yawar fiesta biografia cap 1.2.3.4.5.6.7.8.9.10. (2)

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  • 7/22/2019 YAWAR FIESTA BIOGRAFIA CAP 1.2.3.4.5.6.7.8.9.10. (2)

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    BIOGRAFIA

    JOS MARA ARGUEDAS (1911-1969)

    Jos Mara naci el 18 de Enero de 1911 en Andahuaylas, su madre Victoria Altamirano y su padre

    Vctor Manuel Arguedas un abogado cusqueo. Cuando el 1914 fallece su madre; Jos Mara y sus

    hermanos son llevados a la casa de su abuela Mara Teresa; en el transcurrir de su vida en la sierra

    andahauylina su padre contrae matrimonio con la hacendada Grimanesa Arangoitia. Por tal razn

    Jos Mara Dira fui a Puquio en 1917, a caballo, tena seis aos; Sus primeros aos de estudio lo

    realiz en Lucanas, entre esos aos referidos sera humillada por su madrasta como un indio

    cualquiera vivi hasta 1919, entre San Juan, Lucanas, Utek, Asola y Puquio, aprendiendo a hablar

    el castellano con deficiencia.

    A los 20 aos ingres a la Universidad de San Marcos 1931, pasado un ao fallece su padre en

    Puquio entonces le lleg el apremio econmico, se obliga a trabajar en la Central de Correos. Este

    ao, aparece su primer cuento WarmaKuyay (amor de nio). Arguedas a los 24 aos public

    Agua en 1935.

    La biografa de Jos Mara Arguedas es un camino largo, pas caminos donde sufri en carne

    propia la humillacin, vivi el racismo comparti la vida con los andinos, fue tratado

    indiferentemente como cualquier indio. Hasta que en 1935 se iniciara con sus publicaciones u

    obras que a continuacin detallamos.

    Argumento

    Los primeros captulos de la novela yawar fiesta nos ofrece el trasfondo histrico de los hechos

    dramticos que va a seguir, nos habla de un tiempo en que la ciudad de Puquio y los lugares

    aledaos eran de propiedad de los Ayllus, los mistis (gente blanca), quienes se apoderaron de lastierras, la apara, y la ganadera. Arguedas pues narra magistralmente las preparaciones para la

    Turupukllay, se oyen voces, suenan los Wakawak ras, trompetas que se tocan durante las fiestas

    Luego aparece el Misitu el toro. El ambiente de la fiesta sube de temperatura y los nimos se

    exaltan. Aparecen los problemas cuando el subprefecto prohbe por mandato del gobierno central

    que la fiesta tenga lugar sin la participacin de un diestro, como se vena haciendo

    tradicionalmente en Puquio. El pueblo de Puquio no est de acuerdo con que se realice la fiesta de

    la manera como quiere el gobierno central y algunos puquianos que radican en lima, quienes

    contratan un torero espaol. Llega l da de la fiesta taurina, y el pueblo impone su tradicin

    El titulo de yawar fiesta es un ejemplo de entrecruzamiento entre el espaol literario y el

    quechua. YAWAR FIESTA es una idea expresada mediante la palabra quechua (sangre) y la otra

    castellana, fiesta

    En cuanto a la ESTRUCTURA general de yawar fiesta el escritor Jos Mara Arguedas estructura

    la novela con una clara y marcada simetra que podramos esquematizar de la siguiente manera

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    YAWAR FIESTA

    I. INTRODUCCION:Cap. I: pueblo indio: medio geogrfico, dimensione espacial

    Cap. II: El despojo: medio histrico, dimensin temporal

    II. ACCION NOVELESCAS:A).PREMILINARES

    Cap.III: wakawakras trompets de la tierra

    Cap.IV: Kayau

    Cap. V: la circular

    Cap.VI: la autoridad

    Cap.VII: los serranos: fractura narrativa

    B). LA FIESTA

    Cap. VIII: el Misitu

    Cap. IX: la vspera

    Cap. X: el auki

    Cap., XI. Yawar fiesta

    En la novela YAWAR FIESTA existen tres niveles de lenguaje

    A). La traduccin literal quechua en espaol muy pobre que los indios y los cholos utilizanpara comunicarse con los mistis

    B). El uso del espaol comn que incluye la narrativa

    C). El espaol alterado, lleno de palabras y sintaxis quechuas que el narrador usa a veces y,

    con frecuencia, los personajes mistis

    EL TEMA CENTRAL de la novela yawar fiesta es la celebracin de yawar fiesta como

    festividad central de la comunidad de Puquio, asunto vital que toma Arguedas para

    resaltar el gran triunfo cultural andina.

    EL ESCENARIO CENTRAL de la novela yawar fiesta donde se desarrollan los hechos o

    acontecimientos, es el pueblo de Puquio y el PROTAGONISTA O PERSONAL PRINCIPAL es

    el pueblo indio.

    EL COMENTARIO de yawar fiesta por parte del criterio literario, doctor Antonio cornejo

    polar, es preciso y valioso: Arguedas quiso hacer de su novela un himno indigenista., que

    relata la opresin y el sufrimiento que soportan los indios. YAWAR FIESTA (sin dejar de

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    mencionar de manejar esta situacin objetiva), pone nfasis en la fortaleza de su cultura y

    en su capacidad de resistencia. Los comuneros de Puquio deciden celebrar el Turupukllay

    de acuerdo de sus viejas tradiciones oponindose y finalmente venciendo a quienes

    quieren modernizar la cultura andina desde el gobierno central hasta los vecinos

    notables , pasando por algunos Puquianos que se han aculturado en lima. Al mismo

    tiempo, el pueblo quechua vence el temor mtico que rodea la figura de un toro feroz, alque finalmente mata en la celebracin del turupukllay, con lo que se demuestra otra

    faceta del poder de los comuneros de puquio.

    I. Pueblo IndioEntre alfalfares, chacras de trigo, de habas y cebadas, sobre una lomada desigual, est el

    pueblo

    Desde el abra de Sillanayok, se ven tres riachuelos que corren, acercndose poco a poco,

    a medida que se van llegando a la quebrada del rio grande. Los riachuelos bajan de laspunas corriendo por un cauce brusco, pero se tiende despus en una pampa desigual

    donde hay hasta una lagunita; termina la pampa y el acuse de los ros se quiebran otra

    vez y el agua va saltando de catarata en catarata hasta llegar al fondo de la quebrada

    El pueblo se ve grande, sobre el cerro, siguiendo a la lomada; los techos de teja suben

    desde la orilla de un riachuelo, donde crecen algunos eucaliptos, hasta la cumbre, en un

    riachuelo, donde acaban, porque en el filo de la lomada esta el jirn Bolvar, donde

    viven los vecinos principales, y all los techos son blancos, de calamina. En las faldas del

    cerro, casi sin calles, entre chacras de cebada, con grandes corrales y patios donde se

    levantan yaretas y molles frondosos, las casas de los comuneros, los ayllus1 de Puquio,

    se ven como pueblo indio. Pueblo indio, sobre la lomada, junto a un riachuelo.

    Desde el abra de Sillanayok se ven tres ayllus: Pichkachuri, Kayau, Chaupi.

    Pueblo indio!dicen los viajeros cuando llegan a esa cumbre y divisan Puquio.Unos hablan con desprecio; tiritan de frio en la cumbre los costeos, y hablan:Pueblo indio!Pero en la costa no hay abras, ellos no conocen sus pueblos desde lejos. Apenas si en lascarreteras los presienten, porque los caminos se hacen ms anchos cuando la ciudad est cerca, opor la fachada de una hacienda prxima, por la alegra del corazn que conoce las distancias. Vera nuestro pueblo desde un abra, desde una cumbre donde hay saywas2 de piedra, y tocas enquena o charango, o en rondn, un huayno3 de llegada! Ver a nuestro pueblo desde arriba, mirar

    su torre blanca de cal y canto, mirar el techo rojo de las casas, sobre la ladera, en la loma o en laquebrada, los techos donde brillan anchas rayas de cal, mirar en el cielo del pueblo, volando, a losKillinchos y a los gavilanes negros, a veces al cndor que tiende sus alas grandes en el viento; or elcanto de los gallos y el ladrido de los perros que cuidan los corrales. Y sentarse un rato en lacumbre para cantar de alegra. Eso no puede hacer los que viven en los pueblos de la costa.

    * * *

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    Tres ayllus se ven desde Sillanayok: Pichkachuri, Kayau, Chaupi. Tres torres, tres plazas, tres

    barrios indios. Los chaupis, de pretenciosos, techaron la capilla de su ayllu con calamina. DesdeSillanayok se ve la capilla de Chaupi, junto a una piedra grande, se ve brillante y larga, con su torre

    blanca y chata.

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    Atatao! Dicen los comuneros de los otros barrios. Parece iglesia de Misti. Pero los chaupisestn orgullosos de su capilla. Mejor que de Misti dicen ellos. Entrando por el camino deSillanayok, el pueblo empieza a las orillas del riachuelo Cullahora, ayllu de Pichkachuri. No hay

    calles verdaderas en ningn sitio; los comuneros han levantado sus casas, segn su inters, encualquier parte, sobre la laderita, en buen sitio, con su corral cuadrado o redondo, pero con sea,para conocerla bien desde los cerros. Hacia fuera, una pared blanqueada, una puerta baja, una odos ventanas, a veces un poyo pegado a la pared; por dentro, un corredor de pilares bajos que seapoyan sobre bases de piedra blanca; en un extremo del corredor una divisin de pared, para lacocina. Junto a la pared del corral, junto a la casa, o al centro del patio, un molle frondoso quehace sombra por las maanas y en las tardes; sobre el mole suben las gallinas al medioda ydormitan, espulgndose. El techo de la casa, siempre de teja, teja de los Kollanas y Kayau; sobreel tejado rayas de cal, y en cruz de acero. As es el barrio de Pichkachuri y Kayau, del jirn Bolvar

    al rio Chullahora. Llegando de la costa se entra al pueblo por estos ayllus.Pueblo indio

    Toda la ladera llena de casas y corrales; a ratos el viajero se encuentra con calles torcidas, anchasen un sitio, angostas en otro; la calle desaparece cortada por un canchn de habas o cebada yvuelve a aparecer ms all. El viajero sube la lomada, saltando de trecho en trecho acequias deaguas orilladas por romazales y pasto verde. Ya junto a la cumbre de la lomada hay callecitasangostas, empedradas y con aceras de piedra blanca; tiendecitas, con mostradores, botellas decaazo, pilas de panes, monillos multicolores para indias, botones blancos de camisa, velas,jabones, a veces piezas de tocuyo y casinete. Es el sitio de los mestizos; ni comuneros niprincipales, all viven los chalos, las tiendas son de las mestizas que visten percala y se ponensombrero de paja.Casi de repente, llegando a la cima de la lomada, se entra al jirn Bolvar.Qu? dicen los forasteros. Se sorprenden.

    Es, pues, la calle de los vecinos, de los principales. Calle larga, angosta, bien cuidada, con aceras depiedra pulida. El jirn Bolvar comienza en la plaza de armas, sigue derecho tres o cuatro cuadras,cae despus de una quebrada ancha, y termina en la plaza del ayllu de Chaupi. En el remate deljirn Bolvar hay una pila grande de cuatro caos; despus est la plaza del ayllu Chaupi, la capillae la calamina. Albert, estatua india de piedra alaymosca; Makulirumi, la grande piedra, sea del

    barrio; y ms all, en toda la pampa, el pueblo indio de Chaupi. De una esquina de la plaza deChaupi comienza la Calle Derecha, es como prolongacin del jirn Bolvar, pero la Calle Derecha escalle de los indios.

