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AFFENTRANGER, André, Entre tradición y mercado, Piscucha Film Basel, 2001. Video en VHS El cóndor montado sobre un toro muestra la simbiosis de la unidad bipartita de dos mundos conviviendo juntos para la organización de la fiesta en una cultura andina, donde las relaciones socia- les se basan en el dominio de los hombres de po- der1 frente a los más débiles. 2 Este ritual es cono- cido por los indígenas como el Turu Pukllay3; es la Yawar Fiesta de José Maóa Arguedas. En Cotabambas, en el departamento de Apuó- mac, miles de personas acuden a este evento para presenciar una tradición que deja impactados a todos los que llegan a este pueblo en las montañas de los Andes. Un acontecimiento lleno de sorpre- sas para aquellos que nunca antes pudieron sentir el pasado en el presente. Un lugar donde la viven- Mistis descendientes de españoles representa- dos por el torb según la obra de Arguedas. 2 Indígenas descendientes de los incas represen- tados por el cóndor según la obra de Arguedas. 3 Juego del toro donde los indígenas se divierten esquivando a un torete que pretende envestirlos. N 2 34, enero 2002 cía de dos grupos frente a su tradición es distinta y compleja, y por tanto difícil de entender por su dinámica funcional. Desde hace décadas, este acon- tecimiento cultural se ha ido desarrollando sin in- terrupciones, pero con cambios propiciados por el interés de los dominantes, cambios que han significado la transformación de una tradición en fuente de satisfacción mercantil. De esta forma, casi se ha perdido el sentido original de la fiesta del toro con el cóndor, que sirve como un elemen- to de identidad para los pobladores y descendien- tes del pueblo de Cotabambas, y que hoy sigue vigente en el día de la independencia 4 y algunas veces en la fiesta patronaP. El resultado de tales cambios es el sacrificio del sometimiento exigido y obligado por los mistis ante los indígenas, que muchas veces incluye la falta de respeto a la tradi- ción de su cultura. Queda así en contraposición con todas aquellas corridas de toros con cóndor ejecutadas en otros lugares de los Andes como Coyllurqui, Haquira, Tambobamba y Chalhuanca, entre otros pueblos donde la fiesta ya ha desapa- recido o está desapareciendo. 4 28 de julio. 5 El 8 de diciembre se celebra la fiesta de la Virgen de la Inmaculada Concepción. 253

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AFFENTRANGER, André, Entre tradición y mercado, Piscucha Film Basel, 2001. Video en VHS

El cóndor montado sobre un toro muestra la simbiosis de la unidad bipartita de dos mundos conviviendo juntos para la organización de la fiesta en una cultura andina, donde las relaciones socia­les se basan en el dominio de los hombres de po­der1 frente a los más débiles.2 Este ritual es cono­cido por los indígenas como el Turu Pukllay3; es la Yawar Fiesta de José Maóa Arguedas.

En Cotabambas, en el departamento de Apuó­mac, miles de personas acuden a este evento para presenciar una tradición que deja impactados a todos los que llegan a este pueblo en las montañas de los Andes. Un acontecimiento lleno de sorpre­sas para aquellos que nunca antes pudieron sentir el pasado en el presente. Un lugar donde la viven-

Mistis descendientes de españoles representa­dos por el torb según la obra de Arguedas.

2 Indígenas descendientes de los incas represen­tados por el cóndor según la obra de Arguedas.

3 Juego del toro donde los indígenas se divierten esquivando a un torete que pretende envestirlos.

N2 34, enero 2002

cía de dos grupos frente a su tradición es distinta y compleja, y por tanto difícil de entender por su dinámica funcional. Desde hace décadas, este acon­tecimiento cultural se ha ido desarrollando sin in­terrupciones, pero sí con cambios propiciados por el interés de los dominantes, cambios que han significado la transformación de una tradición en fuente de satisfacción mercantil. De esta forma, casi se ha perdido el sentido original de la fiesta del toro con el cóndor, que sirve como un elemen­to de identidad para los pobladores y descendien­tes del pueblo de Cotabambas, y que hoy sigue vigente en el día de la independencia4 y algunas veces en la fiesta patronaP. El resultado de tales cambios es el sacrificio del sometimiento exigido y obligado por los mistis ante los indígenas, que muchas veces incluye la falta de respeto a la tradi­ción de su cultura. Queda así en contraposición con todas aquellas corridas de toros con cóndor ejecutadas en otros lugares de los Andes como Coyllurqui, Haquira, Tambobamba y Chalhuanca, entre otros pueblos donde la fiesta ya ha desapa­recido o está desapareciendo.

4 28 de julio. 5 El 8 de diciembre se celebra la fiesta de la Virgen

de la Inmaculada Concepción.

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André Affentranger, un antropólogo suizo, ha dedicado dos años de trabajo intenso para lo­grar un documento etnológico visual que muestra la realidad de este acontecimiento cultural dentro de una estructura social estancada. Sociedad don­de se ven restos de la época de la hacienda expre­sados en el dominio de quienes poseen los mayo­res recursos y la forma cómo unos viven de dife­rente manera a otros la fiesta del toro con cóndor.

La película elaborada por Affentranger mues­tra en 45 minutos de edición -de las 25 horas de registro visual- la realidad de un pueblo que vive en los Andes una tradición que responde a los intereses de los que gozan de la debilidad de los indígenas para satisfacer sus ambiciones.

El director de la película se inmiscuye tam­bién en otro contexto social. Los pueblos~ de la provincia de Aymaraes y Abancay del departa­mento de Apurímac, donde las relaciones sociales se dan de manera muy distinta (incluyendo a los protagonistas principales de la corrida)7 para la ejecución del mismo evento cultural, lo cual res­ponde a un constante proceso de cambio de la expresión cultural autónoma.

Entre tradición y mercado es la única película realizada dentro del contexto real de esta tradi­ción cultural. Partiendo de la observación directa de los acontecimientos de la fiesta se demuestra la oposición entre la obra literaria y la realidad em­pírica. Pues resulta ser mucho más compleja que una simple representación simbólica de dos mun­dos que se encuentran en lucha por la reivindica­ción del poder del grupo de los oprimidos, el del cóndor representando al indígena y el toro a los conquistadores.

Alex Álvarez del Castillo UNSAAC

6 Pichirhua, Yanaca y Soraya. 7 Se registra en la película corridas de "payaso

con toro", "pato con toro" y "perro con toro" remplazando al cóndor.

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CERRÓN-PALOMINO, Rodolfo, La lengua de Naimlap. Reconstrucción y obsolescencia del mochica, Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica, 1995, 220 Pf'·

En abril de 1995 una periodista mal interpre­tó las declaraciones del lingüista ~odolfo Cerrón­Palomino sobre la palabra Sicán. El había afirma­do que la etimología del término es desconocida y que la interpretación de "casa de la Luna" no se ajusta al vocablo, pues en mochica si quiere decir 'Luna' y an 'casa', por Jo cual la forma corres­pondiente al atractivo significado sería si-an y no el topónimo mencionado.

Según la nota, que se publicó finalmente (El Comercio, J 8-IV-95, pág. C-7), el lingüista había propuesto, sin embargo, si-an como el origen de la palabra Sicán, que terminaría significando 'casa de la Luna'. Tiempo después, un investigador de la seriedad del antropólogo Jürgen Golte ahondaba el error de la reportera, adscribiendo dicho significa­do al topónimo Sipán, sin explicitar los fundamen­tos de su afirmación: "El nombre del sitio [Sipán] de alguna forma hace memoria de su importancia antigua: Si-pan significa en el idioma muchik ' la casa de la Luna"', afirmó (Golte 1997: 34).

Si convenimos en que las malas interpretacio­nes suelen distar de ser hechos tri viales, podemos sugerir, más allá de la anécdota, que esta pequeña cadena de malentendidos constituye un reflejo de la ansiedad que experimentamos desde el presen­te por encontrar un sentido en aquellos signos del pasado que no estamos en capacidad de entender. Si el conocimiento que se tiene en la actualidad sobre el idioma de la sociedad mochica impide a los especialistas proponer etimologías serias y confiables, las dudas se convierten en certezas y las declaraciones se tergiversan al parecer porque hay momentos en que la urgencia de comprender un objeto -en el sentido de integrar sus aspectos desconocidos al ámbito de la experiencia propia­hace intolerables la ignorancia y el enigma.

Aquí reside, pienso, uno de los potenciales peligros del pronunciado interés por la cultura mochica que es posible observar en el Perú de hoy, incluso en sectores alejados del ámbito académico. Dos ejemplos de dicho interés: primero, en marzo de 1997 se calculó que diariamente acudían al Mu­seo de la Nación tres mil personas para visitar la exposición Tumbas reales de Sipán. Segundo, el antropólogo Luis Millones cuenta que en los últi­mos años, en la provincia liberteña de Ascope se

Revista Andina

han añadido al desfile por fiestas patrias disfraces que representan a personajes y dignatarios mochica que la comunidad parece haber incorporado como muestras de la identidad local.

