crÍtica de libros. (reis nº 37. crÍtica de libros)

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El tiempo de la sociología E. JAQUES La forma del tiempo (Buenos Aires, Paidós, 1984) (Ed. original inglesa: The form of time, Londres, Heineman, 1982) Uno de los aspectos más novedosos de la respuesta que se está dando a la llamada crisis de las ciencias socia- les es el surgimiento de un creciente interés por el estudio del tiempo. La publicación de La forma del tiempo, del sociólogo británico Elliot Jaques, es una muestra más de ello. Se trata de una obra ambiciosa y original que no debe pasar inadvertida. En el campo de la sociología cabe diferenciar tres aproximaciones típi- cas al estudio del tiempo. Una pri- mera —que arranca de Durkheim y su escuela— concibe el tiempo como objeto sustantivo de análisis socioló- gico y se ha ido materializando en lo que se ha dado en llamar la sociolo- gía del tiempo (véase, por ej., E. Ze- rubavel, 1981). Otra aproximación es aquella a la que el tiempo interesa fundamentalmente por motivos de construcción teórica y que pretende, por su estudio, renovar el marco ana- lítico de la sociología (véase, por ej., Merton, 1984). Hay, por último, una tercera aproximación en la que el centro de interés lo constituyen los problemas epistemológicos y metodo- lógicos que el tiempo plantea a las ciencias sociales o, incluso más allá de éstas, al conjunto de las ciencias del hombre. De las tres aproximaciones típicas, la primera ha sido históricamente la más frecuente y la última la más ra- ra, por no decir inexistente. Lo que justamente singulariza a La forma del tiempo es el hecho de que su pro- pósito explícito y central consista en afrontar la problemática epistemoló- gica y metodológica del tiempo. Pre- tende así investigar, con una nueva perspectiva, el tiempo de la sociolo- gía, es decir, los marcos temporales que el discurso sociológico presupone BSS 37/87 pp. 235-262

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El tiempo de la sociología

E. JAQUES

La forma del tiempo(Buenos Aires, Paidós, 1984)

(Ed. original inglesa: The form of time, Londres, Heineman, 1982)

Uno de los aspectos más novedososde la respuesta que se está dando ala llamada crisis de las ciencias socia-les es el surgimiento de un crecienteinterés por el estudio del tiempo. Lapublicación de La forma del tiempo,del sociólogo británico Elliot Jaques,es una muestra más de ello. Se tratade una obra ambiciosa y original queno debe pasar inadvertida.

En el campo de la sociología cabediferenciar tres aproximaciones típi-cas al estudio del tiempo. Una pri-mera —que arranca de Durkheim ysu escuela— concibe el tiempo comoobjeto sustantivo de análisis socioló-gico y se ha ido materializando en loque se ha dado en llamar la sociolo-gía del tiempo (véase, por ej., E. Ze-rubavel, 1981). Otra aproximación esaquella a la que el tiempo interesafundamentalmente por motivos deconstrucción teórica y que pretende,

por su estudio, renovar el marco ana-lítico de la sociología (véase, por ej.,Merton, 1984). Hay, por último, unatercera aproximación en la que elcentro de interés lo constituyen losproblemas epistemológicos y metodo-lógicos que el tiempo plantea a lasciencias sociales o, incluso más allá deéstas, al conjunto de las ciencias delhombre.

De las tres aproximaciones típicas,la primera ha sido históricamente lamás frecuente y la última la más ra-ra, por no decir inexistente. Lo quejustamente singulariza a La forma deltiempo es el hecho de que su pro-pósito explícito y central consista enafrontar la problemática epistemoló-gica y metodológica del tiempo. Pre-tende así investigar, con una nuevaperspectiva, el tiempo de la sociolo-gía, es decir, los marcos temporalesque el discurso sociológico presupone

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a la hora de constituir su objeto deestudio, proceder a describirlo y en-carar su eventual explicación.

Es lógico que una investigación asíarranque de una teoría general deltiempo, pues sólo si se despeja laincógnita de qué es el tiempo cabeinvestigar cuál es el tiempo de la so-ciología. Y es justamente en esto enlo que se centra la primera parte deLa forma del tiempo.

Jaques se ve abocado, pues, a en-carar el viejo y correoso «enigma»del tiempo. La tradicional retórica—fijada por S. Agustín en Las con-fesiones— para el tratamiento de eseenigma no deja de aparecer: la pre-gunta por lo obvio (todos sabemosqué es el tiempo) se muestra descon-certante y desconcertada (no podemosdecir lo que sabemos) para llegar, alfin, a una contestación segura y cla-ra (llegamos a decir lo que sabemos).Jaques juega también a esa retórica,culminándola con una propuesta reso-lutiva con profundas raíces en la tra-dición filosófica, a la vez que nove-dosa. Lo que propone es una teoríadel tiempo que lo presenta como unconcepto unitario, relacional y bidi-mensional.

La idea de que el tiempo, aunqueíntimamente relacionad^ con el cam-bio, no se puede identificar con éstees tan vieja como la filosofía aristo-télica. Es esa idea el argumento cen-tral que Jaques construye para fun-damentar un concepto unitario o úni-co de tiempo. Si el lenguaje cotidia-no tiende a tratar de forma libérrimalos conceptos temporales y si, másespecíficamente, existe una arraigadatendencia a identificarlos con las pro-

piedades de las cosas que cambian odel proceso a lo largo del que cam-bian, esto no es sino un error quees urgente despejar. El tiempo, enrealidad, argumenta Jaques, es unconcepto abstracto que actúa comomarco posicional en y por el queordenamos los acontecimientos en losque se materializa la dialéctica delcambio y la permanencia que es pro-pia del mundo real (pp. 59-65). Porello, aun habiendo muchas cosas quecambian, múltiples procesos de trans-formación y, consecuentemente, tan-tos cambios posibles como niveles di-ferenciables de lo real, no existe másque un único concepto de tiempo quesirve para ordenar el complejo mun-do fenoménico.

La concepción relacional del tiem-po fue fundamentada ya por Leibnizen contra del sustancialismo de New-ton. Jaques aboga por ella argumen-tando que el tiempo en sí y por síno es objeto alguno de experiencia y,consecuentemente, carece de propie-dad alguna. Lo que llamamos tiempoes un concepto construido a partir dela experiencia de específicas relacio-nes que se dan entre los fenómenos.Quiere decir ello, por demás, que esaconstrucción no dependerá tan sólode aquello que se da a nuestra ex-periencia, sino también de las espe-cíficas características de nuestro ex-perienciar. Consecuentemente, unateoría relacional del tiempo ha deabrirse al análisis de las formas depercibir/experimentar el mundo. Porese análisis se desvelarán las basesexperimentales de ese concepto inme-diatamente caleidoscópico y laberín-tico (65-67, 77-81).

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A diferencia de las anteriores de-terminaciones, la bidimensionalidadha sido idea poco explotada tradicio-nalmente, que tan sólo ha acabadopor entrar en el debate filosófico so-bre el tiempo en el presente siglo—por lo menos en los medios anglo-sajones—. Al construir su argumen-tación, Jaques parte explícitamente deMcTaggart y de la tradición que en élse engendra (véase, sobre el tema,Gale, 1968). McTaggart había soste-nido que el enigma del tiempo podíaser resuelto si se diferenciaban dostípicos campos de ordenación tempo-ral, que propuso denominar serie Ay serie B. La serie A es la del tiem-po del devenir y se caracteriza por elperpetuo fluir de lo que acontece delfuturo hacia el presente y de éste ha-cia el pasado. La serie B, por el con-trario, es la del tiempo de la sucesióny se caracteriza por ordenar de formapermanente lo que acontece según lasrelaciones del antes y el después *.

Jaques recoge esta distinción, aun-que rebautizándola como diferencia-ción del tiempo de la intención oKairos (serie A) y el tiempo de la su-cesión o Cronos (serie B) (cap. 6).Pero, en contra del idealismo y re-duccionismo de McTaggart, proponeque ambas series son reales —es de-cir, resultan de la experiencia— y

* A estas dos series, MCTAGGART agre-gaba una serie C, de carácter espacial, quetenía un estatuto ambiguo en su argumen-tación, lo que explica, al menos en parte,que no se haga casi nunca referencia a ella.En realidad, si se analiza con detenimiento,constituye uno de los puntos de partidafundamentales para superar las paradojasdel tiempo mctaggartianas (véase MCTAG-GART, 1975).

ninguna de ellas es prioritaria sobre,o reductible a, la otra.

Como, por otro lado, la hipótesisde un tiempo segregado en dos seriescon idéntico estatuto e irreductiblesentra en contradicción con la inicialhipótesis de un tiempo único, Jaquesresuelve el problema postulando untiempo bidimensional (p. 117). Deesta forma, el tiempo intencional y eltiempo de la sucesión no constituyendos tiempos, sino las dos dimensio-nes (análogas a las distintas dimen-siones del espacio) de un tiempoúnico.

Esta idea es crucial en todo el dis-curso epistemológico de Jaques. Par-tiendo de ella, se propone que la pe-nuria o dificultades epistemológicasdel conjunto de las ciencias del hom-bre (especialmente psicológica y so-ciológica) resultan de la contradiccióninherente a un discurso que estudiauna realidad temporalmente bidimen-sional (lo humano) con los instrumen-tos típicos de un discurso científicoque tan sólo contempla la hipótesisde un tiempo unidimensional. Y esque si el modelo de ciencia que lasciencias del hombre han seguido hasido el construido por las ciencias dela naturaleza —y más específicamentepor la física—, éstas no han precisa-do, para constituirse como tales, másque un complejo espacio-temporal te-tradimensional, en el que se diferen-cian tres dimensiones espaciales y unadimensión temporal (pp. 199-202).Todo lo cual es razonable, pues suobjeto de estudio no precisa para sudescripción y eventual explicaciónmás que el tiempo de la sucesión ysu métrica correspondiente, sin refe-

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rencia alguna a la direccionalidad; elahora; el fluir del futuro, presentey pasado; la emergencia de la nove-dad; el Kairos —todo lo que denotaese tiempo de la intención que estáausente.

