siempre fuimos ángeles

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    CAMBIOS

    -Nueva portada (Incluye elementos finales)

    -Corrección gramatical

    -Añadidos 10 capítulos nuevos respecto a la R2

    -Correcciones narrativas

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    1-LOS DÍAS GRISES

    Observé como Nekane vertía lentamente el té en su taza mientras yo agarraba con tranquilidad

    aquella taza de café con hielo.

    -¿Más café?- .-No gracias- respondí –Todavía no se ha deshecho el hielo.

    Nekane sonrió de manera amable.

    -¿Sabes? Me alegro de que las cosas se vayan solucionando. Reconozco que no ha tenido que

    ser nada fácil vivir lo que has vivido. Pero ¿Qué voy saber yo verdad? Por mucho que me empeñe

    en ponerme en tu piel las sensaciones jamás llegarán a comprenderse-.

    Apoyé mi mano sobre mi sien dejando que mi cabeza reposara por un instante. Debía reconocer

    que no había sido nada fácil estabilizarse. Cambios de trabajo, extrañas compañías, unos

    momentos duros que se empeñaron en poner mi vida en una constante pendiente que no

    dejaba de crecer y crecer. Afortunadamente había podido escalar aquella montaña de

    dificultades. A mis veintiocho años me había logrado estabilizar tanto social como

    personalmente. Podía decir que era toda una mujer hecha y derecha. Con mis ideales y mis

    sueños, una chica normal y corriente. Por otro lado podía decirse que físicamente me

    encontraba cómoda con mi propio cuerpo. Mis ojos marrones no destacaban entre la multitud.

    Mi media melena oscura tampoco era algo que se saliese de unos cánones de belleza que nunca

    podría llegar a entender. Me sentía bien con mi altura de un metro sesenta y siete. Quizás, como

    muchas otras mujeres, de lo único que podía quejarme eran de esos kilillos de más que toda

    mujer crea tener. Por eso mismo podía sentirme orgullosa de algo: era siempre yo misma

    -¿Sabes Aysel? A veces tengo la sensación de que tu ángel de la guarda está cerca. No sé,llámeme rara o excéntrica pero ¿no te da esa sensación?-. Dijo Nekane mirándome por encima

    de sus gafas.

    Esta vez la que sonreí fui yo. Tuve incluso que disimular mi sonrisa limpiándome la boca con una

    servilleta de papel.

    -Perdona que me ría pero sabes que mi ángel de la guarda no existe, marchó…-.

    Nekane sonrió de una manera extraña haciéndome intuir que algo tramaba o que alguna idea

    alocada pasaba por su jovial mentalidad.

    -¿Y aquel chico alto del que me hablaste una vez? Me dijiste que era como tu ángel de laguarda…-

    Nekane me sacó la lengua en un claro gesto gamberro y desenfadado.

    -Marchó lejos, muy lejos  –Respondí agachando mi mirada  –Lo último que supe de él era

    que…que era libre simplemente lejos de este lugar-.

    Nekane se quedó pensativa.

    -Entonces no puede ser él ¿un ángel libre? Menuda estupidez, un ángel siempre está atado a

    una misión….como la de protegerte uuuuuuuuuu uuuuuuuuuu-.

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    Esta vez no pude contener mi risa por lo que las dos comenzamos a reír. En ocasiones observaba

    a Nekane con admiración. Se trataba de una mujer de unos cuarenta y tres años, con una

    envidiable melena rubia, de mirada azulada siempre bajo sus inseparables gafas, una altura

    media y, aunque ella lo negase, yo le encontraba que le hacían falta un par de kilos. Había

    aparecido en ese momento de mi vida en el que todo se tambaleaba de manera peligrosa. La

    conocí en uno de esos cursillos de inglés incompletos que todos hemos hecho alguna vez en lavida. Rápidamente nos convertimos en grandes amigas. De vez en cuando, y cuando el trabajo

    nos lo permitía, nos reuníamos para tomar café o té y charlar de nuestras cosas. Nekane siempre

    me había mostrado su mejor sonrisa y sabía que siempre podía contar con ella para todo. Ella

    era la única persona que, sin ser de la familia, me conocía a veces mejor que incluso yo misma.

    Me sentía orgullosa de contar con ella en mi vida…aunque a veces su carácter divertido y jovial

    divagaba por unos mundos muy alejados de la tierra.

    -Y bien ¿Cómo te imaginas a tu ángel de la guarda?  – Preguntó Nekane  –Yo me lo imagino

    así…morenito, pelo corto, mmmm musculado, embadurnado de aceite, con unos tejanos

    ajustados y el torso desnudo mmmmm- Decía mientras movía sus manos dibujando una silueta

    en el aire.

    A pesar de las risas tuve que interrumpir aquella fantasía.

    -Un momento Nekane, tú estás casada…-.

    Nekane dejó la mirada perdida en el techo.

    -Lo se Aysel lo sé...y supongo que será un demonio por pensar en eso pero que si me aparece

    un ángel de la guarda así mmmmmm que se prepare que vamos a luchar cuerpo a cuerpo-.

    Por unos segundos comencé a dudar de la estabilidad mental de Nekane aunque

    afortunadamente sabía que todo aquello lo decía en broma.

    -Pero bueno…-Suspiró Nekane –Me quedo con mi marido que si bien no es el cuerpo más bonito

    del mundo algunos días se hace pasar por ángel para juntos bajar al infierno mmmm-.

    Adoraba a aquella mujer. Y sin duda alguna si no lo había hecho antes aquel era el momento

    idóneo. Finalmente la hora de marchar llegó, el horario laboral no entendía de buenos o malos

    momentos por lo que sabiendo que al día siguiente debía madrugar decidí marchar de casa de

    Nekane, un fuerte abrazo y la mejor de nuestras sonrisas sirvió para una nueva cita en poco

    tiempo.

    Cuando llegué a casa decidí cenar, preparar la comida para el día siguiente y, tras ver

    una de esas películas nocturnas que incitan al sueño más profundo, decidí meterme en la cama.Pero cuando alguien se despierta en mitad de la noche e intenta conciliar el sueño al instante la

    tarea se convierte en algo sumamente difícil. Yo no era ninguna excepción. Permanecí tumbada,

    boca arriba, pensativa en las palabras de Nekane ¿y si realmente mi ángel de la guarda hubiese

    hecho acto de presencia? Mi vida había tomado un cambio significativo bastante más bueno. Ya

    no había una larga y ascendente cuesta que subir sino más bien un camino llano aunque repleto

    de obstáculos y baches que sortear. Por eso pensaba en mi ángel de la guarda…lo odiaba. Para

    mí no era más que aquel absurdo ser narcisista por naturaleza que un día decidió abandonarme.

    ¿Qué podía pensar de un ser alado que aparece en tu vida, te ayuda y luego desaparece como

    si nada? No podía hacer otra cosa más que renegar de él mientras soltaba algún improperio

    esperando que si realmente existía no viniese a por mí. ¿De qué me iba a salvar? ¿De los añospasados? ¿De su silencio? ¿O quizás simplemente…de las noches en las que lloré en soledad?

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    No, no podía quererlo si realmente existía, no podía tenerle ni siquiera el más mínimo aprecio.

    Si había podido levantar la cabeza había sido gracias a mí, no gracias a la creencia de un falso

    ángel que, por un tiempo, se olvidó de mí.

    Por eso estaba de pie, con un trabajo que, si bien no era el mejor del mundo, me permitía vivir

    por mi cuenta y sin depender de nadie. Me había hecho a mí misma sin más ayuda que la de mimadre y la de Nekane. Quizás mi vida no era esa constante aventura que todos deberíamos vivir,

    pero no me importaba. Había aprendido a valorar la tranquilidad, quizás la rutina, de vez en

    cuando escapaba de la monotonía y de daba algún que otro capricho ¿a quién iba a importarle?

    A mi desde luego no…y menos a ese ángel guardián del que tanto me hablaba Nekane. 

    Finalmente caí dormida en mi cama, con el silencio del viento invernal azotando las paredes del

    edificio. No recuerdo que soñé, ni siquiera sé si lo hice. Son pocos los que llevan un diario de

    sueños y yo no era una de esas personas. Cuando al día siguiente el despertador sonó antes de

    las siete de la madrugada recordé lo espantoso que podía ser aquel horario pero al mirar por la

    ventana y ver como la lluvia caía me reafirmé en aquella idea. Mi día comenzaba con lluvia,

    sueño y sin un ángel de la guarda que me salvase de aquella rutina.

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    2-LA FRAGILIAD DE LA LLUVIA

    La lluvia caía débilmente sobre mi ciudad creando una dulce melodía que solo unos pocos locos

    eran capaces de apreciar.

    -Y saber que hay gente que adora estos días…-Pensaba mientras agarraba una inseparable tazade café a la vez que miraba por la ventana del salón.

    Tras coger un paraguas y una bolsa con comida salí de casa. Había aparcado el coche cerca

    aunque eso no me libró de acabar maldiciendo el día. Tras mover la cabeza dentro del coche

    para intentar secar mi cabello encendí el motor de mi coche. No era un deportivo de última

    generación pero debía reconocer que no estaba nada mal, un modelo joven y desenfadado de

    color negro. Podía decirse que la independencia que me daba era enorme. Me sentía libre,

    independiente y sobre todo me evitaba coger un transporte público. No es que lo odiase,

    simplemente me había aficionado a la comodidad de mi propio coche.

    La lluvia había perdido intensidad aunque eso no impedía que tuviese que estar pasando el

    limpiaparabrisas constantemente. Arranqué con la radio puesta, una vez más las noticias sobre

    el tráfico no eran nada buenas: otra vez atasco.

    -¿Por qué la gente se empeña en salir a la misma hora que yo?- Pensaba de manera irónica -¿No

    tienen otro momento del día?-.

    Los atascos eran una algo habitual a aquellas horas, era normal tener que detenerme en mitad

    de la autopista y observar como el copiloto del coche de al lado parecía querer tocarse el cerebro

    a través de la nariz creyendo que nadie le observaba. El tráfico era lento, el día no acompañaba

    a sonreír. Era normal que constantemente estuviese encendiendo un cigarrillo tras otros

    mientras trataba de tranquilizarme. Una débil lluvia, asfalto mojado, caravana y para más colmo

    comenzaba a quedarme sin tabaco ¿podía ir algo peor? Tan solo esperaba que no.

    Finalmente pasados unos interminables treinta minutos logré salir de la autopista evitando así

    el monumental atasco. Al fin pude relajarme, relajar mis manos sin soltar el volante y tirar mi

    cabeza hacia atrás. Tan solo me quedaban un par de metros, ante mí un único conductor y un

    par de semáforos. Mi jornada laboral iba comenzar de manera tranquila y monótona.

