garzon valdés_el problema Ético de las minorias Étnicas

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LEÓN OLlVÉ Jus ",e res h umanos como individuos y como grupos, ya sea , ,-:[no investi ga do res científico-sociales, o como responsables el::1 diseño y de la ejecución de políticas que marcan las pau- de las acciones ele p ersonas y de instituciones , cuya orien- t ación es una resp o nsabilidad central de la reflexión filosófica en gen era l y esp ecia l mente de la ética. ') , [\ "w ;:, \o I \'fJ <2. VV\G i¡\ c e , d ;¿ \0 '0 -E: rnl ' cc:< ,;¿ n Q\ ;v ¿, l,:,(j n CCC '('--' F. ), L - he c 'i c\I\" € l s \ 'cbc \ c,-- 'C. d · F c e) ¡ '-'\ <i' ,/.. ú c) I \ q t:. \3 , . EL PROBLEMA ÉTICO DE LAS MINORÍAS ÉTNICAS .' :I( , .. '" ERNESTO GARZÓN VALDÉS 1 \, ¡ QUIERO referirme, desde una perspectiva ética, al problema que plantea el tratamiento jurídico-político de minorías ét- nicas que mantienen contactos más o menos estables con un , entorno nacional estructurado sobre bases democrático-re- ( . I presen tatl vas. j La adopción de una perspectiva ética presup.one la acep- tación 'de principios y reglas de validez universal y el rechazo de una concepción de la moralidad entendida como "Sitt- lichkeit", en el sentido hegeliano de la palabra, concepción que ha sido reactualizada recientemente, tanto por los par- tidarios del relativismoéultural como por los del llamado ¡c'comunitarismo" . A su vez, el hecho de que el marco 'instituc10nal nacional I r sea el de una democracia representativa impone condiciones que no p,ueden ser dejadas de lado, so pena de volver im- )1 posible la viabilidad del sistema. Una de estas condiciones necesarias es la existencia de un cierto grado de homogenei- I I dad social. t Las minorías étnicas que tomaré en cuenta son aquellas que se encuentran en una situación de inferioridad, por lo que respecta a su desarrollo técnico-económicp, en comparación I I con el resto del entorno nacional. No he de ocuparme, pues, I de casos comú el de la minoría francesa en el Canadá o el de la población blanta en Sudáfrica (caso éste que queda'también ') ,'

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  • :~ ;) LEN OLlV

    Jus ",eres humanos como individuos y como grupos, ya sea , ,-:[no investigadores cientfico-sociales, o como responsables el::1 diseo y d e la ejecucin de polticas que marcan las paut d.~; de las acciones ele p ersonas y de instituciones , cuya orientacin es una responsabilidad central de la reflexin filosfica en general y especialmente de la tica.

    Gc\ {G~'l \!c~\d ') , [\ "w ;:, \ o I \'fJ P(C~J

  • 32 33 I f

    ERNESTO GARZN VALDS I "-.. !

    excluido por el marco de referencia democrtico que utilizo en est8 trabajo),

    La adopcin de estas dos coordenadas: por un lado, la (\'cepts.c in de valores ticos de vigencia universal y, por el ot ro, la l"xigencia de homogeneidad, parecen ser inconciliables C011 el respeto pleno de la identidad colectiva a las minora,::; t.nicas . En efecto, como afirma Guillermo Bonfil

    l' ' 19' OJ)B. a t a la t o b , p . '-' . :

    L\. contradiccin entre las identidades tnicas y la identidad nacional t iene su origen en que al postular las nuevas identidades nacionales como las nicas legtimas, se pretende eliminar la pretew3ill de control exclusivo que cada pueblo reclama sobre ~u propio patrimonio cultural.

    Al referirse a la discusin sobre este tema en Mxico,

    Hctor Da-PolallCo (1987, p. 42) seala:

    Dos

  • ... . L~ --l ERNESTO GARZN VALDS . I

    ubica.cin social, en la que las expectativas estn firmemente esta,blecidas, compite en favor del mantenimiento de la identidad ele origen frente a la incertidumbre (y las experiencias de l'raca,;o) de cambios , mediante el cambio de identidad, a una l" d de interdependencias diferentes, donde la posicin social

    ~l8 quien pasa la barrera tnica tiene muchas posibilidades de ser inferior y marginal. (1988, 92 SS.; cursivas de E. G. V.)

    y un a ltima cita ele uno de los autores que ms ha subrayado 1;: vinculacin entre relat ivismo cultural y relativismo t;i co, I\lelville Herskovits (19'(2, p. 31): .,

    Ei relativismo cultural es una filosofa que reconoce los valores estc1blecidos por cada sociedad para guiar su propia vida y cOlnprende su valor para aquellos que viven en ellas, a pesar de que puedan diferir de los propios. En lugar de subestimar .le,s diferencias con respecto a normas absolutas que, por ms objetiva.mente que se pueda haber llegado a ellas, son siempre el producto de un tiempo o de un lugar dados, el punto de vista relat.ivista su braya la validez de todo conjunto de normas para el respec tivo pueblo y los valores que ellas representan.

    TalT,bin filsofos contemporneos de la moral, opuestos pi:ncipa1m S.nte la liD.B.~ ele pensamiento Kant-Rawls, los llamados "comllnitari~, insisten en la prioridad de la comunidad sobre e ialViduo y en la importancia de su identid d hi;trica.. AS, segn Michael J. Sandel (1982, p. 179):

    Imaginar a una persona incapaz de vnculos constitutivos (con ia resp ectiva, comunidad, E. G. V.) no significa concebir un agen te idealmente libre y racional sino imaginar una persona sin carcter, sin profundidad moral. Pues tener un carcter signi fica saber que me muevo en una historia que no puedo ui empbz;o,r ni dirigir , que implica consecuencias tambin para mis elecciones y mi conduct a. Esto hace que me sienta ms cerC,l de algunos y ms lejos de otros; hace que algunos fines sean ms adecuados que otros. En tanto ser c~I2~_ ele i1l!toiIl.:: terpre t::Lci l1; soy capaz de reflexionar sobre rnipropiaJstQri y, en este sentido, de distanciarme de ella; pero esta distancia_ tOe; siempre precaria y provisoria, el punto de reflexinno .est nunca definitivamente asegurado fuera de la historia. . _

    EL PROBLEMA TICO DE LAS MINORAS TNICAS 35 ,. , , ~ , _ ' ,I;;{ i."

