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Jorge Jiménez Ontología de las ciudades imaginarias Abstract. Any philosophy con cerned with imagination, language and text, must discuss the ontological condition of the imaginary places described by fantastic literature and the utopian- philosophical genre. This involves the issue of the ontology of the texto The paper inquires into the existence, kind of reality, and effect on praxis and the critique of everyday life of these imaginary worlds. Key words: imaginary worlds, Utopia, imagination, philosophy and literature. Resumen. Una filosofía interesada por la imaginación, el lenguaje y el texto, debe discutir la condición ontológica de los lugares imaginarios descritos por la literatura fantástica y el género utopico-filosofico. Eso entraña preguntar por la ontología del texto. El artículo investiga su existencia, su tipo de realidad y su incidencia en la praxis y en la crítica de la cotidianidad. Palabras clave: mundos imaginarios, utopía, imaginación, filosofía y literatura. La literatura fantástica y realista, el género utópico-filosófico y el histórico, describen luga- res, ciudades, países y mundos que, con propie- dad, podemos denominar imaginarios. Para una filosofía interesada por la imagina- ción, el lenguaje y el texto, es provechoso discutir la condición ontológica de ese tipo de lugares imaginarios que, tal y como se verá en esta propuesta, significa preguntarse por la ontología del texto. De tal modo que me propongo inquirir por su existencia, por su tipo de realidad, por su incidencia en la praxis y en la crítica de la cotidia- nidad. Así, cuando en la escritura se han descrito esa clase de constructos imaginarios ¿asumimos acertadamente que se trata de constructos inexis- tentes, carentes de toda realidad? O, por el con- trario, ¿es posible plantearlos como dotados de una cierta forma de existencia y realidad? Y, en consecuencia, ¿qué tipo de existencia y realidad les corresponde? Parece que, con notables excepciones, la imaginación y lo imaginario han sido tratados por la tradición filosófica de manera reduccionista y heterónoma, siempre subordinados a la percep- ción o la intelección y confinados únicamente al ámbito de lo fantasioso y ficcional o simplemente concebidos como error y engaño. Una concepción de esa naturaleza encuentra su origen en lo que se ha denominado fetichis- mo de realidad; metodológicamente mecanicis- ta y ontológicamente determinista, articulación depauperada de diversas modalidades del intento por pensar las complejas relaciones entre sujeto y objeto a lo largo de la historia del pensamiento. Para el Platón de La República (Platón, 1981, 509d-511e), en su alegoría de la línea, la imaginación se encuentra ubicada en la región de lo visible, en el ámbito de lo fenoménico y cons- tituye un rango ontológicamente inferior, lo más próximo al no ser: la imaginación es un burdo reflejo de los fenómenos visibles, sometidos al devenir perpetuo y, por lo tanto, no es susceptible de ser conocido como episteme, sino únicamente como opinión o conjetura imaginaria, es decir, como "conocimiento falso" y "engañoso" -gra- cias a su particular concepción ontologista-. Por ello, el arte, concebido en términos estrictamente Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLIV (111-112), 19-24, Enero-Agosto 2006

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Jorge Jiménez

Ontología de las ciudadesimaginarias

Abstract. Any philosophy con cerned withimagination, language and text, must discuss theontological condition of the imaginary placesdescribed by fantastic literature and the utopian-philosophical genre. This involves the issueof the ontology of the texto The paper inquiresinto the existence, kind of reality, and effect onpraxis and the critique of everyday life of theseimaginary worlds.

Key words: imaginary worlds, Utopia,imagination, philosophy and literature.

Resumen. Una filosofía interesada por laimaginación, el lenguaje y el texto, debe discutir lacondición ontológica de los lugares imaginariosdescritos por la literatura fantástica y el géneroutopico-filosofico. Eso entraña preguntar porla ontología del texto. El artículo investiga suexistencia, su tipo de realidad y su incidencia enla praxis y en la crítica de la cotidianidad.

Palabras clave: mundos imaginarios, utopía,imaginación, filosofía y literatura.

