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VII JORNADAS INTERDISCIPLINARIASDE ESTUDIOS AGRARIOS Y AGROINDUSTRIALES Buenos Aires, 01, 02, 03 y 04 de noviembre de 2011 ESTABLECIMIENTOS AGROPECUARIOS Y NO AGROPECUARIOS EN UN PARTIDO RURAL CERCANO AL AMBA. 1 Fernanda González Maraschio 2 Universidad Nacional de Luján [email protected] Introducción En este trabajo nos ocuparemos de los usos del territorio rural, incluyendo los que se vinculan directamente con el desarrollo de una actividad agropecuaria y los que no, con el objetivo de analizar las estrategias de trabajo e ingresos implementadas por los sujetos agrarios y extraagrarios que confluyen en un territorio rural de frontera como San Andrés de Giles. Ubicado en el noreste de la provincia de Buenos Aires y al noroeste del AMBA (105km de la Capital Federal), San Andrés de Giles tiene una superficie de 1.135km 2 y 22.257 habitantes distribuidos entre la ciudad cabecera homónima y 6 aglomeraciones rurales. Según la regionalización agroproductiva propuesta por A. Barsky (1997), el partido corresponde a la “zona agrícola – ganadera del norte bonaerense y sur santafesino”, caracterizada por la producción de soja, carne bovina, trigo y maíz, aunque San Andrés de Giles constituye un caso atípico dentro de la zona de “poliproductos agrícolas, carne y leche bovinos”, por lo que también forma parte de la Cuenca de Abasto de Lácteos a Buenos Aires. Por su localización relativa, desde hace aproximadamente dos décadas, el partido se encuentra influenciado por dos procesos simultáneos: el avance de la agricultura moderna y la expansión del AMBA. La creciente dotación de servicios, infraestructura y equipamiento, facilita el fenómeno de la expansión urbana a la vez que promueve la instalación de actividades agropecuarias intensivas, agroindustrias y diversas actividades de servicios vinculadas con las anteriores. A la vez, impactan en el área legislaciones que regulan los usos del suelo en otros distritos vecinos. 1 Este trabajo presenta algunos resultados correspondientes a la tesis de maestría en Estudios Sociales Agrarios (FLACSO). 2 Geógrafa, docente y becaria de Formación Superior, UNLu.

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VII JORNADAS INTERDISCIPLINARIASDE ESTUDIOS AGRARIOS Y AGROINDUSTRIALESBuenos Aires, 01, 02, 03 y 04 de noviembre de 2011

ESTABLECIMIENTOS AGROPECUARIOS Y NO AGROPECUARIOS EN UN PARTIDO RURAL CERCANO AL AMBA.1

Fernanda González Maraschio2

Universidad Nacional de Lujá[email protected]

IntroducciónEn este trabajo nos ocuparemos de los usos del territorio rural, incluyendo los que se vinculan directamente con el desarrollo de una actividad agropecuaria y los que no, con el objetivo de analizar las estrategias de trabajo e ingresos implementadas por los sujetos agrarios y extraagrarios que confluyen en un territorio rural de frontera como San Andrés de Giles. Ubicado en el noreste de la provincia de Buenos Aires y al noroeste del AMBA (105km de la Capital Federal), San Andrés de Giles tiene una superficie de 1.135km2 y 22.257 habitantes distribuidos entre la ciudad cabecera homónima y 6 aglomeraciones rurales. Según la regionalización agroproductiva propuesta por A. Barsky (1997), el partido corresponde a la “zona agrícola – ganadera del norte bonaerense y sur santafesino”, caracterizada por la producción de soja, carne bovina, trigo y maíz, aunque San Andrés de Giles constituye un caso atípico dentro de la zona de “poliproductos agrícolas, carne y leche bovinos”, por lo que también forma parte de la Cuenca de Abasto de Lácteos a Buenos Aires. Por su localización relativa, desde hace aproximadamente dos décadas, el partido se encuentra influenciado por dos procesos simultáneos: el avance de la agricultura moderna y la expansión del AMBA. La creciente dotación de servicios, infraestructura y equipamiento, facilita el fenómeno de la expansión urbana a la vez que promueve la instalación de actividades agropecuarias intensivas, agroindustrias y diversas actividades de servicios vinculadas con las anteriores. A la vez, impactan en el área legislaciones que regulan los usos del suelo en otros distritos vecinos.Estos fenómenos se plasman en un paisaje agrario heterogéneo, en el que las producciones agropecuarias predominantes hasta mediados del siglo XX han ido dejando paso a la agricultura y a otras producciones capital-intensivas a la vez que en las áreas del partido cercanas a los accesos viales, el creciente proceso de fraccionamiento de la propiedad favorece el desarrollo de emprendimientos residenciales y turísticos. Se propone en este trabajo abordar las transformaciones operadas en las últimas décadas en los espacios rurales localizados en la periferia de las grandes ciudades, así como analizar las causas y consecuencias de los procesos de cambio, identificando los patrones de desarrollo y ocupación del espacio que generan. A partir del análisis de los resultados de una encuesta estadísticamente representativa realizada recientemente a establecimientos rurales agropecuarios y no agropecuarios, presentaremos una caracterización de usos del territorio a partir de las actividades relevadas. Luego, clasificaremos los sujetos sociales según su capacidad de generar ingresos y proporción trabajo asalariado/familiar, haciendo hincapié en las particularidades de los actores extra-agrarios. Analizaremos además, si la condición de “pluriactivos”, aplicada en los estudios sociales agrarios para definir a cierto tipo de productores agropecuarios con actividades extraprediales, se puede extender a los propietarios de establecimientos no agrarios y sus familiares, estimando la principalidad de la actividad predial. Finalmente, evaluaremos la distribución territorial de las categorías analizadas y la

1 Este trabajo presenta algunos resultados correspondientes a la tesis de maestría en Estudios Sociales Agrarios (FLACSO). 2 Geógrafa, docente y becaria de Formación Superior, UNLu.

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posible influencia de las condiciones de accesibilidad y otros factores vinculados a la localización del área de estudio.

Nuevas dinámicas rurales en la frontera rural-urbana.En este trabajo hemos entendido que el territorio no tiene una única identidad sino que está lleno de diferencias internas y de conflictos acerca de la naturaleza de su herencia, del desarrollo de su presente y la proyección de su futuro. Adoptando el enfoque del tercer espacio buscamos analizar los tres aspectos fundamentales del territorio, interpretando sus dinámicas a partir del análisis de procesos simultáneamente reales e imaginarios, actuales, históricos y virtuales, constituyendo el espacio vivido como el lugar de experiencia y agencia estructuradas, individuales y colectivas (Soja, 2008). Las valorizaciones que se desarrollan en el espacio vivido permiten a su vez visualizar el constante juego de construcción y deconstrucción de territorialidades.

La construcción de la espacialidad humana desde el enfoque trialéctico

Elaboración propia en base a Soja (2008) y elementos del caso.

Describir, comprender y explicar la especificidad del espacio rural de San Andrés de Giles, implicó partir del análisis de su entorno construido, expresado en estructuras físicas y también en los patrones de uso de la tierra, en la organización económica, en la identidad cultural, y en los diferentes atributos, relaciones, pensamientos y prácticas individuales y colectivas de sus habitantes. El abordaje trialéctico permitió adentrarnos en las conflictividades generadas en las diversas relaciones de poder e identificar los procesos de des y re territorialización que ocurren en espacio rural y que construyen ruralidades simultáneas. En los ámbitos rurales de frontera, la evolución de las actividades económicas tanto agrarias como urbanas, acompañadas por la construcción de grandes obras de infraestructura, son los responsables del gran dinamismo de los cambios de uso de la tierra. En estos territorios, los usos del suelo se entremezclan materializando la integración rural-urbana. Las cambiantes dinámicas económicas y la complejidad de la organización territorial, construyen un espacio cada vez más heterogéneo y complejo.Los estudios de las zonas de transición entre lo urbano y lo rural, coinciden en describir a las mismas como franjas de territorio que rodean a las ciudades y que establecen una frontera entre la ciudad y el campo. Existe relativo consenso en que “la antigua dicotomía campo-ciudad se diluye ahora en un continuo que integra y conduce por gradaciones” (Capel, 1994: 138). En ese continuo que se desarrolla entre lo claramente urbano y lo netamente rural,