Pero es justamente éste el tiempomás específico de la acción e ideaciónhumanas. De aquí que Jaques conclu-ya que si las ciencias del hombre quie-ren constituirse sobre bases sólidashan de redefinir su específico campode estudio como un complejo penta-dimensional, donde a las tres clási-cas dimensiones espaciales se agre-guen dos dimensiones temporales: lade la simple sucesión de los aconteci-mientos y la de la intención de lossujetos que protagonizan tales acon-tecimientos (cap. 7).

Tales dimensiones del tiempo psi-cosociológico son, por demás, plena-mente objetivas y cuantificables (ca-pítulo 10). En efecto, tanto la suce-sión (cuándo ocurre algo y con quéintervalo en relación a cualquier otroacontecimiento) como la intención(cuándo supone el actor que algo, queactúa como meta de su acción, va asuceder y con qué intervalo en rela-ción a otros aconteceres) se definencomo dimensiones susceptibles de ob-servación objetiva y medición. Con locual la incorporación de la bidimen-sionalidad del tiempo acaba por am-pliar la mensurabilidad de la acción,con los consiguientes efectos cara ala constitución de un discurso másriguroso y matematizado en este cam-po de estudios.

Jaques pretende mostrar, por otrolado, cómo las anteriores considera-ciones epistemológicas y metodológi-

cas sobre el tiempo pueden ser el pun-to de partida de hipótesis fructíferasen la investigación sociológica. Dosson los casos en que hace más énfa-

sis.El primero de ellos se refiere a los

aparatos burocráticos. Para el análi-sis de los puestos de trabajo en lasorganizaciones burocráticas, Jaquespropone como decisiva la distinciónentre el lapso temporal de discrecio-nalidad (la cantidad de tiempo pre-visto para la realización de la tareade mayor duración asignada al pues-to) y el lapso temporal de rendimien-to (el tiempo que realmente se tardaen realizar la tarea) (p. 162). El pri-mero es un magnífico indicador de lacarga de responsabilidad sentida porel incumbente de un puesto burocrá-tico y determina su valoración del sa-lario percibido: a mayor discreciona-lidad, mayor percepción de responsa-bilidad y mayores expectativas de sa-lario (pp. 165-167).

Esta hipótesis ad hoc sobre los fun-damentos sociotemporales del salario«justo» es acompañada por otra demás largo alcance, que el mismo Ja-ques destaca como provisional y es-peculativa (p. 168). La hipótesis in-troduce el concepto general de hori-zonte temporal (lapso temporal haciael futuro que un actor es capaz deabarcar y convertir en guía de su ac-ción presente) (pp. 170-171). Lo queJaques propone es que ese horizontevaría entre los individuos a partir dela infancia, con lo que resulta unaprofunda desigualdad en la capacidady dominios temporales de los distin-tos actores sociales (pp. 168 y ss.).Si resulta, por otro lado, que existe

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una fuerte correlación entre horizon-te temporal, lapso de discrecionalidadde un puesto de trabajo, responsabili-dad asumida y salario percibido, pa-rece que se construyen así los funda-mentos de una teoría biotemporal dela estratificación social. Jaques no loenuncia explícitamente, pero es unaconclusión lógica de su argumenta-ción: en la distribución de, o accesoa, los distintos puestos de trabajopriman horizontes temporales inscri-tos desde la infancia.

Este apretado resumen de las ideasmás relevantes de La forma del tiem-po no hace, tal vez, justicia a la ri-queza de hipótesis y argumentacionesque la obra contiene, pero muestrafehacientemente lo ambicioso y no-vedoso de su aportación. Se puedeo no estar de acuerdo con las pro-puestas de Jaques, pero, en cualquiercaso, hay que aceptar que ha abiertoun campo de análisis que injustamen-te se ha solido dejar de lado y queurge abordar colectivamente.

Me parece, en verdad, incuestiona-ble que la renovación de la epistemo-logía de las ciencias del hombre tie-ne, como uno de sus cometidos fun-damentales, el análisis del tiempo. Lapostura tradicional, que dejaba estoen manos de los filósofos o aceptabasin más, como tiempo de la ciencia,el tiempo de la física, ha resultadofrustrante y ha bloqueado el enterodebate epistemológico sobre las cien-cias del hombre.

A pesar de ello, no resulta evi-dente que la solución que Jaques pro-pone sea tan clara y definitiva comopretende. En efecto, Jaques utiliza elesquema clásico de la demarcación a

la hora de analizar el problema epis-temológico del tiempo en el sistemade las ciencias. Tal criterio conllevala hipótesis de un salto o una fron-tera neta entre el tiempo de las cien-cias naturales y el de las ciencias delhombre. Esto sería incuestionable silas ciencias naturales estuvieran con-sustancialmente atrapadas por la ló-gica del complejo tetradimensionaldel espacio-tiempo o, más específica-mente, por la universalidad, necesi-dad y unicidad de lo que Jaques lla-ma el tiempo de la sucesión. Esto hasido así por lo menos hasta la físicapostrelativista, y su proyección sobrela epistemología es muy visible en laobra de Kant. Pero la situación hacambiado o, por lo menos, hay cre-cientes indicios de un cambio queapunta hacia un profundo replantea-miento de los conceptos temporalesdel mismo discurso físico. Se estácreando así una situación nueva dela que son exponentes obras comolas de Prigogine (1983) y Scheurer(1979), que plantean la necesidad deuna nueva convergencia entre cien-cias naturales y ciencias del hombre,alrededor de un tiempo análogo quees ya mezcla de sucesión e intención.En efecto, si la física se ve abocadaal estudio de la ir reversibilidad, ladireccionalidad del tiempo, la «histo-ricidad» del universo material, lo pro-babilista, las ramificaciones de losprocesos, la emergencia de novedades,etcétera, entonces la hipótesis tradi-cional de demarcación carece de sen-tido y se hace más plausible la de unanueva convergencia.

Todo lo cual no quita un ápice derazón a la llamada de Jaques a una

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reflexión autónoma de sociólogos ypsicólogos sobre el problema episte-mológico del tiempo. Lo que pone encuestión es que eso lleve necesaria-mente a la problemática clásica de lademarcación y a la consolidación delesquema tradicional de las «dos cul-turas». El que haya que seguir dis-tinguiendo no quiere decir que hayaque acabar por recrear compartimen-tos estancos entre los que un diálogomutuamente beneficioso sea imposi-ble.

Por otro lado, que el tiempo delas ciencias del hombre haya de serbidimensional no constituye argumen-to suficiente para bifurcar el sistemade las ciencias. La dimensionalidad,ya sea espacial o temporal, hace tiem-po que perdió el carácter de univer-salidad y necesidad que todavía leasignaban Kant y Newton al uníso-no. La aparición de geometrías no-euclidianas a lo largo del siglo pasa-do introdujo la posibilidad de pensarun espacio carente de las tres dimen-siones clásicas. Esta misma posibili-dad se abre también cara al tiempo(véase Kroes, 1985). Ciertamente, pa-ra abordar adecuadamente este temahabría que debatir el problema gene-ral de la convencionalidad de los mar-cos generales de nuestra ordenaciónde lo real, problema demasiado com-plejo como para encararlo aquí. Contodo, interesa subrayar que el tiempoen sí carece de dimensionalidad es-pecífica necesaria y que, en funcióndel contexto y de sus potencialidadesheurísticas, cabe operar con un tiem-po n-dimensional, tanto en física co-mo en sociología.

La fundamentación de Jaques de la

unidad del tiempo plantea tambiénserios problemas. Es claro que tododepende del tipo de determinacionescjue se confieran al tiempo. Si lo quese quiere decir es que, de alguna for-ma, existe la posibilidad de traducirunos lenguajes temporales a otros, laidea parece plausible, pero sin queimplique la invariabilidad del tiempo.Si, por el contrario, se pretende quelas determinaciones del tiempo sonsiempre idénticas, entonces no se ha-ce sino bloquear un campo de análisisque, por lo menos sociológicamente,es muy interesante.

En efecto, si definimos un sistematemporal a partir de un complejo dedeterminaciones como: a) relacionesordinarias; b) relaciones topológicas;c) relaciones métricas; d) relacionesentre pasado, presente y futuro, pa-rece que, en el marco de ese com-plejo, las posibilidades de variaciónson múltiples y que así se abre laeventualidad de sistemas temporalesradicalmente distintos. Si un sistemade organización del tiempo lo pre-senta como carente de dirección, oprescinde de la idea del continuo, ono utiliza relaciones binarias de su-cesión, o bloquea la medición de in-tervalos, o define de manera peculiarlas relaciones entre el pasado y el fu-turo en el presente, etc., parece plau-sible suponer que nos encontramosante un tiempo dotado de una fuerteidentidad, con repercusiones innega-bles sobre la orientación en el mun-do de sus portadores. Negar esta po-sibilidad es más que negar la eviden-cia empírica que le hace salir a la luz:es negarse a emprender un programade investigación que puede resultar

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muy interesante (véase Luhmann,1976 y 1983).

