spondylus 31

Upload: jose-chancay

Post on 15-Jul-2015

149 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Portoviejo, febrero del 2012

No. 31

Ramiro Molina Cedeo Director generalRevista cultural creada en el mes de marzo del ao 2004 por Ramiro Molina Cedeo, con propiedad intelectual compartida con Alfredo Cedeo Delgado. Cuenta con el auspicio econmico del Consejo Provincial de Manab.

Consejo editorialRamiro Molina Cedeo Alfredo Cedeo Delgado Marigloria Cornejo Cousn Carlos Caldern Chico Edgar Freire Rubio Fernando Jurado Noboa

Colaboran en este nmeroPedro Reino Garcs Manuel Eduardo Andrade Palma Jorge Nez Snchez lvaro Meja Salazar Ezio Garay Arellano Pablo A. Prez Ramiro Molina Cedeo

Colaboradores permanentesTonio Iturralde Cevallos Anita Mendoza ngel Loor Giler Alfredo Romn Murillo Mara Fernanda Bravo Manuel Andrade Palma

ISBN978-9942-03-949-1 Portada: Vista del mirador de San Lorenzo en Manab Foto de autora de Vicky Molina de Hickey

CorreccinEstela Guin Palumbo

Edicin, diagramacin e impresinLa Isla N27-96 y Cuba (593 2) 256 6036 [email protected] Quito-Ecuador

LA TIERRA

Revista propiedad de Ramiro Molina Cedeo Prohibida su venta Distribucin gratuita

Portoviejo Manab Telfonos: 052 441461 085027230 E-Mail: [email protected] CENTRO CULTURAL PORTOVIEJO Trabajando por la cultura Portoviejo, febrero de 2012

CONTENIDO

EDITORIAL DECRETO DE CONSTRUCCIN DEL FERROCARRIL DE BAHA DE CARQUEZ A QUITO. 1887 Pedro Reino Garcs ORGENES DE LOS PRIMEROS ESTADOS Hiptesis sobre la sociedad clasista inicial en la territorialidad del Ecuador actual (Seoro de Picoaza-Cerro de Hojas y Jaboncillo) Manuel Eduardo Andrade Palma SENTIDO Y EFECTOS DE LA INDEPENDENCIA EN AMRICA LATINA Jorge Nez Snchez POR UN DOSEL PARA VER LA FIESTA DE TOROS La vanidad del obispo Alonso de la Pea Montenegro lvaro Renato Meja Salazar CEDEO, SEDEO O ZEDEO Segunda parte Ezio Garay Arellano

3

4

10

21

26

37

NMINA Y GENEALOGA DE EXTRANJEROS DEL ECUADOR PRESENTES EN CHILO (1700-1900) Pablo A. Prez CRNICAS DE ANTAO Ramiro Molina Cedeo

47 57

EDITORIAL

L

as personas que deciden editar una publicacin sobre temas histricos que circule peridicamente deben tener, de manera ineludible, la conviccin de que mantienen un deber para con sus lectores y una responsabilidad para con la sociedad que la acoge. Los editores de Spondylus tomaron como deber para con sus lectores el mantenimiento de caractersticas tales como el rigor por la verdad y cierta profundidad y calidad conceptual en las publicaciones que nuestros colaboradores se dignan en enviarnos. Hemos mantenido ese mnimo de exigencia, aun sobre lo palpitante o de actualidad que pueda mostrar un tema; e inclusive sobre la nombrada del colaborador. La responsabilidad que tenemos la asumimos como un deber y como una necesidad. Manab bien sabido

es es una regin con ausencias notorias de fuentes histricas documentadas que se encuentren en archivos, bibliotecas o instituciones. Elaborar una revista peridica de historia desde Portoviejo resultaba una tarea doblemente difcil que poda conllevar, incluso, a generar desconfianza y credibilidad en nuestros colaboradores y lectores. Por tanto, debimos proceder con una notable responsabilidad para estructurar la publicacin e imponerla como material de lectura o de consulta en nuestra provincia y en el pas. De esa responsabilidad es de la que hoy nos sentimos orgullosos, puesto que creemos que, cumpliendo a cabalidad con lo que nos habamos impuesto, hemos logrado hacer hoy que a nuestra ciudad y a nuestra provincia se la mire como sede de una publicacin peridica de ciencias sociales respetada y respetable.

3

DECRETO DE CONSTRUCCIN DEL FERROCARRIL DE BAHA DE CARQUEZ A QUITO. 1887Pedro Reino Garcs1

P

uede volver a ser un sueo de lo real maravilloso, el de repensar en serio en la construccin de un tren, en el sentido contemporneo, que partiendo desde Baha de Carquez, o desde Manta, cruzando las inmensas regiones manabitas, ora desrticas y necesitadas de alimento para ganados, ora repletas de productos y deseosas de buscar los mercados andinos, uniera las tres regiones de la patria. En nuestra geografa de contrastes inslitos, donde por un lado las lluvias asustan, Manab se muere de sed, y est por temporadas sintiendo a sus poblados aislados y distantes, y, en otras, buscando la visita de tantos turistas que desde los Andes aoramos tan bellas playas. Sera bueno acercarnos a tan rica gastronoma, a tanta gentileza de su gente, a tanto paisaje donde los ceibos nos abren los brazos urgentes, repletos de ese calor emblanquecido que acarrean las gaviotas desde los esteros y los bosques. Sera bueno salir del mar repleto de

ocasos en la memoria, subir los Andes hasta el Chimborazo y recorrer en un solo tren una fantasa de llegar a la selva amaznica, por el sitio ms adecuado, hasta mojarse y transfigurarse en verde orgullo de ecuatorianidad. Desde luego, volver a este documento significa estar alerta de los vende-patrias, de los entreguismos, de quienes quieren y han querido para s los beneficios que les duren cientos de aos. Mejor que nadie, los manabitas tendrn ms razones para argumentar y sacar conclusiones sobre lo que la historia nos informa desde estas reminiscencias.

*

Cronista Oficial y Vitalicio de San Juan de Ambato.

4

No. 31

Un encuentro con la historia

El Congreso de la Repblica del Ecuador /Decreta/:Artculo nico Acptase la propuesta presentada por el seor don Ignacio Palau para la construccin de un ferrocarril que, partiendo de Baha de Carquez, termine en la capital. Autorzase al poder Ejecutivo para que mande elevar dicho contrato a escritura pblica, de conformidad con las clusulas siguientes, que estn aprobadas: Art. 1. Ignacio Palau se obliga a construir, equipar y administrar un ferrocarril de va angosta, servido por vapor, entre Baha de Carquez y la ciudad de Quito, teniendo derecho a elegir los lugares ms convenientes para el trazado definitivo. Art. 2. Los trabajos de ingeniatura comenzarn antes de seis meses, contados desde que se firme el contrato, y los trabajos de construccin, dentro del ao siguiente. Diez aos despus de principiados los trabajos de construccin quedar terminada la obra, salvo los casos fortuitos o de fuerza mayor. Art. 3. El ferrocarril partir de un punto de la Baha, y la comunicacin entre este punto y la poblacin de Carquez ser servida por buques de vapor. Art. 4. El empresario construir tambin una lnea telegrfica o telefnica de Quito a Baha de Carquez, de la que podr hacer uso el pblico, pagando los despachos segn la tarifa

que se fijar de acuerdo con el Gobierno. El uso de esta lnea ser gratuito para todos los asuntos oficiales. Del mismo modo, el empresario podr hacer uso gratuito del telgrafo entre Guayaquil y Quito, para asuntos relacionados con el presente contrato. Art. 5. El Supremo Gobierno se reserva el derecho de inspeccionar los trabajos de construccin del ferrocarril, y cuidar que se cumplan las condiciones de este contrato, para lo cual podr nombrar un ingeniero de su confianza, previo cuyo informe aprobar el trazo definitivo de la lnea. Art. 6. Las tarifas por pasajes y fletes sern preparadas de acuerdo entre el Gobierno y la Empresa. Art. 7. Las valijas del correo con sus conductores, los empleados y tropas provistas de pasaportes que lo expedirn nicamente el poder Ejecutivo y los Gobernadores de provincias, sern conducidos gratis en la lnea; y, en caso de que el Supremo Gobierno necesitase mandar tropas o materiales de guerra, la Empresa proporcionar trenes especiales, y en el nmero que fueren necesarios, sin que por este servicio reciba remuneracin alguna. Del mismo modo proporcionar gratis coches especiales al Presidente de la Repblica y Ministros Secretarios de Estado. Art. 8. El empresario construir un muelle en conexin con la lnea frrea, y otro en Baha de Carquez; el uso de este ltimo ser obligatorio para la carga y descarga de todos los buques y embarcaciones que entren o salgan de dicho puerto. La operacin de pa5

sar efectos de los buques al muelle principal, y viceversa, estar sujeta al pago de un centavo de sucre por cada diez kilogramos de peso; y, el producto de este impuesto se aplicar a la amortizacin de los intereses a que se refiere la clusula 9. El trnsito de personas y efectos, por el muelle conexionado con la lnea, estar libre de todo gravamen. La extensin de los muelles a que se refiere el inciso anterior ser determinada de acuerdo entre el Gobierno y la Empresa. Art. 9. El empresario construir de su cuenta y con su capital el ferrocarril, que es materia del presente contrato, y el Gobierno le garantiza el inters del seis por ciento anual sobre treinta mil sucres por cada kilmetro de ferrocarril construido; computndose en este precio los trabajos de ingeniera, vapores, muelles, material rodante y dems anexidades de la Empresa. Art. 10. Para el pago de los intereses fijados en el artculo anterior se destina: 1. El producto de las aduanas de Manab, deducidos los gastos de su administracin, y sin comprenderse en dicho producto el recargo del veinte por ciento sobre los derechos de importacin. Ese producto ser entregado directamente al empresario por los administradores de las prenombradas aduanas, quincenalmente, desde que se firme la escritura del presente contrato.1 Equivale a diez mil metros o diez kilmetros.

