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    Historias de

    Arueoloa

    SudamericanaJavier Nastri y Lcio Menezes Ferreira(Editores)

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    2010 Fundacin de Historia Natural Flix de AzaraHecho el depsito que prev la ley 11.723Impreso en la ArgentinaISBN 978-987-25346-4-6

    Imagen de tapa: Salvador Debenedetti en Tilcara, circa 1910 (otograa gentilezadel Archivo Fotogrco y Documental del Museo Etnogrco J.B. Ambrosetti).Imagen de contratapa: Fragmentos cermicos recolectados por Max Uhle cercade Tinogasta en 1892 y conservados en el Museo Etnolgico de Berln (otograagentileza del Archivo Fotogrco y Documental del Museo Etnogrco J.B. Am-brosetti).Diagramacin: Julia Olub

    Queda prohibida la reproduccin, total o parcial, por cualquier medio de impre-sin, en orma idntica, extractada o modicada, en castellano o en cualquier otroidioma.

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    EVALUADORES

    Dr. Mariano Bonomo (CONICET Universidad Nacional de La Plata)

    Dr. Per Cornell (Universidad de Gotemburgo)Dr. Raael Curtoni (CONICET Universidad Nacional del Centro de la Provincia deBuenos Aires)Dr. Artur Enrique Franco Barcelos (Fundacin Universidad Federal de Rio Grande)Dr. Rogrio Reus Gonalves da Rosa (Universidad Federal de Pelotas)Dr. Luis Reynaldo Gonzlez (Universidad de Buenos Aires)Dr. Alexandre Guida Navarro (Universidad Federal del Maranho)Dr. Peter Kaulicke (Ponticia Universidad Catlica del Per)Dr. Juan Bautista Leoni (CONICET Universidad de Buenos Aires)Mg. Estela Pagani (Universidad de Buenos Aires)Dra. Irina Podgorny (CONICETUniversidad Nacional de La Plata)Mg. Vivian Spoliansky (Universidad de Buenos Aires)Dr. Gustavo Verdesio (Universidad de Michigan)

    AUTORES

    Arql. Sergio Carrizo (Universidad de Tucumn)

    Dr. Gladyson Jos Da Silva (Universidad Federal de So Paulo)Dr. Pedro Paulo Funari (Universidad Estadual de Campinas)Dr. Carl Henri Langebaek (Universidad de Los Andes)Dra. Diana Mazzanti (Universidad Nacional de Mar del Plata)Dr. Lino Meneses Pacheco (Universidad de Los Andes)Dr. Lcio Menezes Ferreira (Universidad Federal de Pelotas)Dr. Javier Hernn Nastri (CONICET Universidad Maimnides)Dr. Pablo Perazzi (CONICET - Universidad de Buenos Aires)Lic. Gustavo Rivolta (Universidad Nacional de Crdoba)

    Dr. Henry Tantalen (Universidad Autnoma de Barcelona / Universidad NacionalMayor de San Marcos)

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    NDICE

    Introduccin: Por una historia comparada de la arqueologa sudamericanaJavier Nastri y Lcio Menezes Ferreira........................................................................................7

    Arueoloa y Nacin

    1. La arqueologa venezolana de nes del siglo XIX y comienzos del siglo XXLino Meneses Pacheco................................................................................................................. 21

    2. Exploraciones arqueolgicas en la construccin del territorio tucumano de nesdel siglo XIX y principios del siglo XXSergio Rodolo Carrizo................................................................................................................. 55

    Internacionalismo

    3. Internacionalismo y arqueologa: las relaciones institucionales y cientcas entreHermann von Ihering y los museos argentinosLcio Menezes Ferreira ................................................................................................................ 77

    4. Una cuestin de estilo. Cronologa cultural en la arqueologa andina de lasprimeras dcadas del siglo XXJavier Nastri ................................................................................................................................... 95

    Crtica del nacionalismo

    5. Muerte y transguracin del sabio: la batalla por el legado de FlorentinoAmeghinoPablo Perazzi................................................................................................................................123

    6. El pasado tras del espejo: arqueologa y nacionalismo en el PerHenry Tantalen..........................................................................................................................137

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    EL PASADO TRAS DEL ESPEJO:ARqUEOLOgA Y NACIONALISMO EN EL PER

    Henry Tantalen1

    Introduccin

    La utilizacin del pasado por las organizaciones estatales ha sido una prcticaque se puede remontar a pocas prehistricas2. Incluso, desde una perspectiva

    enocada en los Andes Centrales sta se puede ver reejada en los mitos un-dacionales de la sociedad inca en los que trazaba un linaje directo con grupossociales de la cuenca del lago Titicaca. Adicionalmente, una prctica muy ex-tendida en la poca inca ue superponer sus estructuras arquitectnicas msemblemticas sobre lugares sociales o edicios con un valor ideolgico previocomo, por ejemplo, ocurri en las islas del Sol y de la Luna en el lago Titicaca(Bauer y Stanish 2001). Asimismo, materiales arqueolgicos extrados de sus con-textos originales y re-utilizados en nuevas estructuras arquitectnicas centralesde sociedades prehispnicas como Tiwanaku (Chvez 1975; Yaeger y Bejarano

    2004) plantean que dicha prctica se remonta ms aun en el tiempo y que di-cha utilizacin de la antigedad de ciertos sitios o arteactos invocaba y construarelaciones entre linajes antiguos y sus contemporneos que ocupaban el poderpoltico. As, los objetos arqueolgicos se constituan en los medios para crearrelaciones directas entre un pasado y un presente.

    De esta manera, en las ltimas dcadas se ha hecho patente que existe unarelacin directa entre poltica y arqueologa, en tanto objeto de estudio en el pa-sado, como tambin en nuestra prctica actual (Kohl y Fawcett 1995). Despusde todo, lo/as arquelogos/as nos encontramos insertos dentro de contextos es-tatales, los cuales condicionan muchas de nuestras actividades. En ese sentido,desde diversas perspectivas tericas se ha desarrollado un inters explcito porentender esta relacin entre arqueologa y poltica (Childe 1933; Clark 1980:229-240; Lumbreras 1974b; Trigger 1984, 2006; Patterson 1986; Fowler 1987; Hodder1994[1986]; Shanks y Tilley 1987, 1992; Jones 1997). Como era de esperar, estetema tambin est presente en la arqueologa peruana y algunos investigadores

    1 Departamento de Prehistoria, Universidad Autnoma de Barcelona/ Universidad NacionalMayor de San Marcos.2

    Una versin preliminar de este texto ue presentada a la revista Arqueologa suramericana,aunque con el correr del tiempo sta ha sido superada y se presenta aqu con mayor docu-mentacin.

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    ya han empezado a deslizar sugerentes elementos de discusin al respecto (Bur-ger 1989, 1992; Guthertz Lizrraga 1999; Patterson 1999; Aguirre-Morales 2005;Tantalen 2005, 2006; Kaulicke 2006; Segura 2006; Mesa 2006; Lumbreras 2006),

    aunque, por ejemplo, como ya haban observado Philip Kohl y Clare Fawcett(1995:3), Per ue uno de los grandes ausentes dentro su reciente compilacinsobre la relacin entre arqueologa y nacionalismo3.

    En este captulo trataremos de adelantar algunos temas que creemos signi-cativos para empezar a llenar el vaco en el debate antes mencionado, especca-mente con relacin al tema peruano y, sobre todo, para comenzar a reexionar entorno a las implicancias de las agendas polticas ociales en nuestra praxis arqueo-lgica. Como veremos, dicha praxis muchas veces termina conuyendo dentro dela disciplina acadmica en interpretaciones del pasado relativistas y subjetivas,las mismas que son reproducidas por los medios educativos y de diusin pblica.