En estas circunstancias, que tanto invitan a la fantasía y a la sobreinterpretación, el trabajo rigu­roso y crítico, sustentado con firmeza en las fuen­tes documentales y la tolerancia ante la ignorancia actual respecto de muchos puntos que, en el caso de una sociedad tan enigmática como la mochica, permanecen en el misterio; como digo, el rigor y la tolerancia son las dos principales virtudes del tra­bajo académico.

Ambas virtudes recorren el libro La lengua de Naimlap, de Rodolfo Cerrón-Palomino, libro cuyo corazón es el examen, desde un punto de vista filológico, de la gramática que elaboró el cura de Reque, Fernando de la Carrera, a mediados del siglo XVII . Este análisis tiene como objetivo for­mular el sistema fonológico del mochica vigente en esa época, cuando la lengua todavía podía ser calificada -como lo fue por el religioso- de "la más general y la más elegante de los indios de los valles" del obispado de Trujillo.

Además de este examen -de por sí dificultoso dado que supone un corte sincrónico de una len­gua que se encuentra hoy extinta y que, por lo tanto, no permite cotejo con hablante alguno­Cerrón-Palomino se esfuerza por mostrar al lec­tor los alcances de la evolución interna del idioma y en el capítulo final presenta un recuento de los avatares de la extinción del mochica bajo el asedio de la modernización y sus correlatos de vergüen­za idiomática en los hablantes indígenas y de dis­criminación en los grupos de poder local.

Para hacer el análisis, que constituye el cuer­po del trabajo, Cerrón-Palomino toma en cuenta el conjunto de documentos disponibles sobre el idioma, desde el testimonio más temprano -los textos reproducidos por fray Jerónimo de Oré­hasta las recopilaciones léxicas efectuadas en este siglo por Enrique Brüning, Walter Lehmann y Jorge Zevallos Quiñones, pasando por el invaluable vocabulario multilingüe que mandó ela­borar, alrededor de 1785, el obispo de Trujillo, Baltasar Jaime Martínez Compañón. Sin embar­go, como estos son testimonios del mochica re­gistrados en épocas distintas de aquella en la que De la Carrera hito su gramática, el autor sólo les otorga un carácter referencial. Asimismo se to­man en cuenta propuestas sobre la fonología mochica formuladas por investigadores tales como Louisa Stark, Alfredo Torero y John Harrington.

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Sería imposible esbozar en breves líneas una síntesis ilustrativa de la hipótesis principal que postula Cerrón-Palomino en su libro La lengua de Naimlap, porque la lengua mochica en sí mis­ma es un sistema fonológico completo, integrado por veinte consonantes y diez vocales. Pero sí puedo ofrecer un ejemplo de esta fascinante "ex­humación" de los fonemas del mochica. Tomaré al azar el caso de la extraña vocal representada por De la Carrera mediante la grafía <ae> (como en aerquic 'carne'), signo tomado de la tradición grá­fica del latín.

De la Carrera es enfático al señalar que esta vocal es extraña al castellano, "falta a nuestro abe­cedario" la "letra" correspondiente, nos dice. Aña­de que "tiene principio de e y fin de u, de manera que son dos vocales en una". Cerrón-Palomino la interpreta como un segmento vocálico de timbre medio, con abocinamiento de los labios, "es decir [ ... ] una vocal media, anterior, redondeada, que suele simbolizarse por medio de/of' (cap. IV: 76).

Sin embargo, el autor precisa a continuación que dicha vocal no era idéntica a la /o/ francesa (como en peu 'poco') o alemana (como en schon 'hermoso') y que la interpretación mencionada es aproximativa, ya que resulta imposible caracteri­zar el fonema en sus detalles acústico­articulatorios. Ya Middendorf-hablante alemán­daba noticias de las dificultades que experimenta­ba para pronunciarlo, decía que por momentos sus esfuerzos provocaban risa entre los indíge­nas. No vacila el mismo autor en confirmar el carácter bemolizado del segmento, sus "reflejos" · terminan en u, señala.

Cerrón-Palomino encuentra confirmaciones del carácter bemolizado -el abocinamiento en la articulación- de dicha vocal en el testimonio ofre­cido por la primera documentación de la lengua, el anónimo de Oré, que para representar los sonidos graficados por De la Carrera mediante <ae> em­plea mayormente <u, o> y pocas veces <e,a>. Por ejemplo, para nopaetof (son cuatro) en el tex­to 'carreriano' Oré ofrece la forma noputof y para raepaet (tres) en aquél, éste transcribe roputo.

Esta interpretación aclara la propuesta for­mulada previamente por Torero (1986: 531 ), quien describió el enigmático segmento como "una vocal central de apoyo, cuya ocurrencia o caída estaba condicionada al parecer por el patrón silábico propio del idioma". Esta hipótesis resul­ta ambigua, pues elude una definición clave, no nos permite saber si estamos ante un fonema o frente a una realización particular determinada por

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el contexto. Por otra parte, Cerrón-Palomino apun­ta que el mencionado autor pasó por alto el carác­ter bemolizado de la vocal, puesto de manifiesto tanto por De la Carrera como por las fuentes más tempranas (Oré) y las posteriores (Middendorf y Brüning).

Asimismo, Cerrón-Palomino recoge sobre esta vocal un dato interesante del testimonio de don Simón Quesquén, quien recibió de su padre un cuaderno con voces y expresiones del mochica tomadas de la madre de este último (la abuela de don Simón). En un foro realizado en Lambayeque en 1988, Quesquén pronunció dichas palabras y frases abocinando los labios, lo que el lingüista interpretó como una confirmación de la presencia del segmento vocálico mencionado. Ya Brüning había afirmado que una de las realizaciones de dicha vocal "suena como ui, pero pronunciándola como eructando".

Fue justamente este carácter bemolizado de la vocal el que perdieron paulatinamente los hablantes del mochica a partir del contacto con el castellano, según muestra Cerrón-Palomino en el capítulo dedicado a evaluar los procesos de evo­lución y las muestras de obsolescencia de la len­gua. Después de examinar la forma en que los últimos recopiladores del mochica graficaban las palabras que contenían el segmento, el lingüista concluye: "No sería un desacierto sostener [ .. . ] que la vocal en referencia, a medida que la lengua se perdía en la memoria de las personas más an­cianas, tendía a 'evocarse' como <e> y, quizás también, en algunos lexemas, como <U>. En cual­quier caso, dicha vocal, con ser típica de la lengua, al ser intrínsecamente marcada y al no tener un equivalente en castellano que la reforzara, estaba condenada a la supresión" (cap. VIII: 167).

Este ejemplo muestra la amplitud del trata­miento que da Cerrón-Palomino a los datos que es posible recuperar del mochica a partir del texto 'carreriano' y de su comparación con los demás registros disponibles. La lengua de Naimlap no se restringe, pues, a la indispensable reconstruc­ción de los sonidos de la lengua, tal como ésta se producía en el tiempo del religioso, sino que, en la medida en que los testimonios lo permiten, ofrece también alcances sobre los caminos que siguieron algunos de sus segmentos, tanto por la evolución interna del idioma como por los avatares socio­lingüísticos del contacto de los mochica-hablantes con el castellano y el quechua.

Sobre la relación entre el mochica y el quechua, quiero destacar la hipótesis de Cerrón-Palomino

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según la cual, una vez consumada la conquista incaica, tanto el carácter oficial del idioma de los incas para la comunicación entre las elites como la política de mitmas (quechua-hablantes) determi­naron un proceso de bilingüismo, leí\to pero sos­tenido, entre las poblaciones de la costa norte prehispánica (cap. IX: 175). Esta propuesta per­mite explicar, por ejemplo, las huellas que ha de­jado el quechua en la toponimia menor de la costa trujillana, tal como se evidencia en la recopilación presentada por el historiador Jorge Zevallos Quiñones (1993). Considero de particular impor­tancia evaluar esta hipótesis mediante estudios específicos, que tomen en cuenta el léxico abori­gen, la antroponimia y la toponimia de las zonas en que se practicaron el mochica, el quingnam y las lenguas de Sechura y de Colán-Catacaos.

Justamente en los tres campos mencionados -la lexicografía, la toponomástica y el estudio de la antroponimia- se inscriben algunos de los prin­cipales derroteros que Cerrón-Palomino traza para ampliar el conocimiento del mochica en el futuro. En primer lugar, el autor señala la urgencia de editar un thesaurus léxico del mochica, depuran­do las diferentes propuestas que nos han entrega­do los recopiladores de la lengua (cap. III: 68). Para acometer esta compleja tarea con el rigor necesario será indispensable cotejar las entregas de los diferentes vocabularios, uniformando los criterios que han guiado las transcripciones de los distintos autores y para ello se deberá recurrir a las amplias descripciones fonológicas desarrolla­das por Cerrón-Palomino en este libro.

Por otra parte, el lingüista anota la importan­cia de investigar sistemáticamente la toponimia norteña hasta que este estudio alcance el nivel de los avances logrados por en la toponomástica norserrana, "sirva la ocasión para llamar la aten­ción de los especialistas del área andina sobre la necesidad urgente de acometer, de una buena vez, el estudio sistemático de la toponimia (en espe­cial la menor) y la antroponimia de la zona. En los últimos años la toponomástica andina y particu­larmente la referida a la sierra norteña y a las cabe­ceras de los valles costeños aledaños [ ... ] se ha dignificado notoriamente, inaugurando una nueva etapa en el desarrollo de tan compleja disciplina y constituyéndose en un modelo a seguir" (cap. I: 40, nota 18).

