homilía te deum 2001

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Homilía Te Deum 2001 "Pasamos por este mundo como ciudadanos del cielo" Iglesia Catedral, Septiembre 18 de 2001 Fecha: Martes 18 de Septiembre de 2001 Pais: Chile Ciudad: Santiago Autor: Monseñor Francisco Javier Errázuriz Ossa 1. Siguiendo una de las tradiciones más significativas de nuestro país, la celebración del Aniversario Patrio nos reúne en la casa de Dios. En este día queremos alabarlo por su benevolencia, y agradecerle los dones recibidos. Tiene lugar este Tedeum, el primero del tercer milenio, después del Jubileo de la Encarnación y el Nacimiento de Jesucristo, y nueve años antes de la celebración del Bicentenario de Chile como nación independiente. Ambas fechas nos piden elevar nuestro espíritu, para encontrar en lo más cercano y contingente una invitación a mirar con espíritu visionario el futuro, a soñar con esperanza, y a comprometernos con ánimo generoso con cuanto lo construye. Pero no podemos olvidar otra circunstancia que nos entristece, nos preocupa hondamente y nos desafía. Todos tenemos grabadas en nuestra mente y en nuestra alma las imágenes patéticas del ataque terrorista en los Estados Unidos. También este hecho, que marca una de las páginas más tenebrosas de la historia de la humanidad, exige de nosotros una reflexión profunda sobre nuestra vida y nuestros proyectos. 2. Nos reunimos, en primer lugar, porque nuestra cultura, compenetrada por el Evangelio, nos pide que celebremos alabando al Señor por nuestra historia, agradeciéndole sus innumerables dones. Olvidarlo a Él y prescindir de nuestro pasado sería una ingratitud imperdonable, y nos convertiría en huérfanos en el concierto de las naciones. Por eso esta mañana recorremos en espíritu nuestra historia y sus raíces en los hombres y las mujeres que habitaban esta tierra, y entre los pueblos de España, de otras naciones de Europa y de otros continentes, que llegaron hasta esta hermosa geografía para encontrar y construir una patria, que hoy reconocemos multiétnica y pluricultural desde sus mismos orígenes. Los símbolos que acompañarán la acción de gracias y nuestras peticiones nos ayudarán a recordar con gratitud a los hombres de la Primera Junta de Gobierno, y a muchos otros que amaron a la Patria, dieron su vida por ella y la distinguieron con sus obras y poemas; también a quienes la construyen hasta nuestros días. Nos invitarán asimismo a recordar al Señor, que los inspiraba y les enseñaba a amar la libertad, el trabajo y la familia, y a poner sus desvelos en los más pobres y desvalidos. 3. Como solemos hacerlo, nos reunimos para agradecer a Dios por todo lo que merece nuestra alabanza desde el último aniversario: por su obra entre nosotros, que abarca y aun supera las obras de nuestras manos, colaborando con las suyas. Son muchos los motivos de gratitud, entre los cuales nombro algunos a modo de ejemplo. Dos de ellos tuvieron una gran relevancia espiritual. Pienso en el acto de "Purificación de la Memoria", que tuvo lugar en este templo, y que abrió más espacio para el arrepentimiento y el perdón cuando buscamos reconciliarnos con nuestra historia. Y recuerdo el trabajo, sobre todo de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden, para dar su aporte a la paz espiritual de muchos chilenos. Con nobleza manifestaron su gran dolor por los hechos del pasado, con los que se habían confrontado. Pero hay muchas otras realidades por las cuales queremos agradecer. Gracias a Dios, se moderniza la administración de la justicia, y este Poder del Estado exige la mayor solvencia ética a quienes lo componen; se fortalece la amistad con los países vecinos y se busca acuerdos que ayuden a invertir más en la superación de la pobreza, y menos en armamentos. Se avanza hacia la apertura de nuevos mercados libres. En comparación con muchos otros países, en el nuestro ha habitado crecimiento económico y se ha frenado el alza del desempleo. Múltiples han sido asimismo los signos de solidaridad con quienes no tienen trabajo. En Chile disminuye el déficit habitacional y la deserción escolar, y se realizan numerosos proyectos para mejorar la calidad de la educación. Por otra parte, se han ido acabando las interminables esperas de los que demandan atención primaria en los centros de salud. No encontramos el terrorismo que abunda en otras latitudes, y se hace grandes esfuerzos por extirpar la violencia familiar y descontaminar el medio ambiente. El

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Homilía Te Deum 2001

"Pasamos por este mundo como ciudadanos del cielo" Iglesia Catedral, Septiembre 18 de 2001