    Para conseguir nuestro objetivo, en este texto evitaremos utilizar una exgesisque reconozca a la ideologa (sistema de creencias)4, en este caso, el nacionalis-mo (Lull et all2006:34 (ideologa identitariaespeccamente); Oyuela-Caycedo1994:6; Smith 2001:442) como algo separado de sus productores/as sino que estese hace realidad mediante la prctica social concreta. As, evitaremos hablar de laideologa, como una esencia inmanente que se contagiara a la sociedad o quesolamente se impondra desde las instituciones estatales o los aparatos ideolgi-cos de Estado (Althusser 2008).

    Asimismo, adentro de la relacin entre arqueologa e ideologa poltica ocial

    (lase ideologa dominante), asumiremos a los nacionalismos ocurridos en el Per,no como ideologas slidas y que trascendieron de la misma manera en el tiempo(idealismo). Por el contrario, describiremos al nacionalismo como un conjunto deenmenos sociales ocurridos dentro de una situacin post-colonial y desde susdiversas ormas en las que se ha desarrollado en el Per. Esto ltimo se har reali-dad mediante la prctica de sus principales actores y actrices sociales, cada uno/acon sus propios intereses subyacentes en sus posiciones tericas y materializadosen sus publicaciones o actividades pblicas5. De esta manera, comenzaremos a

    3 Se pueden consultar Oyuela-Caycedo (1994), Politis (1995) y Politis y Prez Golln (2004) parasntesis de cuestiones relacionadas con este tema en Latinoamrica.4 En su Diccionario abreviado de losoa, Jos Ferrater Mora(1989:206-207) dice acerca de laideologa: En la amosa inversin de la doctrina de Hegel propuesta por Marx, el desdobla-miento aparece como una ideologa: las ideologas se orman como enmascaramientos dela realidad undamental econmica; la clase social dominante oculta sus verdaderos propsi-tos (los cuales por lo dems, puede ella misma ignorar) por medio de una ideologa..Para undebate ms actualizado acerca del concepto de ideologa tambin se puede consultar iek(2008).5

    Es interesante anotar que a la materializacin de las ideologas mediante practicas sociales,Althusser (2008:143) las denomine como rituales. De ah se desprende que, a dierencia de lanocin del ritual como algo especcamente religioso bastante extendido en la literatura an-

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    El pasado tras del espejo: arqueologa y nacionalismo en el Per

    entender la historia de la arqueologa peruana como una pugna entre personasde carne y hueso, representando a grupos de inters (Anderson 1997:21) que de-sarrollaron hiptesis, planteamientos e ideas desde y en su propio espacio de vida

    (praxis). En este sentido, el nacionalismo tambin puede esconder movimientoscreados desde la poblacin y que han tenido dierentes ortunas y que bajo laetiqueta de nacionalismo pueden enmascarar (como la mayora de las ideologas)el aprovechamiento de la uerza popular.

    As pues, de nuestro anlisis se desprende que los personajes que nos servirnpara desarrollar nuestros planteamientos, tuvieron ciertas aptitudes y actitudes(personalidades segn Trigger 1995:266) que los erigieron en lderes carismti-cos de su momento histrico. Esa caracterstica se traduce en un individualismoque se patenta en su prctica y que los termina convirtiendo en portavoces mo-mentneos y mediticos que muchas veces no dejan una escuela terica conor-

    mada tras su xito en la arena arqueolgica, pues ese no sera el objetivo princi-pal6 e, incluso, las condiciones sociopolticas lo impediran.

    De esta orma, la arqueologa de carcter nacionalista necesitara de una se-rie de actores tanto internos como externos a la disciplina, colectivos como in-dividuales y objetivos como subjetivos (Daz-Andreu 2001a, 2001b; Moro 2007;Trigger 2006) que en un momento dado se encontrarn y se cristalizarn en losdiscursos nacionales justicados en y por los objetos y/o monumentos arqueo-lgicos (Kohl 1998; Smith 2001; Curtoni y Politis 2006:96; Angelo 2005; Capriles2003). Conocer algunas de las ormas en que esto ha sucedido, adems de ser

    ilustrativo, creemos, servir para empezar a construir una arqueologa ms rele-vante histricamente y nos evitar desviar nuestra atencin hacia construccionespolticas incoherentes con un genuino conocimiento de nuestra realidad social.

    Nacionalismos en el Per del Silo XX

    La historia ocial del Per est rerendada por una serie de ideologas do-minantes que han motivado y justicado la reproduccin de grupos de podersocioeconmico y sociopoltico. Aunque est claro que existi una lucha entre

    dierentes grupos de la sociedad peruana, la ideologa dominante es la que siem-pre aparece mejor descrita (ver tambin Burga 2005 o Mndez 1993). Este es unprincipal problema para la historiograa de los movimientos polticos en el Per.Sin embargo, es posible reconocer que los grupos sociales que no controlan losespacios de decisin sociopoltica tambin tienen mucho que ver en la ascensin(por negacin) o creacin de ideas originales que, si son exitosas popularmen-te, pueden ser utilizadas para benecio de la nacin entera. En ese sentido, de-

    tropolgica contempornea (por ejemplo, Rappaport 2001) tambin el ritual tiene y persigueun importante objetivo poltico.6 Aunque para el caso de Tello, Astuhuamn (2004) plantea otra salida a dicha paradoja.

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    bemos tener en cuenta que, paralelas a las ideologas nacionalistas dominantes,tambin en el Per se encuentran ejemplos de discursos alternos adentro de larontera del Estado peruano y que, se pueden denominar como regionalismos.

    Estos regionalismos, planteados desde su propia etnicidad

    7

    , tambin, preten-deran ascender y cobrar hegemona y/o autonoma dentro de lo que se conocecomo el Per8. Los ejemplos que describiremos no desarrollan esta cuestin anno revisada en la arqueologa peruana. Sin embargo, el sealamiento de su exis-tencia pone de relieve que dichos planteamientos nacen de grupos de intersque desde un rea concreta del Per hacen eco de una serie de reivindicacioneseconmicas y polticas que, al no llegar a convertirse en discursos hegemnicos,se hallan marginados de la historia nacional ocial y que aorarn siempre quesus condiciones materiales de existencia no cambien.

    As pues, asumiendo que el Estado peruano en sus dierentes situaciones

    histricas ha conservado una ideologa til para su supervivencia y sta necesa-riamente ha de ser la dominante, enocaremos la discusin acerca de ellas. Unaapretada sntesis de las ideologas en el Per del siglo XX9 propondra que durantecasi todo ese siglo existieron mayoritariamente las que estaban relacionadas conel habitante telrico10 o andino y que en sus inicios ue denominado indigenis-mo11. En este, el elemento clave y que supuso el desarrollo de diversas tesis y, susconsecuentes contraposiciones, ue el de la raza en tanto genotipo que suponaa un grupo socio-biolgico con una particular e inherente orma de ser y que (re)produjo la estigmatizacin del indio iniciada por los invasores castellanos en el

    siglo XVI (Quijano 2006).Sin embargo, como buena ideologa, el indigenismo ha mutado en dierentes

    expresiones enomnicas desde su temprana aparicin con los primeros indige-

    7 El caso de las reivindicaciones de las comunidades indgenas como la aymara es signicativoaqu.8 Por ejemplo, una de las reerencias ms tempranas sobre esta lucha por los orgenes de lacivilizacin peruana en una regin concreta, se pueden reconocer en la controversia entre Ra-

    ael Larco Hoyle y Julio C. Tello (Schaedel y Shimada 1982:359). Es interesante anotar que LarcoHoyle provena de una amilia de inmigrantes italianos que haban ormado una gran haciendaazucarera en el valle costero de Chicama (Klarn 2004:263), una cuestin que es interesante re-saltar dada la autonoma econmica que esto le permiti para desarrollar sus investigacionesen contraposicin a Tello que estuvo subvencionado en mayor parte por el Estado peruano.9 Para una sntesis de la idea de nacin en el Per previa al siglo XX se puede recurrir a Mndez(1993). Tambin se puede consultar Maticorena (1994). En este ltimo texto resulta signicati-vo como el concepto de nacin est ntimamente relacionado al de patria.10 Como, por ejemplo, expresaba Luis Valcrcel en su Tempestad en los Andes(1927).11 Sin embargo, hay que tener en cuenta algunos movimientos ideolgicos como, por ejem-plo, el hispanismo deendido, por ejemplo, por Jos de la Riva Agero que inici durante los

    primeros aos del siglo XX (Lumbreras 1998:181) y persiste en pleno siglo XX en claro con-icto con las posiciones indigenistas (Betalleluz 2003:220)) y que en sus primeros momentospodramos equiparar con la ase A del nacionalismo de Oyuela-Caycedo (1994:11). Asimismo,