2. El rendimiento neto del ferrocarril materia de este contrato. 3. El producto del muelle principal que debe construirse en Baha de Carquez. 4. El valor de los lotes de tierras baldas a que se refiere la clusula 14. Art. 11. Antes de recibir el valor expresado en el artculo precedente, el empresario otorgar una garanta a satisfaccin del poder Ejecutivo por la suma de cien mil sucres: la cual ser aumentada a medida que llegue a ser insuficiente para asegurar las cantidades que reciba el empresario y los intereses del doce por ciento anual con que debe restituirlas, caso de no llevarse a efecto la obra. Art. 12. El Gobierno no podr dar otra inversin a las rentas destinadas a esta obra. Art. 13. El empresario dentro del ao siguiente al de elevado a escritura pblica este contrato, abrir una trocha de diez metros de ancho entre Chone y Santo Domingo, refeccionar el camino nacional existente entre Santo Domingo y Quito, y mantendr uno y otro en estado de servicio para el trfico entre Chone y esta capital, hasta que el ferrocarril reemplace y vuelva innecesaria esa va provisional. Art. 14. Por cada lado del ferrocarril desde Santo Domingo hasta Baha de Carquez, se medirn lotes sucesivos de terreno de un mirimetro cuadrado cada uno,1 los que se repartirn alternativamente por iguales partes y por cada lado de la va entre la nacin y el empresario, y se concedern a este diez lotes ms de igual medida

6

No. 31

Un encuentro con la historia

de terrenos baldos donde los pidiese. El Gobierno otorgar los ttulos de propiedad al empresario, al comenzarse los trabajos del ferrocarril. Si en la designacin de los lotes antedichos tocare ste con terrenos de comunidad, de propiedad Municipal o privada, o con baldos posedos por particulares, podr tomar en compensacin lotes de igual medida en los terrenos nacionales o baldos existentes en cualquier otro punto de la provincia de Manab. El valor legal de los terrenos, que segn el inciso anterior se adjudiquen al empresario, se imputar al pago de intereses de que habla el artculo 9. Art. 15. El empresario tendr derecho para dar uso al pblico las secciones del ferrocarril a medida que las construya, y sus productos netos se aplicarn tambin al pago de los intereses estipulados en el art. 9; pero si el ferrocarril llegase a producir en cualquier tiempo ms de un seis por ciento sobre el capital presupuesto, todo su producto quedar a favor del empresario, y cesar la obligacin del Gobierno a este respecto. Art. 16. Una vez que el empresario se haya cubierto de lo que el Gobierno le adeude por razn de los intereses garantizados, pasarn las Aduanas a poder del Estado; y, terminado el privilegio que se le concede, y aunque el seor Palau fuese acreedor del Fisco por razn del presente contrato, quedar completamente extinguida la

deuda, y el producto de las Aduanas pertenecer al Estado. Art. 17. El Supremo Gobierno pondr a la disposicin del empresario, sin cargo ninguno para este, la faja del terreno necesaria para la construccin del ferrocarril, y har, a costa del empresario, la expropiacin necesaria para la construccin de las estaciones, oficinas, bodegas y talleres. La obra ser considerada de utilidad pblica para todos los efectos legales. Art. 18. El empresario podr utilizar la parte del camino construido por cuenta del Estado. Art. 19. Todos los materiales y mquinas para la construccin y explotacin del ferrocarril, del muelle, del telgrafo o telfono, de los buques de vapor y dems anexidades, quedan exentas del pago de derechos de importacin nacionales, municipales y de cualquier otro impuesto creado o por crearse, as como la Empresa queda libre de toda contribucin o impuesto fiscal, municipal o de guerra creado o por crearse. 7

Art. 20. Los empleados y peones de la Empresa quedan exentos de todo servicio pblico, civil o militar, excepto en caso de guerra exterior. Art. 21. El empresario ser libre para todo lo que corresponda a la administracin de la Empresa y para nombrar, dotar y remover a sus empleados; pero, en caso de conmocin interior, el Gobierno tiene el derecho de indicar la remocin de empleados y la Empresa acceder. Art. 22. El empresario tendr derecho para proveerse de los materiales de construccin y explotacin que necesite, de los terrenos y bosques nacionales, sin remuneracin alguna. Art. 23. En los contratos que la Empresa celebre con individuos particulares, el Gobierno, por los medios legales, le prestar auxilio para la cumplida ejecucin de tales contratos. Art. 24. La duracin del presente contrato ser de noventa y nueve aos, durante los cuales ninguna otra persona, compaa, empresa ni el mismo Gobierno Nacional ni los de las provincias, podrn construir lnea frrea ni de alambre entre Quito y Baha de Carquez ni entre dos o ms de sus puntos intermedios; como tampoco podrn construir otro muelle en dicho puerto. Art. 25. Ambas partes contratantes quedan sujetas recprocamente a la indemnizacin de daos y perjuicios por falta de cumplimiento en las estipulaciones de este contrato. Art. 26. El empresario queda autorizado para asociarse a otras personas, 8

dentro o fuera de la Repblica, para la ejecucin de este contrato, y el Gobierno se obliga a reconocer a cualquiera sociedad o compaa que se forme al efecto, con los mismos derechos y obligaciones. Art. 27. Las escrituras pblicas que hayan de extenderse entre el Gobierno y el empresario, y que tengan relacin con el presente contrato, quedan libres de todo derecho fiscal. Art. 28. Las cuestiones o diferencias que puedan surgir entre el Gobierno y el empresario sern en todo caso resueltas por rbitros arbitradores, designados uno por cada parte, y un tercero por aquellos. El fallo arbitral ser inapelable. El empresario renuncia toda reclamacin diplomtica, a no ser para la ejecucin del laudo. Art. 29. Cumplidos los noventa y nueve aos de que habla el art. 24, el ferrocarril con todo su material rodante y dems anexidades, y los muelles y vapores en perfecto estado de servicio, pasarn gratuitamente a ser propiedad de la nacin. Art. 30. Si el ferrocarril no estuviese concluido dentro de los plazos estipulados en el art. 2, cesar el abono y pago de intereses por todo el capital empleado y por el tiempo de la mora. Igual cesacin tendr lugar siempre que, comenzada la obra, se suspendan los trabajos de construccin por ms de un ao, en cuyo caso el empresario perder los intereses correspondientes a la interrupcin que exceda del ao consecutivo.

No. 31

Un encuentro con la historia

Art. 31. Este contrato caducar y quedar de hecho resuelto si el empresario no diese principio a la obra dentro del plazo fijado en el art. 2, debiendo entenderse por principio de la obra, el empleo en ella, por lo menos de treinta mil sucres; bien sea en trabajos sobre el terreno, bien en introduccin de tiles y materiales destinados al ferrocarril. Especificaciones 1. El ancho del camino o de la plataforma al nivel superior del lastre ser de 2,50 centmetros. 2. Los taludes de los terraplenes tendrn un declive de 1,50 metros de base por uno de altura, y los de las excavaciones el que permitan las diversas clases de terrenos. 3. Las obras de arte, tales como puentes, alcantarillas, sern de mampostera o de hierro, o de ambos materiales combinados. 4. El radio mnimum de las curvas ser de sesenta metros. 5. La pendiente mxima ser de cuatro por ciento en lnea recta, y de uno por ciento en curvas de sesenta metros de radio. 6. Los rieles sern de acero y del peso de veintids kilogramos por metro lineal, y su forma la que se denomina T. 7. El ancho de la va, entre los rieles, ser de 0,92 centmetros. 8. Los durmientes sern de madera

incorruptible y tendr 1,08 centmetros de largo, 0,18 centmetros de ancho y 0,13 centmetros de grueso. 9. Los durmientes se colocarn a la distancia de 0,75 centmetros, ms inmediatos en las junturas. 10. Habr dos estaciones de primera clase a los extremos de la lnea, y las dems, de segunda clase, que fueren necesarias. 11. El nmero de locomotoras, carros y wagones ser el siguiente: Dos locomotoras para pasajeros. Dos id. para carga. Diez carros abiertos para id. Diez id. cerrados para id. Cinco wagones de primera clase. Diez id. de segunda y una balanza de plataforma. Dado en Quito, capital de la Repblica, a seis de agosto de mil ochocientos ochenta y siete.- El Presidente de la Cmara del Senado, Camilo Ponce.- El Presidente de la Cmara de Diputados, Aparicio Rivadeneira.- El Secretario de la Cmara del Senado, Manuel M. Plit.- El Secretario de la Cmara de Diputados, Jos Mara Banderas. Palacio de Gobierno en Quito, a 9 de agosto de 1887.- Ejectese.- J.M. P. Caamao.- El Ministro de lo Interior, J.M. Espinosa.

9

ORGENES DE LOS PRIMEROS ESTADOSHiptesis sobre la sociedad clasista inicial en la territorialidad del Ecuador actualManuel Eduardo Andrade Palma* (SEORO DE PICOAZA - CERRO DE HOJAS Y JABONCILLO)

U

na pregunta inquieta a la comunidad ecuatoriana y la misma requiere de respuesta: la aparicin del Estado, como el ms profundo proceso de cambio registrado en su historia. A la luz del conocimiento, este contenido y pensamiento genera multiplicidad de preguntas. Dnde surgi ese primer Estado? En qu contexto aparece? Cundo aconteci? Qu sucedi para que sociedades con exigua diferencia social sobrevinieran en estructuras sociales vigorosamente jerarquizadas? El orbe urbano conduce al surgimiento del Estado, o es el Estado el que engendra lo urbano? Cul es la concordancia entre las iniciales ciudades y el naciente Estado? Por qu algunos investigadores consideran tal proceso como revolucin urbana? Por qu si coexistimos entre ciudades y Estado, es tan habitual que ambos preexistan? Cmo construcciones sociales que son, tienen su razn de ser-aparecer, pero cmo surgen? He all el dilema! La percepcin inicial que aflora, es que el orbe urbano, con su cotidiana* Abogado, especializado en Derecho Internacional, mster en Ciencias Jurdicas. Universidad Amistad de los Pueblos Patricio Lumumba, Mosc.

afluencia de humanos y de contrastes, es un referente natural, seal de que ha estado all desde el inicio. Pero, desde la ptica histrica y considerando la evolucin de la especie humana y sus etapas de desarrollo social, el fenmeno urbano es reciente. Si nos ubicramos en retrospectiva unos 6.000 aos antes de nuestra era, sin lugar a dudas, no encontraramos sitio alguno con las perspectivas de asimilar el concepto ciudad o poblado urbano. Pero a raz de estas dataciones histricas, en todo el planeta se gestan procesos que generan mutaciones sociales sin parangn. Los diversos grupos humanos se juntan y empiezan a coexistir en sus movilizaciones y supervivencias, establecen sus modos de vida y produccin sedentarios; se forjan nuevas relaciones sociales y aflora la necesidad de crear centros urbanos, en los que se gestan las condiciones auspiciadoras de los primeros Estados. El concepto ciudad, como estructura arquitectnica-social, sera el de poblacin congregada en una territorialidad delimitada. Pero esto conlleva otras connotaciones inmersas en la proliferacin, diversificacin y especializacin de actividades socioeconmicas, ge-

10

No. 31

Un encuentro con la historia

neradoras de un nuevo proceso de desarrollo cultural que cambia la visin cosmolgica comunitaria, originando sistemas de comunicacin y de expresin, lo que sobrelleva la concentracin y construccin de todo tipo de elementos arquitectnicos. Esto hace que surja la urgencia de administrar estas nacientes ciudades, por lo que impera la necesidad de integrar sistemas polticos, para establecer la autoridad y jerarqua de los lderes gobernantes del conjunto social, los mismos que se manejan

mediante la extraccin de impuestos, de prcticas administrativas y ejerciendo mandatos legales comunitarios, que requieren para su hegemona; estableciendo, de esta manera, su control a travs de un aparato coercitivo. Esta caracterizacin, enunciada en trminos tan generales, servira para cualesquier medio urbano desarrollado o poblado rural congregante de ncleos familiares, inmersos en una nueva dinmica de relaciones sociales y modos de producir.

Inicios de las formaciones socialesSociedades entre problemas y utopas, elementos conceptuales Desde su origen, los seres humanos establecen entre ellos relaciones sociales, organizan sociedades y construyen territorios. Los seres humanos tienen necesidades bsicas e intereses particulares. La sociedad se relaciona con la naturaleza a travs del trabajo. Los seres humanos extraen de la naturaleza los bienes que consideran valiosos para satisfacer sus necesidades bsicas y realizar sus intereses. Los integrantes de la sociedad realizan acciones individuales y colectivas; y, a travs de ellas, producen la realidad social.