La literatura fantástica y realista, el géneroutópico-filosófico y el histórico, describen luga-res, ciudades, países y mundos que, con propie-dad, podemos denominar imaginarios.

Para una filosofía interesada por la imagina-ción, el lenguaje y el texto, es provechoso discutirla condición ontológica de ese tipo de lugaresimaginarios que, tal y como se verá en estapropuesta, significa preguntarse por la ontologíadel texto. De tal modo que me propongo inquirir

por su existencia, por su tipo de realidad, por suincidencia en la praxis y en la crítica de la cotidia-nidad. Así, cuando en la escritura se han descritoesa clase de constructos imaginarios ¿asumimosacertadamente que se trata de constructos inexis-tentes, carentes de toda realidad? O, por el con-trario, ¿es posible plantearlos como dotados deuna cierta forma de existencia y realidad? Y, enconsecuencia, ¿qué tipo de existencia y realidadles corresponde?

Parece que, con notables excepciones, laimaginación y lo imaginario han sido tratados porla tradición filosófica de manera reduccionista yheterónoma, siempre subordinados a la percep-ción o la intelección y confinados únicamente alámbito de lo fantasioso y ficcional o simplementeconcebidos como error y engaño.

Una concepción de esa naturaleza encuentrasu origen en lo que se ha denominado fetichis-mo de realidad; metodológicamente mecanicis-ta y ontológicamente determinista, articulacióndepauperada de diversas modalidades del intentopor pensar las complejas relaciones entre sujeto yobjeto a lo largo de la historia del pensamiento.

Para el Platón de La República (Platón,1981, 509d-511e), en su alegoría de la línea, laimaginación se encuentra ubicada en la región delo visible, en el ámbito de lo fenoménico y cons-tituye un rango ontológicamente inferior, lo máspróximo al no ser: la imaginación es un burdoreflejo de los fenómenos visibles, sometidos aldevenir perpetuo y, por lo tanto, no es susceptiblede ser conocido como episteme, sino únicamentecomo opinión o conjetura imaginaria, es decir,como "conocimiento falso" y "engañoso" -gra-cias a su particular concepción ontologista-. Porello, el arte, concebido en términos estrictamente

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miméticos, resulta una imitación de lo producidopor el artesano y, toda vez que éste imita el arque-tipo ideal, constituye una mímesis de la mímesis(doble reflejo o simulacro) y por ello, es el gradoínfimo de la ontología y epistemología platónica.

En Acerca del alma, Aristóteles concibela imaginación como una facultad epistémica,(phantasia) que junto a la percepción sensible(aisthesis) y el pensamiento intelectivo (nous),constituyen el psiquismo (psyche). De tal forma,Aristóteles funda una teoría gnoseológica, relati-vamente consistente, con un claro perfil epistemo-lógico, con la cual distingue la psyche como unamecánica de las facultades, en la cual la imagina-ción funge como una facultad mediadora entre lasensación y el pensamiento racional, adquiriendo,de ese modo, un estatuto gnoseológicamente fun-cional -muy distinto al planteamiento platónico-oSin embargo, en esa mecánica de facultades, laimaginación queda reducida a una mediación,enteramente dependiente del aporte de la per-cepción sensible y que produce, en virtud de loanterior, un conjunto de imágenes, generalmentefalsas, que serán dilucidadas, en último término,por pensamiento racional.

Kant prosigue, en lo fundamental, con elmodelo gnoseológico elaborado por Aristóteles,sin embargo, en su gnoseología la imaginaciónadquiere una relación más rica y compleja conla sensibilidad y el entendimiento. En la Críticade la razán pura, procede a una reformulaciónde la psyche a partir del canon de las facultadesaristotélico, aunque profundamente implicadoen la trama que el racionalismo, el empirismoy el escepticismo habían provisto a la filosofíamoderna a partir de Descartes. Es notable cómoestas facultades, pese al esfuerzo de Kant porponerlas en movimiento en un todo estructuradoy unitario, prosiguen funcionando como compar-timentos separados y estancos -lo que pondrá derelieve las limitaciones infranqueables del mode-lo de la mecánica de las facultades-o

Con la introducción del esquematismo a sumecánica de las facultades, Kant aporta lo quefaltaba en la gnoseología aristotélica, es decir, latesis de que para que el conocimiento sensible serealice, es necesaria la actividad trascendentalde la imaginaci6n, y no únicamente destacar,como lo había hecho el Estagirita, la necesidad dela sensación para que haya imaginación.

