título - acic nicaragua

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Page 1: Título - ACIC Nicaragua
Page 2: Título - ACIC Nicaragua

Primera edición:

Panamá, Panamá, 1991

Segunda edición (digital):

Managua, Nicaragua, 2020

© David C. Róbinson O.

© Ediciones Pensar, 2020

© Acción Creadora Intercultural, 2020

Diseño, diagramación:

Walter J. Petrie.

Diseño de portada:

Bárbara Reyes

Imagen de Portada:

Título: La maja desnuda /

Francisco de Goya

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la portada, puede ser

reproducida de manera impresa, sin permiso previo por escrito de la editorial o del autor.

Título:

En las cosas del amor... David C. Róbinson O.

Page 3: Título - ACIC Nicaragua

Mi graduación

Tetrahedro

Comiendo cabanga

¿Quién te mató, papá?

Canción de mariposas

Permíteme contarte

16

36

43

56

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ÍNDICE

Page 4: Título - ACIC Nicaragua

«¿Lo creerás, Ariadna?, dijo Teseo. El minotauro apenas

se defendió».

Jorge Luis Borges

Page 5: Título - ACIC Nicaragua

En las cosas del amor,

cuando este no existe,

hay cada desamor…

Page 6: Título - ACIC Nicaragua

Mi graduación

...Nunca tuve en mi juventud graves

problemas, sólo el roce con aquel pedante

chico que tan mal me caía, por vanidoso,

hipócrita y egoísta. Antes del incidente no me

importaba su existencia, la indiferencia entre

ambos era mutua: él no se metía conmigo, yo

no con él; simplemente no me interesaba.

Todo fue así, hasta que él ‒que conste que fue

él‒ comenzó a entrometerse en mi vida. Sus

puyas empezaron a ser más seguidas, sus

burlas y estupideces me fueron colmando.

Claro, cómo no iba a interferir en mi

existencia, si era yo a quien él envidiaba; yo

poseía el mayor tesoro que había entonces en

el colegio: la tenía a ella, a Yiseika, la chica

más dulce y cariñosa que he conocido y que,

por mala suerte, él también conoció.

En realidad, Yiseika no era la gran beldad;

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En las cosas del amor...

Page 7: Título - ACIC Nicaragua

David C. Róbinson O.

tampoco es que fuese fea, digamos que no

llegaba a monumento. No muy bajita, no muy

delgada, ojos negros, cara perfilada y

graciosa, con la piel algo bronceada y formas

lo suficientemente perceptibles. Sin embargo,

tenía la mirada profunda y sincera, una

sonrisa cautivadora y la virtud de poner en

cada palabra el tono capaz de calmar

tempestades y causar hondo placer en

cualquier hombre. Sus caricias y besos, su

cuerpo moviéndose entre mis brazos... ¡Ah...!

En fin, era la mujer de quien yo estaba

locamente enamorado.

Pero nada bueno dura para siempre. Tato,

así apodaban al pedante, un muchacho con

carro propio y otros lujos derivados del buen

salario de su padre; alto, aunque no mucho;

de pelo negro y con un don ‒que él llamaba

encanto y yo engaño‒ de conquistar a todas

las muchachas con las que se encaprichaba,

estaba dispuesto a saciar otro de sus apetitos:

Yiseika.

Mis planes eran muy grandes. Yiseika y yo.

Yo y Yiseika. Para toda la vida. Unos tíos me

habían prometido empleo en cuanto me

graduase del bachillerato y una vecina

alquilaba cuartos muy baratos. Luego buscaría

mi casita. Nuestra casita. Con lo que pude

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Page 8: Título - ACIC Nicaragua

reunir de mi mesada aboné un anillo de

compromiso para nada lujoso, tenía la

esperanza de que llegado el momento

estuviese pagado. El momento sería en el

baile de graduación; en medio de la fiesta de

gala le declararía mi amor pidiéndole que

fuese mi esposa, sellando con el anillo el

compromiso y con un beso nuestro amor.

Imaginarme la escena me provocaba la más

grande de las alegrías. Yiseika sólo sonreía.

Pero el destino tenía otros planes. Tato hizo

lo necesario para que creciese la pugna; ya no

sólo era en el campo del amor, también en el

estudio, el deporte, incluso en la manera de

comportarse como hombre. Aquello de simple

pelea, pasó a guerra abierta.

Las insinuaciones de Tato no me

preocupaban. Yiseika siempre lo había

rechazado en público y supongo que también

en privado. Mi confianza en ella era

inquebrantable. Sus palabras me convencieron

de que en su vida sólo existía yo, yo, nadie

más que yo. Ver en la cara de Tato la

frustración y en sus ojos el odio que la envidia

le despertaba me convenció de que Yiseika no

mentía.

Fue transcurriendo el tiempo; la fecha del

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En las cosas del amor...

Page 9: Título - ACIC Nicaragua

baile de fin de año se acercaba. Las

invitaciones me fueron entregadas, el traje de

Yiseika estaban por terminarlo y a mi

vestuario sólo le faltaba ponérmelo. El plazo

estaba por cumplirse y la noche gloriosa ya

pronto llegaba. Pero.

Unos días antes del magno acontecimiento,

cuando los diplomas habían sido entregados,

todo pareció cambiar y dar un revés. Yiseika

se volvió esquiva; algunos de mis amigos, los

más íntimos, me miraban con tristeza

tratando de decirme algo, pero el miedo

ahogaba las palabras en sus gargantas. Aún el

mismo Tato cambió, no andaba nervioso sino

tranquilo, ya no veía en su cara frustración, ya

no había odio en sus ojos, y su sonrisa era lo

que más me preocupaba y atormentaba, pues

veía en ella la traición del infame y el

desprecio del triunfador.

Desde unos meses atrás, con tanta tensión

y ajetreo, debido supongo a los estudios y a la

misma pugna en sí, venía sufriendo de agudos

dolores de cabeza. Eran terribles esos

malestares y me obligaban a ingerir fuertes

analgésicos. Ahora que presentía algo, que no

sabía que podía ser, mi alma no descansaba, y

mucho menos, mis dolores. Tuve que doblar la

dosis de calmantes.

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David C. Róbinson O.

Page 10: Título - ACIC Nicaragua

El día de la fiesta, a la hora convenida, pasé

por Yiseika. Me recibió mi futura suegra y muy

extrañada me dijo que ella había partido con

unas amigas hacía un buen rato. Una punzada

en el cráneo comenzó a torturarme. Antes de

irme, la madre de Yiseika se despidió

diciéndome ‒como para tranquilizarme‒ que

quizás ella estaría en el baile esperándome

con una sorpresa. ¿Qué sería? ¿Por qué no me

llamaría? El dolor me martilló por un

momento, después se me quitó al pensar que

lo dicho por la señora sería cierto y luego de

tragarme dos comprimidos.

Dirigí mis pasos al lugar del festejo; por

suerte no era el único sin pareja; allí se

encontraba toda la palomilla tomando licor, un

nuevo privilegio de recién graduado, como

marino recién llegado a puerto. Los gritos, las

bromas, las risas hicieron que pronto me

hallara a mis anchas y más después de un par

de tragos y otra píldora. El dolor desapareció

por completo, hasta llegué a olvidarme de

Yiseika por un momento.

Más tarde, cuando el ron surtió efecto, Pittí,

uno de mis compañeros, desde la ventana

donde tomaba fresco gritó a todo pulmón, por

encima de la música y la algarabía: —¡Ey,

gente! Allí vienen las siete plagas de Egipto

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En las cosas del amor...

Page 11: Título - ACIC Nicaragua

juntas, viene el perro de Tato.

En efecto, llegó la peste, pero estábamos en

tan buen ambiente que, incluso con él en la

fiesta, seguiríamos divirtiéndonos; vino en su

majestuoso carro, con un vestido muy

elegante que a lo mejor era prestado, y una

joven que, al parecer, rehusaba bajarse. Por la

distancia, la oscuridad o quizás la bebida, no

llegué a distinguirla. Cómo demoraba, fui a

sentarme a una mesa que daba la espalda a la

entrada principal.

