azkintuwe nº44

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Periodico Mapuche

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uando el Estado chileno seprepara a conmemorar su Bi-centenario, los mapuche mi-ramos hacia nuestra memoria

histórica diversa y compleja, propiade una configuración sociopolítica, lacual a través de sus generaciones re-cientes (S. XX) ha visto como en granmedida y de manera drástica el poderpolítico mapuche en nuestro territoriose ha diezmado. Esto producto de unproceso traumático que vive un colec-tivo humano cuando un Estado expan-sionista ocupa ilegalmente y anexaaquel territorio a sus posesiones, paraen este caso responder a los centrosindustriales de la economía mundialcapitalista de la segunda mitad del S.XIX, convirtiendo la relación Estadochileno y pueblo mapuche en una asi-metría de colonizador a colonizado.Así entenderemos producto de la sime-tría sociopolítica rota por el Estadochileno que éste, sin sustanciales orelevantes variaciones, afirmará en sulenguaje de colonizador que el colo-nizado es débil, sugiriendo que aquelladeficiencia requiere protección, ¿Acasoeste no ha sido en gran medida el dis-curso del Estado chileno respecto delpueblo mapuche a lo largo del S. XX?

Desde la llamada política públicaindígena el Estado chileno, a través dela actual administración gubernamen-tal, ha explicitado hace unos meses suruta de navegación: a) modernizaciónde la institucionalidad indigenista; b)revisión y mejoramiento de la políticade restitución de tierras; c) inclusiónde la población indígena urbana; d)incentivo al emprendimiento producti-vo de los indígenas. Cuatro puntos ge-nerales que tienen como denominadorcomún la despolitización de las deman-das históricas del movimiento mapuchey hacer inerte la entrada en vigenciadel Convenio 169 de la OIT. Mientras,en otras realidades, las discusiones alinterior de los Estados poseen concep-tos centrales como territorialidad ygobierno autonómico, dejando atráslargos años de colonialismo interno.

Existen múltiples dispositivos queun Estado colonizador unitario comoel chileno desarrolla para relegar a na-ciones culturales a su condición colo-nial como la mapuche: desde el ámbitoterritorial con un aparataje jurídico alo largo del S. XX (después de la ra-dicación de comienzos del mismosiglo) que sólo vendría en la mayoríade los casos a profundizar la desestruc-turación política-territorial de los anti-guos espacios mapuche; desde el ám-bito económico con la traumática trans-

formación a campesinos pobres de pormedio, el Estado ha condenado a lasociedad mapuche a una economíaagraria de subsistencia y de empleosprecarios en las urbes; en lo lingüísticoel mapuzugun pasa a tener un caráctermeramente doméstico y con una pér-dida en su ejercicio político mapuche.Son solo algunos de los aspectos queretratan nuestra condición oprimida-colonial y que en las actuales condi-ciones estructurales del Estado-nacióndominante no se proyecta al corto ni

al mediano plazo una visión donde elterritorio, la autonomía y la autodeter-minación sean contenidos vertebralesen la política indigenista del Estado.

Sólo la reflexión, el amplio debatee intercambio de experiencias de re-construcción o descolonización en va-rios ámbitos, entre las expresionesautonomistas mapuche, podrá superarel actual momento de nuestro movi-miento a veces atrapado entre el inte-gracionismo irreflexivo, el fundamen-

talismo cultural, el voluntarismo y elenfrentismo.

Amplio debate necesario y peren-torio para un salto cualitativo comocuantitativo de lo social a la politiza-ción de las definiciones de nuestrodestino como colectivo humano. Espor ello que se torna necesario el gene-rar y multiplicar estos espacios deencuentro, reflexión y debate para visi-bilizar el pensamiento político mapu-che contemporáneo frente a una con-memoración sensible como el Bicente-nario del Estado chileno. Pero másimportante aún, el de alimentar y pro-fundizar aquel pensamiento políticopropio que nos permita mayores gra-dos de conciencia colectiva de pueblo-nación y como herramienta para ex-periencias de descolonización, en defi-nitiva constructos ideológicos mapu-che, vinculados estrechamente a larealidad compleja y diversa de nuestrasociedad.

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etrás de la ampulosa grandilo-cuencia con que las autori-dades, y también gran partede la sociedad chilena actual,

esperan celebrar los 200 años de lahistoria oficial de la República de Chileen el próximo mes de septiembre, seesconde todo un amplio repertorio dememorias individuales y trayectoriascolectivas de amplios sectores socialesno pertenecientes a la élite que desdetiempos coloniales controla las deci-siones en el país. Son de aquel tipo dehistorias que están fuera del calendarioanual de las efemérides escolares, edifi-cadas como argumento patriotero conolor a estatua ecuestre y con las queregular y metódicamente se alimentael imaginario estatal chileno. Una su-cesión de fechas engalanadas de con-memoraciones de batallas perdidas yhéroes militares, que frecuentementefiguran en la memoria colectiva ciuda-dana tan sólo con el recurrente nombrede una calle o plaza pública de cual-quier rincón del país.

Esas memorias, traslapadas del dis-curso oficial chileno, usualmente igno-radas, escasamente conocidas o aludi-das torcidamente, son precisamentelas que ponen en tela de juicio el acon-tecimiento. De entre estas, la quesubvierte no sólo el carácter, sino elsentido mismo del Bicentenario, en suorigen ajeno, es la mapuche. No lo es,no sólo porque en sentido cronológicoel Pueblo mapuche es políticamentechileno desde hace sólo 127 años, sinoporque el comienzo de esa pertenencia,a fines del siglo XIX, se dio luego dela completa y expresiva violencia deuna guerra de ocupación que duró másde 20 años, que entre otras conse-cuencias, es la causa fundante de laactual situación de postración y a lavez de resistencia del pueblo originario.

En efecto, poco o nada tendría queconmemorar el pueblo mapuche deuna fecha a la cual fue convocado alos tirones y en la que a contar de susupuesta incorporación a la chilenidaden el último siglo, la mayor parte deltiempo, o ha tenido que padecer lasconsecuencias de la violencia institu-cional del Estado chileno, sus agentesy otros poderes, o cuando mucho, hapretendido ser convertido en un meroadorno funcional al discurso de la na-cionalidad.

Resulta entonces ser una elocuenteparadoja que en el mismo año delparafernálico bicentenario chileno, selevante desde los rincones de la historiamapuche un hito propio fundamental,

que inaugura nada menos que la últimafase de la historia mapuche, abiertacon la refundación de Villarrica departe del ejército chileno en los pri-meros días de enero de 1883. Nosreferimos a la creación de la primeraorganización étnica contemporánea yjunto con ello, la inauguración del todoel movimiento organizacional poste-rior, incluso hasta nuestros días: laSociedad Caupolicán Defensora de laAraucanía, fundada en Temuko un 3de julio de 1910.

La Sociedad Caupolicán, creadaen un momento histórico particular-mente delicado, pues recién se termi-naba la ocupación militar, se estaba enpleno proceso de radicación y a la vezse estaban produciendo usurpacionesy violencia que marcaron la relaciónfutura entre mapuche y wingka. LaSociedad Caupolicán y las organiza-ciones nacidas después de ella, se plan-tean por la defensa de las escasas tierrasotorgadas en el régimen de los Títulosde Merced, la demanda por educación

hacia el Estado, y la exigencia de res-peto hacia la diferencia, inaugurandoasí el discurso público contemporáneomapuche. A través de los liderazgosy sus prácticas, este tipo de orgánicaestablece una ingeniosa solución decontinuidad entre las jefaturas tradi-cionales de los longko y la nueva con-ducción de mapuche que se muevenhábilmente entre las dos aguas de lanueva situación; educados en el siste-ma formal chileno pero depositariosy transmisores a su vez de los conte-nidos discursivos de sus mayores.

Las reivindicaciones, luchas, logrosy fracasos de las organizaciones étnicasmapuche inauguradas hace 100 años,y que con quiebres y continuidadesmás o menos, duran hasta el día dehoy. Se enmarcan a su vez dentro deun contexto sociocultural caracterizadoen su comienzo por una crisis decabida territorial derivada de la derrotay la reducción. La reivindicación terri-torial; la más importante y trascendentede las demandas mapuche contempo-ráneas, hasta ahora es el eje reivindica-tivo del discurso tanto público comoprivado mapuche. Demandar la restitu-ción territorial entonces, no era sóloevitar que las escasas tierras que que-daron en manos mapuche, una vezconcluida la guerra de ocupación,continuarán siendo enajenadas, sinoque era apelar a un derecho humanocolectivo esencial, nada más ni nadamenos que intentar contrarrestar elproceso de fragmentación social yfamiliar.

Es que quizás la evidencia político-demográfica más evidente que muestrael siglo XX en el caso mapuche, es eldesencadenamiento de las migracionesmasivas desde los sectores rurales ha-cia las ciudades, especialmente Santia-go, ya a contar de las primeras décadasdel siglo XX. La migración inaugurauna nueva etapa en la historia mapuchecontemporánea, la de la fragmentacióndemográfica y en alguna medida tam-bién sociocultural de su población, ala vez que el surgimiento del actorurbano derivado del asentamientotemporal o permanente de una partede la población originaria en las ciu-dades. Como se sabe o se constata enla realidad cotidiana concreta, no existehoy en día una identidad mapuchehomogénea (quizás nunca la hubo),pero a diferencia de los tiempos inde-pendientes, hoy esas identidades, estáncondicionadas por factores externosal grupo.

Por una parte, no cabe duda en estesentido, que son los sectores ruralestradicionales, algo así como el núcleoduro de los pueblos originarios con-temporáneos. Allí es donde, por ejem-

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plo, se mantienen -muchas veces a du-ras penas- ciertos elementos culturalesinsoslayables para alimentar cualquierdemanda de pueblo, como por ejemplo,el más importante de todos: el idiomanacional del grupo. Pero, también noes menos cierto que para los tiemposque corren, marcados para todos, indí-genas y no indígenas, por aceleradosprocesos de cambio sociocultural, esevidente que la estructura demográficainterna indígena se caracteriza hoy poruna amplia y expresiva diversidad. Lapoblación indígena que hoy reside yrecrea la cultura tradicional en las gran-des ciudades - tal cual sucede con elpueblo mapuche residente en el actualterritorio chileno- es hoy quizás laprincipal manifestación de esa desa-fiante diversidad interna, que es almismo tiempo uno de los elementosprincipales que ha permitido la sobre-vivencia del colectivo, pero a la vezplantea una pregunta primordial quetiene que ver con el futuro colectivo:¿Será posible seguir reproduciendo lacultura y sociedad mapuche teniendoen consideración que un importantesector de su población se encuentraresidiendo temporal o definitivamentelejos de su territorio?

Una primera aproximación de res-puesta a tal interrogante nos la da laconstatación de una realidad indesmen-tible: que la sociedad y cultura mapu-che contemporánea, ha sido capaz dedesmentir en los hechos la premisabásica de la anexión forzada de finesdel siglo XIX; esto es que el pueblomapuche rápidamente sería asimiladoy su cultura tradicional desapareceríaabsorbida por la monocultura oficialchilena. Casi 130 años después, la rea-lidad nos demuestra algo tangencial-mente diferente. Un pueblo que existe,que es diverso, que tiene muchos acto-res y discursos en su interior, pero quereivindica sus derechos y demandadignidad, muchas veces contradiciendoy siendo criminalizado por ello, eldiscurso oficial de la chilenidad.

La segunda parte de la respuestarefiere al problema político substancialde todos los pueblos y naciones sinterritorio. Se puede en efecto seguirexistiendo y aun reproduciendo y rein-ventando formas culturales tradicio-nales – con mayor energía y creatividadautónoma incluso que en los sectoresrurales - en un contexto de diáspora,pero mientras el colectivo no se planteeseriamente refundar su base políticaen un territorio política, económica ydemográficamente apto, esas deman-das corren el riesgo de no se ser respon-didas o a lo sumo, ser reconvertidasen un mero producto cultural de tipoetnográfico derivado de la ideologíadel multiculturalismo.

La movilización de las diversasidentidades que coexisten hoy en lasociedad mapuche, sólo puede serviable si esa movilización se hace conun horizonte político, en el cual comoelemento cohesionador central se pon-ga por delante a la memoria colectivacomo soporte transversal de las diver-sidades internas. A nivel individual,

tal eje se puede simbolizar en el recono-cimiento individual y grupal de la perte-nencia de todo individuo mapuche aun respectivo linaje familiar que dasentido y pertenencia (tuwün, küpalme).

Las demandas colectivas actuales,deberían estar arraigadas en la culturamapuche tradicional, de la cual el ele-mento esencial es la dignificación yutilización en todos los ámbitos posi-bles, del idioma propio. En segundolugar, la inserción de estas demandasen la historia colectiva, surcada de mo-mentos que funcionan como hitosdemarcadores y a la vez cohesiona-dores de una lógica transversal de laidentidad, tanto en el terreno de lohistórico, donde aparece el proceso dela radicación de fines del XIX y co-

mienzos del XX y la disolución finalde esa fórmula con la división consa-grada por el decreto 2.568 de 1979.También, en un sentido histórico-ritual,se inserta aquí la conmemoración deceremonias religioso/sociales tradicio-nales como el ngillatun, o, en loseluwün (funeral).

Creemos que la situación de some-timiento y conflicto identitario quesufren hoy muchos mapuche porta-dores de identidades conflictuadasproducto de una fragmentación socio-cultural muchas veces heredada, puederesolverse en un proceso de rearti-culación en que se conjugue lo indivi-dual con lo colectivo, y lo simbólicocon lo real y concreto, todo ello repre- sentado en soluciones políticas inte-

grales y autónomas del grupo. Losprocesos identitarios se explicitan yson viables políticamente, sólo si serepresentan en un espacio social autó-nomo y tolerante.

Los sectores mapuche urbanos omiembros de este sector, en los últimostiempos han sido protagonistas princi-pales del proceso de resurgimiento yactivación de las reivindicacionesmapuche, lo cual importa a nuestrojuicio una explícita metáfora, a la vezque un desafío colectivo no sólo aldiscurso oficial chileno de la nación.Que ese crisol de identidades colectivasmapuche se paren de frente a la farán-dula bicentenaria es hoy un elocuentegesto de dignidad y un ejercicio con-creto de autodeterminación.

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iscutir sobre el Estado, la na-ción y el territorio mapuche,más que una necesidad aca-démica, es una urgencia polí-

tica. Sin duda tales conceptos danvuelta en la mayoría de los lectores,con preguntas, cuestionamientos, críti-cas y adopciones que dependerán delos caminos trazados en cada uno desus imaginarios. Pensarlos hoy tampo-co es casual, Chile se supone que cum-ple 200 años, se elevan gigantes bande-ras tricolores, enormes afiches, mien-tras una treintena de presos políticosmapuche se encuentran en huelga dehambre, recordando que la presenciadel Estado no se esfumó en el aire neo-liberal. En cada empresa privada sepreparan con publicidades para sacarlas mejores ganancias de la festividadnacional, porque Chile parece la diver-sión multicolor y refrescante que bos-queja la Coca-Cola y al mismo tiempouna seriedad neo-portaliana moderni-zada en placas de cobres al últimoestilo postmoderno como el edificioex-centro Cultural Metropolitano, ex-edificio Diego Portales, hoy CentroCultural Gabriela Mistral, porquepareciera que Chile se refunda cada

vez que nace un nuevo EX, pero no,el Chile que nos toca hoy es tan crudoy terrible como el del 1900, ya cono-cerán las palabras de Luis Emilio Reca-barren sobre las celebraciones delCentenario:

“Nosotros, que desde hace tiempoya estamos convencidos que nadatenemos que ver con esta fecha que sellama el aniversario de la indepen-dencia nacional, creemos necesarioindicar al pueblo el verdadero signi-ficado de esta fecha, que en nuestroconcepto sólo tienen razón de conme-morarla los burgueses, porque ellos,sublevados en 1810 contra la coronade España, conquistaron esta patriapara gozarla ellos y para aprovecharsede todas las ventajas que la indepen-dencia les proporcionaba”. (1)

Podríamos acusar a Recabarren deolvidar nombrar al mapuche, al ayma-

ra, al Kawashkar, a las mujeres, a losniños, pero quizás no tendría sentido,era el 1900 y solo el varón blanco go-zaba de las cualidades necesarias paraenfrentar cuestiones tan importantescomo su propio destino. Aunque en elmismo instante que Recabarren con-ducía sus palabras en función del prole-tariado, una Sociedad emergía enfunción a la defensa del mapuche, laSociedad Caupolicán, que nace a partirde los sucesos ocurridos de usurpacióny violencia contra el mapuche. Enefecto, es precisamente esta Sociedadquien organiza la primera gran movili-zación mapuche del siglo XX, enrepudio a la marcación a Juan Paine-mal, en donde se reunieron tres o cua-tro mil mapuche. Aquí habló ManuelMañkelef, quien dijo (según el DiarioLa Época):

“...El Kull Kull de nuestros antepa-sados os anuncia que este importante

movimiento leal i franco en que estáisempeñados, es el eco de esas ideas tanfrancas, tan leales i tan elevadas quereclamaron los abuelos. ¿No es esto,acaso, luchar por los ideales de losantepasados? ¿No es esto seguircumpliendo el programa i el deber im-puesto por esa legión de bravos du-rante 300 años, el defender la honraultrajada? (2)

Asimismo, años antes, mientras enel norte de Chile se asesinaban obrerosen Iquique, se realizaba el Parlamentode Koz Koz. En fin, para el 1900, laemergencia de nuevas y antiguas for-mas de resistencia daba luz en el NguluMapu, en función de detener la reduc-ción territorial, y posible desaparicióncultural. Es aquí donde nos adentramosa las problemáticas histórico-políticas,porque sin duda la revisión del pasadoes pura politicidad en el presente, deeste modo es urgente discutir las cate-gorías utilizadas por el movimientomapuche, en función de una compren-sión del pasado, que tenga por finconstruir proyectos políticos sólidos yperdurables.

Primero el Estado. Más menosexiste el acuerdo de percibir al Estadocomo aquel que tiene el monopolio dela violencia en sus manos. Es legítimo

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–se supone- que éste reprima cuandoasí lo encuentre necesario. Del mismomodo no podemos dejar pasar el hechoque el Estado está conformado pordeterminadas relaciones sociales ehistóricas, así no podemos nombrar alEstado fuera de los sujetos que lomonopolizan, como tampoco de unadeterminada economía que permite lamantención del Estado como fuerzarepresiva legitimada. Según este super-ficial panorama de lo que podríamosentender por Estado, surgen necesariaspreguntas, y aún más urgentes respues-tas. Por un lado, ¿Quién es el culpable,y por ende colonizador, de la conquistadel Wallmapu? ¿Es el Estado o el Capi-tal?, así ¿Qué permite la ocupación?,¿Problemáticas políticas como la parti-cipación mapuche en la guerra de1859, o cuestiones económicas comolas crisis de 1857?, ¿Contra quiéndebe estar dirigida la movilizaciónmapuche?, ¿Contra el Estado?, ¿Contrael Capitalismo? ¿Qué deben señalarnuestras consignas? ¿La lucha es portrasformar el Estado chileno o crearuna sociedad “otra”? ¿Existe algunaposibilidad de aunar fuerzas con otrossujetos?, y en este sentido ¿Cuál seríael fin de la movilización mapuche? ymás complejo aún, ¿Cómo hacer coin-cidir formas tradicionales y nuevas deresistencia y lucha política? Dudas quepretendemos sean respondidas pormedio de la discusión de la polifoníade voces que integra el movimientomapuche contemporáneo.

Por otro lado, el Territorio. Un con-cepto interesante, por la diferenciacióncon el simple concepto de tierra quemaneja occidente capitalista, en tantola entiende relacionada solo con lapropiedad. Ahora bien, el concepto detierra, solo como propiedad, obnubilala real dimensión de la cual estácargado todo espacio, es decir, hastael concepto tierra está cargado deterritorialidad, ya que en sí mismorepresenta una determinada ideología.En otras palabras, cuando se demandael territorio mapuche, se le enfrenta aotra forma de entender ese mismoespacio, a otra forma de territorialidadbasada en su propia legislación. Enton-ces ¿La autonomía territorial es unproceso de construcción o más bien elresultado de un conflicto entre dos for-mas de concebir el espacio?, ¿Se puedeconstruir autonomía territorial en losmárgenes del contexto económiconeoliberal? ¿Se puede desarrollar “lareciprocidad” en una economía comola capitalista? En suma ¿Qué se buscacon la autonomía?

