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1 UN METODO PARA LA NUEVA EVANGELIZACION INTRODUCCION 1 En el marco de la NUEVA EVANGELIZACIÓN, se requiere una sencilla reflexión acerca del cómo realizarla y lograr sus objetivos. Esto nos lleva a pensar en el método de la misma. A la vez, es necesario hacerlo desde la perspectiva propia del sujeto de la Nueva Evangelización: el Espíritu, quien inspira, la Iglesia, servidora en la Misión. San Juan Pablo II, al referirse a la Nueva Evangelización hablaba de “nuevos métodos y expresiones”. Por tanto, no se cierra nunca la posibilidad de variadas formas de pensarla, actuarla y ponerla en práctica. Una es la razón: no se puede encerrar la iniciativa y la creatividad que el mismo Espíritu coloca en las mentes de los creyentes. Sin embargo, queremos presentar en las páginas que siguen a continuación una propuesta desde un método muy empleado en la Iglesia: el de la REVISION DE VIDA. Es el método del VER-JUZGAR-ACTUAR. Queremos presentarlo, alimentado por las razones que le originaron y con la metodología propuesta desde entonces. Pero, tratando de enriquecerlo con algunas propuestas presentadas por Francisco, a quien solemos reconocer como el Papa de la Nueva Evangelización. No nos cerramos ni nos oponemos a otras formas metodológicas. Sencillamente queremos profundizar en la rica herencia recibida hace casi 100 años. Ella ha ejercido una notable influencia en los diversos ámbitos del quehacer teológico y del acontecer pastoral de nuestras Iglesias en todo el mundo y, particularmente, en América. En primer lugar repasaremos el significado de NUEVA EVANGELIZACION para luego hacerlo con el significado y propuestas de la REVISION DE VIDA. Seguiremos la invitación presentada por Juan XXIII de ver cómo ese método nos ayuda a “leer los signos de los tiempos”. A partir de esto, queremos presentar el nuevo movimiento del cual nos habla el Papa Francisco en EVANGELII GAUDIUM: “PRIMEREAR”-INVOLUCRARNOS- ACOMPAÑAR-FRUCTIFICAR-FESTEJAR. Este movimiento nos permitirá enmarcar en los tiempos modernos y actuales el método del Ver-Juzgar-Actuar. Este movimiento, nos indica el Santo Padre, se realiza en unos ámbitos concretos: el tiempo-la realidad-la unidad-el todo (que generan principios propios de 1 Este es un aporte para la SEMANA DE TEOLOGIA, promovida por la UNIVERSIDAD CATOLICA DEL TACHIRA, mayo 2016.

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UN METODO PARA LA NUEVA

EVANGELIZACION

INTRODUCCION1

En el marco de la NUEVA EVANGELIZACIÓN, se requiere una sencilla reflexión acerca del cómo realizarla y lograr sus objetivos. Esto nos lleva a pensar en el método de la misma. A la vez, es necesario hacerlo desde la perspectiva propia del sujeto de la Nueva Evangelización: el Espíritu, quien inspira, la Iglesia, servidora en la Misión. San Juan Pablo II, al referirse a la Nueva Evangelización hablaba de “nuevos métodos y expresiones”. Por tanto, no se cierra nunca la posibilidad de variadas formas de pensarla, actuarla y ponerla en práctica. Una es la razón: no se puede encerrar la iniciativa y la creatividad que el mismo Espíritu coloca en las mentes de los creyentes. Sin embargo, queremos presentar en las páginas que siguen a continuación una propuesta desde un método muy empleado en la Iglesia: el de la REVISION DE VIDA. Es el método del VER-JUZGAR-ACTUAR. Queremos presentarlo, alimentado por las razones que le originaron y con la metodología propuesta desde entonces. Pero, tratando de enriquecerlo con algunas propuestas presentadas por Francisco, a quien solemos reconocer como el Papa de la Nueva Evangelización. No nos cerramos ni nos oponemos a otras formas metodológicas. Sencillamente queremos profundizar en la rica herencia recibida hace casi 100 años. Ella ha ejercido una notable influencia en los diversos ámbitos del quehacer teológico y del acontecer pastoral de nuestras Iglesias en todo el mundo y, particularmente, en América. En primer lugar repasaremos el significado de NUEVA EVANGELIZACION para luego hacerlo con el significado y propuestas de la REVISION DE VIDA. Seguiremos la invitación presentada por Juan XXIII de ver cómo ese método nos ayuda a “leer los signos de los tiempos”. A partir de esto, queremos presentar el nuevo movimiento del cual nos habla el Papa Francisco en EVANGELII GAUDIUM: “PRIMEREAR”-INVOLUCRARNOS-ACOMPAÑAR-FRUCTIFICAR-FESTEJAR. Este movimiento nos permitirá enmarcar en los tiempos modernos y actuales el método del Ver-Juzgar-Actuar. Este movimiento, nos indica el Santo Padre, se realiza en unos ámbitos concretos: el tiempo-la realidad-la unidad-el todo (que generan principios propios de

1 Este es un aporte para la SEMANA DE TEOLOGIA, promovida por la UNIVERSIDAD CATOLICA DEL TACHIRA, mayo 2016.

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acción). Por supuesto deberemos ver los sujetos, que se deben tener en cuenta en la aplicación de este método a la Nueva Evangelización. Se trata de una propuesta, de un ensayo. Esperamos que el lector atento pueda enriquecerla y mejorarla con sus reflexiones.

LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

La evangelización es la tarea y misión esencial de la Iglesia. La Iglesia dejaría de serlo si no evangelizara. A lo largo de la historia, ella ha venido cumpliendo esa tarea. Para ello, con el dinamismo de la encarnación de Jesús, se inserta en la historia de la humanidad y en cada uno de los pueblos para anunciar así el Evangelio del Señor. La Iglesia, pues, vive para evangelizar. A lo largo de la historia, con diversos métodos y formas de acción, la misma Iglesia ha ido adaptándose para rendir al ciento por uno en esa misión. Lo hace, ciertamente, con la luz del Espíritu Santo, quien es el protagonista principal de la Misión. En los tiempos recientes, se habla de una NUEVA EVANGELIZACIÓN. Esto no significa que haya un cambio esencial en la misión y en el contenido de la misma. San Juan Pablo II le da las características a esa Nueva Evangelización cuando afirmó que se trataba de “nueva en métodos, nueva en expresiones y nueva en ardor”. Sin embargo, podemos ver cómo el concepto de NUEVA EVANGELIZACIÓN se fue preparando en los últimos tiempos.

Lo verdaderamente nuevo no es el hecho de la evangelización que, como ya hemos dicho, la Iglesia lleva a cabo desde el día mismo de Pentecostés, en que algunos de los que estaban presentes pensaron que los Apóstoles estaban borrachos y se fueron, mientras que otros, a los que Pedro les anuncia la resurrección de Cristo, asombrados por lo que están viendo y escuchando, “con el corazón compungido” le preguntaron “Hermano, que tenemos que hacer”, y Pedro contesta: “arrepiéntanse de los pecados, bautícense y recibirán al Espíritu Santo” (Hech. 2, 13-42). Lo verdaderamente nuevo es la situación del mundo, después de la Segunda Guerra Mundial, donde los cinco grandes se lo reparten según los criterios ideológicos con que participaron en la guerra, al fin de la cual derrotaron al modelo del nacional socialismo. La Europa Oriental y China continental quedaron bajo la férula del marxismo ruso, y la Europa Occidental con el Japón incluido, bajo el poder de la plutocracia anglo-americana.2

A partir de este terrible acontecimiento, comenzó una nueva etapa, la cual hubo de enfrentar la Iglesia: el secularismo, la descristianización y el relativismo ético. Desafían la misión evangelizadora de la Iglesia y va obligando a pensar en una NUEVA EVANGELIZACION. La situación de la Iglesia es delicada, pues debe responder a nuevos desafíos con una manera propia de ver las cosas y de

2 A. FOSBERY, op., Fasta y la Nueva Evangelización, Buenos Aires, 2013, p. 4.

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presentarse en el mundo. La rigidez, vivida durante muchos siglos, luego del Concilio de Trento, impedía una acción misionera que atendiera los nuevos retos. No resulta tan fácil dar las respuestas ante el proceso de secularización. La Iglesia no se había preparado tanto para esto, lo cual resultaba novedoso. Desde Francia se empieza a sentir la apertura hacia un proceso de renovación de la acción pastoral de la Iglesia y, por tanto, de su misma teología. En este movimiento van a influir el Cardenal Newman y la escuela de Oxford, sobre todo con sus propuestas de carácter eclesiológico. Chenu, Congar, De Lubac, entre otros, son nombres de teólogos que dieron un impulso a esta nueva manera de hacer teología y pastoral. Se centraban en el diálogo con la historia.

En estos intentos de renovación católica están presentes, con sus aportes y confusiones, los problemas que la Iglesia tendrá que asumir y clarificar para poder convocar, oportunamente, a una propuesta de nueva evangelización en la sociedad actual.3

Pío XII, sobre todo luego de la II Guerra Mundial irá dando los pasos para la renovación de la Iglesia. Mantiene y sostiene la continuidad del Magisterio Pontificio, pero ya comienza a tocar los temas que reclaman los intentos de renovación eclesial y pastoral en la Iglesia.4 Un ejemplo claro lo vemos en su eclesiología, cuando comienza a hablar de la Iglesia como “pueblo de Dios” (cf. MYSTICI CORPORIS en 1943). Su sucesor, Juan XXIII va a dar un paso importante, casi como un salto cualitativo. Papa considerado como de “transición” abrió las puertas y las ventanas de la Iglesia a fin de que penetrara “la frescura del Espíritu”. Tuvo la osadía de convocar el CONCILIO ECUMENICO VATICANO II. Así se lanzó en la aventura de hacer presente a la Iglesia como servidora de la humanidad y en diálogo con el mundo actual. Va a invitar a “leer los signos de los tiempos” con los ojos de la fe y la luz del Espíritu Santo y va a convocar a toda la Iglesia a una tarea muy importante: enfrentar los desafíos de los tiempos modernos para la evangelización. Podemos decir que Juan XXIII dio los pasos iniciales para la entrada en la Iglesia de la Nueva Evangelización. Pablo VI continuará el Concilio hasta llevarlo a término: será el hombre del Concilio, ciertamente. Diez años después, luego del Sínodo de Obispos sobre la Evangelización, el Papa da a conocer su Exhortación post-sinodal: EVANGELII NUNTIANDI. Obra maestra que ilumina los caminos de la evangelización en los momentos actuales. En su discurso final en la Asamblea del Sínodo sobre la Evangelización, Pablo VI dice lo siguiente: “impulso nuevo, capaz de crear tiempos nuevos de evangelización en una Iglesia todavía más arraigada en la fuerza y el poder de Pentecostés”. En cierto modo se está adelantando a lo que años más tarde San Juan Pablo II denominará la NUEVA EVANGELIZACION. El Papa lo plantea de manera clara y directa:

3 Ibidem, p. 11. 4 Cf. Ibidem p. 15.

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"Las condiciones de la sociedad —decíamos al Sacro Colegio Cardenalicio del 22 de junio de 1973— nos obligan, por tanto, a revisar métodos, a buscar por todos los medios el modo de llevar al hombre moderno el mensaje cristiano, en el cual únicamente podrá hallar la respuesta a sus interrogantes y la fuerza para su empeño de solidaridad humana". Y añadíamos que, para dar una respuesta válida a las exigencias del Concilio que nos están acuciando, necesitamos absolutamente ponernos en contacto con el patrimonio de fe que la Iglesia tiene el deber de preservar en toda su pureza, y a la vez el deber de presentarlo a los hombres de nuestro tiempo, con los medios a nuestro alcance, de una manera comprensible y persuasiva. (E.N.3).