Instantes después entró Tato y su

desconocida acompañante; era tanto el

interés que le tenía que, recostando la cabeza

sobre la mesa, me puse a dormitar la

borrachera. No sé cuánto tiempo pasó;

desperté al oír una canción que gustaba

mucho a Yiseika, aquella melodía romántica

que tanto ‒decía ella‒ le hacía acordarse de

mí.

Todavía en el letargo vi parejas bailar la

canción, entre ellas distinguía a Pittí y a una

muchacha que siempre demostró debilidad por

mi compañero. ¡Vaya! Al parecer el único que

no bailaba era yo. ¡Qué diablos! Si con quien

quería bailar no se encontraba.

Me retiré a un rincón lejano, no valía la

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David C. Róbinson O.

Page 12: Título - ACIC Nicaragua

pena quedarse mirando a los danzantes; me

quedé meditabundo hasta que finalizó la

música, volví a acercarme al grupo mientras

lentamente las parejas iban abandonando la

pista; una de ellas llamó mi atención en

especial; andaban muy abrazados y melosos,

como pidiendo que todo el mundo los viera;

aguijoneado por la curiosidad, me acerqué

más aún para saber quiénes eran; primero lo

distinguí a él, que resultó ser el odioso de

Tato; a ella, por la penumbra y su propio

maquillaje no podía reconocerla. Pero bastó

que las luces cayeran sobre ella un segundo

para que su rostro quedara grabado en mi

mente.

Jamás olvidaré ese instante. El estómago

empezó a arderme y las manos a sudarme; el

corazón acelerado extenuaba mi respiración;

la boca me quedó reseca y con un sabor

amargo; pronto un taladro perforó mi cráneo.

El mundo se hundía a mis pies, y el cielo,

hecho añicos, caía sobre mí.

¡Mi amada Yiseika! Y ahora sus besos y

caricias eran dedicados a aquél que

consideraba un detestable enemigo. Tato

después de unir sus labios a los de ella, sus

sucios labios, levantó la vista hacia mí y,

dándose cuenta de lo que me ocurría,

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En las cosas del amor...

Page 13: Título - ACIC Nicaragua

comenzó a sonreír de aquella misma forma

que tanto me hizo sospechar.

En esos momentos perdí la conciencia, o

por lo menos la memoria, pues no recuerdo

nada de lo ocurrido de allí en adelante. Dicen

que los ataqué como una fiera; dicen que con

mis propias manos derribé a Tato y comencé a

azotarle el cráneo contra el suelo, hasta que

lograron separarme de él. No me acuerdo

haber hecho eso, sólo recuerdo un inmenso

dolor de cabeza que cegaba mi razón, pero

dicen que así lo hice; también dicen que

cuando vi a Yiseika inclinarse sobre el cuerpo

inerte de Tato y llorar, con la más gigantesca

de las iras me liberé de quienes me

apresaban, y tomando una botella la quebré

buscando cortar con su filo el cuello de

Yiseika. ¿Por qué me hacía eso? Ella, a quien

yo amaba.

Dicen que Tato no llegó vivo al hospital y

que, por puro milagro, Yiseika no murió

desangrada; una fea huella quedó en su terso

cuello, un regalo de aquella terrible noche;

noche de traición. Eso es lo que dice la gente.

No sé nada de eso, pues de nada logro

acordarme; sólo de vez en cuando siento un

dolor de cabeza y a veces, por las noches,

despierto todo sudado después de haber

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David C. Róbinson O.

Page 14: Título - ACIC Nicaragua

tenido una pesadilla que no recuerdo.

Ahora me tienen aquí encerrado, las

enfermeras y auxiliares temen pasar a mi

lado, no me explico por qué, si nada voy a

hacerles. Dicen que he tenido mis episodios. A

veces oigo a los doctores decir que soy un

caso perdido, no sé por qué lo dicen, sólo sé

que yo no lo creo, pues no creo nada de lo

que dicen...no recuerdo nada, ¿cómo voy a

creerles?

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En las cosas del amor...

Page 15: Título - ACIC Nicaragua

Nada más fácil de

matar que el amor…

Page 16: Título - ACIC Nicaragua

Tetrahedro

—¡Maldito hipócrita!

—Pero ¿por qué? Si yo no he hecho nada...

—¿Aún insistes en que eres inocente?

¿Cómo te atreves a decir eso? ¡Tú engañaste

a mi niña!

Corren los aires navideños y ya en los

bolsillos se sienten los efectos de diciembre.

Mientras las calles llenas de neones convierten

las palabras paz y amor en meros anuncios

comerciales, en una de esas casas de buena

familia, doña Emilia de Widró y Nicolás

Caballero hacen caso omiso de los clichés de

fin de año. Ella es una señora que siempre

tiene presente que es una Widró. El González

de soltera cuenta poco. Es alta, muy delgada

y, a pesar de su esfuerzo, no puede ocultar su

origen de barrio al salivar cada vez que siente

el olor de un buen sao’s. ¡Ah! Verdad, ya no

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En las cosas del amor...

Page 17: Título - ACIC Nicaragua

come sao’s, ahora come extremidades de

cerdo en vinagreta. Él es un joven profesional

que gracias a sus habilidades diplomáticas casi

ha logrado entrar a la rosca de la Jaigh

Societi. Es de cuerpo atlético, trigueño y de

fácil sonrisa, luce un corte de cabello que

recuerda su signo zodiacal.

Un problema grave, muy grave, que atañe a

la salud del buen nombre de los Widró, los

mantiene enfrascados en un arduo

intercambio de fuertes palabras; parecen

olvidar que la Noche de Paz está pronto por

llegar.

—¡Estúpido, idiota; tú y tu lujuria han

arruinado el futuro de mi niña!

—Señora, insisto en que no he hecho nada,

soy inocente.

—Si eres inocente, ¿cómo es que mi niña

espera un bebe?

En silencio, Nicolás recordó el día que

conoció a la niña de doña Emilia de Widró, a

Isaté, la versión chic y moderna de los Widró.

Fue en una de esas reuniones juveniles, esas

donde los jóvenes se ponen máscaras, donde

ocultan las diferencias de clase, donde los

colores no importan; no importan mientras

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David C. Róbinson O.

Page 18: Título - ACIC Nicaragua

dura el evento, cuando finalizan, todo vuelve a

la cruel normalidad. Nicolás conoció a Isaté en

una de esas reuniones burbujas.

Un amigo de ambos los presentó, ella le

sonrió y él quedó deslumbrado. Isaté misma

le tomó la mano y, en lo que duró la famosa

reunión, para arriba y para abajo iban con los

dedos de diestra y siniestra entrelazados. Al

final de la excusa, de la reunión burbuja, él

dándole su teléfono, esperó igual

correspondencia, petición a la cual ella se

negó, por supuesto, pero prometió llamarlo.

Con un apretón y una sonrisa se despidieron.

—Honestamente, no entiendo nada, señora.

—Claro, que vas a entender, cerebro de

pollo.

—Por favor, deje de insultarme ya.

—¿Insultos? No son insultos, es la pura

verdad, pedazo de arrimado.

Nuevamente se abstrajo y volvió la vista

atrás, a su familia. Sus parientes nunca fueron

adinerados, pero tampoco se podría decir que

eran indigentes. Eran buhoneros,

comerciantes de la calle que vendían telas,

hilos, adornos caseros y toda clase de

chucherías; juguetes en navidad, tarjetas en

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En las cosas del amor...

Page 19: Título - ACIC Nicaragua

el día de la madre, cohetes y baños para la

suerte en año nuevo; hasta escapularios del

último santo en fiesta. Sus estudios

secundarios y gran parte de los universitarios

los pagó vendiendo mercancía seca

precisamente en fiestas patronales. Él era el

primero de los suyos en recibir título

universitario. Ahora era el licenciado Nicolás

Caballero y no un simple arrimado.

—¿Arrimado? Sepa señora que no soy

ningún arrimado, lo que soy lo he ganado

quemándome las pestañas y con el esfuerzo

de mis padres.

—Gran cosa, obtiene un titulacho de

tinterillo y ya se cree que tiene a Dios en el

bolsillo.

