el cristianismo y la decadencia del imperio romano. a.momigliano

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Javier Arce m' I tnMrídolós a'mpliándolos, pero conociéndolos. Arnaldo Momigliano, "una'vez" más, puso el dedo en uno de los temas básicos de la pro- blemática' de la historia del mundo occidental. Y acertó en el tema y en el tratamiento, y en los autores elegidos. Yo espero que aún no sea tarde para nosotros. Javier Arce Centro de Estudios Históricos. CSIC. Departamento de Historia Antigua y Arqueología. Madrid ' f * W .?Tí 4 ~ La presente traducción „ • , edición original por razones «rárH T Y E L O S T E X T O S lar 8 0s e n S rie d c l a suprimidas: En realidad no son esenria'l üustr aciones han sido igualmente libro. La bibliografía añadida al final « c o n t e n i d o ° comprensión del la investigación y puede servir para una a í- 1 Va - , d e l o s últimos avances en esté interesado. P m a **Pl*nán de l e c t u r a s p a r a q u i e n Introducción EL CRISTIANISMO Y LA DECADENCIA DEL IMPERIO ROMANO A. MOMIGLIANO I Podemos comenzar con una buena noticia: en este año de gra- cia de 1959, aún es posible considerar una verdad histórica, el hecho de que el Imperio Romano decayó y se hundió. Nadie, hasta el mo- mento, está dispuesto a negar la desaparición del Imperio Romano. Pero es a partir de este punto donde comienzan los desacuerdos en- tre los historiadores. Cuando se les pregunta en qué momento des- apareció el Imperio Romano se obtiene una desconcertante variedad de respuestas. Tanto más porque existe la tendencia a identificar los- comienzos de la Edad Media con el final del Imperio Romano: ten-" dencia que habría causado no poca sorpresa a los hombres del me- dievo, quienes creían firmemente en la continuidad del Imperio Ro- mano. Se trata, naturalmente, de los historiadores que ven los pri- meros albores del medievo y el inicio del ocaso del Imperio Romano en el momento de la conversión de Constantino1 (312,) o en el de la inauguración de Constantinopla (330). Por otra parte, existen histo- riadores que querrían posponer el fin del Imperio Romano a 1806, y más concretamente al 6 de agosto de 1806, cuando Napoleón obligó al emperador austríaco Francisco I I V suscribir el fin del Sacro Im- perio Romano. Entre estas dos fechas extremas existen innumera- bles posibilidades intermedias. No son pocos los tradiciónalistas dis- puestos a mantener la fechaya famosa, de septiembre del 476, cuando Rómulp .Augusto perdió el 'trono;- mientras otros estudiosos 15

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El Cristianismo y La Decadencia Del Imperio Romano. A.momigliano

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  • Javier Arce

    m' I tnMrdols a'mplindolos, pero conocindolos. Arnaldo Momigliano, "una'vez" ms, puso el dedo en uno de los temas bsicos de la pro-blemtica' de la historia del mundo occidental. Y acert en el tema y en el tratamiento, y en los autores elegidos. Yo espero que an no sea tarde para nosotros.

    Javier Arce Centro de Estudios Histricos.

    CSIC. Departamento de Historia Antigua y Arqueologa. Madrid

    i ' f *

    W .?T 4 ~ L a presente traduccin , edicin original por razones rrH T Y E L O S T E X T O S l a r 8 0 s e n S r i e g d c l a suprimidas: En realidad no son esenria'l u s t r ac iones han sido igualmente libro. La bibliografa aadida al final c o n t e n i d o comprensin del la investigacin y puede servir para una a -1 V a - , d e l o s ltimos avances en est interesado. P m a **Pl*nn de l e c t u r a s p a r a q u i e n

    Introduccin

    EL CRISTIANISMO Y LA DECADENCIA DEL IMPERIO ROMANO

    A. MOMIGLIANO

    I

    Podemos comenzar con una buena noticia: en este ao de gra-cia de 1959, an es posible considerar una verdad histrica, el hecho de que el Imperio Romano decay y se hundi. Nadie, hasta el mo-mento, est dispuesto a negar la desaparicin del Imperio Romano. Pero es a partir de este punto donde comienzan los desacuerdos en-tre los historiadores. Cuando se les pregunta en qu momento des-apareci el Imperio Romano se obtiene una desconcertante variedad de respuestas. Tanto ms porque existe la tendencia a identificar los-comienzos de la Edad Media con el final del Imperio Romano: ten-" dencia que habra causado no poca sorpresa a los hombres del me-dievo, quienes crean firmemente en la continuidad del Imperio Ro-mano. Se trata, naturalmente, de los historiadores que ven los p r i -meros albores del medievo y el inicio del ocaso del Imperio Romano en el momento de la conversin de Constantino1 (312,) o en el de la inauguracin de Constantinopla (330). Por otra parte, existen histo-riadores que querran posponer el f in del Imperio Romano a 1806, y ms concretamente al 6 de agosto de 1806, cuando Napolen oblig al emperador austraco Francisco I I V suscribir el f in del Sacro I m -perio Romano. Entre estas dos fechas extremas existen innumera-bles posibilidades intermedias. No son pocos los tradicinalistas dis-puestos a mantener la f e c h a y a famosa, de septiembre del 476, cuando Rmulp .Augusto perdi el 'trono;- mientras otros estudiosos

