de la colonia a la republica - francisco quiroz chueca

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    El Per de mediados del siglo XVIII muestra ca-ractersticas sumamente interesantes y fundamenta-les para entender el desarrollo de procesos y acon-tecimientos claves del ocaso del dominio colonial ydel inicio de la repblica. Este captulo presenta unesbozo de esa situacin.

    SOCIEDAD Y POLTICA

    DemografaLa poblacin nativa del Per alcanz su punto

    ms bajo a principios de los aos 1720, como resul-tado de una serie de epidemias devastadoras queagudizaron el proceso de decrecimiento demogrfi-co iniciado en el siglo XVI. Hacia 1750 ya se habarecuperado la poblacin y, salvo la baja temporalcon la rebelin de 1780, creci para lo remanente dela era colonial. El censo de 1792 dio 1 076 122 ha-bitantes. Hacia 1812 el crecimiento natural, en par-ticular entre la poblacin indgena, y la reorganiza-cin territorial arrojaron un total de alrededor de 1milln y medio de habitantes.

    Al desagregar los totales se revela un crecimien-to sustancial de las razas mestizas y blanca. El cen-so de 1792 indicaba que en el Per la proporcin deespaoles e indios era de 13% y 56%, respectiva-mente. Las castas libres constituan el 27% restante,adems de 40 mil negros y mulatos esclavos, la ma-yora en la intendencia de Lima.

    EL OCASO DEL IMPERIOEL OCASO DEL IMPERIOESPESPAOL EN EL PERAOL EN EL PER

    ILA COLONIA CRIOLLA

    El capeador (Esteban Arredondo) por A.A. Bonnaff, 1855.Arredondo era considerado uno de los mejores capeadores de

    la plaza de Acho, en la Lima del siglo XIX.

  • Quiroz Chueca

    A diferencia de otras partes de Amrica, el Perno recibi oleadas significativas de inmigrantes es-paoles ni nuevos contingentes importantes de es-clavos. El pas no era atractivo, dadas sus escasasoportunidades econmicas y burocrticas.

    La poblacin blanca estuvo concentrada en ocerca de las ciudades y pueblos. Las provincias deLima, Arequipa y Cuzco juntas tenan el 42% de lapoblacin espaola del virreinato en 1792, en sumayora residentes en las ciudades (Cook 1981;Burkholder-Johnson 1990: 237 y 264).

    La era de la impotenciaCon los ajustes que estableciera el virrey Fran-

    cisco de Toledo en el siglo XVI, el virreinato perua-no consolid sus posiciones polticas. Cubra un ex-tenso y rico territorio gobernado desde Lima, ciu-dad pacfica tanto por ser baada por el ocano deese nombre como por su ubicacin, que la eximadel mundanal movimiento de una colonia situadaprincipalmente en la serrana peruana.

    Con la consolidacin del rgimen poltico colo-nial se afianz tambin la estructura social. Domi-nada por los propietarios indianos, esta sociedadera compleja en su composicin. A los factores ne-tamente sociales de ordenamiento se unieron ele-mentos tnicos y culturales. La movilidad social fuemuy escasa y estuvo presente en el ascenso de cier-

    tos representantes de las naciones indgena, mestizay negra al grupo dominante, as como en el descen-so de espaoles sin fortuna econmica al nivel de laplebe.

    En lo general, la estructura jerrquica socioeco-nmica basada en razas, ocupaciones y riqueza, cul-tura, afiliacin corporativa y privilegios legales quefuera desarrollada en el siglo XVI persista a finesdel siglo XVIII (Tord-Lazo 1980; Burkholder-John-son 1990).

    Pasado el auge econmico que signific el ciclode la plata potosina, aproximadamente hacia la se-gunda mitad del siglo XVII la colonia se reorganizeconmica y socialmente. Mayor importancia tuvie-ron las granjeras (agricultura, industria y comer-cio) articuladas por la actividad minera, pero orien-tadas hacia adentro.

    Como consecuencia de este proceso, se crea unacolonia ms ligada a las necesidades internas que alas externas. Fomentando las actividades econmi-cas locales, se sentaron las bases para un ampliomercado incentivador de tales actividades y se posi-bilit la poltica exportadora espaola hacia Amri-ca. Se foment la granjera que ampliaba el merca-do colonial para los productos del trfico atlntico(incluido el subrepticio). Las urgencias financierasmetropolitanas vinieron a completar la figura. Elpoderoso virreinato peruano se manejaba casi a sulibre albedro. De ah que se entienda mejor la ra-cionalidad de la desatencin sistemtica de las colo-nias por parte de la metrpoli (Andrien 1985).

    Las restricciones para los funcionarios colonia-les fueron cayendo en el olvido. Con salarios insu-ficientes y plazos prolongados, no tardaron en re-currir a maniobras ilcitas para compensar sus habe-res y lucrar en sus cargos.

    Si en un principio la mayora de los funcionarioseran gachupines (originarios de la pennsula),pronto echaron races casndose con hijas de crio-llos y entrando en negocios con ellos. As tambin,los hijos de criollos ligados a los pilares de la eco-noma local fueron accediendo a los cargos pbli-cos, en especial cuando la corona los puso a remate(Lohmann 1974 y 1983; Bronner 1978).

    Curiosamente, los remates empezaron por laparte ms sensible de la organizacin colonial: lareal hacienda. En 1633 se inici la venta de lospuestos en las cajas reales de Amrica. En la mismalnea, en 1678 se autoriz la venta de corregimien-tos de espaoles y de indios. En 1687 se inici laventa pblica de oficios en las audiencias. El gatofue encargado de cuidar la despensa.

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    Una acuarela del siglo XIX que ilustra una escena festiva en Amancaes.

  • La corrupcin (inclu-yendo el contrabando)signific en verdad unaprctica habitual dentrodel sistema, un mecanis-mo que permiti la con-vivencia equilibrio deintereses entre el Esta-do, la burocracia y lasoligarquas regionales.La corrupcin abarc to-dos los niveles y tipos defuncionarios. Fue un au-tntico mecanismo desupervivencia, que per-miti la coexistencia delas tres fuerzas (corona, burocracia y oligarquas re-gionales) (Andrien 1982; Pietschmann 1982).

    Las verdaderas beneficiarias de la corrupcin yla venalidad de los oficios fueron las elites criollas ypeninsulares, que consiguieron introducirse en elaparato estatal y hacer prevalecer all sus interesesprivados. Los miembros de la elite colonial apren-dieron pronto que servir a los intereses de la coronacastellana era una buena forma de ser tiles a smismos. Gobernaban la colonia, participaban en ladistribucin de la renta fiscal y gozaban de losaprovechamientos propios del ejercicio de la au-toridad (Lazo 1993).

    En tanto que los criollos ricos favorecan antetodo la imposicin de un orden legal y prctico con-forme a sus expectativas, el grupo de dominio socialy econmico de las colonias devino en elite de po-der. El Estado metropolitano perdi virtualmente elcontrol sobre el gobierno de las Indias durante esaera de la impotencia (1680-1740) que describenBurkholder y Chandler (1984), hasta las reformasborbnicas o era de la autoridad, a partir del rei-nado de Fernando VI (Andrien 1982: 49-71; Ham-pe 1992: 107-112).

    ECONOMA

    La economa en el Per colonial giraba en tornoa las minas de plata y azogue. A su vez, la produc-cin minera permiti una vasta actividad producti-va a distintos niveles. Grandes unidades producti-vas convivan con otras menores pertenecientes arepresentantes de las distintas castas.

    La poblacin indgena deba suministrar manode obra para las grandes unidades productivas bajola modalidad de la mita, circunscrita a los principa-

    les centros mineros. Sinembargo, los propieta-rios no beneficiarios deltrabajo mitayo obtenantrabajadores a travs deun mecanismo compul-sivo muy simple que,con diversos nombres ymodalidades, se encuen-tra en otros momentosde la historia peruana.

    MineraConstituy el mo-

    tor de la colonizacin yel eje de la economa pe-

    ruana. La prioridad, sin embargo, estuvo en Potosy Huancavelica. Los dems yacimientos no recibie-ron la misma atencin ni apoyo por parte de las au-toridades coloniales. La pequea minera fracasdebido principalmente a la escasa inversin, la ex-plotacin irracional, la baja ley del mineral, la faltade mano de obra, la ausencia de crditos y lasinundaciones. Los centros pequeos tuvieron unaexistencia efmera y no llegaron a generar los cir-cuitos comerciales que s surgieron en Potos yHuancavelica.

    Ya en el siglo XVIII Potos no era ni la sombra delo que haba sido hasta mediados del XVII, cuandoconcluy el ciclo productivo boyante. Los puntosms bajos se produjeron en 1711-1715 en acua-cin (cerca de 6 millones de pesos) y en 1738 conlas ms bajas recaudaciones por concepto de quin-tos reales. A lo largo del siglo la recuperacin fuemuy leve. En 1746-1750 alcanz los 10 millones depesos y hacia 1790 se aprecia una elevacin de un50%. El mineral de Huancavelica tambin estaba endecadencia en el siglo XVIII (Brading-Cross 1972;Fisher 1977; Bakewell 1984; Arduz 1984; Lazo1992).

    En tiempos crticos continu la produccin gra-cias al uso intensivo de la mano de obra (mitaya so-bre todo) y a pequeas inversiones. Se aprovechabaasimismo el mineral anteriormente descartado porsu baja ley.

    La mita era la principal fuente de mano de obrapara las minas de Potos y Huancavelica. Esta espe-cie de subsidio deba ser cubierta en Potos porlos indios de diecisis provincias bajoperuanas y al-toperuanas, en tanto que a Huancavelica llegabandesde trece provincias de la sierra central. La mitaera detestada por ser forzada y por involucrar al

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    Tumulto ocurrido en 1739 en la ciudad de Cuenca, en el queestuvieron involucrados expedicionarios franceses dirigidos

    por Charles la Condamine.

  • pleno de la familia campesina que, al cumplirla, de-satenda sus propios intereses.

    Por lo general, el trabajo no fue intensivo sinoextensivo. Para alcanzar una mayor produccin serecurra al incremento de la fuerza laboral en vez deaplicar tcnicas sofisticadas. Igualmente elementalera la divisin de tareas (Tandeter 1981: 50; Cole1985; Lpez, Luque y Alcal 1986; Luque 1993).

    Los mineros dependan del capital comercial.Los comerciantes que les proporcionaban recursoseran llamados aviadores, agentes de los grandesmercaderes de la ciudad, que cobraban con creces alcomprar la produccin a precios exiguos. ste fueuno de los factores que impidieron una mayor in-versin por parte de los propios mineros.

    En el siglo XVII y la primera parte del XVIII laminera no lograba dinamizar la economa regionalcomo antao (baja produccin y escasa poblacin).

    AgropecuariaEstuvo muy ligada a la produccin minera en

    sus ciclos productivos. Las unidades productivasmayores fueron las haciendas, plantaciones y estan-cias. Las primeras comnmente estaban dedicadas ala produccin diversificada de panllevar para con-sumo interno, con vnculos permanentes con elmercado de villas, obrajes y minas. Incluan tierrasadministradas por el propietario, parcelas arrenda-das a personas libres bajo diversas modalidades ytierras de yanaconas o peones (Glave-Remy 1983;

    Harris, Larson y Tandeter 1987; Manrique 1985;Mrner 1977; Spalding 1984).