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existen áreas o franjas en las cuales los usos del territorio rural se alternan en mayor o menor medida con los usos urbanos. Para García Ramón et. al. (1995), existen seis franjas en las que discriminan los conceptos de periurbano y rururbano, diferenciándolos por tratarse de diferentes instancias del continuo con distinto peso de lo urbano y lo rural. A pesar de la necesaria distinción, las zonas de transición entre el campo y la ciudad se manifiestan como espacios en los que se mezclan actividades urbanas y agrícolas que compiten por el uso del mismo suelo (Entrena Duran, 2005). Esa integración es, para varios autores, un proceso transitorio, previo a la urbanización plena. Una sólida tradición de estudios urbanos, especialmente los referidos a los procesos de urbanización, alentaron el desarrollo de formulaciones que establecían el dominio de la ciudad sobre el campo, en tanto ésta se expandía incorporando territorios antes rurales (Clout, 1976 -en Barsky, 2005-; Carter, 1974). Las teorías sobre urbanización difusa (Indovina, 1990), concentración expandida (De Mattos, 2001) o suburbanización (Torres, 2001) descansan sobre este enfoque y se respaldan en las tendencias de los principales aglomerados urbanos –mundial, latinoamericano y argentino, respectivamente- ante procesos como la descentralización industrial, la proliferación de emprendimientos residenciales cerrados, las mejoras en transporte y comunicación, etc. De esta forma, la frontera rural-urbana constituye un área de especulación financiera en la que gradualmente los usos urbanos del territorio reemplazan a los rurales. Otros autores, en cambio, sostienen que si bien efectivamente se trata de un territorio dinámico que recibe numerosas inversiones, no siempre existe una direccionalidad urbano-rural en estos procesos. Por un lado, la influencia ejercida es recíproca dado que mientras que la ciudad se expande sobre el campo, a la vez depende de éste ámbito para su abastecimiento (alimentos, materiales, energía, etc.) y para la colocación de sus desechos (Matteucci y Morello, 2006); por otro lado, cuestiones de accesibilidad, ordenamiento territorial y valorización cultural o ambiental se entrecruzan con procesos económicos y demográficos, y en conjunto, reorganizan lo urbano, lo rural y lo rururbano. De esta manera, existen espacios de transición en los que la urbanización no ha avanzado por diversas razones (Barros et. al, 2005) o inclusive se ha revertido (González Maraschio et. al, 2008).Se utilizará en adelante la noción de rururbano como sinónimo de frontera que se construye de múltiples formas y que expresa la dinámica de dos espacios en equilibrio inestable (no opuestos), el campo y la ciudad. La frontera rural-urbana, así definida, se aleja de la idea del dominio urbano sobre las áreas rurales, y más aún de la noción de frontera como espacio de separación, en tanto se constituye como un espacio de transición e intercambio entre ambos (Barros y Zusman, 2000). Sin dudas esa transición está cargada de conflictos y tensiones dado que allí entran en contacto sistemas territoriales identificados por sistema de normas (culturales, jurídicas, etc.) diferentes. Pero precisamente esa confrontación es la que imprime dinamismo y heterogeneidad a estos espacios en los que continuamente se está produciendo la integración de dos tipos opuestos de organización espacial (Reboratti, 1990). Esto implica procesos simultáneos de revalorización de tierras, movimientos migratorios, coexistencia de actividades productivas muy diversas, permanentes conflictos por el control de los recursos y un importante impacto en el ambiente (Barsky, A., 2005).Morello y Matteucci (2001) utilizan la noción de interfase rural-urbana, para indicar que en ese ámbito confluyen dos tipos de fronteras: por un lado, la frontera agropecuaria, que se ubica entre las tierras agrícolo-ganaderas y los ecosistemas naturales que las rodean, y por el otro, la frontera urbana, que conforma el periurbano que rodea la tierra urbana consolidada. La interfase rural-urbana se caracteriza, entonces, por mostrar estructuras amosaicadas, cuya composición social es heterogénea y dinámica, fruto de la especulación con tierras, los cambios de uso del suelo hacia actividades de mayor productividad, y el crecimiento de las actividades informales. En estos espacios también se presentan cambios rápidos en los valores y la tenencia de la tierra. Otros rasgos de las zonas rurales de frontera son el elevado precio de la tierra, la competencia entre valores de producción, consumo y preservación y la necesidad

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institucional de establecer regulaciones en el uso del espacio (Barsky, 2005). “Estas zonas se caracterizan por su accesibilidad, el precio elevado de la tierra, la intensa competencia entre los valores de producción, consumo y preservación y la necesidad de establecer formas de regulación del espacio.” (Craviotti, 2007: 752). Se conforma así un microespacio con una realidad socio-económica diferenciada (Lorda y Duvernoy, 2006), donde prevalecen las dinámicas rurales pero con el creciente desarrollo de usos urbanos. García Ramón, et. al. (1995) afirman que no puede existir el espacio urbano sin el rural; éste se transforma manteniendo un débil equilibrio entre las funciones tradicionales y las nuevas funciones, como resultado de los procesos rururbanizadores del territorio. En ese equilibrio inestable, los usos urbanos están sumamente vinculados con los agrarios, se retroalimentan de ellos, de modo que las dinámicas provenientes de la ciudad muchas veces refuerzan la ruralidad del territorio. De este modo, las áreas de interacción de fenómenos rural-urbanos se encuentran sujetas a procesos sociales diversos y en tensión que constituyen ámbitos en los se modifican de manera dialéctica los valores y los usos del suelo urbano y rural (Bozzano, 2002)3. En efecto, la acción de agentes con diferentes lógicas e intereses se manifiesta en distintas valorizaciones del medio rural de frontera: por un lado, los productores agropecuarios valorizan el suelo como valor de uso y factor de producción; por el otro, los desarrolladores turísticos e inmobiliarios consideran la ruralidad como valor de cambio, promoviendo la mercantilización (Marsden, 1998; en Craviotti, 2002) y el consumo de los lugares rurales (Urry, 1995; en Barros et. al., 2005).

La inserción teórica de las nuevas dinámicas rurales. Como afirma Craviotti (2008), el encuadre teórico de los trabajos sobre nuevos usos del ámbito rural no está debidamente desarrollado y actualmente se limita a los de la Nueva Ruralidad y el Postproductivismo. En efecto, para Kay (2005) la “Nueva Ruralidad” es complementaria del enfoque de la reestructuración, ya que analiza las transformaciones de los espacios rurales en el marco de la globalización, mientras que la reestructuración estudia los cambios en las formas de producción y regulación de la actividad agraria asociados a ésta. La función de consumo de los espacios rurales y el ingreso de nuevos agentes ocurre en determinadas áreas y no en todas. Nos interesa indagar en estos enfoques en tanto se ha señalado que es en los ámbitos rururbanos, espacios de contacto entre el campo y la ciudad, donde se presentan mayores posibilidades de desarrollarse una “Nueva Ruralidad” (Barros, 2005). La línea teórica denominada “Nueva Ruralidad”, comenzó a integrarse en los estudios latinoamericanos a partir de la década de 1990, y se caracteriza por otorgar un lugar central a la condición multifuncional que adquieren algunos ámbitos rurales, en tanto se encuentran cada vez más integrados a los urbanos. Desde este enfoque, la tradicional definición de lo rural por oposición a lo urbano comienza a desestabilizarse a medida que diferentes procesos socioeconómicos y culturales reconfiguran estos espacios y sus relaciones, evidenciando la obsolescencia de las visiones dicotómicas y de los criterios demográficos. Así, la “nueva ruralidad” intenta dar cuenta de un nutrido conjunto de transformaciones que involucran actividades productivas tradicionales y nuevas, así como también de una serie de procesos que incluyen nuevos usos, nuevas estrategias productivas, nuevos actores; en suma, una nueva organización de los territorios rurales. En términos de Rodríguez Billela y Tapella (2008), se enmarcan en este enfoque los diversos estudios que buscan nuevos marcos interpretativos y que apuntan tanto a dar cuenta de la creciente conciencia y preocupación por la inclusión de la dimensión ambiental en las intervenciones sociales, como la diversidad de cambios sucedidos en el medio rural. La “Nueva Ruralidad” daría cuenta de las nuevas transformaciones experimentadas por el sector

