las instituciones y la evoluciÓn espontÁnea de la moralidad

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  • 7/30/2019 LAS INSTITUCIONES Y LA EVOLUCIN ESPONTNEA DE LA MORALIDAD

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    Revista Libertas 24 (Mayo 1996)Instituto Universitario ESEADE

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    LAS INSTITUCIONES Y LA EVOLUCIN ESPONTNEADE LA MORALIDAD*

    Bruce L. Benson

    El concepto de moralidad es multidimensional. Probablemente incluye la inclinacin aobservar un proceder tico, en el sentido de respetar a los otros y a sus derechos, cumplirlas promesas, etctera. Tambin designa una conducta caritativa y diversas formas dealtruismo. En realidad, algunas concepciones de la moralidad, tales como la Regla deOro y el imperativo categrico kantiano, requieren, al parecer, cierta cooperacinincondicional (Vanberg y Congleton, 1992: 420). Se suele denominar normas ocostumbres a las obligaciones de actuar en forma tica, cooperativa o altruista (como

    en Ellickson [1991]); ahora bien, de dnde surgen esas normas? Se transmitengenticamente? Son preordinadas por un ser superior o producto de la sabidurahumana? O acaso evolucionan con la accin humana a medida que los individuosresponden a los incentivos y a las restricciones?

    Fuller (1964: 106) distingue la moralidad de la ley, y define as a esta ltima: la ley es laempresa mediante la cual se somete la conducta humana al imperio de las reglas.

    Segn esta definicin, la ley incluira reglas tales como las normas o las costumbrese instituciones que crean los incentivos para el reconocimiento de esas normas (as como

    instituciones que las esclarecen y las modifican [Hart, 1961; Benson, 1990]). De estemodo, las instituciones existentes influyen sobre el grado de acatamiento de las reglas. Enlo que respecta a las normas morales, es posible que, aunque se reconozca su validez, selas pase por alto racionalmente, por ejemplo, si no existen razones institucionalizadaspara esperar que otros se comporten de la misma manera. En realidad, cuando unconjunto de individuos adoptan simultneamente ciertas reglas, la ndole de stasdetermina los acuerdos institucionales que se irn desarrollando para sustentarlas, y a lavez es determinada por ellos.1 Lo cual significa que la moralidad es, en parte,endgena,2como lo son las instituciones que le sirven de apoyo. Esencialmente, como lo

    * Este trabajo fue preparado originalmente como un captulo para incluir en el libro que se publicar prximamentecon el ttulo Values and Social Order: Voluntary vs. Coercive Orders, Parangon House, New York, G. Radnitzky(comp.). Los editores han autorizado la traduccin del ingls y la publicacin enLibertas.1 El trmino instituciones se usa de muy diversas maneras. Vanberg y Kerber (1994) hacen notar que a menudodesigna, por ejemplo, una configuracin de reglas interconectadas, y en este sentido un acervo de normas deconducta podra considerarse una institucin. Aqu lo empleamos para describir aquellas organizaciones o conjuntosde instituciones que sirven de fundamento a las normas de conducta (como la configuracin de reglas que rigen unaorganizacin), como lo hacen Vanberg y Kerber, aunque sostendremos que esas instituciones pueden evolucionarespontneamente, a pesar de que la configuracin de las reglas generales de la conducta as lo hace.2 Se dice que la moralidad es, en parte, endgena porque el anlisis no rechaza necesariamente la idea de quealgunas de sus dimensiones, por lo menos, se transmitan, de una manera u otra, genticamente. Adems, tampoco

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    sostiene Hayek (1973: 78), el orden de las reglas, tal como el orden de la accin,puede emerger en forma espontnea.3

    En una sociedad se aplican y se ponen en vigor muchas reglas que, como es obvio, no

    son normas ni costumbres; ms aun, gran nmero de reglas y tambin de instituciones noevolucionan naturalmente sino que son producto de un designio deliberado. En adelantesostendremos que una de las motivaciones fundamentales del desarrollo de las reglas y delas instituciones, sea en forma espontnea o deliberada, es que los individuos intentanencontrar maneras de aumentar la riqueza en situaciones de escasez (Benson, 1994a,1994c, 1995).

    Un individuo puede aumentar su riqueza ejerciendo actividades productivas, en particularcuando estn complementadas por la interaccin voluntaria con otros, como ocurre con laproduccin cooperativa (por ejemplo, mediante la especializacin y la divisin del

    trabajo) y el comercio. Tanto la produccin conjunta (cooperativa) como la interaccinvoluntaria se ven facilitadas por las instituciones que definen el derecho a la propiedadprivada y lo sustentan. Esas reglas e instituciones pueden evolucionar en formaespontnea a medida que los individuos descubren que sus interacciones voluntarias secoordinan de manera ms efectiva dentro de un sistema, o de un proceso, que favorezcala propiedad privada (Benson, 1992b, 1994a, 1994c, 1995). Adems, el orden socialresultante, que evoluciona naturalmente, se rige por una conducta tica, el respeto porlos derechos ajenos y la cooperacin voluntaria (que a menudo incluye las donacionescaritativas y otras formas de altruismo), es decir, por una conducta moral segn ladescribieron Vanberg y Congleton (1992: 420). En realidad, la evolucin de la

    moralidad y la de los derechos de propiedad estn estrechamente unidas (Benson, 1992b),dado que las reglas obligatorias que sustentan la propiedad privada y los incentivos a lacooperacin que surgen de ella se convierten en un componente fundamental de nuestrosentido de la moralidad (Sugden, 1986: 8). No obstante, en un sentido positivo, aquelloque se percibe como la conducta moral de un grupo va cambiando con el tiempo, amedida que se descubre la eficacia relativa de las reglas e instituciones a travs de lainnovacin individual, as como de la observacin e imitacin de opciones competitivas(o de su adopcin).

    Otra forma de acrecentar la riqueza personal es apoderarse de la de otros. Despus de

    todo, el robo mediante el dolo o la fuerza es algo muy comn. Claro que una conductasemejante no coincide con la moralidad generalmente aceptada. No obstante, y esto esmuy significativo, a veces las reglas e instituciones pueden estar destinadas a crear este

    desdea el concepto de que las personas pueden ser capaces de determinar mediante la razn cmo debera seruna conducta moral. Normativamente, bien puede haber una ley natural, pero en un sentido positivo, la conductamoral que la razn sugiere que se debera adoptar puede no coincidir con ella. Ms bien se sostiene, de un modo quese asemeja mucho al concepto de azar moral, que por lo menos en el margen, el grado de observancia real de unaconducta moral est en funcin de las instituciones.3 Es decir que, como lo explica Jasay (1995), un orden de segundo orden puede ser tambin un orden espontneo.

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    tipo de redistribucin o a hacerla obligatoria. Por ejemplo, los individuos que tienen unacapacidad relativamente sustancial para hacer uso de la fuerza pueden exigir pagoscompulsivos ideando reglas que obligan a la transferencia de riquezas en su favor, einstituciones que inducen a los perjudicados a acatarlas por temor. Sin embargo, el hecho

    de que estas reglas y estas instituciones coactivas sean concebidas deliberadamente nosignifica que el concepto de la evolucin espontnea de la moralidad no sea pertinente.Los esfuerzos premeditados en el sentido de instituir reglas simplemente influyen sobre latrayectoria de la evolucin espontnea de la actividad voluntaria (Seldon, 1995) y de laconducta moral, a menudo de maneras imprevistas e involuntarias. Es decir que, aunqueesas reglas no alcancen el status de normas morales (por ejemplo, no se pueden dictarleyes sobre moralidad ni inducirla por la fuerza), es posible que stas sufran la influenciade esa legislacin impuesta en forma intencional. Es improbable que quienes concibenpremeditadamente las reglas puedan prever sus consecuencias, y por eso stas tienden aprovocar reacciones espontneas. Por ejemplo, las acciones deliberadas que quitan a

    algunas personas sus derechos de propiedad hacen que estos derechos, en general, seanmenos seguros (Benson, 1994a, 1994c, 1995b). En realidad, parte de los derechos pasanal dominio pblico, y de esta manera se crean incentivos para reconquistarlos (Cheung,1974). Los individuos pueden tratar de que la ley cambie, pero tambin buscar manerasde evitar su cumplimiento o violarla (cuando la ley se usa en el sentido positivista). Porcierto, en una sociedad semejante muchas personas piensan que la transgresin, si se lapuede realizar con impunidad, forma parte de las normas de conducta aceptadas.Despus de todo, cuando la ley impone reglas que no constituyen normas generalmentereconocidas, su cumplimiento no es sinnimo de una conducta moral.

    Para hacer un anlisis positivo de la evolucin de las leyes y de la moralidad hay queexaminar las instituciones que evolucionan espontneamente para facilitar la interaccinvoluntaria y las que se crean en forma deliberada con el fin de obtener riquezas. En estetrabajo desarrollaremos un marco para ese anlisis y sugeriremos algunas de susimplicancias.

    II. El origen de las reglas: consenso versus coaccin

    Comencemos con el estado de naturaleza hobbesiano, partiendo del supuesto de que noexiste interaccin cooperativa entre los individuos.4 Ms tarde presupondremos (vase

    tambin Benson, 1994a, 1994c, 1995) que como existe una considerable incertidumbre, ypor ende los costos de transaccin son elevados, las decisiones no se toman detrs de unvelo de ignorancia al modo de Rawls. As, centraremos nuestro anlisis en las reglas einstituciones que surgiran en el supuesto de que los individuos racionales que toman lasdecisiones reconocieran sus opciones y previesen los potenciales resultados.

    4 Esta seccin se ha extrado de Benson (1995a). El anlisis bsico se presenta de manera ms detallada en Benson(1994a, 1994c).

