villa veneno

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 24 Yvyporá commons [TODO] li bre colexion de luz i nterior de grifos e ntrega ndo el soul a l os de s igni os incomestibles de runas que caen del flirt en su ocaso ES TE LI BRO FUE IDEAD O EN RUMANI A__ _E N HOMENA JE A M ARÍA CRISTIN A D I RISMERC y a Wil so n Buen o . Pos t-vísp era del K URUM I  1 C li ckTo r itos-L ocuaces 20 17Wilson Buenisisisisisisisisisimo Amamguy No-Ink 

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Yvyporá commons[TODO] li bre

colexion de luz interior de grifos entregando el soul a los designios

incomestibles de runas que caen del flirt en su ocaso

ESTE LI BRO FUE IDEAD O EN RUM ANI A___EN HOMENA JE A

M ARÍA CRISTINA D I RISMERC y aW il s o n B u e n o .

Post-víspera del KURUM IRÏ 

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ClickToritos-Locuaces

2017Wilson

Buenisisisisisisisisisimo

Amamguy No-Ink 

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Y vypor á commons

Ca r a c o l esy Ku r u p_k u r u pi sy c a r a c o l es.bl o gsp o t .c o m

milena caserola_milenacaserola.blogspot.com

Ed i t o r es

h t t p:/ / j a k em bo .c o m / 

F elicita Car tonera Ñ embyensefelicitacartoner anhembyense.blogspot.com/

la faunita

yiyi jambofond o par a la m erka d e gaLun d ia

S i k h A r i o s d e F u t b o b o l e r o s

a f u l l

f l ir t d ig i t a l .b l o gs pot .co mfundación edgar pou feliz

chinoy en paraguayf l ia t r es f r ont er a s

domador de jakar és M edi Cine Man 3 f 

k anese k on K de k ar ajo k anta k alambr es

SK CEste libro tiene todos los izquierdos óptimos parael partido de futbol de pelota de cartón cuadrado

y cuenta con el  NO TIENE APOYO DE LA SNC 

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Mónica Bustos

VILLA VENENO

AsunZión 2010

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Mail de la autora:

[email protected]

[email protected]

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siempre a la misma niña en apuros, a veces rescatándola del fondo del mar,

a veces desatándola de los rieles de un tren. Podría haberlo jurado, pero

igual nadie le hubiese creído.

Y ella ha tomado hoy una decisión. Dejar la terapia, dejar el mundo

real. Dejar de crecer. A lo siguiente, el doctor llamaría fase de sueño

paradójico. Ella lo llama felicidad. Vuelve a tener siete años, y está al borde

de un abismo, se inclina suavemente sobre la niebla. Dos muertos. Tres

muertos. Cuatro muertos. Diez muertos. Aguanta la respiración y se lanza a

la nada sólo para buscar su pesadilla de Poliéster #13 y volver a verlo.

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Desde los siete años visita al psicólogo dos veces por semana. La

han visto mil veces asomada a la ventana tratando de escapar, pero así 

como nadie la ha ayudado nunca, tampoco ella pudo escapar jamás. Pero

esta historia no es sobre ella, reflexiona apoyando una crayola al mentón,

esta historia es sobre un osito de felpa y una etiqueta que dice ‹‹relleno de

fibra de poliéster››.

La primera vez ella soñó dos muertos, la segunda vez tres muertos.

La cuarta, pues cinco. Así que antes de dormir, no contaba ovejitas, contaba

muertos. Eran tantos que a veces los contaba de dos en dos. Qué digo

tantos, eran millones que a veces no la dejaban dormir. Hacían fila junto a

su cama esperando a ser contados.

Déjala que siga, osito de felpa. Ella tiene mucho que decir. No lo

hace bien, sólo porque todavía no aprendió a escribir. Sólo léele la mente

como lo has hecho tantas veces, métete en su lóbulo frontal y pilotea sus

sueños, dirígela como si fuera una nave espacial, toma el timón con toda la

fuerza de tus manos de poliéster. Estando ahí, fíjate en el panel de control:

ella tiene mucho que decir.

Un chico se soñaba héroe del otro lado del mundo, hasta tenía una

cancioncita de bajo y batería que lo introducían a los submundos de la

noche. Como tenía cuatro años no se veía en trajes de spándex, sino en una

botarga de osito de felpa. Podría haber jurado haberse visto salvando

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Rheinische Tonlage 38/33.... 

Este era un chico perdido, un peregrino de Oz, una canción trillada.