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  • 16 Arnaldo Momigliano

    ms sofisticados prefieren la muerte de Justiniano (565) o la corona-cin de Carlomagno (800), cuando el Imperio Romano fue, en cierto modo, sustituido por dos Imperios Romanos. Otra de las fechas fa-voritas es la de la cada de Constantinopla (1453), que supondra el f in de la nueva Roma. Sin dejarse asustar por tal cantidad de opinio-nes, el profesor Arnold Toynbee ha tenido xito al aadir otra que, a primera vista, parece de notable originalidad. Tras haber repro-chado a Gibbon el no haber comprendido que el Imperio. Romano haba empezado a decaer cuatro siglos antes de haber nacido, Toyn-bee mantiene que la crisis de la civilizacin romana se inici en el 431 a.C, cuando los atenienses y los espartanos se enfrentaron en la guerra del Peloponeso Pero esta opinin no es completamente original: curiosamente recuerda una vieja tesis marxista. Hasta hace poco, los historiadores marxistas haban sostenido que la crisis de la civilizacin clsica haba comenzado con la guerra del Peloponeso o, al menos, con el movimiento de los Gracos. Ha sido slo recien-temente cuando los historiadores rusos han empezado a ciarse cuenta-de que su posicin estaba al borde del absurdo. Este juego para en-contrar una fecha para el final del Imperio Romano puede hacernos sonrer, sobre todo cuando la fecha es cuatro siglos anterior al co-mienzo del Imperio Romano; pero es obvio que el juego no es tan tr ivial como parece. Una fecha no es ms que un smbolo. Detrs de la cuestin de las fechas se encuentra el problema de la continui-dad de la historia europea. Es posible percibir una ruptura en el desarrollo de la historia social e intelectual de Europa? Y, si es as, dnde podemos situarla?

    Historiadores, telogos y tericos polticos han meditado durante siglos sobre la decadencia y cada de Roma. Toynbee podra defen-derse diciendo que los antiguos ya reflexionaban sobre la cada de Roma antes de que Roma diera ningn signo claro de decaimiento. Meditaban sobre las causas de la cada de Roma aun antes de que Roma cayera en algn sentido. E l profesor Mircea Eliade ha obser-vado con razn que los romanos estaban continuamente obsesio-nados con el f in de Roma 2 . El problema de la decadencia de Roma ya haba sido formulado por Polibio en el siglo I I a.C. La idea de que Roma se estaba haciendo vieja est claramente expresada en

    1 A Study of History I V , pp. 61-63. E. Ch. Welskopf, Die Produktionsver-haltnisse im alten Orient und der griechischrmischen Antike (Berln Akad, 1957) da una idea de la historiografa marxista sobre el mundo antiguo. Cfr. K. F. Stroheker, Saeculum, i (1950), 433-65; F. Vittinghoff, ibid. v i (1960), 89-131; K. F. Stroheker, ibid. xii (1961), 140-57.

    2 M . Eliade, Cosmos and History,-reeditado (Nueva York, 1959), p. 76.

    El cristianismo y la decadencia del Imperio Romano 17

    Floro, un historiador del siglo' I I d . C . 3 . Tras el saqueo de Roma por Alarico en el 410, la decadencia de Roma se convirti en objeto de la ms famosa de todas las meditaciones filosficas sobre la historia, la Civitas Dei de san Agustn. E l Imperio Romano continu sobre-viviendo, pero todos saban que algo haba ocurrido. Se hablaba de la translatio imper, de h transicin del antiguo Imperio Romano al nuevo Sacro Imperio Romano de Carlomagno y de los otj^issSJe-radores germnicos. Nadie dudaba de que la continuidad del Imperio Romano encubra un cambio. En torno al ao 1000 d . C , Otn I I I concibi el sueo de hacer revivir el viejo Imperio Romano; se refe-ra a la renovado imper Romanorum. Pero el ms grande poeta latino del siglo x i , Hildeberto de Lavardin no se engaaba acerca de la condicin de Roma Par t ib i , Roma, nihi l , cum sis prope tota ruina 4 . E l deseo de hacer renacer la antigua Roma, la antigua civi-lizacin clsica, inspir el movimiento humanstico en Italia en los siglos x i v y xv. Esto implicaba el conocimiento de la profunda dife-rencia entre la civilizacin cristiana de los primeros siglos y ej,mundo clsico de Roma. Recordemos cmo, ya que es esencial, el problema de la decadencia de Roma es un producto del humanismo italiano; Es en este ambiente en el que Flavio Biondo escribi su historia de Italia Ab inclinatione Romanorum imper hacia mediados del si-glo xv. En ella fijaba la fecha de la decadencia de Roma en el saqueo del 410: los godos, los brbaros, iniciaron la decadencia de Roma.

    Despus de Flavio Biondo, cada generacin ha proporcionado su propia teora o teoras sobre la decadencia de Roma \n era heredero de una larga tradicin de pensamiento sobre este tema. Hasta finales del siglo x v n i pocos historiadores responsables siguie-ron a Bie ldo en la atribucin de la decadencia romana a las inva-siones germanas. Las rascas, de la decadencia fueron vistas,, ms bien,

    3 Cfr. t. vTw^sr Tier llntcrgeng Roms (Gtuiart 1939); S. Mazzarino, La fine del mondo antico (Miln,

    4 Texto en The Oxford Book of Medioeval Lalr. Verse, JK J. . "ab?. 1959, p. 220. Acerca de Hildeberto cfr. W . Rehm, Euroyu^J.r Rotridichtung, 2." ed. (Munich, 1960), pp. 43-61. Cfr. P. Schramm, Kaiser, Rom una Renova-do (Leipzig, 1929; 2.' ed. Darmstadt, 1957); R. Folz, LTde d'empire en occi-den' 'u Vme au XlVme siecle (Pars, 1953); E. Anagnine, II concetto de rinascita ar'raverso il medioevo (Miln, 1958); W . Goez, Translatio Imper (Tubingen, 1958).