Juan Pablo II ya habla directamente de NUEVA EVANGELIZACION. Cuando se dirige a los Obispos de América Latina, les dice que se requiere una Nueva Evangelización: “nueva en métodos, en expresiones y en ardor”. No será la única vez que el Papa lo diga. En muchísimas ocasiones y a todos los episcopados del mundo les comienza a mentalizar sobre la urgencia de la Nueva Evangelización:

El Papa intentará, a la vez, poner a toda la Iglesia en dirección a la “nueva evangelización”. Con la autoridad que le otorga el ser Vicario de Cristo, introduce la fórmula “nueva evangelización” acerca de la cual hace referencia más de 300 veces. Con esta expresión, a modo de “intuición profética”, muestra el camino que la Iglesia debe recorrer con su múltiples formas de pastoral5.

Benedicto XVI va a dar algunos pasos concretos. Entre ellos la Creación del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización6: “He decidido crear un nuevo organismo, en forma de Consejo Pontificio, con la tarea de promover una renovada evangelización en los países donde ya resonó el primer anuncio de la fe y están presentes Iglesias de antigua fundación, pero que están viviendo una secularización progresiva de la sociedad y una especie de “eclipse de Dios”, que constituyen un reto para encontrar los medios adecuados con la finalidad de volver a proponer la verdad perenne del evangelio de Cristo”. Como se ve en el texto, uno de los mayores intereses del Papa es la atención a las comunidades donde resonó el primer anuncio del evangelio y que están atravesando por situaciones que él identifica como “eclipse de Dios”7. Siendo aún Cardenal, Benedicto XVI también

5 Ibidem, p. 31. El beato Juan Pablo II reta, de modo especial a las Iglesias de Latinoamérica a renovarse, conservando el “depósito de la fe”, haciendo patente la misión apostólica y pastoral de la Iglesia, conforme a los postulados de una “nueva evangelización”, nueva en su ardor, en sus métodos y a sus expresiones. Ibidem p. 33. 6 BENEDICTO XVI, Carta Apostólica “Ubicumque et semper” (21-IX-2010). 7 La fundación del Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización es, sin lugar a dudas,

el modo de responder al beato Juan XXIII cuando convocó al Concilio Vaticano II para lograr instaurar una nueva relación Iglesia-Mundo. En la Carta de Benedicto XVI, esta nueva relación se debe dar por medio de una adecuada laicidad que respete el orden natural y las ordenaciones propias del orden temporal; afirma el sentido sacral-creacional del cosmos; genera una conciencia religiosa para percibir la presencia de la historia de la salvación en medio de la historia que construye el hombre y que evita toda forma de clericalismo en el servicio, orientación y desarrollo de los cuerpos intermedios de la sociedad. La laicidad al afirmarse, rechaza tanto al “clericalismo” que busca subordinar lo social y lo político a lo religioso y al

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nos presentó algunas ideas sobre la Nueva Evangelización. Ante la tarea permanente de la Evangelización, se requiere abrirse a las culturas y a los tiempos con sus exigencias. Aquí surge la necesidad de plantearla como NUEVA: Esta debe ser capaz de hacerse escuchar y aceptar por un mundo alejado, que ha sido vencido por la secularización y que haga posible el diálogo Iglesia – mundo. Con la llegada de Francisco, la Nueva Evangelización adquiere un mayor impulso: su estilo y sus enseñanzas nos van dando los lineamientos de la misma. Así nos lo deja ver en EVANGELII GAUDIUM 11:

Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado. Él hace a sus fieles siempre nuevos; aunque sean ancianos, «les renovará el vigor, subirán con alas como de águila, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse» (Is 40,31). Cristo es el «Evangelio eterno» (Ap 14,6), y es «el mismo ayer y hoy y para siempre» (Hb 13,8), pero su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad. La Iglesia no deja de asombrarse por «la profundidad de la riqueza, de la sabiduría y del conocimiento de Dios» (Rm 11,33). Decía san Juan de la Cruz: «Esta espesura de sabiduría y ciencia de Dios es tan profunda e inmensa, que, aunque más el alma sepa de ella, siempre puede entrar más adentro»]. O bien, como afirmaba san Ireneo: «[Cristo], en su venida, ha traído consigo toda novedad». Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva».

La Evangelización no puede prescindir nunca de Jesucristo. En Él todo se renueva. Aunque pasen los tiempos, la Evangelización será nueva porque nuevos son el tesoro y la fuente: el Evangelio de Jesús. (cf. E.G. 12.)8.

“laicismo” que niega la presencia de lo religioso en el orden temporal. En la “nueva evangelización” la laicidad será el modo adecuado como se deben relacionar, el trono y el altar, complementándose para que tanto el Estado como la Iglesia se orienten al bien común de la sociedad FOSBERY, op.cit, pp.34-35

8 Tampoco deberíamos entender la novedad de esta misión como un desarraigo, como un olvido de la historia viva que nos acoge y nos lanza hacia adelante. La memoria es una dimensión de nuestra fe que podríamos llamar «deuteronómica», en analogía con la memoria de Israel. Jesús nos deja la Eucaristía como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua (cf. Lc 22,19). La alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que necesitamos pedir. Los Apóstoles jamás olvidaron el momento en que Jesús les tocó el corazón: «Era alrededor de las cuatro de la tarde» (Jn 1,39). Junto con Jesús, la memoria nos hace presente «una verdadera nube de testigos» (Hb 12,1). Entre ellos, se destacan algunas personas que incidieron de manera especial para hacer brotar nuestro gozo creyente: «Acordaos de aquellos dirigentes que os anunciaron la Palabra de Dios» (Hb 13,7). A veces se trata de personas sencillas y cercanas que nos

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Francisco va a pedir que la Iglesia siempre esté en salida: que vaya a todos, en especial a las periferias humanas. Allí se encontrará con los alejados y los no creyentes y también con los seguidores de Jesús. Lo debe hacer con una conciencia de discipulado y de misión. Iglesia en salida, la denomina él. Y nos recuerda a todos los creyentes y seguidores de Jesús que somos “discípulos y misioneros”. La Nueva Evangelización, además, tienen que ver con la edificación de la civilización del amor: anticipo del reino de Dios y anuncio testimonial de la aceptación de la liberación del Señor Jesús. Para la realización y puesta en marcha de la Nueva Evangelización, con sus métodos, entusiasmo, ardor y expresiones, es necesario plantearse un itinerario. Como lo indicó Juan Pablo II nuevos métodos van apareciendo en el horizonte. Todo dentro del marco de una decision y entusiasmo que permita la realización del acontecer evangelizador (parrêsía). No faltan las propuestas de métodos, los ejercicios de planificación, las invitaciones a las acciones misioneras. Por eso, a continuación quisiéramos dar un paso de acuerdo a lo que nos planteamos en la propuesta que le presentamos al lector. Veremos “un” método. Este ha sido asumido desde hace años y suele ser el empleado en muchas acciones eclesiales. Quisiéramos verlo bien enmarcado (desde lo que le originó) y como un camino para asumir con alegría el desafía de la Nueva Evangelización. Para ello, también nos valdremos de algunas indicaciones del Papa Francisco: éstas mismas nos permitirá darle una concreción y nos ayudarán a asumirlo desde el horizonte y dinamismo de la “encarnación”. Se trata del método del VER-JUZGAR-ACTUAR, pero mejor visto desde lo que le originó: la REVISION DE VIDA.

LA REVISION DE VIDA:VER-JUZGAR-ACTUAR

No es extraño comprobar cómo en una inmensa de documentos de carácter teológico-pastoral se emplea el método VER-JUZGAR-ACTUAR. Sobre todo en América Latina, esta propuesta ha sido acogida y asumida de manera muy especial. Nace, como lo veremos, de una experiencia muy original denominada “REVISION DE VIDA”. Ha sido muy beneficiosa, sobre todo para la motivación a participar en el diseño de los planes pastorales y compromisos evangelizadores. Sin embargo, hemos de reconocer que no es el único método de aproximación a la realidad o a la lectura de los signos de los tiempos. Nunca se debe absolutizar un método… precisamente porque se trata de un “método”; es decir, una forma

iniciaron en la vida de la fe: «Tengo presente la sinceridad de tu fe, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice» (2 Tm1,5). El creyente es fundamentalmente «memorioso». (E.G., 13)