3 En Lorda y Duvernoy, 2006.

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rural en gran medida como consecuencia de la globalización y la implementación de políticas neoliberales. En este sentido, el enfoque no sería más que el reconocimiento tardío de los procesos de transformación que comenzaron a manifestarse una década antes (Gómez, 2002). Otro uso también polémico de la noción de “Nueva Ruralidad” se vincula a la formulación de nuevas políticas públicas y acciones orientadas a la de las consecuencias negativas del neoliberalismo para los campesinos. Dentro de esta “dimensión normativa” se inscriben los enfoques territoriales caracterizados por la atención prioritaria al territorio local (Rodríguez Bilella y Tapella, 2008).Kay (2005) destaca el origen Latinoamericano de la noción, dado que en los ámbitos académicos de Europa o EEUU no se ha desarrollado en esos términos, aunque evidentemente sí ha abrevado en los estudios sobre “neorruralidad”, agricultura a tiempo parcial, pluriactividad y multifuncionalidad rural. Sin embargo, para este autor, la “Nueva Ruralidad” no logra superar su rol descriptivo y/o normativo, por lo que no constituye en sí un marco teórico que permite explicar las problemáticas rurales actuales, de modo que no puede ser entendido como nuevo enfoque del Desarrollo Rural. De Grammont (2010) también señala la ambigüedad de la noción de “Nueva Ruralidad” fundada en el uso empírico que se le da, sin avanzar debidamente en una reflexión conceptual. Para este autor pueden distinguirse cuatro perspectivas respecto a la “Nueva Ruralidad”. La más difundida asimila la nueva ruralidad a la teoría de los nuevos actores o nuevos movimientos sociales. Prevalece en esta concepción, la idea de la pérdida de centralidad de las clases sociales, de su identidad definida por las relaciones de producción, y su sustitución por las identidades fragmentadas ya no definidas por la estructura económica sino por pertenencias ideológicas particulares. La segunda, asimila el campo a la agricultura y por lo tanto no concibe una ruralidad que exceda lo específicamente sectorial. La tercera posición plantea que la idea de nueva ruralidad corresponde a una nueva mirada de los estudiosos más no una nueva realidad. Se trata de una forma distinta de percibir los espacios rurales y sus problemas contemporáneos, que no necesariamente representa la emergencia de nuevos fenómenos (Riella y Romero, 2003). La cuarta posición, estudia las funciones que debe cumplir el campo para lograr una mejor relación con el conjunto de la sociedad y que son esencialmente, además de la alimentación, el desarrollo de nuevas actividades económicas para limitar las migraciones, la conservación del medio ambiente, la creación de nuevos estilos de vida. Esta perspectiva coincide con la dimensión normativa desarrollada por Kay, pero Grammont incorpora en esta posición una corriente diferente, abocada al estudio de la sociedad con sus transformaciones económicas, sociales y políticas, privilegiando el estudio de las relaciones sociales existentes en el mundo rural, y entre el mundo rural y la ciudad, y tomando como unidad de análisis el territorio, no la agricultura en particular, pero para aprehender las relaciones sociales intersectoriales que establecen entre los actores sociales. Para esta investigación interesaría este último aspecto, no obstante coincidimos en el planteo general sobre la percepción tardía de fenómenos de cambio ya presentes antes del giro neoliberal de las políticas públicas (Kay, 2005). Los trabajos de Gómez (2002) y de Riella y Romero (2003) se acercan a esta crítica al entender que la nueva ruralidad es solo un nuevo enfoque para describir e interpretar los “viejos” procesos de cambio del mundo rural. Mientras que el primero intenta identificar cuáles fueron los factores que llevaron a la ruptura de la ruralidad tradicional y cuáles son los lineamientos que incluye la nueva propuesta, los segundos sugieren que la emergencia o no de una “nueva ruralidad” está dada por la existencia de un grado importante de diversificación del empleo y de las redes de relaciones sociales no basadas en el eje de las relaciones agrarias. Ambos trabajos se preguntan en qué medida estas transformaciones son parte del proceso de modernización y evolución del capitalismo agrario o el resultado específico del neoliberalismo y la globalización. Un reciente estudio de Murmis et. al. (2010) presenta a la pluriactividad como un fenómeno de larga tradición que se ha desarrollado históricamente en contextos de campesinado

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tradicional, de capitalismo dependiente moderno y de capitalismo globalizado (Murmis, Bendini y Tsakoumagkos, 2010). Cabría, entonces, hacer extensivo este razonamiento a los demás fenómenos que el enfoque de “Nueva Ruralidad” adjudica a las tendencias globalizantes. Analicemos el caso de las migraciones: durante el siglo XX podemos diferenciar movimientos masivos de población en sentido campo-ciudad y posteriores migraciones ciudad-campo ligadas a la expansión urbana. Y las causas de estos fenómenos se inscriben en procesos del “capitalismo agrario dependiente moderno”. Sin dudas, las innovaciones en telecomunicaciones y transporte han impactado en estos procesos, acelerándolos, y el Estado neoliberal ha desregulado al acceso a la tierra, pero esto no implica considerar a la globalización como factor originario y unicausal de los actuales movimientos migratorios. Los desplazamientos en uno y otro sentido son el correlato de situaciones de crisis o reestructuración de sectores económicos consolidados durante décadas y en diferentes contextos. Ante este planteo, Gómez (2002) señala que la distinción entre la vieja y la nueva ruralidad puede remontarse a la clásica dicotomía planteada por los padres de la sociología, entre comunidad y sociedad. Entonces, son las relaciones sociales de tipo personal –no las actividades, ni los usos del suelo, ni los asentamientos- las que definen la ruralidad tradicional, en la que se revaloriza la noción de “comunidad” ligada a las relaciones esenciales de interdependencia en una economía basada en la correspondencia de intereses.Un origen similar presenta el concepto de “postproductivismo”, que se acuña en Europa a comienzos de la década de 1990 con el fin de reflejar los importantes cambios que atravesaban la producción agrícola y alimentaria. Según Evans (2001), desde ese momento el término se ha convertido en una muletilla de moda para resumir un complejo cambio agrario, o incluso rural, desde una perspectiva más general. Más allá de las modas, el enfoque postproductivista rural define una novedad en el estado de estos territorios que se actualmente experimentan transformaciones vinculadas a una nueva situación ambiental, demográfica, social, económica, territorial y política (Rubio, 1999). Esta fase postproductivista se caracteriza por la globalización de la producción y el consumo, la desintegración de la regulación y el soporte estatal, la conciencia de los efectos medioambientales de las prácticas agrarias, el uso creciente de la tierra agraria para otros propósitos y el crecimiento de los consumidores verdes y, por tanto, de la demanda de productos ecológicos y de calidad. No obstante, la llamada “Transición postproductivista” (Marsden, 1992; Bowler, 1996; Evans, 1996)4 incluye también nuevas tendencias rurales profundamente ligadas a lo urbano. Con la crisis del modelo productivista se desarrollaron nuevas formas de producción y consumo en el medio rural, y a éstas a su vez, generaron nuevas experiencias para los visitantes, trabajadores y residentes. Estos fenómenos han contribuido a que aparezca un amplio muestrario de mercancías que poseen un mayor valor añadido, no solo desde el punto de vista económico sino también social y ambiental (Armesto López, 2005: 146).Marsden (1992) alerta sobre el riesgo de agotabilidad de los recursos en el medio rural y sobre las consecuencias del exceso de consumo y demanda que afectaría ineludiblemente a la calidad de los productos. Por su parte, Benediktsson (2000) pone como ejemplo la actividad turística, que generalmente presenta como alternativa postproductivista que permite reforzar las identidades del medio rural, pero que puede perjudicar la cultura local, ya que las tradiciones son reinventadas o incluso inventadas de nuevo para el disfrute del turista. En este sentido, Marsden (1992) sostiene que en las áreas donde habitan residentes rurales tradicionales las actitudes y valores son marcadamente productivistas, mientras que en las que hay nuevos residentes el modelo postproductivista se extiende más. Es en esta última categoría en la que se pueden circunscribir la mayoría de los denominados hobby-agricultores que están interesados según Holloway (2000) en la producción alimentaria a pequeña escala

4 Op. Cit., 145.

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como parte de un conjunto de decisiones que definen su estilo de vida en un contexto de viviendas rurales, de alimentos de calidad y de trabajo ético con animales. De hecho, es necesario señalar que la hobby-agricultura necesita del tejido urbano para sobrevivir, ya que por su propia definición, la fuente de ingresos principal del hobby-agricultor se sitúa fuera del sector primario, existiendo el trabajo fundamental en muchas ocasiones en el medio urbano. Este concepto resultará de suma importancia para la tipología de usos y actores que analizaremos en el caso de San Andrés de Giles.

Valores postproductivistas del medio rural

Elaboración propia en base a Gardner (en Bergstrom, 2002).

El postproductivismo introduce, además, nuevos elementos para la valorización del espacio rural. Estos nuevos elementos intangibles o inconmensurables pueden ser definidos como “amenity values” o valores de atractivo o valores ambientales. Este concepto intenta dar cuenta de la recepción de visitantes de lo urbano que buscan aire y agua más puros en unos campos que tradicionalmente se habían definido desde la óptica productivista y que ahora están tomando un valor ambiental por el mero hecho de ser espacios abiertos.

Funciones del medio rural a partir de la valorización postproductivista

Elaboración propia en base a Armesto López, 2009.

