representaciones con operatividad política carlos pescader

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Revista de la Facultad 12, 2006 163 El término ´intervención´ es polisémico pues puede designar prácticas diversas. Se habla de intervención esté- tica, política o pedagógica, por ejemplo. Pero en casi todos los casos, el término referencia la disposición a ope- rar de una cierta manera sobre algo o sobre alguien, espe- rando que la recepción de esa operación estimule deter- minadas conductas. Así, la intervención se ubica en el terreno de la praxis. En este sentido pienso la intervención historiográfi- ca como el uso público que puede dársele al conocimien- to histórico. Más concretamente, al conocimiento históri- co del pasado reciente de la Argentina. Desde esta perspectiva me interesa indagar la potencialidad de esa intervención para articular “imágenes” del pasado con operatividad política. En este trabajo propongo algunas notaciones mar- ginales respecto al impacto del discurso histórico sobre la dictadura en algunas modalidades específicas de inter- vención en el espacio público. Un ámbito a considerar es el sistema educativo. Me Interesa en este caso la poten- cialidad del discurso historiográfico contenido en los libros de texto para contribuir a la construcción de una conciencia ciudadana. Otro ámbito a considerar es el de la relación de la historia con las memorias colectivas y la potencialidad del discurso historiográfico en relación a la constitución de las identidades políticas. representación histórica - pasado reciente - operatividad política Este artículo es una reescritura de la ponencia “La intervención historiográfica en el espacio público. Notaciones marginales” presentada en el IV Encuentro Patagónico de Cs. Sociales que se realizó en la ciudad de Esquel, Chubut, entre el 10 y el 12 de noviembre de 2005. Los comen- tarios y observaciones realizados en esa oportunidad permitieron repensar algunos aspectos del trabajo. * Docente de la Facultad de Derecho y Cs. Sociales, e investi- gador del CEIFICSOH de la Facultad de Humanidades UNComahue. Miembro del pro- yecto CONICET PIP 5957 Revista de la Facultad 12, 2006 163-183 Representaciones con operatividad política La intervención pública de la historiografía Carlos Pescader * [email protected]

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Page 1: Representaciones con operatividad política Carlos Pescader

Revista de la Facultad 12, 2006 163

El término ́ intervención´ es polisémico pues puededesignar prácticas diversas. Se habla de intervención esté-tica, política o pedagógica, por ejemplo. Pero en casitodos los casos, el término referencia la disposición a ope-rar de una cierta manera sobre algo o sobre alguien, espe-rando que la recepción de esa operación estimule deter-minadas conductas. Así, la intervención se ubica en elterreno de la praxis.

En este sentido pienso la intervención historiográfi-ca como el uso público que puede dársele al conocimien-to histórico. Más concretamente, al conocimiento históri-co del pasado reciente de la Argentina. Desde estaperspectiva me interesa indagar la potencialidad de esaintervención para articular “imágenes” del pasado conoperatividad política.

En este trabajo propongo algunas notaciones mar-ginales respecto al impacto del discurso histórico sobre ladictadura en algunas modalidades específicas de inter-vención en el espacio público. Un ámbito a considerar esel sistema educativo. Me Interesa en este caso la poten-cialidad del discurso historiográfico contenido en loslibros de texto para contribuir a la construcción de unaconciencia ciudadana. Otro ámbito a considerar es el dela relación de la historia con las memorias colectivas y lapotencialidad del discurso historiográfico en relación a laconstitución de las identidades políticas.

representación histórica - pasado

reciente - operatividad política

Este artículo es una reescriturade la ponencia “La intervenciónhistoriográfica en el espaciopúblico. Notaciones marginales”presentada en el IV EncuentroPatagónico de Cs. Sociales quese realizó en la ciudad de Esquel,Chubut, entre el 10 y el 12 denoviembre de 2005. Los comen-tarios y observaciones realizadosen esa oportunidad permitieronrepensar algunos aspectos deltrabajo.* Docente de la Facultad deDerecho y Cs. Sociales, e investi-gador del CEIFICSOH de laFacultad de HumanidadesUNComahue. Miembro del pro-yecto CONICET PIP 5957

Revista de la Facultad 12, 2006 163-183

Representaciones con operatividad política

La intervención pública de la historiografía

Carlos Pescader *[email protected]

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Carlos Pescader

Representations with political effectiveness. The public intervention of historiography

The term ´intervention´ is polysemous as it can designdiverse practices, for example aesthetic intervention,political intervention or pedagogical intervention. In allcases, however, the term refers to the tendency to oper-ate in a particular way on something or somebody, in thehope that the reception of this operation may stimulatecertain behaviour. Thus, intervention is placed in thedomain of praxis. In this sense, historiographic intervention can be thoughtof as the public use that the knowledge of history can beput to, more precisely, the knowledge of the history ofthe recent past in Argentina. From this perspective, myinterest is to explore the potential of this intervention torelate "images" of the past to political effectiveness. In this article I analyze the impact of historical discourseon the military dictatorship in some specific ways of inter-vention in public spaces. A field to consider is the educa-tional system. My focus of interest is the potential of his-toriographic discourse in textbooks in order to contributeto the construction of citizenship conscience. Anotherfield to consider is that of the relationships between his-tory and collective memory and the potential of historio-graphic discourse in the constitution of public identities.

historical representation - recent

past - political effectiveness

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Introducción

El término intervención es polisémico. Remitea experiencias diversas: se escucha hablar de inter-venciones en estética, en política o en pedagogía,por citar algunos casos. A pesar de esa diversidad, esclaro que el término hace referencia a la disposiciónque se tiene para operar de cierta manera –o concierta intencionalidad- sobre algo o sobre alguien.Por otra parte, quien interviene lo hace esperandoque la recepción de esa operación estimule determi-nadas reflexiones y conductas. De algún modo, todaintervención se ubica en el terreno de la praxis y porlo mismo excede la dimensión específica de sucampo. Así, una intervención estética puede preten-der movilizar la sensibilidad del público más allá dela percepción de “lo bello” e inducir, por ejemplo,reflexiones éticas o políticas. Por tal motivo, piensoa la historiografía –es decir, la historia en tanto rela-to- como una forma de intervención en el espaciopúblico. Es decir, estoy pensando en el uso públicoque puede dársele al conocimiento histórico. En par-ticular, el uso público del conocimiento histórico delpasado reciente argentino.