    Segn l~Jasdair MacIntxrel (1984, p. 18) -la moralidad li- "~l' . beral es una fuente permanente de peligro porque expone.., '.,'" , nuestros lazos sociales y morales a su disolucin por parte -, . de la crtica racional. Las reglas morales son aprendidas en un contexto social particular que les confiere su contenido especfico y los bienes a los cuales estas reglas estn referidas se encuentran vinculados con un tipo especial de vida humana; ms an: fuera de su comunidad particular, el individuo no tendra ninguna razn para ser mora l ya que no tendra ac

    /ceso a los bienJs que sirven de justificacin y le faltara la fortaleza para ser moral que le proporciona el entorno social. Si. un fuerte apego a una comunidad particular, la persona no puede desarrollarse como agente mora l. _

    Tambin los movimientos indigenistas insisten en la vin~ ( -< )

    culacin entre comunidad y moralidad. Su negacin es con- ! /

    siderada como manifestacin de "etnocentrismo y racismo -'";

    clasista)' (cfr. Salvador Palomino et al., 1988, p. 139). Por ' ;/

    ello es necesario el

    rechazo de toda ideologa hegemnica y homognea, dentro de la misma Indian idad o fuera de ella (ibidem, p. 140).

    Comn a estas posiciones es el rechazo de principios abstractos y universales en los que el individuo aparecera desvinculado de su entorno, con lo que se cerrara la posibilidad de actuar como agente moral, a la vez que se le impondra hegemnicamente reglas de comportamiento tendientes a asegurar una sospechosa homogeneidad.

    En este trabajo no he de analizar todas las implicacio

    nes que para la discusin tica contempornea tiene esta

    .posicin, sino tan slo limita rme a la consideracin de sus vinculaciones con la aceptacin de un sistema democrtico representativo. Ello significa tomar en sero la relevancia de la estructura poltica del Estado y no admitir sin ms una relacin de indiferencia entre sistema poltico y pluralidad cultural. Es interesante sealar que justamente autores que subrayan la importancia que para la vida social tiene la identidad cultural suelen considerar que el marco poltico nacio

    , /"t

  • r

    36 ERNESTO GARZN VALDS 1 1

    nal desempea un papel secundario en 'el afianzamiento de esa misma identidad:

    La defensa de la cultura y la bsqueda de la au tonoma de nuestros pueblos es relativamente independiente a (sic) las formas de gobierno de cada Estado (Salvador Palomino et al., 1988, p. 143).

    l Pienso, por el contrario, que el sistema poltico nacional e,s esencialmente relevante para el anlisis del problema de la di\'ersidad cultural y, a la vez, que la democracia representat iva es la forma de gobierno ticamente ms satisfactoria. No he de entrar aqu tampoco en la justificacin de esta afirmacin. Me interesa ms reflexionar acerca del hecho de que ~;i se aceptan las posiciones de los antroplogos, filsofos y protagonistas de algunos movimientos de liberacin indgena a los que me he referido, parecera que la exigencia de homogeneidad -a la que he calificado de condicin necesaria para el funcionamiento de una democracia representativa~ puede significar, en aras de principios hege;nnicos abstractos, la violacin del respeto a la identidad colectiva de las minoras. Dicho con otras palabras: la del1locracia representativa en pases con minoras tnicas (minoras culturales) o b ien se basara en la violacin de un principio moral -y equivaldra a la imposicin a las minoras de una tirana homogeneizante- o bien es impracticable. La solucin de

    J este dilema requiere, en mi opinin, la aclaracin de los siguient.es puntos: '1.

    j 1) analizar en qu medida la aceptacin de principios ticos universales equivale a la adopcin de un punto de vista que, corno consecuencia de una inaceptable abstraccin, pasa por alto las peculiaridades culturales locales o regionales;

    2) qu ha de entenderse por homogeneidad social; 3) cul es la relacin que existe entre homogeneidad social y

    peculiaridad cul t mal.

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    EL PROBLEMA TICO DE LAS MINORAS BTN tC.o,C;

    1: Abstraccin Y peculiaridad cultural

    Uno de los argumentos ms frecuentes en co:ntra de h , cin de principios ticos universales es el que sostie ne (j 11: .' posicin significa dejar de lado datos de la realic!;ld y (( JI l ' fatalmente a una nivelacin inaceptable de los prilJ\l , .1 normas del comportamiento social. sta es la qu e pod t , llamar versin dbil de la objecin a la abstraccin. L 't: sin fuerte equipara abstraccin con idealizacin e illfi l ' {' mismas consecuencias que la versin dbil. Sostendr ( 1, versin dbil es correcta por lo que respecta a !l. presen!,11 de lo que es una abstraccin mientras que la versin 1. . es falsa. Pero, en ambos casos, las conclusiones que d 0

    se infieren son falsas. I~1 En efecto, es verdad que toda abstraccin requicrf' .~ ;'