Kant, entonces, determina dos formas parala imaginación, a saber, la reproductora y la pro-ductora. La primera está relacionada a la intui-ción sensible (produce las imágenes) y la segundaa la sola función intelectiva, ya que enlaza conlos conceptos del entendimiento, proporcionandoel esquema -que es una especie de molde catego-rial o intelectivo- a la imagen y así se opera unanueva síntesis, en este caso, la que denomina inte-lectual, y que hace corresponder las categoríaspuras del entendimiento con las representacionesprovenientes de la intuición sensible.

En esta fase, que es puramente gnoseológica,la imaginación productora actúa espontáneamen-te, pero eso no significa que Kant considere quecombine libremente representaciones para darlesla forma que quiera, sino que esta espontaneidadconsiste en una libertad relativa de la imagina-ción para aplicar las categorías y los conceptosdel entendimiento a la intuición sensible. Así, laimaginación productora procede a seleccionarlas reglas generales, de carácter universal y apriori, que se encuentran en el entendimiento, yde esa forma subsume las intuiciones sensiblesbajo los conceptos y categorías del entendimien-to, explicando así cómo concibe el proceso deconocimiento.

En la Crítica de la facultad de juzgar, en lasección sobre la "Deducción de los juicios esté-ticos puros", y particularmente en el parágrafo§49, en el cual expone en torno a las facultadesdel ánimo que constituyen al genio, Kant planteauna relación muy esclarecedora de la imagina-ci6n productora con la que denomina facultadde ideas estéticas, lo cual nos permite entendermás prolijamente en qué consiste la dimensióncreadora y libre de la imaginación productora ensu dimensión estética y simbólica.

Así, lo que pareciera constituir la novedaddel aporte kantiano respecto del tema de la ima-ginación, es que le otorga a la imaginación pro-ductora una función gnoseológica en la creaciónestética que enlaza tanto con la razón -ya quelas representaciones imaginarias aparecen conla consistencia propia de las ideas racionales-,como con la sensibilidad y el entendimiento -entanto refieren al mundo de la experiencia (comoacervo acumulado previamente por el genio crea-dor) pero lo superan, y, a la vez, descansan sobre

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un concepto o categoría que no le son plenamenteadecuados-, pero, y he aquí lo más notable, conindependencia de las tres facultades (razón,entendimiento y sensibilidad) y, por lo tanto, conuna particular capacidad para la conformaciónde un ámbito propio de objetos imaginarios cuyacristalización, por excelencia, se produce en lacreación artística, la poesía en particular. Con locual, la imaginación tiende a rebasar el tratamien-to sistemático y específicamente gnoseológico,para ser considerada por Kant en la esfera globaldel psiquismo, como facultad autónoma, quetiende a liberarse del encadenamiento epistémicopara conformarse como facultad privilegiada enla esfera estética.

De este modo la imaginación experimentaen Kant una reformulación sistemática de sin-gular importancia, que se concreta tanto en elámbito gnoseológico como estético. En este últi-mo, Kant anuncia embrionariamente los futurosdesarrollos que experimentará la imaginación enel romanticismo filosófico, con una orientaciónya no gnoseológica, sino de tipo ontológico. Sinembargo, como ya señalé, esa libertad y esponta-neidad otorgada a la imaginación en la creaciónestética, se produce en tensión con su "mecánicade las facultades", y su intento por entenderla deesa manera en la esfera estética no dejará de darleproblemas precisamente allí donde ha desplegadosu mayor tarea sistemática, es decir, en la propiamecánica de las facultades. Y esto en razón deque se ve obligado a recurrir a categorías detipo estéticas y no de carácter gnoseológicas,como las de genio y espíritu, para posibilitar lacomprensión de la dimensión relativamente crea-tiva y espontánea de la imaginación. Esto por símismo no es un problema. Pero sí lo constituyeen el contexto de la obra kantiana, ya que entérminos eminentemente gnoseológicos no logrademostrar articuladamente el desempeño creadory espontáneo de la imaginación y debe recurrir,para ello, al campo estético; lo cual pareciera unainsuficiencia del mismo sistema gnoseológico, unlímite insuperable de su mecánica de facultadesque mengua la capacidad explicativa de su gno-seologismo con respecto a la imaginación.