Fecha: Martes 18 de Septiembre de 2001Pais: ChileCiudad: SantiagoAutor: Monseñor Francisco Javier Errázuriz Ossa

1. Siguiendo una de las tradiciones más significativas de nuestro país, la celebración del Aniversario Patrio nos reúne en la casa de Dios. En este día queremos alabarlo por su benevolencia, y agradecerle los dones recibidos. Tiene lugar este Tedeum, el primero del tercer milenio, después del Jubileo de la Encarnación y el Nacimiento de Jesucristo, y nueve años antes de la celebración del Bicentenario de Chile como nación independiente. Ambas fechas nos piden elevar nuestro espíritu, para encontrar en lo más cercano y contingente una invitación a mirar con espíritu visionario el futuro, a soñar con esperanza, y a comprometernos con ánimo generoso con cuanto lo construye. Pero no podemos olvidar otra circunstancia que nos entristece, nos preocupa hondamente y nos desafía. Todos tenemos grabadas en nuestra mente y en nuestra alma las imágenes patéticas del ataque terrorista en los Estados Unidos. También este hecho, que marca una de las páginas más tenebrosas de la historia de la humanidad, exige de nosotros una reflexión profunda sobre nuestra vida y nuestros proyectos.

2. Nos reunimos, en primer lugar, porque nuestra cultura, compenetrada por el Evangelio, nos pide que celebremos alabando al Señor por nuestra historia, agradeciéndole sus innumerables dones. Olvidarlo a Él y prescindir de nuestro pasado sería una ingratitud imperdonable, y nos convertiría en huérfanos en el concierto de las naciones. Por eso esta mañana recorremos en espíritu nuestra historia y sus raíces en los hombres y las mujeres que habitaban esta tierra, y entre los pueblos de España, de otras naciones de Europa y de otros continentes, que llegaron hasta esta hermosa geografía para encontrar y construir una patria, que hoy reconocemos multiétnica y pluricultural desde sus mismos orígenes. Los símbolos que acompañarán la acción de gracias y nuestras peticiones nos ayudarán a recordar con gratitud a los hombres de la Primera Junta de Gobierno, y a muchos otros que amaron a la Patria, dieron su vida por ella y la distinguieron con sus obras y poemas; también a quienes la construyen hasta nuestros días. Nos invitarán asimismo a recordar al Señor, que los inspiraba y les enseñaba a amar la libertad, el trabajo y la familia, y a poner sus desvelos en los más pobres y desvalidos.

3. Como solemos hacerlo, nos reunimos para agradecer a Dios por todo lo que merece nuestra alabanza desde el último aniversario: por su obra entre nosotros, que abarca y aun supera las obras de nuestras manos, colaborando con las suyas. Son muchos los motivos de gratitud, entre los cuales nombro algunos a modo de ejemplo. Dos de ellos tuvieron una gran relevancia espiritual. Pienso en el acto de "Purificación de la Memoria", que tuvo lugar en este templo, y que abrió más espacio para el arrepentimiento y el perdón cuando buscamos reconciliarnos con nuestra historia. Y recuerdo el trabajo, sobre todo de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden, para dar su aporte a la paz espiritual de muchos chilenos. Con nobleza manifestaron su gran dolor por los hechos del pasado, con los que se habían confrontado. Pero hay muchas otras realidades por las cuales queremos agradecer. Gracias a Dios, se moderniza la administración de la justicia, y este Poder del Estado exige la mayor solvencia ética a quienes lo componen; se fortalece la amistad con los países vecinos y se busca acuerdos que ayuden a invertir más en la superación de la pobreza, y menos en armamentos. Se avanza hacia la apertura de nuevos mercados libres. En comparación con muchos otros países, en el nuestro ha habitado crecimiento económico y se ha frenado el alza del desempleo. Múltiples han sido asimismo los signos de solidaridad con quienes no tienen trabajo. En Chile disminuye el déficit habitacional y la deserción escolar, y se realizan numerosos proyectos para mejorar la calidad de la educación. Por otra parte, se han ido acabando las interminables esperas de los que demandan atención primaria en los centros de salud. No encontramos el terrorismo que abunda en otras latitudes, y se hace grandes esfuerzos por extirpar la violencia familiar y descontaminar el medio ambiente. El

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país recibe buenas calificaciones por la honradez pública y privada. Tuvo lugar un gran debate sobre el reconocimiento de los derechos de los trabajadores y, a pesar de las dificultades, no faltan los empresarios que quieren aumentar las fuentes de trabajo. Es motivo de alegría la abolición de la pena de muerte, con lo cual se proclamó el derecho a la vida, también de los que no son inocentes; y la decisión judicial que, conforme a la Constitución Política del Estado, asegura el derecho a la vida de los inocentes desde su concepción en el seno materno.

