mompox y el rÍo magdalena gloria y olvido. david ernesto peñ

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CONTENIDO MOMPOX Y EL RÍO MAGDALENA: GLORIA Y OLVIDO......................3 1. EL RÍO QUE CONFORMÓ UNA NACIÓN..............................3 2. CONTEXTO GEOGRÁFICO: LA MESOPOTAMIA DEL NUEVO MUNDO..........4 3. EL MEDIO AMBIENTE. FLORA Y FAUNA............................6 4. PASADO PREHISPÁNICO: LOS PRIMITIVOS POBLADORES.............10 4.1. LOS ZENÚES.............................................. 10 4.2. LOS MALIBÚES........................................... 11 5. PROCESOS DE POBLAMIENTO Y SISTEMAS DE PRODUCCIÓN...........17 5.1. FUNDACIÓN HISPÁNICA, EXTERMINIO INDÍGENA Y PREDOMINIO DEL ZAMBAJE.................................................. 17 5.2. AUGE DEL COMERCIO Y CONSOLIDACIÓN DE LAS HACIENDAS GANADERAS.................................................... 23 5.3. PROCESOS DE POBLAMIENTO Y REPOBLAMIENTO DEL SIGLO XVIII 25 6. UNA UNIVERSIDAD REVOLUCIONARIA............................28 7. INDEPENDENCIA: GLORIA Y DESGRACIA.........................32 8. LA LITERATURA: CANDELARIO OBESO, LA VOZ DE LOS BOGAS ZAMBOS ...............................................................37 CANCIÓN DER BOGA AUSENTE......................................... 37 CANTO DEL MONTARÁ............................................ 38 SERENATA...................................................... 40 A MI MORENA....................................................40 CANCIÓN DEL PEJCARÓ............................................. 42 9. DESDE PUERTO TRIUNFO HASTA EL BANCO........................43 10. LA SEMANA SANTA MOMPOSINA: EL LLAMADO DEL LUGAR SAGRADO...45 11. LA MÚSICA.................................................46

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Page 1: MOMPOX Y EL RÍO MAGDALENA GLORIA Y OLVIDO. David Ernesto Peñ

CONTENIDO

MOMPOX Y EL RÍO MAGDALENA: GLORIA Y OLVIDO........................................3

1. EL RÍO QUE CONFORMÓ UNA NACIÓN................................................................3

2. CONTEXTO GEOGRÁFICO: LA MESOPOTAMIA DEL NUEVO MUNDO....4

3. EL MEDIO AMBIENTE. FLORA Y FAUNA..............................................................6

4. PASADO PREHISPÁNICO: LOS PRIMITIVOS POBLADORES....................10

4.1. LOS ZENÚES..................................................................................................................104.2. LOS MALIBÚES............................................................................................................11

5. PROCESOS DE POBLAMIENTO Y SISTEMAS DE PRODUCCIÓN............17

5.1. FUNDACIÓN HISPÁNICA, EXTERMINIO INDÍGENA Y PREDOMINIO DEL ZAMBAJE..................................................................................................................................175.2. AUGE DEL COMERCIO Y CONSOLIDACIÓN DE LAS HACIENDAS GANADERAS...........................................................................................................................235.3. PROCESOS DE POBLAMIENTO Y REPOBLAMIENTO DEL SIGLO XVIII.......25

6. UNA UNIVERSIDAD REVOLUCIONARIA.........................................................28

7. INDEPENDENCIA: GLORIA Y DESGRACIA.......................................................32

8. LA LITERATURA: CANDELARIO OBESO, LA VOZ DE LOS BOGAS ZAMBOS.....................................................................................................................................37

CANCIÓN DER BOGA AUSENTE.................................................................................................37CANTO DEL MONTARÁ.......................................................................................................38SERENATA..................................................................................................................................40A MI MORENA.............................................................................................................................40CANCIÓN DEL PEJCARÓ.............................................................................................................42

9. DESDE PUERTO TRIUNFO HASTA EL BANCO.................................................43

10. LA SEMANA SANTA MOMPOSINA: EL LLAMADO DEL LUGAR SAGRADO..................................................................................................................................45

11. LA MÚSICA...................................................................................................................46

11.1. LA MÚSICA DE LA ÉLITE: EN CADA CASA UN PIANO.................................4611.2. LA MÚSICA POPULAR: SALONES Y “BAILES CANTAOS”.............................48

12. EL ARTE POPULAR.....................................................................................................50

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12.1. LA ORFEBRERÍA MOMPOSINA: EL APRENDIZAJE DE LA PACIENCIA......5012.2. LAS MANOS CREADORAS: ALFARERÍA, HERRERÍA, EBANISTERÍA, CULINARIA...............................................................................................................................5112.3. LA FIESTA: “DISFRACES” Y DANZAS...............................................................53

13. ARQUITECTURA Y URBANISMO.........................................................................55

14. EL RÍO MAGDALENA EN LA OBRA DE GARCÍA MÁRQUEZ.................60

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MOMPOX Y EL RÍO MAGDALENA: GLORIA Y OLVIDO

DAVID ERNESTO PEÑAS GALINDO

“Con voces de alarma y de dolor, pero también con esperanza, clamamos por la vida del río, que es nuestra propia vida y la de nuestras futuras generaciones”

Eduardo Acevedo Latorre

“Puede decirse que ningún empeño o empresa aunaría más voluntades, intereses y necesidades que el que se dirigiera al aprovechamiento integral del río Magdalena; inclusive,

las regiones menos cercanas de su esfera de influencia recibirían un impulso estimulante para su desarrollo y vendrían a ser parte dentro de un plan completo que tendría su eje a lo

largo de la arteria”Germán Botero de los Ríos

1. EL RÍO QUE CONFORMÓ UNA NACIÓN

Durante más de tres siglos, el río Magdalena fue la espina dorsal que conectó a un país tan heterogéneo y accidentado como Colombia. Como bien lo expresa Germán Botero de los Ríos, “Colombia es un don del Magdalena. Pocos países pueden encontrar tan vinculados su historia, evolución y desarrollo a un río, como es el caso colombiano”.

El 1 de abril de 1501, Rodrigo de Bastidas descubre la desembocadura del río1. Por ser el día de Santa Magdalena, Bastidas lo bautiza con su advocación, aunque los nativos lo llamaban, desde tiempos inmemoriales, con diversos nombres, según su trayectoria: desde su nacimiento hasta un poco más al norte de Neiva, donde se inicia el valle que Jiménez de Quesada denominaría “de la tristura”, lo llamaban “GUACAHAYO”, o “Río de las tumbas”, voz de origen quechua, por bañar en su primer tramo las ruinas de la cultura agustiniana.

En el trayecto que discurre por tierras del Tolima y Cundinamarca, los muiscas lo bautizaron “YUMA”, “río del país amigo”; por Antioquia y Santander, se conocía con el nombre de “ARLI” - “Río del pez, o río del bocachico” – y ya en su parte final, la Depresión Momposina, hasta su desembocadura, se le denominó “KARIPUAÑA o CARIGUAÑO”: “Río grande, o agua grande”.

Pocos países en el mundo, pueden encontrar su historia, evolución y desarrollo a un río, como es el caso del Magdalena y sus afluentes. Desde los remotos tiempos de su descubrimiento por Rodrigo de Bastidas, y el recorrido heroico de Jiménez de Quesada por más de mil kilómetros de tierra

Derechos Reservados de autor. Prohibida su reproducción por cualquier medio, sin autorización expresa del autor. Correo electrónico: [email protected] o [email protected] ACEVEDO LATORRE, Eduardo. El río grande de la Magdalena. Bogotá : Banco de la República, 1981

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virgen e inhóspita, hasta las últimas cinco décadas, cuando el transporte aéreo y terrestre lo vinieron a suplantar y marginar, el río fue eje indispensable del desarrollo de la nacionalidad.

En esos trescientos años de conquista y colonia, y en los casi doscientos de vida independiente, no hay un hecho económico o político que no esté influido definitivamente por esta arteria. Once departamentos aprovechan su cauce, y su producto interno bruto equivale a cerca de una tercera parte del total nacional. Ojalá se vuelva la mirada a un cauce al que le dimos la espalda, de manera inexplicable e irresponsable.

Cuando en nuestro país empleamos el término “costeño”, por antonomasia estamos haciendo referencia al habitante de la extensa y variada región Caribe, que comprende desde la Guajira hasta el golfo de Urabá, pero que a más del litoral, se extiende hacia la “tierra adentro” más de 600 kilómetros, de manera tal que, paradójicamente, existen departamentos “costeños” sin costa, como es el caso del Cesar, y, por el contrario, Bolívar, con su alargada jurisdicción, llega a morder otras regiones culturales que manifiestan diversa idiosincrasia, como el extremo sur, con marcada influencia santandereana y boyacense, o Córdoba, cuyo mismo nombre indica la influencia antioqueña.

En este proceso conformativo de la costa Caribe como región cultural, más que geográfica, que trasciende el mero litoral, la ciudad de Mompox desempeñó un papel fundamental, pues su situación permitió configurar el triángulo genitor de la expansión caribeña, cuyos otros vértices se localizan en Cartagena y Santa Marta.

Vistas la geografía y la historia desde su óptica situacional, se percibe con mayor claridad el hilo conductor que nos permite enlazar eventos y épocas que fueron integrando un país heterogéneo cuya espina dorsal fue el río Magdalena con su afluente principal, el Cauca.

2. CONTEXTO GEOGRÁFICO: LA MESOPOTAMIA DEL NUEVO MUNDO

La mayor depresión cenagosa del país es la Momposina, en el centro de la llanura del Caribe, situada en la parte baja de los departamentos de Bolívar, Magdalena, Cesar, Córdoba, Sucre y Antioquia; donde convergen las aguas de los ríos Magdalena, Cauca, San Jorge y Cesar. Está integrada por los siguientes municipios2: en Antioquia los de Nechí y Caucasia; en Córdoba, Ayapel, Buenavista y Pueblo Nuevo; en Cesar, La Gloria y Gamarra; en el Magdalena, los El Banco, San Sebastián, Santa Ana, San Zenón, San Fernando de Oriente, Guamal y Santa Bárbara de Pinto; en Sucre, Majagual, Guaranda, Sucre, San Benito, San Marcos y Caimito, y en Bolívar, San Jacinto del Cauca, Montecristo, Achí, Tiquicio, Pinillos, Magangué, San Martín de

2 CORREA, Lucía. CARACTERIZACIÓN DE ECOSISTEMAS DEL CARIBE COLOMBIANO. ECORREGIÓN LA DEPRESIÓN MOMPOSINA. Memorias Taller Ecorregiones estratégicas Caribe Occidental. Coveñas, 2000.

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Loba, Barranco de Loba, Hatillo de Loba, Altos del Rosario, El Peñón, Margarita, San Fernando de Occidente, Cicuco, Talaigua y Mompox.

La Depresión Momposina limita al sur con Tierra Santa en el departamento de Córdoba, al norte con San Benito Abad, departamento de Sucre, al oriente con el río Cauca y al occidente con las sabanas del departamento de Sucre. Ocupa una extensión aproximada de 800.000 Has. Su más importante accidente geográfico es la isla de Mompox, formada por los brazos del río Magdalena (brazo de Mompox y brazo de Loba), cuya extensión de 2.930 km2, la convierte en la isla fluvial más grande del mundo.

El río Magdalena, al llegar a El Banco, se divide en dos brazos, el oriental, cuarenta kilómetros más corto, llamado de Mompox, y el occidental, o de Loba. Al primero desemboca el Cesar, y al segundo confluyen el Cauca y el San Jorge. Hasta mediados del siglo XIX, el caudal principal de las aguas del Magdalena corría por el brazo de Mompox, y su unión con el Cauca se verificaba en la llamada Boca de Tacaloa, al norte de la Depresión, pero paulatinamente, las aguas fueron profundizando un caño de menor cuantía, el brazuelo de El Rosario, o de Pescadores, hasta conformar el brazo de Loba (así denominado en 1875, por el gobierno del Estado Soberano de Bolívar), y convertirlo en el principal.

Los brazos de Mompox y Loba conforman la isla de Mompox, que, en realidad, desde el punto de vista geográfico es un archipiélago, pues se encuentra atravesada por varios caños, brazuelos y ciénagas que la dividen. En esta zona de suelos arcillosos, pesados, de poco drenaje, los lechos de los ríos son poco profundos y pierden fácilmente su cauce original.

La Depresión Momposina es uno de los mayores humedales del mundo: una hondonada de suelos arcillosos en formación3, separada por fallas geológicas activas de las rocas sedimentarias que forman las llamadas sabanas. Constituye un inmenso sumidero sometido a un constante proceso de hundimiento ocasionado por el peso de los sedimentos traídos por las aguas de inundación.

Este fenómeno de hundimiento, o subsidencia, fluctúa entre 0.9 y 2.5 mm. anuales. Se calcula que en los últimos 2000 años, la zona se ha hundido entre 1.8 y 5 m.4. La fosa o cuenca sedimentaria, en su parte más profunda, cerca de Sucre, presenta acumulaciones del orden de los 640 m.5. Los sedimentos inferiores son de una edad Terciario – Mioceno, determinada con base en microforoaminíferos, lo que demuestra el carácter marino de sedimentación de ese entonces.

3 PLAZAS, Clemencia; FALCHETTI, Ana María. Una cultura anfibia: la sociedad hidráulica zenú. En: Colombia Caribe. Bogotá: FEN, 1990.

4 PLAZAS, Clemencia; FALCHETTI, Ana María; VAN DER HAMMEN, Teodoro, e.a. Cambios ambientales y desarrollo cultural en el Bajo río San Jorge. Boletín Museo del Oro, No. 20. Bogotá: Banco de la República, 1988.

5 INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI. Aspectos geográficos del departamento de Bolívar. Bogotá: IGAC, División de investigaciones geográficas, 1977.

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Los suelos de la Depresión Momposina están directamente relacionados con las características hidrológicas, por ser tierras sujetas a fenómenos de encharcamiento (humedales). En general, son de origen fluvio – lacustre, restos de antiguas planicies aluviales, abanicos coluvio – aluviales y suelos derivados de las zonas de colinas. Entre los aluviones recientes y lacustres, están los diques inundables o no inundables por poco tiempo (en función del drenaje), con diferentes grados de fertilidad y textura variable de fina a gruesa.

3. EL MEDIO AMBIENTE. FLORA Y FAUNA

La cobertura vegetal que se presenta actualmente en la región de la Depresión Momposina, es derivada del uso de la tierra, para la ganadería extensiva, cultivos de pancoger (yuca, maíz, plátano) y algunos frutales, como la naranja en los municipios de Margarita y San Fernando. El resto de las tierras están cubiertas de humedales de carácter permanente y semipermanente. En este medio se desarrolla un tipo de vegetación semiacuática y acuática, que se adapta fácilmente a las condiciones imperantes entre éstas; el buchón de agua, o taruya (Eichornia crassipens), constituye la especie más diseminada.

El llamado “cono del Cauca”6, La Mojana, es una planicie ubicada entre este río y el San Jorge, la cual tiene una leve inclinación hacia el norte de 100 kilómetros de longitud. Las sucesivas capas de limo con que están recubiertos sus suelos, provienen de las periódicas inundaciones del río Cauca, el cual, por estar a mayor altura que el San Jorge, se desborda frecuentemente al romper los débiles diques que lo contienen, derramándose llanura abajo a través de diversos caños, como el San Matías, hacia el oeste, y el Rabón, Mojana y Pancegüita hacia el norte. Esta agua van a dar al río San Jorge, que por su reducido lecho termina devolviéndolas, para convertir a toda la región en una inmensa ciénaga. Así permanece la Mojana hasta por ocho meses del año, imposibilitándose cualquier actividad económica distinta a la pesca y la navegación.

En cuanto a su importancia hidrobiológica se refiere, la Depresión Momposina cumple función de vaso regulador de las aguas de los ríos Magdalena, Cauca, Cesar, y San Jorge; además regula humedales regionales dada la gran concentración de masa de agua en la depresión. Retiene una gran masa de sedimentos provenientes de los diferentes ríos que permiten no afectar los ecosistemas marinos de la costa Caribe; presenta una gran variedad de flora y fauna silvestre, e incorpora un ecosistema único, conformado por los zapales de la zona de La Mojana. Según Parsons, comparativamente con la Depresión Momposina, “existen pocos lugares

6 RAMÍREZ DEL VALLE, Bernardo; REY SINNING, Edgar. La Mojana. Poblamiento, producción y conflicto social. Cartagena: Costa Norte, 1994.

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sobre la tierra con una mayor abundancia de aves acuáticas durante todo el año7”

La Depresión Momposina, por sus características, es muy rica en peces, aunque, desafortunadamente, las malas prácticas de captura y la contaminación, han disminuido sustancialmente la producción. Por causa de estos procesos, se presenta una circunstancia crítica, evidenciada en el aumento de maleza acuática que contribuye al taponamiento de los caños y a la pérdida de profundidad efectiva, lo que ha afectado las poblaciones de peces. El manatí y el caimán, antes abundantes, hoy están extintos. El coroncoro, está en grave riesgo de extinción.

Según Germán Márquez8, Durante las lluvias, el río inunda las depresiones con aguas fértiles donde prolifera la vida: plantas, insectos, peces, que aumentan la oferta de alimento para los residentes: tortugas, caimanes y manatíes. Al bajar las aguas y menguar las ciénagas, los peces salen hacia el río, originando la subienda; las tierras secas, fertilizadas por los sedimentos, se convierten en buenas tierras de cultivo. Al ciclo regular de inundaciones se acoplan todos los ciclos vitales, incluidos los de poblaciones humanas que, desde tiempos inmemoriales, se han beneficiado de estos ecosistemas altamente productivos, verdaderas maquinarias naturales de producción de alimento.

Esta situación persiste, en lo fundamental, a pesar de transformaciones introducidas por acción humana que han determinado la alteración del sistema, agudizado los extremos de inundación y sequía, agotado algunas poblaciones de especies útiles como los manatíes y reducido la pesca, en detrimento del bienestar posible de las culturas anfibias. La conservación de lo que aún persiste y la restauración paulatina de las condiciones y poblaciones naturales debe obedecer no sólo a la obligación de mantener condiciones de vida básicas para la población, sino a la necesidad lógica de preservar uno de los ecosistemas mas productivos del Planeta y una fuente natural de riqueza y bienestar.

Cuadro 1. Fauna predominante en la Depresión Momposina9

7 PARSONS, James. Geography as exploration and discovery. Annals of the Asociation of American Geographers. Vol. 67, No. 1, Graphers, U.S.A., 1977

8 MÁRQUEZ CALLE, Germán. El hábitat del hombre caimán: ecología y cultura en las planicies inundables del Caribe colombiano. Universidad Nacional de Colombia. Barranquilla: Archivo Fundación Nieto Arteta.

9 FUENTES: PLAZAS, Clemencia; FALCHETTI, Ana María. Asentamientos prehispánicos en el Bajo río San Jorge. Bogotá: Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales. Banco de la República, 1981.

ACEVEDO LATORRE, Eduardo. El río grande de la Magdalena. Bogotá: Banco de la República, 1981.

