cuadernillo curso de ingreso historia 2011 (fahce - unlp)
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Cuadernillo de lecturas a utilizarse en el curso de INgreso de la Carrera de Historia en el año 2011TRANSCRIPT
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
DEPARTAMENTO DE HISTORIA
Programa de Actividades Introductorias a la Carrera de Historia 2011
Autoridades de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Decano Prof. Aníbal Viguera
Vicedecana Dra. Gloria Chicote
Secretaria de Asuntos Académicos Prof. Ana Julia Ramírez
Secretario de Posgrado Dr. Fabio Espósito
Secretaria de Investigación Dra. Susana Ortale
Secretaria de Extensión Universitaria Prof. Laura Agratti
Consejo Directivo
Claustro de profesores:
Héctor Luis Adriani - Ana Candreva - Miriam Chiani María Leticia Moccero - Alberto Pérez - Juan Ignacio Piovani - Osvaldo Ron
Claustro de Jefes de Trabajos Prácticos, auxiliares docentes y graduados:
Viviana Seoane - Maximiliano Garbarino - María Victoria D`Amico
Claustro de Estudiantes:
Jimena Lezcano - Paula Lucero - María Melina Pérez - Camilo Chirino Sebastián Schulz
Claustro no docente: Candelaria Urtasún
Departamento de Historia
Directora del Departamento de Historia: Dra. Andrea Zingarelli
Secretario del Departamento de Historia: Prof. Juan Luis Carnagui
Coordinador del Curso Introductorio: Prof. Hernán Sorgentini
Comisión de seguimiento del ingreso: Dr. Emir Reitano - Prof. Lucía Abbattista - Est. Martina Luna Güelfo
Autores del cuadernillo: Lucía Abbattista Malena Botto Belén Castro Hernán Sorgentini
Equipo docente del curso:
Jefa de Trabajos Prácticos: Prof. Malena Botto
Ayudantes Diplomados:
Prof. Yamila Balbuena; Prof. Juan Luis Besoky; Prof. Guillermo Clarke; Prof. Maximiliano Fabi
Prof. Anabela Gorza; Prof. Laura Monacci
Colaboradores Alumnos:
Astrid Baumann; Germán Bernasconi; Agustín Franchella; Javier Guiamet; Iván Knopoff Pablo Moro; Verónica Pellegrini; Milagros Rocha; Sabrina Rosas; José Sovarzo
Evangelina Vaccani; Mauricio Villafañe
Índice de artículos del cuadernillo:
1) Soriano, Osvaldo. Cuentos de los años felices. Buenos Aires, Sudamericana, 1993. Relato “Aquel peronismo de juguete”.
2) Hobsbawm, Eric. La era del imperio, 1875-1914. Buenos Aires, Crítica, 2007 (1987). Introducción.
3) Goldman, Noemí y Terán, Oscar. “Entrevista a Roger Chartier”. Revista Ciencia Hoy, Vol. 6, Nº 31.
4) Garguín, Enrique; Ramírez, Ana Julia y Sorgentini, Hernán. “´La historia no perdió dirección: tiene cincuenta direcciones´.
Entrevista a Daniel James”. Cuadernos del CISH 2004, N° 15-16.
5) Stern, Steve. La Historia secreta del género. México, Fondo de Cultura Económica, 1999. Cap. 1 "Invitación a los lectores".
pp. 17-26.
6) Reichardt, Rolf. La Revolución Francesa y la cultura democrática. La sangre de la libertad. Madrid, Siglo XXI, 2002 (1998).
Apartado “La revolución publicística: ojo y voz del pueblo”
7) Levin, Florencia. “De matones, represores y miembros de la pesada en el humor gráfico del diario Clarín – Argentina 1973-
1983”. Revista Académica de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social. Diálogos de la
Comunicación N° 78. Enero-Julio 2009.
8) Sharpe, Jim. "La historia desde abajo". En Burke, Peter. Formas de hacer Historia. Madrid, Alianza, 1993, pp. 38-58.
9) Burke, Peter. Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona, Crítica, 2005 (2001).
“Estereotipos de los otros”, pp. 155-175.
10) Andújar, Andrea. “Historia, género y memoria: las mujeres en los cortes de ruta en la Argentina” En A.A.V.V: Historia
Oral y militancia política en México y en Argentina. Universidad de Buenos Aires y Editorial El Colectivo, Buenos Aires, 2008.
pp. 92-116.-
11) Barrancos, Dora. “La puñalada de Amelia (o cómo se extinguió la discriminación de las mujeres casadas del servicio
telefónico en Argentina)”. Trabajos y Comunicaciones. Segunda época, 2008, pp. 111-128.
12) Portelli, Alessandro. “Las fronteras de la memoria. La masacre de las Fosas Ardeatinas. Historia, mito, rituales y
símbolos”. Cuadernos del CIHS, N° 11/12, La Plata, 202, pp. 163-176.
13) Trouillot. “Una historia impensable. La revolución haitiana como un no-acontecimiento”, traducción de Emmanuel
Correa del original en inglés: Silencing the Past. Power and the Production of History, Boston: Beacon Press, 1995, cap. 3 “An
Unthinkable History. The haitin Revolution as a Non-event”, pp. 70-107.
14) Peker, Luciana.”El círculo mágico”. Las 12. Página 12, 27 de octubre de 2006.
15) Vales, Laura. “Con los útiles a la fábrica”. El País. Página 12. 28 de octubre de 2008.
16) Saccomanno, Guillermo. “Son boleta”. Radar. Página 12, 18 de marzo de 2008.
17) Arturo Taracena Arriola. “La experiencia de un historiador en la Comisión de Esclarecimiento Histórico de Guatemala” en
Anne Pérotin-Dumon (dir.). Historizar el pasado vivo en América Latina. 2007. Sección: Historia Reciente y responsabilidad
social. Disponible solo en internet : http://etica.uahurtado.cl/historizarelpasadovivo/es_contenido.php
Anexos :
-Reitano, Emir. “La microhistoria y las fuentes judiciales”
-Presta, Ana María. Cómo hacer una reseña… (ficha de cátedra de Historia Americana I).
-Amaral, Samuel. Recomendaciones para escribir la monografía (también reseñas, estados de la cuestión, proyectos de
investigación y tesis). 15ta Edición, 16 de agosto de 2006. (ficha de cátedra de Historia Argentina I)
-Moradiellos, Enrique. El oficio del historiador. Siglo XXI, Madrid, 1994. Capítulo “Cómo se enseña y se estudia la Historia en
la Universidad” y “Técnicas del trabajo universitario”.
Programa de actividades introductorias a la carrera de Historia 2011.
Plan de lecturas:
POR SEMANA LUNES MARTES MIÉRCOLES JUEVES VIERNES
Las preguntas y los problemas
históricos.
Charla
inaugural
Soriano
Hobsbawm
Entrevistas a
Chartier y James
Los temas y las fuentes históricas.
Stern
Actividad complementaria
Reichardt
Levin
Los y las protagonistas de la historia
Sharpe Actividad
complementaria
Burke
Dora Barrancos y/o Andrea Andújar
Los debates sobre el presente a partir de la historia.
Portelli
Taller sobre estructura
universitaria y L.E.S.
Trouillot
Actividad complementaria
Preparación del trabajo
final
Debates sobre nuestra tarea y el compromiso social
feriado
feriado
Taller sobre educación
Taller sobre las
tareas y el
compromiso social
de los historiadores
Balance del curso y picnic
Semana 1. Las preguntas y los problemas históricos.
En la primera semana los invitamos a reflexionar sobre uno de los aspectos fundamentales del estudio de la historia: las
preguntas e inquietudes de las que partimos cuando nos interesamos por el pasado y decidimos explorarlo. Estas preguntas
pueden nacer tanto de inquietudes personales o existenciales como de preocupaciones más colectivas. Surgen del mundo
cultural y político en que estamos inmersos y tienen que ver, muchas veces, con lo que nos compele en el presente y nos
empuja a mirar el pasado. Quienes estudiamos o enseñamos historia partimos de estas preocupaciones, las pensamos y
repensamos y, finalmente, intentamos transformarlas en problemas históricos: es decir, en preguntas más elaboradas que
nos sirvan de guía para buscar en el inmenso y caótico territorio del pasado algunas claves y respuestas sobre el mundo en
que vivimos.
La mejor forma de acercarse al pasado es tratando de ser conscientes de al menos algunos de estos interrogantes que nos
guían. Las lecturas propuestas nos acercarán a los recorridos biográficos de algunos historiadores, con la intención de que
empecemos a sumergirnos en sus contextos de producción y en las influencias sociales, políticas y académicas que han
tenido. También intentarán sugerir que no somos solamente los historiadores quienes nos aventuramos en el pasado:
escritores, artistas, ciudadanos comunes, militantes políticos también lo hacen. Sin embargo, los historiadores acuerdan
ciertas reglas que hacen a la forma en que interrogan al pasado y extraen respuestas de él y que llevaron a constituir a la
historia en una disciplina profesional específica y al conocimiento histórico en una forma bien delimitada de conocimiento
sobre el pasado que se produce en los institutos de investigación, se enseña en las escuelas, se aprende en las universidades.
Proponemos entonces un primer ejercicio de reflexión sobre nuestras experiencias individuales, los contextos históricos y
sociales en que éstas toman forma y los modos en que ambos repercuten en nuestras miradas sobre la historia en general.
Les proponemos interpelar sus propios pasados: qué los ha marcado, a quienes reconocen como sus maestros, qué lecturas
los han conmovido, por qué han decidido estudiar historia, cuáles son los aspectos de la historia que más los atraen y por
qué. Ésta es una manera de empezar a hacer explícitos sus propios interrogantes, para reforzarlos con nuevas inquietudes y
razones o para modificarlos o encontrar otros nuevos y mejores, ya que estos interrogantes motivarán sus recorridos por la
carrera y su futuro como investigadores o profesores de historia.
Martes
- Soriano, Osvaldo. Cuentos de los años felices. Buenos Aires, Sudamericana, 1993. Relato “Aquel peronismo de juguete”.
Miércoles
- Hobsbawm, Eric. La era del imperio, 1875-1914. Buenos Aires, Crítica, 2007 (1987). Introducción.
Jueves
- Goldman, Noemí y Terán, Oscar. “Entrevista a Roger Chartier”. Revista Ciencia Hoy, Vol. 6, Nº 31.
- Garguín, Enrique; Ramírez, Ana Julia y Sorgentini, Hernán. “´La historia no perdió dirección: tiene cincuenta direcciones´.
Entrevista a Daniel James”. Cuadernos del CISH 2004, N° 15-16.
Soriano, Osvaldo. “Aquel peronismo de juguete”. En Cuentos de los años felices. Buenos Aires, Sudamericana,
1993.
Para comenzar con estas reflexiones, les pedimos que lean el relato de Osvaldo Soriano, “Aquel peronismo de juguete”. Si no
saben quién fue Soriano, busquen alguna información sobre el autor, o coméntenlo en clase junto a sus profesores y
compañeros.
Una vez hecha la lectura, habrán podido observar que éste es un texto que combina, a su modo, cuestiones vinculadas a la
historia personal con otras de la historia en un sentido más general, colectivo. Veamos de qué modo lo hace:
1. ¿Podríamos decir que se trata de un texto escrito por un historiador? ¿Por qué? Justifiquen sus respuestas.
2. Si fuese un historiador quien lo leyera, desde la perspectiva de la historiografía, ¿cuáles son las referencias explícitas
en el relato, o las que pueden inferirse a partir de lo allí expresado, que al historiador podrían interesarle? Marquen
o anoten algunas y fundamenten por qué las eligieron.
3. Más allá de sus respuestas a las consignas anteriores, habrán notado y comentado que Soriano construye una voz,
un narrador, que elige presentar ciertos hechos de la historia política “filtrados” a partir de los recuerdos de la
infancia: en ningún momento se plantea un relato más allá de lo que puede reconstruir la propia memoria, es decir,
del elemento autobiográfico. Y esto es así aunque esa historia incluya anécdotas, reflexiones y juicios en los que lo
subjetivo se entrelaza con aspectos significativos de la historia colectiva. Les pedimos que transcriban un breve
pasaje del relato que dé cuenta de esa característica, y que expliquen en unas líneas por qué lo han elegido, cuáles
son las expresiones que les permiten justificar la elección realizada.
4. A partir de lo que han escrito, piensen una o dos preguntas que podría plantearse ustedes como historiadores sobre
la época en que se sitúa el relato y traten de explicar por qué estas preguntas les parecen importantes.
Hobsbawm, Eric. “Introducción”. La era del imperio (1875-1914). Buenos Aires, Crítica, 2007.
Les presentamos ahora un segundo texto en el que lo individual y lo colectivo aparecen imbricados: se trata de la
“Introducción” al libro La era del imperio, de Eric Hobsbawm.
1. Tal como lo hicieron en el caso anterior, consignen si este texto puede ser un texto historiográfico, y justifiquen
brevemente su respuesta (una pregunta útil en este sentido puede ser “¿de qué trata este texto?”, o bien “¿qué se propone
Hobsbawm lograr con él?”).
2. Para abundar en la justificación, noten que, al comienzo, el autor usa la tercera persona para referirse a su historia
personal (que en este caso es la de sus antepasados inmediatos antes que la propia). ¿Qué significa? ¿Es esto un relato como
lo es el de Soriano? ¿De qué manera se entrelazan lo colectivo y lo individual y, por decirlo en forma esquemática, cuál de
esos planos adquiere mayor significación en la perspectiva y la escritura de Hobsbawm? Señalen algún pasaje que dé cuenta
de su respuesta.
3. En la página 10 el autor sugiere que el encuentro que posibilita la conformación de su familia se debe, antes que a
cualquier otro factor (como podría serlo, supongamos, el extraordinario atractivo que la madre de Hobsbawm tenía a los
ojos de su padre, o al revés) a una razón que excedía la subjetividad de sus progenitores, y que el lector “debería ser capaz
de descubrir la causa”. ¿Qué sentido tiene este pasaje y qué tipo de lector está suponiendo?
4. Avanzar en el análisis del texto de Hobsbawm nos puede permitir comprender algo más sobre el texto de Soriano, ya que
nos ayuda a fundamentar un hecho que cualquier lector podría reconocer intuitivamente: el hecho de que el relato de
Soriano no pertenece ni puede pertenecer a la historiografía. Refieran de qué manera el autor caracteriza la infancia, sobre
todo, en relación con la distinción conceptual entre “historia” y “memoria” que plantea (para precisar el alcance de cada uno
de estos conceptos, pueden releer el primer epígrafe). Vean si en el texto de Soriano pueden rastrear alguna distinción
conceptual de esta índole, y comenten el resultado de la búsqueda.
5. En vinculación con la consigna anterior, expliquen por qué el autor dice que la relación que puede establecer en 1987 –
momento de publicación del texto- con ese período del pasado que denomina “la era del imperio” es diferente a la que
pudiera establecer con una época más remota, pero que lo es no sólo en un sentido personal sino también “de forma más
impersonal” (o, podríamos decir, colectiva). Para responder a esta consigna, además de considerar el texto en su totalidad,
pueden detenerse en el segundo de los epígrafes utilizados. También en la siguiente afirmación: “En efecto, es todavía parte
de nosotros, pero ya queda fuera de nuestro alcance personal. Es como esos abigarrados mapas antiguos llenos de perfiles
poco fiables y espacios en blanco, enmarcados por monstruos y símbolos” (p. 13).
¿Qué consecuencias tiene esto para la tarea del historiador? ¿Qué restricciones le impone y qué sostiene Hobsbawm que se
precisa para sortear tales restricciones? En relación con esto, ¿por qué –a pesar de estas dificultades- el período en cuestión
merece ser estudiado? Dicho de otro modo: ¿cómo justifica Hobsbawn el recorte temporal (1875-1914) que aparece en el
título de su obra delimitando “la era del imperio”?
6. El texto que han leído es la Introducción a un libro que trata sobre la historia del imperio. A partir de la distintas
estrategias que tomó el autor para presentar el libro –las relaciones entre la historia personal y la historia colectiva, las
particularidades del período temporal que va tratar, etc.- han ido apareciendo algunas de las cuestiones y temas
fundamentales que se tratarán en los capítulos siguientes. Podrían identificar los pasajes del texto en el que el autor va
señalando cuales son estas cuestiones fundamentales. Traten de pensar cuales podrían ser los títulos de algunos de los
capítulos del libro –es decir, algunas pistas más concretas de qué pueden encontrar ustedes en él-.
Lo trabajado hasta aquí nos permite pensar que, si bien Soriano y Hobsbawm son autores reconocidos, legitimados
respectivamente en el ámbito de la literatura y de la historiografía, las experiencias y recuerdos en las que se conjugan lo
individual y lo colectivo –que están en el origen de ambos textos, y adquieren en cada uno distinta forma y significación- no
son ajenas a ninguno de nosotros. Les proponemos entonces que sean ustedes ahora los que se conviertan en autores (en
principio, serán más “narradores” que “historiadores”). Deberán seleccionar un hecho o proceso histórico que haya sucedido
durante sus infancias, y narrarlo. Pueden darle a la narración el estilo que ustedes prefieran, aunque tal vez, en principio. sea
más sencillo tomar una estrategia similar a la de Soriano. El texto deberá cumplir con estos tres requisitos: el hecho o
proceso tendrá que ser socialmente significativo; tendrá que haberlos afectado de algún modo en su subjetividad y eso se
evidenciará en la escritura; tendrá que ser expresado en un relato o ensayo cuya extensión será breve (no más de dos
carillas).
A partir del ensayo que han escrito, traten de pensar una o dos preguntas que podría plantearse un historiador sobre la
época en que se sitúa el relato o, tal vez, sobre una época anterior que sirva para explicar alguna de las cuestiones que
aparecen en él. Pueden revisar las entrevistas a los historiadores en las que ellos hablan de cómo algunas experiencias de
sus historias personales los motivaron a “explorar” algunos aspectos del pasado.
Goldman, Noemí y Terán, Oscar. “Entrevista a Roger Chartier”. Revista Ciencia Hoy, Vol. 6, Nº 31.
Garguín, Enrique; Ramírez, Ana Julia y Sorgentini, Hernán. “´La historia no perdió dirección: tiene cincuenta
direcciones´. Entrevista a Daniel James”. Cuadernos del CISH 2004, N° 15-16.
Les proponemos la lectura de estas entrevistas a partir de las discusiones sobre lo autobiográfico, las influencias y
las preguntas históricas trabajadas en los días previos.
Revista de Divulgación Científica y Tecnológica de la Asociación Ciencia Hoy
ENTREVISTA
ENTREVISTA A ROGER CHARTIER
NOEMÍ GOLDMAN y OSCAR TERÁN Instituto Ravignani, FFYL (UBA)
Roger Chartier es un prestigioso historiador francés, director de estudios en l'École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, director del centro Alexandre Koyré y autor de numerosos libros, entre ellos (en versión española): El mundo como representación, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna y El orden de los libros. Visitó Buenos Aires en septiembre de l 994, invitado por el Instituto Ravignani y el departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, en el marco del convenio de cooperación científica entre la Universidad de Buenos Aires y l'École.
Para empezar nos interesa conocer brevemente su tra yectoria intelectual: ¿qué pasos, qué influencias, qué ideol ogías, qué adscripciones político-intelectuales han contribuid oa su formación?
Nací en Lyon en 1945. Mi formación intelectual fue en el ámbito de la llamada escuela de los Annales, de los años sesenta. El primer trabajo que realicé estaba dedicado a la Academia de Lyon en el siglo XVIII: a la
masonería, a las sociedades literarias y a las bibliotecas. Fue publicado en 1969 bajo la dirección de Daniel Roche. Un segundo historiador importante para mi formación fue Denis Richet, conocido por un pequeño pero maravilloso libro sobre las instituciones del Antiguo Régimen. Constituyó este el momento en que surgieron nuevas formas de entender la historia cultural, las que, apoyadas en cifras y en series, intentaban comprender las discrepancias socioculturales a partir de indicadores medibles estadísticamente (por ejemplo, las tasas de alfabetización)
Entre 1969 y 1976 fui asistente, el primer grado del mundo académico, en la Sorbona. Fue un período muy agradable, que recuerdo con felicidad. En 1984 obtuve la designación de director de estudios en el centro de investigaciones históricas de I’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Una de las cosas más importantes de estos años fue la posibilidad de encuentro y discusión con colegas extranjeros, que promovió la crítica de la historia cultural tal como se la practicaba en ese momento (puedo citar, como ejemplo, la relación de amistad y de intercambio que, desde 1974 y hasta hoy, me une con el historiador Robert Darnton).
A partir de estos encuentros se fue produciendo una evolución, compartida con historiadores de diversas generaciones, desde una historia que buscaba una lectura más científica del pasado, mediante series estadísticas basadas en la cuantificación de los fenómenos culturales, a una historia que ha reintroducido otro tipo de cuestiones; por ejemplo, las relacionadas con la circulación del escrito impreso y las prácticas de lectura. Esta nueva perspectiva necesita de otro tipo de fuentes, no cuantitativas, que vuelven a colocar la singularidad de los individuos o de las comunidades en los modelos globales.
Mi campo de investigación fue, al principio, la historia de las formas de sociabilidad y de la educación, pero focalicé luego mi atención en la relación entre los textos y los lectores, en una forma de historia del libro. Paralelamente a este trabajo con objetos, con campos precisos de investigación, he sostenido un diálogo con otras disciplinas, como la filosofía y la historia literaria. Y con autores importantes para los historiadores, aunque no sean historiadores en la definición clásica, académica, de la palabra, como Michel Foucault o Michel de Certeau.
En los últimos años se ha hablado de tiempos de inc ertidumbre y de momento crítico para la historia. ¿Cuáles son los d esafíos que se le presentan hoy al historiador?
Creo que el principal se vincula con que se ha puesto en evidencia que su discurso, de cualquier forma que se presente, pertenece a la clase de los relatos. Los relatos de historia y los de ficción emplean las mismas matrices, las mismas fórmulas y las mismas figuras. Aun cuando el histórico se sirva de series estadísticas, sigue dependiendo de categorías que comparte con el de ficción: por ejemplo, en la manera de hacer actuar a los personajes - ya sean individuos de carne y hueso o entidades abstractas -, en la manera de construir la temporalidad histórica o en la concepción de las relaciones de causalidad.
Esta conciencia aguda de la dimensión narrativa de toda escritura histórica, cualquiera que sea, pone ante un serio desafío a todos los que rechazan la posición relativista, que sólo ve en la historia un libre juego de figuras retóricas, una modalidad, entre otras, de la fabricación de ficciones. El desafío es de una gravedad particular en un tiempo - el nuestro - en el que las fuertes aspiraciones y tendencias a realizar historias comunitarias, de identidades, corren el riesgo de anular toda distinción entre un saber controlado, universalmente aceptado, y las reconstrucciones míticas de pasados imaginarios.
Recordando que la historia está guiada por una intención y un principio de verdad, y que el pasado, que constituye su objeto, puede ser objetivamente conocido gracias a la correcta aplicación de técnicas y de criterios del método critico, ¿es posible enfrentar lo anterior? No lo creo, desde el momento en que el saber histórico ya no puede ser concebido como una simple adecuación entre un objeto (el pasado) y un discurso (el del historiador). Es necesario realizar hoy una refundación más radical del status del conocimiento de la historia, efectuada de tal manera que, sin abandonar en absoluto las exigencias y las disciplinas del ejercicio crítico, plantee claramente las condiciones en las cuales un discurso histórico - que constituye siempre un conocimiento a partir de huellas e indicios - puede tener como válida, explicativa y coherente la reconstrucción del pasado que propone.
Allí hay, a mi entender una tarea difícil pero urgente, si queremos resistir al doble peligro - mortal para la disciplina - de, por una parte, la disolución del saber histórico en una forma de ficción y por la otra, su confusión con el mito y la memoria al servicio de necesidades y aspiraciones de comunidades nacionales, étnicas, religiosas u otras.
En sus investigaciones sobre las prácticas de produ cción, circulación y lectura de libros en las sociedades d el Antiguo Régimen, ¿cómo estableció el vínculo entre la histo ria del libro y la historia de la lectura?
La historia del libro constituye, hoy, uno de los dominios mayores de la historia cultural, que supo definir sus propios objetos: las coyunturas de la producción impresa, la sociedad de los gens du Iivre, las estrategias editoriales, la desigual posesión del libro en una sociedad determinada, etc. Supo, asimismo, inventar sus fuentes y utilizar en su provecho los archivos administrativos, notariales o judiciales, y apoyar sus métodos de investigación sobre los modos clásicos de la historia social y económica. Las resultados fueron considerables. De ello da testimonio no sólo la multiplicación de estudios monográficos sino, también, la realización de grandes empresas colectivas, como L'Histoire de l'édition francaise o, actualmente, las historias del libro, de la edición y de las librerías, que se realizan en Inglaterra, los Estados Unidos, los Países Bajos y Alemania (se esperan proyectos similares en Italia, España, México y la Argentina).
Sin embargo, en Francia la historia del libro seguía dependiendo de la más antigua historia literaria, que trata el texto como una abstracción, coma algo existente fuera de las objetos escritos, como el mismo libro. La lectura, a su vez, fue considerada como un proceso universal, sin variaciones históricas pertinentes. Pero los textos no se han depositado en los libros como en simples receptáculos.
Todas esas investigaciones y empresas no lograban responder a una cuestión esencial: ¿qué hacían los lectores con los libros que compraban, leían y manipulaban? Cada lector cada comunidad de lectura tiene sus propios modos de leer sus usos del libro, sus maneras de interpretar y de apropiarse de los textos. ¿Cómo reconstruirlos? A partir de este interrogante, la historia del libro se fue convirtiendo, también, en la historia
de la o, más bien, de las lecturas. La historia del libro, mudada en historia de la lectura, se esforzó por restituir las formas contrastadas con que lectores diferentes aprehendían, manejaban y se apropiaban de los textos contenidos en el libro.
Hoy es posible agrupar en una trama común, al conjunto de los estudios particulares que vinculan la historia del libro con la lectura, como la localización en una sociedad dada de la oposición entre lectura oral - por necesidad o por convención – y lectura en silencio: o la caracterización de una revolución de la lectura en el siglo XVIII, o la identificación , en el siglo XIX, de nuevos públicos de lectores: las mujeres, los niños, los obreros. Concebida de esta manera, la historia de la lectura puede volver a considerar grandes problemas clásicos. Por ejemplo, la aparición de un nuevo espacio público en el siglo XVIII. Siguiendo a Kant, puede definirse como un espacio de debate y de crítica en el que las personas privadas hacen uso público de su razón, con total libertad y cualquiera sea su condición. Esta esfera pública política, aparecida primero en Inglaterra y luego en Francia y el resto del continente, se desarrolló en el marco de nuevas formas de sociabilidad (salones, clubes, logias, sociedades literarias) pero sólo fue hecha posible por la circulación del escrito impreso.
Semana 2. Los temas y las fuentes históricas.
Las preguntas generan la preocupación por algunos problemas históricos específicos. Para intentar abordar esos problemas,
los historiadores delimitan un tema a explorar y emprenden un trabajo de búsqueda de fuentes históricas que les
proporcionarán información sobre ese tema. La opción por trabajar con unas fuentes y no otras tiene que ver muchas veces
con la manera en que definimos un tema, con las opciones político-metodológicas que tomamos, pero también con el azar y
con decisiones que otros han tomado en el pasado -es decir, con qué rastros y vestigios del pasado que queremos
reconstruir se han conservado-. Por otra parte, una cuestión igualmente fundamental es cómo leemos esas fuentes, como
las aprovechamos de la mejor manera posible para que nos informen sobre lo que queremos saber. Esto requiere que
despleguemos nuestra imaginación, pero también que podamos distanciarnos de algunos de nuestros preconceptos o
prejuicios, de modo que el pasado pueda decirnos todo lo que nos puede decir. Todo esto ha sido profundamente
reflexionado por la comunidad de historiadores al menos desde la mitad del siglo XX.
En esta semana los convocamos a identificar algunas de las posibilidades de las que se han valido algunos historiadores en
sus trabajos. A partir de lecturas provenientes de distintas áreas de estudio, analizaremos qué quieren hacer estos
historiadores cuando se aventuran en el pasado y cómo lo hacen. Apuntaremos a analizar las fuentes que ellos utilizan en la
investigación de problemáticas específicas y reflexionaremos sobre la potencialidad de cada una de ellas para iluminar
variados aspectos de la vida histórica. También será una primera oportunidad para valorar un trabajo histórico: reconocer
sus méritos, sus limitaciones, pensar que nos convence y que nos genera dudas sobre sus conclusiones.
Lunes
- Stern, Steve. La Historia secreta del género. México, Fondo de Cultura Económica, 1999. Cap. 1 "Invitación a los lectores".
pp. 17-26.
Miércoles
Reichardt, Rolf. La Revolución Francesa y la cultura democrática. La sangre de la libertad. Madrid, Siglo XXI, 2002 (1998).
Apartado “La revolución publicística: ojo y voz del pueblo”
Jueves
Levin, Florencia. “De matones, represores y miembros de la pesada en el humor gráfico del diario Clarín – Argentina 1973-
1983”. Revista Académica de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social. Diálogos de la
Comunicación N° 78. Enero-Julio 2009.
Stern, Steve. Historia secreta del género. Mujeres, hombres y poder en México en las postrimerías del período
colonial. México, Fondo de Cultura Económica, 1999. Cap. 1 “Invitación a los lectores. Historia de una familia”.
El texto del historiador Steve Stern nos introduce en un mundo que percibimos como muy distinto del nuestro, en virtud de
la distancia histórica y cultural con los hechos que llaman su atención como investigador. Escuetamente, podríamos decir
que se trata de un “mundo” en cuya dinámica cultural coexisten, por un lado, la racionalidad de la justicia colonial y, por el
otro, la racionalidad propia de la organización de las comunidades indígenas en la región de Morelos, en México, a
comienzos del Siglo XIX. Es a partir de esa perspectiva que Stern puede recortar una problemática y un objeto de estudio en
los que un hecho que no tiene en sí mismo nada de “extraordinario”, se vuelve sin embargo relevante para el historiador por
las tensiones y conflictos sociales más amplios que puede contribuir a desplegar para su investigación.
Para poder investigarlos, fue necesario para Stern contar con fuentes que dieran cuenta de la existencia del hecho,
primero, y luego y hasta cierto punto, de sus características (es decir, de la manera como ocurrió, de sus consecuencias, de
su significado desde el punto de vista social y cultural).
• Las fuentes
1) Luego de leer detenidamente el texto, precisen en primer lugar cuál es el hecho que ocupa la atención de este primer
capítulo del libro de Stern. Inmediatamente, señalen cuáles son las fuentes de que el autor se vale para poder referirse a
este hecho. El primer paso necesario es distinguir entre fuente histórica y bibliografía consultada por el historiador (o sea
que los estudios citados en las notas al pie, como los de Foucault, Rosaldo, Hartmann y varios más, no constituyen fuentes
históricas). Para considerar las fuentes, guíense por estas preguntas:
1.a) ¿Se trata de fuentes escritas, textuales? De ser así, ¿qué clase de textos son, de dónde provienen? Las respuestas a estas
preguntas, ¿aparecen explicitadas en el capítulo de Stern? ¿Hay alguna consideración sobre el proceso de búsqueda, la
metodología empleada para obtenerlas?
1.b) Luego, ¿cuál es la presencia “material” de las fuentes en el texto? Con esto queremos decir, ¿aparecen textos citados
íntegramente o parcialmente? ¿aparecen, por el contrario, referidos pero no citados?
Con las consignas anteriores queremos seguir advirtiendo sobre el hecho de que para el historiador las fuentes son
importantes. Pero no sólo para el historiador que las utiliza en una investigación, sino para quien lee esa investigación con
perspectiva historiográfica. Esto es que, como lectores-historiadores, necesitamos para este texto o para cualquier otro
poder conjeturar, identificar y referir las fuentes utilizadas, como condición indispensable para interpretar, valorar,
corroborar o discutir el alcance o significación de una investigación histórica. Además, el hecho de plantearnos y poder
establecer de qué manera y en qué grado están presentes, no sólo ayuda a determinar la índole de la fuente sino el uso que
se ha hecho de ella, con qué perspectiva se la ha abordado (lo que, por supuesto, también es muy importante para el
análisis).
• El uso de las fuentes
2) ¿Cuál es la problemática que el autor quiere recortar? ¿Por qué creen que le puede parecer relevante como problema y
en qué sentido sus fuentes aportan al estudio de ese problema? En las consignas siguientes seguiremos profundizando esta
cuestión.
3) El autor explicita que en la historia de María Teresa y José Marcelino, más allá de la tragedia familiar, hay sentidos que
conectan el ámbito de lo privado y el de lo público. ¿Por qué afirma esto, en qué sentidos se entrelazan esos dos planos?
4) Entre otras cuestiones posibles de establecer, sin duda que la noción de comunidad está presente en esa conjunción, al
menos en la perspectiva del autor. ¿Cómo caracterizarían brevemente a esa comunidad a partir de la lectura del texto?
¿Qué problemáticas creen que el autor encuentra a partir de allí, qué tensiones atraviesan la vida de esa comunidad y,
finalmente, por qué pueden ser relevantes a pesar de la distancia temporal y cultural que nos separa de ese grupo social que
habitó la región de Morelos hace dos siglos?
5) Ahora, detengámonos en la forma que tiene Stern de presentarnos su estudio, las conclusiones finales o parciales de su
investigación. No olvidemos que se trata de un primer capítulo, una introducción, de un libro completo que no hemos leído.
Teniendo en cuenta eso, es sin embargo posible pensar algunas cosas:
5.a) ¿Por qué creen que el capítulo se titula “Invitación a los lectores”? Luego busquen y señalen en el texto cuáles son los
pasajes que se relacionan con dicho título y le prestan coherencia (es decir, señalen dónde, cómo y por qué Stern está
“invitando” al lector)
5.b) ¿A qué creen que el autor nos está “invitando”? Por lo que dice otro de los paratextos (que aparece sobre el margen
superior) nos invita a realizar cierto “viaje”. Como desde ya esto no es literal, procuren despejar la metáfora y explicar en
qué consistiría este “viaje”, relacionándolo con la problemática abordada.
5.c) Esa forma de introducirnos en su estudio, está relacionada con el estilo de escritura empleado por Stern en todo el
capítulo. Por ello, está íntimamente ligada con el uso que decide hacer de sus fuentes. Discutan en grupos y anoten cómo
caracterizan a esa escritura y el trabajo sobre las fuentes que ella evidencia (si hay un uso más literal o más distanciado, por
ejemplo, y a qué puede deberse una cosa u otra). Comparen lo que han anotado en los diferentes grupos.
6) El historiador Emir Reitano, docente de esta Facultad, ha investigado sobre el uso de las fuentes judiciales en los estudios
historiográficos en un artículo titulado “La microhistoria y las fuentes judiciales”. Si desean leer este trabajo, lo encontrarán
en el Anexo del Cuadernillo. Al comienzo del tercer apartado de este artículo, Reitano expresa:
“Las fuentes judiciales evocan el conflicto. Por ello resultan sumamente elocuentes para descubrir un mundo de
valores […] Al ventilar sus discrepancias ante la justicia los litigantes o sus letrados desnudan de manera
indirecta el marco normativo que ha sido quebrado, el orden anhelado, las pautas del equilibrio y del consenso
perdido.”
Reflexionen sobre el sentido de este pasaje, para luego retomar el texto de Stern. Elaboren de manera individual un escrito
de 20 a 30 líneas, en el que argumenten si el capítulo de Stern puede servir como ejemplo y justificación de lo expresado en
el párrafo citado, o no (para poder argumentar esta cuestión, obviamente deberán volver a considerar lo trabajado en las
consignas anteriores en relación con lo público y lo privado, la índole y uso de las fuentes, la problemática en torno a una
determinada comunidad y más allá de la misma). Puede ser útil para justificar su posición que citen uno o dos pasajes del
texto de Stern que resulten significativos y sirvan para sostenerla.
Reichardt, Rolf. La Revolución Francesa y la cultura democrática. La sangre de la libertad. Madrid, Siglo XXI,
2001. Apartado “La revolución publicística: ojo y voz del pueblo”
Este capitulo del libro de Reichardt sobre la revolución francesa aborda un aspecto particular del período revolucionario que,
a la vez, permite iluminar muchos aspectos de la revolución.
1.a) Luego de haber leído el texto, traten de precisar cuál es el tema. Presten atención a cómo ese tema se va presentando
en las distintas secciones del capítulo.
1.b) Ahora analizaremos a qué tipo de fuentes recurre el autor para relevar información sobre su tema y cómo las utiliza
para desarrollar sus argumentos.
Por ejemplo, en la página 199, el autor señala que “los panfletos revolucionarios tratan de acercarse al pueblo utilizando los
medios estilísticos de genre poissard, es decir el lenguaje de los mercados parisienses y las crudas escenas de los teatros de
feria, con sus tipos populares (…)”. De esta afirmación podemos extraer que el autor utiliza en su investigación un tipo de
fuente específica, los “panfletos revolucionarios”, pero, a la vez, que el estilo y las formas del lenguaje de estos panfletos le
dan pistas que van más allá de lo que estrictamente “dicen” los panfletos. De algún modo, más allá de lo que “dicen”
literalmente los panfletos –por ejemplo, los posicionamientos que toman frente a un determinado hecho político-, la forma
en que están escritos y son leídos, su formato y usos del lenguaje nos “dicen” –tal vez más indirectamente- otras cosas. Si
seguimos leyendo las consideraciones que hace Reichardt sobre estos panfletos, encontraremos que tal vez nos den
información de cómo y dónde fueron surgiendo algunas ideas que aparecen en ellos, de quiénes los leían, cómo los tomaban
y qué sentidos les daban, de qué impacto tuvieron. Para los historiadores, esta inscripción de las fuentes en varios contextos
–los usos del lenguaje con el que son producidas, los distintos caminos por los que transmitieron un mensaje en aquel
momento, los alcances y limitaciones en el impacto de determinados textos que circulan- son a veces tanto o más
importantes que el “qué dice” la fuente.
Traten de realizar, por un lado, una lista de las fuentes que el autor utiliza para desarrollar este tema. Por otra parte, tomen
nota de aquellos elementos “adyacentes” a las fuentes que son importantes para entender su significación y expliquen por
qué lo son.
1.c) Como conclusión de este punto, traten de precisar los distintos sentidos en que las fuentes que utiliza el autor con
significativas. Esto requiere considerar de qué manera usa el autor las fuentes, cómo las combina, qué explicaciones da para
demostrar su capacidad de iluminar aspectos del pasado, cuál es su pertinencia en relación con el tema que el autor está
tratando y el argumento que sostiene.
2) En general, asociamos la idea de revolución con la idea de cambio. Durante la revolución francesa se produjeron cambios
importantísimos que tuvieron consecuencias en Francia y más allá. Muchos de esto cambios –como la abolición del
feudalismo, la supresión de la tortura o la primera Declaración de Derechos del Hombre- tal vez sean familiares para ustedes
por lo que han estudiado en la escuela o por referencias bastante presentes en el discurso público.
El texto de Reichardt, sin embargo, no se concentra en estos cambios. A partir de delimitar un tema específico, logra
observar otros cambios también muy significativos, como “revoluciones dentro de la revolución”.
Por ejemplo, en la página 198, Reichardt señala: “La libertad de prensa revolucionaria para una opinión pública política más
amplia y democrática significa el hundimiento del viejo sistema de privilegios en la producción editorial y bibliográfica y, en
consecuencia, la quiebra de las empresas tradicionales. En su lugar aparece una multiplicidad de pequeños productores,
constituida por maestros impresores con ideas políticas y por oficiales de imprenta parisienses independizados”. Si seguimos
leyendo sus consideraciones sobre el cambio que introdujo la libertad de prensa, observamos que Reichardt lo relaciona con
la aparición de nuevos formatos de libros y nuevos usos del lenguaje, y que todo esto lleva al autor a sostener que se
produjo “una “toma de la palabra plebeya” de índole totalmente nueva”.
Repasen nuevamente el texto y armen una lista de cuáles son los cambios que encuentra Reichardt y cómo establece su
significación. En este punto, pueden ayudarlos algunas de las periodizaciones que hace el autor.
Luego, discutan: ¿qué nos dicen estos cambios sobre la revolución? ¿Qué aspectos en los que tal vez no se habían puesto a
pensar en los acercamientos que tuvieron previamente a la Revolución Francesa descubrieron a partir de la lectura de este
texto? ¿En qué sentidos les parece que la historia que cuenta Reichardt puede tener resonancias en el presente?
tró de los archienemigos de Chérest, que dirige el gobiernoel distrito ..' 'Así pues, el principio electoral introducido por la Revolu-ción ayuda a un funcionario ambicioso, que, en 1789, ve obs--.iaculizado su ascenso social por los notables de nacimiento,i:a1canzar durante algún tiempo influencia decisiva a través.de los nuevos cargos electivos. El hecho de que Chérest tengano obstante que aceptar una serie de interrupciones en sucarrera depende en parte de sus rivales, pero también de queél no siempre se atiene a las nuevas reglas democráticas deljuego y recurre a la violencia. Pero aprende rápidamente a'utilizar para sus fines las instituciones revolucionarias, desdela elección, pasando por la petición, hasta la acción judicial
~io..administrativ.a. Esto no significa que haya interiorizado de in-~i,~;mediato los nuevos principios del Estado de Derecho y de laHl. democracia. Más bien, se sirve de ellos como medios de poder:~,' y: exhorta constantemente a sus oponentes para que los res-:~~?peten (recurre a los tribunales casi siempre que pierde una.;;¿: elección), mientras que, a su vez, se los salta de acuerdo con:~!'SUS necesidades. Sin embargo, en la medida en que va aban-.~~;,donado cada vez más el empleo de la fuerza bruta y siguiendo
. <";, el camino del Derecho y en que intenta conseguir su ascenso:-::.'-a través de las elecciones, contribuye, en última instancia, al-" ejercicio de las prácticas democráticas en la provincia.
La Revolución Francesa supuso una ruptura de la cultura socialy política. En esa medida es su historia, en gran parte, una his-~oriade los medios de comunicación social. f!:i~ron los sistemas_sígnicos de los medios los que -expresado en términos de so-ciología del conocimiento-- articularon, inculcaron e institucio-J!.alizaronel nuevo «sentido» social. Dado que, además, cum-plieron la función de hacer público el nu-evo «saber» con el
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efecto social ~ás. amplio posible, la historia de la RevOlu6Francesa es, aSimismo, parte de una historia de la comunicad!I0Y, los medios de aquel período -en primer lugar, los mediImpresos- representan una fuente esencial que permite l qr
Yreconstruir el proceso histórico. En sus últimas consecuen .'J1;e: por tanto: la ~eyoluci1n_un acontece.r ,mediático que "toncamente solo eXistegracias a los medios transmitidos. ')j;:'
El hecho de que constituyen una fuerza impulsora de,Revol~ción lo muestra ya una primera mirada a su cOyun"a medIO plazo. Preparada por la «politopornografía» de final 'de la Ilustración, se hincha rápidamente la ola de hojasv'landeras políticas desde febrero de 1787, con la reunión'la primera asamblea de notables, reforzada por la competició .entre opiniones en torno a los Estados Generales. A esto viena. unirse, e.ntre 1789 y 1791, una explosión publicística bajo::e'signo dommante de un entusiasmo nacional por la libertad qu'hace saltar todos los patrones de medida hasta entonces~";'gentes. De modo paralelo al proceso de radicalización reylucionario, una creciente riada de publicaciones precede,dli..rante el verano de 1792, al asalto a las Tullerías del 10 dagost.o, sob~e.todo de memoriales republicanos que, desde todQ,~,¡I,"el pals, se dlflgen a la Asamblea Nacional. Finalmente -desde',I~ p~imavera hasta el otoño de 1793-, el predominio del m~Vlmlento de los sans-culottes trae consigo el despliegue de una'publicística revolucionaria radical, de carácter popular, a bas~de textos, imágenes y canciones. El Gobierno Revolucionariode 1793-1794 recorta esta «proliferación lujuriante», censur~las publicaciones de ambos extremos del espectro político'y'ejerce presión en favor de la ortodoxia jacobina: la publicística'revolucionaria libre tiende a convertirse en propaganda ceni't~aliza?a. El movimiento de retroceso que el proq:~Q .revolu'iclOnano sufre a raíz del 9 de Termindor, bajo el Directorio;'Qu~de reconocerse también en el hecho de que la publicística~~1*i,(I.a pesar .~e que duran,te. cierto tiempo impera de nuevo u~a-:t~,;mayor libertad de oplmón, no vuelve a recuperar la espon'!~~:c:taneidad ni la intensidad que tuviera anteriormente. Por úl" ·:!iS
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~o Napoleón pone fin a la Revolución, y no es la menosdíllp~rtante de sus de~isiones para ello someter la publ~~ís~ica:~,un control desconocido hasta entonces. Reduce los penodlcos
,,' lo un mínimo, vigila las tabernas, los cafés y los teatros con[.¡ ~ sistema de espionaje. Tampoco es casualidad que Joseph
~uché, el «terrorista profesional», sea al principio uno de suslIlás importantes ministros..' Típicos de la Revolución eran los medios impresos cer~a~?sal pueblo, que constituyeron un imp?rt~nte factor de la ~pmlOn
'blica política de nuevo cuño y ejercieron una esencial fun-P~n de control democrático en vista de las limitaciones im-;uestas al principio electoral. y. ¡¡, )os propios revol~c.io~ariosvieron en la «opinión pública» articulada en la pubhclstIca uncierto poder que, frente al legislativo y al ejecutivo, represen-t~ba de manera inmediata los intereses de la base: la funciónprincipal de la prensa consiste ~n «dotar a la voz del pueblod~'toda su fuerza para que éste pueda ejercer plenamente suderecho de censura (son droit de censure), c!el que hasta ahora'ii'ci ha podido disfrutar. Tan sólo esta fuerza constituye la opi-~ión general, todopoderosa y siempre acertada; tan sólo ellapuede ser ejercitada por el propio pueblo en su beneficio» tOJ.
Panfletos y periódicos: «un curso de moral y políticatodo en uno»
La Revolución produjo en el curso de un decenio, probable-mente, mayor número de escritos impresos que todo el sigloque la precedió. Solamente el catálogo de la Bibliotheque Na-tional de París comprende 33.985 escritos de distintos autores,además de otros 18.159 anónimos y 1.705 periódicos y alma-naques. Esta abundancia de fuentes, a la que hay que añadirlos voluminosos fondos de provincias, es tan imponente quehasta hoy no existe una visión panorámica medianamente com-pleta, ni respecto a su distribución cronológica y espacial, nisobre la parte que en ella corresponde a las distintas agru-
paciones políticas. Ello, no obstante, es posible gracias a unaserie de observaciones y constataciones de carácter general.
