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Las aguas y la red hidrográfica [1] TEMA 6 LAS AGUAS Y LA RED HIDROGRÁFICA La Hidrografía es la parte de la Geografía que estudia todo lo relacionado con las aguas. En la Península Ibérica, la red hidrográfica presenta las siguientes características: 1. La disimetría de la red fluvial, es decir, la falta de simetría que presenta con relación al soporte geográfico. La hay entre la superficie peninsular que vierte sus aguas hacia el Océano y la que las que vierte hacia el Mediterráneo, que son del 69 y del 31%, respectivamente. 2. Adecuación al relieve: apreciable en la gran longitud de los ríos que discurren por las llanuras y depresiones, que oscilan en torno a los 1.000 Km, y el corto recorrido de los ríos de montaña, que no suelen sobrepasar el centenar. Los ríos de la Meseta destacan por su escasa pendiente y lentitud de aguas, mientras que los que drenan los rebordes montañosos o los sistemas exteriores unen a su escasa longitud la altura de cumbres en su nacimiento, resultando un desnivel y una pendiente que confieren a sus aguas tanta velocidad como fuerza erosiva.

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Las aguas y la red hidrográfica

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TEMA 6

LAS AGUAS Y LA RED HIDROGRÁFICA

La Hidrografía es la parte de la Geografía que estudia todo lo relacionado con las aguas. En la

Península Ibérica, la red hidrográfica presenta las siguientes características:

1. La disimetría de la red fluvial, es decir, la falta de simetría que presenta con relación al soporte

geográfico. La hay entre la superficie peninsular que vierte sus aguas hacia el Océano y la que las

que vierte hacia el Mediterráneo, que son del 69 y del 31%, respectivamente.

2. Adecuación al relieve: apreciable en la gran longitud de los ríos que discurren por las llanuras y

depresiones, que oscilan en torno a los 1.000 Km, y el corto recorrido de los ríos de montaña, que

no suelen sobrepasar el centenar. Los ríos de la Meseta destacan por su escasa pendiente y lentitud

de aguas, mientras que los que drenan los rebordes montañosos o los sistemas exteriores unen a su

escasa longitud la altura de cumbres en su nacimiento, resultando un desnivel y una pendiente que

confieren a sus aguas tanta velocidad como fuerza erosiva.

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Las aguas y la red hidrográfica

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3. Paralelismo: la red hidrográfica peninsular es reconocible a simple vista por el paralelismo que,

con excepción del Ebro, presentan los grandes ríos entre sí, cuyos cauces están relativamente

equidistantes y regularmente distribuidos sobre el espacio.

4. Alternancia entre cursos de agua y sistemas montañosos: está favorecido por la disposición

paralela del relieve. De hecho, nuestros grandes ríos se sitúan entre dos sistemas montañosos, y el

curso fluvial es más o menos paralelo a los ejes de las cordilleras, desde los cuales descienden los

afluentes transversalmente hacia el cauce principal. Así se explica que los ríos que discurren por

zonas de pocas precipitaciones puedan tener un caudal considerable, gracias al agua procedente de

las montañas.

5. Intensa relación con la ocupación del territorio: ocurre con el emplazamiento de las ciudades

antiguas, junto a importantes cursos de agua (Córdoba, Mérida, Zaragoza, Toledo…), o con la

utilización de los valles fluviales para el establecimiento de vías de comunicación, sin olvidar,

incluso, la relación que pueda existir entre los ríos peninsulares y la Reconquista, cuyos grandes

avances consistieron en la incorporación sucesiva de las cuencas hidrográficas a los reinos

cristianos.

I Las vertientes hidrográficas españolas

Los ríos peninsulares vierten sus aguas al mar Cantábrico, al océano Atlántico y al mar

Mediterráneo. Cada una de estas vertientes recibe unos ríos que se diferencian por sus

características físicas y por su régimen fluvial.