Finalmente, Nación. Todos estaránmás o menos de acuerdo que la nación,es más bien un constructo cultural queuna realidad objetiva, y de este modono existe una sola definición de lacategoría Nación, por lo que es unconcepto vacío que se va dotando designificado según los contextos histó-ricos, esto abre una serie de preguntas,entre ellas quizás una interesante ¿Cuáles la necesidad política de ocupar lacategoría Nación en la movilizaciónmapuche? Pregunta que podría ser

respondida rápidamente en función deestablecer relaciones simétricas con“otra” nación, la chilena o argentina,lo que sería una respuesta suficiente,si la aceptamos como una cuestiónmeramente política. Pero hagámonosparte, sólo para polemizar, de los plan-teamientos de Grínor Rojo en relacióna estos temas, cuando señala quecontemporáneamente existe dos varian-tes críticas a las naciones decimonó-nicas modernas, por un lado, los neoli-berales y globalizadores para los cualesla nación no es sino un lastre para laconfirmación de una identidad capita-

lista globalizadora -al puro estilo “finde la historia” de Fukuyama- y, porotro lado, los postmodernos y postcolo-niales para los cuales la categoríanación se busca ahora para la indepen-dencia de las minorías “marginales”,“subalternas”, “colonizadas”, o comoquiera llamárseles. Ahora bien, sinduda las presentes líneas nada tienenque ver con la crítica de neoliberalesy globalizadores a la Nación moderna,sino más bien guarda sintonía conteorías postcoloniales, o más aúndescoloniales, las cuales reclaman el“derecho a la diferencia”, a lo que

Grinor Rojo señala:

“...lógicamente no puede haber dife-rencia si es que no existe al mismotiempo una totalidad a la que esa dife-rencia pertenece y dentro de la cualella asume la función especificadoraque le corresponde de suyo o la quese le confía instituir. (…) si no existeel espacio de identidad en el que unay otra de las diferencias en cuestiónestén insertas, ellas habrán perdido elcarácter distintivo que pretende tener.Es entonces cuando la comunidad quese ha dejado seducir por esta trampateórica se encapsula, se vuelve haciaadentro, se esencializa, elevando susaspiraciones e intereses privados alrango de materias sagradas y po-niéndolos por encima de todas lasdemás” (3).

Es decir, si la diferencia solo tienerazón de ser mediante una totalidad,¿se puede trasformar la situación actualde colonización mapuche mediante unadesvinculación de otros actores socialespertenecientes a esa totalidad?, lo quenos vuelve a cuestionamiento ya esgri-mido ¿Cuál es el fin de la movilizaciónmapuche? ¿Tierras? ¿Autonomía?¿Trasformar el Estado en plurinacional?¿Se puede lograr estos u otros fines enuna economía como la capitalista? Osi quisiéramos ir más lejos, pero nopor ello menos interesante y problema-tizador para el actual panorama políticoe intelectual, citando a Zizek cuandodice:

“...multiculturalismo se basa en latesis de que vivimos en un universopost-ideológico, en el que habríamossuperado esos viejos conflictos entreizquierda y derecha, que tantos pro-blemas causaron, y en el que las bata-llas más importantes serían aquellasque se libran por conseguir el recono-cimiento de los diversos estilos de vida.Pero, -se pregunta el autor- ¿Y si estemulticulturalismo despolitizado fueseprecisamente la ideología del actualcapitalismo global?” (4).

Palabras que podríamos estar o noestar de acuerdo, pero por eso estamosacá. En fin. La palabra ahora quedaabierta.

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uando hablamos de la recupe-ración de la autonomía nossituamos en el plano de recu-perar el derecho a la libre de-

terminación, teniendo en cuenta quela autonomía es una estructura jurídicoadministrativa que puede cobrar diver-sas formas, pero cuya finalidad esresguardad este derecho. Para los siglosXVII y XVIII la autonomía mapuchese expresaba en el sistema de parla-mentos. Los intelectuales wingka, nomapuche, han reconocido y caracte-rizado al mecanismo que daba cuentao que expresaba la territorialidad ygobernabilidad propia frente a la co-rona española. Así Foerster y Vergaralogran dar cuenta de que existe unproceso de gobernabilidad basada enun sistema de pactos; Boccara y Zavalalogran ver la capacidad de movilizarla cultura en pos de darle un sustentopropio a este mecanismo; León logravislumbrar cómo se configuran las re-laciones de poder a partir del aspectomilitar. Pero todo esto es lo que seconoce como la disposición externa,o sea, un sistema que permite ser reco-nocido por otro.

Desde el mundo mapuche Marimánha logrado profundizar en un modelode gobernabilidad que no está presentedirectamente dentro del parlamento,pero que sustenta el edificio social ypolítico de la sociedad mapuche en elperiodo del reconocimiento de lalibertad de la nación mapuche. Dentrode este esquema encontramos agentes,espacios y estructuras que hacenposible la gobernabilidad mapuchehasta el siglo XX prácticamente y quees anterior a la llegada de los españoles.

Los parlamentos firmados por la Co-rona son más de una veintena. Sonreconocidos, incluso por el propio his-toriador Sergio Villalobos, como unmecanismo regulador en el contactoentre mapuche y españoles en lossiglos XVII y XVIII. Estos acuerdoslograr normar aspectos del contacto,pero al mismo tiempo reconocen laterritorialidad mapuche y su jurispru-dencia. Así también reconocía las auto-ridades de los longko como jefes polí-ticos territoriales, lo cual también dabacuenta de la autonomía política de ca-da lof. Sin duda es el propio Villalobosel que le quita relevancia al sistemade parlamento como una manera denegar la capacidad de autogobiernomapuche, curiosamente lo hace conun libro que está a puertas de la recu-

peración de la democracia, en el cualbusca establecer un imaginario a travésdel manejo de las fuentes de que losparlamentos no eran más que un siste-ma de agasajar a los mapuche y notenían relevancia alguna.

Los parlamentos derivan de dosinstituciones propias mapuche, eltrawün y el koyag. Mientras el primerose concibe como reuniones de los sec-tores parte de los lof; el segundo, esmás especifico y tiene relación con la

capacidad de generar acuerdos a partirdel principio de quien no tiene el mis-mo Az mapu. Ambas institucionestienen por objeto lograr un pensamien-to o rakizuam, entendido este comouna acción de consenso donde se deli-bera y se toman decisiones en base albien común del territorio. Y recalca-mos esto último, ya que lo que está enjuego es el küme felen. Este conceptose acerca a un significado bienestarsocial, espiritual e individual, que in-tenta evitar el kutran, o sea, el dolor,

que se manifiesta en el desequilibrioentre las diversas esferas.

Cabe señalar que la sociedad ma-puche de la época se sostenía sobre labase de una complejidad de redes. Hoycon el sistema de propiedad y la impo-sición administrativa colonial chilena,las redes se han reducido y vuelto másestáticas. Las redes se reconfigurabanal establecerse, por un lado, el derechoa la asignación de tierra (no propiedad);por otro, a través del principio de lasustentabilidad ambiental y social dellof. Esto último operaba con excesosde población que alteraban el equilibrioecológico. Una parte de las familiassalían del lof, lo que no se traducía enque todas las familias que dejaban sulof de origen se dirigían a un mismolugar. Dichos poblamientos teníanprincipios, normas y protocolos. Unode los primeros principios era mantener

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un Az mapu común o similar, ya queesto afectaba directamente el desarrollodel küme felen. Otro criterio era laconstrucción de una historia común.Hay más de estos principios, pero sololos estamos dando a modo de ejemplo.Las redes tenían el sustento del origen,pero también elementos de recluta-miento social, que permitían el sentidode pertenencia. Éste estaba dado poruna identidad cultural que los hacíadiferentes a otros territorios. Es así co-mo se encuentran nombres como laf-kenche, williche, pikunche, por nom-brar algunos y que luego se van sub-dividiendo. Por lo tanto hay una carác-ter federal en los mapuche del sigloXVII, XVIII y XIX.

Bien, los trawün y koyag, que ase-guraban esta toma de acuerdos paradar gobernabilidad a los territoriostiene su proyección para las relacionesinterétnicas a partir de los parlamentos.Pero los parlamentos no son trawün,tienen otras características. De hechoson una instancia política, en la cualno se vislumbra la dimensión de laespiritualidad mapuche, pero si seabren nuevos protocolos, nuevos ritua-les, que van dando significado y refor-zando estos espacios a través de laoralidad. De hecho los capitanes deamigos, soldados que actúan de puenteentre el mundo mapuche y el ejército,al igual que los religiosos, actúan através de la oralidad y la visita constan-te: un sistema de diplomacia. Pero porqué al hablar del bicentenario hemoscomenzado por hablar de los siglosanteriores. La razón es simple: másallá de la hipótesis que sostienen queestos pactos eran los generadores deun orden social, entre ello Foerster,señalamos que la opción mapuche ibapor encontrar un sistema que permitíamantenerse culturalmente como so-ciedad y sustentarla en el tiempo.

La formación del Estado Nacionalbusca romper con esta autonomía. Esasí como los bandos de 1813 y de1819, buscan colocar fin a los pueblosde indios y muestran el interés deanexar el territorio mapuche. Pese allenguaje liberal y civilizatorio comien-za a desarrollarse el lenguaje delcolonialista. Se establece el discursode la barbarización, en dirección hacialos pueblos de indios, para luego cruzarel río Bio Bío. Sin duda, pese a abolirel régimen de los Pueblos de Indios,el Estado no estaba preparado paraejercer soberanía. Se hacía necesariodesmontar el aparataje que había man-tenido la corona española en términosadministrativos, lidiar con las ansiasde poder de los distintos sectores anivel de élite central. Por lo tanto, abrirun enfrentamiento con los mapucheera innecesario. Se realizaron entoncesdos movimientos para dar una nuevabase jurídica: la ley de 1823 y el parla-mento de Tapihue de 1825.

Pero ya había una conciencia deque los chilenos buscaban cruzar elBiobío. La expansión era un hechoentre Valdivia y Osorno. Se abría lallegada a colonos extranjeros y chile-nos. Por otro lado, Arauco recibía la

presión del desplazamiento de hombresricos y pobres que pretenden la tierramapuche. Sin duda, la coyuntura de ladécada del 50 marca las alianzas yevidencia las posiciones para enfrentarla llegada de los chilenos. Por una partehay un sector que se enrola con elregionalismo chileno con miras a man-tener la autonomía territorial mapuchecompleta, por otra un sector que nego-cia posteriormente con la élite nacionalpara mantener una autonomía de espa-cios territoriales dentro de lo que eraWallmapu (entendiendo que se corríauna parte de la frontera y no iba aexistir una ocupación total).

Pero más que entender el aspectobélico, queremos colocar el énfasis enlas transformaciones de las relacionespolíticas. El libro de Jorge Pavez sobrecartas mapuche, que son en el fondoparte de las cartas de la élite dirigentemapuche, longkos principalmente, nosrevelan que la producción es mayor afinales del XIX, argumentando razonesjurídicas para que los gobiernos atien-dan a las demandas mapuche. La cartasurge como medio para relacionarse

con el aparato estatal. Ya no son losacuerdos con los militares lo que ase-gura un compromiso. Es así como sebusca en la figura del presidente, elejecutivo, generar los nuevos pactos.Pero ello también expresa sus limita-ciones en el tiempo y con ello se esta-blece el sistema de correspondenciapara tratar los mismos asuntos presi-dente tras presidente y gobierno trasgobierno, lo que genera un vicio, unadiscontinuidad en el tratamiento de lasdemandas y reivindicaciones mapuche.

Con la creación de Angol en 1862se abre nuevos escenarios políticos.Los juzgados comienzan a ser una nue-va forma de ejercer territorialidad y deencontrar un sistema donde dirimirsentencias. Los nuevos sujetos que cru-zan el Bio Bío no buscan integrase ala sociedad mapuche, sólo les importaobtener tierras. Las comunidades sonarrinconadas y aparece la noción depropiedad a través de un título. Frentea estas transformaciones los longkotratan de negociar con el nuevo hombrefuerte: el presidente. Así comienzanlos viajes a Santiago, pero este hombre

fuerte no es tan fuerte, el Estado lolimita.

Esta fórmula de viajes es desahucia-da ya con Kozkoz (1907) y se buscacrear un nuevo sistema que permitaenglobar al Estado. Para ello hay queencontrar una nueva forma ya dentrode un esquema colonial. La observaciónacerca de cómo se constituye el poderlocal permite entender que las eleccio-nes eran un mecanismo que podíapermitir el reclutamiento político mapu-che, pero llevaba a un distanciamientode lo cultural. Es así como los trawünson ocupados, pero desprovistos de sudinámica ancestral: es el paso del tra-wün a la asamblea.

Si bien los contenidos de los parla-mentos estaban relacionados con laterritorialidad y gobernabilidad, en lafase de la visita al presidente eran lacorrección de los abusos. Con el surgi-miento del movimiento son la pérdiday recuperación de tierra, justicia frentea la violencia y los abusos. Las eleccio-nes abren la posibilidad de interveniren el marco legal, es así que la Sociedad

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Caupolicán se enfoca en las campañasde corregidores y diputados. Pero estenuevo escenario también está marcadopor la alianza que se pueden desarrollarcon grupos de la sociedad civil chilena.Esto nos revela una nueva cara delcolonialismo: la condicionalidad conque es dado ese apoyo, es decir, elmovimiento mapuche tiene un margendelimitado de movilización en cuantoa las relaciones interétnicas, pero am-plio a nivel intraétnico. Le permitegenerar nuevas formas discursivas parael reclutamiento social, comienzan agenerar un programa mucho másamplio a las territorialidades a la queestaban sujetos los parlamentos, peroesto también evidenció falencias ypeligros: la utilización de los electoresmapuche, la crecientes expectativassobre la gestión, porque si bien la élitepudo entender el proceso, las comu-nidades quedaron desfasadas, puesellas operaban todavía con la lógicade los newenche o hombres fuertes(que eran resolutivos y contribuíancon su riqueza y solidaridad al me-joramiento de la calidad de vida).

Pese a que en la primera mitad delsiglo XX las organizaciones mapuchelogran obtener logros importantes entérminos eleccionarios (entre ellos di-putados, un senador, un ministro, pornombrar algunos), también se puedever en la multiplicidad de organiza-ciones que nacen, sus diferencias ideo-lógicas. Estas primeras organizaciones,de carácter mutual, pues es la ley queles permite constituirse, comienzan aconstruir su identidad en base a laexclusión. La Sociedad Caupolicán yla Federación Araucana, así comootras, buscan establecer su diferenciaa partir de sus alianzas con religioneso partidos, pero en el planteamientode fondo no hay tanta distancia. Esposterior a los 50’ cuando se vuelveirreconciliable la visión ideológica. Seva fundando una intransigencia. Sibien hasta 1970 todavía existía posi-bilidad de que mapuche de diversascorrientes pudieran estar en una mismamesa de negociación, ya en esta épocacomenzaban a darse los primeros en-frentamientos entre hermanos de raza.La dictadura agudizó esta lógica.

Pero los mapuche de izquierdas,que logran aglutinarse en un único ygran referente como Ad Mapu, tambiénvivían una serie de contradicciones decarácter partidistas. De hecho el secta-rismo se maneja con un bajo perfil,pero estas afloran cuando surgen laposibilidad de articular los partidospolíticos ya a un nivel público. Sinduda el aspecto cultural comienza aser problematizado, las experienciasinternacionales comienzan a tenerimpacto, aunque no era la primera vez,pero ahora abre la posibilidad a plan-tear un discurso que ya no pasaba porcrear nichos dentro del Estado. Estediscurso, que comienza a enunciarsetímidamente, es acompañado por otrastransformaciones sociales, como lafigura pública del mapuche urbano,donde ya no es sólo la cultura sino esla reivindicación de derechos colecti-

vos los que se convierten en el eje dela discusión.

La década de los 90’ está caracte-rizada por el rápido agotamiento delmodelo de institucionalidad indígena.Ello abre la puerta a visiones más críti-cas acerca el Estado y se concreta laurgencia de la recuperación de la auto-nomía como una base para el ejerciciode la libredeterminación. El surgi-miento de las identidades territorialescomo expresión política nos permitedar cuenta de la realidad heterogéneaque se tiene como pueblo, pero tam-bién nos abre los desafíos de los espa-cios locales como objetivos políticosa alcanzar. Es así como elección aelección, principalmente municipales,comienzan a proyectarse los candidatosmapuche. Agregar que las organiza-ciones actuales se enfocan a diversosaspectos que van desde los derechoscolectivos como pueblo al trabajo en

propuestas sectoriales, lo que hoy sepercibe como una fortaleza, donde hayun trabajo mancomunado entre dirigen-tes y profesionales, así como de perso-nas que se van especializando en cier-tas temáticas, en las cuales los aportesson cada vez más puntuales, peropermitiendo avanzar de manera máscertera y utilizando nuevos instru-mentos. Al mismo tiempo, podemosestablecer que se van formando nuevastradiciones, como son la consulta alderecho internacional, pero también elejercicio de revisar la cultura y porúltimo, la sistematización de conoci-miento, que nos dice que tan pertinente,certera y proyectable es una propuesta.

Los vicios siguen siendo ciertossectarismos, tanto desde el culturalismoen la cual se busca proyectar una cultu-ra mapuche fosilizada; la sobreideolo-gización de ciertos grupos que difun-den una “verdad”; la falta de análisis

crítico al desempeño del movimiento;el entregar demasiada cuotas de poderal Estado como único mecanismo reso-lutivo; la falta de capacidad en proce-sos de negociación, por nombrar algu-nos. Tampoco hemos discutido acercadel tipo de autonomía que requerimos,menos la discusión sobre la ciudadaníamapuche; tampoco existen propuestaseconómicas para hacer sustentable unaautonomía.

El movimiento mapuche se encuen-tra en un proceso de maduración depropuestas, pero carece de estrategiaspara masificar y reclutar a sus propioscompatriotas de manera efectiva. Sinduda este es el desafío inmediato, launificación nacional mapuche en tornoa un proyecto de sociedad y a un marcode movilización que permita respetarnuestras diversidades, pero atendiendoa los puntos que todavía no hemos lo-grado definir.

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hile, Santiago para ser másexactos, será sorprendido a-hora en septiembre, por unespectáculo de luces que pro-

mete dejar atónitos a sus habitantes.El palacio de gobierno estará iluminadopor seis días, de manera majestuosa,en un espectáculo denominado “Puraenergía, puro Chile”. Este evento ymuchos otros se inscriben en las activi-dades de celebración del bicentenariodel país. Sin embargo, más allá deestas acciones circenses o deleitables,según la perspectiva de cada uno, hayun Chile del que vale hablar en tér-minos de presente y futuro en estacoyuntura.

El Chile del presente

El tipo de “sociedad” que Chileexpresa hoy al cumplir sus casi 200años de existencia , es una extremada-mente injusta y sesgada. Y esto que seafirma en las líneas anteriores, no esuna cuestión de puntos de vista, sinode evidencia empírica. En cifras, cuatrofamilias controlan más del 12% delproducto interno bruto del país (Esco-bar, 2010). Y la encuesta Casen recien-temente develada, ha mostrado que lapobreza continúa siendo un mal cró-nico de Chile. Esto es, las políticassociales dirigidas a “erradicarla” comose ha prometido y se promete en cada

discurso de campaña, no la han resuel-to sino maquillado. A manera de ejem-plo, del análisis de los datos Casen sedesprende que entre el 2006 y 2009,la pobreza en Chile se incrementódesde el 13,7 al 15,1 por ciento, loque en términos de seres humanossignifica alrededor de 350.000 pobresmás. Los pobres en Chile serían dosy medio millones, de los cuales másde 600 mil se encontrarían en situaciónde extrema pobreza, siendo uno desectores más afectados las poblacionesindígenas. La IX región, un área dealta concentración mapuche en el país,luce el triste record de estar a la cabezade las zonas más pobres de Chile, conun 27,1 por ciento de víctimas (Wal-den, 2010).