    Finalmente me detuve en un semáforo justo detrás del coche blanco que iba delante de mí. No

    sabía quién era, tampoco me importaba. Cuando el semáforo se puso en verde aquel coche

    blanco se puso en marcha, me disponía a hacer lo mismo justo en el instante en el que un ciclista

    imprudente se cruzó ante mí obligándome a frenar de manera brusca.

    -¡Estúpido, mira por dónde vas!- Grité enfurecida mientras el ciclista se perdía por las calles de

    la ciudad.

    Antes de que pudiera reaccionar escuché un gran frenazo seguidos de unos gritos. En cuestión

    de milésimas de segundos observé como el vehículo blanco que iba ante mí era arrollado

    violentamente por un autobús. El asfalto mojado y las prisas de la gran ciudad provocaron un

    accidente demoledor ante mi asustada mirada. No supe cómo reaccionar. Me quedé petrificada,

    como si el tiempo se hubiese detenido a mí alrededor. Dejé de sentir, de pensar, de escuchar.

    Por mí mirada tan solo pasaba la imagen del impacto una y otra vez. Por un instante la ciudad

    pareció quedar enmudecida. Los cristales rotos volaban por los aires, las caras de pánico detodos los allí presentes hablaban por si solas. Caos, destrucción…y un reguero de sangre que

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    comenzaba a salir del vehículo blanco el cual había dado varias vueltas de manzana hasta acabar

    boca abajo.

    Rápidamente los primeros gritos de auxilio, las primeras sirenas, el ruido al fin y al cabo,

    comenzaron hacer acto de presencia. Yo permanecía agarrada al volante de mi coche,

    colapsada, en estado de shock y con la mirada puesta hacia adelante. Finalmente alguien abrióla puerta de mi coche

    -¿Señorita se encuentra usted bien?- Dijo el camarero de un bar que había llegado hasta mi

    posición.

    No pude responder, me limité a mirarle en estado de shock sin soltar en ningún instante el

    volante. Finalmente de mis ojos comenzaron a dejar caer unas comprensibles lágrimas. No supe

    que decir, no supe que hacer. Finalmente varias ambulancias llegaron hasta el lugar. Una se

    detuvo justo a mi lado. Cuando los enfermeros me vieron y vieron la distancia a la que se había

    producido el impacto escuché como uno de ellos murmuraba.

    -Vaya, ha sido un milagro que no contásemos con más víctimas, se ha salvado por los pelos-.

    A pesar de no haber sufrido daño alguno los responsables de la ambulancia decidieron hacerme

    unas pruebas médicas. Poco a poco fui recobrando el sentido de la realidad. Comenzaba a ser

    consciente de lo sucedido y sobre todo de lo vivido. Sentada en el interior de la ambulancia, con

    una manta rodeándome y una taza de té para que entrase en calor observé como la policía

    aparcaba mi coche en cerca del lugar del siniestro. Miré a uno de los sanitarios observando como

    su rostro mostraba un semblante serio.

    -¿Qué ha sucedido?- Pregunté.

    El sanitario me miró con gesto amable.

    -No se señorita. Dicen que el autobús no pudo frenar a tiempo, que el asfalto mojado se convirtió

    en una pista de patinaje debido a la lluvia. Nadie sabe nada, solo se sabe que los dos ocupantes

    del otro vehículo han fallecido en el acto. No se cómo decírselo pero…ha tenido muchísima

    suerte-.

    No supe que responder, me limitaba a mirar hacia mí alrededor sin centrarme en un punto en

    concreto. Finalmente varios compañeros de mi trabajo, informados por lo sucedido llegaron

    hasta mi posición. Al verme decidieron que lo mejor era que regresase a casa y me tomase unos

    días de descanso. La experiencia no había sido nada agradable y mi estado emocional había

    decaído muchísimo.

    Nekane y mi madre se ocuparon de mí. Apenas comía, apenas podía dormir, no quería ni ver la

    televisión, ni leer la prensa ni siquiera escuchar la radio. La imagen del impacto y sobre todo

    saber que por cuestión de milésimas yo podía haber sido una víctima más. A veces lloraba y me

    sentía sola, desprotegida a pesar de saber que Nekane y mi madre estaban pendientes de mí.

    En ocasiones miraba por la ventana observando como la vida pasaba a mí alrededor, como todo

    se movía a pesar de que para mí el tiempo parecía haberse detenido. En una de aquellas

    ocasiones, mientras encendía un cigarrillo vi pasar un ciclista frente a mi ventana, de repente

    una paloma hizo acto de presencia volando a escasos centímetros de mi posición. El susto fue

    enorme por lo que por un instante me olvidé de todo. De repente vi como una pluma negra

    comenzaba a caer lentamente frente a mi ventana. No sé por qué lo hice pero lo que sé es que

    pude hacerme con aquella pluma. Me senté en el sofá encendiendo un nuevo cigarrillo mientras

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    observaba la pluma con atención. Era una pluma normal y corriente, negra, de un tamaño algo

    grande, de tacto suave. De repente mis ojos se abrieron de par en par. Por mi mente pasó toda

    la escena del mortal accidente, segundo a segundo, milésima a milésima, todo. Miré la pluma

    como asustada aunque rápidamente la cogí mirándola fijamente.

    -Nekane, tú y yo tenemos que hablar…- Pensé –Algo no encaja aquí-.Quizás algunas cosas jamás llegarán a ser tal y como siempre las hemos imaginado.

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    3-LA PLUMA AUSENTE

    Nekane miraba sin parar la pluma mientras yo fumaba cigarrillo tras cigarrillo.

    -¿Y de qué dices que es? ¿De Paloma?- Preguntó  –Si me llegas a decir de pavo te habría creído

    pero ¿paloma?-.Miré a Nekane sin saber que estaba pasando. Habían cosas que no me encajaban y por su mirada

    extrañada parecía que a ella tampoco.

    -Quizás es de una paloma adulta, aunque algo me dice que tú no estás pensando en una paloma

    ¿verdad?-.

    Agaché la cabeza.

    -Justo antes de que aquellas personas falleciesen ante mi yo estaba ensimismada en mi mundo.

    No sé, no pensaba en nada, ya me entiendes. Justo cuando el coche de delante de mí se puso

    en marcha y yo me disponía a hacer lo mismo apareció un ciclista. Aquello me obligó a frenar.

    No lo vi la cara, no supe ni de dónde diablos había aparecido. Solo sé que al obligarme a frenar

    evitó que aquel autobús también acabase con mi vida. Luego vuelvo a ver un ciclista y antes de

    que pudiera fijarme en él la paloma deja caer una pluma negra. No se Nekane, todo me parece

    muy extraño, confuso, no se…-.

    Nekane me abrazó intentando darme con su silencio unas respuestas que yo era incapaz de

    obtener.

    -¿Y si realmente mi ángel de la guarda existe?-.

    Nekane me miró extrañada.

    -¿Realmente crees en esas cosas? Vaya, creía que no creías…-

    -Y no quiero creer- Irrumpí –Pero todo es confuso ¿De dónde apareció ese ciclista? ¿Y la pluma?

    Es demasiado grande para ser de paloma, tú misma lo piensas-.

    -Debe haber alguna explicación lógica. No se…la idea del ángel de la guarda me parece un tanto

    ¿surrealista? ¿Hipotética? Ya sabes cómo son esos ciclistas, te aparecen por donde menos te lo

    esperas y claro, luego los que tenemos la culpa somos los que vamos en el coche grrrrrrrr maldita

    ética social-.

    Nekane intentaba tranquilizarme pero estaba consiguiendo más bien todo lo contrario. Sus

    aspavientos con las manos y su manera acelerada de hablar estaban superando mis fuerzas apesar de saber que Nekane no lo hacía de manera intencionada.

    Pasaron varias horas hasta que Nekane tuvo que regresar a su casa sin que hubiésemos sacado

    conclusiones acerca de lo sucedido. Una vez sola en casa opté por tumbarme sobre mi cama.

    Pero esta vez decidí que aquella extraña pluma durmiese frente a mí. La observé durante un

    buen rato hasta que finalmente el cansancio pudo conmigo. Al día siguiente decidí quedarme

    tumbada en la cama durante un buen rato. Al girar mi cabeza observé como la pluma

    permanecía inmóvil en el lugar en el que la había dejado. Recorrí con mi mirada cada centímetro

    de aquel objeto inerte, silencioso pero que su vez sabía que me estaba tratando de decir algo.

    Lentamente fui fijándome en su color negro hasta que, sin saber porque, a mi mente vino el

    recuerdo de alguien que un día dijo ser mi ángel de alas negras. Desde el día del fatídico percancehasta la consistencia de que mi ángel guardián estaba cerca, mi estado emocional se había

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    movido de manera peligrosa. Tras volver a mirar la pluma decidí armarme de valor y coger de

    nuevo mi coche. Tal vez no estaba preparada, tal vez no era el mejor momento pero necesitaba

    visitar un sitio especial. Gritar, desahogarme, maldecirle… 

    Tras varios cigarrillos salí a la calle y subí en mi coche. Nekane me lo había podido acercar desde

    el lugar del accidente. Estaba tal y como lo dejé el fatídico día, cogí aire, respiré profundamenteun par de veces, puse la pluma en el asiento del copiloto: ella debía venir conmigo. Finalmente

    arranqué, un enorme escalofrío recorrió todo mi cuerpo aunque a pesar de ello no me detuve,

    debía seguir adelante. No circulaba a gran velocidad, tampoco tenía prisa, mi destino no se iba

    a mover. El día estaba claro, con unas nubes rompiendo de manera ocasional el lienzo azul del

    cielo. La circulación a aquella hora era fluida, la radio era prescindible, los recuerdos sin embargo

    eran como un martillo que golpeaban una y otra vez en la mente. Finalmente tras varios minutos

    llegué a un paseo marítimo, detuve mi coche y me limité a observar todo cuanto había ante mí

    en silencio. Ante mí se dibujaba una playa que reconocía pero que, a pesar de tener frente a mí,

    era incapaz de pisar. Todo había sido hacía mucho tiempo… 

    -¿Dónde estás Red, donde estás? –Susurré -¿Por qué tuviste que cerrarme tus alas?-.

    Hacía ya algunos años, a través de una de esas redes sociales que todo el mundo critica pero

    que curiosamente todo el mundo conoce, conocí a Red. Era un chico de unos veintisiete años,

    recuerdo que era muy alto, de cuerpo delgado y frágil apariencia que contrastaban

    enormemente con su amor hacia los mundos oscuros y tétricos. Recuerdo como comentó una

    de mis fotografías en las que yo salía en aquella playa. Lejos de ser el típico comentario de macho

    ibérico recuerdo que él se mostró con una energía positiva y una jovialidad admirable. Pronto

    comenzamos a entablar una bella amistad. Nos escribíamos todos los días, nos dejábamos

    mensajes en la red social, todo era genial lo reconozco. Pero un día él marchó lejos, cogió su

    maleta y marchó a vivir con su pareja. Aquello nos distanció, poco a poco los mensajes dieron

    paso a un silencio cada vez más y más prolongado. Finalmente todo se rompió, un día el silenciose apoderó de nuestras vidas. Él siempre me había dicho que sería mi ángel guardián, yo por su

    amor a aquellos mundos tétricos decía que era mi ángel de alas negras, en ocasiones “mi chico

    de acero” aunque yo podía sentirme orgullosa de conocer su interior. Pasado un tiempo y

    cuando comprendí que aquella perdida había sido para siempre regresé a aquella misma playa

    donde un día, gracias a una fotografía, lo conocí. Me acerqué hasta la orilla para escribir su

    nombre y me senté en la arena esperando que las olas del mar lo borrasen. Me juré a mí misma

    no volver a sufrir por él, no volver a cogerle tanto aprecio a una persona que decidió marchar. Y

    por muy triste que me sintiese a veces, por muchas veces que la soledad fuese mi única

    compañera supe que nunca más volvería a saber de él.