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de emprender un camino. Pero, aún así, es necesario reconocer el impacto positivo de su empleo en nuestras comunidades. Una dificultad concreta que nos encontramos en cuanto al método VER-JUZGAR-ACTUAR es la siguiente: se ha vaciado de su contenido original. Entonces resulta ser un ejercicio más bien hecho desde fuera y sin una vinculación directa con lo que se ve, se juzga y desde donde emanan compromisos. Nos explicamos. Quien lo propone, en no pocas ocasiones, trata de ver la realidad desde fuera, sin estar tan involucrado en ella. Es fácil ver el entorno y no verse dentro de ese entorno. Es un defecto producido por la necesidad de buscar diagnósticos a como dé lugar. No se falla en la exposición de la realidad, pero se le suele “ver” más desde fuera como si se tratara de algo que no es propio… y en el caso de que lo sea, como algo que puede pasar o que vemos con ojos más científicos o sociológicos o… que con los ojos de la propia experiencia o de la fe. Esto provoca otra característica que no es la mejor. El JUZGAR (iluminación doctrinal, teológica) puede resultar más bien un ejercicio hecho también desde fuera. Entonces se corre el peligro de hacer reflexiones buenas, hermosas y ciertas, pero más como para decir que se sabe teología o que hay todo un acervo doctrinal sobre la temática o problemática que se está viendo. Así, más bien encontramos referencias que son necesarias y buenas… pero no desde el compromiso propio de quien estaría “viendo” desde su participación y pertenencia a la realidad “vista”. No se trataría de una reflexión iluminadora tanto para la realidad como para el sujeto que está “viendo”. En este mismo orden de ideas, el “actuar” sería constituido por una serie de propuestas que apuntan a compromisos que habría que hacer para enfrentar la realidad “vista”. También se corre el peligro de poder proponer una serie de compromisos previamente diseñados o pensados y que se enmarcarían en la reflexión anterior (Ver-Juzgar); más aún, existe otro riesgo: el armar todo el andamiaje anterior para justificar o enfatizar y asumir propuestas pastorales, que si bien son importantes y hasta necesarias muchas veces no responden como fruto del auténtico “ver-juzgar”. Es un riesgo. Es un camino fácil. Quizás hasta estamos acostumbrados a ello. Es la actitud más cómoda y fácil: ver siempre desde fuera, sin vernos nosotros inmersos en la realidad. Se trataría de “leer los signos de los tiempos” como si fueran simples noticias de un diario o de una revista semanal. Por eso, es bueno recordar los orígenes de este método, en la propuesta de la REVISION DE VIDA. En 1925, JOSEPH CARDIJN funda la JUVENTUD OBRERA CATOLICA y con ella el método de la Revisión de vida. La JOC nace en un contexto muy especial debido al alejamiento de las grandes masas obreras de la Iglesia, ante lo cual había que dar una respuesta de carácter evangelizador. Es una nueva forma de ejercer el apostolado, con lo cual se rompe el verticalismo clerical de la acción evangelizadora: así los laicos pueden participar en el apostolado de la jerarquía. A la vez, es una novedosa forma de educar en la fe: se

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va a los ambientes donde se vive y se trabaja. Esta original forma de apostolado va a ir exigiendo una forma que sea eficaz, por lo que se propone el método de la REVISION DE VIDA: VER-JUZGAR-ACTUAR. Años después, cuando habla de los laicos, el Concilio Vaticano II, asumirá este método:

«Puesto que la formación para el apostolado no puede consistir sólo en la instrucción teórica, desde el principio de su formación el laico debe aprender, gradual y paulatinamente a mirar, juzgar y actuar a la luz de la fe; a formarse y a perfeccionarse así mismo, junto con los otros, mediante la acción, y a avanzar así en el servicio activo de la Iglesia» (AA 29).

En todo caso, siempre es necesario y conveniente ir al sentido estrictamente originario de la revisión de vida para que podamos, desde allí, dar algunas orientaciones y sugerencias de cómo aplicar adecuadamente el método VER-JUZGAR-ACTUAR. Así, entre otras cosas, podemos evitar las confusiones que algunos tienen al hablar de la forma como se ha de realizar la revisión de vida, llamando método a algo que está más allá de todo método.

En primer lugar, al revisar los orígenes y el sentido de la revisión de vida hay que tener en cuenta el ámbito y las condiciones con las cuales se debe realizar: En primer lugar, se trata de un método que, en sus orígenes (de JOC), requiere la existencia de un equipo. Una especie de “grupo de vidas” o “comunidad eclesial” según el lenguaje de hoy. Aunque no se descuida la acción y reflexión individual-personal, es un método para ser empleado por un grupo de compañeros y amigos o evangelizadores. Pero no es una actividad individual. En esto se diferencia de los así llamados “métodos de oración”. Se privilegia lo comunitario-eclesial. Los fundamentos de esta realidad nos la brindan algunos textos bíblicos: Gal. 6,12 (“Ayúdense a cargar mutuamente las cargas”) y Efes 5,21; Col 3,9.16; Rom 12,10-11.

Desde esta experiencia comunitaria-eclesial se puede entender el fin de la revisión de vida “unir la vida a la fe y hacer de la vida cotidiana asunto de eternidad”. Se parte de la propia experiencia, en la cual uno está inmerso. No es trasvasar datos tomados de diversas fuentes (aún cuando se puedan tomar en cuenta), sino desde la misma experiencia y realidad donde se vive. Se parte de la propia vida. Con esto se podrá dar un paso necesario: la lectura de esa realidad de vida desde la propia fe. Es lo que algunos denominarán el inicio de una “espiritualidad del acontecimiento”: busca ver el acontecimiento desde la propia vida y ver qué nos dice la Palabra de Dios para poder actuar debidamente, corregir o renovar, según los casos. Es, en el fondo, la capacidad para poder hacer una “lectura evangélica de los signos de los tiempos”.

Y no todo se queda allí. Es verdad que se parte de los hechos, de la vida y no del Evangelio. Pero el Evangelio está allí presente: Cristo mismo va a

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hablarnos desde esa misma realidad vivida o dentro de la cual nos movemos. Es experimentar la propuesta de Jesús en el Evangelio “”Porque donde dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt,18,20). Se trata de leer-revisar la vida en el nombre del mismo Señor Jesús. Esto exige la toma de conciencia de esa presencia continua del Señor en la realidad donde se vive y cómo su Espíritu nos ayuda a descubrirla. Se puede correr el riesgo de querer manipular la Palabra, pero si se hace con la sencillez y sabiduría de la fe, se podrá sentir la luz del Espíritu y, entonces, la estrecha relación vida-fe. Por eso, la necesaria actitud de oración para poder descubrir esa presencia. Una revisión de vida que no incluya la plegaria sincera e iluminadora termina por ser un ejercicio de psicología social y nada más. La Oración abre a la trascendencia la reflexión y podrá hacer que las conclusiones (ACTUAR) se corresponda a lo vivido y al necesario crecimiento subsiguiente.

Desde esta perspectiva es como se podrá entender mejor lo que significa la revisión de vida. Es re-leer los acontecimientos a la luz de la Palabra; dejarse interpelar por ambas y poder así sacar serias conclusiones para un crecimiento personal y comunitario. De allí la importancia de no reducirla a un simple ejercicio de “mirar”. Más bien se trata de un “contemplar”, lo cual conlleva ver-viéndose dentro de la realidad; ver cómo la Palabra de Dios ilumina a ambos; la realidad y quien vive dentro de esa realidad. Conlleva un paso que va desde el análisis y visión de la realidad hasta la toma de conciencia de lo acontecido e iluminación de la fe. Por eso, sin lugar a dudas, se podrá desembocar en la acción y en un compromiso renovador o acción verdaderamente transformadora.

Con la revisión de vida, se busca contemplar a Dios, manifestado en medio de nosotros, quien da a conocer su designio y proyecto de salvación en los acontecimientos que se viven, leídos a la luz del Evangelio. Una consecuencia clara de la revisión de vida es el encuentro con Dios, la apertura y disponibilidad para cumplir su designio de salvación y la docilidad al Espíritu, quien conduce e inspira la vida nueva del creyente. Con ello, se nos invita a tener «los mismos sentimientos de Cristo Jesús» (Flp. 2,5). Con esto se podrá “actuar” en el nombre de Jesús.

La revisión de vida posee un fundamento teológico: es experimentar nuevamente las consecuencias de la revelación de Dios en Jesucristo (cf. DV 2), por su Pascua, con la cual se ha transformado la historia de la humanidad. La Pascua terina por invitar a todo lo humano a abrirse a la salvación. Sólo con la Palabra de Dios podremos descubrir esto, pues nos ayuda a entender y descubrir el sentido profundo de la vida, de los acontecimientos donde estamos inmersos y cómo se debe “caminar en la novedad de vida” (Rom 6,4) inaugurada por la Pascua y cuya meta es el encuentro definitivo con Dios Padre. Es lo que debe realizar y obtener la revisión de vida.

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De allí que la revisión de vida no sea un mero ejercicio de elenco de situaciones o análisis fríos de la realidad, o llenarnos de datos importantes así sin más ni más. Se contempla, desde la actitud del creyente y con la luz de la Palabra la vida propia con todas sus características.

Los pasos de este método bien los conocemos. VER-JUZGAR-ACTUAR.

Ver:

Se presentan los hechos vividos o los acontecimientos marcantes en la vida del grupo. Se elige uno de ellos para ver cuáles son los aspectos que cuestionan, alientan, contradicen, etc. Su relación con la propia vida de los participantes. Pero todo desde un horizonte de la fe: una lectura creyente de los acontecimientos: es decir, se hace la pregunta acerca de lo que Dios nos quiere decir a través de ellos, los acontecimientos. Condición necesaria es la apertura de mente y de corazón y el no poner prejuicios o ideas preconcebidas

Juzgar:

Leer esos acontecimientos no con una actitud de juicio moral o de interpretación filosófica, política o sociológica. Es desarrollar la actitud de encuentro con Dios presente en los acontecimientos de la vida y la historia de los hombres. Leerlos desde la óptica de Jesús. Desde su Evangelio podremos descubrir cómo juzga el mismo Jesús esa situación concreta. Esto nos permitirá ver, incluso en las situaciones de pecado, la acción salvífica de Jesús, que constituye el designio amoroso del Padre Dios.

El Evangelio nos ofrece relatos y acontecimientos donde se nos muestra el proceder de Jesús, que es muy distinto al de los demás e incluso al que esperaban sus propios discípulos. Juzgar conlleva el ejercicio de entrar en la mente de Jesús y su novedad para interpretar los acontecimientos; así somos juzgados e iluminados por el mismo Dios desde su voluntad de salvación. Juzgar no significa condenar; juzgar es interpretar la justicia salvífica de Dios en los acontecimientos.

Actuar:

Viene a ser una consecuencia lógica de lo anterior. Dios ha manifestado perdón, amor, misericordia y salvación. Esto nos lleva a concretar una acción para poder recibir los frutos del designio de Dios para la humanidad: en el fondo no es otra cosa sino la conversión, la cual se da en la misma realidad donde se vive y la que ha sido “revisada e iluminada”. Es una respuesta desde la fe, hecha realidad a través de obras de caridad concretas. En los últimos tiempos se ha añadido a la revisión de vida, como parte y síntesis de lo anterior la “celebración” del acontecimiento Cristo en medio de la

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comunidad. Se celebra la salvación-liberación en medio de la realidad donde se vive.

