homilía en el te deum 2011

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Homilía en el Te Deum 2011 Iglesia Catedral de Puerto Montt, 18 de septiembre de 2011 Fecha: Domingo 18 de Septiembre de 2011 Pais: Chile Ciudad: Puerto Montt Autor: Mons. Cristián Caro Cordero Textos: Is 55,6-9 Sal 144 Mt 19,30-20,16 1. En todas las Catedrales de Chile se congregan hoy en torno a Cristo y a su representante, el obispo- las autoridades civiles y militares, invitados especiales, representantes de naciones hermanas y el pueblo fiel para dar alabar y gracias a Dios (eso significa Te Deum) por los beneficios con que ha favorecido a nuestra Patria, al cumplir 201 años de su vida independiente. También queremos pedir al Señor de la historia por las necesidades más urgentes e importantes de nuestros compatriotas, tanto materiales como espirituales. Motivos para dar gracias a Dios hay muchos: el don de la naturaleza, la historia patria y nuestro pueblo con sus valores. "Son muchos los dones de Dios que contemplamos en nuestra Patria. La belleza y la riqueza de las montañas, los valles y el mar nos hablan a diario del Creador y de su amor a quienes habitamos tan variada geografía" (Obispos de Chile, OOPP. 2008-2012). Pero, también nuestra historia de más de cinco siglos, hecha de encuentros y desencuentros, de cataclismos naturales, de símbolos, tradiciones y progreso, está marcada desde el inicio por la cruz de Cristo y sin ella no se entiende. Finalmente, la Patria es el pueblo y cada uno de nosotros. "El pueblo chileno es un pueblo muy noble, muy generoso y muy leal. Se merece lo mejor". Así decía el Cardenal Raúl Silva Henríquez en su Testamento espiritual (1992). Por eso, los servidores públicos deben servir a Chile con dedicación, competencia e integridad moral; y "cada ciudadano debe dar lo mejor de sí para que Chile no pierda nunca su vocación de justicia y libertad" (ib.) El camino para engrandecer la Patria es el entendimiento, no el enfrentamiento, en palabras de Juan Pablo II. Por eso, la lógica que debe guiar todo diálogo y todo acuerdo es la búsqueda del bien común por sobre los intereses particulares, y la paz como obra de la justicia. Ahora bien, "la ciudad del hombre" no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión", o sea, de caridad, que es el amor de Dios recibido y ofrecido también en las relaciones humanas (cf. Benedicto XVI, DCE, 6). 2. El Señor nos ha hablado con fuerza en este último año y medio, llamándonos a la solidaridad contra todo individualismo, a la unidad como hermanos de un mismo país, más allá de los intereses particulares, y despertando la corresponsabilidad y la entrega al prójimo. El poner en común los talentos que Dios regaló a cada uno y los recursos técnicos ha hecho posible obtener resultados considerables- en las tragedias vividas- que han llevado consuelo y ayuda a tantas familias en cada caso. El Dios que tomó rostro humano en Jesucristo no nos ha abandonado sino que ha estado cerca de los que sufren, pues en la Cruz cargó con nuestros dolores y sigue compadeciéndose de la humanidad encaminándola a una vida más plena. Y lo hace infundiendo la fortaleza y esperanza del Espíritu Santo en lo hondo de los corazones, haciéndose presente a través de muchas personas de buena voluntad y de la comunidad de la Iglesia, que acoge, ora y ofrece el servicio de la caridad a los afligidos. Quisiera destacar que en medio del dolor ha aparecido lo mejor del alma de Chile: hay mucho bien escondido como se pudo conocer con motivo del accidente aéreo de isla Juan Fernández. También hay que alentar tantísimas formas de voluntariado- de jóvenes y adultos- a lo largo y ancho de Chile en las más variadas formas de servicio.

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Homilía en el Te Deum 2011

Iglesia Catedral de Puerto Montt, 18 de septiembre de 2011

Fecha: Domingo 18 de Septiembre de 2011Pais: ChileCiudad: Puerto MonttAutor: Mons. Cristián Caro Cordero

Textos: Is 55,6-9Sal 144

Mt 19,30-20,16

1. En todas las Catedrales de Chile se congregan hoy en torno a Cristo y a su representante, el obispo- las autoridades civiles y militares, invitados especiales, representantes de naciones hermanas y el pueblo fiel para dar alabar y gracias a Dios (eso significa Te Deum) por los beneficios con que ha favorecido a nuestra Patria, al cumplir 201 años de su vida independiente. También queremos pedir al Señor de la historia por las necesidades más urgentes e importantes de nuestros compatriotas, tanto materiales como espirituales.