La imaginación, en consecuencia, entendidaúnicamente como facultad inscrita en un engra-naje de facultades y estructuras epistémicas,

queda inhibida y refrenada' y únicamente en ladimensión estética es donde Kant le reconoce unpotencial creador significativo pero siempre con-dicionada por la experiencia sensible: "aunque laimaginación sea una tan grande artista, e inclusomaga, no es creadora, sino que tiene que sacarde los sentidos la materia para sus produccio-nes." (Kant, 1991, 72). No obstante, poniendo enperspectiva su aporte frente a lo que hemos vistoen los autores ya estudiados, con Kant la imagi-nación ha alcanzado un estatuto distinto, tanto enel plano gnoseológico como estético. Esta nuevacondición otorgada a la imaginación, posibilitaráel desarrollo de nuevas corrientes para las quela imaginación tenderá a liberarse de una estre-cha consideración en el marco de un canon defacultades gnoseológicas, y relacionarla, en con-secuencia, de manera más dúctil y efectiva con loestético, lo ontológico y lo histórico-social.

***En mi propuesta se busca entender la psyche?

esencialmente articulada por la imaginación ypor lo histórico-social (Castoriadis, 1989, 178),con consecuencias significativas en la praxis, enel hacer y el pensar sociales y en el ámbito delo cotidiano. Una buena parte del pensamientoheredado ha escindido lo psíquico y lo socialhistórico, imposibilitando una visión dinámica deambos, como momentos fundantes, cooriginariosy dialéctico-recursivos, tanto lógica como onto-lógicamente.

Plantear, por lo tanto, una ontología de laimaginación significa entender que entre el sujetoimaginante y la realidad histórico social y fácticase genera una tensión dinámica, una temporalidaden la que ese sujeto instituye un conjunto indeter-minado de significaciones sociales que incidenpraxiológicamente y determinan relativamentesu mundo social y a la vez, por un efecto dialé-ctico-recursivo, este mundo social condiciona laproducción de nuevas significaciones sociales.

Tal conjunto de significaciones sociales inde-terminado constituyen lo que el filósofo anarquistacontemporáneo, Cornelius Castoriadis, ha deno-minado imaginario social. Se trata de un conjuntoindeterminado que Castoriadis representa conla metáfora del magma, es decir, constituye una

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totalidad significativa que, al igual que el idioma,está plenamente articulado por determinacionesconceptuales pero que por su vastedad y efectua-lización es imposible reducido a una clasificaciónconjuntista de perfiles definitivos y que, por lotanto, escapa a una ontología determinista.

Ahora bien, el imaginario social adquiereconcreción en el discurso y en el texto, lo cualdebe entenderse en su sentido amplio y omni-comprensivo, es decir, como totalidad culturaly significativa y no únicamente reducido a textoescrito o verbal. De tal modo, toda producciónhistórico social constituye discursividad y tex-tualidad, es decir, instituye una totalidad signi-ficativa dinámica y variable en el espacio socialy en el tiempo histórico y cotidiano, susceptiblede ser interpretada y con ello elaborar narrativasdiversas sobre el acaecer humano.