Referente: comunidad primitiva de cazadores recolectores pre-tribalesEn tanto comunidad primitiva, esta sociedad se caracteriza por la falta de produccin sistemtica de excedentes y la ausencia de clases sociales. Lo distintivo de la misma, en cuanto a los contenidos de la propiedad, es que sta se establece sobre la fuerza de trabajo y los instrumentos de produccin. No se ha establecido la propiedad real sobre los objetos naturales de produccin. Puede decirse que la apropiacin de los medios naturales de produccin es resultado del trabajo y no una condicin necesaria para la produccin. La forma de la propiedad que cualifica a las relaciones fundamentales de produccin es colectiva, con diversas formas de posesin particular e individual. Los medios naturales de produccin son tambin objeto de formas particulares de posesin consensual (vase trabajo de Luis Guillermo Lumbreras, [1982, 84, 86]).

11

Los territorios del mundo contemporneoReferente: comunidad primitiva tribalEl modo de produccin de la comunidad tribal se caracteriza porque, si bien se mantienen las formas colectivas de la propiedad, sta se constituye tambin en propiedad efectiva sobre los medios naturales de produccin, tales como la tierra, el ganado, los cotos de caza o las reas de pesca o recoleccin. Cuando se desarrolla la produccin de alimentos, la sociedad invierte fuerza de trabajo en los objetos naturales de produccin, interviniendo en el control de la reproduccin biolgica de las especies alimenticias. Pero, para poder estabilizar una economa sobre esas bases, se requiere asegurar la propiedad real sobre tales objetos de trabajo, con el fin de impedir su apropiacin por otros pueblos. En esta sociedad, la apropiacin de la naturaleza no es solo un resultado de la produccin, sino una condicin para la misma. Una de las formas de garantizar la propiedad comunal sobre todos los elementos del proceso productivo, como condicin para la produccin, es el crecimiento demogrfico, posibilitado por la elevacin de la productividad media del trabajo. Sin embargo, para que este mayor nmero de poblacin adquiera cualitativamente la capacidad efectiva de defender la propiedad comunal, se requiere de una nueva forma de organizacin social que comprometa recprocamente a los miembros de toda una comunidad, en un sistema de relaciones de mayor escala. sta es, en sentido estricto, la organizacin tribal. La organizacin tribal se estructura sobre un modelo analgico de las relaciones de parentesco que, en parte, regula la distribucin de la fuerza de trabajo a travs de la filiacin real. Pero, en realidad, es una organizacin multifuncional. En principio, el parentesco clasificatorio sobre el cual se organiza la estructura tribal es, de hecho, la forma particular que, en estas sociedades, adquieren las relaciones fundamentales de produccin (vase trabajo de Luis Guillermo Lumbreras, [1982, 84, 86]).

Los primeros seres humanos y las primeras formas de organizacin social Alrededor de cuatro millones de aos atrs, los primeros seres humanos establecieron entre ellos relaciones sociales y protagonizaron importantes aprendizajes: como andar erguidos, fabricar herramientas y explicar por qu hacan lo que hacan y transmitir a otros sus experiencias y vivencias. Durante el paleoltico, los grupos humanos fueron cazadores y recolectores; se trasladaban constantemente en busca de alimentos. Entre los grupos de cazadores y recolectores existi una divisin sexual y social del trabajo.La especie Homo sapiens fue capaz de sobrevivir en el mismo medioambien-

12

No. 31

Un encuentro con la historia

te que el mamut, mejorando su cultura material. Tanto la evolucin como el cambio cultural pueden ser considerados como adaptaciones al medio ambiente. El medioambiente significa el conjunto de la situacin en la cual tiene que vivir una criatura: no abarca nicamente el clima y el relieve, sino

tambin factores tales como la provisin de alimentos, enemigos animales y, en el caso del hombre, incluso las tradiciones, costumbres y leyes sociales, la posicin econmica y las creencias religiosas (V. Gordon Childe, arquelogo australiano, que vivi entre 1892 y 1957. Los orgenes de la civilizacin).

Referente: la revolucin clasistaEn la fase cacical se agudizan las contradicciones de la sociedad tribal. Internamente, se hace cada vez ms difcil compatibilizar la coparticipacin en las decisiones sobre disposicin de los elementos del proceso productivo y la distribucin igualitaria en que se objetiva la propiedad colectiva, con una estructura social jerarquizada que mantiene a un grupo de trabajadores especializados (controlando la circulacin de sus productos o el uso de su trabajo), y que decide sobre el uso de la fuerza de trabajo de la comunidad. Externamente, el equilibrio de fuerzas en las relaciones intercomunales que se mantiene gracias a sistemas de intercambios equilibrados y al potencial defensivo de cada comunidad tiene un lmite que terminar por ceder a las presiones de unas sobre otras por la obtencin de recursos desigualmente distribuidos en la geografa y de acceso limitado por las propiedades comunales. El desarrollo de las desigualdades internas y externas conducir a la crisis de la comunidad primitiva y al proceso de conformacin de clases sociales y estado (vase trabajo de Luis Guillermo Lumbreras, [1982, 84, 86]).

Las sociedades tributarias Hace alrededor de 12.000 aos, algunos pueblos que vivan en el Cercano Oriente inventaron la agricultura y comenzaron a producir sus propios alimentos. Cerca de 5.000 aos atrs, pueblos que habitaban el continente americano protagonizaron un proceso similar (Valdivia, en Ecuador). La produccin de un excedente de alimentos provoc una nueva divisin sexual-social del trabajo y origin diferencias de riqueza, poder y prestigio entre los integrantes de la sociedad. Las diferencias sociales se manifestaron en una nueva divisin y organizacin del espacio. Las sociedades agrcolas construyeron ciudades y organizaron Estados. Una minora control el uso de los excedentes acumulados y comenz a exigir la obediencia de la mayora de la poblacin. 13

En las sociedades de la antigua Mesopotamia asitica y del antiguo Egipto, la mayora de la poblacin eran campesinos que estaban obligados a entregar una parte de su trabajo y una parte de su produccin a los gobernantes en concepto de tributos. Cuando se empiezan a gestar en el orbe planetario transformaciones

sociales sin precedentes, en la movilidad, la sedentarizacin y la agricultura, la organizacin, la produccin, la distribucin de los excedentes, la divisin del trabajo, la jerarquizacin de la sociedad, reorganizacin de los espacios territoriales, se establecen las primeras ciudades. Y con ellas, el origen de los primeros Estados.

Referente: la sociedad clasista inicialEl factor de desarrollo de las fuerzas productivas que agudiza las contradicciones internas de la formacin tribal cacical, generando la necesidad de un nuevo sistema de relaciones sociales de produccin, es el surgimiento del conocimiento especializado, con el que se establece una nueva divisin social del trabajo, entre el trabajo manual de los productores directos y el trabajo intelectual. El campo del conocimiento especializado, cuyo uso se convierte en factor de desarrollo de la productividad del trabajo, puede ser cualesquier clase de fenmenos naturales o sociales que resulten estratgicos para la sociedad: medicin del tiempo y prediccin de eventos climticos claves para la agricultura, procesamiento de metales, construccin de sistemas de irrigacin, manejo de los procesos de intercambios extracomunales, organizacin militar, etc. Para la mantencin de estos especialistas, cuya actividad se hace necesaria y es monopolizada por la organizacin central de la sociedad, se requiere que los productores directos transfieran parte de su produccin. Esto se asegura a travs del sistema jerarquizado de toma de decisiones y uso de la fuerza de trabajo que, en principio, est posibilitado por la estructura cacical. Con lo cual la transferencia permanente de plustrabajo o plusproducto se convierte en un sistema social de enajenacin de excedentes, es decir, de explotacin clasista (vase trabajo de Luis Guillermo Lumbreras, [1982, 84, 86]).

La Lista de ChildeQu hay de nuevo cuando surgen los primeros Estados y sus ciudades? La respuesta no es sencilla y depende, en buena medida, de las posiciones tericas desde las que los investigadores se aproximan al problema. Dentro 14

de ese amplsimo conjunto, uno de los estudiosos que, sin duda, se destaca ms es el arquelogo australiano Vere Gordon Childe, quien plante diez criterios, los mismos que son conocidos como la Lista de Childe (1950, 272-275), que permitan distinguir el conjunto de transformaciones que conducan al ur-

No. 31

Un encuentro con la historia

banismo y al Estado. stos podran ser enunciados del siguiente modo: 1. La aparicin de las primeras ciudades, diferenciables de los poblados previos por extensin y densidad. 2. La divisin, del trabajo, con la aparicin de especialistas a tiempo completo. 3. La concentracin del excedente de produccin como tributo impuesto a los productores. 4. La construccin de edificaciones pblicas monumentales. 5. La divisin de la sociedad en clases, con una clase gobernante receptora de la mayor parte del excedente; 6. La aparicin de la escritura como sistema de registro. 7. La elaboracin de ciencias exactas y predictivas, tales como la aritmtica, la geometra o la astronoma; 8. La elaboracin y expansin de nuevos y ms homogneos estilos artsticos. 9. La importacin por va comercial de materias primas no accesibles localmente. 10. Una organizacin estatal que se basa ms en la residencia que en el parentesco. Los diez indicadores propuestos destacan por una cuestin en particular, corresponden a dos grandes tipos de variaciones: las de ndole cuantitativa, y las de ndole cualitativa. En efecto, por una parte, aparece un conjunto de criterios en los que lo decisivo parece ser del tamao y dimensiones de lo que se registra en una

sociedad estatal y urbana respecto del mundo previo: mayor concentracin poblacional que la correspondiente a una aldea (criterio 1), mayor especializacin laboral, que, en menor escala, puede advertirse en contextos noestatales (criterio 2), construcciones pblicas de mayor porte, no del todo desconocidas en las sociedades aldeanas (criterio 4), estilos artsticos ms homogneos, aunque frecuentemente anclados en los patrones iconogrficos y simblicos pre-existentes (criterio 8), mayor volumen de los intercambios de larga distancia (criterio 9). Y, por la otra parte, aparecen una serie de novedades cualitativas: la tributacin, en tanto prctica regular y obligatoria de cesin de excedentes (criterio 3), la emergencia de una clase gobernante, apropiadora del tributo, y diferente por ello de las eventuales lites no-estatales, como las que se reconocen en las sociedades de jefatura (criterio 5), la aparicin de un sistema de registro como la escritura y su influencia sobre las ciencias exactas (criterios 6 y 7), la constitucin de un nuevo tipo de lgica social que no depende de los principios sociales propios del parentesco (criterio 10). Esta distincin entre caractersticas cuantitativas y cualitativas en referencia al proceso en que se originan las ciudades y los Estados puede ser de algn inters, en tanto y en cuanto, permite jerarquizar tales indicadores respecto de la pregunta por las novedades que fundan el mundo estatal y urbano.