4. Este año, sin embargo, cuando tratamos de enumerar estas obras, constatamos un hecho sorprendente. En el ánimo de un gran número de chilenos pasan más bien las deficiencias y los fracasos, las frustraciones y las desavenencias, que las celebraciones, los progresos y los mejores logros de estos doce meses. La insatisfacción opaca la visión de la realidad y socava las bases de la alegría y la esperanza. Con frecuencia nos preguntamos por las causas de este pesimismo que se asoma por doquier y entristece. ¿Proviene de las altas cuotas de desempleo ¿O de la incapacidad de derrotar la pobreza dura en la ciudad y en el campo ¿Nace del optimismo exagerado que cundió mientras crecía la economía a pasos agigantados ¿Es acaso propio del marketing consumista que despierta demandas irreales, que nadie puede satisfacer ¿Contribuye a él el alto endeudamiento de incontables hogares ¿Brota del daño que proviene de la contaminación ambiental a la naturaleza y a los niños ¿Surge con el aumento de la drogadicción, o de la violencia con que actúan muchos delincuentes ¿Se desata ésta como signo de otras frustraciones, y aun de rebeldías contra la sociedad La insatisfacción ¿se introduce en el hoy como un pesimismo larvado, por no haber dado una solución mejor a los problemas de las violaciones a los derechos humanos en décadas y siglos pasados ¿ Y también por las trabas que experimentan quienes desean aumentar sus inversiones y crear más trabajo ¿Es alimentada por la ausencia y las grandes carencias del bien más querido de nuestro pueblo, la familia ¿Es nuestro espíritu débil a la hora de enfrentar sufrimientos ¿Y no se suma a las causas anteriores el que nuestro ánimo el que pase con facilidad del entusiasmo a la depresión, como ocurre en más de un deporte

5. Podríamos enumerar más causas posibles. Pero, como esta mañana nos convoca la gratitud, miremos el reverso de esta realidad, y encontremos en él una nueva causa de alabanza. Agradezcamos precisamente por haber recibido de Dios un corazón que busca y sueña, que expresa su descontento cuando no encuentra ni realiza su vocación, un corazón inquieto y a veces rebelde, que anhela vivir con esperanza, añorando y realizando lo que contribuye a la felicidad, no sólo a la propia, también a la de toda la sociedad, incorporando a ella a los más marginados.

6. Es notable, pero Dios puso algo en nuestra naturaleza una sed, una nostalgia, una brújula pequeña, un poderoso motor- que nos mantiene a la espera y a la conquista de cosas mejores. Vibra en nuestro interior, y con fuerza, el anhelo de saber más, de disfrutar más, de poder y de tener más, de ayudar, animar y servir más, en último término, de ser más. La realización que de hecho damos a nuestra vida puede contemplar con frustración o con esperanza, con tristeza o con alegría, con rebeldía o con ánimo esforzado, ese proyecto que a ratos sabemos alcanzable y a ratos parece alejarse de nuestras posibilidades, ese proyecto con el cual soñamos, y cuya realización despierta tantas fuerzas latentes, a veces desconocidas por nosotros mismos. Lo que le ocurre a las personas, caracteriza también a las familias y a toda la sociedad. ¡Cómo quisiera cada hogar ser un santuario de la vida y del amor, un oasis de paz y de confianza mutua, un soplo de esperanza y felicidad para los esposos y los hijos durante toda su vida, un respaldo fiel e incondicional en las horas difíciles de quebranto, una realización ejemplar, en la base misma de la sociedad, del bienestar y del encuentro fraterno que deseamos para Chile entero ¡Cómo quisieran las familias gozar de condiciones habitacionales, laborales y legales favorables a su estabilidad Y si muchos se repliegan hacia el entorno más propio el de su casa, sus estudios, su trabajo y sus propias iniciativas- ello ocurre porque sienten cierta falta de amor, mucha indiferencia, cierta intolerancia, cierta hostilidad en lo que es público: en la calle, en el aire, en la circulación de los vehículos, en los vertederos de basura, en otros barrios, en los estadios, aun en quienes tienen autoridad.