    Al otro lado del jirn Bolvar, en la otra ladera de la lomada, est el ayllu de Kollanas. Kollanas no

    se puede ver desde Sillanayok; la lomada lo oculta. Igual que Pichkachuri, Kollanas termina en un

    riachuelo, Yallpu. El pueblo comienza y termina en riachuelos.

    El jirn Bolvar es la residencia de los principales; all viven todo el ao. En el jirn Bolvar estnlasa casa de los vecinos; all estn las cantinas donde se emborrachan; all est el billar, la botica,las tiendas de comercio.

    Qu? dicen los forasteros entrando al jirn Bolvar.Es, pues, para el gusto de los mistis. Las puertas son verdes, azules, amarillas; las casas son casitodas de dos pisos, con balcones de corredor que dan sombra a las aceras. Las calles son angostas;por las noches, los gatos, cuando se persiguen, saltan por lo alto, de techo a techo. Pero las calles

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    son derechas, las que estn en cuesta y en plano, todas son derechas; y la acequia que hay almedio de las calles est bien empedrada; de todos los zaguanes corren pequeos canales a estaacequia.La plaza de armas es tambin de los principales, ms todava que el jirn Bolvar. Pero la plaza dearmas no est al centro del pueblo. En un extremo del jirn Bolvar est la plaza de Chaupi; en elotro, la plaza de armas; ms all de la plaza de armas, ya no hay pueblo. En la plaza de armas estnlas mejores casa de Puquio; all viven las familias de mistis que tienen amistades en Lima extranjero dicen los comuneros, las nias ms vistosas y blanquitas; en la plaza de armaspuesto de la Guardia Civil, el Juzgado de Primera Instancia, la Escuela Fiscal de Varones, laMunicipalidad, la crcel, el coso para encerrar a los daos; todas las autoridades que sirven a losvecinos principales; todas las casas, todas las gentes con que se hacen respetar, con que mandan.En el centro de la plaza hay una pila de cemento; rodeando a la pila, un jardn redondo, conhierba, algunas flores amarillas y linaza verde. Frente a las gradas de la Municipalidad hay otra pilade agua.Ms all de la plaza de armas ya no hay pueblo, en la plaza remata el jirn Bolvar.Por eso el jirn Bolvar es como culebra que parte en dos al pueblo: la plaza de armas es como lacabeza del pueblo, all estn los dientes, los ojos, la cabeza, la lengua crcel, coso,

    subprefectura, juzgado; el cuerpo de la culebra es el jirn Bolvar.

    Durante el da y por las noches, los principales viven en el jirn Bolvar; all se buscan entre ellos,se pasean, se miran frente a frente, se enamoran, se emborrachan, se odian y pelean. En el jirnBolvar gritan los vecinos cuando hay elecciones; all andan en tropa echando ajos contra susenemigos polticos; a veces rabian mucho y se patean en la calle, hasta arrancan las piedras delsuelo y se rompen la cabeza. Cuando los jvenes estrenan ropa, cuando estn alegres, se pasean acaballo de largo a largo en el jirn Bolvar; con el cuerpo derecho, con la cabeza alta, tirando fuertede las riendas y dando sentadas al caballo en una esquina.Al jirn Bolvar tambin llegan primero los principales de los distritos. De canto a canto recorren eljirn, haciendo sonar sus roncadoras de plata, luciendo el zapateo de sus caballos costeos.

    Despus de llevar algn regalo al Subprefecto y al Juez, los principales de los distritos seemborrachan con licores finos en el billar y en las tiendas de las nias.En el billar se juntan los mistis por las noches; all juegan casino, rocambor, siete y medio;conversan hasta medianoche; se emborrachan.En esa calle corretean, rabian y engordan los mistis, desde que nacen hasta que mueren.Puquio es pueblo nuevo para los mistis. Quizs hace trescientos aos, quizs menos, llegaron aPuquio los mistis de otros pueblos donde negociaban en minas. Antes, puquio entero era indio, enlos cuatro ayllus puros indios no ms vivan. Llegaban all los mistis, de vez en vez, buscandopeones para las minas, buscando provisiones y mujeres.Otros pueblos que hay cerca de Puquio estn en cerros llenos de bocaminas; junto a los riachuelosque dan agua a esos pueblos, se derrumban ahora trapiches viejos; all molan plata los antiguos.Esos pueblos tienen nombres de santos, sus calles son anchas; plaza de armas bien cuadrada, est

    al medio del pueblo; la iglesia es grande con puerta de arco; el altar mayor de las iglesias e, aveces, de madera tallada, y el dorado se ve todava. En los cerros de Puquio no haba minas; poreso los mistis llegaban de repente, hacan su fiesta con las indias, reclutaban gente, de grado o porfuerza, para las minas; y se volvan, hasta tiempo.Pero las minas se acabaron; el negocio del mineral ya no vala; entonces los mistis se repartieronpor todos los pueblos indios de la provincia. Dejaron casi vacios de seores a sus pueblos connombres de santos. Ahora esos pueblitos se derrumban como los trapiches viejos; las calles seborran, las iglesias tambin se derrumban, los altares pierden sus dorados, se cubren de polvo.

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    Los ms de los mistis cayeron sobre Puquio, porque era pueblo grande, con muchos indios para laservidumbre; con cuatro acequias de agua, una por ayllu, para regar Las sementeras. Pueblogrande, en buen sitio.Los mistis fueron con su cura, con su nio Dios extranjero, hicieron su plaza de armas en el cantodel pueblo; mandaron hacer su iglesia, con puerta de arco y altar dorado; y de ah, desde su plaza,como quien abre acequia, fueron levantando su calle, si respetar la pertenencia de los ayllus.

    Qu ni qu!Haba que ir recto. Calle de mistis es siempre derecha.En poco tiempo, cuando ya haba casas de balcones en el jirn Bolvar, cuando pudieron acomodaralgunas calles, a un lado y a otro del jirn Bolvar, trasladaron la capital de la provincia a su nuevopueblo.Y comenz el despojo a los ayllus. Con el apoyo de las autoridades, los mistis empezaron por elbarrio de Kollanas. Kollanastena buenas chacras de maz, de cebada, de trigo. Los jueces y losnotarios firmaron papeles de toda laya; eso era suficiente. Despus de Kollanas, Kayau. De esosbarios eran las tierras con ms agua, y estaban junto al pueblo. En seguida Chaupi y Pichkachuri.

    Por eso ahora Chaupi y Pichkachuri son ms dueos. En otros tiempos era al revs.De tanto entrar a los despachos, de tanto corretear por causa de los papeles con que les quitabanlas chacras, los puquios aprendieron a defender los pleitos, comprando a los jueces, a losescribanos y a los notarios. Cada ayllu se levantaba, entero, para defender a sus comuneros. Todoslos domingos haba cabildo en los ayllus, todos los domingos se juntaban los comuneros paratomar acuerdos. Y pusieron atajo al despojos de la quebrada. Cuando los mistis ya eran dueos decasi todas las tierras de sembro, cuando los Kollanasy los Kayauhaban quedado jornaleros delos principales.

    Pero el agua no solt los ayllus.Igual que en otros tiempos, los varayoks5 reparten los turnos de riego, cada cual en su ayllu.

    Por eso, al amanecer, los das de reparto, los mistis de Puquio entran a los ayllus a pedir agua pararegar sus sementeras. Tiritando todava con el frio, ocultando la quijada en las bufandas, losprincipales se entropan con los indios del barrio, y gritan levantando los brazos:Don Gregorio! Para mi maicito!En la madrugada, los abrigos negros, azules, los sombreros de paja, los sombreros extranjeros de

    pao, parecen ropa de forastero entre los ponchos puquios, verdes, rojos y amarillos, entre tantolokocolor vicua. A veces llega el sol a la cumbre de los cerros, y todava el varayok repartidorest oyendo:Para mi triguito de Kellokello, para mi maizal de Korekocha, para mi cebadal deChullahora!Don Gregorio! Cuntas veces fueron los mistis al sitio de los repartos y llevaron, a fuete limpio, alos varayoks alcaldes, y los encerraron en la crcel! Pero mientras el varayok alcalde pujaba en la

    barra, los cuatro ayllus se revolvan; indios de Kayau, de Kollanas, de Pichkachuri, de Chaupi,

    andaban notificando a todas las casas. Desde Makulirumi tocaban corneta, wakawakras. Puquio

    quedaba tranquilo, silencioso, como en noche oscura.Reventaban su balita los mistis en todas las calles; en todas las calles se emborrachaban yamenazaban a los comuneros. Entraban a una casa, a otra; pateaban a las criaturas, sacabansangre de la boca, de la nariz, de la frente de los indios.No empurta!Acaso Misti sabe regar? Acaso Misti sabe levantar cerco? Acaso Misti sabe deshierbar lostrigales? Acaso Misti arregla camino, hace tejas, adobes, degella carnero? Quin, pues,

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    levantara las tomas de agua, quien abrira las acequias, quien remedara los relejes, quienarreglara las compuertas, cuando los repuntes de enero y febrero, cuando las avenidas que bajande todos los cerros tumbaran las acequias y llenaran de piedras, de champa y arena las tomas?Jajayllas! Ni a bala, ni a zurriago, ni aun con los ruegos del taita (padre) Vicario, los comunerossalan de los ayllus.Mi ojo primero sacar! Como killincho (cerncalo) ladrn, mi ojo primero comer! Cumunyaku Jajayllas!Los puquios saban eso.Entonces los mistis se humillaban primero. Lloraban de rabia en su conciencia, pero sacabancaazo de todas las tiendas y rogaban con eso a los varayoks, a los taitas. Iban a los ayllus, cada

    cual segn su pertenencia, y entraban a las casa hablando en voz dulce, ofreciendo amistad.Los chalos segn su inters, unas veces se juntaban con los vecinos, otras veces con los ayllus. Nobien en el jirn Bolvar, sus casas estn en las callecitas que desembocan en la calle de los mistis.Pero ellos tambin quieran o no, estn clasificados por los vecinos, segn los ayllus. Son mestizosde Chaupi, Kollanas, Kayau, Pichkachuri. Entre los chalos nombra el prefecto al teniente

    gobernador del ayllu. Por las noches, los mestizos se renen a la puerta del billar y de las cantinas,para ver lo que juegan y lo que toman los mistis. A veces entran a las tiendas, se paran

    apoyndose en la pared, para no estorbar, y miran.Cada vecino tiene tres o cuatro chalos de su confianza, y los mandan a cualquier parte, a veces depuro favor. En los das que llueve, los vecinos llaman en la calle a cualquier mestizo amigo de sucasa y lo mandan por su abrigo, por las paraguas, cualquier mandato les ordenan. Entre ellosescogen los principales a sus mayordomos. A estos mestizos, que siguen como perros a losprincipales, los comuneros les llaman kanras, y quizs no hay en el hablar indio palabra mssucia.Pero algunos mestizos son trabajadores; hacen negocio con los pueblos de la costa, llevandoqueso, carneros, trigo, y trayendo caazo de contrabando, velas jabones.Muchos de estos mestizos hacen amistad con los ayllus y hablan a favor de los comuneros. En losayllus les llaman don Norberto, don Leandro, don Aniceto

    Les hablan con respeto. Pero en las fiestas bailan con ellos, de igual a igual; cuando hay apuro, elmestizo aconseja bien, defiende a los ayllus.As es vivir en el jirn Bolvar y en los barrios. As entraron a Puquio los mistis forasteros.Pero cuando los puquios miran desde lo alto, desde Sillanayok abra, desde la cumbre del taita

    Pedrorko; cuando miran el jirn Bolvar, brillando como lomo de culebra entre el tejado de losayllus, asqueando dicen:Atatauya, Bolvar calle!Cuando los indios miran y hablan de ese modo, en sus ojos arde otra esperanza, su verdadera almabrilla. Se ren fuerte, quizs tambin rabian. Cuando los indios miran y hablan de ese modo, en susojos arde otra esperanza, su verdadera alma brilla. Se ren fuerte, quizs tambin rabian.