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    El pasado tras del espejo: arqueologa y nacionalismo en el Per

    nistas alrededor de la dcada de 1840 como un movimiento literario y culturalliberal de base urbana (Klarn 2004:252), pasando por su ascenso como polticanacional con Augusto B. Legua (1919-1930) hasta una nueva re-creacin en el

    gobierno militar de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) e, incluso, se podra decirestara presente hasta la actualidad12.En ese sentido, el nacionalismo peruano, como tantos otros, tiene su particula-

    ridad y su base social en el sector que pretende deender, para el caso que nos ocu-pa el indgena peruano. Este compone una masa social heterognea que se hallapostergada histricamente dada nuestra herencia colonial (Cotler 1978; Quijano2006) y que se asienta principalmente en el campo13 donde se halla mantenida ensu estado de precariedad econmica. As pues, no es gratuito que siempre se hayarecurrido a su uerza para apoyar movimientos sociales emergentes14.

    Para que esto se ponga en marcha, llegue a la capital que es Lima e impacte di-

    rectamente en el gobierno, una inteligentsia (como dira Gramsci) en dicha ciu-dad tendr que ser la portadora de los clamores indgenas dada su insercin enlos sectores dominantes tanto de la esera poltica como cultural. Para el caso quenos ocupa, lo/as arquelogos/as se hallan en la segunda esera conormando esaburguesa intelectual que puede involucrarse dentro de las polticas culturales yque deben, por gnesis (Daz-Andreu 2001a:432), ser consecuentes con el Estadoen el que se amparan (McGuire y Navarrete 1999:195).

    Nacionalismos y arueoloas en el Per

    As pues, dado que los nacionalismos tienen como justicacin principal la an-tigedad de un grupo tnico en un territorio (Anderson 1997; Barth 1969; Daz-Andreu y Champion 1996; Hobsbawm 1991; Kohl y Fawcett 1995), la arqueologa

    un movimiento ideolgico como el anarquismo encontr representantes importantes en Limacomo Manuel Gonzlez Prada (1844-1918) (German 2006; Klarn 2004:276) y una expresinandina con una prctica poltica (1915-1916) en el altiplano puneo en Teodomiro Gutirrez

    Cuevas (Rumi Maqui) y en las luchas por la jornada de las ocho horas en Lima en 1919 (Klarn2004:285-295). A su vez, una suerte de ascismo se sostuvo durante el gobierno de SnchezCerro (1931-1933) aunque se extendi en toda la dcada de 1930 (Molinari 2006).12 El mismo que mantiene mucho de su racismo original. Para un anlisis actual del racismo ysu relacin con la arqueologa en Sudamrica se puede consultar Curtoni y Politis (2006). Esteproblema tambin se analiza contemporneamente a la luz de los movimientos polticos et-nonacionalistas latinoamericanos en Gonzles (2005).13 Si bien, el campo ha sido el lugar natural o donde se concentra dicha poblacin, los mo-vimientos migratorios hacia las ciudades, sobre todo, en la segunda mitad del siglo XX hancambiado esa imagen rural del indio. Sin embargo, en estos nuevos espacios sociales se hamantenido y, muchas veces, acrecentado la precariedad econmica de los recin llegados.14

    Como, por ejemplo, anota Cecilia Mndez (2006) con relacin al campesinado y sus dieren-tes actitudes con los dierentes caudillos militares durante sus empresas del ltimo tercio delsiglo XIX y con el ejrcito proesional en el siglo XX.

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    (despus que la historia y siguiendo casi todos sus iniciales problemas metodolgi-cos) se encarg de inventar los orgenes y caractersticas nicas (estereotipos) de lanacin peruana despus de lograda la Independencia de Espaa. Esto tambin se

    di en consonancia con los movimientos econmicos y polticos europeos de na-les del siglo XIX y comienzos del XX que impulsaron la construccin de los estados-nacin (Hobsbawm 1991)15.

    Dicha creacin de una lnea directa o identidad entre sociedades pasadas y so-ciedades presentes que, metodolgicamente por el momento es de dicil compro-bacin (Jones 1997; Trigger 1995:273)16, en la esera de la prctica poltica puedeser superada mediante el artilugio de la creacin de esencias (conceptos comoidentidad, patria, tradicin, cultura, etnia, etc.) que trascienden en el tiempo17.Dichas esencias llegaran hasta nuestros das de diversas ormas, aunque por logeneral se sealaran lugares, casi siempre con monumentos arqueolgicos, que

    materializaran dicha esencia. Dichas cuestiones se perciben en la prctica de losarquelogos que describiremos y que, adems, dada su reiterada utilizacin (comoobjeto de estudio y su posterior reproduccin social ampliada mediante la escuelanormal y otros medios de divulgacin) los erigen en monumentos nacionales.

    En el ondo de lo que se trata es de justicar nuestra existencia en un lugarconcreto por medio de nuestra antigedad (las personas que viven en un lugarsiempre han estado all) conormando esas comunidades imaginadas (Anderson1997:23) que preservaran una tradicin (Hobsbawm y Ranger 1983). En otroscasos, con una mentalidad ms colonialista y relacionada con el mayor avance

    cultural, un origen desde un rea nuclear o cuna de la civilizacin distinta dela que se habita puede ser reconocida como el lugar de origen primordial. En am-bos casos, la relacin directa entre el pasado y el presente, ms an sin uentesescritas, es por lo menos discutible. Ambos planteamientos, como se habrn dado

    15 Sin embargo, los estudios post-coloniales o subalternos (por ejemplo, Chatterjee 2007)nos plantean que los racasos en desarrollar los estados-nacin en pases como los latinoa-mericanos surgen de la necesidad de imponer una estructura ideal del Estado (con toda la

    estructura jurdico-legal que este supone) y la persistencia de las ormas tradicionales, princi-palmente econmicas y polticas, de la vida prehispnica. De hecho, Anbal Quijano (2006:21)plantea que como en Amrica Latina no se dieron enmenos parecidos a las revoluciones so-cioeconmicas y sociopolticas europeas modernas, las acciones de los grupos de poder solose limitaron a imitar e imponer los ormalismos polticos que produjeron dichos enmenossociales. Anlisis de Gonzlez Prada, Maritegui y Haya de la Torre coinciden en las contradic-ciones que no dejan llevar a cabo el proyecto nacional en el Per y en el que el problema delindio siempre aparece como actor principal.16 Para una discusin actualizada del tema en los Andes prehispnicos se pueden ver variosartculos en Reycrat (2005). Acerca de la construccin de identidades o etnias indgenascontemporneas se puede consultar Quijano (2006).

    17 El tiempo homogneo vaco de la modernidad o capitalismo segn Anderson (1997). Sinembargo, ver Chatterjee (2007) para una contrapropuesta denominada tiempo heterog-neo.