La libertad de prensa revolucionaria para una opinión pú-blica política más amplia y democrática significa el hundimien-
. to del viejo sistema de privilegios en la producción editorialy bibliográfica y, en consecuencia, la quiebra de las empresas'tradicionales. En su lugar aparece una multiplicidad de peque-ños productores; constituida por maestros impresores con ideaspolíticas y por oficiales de imprenta parisienses independiza-dos. En vez de libros gruesos y caros para elites culturales,imprimen casi exclusivamente pequeños escritos baratos paraun público más amplio .. Los autores de estos panfletos, cons-tituidos la mayoría de las veces por un simple pliego de ocho
. páginas,. son gente sencilla: artesanos, activistas locales de clu-bes políticos y de las administraciones, indicadores de una «to-ma de la palabra plebeya» de índole totalmente nueva. En iamedida "en' que: tanto en sú forma de presentación co;;¡-o""ensu lenguaje, estos textos se esfuerzan por mantenerse cercanosal pueblo -lo que suele ocurrir-, se sirven sobre todo dedos medios:
Por una parte, echan mano de formas de adoctrinamientoreligioso y de la liturgia católica que son conocidas de antiguo,a las que transforman con el fin de que sirvan para fines po-líticos. Ya los títulos que adoptan son del estilo de Litaniesdu Tiers Etat, Le gloria in excelsis du peuple, Le Confiteor del'Aristocratie, Le Pater des sans-culottes o Evangile de la Liberté.Un cierto Collignon Dumont, lecteur public des sans-culottesreconocido por el Club de los Jacobinos de París, hace imprimiren el año II un Te Deum républicain en forma de cartel queno sólo pega por las calles, sino que recita también en las plazaspúblicas. Estrechamente vinculados a las formas dialécticas delcatolicismo se mantienen también una larga serie de catecismospolíticos: desde breviarios civiles sobre la nueva ConstitucióncleT19f;hasta los catones para los hijos de los sans-culottes.Así, delegados de doce clubes jacobinos del departamento de
.", ...:Puy-de-Dóme se reúnen en Clermont-Ferrand en mayo dei&tJ791 para elaborar un catecismo sobre los principios consti-~;.!.{t"1ucionalesrevolucionarios, dado a la imprenta y distribuirlo..~~>;entre los campesinos en una especie de misión que recorre>fel país 104. El activista de la Revolución Poitevin, del suburbio-}1 parisino de Saint-Antoine, dedica a su sección de Montreuil,
. -;•..·:el8 de diciembre de 1793, un Catéchisme républicain que pre-¡f,
:''; .'senta los siete sacramentos revolucionarios. Entre otras cosas,'~ éonvierte el bautismo en el 14 de julio, y el matrimonio, en/ contrato social. Y el diputado de la Convención Charles Des-. grouas, terrateniente y presidente comunal electo de la peque-
<..ña villa de Mortagne, en el sur de Normandía, dirige a sus:;,; conciudadanos, en 1794, una «Catequesis» en forma de pan-'," peto en la que, en tono casi de lucha de clases, pide proceder
contra la «alta burguesía» y la «burguesía aristocrática», contralos «modérés» y las <Jionnétes gens», para completar la Revo-lución social de la «égalité» y la <<fratemité»105.
j¡ ~~egundo lugar, los panfletos revolucionarios tratan deacercarse al pueblo utilizando los medios estilísticos del genre
• poissard, es decir, el lenguaje de los mercados parisienses ylas crudas 'escenas de los teatros de feria, con sus tipos po-pulares, ante todo el rudo Pere Duchesne, fumista de oficioy, arrogante fumador de pipa. Tan sólo desde comienzos de1789 hasta mediados de agosto de 1792 hay constancia de unmínimo de trescientas impresiones monográficas de sesenta pe-riódicos de este género, entre los que no se cuentan únicamentepanfletos prorrevolucionarios, sino también contrarrevolucio-narios. Al igual que las «liturgias» políticas, se sirven conscien-temente de formas consagradas con elfin de difundir con ma-yor facilidad entre la gente las nuevas opiniones y los nuevos:valores. Y esta difusión tiene lugar también, no en menor me-dida, en el medio propio de la cultura de la comunicación ple-.beya: las tabernas y bodegas, tal como observa en París, con.tanta perspicacia como sorpresa, un crítico de la Revolución:-<~ atardecer recorren los vendedores callejeros las tabernas(cabarets) donde se reúne el pueblo, y comienzaü a pregonar
sus publicaciones. ~ie?tras que la mayoría de los parroqui'parecen mostrarse IndIferentes, unos cuantos curiosos les "pran algo. Uno de ellos lee en voz alta una o dos frasesii'pa~fleto, y los que le. escuchan no tardan en acercarse. Sel)InVItaa un vaso de VInO,que paga el que está leyendo, o.'"conocidos. De esta sencilla manera se inflaman los ánimos~.grupo: se desarrolla una discusión general, y se insuflan'facilidad los principios jacobinos a las restantes personas»
''1De entre la masa de los folletos revolucionarios, así co '
de entre la riada de leyes y decretos que casi anega las aministraciones locales, son de destacar dos clases de textospecialmente eficaces: potü'ri~tparte, los'discursos q'ue, por ID
~io de .la letra impresa, .lIegan a un público much~ mayor q~l de la Asamblea NaCIOnal y los clubes; por otra parte, 1carteles que dan a conocer públicamente las decisiones y 1er~~l~~aci<:!n~s.más_importantes de los poderes públicos'! 'cales y departamentales. Así, en Toulouse se da' a 'co'nocer ".comienzos" d~ 1793"el procedimiento para la forja de picas;en Lyon, la 1Jberaclon de los voluntarios en octubre de 1791o en Dieppe, el cambio revolucionario de los nombres de caUcl .,~:
¡·il.-y plazas en junio de 1794, así como el anuncio de las fiestas~ti/en cualquier parte. Cuando el pedagogo alemán Joachim Hein~i1i"rich Campe llega a París en agosto de 1789 reconoce en s¿~~~':guida la gran importancia didáctica masiva ~ue, para la acuJ;.!~~~;,.turación política de la gente sencilla, han adquirido los carteles::;;.:.pegados en las paredes, la sociabilidad espontánea de las calles~~i .~.la comunicación verbal y visual: «Lo primero que nos llarn~::rt'..la:atené"ion, aparte de las muchedumbres que vagan de un lado ;*:para otro, son los múltiples grupos de personas apiñadas [.:;};.,a los que vemos sobre todo delante de las casas cuyos murosaparecen llenos de carteles pegados. [...] Ante cada casa' encuyas paredes se hayan pegado esas hojas de papel, que sOlÍ.t",grandes pliegos impresos con escritura de gran tamaño, puedeverse a un público sumamente abigarrado y heterogéneo, for-mado por mozos de carga y elegantes caballeros, pescaderas
'. eñoras galantes, soldados y sacerdotes, reunidos en un cú-, ;s lo siempre pacífico y donde casi reina la mutua confianza;'::os con la cabez~ levantada; todos con la mirada ávida be-
5 biéndose el contemdo de los car~e~es, le~e~~o unas vec~s en:) z baja y otras en alta voz, emItIendo JUICIOSy debatiendo
; respecto» 107. El publicista y observador de París Louis-Sé-bastien,Mercier confirma retrospectiva~ente: «En las tormen-taS"de la Revolución, los carteles SustItu~en a las campan~sde rebato: provocan asambleas tumultuanas de grupos partI-distas; inflaman las opiniones y ponen un hierro candente enla mano de todos sus redactores. Los anuncios en las paredescomunicaban antes a la opinión pública, a lo sumo, la ventade fincas campestres [oO.]: hoy en día son un curso de moral,políticay literatura, todo ?n u~o» 108.. .. . ,
Sin duda, el medio mas efIcaz e InCISIVOde la RevoluclOnpara la difusión de los textos es la prensa,. e~ la que, so?retodo entre 1789 y 1792, se produce un creCImIento explOSIVO.Esto puede decirse no sólo de la mera cantidad de periódicos,que se sigue subvalorando y que sólo en París sube de golpedesde un solo periódico a más de trescientos, sino también enrelación con su carácter. Los periódicos tienen mayor grado deactualidad que en el Antiguo Régimen; ya no aparecen con pe-riodicidad mensual, sino, por regla general, semanal o diaria.At mismo'tiempo, tienen un carácter más político: el periodismode opinión pasa de ser la excepción a ser la regla. Las tiradasaumentan, de los tres mil a cinco mil ejemplares que tirabael Mercure de France a finales del siglo XVIII,a los quince milcomo mínimo de Révolutions de París. Con la mirada del com-petidor, Marat estima que el Pere Duchesne, de Hébert, del queel Gobierno adquiere veinte mil ejemplares adicionales para dis-tribuirlos entre las tropas revolucionarias con el fin de reforzarsu moral, llega a tirar más de doscientos mil éjemplares. El au-mento de las tiradas hace que bajen de precio y se facilite elacceso a estos medios, eue.~._l?~"p'e~.iódicosno se distribuy?nya únicamente mediante suscripción, sino que, cada vez mas,
~?ueden comprarse en' la calle. Ya en agosto de 1789 observa
Campe, el peregrino de la libertad procedente de Braunschweig,cómo «las hojas volanderas y los prospectos del día [...] SOD
voceados por cientos de vendedores que recorren las calles dela ciudad,' y que no se limitan a dar a conocer con sus gritosúnicamente las cabeceras, sino también lo principal del con-tenido» 109. Con esta finalidad, Marat y Hébert, por ejemplo,resumen el contenido de los números de sus periódicos en laprimera plana, 'en líneas titulares impresas a. tamaño mayor yque resultan fáciles de vocear. De hecho, en 1791, el ]ourruúdu soir, de Etienne Feuillant, lo distribuyen y lo cantan, como
I entonces se decía, 180 vendedores callejeros lJD.
Una eficaz variante de este nuevo ámbito público de la pren-s-?son los periódic;:osm.urales. Los Affiches de la Commune dePOIis, que, desde mediados de Junio de 1793 hasta finales de'marzo de 1794, se pegan a diario por toda la ciudad y se dis-tribuyen en las secciones de las sociedades populares, no sonmás que el ejemplo más famoso. Una labor de opinión públicarevolucionaria radical comparable la realizan el Ami des cí-toyens, de Jean-Lambert Tallien; la Sentinelle, de lean-BaptisteLouvet de Couvray; el Sans-culotte Observateur, del Club delos Cordeleros, y un periódico de provincias como la Sentinelled'Autun, pero también un órgano contrarrevolucionario comoel Chant du Coq. Las palabras citadas de Mercier, según lascuales los afiches son una especie de instrucción cívica con-tinuada, pueden aplicarse en medida destacada a estos perió-dicos mural es.
~ esto hay que añadir que la nueva prensa, más actual, po-litizada y democratizada --como los panfletos-, también «mi-
. ti ra a la boca del pueblo» en cuanto a su lenguaje y a su estilo\, \ .' de presen~ación. El famoso Pere Duchesne, de Hébert, aceptar '¡,1, c,on astucIa la cultura del pueblo, utilizando como máscaras
,1, ' fIguras populares, se dirige sin rodeos a los sans-culottes en, \\' su crudo lenguaje y presenta su programa social revolucionario
\ \. con el estilo del gendre poissard en diálogos, imágenes y escenasteatrales llenas de intención. Aún más claramente se apreciael papel de vigilante extraparlamentario que tiene la prensa
~~de la Revolución cercana al pueblo en el semanario de Marat,"¡\tiüe cambia con frecuencia de cabecera, pero que llega a ser.:~i:uriconcepto para sus coetáneos como el Ami du Peuple. ConI.,\:'sri estilo enfático imprime carácter al modelo del diálogo, tan;.:~:.pronto amable, tan pronto preocupado, tan pronto e~ forma'~Ldeáspera advertencia, que el periodista paternal mantiene tu-"',·teando con confianza al «pueblo». El periodista Marat, que0:';( redacta totalmente en solitario su periódico desde 1789 hasta. '~Ú93 se nresenta a sí mismo con especial eficacia como figura:J Política ~rientadora, como «ojo del pueblo» siempre vigilan~:.: tel1l, que reconoce con perspicacia infalible todos los intentos'::::'de'complot y los persigue con dureza carente de contempla-..: canes. A raíz de las matanzas en las prisiones de septiembre
: . de 1792, resume su programa de manera lacónica: «Descubrir.. las conspiraciones, desenmascarar a los traidores, defender los
derechos del pueblo, informar de los trabajos de la Convención,proseguir el camino, recordar los principios a los miembrosque se alejen de ellos, dedicar mi inteligencia a la nueva cons-titución que Francia debe tener. Tal es el objeto de este pe-
. riódico» 112. Si estas publicaciones, que muchos clubes revolu-cionarios de provincias reciben con regularidad, se dirigen prin-Cipalmente al «pueblo;) urbano, sobre todo a los sans-culottes,hay otras que se dirigen a la población rural. La más eficaze ilustradora es la Feuille villageoise. La funda en septiembrede 1792 el ex jesuita Joseph-Antoine-loachim Cérutti, llega atener una tirada de quince mil ejemplares y se publica sema-nalmente hasta agosto de 1795. Dada la escasa capacidad delectura de los agricultores y trabájadores del campo, cuentaConla función de mediación cultural de los instruidos locales:el párroco, el maestro de escuela y el terrateniente, que debenleer a sus «hijos» el periódico de la aldea ..De hecho, el Clubde la Revolución del pueblecito de Aigues- Vives, junto aNimes(departamento de Gard), se abona a un ejemplar más del «pe-riódico de la aldea» para que un miembro del club lo lea enVozalta los domingos en la plaza del mercado y se lo dé luegoa los maestros.
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• ~.4t ._.J!_Hay que valorar de manera especialmente alta el efect
for~~dor d~ l~ ~rensa t~mbién por el hecho de que la ~maClOnpenodlstIca, debIdo a un «pacto de lector» im ..entre la r~dacc!ón y ~Ipúblico, se hace con vistas a la repetid'y la persIstencIa, y tIene que ver en especial medida con' "nueva sociabilidad democrática, con la práctica de la lec -colectiva y de la lectura en público. Esto no ocurre únicame "en el caso de ~os clubes revoluci~narios que ya hemos p'sentado en el ejemplo de los «AmIgos de la Constitución»'"Tulle, sino también con muchos círculos de lectores vecin~de carácter informal. Lo mismo que en la capital provincial~i,de Caen el estanquero Jean-Michel Barbot lee todos los díaS'f~en vo~ alta, ~elante de su tienda de tabacos, artículos del:~~Coumer des Departements, de Antoine-Joseph Gorsas, también-~<jen París los vecinos de la casa núm. 255 de la Calle F~'{;sés-L'Auxerrois (sección de Gardes-Fran~aises) se reúnen eil'~1793 todas las tardes en la portería para escuchar de labi~'i;,del portero la lectura de los periódicos más recientes 113. Quc,~flos periódicos no son únicamente acogidos en el medio de:la'Ysociabilidad revolucionaria, sino que pueden, asimismo, prGi'):'ceder de ésta, lo muestran el elitista Joumal de la Société de :~.1789, de 1790, y el famoso Jouma/ de la Montagne, órgano del/:Club de los Jacobinos de París (1793-1794), así como, en eS.~\ ,pecial, la Bouche de Fer, del Cerc/e Social, asociación ciudadana "libre que fundan, el 13 de octubre de 1790, en presencia de ~
.más de cuatro mil personas interesadas, el abbé Claude Fauo;chet, predicador de los asaltantes de la Bastilla, y el escritolj-Nicolas Bonneville. Sirve de lugar de reunión el Cirque na~,tional, hipódromo techado en medio del jardín del Palais-R<Nya!. Con sus gigantescas dimensiones -112 metros de longitudy 32 de anchura-, sus tribunas, y la tribuna de oradores congran resonancia levantada por los propios miembros, constituye~' ..una especie de catedral política en la que, entre otros, se pre~':··senta como orador el antiguo predicador de la corte Faucheten calidad de ~<tribundu peuple» y explica en diecisiete con."ferencias, ante el pueblo congregado -más de ocho mil asis"
.- t s se cuentan en su segunda aparición-, los tres primeros~ne .. del Contrat social de Rousseau. TIenen acceso a las reu-r~~ ,'. s que se celebran dos veces a la semana, todos los mlem-, Dlone, ., , ti d P' ,, '--:' de los Jacobins y de las socletes frateme es e ans, aSI': bros I'b l', o los suscriptores de la Bouche de Fer (nueve I ros a tn-
comtre). Asisten hombres y mujeres, sólo que deben sentarse
mes . . l' lt ibunas separadas y no se permite a as mUjeres tomar a
en r l' , lalabra. En comparación con otros clubes revo uClOnan~s, e. P , cter especial del Cerc/e Social consiste en que las reUnIonescara . ,
. en como punto central conferencias sobre cuestIones teo-uen . d d dricas Y de principio de la política y la sacIe a , que pue en. cribirse como oradores desde activistas plebeyos de las sec-d~nes hasta un 'filósofo como Condorcet (en la lista de ora-dores hasta julio de 1791 figuran más de 130 «grandes nom-bres») Y que los discursos se publican en la Bouche de Fer.El nombre de este periódico, que aparece tres veces por se-mana, se debe al buzón de la redacción. Sin embargo, en elemblema de su cabecera (ilustración 1) se interpreta, con a~dade una frase de Virgilio, como símbolo de la «voz de hIerrodel pueblo» y del programa de política lingüística del Cerc!eSocial: «Recuerda, galo, que gobiernas los pueblos por medIO \de la elocuencia» 114. Con la «Boca de Hierro» habla, así p,ues,la parte políticamente ilustrada del pueblo al resto de este,con el fin.de ilustrarle también.
La publicación de ilustraciones: «escritura hablada»de la Revolución
La revolución en la prensa va acompañada de una revoluciónno menos fundamental en la publicación de imágenes, quemuestra 'Ias mismas tendencias de actualizacióh, politización
j-democratÍzaciól1: Una nue'va generación de pequeños gra-badores y editores de imágenes, que en su mayor parte h~nemigrado de las provincias a la capital, aprovecha la desapa-rición de los privilegios y de la censura para plasmar en la
LA BOUCHE DE FER.lIustr. 7. La Boca del Pueblo. Xilograría anónima que reaparecesiempre en la cabecera del periódico "La Bouche de Fer», 7 790.Dibujo de 4 x 9 cm.
nueva técnica del aguafuerte, más rápida (que ha dejado a unlado el tradicional grabado de cobre), los acontecimientos re-volucionarios del día, comentarios e impulsarIos mediante laagitación. Sin grandes pretensiones artísticas, lanzados al mer-cado a toda prisa y a bajo precio, panfletos políticos ilustrados,a veces coloreados, en tiradas de hasta dos mil ejemplares, des-plazan a los grabados «cultos» del Antiguo Régimen, de géneroy de paisajes, que se editan en tiradas de sólo 500-1.000 ejem-plares. La venta callejera, que anteriormente sólo estaba ex-tendida para las hojas de oración religiosa y los pliegos de imá-genes populares, se convierte en la principal forma de distri-bución, con preferencia a la venta en establecimientos. Los bu-levares de París, los paseos junto al Sena y el Palacio Realse asemejan, en los primeros años de la Revolución, a unaexposición permanente de caricaturas en la que los paseantespueden familiarizarse con las imágenes sin tener que comprar-las de inmediato. Cuando, en agosto de 1789, Campe se dirigepor el Quai de Conti hacia el puente más concurrido del Sena,
'~tl Pont-Neuf, recaba en que «en todos los grandes edificios,~~rriente arriba y abajo, hasta donde alcanza la vista, sobre~~todo en la enorme y suntuosa Casa de la Moneda, [hay] col-I gados grabados de cobre que, en su mayor parte, hacen re-~~Jerencia a la Revoluc~6n,actual» 115. . .:~~~tCon ayuda de las lmagenes que se dmgen a las gentes ~e~-·t;;..Cillasque apenas saben, o no saben en absoluto, leer y escnblr,'jfy:despiertan su entusiasmo por los nuevos valores político-so-:~ clales, se consigue un medio didáctico para las masas, que los':i~revolucionarios utilizan con plena conciencia para movilizar elT mayor número de seguidores posible. Así, al Almanach du pere'~f.Gérard, de Collot d'Herbois, que ha ganado un concurso de~~.losjacobinos para el mejor almanaque popular revolucionario,i:.Se le añaden ilustraciones a propuesta del miembro del club
. :~.Joseph-Marie Léquinio del 27 de noviembre de 1791. Pues,.' en expresión de Léquinio, hay que derrotar a los frailes con.. ·sus propias armas, es decir: «contrarrestar el fanatismo con
J imágenes favorables a la Revolución» 116. Los aguafuertes dealgunas ediciones del breviario del ciudadano de Collot d'Her-
',~bois, de gran éxito, muestran también cómo --de acuerdo conlos diálogos didácticos del almanaque- el diputado Gérard,
."que vuelve de la Constituyente a su aldea bretona, instruyea los campesinos en la nueva Constitución. El mismo Léquinio'entrega a la Convención, el 11 de octubre de 1792, una hojadel grabador Fran~ois Bonneville (hermano de Nicolas Bon-neville), reproducida en la imprenta del Cercle Social y quedebe pegarse en la frontera con Alemania para inducir a lossoldados prusianos y austriacos, con promesas económicas,para que se pasen a la República: «Presenta el decreto queofrece una renta de cien libras a los soldados del despotismoque abandonen su bandera para seguir a la bandera de la igual-dad y la libertad francesas. Ciudadanos, los tiranos farisaicos[...] se han servido con gran éxito de estos medios para difundirla esclavitud y la superstición. Si habláis así ante los ojos delos campesinos ignorantes, es uno de los medios más eficacespara llevar la instrucción a las aldeas t; implantarIa en ellas» 117.
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También el Comité de Salud Pública recurre a las imágcomo medio de propaganda política y encarga en especipintor Jacques-Louis David «que utilice todas sus facult'y sus medios para crear numerosos grabados y caricaturas~sean apropiados para avivar en la opinión pública el esp"común y hacerle comprender hasta qué punto son cruel"ridículos los enemigos de la libertad y de la República'Efectivamente, el Comité de Salud Pública recibe~1793-1794, de una docena de grabadores, por lo menos ~ciocho de esas caricaturas de encargo que, sobre todo, rfculizan a los príncipes de las viejas potencias europeas y amilitares. :,6
Lo que, desde el punto de vista cultural y de la polítide medios, significa el destacado papel de las hojas volanderaLJilustradas lo reconoce ya con perspicacia el publicista conSevador Jacques-Marie Boyer-Brun cuando, en la primavera"1792, constata con pesar: «Las caricaturas son desde siempun importante medio para hacer comprender al pueblo coque, si solamente se le hubieran dado escritas, no le hab "impresionado suficientemente. Al presentar las caricaturas~::pueblo, antes de que supiera leer y escribir, diversas cosas di 'nas de serie comunicadas eran ya para él lo que siguen siendhoy: escritura hablada [écriture parlée]. Tal como se ha vist"las caricaturas han servido en todas las revoluciones para pon'en movimiento al pueblo, y no puede negarse que la alevosde este procedimiento responde a sus rápidas y terribles cosecuencias. [...] Pero, si las caricaturas son el termómetro qm'mide la temperatura de la opinión pública, también es cierfque quienes sepan regular las oscilaciones de este termóme .'también pueden dominar la opinión pública» 119. De hecho~]a:~ingeniosa expresión «escritura hablada», que el autor resal _' 'designa adecuadamente la posición intermedia que las ilustW" N
cione~ ocupan entre la cultura .literaria y la oral. Esto re~ul~~:especIalmente claro en una hOJa de Estrasburgo de la pnm3."1;¡;:~.vera de 1791 (ilustración 2): además de la caricatura -en esté}":; ,caso una historia contada en imágenes, dividida en cuatrovir{~~>
.~~~~'
Ilustr.2. «Lapequeña contrarrevolución, tragicomedia en 4 ac-tos, representada en Estrasburgo el 3, 15, 16 Y 17 de enero de1791». Grabado anónimo 1791, 22 x 16, 1 cm.
ñetas-, la hoja sirve, al mismo tiempo, de presentación dela historia de estilo romancesco en la forma entonces exten-dida. La historia en imágenes de un fracasado levantamientocontrarrevolucionario en Estrasburgo, ocurrido en enero de1791, se expone por escrito. en la leyenda, a la vez que losmúsicos callejeros la cuentan oralmente y la representan, y lohacen de doble manera: por una parte, como comentario ha-blado, en el que el arco del violín sirve de puntero; por otraparte, como chanson con la melodía de Vas t'en voir s'il viennentlean, cuyo texto ofrecen a la venta a los espectadores y oyentesel violinista y el cantante, en forma de coplas impresas.
De entre los miles de hojas volanderas ilustradas impresasreferentes a la Revolución, resultan especialmente importan-tes, desde un punto de vista sociocultural, aquellas que, a travésde reproducciones y ediciones piratas, alcanzan tiradas totalesde diez mil ejemplares y más. Pues, dado que la mayor partede las caricaturas de la Revolución son primordialmente unamercancía, y sólo en segundo lugar un arma ideológica, .lasreimpresiones y las copias indican cuáles de ellas tuvieron ma-yor demanda y mejor acogida. Una forma especialmente con-cluyente de la «copia» son los pliegos ilustrados populares com-puestos por miniaturas simplificadas de las caricaturas de máséxito (ilustración 3), que venían a ser galerías de imágenes re-volucionarias para la bolsa menguada. En ellas pueden versemenos representaciones de personas y acontecimientos (aun-que hay, desde luego, grandes cantidades de acontecimientosy de retratos grabados) que alegorías políticas que visualizan,con tanta fuerza como humor, formas de percepción social yactitudes, temores y esperanzas. A título de ejemplo vamos amencionar cuatro ámbitos funcionales y temáticos:
Tenemos, en primer lugar, la experiencia avasalladora delos coetáneos de que la Revolución supone un cambio de épo-ca. Esta conciencia de cesura la expresan dobles caricaturasordenadas en pares que exponen la misma cosa, una vez bajoel Antiguo Régimen y luego en las nuevas circunstancias, cam-
:tJ:i;;~
~:.?biadas, del Nuevo Régimen. Se visualizan de ese modo la pér-.9ida del poder del clero; la emancipación del súbdito, enca-
:. jonado como un niño, que le convierte en citoyen (p. 212, arriba,. a la izquierda); la abolición de los privilegios fiscales y de la
,,; jerarquía estamental. Es famosa la pareja de imágenes, asimis-;~...mo recogida en la ilustración 3, que representa al campesino,:';.hundido antes bajo el peso de la nobleza y del clero, y que:.-ahora cabalga triunfante sobre las espaldas de sus antiguos opre-.' Sores (p. 213, parte superior), sátira en imágenes que, segúnuna noticia de prensa del 28 de agosto de 1789, goza de granPopularidad: «En casa de todos nuestros ilustradores, tanto losdel Palacio Real como los de las tiendas de venta de grabados,pueden verse grabados de cobre en los que el vulgo experimentael mayor placer y ve reforzado su odio contra la aristocracia.Son imágenes satíricas o caricaturas simbólicas, pero llenas defuerza expresiva. Uno de los grabados muestra cómo un viejocampesino avanza agachado a cuatro patas y lleva a sus espaldasa un noble y a un obispo, lo que al margen de la caricaturase comenta con las palabras: "¿Ha de seguir esto siempre así?".La otra imagen muestra al mismo campesino que va montadosobre un noble y dirige suavemente a un cura como si fueraun caballo. Lleva un bastón al hombro del que va colgada una
.·liebre y exclama: "Es hora de que esto termine"» 120.
En segundo lugar, se desarrolló por medio de las imágenesuna conciencia de lucha de clases que se anticipa a la realidadsocioeconómica de la época. Así, el concepto de «aristocracia»,que en el siglo XVIll era una designación objetiva de la viejanobleza, se convierte en un lema supraestamental politizadoe ideologizado. En su nuevo sentido, la «aristocracia» apareceCOmomonstruo de varias cabezas (ilustración 4) en el que elepiscopado, la nobleza y la magistratura se han unido corpo-ralmente para, todos juntos, devorar vivo al «pueblo» hastadejado en los huesos. Puede decirse que es la representaciónplástica del texto de un panfleto revolucionario: «La Aristo-cracia [...] tiene las garras de una arpía, la lengua de un vam-piro, el alma de un procurador, el corazón de un financiero,las pezuñas de un macho cabrio, la voracidad de un buitre, la
~.-'-:'"",.~
4-
J' "~:H~:Ii.~~~~~~~~'Í&:e;iol~:,
1Iustr.3. Hoja con variasilustracionescon copias de las caricaturas preferkj¡i"~~33 x 21,9 cm (Para la reproducción se agruparon las copias de nueVd.~;
.'~;'7''/;
de la Revolución Grabado coloreado de autor anónimo, 1789;El original consta de cuatro filas con cuatro copias cada una).
crueldad de un tigre, la arrogancia de un león, la lascivia deun monje y la estupidez de un juez municipal; durante más deun siglo se ha experimentado cómo chupa la sangre a las per-sonas, cómo ha engullido las esperanzas del campesino, cómoha devorado al pueblo y provocado en Francia las mayores de-vastaciones» 121. Desde esta acusación en imágenes del viejo «ab-solutismo feuda}», pasando por la breve esperanza de armoníasocial durante el verano de 1789, tal como la expresan las di-fundidas alegorías de la forja común de la Constitución (p. 212,centro) y de las «Tres cabezas bajo un sombrero» (p. 213, centro,a la izquierda), hasta la grotesca figura de los aristócratas, querevela una maldad distinta desde cada ángulo de mira, la mezclade curas, nobles, magistrados y ricos se dibuja como tipo idealestigmatizado del enemigo del pueblo y de la Revolución.
En tercer lugar, las imágenes visualizan conceptos políticosabstractos y no sólo los hacen más concretos y comprensiblespara las mentes sencillas, sino que les prestan, además, un ca-rácter de apelación emocional. Por ejemplo: para explicar elartículo 3 de la Declaración de 1793 sobre los Derechos delHombre y del Ciudadano, según la cual «todos los hombresson iguales por naturaleza y ante la Ley», un catecismo re-publicano para sans-culottes no se conforma con hacer alusio-nes escritas a la naturaleza como madre de todos los seres vivos,al derecho natural y al carácter jurídico de la igualdad, sinoque ilustra asimismo su exposición con un emblema que ex-plica, a su vez, con un texto del que va acompañado: «La Igual-dad se representa con la figura de una mujer que tiene enla mano una escuadra. Además, lleva otros atributos que lacaracterizan y que expresan al mismo tiempo la sencillez y laconcordia. Por eso se sienta sobre una piedra. En su tocadolleva aníllos unidos entre sí y, en la mano izquierda, un hazde armas. Está pisando la cabeza de la hidra, de la tiranía.La mujer a su lado representa a la Naturaleza; como signode fecundidad, tiene seis pechos» 122. No se explica que el vín-culo de hermandad entre un guardia nacional, un sans-culottey un ciudadano, establecido con el signo de la escuadra franc-
Ilustr.4. «Unmonstruo de tres cabezas que encama las tres for-mas en las que se presenta la aristocracia y que está devorandolosúltimos restos del cadáver del pueblo.,,». Grabado coloreadode autor anónimo, 1789: 22,7 x 35 cm.
masona, simboliza las consecuencias político-sociales del prin-cipio de la igualdad, porque es evidente que se considera la
':17' ' escena comprensible de inmediato.'~~;.,i.•: En cuarto lugar, los grabados elaboran e interpretan acon-',l tecimientos claves simbólicos de la Revolución. Así, el grabado,~ «Destrucción de la Bastilla y victoria sobre los enemigos de lar libertad, el 14 de julio de 1789» (ilustración 5), interpreta este
.~>,SUcesode tres maneras: en sentido concreto, como demolición;!!p de la odiada prisión estatal con la aprobación del pueblo; en;;~~'~ntido alegórico, como victoria de la libertad del Tercer Estado:~~;~bre la hidra del despotismo, a la que se saca de su guarida/ ~~n la Bastilla; en sentido político, como el arrebatamiento del
~<':POderpor el pueblo a los privilegiados. Las dos figuras que~\;huyen de la escena a la izquierda no resultan tan insignificantes~para el observador de entonces como sugiere el reducido ta-,
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...•,.lIustr, 5. «Destrucción ~e la Bastilla V victoria sobre los enemlgde la libertad, el 14 de lulio de 1789». Grabado coloreado. '1,
maño de sus cuerpos, pues se trata de los mismos representant~{1;}d~ los dos estamentos superiores que, en la alegoría correSpOIi.,"~~/dIente, ret.roceden aterrorizados ante «El Despertar del Terce; ;;;;;;Estado» (Jlustración 6). Sólo la contemplación comparada d~' \~';;t 'este par ,de rep~esentaciones p~~ite conocer hasta qué punto'\}¡'~los coetaneos viven el 14 de Julio como inversión de las ré '2;,'lac~ones polític~-sociales de magnitud y de poder, como neCé{J~:sano derramamlento de sangre en la lucha por la libertad"'J~ 'i:t!(
:.':~"';':'",'~;¡~.
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lIustr.6. "El Despertar del Tercer Estado». Grabado coloreado deautor anónimo, 1789, 14,4 x 9, 1 cm.
Publicística basada en las canciones:la Revolución cantada
mulada en términos modernos) variada y plurimediática co-municación que se observaba en las calles de la capital: «Bus-tos, grabados de cobre, pinturas, bibliotecas, juglares, repre-sentaciones de marionetas, prestidigitadores, etc., pueden verseen todos los barrios de la ciudad, y tienen pequeños o grandesenjambres de admiradores y de críticos que se congregan asu alrededor. Se venden incluso melodías presentadas al oídode los compradores. En la esquina de la calle' hay un virtuosoharapiento con su violín, junto a él una mujer o una muchacha,y los dos cantan, sin confundirse a causa del ruido de los carrua-jes, los caballos y los pregoneros, las pequeñas arias más pe-gadizas de las nuevas óperas, con textos republicanos» 123.
Esta descripción, que recuerda a la hoja volandera de Es-
.'q ...Cuando, en abnl de 1796, el pastor de Magdeburgo HeinrichZschokke viajó por Francia, se mostró fascinado por la (for;
trasburgo de 1791 (ilustración de la p. 209) bosqueja acerta-damente el papel de las chansons en la variedad mediática dela opinión pública plebeya. Es posible que el carácter populary semioral de la cultura de la Revolución no se imprimierade manera tan inmediata en ningún otro medio como en lasmás de tres mil canciones que se conservan y que en su mayoríanacieron entre los años 1789 y 1794124• En contraposición alas del Antiguo Régimen, no se trata de canciones socialestransmitidas de manera oral o manuscritas, sino de cancionessumamente políticas, de inmediata actualidad, impresas y can-tadas en público por activistas de los clubes, además de porcientos de pequeños cancionistas que buscaban de ese modouna modesta manera de ganarse el pan. El poderoso creci-miento de esta nueva cultura lírica y musical hasta el año 1794se basa, sobre todo, en tres factores históricos que son esen-ciales para su comprensión: en primer lugar, la tradición dela canción callejera satírica, la mayoría de las veces de trans-misión oral, y al gusto por cantar del parisiense medio, quese sabe de memoria unas trescientas melodías; en segundo lu-gar, al gusto por la parodia, consistente en poner un nuevotexto a una vieja melodía, que da por supuesto el conocimientodel texto subyacente y da lugar a juegos verbales graciosos opicantes; en tercer lugar, a la popularidad y el renacer del tea-tro de vaudeville y de la ópera cómica, con sus canciones aña-didas sobre temas de actualidad, que se produce en la décadade 1780. En este ambiente surgen la mayor parte de las me-lodías de las canciones revolucionarias.
Tales premisas hacen de la chanson un medio ideal parainteriorizar en la población general los nuevos valores fun-damentales de la Revolución: los nuevos textos y lemas seimprimen con más fuerza y pueden memorizarse con más fa-cilidad -sin leer- si melodías conocidas se cantan colec-tivamente y se repiten alternando el antifonero y el coro. Has-ta qué punto utilizan los revolucionarios las canciones coneficacia lo describe, por ejemplo, el observador alemán deuna asamblea de seiscientos ciudadanos que, todavía en el
otoño de 1798, se reúnen en el Templo de las Décadas de',~iAuxerre para escuchar la alocución «dominical» del vicepre-~<:¡i; sidente local Fontaine, maestro de la ÉcoLe centraLe. Cada. 'v,; 'vez que Fontaine se refiere a «acontecimientos muy nuevos~*J'de la República», interrumpe su discurso intercalando can-:,~,ciones que sirven de comentario. «Las entonaba totalmente.:;;~:solo, sin acompañamiento de un instrumento, con una agra-~:~;;,~dablevoz de tenor, y los dos últimos versos de cada estrofa_, ••..t
..;',los repetía la asamblea en coro. Esta entonación primera y.:;: la repetición del estribillo tienen un gran efecto político, y~";::'producen en los franceses, a los que les gusta mucho cantar,:'.: {...] un efecto incalculable para la conservación y el refuerzo,~;~de su celo republicano. Las canciones de Fontaine respiraban·,.~·r~humanidad. Pero cerró su alocución con el llamamiento a.·~I,.
..:~.. que, a continuación, la asamblea entonara una canción para¡reforzar sus sentimientos patrióticos. ¡y mirad! La asamblea
cantó para despertar la devoción en esta fiesta del nuevo do-mingo, también sin instrumento alguno, de manera espon-
." tánea y desentonando mucho en algunas de las estrofas másfuertes del feroz Himno de la Marsellesa» 125.
Que una reunión festiva provincial, todavía en 1798, rom-piera a cantar espontáneamente precisamente este canto de
'guerra no es casualidad, sino que tiene que ver con una re-novación musical que es común a muchas de las cancionesde la Revolución. La melodía de «la Marsellesa», que en elverano de 1792 recorrió el país con el batallón voluntariode la metrópoli provenzal y que utilizaron más de 250 can-ciones de la época revolucionaria, es sumamente apreciadapor su fuerza especial y por ser una de las primeras que tieneesta estructura musical. La melodía atraviesa en su parte me-dia un oscurecimiento en escala menor, tras el cual, el puntoálgido musical, que se desplaza al final y que coincide conel estribillo, tiene un efecto tanto más liberador, triunfal yarrebatador. El popular compositor de vaudevilLe y autor decanciones Antoine de Piis tenía plena conciencia de las po-sibilidades de cara a la didáctica de las masas que ofrece esta
valoración musical del estribi.llo, cuand~ hace terminar laip ,mera estrofa de un «VaudevIlle republIcano» con la melo"de «la Marsellesa» con las palabras:<tCon mis estribillos Cte'la libertad» 126. Incluso un tal Parent, párroco de pueblo!Melun, en el departamento de Seine-et-Marne, compren'intuitivamente la fuerza movilizadora de «la Marsellesala utiliza hábilmente para reclutar voluntarios, como infonnen abril de 1793 a los redactores de la Feuille villageoise: « .pino que debe hacerse cantar al pueblo. Opongamos al viejmoho de los cantos fúnebres embusteros y de las letanías déla. ~~perstición [... ] cancione~ intel~~entes, razonables y P~",tnotlcas. He tomado en conslderaclOn que, en su número 3!: 1ii.~épublicaran ustedes «la Marsellesa» con música. Aunque n~ M1Ssoy capaz de leer una nota, he descifrado la música con láf)~;ayuda de la canción y, dos domingos seguidos, la he cantado ,~i#~':encabezando a mis conciudadanos, que se habían reunido a~::j~:'·mados al pie del árbol de la libertad. ( ... ) Tan pronto como;'~~~doy con una buena canción, la llevo a la escuela, donde se f.t~\;lee en voz alta, se copia y se canta» 127. Parent es el mediador'cultural ideal para el «periódico del puebIO»'!!;}l'
Como medio impreso, los himnos revolucionarios y, más'X~;aún, las canciones callejeras, cuyo número es casi inabarcable; 'r:;: ,están muy próximos a los panfletos y las caricaturas. Impresos., :;~fpor regla general, en forma de pequeños folletos o de hojas:~;1¡volanderas, los vocean los vendedores ambulantes y los venden %~ ,los propios cantantes tras ofrecerlos a oyentes interesados. A~~.:éstos vienen a añadirse como mínimo cincuenta colecciones J'l;:;!de canciones, destinadas, entre otras cosas, a los clubes revo~ '~i'~~lucionarios y las fiestas decenales, entre ellas popurríes de com~ t~~;posiciones relacionadas por e.1 tema, que se adecuan para S¿1;~~escenificación teatral. Así OCurre en especial con una verdadera Jj.\}.~guerra de cantores en torno a las Constituciones de 1791, y :J,,?~i
1793, en la que participan incluso críticos de la RevoluciÓn, "'"como el autor de canciones Marchant. Con gran refinamiento,Marchant se sirve, por ejemplo, de las repeticiones musicalesdel estribillo de la melodía Le saint craignant de pécher (El '.,
" fo que temía pec~r), para hacer que pareciera ridículo un~son cto de constitución de Condorcet cortando en trozos la, peoye: palabra clave:
~Jf1:. "Que rien ne vaut mieux, ma foi,
Qu'une ré ré réQu'une pu pu puQu'une réQu'une puQu'une république
. 128Biendémocratlque» .
«A fe mía que nada vale másque una re re reque una pu pu puque una reque una puque una repúblicabien democrática.»
Los partidarios de la Revolución se quedan consternadosal hallar este «Almanaque de Canciones del Arroyo» e~ losbolsos de las mujeres que han sido detenidas en un~ fIe.s,tamonárquica: «Para oprobio de la Rev?~ución, est~ constItuclOnen forma de vaudevilles se vende casI Igual de bien que el al-manaque del Pere Gérard» 129. ..
Las canciones de los libros de cantos revolUCIOnarIOS formanarte a su vez de los nuevos valores fundamentales, tales comop, , , 1 S S
la igualdad y la fraternidad, los culto~ a la Razon ~e er u-premo y, muy especialmente, el de~lcado a los heroes de laRevolución y a los mártires de la Libertad. Cantan, por ~~raarte, de manera militante, los días de lucha de la RevolucIOn,
fa pérdida del poder de la Iglesia católica, la caída de .la ~o-narquía francesa, la guerra pat~iótica y. :as gr?n.des victOrIasde los ejércitos republicanos. ASI, la canCIOn anomma Insurrec-tion du Peuple Fram;ais contre les tyrans, que se canta con lamelodía de «la Marsellesa», hace, en 1793, un lIamamien.t~ atodos los republicanos para que mantengan- su lucha deCISivacontra las potencias de la vieja Europa:
«Du haut de la sainte montagne,Qu'au loin s'élancent des volcans,Qui d'Italie et d'Allemagne,Brfilent les trónes chancelans;Qu'ils pulvérisent les despotesDe Londres, Madrid et Berlin;Que le monde pour sourverainN'ait qu'un peuple deSans-Cu/ottes. / Debout,républicains, allons tousa-laJois! /Allons exterminer jusqu'audernier / des mis» 130.
«Desde la cumbre de la montañasanta / lancen los volcanessu fuego a lo lejos, / que ardanlos tronos vacilantes / de Italiay de Alemania; / que pulvericena los déspotas / de Londres,Madrid y Berlín; /. que no tengael mundo por soberano / más queun pueblo de S[.'ns-CuLottes.¡En pie, republicanos,marchemos todos / a la vez!Vamos a exterminar hasta alúltimo / de los reyes.»
Pero también el programa socioeconómico de los sans-cuLottes halla expresión en la canción. El cantor popular Ladrécompone, por ejemplo, en el otoño de 1793, una canción desiete estrofas que lleva por título Sobre eL máximo y que des-cribe las requisas de grano y el terror espontáneo de los «e-jércitos revolucionarios» plebeyos:
«On verra sur tous les cheminsLa troupe révolutionnaireQui rangera toOs le mutins,En les obligeant a bien faire.La guillotine la suivra;Les magas ins on fouilleraCelui qui se mutinera,On fera sa feteEn coupant sa tete.11vaut beacoupmieux obéirQue de se faire raccourcir» 131.
«Por todos los caminos se veráa la tropa revolucionariahacer entrar en razón a todos losrebeldes, / obligándoles aportarse bien. / La seguirá laguillotina; / se registrarán todoslos depósitos de víveres,ya aquel que se rebele / se le harásu fiesta / cortándole la cabeza.Más vale obedecerque hacerse decapitar.»
': En la práctica cultural de la Revolución, los distintos mediospresos no se yuxtaponían por separado, sino que actuaban
.~njuntamente para apelar a todos los sentidos del público.a hemos indicado cómo se comentaban por escrito las imá-
genes y las canciones y cómo, inversamente, las imágenes ser-vían para visualizar el contenido de determinados textos. A
1!f¡.Jstohay que añadir que no era raro que libros de canciones',~~revolucionarias contuvieran oraciones republicanas e ilustra-i~ ~iones llenas de sentido simbólico, mientras que los catecismos:~r·Políticos se enriquecían con un apéndice de canciones y con.'. :«imágenes hagiográficas» de los mártires de la Revolución.'~ ',Una serie de productos impresos desarrollaba de manera sis-'. "-temática y consecuente esos vínculos mediáticos. Si, por ejem-~ plo, los Affiches de La Commune ponían a diario en las paredesfll1 nuevas canciones, los semanarios revolucionarios radicales,J,1" desde RévoLutions de Pans, de Louis-Marie Prudhomme, y Ré-~"tt volutions de France et de Brabant, de Camille Desmoulins, ilus-·,~1~-iJ?traban casi todos sus números con un grabado. Y algunos gra-'~~ badores editaban historias de la Revolución por entregas en~~.las que cada imagen iba unida a un texto narrativo de varias:~; páginas: tras las Gravures historiques, de Jean-Fram;ois Janinet?t (1790-1791), fueron sobre todo los TabLeaux historiques de La;:.~RévoLution fran~aise (1791-1796), publicados por un consorcio-1 de grabadores, los que escenificaron de este modo la Revo-
'> lución Francesa retrospectivamente como cadena coherente de,: acontecimientos mediáticos.
, Con especial inmediatez se decantó el carácter plurimediá-,. tico y semioral de la publicística revolucionaria en un deter-." minado género de hojas volanderas ilustradas que hacían re-., ferencia monográficamente a determinados acontecimientos
sensacionales: los canards. Estos «periódicos ocasionales», degran formato, combinan la representación plástica de los acon-tecimientos, dándole la misma importancia que al reportajetextual colocado en la parte inferior de la hoja, o colocando
. a los lados canciones que servían de comentario. No es ca-;~~sualidad que esos canards fueran en el período revolucionario:f .~L,
más frecuentes y de carácter más político que antes, y no 'e'raro que tuvieran una relación «intertextual» con la rest 1
publicística, tal como muestra una xilografía coloreada del editde provincias lean-Baptiste Letourmi, de finales de julio de 17(ilustración 7). La representación gráfica, hecha deliberadamete en el estilo de los pliegos de estampas populares, esobra original de un xilógrafo desconocido contratado por l.e§ '!' •
tourmi. En cambio, los textos que rodean el grabado proceden~~·:'i.de hojas volanderas aparecidas en París poco antes. Al igual';;:}que la «Narración del memorable sitio de la Bastilla», que apa~.:~,rece debajo del grabado, repite frases fundamentales del pan-~':fleto anónimo Les Lauriers du Faubourg Saint-Antoine, ou Lé .Prir:de la Bastille renversée (Los laureles del suburbio de Saint-An..¡ .:..;toine, o La Toma de la Bastilla, invertida), las «Coplas dedicad~ '.;~.'o
a la Nación», incluidas a los lados, toman nuevos versos del :•.compositor de canciones Déduit, que en las hojas volanderaS ~:_.
. "'-'0'adoptaba con orgullo la denominación de auteur patriote 132. El.:'hecho de que un «collage impreso plurimediático» tan refinado ..::\se imprimiera en Orléans y se distribuyera por toda Franciá .J,'desde cien puntos de distribución atestigua una vez más hastá\'~ ,qué punto la revolución cultural había trascendido de París. .iC[ ,::
.) " .
SISTEMAS DE SIGNOS REVOLUCIONARIOS: LENGUAJE,SÍMBOLOS Y CULTOS
.)-\ . '::',,l. ...: .'tf' - 1""'t:¡
".:!;' .;~~'r'La transformación de los valores o la dimensiónlingüística de la Revolución
En torno al cambio de año de 1791-1792, los vendedores ca'":_t.llejeros de Estrasburgo, París y otros lugares ofrecen varias ver-; .~-:;.siones de una hoja ilustrada que, en todos los casos, consta .../de una cadena, formada por 83 casillas de texto de forma ova--lada, que vade fuera adentro como la concha de un caracol.Se trata de un juego de sociedad revolucionario que sigue lit
lJustr7 .,La Toma de la Bastilla". Xilografía coloreada ,con~eim-presió~ tipogrófica, editada por Jean-Baptiste Letourm¡, Orleans,1789, 26,2 x 35,5 cm. .
Levin, Florencia. “De matones, represores y miembros de la pesada en el humor gráfico del diario Clarín
– Argentina 1973-1983”. Revista Académica de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación
Social. Diálogos de la Comunicación N° 78. Enero-Julio 2009.
Este texto de Florencia Levin estudia un tema muy claramente delimitado, a partir del cual la autora encuentra claves para
comprender algunos aspectos más generales de la historia argentina entre 1973 y 1983.
1) ¿Qué quiere hacer la autora y cómo lo hace?
Luego de haber leído completamente el texto:
a) Traten de identificar aquellos pasajes en que la autora dice qué quiere reconstruir o demostrar en este texto.
Presten atención a las secciones que los pueden ayudar especialmente para hacer esto, como el resumen inicial que
la autora escribe sintetizando los puntos principales del artículo.
b) Traten de precisar cómo la autora encara la tarea que se propone realizar: ¿Cuál es el corpus principal de fuentes
que utiliza? ¿Por qué estas fuentes son especialmente pertinentes para lo que quiere hacer? ¿Qué ventajas y/o
desventajas tienen, a su juicio y según la autora, frente a otras fuentes posibles? ¿Qué distinto tipo de fuentes
propone contrastar y qué busca obtener de este contraste?
c) ¿Qué elementos del contexto proveen información relevante para encuadrar el tema que se propone estudiar la
autora?
Por un lado, traten de sintetizar la información que provee la autora sobre el contexto histórico que da sentido a los
aportes de su investigación particular.
Por otra parte, traten de identificar qué elementos toma de otros registros para poder analizar mejor sus fuentes.