    Desde las cumbres bajan cuatro ros y pasan cerca del pueblo; en las cascadas, el agua blanca grita,

    pero los mistis no oyen. En las lomadas, en las pampas, en las cumbres, con el viento bajito, floresamarillas bailan, pero los mistis casi no ven. En el amanecer, sobre el cielo frio, tras del filo de lasmontaas, aparece el sol; entonces las tuyas y las torcazas cantan, sacudiendo sus alitas; las ovejasy los potros corretean en el pasto, mientras los mistis duermen, o miran, calculando la carne de losnovillos. Al atardecer, el taita Inti9 dora el cielo, dora la tierra, pero ellos estornudan, espuelean alos caballos en los caminos, o toman caf, toman pisco caliente.

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    Pero en el corazn de los puquios est llorando y riendo la quebrada, en sus ojos el cielo y el sol

    est viviendo; en su adentro est cantando la quebrada, con su voz de la maana, del medioda,

    de la tarde, del oscurecer.

    II. .- El despojo

    En otros tiempos, todos los cerros y todas las pampas de la puna fueron de los comuneros.Entonces no haba mucho ganado en Lucanas; los mistis no ambicionaban tanto los echaderos. Lapuna grande era para todos. No haba potreros con cercos de piedra, ni de alambre. La punagrande no tenia dueo. Los indios vivan libremente en cualquier parte; en las cuevas de losrocales, en las chozas que hacan en las hondonadas, al pie de los cerros, cerca de los manantiales.Los mistis suban a la puna de vez en vez, a cazar vicuas, o a comprar carne en las estancias de los

    indios. De vez en vez, tambin se llevaban, de puro hombres, diez, quince ovejas, cuatro o cincovacas chuscas; pero llegaban a la puna como las granizadas locas, un ratito, hacia su dao, y siiban. De verdad la puna era de los indios, la puna, con sus animales, con sus pastos, con susvientos fros y sus aguaceros. Los mistis le tenan miedo a la puna, y dejaban vivir all a los indios.Para eso salvajes est bien la puna decan.Cada ayllu de Puquio tena sus echaderos. sa era la nica divisin que haba en las punas: unriachuelo, la ceja de una montaa, sealaba las pertenecas de cada ayllu; y nunca hubo pleitosentre los barrios por causa de las tierras. Pero los pichkachuris fueron siempre los verdaderospunarunas, punacumunkuna; ellos tienen hasta pueblitos en las alturas: Koek, Puuy, Takra,

    veinte o treinta chozas en lo hondo de una quebrada, tras un cerro, junto a los montes negruzcosde los kewales. En la puna alta, bajo el cielo nublado, en el silencio grande; ya sea cuando elaguacero empieza y los truenos y las nubes negras asustan y hacen temblar el corazn; ya seacuando en el cielo alto y limpio vuelan cantando las kellwas y los ojos del viajero miran la lejana,

    pensativos ante lo grande del silencio, en cualquier tiempo, esas chukllas11 con su humo azul, conel ladrido de sus chaschas12, con el canto de sus gallos, son un consuelo para los que andan depaso en la puna brava. En esos pueblos mandan los varayoks; all no hay teniente, no haygobernador, no hay juez, el varayok es suficiente como autoridad.

    En esos pueblos no hay alborotos. Slo cuando los mistis suban a las punas en busca de carne, yjuntaban a las ovejas a golpe de zurriago y bala, para escoger a los mejores padrillos, entonces noms haba alboroto. Porque a veces los punaruna se molestaban y se reunan, llamndose de casaen casa, de estancia en estancia, con silbidos y wakawakras; se juntaban rabiando, rodeaban a los

    principales y a los chalos abusivos, entonces, corran los mistis, o eran apedreados ah mismo,junto a la tropa de ovejas. Despus vena el escarmiento, cachacos uniformados en la puna,

    matando a indios viejos, a mujeres y maktillos, y el saqueo. Un tiempo quedaban en silencio lasestancias y los pueblitos. Pero en seguida volvan los punarunas a sus hondonadas, prenda fuegoen el interior de las chukllas y el humo azul revoloteaba sobre los techos: ladraba los perros, alanochecer, en las puertas de las casas; y por las maanitas, las ovejas balaban, alegres levantandosus hocicos al cielo, bajo el sol que reverberaba sobre los nevados. Aos despus, los indios viejoshacan temblar a los nios contando la historia del escarmiento.

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    Los pichkachuris fueron siempre verdaderos punarunas.Los otros ayllus tambin tenan estanciasy comuneros en la puna, pero lo ms de su gente viva en el pueblo; tenan buenas tierras desembro junto a Puquio, y no queran las punas, casi les teman, como los mistis. Pichkachuri era, y

    ahora sigue siendo, ayllu compartido entre puquianos y punarunas.Casi de repente solicitaron ganado en cantidad a la costa, especialmente de Lima; entonces losmistis empezaron a quitar a los indios sus chacras de trigo para sembrar alfalfa. Pero no fuesuficiente; de la costa pedan ms y ms ganado. Los mistis que llevaban reses a la costaregresaban platudos. Y casi se desesperaron los principales; se quitaban a los indios paraarrancarles sus terrenos; e hicieron sudar otra vez a los jueces, a los notarios, a los escribanosEntre ellos tambin se trompearon y abalearon muchas veces. Fuera trigo! Fuera cebada! Fueramaz! Alfalfa! Alfalfa! Fuera indios! Como locos corretearon por los pueblos lejanos y vecinos aPuquio, comprando, engaando, robando a veces toros, torillos y becerros. Eso era, pues plata!Billetes nuevecitos! Y andaban desesperados, del juzgado al coso, a las escribanas, a los potreros.Y por las noches, zurriago en mano, con revolver a la cintura y cinco o seis mayordomos pordetrs. Entonces se acordaron de las punas: Pasto! Ganado! Indios brutos, ennegrecidos por elfrio. All vamos! Y entre todos corrieron, ganndose, ganndose la puna. Empezaron a barrerpara siempre las chukllas, los pueblitos; empezaron a levantar cercos de espinos y de piedras en la

    puna libre. Los indios de los echaderos se avisaban, corriendo de estancia en estancia, se reunanasustados; saban que nunca llegaban para bien los mistis a la puna. E iban los comuneros de lapuna a saludar al ductur juez, taita cura, algobiernos de la provincia y los werakochas vecinosprincipales de Puquio. Aprovechando la presencia de los indios, el juez ordenaba la ceremonia dela posicin: el juez entraba al pajonal seguido de los vecinos y autoridades. Sobre el ischu14, anteel silencio de indios y mistis, lea un papel. Cuando el juez terminaba de leer, uno de los mistis, elnuevo dueo, echaba tierra al aire, botaba algunas piedras a cualquier parte, se revolcaba sobre elischu. En seguida gritaban hombres y mujeres, tirando piedras y rean. Los comuneros mirabantodo eso desde lejos. Cuando terminaba la bulla, el juez llamaba a los indios y les deca enquechua:Punacumunkuna: seor Santos es dueo de estos pastos; todo, todo, quebradas, laderas,

    puquiales, es de l. Si entran animales de otro aqu, de indio o vecino, es dao. Si quiere, seorSantos dar en arriendo, o si no traer aqu su ganado. Con que indios! WerakochasSantos esdueo de estos pastos.Los indios miraban al juez con miedo. Pastos es ya de don Santos indios! Ah est pues papel,

    ah est pues werakochas juez, ah est gendarmes, ah est nias; principales con su arpista, con

    su clarinetero, con sus botellas e sirwuisa. Ah est pues taita cura! don Santos es dueo. Si

    hay animales de indios en esos pastos, es dao y al coso, al corral de don Santos, a morir desed, o aumentar la punta de ganado que llevar don Santos, ao tras ao, a extranjero

    El cura se pona en los brazos una faja ancha de seda, como para bautizos, miraba lejos, en todasdirecciones, y despus, rezaba un rato. En seguida, como juez, se diriga a los indios:Cumunkuna: con la ley ha probado don Santos que estos echaderos son de su pertenencia.

    Ahora don Santos va a ser respeto; va a ser patrn de indios que viven en estas tierras. Dios delcielo tambin respeta ley; ley es para todos, igual. Cumunkuna a ver! Besen la mano de donSantos. Y los comuneros iban, con el loko en la mano, y besaban uno a uno la mano del nuevodueo. Por respeto al taita cura, por respeto al Taitacha Dios.Con la ley ha probado don Santos que es dueo de los echadero. Taitacha del cielo tambin

    respeta la ley.

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    Y ahora donde? Donde pues! La cabalga tal se perda, de regreso, en el abra prximo, tras delpasto amarillo que silbaba con el viento; se perda entre cohetazos y gritero. Y punacumunkunaparecan extraviados; parecan de repente hurfanos.Taitallay taita! Mamallay mama! Las indias lloraban agarrndose de las piernas de susmaridos. Ya saban que poco despus de esa cabalgata llegaran tres o cuatro montados a reunirdaos en esos echaderos. A bala y zurriago, hasta el coso del pueblo. Acaso? No haba ya

    reclamo. El Gobiernosde la provincia era amigo de los principales y resondraba en su despachoa todo los indios que iban a rescatar su ganado. A veces, ms bien, como ladrn, el indioreclamante, pujara de dolor en el cepo o en la barra. En el despacho de Subprefecto, el Misti esprincipal, con el pecho salido, con la voz mandona; es dueo.Seor subprefecto; ese indio es ladrn dice no ms.Y cuando el principal levanta el dedo y seala al indio, ladrn diciendo, ladrn redomado,

    cuatrero conocido. Y para el cuatrero indio est la barra de la crcel; para el indio ladrn que vienea rescatar sus daos es el cepo.

    Y mientras, el punacumunkuna sufre en la crcel; mientras, canta entre lgrimas:

    Sapay rikukuni

    Mana piynillayokPuna waytahinaLlakillantullayok

    TekopinkulluypasChakaas rikukun_____________Nunaypa kirinta

    Que solo me veo

    Sin nadie ni nadaComo flor de la punaNo tengo sino mi sombra triste.

    Mi pinkullo, con nervios apretado,Ahora est roncoLa herida de mi almaDe tanto llorar

    Mientras el cuatrero canta en la crcel, don Pedro, don Jess, don Federico, o cualquier otro,

    aseguran su sentencia, de acuerdo con el tinterillo defensor de cholos; y arrean en la punta lasvacas de los punarunas hasta el extranjero, o las invernan en los alfalfares de los Kollana para

    negociarlas despus.Los punarunas saban esto muy bien. Ao tras ao, los principales iban empujando a los

    comuneros pastores de Kayau, Chaupi y Kollana, ms arriba, ms arriba, junto al Karwarasu, a las

    cumbres y a las pampas altas, done la paja es dura y chiquita, pegada a la tierra como garrapata.

    Por eso, cuando la cabalgata de los Mistis se perda tras la lomada que oculta la cueva o la chuklla,

    las indias se abrazaban a las piernas de sus maridos, y lloraban a gritos; los hombres hablaban:

    Taitallaya! Judidus! Judidus!

    La tropa de indios, punarunakuna, buscara inmediatamente otra cueva, o hara otra choza, ms

    arriba, junto al nevado all donde el pasto es duro y chiquito; all llevaran su ganado. Entonces

    empezaba la pelea: las llamas, las vacas, los caballos lanudos, los carneros, escaparan siempre

    buscando su querencia de antes, buscando el pasto grande y blando. Pero all abajo estaran los

    concertados de don Santos, de don Federico los empleados del principal, chalos, mestizos

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    hambrientos. Uno por uno, el ganado de los indios ira cayendo de dao, para aumentar la punta

    de reses del patrn.