En este sentido me interesa indagar la poten-cialidad que puede tener ese tipo de intervenciónpara articular “imágenes” o “representaciones” delpasado con operatividad política. En el trabajo pro-pongo algunas notaciones marginales para pensar elimpacto del discurso histórico referido a la últimadictadura militar. Me acerco al tema a partir de dosmodalidades específicas de intervención historiográ-fica: los ensayos históricos y los libros de texto esco-lares de nivel medio.

La operación historiográfica comoherramienta de intervención pública

¿Para qué la historia? Este interrogante se haconvertido en tópico del saber histórico, desdeHerodoto y Tucídides en adelante. En distintas épo-cas ha rehabilitado encendidas polémicas. En parte,porque interpela respecto a la legitimidad de la his-toria como campo cognitivo pero, sobre todo, por-

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que remite a la cuestión de la utilidad y eficacia delconocimiento histórico. Advierte sobre la dimensiónpragmática de la historiografía, un aspecto nada tri-vial por cierto.

Las respuestas ensayadas han sido múltiples.En el orden social, los relatos históricos han sido uti-lizados para demandar la solución de urgencias pre-sentes, para inventar una identidad colectiva, paradirimir cuestiones relacionadas con el poder, paralegitimar a los vencedores, o para cuestionar elorden vigente. Así, es posible encontrar una impor-tante tradición que sitúa el sentido de la investiga-ción histórica en su capacidad para convertirse enguía para la acción. Inversamente, otra importantetradición, cuestionando ese aserto, ha intentadodesprender el conocimiento del pasado de cualquiertipo de acción sobre la realidad social. Durante elsiglo XX, el tópico de la utilidad y la eficacia de lahistoriografía ha ocupado un lugar de importanciaen la obras de historiadores de distintas latitudes.1Hasta podría decirse que delimitó un campo dedebates entre academicistas (o intelectualistas) quese apoyaban en la neutralidad ideológica y valorati-va y antiacademicistas.

La cuestión volvió a adquirir centralidad con laaparición de la historiografía del pasado reciente.2 Eneste campo se tematizan acontecimientos muy cer-canos en el tiempo, que, por sus características, handejado una huella desgarradora en las sociedades.3En estos casos la cercanía temporal respecto delacontecimiento estudiado aporta una doble singula-ridad. Por un lado la contemporaneidad del aconte-cimiento hace que se crucen los contenidos de lainvestigación con los contenidos de las memorias detestigos y sobrevivientes del acontecimiento. En estasituación se tratará de ver si el investigador puedetrabajar distinguiendo el lugar difuso en el que seencuentra, entre historiador y memorialista. Por otrolado se trata de acontecimientos que abrieron proce-sos aún inconclusos, de modo tal que las conclusio-nes de las investigaciones pueden incidir en los acon-tecimientos venideros. En este caso se reaviva elinterrogante sobre la capacidad de la historiografíapara influir en la conciencia de los ciudadanos.4

Estos aspectos han sido advertidos y debatidos

1 Boch, Marc (1972): Inrtroduccióna la historia. México, FCE; Carr,E.H. (1969): ¿Qué es la historia?Barcelona, Seix Barral; Fevbre,Lucien (1970): Combates por lahistoria. Barcelona, Ariel;Chesnaux, Jean (1977):¿Hacemos tabla rasa del paso.México, Siglo XXI; White, Hayden(1992): El contenido de la forma.Narrativa, discurso y representa-ción histórica. Bs.As., Piadós;Hobsbawum, Eric (1998): Sobrela Historia. Barcelona, Crítica.

2 Retomo ideas de un trabajoanterior. Cfr. Pescader, Carlos(2003): “Cuando el pasadoreciente se hace Historia”. En:Revista de la Facultad. [Facultadde Derecho y Cs. Sociales,U.N.Comahue] Año 8, Nº 9, Gral.Roca, pp. 115 a 129.

3 El fenómeno concentraciona-rio, las guerras civiles, la violen-cia política, el terrorismo deEstado, las prácticas de extermi-nio y desaparición.

4 Cfr. Ricoeur, Paul (2004): LaMemoria, la Historia, el Olvido.Bs.As., F.C.E, pp. 438 y ss.

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públicamente en Argentina, en los medios de comu-nicación y en eventos académicos, a propósito delanálisis histórico de la última dictadura. Desde lasegunda mitad de los ’90 pudieron leerse debates yopiniones sobre estos temas, en distintos periódicosnacionales. Desde esas columnas se cuestionarondistintos aspectos: la oportunidad de escribir sobrelos ’70; la posibilidad de hacerlo históricamente –porel tiempo transcurrido y por la accesibilidad a lasfuentes escritas-; los límites que imponen a la repre-sentación fenómenos como el exterminio sistemáti-co de personas; la tensión entre la objetividad cien-tífica y la ideología.5

Pese a los cuestionamientos, en las últimas dosdécadas se ha editado en nuestro país una intere-sante literatura sobre el pasado dictatorial. Si en estepunto hacemos una evaluación retrospectiva, rápi-damente advertiríamos que el inicio de este procesode análisis ha sido contemporáneo al inicio de latransición democrática. Sin embargo, fue reciéndesde mediados de los ’90 cuando esa tendencia seprofundizó. En un primer momento dominaron lostrabajos de carácter testimonial, pero rápidamentese multiplicaron las producciones concebidas con loscriterios académicos.