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    cuenta rpidamente, se relacionan con la propuesta arqueolgica de cambio so-cial de comienzos del siglo XX y que se ha denominado diusionismo, dentro dela perspectiva general del historicismo cultural (Daz-Andreu 2001a:436). Como

    veremos, esta perspectiva se tradujo en la arqueologa peruana y se podra ejem-plicar en primera instancia en la controversia acontecida entre Max Uhle y JulioC. Tello porque, de hecho, la discusin casi siempre se centraba (y se sigue cen-trando) en el lugar en que se encuentra la cuna de la civilizacin peruana.

    As pues, si bien, despus de la declaracin de independencia del Per en 1821,se tomaron ciertas medidas para construir una identidad nacional post-colonial18,no se puede admitir que dicho deseo se hallase institucionalizado (siguiendo aDaz-Andreu 2001a) hasta nales del siglo XIX. Es solo, en dicho momento, cuandociertos individuos de la burguesa limea o, relacionados estrechamente con ella,la denominada por los historiadores como Repblica aristocrtica (1895-1919),

    comenzaron a interesarse seriamente por la antigedad del hombre peruano19.De esta manera, este deseo se institucionalizara en el Estado peruano con la un-dacin en 1905 del Museo Nacional de Historia durante el primer mandato delpresidente Jos Pardo y Barreda (1904-1908) y en el que se eligi como el encar-gado de la seccin prehistrica (Seccin de Arqueologa y de las Tribus Salvajes)al investigador alemn Max Uhle (Hampe 1998), resultando su aporte undacio-nal para una historia del Per hecha a partir de datos arqueolgicos (Lumbreras1998:178, Rowe 1954).

    Sin embargo, como Gnger (2006) ha sugerido, dicha mirada imperial ale-

    mana personicada en la gura de Max Uhle, tambin supuso un debate que sepuede patentar en las controversias entre este investigador y Emilio Gutirrez deQuintanilla (Hampe 1998). Dicha controversia lleg tan lejos que este ltimo per-sonaje, lleg a impulsar la destitucin de Uhle del Museo Nacional de Historia ysu consecuente salida del pas con destino a Chile. De esta manera, vemos que sibien los aportes de Uhle desde el campo cientco ueron signicativos y unda-cionales, desde una mentalidad nacionalista post-guerra con Chile (1879-1884)(Aljovn y Cavieres 2005:14; Klarn 2004:304), era necesario construir una nacincon personajes descollantes nacidos en el suelo patrio. Por eso, veremos que el

    padre de la arqueologa peruana tendra que ser alguien que encarnara tantosica como ideolgicamente dicho propsito. Vale decir, se hizo necesaria unagura que recuperase la antigedad del habitante peruano ante el vaco dejadopor Uhle y sta debera ser encontrada entre los intelectuales disponibles en laescena peruana.

    18 Aunque Cecilia Mndez (1993) plantea un nacionalismo criollo, habra que anotar que ste,tambin se podra denir como una ideologa de elite ms que criolla puesto que aquella eti-queta la supone un grupo uniorme. Sin embargo, dicho grupo social solamente tendra cohe-

    sin por sus intereses econmicos y polticos para mantenerse en el poder.19 Si bien existen intentos anteriores como los de Sebastin Lorente (2005), estos partan desupuestos teleolgicos ms que de explicaciones causales o empricas.

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    As pues, en consonancia con ese objetivo de construccin nacional, aun-que ahora mirando hacia dentro del pas, la primera mitad del siglo XX ver eldesarrollo de un inters por ese indio de las serranas peruanas y que tratara

    de ser reivindicado desde asociaciones civiles que deenderan sus derechosmediante sus gestiones ante el gobierno (Klarn 2004:303). As pues, el indi-genismo comenz a tener un lugar como movimiento ideolgico dentro dela historia nacional e, incluso, los partidos polticos ms importantes comen-zaron a incluir en sus programas dicho problema, tal como, por ejemplo, hizotempranamente Manuel Gonzlez Prada y, posteriormente, Jos Carlos Ma-ritegui y Vctor Ral Haya de la Torre, quienes comenzaron a ver al indgenacomo parte constituyente de una clase social oprimida y a la que habra quereivindicar.

    Sin embargo, dicho movimiento ideolgico signiic que, con el paso de

    los aos y el incremento de las contradicciones econmicas, se pasase de unalucha de posiciones a una lucha de movimientos (Gramsci 1971), cuestin quela burguesa y el Estado que la representaba pronto vieron que sacudira elterreno que ellos haban encontrado propicio desde la poca colonial. De estemodo, el indigenismo, ya inserto en programas polticos menos radicales (queas eran percibidos por las clases dominantes en ese momento) que el APRAo el Partido Comunista, ue amoldado en un populismo durante el segundogobierno de once aos de Augusto B. Legua (1919-1930). Es, en ese contextoque, los investigadores sociales comienzan a interesarse tambin por la pro-

    duccin de discursos relacionados con la bsqueda del habitante peruanoprimordial, y de un lugar en el territorio patrio que haya sido el crisol de unacultura nacional.

    Despus de la II Guerra Mundial, este indigenismo metodolgico se veopacado por una nueva teora explicativa importada desde los EE.UU., en laque el evolucionismo social del siglo XIX recobra vida, bsicamente, mediantela oportuna llegada de arquelogo/as norteamericano/as al Per (Schaedely Shimada 1982). Es as que, nuevamente, la evolucin social justiicara laexistencia de sociedades ms desarrolladas que otras, cuestin que se poda

    conirmar en el nivel del desarrollo tecnolgico (presente y pasado). En estemomento, prcticamente la arqueologa peruana mayoritaria ya no pertenecea una ideologa nacional sino ms bien a una internacional y que est deini-da desde los EE.UU. y reproducida y/o asumida por los pocos arquelogos/asperuanos/as que ya no van a brillar tanto como lo hizo Tello hasta su muerteen 1947.

    Solo sera con la llegada de los militares al poder a inales de la dcada de1960 que, el discurso nacionalista peruano otra vez podr ser admitido dentrode la agenda oicial e, incluso, el marxismo pudo ser admitido como un mto-

    do cientico de explicacin de la realidad pasada.En este captulo, por cuestiones de espacio, solo discutiremos la prcticade dos arquelogos peruanos/as que compartiran bases materiales semejan-

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    tes y que, inalmente, reproduciran la agenda poltica oicial: Julio C. Tello yLuis G. Lumbreras20.

    Julio C. Tello y la Cultura Matriz de la Civilizacin Andina

    Julio C. Tello ha sido y es reconocido en los dierentes mbitos de la historia delPer como el padre de la arqueologa peruana y, de hecho, esta visin ha sidotrasladada a los textos educativos y se halla bastante arraigada en el imaginariocolectivo de la sociedad peruana. En el ambiente acadmico este debate de lapaternidad de la arqueologa peruana llev a que otros investigadores comparena este investigador con Max Uhle, en una perspectiva que contrasta la antige-dad de la prctica proesional y meticulosidad en la investigacin de ambos (Kau-licke 1998). Otros anlisis proundizan en las situaciones histricas en que estos

    intelectuales desarrollaron su praxis (Hampe 1998; Mesa 2006). Denitivamente,Julio C. Tello ue, casi desde su carrera como investigador relacionado con la ar-queologa, parte de un Estado que le provey de espacios pblicos para la reali-zacin, subvencin y diusin de sus investigaciones. De hecho, la undacin, porl mismo, de los Museos de Arqueologa de la Universidad Nacional Mayor de SanMarcos (1919), del Museo de Arqueologa Peruana (1924)21 y del Museo Nacionalde Arqueologa y Antropologa (1938), han resultado esos espacios que generpara elevar su opinin respetada acerca de temas arqueolgicos y convertirse asen sus propias vitrinas de exposicin (Rowe 1954:24).