    As fueron acabndose, pero a poco, los pastores e los echaderos de Chaupi y Kollana. Los

    comuneros, que ya no tenan animales, ni chuklla, ni cueva, bajaron al pueblo. Llegaron a susayllus como forasteros, cargando sus ollas, sus pellejos y sus maktillos. Ellos eran pues,

    punarunas, pastores, iban al pueblo solo para pasar las grandes fiestas. Entonces solan llegar alayllu con ropa nueva, con las caras alegres, con harto plata para el trago, para los bizcochos,

    para comprar gneros de colores en el jirn Bolvar. Entraban a su ayllu con orgullo, y eranfestejados. Pero cuando llegaron empobrecidos, corriendo de los Mistis, vinieron con la barriga alaire negros de frio y de hambre. Le decan a cualquiera:Aqu estamos, papacito! Aqu pues, hermanito!El varayok, alcalde del ayllu, los reciba en su casa.

    Despus llamaban a la faena, y los comuneros del barrio levantaban una casa nueva en siete yocho das para el punaruna.Y en Puquio haba un jornalero ms para las chacras de los principales, o para engancharse e ir a

    Nazca o Acar, a trabajar en la costa. All servan de alimento a los zancudos de la terciana. El

    hacendado los amarraba cinco a seis meses ms fuera del contrato y los meta a los algodonales,temblando de fiebre. A la vuelta, cansaban para siempre en los arenales caldeados de sol, en las

    cuestas, en la puna; o si llegaban todava al ayllu, andaban por las calles, amarillos y enclenques,dando pena a todos los comuneros, y sus hijos tambin eran como los tercianientos, sin alma.Pero muchosPunarunas, trabajando bien, protegidos por el ayllu, entrando primero, a servir de lacayos y

    concertados en las casas de los Mistis para juntar poco plata, y consiguiendo despus tierras

    de sembro para trabajar al partir, lograban levantar la cabeza. De punarunas se hacan comunerosdel pueblo. Y ya en Puquio, en el ayllu, seguan odiando con ms fuerza al principal que les habaquitado sus tierras. En el ayllu haba miles y miles de comuneros, todos juntos, todos iguales; all,don Santos, ni don Fermn, ni don Pedro, podan abusar as no ms. El punaruna que haba llorado

    en las pampas de ischu, el punaruna que haba pujado en el cepo, que haba golpeado sus cabezassobre las paredes de la crcel, ese endio que llego con los ojos asustados, ahora de comuneroChaupi, Kollana o Kayau, tena ms valor para mirar frente a frente, con rabia, a los vecinos queentraban a los ayllus a pedir favor As bajaron hace tiempo los comuneros de las punas de Kayau,

    Kollana y Chaupi. Pocos quedaron. Unos cerca de Karwarasu, en las cumbres, juntando su ganado

    y defendindolo de los principales, bajo la lluvia, bajo las tempestades con rayos y truenos, bajolas nubes negras de enero y febrero. Y all, en la puna brava, cuidndose desde el alba hasta elanochecer, recorriendo y contando a cada hora sus ovejas, haciendo a los perros alrededor de latropa, se iban poniendo sordos. Y ni para las fiestas ya bajaban al pueblo. En lo alto, junto a lasgranizadas, envueltos por las nubes oscuras que tapan la cumbre de los cerros, el encanto de lapuna los agarraba poco a, poco.Y se volvan cerriles.

    Otros por quedarse en su querencia, junto a sus animales, vendan su ganado al nuevo dueo delos pastales, reciba diez, quince soles por cada vaca, tres, cuatro reales por cada oveja; enterrabanel dinero al pie de alguna piedra grande que tena encanto, o en las cimas de las montaas. Y yapobres, sin una ovejita que los sirviera de consuelo, se quedaban de vaqueros del patrn, sedeclaraban hijos hurfanos del principal que haba tomados posesin de los echaderos, y lloraban,cada vez que el seor llegaba a visitar a sus tierras.Aqu estamos, Papituy! Taitutuy!Como chascas enfermos se arrastraban en la puerta de la chuklla.

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    Papituy! Patroncito!Se estrujaban las manos y daban vueltas alrededor del patrn, lloriqueando. Mostraban la tropade ovejas, de vacas y de caballos chuscos y decan.Ah est tus ovejitas, ah est tus vacas. Todo, todo, completo, taitay.En el crepsculo, cuando el patrn se alejaba de la estancia, seguido de sus mayordomos; todoslos punarunas los miraban irse, todos juntos, reunidos en la puerta de la chuklla. El sol caa sobresus caras, el sol amarillo. Y temblaban todava los, punarunas, como en una herida, la sangre dolaen sus corazones.Ya, seor! Patrn! decan, cuando el sombrero blanco del ganadero se perda en el filo de lalomada o tras de los kewales.

    Pero eso no era nada. De vez en vez, el patrn mandaba comisionados a recolectar ganado en lasestancias. Los comisionados escoga al toro allka, al callejn o al pillko. Entonces los punarunas,con sus familias, hacia una despedida a los toros que iban a la quebrada, para aumentar la puntade ganado que el patrn llevara al extranjero. Entonces s,sufran. Ni con la muerte, ni con lahelada, sufran ms los indios de las alturas.Allka, callejn, pillko, para la punta! mandaban, al amanecer, los comisionados.Los maktillos y las mujeres se alborotaban. Los maktillos corran junto a los padrillos, que ese rato

    dorman en el corral. Con sus brazos les hacan cario en el hocico lanudo.Pillkuchallaya! Donde te van a llevar, papacito!El pillko sacaba su lengua spera y se hurgaba las narices; se dejaba querer, mirando a losmuchachos con sus ojos grandes. Y despus lloraban los maktillos, lloraban delgadito, con su vozde jilguero.Pillkuchallaya! Pillkucha!Y en eso noms, llegaban los arreadores, y a golpe de tronadores, separaban de la tropa a losdesignados.Entonces vena la pena grande. La familia se juntaba en la puerta de la chuklla, para cantarles ladespedida a los padrillos que se iban. El ms viejo tocaba el pinkullo, sus hijos los wakawakras16 yuna de las mujeres la tinya:

    Vacallay vacaTurullay turuVacachallayTuruchallaya

    Cantaban a gritos Cantaban a gritos los punarunas; mientras los arreadores rodeaban, a zurriagolimpio, al allka, al pillko e iban alejndose de la estancia.

    Vacallay vacaTurullay turu

    El pinkuyo silbaba con fuerza en la puna, la cuerda de la tinya roncaba sobre el cuero; y en lashondonadas, en los rocales, sobre las lagunas de la puna, la vos de los comuneros, del pinkuyo yde la tinya, lama el ischu, iba al cielo, regaba su amargo en toda la puna. Los indios de las otrasestancias se santiguaban. Pero los maktillos sufran ms; lloraban como en las noches oscuras,cuando se despertaban solos en la chuklla, como para morirse lloraban, y desde entonces, el odioa los principales creca en sus corazones, como aumenta la sangre, como crecen los huesos.As fue el despojo de los indios de la puna de Kayau, Chaupi y Kollana.

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    III. Wakawakras, trompetas de la tierraEn la puna y en los cerros que rodean al pueblo tocaban ya Wakawakras. Cuando se oa el

    turupukllay en los caminos que van a los distritos y en las chacras de trigo, indios y vecinos

    hablaban de la corrida de ese ao.Carago! Pichkachuri va parar juirme! Siempre aos tras ao. Pichkachuri ganando enjualma,dejando viuda en plaza grande hablaban comuneros.Kayau dice va traer Misitu de Koani pampa. Se han juramentado, dice, varayok alcaldes para

    Misitu.Cojodices! Con diablo es Misitu. Cuando carago trayendo Misitu. Unhaykari (hombre) paraMisitu de Koani.

    Aunque moriendo cuntos tambin, Kayau dice va soltar Misitu en 2818.Acaso Pichkachuri sonso para creer? Kayau son maulas.Cundo ganando en turupukllay? Abuelos tambin no ha visto Kayau dejando viuda en vintiuchu.Cojodices!

    Sigoro. Ahora tambin Pichkachuri va a ser hombre en turupukllay.En los cuatro ayllus hablaban de la corrida. Pichkachuri ganaba ao tras ao; los capeadores de

    Pichkachuri regaban con sangrela plaza.Dnde haba hombres para los capeadores del ayllu grande? Honrao Rojas ara su chaleco, su

    camisa, el ao pasado no ms. El callejn de don Nicols lo pelote en el aire. Mientras las niastemblaban en los balcones y los comuneros y las mujeres del ayllu gritoneaban en las barreras, enlos cercos y en los techos de las casas. Honrao Rojas se par firme, de haber estado ya enterrado

    en el polvo, de haber sido pisoteado en la barriga, araando, araando en el suelo, Honrao Rojas

    se enderezo. En su chaleco y en su camisa rezumaba la sangre.Turucha carago! diciendo, se retace el chaleco y la camisa; mostr el costillar corneado.Atatau yawarcha! grit. Como de una pila hizo brincar su sangre al suelo.Yo Pichkachurirunakuna, kalakuna!dijo.Los cuatro ayllus ya lo saban. No haba cotejo para karis de Pichkachuri. Pero este ao dice,

    Kayau quera ser primero en la plaza.

    Desde junio tocaban turupukllay en toda la puna y en los cerros que rodean al pueblo. LosWakawakrasanunciaban ya la corrida. Los maktillos oan la msica en la puna alta y senta miedo,como si de los kewales fuera a saltar el callejn o el barroso, que ara, bramando, la plaza de

    Pichkachuri, que hizo temblar las barreras, que sangr el pecho del Honrao Rojas. En la puna y

    en todos los caminos, con sol o con lluvia, al amanecer y anocheciendo, los Wakawakraspresentan el pukllay. En el descampado, el canto del turupukllay encoge el corazn, le vence,como si fuera de criatura; la voz del Wakawakrassuena gruesa y lenta, como voz de hombre,como voz de la puna alta y su viento frio silbando en las abras, sobre las lagunas. Las mujercitas delos cuatro ayllus y de todas las estancias lloriqueaban, oyendo las cornetas.

    Yasta pues vintiuchu! decan. Para Misitu es fiesta, dice van llevar a plaza grande; su rabiaseguro va llenar tomando sangre de endio puquio!Ay, Taitallaya! Capricho dice a tomado Kayau para botar Misitu de Koani en vintiuchu.Quien ser pues mamitay! Quien pues viuda ser! Quien pues en panten llorando estarvintiuchu!Cantaban los wakawakras anunciando en todos los cerros el yawar fiesta. Indios de Kollana, de

    Pichkachuri, de Chaupi, de Kayau, tocaban a la madrugada, al medioda, y mientras bajando ya alcamino, por la tarde. En la noche tambin, de los barrios suba al jirn Bolvar el cantar de los

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    wakawakras. Entraban en competencia los corneteros de los cuatro barrios. Pero don Maywa, de

    Chaupi, era el mejor corneteros. La casa de don Maywa est junto a Makulirumi, en la plaza. Porlas noches, temprano todava, alcaldes del barrio y algunos comuneros vecinos, entraban a la casade don Maywa. All chakchaban coca, y a veces don Maywa sacaba su botella de caazo paraconvidar. Un mechero alumbraba el cuarto desde una repisa de cuero de vaca. Entre copa y copa.Don Maywa levantaba su wakawakras y tocaba el turupukllay. El cuarto se llenaba con la voz del

    wakawakras, retumbaban las paredes. Los comuneros miraban alto, el turupukllay les agarraba,oprima el pecho; ninguna tonada era para morir como el turupukllay. De tarto en rato los otrosayllus contestaban.De los cuatro ayllus, comenzando la noche, el turupukllay, suba al jirn Bolvar, suba con el vientoel pukllay de don Maywa. En las tiendas, en el billar, en las casas de los principales, oan las nias ylos vecinos.Por la noche, esa msica parece de panten decan.S, hombre, hombre, friega el nimo.Nada de eso! No es la msica explicaba algn seor ilustrado. Es que asociamos esatonada con las corridas en que los indios es hacen destrozar con el toro, al comps de esamusiquita.