    Las plantaciones eran unidades especializadasen determinados productos destinados al mercadolocal y/o exterior. Los principales cultivos fueroncaa de azcar, algodn, vid, trigo, forraje, cacao ycoca. La tcnica moderna era combinada en lacosta con mano de obra esclava y trabajadores libresque reciban, al menos nominalmente, un salario.

    El ms importante centro productor de azcarfue la costa norte y central (Trujillo, Lambayeque yLima). Su produccin se diriga a los mercados deChile, Guayaquil, Nueva Granada y Panam. Otrocentro de importancia fue la sierra de Abancay y elCuzco, que abasteca el mercado altoperuano y rio-platense. Si bien en el XVIII se manifiesta una decli-nacin en los niveles productivos de la costa y lasierra peruanas, hacia fines de ese siglo el rubroazcar en las exportaciones era considerable, enparticular a Chile y al Alto Per (Ramrez 1973 y1991; Burga 1976; Polo 1976; Cushner 1980: 117-119; Klein 1986).

    Las plantaciones no se limitaban a los cultivossealados. Incluyeron algunas operaciones transfor-mativas elementales. Tenan trapiches y talleres per-manentes para la produccin de chancaca, miel yaguardiente de caa, que vendan ampliamente enlos centros mineros, ciudades y villas.

    Los viedos estuvieron concentrados en la costade Ica, Arequipa, Moquegua y Arica. Producan vidque transformaban en vino y aguardiente de uvadestinados al mercado de ciudades y centros mine-ros a lo largo de toda la Amrica del Sur y Guatema-la, especialmente el Alto Per y Chile. Las planta-ciones incluan obrajes de vidrio (Ramos 1989).

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    Plaza de Huancavelica por Jos Sabogal, 1932.

    Plano de los huertos y tierras de Pisac, Cuzco, siglo XVIII.

  • El algodn se produjo en plantaciones ubicadasprincipalmente en Piura, Ica, Arequipa, Arica y lacosta norte. Su mercado era igualmente amplio enSudamrica. Se exportaba en tocuyo y lienzos, perotambin en rama para los obrajes quiteos.

    El arroz se produca en Lambayeque y se expor-taba a las ciudades y centros mineros (Hualgayoc) ya Chile. Las plantaciones de coca se ubicaban en lasclidas zonas de la selva alta. Su cultivo estuvo rela-cionado con otras actividades econmicas (espe-cialmente la minera). En realidad, la coca resultser el medio de pago a la poblacin indgena.

    Las estancias eran unidades principalmente pe-cuarias, generalmente en las zonas elevadas, quecombinaban la crianza de ovejas con el cultivo depanllevar, la produccin y transformacin de mate-rias primas en obrajes.

    Industria transformativaLa mayor produccin industrial en tiempos co-

    loniales se efectuaba en los llamados obrajes. Erancomplejos industriales productores de telas burdasde algodn y lana (jergas, paos y paetas, cordella-tes, bayetas y pabellones), sombreros, vidrio, man-teca, tintes, etc. La geografa de los obrajes es am-plia. Los principales centros textiles peruanos fue-ron Tarma, Jauja, Cajatambo, Huaylas, Conchucos,Huamales, Cajamarca, Huamachuco y Quito haciael norte; Vilcashuamn, Abancay, Chilques, Mas-ques, Quispicanchis, Chumbivilcas, Canas y Can-chis hacia el sur.

    Los obrajes eran centros de produccin en granescala, que reunan entre 150 y 500 trabajadores.Otras unidades menores, llamadas chorrillos, sediferenciaban por tener menos trabajadores (10-12), ms bajos niveles productivos y telas de menorcalidad. La produccin de los obrajes era ms espe-cializada y variada. Estuvieron ligados a lasestancias ganaderas (Mrner 1977; Salas1979 y 1984; Tord-Lazo 1981).

    Haba obrajes con niveles de produccinrealmente altos, en especial, los de Cajamar-ca, Huamachuco, Huamales y el Cuzco, queabastecan un vasto mercado desde Quito alnorte hasta Potos y Oruro en el sur (Tord-Lazo 1981).

    Cuando en 1631 fue prohibido el comercio detextiles entre Mxico y el Per se alent el desarro-llo de los obrajes locales peruanos. Desde entonceslos obrajes quiteos y cuzqueos tuvieron mayoresposibilidades de maniobra en el vasto mercado an-dino (Mio 1991: 108).

    La transformacin en las ciudades se dio en ta-lleres artesanales. En ellos, el maestro confecciona-ba la obra con un grupo muy reducido de ayudan-tes (oficiales, peones y aprendices, libres o escla-vos). Su produccin fue muy escasa y destinada aun mercado restringido, estamental y frgil. Impor-tantes dentro de la ciudad, las labores artesanales norepresentaban mucho en comparacin con las de-ms actividades productivas y comerciales del vi-rreinato. Desde principios de siglo atravesaban unacrisis acrecentada por momentos debido a las impo-siciones fiscales y las importaciones concurrentes.

    El rgimen gremial tuvo una vigencia parcial.Slo rigi en la medida en que interesaba a losmaestros de taller ms importantes en los oficios.En la prctica, los gremios artesanales haban sidoreemplazados por un funcionario designado por elvirrey que reciba el ttulo de maestro mayor unaespecie de cacique de un oficio urbano, encargadode la vigilancia social y el manejo econmico de suscolegas (Quiroz 1986, 1990, 1991).

    La innovacin tcnica y tecnolgica fue mnima.Se segua empleando la tcnica importada en el si-glo XVI junto a la nativa. En minera, por ejemplo,luego del reemplazo de la guayra (horno de barro)por la amalgamacin de azogue no hubo mayorcambio en el trabajo de la plata.

    Hacia el siglo XVIII prevaleca la mita como for-ma de trabajo principal. Sin embargo, la relativa es-casez de mano de obra obligaba a combinar la com-pulsin con el incentivo econmico para atraer a

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    La hacienda de Piccho en el Cuzco, siglo XVIII. Estahacienda fue parte del importante patrimonio rural dela Compaa de Jess en el Per. En 1779 fueadquirida en remate por Bernardo Peralta.

  • trabajadores a las unidades productivas. Se tuvo querecurrir a trabajadores libres, pero los salarios queperciban, las ms de las veces, eran slo nominalesy hacan referencia ms a lo que poda adeudar elempleador al trabajador o viceversa. Slo los traba-jadores ms calificados y de confianza perciban re-muneraciones reales.

    Inclusive en las unidades productivas ms pro-gresistas se empleaba una fuerza laboral forzada osemiforzada. Muy comn fue el pago por adelanta-do en busca de establecer relaciones asimtricas deendeudamiento y, a travs de ellas, obligar a loscampesinos a acudir a las unidades productivas. Lamisma presencia de esclavos y mitayos entre el sec-tor trabajador dice mucho acerca de las relacioneslaborales arcaicas que persistan.

    ComercioEl origen del podero econmico y poltico de los

    grandes comerciantes estaba en el sistema mercantilcolonial. Lima era el centro comercial ms importan-te en una vasta rea comprendida entre Panam yBuenos Aires, en tanto que el comercio de importa-cin de manufacturas europeas era monopolizadopor el sistema de flotas de galeones entre los puertosde Sevilla-Cdiz y Portobelo (Panam). En este lti-mo puerto se realizaban ferias a las que acudan losgrandes comerciantes del tribunal del Consulado li-meo a abastecerse en forma obligatoria.

    Con el sistema de navos de registro y la restric-cin de su monopolio en Buenos Aires y Chile, Li-ma no perdi su importancia, pues se vea compen-sada con la posibilidad de relacionarse directamen-te con la metrpoli (obviando la onerosa interme-diacin de Panam). La exclusividad mercantil, eljuego de precios en la metrpoli y las restriccionesproductivas en las colonias permitieron el funciona-miento de este sistema diseado para satisfacer lasnecesidades fiscales de la corona y los intereses dela elite comercial metropolitana e indiana, conde-nando a las economas coloniales a la monoproduc-cin minera, de materias primas y de alimentos(Tord-Lazo 1981; Bernal 1987; Surez 1995).

    Lima segua siendo uno de los puntos lgidosdel comercio interregional. Articulaba circuitos co-merciales que vinculaban las provincias internas atravs de los arrieros. Los principales circuitos eranLima-Huancayo-Huancavelica, Lima-Huamanga-Cuzco-Potos, las rutas llamadas de los Valles alnorte y al sur de Lima y sus conexiones a la sierra.

    Sin embargo, de todas maneras los intereses li-meos y sur andinos se vieron afectados por la reo-

    rientacin comercial hacia el Atlntico. Hacia me-diados del XVIII el Alto Per y la zona del Plata ad-quirieron mayor relevancia. Aunque dependientedel comercio limeo, Chile empezaba a manifestaruna cierta autonoma comercial al diversificar sutrato con otras zonas.

    El sistema monoplico no result eficaz: la pro-duccin peninsular no llegaba a cubrir las necesida-des del trfico colonial, y tampoco era posible vigi-lar estrictamente sus vastos dominios. En especial,hacia el cambio del siglo XVII al XVIII los interesesextranjeros se imponan en el comercio atlntico.Inglaterra, Francia y Holanda parecan las verdade-ras metrpolis de Amrica (Garca Baquero 1988 y1992).

    El contrabando se constituy, a la vez, en uno delos ms importantes escollos para el monopolio es-paol y en una de las vas articuladoras de la econo-ma indiana. Los portugueses organizaron un trfi-co alternativo considerable desde su colonia Sacra-mento, que luego fuera utilizada tambin por los in-gleses. stos, adems, basaron su comercio furtivoen Jamaica, Barbados, Buenos Aires y sus embarca-ciones balleneras en el Pacfico. Franceses y holan-deses tambin mantuvieron un activo comercio decontrabando con la Amrica espaola. El Per tuvoun contrabando indirecto: a travs de Buenos Ai-res y la conexin Panam-Paita. Era el ltimo esla-bn de una vasta cadena de comercio, ya no tan so-terrado en el XVIII.

    Los propios comerciantes espaoles e indianospracticaban el contrabando en forma abierta o en-cubierta. En particular, al manifestar menores mon-tos de mercaderas de los que realmente se interna-ban y recurriendo a diversas otras modalidades dedefraudacin aduanera (Garca Baquero 1988: 215-224; Malamud 1986; Aldana 1992b).

    El repartoLlamado tambin repartimiento de los corregi-

    dores. Consisti en la distribucin compulsiva demercaderas que realizaban estos funcionarios entrela poblacin indgena y mestiza de su jurisdiccin.Prctica usual desde la segunda mitad del sigloXVII, hacia fines de esa misma centuria adquiriuna importancia crucial como medio sistemtico yfundamental para el funcionamiento del rgimeneconmico y social del virreinato. Fue legalizado apartir de 1751 (Tord 1974; Moreno 1977; Golte1980; Bonilla 1991a).

    Por este comercio forzoso las autoridades pro-vinciales, financiadas por el capital comercial, re-

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  • partan a los campesinosmercaderas de origeneuropeo o provenientesde otras subregiones delvirreinato. Con el repartoobligaban a stos a rom-per su enclaustramientoen una economa nomercantil y a ingresar enel sector mercantil ofre-ciendo sus productos omano de obra, ya que so-lamente as podan obte-ner el dinero necesariopara pagar las mercade-ras repartidas a la fuerza.