1. Vertiente cantábrica

Incluye los ríos del dominio climático oceánico, aquéllos que desembocan en el mar Cantábrico y

los ríos gallegos, que tienen rasgos comunes con los cantábricos. Esta cuenca se define por unos

cursos fluviales cortos. La mayoría de sus ríos nacen en la cordillera Cantábrica, muy próximos a

su desembocadura, excavando profundos valles para salvar los desniveles (de hasta 2.000 m.) entre

las montañas de nacimiento y el mar, por lo que tienen una gran fuerza erosiva y un carácter

torrencial que se aprovecha a lo largo de toda la cornisa cantábrica para producir electricidad. Las

elevadas y regulares precipitaciones otorgan a estos ríos un caudal abundante y regular, con un

régimen de alimentación pluvial o pluvio-nival.

Los ríos vascos (Bidasoa, Nervión) son los más regulares; los cántabros y astures (Pas, Deva, Sella,

Nalón, Narcea, Navia) tienen una gran potencia erosiva, siendo los gallegos (Eo, Tambre, Ulla,

Miño y Sil) los que presentan un curso más suave, acorde con el relieve del Macizo Galaico.

2. Vertiente atlántica

En la vertiente atlántica desembocan los grandes ríos de la Meseta, así como el Miño, atlántico por

su lugar de desembocadura, pero que no comparte rasgos con los restantes ríos de su vertiente, pues

a todos los efectos es un río de la España húmeda. De norte a sur se localizan las cuencas del Duero,

Tajo, Guadiana y Guadalquivir.

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Adaptados a las condiciones del relieve y a la inclinación de la Meseta, los ríos atlánticos son

largos y de pendiente muy suave. Discurren por extensas llanuras en un ambiente climático

mediterráneo con una marcada aridez estival, que se traduce en un régimen irregular, dulcificado

por el aporte de sus afluentes. Conforme a la distribución espacial de las precipitaciones,

disminuyen de caudal a medida que se sitúan más al sur, siendo la cantidad de agua que trasportan

un reflejo de las condiciones climáticas de la España seca y de la irregularidad del clima

mediterráneo.

Su régimen se ve enriquecido por los grandes afluentes, en particular los que tienen su nacimiento

en las montañas, cuyas aguas vienen a atenuar los contrastes estacionales de caudal. Sus caudales

absolutos pueden ser elevados, pero no así sus caudales relativos (l/s/km2), dado que estos ríos han

labrado amplias cuencas entre los relieves que las limitan.

3. Vertiente mediterránea

La vertiente mediterránea ocupa el 31% de la Península, y se extiende, de Norte a Sur, desde

Gerona hasta Gibraltar. Hacia el interior la divisoria de aguas está definida por el Sistema Ibérico y

los Sistemas Béticos, aspecto que condiciona las características de sus cuencas fluviales, puesto

que, salvo el Ebro, el resto son de pequeña o mediana longitud, con pronunciadas pendientes en

sus cabeceras, debido a la proximidad de los relieves montañosos a la costa.

El clima mediterráneo explica la pobreza del caudal de estos cursos fluviales y su gran

irregularidad, con grandes crecidas estacionales y fortísimos estiajes a los que se suma una

elevada evapotranspiración, que contribuye aún más a reducir el caudal. Asimismo, en esta vertiente

están presentes cursos que llevan agua sólo en ocasiones, permaneciendo secos la mayor parte del

año: son las denominadas ramblas, que tanto significado tienen en las regiones mediterráneas,

hasta el punto de que muchas han quedado incorporadas al callejero de las ciudades con este

nombre. Se trata de cursos intermitentes, que sólo en ocasiones llevan el agua de unas intensas

precipitaciones (generalmente otoñales), con consecuencias, muchas veces, catastróficas.