    S, Hombre. Pero friega el nimo, Debiera prohibirse que a la hora de comer no molesten de esamanera.Maricones! A m me gusta esa tonada. En un solo cuerno, qu bien tocan estos indios! replicaba alguien.Las nias y las seoras tambin se lamentaban.Que msica tan penetrante! Es odioso or esa tonada a esta hora.Se debiera pedir a la Guardia Civil que prohba tocar esa tonada en las noches.S. Y ya tenemos a la Guardia Civil desde hace aos.Esos indios se preparan el nimo desde ahora. Qu feo llora esa corneta!Me hace recordar las corridas.Ese cholo Maywa es el peor. Su msica me cala hasta el alma.

    La voz de los wakawakras interrumpa la charla de los Mistis bajo los faroles de las esquinas deljirn Bolvar; interrumpa la tranquilidad de la comida en la casa de los principales. Los muchachosde los barrios se reunan, cuando don Maywa tocaba.Parece corrida ya! gritaban.Toro, toro!Y aprovechaban el pukllay de don Maywa para jugar a los toros.A veces la corneta de don Maywa se oa en el pueblo cuando el cura estaba en la iglesia, haciendoel rosario con las seoras y las nias del pueblo, y con algunas indias de los barrios. El turupukllayvenca el nimo de las devotas; el cura tambin se detena un instante cuando llegaba la tonada.Se miraban las nias y las seoras, como cuidndose, como si el callejn o el barroso fueran abramar desde la puerta de la iglesia.Msica del diablo! deca el Vicario.

    Alguna noche tarde ya, cuando el pueblo quedaba en silencio, desde algn cerro alto tocabanwakawakras. Entonces el pukllay sonabaen la quebrada, de canto en canto, de hondonada enhondonada; llegaba al pueblo, a ratos medio apagado, segn la fuerza del viento.Oyes? Decan en la casa de los Mistis. Como llorar grueso es; como voz de gente.Lleno de la quebrada ese turupukllay! Por qu ser? Me oprime el coraznhablaban lasnias.Que msica perra! Revienta el alma! decan los principales.En los ayllus, los indios oan, y tambin comentaban.

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    Como don Maywa todava! Eso s, pukllay!Comunero Pichkachuri ser, seguro toro bravo rabiar, oyendo.Con el viento, a esa hora, el turupukllay pasaba las cumbres, daba vuelta a las abras, llegaba a lasestancias y a los pueblitos. En la noche clara, o en la oscuridad, el turupukllay llegaba como desdelo alto.

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    IV. KayauEl primer domingo de julio, por la tarde, entraron a la casa de don Julin Aragena los cuatrovarayoks de Kayau. El sol caldeaba las piedras blancas del patio. Los concertados de don

    Julin estaban sentados en los poyos de la pared de la cocina.Nos das! saludaron los concertados a los varayoks.Nos das! Dnde est taita patrn? La nia julia sali al corredor.

    Nos das, niacha. Kayau cumunkuna buscando taita patrn.

    Los varayoks se quitaron los lokos.

    Pap! Los varayoks de Kayau llam la joven.Don Julin sali al corredor, en chaleco y con un peridico en la mano.Siempre pues, taitay, tu parando por Kayau habl el varayok alcalde. Tu alfalfatambin, chacra, echaderos tambin, en tierra de ayllu Kayau pues, don Julin.Cierto.Por eso entrando por Misitu de Koani, para vintiuchu.

    Qu? Don Julin pareca asustado. Misitu es del monte.

    Nadie lo saca.Los varayoks rieron en coro

    hay emposible para ayllu, taitay. Capaz cerro grande tambin cargando hasta la mar kocha.Nuhaypara ayllu!Como a la chascha puniendo vamos arrear a Misitu.Ja caraya! Como pierro chusco va venir oliendo camino.Cojudeces de ustedes! Nadie saca a esa fiera de su querencia. Ni yo he podido!Comun, pues, patrn; as es Misitu de Koani.

    Encanto, encanto, diciendo Pichkachuri, taitay! Nu hayencanto, don Jolin. Todo aoganando Pichkachurien plaza. Grande pues puna echadero de Pichkachuri; mucho hay sallka enechadero de ayllu de Pichkachuri. Por eso ganado vintiuchu.AhuraKayau va echar Misitu de don Jolin en plaza. Mentira encanto! Sallka grande no mas esMisitu, enrabiado hasta corazn.Por eso queriendo para turupukllay.Kayau va ser premero en vintiuchu!Bueno, bueno! No me opongo. Pero advierto. Ese toro va destripar a todos los indios quevayan de comisin para traerlo de Koani.

    Alkno ms para cumunerokayau!El varayok alcalde sac una botella de caazo de uno de los bolsillos de su chamarra.Taitay, por tu Misitu tomar copita! le dijo a don Julin.Por tu ayllu Kayau, pues don Jolin! rog el Campo.Ya, ya! Pero uno no ms.

    El varayok alcalde llen la copita de porcelana que le alcanz el regidor. El regidor entreg la copaa don Julin.Bueno! Po vuestra suerte. Ojal Dios los proteja. Pobrecitos!Los concertados de don Julin, que estaban en el patio, oyeron el pedido de los varayoks.Hablaron.Cierto, pues, Kayau queriendo Misitu.

    Jajayllas! Dunde trayendo Misitu?

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    V. La circularUn mircoles por la maana, a mediados de julio, el Subprefecto hizo llamar al Alcalde y a losvecinos notables del puebloEl Subprefecto recibi a los vecinos en su despacho. A medida que iban llegando, les mostraba unasilla para que se sentaran. Cerca de las once, los vecinos haban ocupado ya todas las sillas y lasbancas del despacho. Eran como cincuenta.El Subprefecto, de espaldas a la mesa, se cuadr con un papel en la mano y empez a hablar:Seor Alcalde y seores vecinos: tengo que darles una mala noticia. He recibido una circular dela Direccin de Gobierno, prohibiendo las corridas sin diestros. Para ustedes que han habladotanto de las corridas de este pueblo, es una fatalidad. Pero yo creo que esta prohibicin es en biendel pas, porque da fin a una costumbre que era un salvajismo, segn ustedes mismos me haninformado, porque los toros ocasionan muertos y heridos. Como ustedes se dan cuenta, yo tengoque hacer cumplir esa orden. Y les aviso con tiempo para que contraten un torero en Lima, siquieren tener corrida en fiestas patria. La circular ser pegada en las esquinas del jirn principal.El Alcalde mir asustado a los vecinos; los vecinos se levantaron de sus asientos y miraron alSubprefecto. No saban que decir.No habr corrida en la plaza de Pichkachuri? No haber chocln para que se ocultaran los

    indios? No haber paseo de enjalmas entre cohetes y msica de wakawakras, cachimbos ycamaretas? No haber dinamitazos para los toros ms bravos? Ya no entraran a la plaza loscholos de Pichkachuri y Kayau, con sus ponchos de capa, a parar firmes frente a los toros bravos

    de Koani y Kellkata? Y entonces Cmo iba a ser la corrida? Dnde iba a ser? La gente dePuquio iba a reunirse en Pichkachuri, indios y vecinos, para ver a un solo torerito en la pampa del

    barrio, haciendo quites a los toros de Koani?

    Don pancho levant el brazo, como sealando el asiento del Subprefecto.Seor dijo, cmo va a ser eso! Hay apuesta pendiente para este ao entre el barrio deKayau y Pichkachuri. Y al Misitu de don Julin lo van a traer los indios de Kayau.

    Aunque sea el otro ao, pues, que prohban la corrida.Haremos reclamo entre todos los vecinos.

    Seguro tambin el diestro no sabe torear en Pichkachuri.Y todos los principales amigos de don Pancho hablaron seguido. Cuando don Pancho empez, ya niuno se qued sin hablar.Pero el grupo de vecinos ms notables y amigos de las autoridades, levantaron fuerte la voz, ya alltimo, viendo que el Subprefecto miraba con rabia a don Pancho Jimnez.No, seor Subprefecto! Los vecinos conscientes estamos con la autoridad! La corrida dePuquio es deshonrosa para nuestro pueblo. Parecemos salvajes de frica y nos gozamos con estoscholos que se meten entre las astas de los toros, sin saber torear y borrachos todava donDemetrio Cceres avanz hasta la mesa del Subprefecto. Se haca el rabioso. Yo he estado en lascorridas de Belmonte en Lima y he gozado con su arte Aqu hay que ensear a la gente que sepanver toros y corridas civilizadas. Todos estos vecinos que me rodean son los que van a Lima, sonms instruidos. Y apoyamos al Gobierno. S, seor.

    Y sigui hablando largo rato, porque el Subprefecto le aprobaba moviendo la cabeza. Y todos losvecinos, comenzando por los ms propietarios, se fueron reuniendo a su lado, junto a la mesa dela autoridad. Cuando don Demetrio Cceres se call, don Pancho estaba lejos, cerca de la puertade salida; ah estaban con l los puquianos menos principales y menos amigos del Subprefecto; seempujaban para acercarse a los vecinos notables, pero los otros miraban como asqueados a donPancho, daban codazos y queran hacerse ver con el Subprefecto como gente partidaria de donDemetrio.

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    Seor Subprefecto! Llam don Pancho, desde lejos, capaz he faltado a la autoridad, perono es para que se arrimen y me empujen a la puerta. Don Demetrio Cceres, es pues bien ledo yse queda en Lima meses de meses; el Alcalde Antenor, don Jess Gutirrez, don GregorioPalomino, don Jorge de la Torre tambin son los ms principales de Puquio. Pero valgan

    verdades ante todo, ellos se gozan igual que nosotros en las corridas de Pichkachuri; se ren contoda la boca cuando el toro retacea el pantaln de un indio borracho. Acaso entienden primero ala autoridad. Quien pues no va a obedecer al Gobierno! Pero este ao Kayau va traer Misitu, y

    hay apuesta de dos barrios; corrida grande va ser, por eso no mas he rogado, y otros tambin.Pero obedeciendo a la autoridad todos somos obedientes, seor Subprefecto. Y no hay para questar rabiando!Claro, seor Subprefecto!Mire usted pues bien!Todos los que estaban junto a la puerta hablaron, reclamando, mostrando su obediencia.Bueno, seores vecinos. Estamos de acuerdo dijo el Subprefecto. Que el Concejo Provincialtome las medidas convenientes sobre la corrida, acatando la circular. Yo no tengo nada ms quedecir. Y pueden retirarse.No pues! Habl don Pancho. Seor Supre, ya que estamos reunidos siquiera una cervecita

    nos tomaremos!Se tomar champaa, seor Subprefecto! grit don Demetrio, como resondrando a donPancho y a sus partidarios.Esta bien, don Demetrio, no es para calentarse! Cada uno ofrece segn su bolsillo.Tendr usted la bondad de acompaarnos, seor Subprefecto, al billar.Claro, seor Alcalde! Aqu no hay comodidades.El Subprefecto, don Demetrio y el Alcalde avanzaron hacia la puerta, los otros vecinos abrieroncalle para ellos. Y todos salieron tras de la autoridad.En la plaza, frente al cuartel, se haba reunido un grupo de mestizos y de indios. Cuando losvecinos salieron al corredor de la subprefectura, los cholos y los indios se separaron en tropitas; yvieron a los vecinos atravesar la plaza y entrar al Jirn Bolvar.