    5 Para lo que sigue cfr. W. Rehm, Der Untergang Roms im ahendlandischen Dcnken (Leipzig, 1930); A. Momigliano, La formazione della moderna storio-grafia sull'impero romano, Rivista Storica Italiana 1936 (reimpreso en Contri-buto alia storia degli studi classici, Roma, 1955, pp. 107-64); S. Mazzarino, Storia romana e storiografia moderna (aples, 1954); id. , La Fine del mondo antico, 1959; A. Heuss, Fomische Geschchte (Braunchweig, 1960), pp. 492-8; 591-600. Sobre Gibbon, vase en particular G . Giarrizzo, E. Gibbon (aples, 1954); G. J. Gruman, History and Theory, i (1960), 75-85.

  • ' Arnaldo Momigliano

    n'eliirflerior del Imperio. En el siglo x v i Maquiavelo y Paruta in-tentaron descubrir la causa de la decadencia de Roma en su consti-

    '"' "racin. A principios del siglo x v m , ms exactamente en 1734, Mon-' ^esqieu public sus Considrations sur la graneur et la dcadence

    "des'Komains. Con un anlisis sutil Montesquieu apunt dos de las principales razones de la cada de la antigua Roma: el poder del

    - i ejrcito y el exceso de lujo. En la segunda mitad del siglo el cristia- riismo fue considerado el responsable de la decadencia de Roma.

    Puede verse un matiz anticristiano en Montesquieu que se hace ms fuerte en Voltair y an ms en el Decline and Fall de Gibbon. Gibbon concentr su atencin en el cristianismo como principal fac-tor de cambio y,- a su parecer, de la decadencia en la estructura del

    i Imperio Romano. Hasta el x i x las invasiones germanas no fueron generalmente consideradas como la clave para comprender el f i n de la antigua Roma. Durante el siglo x i x prevaleca el nacionalismo y la investigacin histrica estaba sobre todo en manos germanas. No es, por tanto, sorprendente que los investigadores germanos creye-

    j> ran que las invasiones germanas fueran suficientes para explicar el 4 nacimiento del Medievo. La alternativa ms coherente fue,elaborada

    por Marx y sus seguidores cuando sostuvieron que el Imperio Ro-mano cay porque su estructura social, basada en la esclavitud, fue reemplazada por el.sistema econmico feudal.

    . ^ En los ltimos aos el cuadro se ha vuelto ms complejo. Ahora M" se ha reconocido la enorme vitalidad del Imperio Bizantino y se ha

    demostrado que gran parte de su tradicin cultural y poltica es de origen griego o romano. Mientras los viejos bizantinistas, como el profesor Charles Diehl, ponan el acento en el carcter oriental de la civilizacin bizantina, una escuela de pensamiento ms moderna ha sostenido, por decirlo con palabras del profesor Baynes, que el I m -perio Bizantino fue el producto de la fusin de la tradicin helens-a 2 C n I3 r o m a n a Tambin hay una creciente toma de conciencia g&papej jugado por el Islam en los cambios sociales del mundo ^ 5fL t e r a n e ? u r a n t e el siglo v i l y posteriormente. Otros investiga-W m o e l Votsot hngaro A. Alfldi y el profesor alemn

    ' m ^ l ^ l t a ? a 7 1 i r a r m s all de las fronteras del Imperio m nmadas de origen no germnico srmatas, hunos,

    los m i o t S S S J 1 I d 5 e , c t a m e n t e contribuyeron a cambiar ios modos de vida despus del siglo n i d C Como ya se ha dicho, ni siquiera los marxistas estn hoy en po-

    (de un ensayo de 4930). Cfr., por ejemplo: F. Dolge Rom ik dfr k e m f f d t ^ g y ^ t i e ; - Zeitscb*. f. Kirchenageschicbte, lv i (1937) DD 1-4?' ahora en Byzanz und dtt: uropaische Staatenwelt (Ettal, 1953), pp. 70-115

    El cristianismo y la decadencia del Imperio Romano 19

    sicin de sostener la teora de que la crisis d la civilizacin antigua comenz a fines del siglo v a.C. Algunas discusiones recientes, publi-cadas en la principal revista de los historiadores soviticos, Vestnik Drevnej Istorii, muestran los cambios habidos en sus posiciones. U n libro editado en 1957 por una investigadora muy inteligente, M . Staerman, niega la existencia de una lucha bien definida entre los esclavos y sus propietarios y pone de reheve la variedad de formas sociales existentes en el Imperio Romano y la necesidad de evitar las generalizaciones 1 .

    Pero la discusin ms importante sobre el tema de los cambios sociales ocurridos en el Imperio Romano es la mantenida en los1* ltimos cuarenta aos entre los seguidores del estudioso belga H t Pirenne y los seguidores del austraco A . Dopsch 8 . Como es sabido Dopsch sostena sustancialmente que no se puede notar una ruptura en continuidad en el mundo occidental como consecuencia de las invasiones germnicas. Hubo una considerable redistribucin de tie-rra, pero las formas legales de posesin se mantuvieron esencialmente romanas, la vida ciudadana sobrevivi, no hubo vuelta a la economa natural, ni interrupcin de las grandes vas comerciales, y ninguna ruptura en la transmisin de los bienes culturales. Pirenne ha acep-tado la tesis de Dopsch para quien la invasin germnica no puso f i n a la estructura social grecorromana, pero tambin ha sostenido que el antiguo modo de vida sufri una interrupcin originada por. los rabes: ellos jugaron el papel que los historiadores ms conven-cionales han atribuido normalmente a los germanos. En opinin de Pirenne los rabes destruyeron la unidad del Mediterrneo, parali-zaron el comercio entre Oriente y Occidente, se llevaron el oro de Occidente y desplazaron el centro de la vida civilizada del Mediterr-neo al mar del Norte. E l Occidente, separado de Bizancio, tuvo que ocuparse de s mismo. La coronacin de Carlomagno fue la respuesta simblica de Occidente al desafo de los seguidores de Mahoma. De aqu el ttulo, un tanto sorprendente, del gran l ibro de Pirenne Ma-homa y Carlomagno.