Este es un proceso eminentemente praxioló-gico que tiene distintas dimensiones. La produc-ción significativa y la labor hermenéutica que leva aparejada es un evento legítimo de la praxis delos diversos sujetos sociales. Así, cuando Marx enla XI tesis sobre Feuerbach postulaba que "Losfilósofos se han limitado a interpretar el mundo dedistintos modos; de lo que se trata es de transfor-mado", soslaya, concediendo un aforismo efectis-ta de tipo positivista, la comprensión dialéctica dela praxis como un momento complejo en el que searticulan recursivamente la producción teorética,la hermenéutica y la transformación efectiva de lohistórico social y lo fáctico. Posiblemente una for-mulación más dialéctica tendría que decir: "Losfilósofos se han limitado a interpretar el mundode distintas maneras, lo cual es una fase de lapraxis que deberá dar lugar, consecuentemente, alos diversos procesos de su transformación real, yesto, a su vez, incidirá en los sucesivos procesosde interpretación del mundo".

De este modo, la producción textual, restrin-gida a su dimensión de texto escrito, ya sea litera-rio o teorético, puede entenderse como formandoun cuasimundo -un pseudomundo que podemosdenominar con propiedad semiótico o significa-tivo- el cual, aunque no tiene la misma densidadontológica que la objetualidad fáctica, es, sinembargo, igualmente el resultado de la praxis his-tórico social. Los textos no son entidades idealesque floten en un mundo de esencias platónico. Son

productos humanos fruto de la poiesis de sujetossituados histórica y socialmente que registran,en forma de textos, narrativas de diversa índole.Tales narrativas tienden instituir un pseudomundotextual que, por sus características de objetuali-dad significativa, constituye a la vez un ámbitoo visaje pseudoconcreto de lo real, es decir purafenomenalidad exterior y aparente -en tanto textoreducido a conjunto de signáculos frutos de unaconvención social- y, lo que es más importante,como dispositivo poiético praxible, susceptible dereingresar a la esfera de la praxis histórico social-resemantizando su momento pseudoconcreto-como un componente narrativo de esa praxis,con potenciales consecuencias significativas en latransformación de lo real social y fáctico.

Los textos mientras no reingresen en laesfera praxiológica, se encuentran en estado desuspensión virtual en el pseudomundo del texto.Una novela, una utopía o un programa de trans-formación política, existen en ese pseudomundo yno tienden a adquirir algún grado de concreción,sino hasta que un actor social lo asume comocomponente de su praxis histórico social. Así lostextos pueden efectualizar distintos grados dedensidad ontológica, toda vez que se articulen auna praxis transformadora, en condición de relatoo narrativa praxible. De lo cual se deriva que lostextos tendrán distintos niveles de concrecióno de densidad ontológica. Un relato fantásticoexperimentará niveles evanescentes de densidado concreción ontológica ya que su praxibilidad esmuy sutil: un texto como Alicia en el país de lasmaravillas efectualiza su concreción en el ámbitodel ensueño, del juego, en la recreación de mun-dos fantásticos, dotando de encanto y humor a lacotidianidad -ya que su praxibilidad así lo permi-te- y, a la vez, retroalimentando semánticamentea otros textos. Una utopía podría alcanzar unmayor nivel de densidad o concreción, puesto queamplios actores sociales podrían asumida con uncomponente efectivo de su praxis social -y elloporque una utopía puede permitir un mayor nivelde praxibilidad, toda vez que apela a la realidadhistórico social y no a la fantasía-o

La reinserción de los textos en la esfera dela praxis es, a la vez, producto de una praxisconcreta con los textos, la cual consiste en su des-virtualización, en la resemantización de su mero

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fenomenismo, y, por lo tanto, en la coproduccióncrítica poiética a cargo de un actor social efectivoy su conversión en dispositivo de discurso sus-ceptible de producir densidad ontológica efectua-lizando la praxis histórico social.

