido en

cuenta; este bien es la integración social. En cuanto ésta

pasa al primer plano de la atención nos percatamos de

que las donaciones, lato sensu, son un poderoso

“elemento integrador” (Boulding, 1973, p. 18).

Si reflexionamos sobre ello, reconoceremos que

las economías llamadas precapitalistas se basaban en la

distribución y redistribución de bienes y en las

relaciones de reciprocidad. Estos sistemas económicos

tenían como núcleo integrador de la sociedad las

transferencias unilaterales; eran unilaterales porque no

13 La pregunta se puede formular de otra forma, que aparenta ser un enigma: si no se recibe nada a cambio de una donación ¿por qué sigue habiendo donaciones?

se proporcionaban con ánimo de recibir una

contraprestación, aunque, indirectamente, existiera una

nueva prestación en sentido contrario, pero siempre bajo

la forma de una nueva transferencia unilateral y, por

consiguiente, no vinculada a la contraprestación de una

anterior prestación. También deberemos reconocer que

en las economías capitalistas modernas no puede

desaparecer la donación (o la subvención y los bienes

públicos) porque sin este elemento integrador

desaparecería “la legitimidad de la autoridad”;

autoridad que también ejerce la coacción e impone

tributos; y, por eso, sin “un mínimo de benevolencia

hacia aquellos que pertenecen a la misma comunidad,

es muy difícil organizar un sistema de coacciones más

allá de un campo muy limitado” (ibídem, p. 18).

Siguiendo a Boulding (ibídem, pp. 15 a 18), un

poco libremente, podemos hacer una clasificación de

las donaciones, o transferencias unilaterales, en dos

grandes grupos: dádivas y exacciones. En las primeras

predomina la benevolencia (o sea, el amor) y en las

segundas la coacción (esto es, el temor). Sin embargo,

como en el arco iris, no existe una nítida separación

entre una u otra tonalidad: a veces se regala algo con

benevolencia, pero para evitar un daño proveniente del

donatario, de terceras personas, o de la propia imagen,

con lo cual hay algo de coacción, y, por el contrario,

muchas exacciones se satisfacen voluntariamente sin el

concurso del temor coactivo a las represalias.

Las dádivas, a su vez, se pueden subdividir en

transferencias internas y en regalos. Las transferencias

internas están condicionadas a que el donatario realice

algo que el donante apruebe. Por ejemplo, la asignación

de un presupuesto entre los diversos departamentos de

una entidad. En este ejemplo de la distribución de un

presupuesto, se puede apreciar claramente que las

transferencias internas constituyen un organizador

esencial del comportamiento de una entidad. En cuanto a

los regalos, éstos son las dádivas propiamente dichas, ya

que no implican ni jerarquía ni condicionamiento de

ningún tipo entre donatarios y donantes.

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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Las exacciones se pueden subdividir en

tributos y extorsiones. Los tributos son las transferencias

unilaterales que los poderes públicos reciben de los

ciudadanos y de las personas jurídicas a través de la

exigencia respaldada por la potestad sancionadora. La

extorsión es una cesión unilateral de bienes, provocada

por pura violencia, física, psíquica o de cualquier clase.

Por tanto, en la extorsión entra desde el robo a mano

armada hasta la exigencia de más horas de trabajo sin

retribuir que las acordadas en convenio o contrato,

pasando por cualquier tipo de presión (como, por

ejemplo, que debes trabajar más sin que se te remunere,

porque así podrás ascender o no te echarán al paro) o,

incluso, de chantaje14.

La economía de las donaciones, al igual que la

de mercado, tiene las siguientes funciones (ibídem, pp.

21 a 27):

Asignación de recursos: toda asignación de

recursos depende en realidad de un juicio de valor, de la

apreciación de lograr algo deseable, de obtener un

provecho, en definitiva, de la decisión de invertir en algo

y atraer hacia ese sitio los recursos. Tanto una empresa

con ánimo de lucro como sin ese ánimo (verbigracia,

una fundación), al obtener financiación e invertir, atraen

hacia sí recursos económicos, como mano de obra,

energía, capital, materias primas, etc. Las donaciones,

sin duda, canalizan recursos económicos hacia el

cumplimiento de determinados objetivos.