En el mismo sentido se ha pronunciado re­cientemente Richard Schaedel (1990: 37), al lla­mar la atención sobre el interés del borrador de un diccionario folclórico inédito elaborado por Enri-

Revista Andina

que Brüning, que contiene información toponí­mica, "alguien debería analizar en forma sistemá­tica los patronímicos y los topónimos separán­dolos, así como lo hacía él [Brüning] según el siglo del documento en el que habían sido transcritos".

La lengua de Naimlap ofrece no pocos apor­tes para iniciar estos estudios. Además de la ven­taja obvia que representa para quienes empren­dan dichos exámenes el contar con una hipótesis fiable del sistema fonológico del mochica en sus tiempos de esplendor, Cerrón-Palomino ofrece propuestas etimológicas específicas sobre los si­guientes topónimos: Chimor,Monseju, Ferreñafe, Eten, Reque, Saña y Lambayeque, entre otros, además de apuntes sobre algunos apellidos y nom­bres personales de origen mochica, empezando por el del mítico fundador Naimlap.

Desde los terrenos de la toponomástica y la lexicografía me parece oportuno ahondar en el em­pleo de /f/ y Ir/ que hace Cerrón-Palomino, como criterios diagnósticos para deslindar las zonas mochica y quingnam, partiendo de los datos con que contamos sobre la antigua lengua de Sechura. Recordemos que Torero (1986) encuentra en la /f/ un elemento diagnóstico para establecer la frontera lingüística entre el territorio mochica y el quingnam, y que María Rostworowski (1992) utiliza ambos segmentos como instrumentos para identificar un grupo forastero de procedencia mochica asentado en Cajamarca desde tiempos previos a la conquista incaica, a partir del estudio de los nombres perso­nales registrados en un censo toledano.

Si bien la /f/ es, como afirma Cerrón-Palomi­no, "un segmento prototípico del mochica, ajeno completamente a las demás lenguas de los Andes centrales" (cap. IV: 97), es claro que la antigua lengua de Sechura también contenía dicha forma o, por lo menos, una parecida. Lo prueban dos palabras de este idioma recogidas en la lista de Martínez Compañón (1978 [1790]):jic (viento) y fucu (tronco), además de los préstamos del cas­tellanoflorac (flor) y fruto, donde la/f/ no sufrió modificación al pasar al nuevo idioma.

Ya que la lengua de Sechura es un idioma ex­tinto del que han llegado hasta nosotros testimo­nios mucho más escasos que los del mochica, en concreto sólo las listas de Martínez Compañón y Richard Spruce, es imposible saber si el segmento representado por la grafía <f> en la lista del obis­po trujillano era idéntico al del mochica, "cuya realización fonética-nos dice Cerrón-Palomino­era, sin duda, la de una bilabial y no precisamente la de una labiodental, a despecho de la grafía con

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que se lo representó" (cap. IV: 97). Una palabra consignada en el Plan de Martínez Compañón con otra grafía (caph 'olas') sugiere una articula­ción similar.

En cuanto a la /r/ Cerrón-Palomino apunta, "al lado de la /f/, la vibrante múltiple es un claro indicador de la procedencia mochica de los nom­bres propios, sean estos antropónimos o topónimos. Por ejemplo, el apellido Farro, que Taylor [ ... ] encuentra en la lista de antropónimos de la zona de Chachapoyas, denuncia a todas lu­ces una procedencia foránea de origen mochica" (cap. IV: 118, nota 80).

Nuevamente en la lista de palabras de la len­gua de Sechura, que mandó recopilar el obispo Martínez Compañón, encontramos dos palabras aborígenes que se transcriben con <r> inicial: ruño ("hueso") y roro ("mar"). Si bien puede tratarse, en ambos casos, de la/r/ múltiple o de la simple, el préstamo del castellano rama que se consigna en el vocabulario mencionado, parece indicar que se trataba de la primera, pues el término se transcribe tal cual se pronuncia en nuestra lengua.

La onomástica nos permite confirmar esta sos­pecha. Entre los nombres geográficos de Sechura encontramos un único pero valioso testimonio de la presencia de /r/, el estuario de Virrilá (Instituto Geográfico Militar 1973, Instituto Geográfico Na­cional 1989: 273), donde el segmento en referen­cia aparece en posición intervocálica y asociado al sufijo -lá, que si bien corresponde a la palabra mochica "agua", muestra una alta productividad en la toponimia piurana (Hildebrandt 1950: 81).

Además, en la antroponimia de Piura Martha Hildebrandt (1950: 82) ha identificado un pro­ductivo segmento que contiene la /r/, -erre mani­fiesto en la serie Cherre, Pacherre, Lancherre, Tupucherre y Vilcherre (incidentalmente cabe afir­mar, a partir de este conjunto de apellidos, que el morfema involucrado es -cherre y no -erre). Cier­tamente, no sabemos todavía si esta forma co­rresponde a la lengua de Sechura o a otro idioma de la costa piurana prehispánica, donde floreció por lo menos otra lengua, la de Colán y Catacaos (Torero 1986: 543; Cerrón-Palomino, La lengua de Naimlap, cap. I: 25). Finalmente, Cerrón-Pa­lomino propone un origen quingnam para una palabra que muestra el mismo segmento, carrahuay (cap. I: 41, nota 19) imposible de ads­cribir al mochica por poseer el segmento /w/, no admitido en esta lengua y sí en el quingnam.

Por estas razones planteo que de atribuir va­lor diagnóstico al segmento /f/ para deslindar las

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zonas mochica y quingnam, no se puede aplicar para diferenciar el territorio mochica y el de las lenguas prehispánicas de la costa piurana. En cuan­to al segmento /r/ es claro que tampoco podría ser utilizado como elemento diagnóstico en el espa­cio mencionado, pero, además, en relación con el deslinde mochica-quingnam su carácter diagnós­tico no es tan consistente como el de /f/, pues una palabra sospechosa de tener origen quingnam (carrahuay) incluye la vibrante múltiple.

Esta observación preliminar, concentrada en el diseño de los instrumentos destinados a re­construir la elusiva historia de los idiomas aborí­genes norperuanos, constituye una muestra de la diversidad y la complejidad de los caminos abier­tos por La lengua de Naimlap para la investiga­ción lingüística futura. El interés del texto tras­ciende, sin embargo, las fronteras de nuestra dis­ciplina y por la profundidad con que el trabajo ha sido acometido es de desear que su influencia se deje sentir en otros campos académicos como en el del análisis etnohistórico y arqueológico.

Referencias

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dio de la lengua quingnam: l . Trujillo: Fundación Alfredo Pinillos Goicochea

Luis Andrade Ciudad PUCP

GALAOR, Isabel; GLONER, Daniela; HAUS­BERGER, Bemd; HÓFLEIN, Michael; PROBST, Gerlinde; SCHEFFEL, Rita; THAMM, Susanne y VOEL, Ngozi Violetta (eds.). Las minas hispa­noamericanas a mediados del siglo XVIII. Infor­mes enviados al Real Gabinete de Historia Natu­ral de Madrid. Frankfurt-am-Main: Vervuert; Madrid: Iberoamericana, 1998. 244 pp., 4 ma­pas. Berliner Lateinamerika-Forschungen, 10; Veroffentlichungen aus dem Deutschen Bergbau­Museum Bochum, 65.

Bemd Hausberger ha dirigido a un equipo de estudiantes en la preparación del libro que co­mento, fruto de un curso dictado en el Lateinamerika-lnstitut (Instituto de América La­tina) de la Freie Universitat Berlin (Universidad Libre de Berlín; cf. p. 9). La introducción (pp. 11-47) es preparada por Hausberger y seguida por los documentos (pp. 49-200) que son informes de 13 distritos mineros -12 en los Andes y l en Nueva España- cada uno precedido de una breve y utilísima introducción. Estas introducciones particulares o "esbozos históricos", según van ti­tuladas, sistematizan los datos disponibles sobre los distintos centros mineros, en muchos casos entre los siglos XVI y XIX, con base no sólo en la bibliografía secundaria y en las fuentes editadas, sino que incluyen referencias a fuentes documen-

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tales inéditas, especialmente en archivos bolivia­nos. Figura también un útil glosario (pp. 201-218) seguido por la impresionante recopilación biblio­gráfica (pp. 221-244) que sustenta tanto la intro­ducción general del volumen como las introduc­ciones particulares de los 13 distritos mineros.