Motivos para dar gracias a Dios hay muchos: el don de la naturaleza, la historia patria y nuestro pueblo con sus valores. "Son muchos los dones de Dios que contemplamos en nuestra Patria. La belleza y la riqueza de las montañas, los valles y el mar nos hablan a diario del Creador y de su amor a quienes habitamos tan variada geografía" (Obispos de Chile, OOPP. 2008-2012). Pero, también nuestra historia de más de cinco siglos, hecha de encuentros y desencuentros, de cataclismos naturales, de símbolos, tradiciones y progreso, está marcada desde el inicio por la cruz de Cristo y sin ella no se entiende. Finalmente, la Patria es el pueblo y cada uno de nosotros. "El pueblo chileno es un pueblo muy noble, muy generoso y muy leal. Se merece lo mejor". Así decía el Cardenal Raúl Silva Henríquez en su Testamento espiritual (1992). Por eso, los servidores públicos deben servir a Chile con dedicación, competencia e integridad moral; y "cada ciudadano debe dar lo mejor de sí para que Chile no pierda nunca su vocación de justicia y libertad" (ib.)

El camino para engrandecer la Patria es el entendimiento, no el enfrentamiento, en palabras de Juan Pablo II. Por eso, la lógica que debe guiar todo diálogo y todo acuerdo es la búsqueda del bien común por sobre los intereses particulares, y la paz como obra de la justicia. Ahora bien, "la ciudad del hombre" no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión", o sea, de caridad, que es el amor de Dios recibido y ofrecido también en las relaciones humanas (cf. Benedicto XVI, DCE, 6).

2. El Señor nos ha hablado con fuerza en este último año y medio, llamándonos a la solidaridad contra todo individualismo, a la unidad como hermanos de un mismo país, más allá de los intereses particulares, y despertando la corresponsabilidad y la entrega al prójimo. El poner en común los talentos que Dios regaló a cada uno y los recursos técnicos ha hecho posible obtener resultados considerables- en las tragedias vividas- que han llevado consuelo y ayuda a tantas familias en cada caso. El Dios que tomó rostro humano en Jesucristo no nos ha abandonado sino que ha estado cerca de los que sufren, pues en la Cruz cargó con nuestros dolores y sigue compadeciéndose de la humanidad encaminándola a una vida más plena. Y lo hace infundiendo la fortaleza y esperanza del Espíritu Santo en lo hondo de los corazones, haciéndose presente a través de muchas personas de buena voluntad y de la comunidad de la Iglesia, que acoge, ora y ofrece el servicio de la caridad a los afligidos. Quisiera destacar que en medio del dolor ha aparecido lo mejor del alma de Chile: hay mucho bien escondido como se pudo conocer con motivo del accidente aéreo de isla Juan Fernández. También hay que alentar tantísimas formas de voluntariado- de jóvenes y adultos- a lo largo y ancho de Chile en las más variadas formas de servicio.

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Se ha cumplido lo que escuchábamos en la lectura del profeta Isaías: "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos son mis caminos- oráculo del Señor. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, dice el Señor".

Tuvo que venir una catástrofe para que salieran a la luz tantas iniciativas de bien, fruto de la cooperación, del trabajo conjunto y de los recursos de gente muy distinta, de los aportes de instituciones públicas y privadas, unidos todos por el anhelo de hacer el bien y de trabajar por una sociedad más justa, fraterna y solidaria. Tuvo que venir el accidente de la mina para que se pusieran en acción todos los recursos humanos y técnicos con tal de salvar esas treinta y tres vidas humanas, para recordarnos que toda vida humana es sagrada desde que el ser humano es concebido en el vientre de su madre hasta su término natural, y que nada justifica dar muerte a una criatura inocente. Tuvo que venir el terremoto para que supiéramos que existen muchas localidades modestas y aisladas en Chile, y se despertara lo mejor de la solidaridad.

3. Con razón, nuestro santo Alberto Hurtado decía: "La Patria es una misión que cumplir. Por eso, ahondar divisiones en la familia nacional es crimen de lesa patria; acortar distancias es trabajar por la grandeza del país". Y el Cardenal Silva Henríquez, en su Sueño de Chile, decía: "Chile debe desterrar los egoísmos y ambiciones para convertirse en una patria solidaria". "La Iglesia llama a fortalecer esta cultura de la solidaridad pero al mismo tiempo llama a los actores políticos a valorar la amistad cívica y el ejercicio de los acuerdos, en definitiva a un nuevo modo de hacer política que busque el bien común antes que los intereses partidarios. También las organizaciones sociales y los cuerpos intermedios están llamados a ejercer su rol subsidiario al del Estado, buscando el bien común por encima de los beneficios particulares.

