lobo de las abejas: un depredador digno de conservar

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Aunque el lobo de las abejas captura a sus presas cuando están libando sobre una flor, en condiciones desfavorables puede incluso cazar en las proximidades de las colmenas. Bajo la fotografía, una hembra de lobo de las abejas asesta su picadura paralizante a una obrera (foto y dibujo; José Antonio González). UNA AVISPA ESPECIALIZADA EN CAPTURAR ABEJAS MELÍFERAS DI. L#^S A B C J A S un pequeño depredador digno de conservar por José Antonio González, Antonio de ia Nuez y Miguel A.M. Tomé Las hembras del lobo de las abejas, una avispa cazadora, capturan obreras de abejas melíferas mientras liban néctar sobre una flor. Luego las inmovilizan mediante una picadura y las almacenan, vivas pero inermes, en sus nidos subterráneos como alimento fresco para las larvas. Sin embargo, esta avispa no representa un riesgo para la industria apícola, pues es muy escasa. Tanto que en algunos países europeos figura en las listas de especies amenazadas.

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Las hembras del lobo de las abejas, una avispa cazadora, captura obreras de abejas melíferas mientras liban néctar sobre una flor. Luego las inmovilizan mediante una picadura y las almacenan, vivas pero inermes, en sus nidos subterráneos como alimento fresco para las larvas. Sin embargo, esta avispa no representa un riesgo para la industria apícola, pues es muy escasa. Tanto que en algunos países europeos figura en las listas de especies amenazadas.

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Page 1: Lobo de las abejas: un depredador digno de conservar

Aunque el lobo de las abejas captura a sus presas cuando están libando sobre una flor, en condiciones desfavorables puede incluso cazar en las proximidades de las colmenas. Bajo la fotografía, una hembra de lobo de las abejas asesta su picadura paralizante a una obrera

(foto y dibujo; José Antonio González).

UNA AVISPA ESPECIALIZADA EN CAPTURAR ABEJAS MELÍFERAS

DI. L#^S ABCJAS un pequeño depredador

digno de conservar por José Antonio González, Antonio de ia Nuez y Miguel A.M. Tomé

Las hembras del lobo de las abejas, una avispa cazadora, capturan obreras de abejas melíferas mientras liban néctar sobre una flor. Luego las inmovilizan

mediante una picadura y las almacenan, vivas pero inermes, en sus nidos subterráneos como alimento fresco para las larvas. Sin embargo, esta avispa no representa un riesgo para la industria apícola, pues es muy escasa. Tanto que en algunos

países europeos figura en las listas de especies amenazadas.

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E l lobo de las abejas [Phi-lanthus triangulum) es un himenóptero -una avispa-perteneciente al suborden Apocrita, cuyos miembros

se caracterizan por presentar una constricción entre los dos primeros segmentos abdominales, la conoci­da "cintura de avispa". Dentro de los Apocrita, se incluye en la sec­ción de los Aculeados, es decir, aquellos que tienen el ovopositor modif icado en forma de aguijón (1). El lobo de las abejas fue descri­to en 1775 por Fabricius, un ento­mólogo danés discípulo de Linneo, y pertenece a la familia de los Esfé­cidos (Sphecidaé), de distribución cosmopolita y que actualmente in ­cluye cerca de 8.000 especies. Los adultos, considerados eminente­mente heliófilos (requieren luz so­lar), son florícolas y se alimentan del néctar de numerosas plantas, en particular de las umbelíferas. Colonizan y explotan varios habitáis y alcan­zan una enorme diversidad, tanto morfoló­gica como etológica (de comportamiento), sobre todo en lo que se refiere a la construc­ción del nido y la captura de presas para ali­mentar a las larvas. En este sentido, los acu­leados exhiben toda una gama de conduc­tas, desde la solitaria y más primitiva, hasta la social de los más evolucionados. En cual­quier caso, la mayoría de los esfécidos son de hábitos solitarios y depredadores, con la excepción de la t r i b u Nyssonini, que son cleptoparasitoides de otros esfécidos, es de­cir, no construyen nidos sino que aprove­chan los de otras especies, así como sus pro­visiones, para efectuar la puesta. Los esfécidos pueden dividirse en cinco grupos según el sustrato y los materia­les que utilizan para construir el nido. Los terrícolas excavan el nido en distin­tos tipos de terreno, preferentemente arenoso, y construyen galerías que de­sembocan en una o varias celdas. Los xilícolas instalan su nido en la madera muerta o en la médula de troncos y ra­mas. U n tercer grupo nidifica en cavi­dades preexistentes, ya sean naturales o excavadas por u n ocupante anterior, j También los hay de conducta mixta, es decir, que combinan el sustrato leñoso con la búsqueda de oquedades. Y, por último, hay esfécidos amasadores que construyen los nidos con barro. En cuanto a las presas que acarrean hasta el nido, son fundamentalmente insectos en cualquier estado de desa­rrollo, incluidos, en determinados ca­sos, los propios esfécidos. No obstan­te, algunos géneros de esfécidos, con-