    Este sistema incluy adiversos sectores socia-les. Mediante l, produc-tores y comerciantescontaban con un merca-do cautivo para sus mer-caderas (sin importar suutilidad) y los funciona-rios tenan un ingresoasegurado. Dado que lasventas eran al crdito y aprecios inflados artifi-cialmente, generaban deudas que obligaban a la po-blacin indgena y mestiza a ingresar a las unidadesproductivas (minas, haciendas, obrajes) y a entablarrelaciones mercantiles pues necesitaban vender par-te de su produccin para cubrir las deudas. As segarantizaba el funcionamiento de los centros pro-ductivos: reciban productos agropecuarios y manode obra campesina, los obrajes contaban con unmercado para sus productos (en combinacin conel corregidor) y se alimentaba una extensa red deintermediarios entre los productores (locales y for-neos) y los compradores finales (la poblacin ind-gena y mestiza).

    Otra dimensin del reparto fue su uso para el es-tablecimiento de un sistema de produccin disemi-nada. Los comerciantes repartan dinero en efectivo,artculos por terminar, mulas e instrumentos (ara-dos) y, con la ayuda de las autoridades, recogan laproduccin en una suerte de putting out system pri-mitivo y compulsivo. En el norte, por ejemplo, sereparta algodn para ser hilado y tejido (Ramrez1991: 143; Larson 1988: 121-129).

    Este sistema jug un papel muy importante enel reforzamiento del poder de los corregidores,

    quienes pudieron ubicar-se en posiciones privile-giadas en las provincias.Establecieron firmes re-laciones con los comer-ciantes y los productoreslocales para la venta deproductos y el recluta-miento de mano de obra.Los caciques localesprestaron su colabora-cin en estas tareas, loque acarre diversosproblemas entre corregi-dores y curas por el con-trol sobre la poblacinindgena y mestiza de lasdoctrinas, dado que staera usada como mano deobra, fuente de recursospor obvenciones e im-puestos en favor de laiglesia, y mercado de la

    produccin de sus obrajes y haciendas (Tord-Lazo1981).

    FISCALIDAD

    El sistema impositivo colonial se caracteriz porsu complejidad. De un lado estaban los impuestospropiamente dichos; de otro lado, los tributos. Losprimeros eran pagados por la poblacin libre querealizaba alguna actividad econmica o burocrtica.Los segundos deban ser satisfechos por la pobla-cin indgena.

    Los principales impuestos afectaban a la produc-cin y el comercio. As, la produccin minera paga-ba el quinto real (20% de la extraccin). Los pro-ductores rurales deban pagar a la iglesia el diezmoy las primicias, es decir, el 10% ms los primerosfrutos de la produccin agropecuaria. Los dos nove-nos de la masa decimal deban ser entregados a lacaja real. No tuvo xito la iglesia para imponer a losartesanos (urbanos y rurales) el llamado diezmo in-dustrial (Quiroz 1990).

    De otro lado, todas las operaciones mercantilesestaban afectas al pago de alcabalas. Para los efectos

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    Acuarela del siglo XVIII quemuestra a un indio de la sierra de La Libertad.

  • de la cobranza, y dado que la sociedad estuvo orga-nizada en cuerpos, se estableci un sistema corpo-rativo en el pago. Se dividi la alcabala en dos: unadel viento y otra del cabezn. Todos aquellosque internaban un producto a una ciudad debandeclararlo en la caja real y pagar la alcabala corres-pondiente al 2% del precio de venta. Como eran co-merciantes sueltos su pago se llamaba del viento.En cambio, a los comerciantes y artesanos estableci-dos en las ciudades se les incorpor a cuerpos lla-mados genricamente gremios. Un clculo hechopor peritos y debatido por los interesados y la prc-tica de largo aliento, determinaba el monto que laciudad y, dentro de ella, cada cuerpo deba pagar.Para ello existan padrones confeccionados y actua-lizados permanentemente donde se consignaban losnombres de los contribuyentes (cabezones).

    El comercio ultramarino pagaba en las aduanasel impuesto de las averas cuando el trfico erainteramericano y el arancel, tarifa o almojarifazgoen el comercio atlntico.

    Tambin el ejercicio de cargos burocrticos estu-vo gravado con la media annata, que consista enel pago adelantado de la mitad del haber que debarecibir en un ao quien acceda a un cargo (Escobe-do 1986).

    Internamente, los municipios establecieron cier-tos cobros especiales. Entre ellos destac la sisa oimpuesto a la introduccin de cabezas de ganado ala ciudad. Los ganaderos (representados en el cabil-do) estuvieron exceptuados.

    El caso de los tributos es distinto. No respondaal ejercicio de alguna actividad. Por el contrario, se

    trataba de una capitacin a manera de indemniza-cin de guerra que deban pagar los nativos deAmrica por haber sido vencidos en el proceso deconquista.

    Era pagado en trabajo (mita) y en dinero (o enespecie) por la poblacin masculina entre los 18 y50 aos de edad. Los nicos exceptuados eran losindios nobles (curacas o caciques) que deban cola-borar en el cobro. En la prctica hubo ms excep-tuados (llamados reservados) como casos espe-ciales. Los mismos cobradores (corregidores) y loscuras doctrineros buscaban tener indios reservadospara aprovechar su fuerza laboral. De ah que sea di-fcil establecer la cantidad real de tributarios pese ala existencia de padrones.

    Como se pagaba en los pueblos de indios, los tri-butarios huan muchas veces para ubicarse en otrospueblos en calidad de indios forasteros o refugiar-se como yanaconas en haciendas, obrajes, minas,ciudades. Mientras podan localizarlos, los curacasy mandones reclamaban los tributos y los obligabana mitar. Para evitar esta ltima obligacin el indiodeba abonar una cantidad de dinero que resarciraal minero por no poder contar con su trabajo. Estamodalidad se llamaba la mita de faltriquera y eraotro mecanismo de sujecin del indgena a los cen-tros productivos, ya que sus dueos pagaban los tri-butos de los forasteros a fin de asegurar su mano deobra.

    En el siglo XVIII la cantidad de indios foraste-ros sobrepasaba a la de los originarios, sobre todoen las provincias altoperuanas. Pagaban la mitaddel tributo y, por lo general, estaban exonerados de

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    Cerro mineral dePomasi, Lampa, Puno.Esta ilustracin fuepublicada en laColeccin de memoriascientficas (Bruselas,1857) de MarianoEduardo de Rivero.

  • los turnos de las mitas, lo que fue una especie detransaccin entre los cobradores y los propietarioslocales. Ambas partes estaban interesadas: la pri-mera cobraba algo siquiera, que pagaba la segundacon lo que aseguraba una mano de obra distribuidapor la primera.

    En el censo de 1754 se contabilizaron en Chu-quisaca 15 366 indios forasteros y slo 10 985 tri-butarios; en La Paz 14 244 forasteros y 10 550 tri-butarios. En tanto, en el Cuzco la diferencia era me-nor: 12 083 y 10 711, respectivamente (OPhelan1988: 70).

    Este sistema fiscal fue manejado por los propie-tarios locales en funcin de sus intereses. Lo mscomn era la evasin o, al menos, el pago en meno-res cantidades de lo correspondiente. Los intentosde mejorar la situacin fiscal por parte de las auto-ridades metropolitanas encontraban una fuerte opo-sicin de los funcionarios corruptos y los contribu-yentes locales.

    El resultado fue un aprovechamiento particulary grupal de la recaudacin. Ya a fines del siglo XVI,el 50% de la renta fiscal era consumido en el propioterritorio virreinal. En el siglo XVIII la situacin erams grave. De un ingreso total ascendente a 261917 613 pesos, se remitieron a Espaa 12 646 972pesos, es decir, slo un 5% del total fiscal recauda-do en todo el siglo.

    Mxico reemplaz al Per como proveedor derecursos a la metrpoli. Entre 1651 y 1660 el Per

    envi 8,6 millones de pesos a la corona contra 4,3millones mexicanos. Ya en los aos 1660 las reme-sas mexicanas superaban a las peruanas. Durante ladcada 1741-1750 las peruanas cayeron hasta 500mil pesos, en tanto que las mexicanas se incremen-taron hasta 6,4 millones. En el decenio siguiente lacontribucin mexicana creci hasta ms de 16 mi-llones, mientras que el Per no enviaba nada (Burk-holder-Johnson 1990).

    Claro que las remesas de particulares fueroncuantiosas. En esto, precisamente, consisti la ra-cionalidad del sistema. Entre 1761 y 1775 los cau-dales enviados para el rey fueron de 1 828 627 pe-sos, en tanto que los caudales particulares declara-dos salidos por el Callao ascendieron a 71 678 540pesos (Tord-Lazo 1981: 87).

    Cuadro 1DISTRIBUCIN DEL INGRESO FISCAL

    CAJA MATRIZ DE LIMA(en pesos de a ocho)

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    1700-39 52 594 919 4 798 160 4,8 47 796 759 95,2

    1740-84 129 399 996 3 269 615 3,3 127 130 381 98,2

    1785-99 79 922 698 4 579 067 4,6 75 343 631 95,4

    Perodo Ingreso Envos a % Gastos de %total Espaa gobierno

    Fuente: Tord-Lazo 1981; Cuadro 2

    IILAS REFORMAS BORBNICAS

    John Lynch ha llamado con razn a las reformasborbnicas la segunda conquista de Amrica(Lynch 1976: 15). A travs de esta reconquista,Espaa trat de volver a tomar las riendas de un sis-tema colonial que en buena medida se le haba es-capado de las manos. Las reformas deben entender-se en el marco de la reestructuracin del imperio es-paol con miras a alcanzar una posicin menosmarginal en el contexto europeo. Luego de haber si-do la primera potencia dos siglos atrs, en el sigloXVIII Espaa se vea relegada cada vez ms por nue-vos estados.

    Las reformas abarcaron los ms diversos aspec-tos de las relaciones entre la metrpoli y sus colo-nias. Sin embargo, no fueron emprendidas de mane-ra sistemtica, global, ni se dieron en un lapso de-terminado. Ocupan un espacio temporal sumamen-te vasto y fueron precedidas por cambios que afec-taron los pilares de la dominacin hispnica enAmrica. Habitualmente se consideran los aos1762 (la toma de La Habana por los ingleses) y1787 como sus hitos inicial y final.

    Espaa deba obtener los beneficios que los par-ticulares tenan en sus colonias, modificando el sis-

  • tema fiscal, comercial y poltico de sus dominios. Elprincipio rector fue el centralismo autoritario y mo-noplico tanto en lo poltico como en lo econmico(Fisher 1979; Anna 1983: 31-32).

    SUSTENTO

    La inspiracin evidente de las reformas estuvoen la experiencia del despotismo ilustrado francsrepresentado por Floridablanca, Aranda y Campo-manes durante Carlos III. Las ideas reformistas es-tuvieron contenidas en la obra del ministro de gue-rra y hacienda Jos del Campillo (escrita en 1743 ypublicada recin en 1789, pero divulgada casi intac-ta por Bernardo Ward en 1759). Su iniciativa eramuy vasta, bsicamente econmica y poltica. Encuanto a Amrica, se reduca a asignarle el verdade-ro papel de las colonias: proveedoras de materiasprimas y mercado de venta para los productos de la

    manufactura metropolitana. El sistema de intenden-cias se propuso activar la economa espaola a tra-vs del comercio colonial y optimizar la administra-cin para asegurar el control de la poblacin y la fis-calidad (Basadre 1973; Kuethe-Blaisdell 1991; Fon-tana 1987).