    .de lado aspectos de la realidad; significa, como 10 ha 1" : dado recientemente Onora O'Neill (1988, p. 711), lle} 1, cabo una "omisin selectiva, dejar de lado algullos k .' cados de descripciones Y teoras". Pretender incluir e l l I descripcin todos los datos de la realidad equivaldra a ~ \ rer llevar a cabo una empresa tan descabellada como 1 !reneo Funes (el personaje de Jorge Luis Borges, recol} \ por Genaro R. Carri, 1965, p. 24), que propiciaba Ul f '\ guaje que tuviera una palabra para designar unvocal ~\\ i cada dato de la realidad. La abstraccin eS iuclisper , 11\1\ para todo razonamiento lgico o cientfico y no es en ~I I alguno patrimonio exclusivo de las posiciones ticas Ul .l\,1 salistas. Tambin los antroplogos, cuando descri ben 1m ~W y costumbres,de los diferentes pueblos, llevan a cabo lo,i: siones selectivas" , sin por ello concluir en una nivclacilJ,1, . justamente en lo contrario. "

    La equiparacin de abstraccin con idealizacin es ~\ lA diferencia de la abstraccin, la idealizacin signifii\, adicin selectiva de caractersticas que pueden per[ecLalV',

    ' fultar en los agentes reales. Por ello tiene raz:n Onora O~'I\ (1988, p. 712) cuando afirma: \\11,

    Una teora idealizada no slo omite ciertos preJicadus ' ~ 1 deros del asunto que es considerado, sino que agrega p r1' dos que son falsos con respecto a la cuestin que se com ' l '

  • 39 38 ERNESTO GARZN VALDS .

    l .. ] Versiones abstractas pero no idealizadas de los agentes y su razonamiento, pueden ser aplicadas a agentes de diversas Sittlichkeiten; versiones idealizadas de los agentes y su razonamiento, no slo no se refieren a las diversas caractersticas histricas y culturales de los agentes particulares sino que se aplican slo a agentes idealizados, hipotticos, cuyos rasgos cognitivos y volitivos pueden faltar en los agentes humanos reales.

    El csgllmento de la abstraccin no parece, pues, ser bueno para combatir principios ticos con pretensin de universalid ad, a lnenos que se quiera formular el reproche de idealizacin. E n este trabajo procurar abstraer sin idealizar.

    No deja de ser curioso que para no pocos autores la prej tensin ' de univi"salidad sea expresin de etnocentrismo. John Cook h a sealado, en mi opinin con razn, que tal vez la situacin sea justamente la inversa. El etnocentrismo no condu cira a la universalizacin hegemnica sino ms bien al r21,ivismo cultural y tico. Precisamente cuando no somos capaces de liberarnos de las cargas circunstanciales de nuestra propia cultura no logramos comprender el comportamient de otros pueblos y llegamos a la conclusin de q'cr aceptan principios morales diferentes:

    [L]o qu e el ant roplogo desea combatir y llama "etnocentrismol) es un tipo particular de juicio injusto o infundado y [ ... J estos juicios (opiniones, actitudes) surgen de una falla (a menudo comprensible) de entender las acciones de la gente en otras culturas [ ... J si se acepta esta versin de etnocentrismo, posiblemente no desearemos adoptar el discurso relativista de "diferentes moralidades". [ ... ] Su tendencia (la del antroplogo, E. G. V.) a definir las diferencias culturales en trminos de diferentes reglas o principios es, segn creo, un a prueba ms a favor de mi tesis de que la doctrina del relativismo es, en s misma, una forma especial de etnocentrismo (JohnCook, 1""8 '... Pero aun cuando no se admita esta interpretacin, si se insiste en el deber tico de respetar las peculiaridades cultu~ rales por lo que respecta a sus principios y reglas morales ,t me temo que, las consecuencias a las que fatalmente se llega no han de ser aceptables ni siquiera para los mismos defensores del relativismo. En efecto, si las reglas y principios que I~ rigen en cada sociedad son el criterio ltimo de comporta

    miento de sus miembros) no se ve por qu ha de criticarse como injusta una moral social que incluya entre sus reglas la imposicin de normas hegemnicas'a las 'dems culturas. Por

    i ejemplo, entre los' dyaks, pueblo de cazadores de cabezas, es 1 perfectamente correcto este tipo de caceras, pues ellas resI ponden a sus reglas y principios sociales. Citando a Ruth

    Benedict, ellos diran que esto "es habitual" y por lo t anto

    !r

  • 41 ~j:) ERNESTO GARZN VALDs

    ;'mralmente blleno" c, invocando a MacIntyre, sostendran que privarlos de este placer cinegtico equivaldra a destruir su calidad como "agcntes morales". Pero lo mismo podran pOi" cierto aducir quicnes, de acuerdo con las reglas de sus socisdades, se dedicaron a practicar el colonialismo y el genocidio. Este, lnea de justificacin no deja de ser inquietante, . Umto para los pueblos vecinos de los dyaks .como para las \' ctiltiiiS del colonialismo.

    E :J este tipo ele posiciones subyace una lamentable con../ fusi n t.:ntrf' rlloral positiva y moral crtica o tica. La veri

    ficaci n de diferentes costumbres - -conjuhtamente con sus ii n p1ic:1c;one,~ nurmaLivas- - no permite inferir sin ms qu d);a ser el respeto incondicionado de esas mismas costmbr-e:,\'o dej d,~ ser paradjico en este sentido que quienes (\.b Ogilll por d respeto a la diversidad cultural pl'opicien, c) n'! 'm lC t.empo, la. va.lidez universal de los principios de b propi l e !llt.ura, ~i ill ofrecer ms f1mdamerto para esta preLe ll.',i,:l! epie h. "sabidura ele los ancianos" o una "ley csmica [.. 1 qu e se triUlsmite a la,; nuevas generaciones" (cfr. Salva

    . c.tor T\,loiLino , 1988, 133 , p. 135). Segn esta ley csmica

    [llit Iniciad en 1:.. j)Mcja es el pilar fundamental de la organizaci('I! y accin de IICSt,ros pueblos y cualquier individualismo i"ornpl! su esenci a para. desequilibrarlos o transformarlos en socj.ed ad es clasi:3t rrs (Salviidor Palomino, 1988, p. 139).