—Es posible que mi título no sea lo más

grande del mundo, pero usted ni eso tiene;

sólo tiene un apellido adquirido por

matrimonio y pagado en la cama.

—¡Maldito perro! Ahora te atreves a

insultarme; no sé qué vio mi hija en ti.

Esa pregunta también se la hacía Nicolás. A

las semanas de aquella reunión, cuando ya

todo parecía olvidado, Isaté le telefoneó y

quedaron en verse en un café. Ella, como

siempre desbordaba belleza y ternura; él

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David C. Róbinson O.

Page 20: Título - ACIC Nicaragua

volvió a deslumbrarse. Después de esa

primera cita siguieron otras y otras y otras. Y

el corazón de Nicolás se fue prendando,

prendando, prendando. Se fue enamorando de

su cara hermosa, de sus ojos y cabellos café

oscuro, de sus mejillas, las más finas del

mundo. Nicolás se enamoró de la chica de sus

sueños, la siempre elegante.

—¿Qué vio en ti? ¿Qué fue lo que vio?

—Es posible que Isaté buscara algo de

consuelo, pues no fui más que un pañuelo de

lágrimas.

Triste realidad, todo era muy bonito para

ser verdad. Por cosas del destino en una

ocasión le restregaron en la cara la noticia de

que el dueño de casa regresó a sus dominios

y de que él, Nicolás Caballero, no era más

que el otro.

¡Un mayordomo que cuidaba la hacienda,

mientras el amo estaba lejos!

Ahora lo comprendía todo: el por qué la

llamada fue después de tanto tiempo, porqué

Isaté insistía en que él le confesara

constantemente su amor, el porqué de su

melancolía. Su novio la había abandonado y

ella buscaba una aventura para consolarse.

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En las cosas del amor...

Page 21: Título - ACIC Nicaragua

—¿Pañuelo de lágrimas? Tú ni para limpión

sirves. Pañuelo de lágrimas, ¡Ja!

—Usted sí sirve para muchas cosas, para

muchas cosas.

—¿Cómo para qué? A ver dime.

El tono de doña Emilia ya no era el mismo,

ahora ni para limpión servía y hace poco

tiempo, aparentemente, era todo lo contrario.

Antes era Nicolás el mejor, Nicolás el

campeón. En los litigios legales el licenciado

Nicolás Caballero era el caballito de batalla del

clan Widró. Pero a él siempre le llamó la

atención el modo que la señora le daba la

mano para saludarlo y despedirlo, era una

mano muerta, semejante a un pellejo, y lo

más curioso era que arrugaba la cara,

especialmente la nariz, tal cual oliese algo

desagradable a su fino gusto adquirido.

—Usted es una hipócrita y sepa que su hija

también lo es; hizo que me enamorara de ella

para luego abandonarme. Ella me engañó;

teniendo novio, logró hacerme creer que me

quería.

—¿Cómo te atreves a decir que mi hija es

una cualquiera?

Isaté de ninguna manera era una

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David C. Róbinson O.

Page 22: Título - ACIC Nicaragua

cualquiera, una tonta sí, pero no una

cualquiera. Aceptó a Alan Berguido por novio,

sólo porque el consenso general lo

consideraba un buen partido, aunque era

grosero y egocéntrico. Sus relaciones eran tan

buenas que ella lo llamaba a él por su apellido

y no por su nombre de pila. Era ridículo verla

tras él diciendo: te quiero, Berguido.

—Yo he dicho que me engañó con ese tal

Alan.

—Pues para que sepas que ese tal Alan es

mejor que tú; sus padres son un matrimonio

muy honorable.

—Eso de que es mejor que yo, lo sabrá

Dios; pero aquello de sus padres, permítame

decirle que el honor no se transmite por los

genes.

Después del desengaño y de las veces que

tuvo que soportar que dejaran al aire y sin piel

su herida, Nicolás decidió olvidar a Isaté y,

como una mujer saca a otra mujer, buscó

llenar el vacío con Carmenza, una compañera

de trabajo que nunca ocultó su afección por él.

Además, el roce con el clan Widró le trajo

muchos contactos que supo aprovechar muy

bien.

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En las cosas del amor...

Page 23: Título - ACIC Nicaragua

Carmenza era preciosa, de ojos verdes,

dientes de color marfil y bien alineados, algo

engreída en la superficie, pero encantadora en

el fondo. Sin escuchar a la prudencia, Nicolás

y Carmenza anunciaron su boda para una

fecha muy próxima. Cuál de los dos estaba

más apurado: él de resarcirse o ella de

atraparlo.

Repartir las invitaciones, confeccionar los

trajes y vestidos, estipular los contratos de

servicios de comida y bebida, buscar el templo

conveniente para la ceremonia y otros

preparativos ya estaban en marcha;

únicamente faltaba que se presentasen ante el

altar.

—Dígame, señora ¿y usted qué quiere que

yo haga?

—Que salves el nombre de los Widró.

—¿Qué?

—¡Salva a Isaté!

—Pero ese niño que está por venir no es

mío. Jamás fui su amante.

—¿Tú no dices que la amas? Demuestra tu

amor ahora...

Fue una rápida, discreta, sobria y muy

sombría boda. Nicolás asintió como con

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David C. Róbinson O.

Page 24: Título - ACIC Nicaragua

malestar estomacal e Isaté lo hizo

mecánicamente. Durante la recepción, los

novios, sentados en un rincón, recibían muy

adustos las aún más adustas felicitaciones de

los pocos invitados. A Isaté le era más fácil

sonreír y atenderlos; Nicolás difícilmente podía

alzar la vista. Doña Emilia, como regalo a los

tórtolos, les consiguió reservaciones en un

lujoso y muy lejano hotel de las montañas.

Las montañas más apartadas que pudo

conseguir.

Todo el largo viaje fue en silencio. Al llegar

al hotel, luego de confirmar la reservación se

dirigieron a la habitación; antes de entrar, a

Isaté se le ocurrió que Nicolás tendría que

cargarla en brazos; él, ni corto ni perezoso, la

alzó y atravesó la puerta con ímpetu y vigor;

posiblemente con demasiado ímpetu y vigor,

pues casi desnuca a Isaté con el marco de la

puerta. Ya en la alcoba, solos por primera

vez, Nicolás un poco menos tenso, pensó que

después de todo la cosa no era tan mala.

Ahí estaba con la mujer que amaba, o por

lo menos que amó un día. Isaté, por su parte,

se mostraba dispuesta a cumplir su mejor

papel, convencida de que, si no había

conseguido el amor de su vida, por lo menos

sí la seguridad que tanto necesitaba. Por lo

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En las cosas del amor...

Page 25: Título - ACIC Nicaragua

menos había una buena atmósfera para la

noche de bodas.

Isaté se cambió en el baño la ropa de viaje

por un amplio y transparente camisón negro;

metiéndose en la cama mientras apagaba las

luces atrayendo con los brazos a Nicolás. Pero

éste, firme, encendió las luces y, desnudando

a Isaté, contempló aquella curva que

empezaba a notarse en el blanco vientre de la

que ahora era su mujer; la curva de la trampa

en que había caído. Tras desnudarse, decidió

penetrar a Isaté y, por lo menos

simbólicamente, hacer suya aquella curvatura.

Pasó aquella noche y la luna de miel

también pasó. Sea como fuere, el tiempo no

se detiene y la vida, mientras no se agote,

continua su escabroso caminar hacia la

muerte. Pronto Nicolás se acostumbró al dolor

provocado por la presencia de aquella barriga

ajena, aunque, a decir verdad, los esfuerzos

de Isaté iban dirigidos a que su esposo se

sintiese el dueño de esa protuberancia. Ahora

con una clientela fija y con palancas y

contactos propios, su futuro económico

parecía pródigo.

Isaté era la pareja perfecta en asuntos de

relaciones públicas; entre una de sus proezas

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David C. Róbinson O.

Page 26: Título - ACIC Nicaragua

estaba que, a seis meses de embarazo y tres

de matrimonio, todos creyeran que lo ocurrido

fue una travesura de ambos. Todos lo creían,

pero al estar solos, a pesar de lo bien que se

hablaban, difícilmente él podía sonreír. Pese a

todo, él la amaba y ya ella se estaba

acostumbrando a él.