El Ebro es el río de mayor longitud, caudal y regularidad de España, pues recibe aportes hídricos de

sus afluentes pirenaicos e ibéricos. Los ríos catalanes (Ter y Llobregat), con un régimen de

alimentación mixto, pluvionival, son cortos pero relativamente caudalosos. Los levantinos (Turia,

Júcar, Segura), tienen unas cuencas de pequeña o medianas dimensiones y caudales más pobres; los

caracteriza su gran irregularidad interanual e intranual, con peligrosas crecidas otoñales debidas a la

gota fría. Los ríos meridionales (penibéticos), de régimen pluvial mediterráneo subtropical

(Almanzora, Guadalfeo, Guadalhorce), son muy cortos, rápidos e irregulares, de difícil

aprovechamiento y, al igual que los levantinos, con frecuentes crecidas.

II Los ríos y las cuencas hidrográficas

1. Las grandes cuencas hidrográficas

a) El Duero, conforma la cuenca más extensa y caudalosa de la Península, pues drena las tierras de

la Submeseta Norte, recogiendo las aguas de la Cordillera Cantábrica, Ibérica y Central. Nace en los

Picos de Urbión y, tras atravesar las tierras castellanas, se encaja en la comarca de los Arribes del

Duero, salvando el gran desnivel entre las tierras españolas y portuguesas, aprovechado para la

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construcción de grandes centrales hidroeléctricas (Aldeadávila, Saucelle). Sus afluentes de la

margen derecha (Pisuerga y Esla) son más caudalosos que los de la margen izquierda (Duratón,

Adaja, Tormes), y su régimen de alimentación es pluvio-nival, con máximos en marzo-abril.

Perfil longitudinal del Duero

b) El Tajo, en la Submeseta Sur, se enmarca entre el Sistema Central, las estribaciones suroeste del

Sistema Ibérico y los Montes de Toledo. Es el río más largo de la Península, nace en la Sierra de

Albarracín y desemboca en Lisboa, en el Mar da Palha, formando un amplio estuario. Se

aprovecha, como el Duero, para la producción de electricidad (presa de Alcántara), y su régimen de

alimentación es pluvio-nival. Sus principales afluentes (Jarama, Alberche, Tiétar, Alagón),

procedentes del Sistema Central, se encuentran en la margen derecha, siendo los de la izquierda

menos caudalosos.

c) El Guadiana, también en la Submeseta Sur, extiende su cuenca entre los Montes de Toledo y

Sierra Morena. Es un río de caudal pobre (el menos caudaloso de los grandes ríos atlánticos) e

irregular, con acusados estiajes, en el que además, la litología caliza, presente en parte de la cuenca,

favorece la circulación subterránea. Su régimen de alimentación es pluvial y sus afluentes (Jabalón,

Zújar) aportan poco agua al curso principal. Casi todos sus embalses se aprovechan para el regadío.

d) El Guadalquivir discurre por la depresión Bética, recogiendo las aguas de Sierra Morena y las

Subbéticas. Nace en Cazorla, y a partir de Sevilla recorre una llanura casi horizontal hasta su

desembocadura en el Golfo de Cádiz, donde sus aluviones han colmatado una antigua ensenada o

albufera, el Lacus Licustinus, convirtiéndola en una extensa zona de marismas. Su régimen de

alimentación es pluvial subtropical, aunque el de su principal afluente, el Genil, que nace en Sierra

Nevada, tiene influencia nival. Es el único curso navegable de España, entre Sevilla y su

desembocadura.

Perfil longitudinal del Guadalquivir

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e) El Ebro es la excepción a las características hídricas de la vertiente mediterránea. Nace en la

Cordillera Cantábrica, por lo que su cabecera es lluviosa, atraviesa la depresión alpina del Ebro,

donde la aridez se impone en la parte central, y desemboca en el Mediterráneo, tras atravesar la

barrera montañosa Costero-Catalana formando un delta con los materiales que arrastra. En

consecuencia es un río largo, de extensa cuenca y caudal destacado, tanto por su cabecera húmeda

como por el aporte de sus afluentes pirenaicos (Aragón, Gállego, Cinca y Segre). Sus afluentes

ibéricos (Jalón) son de caudal más pobre. El régimen de alimentación es pluvio-nival, con estiajes

cortos y menor irregularidad que el resto de los ríos mediterráneos. Se aprovecha tanto para la

producción de energía hidroeléctrica como para un intenso regadío, habiéndose construido

numerosos embalses para este uso (Mequinenza, Caselles).