Distribución de rentas: toda atracción de

recursos mediante la inversión implica el pago a los

propietarios de esos recursos, con lo que se distribuye la

renta. Sin embargo, la donación puede jugar un papel

distribuidor de renta sin que alguien preste un servicio

productivo. De hecho, muchas donaciones han surgido,

y están encaminadas, para corregir la considerada mala

14 En las economías con predominio del móvil egoísta no puede olvidarse «el sector del crimen», o ilegal, que mueve ingentes cantidades de recursos por la vía de la extorsión y da origen a asignaciones presupuestarias públicas para combatirlo (policía y tribunales de justicia).

distribución de la renta que otros sistemas, como el de

mercado, originan. Boulding (ibídem, p. 23) opina que

“cualquier sociedad sin una economía de donaciones o

con una economía de donaciones [en teoría] neutral

respecto a la distribución, pronto cesaría de existir, ya

que sus miembros se morirían de hambre”. Pero esta

opinión no implica que Boulging se manifieste en todo

caso a favor de la economía de las donaciones; también

reconoce los grandes fallos de eficiencia de éste y otros

sistemas; es lo que él llama ‹‹la patología››, tanto de la

economía de intercambio como de la de donaciones

(ibídem, p. 28). Para medir el grado de eficiencia de las

donaciones establece que “la eficiencia es la relación

entre el beneficio percibido por el donatario y los costes

percibidos por el donante” (ibídem, p. 27).

Desarrollo económico: todo desarrollo

económico implica reasignar recursos y redistribuir

rentas a favor de los sectores dinámicos de la sociedad;

o sea, de las ‹‹ industrias del desarrollo›› (ib., p. 24) que

son las que acaban originando un verdadero incremento

de la renta real per cápita. El principal sector dinámico

es el de la investigación, el cual frecuentemente ha sido,

y es cada vez más, subvencionado directamente y

promovido por las donaciones públicas y privadas. Por

otra parte, para crecer económicamente se requiere un

clima adecuado de estabilidad política y social, así como

de una seguridad jurídica interior y exterior, todo lo cual

se logra principalmente por medio de la actividad

pública, la cual, como es sabido, obtiene y proporciona

los recursos a través de la economía de las donaciones

(impuestos y gastos presupuestarios).

Organización social: todo principio

organizador de la sociedad pretende que los miembros

de ella se relacionen entre sí de un modo no violento y

se encuentren básicamente conformes con la

organización social, sin que esto implique una ausencia

de deseos de mejora. Es posible organizar una sociedad

mediante un sistema económico de libre mercado;

también mediante un sistema de donaciones en lugar del

de intercambio simple. Sin embargo, un sistema puro de

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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intercambio nunca ha existido históricamente; cuando ha

existido intercambio siempre se ha conjugado, en mayor

o menor medida, con un sistema complementario de

donaciones. Según Boulding (ibídem, pp. 26 y 27),

“Sería desastroso que las ciencias sociales se

unificaran únicamente alrededor del concepto de

intercambio [...] sin reconocer que el intercambio,

incluso en su forma más general, es sólo uno de los

organizadores sociales, y que la donación como

organizador es incluso más importante a medida que

nos movemos desde la economía hacia la sociología y la

ciencia política”.

Podemos concluir que toda actuación, tanto en

el sistema de libre mercado como en el de donaciones,

altera un supuesto equilibrio entre todas estas funciones.

Y también que no se debe presuponer que un sistema es

superior o mejor que el otro. Los dos contribuyen a

organizar la sociedad y colaboran en el crecimiento

económico y el progreso social. Ambos implican

alteraciones en la asignación de recursos y en la

distribución de la renta ante cambios de actuación en

uno u otro sistema; y con esas alteraciones se originarán

cambios en la estructura de precios relativos que harán

que unas personas (físicas o jurídicas) sean más ricas

que otras; es decir, se originarán “donaciones implícitas

de los que se hacen más pobres a los que se hacen más

ricos” (ibídem, p. 25). Esta idea es equivalente, en otro

contexto, a la del ahorro forzoso.

También se puede concluir que a la teoría

económica convencional le falta generalidad, puesto que

estos dos sistemas, el de libre intercambio y el de

donaciones, en realidad no están contrapuestos (como

así lo han visto muchos economistas que han tratado a

uno de ellos con suma hostilidad), sino que pertenecen a

un concepto económico más amplio que los engloba; por

consiguiente, ambos son casos particulares de una teoría

del intercambio más general. Para comprobar este

aserto, a continuación se expone un sucinto extracto de

la teoría microeconómica de las donaciones que nos

ofrece Boulding (ibídem, pp. 29 a 38):

Teoría microeconómica de las donaciones.

En realidad se trata de una teoría general del

intercambio, pues, como ya se mencionó, toda donación

es de algún modo un intercambio, en el sentido de

interactuar dos o más partes. En las donaciones, ambas

partes manifiestan de forma tácita o expresa su deseo de

establecer la relación, y también existen medios para

forzarla o alentarla. No se debe pensar que el donatario

desea siempre recibir el regalo, o ese tipo de regalo en

concreto, pues también es una persona dotada de gustos

y de dignidad. Por eso dice Boulding (ibídem p. 29) que

no es irracional que el donatario quiera mirar el diente

del caballo antes de aceptarlo como regalo.