Para encarar estas dos consignas, pueden observar la bibliografía del artículo. Si bien no la han leído, sus títulos pueden
darles algunas pistas sobre los contextos y las distintas dimensiones que ella tiene en cuenta para analizar las fuentes: ¿les
parecen textos que tratan cuestiones más bien similares o más bien distintas? ¿Podrían agruparlos de manera de ir
delineando a partir de ellos, y con la ayuda de las claves que la propia autora da a lo largo del texto, cuáles son las distintas
dimensiones que ella incorpora al análisis de sus fuentes?
2) ¿A qué conclusiones arriba la autora?
Las conclusiones a las que los historiadores arriban en sus investigaciones particulares muchas veces van tomando forma
lentamente, son parciales o fragmentarias y responden de una manera bastante indirecta a las preguntas más generales que
un autor se formula cuando elige un tema de estudio.
a) Idenfiquen a lo largo del texto aquellos momentos en que la autora, al descubrir algún rasgo particular o un cambio
en las representaciones del matón-represor en los cartoons o en las ideas sobre la violencia política que despliegan
las editoriales del diario va aportando información clave para su argumento y sus conclusiones.
b) Traten de identificar qué conclusiones extrae la autora en relación con el tema estudiado.
c) ¿Qué proyecciones de estas conclusiones traza la autora en relación con cuestiones más generales del período
estudiado? Traten de explicitar cuáles son estas cuestiones mayores y cómo justifica la autora que ha aportado algo
nuevo en relación con ellas.
3) Balance:
¿Qué les pareció el artículo?
Traten de evaluar los aportes de la autora en relación con las dificultades que plantean las problemáticas más generales -
violencia, terrorismo de Estado y censura- a las que busca dar respuesta y la pertinencia de las estrategias que elige -utilizar
las fuentes del humor gráfico de Clarín y contrastarlas con la línea editorial del diario y con otros estudios sobre el
período/tema- para encontrar algunas respuestas.
¿Qué otras fuentes o temas se les ocurriría explorar para dar respuestas a este tipo de problemáticas? Expliquen por qué
podrían ser pertinentes.
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Semana 3 – Los y las protagonistas de la historia
En el transcurso de esta semana nos ocuparemos del problema de “a quiénes estudiamos”. El objeto de la historia está
compuesto en realidad de sujetos. Si bien desde los orígenes de la humanidad los hombres y mujeres han hecho la historia,
no siempre los historiadores han prestado atención a ello. Tanto en la mayoría de los libros de historia como en las clases en
las escuelas han estado por mucho tiempo más presentes los grandes líderes políticos que la gente común, los hombres más
que las mujeres… Al calor de las disputas políticas que atraviesan nuestras sociedades, algunos historiadores han
reflexionado en forma creciente sobre esta cuestión en las últimas décadas.
Las lecturas de esta semana nos muestran las historias de algunos personajes que eran usualmente desatendidos en la
historia escrita predominante. Estos trabajos tratan sobre cómo recuperar colectivos y actores sociales “silenciados” y
también sobre los desafíos que esta empresa conlleva para la historia en general. Este rescate no se ha propuesto sólo en
términos de reivindicación, sino también como un modo de corregir las limitaciones y distorsiones de las visiones históricas
predominantes y de analizar de una manera más profunda las relaciones sociales de dominación o definición de los lugares
que cada uno ocupa en la sociedad y la forma en que se han ido constituyendo y modificando a lo largo del tiempo.
Los invitamos a pensar sobre las diversas formas de analizar la historia y a descubrir a algunos de los sujetos –individuales y
colectivos- que han hecho y hacen cada día la historia.
Lunes
-Sharpe, Jim. "La historia desde abajo". En Burke, Peter. Formas de hacer Historia. Madrid, Alianza, 1993, pp. 38-58.
Miércoles
-Burke, Peter. Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona, Crítica, 2005 (2001). “Estereotipos
de los otros”, pp. 155-175.
Jueves
- Barrancos, Dora. “La puñalada de Amelia (o cómo se extinguió la discriminación de las mujeres casadas del servicio
telefónico en Argentina)”. Trabajos y Comunicaciones. Segunda época, 2008, pp. 111-128.
-Andújar, Andrea. “Historia, género y memoria: las mujeres en los cortes de ruta en la Argentina” En A.A.V.V: Historia Oral y
militancia política en México y en Argentina. Universidad de Buenos Aires y Editorial El Colectivo, Buenos Aires, 2008. pp.
92-116.
Sharpe, Jim. "La historia desde abajo". En Burke, Peter. Formas de hacer Historia. Madrid, Alianza.
Con el texto de Sharpe comenzamos el recorrido de los temas de esta semana, que tienen que ver con los “protagonistas de
la historia” y, de modo particular, con aquellos que si bien han estado presentes a través de sus acciones en el pasado, no
han tenido mucho lugar en los libros de historia.
Este artículo es un poco distinto a los que hemos leído en clases anteriores. No trata sobre un tema y un período histórico
particular –por ejemplo, “la publicidad política durante la revolución francesa”, sino de cómo fue surgiendo y tomando
forma un campo de estudios, en este caso, la “historia desde abajo”.
¿De qué trata el texto?
1) Luego de haber leído el texto traten de precisar cuáles son los objetivos generales que se propone el autor.
2) A diferencia de otros textos, el artículo de Sharpe no está dividido en secciones que, más allá del título, nos den pistas de
cuáles son los problemas que va a tratar. Sin embargo, se trata de un texto muy bien ordenado en lo que refiere a cómo
presenta el argumento, es decir, como recorre distintos aspectos y cada uno de ellos va llevando al siguiente.
Traten de identificar cuáles son las distintas secciones en texto. Pueden marcarlas y ponerles títulos que aludan a cuáles son
las preguntas que guían cada una de ellas y cuáles sus contenidos principales. Traten de armar un índice que de cuenta lo
más exhaustivamente posible de los contenidos del texto.
3) El texto destaca, entre otras cuestiones, que quienes intentan reconstruir la historia de “los de abajo” tienen que
enfrentar dos “problemas” fundamentales: el problema de las fuentes y el problema de los conceptos. Estos problemas no
son únicos de los estudios de la historia de “los de abajo”, también podrían presentarse si uno quiere contar la historia de las
élites. Sin embargo, en este caso, parecen presentar algunas particularidades. De alguna manera, se “exacerban”, o bien
presentan dimensiones nuevas. Trataremos entonces de analizarlos con mayor profundidad.
a) Sobre el problema de las fuentes:
Traten de identificar por qué Sharpe dice que aquí hay un problema y qué dice sobre la manera en que intentan resolverlo
los historiadores. Intenten ver si para explicar algunas de estas cuestiones pueden retomar aquello que trabajamos la
semana anterior. ¿Tuvieron que enfrentar este tipo de problemas los historiadores que leímos la semana pasada? ¿Cómo lo
hicieron?
b) Sobre el problema de los conceptos:
Sharpe sostiene que los conceptos de lo “popular”, en términos más concretos podríamos decir “el pueblo”, son
problemáticos.
Tratemos de identificar por qué son problemáticos, qué cuestiones están implicadas en la elección de estos conceptos, que
ventajas y desventajas tiene cada uno.
Piensen en fenómenos culturales que podrían definirse como “populares”. Armen una lista en la que incluyan fenómenos no
sólo en función de lo que ustedes consideran popular, sino también que otros, en el lenguaje corriente, lo hacen.
Armen una segunda lista de los distintos usos que ustedes registran de la palabra “pueblo”. Pueden incorporar distintas
maneras de conceptualizar ¿qué es el pueblo?: ¿son las masas? ¿es la gente corriente? ¿es una parte de quiénes forman una
sociedad o son todos? ¿Quiénes son parte del pueblo y quienes no en cada una de las definiciones? ¿Cuáles son los criterios
que orientan estas definiciones?
Traten ahora de agrupar y clasificar los contenidos de las listas en función de distintos tipos de definiciones de qué es lo
popular y qué es el pueblo. Luego discutan: ¿Qué ventajas y desventajas les encuentran a cada grupo de definiciones? ¿Qué
definiciones implícitas sobre quienes forman parte del grupo de personas aludidas hay en cada una de las definiciones?
¿Qué tipo de definiciones preferirían ustedes?
Volvamos entonces sobre el problema de los conceptos. Discutan: ¿por qué es importante la discusión sobre los conceptos a
la hora de pensar la historia desde abajo? El teórico cultural Raymond Williams señala que muchas veces las discusiones
sobre los conceptos se complican justamente porque no son sólo discusiones sobre conceptos sino sobre “problemas
sociales”. Traten de precisar qué discusiones sobre problemas sociales aparecieron a través de las discusiones sobre “qué es
el abajo y cómo estudiarlo”, “qué es la cultura popular”, “qué es el pueblo”.
Burke, Peter. Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona, Crítica, 2005.
“Estereotipos de los otros” es un capítulo que Burke escribe para su libro Visto y no visto. El uso de la imagen como
documento histórico, donde se propone un estudio de las imágenes a lo largo del tiempo, evidenciando su carácter no
ingenuo en tanto son producto de sociedades en tiempos y lugares específicos.
1) El autor plantea como objeto de su estudio al Otro, “con O mayúscula”. ¿A qué se debe ese énfasis? O bien, ¿por qué el
autor cree necesario realizar esa aclaración?
2) Burke propone -como en una secuencia- los términos imagen, estereotipo y mirada. ¿Cuál es la relación que establece
entre ellos? ¿Qué especificidades tiene cada uno de ellos? ¿Cómo se construye una mirada? ¿Qué miradas distingue? ¿A qué
se deben estas diferenciaciones? ¿Qué aspectos de la historia no ayudan a entender por qué estas miradas muchas veces se
transforman en una “esencia estática”?
3) El autor propone como primer caso de reflexión, la conversión del Otro en monstruoso a partir de lo exótico. ¿Qué
ejemplos del pasado histórico recupera? ¿Dónde identifica lo posiblemente monstruoso en el presente? ¿Cuál es el lugar de
la paradoja en esto?
4) Por otro lado, el autor plantea un acercamiento a lo Oriental -Próximo, Medio, y Lejano- a partir de la noción de
Orientalismo propuesta por Edward Said. ¿Qué estilos se distinguen en la aproximación a Oriente?
5) En los primeros momentos del texto Burke afirma que “mientras los escritores pueden ocultar sus actitudes mentales
detrás de una descripción impersonal, los artistas plásticos se ven obligados por el medio que utilizan a asumir una postura
clara, representando a los individuos de otras culturas o bien iguales o bien distintos a ellos”. (p. 156) ¿Cómo se evidencia
esta afirmación en las fuentes que presenta respecto a la mirada sobre Oriente? Les proponemos escoger alguna de las
fuentes pictóricas que presenta al efecto y reflexionar sobre lo que muestran en estos términos.
6) Por último, Burke discute sobre la existencia de Otro en el propio país. ¿Qué otras matrices cruzan en estos casos la
identificación y diferenciación de otro?
7) Después de la lectura completa: ¿Cuál es el objetivo del autor en este texto? ¿Qué cuestiones lo habrán inquietado y
condicionado en sus preguntas?
Para discutir:
El libro de Burke se llama Visto y no visto. Les proponemos un juego de lo visto y no visto en relación con este capítulo.
A lo largo del capítulo se evidencia, aun cuando no se explicite como tal, una mirada de historiador. En tanto las miradas
hacia el otro construyen ciertos prejuicios y estereotipos, debiéramos tener cuidado en hacerlos conscientes. ¿Cuáles creen
que son los prejuicios y estereotipos que podemos encontrar en la actualidad? Pueden pensar en ejemplo de otros más
lejanos, pero también de lo que Burke llama el otro en el propio país.
El autor reflexiona al final sobre los límites que, “como testimonio del aspecto que tenían realmente otras culturas o
subculturas, (…) muchas de las imágenes estudiadas en este capítulo no tienen ningún valor”. Sin embargo, también señala
que “lo que sí documentan perfectamente [estas miradas], (…) es un encuentro cultural, y las respuestas dadas a dicho
encuentro por los miembros de una determinada cultura. A un nivel más profundo, esas imágenes quizá nos hablen más que
otra cosa de Occidente.” (p. 175)
La cita sugiere que, en algunos casos, la imágenes de los otros tal vez nos digan más sobre “nosotros” que sobre “los otros”.
Les proponemos elegir una de las imágenes que utiliza Burke para ejemplificar los estereotipos de los Otros: ¿qué puede
decirnos ella de/los sujeto/s que la construye/n? Retomen esta pregunta en relación con alguno de los prejuicios y
estereotipos sobre los otros que señalaron en la pregunta anterior y discutan qué nos pueden decir sobre quienes las
construyen.
Peter Burke
VISTO Y NO VISTO
El uso de la imagen como documento histórico
Traducción de Teófilo de Lozoya
http://www.scribd.com/Insurgencia
VII
ESTEREOTIPOS DE LOS OTROS
Los cristianos tienen razón y los paganos yerran.
LA CANCIÓN DE ROLDÁN
Oriente es Oriente y Occidente es Occidente,y nunca se encontrarán.
RUDYARD KIPLlNG
Hace relativamente poco que los especialistas en historia de la cultura se han interesado por la idea del «Otro», con O mayúscula, o quizá mejor con A mayúscula, pues fueron los teóricos franceses los quellevaron la iniciativa en el estudio de l'Autre. Quizá resultara más ilustrativo hablar de las personas distintas de uno mismo en plural y noconvertirlas en una entidad irrdiferenciada, el Otro, pero dado que elproceso de homogeneización es tan habitual, los especialistas en historia de la cultura tienen que estudiarlo. Este nuevo interés suyo correen paralelo a la aparición de la preocupación por la identidad cultural y los encuentros culturales, un ejemplo más de las numerosaspreocupaciones actuales, como, por ejemplo, el debate en torno al multiculturalismo, que permite a los estudiosos plantear nuevas cuestiones acerca del pasado.
En el caso de los grupos que se enfrentan a otras culturas, se producen una y otra vez dos reacciones contrapuestas. Una es negar o ignorar la distancia cultural, asimilar a los otros a nosotros o a nuestrosvecinos, mediante la utilización de la analogía, tanto si el empleo deésta es consciente como si es inconsciente. El otro es visto como el reflejo del yo. Así, por ejemplo, el guerrero musulmán Saladino eravisto por algunos cruzados como un caballero. El descubridor Vascode Gama, cuando entró por primera vez en un templo indio, inter-
nSTO y KO VISTO
pretó una escultura de los dioses Brahma, Vishnu y Shiva como unaimagen de la Santísima Trinidad (del mismo modo que los chinos interpretarían más o menos un siglo después las imágenes de la VirgenMaría como la representación de la diosa budista Kuan Yin). Al entrar en contacto por primera vez con la cultura japonesa a mediadosdel siglo XVI. el misionero jesuita S. Francisco Javier calificaba al emperador (que tenía un status social altísimo, pero muy poco poder)de «papa» oriental. Es la analogía lo que hace inteligible lo exótico,lo que lo domestica.
La segunda respuesta habitual es justamente la contraria de la anterior. Consiste en la invención consciente o inconsciente de otracultura opuesta a la propia. De ese modo, convertimos en «otros» anuestros congéneres. Así, por ejemplo, la Canción de Roldán describíaal Islam como una inversión diabólica del cristianismo, y presentabauna imagen de los musulmanes como adoradores de una trinidadinfernal, compuesta por Apolo, Mahoma y cierto «Termagante». Elhistoriador griego Heródoto presentaba una imagen de la antiguacultura egipcia justamente como la inversión de la griega, y señalabaque en Egipto se escribía de derecha a izquierda, y no de izquierda aderecha, que los hombres se ponían la carga sobre la cabeza y nosobre los hombros, que las mujeres orinaban sentadas, y no de pie, etc.También describía en cierto modo a los persas y a los escitas como laantítesis de los griegos.
En el último párrafo utilizábamos el término «imagen" en el sentido de imagen mental, y la prueba de ello nos la ofrecerían los textos. Para recuperar o reconstruir esas imágenes mentales, resulta indispensable a todas luces el testimonio de las imágenes visuales, pesea los problemas de interpretación que puedan plantear. Mientrasque los escritores pueden ocultar sus actitudes mentales detrás de unadescripción impersonal, los artistas plásticos se ven obligados por elmedio que utilizan a asumir una postura clara, representando a losindividuos de otras culturas o bien iguales o bien distintos a ellos.
Tenemos dos claros ejemplos del primer proceso descrito anteriormente, esto es, el de asimilación del otro, y ambos correspondena sendos grabados holandeses del siglo XVII. En uno, aparece un indio del Brasil armado con el arco y las flechas clásicas. De ese modo,los indios eran identificarlos con los bárbaros del mundo antiguo,
ESTI-:REOTIPOS DE LOS OTROS
63. Grabado en el que aparece un embajador tibetano con un «rosario», enJean Nieuhof L 'amoossadc de In Comjmgnil' Orientcde des Prooinces Unies I1tTI Tempereur de ía Chine... (Leyden:J. De Meurs, 1663).
más familiares para el artista y su público que los pueblos originariosde las Américas. En el otro grabado, que ilustra un informe de unaembajada de la Compañía Holandesa Oriental de Indias a China,aparece un lama tibetano representado como un cura católico, y lasarta de cuentas que utiliza para rezar tienen todo el aspecto de unrosario (Fig. 65). El texto que lo acompaña va más allá en esa asimilación, y la versión inglesa dice que el sombrero del lama «es como elele un cardenal, con alas anchas", mientras que la versión francesa,dirigida a un público católico, compara también las mangas anchasdel hábito del lama con las de un franciscano, y su «rosario» con el delos dominicos y franciscanos. El sombrero representado en el grabado, dicho sea de paso, es distinto del tocado puntiagudo tradicional de los lamas, que un viajero italiano de comienzos del siglo XVIII,
en otro intento de asimilar lo desconocido a lo conocido, comparabacon la mitra de un obispo. A diferencia de otras imágenes de culturaslejanas ilustradas aquí (d. por ejemplo Fig. 3), da la impresión deque el grabado se basa en el texto escrito y no en los dibujos hechosdel natural.
VISTO Y NO VISTO
En otras palabras, cuando se produce un encuentro entre culturasdistintas, lo más probable es que las imágenes que una hace de otrasean estereotipadas. El término «estereotipo» (originalmente la plancha a partir de la cual se grababa una estampa), al igual que la palabra clisé (término utilizado originariamente en francés para designar dicha plancha) constituye un recordatorio muy eficaz de losvínculos existentes entre imagen visual e imagen mental. El estereotipo puede no ser completamente falso, pero a menudo exagera determinados elementos de la realidad y omite otros. El estereotipo puede ser más o menos cruel, más o menos violento, pero, en cualquiercaso, carece necesariamente de matices, pues el mismo modelo seaplica a situaciones culturales que difieren considerablemente unasde otras. Se ha observado, por ejemplo, que las imágenes europeasde los indios americanos eran a menudo compuestas, utilizando rasgos de indios de otras regiones para crear una imagen global simple.
Resulta dificil analizar esas imágenes sin utilizar el concepto de«mirada», término nuevo tomado del psicoanalista francés JacquesLacan (19°1-1981), para designar lo que antes se habría llamado«punto de vista». Tanto si nos referimos a las intenciones de los artistas como a la forma en que distintos grupos de espectadores miran laobra de éstos, resulta conveniente pensar en términos, por ejemplo,de mirada occidental, mirada científica, mirada colonial, mirada tu
rística o mirada de hombre (vid. in/m pp. 171 ss.). 1 La mirada a menudo expresa una actitud mental de la que el espectador puede noser consciente, tanto si sobre el otro se proyectan odios, como temores o deseos. La interpretación psicoanalitica de las imágenes -método que estudiaremos con más detalle en el Capítulo X- tiene enlas imágenes de los extraños, tanto en el propio país como fuera deél, uno de los apoyos más fuertes.
Algunos de esos estereotipos son positivos, como en el caso del«salvaje noble», expresión usada en 1672 por el poeta y dramaturgoinglésJohn Dryden. Se trataba de una imagen clásica, resucitada durante el siglo XVI y desarrollada al mismo tiempo que la contraria, esdecir, la del caníbaL Las imágenes, entre ellas las xilografías incluidasen la Historia de un viaje al Brasil (1578), del misionero protestantefrancés Jean de Léry, se encargarían de ilustrar este concepto. El momento culminante de la idea del salvaje noble sería el siglo XVIII. Fue
ESTEREOTIPOS DE LOS OTROS
en esta época cuando, por ejemplo, empezó a pensarse que la cultura de Tahití era una reliquia de la Edad de Oro. En particular loshabitantes de la Patagonia y de la Polinesia fueron vistos por los viajeros europeos a través del prisma de la tradición clásica como «ejemplares modernos de la vida austera y virtuosa que llevaban en laépoca clásica pueblos tales como los espartanos o los escitas»."
Por desgracia, la mayoría de los estereotipos de los otros -elde los judíos según los gentiles, los musulmanes según los cristianos,los negros según los blancos, la gente de pueblo según la gente deciudad, los militares según los civiles, las mujeres según los hombres, etc.- han sido y son hostiles y despectivos o, en el mejor de loscasos, condescendientes. Un psicólogo probablemente se fijaría en eltemor que se oculta tras el odio y también en la proyección inconsciente sobre el otro de los aspectos más indeseables de la propia personalidad.
Tal vez por ese motivo los estereotipos toman a menudo la formade inversión de la imagen de sí mismo que tiene el espectador. Losestereotipos más crueles se basan en la simple presunción de que'<nosotros» somos humanos o civilizados, mientras que «ellos» apenasse diferencian de animales tales como el perro o el cerdo, con losque a menudo se les compara, no sólo en las lenguas europeas, sinotambién en árabe)' en chino. De ese modo los otros se convierten en"el Otro". Se convierten en seres exóticos, distantes de uno mismo.Incluso pueden ser convertidos en monstruos.
LAS RAZAS MONSTRUOSAS
El ejemplo clásico -por ser típico y por ser de raigambre clásicade este proceso es el de las llamadas «razas monstruosas», que, segúncreían los griegos, habitaban en lugares remotos tales como la India,Etiopía o el Carai." Entre esas razas estaban los «cinocéfalos», ti hombres con cabeza de perro; los «blemias», que no tenían cabeza; los-esciópodos», que sólo tenían una pierna; los «antropófagos» o caníbales; los «pigmeos»; las "amazonas», esto es, la raza de mujeresguerreras que tenían un solo pecho, etc. La Historia natural del escritor romano Plinio el Viejo transmitió estos estereotipos a la Edad Me-
VISTO Y NO VISTO
dia y de ahí llegaron hasta nosotros. Por ejemplo, la alusión que aparece en Otelo a los hombres «cuyas cabezas crecen por debajo de loshombros" se refiere claramente a los blemias.
Las razas monstruosas quizá fueran inventadas para ilustrar lasteorías en torno a la influencia del clima, dándose por supuesto quelas gentes que viven en lugares demasiado fríos o demasiado calurosos no pueden ser plenamente humanas." No obstante, tal vez resulteilustrativo considerar esas imágenes no sólo una pura invención, sinoun ejemplo de la percepción distorsionada y estereotipada de las sa-
o cicdades lejanas. Al fin y al cabo, todavía existen los pigmeos y algunos pueblos comen carne humana en determinadas ocasiones.Cuando la India y Etiopía comenzaron a ser más familiares para loseuropeos a lo largo de los siglos xv YXVI, Yno pudieron encontrarseen ellas blcmias, amazonas ni esciópodos, los estereotipos fueron situados en el Nuevo Mundo. Por ejemplo, el río Amazonas lleva estenombre porque se creía que en él vivían las amazonas. Los pueblosremotos se consideraban monstruosos tanto moral como físicamente, como ocurría con los caníbales que se creía que vivían en Brasil,África central y otras regiones.:~
Para una imagen de canibalismo, que expresa vividamente ese estereotipo y sin duda contribuyó a su difusión, podemos recurrir auna famosa xilografía que circulaba por Alemania unos seis años después de que los portugueses desembarcaran por primera vez en Brasil en 1500 (Fig. 66). En el centro de la estampa vemos fragmentosde un cuerpo humano mutilado colgando de un árbol, mientras queel salvaje situado en el extremo izquierdo devora el brazo de un hombre. Este ejemplo arroja bastante luz sobre el proceso de creación delestereotipo. La afirmación que realiza no es exactamente falsa. Algunos indios del Brasil, por ejemplo los varones adultos de la tributupinambá, cuyas costumbres fueron descritas detalladamente Pv"algunos viajeros europeos a finales del siglo XVI, comían carne humana, concretamente la de sus enemigos, en determinadas ocasiones rituales. Pero el grabado da la impresión falsa de que la carne humana era el alimento cotidiano de todos )0,'1, indios, y contribuyó adefinir como «caníbales» a los habitantes de todo un continente. Eneste sentido contribuyó a la creación de lo que ha dado en llamarseel "mito del caníbal», esto es, el proceso en virtud del cual una cul-
160
ESTEREOTIPOS DE LOS OTROS
66. «La isla y el pueblo que fueron descubiertos por el rev cristiano de Portug-alo sus súbditos», xilografía alemana en la que aparecen representados unoscaníbales brasileños, ca. 1505. Bayerische Staatsbibliothek, Múnich.
rufa (no siempre la occidental) deshumaniza a otra afirmando quesus miembros se comen a la gente.
Hoy día al lector le costará trabajo tomarse en serio la idea de lasrazas monstruosas, reconocer que nuestros antepasados creían en suexistencia o al menos en la posibilidad de su existencia en algún lugar. Ese escepticismo resulta hasta cierto pun to paradójico. si tenernos en cuenta las numerosas imágenes de extraterrestres que circulan, y a las que podríamos considerar el desplazamiento último delestereotipo de Plinio. Al margen de eso, seguimos viendo a los grupos humanos culturalmente alejados de nosotros de forma estereotipada. Un ejemplo evidente de ello sería el del «terrorista», términoque habitualmente evoca una imagen de violencia extrema e irracional. Si esos «terroristas» -irlandeses, palestinos, kurdos, etc.- soncalificados de «guerrilleros», recuperan su rostro humano y de pasoUnos motivos, por no decir unos ideales, inteligibles. A consecuencia de la decadencia de la figura del «otro» como comunista tras lacaída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, se
VISTO Y NO VISTO
han popularizado especialmente a través del cine, sobre todo durante los años noventa, las imágenes de terroristas musulmanes. El«terrorismo" se asocia con otros términos peyorativos igualmentemal definidos, tales como los de «fanatismo», «extremismo» y másrecientemente «fundamentalismo». Esas imágenes hostiles del Islam serelacionan con lo que a menudo se llama mentalidad «orientalista».
ORIENTALI5MO
Durante los últimos veinte años del siglo xx, el término «orientalismo", palabra otrora neutra utilizada para designar los estudios de losespecialistas occidentales en las culturas del Oriente Próximo, Medio
o hE b O dy Lejano, se ha convertido en un concepto peyorativo. se ca,~ 10. esignificado se debe en buena medida a un solo hombre, el cnuco h~e
rario Edward Said, y a su libro Orientalism. aparecido en 1978. Sal~definía el orientalismo a su estilo como «la institución colectiva destinada a estudiar el Oriente» que se desarrolló en los países occidentales a partir de finales del siglo XVIII. Por otra parte, se refería a éldiciendo que era un «discurso», o (citando al historiador británicoVictor Kiernan) «el espejismo colectivo de Oriente que tiene Europa», o «un estilo occidental de dominar. .. el Oriente» frente al cual
se definía el propio Occidente.'Said trabajó con textos, tras decidir que no iba a estudiar los este
reotipos culturales de lo que él llamaba «el cuadro de género oriental»,pero sus ideas pueden utilizarse -y así lo han sido-- para analizar.la:'pinturas sobre el Oriente Medio realizadas por ]ean-Auguste-Dom~mque Ingres (1780-1867), Théodcre Géricault (l791-1824),]ean-Leon
Gérome (1824-19°4), YDelacroix, así como por otros artistas ingleses,alemanes, italianos y españoles." No resultaría dificil reunir un númerosustancioso de pinturas occidentales sobre temas relacionados con elOriente Medio, que están llenas de estereotipos y cuyo interés se centraprincipalmente en el sexo, la crueldad, la ociosidad y el «lujo oriental»:harenes, baños, odaliscas, esclavos, etc. La Odalisca con esclava de Ingres(Fig. 67) es un exponente bastante típico de este género, al dar al espectador occidental la sensación de que entra en un harén y c~ntem
pla de ese modo los secretos más íntimos de una cultura extrana.
ESTEREOTIPOS DE LOS OTROS
67- Jean·Auguste-Dominique Ingrcs. Odalisca ron esclava, 1839/4°, óleo sobrelienzo montado sobre un panel. Fogg Art Museum, C...ambridge, MA.
Esas imágenes visuales ilustran los estereotipos literarios de Orienteque tenían los occidentales, tales como las Cartas pn-sas (1721) deMontesquieu, o cuando menos, corren paralelas a ellos. De hecho sabemos que algunos artistas recurrieron a la literatura para familiarizarse con el «color local», como hizo Ingres al recurrir a las cartasescritas en el siglo XVIII por Lady Mary Wortley Montagu desde Estamhul. Ingres transcribió algunas cartas, entre ellas el pasaje en elque Lady Mary cuenta su visita a unos baños turcos, como preparación para la ejecución de su cuadro Rain TUTe (d';62-t863)Y
Las forograñas de escenas de la vida del Oriente Medio tomadas enlos siglos XIX y xx por europeos y destinadas a un público europeocontribuirían a perpetuar esos estereotipos. JO Lo mismo ocurrió conlas películas, sobre todo El caíd (192 I ), cuyo protagonista, AhmedBe-n Hassan, era interpretado por el actor ítalo-americano RodolfoValentino, como si para el público WASP (vblanco-anglosajón-protestan te»] de América todos los hombres de tez cetrina fueran intercambiables. La larga vida de los estereotipos y su proliferaciónindican que esos ejemplos de fantasía colectiva o de «imaginario colectivo» respondían a los deseos voyeuristas de los espectadores.
VISTO Y Ka VISTO
En los párrafos anteriores hemos intentado demostrar que un estudio de las imágenes del Oriente Medio realizado por occidentalesen los términos planteados por Said resulta de hecho muy ilustrativo.No obstante, dicho planteamiento arroja tantas luces como sombras.Las actitudes mentales de Occidente hacia «el Oriente» no eran másmonolíticas que el propio Oriente, sino que variaban según el artistay el género. Delacroix y Géricault, por ejemplo, mostraron su entusiasmo por las culturas del Norte de África. Las distinciones se imponen. Para complicar aún más la cuestión, podríamos encontrarindividuos a los que cabría calificar de «orientalistas orientales". Elpropietario del Bain TUTe de logres fue el diplomático otomano KhalilBey, mientras que Hamdi Bey (1842-1910), artista turco que estudióen PaIÍs con Céróme. pintó escenas de su propia cultura al estilo occidental. Daría la impresión de que la modernización del ImperioOtomano exigía verlo a través de unos ojos occidentales o, en todocaso, occidentalizantes.
Otra distinción importante que debemos establecer sería la queexiste entre el estilo «romántico» exotizante y el que ha dado en llamarse estilo «documental», «de reportaje- o «etnográfico», que podemos encontrar en algunos pintores decimonónicos de escenas típicasdel Oriente Medio, y también en otras obras de época anterior, comolas que realizaron John ""hite en Virginia (cf Fig. 3) oJohn wcbbcr(1752-1798) en el Pacífico; este último fue elegido por el capitánCook para que 10 acompañara en su tercer viaje con el fin de «preservar y mostrar» imágenes "de las escenas más memorables de nuestras transacciones». Entre los ejemplos de este estilo etnográfico,equivalente del «estilo testimonio ocular» estudiado anteriormente(cf Introducción) cabría citar las Dos mujeres sentadas de Delacroix(Fig. 1), el dibujo del sultán otomano camino de la mezquita (Fig. 2),
del artista-reportero francés Constantin Ouvs (1802-1892), Y la Escena callejera de Dmnasco (Fig. 68) de Alberto Pasini (1820-1899), enla que aparecen hombres a caballo, vendedores callejeros, figurascon velos y turbantes, y una casa impresionante, a través de las celosías de cuyas ventanas las mujeres podían contemplar el exterior sinque nadie las viera. 11
Incluso escenas como éstas, a pesar del enorme «efecto realidad»que poseen, deben ser utilizadas con mucho cuidado, lo mismo que
ESTEREOTIPOS DE LOS OTROS
68. Alberto Pasini, Escena callejera, Damasco. óleo sobre lienzo. Museum uf Art.Philadclphia.
las fotografías de época posterior, como testimonio de la vida socialen el mundo islámico del siglo XIX. Los pintores recurrían en muchas ocasiones a modelos judías, porque las mujeres musulmanaseran inaccesibles. Unas veces lo reconocían, como ocurre en Boda judía en Marruecos (otra obra de Delacroix), pero otras no. La identiciad de las Dos mujeres sentadas ha sido discutida con frecuencia. Quizásean judías, pero los detalles de sus vestidos indican que se trata realmente de mujeres musulmanas, confirmando la tradición según lacual un amigo francés del artista, cierto ingeniero que trabajaba enel puerto de Argel, convenció a un miembro de su equipo de quepermitiera a Delacroix pintar a sus mujeres del natural. 12 Otro problema de las imágenes documentales es que centran su atención enlo típico a expensas de lo individual. Lo que se considera típico deuna determinada cultura puede ser fruto de años de observación,pero también puede ser fruto de una lectura precipitada o de unmero prejuicio.
Lo que Said bautizó o rebautizó con el nombre de «orientalismo»constituye un caso específico de un fenómeno mucho más amplio, asaber, la percepción estereotipada de una cultura por otra, o de losindividuos de una cultura por los individuos de otra. Las imágenesdel sur de Europa realizadas por artistas del norte del continente, sobre todo las de España e Italia, no muy distintas -sobre todo cuando
VISTO Y NO VISTO
se sitúan en Andalucía o Sicilia- de las de Oriente, podrían llamarseejemplos de «met-idionalisrno». Las imágenes del remoto norte deEuropa, por ejemplo de Laponia o Finlandia, podrían llamarse «borealismo». Las imágenes europeas de África se desarrollaron enparalelo a las de Oriente. En América del Sur y del Norte los artistasrepresentaban a los esclavos negros de una manera más o menos estereotipada.
Entre las representaciones de afroamericanos que muestran unamayor simpatía hacia este grupo, estaría la serie de obras pintadaspor Easrman johnson (1824-1906), originario del norte de los Estados Unidos ---concretamente de Maine- y partidario de la aboliciónde la esclavitud. Su trabajo más famoso sobre este tema, Vida de los negros en el Sur, fue pintado en 1859, poco antes del estallido de laGuerra Civil Americana. Esta escena de los esclavos descansando después del trabajo -un hombre toca el banjo, las madres juegan consus hijos, un hombre joven corteja a una linda muchacha- fue calificada en su época de equivalente pictórico de La cabaña del Tío Tom(la novela de Harriet Beecher Stowe había aparecido siete años antes,en 1852). Se dijo de ella en tono laudatorio que era una representación auténtica de «los afectos, el humor, la paciencia y la serenidadque redimen de la brutalidad y la ferocidad a los africanos civiliza-
E:STEREOTIPOS DI': LOS OTROS
,o. Polvera con imagen japonesa de unos portugueses, siglo XVI. Museu Nacional de Arte Amiga, Lisboa.
(23)1
1Il1"',U&1
•~JIal•
69. Xilografía de un monstruo, en WuRonchen, Shan-Haj-jing, Guang Zhu.
166
dos, aunque sojuzgados». Más recientemente las imágenes de losafroarncricanos pintados porJohnson han sido calificadas de «no estereotipadas». No obstante la Vida de los negros en el Sur está llena deposturas y elementos típicos -el banjo, por ejemplo-c. asociadoscon los esclavos. Yo preferiría decir que los personajes están estereotipados de un modo relativamente amable y afectuoso. '3
Las imágenes de los europeos concebidos como «el otro" realizarlas por autores no europeos ofrecen también un testimonio elocuente de estereotipo cultural. Al igual que los europeos, los chinostenían visiones de razas monstruosas, como indican algunas xilografías del siglo XVII (Fig. 69), entre ellas la de una figura que se pareceincreíblemente a los blemias clásicos (¿se trata de un caso de difusión cultural o de una invención independiente?). Una botellita japonesa del siglo XVI (Fig. 70), lo mismo que varios biombos pintadosrealizados algunos años más tarde, muestra a unos portugueses con
VISTO V 1\0 VISTO
7 l. Plancha nigeriana (Benin) de bronce con dos portugueses del sig-Io xvr.Colección particular. -
unos greguescos hinchados como globos, circunstancia que da a entender que las ropas de los europeos c--al igual que sus grandes narices- eran consideradas particularmente exóticas. Las imágenes delos portugueses realizadas por africanos plantean las mismas cuestiones (Fig. 71). En este sentido podríamos hablar de un «occidentalismo». aunque nunca llegó a ser lo que Said llamaba una «institucióncolectiva» al servicio de un dominio político y económico. q
En Occidente, la xenofobia se ha expresado a menudo a través deimágenes que presentan a los individuos de otras naciones comomonstruos o personajes casi monstruosos. La gracia de La Puerta deCaíais de Hogarth (ca. 1748), por ejemplo, se basa en la tradición delos estereotipos de los franceses que habían creado los ingleses. Losfranceses miserables recuerdan al espectador que en la mente delos británicos la pobreza y la monarquía absoluta estaban estrecha-
168
ESTEREOTIPOS DE LOS OTROS
nro FUReES.
72. John Tennicl, «nos fuerzas", viñeta del Punrh, 29 de octubre de lSS r .
mente relacionadas, mientras que el orondo fraile que mira sonríen
~e hacia la comida, con la mano gordezuela en el pecho, evoca laImagen .negativa del papismo y de lo que los intelectuales protestantes del siglo XVIII solían llamar la «clerigalla».
I ~~)r otra partc: en las caricaturas inglesas y americanas del siglo XIX,
os ~lla~deses.~ohan ser representados con rasgos simiescos o, segúnla ciencia-ficción de la época, como una especie de nuevo Frankens-
169
VISTO Y NO VISTO
tein, un monstruo traído al mundo por los británicos, que ahora losamenazaba. En cierto modo esas imágenes recuerdan la tradición depersonificar la rebelión o el desorden (uno de los irlandeses simiescos dibujados por el caricaturista John Tenniel en la Figura 72 llevaen el sombrero un letrero que dice -Anarquía-). En cualquier caso,su fuerza xenófoba resulta inequívoca. l
:;
EL OTRO EN EL PROPIO PAís
En el seno de una determinada cultura se produce un proceso de distinción v distanciamiento análogo. Muchas veces los varones se handefinid~a sí mismos en contraposición con la imagen que tenían de lasmujeres (sosteniendo, por ejemplo, que «los hombres no lloran'».Los jóvenes se definen a sí mismos en contraposición con los viejos,la clase media en contraposición con la clase trabajadora, o el norte(ya sea en Gran Bretaña, en Francia o en Italia) en contraposicióncon el sur. Esas distinciones son encarnadas en imágenes, de suerteque quizá convenga hablar, por ejemplo, de la «mirada masculina» ode la «mirada urbana». Algunos artistas se especializaron en producirimágenes del Otro, como David Teniers el Joven, que pintó brujas,campesinos y alquimistas, otro de los blancos favoritos de los pactassatíricos de la época. 10
Esas distinciones se hacen visibles sobre todo en imágenes polémicas, desde el punto de yi~ta religioso o político, pero no existeuna línea divisoria clara entre caricatura polémica y distorsión inconsciente, pues el caricaturista apela a prejuicios ya existentes altiempo que los refuerza. Podríamos ilustrar esta tesis con las representaciones de los judíos que aparecen en los cuadros y estampasproducidos en Alemania y otros países a partir de la Edad Media(como la cultura hebrea es anti-icónica, normalmente no es posiblecomparar esas representaciones con las imágenes de los judíos realizadas por ellos mismos o con las imágenes judías de los gentiles). Unestudio reciente de la historiadora americana Ruth Mellinkoff señalaque los judíos fueron convertidos en «el otro» en el arte medieval.Por ejemplo, eran representados vestidos de amarillo, con sombrerosde pico o acabados en punta y haciendo gestos vulgares, como, por
l7°
ESTEREOTIPOS DE LOS OTROS
ejemplo, sacando la lengua. A menudo son presentados como serespróximos al demonio, tanto fisica como moralmente. Su carácter infrahumano era demostrado a los espectadores mediante su asociación con los cerdos en la imagen recurrente de laJudensau.l7
Algunas de esas asociaciones aparecen también en otros contextos. En las caricaturas realizadas durante la Revolución Francesa, porejemplo, el rey Luis XVI era representado a veces como un cerdo.También tienen un aspecto porcino los capitalistas gordos y malvados de los cuadros de Georg Grosz (1893-1959), por ejemplo, o deDiego Rivera. Podemos ver distorsiones menos crueles y quizá menosconscientes en muchas imágenes de mujeres -fruto de la miradamasculina-, que las representan como seres extraños, repulsivos unasveces y seductores otras. Las imágenes de prostitutas constituyen elejemplo más obvio de estereotipo alienizante. Al pensar en el aspecto seductor, enseguida le viene a uno a la cabeza el nombre de Manet, cuya famosa Olympia evoca a todas luces la imagen de las odaliscas de Oriente. En el lado opuesto tendríamos a Edgar Degas( 1834- 19 17), cuyas imágenes, que subrayan los rasgos menos atractivos de la mujer, han sido calificadas de «brutales y brutalizanres», o aGrosz, que caricaturizaba a las mujeres de ciudad presentándolascomo arpías rapaces."
Un caso todavía más extremo de «alterización» de la mujer porparte del varón es la imagen de la bruja, habitualmente fea, y a menudo asociada con animales tales como la cabra o el gato, y con eldiablo. Por ejemplo, una xilografía del artista alemán Hans BaldungOrlen representa a la bruja como una mujer desnuda volando a lomos de una cabra. Durante los siglos XVI y XVII, las brujas empezarona ser representadas cada vez Con más frecuencia cocinando o comiéndose niños. Esta misma acusación aparece también en textos de la época,pero la introducción de este cambio en la imagen visual de la brujaquizá fuera fruto en parte de lo que podríamos llamar una «contaminación» de las imágenes de caníbales del Brasil y otros países analizadas anteriormente. Las imágenes literarias y visuales se desarrollan aveces independiente o semi-independientemente unas de otras. Lametamorfosis final de la bruja, acontecida a lo largo de los siglos XVIII
y XIX, fue su transformación en una arpía tocada con un sombreropuntiagudo y una escoba (Fig. 73), rodeada de pequeños diablos,
VISTO Y NO VISTO
73. Xilografía de comienzos del siglo XIX con bruja.
figura que ha perdurado hasta la actualidad en la imaginación popular. 19
Como en el caso de la acusación de que se comían niños lanzadacontra judíos y brujas, el sombrero puntiagudo que aparece en estegrabado, al igual que la nariz aguileña de la mujer, constituyen unaprueba de la movilidad de los estereotipos. El sombrero quizá noevoque en la actualidad la figura del judío, pero en otro tiempo asíera. Entre los testimonios en favor de esta afirmación está la ley promulgada en Buda en 1421, según la cual ninguna persona que fueradetenida por primera vez acusada de brujería estaba obligada a aparecer en público con el llamado «sombrero judío». En la España decomienzos de la Edad Moderna, los herejes encarcelados por la Inquisición eran obligados a llevar este tipo de sombrero. La confusiónentre judíos y brujas es muy reveladora, y constituye una prueba de laexistencia de una idea general del Otro y de lo que se ha llamado«un código visual general de expresión de lo infrahumano».": Ladeshumanización es sin duda alguna el punto de asociación de otrosgrupos con animales -monos, cerdos, cabras o gatos- a través delas imágenes o también de los insultos verbales.
172
ESTEREOTIPOS DE LOS OTROS
EL CAMPESINO GROTESCO
Para ver un nuevo ejemplo de estudio singularizado de imágenes delotro en el propio país nos ruaremos en las representaciones urbanasde los habitantes de las zonas rurales. A partir del siglo XII, pastores ylabradores aparecerían en las imágenes occidentales representadosde manera grotesca, diferenciándose así con toda claridad de las personas de status superior que las contemplaran. En las páginas delfamoso Salterio Luttrell podemos ver algunos vívidos ejemplos correspondientes a la Inglaterra del siglo XIV. La divulgación de esas representaciones negativas de los campesinos durante los siglos xv YXVI,
en las que aparecen con figuras bajitas y regordetas y haciendo gestos\~ulgares, indica que la distancia cultural entre la ciudad y el campofue aumentando de la mano de la urbanizacton."
Entre las imágenes más memorables de este estilo están los cuadros de Pie ter Brueghel el Viejo, hombre de ciudad y amigo de humanistas, que, según todos los indicios, deberían considerarse unaaportación a la tradición de la sátira urbana." El famoso Banquete de
bodas (.Fig. 74) puede parecer a primera vista un ejemplo de «artede la descripción» (cf. Capítulo V), pero unos cuantos pequeños detalles sugieren que se trata de una obra de carácter cómico o satírico. Fijémonos, por ejemplo, en el niño que aparece en primerplano, que lleva una gorra más grande de lo que le corresponde; enel hombre situado al fondo de la mesa y que hunde su cara en una [aITa de vino; y quizá en el hombre que lleva los platos, con una cuchara prendida del sombrero (probablemente un signo dt' vulgandad en el siglo XVI, como lo era hasta hace una generación en GranBretaña el hecho de ponerse el lápiz detrás de la oreja). La tradicióncómica siguió viva hasta el siglo xvu en las imágenes de ferias VI ·1 d ..)~1I es e campesinos en las tabernas, en las que podemos verlos be-
1)ie,ndo. vomitando y peleándose. Sería un error intentar homogeucrznr una tradición que daba cabida a las variantes individuales.Como ha dicho un crítico, «los cuadros de Adriaen Brouwer v las(.J!nas posteriores de Adriaen van Ostade presentan imágenes muy diferentes de los campesinos: para uno son rudos e incivilizados, parael otro gente próspera y estúpidamente satisfecha de sí misma». 2:1 No
VISTO Y NO VISTO
• Píeter Breughcl el Viejo, Banquete de bodas, en. 1566, óleo sobre lienzo.,1· ~. -KunsthislOrisches Museum , Viena.
obstante, la tradición plástica negativa era muy fuerte y estaba muy
extendida. . . .Durante los siglos XVIII YxIX, esa tradición fue sustituida paulati..
tr El ampesino -como el «salvaje-e-e- fue ennoble-namente por o a. e . .cido o idealizado (vid. supra). Por otra parte, corno ocur~lera con ~.gunos pintores «orientalistas» (supra), la mirada del ar-tista no senaidealizante ni grotesca, sino etnográfica, interesada ~~ la reproducción fIdedigna de trajes y costumbres (el término utilizado en. esp~~ I para designar este tipo de pintura o literatura es costumbrista).
~: mirada etnográfica puede reconocerse también en muchas fotografías de obreros, criminales y dementes de los si.glos. XIX y xx, aunque generalmente son menos objetivas y menos Cle~uficasde lo quecreían sus autores. Éstos -c-individuos de clase media que fotografiaban obreros, policías que hacían fotos de delincue~tes, o personascuerdas que retratahan a locos- generalmente se.fuab~n ~o~re todoen lo que consideraban típico, reduciendo a los sujetos [ndividuales a
ESTEREOTIPOS DE LOS OTROS
la categoría de espécimenes de tipos dignos de ser incluidos en un álhum, como si fueran mariposas. Lo que hicieron fue lo que SanderGilman llama «imágenes de la diferencia-r" La analogía con los occidentales que producían imágenes «del» beduino o del sikh resultaevidente. El explorador David Livingstone pidió a su hermano Charles, encargado de hacer las fotos, que se asegurara de retratar a «especímenes característicos de las diferentes tribus».26 Pese a que encierto modo es lo contrario de la visión de las razas monstruosas, lamirada científica, que busca la objetividad, puede ser casi tan deshumanizante como aquélla.
Las imágenes del otro, llenas de prejuicios y estereotipos, parecensocavar la idea de que el testimonio de las imágenes es digno de sertornado en serio. Pero, como de costumbre, debemos hacer una pausa y preguntarnos: ¿testimonio de qué? Como testimonio del aspectoCjue tenían realmente otras culturas o subculturas, muchas de lasimágenes estudiadas en este capítulo no tienen ningún valor. Lo quesí documentan perfectamente, en cambio, es un encuentro cultural,:' las respuestas dadas a dicho encuentro por los miembros de una determinada cultura.
