homilía en el te deum de fiestas patrias 2009

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Homilía en el Te Deum de Fiestas Patrias 2009 Iglesia Catedral de Puerto Montt, 18 de Septiembre de 2009 Fecha: Viernes 18 de Septiembre de 2009 Pais: Chile Ciudad: Puerto Montt Autor: Mons. Cristián Caro Cordero Lecturas: 1 Tim.2,1-6a.8 / Sal 116(117) / Lc 10,25-37 1. "Ante todo, recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por lo soberanos y las autoridades, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad" (1 Tim 2,1-2). Así comenzaba la primera lectura, tomada de la carta de San Pablo a su discípulo Timoteo. Ese es el sentido del Te Deum: en primer lugar, dar gracias a Dios por todos los beneficios recibidos, y también pedir por la Patria que se apronta a las elecciones presidenciales y parlamentarias y a celebrar el Bicentenario de su Independencia Nacional. Motivos para dar gracias a Dios hay muchos de orden personal, familiar y social. Como dice San Pablo: "¿qué tienes que no hayas recibido de Dios Y si lo has recibido, ¿a qué vanagloriarte, como si no lo hubieras recibido" (1 Cor 4,7). Hay muchos avances en el país para mejorar las condiciones de vida de los más pobres, pero ciertamente, este año no ha sido fácil, por la crisis económica mundial que vino a agravar la situación laboral a causa del desplome de la industria del salmón, afectada por el virus ISA. Junto con dar gracias, debemos reflexionar sobre el presente y el futuro. 2. San Agustín, ese gran obispo y doctor de la Iglesia, decía en su obra "La ciudad de Dios": "Dos amores engendraron dos ciudades: el amor a Dios hasta el olvido de sí mismo, la ciudad de Dios; y el amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios, la ciudad de Satán". Ambas ciudades coexisten en este mundo, como el trigo y la cizaña, hasta que venga la siega al fin del mundo. Aquel día, "el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los que actúan inicuamente y los arrojarán al horno de fuego Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos que oiga" (Mt. 13,41-43). Así interpreta Jesús la coexistencia del bien y del mal en la historia humana y la victoria definitiva del bien, del amor a Dios y al prójimo. He traído a colación esta idea porque la humanidad "está conociendo grandes conquistas, pero parece haber perdido el sentido de las realidades últimas y de la misma existencia". (Benedicto XVI, Mensaje D.U.M., 5/Sept/2009). La misión de la Iglesia no es ofrecer soluciones técnicas a los amplios problemas del mundo actual globalizado, pero sí comunicar la luz y la fuerza del Evangelio de la esperanza a todos los pueblos, "tarea y misión que los amplios y profundos cambios de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes". Pues, "está en cuestión la salvación eterna de las personas, el fin y la realización misma de la historia humana y del universo" (ibid). Se trata de que la ciudad de los hombres se convierta en una familia universal y así prepare la "ciudad de Dios" (cf. Cin V., 7). Por eso, una sana colaboración entre la Iglesia y la comunidad política no solo es posible, sino que necesaria, cada una en su ámbito y función propia. "En este sentido -ha dicho el Papa (cf. Disc. Visita "ad limina" Obispos de Vietnam, 30/VI/2009)- la Iglesia invita a todos sus miembros a comprometerse fielmente en le edificación de una sociedad justa, pacífica, solidaria y equitativa. Ella no quiere anular o sustituir a los responsables del gobierno; solo busca tener, en un espíritu de diálogo y cooperación respetuosos, una participación justa en la vida de la nación, al servicio de todo el pueblo La iglesia nunca puede ser dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de los creyentes",

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Homilía en el Te Deum de Fiestas Patrias 2009

Iglesia Catedral de Puerto Montt, 18 de Septiembre de 2009

Fecha: Viernes 18 de Septiembre de 2009Pais: ChileCiudad: Puerto MonttAutor: Mons. Cristián Caro Cordero