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De este modo, además de la valorización económica ambiental, el ámbito rural se construye como atractivo para nuevos visitantes y residentes. Los valores actuales del medio rural son de cuatro tipos, según Gardner5: a) producción de alimentos; b) provisión de puestos de trabajo; c) mejora de la organización de los usos del suelo; d) valores medioambientales. Si bien las formulaciones en torno a la Nueva Ruralidad y el Postproductivismo permiten dar cuenta de los cambios operados en ciertos territorios rurales con condiciones específicas de localización, no proveen la profundidad necesaria para explicar esos fenómenos. Los fenómenos de integración rural-urbana, el ingreso y egreso de habitantes a las áreas rurales, el desarrollo de actividades secundarias y terciarias, las valorizaciones extra-agrarias del escenario rural, son elementos que caracterizan la periferia rural del AMBA en la actualidad, pero también en décadas anteriores a los años 80. Han cambiado los protagonistas, las actividades y las tecnologías y las distancias de los fenómenos, pero se reproducen desde mediados del siglo XX, cuando la ciudad de Buenos Aires comenzó a expandirse sobre su periferia rural. Nuevas actividades y nuevos actores, multifuncionalidad y mercantilización, no terminan sin embargo con lo agrario. Que lo rural implique alejar la lente e incluir fenómenos extra-agrarios y hasta urbanos, no indica de ningún modo que la dimensión agraria deje de ser el centro de estos territorios. Al respecto, Murmis et. al. (2010), sostienen que ese enfoque identifica la aparición de ocupaciones correspondientes a las nuevas formas que adopta el capital en la actualidad –nueva agricultura, turismo, artesanía- , a la vez que relaciona la influencia del capital globalizado con la situación de crisis del sector agrario. Sin embargo, no da cuenta de las ocupaciones propiamente agrarias preexistentes, que perduran, se adaptan y continúan siendo el eje del agro globalizado. “Pero hay otra situación de presencia de las combinaciones de actividades e ingresos que queda fuera de la consideración habitual. Nos referimos a las situaciones del capitalismo agrario dependiente vigentes durante decenios en América Latina en períodos previos al auge de la globalización. Nos referimos a un capitalismo de prolongada presencia en la Argentina y caracterizado por sus crisis y su capacidad de generar oportunidades.” (Murmis y otros, 2010: 5-6).En efecto, los resultados del trabajo de campo permitieron confirmar que lo agrario continúa siendo el eje de los procesos socioeconómicos que caracterizan el partido de San Andrés de Giles, de las prácticas y las representaciones que allí se desarrollan. Más que una nueva ruralidad, tal vez resulte conveniente hablar de una ruralidad de frontera, haciendo referencia a la frontera con lo urbano. En esta ruralidad de frontera urbana, las formas que adopta el capital en función de las particulares condiciones de accesibilidad, definen territorios rurales heterogéneos en los que se desarrollan actividades diversas pero donde lo rural continúa definiendo la economía y el paisaje. Presentamos a continuación, una apretada síntesis de las etapas de investigación realizadas con el fin de desentrañar la compleja ruralidad de frontera en San Andrés de Giles.

El diagnóstico: caracterización socio-productiva y organización territorial de S.A.G.El partido de San Andrés de Giles posee una posición equidistante entre el principal aglomerado urbano del país y la zona de mayor productividad agraria, también de todo el país. Esa particularidad sitúa al partido en un ámbito de confluencia de fuerzas, la expansión urbana que se acerca desde el este y la expansión agraria que avanza desde el noroeste. Sin embargo, el paisaje que se configura es netamente rural y agropecuario, lo que no significa que las fuerzas urbanizadoras no estén latentes o que no compitan con las rurales.En términos de accesibilidad, el partido no cuenta con autopistas y el ferrocarril fue clausurado tras las políticas neoliberales de privatización. No obstante, el territorio gilense se encuentra atravesado por las rutas nacionales 7 y 8 y la ruta provincial 41.

5 Citado en Bergstrom, 2002.

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Localización de San Andrés de Giles en provincia de Buenos Aires

Elaboración propia en base a INDEC, 2001.

Estas rutas constituyen los ejes de la trama urbana del partido, en tanto la ciudad cabecera se desarrolla a la vera de la Ruta Nacional 7, en el centro-norte del partido, al igual que tres localidades rurales: Cucullu, Villa Espil y Villa Ruiz; otras dos aglomeraciones rurales, Azcuénaga y Solís se sitúan en el eje de la Ruta Nacional 8, que atraviesa el extremo norte del partido.

La formación socio-espacial de San Andrés de Giles, Buenos Aires.Dinámicas agrarias de la zona núcleo

Dinámicas urbanizantes del AMBAElaboración propia.

Como pudimos comprobar con los resultados de la encuesta, en estos sectores del partido se registran procesos de expansión del espacio residencial y de ocio fundamentalmente ligado a las demandas de población metropolitana, y vinculado a un patrón de residencialidad dual o de fin de semana. Estas dinámicas se extienden desde partidos donde ya están consolidadas como Luján y San Antonio de Areco, pero en mucha menor proporción y velocidad, y sin que esto implique la desaparición del uso agropecuario que en esta zona es mayormente agrícola o mixto. Por el contrario, en los sectores centro-sur y oeste del partido se extienden los usos rurales agropecuarios, extensivos y mayormente ganaderos, y solo persisten algunos parajes

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rurales, como Franklin, Heavy, Espora y Tuyutí, con menos de 100 habitantes y cuyas dinámicas se orientan hacia partidos vecinos como Mercedes o Carmen de Areco, más que con el propio San Andrés de Giles.El partido presenta unos 22.257 habitantes (INDEC, 2010), concentrados en la ciudad cabecera del mismo nombre. Las demás localidades del partido no superan los 2000 habitantes, se trata de pueblos y parajes rurales donde la población vive aglomerada. El resto de los habitantes rurales, reside en explotaciones agropecuarias (EAP) a campo abierto. El total de población rural ascendía en 2001 a 6.888 habitantes, lo que equivalía al 30% (INDEC, 2001). La población rural concentraba en 2001 el 33% de la población total, de los cuales el 11% residen en las 6 aglomeraciones rurales del partido (Solís, Villa Ruiz, Cucullú, Azcuénaga, Villa Espil y Franklin), mientras que el 22% restante lo hacen en forma dispersa o a campo abierto. En términos intercensales (1991-2001) se observa un incremento del 13,8% de la población total del partido, destacándose el desempeño de la población rural aglomerada, que crece un 24,9% frente al incremento del 22,8% de la población urbana. De este modo, San Andrés de Giles presenta una proporción de ruralidad superior a los promedios provincial y nacional, aunque, experimentando tendencias orientadas a incrementos en la localización en pueblos, vinculadas tanto a la afluencia de habitantes provenientes del espacio urbano como a recientes estrategias residenciales adoptadas por los productores agropecuarios.Productivamente, el partido es eminentemente agropecuario, siendo este sector el motor de la agroindustria local y también de las representaciones de ruralidad que se construyen para los nuevos usos residenciales. Son las actividades agropecuarias las que estructuran las dinámicas socio-económicas de este partido de frontera, dando lugar a un amplio sector de servicios que busca cubrir las demandas de los habitantes rurales tradicionales y nuevos. Según las zonificaciones agroproductivas, San Andrés de Giles pertenece a la zona agrícola-ganadera del norte bonaerense y sur santafesino, aunque representa un caso “atípico de poliproductos agrícolas, carne y leche” (Barsky, 1997: 428) y también forma parte de la Cuenca de Abasto de Lácteos a Buenos Aires, conformada por 18 partidos que rodean la AGBA en un radio aproximado de 100 a 150km (Posada, 1995).

San Andrés de Giles según las zonas agroproductivas de la provincia de Buenos Aires.

Elaboración propia en base a Barsky, 1997 y Posada, 1995

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En efecto, a lo largo de su historia el partido ha transformado su producción agropecuaria en consonancia con las dinámicas socioeconómicas nacionales e internacionales. Actualmente, la producción agraria sigue las tendencias del proceso de agriculturización que se registra en gran parte del territorio rural de la Argentina, a partir de la expansión de los granos y la modernización de las prácticas productivas. La actual fase de la agriculturización se concentra en el cultivo de unos pocos granos y, particularmente, en la soja. La aparición de los transgénicos de esta especie, las labranzas reducidas y la siembra directa, la difusión de los agroquímicos, entre otras, constituyen las innovaciones tecnológicas más recientes, que se difunden a partir de “paquetes” capital-intensivos. La extensión extrapampeana del modelo y la expansión de las nuevas unidades de gran escala, son otros rasgos característicos. Mientras que numerosos productores agropecuarios quedan afuera de esta modernización, paralelamente se produce una composición y recomposición en cuanto a tipos de productores: la región pampeana se caracteriza por la complejidad y la flexibilidad, de modo que se encuentran en ella: terratenientes extensivos, terratenientes capitalistas, terratenientes medianos y grandes articulados con productores familiares, productores familiares exclusivos, pequeños propietarios, familiares contratistas, contratistas empresariales con o sin tierra, e incluso, figuras transitorias que articulan a otros sujetos agrarios. Muchos productores propietarios cuya escala no permite la adquisición del paquete necesario para hacer soja, ceden sus predios a algunos de los sujetos mencionados anteriormente.Los datos censales nos han permitido identificar el fenómeno de la agriculturización en San Andrés de Giles, expresado a partir de:- Cambios en el estrato 1000-5000 ha. que se vinculan a la concentración del capital invertido en la tierra, a la vez que los datos absolutos y relativos sobre el estrato 200-1000ha, independientemente de las trayectorias que puedan ocultar los promedios, sugieren la existencia de tamaños intermedios compatibles con un cierto grado de heterogeneidad al interior de dicha concentración (Tsakoumagkos y González Maraschio, 2009).- Incremento de la superficie en propiedad, en tanto disminuyen la cedida en arrendamiento y aparcería, -24,9% y -82,7% respectivamente, aumenta la superficie cedida bajo contrato accidental que se quintuplica en el período analizado (+400,8%).- Los cereales para granos se incrementan un 58% (15272ha, 24104 ha.); los oleaginosos aumentan un 91% (20477ha, 39024ha); las existencias bovinas disminuyen un 6% (45669cab, 43113cab); y las vacas en ordeñe se reducen en un 50% (5653cab, 2846cab). La proporción superficie cultivos anuales/superficie implantada se incrementa del 72% al 88%. Otros procesos agropecuarios de relevancia en el partido son la destambización y el incremento de actividades agropecuarias intensivas. En el primer caso, la profunda reestructuración del sector lechero operada a partir de 1960 provocó la exclusión de cientos de tambos manuales y familiares que quedaron excluidos de los nuevos requerimientos de las grandes usinas. En el caso de San Andrés de Giles, entre 1960 y 2008 la cantidad de establecimientos con instalaciones tamberas se redujo un 92%. Las transformaciones del sistema de transporte, a partir del deterioro del ferrocarril y la promoción del carretero favorecieron las acciones de las grandes usinas. Algunos tamberos reconvirtieron su actividad hacia la cría, aunque muchos abandonaron sus unidades productivas y migraron a la ciudad. El efecto de la agriculturización también contribuyó a la expulsión de estos productores. En el segundo caso, la cercanía del AMBA favoreció el desarrollo de actividades agropecuarias intensivas destinadas al consumo metropolitano o a la exportación. Por un lado, se registra el aumento del 266% del stock porcino (CNA/02), asociado a la instalación de empresas dedicadas a la cría y faena de cerdos, que se encuentran integradas a industrias alimenticias locales y extranjeras. Lo mismo sucede con la avicultura, que se instala en los últimos años como actividad rentable dada su rápida y periódica tasa de retorno. A la vez, es adecuada para desarrollar en áreas de suelos decapitados por la anterior presencia de hornos de ladrillo. El perfil de los establecimientos incluye un amplio abanico, desde los más