    Aqu trataremos de entender cmo emergen dichos intelectuales ociales yde plantear qu elementos posibilitaron la existencia de un Julio C. Tello comoconstructor de una ideologa que se podra llamar nacionalismo indigenista (An-gelo 2005:188; Mesa 2006). Para ello, expresamos que al hacer esto, deberemosentender a Tello como un elemento activo ms, dentro del aparato estatal pe-ruano, quiz ensombreciendo ese halo que se ha ormado a travs del tiempo,convirtindolo en un paradigma y modelo a seguir (Astuhuman 2004).

    Tello naci en 1880 en Suni, un pueblo de Huarochiri enclavado en las serranasde Lima (Meja Xesspe 1967:VI). En principio, sus orgenes humildes e indgenas,

    lo colocaran de acto en la senda del movimiento indigenista. Sin embargo, Tellono careci de los medios necesarios para su educacinbsica y gracias al cargode gobernante local que detent su padre pudo conseguir ciertos privilegios por

    20 Es signicativo que en un estudio recientemente consultado (Mndez 2006), se plantea unaimportante y paradjica relacin entre el autoritarismo (cvico y militar) y la integracin socialdel campesinado en el estado peruano y que, justamente, se dara con mayor uerza durantelos gobiernos de Legua y Velasco bajo los cuales Tello y Lumbreras ueron arquelogos promi-nentes de la escena nacional.21

    Aunque todava llevara algo ms de tiempo la inclusin de la arqueologa como carrera pro-esional dentro de la universidad peruana, otro actor que explicara la dependencia terica delos investigadores del pasado prehispnico en el Per.

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    encima de sus compaeros de estudios en la escuela primaria (Astuhuamn 2004;Astuhuamn y Dagget 2005). Bajo esa circunstancia, llega a los trece aos a Limapara seguir sus estudios secundarios (Lumbreras 2006)22 los cuales transcurren

    con algunas vicisitudes econmicas pero que son aliviadas mediante la oportunaaparicin de alguna persona con medios sucientes o con inuencia acadmica(Palma 1956:8)23. Su ormacin universitaria (UNMSM) a partir de 1900 ue en me-dicina, pero pronto se interes en los temas antropolgicos (la antropologa sicay cultural de la poca), como consecuencia de su acceso a publicaciones acadmi-cas, principalmente, de la Biblioteca Nacional y a las colecciones de crneos pre-hispnicos reunidas en su natal Huarochiri, as como algunos trabajos de campoencargados por sus mentores. De esta manera, terminar presentando la tesis debachiller titulada La Antigedad de la slis en el Per (1908) donde ya se vislumbrasu obsesin por el autoctonismo primordial de la civilizacin peruana dentro de

    un diusionismo todava embrionario.Como apuntan Csar Astuhuamn y Richard Daggett, sus dos principales bi-

    graos contemporneos:

    El 21 de agosto, y por peticin previa de la acultad de Medicina, una reso-lucin suprema del gobierno de Legua le otorg una beca de perecciona-miento para estudiar Antropologa en la Universidad de Harvard. Mientrasestudi en Estados Unidos, el inters de Tello continu orientndose haciael estudio de restos seos humanos, la lingstica y los museos. Viaj por el

    pas; asisti a certmenes acadmicos; visit museos, en especial los quetenan colecciones de material seo provenientes de Per. A nes de juniode 1911, Tello obtuvo el grado de Master o Arts con especializacin en An-tropologa (Astuhuaman y Dagget 2005).

    En los Estados Unidos tambin, asiste a las clases de prestigiosos proesores24de los principales centros de ormacin en la antropologa hegemnica (como lo

    22

    Por lo menos hasta los 15 aos cuando allece su padre (ibid). Luego una ta suya se encar-gara de proporcionarle ayuda econmica para acabar la secundaria y el director de su colegioPedro Labarthe le hara ciertas concesiones (Palma (1956).23 En los aos universitarios, Ricardo Palma lo apoyara econmicamente y hasta le conseguiraun puesto laboral en la Biblioteca Nacional. Sebastin Barranca tambin le apoyara (Astuhua-mn y Dagget 2005). Vemos, pues, que Tello supo aprovechar muy bien las oportunidadescreadas a partir de sus relaciones sociales en el mundo acadmico que se le abri al llegar a lacapital.24 Astuhuamn (com. pers. 2007) seala entre ellos a William Farabee, especialista en la Ama-zona peruana y metales; Alred Tozzer, especialista en arqueologa mesoamericana; y a RolandDixon. Por su parte, Lumbreras (2006:213) seala que Tello cont con el apoyo de Franz Boas,

    Frederic W. Putnam y Alex Hrdlicka en los EEUU y de von Luschan en Berln. As pues, siguiendolas teoras de sus proesores y colegas, no resulta extrao que Tello proponga posteriormentela tesis sobre la diusin de los primeros pobladores andinos desde la selva.

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    era en ese momento la Universidad de Harvard) que ya haban adoptado las tesisdiusionistas. En 1911, gracias a otra beca del gobierno peruano, Tello hace unperiplo por Europa occidental y sera en Berln (1912) donde se convencera de las

    tesis diusionistas que en esa poca estaban en pleno desarrollo. En este viaje alextranjero, podramos encontrar la uente de inspiracin de las ideas que Julio C.Tello nos trajo de regreso al Per en 1913 desde los espacios acadmicos dondese reproduca el discurso hegemnico y que materializ en sus propios plantea-mientos acerca de la civilizacin andina.

    A su regreso al Per, obtiene por peticin al gobierno de Guillermo Billinghurst(1912-1914), el cargo de Jee de la Seccin Arqueolgica del antiguo Museo Na-cional de Historia. Nuevamente y, como haba hecho anteriormente con Uhle,Emilio Gutirrez de Quintanilla, Jee de la Seccin Histrica, acus a Tello de malosmanejos, saqueador y tracante del material arqueolgico, diatribas que materia-

    liz en su paneto titulado El Manco Capac de la arqueologa peruana, Julio C. Tello,(Seor de Huarochir), donde se puede apreciar, sobre todo su racismo, cuestionesque coadyuvaron a que Tello abandonase dicho cargo en 1915.

    Posteriormente, Tello se incorpora a la Universidad Nacional Mayor de San Mar-cos. Desde all, dirigi las principales expediciones que realiz en el pas, comolas de Chavn de Huntar en 1919 (Tello 1943), de la cual obtuvo los materialesarqueolgicos para denir a sucultura matriz y proponer la diusin de sta porlos Andes Centrales (Tello 1960).

    Como decamos arriba, su posicin era abiertamente contraria a la del inves-

    tigador alemn Max Uhle (Ramn 2005:10), quien, paradjicamente, tambin ex-plicaba el origen de la sociedades por medio de la diusin25 (Kaulicke 1998:74,Politis 1995:203, Rowe 1954:21). Sin embargo, la tesis de Tello tena la caracters-tica de ser autoctonista con un claro objetivo nacionalista, en contraposicin a latesis aloctonista (extranjerizante) del investigador alemn26. Asimismo, la episte-mologa de Tello supona partir de hiptesis (intuiciones) que iba a comprobaren el campo (deduccin) mientras que Uhle parta del objeto de estudio (induc-cin) dentro de un enoque positivista (Lumbreras 1983[2005]:296). Por ello, da lasensacin que Tello ya saba lo que iba a encontrar en sus expediciones antes de

    realizarlas.