    Caray! Algo pasar, seguro dijo uno de ellos.Disimulando de tres en tres, de cuatro en cuatro, los mestizos tomaron la delantera y se dirigieronal jirn Bolvar. Tras de ellos siguieron los comuneros, en tropa.Los vecinos entraron a la cantina del billar, pero don Pancho y un grupo de principales sequedaron en la calle, porque la tienda no alcanzaba para todos.Seor Supre! A su salud nos tomaremos una cervecita en mi tienda. Se queda usted bienacompaado grit don PanchoSigan, seores. Siento no estar con todos contest el Subprefecto.Y entonces, algunos que ya estaban en la tienda del billar salieron para irse con don Pancho. Losvecinos quedaron as en dos bandos. Con don Demetrio Cceres y con don Pancho.En el billar, empez a hablar don Demetrio:A veces, seor Subprefecto, tenemos que ceder nosotros a los deseos de los puquianos

    atrasados. Pero con una autoridad como usted, ya es distinto. Nos sentimos apoyados yencaminados a la civilizacin.S, s! Claro, claro!Es verdad.As es.Con veinte subprefectos como usted se podra civilizar al Per rpidamente. Necesitamos deautoridades que vengan a ensearnos y que estn resueltas a imponer la cultura del extranjero. Enestos pueblos, seor Subprefecto, vivimos todava en la oscuridad. Ni qu hablar de nuestro

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    atraso! Y toda buena costumbre la echa a perder aqu, el medio, los cholos y algunos vecinos quetienen el indio adentro. No ve la corrida? Aqu se hace con wakawakras, con dinamita, con lanza,

    en una plaza que es un pampn. Y qu! No hay pasodoble, ni marcha, ni capas de colores, nibanderillas. Puro indio! Huaynos, ayarachi. Y cholos borrachos. Y viendo eso, diga, seorSubprefecto, Quin no se malogra? Y as es toda fiesta, fiesta de religin o patritica. Igual. Poreso, una autoridad como usted es la salvacin.Claro!Mire usted, pues, bien, seor Subprefecto!Muy bien, muy bien! Felizmente en la costa ya no hay nada de eso. All, la civilizacin ya es unhecho. Y yo los ayudar con toda voluntad. S que habr dificultades; el oscurantismo es difcil devencer. No ven que ese otro grupo es ms reacio? Ahora se emborrachan, y lloraran por lacorrida.No les haga caso, seor. Son ignorantes y cobardes. Pero obedecern, tranquilos.Ya s, ya s! Pero veo que tiran mas para el monte.Y que sirvan el champaa! Rpido! don Demetrio golpe el mostrador.Don Norberto, el dueo del billar, se asust cuando oy pedir diez botellas de champaa.En la tienda de don Pancho Jimnez haba ms bulla que en el billar. La mayor parte de los vecinos

    hablaron all en tropel. Frente a la puerta, casi llenando la calle, chalos y comuneros oan, y ellostambin hablaban.Cmo va a ser la corrida sin el Kencho gritaba don Pancho. As es que no van a entrar elHonrao, el Tobas. El Raura? Cmo va ser, si no hay dinamita, si no hay enjalma? Cojudeces no

    ms! Quin torerito va entrar a la plaza de Pichkachuri? Como un tankayllu bailar en la plaza,

    como saltamontes se perder.A ver? Pichkachuri es para que entren cien, doscientos indios a torear. Tocando Wakawakras,haciendo reventar dinamita. Cmo un blanquioso va entrar a la plaza de Pichkachuri? Se

    orinaran de risa los indios.

    No! No! Telegrafiaremos a Lima Rogaremos al gobierno

    Y ahora todava! Cuando Kayau est rabioso por traer al Misitu.Eso es fregar!Y don Demetrio se hace el extranjero. Seguro su alma est llorando por la corrida. Ay, como va

    a ser sin el Honrao,est diciendo en su adentro. Pero en el despacho del Subprefecto parecelimeo prisionero en Puquio.por que sern tan aduladores y maricones.Y carajo!, ahora los Kayaus lo van a saber, y capaz ni van por el Misitu.

    No diga!Un pisco, kanras!Que pisco! Caazo! Trago quiero!Caazo!Qu tendrn que meterse en las cosas de los pueblos? Pero uno pide en memorial reclamo

    verdadero para el pueblo y ni miran el papel!Oiga don Pancho! Capaz no podemos.Capaz no hay corrida!Los chalos y los comuneros oan. Se machucaban ya junto a la puerta.Que ser ha habido!Gobierno habr mandado para que no haya corrida.Taita! Qu me dice patrn don Pancho? Nuhay corrida, dice?Pregunt un comunero.

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    Don Pancho sali a la puerta de la tienda. Habl desde all:No hay apuesta con Kayau! No hay necesidad Misitu, ni toros de Koani. Hay que traer novilloms bien para torerito limeo. Gobierno dice no quiere que natural capee. Ahora se ha acordadodice de su natural que sufre en la corrida del 28. Carajo! Ya no hay corrida, ni enjalma, nibarreras, ni dinamita! Traigan novillos, lecheras, dice, hay que traer torero limeo! En la orejitanos pondremos clavelinas para ir en corrida del 28.Cuando estaba hablando salieron del billar los otros vecinos. Viendo al Subprefecto los mestizos sefueron, casi corriendo, calle abajo. Los comuneros se arrimaron a la pared.Viene el Subprefecto!Viene el Subprefecto!Los vecinos se revolvieron en la tienda de don Pancho. Don Pancho se acerc al mostrador.Que tanta tembladera! Ms caazo!El Subprefecto lo encontr con medio vaso de aguardiente en la mano.Qu pasa aqu? Qu tanta bulla? pregunt.Don Pancho estaba ya chispo. Tras el Subprefecto se alinearon el Alcalde, don Demetrio, don JessGutirrez Los ojos de todos ellos miraban a don Pancho, como se fuera perro sucio.

    No hay bulla, seor Subprefecto! Aqu estoy notificando que en Pichkachuri va torear diestro

    limeo, que nuestro gobierno tiene pena de su natural.Quin le ha ordenado notificar?No puedo notificar Estoy avisando. Nuestra corrida de Puquio estamos despidiendo concaacito. El gringo don Cceres ha convidado su champan por el torerito limeo. No es paracalentarse. Cada uno hacemos segn su conciencia.Nada de insultos! No tolero, seor Subprefecto! don Demetrio avanz hasta el umbral de latienda, se cuadr junto al Subprefecto, y quebrantando su cuerpo, mir a don Pancho.Chusco carajo! Adulete! don Pancho apret el vaso y tir al aguardiente a los ojos de donDemetrio Cceres. Son todava el trago en la frente del vecino, chorre a la camisa y lleg hastael suelo.

    El Subprefecto subi a la tienda y atropell a don Pancho.Pega no ms seor autoridad. Con usted no me meto dijo ste, tranquilo.Levant los brazos para taparse la cara. Los otros vecinos salieron de la tienda, disimulando. En lacalle, la gente corra hacia la puerta de don Pancho. Llegaron los guardias civiles, se abrieroncampo y entraron en la tienda.Lleven a ese cholo a la crcel! Orden el Subprefecto.Cuando los guardias estuvieron arrastrando a don Pancho, ya en la puerta de la tienda, donDemetrio le dio un puntapi en la nalga. El Subprefecto grit desde la puerta:Y despejen, guanacos! Fuera!Toda la gente corri, calle arriba y calle abajo.Cholos estpidos! Salvajes!S seor! Son unos brutos.

    Unos salvajes!Vergenza de Puquio!Don Antenor Miranda, don Jorge de la Torre, don Jess Gutirrez hablaron rpido; ellos tambinsacaban el pecho, como el Subprefecto, y miraban asqueando a la gente que hormigueaba en lacalle y sala en tropel del jirn Bolvar a las otras calles.A don Pancho le llevaron del brazo, los dos guardias. Los cholos y algunos vecinos lo mirabanasustados, como preguntando.Por defender a Puquio voy preso!

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    Cllese! le gritaban los guardias.Y lo empujaron al patio del cuartel. En el patio se soleaban los cuatreros indios, cholos acusados

    de asesinato, de violacin, de faltamente a la autoridad. Todos se pararon viendo entrar a un Mistipreso.Carajo! Me enredar en las tripas de ese adulete! Algn da!Por el jirn despejado ya, el Subprefecto y los vecinos notables volvieron a la plaza. Por las cuatroesquinas llegaban indios, vecinos y algunos chalos, pero vean al Subprefecto frente al cuartel, y seregresaban, como si estuvieran perseguidos. Otros se paraban un rato en el filo de la esquina,miraban la subprefectura, y se ocultaban.Estos pueblos son una porquera! Con razn nos ganaron los chilenos. Aguaitan comoguanacos dijo el Subprefecto.S, seor! La cobarda de los indios se mete en la sangre de uno.Verdad, seor Subprefecto! Bien hicieron los yanquis en exterminar a la piel roja.En ese momento el juez y dos escribanos salieron del Juzgado; vieron a los vecinos reunidos en elparquecito, frente al cuartel, y si dirigieron al grupo.Cuando el juez estaba saludando a los vecinos, desde la puerta del cuartel lleg un grito fuerte:Me zurro en Demetrio Cceres, carajo!

    Ese Pancho Jimnez es el nico que tiene boca. Sargento! Haga callar a ese hombre, o lo rajo.Estuvieron esperando un rato. Don Demetrio quera or si don Pancho se quejaba; Ya lo estarnpateando. Lo estarn tumbando deca en su conciencia.

    Buenos seores, los dejo. Supongo que a la tarde sesionar el Concejo.

    El Subprefecto salud a todos y se dirigi a su despacho.Los vecinos, ya solos, se miraron con desconfianza, cada uno, calculando la conciencia del otro.Don Antenor habl el primero.En serio, nuestra corrida es un atraso. Pero difcil va a ser convencer a la indiada.Pero el Municipio tiene que acatar la ley y prohibir la corrida en Pichkachuri. El Gobierno es elGobierno!

    Claro!Claro!Quien dice que no!Y don Pancho?El Subprefecto se encargar de ajustarlo.Har citar para las 9 p.m. Sera bueno que fueran todos los vecinos, y el seor cura tambin dijo el Alcalde.S. Que se comprometan todos los vecinos a apoyar la circular.Hasta luego, seores.Hasta luego.Todos vivan en el jirn Bolvar, pero se separaron. No queran hablar ya ms entre ellos. Y llegaronal jirn Bolvar unos tras de otros.

    * * *

    Por la noche, en el corredor de la municipalidad, alumbraba una lmpara de gasolina. Los farolesde las esquinas de la plaza apenas aclaraban el blanqueo de las paredes; la gente se vea, en esaluz, como sombras. Los faroles de kerosene aumentaban la oscuridad en el centro de la plaza. Laluz del municipio pasaba por alto, como saliendo por un ventana, llegaba a la torre y a la cumbrede la iglesia; la cruz de acero de la iglesia se vea a claro, el trapo blanco que colgaba de uno de susbrazos temblaba con el viento.

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    Los vecinos suban al municipio por ambas gradas, viniendo por la esquina del jirn Bolvar y delbarrio de Kayau. Algunos vecinos conversaban en el corredor, bajo la lmpara. Desde la plaza se

    vea hasta el color de la corbata o del pauelo que tenan en el cuello. Levantaba sus bracitos; aveces se daban una vuelta, hablando, y se paraban despus frente a los otros, mostrando el pechoy la barriga. Don Antenor sala y entraba, del corredor al saln municipal.