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NOMBRE COMÚN NOMBRE CIENTÍFICOCaracoles GasterópodosPECESBagreBlanquilloBocachico

ComelonesPicudaDoradaMojarra

BarbulCoroncoroCacheguaSardina

Pseudoplatystoma fasciatumSorubin limaProchilodus reticulatus magdalenaeLeporinus muyscorumSalminus affinisBrycon moorei mooreiPetenia umbrifera y Geophays steidachreirPimelodus clariasPanaque gibosuCentrochir crocodiliAcuticurimata mivartii

REPTILESTortugas: Hicotea Morrocoy Tortuga de agua dulce

Iguana

Cocodrilos Caimán Babilla

Pseudemys scripta callisrostrisGeocherome carbonaria

Podocnemis lewyana

Iguana iguana

Crocodylus acutusCaiman sclerops fuscus

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AVESGarza morenaGarza blancaPato viudaPato pisingoPato realPerdiz o codorniz

Tórtola

Ardea cocoiCasmerodius albusDendrocygna viudataDendrocygna autumnalisCarina moschataColinus cristatus u Odontophorus gujanensisColumba subvinacea

MAMÍFEROSConejoPonche (roedor)Guartinaja (roedor)

Sylvilugus brasiliensisDasyprocta agutiAguti paca

NutriaDantaPecaríVenado sabaneroVenadoManatí

Lutra annectens Tapirus sp.Tayassu sp. y Dicotyles sp.Odocoileus virginianusMazama sp.Trichechus manatus

Durante las décadas 50 a 70 del siglo XX, Magangué fue centro productor y acopiador de gran variedad de especies; entre ellas, las más apetecidas el bocachico y el bagre, por su tamaño: el bagre pintado, hasta de 100 cm. Y el bagre sapo, hasta de 45 cm. La cantidad producida en el sistema Magdalena – San Jorge, alcanzó a constituir más del 50% de la pesca total del país, con más de 80.000 toneladas/año que salían al mercado. Hoy, esta pesca se ha reducido a menos de la cuarta parte de esa cifra10.

Tradicionalmente, se utilizaban artes habituales de pesca: atarraya, chinchorro, anzuelos y lanzas, que favorecían los caños naturales y las ciénagas, al limpiarlas de maleza acuática. Actualmente, la presión sobre el ecosistema es dramática: el trasmayo se coloca entre dos puntas de la ciénaga, en cercanía de los caños, atraviesa éstos y los rincones entre 10 y 12 horas diarias, arrastra peces pequeños y huevos, cuando baja el nivel de las aguas y se concentran los peces, lo que ha llevado a que haya disminuido el bagre, en un 46%; el blanquillo, en 58%, la pacora, 59%; la doncella, 57%, la dorada, 95%, la vizcaína 100% y el capaz 87%.

Los principales problemas ambientales son la deforestación, el taponamiento de los caños, la colmatación de las ciénagas por parte de ganaderos inescrupulosos que buscan ampliar las zonas de pastoreo, la sedimentación de los lechos de los afluentes, la contaminación de las aguas por el cianuro y el mercurio usados en las zonas mineras del sur de Bolívar y del Nechí, afluente del Cauca, y por la disposición de residuos sólidos y excretas por los

10 PLAN DE ORDENAMIENTO TERRITORIAL DE MAGANGUÉ, CON ÉNFASIS SUBREGIONAL. Medellín: Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, Facultad de Arquitectura, Departamento de Arquitectura y Medio Ambiente, 1998.

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alcantarillados de los pueblos ribereños, que, paradójicamente, se surten de ese líquido para sus acueductos.

4. PASADO PREHISPÁNICO: LOS PRIMITIVOS POBLADORES

4.1. LOS ZENÚESEsta omnipresencia acuática – una gran Mesopotamia del Nuevo Mundo – obligó a que desde muy remotos tiempos se estableciera una sabia relación entre el recurso hídrico y el ser humano, como ha quedado demostrado en los estudios realizados en la región del Bajo San Jorge11, en donde se realizó la adecuación de más de 500.000 hectáreas de tierras bajas y cenagosas por parte de los zenúes, desde Tierra Santa, en el sur, hasta la desembocadura del San Jorge, en el brazo de Loba del Magdalena, al norte, y desde el límite de las sabanas, al occidente, hasta el río Cauca, al oriente.

Para controlar y regular, tanto inundaciones como sequías, se valieron de un ingenioso y efectivo sistema de canales y drenajes que se construyeron durante un periodo aproximado de 2.000 años, y hoy sorprende a la ciencia contemporánea por su extensión y la sabiduría ecológica con que fue diseñado.

Los cronistas describen la existencia de tres provincias: Finzenú, en el valle del Sinú y las sabanas, era un centro ceremonial, funerario y de producción de manufacturas; Zenufana, en los valles del bajo Cauca y Nechí, sede del poder gubernamental y de centros de producción aurífera; el Panzenú, en la Depresión Momposina, zona de explotación agrícola, pesquera y de elaboración de manufacturas. Esto indica la existencia de una estructura de poder, gobernada por jefes emparentados, cuyo poder se originaba en el origen de esos cacicazgos, creados por gobernantes míticos12, que dominaba política y económicamente las hoyas de los ríos Sinú, San Jorge, Bajo Cauca y Nechí.

Según parece, la creciente población de el grupo étnico zenú se estableció en regiones con distintas condiciones ecológicas y diversos productos explotables económicamente: la zona inundable con su potencial como productora de alimentos, y las zonas auríferas del Bajo Cauca y Nechí, abastecedoras de materia prima para los orfebres del Sinú.

Los zenúes efectuaron gradualmente el poblamiento del Panzenú, la depresión inundable del río San Jorge, desde antes del siglo IX a.C. hasta el X d. C. Alcanzaron su mayor densidad de población hacia el 1.000 d.C.; después de esta fecha, por razones hasta el momento desconocidas, se replegaron y desalojaron progresivamente las áreas inundables, que hacia el 1.300 d.C. fueron ocupadas por grupos malibúes procedentes del río

11 PLAZAS, Clemencia; FALCHETTI, Ana María; VAN DER HAMMEN, Teodoro, e.a. op. cit.12 SIMÓN, Fray Pedro. Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales. Bogotá,

Biblioteca Banco Popular, 1981.

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Magdalena, quienes no construyeron sistemas de canales, y se dedicaron a aprovechar el área circundante.

4.2. LOS MALIBÚESLos malibúes, al momento de la conquista, vivían en las orillas de las lagunas que circundan el Magdalena, y de este río, desde Tamalameque hasta Tenerife. Los malibúes de río y los de ciénaga, sin tener el misma idioma, hablaban lenguas afines, claramente diferenciadas de las de los indios cordilleranos13.

Los malibúes de las ciénagas ocupaban los pueblos de Senpeheguas, Panquiche, Sopati, Simichagua (actual Chimichagua), Sopatosa (Zapatoza), Soloba. Los malibúes de río, Tamalaguataca, Tamalameque, Nicaho, y toda la orilla, río abajo, hasta Tenerife. Los indios de la laguna de Zapatoza tenían otro nombre: los pacabuey (pocabuyes o pacabueyes). Además, los malibúes habitaron en las cercanías de Malambo y a las orillas del mar, al oriente de Cartagena, hasta el río Magdalena. Según Rivet,

Un único y mismo pueblo, que hablaba dialectos diferenciados, se extendía, al momento de la conquista, desde el sur de la laguna de Zapatoza hasta la desembocadura del Magdalena, y al oeste, hasta la región de Cartagena. Tenían el nombre general de Malibú, que les dieron los españoles, mas se diferenciaban al menos en tres tribus: los pocabuyes, pacabuyes o pacabueyes, y los sompallón, o malibúes de las lagunas; los malibúes del río Magdalena y los mocaná, entre Cartagena y el Bajo Magdalena.

En el estudio detallado del sabio americanista Rivet, se plantea que “todas nuestras comparaciones (de la lengua malibú) con los idiomas de América del Sur o de América Central, han sido vanas”, por lo que “la vinculación de la lengua malibú a una familia lingüística americana presentaría un gran interés, pues esclarecería la etnogénesis de una de las regiones menos conocidas del territorio colombiano”.

Hasta el momento, todo lo que se sabe del origen de los malibúes es que, según Pedro Simón, los mocaná habrían venido en canoas de la región comprendida entre Maracapana y Caracas, lo que permitiría una presunción a favor de una afinidad Karib.

La Lengua Malibú. Apenas se ha podido recopilar un brevísimo vocabulario, reuniendo unas cuantas palabras de la lengua de los malibúes y los mocanás, dispersas en autores como Aguado, Asensio, Castellanos, Cieza

13 RIVET, Paul. Les indiens malibú. París: Journal de la Societé des Americanistes, Nouvelle Serie, T. XXXVI, pp. 139 – 144, 1947.

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de León, Simón, Oviedo y Valdés, y en la Relación geográfica de San Miguel de las Palmas de Tamalameque, documento escrito en 157914.

Cuadro 2. Vocabulario de la lengua malibú15

VOCABLO MALIBÚ SIGNIFICADOAmitan DiabloAmitan Cristiano, españolAnitina TigreAnitina Cristiano, españolCacarracacá Pececillo que caza el cocodriloChaypa SeñorChiapa EncomenderoEnta Savia de manzanillo, que sirve de veneno

para flechasEntaha, Embutac Yuca (como había en el país malibú las dos

variedades de yuca, quizás cada una de estas palabras se aplicaba a una variedad)

Entai Reunión para beberMalibú Cacique, jefe español, tigre-jaguar de

manchas redondas y amarillas, muy fiero (según Fals16).

Man CanoaMan ChichaMayhan, maihan Sacerdote indígena, hechicero, brujo.

(Palabra de la cual se habría derivado Mohán, según Rivet)

Manari Canasto anchoMayun Nariguera de oroMocaná Tener, no hayNapo Resina llamada por los españoles cararia o

caraña (Protium carana), que sirve para pintura corporal, distinta de la “bija” ordinaria o achiote (Bixa orellana, L.)

Tahana Árbol de manzanillo (Hippomane mancinella, L.) cuya savia sirve de veneno para las flechas.

Tinchan EspañolYtaylaco, Yteylaco, Yntelas, Ytaylas Diablo, divinidad

Cultura Material de los Malibúes. La pintura corporal era muy empleada como adorno personal. Los miembros de la tribu tenían la obligación de

14 RODRÍGUEZ DE MEDINA, Antonio; GÓMEZ RONDÓN, Francisco y BERMÚDEZ, Alonso. Relación geográfica de San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Gobernación de Santa Marta, Audiencia de Nueva Granada, Virreinato del Perú (hoy República de Colombia). Sevilla: Boletín del Centro de Estudios Americanistas, Año 6º. Nos. 23 – 24, febrero – marzo de 1919.

15 FUENTES: RIVET, Paul. op. Cit DUQUE GÓMEZ, Luis. Prehistoria. Historia Extensa de Colombia, Tomo II. Tribus indígenas y sitios

arqueológicos. Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1967.16 FALS BORDA, Orlando. Mompox y Loba. Historia doble de la costa, vol. 1. Bogotá: Carlos Valencia, 1979, p. 32A

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pintarse la cara, especialmente en tiempos de guerra, y la profusión de dibujos en el rostro dependía del valor desplegado en los combates.

Los malibúes empleaban el tatuaje, que se hacían cortándose la piel en distintas partes con puntas delgadas de carrizo. Sobre las heridas frescas, aún sangrantes, echaban polvo de carbón de leña finamente molido. Con este procedimiento, una vez cicatrizadas las heridas, los dibujos quedaban relevados y de un tono azuloso. El tatuaje se ostentaba como señal de valor, y era el más grande honor que se podía dispensar a quienes sobresalían en las acciones guerreras. Otros adornos personales eran narigueras de oro y sartas de cuentas de hueso, estas últimas engarzadas en hilo de algodón. Las llevaban los varones, atadas a la cintura.

El vestido de los malibúes, dado el clima cálido de la región, era muy ligero. Los hombres usaban estuche pénico y las mujeres, taparrabos. Simón Pérez de Torres17, quien visitó la Depresión Momposina en 1586, en su crónica de viaje, describe así a los nativos: “En este pueblo (Mompox) viven de las rentas de estos indios, que andan desnudos, hombres y mujeres. Los hombres traen en los miembros unos calabazos, las mujeres pampanillas o pedazos de lienzo por debajo de las piernas. Se untan con bija, se sustentan de maíz del cual hacen masato”.

Pocos detalles se conocen acerca de la organización política y social de los malibúes. Las fuentes consultadas mencionan solamente la existencia de pequeños señoríos en la sierra, y de jefes de alguna influencia familiar entre los grupos ribereños del Magdalena y de las ciénagas, cuya autoridad se ejercía en especial en tiempos de guerra. Los nativos colocados bajo su protección, estaban obligados a pagar tributos en trabajo, como el cultivo de sus sementeras.

El contrato matrimonial Malibú se celebraba mediante previas conversaciones que solía tener el aspirante con el padre de la prometida, o con el hermano mayor, o pariente más cercano, en caso de que faltase aquél. Realizado el matrimonio, en una ceremonia muy sencilla, el desposado daba como presente a su suegro finas joyas, principalmente narigueras de oro de seis y ocho castellanos de peso, piezas que los nativos denominaban mayun.

Los indios de Támara (Tamalameque)18 trabajaban el oro, y eran expertos orfebres, siguiendo las técnicas y el estilo del complejo cultural zenú – malibú. Según Fernández de Oviedo19, “tienen sus forjas, yunques y martillos, que son de piedras fuertes: algunos dicen que son de un metal

17 TORRES, Simón Pérez de. Discurso de mi viaje, dando muchas gracias a Dios, por las muchas mercedes que en él me ha hecho a mí. Madrid: Historiadores Primitivos de las Indias Occidentales, T. III, 1749. En: DUQUE GÓMEZ, Luis. Op.cit.

18 La población de Tamalameque estuvo situada, al momento de la conquista, en la ciénaga de Zapatosa, en la confluencia del Cesar con el Magdalena; posteriormente fue trasladada frente a Mompox, y por último, a las sabanas de Chingalé, donde está actualmente.

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negro a manera de esmeril. Los martillos son tamaños como huevos o más pequeños, y los yunques tan grandes como un queso mallorquín, de otras piedras fortísimas: los fuelles son unos canutos tan gruesos como tres dedos o más, y tan luengos como dos palmos”.

Las figuras de gaiteros y personajes con totumas también están presentes en la orfebrería del Bajo Magdalena, donde la influencia zenú se advierte, entre otras, por la presencia de pectorales mamiformes. Piezas de este tipo, y otros objetos de buen oro, formaban el ajuar de un entierro hallado por los españoles en un bohío ceremonial de los sondaguas (malibúes), en la población de Zomico, en la región de Mompox20:

Y un poco más alto que el ataúd estaba un canastico ancho que llaman manari, lleno de oro, en que había dos petos o armaduras semejantes a peto de oro, con tetas muy bien labradas, que tomaban todo el pecho de un hombre (una de estas piezas redonda, y la otra escotada para el asiento de la garganta)... y otra pieza a manera de taza con su sobrecopa, de oro todo lo que es dicho... También hallaron un peine engastado en muy fino oro, y ciertos zarcillos y manillas y otras piezas.

Muerto el cacique principal, sus privilegios eran heredados por el hijo mayor, y a falta de éste, se escogía otra persona entre las más destacadas del grupo. Además del cacique, quien ejercía la autoridad política, aunque en forma muy débil, existía la autoridad religiosa, apoyada sobre la base de una especie de sacerdocio, representado en el llamado Mayhan, indio que ejercía como chamán (mago o curandero) y servía como intermediario entre el grupo, y el mundo de los espíritus. Ytailaco, a quien los españoles identificaron con el demonio, era su confidente; a él impetraba la llegada de las lluvias para favorecer las cosechas. Curaba por imposición de mano, ejercía influencia política y decidía sobre las condiciones propicias o adversas para los combates.

Mito de Origen Malibú: El Mohán. Es conveniente resaltar que el nombre malibú MAYHAN, se transformó en el Mohán o Moján y en la Mohana, de donde se deriva el toponímico MOJANA, referente a la región del Bajo San Jorge y al caño del mismo nombre.

El MAYHAN, MOHÁN O MOJÁN, era un espíritu tutelar de la naturaleza, y particularmente de las aguas21, y actualmente es presentado como un

19 FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo. Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano. En: FALCHETTI, Ana María. La tierra del oro y el cobre: parentesco e intercambio entre comunidades orfebres del norte de Colombia y áreas relacionadas. Boletín Museo del Oro No. 34 –35. Enero – dic. 1993. Bogotá: Banco de la República.

20 FALCHETTI, Ana María. Ibíd.21 CHAVES MENDOZA, Álvaro. Mitos y leyendas del río Magdalena. Mecanografiado, s.l.; s.f.

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personaje vegetal, musgoso y peludo, con tez quemada de indio viejo, ojos de intenso brillo como brasas encendidas y dientes de oro ... El Mohán toca la flauta con gran destreza y encanto, que cautiva a las muchachas para llevarlas a su palacio subacuático. Los campesinos lo califican de andariego, brujo y libertino; dicen que rapta a los bogas perezosos, que agita las aguas, enreda los chinchorros, trasmayos y redes, vuelca las embarcaciones, roba la carnada a los pescadores y llega mucha veces a llevárselos cuando van a pescar en los días de fiesta. Es el responsable de los ahogados en los ríos selváticos que afluyen el Magdalena, pero se le ve siempre como un espíriru justiciero que castiga las transgresiones de las normas religiosas.

Para ahuyentar al Mohán, los pescadores utilizan plomadas de cobre en sus redes y atarrayas; otro sistema es el de ir pescando contra la corriente, río arriba, porque entonces no habrá peligro de sufrir sus ataques. El Mohán es la imagen simbólica de las fuerzas de los ríos, caños y ciénagas, personificadas en un misterioso y llamativo espectro. Su función primordial es castigar a quienes pretenden cumplir las costumbres establecidas para la vida en sus aguas y en las selvas ribereñas.

Producción, transformación y explotación del medio ambiente. La agricultura del maíz fue una de las más importantes fuentes de subsistencia para los malibúes. La siembra y la cosecha de este fruto estaban siempre acompañadas de grandes ceremonias. El primero que lograba la cosecha del preciado grano, reunía a todos los miembros del grupo y a los vecinos para la celebración del acontecimiento. En esta fiesta, se embriagaban con una bebida fermentada a base de yuca, en jolgorios que duraban tres y más días y se repetían turnadamente en casa de los demás cosecheros. Además del maíz, desarrollaron cultivos de yuca, ñame, bore y algodón.

Una ocupación habitual era la pesca, muy copiosa, tanto en el río, como en las numerosas lagunas y ciénagas. El pescado llegó a ser la base esencial de su alimentación, y uno de los elementos más importantes para sus transacciones comerciales. Particularmente notable era la pesca del manatí, del cual aprovechaban su carne (la mitología popular, aún hoy, dice, pese a que está extinto y solamente existen unos pocos ejemplares en cautiverio, que su carne presenta siete sabores diferentes) y extraían abundantes raciones de manteca para sus comidas y el alumbrado nocturno.

La “cultura anfibia”. Sujetos al ritmo de crecientes y sequías, cuando las aguas bajaban, por los meses de enero a marzo, y de julio a septiembre, se sembraba en los playones o tierras bajas (actualmente se lleva allí el ganado, aprovechando los abundantes y excelentes pastos naturales que allí brotan). En los meses de invierno (abril a junio y octubre a diciembre), sobre el mismo territorio ahora cubierto por las aguas, se procedía a pescar y cazar. Dadas

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las particulares condiciones geográficas y climatológicas, los malibúes aprendieron a utilizar sabia y secuencialmente los recursos del agua y la tierra, conformando lo que Orlando Fals Borda denominó “cultura anfibia”22, que subsiste aún, y se refiere a

un complejo de conductas, creencias y prácticas relacionadas con el manejo del ambiente natural, la tecnología (fuerzas productivas) y las normas de producción agropecuaria, de la pesca y la caza que prevalecen en las comunidades de reproducción de la Depresión Momposina. (...) Contiene elementos ideológicos y articula expresiones psicosociales, actitudes, prejuicios, supersticiones y leyendas que tienen que ver con los ríos, caños, barrancos, laderas, playones, ciénagas y selvas pluviales; incluye instituciones afectadas por la estructura ecológica y la base económica del trópico, como el poblamiento lineal por las corrientes de agua, las formas y medios de explotación de los recursos naturales y algunas pautas esenciales de tenencia de tierras.

La espartería debió ser una industria que ocupó buena parte del tiempo de los naturales, pues el tributo individual impuesto por los españoles a su llegada, se tasaba en esteras de junco, fabricadas para los encomenderos, usualmente medían vara y media de ancho por tres de largo, y en aquella época se avaluaban en un peso corriente cada una. Además de esta actividad, los malibúes comerciaban con pescado, achiote y caraña que intercambiaban con los vecinos, de los que obtenían sal y objetos de alfarería.