Análogas dificultades acechan alrelacionismo de Jaques. Dejo a un la-do la pretensión de que la cienciaposrelativista haya corroborado el re-lacionismo de Leibniz. Es una postu-ra muy común, pero que no carece dedificultades (véanse Friedman, 1983;Earman, 1970). Más interesante pa-rece evaluar el modo en que Jaquesmaterializa la estrategia leibniziana. Suplanteamiento es que sólo podemoscomprender la forma del tiempo apartir de la forma de la experiencia.Pero lo que esa forma sea se presen-ta prescindiendo de la problemáticaclásica fijada por Kant y recurriendoexclusivamente a una filosofía de lapercepción, enriquecida con la utili-zación de conceptos freudianos (cons-ciente, preconsciente e inconsciente).Lo que este marco analítico suponees que, dándose en la experiencia elcambio y la permanencia, éstos sonpercibidos con distintos lentes focales(pp. 248 y ss.) o en distintos topoide aparato perceptor (pp. 59-60); deahí resultaría la específica ordenacióntemporal. Lo que así se deja de ladoes la vieja y sensata objeción de Kanta Leibniz: la percepción del cambioy la permanencia presupone, lógica-mente, el tiempo; no se trata de có-mo percibimos algo preexistente, sinode cómo constituimos (espacio-) tem-poralmente el fenómeno (véase Al-Azm, 1967). Y esa constitución su-pone, al menos, la presencia de lógi-cas temporales que resultan de unacompetencia general (para la ordena-ción de lo inmediatamente caótico)característica del ser humano. No sig-

nifica esto optar por la solución or-todoxa de Kant, sino aceptar la vali-dez de su objeción, aunque sea paradesarrollarla de otra manera. En de-finitiva, en contra de Jaques, el tiem-po no se «ve» en la percepción delmundo, sino que es éste el que resul-ta temporalmente ordenado. Si pres-cindimos del análisis de las lógicastemporales que nos permiten tal or-denación, el mundo (?) no sería sinouna «rapsodia de impresiones», porutilizar la magnífica metáfora deKant.

Si la teoría general del tiempo deJaques adolece de estas insuficiencias,su proyección en el campo de las cien-cias del hombre muestra otras signi-ficativas. Las más decisivas se refie-ren al concepto clave de tiempo dela intención o dimensión intencionaldel tiempo.

Que la acción humana sea —por lomenos inmediatamente— intencional,que la intencionalidad incorpore eltiempo (ej., previsiones) y que tomaresto en consideración sea crucial parala sociología, todo esto parece, enprincipio, aproblemático y plausible.Las dificultades empiezan antes ydespués de esta tesis tan general, esdecir, tanto a la hora de acotar lointencional como a la hora de utilizarel concepto en el análisis sociológico.

Lo que Jaques sitúa en la dimen-sión intencional del tiempo es un con-junto demasiado heterogéneo en elque se acumulan tanto la estricta pre-visión/expectativa de la conducta in-tencional como el fluir (vía anticipa-ción, atención y memoria) del futuroal presente y de éste al pasado, comola idea de un tiempo direccional, la

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ir reversibilidad, etc. En realidad setrata de un conjunto cuya única defi-nición posible es negativa: forma par-te de él todo lo que es extraño a lasestrictas relaciones ordinales de suce-sión y simultaneidad que constituyenla otra dimensión del tiempo. Con-cebir un conjunto tan desestructuradocomo dimensión intencional del tiem-po es tanto como privilegiar injustifi-cadamente a uno de los componentesa expensas de los demás. ¿Por quéla intención y no la irreversibilidad,o la memoria, o el juego de ésta conla atención? Apostar fuertemente porun aspecto es tanto como dejar losotros en la oscuridad.

Por otro lado, aun aceptando elcarácter intencional de la acción hu-mana, la apertura de un frente socio-lógico de análisis pone problemas queJaques no hace sino sortear. En efec-to, por jugar con una vieja intuiciónde Durkheim, la aproximación socio-lógica presupone que no todo es in-tencional en la intención. Jaques noaborda esto, salvo en su vertienteepistemológica (la objetivación de laintención). En realidad, si lo que élllama tiempo intencional es relevanteen el campo del análisis sociológicoes porque la intención se halla, enbuena medida, socialmente estructura-da. Esto aparece claro, por ejemplo,en los últimos trabajos de Merton,quien, guiado por intereses preferen-temente teóricos, ha propuesto la in-troducción en el repertorio analíticode la sociología del concepto de ex-pectativas sociales de duración (so-cially expected durations). Estas defi-nen duraciones socialmente prescritaso colectivamente construidas que apa-

recen en el marco intencional de laacción (véase Merton, 1984 y 1985).Que Jaques no haya entrado seria-mente en este nivel de análisis teóricohace más limitada y ambigua su pro-puesta sobre la dimensión intencionaldel tiempo.

Por último, la proyección que Ja-ques hace de la bidimensionalidad deltiempo en el campo de la investiga-ción sociológica no sólo parece, comoél mismo resalta, especulativa, sinoaun arriesgada y descaminada. La hi-pótesis por la que acaba relacionán-dose la estratificación social con ladesigual distribución de las compe-tencias temporales es, en efecto, sus-tancialmente desacertada porque sor-tea el problema crucial en este cam-po: la preexistencia de aparatos buro-cráticos sometidos a un proceso his-tórico de jerarquización, taylorización,fordismo e informatización define yapuestos y tareas cuyo lapso de discre-cionalidad, por utilizar la terminologíade Jaques, está prefijado. Su rigidezes tal que hace poco verosímil la hi-pótesis de que se amolden a los di-ferenciados horizontes temporales delos actores sociales. Por demás, comoha destacado Luhmann (1985), éstapuede ser la razón de las paradojas(la racionalización que acaba siendoirracional) y laberintos disfuncionalesque caracterizan en la actualidad elfuncionamiento de las burocracias.

Ramón RAMOS

BIBLIOGRAFÍA

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CARLOS PARÍS

Crítica de la civilización nuclear(Madrid, Ed. Libertarias, 1984)

La civilización humana vive mo-mentos de cambio acelerado. Las dis-tintas ciencias sociales van dandovueltas a sus principios teóricos y me-todológicos, para intentar dar las res-puestas adecuadas a los nuevos pro-blemas de nuestra sociedad. Pero,cuando se reflexiona en profundidadsobre el futuro, se descubre que tie-ne mucho que ver con nuestro pasa-do y que, en definitiva, nada hay denuevo bajo la luz del sol. Se ha es-crito hasta la saciedad de las «nuevastecnologías», de la «sociedad delocio» o del «peligro nuclear»; tene-mos la sensación de que muchos delos estudios se han limitado a engarzarun conjunto ordenado de tópicos, sin

plantearse el modelo de sociedad delque partimos y al que, previsiblemen-te, vamos a llegar. En este sentido,se agradecen los libros que —como elque presentamos en esta crítica— re-flexionan sobre el hombre y su liber-tad, en un mundo lleno de avances yretrocesos en el que parecen posiblesy realizables tanto la utopía como sucontrario. La felicidad y la solidari-dad están realizando desde el princi-pio de los tiempos un pulso frente a laaniquilación y la explotación; a finalesdel siglo xx no sabemos aún quiénse alzará con la victoria, pero hemosde ser conscientes respecto a quiénha dominado la mayor parte de nues-tra historia.

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El dilatado compromisode un intelectual

La Crítica de la civilización nuclearagrupa un conjunto de ensayos quehacen patente un momento determi-nado del largo programa de investiga-ción que Carlos París ha desarrollado,desde la filosofía, sobre estos temasque podrían resumirse en el título deotro libro suyo escrito hace casi vein-te años: Hombre y naturaleza. Estaes para nosotros la razón más impor-tante para recomendar el libro: setrata de un alto en el largo caminoque tiene unas lejanas raíces —Físicay Filosofía (1952); Ciencia, Conoci-miento, Ser (1957); Mundo técnicoy existencia auténtica (1959..., o Elrapto de la cultura (1978)—, y espe-remos que una amplia producción in-telectual futura.

Y es que en nuestro panorama in-vestigador no son corrientes las ex-periencias que diseñan los distintosproyectos en el marco de unos obje-tivos de largo alcance.

¡Cuántas veces la tesis doctoral deun universitario empieza y termina ensí misma! ¡Cuántos excelentes estu-dios son el principio de un caminoque jamás se va a recorrer! La obrade Carlos París tiene el gran méritode desvelar algunos interrogantes y,por supuesto, plantearnos un conjun-to de preguntas sin respuesta sobrelas que seguir su (y nuestra) refle-xión.

El libro que comentamos tiene,pues, unos antecedentes continuadosen la producción intelectual de CarlosParís y, por lo tanto, en su propiabiografía, que ha vivido con continui-

dad la opresión y la libertad, la amis-tad frente a los intereses mezquinos,o la vida frente a la muerte. Tal co-mo veremos, detrás de un aparentepesimismo, se esconde en esta Críticade la civilización nuclear la profundaesperanza en un mundo capaz de su-perar sus propias contradicciones.A partir de una crítica implacable, su-mando unas gotas de idealismo, ca-ricaturizando nuestra sociedad y aña-diendo unos gramos de amarga espe-ranza, tenemos ya preparado el coctelque ha de interesar, sin duda, a losinvestigadores de las distintas socie-dades. El estudio de cualquier aspec-to de nuestra sociedad, por específicoque sea, necesita de la visión de con-junto que la filosofía —en este casode la mano de Carlos París— nospuede ofrecer.

Nuestra sociedadviejas desigualdades

En los primeros dos capítulos, Pa-rís nos presenta la contradicción bási-ca en la que se desenvuelve nuestrasociedad, que ha sabido compaginarcivilización y barbarie. Los grandesavances tecnológicos han permitido,paralelamente, aumentar la calidad devida de unas minorías e incrementarlas desigualdades hasta condenar a ladura muerte del hambre a una inmen-sa mayoría de la Humanidad. Pero,quizás el rasgo más característico denuestra era sea el haber sabido com-paginar la explotación con la capaci-dad de destrucción total. Por primeravez en la historia no sólo un gruporeducido de hombres dominan («pri-

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vilegio depredador») a los demás, si-no que son capaces de destruir confacilidad a todo el planeta y, por lotanto, a sí mismos.

Este es el gran absurdo de un mun-do aparentemente cimentado en la ra-cionalidad, que ha aprendido a desa-rrollar el conocimiento y el dominiosobre la naturaleza hasta límites im-pensables. A partir de ello se hanconseguido avances innegables, perotambién se han fabricado máquinasinfernales cuyo potencial destructivosupera, incluso, la dialéctica amigo-enemigo, puesto que su potencial des-tructor abarca ambos conceptos enuna dramática «síntesis final».