La introducción general nos presenta el con­texto de la Ilustración y la ciencia española del siglo XVIII en el que se inserta la producción de estos infonnes. En 1752, durante el período de predominio del marqués de la Ensenada (1743-1754) y en el reinado de Fernando VI de Barbón (1746-1759), se creó un Gabinete de Historia Natural en Madrid, a imitación de similares cen­tros de recolección de datos científicos existentes en Francia e Inglaterra. Su efímera primera exis­tencia fue dirigida por el famoso marino y cientí­fico Antonio de Ulloa-entre 1752 y 1755-, quien tuvo que dimitir tras producirse la caída del mi­nistro Ensenada. La fundación definitiva del Ga­binete de Historia Natural de Madrid (1771-1776) por Pedro Franco Dávila -criollo guayaquileño que había tenido en París su propio gabinete cien­tífico- ocurriría durante el reinado de Carlos III (1759-1788). Éste es, por cierto, el origen del Museo de Historia Natural de Madrid. La crea­ción del Gabinete así como del Real Jardín Botá­nico de Madrid (1755) expresan el interés del "despotismo ilustrado" borbónico por un cono­cimiento renovado de los recursos naturales, tan­to peninsulares como americanos, y por su po­tencial aprovechamiento económico. Por otro lado, los vaivenes de la institución muestran con claridad la naturaleza contingente de los proyec­tos refonnistas del estado borbónico que a menu­do han sido considerados como planes monolíticos de refonna, en especial para las colonias america­nas. Hausberger lo percibe con lucidez y así sitúa correctamente los avatares del primer Gabinete madrileño: "como todas las refonnas borbónicas, las iniciativas en el campo de la ciencia tampoco seguían un programa coherente" (p. 19).

Por real orden del 6 de junio de 1752 los virre­yes del Perú, México y Nueva Granada recibie­ron instrucciones impresas conteniendo 15 pre­guntas sobre la recolección de muestras de meta­les, minerales, piedras preciosas y perlas para ser enviadas a la Metrópoli (resumidas en pp. 26-28; publicadas por Mpez Miramontes 1975, pp. 9-10). Tiene razón Hausberger al compararlas con los cuestionarios enviados por la corona española entre los siglos XVI y temprano XIX en busca de conocimientos geográficos (cf. p. 26, n. 25; vid.

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Domínguez 1993). En el Archivo de Indias de Sevilla Hausberger halló 19 respuestas a esta en­cuesta (Indiferente General, legajo 1549), 12 de distritos mineros sur andinos, redactados entre octubre de 1753 y agosto de 1754, y 7 de distri­tos mineros novohispanos redactados entre ene­ro de 1753 y setiembre de 1754 (pp. 29-34 y mapas 1, 2). Copias de los 7 últimos existen en el Archivo General de la Nación de México y fueron publicadas por López Miramontes en 1975. De­bido a las variantes en la copia sevillana, Hausberger decidió volver a publicar el informe sobre el centro minero de Bolaños (núm. 13, pp. 186-200). Nada se sabe por ahora de las posibles respuestas de otras minas mexicanas, centro y norandinas o neogranadinas. La inclusión de Bolaños pennite a Hausberger desarrollar intere­santes comentarios comparativos acerca de los problemas de la minería en los Andes y en Méxi­co (pp. 40-44) que ha tratado también en otros trabajos (cf. Hausberger 1997). Así este volumen usado junto con el editado por López Miramontes pennite una visión sincrónica de "las minas his­panoamericanas a mediados del siglo XVIII", como se promete en el título.

Los infonnes, de variado nivel de detalle, pro­porcionan datos relevantes sobre tres aspectos centrales de la actividad minera: (a) las tecnolo­gías aplicadas en los diversos contextos geológicos y mineralógicos, (b) la organización del trabajo y (c) los costos de producción. Las respuestas van desde el entusiasmo de Pedro Prudencia Pérez, azoguero potosino, ansioso por conocer las nue­vas técnicas europeas (pp. 39, 73-80), hasta la documentada ineficiencia burocrática del corregi­dor de Moquegua, Felipe de Bustamante y Benavides (pp. 172-177) o la "piedrecita de colo­res y un monito de la antigüedad engastados en oro" que envió el corregidor de Cotabambas, Pe­dro de Ibarrena y Pardo (pp. 184-185). Como se ve, los informes pedidos por el virrey conde de Superunda fueron redactados por los corregido­res locales (incluido el gobernador de Chucuito ), así como por empresarios mineros. Como era de esperarse, Potosí generó la mayor documentación, 10 infonnes sobre minas y vetas del Cerro Rico. Las provincias sur andinas cubiertas por la en­cuesta pertenecían a las jurisdicciones coloniales del Cuzco (Carabaya núm. 7, Azángaro núm. 8, Cotabambas núm. 12), Arequipa (Colesuyos o Moquegua núm. 11), La Paz (Omasuyos núm. 5, Larecaja núm. 6, Paucarcolla o Puno núm. 9, Chucuito núm. 10) y Charcas (Atacama núm. !,

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Porco núm. 2, Potosí núm. 3, Oruro núm. 4). El equipo de Hausberger tiene el cuidado de ubicar las provincias según las jurisdicciones actuales del Perú, Bolivia y Chile.

Para la localización de los centros mineros se han incluido 4 mapas. Los dos primeros (pp. 32 y 33) los ubican en el contexto mayor de los An­des del sur y de México, respectivamente. Se visualiza así claramente cómo importantes cen­tros mineros peruanos (Cerro de Paseo, Huancavelica, Castrovirreina, Cailloma, Huantajaya) no produjeron informes para la en­cuesta del Gabinete madrileño o estos están aún por descubrirse. Los mapas 3 ("La zona aurífera de Larecaja, Carabaya y Azángaro", p. 102) y 4 ("La zona argentífera de Puno, Chucuito y Moquegua", p. 130) ubican los asientos mineros localizados al este y oeste del Altiplano del Titicaca, respectivamente. Lo que me llama po­derosamente la atención es el perfil del lago que no corresponde a la cartografía actual, tampoco corresponden entre sí en ambos mapas. Al refe­rirse a la ubicación de la mina de Tasa, en las alturas de Moquegua, se nos dice: "se trata de un Jugar con este nombre que figura en algunos ma­pas del siglo pasado" (p. 172). Al menos del mapa 4 puedo deducir que está hecho con base en los mapas departamentales de Puno, Arequipa y Moquegua del Atlas del Perú (Paris, 1865) de Mariano Felipe Paz-Soldán. No creo, por cierto, que hubiera sido una mala idea explicitar las fuen­tes cartográficas del libro.

Hay que señalar también algunos errores que se han colado en la introducción. Las descripcio­nes geográficas de Cosme Bueno se publicaron, primero, en el siglo XVIII (cf. p. 17) en almana­ques anuales entre 1763 y 1778. Luego Odriozola las publicó en conjunto (Documentos Literarios, Lima 1872, tomo III) y parcialmente fueron pu­blicadas por Carlos Daniel Valcárcel en 1951 (cf. Domínguez 1993: 214-215).

Por otra parte, la "Descripción del Perú" (ms. 1799) editada por Ricardo Palma en 1901, quien la atribuyó al científico checo-alemán Tadeo Haenke (cf. pp. 37, 224), es en realidad obra del marino español Felipe Bauzá (cf. Domínguez 1993: 220). Finalmente, el autor del Diccionario geográfico-histórico de la Indias occidentales o América (Madrid, 1786-1789) era Antonio de Alcedo (no "José", cf. p. 17; correcto en p. 222) y el sabio limeño era José Eusebio de Llano y Zapata (no "Llanos", cf. pp. 36, 225).

La investigación y la contribución documen-

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tal del libro de Hausberger y su equipo son de singular importancia. Hace más de una década, en un balance acerca de los estudios sobre la minería colonial andina, el historiador español Ignacio González C. señalaba: "Por lo que respecta a los rasgos internos de la industria, el panorama es muy heterogéneo [ .. . ] sobre todo en lo espacial, donde la carencia de trabajos sobre otros yaci­mientos además de Potosí resulta alarmante" (González Casasnovas 1988: 626). Hace poco, para la historiografía minera boliviana, Gustavo Rodríguez O. resaltaba que: "Se sabe, por ejem­plo, muy poco respecto a la extracción colonial de cobre en Pacajes (La Paz) o de la situación de Oruro, importante centro argentífero [ ... ]; lasca­racterísticas de la producción de plata en Aullagas, Porco o Lípez, por dar algunos nombres, nos son también ampliamente desconocidas" (Rodríguez Ostria 1995: 91). La importancia de la presente publicación no puede exagerarse; no obstante, proporciona una crucial síntesis documental e in­formativa sobre la minería sur andina colonial, especialmente sobre los centros mineros de me­diano y pequeño tamaño, precisamente aquellos de los que más necesitamos saber. Sin ninguna duda, este libro constituye un punto de partida obligado para profundizar en esta promisoria veta de investigación.