    25 Tesis que hizo publica en 1924 en el XXI Congreso Internacional de Americanistas desarro-llado en Gteborg, en la que propuso que las altas civilizaciones del Nuevo Mundo tenan unorigen comn en el rea Maya, y que, a su vez, todas ellas provenan del centro de Asia.26Como seala Steanie Gnger (2006), dicho debate culminara en 1928 cuando ambos inves-tigadores se encuentran en el XXIII Congreso Internacional de Americanistas en New York. Enesa reunin, Tello que asiste como representante del Per, participa con su ponencia Civiliza-cin andina: algunos problemas de la arqueologa peruana, la cual trataba de su expedicin

    de 1919 y sobre sus planteamientos acerca del desarrollo autnomo de la civilizacin en elantiguo Per (Astuhuamn com. pers. 2007), mediante la cual termina desplazando acadmi-camente a Uhle.

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    Aunque para la arqueloga peruana Rosa Fung (1963), Tello (1929, 1942) expre-saba un evolucionismo social en sus esquemas cronolgicos (por ej., sus estadiosArcaico o Inerior, Clsico o Medio y el Decadente o Superior), estos se reeran a

    su orma de plantear los cambios a largo plazo en el mundo andino. Por ello, eldiusionismo de Tello, adems de expresarse en la sucesin de las distintas cul-turas que l mismo deni, como la Chavin, tambin se daba adentro de stas.De esta manera, los cambios sociales se daban dentro de espacios de tiempoque para l correspondan con el auge de una cultura. Cuando esta decaa ydesapareca, tambin empezaba una nueva ase dentro de su esquema evolu-tivo andino.

    Por otro lado, la carrera acadmica de Tello corri paralela a su accionar po-ltico. Entre los aos 1917 y 1928 se desempe como diputado por Huarochir(Lumbreras 2006:215; Moreno 2007), su provincia de nacimiento en las serranas

    de Lima, dentro de la las del Partido Nacional Democrtico. Durante el segundogobierno del aristcrata y pro-capitalista norteamericano Augusto B. Legua (Kla-rn 2004:299) desde 1919 hasta 1930, Tello se alineara polticamente con aquel,con lo cual proseguira sus investigaciones con el apoyo poltico y dentro del dis-curso indigenista-nacionalista del Estado peruano27 (Kaulicke 2006:12). As, su dis-curso implcito sera el de la unidad nacional mediante el reconocimiento de unaunidad geogrca-tnica, cultural, lingstica, religiosa [el pantesmo andino] ehistrica(Tello 1967b:207-208; Kaulicke 1998:72).

    Del mismo modo, Tello podra decir tan temprano como en 1921, con relacin

    a una supuesta poltica nacionalistaprehispnica previa a la conquista de loscastellanos en el siglo XVI que:

    Los Incas echaron las bases de la nueva nacionalidad. Frente a elementosmateriales dispersos o independientes se propusieron ormar con ellos unagran Nacin; para esto dejaron que las instituciones seculares existentes,las artes, las industrias y todas las conquistas de la civilizacin continuaran,sin interrupcin, en su marcha ascendente; procuraron as, mediante la co-operacin de tan diversas agrupaciones, ormar una organizacin superior

    provista de un poder central de control y unicacin. He aqui lo notable dela sabia poltica de los Incas(Tello 1921).

    Vemos pues, que su discurso no se alejaba del de otros tantos arquelogosque apostaban por la deensa del dogma nacionalista (Kohl y Fawcett 1995), in-

    27 De hecho, Tello particip activamente del movimiento indigenista en sus inicios al integrarla Asociacin Pro-Indgena, de la cual se alejara en 1922 por discrepancias metodolgicas,

    tericas y polticas con sus principales exponentes. Tello consideraba que no era un problematnico sino sociopoltico y socioeconmico derivado de la conquista europea (Tello y Meja1967b:51; Castillo y Moscoso 2002:167, 179-180].

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    ventado a travs de los restos materiales de las sociedades antecesoras, ampli-cndolas e idealizndolas y cayendo muchas veces en el chauvinismo. Este (in-dgeno) nacionalismo tendra como objetivo justicar la economa y poltica del

    Estado, del cual, intelectuales como Tello ueron un producto ms al servicio delos intereses dominantes28. En este sentido, los explicaciones diusionistas e histo-ricistas-culturales sirvieron bastante bien para revestir al discurso nacionalista dela cienticidad necesaria29.

    Sin embargo, a pesar que Tello goz del apoyo del gobierno de Legua (Mesa2006), a consecuencia del derrocamiento de ste (25 de agosto de 1930), lide-rado por el Comandante Luis M. Snchez Cerro, el arquelogo peruano queda amerced de sus mltiples enemigos y, a consecuencia de esta nueva situacin, susproyectos arqueolgicos son ralentizados o negados desde el mismo Estado. As,por ejemplo, su expedicin al valle de la costa norte de Nepea donde investiga

    los importantes sitios de Cerro Blanco y Punkur genera una controversia acercade la supervisin de sus trabajos y del manejo de un presupuesto asignado para elmismo, en el que mantiene discusiones con otros miembros del Patronato Nacio-nal de Arqueologa (del cual Tello ormaba parte) como Luis E. Valcrcel y SantiagoAntnez de Mayolo (Tello 2005:165 y sigs.).

    Como ya dijimos arriba, entre medias y oscureciendo el nacionalismo me-diante el imperialismo norteamericano, auspiciado por los gobiernos peruanosy secundado por los principales partidos polticos a partir de la II Guerra Mundial(Klarn 2004:346), en las dcadas de 1950 y 1960 el enmeno histrico-cultural

    y el neoevolucionismo, mantendrn a los arquelogos/as peruanos/as en un am-biente de dependencia de la teora antropolgica norteamericana30. Este tema lodejaremos para otra oportunidad (aunque ya avanzamos algo en Tantalen 2005),pues, excedera el espacio del que disponemos en esta ocasin y nos centraremosen otra gura signicativa de la arqueologa nacional peruana.

    Luis g. Lumbreras y la arueoloa social peruana

    Desde la dcada de 1920, el Per inici su participacin dentro de la prctica

    poltica inspirada en las ideas de Karl Marx y Friedrich Engels y que podemos veren su mejor despliegue en el Per en los escritos de Jos Carlos Maritegui, lder yundador del Partido Comunista. La historia del marxismo en el Per, sin embargo,se vi muy pronto oscurecida por las persecuciones realizadas por los gobiernosintolerantes asociados estrechamente con la burguesa nacional que vea en estauerza poltica a su principal enemigo para sus intereses reales.

    28 Asimismo, la estrecha relacin entre Tello y Legua se puede desprender de la lectura de sucorrespondencia con Pedro Zulen (Del Castillo Morn y Carvajal 2002).

    29 Otros ejemplos sudamericanos se pueden encontrar en Gnecco (2004), Jofr (2007), LpezMazz (2004), Nastri (2004), Snchez (2006).30 Dependencia que, como bien anota Politis (1995:208), todava persiste en Latinoamrica.

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    A pesar de lo anteriormente descrito, en la dcada de 1960, asistimos a unre-avivamiento del movimiento ideolgico de izquierda (Liss 1984:139; McGuirey Navarrete 1999:188), donde incluso acciones del APRA llegaron a radicalizarse

    creando el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y elementos del Parti-do Comunista conormaron el ELN (Ejrcito de Liberacin Nacional) (Bjar 1973;Pease 1999:239-240). A su tiempo, a nales de esa misma dcada una ideologaocialista con tintes izquierdistas (o ms bien populistas) se vio promovida du-rante el gobierno militar del Gral. Juan Velasco Alvarado (1968-1975) un militar decarrera nacido en Piura, bajo el cual algunos investigadores hallaron una cobertu-ra necesaria para impulsar una manera alternativa de hacer arqueologa. El casode la poltica del Per de nales de la dcada de 1960 es singular puesto que estadictadura militar tom la caracterstica de socialismo estatal(Politis 1995:215)con una ideologa ocial tambin conocida como nacionalismo indgena (Kla-

    rn 2004:547) en la que se produjo una coyuntura avorable para arquelogosnacionales como Luis Lumbreras (Navarrete 1999), y por contra, se plantearon di-cultades a otro/as arquelogo/as, principalmente norteamericanos/as, para quellevasen adelante sus investigaciones (Burger 1989:42; Politis 1995:216).