    7 E. M . Staerman, Krizis Kabovladel'iskogo Srojav Zapdnycb Provincijach Rimskog Imper (Mosc, 1957), cfr. la discusin provocada por este artculo de Mme. Staerman en Vestnik Drevnej Istorii (1953-5). Dos de las contribu-ciones a esta discusin estn traducidas en el volumen colectivo, Etat et classes dans Vantiquit esclavagiste (Pars, 1957). Cfr. tambin E. M . Staerman Pro-grammes politiques l'cpoque de la crise du I I I siecle, Cabiers Hist. Mon-diale, I V (1958), 310-29. Una discusin ms reciente se encuentra resumida en Vestnik Drevnei Istorii, 1961, 4, 30-31. " . , , ...

    8 Una amplia bibliografa se encuentra en W. C. Bark, rigtns oj toe. Medieval World (Standford, California, 1958). Cfr. la nota sobre Pirenne ae A i Riising en Classica et Medievalia, xi (1952), pp. 87-130.

  • Arnaldo Momigliano

    i, Es quiz justo decir que Rostovtzeff estaba sustancialmente de acuerdo con Pirenne y contra Dopsch. Desde luego, l encontraba la anisa de la decadencia de las ciudades, no en la intervencin de los rabes sino en la revolucin de los campesinos contra los habitantes de la ciudad. Pero Rostovtzeff, al igual que Pirenne, era un burgus en el sentido clsico e identificaba la civilizacin con la vida ciudadana y vea el f i n del mundo clsico en la decadencia de las ciudades.

    Est claro que todos estos estudios recientes tenan en comn el inters en los cambios estructurales de la organizacin social del Imperio Romano. Es tambin innegable que los investigadores se sienten cada vez menos dispuestos a afirmar que una simple frmula pueda bastar para abarcar la enorme variedad de situaciones locales dentro del Imperio Romano. Estamos aprendiendo a respetar las diferencias regionales, as como las secuencias cronolgicas. Comen-zamos a darnos cuenta de que lo que es cierto para Francia no lo es

    -necesariamente para Espaa, Africa o Italia, por no hablar de Siria o Egipto.

    Pero incluso los estudios regionales no pueden sustraerse a la que me parece la objecin ms seria tanto en contra de Pirenne como en contra de Dopsch, y, tambin, contra Rostovtzeff. La objecin es que estos historiadores hablaban de cambios sociales sin siquiera discutir el ms importante de todos e l surgimiento del cristianismo. Ms en general, puede decirse que ninguna interpretacin de la de-cadencia del Imperio Romano puede considerarse satisfactoria si no tiene en cuenta el triunfo del cristianismo. Puede parecer ridculo tener que insistir en esta proposicin tanto aos despus de Harnack y Troeltsch. Pero un cuidadoso estudio de sus obras quiz pueda ex-plicar por qu no fue acogida favorablemente por los otros historia-dores. Aunque tanto Harnack como Troeltsch eran conscientes de que la Iglesia era una sociedad en competencia con la del Imperio Romano, se mantuvieron como telogos hasta el final y se interesa-ron ms por la idea del cristianismo que por los cristianos.

    Tanto Rostovtzeff como Pirenne, a quienes les gustaban ms las ciudades de los hombres, pueden ser excusados por no dejarse influir por los telogos, quienes hablaban o pareca que hablaban de la ciudad de Dios.

    El modesto propsito de este ensayo es reiterar la idea de la existencia-de n relacin directa entre el triunfo del cristianismo y la decadencia del Imperio Romano.. No se trata, desde luego, de una simple vuelta a Gibbon. Lo que Gibbon vio como un poder meramente destructivo debe entenderse en sus propios trminos de Chutas Dei una nueva comunidad; de hombres para los hombres. El cristianismo produjo un nuevo estilo de vida, cre nuevas leal-

    El cristianismo y la decadencia del Imperio Romano 21

    tades y dio a la gente nuevas ambiciones y nuevas satisfacciones. Hasta hoy, nadie ha escrito una evaluacin realista del impacto del cristianismo en la estructura de la sociedad pagana. No me propongo intentarlo aqu. Me voy a l imitar a unas pocas observaciones ele-mentales acerca del impacto del cristianismo en la vida poltica entre los siglos IV y v i d.C. Los hechos bsicos son por todos cono-cidos '- .

    I I

    En el siglo n i el Imperio Romano se haba enfrentado a la des-integracin. Sobrevivi gracias a los enrgicos esfuerzos de recons-truccin, que estn asociados a los nombres de Claudio el Gtico, Diocleciano y Constantino. E l resultado fue una organizacin fun-dada sobre la coaccin. Por razones que an no han sido explicadas por completo, la-economa monetaria-se colapso en el siglo m : hubo momentos en los~'1qtrr*ptDret1o^e elTr^qT3e~yTc^Impusrs en. es* pecie estaban destinados a sustituir las transacciones monetarias en el Imperio. Esta crisis fue superada. Constantino introdujo ^^edas de oro, los soli]~qu

  • f22 Arnaldo Momigliano

    comenz a"'escasear, mientras las actividades comunes s hacan mas '-onerosas ^debido'al exceso de impuestos y al descontento de la vida en "genera!. Las invasiones brbaras y las guerras civiles haban des-truido una gran cantidad de riqueza. Ta. gente tenda a abndonar sus'rabajos y.la respuesta del gobierno fue_vincular a los campeinos a la tierra' haciendo obligatorias y hereditarias ciertas acfiyidadej* y transformando los" consejos comunales en corporaciones heredita-, ras y oWig^torias responsables de la recaudacin de los impuestos.