Las demandas juveniles por una educación de calidad, que no se mercantilice y que quede al alcance de cualquier joven bien dotado sin ser una carga ominosa para los padres de familia han sido respaldadas por una gran mayoría del país, que no aprueba, sin embargo, la intransigencia, la ideologización y los daños causado a los estudiantes, además del perjuicio a los locales escolares por las tomas, todo lo cual hace peligrar el año académico de miles de jóvenes. La educación, tarea prioritaria de los padres de familia, es complementada por los establecimientos educacionales del Estado o de los privados. En Chile se ha afianzado el sistema de provisión mixto en educación, ya que permite ejercer el derecho a la libertad de enseñanza, bajo la fiscalización del Estado, que debe regular el buen uso de los recursos fiscales tanto en los establecimientos estatales como particulares. Toda educación es un bien público y su objetivo es la formación integral de la persona humana cuyo destino no se agota en esta tierra sino que se proyecta a la eternidad. Por ello, no basta la inyección de recursos económicos o de infraestructura para mejorar la educación sino que se requiere valorar la profesión docente y dar una capacitación continua a los maestros para que sepan transmitir a los niños y jóvenes el amor a la verdad educando en los auténticos valores humanos, morales y espirituales. Para eso se requiere en cada establecimiento un proyecto educativo integral que considere a los padres de familia y a todos los estamentos y que ponga a la persona y su rol social como centro de la educación. Como decía San Juan Bosco, se trata de "formar honestos ciudadanos y buenos cristianos", o al menos personas abiertas a la búsqueda de Dios.

4. Muchas voces, también la de la Iglesia, han hecho ver que las injusticias y desigualdades son una realidad escandalosa en Chile, pese al crecimiento macroeconómico. De otra manera, no se explicaría el malestar y la desconfianza que se ha hecho patente con motivo de las protestas estudiantiles. "Es una clara señal de que el crecimiento económico necesita ir de la mano de un desarrollo espiritual y cultural". Así decíamos los obispos de Chile el año 2008 (OOPP, 34).

No basta la lógica del mercado, de la producción y la competencia. Se requiere la lógica de la gratuidad y de la fraternidad, nos ha dicho S.S. Benedicto XVI en la Encíclica Caritas in veritate: "Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia. Se trata de una democracia económica en que "junto a la empresa privada, orientada al beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, deben poderse establecer y desenvolver aquellas organizaciones productivas que persiguen fines mutualistas y sociales" (n. 38).

Precisamente, el evangelio de este domingo (Mt 19,30-20,16) nos habla del reino de Dios bajo la imagen de un propietario que desde la mañana hasta la tarde sale a contratar trabajadores para su viña, habiendo convenido con los

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primeros en un jornal de un denario. A todos les decía: "Vayan también ustedes a mi viña y les daré lo que sea justo". Al término del día, ordenó al administrador llamar a los obreros y pagarles el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros. Ante la queja de éstos por recibir lo mismo que los últimos- después de haber soportado el peso del día y del calor- el dueño de la viña contestó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero ¿O vas a tener envidia porque yo soy bueno". Así es Dios, que admite en su Reino a los que han llegado tarde, como los pecadores y paganos. Los llamados a primera hora no deben molestarse por ello sino alegrarse de haber sido llamados a trabajar en la viña del Señor, porque su recompensa trasciende todo mérito humano. En efecto, "la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón" (Benedicto XVI, CV, 6). Sólo esta lógica del amor, que es la de Dios, es capaz de hacer de la Patria terrenal el anticipo de la Patria eterna.

Se enfrentan en el relato evangélico dos lógicas: la de los jornaleros de la primera hora, que se quejan porque los de la última hora recibieron la misma paga que ellos, que soportaron el peso del día y del calor. La otra lógica es la del dueño de la viña que representa a Dios- quien a través de la generosidad gratuita trasciende la justicia humana sin lesionarla.

La parábola nos enseña que un mundo que sólo se rige por el mérito, en el que cada persona no tiene más valor ni título que lo que posee o realiza, o en el que todo se rige por la estricta justicia y no hay espacio para la misericordia gratuita es un mundo inhumano y cruel. Esto significa que "el amor- la caritas- siempre será necesaria, incluso en la sociedad más justa Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda y atención personal. Este amor al prójimo no brinda a los hombres sólo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma" (DCE, 29,b). Esto es lo que la gente necesita y es lo que tal vez percibió en los accidentados del avión.

5. Entremos ya en la Liturgia de petición y acción de gracias. Volvamos la mirada del corazón a la Madre de nuestro Señor, la Santísima Virgen María, en su advocación del Carmen, Madre y Reina de esta Patria nuestra. Digámosle una vez más: "Enséñanos a conquistar el verdadero progreso, que es construir una gran nación de hermanos donde cada uno tenga pan, respeto y alegría". Amén.

Cristián Caro CorderoArzobispo de Puerto Montt