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Ramiro Molina Cedeño • Director general

Colaboran en este número

Fernando Jurado NoboaPedro Arturo Reino GarcésByron Núñez Freile Isaías Núñez CifuentesConstanza del Pilar Carvajal VargasRamiro Molina Cedeño

Revista cultural creada en el mes de marzo del año 2004 por Ramiro Molina Cedeño, con propiedad inte-lectual compartida con Alfredo Cedeño Delgado. Cuenta con el auspicio económico del M. I. Municipio de Portoviejo.

Consejo editorial

Ramiro Molina CedeñoAlfredo Cedeño DelgadoMarigloria Cornejo CousínCarlos Calderón ChicoFernando Jurado Noboa

Colaboradores permanentes

María Fernanda Bravo de DorigoTonio Iturralde Cevallos Anita Mendoza CobeñaÁngel Loor Giler Alfredo Román MurilloManuel Andrade Palma

Portoviejo – ManabíTeléfonos: 05 2 441 461 • 05 2 935 002, ext. 120

E-Mail: [email protected] CULTURAL “PORTOVIEJO”

Trabajando por la culturaPortoviejo, marzo de 2011

Corrección

Estela Guión Palumbo

Edición, diagramación e impresión

LA TIERRA

La Isla N27-96 y Cuba (593 2) 256 6036 [email protected]

Portada: La Villa de Puerto Viexo. Diseño de Guamán Poma de Ayala.

Portoviejo, marzo del 2010 • No. 27

ISBN978-9942-03-482-3

Revista propiedad de Ramiro Molina CedeñoProhibida su ventaDistribución gratuita

LA UNIVERSIDAD PARTICULAR

SAN GREGORIO DE PORTOVIEJO

Es una institución que forma seres humanos, con res-ponsabilidades sociales, científicas, creativas, técnicas, investigativas y tecnológicas.

Con satisfacción, la Universidad entrega a la sociedad profesionales de un universo académico que aporta al desarrollo de la provincia de Manabí, la región y el país.

La educación superior vive en nuestras aulas y pervivirá mientras exista una inteligencia que capacitar y una per-sonalidad que robustecer.

Ab. Marcelo Farfán IntriagoRECTOR

Relacionadora Pública

Bertha Soledispa Toro

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CONTENIDO

EDITORIAL 3

LAS AUTORIDADES DE PORTOVIEJO EN LOS SIGLOS XVII Y XVIII Y A PARTIR DE 1679Fernando Jurado Noboa 5

MANABÍ EN LA ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIANOTICIAS DOCUMENTADASPedro Arturo Reino Garcés 8

LA EXPEDICIÓN DE LOS NIÑOS HÉROES: 16 DE JULIO DE 1805, BICENTENARIO DE LA LLEGADA DE LA VACUNA DE LA VIRUELA A LA REAL AUDIENCIA DE QUITOByron Núñez Freile Isaías Núñez Cifuentes 29

COCA Y CONFLICTO EN EL ÁREA ANDINAEspecial para SpondylusConstanza del Pilar Carvajal Vargas 47

CANTINASRamiro Molina Cedeño 57

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Entre la piel y la sangre

Yo llegué con el trueno, brutal aterrizaje, con llanto diluvial, expulsión de los pájaros.Crecí junto al arroyo como junco de fuegoy mis manos de jade forjaron arreboles.

Pero, llegaron ellos con su carga de espanto.Blandieron sus espadas de acero toledano,marcaron sus espacios con pólvora y cenizademolieron sin tregua los cantos milenarios.

Soy un soplo de arena, barniz de calicanto.Una brizna de España pegada en mi semilla,que me ha dejado blanca la envolturay el corazón de ébano cautivo.

Jenny Londoño López

Quito – Ecuador

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EDITORIAL

En éste número queda reflejado, sin jactancia de ninguna clase, la importancia que ha cobrado

Spondylus para Portoviejo y Manabí. Desfilan aquí historiadores de fuste, personalidades de trayectoria en la investigación historiográfica nacio-nal, “alumbrando” con sus hallaz-gos, los siglos oscuros que, en forma de “enormes vacíos”, se encuentran cuando se estudia nuestra región.

Más allá de las teorías razonables que traten de explicar el porqué de de esas épocas sin archivos ni datos, es importante destacar cómo, con verdadero amor por nuestra tierra, hemos ido perfilando una publica-ción de resonancias internacionales, hemos ido poblándonos de colabora-dores nacionales y extranjeros de re-nombres que han empezado, aprove-chando la oportunidad, a investigar en archivos del país los perfiles his-tóricos de nuestra ciudad y de nues-tra provincia; en definitiva, hemos sido capaz de convocar, con seriedad y respeto, a numerosos investigado-res para que escriban sobre Manabí.

Aquí hemos sido claros y hasta repetitivos: Manabí y Portoviejo pa-decieron y padecen una ausencia de archivos y de documentos que con-gelan y hasta esterilizan cualquier

intento de investigación histórica. Las instituciones que tienen presu-puestos para intentar paliar esta si-tuación han estado perezosas; y, a excepción de la Curia Arzobispal, ninguna ha hecho un intento de res-catar nuestros documentos que des-cansan en Quito, Guayaquil, Cuenca, Lima o Bogotá. Tanto es así que toda-vía seguimos discutiendo por qué el Legislador del Congreso colombiano de 1824 nos bautizó como Manabí, y no enviamos a nadie a rescatar las copias de las sesiones de esa Asam-blea para saber si se inspiró en una tribu, en un cacique, en el nombre de un río o en vocablos maya.

Por esa razón es que los estudio-sos que tienen accesos a archivos nacionales y extranjeros, tienen que “dar” investigando sobre nuestro pasado y publicar los resultados en una revista nuestra. Spondylus cum-ple ese papel de incentivo y a cambio devuelve el afecto manabita, el más cálido de los agradecimientos y la amistad profunda a todos y cada uno de nuestros colaboradores.

Cuando iniciamos el sueño de nuestra publicación teníamos claro nuestro objetivo. Lo estamos cum-pliendo y nos sentimos honrados y orgullosos de haber crecido, de ser

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una auténtica “caja de resonancia” de las voces de expertos para llegar a todos nuestros lectores y de desper-tar en muchos la afición por la his-toria, para ir descubriendo los velos que hacen presumir “vacuos y oscu-ridades” en nuestro pasado.

La Villa de Puerto Viexo. Diseño de Guamán Poma de Ayala.

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Todos quienes han estudiado a Portoviejo están conscientes de los enormes vacíos que hay en

el siglo XVII. Esto obedece obviamen-te a un largo período de crisis econó-mica en la vida de esta ciudad y que se lo debe situar entre l630 y l700.

Este fenómeno se complica inclu-sive en los archivos guayaquileños, en cuyas actas de cabildo quedan po-quísimos datos de Manabí en el alu-dido siglo. Esa es la razón por la cual Robles Chambers, cuando estudió a las autoridades coloniales, solo pudo datar las de Portoviejo y Manabí en general a partir de l707.

Ventajosamente, tanto en el Ar-chivo Nacional en Quito cuanto en el Archivo General de Indias en Sevilla, quedan varios repositorios, los cuales nos permiten reconstruir algo de la vida oficial manabita en el XVII.

En cuanto a lo particular, las dis-pensas que quedan de Manabí en el archivo de la Curia de Cuenca a partir de l770, permiten datar cosas desde mediados del siglo XVII, pues se re-fieren hasta bisabuelos de la gente de l770 en adelante. Obviamente son solo nombres, pero la ausencia de todo es lo peor. Le invitamos cordialmente al gran investigador guayaquileño Ezio Garay a editar esas dispensas entre l770 y l842.

Ahora –y con la nueva documen-tación que conocemos– podemos re-troceder a l679, año en que el capitán don Gregorio Delgado, español, era nombrado teniente de corregidor de Portoviejo por el corregidor de Gua-yaquil el general Tomás Félix de Ar-gandeña y Alicante, hijo a su vez del antiguo corregidor don Gaspar de Ar-gandeña y Cervantes, oriundo de Se-villa. Este dato es de enorme impor-tancia, pues, sin duda alguna, se trata del tronco de la familia Delgado en Manabí. Oportunamente editaremos el documento completo que consta de l4 folios.

En l705 el capitán Bartolomé Sán-chez de Intriago, criollo de allí que no le antecede el don a su nombre, fue electo teniente de San Gregorio de Puerto Viejo (sic) por don Pedro Te-llo de Meneses, corregidor de Gua-yaquil. A los dos meses de esta firma –junio– murió en agosto el aludido Corregidor de Guayaquil, luego de haber desempeñado su puesto ape-nas durante un año.

En l706 se sacó a remate el cargo de Alférez Real de Portoviejo, es decir, del que debía sacar el Pendón Real, en las grandes festividades religiosas, ganaba el que ponía más dinero y que podía probar “no ser mestizo ni de los prohibidos en pasar a las Indias”; en

LAS AUTORIDADES DE PORTOVIEJO En los siglos XVII y XVIII y a partir de 1679

Fernando Jurado Noboa

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este caso, lo ganó don Gabriel Fernán-dez Ortiz.

El 6 de febrero de l7l6 en 20 pági-nas, los vecinos de Portoviejo reeli-gieron a los mismos alcaldes con res-pecto al año anterior, sin duda alguna porque no había el suficiente número de vecinos. Este documento permite conocer a los jefes de familia de la ciu-dad en dicho año y que será objeto de otro artículo que deberá llamarse La Población de Portoviejo en 1716.

Hay un largo vacío de ocho años, hasta que el 29 de abril de l724 apa-rece que Diego Francisco de Echarri y Javier, corregidor de Guayaquil y oriundo de Navarra en España, nom-bró como su teniente de corregidor en Portoviejo a don Francisco Díaz Na-varrete.

Tres años estuvo Navarrete en Por-toviejo, entendemos que es el tronco de la antigua familia Izaguirre Nava-rrete; en l727, el corregidor de Guaya-quil don Juan de Ahumada nombró al anciano don Juan Antonio del Barco y Ecay, oriundo de Bilbao, como te-niente de corregidor en Portoviejo. Se trataba del fundador de Riochico de acuerdo a las investigaciones de Fer-nando Zevallos Ross.

El 20 de septiembre de l732 la pri-mera autoridad de la ciudad denun-ció que Portoviejo estaba en gravísi-mo estado por “los desórdenes y la inseguridad” que había. Quizá el jui-cio más grande de la historia de Por-toviejo en el siglo XVIII, se dio desde agosto de l739, cuando el Teniente de Corregidor fue acusado de vivir en concubinato ilícito y de hacer ventas

ilegales de ropa a los vecinos. Cono-cedor de esta denuncia, el corregidor de Guayaquil don Pedro de Echeverz y Zubiza, oriundo de Navarra, envió un delegado a Portoviejo, pero ape-nas llegado éste, le tomó preso el Te-niente. Muchos vecinos de Portoviejo acudieron a defender o a atacar a su Teniente. A la final, el presidente de la audiencia les pidió mesura a los dos.

1746 fue un año prolífico para Por-toviejo: en él el oficio de alférez real lo tomó en arriendo el vascongado don Juan Bautista del Barco, a quien ya conocemos y que es el tronco de la mayor parte de las familias de Por-toviejo. Al mismo tiempo, don Juan Bautista Centeno, oriundo de Cuen-ca en la Audiencia de Quito, remató para el período de tres años el cargo de alguacil mayor de Portoviejo. El alguacil era una especie de jefe de po-licía local.

En enero de l746 don Isidro de Mendoza, nativo de Portoviejo y “hombre noble”, ganó la postura para ser depositario general de la ciudad, es decir su tesorero. En febrero de l748, Francisco Gómez ganó la escribanía del lugar, pero murió al poco tiempo. En octubre de l749 empezó otra cosa muy grave: ya se sabe que los porto-vejenses han sido bravos desde siem-pre: desde cuando en noviembre de l748 se posesionó el nuevo corregidor de Guayaquil, don Manuel Moreno y Ollo, los de Portoviejo se sintieron muy insatisfechos, sobre todo consi-derando que era un abusador de su propia autoridad. El juicio pasó de las 400 páginas, la parte más interesante

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No. 27 • Un encuentro con la historia

es que la actitud de los manabitas dio impulsos a otras víctimas de Moreno Ollo: once días después de la denun-cia ante Quito, Martín de Mendiola, Francisco de Gorostiza y José de OI-ave, curiosamente los tres de origen vascongado, dijeron que el corregidor Moreno era hombre extravagante y que molestaba a los propios miem-bros del cabildo en Guayaquil. Por otro lado, don Clemente de la Torre, teniente de las Bodegas de Babahoyo, acusó también a Moreno ante la Au-diencia de Quito. Finalmente el alcal-de de Guayaquil, don Pedro Gómez Cornejo, le acusó a Moreno de mala fe pues había acusado a Cornejo de ma-

nejos indecorosos con doña Ana Ra-mírez, señora de magnífica conducta.

El 11 de agosto de l750, don Juan Isidoro de Mendoza fue recibido for-malmente como depositario general de la ciudad. Se trataba del mismo don Isidro de cuatro años antes ¿? No podemos asegurarlo por el momento.

En octubre de l75l, don Juan de Mendoza hizo postura –es decir ofre-ció dinero– en altas cantidades, para ser elegido alcalde provincial de la ciu-dad. Se podía pues decir que Portovie-jo empezaba a vivir “la era de los Men-doza”. Finalmente, en julio de l752, don Francisco Carlier, emparentado luego con familias de Vinces, se pose-sionó como teniente de corregidor.

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Antecedente

¿Qué es lo que acarrea la co-rriente histórica? Con esta pregunta me apoyo en el

intuicionismo, que me abre las puertas para procurar “significaciones ilimita-das”, como se definen en las enciclo-pedias tales conceptos. Y no es que el historiador o el historiógrafo pueda ofertar un suceso digerido. Nos ofrece una incógnita interpretativa, un bocado para gusto de apetencias inverosímiles y disímiles. Y desde este razonamiento, en mi propia experiencia de decodifi-cador de estos mensajes, debo confesar que he sentido inesperados placeres con la magia de los sucesos de los pueblos que han tenido la suerte de ser prime-ramente apetecidos por recopiladores de tantas variadas formas de vivir que tienen huella en la cultura manabita.

Leo a los tratadistas que me dicen que se puede acercar críticamente con dos tipos de intuiciones a los textos, como los que aquí se proponen: por una parte están las intuiciones radica-les; y, por otra parte, las intelectuales. Esto me da pie para reafirmarme en lo que somos los hombres que por un lado nos aferramos a un futurismo tra-

jinante, conforme vamos amontonan-do los hechos de la historia, como pie-dras que enrumban los cauces de los ríos. La intuición radical en los actores populares va por el lado de sus heren-cias heroicas que han enorgullecido a comunidades más amplias como la ecuatoriana y la latinoamericana.

Las intuiciones intelectuales, a mi entender, no solo están en los cerebros privilegiados, puesto que el colectivo quiere avanzar luchando por donde solo los listos quieren dejar su hue-lla. Ya alguien se preguntó: ¿solo los que triunfan tienen derecho a escri-bir la historia? En tiempos actuales, esta conducta debe ser vista como un atropello a la dignidad humana. In-dudablemente que el intelectualismo cultivado ha echado sus raíces para imponer su producto como pan de la credibilidad. Pero bien podemos de-cir que este pan ha indigestado a los pueblos postergados y condenados a soportar las naftalinas del pasado. La esencia del hombre es su intelectua-lidad, y este es su mundo. ¿Hay otro mundo fuera del que cada uno tiene

* Profesor de la Universidad Técnica de Am-bato

MANABÍ EN LA ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA

Noticias documentadasPedro Arturo Reino Garcés*

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No. 27 • Un encuentro con la historia

intelectualizado en su cerebro? Otra cosa es que compartamos situaciones vivenciales comunes y tratemos de imponer criterios. Nadie puede dar viviendo la vida del otro, ni por entro-metimiento. Y pensando así, pongo en mi cerebro las cosas de la historia y asumo la vida como un sujeto de la historia.

Son tiempos, también los de aho-ra, de volver a razonar sobre las inte-graciones más que sobre las disgrega-ciones. De acuerdo a los perceptores, unos pueden mirar con buenos ojos, si lo toman por el sentido de mirar lo bueno; y, a otros les podría hasta oler mal, debido al fino olfato ideológico y prejuiciado que han desarrollado, se-gún opinión pública, y porque natura les ha concedido criterio deliberan-te. Desde luego, estos conceptos van para comentar vinculándonos con Ve-nezuela, Bolivia, el Perú y con Colom-bia que palpitamos con una herencia bolivariana que no la podemos deses-timar; pero, que se nos presenta como si no tuviésemos derecho a juntarnos para replantear la historia.

El modelo de las luchas independentistas

El propio Simón Bolívar advirtió que si las armas no se ponían al servicio de la causa de la libertad que busca el pueblo, ¿qué se sacaría si habrían de continuar al servicio de los reyes, de los latifundistas, de los imperios o de los opresores en general?

Pero con las armas no se juega. Peor si no se sabe en manos de quién

se las deposita. Las armas, entonces, son y están ligadas a la confianza, con la pregunta ¿de quién y por qué? Es-tán vinculadas a un sentimiento de subjetividad, siendo que son la obje-tivación del peligro, porque represen-tan al poder en sí y el de quien lo re-presentan. La historia ha corroborado con la experiencia del propio Simón Bolívar, lo que estoy diciendo. La trai-ción, siendo un sentimiento perverso, se vuelve y se volvió alevosía en las actitudes de quienes anularon la con-fianza de la causa solidaria de esta América colombina, soñada para ser edificada creyendo en la nobleza espi-ritual de quienes juraron defender la libertad y la justicia de la cual fueron hasta sus propios protagonistas.

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Claro, todo ésto es fácil decir cuando se tiene óptica en perspectiva, al mar-gen de las suspicacias de la codicia y el poder, o de las dos cosas juntas. Pero es difícil de resolver en la práctica cuando uno se encuentra con atavismos, hasta genéticos, de creernos superiores ante quienes suponemos que no nacieron sino para obedecer.

A Bolívar, entonces, le falló el pa-ternalismo. Era el padre quien tenía claro el futuro que debía dar a sus hijos. La consolidación de su ejército fue un éxito mientras maduraban sus vástagos. ¿Quién fue verdaderamen-te el heredero de sus ideales? Y ahora vale preguntar: ¿los hijos nacen sola-mente en la época de ejercicio intelec-tual del progenitor?; o siendo hijos de ideales, y de un padre ideal abstraído por las circunstancias del tiempo, ¿no será que hay derecho a que nazcan nuevos herederos de aquellos empe-ños que no pudieron entender los de su propia generación física?

Bolívar aduló de dos maneras a sus soldados y subalternos: ascen-diéndolos en rango jerárquico, y asa-lariándolos hasta que descubrieron el principio de la seducción. Entonces se dieron cuenta que en cambio existía la sedición. El paternalismo fue anulado y el caudillismo elevado a la categoría de herencia utilitaria por quienes que-daron con las armas en la mano frente a un padre moribundo y ultrajado. Y así vamos dando saltos entre las leyes y las armas que se arriman y se sepa-ran según el ideólogo del interés, por-que nada es gratuito para la conducta humana.