    Y así estaba sucediendo. Las palabras de Nekane acerca de un ángel guardián habían provocado

    que le recordase. Que echase la vista atrás y reviviese aquel tiempo cuando él me protegía y me

    decía:

    -Tranquila, siempre estaré a tu lado-.

    Guardaba en mi memoria sus recuerdos, sus palabras, sus hechos. Pero él ya no estaba ahí, no

    estaba para abrazarme y tranquilizarme. Para hacerme comprender que aquel ciclista, el mortal

    accidente y la pluma, no tenían conexión alguna. Pero él no estaba, él no iba a estar. Comencé

    apretar mi puño con rabia, hasta que finalmente cogí la pluma y salí del coche. Con más rabia

    que ganas arrojé la pluma hacia la playa

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    -¡Tú nunca estuviste ahí!- Pensé mientras lo hacía -¡Te dejaste caer! ¡Me prometiste ser mi ángel

    guardián…! Me lo prometiste…-.

    Una lágrima comenzó a caer por mi mejilla mientras la pluma caía lentamente a escasos metros

    de mi posición. La brisa comenzó a empujar la pluma de nuevo hacia mí pero esta vez no la cogí.

    Quería dar por finalizada de aquella manera la absurda teoría de un ángel de la guarda.Simplemente quería retomar mi vida, ser Aysel, trabajar en la oficina, agotarme con mi trabajo

    como tantas y tantas veces. Ir a comer a casa de mi madre, visitar a mi hermano, quedar con

    Nekane para tomar algo. Simplemente retomar una rutina por muy asfixiante que esta fuera.

    Debía olvidar absurdas historias de ángeles de la guarda, centrarme en mí día a día.

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    4-LO SIENTO

    Todos mis compañeros se giraron extrañados al verme aquella mañana en la oficina.

    -¿Qué pasa, que nunca me habéis visto?- Pregunté en tono irónico.

    Mis compañeros de trabajo corrieron a saludarme de manera efusiva mostrándome su mejorsonrisa, Mike con su inseparable donut en la mano, Phil con sus gafas medio caídas, Max con su

    elegante porte e impoluto de arriba abajo, finalmente ahí estaba John, una tipo de pocas

    palabras pero eficiente en su trabajo.

    -¿Y cómo que has venido? ¿Seguro que estás bien?, ¿Necesitas algo? ¿Podemos hacer algo por

    ti?- Preguntó Mike de manera acelerada.

    -Tranquilos, estoy bien. Necesitaba volver a la rutina. No ha sido una experiencia agradable pero

    estar en casa tampoco ayudaba demasiado-.

    Mis compañeros sonrieron por lo que tras aquellas palabras todos comenzamos a trabajar.

    Afortunadamente para mí, mis compañeros habían decidido encargarse de parte de mi trabajo

    durante mi ausencia. Tras varios días comenzaba a sonreír, deseaba aquella rutina, aquel ir y

    venir de papeles, de llamadas, de clientes descontentos, de un jefe incompetente que solo

    conoce lo que sé que cuece en la oficina por el dinero de su cuenta corriente. ¿Feliz? ¿Por qué

    no?, había conseguido estabilizar mi vida y el incidente con la pluma y toda aquella historia del

    ángel de la guarda removió los cimientos de la razón. Podía pensar que el mundo está lleno de

    pequeños detalles que pueden parecer mágicos y no por ello hay ángeles revoloteando por ahí

    ¿Una ciudad con seres alados que vigilan desde el cielo? Se llamaba palomas, gorriones y demás

    aves que lo único que vigilan es que a las tintorerías nunca les falte alguna prenda que lavar.

    Cuando a mediodía pude salir a fumarme un cigarrillo miré al cielo. Todo había pasado ya, ya nohabía ni plumas, ni historias de ángeles ni nada por el estilo. Rutina, solo rutina, agradecida

    rutina. Fue normal que tras mi jornada laboral, al llegar a casa, me tirase de espaldas sobre mi

    cama abriendo mis brazos de par en par mientras mostraba una relajada sonrisa. El universo

    giraba y yo giraba con él. No había historias que me detuviesen, nada, solo mi vida, y por fortuna

    para ella yo era quien la controlaba. Nekane me hacía constantes visitas a casa para charlar

    animosamente de temas diversos. Sabía que seguía preocupada por mí, y yo agradecía sus visitas

    con la mejor de mis sonrisas. Ella intentaba no sacar el tema del ángel de la guarda aunque

    inevitablemente de vez en cuando salía algún conato de aquella historia. No me importaba,

    había aprendido a convivir con aquella historia pegada a mi espalda.

    -Se sincera ¿no te habría gustado tener un ángel guardián cerca?-. Preguntó una de esas tardesNekane.

    Durante un rato me quedé dubitativa aunque ello no me evitó responder.

    -A todos nos gustan que nos pasen cosas mágicas. Cosas que nos hagan salir de nuestra rutina.

    ¿A quién no le gustaría volar con solo abrir sus brazos?  –Respondí  –Pero al igual que me

    encantaría, o me habría encantado, soy realista y sé que esas cosas nunca suceden- .

    Nekane me miró sonriendo. Había comprendido que para mí aquella historia había finalizado y

    que todo regresaba a su cauce. Cuando Nekane marchó, pensé en la manera de agradecerle

    todo aquello que estaba haciendo por mí. Gracias a ella, mi vida estaba volviendo a la

    normalidad. El tiempo no había detenido su camino, y yo no debía hacerlo tampoco. No tardé

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    en recordar dos de sus grandes pasiones: la lectura y la jardinería. Sabiendo aquello comprendí

    que tenía el regalo perfecto.

    Al día siguiente, durante mi jornada laboral y aprovechando que debía salir a hacer unas

    gestiones fuera del despacho, pasé por una floristería cercana. Elegí una rosa blanca. El blanco

    simbolizaba la amistad y la pureza, y aquella era sin duda, la flor ideal para transmitirle a Nekanelo que quería, la pureza de nuestra amistad. Con la rosa en la mano, me dirigí a una librería que

    había en mi barrio. Antón, el dueño, me abrazó efusivamente en cuanto crucé la puerta. Nos

    conocíamos de hacía años, y yo adoraba a ese hombre. Nadie sabía más de libros que Antón, y

    acudía a él con frecuencia para que me aconsejara sobre cuál debía ser mi siguiente lectura.

    - Y bien, ¿has pensado en qué te gustaría relajar tu mente esta vez? – Dijo Antón.

    - Sabes que siempre me fío de tu buen criterio, pero esta vez no se trata de mí. Es para un regalo

    especial. Necesito algo interesante y mágico. Una historia de esas que no se olvidan con facilidad

     – Respondí – Es para una amiga, una de esas de las que ya casi no quedan. Por eso tiene que ser

    especial.

    - Déjame pensar… Seguro que encontramos algo… Creo que éste te gustará.

    Antón me mostró un libro de un autor que no conocía. Ni siquiera había oído hablar de él.

    Observé la portada del libro. Una silueta que parecía mirar el firmamento. Me quedé petrificada,

    aquella silueta era un ángel en medio de un desierto. De nuevo la historia del ángel guardián

    vino a mi mente. Sacudí la cabeza ligeramente, como queriendo sacarme de ella aquella idea.

    Ya había tenido bastante con todo lo que había pasado, como para empezar a recordar de nuevo

    aquella absurda idea.

    - ¿“Sorry”?  –Pregunté algo extrañada.

    - “Sorry”. –  Contestó con determinación Antón  –  Es de un escritor novel, pero una buena

    historia. Trata sobre la búsqueda de la libertad a través de la vida y la muerte, de cómo el valor

    de la amistad es capaz de superar cualquier barrera y miedo.

    - Vaya Antón, no dejas de sorprenderme. Una buena elección. ¿Crees que podrías encargarte de

    hacerle llegar el libro a casa junto esta rosa y esta pequeña nota?  –Pregunté entregándole a

    Antón un pequeño sobre con una nota manuscrita en su interior.

    - Sin problema. Yo me encargo. Además, tenemos chico nuevo en la librería, se encarga de los

    repartos, dejará el libro, la rosa y tu nota esta tarde en su destino. Puedes estar tranquila-.

    Me dispuse a seguir con mis obligaciones laborales, no sin antes dar las gracias a Antón por suamabilidad. Acabé mis gestiones, y continué con la rutina en el despacho. El día se hizo largo,

    entre papeles e incidencias de última hora en la oficina. ¿Bendita rutina? ¡A quien se le habría

    ocurrido pensar eso! Las horas pasaban lentamente, y yo, miraba el reloj constantemente.

    Estaba deseando que el día acabara, llegar a casa y recibir la llamada de Nekane. A aquellas

    alturas de la tarde ya debería haber recibido el paquete.

    Finalmente la jornada laboral acabó. La noche ya había caído cuando llegué a casa. Preparé un

    sándwich y me dispuse a ver algo de televisión. ¿Dónde se había metido Nekane? Me extrañaba

    que no hubiera dado señales de vida al recibir el libro, pero no le di demasiada importancia.

    Quizá Nekane había tenido un día complicado, o simplemente, el chico de los repartos no había

    podido entregar aquella tarde mi encargo. Estaba convencida de que la llamada de Nekanellegaría tarde o temprano. Y no me equivocaba.

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    Escuchaba voces lejanas, que provenían del televisor. Estaba adormecida, cuando de repente,

    el teléfono sonó: era Nekane. Me incorporé y me preparé para una pequeña represalia por su

    parte. Aunque Nekane agradecía los detalles, siempre me reprendía cuando le regalaba algo.

    - Antes de que me des la bronca del siglo, no, no me he vuelto loca. Sé que todavía no ha llegado

    el día de Sant Jordi * para regalarte rosas y libros, pero necesitaba agradecerte lo que estáshaciendo por mí – Dije entre risas.

    - Y bien, señorita, ¿le parecerá a usted gracioso este tipo de bromitas, no? Creí que la historia

    del ángel guardián era un tema zanjado.  –  Dijo Nekane. Por su tono de voz, parecía algo

    enfadada.