15

Es que, en efecto, por un lado aparecen cambios cuantitativos que bsicamente indican que, al final del proceso, hay ms de lo que antes haba menos; y, por otro lado, hay cambios cualitativos que implican que ahora hay algo que antes no haba. Dicho de otro modo, para que tenga lugar una revolucin urbana, no basta con que haya ms gente viviendo junta y haciendo cosas similares a las que se hacan antes aunque en mayores proporciones: es necesario que sucedan cosas nuevas. Esas cosas nuevas son fundamentales para comprender el proceso de cambio, porque permiten establecer la especificidad del nuevo tipo de sociedad. Entindase bien, no se trata de que los criterios cuantitativos carezcan de importancia para la caracterizacin del proceso: las magnitudes del mundo urbano son, por lo general, mayores respecto de las del mundo preexistente, pero esas magnitudes obedecen a otra escala. Las primeras ciudades no eran simplemente aldeas de gran tamao; las primeras ciudades eran algo cualitativamente nuevo para el concepto social. En este sentido, los criterios cualitativos de la Lista de Childe resultan de importancia crucial, en tanto indican el advenimiento de nuevos elementos, que no preexistan en menor medida en la sociedad precedente. Si bien los criterios cualitativos apuntados por el estudioso son de diversos rangos (el carcter novedoso de las ciencias exactas, por ejemplo, depende de la existencia de especialistas de tiempo completo y de un nuevo sistema de registro), hay algo que subyace a todos ellos. En efecto, la constitucin de un nuevo modo de organizacin social no basado en el 16

parentesco, la existencia de una clase gobernante que acapara el excedente por medio de la tributacin, la cual a su turno implica la presencia de funcionarios que dependen de esa clase y que disponen de nuevos mecanismos de registro escrito, todos estos elementos poseen un comn denominador: la existencia de lo que Max Weber identific en 1922, en su caracterizacin del Estado, como el monopolio legtimo de la coercin. Ciertamente, es a travs de la disponibilidad de los medios de coercin que un sector minoritario de la sociedad es capaz de imponer su voluntad a la mayora de la poblacin, de extraer un tributo regular y permanente, de regimentar y sostener los cuerpos de burcratas y especialistas a su servicio. Y, por cierto, de dirigir los procesos de ndole cuantitativa, tales como los que refieren a la concentracin poblacional, el mantenimiento de una gran diversidad de especialistas, la construccin de obras de gran porte, la elaboracin de estilos artsticos, la realizacin de los intercambios de larga distancia. As, la existencia de tal monopolio de la coercin en manos de una minora, es algo radicalmente nuevo, con una extraordinaria capacidad para reformular los modos de organizacin social preexistentes. Una vez que existe, las cosas ya no son las mismas. All radica el carcter ms propiamente revolucionario del proceso al que Childe llam revolucin urbana.

No. 31

Un encuentro con la historia

Antes del urbanismo y del EstadoAhora bien, para comprender ms profundamente el sentido de los cambios que introduce, en la sociedad, la existencia del monopolio de la coercin, es necesario considerar cmo eran las sociedades que anteceden al urbanismo y al Estado. Aqu, nuevamente, la distincin entre caractersticas cuantitativas y cualitativas puede ser de utilidad. En efecto, por un lado, en una comparacin cuantitativa con las sociedades estatales, las organizaciones sociales no-estatales, que usualmente se reconocen con el nombre de comunidades, suelen caracterizarse por niveles sensiblemente ms bajos de cantidades de habitantes y de nucleamiento poblacional, por una limitada especializacin del trabajo que bsicamente se produce siguiendo criterios de sexo y edad, por la menor magnitud de sus edificaciones y dems emprendimientos colectivos, y por un tipo de diferenciacin social que, si bien puede admitir la presencia de ciertas lites, no produce divisiones en grupos sociales con prerrogativas profundamente desiguales. Sin embargo, ms all de estas caractersticas que tienden a describir las organizaciones sociales comunales en trminos negativos, por aquello que est ausente o se dispone en menor cuanta, existe un criterio cualitativo central para establecer la especificidad de las sociedades que preexisten al mundo urbano y estatal: se trata de la importancia decisiva del parentesco como prctica de articulacin social. La va etnogrfica resulta espe-

cialmente informativa acerca de esta posicin dominante del parentesco en las comunidades no-estatales. Desde un punto de vista poltico, el liderazgo en este tipo de sociedades suele definirse en funcin de la posicin generacional de los jefes, o bien de la descendencia que los conecta de manera directa con el ancestro fundador de la comunidad. Desde un punto de vista econmico, las prcticas asociadas a la circulacin de bienes suelen ser de ndole sensiblemente diversa si esas transacciones tienen lugar entre parientes, entre quienes, en los trminos del antroplogo Marshall Sahlins, incidirn formas de reciprocidad generalizada o equilibrada, o entre individuos de comunidades diferentes, entre quienes predominarn diversos modos de reciprocidad negativa. Y, desde un punto de vista ideolgico, la posicin dominante del parentesco puede advertirse tanto en la creencia de que todos los integrantes actuales de la comunidad descienden de un antepasado comn como en la definicin de los lazos que las entidades sobrenaturales (dioses, hroes y otros personajes mticos) trazan entre s o con la comunidad en trminos de relaciones parentales. En las sociedades articuladas por el parentesco, el principio bsico que organiza la trama social es la norma moral de la reciprocidad, la cual, de acuerdo con el socilogo Alvin Gouldner,plantea dos exigencias mnimas relacionadas entre s: 1. la gente debe ayudar a quien le ha ayudado, y 2. la gente no debe perjudicar a quien le ha ayudado.

17

En funcin de tal norma recproca, la prctica del parentesco implica un deber de generosidad, de ayuda mutua entre los integrantes de la sociedad cuya existencia regula e implica tambin un tipo de lmites: All donde el parentesco organiza, no hay espacio para que se entablen prcticas contrarias a tal norma de la reciprocidad. Esto es especialmente visible en relacin con el mbito de la gestin poltica de las comunidades no-estatales: la posicin dominante del parentesco implica la presencia de un lmite que si bien no se opone a toda forma de liderazgo impide la estructuracin de una diferenciacin social fuerte en el interior de cada comunidad. En efecto, existe una vasta gama de sociedades que suele agruparse con el nombre genrico de jefaturas, en las que existe un lder, asociado a posiciones de prestigio social. Sin embargo, en la medida en que, como indica Sahlins, la organizacin de la autoridad no se diferencia del orden del parentesco (1983 [1974], 149), tal lder no puede atravesar el lmite que el parentesco impone a la estructuracin de una desigualdad social plena. Es por ello que no es posible que ese tipo de lderes acceda, en el interior de sus sociedades, al monopolio de la coercin fsica. Ahora bien, dado que tal diferenciacin y tal monopolio de la coercin constituyen condiciones sine qua non para la existencia del Estado, esto significa que la posicin dominante del parentesco se halla en abierta contradiccin con el proceso que implica el advenimiento del Estado. Como 18

dira el antroplogo Pierre Clastres, las sociedades sin Estado son sociedades contra el Estado. Parentesco y Estado organizan situaciones radicalmente diferentes porque la norma de la reciprocidad resulta plenamente incompatible con las relaciones de dominacin sustentadas en el monopolio de la fuerza. Planteado en estos trminos, el asunto resulta un tanto paradjico: si las sociedades anteriores al Estado estaban organizadas por el parentesco, y el parentesco impide la aparicin de lazos sociales como los que implica el Estado, cmo pudo originarse la sociedad estatal?

Hiptesis sobre los orgenesLas respuestas que a lo largo del tiempo han ofrecido los investigadores de lite a este interrogante constituyen un conjunto sumamente extenso, y no habra suficiente espacio en esta sucinta investigacin para referir a todas ellas, incluso, si solo se tratara de hacer una lista con cada hiptesis y cada variante que ha habido al respecto. En lugar de eso, quiz sea posible agrupar esas respuestas en funcin de dos grandes parmetros, de dos grandes matrices, conceptuales, a partir de las cuales los estudiosos generalmente han pensado el problema de la aparicin del Estado. Esos dos parmetros son: el consenso y la violencia. En efecto, para muchos investigadores, el Estado surge en el marco del acuerdo social; para muchos otros, en cambio, resulta de la imposicin de unos grupos sobre otros. No se trata de que no haya tambin quienes indican que ambas variables se encuentran pre-

No. 31

Un encuentro con la historia

sentes en el marco del proceso, pero vale la pena analizarlas por separado para considerar ms de cerca las caractersticas de cada una de ellas. Pero, por ahora, vamos a centrarnos en bocetar, a partir de estas hiptesis, lo que se vislumbra sucedi en el seoro de Picoaza. Nos expresamos as, por ser hasta el momento una elucubracin social, todo lo referente a la puesta en valor de la ciudad de los cerros. Mientras no existan sesudas y pertinentes investigaciones, respecto al tema, todo caer en la categora de las suposiciones. Ms, a la luz de lo que conocemos, los postulados de la Lista de Vere Childe se cumplen y complementa con el conocimiento al momento existente, de lo manifiesto y lo por descubrir. Quiz, en torno a las matemticas y a los mecanismos de comunicacin, tendramos que precisar algunas puntualizaciones: los cronistas de las Indias sealan que los indgenas de estas territorialidades hablaban varias lenguas, hoy desaparecidas. Y en lo que respecta a las ciencias exactas es deducible que, si mantenan un intenso comercio de permuta al interior y exterior de lo que hoy es Manab, Ecuador, y en el rea Andina y Mesoamrica, significara que debera de haber, sin falta, un mecanismo contable de intercambio o un sistema de registro. Habra que asociar elementos o factos arqueolgicos, a la luz de nuevos descubrimientos, para redisear una nueva interpretacin en torno a estas deducciones temticas. Por lo dems, estn puestos los iniciales preceptos tericos para seguir investigando.

Bibliografa revisadaBate, Luis Felipe, s. f. Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamrica. Historia General de Amrica, vol. 2, t. I y II, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la Repblica. Cueva, Agustn, 1979 Teora social y procesos polticos en Amrica Latina, Lnea Crtica, Mxico, Edicol. Childe, Vere Gordon, 1968 Nacimiento de las civilizaciones orientales, Coleccin Historia, Ciencia y Sociedad, No. 31, Barcelona, Ediciones Pennsula. 1972 Qu sucedi en la historia, Buenos Aires, Editorial La Plyade. 1978 La prehistoria de la sociedad europea, Barcelona, Icaria Editorial. . Clastres, Pierre, 2010 La Socit contre ltat. Recherches dAnthropologie Politique, (La sociedad contra el Estado. Traduccin del francs), Paco Madrid, primera edicin en castellano, Barcelona, Lallevir SL / VIRUS editorial. Engels, Federico, s. f . El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, Mosc, Editorial Progreso. 1964 Anti-Dhring, Mxico, Editorial Grijalbo. Gndara, Manuel, (MS) El modo asitico de produccin: una explicacin marxista del origen del Estado?, Centenario de Carlos Marx. s.f. Ponencia presentada al Simposio Origen y formacin del Estado en Mesoamrica, organizado por el I.I.A.-U.N.A.M.

Gouldner, Alvin, s. f. La crisis de la sociologa occidental, Editorial Amorrortu. 1975 Sociology of the Everyday Life en The Idea of Social Structure: Papers in Honor of Robert K., Nueva York, Merton. 1976 The Dialectic of Ideology and Technology: The Origins, Grammar, and Future of Ideology, Nueva York, Seabury Press.