Nota: Por la importancia de este trabajo para el mejor conocimiento de la minería andina -no sólo pero especialmente del siglo XVIII- y por la dificultad que presumo podrán tener los interesa­dos en obtener copia del mismo, me permito in­cluir el correo electrónico de la casa editorial Vervuert en Alemania: <[email protected]­main.com>

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El tema de los llamados Incas de Vilcabamba ha recibido un tratamiento relativamente marginal en la historiografía peruana de la Conquista. Por mucho tiempo, ésta tenninó en Cajamarca, con la captura de Atahualpa la tarde del sábado 16 de noviembre de 1532. Desde la década de 1960 al­gunos autores comenzaron a revisar esa versión, acentuando la resistencia inca al avance español (Vega 1963, 1964, 1980, 1995), las alianzas con los invasores de los grupos étnicos descontentos con los incas (Espinoza Soriano 1967, 1971 ), y la resistencia durante 35 años en Vilcabamba (Guillén 1976-77, 1994). La reinterpretación más cohe­rente del proceso de conquista, sin embargo, fue temprana y magistralmente escrita por el británi­co John Hemming (1970, trad. 1982), miembro de la Royal Geographical Society de Londres. Esta revalorización de la resistencia indígena andina a la invasión occidental prolongaba en 40 años "la Conquista", hasta el 23 de setiembre de 1572, cuando el inca Túpac Amaru fue ejecutado en la plaza del Cuzco por órdenes del virrey Toledo.

Las motivaciones, fuentes y métodos de és­tos y otros autores (como el cuzqueño Pardo

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1972) ciertamente ameritan un ensayo historiográ­fico, que no podemos desarrollar aquí. Baste se­ñalar que para sustentar esta revalorización los autores revisaron cuidadosamente las fuentes publicadas (Vega, Hemming) y exhumaron otras inéditas de archivos (Espinoza, Guillén) . En el caso de los autores peruanos, un claro nacionalis­mo de corte indigenista subyace a sus esfuerzos. Bastará aquí citar el subtítulo de la obra más re­ciente de Guillén (1994): "Historia épica de cómo los Incas lucharon en defensa de la soberanía del Perú o Tawantinsuyo de 1536 a 1572".

Este es el trasfondo en el que hay que evaluar el pequeño libro de divulgación de Liliana Regala­do, que fonna parte de una serie de difusión de la Universidad Católica de Lima, iniciada en 1991 con un libro de Franklin Pease sobre los incas. La presente biografía del Inca Titu Cusi Yupanqui se desprende de trabajos previos de la autora, espe­cialmente en tomo a la "Instrucción" que éste dictó en 1570 a los frailes agustinos que se esfor­zaban en catequizarlo, y que un escribiente mes­tizo tradujo y puso por escrito, para ser entrega­da al licenciado Lope García de Castro, antecesor inmediato del virrey Toledo. En efecto, la autora editó en 1992 la "Instrucción", concretando un interés por el tema iniciado al menos una década antes (Regalado 1981 ), así como un estudio de la evangelización en Vilcabamba durante los 30 años que siguieron a la ocupación colonial del área (Re­galado 1992). Comparando sus trabajos con los de la historiografía mencionada, hay que resaltar de entrada que el principal aporte de Regalado es la incorporación de los avances de la disciplina etnohistórica al entendimiento de las motivacio­nes y acciones de los actores indígenas en el pro­ceso de resistencia a la invasión española. Para otros autores, más o menos favorables a los incas, la lógica del conflicto es homogénea, dos rivales en igualdad de condiciones, guiados por la misma racionalidad. Producto de una revalorización pro­indígena, esta interpretación deja de lado las par­ticularidades del llamado "pensamiento andino". La aplicación a Vilcabamba de los aportes etnohistóricos de Murra, Wachtel y Pease (aun­que no claramente explicitados por la autora), dan fonna a esta renovada aproximación al tema.

El libro se divide en cinco capítulos y un epí­logo. Además, y muy útiles, figuran un apéndice (4 selecciones de la "Instrucción" de Titu Cusi y una carta suya inserta en el "Gobierno del Perú" del licenciado Matienzo; pp. 141-55), una crono­logía del período 1524-1572 (pp. 157-62), y una

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lista de gobernantes españoles del Perú, entre Pizarro y Toledo (pp. 163-5). Y al final una, como veremos, demasiado breve bibliografía (pp. 167-8). El primer capítulo (pp. 19-53) vuelve a contar la historia de la Conquista, breve y ágilmente, has­ta 1558, cuando el inca Sayri Túpac abandonó Vilcabamba. El capítulo segundo (pp. 55-62) in­tenta presentar al personaje, con la breve exten­sión que los escasos relatos existentes lo permi­ten. El tercer capítulo (pp. 63-104) explora las negociaciones que Titu Cusi llevó a cabo con las autoridades coloniales en la década de 1560. En el cuarto (pp. 105-16) describe la vida cotidiana del Inca en Vilcabamba, menciona brevísimamente el Taqui Onqoy, y con igual -y sorprendente- bre­vedad comenta la "Instrucción" de 1570 (aunque antes trató de su génesis, pp. 102-4). El quinto capítulo (pp. 117-33) trata del virrey Toledo, la muerte de Titu Cusi y la campaña militar a Vilcabamba que culminó con la captura y ejecu­ción de Túpac Amaru en 1572. En el epílogo (pp. 137-42) menciona a los descendientes de los Incas de Vilcabamba, especialmente a José Gabriel Condorcanqui, y la fundación de un asentamien­to colonial en Vilcabamba, San Francisco de la Victoria.

Permítasenos comentar algunos detalles. La bibliografía, de dos páginas, es insuficiente. En el texto se mencionan autores que no figuran allí, como Pease (p. 35), Bakewell, no "Berkewell" (pp. 72 y 73), Lohmann (p. 78), Del Busto y Flores Galindo (p. 132), así como fuentes publi­cadas (Calancha; Matienzo, referencia bibliográ­fica en p. 155; Zárate). Por el contrario, se inclu­ye el libro de Rafael Varón sobre los Pizarro, que no he podido hallar utilizado en el texto, a menos que él sea el anónimo "historiador de nuestra épo­ca" citado en pp. 17-18. El único autor citado e incluido en la bibliografía consistentemente es Edmundo Guillén (seguido por J.J. Vega). Si el lector ideal de esta colección es un estudiante uni­versitario de nivel inicial, o un profesor de educa­ción secundaria, la bibliografía debería servir como guía para profundizar en el tema. Por otro lado, en el libro se incluyen ilustraciones tomadas de Guamán Poma así como un mapa. Este mapa de Vilcabamba (p. 44) ha sido tomado, sin reconoci­miento, de la obra de Hemming (1970), aunque no directamente. Es idéntico al que aparece en la de­sastrosa edición de la "Instrucción" de Titu Cusi publicada en Madrid por María del Carmen Mar­tín Rubio ( 1988), quien lo toma, indicándolo, de la edición limeña preparada por Luis Millones

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(1985). Como fuente, Millones cita la traducción mexicana (Hemming 1982).

Aparte de estos detalles relativamente meno­res, encuentro una pequeña contradicción cronológica y un error de concepto que señalar. Se afirma que el licenciado Castro era ~residente de la Audiencia al morir el virrey Nieva, y que lo reemplazó interinamente hasta que llegó Toledo (pp. 74, 102). En la cronología, sin embargo, que­da claro que Nieva murió meses antes de la llegada de Castro al Perú en 1564 (pp. 164-5). Lo que no se aclara es que Castro, quien era miembro del Consejo de Indias, vino expresamente nombrado para residenciar al virrey, remitirlo a España y asumir la presidencia de la Audiencia con cargo de Gobernador del Perú. El error de concepto lo en­cuentro cuando la autora califica a Titu Cusi de "ladino", afirmando que lo era doblemente, "se­gún el significado antiguo del término, vale decir 'persona que por haber vivido entre españoles sabía cómo desenvolverse con soltura entre ellos y obtener cierta ventaja', y en el sentido moderno ( ... ) un individuo astuto" (p. 68). No sé de dónde toma la autora la definición "antigua", ni por qué la aplica a Titu Cusi, quien no vivió entre españo­les (cf. pp. 57-8). Yo encuentro que "ladino" pro­cede del latín latinus, que significa "latino", y ori­ginalmente "aplicábase al romance o castellano antiguo"; la segunda acepción es: "Decíase del que hablaba con facilidad alguna o algunas lenguas además de la propia"; sólo la quinta acepción, como figurativo, señala: "Astuto, sagaz, taima­do" (Real Academia Española 1984, t. 11, p. 810). En el siglo XVI el uso del término apuntaba al bilingüismo quechua-castellano de los indígenas (cf. Adorno 1992), y entiendo que no se aplicaba a los mestizos bilingües. Por los problemas en tomo a la redacción de su propia "Instrucción", es claro que Titu Cusi no era "ladino en lengua castellana".

Digamos, para terminar, que el libro lleva como subtítulo "Los Incas de Vilcabamba y los primeros cuarenta años del dominio español", describiendo con precisión el contexto histórico del estudio y sus márgenes cronológicos. Quizás, si no se hubiera optado por una aproximación biográfica, ese hubiera sido el título más adecuado para el libro, más aún tratándose de una obra de difusión. Con la limitación de datos sobre la ma­yoría de los personajes históricos del siglo XVI (cf. Lockhart 1986-87, Del Busto 1986-87), en especial de los indígenas (cf. Temple 1937-40, Rostworowski 1981-82), cualquier esfuerzo bio-

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gráfico termina dedicando más espacio al contex­to histórico que al personaje elegido, a menos, claro está, que nos encontremos ante un estudio de caso en el que el personaje central sea en reali­dad un pretexto para el análisis de un problema histórico más amplio (cf. Trelles 1982).