Pero si estos datos económicossuenan preocupantes, lo es más unproblema asociado a ella, como lo esla distribución de la riqueza. Al cabo,pobres siempre han existido en Chile,solo que la diferencia entre los sectoresricos e infortunados de la “sociedad”,hoy es una de las más repugnantes ygrotescas que se recuerde en la historia

del país. A manera de ejemplo, elingreso mensual del 10 por ciento delsegmento más rico del país (sin com-parar directamente los extremosrepresentados por los Luksics, Angeli-nis, Mattes o Piñeras y otros que lessiguen los pasos), es del orden de losdos millones de pesos; mientras queel diez por ciento del segmento máspobre es cercano a 170 mil pesos(Walden, 2010). Esto es, el salariomensual de esos pobres representaapenas el 8,5% del salario del segmen-to más rico, y por supuesto no lespermite solucionar sus necesidadesprimordiales, viviendo de subsidiosestatales que nunca llegan a cambiarsu vida estructuralmente.

Y en el mismo sentido, lo que pasacon la realidad educativa, una de lasactividades más promovidas en térmi-nos de salir de la pobreza, no es menosalentador. Recientemente nos vamosesterando de que alrededor de la mitad(más/menos) de todos los directivosde empresas en el país, provienen decuatro comunas del barrio alto de San-tiago, y dentro de ellas de un número

de colegios que no pasa los dos dígitoshabiendo más de 10 mil a lo largo delpaís. Esa gente estudia en las mismasuniversidad y luego se contratan aellos mismos (Waissbluth, 2010). Enese sistema de casta social, “…tú pue-des tener un cabro brillante, que contodos los esfuerzos del mundo logróque le fuera bien en una educaciónpésima... Pero si ese cabro tiene me-chas de clavo y apellido mapuche nole va a ir muy bien en el mundo labo-ral” (Waissbluth, citado en Ahumada:Elitismo, 2010). Ello explica, segura-mente, porque no hay ministros,generales, jueces, parlamentarios,intendentes, obispos o rectores deuniversidades mapuche.

Pero los números son siempre dis-cutibles o manipulables y las medicio-nes dependen de muchos factores. Así,hay quienes creen que los datos estándistorsionados y la realidad es máscruda aún, y los pobres podrían llegaral treinta por ciento o, en números, acuatro o cinco millones de personas(Larraín, 2007). Por lo pronto, un de-bate parece haberse abierto en las elites(no digo “sociedad”), entre quienessostienen el actual gobierno, sector alque le conviene sacar partido de losdatos, pasándole la cuenta a los ante-riores gobernantes (y lavándose lasmanos respecto de los cambios estruc-turales producidos en el país durantela dictadura, y que forman el marcoinstitucional que ha permitido el desa-rrollo del Chile injusto del presente);y aquellos que usufructuaron del poder

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por veinte años y no mostraron volun-tad y determinación para cambiar lascosas. Estos últimos se ven hoy sepul-tados como alternativa de gobierno,sobre la base de estas y otras estadís-ticas, que ponen en evidencia su fracasopara resolver este flagelo, como prome-tieron en tantas campañas (“La alegríaya viene”).

El Chile de hoy, con grandes carre-teras licitadas y arquitectura monu-mental en los barrios ricos de Santiago,semeja un ídolo con pies de barro, másque un país del primer mundo, comoalucinan las elites que lo gobiernan yfinalmente lo tienen languidecido. ElChile descrito en las líneas anteriores,es un caldo de cultivo para la violencia.La violencia estatal en primer ordenque permite mantener el sistema injus-to, induciendo el temor en los domi-nados sobre la base de la represióndesmedida de cualquier demostraciónde descontento (ver la queja del rectorde Universidad de Chile, por estos días,respeto del tema). Y la violencia contes-taría de los dominados, que no ven pordonde romper ese sistema para mejorarsu suerte, al cabo de sentarse a mesasy más mesas de estudio/diálogo queno tienen resultados prácticos conclu-yentes, a no ser dilatar sus problemashacia una nueva administración, quecomenzará todo de nuevo y desde cero.

Los mapuches del presente

La cuestión nacional mapuche sedesenvuelve en el contexto de la situa-ción estatonacional descrita, de maneraque no tienen mucho sentido repetircifras que indiquen algo que se des-prende de la misma encuesta Casen, y

de tantos trabajos de cientistas socialeschilenos y mapuches en las últimasdécadas. Esto es, que los mapuches, ylos indígenas en general (especialmentecampesinos), son los pobres entre lospobres. Quizá lo único que cobre senti-do repetir es que la pobreza mapuchees una creación directa de la interven-ción del Estado en la vida de los mapu-

ches. Una consecuencia directa de laderrota militar de los mapuche, de laexpoliación del territorio de los mapu-che (base material para cualquier desa-rrollo futuro), y de su incorporaciónpolítica en calidad de individuos y node una comunidad étnica con derechoscolectivos (como el derecho al territorioy a decidir como comunidad sobreasuntos atinentes a ellos en tanto colec-tividad étnica diferenciada). Hay otroaspecto de la vida de los mapuchesque tiene más sentido tratar en estacoyuntura, con directa incidencia enla situación de postración en que seencuentran. Esto es, hablar de las cosasque los mapuche por sí mismos hacenmal, de manera que contribuyen a supropia dominación al restarle potenciaa sus movilizaciones y poder de nego-ciación para cambiar su suerte. En esadirección, aún cuando los problemasque manifiesta el segmento campesinode la “sociedad” mapuche son amplia-mente reconocidos (una pobreza inso-portable), a la hora de movilizarse porsus reivindicaciones, los que lo hacenson unas minorías ínfimas.

Las demostraciones de fuerza socialmapuche de los últimos años, sino dé-cada, y particularmente las del presente,incluidas las que se realizan en estemismo instante a favor de los presospolíticos mapuche (hayan sido promo-

vidas por organización A, B o C), dancuenta de números que cuando másabultados alcanzan al centenar de per-sonas en promedio (particularmente enla IX región). Muchas veces unporcentaje altísimo de esa masa partici-pando en tales demostraciones, corres-ponde a chilenos solidarios con la causay no a personas mapuche estrictamente

perando las diferencias que puedanexistir entre ellas. El mundo etnogre-mial mapuche es un mundo atomizadodesde su origen a comienzos del sigloXX, pero ello no debería ser impedi-mento para buscar la acción conjuntade unos y otros, en términos de sumarfuerzas y hacer más poderosa su capa-cidad de negociación. Sin embargo, larealidad indica que cada organizaciónconducida por liderazgos cortos devista políticamente hablando, intentaimponerse hegemónicamente a lasdemás y llevar adelante sus proyectosmesiánicos, sobre la base exclusiva desu fuerza propia casi siempre escuálida(y cuando no esos líderes usan esasorganizaciones como trampolín parasus propios intereses personales, comoha ocurrido con tantos líderes retóricoscooptados por el Estado u otros orga-nismos). Se producen entonces batallasquijotescas, más simbólicas que efec-tivas, como aquellas que confrontanhondas del neolítico contra armas dela era tecnológica, y que hasta ahorano han conseguido cambiar la suertedel “pueblo mapuche” que reivindican,a menos que encuentren en la sociedadestatonacional sectores permeables aser sensibilizados, lo que deja en manosde esos sectores chilenos la iniciativay no en las propias.

En el derrotero anterior numerosasorganizaciones terminaron desgastán-dose hasta quedar reducidas a mínimasexpresiones. Es cierto que hay diferen-cias entre las organizaciones mapuchescon pretensiones de representaciónnacional de los mapuches, basta versus publicaciones para darse cuenta.Una primera división se vislumbraentre aquellos que han asumido eldiscurso de la autodeterminación(desde la década de los noventa alpresente) y aquellos que terminaroncooptados por los gobiernos de laConcertación (acomodados a la resolu-ción “ordenada” o burocrática de susproblemas, y reducidos a mínimas ex-presiones organizacionales). Tambiénlas hay entre quienes se identificancomo autonomistas o autodeterministasen sus aspiraciones y discursos. Ahíhay sectores planteando proyectos mo-dernos en términos de institucionalidadsemiestatal y democrática, y otros plan-teando la vuelta atrás, a lo “verda-deramente mapuche”, bajo la añoranzade que lo realmente importante paraser mapuche es: “defecar en pozo ne-gro, lavarse en un arroyo,… [dormir]con pulgas”, etc. (Vergara, 2008). Entreestos extremos hay un arco de ideasautonomistas.

No obstante, las diferencias, parti-cularmente entre estos últimos expo-nentes, deben haber puntos en que secoincide y en que políticamente ha-blando se hace necesario sino es unimperativo actual el coincidir. Estemal, la tendencia a actuar fragmentada-mente, debe ser encarado por lasorganizaciones mapuche -particular-mente aquellas autonomistas- y corre-gido, si realmente se toman en seriosus reivindicaciones étnicas o etno-nacionalistas, pues es la única formade poder confrontar el poder del Estado

hablando (por lo común universitarios,anarcos, izquierda antisistema, etc.).Y qué decir del hecho de que de losmanifestantes mapuches un porcentajeno despreciable corresponde a mapu-ches urbanos, solidarizando con la cau-sa de los campesinos.

Uno entre otros hechos que podríaayudar a explicar tanta precariedadmovilizadora, es la tremenda incapaci-dad que muestran las organizacionesetno gremiales y ahora también políti-cas, en el sentido de lograr acuerdosmínimos de movilización conjunta, su-

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y negociar de buena forma sus proyec-tos. Los etnicistas mapuche (aquellosque hablan de “verdaderos mapuches”)y con mayor razón los declarado nacio-nalistas mapuche deben entender queel etnicismo o el (etno)-nacionalismoes ante todo un fenómeno de masas, yque para obtener sus objetivos polí-ticos es necesario no solo masificar enellas el discurso (cuestión en que seha ido avanzando lentamente en losúltimos 20 años), sino también poneren acción a las masas. Y poner en ac-ción a las masas significa su presenciaen la calle así como en las urnas cuandocorresponda, transformando el dispersovoto mapuche del presente, en un votoétnico duro asociado a los objetivospolíticos que la coyuntura determine.

Corolario: El Chile queprobablemente viene

Es difícil creer que pueda haberuna “sociedad” estatonacional dondeexisten el tipo de diferencias señalascon anterioridad (primer subtítulo deeste escrito). Una “sociedad” por de-finición implica el sentimiento de suscomponentes de sentirse parte de untodo, llámese Estado, Estado-(nación)o Estado nacional. Pero cuando unsegmento del Estado se apropia conapetito insaciable de todo cuanto pue-de, y mantiene a otros segmentossometidos la miseria y al hambre, osea a la exclusión de los beneficiosque significa vivir en sociedad (de locontrario no tiene sentido vivir ensociedad), difícilmente estamos en lapresencia de una sociedad o de unproyecto social inclusivo y de masas(en realidad parece que estamos enuna vuelta a la época de los señoresfeudales o también caciques).Laideología del individualismo tras esasconductas no propicia necesariamentela idea de la gran familia estatonacionalchilena, de manera que el proyecto deconvivir-construir una “sociedad” –másencima democrática, se pudieseagregar- se transforma más bien enuna forma de dominación de unos hacialos otros.

La “sociedad” democrática chilenaen que se expresan todas estas desi-gualdades, no puede sino mantenerseal costo de la violencia y represiónEstatal, como bien ocurre con los ma-puche y otros sectores sociales, que asu vez producto de ello solo puedenacumular resentimiento y desconfianzacontra sus sometedores. Ese contextoes la precondición para más conflictoy por mucho rato. En el bicentenariodel Estado de Chile, por más parafer-nalia que se utilice para dar la impre-sión de “unidad nacional” de la pobla-ción chilena, ese objetivo no pasará elnivel de las buenas intensiones, pueshay una deuda pendiente de inclusiónde todos en una sociedad estatona-cional que no existe y de la cual sentir-se orgullosamente parte.

Por último, si bien es difícil –o almenos cuestionable- hablar de “socie-dad” estatonacional chilena en las

condiciones en que se desarrolla lavida en el Estado chileno, no lo esmenos cuando hacemos referencia alos mapuches. La construcción de lanación como algunos aspiran por estostiempos dentro de esa comunidadnacionalitaria, conlleva la idea de darel salto a transformarse en “sociedadcerrada” a la vez (una sociedad deintereses y acción comunes). Esta metano parece cercana, según se desarrollanlos eventos, como lo evidencia a disper-sión enorme del mundo etnogremialmapuche, y su escasa influencia en lasconductas políticas de la mayoria delos individuos mapuches, que a la horade manifestarse políticamente (al me-nos a nivel de la política electoral),parecen actuar como individualidadesantes que siguiendo una conducta de

minoría cerrada. En otras palabras, adiferencia de los afroamericanos enEE.UU. que votaron 95% por Obama(voto claramente étnico, que reflejauna sociedad étnica cerrada política-mente), los mapuche política y social-mente hablando tienden a la dispersión.Los hábitos políticos de sus elites nocontribuyen a erradicar este mal. Ojaláno pase otro centenar de años sin queesto sea corregido.

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l igual que para la mayoríadel pueblo chileno pobre yexplotado, para el pueblo ma-puche, en las comunidades

del Wallmapu fue ciertamente desco-nocida la significancia de este Bicente-nario de Chile. Debido a esto es quenuestra auto-educación en un primermomento fue fundamental. Debíamospartir por descubrir ¿Qué es un bicen-tenario? Al calor de esta discusión ysus implicancias no fue difícil recordarlos tiempos en que fuimos coloniza-dos en nuestro territorio; recordarjunto a nuestros kuifikeche la historiade despojos y dolor; rememorar comofuimos perdiendo a través de los añosnuestra historia y olvidando la cultura.

Este conflicto, arraigado desde lacolonia, agudizado durante la forma-ción de la República; este conflictoque hoy se torna inmanejable para elEstado de Chile, nos huele a historiaya escuchada: violencia y resistencia.Recordar junto a nuestros abuelos quealgún día fuimos reconocidos como la

nación que somos, y como luego per-dimos todo ello con la llegada del nue-vo invasor, aquel que se sintió dueñode este territorio al ganar la guerracontra la corona Española, aquel queen sus ansias de poder para sí mismobusco someter a todo aquel que lesirviese en ese momento transforman-do a nuestra gente en un numero másde muertos para sus tropas. En estadiscusión entendimos por qué no tene-mos nada que celebrar. Entendimosque no podemos festejar el engaño denuestra gente en una guerra intermi-nable que trasciende estos doscientosaños de la República de Chile, unaguerra por nuestra libertad, arrebatadacon distintas artimañas, con distintosgobiernos, pero defendiendo los mis-mos intereses económicos, para loscuales nosotros somos como pueblouna gran piedra de tope.

Durante años, como pueblo hemossufrido el maltrato físico y cultural porla reivindicación de un territorio usur-pado de las más burdas maneras. Usur-pación que hoy pretende - productode ventas posteriores y sucesiones enel marco de sus leyes (chilenas), peroilegítimas sabemos en nuestra propiahistoria manchada de sangre libertaria- justificarse a toda costa. El sufrimientode nuestras familias al ver el territorioocupado por la fuerza, la pobreza enla nos sumió su falta, nos hizo escondernuestra lengua y nuestra cultura. Nohace más de veinte años que nuestragente comenzó a revivir la lengua quetantos años estuvo encerrada entrecuatro paredes junto al fogón de laruka, comenzó a recuperar fuerzas yrenacer de la mano de tantos guerrerosdispuestos a dar su vida por la libertady la recuperación del territorio ances-

tral. Nuestros hermanos que siemprevivieron refugiados en reduccionesindígenas, relegados a los más altoscerros, con tierras erosionadas y pobrespara el cultivo, comenzaron a plante-arrse nuevamente que era posible recu-perar todo aquello que un día tuvimospara volver a ser mapuche.

La historia de nuestro pueblo y surelación con el Estado de Chile nosdemuestra que el quebrantamiento deldiálogo ha sido siempre una constantey que la aplicación de la violencia essu forma de resolver y de acallar nues-tras demandas. Los maltratos vividospor nuestra gente a lo largo de estaguerra que aún perdura a pesar de tantosaños, no se olvidan. Las quemas deruka, la violaciones a nuestras muje-res, el asesinatos de niños, se repitenen los relatos que provienen de cual-quier parte del Meli Wixan Mapu, reali-dades que hoy se multiplican cuandohasta nuestros muertos son profanados,sus cementerios inundados por lasaguas, y todo con el consentimientosde leyes y legisladores.

En la actualidad la historia no distamucho de lo ocurrido con nuestros an-

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tepasados: guerreros asesinados porlas balas de carabineros, disparadospor la espalda y sin provocación. Conlamento, rabia y dolor vemos comocada año se han incrementado los jóve-nes mártires de esta lucha. Cada ciertotiempo nos enteramos a través de nues-tros propios medios que niños mapucheson secuestrados, golpeados, baleados.Nos enteramos de allanamientos enhogares mapuche y la destrucción detodo lo que encuentran a su paso. Ade-más está la aplicación drástica de lasleyes hacia nuestros hermanos, sinposibilidad de defensa ante tantafalsedad; la persecución de todo aquelque se niegue a olvidar su historia; ytodos los recursos materiales y econó-micos desplegados para lograr la encar-celación de la lucha de nuestra nación,a través de testigos pagados, decla-raciones forzadas obtenidas mediantetortura.

Hoy en nuestro territorio vemoscon incertidumbre como los militaresson desplegados en todos sus rincones,con la careta de ayuda humanitaria,pero con la solapada tarea de mantenera las comunidades mapuche neutra-lizadas. Los disparos nocturnos, losvoladores de luces, las vigilanciasconstantes, seguimientos, interven-ciones telefónicas, no son más queotramuestra de que en la historia nadaha cambiado. Podemos mencionar tan-

tos ejemplos de vulneraciones de dere-chos humanos que como mapuchehemos vivido. Es nuestra tarea seguiradelante denunciando todo aquello,enrostrándole al enemigo que cada vezseremos más y que las próximas gene-raciones están llamadas a continuar.Debemos entonces como mapuche, encada lugar del territorio, entender quetodos tenemos una tarea por realizar.Desde la comunidad reivindicar todoslos territorios usurpados, dejando delado intereses personales y llevandouna visión de liberación de pueblo,más allá de toda diferencia.

Como mapuche este Bicentenariorepresenta la opresión. Desde su crea-ción, la celebración de una Repúblicaque no ayudamos a formar y nuncaconsentimos, que no nos representa,en la que no creemos y menos recono-cemos como nuestra. Tenemos claridaden que somos parte de una nación, quesigue oprimida, pero no derrotada, queda día a día una nueva batalla. La vio-lencia instalada en Wallmapu difícil-mente será desplazada puesto que larecuperación de nuestro historia y terri-torio implica el despojo de los egoís-mos, el renacimiento de nuestra MadreTierra de la mano de la liberación desus hijos. Seguir adelante es nuestratarea con la convicción que todo lovivido tendrá la gran recompensa dever nuestro territorio libre.

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o que conocemos hoy comomovimiento mapuche no es re-ciente; en 2010 a cumplido 100años. El momento lo marca la

fundación de la Sociedad CaupolicanDefensora de la Araucanía en 1910.Comenzar a resaltar este hito es unbuen desafío para la memoria de luchadel movimiento mapuche y la cons-trucción de una historia nacional ma-puche. En su conmemoración tenemosuna buena oportunidad para movilizarnuestra memoria colectiva y nuestroorgullo como nación. En parte es ciertoque la Sociedad Caupolican aparecióen el contexto de la celebración delCentenario de la independencia deChile, pero su trayectoria no es la deuna simple organización apelando alo “chileno” sino reafirmándose siem-pre como mapuche. Ya son cien años,tres o cuatro generaciones de lucha.Este 2010 en vez de Bicentenario tene-mos Centenario.

La Sociedad Caupolican Defensorade la Araucanía, fue fundada el 03 dejulio de 1910. Es cierto que previo aesta fecha y acontecimiento ya habíanexistido otras experiencias más locales,como la creación de sociedades de a-poyo mutuo o inclusive el Parlamentode Kozkoz (1907), que buscaban ar-ticular la defensa de la tierra mapuchey denunciar los robos y crimines quelos colonos y latifundistas cometían,muchas veces en concomitancia conla policía y la propia justicia. Sin em-bargo, la Sociedad Caupolican fue laprimera gran organización que adquirióun perfil sociopolítico y tenia aspira-ciones de representación global (“De-fensora de la Araucanía”). Podemosdecir que se inauguró una etapa nuevaen la historia mapuche.