Con este preámbulo, pongamos los ojos en esta tierra que ahora es el centro de debate de pasiones e intere-ses que pugnan por trascender.

Manabí en el esquema administrativo de Colombia

En la Gaceta de Colombia de do-mingo 4 de julio de 1824 leemos:

Congreso

El Senado y la Cámara de Represen-tantes de la República de Colombia reunidos en congresoConsiderando:

1. Que el territorio de la República debe tener una división regular en sus departamentos y provincias con respecto a su extensión y po-blación, como que conviene tanto para la fácil y pronta administra-ción pública en todos sus ramos, de que dimana la felicidad de los pueblos.

2. Que la división cómoda y propor-cionada a las circunstancias locales facilitando el despacho a los jefes y juzgados, les excusa a los pueblos dilaciones, gastos y perjuicios para las reuniones constitucionales en las elecciones primarias y asam-bleas electorales, para los recur-sos a las autoridades superiores, y para el logro de la pronta y buena administración gubernativa, eco-nómica y de justicia.

3. Que en fin, debiendo la división territorial de la República confor-marse en todo a lo dispuesto en los artículos 8, 20, 26, 27 y 29 de la Constitución, en su consecuencia.

Decretan:

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No. 27 • Un encuentro con la historia

Departamento Capital No. de provincias No. de cantones

Orinoco Cumaná 4 25

Venezuela Caracas 2 21

Apure Barinas 2 14

Zulia Maracaibo 4 21

Boyacá Tunja 4 33

Cundinamarca Bogotá 4 25

Magdalena Cartagena 3 26

Cauca Popayán 4 20

Istmo Panamá 2 10

Ecuador Quito 3 15

Azuay Cuenca 3 11

Guayaquil Guayaquil 2 9”

Art. 11.

El departamento del Ecuador com-prende las provincias: 1. de Pichincha, su capital Quito: 2. de Imbabura, su capital Ibarra: 3. de Chimborazo, su capital Riobamba.1. Los cantones de la provincia de

Pichincha y sus cabeceras son: 1. Quito: 2. Machachi: 3. La Tacunga: 4. Quijos: 5. Esmeraldas.

2. Los cantones de la provincia de Imbabura y sus cabeceras son: 1. Ibarra: 2. Otavalo: 3. Cotacachi: 4. Cayambe.

3. Los cantones de la provincia de Chimborazo y sus cabeceras son: 1. Riobamba: 2. Ambato: 3. Guano: 4. Guaranda: 5. Alausí: 6. Macas

Art. 12. El departamento del Azuay, compren-de las provincias: 1. de Cuenca, su capital Cuenca: 2. de Loja, su capital

Loja; y, 3. Jaén de Bracamoros y Mai-nas, su capital Jaén1. Los cantones de la provincia de

Cuenca y sus cabeceras son: 1. Cuenca: 2. Cañari: 3. Gualaceo: 4. Jirón

2. Los cantones de la provincia de Loja y sus cabeceras son: 1. Loja: 2. Zaruma: 3. Cariamanga: 4. Cataco-cha.

3. Los cantones de la provincia de Jaén y Mainas y sus cabeceras son: 1. Jaén: 2. Borja: 3. Jeveros.

Art. 13

El departamento de Guayaquil com-prende las provincias 1. de Guayaquil con su capital Guayaquil; y, 2. de Ma-nabí, su capital Puerto Viejo.Los cantones de la provincia de Gua-yaquil y sus cabeceras son: 1. Guaya-quil, 2. Daule, 3. Babahoyo, 4. Baba, 5. Punta de Santa Elena; y, 6. Machala.

Art. 1

Todo el territorio de Colombia se di-vide en doce departamentos, que con sus capitales son los siguientes:Y así

pues, la Gran Colombia tuvo 12 de-partamentos, 37 provincias y 230 can-tones. Veamos lo relativo a la actual República del Ecuador:

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Los cantones de la provincia de Mana-bí y sus cabeceras son: 1. Puerto Viejo, 2. Jipijapa, 3. Monte-cristi.

Es importante conocer lo que cier-tos articulados expresaban sobre los municipios.

Art. 15Si algunos de los cantones expresados en esta ley no pudieran tener muni-cipalidades por su corta población u otras circunstancias, el Poder Ejecu-tivo agregará provisionalmente su territorio a otra u otras municipalida-des más inmediatas, dando cuenta al Congreso para su arreglo conforme a lo dispuesto en el artículo 155 de la Constitución, sin perjuicio de que en los cantones que fueren muy vastos por su territorio o población, se esta-blezcan dos o más jueces políticos, a juicio del poder ejecutivo.

Como aspecto novedoso de que se seguía con el esquema colonial, el ar-tículo 16 habla de que “deben erigirse en villas las nuevas cabeceras de estos cantones, que en la actualidad solo fueren parroquias”; y, el Ejecutivo les dará el correspondiente “título en pa-pel de primera clase del sello primero.

Sobre aspectos de límites, el artí-culo 17 indica que

el ejecutivo fijará provisionalmente los límites de los cantones creados por esta ley. Los de las provincias y depar-tamentos serán los actualmente cono-cidos o que por ella se señalan.

Art. 20

Al departamento de Quito corresponde en lo interior los límites que le dividen de los de Cuenca y Guayaquil, y en la

parte litoral desde el puerto de Ataca-mes cerca de la embocadura del río Es-meraldas hasta la boca del Ancón, límite meridional de la provincia de Buena-ventura en la costa del mar del Sur.Art. 21La nueva provincia de Manabí del departamento de Guayaquil ocupa la parte del territorio de Esmeraldas, que por la costa se extiende desde el río Colonche hasta Atacames inclusi-ve. En el interior tendrá por límites los que han separado la provincia de Qui-to de esta parte de la de Esmeraldas…

Esta ley se fija en Bogotá el 23 de junio de 1824. El presidente del Sena-do José María del Real.- El Vicepresi-dente de la Cámara de Representan-tes José Rafael Mosquera. El Ejecútese se puso el 25 de junio por parte de Francisco de Paula Santander.

Gaceta de septiembre de 1824 en la noticia del Senado se menciona que con fecha 24

se pasaron los documentos remitidos al Poder Ejecutivo por el señor Fran-cisco de Paula Icasa con el fin de jus-tificar la renuncia que dice haber diri-gido al senado, del destino de senador que obtiene por el Departamento de Guayaquil.

Frente a las amenazas surgidas desde el Perú y de estar en peligro,

En las provincias que los departamen-tos de Guayaquil, Azuay y Ecuador, continuará ejerciendo la superior au-toridad civil y militar el general de bri-gada Bartolomé Salom

y en su ausencia se delegará al gene-ral de brigada Juan Paz del Castillo

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No. 27 • Un encuentro con la historia

intendente de Guayaquil. Esto firma Santander el 2 de agosto de 1824.

Un decreto sobre los caballos

En virtud de la autorización que confiere el Poder Ejecutivo el art. 12 de la ley de 7 de julio del presente año (1824), y en atención a los males que ha causado la guerra en las crías (crianzas) de caballos y mulas he veni-do a decretar y decreto:

1. Se prohíbe la extracción de caba-llos y mulas por los puertos de los departamentos del Orinoco, Vene-zuela, Zulia y Magdalena por el tiempo que el gobierno estimare conveniente.

2. Los caballos y mulas que de otros estados o de los departamentos del Sur de la República se introduzcan por los puertos del Istmo para ex-portar, no quedan comprendidos en la prohibición del presente de-creto.

Esta noticia es importante porque Manabí tenía tal posibilidad por estar más cercana a Panamá.

Aspectos educativos

En la Gaceta de octubre de 1825, del Departamento de Guayaquil se tienen las siguientes noticias sobre educación:

Que el Colegio San Ignacio tiene 42 estudiantes, de estos son 3 teólogos, 1 jurista, 11 filósofos y 29 gramáticos. Ahí mismo en Guayaquil en su Escue-la Náutica están 33 estudiantes. En las escuelas de Daule, Babahoyo, Machala y Santa Elena aprenden a leer

1.138 niños, a escribir 566 y la aritmé-tica 124. No sabemos aún los que hay aprendiendo en las escuelas de la pro-vincia de Manabí y del cantón de Baba de la provincia de Guayaquil.

Aspecto jurídicoEn la Gaceta No. 212 de noviembre

de 1825:Corte de Justicia de Guayaquil.

El Poder Ejecutivo con dictamen de su consejo, y en vista de la terna pre-sentada por la alta corte de justicia de la República ha nombrado para ministros jueces de dicha corte supe-rior a los señores doctores José María Lequerica, Miguel Grande Suárez, Mi-guel Alvarado y Pablo Merino; para Ministros Fiscales a los señores docto-res Bernabé Cornejo y Joaquín Salazar.

Esto da a entender que la justicia estaba en manos de gente que prove-nía de la Sierra. La familia de los Gran-de Suárez estuvo afincada en Ambato.

Replanteo de límites de Manabí

En la Gaceta No. 237 de 30 de abril de 1826.

En la ley sobre división territorial, en vista de “reclamaciones por la ley de 23 de junio de 1824” se decreta:

Art. 8

El cantón litoral de Esmeraldas en la provincia de Pichincha en el departa-mento del Ecuador, tendrá por térmi-no respecto de la provincia de Manabí en la costa del pacífico, el río Muisne. Continuará la boca del Ancón en el río Mira por límite litoral respecto de la provincia de Buenaventura.

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Queda revocada la disposición an-terior. Dado en Bogotá a 17 de abril de 1826. Ejecútese, Santander.

Aspectos administrativos

En la Gaceta No. 421 de 28 de mayo de 1826:

Multados a la Cámara de Represen-tantes: Manuel Romo por Pichincha en 500 pesos; tres mil pesos a Leocadio Llona por Guayaquil, Nicolás Básco-nez y Manuel Zambrano por Pichin-cha.

Esto se refiere a no haber concurri-do a las sesiones convocadas.

Gaceta No. 246 de 2 de julio de 1826:

Nombramientos.- Con acuerdo del Con-cejo ha nombrado el poder ejecutivo contador departamental de Guayaquil, al Sr. Diego Novoa antiguo tesorero principal, al señor Ángel Tola tesorero del mismo departamento, al señor Mi-guel Casiliari administrador general de tabacos, y al señor Manuel Benítez ad-ministrador de contribuciones directas en el mismo departamento.

Acta de Portoviejo

Gaceta No. 257, suplemento:

En la ciudad de San Gregorio de Por-toviejo a los 16 días del mes de julio de 1826 años, décimo sexto de la Repúbli-ca: consiguiente al oficio del señor go-bernador y comandante de armas de esta provincia, fecha 15 del corriente en que impone a esta municipalidad del movimiento popular ocurrido en Venezuela sobre el sistema federal,

y lo que la Ilustre Municipalidad de Guayaquil ha tenido por bien acordar, por medio de un cabildo público, se-gún se advierte del feliz resultado de la copia que acompaña el citado oficio: teniendo a la vista testimonio autén-tico, ha estimado por un acto obliga-torio como imprescindible de los de-beres de la municipalidad para tratar de tan interesante materia: con cuyo objeto reunidos en la sala capitular el señor gobernador, el señor J.P.M., los dos señores alcaldes municipales, y demás señores que componen la I.M., el reverendo padre cura teniente E. Ramón Moreno: el reverendo padre F. Esteban Mosquera: el señor tenien-te coronel comandante de las milicias Antonio Menéndez: los principales ciudadanos y demás individuos del pueblo en común: habiendo precedido un exacto análisis sobre el movimiento popular en Venezuela, las consecuen-cias funestas que deben sobrevenir con respecto a aquel acto inconstitu-cional; y, por lo tanto, peligroso en la crisis política de la consolidación de un gobierno que se afianza en las ba-ses de su constitución y las leyes que se han dictado, cuyas instituciones aseguran su estabilidad, firmeza y duración: que sufriendo estas alguna alteración o modificación es consi-guiente experimentar el desorden y anarquía que irremediablemente los precipita; tanto más que consecuentes a los solemnes juramentos de observar y guardar fielmente el código sagrado de la Constitución no ha podido en ningún caso quebrantarse, sin aguar-dar su época designada, y esto por medio de una gran convención que debe formarse para efecto, teniéndose esto presente y habiendo cada uno ex-puesto libre y francamente su opinión por uniforme consentimiento lleno de los más ardientes votos y entusiasmo

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patriótico; se pronunciaron declarán-dose que nuevamente y siempre fieles a sus propios votos en lo que expre-saron el año de 1821 incorporándose a la república de Colombia, conforme a la ley fundamental del Estado dictada por el congreso general y sancionada por el voto de los pueblos: en iguales términos por medio de este cabildo ra-tifican de no apartarse de la sumisión, obediencia y puntual observación de la ley; que jamás serán imitadores del sistema federal adoptado en el día en Venezuela: que para guardar y soste-ner religiosamente esta nueva ratifica-ción ofrece cada uno sacrificar sus pro-piedades y vidas en testimonio de su irrefragable adhesión a las institucio-nes que tan sabiamente nos gobiernan; por las que poseemos el don precioso de la libertad y seguridad.Esta municipalidad y el pueblo entero aclamó que estos votos de ratificación y protestas se sometan a la alta consi-deración del Padre de la Patria, S.E. El Libertador presidente, como también a legislador, el señor vicepresidente, por conducto del señor intendente del departamento, sacándose testi-monio de esta acta, y se pase al señor gobernador, para que penetrado de la voluntad general de esta capital se dignen aceptar los sinceros sentimien-tos con que se han pronunciado por la República.Con lo cual se concluyó esta acta en medio de aclamaciones y vivas de todos los concurrentes, y firmaron los señores de la I.M. con el señor gobernador y comandante de armas interino de esta provincia de que doy fe: Miguel Delgado, Francisco Ponce, José Alejandro Mendoza, José Antonio Aráuz, Bernardino Intriago, Andrés Moreira, José Giler, José Ignacio de Loor, José Padilla, José Salcedo, Juan

Antonio Menéndez, Fr. Ramón More-no, cura teniente, Fr. Esteban Mosque-ra, Pedro José Cedeño, Andrés Vera, Alejandro Mendoza, José López Moli-na, Ramón Mendoza y Molina, Pedro Moreira y Macías, Antonio Rodallega, Simón Hidrovo, Silvestre Cautos, José Gregorio Herrera, Jerónimo Bernaza, Pedro Castro, Ponciano Intriago, Juan Mendoza, Lorenzo Cedeño, Mariano Molina, , José Ramón Moreira, Pe-dro José Cos, José Intriago, Mariano Macías, Rafael Navarrete, José Rotor, Gregorio Rinces, Manuel Ponce, Ma-riano Pinargote, Francisco Antonio Mendoza, Manuel de Jesús Intriago, J. Menéndez y Villavicencio, Nicolás Yépez, Pedro Álvarez, Francisco Me-néndez, Benito Loor, Rafael García, José Agustín Moreira, Ignacio de Vera, José García, José Vicente Aragunde, Ignacio Briones.

Gaceta No. 273 de domingo 7 de enero de 1827

Lista de representantes que no han concurrido al Congreso en Bogotá:

Pichincha José María Viteri

Imbabura Cruz Saá, Vicente Flor

ChimborazoPedro Dábalos, Francisco Flor,

José Moreno de Salas

Cuenca Juan Izquierdo

Loja Ignacio Ochoa

Bogotá 2 de enero de 1827.Se supone que concurrieron

los del departamento de Guayaquil

Gaceta No. 279 18 de febrero de 1827

Escándalo, Escándalo

La sangre nos ha helado cuando he-mos leído en el periódico de Gua-

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yaquil El Patriota que con tal que se conserve la soberanía del pueblo y la majestad de la nación les es indiferen-te que haya presidente, director, rey, o emperador.

¿Y esto se pronuncia en un pue-blo culto de Colombia delante de tres millones de colombianos, que por 17 años han hecho sacrificios para levan-tar y afirmar altares a la Libertad? ¿Y lo sufre Guayaquil, cuyos hijos han derramado su sangre en los gloriosos campos de Yaguachi, Guachi, Pichin-cha, Junín y Ayacucho por combatir la tiranía y los tiranos? No: no puede ser del pueblo de Guayaquil la opinión escandalosa que se emite en aquel pa-pel. Guayaquil ha debido conocer que la soberanía del pueblo es ilusoria, si un rey, un emperador o un dictador gobierna el Estado y que la palabra Majestad de la nación es muy vaga y aun insuficiente: Guayaquil debe saber que la Rusia tiene bastante ma-jestad, y sin embargo los rusos gozan de garantías de un favor adquirido por respetos serviles, en vez de gozar de las garantías de unas leyes dicta-das por los representantes del pue-blo: Guayaquil debe estar instruido en que no hay verdadera soberanía del pueblo donde la masa general de ciudadanos no elige sus mandatarios, inclusos los que ejercen el poder eje-cutivo, donde en épocas determina-das no los puede remover, donde no les puede exigir la debida responsa-bilidad, donde la elección no es libre, alternativa y reglada por la ley, donde no haya más desigualdad que la que la naturaleza ha querido establecer.

Nos parece al leer El Patriota de que tratamos, que leemos aquellos diarios realistas de Europa que se pre-cian de liberales donde se ven doctri-nas semejantes: por ejemplo dice uno:

ya es tiempo de que se reconozca que el destino de los Estados europeos está cifrado en estas dos palabras, monar-quía y libertad: éstas son las dos nece-sidades, las dos pasiones del espíritu público… la libertad que reclamamos no es esa libertad ignorante y subver-siva que no era sino utopías, desvaríos impracticables, desórdenes e impie-dad. Tal libertad no es otra cosa que anarquía.