Luego de esta síntesis apretada sobre lo que es la “revisión de vida”, podemos dar otro paso: observar y tratar de entender los auténticos términos del método VER-JUZGAR-ACTUAR, el cual solemos emplear con harta frecuencia en la Iglesia. Nos puede servir como punto de entrada a esta reflexión las palabras de René Voillaume:

No se puede hacer Revisión de Vida en solitario. Los discípulos de Emaús se interrogan juntos sobre los acontecimientos. La realidad es compleja, ambigua, siempre difícil de descifrar, en el sentido de que siempre corremos el riesgo de querer avanzar deprisa, de que queremos desvelar el sentido profundo de las decisiones, de los acontecimientos. Los discípulos de Emaús tienen necesidad de ese extranjero que se une a ellos para ayudarles a ver, a entender a la luz de las Escrituras. Y necesitan reunirse con los Once en Jerusalén para confortarse juntos en su nueva fe en Cristo resucitado. Los discípulos no toman suficientemente en serio el testimonio de las mujeres en el sepulcro. En la Revisión de Vida, aprendemos mucho los unos por los otros.

Se trata de un método eminentemente eclesial. Por tanto, hay que hacerlo desde la perspectiva de la fe y desde las páginas del Evangelio, para poder concluir propuestas que enriquezcan el quehacer testimonial de cada cristiano y la tarea evangelizadora de la misma Iglesia. De lo contrario, todo lo que allí se haga quedará en la frialdad de los planes, de los libros o de las buenas intenciones.

1. VER.

El método de la revisión de vida orienta la acción de la Iglesia al asumir este itinerario. No se trata de un ejercicio para elencar situaciones, hechos o problemas así por así. No es un mero diagnóstico. Cuando la Iglesia, en sus diversas instancias y con sus variadas intencionalidades pastorales, quiere ver la realidad lo debe hacer con dos condiciones: una primera, para ver dónde hay que realizar la acción evangelizadora, no sólo para descubrir cosas por anunciar o denunciar. Pero la otra condición es más importantes: se trata de verse ella encarnada en esa realidad. Lo primero es importante, pero si no se da lo segundo se corre el riesgo de querer ver la realidad desde muy afuera con prepotencia y como si no se tuviera nada qué hacer en ella sino “para” ella.

La dinámica de la evangelización conlleva la experiencia de la misma Iglesia y sus miembros dentro de la realidad donde se vive. Francisco, Papa, nos advierte que la Iglesia es eminentemente pueblo. Si es pueblo de Dios, lo es dentro de la historia. El riesgo de no hacerlo es ver a la misma Iglesia como una corporación muy especial, quizá llena de cualidades religiosas y santificadas, pero alejada de la gente. La Iglesia es luz en medio de las naciones y los pueblos (cf. LG 1). Por tanto, debe ver viéndose. No es un juego de palabras: es ver la realidad donde evangeliza; pero también verse ella evangelizando allí: con las exigencias que le hace la misma realidad, con la forma de evangelizar, con los logros y fracasos,

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luces y sombras. Un defecto, muy clericalista por cierto, consiste en ver desde lejos y como una experta sociológica la realidad que la circunda, como si no tuviera que estar pendiente de ella. ¡Cómo le cuesta a la Iglesia, sus miembros –jerarquía-laicado-vida consagrada- pedir perdón por los pecados de la Iglesia! Para hacerlo se requiere estar muy metidos dentro del pueblo de Dios, del cual se es servidor (pero siempre desde dentro, no con actitudes externas al estilo de los filántropos).

Por eso, el VER-VERSE deviene en contemplación: para admirar la presencia de Dios en todas las situaciones que se debe evangelizar. Dios pasa por en medio de su pueblo. Ver-verse implica experimentar ese “paso del Señor”. Sólo así, se descubrirá cómo orientar la acción renovadora propia de la acción misionera y evangelizadora de la Iglesia. Entonces, podrá leerse desde la Palabra de Dios lo que la misma realidad nos quiere decir. Sólo así, la Iglesia que evangeliza puede sentirse evangelizada.

2. JUZGAR

Muy bien se dice que esta segunda parte del método debe ser dedicada a “iluminar” con la Palabra de Dios, la Tradición y la Enseñanza de la Iglesia. Si se ha cumplido bien lo anterior, entonces se podrá sentir la doble cualidad del juzgar: “iluminar” la realidad e “iluminarnos” a nosotros para dar respuestas evangelizadoras. No se trata de hacer una síntesis teológico-pastoral para demostrar que se conoce la doctrina íntegra de la Iglesia sobre los diversos tópicos que se han “visto”. Más bien, se trata de descubrir en la Palabra, la Tradición y en la Enseñanza de la Iglesia, aquellas luces con las cuales podemos juzgar, valorar y descubrir lo que Dios nos quiere decir y con la que quiere iluminar nuestro compromiso apostólico y de servicio.

Podemos poner un ejemplo: ¡Cuántas veces al elaborar una visión de la realidad familiar, en el momento del juzgar, exponemos la doctrina general sobre la familia y el matrimonio! Esto no es malo pero no es lo que se pretende. Se pretende es descubrir lo que nos dice Dios, o lo que nos pide hacer, o lo que es necesario elaborar para poder atender la situación de familia que hemos descubierto en el “ver-verse”.

Para lograr este cometido se requiere darle el sentido de fe a lo que estamos “viendo”. Ello, a la vez, supone un arriesgarnos a descubrir lo que el Espíritu nos dice y advierte. Se requiere sintonizar con el Espíritu y hacer la lectura creyente de la realidad con los criterios propios de la Iglesia y guiados por la oración. Contemplar a Dios que “pasa” para contemplar a Dios quien nos “habla” desde la columna de nube de su presencia amorosa. Es darle el toque espiritual y sobrenatural para que lo “visto” no se quede en un diagnóstico inmanente y demasiado humano u horizontal.

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3. ACTUAR.

El actuar no es la exposición de meras conclusiones elaboradas “a priori” o de presupuestos que queremos, en cierto modo imponer. Se trata de descubrir la fuerza iluminadora de la Palabra que nos abre horizontes. Para ello es necesario ir “mar adentro” y no quedarse en la orilla de la mediocridad o de las presunciones. Podremos tener ideas ya preparadas… pero sin imponerlas, dejarnos guiar por la fuerza del Espíritu. Así, entonces se promoverán compromisos y propósitos que van no sólo a perdurar en el tiempo, sino que van a generar como una especie de reacción en cadena: los frutos producirán semillas y éstas seguirán extendiendo su fecundidad en el tiempo, gracias al compromiso de los creyentes y evangelizadores, cualquiera que sea su condición.

¡Cuántos planes y documentos hermosos se han quedado en el escritorio en los archivos, sencillamente por no haber nacido de la comunión entre el Espíritu y los evangelizadores y creyentes en general! Ni siquiera son recordados en los apuntes de los historiadores. De esto hay muchísimos ejemplos. Pero, sin embargo ¡cuántos proyectos elaborados en el Espíritu han permanecido en el tiempo, incluso sin anquilosarse sino que también se han abierto a nuevas modalidades!

Actuar, en esta misma línea implica elaborar los compromisos propios de toda la comunidad eclesial, pero desde la responsabilidad personal y grupal de quienes han leído los signos de los tiempos y han hecho la auténtica revisión de vida pastoral. Han sabido hacer algo importantísimo: mirar hacia adelante, poniendo los ojos en el horizonte del Reino para poder ser dignos de él y llegar a construirlo con los demás. Si el “actuar” es realista, vinculado al “ver-verse y juzgar”, según los señalamientos hechos con anterioridad, de seguro que los propósitos, los acuerdos, los programas, las responsabilidades y compromisos nacidos del “actuar” serán fácilmente asumibles y puestos en práctica por todos.

Para que todo esto se pueda dar, repetimos, hay que hacerlo desde dentro, con la conciencia y el gozo espiritual de ser pueblo. No hacerlo es dar tantos saludos a la bandera como sean necesarios. Es tranquilizar la conciencia y caer en la trampa de la tibieza y de la mediocridad. El Papa nos invita, como lo veremos posteriormente, a realizar este método del VER-JUZGAR-ACTUAR con un nuevo dinamismo, el cual conlleva sentir de verdad la pertenencia al pueblo. Es una manera de poner en práctica las categorías de “comunión y participación” propuestas en Puebla.

En el fondo, este método nos permite entrar en el camino de quienes buscan a Dios… también de quienes son buscados por Dios (los alejados e increyentes). Dios es quien toma la iniciativa y la mantiene, a la vez que nos impulsa a asumirla en el ministerio pastoral. Nos continúa llamando en las situaciones y acontecimientos de la vida y leerlos a la luz de la vida de su

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Hijo, encarnado. Nos toca, entonces descubrir en la propia realidad la acción de Dios. El se ha metido en la vida de la humanidad para que nosotros lo descubramos y sintamos su “paso” o “pascua”.

Allí está lo importante: descubrir la “pascua” del Señor en nuestro hoy. Por eso, la revisión de vida (VER JUZGAR ACTUAR) no es un ejercicio piadoso de dirección espiritual ni tampoco es un ejercicio de investigación sociológica (aunque nos podamos valer de variados medios). Es ante todo, un modo de buscar cómo se da la presencia del Espíritu en nuestra realidad y en nuestra propia vida. Así se prepara y fortalece el encuentro con Jesucristo hoy, Él que vive en las realidades del mundo y de los hombres de hoy. Es leer los “hechos” nuevos de Jesús y sus discípulos con ojos de fe. Y no se queda, como lo hemos dicho, en la simple comprobación de hechos, acontecimientos, situaciones… Es “leer los signos de los tiempos” y dejarnos interrogar sobre nuestro ser y quehacer, compartido con otros, para así brindarle nuestro testimonio y nuestro compromiso, para actuar todos juntos en comunión.

De todo esto se deduce algo necesario: sin dejar a un lado medios y auxilios de los cuales podamos y debamos echar mano, se debe hacer con sentido de la contemplación y oración. Supone también un momento de silencio para escuchar lo que Dios nos quiere decir; y así poder comunicarlo a los demás. Y junto con ello tener un oído en el pueblo (en su situación que vive) para hablarle a Dios de las alegrías y penas de quienes comparten con nosotros su vida.