La renovación historiográfica se produjo enparalelo a una importante renovación en la esferaeducativa. Las reflexiones y debates ocurridos en esteámbito promovieron la inclusión de nuevos conteni-dos así como la renovación de los textos escolares,que difundieron determinadas imágenes del pasadodictatorial. Los ensayos, las investigaciones historio-gráficas y los textos escolares incrementaron el cau-dal de conocimientos sobre ese pasado. Pero ade-más, esas obras contribuyeron al esclarecimiento deciertos acontecimientos y a la formación de opiniónpor el sentido político de algunas de sus explicacio-nes y conclusiones. Sobre todo las referidas a esta-blecer responsabilidades por la violencia política y aexplicar el consenso social que recibió la dictadura.

Notas sobre los ensayos historiográficos

Como se dijo, desde que se inició la transición

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5 Cfr. Clarín, Domingo 8 de juniode 1997. Página/12, Martes 17de Junio de 1997; Clarín,Domingo 16 de abril de 2000,Suplemento Zona. La Nación, 19al 24 de Marzo de 2001, entreotros.

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democrática en 1983, el pasado dictatorial ha sidotematizado en distintos textos, tendencia que seconsolidó principalmente desde 1994/6. En varios delos ensayos producidos desde entonces, la voluntadde intervención pública aparece como propósitoexplícito por parte de autores o compiladores, en elsentido de contribuir a generar memoria. En algunoscasos, esta propensión va acompañada de la necesi-dad de apelar a recuerdos propios o a vivencias per-sonales para cubrir “vacíos documentales”, o parajustificar posiciones. La situación no deja de sor-prender habida cuenta de que los textos se han edi-tado precisamente cuando las críticas y prevencio-nes respecto a la reconstrucción del pasado recientetomaban estado público. Más llamativo resulta aúnel hecho de que alguno de los autores de esos tex-tos han participado en los debates a los que aludía-mos antes. Tales los casos de María Sáez Quesada,Luis Alberto Romero o Tulio Halperin Donghi, porejemplo.

Las razones argumentadas para justificar laintervención en el espacio público han sido variadas:porque la memoria de todo lo vivido merece serexpuesta, recordada, reelaborada, para no repetir lahistoria y para que el futuro sea mejor (SáezQuesada, 1993 :210); para dejar un testimonio,quizá académicamente redundante pero cívicamen-te necesario, pues sólo la conciencia del pasado per-mite construir el futuro (Romero, 1994: 12); o por-que abolir la memoria no es otra cosa que negar lahistoria y la victoria del olvido es la negación delfuturo (Quiroga y Tcach; 1996: 7). En otros casos, laintención implícita de los autores ha sido ubicarsedecididamente en contra de visiones simplistas,como la acuñada por la “teoría de los dos demo-nios” (Novaro y Palermo; 2003: 12). En definitiva,con diferentes enfoques y perspectivas analíticas enestas obras encontramos un propósito: intervenir enel espacio público para generar memoria sobre ladictadura. Una proyección política: evitar la nega-ción del futuro, pensar un futuro mejor.

La capacidad operativa que en materia políticainsinúa el discurso histórico, puede indagarse dedistintas maneras. Propongo reflexionar sobre tresaspectos.

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Primer aspecto. La utilización de ciertos conceptos:“Genocidio”

La última dictadura militar ha sido caracteriza-da de distintas maneras: “guerra sucia”, “lucha anti-subversiva”, “terrorismo de estado”. Ninguno deestos términos es neutro. Su utilización implica unrecorte del pasado, conlleva un posicionamiento res-pecto de lo ocurrido y, obviamente, una valoración.Proponer, por ejemplo, la idea de una “guerra sucia”remite a un enfrentamiento armado entre conten-dientes con posibilidades más o menos similares res-pecto a la utilización de la violencia. El calificativo de“sucia” pone a esa contienda en un lugar específico,caracterizada por la aplicación de metodologías ytácticas “no convencionales”. Argumentos de estetipo han sido utilizados para justificar “abusos” o“excesos” cometidos por las FF.AA. y de seguridadargentinas entre 1976 y 1983.

En Breve Historia Contemporánea de laArgentina, texto publicado por primera vez en 1994,Luis Alberto Romero subtituló el primer apartado delcapítulo VII: “El Proceso, 1976 – 1983”, con el tér-mino “Genocidio”.6 En ese apartado, el autorcomenta los objetivos de la dictadura y analiza lasacciones desarrolladas desde el aparato estatal.Dice: “El carácter de la solución proyectada podíaadivinarse en las metáforas empleadas –enferme-dad, tumor, extirpación, cirugía mayor-, resumidasen una más clara y contundente: cortar con la espa-da el nudo gordiano” (Romero; 1994: 283).Respecto a las características de ese “corte” señalaque se trató de “una acción terrorista, dividida encuatro momentos principales: el secuestro, la tortu-ra, la detención y la ejecución” (Romero; 1994:284/5). Romero describe cada momento, enumeracentros de detención clandestina y plantea cómo secamuflaban las ejecuciones clandestinas. En unpasaje del texto se lee: “Las desapariciones se pro-dujeron masivamente entre 1976 y 1979, el trieniosombrío, y luego se redujeron a una expresión míni-ma. Fue un verdadero genocidio” (Romero; 1994:287). Y luego advierte que, en gran medida, el obje-tivo eran los vivos, la sociedad en su conjunto que

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6 Cfr. Romero, L. A. (1994):Breve historia contemporáneade la Argentina. Bs.As. FCE, pp.283 a 289.

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debía ser controlada y dominada por el terror, antesde emprender su transformación profunda.

El planteo de Luis A. Romero induce a ubicaren una situación análoga lo ocurrido durante la últi-ma dictadura argentina con otras prácticas de exter-minio, particularmente, las prácticas del nazismo.Por el carácter paradigmático que ha adquirido entanto experiencia colectiva traumática, el pasadonazi ha penetrado en la conciencia histórica occi-dental, convirtiéndose en punto de referencia obli-gada para pensar fenómenos del siglo XX ocurridosen distintas latitudes. 7

La asociación Dictadura–“Genocidio” generóimportantes repercusiones unos años después, en el“II Encuentro Internacional sobre la Construcción dela Memoria Colectiva” realizado en La Plata entre el3 y el 5 de agosto de 2001. Algunos de los concep-tos y explicaciones que allí se elaboraron abrieron elcamino de una producción intelectual destinada aabordar un tema central: ¿cómo fue posible elhorror?, ¿cómo distribuir las responsabilidades?.