19

Guenther, R. , G. Schrot, y otros, 1963 Estado y clases en la antigedad esclavista, La Habana, Editora Poltica. Lumbreras, Luis Guillermo, 1982 La arqueologa como ciencia social, 2a. ed. revisada y corregida, Lima, Editorial Peisa. 1984 Las sociedades nucleares de Sudamrica. Historia General de Amrica, vol. 4, Caracas, Presidencia de la Repblica. Marx, Carlos, 1959 El capital, (3 tomos), Mxico, Fondo de Cultura Econmica. 1977 Lneas fundamentales de la crtica de la economa poltica (Grundrisse), en Marx y Engels, Obras escogidas, vols. 21 y 22, edit. Crtica, Barcelona, Grupo Ed. Grijalbo. s. f. Prlogo a la Contribucin a la crtica de la economa poltica, en Marx y Engels, Obras Escogidas, Mosc, Editorial Progreso. Murra, John, 1975 Formaciones econmicas y polticas del mundo andino, Lima, Instituto de Estudios Peruanos. 1978 La organizacin econmica del estado Inca, Mxico, Siglo XXI Editores. Stalin, Jos, 1938. Sobre el materialismo dialctico y el materialismo histrico. Historia del Partido Comunista -Bolchevique- de la URSS, Mosc, Cap. 4, pp. 120-153.

Sanoja, Mario - Vargas Iraida, 1976 Antiguas formaciones y modos de produccin venezolanos, Caracas, Editorial Monte vila. Marshall, Sahlins, 1972 Las sociedades tribales, Labor, 2a. ed.; NCL, No. 134, 3a. ed., Barcelona. 1983 1987 1988 1990 Economa de la Edad de Piedra, Madrid, 2a. ed., 1983, Col. Akal Universitaria, No. 61. Islas de Historia, Barcelona, Editorial Gedisa. Cultura y razn prctica, Barcelona, Editorial Gedisa. Uso y abuso de la biologa: crtica antropolgica de la socio biologa, Madrid, Siglo XXI editores.

Weber, Max, 2003 El Estado nacional y la poltica econmica, en Obras selectas, Buenos Aires, Distal. 2003 La tica protestante y el espritu del capitalismo, en Obras selectas, Buenos Aires, Distal. 1964 Historia Econmica General, Mxico, Fondo de Cultura Econmica. 1983 La ciencia como vocacin, en El trabajo intelectual como profesin, Espaa, Bruguera, Espaa. 1969 Economa y sociedad. Esbozo de sociologa comprensiva, Mxico, Fondo de Cultura Econmica. Zubritski, Yuri, 1979 Los Incas-Quechuas, Mosc, Editorial Progreso.

20

SENTIDO Y EFECTOS DE LA INDEPENDENCIA EN AMRICA LATINAJorge Nez Snchez*

L

a mayora de los Estados nacionales de nuestra Amrica surgieron de las guerras de independencia desarrolladas entre 1809 y 1825, que constituyeron un enorme esfuerzo de liberacin y uno de los primeros procesos anticoloniales de la historia, solo antecedido por las independencias de los Estados Unidos (1776) y de Hait (1805). Esas tres revoluciones anticoloniales dieron luz a 18 nuevas naciones independientes, liberaron del dominio extranjero a millones de personas, rompieron los antiguos monopolios comerciales y crearon las bases para el surgimiento de un mercado mundial. Tambin encarnizaron y dieron vida concreta a principios polticos, derechos humanos y libertades civiles hasta entonces solo esbozadas en el papel, tales como la soberana popular, la divisin de poderes, la libertad personal, la igualdad jurdica de los ciudadanos, la libertad de imprenta, etc. Adems, esas revoluciones anticoloniales de Amrica, junto con la revolucin burguesa de Francia, de 1789, integraron el ciclo de transformaciones liberales de Occidente, que valid ante el mundo entero el modelo poltico democrtico-republicano, que hasta entonces solo haba existido como aspiracin en las obras de los tericos del li-

beralismo, como Locke y Montesquieu. Pero si resulta del todo meritorio ese impulso anticolonialista, lo que ya no resulta tan glorioso es el horizonte poltico interno que deline la mayora de esas revoluciones anticoloniales, pues, salvo el caso de Hait, esos procesos fueron progresistas hacia afuera, pero extremadamente conservadores hacia adentro. Dicho de otro modo, buscaban que los nuevos pases se liberaran del dominio colonial metropolitano, pero paralelamente se proponan mantener indemne la estructura social interna y en algunos casos, incluso, buscaron preservar hasta donde fuera posible la estructura poltica preexistente. Por eso, optamos por definirlas como revoluciones conservadoras, ya que tenan elementos de ruptura poltica propios de una revolucin, tales como la insurgencia armada contra el poder colonial extranjero y la destruccin o violenta sustitucin del viejo sistema poltico, pero su fin ltimo era, en la mayora de los casos, la preservacin de la antigua estructura social interna o, al menos, de los elementos fundamentales de ella. A lo largo de los tres siglos de dominacin espaola, la clase criolla haba ido tomando el control de los procesos econmicos del continente, particular* Academia Nacional de Historia (Ecuador).

21

mente de la minera, la agricultura y el comercio. Igualmente, haba tomado control del sistema educativo y el desarrollo cultural. Por otra parte, era innegable su influencia social, reconocida por amplios sectores populares, especialmente urbanos que, en algunos casos, la vean como la avanzada de los americanos frente a los peninsulares. Ella haba llegado inclusive a controlar ciertos mbitos del poder poltico (los cabildos o municipios), aunque los espacios ms altos de la administracin seguan mayoritariamente en manos de los odiados funcionarios chapetones. Por fin, las reformas borbnicas de fines del siglo XVIII entregaron a la clase criolla el control del sistema de milicias. Esa progresiva acumulacin de poder de la clase criolla la haba convertido, para fines del siglo XVIII, en una clase dominante a medias, que controlaba los poderes econmico, social, cultural, militar y el poder poltico municipal, pero careca de control sobre el poder poltico fundamental; esto es, sobre el gobierno de sus pases. Adems, en algunas ciudades, tales como Quito, haba desarrollado a partir del siglo XVIII una avanzada conciencia patritica, que la haca verse a s misma como una vanguardia de la naciente nacin americana, en todo distinta a la nacin espaola. Se destac en esa toma de conciencia el movimiento de la Ilustracin americana, en el que participaron por igual intelectuales blancos y pensadores mestizos, as como tambin los jesuitas americanos expulsados del Imperio espaol por la pragmtica del rey Carlos III. 22

El corto circuito producido en la cabeza del Imperio espaol, en 1808, cre una brecha poltica que la clase criolla aprovech para avanzar en su proceso de empoderamiento, buscando convertirse en una clase dominante integral y completa. Fue as que los criollos americanos se lanzaron a instituir Juntas Soberanas de Gobierno, aunque manteniendo la formalidad de reconocer como monarca a Fernando VII, entonces prisionero de Napolen. Posteriormente, la represin colonialista desat una cabal guerra de independencia, que concluy con la emancipacin de los pases de la Amrica espaola, excepto Cuba, Puerto Rico y Repblica Dominicana, que tuvieron procesos distintos de emancipacin. Producida la Independencia, la clase criolla tom el control de las nuevas repblicas hispanoamericanas y constituy Estados nacionales de carcter republicano, aunque no faltaron sectores de ella que, en distintos momentos, intentaron desarrollar proyectos monrquicos o neocoloniales (Mxico, con Iturbide, en 1821, y con Maximiliano, en 1864-1867; Ecuador, con Flores, en 1839, y con Garca Moreno, en 1861). En el marco histrico antes descrito, el Estado nacional surgi en Hispanoamrica con un doble carcter: era progresista en el plano internacional, puesto que se haba constituido a partir de una guerra de liberacin anticolonial, y tambin lo era en ciertos aspectos de la poltica interna, puesto que necesariamente debi transformar el sistema poltico colonial, pero tuvo desde sus inicios un carcter reaccio-

No. 31

Un encuentro con la historia

nario frente a los pueblos indgenas y negros, a los que no incluy en su proyecto nacional y, por el contrario, los convirti en vctimas de un nuevo sistema de dominacin social, al que hemos llamado colonialismo interno, pues, en varios sentidos, se pareci al sistema implantado en el siglo XX por los colonos blancos en Sudfrica y Rhodesia, tras separarse de la dominacin europea. Ese doble carcter, a la vez progresista y reaccionario, insufl en los pases hispanoamericanos una suerte de esquizofrenia poltica. Al calor de esta, las fuerzas conservadoras (terratenientes y clero) pugnaban por el mantenimiento de las instituciones del antiguo rgimen, tales como esclavitud de los negros, rgimen servil de los indgenas, formas feudales de produccin bajo el sistema de haciendas, diezmo eclesistico. Mientras tanto, las fuerzas liberales denunciaban esas lacras del sistema poscolonial y propugnaban su eliminacin y sustitucin por formas de libertad personal y trabajo asalariado. Otro punto fundamental fue la vinculacin entre la Iglesia y el Estado, que los conservadores y el clero vean como una garanta de estabilidad y orden, pero que los liberales de todo el continente combatieron, a travs de las Guerras de Reforma o Revoluciones liberales, en busca de crear Estados laicos y reducir a la Iglesia al mbito puramente religioso, privndola de las funciones fiscales, administrativas y penales que ejerca hasta entonces. Una de las primeras tareas que debieron enfrentar estos nuevos Estados

fue la de definir las formas y mtodos de su vinculacin al mercado mundial. Sin embargo, sera errado creer que ellos las escogieron voluntariamente, pues hubo circunstancias que les impusieron el carcter y los trminos de esa vinculacin. Un papel fundamental en todo ello lo tuvo Inglaterra, pas que durante siglos haba ambicionado arrebatar a Espaa sus colonias americanas y que luego provey de armas, equipos militares e incluso de tropas de entrenamiento a los ejrcitos revolucionarios de Hispanoamrica, en busca de controlar polticamente a los nuevos pases que surgieran de esa guerra de emancipacin. Esos recursos no fueron entregados por amistad y solidaridad con las fuerzas insurgentes, sino por negocio, mediante prstamos bancarios con elevado inters, que luego debieron ser cubiertos por los nuevos Estados nacionales. Con esas deudas de la guerra de Independencia, comenz la oscura historia de la deuda externa de los pases latinoamericanos, deuda que luego fue creciendo precisamente porque las condiciones de intercambio desigual en el comercio internacional, impuestas por la misma Inglaterra y otros pases europeos, les impedan a los nuevos Estados obtener recursos suficientes para pagar los elevados intereses de la deuda, que terminaban sumndose al capital, gracias a la poltica usuraria de la banca europea. Un caso tpico fue el de la Gran Colombia. En 1825, le fue impuesto por Inglaterra un Tratado de Amistad, Comercio y Navegacin que, tras un apariencia de equidad, impo23

na la apertura indiscriminada de los puertos colombianos al comercio britnico y ataba al pas a una serie de desventajosas condiciones comerciales. Lo peor fue que el tratado le fue impuesto a Colombia sin negociacin alguna de sus trminos, pues, segn el ministro Jos Manuel Restrepo, lo trajeron redactado de Londres y sin facultad de variar una coma Sin tratado no haba reconocimiento, y sin el reconocimiento creamos expuesta la independencia por parte de la Santa Alianza (Restrepo: V, 208). Pero si el tratado comercial con la Gran Bretaa fue perjudicial y, en cierto modo, inevitable, no puede decirse lo mismo del decreto de extensin de beneficios que Santander dict por su cuenta en favor de los Estados Unidos, pas de su especial admiracin. Junto con la independencia y los prstamos llegaron tambin las ideas de libre comercio, que nuestros liberales adoptaron como propias e impusieron mediante leyes internas y tratados internacionales. En el caso de la Gran Colombia, Santander (gobernante efectivo en ausencia del presidente Bolvar, que se hallaba en el Per) impuso una feroz poltica librecambista, que abri el pas a la importacin de productos extranjeros, que en muchos casos competan deslealmente con la produccin nacional. As, Colombia se vio invadida de telas, mantas, calzado, jabones y velas inglesas, as como de productos cuya importacin haba sido prohibida por el Congreso Constituyente de Ccuta, tales como sal, azcar y harinas, que venan de los Estados Unidos. 24