Ese 3 de julio de 1910, participaronen la fundación de la Sociedad Cau-polican, Manuel Nekulmañ, su primerpresidente, y también primer profesornormalista mapuche, que ya en 1881había fundado una escuela en el reciénfundado fuerte de Temuko; ManuelMañkelef, Felipe Reyes, Vicente Ko-llio, Juan Katrilew, Basilio García,Onofre Kolima, y Ramón Lienan. Talvez la fecha no es casualidad, en 1910se celebraba el centenario de la inde-pendencia chilena, muchos de losmiembros que llegaron a la fundaciónde la sociedad, habían experimentadouna fuerte integración social personal,muchos de ellos se desempeñaban co-mo profesores en las escuelas y liceosde la región. Por ello tampoco deberíaextrañar que la sociedad se hicierarepresentar en las fiestas patrias chi-

chilenas, por los menos en sus inicios.Sin embargo, la Sociedad Caupolican,como otras organizaciones que surgi-rían posteriormente, mostraron tam-bién clara posturas de reafirmaciónétnica, en un contexto de discrimina-ción racismo y violencia.

Elementos centrales que conteníala trayectoria de la Sociedad Caupo-lican fueron entre otros: la defensafrente a los atropellos, denunciandolos hechos de usurpación y violenciaque se vivía en los campos contra delmapuche. Por ello en 1913 organizóen Imperial un acto de repudio a loshechos que terminaron con la brutalmarcación a fuego del peñi JuanManuel Painemal. También se desta-caba su férreo vínculo con las comu-nidades y sus necesidades. Por elloera activa organizadora de importantesParlamentos y se hacia representar en

toda manifestación social mapuche,como por ejemplo los funerales deimportantes longko. Por último, estuvosu nexo con las actividades políticasy el vínculo con sectores wingka ilus-trados asociados a instituciones educa-cionales.

En lo propiamente reivindicativoy político, la Sociedad Caupolican seabocó a elevar demandas al Estadoen favor de la radicación mapuche,para aquellas familias y personas queno habían sido radicadas hasta el mo-mento. También en un primer momen-to se había mostrado favorable a lasubdivisión de las tierras, tema extre-madamente controversial en las orga-nizaciones mapuche de la época. Perouna de las cuestiones mas definidasfue el no pago de las contribuciones.También la Sociedad Caupolican in-cursionó tempranamente en la obten-

ción de representación política parla-mentaria. Ya en 1914 el nombre deFrancisco Payllamañ fue sugerido porla organización para ir a la contiendaelectoral. Posteriormente en 1926 Ma-nuel Mañkelef sale electo diputado,aunque en rigor lo hizo en represen-tación del Partido Liberal Demo-crático. Aun así parte importante desu apoyo lo capitalizó a partir de laSociedad Caupolican de la cual habíasido presidente (1916).

Lo que debió ser una importantealianza entre Mañkelef y la SociedadCaupolican, en realidad, se transformoen una abierta confrontación de posi-ciones. En 1925 asume la presidenciade la organización el profesor ArturoWenchullan Medel y como Vicepresi-dente José Kayupi. A ellos les tocódirigir la organización en un periodode fuerte disputas públicas, específi-camente con Mañkelef. Al asumirMañkelef como diputado en 1926,patrocinó una nueva legislación indí-gena, entre cuyo articulado se encon-traba la polémica división de las tierras.A estas alturas la Sociedad Caupolicanya había ido madurando su oposicióna tal medida. Lo cual se iba haciendomás férrea en la medida que la So-ciedad Caupolican logra establecer elComité Ejecutivo de la Araucanía, ins-

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tancia de convergencia con la Fede-ración Araucana de Manuel AburtoPanguilef, principal opositor a la leyde Mañkelef.

Por otra parte, la misma SociedadCaupolican experimentó la oposiciónde otros sectores mapuche, como laUnión Araucana, dirigida por AntonioChihuailaf, ligada a la Iglesia y en es-pecífico al Obispo de la AraucaníaGuido Beck de Ramberga. Esta organi-zación criticaba el estilo beligeranteque poco a poco había ido adquiriendola Sociedad Caupolican, fustigando aWenchullan de “comunista”, por suscríticas al gobierno y a la oligarquía.Pese a las divergencias entre las organi-zaciones de igual forma de daban im-portantes puntos de encuentros comofue la participación de algunos miem-bros de la Sociedad Caupolican en elVII Congreso de la Federación Arauca-na de Manuel Aburto Panguilef, instan-cias donde constituyeron parte de variascomisiones de trabajo.

En 1929 la presidencia de la Socie-dad Caupolican la asume Esteban Ro-mero, quedando como secretario Ve-nancio Koñuepan. En 1930 la Sociedadlogra una importante convergencia conotras organizaciones mapuche, pormedio de la Declaración de Unificaciónde las Organizaciones Mapuche la cualtambién suscribirían Manuel AburtoPanguilef e inclusive Antonio Chihuai-laf y Manuel Mañkelef. En 1931 laorganización daría un giro interesante.Un joven de 25 años asumiría su pre-sidencia. Se trataba de Venancio Ko-ñuepan, quien junto a José Kayupi yAbelino Ovando darían un nuevo perfila la Sociedad. Provenientes los tres delas actividades comerciales: Koñuepanera empleado de la firma Ford, mientrasAbelino Ovando y José Kayupi, teníanen sociedad una gran tienda comercialen la ciudad de Temuko. De este modolos nuevos dirigentes estaban asociadosal comercio mientras que los primeroslo estuvieron a la educación formal.

En 1931 la organización comenzó aesbozar su nuevo estilo, abogando porlo que hoy llamaríamos autogestión.Proponiendo la creación de escue-lasy principalmente la Caja de CréditoIndígena. La cual comenzó a funcionaren 1936. En julio de 1932 en su XXIIaniversario, invita a estudiantes secun-darios y universitarios, con el objetode dar a la juventud la posibilidad decontacto con su pueblo y puedan asu-mir las responsabilidades históricasque le corresponderían en el futuro.Era una forma concreta en que la So-ciedad Caupolican hacia participes asectores sociales mapuche que hastaese momento no habían tenido espacioni voz.

En 1932 la organización en cohe-rencia con sus planteamientos de desa-rrollar una política propia, levanta lacandidatura independiente de José Ka-yupi, trazando una opción de políticaautónoma de los partidos políticos. Esmás, en el mismo 1932 había adoptadola decisión de formar el Partido Únicode la Araucanía: el Partido Mapuche,sin que se tenga antecedentes clarosaun sobre su falta de concreción. En1937 Se levantan las candidaturas inde-pendientes de Koñuepan, Kayupi yFloriano Antilef, ninguno triunfa aun-que juntos obtienen la no despreciablecifra para la época de 500 sufragios.

En 1938 se generó un nuevo hito,la unión de las mayores organizacionesmapuche del periodo: La FederaciónAraucana y la Sociedad Caupolican,dando origen a la Corporación Arauca-na, la mayor organización mapuchecontemporánea, la cual logra una hege-monía importante hasta mediados delos cincuenta, periodo en que comienzasu declive. Son casi 20 años de impor-tante ejercicio de poder mapuche y quemerecen un tratamiento aparte, aunquesus raíces siempre serán encontradasen la Sociedad Caupolican, fundadoradel movimiento mapuche contempo-ráneo.

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uenas noches amigos, ami-gas. Se me ha invitado aquía Montreal a compartir conustedes, en mi calidad de pe-

riodista y director de Azkintuwe, algu-nas reflexiones referidas a la luchaMapuche actual. Sepan que hay temaspendientes con nuestro pueblo en elChile Bicentenario y que sobrepasanla coyuntura que vivimos reciente-mente con la huelga de hambre en pri-siones. Entrando en materia, podemoshablar de ciclos de movilizaciones quese dan en el País Mapuche. Y ciclosque no son casuales, que obedecen adeterminadas coyunturas, tales comoel proceso de Reforma Agraria en losaños 70’, la lucha contra la dictaduramilitar en los 80’, el Quinto Centenarioen los albores de los 90’ o el desbor-damiento de la institucionalidad indige-nista del Estado a fines de la mismadécada.

Pero no se puede entender la luchaMapuche actual, la propia huelga dehambre, la persecución política queexiste, la negación de nuestros dere-chos nacionales, sin hacer un breverepaso de la historia. Ahora, por suertepara ustedes que me escuchan hoy, notenemos que volver atrás hasta el sigloXV y partir hablando de CristóbalColón, Hernán Cortez o Francisco Pi-zarro. En este sentido, para los Mapu-che nuestras referencias históricas, losantecedentes del actual conflicto terri-torial y político que nos afecta, sonmucho más recientes que para los her-manos del pueblo Aymara, Quechuao Maya, por citar tres ejemplos de na-ciones originarias al azar. Podría seña-lar que como Mapuche tenemos con-flictos latentes de mucha menor data.Tuvimos obviamente también nuestrosproblemas con los colonizadores euro-peos, pero en ese proceso de conquistay resistencia que duró varios siglos nose si fuimos los Mapuche quienes nosllevamos al final del día la peor parte.Quiero contarles una anécdota. En un

Foro en Madrid, España, sobre asuntosindígenas en América Latina, le pedísolemnes disculpas a los españolespresentes en el auditorium. Les dije:“Yo aquí, como Mapuche, les pidodisculpas porque lo mejor que teníanustedes, lo mejor de vuestra juventudde aquella época, fue a morir a nuestroterritorio. Y fueron a morir en unaguerra imperial que probablemente nobuscaron ellos ni mucho menos nues-tros ancestros. Nuestro territorio fueel cementerio español en el continentey por ello, acepten mis disculpas, quesiempre engrandecen a quien las da yennoblecen a quien las acepta”. El si-lencio y las caras de sorpresa fuerontotales entre los españoles asistentesen aquel Foro. Y también entre algunosde mis compañeros conferencistas deotros pueblos originarios del continenteque estaban allí presentes, que a ratosparecían no entender mucho de quéestaba hablando este Mapuche“pro-español”.

Pues bien, está anécdota madrileñame permite graficar y sobre todo aho-rrarme ante ustedes al menos dos otres siglos de recuento histórico. Y esque efectivamente, la actual situacióncolonial que vivimos como pueblo notiene relación directa con la coronaEspañola. Dejemos por tanto a Cortez,a Pizarro y a Valdivia descansar enpaz. Agregar solamente que con la Co-rona española los Mapuche tuvimosuna guerra y que producto de ella ysus avatares, por lo general favorablesa nuestros ancestros, se firmaron conla Corona diversos tratados donde elRey reconoció la independencia denuestro territorio, estableciéndose unafrontera respetada por casi tres siglos.Y cuando señalo la firma de tratados,

me refiero a Tratados con mayúsculas,acuerdos solemnes que nada tienenque envidiar a tratados modernos fir-mados entre Estados, con cláusulasque hablaban de extradición, arancelescomerciales, nombramiento de embaja-dores, colaboración mutua en caso deagresión exterior, etc. Siempre se seña-la que Estados Unidos de Norteaméricafue el primer Estado post colonialindependiente del continente. Bueno,podríamos decir sin falsa modestia quedos siglos antes que los estadouniden-ses vencieran a los ingleses, nuestros

ancestros ya habían hecho morder elpolvo de la derrota a la principal poten-cia imperial de su tiempo; España.Traigo este dato a colación, a ratosdesconocidos por muchos, para afirmara continuación que el origen del actualconflicto poco tiene que ver con laCorona Española y si mucho con losEstados de Chile y Argentina. Muypoco que ver con los españoles y simucho con los chilenos y argentinos,es decir, con los criollos, con ambasrepúblicas sudamericanas que se libe-ran del yugo español en la primeramitad del siglo XIX. Un dato que lesdirá mucho: Nosotros perdimos nuestraindependencia, el control soberanosobre nuestro país, después que Boliviaperdió el mar ante Chile. Así es, laGuerra del Pacífico fue en 1879 y laguerra abierta de ocupación del Wall-mapu, el territorio histórico mapuche,tuvo lugar entre 1880 y 1886. Entoncesimagínense; si la demanda marítima

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boliviana es tan fuerte aún en la pobla-ción del país altiplánico, ¿cómo seráentonces en nosotros los Mapuchenuestra demanda nacional, la añoranzade un país propio, de un territorio libre,el recuerdo de un país rico, de una so-ciedad desarrollada a su modo y quepor obra y gracia de una guerra expan-sionista y colonial, nos termina convir-tiendo en extranjeros en nuestro propiosuelo, en parias en nuestra propia tie-rra? ¿Cómo se sentirían ustedes? ¿Có-mo se imaginan que me siento yo alrespecto?

Hace poco, a propósito de la huelgade hambre, Sebastian Piñera señalóque había heredado el “problema Ma-puche”, entre comillas porque así lollamó, del gobierno de Michelle Bache-let. Y déjenme decirle que Piñera tienerazón, aunque solo en parte. Es ciertoque heredó los presos políticos en huel-ga de la administración anterior, proba-

blemente también gran parte del desas-tre interno que existe en la institucio-nalidad indígena chilena, la CONADI,entre otros legados no muy santos dela Concertación. Pero señalar que elconflicto Estado chileno / Pueblo Ma-puche fue heredado de la administra-ción Bachelet es cuando menos faltara la verdad. Siendo estrictos, Piñeralo heredó de Bachelet, pero tambiénde un Lagos, de un Frei, de un Aylwin,de un Pinochet, de un Allende y asípara atrás hasta llegar a un tal BernardoO’Higgins. Y si somos rigurosos conlos acontecimientos históricos, lo here-dó sobre todo de un tal Aníbal Pinto,mandatario que tras el triunfo chilenoen los campos de batalla del norte sali-trero, dio la orden al Ejército de avan-zar hacia el sur e invadir a sangre yfuego el Wallmapu, el país de nuestrosbisabuelos.

Noten ustedes lo flagrante del des-

pojo. Se le llamó “reducción” a la esca-sa tierra que se le entregó a los Mapu-che sobrevivientes de la guerra. Algonos queda claro; en aquella época lasautoridades no perdían el tiempo bus-cando eufemismos. Sepan ustedes quehace muy poco fue cambiada dichadenominación. La Ley Indígena deAylwin, del año 93’, cambio el nombrelegal de “reducción” al de “comuni-dad”. Hoy todo el mundo habla de “co-munidad” Mapuche. En lo personal yporque creo que la descolonizacióntambién parte por el lenguaje, estoy enuna campaña bastante políticamenteincorrecta al respecto, algo que siempredebiera ser bienvenido y sobre todo enun comunicador, pero que no parecieragustar mucho a quienes se refugian enlo “tradicional”. Lo digo con todas susletras; las llamadas “comunidades” noson estrictamente hablando comuni-dades. O al menos no lo fueron en suorigen. Son “reducciones” y si vamos

un poquito más lejos y miramos fría-mente lo acontecido, son verdaderos“campos de refugiados” donde elEstado encerró a nuestra gente comose encierra ganado en un corral. En-tonces a ratos reivindicamos una“comunidad” que de comunidad tieneen su origen bastante poco. Comotodo campo de refugiado, dicha “co-munidad” por lo general estuvo, y enmuchos lugares sigue estando, cruza-da por un sinfín de fenómenos socia-les internos no muy agradables decontar. La “comunidad Mapuche”.Ese es un mito que a mí me gusta de-rribar, porque muchos lo relacionancon otra idea muy difundida, aquellade la “comunidad perdida”, aquelespacio donde los Mapuche corríanlibres por los campos recolectandofrutas y viviendo en armonía absolutacon la naturaleza. Permítanme la li-cencia, pero eso es poesía, a lo másun rebuscado guión de película deHollywood. Créanme que no más queeso.

Déjenme aclarar ante ustedes estepunto controversial. Lo que en verdadteníamos antes de ser invadidos, redu-cidos y colonizados por el Estado,eran espacios territoriales extensísi-mos, tales como el Lof, por ejemplo,que bastante poco tienen que ver conlas actuales “comunidades”. O bienlos Ayllarewes o Butalmapus, queeran federaciones de diversos Lof,identificados a su vez con diferentesidentidades territoriales, Pewenche,Nagche, Lafkenche, Wenteche, lasque en conjunto conformaban estaunidad geopolítica llamada Wallmapu,nuestro País. ¿O en verdad creen uste-des a Sergio Villalobos, quien aseguraque los Mapuche éramos poco menosque bandadas de salvajes persiguiendoguanacos?

A ratos me pongo a sospechar: alidealizar tanto la comunidad, aquelretazo de tierra que no supera las 300hectáreas promedio, “Jardín del EdénMapuche” para antropólogos, ecolo-gistas y tradicionalistas de últimahora, ¿no buscará alguien acaso quenos olvidemos que fuimos un País yque si tuvimos nuestra propia estructu-ra geopolítica y social? Es otra buenapregunta. Por suerte, son debates queganan posiciones en el movimientoMapuche. Cada día son más las orga-nizaciones, los dirigentes y los histo-riadores Mapuche que se atreven acuestionar lo que nos han dicho quesomos y recuperan para nuestra luchaconceptos propios, más acordes conlo que fuimos. Y saber lo que en ver-dad fuimos en el pasado es un pasogigantesco para proyectarnos comopueblo, como nación, hacia el futuro.

Dados los antecedentes que les heentregado, pueden deducir que el con-flicto actual no tiene 500 años comopodría pensar cualquier observadorexterno despistado. A lo más, 130años y, en el caso de nuestro puebloen Chile, está de cumpleaños inclusomuy pronto, el próximo 4 de noviem-bre, fecha en que se conmemora elúltimo alzamiento Mapuche aconte-

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de aquellos años; de que el País Mapu-che es hermoso, ¡vaya que lo es!. Talvez donde discrepamos es en un peque-ño detalle; se les olvidó mencionar, enel folleto turístico aquel, que tan bellay fértil tierra tenía dueño. Y que dichosdueños habían sido expulsados de ellade manera violenta. Y peor aun, que amuchos de ellos –y sus descendientes-

los tendrían de vecinos en las “reduc-ciones”. En este punto, si yo fuera RenéUrban, el dueño del Fundo Alaska enErcilla o bien Jorge Luchsinger, exdueño del Fundo Santa Margarita enVilcún, más que molestarme en enta-blar querellas contra los comunerosMapuche que reclaman “mis tierras”,demandaría al Estado chileno porpublicidad engañosa. ¡Absolutamen-te!... y no solo por eso. También porinvolucrarme sin saber - supongamosen este punto que los abuelos de Urbany Luchsinger no sabían nada- de mane-ra involuntaria en la comisión de un

Urban, uno se pregunta, “¿Y estafamilia cuando llegó acá?”. Y son ellosmismos quienes te responden; “Vivi-mos acá desde que mi abuelo arribodesde Europa”. Es decir, hace tres gene-raciones. Y escudriñando en sus histo-rias familiares, nos encontramos conque los abuelos de los Urban o losLuchsinger, arribaron a Chile a media-

dos del 1900, en barco directamenteal puerto de Talcahuano y traídos porla Agencia de Colonización del Estado.Y así sucedió con alemanes, belgas,en menor medida con ciudadanos in-gleses, etc. Los diarios de la épocaincluso hablaban de la “nueva Califor-nia del Sur”, la tierra de las oportu-nidades en el cono sur del continente.Tierras fértiles, bellísimas montañas,selvas milenarias, verdaderos eslóganespublicitarios que –dicho sea de paso-no estaban en absoluto alejados de larealidad. Y es que en algo coincidimoscon los promotores de la colonización

cido en Temuco en 1881, batalla quesignificó nuestra derrota militar defi-nitiva frente al Ejercito chileno coman-dado por el General Gregorio Urrutia,“héroe” también de la Guerra del Pací-fico en el norte. Sepan que el actualproceso de lucha por la tierra que mu-chas “comunidades” o “reducciones”protagonizan y de la cual los presos

políticos son parte integrante, es conse-cuencia directa de dicha derrota militaracontecida en Temuco. Es consecuen-cia directa de la derrota de nuestrosbisabuelos en Temuco. Se señala quede 10 millones de hectáreas que tenía-mos los Mapuche hasta antes de laguerra, bajo control soberano, el Estadochileno redujo esa cifra a no más de500 mil hectáreas. Más del 95% delterritorio Mapuche pasó a manos delEstado, que luego traspasó a colonoschilenos y extranjeros. Hoy los turistasrecorren la región Mapuche y dicen;“voy a Capitán Pastene a comer comidaitaliana”, o bien, “daré una vuelta porVictoria a comer donde los suizos”. Yjamás se preguntan de dónde, cuándoy en qué condiciones llegaron estoscolonos italianos y suizos a la región.Bueno, sepan ustedes que llegaron unavez acabada la guerra chilena contralos Mapuche, a comienzos del 1900,cuando el Estado, con presupuestosaprobados por el Congreso, creó Agen-cias de Colonización, captó familiasen Europa y luego les concedió genero-sas extensiones de territorio, de maneragratuita, rematando lo sobrante denuestro País al mejor postor entre co-merciantes y especuladores.