A un nivel más profundo, esas imágenes quizá nos hablen másque otra cosa de Occidente. Muchas de las que hemos examinadoaquí representan al otro como la inversión del yo. Si la visión del otroviene determinada por prejuicios y estereotipos, la visión del yo queimplican esas imágenes es todavía más indirecta. Pero nos propor~
ciona un testimonio extraordinario si sabemos leerlo. El comentarioque hacía Ruth Mellinkoff a propósito de la Europa del norte a finales de la Edad Media seguramente tiene una aplicación más amplia.-Una forma de penetrar en el corazón de esta sociedad)' de su mentalidad consiste en preguntar cómo y donde fijó las líneas divisoriasque:' determinaban quién estaba dentro y quién estaba fuera de ellas».Lo que las personas consideran en un determinado momento y enUn determinado lugar «infrahumano» nos dice muchas cosas acercadel modo en que ven la condición humana. "'7
175
- Barrancos, Dora. “La puñalada de Amelia (o cómo se extinguió la discriminación de las mujeres casadas del
servicio telefónico en Argentina)”. Trabajos y Comunicaciones. Segunda época, 2008, pp. 111-128.
-Andújar, Andrea. “Historia, género y memoria: las mujeres en los cortes de ruta en la Argentina” En A.A.V.V:
Historia Oral y militancia política en México y en Argentina. Universidad de Buenos Aires y Editorial El Colectivo,
Buenos Aires, 2008. pp. 92-116.
Durante esta semana hemos estado trabajando algunas cuestiones referidas a la historia de distintos sujetos. Para
la jornada de hoy proponemos trabajar en clase con alguno de los dos textos siguientes, de manera tal que
conozcamos algunas de las iniciativas existentes en torno a la historia de las mujeres. La historia de las mujeres ha
contribuido a la recuperación del protagonismo de las mujeres a lo largo del tiempo, a la vez que ha introducido
importantes debates que permiten problematizar las relaciones sociales de dominación que se construyen en
cada sociedad y momento histórico específicos en torno a los roles asignados a mujeres y hombres.
Sobre el artículo de Andrea Andujar
El artículo de Andrea Andujar conjuga la reflexión sobre los problemas de género en la historia reciente argentina
con el análisis del surgimiento de la experiencia piquetera. Les proponemos debatir sobre algunas cuestiones que
aparecen en este texto:
- los testimonios que Andujar recupera. En este sentido, la autora incorpora un elemento que aún no hemos
trabajado en tanto fuente, que se abordará con mayor profundidad la próxima semana: los testimonios orales.
¿Qué fuentes usa la autora? ¿Qué permiten reconstruir estas fuentes? ¿Qué dificultades plantean a quienes las
utilizan?
- la existencia de territorios asociados con lo femenino y lo masculino, tanto en el ámbito privado como en lo
público. ¿Qué entiende la autora por territorios de lo femenino y lo masculino? ¿Cómo se definen estos territorios
en el ámbito privado y en el público? ¿Qué características presentan en el caso analizado? ¿Qué cambios
introduce la experiencia piquetera en la definición de estos territorios? Podrían pensar otros ejemplos históricos
de territorios de lo femenino y de lo masculino a partir de este caso.
- la repercusión de estas conceptualizaciones en la manera en que se recuerda el proceso de quiebre del “mundo
ypefeano” y la lucha que se impulsó en las ciudades, y con los cortes de ruta.
La discusión sobre estos ejes puede partir del análisis del siguiente párrafo:
“Sin embargo ¿la desestructuración del “mundo ypfeano” fue vivida de igual manera por mujeres y varones? No, como
tampoco fueron iguales las respuestas que unas y otros articularon frente a ella. En los relatos de las mujeres aparece que
sus maridos se deprimieron, murieron, abandonaron a sus familias, en medio de procesos signados por una enorme
violencia, o se volvieron un estorbo dentro del hogar. Por el contrario, ellas “(…) se tuvieron que volver más fuertes (…)
Debieron salir a ganarse el pan para ellas y para sus hijos, porque quedaron ellas como jefas de hogar, mientras los maridos
estaban en la casa. (…)”. En ese sentido, el final de la “época dorada” ypfeana afectó tanto las condiciones materiales de
existencia como las formas de percibirse en la sociedad, los sentimientos y las ideas sobre el lugar ocupado en las
relaciones cotidianas. Para los ex obreros ypfeanos, la expulsión del aparato productivo alteró rotundamente no solo su
situación económica, sino también su posición de “proveedores” de su familia. Asímismo, la imposibilidad de obtener un
trabajo los obligó a quedarse dentro de sus casas, espacio socialmente devaluado para aquellos que, como decía Alejandro
Lillo, “arriesgan parte de su vida” en su trabajo. Al permanecer en un territorio asociado a lo “femenino”, esto es, a la
crianza de los hijos/as, la limpieza de la casa, la preparación de la comida, y opuesto absolutamente a sus experiencias
como trabajadores, se sintieron “inútiles”, “avergonzados”, fuera de “su” lugar.” (Pp. 108-109)
¿Por qué es importante tener en cuenta las visiones de hombres y mujeres para entender la desestructuración del
mundo “ypfeano”? ¿Qué consecuencias tuvo esta desestructuración en las relaciones entre hombres y mujeres?
¿Qué cambios vislumbran como más significativos? ¿Por qué son importantes?
¿Pueden citar algún otro caso donde este tipo de tensiones entre el género y la memoria se pongan en juego?
Sobre el artículo de Dora Barrancos
El artículo de Dora Barrancos se sumerge en el mundo laboral de principios de siglo XX, abordando la historia de
una telefonista para iluminar distintos aspectos de la discriminación de las mujeres en ese ámbito.
Algunas preguntas iniciales:
¿Qué tipo de información general obtiene la autora para contextualizar su estudio?
¿Por qué suponen que toma una historia individual como referente representativo de una situación general?
¿Qué nos puede decir la historia Amelia sobre la situación de la mujeres obreras en las primeras décadas del siglo
XX?
Procuren reconstruir de forma completa la trayectoria individual que sigue Amelia en la empresa telefónica, a fin
de discutir algunos problemas generales.
Sugerimos una dinámica de debate con los siguientes ejes y fragmentos seleccionados:
- Lo femenino a principios de siglo XX: ¿qué clases de mujer había? ¿qué imaginaría Amelia de sí misma, y qué de
las demás? “Con certeza toda vez que alguna compañera abandonaba el puesto para ir a casarse, Amelia se llenaba de interrogantes
sobre la “clase de mujer” que había en la otra y en ella misma”
A partir de esto: ¿Qué aspectos de las relaciones de género ilumina esta esta historia en un sentido más general?
En otras maneras, que nos dice la historia sobre la sociedad de la época.
- Concepto de anomalía: ¿qué se esperaba de una mujer a principios de siglo XIX ¿Cuáles serían las normas
sociales hegemónicas del período? Y en otro plano: ¿Qué espera un investigador cuando aborda una historia de
este tipo desde una perspectiva de género? ¿Cómo se juega la tensión entre lo previsto teóricamente y lo
encontrado en la investigación?
“Amelia por lo tanto constituye una anomalía ya que respondió por lo que “le” hacían, sin conciencia del colectivo en el
que estaba inmersa, si hemos de tener en cuenta su rechazo a la acción sindical, su devoción corporativa a la empresa. Es
altamente probable que tampoco Amelia observara la menor proximidad a cualquier programa feminista aunque fueran
esos los años en que el Partido Feminista enarboló su propuesta y en los que socialistas y radicales (especialmente los
primeros) hicieron guiños en materia de voto femenino. No se nos escapa la particular agitación que obtuvo – por derecha
y por izquierda – la condición femenina en ese inicio de década. Pero de la misma manera que Amelia fue renuente a una
identificación clivada por los intereses de clase, tampoco se hallan tras de una identificación con los intereses de género.
Amelia nos ofrece así una segunda anomalía.”
La autora señala que el caso de Amelia es una anomalía. Significa esto que nos da información solo sobre un caso.
En qué sentidos un caso excepcional puede iluminar sobre la sociedad en un período histórico particular. ¿Qué
consideran ustedes que nos dice o nos muestra el caso de Amelia?
- Tensión entre lo individual y lo colectivo: ¿Cuál es, a su juicio, el grado de representatividad de Amelia en la
situación laboral femenina de principios de siglo XX? ¿Cómo se relaciona ella con sus compañeras? ¿Qué tipo de
identificaciones existen?
“A su hora, el gesto de que fue capaz, sobrepasó dramáticamente el límite de la resistencia, pero también a ella misma,
conectándola de manera inescindible, sin que para nada se lo propusiera, con la causa colectiva. Su reivindicación, surgida
del cóncavo de los sentimientos individuales, no pudo evitar el lenguaje de la solidaridad. Así, su puñalada hirió de muerte
a la ominosa exclusión de las trabajadoras casadas del servicio telefónico”.
Otra derivación interesante puede consistir en reflexionar sobre la repercusión del caso en los medios de prensa y
las conceptualizaciones que se realizaron allí, promoviendo novedosos términos de discusión.
Semana 4 – Los debates sobre el presente a partir de la historia.
En esta semana reflexionaremos sobre las múltiples –y complicadas- formas en que el estudio y las controversias sobre el
pasado nos permiten pensar y decir algo sobre importantes problemas del presente. Recuperaremos muchas cuestiones que
hemos trabajado las dos últimas semanas y nos meteremos un poco más en algunas otras preocupaciones de los
historiadores e historiadoras en la actualidad, como los problemas de la memoria social y el olvido, las relaciones entre los
mitos sobre el pasado y las relaciones de poder que imperan en una sociedad, las formas en que se invisibilizan y naturalizan
las relaciones de desigualdad y dominación. Les proponemos pensar cómo controversias sobre hechos y procesos que
sucedieron en tiempos y lugares muy lejanos pueden hablarnos de muchos de nuestros problemas de todos los días. Para
ello, tomaremos un par de novedosos trabajos historiográficos en los que los historiadores, cuando analizan el pasado,
toman a la vez la palabra en el debate público.
Lunes
-Portelli, Alessandro. “Las fronteras de la memoria. La masacre de las Fosas Ardeatinas. Historia, mito, rituales y símbolos”.
Cuadernos del CIHS, N° 11/12, La Plata, 202, pp. 163-176.
Miércoles
-Trouillot. “Una historia impensable. La revolución haitiana como un no-acontecimiento”, traducción de Emmanuel Correa
del original en inglés: Silencing the Past. Power and the Production of History, Boston: Beacon Press, 1995, cap. 3 “An
Unthinkable History. The haitin Revolution as a Non-event”, pp. 70-107.
-Portelli, Alessandro. “Las fronteras de la memoria. La masacre de las Fosas Ardeatinas. Historia, mito, rituales y
símbolos”. Cuadernos del CIHS, N° 11/12, La Plata, 202, pp. 163-176.
El artículo de Alessandro Portelli es un buen ejemplo de las nuevas tendencias historiográficas que combinan un análisis de
hechos y procesos que podríamos llamar, con todas las precauciones, “objetivos”, con las representaciones y visiones
“subjetivas” de quienes los vivieron o los recuerdan. En cierto sentido, la apertura a la subjetividad es importante para los
historiadores porque nos da una dimensión más, a veces única, sobre lo que las concepciones tradicionales podían llamar los
“hechos objetivos”.
1) Sobre el contenido del texto
Traten de precisar qué estudia Portelli en este artículo. Para ello observen:
- ¿Qué fuentes utiliza? ¿Cómo las combina?
- ¿Qué papel juegan cada una de las distintas fuentes en la conformación de distintos aspectos de su argumento sobre “qué
sucedió” y sobre “cómo es recordado o interpretado lo que sucedió”?
- ¿A que conclusiones arriba el autor a través de su análisis?
2) Identificación de distintos planos del texto y de significados subyacentes.
a) A partir de lo trabajado en el punto 1 surge que el texto tiene distintos “planos” –como la constatación de los hechos y las
controversias sobre cuál es su significado para quienes los vivieron o recuerdan. Es a través de este ir y venir entre estos
distintos planos que el autor va delineando sus ideas y proponiendo una discusión sobre la importancia de la masacre de las
Fosas Ardeatinas.
Para comprender mejor el significado de algunos de sus argumentos tal vez es útil tomar un ejemplo que nos permita
observar cómo la constatación de determinados “hechos” tiene consecuencias en la interpretación que propone el autor.
Por ejemplo, en los testimonios orales, Portelli encuentra que muchas personas recuerdan haber visto carteles advirtiendo a
la población sobre las represalias que tomarían los alemanes por el atentado de Vía Rasella, así como importantes
discrepancias en torno al tiempo transcurrido entre el atentado y la masacre. Analizando estas versiones, sostiene con
contundencia en base a distinto tipo de pruebas que estas versiones afirman hechos que no ocurrieron.
Discutan en grupo cuál es la importancia de esta constatación de Portelli. ¿Qué intenta hacer el autor? ¿Delimitar qué
relatos se ajustan más a los hechos y cuáles no? Pero, si nos quedamos con eso, ¿tienen algún valor para un historiador
estos testimonios de hechos que no sucedieron? En todo caso, ¿cuál es?
b) Uno podría imaginar que las distintas versiones de los hechos que surgen de los relatos analizados por Portelli tienen que
ver exclusivamente con la individualidad de quienes cuentan sus historias. Sin embargo, si bien esto en gran parte es así, no
es quizás lo más relevante para el tipo de análisis que queremos hacer los historiadores. Uno de los argumentos del texto es
que hay algunas similitudes y elementos constantes en estos relatos. Por lo tanto, podemos inferir que el autor trata de
decirnos que las historias que cuentan estos individuos de alguna manera exceden a esos individuos y tienen que ver con el
contexto social desde el cual surgen.
Traten de identificar algunos de estos elementos constantes que Portelli encuentra en los testimonios orales. A partir de
estos elementos, discutan: ¿De qué nos hablan las distintas memorias sobre los hechos? Pongan en consideración que tal
vez las distintas memorias, incluidos los recuerdos “tergiversados”, no nos hablen tanto de lo que sucedió en 1944, sino de
otras cosas. ¿Qué pistas en el texto nos ayudan a entender y explicar por qué mucha gente recuerda cosas que no
sucedieron y, a la vez, lo hace construyendo un relato bastante particular y no otros?
3) Identificación de implícitos y los significados de la historia.
Este texto parece ser a la vez fácil y difícil. Por un lado, nos describe una historia de una manera clara y con bastante
información. Pero, por otra parte, sugiere explícita e implícitamente, los múltiples significados de esa historia. De algún
modo, es un texto que cuenta y, mientras cuenta, analiza. Portelli nos presenta una historia que, al leerla y releerla, nos
permite encontrar muchos significados subyacentes.
Traten de identificar los significados de algunos de los hechos que Portelli presenta como partes de esta historia:
a) Por ejemplo, en las páginas 165-166, Portelli sostiene que “lo que hace a la masacre de las Ardeatinas tan importante es el
lugar donde se verificó, la capital del país”. Busquen elementos en el texto que, según el autor, corroboran esta afirmación y
expliquen que quiere decir el autor con tal afirmación.
b) En otros pasajes del texto Portelli señala que “la acción de Via Rasella fue una acción militar, muy bien planificada, en la
cual participaron 18 partisanos” (p. 167) y que “éste fue el ataque número 43, en Roma, en contra de los alemanes” (p. 169).
¿Qué papel juegan estas constataciones en el argumento general del autor?
c) Otro de los elementos que encuentra Portelli en los relatos es “el estereotipo anti-alemán: “Los alemanes son bestias. Los
alemanes son como máquinas””. ¿Por qué discute este mito? ¿Qué consideraciones hace sobre el papel que juega este mito
en relación con los relatos que explican lo que sucedió en las Fosas Ardeatinas?
Tomen alguno de los tres ejemplos considerados y escriban un texto de uno o dos párrafos en el que expliquen qué
significados tienen, según el autor, las constataciones de estos hechos. Pueden agregar al final una interpretación personal
en la que valoren la importancia que tienen estos relatos para sostener una discusión de problemas sociales como la que
propone Portelli a partir de esta historia.
4) Muchos temas dentro de una historia.
A través de las distintas consignas que fueron trabajando anteriormente va surgiendo que este texto trata sobre varios
temas. Escriban un texto de una a dos carillas en que intenten responder la pregunta “¿de qué trata el texto?”. El texto
debería integrar algunos aspectos que son más explícitos en el argumento de Portelli, con otros que surgen a través de sus
lecturas y relecturas de esta historia. El ejercicio que proponemos es tratar de hacer algunas afirmaciones contundentes
sobre qué es importante en este texto y a la vez incorporar elementos que las justifiquen, es decir, que expliquen el por qué
de esas afirmaciones:
Algunos ejemplos a considerar entre las varias posibles lecturas del texto podrían ser:
-El texto trata sobre las diferencias que existen entre los relatos que elaboran los historiadores sobre un hecho y los relatos
que producen quienes vivieron o recuerdan ese hecho.
- El texto aborda las distintas interpretaciones del pasado que surgen en una comunidad y sobre cómo diversos
posicionamientos políticos e historias personales condicionan estas interpretaciones.
- El texto indaga en las contradicciones de la democracia antifascista italiana posterior a la Segunda Guerra Mundial
- El texto busca intervenir en debates políticos del presente de los años noventa a partir de retratar las controversias sobre
un hecho particularmente significativo del pasado.
-El texto trata sobre la Guerra Fría.
5) Para pensar más allá a partir de la historia:
En el punto anterior trabajamos sobre los múltiples temas, problemas y significados que puede haber dentro de una historia.
Pero estos temas y significados no se agotan en lo que un autor nos quiere decir, sino que pueden continuarse en las
lecturas que nosotros mismos hacemos. De algún modo, podemos decir que el poder de nuestras historias no está sólo en
cómo las formulamos y las contamos, sino también en como otros, a veces desde preguntas y preocupaciones muy distintas
a las nuestras, las leen, las toman y las proyectan.
Esto parece sugerirlo el propio Portelli en el Prólogo a la edición española que presenta el libro que está en gran parte
sintetizado en el artículo que hemos leído. Portelli escribe: “Un libro hecho de relatos sirve para producir otros relatos, para
que la máquina de narrar y de recordar se mueva. Por eso, no he podido cerrar el libro una vez terminado: él ha empezado a
reabrirse en el deseo de hablar, de rememorar, de contar, de discutir, que ha puesto en movimiento a quien lo leía, y a mí
mismo. Si al comienzo había sentido que esta historia me llamaba, ahora sigue llamándome, y todavía con más fuerza”.
Como toda buena historia, la historia que cuenta Portelli nos habla de mucho más que de Italia y del caso concreto
analizado. Muchos lectores encontraron que este texto habla bastante, y tal vez inadvertidamente, de la Argentina. ¿Es
posible esta lectura? ¿Qué nos dice este texto sobre la Argentina? ¿Qué paralelos sugerirían trazar?
-Trouillot. “Una historia impensable. La revolución haitiana como un no-acontecimiento”, traducción de
Emmanuel Correa del original en inglés: Silencing the Past. Power and the Production of History, Boston: Beacon
Press, 1995, cap. 3 “An Unthinkable History. The haitian Revolution as a Non-event”, pp. 70-107.
Este texto de Trouillot presenta varios argumentos que nos permiten comprender por qué la revolución haitiana, una
revolución que tuvo una gran importancia histórica, fue y continúa siendo silenciada en los relatos de la historia mundial. De
algún modo, estos argumentos son presentados escalonadamente a través de las distintas secciones del capítulo y se van
reforzando entre sí para dar forma a las ideas principales que el autor quiere postular.
1) Organización del texto y argumento principal:
a) Un primer punto a trabajar para poder dar cuenta de la complejidad del argumento de Trouillot tiene que ver con la forma
en que está organizado el texto:
¿De qué tratan las distintas secciones del texto?
Observen los títulos de cada una de ellas y expliquen, a partir del contenido de la sección respectiva, el por qué de ese título.
b) A partir de los elementos que destacaron en el análisis de cada una de las secciones discutan en grupo cuál es, a su juicio,
el argumento general que presenta el autor.
Escriban una lista acotada de tres o cuatro oraciones claras que sinteticen las ideas principales que forman parte de ese
argumento. Esta tarea de síntesis les proporcionará una información clave para poder dar cuenta de qué trata el texto.
2) Cómo construye el autor su interpretación:
Para identificar con mayor profundidad los argumentos principales que presenta un texto es útil tratar de desentrañar cómo
el autor construye ese argumento.
¿Qué elementos incorpora Trouillot para sostener el argumento que reconstruyeron en el punto anterior?
Tomen apuntes a partir de considerar las siguientes cuestiones clave:
a) qué tipo de fuentes usa y cómo las usa. Traten de definir: ¿Cuáles son las preguntas que guían su uso de las
fuentes? ¿Por qué usa esas fuentes en cada momento particular de su explicación? ¿Qué conclusiones va extrayendo a partir
de ellas?
Para detectar con mayor profundidad un argumento a veces es importante seleccionar parte de la gran cantidad de
información que brinda un texto intentando desentrañar “¿por qué esto es importante?”
Por ejemplo, en repetidas ocasiones el autor sostiene que tanto los pensadores más críticos de la era de la Ilustración como
el ala más radical de la Asamblea Nacional durante la revolución francesa no lograron escapar a la imposibilidad de pensar
una revolución de esclavos en Saint Domingue. ¿Qué puede estar queriendo hacer el autor con estas referencias? ¿Qué
papel juegan estas referencias en la validación del argumento general del texto?
b) Otra posibilidad para encarar este texto es tratar de identificar cómo el argumento principal se construye
criticando otras interpretaciones.
Traten de identificar:
- ¿Cuáles son estas otras interpretaciones? ¿De dónde provienen?
- ¿Por qué estas interpretaciones son problemáticas? ¿Que aspectos explícitos e implícitos de estas interpretaciones quiere
discutir el autor?
- ¿Qué nuevo relato trata de armar el autor a partir de la crítica a estas interpretaciones? ¿Cómo sustenta sus afirmaciones?
3) Reseña del argumento:
A partir de lo que han armado en los puntos 1 y 2 traten de escribir un texto de una a dos carillas que de cuenta de la mejor
manera posible de todos los elementos que han extraído del texto.
Este texto podría tener una introducción en la que anticipan de manera clara y contundente cuáles son los principales
argumentos del autor en el texto que están reseñando.
Luego, debería haber un desarrollo más amplio de estos temas que incorpore distintos elementos que permitan explicar las
ideas y a la vez hacerlas comprensibles. El ideal es que el texto que escriban sea comprensible en líneas generales para
alguien que no ha leído el texto original de Trouillot. Para ello es importante no escatimar explicaciones de las ideas,
información relevante, ejemplos, etcétera.
Finalmente el texto debe concluir de una manera clara. Esta conclusión puede simplemente sintetizar y reforzar la reseña
que hacen del argumento del autor. También podría incluir una reflexión personal, una crítica, el planteo de una pregunta
que surja de lo que han tratado en el texto que fueron escribiendo.
4) Para pensar más allá a partir del texto.
En repetidos pasajes el autor insiste en las dificultades, a su juicio, la “imposibilidad” de los contemporáneos, así como las
generaciones que los siguieron y los historiadores, para pensar un hecho histórico como la revolución haitiana.
Para ello, el autor explora los modos en que la revolución fue silenciada, triviliazada, despojada de su contenido político. En
esta línea, sostiene que una de las formas de negación de la magnitud, el impacto y las consecuencias de la revolución
estuvo dada por una suerte de “manipulación de los hechos”, que muchas veces eran acomodados a los esquemas de
pensamiento de quienes se resistían, por distintas razones, incluidas las políticas, a tomarlos por ciertos. ¿Podrían pensar
alguna otra situación histórica en la que observar cómo hechos “difíciles de digerir” como la revolución de los esclavos para
los plantadores, llevaron a alguien –un individuo, un grupo social, un analista de la realidad social- a acomodar la realidad a
sus propios esquemas de pensamiento, aun cuando “la realidad” explícitamente contradecía estos esquemas de
pensamiento? Traten de pensar en algún un ejemplo histórico que conozcan o en alguna situación que registren en la
sociedad actual y expliquen cómo ese ejemplo ilustra los mecanismos de supresión y trivialización que pone en discusión
Trouillot.
Una historia impensable
La Revolución Haitiana como un no-acontecimiento
Michel-Rolph Trouillot
La joven se puso de pié en el medio de mi lectura. “Sr. Trouillot, usted nos
hace leer a todos esos eruditos blancos. ¿Qué pueden saber ellos sobre la
esclavitud? ¿Dónde estaban cuando nos arrojábamos de los barcos; cuando
preferíamos la muerte antes que el sufrimiento y matábamos a nuestros hijos para
evitarles una vida de abusos y humillación?
Yo estaba asustado y ella equivocada. No estaba leyendo sólo autores
blancos y nunca había saltado de un barco de esclavos. Yo estaba pasmado y ella
enojada; pero ¿cómo razonar con enojo? Yo estaba en camino a un doctorado, y mi
enseñanza en este curso era apenas una escala, una forma de pagar mis culpas en
esta institución “blanca”I. Ella había tomado mi clase como un respiro en su
I N. del T. En inglés, “lily-white” . Este adjetivo puede referirse al blanco en tanto color de piel, o bien a una condición de perfección moral. En este caso, el autor probablemente utiliza la expresión en un doble sentido, para referirse a una institución “de blancos”, a la vez que dotada de cierto prestigio o renombre.
camino a la facultad de medicina, la escuela de leyes de Harvard, o alguna otra
corporación “blanca”.
Yo había intitulado el curso “La experiencia negra en las Américas”.
Debería haberlo sabido: atrajo a los pocos estudiantes negros que había -más unos
pocos blancos valientes- y todos esperaban demasiado, mucho más de lo que yo
podía ofrecer. Querían una vida que ningún relato podía proveer, ni siquiera la
mejor ficción. Querían una vida que sólo ellos podían construir, aquí y ahora en los
Estados Unidos –sólo que no lo sabían: estaban demasiado implicados en la
historia en cuestión. Sin embargo, en sus ojos ya podía ver que parte de mi lección
había sido comprendida. Quería que supieran que la esclavitud no había existido
sólo en Georgia y Mississippi; que aprendieran que la conexión con África era más
compleja y tortuosa que lo que nunca hubieran imaginado; que el monopolio de los
Estados Unidos tanto sobre la negritud como sobre el racismo era en sí mismo un
argumento racista. Y ella había roto el hechizo en su camino a la escuela de leyes
de Harvard. Yo era un principiante y ella también, cada uno de nosotros batallando
con la historia que escogimos, cada uno luchando también contra un olvido que nos
fue impuesto.
Diez años después, estaba visitando otra institución con una concurrencia
menos prestigiosa y con sueños más modestos, cuando otra joven negra, de la
misma edad pero mucho más tímida, me tomó otra vez por sorpresa. “Estoy
cansada”, dijo, “de escuchar sobre esta cosa de la esclavitud. ¿No podemos
escuchar la historia de los millonarios negros?” ¿Habían cambiado tan rápido los
tiempos, o sus diferentes opiniones sobre la esclavitud reflejaban las diferencias de
clase?
Volví a recordar a la primera mujer, aferrada con tanta fuerza a aquel barco
de esclavos. Entendí mejor por qué quería saltar, aunque fuera una vez, en su
camino a la escuela de leyes de Harvard, a la Facultad de Medicina, o adonde
fuera. Como custodia del futuro de una raza encarcelada, cuyos jóvenes varones no
viven lo suficiente para tener un pasado, ella necesitaba esta narrativa de
resistencia. Nietzsche estaba equivocado: esto no era un peso extra, sino una
necesidad para el viaje, y ¿quién era yo para decir que no era mejor un pasado que
un puñado de falsos millonarios, o una medalla de St. Henry y las paredes
desmoronadas de un palacio deteriorado?
Me gustaría poder juntar los años y poner a ambas jóvenes en una misma
clase. Habríamos compartido historias que aún no están en los archivos. Habríamos
leído el cuento de Ntozake Shange acerca de una joven de color que soñaba con
Toussaint Louverture y la revolución que el mundo olvidó. Luego habríamos vuelto
a los diarios de los plantadores, a la historia econométrica y su industria de las
estadísticas, y ninguno se habría asustado de los números. Los hechos crudos no
son más aterradores que la oscuridad. Puedes jugar con ellos si estás con amigos;
sólo asustan si los lees a solas.
Todos necesitamos historias que ningún libro de historia puede contar, pero
éstas no están en las aulas –al menos no en las de historia. Están en las lecciones
que aprendemos en casa, en la poesía y los juegos de la niñez, en lo que queda de la
historia cuando cerramos los libros de historia, con sus hechos verificables. De otra
forma, ¿por qué una mujer negra, nacida y criada en el país más rico de fines del
siglo XX, tendría más miedo de hablar de la esclavitud que un plantador blanco en
el Saint-Domingue colonial, sólo días antes de que los esclavos amotinados
golpearan a su puerta?
Esta es una historia para los jóvenes negros de los Estados Unidos que aún
temen a la oscuridad. Aunque ellos no están solos, esta historia puede contarles por
qué sienten que lo están.
Impensar una Quimera
En 1790, apenas unos pocos meses antes del comienzo de la insurrección que
sacudió a Saint-Domingue y provocó el nacimiento revolucionario del Haití
independiente, el colono francés La Barre tranquilizaba a su esposa metropolitana
sobre lo calmo de la vida en los trópicos. Escribió: “No hay ninguna actividad entre
nuestros negros (....) Ni siquiera piensan en ello. Son muy tranquilos y obedientes.
Una revuelta entre ellos es imposible”. Y de nuevo: “No tenemos nada que temer de
parte de los negros; son tranquilos y obedientes. Y otra vez: “Los negros son muy
obedientes y siempre lo van a ser. Dormimos con las puertas y ventanas abiertas de
par en par., Para los negros, la libertad es una quimera”1
El historiador Roger Dorsinville, quien cita estas palabras, observa que, unos
meses después, la más importante insurrección de esclavos registrada en la historia
había reducido a la insignificancia tan abstractos argumentos sobre la obediencia de
los negros. Yo no estoy tan seguro. Cuando la realidad no coincide con creencias
profundamente arraigadas, los seres humanos tienden a formular interpretaciones
que la fuerzan para acomodarla dentro de los límites de estas creencias. Elaboran
fórmulas para reprimir lo impensable y devolverlo al reino del discurso aceptado.
Las opiniones de La Barre no eran únicas de ningún modo. Un administrador
tranquilizaba constantemente a sus patrones en términos semejantes: “Vivo
tranquilamente en medio de ellos sin ningún temor de una revuelta, a menos que
fuere fomentada por los mismos blancos”2. A veces había dudas. Pero las
precauciones prácticas de los plantadores apuntaban a contener acciones
individuales o, en el peor de los casos, un disturbio repentino. Nadie, ni en Saint-
Domingue ni en otro lugar, ideó un plan para responder a una insurrección general.
En efecto, la afirmación de que los africanos esclavizados y sus descendientes
no se podían imaginar la libertad –y menos aún formular estrategias para conseguirla
y asegurarla- no se basaba tanto en evidencias empíricas como en una ontología, una
organización implícita del mundo y de sus habitantes. Aunque no era en absoluto
monolítica, esta cosmovisión era ampliamente compartida por los blancos de Europa
y las Américas, así como por muchos plantadores no blancos. Y si bien dejaba lugar
para variaciones, ninguna de ellas incluía la posibilidad de un levantamiento
revolucionario en las plantaciones de esclavos, mucho menos uno exitoso que
llevara a la creación de un estado independiente.
De este modo, la Revolución Haitiana entró en la historia con la característica
peculiar de ser impensable, incluso mientras ocurría. Los debates y publicaciones
oficiales de aquellos tiempos, incluyendo la larga lista de panfletos sobre Saint-
Domingue publicados en Francia desde 1790 hasta 1804, revelan la incapacidad de
la mayoría de los contemporáneos para comprender la revolución en curso en sus
propios términos3. Podían leer las noticias sólo a través de sus categorías
preconcebidas, y éstas eran incompatibles con la idea de una revolución de esclavos.
El contexto discursivo dentro del cual se discutió la noticia de Saint-
Domingue mientras sucedía, tiene importantes consecuencias para la historiografía
de Saint-Domingue/Haití. Si ciertos hechos no pueden ser aceptados ni siquiera
mientras se producen, ¿cómo pueden ser evaluados con posterioridad? En otras
palabras, ¿pueden las narrativas históricas transferir argumentos que son
impensables en el mundo en que esas narrativas se desarrollan? ¿Cómo escribir una
historia de lo imposible?
La cuestión clave no es ideológica. Los enfoques ideológicos son hoy más
habituales en el propio Haití (en las interpretaciones épicas o abiertamente políticas
de la revolución favorecidas por algunos autores haitianos) que en el manejo más
riguroso de la evidencia que ofrecen los historiadores profesionales en Europa o
Norteamérica. Al menos desde la década de 1940, la producción académica
internacional sobre la Revolución Haitiana ha sido bastante sólida según los
estándares modernos de validación. La cuestión es más bien epistemológica y, por lo
tanto, metodológica en sentido amplio. Más allá de su calidad, ¿hasta qué punto la
historiografía moderna de la Revolución Haitiana -como parte de un continuo
discurso occidental sobre la esclavitud, la raza, y la colonización- ha roto sus
vínculos de hierro con el medio filosófico en que nació?
Cierta Idea de Hombre
Occidente fue creado en algún momento a principios del siglo XVI, en medio
de una ola mundial de transformaciones materiales y simbólicas. La expulsión
definitiva de los musulmanes de Europa, los llamados viajes de exploración, los
primeros desarrollos del colonialismo mercantil y la maduración del estado
absolutista, sentaron las bases para que los gobernantes y los comerciantes de la
Cristiandad Occidental conquistaran Europa y el resto del mundo. Este itinerario
histórico era político, como lo demuestran los bien conocidos nombres que evoca –
Colón, Magallanes, Carlos V, los Habsburgos- y los momentos cruciales que
marcaron su ritmo -la reconquista de Castilla y Aragón, las Leyes de Burgos, la
transmisión del poder papal de los Borgia a los Medici.
Estos acontecimientos políticos fueron paralelos al surgimiento de un nuevo
orden simbólico. La invención de América (con Waldseemüller, Vespucio y
Balboa), la simultánea invención de Europa, la división del Mediterráneo por una
línea imaginaria desde el sur de Cádiz hasta el norte de Constantinopla, la
occidentalización del Cristianismo y la invención de un pasado greco-romano para la
Europa Occidental, fueron todos parte del proceso en el cual Europa se convirtió en
Occidente4. Lo que llamamos el Renacimiento, mucho más una invención en sí
misma que un volver a nacer, marcó el comienzo de una serie de preguntas
filosóficas, a las cuales los políticos, teólogos, artistas y soldados dieron respuestas
tanto concretas como abstractas. ¿Qué es la belleza? ¿Qué es el orden? ¿Qué es el
Estado? Pero también y sobre todo: ¿Qué es el hombre?
Los filósofos que discutían esta última cuestión no podían escapar al hecho de
que la colonización ocurría mientras ellos hablaban. Los hombres (los europeos)
estaban conquistando, matando, dominando y esclavizando a otros seres que, al
menos algunos, creían igualmente humanos. El debate entre Bartolomé de Las Casas
y Juan Ginés de Sepúlveda sobre la naturaleza y destino de los indios, que tuvo lugar
en Valladolid en 1550-1551, fue sólo un momento de este permanente encuentro
entre lo simbólico y lo práctico. De allí, las grandes ambigüedades del primer Las
Casas, quien creía tanto en la colonización como en la humanidad de los indios, y
encontraba imposible conciliarlas. Pero a pesar de Las Casas y otros, el
Renacimiento no resolvió -no pudo- la cuestión de la naturaleza ontológica de los
pueblos conquistados. Como bien sabemos, el mismo Las Casas ofreció una
solución de compromiso pobre y ambigua, de la que se iba a arrepentir más tarde:
libertad para los salvajes (los indios), esclavitud para los bárbaros (los africanos). La
colonización se impuso.
El siglo XVII fue testigo de la creciente intervención de Inglaterra, Francia y
los Países Bajos en las Américas y en la trata de esclavos. El siglo XVIII siguió el
mismo camino, con un toque de perversidad: Mientras más compraban y
conquistaban a otros hombres y mujeres los comerciantes y mercenarios europeos,
más escribían y hablaban sobre el Hombre los filósofos. Visto desde fuera de
Occidente, con su extraordinario incremento de las reflexiones filosóficas y de la
atención concreta a la práctica colonial, el siglo de la Ilustración fue también un
siglo de confusión. No hay una única visión de los negros –en realidad, de ningún
grupo no blanco– ni siquiera dentro de la propia población europea. Más bien, los
grupos no europeos fueron forzados a encajar en diversos esquemas filosóficos,
ideológicos y prácticos. Lo más importante para nuestros propósitos es que todos
estos esquemas reconocían grados de humanidad. Ya fuera que estas gradaciones
clasificaran a los fragmentos de la humanidad sobre bases ontológicas, éticas,
políticas, científicas, culturales o, simplemente, pragmáticas, el hecho es que todas
asumían y reafirmaban que, en última instancia, algunos seres humanos lo eran más
que otros.
Porque de hecho, en el horizonte de Occidente, al final del siglo, el Hombre
(con mayúscula) fue principalmente europeo y masculino. En este único punto
coincidían todos los que importaban. Hombres eran también, en un grado menor, las
mujeres de origen europeo, como las “citoyennes” francesas, o blancos ambiguos
como los judíos europeos. Más abajo estaban los pueblos sujetos a fuertes
estructuras estatales: los chinos, los persas, los egipcios, quienes ejercían una inusual
fascinación sobre algunos europeos, por ser al mismo tiempo más “avanzados” y, sin
embargo, potencialmente más malvados que otros Occidentales. Pensándolo bien,
sólo para una tímida minoría, el Hombre podía ser, también, el occidentalizado, el
colonizado complaciente. El beneficio de la duda no se extendía demasiado: los
seres humanos occidentalizados (o, más propiamente, “occidentalizables"), los
nativos de África y las Américas, estaban en el nivel más bajo de esta
nomenclatura.5
Las connotaciones negativas ligadas a los colores de piel que, de modo
creciente, fueron reagrupados como “negros”, se habían difundido por primera vez
en la Cristiandad durante la Baja Edad Media. Fueron reforzadas por las
extravagantes descripciones de los geógrafos y viajeros medievales. Así, la palabra
“nègre” ingresó a los diccionarios y glosarios franceses con matices negativos cada
vez más precisos, desde sus primeras apariciones en la década de 1670, hasta los
diccionarios universales que preanunciaban la Encyclopedia6. Hacia mediados del
siglo XVIII, “negro” significaba, casi universalmente, malo. Lo que había ocurrido
en el ínterin era la expansión de la esclavitud africana en América.
De hecho, la nomenclatura un tanto abstracta heredada del Renacimiento fue
reproducida, reforzada y también desafiada, por la práctica colonial y la literatura
filosófica. Es decir, la práctica colonial del siglo XVIII puso de manifiesto tanto las
certezas como las ambigüedades del orden ontológico que acompañó el ascenso de
Occidente.
La colonización proporcionó el impulso más potente para transformar el
etnocentrismo europeo en racismo científico. A principios del siglo XVIII, la
justificación ideológica de la esclavitud afroamericana descansaba cada vez más en
formulaciones explícitas del orden ontológico heredado del Renacimiento. Pero al
hacerlo, también transformó la visión del mundo del Renacimiento, trayendo sus
supuestas desigualdades a un plano mucho más cercano a las prácticas que las
confirmaban. Los negros eran inferiores y, por lo tanto, esclavos; los esclavos negros
se comportaban mal y, por lo tanto, eran inferiores. En resumidas cuentas, la práctica
de la esclavitud en las Américas reafirmaba la posición de los negros en el nivel más
bajo de la especie humana.
Con el lugar de los negros ya garantizado en la parte inferior de la
nomenclatura occidental, el racismo antinegro pronto se convirtió en el elemento
central de la ideología de los plantadores del Caribe. Hacia mediados del siglo
XVIII, los argumentos que justificaban la esclavitud en las Antillas y Norteamérica
se trasladaron a Europa, donde se combinaron con la carga racista inherente al
pensamiento racionalista de la época. La literatura en francés es reveladora, aunque
de ninguna manera única. Buffon sostenía fervientemente un punto de vista
monogenista: los negros no eran, en su opinión, una especie diferente. Aún así, eran
lo suficientemente diferentes como para estar destinados a la esclavitud. Voltaire
discrepaba, pero sólo en parte. Los negros pertenecían a una especie diferente,
culturalmente destinada a ser esclavizada. Que el bienestar material de muchos de
estos pensadores estuviera relacionado -a menudo de manera indirecta y otras veces
muy directamente- con la explotación del trabajo esclavo africano, no puede haber
sido irrelevante para sus eruditas opiniones. Para la época de la Revolución
Americana, el racismo científico, cuyo ascenso muchos historiadores atribuyen
erróneamente al siglo XIX, ya era un rasgo del panorama ideológico de la Ilustración
a ambos lados del Atlántico7.
De este modo, la Ilustración exacerbó la ambigüedad fundamental que
dominaba el encuentro entre el discurso ontológico y la práctica colonial. A pesar de
que los filósofos reformularon algunas de las respuestas heredadas del
Renacimiento, la pregunta “¿Qué es el Hombre?” siguió tropezando con las prácticas
de dominación y de acumulación mercantil. La brecha entre la abstracción y la
práctica creció o, mejor dicho, el manejo de las contradicciones entre ambas se
volvió mucho más sofisticado, en parte porque la filosofía proveía tantas respuestas
como la misma práctica colonial. La Ilustración fue una era en la cual los traficantes
de esclavos de Nantes compraban títulos nobiliarios para codearse con los filósofos,
una era en la cual un luchador por la libertad como Thomas Jefferson podía poseer
esclavos sin sucumbir bajo el peso de sus contradicciones intelectuales y morales.
También en nombre de la libertad y la democracia, en julio de 1789, sólo
unos días antes de la toma de la Bastilla, unos pocos plantadores de Saint-Domingue
se reunieron en París para solicitar a la recientemente constituida Asamblea
Nacional que aceptara a veinte representantes del Caribe. Los plantadores habían
calculado este número a partir de la población de las islas, utilizando toscamente las
matemáticas usadas en Francia para calcular la cantidad de representantes
metropolitanos en la Asamblea. Pero sin ninguna ingenuidad, habían contado a los
esclavos negros y a la gens de couleur como parte de la población de las islas,
mientras que, desde luego, no reclamaban ningún derecho de sufragio para estos no-
blancos. El Honoré Gabriel Riquetti, Conde de Mirabeau, tomó la palabra para
denunciar las sesgadas matemáticas de los plantadores. Mirabeau dijo a la
Asamblea:
¿Las colonias van a situar a sus negros y gens de couleur en la
clase de los hombres o en la de las bestias de carga?
Si los colonos quieren que los negros y las gens de couleur
cuenten como hombres, déjenlos emanciparse primero; que todos puedan
ser electores, que todos puedan ser elegidos. Si no, les rogamos que
observen que para calcular el número de diputados respecto de la
población de Francia, no hemos tomado en cuenta ni el número de
nuestros caballos, ni el de nuestras mulas.8
Mirabeau quería que la Asamblea Nacional conciliara los principios
filosóficos explícitos en la Declaración de los Derechos del Hombre con su postura
política sobre las colonias. Pero la declaración hablaba de los “Derechos del Hombre
y del Ciudadano”, un título que denota, como nos recuerda Tzvetan Todorov, el
germen de una contradicción.9 En este caso, el ciudadano triunfó sobre el hombre –
al menos sobre el hombre no-blanco. La Asamblea Nacional concedió sólo seis
diputados a las colonias azucareras del Caribe, unos pocos más de los que les
correspondían si sólo los blancos hubieran sido contados, pero mucho menos que si
la Asamblea hubiera reconocido plenos derechos políticos a los negros y las gens de
couleur. En las matemáticas de la realpolitik, el medio millón de esclavos de Saint-
Domingue/Haití y los pocos cientos de miles de las otras colonias valían,
aparentemente, tres diputados –que además eran blancos.
La facilidad con que la Asamblea eludió sus propias contradicciones, un eco
de los mecanismos por los cuales los esclavos negros llegaron a representar tres
quintas partes de una persona en los Estados Unidos, permeó las prácticas de la
Ilustración. Jacques Thibau duda de que los contemporáneos encontraran una
dicotomía entre la Francia de los esclavistas y la de los filósofos. “¿No era la Francia
Occidental y marítima una parte integral de la Francia de la Ilustración?10 Louis
Sala-Molins sugiere además que se debe distinguir entre la defensa de la esclavitud y
el racismo de la época: uno podía oponerse a la primera (por razones prácticas) y no
a la otra (por razones filosóficas). Voltaire, notablemente, era racista, pero a menudo
se oponía a la esclavitud en términos prácticos más que morales. Lo mismo hizo
David Hume, no porque creyera en la igualdad de los negros, sino porque, como
Adam Smith, consideraba demasiado costosa la empresa. De hecho, tanto en Francia
como en Inglaterra, la mayoría de las veces los argumentos a favor o en contra de la
esclavitud en el terreno de la política fueron expresados en términos pragmáticos, no
obstante el masivo llamamiento del abolicionismo británico y sus connotaciones
religiosas.
Sin embargo, la Ilustración produjo un cambio de perspectiva. La idea de
progreso, ahora confirmada, sugería que los hombres eran perfectibles. Por lo tanto,
los subhumanos podían ser perfectibles también, al menos en teoría. Más importante
aún, el comercio de esclavos seguía su curso y los aspectos económicos de la
esclavitud serían cada vez más cuestionados a medida que el siglo se acercaba a su
fin. La perfectibilidad se convirtió en un argumento del debate práctico: el otro
occidentalizado lucía cada vez más rentable para Occidente, sobre todo si podía
convertirse en un trabajador libre. Una memoria francesa de 1790 resumía la
cuestión: “Tal vez no es imposible civilizar al negro, traerlo hacia los principios y
hacer de él un hombre: habría más que ganar que comprándolo y vendiéndolo”
Finalmente, no deberíamos subestimar la enérgica postura anticolonialista de un
pequeño y elitista, pero ruidoso, grupo de filósofos y políticos.11
Las reservas expresadas en la metrópolis tuvieron poco impacto al interior del
Caribe o en África. De hecho, la trata de esclavos creció en los años 1789-1791,
mientras los políticos y filósofos franceses debatían con más vehemencia que nunca
sobre los derechos de la humanidad. Además, eran pocos los políticos o filósofos
que atacaban el racismo, el colonialismo y la esclavitud de un solo golpe y con igual
vehemencia. Tanto en Francia como en Inglaterra, el colonialismo, la retórica
proesclavista y el racismo se entremezclaban y reforzaban mutuamente sin nunca
confundirse del todo. Lo mismo sucedía con sus opuestos, lo cual dejaba mucho
espacio para múltiples posiciones.12
A pesar de esta multiplicidad, no había ninguna duda sobre la superioridad
occidental, sino sólo sobre su uso y efecto adecuado. Tal vez la crítica más radical al
colonialismo en la Francia de la Ilustración haya sido L’Histoire des deux Indes,
firmada por el Abbé Raynal y con el filósofo y enciclopedista Denis Diderot como
colaborador en las sombras –y, para algunos, principal responsable- en los pasajes
anti-colonialistas.13 Sin embargo, el libro nunca cuestionó por completo los
principios ontológicos detrás de la empresa colonialista, a saber, que las diferencias
entre las formas de la humanidad no eran sólo de grado sino de clase, no históricas,
sino primordiales. La polifonía del libro limitó aún más su impacto antiesclavista.14
Como señala correctamente Bonnet, L’Histoire es un libro que venera a la vez la
visión inmóvil del buen salvaje y los beneficios de la industria y la actividad
humana.15
Detrás del radicalismo de Diderot y Raynal había, en última instancia, un
proyecto de gestión colonial, que incluía de hecho la abolición de la esclavitud, pero
sólo en el largo plazo y como parte de un proceso que apuntaba a un mejor control
de las colonias.16 El acceso al status humano no llevaba ipso facto a la
autodeterminación. En síntesis, aquí también, como en Condorcet, como en
Mirabeau, como en Jefferson, a fin de cuentas, hay grados de humanidad.