Desde luego, la poltica econmica de Santander no obedeca solo a su personal posicin ideolgica sino a un complejo haz de intereses nacionales y extranjeros que exigan la implantacin del librecambio. Esa exigencia vena de los sectores comerciales internos y tambin era impulsada por los terratenientes costaneros, que buscaban ampliar el mercado para sus productos exportables, principalmente el cacao. Y en lo internacional, responda a las sostenidas presiones de los prestamistas y comerciantes britnicos, que condicionaban el otorgamiento de crditos a la adquisicin de mercancas inglesas; eso determin, por ejemplo, que el ejrcito colombiano no solo utilizara armas y pertrechos ingleses, sino tambin uniformes confeccionados en la Gran Bretaa Hacia 1826 se hicieron presentes en toda Colombia los efectos ruinosos de esa poltica de libre comercio, que agudizaron la recesin econmica provocada por la guerra, causaron el desempleo de gran nmero de trabajadores e impidieron la capitalizacin interna del pas, con lo cual se sentaron en Colombia las bases para una nueva dependencia internacional, de tipo neocolonial. En la Nueva Granada, la industria artesanal fue arruinada por la falta de mano de obra y la irrupcin masiva de textiles ingleses baratos en los mercados de Antioquia y el Cauca. Ello produjo una grave depresin econmica en la regin del Socorro y otras reas vecinas, donde se concentraban las manufacturas de algodn, y en las regiones de Boyac y Cundinamarca,

No. 31

Un encuentro con la historia

donde se asentaban las manufacturas de lana. Paralelamente, las exportaciones no crecieron sustancialmente yse limitaron a una moderada produccin de oro y plata, que continuaron sosteniendo a la economa, y un pequeo comercio con productos de plantacin, especialmente de cacao y caf (Lynch, 1976: 291).

El gran mal que tenemos aqu es la miseria. No puede describirse el estado del pas. Nadie tiene nada y poco ha faltado para que el hambre se haya convertido en peste.

Inevitablemente, el sostenido desnivel de la balanza comercial neogranadina produjo una desmonetizacin del pas, que se vio cada vez ms necesitado de circulante y frenado en su comercio interno, que en ciertas regiones retorn al nivel de trueque. Similares efectos se produjeron en Venezuela, donde, segn Lynch, la libertad de comercio sirvi para incrementar la dependencia y perpetuar el subdesarrollo (Lynch, 247), pues las atrasadas industrias locales no podan competir en precios y calidad con la mecanizada industria britnica, cuyos productos atiborraban el mercado venezolano. El dficit del Gobierno en 1825 era de nueve millones de pesos, y en ese ao la administracin viva de un emprstito britnico (Lynch, ibdem). En opinin de Jos Rafael Revenga que fuera secretario de Relaciones Exteriores del Gobierno colombiano esa situacin derivaba tanto del libre comercio como de la corrupcin y anarqua fiscal que exista en los departamentos de Venezuela. En cuanto a la situacin de la poblacin, la revelaba una carta del intendente de Caracas, Pedro Briceo Mndez, enviada al Libertador, que deca:

Sin embargo, los efectos ms perjudiciales del libre comercio se hicieron sentir en la antigua Audiencia de Quito, otrora el ms desarrollado centro manufacturero hispanoamericano, el que en menos de medio siglo haba sido afectado, sucesivamente, por el libre comercio borbnico y por la apertura comercial grancolombiana. En cualquier caso, el hecho incontrastable es que la balanza comercial de la ciudad de Quito fue gravemente deficitaria en el perodo 1821-1825, pues el valor de sus importaciones, valoradas en un promedio anual de 230 mil libras esterlinas, no alcanzaba a ser cubierto por sus exportaciones, que producan un promedio anual de aproximadamente 190 mil libras esterlinas (Lynch, 292). Tambin en este caso la diferencia hubo de ser cubierta con crditos extranjeros o con el escaso numerario circulante en el pas. Ese proceso de desmonetizacin, unido a otras razones particulares, trajo como consecuencia que los otros departamentos del distrito surcolombiano, los de Guayas y Azuay, se unieran al de Ecuador en la protesta contra la poltica econmica colombiana. En sntesis, la poltica librecambista de Santander hizo tanto como la ambicin de los caudillos emergentes para la disolucin de la Gran Colombia y la pervivencia del subdesarrollo en los pases resultantes de sta: Ecuador, Colombia, Venezuela y Panam. 25

La vanidad del obispo Alonso de la Pea Montenegrolvaro Renato Meja Salazar*

POR UN DOSEL PARA VER LA FIESTA DE TOROS

P

ocas personas han hecho tanto a favor de la historia del Ecuador, como Fernando Jurado Noboa. Gracias a Fernando muchos se han convertido en lectores de las crnicas de nuestro pasado; otros se han animado a realizar investigaciones guiados y apoyados por Fernando en muchos casos; y otros tantos no pocos, gracias a l, hemos abrazado el quehacer histrico con compromiso y seriedad. En este punto no est por dems recordar que varios acadmicos de la historia deben, directa o indirectamente, sus solios a Fernando. Este prefacio, que aparentemente nada tiene que ver con el ttulo del artculo, lo creo necesario pues es justamente la generosidad intelectual de Fernando la que nos permiti realizar la investigacin que ahora pongo a consideracin de los lectores de Spondylus. En efecto, en el libro 50 aos Plaza Monumental de Toros Quito, se publica el artculo La fiesta de los Toros en Quito: ancestralidad y smbolo de la autora de Jurado Noboa. En este trabajo Fernando seala:* Riobamba (1982). Abogado, historiador y docente universitario.

Durante todo el siglo XVII, los toros son parte de las lites, los grupos medios y tambin los populares. Es la ceremonia para recibir a un presidente, a un obispo, a un oidor e incluso a un pasajero importante. Quiz no tenamos otra cosa que mostrar, por eso la mostramos durante ms de tres siglos. Presidentes y obispos tuvieron verdadera lujuria por los toros y hasta hubo un obispo gallego llamado Alonso de la Pea Montenegro que lleg a la falsificacin de documentos en pos de una fiesta taurina, cosa que lleg a odos del Monarca. Si usted quiere saber ms detalles entre al Archivo de Indias de Sevilla, se quedar perplejo.

Aceptamos pues la invitacin de Fernando; y, siguiendo la pista entregada, investigamos en los legajos del Archivo General de Indias, de donde extraemos los hechos histricos que narramos a continuacin.

26

No. 31

Un encuentro con la historia

Sr. Dr. D. Alonso de la Pea Montenegro, retratado como Obispo de Quito.3

tenegro. Don Domingo de la Pea, padre de nuestro biografiado, fue familiar del Santo Oficio, sndico del convento de San Antonio de Herbn y fabriquero de la iglesia Colegial de Padrn.2 Don Alonso curs estudios eclesisticos en Compostela, donde fue becario del Colegio de Fonseca; y los continu en Salamanca, donde fue becario del Colegio de San Bartolom. En 1611 ingres a la Universidad de Santiago de Compostela, gradundose de Bachiller en Artes y Filosofa, en 1614. El ao 1617, obtuvo la licenciatura y el 11 de junio de 1623 recibi la investidura de Doctor en Teologa. Fue cannigo magistral en Padrn, en Mondoedo y en Iria Flavia, donde aport ingentes sumas de dinero para la construccin de la Iglesia del convento del Carmen. En dicha igle1 2 Para biografiar al Obispo de la Pea Montenegro nos basamos en las siguientes obras: Rodolfo Prez Pimentel, Diccionario Biogrfico Ecuatoriano, t. XXII, Guayaquil, Universidad de Guayaquil, 2002. Fernando Jurado Noboa, La migracin gallega a la mitad del mundo, Santiago de Compostela, Junta de Galicia, 2007. Emilio Gonzlez Lpez, El guila Cada, Galicia en los reinados de Felipe IV y Carlos II, Vigo, Editorial Galaxia, 1973. Federico Gonzlez Surez, Historia General de la Repblica del Ecuador, t. IV, Libro III, captulo XIV, Quito, Imprenta del Clero, 1893. Fr. Jos Mara Vargas, Historia de la cultura ecuatoriana, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1965. Instituto Padre Sarmiento de Estudios Gallegos, Cuadernos de Estudios Gallegos, vol. 4, Instituto Padre Sarmiento de Estudios Gallegos, 1949, p. 272. Retrato ubicado en la Sala Capitular de la Catedral de Quito. Imagen por Christoph Hirtz; gentileza del Arq. Alfonso Ortiz Crespo.

Vida de don Alonso de la Pea Montenegro, XI obispo de Quito.1Iniciamos refirindonos a la vida de don Alonso de la Pea Montenegro, XI obispo de Quito. Nace en 1596, en la villa del Padrn, desembocadura del Ulla, entonces provincia de Santiago y hoy de La Corua. De linaje hidalgo, fue hijo de don Domingo de la Pea y Veiga, natural de Mondoedo, y de doa Mara Fabeyro de Ribas, natural de Padrn. Nieto paterno de don Juan de la Pea y doa Mara de Veiga, vecinos de Santa Mara de Bretoa. Nieto materno de don Alonso Fabeyro y de doa Catalina Fernndez de Ribas Mon-

3

27

sia mand a construir su sepulcro con estatua orante sus restos nunca fueron trasladados a este sitio. A partir de 1632 fue cannigo y profesor de la Universidad de Santiago de Compostela. En 1645, viaj a Granada por encargos administrativos del Cabildo de Santiago, donde permaneci hasta el 1650, ao en el que regres a Santiago y fue electo rector de esa Universidad por segunda vez, ya lo haba sido antes en 1634. En 1652, Felipe IV lo nombr obispo de Quito. Apenas electo para este alto cargo, solicit autorizacin para pasar a Indias con dieciocho criados, cada uno con dos espadas, dagas y arcabuz. La mayor parte de su comitiva eran familiares suyos: su hermano Francisco de la Pea Montenegro, Domingo de Acebos y Guiana, Domingo de Laje Sotomayor, Francisco de San Mamed que era su sobrino, igualmente Pedro Mauro de Ribas, el Lcdo. Juan Domnguez Fabeyro tambin su sobrino, Juan de Mora, el padre lvarez, etc. Como seala Fernando Jurado, se advierte de manera clara que Pea Montenegro tena una gran desconfianza, no solo de los quiteos o indianos, sino de sus propios paisanos espaoles. Gonzlez Surez refiere que el Dr. Pea Montenegro desembarc en Cartagena, recibiendo en Bogot la consagracin de manos del arzobispo fray Cristbal de Torres. En Bogot demor algn tiempo, pues lleg a Quito a finales de 1654. Fray Jos Mara Vargas expresa el Dr. Pea Montenegro trajo consigo a Quito una copiosa biblioteca que le serva de fuente de consulta posteriormente. 28