    Campillo insista en que el escaso comercio in-terno indiano a tolerarse deba ser practicado porespaoles domiciliados en Espaa, no en Indias.De su lado, Campomanes, en 1762, propuso impe-dir a los americanos la produccin de artculoscompetitivos con los de Espaa, para mantener ladependencia mercantil, que es la til para la metr-poli. Jovellanos recalcaba que las colonias serantiles en la medida en que representasen un merca-do seguro para el excedente de la produccin indus-trial metropolitana (Ezquerra 1962; Fontana 1991).

    En Europa las ideas del liberalismo econmicoiban dejando atrs a las mercantilistas. La economade antiguo rgimen espaola recibi las ideas li-berales hacia mediados del siglo XVIII. Sin embar-go, en Espaa no reinaban an los principios de li-bertad de accin, libre competencia y no interven-cin estatal ni en su poltica interna ni en la colo-nial. La industria poco desarrollada y el predominiode los Cinco Gremios Mayores de Madrid en el co-mercio externo no permitan augurar un prontodespegue industrial. Urga una reforma econmicaque contemplara, por lo menos, el fomento de laproduccin y el despegue industrial, la simplifica-cin tributaria, la introduccin de mecanismos paramorigerar la brecha en la balanza de pagos, y unainnovacin en la fbrica de la moneda que abarcarasus aspectos administrativos, tcnicos y el creci-miento de las rendiciones monetarias. Sin embargo,elementos bsicos no se hallaban del todo resueltosen la pennsula (Lazo 1993).

    Un informe del Consejo de Indias del 5 de juliode 1786 todava deca: conviene fomentar en losdominios de Amrica la agricultura y produccionesque all ofrece prdigamente la naturaleza y sirvende primeras materias para las manufacturas y com-puestos de las fbricas de Espaa, con lo cual a untiempo se atiende y favorece igualmente al comerciode ambos continentes. Conforme a esto, Espaadeba reservarse las actividades industriales y abas-tecer con sus productos a las colonias. En 1790 elvirrey Francisco Gil de Taboada y Lemus explicabacon meridiana claridad las consecuencias de la po-ltica espaola en Amrica: La metrpoli debe per-suadirse de que la dependencia de estos remotospases debe medirse por la necesidad que de ella

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    Jos Manuel de Guirior reemplaz en el cargo al virrey Amata fines de 1776. Su autoridad se vio seriamente amenazada

    por el visitador Jos Antonio de Areche, quien frecuentementesobrepas los lmites de sus atribuciones.

  • tengan, y sta por los consumos, que los que nousan nada de Europa les es muy indiferente queexista, y su adhesin a ella, si la tuvieren, ser vo-luntaria (Konetzke 1976).

    No fue fcil implementar las reformas. En Espa-a la idea tuvo acogida en los altos crculos gober-nantes, pero tard en penetrar en los dems secto-res de la sociedad. En Amrica se encontraban losinteresados en que nada cambiase, por lo que pocose poda esperar de la cooperacin en ultramar. Lapropia corona no estaba plenamente decidida a em-prender las medidas en forma drstica.

    REFORMAS COMERCIALES

    Espaa ingres al siglo XVIII en medio de gravesdificultades que seran decisivas para el cambio im-perial. Tres guerras europeas (Sucesin Espaola de1701 a 1713, Sucesin Austraca de 1740 a 1748 yla de los Siete Aos de 1756 a 1763) hicieron tam-balear al imperio.

    En un primer momento, Espaa busc fortalecersu monopolio comercial. Sin embargo, la realidad lahizo restringirlo y en 1701 permiti a navos fran-ceses entrar a los puertos coloniales para hacer re-paraciones. El primer gran paso en este rumbo fueel tratado de Utrecht que concedi a los ingleses elllamado navo de permiso y el trfico negrero en susdominios. Desde 1715 a 1738, ms de 60 navos in-gleses entraron a Bue-nos Aires con esclavosy abundante mercade-ra. Adems, hacia Bue-nos Aires flua el co-mercio ilcito tambindesde la colonia portu-guesa. se era el primerpaso hacia Lima.

    El navo de permisoa la feria de Portobelotambin caus dificul-tades al comercio espa-ol. Los ingleses en-viaban navos mayoresa los autorizados yvendan textiles msbaratos y libres de im-puestos. Los bienes in-gleses se vendan a unprecio 30% menor queel de los productos im-portados desde Espaa.

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    Francisco Gil de Taboada y Lemus asumi las funciones devirrey en 1790 y durante su gobierno brind decidido apoyo alas expediciones cientficas que arribaron al Per, como la de

    Alejandro Malaspina.

    Portobelo, Panam, puerto en la costa del ocano Atlntico. Portobelo fue un punto estratgico enel mundo comercial de la Amrica espaola.

  • Desde los aos 1720 la corona fue autorizandonavos de permiso directos desde Cdiz a los puer-tos atlnticos. Buenos Aires se convirti en una fe-ria que abasteca las mercaderas hacia el Alto Pery Chile, pese a las protestas de los comerciantes delConsulado limeo. Durante la guerra con Inglate-rra, en los aos 1740, se permitieron los navos deregistro en el Pacfico (Burkholder-Johnson 1990).

    Pronto esta medida provisional se volvi perma-nente. Los navos de registro salan a cualquierpuerto sudamericano entre Concepcin y el Callao.Cerca de 20 navos llegaron al Callao hacia 1748, yms de 35 hacia 1761. La cantidad de mercaderasque llegaba al Per y Chile era tan elevada que sepoda vender solamente a precios bajos y a travs deun comercio compulsivo a los indios. Un testigo enLima afirmaba que los conventos estaban llenos decomerciantes en quiebra (Villalobos 1968: 77).

    El mayor uso de navos de registro luego de1740 (toma de Portobelo) fue el siguiente hito im-portante en los cambios mercantiles. Se debi al re-sultado de iniciativas individuales de abastecimien-to de los mercados americanos a travs de un co-mercio directo y como una respuesta necesaria a lasuperioridad naval inglesa. La ltima feria en Por-tobelo fue la celebrada en 1749. Los navos sueltosde registro ya no se cean a las rutas monoplicas,sino que unan ya directamente el Callao con la pe-nnsula a travs del cabo de Hornos.

    Aunque moderado, esto significaba el abandonopaulatino de las rgidas prcticas monoplicas espa-olas de los Austria. Adems, con el nuevo sistema

    se intensificaron las relaciones del trfico coloniallo que era, precisamente, el objetivo: convertir a lascolonias en mercados para los productos industria-les y agrcolas que Espaa pensaba enviar a travsdel Atlntico. Segn datos de Garca Baquero, con elsistema de flotas y galeones el tonelaje de los navossum 46 423,85, mientras que el de los navos deregistro alcanz 81 955,41 (1988: I: 172).

    Desde 1765 se liber, paso a paso, la navegacinhacia las diversas regiones del imperio colonial es-paol y, adems de Sevilla y Cdiz, otros puertosmetropolitanos recibieron la autorizacin de comer-ciar directamente con el Nuevo Mundo. Al mismotiempo, los numerosos impuestos de exportacinfueron sustituidos por uno solo que afectaba en un6% y en un 7% a los productos espaoles y extran-jeros, respectivamente.

    Un hito trascendental fue la dacin del Regla-mento de Aranceles Reales para el Comercio Librede Espaa e Indias, del 12 de octubre de 1778. Laidea era simple: ampliar las relaciones mercantiles(mayor cantidad de puertos y barcos para incremen-tar los volmenes de mercaderas) para, al cobrarmayores impuestos, aumentar los ingresos fiscales.

    La relativa apertura que ya vena dndose se ex-tendi al resto de las colonias, a excepcin de M-xico y Venezuela, las que hacia 1789 fueron inclui-das tambin en el trfico, con 16 puertos metropo-litanos. La reduccin de impuestos y la eliminacinde restricciones en el trfico intercolonial impulsa-ron el trfico naviero y el movimiento comercial.Otra de las consecuencias directas fue el quiebre del

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    La baha y el puertode Concepcin,Chile, en unailustracin aparecidaen la Relacinhistrica del viaje ala Amricameridional (Madrid,1748) por Jorge Juany Antonio de Ulloa.

  • monopolio limeo sobre el trfico mercantil colo-nial en esta parte del continente.

    Se trataba de un libre comercio pero dentro delmonopolio imperial. Dada su importancia y reper-cusin, esta medida encarna el espritu del progra-ma reformista y, a veces, se confunde con l. Comoprincipal fuente de recursos fiscales, el comercio es-tuvo en el centro de la poltica espaola en Amri-ca. Los cambios que ataeron a esta actividad fue-ron de lo ms trascendentales y controvertidos.

    No fue una apertura comercial irrestricta. Tansolamente se autoriz el comercio recproco entrediversos puertos situados unos en Espaa y otros enAmrica, sin permitir a las colonias establecer rela-ciones comerciales con terceras potencias. En reali-dad, el objetivo era el inverso: agilizar los lazos co-merciales de Espaa y sus colonias y, adicionalmen-te, eliminar el contrabando. Este comercio deba,adems, estimular la industrializacin de la penn-sula, privilegiando la importacin de materias pri-mas industriales desde Amrica.

    En 1797 se permiti comerciar con otras poten-cias: los llamados barcos neutrales. Esta medida sig-nificaba el reconocimiento por el rgimen espaolde la prdida del control sobre el comercio colonial(Mazzeo 1994: 49-50).

    Al margen de estas medidas, Espaa estableciun sistema de compaas especiales. Eran empresascomerciales monoplicas de capital mixto (estatal yprivado) que buscaban ordenar el comercio menory erradicar el contrabando en una zona especfica.La primera fue la guipuzcoana Compaa de Cara-cas de 1728. En el Per se establecieron la llamadaCinco Gremios Mayores de Madrid y la Compaade Filipinas.

    REFORMAS EN LA PRODUCCIN

    Como en siglos anteriores, el impulso de la reac-tivacin econmica deba partir de la minera, cuyorol era estimular a las dems ramas econmicas a finde poder contar con el mercado suficiente para elxito del programa de exportaciones de manufactu-ras desde Espaa.

    Una premisa fundamental para el xito de la re-forma comercial y fiscal fue el aumento de la masamonetaria: el monto de circulacin interna y decancelacin de las crecientes importaciones. Medi-das dadas a fines de la dcada de 1720 mandaronmecanizar la produccin monetaria, as como mejo-rar la administracin de las cecas. Entre 1748 y1753 se reform la casa de moneda de Lima; con esa

    experiencia, se hizo lo propio en la de Potos en1753-1773.

    Ante la pronunciada mengua de la produccinargentfera peruana en el siglo XVIII, la corona es-paola le prest especial atencin aunque, cierta-mente, no se lograron los resultados obtenidos enMxico en este campo. Para contrarrestar la consi-derable merma de la produccin de azogue enHuancavelica, hubo que abastecer a las minas pe-ruanas con mercurio procedente de Europa.

    Entre los esfuerzos por reanimar la extraccin demetales preciosos era muy importante superar el es-tancamiento tcnico en la minera y metalurgia. En1786 se contrataron tres misiones tcnicas en Ale-mania: para Mxico, Nueva Granada y el Per.