Lecturas: 1 Tim.2,1-6a.8 / Sal 116(117) /Lc 10,25-37

1. "Ante todo, recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por lo soberanos y las autoridades, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad" (1 Tim 2,1-2). Así comenzaba la primera lectura, tomada de la carta de San Pablo a su discípulo Timoteo.Ese es el sentido del Te Deum: en primer lugar, dar gracias a Dios por todos los beneficios recibidos, y también pedir por la Patria que se apronta a las elecciones presidenciales y parlamentarias y a celebrar el Bicentenario de su Independencia Nacional.Motivos para dar gracias a Dios hay muchos de orden personal, familiar y social.Como dice San Pablo: "¿qué tienes que no hayas recibido de Dios Y si lo has recibido, ¿a qué vanagloriarte, como si no lo hubieras recibido" (1 Cor 4,7).Hay muchos avances en el país para mejorar las condiciones de vida de los más pobres, pero ciertamente, este año no ha sido fácil, por la crisis económica mundial que vino a agravar la situación laboral a causa del desplome de la industria del salmón, afectada por el virus ISA. Junto con dar gracias, debemos reflexionar sobre el presente y el futuro.

2. San Agustín, ese gran obispo y doctor de la Iglesia, decía en su obra "La ciudad de Dios": "Dos amores engendraron dos ciudades: el amor a Dios hasta el olvido de sí mismo, la ciudad de Dios; y el amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios, la ciudad de Satán".Ambas ciudades coexisten en este mundo, como el trigo y la cizaña, hasta que venga la siega al fin del mundo. Aquel día, "el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los que actúan inicuamente y los arrojarán al horno de fuego Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos que oiga" (Mt. 13,41-43). Así interpreta Jesús la coexistencia del bien y del mal en la historia humana y la victoria definitiva del bien, del amor a Dios y al prójimo.He traído a colación esta idea porque la humanidad "está conociendo grandes conquistas, pero parece haber perdido el sentido de las realidades últimas y de la misma existencia". (Benedicto XVI, Mensaje D.U.M., 5/Sept/2009). La misión de la Iglesia no es ofrecer soluciones técnicas a los amplios problemas del mundo actual globalizado, pero sí comunicar la luz y la fuerza del Evangelio de la esperanza a todos los pueblos, "tarea y misión que los amplios y profundos cambios de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes". Pues, "está en cuestión la salvación eterna de las personas, el fin y la realización misma de la historia humana y del universo" (ibid).Se trata de que la ciudad de los hombres se convierta en una familia universal y así prepare la "ciudad de Dios" (cf. Cin V., 7).Por eso, una sana colaboración entre la Iglesia y la comunidad política no solo es posible, sino que necesaria, cada una en su ámbito y función propia. "En este sentido -ha dicho el Papa (cf. Disc. Visita "ad limina" Obispos de Vietnam, 30/VI/2009)- la Iglesia invita a todos sus miembros a comprometerse fielmente en le edificación de una sociedad justa, pacífica, solidaria y equitativa. Ella no quiere anular o sustituir a los responsables del gobierno; solo busca tener, en un espíritu de diálogo y cooperación respetuosos, una participación justa en la vida de la nación, al servicio de todo el pueblo La iglesia nunca puede ser dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de los creyentes",

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como lo ha demostrado a lo largo de toda su bimilenaria historia.

3. En Chile, nos preparamos al Bicentenario de la vida republica. Pero, Chile nació mucho antes, y la Iglesia acompañó a la nación desde la primera hora, cuando, junto a los conquistadores, llegaron los misioneros. ¡Cómo se podría olvidar la benemérita obra a favor de los indígenas de los Obispos de Santiago, Fray Diego de Medellín (s. XVI); Juan Pérez de Espinoza, Francisco de Salcedo, Diego de Humanzorro, del s. XVII¡Y en la diócesis de la Imperial, su primer Obispo, Fray Antonio de San Miguel, fue uno de los principales defensores de los indígenas y se empeñó por abolir el servicio personal También sobresale en el s. XVII la labor del jesuita P. Luis de Valdivia, del dominico Fray Gil González de San Nicolás, por citar los más conocidos.Convertirse a una nueva sabiduría social, en que la justicia y el bien común son los dos principios operativos que permiten a la caridad en la verdad -es decir, el amor iluminado por la razón y la fe- constituirse en la "principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad", nos dice le Papa en su reciente Encíclica "Caritatis in Veritate" (29 Junio 2009, n. 1). Ahora bien, el verdadero amor -la caritas- va más allá de la justicia, la presupone, pero la trasciende, siguiendo la lógica de la entrega y del perdón (cf. Cin V. 6).