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    El conflicto con respecto al uso de la propiedad es inevitable a causa de la escasez. Lacondicin necesaria para garantizar los reclamos sobre la propiedad es el reconocimientode los derechos del propietario por parte de otras personas (Umbeck, 1981: 39). Enconsecuencia, para que un individuo que acta en forma unilateral pueda transformar en

    posesin efectiva su reclamo sobre una propiedad, ste debe estar respaldado por unaamenaza de violencia lo bastante fuerte como para disuadir a otros de llevar adelante susincompatibles demandas. Umbeck (1981: 40-41) explica: El concepto de violencia [...]puede incluir el uso real de armas de fuego o armas blancas, o de los puos, o slo laamenaza de su uso. Tambin puede incluir la construccin de un fuerte o de otrasestructuras protectoras. Por lo tanto, definimos la violencia como la asignacin y elempleo de recursos (por ejemplo, el capital para erigir un fuerte, o el tiempo de trabajo)para excluir a otros del uso de una propiedad sobre la cual pesa un reclamo. Es posibleque varios individuos tengan incentivos similares en relacin con un recurso escaso enparticular, y por eso el proceso competitivo puede consumir enormes cantidades de

    recursos, en tanto cada uno de ellos invierte con el propsito de lograr la capacidad deviolencia necesaria para eliminar a sus contrincantes. Por supuesto, los derechos depropiedad nunca estn totalmente asegurados (Barzel, 1989), pero si un individuo puedeafianzar sus demandas usando la violencia, tambin puede aumentar sus riquezas,siempre y cuando el costo de la violencia sea menor que el beneficio que reporta. Si no esas, la amenaza puede no materializarse.

    Violencia versus cooperacin: consideraciones estticas

    Skaperdas (1992) y Rider (1993) desarrollaron modelos de la eleccin que dos personas

    hacen, en un perodo, entre la cooperacin, el conflicto y el poder, y dedujeron tresresultados posibles: 1) cooperacin total, 2) cooperacin parcial y 3)conflicto.5 Habrcooperacin total (lo que implica que nadie invertir en instrumentos para ejercerviolencia) si las probabilidades de ganar en caso de conflicto violento son muy escasaspara ambas partes y si stas reconocen que es as (en un juego de perodos mltiplessurgen otras razones para la cooperacin, como veremos ms adelante). Es decir que, si elproducto marginal de la inversin en el conflicto es muy bajo, de modo que una grandiferencia en instrumentos de violencia slo produce un pequeo cambio en laprobabilidad de ganar, surgen incentivos para cooperar tcitamente. El resultado es unconvenio de propiedad privada porque ninguna de las partes intenta reclamar recursos o

    productos reivindicados por la otra (Rider, 1993: 152). Tambin es un orden socialcaracterizado por una conducta moral, en el sentido que sugieren Vanberg y Congleton(1992: 420), y, en contraste con los supuestos hobbesianos y con los modelos del dilemadel prisionero, esta cooperacin puede surgir en un juego de una nica jugada si elconflicto es lo bastante difcil para ambas partes.

    5 Rider (1993) divide tanto la cooperacin parcial como el conflicto en dos posibilidades separadas, pero en realidadcada uno da origen a un continuo de posibilidades; vase Benson (1994c) y nota 6.

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    El conflicto surge cuando se espera que el producto marginal de la violencia seaelevado para ambas partes; cada una de ellas cree que mejorar sustancialmente susprobabilidades de ganar aumentando su inversin en instrumentos para ejercer violencia.Esto puede resultar en un conflicto abierto o en un punto muerto impuesto por la

    disuasin recproca, segn las capacidades relativas de las dos partes y el modo como lasperciban.

    La cooperacin parcial se produce cuando el costo de oportunidad que una de las partesdebe pagar para invertir en el conflicto difiere de modo considerable del que debe pagarla otra. As, una de ellas invierte en instrumentos de violencia y la otra no. Este conveniode dominio significa que la parte cuyo costo de oportunidad para la violencia esrelativamente bajo sojuzga a la parte relativamente productiva y le exige el pago de untributo. Este tributo es una extorsin, puesto que el que paga lo hace para protegersedel que recibe el pago, no para que ste lo proteja de las amenazas de otro. No obstante,

    la parte sojuzgada opta por una estrategia de cooperacin porque la riqueza que le reportael sometimiento es mayor que la que podra obtener de un conflicto violento, dada sudesventaja comparativa con respecto a la violencia.6

    Consideraciones dinmicas

    Estos resultados estticos proporcionan el punto de partida para considerar la evolucindinmica de la moralidad y de la ley en condiciones alternativas. Cuando el desarrollo delas reglas y de las instituciones se produce de abajo hacia arriba mediante la cooperacinvoluntaria, las reglas que sustentan los derechos de propiedad privada y las instituciones

    gubernamentales permiten reducir las inversiones en violencia.7

    El orden social resultantetambin podra describirse como un orden basado en la moral, y se caracteriza por lacooperacin. Sin embargo, esto no es ms que uno de los extremos de un continuo deresultados posibles (Jasay, 1995). En el otro extremo, las reglas se imponen de arribahacia abajo: un individuo poderoso con una ventaja absoluta en cuanto a capacidad deviolencia esclaviza a los dems; la consecuencia de esto es un rgimen puramentecoercitivo. Hay muchas otras posibilidades intermedias. Algunas de ellas involucran unpredominio de los derechos de propiedad privada y elevados niveles de cooperacin, conel pago de tributos o contribuciones moderados a un individuo que posee una ventaja

    6 Puede ser que la parte que acepta pagar el tributo sea capaz de producir, a su vez, una fuerza suficiente como paravencer al que la sojuzga, pero si el pago que se le exige no es demasiado grande, puede considerar que el costo deoportunidad de hacerlo es excesivo y no vale la pena incurrir en l. En consecuencia, el grado de exaccin quepuede ejercer la parte dominante disminuye, y con ello, la cantidad que puede obtener. Desde este punto de vista,puede producirse un continuo de tributos que van desde la esclavitud (Rider, 1993), cuando una persona tieneuna ventaja absoluta en capacidad de violencia, hasta las contribuciones moderadas que se exigen a individuoscapaces de ejercer tambin una violencia efectiva si se los presiona. El anlisis de este continuo de resultadosposibles puede verse en Benson (1994c).7 Ntese que empleamos la expresin derechos de propiedad privada en un sentido ms relativo que absoluto. Losderechos son privados en relacin con lo que seran en otras circunstancias (por ejemplo, en la jungla hobbesiana obajo un rgimen autoritario). Vase un anlisis ms profundo en Benson (1994a, 1994c).

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    comparativa en trminos de violencia; otras entraan un alto grado de concusin y dedisminucin de los derechos de propiedad por medio de una inversin continua, yposiblemente creciente, en instrumentos de violencia. Todos estos sistemas tienen unaevolucin natural en diferentes circunstancias y, por supuesto, todos pueden ser

    contractuales, pero en el primero de los casos extremos el contrato surge del consenso,mientras que en el segundo se establece exclusivamente por la fuerza (Benson, 1994c).En los casos intermedios puede haber elementos mixtos (por ejemplo, el que seespecializa en el ejercicio de la violencia puede limitarse slo a la extorsin o combinarcierto grado de extorsin con una proteccin efectiva contra las amenazas externas o conuna ayuda real para hacer valer algunos derechos de propiedad privada [vase la seccinIV]). Consideraremos las implicancias de estos extremos sobre la conducta moral, porqueconstituyen hitos que permiten comparar los convenios intermedios. Si la informacin nofuera costosa, de modo que cada individuo conociera la capacidad de violencia de losotros, cada uno reclamara slo la cantidad de propiedad que pudiera defender (Umbeck,

    1981: 41). En realidad, si existiera un conocimiento semejante, podra surgir un conveniopor el cual los derechos de propiedad seran estables. No hara falta otro mecanismocoercitivo que la amenaza implcita de violencia y no se invertira efectivamente eninstrumentos para ejercerla. De este modo, el conflicto y la cooperacin parcial separeceran a la cooperacin total. No obstante, este resultado hipottico es imposible.Despus de todo, el conocimiento requerido es costoso y en las situaciones dinmicas quese producen en el mundo real, las aptitudes relativas de los individuos para ejercerviolencia no se mantienen inmutables con el transcurso del tiempo.8 En realidad,planteamos esta hiptesis porque apunta a otra razn complementaria del conflictohobbesiano; la escasez entraa competencia, pero los costos de transaccin y la

    incertidumbre pueden hacer que esa competencia se transforme en violencia. En estemarco, el establecimiento de los derechos de propiedad puede ser bastante costoso,porque incluye los costos en que incurren los ganadores y los perdedores. Adems, en uncontexto dinmico slo se puede ganar temporariamente a menos que se mantenga intactala capacidad de violencia, y aun en ese caso es posible que ocurra lo mismo. Despus detodo, los nuevos competidores slo tendrn incentivos para participar si consideran queson ms fuertes que cualquiera de los que han tenido xito en sus reclamos, y tanto lospotenciales postulantes como los que han resultado perdedores se sentirn estimuladospara buscar una tecnologa ms efectiva para ejercer violencia. Por ende, tambin eltriunfador posee incentivos para mantener sus aptitudes y buscar nuevas tecnologas para

    8 La conclusin de Umbeck (1981) tambin parece involucrar el supuesto de que no existen tipos de conductasestratgicas por parte de los protagonistas; es decir que, aun teniendo pleno conocimiento de la existencia deaptitudes para la violencia, si cada uno cree que nadie va a invertir en ella, cada uno puede tener realmenteincentivos para hacerlo, ya que el producto marginal de la violencia es relativamente alto y si se le gana de mano aladversario, es posible vencerlo. Este supuesto podra resultar muy apropiado en el caso, estudiado por Umbeck, delos campos aurferos de California, porque probablemente se esperaba que los costos de oportunidad de la violenciaseran muy altos (el sacrificio de las actividades de minera). Sin embargo, en un mbito ms generalizado, laposibilidad de un interjuego estratgico sugiere la extrema improbabilidad de un equilibrio estable semejante, lo querefuerza los argumentos expuestos ms adelante.

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    el ejercicio de la violencia, de modo de desalentar las inversiones actuales y potencialesde sus adversarios. La distribucin de riqueza impuesta por la fuerza slo puedeasegurarse aumentando las inversiones en violencia.