Gonzlez Suarez refiere que pese a su avanzada edad al momento de llegar a Quito sesenta aos de edad en pleno siglo XVII gozaba de buena salud; si bien sus retratos lo muestran ms bien delgado, su contextura se advierte vigorosa. Respecto del carcter del obispo, este era complicado; consideramos que estaba acostumbrado al dilecto trato que reciba como catedrtico y rector universitario, trato que al parecer no recibi de los oidores de la Audiencia, quienes se consideraban personas muy importantes. Es as que don Alonso entr de inmediato en conflictos con los oidores. Cuando a inicios de noviembre de 1655, lleg a Quito don Pedro Vsquez de Velasco, sucesor de don Martn de Arriola en la Presidencia de la Real Audiencia, la antipata del obispo fue notoria. El Dr. Pea Montenegro no acudi a hacerle la visita de cumplimiento al presidente ni le dio la bienvenida en forma alguna. Los oidores sostenan que el Presidente no deba visitar primero al obispo; los familiares de ste porfiaban que a aqul era a quien le corresponda visitar primero al prelado. El asunto lleg a odos del Rey, quien en atencin a consultas realizadas por las partes, resolvi que el que estuviera primero en la cuidad deba visitar al que llegara a ella despus. Este fue el primero de una serie de desaires que el Obispo hara al Presidente, el cual por el contrario, de un inicio, se mostr solcito a entablar buenas relaciones con el prelado, pero luego orquest dura ria en su contra. El carcter del obispo Pea Montenegro

No. 31

Un encuentro con la historia

le llev a tambin entrar en conflictos con la provincia quitea de la Compaa de Jess, llegando a solicitar al Rey, mediante carta de 17 de julio de 1656, se anulase el trueque de los terrenos entregados por la Curia a los jesuitas frente a la Catedral, a cambio de los de la plaza mayor. Sin esperar respuesta, el Obispo inici de inmediato el juicio de nulidad, pese a que la Compaa de Jess haba construido ya un edifico nuevo, derribando el vetusto que exista. El 25 de septiembre escribi la Audiencia al Rey informndole lo inconsulto de la demanda del prelado, por cuanto los jesuitas tenan labrado un claustro de piedra de sillera y ladrillo para morada de los religiosos. No contento con esto, el Obispo pretendi visitar y observar la administracin econmica del Seminario de San Luis, regentado por los jesuitas.4 El temperamental obispo Pea Montenegro se enemist posteriormente con el Cabildo Eclesistico de Popayn, en especial con el agustino fray Francisco de la Serna, al haber despojado el Obispo a los cannigos popayanejos de la renta del curato de la Catedral y de unas doctrinas que, 15 aos antes, el gobernador Juan Bermdez de Castro, les haba asignado. El Cabildo Eclesistico de Popayn impugn la resolucin obispal ante el Cabildo de la sede metropolitana quitea y el Obispo los excomulg.5 El 29 de junio de 1657, el Dr. Pea Montenegro solicitaba al rey le concediese merced de nombrar dos prebendas: la de magistral y la de doctoral, pues la Catedral de Quito posea solo

cinco dignidades y siete canongas, necesitando un abogado para tramitar las numerosas causas.6 El 15 de enero de 1659, fund doce capellanas y otras obras pas por la suma de sesenta y dos mil pesos, de los cuales cuatro mil destin a reedificar una capilla instalada por sus antepasados en la colegiatura de Iria Flavia. Luego fundo tres capellanas ms con los intereses de cincuenta y seis mil pesos, con obligacin de celebrar una misa diaria y los sbados una cantada a la Virgen de las Angustias.7 De esta poca datan tambin las donaciones al convento del Carmen y la construccin de su enterramiento, con estatua orante. En 1660 los inconvenientes del Obispo con los miembros de la Audiencia se volvieron insostenibles. Es as que el 20 de febrero de tal ao, Diego Andrs de la Rocha, fiscal de la Audiencia de Quito, remita carta al Rey informando del poco afecto con que el obispo Alonso de la Pea Montenegro, tena a los ministros togados de la Audiencia.8 De hecho, Gonzlez Surez recuerda que el Obispo se refera a los oidores despectivamente llamndolos doctorcillos o licencia4 5 Ricardo Descalzi del Castillo, La Real Audiencia de Quito, Claustro de los Andes, t. III, Barcelona, Seix y Barral Hnos. S.A., 1988, p. 162. Luis Surez Fernndez y Demetrio Ramos Prez, Historia general de Espaa y Amrica, vol. 9, parte 2, Madrid, Ediciones Rialp, 1990, p. 311. Ricardo Descalzi del Castillo, La Real Audiencia de Quito, Claustro de los Andes, p. 148. Ibdem, p. 204. Archivo General de Indias, Carta de Diego Andrs de la Rocha, fiscal de la audiencia de Quito, a S.M. Cdigo de referencia: ES.41091. AGI/16403.12.5.16.5//QUITO,13,R.11,N.33.

6 7 8

29

dillos, en diminutivo, desvalorizando sus grados y mritos. Si bien la preparacin y talante acadmico del Obispo era muy superior al de los oidores, es de notar la escasa humildad intelectual del Dr. Pea Montenegro. En mayo de 1662, consegua con la ayuda de su amigo el presidente del Consejo de Indias, don Gaspar de Bracamonte y Guzmn, la emisin de una real cdula por la cual se le confera ayuda para la reparacin de la Catedral, la cual se encontraba deteriorada por los fuertes temblores que siguieron a la erupcin del Pichincha de octubre de 1660.9 Es probable que en 1666 concluyese la construccin del atrio y las gradas circulares que dan a la plaza grande desde la iglesia Catedral no olvidar que lo construido por el presidente Carondelet fue el templete que se yergue sobre estas gradas. Para 1667, consagr la reedificada Catedral y construy la capilla de San Idelfonso, la sala capitular y la sacrista; cre los cargos de pertiguero y el celador. En el mismo ao construy la casa parroquial y apoy la edificacin del templo de Gupulo. En su obispado tambin se fundaron los monasterios de la Concepcin de Ibarra, de las Carmelitas Descalzas de Latacunga contratando a Francisco Gallardo para que dorase9 Ricardo Descalzi del Castillo, La Real Audiencia de Quito, Claustro de los Andes, p. 174. 10 Carmen Fernndez Salvador y Alfredo Costales Samaniego, Arte colonial quiteo, renovado enfoque y nuevos actores, Quito, FONSAL, 2007, p. 175. 11 Jacinto Morn de Butrn, Vida de la b. Mariana de Jess de Paredes y Flores, Quito, Imprenta de V. Valencia, 1856, p. 104.

el retablo mayor y Sagrario de la iglesia,10 de las Carmelitas de Cuenca y cuatro capellanas de coro en la Catedral, con el fondo de 5.000 pesos, llamando con preferencia a sus paisanos gallegos. Tom parte en el proceso para la beatificacin de Mariana de Jess Paredes y Flores, nombrando al Dr. Jos Ramrez Dvila, cannigo magistral de la Catedral de Quito, como juez delegado para recibir las informaciones sobre la vida y milagros de la postulante a los altares.11 En su primera visita pastoral, en 1660, el obispo Pea Montenegro haba notado las complejidades del ministerio de indios y comenz a madurar la idea de escribir un itinerario que tratara las materias ms particulares referentes a ellos. Es as que en 1668 se imprima en Madrid, su obra Itinerario para Prrocos de Indios, en casi 600 pginas, con cinco ediciones en muy poco tiempo. Respecto de esta obra, fray Jos Mara Vargas refiere queconsta de cinco libros, cuarenta y cinco tratados y cuatrocientos treinta y nueve sesiones. Los libros estn dedicados a estudiar, sucesivamente, la institucin cannica y obligaciones de los prrocos y doctrineros, naturaleza y costumbres de los indios, los sacramentos y formas de administracin, los mandamientos de la Iglesia y la ley natural que deben guardar los indios; y, finalmente, los privilegios de los obispos y regulares de la Amrica, lo mismo que los visitadores de parroquias y doctrinas. Prcticamente no hay cuestin moral que no estuviese resuelta en el Itinerario.

30

No. 31

Un encuentro con la historia

El 9 de marzo de 1673 falleca el presidente de la Audiencia, don Diego del Corro Carrascal. Correspondi al Dr. Pea Montenegro asumir, a partir de marzo de 1674, interinamente la Presidencia de la Real Audiencia, cargo que desempe hasta enero de 1678. En su perodo tuvo que tomar medidas militares para hacer frente a las amenazas de ataques ingleses a los pueblos costeros de su demarcacin:Mand hacer diecisis pedreros (caones) de bronce por la noticia que tuvo de que los ingleses se hallaban en la isla de Tumaco; e hizo alistamiento de gente y mand formar compaas de eclesisticos y seculares, con la mira de defender toda la costa y provincia.12

El 7 de mayo de 1677, confirm las constituciones de la Cofrada de Nuestra Seora del Pilar de Zaragoza.13 En 1687 se posesion el Lic. Lope Antonio de Munive, oidor de la Audiencia de Lima, como nuevo presidente de la Audiencia, magistrado con quien el Obispo tambin mantuvo diferencias debido a la mala conducta del vicario general del obispado, el joven Domingo Laje de Sotomayor quien hasta entonces haba sido un comerciante, protegido del Dr. Pea Montenegro. Laje ejerci un dominio tan completo sobre el anciano Obispo y suscit tantas reacciones adversas con su conducta, que motiv el reclamo de la Audiencia y finalmente tuvo que ir a presen-

Portada de la edicin original del Itinerario para Prrocos de Indios (1668)

tarse al virrey de Lima; pero, lejos de viajar al sur, tom el camino hacia el norte y fue apresado en Bogot, para ver si era verdad que conduca un tesoro de monedas de plata sin quintar, lo que no fue cierto. Finalmente, Laje termin enviado a Espaa, donde se

12 A. Couceiro Freijomil, Diccionario Bio-Bibliogrfico de escritores, vol. III, Santiago de Compostela, 1954, pp. 66 y 67. 13 Manuel Patricio Guerra, La Cofrada de Nuestra Seora del Pilar de Zaragoza, Quito, Abya-Yala, 2000, p. 52.

31

le prohibi bajo pena de prisin que regresare a las Indias. En 1680, el obispo Pea Montenegro celebr un Snodo, del que ha quedado su manuscrito con las Resoluciones sobre el Snodo diocesano de Quito celebrado en la ciudad de Loja. Tambin se conoce de su pluma otro manuscrito intitulado Propagacin del evangelio sobre las ruinas del gentilismo. Desde l684, Pea Montenegro estaba muy mal mentalmente, de tal manera que en l685 el presidente Munive le pidi al Rey que nombrara un gobernador auxiliar del obispado. El 27 de enero de 1686, el propio Obispo firm el nombramiento del Gobernador del obispado, en la persona del cannigo doctoral y comisario del Santo Oficio, don Fausto de la Cueva, confirindole facultades plenarias, excepto la de nombrar secretario.14 Los ltimos 8 meses de su vida, ya cumplidos los 91 aos, don Alonso pas inconsciente. Muri el 12 de mayo de l687, con el diagnstico de perlesa, es decir, de una parlisis temblorosa.