7. La raíz de esta constatación es de orden teológico, y se refiere tanto a nuestro origen como a nuestro destino. Desde un inicio fuimos creados a imagen de Dios, con el encargo de de asemejarnos a Él como hijos y familiares suyos. Esa imagen suya, que es inherente a nuestro ser porque ella nos define, quiere imprimir su sello y su dignidad a toda nuestra vida. Todo tiende en nosotros a participar de la libertad, la sabiduría, la fuerza, la bondad y la admirable coherencia y armonía de Dios. Y en nuestra vida, nuestros mejores anhelos, y aun nuestros remordimientos, revelan una cosa: pasamos por este mundo con mucha sed de trascendencia y plenitud, tratando de encontrar y construir una

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sociedad que se asemeja al paraíso. Por eso, detestamos las envidias, las enemistades, las falsedades, los odios, las calumnias, las opresiones y las violencias tanto en la sociedad como en la familia- que caracterizan lo que es opuesto al Evangelio. En virtud de la reconciliación que obró y sigue obrando Jesucristo, que derribó el muro de separación y vino a anunciarnos la paz, San Pablo escribía que somos "familiares de Dios" y "ciudadanos del cielo". ¿Qué de extraño tiene entonces que quienes ya recibieron carta de ciudadanía en el cielo, se sientan atraídos por todo aquello que es algo propia de la patria hacia la cual encaminan sus pasos, y busquen ya en este mundo, la amistad, la unidad, la verdad, la confianza, el amor y la felicidad plena ¿Qué de extraño tiene que los llamados a ser familiares de Dios trabajen con pasión en construir familias, escuelas, hogares de niños, comunidades religiosas, juntas de vecinos y muchos otros espacios humanos con gran densidad valórica, espacios ricos en transparencia, justicia, benevolencia, solidaridad, oración y comunión

8. Sin embargo, como peregrinos que somos, nunca podremos satisfacer en este mundo nuestra sed de plenitud. Pero esta constatación debe conducirnos ni a la indeferencia, ni al desaliento, ni a la ira que impulsa a la destrucción y al odio. Ha de inducirnos más bien a tomarle la temperatura y el pulso al descontento, para sanar los males que lo provocan, y trabajar con confianza, resueltamente en la construcción de nuestro mundo en conformidad con aquello que buscamos, a fin de convertirlo precisamente en una imagen del cielo. Sabemos que nuestro esfuerzo responde a demandas más sentidas de nuestro pueblo, y que el mismo Dios, trabaja con nosotros. Por eso, démosle gracias al Padre por habernos regalado un corazón inquieto y buscador, un corazón lleno de empuje y generosidad, un corazón que no podemos contentar con las cosas mediocres y engañosas, ni con nada que no sea favorable a la vida, a la verdad y a la paz. Despertemos esos sueños, unamos energías para realizarlos, y sirvámonos de ese descontento para no perder de vista el norte de nuestros esfuerzos. Prestémosle oído para conocer las verdaderas necesidades de nuestro pueblo, particularmente de los más pobres y postergados.

9. Lo hemos experimentado con horror en estos días: hay concepciones acerca de los caminos que conducen a la felicidad en el paraíso, que son causa de grandes males. Es algo propio del fanatismo el que planifique y ejecute sus acciones violentas con total desprecio del don de la vida: de vida propia y de la ajena. Su certeza de vivir una causa absoluta, que atribuye a Dios, lo lleva a actuar con violencia ante los obstáculos para imponer sus propósitos, extendiendo sobre la tierra sangre y horror de muerte. Juan Pablo II, cuando nos invitó a purificar nuestra memoria histórica, condenaba los "métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio de la verdad", por cierta que ella fuere, y nos recordaba un "principio de oro" dictado por el Concilio Vaticano II, que brota del respeto a la libertad de pensamiento: "La verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas" (TMA 35). Los propósitos del hombre tienen siempre una meta y un límite: la dignidad fraterna de toda vida humana.

10. Querido amigos, el mensaje que emerge de estas realidades nos guía hacia el Señor de la historia para presentarle nuestras peticiones: que nos enseñe a evitar toda forma de fanatismo e intolerancia; que nos comprometamos sin vacilaciones con la cultura de la vida y nos alejemos decididamente de la anticultura de la muerte; que seamos constructores de la unidad y que erradiquemos el sinnúmero de animosidades y enemistades que nos impiden dar juntos las grandes tareas nacionales; que optemos por levantar la paz, alejándonos de todas las situaciones que encierran una fuerte carga de injusticia, opresión y violencia; que trabajemos juntos por la superación de la pobreza, del desempleo y de las grandes desigualdades que existen entre nosotros, para abrirle paso a una cultura de la hermandad; que ofrezcamos siempre nuestros oídos, nuestro corazón y nuestras manos a Dios, como lo hizo el P. Alberto Hurtado, para contemplar sus planes, tener un corazón pacífico y valiente, y para volcar nuestra insatisfacción con el orden social imperante, en el servicio de los demás, encontrando en los más pobres y marginados el rostro doliente de Jesús, que pide justicia, solidaridad y misericordia.