En ese encuentro, la socióloga argentina SilviaSigal cuestionó la aplicación del término “genoci-dio” para caracterizar lo ocurrido durante la dicta-dura, valiéndose de la definición propuesta porNaciones Unidas en 1948.8 Se inclinó por “repre-sión” o “crímenes de lesa humanidad”. En su opi-nión, “genocidio” magnifica lo sucedido enArgentina, es un término inadecuado desde el puntode vista jurídico y, además, provoca un determinadorecorte de la realidad, una forma determinada deentenderla y también de recordarla. Sigal concluyesu ponencia afirmando que el uso de la categoríagenocidio para el caso argentino tiene al menos dosconsecuencias. En primer lugar hablar de “genocidiopolítico despolitiza el exterminio”. “Los 30.000muertos y desaparecidos quedan disueltos en unamasa homogénea y anónima sin distinción”. “Sehace desaparecer las identidades y proyectos políti-cos de los desaparecidos”. Y en segundo lugar “lacalificación de genocidio no permite engendrar nin-guna memoria específica”.9

La ponencia de Sigal generó un fuerte debatedesde el público, parte del cual reprobó algunos delos conceptos. Obviamente lo debatido en esa oca-

7 Al respecto puede verse:Traverso, Enzo (2001): “Lamemoria de Auschwitz y delcomunismo. El ‘uso público’ dela historia”. En: Revista Puentes,Año 2, nª 5, Octubre 2001, LaPlata, pp. 8 a 16. Groppo, Bruno(2002): “En busca de marcas ycertezas”. En Revista Puentes,Año 2, n° 8, noviembre de 2002,La Plata, pp. 48 a 60.Hobsbawm, Eric (1998): “La bar-barie: guía del usuario”. En:Sobre la Historia. Barcelona,Crítica, pp. 253 a 266.

8 “...se entiende por genocidiocualquiera de los actos mencio-nados a continuación, perpetra-dos con la intención de destruir,total o parcialmente, a un gruponacional, étnico, racial o religio-so como tal: a) Matanza demiembros del grupo; b) Lesióngrave a la integridad física omental de los miembros delgrupo; c) Sometimiento inten-cional del grupo a condicionesde existencia que hayan de aca-rrear su destrucción física, totalo parcial; d) Medidas destinadasa impedir los nacimientos en elseno del grupo; e) Traslado porla fuerza de niños del grupo aotro grupo”. Art. 2 de laConvención para la Prevención yla Sanción del Delito deGenocidio, aprobada por laAsamblea General de la ONU, el9 de diciembre de 1948. El textode la Convención ha sido incor-porado al texto constitucionalargentino en la reforma de 1994.Un grupo de países se opusierona que en la definición del delitode genocidio se incluyera, a los“grupos políticos” como objetode las acciones propias de estedelito.

9 Las citas han sido extraídas de“La polémica sobre el genoci-dio”. En: Revista Puentes. Año 2,nº 5, octubre 2001, ComisiónPcial por la Memoria, La Plata,pp. 62 – 63.

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sión no clausuró la cuestión de fondo. Desde la pers-pectiva académica, y desde lo político y lo jurídico lacategoría “genocidio” continuará abriendo nuevaspolémicas. Con todo un dato interesante deberátenerse en cuenta para el caso argentino. El términofue expresamente eludido en el dictamen realizadopor el juez Gabriel Cavallo, el 6 de marzo de 2001,cuando pedió la nulidad de las Leyes de Punto Finaly Obediencia Debida.10

En definitiva, aquí no se propone que el deba-te haya sido producto del uso que hizo un historia-dor de un concepto determinado. Se señala y seadvierte sobre la trascendencia pública que puedetener la adopción de ciertos términos por parte deldiscurso histórico. Y, principalmente, el tipo derecorte y de representación del pasado que deslizan.

Segundo aspecto. El alcance de ciertos conceptos:

“Terrorismo de estado”

En los últimos 23 años se desplegaron enArgentina diversas políticas destinadas a construiruna memoria pública de la dictadura.11 Las accionesse desarrollaron desde la sociedad civil12 y desde elEstado.13 Y pese a la desconfianza de los organismosde Derechos Humanos hacia los organismos estata-les, varios emprendimientos se hicieron en conjunto.Uno de ellos fue la construcción del “Parque de laMemoria”, emplazado en la costanera norte de laCapital Federal.

Por demanda de los organismos de DD.HH., endiciembre de 1997 el gobierno de la ciudad deBuenos Aires organizó un concurso de proyectosarquitectónicos destinado organizar un monumentoy un grupo poliescultural. El 21 de julio de 1998mediante una ley se destinó el espacio afectadocomo paseo público, “en homenaje a los detenidos-desaparecidos y asesinados por el terrorismo deEstado durante los años ‘70 e inicios de los ‘80” (Leynº 46/98, Art. 1).14 El monumento deberá contenerlos nombres de los detenidos-desaparecidos y asesi-nados que constan en el “informe producido por laCo.Na.Dep, depurado y actualizado por laSubsecretaría de Derechos Humanos y Sociales del

10 Cavallo analiza la doctrina jurídi-ca y los debates en torno a la teoríadel ‘genocidio’, y decide utilizar elconcepto más genérico de crímenesde lesa humanidad. “La considera-ción de los hechos bajo el conceptode ‘genocidio’ no es determinanteen el caso desde el momento enque está claro que las conductas enexamen son ‘crímenes contra lahumanidad’ y, por lo tanto, ‘críme-nes contra el derecho de gentes’”.Cfr. Sentencia del Juez GabrielCavallo en la Causa Nro. 8686/2000caratulada “Simon, Julio; Del Cerro,Juan Antonio s/sustracción demenores de 10 años”. Puede con-sultarse en la página web de laAsamblea Permanente por losDerechos Humanos de la ciudad deLa Platawww.apdhlaplata.org.ar