El vocabulario de la época revela esa gradación. Cuando se hablaba del
producto biológico de las relaciones sexuales entre negros y blancos, se hablaba del
“hombre de color”, como si los dos términos no fueran necesariamente juntos: la
humanidad sin marcas es blanca. El capitán de un barco de esclavos enfatizaba
abiertamente esta oposición implícita entre los “Hombres” blancos y el resto de la
especie humana. Luego de que los defensores franceses de los hombres de color
libres crearan en París la Société des Amis des Noirs, el capitán pro esclavista se
autodenominó orgullosamente “l’Ami des Hommes”. Los Amigos de los Negros no
eran necesariamente Amigos del Hombre.17 La oposición terminológica Hombre
versus Nativo (u Hombre versus Negro) tiñó la literatura europea sobre las Américas
desde 1492 hasta la Revolución Haitiana y más allá. Ni siquiera el dúo radical
Diderot-Raynal escapó a ella. Relatando una de las primeras exploraciones
españolas, escribían: “¿No era este puñado de hombres, rodeado por una
innumerable multitud de nativos,... presa de la alarma y el terror, con o sin
fundamentos?18
No tiene sentido castigar a escritores muertos hace mucho tiempo por usar las
palabras de su época o por no compartir los puntos de vista ideológicos que hoy
damos por sentados. Para evitar que acusaciones de corrección política trivialicen la
cuestión, permítaseme recalcar que no estoy sugiriendo que los hombres y mujeres
del siglo XVIII deberían haber pensado en la fundamental igualdad de la especie
humana, de la misma manera en que algunos de nosotros lo hacemos hoy. Por el
contrario, estoy sosteniendo que ellos no podían haberlo hecho. Pero también estoy
extrayendo una lección de la comprensión de esta imposibilidad histórica. La
Revolución Haitiana desafió los supuestos ontológicos y políticos de los autores más
radicales de la Ilustración. Los acontecimientos que conmocionaron a Saint-
Domingue de 1791 a 1804 constituyeron una secuencia para la cual ni siquiera la
extrema izquierda de Francia o Inglaterra tenía un marco de referencia conceptual.
Eran hechos “impensables” en el marco del pensamiento occidental.
Pierre Bourdieu define lo impensable como aquello para lo cual no poseemos
los instrumentos de conceptualización adecuados. Según el autor: “En lo impensable
de una época, se encuentra todo aquello que no se puede pensar por falta de
inclinaciones éticas o políticas que predispongan a tomarlo en cuenta o en
consideración, pero también aquello que no se puede pensar por falta de
instrumentos de pensamiento tales como problemáticas, conceptos, métodos,
técnicas.”19 Lo impensable es aquello que no se puede concebir dentro de la gama de
alternativas posibles, aquello que tergiversa todas las respuestas porque desafía los
términos bajo los cuales fueron formuladas las preguntas. En ese sentido, la
Revolución Haitiana fue impensable en su tiempo: desafiaba la estructura misma
dentro de la cual partidarios y oponentes habían analizado la raza, el colonialismo y
la esclavitud en las Américas.
Preludio a las Noticias: El Fracaso de las Categorías
Entre los primeros envíos de esclavos de principios del siglo XVI y la
insurrección del norte de Saint-Domingue en 1791, la mayoría de los observadores
occidentales había considerado las manifestaciones de resistencia y desafío de los
esclavos con la ambivalencia característica de su visión general de la colonización y
la esclavitud. Por un lado, la resistencia y el desafío no existían, ya que reconocerlos
era reconocer la humanidad de los esclavizados.20 Por otro lado, dado que la
resistencia ocurría, era castigada muy severamente, dentro o fuera de las
plantaciones. De este modo, junto a un discurso que afirmaba la conformidad de los
esclavos, se montó una plétora de leyes, consejos y medidas, tanto legales como
ilegales, para frenar la resistencia que se negaba en teoría.
Estas dos actitudes a menudo se mezclaban en las publicaciones, los diarios y
la correspondencia de los plantadores. Como su contacto con la realidad no les
permitía negar rotundamente la resistencia, los plantadores y administradores
intentaron dotarse de algunas certezas que les dieran tranquilidad, trivializando sus
manifestaciones. La resistencia no existía como un fenómeno global. Por el
contrario, cada caso de desafío inequívoco, cada posible instancia de resistencia,
eran tratados en forma aislada, y despojados de su contenido político. El esclavo A
huyó porque era particularmente maltratado por su amo. El esclavo B desapareció
porque no era alimentado apropiadamente. La esclava X se suicidó en un arrebato
mortal. La esclava Y envenenó a su ama porque estaba celosa. El fugitivo emerge de
esta literatura –que aún tiene sus discípulos- como un animal motivado por pulsiones
biológicas o, en el mejor de los casos, como un caso patológico. El esclavo rebelde
es un negro inadaptado, un adolescente amotinado (que come tierra hasta morir), una
madre infanticida, un desviado. En la medida en que se les reconoce pecados propios
de la humanidad, se lo hace sólo como evidencia de una patología.
Visto retrospectivamente, este argumento no es muy convincente para alguien
que conoce del infinito espectro de reacciones humanas a las diferentes formas de
dominación. En el mejor de los casos, es una anémica caricatura del individualismo
metodológico. Aunque cada una de las explicaciones fuera cierta, la suma de todas
ellas diría poco de las causas y efectos de la repetición de tales casos.
De hecho, este argumento ni siquiera convencía a los propios plantadores.
Ellos se aferraban a él porque era el único esquema que les permitía no encarar la
cuestión como un fenómeno masivo. Esta última interpretación era inconcebible, ya
que la tendencia a proclamar su propia normalidad es inherente a cualquier sistema
de dominación. Reconocer la resistencia como un fenómeno masivo es reconocer la
posibilidad de que algo está mal en el sistema. Los plantadores del Caribe, al igual
que sus homólogos en Brasil y los Estados Unidos, rechazaban sistemáticamente esa
concesión ideológica, y sus argumentos en defensa de la esclavitud fueron centrales
para el desarrollo del racismo científico.
Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, la sucesión de revueltas en las
plantaciones y, especialmente, la consolidación de grandes colonias de fugitivos en
Jamaica y en las Guayanas, con quienes los gobiernos coloniales tenían que
negociar, socavaban gradualmente la imagen de sumisión y el argumento
complementario de la inadaptación patológica. Por mucho que algunos observadores
quisieran ver en estas huidas masivas un signo de la fuerza que la naturaleza ejercía
sobre el animal-esclavo, la posibilidad de la resistencia de masas penetró en el
discurso occidental.
Esta penetración, sin embargo, fue limitada. Cuando Louis-Sébastien Mercier
anunció la llegada de un vengador del Nuevo Mundo en 1771, lo hizo en una novela
de predicción, en una utopía.21 El objetivo era advertir a los europeos de las
fatalidades que les esperaban si no cambiaban sus modos. De manera similar,
cuando el dúo Raynal-Diderot hablaba de un Espartaco negro, no estaba prediciendo
claramente a un personaje al estilo de Louverture, como algunos querrían ver en
retrospectiva.22 En las páginas de la Histoire des deux Indes en que aparece ese
pasaje, la amenaza de un Espartaco negro es expresada como una advertencia. No se
refiere a Saint-Domingue, sino a Jamaica y a Guyana, donde “hay establecidas dos
colonias de negros fugitivos... Estos relámpagos anuncian el trueno, y a los negros
sólo les falta un jefe lo suficientemente valeroso como para guiarlos hacia la
venganza y la masacre. ¿Dónde está él, este gran hombre a quien la naturaleza le
debe quizás el honor de la especie humana? ¿Dónde está este nuevo Espartaco? ...”23
En esta versión del famoso fragmento, modificado en sucesivas ediciones de
la Histoire, la postura más radical es la referencia inequívoca a una única especie
humana. Pero al igual que en Las Casas, en Buffon o en la izquierda de la Asamblea
Nacional, las conclusiones prácticas de lo que parece una filosofía revolucionaria
son ambiguas. La evocación de una rebelión de esclavos, tanto en Diderot-Raynal
como en las otras pocas ocasiones en que aparece por escrito, funcionaba
principalmente como un dispositivo retórico. La posibilidad concreta de que una
rebelión tal prosperara hacia una revolución y un estado negro moderno seguía
siendo parte de lo impensable.
En efecto, el llamamiento político –si lo hubo- es confuso. Por empezar, los
interlocutores de Diderot no son las masas esclavizadas, ni siquiera el Espartaco que
podría o no surgir en un futuro incierto. Diderot es aquí la voz del Occidente
ilustrado, advirtiendo al Occidente colonialista.24
Segundo, y más importante, “la esclavitud” era en aquel tiempo una metáfora
fácil, accesible a un gran público que sabía que esa palabra representaba diversos
males, excepto, quizás, la esclavitud misma. La esclavitud, en el lenguaje de los
filósofos, podía significar todo lo negativo del dominio europeo, tanto en Europa
como en otras partes. Por ejemplo, el mismo Diderot aplaudía a los revolucionarios
de los Estados Unidos por haber “quemado sus cadenas”, por haber “rechazado la
esclavitud”. No importaba que algunos de ellos poseyeran esclavos. La Marseillaise
también era un grito contra la “esclavitud”.25 Los mulatos del Caribe, dueños de
esclavos, le decían a la Asamblea Nacional que su status como hombres libres de
segunda clase era equivalente a la esclavitud26. Este uso metafórico permeaba el
discurso de diversas disciplinas nacientes, desde la filosofía a la economía política,
hasta Marx y más allá. Las referencias a la resistencia esclava deben, por lo tanto,
observarse a la luz de estos clichés retóricos. Si hoy podemos leer las sucesivas
"Declaraciones de los Derechos del Hombre" o el Bill of Rights de los Estados
Unidos, como si incluyeran naturalmente a todos los seres humanos, está lejos de ser
cierto que esta lectura revisionista fuera la interpretación preferida por los
"hombres" de 1789 y 1791.27
Tercero, tanto aquí como en los pocos textos que hablan claramente del
derecho a la insurrección, la posibilidad de una rebelión exitosa de los esclavos u
otros pueblos colonizados se encuentra en un futuro muy distante, es todavía un
fantasma de lo que podría pasar si el sistema permaneciera inalterado.28 Esto
implica, por supuesto, que las mejoras dentro del sistema o desde el sistema, podían
evitar la masacre -sin duda, un resultado no deseado por los filósofos.
Cuarto y último, esta fue una era de cambio y contradicciones. Pocos
pensadores sostenían una política acorde a su filosofía. La acción radical sobre la
cuestión de la esclavitud provino a menudo de rincones insospechados,
particularmente de Inglaterra o los Estados Unidos.29 Luego de analizar las
contradicciones de la Histoire, Michèle Duchet concluye que el libro es
políticamente reformista y filosóficamente revolucionario. Pero incluso la
revolución filosófica no es tan nítida como aparece en principio, y Duchet admite en
otro momento que, para Raynal, civilizar es colonizar.30
Las contradicciones abundaban al interior de la filosofía, de la política y entre
ambas, incluso en la izquierda radical. Se ven claramente en las tácticas del grupo de
presión en favor de los mulatos, la Société des Amis des Noirs. El punto de partida
filosófico de la Société era, desde luego, la plena igualdad de la humanidad: algunos
de sus miembros fundadores participaron en la redacción de la Declaración de los
Derechos del Hombre. Pero también aquí había grados de humanidad. La única
campaña importante de los autoproclamados Amigos de los Negros fue su esfuerzo
para garantizar los derechos civiles y políticos de los propietarios mulatos libres.
Este énfasis no era simplemente una maniobra táctica. Muchos miembros de la
izquierda de la Asamblea fueron mucho más allá de lo necesario para enfatizar que
no valía la pena defender a todos los negros por igual. El 11 de diciembre de 1791,
Grégoire, por ejemplo, denunció el peligro de sugerir derechos políticos para los
esclavos negros. “Dar derechos políticos a hombres que no conocen sus deberes,
sería tal vez como poner una espada en las manos de un loco”31
Las contradicciones no fueron menos evidentes en otros casos. Bajo un
seudónimo que evocaba tanto el judaísmo como la negritud, Condorcet mostraba
todos los males de la esclavitud, pero luego llamaba a una abolición gradual.32 El
abolicionista Diderot saludaba a la Revolución Norteamericana, que había
conservado la esclavitud. Jean Pierre Brissot pedía a su amigo Jefferson, cuya
postura sobre la esclavitud no era cuestionada en Francia, que se uniera a los Amis
des Noirs!33 Aparte de Marat y –en mucho menor medida- Robespierre, pocos de los
revolucionarios franceses más destacados reconocían el derecho de los franceses
blancos de sublevarse contra el colonialismo, el mismo derecho cuya aplicación
admiraban en la Norteamérica británica.
En resumen, a pesar de los debates filosóficos y del ascenso del
abolicionismo, la Revolución Haitiana era impensable en Occidente, no sólo porque
desafiaba a la esclavitud y al racismo, sino también por la forma en que lo hizo.
Cuando la insurrección estalló por primera vez en el norte de Saint-Domingue,
varios escritores radicales en Europa y muy pocos en las Américas habían estado
dispuestos a reconocer, con variadas reservas –tanto prácticas como filosóficas-, la
humanidad de los esclavizados. Casi ninguno infirió de este reconocimiento la
necesidad de abolir inmediatamente la esclavitud. De modo similar, un puñado de
escritores había evocado intermitentemente y, muy a menudo, metafóricamente, la
posibilidad de una resistencia de masas entre los esclavos. Casi ninguno había
admitido realmente que los esclavos podrían –dejemos de lado si deberían-
revelarse34. Louis Sala-Molins afirma que la esclavitud era la prueba de fuego para
la Ilustración. Podemos dar un paso más y decir que la Revolución Haitiana fue la
prueba de fuego para las pretensiones universalistas tanto de la revolución francesa
como de la norteamericana. Y ambas fracasaron. En 1791, no hay ningún debate
público registrado en Francia, en Inglaterra o en los Estados Unidos, sobre el
derecho de los esclavos negros a la autodeterminación, ni sobre el derecho de
alcanzarla por medio de la resistencia armada.
La revolución no sólo fue impensable y, por tanto, inesperada en Occidente,
fue también -en gran medida- no dicha entre los propios esclavos. Con esto quiero
decir que la Revolución no fue precedida, ni siquiera acompañada, por un discurso
intelectual explícito.35 Una razón es que la mayoría de los esclavos eran analfabetos
y la palabra impresa no era un medio de propaganda realista en el contexto de una
colonia de esclavos. Pero otra razón es que las reivindicaciones de la revolución eran
demasiado radicales para ser formuladas antes de los hechos. Sólo la práctica
triunfante podía afirmarlas a posteriori. En ese sentido, la revolución estaba en los
límites de lo pensable, incluso en Saint-Domingue, incluso entre los esclavos, e
incluso entre sus propios líderes.
Es necesario recordar que los principios centrales de la filosofía política que
se volvieron explícitos en Saint-Domingue/Haití entre 1791 y 1804 no fueron
aceptados por la opinión pública mundial hasta después de la Segunda Guerra
Mundial. Cuando estalló la Revolución Haitiana, sólo el cinco por ciento de una
población mundial estimada en 800 millones, habría sido considerada “libre” según
los estándares modernos. La campaña británica en favor de la abolición de la trata
de esclavos estaba en su infancia; la abolición de la esclavitud estaba todavía más
lejos. Los alegatos acerca de la unicidad fundamental de la especie humana, sobre la
irrelevancia ética de las categorías raciales o la situación geográfica para lo que
respecta a la forma de gobierno y, por cierto, sobre el derecho de todos los pueblos a
la autodeterminación, iban en contra del sentido común en el mundo atlántico y más
allá. En Saint-Domingue, sólo se pudieron manifestar a través de la práctica.
Necesariamente, la Revolución Haitiana tuvo que pensarse a sí misma, política y
filosóficamente, a medida que ocurría. Su proyecto, cada vez más radicalizado a lo
largo de trece años de combates, se reveló en sucesivas conmociones. A lo largo de
cada una de sus imprevistas fases, el discurso quedó siempre a la zaga de la práctica.
La Revolución Haitiana se expresó principalmente a través de sus acciones, y
a través de su práctica política desafió a la filosofía y al colonialismo de Occidente.
Aunque produjo unos pocos textos cuyo significado filosófico es explícito -desde la
declaración de Camp Turel de Louverture al Acta de la Independencia de Haití y la
Constitución de 1805-, su novedad intelectual e ideológica aparecía más claramente
con todos y cada uno de los umbrales políticos que cruzaba: de la insurrección de
masas (1791) al derrumbamiento del aparato colonial (1793), de la libertad general
(1794) a la conquista del aparato estatal (1797-98), del control de ese estado por
Louverture (1801) a la proclamación de la independencia haitiana con Dessalines
(1804). Cada uno de estos pasos –que condujeron a y culminaron con la emergencia
de un moderno "estado negro", todavía impensable en gran medida hasta el siglo
XX- profundizaba el desafío al orden ontológico de Occidente y al orden global del
colonialismo.
Esto también significaba que los revolucionarios haitianos no estaban tan
condicionados por límites ideológicos previamente establecidos por intelectuales
profesionales de la colonia o de otras partes; que podían abrir nuevos caminos –y, de
hecho, lo hicieron reiteradamente. Pero significaba además que el debate filosófico y
político en Occidente, cuando se daba, sólo podía ser reactivo. Lidiaba con lo
imposible sólo después de que lo imposible era ya un hecho; y aún entonces, los
hechos no eran siempre aceptados como tales.
Lidiando con lo impensable: Los fracasos de la narración.
Cuando las noticias del masivo levantamiento de agosto de 1791 golpearon a
Francia por primera vez, la reacción más común entre las partes interesadas fue la
incredulidad: los hechos eran demasiado inverosímiles; las noticias tenían que ser
falsas. Sólo los más ruidosos representantes del partido de los plantadores las
tomaron en serio, en parte porque fueron los primeros en ser informados a través de
sus contactos británicos, y en parte porque eran quienes más tenían que perder si de
hecho la noticia era confirmada. Otros, incluidos los plantadores de color que
estaban en ese momento en Francia y la mayoría del ala izquierda de la Asamblea
Nacional, simplemente no podían conciliar su percepción de los negros con la idea
de una rebelión negra a gran escala.36 En un apasionado discurso dirigido a la
Asamblea Nacional el 30 de octubre de 1791, el delegado Jean-Pierre Brissot,
miembro fundador de los Amis des Noirs y anticolonialista moderado, resumió las
razones por las cuales las noticias tenían que ser falsas: a) cualquiera que conociera a
los negros tenía que darse cuenta de que era sencillamente imposible que cincuenta
mil de ellos se reunieran tan rápido y actuaran de común acuerdo; b) los esclavos no
podían concebir la rebelión por sí mismos, y los mulatos y blancos no eran tan
insensatos como para incitarlos a la violencia a gran escala; c) aún si los esclavos se
hubieran rebelado en cantidades tan enormes, las tropas francesas, que eran
superiores, los habrían derrotado. Brissot continuó:
¿Qué son 50.000 hombres mal armados, indisciplinados y
habituados a temer cuando se enfrentan con 1.800 franceses
acostumbrados a la ser temidos? ¡Qué! ¿En 1751, Dupleix y unos pocos
cientos de franceses pudieron romper el sitio de Pondichéri y vencer a un
ejército bien equipado de 100.000 indios, y M. de Blanchelande, con
tropas francesas y cañones, debería temer a una tropa muy inferior de
negros apenas armados?37
Con semejantes afirmaciones de un “Amigo”, la revolución no necesitaba
enemigos. Sin embargo, esa era la opinión mayoritaria en la Asamblea, desde la
izquierda hasta la centro-derecha, hasta que la noticia se confirmó fuera de toda
duda. Esta confirmación no modificó los puntos de vista dominantes. Cuando las
noticias detalladas llegaron a Francia, muchos observadores estaban atemorizados no
por la revuelta en sí, sino por el hecho de que los colonos habían apelado a los
ingleses.38 Un serio peligro a largo plazo de parte de los negros era todavía
impensable. Sin embargo, lentamente, la envergadura de la sublevación fue
asimilada. Pero incluso entonces, como sucedió previamente en Jamaica, Cuba y los
Estados Unidos, también en Francia y en Saint-Domingue los plantadores,
administradores, políticos o ideólogos encontraron explicaciones que hicieron
encajar a la rebelión dentro de su visión del mundo, insertando los hechos en el
orden apropiado del discurso. Dado que los negros no podían haber generado una
empresa de tal magnitud, la insurrección se convirtió en una repercusión
desafortunada de los errores de cálculo de los plantadores. No aspiraba a un cambio
revolucionario, dadas sus influencias monárquicas. No era apoyada por la mayoría
de la población esclava. Se debía a agitadores foráneos. Era la consecuencia
inesperada de varias conspiraciones que contaban con la connivencia de no esclavos.
Cada parte eligió a su enemigo preferido como el conspirador más probable detrás
del levantamiento esclavo. Conspiradores monárquicos, británicos, mulatos o
republicanos fueron vistos o escuchados en todas partes por testigos dudosos e
interesados. Los colonialistas conservadores y los republicanos antiesclavistas se
acusaban mutuamente de ser los cerebros detrás de la revuelta. Estas conclusiones
provenían de escritos que, posiblemente, no habrían podido alcanzar ni conmover a
los esclavos de Saint-Domingue, aún si hubieran sabido leer. En un discurso
revelador, el diputado Blangilly instó a sus colegas a considerar la posibilidad de
que la rebelión se debiera, al menos en parte, al natural deseo de libertad de los
esclavos –una posibilidad que la mayoría rechazó entonces y con posterioridad.
Blangilly procedió entonces a proponer la que era, en su opinión, la conclusión más
lógica: una ley para el mejoramiento de las condiciones de esclavitud.39 Aunque
legítimo, el deseo natural de libertad de los esclavos no podía satisfacerse sin
amenazar los intereses franceses.
Al menos por trece años, la opinión pública occidental continuó con este
juego de escondidas respecto de las noticias que llegaban de Saint-Domingue. Con
cada nuevo umbral traspasado, el discurso acomodaba algunos de los datos
irrefutables, cuestionaba otros y proporcionaba explicaciones tranquilizadoras para
conformar un nuevo paquete. Para la primavera de 1792, por ejemplo, ni el más
distante observador podía ya negar el alcance de la rebelión, el extraordinario
número de esclavos y de plantaciones involucrados, la magnitud de las pérdidas
materiales de los colonos. Pero entonces, muchos, incluso en Saint-Domingue,
sostenían que el desastre era transitorio, que todo retornaría al orden. Así, un testigo
presencial comentaba: “Si los blancos y los mulatos libres supieran lo que es bueno
para ellos y permanecieran fuertemente unidos, es muy posible que las cosas
vuelvan a la normalidad, considerando el ascendiente que el blanco ha tenido
siempre sobre los negros”.40 Nótese la duda (el testigo está tentado de creerle a sus
ojos); pero nótese también que la nomenclatura no ha cambiado. La visión del
mundo se impone sobre los hechos: la hegemonía blanca es natural y se da por
supuesta; cualquier alternativa permanece aún en la esfera de lo impensable. Pero
este pasaje fue escrito en Diciembre de 1792. En ese momento, tras el caos político y
las muchas batallas entre diversas facciones armadas, Toussaint Louverture y sus
seguidores más cercanos estaban forjando la vanguardia que empujaría a la
revolución hasta el punto de no retorno. En efecto, seis meses más tarde, el
comisario civil Léger Félicité Sonthonax fue forzado a declarar libres a todos los
esclavos dispuestos a luchar bajo la bandera republicana francesa. Unas pocas
semanas después de la proclama de Sonthonax, en agosto de 1793, Toussaint
Louverture subió la apuesta con su proclama de Camp Turel: libertad inmediata e
incondicional, e igualdad para todos.
Para entonces, las viejas teorías conspirativas deberían haberse vuelto
irrelevantes. Claramente, el partido de Louverture no estaba dispuesto a aceptar
órdenes de colonos, jacobinos franceses o agentes de potencias extranjeras. Lo que
estaba ocurriendo en Saint-Domingue era, según todas las definiciones, la más
importante rebelión de esclavos jamás vista y había desarrollado su propia dinámica.
Sorpresivamente, las teorías conspirativas sobrevivieron lo suficiente como para
justificar los juicios de unos pocos franceses acusados de haber fomentado o
ayudado a la rebelión, desde Blanchelande, el viejo Gobernador monárquico de
1791, hasta el Gobernador republicano Lavaux y Félicité Sonthonax, el jacobino.41
A medida que crecía el poder de Louverture, todos los otros partidos luchaban
para convencerse a sí mismos y a sus pares de que los logros de la dirigencia negra
beneficiarían, en última instancia, a alguien más. La nueva elite negra tenía que ser,
voluntariamente o no, el peón de una "importante" potencia internacional. De otro
modo, la colonia se desmoronaría y un legítimo estado internacional recogería los
pedazos. Las teorías que sólo preveían el caos bajo el liderazgo negro, continuaron
aún después de que Louverture y sus lugartenientes afianzaron totalmente el aparato
militar, político y civil de la colonia. Si algunos gobiernos extranjeros –
notablemente, los Estados Unidos- estaban dispuestos a mantener una colaboración
moderada con el régimen de Louverture, era en parte porque “sabían” que un estado
independiente encabezado por ex esclavos era un imposible. Puede que Toussaint
mismo no haya creído en la posibilidad de la independencia mientras, en la práctica,
estaba gobernando Saint-Domingue como si fuera independiente.
Tanto en Saint-Domingue, como en Norteamérica y Europa, la opinión corría
constantemente detrás de los hechos. Las predicciones, cuando se hacían, se
revelaban inútiles. Una vez que se puso en marcha la expedición francesa de
reconquista en 1802, los expertos se convencieron fácilmente de que Francia ganaría
la guerra. En Inglaterra, el Cobbet Political Register dudaba de que Toussaint
opusiera siquiera resistencia. Era probable que huyera del país.42 El mismo Leclerc,
comandante de las fuerzas francesas, predijo a principios de febrero que la guerra
acabaría en dos semanas. Se equivocó por dos años. Sin embargo, los plantadores de
Saint-Domingue parecían compartir su optimismo. Leclerc reportó al Ministerio de
Marina que los residentes franceses ya estaban saboreando la victoria. Los
periódicos de Europa, Norteamérica y América Latina traducían y hacían
comentarios sobre estos partes: la restauración estaba cerca.
Hacia mediados de 1802, la debacle del ejército de Louverture parecía
confirmar esa profecía. El rechazo de la tregua por una minoría significativa de los
rebeldes armados -entre quienes estaba Sans Souci- y la reanudación a gran escala
de las operaciones militares, cuando la guerra dentro de la guerra obligó al alto
mando colonial a unirse a la revolución en el otoño de 1802, no modificaron
demasiado las visiones dominantes. A pesar de la alianza entre las fuerzas de
Dessalines, Pétion y Christoph y de las reiteradas victorias del nuevo ejército
revolucionario, pocos fuera de Saint-Domingue podían prever el resultado de esta
rebelión negra. Aún en el otoño de 1803, una victoria completa de los antiguos
esclavos y la creación de un estado independiente era todavía impensable en Europa
y Norteamérica. Sólo mucho después de la declaración de independencia de 1804, el
hecho consumado sería aceptado de mala gana.
De mala gana, por cierto. El reconocimiento internacional de la
independencia haitiana fue todavía más difícil de conseguir que la victoria militar
sobre las fuerzas de Napoleón. Llevó más tiempo y más recursos, más de medio
siglo de luchas diplomáticas. Francia impuso una pesada indemnización al estado
haitiano a cambio de reconocer formalmente su propia derrota. Los Estados Unidos
y el Vaticano, notablemente, reconocieron la independencia de Haití recién en la
segunda mitad del siglo XIX.
El rechazo diplomático fue sólo un síntoma de una negación subyacente. Los
propios hechos de la revolución eran incompatibles con principios fundamentales de
las ideologías dominantes en Occidente, y siguieron siéndolo al menos hasta el
primer cuarto del siglo XX. Entre la independencia haitiana y la Primera Guerra
Mundial, a pesar de las sucesivas aboliciones de la esclavitud, las escalas con que la
mayoría de los europeos y americanos clasificaban a la humanidad, sufrieron pocos
cambios. De hecho, algunas opiniones empeoraron.43 El siglo XIX fue, en muchos
sentidos, un siglo de retroceso respecto de algunos de los debates de la Ilustración.
El racismo científico, un tópico en crecimiento aunque muy discutido del
pensamiento ilustrado, consiguió una audiencia mucho más amplia, legitimando aún
más la nomenclatura ontológica heredada del Renacimiento. El reparto de Asia y,
sobre todo, de África, reforzó tanto la práctica como la ideología colonial. Así, en la
mayoría de los países, salvo Haití, más de un siglo después de que ocurriera, la
revolución era todavía, en gran parte, una historia impensable.
Supresión y trivialización: Los Silencios en la Historia Mundial
Hasta el momento he desarrollado dos puntos centrales. Primero, antes de que
ocurriera, la cadena de eventos que constituye la Revolución Haitiana era
impensable. Segundo, a medida que ésta se desarrollaba, muchos participantes y
observadores acomodaban sistemáticamente los acontecimientos para que encajaran
en su universo de posibilidades. Es decir, se los hacía entrar en narrativas que
tuvieran sentido para la mayoría de los observadores y lectores occidentales. Ahora
demostraré cómo la revolución, pensada imposible por sus contemporáneos, ha sido
silenciada también por los historiadores. Lo asombroso de esta historia es hasta qué
punto los historiadores han tratado los acontecimientos en Saint-Domingue de forma
muy similar a las reacciones de sus contemporáneos occidentales. Es decir, las
narrativas que construyeron los historiadores en torno a estos hechos son
notablemente similares a las producidas por los individuos que pensaban que tal
revolución era imposible.
El tratamiento de la Revolución Haitiana en la historia escrita fuera de Haití
revela dos familias de tropos que son idénticos, en términos formales (retóricos), a
figuras del discurso de fines del siglo XVIII. El primer tipo de tropos son fórmulas
que tienden a borrar directamente el hecho de una revolución. Yo les llamo, para
abreviar, fórmulas de supresión. La segunda clase tiende a vaciar de su contenido
revolucionario a ciertos eventos, de forma tal que toda la cadena de hechos, roída
desde todos lados, se trivializa. Es lo que llamo fórmulas de banalización. La
primera forma caracteriza principalmente a los generalistas y los divulgadores –
autores de libros de texto, por ejemplo. La segunda es la fórmula preferida de los
especialistas. El primer tipo nos recuerda el silencio general sobre la resistencia en la
Europa y la Norteamérica del siglo XVIII. El segundo nos recuerda las explicaciones
de los especialistas de la época, los capataces y administradores de Saint-Domingue
o los políticos de París. Ambas son fórmulas de silencio.
La literatura sobre la esclavitud en las Américas y sobre el Holocausto sugiere
que puede haber similitudes estructurales en los silenciamientos generales o, como
mínimo, que la supresión y la banalización no son exclusivas de la Revolución
Haitiana. En el plano general, algunas narrativas anulan lo que sucedió a través de la
supresión directa de los hechos o de su relevancia. “Eso” no sucedió realmente; no
era tan malo, o tan importante. Los desafíos frontales al hecho del Holocausto o a la
relevancia de la esclavitud afroamericana pertenecen a este tipo: Los alemanes no
construyeron realmente cámaras de gas; la esclavitud no sólo le sucedió a los negros.
En un plano aparentemente diferente, otras narrativas endulzan el horror o banalizan
la singularidad de una situación concentrándose en los detalles: cada tren a
Auschwitz puede ser explicado en sus propios términos; algunos esclavos de los
Estados Unidos estaban mejor alimentados que los trabajadores británicos; algunos
judíos sobrevivieron. El efecto conjunto de estas dos clases de fórmulas resulta en
un poderoso silenciamiento: todo lo que no ha sido anulado en el plano de la
generalidad, sucumbe en la irrelevancia acumulada de un montón de detalles.
Definitivamente, es este el caso de la Revolución Haitiana.44
El silencio general que la historiografía occidental produjo alrededor de la
Revolución Haitiana fue originalmente resultado de la incapacidad para expresar lo
impensable. Pero irónicamente, fue reforzado por la importancia de la revolución
para sus contemporáneos y la generación inmediatamente posterior. Desde 1791-
1804 hasta mediados del siglo XIX, muchos europeos y norteamericanos vieron esa
revolución como una prueba de fuego para la raza negra o, al menos, para las
capacidades de todos los afroamericanos. También lo fue para los haitianos, como lo
demuestran claramente los pronunciamientos de Vastey sobre Sans Souci.45 Los
fuertes y palacios de Christophe, la eficiencia militar de los ex esclavos, el impacto
de la fiebre amarilla sobre las tropas francesas y el peso relativo de factores externos
en la dinámica revolucionaria tuvieron gran peso en estos debates. Pero si la
revolución fue significativa para los haitianos –y especialmente para las elites
emergentes que se autoproclamaban sus herederas- para la mayoría de los
extranjeros fue fundamentalmente un hecho fortuito dentro de una cuestión mayor.
Así, apologistas y detractores por igual, abolicionistas y racistas declarados,
intelectuales liberales, economistas y propietarios de esclavos, utilizaron los
acontecimientos de Saint-Domingue para sentar sus posiciones, sin considerar la
historia de Haití como tal. Haití les importaba a todos, pero sólo como un pretexto
para hablar de algo más.46
Al cabo del tiempo, el propio destino de Haití reforzó el silenciamiento de la
revolución. Condenado al ostracismo durante la mayor parte del siglo XIX, el país se
deterioró tanto económica como políticamente –en parte como resultado de este
ostracismo.47 A medida que Haití declinaba, la realidad de la revolución parecía cada
vez más distante, un hecho inverosímil que tuvo lugar en un pasado difícil y para el
cual nadie tenía una explicación racional. La revolución que era impensable se
convirtió en un no-acontecimiento.
Finalmente, el silenciamiento de la Revolución Haitiana también se
corresponde con la relegación a un segundo plano de la historia de los tres temas a
los cuales estaba ligada: el racismo, la esclavitud y el colonialismo. A pesar de su
importancia en la formación de lo que hoy llamamos Occidente, a pesar de los
súbitos arrebatos de interés, como en los Estados Unidos a mediados de los ’70,
ninguno de estos temas ha sido nunca una preocupación central de la tradición
historiográfica de los países occidentales. De hecho, cada uno de estos temas
experimentó reiterados períodos de silencio, de diferente duración e intensidad, en
España, Francia, Gran Bretaña, Portugal, los Países Bajos y los Estados Unidos.
Cuanto menos parecen importar el colonialismo y el racismo en la historia mundial,
menos importante es la Revolución Haitiana.
Por lo tanto, no sorprende que mientras las historiografías occidentales siguen
profundamente guiadas por intereses nacionales –si bien no siempre nacionalistas-,
el silenciamiento de Saint-Domingue/Haití se perpetúa en textos históricos
considerados como modelos del género. El silencio es reproducido también en
manuales y obras populares que son la principal fuente de acceso a la historia
mundial para las masas letradas de Europa, las Américas y amplias porciones del
Tercer Mundo. Este corpus ha enseñado a generaciones de lectores que el período
que va de 1776 a 1843 puede llamarse correctamente “La Era de las Revoluciones”.
Al mismo tiempo, este corpus ha permanecido mudo respecto de la revolución
política más radical de esa era.
En los Estados Unidos, por ejemplo, con las notables excepciones de Henry
Adams y W.E.B. Du Bois, hasta la década de 1970 pocos autores reconocidos
concedieron alguna importancia a la Revolución Haitiana en sus en sus escritos
históricos. Muy pocos libros de texto la mencionaron siquiera. Cuando lo hicieron,
la transformaron en una "revuelta", una "rebelión". El silencio actual de la mayoría
de los manuales de América Latina es aún más trágico. Asimismo, los historiadores
de Polonia han prestado poca atención a los cinco mil polacos involucrados en las
campañas de Saint-Domingue. El silencio persiste también en Inglaterra, a pesar del
hecho de que los británicos perdieron arriba de sesenta mil hombres en ocho años,
en una campaña contra Francia en el Caribe, en la cual Saint-Domingue era el
premio más codiciado. La Revolución Haitiana aparece oblicuamente como parte de
la historia de la medicina. El vencedor es la enfermedad, no los haitianos. El
Penguin Dictionary of Modern History, una enciclopedia de bolsillo de circulación
masiva que abarca el período de 1789 a 1945, no tiene ni a Saint-Domingue ni a
Haití entre sus entradas. Asimismo, el historiador Eric Hobsbawm, uno de los
mejores analistas de esta era, logró escribir un libro titulado The Age of Revolutions,
1789-1843, en el cual la Revolución Haitiana apenas aparece. El hecho de que
Hobsbawm y los editores del Dictionary se ubicarían probablemente en posiciones
muy distintas dentro del espectro político inglés es un indicio de que los silencios
históricos no sólo reproducen las posiciones políticas manifiestas de los
historiadores. Lo que observamos aquí es el poder del archivo en su máxima
expresión, el poder de definir lo que es y lo que no es un objeto serio de
investigación y, por tanto, de mención.48
El rol secundario de la ideología consciente y el poder de la corporación de
historiadores para decidir qué es relevante se vuelven evidentes cuando
consideramos el caso de Francia. Francia era el país occidental más directamente
involucrado en la Revolución Haitiana. Francia peleó duro para conservar Saint-
Domingue y pagó un precio muy alto por ello. Napoleón perdió diecinueve
generales franceses en Saint-Domingue, incluido su cuñado. Francia perdió más
hombres en Saint-Domingue que en Waterloo –al igual que Inglaterra.49 Y aunque
Francia se recuperó económicamente de la pérdida de Saint-Domingue, había
entregado de hecho el control de su colonia más valiosa a un ejército negro, y esa
pérdida puso fin al sueño de un Imperio Francés en la América continental. La
Revolución Haitiana provocó la venta de la Luisiana. Sería esperable que tales
“hechos”, ninguno de los cuales es controvertido, generaran una larga cadena de
menciones, aunque fueran negativas. Sin embargo, un examen de la historiografía
francesa revela múltiples capas de silencios.
El silenciamiento comienza con la propia Francia revolucionaria y está ligado
a un silenciamiento más general del colonialismo francés. Aunque hacia la década
de 1780 Francia estaba menos involucrada que Gran Bretaña en la trata de esclavos,
tanto la esclavitud como el colonialismo fueron cruciales para la economía francesa
en la segunda mitad del siglo XVIII.50 Los historiadores debaten sólo el alcance –
más que el hecho- de la dependencia de Francia respecto de sus territorios esclavos
del Caribe. Todos coinciden en que Saint-Domingue era, al momento de su
revolución, la colonia más valiosa del mundo occidental y la posesión más
importante de Francia.51 Muchos contemporáneos habrían estado de acuerdo. Cada
vez que la cuestión colonial era evocada, por ejemplo en las asambleas, se confundía
casi siempre con la esclavitud afroamericana y ambas eran presentadas –más a
menudo, pero no únicamente, por los colonos- como un asunto de vital importancia
para el futuro de Francia.52
Aún dejando lugar, como deberíamos, a la hipérbole retórica, el hecho de que
tal retórica pudiese desplegarse es en sí mismo revelador. Pero entonces
descubrimos una paradoja. Cada vez que las asambleas revolucionarias, los
polemistas, periodistas y políticos que ayudaban a decidir el destino de Francia entre
el estallido de la Revolución Francesa y la independencia de Haití evocaban el
racismo, la esclavitud y el colonialismo, presentaban explícitamente estos temas
como algunas de las cuestiones más importantes que enfrentaba Francia, ya sea en el
terreno moral o económico. Sin embargo, la cantidad de veces que debatieron esos
mismos temas fue sorprendentemente limitada. Considerando tanto el peso de las
colonias en la vida económica francesa, como la vehemencia de la retórica
empleada, el debate público fue de corto alcance. El número de individuos
involucrados, el hecho de que muchos provenían de las elites, la cantidad limitada de
tiempo que la mayoría de los participantes dedicaba a estos asuntos, no reflejan el
lugar central del colonialismo en la existencia objetiva de Francia. Por cierto, no
reflejan ni el alegato de los colonos, ni el de los Amis des Noirs, de que estaba en
juego el futuro económico del país o el presente moral de la nación. Las
investigaciones recientes, incluyendo dos importantes libros de Yves Benot sobre el
colonialismo y la Revolución Francesa, todavía no han desafiado la vieja afirmación
de Daniel Resnick de que la esclavitud era, incluso para los libertarios franceses, “un
asunto menor”53
Con todo, la Francia revolucionaria dejó una estela de registros sobre estas
temáticas. El manejo de las colonias y las comunicaciones tanto públicas como
privadas entre Francia y las Américas también dejaron su huella en el papel. En
resumen, la inaccesibilidad de las fuentes es sólo relativa. No puede explicar la
enorme indiferencia que la historiografía francesa muestra hacia la cuestión colonial
y, por extensión, hacia la Revolución Haitiana. De hecho, los historiadores franceses
siguen desatendiendo la cuestión colonial, la esclavitud, la resistencia y el racismo
más de lo que lo hicieron las asambleas revolucionarias. La mayoría de los
historiadores ignoraron o simplemente omitieron cualquier registro que hubiera.
Unos pocos se tomaron el tiempo para pasajes cortos y a menudo despectivos sobre
los revolucionarios haitianos antes de pasar, por así decirlo, a temas más
importantes.
La lista de los autores culpables de este silenciamiento incluye nombres
ligados a varias eras, escuelas históricas y posiciones ideológicas, desde Mme. de
Staël, Alexis de Tocqueville, Adolphe Thiers, Alphonse de Lamartine, Jules
Michelet, Albert Mathiez y André Guérin, hasta Albert Soboul. Salvo pequeñas –y
discutibles- excepciones en los trabajos de Ernest Lavisse y, más especialmente, de
Jean Jaurès, el silenciamiento continúa.54 La brillante recopilación de Larousse, The
Great Events of World History, que vino a reproducir -y, se supone, a crear- "la
memoria de la humanidad", produce un silencio más refinado que el diccionario
Penguin de bolsillo. No sólo omite la Revolución Haitiana; también atribuye muy
poco espacio a la esclavitud o al colonialismo.55 Ni siquiera las celebraciones por el
centenario de la emancipación de los esclavos franceses, en 1948, estimularon una
literatura sustancial sobre el tema. Más sorprendentemente, ni la traducción al
francés de Black Jacobins de C.L.R. James, ni la publicación de Toussaint
Louverture, de Aimé Césaire, que colocan al colonialismo y la Revolución Haitiana
como una cuestión central de la Revolución Francesa, activaron la investigación en
Francia.56
Las celebraciones públicas y la avalancha de publicaciones que acompañaron
al Bicentenario de la Revolución Francesa en 1989-1991 reactivaron el silencio. Las
enormes compilaciones de quinientas a mil páginas sobre la Francia revolucionaria
publicadas en la década del 80 y dirigidas por los más prominentes historiadores del
país, muestran un abandono casi total de la cuestión colonial, así como de la
revolución la impuso ante los franceses. Sala-Molins describe y censura la casi total
supresión de Haití, la esclavitud y la colonización por parte de los funcionarios
franceses y el público en general durante las ceremonias que rodearon al
Bicentenario.57
En el marco de este silenciamiento general, la creciente especialización
académica de la historia conduce a una segunda tendencia. Saint-Domingue/Haití
emerge en la intersección de diversos intereses: la historia colonial, la historia
caribeña o afroamericana, la historia de la esclavitud, la historia de los campesinos
del Nuevo Mundo. En cada uno de estos subcampos, se ha vuelto imposible silenciar
el hecho de que tuvo lugar una revolución. En efecto, la revolución misma, o incluso
la sucesión de hechos dentro de ella, se han vuelto temas legítimos para una
investigación seria en cualquiera de estos subcampos.
Es más que interesante, entonces, que muchas de las figuras retóricas
utilizadas para interpretar la masa de evidencia acumulada por los historiadores
modernos nos recuerde a los tropos acuñados por los plantadores, políticos y
administradores, tanto antes como durante la lucha revolucionaria. Los ejemplos
abundan, y solo citaré unos pocos. Muchos análisis del cimarronaje (que algunos
todavía llamarían “deserción”) se acercan mucho a las explicaciones bio-fisiológicas
preferidas por los administradores de las plantaciones.58 Ya he esbozado el modelo:
El esclavo A escapó porque tenía hambre, el esclavo B porque era maltratado....
Asimismo, las teorías conspirativas aún proporcionan a muchos historiadores un
Deus ex machina para los eventos de 1791 y posteriores, tal como en la retórica de
los asambleístas de la época. El levantamiento debe haber sido "impulsado",
"provocado", o "aconsejado" por algún ser superior a los propios esclavos: los
monárquicos, los mulatos u otros agentes externos.59
La búsqueda de las influencias externas de la Revolución Haitiana nos brinda
un ejemplo fascinante del poder del archivo en funcionamiento, no porque tales
influencias sean imposibles, sino por el modo en que los mismos historiadores tratan
las pruebas que muestran la dinámica interna de la revolución. De este modo,
muchos historiadores están más dispuestos a aceptar la idea de que los esclavos
podrían haber sido influenciados por los blancos o los mulatos libres (con quienes
sabemos que tenían un contacto limitado), que la idea de que podrían haber
convencido a otros esclavos de su derecho a rebelarse. La existencia de amplias
redes de comunicación entre los esclavos, de las cuales tenemos sólo unos pocos
indicios, no ha sido un tema “serio” para la investigación histórica.60
De modo similar, historiadores por demás deseosos de encontrar pruebas de la
participación “externa” en el levantamiento de 1791 omiten la evidencia inequívoca
de que los esclavos rebeldes tenían su propio programa. En una de sus primeras
negociaciones con representantes del gobierno francés, los líderes de la revolución
no reclamaron una “libertad” expresada de manera abstracta. Más bien, sus
demandas más radicales incluían tres días a la semana para trabajar en sus propios
huertos y la eliminación del látigo. Estas no eran las demandas jacobinas adaptadas
al trópico, ni una reivindicación monárquica doblemente acriollada. Eran demandas
de los esclavos con el fuerte componente campesino que caracterizaría al Haití
independiente. Pero esta evidencia de un impulso interno, aunque conocida por
muchos historiadores, no es discutida –ni siquiera para ser rechazada o interpretada
de otra manera. Es simplemente ignorada, y esta ignorancia produce un silencio de
trivialización.
En esa misma línea, el historiador Robert Stein otorga la mayor parte del
mérito por la liberación de los esclavos en 1793 a Sonthonax. El comisario era un
ferviente jacobino, un revolucionario por derecho propio, de hecho, tal vez el único
blanco en haber evocado concretamente y con simpatía la posibilidad de una
insurrección armada de los esclavos del Caribe, antes del hecho y en un foro
público.61 No tenemos forma de estimar el curso probable de la Revolución sin su
invaluable contribución a la causa de la libertad. Pero el punto no es empírico. El
punto es que la retórica de Stein se hace eco de la misma retórica empleada por
primera vez en el juicio contra Sonthonax. En esa retórica está implícito el supuesto
de que la conexión francesa es suficiente y necesaria para la Revolución Haitiana.
Esa suposición trivializa la autonomía de los esclavos para pensar su derecho a la
libertad y a lograrla por la fuerza de las armas. Otros autores tienden a mantenerse
prudentemente alejados de la palabra “revolución”, usando con más frecuencia
palabras como “insurgentes”, “rebeldes”, “bandas” e “insurrección”. Detrás de esta
maraña terminológica, estos baches empíricos y estas preferencias interpretativas, se
encuentra la persistente imposibilidad, que se remonta al siglo XVIII, de considerar
a los ex esclavos como los actores principales en la cadena de acontecimientos
referidos.62
Sin embargo, por lo menos desde la primer publicación del clásico de C.L.R.
James The Black Jacobins (no obstante, nótese el título), ha quedado demostrado
entre los historiadores que la Revolución Haitiana es efectivamente una “revolución”
por derecho propio, según cualquier definición del término, y no un apéndice del Día
de la Bastilla. Pero sólo con la reedición de bolsillo del libro de James en 1962 y el
movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos, emergió un
contradiscurso internacional que se nutrió de la historiografía producida en Haití
desde el siglo XIX. Ese contradiscurso se revitalizó en la década del ‘80 con las
contribuciones de historiadores cuya especialidad no era ni Haití ni el Caribe. Por
entonces, Eugene Genovese y –más tarde- Robin Blackburn, haciéndose eco de
Henry Adams y W.E.B. Du Bois, insistieron en el rol central de la Revolución
Haitiana en el colapso total del sistema esclavista.63 El impacto de este
contradiscurso, sin embargo, sigue siendo limitado, especialmente porque los
investigadores haitianos están cada vez más alejados de estos debates
internacionales.
De esta forma, la historiografía de la Revolución Haitiana se encuentra hoy
lesionada por dos tendencias desafortunadas. Por un lado, la mayor parte de la
literatura producida en Haití sigue siendo respetuosa –demasiado respetuosa, diría
yo- de los líderes revolucionarios que guiaron a las masas de ex esclavos hacia la
libertad y la independencia. Desde comienzos del siglo XIX, las elites de Haití
optaron por responder a la denigración racista con un discurso épico que alababa su
revolución. La épica de 1791/1804 alimenta entre ellos una imagen positiva de la
negritud, muy útil en un mundo dominado por los blancos. Pero la épica es
igualmente útil en el frente interno. Es una de las pocas coartadas históricas de esas
élites, una referencia indispensable para sus pretensiones de poder.