    Sin embargo, la ilusin populista del gobierno militar pronto se desvaneci.Los descontentos no se hicieron esperar y esto acompaado de una nueva cri-sis econmica hacia 1975 (Bardella 1989:501; Deniz 1978:10), ms los problemasde salud del mismo Velasco, provocaron que el experimento militar racasara. En1975, la Junta Militar reemplaz a Velasco por el General Francisco Morales Ber-

    mdez, un militar institucionalista (Mauceri 1989:15) de linaje aristocrtico naci-do en Lima, quien llevara a cabo el desmantelamiento de la obra de su antecesor.Las presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), hicieron que el Gobiernose ajustara nuevamente al programa econmico establecido, lo que condujo anuevos problemas en la economa peruana. Esto obligara a Morales Bermdez aabrir nuevamente las puertas a las inversiones extranjeras, otorgndoles grandesconcesiones (Deniz 1978:12). Finalmente, esta suerte de transicin poltica desdeel militarismo hacia la democracia se hizo evidente con la Asamblea Constituyen-te de 1978. Este sera el contexto en que se hallaba inserto el otro actor que nos

    interesa analizar.Luis Guillermo Lumbreras se orm como investigador relacionado con la ar-queologa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, entre 1955 y 1959(Gonzlez y Del guila 2005:11); abandon momentnemente Lima, entre 1960y 1965, con destino a su natal Ayacucho, en la sierra central (Boletn 1999), dondesigui desarrollndose acadmica y polticamente, mientras ejerci como proe-sor en la Universidad de Huamanga31.

    31 Justamente los aos en que, como veremos, luego realiza sus principales investigaciones enel sitio arqueolgico de Wari (Gonzales y Del Aguila 2005:12) que le serviran para proponer laexistencia de un Imperio Wari.

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    interiorizado la teora y el mtodo del materialismo histrico y una perspectivadialctica de la realidad social y su representacin. Sin embargo, la manera dellevarla a la prctica es un elemento inexistente en muchas de sus publicaciones

    (los datos se presentan ya elaborados sin conocer cul es la orma o metodologapor la cual ellos ueron extrados de la realidad), quiz, como consecuencia desu carcter de maniesto primigenio de esta nueva orma de observar la mate-rialidad social o, como algn autor latinoamericano (Snchez 1999) ha sugerido,aspirara a convertirse en un discurso popular y construir un programa polticorevolucionario.

    Sin embargo, lo que s consigui Lumbreras ue el reconocimiento de una ar-queologa construida por peruanos y peruanas basadas en una ideologa que re-chazaba el imperialismo norteamericano. Paradjicamente, el despliegue de lospostulados de Lumbreras tambin result en una contradiccin entre su discurso

    y su prctica arqueolgica, contradiccin que hace patente en una lgica evolu-cionista y categoras historicistas culturales subyacentes en su hermenutica ins-pirada en los escritos de diversos autores marxianos (Lumbreras 1974b).

    A pesar de ello, se debe reconocer que Lumbreras se erigi como el ms im-portante sintetizador de la arqueologa peruana de la poca, como se puede pa-tentar del xito y traduccin a otros idiomas, como el ingls, de su De los Pueblos,las culturas y las artes del antiguo Per (Lumbreras 1969), texto que si bien arrastrauna uerte carga historicista cultural, conorm la columna vertebral de las expli-caciones de generaciones de arquelogos y arquelogas peruanos y extranjeros

    trabajando en los Andes33.Asimismo, su propio inters en Chavn mediante susexcavaciones arqueolgicas (Lumbreras 1989, 1993) motiv que este sitio nueva-mente sea tomado como pieza undamental para la comprensin de la culturaperuana y se invirtieran medios para conrmar su antiguedad temporal y su im-portancia regional.

    Como ya expresamos en otro lugar (Tantalen 2004), la arqueologa comociencia socialqued restringida a una retrica alternativa a los discursos hege-mnicos y relacionados con el capitalismo, pero no tuvo un eecto real en la socie-dad34 con la que se supona deba tener un compromiso real (Benavides 2005:10;

    Valdez 2004:131). Un actor externo (Politis 2006:171; Bonavia y Matos 1992:217)

    33 Aunque como bien rescata Gabriel Ramn (2005:6) de la biograa de este libro: En unaentrevista concedida en 1997, un arquelogo peruano relat una curiosa ancdota: tras su-cesivas reediciones, los editores estadounidenses de su manual sobre arqueologa andina lesolicitaron (en 1992) que lo revisara. El autor pidi que dejaran de publicarlo. Esta renunciapasara desapercibida si no se tratara de un clsico local: De los pueblos, de las culturas y lasartes (...).34 En un estudio realizado en 1992 sobre la enseanza de la arqueologa en el Per, a pesar

    que el libro citado de Lumbreras (1974b, 1981) era el ms popular entre los estudiantes, estalnea terica no se reejaba en las tesis de grado o trabajos de los estudiantes (Bonavia y Matos1992:79).

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    a la disciplina arqueolgica que explicara esa debacle en la arqueologa socialperuana es la persecucin dirigida desde el ocialismo durante la dcada de198035 y 1990 contra los discursos relacionados con el marxismo. De hecho, un

    espacio como la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima que goza-ba de los derechos de autonoma conseguidos en Crdoba, Argentina en 1918(McGuire y Navarrete 1999:187), ue intervenida militarmente en 1992 durante elgobierno de Alberto Fujimori (Comisin de la Verdad y Reconciliacin 2004, Pala-cios 2006:280); cuando se nombraron autoridades desde el gobierno central y semodicaron los programas de estudios, desapareciendo toda materia relacionadacon el marxismo lo que supuso la persecucin no solamente sica de intelectua-les sino tambin la bibliogrca.

    Resulta signicativo que en los albores del siglo XXI el renacimiento de la ar-queologa social en el Per no provenga directamente de la uente lumbreriana

    sino que se encuentre emparentada con los clsicos marxistas y otros/as arque-logos/as sociales latinoamericanos y del Estado espaol (Aguilar 2006; Alcalde etal2007; De La Torre 2005), constituyendo una alternativa potencial para dejar elestancamiento que se observa en la produccin de esa posicin terica en el Per(Tantalen 2006).

    Arueoloa y nacionalismo en el Per en los albores del silo XXI

    Habra que agregar algunas lneas sobre la relacin actual entre arqueologa

    y nacionalismo en el Per. Aunque esto se torna algo problemtico por la proxi-midad con el enmeno sociopoltico actual y, sobre todo, por nuestras pasionesque nos aectan y nos terminan posicionando en un bando u otro. Algunas cues-tiones evidentes podran ayudarnos a reconocer si algunas prcticas socioecon-micas y sociopolticas de los arquelogos y arquelogas siguen reproduciendo laideologa estatal, encargndose de producir y reproducir discursos nacionalistas36que idealizan el pasado prehispnico.

    En ese sentido, uno de los actores anteriormente citados encontr un nuevolugar en la vieja estructura estatal que ya conoca: Luis Lumbreras. Entre los aos

    2001 al 2006 desde la direccin del principal ente estatal encargado de la gestin

    35 Como el mismo Lumbreras anuncia en el prlogo a la segunda edicin de La arqueologacomo ciencia social(1981:9): Este libro entra en imprenta en el momento en que se inicia en elPer una corriente ocial anti-marxista delirante y cuando an subsisten ciertos rasgos dogm-ticos en el seno de algunos sectores universitarios que perdieron la perspectiva revolucionariaen los ltimos aos; entendemos que esto es comn a varios pases. El resto del prrao nalrealiza un interesante anlisis de las circunstancias en las cuales se desarrollaba el marxismo enel Per. Sin embargo, tambin seala derroteros que no ueron seguidos consecuentemente

    por varios de los seguidores de la lnea lumbreriana.36 A pesar que, como algunos autores proponen, nos encontremos en la poca de las socieda-des globales, trasnacionales o supranacionales(Hobsbawm 1991).