2. La red fluvial insular

Baleares y Canarias carecen de auténticos ríos. En Baleares, en la isla de Mallorca, encontramos

cursos intermitentes, los torrents, con unos rasgos similares a las ramblas levantinas, que sólo

llevan agua en los periodos de precipitaciones (fundamentalmente equinocciales), estando durante

gran parte del año sus cauces secos. En el resto de las islas, más llanas, la escorrentía superficial es

mucho menor. En todas ellas la litología caliza favorece la circulación subterránea, por lo que

existen numerosos acuíferos, con una importancia vital desde la antigüedad debido a los escasos

recursos hídricos superficiales.

En Canarias, la aridez de gran parte de las islas, junto al carácter permeable de la litología

volcánica justifica la ausencia de cursos permanentes de agua. La mayor parte de los recursos

hídricos procede de las aguas subterráneas, limitándose la infrecuente escorrentía superficial a la red

de barrancos que encauzan las aguas de las escasas precipitaciones.

3. Lagos y humedales

A) Lagos

En España están catalogados un total de 2.474 lagos. Este dato no implica una gran riqueza lacustre, puesto

que son de escasa dimensión y, en muchos casos, de carácter estacional. Además, su vida suele ser

corta, debido a que acaban colmatándose por los aportes de los ríos y de las tierras de los alrededores y a

prácticas humanas inadecuadas, como la extracción de agua para el regadío, la perforación de pozos en sus

alrededores, el vertido de escombros, o su desecación por considerarlos espacios insalubres. Se pueden

distinguir dos grandes tipos de lagos, endógenos y exógenos:

Los lagos endógenos están originados por fuerzas o fenómenos del interior de la Tierra, como los

tectónicos, que se forman en terrenos hundidos por la acción de pliegues o de fallas, o los volcánicos,

alojados en cráteres apagados de antiguos volcanes (Campo de Calatrava, en Ciudad Real).

Los lagos exógenos están originados por fuerzas externas, como los lagos glaciares, alojados en

cubetas excavadas por el hielo en el circo o en el valle de un glaciar (ibones pirenaicos), o los

cársticos, que tienen su origen en las cubetas creadas por la disolución de la caliza o del yeso

(lagunas de Ruidera, en Castilla-La Mancha). Los lagos arreicos, el tipo de lago exógeno más

extendido en España, son característicos de las regiones semiáridas llanas, en las que las

escasas aguas no tienen fuerza para llegar al mar y se acumulan en zonas deprimidas hasta

que se evaporan. Sus aguas suelen ser salobres y de escasa profundidad, raramente llegan a un

metro (lagunas de La Mancha, Parque Nacional de las Tablas de Daimiel).

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Las aguas y la red hidrográfica

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2. Acuíferos

Los acuíferos son embolsamientos de agua subterránea que se forman cuando las aguas de precipitación

se infiltran, encuentran un estrato impermeable y se acumulan sobre él. Pueden descargar sus

aguas a través de ríos y manantiales o directamente en el mar. Estas aguas presentan algunas ventajas frente

a las superficiales: carecen generalmente de organismos nocivos, y su temperatura y composición

permanecen estables con el paso del tiempo. Sus principales problemas son la sobreexplotación y la creciente

contaminación por la acción humana.

En la actualidad, la Península Ibérica cuenta con más de cuatrocientos acuíferos. Se encuentran

principalmente en las depresiones terciarias, en las proximidades de los ríos (terrazas, riberas, llanuras

fluviales) y en las cabeceras montañosas húmedas de los principales ríos. En Baleares y Canarias la mayor

parte de los recursos hídricos procede de los acuíferos.