Su mejor cualidad era su talón de hojalata, y su tap-dance callejero, a loJamiroquai, a lo Michael Jackson. Muy Bojangles, muy nada, muyvagabundo.

Era jueves a medianoche, y llevaba seis monedas extranjeras dentrodel parche de sus pantalones. Tenía una herencia de veinte millones dequién sabe qué, pero perdió la memoria dos días antes de Navidad del '96.

Danzaba música que no había. Y creía que lo importante era elbaile, y no la magia que le cosquilleaba el tímpano.

Él no sabía que un pedazo de sus sesos voló sobre el asfalto, yfueron tres en el cemento. Mamá, Papá y una cucharada de cerebro.

Le reconstruyeron el cuerpo y la cabeza con platino, madera yhojalata. Y desde entonces bailó en las calles por un puñado de monedas.Un billete de vez en cuando.

Y aquella noche, el destino, el azar, el hambre, y las secuelas deljazz de terceros le devolvieron algo de dignidad.

Un Club nocturno, en las afueras de la ciudad, olor a incienso desdeel umbral. Saxo y platillos, pasos de lata. Una canilla mal cerrada, y esosojos que conoce de antes.

¿Estaba casado? ¿Tenía hijos? ¿Tenía años? ¿Tenía cumpleaños?No recuerda nada, sólo esos ojos, esas uvas, esos pozos.

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No era un hombre, no era un niño. Era una ciudad perdida connombre alquilado, él mismo se escribió la palabra Feto en la espalda, hastaentonces lo único que sabía era que aún no había nacido.

Cosa extraña pasó de este lado del mundo, acá donde la vida es unaobligación tediosa, Feto encontró sentido existencial en un tugurioclandestino. Creyó entender en tan poco tiempo todo lo que es el pasado.

Se imaginó, de repente, una vida entera. Llena de clubes nocturnos,luces azules y rojas, ojos de uvas y ese remolino ardiente que latía en elescenario. Música.

De una vez el amor entró a su vida. Él pensó: volvió. Por primeravez pudo usar aquel verbo tan ajeno, suspiró entero, palpitó su almaperdida, regresó a él el brillo en su mirada.

Y en aquella mesa, esos ojos no lo soltaban. Lo sostenían rígido en

la puerta de entrada. Lo clavaban, lo crucificaban, sobre la tensión de supropio nacimiento (el segundo, el que estaba por acontecer) y le reclamabandoce años de olvido.

Un amor imposible es, seguramente, eso que siente al escuchar a labanda. Un amor imposible, seguramente, tiene la misma mirada que esosojos reencarnados, esos pozos temibles en la mesa del fondo.

-Alguien sabe quien soy – murmuró a la melodía – y yo reconozcoa alguien en este lugar –. Y sin que él mismo lo imaginara, el chico hablabade sí mismo.

Ese alguien, era él. Ese alguien nuevo. Ese bautismo nocturno de lamemoria pródiga, de vuelta al hogar.

Misteriosa situación lo envolvió en ese lugar, una sensaciónarrolladora le vomitó una atrevida proposición, ir tras la música. Aquellanoche nadie le pidió sus seis monedas extranjeras, nadie le insinuó su

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Pesadilla de Poliéster #13

A Ivvy, my kiddo

“That’s how the people grow up”

Morrissey

A ella le gustaría empezar esta historia en primera persona, como lo

hubiese hecho Edgar Allan Poe. Pero así como tantas veces le ha pasado,

hoy tampoco hace lo que le gustaría. Escúchenla lamentarse por ser ella y

no Edgar Allan Poe. Ella sabe que le sería más fácil en primera persona

antes que en tercera, pero sólo piensa en Edgar y las manos le sudan.

“Edgar es Edgar”, dice, como si él aún viviera. Como si Edgar todavíacontinuara siendo Edgar. Y entonces recuerda que, esta historia no es sobre

ella, ni sobre Edgar, es sobre alguien a quien amó toda su vida; uno de esos

chicos que no es un chico, sino un osito de felpa. Un muñeco de poliéster al

que sólo ve en sus pesadillas.

A ella le gustaría volver a tener siete años o cuatro (como vos),

volver a creer en lo increíble. Por eso, hoy ha tomado una decisión, hizo

unos planes con crayolas rojas y negras detrás de un tablero de ajedrez. Si

alguien viera aquellos trazos diría que son sólo garabatos; sin embargo, para

ella son fórmulas de física, de química, cálculos aeronáuticos y códigos

metafísicos.