    El ejrcito\necesitaba hombres: parece que eran necesarios unos 5OO.OO9kNhonj0res, y el nmero de voluntarios no era suficiente para cubrir esta cifra. E l reclutamiento no era cosa fcil. Los propietarios de tierras tenan que contribuir con reclutas sacados de entre sus siervos o, al menos, deban avenirse a pagar un cierto dinero. E l hijo de un soldado estaba obligado, al menos en determinadas circuns-tancias, a seguir la profesin de su padre. Pero los mejores soldados eran reclutados entre los brbaros, principalmente~germnos y~sar-matas, quienes staTn~aleiitados~3entro del Imperio ya individual-mente, ya en comunidades.- E l ejrcito; por tanto, estaba organizado de forma antieconmica, y era an ms antieconmic por la divi-sin entre ejrcito fronterizo y ejrcito del interior. Las fronteras estaban vigiladas por soldados que estaban peor pagados y eran menos respetados que sus colegas de la fuerza mvil central.

    Para poder pagar a un ejrcito as se necesitaba un Imperio prspero, y haba razones para creer que la inseguridad y la infla-cin obstaculizaban el trfico. No tenemos suficiente evidencia del volumen del comercio circulante en el Imperio Romano en un pe-rodo concreto. Por tanto, no estamos en condiciones de demostrar con cifras que en el siglo IV haba menos comercio que, por ejemplo, en el siglo n . Sin embargo, s podemos inferir de la decadencia de la bourgeoisie en el siglo i v y de la importancia de los grandes pro-pietarios, que eran slo unos pocos los comerciantes prsperos. Uno tiene la impresin de que el comercio de larga distancia creca en m a o s d e las.pequeas minoras de sirios y judos.

    Ai haberse sustituido una capital por dos, haba ms gastos im-productivos que antes. Consfantinopla, la nueva Roma, se convirti en una maravilla. Ahora bien, como en la antigua Roma, los ciuda-S > 6 u " ? l t l n o p l a t e n a n e l privilegio de un suministro gra-

    I os Td d C n 8 r a n P r o v e n i < ^ e de Egipto, el rXxShtxas-ik'' " T ^ r a e " ^ ~ - ^ - m o n e s P i n t a r j a n c o n t i n t e s violentos

    a los ricos que c o m p r b a n l a ^ cas2 ^ ' t n " t- v-aaa c ras casa y campo tras campo echan-

    n i El cristianismo y la decadencia del Imperio Romano

    do a los propietarios anteriores. Lo que ellos decan parece confir-marse por los, pocos datos que poseemos sobre las propiedades indi-viduales en los siglos iv y v. AJgunas_familias tenan propiedades^ principescas..repartidas, en. varias provincias i n E p e r i b . Cada vez ras^unij^elno ! exclusivamente; vi.vian~.en el campo y sus propieda-des constituafl uiuda^l^1?^osuficl>uTtes. Los .terratenientes ms ricos eran miembros, de. la ^lasc senatonfri; De nuevo, en esto, vemos un cambi^evidentie- e ' impoSl^^WiTe\o m y el iv . En el siglo n i la "clase* senatorial estab'a^decayendo: definitivamente. Los senadores estaban desprovistos debmando de-los ejrcitos y, hasta cierto punto, del gobi.erno.,de las provincias.. Las condiciones del siglo i v no per-mitan a los senadores recobrar.-el control del ejrcito. Los soldados profesionales, en su mayora de origen germnico, ocuparon su pues-to. No obstante la clase senatorial absorbi a sus antiguos rivales, los caballeros, y se desarroll \.\o de grandes terrate-nientes que, especialmente en Occidente, monopolizaron lo que que-daba de vida civilizada fuera de la Iglesia y tambin, cada vez ms, formaron parte de la. propia iglesl*'Senadores y grandes terrate-nientes se convirtieron casi en sinnimos. Eran personas que co-

    yf\n las comodidades y amenidades de la vida y cultivaban la re-trica y la poesa. En Roma, bajo la gua de Smaco, formaron el ltimo bastin del paganismo. En otras partes se volvieron hacia la

    I Iglesia.

    \: 1 ' " ' '* ---

    I E l hecho de que la aristocracia jugara un papel de creciente im-portancia en los asuntos de la Iglesia es slo un aspecto de lo que quiz fue la caracterstica central del siglo i v f el surgimiento de la Iglesia, como organizacin que rivalizaba con el propio Estado y que fue capaz de atraer a personas educadas e influyentes. Aunque el Estado intentaba regularlo todo no pudo prevenir o suprimir la com-petencia de la Iglesia. De hecho un hombre poda escapar de la auto-ridad del Estado si abrazaba la carrera eclesistica. Si le gustaba el poder, en seguida descubra que se poda encontrar ms poder en la Iglesia que en el Estado. La Iglesia atraa las mentes mscrea-tivas:*San Ambrosio, San Jernimo, Hilario de Poitiers y San Agus-tn en Occidente; San Atanasio, Juan Crisstomo, Gregorio Nacian-ceno y Basilio de Cesrea en Oriente. Casi todos eran dominadores natos de un temple que, con la excepcin del estudioso emperador Juliano, era difcil de encontrar en el trono imperial. Combinaban la teologa cristiana con la filosofa pagana y la habilidad poltica rnun- . daa con una fe segura en los valores inmortales. Podan depgKbk"^^^

  • Arnaldo Momigliano

    "a los .cultos como a los incultos cmo deban comportarse y, conse-cuentemente, transformaron los aspectos externos y los significados internos de la vida cotidiana.de un nmero cada vez mayor de per-sonas.