Más allá de algunos logros individuales de principios del siglo XX, el valor
práctico de esta tradición épica ha declinado constantemente luego de su
espectacular lanzamiento por parte de gigantes del siglo XIX, tales como Thomas
Madiou y Beaubrun Ardouin. El acceso desigual a los archivos –producto y símbolo
de la dominación neocolonial- y el rol secundario de la precisión empírica en este
discurso épico, continúan perjudicando a los investigadores haitianos. Se destacan
por poner los hechos en perspectiva, pero sus hechos son débiles, a veces erróneos,
especialmente desde que el régimen de Duvalier politizó explícitamente el discurso
histórico.64
Por otra parte, la historia producida fuera de Haití es cada vez más sofisticada
y rica empíricamente. Sin embargo, su vocabulario, y a menudo toda su estructura
discursiva, recuerda de forma alarmante a los del siglo XVIII. Ponencias y
monografías adoptan el tono de los registros de las plantaciones. Los análisis de la
revolución recuerdan a las cartas de un La Barre, los panfletos de los políticos
franceses, los mensajes de Leclerc a Bonaparte o, como mucho, el discurso de
Blangilly. Estoy dispuesto a admitir que los móviles políticos conscientes no son los
mismos. De hecho, nuevamente, eso es parte de mi argumento. El silenciamiento
efectivo no requiere de una conspiración, ni siquiera de un consenso político. Sus
raíces son estructurales. Más allá de una postulada -y generalmente sincera-
generosidad política, mejor definida en el lenguaje de los Estados Unidos dentro de
un continuum liberal, las estructuras narrativas de la historiografía occidental no han
roto con el orden ontológico del Renacimiento. Este ejercicio del poder es mucho
más importante que la supuesta adhesión conservadora o progresista de los
historiadores involucrados.
La solución debería ser, para las dos tradiciones historiográficas –la de Haití y
la de los especialistas “extranjeros”- fusionarse o generar una nueva perspectiva que
abarque lo mejor de cada una. Hay indicios de un movimiento en esta dirección y
algunos trabajos recientes sugieren que podría resultar posible, en algún momento
del futuro, escribir la historia de la revolución que, durante mucho tiempo, fue
impensable.65
Pero lo que he dicho sobre la recepción por parte de la corporación de The
Black Jacobins, de la historia colonial en Francia y de la esclavitud en la historia de
los Estados Unidos sugiere también que ni un gran libro por sí solo, ni siquiera un
crecimiento sustancial de los estudios sobre la resistencia esclava, descubrirá por
completo el silencio que rodea a la Revolución Haitiana. Porque el silenciamiento de
esa revolución tiene menos que ver con Haití o la esclavitud que con Occidente.
Una vez más, lo que está en juego es la interacción entre la historicidad 1 y la
historicidad 2, entre lo que sucedió y lo que se dice que sucedió. Lo que sucedió en
Haití entre 1791 y 1804 contradecía gran parte de lo que sucedió en otras partes del
mundo, antes y después. El hecho en sí no es sorprendente: el proceso histórico
siempre es enrevesado, incluso, con frecuencia, contradictorio. Pero lo que ocurrió
en Haití también contradecía mucho de lo que Occidente se ha dicho y ha dicho a
otros acerca de sí mismo. El mundo de Occidente se regodea en lo que François
Furet llama la segunda ilusión de verdad: lo que ocurrió es lo que debía ocurrir.
¿Cuántos de nosotros podemos pensar en alguna población no europea sin el telón
de fondo de una dominación global que ahora aparece como predestinada? ¿Y dentro
de ese orden narrativo, pueden Haití, o la esclavitud, o el racismo, ser más que notas
a pie de página?
El silenciamiento de la Revolución Haitiana es sólo un capítulo dentro de una
narrativa de la dominación global. Es parte de la historia de Occidente y es probable
que persista, aún de forma atenuada, en tanto la historia de Occidente no se vuelva a
contar desde una perspectiva mundial. Por desgracia, no estamos siquiera cerca de
tan fundamental reescritura de la historia, a pesar de algunos pocos logros
espectaculares.66 El próximo capítulo se introduce más directamente, aunque desde
un ángulo muy particular, en esta narrativa de dominación global que se inicia en
España –¿o en Portugal?- a finales del siglo XV.
Traducción: Emanuel Correa
Notas:
1 Citado por Roger Dorsinville en Toussaint Louverture ou La vocation de la Liberté. París, Julliard, 1965. 2 Citado por Jacques Cauna en Au temps des isles à sucre. París, Karthala, 1987, p. 204. 3 La mayoría de estos panfletos, inclusive los aquí citados, se hallan en la serie Lk 12 de la Biblioteca Nacional, en París. Otros fueron reproducidos por el Gobierno de Francia (v.g., para la Asamblea Nacional, Pièces imprimées par ordre de l’Assemblée Nationale, Colonies. París, Imprimerie Nationale, 1791-92). 4 Michel-Rolph Trouillot, “Anthropology and the Savage Slot: The Poetics and Politics of Otherness”, en Richard G. Fox (Ed.), Recapturing Anthropology: Working in the Present, Santa Fe, School of American Research Press, 1991, pp. 17-44. 5 Michael Adas, Machines as the Measure of Men: Science, Technology and Ideologies of Western Domination, cap. 2. Ihtaca, Cornell University Press, 1989. El engaño de Psalmanazar acerca del canibalismo en Taiwán cautivó la atención de Europa entre 1704 y 1764, justamente porque jugaba con estos preconceptos. Véase Tzvetan Todorov, Les Morales de l’histoire. París, Bernard Grasset, 1991, pp. 134-141. Para un ejemplo más temprano de la admiración y el desprecio por Oriente, véanse los Viajes, de John Chardin, en los cuales los persas son “hipócritas, tramposos y los aduladores más abyectos e impúdicos del mundo” y, dos pasajes más adelante, “el pueblo más civilizado de Oriente”. John Chardin, Travels in Persia 1673-1677. New York, Dover, 1988, pp. 187-189 (publicado originalmente en Ámsterdam, en 1711). 6 Notre Librairie nº 90 (Octubre-Diciembre 1987), Images du noir dans la littérature occidentale; vol. I: Du Moyen-Age à la conquête coloniale. Simone Delesalle y Lucette Valensi, “Le mot `nègre´ dans les dictionnaires français d'ancien régime: histoire et lexicographie", Langues françaises, nº 15. 7 Gordon Lewis, Main Currents in Caribbean Thoughts, The Historical Evolution of Caribbean Society in its IdeologicalAspects, 1492—1900, cap. 3. Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1983; William B. Cohen, The French Encounter with Africans: White Response to Blacks, 1530—1880.
Bloomington, Indiana University Press, 1980; Winthrop D. Jordán, White over Black: American Attitudes toward the Negro, 1550—1812. Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1968; SergeDaget, "Le mot esclave, négre et noir et les jugements de valeur sur la traite négrière dans la littérature abolitioniste francaise de 1770 à 1845", en Revue françase d’histoire d’outre-mer 60, nº 4 (1973), pp. 511-48; Pierre Boulle, "In Defense of Slavery: Eighteenth-Century Opposition to Abolition and the Origins of Racist Ideology in France", en Frederick Krantz (Ed.), History from Below: Studies in Popular Protest and Popular Ideology.London, Basil Blackwell, 1988, pp.219-246. Louis Sala-Molins, Miseres des Lumières. Sous la raison, l'outrage. París, Robert Laffont, 1992; Michèle Duchet, "Au temps des phiiosophes", Notre Librairie nº 90 (Octubre-Diciembre 1987), Images du noir..., pp. 25-33. 8 Archives Parlementaires, serie 1, vol. 8 (sesión del 3 de julio de 1789), p. 186. 9 Tzvetan Todorov, The Deflection ofthe Enlightenment. Stanford, Stanford Humanities Center, 1989), p. 4. 10 Jacques Thibau, Le Temps de Saint-Domingue. L'esclavage et la révolution française. Paris, Jean-Claude Lattès, 1989, p. 92. 11 Michèle Duchet, Anthropologie et histoire au siècle des Lumières. Paris, Maspero, 1971, p. 157 (subrayado por al autor). Sobre el anticolonialismo en Francia, véase Yves Benot, La Révolution française et la fin des colonies. Paris, La Découverte, 1987 y La Démence coloniale sous Napoleón. Paris, La Découverte, 1992. 12 David Geggus, "Racial Equality, Slavery, and Colonial Secession during the Constituent Assembly”, en American HistoricalReview 94, nº. 5 (Diciembre 1989), pp. 1290-1308; Daget, "Le mot esclave..."; Sala-Molins, Misères... 13 Raynald, Guillaume-Francois, Histoire des deux Indes, 7 vols. The Hague, Grossc, 1774; Michéle Duchet, Diderot et l'Histoire des deux Indes ou l'écriture jragmentaire. Paris, Nizet, 1978); Yves Benot, Diderot, de l'athéisme a l'anti-colonialisme. Paris, Maspero, 1970 y La Révolution française... 14 Duchet, Diderot et l'Histoire...; Michel Delon “L'Appel au lecteur dans l'Histoire des deux Indes", en Hans-Jürgen Lüsebrink y Manfred Tietz (Eds.), Lectures de Raynal. L'Histoire des deux Indes en Europe et en Amérique au XVIIIe siècle. Oxford, Voltaire Foundation, 1991, pp. 53-66; Yves Benot,
"Traces de l’Histoire des deux Indes chez les anti-esclavagistes sous la Révolution", en Lectures de Raynal..., pp. 141-154. 15 Jean-Claude Bonnet, Diderot. Textes et débats. Paris, Livre de Poche, 1984, p. 416. Sobre la concepción de civilización europea implícita en la Histoire, véase Gabrijela Vidan, "Une reception fragmentée: le cas de Raynal en terres slaves du Sud", en Lectures de Raynal..., pp. 361-372. 16 Louis Sala-Molins, Le Code noir ou le calvaire de Canaan, Paris, PUF, Pratiques Théoriques, 1987, pp. 254-261. Según la acertada definición de Benot, la autonomía era "indefectiblemente blanca", cada vez que aparecía en la Histoire. Benot, "Traces de l'Histoire...', p.147. 17 Serge Daget, "Le mot esclave, négre et noir...", p. 519. 18 Yves Benot, Diderot…, p. 316 (subrayado por al autor). 19 Pierre Bourdieu, Le Sens pratique. Paris, Minuit, 1980, p. 14. Lo impensable se aplica al mundo de la vida cotidiana y al de las ciencias sociales. Véase Le Sens pratique, pp. 90, 184, 224, 272. 20 No existe ningún término en el vocabulario de aquella época, ya sea en inglés o en francés, que dé cuenta de las prácticas -o contenga una noción general- de resistencia. Aquí uso el término resistencia en la forma más bien laxa en que aparece hoy en la literatura. En otro trabajo abordo el concepto de resistencia y la necesaria distinción entre resistencia y rebeldía. Michel-Rolph Trouillot, "In the Shadow of the West: Power, Resistance and Creolization in the Caribbean", Conferencia de apertura del Congreso, "Born out of Resistance," Afro-Caribische Culturen, Center for Caribbean and Latin American Studies, Risjksuniversiteit Utrecht, Netherlands, 26 de Mazo de 1992. 21 "La naturaleza ha creado por fin a este hombre imponente, a este hombre inmortal, quien debe liberar al mundo de la más atroz, la más larga, la más insultante de las tiranías. Él ha roto las cadenas de sus compatriotas. Tantos oprimidos bajo la más odiosa esclavitud, parecían esperar tan sólo su señal para hacerlo un héroe. Este heroico vengador ha demostrado que tarde o temprano la crueldad será castigada, y que la Providencia guarda a estas almas fuertes, a las cuales libera sobre la tierra para restablecer el equilibrio que la injusticia de la voraz ambición supo cómo destruir." (Mercier, L'An 2440, xxii, en Bonnet, Diderot..., p. 331).
22 Si Louverture había leído a Raynal en 1791 y estaba convencido de su futuro papel en la historia, es algo que no está comprobado y no viene al caso. 23 En Benot, Diderot..., p. 214; Duchet, Anthropologie et histoire..., p. 175. (subrayado por al autor) 24 La interpelación es uno de los tropos preferidos de la Ilustración, y es utilizado abundantemente en la Histoire por diversas razones políticas y retóricas. Michel Delon, "L'Appel au lecteur…" 25 "Ces fers des longtemps prepares ... pour nous ... / C'est nous qu'on ose méditer/ De rendre a l'antique esclavage [Esas cadenas preparadas desde hace tiempo… para nosotros…/Es a nosotros a quienes se osa pensar/ Devolvernos a la antigua esclavitud]”, etc. (La Marseillaise). 26 Archives Parlementaires, vol. 9 (sesión del 22 de Octubre de 1789), pp. 476-478. 27 Lucien Jaume, Les Déclarations des droits de l’homme. Textes préfacés et annotés. Paris, Flammarion, 1989. 28 V.g., Diderot, en Benot, Diderot..., p. 187. 29 Seymour Drescher, Econocide, British Slavery in the Era of Abolition. Pittsburgh, Pittsburgh University Press, 1977. 30 Duchet, Anthropologie et histoire..., p. 177; Michèle Duchet, Le Partage des savoirs. Paris, La Découverte, 1985). 31 Archives Parlementaires 25, p. 740. Para ser justos, el mismo Grégoire fue acusado más de una vez de incitar a la rebelión de los negros, pero la evidencia concreta de ello fue muy débil. Véase, por ejemplo, Archives Parlementaires, vol. 10 (sesión del 28 de noviembre de 1789), p. 383; Carl Ludwig Lokke, France and the Colonial Question: A Study of French Contemporary Opinión. New York, Columbia University Press, 1932, pp. 125-135; Sala-Molins, Misères des Lumières..., passim. 32 M. Schwartz (Marie Jean-Antoine Nicolas Caritat, Marquis de Condorcet), Réflexions sur l'esclavage des Nègres. Neufchatel et Paris, 1781. 33 Lokke, France and the Colonial Question..., p. 115.
34 En realidad, dos notables excepciones que estoy dispuesto a aceptar son las de Jean-Pierre Marat y Félicité Sonthonax. 35 Sin lugar a dudas, hubo pasajes orales y escritos cuyo significado filosófico se hizo cada vez más explícito a medida que avanzaba la Revolución, desde los discursos en las reuniones que precedieron a la insurrección, hasta la Constitución haitiana de 1805. Pero éstos son ante todo textos políticos, que señalan objetivos inmediatos o victorias recientes. Hasta los primeros escritos de Boisrond-Tonnere posteriores a la independencia, no hubo intelectuales dedicados de lleno a plasmar en el discurso las acciones que iban más allá de las batallas políticas, como en la revolución francesa y la norteamericana, en las posteriores luchas anticoloniales de Latinoamérica, Asia o África o en las revoluciones que reivindicaron una ascendencia marxista. 36 Evidentemente, muchas gens de couleur, especialmente los mulatos que eran dueños de plantaciones, habían internalizado los prejuicios raciales de los blancos. Es más, algunos tenían motivaciones muy objetivas para abogar por el mantenimiento de la esclavitud. Los debates en Europa, y especialmente la Revolución Francesa, les proporcionaron una plataforma para defender sus intereses y expresar sus prejuicios. Véase Julien Raimond, Observations sur l'origine et les progrès du préjugé des colons blancs contre les hommes de couleur; sur les inconvéniens de le perpétuer; la nécessité de le détruire. Paris, Belin, 1791; Michel-Rolph Trouillot, "Motion in the System: Coffee, Color and Slavery in Eighteenth-Century Saint-Domingue", Review 5, nº 3 (A Journal of the Fernand Braudel Center for the Study of Economies, Historical Systems and Civilizations), pp. 331-388; Michel-Rolph Trouillot, "The Inconvenience of Freedom: Free People of Color and the Political Aftermath of Slavery in Dominica and Saint-Domingue/Haiti", en F. McGlynn y S. Drescher (Ed.), The Meaning of Freedom: Economics, Politics and Culture after Slavery. Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1992, pp. 147-182; Geggus, "Racial Equality...", pp. 1290-1308. Acerca del rechazo de los prejuicios raciales por parte del líder mulato André Rigaud, véase Ernst Trouillot, Prospections d'Histoire. Choses de Saint-Domingue et d'Haïti. Port-au-Prince, Imprimerie de l'Etat, 1961, pp. 25-36. 37 Archives Parlementaires, vol. 34 (sesión del 30 de octubre de 1791), p. 521; Véanse también pp. 437-38, 455-58, 470, 522-531.
38 Robin Blackburn, The Overthrow of Colonial Slavery. Londres y New York, Verso, 1988, p. 133. 39 Baillio, L'Anti-Brissot, par un petit blanc de Saint-Domingue. Paris, Chez Girardin, Club Littéraire et Politique, 1791; Baillio, Un Mot de vérité sur les malheurs de Saint-Domingue. Paris, 1791; Milscent, Sur les troubles de Saint-Domingue. París, Imp. du Patrióte français, 1791; Anónimo, Adresse au roi et pièces relatives à la députation des citoyens de Nantes, a l'occasion de la révolte des Noirs à Saint-Domingue. Arrété de la Municipalité de Nantes. Le Cap, sin fecha (1792?); Anónimo, Pétition des citoyens commerçants, colons, agriculteurs, manufacturiers et autres de la ville de Nantes; Lettre des commissaires de la Société d'agriculture, des arts et du commerce de la dite ville aux commissaires, de l'assemblée coloniale de la partie française de Saint-Domingue, et réponse des commissaires de Saint-Domingue. Paris, Imp. de L. Potier de Lille, sin fecha (1792?).
Véanse también los informes de los comités legislativos, dirigidos por Charles Tarbé y Garran-Coulon, respectivamente, Pieces imprimées par ordre de l'Assemblée Nationale. Colonies. Paris, Imprimerie Nationale, 1792; y J. Ph. Garran, Rapport sur les troubles de Saint-Domingue, fait au nom de la Commission des Colonies, des Comités de Salut Public, de Législation et de Marine, réunis. Paris, Imprimerie Nationale, 1787-89). Otras referencias a estos debates se encuentran en los Archives Parlementaires, en particular, vol. 35, (sesiones del 1, 3, 9 y 10 de diciembre de 1791), pp. 475-492, 535-546, 672-675, 701-710. El discurso de Blangilly fue pronunciado el 10 de diciembre de 1791. Archives Parlementaires, vol. 35, pp. 713-716. 40 Citado por Cauna, Au temps des isles a sucre…, p. 223 (subrayado por al autor). 41 Blanchelande, Précis de Blanchelande sur son accusation. Paris, Imprimerie de N.-H. Nyon, 1793; Anónimo, Extrait d'une lettre sur les malheurs de SAINT-DOMINGUE en general, et pricipalement sur l'incendie de la ville du CAP FRANÇAIS. Paris, Au jardin égalité pavillon, 1794?; Anónimo, Conspirations, trahisons et calomnies dévoilées et dénoncées par plus de dix milles français réfugiés au Continent de l'Amérique. Paris?, 1793; [Mme. Lavaux], Réponse aux calomnies coloniales de Saint-Domingue. L’épouse du républicain Lavaux, gouverneur general (par intérim) des îles françaises sous le vent, à ses concitoyens. Paris: Imp. de Pain, sin fecha; J. Raimond y ot., Preuves complettes [sic] et matérielles du projet des colons pour mener les colonies à l'indépendance,
tirées de leurs propres écrits. Paris, De l'imprimerie de l'Union, sin fecha (1792?). 42 Cobbet'sPoliticalRegister, vol. 1. (1802), p. 286. 43 Benot, La Démence.... 44 Históricamente, desde luego, la negación de la Revolución Haitiana, de la importancia de la esclavitud y del Holocausto, respectivamente, tienen muy diversas motivaciones ideológicas, aceptación social e impacto político. 45 Véase el capítulo 2. También David Nicholls, From Dessalines to Duvalier: Race, Colour and National Independence in Haiti. Londres, Macmillian Caribbean, 1988; y Michel-Rolph Trouillot, Haití: State against Nation. The Origins and Legacy of Duvalierism. New York y Londres, Monthly Review Press, 1990. 46 La revolución haitiana despertó el interés de los abolicionistas en los Estados Unidos y especialmente en Inglaterra, donde hubo algunas expresiones de apoyo. Pero incluso los abolicionistas británicos tuvieron una actitud ambigua hacia el pueblo haitiano y hacia su independencia alcanzada por la fuerza. Blackburn, The Overthrow of Colonial Slavery..., pp. 252-52; Greggus, "Racial Equality...". 47 Trouillot, Haiti: State against Nation.... 48 Uno de los pocos estudios acerca de las legiones polacas en Saint-Domingue, lamentablemente viciado de algunos errores, es el de Jan Pachonski y Reuel Wilson, Poland's Caribbean Tragedy. A Study of Polish Legions in the Haitian War of independence, 1802-1803. Boulder, East European Monographs, 1986.
Hobsbawm menciona a la Revolución Haitiana una vez en las notas y dos en el texto: la primera para decir, al pasar, que Toussaint Louverture fue el primer líder revolucionario de la independencia de las Américas -como si eso no fuera importante; la segunda (entre paréntesis), para señalar que la Revolución Francesa "inspiró" los levantamientos coloniales. Véase Eric J. Hobsbawm, The Age of Revolutions, 1789-1848. New York, New American Library, 1962. pp. 93, 115. Si aceptamos que Hobsbawm está en la extrema izquierda de la historiografía académica occidental y es además un historiador conciente, tanto de la invención de la tradición, como de la necesidad de escribir una historia desde abajo, el paralelo con Diderot-Raynal es asombroso. 49 Blackburn, The Overthrow of Colonial Slavery..., pp. 251, 263.
50 Philip D. Curtin, The Atlantic Slave Trade: A Census. Madison, University of Wisconsin, 1969, pp. 210-220, 34. 51 Jean Tarrade, "Le Commerce colonial de la France à la fin de l'ancien régime: l’evolution du système de l'exclusif de 1763 à 1789", 2 vol. (Thèse pour le doctorat d’état). París, Université de Paris, Faculté des Lettres et des Sciences Humaines, [1969] 1972; Robert Stein, The French Sugar Business. Baton Rouge, Lousiana State University Press, 1988. 52 Una circular de las fuerzas esclavistas argumenta de manera contundente en este sentido: "La Société des Amis des Noirs desea discutir en la Asamblea Nacional el abandono de nuestras colonias, la abolición de la trata de esclavos y la libertad de nuestros negros. Si tan sólo uno de estos puntos se decreta, no existiría más el comercio o la manufactura en Francia", en Daniel P. Resnick, "The Société des Amis des Noirs and the Abolition of Slavery", French Historical Studies, vol. 7, 1972, pp. 558-569, 564. Véase también Archives Parlementaires, vol. 10 (sesión del 26 de noviembre de 1789), pp. 263-65; vol. 35 (sesión del 6 de diciembre de 1791), pp. 607-608. 53 Resnick, "The Société des Amis des Noirs...,", p. 561. Actualmente existen cada vez más trabajos acerca de los debates públicos sobre la esclavitud, la raza y el colonialismo en la Francia revolucionaria, con muy pocos títulos en Inglés. Véase Robin Blackburn, "Anti-Slavery and the French Revolution", History Today 41, noviembre de 1991, pp. 19-25; Boulle, "In Defense of Slavery..."; Serge Daget, "A Model of the French Abolitionist Movement", en Christine Bolt y Seymour Drescher (Eds.), Anti-Slavery, Religión and Reform. Folkstone, England, W. Dawson and Hamden, Connecticut, Archon Books, 1980; Seymour Drescher, "Two Variants of Anti-Slavery: Religious Organization and Social Mobilization in Britain and France, 1780-1870," in Anti-Slavery, Religión and Reform, pp. 43-63; Seymour Drescher, "British Way, French Way: Opinion Building and Revolution in the Second French Emancipation". American Historical Review 96, no. 3, 1991, pp. 709-734; Geggus, "Racial Equality...", pp. 1290-1308; Jean Tarrade, "Les Colonies et les Principes de 1789: Les Assemblées Révolutionnaires face au problème de l'esclavage", Revue française d'histoire d'outre-mer 76, 1979, pp. 9-34.
Hay también muchos pasajes relevantes en Cohen, The French Encounter with Africans..., y en Blackburn, The Overthrow of Colonial Slavery...,
especialmente caps. 5 y 6. El libro más completo sobre esta temática es Benot, La Révolution française. 54 Un número creciente de historiadores también está poniendo al descubierto este silenciamiento. Geggus, "Racial Equality...", pp. 1290-1291; Benot, La Révolution française, pp. 205-216; Tarrade, "Les colonies et les principes de 1789…", pp. 9-34. 55 Jacques Marseille y Nadeije Laneyrie-Dagen (Eds.), Les Grands évènements de l'histoire du monde, La Mémoire de l’humanité. París, Larousse, 1992. 56 Los historiadores franceses no pueden alegar que estos dos libros se les han pasado por alto: Césaire fue en su momento uno de los más prominentes escritores negros de lengua francesa. Y James fue publicado por la prestigiosa editorial parisina Gallimard. Aimé Césaire, Toussaint Louverture. La Révolution française et le problème colonial. París, Présence africaine, 1962. P. I. R. [sic] James, Les jacobins noirs. París, Gallimard, 1949. 57 Estos trabajos colectivos incluyen, notablemente, a Francois Furet y Mona Ouzouf, Dictionnaire critique de la Révolution française. París, Flammarion, 1988; Jean Tulard, Jean-Francois Fayard y Alfred Fierro, Histoire et dictionnaire de la Révolution (1789-1799). París, Robert Laffont, 1987; Michel Vovelle (Ed.), L'Etat de la France pendant la Révolution. París, La Découverte, 1988. En un medio tan adverso, esta última compilación tiene el mérito de dedicar algunas páginas a los asuntos coloniales, escritas por el historiador estadounidense Robert Forster y el infatigable Yves Benot. Sobre las celebraciones, véase Sala-Molins, Les Misères des Lumières. 58 V.g., Yvan Debbash, "Le Marronage: Essai sur la désertion de l'esclave antillais", L'Année sociologique, 1961, pp. 1-112; 1962, pp. 117-195. 59 Un ejemplo entre otros: David Geggus y Jean Fouchard están de acuerdo en sugerir que una conspiración realista pudo haber provocado la revuelta de 1791. Pero Fouchard toma nota de esta posibilidad en un libro que aún hoy sigue siendo uno de los monumentos épicos de la historia de Haití. Geggus, a su vez, concluye que si se demuestra la participación realista, "la autonomía de la insurrección de esclavos se hallará considerablemente disminuida". Robin Blackburn, notando esta disparidad entre los dos autores, encuentra algo "curiosa" la conclusión de Geggus. Blackburn, The Overthrow of Colo-nial Slavery..., p. 210). Véase Jean Fouchard, The Haitian Maroons: Liberty or Death. New York, Blyden Press, 1981 (ed. original, 1972).
60 Véase Julius S. Scott III, "The Common Wind: Currents of Afro-American Communications in the Era of the Haitian Revolución" (Tesis doctoral). Duke University, 1986. 61 Véase Robert Stein, Léger Félicité Sonthonax: The Lost Sentinel of the Republic. Rutherford, Fairleigh Dickinson, 1985; Benot, La Révolution.... 62 Stein, Léger Félicité Sonthonax...; Cauna, Au temps des isles...; David Geggus, Slavery, War and Revolution: The British Occupation of St. Domingue, 1793-1798. Oxford, New York, Oxford University Press, 1982. La "revolución" en el título de Geggus es la revolución Francesa, haciendo un uso extensivo del término para incluir los logros de Haití. 63 Eugene Genovese, From Rebellion to Revolution. New York, Vintage, 1981 [1979]; Blackburn, The Overthrow of Colonial Slavery.... 64 Thomas Madiou, Histoire d'Haïti, 7 vols. Port-au-Prince, Henri Deschamps, 1987-89 [1847-1904]; A. Beaubrun Ardouin, Études sur l'histoire d'Haïti. Port-au-Prince, François Dalencourt, 1958. Véase Catts Pressoir, Ernst Trouillot y Hénock Trouillot, Historiographie d'Haïti. México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1953; Michel-Rolph Trouillot, Ti difé boulé sou istoua Ayiti. New York, Koléskion Lakansièl, 1977); Michel-Rolph Trouiílot, Haiti: State against Nation. 65 Véase Carolyn Fick, The Making of Haiti: The Saint-Domingue Revolution from Below. Knoxville, University of Tennessee Press, 1990; Claude B. Auguste y Marcel B. Auguste, L'Expédition Leclerc, 1801-1803. Port-au-Prince, Imprimerie Henri Deschamps, 1985. Fick permanece demasiado vinculada a la retórica épica de la tradición haitiana. Su tratamiento de la resistencia es demasiado ideológico y sesga la interpretación de la evidencia en el sentido del heroísmo. Sin embargo, su libro aporta al acervo empírico sobre Saint-Domingue más que la mayoría de las obras recientes de la tradición épica. La investigación en curso de David Geggus sigue siendo impecable empíricamente. Uno desearía que se siga alejando del discurso de la banalización y que algún día explicite, abiertamente y en detalle, algunos de sus supuestos encubiertos. El trabajo de los hermanos Auguste sobre la expedición francesa está más cerca de encontrar un tono que trate a su material con respeto ideológico, pero sin caer en la celebración o la extrapolación de la evidencia. Está bien fundamentado en la investigación de archivo, pero no hace concesiones al discurso de la banalización.
66 Fernand Braudel, Civilization and Capitalism, 3 vol. New York, Harper & Row, 1981-1992; Eric R. Wolf, Europe and the People without History. Berkeley, University of California Press, 1982; Marc Ferro, Histoire des colonisations. Des conquêtes aux indépendances, XIIIe-XXe siècles. París, Seuil, 1994.
Semana 5 – Debates sobre nuestra tarea y el compromiso social.
En esta última semana debatiremos sobre nuestras tareas, las múltiples actividades a las que se dedican los profesores y
licenciados en historia y cómo ellas nos llevan a plantearnos cuestiones como cuál es nuestra responsabilidad, qué
compromiso nos requiere nuestro trabajo en relación con los problemas de las sociedad, por qué algunos problemas como
la desigualdad y la injusticia convocan y desvelan –o sería deseable que lo hicieran- a muchos de quienes encaran carreras
como la nuestra.
La docencia, por ejemplo, es de las actividades profesionales más convocantes, tanto en ámbitos formales (educación
secundaria, terciaria, universitaria, adultos, cárceles) como en espacios informales (programas de terminalidad de
secundarios en barrios, educación en bachilleratos populares, cursos de formación para sindicatos, por ejemplo). A ella le
dedicaremos uno de los días de esta semana.
Los otros ejemplos que veremos y discutiremos esta semana se ocupan de otras formas de aporte de los historiadores en el
ámbito público: la participación como peritos en juicios por crímenes de lesa humanidad en Chile, y la intervención en
equipos de recuperación de la memoria en comunidades de víctimas de la represión estatal y paraestatal en Guatemala. El
análisis de estos dos casos permitirá, como en el caso de los textos trabajados la semana anterior, pensar la historia
argentina reciente desde los aportes de otras experiencias y ayudar a aportarle una perspectiva más amplia.
Miércoles:
- Saccomanno, Guillermo. “Son boleta”. Radar. Página 12, 18 de marzo de 2008.
- Peker, Luciana.”El círculo mágico”. Las 12. Página 12, 27 de octubre de 2006.
- Vales, Laura. “Con los útiles a la fábrica”. El País. Página 12. 28 de octubre de 2008.
Jueves
-Arturo Taracena Arriola. “La experiencia de un historiador en la Comisión de Esclarecimiento Histórico de Guatemala” en
Anne Pérotin-Dumon (dir.). Historizar el pasado vivo en América Latina. 2007. Sección: Historia Reciente y responsabilidad
social. Disponible solo en internet : http://etica.uahurtado.cl/historizarelpasadovivo/es_contenido.php
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Viernes, 27 de octubre de 2006
EDUCACION
El círculo mágico
Por Luciana Peker
–Siempre me interesó estudiar, pero me casé joven, tuve mis hijos, trabajé, los crié –enumera Liliana Airala la cuenta de su deber ser. Que era más deber que ser. Pero la cuenta en pasado.
–Ahora es mi tiempo –asienta, sentada, entre las aulas improvisadas del bachillerato popular Simón Rodríguez, del barrio Las Tunas, en el Tigre. Ahí donde el Tigre no es río, ni mercado, ni frutos, ni turismo, ni barcos, ni delta. Ahí donde el Tigre es un costado. Ahora, el tiempo de Liliana no es el del deber, ni el de deberse nada. Su tiempo es el de hacer los deberes. Sus propios deberes. Ahí, donde la bajada de la ruta homenajea a Ford, a Henry Ford (que tiene calle propia) que lleva a Camelo, López Camelo, que llega a Juana Azurduy, ahí, donde la provincia tiene nombres que no se nombran y la calle tiene luces que se ciegan ante la noche. Ahí un grupo de estudiantes empezó, en 1996, a hacer trabajo social con los más chicos y terminó, en el 2004, decidiendo empezar un bachillerato, popular, pero bachillerato para grandes. Para empezar a nombrar los nombres, a sacar las cuentas, a entender la ciencia, a cuestionar los nombres, la ciencia, las cuentas. Para empezar a pensar que la vida, la propia, las otras, puede ser la misma o puede ser distinta.
–Ahora los chicos crecieron y siento que es mi tiempo –cuenta Liliana, de 47 años, 6 hijos, 7 nietos, 1 marido y 2 perros, por orden de enumeración. Liliana también cuenta que cuando ella y el resto de sus compañeros empezaron el bachillerato tenían que andar corriendo las carpetas para esquivar las gotas que caían del techo y no había posibilidades de esquivar el frío. Ahora consiguieron un lugar mejor, ahí, en la esquina de las cinco esquinas, en el Tigre. En el Tigre del Costado. En
Las Tunas. Ahí, de ahí, de donde va a salir este año una de las dos primeras camadas de egresados de bachilleratos populares de la Argentina. Una, la de Las Tunas. La otra, del bachillerato para adultos jóvenes que funciona en Maderera Córdoba. Las dos experiencias sintetizan otras experiencias que, este año, se juntaron para hacer un reclamo en común.
Crisis 2001 - Egresados 2006
Hernán Comesaña y Felisa Cura, los dos docentes de historia al frente de la primera camada de egresados de las tunas. De 28 estudiantes, solo tres son varones.
Los bachilleratos populares surgieron de trabajos de organizaciones sociales y de derechos humanos en barrios vulnerables del conurbano y la Capital y de las ganas de aprender de las y los trabajadores de las empresas recuperadas. Su metodología se basa en el modelo de pedagogía popular del Movimiento Sin Tierra, de Brasil, las escuelas Populares Farnebo, de Suecia, y la Universidad Bolivariana de Venezuela.
Actualmente, ya hay seis escuelas, setecientos alumnos y ciento cuarenta docentes que piden ser reconocidos. Por eso, los docentes y alumnos de Las Tunas, Maderera Córdoba, junto al Bachillerato Popular Villa 21 y el Impa (de Capital), el 19 de diciembre (de San Martín) y Los Troncos (de Tigre) realizaron una clase pública frente al Ministerio de Educación de la Nación, el 28 de septiembre pasado, para reclamar, entre otras cosas, el reconocimiento de esta modalidad de educación popular, subsidios, salarios para docentes y becas para los estudiantes.
Estos nuevos modelos de secundarios, con mayoría de mujeres en los barrios populares, en donde la maternidad y la discriminación de género barren del aula los sueños de tantas mujeres de seguir aprendiendo, se convirtieron en una pequeña revolución pedagógica que quiere dejar de ser invisible y empezar a ser nombrada como educación pública, gratuita y popular.
“Estamos luchando por una educación pública con una ideología de la participación y de la acción transformadora de la realidad”, explica, después de una clase que no quiere ser cátedra, Felisa Cura, docente de historia y estudiante de antropología en la UBA. “Nosotros creemos en la apropiación del conocimiento y no en la repetición. Por eso, también damos todos los contenidos que se dan en
las escuelas regulares, pero desde la perspectiva de las propias historias de vida de los alumnos”, rescata Lucía Silva, que enseña historia en el segundo año de Las Tunas, es politóloga y –podría decirse– cursa un doctorado en el 60 que la lleva y la trae de Capital al Tigre –al costado del Tigre–, donde el 60 es una escala, una de las escalas de este viaje de intentar enseñar y aprender de otra manera, bajar a la universidad del mandato de los papers y aprender a dictar clases entre llantos y risas. Y ringtones.
Pañales & ringtones
Patricia Rivera se presenta con su presente: 45 años, 3 hijos, 2 nietos y 1 en camino. “No tengo la experiencia de haber ido a un bachillerato tradicional”, empieza a decir Patricia cuando se oye un ringtone. Los ringtones se escuchan en todos lados. También en las escuelas. También en ésta. Acá no hay prohibiciones tajantes. O adolescentes descarriados por los SMS. Igual, los ringtones dan risas. Siempre. Acá el profesor (que siempre son dos profesores para que existan dos puntos de vista simultáneos) no pregunta cuál es el chiste así nos reímos todos. Todos se ríen, nos reímos. Y en la clase de hoy, que se hizo entrevista, Patricia cuenta, sigue contando:
–Acá hemos tenido mucha ayuda en problemas personales, de ellos a nosotros y entre compañeros. Si algo no entendés, ellos te lo van a explicar diez veces. Si no venís al colegio, te van a ir a buscar.
No es lo único llamativo el hecho de que estén estén permitidos los ringtones. También el mate que circula en las clases ronda donde todo quiere ser (cuando puede ser) un círculo.
–Nos sentimos apoyados, contenidos. Acá no sólo venimos a estudiar, también venimos a enseñar, como dicen los profes, porque ellos también aprenden cosas de nosotros –dice, casi altanea, Patricia, como una lección que quiere dar, que ella también puede dar, que aprendió que tiene para dar: enseñar.
De hecho, el objetivo es multiplicar educadores. Por eso, algunos alfabetizan y otros van a hacer de red para que el bachillerato popular siga y crezca.
–El año que viene vamos a ser una ayuda para los profes, para ir a buscar a los chicos que no pueden venir, llenar papeles, formularios, para no alejarnos del todo de bachilleratos y para dar una mano –se vuelve a enorgullecer Patricia.
Sin levantar la mano, sin pedir permiso, Giselle Ramírez, 25 años menor que Patricia, su compañera de banco, también toma la palabra, que ya es suya. La primera palabra que dice ella, que dicen todas las alumnas de esta clase, es mamá. La mayoría de los alumnos son mujeres y la mayoría de las mujeres son mamás, a las que les resulta difícil estudiar porque tienen hijos y porque tienen hijos quieren, todavía más, estudiar.
El hijo de Giselle se llama Luca. Lo tuvo a los 19.
–Hice segundo año en otro colegio y quedé libre –explica.
Libre puede ser una palabra tramposa. Las faltas también. Giselle fue mamá adolescente y quedó libre. El colegio la dejó libre. Libre, en ese boletín de mamá adolescente sin licencia por maternidad escolar, quiere decir sola. Acá, en esta escuelita de trasnoche, donde el quejido de los bebés se incorpora como el crujido de las tizas, donde los balbuceos se hamacan entre los bancos, donde el silencio no es sagrado, aquí, al costado de la educación formal, libre quiere decir otra cosa.
–Vine acá y me pareció mucho mejor porque podía estar con mi hijo de día y venir de noche y seguir estudiando. Los profesores están todo el tiempo pendientes de lo que me hace falta. Es mejor que en otro colegio, que si no entregás un trabajo no les importa los problemas que tenés en tu casa –compara Giselle.
–¿Cuando quedaste embarazada sentiste que te iba a limitar la posibilidad de estudiar?
–No. Tener a mi hijo fue una de las razones por las que decidí seguir estudiando, para poder, el día de mañana, brindarle algo a mi hijo –dice Giselle y dicen todas.
Laura González tiene 20 años y da el presente de a tres. Priscila tiene dos años y duerme en un cochecito mientras la historia se vuelve clase, charla, debate. Brian tiene ocho meses y está en brazos, otros brazos, al lado de los brazos de Laura, en los brazos de la clase.
–Yo había hecho primero y segundo años de polimodal. En tercero tuve un accidente: trabajaba en McDonald’s, te daban zapatillas sin dientes y te caías de nada. Me caí y estuve internada un tiempo y casi dos meses sin caminar, pero en el colegio no me cubrían las faltas. Perdí el año. Al siguiente, cuando me quise reincorporar me quedé embarazada y ahí se me cayó el mundo abajo. Yo quería terminar el secundario y mi mamá me decía “vas a tener un hijo soltera y no vas a poder terminar la escuela”. Cuando vi el cartel en el barrio que decía que se abría el bachillerato me inscribí y empecé a venir con mi bebé de siete días –retoma su historia Laura. No es fácil contar la historia de su historia. Contar las cuentas de la vida con el peso, el alivio, el llanto, el ruido, el upa de ir y venir, de estar y dejar de estar con uno, dos hijos, encima, a cargo. Habla, Laura, entrecortada, temblorosa, habla con la vida recortada por los cuerpos que viven como ella, que van y que vienen, como ella que no quiere dejar de ir. A la escuela. Al futuro.
–Después de tener a mi hija me agarró una depresión posparto, pero vine porque ellos me vinieron a buscar –agradece.
Ella no lo buscó. Pero en segundo año otra vez quedó embarazada. Otra vez, sin embargo, había posibilidades de buscar. “Mucha gente me preguntaba cómo seguía con dos hijos. Y yo dije: ‘Sí, sigo’.
–Ahora estoy terminando –cuenta, cierra, se enorgullece, tiembla, llora, habla, Laura.
A veces los verbos se combinan. Las mujeres siempre, casi siempre, casi siempre que hay puentes para poder, pueden. Hacen falta esos puentes.
–Mis hijos están reacostumbrados a venir acá. La nena se desacostumbró un poco porque cuando lo tuve a Brian no la podía traer, pero después tampoco la podía dejar en mi casa, así que volvió a venir. Mis compañeros me reapoyan. Y los profes también. Acá no sos alumno, acá sos de igual a igual. Cuando estás triste te abrazan, te dan mucho cariño, mucha contención. Eso en una escuela común no existe. El profesor es el que sabe todo. Y vos sos el burro que tenés que aprender todo. Vos no sabés nada. Yo estoy terminando y no lo puedo creer –comprueba Laura, que dice terminando:
–La nena nos aguanta desde el embarazo –dice ese murmullo de aula, esa ola de chistes, ese ringtone que se hizo eco en la ciudad, el conurbano, Las Tunas, en ese celular que también filmó, en clase, los pasos, los primeros pasos de Priscila.
María José Taboada tiene tres nenas y un trabajo en un laboratorio. Eso a veces le puso trabas y también la impulsó a terminar, estar terminando. “Después de llegar a casa tras nueve horas de trabajo hubo momentos en que mi hija más chica lloraba para que yo no viniera al bachillerato y yo quería venir porque me daba cuenta que ellas iban creciendo y que mi único futuro era estudiar por ellas. Y por mí”, subraya María José.
–Es importante que salga la oficialización para que esto que nos hace bien le pueda pasar a otra gente. Es una experiencia fantástica –se suma Carolina Gómez, de 28 años y una nena, Narell, de 7.
–Yo dejé el secundario en segundo año y ahora que estoy haciendo tercero me cuesta porque todo el tiempo tenés trabajos para entregar. Pero siento que tengo otra base. Antes pensaba que cuando mi hija fuera a quinto grado no la iba a poder ayudar a hacer las cuentas. Pero ahora lo hago, además de por ella y por mi familia, por mí. Por saber.
Mujeres, mamá, mayoría
“Nosotras no sólo enseñamos con perspectiva de género la era industrial o los talleres de sexualidad, la perspectiva de género está en la clase –ejemplifica Paula Costas, socióloga y docente de Ciencias Sociales del bachillerato popular de Las Tunas–. Hay historias de vida de violaciones, de abortos, de maridos que no las dejan venir a clase o de mujeres que, por el contrario, se hacen respetar por sus maridos a partir de empezar a estudiar.”
En el tercer año de Las Tunas hay 28 alumnos, pero sólo tres son varones. Alejandro Bringas habla y cuando habla, todos –que el día de la entrevista son sólo todas– murmuran. Alejandro tiene fama de hablar mucho y apenas dice a, A de Alejandro, sus compañeros –sus compañeras, las 25 de sus compañeras en esos coros que generan marea– le hacen un coro de “ehhhhhhh”.
–Volver a estudiar es una de las cosas más lindas que me pasaron. Me retribuye más de lo que me puede dar cualquier sueldo. Cuando termine me voy a dedicar a estudiar pero pienso seguir colaborando con este proyecto. Mis compañeras son señoras que tienen hijos y si llueve, vienen con paraguas y, si tienen que venir, vienen con los chicos y los pañales. Es una cosa linda, por más que te desaprueben –nombra Alejandro. Y nombrar la palabra desaprobar, en cualquier clase, en ésta también, por más que sea una clase de señoras compañeras, genera murmullo y risas. Desaprobar es la palabra temida. Y a los temores se los exorciza con risas, risas colectivas.
“A los 15 años sufrí un intento de violación y, desde ahí, me vine abajo y siempre pensé que la cabeza no me iba a dar. Ahora mis hijos me dicen ‘yo te paso el trapo’, ‘yo te lavo los platos’ porque me ven contenta cuando vuelvo con un 7 o un 8.” Maria Teresa Quinteros, 40 años, alumna.
–Yo vengo bien, vengo aprobando las materias –aclara Alejandro, que habla con seriedad de su proyecto de escuela. Y habla para darles la razón a las chicas que advirtieron que a Alejandro le gusta hablar. En las aulas se conoce la gente. Alejandro se enorgullece de venir bien, pero también sabe de dónde venía.
–Yo venía de la secundaria de la época militar, que te bajaban la línea, no les importaba quién eras, ni si ibas o no ibas, dabas el presente y chau, hasta mañana. En cambio, acá, no te digo que es individual la clase, pero sí es personalizada. Saben quién sos, qué problema tenés, cuándo estás triste, cuándo estás contento. Esto es una cosa muy importante. Aunque tal vez no conté nada del colegio... –se ataja, para seguir contando.
–Ya contaste bastante –lo golean. Y le dan el pase. Las señoras compañeras quieren seguir hablando.
–Tengo dos hijos adolescentes –arranca Silvia Espinosa, que sabe lo que es tener adolescentes (Emmanuel, de 19 años, y Tamara, de 17) pero no sabe qué es tener adolescencia, aunque a sus 35, otras y otros todavía, al mismo tiempo, viven una adolescencia extendida. Lejos, casi siempre, de los costados donde la vida apura.
–Cuando yo era adolescente tenía que criar a mis hermanos por ser la mayor de la casa mientras mi mamá trabajaba. Después, me casé joven y tuve que criar a mis
hijos –enumera Silvia en una cuenta que no es matemática. No todo es dos más dos es cuatro. No todas las fichas juegan al juego donde se avanza de a casilleros, no todos van para adelante. Aunque hay, siempre hay, hay si se deja que haya, posibilidad de barajar y dar de nuevo.
–Pero todo se dio antes de lo que yo pensaba. Ahora los tres juntos estamos estudiando. Emmanuel y Tamara en la escuela del Estado y yo acá. Pasa una cosa muy linda, a veces ellos me piden mis fotocopias –se ríe, se jacta quien no nació para jactarse y goza de ese desvío del destino– o yo los ayudo a hacer sus trabajos y ésa es una cosa muy linda.
Linda –adjetiva Silvia. Linda. Dice. Y la sonrisa se le pone así.
Silvia además es el ejemplo del objetivo multiplicador de la educación popular. Educar para educar para educar. A pesar de la ostentación de los altos niveles de alfabetización y escolarización de la Argentina, donde hay un 2,5 por ciento de analfabetismo, lo que representa la segunda tasa más baja de toda Latinoamérica, según datos de la Unesco, publicados esta semana. Pero ese 2,5 por ciento no es nada, no es nadie. Argentina tiene blancos sobre negros, tiene un embrollo de promedios en donde la excelencia se mezcla con la exclusión y en el aprobado argentino hay demasiados 10 y demasiados 0. Por eso, fuera de los márgenes de los promedios, Silvia enseña a decir con palabras las palabras.
–Estoy en un programa de alfabetización con una maestra que se llama María. Tenemos dos adolescentes, Rubén, de 20, y Matías, de 16, que no sabían ni leer ni escribir. Hacer cosas por los demás es lindo. No hay que dejar a la sociedad marginada. No porque no tuvieron oportunidad que tampoco la tengan –apunta Silvia. La maestra, la alumna. La que no pudo estudiar y ahora enseña.
–Mis propios hijos me han contado que si el profesor está de mal humor los manda a marzo o que si ellos llegan cinco minutos tarde los hace repetir. Eso acá no se da. Y yo también trabajo en una escuela del Estado y me doy cuenta que los chicos son un número. Si un grado tiene que tener 30 alumnos tiene 30 para que el grado no cierre. Acá lo que importa es que aprendas. Si no entendés algo, te lo vuelven a decir.