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integrados hasta los netamente familiares, no obstante todos articulan con granjas locales e internacionales. El desarrollo de esta actividad se encuentra prohibido en partidos vecinos, por los conflictos que genera con los usos residenciales y turísticos del suelo, cada vez más frecuentes en la zona. Otra actividad intensiva de reciente implantación es el cultivo de arándanos, expansión que ya se registraba en el vecino partido de Mercedes. Esta actividad supone una gran inversión inicial que no comienza a recuperarse hasta cinco años después de realizada, por lo que se trata de productores capitalizados, en muchos casos de origen extra-agrario.Paralelamente se desarrollan usos no agropecuarios del suelo correspondientes a actividades de reciente implantación en el partido. Entre ellos, distinguimos los usos productivos de los no productivos, aunque los usos considerados no productivos, como el residencial, dan cuenta de la creciente mercantilización (Marsden, 1992) de “la ruralidad” como entorno paisajístico y socio-cultural que promueve el consumo de lugares rurales (Urry, 1995), ya sea para realizar actividades de ocio y recreación o para residir.Entre los productivos no agropecuarios se incluye el turismo rural y todas las actividades de servicios que se desarrollan dentro del mundo rural no agropecuario. Nos referimos a un tipo de turismo rural cuyo rasgo fundamental es que la actividad se realiza en un medio rural y en un entorno agropecuario (Casal, 2004), de manera que el atractivo del establecimiento se basa en la oferta de ruralidad pasible de consumo. Establecimientos de turismo rural, restoranes de campo, ferias artesanales y locaciones para la práctica de polo, son algunas de las diversas actividades generadas en torno al turismo en San Andrés de Giles. Éstas se distribuyen de manera bastante homogénea en todo el territorio, e inclusive, a partir de programas municipales, se observa la especialización de la oferta turística en los diferentes pueblos en función de las actividades productivas predominantes en la actualidad o en el pasado. Estos usos urbanos están sumamente vinculados con los agrarios, se retroalimentan de ellos, de modo que las dinámicas provenientes de la ciudad muchas veces refuerzan la ruralidad del territorio. Esto no quita que se produzcan numerosas tensiones entre los usos rurales y urbanos, como por ejemplo entre la avicultura y el uso residencial. También se registran en el partido una serie de servicios relacionados con la cría de caballos y/o los deportes ecuestres, como por ejemplo, una clínica de rehabilitación para equinos, o escuelas de equitación para niños y adultos. En estos casos estamos frente a actividades que no son agroproductivas ni residenciales, pero que también se desarrollan en el ámbito rural. Todos estos usos han fomentado a su vez, el desarrollo de actividades de servicios vinculadas a las demandas de los habitantes de origen rural o urbano. En tanto se localizan en áreas que resultan censalmente rurales, cuyos actores mantienen relaciones interpersonales típicas del mundo rural, estos usos se consideran rurales, aunque desde una concepción ampliada de “lo rural”. Respecto a los usos no productivos, el partido de San Andrés de Giles se asemeja a otros de la periferia del AMBA que, desde la década de 1970 y con mayor impulso en los años 80, se convirtieron en atractivos para la inversión inmobiliaria a partir de la disponibilidad de tierras por la existencia de explotaciones abandonadas. Los predios reacondicionados y fraccionados son vendidos como nuevas formas de asentamientos de población destinados a la residencia, permanente o no, de habitantes metropolitanos. Esto es posible a partir de la valorización del paisaje rural y del estilo de vida campestre, por parte de habitantes del AMBA y mediante la promoción inmobiliaria, así como por la construcción y mejora de importantes accesos a Capital Federal, que desde fines de la década de 1990 mejoraron la accesibilidad de la zona. La mayor dotación de servicios que actualmente presentan las áreas rurales también opera como atractivos para la población urbana. La paralela masificación del transporte privado y la tendencia de los sectores solventes a la adquisición de casas-quinta o viviendas de fin de semana en áreas alejadas del tejido urbano, fue paulatinamente convirtiendo a la periferia del AMBA en una zona muy visitada por población metropolitana que acude en busca de

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tranquilidad campestre. A diferencia de otros partidos en los que predominan las urbanizaciones cerradas, como Luján, en San Andrés de Giles las actividades residenciales se concentran en el uso de lotes para vivienda de fin de semana o para el establecimiento de pequeñas chacras en las que se realizan algunas actividades agropecuarias como entretenimiento o hobby, sin fines comerciales. En estos casos, las actividades aunque mínimas, implican la contratación de mano de obra permanente para el mantenimiento de los animales, por ejemplo.La instalación de actividades relacionadas con la residencia y el ocio de habitantes urbanos provocan importantes transformaciones en la organización del territorio y atraen población urbana (Barros, 1999). En este sentido, se registran también actividades no productivas ni residenciales, incluyen todas las formas de consumo y aquellas actividades transitorias que no producen ningún bien ni servicio y que implican una residencia transitoria y no periódica (diferente de la que puede generar la compra de una chacra de fin de semana). Encuadra aquí por ejemplo, el habitante metropolitano que consume un fin de semana en una estancia o un almuerzo en un restaurante de campo, o el uso que hacen visitantes de origen nacional y extranjero que una o dos veces por año acuden a estancias dedicadas a la cría de caballos de polo, con el objetivo específico de comprar animales e insumos para la realización de este deporte.

SAG 2010. Usos del suelo, según clasificación propuesta.

USO

S D

EL

SU

EL

O

PRO

DU

CT

IVO

S AG

RO

PEC

UA

RIO

S

- Agriculturización. Agricultura extensiva de oleaginosos. Paquete tecnológico. Nuevos actores, diversificación de la estructura agraria. - Destambización. Consecuencia de la reestructuración del sector lechero y del sistema de transporte, así como del fenómeno de la agriculturización.- Actividades intensivas. Crecimiento de establecimientos porcinos. Avicultura como salida de rápido retorno en suelos deteriorados, alentada por prohibición en partidos vecinos. Arándanos en consonancia con su expansión en Mercedes.

NO

AG

RO

PEC

UA

RIO

S - Turismo Rural. Alentado desde el gobierno local como estrategias de desarrollo rural-local. Articulación con programas provinciales. Promueve la experimentación del campo como momento de entretenimiento u ocio. Se basa en la idealización del entorno rural. - Servicios de gastronomía. A partir de revalorización de comidas criollas. Integra la opción del “día de campo”. Alternativa para pueblos y parajes. - Servicios para población tradicional y nueva. Crece la demanda de servicios urbanos en espacio rural: comunicación, construcción, comercio.- Hornos de ladrillo: Abastecen la demanda de materiales para la construcción del AMBA. Estrechamente vinculados a la avicultura por ser la única actividad agropecuaria viable en suelos decapitados por la alfarería.