Corte esquemático de un acuífero

III Los regímenes fluviales

1. Factores del régimen fluvial

La circulación del agua dentro de una cuenca fluvial depende de toda una serie de factores que

actúan de manera combinada y compleja. Los más importantes son los siguientes:

a) Factores climáticos: son las precipitaciones y las temperaturas. De las precipitaciones depende

la cantidad de agua que recibe el sistema. Las temperaturas elevadas favorecen la evaporación,

mientras que las demasiado bajas inmovilizan el agua como hielo o nieve.

b) Tamaño y forma de la cuenca: las cuencas extensas generarán una red hidrográfica amplia, con

lo que los ríos deben tener un mayor caudal.

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c) La litología: un roquedo impermeable propicia que toda el agua discurra hacia los afluentes; por

el contrario, las rocas permeables filtran el agua, que llena los acuíferos, y favorecen la circulación

de aguas subterráneas.

d) Las pendientes del relieve de la cuenca fluvial influyen en la velocidad de circulación de las

aguas y en los procesos erosivos. Cuando las pendientes son pronunciadas se acelera el

deslizamiento de las aguas, y si resultan menos marcadas, facilitan las pérdidas de agua por

evaporación. Asimismo, el carácter torrencial de los ríos se relaciona con la pendiente.

e) La vegetación: la vegetación densa absorbe parte de la precipitación y detiene la circulación de

agua, mientras que los suelos pobres de vegetación lo aceleran.

f) La acción humana: los distintos usos del suelo tienen gran importancia en la erosión y

circulación de agua en el sistema hidrográfico. La erosión y producción de sedimentos en las tierras

cultivadas es diez veces mayor que en las tierras de pastos y casi mil veces mayor que en una

plantación de pinos. Las zonas reforestadas también hacen disminuir la producción de sedimentos.

De igual modo, la destrucción de la cubierta vegetal, como sucede con los incendios, puede

provocar una rápida erosión y un mayor arroyamiento.

2. Elementos del régimen fluvial

El régimen fluvial define la evolución del caudal de una corriente a lo largo del año. Para poder

analizar esta evolución o las características de cualquier régimen fluvial utilizamos unos elementos,

que son todos aquellos aspectos cuantificables con los que podemos valorar la cantidad de agua que

fluye por un río:

a) El caudal es el elemento más destacado. Define el volumen de agua que lleva un río por segundo

en un lugar determinado (la estación de medición o de aforo), y se expresa en m3/s. Este valor varía

continuamente, por lo que suelen emplearse otros parámetros, como son el caudal medio diario,

mensual y anual. El módulo o abundancia media es el caudal medio anual calculado sobre un

periodo estimado de 30 años. La aportación es la cantidad total de agua que drena anualmente una

cuenca. El caudal específico o relativo relaciona el caudal con la superficie de la cuenca, expresado

en l/s/km2, lo que permite comparar cuencas de tamaños muy diferentes.

En la Península los caudales máximos generalmente están ligados a las grandes cuencas fluviales,

aunque indudablemente el factor climático afecta directamente al caudal de los ríos, en una

tendencia clara Norte-Sur. El río más caudaloso es el Duero, seguido del Ebro y el Tajo. En

contraste, los caudales relativos más altos se asocian a los ríos pirenaicos y cantábricos, de cuencas

más reducidas.

b) La irregularidad: la irregularidad define las variaciones de caudal de un río a lo largo del año o

entre distintos años, y está directamente relacionado con el régimen de precipitaciones. La

irregularidad interanual permite calcular el coeficiente de irregularidad, variaciones que se

producen durante un largo periodo de tiempo, de veinte a treinta años. En España los ríos más

regulares son los cantábricos, siendo los mediterráneos los más irregulares.

c) Las variaciones estacionales, o irregularidad interanual, permiten conocer la distribución del

caudal a lo largo de los meses del año y reconocer los periodos de aguas altas y de aguas bajas

relacionados con el régimen y tipo de precipitaciones.