    - ¿De qué bromita me hablas Nekane? No sé a qué te refieres-.

    - Ah, ¿no? ¿Y a qué viene la dedicatoria al final del libro, y esa horrible pluma negra?-.

    - Espera un momento. Yo no escribí ninguna dedicatoria en el libro, y mucho menos se me

    ocurriría enviarte una de esas enormes plumas negras. Simplemente te dejé un sobrecito blanco

    con una nota escrita en su interior y en ella no decía nada de eso. ¿Qué está pasando aquí?-.

    Nekane guardó silencio durante unos segundos. Estaba claro que aquello era algo que le dejaba

    extrañada, como con una pregunta firme y con infinidad de dudas.

    - Que extraño, no me llegó ningún sobre. Pero si tú no escribiste esa nota, Darling, tenemos un

    problema. Esa dedicatoria lo dice claramente, “Gracias por cuidar de ella durante mi ausencia”.

    Aquí pasa algo demasiado extraño. Tenemos que vernos, esta historia me está empezando a

    preocupar-.

    *El Día de Sant Jordi es una festividad celebrada en Cataluña y parte de la comunidad Valenciana.

    Según la tradición los hombres regalan una rosa a sus parejas y estás le regalan un libro

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    5-SOBRE RUEDAS

    No dejaba de mirar la dedicatoria preguntándome quién diablos había podido escribir eso. Solo

    había una forma de averiguar qué había pasado con mi nota manuscrita y quien era el

    responsable de aquella extraña dedicatoria. Así pues, a la mañana siguiente Antón recibió una

    visita nada más abrir la tienda.

    -Vaya Aysel, me alegra verte -. Dijo este de manera educada  –Veo que vienes acompañada

    ¿puedo ayudaros en algo?-.

    Decidí dejar el libro encima del mostrador ante la mirada extrañada de Antón.

    -¿Sucede algo? ¿Acaso no os ha gustado el libro?-.

    Abrí el libro mostrándole la extraña dedicatoria.

    -¿Por qué la gente se empeña en asesinar así a los libros? Es una lástima que se escriba dentro

    de ellos. Ningún libro merece un trato así- Dijo Antón con gesto preocupado.

    Miré extrañada a Antón.

    -Entonces… ¿tú no escribiste esa dedicatoria?-.

    -Me dedico a venderlos no a escribirlos ¿Qué buen amante de la literatura haría semejante

    locura?-.

    -Entonces ¿si tú no lo escribiste y yo tampoco…?-.

    Todos nos miramos entre si extrañados ante aquel suceso. Antón se quedó dubitativo hasta que

    finalmente decidió llamar a una persona.

    -Phil ¿puedes venir un segundo?- Dijo Antón mirando hacia el interior de la tienda.

    Phil no era otra persona que el repartidor que trabajaba en la tienda. Se trataba de una persona

     joven, de apariencia frágil, tez blanquecina y pelo corto. Era conocido de Antón desde hacía

    tiempo por lo que este decidió contratarle al tener motocicleta. De aquella forma le ayudaría

    además de ganarse un dinero que nunca venía mal a adentrarse en el mundo de la literatura.

    Con la mirada asustada se acercó hasta nuestra posición sin saber que estaba pasando.

    -¿Pa, pa, pasa algo? –Preguntó Phil de manera tímida.

    -¿Tú tienes algo que ver con esto?- Preguntó Antón mostrándole la dedicatoria del libro.

    -No señor, no, no…no sé de donde ha podido sa…salir eso – Respondió Phil mirando al suelo.

    Antón nos miró extrañado ante aquel suceso.

    -¿Seguro que no habéis sido vosotras?- Nos preguntó.

    -Estamos completamente seguras –Respondí – Yo le entregué una nota manuscrita y cuando mi

    amiga Nekane recibió el libro se encontró esta pluma negra y esa nota escrita en el libro. No

    tuve acceso a este en ningún momento salvo en el instante de la compra. Usted me lo mostró,

    yo di el visto bueno, le di la pequeña carta con la nota manuscrita en su interior y se quedó con

    él-.

    Antón se quedó dubitativo mirándonos a todos.

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    -Sí, sí, tienes toda la razón del mundo…es algo muy extraño. Yo mismo recuerdo que envolví el

    libro con la carta y se lo di a Phil para que se lo llevase a tu amiga Nekane-.

    De nuevo todas las miradas se dirigieron hacia Phil el cual nos miraba aterrado y con ganas de

    que la tierra se lo tragase.

    -Phil, yo te entregué el paquete cerrado ¿recuerdas?- Dijo Antón.

    -Si…sí, sí, claro-. Respondió de manera titubeante Phil.

    -¿Te detuviste en algún sitio o sucedió algo fuera de lo normal mientras llevabas el pedido?-.

    Phil se quedó pensativo durante un rato. Desde luego la agilidad mental no era su fuerte pero si

    tenía algo que ver con la extraña dedicatoria y la pluma negra aquel era el momento de

    averiguarlo.

    -No recuerd…no recuerdo que pasase nada fuera de lo normal. Cogí el paquete de manos de

    Antón. Miré la dirección que había en el como siempre. Luego cogí mi motocicleta y me dirigí

    hacia la dirección indicaba. No se…lo típico…coches, motocicletas, ciclistas, camiones, peatonesimprudentes…nada fuera de lo normal-.

    Nekane y yo nos miramos extrañadas.

    -¿Ciclistas has dicho?-. Pregunté.

    -Si claro, fue uno pero todavía lo recuerdo. He visto cientos de ellos pero aquel tenía algo que

    no me gustaba. No se…no es la típica persona que con la que me gustaría toparme en medio de

    la noche en un callejón oscuro-. Respondió Phil.

    -¿Recuerdas como era físicamente? No sé, algo que le caracterizara, rubio, pelo largo, no sé,

    algo-.

    Phil comenzó a rascarse la barbilla en claro gesto pensativo.

    -No logré verle la cara. Se puso delante de mí. Sé que llevaba el pelo largo y llevaba una mochila

    negra pegada a su espalda. Dios, todavía recuerdo cuando al detenernos frente aquel un

    semáforo se puso de pie. Era muy alto, mucho más que todos nosotros, vaya si lo era-.

    -¿Hizo algún gesto o algo extraño?-.

    -Él se quedó de pie esperando que el semáforo se pusiera en verde. Pero ahora que lo

    mencionas…estando detenidos recuerdo que giró levemente la cabeza hacia la izquierda, como

    si me quisiera mirar de reojo. Aquello me hizo saber que llevaba gafas de sol. Pero ya no pudever nada más os lo aseguro. El semáforo se puso a nuestro favor por lo que a los pocos segundos

    le perdí de vista-.

    Intenté recordar alguna persona de esas características. Intentaba unir las piezas de un puzle

    que ni yo misma comprendía si realmente existía. Mi mente se había convertido en una

    amalgama de nombres de personas que, de alguna u otra forma, habían pasado por mi vida.

    -Si queréis os puedo cambiar el libro – Dijo Antón sacándome de mi nube de ideas.

    -No gracias, estese tranquilo- Respondió Nekane  –Creo que no ha ayudado más de lo que se

    imagina ¿Verdad Aysel?-.

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    Yo había vuelto a mi mundo de nombres por lo que fue Nekane la que se despidió de Antón y

    Phil. Una vez dentro de mi coche esta me miró seriamente.

    -Espero que me digas un nombre que coincida con la descripción que nos ha dado Phil –Dijo esta

    de manera seria.

    -No se Nekane- Respondí mientras encendía un cigarrillo  –Con esa descripción puedes sercualquier persona que haya pasado por mi vida pero ¿Qué persona te escribiría una dedicatoria

    de ese tipo y a quien se refiere con ella?-.

    -¿No te has parado a pensar en el ciclista?-.

    -Claro que sí pero puede ser mera coincidencia. Tiene que haber una explicación lógica. Quizás

    me equivoqué con la nota. Quizás se le traspapeló con el pedido de otro cliente. Pueden ser

    miles de cosas-.

    Nekane me miró esbozando una cálida sonrisa en su rostro.

    -Querida sabes que aquí está pasando algo. Sabes que esa pluma, la dedicatoria e incluso elciclista significan algo. Solo tenemos que saber que quieren decir. Encajar las piezas de este

    puzle ¿Coincidencias? Coincidencia sería que se transcribiera la nota con la de otro cliente,

    misterio es como esa nota fue acompañada por una pluma negra similar a la que tenías tú en

    casa-.

    Me quedé pensativa durante un rato. No quería darle certeza a aquellas palabras pero estaba

    claro que ahí pasaba algo raro. Aprovechando que las dos nos habíamos tomado un día festivo

    en nuestros trabajos, decidimos que lo mejor era comer en algún lugar fuera de casa, relajarnos

    y dejar enfriar nuestras ideas. Tal vez de aquella forma conseguiríamos llegar a alguna

    conclusión. Fuese como fuese las dos sabíamos que estaba sucediendo algo ¿pero el que?

    Caminar por las calles de Barcelona y ver cientos de ciclistas no es la mejor manera de relajarse

    y enfriar la mente. Mirase hacia donde mirase siempre acabábamos viendo alguno: hombre,

    mujeres, altos, bajos, rubios, morenos…Descansar era imposible ¿Cómo relajar la mente si te

    encuentras en una ciudad repleta de estímulos visuales? Observando aquel panorama Nekane

    y yo optamos por un plan alternativo que seguro que nos iba a gustar.

    Tras realizar un par de compras las dos nos dirigimos hacia mi casa. Nos miramos, sonreímos y

    decidimos tomarnos el resto del día como una sesión maratoniana de películas románticas y

    tarrinas de helado. Sabía que mi cuerpo luego me daría alguna reprimenda pero ¿a quién le

    importaba? A mi desde luego no, y por la forma de ver como Nekane atacaba su tarrina de

    helado estaba claro que a ella tampoco.-¿Sabes que te digo Aysel?, que si tiene que pasar algo ya pasará aunque querida que quieres

    que te diga, si tu ángel guardián va en bicicleta te aseguro que muy mal tienen que estar las

    cosas por ahí arriba-.

    No pude hacer otra cosa que reír mientras atacaba mi tarrina de helado. Las horas fueron

    pasando y la llegada de la noche no se demoró aquella vez.

    -Bueno querida, es hora de regresar a casa- Dijo Nekane -¿Seguro que estarás bien?-.

    -No te preocupes –Respondí –Ahora prepararé la comida de mañana y luego me iré a dormir-.

    -Si necesitas cualquier cosa llámame-.