- . . FIGURA 1 ' •' " ^ ^ " ^ - • M A P A DE DISTRIBUCIÓN DEL L O B O DE LAS A B E J A S EN E S P A Ñ A

Las provincias destacadas en color verde son aquellas donde se ha com­probado la presencia de lobo de las abejas (Philanthus triangulum), mientras que aún no ha sido detectado en las de color amarillo, lo que no significa que esté ausente.

cretamente Miscophus, Tiypoxylon, Sceliph-ron y Pisón, capturan arañas. Otros géneros, pertenecientes sobre todo a la subfamilia Pemphredoninae, cazan pulgones, lo que ha llevado a ciertos autores a estudiar su reper­cusión en el control de plagas. Por el contra­rio, alguna especie se ha especializado en capturar insectos considerados beneficiosos, caso del lobo de las abejas, que atrapa obre­ras de abejas melíferas (Apis mellifem] (2).

ESCASO, PERO DE AMPLIA DISTRIBUCIÓN El tamaño de los adultos (imagos) del lobo de las abejas oscila entre los 13 y los 17 milí­metros, en el caso de las hembras, y entre los

FIGURA 2 P E R I O D O DE V U E L O DE LOS A D U L T O S

DE L O B O DE LAS A B E J A S

Como puede apreciarse, los machos empiezan a volar antes y son más numerosos que las hembras en la sierra de Béjar (sistema Central). Fuente: referenda bibliográfica 4.

8 y los 10 milímetros en el de los machos. La hembra se distingue por el gran volumen de su cabeza y por las antenas, cuya parte inter­media está engrosada. El abdomen es amarillo con manchas negras en forma de triángulo (de ahí su nom­bre científico), que disminuyen en tamaño hacia el final. Las patas es­tán provistas de fuertes espinas, a modo de peine, que usan para mo­ver la arena al construir el nido. Aunque el lobo de las abejas es una especie fundamenta lmente mediterránea, tiene una ampha distribución que abarca también toda Africa y Asia occidental (3). En España se ha citado en la ma­yor parte de las provincias (Figura 1), aunque probablemente t a m ­bién esté presente en las restantes. Así pues, es cuestión de buscarla, si b ien hay que tener en cuenta que una especie de amplia distri­bución no tiene por qué ser abun­

dante. Más bien al contrario, el lobo de las abejas es realmente escaso. Las poblaciones europeas fluctúan bastan­te de un año para otro, según las tempera­turas invernales y la insolación estival. No obstante, en todos los estudios coincide la época de vuelo de los adultos, que va de j u ­nio a finales de noviembre. El máximo, para ambos sexos, se produce en el mes de sep­tiembre. La Figura 2 refleja la curva del pe­riodo de vuelo del lobo de las abejas en la sierra de Béjar (sistema Central) (4). La vida media de cada individuo adulto no suele lle­gar a los 45 días.