Dado el ambiente, los malibúes fueron hábiles navegantes. Su principal medio de transporte era la canoa, que empleaban para desplazarse a lo largo del río y para trasladarse de un lugar a otro de las orillas de las lagunas, en donde estaban localizados sus principales núcleos poblados.

El nombre dado a estas embarcaciones era “man”, y las manejaban con gran destreza, según las descripciones de los cronistas y conquistadores. Tenían aproximadamente un metro de altura, ocho a diez de largo y sesenta centímetros de anchura. El manejo estaba a cargo de varios hombres, colocados en hilera. Fueron muchos los combates que libraron los naturales de esta región contra los españoles, para lo cual utilizaban el man, con el que alcanzaban sorprendente rapidez y maniobrabilidad en su desplazamiento y virajes.

Sus armas eran el arco y la flecha, éstas últimas fabricadas de cogollos secos de palma, con puntas de madera muy dura, a la que untaban una sustancia venenosa, de acción mortífera extraída del árbol manzanillo.

5. PROCESOS DE POBLAMIENTO Y SISTEMAS DE PRODUCCIÓN

22 FALS BORDA, Orlando. Op. Cit.

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5.1. FUNDACIÓN HISPÁNICA, EXTERMINIO INDÍGENA Y PREDOMINIO DEL ZAMBAJE

El descubrimiento del “río grande”. El 1 de abril de 1501, Rodrigo de Bastidas descubre la desembocadura del río Magdalena23. Por ser el día de Santa Magdalena, Bastidas lo bautiza con su advocación, aunque los nativos lo llamaban, desde tiempos inmemoriales, con diversos nombres, según su trayectoria: desde su nacimiento hasta un poco más al norte de Neiva, donde se inicia el valle que Jiménez de Quesada denominaría “de la tristura”, lo llamaban “GUACAHAYO”, o “Río de las tumbas”, voz de origen quechua, por bañar en su primer tramo las ruinas de la cultura agustiniana.

En el trayecto que discurre por tierras del Tolima y Cundinamarca, los muiscas lo bautizaron “YUMA”, “río del país amigo”; por Antioquia y Santander, se conocía con el nombre de “ARLI” - “Río del pez, o río del bocachico” – y ya en su parte final, la Depresión Momposina, hasta su desembocadura, se le denominó “KARIPUAÑA o CARIGUAÑO”: “Río grande, o agua grande”.

El descubrimiento del interior. A partir de ese momento, la preocupación de los conquistadores se centrará en la “tierra adentro”: el territorio interior al cual podría conducir la caudalosa corriente. Se conforman dos gobernaciones vecinas, cuyos límites estarían prefijados con límites arcifinios: desde el Cabo de la Vela, hasta la desembocadura del río Magdalena, correspondería a la Gobernación de Santa Marta, de mudable suerte, pues las huestes que acompañaban a los conquistadores, ante la huída de los indios a la Sierra Nevada, y el consiguiente desabastecimiento, deprimió a la ciudad de manera tal, que los habitantes, cuando veían pasar una embarcación con rumbo a Cartagena, se arrojaban al agua con la esperanza de ser recogidos.

Pedro de Heredia, y su hermano mayor, Alonso, contaron con mejor suerte, pues conocieron el rico territorio zenú, de donde extrajeron riquezas sin cuento. Inclusive, acusaron al conquistador ante el juez de residencia, de preferir a sus esclavos negros empleados en el guaqueo y saqueo de las tumbas, en detrimento de los españoles, algunos de los cuales murieron de hambre, entre ellos, un sobrino del residenciador.

El desconocimiento del territorio era tan grande, que en la geografía de la época se creía que el océano atlántico y el pacífico corrían paralelos, y el río Magdalena los enlazaba24. Una vez descubiertas las riquezas peruanas, el gobernador de Santa Marta en 1536, Pedro Fernández de Lugo, organiza una expedición al mando de Gonzalo Jiménez de Quesada, quien, tras incontables penalidades llega al

23 ACEVEDO LATORRE, Eduardo. El río grande de la Magdalena. Bogotá : Banco de la República, 198124 MELO, Jorge Orlando. El establecimiento de la dominación española, Vol. 1. Medellín : La Carreta, 1977.

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país de los chibchas y se encuentra con las esmeraldas de Muzo y el oro de Sugamuxi.

El descubrimiento de la rica tierra de los chibchas despierta el interés de las respectivas gobernaciones de Cartagena y Santa Marta por ejercer gobierno sobre los nuevos territorios, cada una de las cuales supone que pertenecen a su jurisdicción.

Se funda Mompox, hacia marzo de 1540, como contrapeso a las expediciones samarias que pretenden quitarle el mando al recién nombrado gobernador Jiménez de Quesada. En una de esas penetraciones, en 1542, el hijo de Pedro Fernández de Lugo, el Adelantado (cargo de índole militar) Alonso Luis de Lugo, lleva consigo 80 ejemplares de ganado pajuno andaluz, que se extravían en las sabanas de El Paso del Adelantado (hoy El Paso, Cesar), y ante la abundancia de sustento, y la escasez de enemigos naturales, a excepción del tigre, para 1610 se calculaban en más de 80.000 cabezas de ganado cimarrón (salvaje) las que pastaban en las extensas llanuras magdalenenses25. Este hecho tendrá fundamental importancia en la conformación de la ganadería costeña, y particularmente de la raza denominada “costeño con cuernos”.

La boga indígena. Los encomenderos momposinos decidieron utilizar a los indígenas malibúes en la boga, en vez de exigir el tributo en oro o frutos de la tierra. Bien pronto captaron la situación estratégica de la población, desde la cual se podía controlar el flujo de oro extraído por esclavos negros de las minas del Cauca y sus afluentes, además, los nativos eran hábiles navegantes, conocedores ampliamente de la complejidad de ciénagas y caños.

Para establecer la boga, se estableció como medio de transporte el CHAMPÁN, embarcación de entre 20 y 25 metros de largo, por dos de ancho, excavada en un solo tronco de árbol, aprovechando la abundante y centenaria vegetación ribereña, con fondo plano y techo de palma trenzada, sobre la cual se colocaban los “bogas”, que impulsaban la nave, río arriba, valiéndose de pértigas que apoyaban en el pecho, contra el fondo del río, en un trabajo incesante, pues la intensidad de la corriente no permitía el menor descanso.

En 1572 se establece la navegación entre Cartagena y Mompox, a través del Canal del Dique, y entre esta última ciudad y Honda, hasta llegar, a espaldas de los indios cargadores y con las vituallas y mercaderías en las alforjas de las mulas, hasta la andina Santafé.

Los malibúes, con esta extenuante labor, fueron exterminados en el transcurso de cincuenta años. La corona española, sensibilizada por las campañas de Fray Bartolomé de las Casas, expidió, en 1542, las Nuevas Leyes de Indias, en las cuales establecía un trato proteccionista hacia el 25 NOGUERA MENDOZA, Aníbal. Crónica grande del río de la Magdalena, 2 Vols. Bogotá : Banco Cafetero, 1980.

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indígena, que jamás llegaron a cumplir los encomenderos transportadores momposinos.

Martín Camacho, visitador de la Real Corona, llega a Mompox en 1596, y describe así la hecatombe:

He venido con voluntad muy grande de servir a Dios Nuestro Señor y a Vuestra Majestad, y redimir a estos pobres indios del martirio que a tantos ha consumido con fin desastrado, pues siendo que los indios estaban poblados veinticinco años ha, y entendían en aquella boga, más de cuarenta mil han venido a reducirse a menos de mil, los cuales estuvieran muchos años ha acabados, si para conservarlos y beberles poco a poco la sangre, los vecinos y encomenderos de aquellos indios no hubieran dado en otro daño mayor contra los pobres naturales, y es hurtar indios del Nuevo Reino de Granada, y Gobernaciones de Cartagena y Santa Marta, y llevarlos a poblar el Río Grande, mudándolos de sus (sitios) naturales; y otros, que tienen indios en Tolú y Cartagena, y Santa Marta y Mariquita, distantes del río a diez y veinte leguas, los sacan de allí y los pueblan poco a poco en el dicho río; los cuales indios, como no son marineros, ni bogaron en su vida, y el trabajo de la boga es tan grande, se mueren como moscas, y de esta manera afirmo a Vuestra Majestad según he sido informado de cristianos religiosos doctrineros, y yo he visto, que no hay año que no consuma la boga más de quinientos de estos indios.

El traslado de indios de una encomienda a otra estaba expresamente prohibido por la Corona; sin embargo, ente el vertiginoso exterminio de la población nativa, que amenazaba con interrumpir el flujo de pasajeros y mercaderías entre la costa y el interior, los encomenderos transportadores se ingeniaron para birlar las leyes proteccionistas. No sería el único caso.

Mompox controlaba la navegación por el Magdalena y sus afluentes, pues, como centro del tráfico fluvial, era la única población que podía prestar el tipo de transporte adecuado – los champanes -, la tripulación indicada – los bogas – e inclusive, la parafernalia, los bastimentos y víveres para la travesía (botijas, esteras de chingalé, toldillos, “camas de viento” (camas plegables de lona), pescado salado, casabe, manteca de manatí, herramientas, armas, etc) que se producían o comerciaban allí.

Introducción de esclavos negros. Se establece, entonces, un periodo intermedio en la legislación indiana, por la cual se da privilegios a los transportadores que empleen tripulaciones mixtas (indios y negros). Según Borrego Plá26, estas medidas

demuestran la importancia que debía tener el problema de la boga para solucionarlo, cuando se concedían ventajas, tanto al encomendero, como al indio, en el caso que bogasen juntos negros

26 BORREGO PLÁ, María del Carmen. Cartagena de Indias en el siglo XVI. Vol. CCLXXXVIII. Sevilla : Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1983.

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e indígenas, a pesar de que existía una legislación muy dura, no solamente en (la Gobernación de) Cartagena, sino en todas las Indias, para que hubiese una separación estricta entre ambas razas.

Con estas determinaciones, además de evitar la paralización del transporte, se establecía una etapa intermedia para que los diestros indígenas instruyeran en los secretos del río a los negros que vendrían a reemplazarlos.

Se había realizado el descubrimiento, casi simultáneo, en las primeras décadas del siglo XVI, de importantes minas en Antioquia, conectadas con Mompox por el Cauca y sus afluentes: Guamocó, Cáceres, Zaragoza y Remedios. Simití era conocida desde mucho tiempo antes, al igual que las minas de las tierras de Loba, en las goteras de Mompox. Fray Pedro Simón, refiriéndose a sus riquezas, escribía que “parecía que la tierra estaba rebosando el oro y que no lo podía ya sufrir en sus entrañas”27

En la primera mitad del siglo XVII, se había regularizado la navegación por champanes, entre Cartagena y Santafé: Pedro Zapata de Mendoza, gobernador de Antioquia, empleó a cerca de 2. 000 trabajadores, en su mayoría esclavos negros, para la construcción del Canal del Dique, que enlazaba a Cartagena con el Magdalena, uniendo caños y ciénagas. Se terminó en el asombroso tiempo de cuatro meses, y a partir de entonces, Cartagena quedó comunicada por la vía fluvial con la capital del Nuevo Reino.

Los negros esclavos, en su mayoría de procedencia bantú (congos y angolas) pronto desplazaron a los indios en su labor extenuante. Sin embargo, en la Depresión Momposina se presentó una situación económica, social y racial, sin parangones en otras latitudes, cual fue el surgimiento de una nueva etnia.

Conformación del zambo. La esclavitud no servía para la boga: los negros no podían permanecer encadenados, por la necesaria movilidad que implicaba su esfuerzo. Era antieconómico pensar en disponer vigilantes armados para controlar a los navegantes, por el escaso espacio que tenía la embarcación para pasajeros y mercaderías. Es obvio suponer que durante un periodo tan prolongado (más de 40 días desde Mompox a Honda), pasando por extensos territorios inhabitados, ante una naturaleza hostil al blanco, pero familiar a los africanos, el cimarronaje (el escape de los esclavos) fue frecuente e incontrolable.

En las estribaciones de la serranía de San Lucas, en la región del San Jorge, en la Mojana, en el Cauca y el Cesar, se conformaron numerosos palenques (poblaciones de negros huidos), desde el siglo XVI. Entre ellos, los más destacados fueron los de Orosí (Norosí), Tiquicio y en las cercanías de Simití, todas regiones auríferas. En el San Jorge, los negros vivían “arrochelados”

27 RESTREPO, Vicente. Estudios sobre las minas de oro y plata en Colombia. Medellín : FAES, 1979.

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con las indias, según testimonio posterior del padre Joseph Palacios de la Vega (1787 – 1788)28.

Esta situación de cimarronaje negro y extinción de indios varones, posibilitó una mezcla racial, taxativamente prohibida por la legislación peninsular. Las indias, carentes de esposos en sus tribus, aceptaban gustosamente a los negros.

El barón de Humboldt lo expresa gráficamente: “En ningún lugar del mundo americano hay tantos zambos como aquí, porque las mujeres indígenas, hastiadas de los fríos indios, buscan voluptuosamente a los negros, y porque aquí, (venidos del Chocó) muchos negros han comprado su liberación de la búsqueda del oro”29

Además de epicentro del comercio, Mompox también lo fue de la conformación de haciendas ganaderas con mano de obra esclava, aprovechando los conocimientos que aportó la cultura bantú.

A todos convenía la mezcla del negro con la india, en la extensa Depresión Momposina. Los negros estaban restringidos en su acceso a las hembras, pues, según Palacios Preciado30, el elemento negro

se vio limitado en su satisfacción sexual, no solo por los abusos del dueño y por la desproporción que se daba entre la población esclava - aproximadamente un tercio solamente de los esclavos eran mujeres - sino también por las dificultades e impedimentos para contraer matrimonio con la esclava. Son abundantes los testimonios de juicios, pleitos y procesos por abuso sexual, promiscuidad, estupro, amancebamiento, dentro de la sociedad esclavista, como quiera que estos excesos y problemas se dieron con mucha frecuencia.

Aunque la mezcla de negro e india estaba expresamente prohibida por la corona, en la Depresión Momposina las autoridades coloniales se hicieron las de la vista gorda. La razón del interés común en la permisividad del zambaje, por parte de los españoles, radicaba en la necesidad de disponer de una mano de obra libre y tributaria.

Con la benevolencia de las autoridades españolas frente a la mezcla racial entre negros e indias, se proporcionaba una fuente regular de ingresos por el tributo que deberían pagar pasajeros, embarcaciones y mercancías, y garantizaba la estabilidad, ya que no la comodidad, del transporte por el Magdalena, el Cauca, el Cesar, el San Jorge y sus innumerables afluentes, caños y corrientes, sin el peligro de los negros esclavos que tenían a su

28 PALACIOS DE LA VEGA, Joseph. Diario de viaje. Barranquilla: Ediciones Gobernación del Atlántico, 1994.

29 HUMBOLDT, Alejandro de. Diario. En NOGUERA MENDOZA, op.cit. p.14630 PALACIOS PRECIADO, Jorge. Visión histórica del mundo negro. En: Los grupos afroamericanos, aproximaciones y

pastoral. Bogotá : CELAM, 1980. p. 52.

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merced a los pasajeros, y bajo la coacción inhumana del sistema esclavista, fácilmente podrían ejercer retaliaciones contra los pasajeros que transportaban y sus mercaderías.

Según la legislación indiana, la esclavitud estaba determinada por el principio romano “de la accesión”, es decir, por el vientre: “Era esclavo el hijo de madre esclava, aunque el padre fuera libre, y libre el hijo de madre libre, aunque el padre fuera esclavo.”

El hijo de negro esclavo, e india libre, nacía, por lo tanto, libre, lo cual no sucedía en el caso contrario. Por eso, este último tipo de relación se presentó muy raramente: por una parte, la disminución de la población indígena masculina, y la escasez de negras dificultaban el zambaje de negra. En cambio, su opuesto, favorecía a todo mundo: proveía a las indias de esposo y a los negros de cónyuge, y a los blancos les dejaba un sustancioso producto de mano de obra libre y tributario que sería utilizado en la boga durante más de tres siglos31.

5.2. AUGE DEL COMERCIO Y CONSOLIDACIÓN DE LAS HACIENDAS GANADERAS.

Mompox, capital del contrabando neogranadino. El siglo XVIII es la época de auge de Mompox. Desde sus inicios, comienzan a manifestarse importantes cambios en la estructura socioeconómica, como el predominio de los comerciantes sobre los grandes terratenientes, por la posibilidad de acumulación más rápida de los capitales.

El comercio ilegal adquiere proporciones gigantescas. Son frecuentes las pugnas entre la capital de la provincia, Cartagena, y Mompox, pues esta última era el eje del contrabando colonial, gracias a su posición estratégica. Con la llegada al poder de la dinastía borbónica en España, a partir de 1700, y el estímulo a los diversos monopolios de Estado, se intensificó el contrabando, desde la Guajira hasta Mompox, por la ruta del río Cesar, y trochas que desembocaban frente a Mompox, en el puerto de Jaime. El barón de Humboldt, en 1801, decía que

el contrabando llega al río principalmente ... a través del río Cesar, cerca de El Banco, saliendo de Riohacha, fuente principal de todo contrabando, a través de Valledupar ... esta mercancía prohibida se reparte a Antioquia por la vía de Mompox, río Cauca corriente arriba, por San Bartolomé, y principalmente por el río Nare; a Santafé, por el brazo de Ocaña (el actual brazo de Morales) y Puente Real o Vélez; hacia Socorro, por Sogamoso; hacia Popayán, por la bodega de Honda, entendiéndose con los respectivos administradores; hacia Neiva, por el Río Grande, más allá, corriente arriba.

31 PEÑAS GALINDO, David Ernesto. Los bogas de Mompox: Historia del zambaje. Bogotá : Tercer Mundo, 1988.

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La ruta del contrabando era conocida con el nombre de “camino de Jerusalén”, posiblemente por los capitales judíos sefarditas involucrados en el negocio, que tenían como sede a Jamaica y Curazao y las tribulaciones del recorrido.

De contrabando llegaban de Europa por la vía de las Antillas, esclavos negros, vino, vinagre, galletas, aceite, manteca; diferentes especies de hiero: en planchuela, bergajón, barras, cuadradillos y palanquetas; aceitunas, ciruelas pasas, uvas, almendras, clavazón, piezas de coleta de Castilla, libros, sombreros, láminas y listones dorados, zapatos, papel, cerradura, locería, licores y especies, pomadas, gaviones arpilados y toscos, higos de Cádiz, papel blanco y pintado de Málaga, cristales, fideos, etc.

Para la exportación, salían sin cancelar aranceles, cacao, velas de sebo, madera para la construcción de bajeles para su majestad, maíz, manteca, queso, carne en salazón, cebollas, zarzaparrilla, calcetas, algodón sin pepita, doblones de oro y plata, oro en barras, anís, bejuquillo, quina, aceite de palo, conchas, resina de caraña, aceite de María, miel, cocos, carey, astas de buey, esteras de Mompox – de uso en todas las habitaciones y templos -, harinas del reino, cera, azúcar, sombreros de paja, dulce de guayaba, bálsamo de Tolú, caoba, cueros al pelo, lombricera, raicilla, etc.

Consolidación de las haciendas ganaderas. En la región de la provincia de Santa Marta, y concretamente en las sabanas de El Paso, las 80 reses que se le extraviaron a Alonso Luis de Lugo en 1542, habían llegado a reproducirse de manera sorprendente, y hacia 1610, se calculaban en más de 80.000 cabezas de ganado cimarrón.

Bartolomé de Aníbal, vecino de Mompox, se aprovecha de esta riqueza haciendo concierto con las autoridades reales para capturar y llevar ganado vacuno a las plazas de Tolú y Cartagena. Aníbal fue el fundador de un pueblo cuyo nombre hace honor a su labor: Becerril del Campo. Al mediar el siglo XVIII, se podían calcular en 200.000 las cabezas de ganado que formaban los hatos de los vecinos de la villa de Mompox. La agricultura se extendía, especialmente en el cultivo del cacao. La carpintería de ribera proveía de embarcaciones para la navegación por el Magdalena, el Cauca, el San Jorge, el Cesar y sus numerosos afluentes. Su población se estimaba en 8.000 habitantes, entre ellos, muchos emigrados de Cartagena y Santa Marta, que huían de los ataques piráticos.