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    Cuando el vicario lleg al corredor, don Antenor le dio la mano, agachando el cuerpo. Tras elvicario entraron todos al saln de sesiones.El saln municipal de Puquio es grande, cincuenta sillas caben a lo largo. En la cabecera delestrado hay un saln y all est el despacho municipal. Una mesa de cedro, el asiento del Alcaldeque es una silla grande, como un trono, forrada de cuero. Y a la derecha e izquierda del sillnmunicipal otras sillas de cuero, mas chicas, para los concejales. Un retrato del Presidente de larepblica cuelga de la pared cabecera; a la derecha de ese retrato, hay un cuadro simblico de laguerra con Chile, pintado por Narciso Cueva, un indio de los pueblos del interior.El alcalde y los concejales se sentaron en sus sillas de cuero, los otros vecinos en las sillas demadera, unos frente a otros, a todo lo largo del saln. Uno de los concejales cedi su asiento alVicario y baj a sentarse entre los vecinos.Dos lmparas de gasolina alumbraban con fuerza toda la sala.El Alcalde se puso de pie, y habl:Seores concejales, seor Vicario, seores contribuyentes: estn ustedes enterados de lacircular del director de Gobierno prohibiendo las corridas sin diestros. Hemos convocado estecabildo, para que todos se comprometan a respetar la circular y para acordar sobre la corrida.Queremos tambin or el concejo de nuestro Vicario Forneo.

    Pido la palabra.El seor vecino notable Cceres tiene la palabra.

    Nuestro gobierno, seores, cumpliendo su llamamiento de proteccin al indgena desvalidoy de retrasado cerebro, ha dictado esa inteligente medida. No podemos estar en desacuerdocon esa circular que extirpa de raz un salvajismo en nuestro pueblo. Yo pido que el Concejoenve un telegrama de agradecimiento al seor Director de Gobierno por ese mandamientoque protege la vida del indgena. Y que libra a Puquio de un salvajismo.Don Demetrio mir a todos los vecinos, como desprecindolos. Y se sent.Los vecinos aplaudieron.Queremos or el consejo de vuestro Vicario pidi el Alcalde.El Vicario se par, y ocultando sus manos en las mangas de su sotana, como si estuviera en el

    plpito, habl.Seor Alcalde, seores vecinos: ustedes pues saben que he sido indio Karwanka. El santoobispo de Ayacucho me recogi por caridad y me llev al seminario. Pero en mi corazn sigoqueriendo a los indios, como si fueran mis hermanos. Las corridas de Pichkachuri siempre han

    sido, pues, una ofensa al Seor. Los seores vecinos, con perdn sea dicho, gozaban de unafiesta de Satans. Dnde se ha visto que haga entrar a indios borrachos contra toros bravos,en el deseo de gozar viendo destripar a un cristiano? Aqu, en nuestros pueblos, se ha vividoofendiendo a nuestro Seor, al Nio Jess, patrn del pueblo, de esa manera. Por eso laprohibicin del Gobierno es santa.Pero don Pancho Jimnez quiere la corrida! grit don Demetrio Cceres.Olvidemos a los hijos malvados. Ya l comprender su ceguera.Pero el cabildo debe aprobar el pedido del seor Cceres. Es mi opinin de sacerdote.

    Viva el doctor Salcedo!Vivaaa!

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    Seor Cceres, hganos el honor de redactar el telegrama pidi el Alcalde.Don Demetrio subi al estrado y reemplaz al secretario.Mientras don Demetrio escriba, don Julin Aragena pregunt desde el extremo del saln.Seor Alcalde, va a haber o no va a haber corrida?S, seor. El Concejo contratar un diestro en Lima.Y cmo va a ser la corrida? Los indios van a mirar noms? Y las enjalmas? Y la dinamita? Elayllu de Kayau? En silencio no ms va a ser la corrida?Don Julin! Le ruego no contradecir al gobierno.Que contradecir! Yo no soy don Pancho Jimnez. Yo habl aqu. He dado mi toro al ayllu deKayau y quiero saber.

    Los ayllus van a ser de toros, como siempre don Julin. Pero la corrida va a ser moderna.Don Julin se rio fuerte, hasta que retumb la sala.No diga seor Alcalde! Si por milagro traen al Misitu, Cmo va a encararle un torerito? Aver? Qu dicen, seores vecinos?Don Demetrio se levant y avanz hasta el extremo del estrado.Seor Alcalde! Hay que dejarse de atrasaras. No hay toros para un diestro limeo. El Misitu esun pobre gato comparado con los torazos de Mala. Usted ha visto a esos toros en Acho. Don

    Demetrio se orinar, en primer lugar, cuando vea al Misitu. Y mi toro destripar a cualquiertorerito

    Seor Aragena! Contest el Vicario mediante la conciencia de don Antenor y de donDemetrio. Eso es cuenta del diestro. Pero el municipio, en su deber, har muy bien contratandoal torero. Que el seor Cceres se sirva leernos el telegrama. Yo les ruego calma.Bueno, bueno! Lo que tiene que suceder suceder. Y don Julin se alz de hombros.Don Demetrio ley en voz alta:El Alcalde, Vicario y vecinos notables de esta ciudad agradece a usted y le felicitan por medidacontra las corridas sin diestros, en defensa pueblo indgena desvalido.

    No me convence don Julin hablaba en voz baja; algunos vecinos movan la cabeza,aprobando lo que don Julin deca. Pero todos firmaron el telegrama.

    Firmaban y salan, apurados. En la plaza, junto a las gradas, se encontraban con un pueblo deindios, de chalos y escoleros.Taitay, taitay! llamaban los indios. Pero los vecinos bajaban a carrera las gradas, se abrancampo, y pasaban rpido entre la gente, como escapando.Cuando baj don Julin, los indios de Kayau se acercaron ms a las gradas. Llegaron a alinearse

    sobre el primer escaln. Tras de los Kayaus hablaban los Pichkachuri, los Kollana y los Chaupis,

    en la oscuridad. El Farol de la esquina no serva, su luz no llegaba ni a la pila que hay frente a lacrcel. La indiada llegaba ya hasta la pila grande; parados sobre el cao de fierro y en la base decemento miraban la puerta del saln municipal; como en procesin de Corpus se arremolinabanfrente a la alcalda.Caragu! Nu ser! hablaban.Nuhay pukllay! dicen. Nu ser!

    Don Julin baj las gradas, se ajust el sombrero y sigui, tranquilo; otros principales seregresaron, oyendo a la indiada. Taitay patrn! Avisando pues! Gubiernos, un quiere, dice turupukllay en Pichkachuri lepreguntaron a don Julin.Ar!Los varayoks de Kayau subieron una grada ms.

    Misitu llegar, don Jolin. Sempre ser pukllay, werakocha.

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    cada capeador extranjero va ser; torero extranjero va venir con su banderilla. Taitay Alcaldetraer para 28 contest don Julin.Nu ser don Jolin! Misitu es para ayllu KayauKankampukllay! (habr corrida) don Antenor grit desde la puerta del municipio. Baj lasgradas y mir, suplicando, a don Julin.Hay que decirles que va a haber corrida, seor Aragena.Corrida igual que todos los aos. Usted no sabe que esos indios son unos salvajes?Cumunkuna!Don Antenor habl en quechua largo rato.Est bien taitay Alcalde!Est bien!Est bien!Por la esquina de Kayau, llenando la calle, como tropa grande de ganado, los puquios salieron de

    la plaza.Los Mistis se miraban.Nada, nada, don Antenor!Hay que sacrificarse, seores, no hay que desanimar. Ya se arreglar. Y en nombre del cielo, le

    ruego, don Julin habl el vicario.Cuando los vecinos principales estuvieron saliendo de la plaza, desde los cuatro ayllus cantaron loswakawakras.En la plaza oscura, en el pueblo tranquilo ya, el turupukllay reson, como vientosoplaba en las calles. Era el pukllay del 28! En lo hondo de la conciencia de don Demetrio, de donAntenor, de don Julin se levant la alegra, y anduvieron ms rpido. La alegra de ver alKencho, al Honrao, resondrando al toro, mostrando el pecho.

    De algunas tiendas del jirn Bolvar sala la luz blanca de lmparas hasta la calle. Bajo los faroles delas esquina haba una sombra redonda; cuando llegaba el viento, la sombra daba vueltas. Elblanqueo de las paredes junto a las faroles, se vea desde lejos, hasta con las rajaduras que lehicieron los aguaceros. Pero el jirn de los Mistis estaba en silencio.En la plaza de Kayau, de Pichkachuri gritaban los sapos. Todo el ayllu estaba ms oscuro. Y de all

    cantaban los wakawakras, a rato lloraban fuerte; sala el canto como del corazn de la plaza,parece de dentro de la capilla, y llegaba hasta rio grande.En Puquio est fuerte el preparativo para el 28 decan los Mistis que dorman en lashaciendas.Kayau, Pichkachuri, dice van pelear vintiuchu! hablaban los concertados de las haciendas,junto al rio grande.Que Que pueblo de indios!El capitn Jefe Provincial y el Juez de Primera Instancia maldecan a Puquio.

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    VI. La autoridadEl Subprefecto vio, desde el corredor de su despacho, entrar a la indiada de los barrios a la plaza;llegar en tropas grandes, hablando entre todos, y reunirse al pie de la alcalda. El Subprefecto sepaseaba en el corredor, pensando. De rato en rato se levantaba la voz de la indiada, desde laplaza. Los farolitos de las esquinas daban un poco de luz sobre los indios que llegaban; eran comotropa cerrada, ni las cabezas se vean; avanzaban en la pampa, como resbalando hacia la alcalda.Esto es un cinema! Parece pelcula!No tena miedo. No vea la gente, no entenda lo que hablaban.

    Es puro ganado!En el corredor iluminado de la alcalda, tambin, como en una pantalla de cine, hablaban losvecinos. Al pie de la lmpara se juntaban, de tres, de cuatro, moviendo sus bracitos; el paueloque muchos tenan en el cuello flameaba a ratos con el viento. Cuando el Vicario lleg, su sotananegra hizo sombra sobre la pared caleada del corredor. Ante el cura inclinaron sus cuerpo losvecinos; y tras de l entraron al saln municipal. Despus, el viento hacia llegar la voz del cabildohasta la subprefectura. De lo que dijo el cura, de lo que dijo don Antenor, se oyeron palabrassueltas; pero la carcajada de don Julin llen toda la plaza, levant eco en el atrio de la iglesia. Losayllus hicieron bulla en la plaza cuando oyeron la risa de don Julin.El Subprefecto miraba el pueblo desde los balcones de su despacho, como si estuviera en sueos.En el cielo oscuro, silencioso, brillaban una cuantas estrellitas; los ladridos de los perros de los

    cuatro ayllus parecan venir del cielo alto, negro. En la plaza grande, con sus cuatro faroles deKerosene, flameando chiquitos en la oscuridad, la indiada esperaba junto al muro de la crcel. Elcorredor del municipio, con su blanqueo iluminado por la lmpara de gasolina, pareca colgado enel aire, sobre la tropa de los indios.Pueblos como de otro mundo! Slo la necesidad, la plata, puede traerlo a uno a sufrir estacochinada exclam el Subprefecto.La voz del Sargento interrumpi sus lamentos.Seor Subprefecto! Puedo hablarle? le pregunt.Pase Sargento. Aqu estoy viendo el cine.El Sargento lleg junto al Subprefecto.Usted es serrano, Sargento.No, seor Subprefecto, soy arequipeo.

    L e gusta este pueblo.Que me va a gustar! Qu indiada ms fea haba tenido! Ah no s que estn acordando. Nosera conveniente sacar los caballos? stos por cualquier cosa se levantan. Yo he estado cerca de laindiada, se mueven como el agua de las lagunas, de un canto a otro canto.Ahora no, Sargento. Ah dentro est el cura, el Alcalde, todos los gamonales, don JulinAragena. Que van a levantarse! Rogaran ms bien para que haya destripadera el 28 Qu leparece nuestra patria? Es una gran vaina! Pero tambin que otra cosa puede dar esta tierra, mireque cielo para feo, que pueblo ms triste. A veces se me pone negro el humor entre esos cerros. Y

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    pura aulladera de perros; y cuando no los perros, esos cuernos que los indios tocan como para dade difuntos, o sino el viento que grita en la calamina. Es una vaina! O a usted le parece bien?Que va seor! Pero a m me friega tambin el disimulo y la prosa de estos gamonalcitos.