    Gibbon simplific un tema muy complicado cuando insinu qu*" el cristianismo fue el responsable de la cada del Imperio. Pero se dio cuenta de que la Iglesia atraa a muchos hombres que en el pa-sado habran llegado a ser excelentes generales, gobernadores de provincias o consejeros de los emperadores. Adems, por otra parte, la Iglesia haca sentirse orgullosa a la gente comn no de sus viejas instituciones polticas, sino de sus nuevas iglesias, monasterios y de las obras benficas. El dinero que habra ido a parar a la construc-cin de un teatro o de un acueducto, ahora se empleaba en la cons-truccin de iglesias y monasterios. El equilibrio social cambi en provecho de las condiciones fsicas y espiritiales de monjes y sacer-dotes, pero en detrimento de las antiguas instituciones del Imperio.

    La expansin y consolidacin de la organizacin jerrquica de la Iglesia ofreca una va para la iniciativa, el liderazgo y la ambicin. Con la ley de Teodosio del 392 d.C. los cultos paganos fueron con-siderados ilegales. Se dirigieron otras leyes contra los herejes. Mien-tras tanto, los sacerdotes catlicos obtuvieron todo tipo de privile-gios, incluido el de ser juzgados por sus propios obispos en caso de delitos criminales. Este fue el resultado de un siglo de luchas. San Ambrosio puso todo el peso de su poderosa elntrepida'personalidad en'Ta lucha y forz al anciano Teodosio a acceder a las peticiones de la Ig l esia. La victoria de San Ambrosio puede considerarse defini-tiva en lo que al paganismo se refiere. Cuando Alarico tom Roma en el 410 mucha gente se pregunt si no sera la seal de que el cristianismo era nocivo para el Imperio. Prevaleci la respuesta cris-tiana a estas dudas. Se abri una nueva poca en la filosofa de la historia. E l desastre poltico fue un hecho real, pero ms real fue la fe que interiormente transformaba las vidas de las multitudes y a la que.ahora San Agustn daba justificacin intelectual en su Ciudad de Dios. \

    Aunque el paganismo estaba muriendo, esto no significaba que la unidad de la Iglesia* querida por San Ambrosio y San Agustn y aceptada por Teodosio, estuviera completamente segura. Las gran-des sedes episcopales de Roma, Constantinopla, Antioqua y Ale-jandra maniobraban las unas contra las otras. Nadie desafiaba seria-mente la hegemona de Roma en Occidente (quiz porque las reivin-dicaciones de los obispos romanos eran an vagas), pero incluso en Roma encontramos obispos rivales pelendose entre s. con e l apoyo de las exaltadas multitudes. Adems haba herejas. ;Si bien el Arria-

    El cristianismo y la decadencia del Imperio Romano 25

    nismo fue una causa perdida dentro del Imperio, prosper sin em-bargo entre los brbaros que presionaban en las fronteras. En cam-bio, otras herejas, como el Priscilianismo en Espaa y el Donatismo en Africa, mantuvieron su atractivo durante mucho tiempo.

    Se puede decir mucho acerca de los conflictos internos, las am-biciones mundanas, la intolerancia de la Iglesia. Mas la conclusin a la que se llega es que. nr.^r.tras ia organizacin poltica del Impe-rio se haca cada vez ms rgida, inimaginativa e insatsfactoria, la Iglesia era mvil y gil y ofreca espacio para aquellos a los que el Estado era incapaz de absorber. Los obispos eran los centros de grandes organizaciones voluntarias. Fundaban y controlaban tstl* tuciones de caridad. Defendan a su grey co 0 "-: . Lo luncionarios del Estado. Cuando la situacin militar del. Imperio se hizo peor or-ganizaban, a menudo resistencia armada contra los brbaros. Me parece imposible negar que la prosperidad de la Iglesia fue a la vez consecuencia y causa de la decadencia del Estado. Las gentes huan del Estado hacia la Iglesia, y lo debilitaban al onecer Iq mejor, que tenan a esta ltima.. Nos encontramos con una. situacin que a su vez requiere anlisis y explicacin. Pero no se puede pasar por alto su importancia fundamental. Los mejores hombres trabajaban para la Iglesia y no para el Estado. . **"

    E l monaquisino proporciona la prueba, ms Uamaw:&-fee;apa- cidad de la Iglesia en el siglo i v J 0 . Los primeros eremitas del si- ^ glo I I I eran cristianos que, para vivir una. perfecta vida cristiana, aban- donaban "tanto el mundo pagano, como las .comunidades, cristianas \ retirndose al desierto. No se trataba de una. simple revuelta contra \ la sociedad. Naca como resultado de una profunda experiencia de lucha contra las tentaciones d a l a carne. Donde haba un eremita all *5 estaba el diaoio. jaste significaba una profunda realidad en la an- ^ tigedad tarda y el eremita estaba obsesionado con l y a su vez determinado a combatirle. El diablo persegua al eremita y ste crea que tena las armas correctas para contraatacarle. San Antonio fue el eremita modelo y su biografa, escrita por San Atanasio, se con-virti en el modelo para todas las vidas de santos y en uno de los libros ms influyentes de todos los tiempos. Ahora bien, los eremitas

    1 0 Cfr., por ejemplo, F. Cavallera, Saint Jrme (Pars, 1922); P. C. Baur, Der heilige Johannes Chrysostomos und seine Zeit (Munich, 1930); K. Heussi, Der Ursprung des Monchtums (Tbingen, 1936); O; Chadwick, John Cassian (Cambridge, 1950); G. B. Ladner, The Idea of Reform (Cambridge, Mass., 1959), pp. 319-424 (con bibliografa). Una resea . de los estudios recientes sobre San Antonio se puede encontrar en Studia Anselmiana, xxxviii (1956). Sobre la regla agustiniana, Ladner, p. 356. A.-J. Festugire, Les Moines d'Orient (Pars, 1961). Cfr. tambin D. Gordini, Origine e sviluppo del monachesimo a Roma, Gregorianum, xxxvii (1956), 220-60.