NO

PR

OD

UC

TIV

OS

RE

SID

EN

CIA

LE

S

- Nuevos emprendimientos residenciales que buscan satisfacer la demanda de calidad de vida y contacto con la naturaleza de colectivo urbano.- Predominio de residencias individuales y abiertas destinadas al uso de fin de semana, similar a las casa quinta del segundo cordón bonaerense de mediados del siglo.- Existen casos en los que el uso netamente residencial se combina con algunas actividades productivas, destinadas al entretenimiento o la recreación, p. e. cría de caballos de paseo, cultivo de aromáticas para la cocina de fin de semana, etc.

NO

RE

SID

EN

CIA

LE

S - Todas las formas de consumo y aquellas actividades transitorias que no producen ningún bien ni servicio y que implican una residencia transitoria y no periódica (diferente de la que puede generar la compra de una chacra de fin de semana)- Actividades de consumo específicas que se realizan eventualmente y que no implican ninguna de las anteriores. Por ejemplo, afluencia de extranjeros para la compra de caballos de polo y/o implementos para este deporte, elaborados por artesanos locales. Idem con tejidos artesanales y con productos gastronómicos típicos, como los chacinados de cerdo.

Elaboración propia.

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La encuesta: relevamiento de establecimientos rurales agropecuarios y no agropecuariosLos resultados de nuestra encuesta nos permitieron actualizar la situación socio-productiva del territorio rural de San Andrés de Giles, así como corroborar la diversidad de los usos del suelo que se planteaban en las preguntas de investigación. Los 170 establecimientos rurales que conformaron la muestra para encuestar se distribuyeron entre encuestas A (que constituían EAP); encuestas B (sin ser EAP eran lotes que su explotación generaba ingresos); los lotes que cedían totalmente su explotación a un tercero que no había salido sorteado para encuestar (CT), por lo tanto integraban una EAP que no formaba parte de la muestra; y los que en el período analizado no se habían trabajado (NT) (abandonados, en proceso de remate bancario, etc.).Dos tercios de la muestra corresponden a establecimientos agropecuarios, tanto de productores directos como de unidades cedidas para la trabajo de contratistas, reafirmando el perfil agropecuario que se fue configurando en el partido a lo largo de más de dos siglos. Los establecimientos más chicos, ubicados en el segmento de 1 a 50ha, representan el 77% del total y el 47% de las EAP. Respecto de los establecimientos no agropecuarios (ENAP), el 97% ocupa una superficie de entre 1 y 50ha, resultando notable el 20% que supera las 10ha, extensión mayor a la esperada para emprendimientos de este tipo. Las EAP totalmente trabajadas por terceros (CT) se concentran en el estrato de 10 a 50ha, llegando al 92% si se extiende el segmento de 1 a 100. Este dato estaría evidenciando la inviabilidad de la producción agrícola propia en casos de superficies menores a 100ha, y resulta consistente con los datos relativos a las estrategias de cesión/toma de tierras: predominando la cesión de tierras en las EAP de hasta 200ha, mientras que la toma tiene mayor peso en las de más de 200ha.Las conductas residenciales también aparecen claramente estratificadas, con predominio de la residencia predial en EAP de hasta 100ha (73%) y fuera del partido entre las 100 y las 200ha. No resulta significativa la residencia fuera de la EAP pero dentro del partido. La condición de exclusividad de la actividad agropecuaria predial muestra una relación directamente proporcional a la antigüedad en la misma, es decir, a mayor antigüedad, mayor exclusividad. De acuerdo a las escalas, la exclusividad predomina en todas, pero se intensifica en el segmento de 200 a 500ha, con más de 20 años de antigüedad en la actividad, con el 75%. Respecto a la estructura agraria, la persona física predomina en el total de las EAP entre 1 y 100ha, mientras que la sociedad anónima alcanza el 20% en las de + de 500ha y el 25% en las de 100 a 200ha, siendo este un dato poco esperable que tal vez de cuenta de la proliferación de actividades intensivas integradas a grandes cadenas agroalimentarias. En cuanto a la distribución por estrato de las EAP y superficie ocupada, para cada estrato indica que las EAP más chicas de entre 1 y 100ha constituyen el 60% pero apenas ocupan el 3% de la superficie, mientras que las de más de 500ha, representan el 20% de las EAP pero ocupan casi el 90% de la superficie. En este escenario de concentración, se destaca el 22% de las EAP de entre 100 y 500ha que representan el 9% de la superficie total, dando cuenta de un estrato medio con significativa presencia. No obstante, tomando los datos del CNA/02, se observa que la tendencia a la concentración se ha duplicado en los últimos 8 años, en tanto la participación de las EAP del estrato 100-500ha se ha reducido en cuanto a EAP y superficie, en 50 y 70%, respectivamente. El dato anterior se combina con un elevado porcentaje de propiedad de la tierra, que con más del 50% en todos los estratos se posiciona como régimen de tenencia preponderante. Se verifica también un mercado de tierras dinámico, con más del 92% de EAP compradas en el estrato de 100 a 200ha, con el 85% en el segmento de +500ha y un llamativo 60% en la escala de 1 a 10ha, posiblemente asociado a actividades intensivas, como la avicultura. El perfil productivo de las EAP encuestadas se caracteriza por: el predominio de cultivos para comercialización de granos en las escalas de 10-50 y de más de 500ha, y de cultivos para

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forrajes y otros destinos en los estratos de 1-10, 50-100 y 200-500ha. Entre los cultivos netamente agrícolas, el cultivo de soja predomina claramente, dejando entrever estrategias de alternancia trigo-soja y otras situaciones de monocultivo sojero. En cuanto a la ganadería, se registró una presencia significativa de la ganadería bovina (50-500ha) y de actividades de granja, en especial avicultura (1-10ha) y porcinocultura (1-100). Se evidencia una situación de intensificación de las EAP ganaderas tanto por la presencia de establecimientos intensivos como por la relación cabezas por EAP. En cuanto a la avicultura, la cría de pollos parrilleros es prácticamente excluyente y se trata de una actividad altamente integrada a la agroindustria, quien provee los pollitos y retira los terminados. La comercialización de granos y ganado, en cambio, se realiza en forma escalonada, principalmente a acopiadores, en el primer caso, y a frigoríficos y ferias, en el segundo.La tendencia general respecto de la mecanización de las EAP relevadas, se basa en la existencia de un parque relativamente completo y moderno de maquinarias que se concentra en las escalas más grandes, y otras tendencias particulares que permiten diferenciar tractores y sembradoras por un lado, y cosechadoras y camionetas, por otro. En el caso de los tractores y las sembradoras, las EAP con más de 500ha se diferencian del resto de las escalas por poseer el doble o más de estas máquinas. En el caso particular de las sembradoras, a partir de las 200ha aparecen las de siembra directa indicando la modalidad predominante para el cultivo. Para el caso de las cosechadoras y las camionetas, las 500ha aparecen como punto de inflexión que separa una situación de ausencia o presencia mínima de otra en la que se dispone de casi una cosechadora y media, y hasta 4 camionetas por EAP. La contratación de servicios de maquinarias aparece como estrategia a partir de las 50ha, aunque involucrando proporciones de superficie menores a 10%. En el caso de los prestadores de servicios de maquinarias, las entrevistas realizadas permiten inferir que no se trata de productores agropecuarios. En términos de mercado de trabajo, la situación de las EAP de San Andrés de Giles se caracteriza por una relativamente elevada proporción de contratación de asalariados permanentes, con promedios que superan las 4 personas a partir de las 100ha y con proporciones mayoritarias sobre el total de trabajadores permanentes, desde las 200ha. La contratación de asalariados transitorios se registra en bajo volumen en concordancia con las tendencias generales del mercado laboral que se encuadran en los cambios tecnológicos operados en la agricultura.El carácter de exclusividad de la actividad realizada por el productor solo se registra en el estrato de 200-500ha mientras que hasta las 50ha y por sobre las 500 la actividad predial se combina con otras en un promedio del 20%. La combinación de la actividad predial con otras extraprediales remuneradas, se eleva considerablemente cuando se incluyen en la pregunta a todos los miembros de la familia del productor, de modo que la pluriactividad aparece como actividad relevante en toda la estructura y especialmente se acentúa en las escalas de hasta 100 con promedios de 1,06 personas pluriactivas por EAP, con un máximo de 1,6 en el segmento 10-50ha.En cuanto a la rama de la actividad extrapredial remunerada, predominan las ocupaciones extra-agrarias y resultan particularmente elevadas entre las 10 y las 100ha. Respecto a la categoría ocupacional, se destacan las ocupaciones asalariadas y cuentapropistas. Esta situación presenta consistencia con las condiciones de localización y accesibilidad del partido, así como con su estructura social diversificada. En el mismo sentido, los otros ingresos no provenientes de actividades remuneradas se vinculan con jubilaciones, pensiones o subsidios, así como con rentas provenientes de inmuebles urbanos. Finalmente, en cuanto a la principalidad del ingreso, el punto de inflexión se ubica en las 200ha, siendo las de escalas más chicas predialmente descentradas y las que se ubican por encima, las que se centran en el ingreso predial.