    La peruana estuvo encabezada por el barn ale-mn Thaddeus von Nordenflicht (1790-1810). Tra-t infructuosamente de modernizar las tcnicas mi-neras y extractivas. El misonesmo de los minerosperuanos, sus recelos para con los extranjeros arro-gantes y su ignorancia hicieron fracasar el intento.No obstante, la produccin de plata alcanz su picoen 1799 y, aunque declin ligeramente en aos sub-secuentes, se mantuvo alta hasta 1812 (Buechler1973; Fisher 1977; Lynch 1987).

    El enviado a Hualgayoc, Federico Mothes, tam-bin fue recibido en forma hostil. Trat de reformu-lar la estructura de la propiedad de las minas a finde posibilitar la apertura de grandes socavones eimplementar mejoras tecnolgicas (Contreras 1995:155).

    Los visitadores Areche y Escobedo intentaronjustamente poner en marcha la nueva poltica mine-ra. A las medidas por una mejor distribucin delmercurio y por la aplicacin de innovaciones tcni-cas se aadan la expropiacin en 1779 del bancocreado por los mineros de Potos en 1752; la aplica-cin en el Per de las ordenanzas mineras de Mxi-co de 1783; la organizacin de los mineros nativosen el Tribunal de Minera creado en 1783; el esta-blecimiento de centros de instruccin especializadapara elevar la productividad, etc. Pero sus resulta-dos, concluye Fisher, fueron nulos o muy reduci-dos. El anlisis interno de los factores de produc-cin, por consiguiente, es el que permitir encon-trar las razones de este significativo restablecimien-to de la minera colonial peruana.

    En el sector minero se promovi el crecimientode la rendicin, modernizando la tcnica del bene-ficio de los metales y estableciendo instituciones fi-nancieras de fomento minero (banco de rescate dePotos y banco real de San Carlos). Adems, el gra-

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  • vamen minero fue flexi-bilizado. El quinto real seconvirti en diezmo omedio quinto y cobos.

    A fin de lograr unamayor produccin de di-nero se dieron nuevasordenanzas (1728, 1730,1755). La presencia deministros y oficiales delrey en la produccin dela moneda y en la com-pra de los metales desti-nados al cuo deba sus-tituir a los aviadores.El precio del marco deplata de once dineros fueincrementado en 16,3maravedes, por encimadel que rega en el mer-cado.

    La corona hizo lo po-sible por elevar la pro-duccin colonial de ma-terias primas exporta-bles. Luego de 1730 estapoltica estuvo ligada alintento de promover laproduccin americanafuera del sector minero.En el norte peruano sebenefici el tabaco de Jan, el cacao de Guayaquil yel azcar y algodn en los valles costeos (Aldana1992a y b).

    En el sector exportador se persigui hacer crecery diversificar la produccin. Una de las medidas fuela legalizacin de los repartos para promover el tra-bajo semilibre indgena y asegurar mano de obra ala vez que se ampliaba el mercado. La expulsin delos jesuitas en 1767 coadyuv a la dinamizacin delagro por la rpida desamortizacin de las enormesextensiones de tierra vinculada jesutica. La mismaventa de estas tierras exigi de los nuevos propieta-rios la disposicin de vincular la produccin al mer-cado (Macera 1977; Brown 1987; Aljovn 1990).

    El agro recibi un importante apoyo financierocon prstamos blandos de la caja general de censosde indios y el subsidio que represent el incremen-to de contratos entre el gobierno y particulares parala provisin del ejrcito, la marina y los situados defrontera. De otro lado se dio incentivos tributarios ala exportacin de productos, en algunos casos has-

    ta llegar al desgravamentotal.

    A fin de garantizarmayores rentas la coro-na se reserv determina-das actividades produc-tivas y/o comerciales.ste fue el llamado sis-tema de estancos.

    Tal vez el estanco msimportante (luego delmercurio) por el signifi-cado fiscal para el rey ysus repercusiones en lascolonias fue el del taba-co, establecido en 1752.Debido al uso ancestralde la coca, el consumodel tabaco no estaba tanextendido entre los in-dios y mestizos. En cam-bio, el estanco s afectdirectamente a otros sec-tores de la sociedad; sinembargo, sus costos ad-ministrativos (burocra-cia) fueron tan elevadosque anularon las venta-jas fiscales que hubierapodido proporcionar a lacorona. En 1780 el mo-

    nopolio se extendi a la produccin de cigarros y ci-garrillos. Se construyeron fbricas de tabaco en Li-ma y Trujillo, pero con ello se logr tan solamenteincrementar la protesta de los consumidores de ta-baco por los altos precios y la baja calidad de losproductos. En 1791 se elimin el monopolio de lafabricacin de cigarros y cigarrillos (Cspedes delCastillo 1955).

    El Estado asumi la produccin y comercializa-cin del azogue de Huancavelica. Este estanco rigientre 1782 y 1795 con resultados negativos para elfisco colonial: alrededor de 1 120 000 pesos de pr-dida en trece aos, adems de la catstrofe que re-sult el derrumbe de 1786. Los costos se elevaronpor la pobreza de la mina y la corrupcin de los fun-cionarios del estanco. El Estado sigui controlandola distribucin del azogue importado, por cuanto laidea era estimular aun a prdida la minera, debi-do a que sta arrastraba a otras actividades que de-ban pagar impuestos que devolveran a la corona loinvertido (Lohmann 1949; Lang 1986).

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    Extraccin de brea en una acuarela de Martnez Compan.

  • Tuvo el Estado colonial otros estancos menores:plvora, papel sellado (establecido en 1638), nai-pes y las peleas de gallos. El monopolio de la tratade esclavos haba desaparecido en favor del comer-cio ingls.

    REFORMAS FISCALES

    Tal vez las reformas ms exitosas fueron las fis-cales. Intentaron incrementar la recaudacin sin re-currir a nuevas fuentes, sino al aumento y, sobre to-do, a un control ms cuidadoso de lo que deba co-brarse (Escobedo 1986).

    La reorganizacin de la real hacienda deba agi-lizar la cobranza de impuestos. De diecisis cajasque haba, la reforma dej slo siete. Ya en el sigloXVII haban sido suprimidas las cajas de Castrovi-rreyna y Chachapoyas y en el XVIII la de Matucana(centros mineros en decadencia). En otros intentosracionalizadores a fines del XVIII, Trujillo absorbilas cajas de Saa-Piura y Parata, y Arequipa hizo lopropio con la antao boyante y para entonces deca-dente caja minera de Caylloma.

    El tribunal Mayor de Cuentas se constituy enuno de los pilares de las reformas. Las medidas de-cisivas fueron el establecimiento de las aduanas in-teriores (1774), la nueva capitacin de artesanos ycomerciantes para el pago de la alcabala y el alza desta (1776), el cobro del almojarifazgo a fardoabierto, los nuevos impuestos a la agricultura y elingreso extraordinario derivado de las rebajas secre-tas de la ley de las monedas (1772 y 1786) (Lazo1993).

    Como se vio, la alcabala era un impuesto quegravaba las transacciones comerciales. Desde su im-plantacin afectaba el 2% del monto de venta de losbienes, pero en 1722 ese porcentaje se elev al 4% yen 1776 volvi a incrementarse al 6%. Se incluy alos indios en el pago porque las dems castas losusaban para internar productos. As tambin se in-corporaron a la cobranza productos antes exonera-dos y de alto consumo (principalmente coca y gra-nos). Anteriormente y durante muchos aos, la co-branza estuvo a cargo del cabildo, de algn comer-ciante particular o del tribunal del Consulado. Unainnovacin importante fue que las autoridades co-loniales asumieron en forma directa esta tarea.

    De otro lado, para los efectos de la cobranza dela alcabala, en 1780 se orden a todos los artesanosy comerciantes alistarse en sus gremios respectivos.En las ciudades se volvi a confeccionar los cabe-zones. La reaccin de los maestros fue perseguir a

    quienes trabajaban en tiendas ocultas (Quiroz1990).

    Una medida paralela fue el establecimiento deaduanas internas. La primera se puso en 1774 enArque y Tapacar (Cochabamba); siguieron las deLa Paz en 1776, Buenos Aires en 1778 y Arequipaen 1780. Se pensaba instalar una aduana en el Cuz-co cuando estall la rebelin de Tupac Amaru.

    En 1778 se estableci el impuesto del 12,5% so-bre el aguardiente. Esta medida afect directamentea productores, comerciantes y campesinos. A aqu-llos por el alza que experiment el licor, disminu-yendo sus posibilidades de competir con productosalternativos en los mercados mineros y urbanos; astos porque el aguardiente era un medio de pagodel trabajo que realizaban en minas, haciendas yobrajes (Brown 1986).

    Al mismo tiempo, la corona persigui con deci-sin el contrabando de oro y plata desde el Alto alBajo Per.

    Con el mismo fin se hizo ms eficaz el cobro deltributo indgena mediante la aplicacin de retasaspara asegurar la concurrencia efectiva de los reem-plazos e impedir a los forasteros burlar el pago.En base a una revisita general, Areche elev los tri-butos a casi un milln de pesos anuales, reemplazla antigua contadura de retasas con la de tributos einici la cobranza a quienes, legalmente, no debanabonarla.

    Dado que el reparto demostr ser muy eficaz ylucrativo, la corona y las autoridades coloniales seinteresaron por esta forma de circulacin. La ideaera participar de las ganancias que funcionarios me-nores tenan en este comercio y, con ello, aprove-char este sistema para impulsar la produccin mi-

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    Detalle de un folio de papel sellado del siglo XVII. Su usoobligatorio para asuntos contenciosos fue decretado por la

    corona espaola en 1638.

  • nera. Adems, es claro que a travs del reparto sepretendi colocar las mercaderas que se pensabaexportar hacia Amrica. Los primeros intentos delegalizarlo encontraron la oposicin del bajo clero,principalmente porque afectaba el propio trfico demercancas que mantenan los curas en sus pueblosy, de otro lado, el reparto limitaba grandemente lasposibilidades de la cobranza del tributo, de dondeprovenan los snodos que ellos perciban. En 1751fue legalizado el trato de los corregidores en fun-cin de una tarifa especial (Tord 1974; Moreno1977: 304; Spalding 1974; Golte 1980).

    La corona increment la proporcin correspon-diente a los novenos reales creando la junta unidade diezmos. Cobr los derechos por el oro y la pla-ta en los metales mismos y no despus de su embar-que como pasta o vajilla. Impuso un severo controlsobre las oficinas de recaudacin y contabilidad deimpuestos y tributos (Basadre 1973: 62-63; Escobe-do 1981 y 1986).

    REFORMAS POLTICAS

    Espaa busc un mejor control optimizando lasinstituciones imperiales y coloniales. Una tarea in-dispensable era recortar las prerrogativas del Conse-jo de Indias, donde predominaban las tendencias fa-vorables a la burocracia colonial. Ello se hizo paula-tinamente hasta su desactivacin en la constitucinde 1812. Los secretarios del Consejo de Estado, encambio, ganaron en influencia y autonoma. En1714 Felipe V instituy cuatro secretaras (signifi-cativamente, las colonias fueron incluidas en unamisma secretara con la marina) que despachabanpor su cuenta gran parte de los asuntos americanos,impartan rdenes directamente a las autoridades deultramar, reclamaban de s-tas informes directos al rey yslo en casos especiales re-curran a las consultas delConsejo de Indias (Konetz-ke 1976: 109).