11. La globalización no sólo de la economía y en parte de la cultura, sino también de la inseguridad del terrorismo y de la vulnerabilidad de las obras de nuestras manos, y las heridas que aún sangran en nuestra patria, son un llamado apremiante a los hombres y las mujeres que han hecho del servicio público el sentido de su vida. Necesitamos su liderazgo moral. Es hora de unir fuerzas ante las grandes tareas nacionales, y de dignificar la vocación política. Donde ella ha perdido su credibilidad, el país no sólo no se ha desarrollado; ha caído en el caos. Y la credibilidad se debilita y

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hasta se pierde, cuando el pueblo piensa, por la información que recibe de los medios de comunicación, que un número apreciable de servidores públicos vive disputando protagonismos e impidiendo consensos, acuerdos y amistades. Se pierde, cuando cunden las descalificaciones y las recriminaciones por los hechos del presente o del pasado, y no se nota aprecio mutuo entre quienes tienen en sus manos el futuro de la Nación, ni reconocimiento de sus iniciativas. ¿ No lograrían el favor de muchos chilenos, como es ciertamente el ánimo de la mayoría de nuestros políticos y gobernantes, las propuestas electorales que correspondan a un gran proyecto de país, y reflejen una voluntad constructiva, que busca el desarrollo humano a partir de las propias raíces culturales y éticas, y no en el sometimiento a costumbres decadentes, ajenas a nosotros Chile espera descubrir en los servidores del bien común a ciudadanos ejemplares, dignos de imitar. Espera de ellos que brille con mayor fuerza su abnegación, sus principios éticos, su espíritu de servicio y de trabajo, su competencia, su cercanía, su sobriedad y su estatura moral. Es ciertamente lo que ellos mismos quieren ser. En esta encrucijada de la historia, pidámosle al Señor que el país tenga muchas razones para confiar en los constructores de la sociedad, particularmente en aquellos que han asumido la delicada y hermosa tarea de servirlo desde la actividad política. Y roguémosle al Padre de los cielos, que los medios de comunicación social den a conocer los esfuerzos que se hacen por dignificarla.

12. No quisiera concluir esta reflexión sin volver a orillas del Jordán, dónde Juan bautizaba. Después de haber reconocido a Jesús, porque el Espíritu Santo había descendido sobre Cristo y permanecía en Él, ocurrió ese memorable encuentro con Él de sus dos primeros discípulos, que nos narraba el Evangelio que escuchamos. En cuanto Andrés y su compañero escucharon las palabras de Juan, siguieron a Jesús. Así también le han seguido muchos hombres y mujeres de nuestra tierra. Jesús se hizo cargo de sus búsquedas y los invitó a entrar en su casa, para compartir con ellos su mundo espiritual y su misión. De uno de ellos celebramos este año el primer centenario de su nacimiento, del P. Alberto Hurtado. El vibró profundamente con las búsquedas de los hijos de nuestro pueblo, sobre todo con las búsquedas de los jóvenes, los universitarios, los más abandonados y los trabajadores. A todos ellos los invitó a entrar con María, la madre de Jesús, en la casa del Señor, y los acogió para prepararlos a vivir como familiares de Dios y ciudadanos del cielo, y a trabajar generosamente con el amor y la pasión de Cristo por el bien de los demás.

13. Recordando su herencia espiritual quisiera concluir estas palabras, deseando a Su Excelencia, como Presidente de la República, y a todo Chile en este nuevo aniversario de su independencia, en unión con los Obispos, pastores y ministros que participan en este Tedeum, que el espíritu del P. Alberto Hurtado esté presente en todas las acciones que emprendamos en la preparación del Bicentenario de nuestra República, y que así dejemos atrás el desaliento, el desempleo y la insatisfacción, para construir contentos, como ciudadanos del cielo, con esperanza y ánimo esforzado, esa Patria que ha de ser un espacio favorable a la vida, a la familia, a la creatividad, al encuentro con Jesús y a la paz.

� Francisco Javier Errázuriz OssaCardenal Arzobispo de Santiago