anaranjado fino y plomizo

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CONTINUIDAD Y CA,MBIO EN DOS TRADICIONES CERAMICAS POST'OL¡ASICAS DE MESO.dMÉRICA:; ANAR,ANJADA FINA Y PIJOMIZA BERND FAEMÚ, BEYEB Uno de los procedimientos más practicados dentro de la m* todologfa arqueológica co¡rsist€ en identifica¡ siüos o faa€s nuwas con fasw o perlodos ya conocidos de¡ntro de u¡¿ secuen- cí4. Par¿ ellq el arquaílogo se vale, generalmente, de tipos diagnósticos. Estoo fipos, sin embargo, un¿ vez estableaidos como diagnósticos en det¿rminado momento, pocas ve@!r son vueltos a an izat par¿ verificar su validez como herramienta de investigaeión. Durante los ¿ños treintas y cuare¡rta.s ile este siglo, se usar'0,¡r las ee¡ámicas Plomíza Tohil y Anaranjada Fin¿ X como criterios para establecer un Período Tolteca dentro del desarmllo cultural de Mesoamérica. Poste¡iorme,nte se aisl6 otro tipo ds cerá¡nica plomiza, la cual por ser más s€ncill¿ fue situada en fases prwias a aquélias en que se encontraba eI tipo Tohil. Más tarde aún, se definieron otros tipos de ce- rámica de pasta fina, los cuales por tener elernentos decora- tivos mayas, fueron sif,uailos en el Clfuico Tarrlío y Terminal, a un lado dol tipo plomizo más sencillo. ¿Pero qué ha pasado con los tipos toltecas que han ido surgiendo fuera de su cottexto Postclá¡ico Temprano? Con papel y tijeras se han poilido remendar l¿s secuenci¿s locajles o regionales; no se han podido esclarrecer, sin embargo, las contradicciones entre regiones más apartadas un¿s de otras, llevando en consecuenci¿ a una explicación de Mesoamérica llena t¿mbién de parches y remiendos. En base al material de excavación más reciente, y al ma- teri¿l acumu;lado de aproximadamente 800 sitic,s arqueológi- I85l

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Cerámica

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CONTINUIDAD Y CA,MBIO EN DOS TRADICIONESCERAMICAS POST'OL¡ASICAS DE MESO.dMÉRICA:;

ANAR,ANJADA FINA Y PIJOMIZA

BERND FAEMÚ, BEYEB

Uno de los procedimientos más practicados dentro de la m*todologfa arqueológica co¡rsist€ en identifica¡ siüos o faa€snuwas con fasw o perlodos ya conocidos de¡ntro de u¡¿ secuen-cí4. Par¿ ellq el arquaílogo se vale, generalmente, de tiposdiagnósticos. Estoo fipos, sin embargo, un¿ vez estableaidoscomo diagnósticos en det¿rminado momento, pocas ve@!r sonvueltos a an izat par¿ verificar su validez como herramientade investigaeión.

Durante los ¿ños treintas y cuare¡rta.s ile este siglo, seusar'0,¡r las ee¡ámicas Plomíza Tohil y Anaranjada Fin¿ Xcomo criterios para establecer un Período Tolteca dentro deldesarmllo cultural de Mesoamérica. Poste¡iorme,nte se aisl6otro tipo ds cerá¡nica plomiza, la cual por ser más s€ncill¿ fuesituada en fases prwias a aquélias en que se encontraba eItipo Tohil. Más tarde aún, se definieron otros tipos de ce-rámica de pasta fina, los cuales por tener elernentos decora-tivos mayas, fueron sif,uailos en el Clfuico Tarrlío y Terminal,a un lado dol tipo plomizo más sencillo.

¿Pero qué ha pasado con los tipos toltecas que han idosurgiendo fuera de su cottexto Postclá¡ico Temprano? Conpapel y tijeras se han poilido remendar l¿s secuenci¿s locajleso regionales; no se han podido esclarrecer, sin embargo, lascontradicciones entre regiones más apartadas un¿s de otras,llevando en consecuenci¿ a una explicación de Mesoaméricallena t¿mbién de parches y remiendos.