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condición marginal. Esa noche se metió las estrellas en el bolsillo, y pagócon luz su sentido de pertenencia.

Con luz de bandoneón.

Su nombre estaba escrito en un rectángulo de tiempo y espacio.Bajo la áurea luz de un foco barato, péndulo angelical de las almas

reencontradas en un bar, junto a un falso Toulouse- Lautrec, como unfantasma infantil, se asomaba bajo la barra. Olvidado como un pecadomenor, como una ilusión mayor: su nombre en un rectángulo. Él mismo, uninstrumento. Su nombre, su signo. Padre, Hijo y Espíritu Santo: se llamanbandoneón.

Aleluya. Botones de galatita. Resurrección en el escenario. Se retirael saxo, el bajo, la batería, se retiran todos. Su camisa ya no lleva escrita lapalabra Feto. Se desvanecieron al tiempo de un milagro.

El público presenció, sin esperar, la famosa metamorfosis deHoudini, pero en lugar del mago, se transformó el nombre, la escritura en lacamiseta metamorfoseó a las siguientes palabras: Rheinische Tonlage38/33.

En ese momento supo su edad exacta y la fecha de su cumpleaños,38 para el registro agudo y 33 para el grave, respectivamente. Rió mientrasejecutaba su alma, porque todo lo que quería saber de sí mismo no eranecesario. Lo necesario era apenas lo importante.

Estira y cierra el fuelle, y el tiempo es infinito. Estira y cierra, y losverbos están en presente en su cabeza. Absolutamente todos los verbos.

El bandoneón abandonado era azar o era destino. O un poco deambos. Lo trajo ella que lo conocía bien, que siempre supo como volverlo ala vida. Pero lo encontró él, que nunca tuvo destino.

Estira y cierra el fuelle. Voces de acero le cuentan su vida, hablancon él y cantan anécdotas que le hacen reír. No le importa si mañana

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Cuando despierta nota que está acostado sobre diarios tendidos en el suelo,al intentar moverse siente un peso extra halándole la pierna, tiene unacadena de hierro ajustada al tobillo. Mañana la matrona le enseñará losnombres de sus cinco hijas y como llevar la agenda de citas. Gregorioresponde machucándose el moretón eterno. Responde de la mejor manera.En poco tiempo se afianzará al grillete y a la portería, a las cinco hijas y alos cerdos infrahumanos que las frecuentan.En menos de un año la matrona abre el candado de la cadena que aseguraba

a Gregorio dentro del área permitida. Su buena conducta y su amor alprostíbulo, como si fuese el hogar que nunca tuvo, lo hicieron merecedor desu libertad física y de una trasgresión moral gratuita.A los trece años, recorre con autoridad el burdel para cuidar a sus hermanas.En vez de ir a la escuela, se forma en las peleas de gallos apostando suspropinas.Un par de años más tarde se enamora de la menor de las hijas de la patrona,quien le lleva dos años. Una exhibicionista psicótica, que se sienta en laventana desnuda y con las piernas abiertas. Gregorio no se enamora de esecuerpo revoltoso y volátil, se enamora del olor a peces y moras que emanande las piernas abiertas. Se enamora del perfume de la costumbre, porque sedio cuenta que si falta la mujer desnuda en la ventana y su olor a peces ymoras, le faltaría todo.Se hace amigo de un pirómano hermafrodita, que asume género según suestado de ánimo. Gregorio roba vestidos a sus hermanas y calzones a losclientes de ellas para agradar a su amigo-amiga, que juega a ser Gertrudis oGerardo. Gertrudis es la más retraída, pues traía un vestido rosa cuando lasometieron por la fuerza junto al río, una mañana en que salió sola a lavar laropa.Gerardo muere en un incendio provocado por Gertrudis. Gregorio se doblala piel de la barriga con una pinza al oír la noticia.Acepta la invitación de un asiduo frecuentador del lupanar Lunapark paracompartir una habitación en las afueras de Villa Veneno. Por estos días

Gregorio nota que su saliva suele estar acompañada de sangre y que se leforman burbujas sobre el gran hematoma. Cree que no tiene más nada queperder. Inhala el antídoto para el abandono de una lata barata y decide irsedel prostíbulo con el extraño.Un día, su compañero de cuarto no llega a la hora acostumbrada, ni a ladeshabituada. Se preocupa y va a buscarlo al trabajo. En la morgue, dondedebería de estar cumpliendo su turno, las puertas están trancadas y él noestá en su puesto. Lo suponía custodiando la entrada, por lo que supreocupación crece. Se trepa al techo buscando una entrada alterna. En elmomento justo en que logra asomarse a un tragaluz es cuando pierde a su

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Pero algo le dice, un acorde, un botón, una pieza sinfónicarecordada o un sentimiento de miedo, que no va a dejar ese bandoneónnunca más. Va a quedarse tocando para no morir nunca más.

