neguijÓn reseÑa para ajos y zafiros
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DESDE LA PICARESCA LATINA Y ESPAÑOLA HASTA
FERNANDO IWASAKI
Fernando Iwasaki, Neguijón
Madrid: Alfaguara, 2005; 170pp.
Por: Irene Cabrejos.Centro de Estudios Literarios “Antonio Cornejo Polar”
Instituto Riva- Agüero, Pontificia Universidad Católica del Perú.Universidad de Piura.
Los libros de Fernando Iwasaki, expresan que todo arte, y, en especial la
literatura, entronca con una tradición secular a la que los nuevos autores
aportan su dosis de invención. En el caso del escritor peruano, no vacila en
remitirnos a textos alejados del siglo XXI, e, incluso, a través de ellos, al mundo
latino. El conocimiento no ostentoso de la literatura medieval y del Siglo de Oro
español del también historiador Iwasaki, ha constituido parte del diálogo
intertexual a cuyo alrededor se manifiesta su originalidad creativa y lingüística,
bañada con un humor suave o hilarantemente sarcástico. Si esperábamos para
la literatura una voz y forma diversas de las ya habituales, Iwasaki parece
prevalecer sobre su generación. En El libro del mal amor, por ejemplo, dialoga
con el del Arcipreste de Hita. En Neguijón, aparte de los extravagantes libros
de ciencia, vidas de santos, de viajes y crónicas de los siglos XVI y XVII
hispanoamericanos que figuran en la bibliografía final, decide charlar, a modo
de un sencillo homenaje, con Cervantes como persona1 y su Historia del
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, rememorados por su cuarto
centenario. Los vínculos del peruano con la picaresca y las estrategias
humorísticas utilizadas, impresas ya en su estilo que va afianzándose cada vez
más, dotan de novedad singular a las obras2 de este escritor especialista en la
Colonia. Sin embargo, la crudeza alcanzada por Iwasaki sobrepasa la de la
1 .“…es un homenaje a Cervantes, quien, en el cuarto centenario del Quijote, pasa inadvertido. Todo es el Quijote, pero nadie habla de Cervantes. Los ingleses no hablan de Hamlet, sino de Shakespeare, los alemanes no hablan de Fausto, sino de Goethe.” (“La historia es una fuente de ficción”, (entrevista, en La Entrevista, Perú Bookstore www.perubookstore.com/cgi-bin/perubookstore/store_pages.cgi?action=interview - 25k2 El descubrimiento de España (Lima/ Bogotá: Peisa, Arango) 2000) ; El libro del mal amor ( Lima: Peisa, 2001); Un milagro informal (Madrid: Alfaguara, 2003); Neguijón, (Madrid: Alfaguara, 2005)
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picaresca española, como apuntaron algunos críticos. El término nouvelle,
entonces, calza literalmente con esta novela breve.
Afirmamos las relaciones con la picaresca y la sátira latina, así como el
tributo a Cervantes y lo sostendremos durante la breve reseña de la trama. La
historia transcurre durante el siglo XVII y se divide en dos partes: una durante
un motín en la cárcel de Sevilla; la segunda, seis años después, en Lima. Un
cura --Tortajada, capellán de la prisión sevillana y, luego, inquisidor en Lima--,
cuya boca llena de podredumbre dental se expresa a través de las peores
blasfemias; un barbero y aprendiz de médico, el anti- heroico protagonista,
caballero y cirujano sacamuelas, Gregorio de Utrilla, quien procura en las
caries y pústulas de sus víctimas el inexistente gusano del neguijón como si
del Santo Grial se tratase, empuñando, no lanzas o espadas, sino pelicones,
descarnadores, lancetas, escarbadores, así como instrumentos de cirugía y
otros similares; un librero Linares, amante del ‘más peligroso de los oficios’ --
debido a la persecución inquisitorial--, el de escritor; un tal ‘Muñones’,
indudable alusión al manco de Lepanto, y, finalmente, un soldado, el caballero
Valenzuela, gentilhombre de Lopera, quien una vez en Lima, cambiará apellido
y epíteto , ya que sus parientes con influencia habían sido condenados por la
Inquisición, así, en ultramar, repetirá hasta el cansancio que es: ‘el caballero
Valenzuela, gentilhombre de Jaén’ para que nadie supiera de su parentesco
con aquellos herejes. Todos, excepto el del más alto rango, el hidalgo, quien
irónicamente se encuentra preso con los peores rufianes y ha de sumergirse en
la enorme letrina de la cárcel para huir, trabajan o se refugian en la enfermería
de la prisión de Sevilla, donde realmente estuvo cautivo Cervantes, premiado
por su heroísmo y cautiverio en Argel con el infausto oficio de cobrador de
impuestos. En este episodio, cuando los condenados a muerte y presos
comunes arman un motín y además de escapar, la emprenden contra la
enfermería, donde han perdido muelas, órganos reproductores, brazos, piernas
y ojos --todo ello probado con fuentes y verazmente descrito por el autor--, el
librero Linares sufre durante el escrutinio de libros que formarán parte del
parapeto defensor contra el ataque. Además, establece una disputa las letras
sobre las armas, que concluye en que superiores son las primeras, por ser
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más peligrosas –deducción contraria a la que llega Quijote en el discurso
sobre el mismo tema--.