Cuando uno visita la zona de Temu-cuicui y conoce los fundos que tienenallí inmigrantes suizos como la familia

delito: “reducidores de especies”, quees como se llama en Chile a quien ad-quiere de otro un artículo o bien robado.Hasta podríamos concluir que el fenó-meno de los “lanzas chilenos” pasean-do por Europa no es para nada reciente.¿Qué eran sino los funcionarios de laAgencia de Colonización que recluta-ban colonos en Europa por aquellosaños? Buena pregunta.

De lo que les he contado se despren-de un dato clave para contextualizar elactual escenario de conflicto; la Agen-cia de Colonización no era cualquierinstitución, era una entidad del Estado,financiada con dineros del erario nacio-nal, el mismo presupuesto que antesfinanció, a través de una ley debatidaen el honorable hemiciclo del Congre-so, la campaña del Ejército chilenosobre nuestro territorio. Campaña que–para cerrar el círculo- el poder judicialse encargó de legalizar, al otorgarvalidez jurídica al despojo territorial yel consiguiente saqueo económico.Vaya, vaya sorpresa.

Recapitulemos. Primero estableci-mos que el responsable del actual con-flicto no fue Cristóbal Colón, el pobrenavegante genovés convengamos queni siquiera conoció el continente, pasógran parte de su vida en unas pequeñasislas del Caribe y murió, para másremate, pensando que estuvo siempreen las Indias. Luego establecimos quePizarro, Almagro, Valdivia y tres siglosde gobernadores hispanos de la“Capitanía Jeneral” de Chile tampocotuvieron mayor responsabilidad, porel contrario, muchos de ellos –los queno murieron al sur del Bio Bio, nueva-mente disculpas ciudadanos de Madrid- intentaron cuanto pudieron por respetarlos tratados firmados por la Corona,ratificándolos una y otra vez en sendosParlamentos. Para finalmente establecerque fueron los criollos chilenos (y ar-gentinos allende los Andes) quienes,a fines del siglo XIX desataron unaguerra de anexión colonial que no soloterminó con casi cuatro siglos de inde-pendencia; también con un proceso deconformación estatal no tradicionalhacia el cual los Mapuche, en tantonación lingüística y cultural, estabanavanzando a pasos agigantados haciala segunda mitad del siglo XIX.

¿Fue el arrebato afiebrado de undictador de turno chileno el que desatóla sangrienta guerra de ocupación delWallmapu? En absoluto. Fue la deci-sión de un presidente democrático, quecontó con amplio respaldo de las elitesdirigenciales del país (políticas, ecle-siásticas, militares, sobre todo comer-ciales, basta chequear las editorialesde El Mercurio de la época), financiadacon fondos del presupuesto nacional,los que a su vez fueron debidamenteautorizados por el Congreso chilenotras democrático debate parlamentario.Se trató, en definitiva, de un “esfuerzopaís”, de un “asunto de Estado”. Queno nos venga hoy a decir Piñera, comoantes lo dijo Bachelet, Lagos, Frei yen menor medida Aylwin, que el “con-flicto” es un “asunto entre particulares”y que corresponde a los tribunales re-

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solverlo. Peor aun, que corresponde alos fiscales del Ministerio Público abor-darlo, como si se tratara de un meroasunto de orden público, de delin-cuencia, de seguridad ciudadana. Ocomo, desde el otro enfoque predomi-nante, insiste hoy la ministra Ena VonBaer; un tema de “pobreza” posible deresolver con asistencialismo neo-liberal. ¿Qué es, sino asistencialismo,el famoso y multimillonario PlanAraucanía publicitado por la actualadministración?

Hay algo que debo decir, aunqueno sea tampoco políticamente correcto.Estos dos enfoques han primado a lolargo y ancho de la historia contem-poránea de Chile. Ni los gobiernos delos liberales, los radicales, los conserva-dores, la Falange, ni siquiera el go-bierno de la izquierda revolucionariade los años 70’, vio a los Mapuchecomo un pueblo, como una nación. El“Compañero Presidente”, SalvadorAllende, tampoco vio a los Mapuche,vio en nosotros a simples campesinospobres. Y no me vengan con aquellode que “en aquel tiempo no existía eltema indígena” o no se había teorizadorespecto de los pueblos bajo opresióndentro del propio “socialismo real”.Recordemos que por aquel entoncesel mal llamado “problema de las nacio-nalidades” ya habia sido profusamenteabordado por numerosos intelectualesmarxistas, no pocos de ellos de manerabastante crítica respeto de las políticashomogeneizantes del comunismo so-vietico.

En Chile, Alejandro Lipschutz,antropólogo leton y asesor de Allendeen asuntos étnicos, sospechaba que enel caso Mapuche la UP estaba come-tiendo un error. Hay un escrito del año72, que saqué a la luz en un recienteartículo publicado en The Clinic enChile, donde Lipschutz propone al Pre-sidente Allende que se implemente un“territorio indígena autónomo” y queeste territorio establezca una relaciónfederada con el Estado Chileno. Imagí-nense la visión de Lipschutz, un inte-lectual que la izquierda chilena debereivindicar y sobre todo estudiar. Tengogran respeto por el proceso de la Uni-dad Popular, más aun con el legadodel Presidente Allende y quiero pensarque no tuvo el tiempo suficiente comopara darse cuenta de la magnitud delproblema. Quiero creer que no tuvo eltiempo suficiente, que el Golpe Militarle impidió abordar un camino que suprincipal asesor en la materia le propo-nía transitar. Quiero pensar que la dicta-dura le impidió dar ese paso, que esuna tarea pendiente incluso hoy en díaen programas políticos de izquierda enChile. Lo que quiero resaltar en estepunto es que la ceguera frente al carác-ter nacional de la demanda Mapucheha cruzado en Chile todas las adminis-traciones de gobierno, de izquierda aderecha. No nos vengan con que laculpa fue de Pinochet y su dictadura.Hasta donde sabemos, Pinochet, al noreconocer la existencia del puebloMapuche en la Constitución de 1982,solo repitió lo que todas las anteriores

Cartas Magna habían establecido sinpudor alguno; que en Chile viven chile-nos y se acabó la discusión. “Una na-ción única e indivisible”, para ser másprecisos. Aunque nos duela, Pinochetno fue más ciego al respecto que todoslos anteriores mandatarios. Triste reali-dad que, como sociedad, debiera con-vocar a los chilenos a una reflexiónautocrítica tremenda.

Una lucha de todos

El conflicto Estado chileno / PuebloMapuche no será posible de resolversolo por nosotros, es un tema que debeser abordado por la sociedad Mapuchey la chilena en su conjunto. Debemosser capaces de avanzar juntos hacia unnuevo Pacto Social, hacia una nuevarelación entre ambos pueblos, entreambas naciones. ¿Es posible que doso más naciones convivan en un mismomarco estatal? ¡Absolutamente! Nume-rosos Estados a nivel mundial hanavanzado en fórmulas democráticaspara canalizar las reivindicacionesnacionales de pueblos sometidos bajoun yugo colonial. Canadá, sin ir máslejos, reconoce a Quebec su carácterde Nación, así como reconoce, no sincontradicciones, el carácter de “Prime-ras Naciones” a los pueblos originariosque habitan dentro de sus fronteras.Nueva Zelanda respecto del puebloMaori, Dinamarca respecto de Groen-landia y el pueblo Inuit, Noruega res-pecto del pueblo Sami, España respectode Catalunya y los ejemplos se multi-plican por el planeta.

De tanto en tanto, El Mercurio nosacusa escandalizado a los Mapuche dequerer formar “un Estado dentro deotro Estado”, como si aquello fueraimposible. Lo repito y subrayo; mu-chos Estados modernos y democráticoshan tratado de abordar las problemá-ticas interétnicas a través de regímenesespeciales de gobierno o administra-ciones especiales para determinadosterritorios. Sepan ustedes que esto, quebien puede ser un Estatuto de Autono-mía o el avance hacia cierto tipo defederalismo en Chile, es lo que heescuchado como periodista de la bocaseria de nuestros dirigentes. Cómoavanzar hacia un modelo de EstadoPlurinacional, donde los derechos, laslenguas, los colores, los sueños, lossabores, de ustedes y nosotros esténdebidamente garantizados. Juntos enla diferencia, juntos en la diversidad,créanme que tengo la sospecha que taltipo de estructura estatal engrandeceríaincluso a Chile como Estado. Más aun,robustecería su propia democracia.

A ratos se nos dice; “Por qué uste-des reclaman el derecho a ser unanación si eso es algo occidental, lo deustedes son las comunidades, vivir sinestructuras estatales, eso es ser indí-gena, eso es ser Mapuche”. Y yo res-pondo que pocos pueblos en la historiahan dado más lecciones de modernidadpolítica que nosotros los Mapuche.Nuestros ancestros se adaptaron a lastácticas militares españolas para ha-cerles frente en el campo de batalla;luego se adaptaron a las formas institu-cionales y protocolares de la corona a

objeto de garantizar la paz en lossucesivos Parlamentos; luego incluso,tras la derrota militar, nuestros abuelossupieron adaptarse a las nuevas condi-ciones que impuso el colonialismochileno, llegando numerosos líderesMapuche a representarnos en el Con-greso en la primera mitad del sigloXX, a la par que lentamente transfor-maban aquel campo de refugiadollamado “reducción” en un bastión deresistencia política y cultural. Todo loanterior no nos habla de un pueblo tra-dicionalista o conservador a la hora dehacer política, por el contrario, nos ha-bla de pueblo en constante reinvención,en constante adaptación a las condi-ciones históricas que le ha tocado en-frentar. Si nuestros ancestros lo hicie-ron y prevalecieron, si nuestros abueloslo hicieron y prevalecieron, ¿por quéno podríamos nosotros seguir su ejem-plo? Yo reclamo para los Mapuche quepodamos acceder a una modernidadpolítica de tipo estatal, tal como elpueblo Inuit en Groenlandia o los Cata-lanes en España. ¿O acaso estamoscondenados para siempre a ser consi-derados pueblos de segunda o terceracategoría, sin derecho a una moder-nidad política que nos garantice unaproyección más allá del reconocimien-to folclórico de nuestros bailes, vesti-mentas y comidas?

Para ello urge refundar el Estadochileno, que nos convoquemos todosy nos preguntemos; ¿seremos capacesde construir juntos un futuro en esteterritorio? Por mi parte, sepan que es-toy dispuesto incluso a conceder legiti-midad al colono chileno o extranjeroque vive hoy en la región por ustedesllamada “Araucanía” y por nosotrosWallmapu. ¿Será posible buscar unmecanismo para que el reconocimientode nuestros derechos nacionales noviolente los de terceros? ¿No es acasoaquello lo que precisamente el Estadochileno hizo con nosotros? Urge sentarlas bases políticas, jurídicas e institu-cionales de una nueva relación entreel Estado y el Pueblo Mapuche. Es loque nuestras organizaciones y sus diri-gentes, responsablemente, le han veni-do planteando a los diferentes gobier-nos en un diálogo, hasta hoy, de sordos.Y ello pasa por cambios estructuralesen el modelo de Estado y en el modelode desarrollo económico vigente en elpaís. También por profundos cambiosculturales, tarea ineludible.

Mapuche y chilenos habitamos porcircunstancias históricas un mismosuelo. Somos pueblos hermanos, lla-mados a resolver por vías democráticasun conflicto generado en otro tiempopor la fuerza de la armas y motivadosobretodo por la codicia de unos pocos.En este esfuerzo, que es cotidiano,vital será generar nuevas instancias dediálogo, de convivencia intercultural.He aquí el único objetivo de mi inter-vención ante ustedes en Montreal; ten-der un puente de diálogo, dar, entretanta desinformación y prejuicios ron-dando en el ambiente, una oportunidada la palabra.

¡Muchas gracias!

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uisiera hablar en esta oca-sión sobre el Bicentenario,que es uno de los motivosde este Coloquio, pero me

gustaría abordarlo desde diferentestópicos. Primero, dar una breve pasadasobre el significado del Bicentenariochileno-argentino para la sociedadmapuche y más específicamente paranuestro movimiento. Segundo, inten-taré hacer referencia a la relación histó-rica entre nuestro pueblo y la figurade los Estados, pero desde un enfoquecolonial, vinculado a los procesos mi-gratorios. Tercero, trataré de exponermi punto de vista sobre nuestras rela-ciones internas como movimiento ma-puche y algunos desafíos que se nospresentan en esta hora.

El Bicentenario es una fecha com-plicada. Para los mapuche, un pocoajenos a las celebraciones de este país,siempre excluidos, ya se ha puesto unafrase en el tapete: no tenemos festejoal que asistir. Pero para la sociedadchilena también es algo complejo. Losdoscientos años de independenciaconstituyen un buen montaje publici-tario, fuegos artificiales para discursoselitistas que han intentando construiruna identidad nacional unívoca, bajocierto ethos mestizo, católico, hacendal,

del Chile central. Muy vigente continúaen la actualidad el pensamiento deVillalobos, de Krebs, de Góngora. Qui-zás otros –más críticos- han queridoplantear algunas cosas sobre nuevasformas de convivir y mirarse a sí mis-mos, pero la reflexión no genera uncontrapunto poderoso que cuestione oquizás derribe el chauvinismo, el nacio-nalismo acérrimo de ciertos sectoreschilenos, etc. El Bicentenario operacomo una máquina, tanto que inclusonosotros nos vemos en una especie deobligación por decir algo como mapu-che que contradiga las líneas tradicio-nales de la historia chilena. En ese sen-tido, tomamos el guante, pero dándolenuestro propio giro.

La fecha nos da pie para hablar dela relación histórica con el Estado.Quizás hacer un poco de memoria, talvez analizar estos largos años no que-dándonos en las coyunturas, sino lo-grando abarcar procesos. Comparto laposición del peñi Sergio Caniuqueode zafarse de hacer historia mapuche

pensando sólo en el poder del Estado.Sin embargo, pienso que la fecha esprecisamente una invitación a larevisión, al balance de ese vínculocon el Estado, empero posicionandouna interpretación distinta. No digopropia, porque de algún modo irérecogiendo los aportes de varios peñiy lamgen que han dado cuerpo a unareflexión del movimiento mapuchesobre la relación con el opresor.

Tomando esto último, quisierarecoger una de las palabras del colo-quio para introducir esta conversacióno nütram: colonialismo. ¿Nos encon-tramos hoy –como sociedad mapuche-en una situación colonial? Esa es lagran pregunta. Una pregunta incómo-da para muchos, sobretodo en el mun-do académico chileno y para qué deciren su clase política. ¿Qué ha pasadodesde el traspaso del poder de la éliteespañola a la élite criolla chilena deO’Higgins Freire, Pérez, Portales, etc?Creo que las reflexiones de varios in-telectuales y dirigentes mapuche apun-

tan a señalar que efectivamente esta-mos viviendo una situación colonial.Yo también comparto esa perspectiva.

La formación y desarrollo de losEstado chileno y argentino terminapor romper los acuerdos logrados -con mucha sangre y mucha derrotapor supuesto- con los españoles. Y loshitos colonialistas de ese quiebre sinduda son la “Pacificación de Arau-canía” y la “Conquista del Desierto”,cuyos fines políticos y económicoshan sido muy analizados. A fines delsiglo XIX culmina el proceso de inva-sión, de anexión, de incorporación for-zosa del territorio mapuche a las nue-vas repúblicas. Esa es nuestra lectura.No es la lectura de un pacto, de unanegociación. Y creo que no es laocasión de hablar en demasía sobrecómo nos pesan hasta hoy las múltiplesconsecuencias de ese período, sin em-bargo, sí creo necesario puntualizaralgunas cosas: Hay un antes y despuésde la ocupación del Wallmapu. Perderla soberanía; perder el poder político;perder el poder económico; sometersea nuevos regímenes de propiedad;aceptar a los colonos con miles dehectáreas de tierras; adecuarse al nuevoescenario; sobrevivir a él cómo comu-nidad histórica, no son cuestiones quepodamos pasar por alto. ¡Evidentemen-te no creemos en el mucho mosto,mucha música y poca pólvora, aquellaes la perspectiva del colonizador! En

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ese sentido, podemos decir que lleva-mos cerca de 130 años de ocupacióncomo sostenía hace un tiempo HernánCuriñir en una entrevista. Entonces130 años de colonialismo del EstadoChileno y Argentino. Colonialismoque luego pasó por diversas etapas ytransformaciones, por ideas de elimina-ción, por el racismo carnicero, por laconstrucción de estereotipos como elflojo, el borracho y ahora el quemabosques. Colonialismo que devino enasimilación, integración, indigenismoy ahora último en multiculturalismo,la corriente de moda en estos tiempos.

Por eso tal vez no nos suena elBicentenario, no celebramos ningunaindependencia, ningún acuerdo, ningu-na batalla. No fuimos parte de esosprocesos. Nuestro vínculo jurídicoforzoso con el Estado comienza post-ocupación y es de corta data si pensa-mos en nuestra milenaria historia.Tampoco nos suena porque nuncahemos sido invitados a construir unpaís distinto, o mejor dicho, hemosquedamos literalmente fuera de lamesa. La misma razón por la que noscuesta compararnos con los movimien-tos indígenas de otras latitudes y Esta-dos que han desarrollado otro tipo dereflexiones en torno a los Bicente-narios.

Además el inicio del colonialismochileno-argentino marca otro proceso,sobre el cual quisiera profundizar enesta oportunidad. En esto recojo todoslos trabajos que han hecho José Ancán,Margarita Calfío, Pedro Marimán yotros tantos peñi y lamgen que handeslizado sus pluma y sus ideas sobreeste asunto. Es sabido que la Ocupa-ción del Wallmapu conllevó a la instau-ración del sistema de reduccional, queterminó de instalarse a fines de losaños 20 con la Comisión Radicadora.Los nuevo títulos correspondían a unamínima parte de lo que fuera el Wall-mapu. Hubo que acomodarse, apro-piarse de la reducción y luchar paraque los espacios no siguieran disminu-yendo. Pero las familias crecían y lastierras se mantenían, hasta que en mu-chas partes la cuestión se hizo total-mente insostenible. La válvula de esca-pe: la migración.

La migración ha sido un movimien-to constante desde comienzos dels.XX, coincidente con la escasez ypauperización de los restos del territo-rio mapuche. Migración campo-ciudadcaracterizada por la búsqueda de nue-vos horizontes laborales, por escapara la pobreza, por darle solución al co-lapso, etc. Y lo que quizás en algúnmomento fue un proyecto de estadíatemporal hoy se ha convertido enresidencia permanente. Los destinosfueron diversos, pero a lo largo de lahistoria, el destino predominante hasido Santiago. Y si bien podemos cues-tionar los censos, por las imprecisionesque han arrojado entre 1992 y 2002,tenemos hoy cerca del 30% de nuestrapoblación en la capital del Estadochileno. No es menor, es un altoporcentaje, que ha derivado en que noseamos tampoco mayoría poblacional

en ninguna de las regiones del Wallma-pu. Y no se trata sólo de los viejitosque llegaron, porque ya nuestros mayo-res se instalaron, tuvieron familias yahora tenemos 3 o 4 generaciones deresidentes mapuche en la ciudad deSantiago.