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MENDOZA, Zoila S., Shaping Society Through Dance: Mestizo Ritual Performance in the Peruvian Andes. Chicago y Londres : The University ofChicago Press, 2000, 285 pg. Apén­dices: Disco compacto (14 ejemplos musicales), Video en VHS ( 14 ejemplos videográficos -debe ser ordenado por separado).

El libro de la antropóloga peruana Zoila Mendoza nos brinda un estudio sobre el poder de la danza como medio de transformación de las relaciones sociales en el pueblo de San Jerónimo, Cuzco. Este trabajo es importante porque trata de alejarse de formas más convencionales, de conceptualizar términos como danza, ritual , iden­tidad, raza/etnia, folklore y modernidad. En pri­mer lugar, Mendoza escoge el pueblo de San Jeró­nimo, cerca de la ciudad del Cuzco, por lo que ocupa un espacio marginal entre las zonas urba­nas y rurales dentro del departamento. De esta manera, ella puede enfocar su discusión en base a un lugar donde términos como mestizo, cholo e indio tienen un significado distinto al que es usa­do en zonas predominantemente rurales, o como figuran más frecuentemente en trabajos académi­cos acerca de la zona. La razón para esto es el reconocer, desde un principio, que la identidad es un concepto fluido que, en muchos casos, varía en relación a los actores involucrados en un inter­cambio en particular. Una vez que esto ha sido establecido, Mendoza· sugiere que son danzas como las de las comparsas de los Majeños y los Qollas en San Jerónimo las que son claves para la negociación y redefinición de estos conceptos. La discusión es llevada un paso mas allá de la simple identificación de estos rituales como espacios ais­lados que reflejan ciertas percepciones culturales de sus miembros. Por medio de un análisis basado en el significado local que tienen estos conceptos

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para los participantes, la historia del desarrollo de estos conceptos en relación al establecimiento de las comparsas en San Jerónimo, la jerarquía simbólica y práctica que tiene cada comparsa den­tro de la sociedad jeronimiana y lo\ valores aso­ciados con cada una de ellas, Mendoza demuestra que el espacio de expresión ritual es el lugar don­de estas categorías son transformadas de tal ma­nera que llegan a afectar no solo la dinámica social dentro del evento ritual, sino también las relacio­nes sociales de los miembros durante su vida co­tidiana.

Cada capítulo de este libro está organizado de una manera similar. Al principio uno encuentra un breve episodio etnográfico que describe parte de uno de los eventos que ocurren durante la fies­ta del santo patrón, San Jerónimo. Esta narrativa es seguida por una contextualización del evento y los conceptos asociados a ellos dentro de la histo­ria local del departamento, luego en relación al desarrollo de otras comparsas en distintas partes del departamento, luego en relación a la historia local de San Jerónimo y finalmente en relación al significado que este evento tiene para sus partici­pantes. La monografía en sí también sigue el mis­mo sistema de organización. Fuera de un capítulo introductorio donde Mendoza da un poco de in­formación de fondo sobre la zona e introduce su base teórica, y las conclusiones, el resto de los capítulos siguen el proceso de particularización que empieza con la perspectiva histórica de la región (capítulo 2), seguida por aquella de San Jerónimo (capítulo 3), y por la perspectiva de los distintos participantes dentro de cada comparsa y cómo éstas son desarrolladas en relación a las perspectivas de los capítulos previos (capítulos 4, 5 y 6).

El segundo capítulo trata específicamente del desarrollo de términos como "tradición", "auten­ticidad" y "folklore" con un enfoque histórico­Iocal. Esta discusión tiene varias ventajas. En pri­mer lugar es mucho más fácil de reconocer el ni ve! de complejidad que estos conceptos han tenido en el departamento del Cuzco como resultado de la elaboración de propuestas indigenistas de va­rios individuos, agrupaciones e instituciones lo­cales desde los 1920 hasta el presente. El énfasis en la historia local también sirve como una con­testación a la idea de que el proceso de folkloriza­ción en el Perú siempre ha sido desplazado de un nivel estatal, por medio de instituciones naciona­les, a un nivel local a través de municipalidades, centros culturales y otras instituciones con vín-

Revista Andina

culos mas allá de la localidad inmediata. En este capítulo, Mendoza también empieza su discu­sión de las comparsas de Paucartambo, asimismo en el Cuzco, porque estas han servido como ins­piración para el desarrollo de las comparsas en San Jerónimo. Paucartambo es un caso importan­te para la discusión de las comparsas de San Jeró­nimo ya que su rol como provinciafolklórica del departamento ha contribuido a que sus danzas sean las más conocidas y difundidas, no solo den­tro del departamento del Cuzco, sino también a nivel nacional, a pesar de que ciertos grupos de cuzqueños no consideran estas danzas lo sufi­cientemente "auténticas". De una manera más específica, la introducción de las comparsas de Paucartambo en este capítulo sirve como una bue­na base comparativa con la cual resaltar las dife­rencias y similitudes entre éstas y sus contrapar­tes en San Jerónimo.

El tercer capítulo es una discusión general de San Jerónimo, su gente y la fiesta del santo pa­trón. Después de ofrecer un breve enfoque histó­rico que empieza con el rol que tuvo la parroquia de San Jerónimo durante la época colonial y el rol de las cofradías en la diseminación de fiestas y festivales locales, Mendoza se centra en los cam­bios sociales y económicos que, a partir de los años cuarenta, influenciaron el desarrollo de San Jerónimo como un lugar que se encuentra entre el margen urbano y rural. Esta ambigüedad entre dos polos que generalmente son considerados de una manera mas estática, introduce la idea de que la identidad de los jeronimianos debe de ser consi­derada desde el punto de vista local. En un pasa­do más cercano, Mendoza discute cómo los pro­cesos de industrialización y modernización en la zona han afectado a San Jerónimo. Esta discusión es particularmente importante en relación al rol de la mujer en la dinámica económico-social de San Jerónimo y en términos del surgimiento de una burguesía menor de empresarios dedicados a diversos aspectos del transporte. Finalmente, una breve historia de la fiesta del santo patrón es pre­sentada para dar una mejor base a la discusión de las comparsas que participan en ella.

Los siguientes tres capítulos se enfocan en las comparsas ya mencionadas. Todos estos in­cluyen una divt¡rsidad de detalle etnográfico y analítico que hacen difícil su abreviación, sobre todo en una reseña como ésta. Sin embargo, vale la pena resaltar ciertos puntos en particular. El primero de estos tres capítulos trata la comparsa de los Majeños, los cuales representan una fusión

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histórica de los arrieros provenientes del valle de Majes (Arequipa), que frecuentaron la zona has­ta principios del siglo veinte, con los hacendados locales, los cuales, como los arrieros en décadas pasadas, fueron desplazados de sus posiciones privilegiadas debido a cambios económicos y so­ciales en la zona (en un caso, el desarrollo de me­jores vías de transporte y en el otro, los intentos de desmantelar el sistema de haciendas a través de programas como la Reforma Agraria). En su con­texto contemporáneo, estas figuras han sido vin­culadas a cualidades de poder, madurez, masculi­nidad, elegancia y decencia, todas las cuales son señas de gente que es considerada "blanca". Estos conceptos estudian no solo cómo los participan­tes de las danzas caracterizan a los personajes que ellos representan, sino también cómo ellos se comportan antes, durante y después de la fiesta del santo patrón, la posición que la mayoría de miembros de la comparsa ocupa dentro de la je­rarquía social de San Jerónimo, los materiales usa­dos en las vestimentas, la elaboración de las más­caras, los movimientos y coreografías usados por la comparsa, el nivel de interacción con la audien­cia, etc. Muchos de estos elementos también son característicos de otras comparsas de Majeños en el departamento, aunque la comparación que Mendoza ofrece entre los Majeños de Paucar­tambo demuestra cómo estos personajes han sido retrabajados sobre la base de las experiencias lo­cales de los jeronimianos. Un buen ejemplo de esto es la discusión acerca del rechazo de movi­mientos y coreografía que sugieren ebriedad a fa­vor de un buen "comportamiento etílico".

Los Qollas, discutidos en el siguiente capítu­lo, ofrecen su propia recontextualización contem­poránea. En contraste con los Majeños, los Qollas están asociados con elementos que son considera­dos más "auténticos" en virtud de su vínculo con símbolos y actividades "indígenas". Como repre­sentaciones históricas de llameros locales basadas en la comparsa de los Qhapac Qollas de Paucartambo, estos personajes, aunque aún con­siderados parte de un complejo de danzas mesti­zas, están más asociados con zonas rurales e indí­genas. De por sí, estos personajes tienen una cua­lidad más ambivalente, ya que mientras más "au­tóctono" o "tradicional" es el personaje, más se reconoce que el mismo ocupa un espacio marginal en la jerarquía social contemporánea. Según Mendoza, esta ambivalencia contribuye al desa­rrollo de los Qollas como personajes traviesos, juguetones e informales, cuyas travesuras e

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interacciones con el público desafían el orden y la autoridad impuestos por los Majeños. Como en el caso de los Majeños, todos estos conceptos son extendidos mas allá de los vestuarios y las danzas, y afectan la vida cotidiana de los participantes.