Precisamente, cuando Carlos Parísreflexiona sobre el armamento y to-das sus derivaciones destructoras, co-mo la «guerra convencional», o laguerra química, o la destrucción bac-teriológica, se pregunta por alguna«lógica objetiva» que pueda explicartanta locura colectiva. Aparentemen-te, la contradicción es clara: frente aunos crecientes gastos militares y auna continuada inversión en destruc-ción se sitúa un mundo torturadopor el hambre, que podría ser másjusto y solidario si contara con unaadecuada distribución de los recursos.

Muy clara es la visión de este autorsobre «la profecía que se cumple así misma»: los gastos militares sir-ven para hacer más ricos a los paísesmás ricos y más pobres a los máspobres. Esta es, nos parece, la «lógicaobjetiva» que nada tiene que ver conlos argumentos que relacionan el ar-mamentismo con el desarrollo eco-nómico y tecnológico, o con una fuen-te de trabajo y de riqueza en un mun-

do en crisis. Esta es sólo una cara dela moneda.

Tal como sugiere Carlos París, eleje del análisis no debe centrarse endiscutir si han existido o no, o cuáleshan sido, las grandes aportaciones dela industria del armamento a la vidahumana, sino en suponer que la «ci-vilización nuclear» es el resultado deun camino de explotación y desigual-dades en nuestro mundo occidental.A nosotros nos parece evidente queel armamentismo no puede tener una«justificación económica», sino quedebe encajarse en un modelo deter-minado de sociedad capitalista desa-rrollada. En este contexto, es fácil en-tender que a partir de la aplicacióndel pensamiento científico y técnicoal armamento se han desarrollado pro-cesos que han servido para mejorarla calidad de vida y la capacidad dedominio de unos pocos (los podero-sos); pero de ninguna manera puedesuponerse que éste era el único ca-mino posible. La novedad fundamen-tal es —tal como hemos comenta-do— la capacidad destructiva de lasarmas actuales, que puede acabar conlas desigualdades por el drástico ca-mino de acabar con la Humanidad.

La constante explotación destructi-va que ha sufrido la naturaleza nosha hecho olvidar que ésta «formaparte de nuestro ser» y que, por tan-to, la destrucción del medio ambientees, en definitiva, un suicidio colecti-vo. Para profundizar estas reflexiones,Carlos París nos propone el diá-logo constante entre naturaleza, hom-bre y sociedad, puesto que sólo des-de esta visión de conjunto será posi-ble superar esta muerte anunciada.

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Nos, parece especialmente interesanteel análisis histórico de esta complejarelación, desde los griegos y hebreoshasta la actualidad, que plantea, alfin y al cabo, el problema de la su-pervivencia.

Capitalismo y vida cotidiana

En los capítulos III y IV, CarlosParís nos habla de estilo de vida, va-lores y vida cotidiana en el capitalis-mo avanzado. Desde un aparente pe-simismo, este autor nos propone lareflexión sobre nuestra sociedad ynuestra vida. Muchos de los científi-cos sociales que trabajan en aspectosespecializados o en sectores punta de-berían leer estas páginas para situarsu trabajo en una sociedad concretaque ha corregido la masificación y laprogramación de casi todos los actosde la vida humana. Parece difícil es-capar a este dramático determinismoque nos aboca a una sociedad «sutil-mente totalitaria».

El capitalismo avanzado ha creadonuevas formas de alienación y fuer-tes distorsiones en la conciencia co-lectiva. Evidentemente, no son váli-dos los viejos análisis marxistas, ba-sados en una concepción dual que en-frentaba a burgueses y proletarios.El abanico de las clases sociales havivido grandes cambios que —comose desprende del libro que comenta-mos— afectan más a la «forma» queal «fondo» de las relaciones de clase.El innegable aumento del nivel devida de muchas sociedades industria-les no parece acompañado de un pa-ralelo crecimiento de la calidad o deuna ampliación de los espacios reales

de la libertad humana. Tal comoanunciara Carlos París, el crecimientoeconómico ha significado, en muchoscasos, la explotación, la mediocridado la miseria espiritual.

No es casual que los aspectos másampliados en el análisis del filósofohagan referencia a la creación intelec-tual y artística, así como a las posi-bilidades de crítica y transformaciónde nuestra sociedad. La creciente«monotonía» en la vida humana setraslada también al desarrollo de laciencia en todas sus ramas. Así encon-traremos en nuestra sociedad grandesinnovaciones técnicas frente a un re-troceso de la capacidad de explicaciónglobal de los científicos sociales. Pre-cisamente, llegados a este punto en-contramos un análisis preocupado ycrítico que quizás llegue —en su vo-luntad de arrastrar al lector— a unacierta idealización de algunos «tiem-pos pasados»; cuando (pp. 90 y 91)Carlos París se refiere a la familiao a la amistad pensamos que enfati-za sobre todo aquellos aspectos «utó-picos» (en el sentido de críticos conel orden social existente), más querelaciones humanas reales: «La tertu-lia, el paseo, el convite (...) y la co-municación amistosa» son —nos pa-rece— tan difíciles en el momentopresente como en otras situacioneshistóricas. La posibilidad y la aparien-cia no siempre significan la realiza-ción de un deseo. Es muy claro quehoy han cambiado las circunstanciasde vida y que, por lo tanto, las rela-ciones sociales deberán moverse enotro contexto que hace, quizás, másdifícil —pero no imposible— la uto-pía.

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¿La crisis de la sociedado la sociedad de la crisis?

A continuación, La critica de lacivilización nuclear concentra la mi-rada en el concepto de crisis. De he-cho, todas las generaciones humanashan vivido en las distintas fases his-tóricas una etapa crítica en la quese agudizaban las contradicciones yen la que parecía evidente el fracasode un modelo. Nos parece muy útilla propuesta de Carlos París de em-pezar la reflexión con un ejercicioperpetuo de «humildad generacional»,reconociendo que quizás no estemosviviendo la etapa decisiva, sino un pa-so más en el largo camino de la Hu-manidad; «la crisis (es, pues, una)revelación de la sociedad precedente»y, nosotros añadiríamos, un claro an-tecedente del futuro de nuestra so-ciedad.

Todo el razonamiento casi obsesi-vo sobre la irracionalidad de un mun-do en crisis tiene un núcleo centralde análisis. La ciencia y la revolucióntecnológica se han convertido en pa-radigmas de una sociedad alienada.El discurso neoliberal ha degeneradoen una dinámica de individualismo,de culto a la eficacia y de profundodesinterés por el futuro de la Huma-nidad. La ciencia y la tecnología for-man parte de una razón instrumentalque no aportan a las personas másque incertidumbre, angustia y perple-jidad. El mundo actual, en su versiónpensante-dominante, no propone másque soluciones técnicas a problemas

reales y, como tales, el discurso secierra en su propia irracionalidad.

La propuesta de Carlos París, enla línea del razonamiento crítico yliberador, puede parecer hoy día ca-duco y premoderno. Pero significa elintento sintetizador por recoger unplanteamiento argumental que abrelas puertas a la utopía y a la comu-nicación. Como buen intelectual, sucompromiso con el mundo le obliga areflexionar sobre la dimensión políti-ca del conocimiento y a proponer lí-neas generales de praxis renovadora.El punto de partida es moral, que nomoralizante; es general, que no ge-nérico; es real, que no realista; estrascendente, que no metafísico. Sinembargo, el enfoque amplio que adop-ta, a veces, le lleva a dar una impre-sión dispersa en el resultado final.

No obstante, toda la línea argu-mental que atraviesa el libro se basaen la perplejidad más absoluta. Setrata de evidenciar una contradicciónflagrante, una situación que requiereun nuevo rumbo: el antagonismo en-tre las potencialidades humanas deliberación y el uso destructor de lasmismas. En un mundo como el nues-tro podemos dirigirnos hacia la des-trucción o hacia la irracionalidad, ha-cia la barbarie o hacia la justicia. Elpesimismo del análisis lleva al autorhacia el optimismo de la voluntad.Todo depende de la opción que entretodos hagamos. Carlos París ya hahecho la elección, y este libro nos lorecuerda.

Francesc HERNÁNDEZ

Francesc MERCADÉ

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SlSSELA BOK

"Secrets" (On the Ethics of Concealment and Revelation)(Oxford —Melbourne—, Oxford University Press, 1984)

Todos tenemos secretos. Son elloslos guardianes de nuestra vida priva-da, de aquellas zonas en penumbraveladas a los demás y reservadas a loselegidos que se hacen merecedores decompartir nuestra intimidad. Revelarun secreto es descubrir aquello másoculto de la personalidad y suponeque el otro se transforma en nuestrocómplice. El secreto construye unaalianza, una urdimbre de fascinacióny entrega entre sus protagonistas. Lapráctica del secreto (en inglés secrecy,término usado a lo largo de toda laobra) es, como ya dijera Simmel, unaforma sociológica general.

Todas las relaciones humanas des-cansan en una dialéctica de saber yocultación, de entrega y retención dela información acerca de las personas.Sissela Bok, nacida en Suecia y profe-sora de ética en Harvard, acepta laspremisas simmelianas y acomete undetallado estudio del secreto, o, másbien, de su práctica social, desde dosdimensiones, a saber: la vida personaly la esfera pública. Su libro consti-tuye una discusión pormenorizadaacerca de los problemas morales queentraña el secreto, tanto en la esferaprivada, en el área de los afectos yrelaciones personales, como en la are-na pública, en el ámbito del gobier-no y el poder en general. Cada unade estas esferas supone una elecciónética particular: si en el terreno delo personal el secreto ha de conside-rarse como una práctica positiva, enlo público su validez moral es, comopoco, problemática.