Una noche en la alcoba, por pura

curiosidad, a Nicolás se le ocurre preguntarle

a Isaté el nombre del futuro retoño; ella le

contestó: si es niña, se llamará como mi

madre, Emilia, y si es varón, será Alan. A la

mente de Nicolás vinieron los más negros

pensamientos, mientras su corazón se retorcía

por el malestar. Incorporándose, sin decir

palabra, salió de la habitación y rápidamente

bajó las escaleras interiores que daban a la

sala. Se detuvo a poca distancia del último

escalón al oír la voz de Isaté que, dándose

cuenta de la crueldad cometida, salió tras él.

Con los ojos fijos en ella, Nicolás vio cómo

Isaté comenzó a bajar los primeros escalones,

vio cómo su pie derecho pisaba la pantufla del

pie izquierdo, mientras que éste intentaba dar

un paso. Nicolás vio cómo Isaté cayó rodando,

escalón por escalón, hasta llegar

prácticamente a sus pies; al acercarse a

ayudarla, escuchó, y escuchó muy bien, como,

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En las cosas del amor...

Page 27: Título - ACIC Nicaragua

invadida ya por los dolores, Isaté gritaba: ¡Mi

bebe, mi bebe! Y sin que Isaté se percatara,

Nicolás no pudo menos que sonreír.

—Deja algo para mañana, Nicolás.

—¿Y si me muero?

—Si te mueres, yo me encargo de revivirte.

Carmenza nunca aceptó perder a Nicolás; y

menos por la imagen inmaculada de Isaté.

—Te amo.

—Yo también te amo.

Aún siente resonar dentro de sí las palabras

de despedida, las lágrimas y el sufrimiento

causado por la humillación de haber perdido.

Pero entre el perder y el ganar a veces hay

una línea tenue, capaz de confundir a

cualquiera. Sin embargo, ver a Nicolás

apesadumbrado, a pesar de estar casado con

la mujer que supuestamente amaba, le alentó

a ella a entrar de nuevo al juego y mover sus

fichas. Dejó de preocuparse mucho por

esconder sus profundas esperanzas, y

comenzó a observar todo movimiento de la

pareja, procurando estar en el sitio adecuado,

en el momento justo, con los gestos y

palabras acordes con la situación.

Un paso en falso y perdería la competencia

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David C. Róbinson O.

Page 28: Título - ACIC Nicaragua

definitivamente. Darse el lujo de lastimar el

ego de su acechado o crearle cargos de culpa,

serían jugadas de extremo riesgo. Tenía que

hacer sentir a Nicolás que el haberse decidido

por Isaté y no por ella fue un error que

todavía podía enmendar. Él debía enmendarlo,

claro que motivado por ella.

—Así, así.

—¿Así?

—Sí...

Algo que empañaba sus deseos era la

respuesta a la pregunta de por qué era Isaté

quien compartía el lecho de Nicolás y no ella.

Cuando ya todo marchaba sobre ruedas,

éstas se pincharon y desinflaron, así, sin más

explicación. ¿Sería que Nicolás amaba

realmente a Isaté tanto como ella a él?

Carmenza no soportaba la idea de perder lo

que se había propuesto obtener. Amar a quien

ama a otra o querer poseer a alguien tan

egoísta como una misma, no eran alternativas

muy alentadoras que digamos; pero al

corazón de Carmenza ya no le importaban los

detalles; una mezcla de pasión, deseos de

venganza y triunfo le impedían ver cualquier

peligro.

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En las cosas del amor...

Page 29: Título - ACIC Nicaragua

Poco a poco, cuando las cosas volvían a la

normalidad, Carmenza fue infiltrándose en la

vida no sólo de Nicolás, sino hasta la de Isaté,

tomando nota de sus fallas y vacíos, para ella

no cometerlos y ofrecer a Nicolás lo que su

esposa no le daba. Así pasó de novia

abandonada, a compañera de trabajo, luego a

confidente y amiga íntima, y por último...

amante.

—¡Ah!

—Te quiero.

—Yo también te quiero, pero sigue...

Nicolás, con sólo verla, se encendía; las

zonas erógenas de Carmenza se combinaban

para convertirse en una sola: su cuerpo

entero. Eran dos tizones que, al juntarse, se

convertían en fuego que todo lo quemaba. Sus

manos palparon cada centímetro de sus

cuerpos, sus lenguas conocieron el sabor de la

piel en llamas. Sus bocas fueron una, los

senos y las manos se soldaron; él penetrando

y ella tragando, crearon un solo cuerpo.

Al fin, Carmenza logró lo que quería; como

nunca recordó tomar ninguna píldora, ya

sentía gestarse la vida en su vientre. Ahora,

había que ser realista; esperar el divorcio era

una gran ingenuidad, pero ser la amante de

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David C. Róbinson O.

Page 30: Título - ACIC Nicaragua

un profesional con el mejor de los futuros era

buena alternativa. ¿Qué importaba compartir

al hombre que amaba si no hacía mucho lo

había perdido del todo?

Además, ahora ella poseía la mejor de las

armas: le iba a dar a Nicolás lo que ya Isaté

no podía darle: un hijo, el primer hijo de

Nicolás Caballero. Isaté podría tener más

hijos, pero ella, Carmenza, siempre habría

sido la primera.

Después de perder al niño, Isaté demostró

en su más alto grado lo débil e indefensa que

era. Nicolás, libre ya del karma y peso que

representaba el inocente, se comportó a la

altura dedicándose a proteger y consolar a su

cónyuge; claro está, siempre y cuando sus

múltiples ocupaciones se lo permitiesen.

Doña Emilia de Widró no quedó convencida

completamente de que el accidente fuera

efectivamente algo del azar. Sólo la actitud de

su hija, acercándose más a Nicolás, la

tranquilizaba momentáneamente. No

pudiendo probar nada contra su yerno, el

veneno de sus pensamientos fue

acumulándose sin poder escapar, hasta que a

su mente vino un nombre casi olvidado: Alan.

Después de una larga desaparición,

30

En las cosas del amor...

Page 31: Título - ACIC Nicaragua

interrumpida por la noticia de la defunción del

pequeño, Alan comenzó a frecuentar sus

antiguos círculos sociales; provocando, con el

roce, el odio de la doña y su hija, contagiada

ésta por la cicuta mental de su madre.

Nicolás, sabiendo el malestar que provocaba

en su suegra y con la esperanza de humillarlo,

aparentaba tolerar a Alan. Isaté,

sintonizándose con su esposo, adoptó igual

actitud: esperar.

Alan, confiado en su encanto personal,

convencido de que Isaté aún lo amaba y de

que Nicolás era un perfecto pazguato, trazó su

plan de ataque: reconquistar a Isaté, sangrar

a Nicolás, abatir el orgullo de la doña y

hacerle tragar su apellido de una buena vez.

Eso sí, sus diligencias tenía que hacerlas con

suma cautela, cuidándose de no darle la

espalda a la vieja arpía, que era la única que

no ocultaba la aversión que despertaba en

ella.

Alan seguía siendo el mismo; de gustos y

modales refinados, el conversador perfecto,

preocupado por vivir del sudor de otras

frentes y maestro de la filosofía del

caradurismo. Por supuesto, lo que él no

sospechaba era que, fuera del escozor que

provocaba, se había convertido en factor de

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David C. Róbinson O.

Page 32: Título - ACIC Nicaragua

unión entre Nicolás e Isaté, pues si el dolor los

había acercado, el deseo de venganza los

ponía en el mismo camino: aplastar al gusano

de la discordia. Porque ocurría que Nicolás

jamás logró que Isaté lo prefiriese realmente

a él e Isaté no pudo olvidar el abandono.

Incluso, antes de dormir, ambos pensaban en

alguna acción que, por falta de valor y

experiencia, nunca llegaban a realizar. Sólo se

dedicaban a roer sus pensamientos y esperar

el momento del zarpazo.