    \,. CLlJ crns:

    La organizlcin de los elementos de la naturaleza es horizontal (1 circular y jcrrquicil,y conduce a la armona) a la complerllcntariedad de fu erzas, al colectivismo y al comunitarismo. Contrariamemtc, en el esquetna Ilhilineal occidental, con el advenimi ento ele la soc:iedrrd de clases, aparece la estructura vertic,d y con cla:,;es en contradicciones an tagnicas (ibidem).

    Q ue lt destruccin del comunitarismo tenga necesariamente que significar el estaj:)lecimiento de una sociedad de cliJs(~s es d.lgO ms que dudoso. Y que la pareja sea la unidad m nirua d'. la sociedad es a lgo que posiblemente no aceptarn lot; .s0 )(,;;1'08. Pero : sen. como fuere, la mera verificacin de la

    ,) ' t

    !.

    _1

    EL PROBLEMA TICO D8 LA S MINORAS TNICAS

    existencia de morales positivas no permite inferir comportamientos ticamente debidos, es decir , una moral crtica. Esto no significa que haya que pasar por alto la diversidad cultural y moral. Por el contrario, ella es un dato de la realidad actual que no debe ser dejado de lado si se quieren formular principios de validez universal. Es esta diversidad cultural la que fija en nuestro mundo las "circunstancias de la justicia" , para usar la expresin de John Rawls. Son est,as circunstancias las que deben ser tenidas en cuenta si se aspira a la formulacin de principios ticos universales no ideal izados, es decir, a una moral crtica que pueda ser compartida por los miembros de las diferentes Sittlichkeiten, siempre que estn dispuestos a acepta"r criterios mnimos de racionalidad, como los propuestos, por ejemplo, por Len Oliv (1987). >/) . Es decir, que de lo que se trata es de encontrar prinCiPiOS]

    .que, respetando la pluralidad, puedan ser compartidos por, . todos los agentes. Ello significa que no sern aceptados aquellos que destruyan la calidad de agentes de los individuos.

    La diversidad cultural y tnica que aqu nos interesa es una diversidad que est esencialmente caracterizada por la superioridad tcnico-econmica del entorno nacional frente a las minoras tnicas. La existencia de esta desigualdad facilita una conducta de coaccin y de engao por parte del entornO nacional, es decir, un comportamiento que apunta justamente a la destruccin de la calidad de agentes morales de los ms dbiles y vulnerables. Tiene por ello razn Bonfil Batalla cuando observa que el paso de la barrera tnica significa convertirse en un ser "inferior y marginal". Ello explica por qu la reivindicacin de la identidad cultural ha sido

    siempre la reaccin poltica deliberada de todo grupo humano, grande o pequeo, amenazado de extincin y subordinacin. [... ] Reivindicar la propia identidad cultural supone necesari a=-/ r ., mente que uno cree en la superioridad de su propio patrimonio ' . '" cultural, con sus valor:s y sus normas, y que un~ rechaza el de ) r: ,I . los otros [... ] (Ananda W. P. Guruge, 1988, p. 03 ss.). '-' ' . I

    E.,;sta reivindicacin es considerada como el nico medio de supervivencia de un grupo sometido a una competencia desigual. Ello es, sin embargo, falso: son las condiciones de esta

  • --12

    , ,\

    ER.NESTO GARZN VALDS .

    I cn mpeL;l1cia las que hay que modificar. Pero no postulando

    1 el relativismo tico-cultural sino justamente al revs: p?-rtiendo de la necesidad de aceptar principios de convivencia

    \.m i~,'ers (~lm .e nt e vlid~s, .que impida~1 la, i~strumentalizacill el e lOS tecIllca y eCO nOIl1lCamente mas debIles.

    No est. de ms recordar cun difcil es definir cules Son los elementos que constituyen la identidad tnico-cultural, tant o ms cuando se trata ele pueblos que viven en contacto permanente con otras culturas de las que aceptan con manifiesto entusiasmo productos derivados 'o secundarios (por ej emplo , la radio, la televisin o la Coca-Cola). Algunos aut.ores, como rVliguel Alberto Bartolom, proponen sustituir el concepto de identidad tnica por el de conciencia tnica, que incluira elementos heterogneos de diferentes culturas:

    Pero la conciencia de un pueblo no es slo una recuperacin elel pilsado, sino la valorizacin de aquellas formas tradiciona12s o ele relativamente reciente adquisicin , que el grupo haya aS'umido com.o propias en un momento dado de su proceso histrico (Miguel Alberto Bartolom, 1979, p. 318).

    Por ello,

    ia forma contempornea que asuma la cultura de una etnia es U.m legtima como cualquiera que haya existido en qtro momento de su proceso histrico, siempre que sus protagonistas se id entifiqueil con la misma (ibidern, p. 319).

    La. legitimidad de la cultura dependera, pues, del con

    sent.imiento fctico de sus miembros. Como he tratado de

    demostrarlo en otro trabajo (cfr. Garzn Valds, 1989), el

    recurso al consentimiento fctico como fuente de legitimidad

    puede conducir a resultados totalmente in,ceptables desde

    el punt.o de vista tico.