Bok define el secreto como un«ocultamiento intencional» (p. 9), co-mo una retención voluntaria de unainformación concerniente a aspectosprivados de los individuos. Los con-flictos en torno al secreto sonconflictos de poder, del poder queconfiere el control de la informaciónsobre el otro. Secrecy está relaciona-do con nociones colindantes, tales co-mo privacy, que hace referencia auna hipotética esfera que contiene lopropio, lo más personal del individuo.(Bok advierte sobre la necesidad deusar metáforas —tales como «esfe-ras», «espacios», «límites», «santua-rio»— para domeñar temas tan res-baladizos, a caballo entre la psicologíay la sociología.) La «privacidad», es-to es, la vivencia y práctica del uni-verso privado, alude a una condiciónde estar protegido de otros, de laexistencia, atención o intrusión delprójimo, considerado como potencialinvasor de mi esfera íntima. El dere-cho a la «privacidad» apunta, pues,a la demanda de respeto de un domi-nio que yo considero únicamente mío.Privacy hace alusión a la zona veda-da a los demás, tomados en conjunto;secrecy sería una de las formas depráctica de lo privado.

Al decir de Simmel, el secreto esun elemento individualizador de pri-mer orden; la posesión de una infor-mación —respecto a uno mismo orespecto a los demás— vetada a losotros provoca una cierta fascinación,un cierto aura que desprende aquelloque se ignora pero que se deja intuir.

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En este sentido, Bok apunta a «losagrado» como otra de las nocionesenlazadas con el secreto. Así, el se-creto oculta lo más sagrado de la per-sonalidad; la violación de lo secretoconstituye un atentado contra la dig-nidad, contra la identidad concebidacomo propiedad privada espiritual.Siendo las relaciones humanas unadialéctica de saber y ocultación, elsecreto se conforma como un arma aesgrimir en el juego del conocimientode propios y ajenos. Así, Bok advier-te: «To have no capacity for secrecyis to be out oí control over howothers sec one; it leaves one open tocoerción. To have no insight intowhat others conceal is to lack poweras well» (p. 19). El secreto guarda lazona sagrada de nuestra personalidady, por tanto, protege nuestra vidaprivada de la mirada de los demás.

Se diría que Bok se hace eco dela noción de «libertad negativa», den-tro de la tradición liberal, que con-lleva una percepción recelosa de losotros, del prójimo, en tanto que po-tencial invasor del área propia. Se en-tendería así la prevención que mues-tra la autora en relación con la con-fesión, relato del yo desnudo que seentrega de manera absoluta a aquelque escucha. La desinteresada aten-ción del amigo o la paciencia institu-cionalizada del confesor de iglesia ode diván pueden dar lugar a un pro-ceso de «vampirización», a través delcual aquel que escucha se apodera, enclave de metonimia, del corazón delotro: «Through seeking to learn theirsecrets, we hope to share their inten-sity and aliveness» (p. 34).

Bok es muy crítica con respecto a

la confesión, considerada en nuestracultura occidental como ejercicio tera-péutico. Si bien puede entenderse co-mo demanda de intervención, la con-fesión tiende a aumentar la vulnera-bilidad del que habla, en tanto quela propia dignidad se pone en juego.En la dialéctica del secreto la posibi-lidad de abuso está siempre presente.Ello ocurre también con el cotilleo,práctica social que trivializa la infor-mación acerca de otros y que borralas fronteras entre lo público y loprivado.

Sin embargo, y a pesar del enfoquecrítico respecto a algunas de las con-secuencias del ejercicio del secreto,la autora de Secrets afirma la bondadmoral de aquél. En la vida personal,en el terreno de las amistades y losafectos, es recomendable y beneficio-so jugar al ocultamiento. El secretorealza el valor de la individualidad,a la vez que permite el retiro parcialtras las fronteras de «lo propio», delo íntimo. Es, pues, un elemento in-dispensable en la vida personal, cuan-do ésta ha de ser entendida como lizade afecciones y voluntades.

Cosa muy distinta sucede en laarena pública, en la cual la prácticadel secreto implica opciones éticas mu-cho más espinosas. Bok parte de dosafirmaciones que recorrerán el aná-lisis del secreto «a gran escala»: pri-mera, que la vida humana ha de serconsiderada como un valor en sí mis-ma; segunda, que el uso del secretopor parte del poder es intrínsicamen-te peligroso para la dignidad humanay tiende a ser moralmente reprobable.Así, afirma: «When power is joinedto secrecy, therefore, and when the

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practices are of long duration, thedanger of spread and abuse and dete-rioration increases» (p. 110).

Bok dedica dos tercios de su libroa analizar detalladamente el ejerciciodel secreto en los ámbitos más desta-cados de la vida social contemporá-nea: el secreto profesional o el secre-to de Estado, así como a dirimir lasdificultades morales inherentes en elejercicio abusivo del periodismo o delas propias ciencias sociales. Bok es-tudia pormenorizadamente las llama-das rationales o formas justificatorias,a través de las cuales las prácticas del«macrosecreto» buscan legitimación.

Así, por ejemplo, el secreto políti-co encubriría su ambivalencia moralen aras de la razón de Estado, de lacual la doctrina de los arcana imperiies un ejemplo. Tales fórmulas hanatribuido al gobierno una naturalezasagrada, a la cual se opone la tradi-ción liberal con su demanda de un«principio de publicidad», en tantoque fórmula que uniría moral y políti-ca. La exigencia de publicidad está enla base de los principios básicos delorden democrático y recobra toda suvigencia en estos tiempos. En estesentido, el análisis de los secretos mi-litares nos enfrenta con el dilema depriorizar la seguridad nacional o, porel contrario, de favorecer la transpa-rencia en una materia que afecta di-rectamente a los ciudadanos.

Es, asimismo, de interés el examenque Bok hace del whistleblowing,término de enconada traducción, yque se refiere a la actividad de aque-llos individuos que denuncian activi-dades públicas que contienen negli-gencias, abusos o peligros lesivos pa-

ra el interés general. Así, la enferme-ra que denuncia la dejadez higiénicade la institución para la cual trabaja,o el técnico que revela los efectoscontaminantes de una central nuclear,participan en la dialéctica del se-creto desde la orilla de la revelación.Whistleblowing y leaking (o informa-ción filtrada) son actividades difícilesde calificar moralmente, puesto queen ellas se dirimen cuestiones de leal-tad (respecto a la compañía u orga-nismo para el que se trabaja y al cualse denuncia), junto con problemas deconciencia y unos imprevisibles efec-tos negativos para el futuro profesio-nal del informante.

Secreto de Estado, secreto military whistleblowing, actividad cercana ala desobediencia civil, son sólo algu-nos de los modos en los que la ocul-tación de la información se ejerce anivel público. Bok lleva a cabo sutarea apoyando sus cautas reflexionesmorales en un enorme material empí-rico: el affaire Watergate; el escán-dalo provocado por los documentosdel Pentágono, que iluminaron las os-curidades de la guerra del Vietnam;el suicidio de un otrora niño prodi-gio, víctima del acoso de la prensa,etcétera... Secrets es una obra muyseriamente documentada que acometeel análisis de un universal sociológi-co, el secreto, sobre el que se habíaescrito poco. Tanto el análisis de lasrelaciones privadas a la luz de lo ocul-to como el tratamiento del secreto agran escala son reveladores para en-tender mejor una realidad que se tejefrecuentemente a nuestras espaldas,por obra y gracia del secreto.

Helena BÉJAR

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CRITICA

JOSÉ LUIS PIÑUEL

£1 terrorismo en la transición española (1972-1982)(Madrid, Editorial Fundamentos, 1986)

El profesor José L. Piñuel, quehabía ya publicado anteriormente unexcelente análisis de contenido de tex-tos religiosos ', vuelve a aplicar unametodología de base comunicacionala uno de los objetos de estudio másrelevantes de nuestro tiempo: las re-presentaciones sobre el terrorismo yla violencia terrorista.

Advertimos al lector que no se tra-ta en este caso de un análisis de con-tenido, sino de una metodología adhoc para captar los estereotipos de laviolencia, aplicada a un repertorio de773 atentados terroristas en la déca-da 1972-1982; es decir, incluyendotanto los últimos años del franquis-mo como los primeros de la transi-ción democrática.

Durante este período, la violenciaterrorista atacó sistemáticamente apersonas e instituciones con un vigorinusitado, singularizándose por la di-versidad ideológica de los atacantes,unas veces de extrema derecha y otrasde extrema izquierda, así como deindependistas vascos. Sin embargo, elobjetivo de todos ellos era el mismo:debilitar al Estado democrático y asus principales instituciones.

La investigación empírica en la quese fundamenta el libro se realizó elaño 1984 en el Centro de AnálisisSocial de la Universidad InternacionalMenéndez Pelayo, como intento dehacer alguna aportación desde la Teo-

1 J. L. PIÑUEL, «Un análisis de conte-nido de devociones populares», REJS, nú-mero 3, 1978, pp. 135-164.

ría de la Comunicación a la SociologíaPolítica, y dentro de una investiga-ción más amplia sobre la violenciapolítica en las sociedades contempo-ráneas.

El método se fundamenta en inter-pretar el terrorismo, y las agresionesterroristas en concreto, como accionescomunicacionales, o sea, «expresivas»,que contienen referentes míticos decarácter político. La representación dela violencia terrorista puede equipa-rarse a la representación de un ritualpolítico. El autor lo define de la ma-nera siguiente: «Se parte de la hi-pótesis de considerar la dinámica so-cial desencadenada por los atentadosterroristas como un ritual de cuyaspautas participan no sólo los agreso-res, sino también la sociedad entera.Así, tanto los agresores como las víc-timas, como miembros de colectivi-dades en conflicto, encarnarán unacontecer cuyo sentido sólo se com-prende si a través de la narración quede él hacen los medios de comunica-ción quedan comprometidos el podery el contrapoder políticos» (p. 8).