Se ha conformado lo que podemosdenominar como diáspora. Me explico,es un concepto que ya varios peñi ylamgen han utilizado en sus análisis.Quizás antes no se ocupaba muchoporque se asociaba únicamente a larealidad judía, pero hoy permitedescribir la situación de varios pueblosy es ocupado por muchos autores dediversos orígenes en el mundo. Diás-pora alude a la dispersión de comuni-dades, de pueblos que han debido dejarsu territorio de origen – el Wallmapuen este caso - para instalarse en el senode otra sociedad. Y luego de instalarsedevienen otros múltiples procesos quese cruzan en la vida de los que partie-

ron, pero siempre esta sociedad siguesiendo vista por sí misma y por lo otroscomo diferente. Los mapuche de San-tiago constituimos una diáspora. Esta-mos en un territorio donde no nos senti-mos en casa. No es lo mismo ser mapu-che en Cañete, en Temuco, en PuertoSaavedra, en Tirúa. En esas ciudadesy pueblos nos sentimos dentro de algo,es decir, en el territorio.

Ahora bien, el énfasis lo ponemosen lo siguiente: la migración y la con-formación de una diáspora en Santiagotienen estrecha relación con la situacióncolonial. No se trata de destacar sola-mente vínculos causales, sino visibi-lizar parte de los múltiples procesos,transformaciones de la sociedad mapu-che en el marco del colonialismo. Nopodemos entender los fenómenos mi-gratorios como mera coincidencia ocomo un acto voluntario. Claramente,hubo y hay fuerzas que inciden en losmovimientos de personas mapuche

fuera del Wallmapu. Por otro lado,creo que la diáspora mapuche santia-guina pone sobre el tapete varios pun-tos de discusión. Voy a enunciar sóloalgunos. En primer lugar, la dimensiónde la experiencia, la vivencia y el temade las identidades. En segundo lugar,una dimensión política en relación anuestro discurso nacional. Sobre lavivencia, pienso que la diáspora visibi-liza fuertemente los cambios profundosque ha experimentado la sociedadmapuche. En ese sentido, pone en tiem-po presente un debate sobre nuestraidentidad colectiva. Es una realidadque pone dificultades a los discursosesencialistas, a las perspectivas tradi-cionalistas que creen que lo mapuchees inmutable y que no se ha modificadoa lo largo de su historia. Quizás estose refleja muy bien en los poemas deDavid Aniñir y otros autores, que rela-tan las experiencias que vive el ma-puche en la ciudad, cruzado por distin-tos escenarios y conflictos. Intento con

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esto generar una apertura para vernosy preguntarnos cómo y cuánto hemoscambiado no sólo en el contexto santia-guino, sino también en el territorio, enlas ciudades que colonizan el Wallma-pu y en las mismas comunidades.

Por otro parte, la diáspora pone entensión nuestro discurso sobre la na-ción y nuestras discusiones sobre cómonos movilizamos para lograr nuestrasdemandas políticas y territoriales.Hasta el día de hoy, desde mi perspec-tiva, no hay aún un espacio de diálogofructífero entre el movimiento ma-puche territorializado en el País Mapu-che y el movimiento mapuche diaspó-rico. Muchas veces predominan proce-sos de asistencialismo interno. Detodas maneras, creo que hoy hay mu-chos más caminos por explorar quelos que había en los noventa. La pre-gunta es qué discurso nacional mapu-che estamos construyendo, a cuálvamos a apelar y cuál es el espacio delos que migraron en ese planteamiento.

Desde mi punto de vista, lo primerosería despejar los fundamentalismos.No los comparto. Segregar una defini-ción de lo mapuche estática, ceñida aaspectos biológicos, raciales si se quie-re, o de un culturalismo desenfrenado,nos dejaría con un mínimo de pobla-ción y sería un poco hacerse el ciegocon todo lo que hemos vivido comosociedad, con todo lo que está y viveen nosotros mismos. Sin duda, es unpunto de tensión con ciertos naciona-lismos presentes hoy en nuestra socie-dad. Tampoco digo que creamos enun sujeto vacío. A lo que apelo es a laconstrucción de un discurso nacionalmapuche más inclusivo con nuestraspropias diferencias; a un discurso na-cional que nos valore más como unacomunidad histórica, que permita en-tender por qué ya no estamos todos enel Wallmapu, que permita valorar lasdistintas expresiones de nuestra lucha,desde los weichafe a los artistas, a losprofesores, comuneros, obreros, estu-diantes y un larguísimo etcétera.

Eso en lo interno, mirándonos anosotros, pero en lo externo tambiéndebemos revisar nuestro propiodiscurso nacional. Declararnos naciónhoy nos permite, en una dimensióninstrumental, ponernos de igual a igualcon quienes creen ser poseedores detal concepto. De igual a igual para re-clamar derechos y apelar con fuerza ala autodeterminación. Pero debemosser cuidadosos con los peligros delnacionalismo y eso lo he percibido enlas reflexiones de varios peñi y lamgenque se han preocupado del asunto.Bastantes experiencias traumáticastiene el mundo con este tema. La na-ción hoy, desde mi perspectiva, es undiscurso que nos permite posicionarnosen otro plano distinto al del recono-cimiento como etnia o cultura. Peropor ningún motivo nos debe permitirdenostar al otro, inferiorizarlo, mirarloen menos. Suficiente ha sido nuestrapropia experiencia colonial como pararepetir prácticas de esa índole; sufi-ciente ha sido la incorporación del

colonizador en nosotros, que sin dudahay una apuesta a que en la construc-ción del nuestro discurso nacionaltratemos de zafarnos de esas contra-dicciones.

Mirando la sociedad mapuche, undiscurso nacional inclusivo permite aquienes vivimos en la diáspora lucharpor la consecución de nuestros dere-chos políticos y territoriales. Permitevernos como actores y no sólo comoayudistas. Permite valorar la lucha nosólo en la faceta más dura que es elenfrentamiento, sino en una multipli-cidad de posibilidades, desde el arte,el canto, la literatura, etc. Sin embargo,para que ese discurso nacional inclu-

sivo, que nos vea como comunidadhistórica, cuaje con la diáspora debeconstruir un proyecto de futuro. Yhablar de proyecto es un desafío paratodo el movimiento mapuche. Hayluces claramente y es una cuestión queconstantemente pensamos y dondedebemos involucrar ineludiblementela dimensión territorial, porque eseaspecto es depositario de una idea defuturo como pueblo libre. En tiemposen que las políticas públicas arremetencon temas de multiculturalismo yurbanidad es muy fácil confundirse,porque en el fondo se sostiene y sefinancia la posibilidad de pensarsecomo mapuche sin un ideal de futurovinculado a la noción de territorio. Se

aplaude y se financia al “mapuchebueno”, aquel que mantiene su culturay no molesta el “camino del progreso”.En el fondo se consagra la dicotomía“indio bueno” e “indio malo”, dondesobre este último sólo cabe la represiónestatal.

Para cerrar, el colonialismo conti-núa vigente, no es exclusivo de las co-lonias africanas y asiáticas. Acá en elCono Sur las prácticas coloniales sonpan de cada día para la sociedad ma-puche. Nuestra lucha es para liberarnosde ese yugo que nos sigue considerandoun pueblo de segunda categoría. Es loque tenemos que decir en el bicente-nario chileno-argentino.

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urante la coyuntura que insta-ló el bicentenario de las revo-luciones americanas, se escri-bieron multitudes de ensayos

para poner de relieve los procesos queen el ideario argentino, hicieron eclo-sión el 25 de mayo de 1810. Desde ya,no está mal que se revise la historia,pero si de esos nuevos exámenes seexcluyen las visiones de quienes altérmino de aquellos sucesos quedaronsubordinados, las revisiones se conde-narán a recrear una lógica que tienepoco de emancipadora. En efecto y sinmayores dificultades, si se ve a la Re-volución de Mayo desde el Wallmapu(territorio mapuche), se advertirá quedifícilmente se pueda participar delentusiasmo exaltador que los respec-tivos gobiernos intentaron contagiar ala ciudadanía a la hora de conmemorarla gesta emancipadora.

Apologistas por izquierda del pro-ceso rioplatense, consideraron aquellacomo “superior a todas las revolu-ciones burguesas anteriores” (1) porqueavanzó hacia la abolición de la esclavi-tud, a diferencia del proceso estadouni-dense. También se propuso suprimirla reducción a la servidumbre quepadecían los pueblos indígenas cuyalibertad había terminado con la coloni-zación española. En efecto, ningunasde esas reivindicaciones “sociales”operaron en las revoluciones inglesao francesa y menos aún, en relacióncon sus dominios coloniales. Hay quedecir además que los procesos euro-peos no tuvieron como precedente aun movimiento como el que lideró Tú-paj Amaru hacia fines del siglo XVIII,anticipo que tampoco se manifestó demanera alguna en las antiguas coloniasinglesas que se independizaron a partirde 1776.

No se puede discutir que efectiva-mente, al menos una facción de losrevolucionarios poseyó una firme voca-ción igualitaria. Además, es evidenteque sus partidarios tuvieron como pre-misa sumar a las masas indígenas a lacausa. Con ese propósito, las nuevasautoridades legislaron en varias oportu-nidades con miras a la población origi-naria, la que hasta ese momento, vivíadentro de los límites del Virreinato delRío de la Plata, como aconteció conel pueblo guaraní. A comienzos de1811, la Junta de Gobierno le ordenóa Juan José Castelli, que por entoncesoperaba en el actual norte argentino,incorporar una representación indígenapor cada intendencia. El texto dice que“ha acordado la Junta que, sin perjuiciode los diputados que deben elegirse en

todas las ciudades y villas, se elija encada Intendencia, exceptuando la deCórdoba y Salta, un representante delos indios, que siendo de su mismacalidad y nombrados por ellos mismos,concurra al Congreso con igual carác-ter y representación que los demásdiputados” (2).

Un poco más tarde, la famosa su-presión del tributo –una de las institu-ciones más vergonzosas de la coloniaespañola- se hizo cuerpo en un decretoque la Junta de Gobierno sancionó elprimer día de septiembre de 1811. En

su primer párrafo, la norma dice: “Na-da se ha mirado con más horror desdelos primeros momentos de la instala-ción del actual gobierno, como el esta-do miserable y abatido de la desgracia-da raza de los indios. Estos nuestroshermanos, que son ciertamente los hi-jos primogénitos de la América, eranlos que más excluidos se hallaban detodos los bienes, y ventajas que tanliberalmente había franqueado a susuelo patrio la misma naturaleza: yhechos víctimas desgraciadas de laambición, no sólo han estado sepulta-dos en la esclavitud más ignominiosa,

sino que desde ella misma debíansaciar con su sudor la codicia y el lujode sus opresores”.

El decreto en cuestión contó conla convalidación de la famosa Asam-blea General de 1813, que además eli-minó la mita, la encomienda y el yana-conazgo. El cónclave ordenó que seimprimiera y publicara “este Soberanodecreto en todos los pueblos de lasmencionadas provincias, traduciéndoseal efecto fielmente en los idiomas gua-raní, quechua y aymará, para la comúninteligencia” (3). Cabe preguntarseentonces, por qué las primeras disposi-ciones gubernamentales de las Provin-cias Unidas no se tradujeron al mapu-zugun... La respuesta es muy simple:al momento de iniciarse el procesoque terminó con la independencia deEspaña, ninguna parcialidad mapuchevivía dentro del territorio que la nuevaentidad política heredaba de la metró-poli colonial. Categóricamente, hay

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que decir que trescientos años despuésde la llegada de los españoles a lascostas del río de La Plata, las diversasparcialidades que conformaban el pue-blo mapuche seguía en ejercicio de suindependencia y libertad, sin sufrirsujeción alguna por parte de la coronaespañola ni de sus autoridades ame-ricanas. Por eso, ni la Primera Junta,ni la Junta Grande, ni los triunviratos,ni los directores supremos, ni los gober-nadores, ni los primeros presidentesargentinos tuvieron la oportunidad delegislar sobre los mapuche. Simple-mente, no tenían jurisdicción sobre elWallmapu.

Salvo en el espacio territorial deloccidente cordillerano que los mapuchedenominan Pikünmapu, las institu-ciones castellanas resultaban extrañasa comienzos del siglo XIX. Las fami-lias mapuche jamás pagaron el tributoreal y las diversas parcialidades no ne-cesitaron que las nuevas autoridadeswinka proclamaran su libertad, porquehasta ese momento la disfrutaban conplenitud. Obviamente, aquella invita-ción a conformar el Congreso a raízde un representante por intendencia,no se dirigió a los lonko. No por omi-sión o triquiñuelas de baja política,sino porque simplemente, eran ajenosal proceso político que se desarrollabaentre los vecinos de la ciudad puerto.

Es interesante detenerse en lasmaneras en que las cartografías incideno directamente, diseñan las represen-taciones. Si proponemos imaginar elmapa de la provincia de Buenos Aires,la abrumadora mayoría de los argen-tinos recreará en su mente el contornoque por el este remite a una forma depanza, cuya anchura disminuye en for-ma abrupta a la altura de Bahía Blanca,para luego extender una pata hacia elsur. Por el oeste y el noroeste, el límitetiene que ver con una determinacióngeométrica muy regular y por el nores-te, sigue accidentes geográficos. Peroa fines del siglo XVIII y principios delXIX, la realidad tenía poco que vercon ese mapa. En la práctica, los domi-nios coloniales se limitaba a una franjamuy pequeña que recién en 1776 sepudo extender hasta el río Salado, quenace al sur de Santa Fe y desembocaen la Bahía de Samborombón. Enton-ces, aunque en la creación de la Inten-dencia de Buenos Aires se incluyeraal territorio que actualmente compren-de la provincia de ese nombre más lasregiones de Pampa y Patagonia, aquelladeterminación fue más que nada unaexpresión de deseos, ya que ese actoadministrativo no se llevó a cabo sobreespacios vacíos de gentes o culturas.

En efecto, en mayo de 1810, Bue-nos Aires apenas si llegaba a los 200kilómetros de ancho. Más allá, las dis-tintas expresiones del pueblo mapuche,continuaban con su existencia en liber-tad y ejercían su soberanía. Los lofchevivían según su cultura, organizaciónsocial, su manera de entender la econo-mía y según sus propios sistemas nor-mativos. No necesitaban que nadielegislara por ellos. Y esa frontera, notenía nada de “interior”, como pretende

hacernos creer el sistema educativoargentino, que se inspira en una multi-tud de justificaciones intelectuales deldespojo. Esa distribución territorial noobedecía solamente a un balance defuerzas en el orden militar, tenía suconvalidación a través de un númeroconsiderable de tratados que las autori-dades coloniales habían celebradodesde el siglo XVII con los lonko ylos ñizol lonko. La práctica habíacomenzado en Gulumapu (territoriomapuche en Chile) pero al este, losfuncionarios españoles también rubri-caron acuerdos “de igual a igual” y de“nación a nación” con las autoridadesde las diversas parcialidades mapuche.

Varios de estos tratados tenían vi-gencia al 25 de mayo de 1810 y si lasProvincias Unidas del Río de la Platase consideraron herederas jurídicas delvirreinato anterior –por ejemplo, parareclamar las islas Malvinas- debieronrespetar los acuerdos que los lonkohabían firmado. En principio, esa con-ducta prosperó porque la metodologíade los tratados continuó hasta tres añosantes de la conquista del mal llamadodesierto, cuando la República Argenti-

na tomó la decisión política de violar-los. Suponen los especialistas en latemática que las primeras “paces” entrelas autoridades ibéricas y parcialidadesmapuche se celebraron alrededor de1734 aunque que hasta donde sabemos,todavía no se recuperó el texto. Perohacia 1742 se estableció otro acuerdoque fijó como “lindero” entre los lofcheen libertad y las posesiones coloniales“el Saladillo, que ciñe dichas instanciasde Buenos Aires”. Al celebrar tratadosde esa índole, la contraparte españolareconocía en forma implícita y a vecesexplícita, la independencia y soberaníade los mapuche más allá de ese río,aunque en los papeles se refiriera a“pampas”, “puelches” o “aucas”, entreotras denominaciones (4).

Hacia 1790 se firmó otra capitula-ción de importancia entre oficialesespañoles y varios lonko mapuche.Uno de sus artículos establecía conclaridad que “siempre que pasen apotrear los indios sobre las costas delSalado, no deberán pasarlo de las partesnorte cuyo campo corren nuestras par-tidas, para evitar todo disturbio entreindios y cristianos”. Es el Tratado de

Paz de la Laguna de la Cabeza de Buey,que se rubricó el 3 de mayo de 1790,cuando el Virreinato del Río de la Platallevaba ya 14 años de existencia. Alparecer, hizo falta un acuerdo comple-mentario, en cuya normativa se caracte-riza como “nueva república” a los ma-puche que por entonces, vivían en lassierras de Tandil y del Volcán. Inclusi-ve, reconocía como “cabeza” al ñizollonko Kalfükir. Tratados similares sefirmaron entre las autoridades de Cór-doba y Mendoza, con otras parciali-dades mapuche. Algunos resultaronfrancamente desfavorables para loslonko y su gente porque se acataronen situaciones de derrota, pero aun asílos españoles admitían la existencia deotros colectivos políticos e inclusivede nacionalidades, fuera de sus domi-nios coloniales.

El desconocimiento de la TierraAdentro

La completa extrañeza que profesa-ban los españoles de Buenos Aireshacia los campos que quedaban másallá del río Salado se puede constatar

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al releer el diario que el capitán JuanHernández llevó cuando formó partede la expedición que partió el 1ro. deoctubre de 1770, con el ánimo de casti-gar a los “indios teguelches” (5). Entérminos estrictos, no se trató de uncontingente exclusivamente bonaeren-se, ya que formaron parte de la colum-na trece lonko con su gente de pelea.Según la escritura del oficial real setrató de Lepin Naguel, Lican Naguel,Caulla Mantu, Calfingere, Epullanca,Alcaluan, Tanamanque, Cadupaní,Guente Naguel, Lepiguala, Pallagualay Guayquibilu. Como puede advertirsemás allá de la ortografía, todas identi-ficaciones en mapuzugun. La participa-ción de los weichafe en esa “entrada”no sólo se explicaba por motivacionespropias sino porque además, pocosmeses antes habían celebrado un trata-do con las autoridades de Buenos Ai-res, a través del sargento mayor ManuelPinazo. En primer término, ese acuerdoestipulaba que a los jinetes de los“pampas” y “aucaces” se les vedaba“pasar el límite de la frontera, y si asílo hicieran previo permiso, debían se-guir el camino de las Salinas, que llega-ba a Luján, siendo siempre custodiadospor uno o dos soldados”(6).

A cinco días de la partida -aunquedos se invirtieron en la espera de re-fuerzos e instrucciones- los expedicio-narios comenzaron a encontrar toldosy humaredas. Enseguida, los ajenos aesos espacios territoriales comenzarona bautizar los accidentes geográficosque encontraban en la travesía, condenominaciones del tipo Médano delos Toros Muertos o San Bruno, parael caso de una elevación y un arroyo,respectivamente. Esa actitud revela elcarácter novedoso que tenían esosparajes para los milicianos de BuenosAires, que en realidad, residían enLuján y en Salto. Quiere decir que loscampos en dirección al sur de la Guar-dia del Luján (donde hoy se levanta lalocalidad de Mercedes) eran territo-rios desconocidos para los rioplatensesen fechas tan tardías como 1770. Ob-viamente, aquellas aguadas, ríos y se-rranías tenían su denominación enmapuzugun, como el propio cronistaadmitía. En el relato que correspondióal 7 de octubre, anotó que “se marchóde mañana, atravesando grandes este-ros, hasta que llegamos a una granlaguna, que los indios llaman en suidioma Tenemeche, y nosotros le pusi-mos el nombre de Santiago Apóstol”.

Antes de arribar a Sierra de la Ven-tana, fueron dos los lonko que recibie-ron a sus aliados con ceremonial quees propio de las tradiciones mapuche.Según el testimonio del capitán, fueel segundo el recibimiento más impor-tante. Lamentablemente, el soldado noanotó con precisión en qué paraje tuvolugar esa ceremonia de bienvenidapero sí consignó que cuatro leguas cas-tellanas más adelante, se erigían lastolderías del lonko Linkon, no muylejos de la ruka de Alkaluan, quien po-seía “una majada de ovejas y cabras”.Un galopito más y ya pudieron divisardesde la norte, las siluetas de Sierra la

Ventana. La localidad que en nuestrostiempos lleva ese nombre se erige a550 kilómetros de Buenos Aires. Lajurisdicción efectiva de las institucionesvirreinales se esfumaba mucho antes,cuando apenas restaban 40 años parael nacimiento de las Provincias Unidasdel Río de la Plata.