Cambio de opinión en Guayaquil

Gaceta extraordinaria, 23 de mayo de 1827:

Guayaquil, por su propia conciencia y opinión general, estaba oprimido en su opinión, cuando necesitaba pro-nunciarla en todo el lleno de los libres. La tercera división auxiliar al Perú ha tocado sus playas, para romperle las cadenas; pero, las autoridades que ejercían el mando, fascinaban al pue-blo con ideas absolutamente contra-rias a la libertad del proyecto.En este conflicto ha sido preciso hacer un esfuerzo en auxilio de su opinión oprimida, y la fuerza armada de la guarnición se ha prestado gustosa a este saludable objeto.Guayaquil es libre. El ilustre cuerpo municipal, que tiene una parte de su representación, debe inmediatamente escuchar sus votos, para que en nin-gún tiempo se diga que la transforma-

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ción se ha hecho por solo el impulso de la fuerza. Desde este momento la fuerza pública solo se reconoce con actividad para cumplir las órdenes que reciba de las autoridades que se constituyan popularmente. En esta misma es la idea de la tercera división auxiliar al Perú, como lo verá V.S. por las comunicaciones de su general, que tengo el honor de incluirle, para que en su inteligencia resuelva el ilustre cuerpo municipal lo que corresponda a la conservación del orden público. Dios Guarde a V.S. El coronel Jefe A. Elizalde.Acta

De la Ilustre Municipalidad de Gua-yaquil y documentos en que se apoya la elección de un jefe para la adminis-tración política y militar del departa-mento.En la ciudad de Guayaquil a 16 de abril de 1827 años, reunidos en la Sala Capi-tular los ss. Que componen el cuerpo municipal, se leyó un oficio dirigido por el Sr. Jefe del estado mayor, anun-ciando que en la madrugada de este día la fuerza pública prestó su apoyo a los votos del pueblo, sobre evitar todo choque con la tercera división auxiliar al Perú, que ha desembarcado, en parte, en las playas de Manabí. Así mismo in-dicaba la necesidad de que reuniese esta corporación para elegir un jefe de la administración departamental, respecto de que las autoridades nom-bradas por el ejecutivo de Colombia, ejercían facultades inconstitucionales, que vejaban y oprimían las libertades públicas; según así también lo expre-saba el señor comandante general de

la expresada tercera división, en nota oficial que dirigió a esta ilustre corpo-ración, datada en Montecristi a 6 de los corrientes. Considerando la muni-cipalidad que el pueblo sufriría todos los horrores de una guerra intestina, si se llevase al cabo el proyecto de sos-tener las expresadas autoridades, que por actas anteriores ha pedido este de-partamento la reforma de la constitu-ción, porque prácticamente ha tocado en la penuria a la que reducía la admi-nistración central, que en la presente crisis nada sería más ominoso al país que pasar por alto estos poderosos motivos de interés público… el pue-blo pidió “1 al cuerpo municipal que los señores coronel Antonio Elizalde y teniente coronel graduado Rafael Me-rino se les promoviese los ascensos in-mediatos… enseguida la corporación edilicia consultó al mismo pueblo qué persona consideraba idónea para ejer-cer las funciones de la administración departamental en los ramos político y militar, y por un acto aclaratorio repe-tido se pronunció por el ilustrísimo se-ñor gran mariscal don José de Lamar, fundando la elección en las virtudes, crédito y origen del expresado señor”.Se lo eligió… con lo cual concluyó este acto que firmaron todos los señores presentes Miguel de Anzoátegui, José de Lamar, Ignacio Coello, José María Caamaño, Juan Pablo Moreno, José F. Aguirre, Manuel Mariscal, Francisco Iglesias, Claudio Díaz, Antonio Bo-loña, Martín Santiago de Icaza, Luis Samaniego, Matías Elizalde, Vicente Espantoso, Manuel Espantoso, Miguel Isasi, secretario.

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Cuadro estadístico de la República de Colombia

Gaceta No. 311 de 30 de septiembre de 1827

Tenía 12 departamentos, 37 pro-vincias, 230 cantones, 96 ciudades, 111 villas, 1.246 parroquias, 1.274 vicepa-rroquias o anejos; 2’379.888 habitan-tes, 48 senadores y 88 representantes.

Los departamentos de nuestro país eran: Ecuador, Azuay y Guayaquil. Ecua-dor tenía las provincias de Chimborazo, Pichincha e Imbabura. Azuay tenía las provincias de Cuenca, Loja y Manabí. Guayaquil tenía solamente al propio Guayaquil (salvado error de imprenta).

Provincia Chimborazo Pichincha Imbabura

Cantones 6 5 4

Ciudades 3 3 2

Villas 1 2 2

Parroquias 42 38 20

Anejos 28 39 13

Habitantes 115,420 133.169 59.095

Senadores 2 4 4

Representantes 1 2 3

Provincia Cuenca Loja Manabí

Cantones 4 4 3

Ciudades 1 1 1

Villas 3 3 2

Parroquias 20 20 4

Anejos 9 19 126

Habitantes 76.423 34.471 17.450

Senadores 4 4 4

Representantes 3 1 1

Provincia Guayaquil

Cantones 6

Ciudades 1

Villas 2

Parroquias 17

Anejos 211

Habitantes 56.038

Senadores 4

Representantes 2

Ecuador tenía:

Azuay tenía:

Guayaquil tenía:

Sobre viáticos para la Convención en Ocaña

Gaceta No. 314 de 21 de octubre de 1827:

Manuel Restrepo, secretario de Estado de el Interior:Certifico en debida forma que en cum-plimiento de la ley de 29 de agosto para las elecciones de diputados a la gran convención, ha procedido a ha-cer la siguiente graduación de leguas, de las que ha de servir para satisfa-cer sus viáticos, a los diputados que concurran a la ciudad de Ocaña, que es como sigue. De Bogotá, 116 leguas hasta Ocaña, de Quito 380, de Ibarra 353, de Riobamba 425, de Cuenca 460, de Loja 498, de Guayaquil 465, de Puerto-viejo 405. Bogotá 5 de octubre de 1827.

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Nuevo pronunciamiento de Manabí frente a la crisis de Guayaquil

Gaceta No. 319, 25 de noviembre de 1827

Provincia de Manabí

Acta del cabildo de su capital

En la ciudad de San Gregorio de Por-toviejo a 30 días del mes de setiembre de 1827 años. Los señores de esta ilus-tre municipalidad en cabildo extraor-dinario con el objeto de prevenir la anarquía que amenaza la capital del departamento, según las últimas no-ticias positivas, como igualmente con el de contestar al oficio incitatorio del señor comandante de armas de la pro-vincia acerca de este mismo asunto, di-jeron: que la provincia de Manabí, que fuera primera en adherirse a la cons-titución de Colombia, y de declararse por ella, incorporándose de hecho y de derecho a la familia colombiana, jamás había desmentido y faltado a su fidelidad, no obstante, los compro-metimientos en que se ha querido en-volverla en las actuales circunstancias. Que aunque en el mes de abril del año corriente había sus cabildos deferido a las actas de Guayaquil sobre el reco-nocimiento de autoridades nombra-das por aquella municipalidad y su vecindario, lo habían hecho con las miras de evitar una ruinosa anarquía que amenazaba todo el departamento, y siempre bajo la íntima persuasión de que aunque todos los pasos que se habían dado eran subversivos, a lo menos se proclamaba aparentemente la constitución y leyes de la Repúbli-ca. Que el mayor mal causado por la tercera división auxiliara al Perú, que desgraciadamente desembarcó en el

puerto de Manta, fue la revolución de Guayaquil y emigración de las le-gítimas autoridades por no poderse sostener, ni hacerse respetar en tales circunstancias. Que dividido el depar-tamento en opiniones contrarias unas de otras, pues los unos proclamaban la federación, otros un gobierno in-dependiente y privativo, y otro en fin por la agregación al Perú; esta provin-cia aguardaba a que el resultado de las conferencias entre los señores genera-les Juan José Flores y José Lamar, no fuese otro que la reposición del orden constitucional; pero no habiéndose verificado esto contra sus esperanzas, sino el contenido de la acta de 25 de julio último, en que se veía un contrato de proyectos, que en substancia no se fijaba sobre una determinada preten-sión, y al contrario contradecía lo mis-mo a que se aspiraba, concluyéndose con una amenaza de separación de la República, y con el nombramiento an-ticonstitucional de unas autoridades no llamadas por la ley, no obstante todo ésto, y aun con el conocimiento de que los procedimientos de la cita-da capital, al paso que invocaban la obediencia a la suprema autoridad, se desviaban del todo en el ejercicio de sus funciones; no quiso esta munici-palidad contrariar el contenido de la citada acta, condescendiendo con la solicitud de la federación, como que en esta parte es evidente no podía separarse del pronunciamiento gene-ral del departamento, y obedeciendo interinamente a las autoridades que eligió la municipalidad de la capital: que cuando creyeron que de ese modo calmasen las inquietudes, y que con-tentos los ciudadanos de la capital con tener unos jefes de su país, aguarda-rían tranquilos la convocatoria para la gran Convención, no precisamente

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en el tiempo pretendido en la con-sabida acta de Guayaquil, sino en el que la oportunidad, y las circunstan-cias determinasen, se había engañado desgraciadamente en sus esperanzas, pues que lejos de los preludios de una paz firme, no se habían experimenta-do, sino disensiones, ya entre parti-culares, ya en la misma tropa en que confiaban para su defensa, con las pér-didas y menoscabos de los ciudada-nos. Los empréstitos forzosos violen-tamente cobrados, la insubordinación que se experimentaba en los batallo-nes, la paralización del comercio en su totalidad, la libertad de imprimir papeles injuriosos, no solo contra ve-cinos honrados, sino contra los mis-mos próceres de la República, la riva-lidad introducida en las familias, y en fin todos los estragos de la anarquía. Que siendo esto consiguiente a la mala causa que se había intentado sostener: que la intendencia se había abrogado unas facultades ajenas a su autoridad, practicando funciones de los poderes Legislativo, Ejecutivo y aun Judicial, como lo testifican los reglamentos sobre importación, y exportación de efectos comerciales, el despojo de em-pleados en los ramos de hacienda a pretexto de economizar gastos, la abo-lición del estanco de tabaco, y escan-dalosas disposiciones sobre este ramo, la prohibición absoluta de desembar-car, y embarcar efectos aun comesti-bles en estos puertos sin el permiso del administrador de la aduana principal, el nombramiento de gobernador para esta provincia en la persona del ciuda-dano Francisco Morán, facultad priva-tiva del Poder Ejecutivo, aun para el interino, a pesar de existir el propie-tario en la capital del departamento: todo esto junto había obligado a esta municipalidad a solicitar un pronto

remedio que librase a esta provincia del funesto estrago que la amenaza-ba: que no hallando por ahora otro que el de reclamar la observancia de la constitución y el cumplimiento de las leyes, como igualmente el cese del citado señor Morán en el destino de gobernador por ser su nombramiento nulo e inconstitucional, y porque aun caso de que el propietario no viniese, la ley ha dispuesto que sus funciones se practiquen por el jefe municipal de la capital de la provincia. Sin ha-cer mérito que el señor Morán nos es sospechoso en esta ciudad, ya por-que cuando el gobierno provisorio lo nombró de comandante militar de esta provincia no se le admitió, cuanto por-que habiendo sido un partidario del ex presidente Riva-Agüero, no podía menos que tener sus resentimientos personales; en su virtud, resolvieron sustraerse de la obediencia a la capital del departamento interino se posesio-na las legítimas autoridades, y ponien-do en uso las facultades que en iguales casos competen a las municipalidades, para proveer a su tranquilidad y segu-ridad pública, determinan:1. Que la provincia de Manabí conti-

núe en la observancia de la consti-tución, y leyes, hasta la reunión de la gran convención en que se dis-ponga otra cosa, conformándose por ahora en punto a contribucio-nes con el decreto de capacitación que como más productivo al era-rio, es más conforme con la pobre-za de estos pueblos.

2. Que en esta virtud se suspenda el empréstito tan gravoso que ha de-cretado el señor Noboa, que hace de intendente, tanto porque no se ha dado ninguna garantía para su indemnización, pues no puede darla; cuanto porque no está en su

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esfera esta atribución de decretar contribuciones por no tener las ex-traordinarias.

3. Que el señor jefe político Juan Antonio Menéndez se haga cargo del gobierno como el inmediato llamado por la ley, para subrogar las ausencias del gobernador pro-pietario, y que en su virtud haga notificar al ciudadano Francisco Morán el cese de sus facultades y se regrese a su casa inmediatamen-te, sin dar lugar a otra cosa, dán-dosele los auxilios necesarios que pida para su transporte.

4. Que se pase oficio al señor José Antonio Roca, gobernador esta provincia, a fin de que sin pérdida de tiempo venga a continuar en su gobierno, respecto a que el poder ejecutivo lo ha repuesto, según el decreto del señor Noboa en El Pa-triota No. 12.

5. Que se ratifique por el gobierno el nombramiento del actual señor comandante Domingo Ramírez en virtud de hallarse en posesión de este destino, para que organice las milicias auxiliares y cívicas confor-me a la ley del caso del año de 16.

6. Que se haga saber el contenido de esta acta a las municipalidades de los cantones para su ratificación, remitiéndoseles copias legalizadas por la secretaría del gobierno.

7. Que finalmente se saquen testimo-nios de dicha acta y se remitan al supremo gobierno de la República, al señor general Juan José Flores, y a la ilustre municipalidad de Gua-yaquil, a fin de que todos queden inteligenciados de su contenido y de que esta provincia no se separe una línea de la constitución, y que queda sometida al excelentísimo

señor Libertador presidente de la República. Con lo que se concluyó esta acta que la firmaron con los señores de la municipalidad todos los que saben escribir, expresándo-se con júbilo y aclamaciones por el señor Libertador presidente Si-món Bolívar, lo que yo el presente Jefe Político certifico. Juan Antonio Menéndez, Ramón Aragunde, Pe-dro Antonio Cedeño, Bernardino Intriago, José Ignacio Loor, José de Vera, Pedro de Vera y Macías, José Salcedo secretario. Siguen las firmas del vecindario.

Actas en contra de la convención de Ocaña considerada fallida y trai-cionera a los ideales del Libertador.

Actas de las Municipalidades… De la de Portoviejo

En Gaceta No. 375 de 2 de octubre de 1828:

En la ciudad de Portoviejo capital de la provincia de Manabí en 21 de julio de 1828 años: con motivo de haber lle-gado la noche anterior el correo ordi-nario de Guayaquil con las plausibles noticias de que los pueblos de la Re-pública habían reconocido al Liberta-dor presidente por Jefe Supremo de la Nación, habiendo comenzado esta heroica resolución de la capital de Bo-gotá, cuyo concejo de gobierno había aprobado la acta celebrada por el uná-nime consentimiento de sus vecinos y que a su ejemplo la de Guayaquil había completado sus votos repetidas veces manifestados en el discurso de la convulsión política que ha sufrido la República desde el año de 1826:

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Impuestos los vecinos de esta ciudad de esta interesante noticia en el primer transporte de su júbilo que lo demos-traron por los repiques de campanas y vivas reiterados al Libertador Simón Bolívar, al Jefe Supremo de Colombia, al creador de tres estados y al único en quien han depositado sus destinos; pasaron a la casa del señor goberna-dor y comandante de armas de esta provincia teniente coronel Félix María campos y repitiendo las aclamaciones pidieron que la municipalidad convo-case a todos los ciudadanos, a fin de que reunidos no solo ratificasen todo lo obrado por los departamentos que se han pronunciado por el gobierno único, depositado en la mano benéfica de S.E. el Libertador, sino que igual-mente demostrasen por un acto autén-tico que esta misma había sido y era su espontánea voluntad.El señor gobernador en virtud de este pronunciamiento tan decisivo, lleno del mayor placer y dando repetidas gracias a los vecinos y numeroso con-curso les contestó, que respecto a ser avanzada la noche, se recogiesen para que al día siguiente con más madura detención se resolviese lo que se de-biere hacer en unas circunstancias tan interesantes al bien general de la na-ción colombiana. En efecto, como al si-guiente día se renovase la misma esce-na aumentándose el pueblo en mayor número y repitiese las mismas aclama-ciones, se reunió la Ilustre Municipali-dad en la sala capitular a donde con-currieron los ss. Gobernador, el vicario y cura de esta parroquia, los oficiales de milicias y los notables de la ciudad con el objeto sobre dicho; y dijeron que en uso del derecho de los pueblos li-bres ratificaban y aprobaban las actas celebradas en Bogotá y Guayaquil, y todas cuantas se hubiesen celebrado

en los departamentos de la República en orden a la acertada elección de Jefe Supremo de la República al Libertador Simón Bolívar, en quien transmitían el ejercicio de la parcial soberanía que les competía y que reunían sus votos con los de todo el Estado, cuya notoria voluntad había sido suficientemente explicada por los papeles públicos, y contra la cual se había procedido en la gran convención cuyos miembros se habían desentendido de ella, y pro-cedido con exceso de los poderes co-municados por sus comitentes hasta el extremo de excluir al representante de esta provincia por frívolos pretextos como la falta de una ritualidad que no podía influir en lo esencial del nom-bramiento, lo que también había suce-dido con otros muchos representantes, causando inútiles gastos a la hacienda nacional en las dietas de todo el viaje y a los mismo representantes perjuicios enormes:Que por todo ésto, y porque el estado actual de la misma República exigía que un jefe como diestro piloto dirigie-se el timón de la nave que iba a zozo-brar, no podían ni debían los pueblos haber discurrido otro medio mejor para su salvación, que el de depositar su soberanía en el Ilustre Libertador Simón Bolívar, digno jefe supremo de la heroica nación colombiana y el de recoger sus poderes confiados a los miembros de la convención, como que habían abusado de la confianza. Y fi-nalmente, que se pase a los cabildos de los cantones el correspondiente oficio con inclusión de las actas impresas que habían venido, a fin de que hagan el uso correspondiente y la firmaron por ante mi el presente secretario (hay cincuenta y nueve firmas). –No cons-tan nombres.

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Sobre la Batalla de Tarqui

Gaceta No. 415 de 31 de mayo de 1829:

Lamar es reconocido títere de la monarquía española. Sucre expresa:

…El monumento mandado levantar es conforme a la práctica de las nacio-nes para inmortalizar una victoria; y la prueba de que quisimos honrar al Perú como un pueblo americano, fue que la inscripción de la columna dice: “que cuatro mil de nuestros bravos vencieron a ocho mil soldados perua-nos”, cuando el hecho es que solo fue-ron mil quinientos de los nuestros los que entraron al combate. Como este fue comprometido no habiendo aún claridad, los enemigos creyeron que un solo batallón los derrotó y no han salido de su error hasta ver nuestros detalles…

Vienen luego elecciones de diputados para el Congreso constituyente de 1830

Gaceta No. 434 de 11 de octubre de 1829:

La asamblea electoral de la provincia de Guayaquil, ha nombrado para di-putado principal al señor Martín San-tiago de Icaza, y para suplente al Dr. Joaquín Pareja.Por la provincia de Manabí ha nom-brado para diputado al doctor Caye-tano Ramírez Tita, y para suplente al señor Lorenzo Garaicoa.

“El Voto de Manabí”

En Gaceta No. 446 de 3 de enero de 1830:

O instrucciones que ha de observar el señor diputado al congreso constitu-yente.

Como por el decreto de S.E. el Liber-tador presidente sobre elecciones de diputados para el congreso constitu-yente hubiese limitado las funciones de los electores a solos los actos que tienen relación con ellas; y, en cuya conformidad se celebraron el 11 de agosto último, habiendo recaído la votación de los sujetos de la confian-za de esta provincia, no pudieron por entonces los electores expresar de un modo auténtico cual fuese la opinión pública y los fervientes votos de sus conciudadanos, en orden a la forma de gobierno que convenía a la Repú-blica; contentándose con haberlos ex-puesto verbalmente a presencia de su diputado que no los ignora; pero que no podía representarlos en el congre-so documentalmente, sino dejando la sospecha de ser solo partos de su en-tusiasmo.En la presente, hallándose los colegios electorales autorizados para comuni-car sus instrucciones con la autentici-dad requerida, procedemos los nueve electores presentes, y los demás nota-bles que suscriben, a declarar nuestra voluntad por los artículos que siguen: 1. Nuestro diputado para sus deli-

beraciones en congreso, tendrá presente los motivos que la nación ha tenido para mudar su constitu-ción, siendo el principal el mejorar la situación de los ciudadanos, que

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lejos de experimentar ventajas en el gobierno popular representati-vo, electivo, alternativo… solo han visto en el exceso mismo, de liber-tad, los efectos de la anarquía que por felicidad ha sido sofocada en los brazos del Libertador.