En base al material de excavación más reciente, y al ma-teri¿l acumu;lado de aproximadamente 800 sitic,s arqueológi-

I85l

88 ANAI,ES DE ANfROPOLOCTA

cos, treta$emos de resumir algunas observaciones hechas so'bro los tipos de comercio tolteca, y plantear su problanática-

En eI primer mapa waluamos el uso de detenninadasrutas durante el final del Períotlo Clásico.

Marcadas con llneas punteadas vemos l¿ zona de produc'ción del Plomizo San Juan y las rutas que utilizó para sudistribucióqr a partir de 750 d.C. aproximaclamente (según ]acorrelación 11,16.0.0.0). I¡s contactos c¡n el exterior se di-rigen hacia K,aminaljuyu, Cotzumalhuapa y Tetruantepec,aunque tambiár en eI Petén, el S¿lvador y el Altipiano Me:<i-

cano ha sido reportado este tipo. El norte de ]as üerras altasdo Guatesrala se encontraba, er¡ ca^rnbio, estreehamente lig:ado

al Petén, al Golfo de México y aI Valle del Moüagua'

Con lfneas gluesas indicamos la zona de producción delAnaranjado Fino Balancán, y con líneas delgadas la zone deprorlucción del Anaranjado Fino Altar (según Aitlams R. E.'L97Bl. I-2, y el material por nosotros ma.peado). Observ¿ndoeu distribución geográfica poile¡nos aprecier que *rnbas ce'rá¡nica¡ se excluyen y complementan, por lo que

-adernás

GOLFÓ Dgl ér(tco

oC(tl¡o tlcrFtco

!úAPr I. Rutar del Clásico Tardlo utilizaitas por Ia ce¡ámica Plomiza---- -'Sali-ü"", Aniranjada Fina Y v A¡aianjada Fina Z'

CERAMICA MSOAMERJCANA 87

de consideraciones formales y estilístices- h¿n sido conside-radas conternporáneás. Su estilo combin¿ elementos mayas ynahua-toltecas, idénticos a los elementos de las estelas n¿huasde Seib¿l, por lo que su aparición en la región se sitúa comolas estelas ---¿lrededor del ¿ño 850 d.C. (seg:in la correlación11.16.0.0.0)i (Ad¿ms R. E,, 1973: 1-2; Ball J,W,, L977: 4647;Sabloff J., 1970:. 370-403; $mith A. L et al, 1963: 5). Mien-tras que el tipo Z ge encuentra principalmente en la planiciede Tabasco y Chiapas, en los altos de Chiapas y en \a rnnaPuuc de YucaL4n, el tipo Y se restringe a,l drenaje del Usu-m¿cinta y a las ciud¿des clásicas del Petén. En Altar deSacrificios su preserrcia se sitúa sn ql @mplejo Jimba; enSeibal en el complejo Bay¡l tardío (Sabloff J., 1970: 360-403)'.

Ahor¿ bien, en base a luevos d¿tos pocle.rroe xlens¿r quelas cerámieas Plumbate Tohil y Anaranjada triina X

-diac-ndstic€^s del Período Tolteca- surgieron ¿1 mismo tie¡r¡po quelas cenímicas Anaranjada Fina Y y Z, esto es, alrecledor de850 d.C. (segÍn la corre.la¿itjn 11.16.0.0.0), feoh¿ en que des-aparecería l¿ Plomiz¿ San Juan.

En este sentido, nunca s€ h¿ encontrado Plomiza SanJuan asociada a.l Ana¡anjado Fino Y o Z. Sin embargq desdeque apar€cen lm Anar¿njados Finos Y y Z en la¡ tie,rras altasde Gu¿temala