En cuanto a la alimentación, las plantas más visitadas por los adultos son las umbe­

líferas, entre ellas el hinojo [Foenicu-lum vulgaré] y el cardo corredor [Eryn-gium campestre), aunque también es frecuente observarlos sobre diferentes especies de mentas {Mentha sp.) y c^l-dos ICarduussp.). Al igual que las otras especies del géne­ro Philanthus - en la península Ibérica se conocen cuatro- el lobo de las abejas es un insecto solitario y terrícola. Habi­ta en zonas arenosas, casi desprovistas de vegetación, e incluso aprovecha ex­cavaciones humanas y montículos arti­ficiales para construir sus nidos. Por su comportamiento, se considera una de las especies más evolucionadas. Lo pri ­mero que hace la hembra una vez fe­cundada es construir el nido. Luego se dedica a capturar presas y transportar­las hasta la guarida subterránea para alimentar a su futura descendencia. Por último, deposita la puesta y cierra el nido.

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EL LOBO DE LAS ABEJAS

UN NIDO BAJO TIERRA En cuanto la hembra emerge, co­mienza a buscar un sitio convenien­te donde excavar el nido en las in­mediaciones de su lugar de origen. A causa de esta fijación al territorio, el lobo de las abejas forma seudocolo-nias. En casos extremos los nidos guardan una distancia mínima de diez centímetros, ya que por debajo de esa separación las hembras enta­blan luchas incruentas agarrándose con las mandíbulas. Una vez instala­da, la hembra puede ocupar el mis­mo nido durante toda su vida, aun­que hay observaciones de hembras que han construido hasta tres nidos sucesivos y otras que sin embargo han abandonado cuatro o cinco cel­das una vez construidas. El nido consiste en una galería prin­cipal que discurre inicialmente con una inclinación de treinta grados y después se mantiene horizontal (Fi­gura 3). La longitud total oscila en­tre los 15 y los 25 centímetros. La entrada se reconoce por un montí­culo de arena en forma de abanico, que sirve de señal visual para locali­zarlo, al igual que cualquier otro elemento circundante. No se ha constatado el hecho de que dos individuos compartan el mismo nido, aunque sí se ha observado alguna hembra despistada que aportaba presas a uno ajeno (5). Las celdas destinadas a las larvas se abren a ambos lados de la galería. El periodo de excavación dura de uno a tres días, aunque en ocasiones las hembras se apoderan de alguno ya existente y entonces el tiempo de adaptarlo es evidentemente menor. La hembra despojada de su nido di-fícümente podrá recuperarlo. Durante la ex­cavación, la hembra embolsa la arena entre los pares de patas medio y posterior, para luego empujarla hacia el abdomen. Si tro­pieza con algún obstáculo más duro, lo de­saloja con ayuda de sus potentes mandíbu­las (6). Excava más o menos entre las 7 y las 11 de la mañana y entre las 17'30 y las 21 de la tarde, es decir, dedica a esta tarea ocho largas horas de jornada laboral. Una vez finalizada la galería principal, la hembra se dedica a capturar presas. Cada vez que sale del nido Ueva a cabo un vuelo de orientación que consiste en una serie de trazados en forma de ocho. El punto de con­tacto de los dos círculos se sitúa justo enci­ma de la entrada al nido. En algimas ocasio­nes, permanece vigilante en la entrada du­rante algún tiempo antes de salir, lo cual puede deberse a la presencia de enemigos naturales en las proximidades, o simple­mente a la del observador. Estos periodos se incrementan cuando las temperaturas son

FIGURA 3 NIDO DE UNA HEMBRA DE LOBO DE LAS ABEJAS

Corte esquemático y vista cenital del nido excavado por una hembra de lobo de las abejas. Las celdas de cría se distribuyen a ambos lados de la galería prindpal, que mide de 15 a 25 centímetros de longitud (dibujo: Miguel A.M. Tomé, modificado de la referenda bibliográfica 6).

bajas, pues, aunque la del suelo es suficiente para que la avispa despierte y entre en activi­dad, la del aire junto a la entrada es más baja y crea al insecto una situación de conflicto. Necesita más tiempo para adquirir la energía necesaria y emprender el primer vuelo.