    En el campo poltico des-tacan la limitacin creciente

    del mbito jurisdiccional del Per, la creacin de in-tendencias, la restriccin de la influencia en las de-cisiones de los criollos y los ajustes en las funcio-nes de los caciques.

    El cambio ms urgente era limitar la capacidadadministrativa de los gobernantes peruanos. Desdelos albores de la conquista, el virreinato peruanocubra un territorio muy variado y dilatado: todaAmrica meridional a excepcin de Venezuela y losdominios portugueses. Para evitar esta concentra-cin de poder y agilizar el cumplimiento de las de-cisiones, la corona decidi desmembrar el virreina-to. Entre 1717 y 1739 fue creado el virreinato deNueva Granada con capital en Bogot que inclu-y las audiencias de Quito, Panam, y posterior-mente, Venezuela (constituida en audiencia en1786).

    Con Nueva Granada el virreinato de Lima habaperdido buena parte de su influencia. Sin embargo,un golpe ms doloroso estaba todava por asestarsea la orgullosa capital peruana. La importancia estra-tgica que fue adquiriendo la zona del Plata en el si-glo XVIII determin la necesidad de otorgarle unestado preferencial dentro del sistema colonial espa-ol. Territorio poco poblado pero de enorme poten-cial econmico y comercial, era codiciado por losportugueses e ingleses. En 1776 la corona cre el vi-rreinato del Ro de la Plata con sede en Buenos Ai-res y que abarcaba Paraguay, Tucumn, Potos, San-ta Cruz de la Sierra y Charcas.

    Uno de los efectos ms directos de esta decisinfue que el Alto Per con las minas de Potos dej dedepender de Lima. Ya el trfico directo Sevilla-ElCallao haba reorientado parte del comercio altope-ruano. Los comerciantes peruanos en especial loslimeos vieron restringidas sus posibilidades de

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    La ciudad de Buenos Aires desdela orilla del ro hasta el suburbiode la campia en una ilustracinde 1820. Se aprecia a laizquierda la plaza de torosubicada en el extremo norte de laciudad (Tomado de Vidal 1943).

  • seguir aprovechando los recursos quegeneraba la rica zona minera del al-tiplano (Cspedes del Castillo1946: 703; Fisher 1981: 18;Mazzeo 1994: 42-47).

    No obstante, parece que elcomercio de Buenos Aires nolleg a afectar tanto al de Li-ma, al menos no en la magni-tud que indicaban los comer-ciantes monopolistas limeos.Datos de Haitin (1983: 38) in-dican que las importaciones porel Callao eran el doble que las in-gresadas por Buenos Aires (que al-canzaron 1,3 millones de pesos en valo-res constantes de 1778 durante los aos de1785 a 1796). Fisher, de su lado, ha establecido queel Ro de la Plata captaba el 10,1% de las exportacio-nes desde Cdiz, en tanto que los puertos del Pac-fico participaban con el 21,1 % (Fisher 1992: 149).

    La necesidad de mayores recursos oblig a la co-rona a estrechar el control sobre la administracincolonial, a asumir responsabilidades directas y a au-mentar los monopolios reales. Se requera una bu-rocracia ms abundante, preparada y, ante todo,leal. Al favorecer ahora a los peninsulares para lospuestos ms importantes en los nuevos oficios, lacorona diluy pero no logr eliminar la influen-cia local en el gobierno colonial.

    Un paso importante para el establecimiento delprograma de reformas deban ser las visitas. El eje-cutor de las reformas y futuro ministro de Indias,Jos de Glvez, efectu una exhaustiva visita a M-xico entre 1765 y 1771, y a su retorno a la pennsu-la formul una serie de recomendaciones para erra-dicar las anomalas detectadas. En 1776 la coronanombr a Jos Antonio de Areche como visitadorgeneral para el Per, Chile y Buenos Aires. Lo suce-dera Jorge Escobedo hasta 1785 (Palacio 1946).

    Con miras a impedir las posibles extralimitacio-nes jurisdiccionales de virreyes y visitadores, en ca-da capital virreinal se ubic un superintendente y,en cada audiencia, un magistrado llamado regente.Ambos visitadores llegaron con amplias facultadesotorgadas por el ministro Glvez, resultando mspoderosos inclusive que los mismos virreyes. En1787 se devolvi a los virreyes el cargo de superin-tendente, pero bajo la supervisin del ministro deIndias.

    El programa de Glvez era sustituir los virreina-tos por comandancias generales o intendencias. No

    lo logr, pero pudo recortarlas facultades de los virreyesy audiencias. Los aspectosfiscales fueron encargados aun superintendente subdele-gado de real hacienda. En la

    prctica, el virrey quedabacircunscrito a las funciones

    polticas y militares. Los distin-tos fueros y las atribuciones de

    los intendentes y regentes redujeronlas funciones de las audiencias.

    Con Areche lleg en 1777 Melchor Ja-cot, malagueo como Glvez, como regente de laaudiencia limea quien elabor un informe en elque tildaba a los oidores de conformar una camari-lla estrechamente ligada a prominentes familias deLima. El virrey Guirior, segn Jacot, era un instru-mento de ese grupo familiar, social y econmico. Elvirrey fue destituido (Basadre 1973: 58-62).

    La innovacin ms conocida fue el sistema deintendencias. Sin embargo, su implementacin cau-s tantos conflictos como las visitas, en especial porcuanto la idea era crear unidades eficaces que recor-tasen las facultades de los funcionarios anterioresen lo relativo a la administracin, finanzas, justiciay defensa.

    Adaptado de precedentes franceses y espaoles,el nuevo sistema implic una nueva demarcacinadministrativa desde 1784. El cambio en este cam-po consisti en centralizar y racionalizar la burocra-cia colonial. Los siete intendentes nombrados parael Per ese ao estaban directamente a cargo de 58subdelegados que reemplazaban a los corregidores.Se crearon unidades administrativas ms grandes ycon mayor autoridad que los corregimientos, a ma-nera de pequeos virreinatos. Los intendenteseran gobernadores de amplias facultades y entre susobligaciones especficas estaban el mejoramiento delos gobiernos locales, la promocin del crecimientoeconmico, trabajos pblicos y especialmente el co-bro de impuestos y tributos.

    En busca de lealtad, estos nuevos puestos esta-ban destinados casi exclusivamente a los peninsula-res. El nombramiento se obtena por designacin yno por compra. Al menos en mayor medida que susantecesores, los intendentes pusieron los interesesreales sobre los suyos propios.

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    Moneda de ocho escudos con la efigie deCarlos III, 1779.

  • Cada intendencia estuvo dividida a su vez enpartidos bajo el mando de un subdelegado con unajurisdiccin ms vasta que los antiguos corregi-mientos. En vez de ser remunerados, los subdele-gados reciban un porcentaje de la recaudacin im-positiva de su distrito. En realidad, se reemplaza-ban los tratos que unieron al corregidor con los co-merciantes por otros tratos que unan ahora alsubdelegado con la corona. Una diferencia impor-tante fue que la recaudacin se haca en dinero, loque obligaba a vincular ms estrechamente al cam-pesino indgena con el mercado. As se pudo casiduplicar la recaudacin por tributos en Amrica.Debido a las bajas remuneraciones los subdelega-dos no pudieron ser reclutados en la pennsula, si-no localmente. Los candidatos deban propocionaruna suma que sirviese de garanta para su buenejercicio del cargo. No se elimin la corrupcin y,en algunas zonas, perdur el repartimiento de loscorregidores ahora llevado por los subdelegados(Halpern 1986: 71).

    Las consecuencias del fin dela compra de cargos y de la pre-ferencia por peninsulares fue-ron muy visibles. Paulatina-mente se fue haciendo ms cla-ra la discriminacin hacia loscriollos en los puestos de ma-yor jerarqua. Adicionalmente,la corona aument su autoridadadministrando directamente ac-tividades que antes eran subas-tadas o vendidas. As, la canti-dad de empleados gubernamen-tales en Lima casi se duplicentre mediados de 1770 y 1790.

    La misma desconfianza paracon el corregidor se tena paracon el curaca. Al fin de cuentas,este funcionario de ambas re-pblicas (la india y la espao-la) era pieza clave en el ordena-miento generado por los corre-gidores y criollos en el Perprerreformista. La rebelin tu-pacamarista reafirm el receloque se les tena, e inmediata-mente despus fueron destitui-

    dos los curacas que apoyaron al rebelde. Adems,una real orden prohibi que en adelante se confir-mara o designara a curacas. No obstante, en 1790el Consejo de Indias declar que aquellos curacasque lo son por derecho de sangre y autoridad delas leyes no deban ser despojados de sus prerro-gativas, salvo que hubiesen participado en rebelio-nes (Konetzke 1976: 134-135).

    La reforma lleg a la ciudad; en particular, a lasciudades relativamente populosas. Por ejemplo, Li-ma fue reestructurada. Con la finalidad de vigilarmejor a la sociedad, las autoridades dividieron laciudad en barrios y cuarteles, rehabilitaron el cabil-do con nuevas tareas de vigilancia, establecieron elsistema del serenazgo y un ordenamiento gremialdesde arriba. El gremio y la cofrada fueron piezasclaves en la reformulacin corporativa de la ciu-dad. En ambas instituciones, sobre las autoridadespropias se estableci un personaje especial: el lla-mado juez conservador (Garland 1995; Quiroz1986, 1990, 1991).

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    Intendencias del virreinato del Per,siglo XVIII. Tomado de Sala y Vila1996a.

    TRUJILLOPiuraSa aChachapoyasCajamarcaTrujilloHuamachucoPataz

    HUANCAVELICATayacajaHuancavelicaAngaraesCastrovirreyna

    CUZCOUrubambaAbancayCalca LaresAymaraesCotabambasCuzcoPaucartamboParuroQuispicanchisChumbivilcasTinta

    PUNOCarabaya

    LampaAz ngaro

    PaucarcollaChucuito

    AREQUIPACondesuyosCamanCollaguasArequipaCaillomaArica

    HUAMANGAHuantaHuamangaAncoCangalloAndahuaylasLucanasParinacochas

    LIMASantaChancayCantaHuarochirLimaYauyosCa eteIca

    TARMAConchucosHuaylasHuamal esHu nucoCajatamboJauja

  • REFORMAS MILITARES

    Como se ha podido apreciar, una de las motiva-ciones principales de las reformas fue la seguridad.El imperio espaol, enfrascado en guerras casi inin-terrumpidas, tena diversos frentes de lucha. Unode ellos fueron sus colonias. Si bien el Per fue delas ms estratgicas, su ubicacin geogrfica le ser-va de proteccin natural contra alguna posibleagresin de parte de enemigos externos.

    Los ejrcitos de la conquista no devinieron enpermanentes. Para la defensa del imperio en Amri-ca se cont con tropas y milicias debido a que la co-rona se neg a tener un ejrcito regular mercenarioen Amrica. El origen de estas tropas eran las guar-niciones de las fortalezas y presidios, reclutadas lo-calmente y con reos de distintas partes del imperio.El primer ejrcito regular surgi en Chile durante lalarga guerra contra los araucanos.