El último de estos tres capítulos examina en dos comparsas relativamente nuevas las activida­des de la fiesta del santo patrón en San Jerónimo. Tanto la Tuntuna como los Mollos están forma­dos por gente joven que trata de introducir nue­vos elementos a la celebración que ellos conside­ran como una mejor reflexión de su realidad. Am­bas comparsas están basadas en danzas puneñas, lo cual es visto como algo negativo por parte de las generaciones mayores ya que esto es indicati­vo de una "invasión puneña". Sin embargo, estos grupos desafían lo que ellos interpretan como una visión purista y predominante bajo la justifica­ción de que, aunque no provenientes del Cuzco, estas danzas son consideradas tradicionales y auténticas en otras partes del país. Las danzas también son más atractivas para la gente joven ya que ellas crean un espacio donde las mujeres pue­den tomar un rol más activo y visible que en las comparsas de los Majeños y los Qollas. Por otro lado, también hay ciertas diferencias entre estas dos comparsas, que de cierta manera son parale­las a las distinciones entre los Majeños y los Qollas. Los miembros de la Tuntuna ponen un énfasis más grande en imágenes y símbolos urba­nos, y su elaboración está ligada al lugar que sus miembros ocupan dentro de la jerarquía social y económica de San Jerónimo. Los Mollos, por otro lado, están más asociados a una clase más baja dentro de la sociedad jeronimiana, cuya identidad es expresada en términos de símbolos mas con­servadores y rurales. En otras palabras, la dicoto­mía entre estas dos comparsas todavía indica la necesidad de negociar un espacio entre lo rural y lo urbano, lo auténtico y lo moderno. Sin embar­go, el uso de tradiciones puneñas también mues­tra la necesidad de retrabajar estos conceptos den­tro de un marco social e histórico que abarque las experiencias de las nuevas generaciones de jeronimianos, en particular de las mujeres. La úni­ca paradoja que no se discute en este capítulo es la aparente inversión de valores que existe entre los Majeñosffuntuna y Qollas/Mollos en térmi­nos del concepto de decencia. Aunque Mendoza examina de una manera muy detallada cómo las relaciones entre la Tuntuna y los Mollos son muy parecidas a las interacciones entre Majeños y Qollas, todavía queda la incógnita de por qué la

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comparsa más conservadora (más decente) es la de los Mollos mientras que la Tuntuna ofrece una imagen más subversiva o controversia! debido al uso de ropa más provocativa, música foránea (por ejemplo, cumbia o salsa) y movimie11tos de con­notaciones sexuales.

Las conclusiones, aunque breves, unifican todos los capítulos anteriores gracias a una discu­sión sobre lo alto y lo bajo en la sociedad jeronimiana y cómo la participación en las distin­tas comparsas contribuye a la redifinicion de es­tas categorías. Uno de los puntos más importan­tes de las conclusiones es la demostración de que para entender el nivel de fluidez que existe en términos de la identidad jeronimiana uno tiene que aceptar las contradicciones y ambivalencias que forman una parte integral de la visión local de los participantes. El resultado es un estudio que ofrece una representación dinámica de cómo los miembros de las comparsas de San Jerónimo dan sentido a los diversos índices de su identidad des­de puntos de vista locales y regionales, una situa­ción en la cual la identidad es concebida como un proceso y no como una simple lista inmutable de características y acciones.

Además del texto, esta publicación cuenta con un disco compacto (viene con el libro) y un video (debe ser ordenado por separado) que incluyen ejemplos varios de las distintas comparsas y even­tos de la fiesta del santo patrón de San Jerónimo. Ambos, en combinación con las fotografías y refe­rencias encontradas en el texto, logran que el traba­jo no sólo esté al alcance de los interesados en asuntos académicos, ya sean antropológicos, his­tóricos o musicológicos, sino también sea accesible para quienes se interesen en usar estos materiales como herramientas didácticas a nivel universitario. El hecho de que conceptos como los de tradición y folklore sean tratados de una manera dinámica y fluida también ayuda a que los lectores empiecen a reexaminarlos en éste y otros contextos de la reali­dad cultural peruana. Tal vez de esta manera tam­bién se dé un paso más hacia la creación de un espacio en las aulas de nuestro país donde se pue­da negociar y definir nuestro patrimonio cultural de tal manera que, como en el caso de los danzantes de San Jerónimo, estas reflexiones lleguen más allá del ámbito académico y educacional.

Aunque la versión en inglés de este manuscri­to está dirigida a una audiencia básicamente nor­teamericana, su edición en castellano, por medio de la Pontificia Universidad Católica del Perú en julio del 2001, hará posible que lectores peruanos

Revista Andina

tengan la oportunidad de conocer el tipo de traba­jo que generalmente no es difundido fuera del cír­culos académicos norteamericanos y europeos, ya sea por falta de recursos económicos para la edición y traducción, o falta de interés. Probable­mente habrá necesidad de hacer unas cuantas re­visiones a la edición en castellano, ya que una audiencia peruana tiene una base de conocimien­tos distinta a una extranjera. Por otro lado, Mendoza llega a combinar y usar eficazmente aspectos teóricos y metodológicos de autores tanto peruanos como extranjeros de tal manera que hay un alto grado de continuidad entre ambas audien­cias. Este último punto es particularmente im­portante ya que trabajos como estos, que son difundidos fuera del país, son claves para la futu­ra integración de los ámbitos académicos locales e internacionales. Como antropóloga peruana, Mendoza continúa muchos de los intereses de investigación de sus predecesores y colegas. Como mujer peruana (su familia proviene del valle del Mantaro,) el trabajo de Mendoza_también revela un interés muy personal en el continuado desa­rrollo de danzas como las de San Jerónimo que toman en cuenta los cambios en la realidad de nuevas generaciones de mestizos, en particular en lo que se refiere al rol de la mujer en estas celebra­ciones. Como a alguien que ocupa simultánea­mente parte de los ámbitos internos y externos a la zona, esta posición también permite a Mendoza identificar los problemas con el uso, de una mane­ra estática, de paradigmas teóricos que no toman en cuenta, necesariamente, el nivel de compleji­dad y diversidad que existen en estas comunida­des. Por haber sido formada, en parte, por sus experiencias en el mundo académico norteameri­cano, Mendoza es un ejemplo de cómo los inves­tigadores latinoamericanos pueden tener acceso al mundo teórico y metodológico de sus colegas extranjeros sin necesidad de perder su perspecti­va y sus intereses como investigadores locales o, en algunos casos, como miembros de las comuni­dades en las que ellos mismos trabajan. Desafor­tunadamente éste es un estereotipo que perdura en la mente de algunos de nuestros colegas en el extranjero. Solo esperamos que, en un futuro cer­cano, más trabajos como éste lleguen a desmante­lar la visión actual de lo que es el investigador latinoamericano:

Javier F. León Universidad de Texas en Austin

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MORENO CEBRIÁN, Alfredo, El virreinato del marqués de Castelfuerte ( 1724-1736), Madrid, Editorial Catriel, 2000, 671 pp.

Con el sugerente subtítulo de "El primer in­tento borbónico por reformar el Perú", Alfredo Moreno Cebrían edita la relación de gobierno del marqués de Castelfuerte, fosé de Armendáriz y Perurena, memoria cuya redacción en realidad fue encomendada por éste al polígrafo peruano Pedro de Peralta y Barnuevo. Como destaca en su pre­facio Guillermo Lohmann Villena, el que esta me­moria sea en realidad la voz a través de la cual se expresara el único criollo en aquella época capaz de dar una visión integral del Perú justifica la republicación de esta fuente. A diferencia de la edición de 1859, editada en Lima por Manuel Atanasio Fuentes, quien transcribió la relación conservada en Santiago de Chile, Moreno Cebrián ha preferido utilizar el ejemplar conservado en la Biblioteca Nacional de Lima, en su convencimiento de que el mismo es el original sobre el que se realizaron las copias que se conservan en los re­positorios de Santiago, Nueva York y Madrid. A esta relación de gobierno se anexa la memoria re­servada entregada por el marqués de Castelfuerte a su sucesor, el marqués de Villagarcía, añadién­dose como novedad una breve "advertencia" bio­gráfica conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid. El autor califica la Relación del marqués de Castelfuerte de instructiva por ser la primera en dejar de ser un mero recuento frío e impersonal de hechos, característica de las memorias del siglo XVII, e incorporar reflexiones y valoraciones de indudable valor para la comprensión de la menta­lidad e ideología de su época. A diferencia de la memoria del conde de Superunda, que editara el propio Moreno Cebrián en 1983, en esta ocasión la Relación no constituye el cuerpo principal de la obra sino más bien el complemento de un ex­tenso estudio sobre la época del marqués de Castel fuerte que, prácticamente, abarca más de la mitad del libro y que está construido a partir de una extensa documentación procedente de diver­sos repositorios de España y América y de una amplia bibliografía secundaria rigurosamente ac­tualizada.