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    Tras dos besos de despedida Nekane marchó a su casa dejándome sola. Mi mente se había

    despejado aunque la idea de saber que algo estaba pasando estaba presente. Finalmente me fui

    a dormir esperando que mi mente se relajase y comenzase a ordenar sus ideas. Pero aquello no

    sucedió. En mitad de la noche mi mente comenzó a moverse. Tumbada en mi cama el mundo

    de los sueños parecía cobrar identidad propia. De repente me encontré en la escena del

    accidente, en medio del coche en el que fallecieron dos personas y el mío. Con el autobúsgolpeando de manera violenta el coche y con todo detenido a mi alrededor. Era como si el

    tiempo se hubiese congelado. Pude verme a mí misma dentro de mi coche con el rostro

    desencajado por la escena que estaba viendo. La gente se había detenido mientras los cristales

    permanecían en el aire como con miedo a caerse. Giré mi mirada intentando encontrar algo que

    me ayudase a comprender que estaba pasando. Pero no vi nada que desentonase en la escena,

    ni siquiera pude ver al ciclista que me había salvado la vida. De nuevo volvía girar mi mirada,

    observé como a varios metros del impacto, situada sobre la acera, una chica de

    aproximadamente un metro sesenta y cinco centímetros, figura más bien delgada, vestida con

    unos tejanos y una camiseta negra. Su largo cabello era oscuro adornado con llamativas mechas

    rojas. Se mostraba impasible por lo que me extrañó. Toda la gente de la escena mostraba algúntipo de emoción menos ella. De repente la chica abrió su mano mostrando una pluma negra,

    acto seguido la cerró convirtiendo la pluma en simples pedazos. Observé como la chica mostraba

    odio en sus dientes mientras trataba de buscar con su mirada algo. No pude verle la mirada

    debido a sus gafas de sol. Acto seguido ante mi sorpresa me miró y comenzó a gritar en silencio.

    Aquello me hizo despertar aterrada, asustada y sudorosa debido a la extraña pesadilla. Me dirigí

    al baño para refrescarme el rostro y recobrar el aliento. Mientras me miraba al espejo no dejé

    de preguntarme una y otra vez que estaba pasando allí. Agaché mi cabeza para poder mojarme

    el rostro con más facilidad cuando al alzar la cabeza observé aterrada como la figura de la chica

    que había visto en la extraña pesadilla me miraba con el semblante serio. Un grito sonó en mitad

    de la noche, tras parpadear un par de veces y sacudir mi cabeza pude observar como allí no

    había nadie.

    -Tranquila Aysel, no está pasando nada –Me decía –Solo ha sido una pesadilla, vuelve a la cama,

    mañana será otro día -.

    Aquella noche no pude dormir. Comenzaba a desconfiar de todo. El caos parecía apoderarse

    poco a poco de mí. Necesitaba encontrar respuestas pero ¿por dónde comenzar si ni tan siquiera

    sabía que debía buscar? Me encontraba en un extraño callejón a oscuras donde debía ir

    encendiendo luces poco a poco, todo era demasiado confuso. De la mera casualidad había

    pasado a la pura certeza. Si tanto la pluma como la nota en el libro de Nekane como el ciclista

    significaban algo estaba claro que debía averiguarlo si no quería sumirme en un estado de locura

    permanente. Tan solo esperaba que el nuevo día llegase…y que las cosas fuesen sucediendo sin

    precipitarse nada.

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    6-RECUERDOS DE CRISTAL

    Sin apenas haber podido pegar ojo y habiendo faltado un día a mi trabajo el día no se presentaba

    demasiado bien. Afortunadamente el hecho de que mi jefe fuese como un mero espejismo de

    persona me libraba tener que llevar justificante alguno. A pesar de ello sabía que debía dar

    alguna respuesta convincente al resto de mis compañeros.

    -¿Todo bien?-. Preguntó Mike cuando finalmente me senté en mi puesto de trabajo.

    Suspiré sabiendo que debía decir las palabras adecuadas.

    -Sí, sí, todo en orden no preocupes- Respondí – Gracias por preguntar-.

    Mike sonrió.

    -¿Puedo preguntarte que te sucedió ayer?-.

    Suspiré mientras pensaba rápidamente una respuesta creíble.

    -No me encontraba nada bien. Sé que no hice lo correcto y que debía haber llamado pero a raíz

    del accidente apenas pruebo bocado. Me despierto en mitad de la noche sin motivo alguno o

    simplemente me dan ganas de llorar-.

    La mirada tierna de Mike me hizo comprender que la respuesta, aunque cogida al azar, había

    sido efectiva.

    -Aysel, sabes que si necesitas más tiempo para recuperarte. No debe ser fácil superar tan

    rápidamente una experiencia como esa-.

    -Solo necesito regresar a una rutina. Mantener una pauta de horarios y de trabajo, solo eso

    créeme-.

    Una amable sonrisa por parte de Mike mientras volvía a su puesto de trabajo me hizo respirar

    aliviada. Debía mantener la calma, no mostrar síntoma de preocupación alguna ¿pero cómo se

    despeja la mente cuando sabes que algo no funciona? Tenía mis conocimientos de psicología

    gracias a mis estudios pero incluso en la universidad más importante del mundo hay cosas que

    uno nunca aprende. Controlar las emociones y los sentimientos eran unas de ellas.

    Trabajar sabiendo que algo se mueve a tu alrededor no es fácil. Era consciente de que en

    cualquier momento algo podía suceder. Tal vez mi ángel de la guarda se mostrase de una vez

    por todas. Tal vez la extraña chica que vi tanto en sueños como en el extraño suceso del cuarto

    de baño se cruzaría conmigo mientras iba por la calle. Quizás volvería a salvarme de algún trágicosuceso. No lo sabía, debía estar preparada para afrontar cualquier situación.

    Desconozco si decir por fortuna o bien por desgracia pero el día transcurrió con total

    normalidad. El trabajo del día anterior se había acumulado sobre mi mesa por lo que mi mente

    estuvo ocupada en todo momento. Tan solo a la hora de comer podía evadirme del ambiente

    laboral y desde luego mi mente no paraba quieta ni un solo instante. Todo era confuso pero

    estaba ahí, uno no puede seguir cosiendo su vida si en mitad de lo madeja hay un nudo. Sabía

    que debía esperar a que sucediera algo pero ¿el qué? La vida nos ofrece continuos enigmas que

    ni el más expertos de los científicos es capaz de resolver. Todos hemos sido escépticos sociales

    hasta que nos topábamos con algo que nos hacía cambiar nuestras ideas. Yo me encontraba en

    ese instante. Mi vida transcurría con toda normalidad, escéptica de aquello cuanto no veía. Peroel incidente y los posteriores sucesos me estaban haciendo cambiar de opinión. Finalmente

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    cuando finalizó mi jornada laboral y pude regresar a casa me senté en el sofá, cogí una libra, un

    bolígrafo y comencé a apuntar todas las piezas del extraño puzle que tenía. Por un lado tenía el

    mortal accidente, victimas, destrozos, una ciudad conmocionada, el caos en cuestión de

    segundos. Por otro lado tenía el ciclista el cual había aparecido en dos momentos clave ¿Quién

    sería? A otro lado tenía las plumas, saber que me deshice de una pero que al cabo de los pocos

    días otra nueva llegase de alguna u otra forma a mi vida era algo sumamente extraño. Tambiéndebía contar con la chica aparecida tanto en el extraño sueño como en la extraña visión en el

    cuarto de baño. Tan solo me quedaba añadir la dedicatoria en el libro de Nekane y ya podía

    comenzar a encajar las piezas del puzle. Pero lo mirase por donde lo mirase aquellas piezas no

    encajaban por ningún lado. Nada tenía sentido, todo aquello era como si tuviera un lienzo lleno

    de colores y bajo el un cuadro que debía ir descubriendo. Tan solo me quedaba esperar que los

    días pasasen y el destino fuese quien se moviese.

    Pero el tiempo pasó. La rutina laboral se había convertido en mí día a día. De nuevo las tardes

    con Nekane en las que, de vez en cuando, me enseñaba el libro donde estaba escrita la

    dedicatoria. En cierto modo queríamos conservar la magia de aquel misterio. Darle un ápice de

    sal a una vida que en ocasiones se muestra un poco falta de sabor. A todos nos gusta vivir

    sumidos en cuentos de hadas y dragones que sobrevuelan castillos en gesto desafiante mientras

    aguerridos caballeros con resplandecientes armaduras luchan contra ellos. Pero aquello no era

    un cuento de hadas y mucho menos si mi ángel guardián para colmo iba en bicicleta ¿Qué clase

    de ángel debía ser ese? Muchos dicen que la vida es magia, yo siempre pensaba que la vida es

    un camino largo lleno de altibajos y en el cual un hada madrina debe poner esas pinceladas de

    magia que la hacen especial.

    Poco a poco los días fueron pasando. Pronto las lluvias de un invierno, que se había

    cernido con rabia sobre la ciudad, dejarían paso a una primavera esperada. Pero los inviernos

    nunca se van en silencio, siempre se resisten a abandonar del todo y este no iba a ser un inviernodiferente. La ausencia de luz nada más levantarme me hizo comprender que el cielo se

    encontraba cubierto. No me equivoqué lo más mínimo, el cielo de la ciudad amenazaba con

    descargar con ira toda el agua que los meses anteriores no había caído. Eran los retazos del

    invierno: breves pero intensos. A pesar de ellos no llovía por lo que me apresuré en llegar lo

    antes posible a mi puesto de trabajo si no quería quedar atrapada den algún atasco con un buen

    chaparrón cayendo sobre mí. Afortunadamente llegar a mi puesto de trabajo sin ningún

    contratiempo. Ya una vez allí comencé a trabajar hasta que la amenaza de lluvia se convirtió en

    realidad. Rápidamente toda la ciudad comenzó a quedar sumida bajo una cortina de agua

    incesante. Me hacía gracia pensar como una ciudad capaz de organizar grandes eventos es

    incapaz de soportar un aguacero. El transporte público iba a colapsarse rápidamente con cientos

    de personas que intentarían escapar de acabar empapadas. Los escaparates de las tiendas se

    convertirán en improvisados refugios para los transeúntes mientras los comerciantes les miran

    con ojos brillantes. Las carreteras se colapsarían de vehículos mientras los bomberos se dedican

    a achicar agua de algún sótano mal acondicionado. Por mi parte tan solo esperaba que aquella

    lluvia no me afectase a mi regreso a casa.

    -Menuda está cayendo  –  Dijo Mike ante mi sorpresa mientras me encontraba fumando un

    cigarrillo observando la lluvia  –Esperemos que esto amaine antes de salir. Conducir así es

    horroroso-.

    -Tranquilo, solo es un simple chaparrón. Invierno da sus últimos coletazos- Respondí –En breve

    llegará la primavera y el buen tiempo ya lo verás-.

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    Mike sonrió mientras le daba un enorme bocado a un donut cubierto de chocolate. Cuando mi

     jornada laboral se encontraba a punto de finalizar Nekane me envió un mensaje al teléfono

    móvil. Le apetecía quedar para tomar un té o un café tranquilamente y yo necesitaba romper

    mi rutina.

    Sentada en el sofá de su casa las dos comenzamos a hablar de miles de temas pero a lavez sin profundizar en ninguno en concreto. En un momento observé como el libro que le había

    regalado se encontraba cuidadosamente situado en una estantería junto a otros libros.