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    Tiene usted razn. Unas veces me dan ganas de rajarlos a vergazos. Roban, chupan, engordan,desuellan a la indiada, y vienen al despacho, Ay seor Supre! con la cara de lloriqueo, de

    misericordia. Y si pudiera matarlo a uno con que ansias lo haran! Qu vaina es sta!Slo el Pancho Jimnez es guapo. Y tambin ese animal de la Aragena.Ah, cierto! El Pancho Jimnez! No s qu hacer con ese bruto.Cuando lo veo se me despierta la gana de echarlo como a perro rabioso, para que friegue alMiranda, al Fernndez, al Cceres a todos estos sucios que se las dan de gente decente. Perootras veces quisiera morderlo.Cuando estaba conversando, se llen la puerta del municipio con los vecinos que salan.Vaya, Sargento! Vigile!El Sargento baj las gradas a trancos, y corri hasta el centro de la plaza, donde estaa la guardia.Pero despus que el Alcalde explic en quechua a los ayllus, garantizndoles el turupukllay, laindiada se moviliz a las esquinas. La vos de los indios se oa en la subprefectura como murmullogrueso que pareca sonar dentro de la tierra.Se fueron por las cuatro esquinas a los barrios. Un hombre apag la lmpara del municipio, ydesaparecieron el techo de la iglesia, la torre de piedra, el corredor de la municipalidad. ElSubprefecto pestae, para acomodar su vista a la oscuridad. Y claro, limpio, el agua de la pila

    empez a cantar en la plaza; los grillos que dorman en los romnzales, tras de la subprefectura,hicieron or su grito. Los pasos de los guardias sonaron en el suelo, acercndose al cuartel.Ya no hay nada, seor Subprefecto. As son estos cholos, arman su bulln y despus desparecendijo el sargento, de vuelta, en el corredor.No le dije? Si no conocer yo a mi gente!pero se ha quedado difunta la plaza.Todo es igual aqu! Mire ahora la plaza, mire el cielo, mire este corredor. Las estrellas seseparan en el cielo de legua en legua! Este corredor largo, como cajn de muerto! La plaza pareceel retrato del cielo. Y todos los indios tienen metido en el cuerpo el silencio de esos cerros, delcielo, de la plaza, de toda esa vaina! Y cuando gritan, gritan feo, y se callan de repente. OigaSargento! Trigame a es Pancho Jimnez! Aqu tenemos un poco de pisco. Le haremos hablar a

    ese cholo A ver si pasamos un buen rato! No le parece?Buena idea seor! Para rematar este da pesado.El Subprefecto abri la puerta de su despacho y prendi un fsforo para alumbrarse. A tientas, conel fsforo en la mano, avanz hacia la mesa; cuando llego al alfombrado del escritorio se apag elfsforo. Prendi otro, y pudo alcanzar el candelero de dos brazos que haba en un extremo de lamesa. La luz de las velas tambaleo un instante, como si las llamitas fueran a desprenderse delpabilo, y despus se afirmaron y empezaron a crecer. Apareci, bien claro, el cielorraso de telablanca, con las manchas redondas que dejaron las goteras de la lluvia; el retrato del Presidente, lossillones en fila, casi hasta el extremo de la sala, donde ya no llegaba la luz de las velas. Echandoajos, el Subprefecto se sent en su silln, tras la mesa.Puquio! Pueblo e porqueras!Y cuando estaba maldiciendo, desde los cuatro ayllus, la voz de los wakawakras subi a la plaza,

    entr a la subprefectura, y cada vez ms claro, mas fuerte, la tonada de yawar fiesta creca en elpueblo.Maldicin! Estos indios desgraciados?Sinti los pasos del Sargento y de don Pancho en el corredor.Entren!

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    Con el sombrero en la mano y los pelos sobre la frente, don Pancho entr al saln.Buenas noches, mi seor Subprefecto! salud.Pase aqu. Acrquese! Usted tambin Sargento.Don Pancho hizo temblar el piso de tabla con su andar; se sent en la primera silla, junto a la mesadel Subprefecto. Con las manos en las rodillas, sin apoyar el cuerpo en el respaldo de la silla, comotoda persona respetuosa de la autoridad, mir desconfiado al Subprefecto.Aqu estoy, a su mandar.El Sargento se sent junto a don Pancho.Porqu es tan feo su pueblo, don Pancho? pregunt el subprefecto.Don pancho tranquiliz su espritu. La voz del Supre era amistosa, mucho ms que cuando hablabacon don Antenor.Segn, seor Subprefecto. Como pues no va a ser feo para usted! Usted es nacido en un pueblode la costa, as como tambin el seor Sargento es arequipeo. Para don Demetrio es pueblobasuriento. Pero yo soy pues de aqu, mi cuerpo a crecido en este aire; para m, valgan verdades,Puquio no es feo. Yo he probado a vivir en otros pueblos, pero no se puede. Como usted, tristeviva.Y don Antenor?

    Para qu sirve ese seor! No es verdadero, su alma en Lima, pero su panza en Puquio. Es unmaldecido.Y usted?Yo soy puquio, seor, vecino nacido en Chaupi, para su mandar.No le friegan esas cornetas de los indios?Ese es pukllay, seor! Ni enterrando el pueblo con todos los cerros hara usted callar a loswakawakras. Yo no soy adulete, como don Demetrio y don Antenor. Usted me ha Honraohacindome traer a su despacho; yo no he venido a joderlo con mis adulaciones y chismeras,como los seores vecinos alimeados. Puquio es turupukllay! Acaso es jirn Bolvar. Mi tienda esall, soy vecino principal. Pero hay que ver, seor!Primero tomar usted una copita. Saque copas de la alacena, Sargento, y el pisco tambin.

    A don Pancho le pareca mentira estar en confianza con el Subprefecto. Crey que pasara la nochecaminando en el corral de la crcel, junto a los caballos de los civiles. Desde el corral haba odola bulla que hicieron los ayllus en la plaza, la voz de los indios, haba odo tambin la carcajada dedon Julin. Y cuando estaba pateando el suelo de rabia, cuando su corazn estaba sofocndose,presintiendo lo que haba pasado en el pueblo, lo llam el Sargento para llevarlo al despacho delSubprefecto. Quien, pues, iba a creer que era para tomarse un pisco con la autoridad, como entreamigos de confianza!No merezco el honor seor Subprefecto. Yo tambin corresponder, siempre! Alguna vez.Caray!El Sargento sirvi en vasos el pisco. Para don Pancho le llen ms de medio vaso.Al terminar, don Pancho!Cmo no, seor!

    Sin respirar siquiera, don Pancho volte su vaso; y como para dar trmino al trago, golpe la mesacon el asiento del vaso. El Subprefecto y el Sargento celebraron el ademn, rindose fuerte.Claro seor! Yo correspondo.Ahora siga, don Pancho.Yo le digo, seor Supre, que la indiada es el pueblo, el Puquio verdadero. Acaso es donAntenor, caminando blandito, apuntalndose con su bastn, cariando a sus callos?

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    Cmo va quitar el Gobierno la corrida de Pichkachuri? De casa en casa por los cuatro ayllus,

    tendrn que ir los civiles quitando loswakawakras; tendran que subir estos cerros y entrando alas chukllas, quitar los wakawakrasde los indios del alto. No estn oyendo seor? A ver, parenun rato!... Ese pukllay que suena lejos, que baja, como de los luceros, es de los comuneros del alto.Tendran que hacer parar el corazn de todos los puquios para que no canten los wakawakras!

    Hasta el callo podrido de don Antenor sabe eso. Pero l se hace el santito, mejor dicho, y con elperdn de usted, se hace el gevn. Le aconsejan mal a usted, seor! Aqu en la sierra, la fiesta,toda clase, de santos y de la patria, es de la indiada. Los vecinos sern platudos, les sacaran el almaa los indios. Pero si hay fiesta en el pueblo, es de los ayllus. Ellos hacen las andas de los santos,ellos revientan los castillos, ellos riegan con flores las calles para que pase la virgen o el Patrn depueblo. Los vecinos engordamos no ms. As es la vida en la sierra, seor. Valgan verdades!Hasta tiene razn. Yo he estado en ms de cien pueblos, desde guardia hasta Sargento, y lo quedice don Pancho es la pura verdad.El Sargento se puso de pie.Ya le dije a usted, seor. Este don Pancho es verdadero.El Subprefecto tambin se puso de pie; entonces don Pancho se par, respetuoso, agarrando susombrero con las dos manos.

    Antes de que yo hable, nos tomaremos otra.Cada quien con la suya y salud!Volvieron a vaciar sus copas. Don Pancho golpe otra vez la mesa con el vaso.sentaos, frase de Plinio dijo Subprefecto.El Sargento y don Pancho comprendieron la invitacin, y se sentaron.Yo hablo mejor andando. Y ahora estamos entre hombres, no es cierto?S seor!El Subprefecto sali al centro del saln. Con las manos en los bolsillos empez a pasearse, a todolo largo de la alfombra.Yo, yo hara encerrar a este pueblo!...A don Pancho le ardi en la boca una maldicin, pero hizo fuerza y se trag un golpe de saliva.

    Usted ha hablado como hombre, No es cierto?Yo, seor, soy hombre desde nacido.Eso es! Para qu sirve su pueblo? Don Antenor y sus compinches son una majada de perrossinvergenzas, aduletes, como usted dice; con la panza aqu y el alma en Lima. Y los indios? Unarecua de sarnosos, sucios como chanchos, borrachos, degenerados. Slo para chupar, cantar,lloriquear y fornicar sirven.Su voz aumentaba, se paraba a ratos frente a don Pancho, y entonces mova sus brazos con rabia,como si sacara las palabras con la mano.Yo he visto a los indios metiendo piojos en la boca de sus guaguas!...No seor! En Puquio no!Don Pancho se levant de su silla y se par frente al Subprefecto.En Puquio no, seor!

    Yo miento?El Subprefecto mir a don Pancho desde el extremo del alfombrado.S, seor Subprefecto. En Puquio ningn ayllu come piojos!Juro por Dios!EL Sargento se levant tambin de su asiento, y tapando a don Pancho con su cuerpo, cara a caraal Subprefecto, habl fuerte:Yo tampoco he visto. No peleemos, seor Subprefecto! Estamos entre hombres.

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    Se hizo a un lado. Y el Subprefecto mir otra vez los ojos chiquitos de don Pancho.Pero no habra corrida en Pichkachuri! No ver usted destripar a nadie este 28! Usted no serun sucio como el Cceres, como el Gutirrez, pero es un salvaje, un degenerado, un come sangrede indios!Bien, seor! Capaz es cierto. No se enrabie, Supre! Distinto somos. Y usted como autoridad,con el mandamiento del Gobierno, puede fregar al pueblo.S, seor Subprefecto! No se moleste. Tomara usted la ltima.El Sargento iba a servir, pero el Subprefecto se dirigi rpidamente junto don Pancho. Ahora lopatea, pens el guardia. Pero el Subprefecto le tendi la mano.

    Hasta luego, don Pancho. Vyase! Pero no se meta a arrear a los indios contra m. Es usted elnico puquianos liso y de lengua dura. Pero ya sabe! Mucho cuidado! Le puede costar el pellejo.Don Pancho apret la mano del Subprefecto.Hasta luego, seor. Tendr presente sus palabras.Se acerc en seguida donde el Sargento.Gracias, seor Sargento!Como si fuera a perseguirlo, el Subprefecto corri a la puerta.Venga, Sargento! Apre