EN BUSCA DE PRESAS La hembra del lobo de las abejas utiliza fundamentalmente la vista y el olfato para detectar a sus presas y las captura cuando están posadas sobre una flor. Vuela primero hasta la flor, se queda en suspenso sobre ella para averiguar si hay alguna abeja obrera trabajando y, en caso positivo, vuela más bajo hasta que capta el típico olor de la miel. En ese momento se lanza sobre su presa, tras lo cual sobreviene una lucha en la que los dos insectos ca­en al suelo. El lobo asesta a su vícti­ma, ya durante la misma caída, una picadura venenosa que no la mata pero sí la paraliza. Esta estrategia de no matar a la presa evita hábil­mente que las provisiones se des­compongan antes de que las larvas las consuman. Una vez que la presa queda inmóvil, el lobo oprime su abdomen hasta que la abeja suelta el contenido dulce del buche, que es absorbido por el depredador (7). En ocasiones se ha visto incluso có­mo mordían a la abeja entre el pri­mer par de patas para sorber la he-

molinfa (líquido interno de los insectos). El primer vuelo de abastecimiento dura apro­ximadamente media hora. Sin embargo, los siguientes duran en promedio unos veinte minutos, ya que la hembra aprove­cha ese primer vuelo para alimentarse.

COMBATES RITUALIZADOS ENTRE MACHOS TERRITORIALES Y VISITANTES

Aunque las hembras, sagaces cazadoras, han recibido una atención especial al describir la biología del lobo de las abejas, los machos también merecen un lugar bajo el sol, aunque no participen en la complicada es­trategia de asegurar el sustento a las larvas.

Aunque mucho más pequeños que las hembras, los machos también excavan nidos bajo tierra, si bien sólo los utilizan como dormidero. Así, la abertura queda total o parcialmente cerrada des­de dentro. Por lo general, los machos se alimen­tan a primera hora de la mañana y última de la tarde, aunque no es raro verlos activos durante cortos periodos de tiempo a lo largo del día. Hay que hablar al menos de dos tipos de machos: los territoriales y los visitantes. La vida de un ma­cho territorial se desarrolla en torno a tres luga­res: el área donde suele alimentarse, el dormidero y un territorio donde se exhibe para atraer a las hembras y que frecuenta día tras día (hasta trece consecutivos). La distancia entre estos lugares puede ser de diez a noventa metros y tienden a estar separados de los nidos de las hembras, aun­que se conocen casos de tales nidos dentro del te­rritorio de un macho.

Por el contrario, los machos visitantes son los que carecen de territorio y se acercan al de otros ma­chos. Cuando uno de ellos llega a una zona terri­torial, el macho residente se lanza contra él y am­bos se enzarzan en una contienda perfectamente estudiada. Sin embargo, nunca se ha observado contacto físico entre los antagonistas, que se con­tentan con practicar una serie de movimientos prefijados en los que incluso puede participar un tercer macho. Al cabo de estos peculiares comba­tes, no es raro que un macho reemplace a otro. En cuanto a las exhibiciones para atraer a las hembras, consisten en cortos periodos de vuelo alternados con desplazamientos a pie, pero nunca por el suelo, sino sobre la vegetación. La mayoría de los apareamientos observados, que se produ­cen sobre una brizna de hierba, han tenido lugar dentro de un territorio y casi siempre con el ma­cho residente (18).