11 Según Paola Di Cori ese procesoha estado marcado por cuatrocaracterísticas: la desconfianzahacia el Estado por haber frenadolas investigaciones y el proceso dejusticia; el papel protagónico des-arrollado por los organismos deDD.HH.; el rol preponderante demujeres y jóvenes; y la tendencia aequiparar experiencias históricasdiferentes. Cfr. Di Cori, Paola(2002): “La memoria pública delterrorismo de Estado. Parques,museos y monumentos en BuenosAires”. En: Arfuch, Leonor (comp.):Identidades, sujetos y subjetivida-des. Bs.As., Prometeo Libros, p. 94

12 Enumero alguno de los empren-dimientos: museos, plazas, espa-cios públicos conmemorativos delos años de terror, recuperación deedificios en los que funcionaroncentros clandestinos de detención.Muchos de esos emprendimientoscontaron con el apoyo de las auto-ridades locales: municipales y pro-vinciales.

13 En 1998 la legislatura de la ciu-dad de Bs.As. creó el “Parque de laMemoria” emplazado en la costa-nera norte de la ciudad. En julio de1999 la Cámara de Diputados de laPcia. de Bs.As. creó la ComisiónPcial por la Memoria. A principiosdel 2004 se produjo el traspaso algobierno nacional del predio de laESMA, donde se concretará unespacio de la memoria.

14 Se trata de una ley de laLegislatura de la ciudad de Bs.As.

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Ministerio del Interior de la Nación” (Ley 46/98, Art.2). La misma ley estableció la creación de una“Comisión pro-Monumento” integrada por políticos–legisladores y funcionarios- e integrantes de diezorganismos de DD.HH. que apoyaron la iniciativa(Ley 46/98, Art. 3).15

Interesa señalar aquí uno de los debates quegeneró el proyecto, suscitado dentro de la comisiónpro-monumento, y circunscripto al problema dedeterminar la categoría social “víctimas del terroris-mo de Estado”. Establecer quiénes son las víctimasimplica, al mismo tiempo, establecer los alcances delterrorismo de Estado y sobre todo los límites crono-lógicos de dicho fenómeno. Señalar la condición devíctima demanda tener cierta representación respec-to al pasado político.16 ¿A quién se incluye en lalista? ¿Sólo a los desaparecidos, o también a exilia-dos y a sobrevivientes de los centros clandestinos dedetención? ¿Se incluye sólo a las víctimas del perío-do dictatorial o también a las del período democrá-tico 1973–1976? Estamos nuevamente en presenciade un debate que permanecerá abierto por un tiem-po.

Pues bien. Durante los últimos 23 años en elámbito académico se ha utilizado con frecuencia lacategoría “Terrorismo de Estado” para caracterizar ala última dictadura. Sin embargo estudios recientesasocian ese concepto con actividades terroristas per-petradas con anterioridad, protegidas o financiadasdesde sectores del Estado democrático del período1973 – 1976.

En 2003 se publicó La Dictadura Militar,1976–1983. Del golpe de Estado a la restauracióndemocrática. En el segundo capítulo: “El imperio dela muerte”, los autores caracterizan el terrorismo deEstado. Respecto a lo ocurrido durante el períododemocrático (1973–1976) afirman: “El terrorismo dederecha, protegido y financiado por importantessectores del gobierno peronista, cargó con el mayorpeso de la faena, demostrando ser mucho más efec-tivo que la guerrilla, no sólo en el ejercicio de la vio-lencia, sino también en el terreno político y propa-gandístico” (Novaro y Palermo; 2003 :80). Lasactividades terroristas incluían la publicación de “lis-tas negras” de personas que la “Triple A” amenaza-

15 El Anexo II establece los orga-nismos participantes: AsambleaPermanente por los DerechosHumanos, Madres de Plaza deMayo Línea Fundadora, Abuelasde Plaza de Mayo, Servicio Paz yJusticia, Centro de EstudiosLegales y Sociales, Familiares deDesaparecidos y Detenidos porRazones Políticas, Liga Argentinapor los Derechos del Hombre,Movimiento Ecuménico por losDerechos Humanos, FundaciónMemoria Histórica y SocialArgentina Buena MemoriaCNBA.

16 Cfr. Vecchioli, Virginia (2001):“Políticas de la memoria y for-mas de clasificación social.¿Quiénes son las ‘Víctimas delTerrorismo de Estado’ en laArgentina”. En: Groppo, Bruno yPatricia Flier (comp.): La imposi-bilidad del olvido. La Plata,Ediciones al Margen, p. 85

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ba para que abandonaran el país, hasta la creacióndel primer centro clandestino de detención ubicadoen el III Cuerpo de Ejército, en Córdoba. Las accioneseran ejecutadas por la “Triple A” –conducida porLópez Rega, ministro de Bienestar Social-, por elComando Libertadores de América –formado y con-ducido desde el III Cuerpo de Ejército- de inspiraciónfascista y otras organizaciones paramilitares. Segúnlos autores la impunidad y la eficacia de estas orga-nizaciones se explica por razones sencillas: “reuníaoficiales policiales y militares retirados y en actividad... junto a matones provenientes de sindicatos y dela extrema derecha peronista y nacionalista ... y con-taba con el respaldo financiero y logístico de impor-tantes agencias estatales (el Ministerio de BienestarSocial de la Nación, la SIDE, estructuras policialesnacionales y provinciales, gobernadores de provin-cia, regimientos y cuarteles)” (Novaro y Palermo,2003: 81).