En una ocasión, unos amigos en su

hacienda organizaron una barbacoa, a la que

invitaron al matriarcado Widró y, sin saber que

podían ofenderlo, también a Alan Berguido. La

hacienda era preciosa, con huerto de

legumbres, pastizales con ganado, establos

con cabalgaduras, gallinero con toda clase de

aves de corral y un chiquero, que era la gran

atracción, con sus puercos gigantescos de

colmillos emergentes entre los labios de sus

trompas; principalmente, una enorme cerda

recién parida, con nada menos que trece

vástagos, rechonchos y rollizos, que eran

mantenidos junto con su madre en un cubil

aparte.

Los invitados la pasaban de lo lindo; la

hacienda tenía, además, piscina y área de

32

En las cosas del amor...

Page 33: Título - ACIC Nicaragua

picnic, aparte de que no faltaban los paseos a

caballo, la comida y el licor. A Alan le atrajeron

mucho los mojitos y el saoco, tanto que,

pasado de tragos, le dio por comportarse no

muy adecuadamente, y entre sus

impertinencias, intentó propasarse con Isaté,

cosa que Nicolás no soportó. Reaccionó

violentamente, sin quedarse atrás ni Isaté ni

doña Emilia. Después de los golpes, y sin

bajar de intensidad, pasaron a los gritos

dejando entrever los caballeros sus

verdaderas intenciones.

Los amigos se llevaron a rastras a Nicolás,

mientras éste vociferaba cuanto le esperaba a

Alan. Isaté, histérica, demostró un vocabulario

desconocido en ella, a la vez que seguía a su

esposo y a su madre que era presa de un

ataque. Tanto esperar el momento de la

venganza y echarlo a perder en un instante de

emotividad. Al marcharse los ofendidos,

alguien por ahí dejó escapar el siguiente

refrán: La familia que pelea unida, permanece

unida.

A todo esto, Alan fue a ocultarse en el lugar

más adecuado que se le pudo ocurrir, el

chiquero. Dentro de éste, intentó sentarse en

el barandal del cubil de la puerca recién

parida, con tan mala suerte que cayó de

33

David C. Róbinson O.

Page 34: Título - ACIC Nicaragua

espaldas en medio de la porqueriza. Su mente

comenzó a dar vueltas y pronto quedó

inconsciente, eructó y se le cubrió el rostro de

una masa extraña. Los puerquitos se le

acercaron lamiéndole la porquería regurgitada

de la cara, mientras la enorme cerda comenzó

a olfatearlo: primero por el cuello y de ahí

hacia abajo. Al llegar a las ingles, nuevamente

volvió a olfatearle el cuerpo entero más

detenidamente. Al olerle otra vez entre las

piernas, se detuvo aspirando profundamente y

hurgando con la trompa, primero suavemente

y luego con más fuerza, para finalmente, y ya

decidida, empezar a masticar...

34

En las cosas del amor...

Page 35: Título - ACIC Nicaragua

Nada más difícil de

tragar que el orgullo…

Page 36: Título - ACIC Nicaragua

Comiendo cabanga

—Haló

—Buenas, ¿se encuentra Charitín?

—Sí, ella habla.

—Hola, habla Chombo.

—¡Eh, Chombo! ¿Cómo estás?

—Aquí comiendo cabanga desde la última

vez que nos vimos.

—¿Cabanga? ¿Y eso?

—Nom'be, que mi hermana fue al interior y

trajo varias, me he dado una jartá que ni te

imaginas.

—Bueno, ¿y cuando me traes un pedazo?

—¿Así que quieres comer cabanga? No te lo

recomiendo, en exceso puede hacer daño;

pero algún día vas a comer de la cabanga que

yo te dé.

Esa misma noche, Charitín Córdoba partió

al extranjero a terminar estudios en ingeniería

con especialización sabe Dios en qué cosa y

esperó en vano la despedida de su amigo

36

En las cosas del amor...

Page 37: Título - ACIC Nicaragua

Chombo Martínez. Él, más adelante, le explicó

en una carta el porqué de su ausencia en el

aeropuerto; según sus propias letras: resulté

no ser tan fuerte para la despedida.

Días después de la partida, Chombo se

encontró solo, como si algo le faltara; buscó

refugio en el pasado y se puso a recordar. Se

acordó de cuando conoció a Charitín; al

principio le cayó mal por ser muy hablantina,

pero al escuchar lo que decía halló que tenía

sentido y comenzó a simpatizarle. De a

poquitos fue queriéndola y apegándose a ella.

Todo lo de ella le caía bien, incluso cuando lo

llamaba chiquillo. Sólo le llevaba 27 días y ya

se creía muy mayor. Aunque nunca soportó

cuando venía a contarle problemas que tenía

con su novio y mucho menos cuando ella le

contestaba NO a sus propuestas. Incluso,

intentando ser poeta, le cantó así a ella:

Ojalá que estuviese

el mundo entero contra mí.

Pero no, no es así.

No son los demás,

los que me hacen sufrir.

Eres tú la que me persigue y reprime,

sólo tú estás en contra mía…

37

David C. Róbinson O.

Page 38: Título - ACIC Nicaragua

¡Ah, sí! De mil maneras él le declaró su

amor y de mil modos ella le respondió con un

no. Se acordó de la última vez que lo hizo, y

de las palabras de Charitín:

—Mira, ¿tú eres necio o bobo? ¿Cuándo vas

a entender que yo a ti no te veo como

hombre? Es más, no creo que seas la

suficiente para mí. ¿Eso era lo que querías que

te dijera? ¿Cuándo te he insinuado algo, para

que te creas con derecho? Estás engañado,

mi'jito, y perdiendo tu tiempo.

Después de esa trapeada, el espíritu de

Chombo quedó bajo la planta del pie

izquierdo, prometiéndose para sus adentros

jamás volver a tocarle el susodicho tema.

Los días se fueron sumando en meses y

estos a su vez en años, y mientras Chombo se

convertía en un reconocido reportero, Charitín

recibía su diploma y título en ingeniería, con

especialización en sabe Dios qué cosa.

Llegado el día de recibirla en el aeropuerto,

Chombo esperó en un rincón. Ahí se quedó

incluso cuando ella, pasando la aduana, fue a

saludar con besos a familiares, amigos y, por

supuesto, a su novio, y ahí se hubiera

quedado de no ser porque ella, al reconocerlo,

38

En las cosas del amor...

Page 39: Título - ACIC Nicaragua

lo llamó por su nombre y lo saludó muy

efusivamente, estrechándole la mano.

Con el correr del tiempo, su amistad se hizo

más grande, tanto fue así que el día en que su

novio por fin decidió proponerle matrimonio y

ella a él si le contesto afirmativamente, fue a

él, Chombo Martínez, a quien Charitín le pidió

fuese su padrino de bodas. Él, al dudar un

momento, se vio convencido por las siguientes

palabras: Si me vuelves a hacer la del

aeropuerto, olvídate para siempre de mí.

Palabras sugestivas y muy persuasivas.

Muy rápido llegó el día de la boda y al

finalizar esta, mientras todos disparaban el

tradicional arroz sobre los novios, estaba

Chombo mirando fijamente a una muchacha

que sollozaba. Se acercó como para consolarla

y ésta se le abalanzó al pecho, golpeándolo y

gritando: Por tu culpa, por tu culpa. Él,

tratando de cubrirse, le contestó: Pégale a él,

que se casa, y no a mí, a la vez que, a

empujones, se la quitaba de encima. Por un

instante pensó: Si lo hubiese intentando una

vez más, pero luego se acordó de su promesa

y decidió olvidar el asunto.

Como el tiempo no espera a nadie, siguió

corriendo sin detenerse. La vida de casada

39

David C. Róbinson O.

Page 40: Título - ACIC Nicaragua

que al principio parecía un sueño para

Charitín, fue convirtiéndose en pesadilla. Pero

siempre allí estaba Chombo, escuchándole sus

problemas y siempre viéndola reconciliarse.

Un día, Charitín descubrió a su amantísimo

esposo en brazos de aquella muchacha del

incidente en la boda. Al parecer, al contrario

de Chombo, ella nunca se rindió. Así acabó un

matrimonio de cuatro años, cuatro años de la

vida de Charitín y, por supuesto, cuatro años

de la vida de Chombo.