En la primera parte del libro, ti-tulada «Las variables del ritual», seofrecen los principales rasgos de lametodología aplicada, así como eltratamiento de datos realizado. Seconsidera como objeto principal deanálisis las «agresiones terroristas dedistinto signo», interpretadas, al mis-mo tiempo, como acontecimientos co-municacionales y como acontecimien-tos sociopolíticos. Por ello, resulta

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imprescindible vincular el análisis delos componentes del acontecimientocon su interpretación sociológica.

Desde esta perspectiva teórica, laprincipal manera de captar el signifi-cado de los datos implicados en losatentados terroristas ha sido «el aná-lisis y elaboración de datos históricosdel acontecimiento... hasta... recons-truir el fondo (sobre el que destacacada atentado)» (p. 15).

El reconocimiento de las diversasformas expresivas que adquieren losactos terroristas facilita la elaboraciónde hipótesis y categorías específicas,que, además, sólo adquieren un sen-tido preciso y diferenciable dentro delcontexto político en un período de-terminado de cambio, caracterizadopor la crisis del autoritarismo fran-quista y postfranquista, la emergen-cia de movimientos democráticos yla consolidación de instituciones re-formistas y plurales.

Este modelo de análisis, claramen-te tributario de la psicología de lasformas (Gestalt), por una parte, y delestructuralismo antropológico, por laotra, aplica, además, determinadas ca-tegorías de la Morfología del cuentode V. Propp 2 para analizar la inter-pretación que los propios terroristashacen de «su ritual».

Desde esta perspectiva, el recono-cimiento del «ritual terrorista» estáindicado por la justificación manifies-ta de la acción violenta que ha de-cidido realizar el agresor hacia la víc-tima en un momento determinado,así como por la explicitación de susfines.

2 V. PROPP, Morfología del cuento, Fun-damentos, Madrid, 1976.

Desde una perspectiva metodoló-gica, las acciones estereotipadas per-miten estructurar en un modelo for-mal las representaciones comunicacio-nales que contienen, así como losdistintos elementos expresivos que semanifiestan en el acontecer terrorista,considerado como un conjunto de na-rraciones con formas limitadas y sig-nificados circunscritos.

El agresor y la víctima, como agen-tes sociales privilegiados, pertenecen,en un contexto sociopolítico más am-plio, a grupos e instituciones: laGuardia Civil, la Judicatura, el Cuer-po General de Policía, etc. Este re-conocimiento es el que valoriza elanálisis político subyacente al análisiscomunicacional o expresivo.

Las principales variables utilizadaspara analizar el acontecimiento terro-rista han sido:

A) El tiempo, o estación anual,en que ha sucedido.

B) El tipo de espacio político-te-rritorial: localidad, provincia, Comu-nidad Autónoma, región.

C) La clase de agente agresor:ETA, otras organizaciones indepen-distas vascas, organizaciones de extre-ma derecha, organizaciones de extre-ma izquierda.

D) Categoría de las víctimas: per-sona física o jurídica; papel o «role»económico, jurídico, social o políticodesempeñado, y tipo de vinculaciónde la víctima con instituciones socia-les y políticas.

Estas variables han servido paraelaborar tablas de contingencia, quese han cruzado con datos sobre los

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agentes de la agresión. Posteriormen-te, sobre un cor pus de unidades decontenido extraídas de los panfletospublicados por los propios grupos te-rroristas, se han ido identificando,por un lado, las «funciones» de lasacciones, según justificaciones y mo-mento de la actuación, y, por otro la-do, el tipo de «personajes», según lascaracterísticas de los agresores y lasvíctimas, y manteniendo como fondolas categorías de Propp.

Es, ciertamente, difícil aplicar mé-todos formales a las representacionescolectivas, por el peligro de que elmétodo pueda superponerse —e in-cluso sustituir— a la realidad queinterpreta. La frecuente prioridad enlos modelos «formalistas» a la lógicadel método sobre la lógica de los he-chos observados tiende a resolversemuy a menudo por resultados pobres,cuando no confusos.

J. L. Piñuel ha intentado superaren esta investigación el reto del for-malismo, de manera que, aunque haelaborado un modelo lógico y meto-dológico muy rico, incluso sofisticado,ha dejado siempre manifiesto su pro-pósito de adecuarlo —e incluso sub-sumirlo— a los hechos empíricos yal contenido expresivo de los aconte-cimientos.

Si bien el objetivo del trabajo ana-lítico realizado facilita la emergenciade la lógica oculta en la narracióndel terrorismo sobre los efectos ylos móviles, y evidencia también losefectos determinantes del ritual te-rrorista, también intenta ofrecer unaexplicación y algunas conclusiones ori-ginales sobre las características comu-nicativas de la actividad terrorista en

una época de crisis, pero también detransformación política profunda denuestra sociedad española.

En la segunda parte del libro, de-nominada «La puesta en escena», seexponen las principales conclusionesdel estudio, entre las que destacamos,por su interés sociopolítico, las si-guientes:

— De 1972 a 1982, aunque el es-pacio del ritual terrorista se localizópreferentemente en Cataluña, Madrid,el País Vasco y Navarra, también tu-vo lugar en otras regiones y provin-cias, caracterizándose por su ubicui-dad. Y aunque las víctimas fueronprincipalmente personas con rango yprestigio dentro de las institucionesdel Estado (militares de alta gradua-ción, jueces conocidos, policías), tam-bién pertenecían como miembros des-tacados a la sociedad civil: empresa-rios, periodistas, etc. Los agresoresfueron en su mayoría miembros deETA y de diversas organizaciones deextrema derecha.

— Sin embargo, mientras que envida de Franco (hasta 1975) la agre-sión partía principalmente de la ultra-derecha, en los dos años inmediatosal fin de la Dictadura (1975-1977)procedió casi exclusivamente de laultraizquierda, y en los años de latransición (1978-1982) de ETA. Severifica de este modo la incidenciatan directa que tuvo el contexto po-lítico en el diferente signo de la agre-sión terrorista.

— Se manifiesta el contenido mí-tico y ritual que tienen las actuacio-nes terroristas por las característicasdel escenario de la agresión, extre-

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madamente cuidado. Tanto las vícti-mas como los objetos y artefactos me-diadores que intervienen en las accio-nes (vehículos, banderas, etc.) porta-ban —en la representación de losterroristas— la violencia dentro de sí.

— Además del dato de que la ac-ción terrorista la decidían los agre-sores en el momento inmediatamenteanterior, o bien inmediatamente pos-terior, a determinados acontecimien-tos políticos (campañas electorales,investidura, elecciones, etc.), la rea-lización de la acción venía casi siem-pre acompañada de justificaciones dela «razón» y «necesidad» de la mis-ma; y contenía diferentes connotacio-nes ideológicas y míticas según susigno, como se evidencia en este tex-to: «Para el terrorismo de extremaizquierda, incluyendo a ETA, la vícti-ma del relato es el Pueblo o algunode sus miembros, alejados de sus pro-pios destinos, reprimidos, castigados,engañados, dañados o carentes de algoque desean fervientemente: autono-mía, libertad, etc.; el agresor es elEstado capitalista, cuyos cómplicesson los sindicatos, el Gobierno, lospartidos políticos... que en calidadde informadores ayudan al agresorilustrándole sobre la víctima...»(p. 94).

— Sin embargo, estas justificacio-nes son distintas para los agresoresdel terrorismo de extrema derecha,que «asumen no el papel de héroes,sino el de mandatarios que ante lafechoría del agresor (el marxismomaterialista o el capitalismo liberal),que engaña por medio de unos infor-madores y cómplices (el Rey, los par-tidos políticos, el Gobierno, los sin-

dicatos, etc.) a la víctima (el españolexpoliado, engañado, apartado de sudestino...), reclama la acción libera-dora del "héroe dormido" (las Fuer-zas Armadas, el Ejército) para que,previamente a la lucha contra el agre-sor..., reaccionen apoderándose (dealguna manera) del objeto mágico (laConstitución)» (p. 94).

— Parece que el verdadero pro-pósito de la acción terrorista, el quesubyace a todas las manifestacionesde la violencia, es el de poder pasarun mensaje a los medios de comuni-cación social para que, a su vez, lodifundan en la opinión pública y sefacilite, así, la comprensión de aten-tados posteriores. La informaciónrespecto de móviles, justificaciones,actuaciones y repercusiones serviríaa la reproducción del fenómeno te-rrorista. La violencia real y la «vio-lencia simbólica», en el sentido deHarry Pross 3, se complementarían co-mo fenómenos sociopolíticos de nues-tro tiempo y de nuestra sociedad post-industrial en crisis.

— El principal designio de la ac-tuación terrorista sería, en la inter-pretación de Piñuel, tanto modificarlas actitudes políticas de las organi-zaciones, instituciones y grupos labo-rales, sindicales, sociales y políticoscomo, en especial, alimentar las ex-pectativas de nuevos atentados y mi-tificar las acciones por encima, inclu-so, de sus justificaciones y fines po-líticos.

( H. PROSS, La violencia simbólica,Anthropos, Barcelona, 1984; y Estructurasimbólica del poder. Teoría y práctica dela comunicación pública, G. Gili, Barcelo-na, 1982.

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Aunque los resultados de este aná-lisis comunicacional tienen mucho in-terés para sociólogos y politólogos,debido a la fuerte carga emocionalque contienen los acontecimientosviolentos y sus indudables efectos enla opinión pública y en la reacciónde los poderes (económico, religioso,sindical, etc.), nosotros valoramos es-pecialmente este libro por las virtu-des del método empleado. Aunque elestructuralismo como método ya noes original, e incluso se considera yaanticuado en diversos medios univer-sitarios, su aplicación respecto de«sistemas cerrados» (como mitos,cuentos, novelas, relatos televisivos,etcétera) se ha considerado como uncamino abierto a futuras investigacio-nes más amplias, y a ser posible com-parables por contextos culturales ysociales 4.