En el origen de los hatos ganaderos de la costa Caribe se encuentra el aporte negro de origen bantú, cultura pecuaria, conocedora de las técnicas de trashumancia de las vacadas. En la región de El Paso, los vaqueros negros y zambos hacían redadas de ganado cimarrón, por medio de la técnica de construir un corral en la sabana, desnudarse – decían que el olor del hombre se concentraba en la ropa y ahuyentaba al ganado -, dar muerte a una res y esperar a que entrara la manada, en medio de bramidos, atraída por el olor

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de la sangre32. Estos negros y zambos, con sus cantos de vaquería, originaron las melodías que son el sustrato del actual vallenato33.

5.3. PROCESOS DE POBLAMIENTO Y REPOBLAMIENTO DEL SIGLO XVIII

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, con la llegada al poder de los Borbones en España, y el auge de la ilustración y el racionalismo, se planeó la reorganización del territorio, recogiendo habitantes que vivían “arrochelados”, es decir, en viviendas dispersas y sin control del Estado.

En la consolidación de centros poblados, y concentración de pobladores dispersos, se destacaron José Fernando de Mier y Guerra, en la Depresión Momposina, Antonio de la Torre y Miranda, en las sabanas de los actuales departamentos de Bolívar y Sucre, y Joseph Palacios de la Vega, en la Mojana y el Sinú34.

Las funciones políticas y estratégicas de Mier, Palacios y de la Torre y Miranda, de acuerdo con los lineamientos ilustrados de la casa borbónica, fueron las de fundar, refundar y poblar, con la intención de ordenar los asentamientos humanos y hacerlos más controlables por el aparato estatal peninsular. José Fernando de Mier y Guerra, asturiano residenciado en Mompox, preocupado por la presencia del “tapón chimila”, que impedía la comunicación expedita entre la región de El Paso, rica en ganados, y los centros que se abastecían con ellos, como Santa Marta y Cartagena, procedió a la fundación de veintidós pueblos, principalmente en la margen derecha del río Magdalena, fronterizos a Mompox, los cuales nucleó de manera estratégica para cerrar por el río a los belicosos indios, y atenazarlos por medio de los puestos militares de San Ángel y San Fernando de Pivijay.

Los chimilas habían sobrevivido desde la llegada de los españoles, utilizando una táctica de guerrillas móviles que hostigaba y desesperaba a los blancos de Mompox y su jurisdicción. Según el sacerdote Antonio Julián35, los chimilas

son como los moros de Argel y Túnez en el Mediterráneo: corsarios, inquietos, crueles y traidores. Son el terror de los que navegan el río Magdalena, tienen siempre en consternación y susto a los que viajan por la provincia; y como están casi en el centro de ella, no hay lugar libre de sus inopinados asaltos fuera de las poblaciones grandes.

Es nación bárbara, porque nunca conquistada, a lo menos por entero, ni evangelizada, queda sin cultura, viviendo entre las

32 QUIROZ OTERO, Ciro. Ballenato: hombre y canto. Bogotá: ICARO, 1982.33 LLERENA VILLALOBOS, Rito. Memoria cultural en el vallenato. Medellín: Universidad de Antioquia, 1985.34 PEÑAS GALINDO, David Ernesto. Por las llanuras del Caribe. En: Caminos Reales de Colombia. Bogotá: Fondo

FEN Colombia, 1995.35 JULIÁN, Antonio. La perla de América. Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1980.

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negras sombras del gentilismo, ni aun se sabe qué dios adora. Es traidora, porque nunca viene a cuerpo descubierto. Arma sus emboscadas, y cuando menos piensa el pasajero, se siente encima una lluvia de flechas que ocultamente le disparan.

Es terrible de todos modos. Terrible por sus flechas envenenadas; terrible, por vagabunda y corsaria por todos los confines de la provincia y terrible, porque mete las asechanzas donde menos imagina el pasajero incauto. Se mete el chimila entre matorrales junto al camino real, y una hoja, como de palma o de plátano, basta, no digo para esconderse un chimila, sino una tropa de ellos.

En las fundaciones de Mier y Guerra se conjugan dos factores: por una parte, su interés personal en despejar la ruta para permitir el libre tránsito de pasajeros, mercaderías y el ganado que iba hacia Cartagena y Santa Marta, desde la hacienda de Santa Bárbara de las Cabezas (42.000 hectáreas), que le pertenecía, por donde también cruzaba el “camino de Jerusalén”, o del contrabando, y por otra, el interés de la Corona en el mismo propósito, pues el conflicto con los ingleses le hacía prever que, en caso de guerra, las ciudades de Cartagena y Santa Marta requerían con urgencia ser atendidas prontamente desde el interior, tanto en hombres como alimentos.

Con el grado militar de Maestre de Campo, entre 1740 y 1770 Mier y Guerra traza los caminos entre El Paso, Tenerife y el Cerro de San Antonio, y se dedica a “recoger vagos y familias que vivían dispersos por los montes, sin cultivo de gobierno y política, faltos de doctrina y pasto espiritual”36, a quienes organiza en caseríos por toda la banda derecha del Magdalena, frente a Mompox, y varias leguas arriba y debajo de esta villa.

Del esfuerzo fundacional de Mier y Guerra, surgieron 22 fundaciones o repoblamientos: El Banco (1744) que había sido poblada inicialmente por negros libertos, mestizos y blancos pobres de las minas de oro de Loba; San Sebastián de Buenavista (1745), Tamalamequito (1746), Guamal (1747), Cascajal, Chimichagua y Chiriguaná, en 1749; Menchiquejo, San Ángel, San Fernando de Oriente, San Zenón, Santa Ana, Pinto, Pijiño y Cerro de San Antonio, en 1750; Sitionuevo (1751), Plato y Heredia en 1754; Salamina (1765), Guáimaro (1766) Remolino (1768) y El Piñón (1770).

Aunque los chimilas continuaron activos durante unas décadas más, las fundaciones de Mier y Guerra les dieron el golpe de muerte. Algunos de ellos fueron capturados vivos y trasladados al río Cauca; a los restantes, la expansión blanca los fue arrinconando hacia la región de Pivijay, y cada vez más debilitados, física y culturalmente, sufrieron en 1854 el azote de una peste de viruelas que prácticamente exterminó a los sobrevivientes de la orgullosa tribu que nunca pudo ser conquistada.

36 RELACIÓN DE MÉRITOS Y SERVICIOS DEL MAESTRE DE CAMPO JOSÉ FERNANDO DE MIER Y GUERRA. Archivo Histórico de Mompox, Cuaderno 37, 1772.

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Despejado el territorio chimila, el problema consistía en cómo vincular a los aislados pobladores del Sinú, el San Jorge y la Mojana con Cartagena por una ruta terrestre. En la segunda mitad del siglo XVIII, nadie podía atravesar los Montes de María por lo tupido de la vegetación que impedía, incluso, el paso de la luz solar37.

Antonio de la Torre y Miranda desempeñó un papel fundamental con la fundación de 43 pueblos y el trazado de múltiples caminos que unían a Cartagena con el Sinú y el San Jorge, y enlazaba regiones interiores con el Magdalena, en el periodo comprendido entre 1774 y 1778. Estos caminos, en su mayor parte, sirvieron de base para el trazado de las actuales carreteras, y hasta bien entrado el siglo XX, fueron las únicas rutas terrestres que interconectaron a la costa Caribe. Entre los pueblos fundados por la Torre y Miranda en la Depresión Momposina, están San Benito Abad (1775); Cascajal, Tacaloa, Magangué, Madrid, El Retiro y Tacasaluma (1776).

Joseph Palacios de la Vega, fraile franciscano, entre 1787 y 1788 se dedica a destruir las “rochelas” y palenques de los ríos Cauca, Nechí, Tenche y San Jorge. Más que fundador, propiamente dicho, Palacios de la Vega es un reorganizador del territorio, concentrando a la mayoría de negros e indios en Ayapel, Ojo Largo, Palmarito, Majagual y otras poblaciones ya existentes, algunas fundadas años antes por la Torre y Miranda. Atento observador, en su Diario de Viaje38, expresa su sorpresa por las costumbres de las indias en lo relativo al proceso de parto:

A las nueve de la mañana vino el fiscal a avisarme que una india estaba a la muerte por no poder parir. Prontamente fui, cuando la llevaban otras dos al río, y apenas llegaron, todas tres se botaron al agua, metiéndose hasta que les dio a los pechos. Absorto en ver aquello, pregunté al fiscal qué era. Me respondió: Padre, la del medio es la india que dije a usted estaba con dolores de parto y ya iba a parir; las otras dos son sus madrinas por ser primeriza. En esta relación estaba, cuando dando un gran grito, la india zambulló junto con las dos. Cuando resollaron, fue con la criatura; era hembra la nacida, así que la lavaron bien, y la madre acabó de parir.

Salieron del agua y llevaron a la parida a un chinchorro o hamaca, poniéndole un brasero de candela debajo para que allí escurriesen las inmundicias del parto. Pregunté al fiscal que para qué hacían aquello. Él me respondió que para que no tuviese la recién nacida llagas nunca y para que nadie pisara aquella sangre, porque moría la parida, que era secta (superstición) que tenían los indios.

Cada vez más me maravillaba, pero a poco rato de entrar la india en el chinchorro, le trajo otra india en una totuma un poco de aceite de canime y untándose el dedo margarito (sic), desfloró a la

37 MORENO DE ÁNGEL, Pilar. Antonio de la Torre y Miranda, viajero y poblador. Bogotá: Planeta, 1993. 38 PALACIOS DE LA VEGA, Joseph. Diario de viaje. Barranquilla: Ediciones Gobernación del Atlántico, 1994.

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indiecita. Absorto de ver esto, la reñí diciéndole cómo hacía aquello, y me respondió que para que no tuviese dolor cuando se juntase con macho.

Después le trajeron otra totuma llena de jagua, y puso a la recién nacida hecha un tizón, diciendo que era para que no la picasen mosquitos ni jején, y después, con lo mismo la untaron a ella de la cintura abajo, que es la faja que se ponen, y de rato en rato traían totumas llenas de agua y bañaban a la madre y a la hija de pies a cabeza. Aquello lo hacían para que no les diese calentura.

Pidió de comer la india, y le trajeron unas mazorcas de maíz maduras, y bien seco, las fueron desgranando y se las dieron. Viendo esto, mandé corriendo a mi casa por una taza de caldo de mi puchero, y juntamente di orden para que pusiesen otro con gallina y demás necesario para la parida. Vino el caldo, pero no hubo forma de quererlo tocar. Pregunté que por qué no lo tomaba; me respondieron que para que no se le cayesen sus dientes y muelas, y que por eso, para apretarlos más, comían maíz duro.

Fruto del interés del gobierno ilustrado español, se fundó en Mompox la primera Sociedad Económica de Amigos del País que se estableció en América, en 1784, con el fin de estimular la agricultura, particularmente el cultivo del algodón, que ya se había consolidado dentro del tráfico marítimo.

En el ámbito comercial se aventuró y desenvolvió Pedro Martínez de Pinillos, uno de los personajes más interesantes del tardío colonial, nacido en Torrecilla de Cameros, España; se avecindó en Mompox en las últimas décadas del siglo XVIII, dedicado al comercio del oro y al tráfico ultramarino, y llegó a convertirse en el comerciante más acaudalado de la región; desarrolló una prensa para empacar algodón, y donó el capital para la construcción y dotación de la primera universidad de toda la región Caribe: el Colegio Patriótico y Universidad Comercial de San Pedro Apóstol (1809).

6. UNA UNIVERSIDAD REVOLUCIONARIA

La primera institución universitaria que se fundó en todo el actual Caribe colombiano fue el Colegio Patriótico y Universidad Comercial de San Pedro Apóstol (1809). Sus Constituciones aplican lo más avanzado del pensamiento ilustrado en cuanto a educación, siguiendo el plan de estudios de Moreno y Escandón. Redactadas conjuntamente por Martínez de Pinillos y el cura párroco de Bucaramanga, Eloy Valenzuela, subdirector de la Expedición Botánica, “señalan una inesperada cumbre en el lento progreso de las ideas. De un golpe, colocan al Nuevo Reino de Granada en el ritmo progresista de las ciencias y las artes, particularmente de la filosofía”39.

39 HERNÁNDEZ DE ALBA, Guillermo. Documentos para la historia de la educación en Colombia. Vol. 7. Bogotá: Patronato Colombiano de Artes y Ciencias, 1986.

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El claustro estuvo diseñado con detalle, para que en él se dictaran las cátedras de Filosofía, Teología y Sagrados Cánones, Medicina, Jurisprudencia, Dibujo y Música. Los docentes de química, física y anatomía, deberían hacer una demostración mensual, un domingo, sobre experimentos científicos y disecciones anatómicas, a la vista del público, con entrada libre, y el salón de dibujo debía tener puerta hacia la calle, para que los jóvenes talentosos que no hubieran podido ingresar al plantel, tuvieran la oportunidad de aprender las técnicas. Con ello “tendría la Villa estos espectáculos muy concurridos, sin perjuicio ni gasto alguno, y con gran instrucción y recreo de las gentes. Este es el modo que los pueblos se vuelvan cultos y advertidos, que excusen las diversiones nocivas y que se descubran aquellos raros talentos, que por falta de ocasión quedan ignorados o perdidos”

Con mentalidad rousseauniana, se establece cada mes un “domingo de rusticación”, o paseo al campo:

En este día salen a explayarse y divertirse, y corren fuera de poblado, pero todos juntos y a vista de los superiores. Se ejercitarán en correr a caballo, cazar con escopeta, pescar con anzuelo, bañarse y nadar, si puede hacerse sin riesgo de víbora, raya o caimán. Los jóvenes se han de enseñar al trato duro y así se hacen invencibles a la fatiga, trabajo y mala suerte. Vaya pues siquiera un día de mala comida, para que no extrañen cuando se les ofrezca viajar, o las circunstancias no les deparen otros recursos. Lo llevarán con tanto gusto por la diversión que se les permite, que querrán fuese cada semana; estas diversiones son también para su instrucción y en ellas se adelanta la enseñanza civil o secundaria.

El programa universitario abarcaba once meses de estudio, en carácter de internos, con dormitorio común, sujeto a vigilancia. Iniciaba el año escolar el 1º de enero, y terminaba el 30 de noviembre. Se estipulaba el horario que distribuía, desde las 4.30 a.m., hora de levantarse, hasta las 9.30 p.m., cuando se daba señal de dormitorio, el desarrollo académico y cultural. Era obligatorio aprender a tocar un instrumento musical, y las habilidades se ejercitaban todas las noches, de ocho a nueve.

Con asombrosa visión ecológica, promueve que los estudiantes construyan una fábrica de loza y vidrio común, y otra de papel, utilizando el mecanismo de molino impulsado por la fuerza del Magdalena, pues a ello “está convidando la corriente del río que baña a lo largo la Villa, a más del mucho acopio de trapo o material que se podrá hacer y ahora se pierde lastimosamente”.

Los alumnos de la Universidad deberían elaborar un “Plan polistático”, o censo de habitantes, vías, comercio e industria, clima, flora y fauna:

Cuando hayan pasado dos o tres cursos y se conceptúe tendrá ya la casa maestros y discípulos aventajados, se trabajará a expensas y diligencias propias un plan polistático o de muchos estados, en el

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que primeramente irá el número de familias y personas, según sus diferentes clases, edades y razas. Continuarán los números de casados, nacidos y muertos, con distinción de castas, sexos y edades. Se expresarán las calles, plazas, cuarteles y casas de la Villa, las tiendas de forasteros o transeúntes, los almacenes, pulperías y talleres. Se acompañará una factura de los principales géneros comerciales con sus precios corrientes y otro casi igual de los comestibles comunes. Sería muy plausible que no faltase noticia del más o menos calor, de las variaciones de la atmósfera y corriente de los vientos, pero de ningún modo se omitirá la nota de los consumos anuales, de los cargamentos y buques y de los productos líquidos (rentas) de aduana, aguardiente y tabaco.

La segunda parte de este plan, comprenderá la flora de esta Villa o la colección de todas las plantas espontáneas de su suelo y comarca, dibujadas y coloridas al natural, con hojas, flores, frutos, la anatomía sexual y característica. A cada dibujo acompañarán el nombre vulgar y el latino según el sistema de Linné, la descripción metódica o remisión a la obra con que se haya dado, clara, completa y exacta. Los (frutos) más comunes para alimento, medicina e industria; el suelo propicio a su vegetación, la estación de nacer y fructuar, su duración y el modo de propagarse, por estaca, barbudo o simiente.

La tercera parte comprenderá los animales propios del país (la región), según sus tres primeras órdenes de cuadrúpedos, aves y peces. Se dibujarán al natural, con distinción muy clara y puntual de todas sus partes exteriores, especialmente las extremas, y de sus propios plumajes y matices, según el uso y lenguaje adoptado por los naturalistas. Acompañará así mismo, la descripción completa y característica del género, especie y variedad; la calidad de silvestre, doméstico, comestible, cantador, estable o transmigrante, etc. El color, figura y número de huevos, el tiempo del celo, incubación y educación de los polluelos. Su nido, alimento, edad y vejez, con algo, si fuera posible, de la organización y mecanismo interior, del que se hará cargo el maestro de anatomía, así como de la principal, en unión de los de filosofía y medicina.

Martínez de Pinillos y Valenzuela plantean la continuación del plan, una vez terminada la primera etapa, con otra parte correspondiente a reptiles, insectos y gusanos, y justifican su importancia:

Es lástima que haciendo más de medio siglo que ha cundido por ambos hemisferios la ilustración y curiosidad, no hayan pensado los colegios, universidades y conventos en obras semejantes que amaestrarían (enseñarían) a sus alumnos y los colmarían de gloria: antes que las riquezas literarias de nuestro suelo pasen al extranjero, como las de las minerales, y que sus sabios se hacen

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famosos con los descubrimientos y noticias que nos arrebatarán y que no deberían publicarse sino en pluma de los nacionales.

La universidad destinaría un premio de cien pesos anuales a quien “invente y rectifique prácticamente algún género de embarcación proporcionada a la navegación por el Magdalena y mejor que las actuales, o alguna pieza, maniobra o reforma que las haga más cómodas, seguras y ligeras”. Además, se otorgarían dos becas a los mejores alumnos, con todos los costos a cuenta del Colegio, para que viajaran por el viejo continente, pues “sabido es el espíritu de viaje que se ha difundido por la Europa, y que este es el medio por donde se adquieren fácilmente los conocimientos políticos, económicos y literarios con que se crían las ciencias, las artes y los grandes establecimientos en países antes incultos”.

Los requisitos, y plan de viaje eranQue no pasen de veinticinco años. Bien robustos y complexionados. Que hayan aprovechado en filosofía y medicina. Bajo la precisa obligación de que a la vuelta han de servir dos cursos de filosofía o medicina a lo menos, cada uno y que su peregrinación se limite al tiempo de dieciocho a veinte meses, en los que saliendo por julio, pasarán el invierno en Madrid; a la primavera estarán en París y seguirán a Londres para regresar a España a principios del otoño y estar de vuelta en la Villa a fines del año.

Se les instruirá por escrito que el objeto primario de su viaje es para introducirse con los sabios, entablar correspondencia, frecuentar los observatorios astronómicos, laboratorios químicos, bibliotecas públicas, huertos botánicos, y en todas partes observar, imponerse, hacer apuntes y procurarse copias, láminas, mapas y dibujos de lo más escogido y conducente.

Si fuere dable acomodarles un capital razonable, para que a la vuelta trajesen libros, instrumentos, máquinas, aparatos y vasos, a lo menos de los más precisos, para la física, astronomía, química y anatomía, parece que ya no tendrá más que desear el colegio, y que después de éstas son ociosas cualesquiera otras prevenciones.