Había llegado la hora de recuperar el tiempo

perdido. Una noche, después de la cena, de

una espléndida cena preparada por Charitín en

su casa, sentados muy juntos en el sofá,

mientras una música suave se escurría en el

ambiente, Chombo abrazó a la mujer de sus

sueños a la vez que ésta, dócilmente, permitía

que sus bocas se uniesen. Él vio en ese

momento la oportunidad de su vida: Charitín,

solitaria y desamparada, lo veía de otra forma,

como el mejor de los refugios; todavía la

amaba y este era el mejor momento, no para

decírselo, sino para recordárselo.

—Charitín, yo quiero que tú sepas...

40

En las cosas del amor...

Page 41: Título - ACIC Nicaragua

De pronto, a la mente de Chombo vino el

sufrimiento: de cómo llegó a ser padrino de

bodas y el incidente que hubo en ella, de las

constantes discusiones y reconciliaciones de

Charitín con su marido...

—Dilo, Chombo, déjame escucharlo de tus

labios.

Recordó de las veces que se había tragado

las lágrimas al verse rechazado; de cuántas

veces había orado cada vez que Charitín le

dijo que no, para que ella nunca se

arrepintiese de su respuesta...

—Dilo, tú que eres a quien de verdad

siempre he querido.

Chombo recordó la promesa que él mismo

se hiciera y, poniéndose de pie, se marchó de

la vida de Charitín, diciendo:

—¡Lo siento!

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David C. Róbinson O.

Page 42: Título - ACIC Nicaragua

Y nada más cruel que

hacer llorar a quien se

ama…

Page 43: Título - ACIC Nicaragua

¿Quién te mató, papá?

Hasta ahora el día no tiene nada fuera de lo

común: salió el sol y pronto, sin bombos ni

platillos, volverá a ocultarse. Un día más, un

día menos.

Después de una rutinaria jornada de

trabajo, donde lo extraordinario fue no

enloquecer de aburrimiento; Rosita, una joven

y sensual secretaria del sector bancario,

encamina sus pasos a la esquina más cercana,

donde pretende abordar un taxi y dirigirse,

como de costumbre, al lugar de la cita. Hasta

eso se ha vuelto rutina.

Hoy es lunes, único día en que, por razones

fuera de su control, puede encontrarse con

Darío: otro joven oficinista que se ha

convertido en quien llena su vida, su ilusión y,

por supuesto, su vientre. ¡Darío! Cuánto diera

ella por hacer de la semana un lunes y no

separarse nunca de su amante. Pero ya que

no es así, debe conformarse con ser su amada

43

David C. Róbinson O.

Page 44: Título - ACIC Nicaragua

eventual y esperar que cada semana llegue el

lunes.

A pesar de lo ordinario del día, hay algo

diferente: son los pensamientos de Rosita

que, pese a ir a los brazos de su hombre, se

halla meditabunda y algo preocupada.

Mientras tanto, en el cuarto de la pensión

de siempre, Darío espera con ansias la llegada

de su aventura permanente, planeando cómo

borrar la palabra traición de su conciencia y

escribir el vocablo pasión en el cuerpo de

Rosita. En situación normal jamás hubiese

aprobado el adulterio; es más, cuánto criticó a

sus amigos al ser infieles a sus esposas; pero,

enloquecido como estaba y siendo más fácil

ser juez de otros que propio, tuvo que

tragarse toda su retórica, pues cayó en lo

mismo.

Al aproximarse a la pensión, Rosita se baja

del taxi, a una distancia prudente y no entra

hasta estar segura de no ser reconocida. Ya

dentro se apresura a buscar el cuarto 92, el

mismo de siempre, y no bien ha entrado

cuando Darío ya la está cubriendo de besos y

rodeándola con sus brazos.

Rosita por un momento se hincha de deseo,

pero al recordar sus pensamientos de hace un

44

En las cosas del amor...

Page 45: Título - ACIC Nicaragua

rato, reacciona intentando soltarse y habla de

este modo:

—Hoy no, mi amor, hoy no.

—¿Ah? ¿Qué dices? ‒responde Darío,

mientras sigue tratando de desnudar a Rosita.

—Que te estés quieto —responde Rosita

enojada, a la vez que empuja la barbilla de

Darío fuertemente hacia atrás.

—¿Qué te ocurre?

—Nada.

—¡Cómo que nada! ¿Por qué estás tan

irritada?

—Ya te dije que simplemente hoy no quiero.

—¿No? Entonces ¿qué quieres? ‒pregunta

Darío, y nerviosamente enciende un cigarrillo.

—Quiero hablar.

—¿Hablar? Hablemos pues. ¿De qué quieres

hablar?

Rosita hace silencio clavando sus hermosos

ojos cafés en los de Darío; simultáneamente,

acaricia con su fresca mano la cara ardorosa

de su hombre: cuántas veces sus cuerpos

formaron uno solo y sus almas fueron aguas

del mismo manantial que desemboca en

violenta cascada incontenible. Pero hoy, hoy

no había lugar para el placer, pues el futuro

peligraba.

45

David C. Róbinson O.

Page 46: Título - ACIC Nicaragua

—Dime ¿de qué quieres hablar?

—En estos días no me he sentido bien, por

lo que asistí al médico...

—¿Y?

—Después de los exámenes, resultó ser lo

que temía...

—¿Qué?

—¿Acaso no entiendes?

—No, no entiendo.

—Darío, estoy embarazada, espero un hijo

tuyo.

—¿Mío?

—Claro. ¿De quién más va a ser?

—¡Mío!

—Sí, tuyo.

—¿Y?

—¿Y? ¿Y?

—¿Y tú que quieres que yo haga?

—¿Cómo que qué quiero que tú hagas?

—Eso mismo, ¿qué quieres que yo haga?

—¿Me traicionas? ¿Ya no me amas?

—Claro que te amo.

—¿Y entonces?

—Lo que ocurre es que...

—¿Qué ocurre?

—Ocurre que te amo, pero ‒dejando

escapar una bocanada de humo‒ ¿no

recuerdas que estás casada, casada con otro

hombre...?

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En las cosas del amor...

Page 47: Título - ACIC Nicaragua

¿Habrá algún error? ¿No será una

equivocación? ‒se pregunta perplejo Jorge

Ramírez, un hombre joven y trabajador, luego

de venir del consultorio médico‒.

Aparentemente no lo hay, según el doctor, las

pruebas confirman la sentencia de siempre.

Señor Ramírez, los gametos que produce su

organismo son insuficientes y mal formes, por

lo cual fallecen en el trayecto hacia el óvulo

femenino. La historia ya conocida.

Un día nos enteramos de un tío estéril y

primos, hermanos y yo nos hicimos examinar,

nada más por curiosidad. Por pura curiosidad

me enteré de que uno de mis primos y yo

éramos estériles por algo de la morfología

testicular. Consulté varios médicos y todos

llegaron a la misma conclusión. ¡Estéril!

En un principio fue difícil amoldarme a la

idea, pero ya casi me había resignado. Casi

resignado y ahora me pasa esto, un chispazo

de luz para luego sumergirme en una

oscuridad mayor que la anterior. Ojalá nunca

me hubiese enterado de nada. Antes de este

día mi matrimonio poseía algo de luz. Mi

esposa, la luz del hogar, había comprendido y

aceptado que yo no sería padre; mi esposa, la

que endulzó mis dolores, que llenó un vacío en

mi espíritu; sí aceptó que yo no sería padre; lo

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David C. Róbinson O.

Page 48: Título - ACIC Nicaragua

que secretamente nunca aceptó fue que ella

no sería madre.

Ahora me toca decidir: mi orgullo de macho

herido me ordena repudiarla y abandonarla;

por el otro lado, también está el orgullo

diciéndome que no me ponga en evidencia y

así evitar el ridículo. ¡Qué dilema!

La mente me pesa. ¿Por qué me traicionó?

¿Acaso no signifiqué nada para ella? Tan

grandes eran sus ansias de ser madre que no

meditó mi sugerencia de adoptar un niño. Con

tantos necesitados de amor que hay. ¿Y con

quién sería? ¿Con algún conocido? ¿Algún

desconocido?