2. Que las luces del siglo, la expe-riencia de lo pasado, los hábitos, la religión, la índole, la localidad, y sobre todo la heterogeneidad de las partes de Colombia, exigen garantías más sólidas y una ad-ministración menos complicada, más enérgica y de tal naturaleza permanente, que haga concebir una esperanza fundada de que el Poder Ejecutivo, revestido de una autoridad más extensa, distribuirá mejor los beneficios sobre los pue-blos, al paso que contendrá los ex-cesos de la malicia.

3. Que no siendo obra de un momento una buena constitución, sino efecto de la meditación de muchos años, como con sobrada razón lo confiesa el célebre doctor Francia en la que trabaja para el Paraguay, no debe precipitarse nuestro diputado en sus dictámenes, ni ser tan obstina-do en ellos que no ceda a la opinión más esclarecida de sus consocios, con tal que tienda al fin que se han propuesto los pueblos de Colombia en la actual convocatoria. Ni se ex-trañe que una nación que se ha sa-cudido del poder extranjero que la dominaba, recuerde a sus comiten-tes que el deber de conformarse con la opinión de la parte más sana, o que discurre cobre los mismos prin-cipios luminosos que han guiado a los pueblos libres.

Pues aunque la voluntad general nunca se oculta, y pocas veces se engaña en lo que es de común uti-

lidad, no siempre la consultan sus podatarios: sucediendo no pocas veces que los congresos, después de muchos años gastados en discu-siones quizá impertinentes; y, ha-biendo agotado las teorías ajenas, han dejado pocas cosas admisibles en práctica, y mucha complicación en las mismas leyes buenas que han sancionado. Si solo se consul-tan las circunstancias del momen-to, se olvida aquella máxima tan repetida de que la salud del pueblo es la suprema ley, y prevaleciendo la misma adhesión al propio dicta-men, o al de los escritores que han trabajado sin los conocimientos relativos a diversos países y a di-versos intereses, se desprecian los pareceres que no coincidan con sus ideas.

4. Que Colombia y todas las seccio-nes de América han pasado por esta triste experiencia: y el reino más culto de Europa, la Francia, no pudo evadirse de esta funesta plaga; habiéndose salvado de su total exterminio por la admirable política de Napoleón, así como Colombia por el tino y prudencia del Libertador presidente. No su-cediendo lo mismo en aquéllas en donde triunfa la demagogia y se sumergen en torrentes de sangre, por falta de un genio creador, y porque sus conductores, adoptan-do ciegamente lo lisonjero de las teorías, se han decidido por un sis-tema puro democrático, en razón inversa a los hábitos y costumbres de la masa común, que careciendo de las virtudes que suponen los publicistas, como de ilustración, equivoca las ideas de libertad con las del libertinaje, y confunde la fe-licidad con la subordinación.

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5. Que no siendo incompatible con la independencia cualquiera forma de gobierno que se dé a Colombia, con tal que sea de naturaleza esta-ble y consentánea al estado actual de su localidad, de sus hábitos y necesidades: y habiéndose evitado apenas la disolución de la repúbli-ca por los esfuerzos del Libertador, y con el convencimiento de que el efecto ha provenido o de la misma constitución, impracticable a un estado naciente de las ruinas del absolutismo, o de haber querido los legisladores acomodar en Co-lombia todas las prácticas de los Estados extranjeros, o del principio destructor recibido en el congreso, de no deberse dar leyes relativas, o de todo junto; es de absoluta nece-sidad el variarla, y construirse del modo más análogo a las circuns-tancias vigentes, guardando las bases esenciales, y sin ceñirse pre-cisamente a todos los principios de la democracia, respecto a haber enseñado la experiencia, que lejos de llenarse con la primera consti-tución las esperanzas de los pue-blos, se ha empeorado su situación con todos los ramos de la política.

6. Que es evidente el principio de que en las transformaciones políti-cas se ha de cuidar de no alterar la religión del Estado, mayormente, y ésta es la católica romana, que con justo derecho posee el timbre de única verdadera: si sobre este punto se deben respetar hasta las preocupaciones de la ignorancia y buena fe, mientras que una sana ilustración descubre la santa sen-cillez de su institución, siempre en razón directa de la felicidad y tranquilidad de los pueblos que tienen la dicha de profesarla; y si

finalmente el desprecio, invectiva y sarcasmos de los libertinos con-tra ella, han escandalizado el can-dor e inocencia de la mayor parte de los ciudadanos de ambos sexos, hasta el extremo de suspirar por la antigua opresión española, que a lo menos se la conservaba libre de los ataques de la falsa filosofía del siglo: es también de absoluta nece-sidad el que se añada a la nueva constitución esta interesante base, de que la religión de Colombia es la católica, apostólica, romana, y de que el gobierno la protege se-gún los principios del Evangelio y las sagradas sanciones de la Igle-sia. Para ello servirá de apoyo el decreto provisorio del Libertador del 27 de agosto del año anterior.

7. Que siendo también evidente el principio, de que los pueblos nun-ca se engañan en la elección de los que han de gobernarlos, aunque una refinada hipocresía quiera ocultarse de sus investigaciones, lo es también el hallarse siempre con-tentos de su administración, por lo mismo que sus buenas cualidades lo hacen dignos de su aprobación y de la estimación pública, como con sobrada experiencia lo confiesan los colombianos del inmortal Bolí-var, que reúne en su persona todo el prestigio de tres millones de ha-bitantes, a pesar de la mezquina y rastrera política de unos pocos bastardos, a quienes una baja emu-lación, hizo romper los vínculos de la gratitud. Por estas razones y por otras muchas, que por tan públicas no se refieren, quieren los electores que el diputado de esta provincia no claudique en la elección del caudillo que ha de regir la Repú-blica, ya que por felicidad posee

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la nación en su seno, al que se ha hecho acreedor a ocupar exclusi-vamente su primera silla.

8. Que como no es más que un pro-blema público el que la soberanía reside esencialmente en la nación, que es lo mismo que admitir un efecto sin causa, o si solo se deriva de ella ejemplarmente, por cuanto todo gobierno trae su origen de la sociedad doméstica, lo que es más conforme a la historia del género humano, estampada de los libros sagrados del cristianismo; no debe insistirse por nuestro diputado en asentarlo como principio, aunque las constituciones modernas lo ha-yan admitido, cual un axioma po-lítico, por los inconvenientes que han resultado y que resultarán en adelante: no siendo el menor, la fe-licidad con que tal idea facticia se descubre un flanco por donde se ataque el gobierno más cimentado; no estando seguros ni los congre-sos legislativos, ni los monarcas más legítimos, de los efectos de la ignorancia y el descontento.

9. Que respecto a que por derecho de gentes todas las provincias han compuesto una nación, y que se hallan circunscritas en su exten-sión territorial, se supone, celebran un pacto duradero y permanente entre sí, de conservar la unidad y por cuya razón cualquiera de las partes componentes tiene derecho a la protección del todo, para el caso de ser acometida por alguna fuerza extraña: se deduce de estos principios no poderse segregar, particularmente bajo ningún pre-texto, y mucho menos revelarse sin contrariar el pacto, que no pue-de disolverse sino por unánime consentimiento de toda la nación.

Partiendo de aquí, y sin admitir la sutil teoría de un pacto social an-terior a toda convención, por ser infundada, parece indispensable el que al formar la constitución se cir-cunscriban nuevamente los límites geográficos del Estado. No negán-dose por ésto la posibilidad de su futura extensión, porque puede suceder que circunstancias impre-vistas, o las razones de convenien-cias conviden a las naciones limí-trofes a la asociación de Colombia, bajo su misma constitución, o con modificaciones relativas.

10. Que sosteniéndose (como se debe) en la nueva constitución, la base de la independencia de España irrevocablemente, y de cualquier otro estado extranjero; y no hallán-dose en nuestra humilde opinión, inconveniente para que en Colom-bia se críe una dinastía, por cuanto hay elementos para ella, para que el tiempo y la buena administra-ción la eleven al más alto rango de grandeza. Siendo además el voto de los más sensatos colombianos, y aun de los extranjeros, como que de este modo se facilita el recono-cimiento de nuestra emancipación por los reinos europeos y aun por la misma Península: respecto a que encontrándose la energía de una mano fuerte, se quitaría la desconfianza de los gabinetes que justamente temen aventurar el reconocimiento no hallado en las repúblicas recientes estabilidad en sus gobiernos, ni firmeza en sus instituciones, y por el contra-rio continuas revoluciones y gue-rras intestinas de que felizmente ha triunfado Colombia, por estas razones y por todas las de conve-niencia que podían aducirse, ten-

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No. 27 • Un encuentro con la historia

drá nuestro diputado la facultad de prestar libremente su consen-timiento para ello, como que este procedimiento no es contrario a la voluntad de estos pueblos, ni a su libertad; pues que la verían asegu-rada con las modificaciones que contendría la misma carta consti-tucional, y con las garantías que en tal caso se sancionarían, sirviendo de ejemplo el actual gobierno fran-cés monárquico moderado.

11. En el caso de que la pluralidad de votos de los diputados presentes en conformidad con los deseos y fundada opinión de sus comiten-tes, se decidiere por el gobierno monárquico, será el primer llama-do al trono el Héroe del Siglo, el inmortal Bolívar.

12. Para este efecto el diputado de Ma-nabí podrá usar, conforme a estas instrucciones, de todas las faculta-des de los pueblos libres, a fin de concurrir a fundar las bases de la monarquía hereditaria, por ser la menos expuestas a las intrigas de la ambición, combinándola con la moderada libertad de los pueblos, y con las luces de la sana filosofía.

13. Si por no chocar con la delicadeza y desprendimiento del Héroe y con la prevención de los estrictos demócratas, no se conviniese el congreso en la forma monárquica, no por esto podrá nuestro diputa-do variar en el nombramiento de presidente de la República, que in-dispensablemente ha de recaer en la persona del mismo Libertador, para que durante su preciosa vida, la gobierne en jefe, bajo cualquier denominación que se la quiera dar: comunicándole a un mismo tiem-po la facultad de elegirse a un su-

cesor con las mismas atribuciones del primero.

14. Para ello podrá indicarse el su-cesor inmediato, que reúna las cualidades que exige un gobierno liberal, sobre haberse merecido la estimación pública por sus virtu-des políticas, y en especial por ha-ber expuesto su vida por la eman-cipación de la República: siendo una condición precisa, a lo menos por ahora, que el elegido ha de ser indispensablemente nativo de Co-lombia, cuna exclusiva de los hé-roes americanos.

15. Mas como no es raro acontecer, el que el sucesor presunto, ponga acechanzas a la vida del poseedor del trono, o del mando supremo político: o que a lo menos promue-va la insurrección acaudillando descubierta u ocultamente a los facciosos: para prevenir iguales casos parece oportuno el que en la constitución se declare de hecho y de derecho la total exclusión al mando, y una infamia perpetua a la persona que en Colombia co-metiese semejante atentado: reser-vando en este caso a la nación el derecho de elegir el sucesor.

16. No siendo adaptable, como se ha dicho, en Colombia la democracia absoluta y habiendo de variarse sus instituciones, es muy conve-niente se declare expresamente la continuación del goce de los fueros militar y eclesiástico, cuyas fuer-zas físicas e influjo moral han sido en todo tiempo el apoyo de los go-biernos, y cuya privación acarrea-ría al estado males incalculables.

17. Finalmente, siendo cierto, el que no hay constitución política que sea perfecta ni que contente a to-

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dos: ni forma de gobierno en que no se encuentren inconvenientes: que cualquiera que sea este, si pro-mueve la felicidad de los asocia-dos, es el menos imperfecto: que la confianza pública en el que ob-tiene el mando es el mejor garan-te de su seguridad, y que el peor es el que carece de energía para hacerse respetar de los malos de dentro y fuera del Estado, preve-nimos a nuestro diputado, que en atención a todo, y que no hay en nuestro concepto persona alguna sensata de la República que no se halle convencida de un gobierno más vigoroso, y que restablezca to-dos los ramos de la política, y ha-biendo puesto su vista en el Liber-tador, en quien han depositado los

bienes inestimables de su libertad y seguridad, tenga presentes estos fundamentos al tiempo de las dis-cusiones del congreso; para todo lo cual le ha confiado esta provincia sus derechos, esperando el desem-peño de la confianza pública.

Portoviejo, septiembre 29 de 1829

Doctor Manuel Riva de Neira, presidente, electores: Juan Antonio Mendoza, José del Carmen Olmeño,

Gabriel Rosero, doctor José María Plaza, Pedro José Moreira, José Delgado, José Beltrán Poveda, Antoño Villafuente, José Cayetano Cedeño, cura de Chone; Andrés de Vera, alcalde municipal; Martín Mendoza,

Ramón Mendoza y Molina, Alejandro Mendoza, Francisco Ponce, Silvestre Canta, Manuel Intriago, Gregorio Leandro de Loor, José Salcedo, Miguel

Riva de Neira, Manuel José Cantos, José Gregorio Guerrero, José Antonio Aráus, Francisco Xavier Santo,

Joaquín Guadamus, Manuel Ponce de León.

Mapa de 1810, por Temístocles Estrada

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La viruela fue una enfermedad que se convirtió en una de las plagas que azolaron a la huma-

nidad desde tiempos inmemoriales. En Egipto, el rostro de la momia de Ramsés V (1157 a.C.) nos evidencia que falleció de viruela a los 40 años de edad. En la India, cientos de años antes de nuestra era, se comenta su presencia en los Libros Sagrados del Atharvaveda. En la China (1122 a.C.) durante la Dinastía Chou ya se co-nocía de su presencia. En la antigua Grecia Tucides, describe un brote de viruelas en Atenas en el año 430 a.C. En Persia, el médico musulmán Rha-zes escribe un libro que habla sobre la viruela y el sarampión en el 910. La viruela es introducida a Europa en el siglo VI al VIII por los árabes, en sus invasiones ibéricas al viejo continen-te, para luego ser reintroducida por los cruzados en los siglos XII y XIII, volviéndose una endemia de la que se

presume llegó a matar hasta 400.000 personas al año durante el siglo XVIII.

La viruela en el Nuevo Mundo: ¿un holocausto biológico?

La viruela arriba a las tierras de América a inicios del siglo XVI, en los barcos negreros procedentes de África que traían esclavos para aumentar la producción en las colonias. Al territo-rio continental mexicano, se presume, llega en 1520 a la ciudad de Veracruz en un esclavo negro de la expedición de Pánfilo de Narváez. Esta primera epidemia determinó la muerte de 3,5 millones de indígenas de mesoaméri-ca. Desde allí comienza una de los ho-locaustos más grandes que ha vivido la humanidad, y que culminó con la conquista del Imperio de los aztecas

LA EXPEDICIÓN DE LOS NIÑOS HÉROES:16 de Julio de 1805, Bicentenario de la llegada

de la vacuna de la viruela a la Real Audiencia de QuitoByron Núñez Freile*

Isaías Núñez Cifuentes**

* Médico Tratante. Servicio de Infectología. Hospital Carlos Andrade Marín. Profesor Universidad Central del Ecuador.

** Estudiante del Quinto Curso, Q. B., Institu-to Nacional Mejía, Quito

Correspondencia: Dr. M.Sc.Byron Núñez-Freile. PO Box: 17-01-4048, Quito.

E-mail: [email protected].

Grabado azteca de la época de la conquista en donde se observan nativos con lesiones cutáneas generalizadas secundarias a viruela.

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por parte de Hernán Cortés, quien conquista un imperio de millones de habitantes con solo 500 hombres y 23 cañones. En el lapso de un siglo, se-gún el historiador William McNeill, la población del imperio azteca pasó de 26 millones a solo 1,6 en el año de 1620.

La conquista del Reino de Quito

Casi un cuarto de siglo antes de su llegada a Quito, los españoles al mando de Vasco Núñez de Balboa se habían asentado en la costa del pacífi-co panameño. Por lo que se presume que las epidemias se adelantaron a los conquistadores en la conquista del Perú, debido al importante comercio que existía entre los habitantes de Mesoamérica y el norte de la América Meridional. Miguel Cabello Balboa, un cronista de la orden agustina, al-rededor de 1580 tuvo oportunidad de entrevistar a gente que en su juven-tud o niñez conocieron al emperador Huayna Capac; él escribe en Quito:

Encontrándose satisfecho en la isla de Puná y habiendo participado de sus vicios y sus atractivos, recibió malas noticias del Cusco, donde le avisaban que reinaba una peste general y cruel, de que habían muerto Auqui-Topa-Inga, su hermano, y Apoc Iliaquita su tío, a los cuales había dejado como gobernantes, al partir, Mama Toca, su hermana, y otros principales señores de su familia habían muerto de la mis-ma manera.

Se cree que a mediados de la terce-ra década del siglo XVI, el inca Hua-

yna-Capac sucumbió en Quito por las epidemias, unos diez años antes de la llegada de los españoles. Los cronis-tas españoles argumentan que el inca murió de “muru uncoy” (viruelas) luego de retornar de Popayán. Pocos años después, entre 1527-1528, Pedro Cieza de León escribe: “Cuentan que vino una gran pestilencia de viruelas tan contajiosa que murieron más de dozientas mill ánimas”. Todas estas aseveraciones previas a la llegada de los conquistadores al Reino de Quito, nos hacen ver que las epidemias de-vastaron con la población existente. Esto sirvió para que los conquistado-res llegaran al extremo de argumen-tar que la Divina Gracia enviaba esta dolorosa enfermedad como castigo a la infidelidad de los nativos, como lo hacen parecer las imágenes de Felipe Guamán Poma de Ayala Pocas. Au-toridades de la colonia se encargaron de prestar ayuda a los nativos ante los azotes de estas epidemias; fue el sép-timo virrey del Perú don Fernando Torres y Portugal, Conde Villar-don-Pardo quien demostró preocuparse por la salud de sus vasallos como nos describe en la carta enviada al rey Fe-lipe II:

Señor: Escrito tengo a Vuestra Majes-tad la enfermedad que comenzó a to-car en la provincia de Quito de virue-las y sarampión de que comenzaba a morir alguna gente y particularmente iba haciendo daño en los naturales y que avisaría de lo que adelante suce-diere y habiendo esta pestilencia, que así le llaman, por haber destruido y muerto mucha suma de indios que es la gente a quien el rigor de ella se

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No. 27 • Un encuentro con la historia

endereza más, en particular ha venido cundiendo por diversas partes enca-minándose a estas provincias y en la cuenca de Loja y Paita se fue acrecen-tando su furia y ha llegado, con mu-cha más, hasta la ciudad de Trujillo… Nuestro Señor guarde a Vuestra Ma-jestad, en Lima 19 de abril 1589.

Epidemia ésta que se inició en un brote desde Cartagena de Indias en 1580, y que azoló a los Virreinatos de Nueva Granada y del Perú.

La viruela en la Real Audiencia de Quito

Luego de la conquista, la viruela se convierte en una endemia más de las enfermedades transmisibles que azolaron a los territorios del antiguo Reino de Quito, y la mortalidad gene-rada por las epidemias de viruela era muy alta. La epidemia del año 1589 provocó una mortalidad del 37,5% en la Real Audiencia; en la ocurrida en 1645 murieron 11.000 personas; en la de 1759 otras 10.000; en la de 1764 fa-lleció un hermano de Eugenio Espejo y en la de 1785 de 25.000 a 30.000 ha-bitantes de Quito. La mortalidad en la población indígena era mayor que en la española, por la falta de inmunidad de aquellos: en la primera epidemia de 1660 en el Oriente, escribe Juan de Velasco, murieron 44.000 nativos de los 100.000 que habitaban esas tierras, en tanto que los muertos fueron de 66.000 nativos en la epidemia de 1680. Botero Benes en 1603, en sus Relaciones Universales, dijo:

Luego al año siguiente (de un terre-moto, en Quito) tras estos males so-brevino el contagio de las viruelas que hizo espantosa carnicería en niños, y mancebos de edad hasta de treinta años, porque a los mayores los tocó en muy pocos: murieron más mujeres que hombres, y fue cosa maravillosa, que no tocó esta enfermedad a ningu-no de los que eran nacidos en España.