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El transporte de las presas hasta el nido se hace en vuelo y es de tipo mesopedal, es de­cir, van sujetas entre las patas intermedias, aunque en muchos casos la hembra recurre también a las patas posteriores como auxi-Uares. Durante el trayecto, la presa queda orientada con la cabeza hacia delante y la parte ventral hacia arriba. Una hembra caza aproximadamente diez abejas en un día caluroso, pero cuando el tiempo es frío disminuye su activi­dad y el número de presas se redu­ce. El número de abejas depositado en cada celda varía entre una y seis, según los diferentes autores, pero lo más frecuente es que haya dos. Por regla general, una larva de macho requiere u n número menor de presas que una larva de hembra. El aprovisionamiento no es continuo, sino en series de tres o cuatro abejas consecuti­vas traídas a intervalos. Durante una de es­tas series el nido permanece abierto durante aproximadamente media hora. Pero, una vez completada una serie, la hembra lo tapo­na. Las presas quedan almacenadas en la ga­lería hasta que la hembra reúne el número suficiente para abastecer una celda. Enton­ces se encarga de excavar la celda, le transfie­re las presas necesarias y deposita un huevo sobre la última abeja introducida. El huevo se adhiere invariablemente sobre la parte ventral de la presa, en posición longitudinal u oblicua respecto a su eje mayor. La larva resultante se alimentará de las abe­jas hasta que Uegue el momento de conver­tirse en pupa, estado intermedio entre la lar­va y el adulto. Durante esta fase tendrá lugar una última adaptación interesante: la larva teje una trama tal que la pupa se coloca so­bre una especie de tallo de seda, sin tocar nunca el suelo o las paredes. Con ello evita que la humedad pueda provocar el enmo-hecimiento de la pupa, artificio particular­mente útil en los años lluviosos (8).

MEDIDAS DE CONSERVACIÓN Sabemos que los himenópteros aculeados son insectos valiosos como proveedores de productos comerciales (apícolas, en el caso de las abejas) y que desempeñan una fun­ción irreemplazable en todos los ecosiste­mas terrestres, pues permiten que fructif i­quen las plantas (polinización) y controlan las poblaciones de otros insectos (9 y 10). Su conservación, como muy bien ha apuntado el entomólogo José Luis Viejo Montesinos en esta misma revista (11), es una tarea de indudable repercusión económica y cultu­ral, a la que convendría dedicar más esfuer­zo con medidas tales como promocionar los estudios sobre insectos, reducir el uso de insecticidas, proteger ecosistemas ma­duros y bien conservados (y otros de clara influencia humana, pero de gran diversi­

dad, como dehesas y prados), favorecer la coordinación nacional e internacional en medidas de conservación y, por último, d i ­vulgar el interés biológico y económico de los himenópteros. El lobo de las abejas, a pesar de que su con­ducta depredadora le asigna el rol de malo

Aspecto de una hembra de lobo de las abejas (dibu­jo: José Antonio González).

de la película, merece protegerse y conser­varse simplemente por ser un organismo cu­yo conocimiento despierta admiración y asombro entre nosotros. Además, puede considerarse una especie amenazada, pues fue mucho más frecuente en el pasado. Aun­que en algún caso pueda representar u n riesgo en zonas apícolas, está catalogada

como "Vulnerable" en Austria (12) y el Reino Unido (13). En otras palabras, se trata de una rareza que hay que proteger a cualquier precio. Sin embargo, a pesar de la importancia eco­nómica de las abejas melíferas, el hecho de que disminuyan o desaparezcan las pobla­ciones de lobo de las abejas no debe acha­carse a la persecución directa por parte del hombre. Obedece más bien a ima causa i n ­

directa, pero muy importante, como es la destrucción o alteración de sus habi­

táis. La distribución de cualquier insec­to está directamente relacionada con la es­

tructura del paisaje y las prácticas agrícolas. El éxodo rural y el abandono de cultivos tra­dicionales tienen consecuencias muy nega­tivas para las poblaciones de insectos. Cuan­do se eliminan setos y otras zonas de cone­xión entre ecosistemas (conocidas como ecotonos), el paisaje se hace más homogé­neo, menos diverso. Los cultivos de secano son sustituidos por otros de regadío, y los extensivos (olivar, viñedo) por los intensivos (cereales, leguminosas). Otra práctica perjudicial es el pastoreo exce­sivo, pues el ganado compite con los fitófa­gos y, a menudo, simplifica la estructura de la vegetación. También influye la elimina­ción de plantas en cunetas y bordes de ca­mino, importantes refugios para especies vegetales que no encuentran acomodo eco­lógico en los campos circundantes, bien por el uso de plaguicidas, bien por la siega. So-

LA LEYENDA NEGRA DEL LOBO DE LAS ABEJAS

KarI von Frisch, premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1973, se ocupó del lobo de las abejas en el capítu­lo 13 de su famosísima obra "La vida de las abejas". La descripción que hace del comportamiento de esta avispa puede compararse con la ficha policial de cualquier delincuente.