-r¡ecordemos que la Alt¿ \etwaz se encueri-

tn¿ sólo a 100 lcn. de Alt¿r de Sacrificios- van asociados, oinclusive suceden, a.l Plomizo Tohil (Rands R., y Smiüh R. E.,1965: 135; Woodbury R., y Trik A. S., 1953: 159-160). Porotra parte, el An¿ranjado Fino X entr¿ al Petén y convive conla ce¡á.mic¿ fi¡a del tipo Y en Alt¿r de Sacrifisios (AdsrnsR. E. 1971: 106). Más allá, llega ¿ la Alta Verrapaz junto oonAnaranjada Fina Altar, en donde ambos tipos se asosian a IaPlorniz¿ Tohil (Rands R. y Smith R. E., 1965: 135). Otroeeitios en donde se asocia¡ l¿s pastas finaa Y y Z c"on el An¿-rar¡'¿rlo Fino X y el Plomizo Totril son Tecolpan (Ber\in, II.,1956: 114, tipo X asociarlo altiwZJ; Los Guarixes en la Ieladel C¿rmen (Rnn 4., 1969:' 105, no puede estableoer serpara-ción estratigrafica entre el lipo Z y la supuesta Anaranjad¿Fina X); Campeche (Rta 4,, 1969: 154, encuentra a [os tiposZ y X, y al Plomizo Tohil, en un¿ capa sin poder afirmar quehaya dos fases de ocupación); y Tehuacán (Mac Neish R. S.1970t 206-270, tipo Y asociado al tipo X y al Plomizo Tohil)'.

88 AN4¡ü! DE ANIROPO¡¡AGÍA

ldÁp II. Rutas ütilizadas po! la cerámics Plomiza Tohil y Anaran¡'adaFin¿ X.

Revisando los informes de e:<cavación, no encontramog in-dicaciones de que de una misma e)<cav¿ción estrtatigrá,ficaprovengan los tipos Y o Z de situaciones previas ¿ las de lostipo,s X y Piomizo Tohi,l. Sí encontrarnos, en cambiq aicava-ciones complementarias, que aclucen prioridad a los complejosque cuentan con los tipos Z o Y, por presentar elementoamayas del Clásico Tardlo, y por no haberse er¡contrado tipoetoltecas asociados a ellos. El que no siempre se encuentre¡juntos no significa que sean posteriores pues hemos visto quesí aparecen unos al lado de los otros. Además vsrnos en elsegtü-do mapa que el tipo X complementa en g:ener¿l la dis-tribuci6n e:eográf,ica de los otros dos tipos, encontrándose bá-sicaÍnente sobre ,la península de Yucatán.

La intrusión de gente nahua a la región del Golfo y delUsurnaeinta seguramente influyó, de manera indirecta, en elabandono paulatino tlo varias ciudades mayas. Para 900 d.C.'(eegún la correlaeión 11.16.0.0.0) la activiilad comercial delPetén debió verse int€rrumpida, afectando ile paso la distribu-ción de los tipos cerámicos Y y Z. Sin embargo, antes de queIas regiones circundantes tornaran sus espa.ll¿las al Petén, los

CERAMICA UEFOAMERICANA 89

llp". ¿g comercio tolteca llegaron a pigdraÁ Negras, ysxd¡i-l6n, Seibal, Tikal, Uaxacürin y Benqqe Viejo, ácúrlirádegcen contec<,tos rnuy tAralíos o postsriores q la ocupació{¡ Cl¡iaic89g: Y,,1962: 48ts.{a4; Coe W., Lg66: 56i Coe W. g Coe M.,1955-56: 380: Cúlbert ?, P., 1968: 41,; üfford J.'C., 1968:32; Rand,s ^R., vrccs 176-178; Shnolc 8.,1964: B&t). En formasimiler --esto es, durante el Clásico Tardío- encontramoe al!ip- fonn en Copán (LoWUwr J. M. fll, 1952: 48, en laüumba 10, con cerá.micas comunen durante el abanttono de laciudad en 800 d.C.) y en Tehuantepec (Delgado A., 1961-: 99,en dep&itos de las fases Monte A,lbán IIIb-fV) ; en ¿l Islade Sacrificios h¿llamos al Anaranjedo Fino X con fieurillasma,yas del tipo Tepeu del Petén, y al Tohil junto con cerámidaTotoraca, Renacentista y 28 fregme,ntos de la cultu¡a Remo-jad.as (Md,eIIin Zeüt, A., 1958: 12-49),

Dentro del Perlodo mesoame¡icano nombrarto Tottec¿(1000-1200 d.C. segrin la correlación 11.16.0.0.0) observa_mos un auge en la distri;buciiícr de cerámica plorniza Tohil yAnaranjada Fina X,

Mientras que la ruta del rfo Negro_Usumacints cae endesuso, cobra imrportancia la ruta que cruza los altos de CLi¿_pas. T,q cerá"¡nica Anaranjada Fina no le da gran uso, pu6Ios polos púncipales de su distritrución son Chichén ftáa v elMar C¿ribe por un ladq y la costa d,e yetacruz, v Choi¡lapor dl otm. Sin embargq pa,ra el plum,bate Tohil sig.nifica !aprincipal salid¿ al mercado de Chichén ltzá.