La evangelización no es estática ni se reduce a fórmulas o acciones coyunturales. El Papa Francisco nos presenta en EVANGELII GAUDIUM un dinamismo con el cual podemos realizar la nueva evangelización. Con él podemos sentir que somos siempre “nuevos” y no nos encerramos en esquemas aburridos o fuera de la realidad, sino nos abrimos a la continua novedad del Espíritu (cf. n. 11). Es lo que descifraremos a continuación.

MOVIMIENTO NUEVO.

El Santo Padre Francisco nos ha presentado un movimiento o dinamismo con el cual llegar a ser –hoy- una Iglesia en salida. Si este movimiento lo asumimos desde la perspectiva del VER-JUZGAR-ACTUAR, nos va a permitir, junto con otras propuestas de Francisco, diseñar un buen plan pastoral, con estrategias… pero sobre todo con un gran entusiasmo evangelizador que nos pone en sintonía con las exigencias del momento actual para la Iglesia. El Papa nos presenta en cinco verbos este dinamismo evangelizador de la nueva evangelización.

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“PRIMEREAR”-INVOLUCRARNOS-ACOMPAÑAR-FRUCTIFICAR-CELEBRAR. ¡Qué bueno es tener esta referencia actual! Con dicho movimiento, la nueva evangelización podrá conseguir luego desarrollarse en ámbitos concretos, como lo veremos. Si logramos ir aplicando el método de la revisión de vida en cada uno de los pasos y luego de manera global e integral, podremos conseguir no sólo un panorama más amplio, sino la posibilidad de llegar con más decisión y efectividad a todos, cercanos y alejados, creyentes y no creyentes. Veamos a continuación lo que significan cada uno de esos pasos. “PRIMEREAR” Es un neologismo que nos da a conocer el Santo Padre (E.G 24). Quizás no nos resulta fácil al sernos presentado. Pero Francisco mismo nos indica que significa:

“La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos” (E.G. 24).

Está claro este primer paso del dinamismo de la acción evangelizadora y pastoral: inspirados por la iniciativa de Dios, los discípulos de Jesús deben tomar también la iniciativa para el encuentro y la realización de la obra evangelizadora con sentido misionero. Como bien nos lo indicara el Documento de Aparecida, se trata de un cambio: pasar de una pastoral de conservación a una pastoral decididamente misionera: Con creatividad y parrhesía, con perseverancia y confianza en el Espíritu. Mejor todavía, es lanzarse “mar adentro” y allí buscar, proponer, conseguir y hacer sentir la fuerza del Señor, en cuyo nombre hay que lanzar las redes. Tomar la iniciativa, pero sin temores ni aprehensiones: con la seguridad de la ayuda de Dios. Es arriesgarse a salir al encuentro de los demás, sin desanimarse y sin prejuicios ni condiciones: es ser instrumentos de la llamada de Dios a los demás. Por eso, toda acción misionera debe distinguirse por esta cualidad: “primerear”, tomar la iniciativa, entusiasmar a los demás desde la propia experiencia de una respuesta a la llamada de Dios. INVOLUCRARNOS. Una primera consecuencia del primerear es INVOLUCRARSE:

“Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: “Serán felices si hacen esto” (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así “olor a oveja” y éstas escuchan su voz” (E.G. 24).

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Las palabras antes citadas de Francisco son para todos los actores y todas las acciones de evangelización. Involucrarse es ir al encuentro de todos los seres humanos para presentarle la Palabra de Dios con su fuerza transformadora. Es darle sentido de encarnación a la acción evangelizadora. Es dentro de la comunidad, en el contacto personalizado con los hombres y mujeres de nuestras comunidades, de quienes están alejados o no creen, de quienes están en las periferias… Pero siempre dentro, con sentido de pertenencia al pueblo. ACOMPAÑAR.

Esto también forma parte del dinamismo de la Nueva Evangelización según Francisco.

“La comunidad se debe disponer a “acompañar”. Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites” (E.G. 24).

El mismo Pontífice le da una gran relevancia al acompañamiento:

“La Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y

detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia cercana de Jesús y su mirada personal. La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos –sacerdotes, religiosos y laicos- en este “arte del acompañamiento”, para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias

ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5)”. (E.G.169). El acompañamiento no es algo temporal, sino permanente; tampoco hay que verlo aisladamente de las otras dos fuerzas dinamizadoras de la Nueva Evangelización: tomar la iniciativa –primerear- e involucrarse son expresiones primeras del acompañamiento. Este debe ser la acentuación de las consecuencias de aquellos dos. Una acción evangelizadora que no acompañe a los hermanos es un mero saludo a la bandera. Por eso, tomar la iniciativa e involucrarse con todos, va a suponer acompañarlos siempre y animarles a dar una respuesta al Señor. Para que el acompañamiento sea efectivo y produzca sus frutos, ciertamente que se requiere de varias cosas: una gran confianza en la ayuda del Espíritu, actuar en nombre del Señor, a cercarse en comunión y fraternidad todos, no improvisar y valerse de los diversos medios de que se dispone para hacerlo real. Y, por otra parte, un gran sentido de comunión:

“El acompañante sabe reconocer que la situación de cada sujeto ante Dios y su vida en gracia es un misterio que nadie puede conocer plenamente desde

afuera” (E.G. 172).

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FRUCTIFICAR. Todo lo antes indicado en el dinamismo de la Nueva Evangelización no se debe quedar en acciones por hacer o por cumplir. Se requiere tener la intencionalidad de dar fruto. Así nos lo enseña el Papa Francisco:

Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora (E.G. 24).

Es cierto que muchas veces sembramos y otros recogen. Pero aún así, es importante tener la intencionalidad de fructificar. No se está haciendo la publicidad de algo banal: se está promoviendo y animando a descubrir la llamada de Dios. El primer fruto de esa llamada es encontrar quienes estén dispuestos a responderla. Por otro lado, el acompañamiento ayudará a afinar el fruto, a madurarlo y a evitar que haya quien siembre cizaña para entorpecer la siembra de la semilla. Una de las características propias de quien siembra es la perseverancia. No sólo al sembrar la semilla de la Palabra, sino al cuidarla, regarla, abonarla, defenderla de la cizaña, madurar su fruto…. Perseverar hasta conseguir. Esto permitirá vencer dos tentaciones: una la del desaliento, al quizás no ver frutos de manera inmediata; otra la de pensar que quien siembra sólo debe quedarse con el acto de sembrar. FESTEJAR. El Papa Francisco le da esa connotación particular a la celebración que es conmemoración del evento evangelizador y sus frutos.

La comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo. (E.G. 24).

La Liturgia es eminentemente celebración del hecho salvífico de Jesús Pascual, con sus diversas expresiones. Se celebran así los sacramentos. La acción evangelizadora debe tener esa cualidad celebrativa. Se trata de resaltar la acción maravillosa de Dios en medio de su pueblo. Con la liturgia y otras expresiones

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válidas, se reconoce la acción carismática de Dios: Orar incluye también celebrar: conmemorar el hecho de la iniciativa de Dios quien dirige su voz a todos. Este movimiento, antes presentado, podemos hacer realidad lo que el Papa Francisco nos ha pedido: una IGLESIA EN SALIDA. Nos toca ver – iluminar – elaborar propuestas para poder realizar esa Iglesia en Camino. Las palabras del Papa son muy claras:

La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad. (E.G. 46).

La realización de este compromiso de una Iglesia en salida, se puede y debe hacer en los ámbitos de la nueva evangelización también propuestos por el Santo Padre

AMBITOS

El Santo Padre al hablar del bien común y de la paz social, que también hay que evangelizar, nos presenta cuatro ámbitos: uno abarca el tiempo, otro la misma realidad y la totalidad de la misma y del tiempo así como la importancia de la unidad. Ellos, a la vez, generan sus principios para la acción. En esos ámbitos donde nos debemos mover, también es necesario elaborar nuestra revisión de vida.

a) El tiempo es superior al espacio.

Todos tienden hacia la plenitud, pero dentro de un campo finito, que no debe poner restricciones a la acción. El límite pone dificultades y crea un espacio reducido para la acción. Mientras que el «tiempo», ampliamente considerado, hace referencia a la plenitud como expresión del horizonte que se nos abre, y el momento es expresión del límite que se vive en un espacio acotado (E.G 222). Se vive en medio de la coyuntura, pero en el fondo invitados a ver hacia adelante, teniendo en cuenta la utopía que nos abre al futuro como causa final que nos atrae (E.G 222). Esto nos lleva a considerar el ámbito del tiempo, y del principio que lo rige: De aquí surge un primer principio para avanzar en la construcción de un pueblo: el tiempo es superior al espacio. (Ibidem).

Nos indica el Papa Francisco que con este principio podemos trabajar a largo plazo, sin preocuparse ni obsesionarse con los resultados inmediatos. Es ver

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hacia adelante, hacia los horizontes del Reino. Esto hace que se le dé prioridad a los procesos, más que al espacio donde se realizan los procesos.

El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad. (E.G. 223).

En nuestro caso, al hablar de Evangelización, urge tener en consideración este principio y ámbito:

Este criterio también es muy propio de la evangelización, que requiere tener presente el horizonte, asumir los procesos posibles y el camino largo. El Señor mismo en su vida mortal dio a entender muchas veces a sus discípulos que había cosas que no podían comprender todavía y que era necesario esperar al Espíritu Santo (E.G. 225).

También es necesario que al analizar este ámbito y poner en práctico el principio que lo rige, podamos hacer la revisión de vidas: Ver-Vernos en el tiempo, en los procesos realizados o dejados por fuera; dejarnos iluminar por la Palabra y entonces poder sacar conclusiones para poder seguir adelante en el camino de la evangelización.

b) La unidad prevalece sobre el conflicto.

Nos pide el Señor el testimonio de la unidad a fin de que el mundo crea. En el mundo donde vivimos y evangelizamos, nos toca la tarea de construir y consolidar la comunión, la unidad. Esto va a suponer inclusive la reconciliación, el sanar los corazones desgarrados y el derrumbar todo muro de división, en la perspectiva del hombre nuevo. En E.G., el Papa nos advierte acerca de esta tarea:

Por eso hace falta postular un principio que es indispensable para construir la amistad social: la unidad es superior al conflicto. (n.228).

¿Por qué propone el Papa este principio que nos hará caminar en el ámbito de la unidad, preludio de la paz y la amistad social? Porque vivimos en un mundo imperfecto donde suele predominar la confrontación y el conflicto.

El conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada. Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad. (n. 226).

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Existen las diferencias que, de no tomarse en cuenta y asumirse adecuadamente, van a generar conflictos.

Por eso hace falta postular un principio que es indispensable para construir la amistad social: la unidad es superior al conflicto. La solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte así en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. No es apostar por un sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino por la resolución en un plano superior que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna. (n.228).