    Las condiciones que determinan el conflicto hobbesiano son por lo menos tres: 1)escasez, 2) incertidumbre, como vimos, y 3) falta de reglas reconocidas. No obstante,cualquier subgrupo de individuos puede reducir los costos emergentes del conflictoaccediendo al establecimiento de reglas que reconozcan las demandas de otro subgrupo yrecprocamente (Vanberg y Buchanan, 1990: 18), siempreque la promesa de cada uno deellos sea digna de crdito. Si bien es posible que la amenaza de una represalia violenta dlugar a promesas fidedignas, en un marco dinmico pueden desarrollarse otras fuentes decredibilidad, como veremos ms adelante; de este modo se crea un medio donde imperala confianza en lugar del temor. Sin embargo, dada la opcin de emplear la violenciacomo medio para garantizar las demandas sobre la propiedad, cualquier acuerdo

    voluntario [...] debe asignar a cada individuo tanta riqueza como pueda [esperar] obtenermediante el uso de su propia fuerza (Umbeck, 1981: 40). As, concluye Umbeck (1981),lo que determina la distribucin inicial de la riqueza es la fuerza, no la justicia (es decir,entendiendo por tal cierta ley natural implcita o cierta moralidad preordinada), auncuando esa distribucin sea producto de un acuerdo voluntario. No obstante, si elintercambio proporciona a todos riquezas mayores que las que esperaran obtener si no lorealizaran, todos tienen incentivos para llevarlo a cabo, con lo cual los derechos depropiedad sobre algunos recursos quedan garantizados sin necesidad de aumentar lasinversiones en violencia. Y Umbeck (1981: 45) termina diciendo que un convenio paraponer fin a los conflictos implica que cada individuo renuncia a cualquier demanda que

    pudiera haber hecho (mediante el uso de la fuerza) sobre [los recursos de] otros [...] acambio de que los dems convengan en no hacer (mediante el uso de la fuerza) demandaalguna sobre la [propiedad] que le ha sido asignada. En este caso la inversin consisteen la aceptacin de una regla obligatoria con respecto a los derechos de propiedad ajenos.

    El grado de disminucin de las inversiones en instrumentos de violencia despus delacuerdo depender de la confiabilidad de las promesas y del origen de esa confiabilidad.Si el acuerdo surge de una situacin inicial que implica una cooperacin parcial o unconflicto asimtrico, la parte dominante exigir mayor participacin en la riquezaresultante de la determinacin precisa de los derechos de propiedad; pero, como veremos

    ms adelante, es posible que tenga que mantener su supremaca para asegurarse de que laparte ms dbil mantendr su promesa. En este caso se desarrollarn instituciones decarcter coercitivo y autoritario para sustentar la credibilidad de los compromisosmediante los cuales los individuos se obligan mutuamente a respetar las reglas respectode la distribucin de la riqueza. Despus de todo, la parte ms dbil slo tiene incentivosnegativos para aceptar el acuerdo: considera que es mejor ser sojuzgada que correr elalto riesgo de perderlo todo como consecuencia de una confrontacin violenta. En la

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    seccin IV veremos cmo influyen las instituciones resultantes de este tipo de conveniosobre la evolucin de la moralidad.

    En cambio, si el acuerdo surge de un conflicto simtrico, es posible que las partes puedan

    reducir sus inversiones en violencia, tal vez hasta cero, con lo cual se llegar a lacooperacin total a travs de un contrato. En este caso, los incentivos para cooperar sonpositivos: los individuos participan en el contrato porque esperan aumentar su riquezaderivando recursos hacia actividades productivas, puesto que sus demandas sobrederechos de propiedad quedan garantizadas por un convenio, no por inversiones enviolencia mutuamente disuasivas. Tambin en este caso ser necesario el sostn de lasinstituciones para asegurar la propiedad, pero stas no sern exclusivamente coercitivasporque en esas circunstancias pueden desarrollarse otras fuentes de credibilidad quesustituyan a la violencia. Consideremos los tipos de reglas e instituciones que tienden acaracterizar un contrato consensual evolutivo o, como lo denomina Benegas Lynch

    (1995), un sistema de autogobierno.

    III. La confiabilidad de los compromisos de cooperacin y la evolucin de lamoralidad

    Fuller (1964: 23-24) sugiere tres condiciones para que las reglas que todos reconocencomo derechos u obligaciones sean aceptadas clara y libremente por aquellos a quienesafectan. En primer trmino, la relacin de la cual surgen las obligaciones que rigen laconducta debe ser el resultado de un acuerdo voluntario entre las partes inmediatamenteafectadas; stas son las que crean el deber. Segundo, la aceptacin recproca de los

    deberes debe ser equitativa, lo que significa que ambas partes deben tener la expectativade ganar: no puede haber un intercambio unilateral, tal que una gane y la otra pierda. Entercer lugar, y esto es lo ms importante, ambas partes deben tener la expectativa deactuar sobre bases justas y regulares, ya que la relacin en la teora y en la prctica debeser reversible. Es decir que, dada una situacin de juego repetido en la que ambas partesganan, es probable que los individuos reconozcan la validez de normas de conductacomunes, porque cada uno espera que los beneficios a largo plazo derivados de suacatamiento (que le permite mantenerse en buenos trminos con la otra parte) sernmayores que las ventajas inmediatas de la falta de cooperacin.

    Sin embargo, la correspondencia mutua de un juego repetido implica algo ms que laexpectativa de beneficios a largo plazo. Tambin existe una reciprocidad de poder(Ellickson, 1991: 182). Vanberg y Buchanan (1990: 182-183) dicen que la reciprocidadinvolucra tanto la voluntad de cooperar (es decir, de acatar las normas morales) [...] conotros que tambin desean hacerlo como la disposicin a castigar el incumplimiento[...]. Pero en este caso el poder puede ser diferente del que existe en una situacin nocooperativa caracterizada por inversiones simtricas en violencia, porque aqu el castigono asume necesariamente la forma de violencia fsica. En realidad, la esencia de la

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    estrategia de golpe-por-golpe en los juegos repetidos consiste en esto (vase Axelrod[1984]): El xito del golpe-por-golpe (en los juegos simulados de Axelrod) se debe aque combina la disposicin para cooperar con la disposicin para castigar la deslealtad(Vanberg y Buchanan, 1990: 182) respondiendo de la misma manera. Por lo tanto, si la

    accin no cooperativa implica una usurpacin por la fuerza, la respuesta ser una durarepresalia, pero si la accin es menos agresiva, tambin la represalia ser menos violenta.Por ejemplo, si la accin consiste simplemente en el incumplimiento de una promesa, elcastigo ser similar. De este modo, los tratos reiterados incrementan el potencial deopciones menos violentas de que dispone un individuo, pese a que todava conserva suvalidez el punto bsico que sostiene Umbeck (1981), a saber, que la fuerza crea losderechos. Sin embargo, la fuerza proviene de la capacidad de tomar una represaliasimilar a la ofensa y, por lo tanto, no surge necesariamente de la aptitud para el ejerciciode la violencia. La amenaza de castigar la conducta no cooperativa se parece a unaamenaza de violencia porque tiende a hacer que las promesas de los participantes en el

    juego sean relativamente confiables: es ms probable que cada uno pueda creer en lapromesa de cooperacin del otro.

    Fuller hace hincapi en el hecho de que la amenaza del golpe-por-golpe no es, porsupuesto, la nica fuente de credibilidad. En realidad, su importancia reside en elreconocimiento de los beneficios positivos -las ventajas a largo plazo que se derivan demantener una buena relacin con la otra parte-, que pueden ser mayores que losrendimientos inmediatos de la no cooperacin (por ejemplo, la violacin de las reglas, lainversin en violencia o el uso de sta). Desde este punto de vista, Vanberg y Buchanan(1990: 18) definen las reglas de confianza como aquellas normas de conducta para con

    los dems que los individuos aceptan voluntariamente, y a continuacin sostienen que losincentivos asociados con esas reglas constituyen el fundamento de la formacinvoluntaria de un grupo:

    Mediante su acatamiento o desobediencia de las reglas de confianza una persona afectaselectivamente a otras personas determinadas. Como ambas actitudes estn dirigidas aun objetivo, existe la posibilidad de que se formen agrupaciones cooperativas; unsubgrupo cualquiera, hasta uno formado por dos individuos, puede obtener gananciascooperativas observando esas reglas en sus tratos con cada uno de los otros. La adopcinde reglas de confianza y su cumplimiento producen beneficios diferenciales a cualquier

    grupo, sea cual fuere la conducta de otras personas en la comunidad o en la poblacin.Incluso en un mundo absolutamente deshonesto, si dos individuos cualesquiera iniciaranuna relacin en la que cumpliesen mutuamente sus promesas, respetasen su propiedad,etctera, prosperaran ms que los otros, debido a que podran obtener frutos de sucooperacin. Por supuesto, les ira aun mejor si los dems actuaran con honestidad, perolas ventajas derivadas del acatamiento de las reglas pueden lograrse en el seno decualquier subgrupo, por pequeo que sea, sin que haga falta que todos las cumplan.

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    Si damos por sentada la obediencia a las reglas de confianza, este contrato implcito oexplcito implicar que cada individuo convendr en adoptar una norma de conductapredecible en su trato con el otro. En este contexto, no obstante, la expresin regla deconfianza puede ser ms reveladora que regla obligatoria, porque pone el nfasis

    sobre la naturaleza de las normas que los individuos pueden acatar voluntariamente.9Adems, sugiere que para que una de las partes observe una conducta cooperativa, tica ymoral es necesario que la otra u otras partes sean tambin dignas de confianza.

    La causa fundamental del conflicto es la escasez. De este modo, la adopcin de una reglaobligatoria constituir una mayor garanta para los derechos de propiedad de un individuo-con respecto a la propiedad de otra persona- siempre que el otro haga lo mismo ysuponiendo que la riqueza esperada se acreciente. Todos pueden aumentar su riquezahaciendo que la propiedad sea relativamente ms privada y ms segura. Enconsecuencia, como lo afirma Sugden (1986: 55), si existen tratos reiterados y

    reciprocidad, las reglas obligatorias con respecto a la propiedad pueden surgir comonormas consuetudinarias o normas que han evolucionado en forma espontnea (vasetambin Taylor [1987: 28]). En realidad, dice Ellickson (1993: 1366).

    Abundan las evidencias de que [...] no es necesario que un grupo tome una decisinconsciente para fijar derechos de propiedad privada sobre la tierra [y sobre otrosrecursos]. Las personas que interactan de manera reiterada pueden generar institucionesa travs de la comunicacin, el control y la imposicin de castigos [...]. A diferencia de loque dicen Hobbes y Locke, un sistema basado en la propiedad puede ponerse en marchasin un cnclave que le d origen.