    -¿Me dejas cogerlo?-Pregunté de manera educada.

    -Claro querida, puedes llevártelo- Respondió Nekane mostrando su inseparable sonrisa.

    Comencé a ojearlo como todo amante de la literatura, pasando las páginas rápidamente para

    leer un fragmento escogido al azar.

    -Personalmente para mi gusto no está mal – Dijo Nekane –No es una novela que vaya a pasar a

    la historia pero se deja leer-.

    Observé con atención la portada observando el ángel en mitad del desierto. Nekane observó

    como mi semblante cambió a un cierto aire de nostalgia.

    -¿Te habría gustado que realmente hubiese existido es ángel de la guarda verdad?-Preguntó.

    -¿Y a quién no?-. Respondí lanzando un suspiro en silencio.

    -Las cosas se han calmado. Todo vuelve a su camino. Todos tenemos un ángel de la guarda y sé

    que el tuyo está cerca aunque no lo veamos. Que hayan sucedido esas cosas no significa nada.

    Estás bien y eso es lo importante-.

    Nekane me abrazó haciéndome comprender que aquellas palabras estaban cargadas de razón.

    -Pero por cierto querida, el libro va con la pluma-Dijo Nekane mostrando para mi sorpresa la

    pluma que le había llegado junto al libro.

    -Vaya, no creía que aún la conservases- Respondí mientras la cogía con mis manos.

    -Cuando te regalan un libro tienes que conservar hasta su último acento-.

    Aquella misma noche nada más regresar a casa comencé a devorar las páginas de aquel libro. A

    medida que iba avanzando supe que Nekane tenía razón: no era el mejor libro del mundo pero

    se dejaba leer. Otros muchos escritores de renombre habían escritos libros de renombre que

    luego han resultado ser una maraña de letras sin apenas sentido. Poco a poco, página a páginafui adentrándome en un extraño mundo, tierno a la vez que frío, distante a la par que lejano.

    Finalmente cuando el sueño comenzó a llamar a mi mirada decidí leer una vez más la extraña

    dedicatoria aparecida en aquel libro

    “Gracias por cuidar de ella durante mi ausencia”  

    Miré la pluma con atención mientras acariciaba el folio donde estaba escrita aquella dedicatoria

    ¿Quién iba a poder escribir algo así? El mensaje no dejaba claro si la persona responsable era

    hombre o mujer, ni siquiera dejaba claro a quien se refería con “ella”. Por un momento pensé

    que si la persona responsable sabía que el libro iba a caer en manos de Nekane “ella” ¿podía ser

    yo? Si soy sincera y franca debo reconocer que por un instante me habría encantado pero habíacomenzado a comprender que los cuentos de hadas no existen. Que la magia la creamos

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    nosotros mismos con nuestros hechos y nuestras palabras. Que si una palabra era capaz de hacer

    florecer la más bella de las sonrisas ¿Por qué no iba a poder cambiar el mundo? Pero me guste

    o no, nos gustase o no, el mundo estaba hecho para caminar por el suelo. Para comprender que

    los cuentos de hadas solo son cuentos. Sabía que gracias a los sueños podíamos ser capaces de

    todo, de convertirnos en aquello que nunca habríamos imaginado. Pero para mí era momento

    de despertar, de seguir caminando. Quizás había dejado de pensar y debía comenzar a odiar aaquel supuesto ángel de la guarda por haber lanzado la piedra para luego esconder la mano.

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    7-RECUERDOS DE ACERO Y CRISTAL

    Segundos, minutos, horas, y de nuevo del trabajo a casa una y otra vez. Afortunadamente

    durante varios días tenía un aliciente en casa. El libro que Nekane me había dejado junto con la

    pluma me había enganchado. Puedo decirlo bien claro: saboreaba cada una de las letras que allí

    había escritas. Gracias a aquel libro me adentré en un mundo donde la amistad era lo másimportante, donde ver sonreír a un amigo es el mejor de los regalos. No era más que una historia

    de amistad pero llevada al extremo. Su narrativa era fácil a la vez que cercana, y a pesar de

    contener algunas frases que rayaban el surrealismo más poético, su lectura era amena. Sucede

    que cuando lees una novela y la devoras con la mirada significa que te ha encantado. Quizás

    para otros la lectura de esa misma obra resulta hasta indigesta pero aquel no era mi caso. Podía

    decirse que durante un tiempo quedé sumida en aquel mundo tan extraño pero tan cercano a

    la vez. Incluso en mi puesto de trabajo, en ocasiones, mi mente viajaba a aquel mundo. En

    muchas ocasiones me detenía a observar la portada mientras la acariciaba con mis dedos

    recordando lo vivido con mi supuesto ángel de la guarda. ¿Si echaba de menos aquella historia?

    En cierto modo agradecía que todo se hubiese acabado, poder regresar a la tranquilidad desaber que nada ni nadie iba a alterar mi monotonía. Pero por otra parte sentía una cierta tristeza

    al no tener aquel mágico aliciente en mi vida. Por fortuna la lectura incesante del aquel libro me

    acercaba a aquel lugar mágico al que quise volar con mi ángel de la guarda. No tardé en hacer

    mías las palabras de aquel libro aunque a medida que leía una y otra vez cada una de aquellas

    líneas comencé a ver algo extraño. Tal vez aquellas solo eran las palabras de un escritor anónimo

    que había sacado un libro sin demasiado éxito. Tal vez había hecho más mías aquellas páginas.

    Fuese como fuese había algo que me resultaba familiar. Decidí ir a mi dormitorio para buscar

    una caja de cartón rígido tamaño medio, negra, adornada con un enorme lazo blanco para que

    nadie, excepto yo la abriese, la cual se encontraba en el interior del armario. Me senté sobre mi

    cama dejando sobre ella la caja mientras yo me sentaba al lado. Lentamente comencé a

    deshacer el lazo hasta que finalmente este quedó convertido en una cinta suave y blanca de

    tela. Con cierta nostalgia abrí la tapa encontrando allí mi mayor tesoro, aquel que uno nunca

    cambiaría ni vendería por todo el oro del mundo. Eran mis recuerdos, objetos inanimados que

    escondían una historia detrás. Algunas de ellas dejaban caer tristes lágrimas, otras evocaban

    recuerdos de un pasado que nunca volvería. Allí pude encontrar desde pequeños peluches con

    forma de animal hasta cartas que nunca llegaron a abrirse. A un lado se encontraban unos folios

    protegidos con plásticos. Los cogí con mis manos mientras los miraba como si volviese a

    encontrarme con mi pasado. Al fin y al cabo aquel tesoro era una capsula del tiempo a la que yo

    cuidada con cariño. Con sumo cuidado comencé a sacar los folios de su plástico protector. Se

    trataban de cartas cuyo sobre se había perdido, pequeños poemas que había escrito y sobre

    todo textos que gente que ya no estaba en mi vida me había dedicado. Por eso los cuidaba y los

    protegía tanto: al fin y al cabo era lo único que conservaba de aquellas personas aparte del

    recuerdo aunque este viaja en el cofre cuya cerradura es la más compleja de todas y la única

    que ni el mejor cerrajero del mundo puede abrir: el corazón.

    Comencé a leer los textos dejando que frágiles lágrimas recorrieran mi mejilla al

    recordar a aquellas personas. Me sentí como si hiciera una regresión en el tiempo y estuviese

    cerca de esas ellas. Desconocía donde estaban muchas de ellas, otras sin embargo, habían

    marchado lejos. Sabía que el silencio agranda la distancia más corta, que convierte en kilómetros

    los metros, incluso a veces es capaz de hacer renacer aquellos miedos que creíamos haber

    vencido. Algunos de aquellos escritos habían sido respondidos con eso, con silencio, puro ysepulcral silencio, la única respuesta que nunca deberíamos dar a aquellas personas que

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    realmente nos importan. Pero ya era tarde para lamentarse por aquellas perdidas, era momento

    de seguir caminando, de seguir mirando al frente. Porque al igual que muchos se fueron otros

    tantos llegaron, nunca suplieron el vacío pero llenaron otro lugar que se hacía indispensable en

    la vida. Uno no pierde nunca un ser querido, lo guarda en un rincón de su pecho, lo hace eterno,

    intocable, invulnerable. Finalmente pude encontrar unos folios que guardaba con especial

    cariño a pesar de odiar profundamente a su autor. Aparté la caja para tumbarme sobre mi camay leer con atención aquellos textos. Se trataban de escritos que hablaban de amistad, de

    permanecer siempre juntos, de que alguien me cuidaría aunque entre los dos solo hubiese

    silencio. Aquellas palabras me recordaban el libro que me Nekane me había dejado. Las

    similitudes eran evidentes, tanto en un lado como el otro el tema permanecer juntos más allá

    de cualquier dificultad era la tónica predominante. Pero el texto que tenía entre mis manos

    fallaba en algo.

    -Tu no estuviste cuando te necesité Red-. Pensé mientras dejaba caer una lágrima releyendo

    aquellos textos.

    Debía reconocerlo: odiaba a Red, odiaba aquel chico que me prometió estar cuando lenecesitase pero que, sin darme motivo alguno, desapareció de mi vida. Pero el odio al fin y al

    cabo no deja de ser un sentimiento, el apellido con el cual se escribe la palabra “recuerdo”. Y

    recordarle dolía, dolía por su silencio, por la forma en la que me cerró sus alas. Poco a poco

    asesinó la palabra hasta que un día puso un punto final. Supongo que nunca le pude perdonar

    por eso ¿si le necesitaba? En algunas ocasiones le habría cogido por los hombros zarandeándole

    mientras le preguntaba porque silenció su voz. Pero aquellos recuerdos no hacían otra cosa que

    alimentar su recuerdo. Red escribía por placer a la palabra escrita, no lo hacía mal para que

    vamos a engañarnos. Se escondía bajo su apariencia feroz y visualmente agresiva para explicar

    con sumo cuidado incluso el matiz más ínfimo de los sentimientos. ¿Escritor? Para nada,

    recuerdo que siempre escribía textos que emocionaban a la las personas pero luego se escondíaen su silencio, adoraba mantenerse siempre en segundo plano. Yo tenía la suerte de conocerlo,

    de que nuestras palabras se habían limitado a mensajes a través de un ordenador y a través del

    móvil. A pesar de ello tanto él, como yo, sabíamos que nos conocíamos mucho mejor que incluso

    personas a las que solíamos ver a diario. Quizás por eso lo odiaba con todas mis fuerzas, quizás

    por eso lo necesitaba.

    Finalmente caí dormida junto a las palabras de Red envuelta entre el odio y la nostalgia.