    I"'Jo necesito exponer aqu mi posicin de rechazo pleno al. ;.'escndalo t ico que constituye el tratamiento del .indio en Amric:., Latina. Posiblemente nadie sufre en este continente con mayor ntcDsidad que el indio las degradantes co~secuenC1

  • 45 '1-1 . ERNESTO GARZN VALDS

    porque podamos no estar de acuerdo con lo credo sino por razones lgicas. y si se quiere superar la falacia del paso eL; ] ser al deber ser aduciendo que debe ser lo que la gente . eH Ulla determinada comunidad cree que debe ser, se avanva 1 entonces por una va sumamente peligrosa (basta pensar en las creencias ele los nazis, de los partidarios del apartheid, ele los fundamentalistas islmicos o de los irQqueses del siglo XVIJ que consideraban que la tortura era una de las formas ms eficaces para asegurar la socializacin del torturado [cfr. al respecto P eggy Reeves Sanday, 1986, p. 212]).

    Tampoco es verdad que la nica posicin que cabe frente al n :lativSI1lO tico es la del absolutismo y que si se abandona aqul se cae en la intolerancia. Al contrario, un relativista l'ad ica.l carece de fundamentos para postular la vigencia uni'.-(,sal de la tolerancia si es que no quiere autocontradecirse. Entre el relativismo y el ab.solutismo existe la }nea del ob[ jcLivismo tico, que es la que habr de seguir aqu.

    Por ltimo, a diferencia de 10 que sostienen los comunitari.stas , creo --como Johan Galtung y Anders VVirak (1976, p. 3)- que cuando se trata del desarrollo poltico, social y cukl'al, no existen "vacas sagradas'! como no sean los seres individuales. Es, por ello, correcta la afirmacin de David Gauti1ier (1 086, p, 288):

    'La idca de que las formas de vida tienen derecho a sobrevivir --Ulla idea expresada en aquella concepcin extraordinaria del genocidio cultural- es un recin llegado al escenario moral. Es tambin una idea totalmente equivocada. Son los individuos los que cuentan; las formas de vida importan slo como expresin y sustento de la individualidad humana.

    La posicin comunitarista, si es coherente, conduce fatal;nente a la defensa del statu qv.o -cualquiera que ste sear .y es, por lo tan.to, paraliz.ante y conser:~dora por definicin. ~-; u consecuencIa necesJ.na es la creaClOn de "esferas de la jllsticia" (para usar la expresin de Michael Walzer) incomunicadas entre s. En cambio, si se acepta la prioridad mor~l del individuo sobre la comunidad, es posible admitir tambin b posibilidad d e justificar ticamente la suplantacin de una

    .C, EL PROBLEMA TICO DE LAS MINORAS TNICAS

    Aplicado al tema que aqu nos ocupa, pienso que para supetar la posicin de coaccin y de engao que padecen los miembros de las etnias iridgenas de Amrica Latina hay que adoptar una perspectiva que no confunda legitimacin cor legitimidad, rechace el relativismo tico y se centre en el individuo concreto de carne y hueso en tanto agente moral. y todo esto dentro del marco de un orden poltico nacional que, al menos programticamente, pretende ser una d.cmocracia representativa. Y digo "pretende" porque justamente la existencia de etnias marginadas contradice una. ele las coudiciones necesarias de la democracia representativa, es decir, la homogeneidad de la sociedad. A este punto quiero ahora referirme,

    ""

    I 2. Homogeneidad y democracia repTesentativa

    Es bien sabido que la homogeneidad ha sido considerada -desde Edmund Burke hasta Herman Heller- un requisito indispensable de la democracia parlamentaria. Desde luego, en la teora poltica existen variados criterios de homogeneidad, algunos de los cuales - como, por ejemplo, los sustentados por Carl Schmitt- presentan rasgos manifiestamente .ra.cistas. Mi propuesta de sociedad homognea es la siguiente:

    Una sociedad es homognea cuando todos sus miembros g07.an de los derechos diret:tamente vinculados con la satisfaccin de sus necesidades bsicas.

    La homogeneidad as entendida jmpide que el prinCIpiO de la mayora se convierta en dominacin de la mayora. _ En efecto, los derechos directamente vinculados con la satisl' faccin de las necesidades bsicas constituyen un "coto vedado" a la negociacin y a las decisiones mayoritarias. Toda

    j -decisin que intente reducir los lmites del "coto vedado" es pr'ima facie ilegtima y contradice el concepto mismo de la democracia representativa. Esto significa que quien pretenda reducir el mbito del "coto vedado" deber correr con la carga de la prueba y demostrar que esta reduccin est

    l' ' justificada por la imposibilidad real de una vigentia efecforma de vida por otra. 1. tiva de algunos de los derechos vinculados con las necesida

    I 11, .! l . ..:1 1 :1)

  • 47 46 ERNESTO GARZN VALDS'

    des basicas. Esto es obvio si se recuerda el p'rincipio kantiano tiegllIl el cu a.l deber implica poder ser o hacer.

    Bienes bsicos son aquellos que son condicin necesaria para la. realizacin de cualquier plan de vida, es decir, tambin para la actuacin del individuo como agente moral. Por ello cab e sup oner que todo individuo racional est interesado en su obt encin y que, en el caso de que los miembros deI una comunidad no comprendan su importancia, pueden es

    " GI.l' justificadas medidas paternalistas . Eriefecto, la no aceptaci n de la garanta de los propios bienes bsicos es una clara se al de irracionalidad o de ignorancia de relaciones, caLlsale~3 elementales. En ambos casos, quien no comprende su r81evallcia puede ser incluido en la categora de incom