Ni los habituales conocedores delterreno eran útiles para los españolesen esos rumbos. Surge una vez más laabsoluta extrañeza que experimentabanlos expedicionarios en relación conaquellas latitudes y también la curiosacondición de los “indios teguelches”,ya que entre ellos militaban “amigos”

de los pampas, a pesar de mantenerhostilidades. Como veremos más ade-lante, ambas parcialidades lejos estabande constituir pueblos distintos, comoquiso más tarde consagrar un sectorde la “academia”. La columna mixtaalcanzó el río Colorado y cruzó el cursode agua con gran dificultad, pero apa-rentemente la gente enemiga advirtióla maniobra y puso conveniente distan-cia. Como carecía de víveres, el oficiala cargo ordenó la retirada. La expedi-ción deshizo el itinerario, después dealgunas jornadas se topó con el ríoQuequén y desprendió partidas paraque reconocieran las sierras de Tandily Volcán. Uno de los bomberos encon-

tró caballos maneados y dedujo que losfamosos “teguelches” estaban muy cer-ca. El comandante de los winka adoptóentonces una medida muy significativa:dispuso “repartir entre los indios lasdivisas que para este fin llevaba, y asía cada indio de los de bolas se le diouna banda blanca de platilla pura paraque pusiesen como turbante, y a los dellanza se les dio para que pusiesen enellas como bandera, y de esta suertefuesen conocidos de nosotros (los solda-dos) en la refriega”. De la previsiónpuede concluirse que en términos defisonomía, era difícil distinguir a simplevista a los “pampas” amigos de los“teguelches” enemigos.

Finalmente, el 15 de noviembre, laarmada conjunta que integraban losweichafe y los milicianos bonaerenses,cayó por sorpresa sobre la tolderíaadversaria y provocó una mortandadque los agresores calcularon en 102,según los cuerpos que al término de lamatanza contabilizaron. Interrogarona dos prisioneros antes de ultimarlos,seguramente en mapuzugun, pero desis-tieron de ir en búsqueda del caciqueFlamenco porque dieron por descon-tado que al fugarse algunos de lossobrevivientes, estaría sobre aviso. Esesuceso tuvo lugar en cercanías delVolcán, hacia donde se dirigió la tropacolonial al día siguiente. El lonkoWaikitripay tampoco había caído en larefriega. Catorce días después y luegode valerse de interrogatorios a prisio-neros que de forma invariable, termina-ban en su muerte, “pampas”, “aucas”y cristianos estuvieron a tiro de la tolde-ría “teguelche”. Pero antes de consu-marse el nuevo ataque, tuvo lugar otrosuceso muy llamativo: “al mandarloponer en ejecución el comandante, sellegaron a él los caciques amigos y lesuplicaron no diese orden de hacerfuego a nuestra gente, después de cerca-dos los toldos, hasta que ellos avisasen,porque querían sacar muchos parientesy amigos que estaban en dichos toldos”.

Al reparar en ese insólito pedido,pueden llover las preguntas... ¿Lospampas, aucas y tehuelches constituíanpueblos distintos? ¿O más bien, parcia-lidades mapuche que elegían vincularsecon los winka de manera diferente?¿Ya se había consumado a mediadosdel siglo XVIII la hipotética “Araucani-zación de Pampa y Patagonia”? ¿O lasdiversas identidades regionales de losmapuche tuvieron como hábitat las ac-tuales llanuras bonaerenses bastanteantes de las suposiciones de la “acade-mia”? ¿Cómo era posible la presenciade parientes y amigos entre “naciones”que se enfrentaban hasta la muerte?Como ya dijimos en otra oportunidad,a las razones de la hostilidad entre lasdistintas parcialidades de los mapucheno hay que buscarlas en su adhesión alas ideologías de los winka o en la su-puesta pertenencia a pueblos extraños,sino en motivos que se esconden en losmás profundos pliegues de su pasado.Pero además de esto, queríamos poneren evidencia que más allá del río Sala-do, la actual provincia de Buenos Airesera un hervidero de tolderías y vicisitu-

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des varias que tenían como protago-nistas a los mapuche de entonces, reali-dades prácticamente incomprensiblespara las categorías de análisis de losfuncionarios y soldados coloniales, cu-yos dominios efectivos no iban másallá de unas pocas jornadas de marchaa caballo. Ese status quo no se habíamodificado cuando las ProvinciasUnidas del Sud iniciaron su recorridoindependiente de Madrid. Claro quela frontera no era una línea infran-queable y bien delimitada. Sobera-namente y a través de sus propios mé-todos, los parcialidades mapuche privi-legiaron mantener tratos pacíficos conlos españoles del río de la Plata enlugar de guerrear, no porque se consi-deraran súbditos de la Junta Guberna-tiva de Buenos Aires, sino para mejorproveer a sus intereses. Así lo demostróla Junta realizada en noviembre de1810 entre el coronel Pedro AndrésGarcía, mandatado por la Junta y elCabildo, y 24 pu lonko representantesde diversas parcialidades mapuchesen Salinas.

En aquellos tiempos, acceder a lasal que se encontraba en las lagunasera vital para la economía y efectiva-mente, era costumbre que inmensascaravanas se adentraran en los territo-rios ajenos a Su Majestad para retornarcon la preciada carga. García se pusoen marcha el 21 de octubre de 1810 ypara la jornada que correspondió a dosdías después, anotó: “en este día secaminó desde las 6 de la mañana hastalas 11; se hizo observación, y empren-dida la marcha de la tarde, llegamosal paraje nombrado las Saladas, quees el fin de nuestras poblaciones, más

internadas por este punto al infiel” (7).Una vez más, la evidencia incontras-table: desde la Guardia del Luján, lajurisdicción que ahora intentaban ejer-cer los patriotas de Buenos Aires, ape-nas si se extendía a un par de jornadasde trabajosa marcha.

Las diferencias existen

Hay otro episodio que ilustra conclaridad la convivencia de dos realida-des políticas y sociales diferentes mien-tras en Buenos Aires hervía la revolu-ción. Hacia octubre de 1811 presidíael Triunvirato Feliciano Chiclana, quienen ejercicio de sus funciones tuvo querecibir al ñizol lonko Kintelau, el Quin-teleu del diario de García. Como erala costumbre mapuche, el lonko arribóal puerto al frente de un gran contin-gente. El porteño consideró que teníaque decir un discurso y entonces, dijo:

“El servicio más importante que estegobierno puede hacer a su país es per-petuar en él, por la dulzura de su admi-nistración, a los que se unan a sus prin-cipios. Cualquiera que sea la naciónde la que procedan o las diferencias desu idioma o costumbres, los conside-ra siempre como la adquisición máspreciosa. Si reconoce esta obligaciónrespecto de todos los que pertenecenal globo que habitamos en general, cualno será las que nos impone la afinidadde sangre que tan estrechamente nosune. Sin entrar en el examen de lascausas que nos han separado hasta hoy,bástenos decir que somos vástagos deun mismo tronco.... Amigos, compa-triotas, unámonos para constituir unasola familia” (8).

Resulta evidente que su interlocutorera autoridad de una “nación” distintaa la que se pretendía edificar desdeBuenos Aires y que precisamente, hastaese momento sobraban razones paradiferenciar a unos de otros, no sólo elidioma o las costumbres. Varias déca-das tuvieron que pasar para que madu-rara en el interior de los sectores diri-gentes de la Argentina la vocación porterminar con aquellas especificidades.Después de la usurpación territorialque sufrieron el pueblo mapuche y elmapuche-tehuelche, el Estado puso enprácticas políticas que procuraron porvarios medios, homogeneizar a la po-blación que ahora estaba bajo su juris-dicción. Esa tarea se puso en evidenciagracias al trabajo de varios investiga-dores. Pero es curioso advertir que des-pués de décadas de esfuerzos aparente-mente exitosos, la faena demostró susflaquezas, al emerger con fuerza desde

fines de los 80 el movimiento mapucheautónomo, con claras miras políticasy una fuerte contenido cultural. Laconciencia de la diferencia volvió amanifestarse con creces en los primerosaños del siglo XXI, ante diversas vicisi-tudes de la movilización mapuche. Porentonces, fueron múltiples los docu-mentos y proclamas que manifestaroncon firmeza la existencia dentro de losrespectivas jurisdicciones estatales, deun pueblo distinto al chileno y al argen-tino.

Fue el caso del Futra Trawün quese celebró en Vuelta del Río (Chubut)a fines de abril de 2003, que se definiócomo “un espacio de expresión delpueblo mapuche que procura recuperarsus propias formas de organización sindetenerse en las fronteras administra-tivas impuestas por los dos estadosque usurpan nuestro territorio, con susrespectivas provincias y regiones”.Para escándalo de los sectores másretrógrados de las ciudades patagónicascercanas, el trawün puso los puntosdonde corresponden. “Así, reafirma-mos que sólo somos un pueblo: ni chu-butenses, ni rionegrinos, ni santacru-ceños, ni neuquinos, ni chilenos, niargentinos”.

Va de suyo que el Bicentenario dela Revolución de Mayo adquiere otraconnotación si se ve desde el Wallma-pu. Al comenzar el proceso en 1810,las comunidades mapuche disfrutabande independencia y libertad. La cons-trucción del Estado que cree celebrar200 años, para el pueblo mapuche sólosignificó subordinación.

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l primer emblema de laNación Mapuche es el re-sultado de un proceso deautoafirmación y de des-

colonización estructural. La banderatiene como propósito esencial y tras-cendental sintetizar y proyectar al con-juto de las naciones del mundo nuestrahistoria, ciencia, filosofía, cosmovisiónde nuestro origen y la relación con lamadre naturaleza que complementanuestra identidad". Aukiñ Nº 17 , 1992.Y así no mas es… Hoy el Wenufoyemapuche recorre los caminos, las ca-lles, las reuniones, las escuelas, losmunicipios y está en todos los sitiosde Chile y del mundo, pidiendo la li-bertad de los presos políticos, por losderechos del pueblo. La Bandera ma-puche lleva consigo una hermosa histo-ria de memorias, luchas, sueños ytambién de triunfos.

representar al pueblo en su conjunto,su historia presente y futuro se decidióque fuera como las banderas de todoslos pueblos, con colores y símbolosque representen la unidad mapuche ensu lucha por sus derechos.

Fue en el año 1991 cuando las autori-dades tradicionales, machi, longko,werken, weupife, ñempin, agrupadasen el Aukiñ Wallmapu Ngülam, (Con-sejo de Todas las Tierras), como partedel proceso de descolonización políticaestructural decidieron crear una ban-dera. Tomada la decisión, la idea deuna bandera propia rápidamente sepropagó por las comunidades y el temase hizo ineludible en las reuniones yconversaciones en las comunidades;la pregunta de ¿Cómo será la banderamapuche? Llevó a la imaginación ycreatividad de todo un pueblo gene-rando distintas propuestas, todas bellasy ricas en relatos y símbolos. Así, loselementos, lago, nieve, blanco, azul,rojo, como el verde del árbol de coihue,árbol abundante en la zona, consti-tuyeron su proyecto de bandera pewen-che (mapuche de la cordillera). Comola propuesta anterior llegaron 300 simi-lares en marzo de 1991, en una reunión

conocida como “Wallmapu Nor Ngü-lamtuwun” o Tribunal Mapuche, que-dando cinco proyectos. Finalmente sedecidió por uno, el que además fuecomplementado con los colores y sím-bolos que sintetizan la historia y espe-ranza de todos los mapuche en el Wall-mapu.

Los colores y los símbolos de labandera son: Azul (Kallfü): representala vida, el orden, la abundancia y eluniverso. Kallfü también representatodo los sagrado o espiritual; Blanco(Ayonlig): representa la limpieza, lacuración y la longevidad. Símbolo dela sabiduría y la prosperidad; Amarillo(Chod): renovación. Símbolo del sol,también representa los granos y ali-mentos que da la tierra; Rojo (Kelü):representa la historia de lucha del pue-blo mapuche y la memoria; Verde(Karü): Color que representa la tierrao la naturaleza, su fertilidad y el poderde curación. El Kultrung, símbolo cere-monial: es un instrumento de percusiónrepresenta la superficie de la tierra yel territorio mapuche; sobre el se dibu-jan los cuatro puntos cardinales y entreellos está el sol, la luna y las estrellas.El kultrung también es símbolo de lasabiduría universal. El Ngümin, grecasrepresenta el arte de la manufactura,la ciencia y el conocimiento mapuche.Es un símbolo del sistema de escritura.

El día 6 de octubre de 1992 se de-cidió la bandera mapuche y al otro díase hizo una gran marcha por el centrode Temuco para hacer entrega de lamisma al resto de los chilenos. Peroelrégimen dominante, colonial de en-tonces impidió que los mapuche cami-naran libremente por las calles llevandoen alto su Wenufoye o bandera; aunqueChile en ese entonces vivía un lentoretorno a su democracia, la represiónal mapuche no se hizo esperar. a mar-cha fue violentamente reprimida concarros lanza agua, bombas lacrimóge-nas y perros policiales, aunque hastael día anterior los mapuche contabancon el permiso para realizar la concen-tración pero el gobierno no respeto supalabra. Hoy revisando los diarios deentonces, se puede ver que a respuestaopresora fue una sola, aunque con dife-rentes palabras. Entre ellos el oficialde Carabineros a cargo del orden pú-blico de la ciudad se ridiculizó antelos mapuche mostrando una pipa enseñal de diálogo, promesa incumplida.

El diario La Segunda publicó uninserto de opiniones al respecto, unade ellas fue la del Intendente regional,Fernando Chuecas (DC), quien sos-tiene “no me parece positivo esto deacrecentar la identidad del pueblomapuche... Se trata de una agitaciónde extrema izquierda, que no corres-ponde al pensamiento mapuche”. Enel mismo diario, Sergio Diez, un cono-cido senador de derecha, agregó: “Lademanda no tiene ninguna importancia,es una hoja que se la lleva el viento,en los mapuche no ha habido jamás laidea de una identidad propia, es unacosa importada y no va a tener ningúnresultado”. “La idea es sarcástica....

Tradicionalmente el Wenufoye es larama de canelo (árbol sagrado) querepresenta el altar comunitario y quese lleva alzado al viento para exterio-rizar la presencia de una comunidadmapuche ante cualquier evento; haycomunidades que le agregan un géneroblanco, negro, azul con sol y luna(todos símbolos de la cosmovisiónmapuche); de este modo las comuni-dades marcan su presencia pública enreuniones o ceremonias religiosas. Asíla Bandera mapuche siempre ha estadopresente en la historia; sólo que para

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no son banderas las que flameaban enlas calles sino volantines”, señaló undestacado militante de la Concertaciónde la época.

Con la derecha y el propio gobiernoen contra, el Consejo de Todas lasTierras, junto a sus dirigentes fueronperseguidos, encarcelados y condena-dos por los tribunales de la época. 144mapuche recibieron condena por“Asociación Ilícita”, en base a la Leyde Seguridad Interior del Estado. Entre“lo ilícito” se consideró la bandera, lacreación de una organización propiay la decisión de la recuperación de lastierras. Lo cierto que esta condena fueimpuesta por la institucionalidad delEstado, que no reconocía al pueblomapuche y su institucionalidad. Elpueblo mapuche como el resto de lospueblos indígenas del país se encon-traba y sigue proscrito por la Cons-titución Política del Estado chileno, ydesde esa misma negación fueroncondenados los 144 injustamente (fallopor el cual, años más tarde, el Estadochileno sería condenado por la CorteInteramericana de Derechos Humanos,OEA).

Como lo señalaron los lonko y au-toridades originarias de entonces, “ladominación no puede ser a perpetui-dad”. Hoy han pasado casi 20 años yla historia dio la razón a los mapuche.La bandera no es ilícita. La Contraloríade la Región de la Araucanía dictaminóque las municipalidades están faculta-das para izar la bandera mapuche ensus reparticiones junto con el pabellónchileno. La bandera no divide, sinoque exterioriza la presencia mapuche,su identidad, historia, cultura y dere-chos nacionales. Es una muestra másde la diversidad que caracteriza elEstado y que se tiene que respetar; esel llamado al diálogo entre civiliza-ciones y culturas, al respeto y a la com-prensión mutua entre los pueblos.

Esta breve reseña ha sido escritatambién en honor y memoria a los lon-ko y autoridades originarias que fueroninterpretes de esta historia y que ya noviven con nosotros. Entre ellos la Ma-chi Rosa Coñueñan em, Machi Esme-regilda Hentelao em; Lonko José LuisHuilcaman em; Werken Jorge Pichi-ñual em.

íctor Naguil Gomez es diri-gente del Partido MapucheWallmapuwen. Profesor deHistoria, candidato a doctor

en Ciencias Políticas en Catalunya, sedesempeña como Encargado de Rela-ciones Internacionales de la colecti-vidad. En dicho papel, le ha corres-pondido estrechar relaciones con diver-sos partidos nacionalistas de pueblossin Estado, tanto de Europa como depaíses en la región. De todos ellos harescatado valiosas enseñanzas. Una de

Vellas, la importancia de los símbolosde identidad en sus respectivos proce-sos de lucha y descolonización nacio-nal.

Naguil asume de manera natural elemblema creado por el Consejo deTodas las Tierras a comienzos de losaños 90’. Fuera de todo debate, es paraél y su colectividad la bandera nacionaldel pueblo mapuche. Así lo plasmóWallmapuwen el año 2005 en sus pro-pias Bases Programáticas, donde señalaque “reconoce la Wenufoye como Ban-dera y Emblema Nacional del Wallma-pu”, asumiendo el compromiso de abo-gar por su “uso masivo”, así como pro-

mover su “reconocimiento oficial y suuso en todos los espacios públicos delPaís Mapuche”.

“Muchas experiencias en el mundonos muestran cómo el reconocimientode los símbolos nacionales de un pue-blo va de la mano de la conquista desus derechos nacionales”, señala Naguilen entrevista con Azkintuwe. Desdeun prisma nacionalista, el dirigentecomparte su visión del fallo de la Con-traloría General de la República, quea partir de 2010 autoriza a los muni-cipios izar dicho emblema.

- ¿En qué radica la importancia del

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dictamen de la Contraloría?

Pienso que es un hecho político posi-tivo. Más allá de establecer que izarla bandera mapuche en los edificiospúblicos de Wallmapu no constituyetécnicamente ninguna contradicciónreglamentaria, desmonta cualquier in-tento administrativo por negarle espa-cios públicos a un símbolo propio denuestro pueblo. Creo que esto obligaráa muchas organizaciones a definirse,puesto que cualquiera que sea la posi-ción de las autoridades chilenas al res-pecto, es nuestra responsabilidad quenuestra bandera ocupe los espaciospúblicos que merece si queremos quecumpla su papel de símbolo nacional.

Wallmapuwen saluda sobre todo la ini-ciativa del Consejo Territorial de Ma-llolafken y de su presidente, MarcialColin. Con su recurso ante la Contra-loría han puesto sobre el tapete un te-ma fundamental que hasta la fecha nohabía tenido la debida atención en elmovimiento mapuche: el derecho deinstalar nuestros símbolos nacionalesen las instituciones públicas e nuestropropio país, el Wallmapu. Con ello de-muestran que, cuando se actúa con in-teligencia y claridad en los objetivos,se pueden dar batallas y obtener victo-rias en todos los terrenos en que se danuestra lucha nacional, incluido elpropio terreno jurídico-administrativodel Estado dominante.

- Wallmapuwen asumió, desde sufundación y de manera pública, labandera creada por el Consejo deTodas las Tierras el año 1992. ¿Porqué?

En primer lugar, porque compartimosla idea central de dotarnos como naciónde una bandera nacional. El símbolo«bandera» no es para nada ajeno a lasociedad mapuche; de hecho es centralen las ceremonias rituales. Pero, evi-dentemente, esas banderas, que puedenllegar a ser miles, con distintos diseños,colores y significados, no tienen el pa-pel político nacional que busca repre-sentar la bandera mapuche creada haceya 19 años por el Consejo de Todaslas Tierras. Esta bandera tiene el granmérito de ser la única que existe conel carácter de emblema nacional, dehaber sido adoptada como tal por unagran cantidad de organizaciones ma-puche y de ser claramente reconocida,tanto por la población mapuche comowingka, como «la bandera mapuche».