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    del patrimonio cultural de la nacin (Instituto Nacional de Cultura) se encarg depromover polticas relacionadas con el mundo del pasado en nuestro presente(Gaceta 2004:14-17). De muchas de esas lneas de accin, es interesante resaltar

    que gracias a su re-encuentro desde un lugar privilegiado con el sitio arqueol-gico de Chavn, impuls la construccin de un monumental museo de sitio all:el Museo Nacional de Chavn (Gaceta 2005:18-19). Como ya vimos, la relevan-cia del sitio de Chavn, independientemente de su valor intrnseco, tambin tieneuna sera poltica que ue impresa desde la misma poca de Tello en tanto ocode la civilizacin andina.

    Por otro lado, tampoco podemos apartar nuestra atencin del debate acer-ca de la civilizacin ms antigua de Amrica, encarnada en Caral; la ciudadsagrada o ms antigua de Amrica (Shady 1999b, 2003, 2005). Ms all denuestras crticas o la de otros/as investigadores/as a la ontologa, epistemolo-

    ga y metodologa empleada por lo/as productores/as implicados/as en dichainvestigacin para observar enmenos sociales del pasado (Haas y Creamer2006; Vega-Centeno 2007:155), creemos que dicho programa de investigacinarticulado dentro de la estructura estatal (Boletn 2001) estara promoviendouna nueva identidad nacional encarnada en un nuevo sitio elegido por su anti-gedad y monumentalidad inherentes(Aguirre-Morales 2005) 37. En ese sentido,nuevamente, vemos cmo la explicacin del origen de la civilizacin andina(Oyuela-Caycedo 1994:14) nos retrotrae a esos esquemas de reas nuclearesy diusiones de materialidad social arqueolgica pero, sobre todo, de diusio-

    nes de ideas o una orma de ser andino38 (Shady 1999a), donde la antigedadcomo civilizacin (Shady 1999c, 2002) nos hace visibles ante el mundo occi-dental con el cual se compara a Caral, a pesar de que se nos plantee ver nuestropasado con ojos andinos.

    Conclusin: el espejismo del pasado

    Si bien, la historia de la arqueologa peruana ha comenzado a ser vista conmayor objetividad en esta ltima dcada permitiendo despojarnos cada vez

    ms de nuestros mitos y leyendas que haban sido aceptados como dogmasen nuestras representaciones arqueolgicas e imaginario colectivo, todava

    37 En este ltimo autor se puede apreciar una deensa de la poltica nacionalista de este pro-yecto arqueolgico. Sin embargo, contradictoriamente, el mismo autor sostiene que el citadoproyecto, por un lado, representa un ejemplo del desarrollo de un proyecto nacional hechopor proesionales peruanos desde la perspectiva consecuente de la arqueologa social (Agui-rre-Morales 2005) y, por el otro, que La arqueologa social no puede nunca estar en el poderni ser llevada de la mano por el aparato institucional del Estado si quiere ser tomada en serio

    como alternativa (Aguirre-Morales 2005).38 Por ello, tambin resulta interesante como se ha venido propugnando desde una perspecti-va lolgica que el idioma Quechua habra sido utilizado por las gentes de Caral.

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    seguimos arrastrando lastres ideolgicos (retocados, soisticados o nuevos)que acompaan a nuestras representaciones de la realidad social pasada.

    En ese sentido, pensamos que, independientemente de las buenas in-

    tenciones de los participantes en las situaciones descritas arriba, existi unaopcin poltica en su praxis que transorm a su objeto de estudio en sujetode ideologas. De esta manera, la historia y prehistoria en el Estado peruanocomenz a llenarse de hitos, lugares o monumentos nacionales que materiali-zaron las esencias nacionales, creando un puente entre el pasado y el presen-te. Si bien, la historia de la arqueologa durante el siglo XX ha transitado pordierentes derroteros epistemolgicos, lo que se ha podido percibir en esteanlisis es que independientemente de dichos paradigmas, los arquelogosy arquelogas peruanos han mantenido un apego a ciertas ideologas asocia-das al poder poltico y al hacerlo han trascendido ese marco oertado por la

    estructura estatal.Por todo ello creemos que, si no reexionamos acerca de nuestra prctica po-

    ltica y, solamente utilizamos (enajenamos) consciente o inconscientemente a losarteactos o monumentos como justicadores o excusas de un presente, produ-cido y reproducido nicamente por el Estado y sus asociados39, dar igual que eslo que se investigue en determinado espacio o tiempo. En el mejor de lo casos,contaremos con mayores descubrimientos arqueolgicos o una acumulacinde datos que seguirn incrementando nuestro patrimonio cultural pero que,nalmente, ormarn una amalgama de objetos, sitios y discursos relacionados

    con ellos que impedirn ver ms all de los mismos o se centrarn en ellos sinreconocer que estos llegaron a nosotros porque alguien los produjo bajo ciertascondiciones de existencia.

    As pues, no podemos seguir viendo el pasado como una reexin del presen-te, tendremos que atravesar ese espejo creado en la actualidad y acceder real-mente al pasado. De esta manera, cambiaremos las idealizaciones del pasado porexplicaciones ms adecuadas con las ormas de vida social pasada que, ms allde nuestras ideologas (e incluso con las que ellos crearon), se concretaron de ma-nera tal que todava nos permiten, mediante metodologas objetivas y objetuales,

    comprender cmo generaron e hicieron realidad su vida social. Quiz, de esa ma-nera, los arquelogos y arquelogas dejaremos de producir y reproducir ideolo-gas (dominantes o no) para comenzar a producir conocimientos que realmenteayuden a entender los enmenos sociales en el pasado y, por consecuencia, en elpresente. Atravesar el espejo del presente necesitar necesariamente que acep-temos que este ha sido hecho a nuestra medida y que, como todo reejo que nospueda orecer, siempre nos devolver una imagen no necesariamente acorde conla realidad.

    39 Adems, cada vez ms grupos sociales se organizan autnomamente y se alejan o estn encontra del Estado y construyen sus propias identidades (Quijano 2006:33).

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    Aradecimientos

    A Javier Nastri y Lucio Menezes Ferreira por haber organizado el simposio La

    Arqueologa Sudamericana en Perspectiva Histrica: Identidades, Narrativas yPoder del IV TAAS realizado en Catamarca, Argentina, en julio de 2007. Un agra-decimiento tambin para el revisor annimo que ayud a claricar m texto yme sugiri algunas reerencias que me han servido para undamentar mejor misplanteamientos Quiero agradecer tambin a Gustavo Politis quien ha sido para miun gran apoyo en Sudamrica y me re-introdujo en ese mundo del cual andabaalejndome. Asimismo, agradezco a Dante Angelo, Csar Astuhuamn, DaniellaJor, Augusto Oyuela-Caycedo y Juan Rodrguez quienes realizaron importantescomentarios a una versin preliminar de este texto. Muchas de estas ideas tam-bin surgieron en el Departamento de Prehistoria de la Universidad Autnoma de

    Barcelona donde gracias a Vicente Lull y su equipo, obtuve un espacio para poderobservar los enmenos sociopolticos con una mejor perspectiva. Finalmente,quiero agradecer a Omar Pinedo, Javier Alcalde, Paco Merino, Michiel Zegarra,Alex Gonzles y Mara Ysela Leyva con quienes he sostenido largas discusionessobre este tema. Sin embargo, a todo/as ello/as lo/as eximo de responsabilidadpor las palabras aqu vertidas.

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