    Cuando desperté a la mañana siguiente la sensación de incomodidad era evidente, dormir con

    la cama repleta de objetos hace que el sueño se convierta en un ejercicio de riesgo para la salud

    física. Antes de salir de casa para acudir a mí puesto de trabajo miré hacia mi cama, allí seguían

    los textos que Red me había dedicado. Decidí cogerlos y llevármelo al trabajo, a la hora de comerpodía seguir estudiando las similitudes de aquellas palabras con el libro dejado por Nekane.

    Cuando uno tiene ganas de hacer algo placentero las horas parecen no avanzar, el tiempo parece

    congelarse, todo parece ir más lento excepto las ganas porque pasen rápidamente las horas.

    Cuando finalmente llegó la hora de comer los textos y el libro se convirtieron en el menú más

    exquisito. Leía y releía una y otra vez los textos de Red apuntando en una pequeña libreta de

    papel cuadriculado aquellas frases que tenían similitud con el libro. No tardé en fijarme como

    las similitudes eran más que evidentes. Quizás podía haber pensado en que Red tenía algo que

    ver con la escritura de aquel libro pero no podía ser. El libro estaba escrito por un tal Todd

    Simmons, desconocía quien era aunque también sabía que el mundo estaba repleto de autores

    anónimos que habían escrito libros quizás para salir de ese silencio social, quizás solo por lanecesidad de contar una historia. El libro que tenía en mis manos no era un best seller  estaba

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    claro, era normal que su autor permaneciese en el anonimato. A pesar de eso la duda estaba

    ahí. ¿Red escribiendo un libro? No lo descartaba, los textos que tenía entre mis manos eran un

    claro ejemplo de que si hubiese querido hubiese escrito un libro. Si Todd Simmons lo había

    logrado ¿Por qué Red iba a ser menos? Los dos tenían un estilo similar aunque rápidamente un

    recuerdo me hizo salir de aquella nube de Red escritor de novelas: desconocía que había sido

    de su vida. Podía haber publicado una novela y yo no saberlo, habría sido la cosa más sencilladel mundo. Los recuerdos que tenía sobre él se limitaban a un ayer donde me hizo sonreír,

    donde a pesar de la distancia, de no habernos conocido en persona, me sentía protegida. Pero

    ese ayer también contaba con el odio y la rabia por haberme dejado sola cuando mi vida se

    tambaleaba como consecuencia de la pérdida del trabajo, las deudas económicas, el abandono

    por parte de los que consideraba amigos, en esos momentos habría dado media vida porque

    hubiese aparecido y entremezclando su ternura y su amor por los mundos oscuros me hubiese

    dicho algo como.

    -Tranquila cielo que si hace falta desangrarse por ti me desangro-.

    Su mezcla entre ternura y bestialidad podían sacar de quicio a la gente. Podían alterar incluso ala persona más paciente del mundo. Solo hacía falta abrirle un poco la coraza para ver que era

    realmente. Fuese como fuese lo cierta era que su recuerdo se había avivado con fuerza. Los

    paralelismos entre el libro de Todd Simmons había avivado su recuerdo. Odio a la par que

    nostalgia, me resultaba curioso pensar que esos dos sentimientos podían ir unidos.

    Finalmente tras mi jornada laboral decidí consultar a una persona que podía darme un

    punto de vista sobre los paralelismos entre los textos escritos por Red y el libro de Todd

    Simmons.

    -Vaya Aysel –Exclamó Antón nada más verme entrar por la puerta de su librería-. Me alegra verte

    de nuevo por aquí-.

    Devolví el cordial recibimiento mostrando mi mejor sonrisa.

    -¿Supiste al final quien escribió aquella dedicatoria?-. Preguntó Antón mirando por encima de

    sus gafas de lector compulsivo.

    -Creo que esa será una de esas preguntas que todos tenemos pero sobre la cual nadie tiene

    respuesta-.

    -¿Y vas dejar el tema así como si nada?-.

    -Eso ya pasó Antón, el cauce de aquella historia se secó. De aquello hace ya algunas semanas-.

    Antón suspiro.

    -Vaya, es una lástima, tenías ese punto de magia en tu vida que muchos añoramos. La verdad es

    que muchos habrían dado lo que fuese por estar en tu lugar. Una dedicatoria misteriosa y una

    pluma negra aparecen de la nada, interesante-.

    Me limité a no responder intentando centrar el tema en el verdadero motivo de aquella visita.

    -Lo se Antón pero comprende que cada persona es un mundo aunque había venido por otro

    asunto ¿Podrías decirme que sabes sobre Todd Simmons?-.

    -Un segundo…-Respondió Antón con gesto pensativo -¿Ese no es el autor del libro que tellevaste?-.

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    -Así es ¿sabes si escribió más libros?-.

    -Déjame pensar mmmmm, no creo haber visto más libros escritos por él. Debe ser uno de esos

    escritores noveles que escriben un libro y luego acaban relegados al rincón de los escritores

    olvidados-.

    Sabía que Antón no se equivocaba. Era un auténtico devorador de libros, una de esas ratas debibliotecas que no deja de libro a salvo. Decidí mostrarle los textos escritos por Red para saber

    qué opinaba de las similitudes con el libro de Todd.

    -Desde luego el tipo de escritura es muy parecido – Dijo Antón mientras los ojeaba sin parar los

    folios que le había dejado. -¿Y cómo has dicho que se llamaba el autor de estos textos?-.

    -Red, se llama Red- Respondí  –Encontré varias similitudes entre ellos y el libro de Todd. Sabía

    que tu opinión podía ser importante, es por eso por lo que vine a verte-.

    Antón esbozó una sonrisa por lo que tras volver a mirar los textos de Red cogió el libro de Todd.

    -¿Crees que Todd y Red son la misma persona verdad?-. Preguntó Antón volviéndome a mirarpor encima de sus gafas –Si te soy sincero yo no descarto esa idea ¿Por qué lo piensas?-.

    -Aparte de las similitudes gramaticales está el uso de ciertas palabras concretas y habla de alas,

    de proteger…-.

    -De un ángel de la guarda –Irrumpió Antón –A pesar de que existen cientos de libros que hablan

    sobre esos seres lo cierto es que incluso a mí me sorprenden tales similitudes. Llámame osado

    pero te diría que la dedicatoria está unida tanto al libro de Todd como a los textos de ese tal

    Red. Un ángel de la guarda siempre está protegiendo, incluso si se encuentra sumido en una

    guerra el propósito de esta es por la protección de alguien-.

    ¿Unir Red más la pluma, el libro, la dedicatoria y un ángel de la guarda? Aquella era una idea

    surrealista. Red escribía no volaba.

    -¿Por qué no se lo preguntas directamente a Red?- Dijo Antón.

    Un nudo en mi garganta no me impidió responder a pesar de saber que la realidad era dolorosa.

    -Desconozco donde está o como estará- Respondí –Perdí su pista hacer ya un par de años…-.

    Antón se quitó las gafas dejándolas encima del mostrador de la librería aunque para ello tuviese

    que apartar un par de pequeños libros que se encontraban en su parte superior.

    -Mi experiencia como amante de los libros me hace ver que hay algo extraño entre los textos deRed y el libro de Simmons. Libros escritos por autores llamados Red no hay muchos y estos

    autores ya no respiran. Se tratan de autores anónimos que pasaron sin pena ni gloria por el

    mundo de la escritura-.

    Aquellas palabras no habían hecho otra cosa que acrecentar el recuerdo de Red y la historia de

    un supuesto ángel de la guarda que velaba por mí aunque fuese incapaz de verlo. Tras una

    cordial despedida regresé a mi casa donde comencé a pensar en las palabras de Antón. ¿Buscar

    a Red? ¿Para qué? ¿Para aclarar si él tenía algo que ver con el libro de Simmons o para ver si

    tenía algo que ver con una historia que yo había dado por finalizada? Era todo una locura y más

    si debía unir las piezas de un puzle que desconocía si realmente existía. Fuese como fuese había

    algo que había quedado bien claro: el recuerdo de Red había regresado con toda su fuerza.

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    8-ARENA Y RECUERDOS

    No dejaba de darle vueltas a la idea de buscar a Red. Su recuerdo crecía día tras día acrecentado

    por la novela de Simmons y lo sucedido con la historia del ángel de la guarda. ¿Realmentedeseaba encontrarlo sabiendo que cuando más le necesitaba desapareció de mi vida? La historia

    del ángel de la guarda ya la había dado por finalizada, quizás no de la manera correcta, no lo sé,

    pero la daba por finalizada y eso era lo que contaba al fin y al cabo. Pero volver a recordar a Red

    había abierto una puerta en mi vida que creía tener cerrada: su recuerdo. Quizás el ser humano

    crece preparándose para olvidar a aquellas personas que pasan de puntillas por nuestra vida.

    Pero no era el caso de Red, sin haberlo llegado a conocer personalmente sabía que entre los dos

    había una complicidad difícil de definir.

    Recordar a alguien significa recordar tanto sus momentos más buenos como aquellos

    más tristes o más opacos que algunas veces omitimos en nuestra propia biografía. Podía

    recordar a Red como aquel chico alto al que odiaba por dejarme sola cuando más lo necesitabahabiéndome prometido que nunca marcharía. Pero por otra parte recordaba su espíritu alocado

    y una mentalidad aparentemente anárquica y fuera de lugar. Recordaba todas aquellas mañanas

    en las que la ilusión por acudir a mi puesto de trabajo se reforzaba para ver que me había escrito

    en la red social donde nos conocimos. Aquello, a pesar de ser poco, para mí era un universo, él

    se acordaba de mi…yo me acordaba de él. Con el paso de los días el recuerdo de Red se

    transformó en una nostalgia que se clavaba en mi mirada apagándola por momentos. Mi vida

    había regresado a la normalidad pero el recuerdo de Red comenzaba a clavarse en un lugar cada

    vez más grande de mi corazón. Nekane observó algo extraño en mí, las veces que quedábamos

    mis palabras eran más bien escasas o carecientes de intensidad. Una de esas tardes en las que

    las dos viajábamos al mundo de las mujeres sin hombres decidió preguntarme directamente.-Querida, llevas un tiempo extraña ¿Sucede algo?-. Preguntó Nekane mientras llenaba una taza

    de té.

    Le miré extrañada sin saber el porqué de aquella pregunta.

    -¿Por qué lo preguntas?, estoy como siempre- Respondí.

    -No señorita Aysel. Su mirada se encuentra apagada, ausente, ha perdido su brillo, su intensidad.

    Espero que no sea por aquella historia del ángel de la guarda ¿verdad?-.

    -Aquella historia la tengo olvidada…-.

    -Sabes que no te creo en eso. Tu mirada, tu comportamiento ausente, la debilidad de tus propias

    palabras, es como si desprendieras un halo de tristeza. Cualquiera hubiese ansiado estar en tu

    lugar con la historia del ángel de la guarda. ¿Qué sucede?-.

    Tras un profundo suspiro decidí encender un cigarrillo antes de hablarle de lo sucedido con su

    libro y los textos de Red. Los ojos de Nekane reflejaron un más que comprensible asombro

    mientras yo le explicaba todas y cada una de las similitudes encontradas.