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d) Las crecidas y estiajes responden a los momentos puntuales de caudales máximos y mínimos

absolutos. Una crecida o avenida define un momento de máximo caudal, un aumento brusco en un

plazo corto de tiempo que suele deberse a lluvias intensas que en ocasiones se acompañan de

efectos catastróficos. El estiaje define el fenómeno contrario, un momento de restricción o mínimo

caudal. Ambos fenómenos son característicos de los ríos españoles y sobre todo de las cuencas

fluviales del área mediterránea. En los ríos de la vertiente cantábrica ni crecidas ni estiajes llegan a

ser muy pronunciados, ya que el régimen de precipitaciones es regular. En los grandes ríos

atlánticos sí se producen crecidas importantes, pero no llegan a ser tan llamativas ni a causar los

efectos que acompañan a algunos ríos mediterráneos.

3. Regímenes fluviales

Los regímenes fluviales dependen básicamente del factor climático, de la cuantía y tipo de las

precipitaciones que alimentan a nuestros ríos. Desde este punto de vista distinguimos los ríos de

alimentación pluvial, nival y mixto (nivo-pluvial o pluvio-nival).

a) El régimen pluvial, el más extendido en España, está condicionado directamente por las

precipitaciones en forma de lluvia, diferenciándose a la vez varios subtipos en función del régimen

de precipitaciones:

El régimen pluvial oceánico es característico de los ríos del Norte peninsular de clima

atlántico, área de precipitaciones elevadas y regulares y una evaporación relativamente baja.

Presenta un máximo invernal y un mínimo poco pronunciado durante el verano. Ríos como

el Tambre y el Ulla responden a este régimen.

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El régimen pluvial mediterráneo, en un contexto climático de precipitaciones irregulares,

con una pronunciada sequía estival y frecuentes lluvias de carácter torrencial, presenta un

acusado estiaje veraniego, aguas máximas equinocciales y una importante evaporación a lo

largo del año. Dentro de él podemos diferenciar varios subtipos:

- Pluvial mediterráneo levantino, característico del litoral, (Mijares, Palancia), con

frecuentes crecidas y un pico máximo en otoño.

- Pluvial mediterráneo subtropical, en el interior continentalizado (Zújar, Jándula),

con un estiaje muy pronunciado, que en los ríos de la vertiente sur (Guadalfeo,

Guadalhorce) puede alargarse a más de medio año, y máximos en primavera.

b) Los ríos de régimen nival son más escasos. Este régimen es propio de los ríos de alta montaña,

por encima de los 2.500 m de altitud, donde la precipitación en forma de nieve se acumula durante

el invierno para alimentar a los ríos en el deshielo, por lo que su caudal máximo aparece en

primavera. En España el régimen nival se limita a los ríos pirenaicos de alta montaña, como el

Caldarés, subafluente del Gállego.

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c) Los ríos de régimen mixto, nivo-pluvial o pluvionival.

En el régimen nivo-pluvial domina la alimentación nival sobre la pluvial. Presenta aguas

altas al final de la primavera, coincidiendo con el deshielo. En España es propio de algunos

ríos pirenaicos como el Gállego y el Cinca, también de los cursos altos de los ríos

cantábricos de y algunos del Sistema Central.

En el régimen pluvio-nival la alimentación pluvial domina sobre la nival, con máximos a

comienzos de la primavera (cuando se suma al agua de lluvia el agua de fusión de las

nieves) y un claro estiaje durante el verano. Este régimen caracteriza algunas zonas de

cabecera de los grandes ríos peninsulares, como el Duero y el Tajo en la vertiente atlántica o

el Llobregat de la mediterránea.

Estos regímenes sencillos son propios de ríos de cuencas reducidas con unas condiciones uniformes.

Por el contrario, los grandes ríos españoles se definen por tener unos regímenes fluviales complejos,

en los que se combinan distintos tipos de alimentación, ya que en sus extensas cuencas van

cambiando las condiciones físicas y además reciben el aporte de sus afluentes, lo que conduce a un

cambio y diversidad en el tipo y modelo de regímenes fluviales a lo largo de su recorrido.