4. En efecto, "nunca habrá una situación en la que no sea necesaria la caridad de cada cristiano, porque el hombre, más allá de la justicia, tiene y siempre tendrá la necesidad de amor" (DCE, n. 29).Este es precisamente el mensaje del Evangelio del Buen Samaritano proclamado en este Te Deum. A la pregunta del maestro de la ley -para tenderle una trampa a Jesús-: "Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna", Jesús le contestó con una pregunta: "¿qué está escrito en la Ley ¿qué lees en ella" El Maestro respondió: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo". Es lo que se llama un amor integral, porque compromete a todo el ser humano -mente, cuerpo, voluntad y sentimientos- y abarca tanto a Dios como al prójimo.Por eso Jesús le dijo: "Bien has respondido. Haz eso y vivirás". Es decir, ama a Dios y ama al prójimo.Con todo, el maestro de la Ley, queriendo justificarse, por la pregunta que había hecho, preguntó a Jesús. "¿Y quién es mi prójimo Según la Ley de Israel, el prójimo era todo miembro del pueblo elegido por Dios (Ex 20,16-17; 21,14. Lv 19,13-18), incluyendo a los extranjeros que se establecían en la tierra de Israel, pero no a los de fuera.Jesús narra, entonces, la inmortal parábola del Buen Samaritano.Contrastan las actitudes frente al necesitado: por una parte, los que más obligados se hallaban en Israel a observar la ley de la caridad, es decir, el sacerdote y el levita, viendo al hombre asaltado y herido, dan un rodeo y siguen del largo. En cambio, el extranjero y hereje -porque eso eran los samaritanos a ojos de los judíos- muestra con él misericordia, derrama aceite y vino en sus heridas, lo lleva al posada y lo cuida toda la noche, encargándolo al día siguiente al posadero, no sin antes darle dos denarios, para los gastos.Jesús concluye su parábola interpelando a su interlocutor: "¿quién de los tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores" El otro contestó: "El que tuvo compasión de él". Jesús remacha todo: "Vete y haz tú lo mismo".De este modo Jesús invierte la pregunta inicial del maestro de la Ley y la transforma en "¿Cómo puedo yo hacerme prójimo del necesitado".Se universaliza el concepto de prójimo pero permaneciendo concreto (DCE, 15).Quedaría todavía por decir que el Buen Samaritano es, en primer lugar, Cristo mismo, que haciéndose uno de nosotros, se ha acercado a la humanidad doliente, caída a la orilla del camino y la levanta confiándola a su Iglesia (representada en la posada), a la que dice: "Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a mi vuelta".Cuando Cristo vuelva en gloria y majestad, dará el premio eterno a quienes se hayan hecho prójimo de sus hermanos necesitados. Así lo enseña la parábola del juicio final (cf. Mt 25,31-46).

5. Esta parábola ilumina el verdadero desarrollo que Chile necesita al celebrar el Bicentenario: un desarrollo humano integral, que comprenda la realización plena de cada persona y de toda la sociedad (cf. Cin V.).En su Encíclica, el Papa recuerda que el desarrollo es una "vocación que implica una asunción solidaria de responsabilidad hacia el bien común". El Estado tiene un importante papel pero no lo es todo, pues para hacer una sociedad fraterna y participativa se requiere la subsidiariedad y solidaridad, dos principios básicos de la DSI (Doctrina