Ya en el Gotrfq snoontramos ¿mbas cerá¡nicas a lo largode toda la costa de Ca¡npeche y yacatán, h¿biendo ap¿renüe-rnente tres er¡trailas al interior de Ia península: Ia primeragerca !e la regirín Puuc, en donde diez de las principales ciu_dades hasta ahora exploradas las reciben; oira entrada sepuede localizar cerc¿ de Progresq dirigiéndose hacla Dzibil_chaltún. Una tercera quedará al norbe de Chichén ltzá, to-c¿ndo la t-erminal de la supuesta mta del oro quq llegaba deCentroamérica. Encontramos a¡nbos tipos sobre las lslas ycosta.s de Quintana Roo, Belice y Honduras.

La salida del plu¡nbate hacia el occirlente se efectuabaaparentemente a través de la Depresidn Ce¡rtral de Chiapasy 9l l!fino de Tehuante,pec. lJna vu en el istrno, el ca^rninoobligado hacia \a Isla de Sacrificios cor¡ía paraletó a Ia c¡os¡ade Veracr"uz. Para subir aI alüiplano errcontramos varias Dc.

90' ANALF4S DE ANTROPOLOO1A

sirbili.d¿des: una primera pot Oazaba-Zongolica, y otra por laCañad¿ de Cl¡icatlá¡. Una tercera ¿lternativ¿ se presentaba

entrando <lesde ant€s a Oaxana y subienclo por la Cañada de

Tehuacán.En el Á¡ltiplano Mexicano Tul¿ debió de ser el punto

final para el producto del Soconuscq y el punto inicial desdedonde salieron fig:urillas Mazapa, molcajetee, cerámic¿ plo-miza y ----e:<trañamente- motivos decorativos del Aztaea Ihaeie Mioho¿cán, J¿1iscg Nayarit y Sinaloa, recibiendo ac¿mbio, probablemente, pmductos manuf¿cturados de cobre.

Ih distribución de m¿terial en Guatemala y Centroarné-rica se relaciona apa,renternente con los mercados de pro'ductos exóticoc requeridos por las dos oapitales toltecas.En tie¡npos históricos la costa del Pacífico producía cacao:

son bien sonocidoñ los depositos de obsitliana que K¿minaljuyucontrolaba durante el Clásico; el Valle del Motagua contribuía desde t€mprano con protlucción de jade; y les regionesadyacentes al drenaje del río Negro explotaban el cobre, jadey plumas de quetza.l. Centroamérica probablernente pari!cipaba en la red con productos de metales nobles.

Una vez concluido el Período Tolteca, observamos que lacerárnica de comercio toltec¿ continúa en el merc¿do de lasciudades protohistório¿s.

Entre le Soconusco y el Golfq sitios con cerri¡nica Ana-ranjeda llin¿ X asociada a Naranja Fina de Ma,yapán(Ua¡<acaruú, Braínerd, G., 1958: 59; Toni¡rá, Becqt'elín P. uBa,ud,ez, C. F., f979: 138-139) indican que continuab¿ enuso Ia ruta ile las tierr¿s altas de Chiarpas. En M¿yapán,

el Anaranjado Fino X es tan a.bundante que sólo U¿y¿mil,en la costa de Campeche, y Chichén It¿á

-ambas del Pe'

ríodo Tolteca- le ganan en número ( Srnitk' R, E.' l97l:.2I-22; Bmineñ. G., 1958: 57-59). La acornpaña el PlomizoT<thil (Sr¿i.ttl, R, 8., !97L:. L89; Sh'oolc, E, et al'., 1955: 151).