IV Uso y aprovechamiento de las aguas

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Las aguas y la red hidrográfica

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El consumo de agua en España se ha incrementado considerablemente en el último medio siglo

debido al aumento del nivel de vida y al desarrollo industrial y urbano, causa del incremento del

número de hectáreas dedicadas a cultivos regados, el desarrollo de áreas turísticas, la expansión de

segundas residencias, el aumento del consumo de agua para parques y jardines o del uso doméstico.

En algunos casos se toma el agua en unos lugares del medio natural y se consume en otros sitios,

como en los usos urbanos y agrarios. En otros se utiliza en su mismo medio natural, como en la

producción de energía hidroeléctrica, o en su utilización recreativo-paisajística.

Entre los principales problemas del agua en España destacan el consumo excesivo, la creciente

demanda, su mal uso, la contaminación…, que ponen de manifiesto la fragilidad del modelo

tradicional del uso y gestión del agua, provocando tensiones sociales, territoriales y políticas. La

pérdida de calidad del agua se debe a la sobreexplotación de acuíferos, vertidos urbanos e

industriales, abonado…, que han provocado la contaminación, o una salinización de las aguas

subterráneas que puede llegar a ser irreversible. El excesivo consumo se debe al uso de técnicas

tradicionales de riego, a las pérdidas de las conducciones, y al derroche que realizamos en su uso

doméstico. Se hace necesario racionalizar el uso del agua, utilizando técnicas de menor gasto y

sembrando cultivos que necesiten menos cantidad.

La Ley de Aguas, de 1985, consagra del carácter público de los recursos hídricos a través de la

mención explícita de que todas las aguas continentales pertenecen al dominio público, ya sean

superficiales o subterráneas. La ley garantiza el derecho a que todos puedan usar las aguas

superficiales mientras discurren por sus cauces naturales para beber, bañarse y otros usos

domésticos, o para abrevar el ganado. Estos usos comunes se complementan con los usos

privativos, que están sujetos a concesión administrativa. Cuando el destino de las aguas sea el riego,

el titular de la concesión deberá serlo también de las tierras a la que el agua vaya destinada. Según

nuestra normativa, por consiguiente, los usuarios sólo aprovechan el agua, pero no son sus dueños.

Su utilización no es ilimitada, y el poder público se reserva el derecho de revocar la concesión si se

producen perjuicios a terceros.

1. Usos del agua

La demanda de agua en España se distribuye entre los siguientes usos:

a) Abastecimientos urbanos e industriales: en España se consume por encima de 120

litros/habitante/día (según la OMC, la cantidad de agua potable necesaria para uso doméstico es de

50 litros diarios por persona). Se trata de un consumo elevado aunque con tendencia a la baja,

debido a la creciente eficiencia de la red de distribución y la mayor concienciación de la población

sobre la necesidad de hacer un uso racional de un recurso que en nuestro país es escaso.

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b) Usos agrarios: por razones climáticas, el mayor usuario del agua en nuestro país, es el sector

agrario (75% del total), y gran parte de las obras hidráulicas realizadas en España (pantanos,

canales, trasvases…) han sido para aumentar la superficie de regadío. El agua que se usa para riegos

procede en parte de las aguas residuales, después de ser tratadas. Sin embargo, no puede ocultarse el

uso poco racional del agua que aún se produce en el agro español, por el empleo de técnicas muy

ineficientes, como el riego por gravedad, que aún supone el 35% del total.

c) Usos industriales: el agua es utilizada por la industria para limpiar, calentar o enfriar. También

puede ser una materia prima, o una parte constitutiva del propio producto. Además, el agua se

emplea en el proceso de producción de energía eléctrica, en estado líquido en las centrales

hidroeléctricas, o convertida en vapor en las centrales térmicas (convencionales o nucleares), donde

también se utiliza como refrigerante.

d) Uso ambiental y recreativo: ríos, embalses y lagunas ofrecen posibilidades variadas, aunque su

abuso puede provocar consecuencias nefastas para el resto de las utilidades del agua.