En resumen, desde 1533 hasta 1802, se produjeron 26 brotes epidémicos de Viruela en la Real Audiencia de Quito con una mortalidad inconmensurable, que provocaban cada vez un descenso abrupto de la población existente.

En el año de 1785, el Dr. Eugenio Espejo escribe las célebres Reflexiones acerca de las viruelas como una réplica científica a la Disertación Físico Médica en la que se prescribe un método seguro para preservar a los pueblos de las Virue-las de Francisco Gil, libro que se con-virtió en un manual de la época para el control de esta epidemia y del que llegaron 100 ejemplares a la Real Au-diencia. Eran los primeros intentos de controlar las epidemias de viruela, ya que una década después en el viejo continente, Edward Jenner adminis-traba por primera vez la vacuna contra esta enfermedad.

La Real Expedición Filantrópica de la vacuna

En 1802, ante una nueva epidemia en Santa Fe de Bogotá, el Ayunta-miento de esta ciudad acudió al rey de España Carlos IV quien sensibili-zado ante el problema, pues su hija la infanta María Luisa había padeci-

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do la enfermedad e influenciado por las ideas modernas derivadas de la Ilustración, en las cuales había sido educado por su padre el rey Carlos III, consultó con el Consejo de Indias y aprobó una expedición para trans-portar la vacuna, que sería sufragada por el Real Erario. Puso al frente del Proyecto al médico alicantino de 50 años de edad, Francisco Xavier Bal-mis y Berenguer quien años antes ha-bía sido nombrado cirujano de Cáma-ra del Rey por sus servicios prestados en cuatro viajes previos a América, así como su condición de traductor de la obra de Jacques Louis Moreau de la Sarthe titulada Tratado Histórico y Práctico de la Vacuna.

El 29 de julio de 1803, el Rey emite a Real Orden

de que se propague a ambas Américas y si fuese dable a las Islas Philipinas, a costa del Real Erario, la inoculación de la vacuna, acreditada en España y en casi toda Europa como un preservati-vo de las viruelas naturales.

Un mes más tarde, el 1 de septiem-bre de 1803, el rey Carlos IV emitió un edicto, dirigido a todos los fun-cionarios de la Corona y autoridades religiosas de sus dominios de Asia y América, en el cual anunciaba la lle-gada de una expedición de vacuna-ción y ordenaba que la apoyaran para:• Vacunar gratis a las masas.• Enseñar a preparar la vacuna anti-

variólica en los dominios de ultra-mar.

• Organizar juntas municipales de vacunación, para llevar un registro

de las vacunaciones y mantener el suero con el pus vivo, en previsión de su utilización futura.El puerto gallego de La Coruña es

elegido como el sitio de donde parti-rá la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Para el viaje se contrata a la Corbeta de doscientas toneladas la María Pita, que será capitaneada por don Pedro del Barco, teniente de Fragata de la Real Armada. Junto a Balmis, se asigna como subdirector al joven médico militar de 25 años de edad , de origen barcelonés Josef Sal-vany i Lleopart acompañados de dos ayudantes, dos practicantes y cuatro enfermeros.

Los protagonistas

DirectorFrancisco Xavier Balmis y Berenguer

Subdirector Josef Salvany i Lleopart

AyudantesManuel Julián GrajalesAntonio Gutiérrez Robredo

PracticantesFrancisco Pastor y BalmisRafael Lozano Pérez

EnfermerosBasilio BolañosAntonio PastorPedro Ortega

Rectora de la Casa de Expósitos de la Coruña

Isabel Sendales y Gómez

Junto al edicto del Rey se redactó un reglamento interno de la expedi-ción, en el que se dispone escoger a 21 niños huérfanos de la Casa de Expó-sitos de la Coruña entre tres y nueve años de edad, pidiendo a la rectora del mencionado orfanatorio, doña

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No. 27 • Un encuentro con la historia

Isabel Sendales y Gómez, sea la per-sona que les acompañase y cuidase en el mencionado viaje.

Los niños héroes• Vicente Ferrer (7 años)• Pascual Aniceto (3 años)• Martín (3 años)• Juan Francisco (9 años)• Tomás Metitón (3 años)• Juan Antonio (5 años)• José Jorge Nicolás

de los Dolores (3 años)• Antonio Veredia (7 años)• Francisco Antonio (9 años)• Clemente (6 años)• Manuel María (3 años)• José Manuel María (6 años)• Domingo Naya (6 años)• Andrés Naya (8 años)• José (3 años)• Vicente María Sale y Bellido

(3 años)• Cándido (7 años)• Francisco Florencio (5 años)• Gerónimo María (7 años)• Jacinto (6 años)• Benito Vélez (hijo adoptado

de Isabel Sendales y Gómez)Como parte del equipaje de la ex-

pedición, se llevaban 500 ejemplares del Tratado histórico y práctico de la vacuna de Moreau de La Sarthe, tra-ducidos por Balmis y que deberían ser repartidos en las principales ciu-dades. Además, contaba con varios

termómetros y barómetros para ob-servaciones meteorológicas, algunos millares de laminillas de cristal, des-tinadas para conservar la linfa, colo-cando una gota entre dos de ellos y cerrados herméticamente con parafi-na previo vacío, para lo cual contaba con máquinas neumáticas.

La expedición inicia su periplo desde Madrid de donde parte, a fi-nales de agosto de 1803, junto a cinco niños huérfanos quienes trasladan en sus brazos la vacuna hasta el puerto de La Coruña, trayecto en el cual se realizan vacunaciones sucesivas por los pueblos visitados. La corbeta sale del puerto gallego de La Coruña el 30 de noviembre de 1803. Al siguiente día en la Gaceta de Madrid se escribía de la expedición:

De la Habana pasará a Veracruz y de allí a otros puertos en los cuales se irán separando los facultativos, y ramifi-cándose, por decirlo así, la expedición, hasta extenderse por todo el continen-te, fomentada por los virreyes y gober-nadores ilustrados, sostenidas por los facultativos despreocupados, auxilia-dos por los sabios, favorecida por los pueblos, y generalmente protegida por los amigos de la especie humana.

El cruce del Atlántico: de la Coruña a Puerto Rico

Luego de una semana de su par-tida, la corbeta arriba a Santa Cruz de Tenerife, en las Canarias, el 9 de diciembre donde son recibidos con mucha alegría y cooperación, ya que asume el cuidado de la expedición el comandante general de las Canarias,

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Marqués de Casa-Cagigal. Luego de casi un mes de estancia de la expedi-ción en las islas, la misma parte rumbo a América el día 6 de enero del 1804. Desde este momento el penoso viaje se lo realiza en el Atlántico por un tiempo de casi dos meses, en donde los avatares hacen presa de la tripu-lación, en especial de los niños huér-fanos, quienes son vacunados de dos en dos, de manera sucesiva, de brazo a brazo, cada nueve días; tiempo en el cual la pústula en la piel de los infan-tes mantiene el fluido vacuno fresco y sin alteración, presto a ser inoculado en el brazo del próximo infante.

A su arribo a Puerto Rico, la expe-dición de Balmis no es recibida con el fervor demostrado en las Canarias; el gobernador de la isla borinqueña Ra-món de Castro, secundado por el Dr. Oller, presentan gran antipatía a los expedicionarios, debido a que, antes de su arribo, habían conseguido el fluido vacuno desde la isla británica de Santo Tomás, por lo que ya se ha-bía realizado una vacunación previa, que al decir de Balmis “Oller es un inepto y sus vacunaciones han sido ineficaces”. Esta conflictiva, añadida a los desaires del Gobernador, moti-vó la salida abrupta de la expedición rumbo a Venezuela el 12 de marzo de 1804, con la particularidad de que a ella se adhirieron cuatro niños borin-queños (uno de ellos enfermó, por lo que no pudo ser vacunado) con los que se permitirá mantener el fluido vacuno hasta su arribo al puerto ve-nezolano de la Guaira.

La expedición en Venezuela

En el mar Caribe se produce otro contratiempo, ya que la corbeta Ma-ría Pita navegó sin rumbo fijo duran-te cuatro días, lo que motivó que, de manera errada, arribe a Puerto Cabe-llo el día 20 de marzo de 1804, donde rápidamente vacuna a 28 niños, hijos de las personalidades de la ciudad. Desde este puerto, la expedición se divide en varios grupos: Salvany en Puerto Cabello; Balmis por tierra rumbo a Caracas; y, Grajales por mar a la Guaira, para todos reunirse en la ciudad de Caracas. La expedición, luego de vacunar a todos los habi-tantes del norte venezolano, arribó a la cuna de Bolívar el 28 de marzo de 1804, fiesta de miércoles Santo, donde fueron recibidos con todos los hono-res por parte del gobernador Manuel Guevara y Vasconcelos y la alegría del pueblo caraqueño. Aquí se pro-duce el encuentro histórico entre Bal-mis y Andrés Bello quien a la edad de 23 años ya era oficial segundo de la Capitanía General; y, que más tar-de, escribiría su obra teatral “Oda a la Vacuna”. Además en esta capital se crea la Primera Junta de la Vacuna en América, en la que se reglamenta todo el proceso administrativo y téc-nico que permita mantener el fluido vacuno, continuando de manera per-manente la vacunación en contra de la viruela.

En Caracas, Balmis recibe la in-fausta noticia de la muerte del Dr. Lo-renzo Verges quien fue comisionado por el Virrey de Santa Fe de Bogotá para vacunar en su virreinato, por lo

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No. 27 • Un encuentro con la historia

que decide dividir la expedición en dos sub-expediciones. La expedición se divide el 8 de mayo de 1804 en el puerto de la Guaira; una parte rumbo a Cuba hacia el norte, dirigida por el mismo Balmis junto a los niños ga-llegos; y, la otra, hacia el sur, dirigida por José Salvany. En una de sus mi-sivas Balmis aconsejaba al Grupo de Salvany, “la unión entre sí, la eficacia, presteza y exactitud de las operacio-nes, y la atención y deferencia debi-das a los jefes con quienes tuvieran que entenderse”. También les indica “el mejor modo de difundir más fácil-mente la vacuna por las provincias de su tránsito y de conservar constante-mente el fluido, sacando con este ob-jeto dos o más niños en cada paraje o población, de constitución robusta y no demasiado tiernos, pues la expe-riencia tiene acreditado que, además de causar esto muchas molestias, son expuestos y peligrosos por su debili-dad y por la facilidad con la que se altera su máquina”. Será el primero y último adiós de estos grandes mé-dicos, ya que Salvany no retornará jamás a la península.

La Expedición Balmis rumbo a Cuba, México y Filipinas

El 8 de mayo de 1804 la Expedición de Balmis junto al ayudante Antonio Gutiérrez, el practicante Francisco Pastor, los enfermeros Ángel Cres-po, Pedro Ortega y Antonio Pastor, la rectora doña Isabel Sendales, los 21 niños vacuníferos junto a seis niños venezolanos que transportan la vacu-na, parten rumbo a Cuba en la corbeta

María Pita. Arriban a la Habana el 24 de mayo de 1804, donde el médico cu-bano Tomás Romay hacía ya un año que había vacunado a la población de la isla, con el fluido vacuno enviado desde Puerto Rico. Las dificultades para Balmis aparecen previo a su par-tida ya que el capitán general de la isla, Marqués de Someruelo, se niega a proporcionarle cuatro niños para transportar la vacuna hasta México, por lo que se ve obligado a conseguir tres esclavas negras y un niño tambo-rillero, a quien lo compró de su pro-pio pecunio; previamente, ya habían retornado a Venezuela los seis niños vacuníferos, a excepción de uno de ellos quien falleció en el viaje. El 18 de junio de 1804, Balmis abandona la Habana rumbo al puerto de Sisal en la actual Yucatán.

A Sisal arriba el 25 de junio donde es recibido por el gobernador de Méri-da Benito Pérez. En tierras mexicanas, los viajes son muy largos, por lo que dispone que el ayudante Francisco Pastor se dirija a la actual Chiapas y de allí a Guatemala, desde donde con-tinúa la campaña vacunal hasta la ac-tual Costa Rica y El Salvador; en tanto que Balmis se dirije por mar a Vera-cruz rumbo a la ciudad de México.

Desde Veracruz, donde arribó el 25 de julio de 1804, la expedición no es recibida con agrado junto al poco interés por la vacuna. Balmis, previa visita al Santuario de Guadalupe, lle-ga a la ciudad de México en la noche del 9 de agosto de 1804. El virrey Ytu-rriagaray dispone una casa para la ex-pedición que, a decir de Balmis,

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está situada en un extremo de los arrabales, el más fétido y hediondo de todos tanto por hallarse contiguo a un canal donde se reunían todas las inmundicias de la ciudad;

de allí nacen los conflictos con el Vi-rrey de la Nueva España debido “in-diferencia y aun manifiesto desprecio con que le recibió aquel jefe”, “al mal trato que dio a los niños”, “los desai-res repetidos a la expedición”. En esta ciudad se aprecia el interés de Balmis por el cuidado de los niños gallegos, para quienes pide se los recoja en una casa digna, ya que el Real Hospicio a donde fueron inicialmente asignados no le parecía adecuada para ellos, debido a que allí se mezclaban “con una multitud de miserables, sucios y obscenos golfillos”. Sugirió, entonces, que fueran alojados en algún interna-do, preferiblemente en el dirigido por los hermanos bethlemitas, e impelió al ministro Caballero para que insta-ra al Arzobispo a que supervisara su cuidado y, en su caso, que alojara a los más mayores en el Seminario. Los niños se quedaron a vivir en México, unos continuaron en el seminario, otros fueron adoptados por familias de la ciudad y dos de ellos, Tomás Metitón y Juan Antonio, fallecieron.

Desde México, donde crean la Junta Central de la Vacuna, Balmis y Gutiérrez Robredo inician varias ex-pediciones regionales para la vacuna-ción del virreinato que incluyen los territorios de Puebla de los Ángeles, Guadalajara de Indias, Durango, Gua-najuato, Zacatecas, Querétaro, León, Valladolid, San Luis Potosí hasta la ac-

tual Texas y el resto de las provincias del interior. Luego de casi cinco meses desde su arribo a la ciudad de Méxi-co, la expedición parte de la capital del Virreinato el 27 de enero de 1805, rumbo al puerto de Acapulco, de don-de saldrán hacia las Filipinas junto a 26 nuevos niños de origen mexicano que transportarán la vacuna brazo a brazo por el inmenso océano Pacífico.

La expedición abandona Aca-pulco, el 8 de febrero de 1805, en el navío Magallanes comandado por el capitán de fragata Ángel Crespo; tam-bién se halla la rectora del Hogar de Expósitos Isabel Sendales y Gómez, junto a su hijo adoptivo Benito Vélez, y que de ahora en adelante ofrendará su cuidado a los niños mexicanos. El viaje es muy incómodo a pesar de las promesas del contrato con el Capitán del barco, ya que los niños “estuvie-ron mal colocados en un paraje lleno de inmundicia y de grandes ratas que los atemorizaban, tirados en el suelo rodando y golpeándose unos a otros con los vaivenes”, las comidas se re-ducían a “carne de vacas muertas de enfermedad por la mayor parte, frijo-les, lentejas y un poco de dulce”. Esto motivó que la vacuna pasara grave peligro de perderse, ya que acciden-talmente fue inoculada simultánea-mente en siete niños.

La expedición arriba a la Bahía de Manila el 15 de abril de 1805, donde inician la vacunación del archipiélago filipino hasta septiembre del mismo año. Previamente comisiona al ayu-dante Gutiérrez que regrese a México con los niños que habían traído para

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la vacunación de las Filipinas; y que después de realizada esta labor, que duró dos años, regrese a España. El navío Magallanes partiría de regreso a México el 17 de abril de 1807, hasta su arribo a Acapulco el 14 de agosto del mismo año. En esta travesía fa-llecen los enfermeros Pedro Ortega y Antonio Pastor; en tanto que la recto-ra de la Casa de Expósitos al retornar al Virreinato de Nueva España, toma a Puebla de los Ángeles como el asen-tamiento del resto de su vida junto a su hijo adoptivo.

Desde Manila, a principios de sep-tiembre de 1805, Balmis se dirige a Chi-na en la Fragata portuguesa “La Dili-gencia” para vacunar en las ciudades de Macao, Cantón y Hong Kong. En Macao, Balmis continúa en la ciudad durante cinco meses “extendiendo la vacuna y acopiando producciones de Historia natural, observando el esta-do de las ciencias y las artes entre los chinos”. El 5 de febrero de 1806, en la ciudad de Macao, Balmis aborda el na-vío portugués “Buen Jesús Di Alem” rumbo a España. Durante su viaje hace escala en la isla británica de Santa Ele-na, Balmis lleva el fluido vacuno entre cristales con la intención de vacunar a los isleños luego de reunirse en la isla con “los facultativos y los más distin-guidos vecinos, para indagar la causa de no querer admitir el precioso des-cubrimiento”. Balmis vacunó junto al médico británico Mr. Dunn por lo que el gobernador de la isla, coronel Ro-bert Patton, despide al médico español con un almuerzo en la víspera de su partida el 17 de junio de 1806.

Dos meses más tarde, el 14 de agosto de 1806 Francisco X. Balmis y Berenguer, director de la Real Expedi-ción Filantrópica de la Vacuna arriba a Lisboa, desde donde rápidamente se dirige a España y es recibido por el Rey Carlos IV y su Corte en San Idelfonso, el 7 de septiembre de 1806, quien se congratuló y le felicitó por el éxito de la empresa, lo mismo que el resto de la Corte. ¡Fue su gran día de gloria!

La Expedición Salvany en el Virreinato de Nueva Granada

Las peripecias de Salvany se ini-cian en el momento de la separación de la Real Expedición en el Puerto de la Guaira, desde donde toma rumbo a Cartagena de Indias el 8 de mayo de 1804. Viajan en el Bergantín San Luis con ocho expedicionarios: J. Salvany como director de la sub-expedición, el ayudante médico Manuel Julián Gra-jales, el practicante Rafael Lozano, el enfermero Basilio Bolaños, y cuatro niños vacuníferos de origen venezo-lano que se encargarán de transpor-tar la vacuna en sus brazos. Antes de llegar al puerto cartagenero, la nave encalla en la desembocadura del Río Magdalena, con la gracia de no per-der la vida ninguno de sus tripulan-tes, quienes son obligados a llegar por tierra al puerto de Cartagena el 24 de mayo de 1804, no sin antes iniciar la vacunación a los nativos que los ha-bían ayudado en su rescate. En Car-tagena se crea una Junta Central de la Vacuna, y el Ayuntamiento de este puerto se encarga de los gastos de la

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expedición, desde donde, a la vez, se inicia la vacunación de Panamá va-liéndose de la cooperación de un reli-gioso y cuatro niños cartageneros.