Si mi padre me viera. Mi añorado viejo; fui

el único hijo que mi padre logró retener

después de un aparatoso fracaso matrimonial,

cuando apenas yo era un niño. Aún recuerdo

sus esfuerzos por hacerme llevaderos los años

después de la separación, su sinceridad de

presentarse ante mí tal y como era, con sus

dones y flaquezas. Como me explicó el porqué

del divorcio: sus enormes errores, los

sacrificios de mi madre y de él para construir

un hogar y al final darse cuenta de que no se

soportaban. Todo el tiempo que me dedicaba:

los paseos y juegos cuando niño, las fiestas

48

En las cosas del amor...

Page 49: Título - ACIC Nicaragua

cuando crecidito. Pero, lo más valioso y

atesorado eran los momentos en el hogar.

Éramos algo más que padre e hijo, éramos

amigos. Cuando quise retribuirle, no aceptó,

pues él se sentía satisfecho con haberme visto

crecer y hacerme hombre.

¿Acaso no quiero esa experiencia? ¿Tener

un hijo del cual ser su amigo? ¿Verlo crecer y

hacerse hombre? Claro que quiero, aunque la

naturaleza me priva de ese privilegio, no

puede matar mis ilusiones. Entonces, nada

más puedo tomar una decisión: encaminar

mis pasos al hogar, los pormenores se

arreglarán más tarde, a su tiempo se

aclararán las cosas; quizás ya no pueda ser

esposo, pero aún puedo ser un verdadero

padre...

—Soy tu madre.

—Y yo un hijueputa.

Desde el día de su nacimiento, Jorgito fue

rodeado de los más atentos cariños y las más

delicadas consideraciones por parte de aquel

que sería su mejor amigo: su padre, quien, a

pesar de la herida, volcó sobre el infante todo

el amor que un día fue de su cónyuge.

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David C. Róbinson O.

Page 50: Título - ACIC Nicaragua

—¿Cómo pudiste?

—Fácil, él me apartó.

Jorge aceptó la triste realidad, Rosita le fue

infiel por algo más que el simple hecho de

querer ser madre, amaba a otro. Un tal Darío

se atravesó entre los dos, un tal Darío que

resultó no ser un tal Darío, sino un compañero

de trabajo del mismo Jorge. Los dos

contadores de la misma empresa, uno traidor

y el otro bobo. Relacionados por el trabajo y

por una mujer, pronto ambas razones serían

de separación.

—Me apartó, se convirtió en un hielo, dejé

de existir para él.

—Mejor hubiese sido que dejaras de existir

para todos.

Cuando el niño cumplió cuatro añitos, Jorge

no cabía dentro de sí; rodeado de amigos hizo

la gran fiesta, que ya se estaba haciendo

costumbre, y todos festejaron ese año con

más ganas. Todos menos Rosita, que buscaba

ocultar su tristeza. En la compañía donde

Jorge era contador hubo acontecimientos del

tenor siguiente: una auditoría, libros

arreglados, un desfalco, un contador detenido,

acusado y sentenciado, mientras el otro

50

En las cosas del amor...

Page 51: Título - ACIC Nicaragua

festejaba el cumpleaños de su hijo.

—¿Por qué no te divorciaste?

—Cariño, le pedí la separación, pero él no

accedió a menos que me fuera y renunciara a

ti, y yo no estaba dispuesta a perderte.

La situación entre Jorge y Rosita se hizo

cada día más pesada. Bueno, en realidad, no

había tal situación, pues para Jorge, Rosita no

existía, ya que ni la volteaba a ver. Para Rosita

esto era insoportable, pero su miedo a perder

a Jorgito y enfrentarse sola a la vida, eran

suficientes para aguantar lo inaguantable.

Darío todavía estaba tras las rejas y a ella le

encontraron un quiste que resultó ser muy

grande y adiós a toda la tripa procreadora.

—¿Por qué?

—Sólo te amaba a ti, no a él.

—¿Cómo no me di cuenta?

—Decidimos no involucrarte.

Darío el exconvicto, precisamente, no era

un primor de dulzura; como contador, su

carrera había terminado, en parte por su

historial policivo y en parte porque no volvió a

intentar nada al respecto. Al parecer, antes de

llegar a cualquier lugar, ya todos sabían que él

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David C. Róbinson O.

Page 52: Título - ACIC Nicaragua

era un expresidiario. Y sin crimen cometido,

por lo menos sin cometer aquel del que se le

acusó. Incluso, el verse con Rosita ya no tenía

la antigua satisfacción de la pasión. Darío

mentalmente estaba castrado y se había

convertido en un impotente afectivo, por lo

cual nunca se decidió a quitarle la mujer a su

antiguo compañero.

—¿Por qué no te marchaste?

—No entiendes, soy débil, sola no iba a

poder.

Jorge, en el silencio de su frialdad, sentía

hondo deleite por la manera en que se

desarrollaron los acontecimientos. Pero él no

había salido totalmente ileso, pues amargarle

la vida a Rosita le amargó la suya. Ambos

eran unos amargados, con la diferencia que

cada uno tenía su propio consuelo. Ella corría

a brazos de Darío, y a los brazos de él corría

Jorgito. Su amor por el niño era lo único que

daba color a su vida, no correría el riesgo de

perderlo y menos que tuviese otro padre. La

legislación favorecía a Rosita, a menos que

ella abandonase el hogar. Tarde o temprano

ella lo haría, era cuestión de esperar y,

mientras, hacer feliz a Jorgito.

52

En las cosas del amor...

Page 53: Título - ACIC Nicaragua

—No entiendo.

—No entiendas, compréndeme.

Un día dispuso el hado que las tres infelices

almas se enfrentaran. Todo empezó con el

deseo de Rosita de ser madre y todo

terminaría en un cumpleaños de Jorgito. Como

era costumbre, llegada la fecha, Jorge echaba

la casa por la ventana; pero al parecer, al

dejarla abierta, un intruso aprovechó para

entrar. En medio de la fiesta, Darío decidió

presentarse ante Jorge y, por supuesto, ante

Jorgito, intención ésta que Rosita no permitió,

pues se llevó al ahora muchacho para dentro

de la casa. Jorge y Darío, al estar frente a

frente, se comportaron tal como lo habían

hecho durante años: como si nada hubiese

pasado. Por lo menos, así lo intentaron, pero

el rencor de dieciséis años es difícil de ocultar

y el odio que ambos se tenían muy pronto

afloró.

Primero fueron los gritos, luego, los puños.

Mutuamente se acusaban de traición. Jorge

gritaba: Arruinaste mi matrimonio, me

traicionaste. Darío contesta: Tú me mandaste

a la cárcel y arruinaste mi vida. La furia de los

dos era incontenible. Este espectáculo era

incomprensible para Jorgito, y más al ver a su

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David C. Róbinson O.

Page 54: Título - ACIC Nicaragua

madre que desde la ventana, llorando,

gritaba: No, Darío; déjalo, Jorge.

—Y todo fue por mi culpa.

—No, no fue tu culpa. La culpa la tuvo el

miedo.

Al día siguiente, después de una noche

lluviosa que siguió a la tormenta pasional,

Jorge fue encontrado muerto a causa de una

puñalada en la tetilla izquierda, y a pocos

metros, el arma homicida encharcada en lodo

y sangre. El principal sospechoso era Darío,

quien, al ser arrestado, vociferaba ser

inocente y no estar dispuesto a ir a la cárcel

nuevamente por un crimen no cometido.

Primero muerto que encerrado.

—Ojalá ese maldito se pudra en la cárcel.

—Jorgito, ese hombre es tu padre.

—No, él mato a mi padre.

—No, no fue él...

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En las cosas del amor...

Page 55: Título - ACIC Nicaragua

Hablar del amor

cuando éste no existe,

es como contar

cuentos desde una

cama triste...