Quienes nos dedicamos a la Evangelización y asumimos el desafío de la “nueva evangelización, debemos tener muy presente este principio y hacerlo siempre desde la perspectiva cristológica y del evangelio.

Este criterio evangélico nos recuerda que Cristo ha unificado todo en sí: cielo y tierra, Dios y hombre, tiempo y eternidad, carne y espíritu, persona y sociedad. La señal de esta unidad y reconciliación de todo en sí es la paz. Cristo «es nuestra paz» (Ef2,14). El anuncio evangélico comienza siempre con el saludo de paz, y la paz corona y cohesiona en cada momento las relaciones entre los discípulos. La paz es posible porque el Señor ha vencido al mundo y a su conflictividad permanente «haciendo la paz mediante la sangre de su cruz» (Col 1,20). (n.229).

Esta tarea incluye la unidad interior de cada persona. El Papa, citando a los Obispos del Congo, va a indicar cómo la conversión y la reconciliación se conjugan con la tarea de edificar la paz a fin de conseguir la unidad-comunión de todos:

El anuncio de paz no es el de una paz negociada, sino la convicción de que la unidad del Espíritu armoniza todas las diversidades. Supera cualquier conflicto en una nueva y prometedora síntesis. La diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una «diversidad reconciliada», como bien enseñaron los Obispos del Congo: «La diversidad de nuestras etnias es una riqueza [...] Sólo con la unidad, con la conversión de los corazones y con la reconciliación podremos hacer avanzar nuestro país» (n.229).

Aplicar o practicar la Revisión de vida en este campo nos va a ayudar a sentir si estamos en el camino trazado por Jesús; o si es necesaria la conversión pastoral y, sobre todo, la decisión de sentir la fuerza del Espíritu Santo.

c) La realidad es más importante que la idea.

Otro ámbito, donde el Papa nos presenta un principio regulador es el de la realidad. Ésta será siempre superior a la idea.

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La idea —las elaboraciones conceptuales— está en función de la captación, la comprensión y la conducción de la realidad. La idea desconectada de la realidad origina idealismos y nominalismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero no convocan. Lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento. Hay que pasar del nominalismo formal a la objetividad armoniosa. (E.G. 232).

Debe darse un diálogo constante entre la realidad y la idea. Pero teniendo en cuenta siempre que la realidad es superior a la idea. De lo contrario se podrán dar algunas situaciones particulares: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos declaracionistas, los proyectos más formales que reales, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los

intelectualismos sin sabiduría (n.231). Más aún, por esto mismo el Papa habla del despiste que sufren tanto dirigentes políticos y sociales como pastores y líderes evangelizadores: Hay políticos —e incluso dirigentes religiosos— que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron desde fuera una racionalidad ajena a la gente. (n.232). Por lo que a la Nueva Evangelización se refiere, este ámbito y el principio que lo rige tiene que ver decididamente con la Encarnación de la Palabra en la historia de la humanidad:

La realidad es superior a la idea. Este criterio hace a la encarnación de la Palabra y a su puesta en práctica: «En esto conoceréis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios» (1 Jn 4,2). El criterio de realidad, de una Palabra ya encarnada y siempre buscando encarnarse, es esencial a la evangelización. Nos lleva, por un lado, a valorar la historia de la Iglesia como historia de salvación, a recordar a nuestros santos que inculturaron el Evangelio en la vida de nuestros pueblos, a recoger la rica tradición bimilenaria de la Iglesia, sin pretender elaborar un pensamiento desconectado de ese tesoro, como si quisiéramos inventar el Evangelio. Por otro lado, este criterio nos impulsa a poner en práctica la Palabra, a realizar obras de justicia y caridad en las que esa Palabra sea fecunda. No poner en práctica, no llevar a la realidad la Palabra, es edificar sobre arena, permanecer en la pura idea y degenerar en intimismos y gnosticismos que no dan fruto, que esterilizan su dinamismo. (n233).

Es precisa una continua revisión de vida acerca de lo antes expuesto. Precisamente para no caer en un divorcio con el pueblo, con la sociedad, con la realidad donde debemos evangelizar: se necesita de verdad Ver y Vernos en lo que hacemos al respecto, para buscar una iluminación que nos lleve a fortalecer el trabajo de encarnación (con sus consecuencias de inculturación, etc.) y afinar compromisos.

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d) El todo es superior a la parte.

Ver hacia adelante en el horizonte del reino incluye otra mirada importante: el todo.

El todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas. Entonces, no hay que obsesionarse demasiado por cuestiones limitadas y particulares. Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos. Es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y en la historia del propio lugar, que es un don de Dios. Se trabaja en lo pequeño, en lo cercano, pero con una perspectiva más amplia. Del mismo modo, una persona que conserva su peculiaridad personal y no esconde su identidad, cuando integra cordialmente una comunidad, no se anula sino que recibe siempre nuevos estímulos para su propio desarrollo. No es ni la esfera global que anula ni la parcialidad aislada que esteriliza. (E.G 235).

No se puede obviar este ámbito y su principio rector en la tarea evangelizadora. El Papa nos lo advierte de manera clara y directa:

A los cristianos, este principio nos habla también de la totalidad o integridad del Evangelio que la Iglesia nos transmite y nos envía a predicar. Su riqueza plena incorpora a los académicos y a los obreros, a los empresarios y a los artistas, a todos. La mística popular acoge a su modo el Evangelio entero, y lo encarna en expresiones de oración, de fraternidad, de justicia, de lucha y de fiesta. La Buena Noticia es la alegría de un Padre que no quiere que se pierda ninguno de sus pequeñitos. Así brota la alegría en el Buen Pastor que encuentra la oveja perdida y la reintegra a su rebaño. El Evangelio es levadura que fermenta toda la masa y ciudad que brilla en lo alto del monte iluminando a todos los pueblos. El Evangelio tiene un criterio de totalidad que le es inherente: no termina de ser Buena Noticia hasta que no es anunciado a todos, hasta que no fecunda y sana todas las dimensiones del hombre, y hasta que no integra a todos los hombres en la mesa del Reino. El todo es superior a la parte. (n. 237).

La Revisión de Vida debe también tener en cuenta este ámbito, porque si no se corre el riesgo de olvidar cosas esenciales vinculadas a la evangelización. Como una ayuda, Francisco nos propone un modelo que puede servir de ayuda para esta revisión de vida:

El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad. Tanto la acción pastoral como la acción política procuran recoger en ese poliedro lo mejor de cada uno. Allí entran los pobres con su cultura, sus proyectos y sus propias potencialidades. Aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse. Es la conjunción de los pueblos que, en el orden universal, conservan su propia peculiaridad; es la totalidad de las

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personas en una sociedad que busca un bien común que verdaderamente incorpora a todos. (n.236).

SUJETOS

Es importante recordar quienes son los sujetos de la NUEVA EVANGELIZACION. No profundizaremos en ellos, pero sí recordar quienes lo son. La Evangelización no es una mera acción desde fuera de la sociedad, sino dentro de la misma, con el principio cierto y claro de la “encarnación”. Por eso, como nos lo han indicado los Sumos Pontífices, el Concilio Vaticano II, y el Magisterio de la Iglesia, es necesario sentir el protagonismo del Espíritu Santo (junto con el Padre y el Hijo). Es el auténtico protagonista; los demás, son asociados y ministros del mismo, para hacer sentir dentro de la sociedad y la historia humana la fuerza de la Palabra que transforma y salva.

a) JESUS, EL PRIMER EVANGELIZADOR.

El Beato Pablo VI nos presenta a Jesús como el primer evangelizador a través de

su testimonio y misión. No en vano reconocen sus discípulos que “pasó haciendo

el bien”. El testimonio que el Señor da de Sí mismo y que San Lucas ha

recogido en su Evangelio "Es preciso que anuncie también el reino de Dios

en otras ciudades", tiene sin duda un gran alcance, ya que define en una

sola frase toda la misión de Jesús: "porque para esto he sido enviado".

Estas palabras alcanzan todo su significado cuando se las considera a la luz

de los versículos anteriores en los que Cristo se aplica a Sí mismo las

palabras del profeta Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me

ungió para evangelizar a los pobres" (E.N. 6). Jesús mismo es el Evangelio de

Dios (n.7) y anuncia la gran liberación de la humanidad.

En E.N. 9, Pablo VI nos habla precisamente de este anuncio de una salvación

liberadora: Como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la

salvación, ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime al

hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro

de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por El, de verlo, de

entregarse a Él. Todo esto tiene su arranque durante la vida de Cristo, y se

logra de manea definitiva por su muerte y resurrección; pero debe ser

continuado pacientemente a través de la historia hasta ser plenamente

realizado el día de la venida final del mismo Cristo, cosa que nadie sabe

cuándo tendrá lugar, a excepción del Padre.

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Pero Jesús no actúa solo: lo hace en comunión con el Padre, de quien cumple su

voluntad y ungido por el Espíritu. Para asegurar el éxito de la misión que

consignará a la Iglesia, el Señor les enviará su Espíritu, el día de Pentecostés.

b) EL ESPIRITU SANTO, PROTAGNISTA DE LA MISION. San Juan Pablo II en REDEMPTORIS MISSIO (21) afirma que el Espíritu Santo es quien protagoniza la acción evangelizadora de la Iglesia. el Espíritu Santo sigue siendo el protagonista trascendente de la realización de esta obra en el espíritu del hombre y en la historia del mundo ». El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión eclesial; su obra resplandece de modo eminente en la misión ad gentes, como se ve en la Iglesia primitiva por la conversión de Cornelio (cf. Act 10), por las decisiones sobre los problemas que surgían (cf. Act 15), por la elección de los territorios y de los pueblos (cf. Act 16, 6 ss). El Espíritu actúa por medio de los Apóstoles, pero al mismo tiempo actúa también en los oyentes: « Mediante su acción, la Buena Nueva toma cuerpo en las conciencias y en los corazones humanos y se difunde en la historia. En todo está el Espíritu Santo que da la vida ». La misión de la Iglesia es obra del Espíritu, quien actúa por medio de sus miembros. En Pentecostés, los discípulos son convertidos (podríamos decir “consagrados” como “testigos del Evangelio de Jesús”. El Espíritu les da la capacidad de testimoniar a Jesús con « toda libertad » (n.24) hasta los confines de la tierra. Es Él quien hace misionera a la Iglesia y le da la fuerza suficiente para poder evangelizar, con todas las consecuencias de ésta. Por eso y para eso, el Espíritu actúa en todo tiempo y ligar. Es una de las cosas que debemos tener muy presente al hacer la Revisión de vida: sentir si de verdad es el Espíritu quien actúa; ya que se tiene la tentación de pensar que sólo se apela a su ayuda en determinados casos y, a veces, extremos.

c) LA IGLESIA, HEREDERA DE LA MISION. Desde su ministerio público, Jesús fue preparando a sus discípulos a la tarea de la evangelización. El día de la Ascensión les entregó esa misión como un mandato que va a definir la esencia misma de la Iglesia. Luego con Pentecostés se va a tener la fuerza del Espíritu para ir a todos los confines de la tierra. Esto requiere que la Iglesia sea una comunidad evangelizada, en primer lugar, y evangelizadora como consecuencia de lo anterior. Así nos lo indicó Pablo VI en E.N 13. Quienes acogen con sinceridad la Buena Nueva, mediante tal acogida y la participación en la fe, se reúnen pues en el nombre de Jesús para buscar juntos el reino, construirlo, vivirlo. Ellos constituyen una comunidad que es a la vez evangelizadora. La orden dada a los Doce: "Id y proclamad la Buena Nueva", vale también, aunque de manera diversa, para todos los cristianos. Por esto Pedro los define "pueblo adquirido para pregonar las excelencias del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable".