El 24 de julio, la expedición parte de Cartagena rumbo a Santa Fe de Bogotá llevando 10 niños vacuníferos. En la ciudad de Mompox, la expedi-ción se divide en dos grupos para am-pliar el radio de acción: el ayudante Grajales y el enfermero Lozano fue-ron “enviados por la vereda de Ocaña a salir al Valle de Cúcuta a las ciuda-des de Pamplona y Girón a las villas de Socorro y San Gil dando la vuelta por Tunja y Vélez”, desde donde irían rumbo a Santa Fe de Bogotá. En el otro grupo, Salvany junto al enfermero Bo-laños siguieron el curso del Río Mag-dalena en barcos pequeños llamados “campanes”. En la ciudad de Honda, Salvany sufre una gran enfermedad y como secuela de esta dolencia pierde su ojo izquierdo, a tal punto que el vi-rrey Amar y Borbón envía un médico para atenderlo junto a algunos niños para mantener el fluido vacunal. Des-pués de su recuperación sale rumbo a Bogotá a donde llega el 18 de diciem-bre de 1804, luego de casi cinco meses desde su salida de Cartagena.

En la capital del virreinato, Sal-vany crea un estamento superior a las Juntas de Vacuna, a la que denomina Junta de Sanidad “a fin de que cuida-se la salud pública de sus respectivos distritos” a modo de un actual minis-terio de salud con su propias regla-mentaciones y la participación

de magistrados, de facultativos y su-jetos celosos e ilustrados, atendiendo

a la escasez de facultativos y al rigor y destemplanza de aquellos climas en que son frecuentes los contagios.

En la capital neogranadina, donde permanecen casi tres meses, Salvany conoce al Padre José Celestino Mutis y realizan 56.327 vacunaciones. El día 8 de marzo de 1805, Salvany parte de Bogotá rumbo a la Real Audiencia de Quito. De la misma manera que en si-tuaciones anteriores, la expedición se divide en dos: una parte al mando del médico Grajales, quien acompaña-do del enfermero Bolaños se dirigen cruzando el Quindío a la ciudad de Neiva, La Plata y Popayán; en tanto que Salvany junto a Lozano van por Ibagué, Cartago, Trujillo, la Provincia del Chocó y Real Minas de Quilichas, hasta Popayán, en donde se reen-cuentra toda la expedición.

La Expedición en la Real Audiencia de Quito

Su reencuentro en Popayán, territo-rio de la antigua Real Audiencia de Quito, lo realizan el 27 de mayo de 1805. Allí, Salvany sufre una recaída de su enfermedad, “con la misma en-fermedad de ojos y efusión de sangre por la boca que había padecido en Santa Fe”. El valor del médico catalán se hace evidente un una carta dirigida a José Caballero:

No nos han detenido ni un solo mo-mento la falta de caminos, precipicios, caudalosos ríos y despoblados que he-mos experimentado, mucho menos las aguas, nieves, calores, hambres y sed que muchas veces hemos sufrido. Los

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rigores que nos ofreció el cruel conta-gio a nuestros primeros pasos sirvie-ron de estímulo para dar un brillante fin a las nobles y humanitarias.

Salvany, sin haberse recuperado del todo, sale rumbo a Quito debido a la presencia de un brote de viruelas en sus alrededores. De la misma ma-nera que en ocasiones anteriores, la expedición se divide en dos: Grajales y Bolaños irían por mar hacia Guaya-quil pasando por la ciudad de Barba-coas y recorriendo todos los pueblos de la costa del actual Ecuador; en tan-to que Salvany junto a Lozano, por los Andes, se dirigen hacia Pasto, pasan-do por Túquerres, Patía, Herradura, Tulcán, Ibarra, Otavalo y Cayambe.

Salvany llega a Quito: 16 de julio de 1805. A su llegada a Quito,

fueron recibidos a distancia de una le-gua por el Cabildo, los tribunales y la nobleza, quienes con objeto de excitar el entusiasmo del pueblo tomaban en brazos a los niños que conducían la vacuna.

La “Florencia de los Andes” reci-bía a los expedicionarios y sus niños como verdaderos héroes. El 30 de ju-lio, el Cabildo de Quito nombra al

Sr Canónigo Magistral D Francisco Rodríguez Soto para que predicase el Sermón de Acción de Gracias por el Preservativo de la Vacunación, del mal de las Viruelas, comunicado a esta ciudad y su provincia por la Real Mag-nificencia.

El acto tuvo lugar en la Catedral, asistieron al mismo: el presidente de

la Real Audiencia Barón de Caron-delet, el obispo Cuero y Caicedo, y el pueblo quiteño. Era el año en que se graduaba como médico, en la ciu-dad de Quito, el prócer José Mejía Le-querica, del que presumimos dialogó con su coetáneo y colega español. La expedición permaneció en Quito casi dos meses, tiempo en el que se realizó una amplia campaña de vacunación de los habitantes de la ciudad y sus alrededores, a más de crearse la Junta Filantrópica de Quito con su propio reglamento y autoridades.

Salvany, poco antes de partir de Quito, es presa de un particular per-cance; sufre un robo en el que le sus-traen “100 pesos fuertes y parte de su equipaje”, siendo acusado del hurto D. Ramón Chavaría, quien luego perdió el dinero en una casa de juego. A par-tir de su declaración, siguieron las in-vestigaciones e inculpaciones a varios habitantes de la ciudad. La pérdida es muy dolorosa para el médico catalán quien dirigiéndose al Barón de Caron-delet escribe:

No puedo creer mi venerado Sr. Pre-sidente que haya ley que me autorice acreedor a perder cuanto llevo ex-puesto, si no fuera la religión y Justicia de Usía no me atrevería a implorar su favor, si solo el de nuestro excelentísi-mo Sr. protector con el que no dejaría aunque tarde de ser correspondido o gratificado por la pérdida padecida en esta ciudad en atención de haber veni-do a consolarla y libertarla en nombre de nuestro Soberano.

El lunes 13 de septiembre de 1805, luego de la celebración de un Te Deum,

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parte la expedición rumbo a la ciudad de Cuenca. En su trayecto, que dura un mes, la expedición pasa por las ciuda-des de Latacunga, Ambato y Riobamba donde realizan las respectivas vacuna-ciones y “dejan instruidos a los curiosos para que las continuasen”.

Grajales y Bolaños en Esmeraldas. Desde Popayán, Grajales se había di-rigido rumbo a Barbacoas con el fin de llegar a la costa del Pacífico y tras-ladarse por mar a Guayaquil. Mas las dificultades económicas, añadidas al peligro de un encuentro con los ingle-ses en alta mar, les obliga a vacunar en los pueblos de la actual Esmeraldas. El médico Grajales escribe: “Hacía más de 21 días que no comemos sino plá-tanos y peces, pues es muy escasa de víveres dicha costa…”. Vacunaron en Husmale, Tumaco, Bocagrande, Morro del Túmaco, Isla del Gallo, San Pedro, San Fernando de la Tola, Cayapas, La Portera, Carondelet y Lita por donde asciende la cordillera para llegar a Iba-rra y de allí a Quito, a donde arriba en enero de 1806 después de cuatro me-ses de que Salvany ya había abando-nado la capital de la Real Audiencia.

La Expedición llega a Cuenca: 12 oc-tubre de 1805. Salvany llega a la Ate-nas del Ecuador el 12 de octubre de 1805, al siguiente día se celebró un Te Deum en la Catedral, con la presencia del gobernador Melchor de Aymerich, y vacunan a 700 personas luego del acto religioso. Las manifestaciones de agradecimiento fueron muy efusivas y concurridas por la población, se rea-lizaron tres corridas de toros, caballos, bailes de máscaras e iluminación de

la ciudad durante tres noches. Cuan-do se vacunó en Azogues y Gualaceo “quisieron mostrar su reconocimiento con algunas diversiones dignas de su mayor admiración”. Los gastos que generó la manutención de la Expe-dición en Cuenca ascendieron a 951 pesos y 8,5 reales. Salvany estuvo en Cuenca casi dos meses y abandona esta ciudad, luego de crear la respecti-va Junta de Vacuna, junto al religioso betlehemita Fray Lorenzo Justiniano de los Desamparados el 16 de noviem-bre de 1805.

La Expedición en Loja. Desde su sa-lida de Cuenca, Salvany con la coope-ración de Fray Lorenzo Justiniano de los Desamparados quien le ayuda en el cuidado de los niños y “le acom-pañase para cuidarlos, como lo hizo, tratándoles con cariño y esmero”, e incluso colabora con el médico ca-talán en algunas vacunaciones. Este religioso quien describe el trayecto “[De] más de seiscientas leguas con la aceleración que permite el viajar con criaturitas y principalmente en la cor-dillera de los Andes, falta de caminos, de toda comodidad y en una estación que era aquella muy rigurosa por la mucha lluvia y nieve”. Pasa la Expe-dición vacunado por Cumbe, Nabón y Oña hasta llegar a Loja, última ciudad de la Real Audiencia de Quito, donde vacuna a más de 1500 niños. Salvany, antes de salir rumbo al Perú, comisio-na a José Moreno de Salas, quien rea-liza la vacunación en la ciudad de Za-ruma y sus alrededores, parte de Loja el 10 de diciembre de 1805 pasando por los pueblos de Gonzanamá, Ca-

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riamanga y Chapamarca hasta aden-trarse en el territorio del Virreinato del Perú, junto a tres niños ecuatorianos que portan el fluido vacuno.

Grajales arriba a Guayaquil. La tar-danza de Grajales, causadas por las dificultades en la vacunación en Es-meraldas y la imposibilidad de trasla-darse por mar a Guayaquil, motivan gran preocupación en el Cabildo de esta ciudad, el que previamente ha-bía organizado una comisión para la recepción y manutención de la Expe-dición de la Vacuna. Grajales parte de Quito en el mes de febrero de 1806, desciende a la costa por Guaranda, y llega a Babahoyo para seguir por vía fluvial a Guayaquil, donde el trato que recibió la Expedición fue magní-fico, ya que el Cabildo asumió todos los gastos que ella motivó. Las fechas históricas de sus estancia en la Perla del Pacífico son escasas, y lo que se conoce es que Salvany, en carta des-de Trujillo fechada del 30 de abril de 1806, escribe a Grajales:

Supongo que ya habrá llegado usted a esa ciudad de Guayaquil, y por consi-guiente recibido mi orden, en la que le prevengo que pase inmediatamente a la provincia de Jaén, ordenándolo, se dirija por mar a Tumbes y pase de allí a la Provincia de Jaén de Bracamoros único punto que faltaba del Virreinato de Santa Fe.

Salvany en el Virreinato del Perú

La expedición ingresa en los terri-torios del Perú el 9 de diciembre del 1805, Salvany ingresa con tres niños ecuatorianos, quien escribe:

… paso a entregarle a los tres llama-dos Juan Bayasta Cuenca natural de Carinamanga, Apolinario Sarango, y Mateo Mora propios de Sosorana para que usted efectúe en este particular cuanto el Rey ordena.

Ésta es la única referencia histó-rica que tenemos de la identidad de tres niños héroes que llevaron desde nuestra tierra, de la actual Cariaman-ga y Sosoranga, el valioso fluido va-cunal. Escribe el Virrey Avilés

Entró Salvany en el Virreynato del Perú viajando con la presteza que per-mitía la Cordillera de los Andes en la estación más rigurosa de lluvias y nie-ves, falta de caminos, y la necesidad de cortar el contagio de las viruelas en los más de los pueblos.

Llegaron a Piura el 23 de diciem-bre de 1805 donde son recibidos afec-tuosamente y pasan las fechas cris-tianas con el inconveniente de que Salvany tiene una exacerbación de su probable tuberculosis pulmonar que motiva una tardanza en su salida has-ta el 9 de enero de 1806.

En la ciudad de Trujillo, logra controlar un brote de viruelas para luego partir hacia Lambayeque, ciu-dad donde se aprecia el rechazo que se hace a la Expedición por parte de

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los indígenas de la localidad; no se les dio recibimiento y mucho menos alojamiento, por lo que Salvany co-misiona al religioso betlehemita Fray Tomás de las Angustias quien se en-cargará de vacunar a todas la pobla-ciones de Lambayeque. En la ciudad de Cajamarca, donde arriban el 9 de marzo del 1806, son recibidos con una favorable aceptación motivada por la autoridad de la localidad D Joaquim Miguel de Arnaco quien ordenaba acudir a la vacunación y exhibió un cartel donde decía:

Para las personas de todas las clases y edades concurran a recibir el más precioso preservativo de la viruela y pasando se tomarán las más eficaces providencias… Finalmente en nombre del Rey y de la humanidad exhorto y amonesto a todos los padres de Fami-lia y demás errantes y habitantes de mi jurisdicción concurran sin pérdida de tiempo al indicado hospital…

Viajando por la costa, Salvany junto al ayudante Lozano se dirigen a Lima; previamente el director de la expedición escribe a Grajales, quien todavía se hallaba en Guayaquil, a que se traslade por los territorios de Jaén de Bracamoros en el sur del Virreinato de Nueva Granada, a que imparta la vacuna, para luego reencontrarse en la ciudad de Lima. A la Ciudad de los Re-yes llegan el 23 de mayo de 1806, don-de el cabildo y la ciudadanía limeñas no ofrecieron la suficiente cooperación con la expedición de la vacuna; escribe Salvany del alojamiento “era tan inde-cente” y la mala atención a los niños “pues los dejó un día sin comer y en

varios les faltó el pan para el desayu-no y el alumbramiento por la noche”. Esta situación al parecer se motivó por el hecho de que tres meses antes de la llegada de Salvany, ya se había vacu-nado en la ciudad por el médico pe-ruano Pedro Berlomo y Cevallos quien hubo de recibir el fluido enviado por el Virrey de Buenos Aires; a más de ha-berse hecho un negocio lucrativo por parte de médicos y practicantes de la localidad de lo que Salvany escribe:

La vacuna se comerciaba. Se compra-ba el fluido, pero no se realizaban las operaciones de vacunación por facul-tativos instruidos, lo que no producía efecto alguno en la mayor parte de las operaciones o se manifestaba la falsa vacuna.

Al poco tiempo de su estancia en Lima, es sustituido el virrey Avilés por Abascal, quien toma un cambio de actitud diametral hacia la Expedi-ción, por lo que se aumenta los vacu-nados, se celebran misas y se decreta la formación de la Junta Conservado-ra del Fluido Vacuno el 15 de octubre de 1806. Las peripecias vividas no pueden oscurecer el gran nexo cien-tífico que tuvo Salvany con el sabio y médico peruano Hipólito Unanue quien presenta a su colega español al Claustro de la Escuela de Medici-na de la Universidad de San Marcos de Lima, la que de forma excepcio-nal le otorga los títulos de Bachiller, Licenciado y Doctor en Medicina. Salvany permanece en Lima más de cuatro meses, hasta su partida el 15 de octubre de 1806 rumbo a la Real Audiencia de Charcas, pasando por

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Arequipa, no sin antes comisionar a J Grajales se dirija a vacunar por vía marítima a Chile y a Lozano hacia la ciudad del Cuzco. Desde este mo-mento los dos grandes médicos espa-ñoles que vacunaron estas tierras no se volverán a ver jamás. El viaje de Salvany hasta La Paz dura alrededor de un año, pasando previamente por Cañete, Pisco, Ica y Arequipa.

La Expedición en Chile

Josef Salvany nunca llegó a Chi-le; a finales de noviembre de 1807, el ayudante Grajales y el enfermero Bo-laños, por vía marítima, van de Lima a Chile. Tuvieron como impedimen-to las batallas marítimas que en esa época se desarrollaron entre España y Gran Bretaña, así como la falta de niños vacuníferos. Los expedicio-narios arriban a Valparaíso a finales de diciembre de 1807 donde crean la primera Junta de Vacuna, para luego llegar a Santiago en mayo de 1808. En septiembre de 1810 Grajales inicia la vacunación en territorio de los arau-canos. Se presume que llegaron hasta el Cabo de Hornos con las vacunacio-nes, ya que se “transportó el fluido vacuno hasta los 480 Latitud Sur”. En enero de 1812 Grajales sale de Chiloé con rumbo al Callao; en cinco años había vacunado a 400.000 personas. El médico Grajales continúa estudian-do y su esfuerzo se ve recompensado en marzo de 1815 cuando consiguió el grado de doctor en Medicina en la Universidad Literaria de Santiago de Chile. Obtuvo por oposición la plaza de Catedrático de Clínica interna y

externa y de Anatomía en la misma Universidad, cargo que desempeñó hasta 1822. Salió precipitadamente de América y llegó a España el 3 de diciembre de 1824.

Finalmente, fueron reconocidos en la Península sus trabajos y esfuerzos realizados en los territorios america-nos de Ultramar. Con motivo de la jura de Isabel de Borbón como Prince-sa de Asturias, el 6 de agosto de 1833, fue agraciado por S.M. la reina gober-nadora, María Cristina, con la Cruz de Caballero de la Orden Americana de Isabel la Católica, en atención a su participación en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.

La Expedición en Charcas: Salvany muere en Cochabamba-Bolivia

Salvany llega a la Paz, capital de la Real Audiencia de Charcas, el 15 de septiembre de 1807. Desde este ciu-dad desarrolla, durante más de dos años, un plan intenso de vacunación en lo que será la actual Bolivia. Mas su sentimiento generoso le enrumba a vacunar las zonas indígenas de Mojos y Chiquitos, en donde la viruela aso-laba a muchos de sus naturales, por lo que se traslada a Cochabamba, donde solicita la ayuda económica de Fco. Ignacio Mideiros, presidente de la Real Audiencia. En espera de una fa-vorable respuesta a esta providencia, Salvany falleció en Cochabamba el 21 de julio de 1810, luego de cinco años de haber llegado a Quito, y cuando en esta ciudad ya se entonaban los can-

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tos del primer aniversario del Grito de Independencia de la América his-pana. Su acta de defunción decía:

En el año del Señor de MDCCCX, en 21 de Julio, murió en su casa y en la comunión de nuestra Santa Madre la Iglesia, D. José Salvany Lleopart, es-pañol, natural de Cervera, de treinta y tres años de edad, cuyo cuerpo fue sepultado al día siguiente, en San Francisco con oficio rezado. Se confe-só para morir, con mi teniente de cura rector don Miguel de Arze el día 17 de este mes y en el mismo, recibió el viá-tico y la extremaunción de mi mano y para que conste lo firma Dr. Melchor de Rivera y Terán.

Su último deseo, la posibilidad de permanecer en América, en un puesto político que solicita primero en Puno y más tarde en La Paz “en atención a las graves enfermedades que padece y casi enteramente imposibilitado de restablecerse en Europa”, al ministro de Gracia y Justicia, José Caballero, la que nunca fue aceptada. Sin duda, fue José Salvany quien encontró las mayo-res dificultades en su itinerario. El Dr. Gonzalo Díaz de Yraola en su mono-grafía lo expresa muy gráficamente:

José Salvany a través de los Andes, abandonado o perseguido, entre gri-tos de júbilo, naufragios y temporales, perdiendo jirones de su integridad física, manco en los Andes, mutilado en un ojo en Guaduas, en la polvareda de los caminos, traza una ruta heroica en beneficio de la humanidad, de esta

humanidad que ni siquiera sabe cual fue su fin.