El visionario proyecto de Martínez de Pinillos y Valenzuela se vería truncado por los acontecimientos que desembocaron en la independencia, y la guerra sostenida contra la corona española. Al año siguiente de su inauguración, sería cerrado, y el claustro, utilizado como alojamiento de tropas. Solamente bajo la administración de Francisco de Paula Santander, en 1826, sería reabierto, pero ya sin el carácter universitario, sino de enseñanza secundaria, con el nombre de Colegio Pinillos, en homenaje a su fundador. Actualmente se denomina Institución Educativa Nacional Pinillos

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Curiosamente, el Colegio Pinillos fue el claustro donde Guillermo Quintero Calderón, oriundo de Ocaña, cursó sus estudios. Quintero fue presidente de la República entre el 12 y el 17 de marzo de 1896, uno de los periodos más breves de nuestra historia, ya que Miguel Antonio Caro, quien se había retirado del mando, para vivir en la población de Sopó, con la firme intención de descansar y dedicarse a la vida de familia, consideró su mandato poco ortodoxo en cuanto a la ideología conservadora, y cinco días después asumió el mando, con la frase: “La armonía de los elementos cristianos no se obtiene nombrando cardenales protestantes”.

7. INDEPENDENCIA: GLORIA Y DESGRACIA

En Mompox, fruto del comercio lícito e ilícito, del ambiente librepensador que se trasluce en las Constituciones del Colegio Universidad de San Pedro Apóstol, y de las relaciones entre las logias masónicas que articularon los levantamientos, se produce la mayor contradicción entre criollos y peninsulares.

Todos lucraban del comercio (lícito e ilícito), criollos y peninsulares, y se resentían por igual de las restricciones impuestas por el monopolio, las trabas que ejercía la capital de la provincia. En Mompox el poder local estaba controlado por los comerciantes criollos, y se hacía necesaria la independencia de un poder lejano y despótico.

Con la crisis de gobierno en España, en 1808, a raíz de la invasión de las tropas napoleónicas, la captura de los reyes, y la conformación de “Juntas de regencia” que pretenden gobernar las colonias a nombre del rey cautivo, se estimulan las ansias de independencia, que cuentan con una favorable coyuntura. En este contexto se produce, el 20 de julio de 1810, en Santafé, la declaratoria de independencia del Consejo de Regencia, en el cual se habían concentrado las juntas, aunque reconocía el gobierno de Fernando VII, “siempre que viniese a reinar entre nosotros”.

Los cabildantes momposinos, el 6 de agosto de 1810, al conocer lo sucedido en Santafé, van más allá: declaran su independencia absoluta de “España y de cualquier dominación extranjera”. La extensión no era infundada: se temía que Napoleón buscara adueñarse de las colonias españolas. Afloran entonces las pugnas entre las élites locales: Cartagena y Mompox. La capital de la provincia considera imprudente y apresurada la medida, y envía las tropas del Batallón Fijo a someter a los que considera propagadores de “principios de anarquía” y “cabezas sulfúreas”.

En enero de 1811, los momposinos son derrotados, en la primera guerra civil de nuestra historia contemporánea. Los hermanos Vicente Celedonio y Gabriel Gutiérrez de Piñeres se dirigen a Cartagena, donde su hermano

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Germán es cabildante, y en unión con el abogado Ignacio Muñoz y el fundidor cubano Pedro Romero, levantan a los negros y mulatos de Getsemaní, y obligan a la élite cartagenera comandada por José María García de Toledo a declarar su independencia absoluta el 11 de noviembre de 1811. El acta de Independencia de Cartagena fue redactada por Germán Gutiérrez de Piñeres.

Se presenta entonces una situación de equilibrio inestable entre las fuerzas de los Gutiérrez de Piñeres y las de García de Toledo. Esta precaria situación se rompe con la llegada de Simón Bolívar en noviembre de 1812, quien venía derrotado de Caracas y es destinado por la comandancia cartagenera a la guarnición de Barrancas del Rey (cerca del actual Calamar), en la confluencia del Canal del Dique con el Magdalena.

Mompox gozaba de la mejor posición estratégica, hecho que no paso inadvertido para el futuro Libertador. Su superior jerárquico, el francés Pedro Labatut, le prohíbe expresamente moverse de su puesto, pues existía el plan de tomarse a Santa Marta, bastión realista. Bolívar, llevado por su temperamento y el deseo de revancha, se dirige a Mompox, que el 19 de octubre de ese mismo año (1812), había rechazado una poderosa fuerza realista, lo que le valió el título de “Ciudad Valerosa”, y consigue el apoyo de 400 voluntarios con los cuales emprenderá la llamada “Campaña Admirable”, por la celeridad y golpes sorpresivos como fue ejecutada, y llega en triunfo a Caracas, en mayo de 1813.

Este apoyo inicial, trascendental en su vida militar y política, llevó a Bolívar a exclamar40: “Si a Caracas debo la vida, a Mompox debo la gloria de haber libertado la ciudad de mi nacimiento, colocando la bandera de la Unión en la cumbre del Ávila, llena de triunfos y de glorias”

La estrecha relación entre Bolívar y Mompox, hará que el Libertador sea considerado el jefe militar del partido de los Piñeres momposinos, y ocasionará el recelo del grupo de García de Toledo. En el lenguaje de la época, eran motejados, respectivamente, de “demagogos” y “aristócratas”. Este hecho motivará la negativa de Manuel del Castillo, del partido toledista, a apoyar a Bolívar cuando se presente la reconquista española y el Libertador solicite tropas y pertrechos de las autoridades cartageneras para proceder a atacar la plaza realista de Santa Marta.

Ante la negativa cartagenera, y la inminente llegada de los españoles, Bolívar se ve obligado a emigrar, en compañía de los Gutiérrez de Piñeres, a Jamaica y Haití. En este país murió Germán Gutiérrez de Piñeres; Vicente Celedonio y Gabriel acompañaron a Bolívar hasta su regreso a Venezuela, donde fueron degollados, ellos y sus familias, por los realistas, en la matanza de la llamada Casa Fuerte de Barcelona, en 1816.

Posteriormente vendrán las crueldades de la reconquista: el prolongado asedio a Cartagena, en 1816, que le valió a la ciudad el apelativo de Heroica, 40 SALCEDO DEL VILLAR, Pedro.

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y la destrucción de las ciudades. Mompox quedó devastada por la guerra, al igual que su hermana y rival, Cartagena.

Un viajero anónimo que pasó por la ciudad a fines de 1819, expresaba41:La ciudad (Mompox) , que antes de la guerra fuera rica y de nombradía, aquel día que yo la visité, todo era yermo y desolación... sus calles principales fueron destruidas. Sólo quedaron en pie las calles del centro y a cada paso se veían las ruinas de los que habían sido hermosos edificios; con igual saña, derribaron varias iglesias. La tierra de Mompox es rica y fecundísima, pero no vi señales de cultivo por ninguna parte. Los productos principales de aquella región son algodón, maíz, cueros curtidos al sistema primitivo, madera de Nicaragua y del Brasil. Todo esto y mucho más exportado e intercambiado por artículos europeos: pero al arrasar los españoles la ciudad, casi nada quedó de aquella antigua y hermosa tierra, como tampoco de la ciudad.

Para entender la devastación a la que fue sometida la ciudad en los gloriosos y aciagos años de la independencia, bastan los siguientes datos42: en 1756, la ciudad “contaba con seiscientas casas de habitación y casas tiendas de mampostería y teja la mayor parte de aquellas; grandes y cómodas, bien construidas, sólidas, generalmente bajas, con zaguán, jardines, y cerca de mil ochocientas pajizas”. Además, “contaba con edificios oficiales tales como Real Aduana, Real Fábrica y Estanco de Aguardiente, y Casa de Fundición”. En 1834, solo “quedaban quinientas dieciséis de las primeras casas (de mampostería) y mil cuarenta y dos de las otras (pajizas). En 196943, “solo fue posible reseñar 345 edificaciones repartidas entre viviendas y locales comerciales construidas en mampostería, varias de las cuales son simples divisiones de otras de mayor extensión originalmente”.

Paulatinamente, desde principios del siglo XIX, se había presentado el proceso de sedimentación del río Magdalena, frente a Mompox, aumentando el caudal de un brazuelo, el de Pescadores, o del Rosario, que corría desde El Banco hasta el Cauca. Con el tiempo, y debido, entre otros factores, a un terremoto que hizo caer grandes piedras al lecho del río, e incrementó la fuerza de la desembocadura del Cesar, se conformó el Brazo de Loba.

Con la introducción de la navegación a vapor, a partir de 1850, se notó que los buques encallaban frecuentemente, lo que condujo al gobierno, hacia 1860, a establecer la navegación en toda época del año por el Brazo de Loba.

Con el cambio de ruta, se acentuó la importancia de Magangué, y de la floreciente Barranquilla, pues los vapores, embarcaciones de mayor calado y

41 ANÓNIMO. Misión Confidencial. En: NOGUERA MENDOZA Aníbal. Op. Cit. Vol. 1, p. 20642 SALCEDO DEL VILLAR, Pedro. Apuntaciones historiales de Mompox. Cartagena, 193843 CORRADINE ANGULO, Alberto. Santa Cruz de Mompox. Estudio morfológico y reglamentario. Bogotá:

Corporación Nacional de Turismo, 1981.

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potencia, podían vencer la fuerza de la desembocadura del Magdalena, que no habían podido superar las embarcaciones coloniales.

Decaen los antiguos epicentros urbanos, Cartagena y Mompox, y surgen, en reemplazo reemplazo, Barranquilla y Magangué. En el caso de Cartagena, el deterioro del Canal del Dique la aisló del río, del cual Barranquilla sería la dueña a partir de ese momento. Magangué celebra las afamadas fiestas de la Virgen de la Candelaria, que atrae a numerosos comerciantes de todo el país, y se consolida como puerta de entrada hacia el sur, a las ricas regiones del San Jorge, el Cauca y sus afluentes.

Mompox se aísla, aunque conserva su influencia educativa, cultural y simbólica en toda la costa caribe, debido a la existencia del Colegio Pinillos, uno de los pocos planteles de enseñanza secundaria entonces existentes en la costa Caribe, y a la fuerza convocadora de la Semana Santa y de los carnavales.

Paradójicamente, el aislamiento de la ciudad preservó sus tradiciones y protegió el patrimonio arquitectónico. Al carecer de atractivos inmigratorios, las casonas permanecieron habitadas por los escasos descendientes de los antiguos moradores, y muchas quedaron abandonadas, sujetas al paso del tiempo. Se presentó una emigración masiva a Barranquilla, cuya prosperidad creciente era un imán para los antiguos capitales momposinos.

Los habitantes de la zona rural, sin embargo, gozaban de una naturaleza pródiga, lejos de las batallas que conmovieron al país durante la segunda mitad del siglo XIX, y vivían una existencia apacible, según lo testimonia un viajero francés44:

Su traje se compone simplemente de un cinturón de tela para los hombres, de una especie de delantal para las mujeres. Sus cabañas son graciosas, los muros son de bambú (guadua) y los techos de hojas de plátano o platanillo. En cuanto a su cocina, es tan sencilla como curiosa. Las bandejas se reemplazan por calabazos de todo tamaño; los platos, por hojas de achira; los vasos por nueces de coco; las conchas de tortuga sirven de lámparas, de recipientes para aceite, etc. Se ven siempre en un rincón un mono haciendo muecas a un loro, y racimos de ananás suspendidas del cielo raso. Las mujeres y las hijas pasan la vida en estas cabañas, ocupadas en la preparación de las comidas. Una muele maíz entre dos piedras, otra hace chocolate, otra fríe bananos, otra corta peces con largas cuchillas que apenas se atreve a tocar.

Poseen ordinariamente dos cabañas: una sirve de cocina, otra de dormitorio y de sala. Por otra parte, como los techos sobresalen mucho hacia delante para preservar del sol, es sobre todo en esta

44 CONDE DE GABRIAC. Paseo por América del Sur. En: NOGUERA MENDOZA, Aníbal. Crónica grande del río de la Magdalena. Bogotá: Sol y Luna. 1980.

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especie de vestíbulo donde se llevan a cabo los conciertos con guitarra y las conversaciones. En resumen, estas gentes son felices, o al menos lo parecen. Dios les dio todo. A la mano tienen yuca y banano que renacen por sí mismos, sin que se requiera otro trabajo que recolectarlos; además, nada más fácil para ellos que sembrar naranjas, cocoteros, ananás, guayaba y cacaotales que les permitan unir lo agradable a lo útil. He visto una de estas habitaciones en todos sus detalles. Era un verdadero paraíso terrestre. La familia vivía apaciblemente, sin cuidados; la casa contenía todos los objetos de que podían tener necesidad, el bosque vecino les daba la leña, la sombra y la casa, el Magdalena, la pesca, en fin, tenían un jardín lleno de flores, y frutos de mil clases caían a tierra. Todo respiraba riqueza, la mayor de todas, la que consiste en la satisfacción completa y sin esfuerzo de todas las necesidades.

Sin embargo, es esta misma abundancia la que hace la pobreza de la región; esto parece paradójico, pero nada más cierto y aun natural. En efecto, que se pida a un rico europeo, con 10.000 francos de renta, que venga a laborar en un campo; yo diría algo más, su campo; se negará totalmente, a menos que se le pague una suma en relación con su fortuna, y no en proporción con su simple trabajo. Y bien, esto es justamente lo que ocurre en la Nueva Granada y en todos los miserables países que tienen la desgracia de ser ricos. Los habitantes, al tener cuanto necesitan, no piden más y no quieren trabajar.

Condenada al aislamiento durante más de una centuria, la ciudad se ha conservado casi intacta, no solamente en su estructura urbanística y arquitectónica, sino en las tradiciones y costumbres, lo que llevó al reconocimiento de la UNESCO, en diciembre de 1995, como “Patrimonio de la Humanidad”.

8. LA LITERATURA: CANDELARIO OBESO, LA VOZ DE LOS BOGAS

ZAMBOS

Candelario Obeso nació en Mompox en 1849 y murió en Bogotá en 1884. En su breve vida, sin embargo, se distinguió por ser el primero en llevar a la literatura el habla y las costumbres ribereñas, lo que ha llevado a considerarlo como precursor de la poesía negra americana45. Su composición más popular es la Canción del Boga Ausente.

45 PEÑAS GALINDO, David Ernesto. Obra literaria de Candelario Obeso. En: SMITH CÓRDOBA, Amir (comp.) Vida y obra de Candelario Obeso. Bogotá: Centro para la investigación de la cultura negra, 1984.

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CANCIÓN DER BOGA AUSENTE

Qué trite que etá la noche,La noche qué trite etá;

No hay en en er cielo una etrella Remá, Remá.

La negra re mi arma mía,Mientra yo brego en máBañao en suró por ella,¿Qué hará? ¿Qué hara?

Tar vé por su zambo amao Doriente sujpirará,

O tar vé ni me recuecda...¡Llorá! ¡Llorá!

La jembras son como toroLo r´eta tierra ejgraciá;Con acte se saca er peje

Der má, Der má!...

Con acte se abranda er jierro,Se roma la mapaná...

Cojctante y ficme? laj pena!No hay má, no hay má!...

Qué oscura que está la noche,La noche qué oscura está; Así oscura es la ausencia

Bogá, bogá!...

La producción más representativa de Candelario Obeso está recogida en los “Cantos populares de mi tierra” (1877), uno de los poemarios más originales del siglo XIX, 16 composiciones en las cuales resalta la naturaleza, exalta las bondades de la vida del campo, revela las injusticias sociales y se niega a participar en las luchas fratricidas que asolaban la nación, como lo relata en sus poemas, Canto del montará, Serenata, A mi morena y Canción del pejcaró.

CANTO DEL MONTARÁ

Eta vira solitariaQue aquí llevo,

Con mi jembra y con mi s’hijoY mis perros

No la cambio poc la viraRe los pueblos...

No me farta ni tabacoNi alimento

Re mi pacmas ej er vinoMá que güeno,

Y er guarapo re mi cañasEtupendo...!

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Aquí nairen me aturruga;Er Prefeto

Y la tropa comisariaViven lejo;

Re moquitos y culebrasNara temo;

Pa los trigues ta mi trojaCuando ruecmo...

Lo animales tienen torosSu remerio;

Si no hay contra conocíaPa er Gobiecno;

Con que asina yo no cambioLo que tengo

Poc la cosas que otros tienenEn lo pueblos...

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SERENATA

Ricen que hay guerraCon lo cachacos,Y a mí me chocanLos zambapalo...

Cuando lo gorosSí fui sordao

Pocque efendíaMi humirde rancho...

Si acguno quiereTreparse en arto,Buque ejcaleraPor otro lao...

Ya pasó er tiempoRe loj esclavos;

Somo hoy tan libreComo lo branco...

Yo poc mi pacteCuando trabajo

Cómo en mi casa,Re no, lo aguanto...

Muchos conojcoProbe bardaos

Que han muecto e jambreRejpué re guapos...

¿Quieren la guerracon lo cachacos?Yo no me muevo

Re aquí e mi rancho...

Si acguno intenta subí a lo arto,Buque ejcaleraPoc otro lao...!

A MI MORENA

Morena der arma mía,Preciosa fló re graná,No refreñe mi supiros

Güérveme tu aferto a rá.Mira que re nó me muero

Re trijteza y re pesá,Como muere entre su nío

La paloma rejgraciáA quien cazaró aleve

Le mató su prenda amá.

Bogá Fracico, bogá,Que aunque er llanto que tú errame

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No lo vengan a enjugá;Er arma que se ejpeáza

Necesita re llorá...!

Ruce encanto re mi viraVen mi troja a calentá;

No me niegue re tu s’ojoLa lumbrosa clarirá;

Mira que en mi pobre ranchoReina trite solerá;

La mijmita que a la muecteRe mi maire idolatrá...

Re mi maire... Jé, Rió mío;me ran gana re llorá;

Que er amó re maire ej unoY máj grande que la má.

Bogá, Fracico, bogá;Y no orvire que la vira

Son pesare y nara má...!

Que la richa é puro jumoTú lo sabe poc remá...!

No me juiga ni te ejpante;Lo que rije é poc chocá;

La richa esite, no é jumo,Etá en mi etancia posá;

En mi etancia que conviraQue provoca a jarochá...

Allí tengo malibú,Ajtromelia y azajá;

Tengo lirio güelerosoY jamín re malabá;En cosa de golosina

Tengo un grande nijperá,cocos, cirgüelo, naranjos,

Un no vijto plataná...

Tengo e toro, hata tabacoUn ron que jace bailá,Sólo farta tu presenciaPa ejte cielo acabalá,

Que la richa e merio simpleRe una jembra sin la sá...

Bogá, Fracico, bogáPocque er llanto que tú errame

Lo va Fracica a enjugáCon la pollera re Pancho

Que le voy a regalá.

Palomita yullilonaVen arrulla en mi morá;

Güérveme a queré que nuncaTe gorveré a martratá,

Pocque toy resuecto agora

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A no gorverte a celá;Ya que la mujeres son...

No rigo, Fracica, ná,Que la jié no amacga tantoComo amacga la vecdá...

No hay poré que la gallinaArcance a morificá;

Si quiere queré a roj galloTiene er macho que aguantá,

Y si encrepan er copeteNecesario é suplicá...

Er hombre re amó ta enfecmoY sin gallina no hay ná...!

Bogá, Fracico, bogá.La mujer é caprichosa

La mujer é resabiá,Naire puere aquí en er mundo

Cambiale su natura...!

CANCIÓN DEL PEJCARÓ

Ahí viene la luna, ahí vieneCon su lumbre y clarirá;Ella viene y yo me voy

A pejcá...

Trite vira é la der probeCuando er rico goza en pá,Er probe en er monte sura

O en la má.

Er rico poco se efueczaY nunca le farta ná,

Toro lo tiene onde moraPoc re má.

Er probe no ejcansa nuncaPa porese alimentá

Hoy carece re pejcaoLuego é sá.