    Con respecto a esto, debe destacarse que un individuo tiene un derecho sobre s mismo,por lo cual respetar a una persona es tambin respetar un derecho de propiedad.10Esosignifica que algunas normas tales como hay que respetar las promesas hechas a otros ose debe decir la verdad a los dems son reglas obligatorias que aumentan la seguridad yel valor de los derechos de propiedad que la otra persona tiene sobre s misma.

    Aunque, dadas las debidas circunstancias, la reciprocidad funciona como un mecanismocoactivo espontneo que alienta una conducta cooperativa (Vanberg y Buchanan, 1990:182), en teora, evidentemente la cooperacin no es segura por varias razones (Taylor,

    9 Las expresiones regla de confianza y regla obligatoria no son sinnimas. La regla de confianza surge de unintercambio voluntario; ste es uno de los orgenes de las reglas obligatorias, pero tambin tienen otros, como lasamenazas de violencia coercitivas.10 Con frecuencia, los derechos de propiedad se consideran aplicables a los bienes materiales, como la tierra, losrecursos naturales, las herramientas, los animales, etctera. Sin embargo, las posesiones inmateriales tambinpueden ser valiosas. En circunstancias especficas, cosas tales como el honor, el orgullo, el prestigio, el poder, ladiscrecin, el coraje y la reputacin pueden ser bienes importantes y preciados. Por ejemplo, el buen nombre deun empresario puede ser algo sumamente valioso. De esto se deduce que el reconocimiento de los derechos depropiedad privada incluye la aceptacin de los derechos individuales y la existencia de reglas contra la violencia, lamalicia y el fraude.

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    1982; Tullock, 1985: 1073; Milgrom, 1984; Zupan, 1990). Por ejemplo, es probable queun individuo se vea obligado a tomar una decisin inmediata sobre el reconocimiento delos derechos de propiedad de otro, pagando los costos que esto acarrea pero sin obtenerun beneficio inmediato en lo que respecta a esperar una conducta recproca por parte de

    otro en el futuro. Taylor (1982: 28) sugiere:

    En un sistema de reciprocidad, cada acto individual se caracteriza usualmente por unacombinacin de lo que podra denominarse altruismo a corto plazo y egosmo a largoplazo: Yo te ayudo ahora con la expectativa (posiblemente vaga, incierta eimpremeditada) de que t me ayudars en el futuro. La correspondencia est constituidapor una serie de actos, cada uno de los cuales representa una conducta altruista a cortoplazo (que beneficia a otros a expensas del altruista), pero que, en conjunto, tpicamentehacen que cada uno de los participantes resulte beneficiado.

    En una situacin de juego repetido, este altruismo a corto plazo puede manifestarsecomo reflejo de las expectativas de beneficios ulteriores (Ellickson, 1991: 156-157), perola respuesta recproca a largo plazo es incierta, de modo que, como lo hace notar Taylor(1982), la correspondencia que se origina en un juego repetido no garantiza un resultadocooperativo. Si hay un alto grado de incertidumbre, o si la retribucin esperada en elfuturo es pequea en relacin con el costo inmediato del altruismo, o si los beneficios quesurgen de la falta de cooperacin son importantes comparndolos con los costosasociados con la amenaza de represalia, la cooperacin puede no producirse. La estrategiapredominante an depende del resultado final que se espera, de la frecuencia de lasinteracciones, la perspectiva temporal y otras consideraciones (Tullock, 1985: 1073). De

    modo que si esa conducta altruista tiene lugar en el contexto de un juego reiterado, surgedel egosmo porque los beneficios que se espera obtener en el futuro son mayores que loscostos actuales. Pero, de hecho, en muchas situaciones la aceptacin de un conjunto denormas de conducta, y por ende un comportamiento altruista, responde a incentivos mspoderosos que los que determina la reciprocidad de un juego repetido.

    La opcin de salida, los juegos polifacticos, multidimensionales, y los efectos sobrela reputacin

    Vanberg y Congleton (1992: 420) explican que la mayora de las formas de interaccin

    no se caracterizan por los tpicos modelos tericos del juego, porque todos, sean de unanica jugada o repetidos, parten del supuesto de que los individuos deben jugar. Es decirque cada individuo puede elegir entre adoptar una estrategia cooperativa, cumpliendo suspromesas, respetando los derechos de propiedad, etctera, o una estrategia nocooperativa, mintiendo, quebrantando sus compromisos, defraudando, robando,explotando a otros, haciendo uso de la violencia, etctera, pero no tiene la opcin de nojugar. Sin embargo, en muchas formas de interaccin hay, efectivamente, otraposibilidad: la opcin de salida o de negativa a jugar. Pongamos un ejemplo, para

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    estar a tono con el estilo hobbesiano del anlisis precedente: una persona reclama unadeterminada parcela de tierra y su reclamo choca con las demandas de otras personas nocooperadoras; puede optar sencillamente por retirarse y dirigirse a otro lugar donde susolicitud no origine un conflicto tan intenso o donde la gente haya descubierto las

    ventajas de la cooperacin. Al incluir la opcin de salida, la estrategia no cooperativadeja de predominar incluso en el dilema del prisionero (que es un juego de una nicajugada [Vanberg y Congleton, 1992: 420]), segn las otras caractersticas del juego. Noobstante, la credibilidad de esta amenaza depende de diversos factores.

    Por ejemplo, la amenaza puede no ser creble porque se sabe que los costos que acarreasu cumplimiento son demasiado altos. Vanberg y Congleton (1992: 420) dicen: En laprctica, los beneficios netos de la salida dependen de la disponibilidad de opciones (o,ms especficamente, de los resultados esperados de esas opciones), que pueden asumir laforma de interacciones potenciales con otras personas o de actividades individuales. Sin

    embargo, hay un factor que puede interactuar con la opcin de salida y hacerla msviable, y es que cada individuo participa en varios juegos distintos con distintosjugadores. Naturalmente, incluso en un contexto muy primitivo (no muy diferente delestado de naturaleza), los individuos por lo general forman parte por lo menos de unacomunidad, como lo describe Taylor (1982: 26-30), donde las relaciones entre susmiembros son directas y [...]polifacticas (vase tambin Ellickson [1993]).

    A medida que las comunidades (o los grupos estrechamente relacionados) evolucionan,van descubriendo los beneficios de la asociacin mutua para producir determinadosbienes. En los grupos primitivos, unidos por lazos de parentesco, los individuos pueden

    colaborar sobre todo en la produccin conjunta de alimentos y viviendas, en las funcionesreligiosas, en la proteccin contra las amenazas externas, y tambin pueden asociarsepara arrebatar sus riquezas a los que no pertenecen a la comunidad.11 De este modo, lasinteracciones que benefician mutuamente a los miembros de un grupo y que requieren sucooperacin para el reconocimiento de los derechos y obligaciones se tornanmultidimensionales o multifuncionales, incluyendo por ejemplo el comercio, elmatrimonio, la divisin de la produccin conjunta, la defensa, los seguros, la caridad,etctera, pero tambin polifacticas porque en ellas toman parte diferentes individuos. Amedida que la naturaleza multifuncional de la mayora de los grupos de esa claseevoluciona, se refuerzan los incentivos para cooperar mediante la aceptacin de distintas

    11 Muchas personas atribuyen las normas morales a un mandato divino, ms que a la evolucin espontnea ante lasmotivaciones egostas para facilitar la cooperacin. Si bien un sistema de reglas e instituciones puede desarrollarsenaturalmente para mantener un orden interno, los miembros del grupo pueden no reconocer plenamente laimportancia de esta funcin en lo que respecta a facilitar la interaccin y atribuir sus resultados a algn podersobrenatural. Mises (1985: 240) observa: Cuando los hombres no saban cmo buscar la relacin entre causa yefecto, recurrieron a una interpretacin teleolgica. Inventaron dioses y demonios y atribuyeron ciertos fenmenos alos actos voluntarios de stos. Un dios lanzaba el rayo y el trueno. Otro, cuya ira haba sido provocada por lasacciones de los hombres, castigaba con la muerte a los transgresores [...]. En otras palabras, la mitologa y lareligin interactan con la ley, disponiendo importantes sanciones. Entre las funciones jurdicas de las institucionesreligiosas puede incluirse la resolucin de las controversias (Benson, 1994c).

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    reglas; esto se debe al deseo de gozar de las ventajas de todo tipo de interaccionesintergrupales. Por ejemplo, la amenaza de salir del juego puede no ser creble si loscostos que esa salida impone a la otra parte son bajos, pero las interacciones o juegospolifacticos, multidimensionales, significan que se valora una buena reputacin, una

    conducta tica (es decir, digna de confianza). De este modo, si alguien se niega aproceder ticamente, puede dar lugar a que el otro jugador se retire; la reputacin delindividuo no cooperador resulta afectada cuando se divulga la razn de ese retiro. Puestoque otros miembros de la comunidad, jugadores en potencia, tienen tambin la opcin derehusarse a jugar, una reputacin negativa limitar la capacidad de un individuo paraparticipar en otros juegos en el radio que alcance la informacin, porque la reputacin setraslada de un juego a otro (Ellickson, 1991: 180-182). Este efecto sobre la reputacintorna ms creble la amenaza de salida. En realidad, cuando todos los que participan enun juego multifactico tienen la opcin de salida y los efectos sobre la reputacin sonconocidos por todos, el que opte por no cooperar en un juego puede ser excluido de toda

    interaccin futura dentro del grupo. Esto significa que la combinacin de las opciones desalida con la informacin acerca de la reputacin puede conducir al ostracismo socialespontneo, lo cual es un precio demasiado alto para el beneficio que reporta un nicoacto no cooperativo. Se podra imaginar un proceso evolutivo en el cual los individuosfueran emergiendo gradualmente de la jungla hobbesiana a medida que establecierancontactos relativamente tentativos basados sobre los incentivos para actuar en formarecproca. Cada vez se formaran ms relaciones de este tipo porque se reconoceran losbeneficios de la cooperacin, y comenzara a desarrollarse un grupo cuyos vnculosinternos seran ms laxos, interconectado por relaciones recprocas; surgira as laposibilidad de que los actos de sus miembros tuvieran efectos sobre su reputacin.