El intercambio simple entre dos personas

(físicas o jurídicas) se ilustra en la Figura 1, donde se ve

que A entrega xa y recibe ya. Pero no siempre lo que A

entrega o recibe es exactamente igual a lo que B recibe

(xb) o entrega (yb). Por ejemplo, A da 50 litros que se

convierten en 49 al llegar a B, debido a pérdidas o

mermas. Por su parte, B da a cambio 50 euros, cuando

A sólo recibe 45 debido a que el Estado se queda con 5

euros en concepto de impuestos, o por el pago a un

intermediario (como puede ser el transportista u otros).

A B

xa xbxa xb

xa xbya yb

Figura 1.- Intercambio simple

El intercambio en general. Sin embargo, el

intercambio, por simple que éste sea, casi nunca consiste

en la transferencia de dos bienes x e y. Los bienes objeto

del cambio suelen estar acompañados de otros, sin los

cuales sería difícil llevar a cabo el intercambio; por

ejemplo, existe propaganda, exposición visual de las

mercancías, información, comunicación o mensajes, y

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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percepción de solvencia y seriedad, entre otros. Por

tanto, la x y la y representan en realidad conjuntos de

bienes en lugar de artículos en concreto. Este hecho se

pone de manifiesto en la Figura 2.

xa xbxa xb

xa xbya yb

A B

xax’ax’b

xa xby’a y’b

Figura 2.- Intercambio en general

En esta figura las x’ e y’ engloban todos los

bienes inmateriales que acompañan a las mercancías

objeto de intercambio. Para ilustrar el intercambio en

general, siguiendo a Boulding (ibídem, pp. 31 y 32),

podemos poner como ejemplo el caso del mercado

laboral. En él, A representaría al patrono y B al

trabajador. El empresario entrega dinero en concepto de

salario (xa) mientras que el obrero entrega horas de

trabajo (yb); por lo general, el dinero que recibe el

asalariado (xb) no es la misma cantidad que la pagada

por A, de la misma forma que el número de horas

empleadas por el trabajador no son las mismas horas

útiles que figuran en el contrato, ni las que, en realidad,

recibe el empresario (ya), bien sea porque el trabajador

pierde el tiempo durante su trabajo, bien sea porque está

más tiempo trabajando. Además, la significación de

estos bienes, aun en el caso de ser exactamente iguales

las cantidades entregadas y recibidas, es percibida de

manera muy distinta por ambas partes. El empresario

valora el dinero que entrega según las alternativas que

tiene de emplear su dinero, y el trabajador según los

bienes reales que con el salario puede adquirir. Por otra

parte, el trabajador valora sus horas en función del

esfuerzo que realiza, o del ocio que con el salario puede

disfrutar, y el empresario valora esas horas en función

del producto que con ellas obtiene. La significación o

valoración de estos bienes están representadas en la

Figura 2 con las líneas de trazos, por tratarse de bienes

inmateriales.

Cuando se tienen en cuenta estos bienes

inmateriales (y otros muchos más, como la eficiencia en

el trabajo o la cualificación personal) que intervienen de

forma implícita en los intercambios, estamos en

condiciones de comprender por qué se genera tanta

conflictividad en el intercambio: porque las esperanzas,

puestas en lo que se recibe a cambio de lo entregado,

quedan defraudadas por lo que en realidad se recibe. Por

este motivo, uno de los mercados más conflictivos es el

laboral, y en donde resulta muy difícil devolver el

artículo (o el servicio prestado) defectuoso.

La Figura 1, referente al intercambio simple,

pone de manifiesto que el intercambio convencional (el

considerado hasta ahora por la teoría económica

ortodoxa) es un caso particular del intercambio en

general, representado en la Figura 2.

La donación. La Figura 3 ilustra el otro caso

particular del intercambio en general; se trata de las

donaciones, que, al ser unilaterales, se caracterizan por

la ausencia de contraprestación (esto es, por la

inexistencia de una de las ramas de trazo continuo) del

donatario B al donante A.

xa xbxa xb

A

xax’ax’b

xby’a y’b

B

Figura 3.- La donación

Pero, desde el punto de vista de la teoría

general del intercambio, no deja de existir el flujo

circular de bienes inmateriales que se transfieren entre

ambas partes de la transacción.

TEMA 29: EL INSTITUCIONALISMO Y EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO Prof. Dr. Eduardo Escartín González

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