En verdad, esta obra no aporta, en este punto,datos ignorados. Sin embargo su presentación enformato académico, con cita de fuentes y testimo-nios, le conceden mayor eficacia probatoria. La nove-dad quizá provenga de la extensión del fenómenodel terrorismo de Estado, advirtiéndose sobre lascontinuidades operativas encontradas entre ciertasorganizaciones del Estado democrático y los represo-res de la dictadura. Al respecto, la posición de losautores es contundente: “Tanto en términos estraté-gicos como ideológicos existió, por lo tanto, unamarcada continuidad entre las Tres A y el plan de laJunta: éste consistió en involucrar al conjunto del sis-tema de defensa y seguridad estatal, de modo orgá-nico, en la formación de un ejército secreto para lle-var a cabo un plan de operaciones que sistematizabay perfeccionaba lo que las bandas paramilitares habí-an venido haciendo” (Novaro y Palermo, 2003: 82)

Como es de imaginar, la abundancia de datos,pruebas documentales y las argumentaciones pro-vistas por la historiografía no clausuran las polémi-cas ni las repercusiones políticas que este tema sus-cita. De todos modos –y como en el caso referido al“Genocidio”- estos textos introducen elementos quefavorecen el esclarecimiento de algunos hechos.Contribuyen a pensar el pasado político desde una

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nueva perspectiva; y también permiten reflexionarsobre la proyección de algunos personajes políticosy sindicales, de militares y de ciertas publicacionesque continuaron actuando durante los gobiernosdemocráticos, desde 1983.

Tercer aspecto. Construcción de representaciones a partir

de la trama discursiva

Uno de los rasgos propios del discurso históri-co es que los acontecimientos que narra pueden sertramados de distintas maneras.17 En otras palabras:el pasado es uno, pero las interpretaciones sobre esepasado pueden ser diversas. De ahí que un análisisde los modos como se hayan tramado los aconteci-mientos pretéritos permitiría escrutar el tipo deinterpretaciones que se han hecho. En sociedadescomo la argentina, que ha transitado la experienciade la violencia política extrema, las interpretacionessobre la política y el pasado no tienen solamentevalor cognitivo y comprensivo. También vehiculandenuncias y, explícita o implícitamente, otorgan cul-pas y responsabilidades. Por lo tanto tienen unaimplicancia política y ética.

Como se dijo, la producción historiográficasobre el pasado dictatorial está en estado embriona-rio, sin embargo se han ensayado explicaciones einterpretaciones desde el inicio de la transicióndemocrática. Examinadas desde el presente seobserva que las interpretaciones ofrecidas han varia-do sensiblemente. En un primer momento prevale-ció una perspectiva histórica que, o se centraba enuna representación que favorecía la visión dicotómi-ca de la violencia y era funcional a la “teoría de losdos demonios” (Floria y García Belsunce, 1988), oexplicaba la crisis a partir de lo sucedido al interiordel peronismo y hacía descansar el grueso de las res-ponsabilidades en ese actor político (SáenzQuesada, 1992). Desde mediados de los ‘90 se hapasado a una representación mucho menos estereo-tipada y más cercana a las situaciones de la expe-riencia humana: en la vida real no hay buenos ymalos, y los apáticos e indiferentes pueden ser con-siderados responsables, aunque más no sea por

17 Cfr. White, Hayden (1992):Metahistoria. La imaginación his-tórica en la Europa del siglo XIX.México, FCE y Ricoeur, Paul(2004): La historia, la memoria,el olvido. Bs.As. FCE.

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omisión (Novaro y Palermo, 2003). Interesa señalar que las representaciones, unas

como otras, muestran la impronta del contexto delcual emergieron. El contexto de enunciación, de pro-ducción discursiva, aparece reflejado en el texto.Reformulaciones en las memorias colectivas de acto-res y testigos de los acontecimientos propiciaronnuevas claves interpretativas. Las nuevas interpreta-ciones han sido posibles por el aporte de nuevosdatos, la intención crítica y, seguramente, la distan-cia temporal transcurrida. Sin embargo, es impor-tante advertir aquí que esas novedades descansan,también, en la configuración discursiva. Variación dematices; presentación de ambigüedades y contradic-ciones; generalizaciones seguidas de análisis particu-lares. Las diferencias traslucen la dimensión subjeti-va de la historiografía puesta por los distintosautores; las convergencias advierten sobre el carác-ter irrefutable de ciertos eventos. Si los textos pro-ducidos hasta mediados de los ‘90 conducen al lec-tor hacia una mirada unívoca y cristalizada en lo querespecta a la atribución de responsabilidades, losúltimos textos proponen interpretaciones que lasdistribuyen y jerarquizan.18

Segunda notación. Sobre los textos escolares

Indagar sobre la influencia que el sistema edu-cativo puede tener en la configuración de la con-ciencia histórica y ciudadana de los individuos lleva-ría a considerar distintas dimensiones: la inclusiónde contenidos, la forma como son abordados, la for-mación docente, y la producción de materiales apro-piados, entre otras.19 En lo que sigue se realizanalgunas breves consideraciones sobre los libros detexto.

Los libros de texto han sido especialmenteimportantes a la hora de transmitir imágenes acercadel país, la política y el orden social. Más aún, desdeque se produjo la reforma educativa impulsada por la“Ley Federal de Educación”, ya que los libros de textoincorporaron los contenidos básicos comunes requeri-dos como contenidos mínimos obligatorios para

18 Las ideas aquí esbozadas hansido desarrolladas con más pro-fundidad en Pescader, Carlos(2005): “Hermenéutica analógi-ca, historia y política”, México,Itaca (en prensa).