El estudio de Moreno Cebrián esta dividido en cinco capítulos referidos a la biografía de Armendáriz y sus gobiernos eclesiástico, econó­mico, político y militar. El mundo peruano al que nos traslada este autor cuando el virrey toma po-

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sesión de su cargo en 1724, como diría Juan Pedro Viqueira, es absolutamente el de una sociedad re­lajada y desarticulada en todos sus órdenes socia­les. El gobierno de los curas seculares y regulares había dejado de observar las leyes y normas dic­tadas por el gobierno virreinal y se encuentra en una situación de "desorden moral". Los fraudes contra el Estado eran una práctica común y co­rriente entre los oficiales de la real hacienda y de la Casa de la Moneda, así como entre el personal encargado del cobro de la alcabala y de otros im­puestos estancados, extendiéndose los tentácu­los de estas prácticas ilícitas a los azogueros y mineros del circuito de la plata de Potosí y del mercurio de Huancavelica. En lo que respecta al gobierno político, el aumento de la inseguridad y la criminalidad hace evidente la alarmante deca­dencia del orden público, complicándose estepa­norama con la cotidiana falta de higiene en las ciudades y el crónico desabastecimiento de los centros de acopio y venta de productos. La po­blación indígena comienza a rebelarse contra la explotación derivada del sistema de la mita mine­ra. Por último, la seguridad militar dejaba mucho que desear debido al estado de abandono en que se encontraban las defensas y los situados y la inexistencia de naves de guerra. En otras palabras, los males eran generalizados y en la relación de gobierno no se dudaba en achacar el problema a la ineptitud de los virreyes-arzobispos que gober­naron el Perú a principios del siglo XVII , enfilándose especialmente la crítica sobre el ante­cesor de Castelfuerte, el arzobispo Diego Morcillo Rubió de Auñon, quien luego de dejar el poder se mantuvo en el máximo cargo religioso e iba a sos­tener una tenaz pugna personal con aquel virrey hasta 1730, año de su fallecimiento.

Con evidente razón Moreno Cebrián denomi­na al gobierno de Castelfuerte como el primer in­tento serio de reestructurar el virreinato peruano ya que el mismo se asemeja en algunos de sus objetivos a la más ambiciosa e igualmente fracasa­da reforma administrativa borbónica impulsada cuatro décadas más tarde por Carlos III y sus asesores. En efecto, Castelfuerte apuntó a "aca­bar con la inmoralidad religiosa" recomponiendo y defendiendo el patronato real a pesar de la opo­sición del arzobispo, de los obispos, de los curas doctrineros y de las órdenes religiosas. Asesorado por Pedro de Peralta y Barnuevo, intentó revitalizar la Universidad de San Marcos contro­lando las oposiciones a las cátedras. En el terreno económico, su más importante empresa fue prac-

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ticar una revisita general de indios con el fin de actualizar la realizada por el virrey La Palata y cuyo resultado condujo en 1729, cuando la revisita concluyó, a que "aparecieran" en las tasas 22,488 nuevos tributarios. Este éxito le COJldujo a refor­zar las mitas mineras en Potosí y Huancavelica, que continuaron siendo forzosas. El combate glo­bal al fraude fue pragmático pues este se limitó a reprimir los casos descubiertos con penas leves a los autores en un intento de no perjudicar el fun­cionamiento del sistema. El contrabando y el co­mercio ilícito con Buenos Aires, Panamá o Méxi­co se intentó resolver reforzando el control sobre los permisos concedidos a los navíos y aumentan­do las penas. En lo que se refiere a la política, destaca el esfuerzo de entendimiento entre Castelfuerte y la Audiencia, que sirvió de marco para la consolidación del proceso de criollización de esta última institución, aunque menos suerte tuvo en su intento de reasumir la facultad de nom­brar los cargos públicos, en especial el de corregi­dor, y en su deseo de regularizar las transacciones vinculadas al reparto de mercancías ejercidas por aquellos. Por último, en el ámbito de la reforma militar destaca la reconstrucción de los situados y las defensas de Lima y el Callao, luego de descar­tar por su alto costo la posibilidad de implementar el proyecto más ambicioso de constituir una fuer­za terrestre permanente. ¿En qué medida se alcan­zaron estos objetivos? De la propia memoria pa­reciera desprenderse que la incomprensión ante los afanes reformistas del virrey así como la pro­pia crisis económica impidieron que muchos de los objetivos terminaran plasmándose o simple­mente empezaran a ejecutarse. Sin embargo, el jui­cio definitivo acerca de esta fallida empresa oficial provendrá con seguridad de los futuros estudios de caso que sigan haciendo los historiadores en los terrenos económico, político, social y cultural.

En suma, el estudio de Moreno Cebrián pro­porciona al investigador el marco general para adentrarse en la comprensión de una coyuntura vital en el rumbo que tomó el virreinato peruano. Su intento de proporcionar una visión general de las décadas más desconocidas de la llamada Cen­turia de las Rebeliones Andinas, junto con la reedición de una memoria de consulta indispensa­ble, otorga a este libro un lugar especial entre los esfuerzos editoriales más importantes relaciona­dos con las fuentes históricas.

Vfctor Peralta Ruiz CSIC, Madrid

Revista Andina

BUSSE CÁRDENAS, Lothar y LÓPEZ SÁN­CHEZ, Femando, Apuntes históricos: Archivo del Cabildo Metropolitano de Lima. Lima: Cabildo Metropolitano, 2000

GLAVE, Luis Miguel, Periódicos cuzqueños del siglo XIX. Estudio y catálogo del Fondo del Ar­chivo Departamental del Cuzco. Cuzco: Centro Bartolomé de Las Casas, 1999

MORALES FLORES, Elisa, Catálogo de volan­tes de los siglos XVI, XVII, y XVlll en la Biblioteca Nacional del Perú. Lima: Biblioteca Nacional del Perú, Fondo Editorial, 2000

En estos años de múltiples crisis en el Perú, los archivos históricos y bibliotecas han sufrido la desatención y hasta del descuido. Mientras que sus trabajadores logran, a veces heroicamente, mantener sus fondos y brindar servicio al públi­co, estas instituciones han sido víctimas de una constante falta de presupuesto. En general, los archivos y bibliotecas han buscado mantenerse sin siquiera pretender expandir o mejorar sus ser­vicios.

Dentro de este panorama gris, la publicación de una serie de catálogos y guías sobre distintos repositorios históric.os es motivo de enorme sa­tisfacción. Demuestran no sólo el esfuerzo de al­gunos profesionales e investigadores (y el apoyo de instituciones extranjeras, sobre todo españo­las) sino también la continua existencia de conoci­dos y no tan conocidos archivos y bibliotecas. Los autores de estas obras merecen el agradeci­miento de todos los investigadores.

Con el decidido apoyo del padre monseñor Ricardo Wiesse, Lothar Busse Cárdenas y Fer­nando López Sánchez han publicado una valiosa guía del Archivo del Cabildo Metropolitano de Lima, parte del esfuerzo de estos historiadores para mejorar este archivo. Con una bellísima cará­tula, numerosas ilustraciones y una erudita y amena introducción, Apuntes históricos.es mucho más que una guía. Los autores describen la impor­tancia del Cabildo Metropolitano desde su fun­dación en 1571, una historia interesante, en parte por los frecuentes choques con su vecino, el arzo-

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bispado. La descripción de los volúmenes y fuen­tes primarias es clara y útil. Este libro refleja el mejoramiento de este archivo, que contiene agra­dables sorpresas para los investigadores.

Con el apoyo de Donato Amado, Luis Mi­guel Glave examina la colección de periódicos cuzqueños del siglo XIX que se encuentra en el Archivo Regional del Cuzco y la Universidad Nacional San Antonio Abad. En la introducción, Glave resume los diferentes periódicos que vie­ron la luz en esta época y los pone en su contexto histórico. El índice mismo es fácil de usar y viene con dos importantes apéndices, una lista de las publicaciones periódicas del Cuzco que aparecie­ron en Biblioteca peruana de Mariano Felipe Paz Soldán ( 1879) y las que se encuentran en la Sala de Investigaciones de la Biblioteca Nacional. Con la aparición de esta guía es de esperar que la uni­versidad mantenga intacta y accesible esta colec­ción.

El catálogo de Elisa Morales Flores resume un importante y relativamente desconocido ele­mento de las colecciones de la Biblioteca Nacio­nal: las hojas sueltas o volantes de la época colo­nial. Con la ayuda de este catálogo, por ejemplo, encontré documentos que no conocía y que no había hallado en el sistema algo confuso de catalo­gación de la Biblioteca Nacional . La guía es de uso fácil ya que está en orden cronológico y cuenta con buenos índices. Como los otros libros reseña­dos aquí, el tomo tiene buena presencia. Espero que el mismo catálogo esté al servicio ya en la biblioteca. Cuando lo encontré en venta en la li­brería de la Biblioteca Nacional, la sala de investi­gaciones todavía no contaba con un ejemplar. Otro aviso, algunos de los documentos mencionados en este catálogo no se pueden consultar porque están en proceso de reparación. De todas mane­ras es una publicación importante y hecha con esmero y pulcritud.

Para terminar, es necesario reconocer nueva­mente el esfuerzo de estos autores y el apoyo de fundaciones españolas. Los investigadores esta­rán en deuda por muchos años.

Charles F. Walker University of California, Davis

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