    \ jx.tente bsico. Posiblemente tiene razn Guillermo Bonfil Bat alla cuando afirma que las "concepciones mismas de salud y enfermedad corresponden a una manera particular de entencler al hombre y a las fuerzas benficas y malficas que pueden amparado o perjudicarlo" (1988, p. 90). Los estudios realizados por Margaret Clark sobre la vinculacin entre salud , enfermedad y factores culturales y sociales en el enclave mexicano-norteamericano de la ciudad de San Jos, California (cfr. al respecto George M. Foster, 1988 , p. 241 ss .) confirman esta afirmacin, pero me cuesta aceptar la concJ.usin general de que ello "legitima (siempre?, E. G. V') , las m \neraS especficas en que es posible restablecer la :3(dud ) hente a prcticas mdicas diferentes que son legtimas .Y significativas en otras culturas". (Bonfil, loe. cit.). Me ind ino a pensar que la vinculacin causal entre el bacilo de Koch y la t.uberculosis era y sigue siendo "significativa" no slo 8lJ d mbito cultural germano donde fue descubierta. 1. ~(unpoc:o llega a convencerme la relacin causal entre San G iiGriel y la lluvia y la conveniencia de su aceptacin como parece sostenerlo Miguel Alberto Bartolom cuando afirma (19'rD p. 319):

    Poco importa que San Gabriel aparezca ahora corno el jefe de las deidades de la lluvia de los mayas , si los rituales y los sistemas de valores correspondientes, continan orientando las conductas colectivas de los hombres ante la lluvia[ ... ]

    EL PROBLEMA TICO DE LAS MINORAS TNICAS

    En la determinacin de las relaciones causales no es verdad que "todo funcione", como propicia Faul Feyerabend. y corno las relaciones causales subyacen en tod a regla tcnica , ' queJndica las vas para conseguir lo que se desea, si se quiere tomar en serio los deseos de la gente, no es posible pasarlas por alto.

    No hay duda de que la exigencia de homogeneidad dista mucho de estar satisfecha en los pases de Amrica Latina. Ello explica las deficiencias de nuestras democracias y el escepticismo de los representantes de los intereses de los distintos grupos tnicos frente a la posibilidad de superar sus prot ' blemas dentro de nuestros marcos polticos nacionales. Pero

    I pienso que las opciones que ofrece la historia y el presente de Amrica Latina son menos co~vincentes an. ,~

    Si se acepta la definicin de homogeneidad social aqu propuesta, la pregunta que de inmediato se plantea es cmo definir ms exactamente estos bienes bsicos.

    Como es sabido, en la discusin tica contempornea hay dos puntos de partida a los que suele recurrirse en el intento de formul acin de principios y reglas de validez universal que aseguren la proteccin de estos bienes. Uno de ellos es el del consenso (en sus dos versiones de fctico e hipottico); el otro es el de las necesidades bsicas. , Por razones que no he de expresar aqu (cfT. para m s detalles Garzn Valds, 1989), me inclino por la segunda de estas perspectivas. .

    En una obra de reciente publicacin, Mario Bunge (1989) ha subrayado la vinculacin necesaria que existe entre valores y necesidades humanas ya que aqullos no pueden existir sin estas ltimas; ms an: valoramos algo justamente porquel.. lo necesitarnos. La constatacin de una necesidad es algo

    l ' fctico . y objetivo. Como afirma David Vviggins (1985, 3;~ citado segn Ruth Zimmerling, 1989, p. 15):

    A diferencia de "desear" o "querer", [ ... ] "necesitar" obviamente no es un verbo intencional. Lo que necesito no depende del pensamiento o del funcionamiento de mi cerebro [ .. . ] sino de cmo es el mundo.

    - ----_._----_.-

    Ruth Zimmerling ha observado con razn que la Ulllversalidad de las necesid ades b s icas "reside en sus aspectos

  • 48 49

    t;RNESTO GARZN VALDS

    'gnricos' y no en las caractersticas de lq que se requiere para satisfacerlas" (loe. cit., p. 16). Esta universalidad no

    .L significa, desde luego, que sea posible formular una lista

    vlida y exhaustiva de las necesidades bsicas para todas

    las sociedades y perodos histricos, ya que bajo la catego

    ret "necesidades bsicas" hay que inclirn slo las llamadas

    "necesidades naturales" (como alimento, vivienda, vestido),

    sino tambin las "derivadas" de las respectivas estructuras so-o

    ciales. Aqu s desempea un papel importante la diversidad

    cultural y puede hablarse de "relatividad" contextual. Es co t nocido el ejemplo de Adam Smith (1958, vol. II, p. 351 s.) f' acerca de la vinculacin entre las camisas de hilo y la decen

    cia social como criterio de lo que es bsicamente necesario:

    Por necesidades entiendo no slo los bienes que son indispensablemente necesarios para el sustento de la vida, sino todo aquello que las costumbres' del pas hacen que sea indecente carecer de ello [ ... ] aun para los sectores ms humildes. Una camisa de hilo, por ejemplo, no es estrictamente necesaria para la vid a. Los griegos y los romanos vivieron, segn pienso, muy agraJablemente a pesar de que no conocan el hilo l .. j. Por necesidades entiendo, pues, aquellas cosas que no slo la naturaleza sino tambin las reglas establecidas de la decencia han vuelto necesarias hasta para los sectores inferiores del pueblo.

    Zimmeding (loe. cit., p. 20) ha formulado una definicin

    ele necesidad bsica que puede ser til en este contexto:

    N es una necesidad bsica para x si y slo si, bajo las circunstancias dadas en el sistema socio-cultural s en el que vive x y en vista de las caractersticas personaies P de x, la no satisfaccin de N le impide a x la realizacin de algn fin no contingente -es decir, que no requiere justificacin ulteriory, con ello, ll persecucin de todo plan de vida.

    Aplicado al problema que aqu nos ocupa, dado que las . comunidades indgenas no se encuentran, por lo general, ais

    ladas del contexto nacional y ste presenta un gradomayo.r de desarrollo tcnico-econmico, la lista de las necesidades bsicas clerivadas tiene una tendencia a una continua expansin. Su no satisfaccin viola el principio de homogeneidad -afecta, por lo tanto, uno de los presupuestos de

    EL PROBLEMA TICO DE LAS MINOn.AS TNICAS

    la democracia representativa- y aumenta. el nmero df: los "inferiores y marginados", para usar la expresin ele G ui- . llermo Bonfil Batalla. Pero no slo ello: si $e admite que la satisfaccin de las necesidades bsicas es indispensable para la actuacin del individuo como agente moral, su no sati~;-faccin est ticamente prohibida. .