19 Hay que considerar tambiénlos objetivos curriculares de lossistemas educativos provinciales,las prácticas y la cultura institu-cionales, la accesibilidad de algu-nos actores respecto al trata-miento de algunos temas, lapolítica educativa referida a lasconmemoraciones, etc

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todas las jurisdicciones que reformularon sus sistemaseducativos en conformidad con la Ley. Respecto altipo de representación del pasado dictatorial de loslibros de texto se señalarán brevemente tres aspectos:

a. Utilización de conceptos y construcción de tramas discursivas

Importa advertir que lo dicho sobre los ensa-yos historiográficos respecto a la utilización dedeterminados conceptos y a la construcción de latrama discursiva vale, también, para los discursoscontenidos en los textos escolares. Desde esta pers-pectiva se advierte una diversidad importante 20

En relación a la terminología, se observa quelas editoriales han utilizado distintas estrategiaspara clarificar el contenido de algunos de los térmi-nos utilizados en el cuerpo del texto. En el libro edi-tado por Kapelusz (Rins y Winter, 1997), cada capí-tulo está encabezado por la enumeración de “temasfundamentales” y de “conceptos claves”, que luegoson desarrollados en su interior. Para analizar la dic-tadura se proponen los siguientes: Extremismo21,Parapolicial, Grupos de tareas, Guerra sucia,22

Terrorismo de Estado y Desaparecidos. La EditorialSantillana (de Privitelio, et al.; 1998) optó por entre-comillar algunas palabras –“listas negras”, “gruposde tareas”, “botines”-, por resaltar con negrita algu-nas ideas que se pretende enfatizar,23 e incorporóun glosario que en la esfera política sólo incluye elconcepto de “terrorismo de Estado”.24 Por último,en el texto de la Editorial Puerto de Palos (Fridman,Germán, et. al., 2001), se utiliza el entrecomilladocuando se hace referencia a la “lucha contra la sub-versión” o “guerra sucia”, en un apartado tituladoLa represión donde se resuelven los contenidos encuatro parágrafos.25 El “marco histórico referencial”incluido en este texto al principio del capítulo, deuna veintena de líneas, no alcanza para elucidaralgunos de los temas tratados.

Respecto a la construcción de la trama discur-siva también hay diferencias significativas, que seponen de manifiesto en el tratamiento de los temas.En este sentido uno de los textos editados porEditorial Aique (Alonso, Elisalde y Vázquez, 1997) es

20 En este apartado y en el siguiente seretoman algunas conclusiones de untrabajo anterior. Cfr Reta, María yCarlos Pescader (2002):“Representaciones del pasado reciente.Análisis de los textos escolares de nivelmedio”. En: Clio y asociados. La histo-ria enseñada. Nº 6, UniversidadNacional del Litoral, Santa Fe, pp. 50 a70.

21 “Se define como extremista a todogrupo que intenta lograr sus objeti-vos a través de la fuerza y la violencia.En este sentido el período se caracte -rizó por el predominio de gruposextremistas de ultraizquierda y ultra-derecha. Los extremismos tienen laparticularidad de no coincidir en lasideas pero sí en los métodos: ambosusan las armas y no reparan en mediopara obtener sus fines” (Rins yWinter; 1997 :471) (El subrayado esmío)

22 “La guerra contra la subversiónsignificó el fin del extremismo deizquierda. Esta lucha, no obstante,también es conocida como guerrasucia dado que no se reparó enmedios para conseguir los fines pro-puestos. Los medios utilizados notenían antecedentes en la Argentinaen una lucha contra un enemigoexterno o interno” (Rins y Winter;1997 :477). (El subrayado es mío)

23 En el texto se lee: “El golpe de1976 fue, como lo definió el propioVidela en mayo de ese año, una‘respuesta institucional’”; y másadelante: “existió durante el Procesoun Estado que se regía según lasnormas que el mismo gobiernohabía fijado y otro ilegal o clandes-tino, cuya única ley era la voluntad delos jefes militares”. (de Privitelio,et.al; 1997 :231). Sobre la represiónse lee: “Al mismo tiempo se llevó ade-lante una intensa represión semi -clandestina e ilegal, planeada endetalle por los militares inclusodesde antes de la toma del poder”; ymás adelante: “Todas las acciones serealizaban al margen de cualquiernorma legal, incluidas las que lapropia dictadura había estableci -do, fundadas a su vez en un arbi-trario e ilegítimo poder de facto”(de Privitelio, et.al; 1997 :232). (Loresaltado en negrita pertenece altexto original).

24 Se lo define como: “acción repre -siva fuera de la ley llevada a cabo demanera sistemática por el Estado”.(de Privitelio, et.al; 1997 : 232).

25 Fredmann, Germán, et. al (2001):Historia Argentina Contemporánea.Bs.As., Puerto de Palos, p. 217

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el que más profundiza los análisis introduciendointerrogantes y conflictos. Los actores históricos desu relato no son estereotipos. La sociedad no es víc-tima, ni es complaciente, ni es resistente en su tota-lidad. Se describe, por ejemplo, un sindicalismocombativo y otro corrupto y complaciente con la dic-tadura. Se distinguen los sectores políticos aliados–y potenciales herederos del régimen-, de los parti-dos adversarios pero no enemigos del gobierno, y delos grupos que se negaron a aceptar las condicionesimpuestas por los militares. Todos están debidamen-te identificados, mostrándose en algunos casos losquiebres internos. En fin, hay matices, y por esomismo el discurso contenido en el texto no favoreceinterpretaciones unívocas. Lo curioso de este libro esque, editado en 1997 y destinado a un público espe-cífico –alumnos de nivel medio-, fue innovador enrelación a las claves explicativas.

El tratamiento más o menos profundo, conabundancia o escasez de matices se relaciona demanera directa con el lugar asignado en el texto alpasado reciente y con el nivel de generalizacionesque aporta el discurso. A ambos aspectos se pasarevista en los apartados siguientes.

b. El lugar asignado a la historia reciente

El lugar asignado al pasado reciente en el con-texto de la historia argentina, en su conjunto, no esuna cuestión menor. Se vincula por un lado con laperiodización histórica generalmente aceptada y uti-lizada en el sistema educativo, aspecto que no fuemodificado con la última reforma.26 Y, por otro lado,con los debates referidos a la caracterización delpasado reciente. ¿Es éste la última parte de la histo-ria contemporánea? ¿O es un tiempo particular,cuya localización es prescindente de límites cronoló-gicos fijados apriori? Estas cuestiones no han sidoelucidadas aún por los historiadores. Y la falta deacuerdos en el ámbito académico se refleja, tam-bién, en el ámbito educativo.

El lugar y la importancia dados al pasadoreciente se materializa en los textos escolares en elespacio concedido para el tratamiento de los temas.Con respecto al pasado dictatorial, en la mayoría de

26 La periodización utilizada enel ámbito educativo tiene quever con la forma de concebir eltiempo histórico, y con la meto-dología con la cual se intentarealizar la trasposición didácticade ese concepto. La conceptuali-zación del tiempo histórico escentral en la construcción del“pensar históricamente”.