No se yo la causa re eto,Yo no sé sino aguantáEta conrición tan dura

Y ejgraciá...!

Ahí viene la luna, ahí vieneA racme su clarirá...

Su lú consuela laj penaRe mi amá!

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9. DESDE PUERTO TRIUNFO HASTA EL BANCO

El río, aún avanzado el siglo XIX, sigue organizando el territorio. Puerto Triunfo, población absolutamente reciente (1978), obedece al proceso de colonización y desmonte de un territorio rico en maderas, y, ante todo, comunicado con el río. Hace parte del proceso de colonización antioqueña del sur, que penetraría hasta el Quindío, con el hacha como emblema.

Puerto Berrío es el primer puerto de Antioquia sobre el río Magdalena y lugar de empalme del ferrocarril que venía de Medellín, con el Atlántico, a través del Magdalena. Su población es relativamente nueva. Manuel Uribe Ángel lo describe así, en 188546, aclarando que su poblamiento se realizó en 1875:

Ascendiendo las aguas del río, después de pasar por enfrente del pueblo de San Bartolomé, se alcanza a divisar, pintoresca, la población (Puerto Berrío) que es de un carácter mixto: mitad antioqueña y mitad norteamericana; antioqueña la parte baja al nivel del río, con sus calles rectas que, si bien pocas en número, están bien delineadas con sus edificios pajizos, pero medianamente cómodos y holgados; la parte norteamericana, sobre una colina en forma de anfiteatro, elevada 120 pies ingleses sobre el río, y coronada por los edificios que sirven de oficinas y de habitaciones a los empleados superiores encargados de dirigir la obra del ferrocarril de Antioquia, vía que arrancando de ese punto, deberá ser terminada en la capital del Estado.

El señor Francisco Javier Cisneros, inteligente ingeniero y atrevido empresario, después de haber hecho contrato con el gobierno de Antioquia para la construcción de la vía férrea enunciada, exploró personalmente todos los lugares que podían servirle para el trazo, y ocupado en esas faenas, halló en el lugar en que está hoy la cabecera, un fundo rural perteneciente al señor Pedro León Villamizar. Con este señor, y con los numerosos empleados que tuvo bajo sus órdenes, emprendió desde el principio la creación de este pueblo.

En 1877 se inauguraron los primeros seis kilómetros de la vía férrea, obra que sólo se vino a terminar en 1926 con el túnel llamado de “La Quiebra” (3 kilómetros, 600 metros) con lo cual quedó comunicado el río directamente con Medellín.

A finales del siglo XIX, Barrancabermeja era un pequeño caserío, a pesar de haber sido uno de los lugares donde acamparon las huestes de Jiménez de Quesada en 1536. Desde este punto, abandonaron la ruta del río, para seguir por el Opón, camino del altiplano. La circunstancia de haberse hallado allí una zona rica en yacimientos petrolíferos, que por siglos fue olvidada

46 URIBE ÁNGEL, Manuel. Geografía General del Estado de Antioquia en Colombia. Edición crítica a cargo de Roberto Luis Jaramillo. Primera edición: París: 1885. Edición facsimilar: Medellín: Edición autores antioqueños, Vol. 11, 1985.

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(aun cuando había sido explotada artesanalmente por los nativos yariguíes que utilizaban el crudo con fines medicinales), transformó totalmente la región.

José Joaquín Bohórquez, buscando quinas a principios del siglo XIX, dio con los yacimientos, e interesó a Roberto de Mares, quien consiguió en 1905 la concesión a su nombre, que luego traspasó a la Tropical Oil Company, la “TROCO”, que inició labores en 1919. La Concesión de Mares revirtió a la nación el 25 de agosto de 1951, debido a la lucha de los trabajadores petroleros, de donde surgieron la USO y ECOPETROL.

En los 34 kilómetros que separan a Barrancabermeja de Puerto Wilches, el río presenta no menos de 65 islas, entre pequeñas y grandes, permanentes y transitorias, todas parecidas por su forma alargada y angosta, pues son, principalmente, el resultado de la sedimentación de un río joven y caprichoso, como es el Magdalena, que lleva a la conformación de caños y brazuelos.

Puerto Wilches, en la banda santandereana, fue fundado especialmente para que sirviera de terminal del ferrocarril que uniría a Bucaramanga con el río. Su fundador fue el general Solón Wilches, quien desde 1870 se empeñó en la construcción de esta vía. Las tierras malsanas, cubiertas de selvas vírgenes y ciénagas, diezmaron a los trabajadores. Los recursos se acabaron varias veces a mitad de camino, y los fuertes inviernos destruyeron lo que se iba realizando. Por esto, solamente 60 años después, en 1830, llegó el ferrocarril a Bucaramanga.

Más adelante, por la margen izquierda se origina uno de los brazos más largos del río Magdalena: el de Morales, que en su primer trayecto se llama brazo de Simití, y conduce a las poblaciones de Simití (villa que tuvo en época colonial una gran prosperidad, debido a las minas de oro que se explotaban, y aún producen, dentro de su jurisdicción) y Santa Rosa del Sur, enclavada en la serranía de San Lucas, con fuerte influencia santandereana y boyacense. Este brazo vuelve a unirse con la corriente principal frente a La Gloria, tras 70 kilómetros de recorrido.

Gamarra fue llamada antiguamente “Puerto de Ocaña”, pues por su ruta se accedía a esta última ciudad, a Cúcuta y Venezuela. Está unida a Aguachica, a 15 kilómetros al occidente, por buena carretera. Entre Ocaña y Gamarra existió un cable aéreo de 40 kilómetros de longitud, que transportaba pasajeros y carga, y desapareció con la construcción de la carretera..

En 1944, cuando el cable estaba en pleno funcionamiento, se registraron 46.002 pasajeros transportados y 18.900 toneladas de carga. Paralela al río, y aproximadamente a 17 kilómetros de él, se extiende la Troncal de Oriente, que viene desde el sur del país y finaliza en Santa Marta.

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A unos 29 kilómetros de La Gloria se encuentra la antigua población de Tamalameque (1544) importante centro ganadero y agrícola, que preserva la tradición de la tambora, o chandé.

10. LA SEMANA SANTA MOMPOSINA: EL LLAMADO DEL LUGAR SAGRADO

Poco tiempo después de la fundación de Mompox, comenzó a configurarse, estimulada por las diversas órdenes religiosas, la celebración mayor del catolicismo. San Luis Beltrán la celebró en 1564, con gran lucimiento, según testimonio de los cronistas. Posteriormente, los franciscanos, quienes llegaron a la villa en 1580, y cuya misión fomenta el culto por la pasión de Cristo, estimularon su devoción, y le dieron la forma que tiene actualmente.

Los “pasos” que salen en las procesiones de jueves y viernes santos (imágenes talladas en madera) que representan el vía crucis, son llevados en andas por los “nazarenos”, quienes son los verdaderos protagonistas del evento. Vestido con una túnica azul turquí, se cubre con un capirote rematado en punta, y en la cintura lleva un cordón blanco con varias vueltas, rematado en cinco borlas, símbolo de las heridas que sufrió Jesús. Este cordón sujeta una pañoleta blanca que le cubre el pecho, los hombros y la espalda. La longitud del cordón, así como el lugar que ocupan en el “paso”, son manifestaciones de antigüedad, jerarquía y respeto47.

La característica fundamental de la semana santa momposina radica en su índole eminentemente popular. Cerca de dos mil nazarenos, muchos de ellos provenientes de apartadas regiones de la depresión momposina, acuden durante estos días, motivados por su “manda”. Ésta es un compromiso que se establece entre el nazareno y Dios, por el cual el penitente se obliga a participar determinado número de años en las procesiones, como acción de gracias por un favor recibido o promesa si se cumple la merced deseada. Algunos de ellos comprometen a sus descendientes en un pacto personal considerado sagrado e inviolable.

Historias espeluznantes ratifican el castigo divino por el incumplimiento del trato: los que lo hicieron, padecieron muertes trágicas, o se les apareció el “nazareno del otro mundo”, y perdieron la razón ante un espectro que les recordaba la violación de su palabra.

El recorrido de los pasos es acompañado de marchas fúnebres (de autores momposinos, las del jueves santo, y de procedencia europea, el viernes), por los apretujados nazarenos cargadores quienes se mueven rítmicamente, a derecha e izquierda, mientras avanzan lentamente: en el recorrido de cinco cuadras se demoran más de ocho horas, saliendo a las 6.00 p.m., para entrar en la madrugada a los templos.

47 JARAMILLO SILVA, Ernesto Hernando. La religiosidad popular en Mompox. En: Programa de Semana Santa. Mompox: Corposanta, 2002

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Fieles devotos, durante varios siglos, organizados en cofradías, o individualmente, obsequiaron valiosas alhajas (pectorales de oro y plata, coronas con piedras preciosas, cálices de oro tallado, collares, potencias, etc.) para engalanar las imágenes de su predilección o realzar el ritual, conformando a través del tiempo un patrimonio de incalculable valor que se encuentra expuesto actualmente en el Museo de Arte Religioso.

Aún hoy, la semana santa momposina es el tiempo del reencuentro obligado entre las familias dispersas por diversos lugares del país y el exterior, que hallan en ella el momento de compartir nostalgias. Durante estos días, por tradición, Mompox es el lugar sagrado. La población se duplica, y las calles hierven de una inusitada agitación, pues la ilustre Villa ejerce un atractivo innegable en toda la región Caribe, por la singular celebración en un ambiente en el cual parece que el tiempo se hubiese detenido.

11. LA MÚSICA

11.1. LA MÚSICA DE LA ÉLITE: EN CADA CASA UN PIANO

En 1824, Tomás de Choperena, gran aficionado a la música, trajo a Mompox el primer piano48. Desde esa fecha se siguieron importando, en tal cantidad, que casi todas las residencias comprendidas dentro del sector colonial contaban con uno o más de estos instrumentos, lo que hizo muy popular el dicho: “En Mompox, en cada casa, un piano”49.

Las orquestas y conjuntos, muchos de ellos conformados por miembros de una sola familia, florecieron. Era proverbial la habilidad de las mujeres momposinas en la interpretación del arpa, y en el canto, como lo testimonia el viajero sueco Carl August Gosselman, teniente de la Armada Sueca, quien visitó la ciudad en 182550:

El mejor talento está reservado a las mujeres de aquí. Éstas tocan el arpa con verdadera maestría y virtuosismo y por ello su fama ha atravesado todo el país. Lo inaudito es que las notas musicales les son absolutamente desconocidas, lo que acrecienta el valor de su habilidad. Es común encontrarse un cuarteto de ellas, tocando y entonando alguna pieza mientras que cada una se acompaña con la voz, sin la más leve falla. Su seguridad es total. Pese a todo no son orgullosas ni egoístas con su arte. Con gusto permiten a los forasteros escuchar sus pequeños conciertos nocturnos.

El piano desplazó paulatinamente al arpa, instrumento que además de recreación, proporcionaba estatus social: “las señoras son muy afectas al piano y al arpa, aunque este último instrumento ha quedado casi reducido a 48 SOTO, Rafael. Decenios de Mompox en la independencia. Estadística de Mompox. 2 vols. Barranquilla: Dovel, 1960.49 ZAPATA OBREGÓN, Jesús. Mompox: música, autores y notas. Mompox: Academia de Historia y Colcultura, 1994. 50 GOSSELMAN; Carl August. Viaje por Colombia 1825 – 1826. Bogotá: Banco de la República, 1981.

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las personas que no tienen medios para poner un piano en su sala”, escribía Manuel María Madiedo, hacia 184351.

El temperamento caribeño no se amilanaba ante la temperatura del trópico. Los viajeros europeos se sorprenden de la infatigable pasión por el baile y además queda deslumbrado (literalmente) por el destello de los adornos que las doncellas lucían en su cabeza: diademas de cocuyos vivos, cuya luz intermitente realzaba las facciones de las bellas, con “efectos de hechicería”. Augusto Le Moyne (1828), lo relata52:

Lo que no me cabía en la cabeza es que con el calor sofocante que hace siempre, hasta por las noches, en el interior de las casas hubiese algunas donde se diesen bailes casi todas las noches, bailes que duraban hasta la mañana del día siguiente. Llevado por la curiosidad asistí a algunos y quedé maravillado al ver que con una temperatura de casi 40oC la gente joven pudiese desplegar tanta animación en los valses y las contradanzas, que siempre duran mucho y que no se interrumpen más que por unos breves instantes para descansar. Claro está que esos bailes no eran de los que necesitan muchos preparativos previos; se improvisaban con una orquesta de aficionados o a lo sumo con dos rascatripas de los cuales siempre uno era arpista.

Las mujeres por lo general no lucían grandes tocados; sin embargo, no dejaban de estar elegantes en la sencillez de su indumento, y el encanto de las muchachas bonitas estaba realzado por el arte especial que, sin necesidad de peluquero, tienen las criollas. Algunas señoras llevaban a guisa de adornos, luciérnagas que en el país se llaman cocuyos y que si se les retiene sujetos, bien sea bajo una gasa o con una horquilla, producen, con sus destellos constantes, efectos de hechicería. Para conservarlos vivos, las señoras, que se hacen con ellos cintas luminosas, los ponen durante el día en un trozo hueco de bambú o de caña de azúcar, sirviéndoles de alimento la médula interior de la misma

11.2. LA MÚSICA POPULAR: SALONES Y “BAILES CANTAOS”Los bailes estaban categorizados, siguiendo la estratificación colonial (blancos, pardos y negros), que perduró largos años. Había bailes de la élite, en viviendas particulares, con acompañamiento de orquesta; “salones”, o bailes públicos, y “chandés” (“bailes cantaos”), fiestas populares que se realizaban ambas en espacios públicos, ya sea cerrando una calle, o en las plazas.

Los blancos podían asistir, por derecho propio, a cualquiera de los festejos; los de clases medias, solamente a los salones y a los chandés. Éstos últimos

51 MADIEDO, Manuel María. Nuestro siglo XX. En: DAVIDSON, Harry C. Diccionario folclórico de Colombia. Música, instrumentos y danzas. Bogotá: Banco de la República, 1970. 2 vols.

52 LE MOYNE, August. Voyages et sejours dans l’Amerique de Sud. En: NOGUERA, op. cit.

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siempre resultaban más animados, y una vez terminado el baile del notablato, los que podían hacerlo, se fugaban a gozar con las zambas de cabellera fosforescente.

En las casas solariegas se interpretaban aires de origen popular europeo, como valses, mazurcas, polkas y redowas, traídos por los navegantes, y asimilados con maestría por los criollos, quienes les dieron un acento particular. Esta música persistió en Mompox hasta bien entrado el siglo XX, cuando fue desplazada por los ritmos cubanos emitidos por las potentes emisoras de la isla, que eran captadas con nitidez en todo el Caribe colombiano.

Los “salones” se realizaban en las plazoletas, las cuales se rodeaban de una cerca de metro y medio de altura, en guagua hendida, arreglada en forma de rombo y sujeta con bejuco malibú o alambre liso. Se colocaban baldosas sobre un lecho de arena, para comodidad de los danzantes, y cubría el espacio una carpa con mástil central de unos diez metros de altura, que le daba el aspecto similar al de un circo.

En época de carnavales, y durante las celebraciones de fin de año (desde el 25 de noviembre, día de Santa Catalina), abundaban las cumbias y chandés, con acompañamiento de currulao y tambora.

Este canto y baile autóctono de la Depresión Momposina, recibe también el nombre genérico de tambora, circunscribiendo el chandé a uno de sus cuatro aires: tambora-tambora, guacherna, berroche o pereque y chandé propiamente dicho, diferenciados por la alegría del son, la mayor o menor rapidez en el ritmo de los golpes y el sitio donde se golpea con la baqueta: la madera o el parche53.

Inicialmente, el chandé, o tambora, sólo tuvo dos instrumentos, ambos de percusión: la tambora (hembra) y el currulao (macho).

La tambora es un cilindro hueco de madera, con sus dos bocas forradas por parches de cuero, generalmente de piel de chivo (más sonora que la del ganado vacuno); antiguamente se usaba la piel del buche de caimán, nunca la del tigre o tigrillo, pues donde sonaba una tambora forrada con la piel de estos animales, el baile terminaba en trifulca. Los parches son golpeados con unas baquetas de madera, nunca con la mano.

El currulao está formado por un cilindro semicónico de madera, forrado en su boca superior, la de mayor diámetro, por un parche de piel tensada con bejucos y cáñamos y ajustado con cuñas de madera, el cual es golpeado con las yemas de los dedos, mientras se suspende y se golpea rítmicamente contra el suelo, entre las rodillas y pantorrillas del ejecutante.

53 PINO ÁVILA, Diógenes Armando. La tambora: universo mágico. Tamalameque: Casa de la Cultura, 1989.

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El chandé, o tambora, es un “baile cantao”, en forma de canto responsorial, donde una voz prima versea y el coro responde el estribillo, a medida que se baten palmas acompañando el ritmo. Los participantes conforman un círculo, al centro del cual van saliendo sucesivamente las parejas a demostrar sus habilidades. El baile es cadencioso y sensual, los pies no se levantan del suelo, y las caderas se mueven más mesuradamente que en la cumbia. El hombre invita y persigue a la mujer, y ésta coquetamente lo esquiva, mientras realizan la mímica de lo que el “cantaor” o “cantaora” van relatando en sus versos.

En la región también era común la flauta de millo, tradición que se ha ido perdiendo, y subsiste solamente en Talaigua Nuevo y el Botón de Leyva. El chandé, por el contrario, ha perdurado hasta nuestros días, principalmente en las poblaciones ribereñas de Talaigua Viejo, Altos del Rosario, San Martín de Loba, Barranco de Loba, Hatillo de Loba, Tamalameque, Chimichagua, Rioviejo y La Gloria. La aceptación internacional de su máxima exponente, Totó la Momposina, y el uso modernizado de estos aires por parte de cantantes como Carlos Vives o Joe Arroyo, son muestra de la riqueza que encierran, y de sus perspectivas de proyección.

12. EL ARTE POPULAR

12.1. LA ORFEBRERÍA MOMPOSINA: EL APRENDIZAJE DE LA PACIENCIA.

La Casa de la Moneda de Mompox resguardaba el oro proveniente del Cauca, que no era enviado a Cartagena para su remisión a España, hasta tanto no se tuviera la certeza de la llegada de los galeones armados, para evitar los frecuentes saqueos de piratas y corsarios sobre las naves que llevaban el precioso cargamento.

En Mompox se verificaba el “quintaje”, o separación de la quinta parte de todo el oro recaudado con destino a las arcas de la corona, lo que dejaba un apreciable excedente, que fue utilizado por hábiles artesanos locales para desarrollar la tradición orfebre, y muy particularmente, la afamada “filigrana momposina”.

En la orfebrería momposina se conjugan las tradiciones indígenas e hispanoárabes. La filigrana es elaborada con hilos de oro que son adelgazados hasta el grosor de un cabello, y luego enrollados en forma de

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espirales planas o ascendentes, dentro de un marco con diversas formas, naturalistas o abstractas.

El actual “taller de platería” (así es llamado aún, siguiendo la tradición colonial) está situado generalmente en la misma residencia del maestro – el dueño del taller – y conformado por un número variable de aprendices y oficiales, dependiente de la prosperidad del negocio.

El maestro, quien en la mayoría de los casos aprendió su arte por tradición familiar, no solamente es el encargado de controlar la calidad del producto, e instruir a aprendices y oficiales, sino que, por razón de su oficio, es un ser humano ecuánime, respetable y confiable, cuya honradez y paciencia son prenda de garantía para todos los orfebres a su cargo.

La extracción social de los trabajadores del taller es de clase baja y media baja, y principalmente de jóvenes que, por desinterés en el estudio, o escasez de recursos, son inducidos u obligados por sus padres a “aprender un arte”.