Las ciudades imaginarias tienen una condi-ción de existencia peculiar. Por un lado existenvirtualmente en los textos en tanto constituyennarrativas de mundos posibles o imposibles. Porel otro, en tanto textos, existen realmente comodiscurso. Maquiavelo, en El Príncipe, menos-preciaba aquellas "repúblicas y principados quenunca se han visto ni se ha sabido que existieranrealmente", sin embargo, se le puede argüir quetales ciudades se han visto y se ha sabido desu existencia, con mayor o menor precisión, enuna esfera de lo real y tal esfera la constituye eldiscurso o bien, el pseudomundo del texto. Sobrela realidad del discurso no pareciera existir obje-ción válida, ya que todo discurso dispone de unsoporte real: el texto; y este a su vez -entendidoen términos amplios como producción cultural-,tiene concreción objetual en libros, textos elec-trónicos, pantallas cinematográficas, televisivas,computacionales, pinturas, esculturas, partituras,coreografías, escenografías, conjuntos urbanos,etc.'. El discurso presenta una dimensión lin-güística objetiva, compuesta por signos, palabrasy oraciones, y una dimensión semántica que lorelaciona hermenéuticamente con el sujeto, conla comunidad y el mundo objetivo. A la vez, elhecho de que en torno al discurso y al texto segenere tejido social coadyuva a comprender susimplicaciones ontológicas".

Desde un realismo ingenuo, o fetichismo derealidad, suele argumentarse en contra de la exis-tencia de tales ciudades o narraciones, objetandoque si bien pueden leerse en un texto como Aliciaen el país de las maravillas o en Utopía -y hastase les puede ver representadas en una obra teatralo en una película-, no hay un País de las mara-villas o una Isla de Utopía realmente existentes,con lo cual se omite, o bien se menosprecia suexistencia virtual o representativa, en tanto texto.Un argumento de esa naturaleza ignora la esferaen la que a las ciudades imaginarias les es propiala existencia, el discurso; y más aún, niega la rea-lidad de tales entidades discursivas exigiéndolesuna condición ontológica que no tienen por qué

cumplir para tener existencia. Me refiero a que alas ciudades imaginarias se les pide que existancomo existe la ciudad de San José, o al menos,como existió la ciudad de Troya -y en verdad setrata de objetos disímiles: los primeros, objetosdiscursivos, los segundos, objetos urbanos-o Esaexigencia, como decía, considera que las imagó-polis tienen que existir como ciudades reales ehistóricas, habitables, ubicadas concretamente enel tiempo y el espacio, y no repara en que paraque tengan su propia condición de existencia lesbasta con existir como discursos, como texto.Esta es la naturaleza ontológica legítima de lasciudades imaginarias. Al respecto, resulta ilus-trativa la postura de Platón, cuando, refiriéndosea la "construcción" de su República, le respondeGlaucón: "-Comprendo: hablas del Estado (ociudad) cuya fundación acabamos de describir, yque se halla sólo en las palabras, ya que no creoque exista en ningún lugar de la tierra.", (Platón,1998, 592a, las cursivas son mías); anteriormente,en el libro V, había dicho: "-¿Y no diremos quetambién nosotros hemos producido en pala-bras un paradigma del buen Estado (o ciudad)?-Ciertamente. -Pues entonces, ¿piensas quenuestras palabras sobre esto no están bien dichas,si no podemos demostrar que es posible fundarun Estado tal como el que decimos? -Claro queno." (472e, las cursivas son mías). Aunque laproblemática filosófica que está detrás de esteplanteamiento es más compleja, quiero destacarque Platón legitima la autonomía de la esferadiscursiva, argumentando a favor de la validez deconstruir con palabras una ciudad, fundamen-tando su naturaleza imaginaria y discursiva, sinsentirse obligado a plantear su existencia comoconstructo fáctico, urbano y político.

Al respecto, conviene recordar que Ricoeurhabla del cuasimundo del texto para referirse aesa esfera de realidad en que existen los textosen su relación con el mundo fáctico. Consideroque Ricoeur habla del cuasimundo del texto paraindicar que los. textos existen en un ámbito virtualo representativo, al cual, lejos de negarle su exis-tencia, dota de un adecuado estatuto ontológicofrente al mundo fáctico". A propósito, es opor-tuno mencionar que al plantear la idea de textoampliado, como toda obra cultural significativa,no pretendo adscribir a una posición en la que todo