    Amrica fue poblada de guarniciones perma-nentes y fortalezas. Famosos fueron los presidiosde Chile y el Caribe. El Callao tuvo uno que fuedestruido por un maremoto en 1746. Aprovechan-do esa ocasin, las autoridades coloniales decidie-ron establecer un centro militar en el puerto, as quedesde 1747 fue construyndose y perfeccionndosela fortaleza del Real Felipe del Callao. Los enormesgastos efectuados revelan la importancia que le atri-buyeron las autoridades coloniales y metropolita-nas. Aparte de proteger a la capital del virreinato, elReal Felipe deba asegurar las operaciones portua-rias del Callao. Por otro lado, Lima y Trujillo esta-ban amuralladas. Ciertamente, no eran ciudadesinexpugnables, pero sus defensas imponan respeto(Lohmann 1964).

    La guerra de los Siete Aos demostr la fragili-dad de las posesiones hispanas en Amrica. La coro-na decidi destacar algunos regimientos de su ejr-cito permanente. Pero tanto las tropas de guarnicio-nes como las de regimientos tuvieron los inconve-nientes de la falta de disciplina y las deserciones.

    Se constituyeron batallones de soldados profe-sionales (tropa veterana) en las capitales. Para evi-tar la formacin de fuerzas armadas autctonas, elvirrey Teodoro de Croix propuso que las tropas se

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    Fortaleza del Real Felipe en el puerto del Callao, cuyaconstruccin tom veinte aos (1747-1767).

    Durante el gobierno del virrey Teodoro Francisco de Croix seinici el rgimen de intendencias (1784), reforma poltica con

    la que la corona espaola buscaba racionalizar la burocracia colonial.

  • formasen por partes iguales de soldados criollos ypeninsulares, que la oficialidad superior estuviesecompuesta en un 50% de europeos y que nunca elcapitn, el teniente y el alfrez de la misma compa-a fuesen criollos los tres (Konetzke 1976: 147).

    Entre 1760 y 1800 se cre un ejrcito de 2 milefectivos. Oficiales peninsulares se ubicaron en lospuestos ms altos, agravando la discriminacin delos criollos quienes, en contraste, estaban mejor enlas milicias. Pero la suspicacia metropolitana hizoasignar a cada unidad de las milicias un oficial espa-ol del ejrcito regular (Burkholder-Johnson 1990:258-259).

    Para fomentar el alistamiento, la corona exten-di al ejrcito colonial numerosos beneficios, inclu-yendo el fuero militar, derechos judiciales de los ofi-ciales, soldados y sus dependientes en variados ca-sos civiles y criminales. Estos beneficios, sin embar-go, no fueron suficientes. El ejrcito proporcionababajas soldadas y exiga una disciplina demasiadorigurosa.

    Se termin reclutando en las calles, tabernas, ca-sas de juego y crceles. Vagabundos, bebedores ycriminales terminaron por eliminar la disciplina enel servicio militar. Frecuente fue la venta subrepti-cia de armas y uniformes, as como las deserciones.Aun en estas condiciones, el ejrcito fue la nicainstitucin que permiti un ascenso social. Era, co-mo lo muestra Basadre, la nica va que tena elpueblo de escalar posiciones en una sociedad cerra-da. No resulta, entonces, extrao que el ejrcito re-gular colonial hubiese estado integrado por perso-nas de diversa extraccin social. Muchos de ellos,con el advenimiento de las luchas por la indepen-dencia pasaron a engrosar las filas patriotas.

    La reorganizacin ms sistemtica se inici en1763, cuando se cre una organizacin militar a ni-vel del imperio. La milicia pas a ser obligatoria pa-ra los hombres entre 16 y 40 aos aptos para empu-ar las armas. Se aplic la estructura corporativa. Lapoblacin qued dividida en cinco clases en compa-as y batallones segn sus ocupaciones. Ahora elfuero militar se aplicaba inmediatamente y con ma-yor amplitud. En 1780 el visitador Areche informa-ba que en Lima todo o casi todo el traje de loshombres es uniforme de milicias con charreteras ygalones y que las formaciones militares se compo-nan casi exclusivamente de oficiales. Otro informede 1784 indicaba que haba comarcas en el Per quetenan ms milicianos en los partes que varones, in-clusive si se contaban los muchachos de doce aos.En realidad, como dijera el virrey Gabriel de Avils

    en 1803, a los oficiales no les interesaba la forma-cin militar como tal. Les atraan ms el uniforme ylos honores.

    Aparte de las milicias provinciales, de oficialesactivos del ejrcito regular y ms amplia actividad,existieron milicias urbanas, conformadas por la ple-be de las ciudades en funcin de sus corporaciones(gremios), y su actividad se reduca a tareas de vigi-lancia en la localidad. Hubo unidades milicianas es-peciales para la poblacin negra y mulata; pese a es-tar prohibido que los indios portasen armas, Limatuvo desde 1762 un regimiento de infantera de in-dios con 9 compaas de 75 hombres cada una (Ko-netzke 1976: 150-151).

    Estos cuerpos de milicias tuvieron una actividadconstante, pero rara vez estaban armados y entrena-dos adecuadamente. En 1800 los milicianos no eranms de 18 mil en el Per, que se reunan peridica-mente en las ciudades para efectuar ejercicios mili-tares. El lugar de los ejercicios (alardes) era la plazamayor de la ciudad. Ese da, generalmente domingo,las armas reemplazaban a los puestos de vivanderosque habitualmente poblaban las plazas. Por estemotivo, la plaza mayor de las ciudades peruanas pa-s a llamarse (muy impropiamente) plaza de armas.

    REGALISMO Y EXPULSIN DE LOS JESUITAS

    El regalismo fue otra caracterstica de la polticageneral espaola en las colonias. En el siglo XVIII lacorona espaola sigui la poltica de expandir la au-toridad real a expensas de otras instituciones y gru-pos de intereses. A diferencia de sus predecesores,Carlos III se decidi a cambiar la balanza entre lacorona y la iglesia. Creyendo que la jurisdiccin dela iglesia debera extenderse sobre las personas lai-cas slo en materias de conciencia, la corona redu-jo la inmunidad eclesistica y el derecho de asilo.

    Un objeto especial de su atencin fue el excesi-vo crecimiento de la propiedad territorial de la igle-sia, que converta en manos muertas (bienes vin-culados, fuera del libre trfico) a buena parte de losfundos rsticos y urbanos. Se propuso su desamor-tizacin.

    La voluntad de la corona de cambiar las institu-ciones eclesisticas result evidente en 1767, cuan-do Carlos III expuls a la Compaa de Jess de susdominios. Los jesuitas desconocan la autoridad delmonarca aduciendo que era inferior a la del papa yobstruan la implementacin de la poltica real. Supreeminencia en la educacin y lazos estrechos con

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  • personas laicas ricas y prominentes tambinles daba una influencia que generaba los rece-los reales. Finalmente, los cuantiosos bienesde la Compaa atrajeron la atencin de la co-rona, siempre en estrecheces financieras.

    La expulsin de 680 jesuitas de Mxico yms de 500 del Per, la mayora de los cualesera nativa de nacimiento, conmovi a la opi-nin colonial. Hubo motines en Mxico; en elPer la expulsin provoc asombro, pero losjesuitas fueron deportados sin protestas signi-ficativas.

    Luego de su expulsin, la corona confisc lashaciendas y otros bienes de la Compaa. En elPer el valor de 203 haciendas y ms de 5 200 es-clavos secuestrados era aproximadamente de 6,5millones de pesos. En menos de una dcada msde la mitad de este caudal haba sido vendido.Asimismo, los bienes jesuitas en Mxico valanms de 5 millones de pesos. La rpida transferen-cia de propiedad cre profundos intereses localesopuestos al retorno de la orden y as se cort lapresin de aquellas familias que estaban preocu-padas por la expulsin de sus hijos, parientes yprofesores (Aljovn 1990; Burkholder-Johnson1990: 261-262).

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    Retrato de Carlos III, autor annimo, siglo XVIII.Luego de una serie de medidas que buscabanrecortar las prerrogativas de la iglesia, estemonarca dispuso la expulsin de ms de 500sacerdotes jesuitas del Per y de 680 en Mxico.

    Altar mayor de la iglesia de SanPedro de Lima, construida por los

    jesuitas, quienes en 1767 fueronexpulsados de las colonias espaolas,

    acusados de obstruir laimplementacin de la poltica real.

  • La situacin en que se hallaba la poblacin cam-pesina y urbana de escasos recursos gener diversasmanifestaciones de protesta, en el marco de una co-yuntura que exacerbaba las relaciones sociales, eco-nmicas, tributarias y/o polticas.

    Sin duda, la respuesta fue permanente y cotidia-na. La poblacin cre y desarroll numerosas for-mas de adaptacin a las condiciones de subordina-cin econmica, social, poltica y cultural con res-pecto a los sectores dominantes. Sin embargo, cuan-do estas estrategias no funcionaban, se producanquiebres rebeldes que,no est dems subrayar-lo, fueron antes la ex-cepcin que la regla, pe-se a la abundancia deejemplos de levanta-mientos ms o menosimportantes (Lazo-Tord1977; Stern 1990; Cahill1988).

    La ausencia de rebe-liones o revueltas en losprolongados lapsos detranquilidad o las am-plias zonas geogrficasdonde no se producenlevantamientos trascen-dentales, no deben darlugar a pensar que setrataba de tiempos y es-pacios realmente pacfi-cos. La resistencia al r-gimen colonial y socialasuma formas pasivas,individuales, desorgani-zadas y aisladas. Se re-curra a los tribunales,se reajustaba el tiem-po de trabajo y los pa-trones de consumo, sebuscaba alternativas devida (cambio de activi-dad, domicilio, etc.).

    El XVIII fue un siglo de manifestaciones perma-nentes, casi endmicas que, contadas por decenas,van desde protestas espontneas, efmeras y sin ma-yor trascendencia, hasta rebeliones que remecieronel rgimen colonial en su conjunto. La rebelin deTupac Amaru es considerada la culminacin de unciclo de numerosos levantamientos de pequeamagnitud y focalizados territorialmente.

    Los movimientos hacia mediados de siglo no lle-garon a abarcar a una poblacin masiva. Los propiosindgenas no estuvieron, al parecer, en condiciones

    de liderar y llevar ade-lante una protesta aut-noma, pues el aisla-miento geogrfico y suscondiciones de vida yde trabajo les impedanuna coordinacin gene-ral. Diferenciada tantopor regiones como alinterior de una mismaregin, la poblacin in-dgena tuvo una seriede valladares en el ca-mino hacia la unifica-cin de intereses y laconformacin de unadireccin y metas co-munes.

    El rgimen colonialfue muy sofisticado ensu ordenamiento social,poltico y cultural. Deotra manera no hubiesepodido durar casi tressiglos con tantas con-tradicciones internaspotenciales y efectivas.Desde ya, se trataba deuna sociedad constitui-da sobre las ruinas deun vasto y poblado Es-tado, que aprovechsus riquezas naturales y

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    IIIPROTESTA SOCIAL Y ANTICOLONIAL

    Ceremonia de empadronamiento parroquial en una acuarelade Martnez Compan, siglo XVIII.

  • humanas y que, para hacerlo, tuvo que utilizar la es-tructura de las relaciones econmicas, sociales, po-lticas y culturales preexistentes adecundolas a lasnuevas condiciones.

    Para funcionar sin contratiempos, este rgimense bas en los principios de asimilacin y diferen-ciacin sociales. El primero inclua nociones comola mancomunidad de intereses, la jerarquizacin dela sociedad, la posibilidad de promocin y la con-temporizacin de las culturas sometidas; el segundosubrayaba las distinciones entre los sectores de lasociedad. De esta manera, se asimilaba separando.En otras palabras, se aplic brillantemente la normade dividir y reinar.