La vanidad del ObispoDon Alonso de la Pea Montenegro haba alcanzado varios de los puestos acadmicos ms preciados en Espaa catedrtico y en varias ocasiones, rector de la Universidad de Santiago de Compostela; era sin duda un intelectual de alta vala. Su Itinerario constituye una importante clsico que contina siendo fuente consulta y estudio. Para comprobarlo, basta realizar una bsqueda restringida del criterio Itinerario para Prro32

cos de Indios en la plataforma virtual Google, los resultados arrojados son nada menos que 13.200. Don Alonso estaba consciente de sus elevados mritos intelectuales y, como hemos dicho, la humildad no era su fuerte. Ya anotamos que este preclaro y distinguido catedrtico minimizaba los mritos acadmicos de los oidores y funcionarios de la Audiencia, tratndoles despectivamente de licenciaditos o doctorcitos. Pero la vanidad de Pea Montenegro no llegaba hasta all, en general, el Obispo se senta muy superior en todos los aspectos, sentimiento que era azuzado por sus paisanos gallegos miembros de su squito. Tan superior se senta don Alonso, que se haba encaprichado en que su ctedra obispal deba siempre encontrase provista de dosel mueble que a cierta altura cubre o resguarda un altar, sitial, etc., adelantndose en pabelln horizontal y cayendo por detrs a modo de colgadura.15 El caso es que para el siglo XVII, como recuerda Gaspar de Villarroel en su obra Gobierno Eclesistico y Pacfico, el uso del dosel era privativo de los tronos reales y por extensin, de los solios virreinales y presidenciales de reales audiencias en Quito se dispuso el 20 de diciembre de 1565, la elaboracin dosel de terciopelo y tafetn amarillo y verde, con motivo de la inauguracin de la Real Audiencia y el recibimiento del Sello14 Ricardo Descalzi del Castillo, La Real Audiencia de Quito, Claustro de los Andes, p. 383. 15 Diccionario de la Real Academia Espaola. 16 Ricardo Descalzi del Castillo, La Real Audiencia de Quito, Claustro de los Andes, t. I, Barcelona, Seix y Barral Hnos. S.A., 1978, p. 205.

No. 31

Un encuentro con la historia

Real.16 Tan apreciado era dosel como smbolo de majestad y autoridad, que el rey Felipe III despach el 17 de octubre de 1614, una real cdula disponiendo a los arzobispos y obispos de Indias, que solo podan usar dosel en sus iglesias y en el evento de que se observase el Ceremonial Romano en las celebraciones religiosas.17 Es claro que los arzobispos y obispos, pese a su elevada autoridad eclesistica, no podan usar ordinariamente dosel. No obstante esto, nuestro obispo, don Alonso de la Pea Montenegro, se empe en adornarse con el pomposo dosel, en evidente demostracin pblica de su superioridad. De este vanidoso capricho, don Alonso sali bien librado en una ocasin y mal librado en otra, como veremos a continuacin. El antecesor del Dr. Pea Montenegro en el obispado quiteo, don Agustn de Ugarte y Saravia, haba ordenado guardar el Ceremonial Romano en las celebraciones sagradas realizadas en la Catedral quitea. Este Ceremonial haca al oficiante el obispo en este caso el indiscutible protagonista del acto, restando importancia a cualquiera de los asistentes. En especial, el Ceremonial Romano daba el privilegio al oficiante a usar dosel, como hemos anotado anteriormente al citar la real cdula de Felipe III. La decisin del obispo Ugarte de implantar el Ceremonial Romano haba sido renegada por los miembros de la Audiencia ya en pocas de dicho prelado. Respetando la disposicin de su antecesor, el Dr. Pea Montenegro resolvi continuar observando el Ceremonial Romano, lo cual fue tremendamente

Dosel o cubierta en forma de tejado que cubre un sitio de honor, propio de los tronos reales o de los solios virreinales; tambin usado en plpitos, hornacinas y altares.18 Este era el adorno cuyo uso tanto pretendi el obispo Alonso de la Pea Montenegro.

censurado por los oidores de la Audiencia, quienes acusaron al Obispo de orgulloso ante el Consejo de Indias, destacando que en la iglesia se sentaba en sitial con dosel, que se haca acompaar de diconos asistentes y que consenta que los predicadores le saludaran primero a l que a la Audiencia; todas estas prcticas eran propias del Ceremonial Romano, segn hemos explicado. Mientras el Consejo de Indias discuta respecto de la obser17 Gaspar de Villarroel, Gobierno Eclesistico y Pacfico, y Unin de los Dos Cuchillos Pontificio y Regio, t. II, Madrid, Imprenta de Antonio Marn, 1738, pp. 50 y ss. 18 Ilustracin: http://arte-colonial.com/2011 /04/14/dosel-baldaquino (10-XII-2011).

33

vancia del Ceremonial Romano en Quito, el Obispo se abstuvo de concurrir a las celebraciones religiosas pblicas. Finalmente, el Consejo resolvi que se guardara el Ceremonial Romano y las costumbres de la Catedral de Quito.19 Se observaba de esta manera la real disposicin de Felipe III; don Alonso de la Pea Montenegro sala airoso de esta contienda con los oidores. De seguro animado por esta victoria, embebido en su orgullo y con nimo de minimizar nuevamente a los miembros de la Audiencia, don Alonso de la Pea Montenegro insisti en el uso del dosel, pero esta ocasin fuera de su Catedral y en un acto evidentemente terrenal. En mayo de 1656 se realizaron fiestas de toros en Quito. Asistieron a ellas el presidente y oidores de la Audiencia, desde los balcones de las entonces denominadas casas reales hoy palacio de Carondelet, y el Obispo desde su residencia de la esquina nororiental de la plaza grande. El hecho es que para la importante fiesta de Toros, el Obispo hizo adornar su balcn con dosel, particular que alarm al presidente de la Audiencia quien, en unin de los oidores,19 Federico Gonzlez Surez, Historia General de la Repblica del Ecuador, t. IV, Libro III, captulo XIV, Quito, Imprenta del Clero, 1893, p. 253. 20 Archivo General de Indias, Referencia: ES.41091.AGI/16403.12.3.12//QUITO, 209, L.3, F.238R-239R. 21 Archivo General de Indias, Referencia: ES.41091.AGI/16403.12.3.12//QUITO, 209, L.3, F.239R-240R.

Firma autgrafa del Dr. D. Alonso de la Pea Montenegro XI Obispo de Quito

reclam se retirase el dosel del balcn obispal. Don Alonso de la Pea Montenegro se opuso a que se retirase el dosel argumentando que le corresponda usarlo por tener idntica autoridad a la del presidente de la Audiencia y, sobre todo, porque posea una real cdula que autorizaba al obispo de Quito, el uso del dosel en las fiestas de Toros. Los miembros de la Audiencia no tardaron en poner en conocimiento del Consejo de Indias y del Rey en persona, esta nueva pretensin del obispo Pea Montenegro. Comenzaron as las investigaciones respecto del caso, las cuales se dilataron en el tiempo. Es as que el 12 de julio de 1656, el Obispo diriga comedida carta al Consejo de Indias relatando los hechos ocurridos en mayo, respecto de la fiesta de Toros, y la indisposicin de la Audiencia por haber adornado su balcn con un baldaqun elaborado con tafetanes, como queriendo restar importancia al hecho. Esta carta fue puesta en conocimiento del presidente y oidores de la Audiencia de Quito, mediante cdula real de 25 de octubre de 1662.20 En esta fecha tambin se emiti una real cdula al obispo Pea Montenegro, pidiendo explicaciones respecto de la pretensin del uso del dosel y el envo de la cdula en la que fundaba su derecho.21

34

No. 31

Un encuentro con la historia

El 18 de enero de 1666, se despachaba desde Madrid una nueva cdula real al presidente y oidores de la Audiencia de Quito, para que enviasen la cdula original por la que el Obispo pretenda usar dosel en las fiestas de Toros.22 En igual fecha se despachaba otra real cdula directamente al obispo Pea Montenegro, volviendo a disponer que enve la cdula original en que se le permita poner dosel en las fiestas de Toros. En fecha 15 de noviembre de 1666 y en respuesta a la real cdula de enero de tal ao, don Alonso de la Pea Montenegro remiti al Rey una carta en la que sostiene no poseer el original de la real cdula que autorizaba al obispo de Quito a usar dosel en las fiestas de Toros y que nicamente posee una copia de la referida cdula, misma que fue hallada en el archivo eclesistico. En esta misiva el tono del Obispo es an ms delicado que en su carta de 1656. Insiste en que nunca ha puesto dosel en las fiestas de Toros, sino nicamente tafetanes como todos le ponen delante del balcn. El obispo concluye esta misiva deseando que Dios de a V.M. muchos y felices aos con todo el bien posible. No obstante estos buenos deseos no fueron suficientes para que el Rey dejase de caer en cuenta de que la supuesta real cdula de autorizacin de uso de dosel no exista, pues el Obispo nunca remiti ni siquiera la copia que deca poseer; y si el documento exista no se trataba sino de una falsificacin realizada, de seguro por el mismo Obispo o por sus aclitos, a instancia de ste, para ir en contra de los miembros de

Escudo herldico de don Alonso de la Pea Montenegro, adornado con los atributos obispales.23

la Audiencia con quienes la enemistad era profunda. Finalmente, el 31 de mayo de 1669 desde Madrid, el Rey emita dos nuevas cdulas reales, la primera dirigida al presidente y oidores de la Audiencia de Quito para que enviasen a un oidor de la Audiencia a recoger una cdula falsa que tena el Obispo, por la que supuestamente se le permita usar dosel en las fiestas de Toros.24 La segunda y ms dura cdula estuvo dirigida directamente al obispo Pea Montenegro, disponindole entregar la cdula sobre el uso del dosel en las22 Archivo General de Indias, Referencia: ES.41091.AGI/16403.12.3.13//QUITO, 210, L.4, F.49V-50R. 23 Retrato ubicado en la Sala Capitular de la Catedral de Quito. Imagen por Christoph Hirtz; gentileza del Arq. Alfonso Ortiz Crespo. 24 Archivo General de Indias, Referencia: ES.41091.AGI/16403.12.3.13//QUITO, 210, L.4, F.111V-112R.

35

fiestas de Toros, que haba utilizado a sabiendas de ser falsa esto ltimo consta expresamente en la cdula.25 El asunto de la cdula falsa culmin en este punto, y si bien la imagen del Obispo debi haberse visto opacada en la metrpoli, esto no impidi que tres aos ms tarde, el Consejo de Indias lo nombrase presidente interno de la Audiencia, desde la muerte de don Diego del Corro Carrascal en 1672, hasta comienzos de 1678. Fue tal la vanidad del ilustre don Alonso de la Pea Montenegro, XI obispo de Quito, quien lleg a falsificar una cdula real, por usar dosel en la fiesta de Toros.

Fernando Jurado Noboa, 2007 La migracin gallega a la mitad del mundo, Santiago de Compostela, Junta de Galicia. 2010 La fiesta de los Toros en Quito: ancestralidad y smbolo, en 50 aos Plaza Monumental de Toros Quito, Quito, Citotusa.

Fr. Jos Mara Vargas, 1965 Historia de la cultura ecuatoriana, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana. Gaspar de Villarroel, 1738 Gobierno Eclesistico y Pacfico