La orfebrería exige una buena dosis de paciencia. Por ello, cuando alguien aspiraba a ingresar, era sometido a una prueba, con el fin de determinar si era apto para el oficio. Lo llamaban “cuajar el agua”54: luego de observar con detalle a su futuro discípulo, el maestro aceptaba su ingreso, y procedía, de acuerdo con los demás trabajadores que ya habían pasado por la misma experiencia, al rito de iniciación, que consistía en llevar al jovenzuelo hasta una de las pailas de cobre llenas de agua que se encontraban dispuestas en el centro del patio, a pleno rayo de sol, y luego de verter, con aire misterioso, unas gotas de alguno de los numerosos frascos que llenaban las estanterías, le alcanzaba un meneador de palo mientras le indicaba su primera labor: “Debes menear el agua hasta que cuaje”.

Allí duraba todo el día, y al finalizar, tras la reprimenda del maestro, y las risas sofocadas de los operarios, se le convocaba para el día siguiente, para que continuara con su labor. Los que no tenían la paciencia suficiente, no regresaban jamás.

12.2. LAS MANOS CREADORAS: ALFARERÍA, HERRERÍA, EBANISTERÍA, CULINARIA

La alfarería. Desde la época prehispánica, los habitantes de la Depresión Momposina demostraron sus habilidades como alfareros. Durante la época colonial, la loza vidriada de Mompox tenía fama nacional, y era uno de los productos apetecidos en el mercado. Inclusive, tras la decadencia de la ciudad por el cambio de cauce del río, en la Feria de la Candelaria de Magangué se seguía comercializando esta manufactura.

54 PEÑAS GALINDO; David Ernesto. La orfebrería momposina, el aprendizaje de la paciencia. En: Boletín Cultural y Bibliográfico. Biblioteca Luis Ángel Arango. Banco de la República. Vol. XXIII. No. 7, 1986, p. 45 – 61.

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Hasta la década de los 70 del siglo XX, abundaban las múcuras y los tinajones, que aún se siguen fabricando, más por tradición y costumbre que por beneficio económico, al igual que materas, remates de cerámica vidriada, columnas salomónicas torneadas y otros objetos que se resisten a desaparecer. La población de Juana Sánchez, al sur de la Depresión Momposina, continúa con este oficio tradicional para surtir a los hogares rurales, primordialmente.

La herrería. Las rejas que adornan y protegen las ventanas momposinas, son uno de los mayores atractivos de la arquitectura de la Villa, y característicos de ésta. Connotan, además, la prosperidad que alcanzó a tener la ciudad. A diferencia de Cartagena, donde las ventanas se escudan tras barrotes de madera, pues el ambiente marino salitroso carcomía el metal, en Mompox los artesanos asimilaron las técnicas de forja y herrería de ancestro sevillano, y adaptaron sus modelos al gusto de los moradores.

Uno de los elementos llamativos en la arquitectura momposina es el hecho que todas las casas del sector colonial constan de la misma estructura: sobradillo (pequeña cubierta saliente que la remata), la reja, cuyos diseños se emparientan con los de los orfebres, y la base saliente, llamada repisa, que permite a los vecinos asomarse a la calle con mayor perspectiva y visión. Sin embargo, el ojo atento capta que no existen dos casas cuyas rejas ni repisas sean iguales. Es la diversidad dentro de la unidad compositiva.

Los herreros aún están activos: suplen las necesidades de seguridad y ornato de las nuevas viviendas, y continúan trabajando en sus talleres artesanales, en medio del humo de la fragua y el martillar de los mazos, como lo hicieran sus antepasados desde hace casi cinco siglos.

La ebanistería. Los talleres de Mompox atendían la construcción de champanes y botes, obras de maestros carpinteros de ribera, al igual que la elaboración de mobiliario con preciosismo barroco. Tras el aislamiento y la decadencia de la navegación fluvial, los artesanos de la madera, basados en un modelo vienés, crearon la afamada mecedora momposina, pieza codiciada en la costa Caribe por su comodidad y frescura. Curiosa paradoja: al simular el vaivén de las olas, la mecedora evoca su pasado.

La culinaria. Llegar a Mompox, y no probar el típico queso de capa, sería imperdonable. Además, quien lo degustó una vez, lo exige como encargo ineludible cuando sabe que alguien viaja a la Villa Sin embargo, es difícil, pues pocos se resisten a su tentación. Haciendo honor al nombre, los artesanos que lo elaboran adelgazan el queso en capas y las enrollan en forma de bola, proporcionándole una exquisitez inigualable. Esta tradición muestra un promisorio futuro, pues ya existen asociaciones de fabricantes que buscan ampliar el mercado y crear empresa.

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Un secreto celosamente guardado por ciertas familias es el dulce de limón. No el tradicional, donde la fruta se destroza. Las manos mágicas de las mujeres que conocen el misterio de esta “granjería” (pequeña industria doméstica enderezada a obtener alguna ganancia para el sustento), dejan intacto el caparazón, con un diminuto orificio por donde extraen la pulpa, sin que pierda la redondez de sus formas, ni el volumen. Además de la delicia de degustarlo, su increíble presentación es un placer para la vista y un aguijón al intelecto. ¿Cómo lo hacen?... las momposinas sonríen con picardía...

La butifarra conserva su ancestro hispánico. Aunque varias ciudades de la costa Caribe se precian de producirla, la momposina tiene un sabor muy particular, consecuencia del tiempo de ahumado y la sabia mezcla de los ingredientes, frutos del conocimiento secular reservado. Quien prueba la butifarra momposina, se convierte en gourmet, y ya no acepta, por sosas, las de otra procedencia.

El galápago, antes tan abundante, y ahora en riesgo de extinción, es otro plato apetecido: el quelonio es guisado en leche de coco, y recibe el nombre de “galapacho”. Aunque parezca un lugar común, el resultado es evidente: los comensales terminan chupándose los dedos, sin prejuicios de etiqueta.

12.3. LA FIESTA: “DISFRACES” Y DANZAS

Los carnavales momposinos, en su época de esplendor, mostraban los “disfraces”, que no consistían simplemente en el cambio de atuendo durante la inversión de la vida que representan las carnestolendas, con su posibilidad de soñar – y ser – otro. Se trataba de zarzuelillas, con argumentos jocosos, que criticaban costumbres, o ejercían la crítica social sobre lo acontecido en los ámbitos personal y político del año anterior. Uno de los disfraces favoritos era el de La Muerte, con su tema clásico: “la parca todo lo arrasa, comamos y bebamos que mañana moriremos”.

Las danzas de la Depresión son abundantes y variadas: abarcan desde los temas históricos, como la de “La Conquista”, estrenada en el carnaval de 1874, que ofrece una reconstrucción dramatizada de la llegada de los españoles, la resistencia indígena y la derrota de los nativos, hasta temas principalmente naturalistas, como “Los coyongos”, que imitan el movimiento de estas aves zancudas, del orden de las cigüeñas (Mycteria Americana), enriquecida su coreografía con la introducción del cazador, el pez y otros animales ribereños. La cabeza del ave remata en un largo pico articulado de madera, que se acciona con una cuerda, abriéndose y cerrándose de forma rítmica, al compás de la danza.

Otra danza aún vigente es la de “Los indios mansos” vestidos con sedas, joyas, aplicaciones metálicas, coronas de plumas finas para las mujeres y turbantes con espejos y plumas para los hombres. Su tema es la riña de un renegado con su cacique, por la hija de éste.

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La Danza de los negros presenta como trama una reunión de esclavos durante la recolección del maní, que desemboca en la cacería del tigre que ronda por la región, y al cual uno de los cazadores le arranca los testículos y los arroja a los concurrentes. Se cubren de negro de humo, y van golpeando unas tablillas en forma de machetes, al canto de “Vamo San Migué, que ya vino Zambe”. Lo que desconocen muchos de los danzarines es que NZAMBE, es uno de los principales orichas del panteón bantú, que se asoma, gozoso, en los versos de cada carnaval.

En la población de Guamal (Magdalena) se conserva la antiquísima danza de “Diablos y cucambas”, cuyo origen data de la celebración del Corpus Christi, iniciada por el obispo de Lieja, en 1264, que en 1575 dejó de ser procesión solemne para convertirse en jolgorio popular. Según Gloria Triana55,

La existencia de diablos en las fiestas de Corpus Christi proviene de una antigua tradición europea, en la cual se resaltaba la presencia del demonio frente al Santísimo Sacramento, la lucha de contrarios, generalmente el bien contra el mal, y también formas satíricas dirigidas a los representantes del poder. Estas fiestas en Europa recibían el nombre de diabladas y recorrían las calles de los pueblos hasta llegar a la iglesia. Esta vieja costumbre fue trasladada a América y en la actualidad existen distintos lugares donde los diablos danzantes están todavía vigentes.

Con notable humor, Gnecco Rangel Pava56 describe así la representación:A la danza de los Diablos le da son un concierto de millos, maracas, guacharacas, tambora y tambor, y vienen los danzarines repartidos por igual entre Diablos y Cucambas. Éstas, arregladas con una vestimenta hecha con trenzas de palma nueva, que colgándoles desde el cuello hasta los pies, a guisa de ruana, tiene el parecer de un enorme escobajo, que, en la jugarreta con el Diablo, le sirve como de escudo a los golpes del perrero. Remata este palmar en un lujoso turbante que lo tachonan y guarnecen de espejos y le prenden un lazo de cinta del cucurucho. Vienen los Diablos de pantalones y casacas de color rojo encendido con listones amarillos y ribeteadas sus costuras con ringleras de cascabeles. En forma de alargado hexágono trae su careta, toda pisada de espejos y baratijas; un rabo y un perrero ponen cuanto le falta a este disfraz para dar la apariencia de un Diablo de cabo a rabo.

Empieza la mojiganga con el brinquete de todos los Diablos y el menudo danzar de las Cucambas; luego hacen rueda, dejando en la danza una pareja, y al son de la musiquilla van cogiendo turno los demás, teniendo como todo canto un “Jú” del Diablo. Y como a esta danza la ponen en punto en una serie de ensayos dados en noches

55 TRIANA, Gloria. La cultura popular colombiana en el siglo XX. En: Nueva Historia de Colombia, Vol 6. Bogotá: Planeta, 1989.

56 RANGEL PAVA, Gnecco. Aires guamalenses. Bogotá: Kelly, 1948.

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atrás, viene de aquí el modismo tan usado en toda la región: “Tanto...(enunciar, prometer, etc) pa salí con jú”. Tomado de la frase: “Tanto ensayá pa salí con jú”

Las farotas, es una danza que ya se ha hecho familiar en el Carnaval de Barranquilla. Uno de sus integrantes la describe57:

La farota es una danza masculina de carnaval en la que se baila todo el día. La componen trece hombres, seis a un lado y seis al otro, y la “mama” que lleva un perrero o juete para manejar la danza; si uno se equivoca, lo mejor es quedarse quieto y entrar enseguida, si no, la mama le pega con el juete. Todos van vestidos de mujer, con vestido floriado, con pollera, con flores, con gola o sombrero, gola de tela (amansalocos) en el pecho, pollerín, por si se troncha la pollera no quedar en pelota, abarcas tres puntá y una sombrilla...

La danza consta de doce pasos, o cambios, que los faroteros distinguen por los cambios de sonoridad, pero no saben los nombres, los diferencian auditivamente.

El origen y la significación de esta danza bisexual de Las Farotas, en la que el hombre asume el papel de mujer, y así se mueve por todo el pueblo en época de carnaval, no está claro: algunos pobladores lo explican diciendo que se trata de una burla a los españoles que les quitaban sus mujeres. Sin embargo, valdría la pena establecer la relación con la cultura bisexual de los zenúes, una de cuyas deidades, Ninha-Thi, era hermafrodita, y propiciaba el sobijo de los antebrazos entre las personas, sin distinción de sexos, como rito de amor y amistad58.

13. ARQUITECTURA Y URBANISMO

El primer acto que debían ejecutar los conquistadores, cuando tomaban posesión de un territorio, y estaban autorizados para hacer fundaciones, consistía en realizar el trazado de las calles, delimitando los lotes para erección de la iglesia y el cabildo, como ejes del poder, con base en el esquema del damero, o cuadrícula, cuyo eje era la plaza central, donde se encontraban los edificios institucionales, y las residencias de los conquistadores – encomenderos.

En el caso de Mompox, sin embargo, se presenta una estructura urbanística irregular, con tres templos, entre ellos el principal, el de la Inmaculada Concepción, fronteros al río, lo cual divide el damero en dos. Las calles

57 DELGADO, Ramiro. Cotidianidad y fiesta en el municipio de Talaigua. Relatos de la gente. En: Boletín Cultural y Bibliográfico Vol. XXIV, No. 12, Bogotá: Biblioteca Luis Ángel Arango, 1987.

58 FALS BORDA, Orlando. Resistencia en el San Jorge. Historia doble de la costa, Vol. 3. Bogotá: Carlos Valencia, 1984.

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tampoco son rectas, con pocas excepciones: se presenta un sinuoso discurrir de las vías, que va proporcionando al viajero una perspectiva limitada que se va abriendo en las plazas y parques. Por razón desconocida, el Cabildo no está situado sobre el marco de la plaza central, sino en una calle accesoria.

La ciudad se acomodó al curso del río. Las continuas crecientes alteraron la orilla, lo que condujo a la construcción de la muralla defensora, la Albarrada, con sus puertos, y determinó el discurrir de sus carreras, paralelas al río, que los momposinos llaman “calles”: de la Albarrada, Real del Medio, Calle de Atrás, y de sus calles, transversales a la corriente, llamados “callejones”, con nombres tan sonoros como Callejón de la Sierpe, de don Blas, de la Carrera, de la Contaduría, de las Tres Cruces, de Congolo, que aún se utilizan, pues, aunque fue instituida la nomenclatura numérica, por atavismo se emplean en la práctica las añejas designaciones henchidas de historia..

La ciudad es plana, con pocas construcciones de dos pisos, y ninguna de más altura. Sobresalen las torres de las iglesias, estratégicamente situadas, desde donde se puede apreciar una extraordinaria perspectiva de los techos rojizos, el verdor de los árboles que abundan en los patios, y el serpenteo de las vías.

Arquitectura religiosa. Mompox cuenta con siete templos y dos capillas. La razón de su abundancia radica en que, al ser el punto obligado de paso y distribución de todo lo que transitara, desde y hacia el interior, las principales órdenes religiosas construyeron sus templos y conventos, o anexos, ya fuesen hospitales u hospedajes, desde donde se dirigiera la penetración evangélica eficazmente: Dominicos (1640), Franciscanos (1580), Agustinos (1606), Jesuitas (1643), Frailes Hospitalarios de San Juan de Dios (1663), edificaron sus iglesias con la generosa colaboración de una feligresía acaudalada; además, estaba el templo matriz de la Concepción (1541), primera iglesia fundada por los españoles en las márgenes del Magdalena, y la Viceparroquia de Santa Bárbara (1613), así como su anexo, la Capilla del Ecce Homo (1613) y posteriormente, la tardía Capilla del Cementerio (1846)59, camposanto diseñado siguiendo las recomendaciones del sabio José Celestino Mutis.

La estructura original de varias de ellas, en el transcurso de los siglos, sufrió diversos percances, como las guerras o eventos de la naturaleza, (la Iglesia Matriz de la Concepción se derrumbó en 1843, como consecuencia de un terremoto), sólo cuatro templos mantienen las características espaciales y volumétricas de la colonia: San Francisco, San Juan de Dios, San Agustín y Santa Bárbara.

San Francisco, San Juan de Dios, San Agustín y Santa Bárbara, son iglesias sencillas, de planta rectangular, con muros de mampostería de ladrillo en su

59 DI FILIPPO PEÑAS, Benjamín. Mompox y sus cementerios. Informe de José Celestino Mutis. Un documento desconocido. En: Boletín Historial de la Academia de Santa Cruz de Mompox, Nos. 22 – 23. Año XLIV. Mompox: Academia de Historia, 1991.

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periferia, dividida por dos hileras de pies derechos que conforman tres naves. El espacio central está cubierto por un artesón de madera de par y nudillo, prolongando sus faldones, para cubrir las naves laterales mediante alfardas apoyadas en las vigas de enlace y los muros periféricos.

La iglesia de Santa Bárbara: la atalaya de Mompox60 La iglesia más representativa de Mompox es, sin duda alguna, Santa Bárbara. La curiosa torre octogonal es única y distinta a todo lo existente en el territorio colombiano del periodo colonial o posterior a él. La impresión que produce es de una extraña amalgama de elementos disímiles, e incluso antagónicos, pero perfecta y coherentemente estructurados en un todo sin par. En el primer cuerpo, unas elegantes columnas con cintilla helicoidal que recorre el fuste, rematan en cabezas de leones de excelente factura. Paradójicamente, en el tercero y último cuerpo, el superior, las columnas son sumamente robustas, cuando lo “lógico” – mas no lo estético, en lo que se conjugan dosis de originalidad y asimetría – hubiese sido disminuir el diámetro del fuste a medida que gana altura la construcción.

La libertad compositiva de la estructura arquitectónica en el templo de Santa Bárbara obedece a un claro simbolismo, basado en la leyenda de la Santa, invocación contra rayos y tormentas, patrona de artilleros y polvoreros, y objeto de culto sincrético negro, que la asimiló a Changó. Según la tradición popular (coincidente en sus rasgos generales con la versión hagiográfica oficial)61,

Santa Bárbara fue una princesa mora, que había abjurado de la religión musulmana y se había convertido al cristianismo (algunos dicen que espontáneamente, otros hacen intervenir un supuesto paso de San Agustín por la Bitinia). Su padre, al conocer la decisión, optó por encerrarla en una torre, custodiada por leones, y solamente le permitía asomarse al balcón para que presenciara las fiestas paganas, con el objeto de avivar en ella los sentimientos de nostalgia por su anterior vida juvenil y desenvuelta. Sin embargo, Bárbara permaneció fiel a su fe recién adquirida, por lo cual, su padre decidió entregarla a un joven musulmán para que la sedujera. Ante la virtud de ésta, fueron inútiles los intentos. El árabe determinó entonces cercenarle los senos y posteriormente, decapitarla en un altozano. En el momento en que bajó la espada, y cumplió su cometido, un rayo celestial lo fulminó.

La singular torre de la viceparroquia de Santa Bárbara es totalmente alegórica: en el primer cuerpo se encuentran, flanqueando una hermosa abertura enrejada, dos falsas ventanas ornadas: la izquierda, con una corona de rosas, y la derecha, el ramo de laurel, símbolos de la virginidad y el martirio, respectivamente. El remate de las frágiles y falsas columnas

60 PEÑAS GALINDO, David Ernesto. La atalaya de Mompox. En: Lámpara, No. 104, Vol. XXV. Segunda entrega de 1987. Bogotá, Exxon Colombiana, 1987.

61 CROISSET, Juan. El año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año. 5 Vols. París: Garnier Hermanos, 1877.

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inferiores encarna a los leones que la custodiaban, y en el segundo cuerpo, el balcón – sui géneris en la Nueva Granada, y que rememora más al almuecín que convoca a la oración, que a un elemento propio del ritual católico (siempre centrado en el claustro, el encierro, remembranza platónica de la lucha irreconciliable entre cuerpo y alma; jamás expuesto al exterior) nos evoca la imagen legendaria de Bárbara en contemplación de sus antiguos aláteres; por último, la cúpula que corona la torre, rodeada de cresterías, manifiesta la condición nobiliaria de la santa.

Santa Bárbara, la protectora contra rayos y tempestades, patrona de los negros que veneraban en ella al poderoso Changó, desapareció del santoral, al igual que San Jorge, patrono de los ingleses, barrida por la última reforma conciliar. Sin embargo, la torre de su nombre, que aún se levanta sobre los tejados bermejos de Mompox, continúa desafiando el paso del tiempo y las tormentas, con su alegre vistosidad de fruta tropical.

Arquitectura civil. La tipología que caracteriza la vivienda momposina tiene dos vertientes: la popular, y la colonial. La primera, herencia malibú – sinú, hecha de bahareque y palma amarga, está constituida por espacios claramente divididos: el social y el privado, donde se encontraban las habitaciones, a las cuales se accede por el ámbito neutro de una zona que sirve de distribución hacia el interior, y la cocina (el verdadero centro del hogar), separada del anterior, principalmente por razones de seguridad (la palma es altamente combustible).