Consideraciones finalesMás de un millón de americanos

recibieron los beneficios de la inocula-ción gracias a la filantropía de Carlos IV, al desdén por las incomodidades e incluso por la vida de Balmis, Sal-vany, Bolaños, Lozano, Grajales, y al heroico sacrificio de un grupo de ni-ños en cuyo recuerdo y homenaje no se ha hecho todavía la más mínima alegoría. El médico peruano, Uriel García escribe con gran dramatismo:

Esos niños no han pasado a la historia, ni pasarán, solo se trata de campesi-nos humildes, de esos a los que se les denomina “indios”, desde que Pizarro llegó. Los héroes a los que se les adora desde siempre, en los Andes, son to-dos blancos y a los pocos que no son se les transfigura sus caracteres físicos. Estos niños solo fueron una suerte de chasquis, que por mandato real se les reclutó compulsivamente para traer al virreinato del Perú el “precioso fluido de la vacuna”.

Al finalizar, nosotros los autores de esta reseña histórica, rendimos ho-menaje a los niños y expedicionarios, protagonistas de esta epopeya reali-zada hace doscientos años, para que ellos, sus actores, no solo pasen a la historia, sino que vivan en el recuer-do ardiente del glorioso pasado del Ecuador y América.

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Parto de la hipótesis de que la política antinarcótica impuesta y aplicada en países como Bo-

livia, Perú y Colombia tienen el pro-pósito de desarticular a las comuni-dades indígenas, que son vistas como una amenaza para la estabilidad del hemisferio por su sistema de organi-zación y cohesión social.

Para abordar la problemática que gira en torno a la hoja de coca es im-portante tener presente que está en juego una política que no nace en el orden local, es parte de un diseño glo-bal iniciado en Estados Unidos y apli-cado progresivamente en puntos con-cretos de América Latina –ilustrare

algunos casos–, en Perú en los Valles Monzón, Aguaytía, Padre Abad y el Valle del Río Apurímac; en Bolivia en la región de los Yungas de la Paz en la Asunta y Chamaca; y, en Colombia inicia en el departamento del Putu-mayo y, posteriormente, se extiende a gran parte del territorio nacional. Las regiones de los tres países se carac-terizan por un notado abandono del Estado Central, con una riqueza étni-ca, cultural y en biodiversidad, que es afectada directamente con la imple-mentación de la política antinarcóti-ca –la cual sigue el mismo patrón–, se produce un aumento importante del aparato militar, hay un incremento considerable de la violencia y de vio-lación a los derechos humanos fun-damentales, se emplea la fumigación con venenos altamente tóxicos sobre bastas regiones, dejando a su paso destrucción y desolación en las selvas andinas, afectación en la salud y en la seguridad alimentaría de la población receptora de esta política, presencia de ONG’s que manejan los recursos

COCA Y CONFLICTO EN EL ÁREA ANDINAConstanza del Pilar Carvajal Vargas*

Especial para Spondylus

La palabra “coca” se deriva del aimará; “la raíz es khoka, una palabra general para cualquier arbusto o árbol, implicando en esta forma que la fuente de las hojas sagradas es la planta entre todas las plantas. Las

evidencias sugieren que existía un activo comercio de la coca en el altiplano boliviano ya en el año 400 antes de Cristo.1

* Mg. Estudios Latinoamericanos mención Políticas Culturales, especialista en resolu-ción de conflictos de la Universidad Exter-nado de Colombia, profesional en Desarro-llo Familias de la Universidad de Caldas; radicada en Putumayo, Colombia.

1 Wade Davis, “La hoja sagrada de la inmor-talidad”, en El Río. Exploraciones y descubri-mientos en la selva amazónica, Ed. El Áncora, 2004, p. 512 y ss.

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“asignados” a los indígenas y campe-sinos, se criminaliza a los pequeños cultivadores, y los proyectos de desa-rrollo alternativo son un fracaso.

De esta manera, el orden local res-ponde a las presiones que realiza el Imperio, porque éste ha

establecido un sistema anual de “cer-tificación” de los países cocaleros. En ella se evalúa si los países están ha-ciendo los esfuerzos necesarios para erradicar los cocales, de no ser “certifi-cados” dichos países pueden tener se-rios problemas en acceder a la asisten-cia financiera norteamericana y de los organismos multilaterales, así como al intercambio comercial con ese país.2

El Departamento de Estado del país del norte realiza un estudio anual sobre la situación en todo el mundo de la lucha contra las drogas, proceso que utiliza muy hábilmente para poner en duda la gobernabilidad y estabilidad de un país3 o un continente, así acaban de publicar su último informe donde resaltan que “USA identifica al Cono Sur como zona de tránsito de droga”.4

Es así como la política neoliberal emprendida por el gobierno de Es-tados Unidos en la Región Andina durante los últimos cincuenta años ha estado sometida a propósitos co-loniales de dominación y control a larga distancia, que se oponen a las tradiciones más arraigadas de las comunidades indígenas –que tienen dentro de su uso ancestral y cosmovi-sión el empleo de la hoja de coca–. En este proceso erradicador, se han em-prendido planes enmarcados dentro de la política de antinarcóticos y más

recientemente en la política de segu-ridad del país del norte, en la cual se ubica como “enemigo-terrorista” a quienes no se someten a la coloniali-dad de su poder.5

En está dinámica –y para entender la complejidad de la problemática a la que han sido sometidos los pueblos indígenas es importante retomar la historia–, tenemos que:

Los esfuerzos por erradicar los culti-vos empezaron cincuenta años antes de que existiera incluso el tráfico ilegal de cocaína. El verdadero problema es la identidad cultural y la superviven-

2 Pilar R. P. Arroyo, “El problema de la Coca”, Fo-rum Solidaridad, Lima, 17 de marzo, 2003. Pu-blicación del Grupo de Voluntarios de Ultramar, ‹http://www.gvom.ch/info_esp/e_perou /e130.html›.

3 En Paraguay policías de alto rango prote-gen a los narcotraficantes, según denunció el Departamento de Estado, que definió a la nación como “un país importante de tránsito de drogas” hacia Brasil, Argentina, Europa, África y Oriente Medio. Noticias de Starmedia Estados Unidos. “USA identi-fica al Cono Sur como zona de transito de droga”. ‹http://us.starmedia.com/noticias /drogas/drogas_122371.html›.

4 Ibíd., nota de Starmedia, Estados Unidos.5 En el diálogo intercultural propuesto por

Catherine Walsh “los conceptos de colonia-lidad del poder y de la diferencia colonial –pretenden– empezar a armar un pensa-miento y posicionamiento ‘otro’ desde las fronteras (epistémicos, sociales, políticas y de subjetividades) de la colonialidad mis-ma”, en “Interculturalidad y colonialidad del poder. Un pensamiento y posiciona-miento otro desde la diferencia colonial”; por publicarse en Santiago Castro Gómez y Ramón Grosfoguel, edits., El giro descolo-nial. Reflexiones para una diversidad epistémi-ca en el capitalismo global, Siglo del Hombre, p. 21.

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cia de quienes tradicionalmente han reverenciado la planta. Quien consu-me coca en los Andes es Runakuna, del pueblo, y la masticación de las ho-jas sagradas es la más pura expresión de la vida indígena. Sin la coca se des-truye el espíritu del pueblo.6

A manera de ejemplo, ya en 1961 la Convención Única Sobre Estupefa-cientes, reunida en Lima, consideraba que “la hoja de coca y el akhulliku7 de-bían haber desaparecido por comple-to en los países andinos”.8

La satanización de la hoja de coca constituyó el mayor logro de los pla-nes emprendidos en la Región Andi-na: en Bolivia se llamó Plan Dignidad, y fue emprendido desde 1997 por el gobierno de Hugo Banzer; en Perú, desde 1996, por Alberto Fujimori; y, más recientemente, en Colombia, desde el año 2000, por el gobierno de Andrés Pastrana Arango, y con-tinuado por Álvaro Uribe Vélez, a partir del año 2002. El llamado Plan Colombia es un plan camaleónico, el cual se presenta en algunos escena-rios como Plan Colombia y en otros como Plan Patriota. Es así como en estos tres países se da inicio a la más grande persecución policial y militar a los cultivadores de la planta, a quie-nes se les asigna la denominación y el rol de “narcotraficantes”; y, en Co-lombia, después del 11 de septiembre de 2001, de “colaboradores de terro-rista”, respondiendo de esta manera a las políticas neocoloniales de Estados Unidos que se conjugan en su tan an-helado programa Iniciativa Regional Andina.9

En la lucha discursiva por mostrar que las hojas de coca son solo un pro-ducto narcotizante hay implícita una “doble moral colonial”, de la que nos habla Silvia Rivera, y que se ha obser-vado desde los orígenes de la Época

6 “En el norte argentino, el akhulliku se llama también coqueo y, entre la población indígena, pinchado o chhajchado. Akusi, una versión ar-gentinizada del aymara akhulli, se dice del bolo o jach´u de coca que el akhullikador mantiene en la boca y forma una protuberancia visible en su mejilla”. Cita de Rivera Silvia Cusicanqui, en “Las Fronteras de la Coca”, Epistemologías coloniales y circuitos alternativos de la hoja de coca. El caso de la frontera boliviano-argentina, Bolivia, IDIS / UMSA / Aruwiyiri, 2003, p. 9. En Co-lombia, en la mayoría de las comunidades indí-genas se le conoce como el mambe.

7 Wade Davis, “La hoja sagrada de la inmor-talidad”, en El Río. Exploraciones y descubri-mientos en la selva amazónica, Ed. El Áncora, 2004, p. 512 y ss.

8 Rivera Silvia Cusicanqui, en “Las Fronteras de la Coca”, Epistemologías coloniales y circuitos al-ternativos de la hoja de coca. El caso de la frontera boliviano-argentina, p. 9.

9 “Estoy muy contento de estar aquí para hablar sobre el papel de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Inter-nacional (USAID) en la Iniciativa Regional Andina propuesta por el Gobierno, y sobre los progresos hasta la fecha en la imple-mentación del Plan Colombia. El progra-ma de la USAID, apoya directamente una aproximación abarcadora e integral a nues-tra estrategia antinarcóticos en los Andes al equilibrar los esfuerzos de interceptación y erradicación de otras agencias con la ayu-da para el desarrollo social y económico. Nuestra experiencia demuestra que ningu-na faceta de nuestro programa antidrogas por sí sola puede ser exitosa sin la aplica-ción satisfactoria de las otras”. Discurso de Michael Deal, sub-administrados adjunto de la USAID, declara sobre la Iniciativa Re-gional Andina, Waschington, DC 11 de ju-lio de 2001, en ‹http://bogota.usembassy.gov/wwwsmd02.shtml›.

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Colonial. Así, por un lado, se “habili-ta su uso para las corporaciones pero la prohíbe al pequeño comerciante y productor boliviano”.10 Este proceso es de larga data, y su matriz colonial la encontramos desde 1550: la Iglesia católica, como era de esperarse, se pronuncia frente a su uso y sataniza a la planta.

En los Concilios eclesiásticos celebra-dos en Lima en 1551 y 1567, los obis-pos condenaron su empleo como una forma de idolatría y obtuvieron un edicto real declarando que los efectos de la hoja eran un espejismo del de-monio;11

pero, para la época, muchos españo-les tenían cultivos de la planta y la comerciaban; además, se dieron cuen-ta que para los duros trabajos de las minas el consumo de la hoja era la única forma en que los indios sobre-vivían más tiempo dentro de ellas sin comida. Finalmente, la Iglesia acepta su uso y además se beneficia de sus impuestos;

la coca se convirtió en el puntal de la economía colonial. La producción au-mentó cincuenta veces; y, hacia finales del siglo XVI los impuestos a la coca ya le proporcionaban a la Iglesia bue-na parte de sus ingresos.12

Es interesante anotar que la Igle-sia, específicamente los jesuitas, para la época de la colonia manejaba plan-taciones de hoja de coca en Ecuador en las regiones de Imbabura y el Car-chi. Fue precisamente por la preocu-pación de Roma que los religiosos usaban y plantaban la hoja, que fi-

nalmente terminan remplazando por caña de azúcar.

Es preciso preguntarnos: ¿por qué debemos erradicar la hoja de coca? y ¿cómo una planta, que ha sido an-cestralmente utilizada y de libre uso durante el siglo XIX, es perjudicial para la humanidad? Tenemos que, en 1846, el arqueólogo Johann Jakob von Tsudi, que había observado el empleo tradicional de las hojas en el altiplano, anotó lo siguiente: “tengo la firme opi-nión que el consumo moderado de la coca no solo es inocuo, sino que pue-de ser de mucho beneficio para la sa-lud”.13 Más adelante, investigaciones científicas descubrieron aplicaciones médicas de la cocaína como anestési-ca local, para cirugías –avance médico transformó en particular la práctica de la oftalmología, permitiendo por primera vez la extracción indolora de las cataratas–, y como antitusígeno y analgésico menor. Un panfleto publi-cado por la Parke-Davis sugería que la cocaína podía ser “el más impor-tante descubrimiento terapéutico de la época, cuyos beneficios para la hu-manidad serán incalculables”.14

Como era de esperarse, los in-vestigadores de la época, por simple observación o por indagación acer-

10 Ibíd., Rivera Silvia Cusicanqui, en “Las Fron-teras de la Coca”, Epistemologías coloniales y circuitos alternativos de la hoja de coca. El caso de la frontera boliviano-argentina, p. 9.

11 Wade Davis, “La hoja sagrada de la inmor-talidad”, en El Río. Exploraciones y descubri-mientos en la selva amazónica, p. 510.

12 Ibíd.13 Ibíd., p. 495.14 Ibíd., p. 496.

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No. 27 • Un encuentro con la historia

ca del empleo de la hoja, descubren otros empleos, como los usos recrea-tivos (W. Mignolo los llama “formas del buen vivir”15); así, la colonialidad del saber se hace presente cuando “el químico corso Angelo Mariano… en 1863 patentó el Vin Tonique Mariano, una mezcla de extracto de coca y vino tinto de Burdeos que, de inmediato, causó sensación”.16 Sus principales clientes eran altas personalidades, desde presidentes de Estados Unidos, monarcas, y hasta el papa Juan XXIII. “Mariani, serio estudioso de la planta, así como genio de la publicidad, creó toda una línea de productos. Fuera del Vino Mariano estaba el Elíxir Mariani, una versión más fuerte; el té Mariani, un extracto de coca sin vino; unas pastas para el pecho llamadas Pastas Mariani (…). El emprendedor quími-co consiguió el respaldo de la Acade-mia Francesa de Medicina y una lista de más de tres mil médicos daban fe absoluta de su efectividad”.17

Es necesario resaltar que quienes se han beneficiado de estas aplicaciones de la hoja de coca no son precisamente los pueblos andinos. Pero los intere-ses comerciales y las fluctuaciones en el dominio del poder hacen que hoy resulte paradójico el discurso sataniza-dor de la hoja de coca, frente a las múl-tiples aplicaciones químicas e indus-triales, ya conocidas por la comunidad científica desde hace más de un siglo.

Para la década de 1880 tenían en el mercado cocaína en dulces, cigarros, atomizadores, jarabes para gárgaras, ungüentos, pastillas, inyecciones de venta libre y un cóctel llamado “coca

cordial”. Artículos en revistas científi-cas recomendaban la coca y la cocaína para todo, desde mareo hasta los do-lores de estómago, la fiebre del heno la depresión y, lo que era más nefasto, para el tratamiento de la adicción al alcohol y al opio.18

De aquí que la colonialidad del po-der se conjuga con la del saber, y en este proceso marca la pauta el interés mercantil. Así:

En 1885 un fabricante de medicamen-tos patentados en Atlanta llamado John Pemberton registró la marca de una bebida French Wine of Coca: Ideal Nerve and Tonic Stimulant (vino fran-cés de coca: estimulante nervioso y tónico ideal). Un año después elimino el vino y le añadió la nuez de cocoa africana, rica en cafeína, así como en aceites cítricos para darle sabor;19

en 1892, Gringg Candler fundó la Co-ca-Cola tras la compra de la patente a Pemberton. Ésto explica, en parte, cómo “la chispa de la vida” –eslogan publicitario de la bebida de mayor consumo mundial– tiene en su esen-cia el principio químico de las hojas de coca, lo que hace de la Coca-Cola “el producto auténtico”.20 Es por ésto que

15 Walter D. Mignolo, “Evo Morales en Bo-livia: ¿giro a la izquierda o giro descolo-nial?”, en José da Cruz, comp., Democracias en desconfianza. Ensayos en sociedad civil y política en América Latina, Montevideo, Ed. Coscoroba, marzo 2006, p. 101.

16 Wade Davis, “La hoja sagrada de la inmor-talidad”, en El Río. Exploraciones y descubri-mientos en la selva amazónica, p. 495.

17 Ibíd., p. 496.18 Ibíd., p. 497.19 Ibíd.20 Ibíd., p. 498.

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Estados Unidos hasta ahora continua recibiendo toneladas mensuales de la hoja, pasando, así, hasta por la super-visión de la DEA para la producción de la Coca-Cola dentro del mercado internacional; evidenciándose, en este caso, la doble cara de la política esta-dounidense en torno a la coca y los in-tereses de su transnacional.

Si los anteriores argumentos no son suficientes para comprender que esta planta es mucho más que un pro-ducto “ilícito”, consideramos ahora un criterio de Sigmund Freud, quien consideraba a la cocaína como una “droga milagrosa”.21 La empleó en el tratamiento de pacientes con múlti-ples adicciones.

En cuanto a las propiedades nutri-cionales, Jim Duke en 1974 analizó un kilo de hoja seca de coca en el Depar-tamento de Agricultura de los Estados Unidos, y encontró un gran contenido de vitaminas y minerales, compara-bles en estos aspectos

con el contenido nutricional promedio de cincuenta alimentos consumidos regularmente en América del Sur. La hoja de coca superaba el promedio en calorías, proteínas, carbohidratos y fi-bra. Tenía más calcio, fósforo, hierro, vitamina A y riboflavina (…), así como vitamina E.22

Entre todos los minerales y vitami-nas mencionados, es particularmente importante el contenido de calcio de la hoja de coca, considerando que

hasta la llegada de los españoles no había productos lácteos en los Andes, y aún hoy se consume muy poca le-

che. El alto nivel de calcio sugería que la coca podía haber sido un elemento esencial en la dieta tradicional, sobre todo de las mujeres lactantes.23

A pesar de que la comunidad cien-tífica fue conocedora y se beneficio de los usos de la hoja, para 1922 fue con-denada como un narcótico. Sin serlo, y

en menos de una década el público quedó convencido de que era una pe-ligrosa droga adictiva, que solo consu-mían los músicos, los artistas y dege-nerados de toda laya.24

En la década de 1950, en Lima, el director Howard B. Fonda, vicepresi-dente entonces de la Compañía Farma-céutica Burroughs Wellcome, declaró que la coca era, sin duda alguna, “abso-lutamente dañina, causa de la degene-ración racial (…) y de la decadencia cla-ramente visible en numerosos indios”. Son afirmaciones bastante interesantes. Respecto a lo primero, si retomamos lo hasta ahora mencionado, encontramos que es una planta que data desde el año 400 a.C. y, desde esa época, ha formado parte de la vida de los seres humanos. El carácter de sustancia dañina e ilícita aparece con el discurso hegemónico-capitalista. En cuanto a la degeneración racial y la decadencia de numerosos indios, el mayor genocidio registrado en la historia de América se presentó con la llegada de los españoles; y, en la actualidad son claramente visibles las condiciones de desnutrición, pobreza

21 Ibíd.22 Ibíd., p. 501.23 Ibíd.24 Ibíd., p. 498.

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No. 27 • Un encuentro con la historia

y exclusión que viven las comunidades indígenas25 de la Región Andina.