    La existencia creciente de necesidades bsicas derivadas es una consecuenCia inevitable de todo proceso de desarrollo. Para comunidades tradicionales en contacto con soci(~dades ms dinmicas esto significa tener que enfrentarse con la alternativa de, o bien dar satisfaccin a las necesidades bsicas derivadas, o bien negarse a ello, aferrndose a sus reglas habituales de convivencia. Esta ltima opcin presenta rasgos inconfundibles de autodestrllccin. Preterluer seg;uirt;, er,\ el plano colectivo es ticamente, por lo menos, d lIdoso, Ji como estrategia prctica, catastrfico ya que conduce fatalmente a una mayor vulnerabilidad del grupo social. Por su parl,c, la primera opcin implica. necesariamente la renuncia total o parcial a formas de vida que un pueblo ha. "asumido como propias", es decir, implica poner en peligro h propia identidad, si se acepta la definicin de Bartolom citada arriba. Lo grave es que la aparicin de necesiclacJe::; b,bicas derivadas no es algo que dependa. exc!usivamentp de los ~illjCl.os que tienen que satisfacerlas. Si en el ejemplo de Adalll Smit.h la camisa de hilo era requisito de decencia social, en nuestra::; so'ciedades, un cierto grado de nivel educaLivo, la familiari~ zacin con relaciones causales ele fenmenos cotidianos, ::;on tambin condiciones de un mnimo de deconcia en el sent.ido estricto de la palabra. Su carencia humilla.

    Vistas as las cosas, el aseguramiento de la calidad de agentes morales de los individuos que integran Ulla comunidad nacional culturalmente heterognea, requiere un movimiento en dos direcciones: por una parte, las autqrielades nacionales deben promover la homogeneidad asegurando el derecho de . todos los habitantes a la satisfaccin de todas SllS ilecesida des bsicas; por otra, los representalltes de las comunidades indgenas deben estar dispuestos a abandonar reglas () principios de comportamiento si, dadas lascirCLlllstancas Jctuides, ellos contribuyen a aumentar su vulnerabilidad.

    t:

  • 50 51

    f

    ERNESTO GARZN VALDS :

    Esto plantea, desde luego, el problema de :saber cules son Jos lmites que ticamente estn impuestos a la estrategia i1qll propuesta. Ello me lleva al tercero d~ los puntO$ que quera. Lratar.

    3. Bomogeneidad y peculiaTidad cult'uml

    El punto 7 de la Declaracin de principios del Consejo Mundial de Pueblos Indgenas establece que:

    Las insti tuciones de los Pueblos Indgenas, igual que las del / EstilJo-Nacin, debern estar en congruencia con los derechos humanos internacionales reconocidos, tan to individuale;: como colectivos (cfr. Jess Contreras [comp.) 1988, p. 181).

    J~sta es, en verdad, una formulacin ms del principio de homogeneidad. Pero si este principio ha de valer incondicionalmente , como creo que es la intencin de los autores de la Declaracin, entonces el punto 5 de este documento, que ' rez a :

    Los usos y las costumbres de los Pueblos Indgenas deben ser j respet ados por los Estados-Nacin y reconocidos corno legtima fuente de derechos.

    el bien es contradictorio con el punto 7 o bien debe haber ent re amb os una relacin de supra o de subordinacin.

    Los partidarios del relativismo cultural y tico, si Son coherentes, tendrn que sostener que el punto 5 preclomina so bre el '1. Pero entonces se vern enfrentados con la contradiccin que significa postular la validez relativa de los valores y aJirrnar, al mismo tiempo, la validez absoluta de los usos y costumbres como fuente de legitimidad. y si se sostiene la relacin de subordinacin del punto 5 con respecto al 7, se abandona, desde luego, la posicin del respeto incondicionado de las autonomas culturales y habr que admitir .la necesdad.-dc modificar los usos y costumbres que C011craclig,tl} "los derechos humanos internacionales reconocidos, tanto individuales como colectivos". El artculo 22 de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos establece que '

    EL PROBLEMA TICO DE LAS MINORAS TNICAS

    cada cual ha de gozar de los derechos "econmicos, sociales y !: culturales indispensables para su dignidad y libre desarrollo

    de su personalidad". Dicho con otras palabras, se afirma aqu el derecho a satisfacer las necesidades bsicas. Y como estas necesidades vienen impuestas muchas veces desde afuera, el 'problema que se plantea es que los medios que ofrecen las respectivas culturas resultan insuficientes para "satisfacer los requerimientos de la vida en sociedad". Esto trae consigo la necesidad de modificar las "estructuras de creencias" del grupo social en cuestin. La creencia en la existencia de una relacin causal entre las danzas en honor de San Gabriel y el aumento de las precipitaciones pluviales no es, por ejemplo, una buena base para formular predicciones meteorolgicas.

    Si se quisieran formular sumariamente los deberes de rs autoridades nacionales y de los representantes de las comunidades tnicas, creo que vale lo siguiente:

    Con respecto a las autoridades nacionales: 1.Estn pTima facie ticamente obligadas a posibilitar a to

    dos los habitantes el goce de los derechos vinculados con la satisfaccin de las necesidades bsicas . ste es el deber de

    ~omogeneizacin. Una sociedad en la que se viola este deber puede ser calificada de indecente.