Cuando no abundaban los osos, eran los hombres quienes realizaban la expoliación de las colmenas (...), la miel era mucho más utilizada como medio de endulzamiento y algunos siglos antes no se conocía en Europa otro azúcar que el que las abejas extraían de los cálices de las flores. No hay, pues, que asom­brarse de que los hombres fueran los mayores ene­migos o depredadores de las abejas. (...) Otros dimi­nutos pueblos, amigos de la miel, como las hormi­gas, las avispas, las esfinges de calavera y, de cuando en cuando, algún ratoncillo, apenas causan daños graves. Sin embargo, serla un error creer que las abejas pue­den gozar de una felicidad no perturbada. Queda tal cantidad de enemigos de su pueblo, que, para tratar de ellos, habría que escribir algunos libros. Tenemos, por ejemplo, el llamado lobo de las abejas. No se trata, desde luego, de un lobo propiamente di­cho, y su nombre se debe sólo a su latrocinio e instin­tos carniceros. Las avispas cavadoras, parientes cerca­nas de las avispas sociales, viven solitarias y se dedican

a la caza de diversos insectos, que llevan a sus crías como alimento. Cada una de las especies de este gru­po se ha especializado en una pieza determinada y ha aprendido a seguirle la pista y a avasallarla de ma­nera magistral. El lobo de las abejas es una de tales, que ha elegido como presa preferida a la abeja melí­fera. Apenas mayor que ella, pero más ágil y diestra, cae sobre la abeja cuando se halla visitando las flores y le clava su aguijón en la garganta, o en la articula­ción que se halla entre los segmentos medio y ante­rior del tórax, como si conociera que estos puntos son su talón de Aquiles. Luego abraza el lugar de su ab­domen en donde se encuentra el buche lleno de miel, y lo oprime, hasta que por la boca de la vencida sale la gotita melífera que había recogido en las flores con fines completamente distintos, y que ahora sirve de refrigerio al cazador. En algunas regiones en que estas avispas encuentran buenas condiciones para anidar, pueden llegar a cau­sar graves daños. El lobo de las abejas es un verdadero bandolero.

Quercu§ 169 Marzo 2000 / Z 7

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EL LOBO DE LAS ABEJAS La hemeroteca de Quercus Artículos complementarios publicados en Quercus

bre estas plantas arvenses (vinculadas a los cultivos) viven numerosas especies de in­sectos que, de otro modo, se enfrentarían a serias dificultades. Por último, los trata­mientos con plaguicidas son, al menos, un elemento degradante del medio natural y en ciertos casos pueden dar el golpe de gracia a especies que se encuentran ya muy merma­das (14). Actualmente todo el mundo coincide en que la conservación de los insectos depende en gran medida de salvaguardar sus hábitats

I PLAGA DE LOBO DE LAS ABEJAS EN UNA ZONA APÍCOLA DE EGIPTO

En 1972 la producción de miel en el oasis Dakhia, en Egipto, cayó en picado. Las abejas estaban sien­do sistemáticamente atacadas por una avispa que más tarde se identificó como el lobo de las abejas.