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se reduzca a texto. Por el contrario, considero queel mundo fáctico se traduce en texto por efecto dela praxis histórico social de la humanidad, pero elmundo presenta una [actualidad excedente que noes texto, o bien que lo es sólo en potencia, para usarla categoría aristotélica. Sin embargo, es funda-mental entender, a la vez, que toda realidad fácticasusceptible de ser conocida tendrá que adquirir, enuno u otro sentido, la condición de texto, es decir-y atendiendo al principio trascendental kantia-no- el objeto emerge de la pura facticidad y lohace únicamente en la medida en que se configuratextualmente, como objeto significativo, capaz deser conocido por la psyche humana. Ricoeur, sinembargo, se refiere al texto literario y plantea suexistencia en un cuasimundo, con lo que buscadistinguirlo del mundo fáctico y, a la vez, otorgarlela condición ontológica que le es propia: se trata deun cuasimundo ya que no nos encontramos con lostextos como sucede con los objetos que fluyen enla esfera primaria de lo real: los textos se producensocial e históricamente y se desempeñan sernióti-camente en ese cuasi mundo, que también es deno-minado intertextualidad; e inciden semánticamenteen distintos niveles de lo real, ya sea propiamenteen ese cuasimundo textual, o en las esferas concre-tas de la praxis histórico social.

Notas1. Al respecto dice Szilasi, refiriéndose críticamente

al lugar que le ha asignado Kant a la imaginación:"Pero en esta asignación de papeles, la imagina-ción se convierte en órgano auxiliar del entendi-miento; coopera desde fuera, más bien que en elmismo plano." (Szilasi, 1969, 82)

2. Al respecto Cornelius Castoriadis dice: "la psiquees ella misma emergencia de representacionesacompañadas de un afecto e insertas en un proce-so intencional." (Castoriadis, 1989, 191).

3. Es bien conocida la vastedad de soportes mate-riales y dinámicos que ofrecen las artes especial-mente a partir de la revolución que producen lasvanguardias y posvanguardias durante el siglo

veinte cuando se ven significativamente supera-das y resemantizadas las Bellas Artes del canonclásico y renacentista. Con la noción de textoampliado me refiero a toda producción culturalsignificativa, lo cual incluye desde el texto escritohasta las herramientas y edificaciones, pasando,obviamente por todo tipo de producción artística.Se le puede entender, de igual forma, como todomaterial significativo capaz de ser percibidosensorial mente (visual, auditivo, olfativo, táctil,gustativo) y sintetizado noéticamente. Tambiénuso el término en su forma habitual, restringido atexto escrito.

4. Ese tejido social presenta diversas dimensiones.En una de ellas es posible ver cómo en torno a dis-cursos y textos se realizan debates, conferenciasy discusiones públicas. Ese tipo de socialidad seproduce a partir de significaciones primordialesdel imaginario social y nos permite reparar en laimportancia de tales significaciones, tengan o noun referente en la realidad fáctica. Por ejemplo,en torno a la significación "Dios" se realizan con-gresos y conferencias y se publican una enormecantidad de libros. Si de algo no cabe duda es dela existencia de "Dios" en su condición de texto.

S. Conviene destacar que cuando Ricoeur habla delpseudomundo del texto no solo se refiere a unadimensión ontológica en la que existen los textosvirtualmente, también plantea que cada textotiene su propio pseudomundo.

Bibliografía

Castoriadis, Cornelius. (1989) La institución imagina-ria de la sociedad (Tomo Ir, trad. Marco AurelioGalmarini). Barcelona: Tusquets.

Kant, Immanuel. (1991) Antropología. En sentidopragmático (trad. José Gaos). Madrid: Alianza.

Platón. (1981) La república (trad. José Manuel Pabóny Manuel Fernández Galiano, versión bilin-güe en tres tomos). Madrid: Centro de EstudiosConstitucionales.

Platón. (1998) La república (Trad. Conrado EggersLan). Madrid: Gredos.

Szilasi, Wilhelm. (1969) Fantasía y conocimiento (Trad.Edgardo Albizu). Buenos Aires: Amorrortu.

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