    Cuando hubiese un nmero suficiente de jugadores que valoraran ms las relacionesintergrupales con otros jugadores confiables que las potenciales ventajas de rehusarse aobservar la conducta aceptada en cualquier juego nico, aumentaran las posibilidades decooperacin, que asumiran la forma de un reconocimiento de las normas de conductaestndares (incluyendo el respeto por los derechos de propiedad), en relacin con las queexistiran en los simples juegos bilaterales repetidos (Milgrom et al., 1990; Schmidtz,1991: 102; Gauthier, 1986: 183). En realidad, Vanberg y Congleton (1992: 421) sugierenque una opcin de salida viable creada por la disponibilidad de opciones competitivasagregara dos potenciales estrategias a las que existen cuando slo opera la reciprocidaden un juego repetido: la respuesta a una conducta no cooperativa puede involucrar una

    moralidad retributiva o una moralidad prudente.12

    12 Obsrvese que la opcin de salida combinada con efectos polifacticos, multidimensionales, sobre la reputacinpuede atenuar las consecuencias de las asimetras en el poder a las que nos referimos antes. Si un individuo tienesuficiente poder, puede obligar a otros a otorgarle preponderancia con respecto a derechos de propiedad yprivilegios, pero si todos son capaces de retirarse simultneamente, condenando al ostracismo al individuopoderoso, sus demandas se moderarn de manera considerable. Por cierto, si los beneficios a largo plazo de estasinteracciones multidimensionales polifacticas fueran importantes, aun un individuo potencialmente poderosopodra optar por la cooperacin en lugar de reclamar beneficios inmediatos mediante el uso de la fuerza. Adems,

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    La racionalidad y la evolucin de la moralidad

    Si la salida tiene un costo excesivamente elevado, aun pueden existir incentivos para

    corregir la conducta no cooperativa de un jugador, tal vez mediante la estrategia degolpe-por-golpe, en un esfuerzo por lograr que vuelva a interactuar en el futuro.13 Laestrategia de golpe-por-golpe (ojo por ojo) que sirve de fundamento a la reciprocidad deljuego repetido no parece ser el smmum de la moralidad, ya que tiene un dejoligeramente deshonesto, pero segn Axelrod (1984: 137), una persona moral no podrahacer algo mucho mejor que esto. Sin embargo, cuando se agrega la opcin de salida, ysobre todo cuando la competencia la transforma en una alternativa poco costosa, lacooperacin incondicional en cualquier juego realmente practicado se torna viable. Lamoralidad retributiva involucra la cooperacin absoluta en cualquier interaccin, peroante una conducta no cooperativa la respuesta no es simplemente la salida sino que, al

    mismo tiempo que sta se lleva a cabo, se impone alguna forma de castigo explcito aljugador que no coopera.14 La enemistad encarnizada entre tribus o familias propia de lassociedades primitivas o medievales constituye un ejemplo de esto. Un individuo queamenace con poner en prctica una moralidad retributiva, o que realmente lo haga, tieneque tener por lo menos cierta capacidad para ejercer la violencia dentro del grupo, lo cualimplica que, aunque la formacin del grupo haya permitido una disminucin de lasinversiones en violencia por parte de sus miembros, stas no han desaparecido del todo.

    El concepto de moralidad prudente, como lo entienden Vanberg y Congleton (1992),implica una cooperacin incondicional toda vez que un individuo opta por participar en

    alguna forma de interaccin, junto con una negativa a interactuar con cualquiera que hayaadoptado una conducta no cooperativa en el pasado. Como los efectos sobre la reputacinse conocen rpidamente en un grupo, la distincin entre moralidad retributiva y prudenteempieza a desaparecer y disminuyen las inversiones en instrumentos de violenciapersonal. Si todos responden en forma espontnea a la informacin acerca de unaconducta no cooperativa rehusndose a tratar con la persona que ha merecido talreputacin, sta quedar excluida de toda interaccin con cualquier miembro de lacomunidad. Semejante ostracismo puede ser un castigo muy duro, aunque no lo impongaexplcitamente un solo individuo retribuidor; por eso, los incentivos para aplicar unasancin fsica se debilitan cuando los efectos sobre la reputacin son significativos y la

    opcin de salida se adopta en forma general. Por cierto, la moralidad prudente es

    los individuos relativamente dbiles que forman parte de un grupo evolutivo con fuertes lazos de unin podran serrelativamente fuertes si llevan a cabo una alianza defensiva.13 Hirschman (1970) tambin insiste en la distincin entre salida y voz. Obsrvese que cuanto ms alto es elcosto de la salida, mayores son los incentivos para usar la voz en un intento de mejorar la relacin.14 Esta amenaza es, probablemente, ms efectiva que la estrategia de responder del mismo modo y, por ende, espotencialmente ms eficaz que el golpe-por-golpe para servir de fundamento a una moralidad general en el senode una comunidad (Vanberg y Congleton, 1992: 421). Vase en Benson (1994a) un examen ms detallado de estasestrategias.

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    realmente prudente. Tambin se reducen de modo sustancial los alicientes de cadaindividuo para invertir en instrumentos de violencia personal. Asimismo, los incentivosindividuales para castigar la conducta de un transgresor mediante una moral retributivason relativamente insignificantes cuando se dispone de muchas opciones competitivas

    (Vanberg y Congleton, 1992: 428-429), porque ser castigado por las fuerzas delmercado. En consecuencia, es relativamente ms probable que se aplique una moralretributiva y se contine invirtiendo en instrumentos de violencia personal cuando lasalida resulta cara y/o cuando los costos emergentes de la transmisin de la informacinson elevados. Vanberg y Congleton (1992: 429) concluyen observando que laspercepciones acerca de lo que es moral varan de acuerdo con la importancia de lasdiferencias en los costos de la salida. En el extremo del continuo en el cual el costo esms alto, parece ser mucho ms comn la justificacin moral de la estrategia golpe-por-golpe, pero a medida que nos acercamos al otro extremo, el del costo ms bajo, adquiereimportancia la Moralidad Prudente.15La idea de moralidad puede considerarse como un

    concepto econmico. Se adopta una conducta moral cuando los beneficios que estoreporta son mayores que los costos. De este modo, a medida que el grupo cooperativoevoluciona, tambin lo hace la moralidad.

    Las reglas de solidaridad y la evolucin del altruismo

    Segn Vanberg y Buchanan (1990: 185-186), cuando un grupo se constituye sobre labase de reglas de confianza, tambin existe la posibilidad de que se establezcan otro tipode reglas. Definen las reglas de solidaridad como aquellas cuyo objetivo son todos losmiembros del grupo, por lo cual su cumplimiento beneficia a cada uno de ellos, a

    diferencia de las reglas destinadas a algunos individuos en el contexto de lasinteracciones, y que slo favorecen a stos. Y deducen que (1990: 185), en lo querespecta a las reglas de solidaridad, no es cierto, como s lo es para las reglas deconfianza, que dos individuos cualesquiera pueden empezar a formar un grupocooperativo que les permite realizar ganancias diferenciales de las cuales estn excluidoslos de afuera. Para que las reglas de solidaridad produzcan los beneficios diferenciales delos que estn exceptuados los extraos, es necesario que todo el grupo adhiera a ellas.Estas reglas, como las de confianza, tambin evolucionan a travs de la interaccin de losindividuos que persiguen sus propios fines, pero a diferencia de ellas requieren que existaen el grupo una definicin previa, tal que todos sus miembros resulten afectados por su

    cumplimiento o su violacin. Las ventajas emergentes de la adhesin individual a esasreglas se hacen extensivas a otros miembros del grupo. En consecuencia, los sacrificios

    15 Adems, Vanberg y Congleton (1992: 429) observan lo siguiente: Se infiere tambin que, contrariamente a loque en general se percibe, los mercados no se nutren en forma parasitaria de actitudes morales que se sustentan enotros medios sociales. Por el contrario, cuanto ms aplicable resulta la caracterstica esencial del mercado (lacoordinacin mediante el contrato voluntario), ms fortalece ste la conducta honesta que, a su vez, es condicin desu accionar efectivo.

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    individuales asociados con su acatamiento producen externalidades positivas; las reglasde solidaridad tienen, pues, caractersticas de bien pblico.16

    Una regla de solidaridad es, por ejemplo, sta: No actes con imprudencia, para no

    poner a otros en peligro. Pero tambin podran serlo reglas acerca de las obligaciones decada uno en lo que respecta a la produccin cooperativa de diversas funciones de carcterlegal. Reglas tales como: Informa a tus vecinos sobre los individuos que violan lasreglas de confianza, y Excluye a los que no cooperan son reglas de solidaridad en elsentido de que la produccin de informacin y la exclusin rinden beneficios a todos losmiembros del grupo porque desalientan la conducta no cooperativa. Sin embargo, no esnecesario establecerlas de manera explcita en el momento en que el grupo cooperativoinicia su relacin contractual. Las reglas de solidaridad de este tipo pueden evolucionaren forma espontnea, tal como lo hacen las reglas de confianza, sin que les d origen elinters propio. Por ejemplo, cuando un pequeo grupo comienza a hacer sus primeras

    experiencias cooperativas, es posible que predomine una estrategia de golpe-por-golpe,tal vez debido a una creciente aceptacin de la reciprocidad. Despus de todo, lasopciones competitivas pueden ser muy escasas o inexistentes. Pero la riqueza se vaexpandiendo a medida que aumenta la confianza y los derechos de propiedad se hacenms seguros. Surge la posibilidad de distintas formas de interacciones provechosas yotros individuos se van sumando al grupo. Pueden empezar a desarrollarse opcionescompetitivas y a hacerse viable la opcin de salida. Como consecuencia de todo esto, esposible que la moralidad retributiva comience a ganar adeptos. Como las inversionespersonales en violencia disuasiva siguen siendo importantes, persiste el dejo ligeramentedeshonesto. El grupo contina evolucionando y el valor de una buena reputacin es cada

    vez mayor, porque las interacciones mutuamente ventajosas dentro del grupo son msnumerosas y diversas. As, la difusin de la informacin acerca de los efectos de los actosindividuales sobre el buen nombre hace que otros se nieguen a interactuar con elindividuo que no coopera, y la violencia individual va perdiendo importancia; estosignifica que la exclusin reemplaza a la violencia y la moralidad prudente se convierteen una estrategia cada vez ms atractiva. Las inversiones personales en violencia puedenreducirse hasta casi desaparecer. La cooperacin incondicional de los miembros delgrupo con aquel que tiene una buena reputacin hace que la conducta grupal se rija por

    16 El trmino bien pblico no posee necesariamente un nico significado. Por ejemplo, a menudo se dice que los

    bienes pblicos tienen dos elementos constitutivos: la no exclusin y la indivisibilidad, o consumo no competitivo(por ej., Cowen [1988: 3] y Taylor [1987: 5]). Sin embargo, Demsetz (1970) hace una distincin entre el bienpblico, que implica un consumo no competitivo, y el bien colectivo, que adems involucra la no exclusin (esdecir, que lo que Demsetz considera un bien colectivo es lo que Cowen y Taylor denominan bien pblico). ParaSamuelson (1969), el mbito de los bienes pblicos es mucho ms amplio: Un bien pblico es aquel que tieneutilidad para dos o ms personas. Qu nos queda? Una situacin sumamente incierta en lo que respecta a los bienesprivados, mientras que todo lo dems queda incluido en el mbito de los bienes pblicos en virtud de que suconsumo implica alguna externalidad. En otras palabras, un bien pblico es todo aquel cuya produccin o consumogenera beneficios externos. Segn la definicin de Samuelson, y quiz tambin segn la de Demsetz, las reglas desolidaridad son bienes pblicos, pero ms adelante veremos que no son bienes pblicos de acuerdo con la definicinde Cowen/Taylor, en contraste con el punto de vista de Taylor; vase nota 18.