Y se preguntan en el público, si es un zombie, un fantasma, unamnésico, o sólo un músico.

.. ..

Camas Calientes

Tres personas comparten la misma cama sin conocerse. Para esta historiacada una de ellas existe sólo ocho horas al día.. La Srta. A. entre lamedianoche y las ocho de la mañana. El Sr. B. de ocho a dieciséis. Y laSrta. C. a partir de las cuatro de la tarde hasta la medianoche.

La raíz del asunto es un anuncio clasificado sobre una habitación enalquiler, y tres viajeros solitarios leyendo el aviso en diferentes terminalesde ómnibus. Tres vidas se unen en la página treinta y nueve del periódicodominical, y habrán de perderse juntas bajo el dintel grecorromano de unapieza arrendada.

La habitación en cuestión se encuentra en el tercer piso de un edificio roídopor la humedad en la bahía de Asunción. La pintura negra descamadaensombrece aún más el luctuoso aspecto del antiguo depósito ubicado enuna esquina. De estilo neoclásico, remodelado por primera vez medio siglodespués de haber sido alcanzado por un bombardeo durante la ocupación delas tropas brasileñas en 1869, y por segunda vez, tres décadas más tarde, alconvertirse en almacén. Aun restaurado antiestéticamente, siempre impusocierto respeto. Desde hace unos años que las ventanas de los pisos inferiores

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se encuentran clausuradas con tablas de madera clavadas desde el interior.Los ventanales superiores, ribeteados con pernos de hierro, aunquehabilitados, casi nunca permanecen abiertos.

Cuando la Srta.C. llegó, estaba abierta una ventana en el tercer piso, através de la cual – en un futuro muy cercano- habría de ocurrir el primerencuentro visual entre dos inquilinos, y aun sin pronosticar lasconsecuencias, al ver la ventana sintió el mismo escalofrío que habría de

sentir esa noche. Si no hubiese sido por el dinero que se ahorrabaalquilando la habitación por sólo un tercio del día, jamás se habríahospedado en ese lugar.

Como la vida personal de la Srta.A. transcurría solamente entre lamedianoche y las ocho de la mañana, se acostumbró en un par demadrugadas a moverse a ciegas por la pequeña habitación. Y aún máspronto, se obsesionó con algunos objetos que inspeccionaba a la luz de unavela. Principalmente, con un lápiz labial que encontró en un cajón yconservaba todavía la marca de las estrías de un labio sobre la cremosasuperficie. Cualquier cosa que fuera indicio de vida humana la hacía delirarde felicidad. A trescientos kilómetros de su gente, ocupada por el trabajo ylos estudios, toda su vida social se limitaba a la sombría amistad de lahabitación y a lo que hallara en ella; a veces, una huella de zapatoalumbrada avaramente por un titilante bombillo flojo, o un rulo enroscadopor la rejilla del desaguadero de la tina. Pero el contacto más humano quetenía, se lo debía a la espuma del colchón, que conservaba, aunque por pocotiempo, el calor de la persona que había ocupado la cama antes que ella.

Algo similar ocurría con el Sr. B, la diferencia era que su soledad semanifestaba a plena luz del día, y por lo tanto la habitación a él se le hacíamás grande, como la cabina de un buque antiguo anclado en el astillero delos vencidos. El ropero colonial de tres compartimientos, la mesa coja que

servía de tocador, y la cama pálida no hacían compañía. Pero sí la sensaciónde percibir que alguien abría y cerraba esos compartimientos mientras él noestaba, o lo que representaba el cambio de ubicación de los objetos sobre eltocador cada mañana, y lo que sugería la cama caliente que lo envolvíaantes de dormir.