Personajes de existencia real se entremezclan con unos pocos ficticios,
los cuales, en su mayoría, aluden irónicamente a sujetos de nuestro siglo,
como el pirata Spielbergen (¿alusión a Spielberg?), o Tortajada, amigo ya
muerto del escritor, entre otros. Asimismo, hay una velada crítica humorística a
las luchas entre los conventillos literarios de todos los siglos, de las cuales no
se libra el XXI. En lugar de los reyes, príncipes y hermosos héroes de las
tragedias u obras cultas --como en el drama satírico o parte de la prosa
picaresca desde los latinos-- todos tienen alguna anomalía física producto de
barbaries curativas: Tortajada pierde una pierna durante el motín, la cual se ve
obligado a amputar el barbero y entonces aprendiz de cirujano, Gregorio de
Utrilla, operación a la que el lector asiste; a Linares, los médicos le habían
reventado un ojo; al Caballero de Valenzuela, gentilhombre de Lopera, un
sacamuelas bárbaro le limó la dentadura de niño. Las huestes del caballero de
Lopera que llega al rescate oliendo a ‘mil mojones’: un tuerto, un cojo y un
desdentado, pasarán a las Indias excepto ‘Muñones’, el manco hijo de un
maestro cirujano (como Cervantes) y quien no cruza el océano con el fin de
quedarse para escribir una historia tan asombrosa como la que acaba de
presenciar, “[…]una invención que deseaba poblar de personajes con
encarnaduras más suculentas, como las del ingenioso librero Linares, el
indómito capellán Tortajada y hasta el donoso caballero de Lopera, […]” (p.
139).
El núcleo de la trama, sin embargo, sucede en Lima, seis años después,
alrededor de un suceso central: la mañana en la que el sacamuelas Gregorio
de Utrilla examinará bajo un toldo de la Plaza Mayor las bocas de Tortajada,
Linares, el caballero de Jaén (antes de Lopera), y, sobre todo, extraerá todas
las muelas que la beata Luisa Melgarejo (personaje histórico, quien sufrió la
primera condena inquisitorial por iluminada) quien desea ofrecerlas en señal de
penitencia. El momento culminante después de haber presenciado el lector las
más feroces torturas sufridas en manos del sacamuelas y en nombre de la
Pasión de Nuestro Señor, es cuando la beata al fin se ofrecerá al sacrificio.
Entre el público están todos los santos de la época. Entre otros, San Martín y
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Santa Rosa, a quien la beata Melgarejo tiene envidia. ¿Pero cuál es el más
fuerte impulso que dirige la mano (e instrumentos) del sacamuelas? ¡Encontrar
el neguijón no hallado por médico ninguno!
Alguien ha encontrado Neguijón como poseedor de una trama débil y
pretexto para el despliegue intertextual, opinión que no comparto en absoluto
por tratarse de lo ya dicho y declarado por el autor: una nouvelle, una noticia
anecdótica pero estremecedoramente real informada de novedad literaria. Así
como en una obra literaria puede prevalecer una idea, un personaje, la lengua
utilizada y otros aspectos, no necesariamente constituye la trama el elemento
que la hace sobresalir. Un caso resaltante de esto último son algunas de las
obras shakesperianas, como Romeo y Julieta. Asimismo, si el lector trasciende
el primer nivel de lectura en Neguijón, encuentra un mejor entendimiento de
cómo la cotidianidad del dolor y la inconcebible fragilidad del cuerpo humano
favorecieron la ideología contrarreformista y el pensamiento barroco. Lo
rotundamente verosímil y fáctico que Iwasaki narra mimetizando el lenguaje
del siglo XVII –un diccionario puede resultar indispensable--, explica la
presencia del dolor físico y su resistencia a éste como uno de los fundamentos
de la religiosidad de la época.
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