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    una moralidad basada en conceptos como la Regla de Oro o el imperativocategrico kantiano (Vanberg y Congleton, 1992: 420). El reconocimiento de lasventajas de reglas de solidaridad como: Informa a tus vecinos acerca de los que violanlas reglas de confianza puede hacer surgir otras reglas semejantes, relacionadas con la

    produccin de informacin valiosa y poco costosa. Por ejemplo, podran ser reglas desolidaridad de carcter altruista como: Cuida a tu vecino o Informa a todos cuando seviole un derecho. Despus de todo, entre los costos de transaccin que implica laposesin de una propiedad se cuenta la asignacin de recursos para prevenir el robo. Loselevados costos de transaccin, sobre todo cuando el que debe pagarlos es un individuo,implican que no ser posible lograr una proteccin eficaz, pero es factible quedisminuyan cuando se forman grupos, porque las reglas de solidaridad pueden crear laobligacin de que cada uno colabore cumpliendo funciones de polica, velando por losintereses de los dems y dando la voz de alarma. La produccin conjunta de estasfunciones policiales es ventajosa, dado que, obviamente, en la vigilancia para prevenir

    los robos existe una economa de escala. La reciprocidad constituye tambin unacaracterstica indiscutible de este tipo de cooperacin, porque cada uno de los queintegran un grupo estrechamente relacionado puede beneficiarse hasta cierto punto porlas contribuciones que hagan los otros a este esfuerzo de vigilancia. El hecho emprico esque el producto conjunto de un grupo cooperativo implica a menudo funciones de polica,que consisten en vigilar para evitar que ocurra un robo y cooperan en la persecucin y eljuzgamiento del culpable cuando se ha producido (Friedman, 1979; Benson, 1990,1992a). Esta cooperacin significa que los derechos de propiedad se han tornado msvaliosos para todos los miembros del grupo. En realidad, es probable que se determinenms derechos.17

    Puesto que las reglas de solidaridad (como la que sirve de fundamento a la vigilanciacooperativa) producen beneficios para cada uno de los miembros del grupo, surgenincentivos para el free-riding: algunos de ellos no acatan las reglas de solidaridad (porejemplo, no cooperan en la vigilancia), con lo cual evitan compartir los costos a la vezque se benefician con las inversiones de otros individuos que s obedecen las reglas. Peroel free-riding slo puede tener xito en la medida en que el que lo practica no seaexcluido de los beneficios. En consecuencia, al par que se desarrollan reglas desolidaridad tales como: Se debe cooperar en las funciones de vigilancia, que generanexternalidades positivas, tambin se ampla el alcance de la exclusin, hasta incluir reglas

    tales como: No se debe interactuar con nadie que desacate otras reglas de solidaridad.Esto significa que las reglas de solidaridad como la que requiere la cooperacin de todosen la vigilancia no son bienes pblicos en un sentido importante: los free-riders puedenser excluidos de muchos de sus beneficios.18 Por supuesto, los individuos tambin pueden

    17 En realidad, hay muchas formas posibles para el desarrollo de estas reglas de solidaridad. Puede verse un anlisisal respecto en Benson (1994a).18 Con respecto a algunos puntos similares, vanse Vanberg y Buchanan (1990: 187), y Benson (1994b). TambinOsterfeld (1989) rechaza la caracterizacin de la ley como un bien pblico, pero con un argumento diferente;esencialmente, demuestra que la seguridad, tal como lo prueban las leyes, la polica y los servicios judiciales, es

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    practicar el free-riding no cooperando en la exclusin, pero entonces tambin sernexcluidos por los que no son free-riders. As, estos ltimos son los nicos miembros deun grupo que pueden mantener el carcter de tales. El anlisis que acabamos de hacerpuede crear la impresin de que las fuentes ms importantes de los incentivos para acatar

    las reglas en un grupo cooperativo en evolucin son las amenazas y los castigos, pero noes as. Adems del ostracismo y otras amenazas y sanciones sustitutivas, tambin puedendesarrollarse incentivos positivos para obedecer las reglas de confianza y desolidaridad.19 Como los acontecimientos futuros pueden dar lugar a cambios predeciblesen los costos de oportunidad de la violencia, un grupo cooperativo puede instituir planesde seguros para alentar a sus miembros a que sigan aceptando el sistema de derechos depropiedad relativamente productivo aunque sus circunstancias cambien. Esto significaque los individuos racionales pueden optar por practicar una conducta altruistatransfiriendo riquezas para inducir a los dems a seguir actuando en forma predecible.

    El anlisis de Johnsen (1986: 42) acerca del sistemapotlach de los indios kwakiutl del surproporciona un ejemplo interesante al respecto. El autor dice: Con el fin de incentivar alos potenciales usurpadores para que reconozcan los derechos de propiedad, y de estemodo evitar la violencia, los grupos de indios kwakiutl ligados por lazos de parentescocuya temporada de pesca ha sido relativamente fructfera transfieren parte de su riquezamediante el sistemapotlach a los grupos que no han obtenido tan buenos resultados [...].Aunque este sistema ha funcionado as como una forma de seguro, la principal exigenciapara su adopcin y perdurabilidad fue el costo de poner en vigor los derechos depropiedad exclusiva, ms bien que la mera aversin al riesgo. En realidad, un grupokwakiutl que haba pescado muy poco tena derechos de propiedad sobre una parte de lo

    recogido por otro grupo relativamente ms afortunado. Por supuesto, si los pagos fluyensiempre en la misma direccin es como si se exigiera un tributo bajo amenaza deviolencia, aunque no es necesario invertir realmente en instrumentos de violencia. Peroen muchos casos estas transferencias pueden ser recprocas. Un grupo de indios kwakiutl

    divisible, de modo que puede ser desmembrada y puesta a la venta en un mercado libre o provista en una forma nomonoplica, no coercitiva. Vase tambin en Benson (1990) una argumentacin similar. En realidad, Demsetz(1970) sostiene que ante la posibilidad de la exclusin, la indivisibilidad no ser un obstculo para la produccinprivada de bienes pblicos, como los define (vase nota 16). Y despus de la publicacin, en 1970, del artculo deDemsetz, muchos economistas llegaron a la conclusin de que la no exclusin es, por lo general, el nico problemaserio en la produccin de bienes pblicos (Cowen, 1988: 9). Pero, como lo aclara Goldin (1977), no hay en

    realidad bienes que sean inherentemente pblicos, porque siempre se dispone de opciones institucionales quepueden utilizarse para llevar a cabo la exclusin; es decir, para crear una situacin de acceso selectivo. Adems, aunen el caso de que Goldin est equivocado, dadas las mltiples relaciones que existen en los grupos regidos por elderecho consuetudinario, si el grupo produce algunos bienes pblicos que no estn sujetos a exclusin, losincentivos de un free-rider son relativamente dbiles. Hardin (1982: 178-179) seala que si el grupo tambinproduce algunos bienes de los cuales un individuo puede ser excluido, esos bienes auxiliares pueden utilizarsepara crear incentivos para la cooperacin en la produccin de cualesquiera bienes pblicos que pudiesen existir.Esos acuerdos obligatorios caracterizan la provisin privada de faros, en el famoso ejemplo de Coase (1974) contrael argumento de los bienes pblicos, y la provisin privada de servicios de polica y de caminos en Benson (1994b).19 Vase en Benson (1994a) un anlisis de la evolucin de las sanciones econmicas (e. g., la restitucin) parareemplazar, por ejemplo, a la retribucin.

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    puede haber tenido un ao malo, en el cual la pesca de salmones ha resultadoinsuficiente, y por lo tanto recibe una transferencia de otro grupo, pero es posible que alao siguiente se invierta la situacin y sea este ltimo el que reciba la transferencia. Poreso, es ms apropiado hablar de seguro. Como lo muestra este ejemplo, las instituciones y

    los convenios sobre derechos de propiedad basados en la accin de grupos cooperativospueden ser relativamente complejos.