La explosión demográfica de lobo de las abejas se produjo tras sustituir a la feroz abeja melífera egip­cia por una nueva abeja no agresiva. Desde 1928 hasta 1958, la abeja de las explotaciones apícolas era Apis mellifera subsp. lamarckii. Pero a partir de en­tonces se tomó la decisión de sustituirla por Apis me­llifera subsp. cárnica. Durante los meses de octubre, noviembre y diciembre, cuando no hay flores en el oasis Dakhia, el lobo atacó a las abejas en las cercaní­as de la colmena. Un comportamiento aberrante, pues en condiciones normales captura a sus presas cuando están libando sobre las flores. Las avispas se colocaban cerca de las piqueras de las colmenas, pen­dientes del trasiego de obreras recolectoras. Como medida de control, lo más sencillo hubiera si­do volver a utilizar la raza agresiva de abeja, pero los apicultores no estaban dispuestos a ello. Asi pues, se enfocó la solución en dos sentidos: controlar al lobo de las abejas mediante enemigos naturales y prote­ger a las propias abejas. Para cumplir el primer obje­tivo se importaron ejemplares de Hedychrum inter-medium, un cleptoparasitoide perteneciente al gru­po de las avispas cuco, cuyas hembras buscan cons­tantemente nidos de lobo de las abejas para deposi­tar sus huevos en la provisión de presas paralizadas justo antes de que el hospedador tapone las celdas de cria. El huevo de esta especie eclosiona rápida­mente y en su primer estadio larvario posee unas po­derosas mandíbulas con las que elimina el huevo o la larva del lobo. Los siguientes estadios larvarios care­cen de dichas mandíbulas y en suiugar presentan un aparato bucal succionador adaptado a consumir el contenido liquido de las abejas. En el segundo caso se optó por mantener las colo­nias en condiciones óptimas, para lo cual se reunie­ron pequeños colmenares en otros más numerosos, con un mayor contingente de abejas guardianas capaces de defenderse mejor. También se retiraron las colmenas del lugar afectado, pues el lobo de las abejas requiere al menos un año para asentarse co­mo plaga.

(15, 16). La mera protección de un insecto, al margen de cualquier otra medida, es un recurso poco eficaz. Sin em­bargo, si la protección se ex­tiende a la residencia ecológi­ca de la especie, tendremos una herramienta legal mucho más efectiva (17). En este ámbito, la gestión ambiental es más eficaz que las normas y las listas rojas. Más vale aplicar medidas concretas a la protección de una especie o una población basadas en un conocimiento profundo de las interacciones de la fau­na con su medio y de la es­tructura y funcionamiento de esa comunidad biológica (14). Se ha de tender hacia una gestión que favorezca el uso tradicional del suelo, formando mosai­cos de bosques autóctonos, huertas, campos de cereal y repoblaciones forestales. Por todo ello, es necesario mejorar la forma­ción sobre biología de los insectos y revisar la legislación con criterios más amplios. Al preservar hábitats enteros conservaremos no sólo a las especies amenazadas, sino también al resto de los organismos que allí viven. También sería interesante establecer reservas especiales para proteger a los insec­tos, pequeños espacios naturales o semina-turales que alberguen un alto número de en-demismos, especies singulares o incluidas en algún rango de protección o, simplemen­te, una elevada biodiversidad. ^

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Insertamos un boletín de pedidos en la página 64.

LOS AUTORES

José Antonio González González es biólogo y dedicó su tesis de licenciatura a la biodiversidad de esfécidos y ápidos en un biotopo arenoso de la cuenca del Duero. Actualmente está terminando su tesis doctoral, centrada en la biodiversidad de esfécidos en el futuro Parque Internacional de Los Arribes del Duero. Antonio de la Nuez Latorre es biólogo y prepara su tesis de licenciatura sobre dinámica y estructura de una co­

munidad de avispas sociales. IVIiguel Ángel IVIartín Tomé es biólogo y ha dedicado su tesis de licenciatura al estudio de la biodiversidad de insectos en la subme-seta norte, con especial atención a los himenópteros aculeados.

Dirección de contacto: Unidad de Zoología • Facultad de Bio­logía • Universidad de Salamanca • Campus Unamuno • 37071 Salamanca

De izquierda a derecha, Miguel A.M. Tomé, Antonio de la Nuez y José Antonio González en su despacho de la Unidad de Zoolo­gía de la Universidad de Salamanca.

28 / Quercus Ibq Marzo 2000