El estructuralismo aplicado en estemodelo, al basarse en el «aconteci-miento» como unidad de análisis yde recogida de datos, vincula, desdeuna perspectiva global, el sistema decomunicación con los sistemas polí-tico y social. No hay duda de que elacontecimiento está en la base sobrela que se producen los sistemas decomunicación, y dentro de los cualesoperan también otros componentesimportantes: como los mensajes, losactores, las expresiones, los instru-mentos y las representaciones. Pero,al establecer canónicamente un aná-lisis lógico de las relaciones entreacontecimiento y representación, elautor toma partido por un acerca-

miento que vincula la antropologíapolítica con la psicología de la comu-nicación. Este carácter interdiscipli-nar, más del método que de la pers-pectiva teórica, creemos que revalori-za notablemente esta investigación.

La suposición implícita en este aná-lisis de que la información puedeafectar, y también alterar, el equili-brio político entre las fuerzas enfren-tadas, en especial entre aquellas queutilizan sistemáticamente la violenciareal, se ha verificado por la «guerrade comunicados» entre organizacionesterroristas y portavoces oficiales delos Gobiernos, en ambos casos conel fin de inclinar la opinión públicahacia una u otra interpretación delsuceso violento, y con ello justificarla espiral de la violencia terrorista ycontraterrorista.

Aunque el problema del terrorismoen nuestras sociedades avanzadas estáfundamentado en bases psicológicas,sociológicas y antropológicas, tal co-mo lo ha manifestado S. Genovés ensu interpretación de la violencia enel País Vasco 5, y aunque sus efectosson múltiples, éstos son principalmen-te económicos y políticos, por lo queinciden sobre el equilibrio/desequili-brio y desarrollo/subdesarrollo de lassociedades.

En el País Vasco español, porejemplo, la violencia terrorista y con-traterrorista ha promovido, directa eindirectamente, la emigración de per-sonas, empresas y capitales, por unaparte, así como la radicalización sin-dical y política de determinadas or-

4 J. VIDAL BENEYTO, Posibilidades y lí-mites del análisis estructural, Editora Na-cional, Madrid, 1981.

s S. GENOVÉS, La violencia en el PaísVasco y en sus relaciones con España,UNAM, México, 1980.

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ganizaciones parlamentarias y extra-parlamentarias, con profundos y am-plios efectos electorales, que han fa-cilitado la diversificación del voto, ycierto desequilibrio social e inclusocultural.

Son, por todo lo anterior, los po-líticos los únicos actores que puedenenfrentarse con éxito con la violen-cia terrorista. Sin embargo, el papelde los informadores y comunicólogosen este proceso también es importan-te, máxime teniendo en cuenta que,tal como afirma el autor de este es-tudio, también coadyuvan, quieran ono quieran, y por la propia lógica dela noticia (originalidad, interpretación,etcétera), a difundir la informaciónmanifiesta (y también oculta) del te-rrorista, sobre todo por medio de lamitificación de su actuación teatral(o ritual).

Quizás tenga razón el profesor Pi-ñuel cuando afirma que los análisiscomunicacionales de la informaciónterrorista pueden, al desvelar los ver-daderos fines de este tipo de violen-cia, apoyar una nueva estrategia delucha informativa contra el terroris-

mo: «[el estudio] puede iluminar unproyecto de actuación política cuyomás inmediato objetivo sería efectuarel seguimiento de la acción terroristaactual mediante estudios como el pre-sente, pero sobre todo cuidándose deno contribuir a la puesta en escenadel ritual, encarnando reacciones cris-padas fácilmente integrables en su re-producción» (p. 95).

Sin embargo, hay que destacar quecualquier posible proyecto de controlpolítico (más o menos matizado, máso menos directo) sobre las medios decomunicación y sobre los informado-res puede también comprometer eldifícil equilibrio que existe siempreentre el poder y las fuerzas e institu-ciones culturales. Y, muy a pesar su-yo, puede también afectar a la liber-tad de expresión, con lo cual alimen-taría el designio tan acariciado porlos terroristas de crear un nuevo fren-te de conflicto, que se añadiría a losnumerosos frentes ya abiertos por laviolencia terrorista e intensamente mi-tificados por determinados medios deopinión.

Miguel Roiz

Antropología Cultural de AndalucíaEdición preparada por SALVADOR RODRÍGUEZ BECERRA

(Sevilla, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 1984)

Este libro, recopilación de confe-rencias y proyectos de investigaciónexpuestos en el Primer Encuentro deAntropólogos Andaluces, celebradoen Jerez los días 5 y 6 de marzo de1982, está dividido en seis apartados,cada uno de los cuales contiene una

serie de artículos que versan sobreun único tema (teoría y metodología,tecnología y artesanía, antropologíaurbana y marginación..., etc.), peroque ni necesariamente observan lamisma metodología ni plantean obje-tivos únicos de estudio, aunque reu-

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nidos todos ellos dan una panorámi-ca bastante aproximada sobre la si-tuación de la antropología en An-dalucía y la realidad socioculturalandaluza, yendo desde el folklorehasta la artesanía, pasando por la si-tuación de dependencia económica ycultural que, con respecto a otras zo-nas del país, sustenta Andalucía.

Como en todas las obras de reco-pilación de artículos que presentanobjetivos distintos y enfoques de di-ferentes autores, hay en este librocosas buenas y cosas menos buenas,aunque esto puede quedar compensa-do por la cantidad de sugerencias yexpectativas abiertas por los trabajose investigaciones de los numerososautores. De cualquier forma, hay queseñalar lo loable del intento realizadopor la Consejería de Cultura de laJunta de Andalucía y de todos aque-llos que participaron en las Jornadasy en la posterior elaboración del li-bro, al acercarse a la realidad socio-cultural andaluza y por los ánimosque esta publicación puede infundira todos los estudiosos y jóvenes in-vestigadores preocupados por la an-tropología y por la situación teóricay metodológica de las ciencias socia-les.

Es para congratularse que por pri-mera vez una Administración autó-noma trate de recopilar diversos pro-blemas culturales que afectan a su ju-risdicción en un solo volumen. Es-peramos que no sea la última ni laúnica, porque la pregunta que tanacertada y puntualmente se hace Isi-doro Moreno en su artículo —«An-tropología cultural, hoy, en Andalu-cía, ¿para qué?»— se ha de extrapo-

lar a todo el territorio nacional, enun momento crucial, como es el ac-tual, en el que hace relativamentepoco tiempo que se ha inaugurado elEstado de las Autonomías y los dis-tintos pueblos toman conciencia desu etnicidad.

El libro es bueno, aunque sea me-jor en la intención que en el resul-tado: porque entre sus casi 600 pá-ginas y sus treinta y cinco artículoshay demasiados proyectos de investi-gación, demasiadas buenas ideas in-tuidas, pero pocos trabajos elaboradosy terminados. Esto no es malo enprincipio, pero se corre el riesgo deno ver publicadas las conclusiones demuchos de los artículos que comoproyectos de investigación presentangrandes posibilidades. De todas ma-neras, en esto influye el hecho de quesea la primera vez que se lleva a ca-bo, por parte de la Administración,una experiencia como ésta, lo cualpilla siempre por sorpresa.

En este libro se aglutinan, juntospero no revueltos, casi todos los te-mas de la antropología sociocultural.En la primera parte, dedicada a teo-ría y metodología de la antropología,Joan Frigolé Reixach y Pío NavarroAlcalá-Zamora se plantean, en sus res-pectivos artículos, problemas acucian-tes a los que se enfrenta esta discipli-na social: el primero de los autoresse centra en la conveniencia de seguirutilizando el término «identidad cul-tural» y las consecuencias que tal usolleva consigo; para Joan Frigolé nose trata de que los antropólogos re-chacen totalmente este concepto, sinode que lo dejen en un segundo o ter-cer plano, desbancándolo de la situa-

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ción privilegiada que actualmente po-see en los estudios de antropología,porque nos proporciona una visiónlimitada de la realidad, no tiene unarealidad empírica en la que basarsey transpone las características de loindividual y personal a lo colectivo.Efectivamente, la eficacia del concep-to debe, al menos, cuestionarse porla cantidad y variedad de críticas queha recibido desde distintas escuelasantropológicas.

Pío Navarro, en la misma línea,nos ofrece un intento de aclarar y re-cordar que el objeto y método de laantropología van más allá de los estu-dios de comunidades y el trabajo decampo, respectivamente, aunque és-tos hayan sido los más importantesy los más frecuentemente utilizadosen antropología, de tal manera quea menudo se confunde ésta con la et-nografía. Es decir, la única maneraque habría, según este antropólogo,de salvar los estudios de comunidadessería relegarlos a un status no cientí-fico, utilizando métodos descriptivosen vez del hipotético-deductivo. Críti-ca ésta no aplicable a la antropologíaen cuanto ciencia de la comprensióndel hombre y su cultura, para la quereivindica un status científico espe-cial.

En la segunda parte del libro, «LaAntropología Cultural en Andalu-cía», se nos presenta la cultura anda-luza como una cultura de la depen-dencia, agravada por el hecho de queesta relación no se establece entrepaíses, sino entre regiones de un mis-mo Estado nacional en donde el fac-tor fronteras no existe.

De esta manera, Isidoro Moreno

nos da una panorámica general de lasituación real de la antropología enAndalucía como sometida a una doblecolonización: la colonización territo-rial que viene a significar que estaregión sólo representa un «campo po-blado de informantes» para antropó-logos de otros países que, tras reco-ger sus datos, como vienen se van, yla colonización teórica, que se reflejaen la aplicación de esquemas y teoríasprocedentes sobre todo de las escue-las antropológicas anglosajonas a larealidad sociocultural andaluza; esteautor termina su artículo proponien-do, tras apuntar la necesidad de losestudios socioculturales en un momen-to en que el pueblo andaluz tomaconciencia de su etnicidad, la investi-gación sobre temas concretos, institu-ciones, rasgos culturales, etc., más quelos estudios centrados sobre comuni-dades determinadas, aunque estasúltimas puedan ser tratadas como ob-jeto de estudio para plantear proble-mas teóricos específicos.