Hay que considerar además que setrata del único emblema nacional ma-puche que se utiliza tanto en Gulumapucomo en Puelmapu, lo que refuerza sulegitimidad. Desde el principio figuraen nuestros estatutos el reconocimientode la Wenufoye, la que hemos promo-vido utilizándola en nuestras activi-dades públicas e integrándola a nuestrapropia identidad como partido. Es unadefinición que esperamos y nosgustaría hicieran explícita todas lasorganizaciones mapuche existentes:estar a favor de una bandera mapuchees estar a favor de aquella que existe.

- Como nacionalistas mapuche, ¿quétan importantes resultan estossímbolos de identidad?

La lucha nacional, como toda luchapolítica, tiene muchas dimensiones. Enalgunos momentos predomina elcombate por los derechos económicosy sociales, en otro puede ser la defensade la lengua propia, o bien la luchaelectoral. La lucha simbólica cumpleun papel importante, incluso para unpueblo que como el nuestro ha sidodespojado materialmente y que por lomismo está confrontado a una infinidadde problemas que pueden parecer másurgentes y decisivos. Ese papel es másimportante aun si se trata de símbolosnacionales. Para una nación como lanuestra, a la que se le niega su existen-cia como tal y se busca criminalizar

sus derechos, nuestros símbolos nacio-nales contribuyen a decir día a día queexistimos. Por eso hemos promovidotambién a nivel internacional la ban-dera como emblema nacional mapu-che, presentándola en cada evento enque hemos participado y obsequián-dola a nuestros aliados políticos, siendorecibida siempre con respeto y cariño.

- Otros pueblos como los Palestinos,Vascos y los Sami cuentan con suspropias banderas reconocidasoficialmente. ¿Se debería avanzarhacia allá en Chile?

Desde luego que debemos avanzar yestoy convencido que ese día llegará,la lucha mapuche no tiene vuelta atrásy nuestros símbolos nacionales asícomo nuestros derechos tendrán el lu-

gar que corresponde. Muchas experien-cias en el mundo nos muestran cómoel reconocimiento de los símbolosnacionales de un pueblo va de la manode la conquista de sus derechos nacio-nales. Los Estados implicados no hantenido más que asumir esos derechospor la fuerza de estos y la voluntad depueblos que han decidido dejar de serdeterminados por otros y autodetermi-narse. Los ejemplos que mencionastienen distintas historias y contextospero un mismo fondo nacional. La ban-dera vasca fue creada en 1894, recono-cida por el gobierno vasco en 1936, yreprimida como casi todo lo vasco du-rante el franquismo. Sin embargo, fueoficializada en 1979 con la promul-gación del Estatuto de Autonomía.

- Un proceso similar a lo acontecidocon los inuit de Groenlandia…

En Groenlandia ya en 1973 se planteóla reivindicación de una bandera propiapor parte del movimiento nacionalistainuit, tema que cobró mayor impor-tancia con el acceso a la autonomía en1978. La actual bandera de Groenlandiafue adoptada oficialmente el 21 de juniode 1985. Un caso similar fue el de labandera Sami, adoptada en 1986 porel Consejo Sami. Hoy en día esta ban-dera es reconocida por toda la poblaciónsami pese a su división en cuatroEstados, ella es sin duda un símbolonacional que contribuye a exteriorizarsu unidad como pueblo pese a las fron-teras impuestas por los Estados. Labandera palestina se origina a principiosdel siglo XX, pero es en 1964 que laOrganización para la Liberación dePalestina (OLP) declaró esta banderacomo símbolo de la Palestina durantela celebración de la Conferencia Pales-tina de Jerusalén. El 15 de noviembrede 1988 fue proclamada por la OLPcomo la bandera del Estado de Pales-tina. Estas cortas referencias dan cuentaque los movimientos nacionales sonlos que contribuyen de modo decisivoen la conciencia nacional de un pueblo;los símbolos exteriorizan y sintetizanesa conciencia y voluntad de ser. LosEstados, unos con más disposición queotros, han debido aceptar esta realidad.Es lo mismo para nosotros.

- ¿Qué medidas deberían adoptarsepara lograr que la Wenufoye seautilizada en reparticiones públicas?

Yo precisaría diciendo en todas las re-particiones públicas de Wallmapu. Creoque dónde y cuándo se ize la banderade modo oficial, son dos cuestionescon las cuales tenemos que tener cui-dado y hacer definiciones. La banderanacional mapuche, la Wenufoye, debeserlo para el pueblo mapuche y el PaísMapuche. No puede trasformarse enun símbolo nacional chileno. La ban-dera mapuche flameando en La Mone-da, en el Morro de Arica o el FuerteBulnes constituiría un intento directode “chilenización” del símbolo. Asímismo creo que no debe ser expuestaen ceremonias como del 18 de Septiem-bre o en los desfiles de homenaje a lasfuerzas armadas o a las denominadas

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“Glorias del Ejército”. Un mayor com-promiso de las organizaciones y susmilitantes para afianzar más la actualbandera mapuche debe ir acompañadadel tino necesario para que la banderano sea utilizada ahora para la desna-cionalización mapuche.

Precisado lo anterior, hay que decirque poner nuestra bandera nacional enlas instituciones públicas del País Ma-puche no tiene por qué ser traumáticopara nadie. Es algo normal, e inclusoesperaría que muchos representantesmapuche que están en lo municipios,ya sea como alcaldes o concejales, pue-dan comprometerse con su promocióndesde ahora. Creo además que se abrela oportunidad de declarar el 6 deOctubre como el “Día de la BanderaNacional Mapuche”, esta es una inicia-tiva que hemos acordado como partido.Aquella es la fecha en que fue presen-tada públicamente el año 1992. Sirecordamos la bandera en esa fecha,recordaremos también que surgió bajouna fuerte represión contra el movi-miento mapuche, que pasado los añoslo justo de nuestra lucha se ha hechomás patente, mientras la negación sehace más absurda.

- El historiador chileno SergioVillalobos criticó duramente el fallode Contraloría. ¿Qué opina?

Hace bastante tiempo que Villalobosno se expresa como historiador sinocomo ideólogo, sobre todo en lo querespecta al tema mapuche. Él señalaque esta resolución es “una cosa indig-nante y una barbaridad histórica” quese contrapone a la “tendencia histórica”que llevaría a “que haya una sola ley,una sola determinación, una sola ban-dera”. Lo que él hace en realidad trasel ropaje de historiador es una defensaideológica del modelo centralista chile-no y negar la existencia nacional mapu-che. Este modelo se apoya, por un lado,en la propia experiencia histórica delEstado colonial español, y por otro enuna ideología centralista y asimila-cionista que tiene sus orígenes en Euro-pa en el siglo XVIII, para la cual Estadonación quiere decir Estado unitariocentralizado con una población unifor-me del punto de vista lingüístico ycultural. ¿Es acaso ese tipo de Estadoel que corresponde mejor, en este siglo,a «la tendencia histórica»?

- ¿Una posición “reaccionaria”?

La defensa que hace Villalobos delmodelo de Estado nación centralistaes reaccionaria y pertenece al pasado.Si miramos el mundo tal como se pre-senta hoy, más allá de las estrechasfronteras estatonacionales de Chile,constatamos, por el contrario, que unatendencia fuerte a nivel mundial, ypredominante en los países demo-cráticos, son los progresos en la descen-tralización de los Estados y en elrespeto de las diferencias lingüísticasy culturales. La España democráticade hoy es un Estado de autonomías, yel euskera, catalan y galego son lenguasoficiales y de enseñanza en sus respec-tivos territorios. ¿Es esto «una cosa

indignante y una barbaridad histórica»?Militantes de Wallmapuwen han estadoen el País Vasco, Catalunya, Galiza,Bretaña, País de Gales, en fin, y en to-das partes han podido ver las banderaspropias de cada país en todos los edifi-cios públicos del territorio concernido.Y es lo mismo en casi toda Europa.Nadie se indigna por ello, salvo claroen España unos cuantos nostálgicosdel franquismo.

- Que responde a aquellos mapucheque, desde una posición culturalista,critican la adopción de símboloscomo la propia bandera.

Esa es una visión conservadora y quecon el tiempo se vuelve reaccionaria.Les guste o no a quienes quisieran ver-nos como objetos de museo o reliquiasdel pasado, reivindicando nuestrosderechos nacionales los mapuche avan-zamos por el carril de la modernidady el progreso de los cuales el colonialis-mo nos ha querido excluir. Quienes

plantean, desde nuestro pueblo y ennombre de la “tradición”, la “espiritua-lidad” y la “cosmovisión”, que no po-demos tener una bandera nacionalporque en el pasado no la teníamos,no hacen más que someterse dócilmen-te a la visión dominante del colonizadorsobre lo que es y debe ser el pueblomapuche. Ignoran, además, la historiadel movimiento mapuche en esta mate-ria: aunque no se consolidó en el pasa-do una bandera nacional como tenemoshoy la oportunidad de hacerlo, si seplanteó el tema de un emblema propio.

- ¿Podrías profundizar en ello?

La Federación Araucana (FA), dirigidapor Manuel Aburto Panguilef, discutióen su 14º Congreso de diciembre de1934, en Plom, Makewe, la cuestiónde una “bandera araucana”. Fue el pun-to 26 de la tabla. El Congreso adoptóuna bandera compuesta de tres bandashorizontales de igual tamaño: azul lasuperior, amarilla la intermedia y blan-

ca la inferior. Dado el carácter del li-derazgo de Aburto Panguilef y la acciónde la Federación, esta bandera estabadestina a cumplir una importante fun-ción ritual. En la discusión, sin embar-go, un militante planteó la inquietudde si ella iba a ser solamente para las“cosas sagradas de la raza” o si tambiénpara sus “actos patrióticos”, punto esteúltimo que fue dejado para el próximo15º Congreso. En la práctica, esta ban-dera fue utilizada por la FederaciónAraucana en todo tipo de actividadespúblicas, desde concentraciones polí-ticas hasta exhibiciones artísticas.

Los mapuche hemos demostrado histó-ricamente una enorme capacidad deadaptación y la adopción de la actualWenufoye refleja esto último. Hoy endía, nuestra bandera contribuye a exte-riorizar nuestra lucha de emancipaciónnacional y la voluntad colectiva de pro-yectarnos en el mundo moderno comouna nación en el concierto de nacioneslibres.

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os mapuche constituyen el pue-blo indígena más numeroso yla principal minoría nacionalen Chile. Estimaciones funda-

das en los censos nacionales de 1992 y 2002 y en la Encuesta de Caracteri-zación Nacional (CASEN) de 2006 ,permiten suponer una población mapu-che superior al millón de personas,representado por si sola un porcentajecercano al 7% de la población totaldel país. La mitad de la población ma-puche contemporánea reside en lasregiones del Biobio, Araucanía, LosRíos y Los Lagos, que en su conjuntoconstituyen el Wallmapu o PaísMapuche histórico. En la Región deLa Araucanía, porción medular delWallmapu en que los mapuche mantu-vieron su independencia hasta 1881,los mapuche constituyen el 23.5% dela población total. A pesar de su impor-tancia demográfica, tanto a nivel nacio-nal, como regional, los mapuche notienen representación en los órganoselectivos de decisión política, ya seacomo efecto de su minorización demo-gráfica o como consecuencia de laaplicación de un sistema electoral hi-

brido que tiene como efecto la ex-clusión de las minorías.

El interés de los mapuche por inci-dir o participar directamente en losórganos de decisión política es antiguo.En 1906 la prensa registra la primerareunión con partidos políticos; en 1914es presentada la primera candidaturaparlamentaria. En las décadas siguien-tes se participa en todas las eleccionesparlamentarias obteniendo, en periodosdiferentes, 7 escaños en la cámara dediputados, dos de los cuales correspon-den a diputados reelectos. El funciona-miento, desde 1925 hasta el golpe mi-litar de 1973, de un sistema electoralproporcional con cifra repartidora yun sistema político multipartidista,favoreció las posibilidades de éxitode las candidaturas parlamentariasmapuche.

Posteriormente, y luego que la dic-tadura militar (1973-1990) impusierael actual sistema político electoralbasado en distritos diputacionales ycircunscripciones senatoriales binomi-nales para la configuración parlamen-taria, los mapuche no han vuelto aganar elecciones para el Congreso.Este sistema favorece a las grandescoaliciones y margina a las fuerzaspolíticas minoritarias o con implanta-ción exclusivamente regional. El siste-ma binominal tiene el efecto de confi-gurar un parlamento con sobre repre-sentación de la segunda mayoría políti-ca nacional, excluye a las minorías yno resulta representativo de la diversi-dad étnica, social y regional del país.

Del mismo modo, la Ley OrgánicaConstitucional de Partidos Políticos,actualmente vigente, excluye explíci-

tamente la existencia de partidos regio-nales al exigir para su conformaciónhaberse “constituido legalmente en alo menos ocho de las Regiones en lasque se divide políticamente el país oen mínimo de tres de ellas, siempreque estas últimas fueren geográfi-camente continuas” (art. 3º), requisitoque, junto a la afiliación necesaria deun “número de ciudadanos inscritosen los Registros Electorales equiva-lente, a lo menos, al 0,5% del electora-do que hubiese sufragado en la últimaelección de Diputados en cada una delas Regiones donde esté constituyén-dose” (art. 6º), eleva irracionalmentelos requisitos y limita gravemente laposibilidad de que los mapuche partici-pen del sistema político con instrumen-tos políticos de representación propia,o bien por medio de partidos territoria-listas que expresen la voluntad de lapoblación regional independiente-mente de su origen étnico.

La exclusión política de los mapu-che en los órganos de elección populary en particular del parlamento, es unproblema que fue reconocido y aborda-do en las deliberaciones de la Comi-sión de Verdad Histórica y Nuevo Tra-to (CVHNT), creada por iniciativa gu-bernamental en el 2001. En su Informe

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final [2003], la Comisión coincidió conuna moción de reforma constitucionalformulada por un grupo de parlamen-tarios el año 1999 y recomendó recono-cer derechos políticos a los pueblosindígenas, proponiendo la creación deescaños reservados para parlamentariosindígenas en ambas cámaras (diputadosy senadores), además de puestos en los

consejos regionales y municipales bajoformulas de proporcionalidad. No seincluyeron propuestas respecto a laconformación de organizaciones polí-ticas indígenas, pero se propuso la con-formación de un Consejo Nacional dePueblos Indígenas de carácter consul-tivo.

Durante el 2006 y en el contextodel “Debate Nacional de Pueblos Indí-genas”, proceso auspiciado por el actualGobierno a fin de acoger demandas yaspiraciones como insumos a sus polí-ticas gubernamentales, las comunidadesy organizaciones agrupadas en la Coor-dinadora de Organizaciones Mapuche(COM), reiteraron la necesidad de con-tar con medidas especiales que les per-mitiesen ejercer sus derechos políticos,en particular por medio del acceso alos órganos electivos de toma de deci-siones a través de le generación de “cu-pos” en el Parlamento y en los consejosregionales y municipales. En el mismosentido se pronunciaron los ConcejerosIndígenas de la Corporación Nacionalde Desarrollo Indígena; los militantesmapuche de la coalición de partidos deGobierno, agrupados en la “Concerta-ción Mapuche” y el partido mapucheen formación “Wallmapuwen” que,tiempo antes y en el contexto de la pre-sentación de su programa político, pro-puso además la creación de una circuns-cripción electoral única y la instauración

de un sistema electoral proporcionalque permitiese la elección popular delintendente y los consejeros regionalesen la Araucanía.

En respuesta a las demandas for-muladas por las organizaciones en elDebate Nacional de Pueblos Indígenasel Gobierno anunció, de manera más

bien vaga, en la presentación de los“Nuevos Ejes de la Política Indígena”(2007), su intención de estudiar el esta-blecimiento de mecanismos y procedi-mientos de participación de los pueblosindígenas; y posteriormente se compro-metió, de manera explicita, a impulsarproyectos legislativos respecto de losescaños reservados en el Parlamentoy los consejos regionales y munici-pales, en “RE-CONOCER: Pacto So-cial por la Multiculturalidad” [2008],plan de acción que busca materializarcompromisos pendientes de los suce-sivos gobiernos de la Concertación enmateria de políticas públicas para lospueblos indígenas.

Finalmente, durante el primer tri-mestre de 2009, el Gobierno de Bache-let sometió a consulta los fundamentosde un proyecto de ley que buscabaimpulsar la participación política delos pueblos indígenas a través de laconformación de un registro electoralespecial, y la elección de diputados yconsejeros indígenas (se excluyó losescaños en el Senado) bajo formulasde proporcionalidad, incluyendo lacreación de un Consejo Nacional dePueblos Indígenas de carácter consul-tivo. Hasta el cambio de Gobierno, elresultado final de dicha consulta nohabía sido devuelto formalmente a lascomunidades, asociaciones y organiza-ciones consultadas.

Una reforma abortada

Considerando las graves distorsio-nes en la representación parlamentariaque a nivel nacional genera el sistemade distritos y circunscripciones binomi-nales, en 2006 la Presidenta de la Repú-blica creó un grupo de trabajo encarga-do de formular una propuesta de refor-

ma del sistema, cuyos resultados fueronintegrados en un Proyecto de reformaelectoral que Bachelet envío al Con-greso en junio del mismo año y queretiró, por falta de apoyo político delas bancadas, en abril de 2007. El la-mentable fracaso de la propuesta per-mitió apreciar que no existía, ni por

parte de sectores importantes de laentonces coalición de gobierno, ni dela entonces oposición, una voluntad decambio sustantiva respecto del régimenelectoral, en particular respecto de lafórmula mayoritaria que según unos yotros asegura la gobernabilidad delpaís. A cambio de evitar reformas pro-

fundas, las grandes coaliciones hanestado dispuestas a bajar los umbralesde entrada al sistema, o favorecer conescaños a los mejores perdedores. Últi-mamente, a integrar a los partidos pe-queños en alianzas electorales que lespermitirían competir al interior de laslistas de los conglomerados, sin modi-ficar el binomal.

No obstante ello, los pueblos indí-genas continúan estando ausentes delas fórmulas. En este sentido, el proyec-to de reforma electoral presentado porel Ejecutivo en el 2006 no guardabarelación, ni recogía las propuestas dela Comisión de Verdad Histórica yNuevo Trato formuladas tres años an-tes, y desincentivaba explícitamentela creación de partidos políticos “mo-notemáticos” o “territorialistas”. Ajuicio del Ejecutivo: “es preferible queel sistema electoral contenga incentivospara que se incorporen o sean incluidospor partidos mayores” . Naturalmente,un sistema de este tipo afectaría grave-mente la posibilidad de que los mapu-che creen partidos políticos propiosbasados en sus demandas particulares(monotemáticos) o en las regionesdonde se concentra mayoritariamentela población mapuche (territorialistas).

El proyecto en cuestión, si bien re-solvía distorsiones de representacióna nivel nacional, resultaba atentatoriodel derecho que los mapuche tienen ala participación política, por cuanto noconsideró la aplicación de medidas decarácter afirmativo que permitiesen alos pueblos indígenas participar de la“conformación de la voluntad generalde la nación” por medio de una cuotade parlamentarios indígenas en ambascámaras del Congreso, y representaciónproporcional en los consejos regionalesy municipales, como lo recomendó laComisión de Verdad Histórica y NuevoTrato. El proyecto era también atenta-torio del derecho de los mapuche a or-ganizarse para procurar su participa-ción en los órganos electivos de deci-sión política, por cuanto la propuestade reforma al sistema electoral favore-cía explícitamente a los conglomeradosde alcance e intereses estato-nacionales.

Debido a ello, los mecanismos ge-nerales que se proponían en el proyectode reforma al sistema electoral, no solopodrían tener el efecto de mantener lamarginalización de los mapuche delsistema político, sino que agravarlaaun más por las consecuencias discri-minatorias que podría tener sobre elderecho de los pueblos indígenas aorganizarse, inclusive políticamente,para promover y defender sus intereses.Chile se encuentra comprometido, envirtud del artículo 5 de la ConvenciónInternacional sobre la Eliminación deTodas las Formas de DiscriminaciónRacial, “a prohibir y eliminar la discri-minación racial en todas sus formas”.La mantención de este estatus quo enChile equivale a prolongar una situa-ción de marginalización y discrimina-ción que obliga a la dependencia delos mapuche de los partidos políticoschilenos, en cuyo seno se difuminansus demandas particulares.

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