    -¿Me estás diciendo que tanto Antón como tu pensáis que ese tal Red tiene algo que ver con el

    libro que me regalaste?- Preguntó extrañada Nekane.

    -No solo eso, aparte existen ciertos aspectos de Red que de una u otra forma tiene relación conla historia del ángel de la guarda-.

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    Nekane abrió los ojos de par en par mientras tosía como consecuencia de un accidental trago

    de té consecuencia de aquellas palabras.

    -Entonces Red es el chico aquel tan alto que dijo que sería tu... ¡dios!-.

    Aquello le hizo comprender a Nekane el nexo de unión que había encontrado entre Red y la

    historia del ángel de la guarda.

    -Haber, centrémonos- Dijo Nekane intentando tranquilizarse- Cuéntame todo lo que sepas sobre

    ese tal Red, y cuando digo todo es todo querida-.

    Recordar a Red hasta el más ínfimo de los detalles podía dolerme. Podía sacar a la luz aquellas

    cosas que creía haber podido olvidar. Pero cuando en la vida de alguien hay ciertas incógnita

    deben buscarse todas las piezas de un puzle por muy dolorosas que estás sean.

    -Todo comenzó hace ya algunos años. Yo era usuaria de una de esas redes sociales de nombre

    anglosajón y que cada uno pronuncia a su manera. En mi página tenía las clásicas fotografías y

    algún que otro texto sin relevancia alguna. Yo solía conectarme a aquella red social desde mi

    trabajo por lo que cada mañana nada más llegar la miraba. Uno de aquellos días apareció Red,

    me dejó un comentario simpático y gamberro en una fotografía que yo tenía realizada en una

    playa. No vi maldad ninguna en aquel comentario e incluso me pareció divertido. A pesar de que

    su página mostraba paisajes tétricos y sus gustos distaban en principio de los míos, decidí

    contestarle. Aquello fue el comienzo de un tiempo en el que era feliz. Su apariencia no era

    visualmente pacifica, su gran altura y sus ropas oscuras hacían de él una persona compleja. Tan

    solo hacía falta conocerlo y saber ganarse su interior. Puedo decir que lo logré y la unión que se

    creó fue difícil de romper. Cada mañana una sonrisa por ver que había escrito el uno en la página

    del otro. Un día nos dimos los números de teléfono móvil y aquello provocó que el nexo de unión

    se fortaleciera. Nunca llegamos a hablar por teléfono, desconozco incluso como sonará su voz.

    Daba igual, sonreíamos, volábamos con las palabras, éramos felices a nuestra manera. Él vivía

    en Barcelona pero tuvo que marchar. Conoció una chica que vivía en Tarragona y se fue a vivir

    con ella, ahí perdí su rastro-.

    Nekane me mostró una cálida mirada que sirvió para abrazarme sin mover apenas su cuerpo.

    -Entonces lo último que sabes de Red es que vive en Tarragona ¿me equivoco?-.

    -Bueno…-Respondí de manera titubeante- Y algo más…-.

    -Soy toda oídos cariño-.

    Antes de decir lo que sabía de Red decidí encender otro cigarrillo ante la atenta mirada deNekane.

    -Durante un cierto tiempo a pesar de él estar viviendo en Tarragona mantuvimos contacto.

    Desapareció de la noche a la mañana aunque llegamos a hablar. Lo último que supe de él era

    que vivía cerca de la playa y que…llevaba una cresta en la cabeza y la perilla de color rojo-.

    Nekane me miró sorprendida la cual cosa no me extrañó.

    -¡¿Que llevaba que en la cabeza y la perilla de qué color?!-Exclamó.

    -Cresta y perilla roja-Respondí tímidamente.

    Nekane me miraba sin saber que responder. Desde luego no era el tipo de persona que más iba

    conmigo o con mi forma de ser pero aquello no importaba. Lo importante era que Red podía

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    tener relación con la historia del ángel de la guarda. Nekane me miró a los ojos haciéndome

    comprender rápidamente que algo tramaba.

    -¿Por qué no vamos a buscarlo?-Preguntó ante mi sorpresa.

    No supe que responder, no supe que decir aunque a pesar de ello una tímida sonrisa se dibujó

    en mi rostro. Aquella era una idea que no se me había pasado por la cabeza por lo que eracomprensible que no supiese cómo reaccionar.

    -¿Me estás diciendo de ir a Tarragona para buscar a Red?- Pregunté extrañada.

    -Con ver la sonrisa que se te acaba de dibujar en el rostro está claro que la idea te atrae…-

    -Quizás estés totalmente equivocada- Irrumpí -¿Por qué iba a querer irlo a buscar después de

    tanto tiempo?-.

    -Porque has recordado cada uno de sus detalles con tu mirada querida-.

    -Sabes que le odio por desaparecer. Que si lo tuviera delante le pediría explicaciones, lezarandearía, le miraría a los ojos y le preguntaría porque lo hizo. Le odio Nekane, le odio… -.

    Nekane sonrió mientras se preparaba otro té.

    -Por eso quieres mirarlo a los ojos ¿verdad? No creo que haya muchos chicos en esa ciudad altos,

    con cresta y la perilla roja ¿no crees?-.

    Nekane sacó la lengua en claro gesto gamberro haciéndome saber que no iba a cambiar de

    opinión. Hiciese lo que hiciese Nekane acabaría llevándome a Tarragona para encontrar a una

    persona a la que yo dudaba si realmente quería ver. Para mi aquello era una regresión en el

    tiempo. Era encontrarse con alguien que un día fue aquella sonrisa a la hora del trabajo. Era ver

    a quien un día me prometió ser mi ángel de la guarda pero que finalmente acabó cerrando suspropias alas y mi propia sonrisa.

    Cuando regresé a casa me tumbé sobre mi cama pensando en la idea de encontrar a

    Red. ¿Realmente quería reencontrarme con él? No lo sabía. No podemos pensar como

    reaccionaremos al ver a alguien a quien adoramos pero a quien nunca antes hemos visto. Los

    sentimientos son un poema desordenado: tienes las palabras pero no tienes el orden aunque a

    medida que vas avanzando vas componiéndolo dándole sentido. Odio y ganas de verlo, dos

    conceptos difíciles de encajar pero que yo estaba uniendo. Por otra parte debía reconocer que

    desconocía si Red quería verme o si tan siquiera seguía viviendo en Tarragona. Aquello

    provocaba que mi mente comenzase a montar su propia película donde los dos éramos los

    actores protagonistas. ¿Miedo? Nunca, si finalmente le encontraba no sabía que iba a suceder

    entonces ¿para qué preocuparme por algo que ni siquiera había sucedido?

    Finalmente giré mi cabeza para disponerme a dormir cuando observé como encima de

    mi mesita de noche, como conservando un silencio difícil de romper, se encontraba la pluma

    que había aparecido junto el libro de Simmons. La cogí de manera delicada observándola con

    detenimiento.

    -Red…-Susurré.

    Poco después caí dormida en un sueño donde las distancias no existen. Un sueño donde cuando

    necesitas un abrazo tiene alguien dispuesto a dártelo sin importarte las horas. Un sueño dondeuna palabra era capaz de acariciar el corazón. Donde las distancias no existen, donde los ojos no

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    se tornan un mar de lágrimas cuando nadie te ve. Un sueño donde siempre hay alguien dispuesto

    a sacarte una sonrisa, donde tienes un hombro donde apoyar tu cabeza cuando solo tienes

    soledad. Un sueño que algunas veces se torna realidad y en el que todos alguna vez hemos

    creído.

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    9-LA BÚSQUEDA

    Cuando a Nekane se le metía una idea en la cabeza no había dios que le hiciera cambiar de

    opinión. Aquello significaba que hiciera lo que hiciera no iba a cambiar su idea de llevarme a

    Tarragona en búsqueda de Red. No podía reprocharle nada, no podía hacer más que agradecer

    su gesto. Al fin y al cabo desde hacía un tiempo la luz de mi mirada se había ido apagandolentamente hasta que el recuerdo más firme, más intenso, de Red hizo que su brillo se

    recuperase. En ocasiones pensaba que Nekane se olvidaba de algunos detalles a los que

    debíamos dar más importancia de la que aparentemente tenían. Lo principal era ¿Cómo

    encontrarle? La única pista que teníamos era su cresta y su perilla roja. Había que reconocer que

    con esa descripción muy difícil de encontrarle no debía ser pero por otro lado debía tener en

    cuenta que quizás su aspecto físico había cambiado. Habían pasado muchos años desde que

    supe de él por última vez por lo que el presente podía ser muy distinto a tal y como lo recordaba

    por última vez. Por otro lado debía pensar si él querría verme. Desapareció de mi vida, se fue sin

    decir adiós, cerrándome sus alas para no abrirlas nunca más ¿Cómo reaccionaría cuando me

    viese? ¿Me reconocería? Nunca nos habíamos visto en persona y eso era un dato muy a teneren cuenta. La duda al fin y al cabo no es más que la voz de la inseguridad y de la incertidumbre.

    Debía comenzar a pensar en hacer justamente lo contrario: no pensar. Si algo debía pasar ya

    pasaría ¿para qué preocuparse de algo que todavía no había sucedido? La aventura había

    comenzado…y ya no había marcha atrás. 

    Nekane y yo decidimos que lo más sensato era tomarnos un fin de semana sabático para

    buscar a Red en Tarragona. Dos días iban a sernos mucho más útiles que un día entre semana

    en el que además debíamos dar explicaciones en nuestros puestos de trabajo. En ocasiones todo

    aquello me parecía una locura. Ir en búsqueda de una persona de quien hacía años que no sabía

    nada solo para preguntarle si tenía algo que ver con el libro de Simmons ¿Solo? Ni yo misma me

    lo creía. Estaba claro que iba a suceder algo más ¿A quién pretendía engañar? El que era algoque desconocía, era verle, era tenerle delante, era encontrarle. Era normal que a medida que se

    acercaba el momento para ir a buscar a Red mis nervios fuesen en aumento. Cuando alguien se

    enfrenta a algo desconocido su mente es un mar de ideas incompletas y con olas bien altas,

    sabes que es agua pero cuesta avanzar firmemente. Yo estaba en aquel proceso, a veces mi

    mirada se perdía en el infinito, mi voz quedaba relegada a un silencio difícil de romper. Mi cuerpo

    se quedaba allá donde iba pero mi mente viajaba por todos aquellos lugares a los que nunca

    antes había ido. Mis pies dirigían a un cuerpo que ya conocía el camino diario de casa a mi

    puesto de trabajo. Los días previos a mi viaje junto Nekane mi mirada era un mar infinito. Debía

    tener en cuenta la posibilidad de que nuestro viaje fuese en vano. Entonces la pérdida sería para

    siempre. Red habría desaparecido para siempre de mi vida quedando de él no más que unintenso recuerdo y unos textos que guardaría con todo el c