Page 56: Título - ACIC Nicaragua

Canción de mariposas

Aunque la puerta por donde acaba de pasar

dice: Prohibida la entrada de menores. Fede

no hace el menor caso y entra al mundo de la

media luz y olor a desinfectante. Ya bien sabe

el cuento que echarle a la guardia: hombre,

¿qué quiere? ¿Qué robe?, mientras sigue con

su pregón: ¡Ceviche, ceviche bien picante!

Esta noche habrá bastante negocio; es sábado

de quincena y hay un barco atracado en el

puerto. Por lo tanto, el local está al tope tanto

de naturales como de acamaronados, ansiosos

todos de descargar dentro de las damas del

deseo.

Mariposas de la noche

de colores brillantes y ojos dormidos.

Aves del placer de carnes sin sol

y sonrisas automáticas.

Aves sin ruta fija

siempre complacientes con quien paga su precio.

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En las cosas del amor...

Page 57: Título - ACIC Nicaragua

Entre el gentío se distinguen tres tipos de

clientes: los locales, en su mayoría jóvenes,

parados en las sombras, a la expectativa de

aquella que más los excita, mientras hablan

entre ellos de cómo lo hicieron la última vez;

vienen por mujeres y no tienen plata para los

tragos. Entre los de piel de camarón, hay unos

sentados alrededor de varias mesas que ellos

mismos unieron con algarabía, hablando en un

idioma raro, gritando y vociferando quién sabe

cuántas vulgaridades en esa jerigonza que

nadie entiende: deben ser los marinos del

barco y quién sabe de dónde sean, pero

tienen plata y hay que ayudarlos a gastarla. El

resto de los acamaronados son armis y

tampoco entienden qué dicen los del barco.

Estos gringos son clientes habituales; ellos

son los únicos que vienen a bailar y, cuando

ya se cansan, echan su polvo y repiten la

rutina hasta que amanezca, se les acabe el

dinero o ya no respondan. También, son los

únicos que pelean entre ellos por las damitas.

Por supuesto, hay algunos viejos solitarios,

sentados en mesitas con sendas frías frente a

ellos y tremendas hembras a su lado, que

esperan en silencio que el espíritu se les

caliente.

También, por ahí anda el tipo aquel que se

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David C. Róbinson O.

Page 58: Título - ACIC Nicaragua

les declara a las chichis, luego les paga y sube

con ellas para, al día siguiente, llenarse la

boca con la historia del levante. Algunas lo

comprenden y le siguen la corriente, otras ya

lo han mandado al carajo y lo tienen

amenazado.

Y ellos, ellos son los peores.

Hombres incoherentes que aman a la virgen

pero buscan la ramera.

Hombres lujuriosos y encima perezosos

que prefieren pagar por no convencer con amor.

Entre las chicas se escuchan los más

variados acentos: las hay del Caribe, Centro y

Sur América; claro que, eventualmente, es

posible encontrar una que otra cholita nativa,

que corta de nalgas y pródiga de pechos,

navega entre la clientela, buscando pescar

cuanto tiburón se le pegue.

También entre ellas es posible distinguir

varios grupos; las hay desde aquellas que le

basta con pasearse entre la jauría y con una

mirada escoger con quién se acuestan, hasta

las que tienen que ir de oído en oído

repitiendo: Subamos, papi, y te la convierto

en biberón.

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En las cosas del amor...

Page 59: Título - ACIC Nicaragua

Por lo general, mientras más jóvenes y

buenonas levantan más rápido. Se visten con

bikinis, por un lado, para lucirse mejor y por

otro, porque como para copular sólo usan la

entrepierna, no tienen que desnudare el

pecho, evitando así que le manoseen y

baboseen los senos. De este modo salvan su

honra, sin importar cuántos la penetren. Otras

visten como de fiesta y cuando suben, con

tanto trapo se pasa el tiempo desnudándose y

no echando el polvo. Las más véteras visten

con vestidos de baños enteros y se desnudan

completamente ante el cliente, sin que por

esto se dejen manosear y menos babosear por

cualquier pelagato. ¡Ah!, pero eso sí, los besos

de amantes son tabú, preferible un pene a

una boca; eso es trofeo, si es que se

arriesgan, de aquellos que han sabido llenar

sus vaginas con algo más que esperma.

Los cantineros y mesoneros, siempre

callados y mustios, cierran el cuadro de

personajes del mundo de la media luz y olor a

desinfectante, junto con el tipo que cerca de

los cuartos lleva el tiempo y que siempre está

dispuesto a rajarle la cara a cualquier atrevido

que se sobrepase con las chicas.

Fede, entretenido con las maquinitas,

pregona esporádicamente su producto,

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Page 60: Título - ACIC Nicaragua

mientras las damiselas se ganan la vida

repitiendo una y otra vez el mismo ritual:

abordan al parroquiano, cruzan breves

palabras, él le da la plata y ella paga en la

caja, se dirigen al cuarto pasando frente al

tipo que mide el tiempo. Al poco rato,

regresan donde se separan como si nada

hubiese pasado. Lo más probable es que, en

realidad, eso sea lo que ha acontecido: nada.

En este mundo

siempre lo mismo;

no sol, sí carne,

donde nada se posee y todo se pierde

donde lo único que existe es la noche.

Esta noche no es de placer, sino de

negocios, por lo que, adiós maquinita, y a

vender ceviche. La venta iba más o menos;

como siempre, los armis son los que más

compraban; los marineros y su jerigonza

namás era joder, y los limpios parados en la

sombra, ni se inmutaba en mirarlos.

Así marchaba la cosa, hasta que oyó un

alboroto en una de las esquinas: un tipo

perseguido por una de las damas es

interceptado por uno de los saloneros y le dan

tal nudera que hasta Fede aprovecha para

meterle un par de cochazos. Todavía estarían

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En las cosas del amor...

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dándole golpes si no es porque llegó la chota.

La ley, por supuesto, le dio un par de

toletazos. Entre la algarabía, Fede pudo

enterarse de que el fulano decidió no pagar e

irse a la oscuridad y autoservirse. Fue

descubierto por la fulana y ya sabemos el

cuento. A la pregunta de por qué hizo esa

cochinada, el tipejo contestó: Lo que pasa es

que las camas son muy duras. Al escuchar

eso, reído Fede, se marcha con su pregón:

Ceviche, ceviche bien picante...

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Page 62: Título - ACIC Nicaragua

Permíteme contarte…

Los cuentos aquí

recogidos los escribí

entre 1978 y 1990,

específicamente, entre

las clases de español

que recibí de la

profesora Leticia de

Pardos (Q. E. P. D.), en

el último año de mis

estudios secundarios en

el Colegio José Antonio

Remón Cantera y el 20

de octubre de 1990,

fecha en la que culminé el primer taller

literario al que asistí. Esta última fecha la

considero el inicio de mi historia en las letras;

es decir, que este cuentario recoge mi

prehistoria literaria. Estos cuentos fueron

publicados en un libro titulado En las cosas

del amor, en 1991. Tanto el facilitador del

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En las cosas del amor...

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taller, como el editor fue el escritor Enrique

Jaramillo Levi. En su momento, el poeta Pablo

Menacho dijo que lo escribí guiado por el

instinto y el profesor Ricardo Segura (Q. E. P.

D.) afirmó que, pese a que era evidente mi

falta de lecturas, estos cuentos mostraban

cierto talento literario. Con ese libro me

presenté en el mundo de los literatos y

aprendí un par de lecciones: la primera, la

literatura es un oficio y la segunda, la

literatura, por lo menos la que yo quería (y

aún quiero) hacer es para tender puentes.

Ahora bien, debo confesarte algo, revisé los

cuentos y corregí muchas de las novatadas de

los textos originales. También, lo que era un

libro, lo dividí en dos libros: En las cosas del

amor… y La pequeña vereda. Esta edición es

parte del proyecto Orquídea 60-30, por el

cual pretendo plasmar y distribuir toda mi

obra escrita en libros digitales. Orquídea por

mi sello editorial Casa de las Orquídeas; 60

por mi edad y 30 por los años de carrera

literaria que celebro este 2020. Me

acompañan en esta aventura el poeta Henry

A. Petrie y el pintor Manuel E. Montilla. El

tiempo pasa y quiero ser leído en vida.

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