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La evangelización constituye la esencia de la Iglesia: con todos sus miembros

debe evangelizar. Y así lo reafirma el mismo Pablo VI en E.N. 14: "Nosotros

queremos confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de todos

los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia"; una tarea y misión

que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez

más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia

de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es

decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a

los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa,

memorial de su muerte y resurrección gloriosa.

Si bien todos los miembros de la Iglesia participan de la Misión de la Iglesia, también es cierto que dentro de ella hay responsabilidades diversas: desde el Papa hasta los catequistas, desde los Obispos con sus presbíteros hasta los consagrados, con los diversos grupos y las comunidades eclesiales. Así es como se realiza la vocación esencial de la Iglesia. Para ser fiel a su compromiso, como nos lo recuerda Francisco, se necesita una “IGLESIA EN SALIDA”: En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Gn 12,1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios: «Ve, yo te envío» (Ex 3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17). A Jeremías le dijo: «Adondequiera que yo te envíe irás» (Jr 1,7). Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio. (E.G. 20).

d) LOS POBRES NOS EVANGELIZAN. Podemos caer en la tentación de pensar que los destinatarios de la evangelización no sean protagonistas de la evangelización. Hay un principio en el cual se ha enfatizado mucho en los tiempos actuales: “los pobres nos evangelizan”. No hay que pensar sólo en los “pobres” desde un punto de vista sociológico. “Pobres” son también todos aquellos necesitados de la Palabra de Dios, los que viven en las periferias existenciales, los que no han recibido el anuncio del evangelio. Por eso, a ellos, a quienes se dirige la Palabra, hay que animarlos a que sean protagonistas. Más aún, a veces ni nos damos cuenta de que lo son, con sus semillas del Verbo. El problema puede ser metodológico y de mentalidad: pensar que se trata de una “evangelización bancaria”: de pura recepción y nada más. El efecto primero de la evangelización conlleva precisamente hacer que el oyente se convierta, asuma la capacidad de responder a la llamada de Dios. En este sentido hay que hacer una seria revisión de vida. Tendríamos que ver y vernos: ver si los destinatarios –en especial los “pobres” son tenidos en cuenta

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como protagonistas o como simples destinatarios pasivos. Pero es importante, si queremos ayudar a una opción testimonial en ellos, que la sientan en los evangelizadores: ¿Cómo se anuncia el evangelio? ¿Cómo una simple asignatura, o como una vivencia? Porque el anuncio debe apuntar también hacia un encuentro vivencia-existencial con Cristo. La revisión de vida (ver-vernos) debe ayudarnos a afinar este asunto. Puede ayudarnos las palabras de Francisco en E.G.: El envío misionero del Señor incluye el llamado al crecimiento de la fe cuando indica: «enseñándoles a observar todo lo que os he mandado» (Mt 28,20). Así queda claro que el primer anuncio debe provocar también un camino de formación y de maduración. La evangelización también busca el crecimiento, que implica tomarse muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene sobre ella. Cada ser humano necesita más y más de Cristo, y la evangelización no debería consentir que alguien se conforme con poco, sino que pueda decir plenamente: «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Ga 2,20). (n. 160). Esto conlleva el saber “acompañar” a quien es evangelizado: para que pueda tomar su decisión y convertirse; sin imponérsele nada. Es ayudar, ser compañero de camino para que no se sienta solo y pueda “seguir a Jesús” con decisión. Los pobres nos evangelizan: es parte de lo que denominamos la opción preferencial por los pobres. Esta opción —enseñaba Benedicto XVI— «está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza». Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos. (E.G. 198). La Nueva Evangelización va a requerir que de manera permanente se haga una revisión de vida sobre este tema de la opción preferencial por los pobres (que incluye a los alejados, a los de las periferias existenciales…) Por eso, es bueno tener en consideración la propuesta de Francisco: Puesto que esta Exhortación se dirige a los miembros de la Iglesia católica quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria. (E.G 200).

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e) María, Estrella de la Evangelización.

No podemos dejar a un lado una persona que ciertamente ha sido, es y será también importante sujeto activo del quehacer evangelizador: María. Desde su experiencia de presentar a los pastores y a los magos al Niño, Hijo del Altísimo hasta la famosa intervención en las bodas de Caná. Acá pidió que hicieran lo que su Hijo iba a decirles. Desde los inicios de la misión evangelizadora, como Madre de la Iglesia y como intercesora ante la Trinidad Santa, María ha sido un auténtico sujeto evangelizador. No en vano se le conoce como una vía que conduce al encuentro con su Hijo: “A Jesús por María”. En la inmensa mayoría de los pueblos y culturas –en el fondo, todas- que han recibido y hecho propio el evangelio, allí ha estado María como intercesora y como modelo. El Concilio Vaticano II la reconoce como el modelo y tipo propio para la Iglesia. En otros documentos magisteriales se le reconoce como Madre y Maestra, primera discípula de Jesús Se corre el riesgo de querer reducir el papel evangelizador de María a una especie de mariocentrismo… éste es un fenómeno presente en todas las épocas. No falta quien, por ignorancia y despiste la llegue a colocar en el centro de la vida cristiana y a quien se acude para buscar más que favores intervenciones espectaculares. Olvidan lo que ella misma dijo de sí: la humilde esclava del Señor… quien se fijó en su pequeñez para realizar los grandes prodigios de la salvación”. En nuestros países latinoamericanos y en otras naciones del mundo, la Virgen se presenta como modelo y es venerada desde expresiones populares, desde la religiosidad popular o catolicismo popular. Este es un vector que permite la vivencia de fe de la gente. Puede tener sus limitaciones, pero es un don del Espíritu. Y María ocupa allí un puesto importante: bajo su amparo y su modelaje ha permitido y sigue permitiendo el crecimiento en la fe y el encuentro con Cristo. No podemos dejarla a un lado. Hablándole a los Obispos Mexicanos, Papa Francisco les refiere la labor de María de Guadalupe: En el manto del alma mexicana Dios ha tejido, con el hilo de las huellas mestizas de su gente, el rostro de su manifestación en la «Morenita». Dios no necesita de colores apagados para diseñar su rostro. Los diseños de Dios no están condicionados por los colores y por los hilos, sino que están determinados por la irreversibilidad de su amor que quiere persistentemente imprimirse en nosotros. (Febrero 2016). Es hermoso lo que les dice a los Obispos mexicanos al referirse a la consecuencia de la presencia de María: la encarnación de Jesús que se hace también realidad en los pueblos de América Latina desde México por María: La Guadalupana está ceñida de una cintura que anuncia su fecundidad. Es la Virgen que lleva ya en el vientre el Hijo esperado por los hombres. Es la Madre que ya gesta la humanidad del nuevo mundo naciente. Es la Esposa que prefigura la

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maternidad fecunda de la Iglesia de Cristo. Ustedes tienen la misión de ceñir toda la Nación mexicana con la fecundidad de Dios. Ningún pedazo de esta cinta puede ser despreciado. En su viaje apostólico por tierras suramericanas, el Papa habló de María como discípula de su Hijo: María se nos presenta como la primera discípula de Jesús (Cf. Viaje Apostólico al Ecuador 2015). Desde su sí, con el que se abrió la encarnación del Hijo de Dios, María es considerada la primera discípula del Hijo, Jesús. María no protagonizó nada. Discipuleó toda su vida. La primera discípula de su Hijo. (Viaje Apostólico al Ecuador, 2015). Su sí no le otorga ningún tipo de privilegios: Un «sí» que, como sabemos, no fue nada fácil de vivir. Un «sí» que no la llenó de privilegios o diferencias, sino que, como le dirá Simeón en su profecía: «A ti una espada te va a atravesar el corazón» (Lc 2,35). (Caacupé, Paraguay 11 de julio 2015). Ese sí lo vivió con las dificultades que le profetizara el Anciano Simeón (cf. Ibídem). No sólo por ser intercesora ante su gente, sino por el maravilloso hecho de ser Madre de Dios, María siempre ha estado presente en la historia de nuestros pueblos. Y lo sigue estando hoy de una manera peculiar. En las diversas naciones visitadas, el Papa insiste en la presencia de María, quien está al lado del pueblo (Cf Viaje Apostólico al Ecuador 2015). Como ya se ha señalado es ejemplo de gratuidad y de salvación, por eso hay que darle un puesto en el corazón de todos nosotros. María es un regalo del mismo Jesús a su pueblo: Ella es el regalo de Jesús a su pueblo. Nos la dio como madre en la hora de la cruz y del sufrimiento. Es fruto de la entrega de Cristo por nosotros. Y, desde entonces, siempre ha estado y estará con sus hijos, especialmente los más pequeños y necesitados. (Viaje apostólico al Paraguay, 2015). Y esto mismo tiene sus consecuencias: Ella ha entrado en el tejido de la historia de nuestros pueblos y sus gentes. Como en tantos otros países de Latinoamérica, la fe de los paraguayos está impregnada de amor a la Virgen. Acuden con confianza a su madre, le abren su corazón y le confían sus alegrías y sus penas, sus ilusiones y sus sufrimientos. La Virgen los consuela y con la ternura de su amor les enciende la esperanza. No dejen de invocar y confiar en María, madre de misericordia para todos sus hijos sin distinción. (Paraguay 2015).