En dirección a la Cuenca de Méxicq volvemos a encon'tr¿r an¡bos tipos en [a f¿se Venta Salada Tardís de Ts'}lracám (Ma'cNeish, R. 5., ]^W0: 201-226) v al Plurnbate To-hil en contextos tardíos, Azteca II-III y III en Tepeji el

Yiejo (Gmenstein, 5., 1973: 43-62), Coatlinchan, Chimal-huacan, Tenochtitlan, Chiconautla y Tenayuca (Eweio' A',1952-1953: 407408; Tolstaa, P., 1958: 55-94; Expo' Bella's

Artes 1980).

CERAMICA MF^9OAMERTCANA

En Monte AIbá¡ s€ en@ntraron t¡es vasüas del tipoTohil, fechadas para el período IV; ain emb¿rgo, esto noaclara nada, pues este período pe¡rdura a,l lado del V hastala Corquista española (Cqso, A.,19651 868; BemnJ, L, 1965:.808)r.

Durante el Postclfuico Tardío o Protohistórico de lastierras altas de Guatem¿la surgen, entre otros, dos tipos deoerámic¿ muy e¿r&cterísticos: uno polícrorrno y el otro blan-oo sobre mjo, Su aparición, a veces es¡orádica, a veces muyabundante, en sitios quo visllumbraron la llegada de los es-pañoles, no ha sido aún evaluada con satigfacción. Aho¡abien, en Ia Alta Verapaz se encontró cerámiea Plomiza Tohilasociad¿ al blanco sobre rojo (Butler, M., L9,40: 262-265),De Utatlá¡, capital de los quiché, provienen tres vasijasplomizas (Sh,epard,.4., 1948: 107), aunique no se encontróeerámica anterior a la protohistorie. También en flflm-oh{ capital de los cakchiqueles, se ha eneontrado cerámicaplomiza, y una auseacia de fases pr€vias ai protohistórico(Guiüemln, "I. f',, 1966: 382).

Después de est¿ breve ¡evisión teurporal y espacial delmaterial, enfocarsmm su aspecto formal y tecnotógico.

Desde su aparicióo h¿st¿ que dejaron de usarse los tiposds comercio toltec¿s, podemos obgervar en sus fomas y motivos decorativos una amplia garna de v¿riantes sobre undeter¡ninado núrnero do elernentos. Estas varia¡tes nos in-dica¡r una situación fle¡<ible err la cual duranüe 50 afios secombína¡ y recombinan los eler¡entos fo¡rnales y decora-tivos innumer¿blss ve@s.

Ilemos visto que los forjadores de estos bancos de datoses¡ámicoñ

-grfupos de filiación na*¡ua-tolteca- se introduje-

ro'n a,l área maya cerc¿ de 850 d.C. (segun l¿ corrglación 11.16.0.0.0.)'. Durante los siguientes 500 años, Mesoarnérica se ca-taste{aa por una crecirla inestabilidad política y crdtural.Por lo tanto nada nos sorprende mris que l¿ co¡tinuiilad enconcepciones formales y estilísticas en dos tipos ceránricosqrpuestos aI mercado inter¡acional de su época.

Desde el punto de vista tecnológicq el vidri¿do de la ce-rámica plomiza le ha ganado el apelativo de 'tajill¿ dearte" (VaíIJont, G. C,, L927: 94) o de lujo. Shepard rompeeste mito en 1948, enfatizando que un alto porcentaje de la

ot

ot ANAlSos PE ANIROPOLoGÍA

produceión e.s d€ ma,la ca,lid¿d en su acabado, deeorsdo ycocci60.

A,hora bien, si la fo¡ma y motivo€ deeorativos no caim-biaron en 500 años, eeto sugiere que sólo un seleeto grupodo ceramista¡ pudo dedica¡se a elabor¿r esta cerárnica. To-mando a 10 especialistas en total, y elwando su produccióna 30 piezas por cabeze cada 15 días, obtendríamo. s en 500años [a cantidad do 3,6 millones de vasijas. Si cada vac¡j¿al romperse produce 10 tepalcatee, deberla ser posi'ble reco-bra¡r actua,lmente 36 rnillones de tepalcat¿s Xrlomizos b,ienhechos, esto es, hecho$ en calma por especialist¿s' Psro lasituación presente no cumple con los requisitc de santidado de calidad. No contamos con más de unas 1000 vasijasenteras, y el total de tiestos excal¡ados y de superficie ha de

¿nd¿r por los cien mil. Aunque planteáramos 35 millonesde tepalcates para,la región en que fue producida esta va-jilla, este cálculo no explica por qué un grupo de especia-listas, conocedor de la técnica y de la tradieión, produjo untan alto porcentaje de cerámica de mala c¿liilad.