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Social de la Iglesia) para fomentar la iniciativa, el trabajo y la participación civil.Ahora bien, entre las grandes prioridades para construir el desarrollo humano en los próximos años, destacan, en primer lugar, la centralidad de la persona humana, de su dignidad, derechos y deberes. Esto implica la defensa y promoción de la vida humana, desde la concepción hasta su término natural, y en todas las situaciones en que está amenazada por la violencia, la pobreza, la explotación, la ignorancia, etc. Segundo, la implementación de políticas públicas de vivienda, salud, educación, empleo, que ayuden a consolidar la familia y promuevan la institución matrimonial, como fundamento estable de la sociedad. Esto comprende el derecho -deber de los padres- de ser los primeros educadores de sus hijos y de elegir la enseñanza que desean para ellos, incluida la enseñanza de la religión. Esto supone seguir trabajando por la equidad y calidad de la educación, especialmente la llamada educación "pública". Familia, educación, superación de la pobreza: tres ámbitos que se requieren mutuamente.Íntimamente unido a lo anterior está la preocupación por los jóvenes, especialmente los que por la desintegración familiar han caído en el delito, la droga, el alcohol y sus consecuencias, abriéndoles espacios de rehabilitación, trabajo, deporte, etc.La Encíclica subraya que "no será ya posible implementar programas de desarrollo sólo de tipo económico-productivo que no tengan sistemáticamente en cuenta también la dignidad de la mujer, de la procreación, de la familia y de los derechos del concebido" (Mons. Crepaldi).Es decir, la ecología humana es la clave y el fundamento de la ecología medioambiental. El loable empeño por proteger el medio ambiente "no será plenamente fructífero si no se asocia sistemáticamente al derecho a la vida de la persona humana, primer elemento de una ecología humana que haga de marco de sentido para una ecología medioambiental" (ib).Así también, una mentalidad exclusivamente tecnicista ("nueva ideología de la técnica") o economicista reduce todo al puro hacer, a la eficiencia, y deja de lado la lógica del don, de la gratuidad y la dimensión ética.Para construir un desarrollo humano y humanizador se requiere -dice Benedicto XVI- "hombres rectos, operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común" (Cin V., 71). "La economía necesita la ética para su correcto funcionamiento; se necesita recuperar el principio de la gratuidad y la "lógica del don" en la economía de mercado, que no puede tener como única regla el lucro".También los proyectos políticos requieren servidores públicos que privilegien el bien común por sobre el interés particular de grupos, ideologías o partidos y que respeten las grandes tradiciones morales y religiosas de la nación. Los Obispos de Chile han exhortado a desarrollar la "amistad cívica" como condición de gobernabilidad y para construir un país unido, fraterno y justo.La puesta en práctica de los principios básicos de la subsidiariedad y la solidaridad significa respetar el papel de las asociaciones gremiales y de trabajadores y el papel de los MCS como promotores de los valores éticos y como difusores de la verdad en la caridad (cf. Ef. 4,15).También urge un acuerdo para la integración de los pueblos originarios en la vida nacional, con derechos y deberes, excluida toda violencia.

6. "El Evangelio nos recuerda que no solo de pan vive el hombre: no solo con bienes materiales se puede satisfacer la profunda sed de amor, verdad y paz -en definitiva, de Dios- que hay en el corazón humano. Sólo un humanismo abierto al Absoluto (cf. C. in V., 18) es capaz de crear una cultura nueva".Por eso, "todo programa de desarrollo debe tener presente, junto al crecimiento material, el crecimiento espiritual de la persona humana, dotada precisamente de alma y cuerpo. Este es el "desarrollo integral" que postula la Doctrina Social de la Iglesia, "cuyo criterio orientador es la fuerza propulsora de la caridad en la verdad" (Benedicto XVI, Aud. General, 8/VII/2009).Esto supone considerar a la humanidad como "una sola familia comprometida en la realización de un mundo de justicia y de paz". Se ha dicho que el estilo es el hombre. De ahí la necesidad de cultivar un estilo de vida austero y solidario, un espíritu fraterno que considera al otro como prójimo y se aproxima a él. Si hay buena voluntad, también es posible y necesario el trabajo conjunto de creyentes y no creyentes que sobre la base de un consenso ético indispensable se esfuerzan por aliviar las necesidades básicas de alimentación, trabajo, vivienda, salud, educación, recreación de los más pobres. Es tarea fundamental de la Iglesia, pero también de los padres, educadores y MCS - "la formación de las conciencias

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que dé fuerza a los criterios morales en la elaboración de los proyectos políticos y económicos" (ib).

7. Entremos ya en la oración universal y luego, en el Himno de Acción de Gracias. Agradezcamos al Señor con las palabras del Salmo 116: "Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos". Y todos los desafíos y proyectos pongámoslos en las manos de Jesucristo, Dueño de la historia. "Porque sólido es su amor hacia nosotros, su lealtad dura por siempre" (ib).Hagámoslo por intercesión de la Virgen del Carmen, Patrona de Chile, a quien le decimos una vez más:"Protégenos de terremotos y guerras;sálvanos de la discordia;asiste a nuestros gobernantes;concede tu amparo a nuestros hombres de armas;enséñanos a conquistar el verdadero progreso,que es construir una gran nación de hermanosdonde cada uno tenga pan, respeto y alegría.Amén".

� Mons. Cristián Caro CorderoArzobispo de Puerto Montt