    Para establecer voluntariamente un sistema de seguros no hace falta que los individuosesperen recibir un tratamiento recproco en el futuro. Por ejemplo, a medida que un grupocooperativo evoluciona y los derechos de propiedad se van privatizando cada vez ms,cada uno de sus miembros puede darse cuenta de que es posible que algunos individuosadquieran riquezas considerables mientras que otros, debido a su incapacidad, a suserrores, a su mala suerte, a las inclemencias o la inestabilidad del tiempo, a los desastresnaturales o a los provocados por la mano del hombre (por ejemplo, los incendios) y a las

    enfermedades, pueden no obtener los mismos beneficios. Por eso, puede preverse quesurgir una clase de individuos relativamente pobres cuyo costo de oportunidad para laviolencia, sea en forma de robo o de otro tipo de expoliaciones, ser relativamente muybajo. En realidad, esas personas pueden verse obligadas a robar para poder sobrevivir.Nadie puede tener la expectativa de pertenecer a esta clase, pero si es posible prever suexistencia se reconocer que los costos de transaccin derivados de la puesta en vigor delas leyes aumentarn en el futuro. El ostracismo o la erradicacin violenta de esta clasepodra significar una guerra sin fin entre ricos y pobres, por lo cual conviene dar unasolucin pacfica al conflicto. Una alternativa poco costosa podra ser, por lo tanto, unconvenio voluntario de seguro mutuo con exclusin de losfree-riders (Solvason, 1990:

    72). Solvason (1990) analiza un acuerdo semejante, realizado en la Islandia medieval,que favoreca a aquellos que se haban empobrecido por la prdida de sus cosechas o desus propiedades debido a sucesos que estaban fuera de su control. Los vecinos, formandogrupos voluntarios, tambin ayudaron a reconstruir las viviendas y a restaurar laspropiedades destruidas por el fuego. Los que podan hacerlo, tomaron a su cargo a loshurfanos y a los indigentes, y aquellos que posean riquezas suficientes como para dartrabajo a otros, emplearon a los que estaban en condiciones de trabajar. Tambin serecolectaron fondos para ayudar directamente a los necesitados. A pesar de que unsistema de seguro mutuo como ste puede estar basado en lazos de parentesco, puedetornarse contractual a medida que un grupo se desarrolla y se expande, y desempear

    diversas funciones que tradicionalmente haban estado a cargo de las familias (Solvason,1990: 34-35). Naturalmente, un acuerdo de este tipo tiene el sello de la caridad, perotambin aqu la conducta altruista puede explicarse francamente en trminos de interspersonal, porque como consecuencia de ello los derechos de propiedad se hacen msseguros. Vemos otra vez que un sistema de derechos de propiedad privada creaincentivos para adoptar una conducta moral.

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    La evolucin de las reglas de solidaridad tales como: No te relaciones con las personasque no cooperan, Excluye a losfree-riders, Coopera en las funciones de vigilancia yAyuda a los que estn en dificultades, y el reconocimiento de sus ventajas hace surgirincentivos similares para perfeccionar otros acuerdos institucionales. Por ejemplo, el

    hecho de que existan un conocimiento imperfecto, escasez y costos de transaccinsignifica que aun los sistemas cooperativos son imperfectos, por lo cual es posible que nose acuse a los presuntos transgresores y surjan disputas acerca de la culpa o lainocencia. De la misma manera, Demsetz (1967) aclara que la determinacin de losderechos de propiedad tendr lugar cuando los beneficios que esto produzca compensenlos costos que se derivan de definir y hacer respetar esos derechos. Esos beneficiospueden ponerse de manifiesto porque la aparicin de una controversia implica que lasreglas vigentes no contemplan una nueva situacin. La controversia se puede dirimirmediante el enjuiciamiento y la exclusin violenta del perdedor, pero en un grupo en elcual las relaciones son muy estrechas esta violencia puede recaer sobre otros de manera

    muy negativa, sobre todo si hay distintas opiniones acerca de la culpa de aqul. El costode la resolucin de las controversias puede reducirse desarrollando mtodos no violentospara hacerlo y definiendo con precisin los derechos de propiedad, que tambin en estecaso resultan ms garantizados, por lo cual su valor aumenta. Por ejemplo, se puedeelegir entre los miembros prestigiosos de la comunidad un mediador o un rbitroaceptable para ambas partes; ste tambin podra provenir de un grupo de especialistas enla resolucin de controversias que compitiesen entre s. En realidad, el rbitro/mediador amenudo tiene que esclarecer las normas acerca de las cuales hay diferencias de opinin, ya veces incluso debe proporcionar otras nuevas, por la inexistencia de normasgeneralmente aceptadas que se adapten a una nueva situacin (Hayek, 1973: 99). Por

    ello, la resolucin de las controversias es una fuente potencial de nuevas normas.20

    Comoesta tercera parte es aceptada por ambos litigantes, el proceso de resolucin de lascontroversias entraa un sentido de justicia. Buchanan (1975: 68) destaca el hecho deque: Las partes no aceptarn a sabiendas la designacin de un rbitro totalmente injustoen lo que respecta a hacer cumplir las reglas del juego, o por lo menos no estarn deacuerdo, en tales casos, en recurrir al mismo rbitro. Como el rbitro/mediador elegidoconvence a los integrantes del grupo de la necesidad de aceptar su fallo, es posible quesus resoluciones estn respaldadas por una amenaza de exclusin, aunque por lo generallos grupos consensuales aceptan la resolucin de las controversias porque sus miembrosreconocen las ventajas de comportarse de acuerdo con las expectativas y no porque teman

    el ostracismo (o la violencia). A partir de esta situacin se desarrollarn reglas desolidaridad tales como: Somete las disputas al arbitraje, Acepta las resoluciones justas

    20 La resolucin de las controversias no es la nica causa de la evolucin de las normas. Puede ocurrir que losindividuos simplemente observen que otros se comportan de un modo particular ante una nueva situacin y adoptenuna conducta similar, creando as la obligacin de continuar esa conducta. Alternativamente, es posible que surja unnuevo contrato que mejore los existentes. Otros observan los beneficios que esto produce y tambin lo adoptan.Segn Fuller (1981: 224-225), el trmino ley contractual, por lo tanto, se refiere fundamentalmente no a la leyde oacerca de los contratos, sino a la ley que se origina en el propio contrato.

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    propuestas por los rbitros y Excluye a todo aquel que no se avenga a respetar unaresolucin justa.

    En un orden social basado en la moral no es necesario que exista una autoridad central

    que produzca las reglas de confianza que caracterizan a estos sistemas.21 La conductatica, el respeto por los dems, la cooperacin y el altruismo tienden a evolucionar enforma espontnea. Las obligaciones que son producto de una decisin voluntaria de losmiembros de un grupo entraan su propio cumplimiento, porque a cada uno de ellos leresulta conveniente acatarlas. Las amenazas coercitivas (por ejemplo, golpe-por-golpe,retribucin, ostracismo) por lo general slo son importantes en situaciones extremas. Sinembargo, la evolucin simultnea de reglas de solidaridad emergentes de la accin de ungobierno elegido en forma voluntaria y en el que todos participan constituye un estmuloadicional para el desarrollo de reglas de confianza, a la vez que un fundamento para stas.En la base de estos procesos evolutivos hay incentivos egostas. La interaccin voluntaria

    y el orden social resultante basado en la cooperacin constituyen juegos de suma positivaporque acrecientan la riqueza a largo plazo mediante una relacin mutuamente ventajosa,que incluye la reduccin recproca de las inversiones personales en violencia.22 Noobstante, los incentivos individuales pueden cambiar cuando los beneficios de la nocooperacin parecen pesar ms que las ventajas a largo plazo de la cooperacin.

    IV. La coaccin, la redistribucin y la evolucin de la moralidad

    21 Esta descripcin de las instituciones gubernamentales en un orden social consensual dista de ser completa. EnBenegas Lynch (1995) puede encontrarse un anlisis terico y en Benson (1994a), ms detalles acerca de laevolucin de diversas instituciones cuyo fundamento es el consenso.22 Este anlisis, as como otros que lo han precedido, parece implicar que el derecho consensual constituye el marcoen el cual evoluciona un sistema eficiente de derechos de propiedad. Aunque, en realidad, sta parece ser unadeduccin razonable, no hemos intentado probarla o reivindicarla en este trabajo. En cierto nivel se trata, porsupuesto, de un asunto trivial. En un sistema jurdico consensual, la supervivencia de una regla implica que sta eseficiente, porque los costos de transaccin que se derivan de cambiarla son mayores que los beneficios que reportahacerlo. Pero en el marco de un anlisis comparativo de las instituciones, el asunto no es tan trivial. Sostener algosemejante implica la consideracin de factores tales como el resultado potencial de los acuerdos institucionalesalternativos, el grado de experimentacin, competencia y emulacin, la facilidad para salir y entrar, el tamao de losgrupos de derecho consensual y el grado de la red de externalidades (Benson, 1994a).Vanberg (1986: 96), por ejemplo, sostiene que en los grandes grupos cuyos miembros poseen un alto grado demovilidad [...] se necesita una coaccin organizada para hacer viable una conducta cooperativa constante, y talcoaccin organizada puede basarse en un contrato social en el que participa todo el grupo o ser impuesta por unafaccin suficientemente poderosa (interna o externa). De la misma manera, Hayek (1973: 47) afirma que un orden

    espontneo extendido no se autorregular y deber ser complementado por una organizacin que generalmente sedenomina gobierno; Ellickson (1993: 1400) seala que un sistema legal que evoluciona espontneamente puede darbuenos resultados en el seno del grupo, pero manifestar una gran ineficiencia en el sentido de que puede haberefectos extraterritoriales importantes que perjudican hasta tal punto a los que no pertenecen al grupo que el rgimense hace indeseable si se lo considera desde una perspectiva social ms amplia. De esto se desprende que en ciertasinstancias un gobierno [es decir, una autoridad coercitiva] debera actuar eficazmente para refrenar las prcticasegostas de los subgrupos que estn bajo su control. Sin embargo, aunque no lo dice en forma explcita, Ellicksonsugiere despus que el ideal que servira de elemento comparativo para llegar a una conclusin sobre la ineficienciadel sistema no es, por lo general, asequible. El problema reside en que esos ideales casi siempre se diseanpresuponiendo la inexistencia de costos de transaccin y la ausencia de incertidumbre, as como una autoridadbenvola y sumamente limitada.

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    Si la distribucin del poder es asimtrica, un individuo que posea una ventajacomparativa en el uso de la violencia puede optar por apoderarse de la propiedad en lugarde cooperar en un grupo cuyos miembros reconocen las demandas individuales respecto

    de ella. En este caso hay un juego de suma negativa, porque el proceso de transferenciaconsume recursos que tienen costos de oportunidad (Tullock, 1967); pese a esto, elindividuo en cuestin tiene la expectativa de beneficiarse ms si no coopera que si lohace. La informacin con respecto a las expoliaciones que comete se va difundiendo en elgrupo, y probablemente adquirir la reputacin de ser un usurpador violento de lasriquezas ajenas. En realidad, es posible que esa fama sea ventajosa para l, ya que laamenaza de violencia por s sola puede ser suficiente para obtener transferenciasforzosas, sin llevar a cabo autnticos actos de violencia. As, el usurpador tieneincentivos para propalar esa informacin. Pero una vez que se ha adquirido una famasemejante, los incentivos para actuar cooperativamente en el futuro son muy dbiles, ya

    que el costo de formarse una reputacin de signo contrario se hacen excesivamente altos(Tullock, 1985: 1079).