Sin embargo, la Srta. C. estuvo siempre acostumbrada al aislamiento, a losmalos ratos y a los amores no correspondidos. No era para sorprenderse quese convirtiera tan pronto en el primer eslabón de un oscuro triánguloamoroso. La primera vez que vio la cama hundida en el centro, y palpó el

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Amoratado 

Un viejo toma fotos de un niño pinchándose la piel del abdomen con untenedor. Tanto el viejo como el niño se sienten bien. Lo triste del asunto esque al viejo lo arrollará un camión al día siguiente, y el niño seguiráhiriéndose el abdomen hasta la muerte.La madre del niño entierra al viejo, y al volver despeja la habitaciónvacante. Encuentra en el aparador de las ropas de invierno una caja decartón encintada, halla en el fondo de la caja un paquete envuelto en papeldiario. Los paquetes de los viejos muertos se revisan. La madre se perturbaal ver gruesos fardos de fotografías, agrupados en fajas rotuladas confechas. Ve retratado a su hijo autoinfligiéndose pinchazos bajo el ombligo.Justo en el lugar donde le clavó el taco aguja de su bota de cuero a los tresaños.Según pasan los años la madre no puede olvidar las fotos. No puede olvidar

la punta de su taco hundiéndose bajo el ombligo del niño. El moretóninextinguible la acusa desde el torso desnudo. La mancha morada le chirríacomo la punta de una tiza nueva rayando el límite de su alma.Pasa, con frecuencia, que las empleadas descubren al chico pinchándose elabdomen con objetos punzantes. Una o dos veces la madre se haautomedicado ante la irritante intervención de algún remordimiento que leperfora el vientre como una lanza medieval penetrándole hasta la mitad.Pero la única vez que consigue la paz, es cuando se encuentra flotandoboca arriba, en una fracción de tiempo que la paraliza a una distancia decinco pisos por debajo del balcón, con cuarenta centímetros de separaciónentre su cuerpo y su sombra, las nubes se congelan en el cielo, silencioabsoluto, los miembros desarticulándose ligeros, y el perfume distante de

sus sábanas limpias, planchadas y dobladas dentro de un armario, cincopisos más arriba. Estruendo. Se desploma en la vereda, la cabeza rebota unavez y se olvida para siempre de la punta del taco y el hematoma delator.Gregorio es criado por una familia adoptiva, que jamás podrá comprenderese hábito autodestructivo de picarse la panza con lo primero que encuentra.Lo detestan más cada año que pasa, convencidos de que trae algo atrofiadoe irrecuperable. Un día antes de su décimo cumpleaños lo duermen y loabandonan frente a un burdel en Villa Veneno. Un vecindario pequeño almargen del río, donde viven hacinados los dementes o pervertidosrechazados por sus familias.

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La naturaleza de la Srta. C. se confabula con la experiencia del Sr.B y confirman el trágico final. No en vano la habitación vuelve a parecersea un buque antiguo anclado en el astillero de los vencidos, ha naufragadoantes de partir. En los sesenta segundos que dura la hora cero, existensincrónicamente.

El Sr. B es el capitán frustrado de un buque que nunca logró zarpar,

empuña una lapicera con el logo de una empresa de seguridaddesencadenando una serie de acciones desafortunadas. La Srta. A. se resisteal ataque histriónico con una dureza particular. Forcejean a la vez lasalucinaciones: la dama parlanchina y el hombre iluminado a rayas. Lossolitarios y sus cuerpos calientes se hieren con objetos cotidianos ycontundentes. Entonces, los dos advierten el arma envainada en la cinturadel Sr. B. Es el momento en que dejan de ser contendientes para convertirseen un fugitivo cobarde y una cómplice responsable. La Srta. C., en overol ykepis bicolor, se asoma jadeante al umbral de la puerta, suena un estruendo,sus ojos apenas pueden comprender la absurda realidad, es una víctimainocente, un futuro bulto azul cielo en el fondo del río, desafortunada en lavida y la muerte: una bala perdida está suspendida en el aire, el duelofinalizará cuando penetre en su pecho. Durante el trayecto de la bala, piensaamargamente, casi burlonamente, que debió alejarse de los anunciosclasificados, de las relaciones afectuosas, de los dinteles grecorromanos yde las camas calientes.

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calor de las sábanas, simplemente convirtió un objeto de curiosidad en unacompleja relación humana. Su naturaleza le decía que se alejara de lasrelaciones afectuosas. Sin embargo, su naturaleza manejaba conceptos muyambiguos para algunos términos.

Entre las ocho de la mañana y las cuatro de la tarde, el Sr. B vivía abrazadoa un amor platónico. Amoldar su cuerpo, anatómicamente a la silueta cálidaimpresa en la cama, se hizo un hábito idílico que terminó convirtiéndolo en

un loco de ocho horas. Para empezar, su audición comenzó a jugarle malaspasadas, oía una voz que no provenía de ninguna parte y, a medio dormir, laexplicación que él mismo se daba, era que estaba íntimamente relacionadacon el calor de la cama, que la profería el cuerpo ausente. Lo que poco apoco, para él, fue convirtiéndose en una realidad incuestionable, y aprendióa convivir con el vacío personificado de la habitación.