Volver. Para María Teresa Quinteros, de 40 años, volver a la escuela fue volver a creer en ella.
–A los 15 años sufrí un intento de violación y, desde ahí, me vine abajo y siempre pensé que la cabeza no me iba a dar. Ahora mis hijos me dicen “yo te paso el trapo”, “yo te lavo los platos” porque me ven contenta cuando vuelvo con un 7 o un 8.
–¿Para qué estudiás?
–Para averiguar más cosas –enseña María Teresa.
Hay más, había más, habrá más. La historia tiene eso: da futuro.
La pelea de los bachilleratos
“A los siete bachilleratos populares, surgidos de experiencias sociales o fábricas recuperadas, nos nuclea una perspectiva de la educación popular que intenta formar sujetos políticos que apunten a la transformación de la realidad”, describe Ezequiel Alfieri, profesor de historia, miembro de la Cooperativa de Educadores e Investigadores Populares y Coordinador del Bachillerato de Jóvenes Adultos Maderera Córdoba.
Alfieri explica por qué ahora los bachilleratos que quieren formar estudiantes movilizados se movilizan para seguir y crecer. “Nosotros pedimos el reconocimiento definitivo de los bachilleratos populares con una normativa específica. Está creciendo la exclusión de los jóvenes y adultos de las escuelas. Por eso, el Estado tiene que reconocer que las organizaciones sociales están cubriendo este espacio y dar una solución. También pedimos –continúa– un reconocimiento económico (para que nuestros docentes tengan un salario como cualquier docente) y que haya subsidios a nuestros proyectos, como ahora hay subsidios para colegios religiosos que cobran cuota y, encima, el Estado los subvenciona. Y nosotros que proponemos una educación pública, popular y gratuita ni siquiera tenemos diálogo para ver la forma de sostener estos seis colegios. Nuestra objetivo es que se puedan seguir abriendo más de este tipo de colegios para que los estudiantes puedan pensar y actuar en la realidad en la que viven –remarca el profesor de historia–. Hasta ahora nos damos cuenta de que hay una apropiación del espacio diferente y que el nivel de deserción es mucho menor al de escuelas públicas o privadas que tienen recursos. Por eso, creemos que estamos en el buen camino.”
Martes, 28 de octubre de 2008
EL PAIS › YA FUNCIONAN VEINTITRES BACHILLERATOS POPULARES EN EMPRESAS RECUPERADAS
Con los útiles a la fábrica
Nacieron hace diez años, creados por los docentes que acompañaron el proceso de fábricas recuperadas. Otorgan títulos oficiales, pero sus profesores no cobran sueldo. Quieren que el Estado reconozca su labor.
Por Laura Vales
Los bachilleratos populares nacieron en 1998, por iniciativa de un grupo de docentes e investigadores universitarios que acompañaron el proceso de las fábricas recuperadas. Diez años más tarde, ya hay veintitrés en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Tienen el reconocimiento del Ministerio de Educación y otorgan títulos oficiales, pero sus profesores no cobran sueldos. En estos días están haciendo una campaña para que el Estado reconozca su trabajo.
Roberto Elisalde y Marina Ampudia integran el grupo fundador de los bachilleratos. Ampudia es antropóloga; Elisalde, historiador. “En la Argentina hay una larga historia de experiencias autogestionarias en educación. Los anarquistas y socialistas abrieron sus escuelas a fines y principios de siglo XX. Juan B Justo, José Ingenieros, fueron profesores. Más tarde tuvimos las universidades obreras creadas por el sindicalismo preperonista de la década del 30 y después la universidad obrera que impulsó el peronismo. En los ’80, finalizada la última dictadura, se desarrollaron las experiencias de educación popular freyrianas. Cuando estas experiencias autogestionarias encontraron políticas públicas con las
cuales articular, lo hicieron, como con el peronismo. Pero hoy esto es algo que todavía no se termina de concretar”, señala Elisalde.
Los bachilleratos populares retoman esa tradición, sumándole elementos de esta época. El 90 por ciento de sus docentes son graduados o estudiantes universitarios; son, a la vez, investigadores, profesores de escuelas de adultos y militantes sociales. Los bachilleratos se definen como una organización social en sí misma, que articula con otras organizaciones sociales: empresas reabiertas por sus trabajadores, movimientos territoriales y sindicales.
Ampudia venía de trabajar en educación para adultos, en escuelas nocturnas, cuando se armó el equipo que fundaría las primeras escuelas, en la metalúrgica recuperada Impa y en organizaciones territoriales de Tigre. “Veíamos que cada vez había más jóvenes que dejaban el polimodal, en un proceso de expulsión. Los chicos llegaban a la escuela nocturna, pero esa llegada era la antesala para que dejaran definitivamente el colegio”, reseña.
–¿Por qué dejan de estudiar?
–Encontramos dos tipos de razones. Problemas de la educación en sí misma, pibes que decían “repetí”, “no entiendo” o “me aburro” cuando les preguntábamos por qué habían dejado. La segunda tiene que ver con la precarización del empleo como un fenómeno que atraviesa toda la vida de los jóvenes, un problema que continúa y que sigue expulsándolos del sistema educativo. Hoy cambió el sujeto de la educación para adultos, ya que el 70 por ciento son en realidad jóvenes.
El avance de los bachilleratos puede contarse en tres etapas. Del ’98 al 2003 el grupo inicial formó el equipo de educación popular y crearon los primeros bachilleratos. A partir del 2003 comenzaron a ser convocados por empresas recuperadas que querían abrir bachilleratos en sus edificios, para que sus integrantes terminaran el secundario y como una forma de vincularse con los vecinos del barrio. Se sumaron después otros actores, como movimientos sociales (hay bachilleratos en galpones del Movimiento Teresa Rodríguez y el Frente Darío Santillán) y sindicales (como Anta y el Movimiento de Ocupantes e Inquilinos, de la CTA). A partir del 2007 lograron el reconocimiento oficial, tanto del Ministerio de Educación porteño como de la provincia de Buenos Aires, como escuelas con capacidad de otorgar títulos.
En la actualidad tienen un promedio de 100 estudiantes por bachillerato y más de 200 profesores entre los 23 bachilleratos. “Trabajamos con más de un docente por clase. Armamos equipos porque la clase siempre es muy heterogénea”, señala Ampudia.
–¿Qué diferencias hay con un bachillerato para adultos tradicional?
Elisalde: –En término de la educación, no proponemos la escuela como lugar de contención, sino de formación, con todos los objetivos del campo académico. La diferencia más fuerte, creo, es cómo los alumnos se apropian del lugar de estudio. Otra es que no tenemos situaciones de violencia entre los jóvenes.
Alumnos y docentes tienen una gimnasia de movilizaciones. Por lo general, participan de las tomas y han realizado también sus propios planes de lucha para lograr el reconocimiento oficial. Con el macrismo gobernando la ciudad, también sufrieron sus consecuencias. Apenas comenzaron con los reclamos para lograr que el Estado pague sus sueldos, en una marcha al Ministerio de Educación les abrieron una causa contravencional por dar una clase pública sobre Callao, cortando la calle. La fiscalía acusó a diez personas; curiosamente, ninguno de ellos estuvo cortando la calle, sino que los procesados son los diez que entraron al ministerio para realizar el pedido.
Domingo, 18 de julio de 2010
LA EXPERIENCIA DE UN ESCRITOR EN UN AULA DEL CONURBANO
Son boleta
Por Guillermo Saccomanno
No creo que muchos escritores se le animen a una clase de escuela media del conurbano. Pero que los hay, los hay. Es que no es sencillo encarar las aulas de la marginalidad, esos pibes que vienen de pobreza, violencia, droga, alcohol. A algunos les cuesta expresarse con algo más que un ininteligible fraseo primal. Estos son los pibes a quienes los docentes deben transmitirle el amor a la lectura. Pero, ¿cómo transmitir ese amor cuando no se lo siente? Más de una vez en los colegios planteo que los docentes no leen. “Los adolescentes, querrá decir”, me quiso enmendar una maestra. “No, le dije. Entendió bien: dije los docentes.” La mujer, como varias de sus colegas, me miró con odio. “A ver, cuéntenme qué leyeron anoche”, les pregunto. Silencio.
Por supuesto, hay causas, razones, determinaciones sociales que hacen que las maestras y maestros puedan preferir a la noche Tinelli, baile de caño, pizza y birra; y, excepcionalmente, los progres, el discurso facilongo de 6, 7, 8. No los culpo. Estoy convencido de que los docentes deben ganar más que un diputado, pero también de que ellos eligieron la trinchera en la que se encuentran. Y es una trinchera donde bajar la guardia es riesgoso. Las víctimas están ahí, en sus pupitres, frente al pizarrón, expectantes. Y por la expresión tienen todo el aspecto de estar en otra, en otra realidad que no es la del aula. Una más cruda.
El año pasado, junto con un grupo numeroso de escritores, participé en la movida del plan de lectura del Ministerio de Educación, iniciativa formidable: se imprimía un relato de cada escritor y luego se lo distribuía, en formato fascículo, en las aulas de los colegios. Más tarde, una vez que los alumnos habían leído el relato en
la clase de literatura, el escritor iba al aula y conversaba el texto y sus aspectos con sus lectores. La actividad, en los colegios de clase media, se cumplía. Pero en más de una oportunidad, en colegios más golpeados –que son los más–, el resultado no era el esperado. La frustración no dependió del ministerio, ni de los autores. Fue responsabilidad de los mismos docentes.
Me acuerdo de un colegio del conurbano. Al llegar al cole, nadie sabía dónde estaba el paquete con los fascículos. Nadie los había visto. Hasta que una funcionaria del colegio pareció reaccionar de un ataque de amnesia y recordó dónde estaban guardados. Los fascículos del Plan de Lectura habían sido archivados en un depósito. Ni se los habían pasado a la profesora de Lengua. Tampoco la profesora de Literatura se había interesado por la cuestión. Además, ese día la profesora de Literatura no había llegado aún. Por lo tanto, la actividad la iba a coordinar otra profesora, la de Inglés. No era un día tranquilo en el colegio. Habían faltado celadores. Y profesores. Las pibas y los pibes, casi el colegio entero, hacían quilombo en el patio. Tarde, pero al fin, apareció la profesora de Lengua. Y fuimos al aula. Como habían faltado profesores, la directora tuvo la idea de juntar dos divisiones. Preferible meterlos en esta actividad, aunque no tuviera nada que ver, a que estuvieran alborotando en el patio. Me pregunté cómo manejar la situación. Sesenta alumnos me superaban. Además no se trataba sólo de que no hubieran cumplido con la actividad: leer un cuento. La profesora tampoco tenía demasiada idea de qué se trataba el plan. Se me ocurrió que si no habían leído antes el relato, bien podríamos leerlo entre todos en clase. Pero esas pibas y pibes apenas sabían deletrear una palabra. Con paciencia, les propuse que cada uno leyera una frase y le pasara luego el fascículo a un compañero, una compañera. De ese modo, pensé, el relato se hilvanaba, se construía una lectura colectiva. Y terminaríamos de leer el cuento. Quien leía una frase, con dificultad, balbuceando, pasaba el fascículo con alivio. Se tardaba en completar el sentido del relato, pero era algo.
Desde el fondo, unos pibes bardeaban. Dados vuelta, bardeaban. El bardo iba en aumento. Pronto fue imposible la lectura. Le pedí a la profesora que dejara retirar del aula a los chabones (sí, les dije chabones) si no les interesaba la actividad. La profesora titubeó. Por fin, desconcertada, asintió. Los pibes se pararon. Ahí volví a hablarles: “Sé que tienen motivos para embolarse. Como sé que alguno de ustedes chuparon o se falopearon antes de venir al colegio. Sé también que algunos de ustedes hoy vieron al viejo fajar a la vieja. Y también que tal vez los que cobraron fueron ustedes. Sé que no la tienen fácil. Sin laburo, sin un mango. Encima, el colegio. De verdad, es mucho pedirles a ustedes, dados vuelta, que se queden
tranquis en el aula. No me careteen. Pueden salir”. Los pibes empezaron a caminar hacia la puerta del aula. “Pero antes –les dije–, sepan que si cruzan esa puerta son boleta.”
Los pibes se frenaron. Atónitos, me miraban. Ahora no volaba una mosca. “Porque si estoy acá es por ustedes. Si no saben leer, ustedes no saben sus derechos. Y si no saben sus derechos, cuando la Bonaerense los agarre con un fasito, los pueden fusilar. Vayan nomás. Los ratis los esperan.”
Callados, de pronto tímidos, de pronto chicos, volvieron a sus asientos.
Continué la clase como pude. Cero heroísmo. Taquicardia sentí. Me había sacado, me reproché. Traté de disimular que me temblaba el pulso. Mi sonrisa ante el aula era de plástico. No me gustaba esta situación. Pero la remé. ¿Acaso tenía otra alternativa? Sé que esta historia no me deja bien parado. Y que se me acusará de autoritario, patotero y políticamente incorrecto. Pero fue lo que pude hacer. Y no me avergüenza contarlo.
Hace tiempo que la realidad educativa se fue al carajo. Y que no son pocos los esfuerzos ministeriales como tampoco los docentes que, en esta realidad, se debaten peleando por mejorar el nivel de la educación. Pero no alcanza. Como tampoco alcanza que los escritores pongan el cuerpo en las aulas, lo que, a esta altura, me parece, es más que un deber una misión. Los debates en el Malba o en las librerías de Palermo pueden esperar. Los pibes y pibas de los colegios estatales, no. Y, que conste, estas reflexiones no deben inquietar sólo a los docentes. También a los escritores. Porque mañana terminarán escribiendo para clientes y no para lectores. Si es que ya no lo están –perdón, estamos– haciendo.
La experiencia de un historiadoren la Comisión de EsclarecimientoHistórico de Guatemala
Arturo Taracena Arriola
Historia reciente y responsabilidad social
Arturo Taracena Arriola. “La experiencia de un historiador en la Comisiónde Esclarecimiento Histórico de Guatemala”, en Anne Pérotin-Dumon (dir.).Historizar el pasado vivo en América Latina.http://etica.uahurtado.cl/historizarelpasadovivo/es_contenido.phpCopyright ©2007 Anne Pérotin-Dumon
HISTORIZAR EL PASADO VIVO EN AMÉRICA LATINA
Arturo Taracena Arriola
Historiador. Trabaja como investigadoren el Centro de Investigaciones Regionalesde Mesoamérica (CIRMA), en Guatemala.Ha enseñado en universidades de México,Francia y Costa Rica. Ha publicado extensamentesobre la sociedad guatemalteca en los siglos XIX
y XX. Entre sus libros se destacan El estadode los Altos. Indígenas y régimen conservador(1993), Invención criolla, sueño ladino, pesadillaindígena. Los Altos de Guatemala: de regióna estado (1997), y Etnicidad, estado y naciónen Guatemala, 1808-1944 (con G. Gellert,E. Gordillo, T. Sagastume y K. Walter, 2003).Taracena dirigió el equipo de investigacioneshistóricas de la Comisión de EsclarecimientoHistórico de Guatemala (1998).
3Arturo Taracena Arriola. La experiencia de un historiador en la Comisiónde Esclarecimiento Histórico de Guatemala
1. Raquel Sieder. “Políticas de guerra y paz y memoria en América Central”. En AlexandraBarahona, Paloma Aguilar y Carmen González (editoras), Las políticas hacia el pasado.Juicios, depuraciones, perdón y olvido en las nuevas democracias. Madrid: Istmo, 2002. pp. 247-284.
2. Para poder deslindar esta responsabilidad, me ha sido útil leer los dossiers “Mémoiresdu XX siècle”. Le Débat, 122. Noviembre-diciembre de 2002, pp. 4-186; “Les génocides et leurmémoire”. Le Débat, 124. Marzo-abril de 2003, pp. 154-188 y “Horizons de la mémoire”.Diogène, 201. Enero-marzo de 2003, pp. 3-145.
INTRODUCCIÓN
El proceso de transición democrática en Guatemala fue el resultado de lar-gas negociaciones de paz bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Aunquela constitución de una comisión de la verdad fue el objetivo de uno de losacuerdos firmados entre el gobierno y la Unidad Revolucionaria NacionalGuatemalteca (URNG) entre 1994 y 1996, tres años fueron necesarios desdeentonces para que, en julio de 1997, se creara la Comisión de EsclarecimientoHistórico de Guatemala (CEH) que estuvo en funciones hasta febrero de 1999.Cabe ubicar esta iniciativa entre los intentos oficiales por enfrentar el cono-cimiento del pasado en el istmo en los últimos cincuenta años y la aplicaciónde medidas de justicia y reparación, con el fin declarado de contribuir a lareconciliación nacional y a la transición democrática, de los cuales el exce-lente y pionero artículo de Raquel Sieder, “Políticas de guerra, paz y memoriaen América Central”1 contiene un análisis comparativo.
El presente trabajo esboza un testimonio razonado de mi experienciacomo historiador durante casi tres años en el equipo de investigaciones his-tóricas de la CEH. La percepción que entonces tuve –y que ahora sistematizo–no necesariamente será compartida por sus otros integrantes, por lo queasumo la responsabilidad de su contenido. Tampoco quiero ocultar las difi-cultades de haber ejercido profesionalmente mi oficio a sabiendas de que mipasado militante era y es un condicionante en la interpretación de los hechos.Tal vez, el matiz lo da el hecho de que no participaba en una investigaciónacadémica que yo había escogido hacer, sino que lo hacía por deber ciuda-dano en un contexto político muy especial.2
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Conceptos
Historiografía
Matanza de comunidades indígenas
Memoria en la disciplina histórica
Militancia política y militarización guerrillera
Responsabilidad cívica del historiador
Responsabilidad profesional del historiador
Responsabilidad social del historiador
Teoría del sándwich
Testimonio y denuncia
Transición democrática y memoria
Hechos de violencia
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08, 11
18
05
14
Responsabilidadcívica delhistoriador
EL RETO
El análisis histórico del conflicto armado interno que debía realizar la CEHse planteó, en primer lugar, como un llamado a la recuperación de la memo-ria y, en segundo lugar, como investigación sobre el pasado con una finalidadpráctica: coadyuvar al éxito de una solución política duradera y permitirla construcción de la democracia en un país que solamente la ha vivido demanera formal tal y como lo atestigua su historia de violencia e impunidad.Fue así que un equipo de cientistas sociales, apoyado por los diferentes equi-pos de campo, trabajó de mayo de 1997 hasta febrero de 1999 para producirel informe “Causas y orígenes del conflicto armado interno”, publicado en elprimer tomo del informe de la comisión: Guatemala. Memoria del silencio.5
Visto retrospectivamente, el trabajo emprendido por la CEH representabaun esfuerzo de grandes proporciones en un país donde el olvido cuidado-samente calculado se apoya en una enseñanza sintética del “presente histó-rico”, sin líneas profundas de análisis y en una historiografía que se nutrefundamentalmente de los libros escritos por extranjeros,6 claro indicadorde la falta de compromiso de los guatemaltecos con el quehacer histórico.
A la falta de conciencia histórica de los guatemaltecos se suma la ausenciade archivos públicos –pues muchos han sido destruidos o están escondidos–7
y la incertidumbre que sentimos los guatemaltecos a la hora de abordar con
5Arturo Taracena Arriola. La experiencia de un historiador en la Comisiónde Esclarecimiento Histórico de Guatemala
Historia reciente y responsabilidad social
5. Memoria del silencio. Tomo 1. Guatemala: CEH, 1999, pp. 77-288. En internet:http://shr.aaas.org/guatemala/ceh/mds/spanish/
6. De ninguna manera quiero dar una connotación peyorativa a esta afirmación sino sóloseñalar una ausencia en la producción bibliográfica dentro de Guatemala y por parte dehistoriadores guatemaltecos.
7. En el año 2005 fue descubierto parte del archivo de la Policía Nacional que comprendedocumentos que van de 1907 a 1996. Pasó a manos de la Procuraduría de Derechos Humanos(PDH) mientras se crean condiciones de conservación y de clasificación. Ya el poder ejecutivoha exigido que se le entregue este archivo, alegando la necesidad de evitar tensiones en caso quese abran juicios y se condene a responsables de violaciones a los derechos humanos. Incluso haacusado a la PDH de no ser competente en el manejo de archivos de la policía. Por su parte, la PDHteme que la entrega de este acervo al poder ejecutivo sólo facilite expurgos por razones políticas.
Asimismo, otro matiz es la seriedad del documento final producido, in-dependientemente de la acción de sus detractores, en especial de miembrosdel Ejército de Guatemala, quienes ven en él un documento que condena a“quienes impidieron la derrota del estado guatemalteco”, a quienes “valien-temente se enfrentaron al comunismo” en 1954 y, posteriormente, actua-ron en “defensa de la nación guatemalteca”.3 Los antecedentes del conflictodeben remontarse a la aparición de las ideas comunistas en Guatemaladurante el año 1922, cuando se celebró por primera vez el Día del Trabajo,para extenderse a partir de la revolución de octubre de 1944. Esta luchacontra el comunismo destructor del estado justificó el proceder “patrióti-co” desde el poder estatal de militares, paramilitares y civiles a lo largo delconflicto armado interno.4
La CEH ofrecía un paso concreto para enfrentar el legado de la violaciónde los derechos humanos y, consiguientemente, para avanzar en la transi-ción democrática. Como su propio nombre lo indica, se impuso rendir unaexplicación histórica de las causas y consecuencias de un conflicto armadointerno que había durado treinta y cuatro años, pero cuyos orígenes abríanun espacio de tiempo de medio siglo, con el propósito de poder hacer reco-mendaciones concretas que tuvieran como asidero la experiencia histórica.En ese contexto me pareció que yo podía y debía asumir el desafío de par-ticipar como profesional y como ciudadano.
4Copyright ©2007 Anne Pérotin-Dumonhttp://etica.uahurtado.cl/historizarelpasadovivo/es_contenido.php
HISTORIZAR EL PASADO VIVO EN AMÉRICA LATINA
3. Confróntense, por ejemplo, las declaraciones del general Efraín Ríos Montt: “No lo apoyo[el Informe de la CEH] porque esto es una parte, vista de un lado y no vista de los dos.Se me ocurre que es una narración. No pongo en duda su veracidad, pero tampoco compartosu realidad”. Siglo XXI. 26 de abril de 2000, p. 6.
4. Véase la reciente obra del coronel Mario A. Mérida G. Venganza o juicio histórico. ¿Juzgueusted? Una lectura retrospectiva del Informe de la CEH. Guatemala: Litografías Modernas, 2004.
Transicióndemocráticay memoria
por ello se convirtiese en verdad absoluta. Sabíamos que sería rechazado porel Ejército y la burguesía que se declaraban convencidos de haber salvadoa Guatemala, a pesar de un costo social de decenas de miles de muertos,desaparecidos, heridos y refugiados. Para ellos, lo sucedido ha sido la mejorforma de salvar la “democracia” que vino de la mano de la intervenciónnorteamericana de 1954.
Durante su visita a Guatemala en 1999, Bill Clinton aceptó que los EstadosUnidos estaba en deuda con Guatemala por esta intervención. Asimismo, lasconclusiones del Congreso “Nuevas perspectivas de los Estados Unidos,Guatemala y Latinoamérica en el golpe de 1954”, celebrado en 2003 en Wa-shington, fueron que el argumento de la amenaza comunista guatemaltecapara los Estados Unidos no tenía fundamento alguno pero que sus conse-cuencias para Guatemala eran evidentes: la intervención norteamericana enel derrocamiento del gobierno de Jacobo Árbenz confirió una suerte de lega-lidad al militarismo conservador que ha venido decidiendo los destinos delpaís desde hace medio siglo. Sin embargo, este congreso de historiadoresevitó abordar con profundidad el continuum de la política norteamericanaen materia de apoyo a ese mismo régimen contrainsurgente.9
LAS PREGUNTAS CLAVES
En lo referente a la particularidad guatemalteca, desde el inicio nos asalta-ron preguntas como las siguientes: ¿Cómo equilibrar el peso de la memoriacolectiva con el de los actores individuales? ¿Cómo enfrentar la tesis queexplicaba casi cuatro décadas de guerra civil tan sólo por los ánimos bélicosde dos únicos actores (Ejército y guerrilla) o, en el mejor de los casos, porla maldad de la CIA?
7Arturo Taracena Arriola. La experiencia de un historiador en la Comisiónde Esclarecimiento Histórico de Guatemala
Historia reciente y responsabilidad social
9. Véase “CIA abre archivos”. Prensa Libre. Guatemala: 16 de mayo del 2003; “CIA fuedeterminante en la caída de Árbenz”. Siglo XXI. Guatemala: 16 de mayo del 2003; MartínRodríguez P., “Medio siglo de militarismo”. Prensa Libre. Guatemala: 19 de mayo del 2003.
seriedad el balance de casi cuatro décadas de guerra. Aún enfrentamos lalimitación de no poder escribir nuestra historia con lucidez debido a la cen-sura propia y a la que nos impone un estado que no acepta ser juzgado porsu comportamiento en el largo plazo.
Los miembros del equipo de investigación histórica que entramos a tra-bajar en la CEH veníamos de diversas instituciones y generaciones, y no tení-amos la mejor preparación teórica y metodológica sobre el tema que hoytratamos y que Paul Ricœur ha puesto de moda con su obra La memoria,la historia, el olvido.8
Individual o colectivamente, empezamos nuestra labor sin haber reflexio-nado de manera sistemática sobre las etapas de la operación historiográficaexplicativa de la memoria reciente. En un principio, la mayoría de los parti-cipantes del equipo sentimos la falta de conocimiento de esa historia bélica,ya fuese por razones de edad o de marginalidad política casual o voluntaria.Además, no había consenso alguno entre las visiones históricas guatemal-tecas y extranjeras. Pero nos habíamos comprometido a dar una explicacióna la sociedad guatemalteca y a la comunidad internacional sobre los orígenesy la duración de un conflicto armado de treinta y cuatro años y su olvido.Por ello, nos vimos compelidos a producir un análisis serio de los contenidos,de los usos sociales y políticos, de los mecanismos de transmisión de la me-moria, de las falsificaciones y trasvestismos de las historias escritas, así comode los silencios de la sociedad guatemalteca a lo largo de medio siglo. Debimossuperar la tendencia al anacronismo que nos imponía un período ideoló-gico mundial caracterizado por el publicitado “fin de la Historia” y los variosparadigmas con los que nos habíamos formado como profesionales y polí-ticos. Las discusiones fueron arduas y provechosas.
En pocas palabras, estábamos ante el compromiso de producir un textohistórico para el público. Nuestro texto sería sin duda perfectible. Pero de-bíamos aportar una explicación más “científica” –más profesional, sin que
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8. Paul Ricœur. La memoria, la historia, el olvido. Madrid: Editorial Trotta, 2003.
Responsabilidadsocial del
historiador
LA CONFORMACIÓN DEL EQUIPODE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA DE LA CEH
Es necesario señalar que el doctor Christian Tomuschat –director de la CEH–se enfrentó desde el inicio al problema de la falta de sistematización interna-cional sobre este tipo de actividades. Él y los dos comisionados guatemal-tecos (los licenciados Alfredo Balsells Tojo y Otilia Lux de Cotí) tuvieron queempezar de cero en el diseño de la Comisión de Esclarecimiento Histórico.Si bien pronto se contó con los reportes de las comisiones de la verdad deArgentina, Chile y El Salvador, se desconocía cómo habían trabajado. Erannecesarias creatividad e intuición.
La lectura de ese material permitió corroborar el limitado interés que lascomisiones de la verdad anteriores habían otorgado a la interpretaciónhistórica, por lo que los comisionados –en especial el doctor Tomuschat–consideraron importante que el informe final guatemalteco tuviese unaamplia explicación histórica de los orígenes, del desarrollo y de las con-secuencias del conflicto armado interno, tal y como lo exigía el acuerdo decreación de la CEH. En ese contexto se planteó la constitución del equipode investigación histórica.
De inmediato, la comisión se abocó a obtener el concurso de varios cen-tros de investigación social existentes en el país, incluyendo los de la uni-versidad nacional y los de las privadas, no sin enfrentar algunos rechazos.Los investigadores provenimos principalmente de las universidades de SanCarlos (estatal), Rafael Landívar (privada confesional, jesuita) y Del Valle(privada), así como de los centros de investigación Asociación de Inves-tigación y Estudios Sociales (ASIES), Asociación para el Avance de las Cien-cias Sociales en Guatemala (AVANCSO) y Facultad Latinoamericana deCiencias Sociales (FLACSO).
El equipo de investigación histórica quedó conformado por guatemal-tecos, la mayoría de los cuales eran cientistas sociales, mientras que losequipos de apoyo y de investigación de campo se formaron en gran medidacon extranjeros de diversas disciplinas, pero sobre todo provenientes de
En ese momento particular guatemalteco cobraba cada vez más peso lateoría del sándwich, de acuerdo con la cual treinta y cuatro años de guerra civilse explican por la sola acción del Ejército y del movimiento revolucionarioguatemaltecos; una tesis que no es sustentada política o históricamente en losvecinos países de El Salvador y Nicaragua, pero que en Guatemala le ha aco-modado a muchos. Así, actores como la oligarquía, los partidos políticosinstitucionales, las iglesias, los intelectuales, las universidades, las gremiales,los sindicatos, los campesinos, los indígenas, etcétera, estuvieron atrapadosen medio de la brutalidad bélica: son sectores de la sociedad que, cuandoactuaron, lo hicieron manipulados o abusados por el Ejército, por el movi-miento revolucionario o por ambos. Éstos, a su vez, estaban manipulados porsus aliados internacionales: los Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba.
¿Quiénes eran verdaderamente los actores sociales enfrentados en el con-flicto armado interno de Guatemala? ¿Se trató solamente de organizacionese instituciones en pugna, tal y como esta tesis lo ha venido sosteniendo?
Pronto nos dimos cuenta de que era imprescindible escudriñar un aba-nico importante de fuentes y de testimonios que nos permitiesen superar lossilencios, los miedos y las explicaciones binarias. Era necesaria una valora-ción sistemática de todos los caminos del pasado, aunque francamente notuviésemos la experiencia ni los medios para lograrlo de la forma adecuada.
El primer problema resultó ser encontrar las fuentes y valorar su veraci-dad sin ser prejuiciosos con ellas. El segundo, impedir que un pasado tan dolo-roso nos condujese a querer “pasar la página” –como se dice coloquialmente–,sobre todo en casos espinosos como el de las masacres y el genocidio. Eltercer problema fue enfrentar el peso de la memoria institucionalizada yconstruida por un poder triunfante desde 1954, con el agravante del éxitopolítico de su ideología a nivel regional y, también, dejar a un lado la visiónredentora de la izquierda revolucionaria. El cuarto, sobreponernos a la tiran-tez que sentíamos como historiadores entre nuestro oficio y nuestra res-ponsabilidad ciudadana frente a la marca del pasado militante.
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Teoría delsándwich
Establecer cuándo comenzó la guerra fue otra discusión que nos llevómucho tiempo. La tradición castrense decía que con el intento de rebeliónmilitar en el departamento de Zacapa el 13 de noviembre de 1960. Los do-cumentos demostraron que más bien se trataba del momento en que losoficiales radicalizados fundaron el movimiento MR13, dando a conocerpúblicamente su programa político y optando por la lucha guerrillera comomedio para derrocar el gobierno del general Ydígoras Fuentes en febrero de1962. Una plataforma política que pronto sería enmarcada en la lucha porla instauración del socialismo, bajo la influencia de la revolución cubana.
La importancia de las etapas conllevó un primer punto de discusión delequipo de investigación histórica con miembros de los equipos de campo dela CEH. Estos últimos tendían a menospreciar la primera etapa del conflictoarmado interno de 1962 a 1978 por su volumen menor de bajas y su carácteresencialmente intraladino (no indígena), frente a las proporciones que ad-quirió la guerra en Guatemala a partir de 1979 –especialmente en las zonasrurales– con motivo de la aplicación intensiva de la Doctrina de SeguridadNacional ante el “enemigo interno” y su caudal de desaparecidos, masacres,aldeas modelo, patrullas civiles. Había una tensión marcada entre la visióndel equipo de investigación histórica, centrada en proporcionar una vi-sión global del pasado histórico inmediato, y la de miembros de los equi-pos de campo, abocada en denunciar la magnitud de la violación de losderechos humanos, en particular en las comunidades indígenas, las cualesno deberían ser necesariamente opuestas.
De esa polémica se desprendió otra referida al peso otorgado a la explica-ción bipolar del conflicto armado interno por medio de la teoría del sánd-wich, en la que la sociedad civil guatemalteca había sido presa del enfrenta-miento entre el Ejército y la guerrilla. Tal tesis había sido esbozada en ciertamanera en el informe Guatemala. Nunca más del Proyecto InterdiocesanoRecuperación de la Memoria Histórica (REMIH) aparecido en 1998.10
las ONGs que actuaban en el país o de la antigua misión de observacióninternacional de las Naciones Unidas en El Salvador, la ONUSAL. Algunosde los primeros integrantes contribuimos a diseñar su estructura y metas amediados de 1997.
La CEH empezó a funcionar como institución en medio de las dificul-tades laborales entre los integrantes (quienes tenían distintos cargos a la horade sumarse al proyecto), de la vigilancia efectiva de los servicios de seguri-dad del estado, del enfrentamiento entre “actores” y “neutrales” y entre fun-cionarios internacionales (de las Naciones Unidas) y contratados nacionales.
LA DINÁMICA DE LA DISCUSIÓN INTERNA
Un tema de discusión inicial en el seno del equipo de investigación históricafue el de la periodización. Era necesario acotar el lapso de los antecedentes(1948 o 1954) y del inicio del conflicto armado (1960 o 1962), con el propó-sito de poder determinar el peso de la Guerra Fría en el caso guatemaltecoy el de los factores internos: ideologías dominantes (la presencia de un anti-comunismo oficial desde 1932 y de discursos y prácticas racistas propias deldesarrollo histórico del proyecto nacional guatemalteco), causas estructu-rales (el desarrollo del capitalismo agrario desde el siglo XIX), cierre de espa-cios políticos (contrarrevolución de 1954). Pequeños detalles, pero decisivosen la seriedad del planteamiento interpretativo.
¿En qué punto empezar el análisis de los orígenes inmediatos? ¿La revo-lución de octubre de 1944 que había puesto fin a la dictadura del generalJorge Ubico en la coyuntura del triunfo de los Aliados en la Segunda Gue-rra Mundial? ¿El asesinato del coronel Francisco Javier Arana en 1949,principal dirigente de la derecha guatemalteca? ¿La contrarrevoluciónfinanciada por los Estados Unidos, de junio de 1954? Decidimos hacerlo enoctubre de 1944, fecha que marcó la caída del régimen liberal tradicionalinstaurado en la segunda mitad del siglo XIX, como en la casi totalidad depaíses latinoamericanos.
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10. Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica. Guatemala.Nunca más. El entorno histórico. Tomo 3. Guatemala: ODHAG, 1998.
Militanciapolítica ymilitarizaciónguerrillera
Teoría delsándwich
Asimismo, surgió la polémica en torno de la denominación de lo ocu-rrido: se nos decía que no fue una guerra civil o un conflicto armado, sinomás bien un “desorden de la sociedad”; simplemente, violencia continua,circunscripta en el espacio y a sectores de la sociedad. Y que por lo tanto,la mayoría de los crímenes no habían sido actos de guerra ni crímenespolíticos, sino delitos comunes, ajenos a las necesidades y urgencias delconflicto militar.12
Detrás de esta polémica aparecía el tema acerca de cómo interpretar laviolencia política: ¿Existían causas estructurales socioeconómicas que expli-caran su surgimiento? ¿Tenía o no la guerrilla el derecho a cuestionar a unestado surgido de una contrarrevolución e intervención extranjera en 1954–visto por un sector de la sociedad como una democracia–? ¿Era o no irres-ponsable enfrentar a un estado que, en definitiva, actuó en defensa de símismo? ¿Cual había sido el grado de responsabilidad del gobierno de losEstados Unidos –y por lo tanto de la CIA– en el mantenimiento de las estruc-turas represivas en Guatemala? ¿Había tenido Cuba un papel preponderanteo subordinado en el desarrollo y en la consolidación del movimiento revo-lucionario guatemalteco?
También aparecieron preguntas acerca de la cuestión de los indígenas:¿Cuál había sido, por ejemplo, la dimensión de la matanza por parte delEjército guatemalteco de núcleos indígenas? Y acerca de las causas de esamasacre: ¿fue el apoyo de los indígenas –real o presunto–, a la guerrilla ola visión ideológica racista de los militares lo que originó la matanza? En elsegundo caso, ¿correspondería hablar de genocidio?. Estaba asimismo lacuestión del grado de adhesión de una mayoría indígena rural al plan con-trainsurgente, lograda a través de varias modalidades: patrullas de autode-fensa civil, aldeas modelo, coordinadoras interinstitucionales, entre otras.Se pretendió justificar esa masacre presentándola como medida aplicada
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Historia reciente y responsabilidad social
12. Véase el prólogo de Edelberto Torres Rivas “La metáfora de una sociedad que se castigaa sí misma. Acerca del conflicto armado y sus consecuencias”. Guatemala: causas y orígenesdel enfrentamiento armado interno. Guatemala: F&G Editores, 2000, pp. 13-32.
Surgió la necesidad de ofrecer una reconsideración crítica de esa teoríapara dar una explicación global del conflicto armado interno, ya que nosparecía que la guerra que había involucrado a casi todos los sectores de lasociedad guatemalteca no podía ser explicada por la sola responsabilidad dedos actores. Claro, ello nos ponía frente al riesgo de que avanzara la ideade una “responsabilidad colectiva”, que diluyese los niveles de responsabilidadindividuales e institucionales existentes, que ameritaban ser explicitados.
De ahí que también tuviésemos que enfrentar la explicación del compor-tamiento de los sectores subordinados en el conflicto armado como productode la “manipulación”, tesis tan corriente en el discurso político guatemalteco.Por ejemplo, frente a la visión más crítica de la CEH, los empresarios argumen-taban que se habían visto envueltos en “una guerra que no habían deseadoy en la que no habían participado”, eso a pesar de los indicios de su papel enel financiamiento y las directivas políticas en el derrocamiento de Árbenz yde la posterior lucha contrainsurgente. Especialmente el Ejército sosteníaque había habido una manipulación externa de los guatemaltecos por losactores de la Guerra Fría (los Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba).
Por otra parte, se hablaba de una manipulación interna de los indígenaspor la guerrilla y el Ejército. Esta última tesis era sostenida por un amplioabanico de gente: los partidos políticos institucionalizados que subsistían(Partido Democracia Cristiana Guatemalteca, Movimiento de LiberaciónNacional, Partido de Avanzada Nacional, Unión del Centro Nacional), lajerarquía de la Iglesia católica, la dirigencia del movimiento maya, y algunosintegrantes de la izquierda que no habían sido partidarios de la “vía de lalucha armada”. Sin embargo, ésta es, sobre todo, la adoptada por variosintelectuales extranjeros.11
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11. El problema de la represión y la subordinación del indígena se reflejó en las diversasopiniones que luego definieron el denominado “debate Stoll-Menchú”, en que el antropólogonorteamericano David Stoll cuestionó el testimonio dado por Rigoberta Menchú, PremioNobel de la Paz en 1981, sobre su trayectoria de defensora de las comunidades indígenas,lo que abrió un espacio de discusión sobre el tema de la manipulación de los indígenas enel conflicto armado interno. Véase Arturo Arias (editor). The Rigoberta Menchú Controversy.Minneapolis: University of Minnesota Press, 2001.
Matanza decomunidadesindígenas
la responsabilidad de estos hechos corresponde al Ejército en un 93%, a laguerrilla en un 3%. El 4% es atribuible a diferentes actores. El informe dela CEH incluye un análisis detallado de casos paradigmáticos a partir de ochomil testimonios.
EL GRAVE PROBLEMA DE LAS FUENTES
La CEH encontró grandes dificultades a la hora de recabar fuentes escritas(prensa, boletines, partes de guerra, planes de campaña, reglamentos, pro-gramas políticos, etcétera). Por un lado, los documentos de la guerrilla eranescasos debido a su destrucción masiva y a las reticencias de sus dirigen-tes para aportar los registros de datos existentes; por el otro, siempre estuvoprohibido el acceso a la mayoría de las fuentes castrenses y gubernamen-tales. Los partidos políticos, amparados en la “teoría del sándwich”, nopresentaron una sola fuente. Esta postura fue adoptada incluso por el MLN,producto histórico de la intervención de 1954 y principal fuerza políticade la contrainsurgencia. A su vez, había que afrontar el análisis crítico de lasfuentes secundarias. Si bien éstas tenían el sesgo de los análisis académi-cos del período de la guerra y eran favorables a uno u otro bando, resultóesencial acopiarlas y compararlas.
También sobresalió la calidad contundente pero también relativa de lainformación aportada por los documentos desclasificados por el Depar-tamento de Estado norteamericano. Cuando a finales de 1997 la CEH losrecibió directamente del National Security Archive,15 los miembros delequipo histórico pensamos que pronto avanzaríamos e n el análisis de losantecedentes y de las etapas del conflicto armado interno guatemalteco.
15Arturo Taracena Arriola. La experiencia de un historiador en la Comisiónde Esclarecimiento Histórico de Guatemala
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15. National Security Archive, dirigido por Kate Dole y Carlos Osorio.Cf. www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB4/index.html
en el marco de operaciones de contrainsurgencia a escala local y limitada enun tiempo determinado. El argumento fue dado en particular en el casode la represión a los ixiles en el departamento de El Quiché.13 Al respecto, unalto funcionario castrense ha afirmado que los “excesos” ocurridos duranteel enfrentamiento armado interno, “en ningún momento estuvieron conte-nidos en una política institucional”, si no que fueron cometidos por “algunosmiembros de las Fuerzas Armadas, policiales, patrulleros de autodefensacivil, comisionados militares e incluso civiles, quienes actuaron según sucriterio particular”.14
Finalmente, tampoco podía dejar de plantearse en la discusión entreinvestigadores del equipo histórico, por más que se negaba desde las filas dela Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), las masacresde la guerrilla en respuesta a la medida contrainsurgente de creación delas Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), los asesinatos de empresarios,periodistas, ex compañeros acusados de traidores, en nombre de una “causajusta”. Si bien la guerrilla argumentaba haber actuado a partir de una injus-ticia generalizada mantenida por el estado guatemalteco, no podía negarque su proceder había producido en el tiempo hechos injustos concretos, quedebían ser documentados.
Para el REMIH, el 80% de las cincuenta y cinco mil víctimas y más deveiticinco mil asesinatos eran atribuibles al Ejército, y sólo el 9% a la gue-rrilla; los autores del 11% restante no estaban identificados. Para la CEH,las personas asesinadas y desaparecidas son alrededor de doscientas mil, y
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13. El Triángulo Ixil es una región del departamento de El Quiché; su población, indígenasixiles, fue blanco deliberado a fines de la década de 1970 y a inicios de la de 1980 de lascampañas de terror del Ejército. Las comunidades mayas fueron identificadas con lainsurgencia por un estado imbuido de prejuicios racistas. Se las atacó con el fin de destruirlos valores culturales que les garantizaban cohesión y quitarles la posibilidad de apoyarcualquier acción colectiva de un proyecto insurgente o de unirse a ella. Casi el 80% de losataques del Ejército se concentró en las regiones de densa población indígena de El Quiché,Huehuetenango y las Alta y Baja Verapaz: el 83,3% de las víctimas era de origen maya.
14. Mario A. Mérida G. Venganza o juicio histórico. ¿Juzgue usted? Una lectura retrospectivadel Informe de la CEH. Guatemala: Litografías Modernas, 2004, pp. 5-6.
Hechos deviolencia
Empero, luego del primer entusiasmo, los investigadores nacionales yextranjeros de la CEH pensamos cuánto más hubieran podido revelar aquellasfrases tachadas y notas eliminadas a lo largo de los cientos de hojas (aunqueen ese momento representaban apenas el 1% de los expedientes secretos quela CIA posee relativos a lo acaecido en Guatemala desde la invasión de juniode 1954 hasta finales del conflicto armado en 1996). Claro, quedaba la posi-bilidad de que tales espacios fueran llenados por los documentos oficialesguatemaltecos y los testimonios de los actores nacionales –militares y civilesaliados de los Estados Unidos– que han detentado el poder desde 1954. Sinembargo, pronto se hizo evidente que ninguno de ellos estaba dispuesto apresentar documentos o a dar testimonios fiables que ayudaran a esclarecerel pasado. Por su parte, los funcionarios de los Estados Unidos se defendie-ron alegando que se trataba de los asuntos internos de países soberanos.
Asimismo, aunque muchos de los señalamientos hechos por la izquierdaguatemalteca resultaron corroborados por los documentos desclasificados,ésta no pudo aportar datos apoyados en fuentes nacionales que esclare-cieran todas las frases tachadas. En honor a la verdad, en muchos casos laizquierda no tuvo voluntad política de hacerlo. Sin embargo, no se pre-sentó como víctima de la manipulación de soviéticos y cubanos, y asumiósu responsabilidad en el proceso que se desarrolló a lo largo del conflictoarmado interno.
LOS PROBLEMAS DEL APOYODE LA INVESTIGACIÓN DE CAMPO
Desde el seno del equipo de investigación histórica surgió una crítica a laforma en que se constituyeron las antenas de la CEH en las consideradasregiones indígenas y regiones ladinas debido a la desigualdad de su distribu-ción geográfica. La costa sur y el oriente de Guatemala, donde se desarrollóla primera experiencia guerrillera, tan sólo contaron con una sede cada una,mientras que en el occidente y norte funcionaban once. El argumento giró
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Historia reciente y responsabilidad social
Kate Dole, la directora de esta ONG, apuntaba que la operación PBSUCCESS–nombre con el que se conoce la operación realizada por la CIA en Guate-mala–, ingresó en la memoria colectiva de la agencia de inteligencia comoun triunfo sin mancha, versión que luego fue adoptada por una parte de lahistoriografía norteamericana. A partir de la operación PBSUCCESS ysu supuesto éxito, las operaciones clandestinas que emprendió la agencianorteamericana en los años sucesivos se describieron incluso como “lim-pias, seguras y eficientes”. De esa forma, en la historia oficial de los EstadosUnidos no se asumía como propia la responsabilidad en los hechos acae-cidos en estos países.16
Tales razones nos hacían considerar que la divulgación de estos docu-mentos era un comienzo vital para reconstruir el oscuro pasado inmediatode Guatemala, al cual todos nos referíamos con verdades a medias y secretosa voces, pero sin poder modificar la versión oficial.
De hecho, ante los ojos de los investigadores de la CEH fueron apare-ciendo documentos que, a pesar de los largos y repetidos tachones continta negra que ocultaban muchas de las frases, dejaban ver informaciónsobre hechos y estadísticas concretas en torno del comportamiento delestado y la sociedad guatemaltecos a raíz de la caída del régimen revolucio-nario. Se aclaraba el proceder de los aliados guatemaltecos de los EstadosUnidos, especialmente de la clase terrateniente y del Ejército, resueltos arecuperar el poder que en parte habían perdido a partir de la revoluciónde octubre de 1944. Si bien los documentos norteamericanos centran suanálisis en el papel que jugaron los actores nacionales, revelan tambiénque éstos no habrían podido triunfar en el conflicto ni poner en marchael terror de estado sin el dinero, el equipo, el adiestramiento y el apoyomoral proporcionado por los asesores norteamericanos, como lo señala elhistoriador Greg Grandin.17
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16. Kate Dole. “La CIA y Guatemala, 1954”. El Periódico. Guatemala: 15 de junio de 1997.17. Greg Grandin (compilación y comentarios). Denegado en su totalidad. Guatemala:AVANCSO, 2001.
Esta posición fue defendida especialmente por entrevistadores extranje-ros y había aparecido también en el seno del REMIH, aunque en ese casoestaba amparada por guatemaltecos. En su defensa, se argumentaban razo-nes de “objetividad” del informe final o una actitud “políticamente correcta”de denuncia de las atrocidades de la subversión en Guatemala como entoda Centroamérica.
Asimismo, sin que llegase a ser oficial, el trabajo del equipo de investi-gación histórica de la CEH se vio envuelto en una polémica con el entornopolítico de la URNG (fuerzas revolucionarias que firmaron con el gobiernoguatemalteco los acuerdos de paz de 1994-1996) en torno de sus conclu-siones. Este equipo demostró que, a pesar de contar con un mandato limi-tado en materia de rescate de la memoria y del deslinde de responsabili-dades, con voluntad de investigar el pasado reciente se podían producirresultados concretos que cumpliesen con las expectativas políticas de lasociedad guatemalteca y de la comunidad internacional. Es decir, se podíacombatir la tentación de sustituir el olvido con la ambigüedad.