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Respecto de los establecimientos no agropecuarios (ENAP), encontramos que corresponden a actividades del sector servicios en un 44% (turismo/gastronomía 10%, recreación/prácticas deportivas 30%, otros servicios 60%) y a usos residenciales el 56% (chacras-hobby 18%, casas quinta 82%), sin registrarse actividades industriales. Yendo a las combinaciones o interrelaciones de actividades en estos establecimientos, un 40% de ellos tienen algún tipo de vinculación con las actividades agropecuarias (otra actividad y/o tradición agropecuarias).6 Las conductas pluriactivas aparecen con fuerza en ENAP, siendo confirmada en 13 establecimientos. En 11 predios el propietario realiza una actividad extrapredial y en 6 casos, la pluriactividad se extiende también a otros miembros de la familia. En este sentido, con un total de 22 personas con ingreso extrapredial, el promedio es de casi 2 por predio (1,7).Respecto a la rama en la que se insertan las actividades, predominan las realizadas fuera del sector agropecuario, especialmente las del sector terciario con un 73%. De manera que podemos observar un predominio de la estrategia pluriactiva cuentapropista y terciaria.En cuanto al origen del ingreso principal, el 33% de los lotes declara que el ingreso del establecimiento es el principal, mientras que para el 61% las actividades extra-establecimiento constituyen el principal ingreso.7 De los que consideran el ingreso del establecimiento como principal, el 83% se vincula al desarrollo directo de actividades agropecuarias dentro de él.En consecuencia, una imagen sintética de este tipo de unidades se tiene considerando que más de la cuarta parte de los establecimientos rurales del partido no son agropecuarios; se dedican a usos residenciales, recreativos y de servicios; tienen residencias habituales diversificadas (un tercio en el partido, un tercio en el área metropolitana de Buenos Aires y un tercio no declarado); utilizan volúmenes y proporciones de trabajo asalariado mayores que las EAP; tienen significativa vinculación con actividades agropecuarias; hay pluriactividad inserta principalmente en actividades no agropecuarias, y tienen actividades e ingresos centradas fuera del establecimiento.

La tipología: clasificación de los sujetos rurales por estrategias laborales y niveles de ingreso. Luego de procesados los resultados de la encuesta, realizamos procesamientos específicos a fin de clasificar los sujetos que llevan a cabo las actividades que configuran los usos del suelo agropecuarios y no agropecuarios, en función del grado de familiaridad de sus estrategias laborales y del nivel estimado de ingreso. Dejamos afuera, por ende, los lotes abandonados, los trabajados enteramente por contratistas y los correspondientes a usos residenciales. Aplicamos los procedimientos a un total de 72 establecimientos, 54 EAP y 18 ENAP, obteniendo dos pares de categorías que cruzamos entre sí, de modo que construimos cuatro tipos de establecimientos: F1, mano de obra predominantemente familiar y bajos ingresos.F2, mano de obra predominantemente familiar y altos ingresos.A1, mano de obra predominantemente asalariada y bajos ingresos.A2, mano de obra predominantemente asalariada y altos ingresos. Los resultados obtenidos para las EAP nos presentan una distribución bastante pareja entre los tipos F1, A1 y A2, con una participación aproximada del 30% en cada caso. Solo para el tipo F2 el porcentaje se reduce el 13%. En términos de trayectorias laborales, los establecimientos familiares, independientemente del nivel de ingresos, alcanza el 40% frente al 60% del las EAP con predominio de asalariados. Si tomamos el nivel de ingresos, tenemos que los establecimientos por debajo del VBP de corte suman el 55% y las unidades con ingresos superiores a la media alcanzan el 44%.

6 Dos establecimientos son: un pensionado de toros y banco de esperma, y, un predio que cede parte de la superficie para agricultura pero manteniendo la residencia habitual en el predio. 7 El 6% restante no declaró esta información.

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SAG 2010. Cantidad y superficies de las EAP, según tipos.Concepto F1 F2 A1 A2 TotalCantidad EAP 15 7 15 17 54Sup. total EAP (ha) 686 4549 1372 19271 25878Sup. media EAP (ha) 46 650 91 1134 479Sup. max. EAP (ha) 350 2300 307 7392 7392Sup. min. EAP (ha) 2,0 7,1 15,0 1,3 1,3

Elaboración propia.

En el caso de los lotes ENAP, el panorama se presenta mucho más concentrado en un tipo, el A2, con más de la mitad de los casos. Le sigue el tipo A1 con el 22%, el F1 con el 16% y el F2 con apenas el 5%. Tomando el nivel de ingresos, los lotes de bajos ingresos suman el 40% frente al 60% de los que poseen ingresos superiores a la media. En cambio, tomando las trayectorias laborales como eje de análisis, obtenemos una diferencia mucho mayor, siendo mayoría los establecimientos que contratan mano de obra asalariada, con casi el 80%.

SAG 2010. Cantidad y superficies de los ENAP, según tipos.Concepto F1 F2 A1 A2 Total

Cantidad EAP 3 1 4 10 18Sup. total EAP (ha) 25,78 2 32 258,2 317,98

Sup. media EAP (ha) 8,59 2 8 25,82 17,66Sup. max. EAP (ha) 21 2 16 167 167Sup. min. EAP (ha) 1,78 2 2,5 1,8 1,78

Elaboración propia.

Es decir, mientras que para las unidades productivas agropecuarias, existe una distribución homogénea de los tipos, destacándose por ende, una estructura diversificada en cuanto a los tipos creados, para las unidades productivas no agropecuarias, existe un claro predominio de los establecimientos de tipo A2, en particular, y de la contratación de asalariados, en general. Analizando al interior de las EAP familiares (F1 y F2), comprobamos el predominio de los cultivos propios de la expansión granífera experimentada en el partido. No obstante, se registra la misma diversidad de actividades más o menos intensivas que se planteaban en términos generales, en algunos casos en proporciones cuantitativamente semejantes a algunos cultivos cerealeros u oleaginosos.Respecto a las estrategias pluriactivas, nuestros resultados indican que 2/3 de las EAP del partido son pluriactivas/pluriinsertas. Considerándolos conjuntamente y en relación a los tipos de EAP, encontramos estas estrategias en todos los tipos y, dentro de las familiares se destacan las de pluriactividad en F1 y F2 y las de pluriinserción con mayor peso en las F1. Respecto a las categorías ocupacionales, se observa relación entre la pluriactividad, la rama de la ocupación extrapredial y el nivel de ingresos, tendiendo a la vincularse los empleos asalariados con los niveles bajos de ingreso y con ocupaciones extra-agrarias; y los cuentapropistas/patrones con los ingresos altos. En este este último caso, las actividades extraprediales no son necesariamente extrasectoriales.Otra dimensión a considerar es lo que puede denominarse "principalidad", definido a partir de la fuente de ingresos principales del productor y su familia. La encuesta aporta como resultado que el 78% de las EAP tienen ingresos principalmente prediales y que, si analizamos solo las EAP con trayectorias laborales predominantemente familiares, esa proporción se eleva al 82%. Al interior de éstas últimas, 2 de cada 3 presentan ingresos prediales y son del nivel que hemos denominado bajos.

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Respecto a la actividad que se realiza en las ENAP según la tipología, los establecimientos con predominio de trabajo asalariado y altos ingresos (A2), concentran el 60% de los que realizan actividades terciarias y el 50% del total. Le sigue el tipo con predominio de asalariados y bajos ingresos con el 20% de las ENAP del sector terciario y el 22% del total. El sector secundario es poco significativo en las 4 categorías y se centra en la producción de ladrillos. Se observa la existencia de ciertos niveles de combinación entre las actividades secundarias y/o terciarias con el sector agropecuario, basados mayormente en la cría de animales.La residencia en el predio solo se registra en los tipos F1 y A2 pero con diferentes significados relativos ya que para las ENAP F1 ese caso representa el 33% del total, mientras que para las ENAP A2, apenas implica el 14%. Todos los casos de F2 y A1 residen en el partido de San Andrés de Giles, y también el 36% de los ENAP A2. En los ENAP familiares de bajos ingresos (F1) se registra un tercio de los predios con tradición en alguna actividad del sector agropecuario; probablemente este dato se vincule con los predios heredados y que para este tipo alcanzan los dos tercios del subtotal. En los cuatro tipos de ENAP el ingreso predial es predominante, pero tanto en los establecimientos F1 como A2, los dos extremos de la escala, presentan una distribución similar. En efecto, en el 60% de los ENAP A2 el ingreso predial se presenta como principal, quedando el 40% restante para los casos de ingreso extrapredial predominante. En los tipos F2 y A1, en la totalidad de los casos se presentan las actividades prediales como fuente de ingreso principal. Estas categorías funcionan de igual modo en la tradición agropecuaria, donde la totalidad de los casos de ambos tipos carecen de tradición en el sector agropecuario.La pluriactividad está presente en los tipos F1, A1 y A2, mientras que el tipo F2 presenta una estrategia de exclusividad excluyente. Resulta particularmente llamativa la proporción de ENAP pluriactivas en los tipos F1 y A2, con 66,6% y 70% de los subtotales respectivamente; como se mencionó anteriormente, se trata de categorías opuestas tanto en composición social del establecimiento como en nivel de capitalización y, sin embargo, han presentado algunas similitudes, como en el caso de la pluriactividad.En cuanto a la caracterización de la actividad extrapredial, puede observarse que del total de establecimientos pluriactivos, el 60% se desarrolla fuera del sector agropecuario, el 30% dentro y el 10% combina actividades extraprediales dentro y fuera del sector. En este sentido, los predios no agropecuarios de perfil más familiar y menos capitalizado adoptan estrategias pluriactivas dentro del sector agropecuario, mientras que las más capitalizadas y con predominio de trabajo asalariado diversifican sus actividades fuera del sector, siendo tal vez esta una estrategia de corte empresarial con el objetivo de diversificar sectorialmente las actividades en cartera, o un indicador de ingreso reciente al entorno rural con mantenimiento de otras actividades extraprediales anteriores.