La angustia de la Srta. A. no se produjo en forma gradual, sinoabruptamente, ocurrió quizás la primera vez que la luz de la luna se cortópor las persianas o al instante en que el silencio se apoderó de la habitación.Y entonces, como el calor ajeno y breve que conservaba el colchón era todoel acompañamiento que tenía, antes que su propio cuerpo se adueñase de lacama, su mente proyectaba algo con qué ocupar el alma. Ocurría unailusión de compañía que duraba como treinta segundos, a veces más, aveces menos, proporcionalmente a lo que durara la retención térmica de lacama, dependiendo del capricho de las ventiscas y los ladrillos antiguos;inclusive, en algunas ocasiones, la ilusión desaparecía en el momento enque ella llegaba a la habitación.

Era así, por ejemplo, que en el sitio donde caía la luna filtrada porlas celosías, veía a un hombre franjeado por la luz, sentado en el escabelpintado estilo Luis XVI, evanescente en la frontera de la oscuridad.

Durante este tiempo, conservaron ciertos paralelismos misteriosos:los tres solitarios solo poseían ocho horas de vida privada, estabanenamorados del halo de la temperatura de un cuerpo desconocido, sufríanburlescas alucinaciones hipnagógicas, y estaban predispuestos a tumbarsepor el humor de la curiosidad y los celos. En cambio, las diferencias sólo semanifestarán cuando uno de ellos amenace una arteria carótida con unalapicera, porque después de eso se convertirá en un fugitivo cobarde; otrode los solitarios arrastrará un cadáver envuelto en una cortina azul cielohasta la orilla de un río; y el último, será aquél cadáver.

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No importa cuánto deseemos amar o ser amados, ni al corazón ni alcerebro le bastan la sombra de un afecto. Tarde o temprano piden más. Lesucedió a la Srta. C. mientras hablaba en la penumbra con la silueta delperchero, y éste no le respondía. Lo experimentó el Sr. B cuando traspasó lafigura de la dama parlanchina en el tocador. Lo comprobó la Srta. A., aldarse cuenta que a su hombre le faltaba rostro.

Durante estos días y noches, se dejaron pequeños presentes o

mensajes anónimos - sobre el ropero de cedro, junto a la cama, frente a lapuerta-, todos dirigidos a los que les antecedían en el lecho. Aunque nuncacoincidían entre ellos (siempre salían más temprano o llegaban tarde), cadadetalle recibido indirectamente hacía más viva la presencia ilusoria de losfantasmas de los solitarios, o acaso cultivaban trastornos de sueñoinextinguibles. Pero como en todo cortejo, o cita a ciegas, la verdad seprecipitó trágicamente en un chorro de revelaciones decepcionantes.

Insatisfechos, esta vez (por destino o azar, al mismo tiempo), lostres deciden develar de una vez por todas quién les deja la cama caliente, ysi los espectros que aparecen en la habitación tienen algo de reales. Por esola Srta. C., pide al taxista que se regrese, no irá a su trabajo en la estación deservicio. No sabía que el Sr. B se excusó en el suyo, había llegado unosminutos antes que ella, todavía vistiendo su uniforme de guardia, ymientras la Srta. C. baja del taxi, él se encuentra subiendo las escaleras deledificio. Y la Srta. A., permanece insomne porque las cortinas azul cielo,colocadas recientemente, obstruyen el paso de la luz de la luna yobstaculizan las quimeras nocturnas. Arranca los tapices de un tirón, abrelas persianas, y se congela frente a la ventana. Aquí ocurre el primerencuentro visual entre dos inquilinas.

El Sr. C, resuelto, derriba la puerta de la habitación. En este mismoinstante la Srta. C. se estremece bajo el único farol de la calle contemplando

una silueta femenina donde esperaba ver al dueño del cuerpo idealizado; y,simultáneamente, la Srta. A.. y el Sr. B, se llevan sus propias desilusiones.

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En este mismo minuto, lo fantástico y lo real se conjugan en unadesquiciada sensación, el Sr. B en un rotundo estado de negación sienteaversión por la extraña que ocupa el lugar de aquella que él veía pero ignoraque no existe. Y la Srta. A., se ofusca en su inmensa paranoia, al ver que esvigilada desde la calle mientras siente otra presencia bajo el dintel de lapuerta.