  • .26 Arnaldo vomigliano

    eran una "clara amenaza para una sociedad cristiana organizada. Cada no-.de ellos organizaba su vida segn su propio modelo, desafiando la-autoridad de los obispos y sosteniendo que era la personificacin del perfecto cristiano. Mientras el cristianismo oficial estaba ahora encaminado a organizar el mundo y a adquirir un compromiso cons-tructivo con las ambiciones mundanas, los eremitas manifestaban su-desdn por el mundo. Por otra parte, como el mismo Atanasio re-coo^'cuand^ligi escribir la vida de San Antonio, los eremitas eran los verdaderos representantes del ascetismo cristiano. En con-, secuencia, no podan ser eliminados. Se encontr una solucin a este dilema creando rdenes monsticas donde una vida colectiva, segn unas reglas estrictamente ascticas, sustitua a la fuga individual d-los eremitas de este mundo. Primero Pacomio y despus Basilio, es-tablecieron las reglas para los monasterios que fundaron y dirigieron. Las reglas de San Basilio inspiran, aun hoy, las reglas monsticas orientales.

    E l monaquisino fue introducido en Occidente en la segunda mi-tad del siglo iv . San Jernimo fue el divulgador de las ideas mo-nsticas orientales y encontr dscpulas entr las mujeres,ms aris-tocrticas de Roma. Posteriormente San Agustn dict reglas para aquellos que se inclinaran hacia la vida monstica tanto en su Regula ad servos dei (cuya autenticidad se discute) como en sus tratados as-cticos De opere monachorum y De sancta virginitate. Lo mismo hizo su contemporneo Juan Cassiano en Francia. Todas estas reglas* constituyeron normas de conducta aprobadas e introdujeron el tra- bajo manual como parte de la vida diaria del monje. Tambin esta-, blecieron un control directo o indirecto por parte de las autoridades eclesisticas sobre los monasterios. Esto no signific que el problema estuviera completamente fuera de la vida monstica. Los monjes, especialmente en Oriente,' resultaron ser a menudo indisciplinados, rebeldes, perturbadoramente fanticos e ignorantes. El descontento social contribuy, en gran parte, a la formacin de su psicologa. Pero el monaquismo, en su conjunto, dej de_ser un peligro y se volvi la fuente de poder e inspiracin para la J^esiafuirahneate, el mo-naquisino, se convirti en una fuerza constructiva para la sociedad. Keunio a los hombres bajo una nueva jjorma de vida comuna jJfs

  • ArnaJdo Momigliano

    crt.-i hacia el 450, estaba profundamente impresionado por ej ca-ler de los germanos y existe una historia famosa acerca de un

    romano que viva entre los hunos y explicaba las razones por las que se encontraba mejor entre ellos n .

    Esto no significaba que los brbaros fueran recibidos como l i -bertadores en ninguna parte del Imperio. Los esclavos y los siervos nc eran liberados por los brbaros. Ellos simplemente cambiaban de dueo y tenan que soportar las consecuencias de todas las destruc-ciones y revoluciones. Es cierto que los curiales eran progresiva-mente relevados de sus cargas y que el sistema corporativo del tardo, imperio cay en desuso. Los curiales slo desaparecieron por-que desapareci la vida ciudadana. La imagen de los brbaros lle-gando como un ejrcito liberador es una fantstica alteracin de los hechos. Lo que debe tenerse en cuenta de cualquier forma es que la resistencia psicolgica a los brbaros en Occidente era menos fuerte que en Oriente. No slo la debilidad militar, sino tambin la derrota prepararon el camino para la invasin germnica de Italia y de.las provincias occidentales. ... .

    Se impone una bsqueda sistemtica de las diferencias regionales en la actitud de la Iglesia respecto al Estado romano. Las generali-zaciones son prematuras. Pero algunos hechos son evidentes. La patrstica griega nunca produjo una crtica analtica del Estado ro-mano comparable a la de San Agustn y Salviano. Por el contrario San Juan Crisstomo apoy al partido antigermnico en Constant-nopla, y Sinesio pas a converso y lleg a obispo despus de haber realizado el programa poltico deteste mismo partido. Podra pare-cer que la Iglesia en Oriente-,'despus de haber contribuido al debili-tamiento del Imperio, se inclin a aceptar la colaboracin de los brbaros e incluso a sustituir la autoridad romana por los jefes br-baros. jEn Oriente (con la excepcin parcial de Alejandra) la Iglesia no despreci la fuerza militar del Estado romano ni las lealtades que exiga. No cabe duda de que la Iglesia de Oriente tampoco dud en privar a la administracin romana de los mejores hombres y de las mejores rentas en cuanto podan. Pero, al menos desde la segunda mitad,del:siglo i v , se puso de parte de la nueva Roma.

    1 2 Prisco fr . 8 (Mller, Vragm. Hist. Graec. iv.87; Dindorf, Hist. Graeci Minores, i . 305). En general cfr. P. Courcelle, Hist. littr. des grandes inva-sions germaniques (Pars, 1948); J. Straub, Philologus, xcv (1943), 255-86-id. Historia, i (1950), 52-81; H . Helbling, Goten und Wandalen (Zurich, 1954)-J. Fischer, Die V'lkerwanderung im Urteil der zeitgenossischen kirchliche'n Schriftsteller Galliens (Heidelberg, 1948); F. G. Meier, Augustin und das an-tike Rom (Stuttgart, 1955) (con amplia bibliografa).