Estructura de una central hidroeléctrica

2. Obras Públicas

a) Presas y trasvases

España tiene gran cantidad de embalses, construidos habitualmente en el curso alto de los ríos, pues

esta ubicación permite aprovechar las pendientes para los saltos de producción de energía eléctrica

y amortiguar las crecidas, al regular los afluentes de cabecera. Las presas son más pequeñas en el

Norte, pues el clima oceánico permite disponer de agua todo el año. Las cuencas del Duero, Tajo y

Ebro proporcionan recursos abundantes que sobrepasan la demanda. En cambio, en la España

mediterránea, la irregular pluviosidad dificulta el llenado de las presas. Éstas retienen el agua de los

años lluviosos, que está disponible para los periodos de sequía.

La ampliación de la agricultura de regadío ha sido a lo largo del siglo XX el motor de la

construcción de embalses. Aunque la IIª República, con el Ier

Plan Nacional de Obras Hidráulicas

(1933), se planteó como una prioridad la extensión de la superficie de regadío dentro de su proyecto

de Reforma Agraria, hubo que esperar a los años 50 y 60 para asistir a una ampliación sin

precedentes de la superficie regada en nuestro país. La superficie regada totaliza en España casi la

quinta parte de la superficie agraria útil. Pese a esa reducida dimensión relativa, la intensidad

productiva de las tierras regadas y la importancia de los capitales en ellas invertidos, explican que

algo más del 35 % del Producto Bruto Agrícola se obtenga de dichas tierras.

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La irregular distribución del agua fue también el motivo la construcción de trasvases. Una de las

grandes obras hidráulicas del siglo XX es sin duda el Trasvase Tajo/Segura. Aprobado en 1933, es

durante la dictadura del general Franco cuando se llevó a cabo dicho proyecto, siendo inaugurado

en 1979. Con una longitud de 286 km, conduce las aguas desde la cuenca del Tajo a la del

Guadiana. Sus aportes hídricos han beneficiado a los regadíos murcianos, altamente productivos,

pero la transferencia de agua de una cuenca a otra, y de unas comunidades autónomas a otras, se ha

demostrado muy polémica. Para sus detractores, además de basarse en la falsa premisa de que hay

cuencas “excedentarias”, contribuye a agudizar los problemas en lugar de solucionarlos, pues ha

fomentado un consumo superior a los recursos hídricos disponibles.

Recorrido y vista aérea del Trasvase Tajo-Segura

b) Depuradoras y potabilizadoras

Son infraestructuras destinadas a mejorar la calidad del agua. Las potabilizadoras son plantas para

tratar el agua que se va a beber. En ellas se eliminan los residuos sólidos, mediante sucesivas fases

de filtración/decantación, y se desinfecta mediante la cloración. Las depuradoras tratan las aguas

residuales para que no contaminen, eliminando los residuos sólidos por decantación y

sometiéndolas a un tratamiento biológico con el que una serie de microorganismos degradan la

materia orgánica. Pueden ser urbanas, para las aguas provenientes de uso doméstico, o industriales,

para las provenientes de industrias. Las aguas así tratadas pueden ser vertidas al medio natural o

utilizadas para riego, mientras los fangos resultantes del proceso son a su vez tratados antes de ser

conducidos a un vertedero.

c) Desaladoras

La desalación consiste en separar la sal del agua, obteniendo así un agua de la calidad necesaria

para el uso (industrial, agrícola, consumo humano) que se vaya a dar. La desalación se puede

realizar mediante diferentes métodos, siendo el de ósmosis inversa el más utilizado. Consiste en

bombear agua a alta presión y hacerla pasar por unas membranas casi impermeables que separan el

agua y la sal. El alto coste de las desaladoras y el elevado consumo eléctrico del proceso hace que

sólo sean utilizadas en lugares con déficits hídricos muy acusados (Canarias, Cabo de Gata). En

España la primera desaladora se construyó en Lanzarote (1964). En la actualidad, es el quinto país

en número de desaladoras del mundo, contando con más de 700 plantas (si bien muchas son de

reducido tamaño), tanto de agua salobre como de mar.