El análisis espacial: georreferenciación de la muestra y propuesta de zonificación.Para completar el análisis de los establecimientos rurales de San Andrés de Giles, hemos georreferenciado los establecimientos relevados con el objetivo de realizar una lectura espacial de la distribución de los predios que constituyeron el universo de la encuesta y evaluar posibles vinculaciones existentes entre las actividades realizadas, la localización de los establecimientos rurales y la tipología de trabajo-ingreso determinada.El predominio de EAP es evidente en todos las cuarteles, excepto en el 11 y el 14, donde los predios EAP y ENAP que cayeron en la muestra se equiparan. La ausencia de ENAP en los cuarteles 7, 15 y 16 refuerza el perfil agropecuario de las zonas centro-norte y sudoeste del partido. En términos de frecuencia, se concentran más casos en los cuarteles 2, 13, 9, 8 y 15, siendo además, el 2 y el 9, los que presentan una mayor proporción de ENAP. Ambas tendencias son consistentes con la mayor subdivisión que se registra en estos cuarteles.

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Con el fin de simplificar el análisis espacial del relevamiento, realizamos una zonificación del partido a partir del agrupamiento de cuarteles con comportamientos similares. Se tomaron en cuenta los siguientes criterios: densidad de establecimientos, presencia de accesos y vías de comunicación, localización relativa de los cuarteles, dinámicas al interior de los cuarteles y con partidos vecinos.

Participación de los establecimientos productivos y residenciales en el espacio rural.

Elaboración propia.

De este modo, dividimos al partido en cuatro grandes zonas: Noroeste, Noreste, Sudoeste y Sudeste. A partir de esta zonificación se analizó la distribución de las tipologías de EAP y ENAP, y luego la distribución de los usos residenciales.Un lectura por zona nos permite, entonces, comprobar que el sector sudeste del partido es el que concentra mayor cantidad de establecimientos rurales, tanto agropecuarios como no agropecuarios. Para el caso de las EAP, la distribución por tipología dentro de esta zona es más homogénea que en el caso de las ENAP, entre las que predominan las de tipo A1 y A2.

Participación de los establecimientos productivos y residenciales en el espacio rural, según zonificación propuesta.

Elaboración propia.

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Entendemos que esta zona es también la más subdividida del partido y la que incluye al cuartel 2, el más cercano a la planta urbana de la localidad cabecera de partido, por lo que es lógico que allí se concentre la mayor cantidad de casos muestreados. Sin embargo, también es la zona que presenta mayor vinculación con la vecina Área Metropolitana de Buenos Aires; atravesada por la ruta nacional 7 permite un rápido empalme con el acceso oeste, autopista que culmina en el partido de Luján. También cabe señalar que las dinámicas rurales extra-agropecuarias que hemos caracterizado en este informe, se encuentran mucho más expandidas y consolidadas, tanto en Luján, como en Mercedes, partidos con los que delimita San Andrés de Giles, precisamente en su sector sudeste.En las zonas Sudoeste, Noreste y Noroeste se registra un claro predominio de los establecimientos agropecuarios con escasa presencia de ENAP. De los tres sectores mencionados, el Noroeste es el presenta menos casos en general, con solo 6 EAP y 1 ENAP. Esta zona, al igual que la sudoeste es la que presenta establecimientos de mayor tamaño en los que se mantiene la ganadería con mayor fuerza debido a la composición y altura de los suelos. Asimismo, la mayor distancia con la Ciudad de Buenos Aires y la dificultad de acceso a las localidades de estos sectores, tanto por falta de caminos como por el deterioro de los existentes, limitan el uso turístico y/o residencial de la zona.

Una ruralidad de frontera.Este partido de la periferia rural del AMBA presenta una evolución demográfica positiva, con tendencia a la disminución de la población rural pero con incrementos de los valores de población rural aglomerada. Esta tendencia es consistente con algunas estrategias residenciales que conlleva el fenómeno de la agriculturización, así como con la afluencia de nuevos actores sociales al territorio rural gilense.En este sentido, en este partido de frontera entre la ciudad primada y la zona núcleo de la agricultura, se combinan numerosos usos del suelo que hemos clasificado como productivos y no productivos. El relevamiento de lotes rurales, ha permitido comprobar esta diversidad que se traduce en un complejo entramado de actividades, sujetos y estrategias que, sin embargo, se derivan de lo agrario y se nutren del agrosistema consolidado durante el siglo XX. De este modo, hemos analizado también las valorizaciones que se construyen a partir de la condición de ruralidad y su vinculación con las imágenes de naturaleza y de desproblematización. Se construye así una ruralidad idílica que constituye el escenario ideal para nuevas prácticas y actores provenientes del espacio urbano.De la misma forma, podemos afirmar que las actividades agropecuarias de San Andrés de Giles se condicen con el fenómeno, pampeano y extrapampeano, de la agriculturización, es decir, el avance de los cultivos extensivos de granos sobre áreas ganaderas o mixtas. Pero a la vez, se registran actividades intensivas de alta rentabilidad y sumamente integradas a la agroindustria alimentaria, de modo que si la agriculturización ha disminuido la diversidad de actividades que en los años 80 posicionaba a Giles como un caso atípico de poliproductos, las demandas actuales de los mercados de alimentos tienden a revitalizar esa poliproducción, aunque, sin dudas, con predominio de los granos.No se trata solamente de heterogeneidad productiva sino que estos procesos han diversificado también los tipos de sujetos que construyen el espacio rural: hoy en día coexisten los nuevos actores de la oleaginización altamente rentable, los actores tradicionales que se han adaptado a la modernización agraria, los que dejaron de producir pero se convirtieron en rentistas, los que ni siquiera residen en el campo pero invierten en actividades agrarias, los que deciden residir en el campo, los que intentan una salida no agraria para la vida en el campo, etc.Respecto a esta diversidad, con nuestra tipología hemos intentado simplificar la realidad en cuatro tipos que apenas remiten a los establecimientos que producen. Sin embargo, hemos podido ratificar la permanencia e importancia de los productores familiares en el caso de los

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establecimientos agropecuarios y la preponderancia de los establecimientos no agropecuarios con mano de obra predominantemente asalariada y elevados ingresos.Hemos podido comprobar también, la importancia de la pluriactividad, sumamente subregistrada por los censos agropecuarios. El 66,6% de las EAP son pluriactivas o pluriinsertas mientras que este porcentaje se eleva en las ENAP al 72%. Parece entonces que este fenómeno no se vincula preferentemente a estrategias de persistencia sino que su presencia en niveles altos de ingresos indica su combinación con otros tipos de estrategias, como estrategias expansivas o estrategias extrapredialmente centradas.La inserción ocupacional a nivel familiar va más allá del sector agropecuario, como cuadra con una sociedad como la del partido de San Andrés de Giles, cercana a grandes centros urbanos y diversificada. El carácter frecuentemente asalariado/ cuentapropista de esas inserciones, posiblemente se vincule con la escala económica en la que se desenvuelven. No obstante, el ingreso principal es el predial en aproximadamente el 80% de las EAP y de las ENAP productivas.De este modo, la pluriactividad, así como la presencia de actividades productivas no agropecuarias no contribuyen necesariamente a la desagrarización. En este punto las condiciones de accesibilidad estarían jugando a favor de la una integración rural-urbana moderada, con un claro predominio de usos y actores agrarios altamente consolidados y diversificados a partir de las actuales tendencias del agro nacional e internacional. Finalmente, el espacio rural de San Andrés de Giles permanece centrado en el sector agrario, que a su vez promueve la instalación de nuevos usos del territorio, desde lo discursivo promoviendo su diferencia con el espacio urbano, y desde lo material, fomentando la relativa cercanía con el núcleo urbano y la creciente dotación de servicios. Proponemos, entonces, cerrar este trabajo con el esquema que sintetiza los factores que hemos relevado durante la investigación y que protagonizan la construcción de lo que proponemos denominar, ruralidad de frontera.

La construcción de la espacialidad rural de frontera.

Elaboración propia.

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