La vivienda colonial momposina, característica de la arquitectura citadina, está conformada por un patio interior (herencia hispano – árabe) alrededor del cual se distribuyen las habitaciones, y hacia el fondo, en sentido longitudinal, las áreas de servicios: caballerizas, cocina, vivienda de los esclavos y concertados..

Sus ejemplos más significativos se presentan en la sede de la Casa de la Cultura (vivienda de la familia Germán de Ribón) y en los Portales de la Marquesa (sede del marquesado de Torrehoyos). En el primero de ellos, se trata de una construcción conservada con las características constructivas de fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, a las cuales se añadieron las exquisiteces de los elementos importados de Francia, como la glorieta central del patio, forjada en hierro, y detalles mobiliarios que constituyen un atractivo museográfico poco común: tina de mármol, cuadros, etc..

La Casa de la Cultura ( Casa Germán de Ribón) es una edificación ejecutada con gran cuidado, dotada de muros robustos, abundantes ventanas al exterior colocadas con regularidad, y dos portadas: la principal y la secundaria. El excelente trabajo de su cubierta ofrece un admirable artesón en su salón principal, con tirantes dobles de lacería. La galería principal, que da al patio, es de las más espaciosas de la ciudad y cuenta con una arquería sobre robustas columnas.

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En la Albarrada, como muestra del poderío comercial – terrateniente, se levantan cuatro viviendas de particular interés: los Portales de la Marquesa, cuyo nombre evoca el marquesado de Torrehoyos, dignidad nobiliaria (más simbólica que efectiva) a la cual, en la etapa colonial, pudieron acceder españoles avecindados en Indias, o criollos pudientes, dada la escasez de numerario que tenía la Corona en el siglo XVIII, y a la apertura de compuertas para obtener un título.

Los portales de la marquesa albergaron a los poderosos linajes de los Trespalacios, Mier y Hoyos (en realidad, una sola familia, por sus entronques). Estas cuatro viviendas constituyen un atractivo permanente de la topografía colonial momposina, pues además de dar nombre a la albarrada situada a su frente, se distinguen claramente por la galería externa que corre por su fachada y le imprime un carácter arquitectónico propio y muy diferente a la silueta homogénea de la ciudad.

Mompox llegó a tener, a mediados del siglo XVIII, cuatro marqueses y dos condes: los marqueses de Santacoa, Torrehoyos, Premio Real y San Fernando, y los condes de Pestagua y Santa Cruz de la Torre. Gonzalo José de Hoyos y Hoyos fue el primer beneficiado del marquesado de Torrehoyos, que heredó a su hija, María Josefa Isabel de Hoyos y Hoyos.

Sobre la marquesa discurre una curiosa anécdota62: ella – realista, por supuesto – había enviudado en 1809 de su primer esposo, Mateo Epalza, con quien tuvo dos vástagos. Cuando llegaron, en 1815, las tropas de Morillo en el proceso de reconquista, atendió al comandante y la oficialidad generosamente: no solamente los alojó en su vivienda y en otras propiedades, sino que donó más de un centenar de caballos para que siguiera su avance. Los oficiales de Morillo no dejaban de piropear a la joven viuda, propietaria de inmensos latifundios. Sin embargo, ella permanecía inmune a los requerimientos amorosos.

El día anterior a la partida de las tropas, Morillo se entrevistó con la marquesa, y expresó su gratitud por el apoyo. Ésta le formuló su deseo de solicitarle un favor, ante lo cual, el caballeroso militar respondió: “Lo que usted me pida, le será concedido”, y le pidió que expresara su solicitud. “Quiero que licencie al teniente Juan Antonio Imbrecht”. Morillo, sorprendido, pero en cumplimiento de su compromiso, le respondió que, aunque no era sencillo hacerlo, pues estaban en guerra, y era un militar cualificado, su palabra imperaba.

Sin embargo –dijo – “quisiera saber la causa de este requerimiento, si no es impertinencia, marquesa. ¿Existe parentesco, o recomendación de por medio?”. No - dijo tranquilamente la marquesa-. “Es que quiero casarme con él”. Morillo manifestó su

62 PEÑAS GALINDO, David Ernesto. Los nobles de Mompox. Mompox, 1997 (Inédito)

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asombro: “En verdad, supieron mantener bien ocultos sus amores, pues nadie supo de su relación”. La marquesa, llanamente le reveló: “Ni él mismo lo sabe. Hoy quiero ofrecerle mi mano”. Morillo llamó al desprevenido oficial, ante el cual la marquesa, sin ambages, le dijo: “He estudiado el comportamiento y la actitud de todos, y creo que usted puede ser mi esposo, y padre de los hijos que tengo. Le ofrezco mi mano, ¿la acepta?”.

Imbrecht, colorado como una colegiala, dijo que sí. El matrimonio se celebró luego de la partida de las tropas realistas, e Imbrecht resultó ser magnífico esposo y padre de sus hijos adoptivos, pues con la marquesa no tuvo descendencia.

14. EL RÍO MAGDALENA EN LA OBRA DE GARCÍA MÁRQUEZ

Como repetidas veces lo ha expresado el Nobel, el río Magdalena marcó gran parte de su discurrir vital. En ello, sin duda alguna, juega buena parte el hecho que la gran mujer de su vida, Mercedes Barcha, es magangueleña, riana y premonitoria, como lo expresa en muchas entrevistas que se refieren a la capacidad femenina de intuir situaciones, descubrir personajes ambiguos y espantar lagartos. Además, el río era la puerta, en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, para los osados provincianos que se atrevieran a remontar su caudal para llegar a la aérea capital que ofrecía oportunidades para los jóvenes talentosos. A ese reto se apuntó García Márquez, pese a percatarse que en la entonces gris y gélida Bogotá, nada daba mayor imagen de la desolación que un costeño con gabardina..

Magangué, puerta de entrada a la región mágica de la Mojana, por el río San Jorge, fue el motivo de varios trabajos iniciales del incipiente periodista. En Crónicas y Reportajes, editado como recopilación de sus artículos periodísticos en El Espectador, sobresale, sin duda alguna, el personaje de la Marquesita de la Sierpe, evocación semimítica del marquesado momposino de Torrehoyos, residente en los Portales de la Marquesa, con su relación del “muerto alegre”, los micos que hacía crecer en la barriga de los hechizados y la naturalidad de lo sobrenatural insertado en una región propicia a la fabulación, que después serviría para construir la Crónica de una muerte anunciada, cuyo eje es Sucre.

En su reciente autobiografía, Vivir para contarla, García Márquez evoca esa población prodigiosa, de paisajes sorprendentes:

No sólo el pueblo sino la región entera era un piélago de aguas mansas que cambiaban de colores por los mantos de flores que la cubrían según la época, según el lugar y según nuestro propio estado de ánimo. Su esplendor recordaba el de los remansos de ensueño del sudeste asiático (...) muchas casas tenían en las

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cocinas su muelle privado con las canoas domésticas para el transporte local. (...) La única condición de seguridad para los niños fue que aprendieran a nadar antes de caminar, pues el pueblo estaba dividido por un caño de aguas oscuras que servía al mismo tiempo de acueducto y albañal. Los echaban desde el primer año por los balcones de la cocina, primero en salvavidas para que le perdieran el miedo al agua y después sin salvavidas para que le perdieran el miedo a la muerte.

El río Magdalena es el eje central de El amor en los tiempos del cólera. En él, García Márquez expresa su nostalgia por la destrucción de un entorno antes feraz, durante el recorrido entre Cartagena y Honda, atravesando el Canal del Dique:

(Florentino Ariza) se dio cuenta de que el río padre de la Magdalena, uno de los más grandes del mundo, era sólo una ilusión de la memoria. El capitán Samaritano les explicó cómo la deforestación irracional había acabado con el río en cincuenta años: las calderas de los buques habían devorado la selva enmarañada de árboles colosales que Florentino Ariza sintió como una obsesión en su primer viaje. Fermina Daza no vería los animales de sus sueños: los cazadores de pieles de las tenerías de Nueva Orleáns habían exterminado los caimanes que se hacían los muertos con las fauces abiertas durante horas y horas en los barrancos de la orilla para sorprender a las mariposas; los loros con sus algarabías y los micos con sus gritos de locos se habían ido muriendo a medida que se les acababan las frondas, los manatíes de grandes tetas de madres que amamantaban a sus crías y lloraban con voces de mujer desolada en los playones eran una especie extinguida por las balas blindadas de los cazadores de placer.

El capitán Samaritano les tenía un afecto casi maternal a los manatíes, porque le parecían señoras condenadas por algún extravío de amor, y tenía por cierta la leyenda de que eran las únicas hembras sin macho en el reino animal. Siempre se opuso a que les dispararan desde la borda, como era la costumbre, a pesar de que había reglas que lo prohibían. Un cazador de Carolina del Norte, con su documentación en regla, había desobedecido sus órdenes y le había destrozado la cabeza a una madre de manatí con un disparo certero de su Springfield, y la cría había quedado enloquecida de dolor llorando a gritos sobre el cuerpo tendido. El capitán había hecho subir al huérfano para hacerse cargo de él, y dejó al cazador abandonado en el playón desierto junto a la madre asesinada. (Ibíd.. p. 451.)

Pasaron frente a la población de Calamar, que apenas unos años antes tenía una fiesta perpetua, y ahora era un puerto en ruinas de calles desoladas. El único ser que vio desde el buque, fue una mujer vestida de blanco que hacía señas con un

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pañuelo. Fermina Daza no entendió por qué no la recogían, si parecía tan afligida, pero el capitán le explicó que era la aparición de una ahogada que hacía señales de engaño para desviar los buques hacia los peligrosos remolinos de la otra orilla.

Más adelante expresa que El río se volvió turbio y se fue haciendo cada vez más estrecho, y en vez de la maraña de árboles colosales que había asombrado a Florentino Ariza en su primer viaje, había llanuras calcinadas, desechos de selvas enteras devoradas por las calderas de los bosques, escombros de pueblos abandonados de Dios, cuyas calles continuaban inundadas aun en las épocas más crueles de la sequía. Por las noches no los despertaban los cantos de sirena de los manatíes en los playones, sino la tufarada nauseabunda de los muertos que pasaban flotando hacia el mar.

En la misma novela, el instructor de las clases de arpa dictadas a Fermina Daza, era “un maestro de maestros que trajeron de la ciudad de Mompox” y, a bordo del buque “Pío Quinto Loayza”, de la Compañía Fluvial del Caribe, durante su viaje de despecho por el río Magdalena, cuando supo del inminente matrimonio de Fermina con Juvenal Urbino, Florentino Ariza es despojado de su virginidad por una ansiosa desconocida que según sus cábalas, pudo ser Rosalba, madre del niño de la cesta, ataviada con “su atuendo de momposina del siglo anterior”, una de las tres enigmáticas mujeres embarcadas en Barranco de Loba, puerto alterno “donde se recogía la carga y el pasaje de la ciudad de Mompox desde que ésta quedó al margen de los itinerarios de vapores por las veleidades el río.”

García Márquez describe el tipo de buque que navegaba en esa época el río grande:

Era una casa flotante de dos pisos de madera sobre un casco de hierro, ancho y plano, con un calado máximo de cinco pies que le permitía sortear mejor los fondos variables del río. Los buques más antiguos habían sido fabricados en Cincinnati a mediados de siglo, con el modelo legendario de los que hacían el tráfico del Ohio y el Mississippi, y tenían a cada lado una rueda de propulsión movida por una caldera de leña. Como éstos, los buques de la Compañía Fluvial del Caribe tenían en la cubierta inferior, casi a ras del agua, las máquinas de vapor y las cocinas, y los grandes corrales de gallinero donde las tripulaciones colgaban las hamacas, entrecruzadas a distintos niveles. Tenían en el piso superior la cabina de mando, los camarotes del capitán y sus oficiales, y una sala de recreo y un comedor, donde los pasajeros notables eran invitados por lo menos una vez a cenar y a jugar barajas. En el piso intermedio tenían seis camarotes de primera clase a ambos lados de un pasadizo que servía de comedor común, y en la proa una sala de estar abierta sobre el río con barandales de madera bordada y

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pilares de hierro, donde colgaban de noche sus hamacas los pasajeros del montón. Pero a diferencia de los más antiguos, estos buques no tenían las paletas de propulsión a los lados, sino una enorme rueda en la popa con paletas horizontales debajo de los excusados sofocantes de la cubierta de pasajeros.

En Los funerales de la mamá grande, junto a los bogas del Magdalena aparecen los tinterillos de Mompox. En la Crónica de una muerte anunciada, cuyo escenario real fue la población de Sucre, en la Mojana, donde se presentó la tragedia de honor, da crédito a los “maestros cantores de Mompox” como artífices del escaparate de seis lunas de cuerpo entero construido para Yolanda de Xius, el que por sus dimensiones debieron ser armado dentro de la habitación de la quinta. Para la versión de la novela llevada al cine, bajo la dirección de Franco Rossi, fue escogida Mompox como escenario principal de la filmación.

En su obra cumbre Cien años de soledad, la profesión de los abuelos Buendía – y la del abuelo Nicolás en la vida real – fue la de plateros, desde cuando el gitano Melquíades obsequió a José Arcadio el laboratorio de alquimia, donde el coronel Aureliano, desencantado de las guerras, perfeccionaría el arte que se alimentaba a sí mismo, en espiral infinita, pues “desde que decidió no venderlos, seguía fabricando dos pescaditos al día, y cuando completaba veinticinco volvía a fundirlos en el crisol para empezar a hacerlos de nuevo”. En Vivir para contarla, García Márquez se refiere así a la labor del coronel Nicolás Ricardo Márquez Iguarán, y al sitio de la casa vedado para las mujeres: “el taller de platería donde el abuelo pasaba sus horas mejores fabricando los pescaditos de oro de cuerpo articulado y minúsculos ojos de esmeraldas, que más le daban de gozar que de comer”

Los pescaditos articulados de oro son una de las prendas más características de la orfebrería artesanal momposina. Veladamente, con claves que significan guiños para el entendido, García Márquez plasma la paciencia de los orífices momposinos, de los cuales se habló en el capítulo 12.

Según reciente estudio del académico Ernesto H. Jaramillo, en la novela Del amor y otros demonios, resulta evidente que su argumento se basa en la historia real de un drama pasional donde la protagonista principal, la marquesita enclaustrada en el convento de las Clarisas de Cartagena, Sierva María de Todos los Ángeles de Alfaro y Dueñas y Cabrera, única heredera del segundo marqués de Casalduero, es el velado retrato de la novicia momposina doña Juana Clemencia de Labarcés y Pando, nacida en el seno de una de las familias más aristocráticas de la Villa.

Su padre se vio obligado a internarla en el convento citado, contrariado por los no autorizados amores que la adolescente se empeñaba en mantener con el doctor Domingo de la Rocha Ferrer, designado por el gobernador de la Provincia de Cartagena, Rafael Capsir y Sanz, como su teniente asesor. En calidad de tal, comandó

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el allanamiento a las Clarisas dentro del consabido conflicto con los Franciscanos que originó el “Cessatio a Divinis”.

Rescató a su amada a quien desposó en Mompox y en cuya unión procrearon cuatro hijos; uno de ellos fue Gobernador de Antioquia y otro, el ilustre sacerdote Don Ignacio de la Roche y Labarcés, propietario que llegó a ser del Hato de Loba y quien bien puede resultar ser el exorcista de la novela, Cayetano Alcino del Espíritu Santo Delaura y Escudero, cuya “madre era una criolla de San Martín de Loba en la provincia de Mompox”.

Por su parte, don Ignacio, el casto segundo marqués de Casalduero en la obra, es otra clara alusión a los ennoblecidos criollos de Mompox que ascendieron, como condes, El de Peztagua y el de Santa Cruz de la Torre; y como marqueses, el de Premio Real, el de San Fernando, el de Santacoa y el de Torrehoyos, cuyos latifundios ganaderos se extendían desde Valencia de Jesús, en la provincia de Valledupar, pasando por El Banco, Mompox y Loba hasta San Benito Abad, en la ciénaga de Ayapel.

En El General en su laberinto, el Libertador, ya en el ocaso de su existencia, al acercarse a Mompox, expresa la frase que sirve de epígrafe al capítulo 6:

Una lancha cañonera que estaba amarrada en el puerto se puso en marcha tan pronto como tuvo noticia que se acercaba una flota de champanes. José Palacios la avistó por las ventanas del toldo, y se inclinó sobre la hamaca donde yacía el general con sus ojos cerrados.“Señor”, dijo, “estamos en Mompox”.“Tierra de Dios”, dijo el general sin abrir los ojos. (...) Temiendo que no lo hubiera oído, José Palacios repitió el llamado, y él volvió a replicar sin abrir los ojos.“Mompox no existe”, dijo. “A veces soñamos con ella, pero no existe”

Con fidelidad histórica, los momposinos recibieron al derrotado con los honores correspondientes a su rango, recompensando el afecto que Bolívar siempre demostró por la Villa que lo ayudó en sus momentos iniciales.

Pero los colombianos dejamos agonizar el río. Lo convertimos en cloaca. Los habitantes ribereños evocan con nostalgia la decadencia de la navegación fluvial, cuyo puntillazo final fue el incendio del David Arango, frente a Magangue, símbolo de una época.

A mediados del siglo XX, el Magdalena había llegado a su “Edad de oro” en este aspecto. Más de doscientos buques surcaban permanentemente la arteria fluvial, llevando y trayendo pasajeros y carga. El orgullo de esta flota era el hermoso barco David Arango, de la Naviera Colombiana, equipado con

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lujo y comodidades, dotado de cómodos camarotes, amplias salas para reuniones (hasta salón de baile), esmerados servicios.

A principios de 1961, después de atracar en Magangué en viaje de itinerario, las amarras se soltaron y el barco se fue a la deriva, al tiempo que un voraz y sospechoso incendio devoró rápidamente el buque y de él sólo quedó un armazón de hierros retorcidos. Según Acevedo Latorre, tal fue el impacto que causó este hecho, que cuantos acontecimientos de importancia se suceden en el río se les relaciona con esta tragedia: “antes del David Arango” o “después del David Arango”

Para García Márquez, el acontecimiento fue conmovedor:El 19 de enero de 1961 lo recuerdo como un día ingrato, por un amigo que me llamó por teléfono a México para contarme que el vapor David Arango se había incendiado y convertido en cenizas en el puerto de Magangue. Colgué con la conciencia horrible de que aquel día se acababa mi juventud, y de que lo poco que ya nos quedaba de nuestro río de nostalgias se había ido al carajo. Hoy el río Magdalena está muerto, con sus aguas podridas y sus animales extinguidos. Los trabajos de recuperación de que tanto han hablado los gobiernos sucesivos que nada han hecho, requerirían la siembra técnica de unos sesenta millones de árboles en un noventa por ciento de las tierras de propiedad privada, cuyos dueños tendrían que renunciar por el solo amor a la patria al noventa por ciento de sus ingresos actuales.

Cada viaje dejaba grandes enseñanzas de vida que nos vinculaban de modo efímero pero inolvidable a los pueblos de paso, donde muchos de nosotros se enredaron para siempre con su destino. Un renombrado estudiante de medicina se metió sin ser invitado en un baile de bodas, bailó sin permiso con la mujer más bonita de la fiesta y el marido lo mató de un tiro. Otro se casó en una borrachera épica con la primera muchacha que le gustó en Puerto Berrío, y sigue feliz con ella y con sus nueve hijos.

El río Magdalena, el río grande de la Patria, está agonizando. Quizás nuestra esperanza sea superior a la realidad apabullante, pero existen aún motivos para creer que no todo está perdido. Si se concita la voluntad política, aunada a la vinculación decidida de todos los que de una u otra forma dependemos de esta corriente, a mediano plazo comenzaremos a ver resultados.

Lo que no se puede permitir, de ninguna manera, es que sigamos de espaldas al río que nos dio vida.

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