    El acto de expoliacin mina en forma permanente las posibilidades de participar eninstituciones cooperativas como las que hemos descrito; por eso, la decisin deconvertirse en un usurpador conlleva una toma de posicin a largo plazo. Enconsecuencia, el que hace de la violencia su modus operandi est incentivado paraestablecer un medio que favorezca una firme corriente de transferencias por parte dequienes se sienten obligados por sus amenazas, y no se limita a exigir transferenciasaisladas. Esto significa que si alguien trata de desarrollar y utilizar una ventaja

    comparativa a largo plazo como resultado del ejercicio de la violencia, intentar crearnormas e instituciones que disminuyan los costos de transaccin emergentes de lausurpacin constante. Esto implica, entre otras cosas, la tentativa de instituir unmonopolio de la violencia, que incluye la legitimacin de la demanda de soberanaexclusiva respecto de la creacin y puesta en vigor de las reglas. Hay que tener en cuentaque un individuo no puede estar seguro de que la riqueza le ser transferida si lospotenciales perdedores pueden: 1) resistirse unindose a un grupo cooperativo que sepropone defender conjuntamente la propiedad de sus miembros contra las amenazas delusurpador,23 o 2) encontrar otro individuo poderoso que exija una transferencia deriqueza menor a cambio de defenderlos del usurpador. Un sistema de reglas e

    instituciones erigido sobre un monopolio de la violencia significa que el compromiso porparte de los sometidos de obedecer al gobernante surge exclusivamente del temor, y queel gobernante constituye la causa ltima de todas las reglas.

    23 Una de las funciones claves de los grupos cooperativos es la determinacin y la aceptacin de los derechos depropiedad por parte de todos sus integrantes; como esos derechos no estn asegurados si otros grupos puedeninvadir la propiedad y apoderarse de ella, los grupos cooperativos deben tomar a su cargo la defensa mutua contrala agresin externa (Benson, 1994a).

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    En realidad, ningn individuo puede tener el poder suficiente como para establecer unmonopolio incontestable. Aquel que reclame para s la soberana tendr que competircon otros sistemas de reglas e instituciones, algunos de los cuales respaldarn susdemandas con la violencia y otros implicarn acuerdos consensuales para resistir la

    usurpacin en forma conjunta. El sistema monopolista a que nos referimos antes es el queun pretendiente a la soberana se esfuerza por establecer, pero nunca se alcanzaplenamente en la prctica. Aun en el caso de que un aspirante a la soberana gane unaguerra, es improbable que el resultado sea permanente. A diferencia de los acuerdosconsensuales, que se mantienen sobre la base de su dinmica interna,24 en unatransferencia realizada por medios violentos la estabilidad corre el riesgo de verseamenazada. Un individuo dbil puede someterse a las demandas del ms fuerte, pero conla intencin de quebrantar el acuerdo cuando le sea posible; dados los altos costos detransaccin que generan las actividades de polica, esa posibilidad indudablementesurgir. Despus de todo, una fuerza externa casi no necesita sostener las [normas

    cooperativas que hemos analizado], pero el derecho autoritario [a saber, las rdenesemanadas de una instancia superior que dictan las transferencias] [...] necesita ponerlasen vigor mediante el prestigio y la influencia, o por lo menos mediante la intimidacin yla fuerza fsica de los que gobiernan y de la minora que los apoya (Pospisil, 1971: 344).Por lo tanto, las promesas de un individuo dbil pueden no ser dignas de confianza, loque sugiere que el gobernante siempre deber mantener la vigilancia en lo que respecta asus demandas. Si bien pueden producirse contravenciones oportunistas, que implican unmero desafo de las normas, tambin es posible la mera revuelta organizada, cuandomuchos individuos dbiles forman un grupo cooperativo con el fin de despojar de supropiedad al individuo ms poderoso.25El poder es un concepto relativo, y la posibilidad

    de ganar en un conflicto est en funcin de las estrategias desplegadas por ambas partes.La productividad marginal de la violencia va disminuyendo, por lo cual es ms fcil queuna de las partes pueda aumentar su poder cuando ste es menor que el de las otraspartes, que cuando es mayor (Skaperdas, 1992: 724). Por ende, en un sistema detransferencias basado en el dominio los costos de transaccin de la puesta en vigor de lasnormas sern ms elevados que en un sistema legal consensual, e irn en aumento. De

    24 A medida que empiezan a materializarse las ganancias producto de la interaccin voluntaria, y por ende aumentanlas riquezas, se van desarrollando tratos reiterados y sus consiguientes efectos sobre la reputacin, y los incentivos

    para mantener el acuerdo y perfeccionarlo se fortalecen. No obstante, los convenios legales contractuales enfrentanuna amenaza importante, que es la que proviene de fuentesexternas (Benson, 1994c, 1995).25 Por supuesto, tambin es posible que haya infracciones oportunistas a los contratos consensuales. Esta cuestin delos incentivos es ms relativa que absoluta. Bajo un contrato consensual, es probable que cada uno est en mejorsituacin de lo que estara si el contrato fracasara y el grupo retornara al estado de naturaleza. Es posible que unindividuo reacio a correr riesgos reconozca esto al considerar la posibilidad de una infraccin oportunista, y al pesarlos posibles resultados segn las probabilidades de xito o fracaso, en relacin con el statu quo, decida nocometerla. Por otra parte, un esclavo, o un individuo sometido a una intensa usurpacin, podra estar mejor en elestado de naturaleza si pudiera vencer a su amo, y teniendo en cuenta que elstatu quo es relativamente indeseable.Por lo tanto, posee incentivos relativamente fuertes para encontrar un modo de quebrantarlo con xito. Vase enGauthier (1986: 190-232) un anlisis relacionado con esta cuestin.

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    este modo, la dinmica interna del sistema de transferencias tiende a ser relativamenteinestable.

    Sin embargo, hay ciertas tendencias institucionales que pueden contribuir a garantizar la

    estabilidad de un sistema de transferencias. Por ejemplo, es muy probable que el grado deviolencia requerido para competir por el poder y para conservarlo, y en consecuenciapara imponer normas respecto de las transferencias, sea mayor que el que puede producirun solo individuo. Por lo tanto, un empresario de la usurpacin podra tratar de formaruna compaa destinada a la produccin cooperativa de violencia con el propsito deampliar el alcance de sta: otros individuos con una ventaja comparativa respecto de laviolencia pero sin aptitudes empresariales le venden sus servicios al empresario en formade insumos (por ejemplo, como personal militar o policial) a cambio de parte de lariqueza transferida.26

    Una forma de asegurarse contra la resistencia efectiva y/o las opciones competitivasconsiste en ampliar el alcance de las operaciones destinadas a la produccin de violencia,pero esto puede resultar relativamente costoso. As como los miembros de un grupoconsensual se aseguran contra la ruptura de la estabilidad de los derechos de propiedadtransfiriendo riqueza, el empresario de la usurpacin tambin tiene incentivos para haceralgunas transferencias con el fin de garantizar la permanencia del derecho de propiedad ydistribucin de riqueza adquirido por la fuerza. El usurpador tiene incentivos paradisminuir el costo de la violencia cuando esto le resulta provechoso; por lo tanto, esposible que compre la aquiescencia de individuos potencialmente poderosostransfirindoles parte de la riqueza a cambio de que no se opongan a sus actos de

    usurpacin contra otros que tienen menos capacidad de resistencia (o, como vimos, elusurpador puede transferir riqueza a cambio de insumos destinados directamente a laproduccin de violencia).27 Un intercambio de este tipo puede incluso significar que elgobernante utilizar las instituciones de violencia de que dispone para garantizar yproteger los derechos de propiedad de los individuos relativamente poderosos, con locual la violencia se ejercer en particular contra los relativamente dbiles. Enconsecuencia, el fraude organizado de la proteccin entraa una mezcla de reglasdestinadas a respaldar la usurpacin de los derechos de los dbiles y la proteccin de losrelativamente poderosos.

    26 Una organizacin de este tipo puede engendrar tambin una competencia por el poder; por lo tanto, existenincentivos para mantener descentralizadas las estructuras policiales o militares (es decir, para elevar los costos de lacolusin por parte de estos potenciales competidores y hacer que compitan entre s para obtener porciones de lariqueza transferida).27 Otra posibilidad es una alianza (un pacto entre gobernantes por el cual cada uno reconoce la soberana de losotros y se obliga a no desafiarla), aunque sta es inherentemente inestable dado que ninguna de las partes es notoriapor su espritu de cooperacin. Las promesas, en este caso, no son dignas de crdito porque ninguno cree lo queasegura el otro.

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    As como en los sistemas consensuales los convenios de seguro mutuo se modifican amedida que van cambiando los alicientes para la cooperacin, el gobernante poseeincentivos para redistribuir la riqueza a medida que cambia el poder relativo de lossubgrupos dentro de su esfera de influencia, y as mantenerse en una posicin de poder.

    Pero en este caso, la redistribucin implica el esfuerzo por obtener el apoyo de lossubgrupos que parecen estar desarrollando una ventaja comparativa respecto de laviolencia para conservar su propio poder (o sea, proteger su fuente de ingresos). De estemodo, mientras que en los sistemas consensuales se tiende a transferir riqueza a lospobres o a aquellos que estn en una situacin temporariamente desventajosa, en lossistemas autoritarios las transferencias benefician a los que son cada vez ms ricos y/opoderosos. Como, por supuesto, existe el peligro potencial de que los pobres se organicende manera efectiva y se rebelen, tambin se les otorgarn algunas transferencias cuandose considere que constituyen una posible amenaza, pero siempre predominarn, en unsentido relativo, las transferencias a los opulentos. Para facilitar este proceso de

    redistribucin el gobernante debe crear instituciones cuyas funciones principales sean: 1)quitar riqueza a algunos para transferirla a otros, y 2) conseguir informacin acerca de loscambios en el poder relativo de los subgrupos para poder determinar quin gana y quinpierde en el proceso de transferencia (Benson, 1990).

    El proceso de transferencia resultante es un juego de suma negativa,28 y por eso lossubgrupos estn