Mientras Isidoro Moreno n o smuestra una panorámica general delo que significa la actual situación dedependencia de la antropología anda-luza, José M.a de los Santos Lópeznos ofrece una serie de notas quecaracterizarían el subdesarrollo y ladependencia cultural, como la mani-pulación y la invasión cultural, carac-terísticas que se plasman en el casoandaluz en una subcultura rebelde,escapista, derrotista, anónima y pro-yectiva. Proceso de aculturación ydesnaturalización que nos recuerdanlos efectos de desestructuración quela colonización española tuvo sobrelas culturas precolombinas, expuestos,

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por ejemplo, en el libro de NathanWachtel, Los vencidos. Los indiosdel Perú frente a la conquista espa-ñola (1530-1570) (Alianza Universi-dad, Madrid, 1976), cuando el autorcaracteriza la desestructuración cultu-ral como la supervivencia de estruc-turas antiguas o elementos parcialesde ellas, pero fuera del contexto re-lativamente coherente en el que sesituaban.

Danielle Provanzal expone en unestudio concreto, por medio de untrabajo de campo realizado en un pue-blo de la provincia de Almería, unejemplo de la relación centro/perife-ria dentro del Estado español. Anali-za esta comunidad surgida como asen-tamiento humano a finales del si-glo xix y como aldea oficialmente en1930, su creación, historia, crecienteindustrialización, crisis, decadencia y,por último, su actual reaparición co-mo zona de interés turístico y ex-trarradio para la clase profesional deuna ciudad cercana. Todo ello basadoen la introducción de un capital fo-ráneo, que sólo aporta a este pueblode pescadores empleo para una manode obra barata y altamente explota-ble, lo que viene a demostrar que lasrelaciones de dependencia no se esta-blecen entre países, zonas o regiones,sino entre modos de producción dis-tintos.

El mérito que tiene el siguienteapartado del libro, el titulado «An-tropología urbana y marginación», sepuede considerar doble: por un lado,empiezan a aparecer estudiosos y es-tudios de fenómenos culturales en lasáreas urbanas desde un punto de vis-ta antropológico en España, rompien-

do con la arcaica concepción que con-sidera como único objetivo de estudiode los antropólogos la sociedad ruralo la cultura campesina, ruptura quetiene la misma dimensión teórica quela que supuso el cambio de objetivosdesde las «sociedades primitivas» alcampesinado contemporáneo entre losaños cincuenta y sesenta, con lasobras de Chayanov, Fortes, Wolf, et-cétera.

Por otra parte, los diferentes auto-res cuyos artículos se recopilan eneste apartado, al tener como objetivoel análisis de barrios, problemas, ins-tituciones y colectivos sociales urba-nos, a la vez que contemplan las cau-sas y efectos de la marginación degrupos sociales, su método suele seruna combinación de la metodologíatradicional antropológica, esto es, lasentrevistas intensivas a informantescualificados, el seguimiento o histo-rias de vida y la observación directay participante, con un método típica-mente sociológico como es el pasede encuestas a un gran número de in-dividuos de la población estudiada odirectamente implicados en los pro-blemas objeto de estudio, porque,como más de un antropólogo cuyotrabajo es expuesto en este capítulose encarga de señalar, no es lo mismoel estudio en una zona rural, dondeel grupo social contiene pocos indivi-duos que son fácilmente controlablespor el investigador, que sobre un ba-rrio o institución urbana de variosmiles de personas.

Es importante también hacer hin-capié en el intento de colaboracióninterdisciplinar que este capítulo re-presenta, el apoyo mutuo de la an-

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tropología y otras disciplinas sociales,como la pedagogía, el urbanismo y lasociología, en un momento en que,académicamente al menos, la especia-lización y la atomización rigen la ta-rea intelectual.

Así, Alfredo Jiménez Núñez, jun-to con Felipe José del Pino y RicardoGarcía Pérez, nos presentan, indepen-dientemente, distintas facetas de unproyecto de investigación centrado enel problema que la educación, consi-derada como un subsistema más de larealidad social, tiene con otros sub-sistemas, tales como el poder, la cla-se social, el nivel económico, etc., me-diante un trabajo de campo realizadoen tres barrios de Sevilla. Como losmismos autores nos señalan, hastaahora no han sido muy intensas lasrelaciones entre la antropología y laeducación, a pesar de la enorme difu-sión y aceptación de las obras deMargaret Mead sobre los procesoseducativos en distintas culturas y deque casi todos los estudios ya clá-sicos de los «padres» de la antropo-logía tienen un capítulo dedicado ala educación.

El artículo de Elias Zamora Acos-ta sobre la marginación urbana enSevilla analiza el caso de un barrio,El Polígono, que, a pesar de las dife-rencias que se pueden encontrar conuna comunidad campesina, mantienecon ésta una serie de rasgos en co-mún como grupo humano, que nor-malmente convive manteniendo unasrelaciones directas entre sí, cuyos ve-cinos se identifican entre sí y son di-ferenciados por los demás, aparecien-do en ellos una conducta determina-

da, en este caso caracterizada por elalto grado de marginación.

Analiza el autor el modo de vidade este barrio: la situación económi-ca, estrato más bajo de la sociedad,obreros sin cualificar, la mayoría deellos en paro, que subsisten gracias alo que se ha venido en llamar la eco-nomía informal basada en el truequey el intercambio; la familia, alta tasade natalidad en unas condiciones enlas que los hijos representan una ga-rantía económica para la unidad fa-miliar, donde es fundamental la figu-ra de la madre y la acentuación delas relaciones primarias significan enmuchos casos la llave de la supervi-vencia; y, por último, su patente re-chazo a las instituciones y a la culturade la sociedad urbana, como lo mues-tran el bajo porcentaje de miembrosno inscritos en las oficinas del paro,la falta de cobertura de la SeguridadSocial y la desconfianza y falta deasistencia de los niños a las escuelas.

Este artículo viene a inscribirse enla misma línea de investigación delos antropólogos de la pobreza y lamarginación de los que los más co-nocidos en España son Osear Lewisy Larissa Lomnitz, pero en la cualhay una larga lista de estudiosos deltema cuyas obras no han sido tradu-cidas al castellano o están sin publi-car en este país; todos ellos vienena sostener que hay relaciones socia-les precapitalistas, supuestamente su-peradas, que vuelven a aparecer enmomentos de crisis económica o enciertas capas de la población.

Odile Luginbulh aporta un estudiosobre las motivaciones y proyeccionessimbólicas de los domingueros en el

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campo de Andalucía. Los domingue-ros son definidos como aquella pobla-ción ciudadana de origen local y per-teneciente a la clase media para lacual el campo está fuera de todo es-quema económico (ni explotan ni sonpropietarios de terreno), que frecuen-temente visita el campo en los díasde descanso laboral y para la cualéste tiene exclusivamente un valor deuso. Muestra también las contradic-ciones entre esta actividad ociosa enel espacio y este mismo espacio pri-vatizado y en manos de terratenien-tes.

Pablo Palenzuela Chamorro, en«Proyecto de investigación sobre elcomponente marginal de la renta deljornalero andaluz», se centra sobrela creciente importancia de la econo-mía oculta en el sector agrícola deAndalucía, principalmente entre losjornaleros. Su hipótesis es que la in-corporación de los jornaleros a acti-vidades que no tienen un carácteragrícola y normalmente sumergidas,llegando en algunos casos a la ilega-lidad (caza furtiva, pequeños contra-bandos...), junto con el cambio dela renta, está originando profundasmodificaciones en los esquemas men-tales y simbólicos de los jornaleros,que «se sienten progresivamente me-nos jornaleros, menos trabajadoresagrícolas y más "buscavidas"».

Aunque sean escasos, los estudiossobre economía sumergida en Españahan comenzado ya, pero siempre seha analizado este fenómeno desde elpunto de vista económico, salvo con-tadas excepciones, sin prestarle dema-siada atención al papel que en él des-empeñan las relaciones familiares y

primarias. Lo interesante, sin embar-go, de este proyecto es que por pri-mera vez se sitúa en el sector agríco-la, puesto que hasta ahora sólo sehabían realizado en las ciudades oáreas metropolitanas de las zonas in-dustriales.

En la parte dedicada a religiosidady fiestas hay que resaltar, aparte detodos aquellos artículos dedicados aseñalar que las fiestas en Andalucíano se reducen únicamente al flamen-co,, como el artículo de Francisco Lu-que-Romero y José Cobo, la aporta-ción de José María Comelles sobrela fiesta del Rocío, enfocado comouna descripción e intento de compren-sión histórica del significado de laRomería. Explica cómo ésta, que em-pezó siendo la manifestación de losconflictos entre la Iglesia, la aristo-cracia y los municipios por la apro-piación de los derechos de paso deuna «tierra de nadie», se ha conver-tido en una manifestación de la iden-tidad colectiva andaluza, y de qué ma-nera su actual reaparición e importan-cia se deben a los conflictos y tensio-nes entre la Administración central,la regional y la local.

Se ha intentado recoger del libroaquellos artículos que por su conte-nido —en cuanto que tocan proble-mas teóricos muy candentes o situa-ciones cercanas a la cotidianidad, pe-ro, por ello mismo, poco sobresalien-tes— porecían más interesantes. Sehan dejado de lado no por falta deinterés, sino por falta de espacio,otros artículos y temas, entre elloscabe destacar los dedicados a la tec-nología y artesanía, en cómo ésta sub-

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siste precisamente en la era de las se publiquen los resultados de losnuevas tecnologías. proyectos de investigación y estén

Sólo queda señalar, por último, que elaboradas y acabadas algunas de suseste volumen no quedará totalmente i d e a s m á s sugerentes.terminado hasta que no finalicen y Pilar MONREAL

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