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las propuestas editoriales aparece diluido frente a“pasados más remotos” de nuestra historia. En efec-to, en casi todos los textos el período analizado seextiende desde la crisis del orden colonial hasta“nuestros días”, es decir los gobiernos de Menem oel gobierno de la Alianza, según las fechas de edi-ción. Así, el pasado reciente, aparece como unaetapa más, la última, de una historia contemporá-nea iniciada hacia el 1800. Es evidente, por lo tanto,que el peso relativo que se le otorga en cada textoes ínfimo. Medido en volumen de papel los análisisocupan entre 10 y 20 páginas según los casos. Estasituación juega contra la posibilidad de una com-prensión adecuada de los contenidos, dada la sin-gularidad y complejidad de los mismos.

Hay, sin embargo, una excepción. La singulari-dad recae nuevamente en el texto de Editorial Aiquetitulado Historia: La Argentina del siglo XX. Su par-ticularidad deriva de dos aspectos. En primer lugartoma como marco temporal el siglo XX, más preci-samente a partir de 1916, emulando el “siglo XXcorto” tal como lo popularizó Eric Hobsbawm. Seacerca así a la perspectiva que intenta distinguir elpasado reciente de la periodización tradicional. Ensegundo lugar destina 81 páginas para analizar ladictadura brindado así un espacio apropiado paraun abordaje profundo y rico en argumentaciones.

c. Exceso de generalizaciones

Por último una reflexión sobre las argumenta-ciones. En la mayoría de los textos revisados abun-dan las argumentaciones generalizadoras. Las gene-ralizaciones eluden la referencia directa aprotagonistas concretos de los acontecimientos.Diluyen el rol protagónico de los actores sociales, eli-minan los sujetos históricos. La especialista en edu-cación e investigadora de temas relacionados con elmercado editorial, Silvia Grinberg, ha dicho al res-pecto: “Si no hay sujeto, no hay responsable. La his-toria sin sujetos es la historia de la naturalización”.“La mayoría de los textos escolares presenta unaenumeración de hechos con mucha impersonalidad,como si fueran hechos mágicos, sin sujetos que losrealizaran” (Jorolinsky, 2004).27

27 Esta observación, que reali-zada en relación al tratamientode la crisis política iniciada endiciembre de 2001, bien puedeser aplicada al caso que nosocupa: el análisis de la últimadictadura militar.

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Los responsables de algunas editoriales defien-den sus posiciones con planteos de distinto tipo. Sepropone que el libro funcione como una plataformaa partir de la cual los docentes puedan estimular lareflexión de sus alumnos. O se considera que lainformación es una herramienta muy útil para que eldocente conduzca las discusiones y pueda dar res-puesta a las inquietudes de los jóvenes sobre su pro-pia realidad. O se intenta plantear la historia argen-tina con la mayor objetividad posible,circunscribiéndose a los hechos concretos, a lamanera de suministrar ingredientes básicos para queel docente abra o cierre más el tema, según lo con-sidere. (Jorolinsky, 2004). No se cuestiona, aquí, laintencionalidad. Se reflexiona sobre la capacidad delos textos de inducir lo que las editoriales sugieren.Se argumenta, en general, que la propuesta va diri-gida a los docentes. El argumento es débil, se sabede antemano que el lector asiduo de estos materia-les es el alumno. Pero, además, resulta difícil imagi-nar un docente que pretenda generar una concien-cia reflexiva con estos textos.

El exceso de generalizaciones induce a pensarlo acontecido bajo la lógica de la necesidad históri-ca como si los acontecimientos surgieran de repen-te, sin proyectos, ni luchas, ni conflictos. Así setransmiten representaciones cristalizadas. No haylugar para el análisis de contradicciones y ambigüe-dades, para el debate sobre las relaciones de poderen las que están involucrados los distintos actoressociales. Tampoco hay lugar para la visualización y laponderación de proyectos alternativos. En definitivano hay lugar para la reflexión crítica.

Como en el punto anterior aquí también esnecesario hacer una salvedad. En el texto editadopor Aique, tras las generalizaciones, se introduce elanálisis de las particularidades, la división y confron-tación entre los actores sociales, la resistencias haciala dictadura, y también los apoyos y las complicida-des. En definitiva el relato nos acerca a una historiaviva y abierta.

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Consideraciones finales

En definitiva, la historiografía puede interveniren el espacio público. Las investigaciones históricascontienen denuncias, clarifican acontecimientos,asignan responsabilidades. Por otra parte, a travésde la elaboración de textos escolares o de la acciónpedagógica se contribuye a la formación de opinión.Sin lugar a dudas, en la función cognitiva de la his-toriografía se imbrican dimensiones políticas y éti-cas. Por lo mismo las representaciones del pasadocontenidas en ensayos y textos escolares inciden enla constitución y refiguración de identidades políti-cas.

Sin embargo los efectos de la intervención his-toriográfica no se ponen en juego por la sola volun-tad de historiadores o pedagogos. Si el público fre-cuenta la lectura de historiografía del pasadoreciente, es probable que el contenido de esas obrastenga alguna incidencia social. Pero los textos debenser considerados un instrumento de intermediaciónentre el autor y el lector. El impacto que los textospuedan tener sobre los actores sociales dependerábastante de la recepción que éstos hagan de suscontenidos. Y de la disposición que tengan paramodificar o reafirmar creencias, valores y actitudes apartir de ellos. La incidencia o los efectos de todaintervención se juegan en dos niveles: el del propó-sito de intervenir y el de la disposición receptiva.

Por último, pensar la capacidad de interven-ción que la historiografía puede tener en el espaciopúblico no implica desconocer la incidencia que enel mismo sentido tienen otras manifestaciones cul-turales –cinematografía, ensayo periodístico, arteplástico, novela histórica, etc.- más frecuentadas porel público.

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