Aimé Césaire dice que: “Una ci-vilización que se muestra incapaz de resolver los problemas que su funcio-namiento suscita, es una civilización decadente”;26 en este sentido, el des-orden creado con la implantación de planes erradicadores y de sataniza-ción de la “hoja sagrada de la inmorta-lidad”,27 crea la necesidad de evaluar seriamente las políticas impuestas, y plantearnos varias preguntas, como: ¿a qué intereses responden?; ¿dónde queda el respeto por las tradiciones étnicas y culturales de los pueblos in-dígenas?; los programas de desarrollo alternativo ¿se corresponden con las necesidades de la gente? ¿Por qué en los planes aplicados hasta el mo-mento el componente militar se lleva más de la mitad de presupuesto de la supuesta “inversión”? Las medidas adoptadas por el gobierno en materia judicial se encaminan a la criminali-zación del pequeño productor, pero, a la vez, éste es interlocutor válido para suscribirse a los programas de gobierno: ¿por qué?; y, ¿dónde queda el aporte a la ciencia, a la medicina y al sector productivo de la hoja?

En esta reflexión es pertinente re-saltar la importancia de la hoja para la conservación de tradiciones cul-turales; algunos grupos indígenas la emplean para ritos iniciáticos de los jóvenes: quien pasa las pruebas recibe como premio “una chuspa llena de las hojas más finas, como símbolo de su recién adquirida virilidad”;28 igual-mente, es empleada en sus fiestas y

ceremonias, en las cuales el compartir el consumo de la hoja forma parte de los mecanismos de socialización, así como de formas de integración y de manifestación de la hermandad entre los convidados (invitados).

En este sentido, Castro y Guardio-la nos recuerdan que en el proceso de reafirmación de los grupos humanos se producen

luchas cognitivas y tiene que ver con el modo en que diferentes hombres y mujeres hacen uso de diversas formas de producir y aplicar conocimiento para relacionarse entre sí, con la natu-raleza, con el territorio, con la riqueza. Son todas luchas identitarias,29

en un campo de batalla cultural do-minado por el mercado y las políti-cas “democráticas” impuestas bajo el

25 La desnutrición en la población indígena supera en más del doble a la no indígena. “Existen elementos relacionados con dis-tintas formas de discriminación a la pobla-ción indígena y otros elementos regionales que afectan a las zonas andinas”, en Larrea Carlos, “Desnutrición, etnicidad y pobreza en el Ecuador y el área andina”, documen-to FLACSO, Quito, 2005, p. 10.

26 Césaire Aimé, “Discurso sobre colonialis-mo, 1955”, documento de clase de Inter-culturalidad y Política Cultural en América Andina.

27 Wade Davis, “La hoja sagrada de la inmortali-dad”, en El Río. Exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica. Wade denomina así a su capitulo dedicado a la hoja de coca.

28 Ibíd.29 Santiago Castro Gómez y Óscar Guardiola,

“El Plan Colombia, o de cómo una histo-ria local se convierte en diseño global”, en Indisciplinar las ciencias sociales. Geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. Perspectivas desde lo andino, Quito, Abya-Yala, 2002, p. 64.

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neoliberalismo; en éstas, el valor de la tierra se impone sobre las tradiciones culturales al realizarse la privatiza-ción de ellas; en este hecho se conju-gan, en palabras de Carlos Sempat, la “política etnocídica” de expropiación de tierras, que como herencia cultural europea continúa ejerciéndose sobre las comunidades asentadas en territo-rios con una gran biodiversidad, que poseen minerales y petróleo entre otros. En la aplicación de dicha polí-tica la fractura social no tiene prece-dentes:

Aquí no hay ninguna exageración; para una sociedad como la andina, cuya relación con la tierra era de una intensidad tan especial, el transplan-te autoritario de pueblos debió dañar seriamente todos los niveles que aún salvaguardaban la cohesión étnica.30

Resumiendo, tenemos que en la implementación de los planes de erradicación y sustitución del cultivo y consumo de la hoja de coca impues-tos por Estados Unidos en los países andinos no han funcionado. Uno de los resultados más degradantes es el que indígenas y campesinos se han visto despojados de sus tradiciones más arraigadas. La satanización de la hoja trajo implícito la estigmatiza-ción y la discriminación social; en este proceso, es pertinente reconocer que todos estos aprendizajes socializado-res marcan el comportamiento de las presentes y futuras generaciones. Así es cómo esta sociedad moderna ha construido

30 Sempat Assadourian Carlos, “IV Dominio Colonial y Señores Étnicos en el Espacio Andino”, en Transiciones hacia el sistema colonial andino, El Colegio de México / Instituto de Estudios Peruanos (IEP), p. 168.

31 Santiago Castro Gómez y Óscar Guardiola, “El Plan Colombia, o de cómo una histo-ria local se convierte en diseño global”, en Indisciplinar las ciencias sociales. Geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. Perspectivas desde lo andino, p. 66.

32 Ibíd., p. 67

identidades políticas en medio de con-flictos asociados a la construcción de un mercado y un Estado nacional que ha ejercido una constante violencia sobre otras formas de producción de conocimiento,31

de economías de autoconsumo cam-pesinas e indígenas y en general de formas de vida en relación con la na-turaleza.

En la lucha por el reconocimiento de las injusticias pasadas, Castro Gó-mez cita a Kant:

“Reconocimiento” significa, en cam-bio, asumir al “otro” como un sujeto empírico –es decir, interesado, apa-sionado, incorporado– que sabe lo que quiere, sin necesidad de apelar a los imperativos morales y jurídicos de una razón universal –en los que se apoya justamente, el discurso naciona-lista hegemónico. Con otras palabras, el reconocimiento del que estamos hablando es la exigencia, por parte de los sujetos subalternos, de que sus pre-tensiones cognitivas sean vistas como ancladas en una historia local, pero también, y al mismo tiempo, es una exigencia a los sujetos hegemónicos para que también reconozcan la vin-culación global, ética y normativa.32

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No. 27 • Un encuentro con la historia

En este proceso, la lucha de los in-dígenas y campesinos por la reivindi-cación de sus derechos es legítima; es la necesidad de la justicia sentida en la que estos actores formen parte ac-tiva de los escenarios políticos donde se toman las decisiones frente al uso de la hoja de la coca. Así como el Plan Dignidad, que de digno ni el nombre, y el Plan Colombia partieron de “un diseño global aplicado a una historia local”;33 lo local, aunque distante, se conecta a redes globales de produc-ción, circulación de mercancías, de burocracias locales y globales –con-tratos a ONG’s, asesores, expertos e intermediarios en el tema de drogas–; guerras globales en las que se preten-de eliminar al enemigo local.

Así, finalmente, veo que el giro descolonial que se puede proponer

desde la Región Andina está atrave-sado por las perspectivas de la censu-ra, que son muchas, debido a la doble moral del mercado neoliberal, pero están en juego la herencia cultural y la salud de pueblos que ancestral-mente han empleado la hoja como factor de cohesión social y como com-plemento nutricional: en un sentido amplio está en juego la cosmovisión de la vida andina.

La madre primigenia, la esencia de la Pachamama, es la Virgen, pero tam-bién es Mamacoca. En cierto sentido es tanto mujer como la planta mis-ma… Triste, solitaria, afligida, vaga por el bosque. Prueba una hoja por casualidad, y encuentra que le calma el hambre y le alivia el dolor.34

33 Ibíd., p. 69.34. Wade Davis, “La hoja sagrada de la inmor-

talidad”, en El Río. Exploraciones y descubri-mientos en la selva amazónica,, p. 527.

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Las cantinas fueron y son el resi-duo cultural legado por Espa-ña, cantinas a las que los bohe-

mios acudían presurosos, cada fin de semana, a disfrutar de la cuartilla de un buen whisky blanco, puro y tras-parente de caña, aguardiente de 60 grados que hacía perlillas al ser va-ciado en la clásica copa de cristal que el cantinero servía, copa que calzaba un trago grande y justo, se lo toma-ba de “un jalón”, seco y volteado, era trago para hombres al que había que sacarle el diablo primero, para evitar que raspara la garganta y quemara las entrañas. Se decía que un trago, muy por la mañana, sacaba el chuchaqui o la resaca, y a la cantina nuevamente se acudía, una cuartilla, no más, se pe-día; lo malo era que no había primera sin segunda, y las copas se sucedían.

Las cantinas tuvieron sus particu-laridades, las de horario abierto y las de horario limitado, con espacios pú-blicos y espacios reservados a clientes determinados, las cantinas donde se aceptaban a jugadores conocidos y ocasionales, para jugar el 30, el rummy, la mona o el pilo, y los que buscaban hacerse ricos de la noche a la mañana jugando póker, el 21 o la pinta, juegos ya pesados, propios de jugadores pro-fesionales, donde las apuestas crecían ante cada jugada, estas eran las canti-

nas donde solo se tomaba y se jugaba naipes, mientras que otras cantinas tenían radios, radiolas, fonolas o to-cadiscos para escuchar música de ritmo alegre, pasillos, boleros, valses, pasodobles, tangos o baladas, que, aunque al calor de las copas se per-turbaran los sentidos se entusiasma-ba el alma de los bohemios, haciendo que sus cuerpos, al ritmo musical de Pérez Prado, danzaran en sus propios asientos, mientras los dedos y palmas de sus manos tamborileaban sobre la mesa de madera, que hacía las veces de un bombo, soñando con ser músi-cos, aunque recibieran la reprimenda de sus compañeros de juego, que les decían, contestos o molestos, “juega que mañana te compro una orques-ta”, o hacían coro cuando cantaban los tríos como Los Panchos, La Rosa o San Juan de Johnny Albino; y, qué de-cir de Julio y Héctor Jaramillo, Jesús Vásquez, Cuco Sánchez, Felipe Pirela.

Camino del puente me iréa tirar mi cariño al río,y ver cómo cae al vacíoy se lo lleva la corriente

CANTINAS1

Ramiro Molina Cedeño*

1 Fragmento del libro (inédito) Tiempos de Abuelos de Ramiro Molina Cedeño

* Cronista Vitalicio de Portoviejo

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Muy populares fueron las canti-nas de Carlos Ciro en la calle Colón y la que funcionaba en la planta alta del Cuerpo de Bomberos, creo que cada noche de la semana, de lunes a domingo, estaban abiertas; para esos tiempos, los horarios oficiales para atención al público no eran respeta-dos y ésto se debía a que comisarios, intendentes, gobernadores de turno, eran parte de sus clientelas o simple-mente funcionaban los compadres que hablaban y llevaban “cariñitos” a las autoridades, como lo hacían los propietarios de los alambiques ile-gales y fraudulentos, aquellos que tenían por negocio destilar, traficar y contrabandear con el aguardien-te, muy común en nuestros pueblos y ciudades de la Costa ecuatoriana, ellos tenían que hacer regalos ma-yores para que nadie les perturbara y poder trabajar tranquilos, obse-quios que comprendían perras y da-mas juanas enmimbradas y llenas del mejor aguardiente, de la primera alzada, acompañados del sobrecito conteniendo algunos billetes de su-cres, morados, lilas y verdes, prin-cipalmente para guardias y jefes de Estancos, cargos públicos claves para quienes querían gozar de dinero fácil, por lo que estos empleos eran pelea-dos y repagados.

Porque estos señores, los guardias de Estanco, salían por muchos días y en largas jornadas de trabajo para cumplir con las “redadas” de limpie-za de alambiques clandestinos; iban por caminos o vericuetos ya andados o abrían nuevos trillos para internarse

al campo y subir la espesa montaña. En este andar, a veces, fatigante y pe-noso, los guardias de Estancos multi-plicaron infinitamente sus apellidos, porque a su paso hermosas chiquillas conocieron, mujeres que fueron cria-das bajo principios de machismo, de sometimiento estricto y creer que el hombre es el fuerte, el que monta y manda, chiquillas motivadas por la admiración de la figura de autoridad, montando a caballo, con sombrero, revólver al cinto, fusil en la montura del corcel y canana cruzada al pe-cho, imponiendo miedo y respeto, sucumbieron a las falsas promesas de abandonar el monte y llevarlas a la ciudad en condición de esposas o amantes, brindarles lujos y comodi-dades, protección y amor eterno, aun-que algunos de los guardias Estancos se enamoraron y cumplieron sus pro-mesas de llevarlas al altar y ante Dios o llevarlas a casa aparte, debiendo acostumbrarse a repartir sus sueldos entre varias canastas de compras que alimenten las numerosas crías, por-que la mujer manabita siempre fue prolífica, nunca se ha negado a brin-dar hijos, sus hijos son para ellas una especie de seguridad, protección y ga-rantía para el mañana.

La cantina del Cuerpo de Bombe-ros fue la preferida del loco Paco, que siempre hizo de las suyas, fue el lugar donde don Ecuador Solórzano muchas veces murió de coraje por las ocurren-cias malsanas y en su contra que le ha-cía el loco Paco, porque este singular, falaz y alegre personaje llegaba tarde a las reuniones de cantina, esperando

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No. 27 • Un encuentro con la historia

que la mesa ya esté servida, y cuando llegaba de madrugada, llegaba con las noticias frescas, con el cuento recién inventado, la muerte ficticia de cual-quier amigo o conocido importante, como cuando declaró muerto al músi-co Alarcón, que era amigo cercano de la gallada, todos se volvieron para pe-dirle que no se juegue con asunto tan serio, que no le salpicara mala suerte al amigo porque las mentiras a veces se hacían verdades, pero el loco Paco insistía y dramatizaba con llanto y pa-labras de siemprevivas en los corazo-nes de amigos y familiares, entonces el juego se interrumpía, el naipe se hacía a un lado, todos inquirían más información porque hacía pocas ho-ras algunos habían conversado con el difunto y hasta bromas se habían he-cho; el loco con sollozos bien simula-dos manifestó que el maestro Alarcón estaba tranquilo leyendo el periódico en su casa, que de repente se llevó la mano a su cabeza, que era de muy escasa de cabellera, y pesadamente su cuerpo se desplomó sobre el duro suelo, que no había sufrido, que había muerto de manera instantánea, todos de inmediato pensaron que había fa-llecido de un infarto cardiaco, a lo que el loco Paco ripostó “¡no, murió por-que le picó un piojo con rabia!”. Los gallos ya cantaban anunciando nueva aurora, buen pretexto para matar la noche con el último trago que queda-ba y regresar a casa.

Cantinas muy especiales fueron las del maestro Largacha, que queda-ba en la esquina de las calles Córdo-va y Ricaurte; la de Juan Sánchez, en

la calle Pedro Gual y Olmedo, y más abajo, sobre la misma calle Pedro Gual, un poco diagonal hacia la calle Rocafuerte estaba el de Marco “bo-lita” Acosta; eran cantinas que aten-dían a todo aquel que llegara con la garganta seca y necesitado de un tra-go, pero eso sí, que fueran tranquilos para las borracheras, caso contrario sufrían las consecuencias de los cora-jes del dueño y perdían su confianza, quedaban fichados y en nueva oca-sión les negaban la entrada.

Lo especial de estas cantinas es que tenían un cuarto privado para los que, a más de libar, gustaban de ama-necidas jugando barajas; a ese cuarto ingresaban solo los jugadores y cuan-do más un juez de aguas, para que sirviera el trago y sirviera de man-dadero, generalmente eran personas de confianza y escasas de dinero, que agradecían y guardaban los centavos que los jugadores les dieran cuando ganaban una partida de naipes, y, por supuesto, también lo hacía el cantine-ro, que los abastecía de aguardiente, cigarrillos, comida y naipes nuevos, pagaba el jugador, por cada vez que ganara la tarifa impuesta, porque no tenía sentido que el cantinero se ama-neciera aguantándole la jeta a los ju-gadores borrachos, que le escupían el suelo, les quemaban las mesas con los cigarrillos, le ocupaban continua-mente la esquina que hacía de baño para pegar sus meadas, y tenían que baldear y trapear las tablas cuando al-gunos expulsaban de sus estómagos la última cucharada de comida que se habían servido momentos antes.

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No recuerdo cuántas veces, con mis hermanos, fuimos a buscar a dichos lugares a mi padre Alberto o a mi tío Aurelio, enviados por mi abuela Matilde o mi segunda madre Teresa Virginia o íbamos movidos por el interés de recibir unos cuantos sucres, lo que se cumplía de inmedia-to si la suerte en el naipe les sonreía, ya el cantinero nos conocía y avisaba de nuestra presencia. A veces, regre-sábamos con la cabeza gacha, como respuesta nos habían regalado un carajazo, señal inequívoca de que la fortuna les era adversa.

Porque en las cantinas se jugaba a toda hora y eran frecuentadas por gente buena y por gente mala, que llegaban con poca o con mucha pla-ta, a jugar el póker, el 21 o la pinta, juegos de azar en los que se aposta-ba, se ganaba o perdía mucho dine-ro, y cuando en los bolsillos y sobre la mesa de juego no quedaba billete alguno, entonces los jugadores acor-daban, mediante el compromiso de cumplimiento por la palabra empe-ñada que era sagrada, a veces, res-paldado por una letra de cambio que en la misma cantina se compraba, la compraventa de semovientes o de bienes muebles o inmuebles, llegan-do algunos, incluso, a apostar a sus mujeres que habían sido bendecidas por la naturaleza con su belleza. Los presentes y espectadores del juego, mirones silenciosos, comentaban en-tre ellos ¡éste si es bien arrecho para el juego!

Cuántas fortunas se hicieron humo y cuántas familias opulentas no sufrie-ron la tragedia de conocer la pobreza porque el jefe del hogar perdió todo en la mesa de juego.

En la calle Bolívar, haciendo esqui-na entre la Mejía y la Rocafuerte, se encontraba la cantina de Oswaldo Ce-vallos, conocida como El Diablo Rojo

Junto a la Cantina El Diablo Rojo estaba el Club 21, sitio de reunión de los chafías, grupo en el que habían cantantes, guitarristas, maestros del rondín, declamadores y poetas, que ya en tragos y con la pena echada al viento componían poesías don-de expresaban su desazón, su dolor, poesías que tenían la chispa de la picardía, gustaba, divertía, como la construida por Mauro Molina Me-néndez al soñar que su cabeza sufría el golpe de una maceta, a la que tituló “Un florero y mi moteta”:

Qué sueño más plañiderohe tenido esta mañana,veía cómo un florerocaía de una ventana.

Florero terco y burlónvino a mí dando piruetasdejándome, cual un santón,aureolada mi moteta.

Chibolo gordo y patánsemejante a una nariz,porque mi desdicha es tan…que no te me vas de ahí.