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    Si miramos a ambos lados del Imperio, se impone una conclu-sin: la Iglesia se las arregl para estar en las dos partes. Poda ayudar al hombre corriente tanto en su lucha contra los brbaros como en su compromiso con ellos. Triunf donde la sociedad paga-na tena poco que ofrecer en ambos sentidos. Los paganos educados estaban por definicin asustados de los brbaros. No exista un puente entre los ideales aristocrticos de los paganos y la primitiva violencia de un invasor germano. En teora era posible idealizar a los brbaros. E l primitivismo siempre^haba tenido sus devotos. Por el contrario, errposfble"Tdmir a unos pocos bTfbaro^'TitHos' con urTa educacin ade

  • iLiiiaiu iviomigiiano

    encontraban profundamente preocupados por la religin de aquellos brbaros asentados en el Imperio. En otras palabras, la conversin

    * 'al cristianismo era parte del proceso por el cual los germanos, al menos'en-cierta medida, eran romanizados y puestos en condiciones

    " de^'vivir junto a los ciudadanos del Imperio Romano. El proceso de romanizacin de los brbaros por medio de la cristianizacin es uno de los hechos esenciales de la historia del Imperio romano entre Constantino y Justiniano. Si no salv al Imperio, al menos en Occi-dente, salv muchos elementos de la civilizacin romana.

    L superioridad del cristianismo sobre el paganismo, desde los puntos de vista del dinamismo y la eficacia, era ya evidente en el siglo i v . Los cristianos podan adaptarse mejor a la nueva situacin poltica y social y podan tratar ms eficazmente con los brbaros. U n anlisis ms detallado de las relaciones entre paganos y cristia-nos en el siglo i v es, en consecuencia, una cuestin previa necesaria para cualquier nuevo estudio de la decadencia del Imperio Romano. U n anlisis as podra mostrar que en este campo, como en otros, el solitario Jacob Burckhardt .estuvo ms cerca de l verdad que'nin-gn otro historiador del siglo x i x . Su libro sobre Constantino (1852) se inspir en Gibbon y fue despiadado en su juicio sobre l empe-rador que cristianiz el Imperio. Sin embargo, fue muy cuidadoso en evitar cualquier confusin entre Constantino y la causa que abraz. Burckhardt intent entender qu fue lo que la Iglesia tena que dar a un Imperio en decadencia y bajo qu condiciones estaba preparada para hacerlo. Todava estamos debatiendo sobre el mismo problema 1 3 .

    Acerca del Die Zeit Constantins des Grossen de Burckhardt vase W . Kaegi, /. Burchhardt, i i i (1956), 377-421. Las referencias bibliogrficas en las notas precedentes slo son una primera orientacin acerca de la bibliografa reciente. Se encontrar ms informacin en S. Mazzarino, Trattato di storia romana, i i : L'impero Romano (Roma, 1956). Acerca del pensamiento cristiano el arriba citado G. B. Ladner, The Idea of Reform. Its Impact on Christian Thought and Action in the Age of the Fathers (Cambridge, Mass., 1959). So-bre el pensamiento poltico, J. A . Straub, Vom Herrscherideal in der Spdtan-ttke (Stuttgart, 1939); O. Treitinger, Die ostrmische Kaiser und Reichsidee y e n a > 1938;; reeditado en Darmstadt, 1956) son las guas ms tiles. Acerca de las tendencias sociales y culturales vase S. Mazzarino, La democratizzazione della cultura nel Basso Impero, Rapports XI Congrs Intern. Sciences Histori-ques (Estocolmo, 1960), i i , 35-54. Sobre las herejas, A. H . M . Jones, Were Anctent Heresies National or Social Movements in Disguise?, /. Theol. Stu-dis,x (1959), 280-98; P. R. L . Brown, Religious Dissent in the Later Romn hmpite History, xlvi (1961), 83-101. Sobre la ley cfr. J. Gaudemet, La For-mation du droit sculier et du droit de Vglise aux IV et V sicles (Pars, D 491 AJ?TA i P**ronat sur les collectivits publiques (Pars, 1957),

    gran inters, general L. RLIS T ^ J' R O M - S T U L E S ' H (1961> D E ln, 1962). _ - ,B B. -^otoma e sociel nell'Italia annonaria (MI-

    E L TRASFONDO SOCIAL DE LA LUCHA ENTRE EL PAGANISMO Y EL CRISTIANISMO

    A . H . ' M . JONES

    E l cristianismo siempre ha atrado a hombres de todo tipo y condicin. Ya mucho antes de que la conversin de Constantino h i -ciera aconsejable para los ambiciosos el profesar la religin del em-perador, haba senadores y soldados cristianos e incluso profesores cristianos. Pero sigue siendo cierto que, por una razn u otra, el cristianismo a fines del siglo n i estaba ms ampliamente difundido entre ciertos mbitos y clases sociales que entre otros. Este hecho hace que un estudio del trasfondo social donde el cristianismo l i -braba su batalla contra el paganismo sea esencial para obtener una comprensin precisa de esta lucha.

    En esta poca el cristianismo era ms fuerte en las provincias del Imperio de habla griega que en las de habla latina.- Esto, desde luego, se deba principalmente al hecho de que haba surgido en una provincia oriental y a que sus primeros misioneros fueron de habla griega. Es verdad que la actividad misionera ya se haba des-arrollado por Occidente desde los primeros tiempos. Pero al princi-pio estaba confinado a las colonias de inmigrantes de habla griega en Roma y otras grandes ciudades. E l cristianismo de habla latina apareci por primera vez en Cartago hacia fines del siglo n . Sin em-bargo, por la misma fecha la Iglesia de Lyn todava estaba com-puesta principalmente de orientales greco-parlantes ; y la Iglesia romana continu usando el griego hasta el siglo i n y quiz hasta

    ! Eusebio, H. E. v i l -4 .

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