Podemos decir, como lo dijimos de Jesús, que María se ha hecho “pueblo”: presente de mil y tantas maneras en medio de nuestras comunidades, instituciones, corazones: Ha estado y está en nuestros hospitales, en nuestras escuelas, en nuestras casas. Ha estado y está en nuestros trabajos y en nuestros caminos. Ha estado y está en las mesas de cada hogar. Ha estado y está en la formación de la patria, haciéndonos nación. Siempre con una presencia discreta y silenciosa. En la mirada de una imagen, una estampita o una medalla. Bajo el signo de un rosario sabemos que no vamos solos, que Ella nos acompaña (Paraguay 2015) .

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María que camina evangelizando por nuestros pueblos no se apodera de la Palabra, más bien la entrega y la hace presente en la historia de la humanidad: La Iglesia es madre, como María. En ella tenemos un modelo. Alojar como María, que no dominó ni se adueñó de la Palabra de Dios sino que, por el contrario, la hospedó, la gestó, y la entregó… Alojar como la tierra, que no domina la semilla, sino que la recibe, la nutre y la germina… Así queremos ser los cristianos, así queremos vivir la fe en este suelo paraguayo, como María, alojando la vida de Dios en nuestros hermanos con la confianza, con la certeza que «el Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto». Que así sea. (Paraguay 2015). En E. G.: el Papa Francisco la presenta como la Madre y la Estrella de la Evangelización. Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización (n. 284). Por eso, el Papa la llama estrella y modelo de la acción evangelizadora y descubre en ella una particular característica que hemos de imitar: Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc2,19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización. Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo. Es el Resucitado quien nos dice, con una potencia que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5) (n. 288). En nuestro quehacer evangelizador, al hacer la Revisión de Vida y leer los signos de los tiempos, debemos posar también nuestra mirada contemplativa en María. Para descubrir si de verdad ella sigue significando la discípula y maestra, la evangelizadora de nuestros pueblos… o si más bien es un recurso pietista para quienes prefieren buscar en ella la “poderosa” que obra prodigios o la que nos

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daría lo que necesitamos sin necesidad de un compromiso concreto en la misión de la Iglesia. Para descubrir su protagonismo evangelizador, podemos apelar a la oración que el Papa Francisco nos propone al final de su Exhortación Apostólica EVANGELII GAUDIUM:

Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz.

CONCLUSION.

Por supuesto que mucho queda por hablar y profundizar sobre esta temática. Pero hemos querido hacer una propuesta para el lector atento y el evangelizador consciente de su misión. Cuando Juan Pablo II propuso la nueva evangelización, nueva en métodos, ardor y expresiones, nos lanzó el reto de hacer realidad la misma evangelización con sentido renovado. Hemos pasado revista desde la posibilidad de aplicar un método que, muchas veces, ha sido desvirtuado: el de la Revisión de vida (ver-juzgar-actuar). Considero oportuno seguir profundizando sobre este asunto. Pero, también es bueno aprovechar una metodología que ha sido propia de la Iglesia y con elementos propios del evangelio para leer los signos de los tiempos. Con el Papa Francisco –sobre todo en EVANGELII GAUDIIUM- hemos podido conseguirnos con un campo propio para la Nueva Evangelización: el del momento actual. Sin dejar a un lado otras dimensiones de la tarea de la Iglesia, con lo que él nos ha presentado podemos discernir lo que Dios quiere de nosotros en este momento de la historia en el cual vivimos y debemos evangelizar. Si uno lo lee con sentido de memoria histórica, podremos descubrir que en todas las épocas de la historia de la Iglesia ha debido “primerearse-invilucrarse-acompañar, fructificar-festejar; que n todo momento lo importante es el tiempo, el todo, la realidad y la unidad. Desde la misma Palabra de Dios podemos encontrar las bases y el sustento para poder profundizar en esta propuesta que presentamos a la consideración de todos. Será un buen ejercicio para otro momento o para quienes se quieran aventurar en este campo. La puerta está abierta. Lo que sí es necesario y urgente, es tomar muy en serio la propuesta de NUEVA EVANGELIZACION. Hoy el mundo está requiriendo del anuncio liberador de la Palabra. La misma Iglesia debe sacudirse en esta línea para no caer en la mediocridad. De lo contrario pasará más penurias que no tienen que ver con la vocación al martirio. Me explico: es propio de quien evangeliza el que pueda sufrir la incomprensión y hasta la

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persecución con sus consecuencias de entrega sacrificial. Pero eso forma parte de la vocación misma de una Iglesia evangelizadora. Lo que no se permitiría es la penuria del vaciamiento de los templos, la huida de los fieles, el conformismo de muchos ministros y católicos… eso significaría dejarse llevar por la “mundanidad espiritual de la cual nos habla e insiste tanto Francisco. Quien ha caído en esta mundanidad mira de arriba y de lejos, rechaza la profecía de los hermanos, descalifica a quien lo cuestione, destaca constantemente los errores ajenos y se obsesiona por la apariencia. Ha replegado la referencia del corazón al horizonte cerrado de su inmanencia y sus intereses y, como consecuencia de esto, no aprende de sus pecados ni está auténticamente abierto al perdón. Es una tremenda corrupción con apariencia de bien. Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí, de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres. ¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio! (E.G.20). Son muy dicientes e iluminadoras las palabras dirigidas por el Papa Francisco a sus hermanos Obispos de México y que nos pueden servir para ir concluyendo estas reflexiones:

Les ruego no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas. Vuestro pasado es un pozo de riquezas donde excavar, que puede inspirar el presente e iluminar el futuro. ¡Ay de ustedes si se duermen en sus laureles! Es necesario no desperdiciar la herencia recibida, custodiándola con un trabajo constante. Están asentados sobre espaldas de gigantes: obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, fieles «hasta el final», que han ofrecido la vida para que la Iglesia pudiese cumplir la propia misión. Desde lo alto de ese podio están llamados a lanzar una mirada amplia sobre el campo del Señor para planificar la siembra y esperar la cosecha.

Los invito a cansarse, a cansarse sin miedo en la tarea de evangelizar y de profundizar la fe mediante una catequesis mistagógica que sepa atesorar la religiosidad popular de su gente. Nuestro tiempo requiere atención pastoral a las personas y a los grupos, que esperan poder salir al encuentro del Cristo vivo. Solamente una valerosa conversión pastoral –y subrayo conversión pastoral– de nuestras comunidades puede buscar, generar y nutrir a los actuales discípulos de Jesús (cf. Documento de Aparecida, 226, 368, 370).

Por tanto, es necesario para nosotros, pastores, superar la tentación de la distancia –y dejo a cada uno de ustedes que haga el catálogo de las distancias que pueden existir en esta Conferencia Episcopal; no las conozco, pero superar la tentación de la distancia– y del clericalismo, de la frialdad y de la indiferencia, del comportamiento

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triunfal y de la autoreferencialidad. Guadalupe nos enseña que Dios es familiar, cercano, en su rostro, que la proximidad y la condescendencia, ese agacharse y acercarse, pueden más que la fuerza, que cualquier tipo de fuerza.

El 2 de abril del 2015, durante la Misa Crismal, Francisco nos advirtió a todos –aunque con referencia particular a los ministros ordenados- acerca de una actitud que no debe predominar en los evangelizadores:

Y por último —para que esta homilía no os canse demasiado— está también «el cansancio de uno mismo» (cf. Evangelii gaudium, 277). Es quizás el más peligroso. Porque los otros dos provienen de estar expuestos, de salir de nosotros mismos a ungir y a trabajar (somos los que cuidamos). Este cansancio, en cambio, es más auto-referencial; es la desilusión de uno mismo pero no mirada de frente, con la serena alegría del que se descubre pecador y necesitado de perdón, de ayuda: este pide ayuda y va adelante. Se trata del cansancio que da el «querer y no querer», el haberse jugado todo y después añorar los ajos y las cebollas de Egipto, el jugar con la ilusión de ser otra cosa. A este cansancio, me gusta llamarlo «coquetear con la mundanidad espiritual». Y, cuando uno se queda solo, se da cuenta de que grandes sectores de la vida quedaron impregnados por esta mundanidad y hasta nos da la impresión de que ningún baño la puede limpiar. Aquí sí puede haber cansancio malo. La palabra del Apocalipsis nos indica la causa de este cansancio: «Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor» (2,3-4). Sólo el amor descansa. Lo que no se ama cansa y, a la larga, cansa mal.

Con la esperanza y el deseo de que el lector y oyente de estas reflexiones pueda seguir profundizando, así como con el compromiso de seguir llevando adelante la NUEVA EVANGELIZACION, ponemos en manos del Espíritu los retos que Él mismo nos presenta, a fin de obtener de Él su gracia, con sus dones, ser testigos y servidores fieles en este momento de la historia de la Iglesia.

.-.-.-.-.

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal,

8 de mayo del año 2016, ASCENSION DEL SEÑOR.

LAUS

DEO

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Como una ayuda para quien desee ir haciendo su Revisión de Vida, a partir de lo antes expuesto, presentamos este instrumento –no el único ni el más perfecto- que puede servir de apoyo a todos. Con él, se puede hacer la Revisión de vida de los diversos aspectos de la Pastoral, de la Vida Eclesial. Lo importante es que se pueda hacer con sinceridad y con el espíritu de crecer “en espíritu y verdad”. Particularmente lo hemos empleado para evaluar, por ejemplo, la Pastoral Vocacional en nuestra Diócesis; como también para ir descubriendo los caminos de renovación y conversión pastoral en el plan diocesano de pastoral. Lo ponemos a la disposición de todos. Para poder ser empleado hay que haber leído lo anterior y tratar de aplicarlo. Puede y debe ser mejorado, así lo esperamos.

VER VERNOS ILUMINAR ILUMINARNOS COMPROMETERNOS

PRIMEREAR

INVOLUCRARNOS

ACOMPAÑAR

FRUCTIFICAR

FESTEJAR

EL TIEMPO

LA REALIDAD

LA UNIDAD

EL TODO

LOS SUJETOS

Se trata de mirar y revisar nuestra acción pastoral (como expresión testimonial) en cada uno de esos ítems marcados: primero ver la acción en general y vernos dentro de ellas, para iluminar con la Palabra y el Magisterio de la Iglesia e iluminarnos y así poder concluir con algunos compromisos. Es un ejercicio que permite darle una visión de conjunto a todo el acontecer evangelizador y darle sabor de renovación de manera permanente.