    ~. Con respecto a los representantes de las comunidades in

    dgenas:

    Estn ticamente obligados a informar a sus miembros acerca de las consecuencias que trae aparejado el rechazo del principio de homogeneidad. ste es el deber de disposicin al cambio. Su no aceptacin conduce a la transformacin de las comunidades indgenas y de los individuos que las integran

    t en "piezas vivientes de museo" (cfT. David Gauthier, 1986, p. 296) ,en ucrislidas, envueltas en un perenne capullo 'cul~ tural'" (cfT. Hctor Daz-Polanco, 198'{, p. 17), al aspirar a una reiteracin obsoleta de formas de vida que dificultan la participacin en el desarrollo general de la humanidad. Este deber puede ser llamado el "deber de dinamizacin". Su violacin permite calificar ala comunidad que la practique com

  • 5~? ERNESTO GARZN ~ALDS I aceptables sino tambin fcticamente exitosas en las actuales cirCLlIlstancias. Dentro de este marco se plantea, por supuesto, una serie de problemas concretos. .

    .r El deber de homogeneizacin puede implicar, en algunos casos, la necesidad de su imposicin, aun en contra de la voluntad de sus destinatarios. La obligacin de escolaridad, por ejemplo, no queda sujeta al consentimiento de los nios o de sus padres; lo mismo vale con respecto a medidas elementales de s,midad. Por ello en la zona comprendida entre la homogeneizac.in y el dinamismo suelen presentan:;~ casos en los que pUt:d eIl est.ar justificadas medidas paternalistas. No he de referirme a ellas aqu (cfr. para ms detalles Garzn Valds, 1987), sino tan slo recordar que st.as estn ticamente justificadas si y slo s el destinatario de las )Dismas es un ii1competente bsico y no se toman para manipularlo sino para evitade un mal.

    Ms difcil de responder es la cuestin de si debe asegurarse 2. cada comunidad la posibilidad del cultivo escolar y basta universitario de su propia lengua con fondos del Est.ado. Si se acepta la tesis de Gonzalo Aguirre Beltrn (1983, p. 13) en el sentido de que la "defensa de la lengua les asegura (

  • I;)-1 ERNBSTO GARZN VALDS I

    El tercero exige la adopcin de una actitud crtica frente a las normas de comportamiento y a ' las' creencias vigente~ en la comunidad en la que se ha nacido y criado. Exige, pues, la no aceptacin del conservadurismo en la medida en que ste pueda anular la capacidad del ra~onamiento propio, y presupone admitir la posibilidad de que existan formas de vida ms valiosas que otras. El criterio ms aceptable para establecer cierta jerarqua entre diversas formas de vida colectivas es el que sostiene que una forma de vida colectiva es superi.or a otra cuando en ella la posibilidad de coaccin ji de engalio de sus miembros es menor. La superacin de la coaccin y del engao es, dicho con otras palabras , la superacin ele la debilidad y la ignorancia. stas son dos races profundas del escndalo tico que significa la situacin de buena parte de la poblacin indgena en Amrica Latina.

    r- Slo ser posible superar este escndalo si se avanza por la " va de la homogeneizacin y el dinamismo;

    y una ltima observacin: la tesis aqu sostenida no significa , en modo alguno, sostener la conveniencia del cambio por el cambio mismo o la creencia en el valor incondicionado del progre~;o. El nico criterio que aqu he sostenido ha sido el de la prioridad del individuo como agente moral. Esto implica dos cosas: primero, por ser la satisfaccin de las necesidades bsicas (naturales y derivadas) una condicin necesaria para un desarrollo humanamente decente (como podra decirse parafraseando a Adam Smith), slo aquellas sociedades que puedan satisfacerlas han de ser consideradas como can~ didatas posibles para ser incluidas en la lista de formas de vida social y ticamente aceptables. Pero, segundo, como lo que nporta no es slo la existencia decente del individuo sino su posibilidad de actuar como agente moral, es decir, el despliegue de su autonoma personal, entre dos formas el.; organizacin social, si ambas satisfacen las necesidades bsicas , habr que preferir aquella que asegure una mayor libel'tad individual. sta es, segn pienso, una reformula.cin aceptable del criterio de preferencia entre formas diferentes de vida, fo rmulado en el prrafo anterior. Implica, por cierto, el rechazo de concepciones halsticas y relativistas. Pero, en rilodo a.lguno, significa fijar para todos los tiempos y lugares

    EL PROBLEMA TICO DE LAS MINORAS TNICAS 55

    un modelo nico de progreso, como parecen temerlo los de

    fensores del comunitarismo y de las estructuras tradicionales

    propias de cada etnia. U na cosa es propiciar el dinamismo

    para superar la marginacin y lograr la homogeneidad en

    , el sentido aqu definido y otra muy diferente es sostener 1':J

    existencia de un nico modelo de progreso. Justamente por

    que la satisfaccin de las necesidades bsicas eh condkiones

    de libertad personal depende de los datos concretos de cada

    sociedad, no puede fijarse de antemano una nica va po

    sible de progreso y desarrollo. Lo que s puede sostenerse

    / sensatamente es que, cualquiera que sea la va elegida, esta eleccin no puede realizarse con prescindencia del mundo cn

    r

    torno , justamente porque entre los datos de la realidad de toda sociedad actual hay que incluir necesariamente la estrecha vinculacin con formas de vida que, por su propio

    r. nivel de desarrollo, tienden a crear permanentemente nccesidades bsicas derivadas, con el consiguiente perjuicio para quienes no estn en condiciones de satisfacerlas. Porque ello

    j , es as, siguen en pie los dos deberes bsicos de homogeneizacin y dinamismo, ,dentro de los cuales habr que formular estrategias ticamente. aceptables y fcticamente exitosas para superar la situacin de etnias que viven en un mbito)

    , I nacional tcnica y econmicamente ms desarrollado. .

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