Otra polémica se desató a mezzo voce con el gobierno y los militares,quienes reprochaban al equipo histórico su “visión parcializada de la guerra”porque no respaldó la tesis del salvamento de un estado de derecho frente ala amenaza comunista. En este sentido, el gesto más contundente fue que elpresidente de Guatemala, Álvaro Arzú se negó a recibir el informe Memoriadel silencio de manos del doctor Tomouschat, director de la CEH.
LA CONTUNDENCIA DE LA INTERPRETACIÓNHISTÓRICA Y DE LAS RECOMENDACIONES
El régimen instaurado desde 1954 sigue indemne bajo la hegemonía de susdos defensores principales: la oligarquía y el Ejército, hoy enfrentados porel debate en torno del silencio de la primera sobre su responsabilidad en elconflicto armado interno. De ahí que se piense que las leyes y el pacto de si-lencio resolverán por sí solos los problemas estructurales que aquejan al país.
nuevamente en torno de la poca importancia de la represión en la primeraetapa del conflicto armado interno (1962-1978), con el cálculo de veinticincomil víctimas frente a las ciento setenta y cinco mil de la etapa posterior. Nue-vamente, el equipo de historiadores enfrentó dificultades para que el restode los integrantes aceptaran la necesidad de una visión histórica global, yaque los investigadores de campo actuaban guiados por consideracioneshumanitarias y por la preocupación de denunciar. Desde nuestro punto devista, lo último debía estar acompañado por la explicación del proceso y eldebate de las funciones distintas de la memoria social y la historia si se que-ría avanzar en el conocimiento de la historia reciente de Guatemala.
Dado que se tomó como base un criterio cuantitativo –la cantidad de víc-timas por período–, no se prestó la suficiente atención al aspecto histórico delconflicto armado, a lo ocurrido en la primera etapa, a pesar de no haber sidotan significativa la cantidad de víctimas. Se produjo así un desequilibrio entrela investigación de la violencia realizada por una parte en el ámbito urbano ypor la otra en el mundo rural (por ejemplo, habrá que explicar por qué el testi-monio no indígena urbano fue más selectivo y eminentemente individual).
La atención preferencial que se prestó al ámbito rural tiene su explicaciónen la dimensión aterradora que alcanzó la política de “tierra arrasada” prac-ticada a partir de los años ochenta. Y no se puede negar la importancia decontar con un masivo testimonio indígena, individual y colectivo, de denun-cia de la violencia tanto por parte de los agentes del estado como de losmiembros de las organizaciones guerrilleras. Pero la focalización sobre elsegundo período tuvo como resultado ocultar otros aspectos cruciales quese dieron en áreas urbanas y rurales no indígenas desde la década de 1960,como la figura del desaparecido, el empleo de los escuadrones de la muertey las aldeas modelo: aspectos que hicieron de Guatemala un tempranolaboratorio continental en materia de prácticas represivas.
También apareció en el seno de la CEH la polémica acerca de si era con-veniente aplicar una política de búsqueda de “equilibrio” entre las cifras deviolaciones cometidas por el Ejército y aquéllas cometidas por la guerrilla.
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Testimonioy denuncia
Memoria en la disciplinahistórica
CONCLUSIÓN
Con el tiempo todas las verdades se saben y los archivos se abren, así quepor más que ahora se pretenda impulsar la desmemoria de los guatemalte-cos, la Historia –así, con mayúscula– acabará por triunfar. Asimismo, valgarecordar que la historia como disciplina científica tiene la virtud de relativi-zar el peso de las grandes verdades pronunciadas en nombre de la razónde estado aunque muchas veces persistan en los manuales. La acuciosidad delos investigadores y las preguntas de las nuevas generaciones terminan porhacer sucumbir las versiones oficiales, de cualquier parte que vengan. Noquiere decir que las versiones parciales de la “verdad” que han sido elabo-radas sobre el conflicto armado interno no sean necesarias en sí. Cumplenuna función en su momento, pero tienen que ser trascendidas por estudiosmás completos y profesionales. A mi juicio, el esfuerzo historiográfico de laCEH, con todo y sus limitaciones, tiene el mérito de haber sobrepasado esasvisiones sectoriales u oficiales. Asimismo, tiene el mérito de hacer propuestasconcretas al estado y la sociedad guatemaltecos para enfrentar la impuni-dad, el olvido, la injusticia, en homenaje a las víctimas del conflicto armadointerno guatemalteco.
En resumen, estas reflexiones constituyen un juicio particular sobre elcaso de la comisión guatemalteca de la verdad, pero sobre todo intentanser un aporte a la sistematización en el nivel mundial de las comisionesde la verdad.
A diferencia de lo ocurrido en El Salvador y Nicaragua, el régimen de par-tidos no se modificó como con los Acuerdos de Paz de 1996. El hecho deque el general Ríos Montt haya sido el presidente del Congreso y haya sidocandidato presidencial en las últimas elecciones expresa una marcada con-tinuidad con la política de la década de 1980 y el triunfo bélico de los mili-tares. Si los Acuerdos de Paz no se cumplen, se debe a tales hechos y no,en absoluto, a la desmemoria de las víctimas como se suele decir. La res-ponsabilidad histórica de la guerrilla guatemalteca ha quedado tambiénevidenciada con los magros resultados electorales que cosechó.
En definitiva, la memoria oficial en Guatemala continúa propugnandola desmemoria, estimulando los silencios y fomentando las explicacionesbipolares con el objetivo de no asumir las recomendaciones políticas de laCEH y de mantener el estado de impunidad. En pocas palabras, se intentaevadir las responsabilidades derivadas de los acuerdos firmados ante lasNaciones Unidas hacia las víctimas y la sociedad guatemalteca en general.Hoy por hoy, no hay posibilidad de auditoría social y, sin ella, es imposibleinstaurar la democracia en Guatemala, la “reconciliación” a la que llamanlos sucesivos gobernantes finalmente es un eufemismo para “olvido”.
A ocho años de su firma, los Acuerdos de Paz son letra muerta y el infor-me Memoria del silencio parece hacer –paradójicamente– honor a su título,pues a pesar de ser un buen texto analítico de las cuatro décadas de conflictoarmado interno, pocos lo conocen en Guatemala y casi nadie lo cita. Esto sedebe en gran medida a que el estado guatemalteco lo oculta, a que la URNGno se interesa en él (la CEH, una vez desmontada, perdió toda influenciainstitucional). Así, el alcance de los logros de la CEH sobre la verdad esrelativo, aunque algunas organizaciones sociales –sobre todo aquellas quefueron víctimas de la violencia–, asumen y defienden su legado.
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Historiografía
Responsabilidadprofesionaldel historiador
Textos complementarios
(Anexo)
Visita al Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires
Unas líneas para entender por qué vamos a conocer este repositorio documental
La microhistoria y las fuentes judiciales
Emir Reitano Podemos encontrar varias definiciones para lo que entendemos por microhistoria. Se puede decir que ella es la historia social con
escala local, o puede ser el estudio de un individuo que no es célebre como el caso de Menocchio en El queso y los gusanos de Carlo
Ginzburg.(1)
La microhistoria tiene la posibilidad de contar una historia extraída de archivos la cual puede contener excentricidades y a partir de ella
buscar su inclusión en la gran historia general.
Ginzburg plantea en la introducción de su obra algo lógico y es que los historiadores no pueden entablar un diálogo con los campesinos
del siglo XVI, por lo tanto, deben valerse de fuentes escritas por individuos relacionados con la cultura dominante. De este modo, la vida de
los campesinos del siglo XVI nos llega a través de filtros intermedios deformantes lo que complica el intento de investigación dentro de esta
vertiente. (2)
No haremos en este caso una cronología de trabajos sobre microhistoria, pero es necesario aclarar que a partir del trabajo de Mijail
Bajtin sobre La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais, los historiadores abrieron los ojos
a nuevas perspectivas para la historia.(3) En el libro de Bajtin los campesinos y artesanos que él trata de describir hablan por boca de Rabelais.
Allí la indagación es directa, sin intermediarios, lo que deja perspectivas más alentadoras para la comprensión del pasado que se intenta
reflejar.(4)
A partir de ese momento surgieron montones de trabajos acerca del tema. Le Roy Ladurie causó sorpresa al lanzar su trabajo sobre el
Carnaval de Romans, donde trató los acontecimientos ocurridos en la ciudad de Romans durante 1579 y 1580 (5). Luego, con la aparición del
Libro de Ginzburg se consolidó la microhistoria dentro del campo del estudio de lo social.
En su trabajo, Ginzburg, a través de un expediente del Santo Oficio, reconstruyó la vida de Menocchio, un molinero del siglo XVI que
muere en la hoguera por las extrañas concepciones que tenía acerca del universo. La microhistoria de Menocchio se inserta dentro de la
historia general porque dos acontecimientos históricos hacen posible su existencia: la invención de la imprenta, que le permite a Menocchio la
posibilidad de confrontar los libros con la tradición oral en la que se había criado, y la Reforma religiosa, que le otorga audacia para
comunicar sus pensamientos al cura de su pueblo, a sus paisanos y a los inquisidores (6). Dos grandes acontecimientos históricos que
permitieron y condicionaron la existencia de Menocchio.
La “Historia de los sectores bajos”
Las fuentes judiciales aportan sobre todo datos importantes para la historia de los sectores más desprotegidos, largamente relegados de
la historia en general.
Peter Burke, en su trabajo Historia popular o historia total, dice que en la tradición clásica de Grecia y Roma (resurgida durante el
Renacimiento) a la historia se la consideraba un género "noble", como la épica y la tragedia, por lo tanto se interesaba en los hechos de los
grandes hombres. Hablar de personas corrientes no estaba a la altura de lo que se denominaba la "dignidad de la historia". Un ejemplo de ello
lo constituye una breve referencia a Cornelio Tácito. El emperador romano Vitelio se vio abandonado en sus últimos momentos por todos los
que lo rodeaban excepto por su cocinero. Cuando Tácito relató este episodio en su historia, no fue capaz de escribir la palabra cocinero. En
vez de ello aludió vagamente a uno de los más humildes servidores del emperador. (7)
Para los historiadores de comienzos del siglo XIX el héroe fue colectivo, era el pueblo en general el mencionado héroe (más allá de los
matices subjetivos que pueda acarrear la carga que lleva ese término sobre sus hombros). El término "pueblo" visto bajo la luz idealista de esa
época podía, con su amplitud de sentido, cubrir cualquier tipo de grietas entre aliados y enemigos del mismo, (sean aliados la burguesía y los
trabajadores contra enemigos comunes como la aristocracia, los extranjeros o quien fuera) (8)
En el siglo XX Fernand Braudel planteó la historia total que, aunque resulte una imposibilidad, expresa un ideal para que la historia se
ocupe de las actividades de todo tipo de gente. Por lo tanto la historia total borra las distinciones entre nosotros y ellos y dentro de ella,
insertada la historia de los sectores bajos y populares muestra las bases de las estructuras sociales que sirven a los acontecimientos políticos y
sobre todo, devuelve la dignidad a las personas corrientes.(9)
Resulta evidente aclarar que gran parte de la historia de los sectores bajos de la colonia se encuentra en los expedientes judiciales y,
aunque los registros y archivos parroquiales complementen la misma, las fuentes, y sobre todo las fuentes judiciales continúan llevando esa
carga de contenido que debe interesar al historiador.
El uso de las fuentes judiciales para la microhistoria: alcances y limitaciones
Las fuentes judiciales evocan el conflicto. Por ello resultan sumamente elocuentes para describir un mundo de valores que han de
sustentar la trama social del mundo colonial. Al ventilar sus discrepancias ante la justicia los litigantes o sus letrados desnudan de manera
indirecta el marco normativo que ha sido quebrado, el orden anhelado, las pautas del equilibrio y del consenso perdido. La patología sirve
para conocer la normalidad. (10)
Las fuentes judiciales nos permiten visualizar a los sectores bajos, esa mayoría sin riqueza, ni poder, ni propiedades. Como la justicia
está hecha para el control de esos sectores (sobre todo el fuero criminal) los que desfilan por los estrados judiciales, los que están en las
cárceles del virreinato, son los integrantes de la plebe de ese mundo colonial. Por lo tanto la fuente judicial es en gran medida la voz de esos
individuos y nos permite reconstruir la vida de los mismos a partir de sus testimonios. (11)
Carlos Mayo, Silvia Mallo y Osvaldo Barreneche señalaron en su artículo que el trabajo con fuentes presenta algunas limitaciones
teórico-metodológicas. En primer lugar las mismas, al referirse al conflicto social, olvidan los aspectos consensuales de una sociedad colonial
generalmente estable. En segundo lugar, las fuentes judiciales al tratar las conductas desviadas evocan un universo que tal vez no sea el más
representativo. También otra limitación es la veracidad del relato existente en la fuente. (12)
Las limitaciones no son determinantes si las fuentes son comparadas y relacionadas con otros documentos, lo que nos permitirá,
triangulando la información con otras fuentes del mismo período estudiado, elaborar una idea más acabada acerca de los sectores a los que nos
estamos refiriendo.
Pero más allá de la veracidad del relato de un declarante ante la justicia lo que nos interesa es que el mismo sea creíble, porque sería
una coartada "históricamente válida". Si el declarante está diciendo la verdad mejor aún, pero si miente su testimonio tiene que ser creíble
para los jueces y fiscales que intervengan en el caso. (13)
Es así que a través de un proceso judicial podemos llegar a ver la forma de administrar justicia en el mundo colonial tardío y a percibir
la concepción de la misma en los sectores medios y bajos de la sociedad que intentamos recrear. Por un supuesto delito y por obra de la
justicia colonial que registró y conservó algunas curiosidades de la vida del imputado podemos saber algo de una de las tantas personas pobres
e ignorantes de nuestro pasado que, como señaló Richard Boyer al referirse a un arriero de Nueva España en el siglo XVII, nunca ejerció
poder, acumuló ni gastó fortuna, ni escribió testimonio de índole alguna. (14)
Es obvio también que un caso judicial no nos sirve para tipificar la sociedad colonial porteña de fines del siglo XVIII, pero sí para
adentrarnos un poco más en ella ampliando, con él, su espectro hacia otros campos olvidados de la historia. De esta forma podremos intentar
abrir nuevos caminos en la historia para comprenderla un poco más. Tampoco pretendemos crear una tipología ni mucho menos agotar el tema
a través del estudio de una causa judicial, lo ideal es realizar una comparación con otros casos y otras fuentes. Como ya señalaba Robert
Darnton en su célebre trabajo sobre La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa , apartarse del camino
trillado quizá no sea una metodología, pero así se tiene la posibilidad de disfrutar de visiones poco usuales, que pueden ser muy reveladoras
para lo que se quiera comprender del pasado . (15)
Podemos aprender mucho acerca de la historia a través de un análisis detenido de las experiencias extraordinarias de la gente común,
aunque no sea sencillo rescatarlas más allá de las notas y apéndices del discurso histórico. De esta forma para llegar a la "Historia Total",
debemos hurgar por debajo de la historia política, institucional, económica y social para llegar al meollo de la otra historia que encontramos
debajo de ella.
CITAS 1- GINZBURG, Carlo. El queso y los gusanos, Barcelona, Muchnik Editores, 1981. 2- Ibidem, p. 15. 3- BAJTIN, Mijail. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais, Madrid, Alianza Estudio, 1987. 4- Ibidem. 5- LE ROY LADURIE, Carnival. Londres, 1980, En: BURKE, Peter (ed). Formas de Hacer Historia, Madrid, Alianza Universidad, 1993, pp. 288-289. 6 GINZBURG, Carlo. Op. Cit, p. 27. 7- BURKE, Peter. Historia popular o historia total, En: SAMUEL, Raphael. Historia popular y teoría socialista, Barcelona, Ed. Crítica, 1984, p.71. 8- Ibidem, p. 74. 9- BRAUDEL, F. Capitalism and Material Culture, London, 1973, En: BURKE, Peter. Historia popular o historia total, Op Cit, p. 77. 10- MAYO, C. MALLO, S. BARRENECHE, O. Las fuentes Judiciales. Notas para su manejo metodológico, En: Estudios e Investigaciones, La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP, Nro 1, p. 47. 11- Ibidem, p. 48. 12-Ibidem, p. 48. 13-Ibidem, p. 50. 14- BOYER, Richard . Juan Vazquez: Arriero desafortunado. En:SWEET,D. NASH,G. Lucha por la supervivencia en la América colonial, México, FCE, 1987, p. 178. 15- DARNTON, Robert. La gran matanza de gatos y otros episodios de la cultura francesa , México, FCE, 1994, pp. 12-13.
Cómo escribir una reseña...
Ana María Presta
Todo libro demanda esfuerzos diferentes a quien lo reseña. No hay una “receta” única para abordar un texto, de manera tal que lo que
aquí se expresa son sólo sugerencias. Utilice sólo aquellas que juzgue pertinentes, pero siéntase responsable de la tarea que asume: leer
críticamente un libro.
1. De la lectura del libro
Cuando lea, su perspectiva crítica debe permanecer en estado de alerta: sin embargo, ello no implica que enfrente los contenidos de
manera agresiva. Criticar no implica destrozar, aunque a veces ocurra. Los resultados serán mejores si se propone leer con espíritu crítico y
comprensivo a la vez.
Lea la totalidad del libro detenida y cuidadosamente. Relea lo que no entendió. No deje de lado prefacios, prólogos, notas y otras partes
que puedan aparecer no esenciales al texto. Lo que extraiga de allí podrá ayudar a que entienda mejor el libro. Si fuera posible, es mejor leer el
texto dos veces, la primera vez para tener una opinión, la segunda para examinar sus impresiones y obtener evidencias en detalle.
Mientras lee, tome notas. La siguiente lista le dará una idea de lo que debe buscar. Hacer anotaciones le ayudará a concentrarse, mantener
el ritmo de lectura y le ofrecerá la oportunidad de marcar párrafos para citar.
2. De las preguntas a hacerse mientras lee
¿Cuál es el tema tratado por el autor y en qué área del conocimiento lo coloca?
¿En qué marco conceptual ubica el autor el tema? ¿Cuál es su tesis central? ¿Cuáles son sus hipótesis? ¿Sus inclinaciones, favoritismos? ¿Qué
metodología utiliza?
¿Cuáles son las fuentes primarias del autor? ¿Cuán amplia es su investigación?
¿Para quién fue escrito el libro? ¿Investigadores? ¿Público no académico? ¿Constituye un producto apropiado para su audiencia?
¿Cómo se estructura el libro? ¿Juzga su desarrollo ordenado y lógico? ¿Le parece claro?
¿Cómo juzga la prosa del autor? ¿Excepcionalmente buena? ¿Tiene estilo cautivante?
¿El libro tiene ilustraciones? ¿Índice? ¿Bibliografía? ¿Qué otros adicionales explicativos? ¿Los juzga efectivos y útiles?
¿Cuán apropiado le parece el título? ¿Promete básicamente lo que muestra?
¿Detectó errores, descuidos, conjeturas falaces?
¿Por qué escribe? ¿Logró el autor lo que se propuso?
¿Cuál es su opinión personal del libro? ¿Le satisfizo leerlo? ¿Es ameno? ¿Convincente? ¿Por qué? ¿Si no lo fuera, por qué?
3. De cómo escribir la reseña
Escribir una reseña es parecido a producir cualquier otro ensayo corto. No hay fórmula universal, pero seguir ciertos lineamientos básicos
simplifican la tarea.
Revise sus apuntes y el punteo de temas que efectuó durante la lectura.
Ordene ambos en una secuencia lógica. El tiempo invertido en esa organización no sólo produce una estructura consistente y clara, sino
que le permitirá concentrarse en la construcción de párrafos durante la estructura del primer borrador. Una forma posible de comenzar el ensayo
es como sigue:
1. Una breve descripción del tema, los propósitos y el espectro del libro.
2. Detalle de su tesis, prejuicios o argumentos parciales.
3. Enumeración de los logros del autor en torno a sus argumentos/hipótesis.
4. Evaluación de las contribuciones al conocimiento y sus puntos débiles
5. Una síntesis de los puntos faltantes
6. Valoración del libro y su espacio en la literatura específica (historiografía).
Escriba el borrador sin detenerse a afinar las frases tratando de incluir en el papel todo lo que tiene para decir.
Tómese un descanso y lea el borrador críticamente, notando los párrafos ambiguos, incompletos, reiterativos, etc.
Corrija y construya el segundo borrador, detectando los errores gramaticales y la puntuación, asegurándose de que ha escrito todo lo que
quería decir.
Tipee el ensayo final. Lea nuevamente y asegúrese de haber corregido todos los errores.
SAMUEL AMARAL
Recomendaciones para escribir la monografía
(También reseñas, estados de la cuestión, proyectos de investigación y tesis)
15ª ed., 16 de agosto de 2006.
Introducción
Estas recomendaciones son sólo recomendaciones, pero sirven para escribir con mayor claridad, elegancia y eficacia. En cuanto al
lenguaje, se ajustan a las efectuadas por autores que se han ocupado del uso instrumental del lenguaje con estos fines. En cuanto a la estructura, a
las de los principales textos que tratan acerca del trabajo intelectual. En cuanto a las referencias, a las convenciones usadas por las principales
revistas y editoriales académicas de la especialidad.
I. Lenguaje
1. La oración
- Evitar las oraciones demasiado largas.
- La oración debe tener sentido por sí sola. Evitar la deriva del sentido.
- Comprobar que cada oración tenga sujeto, verbo y predicado.
- El número del sujeto determina el número del verbo.
- Comprobar la coordinación de los tiempos verbales.
- No separar una oración en dos partes con punto.
- No usar coma para separar oraciones, sino punto.
- Evitar la interrupción de la oración con aclaraciones entre comas, guiones o paréntesis.
- No separar sujeto y verbo con coma.
2. Composición y estilo
- Hacer del párrafo la unidad de composición. Los párrafos no deben tener una extensión menor de cinco líneas. También se debe evitar los
párrafos demasiado largos.
- El comienzo de cada párrafo debe servir par mantener la línea argumental.
- Usar la voz activa.
- Poner las declaraciones en forma positiva. Evitar la forma: “No solamente... sino...”
- Usar un lenguaje concreto.
- Evitar el abuso de la metáfora.
- Evitar las palabras innecesarias.
- Expresar ideas coordinadas en forma similar.
- Mantener juntas las palabras relacionadas entre sí. El adjetivo debe de estar junto al sustantivo al que califica y el adverbio junto al verbo o
adjetivo que modifica.
- Evitar una sucesión de oraciones sueltas.
- Evitar los calificativos.
- Evitar explicar demasiado. Hay que pensar qué conoce el lector al que el trabajo está destinado, para evitar aclararle lo que es obvio.
- Asegurarse de que el lector sepa quién está hablando (de quién es la voz). Las comillas se usan para darle la voz en un texto a otra persona
distinta de su autor.
- Evitar las palabras de moda y las expresiones coloquiales.
- Evitar los atajos a expensas de la claridad. Recordar que el lector sabe menos del tema que quien escribe.
- Usar los tiempos pasados del modo indicativo, no el presente, ni el futuro, ni tiempos del modo subjuntivo (salvo que lo requiera la
coordinación de los tiempos verbales) para todo cuanto concierne al pasado.
- Usar el presente para referirse a lo que dicen los libros o los autores en sus libros, que por estar frente a nosotros, aun dicen lo que dicen.
- No usar la primera persona del singular ni del plural, ya que facilitan la argumentación.
- Evitar las enumeraciones con guiones o equivalentes (como las de esta lista).
- Revisar todo para eliminar las repeticiones y cuidar la ortografía. Buscar en el diccionario todas las palabras de cuya ortografía o significado no
se esté seguro.
II. Estructura
1. Equilibrio
- Todo trabajo (monografía, artículo, capítulo de libro, libro) debe tener un título que describa el contenido de la manera más expresiva y más
corta posible.
- Todo trabajo debe tener una introducción, un desarrollo (aunque no necesariamente con este título) en dos o más partes, y una conclusión.
- En la introducción se dice lo que se va a decir.
- En el desarrollo se dice lo que se tiene que decir.
- En la conclusión se dice lo que se dijo.
- En la introducción se define el marco conceptual, lo más amplio posible, dentro del que se quiere que el trabajo sea leído. Allí el autor
determina con quién está dialogando. - En la introducción se debe plantear una pregunta (con o sin signos de interrogación), que se desarrollará
en el cuerpo del trabajo y se contestará en la conclusión. Hay que tener una pregunta antes de comenzar a escribir, pero al terminar trabajo es
necesario ajustar la pregunta al contenido real del mismo y a la contestación que da la conclusión.
- Todo trabajo tiene una extensión predeterminada, fijada por los requisitos para presentar una monografía en un curso, una ponencia en un
congreso, un artículo a una publicación periódica o un libro a una editorial. Hay que tener presente al comenzar el trabajo cuántas páginas habrá
que escribir y cuánto de todo lo que queremos decir dentro del formato predeterminado.
- Se debe cuidar el equilibrio del trabajo y de sus diferentes partes: cada parte tiene que tener una longitud similar a la de sus equivalentes.
- La introducción y la conclusión deben tener una longitud similar, pero juntas no deben tener menos del 10% ni más del 20% de la extensión
total del trabajo.
2. Características particulares de cada tipo de trabajo
a) Reseña
El objeto de la reseña es dar cuenta del tema, fuentes, métodos y tesis de un libro, como asimismo la originalidad de su contribución a lo
ya conocido sobre el tema.
b) Estado de la cuestión
El objeto del estado de la cuestión es dar cuenta, de manera organizada y sistemática, de lo que se ha escrito sobre un tema. En este caso
el tema, no los libros, está en primer lugar. Libros, artículos y otras contribuciones se mencionan sólo en relación con el tema y subtema tratados.
Pueden señalarse aspectos que el material comentado no trata.
c) Proyecto de investigación
A partir del estado de los conocimientos sobre un tema, debe mostrarse que existen interrogantes que vale la pena contestar, que se cuenta
con las fuentes y métodos para hacerlo, y que se puede lleva a cabo. Deben mencionarse los resultados esperados, tanto desde un punto de vista
material (un libro, algunos capítulos, un artículo), como intelectual (qué respuesta se espera para la pregunta central de la investigación).
d) Monografía
- Comenzar a escribir por donde uno tiene más material o más ganas.
- Concentrarse en la línea argumental: poner todo lo que se necesita para desarrollarla y dejar afuera todo lo que no sea necesario para ella.
- Completar el borrador antes de comenzar el pulido y engarce de las partes.
- Para la estructura, ver el punto anterior (véase supra, sección II.1 Equilibrio)
e) Artículo de revista
Vale todo lo dicho para una monografía, pero además es conveniente mirar la revista a la que se enviará el trabajo. Cada revista tiene requisitos
explícitos para la presentación de trabajos, que se pueden obtener de la redacción de la revista o, a menudo, en algún ejemplar de la misma, pero
también requisitos implícitos. Por eso, antes de enviar un artículo a una revista, conviene observar qué tipo de artículos publica esa revista y cuál
es la estructura y la temática de esos artículos.
e) Tesis de licenciatura, de maestría o de doctorado
Las tesis están compuestas de varias secciones o capítulos, según la extensión requerida de las mismas. Nunca debe perderse de vista el
hecho de que las partes, es decir las secciones o capítulos, forman parte de un todo, que es la tesis.
Las tesis, por ese motivo, deben tener una introducción y una conclusión, que sean de la misma extensión aproximada que una sección o
un capítulo. La introducción debe plantear una pregunta y la conclusión debe responderla. Las secciones o los capítulos que estén entre ellas
deben servir para sostener cuanto se afirme en la conclusión.
Cada sección o capítulo debe tener una introducción que lo ligue con el tema central de la tesis y explique al lector la función que cumple
en el desarrollo del mismo. También debe de tener una conclusión que señale el aporte principal del capítulo al desarrollo del tema central. La
conclusión de cada capítulo debe de servir para construir la conclusión de la tesis.
Las tesis de doctorado deben ser la base de un libro y las tesis de licenciatura y maestría pueden pensarse como partes de una tesis de
doctorado, aun cuando ésta no esté en los planes inmediatos del autor.
III. Formato
1. Tipeo
- Utilizar un solo lado de la hoja (preferentemente tamaño carta o A4), con márgenes mínimos de 2,5 cm. a izquierda y derecha y de 3 cm. arriba
y abajo.
- Dejar sangría de cinco espacios al comienzo de cada párrafo.
- En la impresión final debe utilizarse doble interlineado. Aquí se ha tipeado con interlineado sencillo para bajar el costo de fotocopiado o
impresión de estas
“Recomendaciones”.
- Usar solamente la redonda (que es ésta), no la bastardilla (también llamada cursiva o itálica), ni la negrita, la MAYÚSCULA, o la VERSALITA.
- Usar la bastardilla para títulos de libros (pero no la Biblia ni los libros que la componen) y nombres de diarios y revistas, ya sea que se
mencionen en el texto, en las notas o en la bibliografía. También van en bastardilla los títulos de películas, obras de teatro, composiciones
musicales, obras de arte, programas de computación, programas de radio y televisión; los nombres de barcos, de servicios de trenes, ómnibus o
vuelos especiales (pero no el nombre de la empresa de transporte) y de satélites y naves espaciales; y las palabras extranjeras (a menos que sean
de uso común y se hayan castellanizado).
- Los títulos de artículos y folletos van en redonda, entre comillas.
- Ocasionalmente, pero sólo ocasionalmente, puede utilizarse la bastardilla para enfatizar una palabra
- Usar las comillas (“ ”) solamente para transcripciones textuales o para palabras que se toman de otro contexto, a las que se supone transcripción
aunque no se indique la fuente (por ejemplo, dichos populares, refranes, lugares comunes).
- Los años deben darse completos: 1945, no 45, ni ’45; 1895-1896, no 1895-96, ni 1895/96 (excepto en el caso de las cosechas de verano en el
hemisferio sur, para las que sí se suele usar esta última forma, o mejor 1895/1896, para indicar que se trata de una cosecha que comienza a fin de
un año y termina en los primeros meses del siguiente y no de las cosechas de dos años distintos).
- Las fechas deben expresarse completas: 27 de noviembre de 2003, no 27-11-03 o cualquier otra forma de abreviatura.
- Las páginas debe numerarse.
- Revisar todo el texto constantemente, especialmente antes de entregarlo, para eliminar las faltas de tipeo.
- Revisar muy especialmente los nombres de personas y títulos de libros.
2. Transcripciones
- Evitar las transcripciones textuales.
- Dejar sólo las transcripciones que no puedan parafrasearse sin perder algo de su sentido.
- Las transcripciones van entre comillas (“ ”). La transcripción dentro de una transcripción va entre comillas simples (‘ ’). Los comentarios
propios dentro de una transcripción van entre corchetes ([ ]).
- Si el texto transcripto ocupa cinco o más renglones debe ir en caja menor (es decir, con márgenes mayores), letra de cuerpo menor (optativo) y
sin comillas.
- Asegurarse de que todas las citas textuales o paráfrasis que se hagan de textos o ideas de otros autores estén acreditadas en nota, cuya llamada
estará al final del párrafo donde se encuentren la cita textual o la paráfrasis. Esta acreditación debe hacerse tanto por razones de honestidad
intelectual (véase infra, sección V) cuanto para que los lectores tengan acceso a nuestras fuentes y puedan seguir el hilo de nuestros
razonamientos. No acreditar a su autor una idea o una cita es plagio. El plagio está penado por la ley y por las regulaciones y costumbres
académicas.
3. Notas
- Las notas deben ir al pie de página o al final del trabajo, pero no dentro del texto. En algunas disciplinas (economía, antropología) se suele usar
este tipo de notas, pero no en historia. La llamada (el número que va en el texto y se repite en la nota) que indica la existencia de una nota distrae
menos al lector.
- Las llamadas de las notas deben ir preferentemente al final de la frase para no obligar al lector a interrumpir la lectura en la mitad de ella.
- Evitar las notas demasiado largas.
- Usar las notas sólo para dar las referencias de las fuentes manuscritas o bibliográficas y para hacer aclaraciones imprescindibles, siempre de la
manera más breve que sea posible.
- Si la nota es demasiado larga (más de dos o tres renglones) hay que tratar de incluir su contenido en el texto. Si no se pudiese incluir, hay que
considerar la posibilidad de su eliminación.
- No incluir cuadros en las notas, ni cortar el texto de la nota en párrafos.
4. Referencias
- Se entran de modo diferente según vayan en notas o en la bibliografía y según la cantidad de autores, número de edición y otras variables que se
detallan a continuación.
IV. Referencias
1. Información que debe incluir la referencia
La referencia completa de una obra incluye el nombre y apellido del autor y el título del artículo o libro. Si es un libro, también el lugar de
publicación, la editorial y el año de publicación. Si es un artículo en una revista, el nombre de la revista, año de publicación, volumen, número y
páginas (primera y última del artículo).
En el caso de un libro, los datos deben tomarse de la portada (no de la tapa). Si el lugar, la editorial o el año no están mencionados en la
portada, pueden buscarse en otras partes del libro(primero en el colofón; luego, en el reverso de portada). En el caso de un artículo, los datos
deben tomarse de la información que encabeza el artículo (no del índice de la revista).
La cantidad de volúmenes de un libro va, si es necesario indicarla, después del año.
La serie o colección sólo se indica si es importante para que el lector conozca las características de la obra, en cuyo caso va entre
paréntesis, después del año o de la cantidad de volúmenes.
1.1 Nombres
Los nombres deben darse completos, sin iniciales, a menos que el autor firmase con ellas. Por ejemplo:
- Juan Perón, si la portada así lo dice, y no Juan Domingo Perón, como se llamaba. Para mejor identificación puede agregarse entre corchetes el
nombre que el autor omitió, pero que uno conoce: Juan [Domingo] Perón.
- María Fernanda Arias, y no M. F. Arias.
- T. E. Lawrence, ya que firmaba así, y no Thomas Edward Lawrence, como se llamaba.
- Enrique M. Barba, como firmaba, y no Enrique Mariano Barba o Enrique Barba.
En nota se entra nombre y apellido:
- Juan Perón
- María Fernanda Arias
- Mario Hernández Sánchez Barba
En la bibliografía se entra apellido y nombre:
- Perón, Juan
- Arias, María Fernanda
- Hernández Sánchez Barba, Mario
Para la alfabetización de nombre extranjeros deben seguirse las reglas de los idiomas respectivos. Los nombres en inglés y portugués, por
ejemplo, se alfabetizan por el último apellido:
- Abreu, Claudio de Paiva
- Kennedy, John Fitzgerald
En otros idiomas los apellidos compuestos se indican con guión y entonces se deben alfabetizar por el primero de los unidos por guiones:
- Kröller-Müller, Helene Emma Laura Jullane.
- Burne-Jones, Edward Coley, Sir
En la bibliografía y en las notas no se deben usar guiones antecediendo a los apellidos. Aquí se lo ha hecho para distinguirlos mejor.
1.2 Títulos
Los títulos de libros y nombres de revistas van en bastardilla (también llamada cursiva o itálica), o si, no se tiene bastardilla, subrayados.
Los títulos de artículos, capítulos de libros y folletos van entre comillas. Los títulos de libros y artículos en inglés suelen darse en las
publicaciones en ese idioma usando mayúsculas para todas las palabras. La Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, sin embargo, no usa
más que las mayúsculas necesarias (comienzo del título, nombres propios) en las entradas de los libros en inglés que están en su catálogo, como
es la práctica en castellano.
1.3 Otra información
Entre el título y el resto de la referencia debe ubicarse la información concerniente a:
1) número de edición (pero no si es la primera); 2) nombre del traductor; 3) nombre del autor
del prólogo; y 4) nombre del autor de las notas.
1.4 Lugar de publicación
El lugar de publicación no debe abreviarse: Buenos Aires, no Bs. As.; Córdoba, no Cba. Cuando puede dar lugar a confusión debe
agregarse otra información útil para la identificación del lugar: Por ejemplo: Stanford, California; Santiago (Chile). Si no hay mención de lugar
de publicación, debe mencionarse s.l. (sin lugar).
1.5 Editorial
Al mencionar la editorial, las palabras editorial, ediciones, libros, publicaciones o similares, pueden omitirse, siempre que su omisión no
dé lugar a confusiones. Es mejor entrar Ediciones B, que solamente B; o Editorial de la Campana, que de la Campana. Los nombres de las
editoriales no deben abreviarse. Sólo se entran siglas, si el nombre de la editorial lo es. Por ejemplo: Eudeba, pero no FCE por Fondo de Cultura
Económica.
Si no hay mención de editorial, debe mencionarse s.e. (sin editorial).
1.6 Año
Debe consignarse el año de publicación que figura en la portada. Si no figura allí, suele estar en el reverso de portada (con la indicación
del copyright, o derechos de autor) o en el colofón (al final del libro). El año debe darse completo y en números arábigos: 1999, no 99; 1975 y no
MCMLXXV, aun cuando en la portada se dé en números romanos. Si no hay mención de año, debe indicarse s.f. (sin fecha).
2. Dudas acerca de cómo catalogar un libro
Hay obras cuya catalogación es difícil. Abajo, en el punto 3, se dan ejemplos de los casos más frecuentes. Ante cualquier duda que no se
pueda resolver mediante esos ejemplos, consultar alguno de los catálogos en línea de libre acceso de las bibliotecas norteamericanas, que poseen
grandes colecciones de libros en castellano. Estas bibliotecas tuvieron el problema antes que uno y de algún modo lo resolvieron. Las direcciones
pueden cambiar, pero las últimas veces que entré eran las siguientes:
- Library of Congress: catalog.loc.gov
- Harvard University: lib.harvard.edu
- University of Illinois at Urbana-Champaign: pac.ilcso.uiuc.edu
- Yale University: www.library.yale.edu
3. Ejemplos de entradas de libros y artículos en la bibliografía
Los ejemplos que se dan aquí siguen las normas de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (Library of Congress), que tiene la
misma autoridad sobre esta materia que la del diccionario de la Real Academia sobre el uso de nuestra lengua, tanto en la puntuación entre los
términos (autor, título, lugar de edición, editorial y año) como respecto de la capitalización de las palabras (es decir, el uso de las mayúsculas).
1. Libros de un autor
Anzorena, Oscar. JP: Historia de la Juventud Peronista, 1955-1988. Buenos Aires: Cordón, 1989.
Notar que después del nombre del autor y antes del título va punto o dos puntos; después del título y antes del lugar, va punto; que entre el
lugar y la editorial, dos puntos o coma; y entre la editorial y el año, coma; entre el año y la cantidad de volúmenes, coma.
2. Libros de dos autores
Anguita, Eduardo, y Martín Caparrós. La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina, 1966-1973. Buenos Aires:
Norma, 1997.
3. Libros de tres o más autores
Dussel, Inés; Silvia Finocchio y Silvia Gojman. Haciendo memoria en el país de nunca más. Buenos Aires: Eudeba, 1997.
4. Libros en varios volúmenes
Pontoriero, Gustavo. Sacerdotes para el Tercer Mundo: 'el fermento en la masa" (1967- 1976). 2 v. Buenos Aires: CEAL, 1991.
5. Libros que tienen más de una edición
a) se cita la edición que se utilizó:
Mattini, Luis. Hombres y mujeres del PRT-ERP. 2a ed. La Plata: Editorial de la Campana,
1995.
b) si no se la utilizó, pero se quiere indicar otra edición
Mattini, Luis. Hombres y mujeres del PRT-ERP. 2a ed. La Plata: Editorial de la Campana,
1995 [1a. ed. 1990].
6. Libros traducidos
Gillespie, Richard. Soldados de Perón: Los Montoneros. Trad. Antoni Pigrau. Rev. Marta y Enrique Torn. 4ª imp. Buenos Aires: Grijalbo, 1997.
7. Libros en otro idioma
Tamarin, David. The Argentine labour movement, 1930-1945. Albuquerque: University of New Mexico Press, 1985.
En muchas revistas y en muchos libros de lengua inglesa se capitalizan todas las palabras del título de los artículo y libros. La Library of
Congress, sin embargo, no sigue esa práctica y sólo capitaliza las palabras que en esa lengua (o en otras) lo requieren. Tal es el caso del adjetivo
“Argentine” en el título de este libro.
8. Libros compilados
Amaral, Samuel, y Mariano Ben Plotkin, comp. Perón del exilio al poder. San Martín: Cántaro, 1993.
9. Capítulos en libros compilados
Arias, María Fernanda, y Raúl García Heras, “Carisma disperso y rebelión: los partidos neoperonistas”, en Amaral y Plotkin (1993), 95-125.
10. Libros anónimos
El regreso de Perón. Buenos Aires: Síntesis, 1958.
Para ubicar esta entrada en la bibliografía no se considera el artículo “El”.
11. Libros institucionales
Argentina. Congreso de la Nación. Diario de sesiones de la Cámara de Diputados. Buenos Aires: Imprenta del Congreso, 1985, vol. 51.
12. Artículos
Gillespie, Richard. “A critique of the urban guerrilla: Argentina, Uruguay, Brazil”, Conflict Quarterly, 1980, vol. 1, Nº 2, pp. 39-53.
13. Entrevista inédita
Daleo, Graciela. Entrevista del autor, Buenos Aires, 29 de mayo de 1998a.
14. Material inédito
Daleo, Graciela. “Mis memorias” (ms.). Buenos Aires, 1998b.
Sólo se debe utilizar material inédito cuando resulta imprescindible, ya que es material al que no puede tener acceso el lector. En caso de
que deba citarse por razones de honestidad intelectual se debe indicar entre paréntesis (ms), es decir, manuscrito. No se debe usar la palabra
“mimeo” para manuscritos o para trabajos de circulación restringida sino cuando están impresos a mimeógrafo (algo que hace mucho que no
ocurre, pero que era habitual hasta los años sesenta para las ponencias de congresos, panfletos y otro material temporario).
15. Material tomado de Internet
Documento N° 1, “La página no oficial del MLN Tupamaros”, en www.tupas.com, 10 de noviembre de 1999.
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16. Ponencias en congresos
a) si la ponencia está publicada en un volumen impreso sobre papel
Zorraquín Becú, Ricardo. “La intervención del cabildo de Buenos Aires en la vida política nacional (1810-1821)”, en VI Congreso Internacional
de Historia de América, Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia, 1982, tomo V, pp. 345-383.
En esta entrada debe notarse lo siguiente: 1) el volumen no tiene autor, por lo tanto se entra solamente el título; 2) la Academia Nacional
de la Historia es la editorial, no la autora; y 3) se menciona el año de publicación del tomo (1982), no el de realización del congreso (1980).
b) si la ponencia no está en un volumen, sino en actas de congreso publicadas en forma de volumen sobre papel
Amaral, Samuel. “La financiación del gasto público en la hacienda colonial: un análisis de las cuentas de la Caja Real de Buenos Aires, 1789-
1791”, Anales de la Asociación Argentina de Economía Política, 1982, vol. 17, t. 1, pp. 15-34.
En este caso, como en el siguiente, es mejor abstenerse de utilizarlo, ya que esas publicaciones no son definitivas y posiblemente los
autores las modifiquen antes de publicarlas en revistas académicas o libros, si es que lo hacen. Es decir, todo aquello que no está publicado en
revista o libro simplemente no existe. Ocasionalmente, muy ocasionalmente, puede resultar necesario mencionar una ponencia porque de ella se
sacó alguna idea o información y no fue publicada en revista o libro. Sólo en ese caso hay que citarla y en tal caso se lo debe hacer como está
aquí. La regla general, no obstante, es que estos materiales no deben ser citados, ya sea que lo pida expresamente el autor o no.
c) si la ponencia no está en un volumen, sino en hojas sueltas
Amaral, Samuel. “El Banco Nacional y las finanzas de Buenos Aires: el crédito oficial, la regulación de la emisión y la restricción del crédito
comercial”, III Jornadas de Historia Económica Argentina, Neuquén, Universidad del Comahue, 1981.
Para esta caso vale lo mismo que se ha dicho para el anterior.
4. Ejemplos de entradas de libros y artículos en las notas (a pie de página o al final del
trabajo)
1. Libros, capítulos de libros o artículos
a) cuando hay un sólo título por autor y año
Anzorena (1989), 35.
Gillespie (1980), 41-43.
Manna (1993), 129, 131-133, 145.
El número entre paréntesis es el del año de edición del libro o de la revista. El número que no está entre paréntesis corresponde a la página
o páginas a las que se hace referencia en el texto. Entre el autor y el año (entre paréntesis) no va coma, pero sí entre el año y la página. Las
páginas puede indicarse sólo con el número o atendiendo al número con la abreviatura p. , si es una página, o pp., si son varias. Los números de
las páginas deben darse completos: 153-154, no 153-54 ó 153-4.
b) Cuando hay más de un título por año de un autor
Arias y García Heras (1993b), 99.
Debe agregarse a, b, c, etc. a cada uno de los distintos artículos o libros, a continuación del año, y esas letras deben coincidir con la
asignada a ese título en la bibliografía, también a continuación del año.
c) Cuando los autores son dos
Arias y García Heras (1993), 99, 101-103.
d) Cuando los autores son más de dos
Dussel (1997), 35.
2. Diarios y revistas no académicas
La Nación, 29 de mayo de 1967, p. 15.
Primera Plana, 21 de diciembre de 1965, Nº 115, p. 35.
3. Entrevista inédita (si la referencia completa está en la bibliografía).
Daleo (1998a).
4. Material inédito (si la referencia completa está en la bibliografía)
Daleo (1998b).
5. Cuando se cita el mismo libro, artículo, manuscrito o entrevista de la nota anterior
a) cuando es la misma página o páginas: ibidem (o ibid.)
b) cuando es otra página o páginas: idem, p. 55 (o id., p. 55).
6. Cuando es una cita de una cita
Se da la referencia de la cita original, según corresponda, y se dice de dónde ha sido tomada, dándose esta segunda referencia, según
corresponda. Por ejemplo: Perón (1974), p. 55, en Amaral (1993), p. 45.
Si el libro donde está la cita original se cita por única vez en el trabajo, puede darse la referencia completa en la misma nota. Por ejemplo:
Juan Domingo Perón, La fuerza es el derecho de las bestias. Buenos Aires: Reconstrucción, 1974, p. 55, en Amaral (1993), p. 45.
V. Honestidad intelectual
Todo trabajo escrito debe ser fruto del esfuerzo propio. Cuanto tomemos de otros (ideas, transcripciones) debe serles acreditado en el
texto usando comillas y dando la referencia en las notas (o sólo lo segundo, si se tratase de una paráfrasis).
El plagio (la transcripción literal de un texto escrito por otra persona sin acreditar su origen) está penado por la ley. Esta admite
transcripciones de hasta mil palabras (siempre acreditando el origen). No condena, sin embargo, tomar la estructura de un trabajo como
inspiración para la del propio. Aún así, si esa estructura de inspiración ajena fuese distinta de lo común en nuestra disciplina, es mejor darle
crédito a quien corresponda en una nota al pie.
La honestidad intelectual tiene la gratificación personal por el esfuerzo realizado y la de nuestros lectores por permitirles expandir el
horizonte de sus propias búsquedas.
Bibliografía
La bibliografía sobre todos estos temas es muy abundante y debe consultarse para resolver problemas no tratados en estas páginas. Las
recomendaciones que anteceden han sido tomadas de los siguientes libros:
Becker, Howard S. Tricks of the trade. How to think about your research while you’re doing it. Chicago: University of Chicago Press, 1998.
Becker, Howard S. Writing for social scientists. How to start and finish your thesis, book, or articles. Chicago: University of Chicago Press,
1986.
Bon, Stella Maria. Metodología de estudio. Buenos Aires: Albatros, 1981.
Chicago manual of style... for authors, editors, and copywriters. 13ª ed. Chicago: University of Chicago Press, 1982 (hay ediciones posteriores).
Eco, Umberto. Cómo se hace una tesis. Barcelona, Gedisa, 1982.
Levy, Mark. Escritura y creatividad. Barcelona: Paidós, 2001.
Serafini, María Teresa. Cómo se escribe. Barcelona: Paidós, 1996.
Strunk, William, y E. B. White. The elements of style. 3a. ed. New York: Macmillan, 1979.
Turabian, Kate L. A manual for writers of term papers, theses, and dissertations. 5a. ed.
Chicago: University of Chicago Press, 1987.
Zubizarreta, Armando F. La aventura del trabajo intelectual. Cómo estudiar e investigar.
México: Addison Wesley Longman, 1998.
Dudas
Las dudas pueden despejarse consultando esa bibliografía, al referencista de una biblioteca, a las bibliotecas cuyos catálogos están
disponibles a través de internet (véase supra, sección IV.2) o al autor de estas “Recomendaciones” por e-mail ([email protected]).