Si la ¡nala c¿lidad responilo a una gran demanda, nues-tro sá,lculo es demasiado rrodesto. Por el otro ladq la de-manda pudo no ger constante y tener épocas de bajas -contorlo lo que esto significa para e\ status de un g:rulro de ¿r'tesanos espeeialistas

-forzándolos a reducir el cálculo de

vasijas y tepalcates prod¡¡cidos- Un mere¿do dirigido por lade¡nanda aparenta ser una solución más vi¿ble al proble¡ra.De tal manera, las piezas bienr acab¿das podlan elaborarseen épocas en que la demancla no obligab¿ a una prod'ucción

acelerada. Sin er¡¡barg:o, nuestra informarión soble la de-

manila erterna se opone a la acumulaci6n de piezas de bue'na calidail durante épocas tle baja protlueción. Por un la'do'

no se pueile diferenci¿r entre rnaterial de ex?ortación o de

uso local, puesto gue muehas de las piezas llevadas al exte-rior son de peor caliclad que las que se han encontr¿do en

la zona de producción, Por el otro, la demanda programada

funplica una dinámica en la cual e1 objeto se ve afectado porel gusto del comprador -y aunque contamos con un mer-carlo multiéh,ico y cambios m¿yores de poblaciórl los tiposde comercio toltecas no sufren alteración alguna.

No debemos olvidar, sin embargo, la demand¿ internsdel proilucto. L¡a cantidad de material encontrado o pro-

CERAMICA MESOAME CANA 93

puesto p,ara cada una de las reg:iones de producción apuntahaqira su uso doméstico. Un¿ ce¡ámica doméstica no nece-sita de un buen acabaclo; pero tampoco requiere de cá¡ronesfomraies, estilísticos o ideológicos muy elaborados. Si con-sider¿mos que la rnala oalidad se debe a que no gólo fueronlos especialistas quienes produjeron esta cen4mica, quedaelininado el único faetor que podría explicar l¿ falt¿ decambio formal y estilístico.

Quedamos pues ante un¿ situación en la que los arte-sanos especialistas producen grandes cantidades de cerámicamal terurinada, con fines de uso doméstico y de exporta-ción, ateniéndoso rígidamento -por 500 añoe-- a un pa-trón de elementos fo¡m¿les y deeorativos,

Por lo expuesto anteriorment€ no{r parece que la situa-ción existente en el Clásico Ter¡ninal y Postclásico, en vezde irse aolar¿ndo, con el tiempo so vuelve cada, vez másconfusa. Si consirderamos esta época como la más inest¿bleen toda la historia del área cultural mesoamericana, y ob-sew¿ños la continuidad de los tipos cerámicos que la de-finen, podemos delimitar dos grandes problemas:

En caso de quo los tipo,s nombrados toltecas realmm¡ecubr¿n 500 años de historia, tendúamos que dejar de usar-los como tipo,s diagtósticos, y buscar una erplicaciiín efi-ciente a su falta de evolución forma"l y estilística, €omo ¿ subrusca desaparición,

Si por otra parLe insistimos que sean diagnósticos delPeríodo Tolteca, y los vemos como un producto de mod¿,debemos reducir su rango temporal y retomar temas dediscusión abandonados hace 30 o 40 años.

SÜMMA.R]

Diagaostic t¡,'pes are easily misused, if t¡ey are not chec&e¿lagainst newly ¡ecovéred datá. In this sellse, we have tri€d todelimit time ranges for Tolil Plurhbate and X Fine Or¡nqe,focusing in detail on their techaological and stylislic aspecls.Recent field projects all oyer Meso,eme¡ica have brouqht tolight mány Tohil Plumbate and X Fino Orange specimens,asseiated \Eith mate¡ials as¿ribod to other than the ToltécPeriod of Mesoamerica- These cases become critical sincethey either negate the value of both wares as time-diagnostics,or favor ¿ differe¡t corrclation other thetr the Goodman-MaFtínez-Thompson cor¡elation.

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