    Un levantamiento generalizado (o, al menos, ex-tendido) deba previamente superar los mecanis-mos de integracin que presentaba la sociedad. So-breponerse, adems, a las diversas medidas existen-tes para la vigilancia social: desde el conformismopredicado en el plpito y que generaba la resigna-cin de parte del campesinado, hasta la represin f-sica. Hoy se sabe que los potenciales lderes de le-vantamientos se encontraban tan divididos que re-sult muy sencillo para el rgimen enfrentar unos aotros y, as, acabar con las manifestaciones que pre-tendan generalizar la protesta.

    En estas circunstancias, se entiende, las manifes-taciones no pasaron de ser tumultos o amotina-mientos sin mayores pretensiones ni direccin, cir-cunscritas a alguna reivindicacin especfica y diri-gidas por lo general contra el mayordomo o admi-

    nistrador de un obraje, hacienda, mina, o la perso-na y bienes de algn corregidor (Lazo-Tord 1977).

    La protesta, en un principio contra abusos aisla-dos, fue cuajando paulatinamente en movimientoscon un conjunto de motivaciones ms estructura-les. De ser fragmentada pas a ser una respuesta or-gnica.

    La nueva situacin estructural fue generada porel programa de reformas imperiales (que afectprcticamente a todos los sectores sociales) vincula-das principalmente a una nueva presin fiscal y anuevas condiciones de ejercicio de las actividadeseconmicas, generando una protesta canalizada departe del sector que una a los diversos grupos so-ciales y econmicos involucrados, es decir, el co-mercio.

    No parece tan casual que la gran rebelin de1780, que fuera la sntesis de la actitud contestata-ria, haya estado liderada y coordinada por persona-jes participantes en el comercio interregional muyrelacionado con el ultramarino (incluido el contra-bando que entraba por el Ro de la Plata).

    Fueron comerciantes y propietarios de pequea ymediana escala los que integraron la dirigencia visi-ble de la rebelin. Sin embargo existen indicios fun-dados de una participacin original de hacendados,obrajeros y comerciantes ms que medianos. Todosrelacionados con colegas indgenas y mestizos demenores recursos, y todos, tambin, afectados porregistros de propiedad, incremento de alcabalas, es-tablecimiento de aduanas, etc. (OPhelan 1986).

    En esta ilustracin delsiglo de las luces sepuede apreciardiversos tipos socialesdel mundo colonialhispanoamericano: (deizquierda a derecha)espaola quitea,india palla, indiobarbero, mestizaquitea, indiorstico e indiaordinaria. Laimagen procede de laRelacin histrica delviaje a la Amricameridional de JorgeJuan y Antonio deUlloa.

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  • LA PROTESTA PASIVA

    La mayor parte de las situaciones conflictivas seresolva (o intentaba resolver) por vas distintas alas violentas. Sobre todo porque el rgimen presen-taba salidas aparentemente viables para estas co-yunturas. La normatividad formalmente favorable ala poblacin de escasos recursos (principalmenteindgena) invitaba a acudir a los tribunales. Estasacciones judiciales se extendan por tanto tiempoque, en la prctica, no daban resultados positivos.Pero tampoco negativos. La labor de los protecto-res de indios fue importante en este sentido. Jui-cios de nunca acabar para castigar abusos repletanlos archivos.

    Se llegaron a hacer representaciones a la mismacorte de Madrid. Se pensaba que el sistema era co-rrecto, pero los funcionarios conformaban el esla-bn que fallaba en la cadena judicial. El objetivo delas quejas era, por eso, el funcionario. Confiando enque, de saber lo que realmente pasaba en sus domi-nios, el rey solucionara inmediatamente los proble-mas que aquejaban a sus sbditos, stos buscabanacudir a la corte con un memorial de sus desventu-ras (Lavalle 1990).

    Al lado de la larga carta de lamentaciones queenviara Guaman Poma de Ayala en el siglo XVII, seencuentra el memorial que escribiera el fraile fran-ciscano Calixto Tupac Inca. Este indio tarmeo,identificado con la situacin de sus paisanos, fueautor de una detallada y conmovedora relacin dela situacin de la poblacin indgena peruana hacia1748. La llev a Espaa y la entreg al rey Fernan-do VI en 1750. Pese a sus gestiones, en vano esperdurante tres aos una respuesta. De regres prosi-gui en Lima sus contactos con los indios y curacas.Descubierta su labor, en 1757 fue recluido en elconvento de su orden y luego enviado a Espaa.

    La poblacin esclava no estuvo en condicionesde organizar y realizar un levantamiento eficaz. Pe-se a ser importante en determinados valles de lacosta, el peso relativo de los esclavos fue reducido.Dispersa geogrficamente y en medio de distintosregmenes, la esclavitud jug un papel secundarioen lo econmico y su presencia se diluy en el con-junto de una sociedad estamental y corporativa. Alo ms, su protesta se limit a tumultos con un gra-do mnimo de organizacin, como el que se produ-jo en la hacienda San Jos de Nepea en 1779 (Kap-soli 1975; Tord-Lazo 1981: cap. V).

    La forma ms importante de protesta fue el ci-marronaje, es decir, la fuga de los esclavos de las ha-

    ciendas y casas de sus amos. Por lo comn, el cima-rrn se volva asaltante de caminos o se esconda enlas ciudades. En ocasiones, los cimarrones se orga-nizaban en refugios permanentes llamados palen-ques. Si el cimarronaje como tal no afectaba al sis-tema esclavista, la frecuencia de fugados poda inci-dir en su estabilidad, sobre todo si los cimarronescontaban con palenques difciles de hallar y exter-minar. Los palenques no tuvieron mayor importan-cia: hubo muy pocos, albergaron escasa poblacincimarrona y su vigencia estuvo relacionada con co-yunturas sociales especficas (principios del sigloXVIII y fines del tiempo colonial). Se ubicaron ma-yormente en los alrededores de ciudades como Li-ma y Trujillo y cerca de caminos transitados (Tord-Lazo 1981: cap. VI; Flores Galindo 1984).

    En la prctica, los palenques fueron excepciona-les porque resultaban innecesarios segn las condi-ciones en que se desenvolvi la esclavitud peruana:minoritaria y mayormente costea y urbana (do-mstica). El estado de los esclavos en las ciudadesse pareci ms al de las castas libres con las queconvivan constituyendo una amplia plebe urbana.El trabajo en las panaderas, que algunos han inter-pretado como excepcional y cruel, fue tal vez el ni-co que en las ciudades se asemejaba al netamenteesclavista. El resto de los esclavos viva en condicio-nes ms relacionadas a la servidumbre, sin dejar deser legalmente esclavos. Ellos batallaban por perma-necer en las ciudades, llegando a casarse con unapareja residente en la urbe a fin de obtener la pro-teccin de la iglesia cuando sus amos intentabanvenderlos para el trabajo en haciendas (ms cercadel trabajo esclavista). En realidad, las ciudadeseran los palenques.

    LOS LEVANTAMIENTOS INICIALES

    La coyuntura rebelde se inicia principalmente enla octava dcada del siglo XVIII, es decir, cuando loscambios producidos por las reformas haban gene-rado una situacin de desacato que abarcaba a dis-tintos sectores sociales con diferentes perspectivas.Empero, conforme las medidas se iban producien-do y afectando intereses, desde 1730 se presentanmovimientos sociales importantes.

    Ese ao estallaron dos rebeliones que llegaron ainvolucrar un considerable territorio del sur andinoperuano. Se produjeron en estrecha relacin con lasmedidas (revisitas) que incluan a los mestizos co-mo indios para los efectos de las mitas. Funciona-rios y propietarios en la sierra sur del Per temieron

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    CAQuiroz Chueca

  • ver restringidas sus posi-bilidades de contar conmano de obra.

    En noviembre de 1730se levant la poblacin enCochabamba bajo el so-corrido lema de viva elrey, muera el mal gobier-no. Mestizos, criollos eindios, apoyados por al-gunos curas, participaronen el levantamiento. Eltema de los corregimien-tos fue clave. Criollos ymestizos buscaban quefuese un criollo quienocupase el cargo; a los in-dios, de su lado, les inte-res ms el resultado dela revisita emprendidapor el virrey Jos de Ar-mendriz, marqus deCastelfuerte, que reorga-nizaba la mita y el repar-to. Este intento rebeldefue sofocado con especialcrueldad por las autorida-des. El jefe principal, elmestizo platero Alejo Ca-latayud, fue ahorcado junto a otros once participan-tes (OPhelan 1988: 94-99).

    La otra revuelta se produjo en Cotabambas(Cuzco). Un grupo de indios y mestizos asesin alcorregidor del pueblo en protesta por su sistema dereparto y por el incremento de la cuota de mitayos.De la misma manera, los cabecillas rebeldes fueronejecutados mientras otros participantes recibieroncastigos ejemplificadores (OPhelan 1988: 99-104).

    En 1739 abort un levantamiento en Oruro. Elmanifiesto capturado a los conspiradores muestra lacomposicin, causas y fines del movimiento. Se pre-tenda una suerte de alianza entre criollos, indios ymestizos, basada en la igualdad. El criollo Vlez deCrdova incluy al curaca orureo Eugenio Pachac-nina. Lewin dice que tambin se intent incluir aJuan Bustamante Carlos Inca, descendiente de losincas.

    El manifiesto es considerado el primer programapoltico del siglo XVIII. Justifica la rebelda por laopresin en que se hallaban los distintos sectores dela poblacin: tributos, mitas y repartos, impuestos ydonativos, discriminacin poltica a los criollos. In-

    teresante es el argumentoelegido: restaurar el im-perio de los incas. Al pa-recer, este paso (y la con-vocatoria a curacas) sedio con el fin de aglutinara la poblacin aborigenen torno al movimiento.El contenido preciso delas demandas indica queno se buscaba eliminar laestructura poltica exis-tente. Se mantendra alvirrey y a los corregidorespero sin tributos, mitas,repartos ni los impuestosms odiados por los crio-llos y mestizos. Los diri-gentes fueron criollos ymestizos comerciantes,arrieros y artesanos (pla-

    teros) con evidentes vnculos con Potos (Lewin1957: 118; OPhelan 1985: 172).

    El manifiesto de Oruro de 1739 ejerci una graninfluencia en la conciencia de las diversas zonas dela sierra peruana; inclusive, en la rebelin de TupacAmaru.

    Una de las revueltas ms extensas por el territo-rio y por el tiempo que abarcara fue la conocida co-mo de Juan Santos Atahualpa, quien se proclamsucesor del ltimo gobernante del Tahantinsuyu. Seinici en 1742 en la selva central, en Tarma, y se ex-pandi por un amplio territorio de la sierra. Lasfuerzas de Juan Santos Atahualpa estuvieron con-formadas por aborgenes campas del Gran Pajonal,Peren y Cerro de la Sal, que destruyeron 27 misio-nes. El gobierno virreinal tendi un cordn militardesde Hunuco hasta Huanta. Las fuerzas de los co-rregidores de Jauja y Tarma lanzaron un ataque con-tra los rebeldes e instalaron un fuerte en Quimiri(hoy La Merced). Cuando se apoderaron de esa pla-za, el v